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LOS
ESPARTANOS
La Editorial Virtual
Segunda edición — Buenos Aires — Agosto 2003
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Denes Martos Los Espartanos
INDICE
Introducción
El país y sus hombres.
La monarquía espartana.
Los éforos
La Asamblea Popular.
El Senado.
La educación espartana.
Las fidicias.
Las mujeres de Esparta.
El dinero en Esparta
La paiderastia
Los lacónicos laconios.
El pensamiento en Esparta.
Los guerreros de Esparta
Los persas y los griegos
La batalla de Maratón.
Interludio democrático.
Vuelven los persas.
Interviene el Vaticano.
Es la guerra.
Los espartanos.
ANEXOS
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Introducción
INTRODUCCIÓN
Es muy humano recordar solamente aquello que nos gusta.
Históricamente, esta actitud tan humana nos lleva a escribir una Historia
subjetivamente acomodada a nuestros deseos. Dejemos ahora de lado la
falsificación o el manipuleo consciente de los hechos históricos. Aun sin caer
en la falsedad deliberada, tenemos la tendencia de encontrar en el pasado las
virtudes de las cuales hoy carecemos. Ese es el fundamento emocional de
todas las leyendas que hablan de una Edad de Oro; la explicación de todos
los Paraísos Terrenales que alguna vez habríamos tenido y de los cuales —
por culpa de nuestros propios defectos — habríamos sido expulsados. Las
teorías evolucionistas han tratado desesperadamente de borrar esta imagen
de nuestras mentes. Científicamente, en muchos casos, hemos aceptado la
racionalidad del postulado lógico que dice que lo complejo surge de lo
simple y que la perfección es un largo proceso de autocorrecciones sucesivas.
Al lado de la leyenda de la Edad de Oro está la convicción de que,
sencillamente, no es lógico pensar en que todo tiempo pasado fue mejor.
Por el otro lado, la cosa también es una cuestión de orgullo. ¿Quién aceptaría
de buena gana a un Pitecantropus en su genealogía familiar? ¿Quién
admitiría ser descendiente de ese monigote ignorante, feo y hediondo que
emitía gruñidos irreproducibles y corría a esconderse su caverna cada vez
que caía un rayo?. Podemos consolarnos pensando en que — aún así — el
monigote era lo que se llama un verdadero genio. Podemos tratar de
acariciar nuestro orgullo malherido afirmando que la invención de la
manera de hacer fuego, el descubrimiento de la palanca o la manía de
caminar sobre las extremidades inferiores requirió diez veces más genialidad
que desarrollar el transatlántico a partir del tronco flotante o la máquina de
vapor a partir de la tapa de cacerola que entra a moverse cuando hierve la
sopa. Pero estos recursos argumentales no dejan de ser consuelos. Como
todos los consuelos, alivian. Pero no convencen del todo.
Sería realmente difícil precisar el momento histórico exacto, pero un buen
día nuestra civilización actual se vio frente a un terrible dilema. O
admitíamos la teoría de la Edad de Oro, o admitíamos la teoría del monigote.
Nuestro orgullo y nuestra emoción votaban a favor del Paraíso Terrenal.
Nuestra lógica y nuestra razón depositaban sus sufragios en favor del
australopitécido. Si lo miramos detenidamente, el dilema no era tan
insoluble después de todo: entre perder el Paraíso por culpa de nuestra
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han sacado patente de ser los inventores del sistema político vigente. Del que
imperó a ambos lados de la Cortina de Hierro pues, aunque parezca
increíble, capitalistas y comunistas nunca se pelearon por la democracia. Se
pelearon por establecer cual de ellos era más demócrata que el otro. En el
debate entre las superpotencias del mundo bipolar del Siglo XX todo estuvo
en discusión. Menos una cosa: la democracia. Estuvo permitido matar por
cualquier otro tema: propiedad de los medios de producción, imperialismo
económico o imperialismo político, dictadura del proletariado o dictadura
del dinero, comité o soviet. Pero por la democracia no. La democracia estuvo
y sigue estando fuera de discusión. A la democracia la heredamos de los
griegos. Lo único que aún hoy todavía está permitido discutir es si Platón fue
— o no — el primer comunista o el primer teórico de la oligarquía. Lo único
que todavía se discute a rabiar es quién resulta ser el heredero más directo.
De los griegos. Los padres de la democracia. Por supuesto.
Es decir: de todos los griegos no. Porque la novela — como toda policial
comme il faut — exige griegos buenos y griegos malos. Para usar los
términos acuñados en 1939: griegos aliados y griegos del Eje. De un lado los
demócratas liberales y, del otro, los fascistas. Si Platón es el predecesor de
Marx, entonces Licurgo tiene que ser el precursor de Hobbes. Si Solón es
casi un George Washington, entonces Leónidas con sus trescientos
espartanos inevitablemente tiene que ser algo así como... bueno, elija usted
mismo con total libertad el personaje de su preferencia en la populosa
galería de tiranos, dictadores, déspotas, opresores, represores y personajes
malditos que nos presenta la historia oficial.
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Sin embargo, si uno toma los propios autores griegos, muy pronto descubre
la terrible y monstruosa verdad: ¡los griegos no fueron "demócratas" en
absoluto! Para Aristóteles, la democracia es una perversión de la politeia —
así como la tiranía lo es de la monarquía — y hace falta la tendenciosidad
increíble de los traductores para tergiversar los términos. Para Platón, la
democracia es simplemente una reverenda estupidez política ya que, según
él, el Gobierno debe estar en manos de una minoría de sabios. En Atenas
había más esclavos y ciudadanos de segunda que hombres libres. En
realidad, toda la mentada democracia ateniense no es sino un lujo político
que en ciertas circunstancias se permitió la aristocracia terrateniente y la
burguesía comerciante.
Los espartanos creyeron que sí, Quizás haríamos bien en creerlo de nuevo
nosotros también. Y no hay por qué amargarse: los espartanos no fueron
menos felices que nosotros.
Es más, tuvieron algo que sólo muy pocos tienen hoy : tuvieron de qué
sentirse orgullosos.
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EL MUNDO DE LOS ESPARTANOS
El país y sus hombres.
La ciudad de Esparta se levantaba en la región de Laconia. Por esta comarca,
en un sentido Norte—Sur, fluye el río Eurotas y todo el país constituye la
parte austral del Peloponeso.
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Eran pocos e hicieron lo que siempre hacen los pocos. Porque cuando uno
está en minoría, lo único que garantiza la supervivencia es la calidad. Eso fue
exactamente lo que hicieron los espartanos: sabiéndose pocos, se dedicaron
a ser mejores.
La monarquía espartana.
Por lo general, la mayoría de los Pueblos del mundo se ha conformado con
tener un rey. Los espartanos no. Tuvieron dos. La idea de la doble
monarquía es realmente curiosa y, quizás por eso, se han ensayado varias
explicaciones más o menos plausibles. Algunos han querido ver en esta
bicefalía del Poder Ejecutivo espartano un antecedente de los Presidentes y
Vicepresidentes modernos. Otros han insinuado que se trataba meramente
de una cuestión práctica pues, de hecho, cuando uno tiene dos reyes,
siempre puede mandar uno a la guerra mientras el otro se queda en casa.
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antes que los ingleses la tremenda ventaja de tener reyes que reinan pero no
gobiernan.
Los reyes espartanos, como cuadra a todo monarca, tenían varias funciones
y prerrogativas. Eran los Sumos Sacerdotes, eran los Comandantes en Jefe
de las Fuerzas Armadas con la obligación de ser los primeros en salir a la
guerra y los últimos en regresar; tenían el derecho de disponer de una
Guardia personal, selecta, de cien hombres; recibían las partes más
apetecibles de los animales sacrificados y doble ración en las comidas; cada
uno de ellos designaba dos representantes ante el oráculo de Delfos y
guardaban los oráculos que les hubiesen sido revelados. Decidían en materia
de herencias y adopciones; participaban de los debates del Senado; cuando
morían, recibían un impresionante funeral y — he aquí un detalle simpático
— cuando un nuevo rey ocupaba su trono se anulaban las deudas contraídas
con el rey anterior o con el Estado.
Los éforos
Preguntarán ustedes ahora quienes eran los éforos. Pues, según Jenofonte,
Platón y Aristóteles, eran personajes que disponían de una considerable
cantidad de poder político.
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¿Un rasgo teocrático de la política espartana? Algo así, Pero, por favor, no
piensen ahora en los egipcios ni en cosas por el estilo. En realidad, ni
siquiera es muy correcto pensar en Esparta como una ciudad, como una
urbe. Esparta no fue eso. Fue una fortaleza militar y ,más propiamente, el
centro cívico, militar y religioso de una Orden.
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"
... el Estado no puede encontrarse bien sino cuando de común acuerdo los
ciudadanos quieren su existencia y su estabilidad. Pues esto es lo que
sucede en Esparta. El reinado se da por satisfecho con las atribuciones que
le han concedido; la clase superior lo está por los puestos que ocupa en el
senado, la entrada en el cual se obtiene como un premio a la virtud; y, en
fin, lo está el resto de los espartanos por la institución de los éforos, que
descansa en la elección general. "
Si después de esto, el buen Aristóteles aún insiste en hallarle defectos al
sistema, el hecho no puede sino interpretarse como la tendencia típica de los
intelectuales de todos los tiempos: nunca están conformes con la realidad. Ni
siquiera los realistas tan realistas como Aristóteles.
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Realmente no hay que hacer demasiados esfuerzos de imaginación para ver
ante nosotros a una venerable colección de 28 distinguidos gerontes
haciendo desesperados esfuerzos para no dormirse durante complicados
debates que escuchan mal y entienden peor. Sin embargo, en nuestros
Senados actuales, aun cuando la edad promedio de los señores senadores es
sensiblemente inferior, los bostezos hipopotámicos no son tan infrecuentes
como podría creerse. ¿Alguien de ustedes recuerda el debate en el Senado
argentino sobre la cuestión del Beagle?.
Sea como fuere, es cierto que el Poder político del Senado espartano no debe
haber sido demasiado grande. Los venerables ancianos de Esparta, al
parecer, sufrieron el triste destino que en todas partes parece estarle
reservado a los viejos sabios: todo el mundo los respeta pero nadie los
escucha. Excepto cuando ya es demasiado tarde.
La educación espartana.
Para darnos una idea de la estructura social espartana es conveniente tener
una noción cuantitativa de esa Orden que fue el Estado lacedemonio.
Por la época del Siglo V AC, el territorio de la Orden abarcaba a Laconia,
Mesenia y partes de Argólida y Arcadia. Esto, con algo más de 8.000
kilómetros cuadrados, representa unos dos tercios de la peninsula del
Peloponeso.
Dentro de este espacio vivían por aquel tiempo unos 200.000 a 225.000
habitantes. De éstos, unos 120.000 eran helotas y aproximadamente unos
80.000 habrán sido periecos. El número de los espartanos, por la época de
las guerras contra Persia, difícilmente haya sido superior a los 20.000 o
25.000. Esto nos da una población masculina de unos 8.000 hombres
mayores de 20 años aproximadamente. Las cifras, por supuesto, son muy
elásticas y varían considerablemente de un autor a otro. Pero — a grandes
rasgos — pueden servir como marco de referencia.
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apothete
volver con su madre. En caso contrario, se la dejaba en la — un
acantilado del Monte Taigeto — para que muriese porque, como relata
Plutarco, los espartanos eran de la opinión que "
..dejar con vida a un ser
que no fuese sano y fuerte desde el principio, no resulta beneficioso ni para
el Estado ni para el individuo mismo ".
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vivían juntos y jugaban juntos. Debían preparar sus lechos con hierbas
arrancadas a mano de las orillas del Eurotas. Debían hacer de policía para
vigilar a los helotas rebeldes y, para ello, quedaban, afectados a una sociedad
secreta llamada krypteia. En Esparta, la KGB estaba en manos de los niños.
¿Eran crueles?. Por sorprendente que parezca: no; no lo eran. Eran duros.
Feroces quizás, pero crueles no. En la verdadera crueldad hay siempre
mucho de arbitrario y caprichoso. Las personas realmente crueles lo son más
por placer que por necesidad. Los espartanos tenían un objetivo: adiestraban
hombres duros para una vida dura.
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Entre ellos, los espartanos consiguieron ser todavía más que eso: fueron
formidables. Bastó una formación de 800 hoplitas espartanos para hacer
temblar a toda Grecia y una de apenas 300 para cubrirla de gloria. Hoy, a
más de dos mil años de su desaparición, todavía seguimos recordándolos y
hablando de ellos. Algunos los exaltan, quizás más allá de sus verdaderos
méritos. Otros los denigran, quizás porque los seres pequeños nunca
entenderán a los grandes. Pero nadie los ha olvidado. A más de dos milenios
de la muerte del último hoplita espartano, los hombres de la Orden siguen
viviendo.
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Las fidicias.
fidicias
Una de las extrañas costumbres de los espartanos eran las (o
syssitias
).
Todos los varones adultos tenían la obligación de comer juntos. Para ello se
formaban "cofradías" de alrededor de quince personas — las mismas que, en
la guerra, compartían una carpa más algunos ancianos — y cada uno debía
aportar una cantidad establecida de alimentos por mes. Los cofrades debían
suministrar: unos 60 Kg, de harina de cebada, 26 litros de vino, 2Kg.de
queso y 1 Kg. de higos, amén de una muy pequeña suma de dinero en
efectivo para otras compras.
Síganme, por favor, y hagamos un poco de cuentas. Con este aporte por
parte de 15 personas los alimentos ascienden a: 900 Kg, de harina, 390 litros
de vino, 30 Kg. de queso y 15 Kg. de higos. Esto quiere decir que, por día y
por persona (suponiendo un mes de 30 días de acuerdo al calendario de
Solón) cada uno de los cofrades podía comer: 2 Kg. de harina; 0,86 litros de
vino; 66 gramos de queso y 33 gramos de higos; más lo que se pudiese
comprar con la pequeña suma de dinero. Evidentemente ningún espartano
corría peligro de engordar.
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Con o sin sopa, el hecho es que las comidas comunes eran realmente una
institución importante en Esparta. El espíritu de cuerpo que debió reinar en
las cofradías queda bastante bien ejemplificado por la discreción con que se
trataban las palabras que pudiesen haberse pronunciado durante las
conversaciones de sobremesa. Cuando entraba algún comensal, el más
anciano de los presentes le señalaba la puerta y le advertía: "
¡Por esta puerta
no sale palabra alguna! "
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Por favor, no piensen que estas exclamaciones son un invento mío. Son de
hijas de los espartanos
Eurípides. Es él quien se escandaliza de las " " que
salen de sus casas
" se mezclan con los varones mostrando los muslos
" y " ".
¡Y todo por la vestimenta un tanto atrevida de las niñas de Esparta!
Con todo, difícilmente las niñas habrán conseguido sacar de sus casillas a un
candidato espartano mostrando un poco de muslos. Los varones de Esparta
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No obstante, para los mirones bobos la cosa no carecía de riesgos. Las niñas
tenían la lengua muy suelta y muy aguda y, en medio de una representación
pública, podían tomar a un varón de blanco para destruirlo con burlas y
socarronerías. Delante de reyes, éforos, senadores y pueblo en general, el
pobre diablo quedaba hecho un estropicio en cuestión de minutos.
Indudablemente, un remedio definitivo y eficaz contra la lascivia. Porque,
sin duda, a veces es más agradable caer en una mezcladora de hormigón que
en la boca viperina de una perfecta bribona — hermosa para colmo — dotada
del condenado talento de adivinar nuestros puntos vulnerables. El que no lo
crea, que haga la prueba.
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Mujeres así eran respetadas. Tenían que serlo. Es inútil que Aristóteles las
critique y objete el gran poder que tenían las espartanas. La verdad es que se
lo merecían. A Gorgo, una mujer extranjera le comentó una vez, llena de
admiración: "¡Ustedes, las espartanas, son las únicas que todavía tienen
poder sobre los hombres! ". A lo cual la espartana respondió: "
¡Por supuesto!
¡Como que somos las únicas que aún traemos hombres a este mundo! "
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Para empezar, los "iguales" no estaban para ganar dinero, ni para hacerse
notables por sus riquezas. En Esparta la fama no se adquiría en la Bolsa sino
sobre el campo de batalla. Allí, un acaudalado cobarde no podía comprar la
gloria que recibía gratis un valiente pobre. Durante toda su juventud los
lacedemonios eran educados para valorar solamente aquellas actividades
que garantizasen la soberanía del Cosmos. Y los hombres de la Orden — a
diferencia de muchos politicastros actuales — sabían que la soberanía de un
Estado no se compra. Se la conquista o no se la tiene jamás.
Para producir lo que se necesita sobre una mesa, y hasta para fabricar la
mesa misma, estaban los periecos. Para algo gozaban de la protección del
Cosmos. Y, si los periecos necesitaban ayuda, para eso estaban los helotas.
Los esclavos helotas eran parte de la familia como podía serlo la vaca, el
caballo, el perro o la cabra. ¿Maltratados? ¡Qué estupidez! Ninguna persona
decente maltrata a su caballo si su caballo es un buen caballo. Nadie
desprecia una buena vaca lechera o a un excelente can, a menos que sea un
cretino. Todo lo contrario: se les da de comer y se los protege. Uno los
considera parte de la familia. Uno los cura cuando están enfermos. Los
chicos juegan con ellos. Terminan siendo queridos porque, al fin y al cabo,
uno se ha pasado la vida con ellos y dependiendo de ellos. Se vive, se convive
con ellos. Ningún hombre bien nacido los maltrataría. Castigarlos, para que
aprendan, quizás; pero maltratarlos, nunca.
fueron cada vez menos. Y sucedió también que los enemigos de Esparta no
eran ciegos y no se les escapó que la gran masa de helotas y periecos podía
llegar a ser instrumentada para quebrar el poderío de los lacedemonios. De
hecho, en Atenas muchas veces decidía la masa. Fue la que expulsó a
Arísitides y condenó a muerte a Sócrates. El fenómeno se repetiría también
más tarde. En Roma, los ciudadanos de tercera llegaron a decidir con sus
caprichos la suerte del Imperio. Los caprichos llegaron a tener nombre y
apellido: se llamaron Calígula, Nerón, Heliogábalo.
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No me cabe ninguna duda de que muchos me odiarán por tratar el tema que
sigue a continuación. La enorme mayoría de las obras escritas acerca de
Grecia ignoran olímpicamente la cuestión y, seguramente, muy pocos se
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Pues sí. Seguramente los espartanos tenían sus defectos y nadie gana nada
con barrerlos bajo la alfombra. En mi opinión particular y personal creo que
es muy posible que trataran de forzar las leyes del Cosmos universal
creándose un Cosmos particular. En ese caso, seguramente les pasó — al
menos en alguna medida — lo que les pasa y les pasará a todos los que tratan
de hacer algo así.
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Esparta, como todos los gigantes, fue un gigante con defectos. Tuvo sus
personajes oscuros y sus costumbres poco recomendables. Lo que no tuvo
fue la tremenda logorrea ateniense. En Atenas se hablaba y se hablaba. Es
muy cierto que los oradores debían hacerlo ante la clepsidra y que, por ello,
tenían el tiempo limitado. Nuestros políticos actuales también hablan contra
el reloj del estudio de televisión y no por ello dejan de vomitar palabras con
un caudal oceánico. En Esparta la oratoria ampulosa tenía poco público. Los
espartanos, como diríamos hoy, eran lacónicos. El término mismo, como es
obvio, proviene de ellos.
En Laconia a los niños se les enseñaba a ser breves, concisos y veraces con
elegancia. Si esta elegancia implicaba el sarcasmo, el hecho habla en favor de
la inteligencia de los lacedemonios pues el sarcasmo es el humor de las
personas inteligentes, como — con bastante poca modestia — decía el
inefable Bernard Shaw.
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Uno de los casos más típicos es el que relata Heródoto del espartano
Diénekes. Poco antes de la batalla de las Termópilas, un individuo de las
tropas aliadas que estaban junto a los espartanos comentó visiblemente
preocupado: " Cuando los persas lanzan sus flechas, se produce una nube
tan grande que tapa la luz del sol". Diénekes, haciéndose cargo
instantáneamente de una situación que podía degenerar en pánico colectivo,
se volvió hacia los espartanos y comentó: "¿Oyeron? .¡Vamos a pelear a la
sombra ".
El pensamiento en Esparta.
Universalmente se supone y se afirma que los espartanos eran, poco más o
menos, tan sólo unos militarotes brutos, carentes de intelectualidad o
refinamiento. La imagen, con toda seguridad, fue creada por los
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Pero Sócrates no fue ajusticiado tan sólo por eso. En realidad, fue una de
esas personas tan fundamentalmente honestas que resultan condenadas a
meterse siempre en problemas. Habiendo sido nombrado para la
magistratura pública, Sócrates había tenido que prestar el juramento de
rigor en virtud del cual todo magistrado se comprometía a hacer respetar las
leyes vigentes. Sin embargo, en un momento en que se desempeñaba como
Arconte, nueve jefes militares de Atenas adoptaron una decisión que
desagradó a la masa. Nada más natural, pues, que ésta se autoconvocase
para exigir la ejecución lisa y llana de los jefes militares.
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cuando alguno pretende poner tan solo un poco de orden en el caos infernal
que normalmente producen los adalides del capricho masivo. A la inversa, la
Constitución le importa un bledo a la masa cuando ésta quiere sacudirse de
encima a ciertos incómodos sujetos que tienen la osadía de querer evitar el
suicidio político del Estado.
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Para ilustrar en qué consiste ese respeto tenemos que volver a los hechos
simples y básicos de la vida cotidiana sacando de ellos las conclusiones
pertinentes con honestidad. Nadie subiría a un avión cuyo piloto fuese un
aprendiz. Nadie se haría operar del corazón por un enfermero o por un
hechicero africano. Nadie dejaría que un peón de albañil construyese una
torre de quince pisos para oficinas. Cuando se trata de reparar su automóvil
el profesor de física nuclear se subordina y se somete al dictamen del
mecánico. Cuando se trata de un buen peinado la doctora en leyes se
subordina de buen grado a la habilidad y criterio de su peluquero. Cuando se
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No olvidemos que Chilón — nada menos que uno de los Siete Grandes
Sabios de Grecia — era espartano. Tampoco puede negarse que los otros seis
eran grandes admiradores de Esparta. Y de todos ellos solamente Solón era
ateniense. Tales era de Mileto; Pitaco, de Mitilene; Hias, de Priene;
Cleóbulo, de Lindos y Misón era de Khen. Es muy cierto que otros autores
suplantan a algunos de estos nombres por Periandro, Epiménides, Ferécides
o Anacarsis. Pero Ferécides fue oriundo de Siros; Periandro fue tirano (!) de
Corinto. Anacarsis era escita, se radicó en Atenas en el 590 AC y se hizo
amigo de Solón a quien, por otra parte, costaría muy poco presentar como
un dictador en el sentido romano del término. Epiménides era de Cnosos.
Aún cuando corrijamos la lista de los Siete Sabios suministrada por Platón,
no obtendríamos mucho mayor brillo para Atenas.
Es más que dudoso que los griegos de aquella época hubieran estado de
acuerdo en catalogar a Atenas como la ciudad más culta de la Hélade. ¿La
más internacional? ¡Indudablemente! ¿La más rica? Sí. ¿La más influyente?
Es posible. Pero, ¿la más culta? ¿La más sabia? Lo dudo. Lo dudo
muchísimo.
Y el culto a Apolo explica muchas cosas. Era el dios del Sol y de la Luz. Era
“El Radiante”. Un joven vigoroso de mirada penetrante y cabellos dorados
que volvía cada primavera de las regiones hiperbóreas en un carro tirado por
cisnes al igual que su símil germánico Lohengrin. Apolo: el dios de la
juventud y de la gimnasia; el dios de la guerra, la lucha, la carrera, la caza.
Una deidad armada con casco, lanza y espada, igual que un hoplita.
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Los guerreros de Esparta
Los persas y los griegos
Una de las tragedias más grandes de Grecia fue su incapacidad de entender a
los persas. El cuadro, obligadamente oscuro y sombrío, que tenemos de la
Persia de aquella época; esa casi automática identificación que se hace entre
lo "persa" y el llamado "absolutismo oriental", proviene de la distorsión
griega que hemos heredado sin revisar.
Nunca olvidemos una cosa: los griegos eran unos incurables, incorregibles y
fenomenales mentirosos. Nos hablan de 600.000 persas en la batalla de
Maratón con el mismo descaro con que hoy algunos políticos se ufanan de
concentraciones masivas de varios cientos de miles de personas en una plaza
de 10.000 metros cuadrados. Si dudan de lo que digo, hagan una cosa muy
simple: tomen un mapa de Grecia. Fíjense en la superficie de la llanura de
Maratón. Si alguien consigue meter a 600.000 guerreros peleando en ese
espacio, me como el mapa.
Es cierto que los griegos eran muy distintos de los persas en muchos
aspectos. Como que también es cierto que la comparación no favorecería a
los griegos en todos los casos. A los persas, por de pronto, les importaba un
cuerno llevarle rosas a ninguna deidad. Para ellos, la ciudad perfecta era la
ciudad inexpugnable. La pederastia les resultaba abominable. Los persas
eran puritanos. Monoteístas. Zaratustra los había educado para eso. Era
proverbial su amor y su apego por la verdad. Y, contra todo lo que se diga,
también lo fue su caballerosidad.
Cuando una vez, poco antes de la segunda invasión, dos embajadores persas
llegaron a Esparta para ofrecerle la posibilidad de una rendición a los
lacedemonios, éstos — ni cortos ni perezosos — los tiraron a un pozo.
Después, parece ser que, tanto el Ministerio de Relaciones Exteriores
espartano como su propia conciencia, no los dejó dormir tranquilos durante
un buen tiempo. Pronto se hizo evidente que tamaña violación del Derecho
Internacional constituía, por una parte, una barbaridad y, por la otra, un
peligroso precedente que podría llegar a ser imitado por los persas con los
embajadores espartanos. El hecho es que, en un gesto muy típico, el Estado
espartano pidió dos voluntarios para ir a la corte del rey persa Jerjes y para
ofrecerse como víctimas expiatorias por el crimen cometido. Algo así como:
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"Te maté dos embajadores. Aquí te mando dos míos. Los matas y quedamos
a mano".
Eso fue lo que los griegos no entendieron jamás. Ni siquiera los espartanos.
Me pregunto si, incluso hoy, habría muchas Cancillerías en dónde un gesto
así sería correctamente apreciado.
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La batalla de Maratón.
Las colonias griegas del Asia Menor siempre habían vivido rodeadas de
"bárbaros", término que — dicho sea de paso — los griegos usaron para
designar simplemente a todos los extranjeros. No se las habían arreglado
mal con ninguno de ellos. Se habían llevado razonablemente bien con los
frigios, los lidios y hasta con los asirios y los babilonios.
Lo que sucedió fue que — allá por el reinado de Ciro — los persas, poco a
poco, fueron convirtiéndose en Potencia Mundial. Mientras Atenas trataba
de organizar su vida bajo la tiranía de Pisístrato, los persas conquistaron
Media, Asiria, Babilonia, Elam, Siria y Lidia. Después, con Cambises, la
aplanadora persa se dirigió más hacia el Sur y allanó Palestina hasta llegar a
Egipto en donde el Rey persa tuvo la humorada de hacerse coronar faraón.
Alrededor del 550 AC ya todas las ciudades griegas del Asia Menor se
encontraban dentro de la esfera de influencia persa. Aun así, no existe
absolutamente ningún dato fehaciente que nos permita afirmar que el
"imperialismo" persa hubiese sido excepcionalmente duro o intolerable.
Comparada con la de las anteriores potencias, la hegemonía persa hasta
puede considerarse razonablemente benigna.
Cuando, en el verano del 490 AC, la flota persa se hizo a la mar para ajustar
cuentas con los demás griegos, el pánico entre las ciudades del continente se
hizo bastante difícil de disimular. El miedo les hizo ver los famosos 600.000
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persas con sus 600 trirremes allí en donde solo hubo unas 100 naves y
aproximadamente 20.000 hombres.
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Interludio democrático.
Durante casi medio año los atenienses vivieron y gozaron la ebriedad de la
victoria. El genio, la rapidez y la inventiva atenienses habían superado a la
pesada eficiencia de la máquina bélica persa.
El Arconte de Atenas por esa época era Arístides. En los libros de Historia
figura como Arístides "El Justo", aunque la traducción correcta del apodo
sería, probablemente, "El Intachable", "El Impoluto"; quizás hasta "El
Perfecto". Proveniente de una familia de rancio abolengo, había sido no
solamente el primer estratega de Maratón sino, incluso, amigo íntimo de
Miltíades. También supo ser íntimo amigo de Temístocles, su rival político
más importante. Pero dejemos eso para más adelante.
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Con todo, el mundo no se detuvo. El espectáculo tenía que seguir. Otra isla,
la de Egina, comenzó a preocupar seriamente a los atenienses. La gente de
Egina proporcionaba los mejores marineros de toda Grecia. Pero, por un
lado, los de Egina eran un poquitín piratas y, por el otro, eran aliados de los
espartanos. Atenas envió sus barcos contra Egina. ¡Y fue otro fracaso, igual
al de Paros! Nuevamente los gloriosos vencedores de los persas resultaron
apaleados por los habitantes de una isla de mala muerte. ¡Era como para no
creerlo! Después de Maratón: ¡Paros! Después de Paros: ¡Egina!
Parafraseando el dicho shakespeareano sobre Dinamarca, algo forzosamente
tenía que estar muy podrido en el Estado de Atenas.
De hecho, lo estaba.
— 47 —
Denes Martos Los Espartanos
En realidad, lo que estaba sucediendo en Atenas era nada menos que una
feroz pugna entre criterios políticos contrapuestos. La masa se sentía
contenta y feliz luego de las glorias de Maratón. Se organizaban expediciones
idiotas que terminaban en desastres. Se metía en prisión a los culpables. Se
votaba el ostracismo de los notables. Se discutía, se hablaba, se disputaba, se
gritaba, se oraba, se amaba, se comía y se dormía. ¿Los persas? A los persas
se les había dado la gran paliza en Maratón. ¡Y conste que sin la ayuda de los
espartanos! ¿A quién le importaban los persas?
Había, pues, que prepararse. La gran cuestión era cómo. Ejército o Armada,
that is the question
. La solución salomónica de montar ambas cosas al
mismo tiempo resultaba económica y políticamente imposible. Arístides dijo
"¡Ejército!" Temístocles dijo: "¡Armada!" Al día siguiente se formaron dos
partidos políticos contrapuestos. Veinticuatro horas más tarde, los dos
amigos estaban tan peleados como sólo pueden estarlo dos amigos que
militan en partidos opuestos.
¿Conoces a Arístides?
— — le pregunta el ex—Arconte al ignorante.
— No
. — es la respuesta un tanto sorprendente pero obvia, dadas las
circunstancias.
—No — confiesa el otro con ingenuidad bovina y agrega: — Pero estoy harto
de escuchar por ahí que lo llamen "El Justo", "El Perfecto"
.
— 49 —
Denes Martos Los Espartanos
Se fue a Egina.
La Acrópolis de Atenas
Al noveno año, sin embargo, las noticias provenientes de Persia eran como
para poner nervioso al más pintado. Persia era eficiente. Podía darse el lujo
de la eficiencia ya que no se había dado el de la democracia. Los espías y los
embajadores griegos informaban de 100.000 hombres bajo armas; de 700
barcos de guerra; de un "Camino Real" de 2.000 Kilómetros, prolija y
eficientemente sembrado de 111 postas. El ejército persa había recibido
órdenes de movilizar y de estar dispuesto para otoño del 481. Debía cruzar el
Bósforo sobre un puente hecho con barcos y luego marchar en dirección Sur,
acompañado por la flota que navegaría a lo largo de la costa.
Definitivamente, Jerjes no se andaba con pequeñeces. Esta vez, la cosa iba
en serio.
tres, cuatro o seis bocas para alimentar. Y, por si fuera poco, a esta gente se
la podía hacer trabajar pero — puesto que no eran ciudadanos — no se la
podía incorporar a la Marina de Guerra. Ahora, las 200 trirremes
proyectadas necesitarían nada menos que la friolera de 30.000 remeros. ¿De
dónde sacarlos?. Temístocles tomó el toro por las astas. Le otorgó la
ciudadanía a los obreros — los tetes
— en un hermoso y democrático gesto
que levantó un huracán de aplausos en las masas proletarias.
tetes
Al día siguiente, decenas de miles de — de los cientos de miles que
había — fueron reclutados en masa y quedaron bajo bandera como
conscriptos por la Armada. Ahora que eran ciudadanos libres se los podía
obligar a cumplir órdenes. Ni Maquiavelo lo hubiera organizado mejor. El
problema militar quedó resuelto. El problema político y social así creado no
se resolvió jamás.
hablaba de 2. 317.000 hombres en total por tierra y por mar. A esto, todavía
había que sumar el enorme convoy de Intendencia, con sus cocineros, sus
eunucos, sus prostitutas y sus esclavos. La CIA griega terminó trabajando
sobre una hipótesis de 5.000.000 de enemigos en marcha.
Interviene el Vaticano.
Por suerte quedaba aún un último recurso: consultar a los Dioses.
Por cierto que, en cierta medida, estas comunicaciones no eran tan fáciles de
establecer. Al fin y al cabo, se trataba de una comunicación de muy larga
distancia en el año 481 antes de nuestra Era. Por de pronto, el delicado
aparato se hallaba custodiado por expertos sacerdotes. Además y
obviamente, no cualquier infeliz mortal podía ir y molestar a la Pitonisa con
preguntas imbéciles. Por otra parte, la comunicación no era del todo clara de
modo que, aún cuando el infeliz mortal se hubiera puesto directamente al
— 53 —
Denes Martos Los Espartanos
Es decir: en todo lo limpio que podía. Porque, aún así, las palabras emitidas
por la Pitonisa no siempre tenían mucho sentido. A todo esto, el infeliz
mortal esperaba pacientemente el texto definitivo como corresponde a todo
creyente bien educado. Salía, pues, el sacerdote y se lo entregaba, con lo cual
nuestro atribulado consultante podía regresar a su casa a tratar de entender
el galimatías.
— 54 —
Denes Martos Los Espartanos
brain trust
El " " de Delfos se reunió y, ante la segunda requisitoria, produjo
una insuperable obra maestra de ambigüedad jesuítica. Fue un oráculo de
— 55 —
Denes Martos Los Espartanos
esos que lo decía todo sin decir nada; que prometía cualquier cosa sin
comprometerse en absoluto; que afirmaba lo que negaba y que negaba lo que
se suponía que podía haber afirmado; que era lo suficientemente claro como
para ser legible y lo suficientemente incoherente como para ser
incomprensible; que se prestaba a, por lo menos, tantas interpretaciones
como palabras había en el texto pero que, buscando los sinónimos
adecuados, podía tener versiones interpretativas en cantidad exponencial.
En suma, una verdadera obra de arte.
Con todo, Temístocles debe haber sido un orador con gran poder de
persuasión porque, créanlo ustedes o no, su argumento de la "divina"
Salamina prendió. Puede parecer fantástico, pero los atenienses se lo
creyeron. La masa lo aceptó porque ¿a quién no le gustaría ser "divino"? Y
los entendidos le dieron su apoyo porque, divina o miserable, la palabreja
"Salamina" era la clave del mensaje. La clave secreta. El guiño entre
conspiradores.
— 56 —
Denes Martos Los Espartanos
¿Brillante? No. Es más que eso. ¡Es hermoso! ¡Es griego! Sólo un Consejo de
Sacerdotes de Apolo podía producir un oráculo que fuese un valioso servicio
al Estado y, simultáneamente, un acto de la más acabada traición a la Patria.
— 57 —
Denes Martos Los Espartanos
Es la guerra.
La guerra es el padre de todas las cosas
Heráclito
A fines de Mayo del 480 AC Jerjes ordenó poner en marcha a la aplanadora
persa. En Julio estaba en Tesalia. Eficiencia persa. La aplanadora avanzó
hacia el Sur — hacia Atenas — mientras la flota la acompañaba siguiendo la
costa. Sincronización persa. De pronto, estalló una feroz tormenta que
hundió a 400 barcos de la flota de Jerjes. Suerte griega.
Y ahora, les pediría que, por
favor, tomen un mapa de
Grecia. Me temo que no puedo
contar lo que sigue sin la ayuda
de un mapa. Por si no tienen
uno pasablemente práctico a
mano, incluyo aquí un pequeño
esquema que, espero, podrá
servir.
La idea de Euribíades era simple: había que parar a los persas y derrotarlos.
Para eso había dos lugares óptimos:
— 58 —
Denes Martos Los Espartanos
Así de fácil.
— 59 —
Denes Martos Los Espartanos
¿Qué puedo hacer? Si fuerzo el paso por Artemisión, y es una trampa, pierdo
mi flota. Si ataco las Termópilas, y en ese lugar los griegos tienen 30.000
hombres, pierdo el ejército.
Durante días enteros las dos fuerzas estuvieron allí, frente a frente,
midiéndose, observándose y estudiando el tablero de ajedrez. Euribíades
rompiéndose la cabeza buscando una forma de batir a los persas en
Artemisión. Temístocles sudando sangre y rezando a todos los dioses para
que las Termópilas resistiesen. Jerjes mandando espías para todos lados
tratando de enterarse del plan griego. Pasaron cuatro días.
Los espartanos.
A lo largo de las últimas páginas muchos se habrán preguntado dónde están
los espartanos. Hemos hablado de Arístides, de Temístocles, de Atenas, de
Delfos y, en suma, de media Grecia. ¿Y los espartanos? Pues ahora vienen.
Mejor dicho: ya están allí. En las Termópilas.
Por eso es tan fácil pararse y perorar acerca de que este o aquél acto heroico
carece de sentido y llegar, por extensión, a afirmar que todos los actos
heroicos son, al fin y al cabo, una reverenda estupidez. Ese es el criterio
imperante hoy en día. Hoy se festeja más al cobarde que sobrevive que al
valiente que se sacrifica para que otros puedan sobrevivir. Es que el
beneficio emergente del acto del cobarde resulta inmediato y su motivación
es obvia: quiere salvarse y lo logra. No hay ninguna dificultad para entender
eso. Que, en ello, muchas veces deja el honor por el camino es algo que sólo
importa a quienes saben en absoluto qué es el honor. Nuestra época ya no lo
— 60 —
Denes Martos Los Espartanos
Por eso, si entre ustedes hay alguien que piensa que un Hombre que se deja
cortar en pedazos por cumplir con su Deber es un idiota; si alguno de
ustedes llamaría estúpido a un Hombre que arriesga absolutamente todo lo
que tiene para que este mundo se vuelva solamente un poco menos
miserable de lo que es; si alguno de ustedes está convencido de que el
Hombre que muere sin tener un beneficio inmediato a la vista es un loco
irresponsable; a ese hipotético lector sólo le pido una cosa: no siga leyendo.
Lo que viene ahora no es para Usted. No lo entendería. Y, perdóneme por
decírselo tan brutalmente, pero estoy seguro de que, al final, hasta
terminaría ensuciándolo. Sin embargo, para que no me eche en cara que le
robo el final de la historia, voy a romper todas las reglas del suspenso y se lo
cuento ya: los persas fueron derrotados. No fue fácil, pero al final
terminaron perdiendo. ¿Conforme?.
— 61 —
Denes Martos Los Espartanos
**************
Jerjes montó en cólera. Al día siguiente decidió lanzar sus mejores tropas.
Según cuenta la leyenda, les decían "Los Inmortales" porque su número era
constante: a las bajas producidas por el combate o por la enfermedad se las
cubría inmediatamente. De este modo, el número del contingente era
siempre estable. Ascendía a 10.000 hombres.
— 62 —
Denes Martos Los Espartanos
Y tampoco pudieron. Sus lanzas eran más cortas. No tenían espacio para
maniobrar a fin de hacer valer su número. Además, no tenían ni el
adiestramiento ni la disciplina de los lacedemonios. Durante la batalla, los
espartanos jugaron con ellos al gato y al ratón, empleando una táctica que,
más tarde, sería la favorita de Atila y sus hunos: a la vista de un ataque
enemigo, las tropas espartanas simulaban batirse en retirada como presas
del pánico. El enemigo, creyendo que huían, se les tiraba encima
desordenadamente. En el último momento, sin embargo, las formaciones
espartanas daban media vuelta, tomaban posición y se lanzaban al ataque
tomando a todo el mundo de sorpresa. Los perseguidores, antes de darse
cuenta, se transformaban en perseguidos. La mayoría de ellos, en
perseguidos muertos.
A lo largo de todo el segundo día los persas, con sus tropas de élite, trataron
de forzar la resistencia de los griegos. Sin éxito. Las vallas seguían allí y,
delante de ellas, los espartanos encabezados por Leónidas no cedieron ni un
milímetro. Iban 48 horas de combate. Desde el amanecer hasta la caída del
sol. Oleada tras oleada. Escaramuza tras escaramuza. Combate tras combate.
Sangre. Muertos. Gritos. Órdenes. Ataques. Retiradas simuladas.
Contraataques. Maldiciones. Amigos que caen bañados en sangre.
Camaradas de toda la vida que se tiran contra el enemigo y terminan
atravesados por dos, tres, cuatro lanzas. Heridos que gimen antes de morir.
Estertores. Alaridos. Ruido. Sangre. Más muerte.
Pero nadie abandona su puesto. Al camarada que cae adelante lo vengan los
que vienen atrás. La formación resiste. La formación aguanta. La formación
da un paso al frente y ataca. La formación se cierra. Los persas se estrellan
contra la falange erizada de lanzas. No pasan. No pueden pasar. No deben
pasar. Si pasaran, quedarían a la retaguardia de la flota.
Los persas — los auténticos persas — eran, en realidad, tan escasos como los
espartanos. Se habían conquistado un Imperio y ahora arreaban delante de
sí a una masa de otros Pueblos, con la esperanza de lograr la fuerza por la
cantidad. ¡Oh la cantidad! Esa eterna ramera que ha engañado a tantos
— 63 —
Denes Martos Los Espartanos
grandes hombres. ¡Cuantos han pasado por alto el hecho que la Naturaleza
sólo produce la cantidad para tener la oportunidad de elegir a los mejores!
Jerjes, sin duda, se dio cuenta de ello después de 48 horas de mandar a una
masa a estrellarse contra las aristas de un diamante. Estaba realmente
empantanado. Pero, quizás... la parte de la flota que debía circunnavegar
Eubea... si tan sólo pudiese conseguir tomar con ella a los barcos griegos
entre dos fuegos... O desembarcar y tomar las Termópilas por el flanco...
Quizás...
Al tercer día hasta esta esperanza se le desvaneció. Los barcos que debían
dar la vuelta a Eubea fueron sorprendidos por otra tormenta y no quedaba
ya casi nada de ellos. ¡Cochina suerte griega!
Imposible.
Tres días de combate. Tres largos días de lucha, sangre, muertos, esfuerzo,
jadeos, lanzazos, gritos, marchas y contramarchas. Órdenes y contraórdenes.
Tensiones sobrehumanas y breves minutos de relajamiento. Luego, otra vez
a lo mismo. Mi amigo murió anteayer. Tu hermano cayó ayer. El camarada
— 64 —
Denes Martos Los Espartanos
que hoy por la mañana compartió con nosotros el pan está agonizando.
¿Cuando me tocará a mí? ¿Cuándo te tocará a ti? ¿Cuanto tendremos para
vivir todavía? ¿Cuanto tiempo? ¡Oh dioses! ¿Por qué la vida de un hombre
estará atada a un tiempo y ni siquiera podemos saber de cuanto tiempo
disponemos?
Apareció un griego que le reveló el camino por el cual se podía rodear a las
Termópilas y llegar a espaldas de Leónidas y su gente. Yo lo llamo traidor
pero sé que hoy muchos lo llamarían tan sólo un tipo inteligente. La
recompensa debe haber sido jugosa. Lo que no sé es si la disfrutó. Murió
asesinado.
Jerjes destacó a su General Hidarnes con un ejército para que avanzara por
el paso que el traidor había revelado y apareciese por la retaguardia de
Leónidas. Hidarnes juntó a sus hombres y partió al anochecer. Marchó
durante toda la noche y a la mañana del día siguiente estaba del otro lado.
Arriba de la montaña pero ya a espaldas de Leónidas. Consiguió engañar a
los focenses encargados de guardar ese paso y amenazaba ya con atrapar a
los espartanos entre dos fuegos.
Leónidas supo entonces que le quedaba poco tiempo. Muy poco tiempo. Es
probable que haya sabido también que, en ese instante, Grecia estaba en sus
manos. Los 7.000 hombres de su ejército original era toda la infantería que
se había podido movilizar. Todos los demás estaban sobre los barcos, en
Artemisión. ¿Dar una batalla hasta el último hombre? Se perdería todo el
ejército. La Armada quedaría sola frente a los persas. Sería el fin; el fin
definitivo de toda Grecia. ¿Retirarse?, ¿Huir?. También sería el fin. La
Armada también así quedaría sola. El ejército, en campo abierto, no tendría
ninguna oportunidad contra la aplanadora.
Leónidas levantó la cabeza, vio el sol que nacía, escuchó los augurios —que
eran pésimos — se enteró de que algunos griegos de entre los presentes
— 65 —
Denes Martos Los Espartanos
Avisen a la Armada. Que deje Artemisión y que vaya al Sur lo antes posible.
No puedo mantener a las Termópilas por mucho tiempo más. La pienso
mantener hasta que los barcos estén a salvo. ¡Pero que la marina se
mueva!¡Y rápido! En cuanto al ejército: todo el mundo me levanta
campamento y se retira hacia el Sur mientras el camino todavía está libre.
Los tebanos se quedan. Esparta se queda. Los demás: ¡fuera de aquí!.
¿Alguna pregunta?
A eso de las diez de la mañana de ese día comenzó el último acto en las
Termópilas. Poco a poco y lentamente, los barcos griegos fueron desfilando.
Sobre las cubiertas, los remeros y los marineros que navegaban hacia el Sur
seguramente habrán mirado hacia el desfiladero con una angustia sorda en
el corazón. Más de uno habrá inclinado la cabeza en señal de admiración y
respeto. Quizás alguno dejó caer una lágrima. Seguramente más de uno
masticó una maldición.
Lo fue.
Los persas cayeron sobre los espartanos como langostas. Pero esta vez los
jefes persas no iban adelante. Venían atrás, arreando a la masa. ¡A latigazos!
Heródoto nos cuenta que a la masa del ejército persa hubo que empujarla a
latigazos para que enfrentara a los espartanos. Arreados como una manada
de búfalos, muchos persas cayeron al mar. Otros perecieron pisoteados por
su propia tropa.
Siempre ha sido así. Desgraciadamente, quizás siempre siga siendo así. Pero
en los gigantes derrotados de antaño los gigantes de mañana hallarán un
espejo en el cual mirarse y reconocerse. Y, algún día, cuando hayamos
llegado al fondo de la decadencia, la estupidez, la hipocresía, la falsedad, la
mentira, el egoísmo y la mediocridad; cuando el mundo entero esté
convertido en un ciénaga infame que devorará y corromperá hasta a los
mismos idiotas que la han producido; cuando los seres humanos nos
hallemos como Leónidas, con los caminos cerrados por delante y por detrás;
ése día — ¡Oh Dioses! ¡Cómo quisiera vivir para ver ese día! — ese día los
enanos se arrastrarán de rodillas a los pies del último gigante y llorando le
implorarán que los salve.
Y el último gigante mirará hacia las Termópilas y los salvará. Aún a riesgo de
que, una vez a salvo, los pequeños energúmenos mediocres terminen
escupiéndolo a él también. Porque para eso están los gigantes. Para eso son
héroes. Por eso existen. Por eso, hace ya más de 2400 años, alguien colocó
un león de piedra sobre la tumba de Leónidas. Por eso, desde hace más de
2400 años, los que pasan por el lugar en que se batieron los 300 espartanos
se encuentran con aquella vieja, triste, terrible pero hermosa inscripción:
Viajero:
Si vas para Esparta, dile a los espartanos
que aquí yacen sus hijos,
caídos en el cumplimiento de su deber.
Hace más de 2400 años esta inscripción le grita su mensaje al mundo desde
la tumba de aquellos gigantes, y en todo ese tiempo muy pocas personas
demostraron entender realmente su significado.
Quisiera creerlo.
— 68 —
Denes Martos Los Espartanos
Monumento a Leónidas y a los caídos en las Termópilas
(Erigido por el Rey Pablo de Grecia en 1955)
*******************************
PILOG
Librada de su atascamiento la aplanadora persa cayó sobre los helenos.
Focea fue invadida. Beocia fue invadida. Atenas tuvo que ser evacuada.
Tespia fue destruida; Platea arrasada; Atenas incendiada.
Pero detrás de Salamina está la isla de Egina. Y en Egina está Arístides. "El
Justo". El desterrado. El acérrimo enemigo político de Temístocles.
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Denes Martos Los Espartanos
— 70 —
Denes Martos Los Espartanos
todo su esplendor. Sin embargo, hagan la prueba una vez que puedan;
párense al lado de un hombre a caballo e imagínense, por un instante, que es
un enemigo dispuesto a atacar. Pueden creerme: se sentirán bastante mal.
Un infante se siente como un gusano al lado de un jinete. Y lo que
Mardonias lanzó a la carga no fue un jinete. Fueron mil. Mil caballos son una
topadora horrorosa. Mil jinetes al galope hacen temblar la tierra. No en
sentido figurado. Literalmente. Cuatro mil patas de caballo golpeando el
suelo convierten la tierra en un tambor. Viéndolos venir uno debe creer que
la Cordillera de los Andes se le viene encima.
Pausanias lanzó un suspiro que podría haber llegado a barrer las nubes del
Olimpo.
***********************
La libertad es una hermosa palabra. Quizás sea la palabra mis gastada del
vocabulario político pero, aun así, ni uso ni abuso han conseguido quitarle su
aura mágica; su destello de grandeza; su sabor a Paraíso.
¡Libertad!
— 71 —
Denes Martos Los Espartanos
¡Cuantas veces, cuantos hombres han exclamado esta palabra! ¡Y qué pocos
se han detenido a meditar si, en absoluto, la empleamos correctamente!
¡Cuantos hasta desconocen su sentido!
Porque lo tiene, por supuesto. Pero, ¿es tan obvio como parece?. Pregúntenle
al primero que encuentren: "¿Qué es la libertad?" Lo digo en serio. Hagan la
prueba. Les garantizo que las respuestas serán sorprendentes.
El joven les dirá que la libertad es poder hacer lo que a uno se le da la gana.
El adulto les dirá que es realizar la vocación de cada uno sin molestar al
prójimo, lo cual es lo mismo pero con condicionamientos. El anciano les dirá
que es la posibilidad de vivir en paz, lo cuales otra vez lo mismo pero con
claudicaciones. El político les dirá que es la posibilidad de votar y elegir
entre los cuatro, cinco o cuarenta candidatos que consiguieron juntar el
dinero para pagarse una campaña electoral. El sacerdote les dirá que es una
gracia divina en virtud de la cual somos responsables por nuestros actos.
Algunos filósofos les dirán que es un estado de ánimo; otros, que es una
entelequia; otros, que no existe tal cosa. El abogado penalista les dirá que es
aquello de lo cual goza una persona cuando no está en prisión; el
constitucionalista dirá que es lo que resguardan las garantías
constitucionales. El militar les dirá que es lo que tiene un Pueblo cuando es
lo suficientemente fuerte como para poder defenderse con éxito. El médico
les contestará que es el goce de la plenitud de las potencialidades de un
organismo. El sociólogo que es la ausencia de coerción sobre las tendencias
normales y naturales del individuo...
— 72 —
Denes Martos Los Espartanos
"
¡Existen tantos grandes pensamientos que no hacen más de lo que hace un
fuelle! ¡Inflan y ahuecan!
"
Sea por los motivos que fueren, todos quieren la libertad. Cada uno la
entiende a su manera pero todos están igualmente de acuerdo en exigirla. La
enorme mayoría concibe la ausencia de su particular y privada forma de
concebir a la libertad como un yugo. Y en esa pretensión, lo que la gran
mayoría ignora olímpicamente es que, para vivir sin yugos, hay que estar
primero a la altura de las responsabilidades que eso implica.
"
¿Eres tú alguien con derecho a librarse de un yugo? Hay quienes pierden
su último valor al librarse de su dependencia.
"
¿Libre
" de
qué? ¡Qué le importa eso a Zaratustra! ... Tu mirada debe
anunciarme claramente: ¡libre
para qué!
"
— 73 —
Denes Martos Los Espartanos
Por eso deberíamos aprender a no dejar que nos roben o que nos ensucien
las libertades concretas que fuimos conquistando. Los que trabajaron y los
que murieron para que las tengamos no lucharon para que terminen siendo
patrimonio de parásitos. Demasiadas veces nos damos por satisfechos con
una "garantía" de libertad, abdicando — de hecho — de su ejercicio concreto.
Y demasiadas veces también se ha exigido la libertad sin comprometer la
correspondiente responsabilidad para ejercerla. Deberíamos aprender a no
dejarnos secuestrar las libertades que nos corresponden y a no exigir
tampoco aquellas que superan nuestras responsabilidades.
— 74 —
Denes Martos Los Espartanos
*********************
— 75 —
Denes Martos Los Espartanos
Arístides murió tan pobre que el Estado tuvo que pagar su funeral.
— 76 —
Denes Martos Los Espartanos
ANEXOS
Indice de Anexos
Cronograma de la Antigua Grecia
Las Termópilas según Heródoto
La batalla de Salamina según Esquilo
La rendición de las ciudades griegas.
Crítica de Aristóteles a la institución de los éforos
Poesía de Esparta y sobre Esparta
La homosexualidad en Esparta
Bibliografía
Cronograma de la Antigua
Grecia
Año Política y Sociedad A. C. Año Pensamiento y Cultura
Se generaliza uso de
c 1130 hierro para armas y
utensilios
Colonias griegas en
c 1100 costa jónica de Asia 800
Menor
. Era aristocrática
Primero Juegos
. . c 776
Olímpicos
Desarrollo de la música.
c 750 Colonias griegas en Italia c. 750 Influjos orientales en arte
griego
750—70
. . 0
Homero: Ilíada y Odisea
. . Arte arcaico
— 77 —
Denes Martos Los Espartanos
Comienzan
. . c. 705
construcciones de piedra
Atenas se junta con otras
ciudades de Atica para
c. 700
formar una sola
c. 700 El poeta Hesíodo
comunidad política
La figura humana
aparece como tema
. . c. 700
principal de las pinturas
en cerámica
Atenas reduce a un año
el período del arconte,
c. 683
gobernante de la
república aristocrática
El poeta Arquíloco en
. . c. 675
Paros
Se desarrolla la escultura
. . c. 650 de figuras solas y
grandes
El poeta Alceo en
. . c. 630
Esparta
Dracón da a Atenas sus
c. 620
primeras leyes escritas
En la Grecia de tierra
c. 610 firme se extiende el uso
de monedas como dinero
Se desarrolla el estilo de
. . c. 600 la figura negra en la
cerámica ática
Poesía lírica: Safo y
c. 600
Alceo en Lesbos
Comienza Solón sus
594 reformas sociales y
legales
Tales, Anaximandro y
Era de tiranos en
c. 580 Anaxímenes: comienza la
Atenas ciencia y la filosofía
El tirano Pisístrato toma
561
el poder de Atenas
— 78 —
Denes Martos Los Espartanos
Domina la arquitectura
c 550 dórica. Comienza el
influjo de la jónica
Tespis hace dar los
c. 534 primeros pasos a la
tragedia griega
Pitágoras funda
c. 530 comunidad religiosa en
Crotona
Se desarrolla el estilo de
Pisístrato hereda el poder
527
a sus dos hijos
c. 525 la figura roja en la
cerámica
Persia se apodera de
520
Jonia
Asesinan al hijo mensor
514
de Pisístrato
Expulsan al otro hijo de
510
Pisístrato
El tirano Clístenes toma
el poder e inicia el
507
camino hacia la
democracia
Guerra con Persia c. 500 El filósofo Heráclito
500
Los griegos Jonia se
499
revelan contra Persia
c. 500 El filósofo Parménides
494 La rebelión jonia fracasa
Temístocles, arconte de
493 Atenas, fortifica el puerto
del Pireo
Darío de Persia ataca la
490
tierra firme de Grecia.
Esquilo gana su primera
484 victoria en el festival de
drama de AtenaS
Una mina de plata
483 permite a atenienses
agrandar su flota
— 79 —
Denes Martos Los Espartanos
Los estados griegos, bajo Los sofistas Protágoras
c.
481 la dirección de Esparta, 481—11
de Abdera,Prodico de
se juntan contra Persia Julis y Hipias de Elis
Griegos derrotados en
La Acrópolis es destruida
480 las Termópilas y 480
por los persas
victoriosos en Salamina
Grecia gana la guerra a
479
Persia
Arte Clásico
c.480— El escultor Mirón trabaja
El Imperio Ateniense 45 en Atenas
Atenas forma la Liga de
478 Delos con otras ciudades
griegas
El dramaturgo Esquilo
472
produce Los Persas
La Liga de Delos El draturgo Sófocles
468 destruye la nueva flota 468 introduce más de dos
persa actores en la tragedia
Sófocles gana a Esquilo
468 en competencia
dramática
Esquilo presenta su Siete
467
contra Tebas
Efialtes y Pericles
El filósofo Anaxágoras
462 ahondan las reformas 462
llega a Atenas
democráticas en Atenas
c. 460 Nace Hipócrates
c. 460 El filósofo Empédocles
Crece rivalidad entre
459
Atenas y Esparta
Murallas para proteger a Esquilo produce su
457
Atenas
458
Orestíada
Se termina el Templo de
457 Atenas conquista Beocia 456
Zeus en Olimpia
El tesoro de la Liga de
Se presenta la primera
454—3 Delos pasa de Delos a 455
tragedia de Eurípides
Atenas
451 Se restringe la
ciudadania ateniense. Se
— 80 —
Denes Martos Los Espartanos
introduce el pago a los
jurados
El Imperio Ateniense está
c. 448
establecido
Derrota ateniense en Ictinus y Calícrates
447 Coronea comienza su 447 diseñan el Partenón y
caída comienzan a construirlo
El poeta Píndaro escribe
446 su última oda (de las que
conocemos)
Se declara Paz de
445 Treinta años entre
Atenas y Esparta
Protágoras, sofista,
redacta constitución para
444
la colonia ateniense en
Turii, al sur de Italia
Sófocles produce tu
442 o 1
Antígona
La Atenea de Fidias es
438
consagrada
Fidias termina sus
432 esculturas en los frisos
del Partenón
Guerra del Peloponeso
Comienza la Guerra del
Eurípides produce su
431 Peloponeso entre 431
tragedia Medea
Esparta y Atenas
Sófocles produce su
429 Muere Pericles 429—27
Edipo Rey
El sosfista Trasímaco
c. 427
aparece en Atenas
El historiador Tucídides
424 es nombra general
ateniense
La guerra se interrumpe Aristófanes presenta sus
423
por un año
423
Nubes
Atenienses derrotados en
422
Anfípolis
— 81 —
Denes Martos Los Espartanos
421 Se declara paz temporal
419 Atenas renueva la guerra
Atenas derrotada en la
418
batalla de Mantinea
La flota ateniense, bajo
Alcibiades, navega contra
Eurípides presenta sus
415 Siracusa en Sicilia, pero 415
Mujeres Toyanas
Albiades se pasa al
bando de Esparta
Aristófanes produce su
414
comedia Los Pájaros
Atenas pierde la batalla Se presenta la Electra de
413
naval de Siracusa
413
Eurípides
Atenas pierde su Aristófanes produce su
411
democracia.
411
Lisístrata
Se termina el Erecteum
409—6
en la Acrópolis
La flota ateniense es Se presentan Las Ranas
405
destrozada en Tracia
405
de Aristófanes
El sofista Critias
Atenas se rinde ante encabeza el gobierno
404
Esparta
404
ateniense de Treinta
promovido por Esparta
Supremacía de
Esparta
Esparta guerrea
404—37 esporádicamente contra
1 otras ciudades griegas y
contra Persia
Trasíbulo devuelve la
403
democracia a Atenas
Sófocles produce su
401
Edipo en Colono
El historiador Jenofonte
401 conduce la retirada
desde Cunaxa
Sócrates es condenado a
399
muerte y muere
— 82 —
Denes Martos Los Espartanos
Platón comienza a
385
enseñar en Atenas
382 Esparta toma Tebas
Isócrates llama a la unión
380 de Grecia en sus
Panegyricus
Espartanos expulsados
379—8
de Tebas
Alianza de Esparta y
378
Tebas
Esparta derrotada por su
371
exaliada Tebas
Imperio Macedonio
Filipo, rey de Macedonia,
359
expande su reino
350 El escultor Praxiteles
Aristóteles comienza a
343 ser tutor de Alejandro en
Macedonia
El orador Demóstenes
338 Filipo domina Grecia 338 incita a Atenas a dirigir la
lucha contra Macedonia
Filipo asesinado. Le
336
sucede su hijo Alejandro
Alejandro extiende el Aristótles funda su
335
domino macedonio
335
escuela en Atena
Alejandro monta
334
expedición contra Persia
Se levantan estatuas de
Alejandro entra a Esquilo, Eurípides y
330 Persépolis y avanza más 330 Sófocles en el nuevo
dentro de Asia Teatro de Dionisio en
Atenas
Alejandro muere en
Babilonia. Sus
323
suscesores comienzan a
repartirse el imperio
— 83 —
Denes Martos Los Espartanos
Las Termópilas según Heródoto
HERÓDOTO, Historia, VII 219—228 (selección), traducción de C. Schrader, Biblioteca Clásica
Gredos, Madrid, 1985.
Se lo suele llamar "padre de la Historia". Heródoto (ca. 485—425 a.C.) nació en
Halicarnaso, en la costa suroccidental de Asia Menor. Viajó a Egipto, Fenicia,
Mesopotamia y Escitia, y residió en la Atenas de Pericles, donde participó en el
444/443 a.C. de la expedición destinada a fundar la colonia de Thurios en Magna
Grecia. Redactó su Historia dedicando cada uno de los nueve libros que
componen a una de las Musas. Es una obra inacabada que abarca desde la época
mítica hasta la Segunda Guerra Médica (479 a.C.). Lo que sigue a continuación es
su relato de la batalla de las Termópilas.
A los griegos que se hallaban en las Termópilas el primero que les anunció que
iban a morir al rayar el día fue el adivino Megistias, pues lo había observado en
las entrañas de las víctimas; posteriormente, hubo asimismo unos desertores que
les informaron de la maniobra envolvente de los persas (esos sujetos dieron la
alarma cuando todavía era de noche); mientras que, en tercer lugar, lo hicieron
los vigías, que bajaron corriendo de las cumbres cuando ya alboreaba el día.
Los griegos, entonces, estudiaron la situación y sus pareceres discreparon: unos
se negaban a abandonar la posición, en tanto que otros se oponían a ese plan.
Finalmente, los efectivos griegos se separaron y mientras que unos se retiraron,
dispersándose en dirección a sus respectivas ciudades, otros se mostraron
dispuestos a quedarse allí con Leónidas (...)
Entretanto, al salir el sol, Jerjes efectuó unas libaciones y, tras aguardar cierto
tiempo, poco más o menos hasta la hora en la que el ágora se ve concurrida, inició
finalmente su ataque (pues era eso precisamente lo que le había recomendado
Epialtes, ya que para bajar desde la montaña se necesitaba menos tiempo, y el
trecho a salvar era mucho más corto que para subir a ella dando un rodeo).
Los bárbaros de Jerjes se lanzaron, pues, al asalto y, en aquellos instantes, los
griegos de Leónidas, como personas que iban al encuentro de la muerte, se
aventuraron, mucho más que en los primeros combates, a salir a la zona más
ancha del desfiladero. Durante los días precedentes, como lo que se defendía era
el muro que protegía la posición, se limitaban a realizar tímidas salidas y a
combatir en las zonas más angostas. Pero en aquellos momentos, trabaron
combate fuera del paso y los bárbaros sufrieron cuantiosas bajas, pues, situados
detrás de sus unidades, los oficiales, provistos de látigos, azotaban a todo el
mundo, obligando a sus hombres a proseguir sin cesar su avance. De ahí que
muchos soldados cayeran al mar, perdiendo la vida, y muchísimos más perecieron
al ser pisoteados vivos por sus propios camaradas; sin embargo, nadie se
preocupaba del que sucumbía. Los griegos, como sabían que iban a morir debido
a la maniobra envolvente de los persas por la montaña, desplegaron contra los
bárbaros todas las energías que les quedaban con un furor temerario.
Llegó, finalmente, un momento en que la mayoría de ellos tenían ya sus lanzas
rotas, pero siguieron matando a los persas con sus espadas. En el transcurso de
esta gesta cayó Leónidas, tras un heroico comportamiento, y con él otros
destacados espartiatas, cuyos nombres he conseguido averiguar, ya que fueron
— 84 —
Denes Martos Los Espartanos
La batalla de Salamina según Esquilo
ESQUILO, Los Persas, vv. 353—433 y 447—470, traducción de B. Perea, Biblioteca Clásica
Gredos, Madrid, 1993.
— 85 —
Denes Martos Los Espartanos
— 86 —
Denes Martos Los Espartanos
todo el mascarón de la popa de un barco fenicio. Cada cual dirigía su nave contra
otra nave. Al principio, con la fuerza de un río resistió el ataque el ejército persa;
pero, como la multitud de sus naves se iba apelotonando dentro del estrecho, ya
no existía posibilidad de que se ayudasen unos a otros, sino que entre sí ellos
mismos se golpeaban con sus propios espolones de proa reforzados con bronce y
destrozaban el aparejo de remos completo.
Entretanto, las naves griegas, con gran pericia, puestas en círculo alrededor, las
atacaban. Se iban volcando los cascos de las naves, y ya no se podía ver el mar,
lleno como estaba de restos de naufragios y la carnicería de marinos muertos. Las
riberas y los escollos se iban llenando de cadáveres. Cuantas naves quedaban de la
armada bárbara todas remaban en pleno desorden buscando la huida. Los
griegos, en cambio, como a atunes o a un copo de peces, con restos de remos, con
trozos de tabla de los naufragios, los golpeaban, los machacaban. Lamentaciones
en confusión, mezcladas con gemidos, se iban extendiendo por alta mar, hasta
que lo impidió la sombría faz de la noche.
El inmenso número de males, aunque durante diez días estuviera informando de
modo ordenado, no podría contártelo entero, pues, sábelo bien, nunca en un solo
día ha muerto un número tan grande de hombres (...)
Ante la isla de Salamina hay un islote carente de puertos para las naves, que Pan,
el dios amante de los coros, protege con su presencia a la orilla del mar. Allí los
había enviado Jerjes con la intención de que, cuando los enemigos derrotados
salieran de las naves y procuraran ponerse a salvo en la isla, dieran muerte al
ejército griego caído en sus manos y salvaran, en cambio, a los suyos de las
corrientes del mar. ¡Mal adivinaba el futuro! Pues, cuando un dios hubo
concedido a los griegos la gloria de la victoria del combate naval, el mismo día,
tras guarnecer sus cuerpos de armas defensivas de bronce excelente, fueron
saltando desde las naves y rodeando toda la isla, de tal modo que no era posible a
los persas hallar un lugar al que dirigirse y eran golpeados por lluvia de piedras
tiradas a mano, y, por los dardos que les caían impulsados por la cuerda del arco,
fueron pereciendo. Y al final, se lanzaron contra ellos con unánime gritería y los
golpearon, destrozaron los miembros de los infelices hasta que del todo les
quitaron a todos la vida.
Jerjes prorrumpió en gemidos al ver el abismo de su desastre, pues tenía un sitial
apropiado para ver al ejército entero, una alta colina en la cercanía del profundo
mar. Rasgó sus vestidos, gimió agudamente y, enseguida, dio una orden a sus
fuerzas de a pie y se lanzó a una huida desordenada. Tal es el desastre que puedes
llorar junto al anterior.
La rendición de las ciudades griegas
La costumbre persa de exigir una ofrenda consistente en "tierra y agua" de
pueblos sojuzgados se conoce gracias a la Historiade Heródoto. La simbología
tienta a imaginar que quienes se rendían lo ofrecían todo: las tierras y las aguas
que les garantizaban el diario sustento. En otras palabras: la rendición era
incondicional y el rey persa tenía el poder de garantizar la vida a sus súbditos. El
hecho es que recién después de la entrega de tierra y agua, y la aceptación de la
— 87 —
Denes Martos Los Espartanos
Crítica de Aristóteles a la institución de los éforos
"La institución de los éforos también es defectuosa. Aunque éstos constituyen la
primera y más poderosa de las magistraturas, todos salen de las clases inferiores
de los espartanos; y así ha resultado que tan eminentes funciones han caído en
manos de gente pobre que se ha vendido a causa de su miseria. Pueden citarse
muchos ejemplos antiguos; pero lo que ha pasado en nuestros días, con ocasión
de los Andrias, lo prueba bastante. Algunos hombres ganados con dinero han
arruinado al Estado en cuanto han podido. El poder ilimitado y hasta tiránico de
los éforos ha precisado a los mismos reyes a hacerse demagogos. La constitución
recibió así un doble golpe, y la aristocracia debió dejar su puesto a la democracia.
Debe reconocerse, sin embargo, que esta magistratura puede dar estabilidad al
gobierno. El pueblo permanece tranquilo cuando tiene participación en la
magistratura suprema; y este resultado, ya sea el legislador el que lo produzca, ya
sea obra del azar, no es menos ventajoso para la ciudad. El Estado no puede
encontrarse bien sino cuando de común acuerdo los ciudadanos quieren su
— 88 —
Denes Martos Los Espartanos
Poesía de Esparta y sobre Esparta
"
Esparta, la fulgurante ciudad a las orillas sembradas de juncos del
Eurotas "
Teognis de Megara
INTRODUCCIÓN
La cruel depredación del tiempo no ha sido amable para con los griegos. Guerra,
saqueo, fuego, terremoto, robo y fanatismo religioso han conspirado
conjuntamente con el normal decaimiento de los siglos para robarnos la mayor
parte de lo que fue escrito por los antiguos; y la poesía no ha escapado a este
destino. Nos ha quedado muy poco, algunas veces sólo fragmentos de obras
mayores. Esparta no es recordada por su literatura, contrariamente a Atenas,
pero de ninguna manera fue tan culturalmente atrasada como se la ha retratado.
Hubo un florecimiento de las artes, tan excelsas como cualquier otra en Grecia,
antes que el rigor del sistema de Licurgo y su conservativismo correlativo
aminorara la creatividad nativa de Esparta y desalentara a los poetas errantes
buscadores de patrocionio. Y aún así, los espartanos aprendieron su Homero,
celebraron los versos guerreros de Tirteo, y fueron felicitados por sus
contemporáneos por la belleza de sus himnos religiosos y sus cantos corales. Si
más de estos hubieran sobrevivido, nuestra visión de los espartanos sería más
favorable, con total certeza.
La selección que sigue a continuación, o bien está tomada de las obras de poetas
laconios conocidos y probables, o bien se trata de obras que fueron escritas sobre
temas espartanos. La traducción que he intentado hacer aquí al castellano — con
mi mejor conciencia y (¡limitada!) ciencia — está basada en originales ingleses
provenientes de varias fuentes, especialmente de Barnstone and Lattimore,
— 89 —
Denes Martos Los Espartanos
Sobre quienes murieron con Leónidas
Leónidas, rey de los abiertos campos de Esparta,
quienes contigo fueron abatidos yacen, famosos, en sus tumbas
porque atacaron, soportando el asalto directo
de innumerables persas con sus rápidos corceles y sus flechas.
Epitafio para la tumba de Leónidas
(en Esparta, sobre la cual se había erigido a un león de piedra.)
Soy la más valiente de las bestias,
y al más valiente de los hombres es a quien custodio,
erguido aquí sobre esta tumba de piedra.
A quienes murieron en las Termópilas
Para quienes en las Puertas de Fuego sucumbieron
plena de gloria es el hado y justo el destino.
Un altar es su sepulcro. Su memoria no borraron
los lamentos. A su suerte un canto eterno erigieron
las alabanzas. A una página como ésta
no hay ni evento ni ávidos tiempos
capaces de sepultarla.
Esta tumba de valientes tiene por morada,
de la Hélade, la gloria justamente conquistada.
Y testigo es Leonidas, otrora rey de Esparta,
que tras de si dejó una diadema
de extraordinario valor y eterna fama.
A los espartanos caídos en Platea
Sobre su tierra, estos hombres un altar de gloria han dejado,
refulgente bajo cualquier clima,
cuando por las negras tinieblas de la muerte
quedaron envueltos en manto sempiterno.
Pero, a pesar de muertos, no han muerto.
— 90 —
Denes Martos Los Espartanos
Fronteras
Deberías alcanzar los límites de la virtud
antes de cruzar las fronteras de la muerte.
Coraje
Ningún hombre su valía en la guerra ha demostrado
antes soportar el enfrentamiento con la sangre y la muerte,
cerca del enemigo y luchando con sus propias manos.
Aquí es donde está el coraje, la posesión humana más preciada,
aquí está el premio más noble que un joven hombre le es dado.
Y sucede algo bueno, que con él comparten su ciudad y su gente,
cuando un hombre se planta junto a las lanzas de quienes están al frente,
impávido, todo pensamiento de cobarde huida olvidado,
y con un corazón tenaz, perseverante y bien templado,
aun tiene palabras de aliento para el hombre que lucha a su lado...
)
Terpander de Antissa (c. 650 A.C.
Esparta
Allí florece la punta de lanza de jóvenes hombres,
allí es dónde la Musa es elocuente;
allí es dónde la Justicia por anchos caminos
le presta su fuerza a acciones de Honor.
— 91 —
Denes Martos Los Espartanos
Himno a Zeus
Zeus, gestador de todos nosotros;
gobernador de todas las cosas,
Zeus te traigo esta ofrenda:
la génesis de mi canto.
Alcaeo de Mitilene (c. 575 A.C.)
Los muros y la ciudad
No son las casas de hermosos techados,
ni los muros de piedra permanente.
No son los canales, ni los muelles
los que hacen la ciudad — sino hombres fuertes.
No es ni la piedra, ni la madera, ni el arte
del carpintero. Son los hombres duros,
con espadas y lanzas por baluarte,
que os darán ambas cosas: ciudad y muros
)
Píndaro de Tebas (c. 480 A.C.
Esparta
Aquí hay consejos de ancianos
y lanzas conquistadoras, y jóvenes espartanos,
y danzas, y Musas, y entusiasmos..
Alcman de Esparta (c. 625 A.C.)
Las lecciones del hombre
Experiencia y sufrimiento
son las madres de la sabiduría
A una poetisa
Afrodita comanda y el amor reina
sobre mi cuerpo y funde mi corazón
por Megalostrata, a quien la dulce Musa
ha dado, de la poesía, el sublime don.
¡Oh la feliz niña de rizos de oro!
POESÍA MODERNA
C.P. Cavafy 1863—1933
Termópilas
Honor a quienes en la vida que llevaron
definieron y defendieron sus Termópilas.
Honor a quienes la rectitud jamás traicionaron;
a quienes, consistentes y justos en todos sus gestos,
supieron también mostrar piedad y grandeza.
— 92 —
Denes Martos Los Espartanos
Sobre la homosexualidad en Esparta
.
..."Por último, hay un error de concepto frecuente en cuanto a que la sociedad
espartana fue notoriamente homosexual. De un modo curioso, no hay fuentes
contemporánea ni evidencia arqueológica alguna que apoye esta ampliamente
difundida presunción. Jenofonte, la mejor fuente antigua sobre Esparta,
explícitamente niega los ya entonces comunes rumores en cuanto a una muy
extendida pederastia. Aristóteles apuntó que el poder de las mujeres en Esparta
era típica de todas las sociedades militaristas y guerreras sin un fuerte énfasis en
la homosexualidad masculina — concurriendo así a confirmar que en Esparta no
existió este factor — que él considera "positivamente" moderador — sobre el rol
de las mujeres.
No existe alfarería espartana o laconia con motivos explícitamente homosexuales
— como la que hay procedente de Atenas, Corinto y otras ciudades. El primer
poema de amor heterosexual fue escrito por un poeta espartano y dedicado a las
doncellas espartanas. El sólo hecho de que los varones espartanos tendiesen a
casarse jóvenes, considerando las prácticas griegas de la época (a principios o
mediados de los 20 años) sugiere que tuvieron menos tiempo para las aventuras
homosexuales que caracterizaron los comienzos de la edad adulta en el resto de
Grecia.
En verdad, el Estado consideró la soltería como una desgracia y un ciudadano que
no se casaba y que no producía futuros ciudadanos gozó de un status menor que
el hombre que había sido padre. En ninguna otra ciudad de Grecia estuvieron las
mujeres tan bien integradas a la sociedad. Esto habla en contra de una sociedad
en la cual la homosexualidad haya sido excepcionalmente común". —
http://www.elysiumgates.com/~helena/index.html
(Cf, Sparta Reconsidered )
La cita textual de Aristóteles , criticando desde su óptica la fuerte posición de la
mujer en Esparta, es la siguiente: " El hombre y la mujer, elementos ambos de la
familia, forman igualmente, si puede decirse así, las dos partes del Estado; de
un lado los hombres, de otro las mujeres; de suerte que, dondequiera que la
constitución ha dispuesto mal lo relativo a las mujeres, es preciso decir que la
mitad del Estado carece de leyes. Esto puede observarse en Esparta; el
legislador, al exigir de todos los miembros de su república templanza y firmeza,
— 93 —
Denes Martos Los Espartanos
Bibliografía
:
Fuentes antiguas
Hay varios autores antiguos que se han referido a Esparta desde distintos puntos
de vista y diferentes ópticas. Los más importantes son:
Pausanias: Guía de Grecia
Jenofonte: La Sociedad Espartana
Plutarco:Sobre Esparta
Heródoto: Las Historias
Tucídides: Historia de la Guerra del Peloponeso
:
Fuentes modernas
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Rhein, 1996.
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Forrest, W.G., : 950 — 192 BC, W.W. Norton & Co., New
York, 1968.
Hodkinson and Powell (ed.), Sparta: New Perspectives , The Classical Press of
Wales, 2000.
Jones, A.H.M., Sparta, Barnes and Nobel, New York, 1993
Baltrusch, Ernst, Sparta: Geschichte, Gesellschaft, Kultur , C.H. Beck Verlag,
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Chrimes, K.M.T., Ancient Sparta: A Re—Examination of the Evidence ,
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Kennel, Nigel M., The Gymnasium of Virtue: Education & Culture in Ancient
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Blundell, Sue, , British Museum Press, London, 1995.
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Reine Männersache? Frauen in Männerdomänen der
antiken Welt, Deutsche Taschenbuch Verlag, 1994.
Sealey, Raphel, Women and Law in Classical Greece , University of North
— 94 —
Denes Martos Los Espartanos
— 95 —