Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
La aentana indisoeta
Alfred Hitchcock
"We haae become a race ofpeeping-loz"sl (Nos hemos convertido en una r¿LZa
de mirones), ufirmr, desde el comienzo de La omtana indiscretqla profética
stella (una admirable Thelma Ritter), enfermera que todos los días viene a
masajear la flaca espalda de L.B.Jeffries, conocido como
Jeff" (James Stewart),
fotógrafo inmovilizado en su departamento neoyorkino (a causá de una pierna
rota y, por ende, enyesada), glan misántropo desgarbado roído por la inactivi-
dad (ino espía acaso, algo viciosamente, a los vecinos, enfocándolos con su
teleobjetivo?), abrumado por la canícula (los veranos neoyorkinos son de una
humedad terrible: se atraviesa¡r en pijama), y acosado porla moblisa Fremont
(Grace Kelly, bellísima), criatura de ensueño que aprovecha su dolencia pasa-
jera para intenta¡ imponerle sus sueños de matrimonio burgués.
Un mirón "inmovilizado", iqué vendría a ser? IJn espectador, cla¡o. Un
hombre clavado en su asiento, condenado a una ,'visión bloqueada,, (bella
expresión de Pascal Bonitzer), un cinéfiIo, nosotros. Pero iqué quiere, este
espectador? Espectáculo, por supuesto. Y no cualquier espectáculo. para é1, lo
ideal sería sórprender npor azar" un acontecimiento que fuera en el sentido de
sus deseos más furbios y, por ende, informulables. Hacuse ta película fu sus
malos pensamienlos. Si, aun por inte¡pósita persona (lo que se llama un ,,perso-
naje"), realiza su deseo (desembarazarse por ejemplo áe h mujer que lb aco-
sa), no habrá perdido su tiempo. Si, en cambio, toma conciencia a lá hrgo del
camino de que su deseo es feo e impresentable, tendrávergüenza, serácastiga-
do y, masoquista como es, tal cosa incluso le agradará. Al pequeño juego de la
culpabilidad todo le viene bien.
- Tomemos aJeff, su gran teleobjeüvo y su larga pierna enyesada. A fuerza
de escruta¡ la comedia humana que se desarrolla en las ventanas de enfrente
como e¡ ohas tantas pantallas, descubre uno o dos dstalles sospechosos. La
mujer (enferma) de uno de sus vecinos de enfrente desaparece un día de su
campo visual. éY si el marido (harto) hubiera terminado por matarla? Persua-
dido de que eso es ni más ni menos lo que ocurrió,Jeffmoviliza (en vano) a un
amigo policía y (con éxito cierto) a Lisa y stella. Esta ultimq que había lanza-
do la pequeña frase sobre Ia "raza de mirones', se transforma en cuestión de
segundos en una supermirona. En cuanto a la afa¡rosa Lisq mrás aún que en su
brazo derecho, se transforma en verdadera "mitad" deJeff. Por sí soloi, presas
de hormigueante excitación, los tres se lanzan a la solución del enigma.
201
. .Y nosgtlo¡' que en la tiniebra de la sara en sombras miramos La uentatw
indkoetade Hitchcock, somos en er fondo como e[os, es decir,
.o.r.".rti*oa d
deseo jeffiano, anhelamos que
,h3ya
,,visto
bien". y estamos pr"p*uá*, S
falta para tener (un poco de) miedo. Después de todo, ;rá ná..ro, pug*
!ac1
en.la caja nuesho derecho a la visión Uloqu"*t"
1o !:,:"**":a
cfesbloqueantes? iA nuestro lugar de espectador? De mirón, sí. '/;i;;;"r"*
Huy dos tipos de mi¡o¡es en el cine. Er tipo Rossellini y át,ipo
-,
Uno, que se inclina a lo obsceno; oko, que lÉ echa
Hitchcoct
u'to poi""g;á.r. S
espío a alguien que' por definición, no podrá nunca "t "áevolvárme,,ásta
";o
mira
da, me confronto con la obscenidad (íes duro!). Si miro a
alguien como si fuere
un objeto y éste de repente tornarncia mí sus ojos de objá
y -" -i.f
en.una situación pornográfica, der Iado de Hitcñcock (ique "r.oy
párversor). Quien-
quiera que, seguro de tener sus objetos humanos L prrrrL ae ,r, Lño¡oc
haya creído al menos cnuax su mirad4 sabrá de "r, que hablo. y de qué miedo
hablo.
que el espectáculo tenga su moralej4 es necesario, simplemente,
eljuego entre los dos,g"atos (aquí,Jeffy Hiichcocs y fo. ao.
qc
.uio"", irq* ¿
criminal y el espectador) equilibre poco a po.o, qr" el ciego juego
.se ¿l m_
nos que funciona como adivina¡rza se precipitl, y qrrá ""1 infiáá eios otrof
¿cadá
1: LT.rf_o_.*" lo largo del fitm en ,rrá, á su tumo, en el papel dd
a-
diablo". Y esto, hasta el ontigo... qüero decir, hasta er vérügo.'rr"
.
que Hollywood contaba precisamente ras historias que ya'sonabu "It-"'prec¡r
,,, pribri-.
fu9 asi que r¡n hombre, uno solo, contó mejor quá toí onos aquelá que
había analiTpdo mejor que los otros: Sir Alfreá Hiichcock. I -----
-1 É1,
[8 de febrero de 1984]