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Cristóbal Durán

Temblores
Del cuerpo sonoro de Hegel
ÍNDICE
Durán Rojas, Cristóbal
Temblores : Del cuerpo sonoro de Hegel.
- 1a ed. - Adrogué :
Ediciones La Cebra y Editorial Palinodia, 2014.
152 p. ; 21,5x14 cm.

ISBN 978-987-3621-06-2 I. Prefacio 9


1. Filosofía. I. Título II. Introducción  15
CDD 190
1. El fin de un absoluto absolutamente absuelto 15
2. El oído especulativo de Hegel 20
III. El arte de la temporalidad en el tiempo del arte 25
IV. La música como punto de paso 33
V. La auto-finalidad de lo sonoro 39
VI. Ánimo sin figura 45
VII. El extraño cuerpo de la música  51
VIII. Un sonido, casi a punto de ser sujeto 57
IX. Una íntima afección exterior 63
X. De la figura a la vibración, “ningún resto existente” 69

© Cristóbal Durán Rojas XI. El doble interior del espíritu musical 77


XII. Ocupar(se) (d)el tiempo vacío:
palinodia.editorial@gmail.com
edicioneslacebra@gmail.com compás y punto de unidad 85
XIII. La huella de la resonancia 95
www.edicioneslacebra.com.ar
XIV. Una eco-tectónica de la voz 105
Esta primera edición de 500 ejemplares de Temblores –Del cuerpo XV. La percusión del nombre (Un paréntesis) 117
sonoro de Hegel se terminó de imprimir en el mes de septiembre de
2014 en Encuadernación Latinoamérica, Zeballos 885, Avellaneda XVI. La resistencia del acento 133
Queda hecho el depósito que dispone la ley 11.723 XVII. Bibliografía  145
De igual modo que hoy se habla de antimateria, los textos hege-
lianos son antitextos: mientras que el extremo de abstracción que
los mejores de ellos consiguen y reclaman involucra una tensión
máxima del pensar que se libera de la inmediatez del sujeto que
tenga la experiencia, sus libros, verdaderamente, no son tales, sino
conferencias recogidas en apuntes, una mera resonancia múltiple,
que incluso impresa quiere seguir sin comprometerse; y excen-
tricidades como la de que editase sólo la parte más pequeña de su
obra, que la configuración principal e incluso más circunstanciada
del conjunto del sistema sólo se encuentre en cuadernos de clase
de oyentes o bajo la forma de un borrador manuscrito, tales rasgos
son inherentes a su filosofía.

Th. W. Adorno, “Skoteinos, o cómo habría de leerse”

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I. PREFACIO

Las páginas que siguen aspiran a componer un libro sobre


Hegel. Pero no solo eso. Es más bien, si se quiere, un intento
de componer un libro con Hegel, de dejarse acompañar por
ciertas líneas de fuerza que entran en contacto en su pensa-
miento. Acompañar no puede ser reducido aquí a asistir. No
es una asistencia en el sentido de ampararse en una figura de
autoridad o de encontrar un refugio donde cobijarnos cada
vez que se pierde el hilo de la interrogación. Este acompaña-
miento tiene que hacerse tangible a partir de un hecho que
hoy empieza a parecer indiscutible: Hegel mismo, hasta cierto
punto avant la letttre, ha preparado la más obstinada de las
resistencias a la reducción de su pensamiento a unos cuantos
enunciados programáticos.
Componer un libro con Hegel quiere decir, estrictamente,
tomar nota de la exposición de sus tesis a los ruidos o zum-
bidos que provocan una interferencia a la hora de entrar en
contacto con la administración acostumbrada de dichas tesis.
Es por esta razón, y mucho más fuerte que la de un interés
únicamente temático por un aspecto de su filosofía, que pre-
feriremos poner juntos entre sí elementos dispares guiados
por la idea de que la sujeción del absoluto a sí mismo no deja
de coexistir, en ese ‘mismo’ punto, con su desapego. Pero este
desapego no quiere decir que sea posible abandonar el abso-
luto, que haya un otro del absoluto, ni mucho menos ‘otro ab-

9
soluto’. Hay un absoluto que se distancia para tocarse, como do la idealidad para ya no dejarla intacta. Y eso quizá ocurre
pretendiendo juntarse en la estancia de su circulación. desde el mismo momento en que empezamos a pensar.
Pensaremos entonces en un espíritu que se oye a sí mismo, El cuerpo sonoro se nos revelará como medio entre lo sen-
sin salir de sí mismo, pero que se oye extrañado en un ele- sible y lo inteligible, como paso que abre el tránsito a la espe-
mento sensible. Que se deja afectar por la distancia que intentará culación. Como una idealización de la materia que no es por
recuperar. Para ello intentaremos pensar cómo el espíritu toca ello menos material. Un temblor recorre desde su principio al
la música, cómo se toca en la música y se reconoce en ella, a pensamiento, precisamente en el umbral en que está a punto
veces como si fuera un modelo que secreta especularmente, de pensarse a sí mismo. Un estremecimiento cuando se toca
otras veces como aquello que corre el riesgo de interrumpirlo. con aquello a lo que se arroja para contener, pero cuya dis-
Pero quizá ni siquiera sea posible contar con esa distancia. A tancia pareciera también tratar de asegurar. Es precisamente
la hora de intentar pensarla, casi todo el pensamiento occi- aquel estremecimiento el que hace temblar la disparidad de
dental ha entablado con la música un diálogo difícil, de paso un medio, y que amenaza con borrar su lugar en el sistema.
obturado. Arte de las pasiones o arte de la temporalidad, la Entre los estratos que componen discretamente los contornos
música se ha revelado muchas veces como el sitio de captura de unos cuerpos, recortándolos, Hegel descubre también una
de una subjetividad que así se reconoce cómplice de su uni- línea que despega la figura, un temblor que se obstinará en
dad recuperada. Una subjetividad que se prueba en su recogi- recorrer el tejido del pensamiento, antes de llegar completa-
miento, al retomarse a sí misma en la intimidad de su ánimo. mente a él. Un cuerpo que repercutirá en el arte, un temblor
A Hegel le interesará precisamente esto, y es en esa medida tan íntimo que afecta la definición misma de su aparecer.
que el intento de pensar la música forma parte inmanente del
De la música a otra parte, en un ir y venir, un intenso
esfuerzo especulativo. La música, en términos espirituales,
temblor parece retomar y remover una de las formas en las
será en su propia determinación elemental, el sitio en el cual
cuales la especulación quisiera tocarse consigo. Y de este
el espíritu empieza sensiblemente a liberarse en su idealidad, donde
modo, al intentar encontrarse, se distancia de sí de un modo
se inquieta por la crisis de un exterior que descubre recorriéndolo en
incalculable, sin alcanzar a discernir la materia de su cuerpo.
su más íntima interioridad.
¿Un cuerpo de la especulación? Quizá sea así porque en la
¿Pero por qué la música, y por qué la música en el texto cuestión del arte, el espíritu (y el espíritu de la especulación)
hegeliano? ¿Por qué interrogar hoy lo que nos puede decir interroga su cuerpo; pero en la música ese cuerpo se ha vuelto
Hegel sobre la música? En la música se juega, quizá más allá la más exigente de las idealidades, una enteramente material.
de ella, ese punto tan singular en que el pensamiento retroce- En esa medida, también es posible que no se trate aquí de un
de ante sí mismo justo antes de empezar a tomar la forma de libro sobre música. Más bien, se trataría de seguir un hilo fan-
su idealidad. Y lo hace de una forma muy peculiar: tiene que tasmal que va dejando a su paso el trazado de la música, tal
probarse como idealidad material. Y ese ya no es un problema como Hegel la entiende. Pero que no deja de comprometer al
completamente musical, ni puramente estético o musicológi- arte en toda su extensión, y a su lugar en el plano sistemático
co. Empieza a aparecer un temblor, que ya propiamente deja de diseñado por Hegel. El lugar sensible de esta transición, de
aparecer. Un cuerpo se pone a vibrar para despedirse de su este absoluto tembloroso, pasará de figura en figura, antes y
sensorium, superándolo sin colmarlo en su captura, penetran- después de toda figura, como un cuerpo sonoro que no deja
de vibrar y que se define en ello.

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Este libro sigue entonces un impulso, o al menos se deja discutieron conmigo, directa o indirectamente, algunos de
suscribir por él. Tendremos que ir notando que el problema mis análisis: Sergio Rojas, Catherine Malabou, Marc Froment-
de la música entrevisto por Hegel, y que compromete al lu- Meurice, Peter Szendy, Rodrigo Zuñiga, Claudia Gutiérrez
gar que ocupa éste dentro de su sistema de las artes y de su y Gustavo Cataldo. No puedo dejar de agradecer también a
sistema de la filosofía, es producto de un pensamiento que Pablo Oyarzún, quien me dio la oportunidad de dictar un se-
se encuentra afectado por el elemento material, en el que minario en el mismo Doctorado, seminario cuya pieza central
penetra para poder precipitar su salida. Tiene que pasar por era la lectura hegeliana de la música. Y por supuesto, y quizá
la música para dominar la forma de abordar su especificidad lo más importante, a los estudiantes que asistieron a dicho se-
material. Pero en ese mismo gesto, tiene que reconocer una minario, y que sin fatigarse discutieron mis propias tesis con
similitud entre su complexión ideal y el elemento que empie- una distancia que me hizo posible la escritura de este libro.
za a revelar dicha idealidad. ¿Qué sucede cuando al intentar Los menciono por sus nombres propios: Antonio Carvallo,
encontrarse consigo el espíritu, en la música, hace la prueba Nicolás Carrasco, María Torres, Cristóbal de Ferrari, Mauricio
de su distancia sensible en el laberinto en que pretendería Vega, Rolando Cori, Fernanda Ortega y Jorge Lorca.
encontrarse sola y en su intimidad? Veremos que ese cuerpo Este libro incorpora numerosos avances de investiga-
sonoro hegeliano, donde despunta la exposición hegeliana de ción desarrollados en el marco del Proyecto FONDECYT de
la música, se emite en ese laberinto para intentar captarse a sí Postdoctorado 3130505: “Estética de la temporalidad: La ex-
mismo, pero vuelve cada vez transformado, desconociéndose periencia estética como afecto del otro (Heidegger, Derrida,
un tanto, más viejo o demasiado joven, desfasándose para Deleuze)”, del cual el autor es investigador responsable.
poder encontrarse.
Antes de toda caricatura hecha de Hegel, ¿no podemos ver
en el suyo un texto atento a los detalles de su propia escucha?
Cuando imaginamos a Hegel escuchando música, ¿no pode-
mos ver a un auditor esmerado, siendo poseído, es decir, afec-
tado por los cuerpos sonoros que lo rodean y lo atraviesan?
O mejor, ¿no podemos oír su escucha, escuchar su escucha
quizá, es decir, reconstruir el modo en que la filosofía hegelia-
na escucha la música?

***

Lo que aquí recojo es deudor del trabajo elaborado duran-


te mis estudios en el Doctorado en Filosofía con mención
en Estética y Teoría del arte. Este escrito retoma y reelabora
parte de la exposición sobre Hegel y la música desarrollada
en mi tesis doctoral. En este sentido, agradezco a quienes

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II. INTRODUCCIÓN

1. El fin de un absoluto absolutamente absuelto

Fue hace ya casi cerca de cincuenta años, cuando Michel


Foucault hacía un reconocimiento tajante y cuyo énfasis po-
dría parecer algo desmesurado. Cuando recibía la cátedra
del Collège de France, precisamente a la sucesión del reco-
nocido hegeliano Jean Hyppolite, lanzó una afirmación que
gravaba con su impronta toda la posteridad con un peso im-
placable: “toda nuestra época (…) intenta escapar a Hegel”1
Evidentemente, Foucault tenía perfecta claridad del alcance
de aquello a lo que se refería. El pensamiento hegeliano de
la negatividad habría logrado consumar todo aquello que la
filosofía esperaba de sí misma, todo eso que el saber siempre
esperó ordenar y consignar bajo su potestad. Sus propias con-
diciones no serían más que la razón de su propio despliegue.
Pero, al mismo tiempo, Foucault reconocía la dificultad
que estaba inscrita en su afirmación. “Pero escapar realmente
a Hegel supone apreciar exactamente lo que cuesta separarse
de él; esto supone saber hasta qué punto Hegel, insidiosa-

1. Michel Foucault, El orden del discurso, Buenos Aires, Tusquets Editores,


1992, p. 58.

15
mente quizás, se ha aproximado a nosotros; esto supone saber constituye la dificultad del pensamiento –y por consiguien-
lo que es todavía hegeliano en aquello que nos permite pensar te, la dificultad del acceso a Heidegger–, no es otra cosa que
contra Hegel; y medir hasta qué punto nuestro recurso contra la dificultad del exceso (fuera) de Hegel (es decir, también,
él es quizá todavía una astucia que nos opone y al término según la ley del retorno y de la apropiación, [la dificultad]
de la cual nos espera, inmóvil y en otra parte”.2 No habría del retroceso en Hegel)”.3 ¿Qué quiere decir este exceso que
quedado espacio para la infidelidad, puesto que la más pe- es, a su vez, un retroceso en Hegel? Un intento de escapar
queña mueca de desprecio o la menor prueba de resistencia del cierre temible en que ha contenido la filosofía hegeliana,
arrastrarían consigo el reforzamiento del edificio de la dialéc- pensar entonces una salida, un escape cuando ya no es posi-
tica, capaz como se sabe, de hacer trabajar en provecho de sí ble el escape, cuando ya no es posible ni la afirmación ciega
toda la labor de lo negativo, e incluso mirarlo a los ojos. Toda ni la renuncia. La inmovilidad que denunciaba Foucault era
la posteridad de Hegel correría el riesgo incontestable de acogerse aquello a lo que Heidegger intentaba hacer frente, probando
a una astucia de la dialéctica. De este modo, ¿qué futuro cabría la dificultad del exceso en el interior de la clausura hegeliana.
esperar para una filosofía que directamente parece suspender
Pero siempre sería posible, quizá hasta cierto punto, dis-
el tiempo del futuro? Ante eso nuestra época entera trataría
tinguir el cierre de una clausura. Es en este sentido que recien-
de escapar, pero tendría primero que encontrar una singular
temente Fredric Jameson ha podido mostrar que los repro-
escapatoria o una irreductible fuga que estuviese en condi-
ches contenidos en las objeciones hechas al sistema hegeliano
ciones de no aceptar la infidelidad que el sistema se puede
son ante todo objeciones frente a una clausura entendida, en
permitir. Por esta razón, escapar de Hegel no es aspirar a
su cierre, como un ‘narcisismo del absoluto’4. Demostrar que
llegar a un sitio en el cual se esté libre de él. Nuestro recurso
dicho narcisismo no deja de alzarse sobre fisuras es empezar a
contra él es quizá todavía una astucia o estratagema que él
pensar que la clausura hegeliana es más bien la remoción o el
mismo nos opone, como piensa Foucault; nos espera inmóvil
temblor del terreno desde el cual ella nos obliga a pensar. De
en todas partes, como para hacernos apreciar cuán difícil es
forma inquieta e inquietante, el terreno así dispuesto empe-
separarse de él.
zaría a reconocer las condiciones de su postura. En cualquier
Como es evidente, la afirmación de Foucault entraña una caso, el intento de escapar, el reconocimiento del exceso o la
constatación inmediata: durante el siglo XX, el reconocimien- tentativa de retroceso en Hegel marcarían un movimiento
to de esa falta de escapatoria impuesta por la filosofía hege- que interroga ante todo la acusación de inmovilidad en el
liana llegaba a tomar la forma de un litigio, Streit, como por tiempo hegeliano, y que vuelve más acendrada la pregunta
ejemplo lo enfrenta Heidegger. Las iniciativas de repetición, por su actualidad. Y es precisamente en ese punto donde se
Destruktion o Abbau, de la historia de la metafísica tendrían toca una parte considerable de la dificultad. ¿Cómo pensar la
que enfrentarse a partir de su misma enunciación a repensar actualidad cuando habitualmente se ha confinado a la filoso-
la cuestión de la historicidad en el marco de la ontología fun- fía hegeliana al cierre operado por una negatividad que no
damental. Como una suerte de fantasma para el pensamiento hace más que mediarse y recuperarse a sí misma sin fin? Pero
heideggeriano, la figura de Hegel marcaba en cierto sentido
una pauta para su comprensión. Incluso se podría llegar a
3. Philippe Lacoue-Labarthe, “Nietzsche apocryphe”, Le sujet de la philosophie.
decir, como señalaba Philippe Lacoue-Labarthe, que “lo que Typographies I, 1979, p. 78.
4. Fredric Jameson, The Hegel Variations. On the Phenomenology of Spirit,
2. Ibíd., p. 59 London / New York, Verso, 2010.

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también podría ocurrir, como intentaremos mostrar, que la ner lo incondicionado como margen en el cual lo absoluto se
quietud y el ensimismamiento bajo el cual se suele amparar dicta sus propias condiciones. Su margen, entonces, sería la
la sistemática hegeliana sea más bien la de una velocidad que inmanencia inscrita en su mismo nombre, y que escandali-
hace funcionar dicho sistema en la descomposición de sus zaría internamente a toda la maquinaria dialéctica. Ese es el
momentos. Esta actualidad no deja entonces de ser tributaria precio de pensar el absoluto, la imposibilidad de su cierre de-
de la actualización, del update, que mejoraría los componen- finitivo, de su diferencia discreta. La imposibilidad de sujetar
tes y sus relaciones en el marco de los límites de un sistema. definitivamente no sería otra cosa que el nombre del concepto
Pero también de una virtualidad que se actualiza, en trance especulativo supremo, lo ab-suelto como nombre de lo que
de actualizarse, como Deleuze gustaba decir de la duración está flotando.7
bergsoniana y del desafío que ella imponía al pensamiento
Estar absolutamente suelto es estar sometido a sí, flotando
del tiempo5. La actualización no puede borrar las versiones
en su cierre, sin otra condición que su propio despliegue. El
anteriores del programa, creando siempre otras síntesis y ha-
sujeto está sujeto a flotar. Al abrirse esta suerte de liberación
ciendo visibles otros estratos. La actualización, para decirlo
en el seno mismo de lo que es absoluto, absolutus, perfecto y
de golpe, es la diferenciación, que instala la dialéctica de la
acabado, la dialéctica de Hegel tendría el riesgo –y la oportu-
mediación en un medio que siempre acelera su dialéctica, en
nidad para Adorno– de fomentar una paradoja insólita, en el
una suerte de dialéctica suplementada en su propia inmanen-
punto mismo de su mayor esfuerzo. ¿Sería “lo flotante” un
cia sistemática, en el vértigo de su medio.
nombre para el trascendental oculto, como en contrabando,
Pero tal vez haya sido Adorno quien intentara a lo largo en la filosofía hegeliana? ¿Una suerte de condición requerida
del siglo XX una de las formas más estrechas de complicidad para que siempre, y por siempre, lo condicionado pueda seguir
–y al mismo tiempo, una forma muy singular de fricción sos- su curso sin otra condición que su propia condición transfor-
tenida– con Hegel, y con la sujeción o el apego que su nombre mada? Lo absolutamente absuelto, sería acaso un nombre del
conjura. Con justicia, la relación de Adorno con Hegel podría relevo del relevo, quizá en que el Espíritu se arriesga al hacer
ser descrita como una “forma de obstinada fidelidad, aunque la prueba de un cuasi-desasimiento especulativo8, liberado de
debilitada”6. ¿Qué sería lo que confiere ese matiz de debilidad su apego con-sigo, para abrirse paso, muy cercano a una aber-
a esta fidelidad? La interminable y riesgosa liberación de tura que confunde un poco lo absoluto, el punto en que ya no
un apego que nunca se puede cercar de forma discreta, que puede discernir a cabalidad el mecanismo de su presentación.
nunca termina de devenir absoluto. Adorno sabía muy bien Eso es lo que está en el aire, o lo que está en el aire mismo es lo
que acercarse a la dialéctica hegeliana era siempre tocar desde absoluto, como ab-soluto, lo suelto, lo desprendido. Atención
muy cerca el gesto de su prórroga. Si la sustancia es sujeto, flotante entonces en el texto de Hegel; lo que flota sería la
el absoluto debe desprenderse de su propia unilateralidad y
encaminarse a soltarse de sus propias ataduras. De esta ma- 7. Theodor W. Adorno, “Aspectos”, Tres estudios sobre Hegel, Madrid, Taurus,
nera, cualquier formulación de Hegel tendría que presupo- 1981, p. 29.
8. Ampliándola para nuestro beneficio, y sacándola de su contexto,
recurrimos a la idea de desasimiento (o desposeimiento) especulativo, tal
5. Gilles Deleuze, Le Bergsonisme, Paris, Presses Universitaires de France,
como la ha sugerido Catherine Malabou: una especie de relevo sin otra
1966, p. 36 y p. 105.
atadura que su transformabilidad. Véase Catherine Malabou, El porvenir de
6. Philippe Lacoue-Labarthe, Heidegger. La política del poema, Madrid, Trotta, Hegel: plasticidad, temporalidad, dialéctica, Buenos Aires, La Cebra / Palinodia,
2007, pp. 57-59. 2013, pp. 269-276.

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condición sin condiciones de la dialéctica, aquello que ata al el apego de su diferencia. De aquello que no es pensamiento
espíritu a ser libre en su destinación. por sí solo. En el movimiento del concepto siempre destella
lo que no es agotado por él, lo que provoca la suspensión del
concepto y lo muestra en su fragilidad.
2. El oído especulativo de Hegel Una de las definiciones de la filosofía que encontramos en-
tre las páginas de los escritos filosóficos de Adorno muestra
Todo parece indicarnos que se podría estar pensando en una con bastante claridad esto: “una forma a la vez separada y
especie de doble de lo absoluto, que no es otra cosa que la mediada con lo que es distinto de ella”12. Pero aquí interviene
paradoja extrema de un doble absoluto. Imposible, desde lue- algo que no deja de sorprender, si se lo toma de forma ais-
go, por cuanto no puede haber más que uno: él mismo no lada. Tal como se sugiere en esta definición, la comprensión
podría estar en otra parte distinta de sí mismo. Pero tampoco adorniana de la dialéctica entraña el apego con aquello que se
se trataría del puro presente extendido de una inmanencia le mantiene a distancia. Pero esto no quiere decir, en lo más
que sabe qué esperar a su arribo. Podríamos entender en mínimo, que ello suponga sustraerse del pensamiento para
este marco el proyecto de una dialéctica negativa, tal como tratar de tocar la cosa misma, la cosa del pensamiento. Al pen-
Adorno la circundó. Ella no es sencillamente el reverso más samiento no le queda más que permanecer en su elemento
o menos perfecto de una versión afirmativa de la dialéctica. si pretende tocar aquello que no puede expresar según sus
Es el reconocimiento de la no-identidad a la cual conduce la condiciones, aquel punto ante el cual retrocede o se abisma.
dialéctica especulativa. En cuanto alteración cualitativa de la Si lo absoluto es determinado a partir de su carácter flotante,
dialéctica, lo que se reconoce como una dialéctica negativa de ese apego que no se termina de fundir o de ese desapego
implicaría sumergirse en cada determinación singular, en los que cada vez sujeta frágilmente su iniciativa de liberación,
fenómenos con respecto a los cuales la conciencia toma posi- eso es precisamente porque él es la expresión de lo que a la
ción. En este sentido, como afirma Adorno, en ella “la unani- filosofía le resulta inexpresable. Y Adorno continúa, de una
midad sistemática se desmoronaría”9. Ella produce vértigo al forma sorpresiva: “Este es el punto en que realmente coinci-
no estar sujeta a la identidad, al acusar recibo, para garantizar de con la música. Es casi imposible expresar correctamente
su propio despliegue, del daño que los actos de síntesis del lo flotante con palabras; tal pudiera ser la causa de que los
absoluto infligen a lo plural10. filósofos, fuera de algunas excepciones como Nietzsche, lo
Esta especie de absoluto suplemento del absoluto dibuja la pasen por encima. Más que propiedad nuclear de los textos
forma de una disociación, que ata al absoluto a sí mismo con filosóficos, [lo flotante] es el presupuesto para comprenderlos.
lo que él mismo no es, eliminando así la ilusión de su autar- (…) La expresión inmediata de lo inexpresable es nula; cuan-
quía11. Esta es una inflexión estrictamente hegeliana: estamos do esa expresión ha sido sólida, como en la gran música, su
ante la concesión de un pensamiento que hace pervivir en su sello fue lo inaprensible y perecedero, su lugar el proceso, no
memoria la obstinación de lo que no es, y por consiguiente un momento señalable con el dedo”.13

9. Theodor W. Adorno, “Dialéctica negativa”, Dialéctica negativa / La jerga de


la autenticidad, Madrid, Ediciones Akal, 2005, p. 36.
10. Ibíd., p. 153. 12. Ibíd., p. 113.
11. Theodor W. Adorno, “Aspectos”, op, cit., p. 43. 13. Ibídem.

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Ni la filosofía ni la música pueden expresar en palabras cada paso, corriendo incluso el riesgo, como dice el mismo
eso flotante; eso es lo que tienen en común. Se trata de una Adorno, de intentar salvar en el concepto lo que en princi-
expresión que solo se da por atisbos, lo puntualmente perece- pio se opone a él? Este oído especulativo, que hace temblar
dero. Una vez que ha abierto paso a la pervivencia de aquello la filosofía de Hegel, reconoce en el elemento de la música la
que no podría ser borrado –y que es aquello que en Adorno compañía de ‘lo inaprensible e imperecedero’ que empuja al
determina a la historia–, de aquella suerte de memoria nece- concepto a rastrear cada vez los detalles, bajo él15. De ahí que
saria sin embargo para que el sujeto que como absoluto se lo absoluto sea lo que acompaña, lo que flota, que como oído
proyecta no pierda el hilo de su identidad, y por mucho que especulativo, desmiente en parte al absoluto al hacerlo apare-
esa sea la misma negatividad, es lo absoluto lo que posee aho- cer en todas partes, incluso en lo más nimio e inadecuado. Pero
ra esencialmente el hiato que prescribe su propia orientación. tampoco se puede decir esto: que lo absoluto sea desmentido
Tomarse en serio a Hegel sería a su vez atender a la estratifi- por ‘algo’, pues no sería más que sí mismo. Este es también el
cación que se empieza a dibujar entre el absoluto y lo flotante. sentido de lo más liberado, despegado o desprendido, desa-
Pero decir eso sería erróneo, ya que ambos no pueden estar pegado, el desapego como aquello que ‘elimina la ilusión de
completamente separados, como tampoco puede ser distin- autarquía’. O si fuéramos más precisos aún, tendríamos que
guida la fuerza y la debilidad del absoluto. considerar que el absoluto es también condición de aquello
a lo que no puede estar condicionado ni sujeto. Sólo así sería
Esta especie de absoluto suplemento del absoluto, que
absoluto. Sin estabilizarse ni considerado como inestabilidad
marca a este último con la forma de una paradoja, tendría que
generalizada, en una apropiación interminable que no deja
hacerlo posible al mismo tiempo que cifra la estricta imposibi-
de alejarse también de la apropiación última y consumada,
lidad de contener sus contornos. Y lo que no deja de sorpren-
donde “no poder estabilizarse absolutamente significa solamen-
der es que esta comprensión del absoluto, donde Adorno ve
te poder estabilizarse: una estabilización relativa de lo que
sellarse una alianza entre la dialéctica hegeliana y la música,
permanece [ce qui reste] inestable, o más bien, no estable. La
empieza a tomar la forma de un oído. Un oído que no deja de
ex-apropiación ya no se cierra, no se totaliza jamás”.16
acompañar al paso del espíritu; un oído especulativo que no
se puede visibilizar, quizá porque no se sabe con exactitud
de dónde viene o proviene. Un oído que atiende desde muy
cerca el murmullo distante del proceso espiritual. Tal vez sea
esto lo que lo acerca más al absoluto: des-ligado en cada parte
del territorio que recorre. Así, “… hay que leer a Hegel mien-
tras, acompañándolas, describe las curvas del movimiento es-
piritual y –por así decirlo– acompaña con el oído especulativo
a los pensamientos, como si fuesen notas”14.
¿Cómo leer con la compañía de este oído especulativo?
¿Ese oído especulativo que abriría la filosofía hegeliana, y que
implicaría estar atento a la huella que deja la singularidad de 15. Ibídem.
16. Jacques Derrida, “‘Il faut bien manger’ ou le calcul du sujet”, Points de
14. Theodor W. Adorno, “Skoteinos o cómo habría de leerse”, Tres estudios suspension. Entretiens choisis et présentés par Élisabeth Weber, París, Galilée,
sobre Hegel, op. cit., p. 160, ligeramente modificada. 1992, p. 285.

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