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AUTOABANDONO

Neville Goddard (1 de junio de 1970)

Semana tras semana, cuando ocupo este estrado, sé lo que quiero decir. Se
trata simplemente de encontrar cómo decirlo, de manera que sea inteligible,
porque estamos ocupándonos de un misterio. No es algo que puedas
explicar en detalle y decir: «Listo, esto es todo».

Es algo único, el más fantástico misterio en el mundo. Para mí, el


experimentar las Escrituras, el experimentar el plan de salvación de Dios, es
mi interpretación del propósito supremo de la vida. Estoy firmemente
convencido de ello. Estoy firmemente convencido de que las raíces de
nuestro «ser» tienen su principio en Dios, y que Dios se desarrolla
creativamente en nosotros.

Cuando afirmo eso, me diferencio de aquello que está siendo transformado,


o sea, el hombre. Pues, la metamorfosis es el tema de la Biblia. Esto es, la
completa transformación del hombre en Dios. Cuando hago una afirmación
como la que acabo de hacer, parece que este es el hombre (tú y yo somos el
hombre) siendo transformados por un medio diferente a nosotros mismos, y
eso no es, en absoluto, lo que quiero decir. Pero el hombre está tan
condicionado a creer que es un pequeño gusano, que lo abordas desde ese
punto de vista. Tú y yo somos el Dios que está transformando al hombre «a
nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza».

Sin embargo, si dijera eso a una gran multitud, el telón bajaría y no


escucharían más una sola palabra que tuviera que decir. Pero tú y yo nos
armamos de valor. Fuimos los «hijos de Dios», juntos haciendo a Dios,
porque «Dios» es una palabra en plural. La palabra es «Elohim».

«En principio* Dios […]» (Génesis 1:1). La palabra es «Elohim», que es


plural. «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme
a nuestra semejanza» (Génesis 1:26). Es la misma palabra, «Elohim». Es
una unidad compuesta, uno constituido por otros.

En Deuteronomio se nos dice: «el Altísimo trazó las fronteras a los pueblos
según el número de los hijos de Dios» (Deuteronomio 32:8). Ningún niño
nace, a menos que Dios ocupe ese pequeño templo. Estos son los dioses
que bajaron. Tú y yo somos los dioses que bajaron. Estamos transformando
estas identidades, a estos hombres y mujeres, con los cuales estamos
identificados, conforme a nuestra semejanza, en vez de estar siendo
transformados por algo diferente a nosotros. Somos los dioses que bajaron; y
cuando despertamos somos los dioses de los cuales se habla en el mismo
principio.

«En un principio creó Dios», o Elohim, plural, los dioses, «los cielos y la
tierra» (Génesis 1:1), como crear un teatro para la exposición de su fuerza y
sus poderes creativos. «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra
imagen»; entonces, bajamos y nos vestimos con este ropaje.

No estamos fingiendo. Nos abandonamos por completo a este ropaje. El


secreto es el autoabandono. ¡Nunca habrías hecho nada que no hubieses
amado! ¡Nunca! Y tanto lo amamos; y así, habiéndolo amado, nos
comprometimos con el objeto de nuestro amor, y, verdaderamente, nos
convertimos en él. El autoencargo es el secreto.

Se nos dice: «Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos amados» (Efesios
5:1). En este mundo, hemos olvidados quiénes somos. Ahora viene la
revelación: «Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos amados». Así como
Cristo nos amó y se dio a sí mismo por nosotros, entonces, imita eso. Pero
en este nivel, siento que soy Neville. Sin embargo, sé, por experiencia, que
soy Ese que se convirtió en Neville para transformar esta identidad en mi
propio Ser, el Ser que fue, que no tiene comienzo; y hubo un plan que
establecí dentro de mí mismo cuando me sepulté en este ser llamado
«Neville». Esto es cierto para todo el mundo.

Ahora escucha esto cuidadosamente. Es el primer capítulo de Efesios. Voy a


citar cuatro versículos. Los encontrarás dentro de los diez primeros, así que
he omitido algunos porque no son necesarios para lo que quiero transmitir.
«Dios […] nos escogió en Él antes de la fundación del mundo» (Efesios 1:3-
4); «habiéndonos predestinado en amor […] por medio de Jesús el Cristo,
según la complacencia de su voluntad (Efesios 1:5) […] [se propuso en sí
mismo,] de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del
cumplimiento de los tiempos» (Efesios 1:9-10).

Escúchalo cuidadosamente. Ve a casa y léelo, en el primer capítulo, y dentro


del primer capítulo, creo que son los versículos 4, 5, 9 y 10, en Efesios.
«Dios nos escogió en Él antes de la fundación del mundo». Entonces, vemos
que la salvación del hombre no es una idea posterior del Creador. Es anterior
a ese proceso histórico. Mucho antes de que esto cobrara vida y se
convirtiera en Historia —Historia humana—, esta decisión había sido hecha.
Así que nuestra aptitud es la consecuencia, no la condición, de Su elección.

Entonces, aquí, como Neville, yo, el verdadero Ser, escojo a Neville. Voy a
«interpretar» a Neville. Tú escoges al ser por el que te has decidido, bajamos
hasta acá y le damos vida a este proceso histórico. Somos los dioses que
tomaron la decisión. Nos identificamos con este ropaje; estamos
transformándolos en Nosotros mismos.

Eso es algo que el mundo rechaza. Lo aborrece porque no entienden que el


hombre no puede hacer nada para salvarse a sí mismo. No hay
absolutamente nada que el hombre, como hombre, pueda hacer. Es Dios,
que está sepultado dentro del hombre, quien lo hace. Como se nos dice en la
Carta a los Filipenses: «el que comenzó en vosotros la buena obra la seguirá
perfeccionando hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6). El «día de
Jesucristo» es el develamiento de este plan en ti, porque Jesucristo es en ti.

«Cristo en ti es la esperanza de gloria» (Colosenses 1:27). Si Él no estuviera


en ti, entonces serías un cuerpo sin vida por siempre y para siempre; pero
los dioses bajaron, y son necesarios todos los dioses, llamados «los hijos de
Dios», para formar a Dios. El Uno se fragmentó en muchos. Uno cayó
conteniéndonos a todos. Nos escogió en Él antes de la fundación del mundo.
¿Lo entiendes? Antes de que hubiese un mundo, nosotros éramos. Nosotros
somos los dioses. Somos en el Único Ser, que es conocido en la Escrituras
como Dios; y bajamos con un propósito: expandir nuestra propia creatividad,
y lo hacemos al sepultarnos en la humanidad.

Ahora, la crucifixión es o bien una demostración del más terrible fracaso en el


mundo, o el mayor éxito en el mundo. Ha sido probado que la semilla que
cayó (que es llamada la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios es Dios) es
Dios mismo.

«En principio era la Palabra, y la Palabra estaba ante Dios, y Dios era la
Palabra» (Juan 1:1).

La Palabra fue la semilla que cayó en la humanidad. Es llamada la


Crucifixión. Bien, resucitó y continúa resucitando porque todos los hijos
resucitarán. Ninguno fracasará. Si uno solo falla, habría que dejar a todos
atrás e ir en busca de ese, porque el que está faltando completa al Uno, al
que es «un solo cuerpo y un solo Espíritu […] Un solo Señor, […] un solo
Dios y Padre de todos» (Efesios 4:4-6).

Así que noche tras noche, mientras ocupo este estrado, sé exactamente qué
quiero decir, y mi problema es cómo decirlo, de manera que sea inteligible,
que sea entendible para los que me escuchan. Porque el hombre ha sido
condicionado a creer que es una pequeña y ridícula cosa que ha pecado en
el mundo; y, habiendo pecado, debe hacer todo tipo de penitencia para
redimirse. El hombre no puede redimirse. Es Dios el que baja, y por medio
Su crucifixión, que es la sepultura en el hombre, Dios demuestra Su poder
creativo, que puede «morir» y resucitar otra vez. De esa manera, «muere»
en el hombre.

«Con Cristo he sido juntamente crucificado» (Gálatas 2:19), dijo Pablo. «Y ya


no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a sí mismo por mí»
(Gálatas 2:20).

Entonces, ese Hijo de Dios es en ti. Dices: «YO SOY». Eso es Él. Eso es el
Hijo de Dios. Pero amaste tanto al objeto al que te entregaste, que te
abandonas completamente, te vacías de tu Divinidad y te sepultas en el
objeto de tu amor; y lo vas a transformar en tu mismo Ser, que es Dios.

Cuando lo transformas, eres el mismo Dios, solo que te has expandido más
allá de ese momento en la Eternidad, cuando te aventuraste en este
experimento, convirtiéndote en tu propia creación.

Así que en el mundo del César «sed imitadores de Dios, como hijos
amados». Así como Cristo nos amó, y se entregó a nosotros, entonces, imita
eso. ¿Te gusta el dinero? No hay nada de malo en ello. ¿Te encanta la fama?
No hay nada de malo con eso. ¿Amas estar físicamente sano? ¡No tiene
nada de malo! Pero enamórate de eso. Si te enamoras de eso, debes hacer
lo mismo que Dios hizo en un principio, y tú eres ese Dios de quien hablo,
que amó tanto al objeto que eres, cuando lo ves reflejado, que se abandonó.
Sin restricción alguna. ¡Un completo abandono del Ser al objeto de su amor!
Porque si no hay un objeto amoroso, si no hay a quién amar, ¿qué es el
amor?

Debe haber un amado o una amada para demostrar el amor, y tú también


tienes un objeto: tu emanación, que no es más que tu «esposa» —no tu
esposa física—; el cuerpo es tu emanación. Esa es tu esposa «hasta que el
sueño de muerte se termine» (Jerusalem: The Emanation of the Giant Albion
– William Blake).

Y lo amaste tanto. Vas a transformarlo en lo más hermoso y perfecto del


mundo, que es como tú, que es perfecto. Así que «nos escogió en Él antes
de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante
de Él» (Efesios 1:4). Eso es lo que se nos dice: Él me escogió.

Bien, ¿quién es «Él»? Yo soy Él, pero para llegar a ser yo, Él tiene que
olvidar que yo soy Él, y piensa que es Neville. Tiene que olvidar. Me escogió
«en Él antes de la fundación del mundo», pero ahora, yo soy El Uno que
olvidó y se convirtió en Neville.

Cuando despierto, sé que yo era «antes de la fundación del mundo». Pero


ahora traigo a Neville conmigo, y ahora tengo un aspecto más de mi ser
proteico. Tengo otro ser al cual redimiré. Me enamoré de él y lo traje de
vuelta; y ahora soy el ser proteico, para que pueda ver a otros, y permitir que
los otros me vean como Neville. Así que me ven como Neville, pero
¿realmente me ven? Me ven como Neville cuando me ven revestido de
Poder, de Sabiduría, o quizá de Amor: y me verán porque amé tanto a Neville
que le entregué mi Ser, y lo ascendí al nivel de mi propio Ser antes de
descender hasta él y sepultar mi Ser en él.

Así que cuando trato, noche tras noche de decirlo, dudo porque me pregunto
si está tan claro como quiero hacerlo ver. Sé lo que quiero decir, pero ¿cómo
decirlo de manera que sea entendido, que sea inteligible? Porque tienes que
pasar por todas las ideas preconcebidas y equivocadas que el hombre tiene
con respecto a las Escrituras. Y de esta manera digo que experimentar las
Escrituras, experimentar el plan de salvación de Dios, es realmente todo el
propósito de la vida.

Sin embargo, mientras estamos aquí, podemos ser todo lo que deseemos
ser; y el Ser dentro de nosotros, que es nuestro verdadero Ser, lo permite y
nos acompañará a lo largo del papel, e interpretará todo. Pero le estoy
hablando al Dios en ti, el Dios de las Escrituras, cuyo nombre es Elohim, o
Jehová, o el Señor Jesucristo. Es el mismo Ser que está sepultado en ti. Está
verdaderamente sepultado en ti.

Y ese Ser resucitará.

«Enséñame, oh, Espíritu Santo, ¡el testimonio de Jesús! Permíteme /


comprender las maravillas de la Ley Divina». (Jerusalem: The Emanation of
the Giant Albion – William Blake)

Entonces, relata la historia del Dios que se convirtió en hombre para que el
hombre pueda convertirse en Dios. Y, entonces, se nos dice la historia de
una manera muy sencilla, porque: «La verdad que se encarna en un cuento /
Entrará por muy modestas puertas» (In Memoriam A.H.H. by Lord Alfred
Tennyson).

Así que lo relatas como el más sencillo de los cuentos que puedas imaginar.
Desde el mismo principio relatas la historia. «La verdad que se encarna en
un cuento / Entrará por muy modestas puertas».

Mi madre me coloca en sus rodillas y me cuenta la historia de Jesús: No tuvo


padre, pero un día afirmó que él era el Padre. Ella no entendía eso, ni yo
tampoco. No tuvo padre, ¡pero afirmó que él era el Padre! «Yo y mi Padre
somos uno» (Juan 10:30).
También me contó que había tenido un nacimiento milagroso. No fue como
cualquier nacimiento en el mundo, fue distinto; y luego me contó que él dijo
que a menos que nazcamos de manera similar, pues, dijo: «Yo soy de arriba»
(Juan 8:23), que había «nacido de arriba»; y que el que no nazca de arriba
no puede entrar en el reino de los cielos (Juan 3:3). Luego dijo que «entre los
nacidos de mujeres, no ha sido levantado uno mayor que Juan el Bautista,
pero el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él» (Mateo
11:11); por lo tanto, ¡Juan el Bautista no puede estar en el reino de los cielos
si el más pequeño es mayor que él!

Sin importar cuán pequeño llegue a ser, el menor es mayor [que Juan el
Bautista], así que él no puede entrar en el reino de los cielos. Mi madre no lo
entendía más que yo cuando me lo contó. Luego me dijo que David, en el
espíritu, lo llamó «mi Señor». Ella no entendía eso, y yo tampoco. Y entonces
me dijo que se identificó a sí mismo como el Hijo del Hombre, y que luego el
Hijo del Hombre se asemejó a una serpiente ardiente, y que a menos que el
Hijo del Hombre sea levantado, de la misma manera en que la serpiente
ardiente fue levantada, no puede entrar en el reino de los cielos (Juan 3:14).

Me contó que cuando fue bautizado, una paloma descendió y permaneció


sobre él (Juan 2:32), y el hombre externo lo supo. Ese hombre externo fue
llamado Juan, y lo supo porque le fue revelado que aquel en quien la paloma
descendiera y permaneciera sería el Hijo de Dios, el que bajó del cielo,
«Porque nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo: el Hijo del
Hombre» (Juan 3:13).

Todo esto era un misterio, pero también una adorable historia que estimuló la
mente del niño, y, de esa manera, permaneció contigo. Es algo que está por
completo dentro de ti. Y luego viene con esta increíble precipitación. Cuando
menos los esperas, todo sucede en ti.

Volvemos a Efesios: «Él lo estableció como un propósito en Cristo, para


llevarlo a cabo cuando se cumpliera el tiempo» (Efesios 1:9-10). Lo
estableció en Cristo. ¿En Cristo? Sí, y Cristo es en ti (Juan 14:20). Dios
mismo descendió en el hombre, y estableció su plan de redención en Cristo.
De manera que «en Cristo» es «en el hombre». Ahora tiene que
desarrollarse en el hombre. Se desarrolló en mí, y comprendí que «Yo soy
Él», el que bajó, porque nadie puede subir, a menos que primero baje. Bien,
habiendo subido como lo hizo la serpiente ardiente, entonces debo haber
sido el que descendió. Pero cuando subí, lo hice sin la pérdida de la
identidad de Neville, así que bajé y redimí a un ser llamado Neville.

Bajas y, de tal manera, te identificas con el ser que crees que eres, que
cuando subes llevas a aquel que has redimido contigo. Lo expones a tus
hermanos, porque todos están esperando por la exposición de tu acto de fe.
Pues, la fe es autoencargo absoluto. No puedo comprometerme con lo que
no amo, porque Dios es Amor. Así que lo amé, y perdí toda la consciencia del
Ser que realmente soy en mi autoencargo con el objeto de mi amor.

Y luego pasé por el «infierno», al igual que todos, pero como dijo Pablo:
«Considero que los sufrimientos del tiempo presente no son dignos de ser
comparados con la gloria venidera que va a ser revelada en nosotros»
(Romanos 8:18). ¿Cuál gloria? La única gloria es la gloria de Dios, así que el
clamor de aquel que ha cumplido el cometido es este (capítulo diecisiete de
Juan): «He terminado la obra que me encomendaste que hiciera. Y ahora,
Padre, glorifícame Tú conmigo mismo, glorifícame con Tu Propio Ser».
«Vuelva hacia mí la gloria que era mía, la gloria que tenía contigo antes que
el mundo fuera» (Juan 17:4-5).

Ahora trae la gloria que cedí, por el objeto de mi amor, en mi autoencargo.


Que vuelva ahora, para que recupere, individualizado, un ropaje que pueda
usar en la Eternidad. Éste estaba «muerto», y yo, como la semilla que cayó a
tierra y murió (Juan 12:24), revelando el gran secreto, el misterio de la vida a
través de la muerte, entonces, «morí». Morí cuando me convertí en esto
(Neville señala su cuerpo), y luego sufrí todo el infierno del mundo.

Y, entonces, el diseño, que yo contenía, se desplegó dentro mí. De manera


que Él ha manifestado en mí el misterio de Su voluntad, conforme a Su plan,
que de antemano estableció en Cristo, para llevarlo a cabo cuando se
cumpliera el tiempo (Efesios 1:9-10). Entonces, Él lo estableció en Cristo
como el plan. Bien, ese plan es Jesucristo sepultado en el hombre. Es un
diseño, el diseño «Hombre».

¿Cómo decirle al mundo que Jesucristo es el diseño de salvación sepultado


en el hombre, cuando al hombre se le ha enseñado a creer que Jesucristo es
un pequeño hombre que caminó hace dos mil años? Y entonces
desapareció, después de contar la historia, para regresar a este mundo
físicamente para que los ojos físicos lo vieran viniendo desde afuera. Eso es
lo que se le ha enseñado al mundo. Pero eso es: «La verdad que se encarna
en un cuento / Entrará por muy modestas puertas».

Porque si se dijera como lo he dicho esta noche, el mundo no lo entendería.


Se horrorizarían más allá de lo imaginable al escuchar lo que has escuchado
esta noche. No lo aceptarían. Creen en un pequeño y externo salvador que
vino hace dos mil años, y que prometió regresar. Y los enormes maestros de
hoy («enormes» en el sentido de la cantidad, pero no en entendimiento)
esperan verlo venir desde afuera.

No puede venir desde afuera, porque está sepultado en nosotros. Solo


puede venir cuando despierte dentro de nosotros. Ese diseño es el de una
semilla. Pero esta es la Semilla de Dios, la Palabra de Dios, enterrada en el
hombre. Se desarrolla dentro del hombre, y cuando lo hace, todo lo que se
dice de Jesucristo lo experimenta el individuo en quien se desarrolla, en
primera persona, en singular y en tiempo presente. Entonces él sabe quién
es Dios.

Él siempre fue Dios, quien se vació en Sí mismo y asumió la forma de


hombre: «y hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo al
hacerse obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:8) de
hombre, y fue hecho esclavo en ese estado. Pero al final, el cumple su
propósito, y entonces se le da el nombre que es sobre todo nombre; para
que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla, y toda lengua confiese que
Jesús es el Señor para la gloria de todos (Filipenses 2:9-11).

Bien, ¿quién es ese Jesús? Él es en ti. Así que cuando ciertamente efectúas
y completas el trabajo que asumiste, llevas el nombre de Jesús. Solo hay un
Señor. Todos regresamos, diseminados como estamos, como un solo Señor,
un solo Dios, un solo Padre de todos: «un solo cuerpo, un solo espíritu» (no
como muchos), y, sin embargo, sin pérdida de identidad.

Permíteme llevarte conmigo a una experiencia real, hace dos días: Heme
aquí, en la superficie de mi ser. Sé exactamente qué estoy haciendo, ¡y soy
Espíritu! Y aquí está todo este vasto mundo, y el mundo está «muerto»,
simplemente muerto, pero no puedo moverlo, a menos que baje hasta él.
Bajo hasta él, pero ahora con el recuerdo de haber «nacido de arriba», al
bajar puedo cambiarlo. Antes de haber «nacido de arriba», pierdes toda
consciencia del Ser que eres, que vino de arriba, y regresas noche tras
noche al «ropaje», y eres simplemente uno más de la multitud, perdido. Pero
ahora, después del «nacimiento de arriba», después de que empiezas a
crecer en estatura, en favor de los dioses que te precedieron en un idéntico,
similar «nacimiento», el recuerdo ahora permanece, pues en la mañana
regresas de tu unión con los hermanos. Regresas y lo ves tal como es. Todo
está «muerto». Pero ahora no pierdes la consciencia, como hacías antes del
«nacimiento de arriba». Así que bajas. Puedes cambiarlo si lo deseas. Pero
¿por qué cambiarlo?

Escucha estas palabras de Blake cuando dejó este mundo; aunque Blake
«nació de arriba» bastante antes de haber dejado este mundo. En un libro
llamado «Mirando Cuadros Modernos» hay un capítulo sobre Max
Beckmann, considerado un gran artista contemporáneo de la pintura
moderna. Él dijo que conoció a Blake en este mundo supra terrestre, y allí
estaba un hombre gigante, como un ser sobrenatural, y lo saludó a la
distancia y me dijo a mí: «Retrocede. Confía en los objetos. No te dejes
intimidar por el horror del mundo. Todo está en orden y es correcto, y debe
cumplir su destino para lograr la perfección. Sigue este camino y obtendrás,
por tu propio yo, una percepción cada vez más profunda de las bellezas
eternas de la creación. También obtendrás una liberación cada vez mayor de
todo lo que ahora te parece tan triste y terrible». Todo está en orden. Todo va
hacia la perfección que tú determinaste provocar cuando te vaciaste de Dios
y te convertiste en el ser que eres hoy. Y despertarás de todo esto, y
regresarás a la gloria que era tuya «antes de que el mundo fuera», solo que
magnificada, en comparación con lo que era, por tu aventura en este mundo
de «muerte».

Este fue el límite de la contracción y la opacidad, y tú lo asumiste. Ahora no


hay límites para la expansión, para la translucidez que recuerdas. Así que
todos retornamos a los Seres que éramos «antes de que el mundo fuera».
Cuando leemos: «Nos escogió en Él antes de la fundación del mundo»,
nosotros éramos los «dioses». Éramos los «hijos de Dios» que,
colectivamente, constituyen a Dios.

Esta maravillosa confesión de la fe hebrea es la mayor en el mundo:


«Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es» (Deuteronomio
6:4).

Jehová, que es simplemente «Yo Soy», se traduce como «el Señor»


(Adonaí), y aquí «nuestro Dios» es en plural, «Elohim». Somos los «dioses»;
pero juntos somos «Adonaí» —Uno—. Entonces, hace falta el Uno hecho de
muchos para caer, el Dios Uno que es la confesión, la Shemá de Israel:
«Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es».

Nunca lo olvides. Ningún pequeño hombre, ninguna pequeña imagen ante


los cuales estar ni adorar. Todo está «muerto», y los hombres convierten en
ídolos a hombres. Entonces, alguien tiene dinero, o es un tirano: un Lenin,
digamos. Así que hacen una imagen de Lenin, y todos los días miles de
personas pasan caminando por donde está esta absurda y pequeña cosa
que mantienen a la vista. Hoy leí la declaración de Buckley fechada en
Leningrado. Antes era San Petersburgo. Era la Plaza de Pedro, la misma
plaza. Ahora es Leningrado, y ahí está esa pequeña cosa momificada, y un
amigo de él que caminaba por donde estaba esta pequeña cosa momificada
tenía la mano en el bolsillo, y un guardia, de la manera más impresionante, le
dice:

—Sáquese la mano del bolsillo. Está pasando por tierra santa. Aquí está la
palabra hecha carne, y habitó entre nosotros.

Y la forma como lidió con ello fue perfectamente maravillosa, la forma en que
trató este tan absurdo concepto de adoración a esta pequeña cosa que
tuvieron que recoger y reconstruir hace unos pocos años, porque el tiempo
se hace sentir, y estaba desintegrándose. Y este es su pequeño ícono que
adoran.

Vean el artículo** de Los Angeles Times. Te digo que el único Dios en el


mundo eres tú. No hay otro Dios. Un día lo sabrás. Un día te desplegarás
dentro de ti. Lee la historia con detenimiento, porque cuando Él se
despliegue en ti, todo lo dicho sobre Él en las Escrituras lo experimentarás
en primera persona del singular, y en tiempo presente. Y Su único Hijo, que
es simplemente la personificación de todas las experiencias que alguna vez
has tenido como hombre. Así que toma todas las experiencias del hombre y
todo lo que el hombre podría alguna vez experimentar, fúndelas en un solo
conjunto, personifica ese todo, y el resultado es David, el David de las
Escrituras, el gran salmista. Eso es David. Está ante ti, y te llama «mi
Señor». Te llama «Padre mío».

Ese es el único hijo de Dios, que es una personificación de la suma total de


todas las experiencias de la humanidad. Así que cuando, interpretando el
papel que te ha tocado, has pasado por todo el abanico de posibilidades que
el hombre puede experimentar, al final, despiertas, y, entonces, la suma total
de las experiencias se funde y es personificada y se presenta ante ti. Y es
ese glorioso y hermoso joven, David, y te llama «Padre mío», «mi Señor», y,
en lo que a ti respecta, la obra termina.

Entonces, te unes a los hermanos que conociste antes de que el mundo


fuera, y contemplas el mundo de la muerte. Te conviertes en uno de aquellos
que, en la gran Eternidad, contemplan la muerte, y también dices: «Lo que
parece Ser Existe para quienes / parece ser y es causa de las más
horrorosas / Consecuencias para quienes parece Ser, incluso de /
Tormentos, Desesperación, Muerte Eterna; pero la Misericordia Divina / Va
más allá y Redime al Hombre en el Cuerpo de Jesús» (Jerusalem: The
Emanation of the Giant Albion – William Blake), que es Jehová.

Hay solo «Un solo cuerpo, un solo espíritu, un solo Señor, un solo Dios y
Padre de todos».

Al final, todos son redimidos, pero el hombre, como hombre, no puede


redimirse a sí mismo. Es Dios en el hombre el que hace la obra. «El que
comenzó en vosotros la buena obra, la seguirá perfeccionando» (Filipenses
1:6) hasta la revelación de Dios en ti como tu mismo ser. Así que mi
problema, noche tras noche, es encontrar las palabras para decírtelo. Sé lo
que quiero decir, pero el problema es cómo decírtelo, cómo decirlo de
manera que sea entendido, que sea inteligible, porque siempre debes tener
en cuenta que enfrentas una audiencia que puede no estar preparada para el
impacto, ya que es un impacto para la mente del humano que les digan
quiénes son. Preferirían depender de algo externo a ellos y orarle; así que
van a la iglesia y prenden una vela, se inclinan ante un pequeño crucifijo o
una pequeña estrella hecha por el hombre, y hacen todas estas cosas en lo
exterior, pero ninguno tiene confianza en sí mismo, y el Ser del hombre es
Dios. Esa maravillosa imaginación humana tuya, eso es el Dios Eterno.

Esta noche te digo que nuestras raíces están en Dios, y Dios mismo se
despliega dentro de nosotros. Podría haber dicho: «Nuestras raíces están en
la Imaginación Divina, y la Imaginación Divina se despliega dentro de
nosotros», pero no importa. Personalmente me gusta la palabra «Dios», pero
yo no lo coloco en el exterior, como algo para adorar. El mundo lo aceptará
más fácilmente si digo «Dios», en vez de «Imaginación Divina». Así que no lo
dije al principio de la conferencia; ahora la expongo ante ti. Únicamente
cuando imaginas, eso es Dios creando. Y «todas las cosas son posible para
Dios» (Mateo 19:26). Entonces, comienza a imaginar. Eso es Dios, Dios en
acción. Pero cree en la realidad del acto imaginal.

Imagina que eres lo que la razón y los sentidos niegan, pero imagínalo. Dios
tuvo que abandonarse por completo en forma de hombre para creerse
hombre. ¿Sabes lo que es eso? ¿El Ser que realmente eres? Pues, te digo,
cuando regresas después del «nacimiento de arriba», y te das cuenta de que
eres Espíritu, quiero decir Espíritu, pero más real que cualquier cosa en el
completo y vasto mundo reunido, pero eres Espíritu, y eres más real que
cualquier objeto en el espacio o que todos los objetos en el espacio.

Sin embargo, bajar antes del nacimiento es olvidarte de ti mismo como


Espíritu. Dios es Espíritu, y lo haces después del nacimiento, sin pérdida de
identidad. Es lo maravilloso de ello: cuando bajas al mundo y retomas el
ropaje que está en la cama, y normalmente lo bañas, y afeitas, y alimentas y
haces todas las cosas corrientes con él, pero sabes que es un ropaje. Y
sabes que has extraído de él una identidad determinada, la cual traes de
vuelta como Espíritu, porque el cuerpo será puesto en el horno y desechado.
Simplemente será reducido a las cenizas que es, pero has extraído de él una
determinada identidad, y llevas de vuelta tu logro a la Hermandad. Bajaste y
moriste como hombre, y ahora vuelves trayendo de vuelta la identidad del
hombre que vestiste a través de las edades. ¡Lo traes de vuelta! Y eres
recibido con júbilo, porque lograste lo que te propusiste.

Y la voluntad de Dios no regresará hasta que Él haya ejecutado y cumplido


los propósitos de Su mente. Durante los siguientes días lo entiendes
perfectamente, solo en los próximos días.

Entonces, «los sufrimientos del tiempo presente no son dignos de ser


comparados con la gloria venidera que va a ser revelada en nosotros»
(Romanos 8:18) por aquellos a quienes Él antes escogió (Romanos 8:29), y
Él escogió a todos los hijos. Todos somos los hijos. Independientemente de
tu sexo, somos los hijos, porque en la Resurrección estamos por arriba de la
organización de los sexos. No somos ni machos ni hembras. Somos Dios.
«Porque a los que antes escogió, también los predestinó […]», y «a los que
predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también
justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó» (Romanos 8:30). Así
que, sin importar lo que hayas hecho como hombre, recibirás la justificación
—en otras palabras, la absolución divina—, la completa absolución,
independientemente de lo que hayas hecho. Si has interpretado el papel de
un Hitler o un Stalin, o cualquier otro monstruo, serás absuelto.

En este nivel quieres que todos ellos sufran, pero tus hermanos, sabiendo el
papel que interpretaste, no quieren que sufras. Quieren que despiertes del
sueño de ser un Hitler, del sueño de ser un Stalin o cualquier otro horrible
personaje del mundo. Y cuando vienes delante de Él, habiendo sido llamado,
eso es la justificación.

La «justificación» en las Escrituras no es más que la absolución divina, y


después de la justificación viene la glorificación, que es el regalo de Dios de
Sí mismo para ti. ¡Entonces eres Dios Padre! ¡Y todos los hijos reunidos
forman a Dios Padre!

(*) En la mayoría de las Biblias está escrito: «En el principio»; sin embargo,
en el texto masorético no se registra el artículo, dejándose indefinido el
tiempo de la Creación. [N. del T.]

(**) El artículo en cuestión es el siguiente:

LOS ANGELES TIMES


Lunes 1 de junio de 1970
Dos Tumbas en Rusia: Un triste contraste
Por William F. Buckley Jr.

Leningrado – Todo el mundo sabe que Rusia es una tierra de paradojas, pero
pocos se imaginan el esmero que los comunistas ponen para ocultarlas.

En el camino a Zargosk [actual Sérguiev Posad], el hogar espiritual de la


vieja Rusia, pasas por un espléndido monumento, un elegante, suavemente
arqueado arco de titanio que termina, con 23 metros de altura [Sic. ], en un
misil, el primero en orbitar la Tierra: una espléndida conmemoración de un
logro científico extraordinario que requirió de ingentes recursos.

Unas pocas millas más adelante por el mismo camino, te percatas de que un
hidrante central surte de agua a las aldeas aledañas. No hay agua corriente
a 25 km de la capital del país que puso en órbita el primer satélite.
En Zargosk puedes visitar el monasterio de San Sergio, el santo patrón de
Rusia. Aquí está uno de los tres seminarios que han sobrevivido en la Unión
Soviética. Estuvieron cerrados por un tiempo, y entonces, después de la
guerra, se permitió que ocho reabrieran. Jruschov, en aras de la moderación,
redujo el número a tres, pero el abad no habla sobre esos asuntos. Ellos
enterraron recientemente al Patriarca Alexis, a la edad de 92 años. Muchos
lo consideraron un simpatizante del partido comunista por consentir la larga
lista de humillaciones impuestas a su iglesia por el gobierno soviético. Pero
él, presumiblemente, sabía que las protestas no le serían de provecho, y
reflexionó que el martirio era poco eficaz en Rusia. Yace es una pequeña
catacumba, bajo una de las antiguas construcciones sagradas, con unas
pocas flores marchitas en su tumba.

El sepulcro que vi el día anterior era otra cosa. Tan grande es la continua
demanda para ver la tumba de Lenin que, en un día normal la multitud se
extiende por un lapso de dos o tres horas. La guardia de honor mantiene la
fila moviéndose a un promedio que permite que más de 2.000 personas se
desplacen cada hora.

Frente a nosotros había colegialas bajando la escalera de puntillas, con su


mano derecha estática en señal de saludo. Casi podías oír su emocionado
corazón. Los guardias callaban a aquellos que aún no habían sido arrobados
por el misterio y el silencio.

Mi compañero tenía la mano derecha en el bolsillo, y el guardia, de forma


brusca, le dijo:

—Desgarbado hacia Belén.

A lo largo y ancho de Rusia, los letreros que proclaman el 100 aniversario del
nacimiento de Lenin se han tornado apocalípticos: «Lenin vivió, Lenin vive,
Lenin vivirá» (En el principio era la Palabra…) o «El Santo Lenin» apareció
en esta Tierra en 1870. (La palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros…).

Ahora faltaban unos pocos pasos para doblar a la derecha, lo cual te coloca
a la vista de Lenin, quien murió hace 46 años, pero es conservado para los
peregrinos, que avanzan tan reverentemente ante sus restos exhibidos en
una urna de cristal. Subes, media docena de pasos, y entonces pasas los
pies de Lenin, para que mires de frente a su cara. (Qué propicio es todo.
Cuando el Zar fue derrocado, Lenin estaba en Zúrich, frotándose aceite en
su calva, preguntándose si la ciencia moderna, no ideológica, le devolvería el
cabello. Lenin no tuvo suerte. Ninguna de las ciencias que invocó hicieron
jamás algo por él.) En Leningrado, la hermosa Leningrado, el gobierno
soviético ha transformado una catedral en un museo permanente de «religión
y ateísmo». Es un jardín infantil del arte gráfico anti-religioso, hecho bajo
epígrafe de Lenin: «Buscamos la emancipación de la clase trabajadora de la
superstición de la religión».

Lástima por los pobres rusos. Imagine: San Lenin como sustituto de San
Pablo.

Pasamos por una exposición de instrumentos de tortura.

—Estos —nos dijo con toda naturalidad nuestra guía— fueron usados por los
religiosos durante la Inquisición.

—¿Son ellos parte de la colección de la Lubianka? —pregunté.

Al principio sonrió, pero enseguida lo pensó mejor.

—Esa no es una broma graciosa —dijo ella.

Era una académica muy dulce, y yo no deseaba hacerla rehén en una guerra
ideológica sucedánea, así que le dije que estaba de acuerdo con ella, que las
bromas sobre las torturas no son graciosas. Ella dijo, precisando una excusa
para no continuar:

—No, no quiero decir que las bromas sobre torturas no son graciosas. Quiero
decir que los bromas sobre lo que usted dijo no son graciosas.

Yo me fui, como los viajeros en la Unión Soviética deberían hacer.


Tristemente, creo que todo, todo está perdido para cualquier sociedad que
deshonra al Rey de Reyes. Pero eso es un prejuicio personal, que en Rusia
solo San Sergio y otros pocos subversivos aprecian. Espero, como ellos, por
un giro de los eventos, en el que Dios sería de mayor provecho.

Traducido por Luis Natera


La conferencia original en inglés es SELF ABANDONMENT (Neville Goddard
– 06-01-1970)

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