Existen infinidad de libros y documentos que versan sobre los
posibles orígenes del Tarot. En realidad no se ha llegado a concretar quien o quienes crearon la baraja del Tarot y de donde proviene. Lo cierto es que las referencias más antiguas de que disponemos hacen mención a los juegos de cartas que en Italia y el sur de Francia se utilizaban a finales del siglo XIII y principios del XIV. De hecho el Tarot más antiguo que se conserva es el Gringonnier (año 1500), más conocido por ser el Tarot que utilizaba Carlos VI y que se encuentra actualmente en la Biblioteca Nacional de París, aunque incompleto. Contemporáneo de ese Tarot sería también el Tarot Visconti Sforza.
Posteriormente, hacia el siglo XVII, aparecen ya los primeros
diseños de los Tarots de Marsella aunque hay quien dispone de referencias anteriores en todo caso por confirmar.
Court de Gebelin (siglo XVIII), un francés estudioso del Tarot,
expuso la teoría de que los orígenes del Tarot había que buscarlos en Egipto; teoría que obtuvo una gran aceptación y aún hoy en día mantiene seguidores de esa creencia. Realmente no existe prueba alguna de esa afirmación, incluso podríamos decir que carece de verdadero rigor histórico dado que los llamados Tarots Egipcios comenzaron a publicarse en el siglo XIX y no existe, en Egipto, ninguna prueba fehaciente de que el Tarot tuviera sus orígenes en ese país. Ni siquiera puede afirmarse con rotundidad que fuese en Alejandría donde aparecieron las primeras cartas. Lo cierto es que la mayor parte de Tarots antiguos incluyen iconografías e imágenes que nos llevan a la Edad Media. Los ropajes, el simbolismo y algunos detalles nos conducen a esa época.
El Tarot es un juego de 78 cartas compuesto de tres grupos bien
diferenciados.
Por una parte tenemos los Arcanos Mayores, 22 láminas donde
aparecen, en la mayor parte de ellos, personajes que realizan acciones.
El segundo grupo de cartas se corresponde con 40 cartas, divididas
en cuatro palos (Espadas, Copas, Bastos y Oros) donde figuran objetos.
Los Arcanos Menores se encuentran íntimamente relacionados con
los Mayores dado que existe una conexión, referida a la numerología, y representan estados mentales (espadas), emocionales (copas), creativos y sexuales (bastos) y corporales (oros). Paralelamente se encuentran asociados a los cuatro elementos: Aire (espadas), agua (copas), fuego (bastos) y tierra (oros).
Finalmente tenemos 16 cartas denominadas Figuras u Honores en
las que aparecen Pajes (Sotas), Reinas, Reyes y Caballeros junto a objetos relacionados con cada palo de los Arcanos Menores.
En una tirada las Figuras suelen referirse a personas o acciones a
realizar y se encuentran ligadas, por analogía, con ciertos Arcanos Mayores como veremos posteriormente.
Al trabajar con el Tarot iniciaremos un proceso de
autodescubrimiento que nos llevara a conocernos mejor a nosotros mismos dándonos claves psicológicas sobre los posibles bloqueos mentales y emocionales, poniéndonos en contacto con nuestro subconsciente y ayudándonos a resolver los conflictos y situaciones que la vida nos depara.
Así como los Arcanos Mayores constituyen la representación
de los arquetipos y los aspectos más profundos de nuestra psique, los Arcanos Menores nos remiten a situaciones cotidianas y de cómo los Arcanos Mayores influyen en los cuatro centros de las persona: el intelectual (espadas), el emocional (copas), el físico-material (oros) y el creativo-sexual (bastos). En este contexto cada autor de su mazo de Tarot ha hecho una interpretación arbitraria de dichos Arcanos Menores. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los tarots que se comercializan fueron diseñados en el siglo XX y sus autores imprimieron en sus dibujos sus creencias, limitaciones y proyecciones; por lo tanto la simbología original se vio constreñida por la visión parcial de cada autor. Con ello no afirmo que todos los tarots modernos no constituyan un modelo válido para el trabajo terapéutico, al contrario en muchas ocasiones es necesario recurrir a ellos pues precisamente sus imágenes operan de forma práctica en la psique de quien consulta permitiéndole relacionar lo que percibe con la situación que en ese momento está viviendo.
Las figuras también mantienen un orden ascendente si los
colocamos en el orden: Paje, Reina, Rey, Caballero indicando procesos de transformación y elevación. Esto lo podemos comprobar en las Figuras del palo de Oros donde el Paje tiene un Oro en el suelo y otro en la mano, la Reina uno en la mano y en según qué barajas otro detrás, el Rey uno en la mano y otro en el cielo y el Caballero uno en el cielo; hay así un ascenso, una evolución.
El Tarot es un sistema de conocimiento, una herramienta de
desarrollo y de evolución personal; todo ello lo podemos observar en los tres grupos de cartas que conforman la baraja: Los 22 Arcanos Mayores, los 40 Arcanos Menores y las 16 Figuras.
Los Arcanos Mayores se pueden distribuir en tres filas de 7, los
denominados septenarios, quedando situados de la siguiente manera:
Fila superior: del 15 (El Diablo) a la 21 (El Mundo)
Fila central: del 8 (La Justicia) al 14 (La Templanza) Fila inferior: del 1 (El Mago) al 7 (El Carro)
El primer Septenario se corresponde con la conformación del Yo, los
impulsos básicos, la etapa que Carl Jung relaciona con El Reino de los Dioses. llamado de este modo porque allí se encuentran «muchos de los personajes más importantes entronizados en la constelación celeste de arquetipos». Abarca desde El Mago (arcano “número 1″) hasta El Carro (arcano “número 7″).
El segundo septenario se refiere a la transformación del Yo, al Reino de
la Realidad Terrestre y de la Consciencia del Ego. Este es el nivel en el que «el joven empieza a buscar su fortuna y a establecer su identidad en el mundo exterior. Liberándose cada vez más de los lazos que le ataban a la «familia» arquetípica dibujada en la fila superior, intenta hallar su vocación, establecer su propia familia y asumir su lugar en el orden social». Se extiende desde La Justicia (arcano “número 8″) hasta La Templanza (arcano “numero 14″).
Por último el tercer septenario hace referencia al mundo espiritual, a la
trascendencia del Yo, lo que Jung denomina: El Reino de la Iluminación Celestial y de la Autorrealización. Respecto a esta última serie de arcanos, que se extiende desde El Diablo (arcano “número 15″) hasta El Mundo (arcano “número 21″), dice Sallie Nichols que «Así como hasta entonces buscó el desarrollo del ego, su atención va a orientarse ahora hacia un centro psíquico más amplio, al que Jung llamó sí-mismo [self]».
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