Sie sind auf Seite 1von 12

LOS 4 TIPOS DE APEGO EMOCIONAL Y SUS CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS

El apego es el vínculo temprano que se establece entre el bebé y sus cuidadores principales.

Claudia Muñoz Campos

El vínculo de apego con los padres se traslada a las relaciones posteriores

El vínculo de apego con los padres se traslada a las relaciones posteriores | LEANDRO CESAR

SANTANA

Hablar del apego traslada el pensamiento de manera directa a la familia. El entorno familiar es el

primer lugar de socialización del individuo: en ella se establecen relaciones de vinculación afectiva

con los diferentes miembros que influyen de manera relevante en el comportamiento posterior del

niño.

Las características personales y el modo de actuar y el de relacionarse están estrechamente

relacionados con el tipo de apego que se ha producido en la infancia entre los padres y el infante.

También lo están el modo de gestionar y expresar emociones y la futura elección de pareja.

A continuación vamos a mostrar qué es el apego, qué tipos hay según la teoría de John Bowlby,

qué implicaciones tienen en la vida posterior del niño, cuáles son los comportamientos

mayormente asociados a cada estilo de apego y de qué modo influyen en las relaciones íntimas.
Tal vez te interese: Los 4 estilos de comunicación familiar y sus características

¿Qué es el apego?

El apego es un vínculo afectivo que se establece desde los primeros momentos de vida entre la

madre y el hijo o la persona encargada de su cuidado. Su función es asegurar el cuidado del recién

nacido. El apego cumple un rol clave en el desarrollo psicológico del niño y en la formación de su

personalidad.

El establecimiento del apego desde la infancia más temprana permite que se den dos fenómenos

que harán del niño un ser más o menos dependiente y temeroso; nos referimos al sistema

exploratorio y al sistema afiliativo.

El sistema exploratorio permite al bebé contactar con el ambiente físico a través de sus sentidos:

tocan, miran e intentan introducirse en la boca todo lo que encuentran. Además no tienen miedo

de pasar tiempo con otras personas; esto es debido al sistema afiliativo.

El apego se compone, según López (2009), de tres componentes: la construcción mental que

permite establecer la relación de pertenencia e incondicionalidad, la unión afectiva que

proporciona sentimientos de alegría y bienestar, y el sistema de conductas de apego focalizado en

mantener un contacto privilegiado.

Así pues, de acuerdo con Moneta (2014), la definición de apego puede quedar resumida en los

siguientes puntos:
Es la primera relación del recién nacido con el cuidador principal (frecuentemente la madre),

entendiendo por “principal” a aquel que es constante y receptivo a las señales del niño.

No termina después del parto o la lactancia, sino que continúa siendo la base de las relaciones

afectivas a lo largo de la vida.

Relacionado con lo anterior, el apego hacia las personas que han sido significativas nos acompaña a

lo largo de todo el desarrollo, incluso al llegar a ser adultos.

¿Cómo se establece el apego?

De este modo, desde el nacimiento, el bebé observa, toca y es reactivo a todo le dice la figura

principal de apego, que por lo general suele ser la madre. Sobre los 6 meses de vida, o bien, en el

transcurso del primer año, se establece un vínculo de apego con la persona con quien tiene más

contacto y aparece el miedo ante los desconocidos.

El apego es el encargado de proporcionar seguridad al niño en situaciones de amenaza. En

concreto, un apego satisfactorio permite al pequeño explorar y conocer el mundo bajo la

tranquilidad de saber que la persona con quien se ha vinculado va a estar allí para protegerlo.
Cuando esto no ocurre, los miedos e inseguridades influyen en la manera en que el niño se

comporta, lo cual repercutirá en su forma de relacionarse, en las reacciones que obtenga de los

demás y en última instancia en su forma de interpretar el mundo.

Según los estudios realizados en 1979 por John Bowlby, principal autor de esta teoría, el apego es

una relación afectiva que se establece desde el nacimiento hasta la muerte, y por lo tanto perdura

a lo largo de la vida.

ones tienen en la vida posterior del niño, cuáles son los comportamientos mayormente asociados a

cada estilo de apego y de qué modo influyen en las relaciones íntimas.

La teoría de John Bowlby

John Bowlby (1907-1990) fue un psiquiatra y psicoanalista infantil de origen inglés. Dedicó gran

parte de su vida a estudiar los efectos de la relación entre el cuidador principal y el hijo, en la salud

mental del hijo (tanto a corto como a largo plazo). Es decir, propuso que dicha relación tenía

efectos inmediatos así como en la vida del adulto.

Para analizar esto, Bowlby retoma los trabajos realizados anteriormente por la psicóloga

estadounidense Mary Ainsworth, quien observó distintas interacciones entre madres e hijos bajo

un procedimiento estandarizado que se conoce como la Situación Extraña.

A partir de estas observaciones surgieron tres primeros tipos de apego: seguro, inseguro-evitativo

y ambivalente. Bowlby había trabajado con Ainsworth y tiempo después retoma sus teorías para

ampliar la clasificación.
Luego de realizar estudios con niños institucionalizados por robo, y también con niños que habían

sido separados de sus madres a edades tempranas, el psiquiatra concluyó que la capacidad de

resiliencia de los menores estaba influenciada por el vínculo formado en los primeros años de vida.

Dicho vínculo es generalmente hacia la madre, ya que suelen ocuparse del cuidado, pero puede ser

cualquier otra persona. En este sentido, el tipo de relación que se establece entre el bebé de pocos

meses y su cuidador es determinante en la conducta y desarrollo emocional posterior.

Y, pese a quedar establecido durante la primera infancia, el apego en adultos continúa, ya sea hacia

su madre o trasladado hacia otras personas significativas. Así mismo, el estilo de apego establecido

durante la infancia puede ser visible en los miedos o inseguridades del adulto, y en la manera de

afrontarlos.

El apego suele hacer referencia al vínculo con la madre por ser la principal cuidadora en nuestra

sociedad, pero no sólo se entabla hacia ella.

El apego suele hacer referencia al vínculo con la madre por ser la principal cuidadora en nuestra

sociedad, pero no sólo se entabla hacia ella.

Los 4 tipos de apego (con ejemplos)

En la literatura sobre la crianza de los niños se encuentra gran cantidad de estudios que analizan el

apego y la influencia que tiene en la edad adulta.


Por el impacto que el apego tiene en la formación de los esquemas emocionales durante todo el

desarrollo, suele conocerse como “apego emocional”. No obstante, abarca muchas otras

áreas(aparte de las emociones) relacionadas con la forma de vincularse y de enfrentar conflictos.

Específicamente los que siguen la teoría de Bowlby sostienen que, según el tipo de apego, el

impacto emocional y en el comportamiento del adulto será distinto. A continuación veremos en

qué consiste cada uno de los tipos de apego propuestos por Bowlby, así como algunos ejemplos de

su manifestación en niños y adultos.

1. Apego seguro

Este tipo de apego está caracterizado por la incondicionalidad: el niño sabe que su cuidador no va

a fallarle. Se siente querido, aceptado y valorado. El comportamiento de los niños con apego

seguro es activo, e interactúan de manera confiada con el entorno. Hay buena sintonía emocional

entre el niño y la figura vincular de apego, lo cual se expresa en las etapas de desarrollo

posteriores.

Por ejemplo, las personas que han tenido un apego seguro en la infancia suelen interactuar con sus

iguales de forma saludable en la edad adulta.

No les supone un esfuerzo unirse íntimamente a las personas y no les provoca miedo el abandono.

La dependencia es recíproca y no les preocupa estar solos. Es decir, pueden llevar a una vida adulta

independiente, sin prescindir de sus relaciones interpersonales y los vínculos afectivos.


De acuerdo con Bowlby, este tipo de apego depende en gran medida de la constancia del

cuidador.Debe tratarse de una persona atenta y preocupada por comunicarse con el recién nacido,

no sólo interesada en cubrir las necesidades de limpieza y alimentación del bebé.

Desde luego, el inconveniente es que esto supone una entrega casi total de parte del cuidador o

cuidadora, lo cual puede resultar complicado para algunas personas.

La sobreprotección en la infancia: un arma de doble filo

2. Apego ansioso y ambivalente

En psicología, “ambivalente” significa expresar emociones o sentimientos contrapuestos, lo cual,

frecuentemente genera angustia. Por eso, en el caso de un apego ansioso-ambivalente el niño no

confía en sus cuidadores y tiene una sensación constante de inseguridad (a pesar de que se

esperaría lo contrario).

Las emociones que se presentan de manera más frecuente en este caso son el miedo y la angustia

exacerbada ante las separaciones, así como una dificultad para calmarse cuando el cuidador

vuelve. Durante la interacción con éste hay ambivalencia: enojo y preocupación, aunque la

ausencia del cuidador genera ansiedad.

Es por ello que los pequeños con este estilo de apego necesitan la aprobación de los cuidadores y

vigilan de manera permanente que no les abandonen. Exploran el ambiente de manera poco

relajada y procurando no alejarse demasiado de la figura de apego.


En los adultos, el apego ansioso-ambivalente provoca, por ejemplo, una sensación de temor a que

su pareja no les ame o no les desee realmente. Les resulta difícil interaccionar de la manera que les

gustaría con las personas, ya que esperan recibir más intimidad o vinculación de la que

proporcionan.

Así pues, podemos decir que un ejemplo de este tipo de apego en los adultos es la dependencia

emocional.

El apego seguro tiene como consecuencia una vida adulta independiente, entre otras cosas.

El apego seguro tiene como consecuencia una vida adulta independiente, entre otras cosas.

3. Apego evitativo

Los niños con un apego de tipo evitativo han asumido que no pueden contar con sus cuidadores, lo

cual les provoca sufrimiento. Se conoce como “evitativo” porque los bebés presentan distintas

conductas de distanciamiento. Por ejemplo, no lloran cuando se separan de cuidador, se interesan

sólo en sus juguetes y evitan contacto cercano.

Esto ocurre porque el apego con el cuidado no ha generado suficiente seguridad, con lo cual, el

pequeño desarrolla una autosuficiencia compulsiva con preferencia por la distancia emocional.

Aunque la despreocupación por la separación pudiera confundirse con seguridad, en distintos

estudios se ha mostrado que en realidad estos niños presentan signos fisiológicos asociados al

estrés, cuya activación perdura por más tiempo que los niños con un apego seguro.
Estos pequeños aprenden a vivir sintiéndose poco queridos y valorados; muchas veces no expresan

ni entienden las emociones de los demás y por lo mismo evitan las relaciones de intimidad. Con

frecuencia son valorados por los otros como hostiles.

En el apego evitativo en la edad adulta, tal y como ocurre en la infancia, se producen sentimientos

de rechazo de la intimidad con otros y de dificultades de relación. Por ejemplo, las parejas de estas

personas echan en falta más intimidad en la interacción.

4. Apego desorganizado

Este tipo es una mezcla entre el apego ansioso y el evitativo en que el niño presenta

comportamientos contradictorios e inadecuados. En ocasiones se conoce como “apego irresuelto”

y hay quienes lo traducen en una carencia total de apego.

Se trata del extremo contrario al apego seguro. Ocurre, por ejemplo, en casos de abandono

temprano, cuya consecuencia en el niño es la pérdida de confianza en su cuidador o figura vincular,

e incluso puede sentir constantemente miedo hacia ésta.

En estos casos los niños tienen tendencia a las conductas explosivas. Un ejemplo es la destrucción

de juguetes, las reacciones impulsivas, así como grandes dificultades para entenderse con sus

cuidadores y con otras personas.

Buscan evitar la intimidad pero no han encontrado una forma de gestionar las emociones que esto

les provoca, por lo que se genera un desbordamiento emocional de carácter negativo que impide

la expresión de las emociones positivas.


Los adultos que han tenido este tipo de apego de pequeños suelen ser personas con alta carga de

frustración e ira, no se sienten queridas y parece que rechacen las relaciones, si bien en el fondo

son su mayor anhelo. En otros casos, este tipo de apego en adultos puede encontrarse en el fondo

de las relaciones conflictivas constantes.

¿Se puede cambiar el estilo de apego?

Todo esto es necesario interpretarlo desde un prisma integrador; lo cual implica que todas las

interrelaciones que se producen desde el nacimiento hasta la edad adulta marcan el

comportamiento del momento actual, y que el apego no es inmutable ni se mantiene en la misma

medida en todas las personas a medida que el desarrollo progresa.

De este modo, haber tenido un apego ansioso no cataloga a esa persona como insegura de por

vida. Las relaciones de amistad, laborales y de parejatambién influyen en el tipo de apego y el rol

que se mantienen con las nuevas figuras de apego.

Además, el comportamiento de todo individuo en una relación se ve mediado por la conducta del

otro. Así, una persona con un estilo de apego evitativo en la infancia puede, por así decirlo,

“aprender” a querer gracias a las conductas de apego seguro que le proporcionan su pareja u otras

personas queridas, como puede ser un grupo de amigos íntimos psicológicamente saludables.

Es importante señalar todo esto porque actualmente existen múltiples factores psicosociales que

tienen consecuencias importantes en la formación de vínculos primarios. Estos factores muchas

veces escapan de las voluntades individuales de los y las cuidadoras.


Por ejemplo, la falta de conciliación laboral donde las madres trabajadoras se ven obligadas a dejar

a sus pequeños con otras personas (cuestión que a muchas les puede generar angustia), así como

la ausencia de esas otras personas para ayudar con el cuidado de los hijos o de servicios sociales

que compensen.

Esto deja ver que la tarea de formar estilos de apegos seguros compete a distintos actores, no sólo

a las madres, los padres o las figuras vinculares cercanas. En todo caso, lo importante es desarrollar

las estrategias convenientes para generar seguridad, con los recursos que tengamos disponibles.

Familias tóxicas: característica e impacto psicológico

Referencias bibliográficas:

Bowlby, J. (1977). The making and breaking of affectional bonds. The British Journal of Psychiatry,

130(3): 201-210.

Garrido-Rojas, L. (2006). Apego, emoción y regulación emocional. Implicaciones para la salud.

Revista Latinoamericana de Psicología, 38(3): 493-507.

López, F. (2009). Amores y desamores: procesos de vinculación y desvinculación sexuales y

afectivos. Madrid: Biblioteca Nueva.

Monet, E. (2014). Apego y pérdida: redescubriendo a John Bowlby. Revista chilena de pediatría,

85(3): 265-268.
#Infancia #Amor #Relaciones sociales

Das könnte Ihnen auch gefallen