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José M. Castillo,
Centro de Reflexión Teológica,
San Salvador.
El problema
En los evangelios sinóplicos se afinna más de cincuenla veces I que el pue-
blo se acercaba a Jesús para escucharle. Lógicarnenle. lo más claro y lo más
inmediato que los evangelios nos dicen de esta manera es que las enseñanzas de
Jesús eran algo que la gente elltelldía y que a la gente le interesaba. Porque.
obviamente, lo mismo en el siglo primero que ahora, el pueblo no se acerca
insistentemente a escuchar al que dice cosas que no se entienden; o que se
entienden, pero que no le importan a nadie.
Por olra parte, lambién parece lógico pensar que, si los evangelios insislen
lanlas veces y de lan diversas maneras en el inlerés del pueblo por lo que Jesús
decía, es que ese dalo era imponante para las comunidades en que se elaboraron
los evangelios. Y lambién era imporlanle para el mensaje que aquellas comuni-
dades nos quisieron transmitir a los creyentes en Jesús, que vivimos del mismo
recuerdo del que vivieron aquellas comunidades.
Ahora bien, a mi manera de ver, lo que acabo de decir planlea a la Iglesia,
en general, y a la leología, más en concrelo, un problema de gran envergadura.
Incluso me alrevería a decir que se Irala de uno de los problemas más graves y
más urgen le. que (sobre lodo, los leólogos) lenemos que afronlar en esle mo-
menlo. Es un hecho que hoy en dla la mayor parte de la producción leológica no
interesa a la mayor parte de la población, incluso entre las gentes que se consi-
deran creyenles y practicantes. Es verdad que sobre este asunto no tenemos
eSladíslicas fiables. Pero sabemos que las ediciones de los libros de leología son
muy reducidas en número de ejemplares. Como sabemos que son escasos los
1. Exaclamente ocho veces con ellénnino laós; Le 6,17; 7.1; 19.48; 20.1. 9. 45; 21.
38; 24.19. Y cuarenta y ocho veces con ócl,los; Mt4. 25; 5,1; 7. 28; 8.1; 9, 8. 36;
11.7; 12,46; 13.2.34.36; 14. 13. 14. 15; 15. 10.32; 19,2; 22, 33; 23.1; Me 2. 4.
13; 3. 9. 32; 4. 1; 6, 34; 7, 14. 17; 8. 34; 10, 1; 11, 18; 12.37; Lc 4, 42; 5. 1. 3. 15.
19; 6.17; 7. 24; 8, 4.19; 9.11. 12; 11. 27. 29; 12. 1. 54; 13, 17; 14,25.
libros que alcanzan dos o tres ediciones. y no digamos nada de las revistas
especializadas en asuntos leol6gicos. Casi todas son deficitarias. Y la pura ver-
dad es que, incluso en los seminarios y cenlros de es[udios religiosos. son pocas
las personas que se leen las revistas que llegan a la biblioteca.
Pero el problema no es de "incomunicación". Lo que ocurre es que la "inco-
municación". en la que hoy subsiste la mayor pane de la producción teológica.
nos pone al descubieno dónde está el verdadero problema de la teología crislia-
na. El pueblo entendía a Jesús. Y se interesaba por lo que decía Jesús. El pueblo
hoy no entiende casi naua de lo que se dice en los libros de teología. Ni al
pueblo le interesa casi nada de lo que se dice en esos libros. No hay que ser un
genio para darse cuenta de que esto nos viene a decir por lo menos una cosa:
Jesús hizo "su teología" pensando en el puebLo, a partir de lo que vivía aquel
pueblo. en respuesta a los problemas y necesidades de la gente. Los teólogos
hacemos "nuestra teología" pensando en unal' verdades. que tcnemos que defen-
der. matizar y explicar. Para Jesús. el quehacer teológico Cue un problema de
relación a personas. Para nosotros, los teólogos. el quehacer teológico es un
problema de relación (1 doctrinas. Lo que Jesús tenía ante los ojos cuando se
ponía a hablar de Dios era la situació" del pueblo y. con Crecuencia. el .mfri·
miento del pueblo. Lo que los teólogos tenemos ante Jos ojos, cuando nos pone-
mos a hablar de Dios. es un saber que hay que defender. incluso cuando ese
"saber" se refiere a las injusticias que oprimen al pueblo. Dicho brevemente:
Jesús hi1.O su teología pensando en el pueblo. mientras que los teólogos (con
demasiada Crecuencia) hacemos nuestra teología pensando en la autoridad Ue-
rárquica o teológica) que va a enjuiciar lo que decimos o escribimos.
En definitiva. la hipótesis de trabajo. a panir ue la cual quiero elaborar este
estudio. es que el problema Cundamental de la teología no está en lo que enseña.
sino en el método que utiliza para elaborar lo que enseña. Aquí, me parece a mí,
está el nudo de la cuestión.
Para explicar lo que quiero decir con todo esto, voy a dividir mi trabajo en
dos partes. En la primera. estudiaré la relación de Jesús con el pueblo y cómo
esa relación explica lo que Jesús dijo y por qué lo uijo. En la segunda parte.
intenlOré analizar (en la meuida ue lo posible) cuándo. cómo y por qué la teolo-
gía se distanció del pueblo, con las consecuencias negativas que esto IUVO, sohre
touo. para la teología misma.
l. Jesús y el pueblo
1.1. Vocabulario
El Nuevo Testamento utiliza cuatro términos para referirse al pueblo. El más
Crecuente es tiehlos (pueblo. muchedumbre. gente). que aparece s610 en los
evangelios y en el libro de los Hechos: 175 veces2. En 162 ocasiones, los auto-
res del Nuevo Testamento utilizan élhnos (multitud, pueblo, nación), que se
encuentra 43 veces en Hechos y 54 en las cartas paulinas. Es importante recor-
dar que este término aparece aproximadamente en 1000 pasajes de los LXX. De
ahí que alrededor de 40 textos son citas del Antiguo Testament03. El sustantivo
laó. (pueblo) se repite 141 veces en el Nuevo Testamento, de eUas 84 en Lucas
(evangelio y Hechos), lo que indica obviamente que se Irata de un concepto
importante en la leología de este auto.... Finalmente, demos (pueblo, país) es un
término secundario en el Nuevo Testamento, ya que se encuentra sólo en cuatro
texlos del libro de los Hechos (12, 22; 17,5; 19,30. 33)s. Asf, pues, los térmi-
nos que nos interesa analizar son 6chlos, élhnos y la6s.
Ante todo, es importante caer en la cuenla de que la exégesis y la teolog(a
han dedicado más atención a laós y élhnos que a óchlosó. Los lemas teológicos
del "pueblo de Dios" y de la relación de Israel y la Iglesia con los demás
pueblos o "naciones" (gentiles) han acaparado el interés de los estudios bíblicos
y de la teología, de manera que el asunto de las multiludes que se acercaban a
Jesús para escucharle no ha parecido una cuestión importante a la mayor parte
de los exegetas y leólogos.
2. En el Apocalipsis aparece cuatro veces (7. 9; 17. 15; 19. 1. 6). Pero. en esos textos.
ya no se trata del pueblo, en el sentido que aquí se pretende analizar. En ellos se
habla de la muchedumbre innumerable anle el trono de Dios. En Ap 17. J S se refiere
a tnLlSQS en general. Para un análisis más amplio de este término. cfr. R. Meyer. P.
KaIZ, óchlos: TWtvr Vol. V, pp. 582 ss: H. Bietenhard, "Pueblo", en L. Coenen, E.
BeyreUlher. H. Bietenhard. Diccionario Teológico del Nuevo Testol1lelJlo. vol. 111,
Salamanca, J983, pp. 445·446.
3. Cfr. G. Berlram, K. L. Schmidl, étllIlos: TWtvr Vol. 11, pp. 362ss: H. Bielenhard.
"Pueblo", en ap. cit., pp. 438-442; M. Noth, "GolI, K6nig. Volk im Allen Testa-
ment". ZTIIK 47, 1950. pp. 157 ss; J. Jercmias, Jesu Verl.eislII.g für die Vjjlker.
Slullgan, 1959: Id., Jesus als Weltvo/lender, GÜlersloh, 1930; Id., Teología del Nuevo
Teslamellfo. Vol. 1. Salamanca. 1985. pp. 286-288.
4. Cfr. H. Stralhmann, R. Meyer, luós: TWNT Vol. IV, pp. 29ss: K. H. Schetkle, Teolo·
gía del Nuevo Testamento. vol. IV, Salamanca. 1978, pp. 240-242. 480-510; K.
R;Jhner. "Pueblo de Dios". en Sacmme",,,,,, MUlldi. Vol. V. pp. 700-704. Entre las
palabras características de la obra de Lucas. está precisamente I"ós. Cfr. J. A.
Fitzmyer. El evaugelio según útcas. Vol. 1. Madrid. 1986. p. 188.
5. Relacionados con este término. están los verbos: ekdéméó (emigrar. estar exiliado) y
l'IllJéméó (estar en Cilsa, estar en la patria), que aparecen sólo tres veces en 2eor 5. 6
ss.
6. Por ejemplo. es significativo que en el TlreoJogi.rches WOrlerbuch zum Neuen
Testamellt. de G. Kittcl. se dediquen sólo ocho páginas a óchJos (Vol. V. pp. 582-
590). mientras que laós ocupa veimiocho páginas (Vol. IV. pp. 29-57). La atención
de la teología se ha centrado en el tema del pueblo eje Dios. Cfr. K. Rahner. "Pueblo
de Dios", en SQL'ramelllUln Mw.di. Vol. V, pp. 700-704, con amplía bibliogratTa en
col. 704. En el mismo sentido, 1. Blinzler, "Volk Goues", en Lex. fü,. T/¡eol. tUld
Kircloe, Vol. X, pp. 845-847. En el mismo volumen (col. 835-837), el .rtrculo de G.
Ernecke. "Volk". nata sólo los aspectos políticos y sociológicos del término. Tam-
bién resulta significalivo que en el clásico Dic(:ionnr;o de Ja Biblia. de H. Haag (col.
1602). s610 se hace mención de laós y ~thnos. ya que óc:lllos ni se menciona.
teología de Lucas concede una especial imponancia a Ismel y a la Iglesia como "pueblo
de Dios" (Iaós 1011 Tlreoll). Cfr. J. Jervell. Tire Divided Peopl. ofGod: Tire Reslora-
,ion oj Israel ond Solvolionjor lIJe Gen/iles, en Luk.e Qlld l/re People ofCod: A New
Look 01 Lulce-Acls, Mineápolis. 1972. pp. 41-47. Pues bien. en esta teologra, es claro
que encajaba mejor (al menos en cienos casos) la palabra loós que el simple ócldos.
13. Una cuestión diSlinLa seria analizar la postura de Jesús con respecto a los "otros
pueblos" o a las '"naciones" (élhne). Un resumen suficiente de esta problemática, en
J. Jeremias, Teología del Nuevo TeslanrefllO, Vol. 1, pp. 286-288.
14. R. Meyer: 7W/lffVol. V, p. 582.
15. H. Bietenhard, op. cit., pp. 445. Para más información, cjr. P. Zingg. Das Wachsell
der Kirclre, GOllingen, 1974, pp. 61-63. Más bibliograrr., en TWNT Vol. X, p. 1208.
16. R. Meyer: 7WNTVol. V, p. 586.
17. G. E. Lenski. Power Qnd Privilege: A Theory of Sociul Stratifica';c)II. New York.
1966. p. 210. Cfr. J. D. Crossan. JestÍs: vida de UII Cam/)f'sillo judio. Barcelona. 1994.
p.80.
18. En Mc 6. 3. se dice que en Nazaret se conocía a Jesús como léklcUI. palabra que
parece indicar el oficio de trabajador de la construcción. aunque hay testimonios del
siglo 11. que apuntan. más bien. en el sentido de obrero (Iue hacía arados y yugos.
Cfr. J. Gnilka. El evangelio según son Marcos. vol. 1, Salamanca. 1986. p. 268.
19. En la clasificación de Lenski. entre los anesanos y los despreciables. se situaban los
impuros y degradados (op. cit .. p. 281). Pero. en la sociedad judía del liempo de
Jesús. este grupo estaba caracterizado. más que por su situación socio-económica. por
motivos propiamente religiosos. como en seguida explicaré.
20. J. D. Crossan, op. dI .. p. 82.
21. Op. dI .. p. 281.
22. C. ApiolL, t, t2 (60); De Leg., 31 (2tO). Citado par E. Schürer, Hi.<loria del pueblo
judío en liempos de Jesús, Vol. 11, Madrid, 1985, p. 543.
23. E. Schürer, op. ci/ .. p. 544.
gente que desconoda la Ley, como atestigua el evangelio de Juan (7,49). O sea,
ni sabían leer, ni parece que aprendieran de memoria la Torá24.
Desde el punlo de visla religioso, sabemos que los israelitas, en tiempo de
Jesús, se dividían en dos categorías de personas radicalmente contrapuestas. Se
trataba, por una parte, del haber, el hombre puro, el intachable; por otra parte, el
'am-ha 'ares, el impuro. el contaminado2S. La separación entre ambos grupos era
tal que, por ejemplo, la escuela de Sammay deda: "No se han de vender aceitu-
nas más que a un haber'. A lo que añadía la escuela de Hillel: "También (se han
de vender) a todos los que pagan los diezmos"26. Más aún, la incomunicación
llegaba hasta el extremo de que "si la mujer de un haber deja que la mujer de un
'am-ha'ares muela en el molino de su casa, si el molino se para, la casa queda
impura"27. Todo esto quiere decir que todos los que, en aquella sociedad, no se
sometían escrupulosamente hasta el último detalle de las mil interpretaciones,
que los estudiosos de la Torá daban sobre cada punto de la Ley, eran tenidos por
gente despreciable y se veían marginados y rechazados, hasta el extremo de no
gozar de los mismos derechos que los ciudadanos considerados como "norma-
les"'28. Naturalmente, en la categoría de los impuros y despreciables, los ·amme·
ha'ares, se veían incluidos los incultos e ignorantes. En este sentido, Hillel
decía: "Un hombre ignorante no puede ser piadoso"29. Y solía decir también: "A
más estudio de la Torá, más vida; a más investigaci6n, más sabiduría; a más
consejo, más comportamiento razonable ... Todo el que adquiere conocimiento
de la Torá, adquiere vida para el mundo futuro"Jo. Ahora bien, estando así las
cosas, se comprende que los sumos sacerdotes y los fariseos (Jn 7, 45) despre-
ciaran al "pueblo" (óehlos) porque "no conoce la Ley y está maldito" (Jn 7,49).
Lo cual quiere decir que, para los dirigentes religiosos (archónleJ ek Ion
pharisaíon) (Jn 7, 48), pobreza, ignorancia y maldiciólI divilla eran tres cosas
que iban inevitablemente juntas. Por eso, los estudiosos de los evangelios tienen
toda la razón del mundo cuando nos hacen caer en la cuenta de que, en la
sociedad del tiempo de Jesús, óchlos y 'am-ha 'ares eran palabras que incluían,
de hecho. a las mismas personas31 ,
En resumen, cuando los evangelios nos dicen insistentemente que el "pue-
blo" (la "mullilUd") se acercaba a Jesús para escucharlo; cuando repilen, de
dislinlas maneras, que Jesús acogía a aquellas genles y les dedicaba su liempo,
su palabra y sus preocupaciones 32 , en realidad. lo que se nos dice es que Jesús
entendió su misión, en este mundo, como un destino necesariamenle vinculado a
la siluación, no sólo de los pobres, sino además (lo que es más fuerle) de los
miserables, los ignoranles y los maldilOS por parte de la religión eSlablecida.
Más aún, lodo eslo quiere decir, en definitiva, que el mensaje de Jesús resulta un
mensaje sencillamenle ininleligible si se desvincula del hecho básico que los
evangelios repiten una y otra vez, a saber: que quienes entendieron aquel mensa-
je, y se enlusiasmaron con él, fueron precisamenle las genles de la más baja
condición económica, cullural y religiosa.
31. R. Mcyer: TWNT Vol. V. pp. 588-590; H. Bietenhard. op. cj¡ .. p. 446. De ahí que J.
Jeremias, afirma: "Resumiendo, pues, podríamos afinnar que los seguidores de Jesús
consistían predominantemente en personas di ramadas. en personas que gozaban de
baja reputación y estima: los 'amme ha'arIJr, los incultos. los ignorantes, a quienes
su ignorancia religiosa y su comportamiento moral les cerraban. según las conviccio-
nes de la época, la puerta cie acceso a la salvación", Teologfa del Nuevo Testamento,
Vol. 1, 3, p. 137.
32. Los evangelios llegan a decir que a Jesús "se le conmovieron las entrañas" (Me 6, 34;
M[ 9. 36), ya que ése es el sentido exacto del verbo splanchnúlsomai. que viene de
.'plánchna = vísceras. Es la actibJd lípica de la compasión mesiánica (Mc 1,41; 6. 34; 8,
2; 9, 22; Mt 14, 14; 20. 34; Le 7, 13). Se lrala de le "emoción humana" que caracleriza-
ba a Jesús. Lo mismo que el buen samaritano "sintió compasión" ante el sufrimiento del
moribundo (Le 10, 33) o el padre ante el hijo que se le habCa perdido (Le 15, 20):
"La actitud básica y decisiva de toda acción. que. por ser Fundamentalmente humana.
es esencialmente crisliana. Cfr H. K6sler, sp/anchnoll: TWNT Vol. VII, p. 553.
33. Me 1,45: 2,2: 3. 7-8. 20. 12: 4, l; 5,21. 24. 31; 6. 31. 34. 56, 8,1. R: 9,14,10.1.
46, 11, 8. 32; 12, 12: Mt 4, 24-25; 8, 1, 9, 8. 35-36, 12, 15. 46; 13, 2, 14. 13, 15, 30.
32.39,19,2,20,29,21. 8. 11. 46, 22, 33: Le 4, 37. 42, 5,1. 15. 19; 6,17-19; 7,11;
8.19.42: 9.11-12.37,11. 29; 12, 1: 13, 17, 19,2-4.37.48; 20,19.45.
34. J. Sobrino. 1c","Ilcl"islO liberado,.. San Salvador. 1996 (3 ed.), p. 261.
35. R. Aguirre. "Jesús y la multitud a la luz del evangelio de Juan", Estutlio.e; Eclesiásli·
co.• 218-219, 1980, p.1068.
36. R. Aguirrc, Del nlOl'ünümlo úe l,...o;Ils (l/a /glesw cristianu. Bilbao 19K7. 51. Cf,., J.
Sobrino.op. á/.. p. 261.
37. Cfr. R. Aguirre, "Jesús y la multitud a la luz de los sinópticos". en r::St"tlios de Biblia
y Orieme. Salamancil. 1981. pp. 259~282.
3K. Por supueslO. no son éstos los únicos sumarios que se encuentran en los sinópticos.
Hay OlrOS más resumidos. Por ejemplo: MI 4, 17: Me 1, 14-15. 39; Le 4. 14-15; eLe.
Si indico estos [res. es porq~e son. sin duda, los más amplios y destacados.
39. Vénse. por ejemplo. J. Gnilka. El el'ulIgelio según sall Marcos. vol. l. pp. 155-157.
Id .. Da.f MattÜtLfevungeJium, Vol. l. Frciburg. 1986, pp. 108-109.
40. Maleo indica que "Jesús rue recorriendo Galilea enlera, enseñando en la sinagogas de
ellos. proclamando la buena noticia del reino" (Mt 4, 23). Y Lucas señala que "ha-
hían venido a escucharle" (Le 6. 18).
41. Es lo más evidente que quieren indicar hls repelidas afirmaciones de que curaba
"todo achaque y enfermedad" (MI 4. 23), las expulsiones de demonios (MI 4, 24; Le
6. 18: Me 3. 11). el que "lada la genle lmlaba de lOCarle porque salía de él lIna
fuerza. y curaba a Lodos" (Le 6, 19; Mc J. 10).
Para convencerse de ello, ayudará tener presente que los tres sumarios están
situados. por los autores respeclivos. en momentos muy significativos y hasta
detenninantes de cada relato evangélico. En efecto, Mateo coloca su sumario
inmediatamente antes del sermón del monle. indicando dos veces seguidas que
los oyentes eran las "multitudes" (óch/o; poI/oí: Mt4, 25; S, 1)42. Es verdad que
el mismo Maleo añade que "se le acercaron sus discípulos" (prose/rltan auto oí
marheral) (Mt S, 1). Pero aquí ha de tenerse en cuenta que el verbo prosér-
chonrai, frecuente en Mateo, no tiene más alcance que el simple hecho de acer-
carse a alguien, de manera que lo mismo puede indicar proximidad humana que
hostilidad'J. Por otra parte, el mismo Mateo concluye así el sennón del monte:
.. Al lenninar Jesús este discurso, las multitudes (oí óchloi) estaban impresiona-
das de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados"
(Mt 7, 28-29). Y en seguida añade: "Al bajar del monte lo siguieron grandes
multitudes de gente" (óch/oi poI/al). En definitiva, el sennón del monte, según
el relato de Mateo, está enmarcado por el "pueblo": al comienzo, como oyente
del mensaje; al final, como el destinatario que acoge ese mensaje. En otras
palabras, por más desconcertante que parezca, según el evangelio de Mateo, fue
el óch/os, el "populacho", el que se enteró del sermón del monte hasta quedar
impresionado y el que aceptó tal enseñanza, como explicaré más adelante.
El sumario de Lucas (6, 17-19), lo mismo que el de Mateo, está situado
inmediatamente antes de las bienaventuranzas (Le 6, 20-26). En él se dice lite-
ralmente que estaban con Jesús "una gran muchedumbre de discípulos" (óch/os
po/ys matherólI) (Le 6, 17). Aquí óc[¡/os tiene el sentido de "multitud" 44. Y
42. No está demostrado. ni creo que resulte fácil demostrar, que, en Maleo. laós equivale
a ócl,los. de manera que ambas palabras sean intercambiables. Por eso me parece que
hablar del "pueblo de Dios" (Gotlesvolk). en el caso de MI 5. l. es más el erecto de 1..
ide3 teológica de "pueblo de Dios" que el resultado de lo que da de sí Ja exégesis
estricta del texto. En este sentido, no me parece del lodo correcto el an;1lisis que se
hace de la introducción al sermón del momeo Cfr. por ejemplo. J. Gni Ika. Das
MallhtiusevalJgeliulII. Vol. 1. pp, 109-110,
43, Dc hecho. en el evangelio de Maleo. "se acercan" a Jesús, no sólo los discípulos. sino
también: el diablo (4. 3). los ángele., (4. 11). IIn lepro,o (8. 2). un militor romano (8.
S), un escriba (8. 19), un magistrado (9, 18), una mujer enrerma (9. 20), unos ciegos
(9. 28). algunos [ariseos y escribas (15. 1). mucha gente (t5. 30). los [oriseo, (16. 1).
un hombre (17. 14). unos fariseos (19. 3). un individuo (19. 16). la madre de los
Zebedeos (20. 20). unos ciegos y cojos (2t. 14). los Sllmos socerdotes (21. 23). uno,
saduceos (22. 23), una mujer (26_ 7). Judas cuando to vo o traicionor (26. 49), los que
lo mte..staron (26. 50). Por lanlo. el vemo indica. no s610 acercamiento. sino también
hostilidod. Cfr. J. Schneider. 7WNT Vol. 11. pp. 682-683.
44, Como en Lc 5. 29: "una multitud de publicanos"; Jn 12. 17: "una multitud de ju-
díos"; Hech 6. 7: "una multitud de saccrdOlcs", Menos en eslos casos. óchlos ¡ndien
siempre el "pueblo",
Lucas añade que "habían venido a escucharle" (Le 6, 18) Como se ha dicho
muy bien, en eso eslá "el principal énfasis del sumario": en la aClilud de la
mullilud de discípulos para escuchar a JesÚs45. Lucas inicia el relato de las
bienaventuranzas con estas palabras: "Jesús, dirigiendo la mirada a sus discípu-
los, dijo" (Le 6, 20). Parece, por tan 10, que el discurso de las bienavenluranzas
(Le 6, 20-49) va dirigido específicamente a los discfpulos 46 . Pero aquí es deter-
minante lener presente que, cuando termina lodo el sermón (Le 6, 2049), Lucas
continúa así: "Cuando tenninó todo esle discurso (pánta la rémata) que deslina-
ba al pueblo" (eís lOs akoás toa /aoa)(Le 7, 1)47. Y no se olvide lo que ya anles
indiqué, a saber: que laós equivale a óchlos, en el vocabulario de Lucas, concre-
tamente en este caso, ya que enseguida dice que quien lo seguí. era el "pueblo"
(óchlos) (Le 7, 9). Por lo lanto, también en el evangelio de Lucas, es el pueblo
el que escucha el sermón de las bienaventuran7..s. y, como después explicaré,
es el pueblo el que acoge y acepla ese mensaje.
Por úllimo, el sumario de Marcos (3, 7·8) dice dos veces seguidas que acu-
dió a Jesús "una enorme muchedumbre" (poly plerhos). La designación de la
"muchedumbre" como pléthos no ocurre en Marcos nada más que en este
cas048. Pero el texlo califica enseguida a esa "muchedumbre" como óchlos (Me
3, 9). De nuevo, pues. en la Iradición sinóptica el sumario de lo que fue la
predicación y la aClividad de Jesús se cenlra en el "pueblo" y al "pueblo" se
dirige. Pero en el evangelio de Marcos no es esto lo más significativo. Lo
importante es que Marcos sitúa este sumario inmediatamente después de una
larga sección (Me 1. 21 - 3,6) en la que cuenla los enfrenlamienlos y confliclos
que provoca el anuncio del reino (Me 1, 15): desde la confrontación con los
lelrados, con molivo de la expulsión de los demonios (Me 1,21-27), hasla la
curación del manco en la sinagoga. que le cuesta a Jesús la condena a muerte
(Me 3, 1-6). Por lo lanto, al leer los tres primeros capílulos del evangelio de
Marcos, encontramos lo siguiente: ante todo, un breve sumario, en el que se
resume el proyecto de Jesús y su actividad, el anuncio de la "buena nOlicia", que
era la proclamación del reino (Me 1, 14-15); en segundo lugar, los conniclos
50. No entiendo. por eso. cómo se puede alirmar. al explicar este sumario, 4UC "los
discípulos son los destinmarios especiales de su actuación". J. Gnilka. El e"llJI¡:e!io
,'iegtÍtI Marco,\', Vol. 1, p. 157,
51. La conlirmaci6n bibliográlica más reciente esta muy bien recogida por J, Sohrino,
JeslIl:l'islcJ liberado/', 121-184. La bibliograrra m¡is completa. hasHI 1986, se encuen·
tra en A. Lindcmann, "Herrschaft Goues/Reich GOlh!s' Nuevo Testamento", en TI,eo·
logisclle Relllellzyklopiidie. vol. XV. Berlin-New York. 1986. pp, 215-218.
52. Aunque el sermón del monle, lOl como se encuentra en Moteo. SCíI una "composición
redaccional" del evangelista. es innegable que en él se nos ha trasmitido el contenido
esencial del mens..1je de Jesús. Cfr. G. Barth. "Bergpredigt. Nuevo Testamento", en
Tlreologiscl.e RealellZ.)'klol,,¡die, Vol. V. Berlin-New York. 1980. pp. 603-604. con
amplia bibliograrra en pp. 616-618. Información más reciente. en H. D. Betl., Stlllliell
ZIlI' 8ergpredigr. TUbingen. 1985; J. Gnilka. Das Malfl.iill,'ieVllIIgeli.m" Vol. 1.
pp.11 1-114. que califica este sermón como "discurso programático", 01'. di .. p. 115.
53. Utili7..ilndo el verbo lIkoloutl,eill. que es. como sabemos. el término que se repite en
los evangelios para hablar del sl!guimienlo de Jesús. Cfr. G. Kiuel. aknlolltlleo;
TWNT Vol. 1, pp. 210-216; J. M. Castillo. BI seguimiellto de Jes';s. Salamanca. 1986.
con bibliografí.. abund.. nte: J. Sobrinu. "Seguimienlo de Jesús". en C. Floristán. J. J.
Tamayo. COlu:eptosfutUJamemales de cristianismo. Madrid, 1993. pp. 1289-1296.
54. Esto se dice repelidas veces: Mt 4.25: 8.1. 10; 9. 27 (dos ciegos); 12. 15; 14. 13; 19.
2; 20. 29. 34 (dos ciegos): 21. 9: 27. 55 (muchas mujeres); Mc 2. 15 (publicanos.
pecadores y discípulos. cosa quc gramalicalmenle es correcla); 3. 7; 5. 24; 8. 34 (el
"pueblo" y los "disdpulos"): 10. 32 ("los que lo seguían", distintos de los discípu-
los). 52 (un ciego): 11.9; 15.41 (las mujeres); Le 7. 9; 9.11. 23 (lo dijo a "todos"'):
18.43 (un ciego); 23. 27 Cl'o(v plellros IOÚ ¡amí, pero re(.uérdese que ¡aós. en Lucas.
se suele utilizar por óchlos); 49 (las mujeres); Jn 6. 2; 10.27 (las ovejas "siguen" a
Jesús).
55. J. Gnilka. Da.'i MlIlIlriills('volIgelium. Vol. 1. p. 115.
56. M. Hengel, Segllim;elllo .v C",-isllUl. UI radicalidad de /0 /1(111100" l/e Jesús, San-
tander. 1981. p. 88. La edición original alemana es de 1968.
muenos entierren a sus muenos" (MI 8, 22 par). ESle leXIO, sin duda exlrava-
gante, viene a decir, a juicio de Hengel, que el seguimiento de Jesús está por
encima de lo que para cualquier judío de aquel liempo era lo más decisivo: la
observancia de la Ley. Por in/lujo de los jasidin y de los fariseos el úllimo
servicio a los muenos había sido enallecido a la cima de lodas las buenas obras.
En esle sentido, se sabe que eSlaba en vigor aquello de Ber 3, la: "Aquel anle
cuyos ojos yace un difunto está exento ... de todos los mandamientos enunciados
en la Torá". De ahí que la obligación de panicipar en un conejo fúnebre podía,
incluso, suplir el eSludio de la Torá60. En definiliva, se Irata de comprender que
la respuesta de Jesús al presunlo disclpulo señala la inconmensurabilidad del
seguimienlo frenle a todas las 'jerarquías de valores" y categorías humanas61 , lo
que conlleva obviamenle que el "seguimiento" equivale a la liberación radical
de todas las ataduras. que únicamente puede prosperar precisamente "donde se
resquebrajan formas anliguas"62. La conclusión final de Hengel es que "la única
analogía propiamenle dicha, en cuanto a la vocación de los discípulos, es la
vocación del Dios de Israel a los profetas del Antiguo Teslamento"6J. Esto
supone que la llamada al seguimienlo no se hizo nada más que a los discípulos, de
manera que sólo después de la resurrección de Jesús "seguimiento y discipulado
empezaron a ser expresi6n absoluta de la existencia cristiana en la comunidad"64.
En el fondo, lo que todo esle razonamienlo nos viene a decir es que la
relación ejemplar de Jesús con alguien y de alguien con Jesús es la relación que
se puede comprender y definir solamente a partir del conceplo de "discípulo".
Es decir, el concepto de persona "escogida" y singularmente "llamada", como lo
fueron los profetas del Antiguo Teslamento, lo que es lanto como decir (aunque
ni se piense en eso): se trata, a fin de cuentas, de personas "selectas". Sean muchos
o sean pocos, quienes prelendan relacionarse a fondo y de verdad con Jesús,
tienen que contar con esto. Y esto, en última instancia, es 10 mismo que decir
que el "pueblo", la "multitud", la "gente", liene que resignarse a no sé qué crislia-
nismo de segunda categoria. Si no me equivoco. esto sería sustituir un "elitismo"
por otro: Jesús habría desaulorizado el pretendido elilismo de escribas y fari-
seos. el eliLismo de los "observantes"; pero. en definitiva, para poner en su lugar
el elitismo del "discipulado", el de las contadas personas que pueden "renunciar
a todo", "cargar con la cruz" y así seguir a Jesús hasla el heroísmo.
Sinceramente. yo no veo que este planteamiento cuadre con el conjunto de
los relatos evangélicos. Por la sencilla razón de que todo esto no está de acuerdo
60. M. Hengel, op. cit., 21, que cita a SI. Billerbeck IV, 560 Q. En esle punto no había
ninguna diferencia fundamental entre judíos y no judíos: "Enterrar a los muertos fue
siempre para los hombres de la antigüedad una obligación humana y religiosa a un
tiempo". E. Slommel: Reallex;kon filr AIII;ke und Chr;stel1lwn 2. 200. op. cil., p. 23.
61. M. Hengel, op. cil.. pp. 18-19.
62. Op. cit., p. 53.
63. Op. cit., p. 128.
64. Op. cit., p. 128.
con lo que los evangelios dicen cuando hablan del "pueblo" y la relación de éSle
con Jesús. Hay una cosa en la que M. Hengel tiene toda la razón del mundo: seguir
a Jesús supone y exige romper con lodas las ''jerarquías de valores" y catego-
rías humallas. Para un judío del siglo primero. esto suponía romper incluso con
los preceplos de la Torá. De ahí, la extravaganle exigencia de Jesús según
Mateo 8, 21-22/ par. Lucas 9, 59-60. Pero, cuando se dice eSlO, no se suele lener
en cuenta que el óchLos, los 'amme-ha 'ares. de los que hablan constantemente los
sinópticos, ni eran observantes de la Tor~, ni participaban en las "jerarquías de
valores", que propugnaban los escribas y fariseos. ni asumían las "calegorías
humanas" de los que buscaban los primeros puestos en las sinagogas y en los
banquetes, los saludos solemnes por las calles y ser considerados como "maestros".
Al decir CSIO, creo que estamos tocando una de las cuestiones más decisivas
a la hora de interpretar correctamente lo que los evangelios nos quieren indicar
cuando hablan del seguimiento de Jesús. El punto clave está en que las "renun-
cias", que plantean los evangelios, cuando presentan las llamadas al "seguimien-
to", se han interpretado en clave ascética: aceptar la pobreza que conlleva la
renuncia al dinero. liberarse de afectos familiares. abrazar la mortificaci6n que
supone cargar con la cruz, cte., etc. Y todo eso, porque quien es "lIamado" al
seguimiento, es "elegido", es el "preferido" por el Señor para ser su "discípulo"
y vivir en la "intimidad", que sólo alcanzan los "escogidos". Estas cosas se han
dicho y se siguen diciendo en seminarios, noviciados, campañas vocacionales o
simplemente en meditaciones a cristianos "comprometidos". Porque en eso. ni
más ni menos, consiste el "discipulado", que es lo nuclear en el cristianismo.
Ahora bien, todo esto ha representado una de las alleraciones m~ profundas que
se han introducido en la existencia cristiana, y más ampliamente en la compren-
sión del mensaje de Jesús. Porque el evangelio no es un mensaje para "selectos".
Ni el discipulado se puede entender como un "elitismo", m~ o menos disimulado.
Todo lo contrario: aceptar el seguimiento de Jesús es lo mismo que renunciar a
lOdo posible elitismo, a toda posible selección preferencial, a loda distinción que
nos destaque sobre los dem~. Por más que esa selección provenga de una ascesis
todo lo generosa que se quiera.
65. J. Gnilka, El evangelio según san Marcos. Vol. 11. p. 26. Por tanto, no parece acepta-
ble la interpretación de los que dicen que lo de "cargar con la cruz" seria equivalente
a "cargar con el yugo". Cfr. E. Dinkler, lesu Wort vom Kreuztragell Sludien, en W.
EISler (ed.) (Homenaje a R. Bultmann en su 70 cumpteanosl, Berlin, 1954, pp. 110-
129. especialmente en p. 115. J. A. Fitzmyer, El evallgelio según ~cas. Vol. 111, p.
112. La imagen del "yugo", en la literatura del tiempo. no tiene que ver nada con la
cualquier oyente de Jesús entendía, al air hablar de "cargar con la cruz" no era
precisamente algo que se pudiera relacionar con la ascética y. menos aún. con
cualquier tipo de "selección" o "eli[ismo". Cargar con la cruz no era nada rela-
cionado con la religión o la espiritualidad. Tampoco se rerería a heroísmos o
generosidades de ninguna clase. Era, ni más ni menos, que aceptar ser tenido
por uno de tantos desgraciados a los que cualquier día las autoridades romanas
podían crucificar. Cargar con la cruz, por tanto. signi(jcaba alinearse con los
úILimos. con el óchlo.~. los 'amme-ha'ares. la mulLitud sin nombre y sin cualifi-
cación alguna. No era constituirse en héroe o en ejemplo ni de generosidad ni de
nada, sino despojarse de lodo signo de distinción y pasar a ser uno de [an[os,
perderse entre las pobres gentes sobre las que podía caer la maldición que anun-
ciaba Deuleronomio 21, 22s66. Por lo demás. es seguro que Pedro (MI 16, 22;
Me 8, 32). Y con él los demás discípulos ('fr. Me 8, 33)67, no entendieron las
palabras de Jesús sobre la cruz y por eso merecieron una seria reprensión. Y no
entendieron aquello hasta el punto de que les "daba miedo preguntarle" sobre
semejante asunto (Me 9, 32).
Por lo que respecla a la familia, cuando Jesús exige renunciar a ella (Me 2,
16-20 par; MI 10,37; Le 14,26-27), incluso cuando descalilica al que pre[endia
despedirse de sus parientes (Le 9, 62). la respuesla más sencilla consisle en
alirmar que Jesús pide la liberación más radical de cualquier atadura familiar,
hasla el punlo de abandonar, de hecho, a la ramilia. La cosa, sin embargo, no
parece tan simple. Porque se puede dudar seriamente que los discípulos enten-
dieran y pusieran en práctica las palabras de Jesús en ese sentido. En erecto, en
el mismo capítulo primero de Marcos, pocos versículos después de la llamada
de Simón al seguimicn[o (1, 16-18), se dice que Jesús rue a la casa de éste (1,
29), donde parece que pasó la noche (cfr. 1, 35)68, de manera que ya en Marcos
2, 1; 3, 20; 9, 33 se menciona su entrada "en casa" (e" oíko) o "en la casa" (e"
le oikíll), como ellugar familiar que Jesús frecuenta en Cafarnaún 69 . No parece,
pues, que Simón y su hermano Andrés, abandonasen el hogar. Y en cuanto a
Sanli<lgo y Juan, es seguro que siguieron estrechamente vinculados a su madre,
eru7.. Se rererííl al "yugo de la Torá". cuya aceptación era presentada como la condi-
ción para la venida del reino de Dios. Cfr. J. Gnilka. Das MauüusellllngeliullI. vol. 1.
('J. 439. Y. sobre Iodo. L. Jacobs. "Herrschaft Goues/Rcich GOlles. 111. Judentum". en
Tlle%Ri."clle Rea/ellzykfopiidie. Vol. XV. [1.192.
66. Precisamente se sabe llue existía el mandamiento de dar sepullura, anles de la puesla
lid sol. a un crucifici.ldo. Las referencias que lo eonlirman. en M. Hengel. 01'. (';1 .. p.
86. nota 77. Como también se sabe de la impresión causada por las numerosas cruces
levanladas por los romanos en la Palestina judía. 01'. di .. p. 86.
67. Cfr. J. Gnilk:'l. El ('I'llllgelio segú" san Marcos. Vol. 11. p. 18; J. Ernst, "PeulJsbe-
konn[nis-Leidens.nkündigung-Sal.nswort (Mk 8. 27-33)": C.[h 32. [978. pp. 46-73.
68. Cfr. J. Gnilka. El el'lmgeJio segtíll.fan Marcos, Vol. l. p. 102.
69. J. Gnilka. 01'. eil., Vol. 11. p. 64.
hasta el extremo de que los intereses malemos. por enaltecer a sus hijos. provo-
caron división y con nielo en el grupo de discípulos (Mt 20, 20-24). En todo
caso, ni Pedro ni los demás apóstoles practicaron el seguimiento de Jesús como
desprendimiento real y concreto de ataduras familiares, ya que sabemos, por el
testimonio de san Pablo. que todos ellos vivían casados y llevaban a sus mujeres
en los viajes (ICor 9.5)10. Esto supuesto, la pregunta que hay que responder es
por qué Jesús insiste, de manera lan radical. en la liberación de las ataduras
familiares. Si no me equivoco. creo que aqu( hay que decir algo semejante a lo
que explica muy bien Martin Hengel al analizar el eXlraño texto de no pretender
ni enterrar al propio padre. No se trataba de poner en cuestión el cuarto manda-
miento. Se trataba de liberarse de las ataduras que imponía la Torá. Pues algo
parecido sucede aquí. Sabemos, en efecto. la importancia religiosa que tcnía
para los judíos. la pertenencia a la familia. Porque de esa manera se aseguraba la
pureza de origen de cada sujeto. De ahí, la importa.ncia que tenían las genealo-
gías familiares, también para los laicos". Porque la constatación del origen puro
de una familia mediante tradiciones y notas genealógicas no tenía sólo un valor
teórico; esa constatación aseguraba a la familia en cuestión los derechos cívicos
que posefan los israelitas de pleno derecho72. En derinitiva, nos encontramos de
nuevo con 10 mismo. Seguir a Jesús no era primordialmente lihcrarsc de ahuJu-
ras afectivas o emocionales. Era algo mucho m's radical, pero, al mismo tiem·
po. mucho más humano. Se trataba de romper con las ataduras que crea cual·
quier pretensión de "pureza familiar" o de "limpieza de sangre". O dicho de otra
manera, se tralaba de no pretender ser más o estar por encima del simple pueblo,
contaminado por tanlas "impurezas", ya fueran "religiosas" en tiempo de Jesús,
ya sean de cualquier otro tipo en los tiempos que han venido más tarde.
y en cuanto a la renuncia a los bienes, lan fuertemente detacada en el episo-
dio del hombre rico (Me lO, 17-22 par). es decisivo recordar, de nuevo, que no
se trata de una exigencia ascética, ya que semejante cosa no encajaba ni en la
mentalidad de Jesús. que se contrapone por su no ascetismo a Juan Bautista (Mt
11, 18-19; Le 7, 33-34). ni en las ideas de sus oyentes. que ciertamente no
coincidían con las de los esenios y monjes del desierto 7J . Tampoco se trataba.
70. Literalmente. el texto dice que los apóstoles llevaban consigo "una mujer cristiana"
(adelpJu!II gYllaiJw). El término aJe/pilOs signirica incquívocameme lo mismo que
"crisliano", conerelamente en tCor 5.11; 6. 5. 6. 8: 7. t2. 14. 15: 8.11. 12. 13: 9. 5:
15.6; 16, 11. 12.20. Obviamente, llevar consigo una mujer cristiana no podía signi-
ficar 0[r3 cosa que la propia esposa. De maneril que las dudas. que se han pl:lntcado a
este respecto. no pueden tener otra explicaci6n que los prejuicios (injustificados
exegéticamcntc) a causa de la práctica posterior del celibato eclesiástico.
71. EsIO ha sido ampliamente probado por el excelente estudio de J. Jeremias, Jeru.wlé"
en tiempos de Jesús. Madrid, 1977, pp. 289-309.
72. 72 l. leremias. 0/'. d, .. pp. 309-310.
73. Por eSO me parece fuera de lugar apelar a la renuncia a lo propiedad. que practicaba
la comunidad de Qumram. Y menos aún. a las posibles influencias o paralelismos
con el helenismo. ya que, como veremos en la segunda parte de este trabajo, las
renuncias de los cínicos y estoicos (cfr. M. Hengel. Segllimiento )' cari...,na. pp. 46-
53) se sitíian exactamente en los ant(podas de la mentalidad evagélica.
escuchar. Por eso, los evangelios insisten, una y otra vez, en que las multitudes
se agolpaban junto a Jesús, no sólo porque las curaba de sus enfennedades, sino
también porque se quedaban impresionadas de sus enseñanzas. El final del ser-
món del monte es elocuente en este sentido: "Al terminar Jesús este discurso. las
multitudes estaban impresionadas de su enseñanza" (Mt 7, 28). Y añade el mis-
mo Mateo: "Y al bajar del monte lo siguieron grandes multitudes de gente" (Mt
8, 1). Mientras que, al mismo tiempo, los evangelios repiten igualmente que los
dirigentes religiosos se escandalizaban de lo que Jesús decía, y se indignaban
hasta el punto de querer matarlo.
Por otra parte, al decir estas cosas, no estoy idealizando al pueblo. Me limito
a hacer caer en la cuenta de lo que dicen .los evangeJios una y olra vez. Ni más
ni menos.
74. Con razón se ha dicho que "según el relato premarcano de la pasión, los motores
principales de la muerte de Jesús fueron los sumos sacerdotes, rundamentalmente
pertenecientes al grupo saduceo", X. Alegre, "Los responsables de la muerte de Je-
sús", Revista I..atinoaml!ricana de Teología 14, 1997, p. 167.
textos. se trata indudablemente de los dirigentes del pueblo (Jn l. 19; 2, 18. 20;
5.10. 15. 16. 18, etc)15.
Pero Jesús tuvo dificultades no sólo con los dirigentes religiosos. También
las tuvo COIl ,su propia familia, que lo tomó por loco. precisamente a causa de su
entrega al pueblo (Me 3, 20·21). y, sobre todo, sabemos que tuvo problemas
serios y frecuentes COI1 los "discí/Julo.\"", Primero. porque a veces no lo enlen-
dían (Me 7, 18; Mt 15, 16), hasta protestar por las atenciones que se tenían con
él (Mt 26, 8). Segundo, porque no comprendieron lo más importante, el sentido
de su muene, hasta el punto de darles miedo preguntar sobre este asunto (Mc 9,
32; Mt 17, 23; Le 9, 45). Y aquí el eonllicto llegó a tal extremo que Pedro se
enfrentó con Jesús, lo que provocó la palabra más dura que salió de sus labios,
ya que, al calificar a Pedro como "Satanás" (Mt 16,23; Me 8. 33), lo consideró
como aquel que retuerce la verdad y habla la mentira 76 . Y por eso, porque los
"discípulos" no entendieron la entrega de Jesús ha'ta dar la vida, cuando llegó la
hora de la pasión, Judas lo traicionó (Me 14, 10-11; Mt26, 14-16; Le 22, 3-6),
Pedro renegó de su relación con él (Me 14,30.66-72 par), todos fallaron (Mc
14, 27) Y a la hora de la verdad lo abandonaron (Me 14, 50). En tercer lugar, es
determinante caer en la cuenta de que todo esto no ocurrió por casualidau. Todo
esto sucedió porque aquellos hombres tenían prelensiones inconfesables. Quiero
decir, ílquellos hombres no entendieron que la solidaridad con el pueblo pudiera
llegar hasta el fracaso y la muerte. Por la razón que sea77 , los discfpulos tenían
pretensiones de situarse y subir. Y la prueba está en que discutían quién de ellos
era el más importante (Me 9, 33-34; Le 9, 46) o quién tenía que ocupar el
primer puesto (Le 22, 24). En el fondo, lo que no les cabía en la cabeza es que
el reino de Dios no era un proyecto para instalarse, subir y mandar (Mt 18, 1;
Me 10,35-41; Mt 20, 20-24). Todo lo contrario. Jesús tuvo que decirles, una y
otra vez. que si no cambiaban y se hacían como niños. es decir como los úllimos
de este mundo78. no podían entrar en el reino (Mt 18,2-5; 19. 13-14; Me 9,36-
75. Con lodo. como bien indica J. O. Tuní. en este mismo número de la revisl3. la
expresión "'os jud(os" 110 quiere decir que el crislianismo joánico se .. antijudío.
76. Así cm considerado. en el cristianismo primitivo. el ralso maestro (cfr. Rom 16. 17-
20; 2eor 11, 13-15; Hech 13, 10). J. Gnilka, BI evangelio .,.gúll Stlll Marcos, Vol. 11.
p. 19.
77. Hay quienes picnsan que. tanLO la traición de Judas como las negaciones de Pedro. se
explican por la tendencia al zclOlismo que había en m,lucllos hombres. Esto no pasa
de ser una mera hipótesis. elltre olras razones. porque no sabemos con exactitud el
significado y el lipo de organización que tenian los movimientos revolucionarios en
Palestina en tiempo de Jesús. Una reciente exposición de este prohlema. en J. D.
Crossan. Jesús: "ida de 1111 cllII.pes;no judío. pp. 251-270.
7M. Como es sahido. el ni¡lo no era. en la cultura de aquel tiempo. un ejemplo de vinudes
o un mooelo de valores a imitar. Cua.ndo Jesús habló] de los niños. no habla de
va/ores, sino de derechos. Porque el niño era justamente eso: un "don nadie". el ser
que careela de derechos y que hasta podfa ser tirado a la basura o ser vendido como
37; 10, 13-15; Lc 9_ 47-48; 18, 16-17), Más aún, a los que pretendieron ser los
primeros en el reino les aseguró que "no sabían lo que pedían" (Mc 10, 38 par),
porque el proyeclo de Jesús es exactamente lo diamelralmente opuesto a los que
"dominan" y "se imponen con autoridad" (Mc 10,42 par). La consecuencia de
todo esto es que, por más extraño que parezca, el hecho es que, cuando los
evangelios sinópticos 79 hablan de los discípulos en relación a la fe, siempre
ponen en cuestión esla relación. De manera que, a veces, se llega a decir senci-
llamente que no tenran re (Mc 4, 40) o que eran increyentes (apistos) (MI 17,
17), ya que tenran una fe exigua (oligopistía) que en realidad era como un grano
de mas laza, o sea, prácticamente nada (Mt 17, 20); en alguna ocasión Jesús les
pregunta: "¿dónde está la fede ustedes'!" (Lc 8, 25). Pero lo más [recuente es
que los evangelios caliliquen a los discípulos como hombres de "poca fe" o de
una re escasísima (oligopistoi) (Mt 8, 26; 14, 31; 16, 8; Le 12,28, cr. v. 22)80. Y
es que, si la fe (en los sinópticos) se relaciona directamente con el proyecto del
reino (Mc 1, 15), al no poder comprender tal proyecto, los discípulos no podían
creer en Jesús.
El contraste con todo lo que acabo de explicar es la relación de Jesús con el
pueblo (óchlos). Concretando más: el "pueblo" y las "mujeres" son los dos
colectivos con los que Jesús (de nuevo, según los sin6plicos) nunca luvo con-
nicto algun081 • Por lo que se refiere al pueblo, contamos con el dala global (ya
mencionado) de la masiva y constante afluencia de las "multitudes" para escu-
charlo y estar con él. Obviamente, esto indica que aquellas gentes encontraban
en Jesús una acogida y una aceptación que no encontraban en nadie má'\. Esta
acogida no era simplemente expresión de respeto o interés "pastoral". Ni siquie-
ra, básicamente, lo que estaba en juego era "ayudarlas". En Jesús había algo más
prorundo y, si se quiere, más elemental. Su relación con el pueblo era algo
enteramente "visceral", en el senlido más estricto de la palabra. Los evangelios
lo dicen utilizando el verbo splanjllídsomai (de splalljlla = entrañas)R2, que ex-
presa la conmoción profunda que sentía Jesús a la vista de aquellas gentes
desamparadas, "como ovejas sin pastor" (Mt 9, 36; 14, 14; 15,32, cfr. 20, 34;
esclavo. por más que. de hecho, eso no fuera corriente entre los judeos. si bien en el
caso de la niñas. se las vendía. si es que no hahían cumplido los doce años. Cfr. W. J.
CoUer. "The Children in lhe Market-place". Novum Testamelllum 24. 1989,289-304;
!tI .. "Children Sining in the Agora". Forum 512. 63-82. Cfr. J. D. Crossan. Jesús:
vil/a de un cmnpesi"o judío. p. 318.
79. Otra cosa es el planleamiento del evangelio de Juan. en cuya tcología particular entra.
desde el comienzo. la relación de los discípulos con la re (Jn 2. 11).
80. Cfr. J. M. Castillo, Los IJobres y la leologÍlI. ¿Qué qlleda de la teoJogfll de /" libera-
ción? Bilbao, 1998, pp. 212-214. donde analizo más detalladamente este punto.
81. Documentación miÍs detallada sobre la relación de Jesús con las mujeres, en J. M.
Castillo, Los IJOb,.es y la teología. ¿Qué queda de la le%gía de la IiberaciólI?, pp.
103-104.
82. Cfr. nota 32.
Me 1, 41; 6, 34; 8, 2, cfr. 9, 22). Lo de Jesús con el pueblo era una sintonía tan
honda como el cariño que siente el padre ante el hijo extraviado (Le 15, 20).
Jesús nunca quiso dominar a la gente o mandar sobre el pueblo y, menos aún,
manipularlo. De manera que cuando quisieron "hacerlo rey" (Jn 6, 15; cfr. v. 2.
5), no consintió tal cosa y "se retiró al monte, él solo" (Jn 6, 15). Jesús no fue
"populista". Porque incluso cuando el pueblo lo aclama al llegar a Jerusalén (Mt
21,8.9.11; Le 19,39) no muestra pretensión alguna de aprovechar la situación
y hacerse con el mando, sino todo lo contrario, se va al templo y allí realiza un
acto provocativo (Me 11, 15-18 par; Jn 2,14-16), que, de hecho, resultó ser la
acusación más fuerte que tuvieron las autoridades para matarlo (Mt 26. 61 par)
83. Más aún, Jesús anunció tres veces que lo iban a matar (Me 8, 31 par; 9, 31
par; lO, 33 par). Y Jesús lo sabIa porque, como ya dijo acertadamente Joachim
Jeremias. "el curso exterior de su ministerio luvo que obligar a Jesús a contar
con una muerte violenta" 84. Precisamente por sus repetidos e insistentes com-
portamientos en solidaridad con el pueblo, con pobres, enfermos, endemoniados,
pecadores y gentes marginales. No es exageración alguna afirmar que la solida-
ridad con el pueblo fue lo que llevó a Jesús a morir de manera violenta y
humillante.
Pero los evangelios no hablan sólo de la solidaridad de Jesús con el pueblo.
Tanto o más, se destaca la solidaridad del pueblo con Jesús. Seguramente, el
dato más elocuente en este sentido está en que los evangelios muestran, no s610
el enfrentamiento de los dirigentes con Jesús, sino, al mismo tiempo, también el
enfrentamiento de los dirigentes con el pueblo. En efecto, ya en el capítulo
segundo de Marcos, cuando Jesús cura al paralítico (Me 2, 1-12 par), el pueblo
acude masivamente a Jesús (Me 2, 4), mientras los letrados lo acusan de blasfe-
mia (Me 2, 6-7 par). Y el contraste resulta más elocuente si tenemos en cuenta
que el relato termina diciendo que "todos se quedaron atónitos y alababan a
Dios" (Me 2, 12; Mt 9, 8). En consecuencia, "toda la multitud (óclt/os) fue
acudiendo a donde él estaba y se puso a enseñarles" (Me 2, 13). El mismo
contraste se repite en un episodio significativo: el rechazo por parte de Jesús de
las tradiciones sobre la pureza ritual. un asunto de enorme importancia práclica
para la vida del puebl0 85 . En este caso, frente a la acusación de fariseos y
letrados (Me 7, 5; Mt 15, 10), con los que tiene un fuerte enfrentamiento (Me 7.
83. Como se ha dicho acenadamente. si bien no es probable que ruera la acción de Jesús
en el templo la que provocara, por sí sola. el que lo mataran, sí debió contribuir a que
arrestaran a Jesús. X. Alegre, lAs respOtlSables de la muel"le de Jesús. p. 155.
84. Teología del Nuevo Tes/amen/o. Vol. 1, p. 323.
85. Una buena presentación del problema, con bibliograHa. en J. Gnilka. El evangelio
según san Marcos. Vol. l. pp. 325-326. Las consecuencias legales que todo esto
comportaba eslán bien analizadas en J. Jeremias. Jerw·uléll en liempos de Jesús. pp.
285-354.
86. En Me 9. 19. se dice que Jesús reaccionó diciendo: "¡Generación sin fe! ¿Hasta
cuándo tendré que soportarlos"!". Pero, en el relato paralelo de Maleo, se explica que
la falta de fe no estaba en el pueblo. sino en los discípulos. que fueron los que no
pudieron expulsar al demonio (MI 17, 20).
87. "Los responsables de la muerte de Jesús", p. 167.
cual rucron los sumos sacerdotes los que incitaron a la "multitud" a pedir la
muerte de Jesús (Mc 15, 1 l. 15 par). Lo cual, según parece, pudo caer bien entre
buena parte del pueblo de Jerusalén, que vivía del templ088, cuyo funcionamien-
lo había sido cuestionado seriamente por Jesús. Por lo demás. aquí parece opor-
luna recordar cómo concluye Lucas el relato de la muerte de Jesús: "Todas las
multitudes (pánles óehloi) ... viendo lo que había ocurrido, fueron regresando a
la ciudad, dándose golpes de pecho" (Le 23, 48). El "pueblo", en definitiva, no
estuvo de acuerdo con la ejecución de Jesús. Y se arrepintió de haber asistido al
macabro espectáculo. Al menos, ésa es la interpretación que recogió la tradición
de Lucas, lo que corresponde a los "efectos" de la muerte de Cristo, sobre todo,
el perdón de los pecados y la paz, tal como presenla todo eso el evangelio de
Lucas 89 .
Pero la solidaridad del pueblo con Jesús llegó más lejos. Llegó hasta el
extremo de que tal solidaridad defendió eficazmente a Jesús de una muerte más
temprana. Quiero decir: a Jesús no lo mataron antes precisamente porque las
autoridades se dieron cuenta de que alentar contra Jesús habría sido lo mismo
que atentar contra el pueblo, Hasta ese punto se vio la identificación del pueblo
con Jesús. Por eso, los textos evangélicos insisten en que los dirigentes "len(an
miedo" de la posible reacción del pueblo (Mc 12, 12; Mt 21, 26. 46; cfr. Jn 7,
45-48)90. Incluso Herodes no se atrevió con Jesús por la misma razón (Mt 14,
5). Es signilicativo que quienes detentaban el poder no temieron a los discípu-
los. Ni jamás se habla de la posible reacción de éstos. Todo lo contrario: uno de
tales discípulos lo vendió a los sumos sacerdotes. Y otro, cuando llegó la hora
de la verdad, hasta se puso a "echar maldiciones y jurar", en el sentido de que ni
conocía a Jesús, ni tenía que ver nada con él (Mc 14,71 par).
Está claro: la solidaridad con el pueblo (pobres, enfermos, pecadores. margi-
nados sociales ... ) llevó a Jesús a hacer y decir cosas, que le acarrearon la muerte
violenta. Esto está dicho en cualquier estudio serio sobre el Jesús histórico y en
la mayor parte de las cristologías actuales bien documentadas. Pero también es
claro que el pueblo comprendió perfectamente lo que representaba la conducta y
la enseñanza de Jesús, Y el pueblo respondió con una solidaridad tan honda que,
en el relato evangélico, aparece como el gran colectivo que entendió el mensaje
de Jesús y se identificó con él, hasta ser su defensor más firme Frente a quienes,
desde muy pronto, quisieron quitarle la vida y extinguir su memoria.
1.6. Conclusión
Cualquier persona entendida en teología sabe que lo que llamamos genérica·
mente la "vida cristiana" se ha entendido en la Iglesia a partir del concepto de
"discípulo" de Jesús. La conclusión final del citado estudio de Marlin Hengel lo
expresa muy bien: "Seguimienlo y discipulado empezaron a ser expresión abso·
luta de la existencia cristiana en la comunidad pospascual. perseverando en la
idea de que todos los creyentes estaban puestos al mismo tiempo al servicio del
Cristo de Dios"91. Si estoy en lo cierLo. esto quiere decir que el "ser creyente" se
inlerprela a partir del "discipulado", con las exigencias que. desde el evangelio.
eso lleva consigo. Ahora bien, lodo esto significa. entre otras cosas, que la fe se
entiende a parlir de 105 "discípulos", no a partir del "pueblo", Lo cual. a su vez.
quiere decir que la "teología" se enliende también desde el "discipulado", es
decir, desde el grupo de "escogidos", 105 "llamados", 105 "predileclos", elc.
Y, sin embargo, si algo ha quedado claro en esle lrabajo. es que scgún el
relato sinóptico el colectivo que enlendió a Jesús y sintonizó con él hasta el final
no fueron los discfpulos. sino el pueblo sencillo, la genle ignoranle y mal visla
por los entendidos. los observantes y los "hombres de auloridad", Sé perrCCla-
mente que sólo con los sinópticos en la mano no podemos hacer ni una lcolngra
completa de la fe, ni, por lanto, una reflexión total soofe el ser mismo de la
teología cristiana. Pero también es cierLa que cualquier renexión sobre la Fe y
sobre la leología no puede prescindir en modo alguno de lo que dicen 105 sinóp-
ticos.
Ahora bien, desde csle punlo de vista eslá claro que Jesús presentó su men-
saje de manera que rue comprcndido por el pueblo. inleresIÍ al pueblo y sinloni-
zó con los problemas y aspiraciones del pueblo. Con esto quiero decir que Jesús
no coincidió con los hombres "religiosos" de su tiempo; ni con los "piadosos" y
"observantes"; como tampoco coincidió siempre con sus mismos "discípulos".
Jesús comunicó "algo" que, con quien vino a coincidir fue precisamente con los
desvalidos e ignorantes. Y coincidió con ellos. primordialmente. no porque que-
ría ayudarlos. sino por algo previo a roda ayuda: porque les quería. Un día. hace
tiempo. alguien me pregunró: "¿usted me quiere ayuda,. o usted me quie,.e'!".
No supe qué responder. En la vida, hay mucha gente dispuesta a "ayudar". Pero
hay pocas personas dispuestas a "querer", No olvidemos que la relación de
"ayuda" es asimétrica: el que ayuda eslá en un plano superior al que es ayudado,
Por otra parte, la relación de ayuda es una relación que domina el que la presla
(puedo ayudar hasta donde quiera), Mientras quc la relación de cariño es una
relación en la que no se sabe hasla dónde puede llevar. A Jesús, de hecho. 1"
llevó hasla la muerte,
¿Qué quiero decir con todo esto? A mi manera de ver, lo que Jesús comuni-
có no rue básicamente un "saber". Lo que Jesús comunicó fueron unas "convic-
ciones determin.ntes de la vid .... Y h.y que decir que, si se d.n t.les conviccio-
nes, hay re y h.y teologí•. Al termin.r el sermón del monte, "las multitudes
est.b.n impresion.d.s de su enseñanz." (Mt 7, 28). ¿Qué h.bí. "enseñ.do"
Jesús? Si se piensa desp.cio, lo que enseñó rue todo un conjunto de conviccio·
nes delerminalltes de ulla manera de vivir.
Las convicciones determinantes de la vida no se inlegran (no las integra-
rnos), en nuestras pautas de conducla, por vía del "conocimiento". Porque tales
convicciones no son un "saber" que se puede asimilar por el estudio o se puede
encontrar en los libros. Las convicciones detenninames de la vida se integran en
nosotros por el camino de la "sintonía" con los seres humanos. Y aquí está, me
parece a mí. el secreto de lodo lo que, en el fondo, nos dicen los evangelios
sobre la cerc.nía de Jesús. las multitudes. Y l. respuesta de éstas a su "mens.-
je". Aquellas gentes sin Ionizaron prorundamente con lo que Jesús vino a "reve-
lar". El Dios de Jesús, la s.lv.ción de Jesús, la esper.nza de Jesús, solamente
resultan integr.bles desde la solid.ridad con los últimos de este mundo. Y en-
tonces, resulta comprensible aquello de que el Padre del cielo "h. escondido
estas cosas a los sabios y entendidos", mienlras que "se las ha revelado a la
gente sencill." (Mt 11, 25 par), exactamente a los népioi, o sea, a los que no
tienen nada que decir en este mundo.
En delinitiva, sólo a p"1ir de la relación de Jesús con el pueblo, se puede
empezar a comprender lo que es l. re cristiana y su inteligibilidad (jides
quaeren.'i intellectum), es decir, la teología.
¿Por qué esto dejó de ser así relativamente pronto? Es lo que intentaré expli-
car en la segunda p.rte de este trab.jo.