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Jesús, el pueblo y la teología (1)

José M. Castillo,
Centro de Reflexión Teológica,
San Salvador.

El problema
En los evangelios sinóplicos se afinna más de cincuenla veces I que el pue-
blo se acercaba a Jesús para escucharle. Lógicarnenle. lo más claro y lo más
inmediato que los evangelios nos dicen de esta manera es que las enseñanzas de
Jesús eran algo que la gente elltelldía y que a la gente le interesaba. Porque.
obviamente, lo mismo en el siglo primero que ahora, el pueblo no se acerca
insistentemente a escuchar al que dice cosas que no se entienden; o que se
entienden, pero que no le importan a nadie.
Por olra parte, lambién parece lógico pensar que, si los evangelios insislen
lanlas veces y de lan diversas maneras en el inlerés del pueblo por lo que Jesús
decía, es que ese dalo era imponante para las comunidades en que se elaboraron
los evangelios. Y lambién era imporlanle para el mensaje que aquellas comuni-
dades nos quisieron transmitir a los creyentes en Jesús, que vivimos del mismo
recuerdo del que vivieron aquellas comunidades.
Ahora bien, a mi manera de ver, lo que acabo de decir planlea a la Iglesia,
en general, y a la leología, más en concrelo, un problema de gran envergadura.
Incluso me alrevería a decir que se Irala de uno de los problemas más graves y
más urgen le. que (sobre lodo, los leólogos) lenemos que afronlar en esle mo-
menlo. Es un hecho que hoy en dla la mayor parte de la producción leológica no
interesa a la mayor parte de la población, incluso entre las gentes que se consi-
deran creyenles y practicantes. Es verdad que sobre este asunto no tenemos
eSladíslicas fiables. Pero sabemos que las ediciones de los libros de leología son
muy reducidas en número de ejemplares. Como sabemos que son escasos los

1. Exaclamente ocho veces con ellénnino laós; Le 6,17; 7.1; 19.48; 20.1. 9. 45; 21.
38; 24.19. Y cuarenta y ocho veces con ócl,los; Mt4. 25; 5,1; 7. 28; 8.1; 9, 8. 36;
11.7; 12,46; 13.2.34.36; 14. 13. 14. 15; 15. 10.32; 19,2; 22, 33; 23.1; Me 2. 4.
13; 3. 9. 32; 4. 1; 6, 34; 7, 14. 17; 8. 34; 10, 1; 11, 18; 12.37; Lc 4, 42; 5. 1. 3. 15.
19; 6.17; 7. 24; 8, 4.19; 9.11. 12; 11. 27. 29; 12. 1. 54; 13, 17; 14,25.

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libros que alcanzan dos o tres ediciones. y no digamos nada de las revistas
especializadas en asuntos leol6gicos. Casi todas son deficitarias. Y la pura ver-
dad es que, incluso en los seminarios y cenlros de es[udios religiosos. son pocas
las personas que se leen las revistas que llegan a la biblioteca.
Pero el problema no es de "incomunicación". Lo que ocurre es que la "inco-
municación". en la que hoy subsiste la mayor pane de la producción teológica.
nos pone al descubieno dónde está el verdadero problema de la teología crislia-
na. El pueblo entendía a Jesús. Y se interesaba por lo que decía Jesús. El pueblo
hoy no entiende casi naua de lo que se dice en los libros de teología. Ni al
pueblo le interesa casi nada de lo que se dice en esos libros. No hay que ser un
genio para darse cuenta de que esto nos viene a decir por lo menos una cosa:
Jesús hizo "su teología" pensando en el puebLo, a partir de lo que vivía aquel
pueblo. en respuesta a los problemas y necesidades de la gente. Los teólogos
hacemos "nuestra teología" pensando en unal' verdades. que tcnemos que defen-
der. matizar y explicar. Para Jesús. el quehacer teológico Cue un problema de
relación a personas. Para nosotros, los teólogos. el quehacer teológico es un
problema de relación (1 doctrinas. Lo que Jesús tenía ante los ojos cuando se
ponía a hablar de Dios era la situació" del pueblo y. con Crecuencia. el .mfri·
miento del pueblo. Lo que los teólogos tenemos ante Jos ojos, cuando nos pone-
mos a hablar de Dios. es un saber que hay que defender. incluso cuando ese
"saber" se refiere a las injusticias que oprimen al pueblo. Dicho brevemente:
Jesús hi1.O su teología pensando en el pueblo. mientras que los teólogos (con
demasiada Crecuencia) hacemos nuestra teología pensando en la autoridad Ue-
rárquica o teológica) que va a enjuiciar lo que decimos o escribimos.
En definitiva. la hipótesis de trabajo. a panir ue la cual quiero elaborar este
estudio. es que el problema Cundamental de la teología no está en lo que enseña.
sino en el método que utiliza para elaborar lo que enseña. Aquí, me parece a mí,
está el nudo de la cuestión.
Para explicar lo que quiero decir con todo esto, voy a dividir mi trabajo en
dos partes. En la primera. estudiaré la relación de Jesús con el pueblo y cómo
esa relación explica lo que Jesús dijo y por qué lo uijo. En la segunda parte.
intenlOré analizar (en la meuida ue lo posible) cuándo. cómo y por qué la teolo-
gía se distanció del pueblo, con las consecuencias negativas que esto IUVO, sohre
touo. para la teología misma.

l. Jesús y el pueblo

1.1. Vocabulario
El Nuevo Testamento utiliza cuatro términos para referirse al pueblo. El más
Crecuente es tiehlos (pueblo. muchedumbre. gente). que aparece s610 en los

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evangelios y en el libro de los Hechos: 175 veces2. En 162 ocasiones, los auto-
res del Nuevo Testamento utilizan élhnos (multitud, pueblo, nación), que se
encuentra 43 veces en Hechos y 54 en las cartas paulinas. Es importante recor-
dar que este término aparece aproximadamente en 1000 pasajes de los LXX. De
ahí que alrededor de 40 textos son citas del Antiguo Testament03. El sustantivo
laó. (pueblo) se repite 141 veces en el Nuevo Testamento, de eUas 84 en Lucas
(evangelio y Hechos), lo que indica obviamente que se Irata de un concepto
importante en la leología de este auto.... Finalmente, demos (pueblo, país) es un
término secundario en el Nuevo Testamento, ya que se encuentra sólo en cuatro
texlos del libro de los Hechos (12, 22; 17,5; 19,30. 33)s. Asf, pues, los térmi-
nos que nos interesa analizar son 6chlos, élhnos y la6s.
Ante todo, es importante caer en la cuenla de que la exégesis y la teolog(a
han dedicado más atención a laós y élhnos que a óchlosó. Los lemas teológicos
del "pueblo de Dios" y de la relación de Israel y la Iglesia con los demás
pueblos o "naciones" (gentiles) han acaparado el interés de los estudios bíblicos
y de la teología, de manera que el asunto de las multiludes que se acercaban a
Jesús para escucharle no ha parecido una cuestión importante a la mayor parte
de los exegetas y leólogos.

2. En el Apocalipsis aparece cuatro veces (7. 9; 17. 15; 19. 1. 6). Pero. en esos textos.
ya no se trata del pueblo, en el sentido que aquí se pretende analizar. En ellos se
habla de la muchedumbre innumerable anle el trono de Dios. En Ap 17. J S se refiere
a tnLlSQS en general. Para un análisis más amplio de este término. cfr. R. Meyer. P.
KaIZ, óchlos: TWtvr Vol. V, pp. 582 ss: H. Bietenhard, "Pueblo", en L. Coenen, E.
BeyreUlher. H. Bietenhard. Diccionario Teológico del Nuevo Testol1lelJlo. vol. 111,
Salamanca, J983, pp. 445·446.
3. Cfr. G. Berlram, K. L. Schmidl, étllIlos: TWtvr Vol. 11, pp. 362ss: H. Bielenhard.
"Pueblo", en ap. cit., pp. 438-442; M. Noth, "GolI, K6nig. Volk im Allen Testa-
ment". ZTIIK 47, 1950. pp. 157 ss; J. Jercmias, Jesu Verl.eislII.g für die Vjjlker.
Slullgan, 1959: Id., Jesus als Weltvo/lender, GÜlersloh, 1930; Id., Teología del Nuevo
Teslamellfo. Vol. 1. Salamanca. 1985. pp. 286-288.
4. Cfr. H. Stralhmann, R. Meyer, luós: TWNT Vol. IV, pp. 29ss: K. H. Schetkle, Teolo·
gía del Nuevo Testamento. vol. IV, Salamanca. 1978, pp. 240-242. 480-510; K.
R;Jhner. "Pueblo de Dios". en Sacmme",,,,,, MUlldi. Vol. V. pp. 700-704. Entre las
palabras características de la obra de Lucas. está precisamente I"ós. Cfr. J. A.
Fitzmyer. El evaugelio según útcas. Vol. 1. Madrid. 1986. p. 188.
5. Relacionados con este término. están los verbos: ekdéméó (emigrar. estar exiliado) y
l'IllJéméó (estar en Cilsa, estar en la patria), que aparecen sólo tres veces en 2eor 5. 6
ss.
6. Por ejemplo. es significativo que en el TlreoJogi.rches WOrlerbuch zum Neuen
Testamellt. de G. Kittcl. se dediquen sólo ocho páginas a óchJos (Vol. V. pp. 582-
590). mientras que laós ocupa veimiocho páginas (Vol. IV. pp. 29-57). La atención
de la teología se ha centrado en el tema del pueblo eje Dios. Cfr. K. Rahner. "Pueblo
de Dios", en SQL'ramelllUln Mw.di. Vol. V, pp. 700-704, con amplía bibliogratTa en
col. 704. En el mismo sentido, 1. Blinzler, "Volk Goues", en Lex. fü,. T/¡eol. tUld
Kircloe, Vol. X, pp. 845-847. En el mismo volumen (col. 835-837), el .rtrculo de G.
Ernecke. "Volk". nata sólo los aspectos políticos y sociológicos del término. Tam-
bién resulta significalivo que en el clásico Dic(:ionnr;o de Ja Biblia. de H. Haag (col.
1602). s610 se hace mención de laós y ~thnos. ya que óc:lllos ni se menciona.

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El suslanlivo élhl/os se puede lraducir por "masa", "mullilud"', pero se suele


entender como expresión propia de "nación". En el Nuevo Testamento. cuando
se usa en plural (élhne), se aplica cienamenle a los "paganos" (MI 4, 15; 20, 25;
Le 21, 24; Hech 4,25; 7, 7; 13, 19; Rom 1,5; Gal3, 8; Ap lO, 11; 14,8; 15,3).
En los escrilos de Pablo, el lérmino élhne se conlrapone a los crislianos (1 Cor 5.
1; 12,2; cfr. IPe 2, 12). si bien hay casos en los que se reliere a los creyenles
que provenían del paganismo (Rom 11. 23; Gol 2, 12; El' 3. 1)8. En la leología
de Pablo, liene una significación destacada la vocación y la misión de esle
apóslol para anunciar el evangelio a los paganos (ITes 2, 16), como lIamamien-
lo divino liberador de los legalismosjudíos (Gal 1.16; 2, 7-9; Rom 1. 5).
Por lo que respecta a faós, hay que hacer lres indicaciones. En primer lugar.
en los evangelios se utiliza a veces esta palabra de manera que viene a ser
equivalenle de óehlos, por ejemplo: Lueas 7, 29 Y 7, 24; Lueas 8, 45 Y 8.47; o
también hay textos en los que un evangelista usa laós donde otro evangelio pone
óehfos (Le 19, 48 Y Me I l. 18; Le 20. 45 Y MI 23. 1; ele). En segundo lugar,
abundan los pasajes en los que faós se refiere al pueblo de Israel (MI 2, 4; 21,
23; Le 19,47; Hech 4, 9; Rom 11. I s; 15. 10; etc). Finalmente, en la leología
del Nuevo Testamento. como sabemos. se alinna que el título de Israel, como
laós de Dios, pasó a la "Iglesia erisliana" (2Cor 6. 16; cfr. Lev 26, 12; Rom 9,
25; cfr. Os l. 10; Til 2, 14; IPe 2, 9)9.
La conclusión que parece deducirse con sufieienle claridad de esle breve
análisis del vocabulario sobre el "pueblo" es que, si se trala de eSludiar la rela-
ción de Jesús con la genle. con las mulliludes, ellérmino de referencia preferen-
le ha de ser óehlos. Porque ésta es la palabra que los evangelios ulilizan eons-
tanlemenle cuando hablan de este asunto. De hecho. este término se repite 50
veces en Maleo, 38 en Marcos, 41 en Lueas y 20 en Juan 10. Y aunque es verdad
que Lueas usa también, algunas veces, laós (como ya he dicho), es freeuenle
que, en esle autor, tal palabra equivale a óe"losll. Por lo demás, la frecuencia de
faós en la obra de Lucas parece explicarse por la leología de la "hisloria de la
salvación" que des31Tolla este autor l2 . Por lo tanto. hablar de la relación de

7. K. L. Sehmidl, él/IIIOS: TWNT Vol. 11, p. 369.


8. Cfr. H. Bielenhard, 01'. di., P 441.
9. Cfr. H. Bietenhard. 01'. dI.. pp. 444-445.
10. Cfr. H. Balz, óchlos, en H. Balz. G. Schneider. Diccio"ario E:regéI;co elel Nuevo
Testamento. Vol. 11, Salamanca. 1998, p. 604.
11. Concretamente, en los lextos que hablan del pueblo (las multitudes). que escucha a
Jesús, el lads de Lucas corresponde al óc/ú.os de Maleo y Marcos en los siguientes
le'IOs: Le 6, 17 = MI 4. 25: Le 7. I = MI 8, 1 (equivalencia probable); Le 19.48 =
Me 11, 18; Le 20, 45 = Me 12-37.
12 Como es sabido. según la interprelación de H. Conzelmann. Lucas concibe su obm
como expresión de la historia de la salvación, dividida en tres rases: 1) el tiempo de
Ismcl; 2) el tiempo de Jesús; 3) el tiempo de la Iglesia perseguida hasta la parusfa
final. Cfr. una exposición y discusión de esta tcorCa. en J. A. Fitzmyer. El el'ollgel;o
según Lucas. Vol. l. pp. 303-322. Ahora bien. de acuerdo con esta interpretación, la

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Jesús con el pueblo equivale básicamente a hablar de la relación de Jesús con el


óchlosl3.

1.2. El "pueblo" en la sociedad en que vivió Jesús


Si los evangelistas prefirieron la palabra óchlos para referirse a las gentes
que acudían a escuchar a Jesús y entre las que Jesús andaba, sin duda alguna eso
no ocurrió por casualidad. Es claro que los redactores de los evangelios sabían
muy bien lo que esa palabra significaba. De manera que ese significado consti-
tuye un elemento esencial del mensaje que los evangelios quisieron transmitir.
Ahora bien, 6chlos era el término con el que se designaba (en tiempos de Jesús)
a la muchedumbre del pueblo. el gemío. es decir, los ciudadanos en general, en
contraposición especialmente a los dirigentes, los nobles y la clase superior.
Como se ha dicho muy bien, el óchlos era "la masa carente de orientación y
caudillaje, la plebe carente de significado político e intelectual"14. Era lo que
hoy llamamos el populacho 1\
y así consta en los evangelios. En efecto, óchlos es la multitud (Mt 4, 18; Lc
4,42) que padece enfermedades y posesiones diabólicas (Mt8, 16; Le 4, 40-41),
es decir, "dolencias" y "enfermedades" (Mt 8, 17; cfr. Is 53, 4). Las gentes que
"andaban maltrechas y derrengadas como ovejas sin pastor" (Mt 9, 36; Mc 6,
34), personas que ni podían "vestir con elegancia" (Mt 11,7-8) ni permitirse
"vivir en el lujo" (Le 7, 24-25). Más concretamente, eran los pobres que no
tenían qué comer ya los que Jesús alimenta (Mc 6, 45; Mt 14, 19; Le 9, 11; Jn
6,2. 5. 22. 24), de manera que "venían de lejos" y "en ayunas", con peligro de
"desfallecer en el camino" (Mc 7, 2; Mt 15, 32). En definitiva, las multitudes
que, según los relatos evangélicos, constituyeron "el trasfondo anónimo sobre el
que se desarrolló la actividad de JesÚs"16.
Ahora bien, como es bien sabido actualmente, la situación de estas gentes
desde el punto de vista socio-económico era extremadamente dura y en no pocos
casos incluso desesperada. No olvidemos que la actividad de Jesús según los
sinópticos se desarrolló en Galilea, es decir, en una sociedad agraria del siglo
primero. Y como acertadamente ha hecho notar G. E. Lenski, "hay un hecho que

teología de Lucas concede una especial imponancia a Ismel y a la Iglesia como "pueblo
de Dios" (Iaós 1011 Tlreoll). Cfr. J. Jervell. Tire Divided Peopl. ofGod: Tire Reslora-
,ion oj Israel ond Solvolionjor lIJe Gen/iles, en Luk.e Qlld l/re People ofCod: A New
Look 01 Lulce-Acls, Mineápolis. 1972. pp. 41-47. Pues bien. en esta teologra, es claro
que encajaba mejor (al menos en cienos casos) la palabra loós que el simple ócldos.
13. Una cuestión diSlinLa seria analizar la postura de Jesús con respecto a los "otros
pueblos" o a las '"naciones" (élhne). Un resumen suficiente de esta problemática, en
J. Jeremias, Teología del Nuevo TeslanrefllO, Vol. 1, pp. 286-288.
14. R. Meyer: 7W/lffVol. V, p. 582.
15. H. Bietenhard, op. cit., pp. 445. Para más información, cjr. P. Zingg. Das Wachsell
der Kirclre, GOllingen, 1974, pp. 61-63. Más bibliograrr., en TWNT Vol. X, p. 1208.
16. R. Meyer: 7WNTVol. V, p. 586.

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se les queda grabado prácticamente a todos los observadores de las sociedades


agrarias ... Ese hecho es la marcada desigualdad sociarl7. Esla desigualdad, expli-
cada de una manera muy resumida, estaba marcada por el "abismo" que ""paraba a
las clases superiores (dirigentes, gobernantes, sacerdotes, subalternos y comercian-
tes) con respecto a las clases inferiores, que eran la inmensa mayoría de la pobla-
ción. Concretamente. eran, ante todo, los campesitws, jornaleros o personas que
poseían un pequeño terreno con el que no pasaban de una agricu hura de mera
subsistencia. En un estrato inferior, estaban los artesanos. gentes que se reclutaban
entre las filas de los campesinos desposeídos y los hijos de éstos, carentes de
derechos hereditarios. Sin duda Jesús peneneció a esta clase de personas IH, que
vivfan por debajo del nivel de la mera subsistencia, es decir, pasaban hambre o
carecían de medios muy básicos para llevar una vida soponable. Por úhimo, estaba
la clase de los despreciables l9 , o sea "aquellos a los que no vale la pena tomar en
cuenta"20. que en circunstancias nonnales eran un cinco o un diez por ciento
aproximadamente de la población. De esta gente dice Lenski que "estaba formada
por una gran diversidad de individuos, entre los que cabría enumerar a los peque-
ños delincuentes y criminales, los mendigos, los subempleados itinerantes o sin
trabajo fijo, y en general a cuantos se veían obligados a vivir de su ingenio o de la
caridad pública"Zt. Está fuera de duda que cuando los evangelios hablan del óchlos,
el "populacho", se refieren a estas clases inferiores. De ellas hay que decir, además,
que eran los últimos. no s610 por su ínfima condición socio-econ6mica, sino tam-
bién por su situación cuhural. Es verdad que F. Josefo asegura que los judíos se
preocupaban por la educación de los niños "como el asunto más importante de
toda nuestra existencia"22. Pero también es cierto que, por lo menos hasta los
tiempos de la Misná, es decir, hasta el siglo 11 d. c., los judíos no tuvieron
escuelas elementales Z3 . En vida de Jesús, lo que sabemos del óchlos es que era

17. G. E. Lenski. Power Qnd Privilege: A Theory of Sociul Stratifica';c)II. New York.
1966. p. 210. Cfr. J. D. Crossan. JestÍs: vida de UII Cam/)f'sillo judio. Barcelona. 1994.
p.80.
18. En Mc 6. 3. se dice que en Nazaret se conocía a Jesús como léklcUI. palabra que
parece indicar el oficio de trabajador de la construcción. aunque hay testimonios del
siglo 11. que apuntan. más bien. en el sentido de obrero (Iue hacía arados y yugos.
Cfr. J. Gnilka. El evangelio según son Marcos. vol. 1, Salamanca. 1986. p. 268.
19. En la clasificación de Lenski. entre los anesanos y los despreciables. se situaban los
impuros y degradados (op. cit .. p. 281). Pero. en la sociedad judía del liempo de
Jesús. este grupo estaba caracterizado. más que por su situación socio-económica. por
motivos propiamente religiosos. como en seguida explicaré.
20. J. D. Crossan, op. dI .. p. 82.
21. Op. dI .. p. 281.
22. C. ApiolL, t, t2 (60); De Leg., 31 (2tO). Citado par E. Schürer, Hi.<loria del pueblo
judío en liempos de Jesús, Vol. 11, Madrid, 1985, p. 543.
23. E. Schürer, op. ci/ .. p. 544.

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gente que desconoda la Ley, como atestigua el evangelio de Juan (7,49). O sea,
ni sabían leer, ni parece que aprendieran de memoria la Torá24.
Desde el punlo de visla religioso, sabemos que los israelitas, en tiempo de
Jesús, se dividían en dos categorías de personas radicalmente contrapuestas. Se
trataba, por una parte, del haber, el hombre puro, el intachable; por otra parte, el
'am-ha 'ares, el impuro. el contaminado2S. La separación entre ambos grupos era
tal que, por ejemplo, la escuela de Sammay deda: "No se han de vender aceitu-
nas más que a un haber'. A lo que añadía la escuela de Hillel: "También (se han
de vender) a todos los que pagan los diezmos"26. Más aún, la incomunicación
llegaba hasta el extremo de que "si la mujer de un haber deja que la mujer de un
'am-ha'ares muela en el molino de su casa, si el molino se para, la casa queda
impura"27. Todo esto quiere decir que todos los que, en aquella sociedad, no se
sometían escrupulosamente hasta el último detalle de las mil interpretaciones,
que los estudiosos de la Torá daban sobre cada punto de la Ley, eran tenidos por
gente despreciable y se veían marginados y rechazados, hasta el extremo de no
gozar de los mismos derechos que los ciudadanos considerados como "norma-
les"'28. Naturalmente, en la categoría de los impuros y despreciables, los ·amme·
ha'ares, se veían incluidos los incultos e ignorantes. En este sentido, Hillel
decía: "Un hombre ignorante no puede ser piadoso"29. Y solía decir también: "A
más estudio de la Torá, más vida; a más investigaci6n, más sabiduría; a más
consejo, más comportamiento razonable ... Todo el que adquiere conocimiento
de la Torá, adquiere vida para el mundo futuro"Jo. Ahora bien, estando así las
cosas, se comprende que los sumos sacerdotes y los fariseos (Jn 7, 45) despre-
ciaran al "pueblo" (óehlos) porque "no conoce la Ley y está maldito" (Jn 7,49).
Lo cual quiere decir que, para los dirigentes religiosos (archónleJ ek Ion
pharisaíon) (Jn 7, 48), pobreza, ignorancia y maldiciólI divilla eran tres cosas
que iban inevitablemente juntas. Por eso, los estudiosos de los evangelios tienen
toda la razón del mundo cuando nos hacen caer en la cuenta de que, en la

24. El objetivo de la educación, en aquella sociedad. era el aprendizaje de la Ley. Y aunque


Schürer apunta que "parece, sin embargo, que ya en liempos de Jesús proveía la comu-
nidad a la educación de los jóvenes mediante la creación de escuelas" (op. cit., pp. 543-
544), es muy dudoso que tal educación alcanzara a los pobres. Ni hay seguridad de tales
escuelas antes del siglo 11, como afirma el mismo Schürer (op. cit .. p. 544).
25. Infonnación sobre estos grupos en E. Schílrer, op. cit., pp. 503~506. Esta clasificación
se daba ya en tiempo de Jesús, puesto que. en este sentido. se citan testimonios de la
escuela de Hillel y de la de Sarnmay. que son cienamente del tiempo de Je.~ús.
26. D,m. 6, 6. Citado por E. Schürer, 01'. eil., p. 504.
27. Toh. 7,4. Citado por E. SchUrer, op. cil., p. 505.
28. Esta cuestión ha sido ampliamente estudiada, como se sabe, en el excelente libro de
J. Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús, Madrid. 1977.
29. Abot 2, 6. Citado por E. SchUrer, op. eil., p. 539.
30. Abot 2, 7. Citado por E. Schürer,op. CiI.. p. 539.

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sociedad del tiempo de Jesús, óchlos y 'am-ha 'ares eran palabras que incluían,
de hecho. a las mismas personas31 ,
En resumen, cuando los evangelios nos dicen insistentemente que el "pue-
blo" (la "mullilUd") se acercaba a Jesús para escucharlo; cuando repilen, de
dislinlas maneras, que Jesús acogía a aquellas genles y les dedicaba su liempo,
su palabra y sus preocupaciones 32 , en realidad. lo que se nos dice es que Jesús
entendió su misión, en este mundo, como un destino necesariamenle vinculado a
la siluación, no sólo de los pobres, sino además (lo que es más fuerle) de los
miserables, los ignoranles y los maldilOS por parte de la religión eSlablecida.
Más aún, lodo eslo quiere decir, en definitiva, que el mensaje de Jesús resulta un
mensaje sencillamenle ininleligible si se desvincula del hecho básico que los
evangelios repiten una y otra vez, a saber: que quienes entendieron aquel mensa-
je, y se enlusiasmaron con él, fueron precisamenle las genles de la más baja
condición económica, cullural y religiosa.

1.3. ¿Quién acogió el mensaje de Jesús?


Lo primero que cualquiera se encuentra. al leer los evangelios sinópticos. lo
más claro y lo que más se repile en ellos, es que la enseñanza y la aClividad de
Jesús encontraron inmediatamente una acogida, tan masiva y tan entusiasta, por
parte de la "gen le", que resulta lIamaliva la insislencia de los relalos evangélicos
en este sentido. Obviamente, si tales relatos se organizaron y se redactaron des-
lacando de manera lan repelida la acogida del "pueblo", sin duda alguna es que
los evangelislas comprendieron que ese hecho es delerminanle a la hora de
enlender el mensaje de Jesús.
No eSloy exagerando. El evangelio de Marcos, desde el primer relalo sobre
la aClividad de Jesús (enseñanza en la sinagoga de Cafarnaún; Mc 1,21-27),
indica que "su fama se eXlendió inmediatamente por lodas parles, llegando a

31. R. Mcyer: TWNT Vol. V. pp. 588-590; H. Bietenhard. op. cj¡ .. p. 446. De ahí que J.
Jeremias, afirma: "Resumiendo, pues, podríamos afinnar que los seguidores de Jesús
consistían predominantemente en personas di ramadas. en personas que gozaban de
baja reputación y estima: los 'amme ha'arIJr, los incultos. los ignorantes, a quienes
su ignorancia religiosa y su comportamiento moral les cerraban. según las conviccio-
nes de la época, la puerta cie acceso a la salvación", Teologfa del Nuevo Testamento,
Vol. 1, 3, p. 137.
32. Los evangelios llegan a decir que a Jesús "se le conmovieron las entrañas" (Me 6, 34;
M[ 9. 36), ya que ése es el sentido exacto del verbo splanchnúlsomai. que viene de
.'plánchna = vísceras. Es la actibJd lípica de la compasión mesiánica (Mc 1,41; 6. 34; 8,
2; 9, 22; Mt 14, 14; 20. 34; Le 7, 13). Se lrala de le "emoción humana" que caracleriza-
ba a Jesús. Lo mismo que el buen samaritano "sintió compasión" ante el sufrimiento del
moribundo (Le 10, 33) o el padre ante el hijo que se le habCa perdido (Le 15, 20):
"La actitud básica y decisiva de toda acción. que. por ser Fundamentalmente humana.
es esencialmente crisliana. Cfr H. K6sler, sp/anchnoll: TWNT Vol. VII, p. 553.

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JESUS, EL PUEBLO Y LA TEOLOGIA (1) 119

lodo el territorio circundanle de Galilea" (Mc 1, 28). Y enseguida, el mismo


evangelio dice que, "cuando se puso el sol" (Me 1, 32), "la ciudad entera estaba
congregada a la puerta" (Mc 1,33). Más aún, a la mañana siguiente, cuando aún
era de madrugada (Mc 1,35), Pedro acude a Jesús para decirle: "itodo el mundo
le busca!" (Mc 1, 37). Esto es sólo el comienzo. Porque las alusiones al genlío,
que constantemente se agolpa en lomo a Jesús, se repiten una y olra vel en los
tres sinópticos has la el relalo mismo de la pasión, es decir, hasta el final de la
vida de Jesús 33 . Quiero decir con esto que la acogida multitudinaria al mensaje
de Jesús no fue cosa del primer momenlo. Ni se corló o disminuyó, como
algunos dicen, a partir de la llamada "crisis galilea". Como ha dicho acertada-
mente J. Sobrino, "la hisloricidad de la crisis galilea no -puede consistir en el
aoandono de las multitudes, tal como lo prelende Ch. Dodd"". Porque, según el
excelente análisis de R. Aguirre. "el capítulo 6 de Juan no supone un giro en la
actitud de la gente ni una disminución de su eco popular"J5. Más bien, la acogi-
da popular es lo que hace que Jesús resulte peligroso para los dirigentes religio-
sos de Israel. "De hecho, su entrada en Jerusalén tiene lugar entre la alegría de
la gente (Me 11, 8-10). Durante las discusiones de la última semana en el lem-
plo, las autoridades quieren detenerlo, pero el pueolo lo apoya y es su mejor
protección (Me 12, 12; 14, 2). En un te.to de singular importancia histórica,
referido al linal del ministerio de Jesús. se alirma que, precisament.e. el eco
popular que suscita es lo que lo convierte en peligroso porque puede dar pie a la
intervención de los romanos (Jn 11, 47-54). La detención se realizará aprove-
chando la noche y la oportunidad para encontrar a Jesús solo. gracias a la trai-
ción de uno de los suyos (Me 14,43-50 par)")6. Es indudable, por tanto, que la
aceptación masiva del mensaje que presentaba Jesús se mantuvo del principio al
fin:n. Dicho de otra manera, desde el primer momento se produjo una profunda
sintonía entre lo que Jesús e.presaba (con sus palabras y sus hechos) y lo que el
pueolo percibía y, sin duda, estaoa esperando y necesitando.
Ahora bien, cuando aquí se habla de "acogida multitudinaria", de "acepta-
ción masiva", en realidad, ¿de quién estamos hahlando? O dicho de manera más
directa: ¡.quiénes fueron los que acogieron y aceptaron el mematie de Jesús'!

33. Me 1,45: 2,2: 3. 7-8. 20. 12: 4, l; 5,21. 24. 31; 6. 31. 34. 56, 8,1. R: 9,14,10.1.
46, 11, 8. 32; 12, 12: Mt 4, 24-25; 8, 1, 9, 8. 35-36, 12, 15. 46; 13, 2, 14. 13, 15, 30.
32.39,19,2,20,29,21. 8. 11. 46, 22, 33: Le 4, 37. 42, 5,1. 15. 19; 6,17-19; 7,11;
8.19.42: 9.11-12.37,11. 29; 12, 1: 13, 17, 19,2-4.37.48; 20,19.45.
34. J. Sobrino. 1c","Ilcl"islO liberado,.. San Salvador. 1996 (3 ed.), p. 261.
35. R. Aguirre. "Jesús y la multitud a la luz del evangelio de Juan", Estutlio.e; Eclesiásli·
co.• 218-219, 1980, p.1068.
36. R. Aguirrc, Del nlOl'ünümlo úe l,...o;Ils (l/a /glesw cristianu. Bilbao 19K7. 51. Cf,., J.
Sobrino.op. á/.. p. 261.
37. Cfr. R. Aguirre, "Jesús y la multitud a la luz de los sinópticos". en r::St"tlios de Biblia
y Orieme. Salamancil. 1981. pp. 259~282.

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120 REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

Hay un dato inicial que resulta elocuente: en los primeros capítulos de su


relato. cada uno de los sinóplicos resume en un breve sumario el efecto que
produjo lo que Jesús decía y hacía (Mc 3, 7-8; Mt 4,23-25; Lc 6, 17-19)38. Lo
que menos interesa en estos sumarios, me parece a mí, es precisar dónde estaba
cada una de las regiones que se enumeran y lo que eso puede significar39 , Lo
que importa es saber lo que los evangelistas quieren decir, sobre el mensaje de
Jesús, cuando detallan (incluso exageradamente) el efecto que tal mensaje pro-
dujo. Pues bien. lo más inmediato que obviamente quieren decir es que la ense-
ñanza de Jesús40 y su actividad, aliviando el surrimiento humano'", eran cosas
que se entendían y que respondían a las carencias y necesidades de los que
escuchaban aquello y se beneficiaban de aquello. Esto es evidente. Pero la cues-
tión es: ¿quiénes eran, en concreto. los que "se abalanzaban sobre él para tocar-
lo" (Mc 3, 10), los que se apretaban junto a Jesús hasta "oprimirle" (Mc 3, 9),
los que "hablaban de él por toda Siria" (Mt4, 24)1 La respuesta uniforme de los
tres evangelios es clara y concreta: el óchlos (Mc 3, 9; Mt 4, 25; Le 6, 17. 19).
Es claro que esa palabra, en los tres sumarios, no es meramente redaccional. en
el sentido de decir que allr había mucha o poca gente, sino que es un término
estriclamente teológico, ya que indica, no sólo la "cantidad" de gente que acogía
el mensaje, sino además (y sobre todo) la "calidad" de aquella gente, es decir,
qué clase de personas rueron los que en seguida. anles que ninguno~ aIras.
entendieron lo que Jesús quería decir, los que se interesaron por aquello y los
que aceptaron lo que decía y lo que hacía, hasla el entusiasmo más desbordante.
Ahora bien, habría que estar ciegos para no darse cuenta de que los evangelios.
al indicar que fue el óc/¡[os el que "comprendió" y "aceptó" el mensaje de Jesús,
en realidad, antes que de los destinatarios, de lo que están hablando es del
mensaje mismo. Porque lo más obvio que ahí se dice es que Jesús expresaba y
trasmitía algo que entendían los pobres, los analfabetos y los miserables de
aquella sociedad. Nunca se dice en los evangelios que los intelectuales (letra-
dos), los observantes (fariseos), los hombres de la religión (sacerdotes), los ricos
y los bien situados, social O políticamente, entendieran o aceptaran el mensaje.
Este hecho. sin duda alguna. viene a ser constitutivo del mellsaje. En esto. me
parece a mí, está lo más fucrte y lo más profundo que afirman esos textos.

3K. Por supueslO. no son éstos los únicos sumarios que se encuentran en los sinópticos.
Hay OlrOS más resumidos. Por ejemplo: MI 4, 17: Me 1, 14-15. 39; Le 4. 14-15; eLe.
Si indico estos [res. es porq~e son. sin duda, los más amplios y destacados.
39. Vénse. por ejemplo. J. Gnilka. El el'ulIgelio según sall Marcos. vol. l. pp. 155-157.
Id .. Da.f MattÜtLfevungeJium, Vol. l. Frciburg. 1986, pp. 108-109.
40. Maleo indica que "Jesús rue recorriendo Galilea enlera, enseñando en la sinagogas de
ellos. proclamando la buena noticia del reino" (Mt 4, 23). Y Lucas señala que "ha-
hían venido a escucharle" (Le 6. 18).
41. Es lo más evidente que quieren indicar hls repelidas afirmaciones de que curaba
"todo achaque y enfermedad" (MI 4. 23), las expulsiones de demonios (MI 4, 24; Le
6. 18: Me 3. 11). el que "lada la genle lmlaba de lOCarle porque salía de él lIna
fuerza. y curaba a Lodos" (Le 6, 19; Mc J. 10).

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JESus, EL PUEBLO Y LA TEOLOGIA (1) 111

Para convencerse de ello, ayudará tener presente que los tres sumarios están
situados. por los autores respeclivos. en momentos muy significativos y hasta
detenninantes de cada relato evangélico. En efecto, Mateo coloca su sumario
inmediatamente antes del sermón del monle. indicando dos veces seguidas que
los oyentes eran las "multitudes" (óch/o; poI/oí: Mt4, 25; S, 1)42. Es verdad que
el mismo Maleo añade que "se le acercaron sus discípulos" (prose/rltan auto oí
marheral) (Mt S, 1). Pero aquí ha de tenerse en cuenta que el verbo prosér-
chonrai, frecuente en Mateo, no tiene más alcance que el simple hecho de acer-
carse a alguien, de manera que lo mismo puede indicar proximidad humana que
hostilidad'J. Por otra parte, el mismo Mateo concluye así el sennón del monte:
.. Al lenninar Jesús este discurso, las multitudes (oí óchloi) estaban impresiona-
das de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados"
(Mt 7, 28-29). Y en seguida añade: "Al bajar del monte lo siguieron grandes
multitudes de gente" (óch/oi poI/al). En definitiva, el sennón del monte, según
el relato de Mateo, está enmarcado por el "pueblo": al comienzo, como oyente
del mensaje; al final, como el destinatario que acoge ese mensaje. En otras
palabras, por más desconcertante que parezca, según el evangelio de Mateo, fue
el óch/os, el "populacho", el que se enteró del sermón del monte hasta quedar
impresionado y el que aceptó tal enseñanza, como explicaré más adelante.
El sumario de Lucas (6, 17-19), lo mismo que el de Mateo, está situado
inmediatamente antes de las bienaventuranzas (Le 6, 20-26). En él se dice lite-
ralmente que estaban con Jesús "una gran muchedumbre de discípulos" (óch/os
po/ys matherólI) (Le 6, 17). Aquí óc[¡/os tiene el sentido de "multitud" 44. Y

42. No está demostrado. ni creo que resulte fácil demostrar, que, en Maleo. laós equivale
a ócl,los. de manera que ambas palabras sean intercambiables. Por eso me parece que
hablar del "pueblo de Dios" (Gotlesvolk). en el caso de MI 5. l. es más el erecto de 1..
ide3 teológica de "pueblo de Dios" que el resultado de lo que da de sí Ja exégesis
estricta del texto. En este sentido, no me parece del lodo correcto el an;1lisis que se
hace de la introducción al sermón del momeo Cfr. por ejemplo. J. Gni Ika. Das
MallhtiusevalJgeliulII. Vol. 1. pp, 109-110,
43, Dc hecho. en el evangelio de Maleo. "se acercan" a Jesús, no sólo los discípulos. sino
también: el diablo (4. 3). los ángele., (4. 11). IIn lepro,o (8. 2). un militor romano (8.
S), un escriba (8. 19), un magistrado (9, 18), una mujer enrerma (9. 20), unos ciegos
(9. 28). algunos [ariseos y escribas (15. 1). mucha gente (t5. 30). los [oriseo, (16. 1).
un hombre (17. 14). unos fariseos (19. 3). un individuo (19. 16). la madre de los
Zebedeos (20. 20). unos ciegos y cojos (2t. 14). los Sllmos socerdotes (21. 23). uno,
saduceos (22. 23), una mujer (26_ 7). Judas cuando to vo o traicionor (26. 49), los que
lo mte..staron (26. 50). Por lanlo. el vemo indica. no s610 acercamiento. sino también
hostilidod. Cfr. J. Schneider. 7WNT Vol. 11. pp. 682-683.
44, Como en Lc 5. 29: "una multitud de publicanos"; Jn 12. 17: "una multitud de ju-
díos"; Hech 6. 7: "una multitud de saccrdOlcs", Menos en eslos casos. óchlos ¡ndien
siempre el "pueblo",

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112 REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

Lucas añade que "habían venido a escucharle" (Le 6, 18) Como se ha dicho
muy bien, en eso eslá "el principal énfasis del sumario": en la aClilud de la
mullilud de discípulos para escuchar a JesÚs45. Lucas inicia el relato de las
bienaventuranzas con estas palabras: "Jesús, dirigiendo la mirada a sus discípu-
los, dijo" (Le 6, 20). Parece, por tan 10, que el discurso de las bienavenluranzas
(Le 6, 20-49) va dirigido específicamente a los discfpulos 46 . Pero aquí es deter-
minante lener presente que, cuando termina lodo el sermón (Le 6, 2049), Lucas
continúa así: "Cuando tenninó todo esle discurso (pánta la rémata) que deslina-
ba al pueblo" (eís lOs akoás toa /aoa)(Le 7, 1)47. Y no se olvide lo que ya anles
indiqué, a saber: que laós equivale a óchlos, en el vocabulario de Lucas, concre-
tamente en este caso, ya que enseguida dice que quien lo seguí. era el "pueblo"
(óchlos) (Le 7, 9). Por lo lanto, también en el evangelio de Lucas, es el pueblo
el que escucha el sermón de las bienaventuran7..s. y, como después explicaré,
es el pueblo el que acoge y acepla ese mensaje.
Por úllimo, el sumario de Marcos (3, 7·8) dice dos veces seguidas que acu-
dió a Jesús "una enorme muchedumbre" (poly plerhos). La designación de la
"muchedumbre" como pléthos no ocurre en Marcos nada más que en este
cas048. Pero el texlo califica enseguida a esa "muchedumbre" como óchlos (Me
3, 9). De nuevo, pues. en la Iradición sinóptica el sumario de lo que fue la
predicación y la aClividad de Jesús se cenlra en el "pueblo" y al "pueblo" se
dirige. Pero en el evangelio de Marcos no es esto lo más significativo. Lo
importante es que Marcos sitúa este sumario inmediatamente después de una
larga sección (Me 1. 21 - 3,6) en la que cuenla los enfrenlamienlos y confliclos
que provoca el anuncio del reino (Me 1, 15): desde la confrontación con los
lelrados, con molivo de la expulsión de los demonios (Me 1,21-27), hasla la
curación del manco en la sinagoga. que le cuesta a Jesús la condena a muerte
(Me 3, 1-6). Por lo lanto, al leer los tres primeros capílulos del evangelio de
Marcos, encontramos lo siguiente: ante todo, un breve sumario, en el que se
resume el proyecto de Jesús y su actividad, el anuncio de la "buena nOlicia", que
era la proclamación del reino (Me 1, 14-15); en segundo lugar, los conniclos

45. J. A. Fitzmyer, El evangelio seglÍlI Lucas. Vol. 11. p. 585.


46. Así. concretamente. J. A. Filzmyer, 01'. dI .. p. 591.
47. No entiendo cómo Fitzmyer traduce: "Cuando terminó su discurso anLe la gente ......
Op. dI .• 627. Es verdad que en griego la preposición eís puede equivaler a élJ CM.
Zerwik. Graeálas Biblica. Roma 1966. n. 99, p. 33). Pero, si, en este caso. pone
akoé = oído, oreja. es obvio que el texto se ha de traducir como "el discurso pam
que lo oyera el pueblo". es decir, el t.liscurso deslillodo al pueblo.
48. En Lutas es frecuente: Le 1. la: 2. 13: 6.17: 8. 37: 19.37.23.1. 18.27; Heeh 2. 6:
4,32: 5. 14. 16; 6. 1. 2. 5. 7; 7. 17; 9. 31; 14. 1. 4: IS. 12.30; 17.4; 19,9; 21,22.
36; 23, 7; 2S, 24.
49. El verbo én..'hom"i con pl'cJs es expresión típica. en Marcos. para expresar que una
persona o un colectivo busca a Jesús: "acudían a él de todas partes" (Me 1.45; "loda
la gente acudra a él" (Me 2. D; "dejen que los niños vengan a mí" (Me JO. 14).

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JESUS, EL PUEBLO Y LA TEOLOGIA (1) IlJ

que eso provocó inmediatamente y que consistieron en una serie de


enfrenlamienlos con los dirigentes religiosos (Mc 1. 21-3, 6); nnalmenle. la
respuesta que todo eso IUVO, es decir, quién respondió al mensaje del reino de
Dios, habida cuenla de los COnmClOS que ese mensaje lrajo consigo (Mc 3. 7-
12). Pues bien. la respuesta, al proyeclo de Jesús (presenlado de esa manera. con
sus inevilables contlictos, elc), fue el enlusiasmo del "pueblo", que "viene"
(érchomai prós)49 a Jesús (Mc 3, 8) Y hasla se le "echa encima para lOearlo"
(Me 3, 9). El acento. pues. se pone en el enlusiasmo popular. en la respuesla
masiva de la gente, no precisamente en los "discípulos", que sólo se mencionan
para decir que le prepararon una barca (Mc 3. 9)'0.
(,Quién acogió el mensaje de Jesús'! Si por "mensaje" entendemos esencial-
mente lo central que los evangelios presentan, a saber, el anuncio del reino (Me
1, 15) 51, cuya expresión nuclear es el sermón del rnonle5:!, los tres sinópticos
eslán de acuerdo en deslacar que quien acogió el mensaje rue el "pueblo"
(óchlos). y, por cieno, los mismos evangelios se encargan de hacer nolar que
aquellas gentes eslab.n "impresionadas" anle lo que Jesús decía (Mc 1, 22; MI
7,28) o que "eslaban asombrados por su enseñan1.a" (Le 4, 32).

1.4. La respuesta del pueblo: el seguimiento


Yo no sé por qué. cuando se trala el lema del "seguimiento de Jesús" es
frecuente hablar de este asunto como cosa quc se reJiere a personas escogidas ()
selectas, los que "lo dejan todo" con excepcional generosidad, como es el caso
de quienes se consagran al ministerio apostólico o entran en la vida religiosól (l
quizá se dedican por entero a alguna forma de aposlOludo que conlleva y exige
renuncias llamativas. Es claro que los que piensan o hablan de esa manera dan
pruebas sobradas de no haber leído los evangelios. comprendiendo debidamenle
lo que en ellos se dice. Porque una de las cosas que más llaman la atención
cuando se analizan las enseñanzas evangélicas sohrc el "pueblo" es, precisamen-
te, la relación que establecen entre el óch/os y el "seguimiento" oe Jesús.

50. No entiendo. por eso. cómo se puede alirmar. al explicar este sumario, 4UC "los
discípulos son los destinmarios especiales de su actuación". J. Gnilka. El e"llJI¡:e!io
,'iegtÍtI Marco,\', Vol. 1, p. 157,
51. La conlirmaci6n bibliográlica más reciente esta muy bien recogida por J, Sohrino,
JeslIl:l'islcJ liberado/', 121-184. La bibliograrra m¡is completa. hasHI 1986, se encuen·
tra en A. Lindcmann, "Herrschaft Goues/Reich GOlh!s' Nuevo Testamento", en TI,eo·
logisclle Relllellzyklopiidie. vol. XV. Berlin-New York. 1986. pp, 215-218.
52. Aunque el sermón del monle, lOl como se encuentra en Moteo. SCíI una "composición
redaccional" del evangelista. es innegable que en él se nos ha trasmitido el contenido
esencial del mens..1je de Jesús. Cfr. G. Barth. "Bergpredigt. Nuevo Testamento", en
Tlreologiscl.e RealellZ.)'klol,,¡die, Vol. V. Berlin-New York. 1980. pp. 603-604. con
amplia bibliograrra en pp. 616-618. Información más reciente. en H. D. Betl., Stlllliell
ZIlI' 8ergpredigr. TUbingen. 1985; J. Gnilka. Das Malfl.iill,'ieVllIIgeli.m" Vol. 1.
pp.11 1-114. que califica este sermón como "discurso programático", 01'. di .. p. 115.

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124 R.;VISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

En efecto, lo más lIamntivo en este punlo concreto no es que los evangelistas


afirmen que el pueblo "seguía"53 a Jesús 54 , sino, sobre todo, dónde y rómo se
alirma eso en los evangelios. En este sentido. el evangelio ue MaLeo es el más
elocuente. Porque no sólo sitúa ¡¡ las "grandes multitudes" (óchloi pol/ol) al
comienzo (MI 4. 25) Y al linal (MI 8. 1) de su "discurso programático"SS, sino
(lo que es más delerminanle) que alirma en ambos textos que lales mulliludes
"seguían" (ekololÍlhesall) a Jesús. Y es importante caer en la cuenta de que. en
momentos tan decisivos de la redacción evangélica. no se habla del "seguimien-
to" en relación a los "discípulos", sino precisamente al ··pueblo".
Lo que ocurre es que, con demasiada frecuencia. en los eSlUdios (exegéticos.
teológicos y espirituales) sobre el "seguimiento", se loma en consideración y se
analiza el verbo "seguir" (ak%/lt/¡eill) cuando se refiere a los "discípulos" (por
ejemplo MI 4. 20-22 par). pero ni se hace caso del lema cuando el que "sigue" a
Jesús es el "pueblo". Seguramenle esto se debe a que se parle de una idea de
"seguimiento" que resulla impensahle como categoría y experiencia aplicable a
la "gen le". a la "multitud". Porque. ereclivamenle. no parece que se pueda decir
de las genles sin formación y sin más earaelerísl¡eas que eso, ser el iPobre
puehlo!. que tales gentes cumplían las complicadas exigencias del "seguimiento
de Jesús". Y. sin embargo. aquí precisamente está una de las claves para com-
prender lo que significa el seguimiento. Y. sobre lodo, pam entender lo que los
evangelios nos quieren decir cuando hablan de la relación del pueblo con el
mensaje de Jesús.
En efeclo, si nos alenemos a lo que dicen los evangelios, el seguimiento de
Jesús no fue una experiencia o una exigencia reservada s610 a un grupo de
selcclos, los "discípulos". En esle sentido. no entiendo cómo se puede seguir
defendiendo lo que, hace lreinla años. escribió M. Hengel: "Jesús no llamó
nunca al pueblo como totalidad a 'seguirle', sino siempre y únicamente a indivi-
duos escogidos. haciéndolos discípulos suyos"~6. Expresamenle en con Ira de

53. Utili7..ilndo el verbo lIkoloutl,eill. que es. como sabemos. el término que se repite en
los evangelios para hablar del sl!guimienlo de Jesús. Cfr. G. Kiuel. aknlolltlleo;
TWNT Vol. 1, pp. 210-216; J. M. Castillo. BI seguimiellto de Jes';s. Salamanca. 1986.
con bibliografí.. abund.. nte: J. Sobrinu. "Seguimienlo de Jesús". en C. Floristán. J. J.
Tamayo. COlu:eptosfutUJamemales de cristianismo. Madrid, 1993. pp. 1289-1296.
54. Esto se dice repelidas veces: Mt 4.25: 8.1. 10; 9. 27 (dos ciegos); 12. 15; 14. 13; 19.
2; 20. 29. 34 (dos ciegos): 21. 9: 27. 55 (muchas mujeres); Mc 2. 15 (publicanos.
pecadores y discípulos. cosa quc gramalicalmenle es correcla); 3. 7; 5. 24; 8. 34 (el
"pueblo" y los "disdpulos"): 10. 32 ("los que lo seguían", distintos de los discípu-
los). 52 (un ciego): 11.9; 15.41 (las mujeres); Le 7. 9; 9.11. 23 (lo dijo a "todos"'):
18.43 (un ciego); 23. 27 Cl'o(v plellros IOÚ ¡amí, pero re(.uérdese que ¡aós. en Lucas.
se suele utilizar por óchlos); 49 (las mujeres); Jn 6. 2; 10.27 (las ovejas "siguen" a
Jesús).
55. J. Gnilka. Da.'i MlIlIlriills('volIgelium. Vol. 1. p. 115.
56. M. Hengel, Segllim;elllo .v C",-isllUl. UI radicalidad de /0 /1(111100" l/e Jesús, San-
tander. 1981. p. 88. La edición original alemana es de 1968.

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JESUS, EL PUEBLO Y LA TEOLOGIA (1) 125

esla afinnación eSlá lo que dice el evangelio de Marcos: "Convocando a la


multitud (l01l óchlorr) con sus discípulos, les dijo: si uno quiere venirse conmigo
(opíso mou elthein). que reniegue de sí mismo. que cargue con su cruz y me
siga" (kai akoloulheílo moi) (Me 3, 34). Aquí, pues, se dice expresamenle que el
óchlos fue invilado por Jesús a "seguirle". Y para que no quede duda en el lexlo
paralelo de Lucas se indica que Jesús dijo eslas palabras "a lodos" (pros PÓlltaS)
(Le 9, 23). Como se ha dicho acertadamenle. "es difícil restringir el significado
de "todos" aplicándolo únicamente al grupo entero de los discípulos" 57 . Por otra
parte, ya advirtió Bultmann que se puede decir, casi con toda seguridad, que esta
frase es máxima auténtica de Jesús 58. Por lo tanto, aquí tenemos un dicho del
Jesús histórico, en el que llama al pueblo (y no sólo a los discípulos) a seguirle.
Pero es que, además de estas palabras expresas y clarísimas del propio Jesús.
están los numerosos textos, ya citados. en los que se afinna (utilizando el verbo
akoloulhein) que el pueblo (óchlos) "seguía" a Jesús.
Ahora bien, yo no entiendo (ni puedo entender) en virtud de qué principio
exegético el mismo verbo ("seguir" = akolouthein) se interpreta en unos casos
como el verbo que expresa el sentido teológico, el sentido fuerte y propio que se
refiere a la relación más radical del "discípulo" con Jesús, mientras que en otros
casos precisamente cuando se trata del "pueblo", de la Ugente", ese mismo verbo
ya no liene el significado leo lógico propio y se reduce a una mera expresión
narrativa, que habla de lo que la "multitud" hacfa, que lo mismo podía ser
"seguir a Jesús" (Mt 14, 13) que "sentarse en el suelo" (MI 14, 19). Una vez
más se conlirma que con demasiada frecuencia, los teólogos y la teología, cuan-
do se encuentran con el "pueblo", pasan de largo, como el que pasa ante una
cosa que no tiene significado alguno para los asuntos que se refieren a Dios. O
bien puede ser que la teología (por lo general) no sabe qué hacer cuando da con
el "pueblo", el pueblo a secas, la gente que va por la calle. no el "pueblo de
Dios", los "pueblos paganos" o cosas así, que le resultan familiares a cualquier
teólogo de oficio.
Es verdad que Martin Hengel limita el "seguimicnto" a los "di~cípulos" por-
que a su juicio se ha de excluir "'a interpretación de un Jesús, "líder mesiánico"
del pueblo, al eSlilo de un Judas Galileo o Teudas"s9. En eso estamos de acuer-
do. Jesús no fue un agilador polflico de ese estilo. Ni un lrder populisla, como
después diré. Es más. a mí me parece que el eSludio de Hengcl da la clave para
entender por qué los evangelios repiten, tantas veces, que el pueblo "segura a
Jesús". En efecto, este autor toma como punto de partida el análisis de un texto
dificil, las palabras de Jesús a uno que quería seguirle: "Sígueme y deja que los

57. lA. Filzmyer. El evangelio segú" Lucas, Vol. 111, p. 114.


58. Cfr. R. Bultmann. Hislo,y 0/11.. SynoPlic Tradi/ioll. O.rord. 1962. pp. 81·82. citado
por 1. A. Fitzmyer. 01'. cil.. p. 108.
59. M. Hengel.op. cil., pp. 88·89.

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116 REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

muenos entierren a sus muenos" (MI 8, 22 par). ESle leXIO, sin duda exlrava-
gante, viene a decir, a juicio de Hengel, que el seguimiento de Jesús está por
encima de lo que para cualquier judío de aquel liempo era lo más decisivo: la
observancia de la Ley. Por in/lujo de los jasidin y de los fariseos el úllimo
servicio a los muenos había sido enallecido a la cima de lodas las buenas obras.
En esle sentido, se sabe que eSlaba en vigor aquello de Ber 3, la: "Aquel anle
cuyos ojos yace un difunto está exento ... de todos los mandamientos enunciados
en la Torá". De ahí que la obligación de panicipar en un conejo fúnebre podía,
incluso, suplir el eSludio de la Torá60. En definiliva, se Irata de comprender que
la respuesta de Jesús al presunlo disclpulo señala la inconmensurabilidad del
seguimienlo frenle a todas las 'jerarquías de valores" y categorías humanas61 , lo
que conlleva obviamenle que el "seguimiento" equivale a la liberación radical
de todas las ataduras. que únicamente puede prosperar precisamente "donde se
resquebrajan formas anliguas"62. La conclusión final de Hengel es que "la única
analogía propiamenle dicha, en cuanto a la vocación de los discípulos, es la
vocación del Dios de Israel a los profetas del Antiguo Teslamento"6J. Esto
supone que la llamada al seguimienlo no se hizo nada más que a los discípulos, de
manera que sólo después de la resurrección de Jesús "seguimiento y discipulado
empezaron a ser expresi6n absoluta de la existencia cristiana en la comunidad"64.
En el fondo, lo que todo esle razonamienlo nos viene a decir es que la
relación ejemplar de Jesús con alguien y de alguien con Jesús es la relación que
se puede comprender y definir solamente a partir del conceplo de "discípulo".
Es decir, el concepto de persona "escogida" y singularmente "llamada", como lo
fueron los profetas del Antiguo Teslamento, lo que es lanto como decir (aunque
ni se piense en eso): se trata, a fin de cuentas, de personas "selectas". Sean muchos
o sean pocos, quienes prelendan relacionarse a fondo y de verdad con Jesús,
tienen que contar con esto. Y esto, en última instancia, es 10 mismo que decir
que el "pueblo", la "multitud", la "gente", liene que resignarse a no sé qué crislia-
nismo de segunda categoria. Si no me equivoco. esto sería sustituir un "elitismo"
por otro: Jesús habría desaulorizado el pretendido elilismo de escribas y fari-
seos. el eliLismo de los "observantes"; pero. en definitiva, para poner en su lugar
el elitismo del "discipulado", el de las contadas personas que pueden "renunciar
a todo", "cargar con la cruz" y así seguir a Jesús hasla el heroísmo.
Sinceramente. yo no veo que este planteamiento cuadre con el conjunto de
los relatos evangélicos. Por la sencilla razón de que todo esto no está de acuerdo

60. M. Hengel, op. cit., 21, que cita a SI. Billerbeck IV, 560 Q. En esle punto no había
ninguna diferencia fundamental entre judíos y no judíos: "Enterrar a los muertos fue
siempre para los hombres de la antigüedad una obligación humana y religiosa a un
tiempo". E. Slommel: Reallex;kon filr AIII;ke und Chr;stel1lwn 2. 200. op. cil., p. 23.
61. M. Hengel, op. cil.. pp. 18-19.
62. Op. cit., p. 53.
63. Op. cit., p. 128.
64. Op. cit., p. 128.

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JESUS, EL PUEBLO Y LA TEOLOGIA (1) 127

con lo que los evangelios dicen cuando hablan del "pueblo" y la relación de éSle
con Jesús. Hay una cosa en la que M. Hengel tiene toda la razón del mundo: seguir
a Jesús supone y exige romper con lodas las ''jerarquías de valores" y catego-
rías humallas. Para un judío del siglo primero. esto suponía romper incluso con
los preceplos de la Torá. De ahí, la extravaganle exigencia de Jesús según
Mateo 8, 21-22/ par. Lucas 9, 59-60. Pero, cuando se dice eSlO, no se suele lener
en cuenta que el óchLos, los 'amme-ha 'ares. de los que hablan constantemente los
sinópticos, ni eran observantes de la Tor~, ni participaban en las "jerarquías de
valores", que propugnaban los escribas y fariseos. ni asumían las "calegorías
humanas" de los que buscaban los primeros puestos en las sinagogas y en los
banquetes, los saludos solemnes por las calles y ser considerados como "maestros".
Al decir CSIO, creo que estamos tocando una de las cuestiones más decisivas
a la hora de interpretar correctamente lo que los evangelios nos quieren indicar
cuando hablan del seguimiento de Jesús. El punto clave está en que las "renun-
cias", que plantean los evangelios, cuando presentan las llamadas al "seguimien-
to", se han interpretado en clave ascética: aceptar la pobreza que conlleva la
renuncia al dinero. liberarse de afectos familiares. abrazar la mortificaci6n que
supone cargar con la cruz, cte., etc. Y todo eso, porque quien es "lIamado" al
seguimiento, es "elegido", es el "preferido" por el Señor para ser su "discípulo"
y vivir en la "intimidad", que sólo alcanzan los "escogidos". Estas cosas se han
dicho y se siguen diciendo en seminarios, noviciados, campañas vocacionales o
simplemente en meditaciones a cristianos "comprometidos". Porque en eso. ni
más ni menos, consiste el "discipulado", que es lo nuclear en el cristianismo.
Ahora bien, todo esto ha representado una de las alleraciones m~ profundas que
se han introducido en la existencia cristiana, y más ampliamente en la compren-
sión del mensaje de Jesús. Porque el evangelio no es un mensaje para "selectos".
Ni el discipulado se puede entender como un "elitismo", m~ o menos disimulado.
Todo lo contrario: aceptar el seguimiento de Jesús es lo mismo que renunciar a
lOdo posible elitismo, a toda posible selección preferencial, a loda distinción que
nos destaque sobre los dem~. Por más que esa selección provenga de una ascesis
todo lo generosa que se quiera.

Me explico. Cuando Jesús invita, a quienes quieran seguirle, a que "carguen


con su cruz" (Me 8, 34; Mt 10,38; 16,24; Le 9, 23; 14,27), se refería obviamente
a una imagen que debía estar presente en los habitantes de la Palestina domina-
da por Roma. Hacía mucho liempo, en efeclo, que los judíos conocían las ejecu-
ciones en cruz, practicadas por el poder militar romanaOs . Ahora bien, lo que

65. J. Gnilka, El evangelio según san Marcos. Vol. 11. p. 26. Por tanto, no parece acepta-
ble la interpretación de los que dicen que lo de "cargar con la cruz" seria equivalente
a "cargar con el yugo". Cfr. E. Dinkler, lesu Wort vom Kreuztragell Sludien, en W.
EISler (ed.) (Homenaje a R. Bultmann en su 70 cumpteanosl, Berlin, 1954, pp. 110-
129. especialmente en p. 115. J. A. Fitzmyer, El evallgelio según ~cas. Vol. 111, p.
112. La imagen del "yugo", en la literatura del tiempo. no tiene que ver nada con la

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128' REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

cualquier oyente de Jesús entendía, al air hablar de "cargar con la cruz" no era
precisamente algo que se pudiera relacionar con la ascética y. menos aún. con
cualquier tipo de "selección" o "eli[ismo". Cargar con la cruz no era nada rela-
cionado con la religión o la espiritualidad. Tampoco se rerería a heroísmos o
generosidades de ninguna clase. Era, ni más ni menos, que aceptar ser tenido
por uno de tantos desgraciados a los que cualquier día las autoridades romanas
podían crucificar. Cargar con la cruz, por tanto. signi(jcaba alinearse con los
úILimos. con el óchlo.~. los 'amme-ha'ares. la mulLitud sin nombre y sin cualifi-
cación alguna. No era constituirse en héroe o en ejemplo ni de generosidad ni de
nada, sino despojarse de lodo signo de distinción y pasar a ser uno de [an[os,
perderse entre las pobres gentes sobre las que podía caer la maldición que anun-
ciaba Deuleronomio 21, 22s66. Por lo demás. es seguro que Pedro (MI 16, 22;
Me 8, 32). Y con él los demás discípulos ('fr. Me 8, 33)67, no entendieron las
palabras de Jesús sobre la cruz y por eso merecieron una seria reprensión. Y no
entendieron aquello hasta el punto de que les "daba miedo preguntarle" sobre
semejante asunto (Me 9, 32).
Por lo que respecla a la familia, cuando Jesús exige renunciar a ella (Me 2,
16-20 par; MI 10,37; Le 14,26-27), incluso cuando descalilica al que pre[endia
despedirse de sus parientes (Le 9, 62). la respuesla más sencilla consisle en
alirmar que Jesús pide la liberación más radical de cualquier atadura familiar,
hasla el punlo de abandonar, de hecho, a la ramilia. La cosa, sin embargo, no
parece tan simple. Porque se puede dudar seriamente que los discípulos enten-
dieran y pusieran en práctica las palabras de Jesús en ese sentido. En erecto, en
el mismo capítulo primero de Marcos, pocos versículos después de la llamada
de Simón al seguimicn[o (1, 16-18), se dice que Jesús rue a la casa de éste (1,
29), donde parece que pasó la noche (cfr. 1, 35)68, de manera que ya en Marcos
2, 1; 3, 20; 9, 33 se menciona su entrada "en casa" (e" oíko) o "en la casa" (e"
le oikíll), como ellugar familiar que Jesús frecuenta en Cafarnaún 69 . No parece,
pues, que Simón y su hermano Andrés, abandonasen el hogar. Y en cuanto a
Sanli<lgo y Juan, es seguro que siguieron estrechamente vinculados a su madre,

eru7.. Se rererííl al "yugo de la Torá". cuya aceptación era presentada como la condi-
ción para la venida del reino de Dios. Cfr. J. Gnilka. Das MauüusellllngeliullI. vol. 1.
('J. 439. Y. sobre Iodo. L. Jacobs. "Herrschaft Goues/Rcich GOlles. 111. Judentum". en
Tlle%Ri."clle Rea/ellzykfopiidie. Vol. XV. [1.192.
66. Precisamente se sabe llue existía el mandamiento de dar sepullura, anles de la puesla
lid sol. a un crucifici.ldo. Las referencias que lo eonlirman. en M. Hengel. 01'. (';1 .. p.
86. nota 77. Como también se sabe de la impresión causada por las numerosas cruces
levanladas por los romanos en la Palestina judía. 01'. di .. p. 86.
67. Cfr. J. Gnilk:'l. El ('I'llllgelio segú" san Marcos. Vol. 11. p. 18; J. Ernst, "PeulJsbe-
konn[nis-Leidens.nkündigung-Sal.nswort (Mk 8. 27-33)": C.[h 32. [978. pp. 46-73.
68. Cfr. J. Gnilka. El el'lmgeJio segtíll.fan Marcos, Vol. l. p. 102.
69. J. Gnilka. 01'. eil., Vol. 11. p. 64.

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JFSUS, EL PUEBLO Y LA TEOLOGIA (1) 12~

hasta el extremo de que los intereses malemos. por enaltecer a sus hijos. provo-
caron división y con nielo en el grupo de discípulos (Mt 20, 20-24). En todo
caso, ni Pedro ni los demás apóstoles practicaron el seguimiento de Jesús como
desprendimiento real y concreto de ataduras familiares, ya que sabemos, por el
testimonio de san Pablo. que todos ellos vivían casados y llevaban a sus mujeres
en los viajes (ICor 9.5)10. Esto supuesto, la pregunta que hay que responder es
por qué Jesús insiste, de manera lan radical. en la liberación de las ataduras
familiares. Si no me equivoco. creo que aqu( hay que decir algo semejante a lo
que explica muy bien Martin Hengel al analizar el eXlraño texto de no pretender
ni enterrar al propio padre. No se trataba de poner en cuestión el cuarto manda-
miento. Se trataba de liberarse de las ataduras que imponía la Torá. Pues algo
parecido sucede aquí. Sabemos, en efecto. la importancia religiosa que tcnía
para los judíos. la pertenencia a la familia. Porque de esa manera se aseguraba la
pureza de origen de cada sujeto. De ahí, la importa.ncia que tenían las genealo-
gías familiares, también para los laicos". Porque la constatación del origen puro
de una familia mediante tradiciones y notas genealógicas no tenía sólo un valor
teórico; esa constatación aseguraba a la familia en cuestión los derechos cívicos
que posefan los israelitas de pleno derecho72. En derinitiva, nos encontramos de
nuevo con 10 mismo. Seguir a Jesús no era primordialmente lihcrarsc de ahuJu-
ras afectivas o emocionales. Era algo mucho m's radical, pero, al mismo tiem·
po. mucho más humano. Se trataba de romper con las ataduras que crea cual·
quier pretensión de "pureza familiar" o de "limpieza de sangre". O dicho de otra
manera, se tralaba de no pretender ser más o estar por encima del simple pueblo,
contaminado por tanlas "impurezas", ya fueran "religiosas" en tiempo de Jesús,
ya sean de cualquier otro tipo en los tiempos que han venido más tarde.
y en cuanto a la renuncia a los bienes, lan fuertemente detacada en el episo-
dio del hombre rico (Me lO, 17-22 par). es decisivo recordar, de nuevo, que no
se trata de una exigencia ascética, ya que semejante cosa no encajaba ni en la
mentalidad de Jesús. que se contrapone por su no ascetismo a Juan Bautista (Mt
11, 18-19; Le 7, 33-34). ni en las ideas de sus oyentes. que ciertamente no
coincidían con las de los esenios y monjes del desierto 7J . Tampoco se trataba.

70. Literalmente. el texto dice que los apóstoles llevaban consigo "una mujer cristiana"
(adelpJu!II gYllaiJw). El término aJe/pilOs signirica incquívocameme lo mismo que
"crisliano", conerelamente en tCor 5.11; 6. 5. 6. 8: 7. t2. 14. 15: 8.11. 12. 13: 9. 5:
15.6; 16, 11. 12.20. Obviamente, llevar consigo una mujer cristiana no podía signi-
ficar 0[r3 cosa que la propia esposa. De maneril que las dudas. que se han pl:lntcado a
este respecto. no pueden tener otra explicaci6n que los prejuicios (injustificados
exegéticamcntc) a causa de la práctica posterior del celibato eclesiástico.
71. EsIO ha sido ampliamente probado por el excelente estudio de J. Jeremias, Jeru.wlé"
en tiempos de Jesús. Madrid, 1977, pp. 289-309.
72. 72 l. leremias. 0/'. d, .. pp. 309-310.
73. Por eSO me parece fuera de lugar apelar a la renuncia a lo propiedad. que practicaba
la comunidad de Qumram. Y menos aún. a las posibles influencias o paralelismos
con el helenismo. ya que, como veremos en la segunda parte de este trabajo, las

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130 REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

primordialmente, de practicar la beneficencia, ya que en el diálogo posterior de


Jesús con los discrpulos (Me 10,23-30 par) no se hace mención alguna de eso.
La cuestión es mucho más simple y al mismo tiempo mucho más radical. El
hombre rico al que invita Jesús al seguimiento, precisamente por eso, porque
"Ienla muchas posesiones" (Me 10, 22 par), no pertenecía al "pueblo" (óchlos),
es decir, no estaba entre la "multitud" sin nombre, sin bienes y sin dignidad
alguna. Y lo que Jesús hace es invilarlo a que se baje de su pedestal de riqueza y
dislinción, para comparlir con el pueblo pobre y simple su vida y su futuro.
Pero. por lo visto. eso es lo que no entraba ni en su mentalidad ni en sus
proyectos. Por eso, cuando Jesús afirma que "los que tienen dinero" (Me 10, 23
par) no pueden entrar en el reino de Dios (Me 10, 25 par), en realidad lo que
está reafirmando es la gran enseñanza de la Iradición sinóplica, según la cual el
reino es de los pobres (Le 6, 20), del miserable pueblo que oyó semejanle
anuncio (Le 6, 17-19; Mt 4,23-25). Como es igualmenle cierto que en el ban-
quete del reino no enlran los instalados y los satisfechos, sino sólo los "despre-
ciables" (Mt 22, 1-14; Le 14, 15-24), el óchlos en su expresión más radical.
El hecho es que el "seguimienlo de Jesús" se ha inlerprelado y se ha vivido
como un signo de privilegio y dislinción. De ahr que se ha interprelado y se ha
vivido como un cualificado elitismo. El elilismo de los más generosos y
esforzados. de los que se consideran a sí mismos como los preferidos y. por eso,
los más cercanos al ideal perfecto. Pero -también hay que decirlo-- el elilismo
de los que, por eso mismo, se consideran por encima de los demás, con las
consiguientes pretensiones de ser "los primeros". Que semejante pretensi6n es-
luvo muy presente en los discfpulos es cosa que sabemos por los evangelios. Y
en seguida la vaya silUar en su debido contexlo. Lo importante ahora es caer en
la cuenla de que, por lodo lo que acabo de decir, se comprende que Jesús lenía
que presentar las exigencias de] "seguimiento", con radicalismo y crudeza. pre-
cisamente a los que no parecían estar dispuestos a ser uno más entre el pueblo.
ya fuera por su apego a la religión y a la Torá, o bien por sus preocupaciones de
pureza genealógica. o simplemente porque sus intereses económicos o deseos de
sobresalir les cerraban la pue"a de acceso al reino de Dios. A los demás, al
pueblo sencillo. a la gente sin cuhura y sin más aspiración que sobrevivir. no
tenía que darles muchas explicaciones ni presentarles grandes exigencias. Aque-
llas pobres gentes, sólo por vivir como vivían, ya estaban en el camino que vino
a trazar Jesús. Por eso, los evangelios repiten hasta la saciedad que "las multitu-
des seguran a Jesús". Y dicen eso con la mayor naluralidad del mundo. Porque
efectivamente era así.
Lo que quiero decir con lodo esto es que existra una "sintonía" y has la una
"connaturalidad" enlre lo que Jesús decía y lo que el pueblo escuchaba y quería

renuncias de los cínicos y estoicos (cfr. M. Hengel. Segllimiento )' cari...,na. pp. 46-
53) se sitíian exactamente en los ant(podas de la mentalidad evagélica.

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JFSUS, EL PUEBLO Y LA TEOLOGIA (1) 131

escuchar. Por eso, los evangelios insisten, una y otra vez, en que las multitudes
se agolpaban junto a Jesús, no sólo porque las curaba de sus enfennedades, sino
también porque se quedaban impresionadas de sus enseñanzas. El final del ser-
món del monte es elocuente en este sentido: "Al terminar Jesús este discurso. las
multitudes estaban impresionadas de su enseñanza" (Mt 7, 28). Y añade el mis-
mo Mateo: "Y al bajar del monte lo siguieron grandes multitudes de gente" (Mt
8, 1). Mientras que, al mismo tiempo, los evangelios repiten igualmente que los
dirigentes religiosos se escandalizaban de lo que Jesús decía, y se indignaban
hasta el punto de querer matarlo.
Por otra parte, al decir estas cosas, no estoy idealizando al pueblo. Me limito
a hacer caer en la cuenta de lo que dicen .los evangeJios una y olra vez. Ni más
ni menos.

1.5. La mutua solidaridad


Jesús tuvo dificultades, enfrentamientos y connictos casi desde el comienzo
mismo de su ministerio público, hasta que todo terminó, como sabemos, en la
ejecución y la muerte. Ahora bien, lo sorprendente es que Jesús luva dificulta-
des y problemas. no sólo con los dirigentes religiosos y políticos, como sabe-
mos. sino también con los "discípulos", incluso con su misma familia. El único
colectivo con el que jamás tuvo conflicto alguno fue precisamente el "pueblo"
(óchlos). Sin duda alguna, el relato global de los evangelios sinópticos expresa
con toda claridad, incluso con finneza, que entre Jesús y el pueblo se produjo
una mutua coincidencia. una sintonía profunda. cuyo resultado más patente fue
la solidaridad incondicional de Jesús con él. Y también la solidaridad del pueblo
en su relación con Jesús.
Que Jesús tuvo dificultades y conflictos con los dirigentes religiosos, es cosa
que no vamos a descubrir aquí. En el relato de Marcos, desde el comienzo del
capítulo segundo. la curación del paralítico, los que consideran a Jesús como un
blasfemo son los letrados (Me 2, 6-7). Desde entonces, los enfrentamientos de
fariseos y letrados con Jesús se suceden constantemente en Galilea. A partir del
primer anuncio de la pasión (Me 8, 3 l par) son los miembros del Sanedrín,
sumos sacerdotes, senadores y letrados, los que son presentados por los evange-
lios como los que se enfrentan con Jesús has1a el desenlace final de la muerte
violenta74. Sobre este punto no cabe duda razonable. Otra cuestión es el uso que
hace el evangelio de Juan de la expresión "los judfos", que en unos casos se
refiere a Israel en general (2, 6. 13; 4, 22; 6, 4, etc), mientras que, en numerosos

74. Con razón se ha dicho que "según el relato premarcano de la pasión, los motores
principales de la muerte de Jesús fueron los sumos sacerdotes, rundamentalmente
pertenecientes al grupo saduceo", X. Alegre, "Los responsables de la muerte de Je-
sús", Revista I..atinoaml!ricana de Teología 14, 1997, p. 167.

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132 REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

textos. se trata indudablemente de los dirigentes del pueblo (Jn l. 19; 2, 18. 20;
5.10. 15. 16. 18, etc)15.
Pero Jesús tuvo dificultades no sólo con los dirigentes religiosos. También
las tuvo COIl ,su propia familia, que lo tomó por loco. precisamente a causa de su
entrega al pueblo (Me 3, 20·21). y, sobre todo, sabemos que tuvo problemas
serios y frecuentes COI1 los "discí/Julo.\"", Primero. porque a veces no lo enlen-
dían (Me 7, 18; Mt 15, 16), hasta protestar por las atenciones que se tenían con
él (Mt 26, 8). Segundo, porque no comprendieron lo más importante, el sentido
de su muene, hasta el punto de darles miedo preguntar sobre este asunto (Mc 9,
32; Mt 17, 23; Le 9, 45). Y aquí el eonllicto llegó a tal extremo que Pedro se
enfrentó con Jesús, lo que provocó la palabra más dura que salió de sus labios,
ya que, al calificar a Pedro como "Satanás" (Mt 16,23; Me 8. 33), lo consideró
como aquel que retuerce la verdad y habla la mentira 76 . Y por eso, porque los
"discípulos" no entendieron la entrega de Jesús ha'ta dar la vida, cuando llegó la
hora de la pasión, Judas lo traicionó (Me 14, 10-11; Mt26, 14-16; Le 22, 3-6),
Pedro renegó de su relación con él (Me 14,30.66-72 par), todos fallaron (Mc
14, 27) Y a la hora de la verdad lo abandonaron (Me 14, 50). En tercer lugar, es
determinante caer en la cuenta de que todo esto no ocurrió por casualidau. Todo
esto sucedió porque aquellos hombres tenían prelensiones inconfesables. Quiero
decir, ílquellos hombres no entendieron que la solidaridad con el pueblo pudiera
llegar hasta el fracaso y la muerte. Por la razón que sea77 , los discfpulos tenían
pretensiones de situarse y subir. Y la prueba está en que discutían quién de ellos
era el más importante (Me 9, 33-34; Le 9, 46) o quién tenía que ocupar el
primer puesto (Le 22, 24). En el fondo, lo que no les cabía en la cabeza es que
el reino de Dios no era un proyecto para instalarse, subir y mandar (Mt 18, 1;
Me 10,35-41; Mt 20, 20-24). Todo lo contrario. Jesús tuvo que decirles, una y
otra vez. que si no cambiaban y se hacían como niños. es decir como los úllimos
de este mundo78. no podían entrar en el reino (Mt 18,2-5; 19. 13-14; Me 9,36-

75. Con lodo. como bien indica J. O. Tuní. en este mismo número de la revisl3. la
expresión "'os jud(os" 110 quiere decir que el crislianismo joánico se .. antijudío.
76. Así cm considerado. en el cristianismo primitivo. el ralso maestro (cfr. Rom 16. 17-
20; 2eor 11, 13-15; Hech 13, 10). J. Gnilka, BI evangelio .,.gúll Stlll Marcos, Vol. 11.
p. 19.
77. Hay quienes picnsan que. tanLO la traición de Judas como las negaciones de Pedro. se
explican por la tendencia al zclOlismo que había en m,lucllos hombres. Esto no pasa
de ser una mera hipótesis. elltre olras razones. porque no sabemos con exactitud el
significado y el lipo de organización que tenian los movimientos revolucionarios en
Palestina en tiempo de Jesús. Una reciente exposición de este prohlema. en J. D.
Crossan. Jesús: "ida de 1111 cllII.pes;no judío. pp. 251-270.
7M. Como es sahido. el ni¡lo no era. en la cultura de aquel tiempo. un ejemplo de vinudes
o un mooelo de valores a imitar. Cua.ndo Jesús habló] de los niños. no habla de
va/ores, sino de derechos. Porque el niño era justamente eso: un "don nadie". el ser
que careela de derechos y que hasta podfa ser tirado a la basura o ser vendido como

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JESUS, EL PUEBLO Y LA TEOLOGIA (1) 133

37; 10, 13-15; Lc 9_ 47-48; 18, 16-17), Más aún, a los que pretendieron ser los
primeros en el reino les aseguró que "no sabían lo que pedían" (Mc 10, 38 par),
porque el proyeclo de Jesús es exactamente lo diamelralmente opuesto a los que
"dominan" y "se imponen con autoridad" (Mc 10,42 par). La consecuencia de
todo esto es que, por más extraño que parezca, el hecho es que, cuando los
evangelios sinópticos 79 hablan de los discípulos en relación a la fe, siempre
ponen en cuestión esla relación. De manera que, a veces, se llega a decir senci-
llamente que no tenran re (Mc 4, 40) o que eran increyentes (apistos) (MI 17,
17), ya que tenran una fe exigua (oligopistía) que en realidad era como un grano
de mas laza, o sea, prácticamente nada (Mt 17, 20); en alguna ocasión Jesús les
pregunta: "¿dónde está la fede ustedes'!" (Lc 8, 25). Pero lo más [recuente es
que los evangelios caliliquen a los discípulos como hombres de "poca fe" o de
una re escasísima (oligopistoi) (Mt 8, 26; 14, 31; 16, 8; Le 12,28, cr. v. 22)80. Y
es que, si la fe (en los sinópticos) se relaciona directamente con el proyecto del
reino (Mc 1, 15), al no poder comprender tal proyecto, los discípulos no podían
creer en Jesús.
El contraste con todo lo que acabo de explicar es la relación de Jesús con el
pueblo (óchlos). Concretando más: el "pueblo" y las "mujeres" son los dos
colectivos con los que Jesús (de nuevo, según los sin6plicos) nunca luvo con-
nicto algun081 • Por lo que se refiere al pueblo, contamos con el dala global (ya
mencionado) de la masiva y constante afluencia de las "multitudes" para escu-
charlo y estar con él. Obviamente, esto indica que aquellas gentes encontraban
en Jesús una acogida y una aceptación que no encontraban en nadie má'\. Esta
acogida no era simplemente expresión de respeto o interés "pastoral". Ni siquie-
ra, básicamente, lo que estaba en juego era "ayudarlas". En Jesús había algo más
prorundo y, si se quiere, más elemental. Su relación con el pueblo era algo
enteramente "visceral", en el senlido más estricto de la palabra. Los evangelios
lo dicen utilizando el verbo splanjllídsomai (de splalljlla = entrañas)R2, que ex-
presa la conmoción profunda que sentía Jesús a la vista de aquellas gentes
desamparadas, "como ovejas sin pastor" (Mt 9, 36; 14, 14; 15,32, cfr. 20, 34;

esclavo. por más que. de hecho, eso no fuera corriente entre los judeos. si bien en el
caso de la niñas. se las vendía. si es que no hahían cumplido los doce años. Cfr. W. J.
CoUer. "The Children in lhe Market-place". Novum Testamelllum 24. 1989,289-304;
!tI .. "Children Sining in the Agora". Forum 512. 63-82. Cfr. J. D. Crossan. Jesús:
vil/a de un cmnpesi"o judío. p. 318.
79. Otra cosa es el planleamiento del evangelio de Juan. en cuya tcología particular entra.
desde el comienzo. la relación de los discípulos con la re (Jn 2. 11).
80. Cfr. J. M. Castillo, Los IJobres y la leologÍlI. ¿Qué qlleda de la teoJogfll de /" libera-
ción? Bilbao, 1998, pp. 212-214. donde analizo más detalladamente este punto.
81. Documentación miÍs detallada sobre la relación de Jesús con las mujeres, en J. M.
Castillo, Los IJOb,.es y la teología. ¿Qué queda de la le%gía de la IiberaciólI?, pp.
103-104.
82. Cfr. nota 32.

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134 REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

Me 1, 41; 6, 34; 8, 2, cfr. 9, 22). Lo de Jesús con el pueblo era una sintonía tan
honda como el cariño que siente el padre ante el hijo extraviado (Le 15, 20).
Jesús nunca quiso dominar a la gente o mandar sobre el pueblo y, menos aún,
manipularlo. De manera que cuando quisieron "hacerlo rey" (Jn 6, 15; cfr. v. 2.
5), no consintió tal cosa y "se retiró al monte, él solo" (Jn 6, 15). Jesús no fue
"populista". Porque incluso cuando el pueblo lo aclama al llegar a Jerusalén (Mt
21,8.9.11; Le 19,39) no muestra pretensión alguna de aprovechar la situación
y hacerse con el mando, sino todo lo contrario, se va al templo y allí realiza un
acto provocativo (Me 11, 15-18 par; Jn 2,14-16), que, de hecho, resultó ser la
acusación más fuerte que tuvieron las autoridades para matarlo (Mt 26. 61 par)
83. Más aún, Jesús anunció tres veces que lo iban a matar (Me 8, 31 par; 9, 31
par; lO, 33 par). Y Jesús lo sabIa porque, como ya dijo acertadamente Joachim
Jeremias. "el curso exterior de su ministerio luvo que obligar a Jesús a contar
con una muerte violenta" 84. Precisamente por sus repetidos e insistentes com-
portamientos en solidaridad con el pueblo, con pobres, enfermos, endemoniados,
pecadores y gentes marginales. No es exageración alguna afirmar que la solida-
ridad con el pueblo fue lo que llevó a Jesús a morir de manera violenta y
humillante.
Pero los evangelios no hablan sólo de la solidaridad de Jesús con el pueblo.
Tanto o más, se destaca la solidaridad del pueblo con Jesús. Seguramente, el
dato más elocuente en este sentido está en que los evangelios muestran, no s610
el enfrentamiento de los dirigentes con Jesús, sino, al mismo tiempo, también el
enfrentamiento de los dirigentes con el pueblo. En efecto, ya en el capítulo
segundo de Marcos, cuando Jesús cura al paralítico (Me 2, 1-12 par), el pueblo
acude masivamente a Jesús (Me 2, 4), mientras los letrados lo acusan de blasfe-
mia (Me 2, 6-7 par). Y el contraste resulta más elocuente si tenemos en cuenta
que el relato termina diciendo que "todos se quedaron atónitos y alababan a
Dios" (Me 2, 12; Mt 9, 8). En consecuencia, "toda la multitud (óclt/os) fue
acudiendo a donde él estaba y se puso a enseñarles" (Me 2, 13). El mismo
contraste se repite en un episodio significativo: el rechazo por parte de Jesús de
las tradiciones sobre la pureza ritual. un asunto de enorme importancia práclica
para la vida del puebl0 85 . En este caso, frente a la acusación de fariseos y
letrados (Me 7, 5; Mt 15, 10), con los que tiene un fuerte enfrentamiento (Me 7.

83. Como se ha dicho acenadamente. si bien no es probable que ruera la acción de Jesús
en el templo la que provocara, por sí sola. el que lo mataran, sí debió contribuir a que
arrestaran a Jesús. X. Alegre, lAs respOtlSables de la muel"le de Jesús. p. 155.
84. Teología del Nuevo Tes/amen/o. Vol. 1, p. 323.
85. Una buena presentación del problema, con bibliograHa. en J. Gnilka. El evangelio
según san Marcos. Vol. l. pp. 325-326. Las consecuencias legales que todo esto
comportaba eslán bien analizadas en J. Jeremias. Jerw·uléll en liempos de Jesús. pp.
285-354.

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JESUS, EL PUEBLO Y LA TEOLOGIA (1) 135

6-13 par), Jesús "convoca a la mullilud" (Mc 7, 14) Y le expone su enseñanza


sobre el lema. Cuando Jesús baja del monle de la lransliguración, el pueblo
acude a él (Mc 9, 15), mientras que los lelrados disculen con los uiscípulos (Me
9, 14). De nuevo, el conlrasle enlre los dirigentes y la multilud86. Al comienzo
del capílulo 10 de Marcos se repile la misma conlraposición: por una parle, el
pueblo se reune con Jesús y éSle se pone a enseñarle (Mc 10, 1 par); enseguida
se acercan unos fariseos con intención de ponerlo a prueba (Mc 10, 2 par). En el
evangelio de Juan, la contraposición enlre la aClilud del pueblo (áclllos) y los
dirigentes se hace notar con más fuerza. Por ejemplo. en la controversia que se
produce con ocasión de la flesla de las chozas mucha genle del pueblo cree en
Jesús (1n 7, 31) yeso es lo que provoca que los sumos sacerdoles y los fariseos
manden guardias para delenerlo (Jn 7, 32). Pero sin duda alguna, a parlir de la
entrada de Jesús en Jerusalén, la lensión entre las aUloridades y el pueblo se
acentúa hasta el lImite. Por el evangelio de Juan sabemos que los dirigentes
religiosos se decidieron a matar a Jesús precisamente por el peligro que repre-
sentaba para ellos la aceptación popular que obtenía (1n 11, 47-48). Pues bien,
estando así las cosas, se comprende que "los sumos sacerdotes y los letrauos
buscasen una manera de acabar con él", al tiempo que "la multitud estaba im-
presionada de su doctrina" (Mc 1 1, 18 par). Y en seguida se insiste en que "se le
acercaron los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores" con preguntas
insidiosas (Mc 11, 27 par), pero no se alreven a decir lo que piensan, porque el
pueblo estaba de parte de Jesús (Me 11, 31 par). Exactamente lo mismo se
repite al concluir la parábola de los viñadores homiciuas (Mc 12, 12 par). Y
Marcos termina esta larga serie de contraposiciones diciendo que "la multitud.
que era grande, lo escuchaba disfrutando" (edéos) (Me 12, 37), precisamenle
cuando Jesús pone de manifiesto la contradicción de la doctrina de los letrados
(Me 12, 35-36).
Pero aquí se plantea una duda: ¿no tuvo el "pueblo" (6chlos) una parlicipa-
~ión activa en el prendimiento (Mc 14, 43 par) y en la condena de Jesús (Mc 15,
15)? De manera global, se puede responder, como bien indica X. Alegre que,
según el relato premarcano de la pasión -yen principio parece responder a la
historia-, los motores principales de la muerte de Jesús fueron los "sumos
sacerdotes", fundamentalmente pertenecientes al grupo saduceo. Pues son ellos
sobre lodo los que se semían profundamente inquietos y cuesLionados en su
autoridad y modo de "dirigir" al pueblo por la actividad y enseñanza de Jesús8?
Este juicio de conjunto se ve confirmado por la indicación de Marcos según la

86. En Me 9. 19. se dice que Jesús reaccionó diciendo: "¡Generación sin fe! ¿Hasta
cuándo tendré que soportarlos"!". Pero, en el relato paralelo de Maleo, se explica que
la falta de fe no estaba en el pueblo. sino en los discípulos. que fueron los que no
pudieron expulsar al demonio (MI 17, 20).
87. "Los responsables de la muerte de Jesús", p. 167.

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t36 REVtSTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

cual rucron los sumos sacerdotes los que incitaron a la "multitud" a pedir la
muerte de Jesús (Mc 15, 1 l. 15 par). Lo cual, según parece, pudo caer bien entre
buena parte del pueblo de Jerusalén, que vivía del templ088, cuyo funcionamien-
lo había sido cuestionado seriamente por Jesús. Por lo demás. aquí parece opor-
luna recordar cómo concluye Lucas el relato de la muerte de Jesús: "Todas las
multitudes (pánles óehloi) ... viendo lo que había ocurrido, fueron regresando a
la ciudad, dándose golpes de pecho" (Le 23, 48). El "pueblo", en definitiva, no
estuvo de acuerdo con la ejecución de Jesús. Y se arrepintió de haber asistido al
macabro espectáculo. Al menos, ésa es la interpretación que recogió la tradición
de Lucas, lo que corresponde a los "efectos" de la muerte de Cristo, sobre todo,
el perdón de los pecados y la paz, tal como presenla todo eso el evangelio de
Lucas 89 .
Pero la solidaridad del pueblo con Jesús llegó más lejos. Llegó hasta el
extremo de que tal solidaridad defendió eficazmente a Jesús de una muerte más
temprana. Quiero decir: a Jesús no lo mataron antes precisamente porque las
autoridades se dieron cuenta de que alentar contra Jesús habría sido lo mismo
que atentar contra el pueblo, Hasta ese punto se vio la identificación del pueblo
con Jesús. Por eso, los textos evangélicos insisten en que los dirigentes "len(an
miedo" de la posible reacción del pueblo (Mc 12, 12; Mt 21, 26. 46; cfr. Jn 7,
45-48)90. Incluso Herodes no se atrevió con Jesús por la misma razón (Mt 14,
5). Es signilicativo que quienes detentaban el poder no temieron a los discípu-
los. Ni jamás se habla de la posible reacción de éstos. Todo lo contrario: uno de
tales discípulos lo vendió a los sumos sacerdotes. Y otro, cuando llegó la hora
de la verdad, hasta se puso a "echar maldiciones y jurar", en el sentido de que ni
conocía a Jesús, ni tenía que ver nada con él (Mc 14,71 par).
Está claro: la solidaridad con el pueblo (pobres, enfermos, pecadores. margi-
nados sociales ... ) llevó a Jesús a hacer y decir cosas, que le acarrearon la muerte
violenta. Esto está dicho en cualquier estudio serio sobre el Jesús histórico y en
la mayor parte de las cristologías actuales bien documentadas. Pero también es
claro que el pueblo comprendió perfectamente lo que representaba la conducta y
la enseñanza de Jesús, Y el pueblo respondió con una solidaridad tan honda que,
en el relato evangélico, aparece como el gran colectivo que entendió el mensaje
de Jesús y se identificó con él, hasta ser su defensor más firme Frente a quienes,
desde muy pronto, quisieron quitarle la vida y extinguir su memoria.

88. Cfr. Ibid.. p. 168.


89. Para todo este asunto, cfr. J. A. Fitzmyer. El evangelio según Lucas. Vol. 1. pp. 375-
379.
90. Aunque propiamente. en el evangelio de Juan. a Jeslls no lo malan antes porque no
había llegado su "hora" (Jn 7, 30). Lo que. como es sabido. corresponde a la leología
del cuarto evangelio.

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JESUS, EL PUEDW y LA TEOLOGIA (1) 137

1.6. Conclusión
Cualquier persona entendida en teología sabe que lo que llamamos genérica·
mente la "vida cristiana" se ha entendido en la Iglesia a partir del concepto de
"discípulo" de Jesús. La conclusión final del citado estudio de Marlin Hengel lo
expresa muy bien: "Seguimienlo y discipulado empezaron a ser expresión abso·
luta de la existencia cristiana en la comunidad pospascual. perseverando en la
idea de que todos los creyentes estaban puestos al mismo tiempo al servicio del
Cristo de Dios"91. Si estoy en lo cierLo. esto quiere decir que el "ser creyente" se
inlerprela a partir del "discipulado", con las exigencias que. desde el evangelio.
eso lleva consigo. Ahora bien, lodo esto significa. entre otras cosas, que la fe se
entiende a parlir de 105 "discípulos", no a partir del "pueblo", Lo cual. a su vez.
quiere decir que la "teología" se enliende también desde el "discipulado", es
decir, desde el grupo de "escogidos", 105 "llamados", 105 "predileclos", elc.
Y, sin embargo, si algo ha quedado claro en esle lrabajo. es que scgún el
relato sinóptico el colectivo que enlendió a Jesús y sintonizó con él hasta el final
no fueron los discfpulos. sino el pueblo sencillo, la genle ignoranle y mal visla
por los entendidos. los observantes y los "hombres de auloridad", Sé perrCCla-
mente que sólo con los sinópticos en la mano no podemos hacer ni una lcolngra
completa de la fe, ni, por lanto, una reflexión total soofe el ser mismo de la
teología cristiana. Pero también es cierLa que cualquier renexión sobre la Fe y
sobre la leología no puede prescindir en modo alguno de lo que dicen 105 sinóp-
ticos.
Ahora bien, desde csle punlo de vista eslá claro que Jesús presentó su men-
saje de manera que rue comprcndido por el pueblo. inleresIÍ al pueblo y sinloni-
zó con los problemas y aspiraciones del pueblo. Con esto quiero decir que Jesús
no coincidió con los hombres "religiosos" de su tiempo; ni con los "piadosos" y
"observantes"; como tampoco coincidió siempre con sus mismos "discípulos".
Jesús comunicó "algo" que, con quien vino a coincidir fue precisamente con los
desvalidos e ignorantes. Y coincidió con ellos. primordialmente. no porque que-
ría ayudarlos. sino por algo previo a roda ayuda: porque les quería. Un día. hace
tiempo. alguien me pregunró: "¿usted me quiere ayuda,. o usted me quie,.e'!".
No supe qué responder. En la vida, hay mucha gente dispuesta a "ayudar". Pero
hay pocas personas dispuestas a "querer", No olvidemos que la relación de
"ayuda" es asimétrica: el que ayuda eslá en un plano superior al que es ayudado,
Por otra parte, la relación de ayuda es una relación que domina el que la presla
(puedo ayudar hasta donde quiera), Mientras quc la relación de cariño es una
relación en la que no se sabe hasla dónde puede llevar. A Jesús, de hecho. 1"
llevó hasla la muerte,

91. Seguimiellto .v carisma. p. 128.

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138 REVISfA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

¿Qué quiero decir con todo esto? A mi manera de ver, lo que Jesús comuni-
có no rue básicamente un "saber". Lo que Jesús comunicó fueron unas "convic-
ciones determin.ntes de la vid .... Y h.y que decir que, si se d.n t.les conviccio-
nes, hay re y h.y teologí•. Al termin.r el sermón del monte, "las multitudes
est.b.n impresion.d.s de su enseñanz." (Mt 7, 28). ¿Qué h.bí. "enseñ.do"
Jesús? Si se piensa desp.cio, lo que enseñó rue todo un conjunto de conviccio·
nes delerminalltes de ulla manera de vivir.
Las convicciones determinantes de la vida no se inlegran (no las integra-
rnos), en nuestras pautas de conducla, por vía del "conocimiento". Porque tales
convicciones no son un "saber" que se puede asimilar por el estudio o se puede
encontrar en los libros. Las convicciones detenninames de la vida se integran en
nosotros por el camino de la "sintonía" con los seres humanos. Y aquí está, me
parece a mí. el secreto de lodo lo que, en el fondo, nos dicen los evangelios
sobre la cerc.nía de Jesús. las multitudes. Y l. respuesta de éstas a su "mens.-
je". Aquellas gentes sin Ionizaron prorundamente con lo que Jesús vino a "reve-
lar". El Dios de Jesús, la s.lv.ción de Jesús, la esper.nza de Jesús, solamente
resultan integr.bles desde la solid.ridad con los últimos de este mundo. Y en-
tonces, resulta comprensible aquello de que el Padre del cielo "h. escondido
estas cosas a los sabios y entendidos", mienlras que "se las ha revelado a la
gente sencill." (Mt 11, 25 par), exactamente a los népioi, o sea, a los que no
tienen nada que decir en este mundo.
En delinitiva, sólo a p"1ir de la relación de Jesús con el pueblo, se puede
empezar a comprender lo que es l. re cristiana y su inteligibilidad (jides
quaeren.'i intellectum), es decir, la teología.
¿Por qué esto dejó de ser así relativamente pronto? Es lo que intentaré expli-
car en la segunda p.rte de este trab.jo.

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