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Grítica

Capítulo I

TRE,S DE,FINICIONES:
EL ACONTECIMIENTO,
EL AZAR, LO SOCIAL
E,l historiador no es el que sabe.
sino el que busca.
LuclEN FEevRe
La relisión de Rabelaisl

Pretendo explicarles el tiempo presente, con independencia de las cir-


cunstancias que estamos vivicndo. más allá dc los torbellinos que esas
circunstancias conllevan... E incluso, en cierta medida. pretendo explicar-
les esas circunstancias y esos torbellinos. ¡Menuda pretensión! pensarán, y
qué falta de modestia por mi parte. Menuda pretensión, pues convendrán
conmigo que no me encuentro en la mejor de las situaciones para perci-
bir el mundo. ¡Si al menos estuviese librc, si al menos ocupase un puesto
relcvante! Dcsmesurada pretensión también porque el mundo es vasto y
bastante complicado y, para hablar con franqueza, no siempre resulta fá-
cil de explic¿rr. En el mejor de los castts, les estoy invitando a una larga.
muy larga. empresa.
Sin embargo. esta prctcnsión mía se apoya en rcalidad en una ex-
traordinaria confianza, y el viaje al que les invito no es absolutamente
nucvo. cosa que disminuye su encanto pero también sus riesgos, pues va-

l. F. Braudel leyó cl Robelu¿¡ de Lucien Febvrc en el jucgo de prucbas quc el aulor


lc cnvi(r a Lübcck cl 4 de noviembrc dc 19¿12 (rccibido cl 22 de novicmbre y encuadernadir
cn la bibliotcca del cantpo).
1'RES DEFINICIONES

rias etapas han sido exactamente reconocidas.


¿[-lna extraordinaria con-
fianza'/ ¿,Qué confianza'l La quc yo deposito en la historia, herramienra
de conocimiento e instrumento de meclición. Tal vez no la historia que re-
cuerdan de sus años escolares, pues todo ha cambiaclo desde entonces. en
primer lugar ustedes aunque también ella, mucho más de lo que puedan
suponer. La historia que aquí invoco es una historia nueva, imperialista e
incluso revolucionaria,capaz en su voluntacl de renovarse y de consumar-
se, de saquear las riquezas de las otras ciencias sociales contiguast una his_
toria. repito. que ha cambiado mucho. que ha avanzado ex.-tra()rdinaria-
mente, por mucho que se diga, en el conocimicnto de los hombres y del
mundo, en pocas palahras en la inteligencia misma de la vida. yo diría una
gran,una pro.fttnda historia. L)na gran historia significa una historia que se
orienta a lo general, que es capaz de extrapolar los detalles, de rebasar la
erudición y de captar lo vivo, con sus riesgos y peligros y en sus más gran-
des líneas de verdad. Quizá cada época tiene la historia que merece,laluz
histórica que conviene exactamente a su vista y a su paso. Las épocas fe-
lices y demasiado apacibles se contentan con luces minúsculas. Se necesi-
tan grandes cataclismos, desgracias en que el hombre y los pueblos perci-
- - :lr) cS el que Sabe, ben instintivamente el lado trágico del destino, para que la gran historia
.ino el que busca. pueda arrojar sus luces, convertidas entonces en necesarias y sin duda en
r crr-ll Fugvne bienhechoras.La gran historia, pero también historia profunda;esta últi-
- ,: tle Rabelaisl ma expresión pronto les resultará familiar si siguen mis razonamientos.
Entiendo con ello, coincidiendo con algunos otros historiadores actuales
y del pasado, ofrecer una historia de los hombres considerada en sus rea-
¡ -,rJcncia de las cir- lidades colectivas, en la evolución lenta de las estructuras,según la palabra
I :hcllinos que esas hoy en boga: estructuras de los Estados, de ras economías. de las socieda-
m . , :rctendo explicar- des y de las civilizaciones...2
¡e. - ;n:itinl pensarán,y confianza, por lo tanto, en la historia. Me veo obligado enronces, an-
... pues cclnvendrán tes de seguir adelante, si no a definir para ustedes muy exactamente que
:: '-.rciones para perci- es la historia, al menos presentarla de la manera más clara posible, sin per-
. ,rCtlPSSe un puesto derme con ello en discusiones estériles, sin extraviarme por vericuetos fi-
rr :l mundo es vasto y losóficos o de erudición doncle corro el peligro de queclarme solo
.ie mpre resulta fá- pequeña desgracia-, además de no aclarar nada en absoluto. procederé
- , rt¿rndo a una larga. de otro modo y de la forma más sencilla posible. No definiré realmente la
historia hasta el final del viaje. por el momento mostraré. a modo de lar-
li :alidad en una ex- go preámbulo, tres realidades que afectan a la historia.
¿eué es un acon-
r .', es absolutamcntc tecimiento'/ ¿Qué es el azar'l ¿,eué es lo sociar? Responder a estas pre-
r rus riesgos, pues va- guntas me permitirá iluminar de modo suficiente nuestro camino.

.ic prucbas quc el autor


r icmbre y encuadcrn¿rdrr 2. <Structures>: expresi(rn tomada del libro de Gaston Roupncl. Histoire
et destin,
1943, de cuyo rcsumcn se ocupó Brauclcl con destino alt¡s Annales.
AA LAS AMBICIONtlS DE LA HISTORIA

L,q HtsTonl¡, l-lvE,N E M EN(llA Ll

Sangrientos acontecimientos nos asaltan, nos rodean


por todas partes
y, al paiecer, tejen sobrc l¿r marcha. caiga quien caiga' la
historia que se
está haciendo. Nunc¿r h¿rn estado tan próximcls a nosotros ni nunca han
historia, es decir, no
sido tan amen¿rzaclores: los años lclices carecen cle
felices. Hemos
tienen sucesos acuclantes: pero nosotros no vivimos años
la historia'
recuperaclo. para mucho tiempo, el sentimiento trágictl de
la peor cte ias políticas, como bien saben' sería la que
Sin
"*f',urgo. rqnuro, estos acontecimicntos o bien en aceptarlos tal
consiste o bien
"n y sobre todo creer
y como se nos presentan' ceder a su insistente empuje'
política, la actitud
en su amen¿lza \. en su importancia puntual. La buena
en pri-
viril. consistc en reaccionar contra ellos, soportarlos pacientemente
pues los
mer lugar v. sobrc toclo. juzgarlos por su valor' a veces irrisorio'
rapidez' y no siempre dejan
grancle"i acontecimientos se clesvanecen con
en el des-
tras cie sí lars importantes consecuencias anunciadas. Pensemos
políti-
tino cle tantas victorias clamorosas o de tantos grandes discursos
qué retendrá
cos... ¿,Qué quedaba cle ellos dos o tres mescs después? ¿,Y
cn bloque. de este tiempo nuestro lle-
la historia dentro de cincuenta años,
no de agitación, monstruosamente preocupado de sí mismcl?
pobre'
Un ácontecimiento es un hecho histórico; ósa es una definición
otro?
me objetarán. ¿,Quiere decir eso que es un hecho como cualquier
Fran-
oNo, es un hecho notable>, al menos eso es lo que nos dice Anatole
ce. Yo, por mi parte, más bien diría que es un hecho
notado' señalado a
un modo u otro en visible para
nuestra atención, registrado, converticlo de
de la masa de csos
nuestra mirada, poñnu luz tal vez fortuita, en medio
historia ideal y
hechos innumerables que, a catla instante, conforman la
completadelmundo.Nocreamosentoncesenlapurezadelhecho.mate-
de
rial de la historia ayer' y que sL- sigue considerando con una especie
de que su
iclolatría. <Fsa gente no se da cuenta -escribe Lucien Febvre-
una abstracción
famoso hecho es ya cl resultaclo de tocla una elaboración'
doncle lo subjetivo ya ha actuado'o Y eso es lo que
yo quisiera establecer'
o mejor
áli-un"ru, "r "t ptuno de la actualidad. Este origen del hecho,de hoy es el
digamos clel acontecimicnto en lo actual (el acontecimiento
de ser siem-
hecho histórico de mañana), no implica a la fuerza que haya
preunhechoconsiderable.¿PodríamossaberloenelmomentoenqueSe
que haga en su
produce? Lo que deciclirá su importancia no es el ruido
quc
momento o el ruido que se haga en torno a él' sino las consecuencias
hijas del tiem-
se deriven o no de é1. Ahora bien, esas consecuencias son

3.sobrclahistoriaevenemcncial'véasesupra,p.ls,laprescntacióndcestetexto.
fRES Dt]FINICfONF]S

po. Los hechos actuales a los que se señala como importantes lo son. por
tanto, con carácter provisional, y quedan sujetos a revisión. Lo sabíamos. ..

Pero ahí tenemos una buena razón para no sobreestimarlos y no cree r a


ciegas que todos tienen obligatoriamente importancia.
Observemos también que los sucesos nos abordan al galope. Fútiles o
no, son dramas extraordinariamente breves, dramas-relámpago, como
podemos ohservar cn varios acontecimientos-tipo que tomamos com()
ejemplo, al azar, entre nuestras informaciones actuales y nuestros recuer-
dos de ayer. Un puñado de sucesos que mañana parecerán totalmente
desprovistos de interés, confirmando así nuestro punto de vista. Insista-
mos, sin embargo. El detalle merece que nos detengamos a observarlos
desde más cerca. ¿,Acontecimientos? Winston Churchill acaba de pronun-
ciar un discurso en la Cámara de los Comunes; Roosevelt, una vez más,
habrá hablado desde el rincón junto a la chimenea en la Casa Blanca;
Goebbels acaba de escribir un largo artículo, objetivo, plagado de detalles
y declaraciones, en el Reich, el gran semanario alemán. Un diario recien-
te anuncia la llegada a Argel del general americano Doolittle, que en 1942
dirigió el primcr ataque aéreo contra Tokio. A Argel llega también, nos
cuentan, el arzobispo de Nueva York, monseñor Spellman, del que se nos
ha hablado repetidamente a propósito de mistcriosos viajes a Londres,
Roma. Ankara... Incidentes dignos de señalar, si se quiere, rumores pro-
cedentes una vez más de Ankara y que una vez más plantean, aunque sin
llegar a esclarecerlos de verdad, el urgente y languideciente problema tur-
co. Acontecimiento también es ese reportaje de un corresponsal de gue-
rra alemán, ese P K. Bericht animado que publica el Frankfurter Zeitung
de ayer sobre un combate en Ucrania anónimo, es cierto, per-
-incidente
dido en la inmensidad del frente del Este y tanto más significativo quizá.
Sucesos también, y grandes sucesos, sucesos-tipo los llamaríamos de bue-
na gana, situados en el corazón de la vida del mundo, son esas entrevistas
sensacionales de aycr, ésta en el estuaricl del Potomac, aquélla en la esta-
cir'rn <histórica> del Brenner, aquellas otras en Florencia, en Casablanca.
cn E,I Cairo, en Adana, a la espera de las entrevistas y conferencias del
tuturo.
Todo el haz de noticias rclámpago, casi sin motivo, esos instantes car-
sados de emoción y que durante un segundo se fijan de lleno sobre los
ducños del mundo. Volverán a mostrárnoslos a intervalos regulares, pode-
nros cstar scguros. y es un jucgo rcpcticlo ofrecern()s sus conversacioncs
¡t¡mo si fuesen enigmas y señalar imperturbablemente que estas entrevis-
tas son los dramas a través de los cuales se elabora cl destino del mundo
r cl nuestro. ¿,Tenemos corazón para dudar de que sea verdad? Además,
.in csos maestros, sin esos relámpagos de flash, ¿seguiría habiendo acon-
lecimientos? ¿,Habría siquicra diarios'l Sé muy bien que la semana que
26 I,AS AMBICIONH,S DE LA HISl'ORIA

acaba de pasar no ha sido muy rica en peripecias militares, que la guerra


en el Este se detiene a causa del barrcl y de las aguas del deshielo. Pero
¿,no resulta curioso ver cl lugar que ocupan los acontecimientos alejados
de las líneas de luego'? Cuando la guerra se calma, los diarios ticnen que
seguir hablando. Es algo que vemos siempre, es la prensa la que nos da
esas noticias hechas picadillo, recortadas en instantes breves. El día es la
unidad de medida obligada de Ia información, esa fabricante de aconteci-
mientos. Las operaciones militares en sí mismas obedecen muy a menudo,
pese a su continuidad, a esa necesidad del artículo diario. Están troceadas
en episodios. recortadas en batallas locales, descritas en frases de comuni-
cados diarit)s. pues el lector reclama su pitanza de cada día.
¿,Es necesario que alarguemos la lista de ejemplos que pueden en-
contrarsc en las diferentes categorías de nuestros acontecimientos? ¿O
qut: nos preguntemos si el acontecimiento. instante de historia, corres-
pondería a la brevedad orgánica de nuestros recuerdos, al trabajo en pun-
teado de nuestra memoria? En todo caso, me parece probado, o fácil de
probar, en lo que se refiere a su duracirín. Cronometrad los aconteci-
mientos que queráis, ¡siempre os sorprenderá su brevedad! Todos ellos
dan exactamente la impresión de ser trtiilers, esos cortes de las películas
nuevas que se proyectan en las salas de cine para anunciar el programa de
la semana que viene. Por apasionantes que sean, esos tr(tilers nunca nos
cuentan la película entera, toda una historia; la anuncian y la sugieren.
pero a nosotros nos toca soñar con ella.
Muy a menudo. un actlntecimiento en cl tiempo es algo bastante in-
significante, incluso los grandes acontecimientos equivalen a cien o dos-
cientos metros de película. Algunos decorados más adivinados que vis-
tos; la estación de Brenner, dos trenes oficiales, algunos personajes y los
propios grandes personajes entrevistos en el instante del apretón de ma-
nos, pues lo esencial, como ocurre en las buenas novelas, se nos ha es-
camoteado.
Pero ¿,es que "lo esencialn es siempre tan importante? Otra historia,
otra gran pregunta con la que nos encontraremos. ¿,Esos grandes hombres
tienen en sus manos el destino del mundo y su propio destino? Sí y no.
Muy a menudo no, ya que como mucho su papel consiste en desplazar al
destino durante un instante de su camino normal, un breve instante a es-
cala histórica, no a escala de nuestras impaciencias, desde luego.
Recuerdo que en América vi una película de la que todo el mundo de-
cía que era sensacional, sobre la guerra de 1914-1918, y que no era más que
una serie de fragmentos de noticias, sobre películas gastadas, de una épo-
ca en que los operadores no sabían filmar los movimientos sin deformar-
los de manera poco graciosa. El público sin embargo se abalanzaba sobre las
taquillas para verla. En resumidas cuentas, era una extraña película sobre
TRES DF,FINICIONES 2"1

el largo drama de la primera guerra mundial. No se veía un solo soldado


de verdad y las escasas explosiones se habían preparado luego, en estudio.
Tampoco se veía un solo combate. Pero los oficiales desempeñaban su pa-
pel al natural, c<ln aplicación y compunción, solos esta vez, sin los ruidos
y las ilusiones de ayer: el rey Jorge V aparecía cinco o seis veces, si no me
equivoco; a Poincaré se le veía en landó: Guillermo II pasaba tres o cua-
tro veces por el frente de las compañías de honor; se veían generales po-
niendo condecoraciones, desfilando. Y el resto era parecido. Después de
todo, la actualidad vista de leios, ¿,no es muy a menudo una caricatura más
triste que risible de la historia'l
Por lo tanto, es por abuso por lo que muy a menudo, pero que muy a
menudo, los supuestos grandes hombres encarnan el destino y parecen go-
bernarlo. La cercanía de su grandeza y su poder social nos imponen mien-
tras están vivos. Pero ¿en qué medida son realmente grandes''! Evidente-
mente no vayamos a creer que con esas pocas palabras el problema del
individuo en la historia está solucionado. Es verdad que no, y volveremos
a encontrarlos en su tiempo con sus dificultades... Pero, por el momento,
depositen provisionalmente en mí su confianza. Los acontecimientos son
hombres, estos o aquellos hombres, uno que habla, otro que llega, otro
que escribe, etc. Hombres a los que separamos de los demás mientras que,
sin esos o/ros hombres, suelen ser poca cosa. El carácter humano o, ha-
blando más concretamente. el carácter individual del acontecimiento no
aumenta su importancia. Y eso es todo lo que quiero que retengamos de
1.1.1
-
::i.tnte ln- momento.
- -"-n O dos- Ello no impide que estos acontecimientos, que esos trailers pintores-
-- : que vis- cos, atractivos y en algún caso agobiantes, compongan así las primeras
-' :rjes y los imágenes coherentes de la historia de nuestro tiempo (de todos los tiem-
- -: .,rrl de ma- pos, por lo demás). Imágenes instantáneas, imperfectas que decir-
.: -¿,hay otras. y to-
t'tr)S ha eS- lo?-, dibujadas a toda prisa, unas hinchadas, mal engarzadas
das ellas además iluminadas según la fantasía de las propagandas o de los
.:.r historia, reportajes. Cuando el mundo es libre (si bien entonces su historia es me-
--- - -3\ hombres nos dramática), series opuestas de imágenes se encuentran y se juntan
" ..' :,,1 Sí y no. como pueden. Lástima si al espectador le cuesta entenderlas. El especta-
. , jesplazar al dor tiene sus imágenes: ¡pues que vuelva las páginas del álbum o de la re-
: -.:!tanteaes- vista!
- --¡l Es cierto que esta primera historia está plagada de errores; es cierto
- .imundo de- que es falaz; es cierto que se presenta como la superficie, fosforescente.
" , .ra más que discontinua de la vida del mundo y solamente como su superficie; es cier-
- -'.. Jc una épo- to que mezcla los grandes acontecimientos con los nimios sucesos sin dis-
. .rn deformar- tinguirlos, como convendría, pero esta es una primera historia de todos
. .:.zaba sobre las modos, resistente ya, que posee la f.uerz.a y la potencia del primer ocu-
= . :r'lícula sobre pante. Es mentira sin duda, pero una mentira cargada de verdades y de
28 LAS AMT]ICIONF]S D[, LA HISTORIA

sortilegios. El hombre t:se es el encanto de esta historia- se encuen-


tra a gusto al principio -y
y se reconoce en ella, pues esta historia está escri-
ta día a día, tiene la medida de sus pasiones y de sus ilusiones y, por ello,
está cargada de humanidad y de poesía, y ¿existe una ilusión más tenaz
entre quienes viven una historia que la de crcerse los autores responsa-
bles de ella y no solamente sus víctimas?
Una de las fuerzas de este triunfo de lo evenemencial está precisa-
mente en dejarnos creer que el destino depende de nuestras voluntadesl
que. modesta o ilustre. nosotros forjamos nuestra propia historia. Deja
que así lo cre¿imos, ya sea exaltando a los señores del momento, hérocs
hegelianos. superhombres nietzschianos, demiurgos, grandiosas hazañas
del hombre. pero todos ellos hechos a nuestra imagen, fabricados con
nucstro propio barro. ¡Bonito motivo de orgullo y de confianza! De ahí
sin ninguna duda. repito, procede el evidente encanto de esta primera his-
toria en titulares. siempre rica en incidentes, peripecias y emociones. La
vida habitualmente tan gris adquiere los matices crueles y tiernos de una
novela vivida. ¿Cómo no iba el público a dejarse seducir por tanto relato
emocionante. tantas existencias humanas quc podemos revivir a placer? Y
esto ocurre tanto en lo que se refiere al tiempcl presente como al pasado.
¿,Creen que un acontecimiento de la vida de Napoleón, por ejemplo, con-
tado con suma precisión, no tendrá también mucho más interés humano
para un auditorio común que las consideraciones más refinadas sobre la
historia profunda del Primer Imperio? Fíjense en la moda de las vidas no-
veladas y, para comparar, pensemos en la tirada y en la audiencia de los
verdaderos libros de historia.
Poder, por lo tanto, magia de los acontecimientos. Sin embargo, por
cautivadores que sean, no representan la historia entera del tiempo que
pasa sino su superficie nada más. La historia no es el relato de aconteci-
mientos sin más No es solamente la mcdida del hombre. del individuo.
sino de los hombres. de /odo.s los hombres y de las realidades de su vida
colectiva. Volveré sobre ello a lo largo de este libro.
No todos los historiadores lo saben.
Pensemos que en cualquier trabajo de historia tenemos a nuestra dis-
posición una documentación evenemencial, anecdótica y llena de vida. A
través de dicha documentación, de su inventario y crítica, empieza el pri-
mer trabajo. Es verdad que nuestra investigación se dirige a aconteci-
mientos despojados del halo de la actualidad, dispuestos según unas pers-
pectivas bastante a menudo alteradas, pero en cualquier caso sobre
acontecimientos. La segunda tarea consistiría en buscar, junto a los acon-
tecimientos, hechos menores quc no cttnciernen a las acciones extraordi-
narias o a personajes ilustres, sino a los actos de la vida diaria. Para ello,
"el precio del hierro o Ia tasa de la renta, el nivel de los salarios o el prc-
T'RES I)EFINICIONES 29

cio del pan nos instruyen mejor que el relato de una batalla o la entre-
vista dc dos soberanos>. señalaba Anatole France en un capítulo de La
Vie littéraire. A través dc estos hechos nimios se nos ofrece la posibili-
dad de conocer las realidades de la historia colcctiva, de la historia pro-
funda. Pero no todos los historiadores. insisto. se dedican a realizar estas
investigaciones suplementarias y decisivas. La historia evenemencial,
que no pretendo considerar desdeñable (creo solamente que es una cate-
goría de la historia y no toda la historia), ejercc su encanto exclusivo so-
bre ellos como sobre los contemporáneos. Más allá de su decorado, como
los propios contemporáneos, no se preguntan si tienen lugar o han tenido
lugar otras historias, dramas semiocultos pero dramas reales. No se pre-
guntan si, más allá de la superficie, no están las profundidades de la his-
toria.
Una aventura de todos los días: un historiador registra tal historia eve-
nemencial, ya acabada. al alcance de la mano, y nos la entrega sin más,
como una mercancía legal. La encuentra en los diarios de ayer, de antea-
yer, en los cronistas y memorialistas, que son los periodistas avant-la-let-
tre.F.s el caso del grueso libro de Pierre de la Gorce dedicado al Segundo
Imperio, que muchos de ustedes habrán leído. Otro libro análogo y que
circula por aquí, el F-ranr:isco 1 de Charles Terrasse, lleva por subtítulo E/
rey y el reirut. Concedo que es un libro que tiene su interés y su mérito,
pero en realidad es un libro de acontecimicntos colocados uno después de
otro, alineados en un relato agradable, mujr vívido, está claro. En realidad,
trasladado al pasado, es una serie de reportajes: hay uno dedicado a la in-
fancia del rey, otro a su juventud, otro a Marignan y así todo. El primer
párrafo sobre la rivalidad de Francisco I y de Carlos V se titula, en titula-
res diría yo, <La chispa y el reguero de fuego", ni más ni menos. En cuan-
to a la Francia sobre la que se apoya este reino, Francia esa realidad co-
lectiva, esa <persona>, en cuanto a la Francia que lo rodea, en cuanto a la
civilización del Renacimiento y de la Rcforma que la cruza como una vida
infusa, tumultuosa, decisiva, en cuanto a la economía mundial de la época
ya tiránica, no le pidamos al autor que nos hable de ello de verdad, a pe-
sar de algunos esfuerzos en este sentido. El va a lo que brilla, a lo que sclr-
prende y divierte. Podéis estar seguros de quc hará un alto en la entrevis-
ta del Campo de la bandera de oro. ¡Una entrevista tan bonita bien
merece y tendrá todo un capítulo!
Y sin embargo, la historia no es solamente un relato, ni siquiera un rc-
lato de grandes acontecimientos; es una explicación los grandes acon-
tecimientos mismos hay que explicarlos, por pequeña -y ciencia coyuntural
que sea la historia. En realidad, fuera de su propia historia, señalan reali-
dades, líneas de fuerza a menudo decisiv¿rs, y son esas líneas, son esas rea-
lidades las que tal vez cuenten más. Me ocurrió una noche, en el Estado
3o LAS AMBICIONES DE T-A HISl'ORIA

de Bahía, en que me vi atrapado bruscamente en medio de una prodigio-


sa invasión de luciérnagas fosforescentes. Estallaban por todas partes sin
parar. a diferentes alturas, innumerables, en haces al salir de los bosqueci-
llos y de las cunetas de la carretera. como cohetes, aunque demasiado bre-
ves sin embargo para iluminar el paisaje con nitidez. Los sucesos son co-
mo esos puntos de luz. Más allá de su resplandor más o menos intenso,
más allá de su propia historia. hay que reconstruir todo el paisaje de alre-
dedor: el camino. la maleza, el altobosque,la polvorienta laterita rojiza del
norte brasileño. los declives del terreno, los escasos vehículos que pasaban
y los borricos. mucho más numerosos, con sus pesadas cargas de carbón de
piedra. y por último las casas de los alrededores y los cultivos. De ahí la
necesidad, ya lo vcn. de rebasar la franja luminosa de los acontecimientos,
que es srilo una primera frontera y a menudo una pequeña historia por sí
sola.
Ustedes mismos pueden comprender fácilmente esta necesidad que
estoy analizando con mejor o peor acierto, y la comprenden mejor que
otras personas, pues ¿,acaso no pasan el tiempo criticando las noticias, le-
yendo entre líneas, buscando por detrás de lo que se nos ofrece lo que se
nos oculta'? El acontecimiento no nos basta. Están buscando a su manera
una verdad, otra historia, una historia real y profunda. Y lo hacen por un
simple deseo de información personal, por la necesidad de saber dónde
está uno. Gran preocupación, bien 1o sé... Imaginemos, sin embargo, nues-
tro entusiasmo si con este trabajo se tratara no de modelar nuestras re-
I'lexiones del momento, sino de escribir un libro, de comprometer por en-
tero nuestro pensamiento en este juego y, más aún, si se tratase de tener
que dar continuidad a una obra viva, de elaborar una política real e inte-
resante para nuestros contemporáneos, una política que hubiese que des-
prender del polvo de las noticias y de los incidentes diarios, como lo son
todas las políticas. ¿Políticas? Quiero decir esas elecciones repetidas, no
siempre afortunadas o lúcidas, entre lo accesorio y lo principal, entre la
historia evenemencial, demasiado a menudo sin futuro, y la historia pro-
funda a la que pertenece el futuro. Pero ¿,cómo distinguir una de otra? En
ello reside casi todo el problema de este libro.

Ln pnRre DEL AZAR

Explicar. No creo que, hacia 1920,en los tiempos de mi juventud, esta


palabra dominase los estudios históricos en la Sorbona: por entonces se
desconfiaba demasiado de la gran historia. La filosofía dominante era la
del manual de Ch.-V. Langlois y de C. Seignobos, aquella Introducción al
método de las ciencias históricas, tan llena de prudencia científica y mucho
l RES DEFINICIONITS

más libro de crítica de los documentos que una obra de verdadera meto-
dología. ¡Ah! Es verdad que en ese libro se aprendía admirablemente a
leer y a criticar un texto, pero sin sospechar nunca que los documentos es-
critos pudiesen no ser el únicct material de la historia. ¿,No sigue suce-
diendo lo mismo, aún hoy, con muchos historiadores? Pero entonces ape-
nas había pasado el tiempo en que el autor de una nueva y notable tesis
sobre los comerciantes en la Italia meridional del siglo xur mereciese oír,
ex cathedra, que aún habría ido mejor si se hubiese limitado a publicar ex-
clusivamente los documentos. ¿,Para qué comentarlos? ¿Acaso lo ideal no
es entregar bellos, hermosos materiales y no alterarlos con glosas inútiles,
captar la historia en estado puro, preferentemente en su estado emergen-
te? E,ntonces nada de imperialismos. Nada de investigaciones vehementes
de la historia profunda, desde luego que no. Por entonces se colecciona-
ban hechos, acontecimientos... Tal día, en tal lugar, tal personaje..., ctc.
De vez en cuando se intentaba explicar esos hechos, pero la curiosidad en
tales tentativas no iba más allá de la historia biográfica, política c institu-
cional. Más a menudo se limitaba al marco de las biografías de los gran-
des personajes, marco ideal de investigación...
Sí, ¿pero cómo ver el mundo en tales condiciones? ¿El mundo? ¿Pero
acaso existía? Para Charles Seignobos, el mundo era incoherencia, suce-
sión de azares, de fantasías, de absurdos movimientos brownianos, como
diríamos con términos actuales, absurdos, inaprensibles, por abundantes
en exceso y terriblemente complejos... Prudencia, se nos repetía, pruden-
cia, es todo tan complicado... ¡y cl azar se lleva la parte del león! Pero
lean al respecto las conclusiones de la preciosa Historia políticu tle la Eu-
ropa c0ntemporúnea, de Seignobos.
Esta visión, a decir verdad, caracterizó a toda una época, la época de
Anatole France entonces en todo su esplendor. Pero más que el señor de
la villa Said, fue el helenista Maurice Holleaux su representante consu-
mado, el más brillante y más significativo en el plano de la historiografía
francesa, el más consciente a todas luces. Quien lo conocía quedaba de in-
mediato subyugado...
Toda la desconfianza de Maurice Holleaux se animaba cuando había
que explicar los acontecimientos. Los historiadores, decía, pasan su tiem-
po inventando causas. Cuanto más importantes son los acontecimientos,
más importantes, numerosas y sutiles son las causas que descubren. Es
una simple cuestión de imaginación... ¡por desgracia! ¿Qué no les adju-
dican a los señores del mundo esos historiadores aficionados a dar expli-
caciones? Proyectos, políticas coherentcs, cálculos a largo plazo ¡y qué
cantidad de negros pensamientos! Y qué prisa también por unir los
acontecimientos entre sí, por soldarlos, por encontrar buenos motivos
para lo que ha ocurrido y que no forzosamente debía ocurrir. Un aconte-
aa I,AS AMBICIONES DE LA HISTORIA

cimiento es un hecho conocido, ¿,significa eso que tenemos derecho a ex-


plicarlo siempre a travós clc otro hecho conocido' de otro hecho histórico'l
Y si la causa fuese un pequcño hecho no histórico que quedó bien ente-
rrado en la noche de los tiempos'? ¿,Qué sabemos nosotros'? ¿,Quicren que
les cuente otra vez la historia clásica de Walter Raleigh, preso en la Torre
de Londres clonde escribía una historia general del mundo, ni más ni me-
nos, para clistraer aquel Ocict obligaclo, y que no consiguió saber el porqué
de la disputa que cstallti ante sus ojos entre sus criados? "Fíjense en
Mommsen. nos clecía un clía Maurice Holleaux, ha introducido la econo-
mía política cn la historia antigua y sabe Dios qué ocurrirá'o
Para é1. el verdadero amo del mundo era el Azar. digamos bromean-
dcr un poco. el Paclre Azar...,cuya intervención era perceptible en todas
partes. Malha¡ran los maestros calculadores del pasado, pues el Padre
Áru. n,, les quitaba el cljo de encima, con un simple saltito los atrapaba
en el momento psicológico y los molía a golpes. Pucs lo cierto es que para
Maurice Holleaux muy a menudo e\ azar era el implacable destino anti-
guo. Qué ternura manifestaba en cambio el Padre Azar hacia los débiles'
Ios indolentes, los cicgos y todos aquellos a los que el destino supera. a los
que la vida desconcierta por completo... Cada vez que la desgracia los vi-
sitaba. el Padre Azar los mimaba. los tomaba en sus mullidos brazos si es
que no los llevaba sencillamcnte hasta el éxito, con manos compasivas y
firmes. Pero fijémonos en la tesis de Holleaux, Roma y las monarquías he-
lenísticas en el sigb 1/1, conozco pocas obras tan apasionantes y admira-
blemente bien escritas... En víspcras de que los romanos conquistaran
Oriente, ¡y cuánto disfruta Holleaux contándonclslo!,los romanos son, in-
cluso sus senadores lo son, campesinos que no saben nada de la geografía
de los países del Este ni cle sus sutiles intrigas. Así que no les atribuyamos
una viiión a largo plazo... Ellos actúan al día, sin saber demasiado bien
qué están haciendo, aclóndc los llevan sus actos. Y el Azar los conduce con
benevolcncia. Cómo no va a hacerlo. ¿pucs no son esos ignorantes a ima-
gen y semejanza del Padre Az'ar.
Esta era la visión del mundo, muy simplificada, que yo he simplifica-
clo dcmasiado, de Maurice Hollcaux. quc él cxponía siemprc con una in-
teligencia deslumbrante y un agudo sentido de la puesta en escena. Su in-
vesiigación se clirigía obstinaclamentc hacia las coyunturas dcl azar. sentía
prefJrencia por las sorprcsas y catástr.fes imprevisiblcs. Era el plan de
g.r"..u dc Pericles el texto de Tücídides- y. ¿¿ pesar de sus cálcu-
-véase
pcste Atenas, que sobrevino de golpe en el año 429.
los,la imprevisible cle
Era la expedición de Sicilia del 41-5, imaginada. aconsejada por Alcibiades
y que cl pueblo ateniense al complcto deseó con apasionado ardor: en
dcla gran empresa sobrevino la mutilación de los hermas, el mis-
"nnttu
mo día en que partía la flota, de modo que Alcibiades enseguida estaría
TRES DEFTN|CTONES 33
l. ,rnemos derecho a ex-
obligado, comprometido en ello como estaba, a ocultarse y a abandonar
ü:rr' -; r)tro hecho histórico? rquel ejército al que quizá sólo ól hubiese podido conducir hasta el éxito.
$ quc quedó bien ente-
Y así todo...
l- ,<otros'/ ¿,Quieren que
Durante bastante tiempo me sorprendí practicando este juego de la
1,": ,.:igh. prcso en la Torre
¡istoria y del azar: por ejemplo, ¿no creen que en tiempos de Luis-Felipe
-
nrundtl, ni más ni me-
\rgelia fue conquistada gracias tanto a los errores como a los cálculos
- :.i-euió saber el porqué
:xactos de los militares? Y éstos ¿,no crearon de forma bastante gratuita
i - . ,. criados? <Fíjense en
,r potencia de Abd el-Kader, en el oeste y luego en el centro argelinos? Y
!- .r introducido la econo-
.in ella, ¿no corríamos el riesgo de quedarnos pegados a la costa? O, al
. - .-: rtCUffilá.>>
nenos, de quedarnos en ella demasiado tiempo. Fue el emir quien convir-
¡ . \zar. digamos bromean- :iti la conquista en necesaria; digamos, no es una broma, que nos la impu-
. - : r.l perceptible en todas .,,... O también, otro ejemplo, Napoleón lo había calculado todo en su
J¿tmpaña de Rusia ("Calculaba quedarme en Moscú como en un barco
;- r.ple saltito los atrapaba -loqueado por los hielos>, relataría en el Memorial):lo tenía todo previs-
,: :'-r'S lo cierto es que para
:r). es cierto; todo excepto el incendio de la ciudad santa y la precocidad
;nrplacable destino anti-
: -¡ .\zar hacia los débiles, le un invierno excepcionalmente duro.
E,n resumen, ¡sorprendente y peligrosa filosofía la de la isla parisina!
' - --c el destino supera, a los Clrn cl pretexto de atajar en seco las explicaciones abusivas de los histo-
:.- -/r que la desgracia los vi- :iadores y criticarlas de la manera más exacta (ahí está precisamente el
- - .u\ mullidos brazos si es na\/or servicio que prestó), la sustituía, de golpe, por otra aplicable a to-
_ )n manos compasivas y
' : 'ntl v las monarquías he- Itrs los casos. [Jna palabra, un indicio, un problema, y el Padre Azar acu-
' Jía al lado del historiador, atropellándose en su prisa, parándolo todo,
,- apasionantes y admira- --r)mo un justiciero o un cómplice ocasional y siempre obediente. Era muy
. -'s romanos conquistaran ;timodo.
-
.lol. los romanos son, in-
..,L'cn nada de la geografía ;.Realmente el mundo de los hombres es un terreno exclusivamente
Jcrnrinado por el azar y posee una fantasía inagotable? Sí, sin lugar a du-
- \.í que no les atribuyamos Jas. si consideramos cada uno de los acontecimientos por separado, cada
, .ln saber demasiado bien :equeño destino individual. Una cantidad increíble de dados, siempre en
- \' el Azar los conduce con
lovimiento, gobierna cada una de nuestras existencias. Es algo que sabe-
. .,rrt eSoS ignorantes a ima- :lros y contra lo cual poco podemos hacer. Creemos en la suerte y en el
\zar o bien en la Providencia, lo que viene a ser, poco más o menos, lo
,,,.1a. que yo he simplifica-
:iismo. ¿Iré el domingo que viene o no iré a pasar el día a orillas del Oise?
- ,tr)nr? sicmpre COn una in-
El minúsculo interrogante queda en suspenso, relacionado con tantos ni-
-- ..r puesta cn escena. Su in- :iios detalles de mi vida, ¡anda que es como para sopesarlos todos! Pero
:. .()\'unturas del azar, sentía :-n las taquillas de la estación del Norte el número de billetes con destino
-:r*'isiblcs. Era el plan de , l'lsle-Adam se puede prever con mucha exactitud, billete arriba billete
*,i- )i a pesar de sus cálcu- :¡ajo. Incertidumbre de un lado, en la historia individual, y de otro lado
:'. rno de golpe en el año 429.
:n la historia colectiva podemos hablar casi de coherencia y de simplici-
.,. .rconsejada por Alcibiades
:¡d. La historia es, sí, una <pobre pequeña ciencia coyuntural> cuando se
con apasionado ardor: en
,:¡ta de individuos aislados del grupo, cuando se trata de acontecimientos,
.-,.-ión de los hermas, el mis-
:iro es mucho menos coyuntural y más racional, tanto en sus pasos como
\icibiades enseguida estaría
::'l sus resultados, cuando se refiere a los grupos y a la repetición de acon-

M
, \ F: DE L-A, HISToRIA

: . -,.: -... r.-: iarrrf¡¡¿u. la historia sobre la que


---::. se puede cons_
.,:,'.... ,.-i t,,tttll.
i' -:. ,: *..) ctrn¡sp¡ro¡ pre tender resumir
todo un movimiento
-r': 'r r: d: la historia en una persona excepcional; de este modo o toda
i'i*\3 ¡¡¿ se sus-
historia vacilante, por estar centrada
en un individuo, por una
:l:It'rriil mucho más simple y mucho más diáfana
si se la examinase en sus
tundamentos y realidades sociales.
En la mañana de sadowa,la partida parece
perdida para los prusianos
mlcntras el II Ejército. rezagado en los
Sudetes, no tt"gue a la altura clel
campo de batalra. Bismarck, presente
aquel día,.n ,n"áio de su desespe-
ración decide afrontar la muerte con
la última carga cre caballería. Según
él mismo dijo, no era de los que se queaan
en un rincón al calor de la chi-
menea mientras corre la sangre de
un soldado. ¿,podía no sentirse deses-
perado y no sopesar las responsabilidades
que l0 abrumaban? Mientras
su pur', se promete que cuando
fula
ballo adelante. No queda otra solución
se sienta derrotado ranzaráa su ca-
n":
h ay unos h ombres marán<rose
so no es responsabilidad suya?
por su rr, nll"rt ::if :#:;i"#ilil:
eue no, responde Julien Benda, quien
también dedicó algún tiempo a reflexionar
sobre esta anécdota. Si se en-
cuentra en el campo de batalla es porque,
desde hace al menos un sigro, y
quizá más, muchos alemanes, mi'ones
áe alemanes, soñaban con Ia unidad
alemana, brindandcl con sus jarras
de cerveza sobre sus stammtische, o
charlando a la sombra de los tiros o
al ascender al Br'cken... Todo un mo-
vimiento romántico de esperanza y de
sueño ha tomado cuerpo al viento
de la acción de esta época repentinamente
realista, ra época de ros feuda-
les de las Marcas,la de ros industriales
del Ruhr... Mucho antes de Bis_
marck' Alemania ya,existía como grupo
de intereses económicos clesde
que se realizó la Zoilve¡ein (1g32),
y desde hacía siglos..r-o-r", históri_
co' Si Bismarck está en Sad'wa, córioído
por preocupaciones mortares en
tanto no llega el ejército salvador de
Federico carlos, es a causa de ra
fuerza de las circunstancias alemanas,
de ra voruntacl de los alemanes. Él
es su delegado, nada más. No estudiemos,
por lo tanto, a Bismarck fuera
del pueblo.al que gobierna y que l. gobierna...
ciertamente no es el úni-
c.o personaje en quien podemos
fijarnos para hablar del clrama cle la uni-
dad alemana; ni siquiera el más importante
o e l más simpre. El personaje
más importante es el pueblo alemán.
Ér es el p"rsona," que perclura, ra
sustancia viviente de la historia alemana.
¿Quieren otro ejemplo? Esta vez ro tenemos delante
de nuestros o.i.s
y es más didáctico. La historia de un
campo de prisioneros es un haz ae
historias particulares sin demasiado
intcÉs, con las historias de cada uncr
de nosot¡os, delgaclos hilos de agua,
sucesiones de actos, de pensamientos
difíciles de reconstruir, aun en e'r cas.
de que se lleve un diario cre a bor_
IRES DEFINICIONES 1i
,....i.:i :¡ede COnS- irr. Es también la historia de incidentes <públicos>> como pueden serlo
-rna evasión, un pelea, un chisme. Y también en este caso resulta difícil es-
'lll - JntOOtOda
.'larecerlo del todo, pues abundarán los testigos, abundarán las versiones.
' - ,.ltt se sus- , es o no verdad? Imaginen qué dificultades encontraremos para concre-
illi - _ -'). pof Una l¡r el día, la hora, el lugar, las responsabilidades exactas. En cambio, no
- - :,tse en sus nar nada más fácil que reconstruir nuestra historia colectiva, las condicio-
nes de nuestra vida material, los periodos sucesivos de nuestra vida moral
- pruslanos lolectiva; periodos que siguen unos a otros siempre distintos, como bien
'.-.¡ltura del >aben. Con una docena de testimonios, una visita al lugar de los hechos,
dcsespe- Jos o tres buenas correspondencias y buenas estadísticas se podría hacer
::ía. Según una reconstrucción perfecta. Más allá de lo evenemencial, más allá de lo
,iL : Je la chi- individual, la historia de los grupos nos ofrece terreno sólido. Nuestro es-
-'.:.e deses-
ilL
iuerzo debe ir de ese lado y el resto de la historia se iluminará tanto en el
' \f ientras relato de los acontecimientos acaecidos como en sus habituales detalles
::-: it SU Cá- biográficos.
Pues no
- -:Jo,'aca-
-
: -,1. quien Lr ulsroRla, y LAS CIENCTAS soctALES
. :i se cn-
,: siglo, y He vivido con hombres de letras que han escrito la historia sin
- ., unidad participar en los asuntos y con políticos que sólo se ocuparon de
'' ,'r\c'i¡e, o
producir los acontecimientos sin pensar en describirlos. Siempre me
'_ un mo- he fijado en que los primeros veían en todos lados causas generales
'- ,. r'icnto mientras que los otros, que vivían en medio de los deslavazados he-
, . icuda- chos de todos los días, suelen figurarse que cabría atribuirlo todo a
- ..le Bis- incidentes particulares, y que los pequeños muelles con los que ju-
* . desde gueteaban constantemente entre sus manos eran los mismos que los
- rrstóri-
que hacen mover el mundo.
- - .,11L'S en Ar-Exls oE Toceunvrr-r-E
--., de la
.
Recuerdos. 7850
-..et. Él
- ---r iuera Sólo la llevaremos a su culminación. sólo constituiremos la historia
".:l úni- captando los hechos sociales en todo su espesor, evocando los fenómenos
-- .-r uni- humanos de masa, buscando a /o.r hombres allá donde obstinadamente
- ':'trn¿js
nos empeñábamos en ver sólo al hombre sobre todo utilizando los resul-
- ' --lra. la tados y los medios de las otras ciencias sociales, vecinas de las canteras de
la historia. Es incluso el desarrollo reciente de esas ciencias sociales lo que
. olos ha llevado, de rechazo, a esta grave crisis actual de la historia, al menos en
,rz de Francia, donde los esfuerzos de la Revue de synthése agrupada en torno a
-r UI10 su decano, Henri Berr, y de los Annales d'histoire économique et sociale,
:'Il tOS con Marc Bloch y Lucien Febvre, tienden a crear una forma revoluciona-
, bor- ria y novedosa de la historia.
36 t.AS AMBICIONES DE t.A Hls'roRIA

Para estudiar en su totalidad los hechos sociales tan complejos, por fa-
vor no utilicemos un solo proyector, por interesante que sea su luz, como
se ha veni<lo haciendo con el proyector de la historia política, tanto tiem-
po maniobrado con exclusión de todos los demás; sólo ilumina un sector
áel pasado y no siempre el más importante... ¡La política primero! Un
priniipio no siempre verdadero, ay; si lo fuera, nuestra tarea se vería sim-
plificacla. Y ltt mismo ocurriría si el historiador quisiera limitarse a otros
órdenes de hechos clel pasado, intelectuales, económicos o culturales. Por
significativas que sean, no dejan de ser vistas parciales. Nosotros quere-
mos encender todas las luces alavez. Es un programa ambicioso y nada
razonable. pero vale la pena preguntarse si existiría un imperialismo his-
tórico bastante dinámico sin esperanzas extraordinarias.
Sobre toclo no olviclemos que no estamos solos en esta búsqueda: las
ciencias de lo social nos acompañan. Aunque recientemente constituidas,
son tan imperialistas y vigclrosas, tan deseosas de tomar aire y tienden
manera más científica y más clara que nosotros- hacia los objeti-
-de
vos que se han asignado. Más científicas que la historia, mejor articula-
das que ella en relación a la masa de los hechos sociales, están, y es otra
diferencia a señalar. deliberadamente centradas en lo actual, es decir, en
la vida, y todas estas ciencias trabaian sobre lo que se puede ver, medir,
tocar con los dedos. ¡Inmensa superioridad la suya! Los geógrafos estu-
dian la sociedad en sus relaciones con el espacio. Estudiarla en sus for-
mas vivas, primitivas o balbuceantes es la tarea de etnólogos y geógra-
fos, los primeros preocupados por el detalle de las descripciones, los
segundos atentos a las leyes generales de la materia. El estadístico estu-
dia la sociedad desde la perspectiva del número. Los economistas lo ha-
cen desde la clel debe y el haber, a través, como ellos dicen, de <el acto
a título oneroso>> (Franqois Perroux). A los juristas les corresponde el es-
tudio de los ideales del derecho y de las leycs prácticas sin lo cual no
hay sociedad. A los sociólogos les corresponde el reconocimiento de los
mecanismos sociales considerados en sí mismos, y por tanto las más pro-
fundas e inciertas prospeccioncs.
Creo que no he definido con toda la exactitud deseable las muy com-
plejas ciencias del hombre que vive en sociedad. Pero no es ese nuestro
objeto. Nosotros pretendemos solamente decir escuetamente qué aportan
a la historia. Tiabajan sobre 1o actual, según hemos dicho, sin dejar de te-
ner cada una sus secciones antiguas. Ahora bien, en nuestro trabajo cen-
trado en el pasado, nuestra tarea es análoga a las suyas. Como historiado-
res, tenemos que ser además geógrafos, economistas y juristas por nuestra
propia cuenta. En lo que se refiere a las sociedades de ayer, también te-
nemos que preocuparnos de lo que ha durado, de lo permanente, y por
tanto en parte de lo actual, de lo que perdura más allá de los cambios, por
, I{ISI'ORIA TRES DEFINICIONES

\()ciales tan complejos, por fa- -:-rtiplcs v graves que éstos sean, de Io que dura más allá de un incidcn-
.ircsante que sea su luz, como :. ic un periodo y más all¿h de eso tan pcqueño revelador sin enl-
,.r historia política, tanto tiem- -tan y del tiempo. COn
^,:rSr)- como es una existencia a la escala del mundo
Jcmás; sólo ilumina un sector ..r Jcsfase cronológico que lo complica todo, es verdad, pero que no alte-
e ,.. ¡La política primero! Un :i p()r completo la naturaleza de las cosas, tenemos, repetimos, las mismas
:r¡. nuestra tarea sc vería sim- .-rfc'i]S que nuestros vecinos. Nuestros métodos no son los suyos, pero
rJor quisiera limitarse a otros iucstros problemas ya lo creo que sí.
,.cconómicos o culturales. por De ahí la necesidad de llegar a s¿l presente, igual que ellos se sumer-
:.is parciales. Nosotros quere- {.n en nuestro pasado; la necesidad de tener en cuenta sus análisis y sus
n programa ambicioso y nada rnvestigaciones, sus explicaciones y, llegadcl el caso. sus /eyes. A cada ins-
r'ristiría un imperialismo his- rente tenemos la oportunidad de utilizar y probar sus herramientas. Les-
r¡ordinarias. .ure. en su hermoso libro sobre las crisis económicas, llama la atención
(r\ solos en esta búsqueda: las :obre el papel regular de una industria líder en las recuperaciones econó-
rL' recientemente constituidas. nricas. Esta industria nunca es la misma vez es el automóvil, otra la
,rril5 6ls tomar aire y tienden -una
construcción naval, etc. Pero Lescure no es el único que ha señalado este
r nosotros- hacia los objeti- hecho. Aquí tenemos un caso ejemplar: en las dos últimas décadas del si-
uc la historia, meior articula- glo xvr, en Italia se produce una recuperación económica bastante clara
:chcls sociales, están, y es otra con una muy notable prosperidad continuada de la industria de la seda.
-,tlas cn lo actual, es decir. en ¿,Es una industria líder? El historiador debe cuando menos plantear el
: lo que se puede ver, medir, problema, ¡admitámclslo! Se trata de un ejemplo no muy relevante, desde
la suya! Los geógrafos estu- luego, pero nos sugiere miles de otros ejemplos.
\fr¿ICio. E,studiarla en sus for- Esto equivale a decir que estamos en nuestra casa, tanto en las cante-
t¿rrea de etnólogos y geógra- ras como en los libros de ciencias sociales. nuestras vecinas. Es solamente
rllc de las descripciones, los debido a nuestras carencias intelectuales, debido al triunfo útil pero peli-
1 nrutcria. El estadístico eslu- groso de los especialistas por lo que este estudio único de la sociedad está
Trr'ro. Los economistas lo ha- fragmentado en tantas ramas diferentes, incluida la venerable rama de la
.'()mo ellos dicen, de <el acto historia. El gran mérito de algunos historiadores franceses fue reconstruir
iuristas les corresponde el es- ese todo, derribar los tabiques inútiles y, a la vcz, devolver su dignidad a
r'\es prácticas sin lo cual no Ia historia, rehacer la historia, es cierto quc nunca olvidada, pero a la que
lde el reconocimiento de los no siempre se ha colocado en el lugar que dc vcrdad le corresponde, una
nos. y por tanto las más pro- de las medidas esenciales del mundo; y una de las más eficaces, puesto que
trabaja, más que otra, sobre esta coordenada esencial, sutil y omnipresen-
itltud deseable las muy com- te que es el tiempo, y el tiempo bajo todas sus formas reales. El tiempo,
edad. Pero no es ese nuestro materia, realidad de base de todos los fenómenos sociales. Volveré a ello
--ir escuetamente qué aportan con mayor detenimiento.
hemos dicho, sin dejar de te- Por supuesto no todo en el mundo puede comprenderse a la luz de la
htün. en nuestr() trabajo cen- historia, con ayuda de los precedentes (pues ¿acaso no encontramos jun-
l las suyas. Como historiado- to a <reinicios de la historia" sorprendentes y poderosas innovaciones?),
r)mistas y juristas por nuestra pero este pesaje sobre los platillos de la balanza de la historia tiene en
:icdades de ayer, también te- todo caso una importancia innegable. Nos permite resituar los grandes he-
rdo. de lo permanente, y por chos en sus perspectivas más cabales. La historia es seguramente una de
r más allá de los cambios. por las grandes explicaciones del mundo y de la vida. Y aunque existe depen-
38
LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA

dencia.ydependenciaenriquecedora.delhistoriadorhacialascienciasso-
aparte'
ciales, el historiador mantiene una posición
que los
Al margen cle lo actual, por lo tanto mucho más cómodamente pre-
de sus pasiones' de sus
demás, el historiador puede y debe despojarse
que pesan sobre
¡ui"io., mantenerse litire de
é'p"'ut'u' y de las antipatías
también que noso-
nuestro corazón. El historiador está mejor informado
que nos incumben' pero sólo de
tros. Nosotros disponemos de las noticias
las necesire. como
Ei. p'.. su parte, puede crearlas allá donde
",^;;;;;1;.
historiador,necesitosaberquéocurreenl5t]0enLivorno:abrolcrsexce-
locales, los informes manus-
lentes Anales de Vivoli, coniulto los archivos
y Florencia también los pa-
critos del Archivio Mediceo, en Florencia' en
los Capponi y
p"t", a" las grandes familias de comerciantes que' como yo no creo los
Por supuesto'
algunos otros, tienen sucursales en Livorno'
los multiplico y soy capaz
acontecimientos a mi gusto pero muy a menudo
pues yo sí <lispongo de todos los
de verlos mejor que lÁ coniemporáneos'
papeles decisivos'
(que el más perspicaz de
Sobre todo, mucho mejor que un periodista
los pequeños acontecimien-
los periodistas)' sé distinguir los granrtes <Je
tos. ¿,Qué es. de hecho, un gran acontecimiento?
No el que hace más rui-
docuandoocurle,comolesdecíahaceuninstante'sinoelqueacarrealas
Las consecuencias
mayores consecuencias, en número y en importancia'
noseproducenenloinmediato,lasconsecuenciassonhijasdeltiempo.
Deahílasmuchasventajasquesederivandeobservarunaépocaconmu-
captar así la sucesión
cha perspectiva. Es, en iualquier caso' una ventaja
deloshechos,nopuntossinolíneascleluz.Esimportante,alestudiarun
drama,conocersuúltimosentido.HenriPirenne,alescribirelúltimo
que trabajar
tenido
tomo de su Historia rte Bélgica,se quejaba de haber
sobreunahistoriaquele'"'uttut'udemasiadopróxima'nodecantadaaún'
dehabersevistoahogadoenunapolvaredadehechosdondenohabíafor-
me confesó su in-
ma de distinguir rrad"a con t"gu'idud' Émile Bourgeois
Manual de política exterior'
decisión antes de escribir el último tomo de st
en la fecha fatídica de
que durante mucho tiempo estuvo interrumpido
l8TBydenohabersedecldi¿ofinalmentehastadespuésdelaguerrade
los años' tan confusos
1914-191U. Esta guerra iluminaba por carambola
hasta entonces' transcurridos clesde los fastos
y los golpes de efecto del
Congreso<leBerlín.sindudaesnecesarioqueunaépocase.hayadespe-
vínculos de actualidad
gado suficientemente de nosotros y de todls los
viva,quesehayadecantadoyreposadoeltiemponecesarioenelpudri. de re-
anatómicos antes
dero, como ocurre con determinados preparados
de caillaux (sobre
velar su estructura profunda. Leyendo las Memoria.s
acerca el momento en
todo el tomo II) t"n"*o' la impresión de que se
al menos hasta 1914'
que por fin habrá una historia para la III República'
TRES DEFINICIONES 39

Raymond Poincaré, Briand, clemenceau y el propio cailraux se encami-


nan pasito a pasito, sin hacer ruido, hacia los lugares que la historia les tie-
nc reservados.
Estas son las grandes ventajas del alejamiento, ese privilegio der his-
toriador que le permite alcanzar lo esencial cometiendo menos errores
que los demás.
Lamentemos que en este combate por una historia más amplia, ini-
ci¿rdo hace al menos unos veintc años, los filósofos no nos hayan prcl-
porcionado ninguna ayuda, ni siquiera los filtisofos de las ciencias. En
realidad. ellos desdeñan las ciencias sociales menores de edad-,
prefiriendo las ciencias exactas, que defienden -por
y son motivo de batallas sin
riesgo pues están ganadas de antemano, brindan la ocasión de recompo-
ner en estilo actual, más o menos afortunado, el viejo Discursr.¡ rlel méÍo-
,/o. Así las cosas, ¡que las ciencias sociales se defienclan por sí solas en su
lucha por la vida! cuando estén burguesamente instaladas en sus casas, tal
r ez llegue el momento de los filósofos protectores. Sin embargo, no esta-
mos totalmente seguros de que algcl así ocurra. E,sta carencia de los filó-
sofos, de los especialistas de la no especialidad, a grandes rasgos,
¿no es
una prueba de crisis del humanismo contemporáneo, de la imposibilidad
que aqueja hoy a la mente para abarcar por entero el campo del pensa-
miento? La época del Renacimiento ya no es, qrizá ya no puede serlo,
nuestra época. Sucumbimos bajo el peso de los conocimientos concretos
r particulares. ¿,Y no es esa también la prueba de que, en este combate en
pos del pensamiento, los filósofos han tomado la cola de la columna sin
que nadie se haya percatado? ¿Sin que ellos mismos lo sepan? Nuestro si-
slo no tiene verdaderos filósofos;filósofos liberados de las lecciones y de
los juegos escolares, inclinados sobre la vida, mezclados con ella. filósofos
que disfruten aventurándose en medio de sus auténticos problemas.
Capítulo II
LA HISTORIA EN BUSCA DEL MUNDO

La historia es y sólo puede ser una clencla'


Louts BounoEnu
La historia v Los histuriadores. 1888

PosrcróN DE LA HIS'IoRIA Y DEL HISl'oRlADoR

Si aceptamos las nuevas corrientes cle la historia, no tenemos que de-


finirnos al modo antiguo como si estuviésemos solos, sino definirnos en
vin-
medio de las ciencias que nos rodean, que nos conciernen y que nos
culan, como una revancha.
Ante nosotros tenemos el mundo social, todo el mundo social, pre-
sente y pasado; en realidad, talleres, investigaciones, toda una enorme
li-
teratura que cuenta con un buen centenar de libros excelentes, Con un
importante instrumental bastante variado, con reglas pragmáticas, cien-
ciai jóvenes, imperialistas, con sus ambiciones y sus ilusiones, tan nece-
sarias éstas como aquéllas, la esperanza en suma de que lo social'
como
Io físico, debe descubrir un día concatenaciones de hechos, ofrecer am-
plios márgenes de explicación. Lo cual nos lleva a pensar que este mun-
io social es coherente, al menos en gran medida, así como toda física su-
pone una coherencia del mundo material. ¿Se habían detenido a
pensarlo? Fíjense en Paul Valéry: su interlocutor en La idea fiia le pre-
gunta: <Pero ¿qué me demuestra que hay unidad en la naturaleza'/
E.u es precisamente la pregunta que le he hecho a E,instein. Me ha
-contestado que es un acto de fe'.
Tiemenda hipótesis, sin duda, aunque esta coherencia de nuestro ob-
LA IIIS'I'ORIA EN BUSCA DEL MUNDO +l

- -1Jmite. en mi opinión, prucbas clamorosas. No creo que ahí estemos


. ...:undiendo nuestro deseo, nuestra necesidad, por una realidad: no po-
--rrr¡S trabajar sobre un mundo social que carezca de espíritu de conti-
- -:J¡d. poco más o menos Pirenne
"¿,Adónde iría la historia -preguntaba
-: un¿r de sus conferencias- si el hombrc cambiase continuamente los
:- rlcs de su acción. si un buen día renunciase a considerar su vida comtl
,r
..: L'icn precioso y prefiriese el interés del vecino a su propio interés'?" Sí.
.,Jtinde iría la historia sin un cierto número de indispensables constantes
.,,ciales. sin un cierto número de correspondencias, sin esos estilos de vida
:: los que hablaba Lucien Febvre, sin tantas armonías evidentes que de-
:inen al hombre y a la sociedad'? Está claro que sólo se puede explicar el
:rundo si éste es explicable, rcducible a nuestras normas, permeable a
ruL-stras luces razonables, sólo si responde a una finalidad cualquiera,
DEL MUNDO lruv parecida a su manera, lo reconozco,ala Providencia de Bossuet. Esto
:s lo que dice Gaston Roupnel. Es verdad que, para é1, todo está ya escri-
to de la primera a la última línea; según é1, el destino espera nuestra his-
. i.ilo puede ser una ciencia. toria, todas las historias, en citas fijadas desde siempre. Nosotros no llega-
Lours Bounp¡nu mos a tanto ni tan rápido, aunque estas coherencias de la vida nos vienen
. ,'r.¡s hisforiadores, 1888 sugeridas tanto en nombre de la ciencia, del finalismo, como en nombre
de la fe. O entonces volvemos a la libertad <francianar: ahí no hay nada
cscrito, reina el azar y nos espera el viático de Anatole France: <La duda
será nuestra cerfeza>> (Vida literaria,Il). Es curioso cn todo caso que des-
cubramos una preocupación idéntica a la nuestra en el otro extremo de lo
- -it)na, no tenemos que de_ social, en la pluma de un geógrafo, André Cholley. No hay geografía con-
- i solos, sino definirnos en cebible, nos dice, si no está incorporada cn una organización finalista y ra-
- ..'ng¡arnan y que nos vin- cional del mundo. Y así nos vemos de vuelta al problema de la coheren-
cia.
:,rdo el mundo social, pre- Pero dejemos esta enorme cuestión. El mundo de los hombres sobre
:.rt)neS, toda Una enorme li- el que trabaja la historia debe estudiarse (al mismo rasero por lo demás)
-: libros excelentes, con un como las realidades físicas. Tenemos que observarlo, deducirlo, vincular
: reg.las pragmáticas. cien- nuestros resultados mediante hipótesis provisionales, intentar experien-
;. \' SUS ilusiones, tan nece- cias, experimentar. buscar leyes. Y a nosotros, tanto a los historiadores
-ma de que lo social, como como a los físicos, se nos impone una actitud científlca; la de observar desa-
:cs de hechos, ofrecer am- pasionadamente, llegar a conclusiones sin prejuicios previos, hacer abs-
j\ ¿i a pensar que este mun_ tracción de nuestras pasiones, de nuestros cálculos y de nuestras posicio-
.Jrr. así como toda f'ísica su- nes morales y sociales. El historiador no tiene que juzgar y sí que explicar
. ¿,Sc habían detenido a y comprender. Nosotros no queremos oír hablar más de un Tiibunal de la
rtor en La idea fija le pre- historia, con una T mayúscula. ,.Casi todas las discusiones históricas
-es-
unidad en la naturaleza? cribe Aldous Huxley-,1 conviene subrayarlo, son discusiones de hechos
L¡ hecho a Einstein. Me ha personales. Así sucede que Flinders Petrie tanto como Spengler creen en la

i coherencia de nuestro ob- I. Aldous Huxley, Un mundo feliz.


42 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA

recurrencia cíclica de la historia Inosotros, por nuestra parte, también cree-


mos en ello]. Pero sus ciclos no son los mismos, porque sus normas de ci-
vilización y de barbarie, o en otras palabras sus gustos en literatura, no son
los mismos.o Recuperando más adelantc la misma idea, <¡ay!
-escribe*,
no hay verdad histórica;sólo hay opiniones más o menos probables sobre
el pasado, opiniones que varían de generación en generación. La historia
es una función, en el sentido matemático, de la ignorancia y de los prejui-
cios personales de los historiadores>.
No creo que este dicterio sea del todo justo, aunque por supuesto no
todo es inexacto. Sin embargo, cuestionaría yo, además de la ignorancia y
los prejuicios.lo que yo llamaría (otra manera de explicitar la palabra pre-
juicio) la posición vital de los historiadores, la suma de sus cálculos inte-
resados, de sus posturas políticas, religiosas y sociales. De la suma de pre-
juicios es de los que conviene librarse. Para el historiador es urgente
despoiarse de sí mismo, debe controlarse mucho, señalando su postura
personal al principio de sus libros y de sus discursos. Los cálculos de los
físicos toman en cuenta la posición del observador. Esta posición deter-
mina.r¿¿ verdad. Lo mismo ocurre con el historiador, lo mismo ocurre con
el especialista en ciencias sociales.
E,stas son las condiciones muy generales de una ciencia histórica de lo
social. Paso sobre las condiciones relativas a la parte técnica de nuestro
oficio.
,,Pero podremos satisfacer dichas condiciones'? ¿Podremos despren-
dernos de nuestros prejuicios'/ ¿Es una ambición pueril? Georges Duha-
mel nos dice: <La imparcialidad histórica es una engañifa. El verdadero
historiador no es un escribano forense sino un poeta que se enamora de
Ana Bolena y odia a rabiar a Jane Seymour. Si resucita a Felipe II lo hace
con la ávida intención de castigarlo. Pintar es, a fin de cuentas, saciarserr.
Y si es así, ¿adónde iría una historia razonable'/ Por mucho que se diga
que la historia que aquí se trata sólo se refiere a lo individual y a lo eve-
nemencial, lo individual y lcl evenemencial han encontrado muy celosos
defensores. El propicl Anatole France lc decía a L. Bourdeau (lBB8): ,,Cread
la ciencia de la historia: aplaudiremos. Pero dejadnos el arte encantador
y magnífico de los Tucídides y de los Augustin Thierry. La historia narra-
tiva es inexacta por definición. Lo he dicho y no me desdigo, pero sigue
siendo, junto con la poesía,la más fiel imagen que el hombre hayatraza-
do de sí mismo. Es un retrato. Vuestra historia estadística [la de Bour-
deau] es siempre una autopsia>. Montaigne dijo lo mismo hablando de la
historia tal y como existía en su tiempo, narrativa y únicamente narrativa:
son la verdadera presa de mi estudio ... Son ... diver-
"Los historiadores
tidos y bastante ... el hombre en general, al que intento conocer, parece
más vivo ahí y más entero que en ningún otro lugar>.
LA HIS'I'ORIA EN BUSCA DEL MUNDO +r
. ::nlen Cfee_ Estos argumentos literarios no consiguen convencerme. pero ya ad-
_ - :ntas de ci_ vierten el peligro. Y no es el único peligro. Nuestro imperialismo de his-
- t: it. nO SOn
- _ Ltf toriador no agrada a todo el mundo. El filósofo Émile Bréhier me decía
, -cscribe-, cn 193-5: "El papel del historiador es recopilar los hechos singulares. los
- ;.rbrles sobre que ya no se reproducirán nunca más>. Nos vemos entonces excluidos de
:. La historia lo permanente, de esa reanud¿rción eterna de la historia, como suele de-
.. -rc ios prejui- cirse. Ayer, en 1941, era un historiador, Karl Brandi, el erudito conocedor
de la Re.ftirmation y de la Gegenreformution, quien todavía afirmaba: <La
'. ..upuestono historia es un relato>, repitiendo a su manera una expresión que Léopold
-: .,: lgnOrsnCia y von Ranke pudo pronunciar alrededor de 1U_50. Pero, sobre todo, va a ser
.: .,: palabra pre_ nuestra tísica social, nuestra física histórica, nuestra coherencia de lo so-
.... .'¿ilculos inte- cial lo que se criticará con muecas afectadas. Entonces los puristas nos di-
- : ¡LlrTl? de pre- rán: <¿,Cree usted? En materia sclcial la palabra de ley es francamente
- :Jr)r es Urgente abusiva>. otros puristas nos negarán el derecho a hablar de experiencias,
. ':Jo su postura o de experimentaciones, de hipótesis de trabajo. Si los escuchásemos, ¿ten-
- .-¿ilculos de los dríamos siquiera el derecho a hablar de ciencias sociales? No, desde lue-
-, :ttsici(tn deter- go, y conocemos demasiado bien el exclusivismo de las ciencias y de las
-..rl1O OCUrre COn personas que la ejercen, su espontáneo carácter reaccionario. Defenda-
mos por lo tanto nuestras posiciones y tranquilicemos a quienes esto pre-
h -.¡ histórica de lo ocupe. Nosotros sólo utilizamos palabras como ley, experiencia o experi-
h' :Jutc3 de nUestrCl mentación en nuestro propio campo, a nuestra costa y riesgo, para nuestro
propio uso y según nuestras posibilidades. A dichos usos les corresponde
3: , lrcmos despren_ fijar el verdadero contenido de estas palabras en nuestros campos. Si se
m" .- 'GeorgesDuha_ resisten demasiado, si resulta que son demasiado molestos, ya buscaremos
¡t, " -.:.ria. El verdadero otros.
lF - -ii se enamora de Entiendo por experiencia la posibilidad, a propósito de una cuestión
e , ,, Felipe II lo nace social dada, de reunir una serie de informes sobre casos análogos, presen-
r - -- .-uentas, saciarseo. tes o pasados. De ahí deriva la ocasión de descomponer la cuestión en sus
: :rucho que se diga aspectos y observar sus variaciones, teniendo en cuenta el medio. No es.
:rridualyaloeve_ evidentemente, tan sencillo como practicar una inyección en la oreja de
:" . ..:r¿ldo muy celosoS una cobaya... Por experimentación me gustaría entender la experiencia
: --j;au (tBUS): <Cread en la actualidad, in viuo dirigida. Evidentemente no tiene las comodida-
iq - - . r,l arte encantador
des de las ciencias exactas. Sin embargo, la ciencia, en sentido etimológi-
co, es un conocimiento, una investigación racional, nada más. Ya no me
- Jesdigo, pero sigue dará miedo utilizar la palabra ley. La economía política ya no vacila en
-- rombre haya traz,a_ formular sus observaciones en forma de leyes. Ustedes conocen la ley de
- ' ,Jistica [la de Bour_ Gresham, la ley de 1a utilidad marginal. conocen también la ley de la ofer-
- rimo hablando de la ta y la demanda... ¿Y no podemos decir en el campo de lo social que hay
. -:. icamenle narrativa: una ley de los tres estados de Auguste Comte? Y, más concretamente, aquí
, -tlicl ... Son ... diver_ tienen el luminoso estudio de Pirenne sobre las Etapas sr¡ciales del capi-
-.Jnto conocer, parece
talismo: ¿qué es eso si no una ley social aproximada? Es la regla de que
::i ,
cada época propicia una clase particular de ricos, aventureros audaces que
44 LAS AMBICIONES DE I,A HISl'ORIA

asumen riesgos. PerO, cn la ópoca siguiente, la .coyuntura,' favorece el en-


riquecimienio de otros inclivicluos temerarios y los antiguos ricos se reti-
ran burguesamcnte a krs valores seguros. Más leyes: las fases de Simiand;
leyes son tambión todas esas m0clulaciones del pasado señaladas de ma-
néra insistentc. esos tluios. esos reflujos, esos ciclos que obcdecen al ritmo
de las generaciones y de la vi<la de los hombres. Jacob Burckhardt' en sus
Wettgeichichtliche BeÍrachtL.tngen.no vacilaba en hablar (ya hacia 1u70)2
cle su /ey de las compensaciones. Quizás haya llegado el momento, cn his-
toria, de renunciar por completo a las vacilaciones y a las incertidumbres
del pensamiento vigente en los años 18t30-1900, años de ,.presociología>.
¿,Es hora o no de los expcrtos sociales'/ ¿,No
son previsibles grandes es-
iuerzos'/ Véase al respecto los institutos creados antes de 1939 dedicados
al estudio de la coyunlura económica.
Por supuesto que estas leycs no son leyes dc Mariotte. Pero ahora la
investigación ha incidido ampliamente en lo social,lo ha desenmarañado
y han ioturaclo nuevos caminos. Las ciencias sociales conducen a reglas
múltiples, a constataciones importantes, teóricas y prácticas' Poseen un
enorme patrimonio científico, con independencia del nombre que se pon-
ga a sus métodos o sus resultados. lntentaremos poner en práctica todo
ese patrimonio. La historia no puede permanecer indiferente a é1. Por tan-
t(). en nuestras conferencias nos refcriremos a economistas, sociólogos o
geógrafos, así como a verdacleros historiadores, desde Durkheim, a Lévy-
Bruhl, Marcel Mauss o Franqois Simiand o Vidal de la Blache o Jules Sion,
además de Michelet, de Henri Pirenne o de mi maestro Henri Hauser.
Por tanto. cuando hablamos de historia profunda, la idea y la expre-
sión no tiene su origen en los historiadores historizantes sino en un etnó-
grafo, Léo Frobenius, a quien debemos el consejo de <No quedarse en la
iuperficie de los hechoso; o en un economista, Ferdinand Fried, quien re-
comienda <buscar el sentido profundo de los acontecimientos>; o en un
sociólogo. Franqois Simiand. a quicn si no me cquivoco pertenccc preci-
samente la fórmula de ..la historia evenemencial>. Raros son los historia-
dores que nos ofrecen consejos similares. Sí lo hace un Gaston Roupnel,
preocupado por contraponer a la historia historizante esta superficie, el
clestino, esta profundidad: un Lucien Febvre, un Marc Bloch. O conven-
dría remontarse muy atrás en el tiempo hasta las épocas en que hubo una
gran historia. De Julcs Michelet es la frase, citada tan a menudo y habi-
Iualmente incompleta, de su Intrtttlttcción a la historia de Francia. Leá-
mosla una vez más: <Más complicado aún, más espantoso -explicaba-,
era mi problema histórico planteado como resurrección de la vida inte-

2. Discurso publicado cn f rancés con cl título Considérntions sttr l'histoire universelle'


I 905.
LA HIS'I'ORIA EN BUSCA DEL MUND0 4-5

gral, no en sus superficies sino en sus organismos internos y profundos>.


Es lo que Bossuet definió a su manera en su Discurso sobre la Histr¡ria
universal: r.La verdadera ciencia de la historia consiste en subrayar, den-
tro de cada época, esas secretas disposiciones que han preparado los gran-
des cambios y las coyunturas importantes que han hecho que sucedieranrr.
La concordancia entre esas fórmulas y mis intereses me infunde muchos
¿inimos. Con esta historia intentaremos medir el mundo v la vida.

DlvlsroNes DE LA HISToRIA. .',t)lvlsroNES DEL nunno?

Los números no son una cualidad de las cosas.


Ar.nrN

Al empezar la partida le pediremos historia un favor: que nos pro-


a la
porcionc una imagen previa clcl mundo que nos sirva como primer cro-
quis, de proyecto de itinerario para nuestro viaje. La historia ha tenido
que modelarse sobre su objeto, adaptar sus divisiones a las categorías pro-
pias de la vida. La historia es así una imagen de la vida.
Hasta aquí hemos distinguido dos capas horizontales de historia, una
historia evenemencial cuya fragilidad hemos señalado, y por debajo de
esta superficie, una masa poderosa, mucho más tupida, la historia profun-
da; una lleva a la otra, de manera parecida a como las mareas pueden lle-
var sobre su propio movimiento el movimiento de las olas. Pero esta dife-
rencia de nivel no es la única que debemos recordar y hace tiempo que los
historiadores aprendieron a distinguir categorías de hechos sociales, dife-
rentes sectores. una especie de cortes en la vertical de la historia y que son
de uso corriente: los hechos geográficos en primer lugar, es decir, los vín-
culos entre lo social y el espacio; los hechos culturales relativos a la civili-
zación: los hechos étnicos; los hechos de estructura social; los hechos eco-
nómicos: los hechos políticos por último. Y otros tantos cortes en la
vertical de la historia, lo repito, no superpuestos sino yuxtapuestos. Pode-
mos imaginar otras divisiones e innumerables subdivisiones. Con las que
hemos señalado nos bastará para dibujar una imagen del mundo.

Primer corte : los hechos geográficos; aunque para designarlos prefie-


ro la geopolítica o, mejor aún, la geohistoriu.
Estas palabras subrayan un dinamismo (como freno o como complici-
dad) de los factores físiccls y biológicos sobre la vida social a lo largo de
Ias épocas. El defecto de la geopolítica, a nuestro entender, es que sola-
mente estudia esta acción exterior en el plano de las realidades políticas:
46 LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA

así, su objeto es el Estado y no la Sociedad consideracra desde sus dife-


rentes formas activas. Por eso resulta útil la palabra más lata de geohisto-
ria. No nos costaría decir geografía histórica sin más, pero la palabra ha
adquirido en nuestros manuales escolares un sentido realmente demasia-
do restringido, el del estudio de las fronteras políticas y de las divisiones
administrativas. Sólo advierto una excepción en este campo, la del her-
moso libro de wilhelm Goetz, Historische Geographie. Beispiele untl
Grundlinien, publicado en 1904, un libro cuyo valor y novedad se ha cles-
tacado poco. La excepción confirma la regla.
La palabra geohistoria tiene sus defectos; resulta demasiado nueva y
la oniezco bajo mi única responsabilidad; tampoco es muy armoniosa. Sin
embargo tiene el mérito de hacer hincapié en un punto de vista bastante
poco reconocido. Demasiados historiadores consideran que con una in-
troducción geográfica como pórtico de sus libros es suficiente. Después ya
no se hablará del medio natural, de este entorno del hombre, como dicen
los geógrafos americanos; más concretamente, se disertará como si ese en-
torno dejase de gobernar y de regir (desde entonces con monotonía) toda
una parte de nuestra historia, de nuestra vida. <Irlanda Vidal de
la Blache-, demasiado próxima a Inglat.erra para escapar -escribió
de ella, dema-
siado vasta para ser asimilada, es víctima de su situación geográfica.> Ad-
mirable fórmula, pero Irlanda es víctima a cada instante de su destino. Del
mismo modo, Francia padece a cada instante de su vida su geohistoria, esa
suma de ventajas y de riesgos que todos podrían casi enumerar. Karl
Haushofer dio una excelente definición de lo que yo llamo geohistoria:
<El espacio es más importante que el tiempo>. ¿Se puede de-
cir mejor? Los-escribió-
años y los siglos pasan, explica, pero el escenario sobre el
cual la humanidad representa su interminable pero repetitiva comedia
permanece idéntico a sí mismo.
Sabemos que esta historia no se desarrollará en plena libertad. La es-
cena significa posibilidades, significa también constantes imperiosas como
pueden ser el clima, las estaciones, el relieve y otros tantos factores de his-
toria. Durante esta guerra se ha hablado del general Invierno, del general
Primavera. Todo un Estado Mayor de factores físicos dirige nuestra vida,
o al menos lo intenta. En su libro fan vivaz y lúcido (donde se evoca el re-
cuerdo de Émile-Félix Gautier). un libro que lleva un título divertido, Mé-
harées,Théodore Monod encuentra en el marco de la vida sahariana ac-
tual un calco del ambiente de innumerables pasajes de la Biblia. Es una
admirable lectura de texto. Lo que pasa es que un desierto es un desierto,
con sus exigencias siempre iguales, tanto en los tiempos de Abraham o de
David como en nuestra época. Al menos mientras el Sáhara no esté de-
masiado abierto a los coches y a los aviones.
La geografía, por tanto, se ve enriquecida por continuidades, inmovi-
LA HISl'ORIA EN BUSCA DEL MUND0 Í/
1r-

.-: <us dife- lidades, llamémoslas repeticiones. Es la historia que no se mueve o que sc
- : :;rrhisto- mueve apenas. Los historiadores atentos a las variaciones, a la película de
. :.¡bra ha la vida de los hombres, no suelen verla. No crean ustedes por ello que las
: ir'lTl&Si&- investigaciones en este punto sean extraordinariamente novedosas. La pa-
. -:r i5iorat labra sí, la cosa no. Piensen en el bello libro de Auguste Jardé, escasa-
, iel her- mente conocido, Los cereules en la Antigüedad griega. Creo que todo el
-.,-'le und mundo conoce los estudios de Victor Bérard sobre los paisajes de la Odi'
- -: ha des- iea y, en este mismo orden de ideas, los hermosos trabajos de Hennig.
Pienso también en estudios como los de Hettner o de Philippson, geógra-
rueva y fos los dos, o en artículos de KtrltLtrgeographie...
:osa. Sin Pero en este orden de ideas los libros más sugestivos siguen siendo los
lullri: - -astante que Émile-Félix Gautier dedicó al islam y, especialmente, a los Slg/os os-
l,;-.: - Una in- curos del Magreb metlieval. En segundo plano de esos siglos sin historia
;>pués ya clara, ocultos para nosotros por la grisalla de las crónicas árabes, él ha te-
. ::tl dicen nido la habilidad de evocar los escenarios naturales, la vida contrapuesta
- .t ese en- cle nómadas y sedentarios, sus luchas en torno a los pastos y las ciudades.
llr,lllilrr, ,- .tr) toda Gautier ha vuelto a situar la geografía en el centro del debate. Geographia
*"- \idalde oculus historiae, como escribió en uno de sus últimos estudios. Aquí nos
r. dema- encontramos lejos de esas introducciones geográficas en el pórtico de los
Ad-
:-1J.1.> libros de historia, una puerta que uno empujaba una vez y volvía a cerrar
- -:::tno, Del de una vezy para siempre. Piénsese, para ilustrar esta imagen, en los cua-
r' ' ..,-rria. esa dros geográficos de las historias clásicas de la Antigüedad. Al iniciar el vo-
' -- ::¡r. Kafl lumen podemos ver cómo florecen las anémonas y los olivos, pero luego
-: lllStOflál ya no hay ni una sola anémona ni un solo olivo. Es lo que dijo Lucien Feb-
: , tcde de- vre al hablar de la Edad Media tal y como se la estudiaba en nuestras uni-
versidades: se araba en los cartularios, con cartas como herramien-
"Sólo
. -omedia tas de laborr.3
Segundo corte, /os hechos r.:ulturales,la historia de esos Estados más
- .:, La es- resistentes y más complejos que los de verdad; en una palabra, las civili-
- .:: COII]O zaciones. En relación a ellas tendremos que romper con las costumbres de
-:. de his- los historizantes: para dar con su definición práctica, no hay que buscar las
- :. _lcnefal civilizaciones en las obras de A. Jardé, especialmente aficionado a esta pa-
-:..ra vida, labra. Será a los sociólogos, a los etnógrafos y a los etnólogos a los que pe-
n : --¡ el re- diremos definiciones y cómo abordar esos problemas. ¿Sabemos, cuando
* ::-..Jo. Mé- se trata de Francia (pero también cuando no es Francia el tema) Ia enor-
-.':-.ina aC- me diferencia que existe entre la civilización y las entidades políticas? La
': ".
Esuna Francia-civilización no es la Francia-Estado. Lo que le conviene a una
"r -.-:esiertO, no le conviene a la otra. Los Estados dicen sí, las civilizaciones dicen no
" --..--,:m O de y recíprocamente, a lo largo de un pasado que nosotros ignoraríamos si
:sté de-
3. Reseña de Marc Bloch, Les (laractir'es orilinaur de I'histoire rurule franqais¿, 1931.
.nmovi- Revue historíq ue, 1932, p. l9l
.

"llllili
48
LAS AMBICIONES DE LA HISl'ORIA

no nos preocupásemos por subrayar y concretar sus valores culturales'


"trrtag."b
É._F. Gautie. no, el de la Edad Media a través del
"*ili.aba y sedentarios; es la suya una
conflicto, repetición inagotable, de nómadas
lo explicaba de otro modo
explicación geohistórical Georges Marqais nos
en Argel (1930)' Según
en el II Congreso Nacional de*ciencias Históricas
é1, a lo largo de esos siglos el Magreb
se inclina unas veces hacia Oriente'

otras hacia España y. a tenor de esos movimientos,


África del Norte se abre
aunacivilizaciónoaotra.ElMaghreb,pococreativo'eselquesiempre
toma prestado. Del siglo vlr al xl se inclina hacia
el este, lo cual supone
del oeste egipcio' si-
abrirse a los hombr"r,'á lu, cosas y a las civilizaciones
rioypersa,sincontarlasinfluenciasmuyactivasdelmundobizantino(al
abre a Oriente' el Magreb'
menos en el orden arquitectónico)' Cuando se
invadido por aventu-
lo mismo que España que tan cerca le queda' se ve
incluso, médicos mesopo-
reros políticos llegados de Siria, jefes religiosos
támicos, sin contar a los poetas persas o á lu.
bailarinas egipcias vestidas
Je rojo. pero, en el siglo xr, el bloque magrebí se
inclina hacia el oeste y ha-
del Norte' sobre todo en
cia España. Es una ávolución completa' Áftica
surgen y se
.u ,orru occidental, se abre al arte y al pensamiento ibéricos' se
y ciudades andaluces
desarrollan entonces las ciudades. A los vergeles
hermanas marroquíes'
añade, al sur del Estrecho, el vergel de las ciudades
y tantas otras' por encima de las cua-
Rabat y Salé, Ceuta, Tetuán' Tánger
de los almorávides' Ad-
les se afirm arán lezy todavía más lá Marrakech
Marqais' historia-
mirable explicación sintética la que nos ofrece Georges
dordelartemusulmán,másatentoquenadiealasgrandescorrientesde
civilización; tenemos por tanto una explicación cultural'
'hechos
Tercer corte: /os étnicos, ¿Pero es exacta aquí la distinción?
¿]Hayrazasydebidoaellassepuedehablardeunahistoriadelasangre'
y.de escritores ale-
de nuestra sangre'l Toda una áscuela de pensadores
su realidad' En Francia'
manes se ha adherido a la idea de raz.a y ót"" "tt
a pesar de Gobineau, ten<lemos a responder
negativamente' un poco apre-
suradament e qúzá. Ese es un gran problema
al que deberemos volver
más extensamente. En todo caso nos resultaría
muy difícil, con los estu-
la sangre del África Me-
dios de los antropólogos, escribir una historia de
podemos áecir entonces del problema clave' de la
historia de
nor. ¿Qué
losbereberes,deesosautóctonosapiñadoshoyenSuscantoneselevados,
esas islas montañosas superpobladas, desbordantes'?
Loscortescuarto,quintoysextononosexigirántantasexplicaciones,
puestratandeloshechosdeestructurasocialyloshechoseconómicos,los
hechospolíticoscuyaoriginalidadnohacefaltaquedestaquepreviamen-
te. ya están ustedÁ al córriente de los vastos
coniuntos así designados.
Nuestrasexistenciasestánintegradasenunasociedad'enunaeconomía'
en un sistema político qu" otros tantos haces de fuerzas, res-
",rnliguran
fur
t_A HISTORIA EN BUSCA DEL MUND(' *,,
h _. . -rltires culturales. trictivas, dinámicas, creativas. Remitir todo a una realidad social. econti-
lu . - \f ct.lia a través del
mica o política es una de esas simprificaciones útiles que ya conocernos.
- ' :iir)\l
fnl*" eS la SUya Una Sociedad o economía o política en primer lugar: ya conocemos esas po-
¡, - --,b¿i de otro modo
- {:grl tencias enemigas. Pero de las tres es el materialismo económico la ouc
|ur (1930). Según más a menudo se propone como una explicación resular.
¡ :--:s hacia Oriente
.
Seguimos en el África del Norte cre rts sigl.s osc"uros. A la explicaci(rn
!il- - -., Jcl Norte
," ubr" geohistórica de Gautier, a la explicación cultural de Georges Margais aña-
¡w :'\ el que siempre damos como ejemplo una explicación económica. E,l Magreb es una isla.
lr ,..c. lo cual supone se nos suele decir, entre el mar y el desierto
p, -'J'rgq1g egiPcio.si- -la imagenelesdelbastante
cuada-; es una isla entre dos movimicntos económicos,
ade-
Sáhara, y el
b- --*ndo bizantino (al
del mar, el de las caravanas de un lado y de los escasos comerciantes del
):lente, el Magreb,
-, otro. En el siglo vllr, el Mediterráneo occidental se convirtió en musulmán
'Jido por avcnlu_ y siguió siéndolo hasta el siglo xr. Er mar sarraceno trajo la pujanza a esas
nédicos mesopo_ grandes ciudades. Tiípoli de Barbaria, Túnez, Bugía, Argel y orán, de esas
- ,. egipcias vestidas
' : r-icla el oeste dos ciudades nuevas del siglo x, ceuta, Tánger. El mar las une con orien-
y ha_ te y, con ellas, a todo el país, una historia que ya he referido. En el siglo xr
'. :rc. sobre todo en
tiene lugar el empuje hostil y victorioso crc ras ciudades italianas y pronto
-::icos, surgen y se
llega el fin del lago sarraceno: el Mediterráneo vuelve a estar en manos de
- -idcs andaluces se los rumís.* Sicilia está ocupada por los normandos;África del Norte y Es-
-:--ttnas marroquíes,
- :r)clrT13
paña, esos .far-west musulmanes, que<1an separados del este y se ven for-
de las cua_ zados a formar un bloque, a vivir juntos, a defenderse conjuntamente. De
. -rlmorávides. Acl_
ahí esos imperios hispano-magrebíes quc los almorávides y luego los al-
-,. \largais, historia_ mohades construyeron a toda prisa, unas construcciones de autodefensa
'.:Jes corrientes
de como el imperio carolingio y tan frágiles como éste. y eso es lo que nos
explica el vuelco histórico del que habla Georges Marqais:primcra época,
,-uí Ia distinción? la del Mediterráneo libre; segunda época, la clel Mediterráneo cerrado
. ,ria de la sangre,
(para los musulmanes).
:c escritores ale_ Quedaría por añadir (aunque cl ejemplo no debe tomarse en su con-
, Jad. En Francia, junto) lo que África del Norte ha debido siempre al Sáhara y, allende el
: rii.
poco apre_
Urt desierto, a los esclavos y al polvo de oro de Sudán. E,s una historia oscura
-: [tOS VOlVer
l'rc-fe
y, lo que es más. una historia que no se toma en consideración.
' --il. con los estu_ Sin embar-
go al oro sudanés debe el oeste musulmán su prosperidad; con ese oro se
--. del África Me_ fabricaron los dínares de España y cle África. Sin ellos no habría esplendor
:e la historia de andaluz ni resistencia africana. Será un golpe sensible (lo repetiré) el que
.:rtotes elevados, recibirá cuando, con los descubrimientos portugueses a finales del siglo xv,
el oro sudanés es desviado hacia el sur, hacia el golfo de Guinea. Este des-
"' :) explicaciones,
vío tuvo como consecuencia un resquebrajamiento del conlunto norteafri-
' ---conómicos, los cano que los historiadores no siempre han tomado en consideración.
,*ue previamen_ Así, ya lo ven, a diferentes historias corresponden diferentes caminos.
. r:Í designados. Los utilizaré sucesivamente a lo largo de nuestras futuras explicaciones.
. - Jna economía,
lc' fuerzas, res_ * Nombre que los musulmanes daban a krs cristjanos. (N. de la.t\
t,AS AMBICIONES DE LA HISI'ORIA

sin tratar en estos difcrentes sectores la capa cvenemencial que encontra-


mos en la superficie. Sin pretender ignorar el valor relativo de esta última
(creo incluso que una historia completa debe recoger lo evenemencial,
que. como ya demostré en un libro sobre cl Mediterráneo del siglo xvt
cuya última parte se titula precisamentc <los acgntecimientos y los hom-
bres>), en nucstro estuclio sólo nos fijaremos en los hechos de profundi-
dacl y no en los acontecimientos; acontecimientos geográficos (una erup-
ción volcánica. un maremoto, un invierno demasiado riguroso durante el
cual. como ocurrió en 1,590. se hielan los olivos de la Provenza y la Tosca-
na), o acontecimientos culturales, étnicos, económicos, políticos. Nos fija-
remos en lo que evoluciona lentamente, en las capas de historia de escasa
rapidez, que trascienden nuestros actos. La historia profunda nos supera,
es cierto. a nosotros los hombres vivos. Nosotros no hacemos más que
transmitir los destinos que, a través de ella, recibimos del pasado; apenas
tenemos ticmpo de modificarlos ¿r nuestro paso. Todo un impulso proce-
dente cle otros tiempos nos arrastra, nos mueve cn el ttlrbellino de sus
aguas. Un ensayista, Benedetto Croce. pretende que los siglos se incorpo-
ran al instante más pequeño dc vida que podemos considerar y que con-
tinúan viviendo en é1. La porción correspondiente a los muertos y a los
años pasados es inmensa. En Vcnecia, seguimos en el siglo xvl,los Cinque
Savii hacían copiar sus decisiones sobre gfuesos registros cuyas primeras
hojas se remontaban a los siglos xll y xlll. No se tomaba ninguna decisión
sin evocar y sopesar a sus venerables precedentes. No acusamos a Vene-
cia. Lo que decimos es que la vida se detiene ahí más que en otros sitios
y se anquilosa en el siglo xvr. Pero en todas las épocas, en todas las regio-
nes, en todas partes y siempre el pasado impone sus formas duras a la vida
actual. Entonces ya nos damos cuenta del peligro, creo yo, que entraña
considerar la historia según la medida etnológica de nuestras existencias
o de nuestros actos. Esas medidas son irrisoriamente pequeñas.
Se habrán fijado en el orden de clasificación: geografía, civilización,
raza, estructura social, economía y política. El orden se basa en la veloci-
clad mayor o menor de esas historias: en primer lugar, en su máxima pro-
fundidad, las más lentas, las que están menos al alcance del hombre; en úl-
timo lugar, las que están al alcance de su mantl, es decir, la economía y la
política. clasificación en líneas generales, por supuesto, y que exigiría co-
mentarios bastante detallados. Señalemos de paso que el hombre inter-
viene con mayor facilidad sobre las más móviles de las historias profun-
das y que justamente las considera más importantes por ser más flexibles:
política primero, dicen unos; economía primero, dicen los otros. Cuestión
de velocidad y dc proximidad: cuestión de humanidad la de esas historias
llenas de torbellinos, de las aguas vivas y donde nuestra intervención aca-
rrea tantas modificaciones perceptibles. Quizás está ahí, en una distinción
t| LA IltS'fORIA hN BUSCA DEI_ MUNDO
: I

th ' - .Jtal que encontra- entre dos capas de historia profunda un lado la geohistoria.la hisrrr-
ru : t\ () de esta última -de de las estructuras
ria cultural y la historia étnica, la historia sociales: de
r -- loevenemencial, otra, la historia econrimica y la historia política (dos capas que no tiencn
ht - --.1nco del siglo xvr ni los mismos ritmos ni las mismas longitucles cle onda)-, quizá sea ahí
ui - :tientos y los hom- donde se encuentre uno de los puntos de vista más interesantes de la his-
i- - J.hos de profundi- toria.
¡ - , ir¿íficos (una erup- Quizá. Desconfiemos sin embargcl de las imágenes, de las compara-
[ii,. :lguroso durante el ciones demasiado claras, demasiado explicativas. Reconozcamos que la
- ?rrrr enza y la Tosca- vida está compuesta de corrientes cle velocidades diferentes que discurren
! - .. políticos. Nos fija- día a día unos (los acontecimientos, nuestras existencias), año a año los
;"' :r historia de escasa otros, y siglo a siglo otros.
il - . :r)iunda nos supera, Pero no exageremos esta simplificación. Nuestros <planos> de histo-
rr;. - , hacemos más que ria, a decir verdad, no parecen planos geométricos y ta vida no es un vo-
:' . .'Jel pasado; apenas lumen de los que ellos iban a ser una sección. Desde Iuego que no, es
r, .j , un impulso proce- mucho más compleja. A cada instante, cuanclo queremos descon_
" - :i torbellino de sus fiemos de la excesiva simplicidad de nuestras divisiones. "rpliaur,
No olvidemos
: - - - .rrS sielos se incorpo- que la vida es una, que la historia crebe ser una. y que hay que considerar
:: _.,nsiderar y que con- a cada instante, en lo que se refiere a cada cuestión, el enóabalgamiento
r- - -r los muertos y a los indefinido de las causas y de las consecuencias. No olvidemos. sobre todo.
, .- _. .islo xvl,los Cinque que nosotros creamos nuestras divisiones, nosotros los historiadores y
al-
" -- .,\tros cuyas primeras gunos otros. Lo social, el pasado, la vida, nosotros los iluminamos con pro-
r -r,1ba ninguna decisión yectores de diversos colores: geohistoria. historia cultural, etc. pero como
r -- \tr acusamos a vene- dice Alain: <los números no son una cualidacl cle las cosas sino cle nuestra
-'.1i quc en otros sitios mente>; lo mismo sucede con nuestras clivisiones constructivas: el calco
--r\. cn todas las regio- que nos ofrece la historia, por afinado, por exacto que parezca, por útil
-. f Lrrrn&S duras a la vida que sea
i -- irco yo, que entraña -y nosotros
co. Repitámoslo,
creemos que lo es-, sigue siendo pese a todo un cal-
por lealtad y por prudencia.
. -r' nucstras existencias
* - c pequeñas.
-
rc'n&rafía, civilización, Toda discusión de plano implica una manera de ver v de resolver los
- se basa en la veloci-
-rn problemas que se quieren abordar; nada resulta por lo ianto más difícil
- -.ar. cn su máxima pro- que establecer un programa y mostrar sus grandes líneas anticipada-
: --:r'ICC del hombre; en úl- mente. ¿Lo he conseguido? Dos o tres palabras bastan para presentar
-. Jecir, la economía y la una conferencia. ¿Acaso no es un paseo'? pero un tren de conferencias
-: -.Jito. y que exigiría crl- libro, hoy- es una empresa más ardua: explicar la historia, expli-
' .. r QUe el hombre inter- -un
car el mundo no es algo irrelevante. Tenía que mostrarles su dimensión,
-. .ic las historias profun- las virtudes de una historia bastante novedosa, revolucionaria, imperia-
- 'J i por ser más flexibles: lista, infundirles a ustedes confianza en sus medios. Era esta la primera
:rcen los otros. Cuestión tarea, primera luz que debía encender en nuestro camino. Eso es lo clue
. ;J¿rd la de esas historias he pretendido hacer. La historia no es sólo un relato, tampoco es senci-
- Jcstra intervención aca- llamente una colección de hechos excepcionales clestinados a no repro-
:,t.i ahí, en una distinción ducirse nunca. Está arraigada en Ia vida y en último extremo es. debe
I \ IIISIORIA

: ...:-,: . _ I ( ir.:i()n¿r la realidad social, no solamente lo que


-. : t.:l: i; tii{ttl\(r. \in() cn l() que tiene de permanente, cleensiempre
'':'' . i- 'r.iu.rl. Insisl.o. Er r.'ercraclero
objetivo dela historia quizáno sea
:. ¡;'.r,J. medi.r-. sino er conocimiento de los hombres,
!'()lectl\ -ese
que cs el punto de encuentro de Ias ciencias
¿r
esa tarea
sociares, su punto
dc c.n'erge ncia, también er nuestr.. Sólo explicaremos
ra historia expli_
cando el mundo.
El mérito de esta historia sociológica, nos dirán
algunos, es quc toca la
lo útil, según una de las fórmulas más plenas cre\ietzsche
'ida'
pio de sus consideraciones algo duras sobrc la
al princi-
historia.
Querer convertir la historia en una ,,cienciao
cmpresa,
como sabemos- supone reducir el rugar que -peligrosa
el hombie ulupu clentro de
ella, supone aumentar nuestro margen de error,
como también sabemos;
algunos dicen incluso yo no estoy muy seguro_ que supone re_
-aunque
ducir el lugar de la poesía. pero entonces.
¿,qué es la poesía? En todo caso,
estoy convencido de que no supone olviclar
ra vicra, ni privarse cre la gran
alegría de comprenderla, y cle óomprenderra
mcjor qu" o. costumbre.
h :^.:rrtc en lo que
- - -.1e. de siempre
::.i quizá no sea
[* - ::'nrcs. esa tarea
. -'iales. su punto
. .r historia expli-
F -
f" -- ,\. cs que toca la
". iirsche al princi-
fmr;ri,.,

Pm"'

f,,; -
-:.1lfOSit empresa,
-- ircuPs dentro de
Capítulo III
P
.,nlbién sabemos;
f"
p -
-
que supone re- GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD,
b :.:.r'.) En todo caso,
EL ESPACIO Y EL TIE,MPO
pn. ::r\ arse de Ia gran
ll -, ic costumbre.
...e| espacio es más importante que el tiempo.
Knnl HlusnorEn

...bajo la superficial agitación de los acontecimientos circula en


profundidad la gran corriente tibia que nos mueve sin alarma y sin
indiferencia. Nosotros somos bastante más las olas cle ese mttvimien-
to. los instantes de este imposible recorrido que la arcilla de la tierra.
GnsroN RoupNr-:r.
H istoria ¡, destino, 7943

Ln cp.ocnnpín, crENcrrr TNACABADA

La geografía no se limita al estudio de la tierra. se extiencle a


todo lo que vive sobre la tierra. especialmente al hombre. a la vicla
económica, social v política del hombrc.
AnonÉ SlpcpnrEo
Curso de geogra.fía humana, 1941

Renunciemcls a considerar a los hombres como inclividuos.


At-sE,nr DeuaNcEoN
Problemus de geogra.fía humana. 7t)42

Los ge(lgrafos lo saben bien: la geografía es una ciencia inacabada. A


pesar del dinamismo dc su enseñanza. esa revolución cle ayer; a pesar de
-5r+
I,AS AMBICIONT]S DE LA TIISTORIA

la cantidad y la calidad de los trabaios realizados, de las tesis, libros, rcvis-


tas, colecciones. atlas, manuales escolares; a pesar de la excelencia de los
métodos seguidos; a pes¿rr de todas sus riquezas, la geografía está incluso
terriblementc inacabada. ¿,Como todas las ciencias del hombre? Sí, por
supuesto, pero todavía más que esas otras ciencias porque es más compli-
cada y mucho más antigr.ra quc todas ellas, si se exceptúa la historia; es, en
realidad, una aventura intelectual muy vieja quc se confunde por sus orí-
genes con los primeros pasos firmes del pensamiento y de la ref'lexión de
los hombres. Se diga lo que se diga, no empieza en Humboldt o en Ritter
o cn Ratzcl. o entre nosotros. en Vidal de la Blache. Hercldoto no es sola-
mente el padre de la historia, es también el padre dc la geografía, de esta
geografía tan cambiada dcsde entonces y tan parecida a sí misma, rica en
experiencias y en tareas apasionantes pero numerosas, confundida con
frecuencia e n sus tradiciones, comprometida en muchos falsos problemas,
complicada incluso por sus potentes adquisiciones recientes pues. a lo lar-
go de este último medio siglo, extendió muy lejos y rápido el campo de su
trabajo horizontal, a expensas de los territorios de las demás ciencias, las
de la naturaleza más aún que las ciencias del hombre. Y todo imperialis-
mo entorpece. ¿Existe acaso cn las ciencias del hombre un campo de rea-
lidades más vastas y heterogéneas que el suyo'/
Ahí tenemos por qué los movimientos de la geografía no siempre pa-
recen bastante libres, bastantc flexibles para volverse ostensiblemente ha-
cia lo real o, lo que poco más o menos viene a scr lo mismo, para dcfinit-
se con firmeza, para elegir entre sus tareas posibles y clasificarlas según su
grado de importancia en rel¿rción al hombre. Hay una crisis de la geogra-
fía. Comprenderlo equivale a aclarar nuestra propia crisis de la historia.
Ocurre con la geografía como con la historia: en lugar de ayudarla
siempre, su pasado la abruma o. cuando mellos. la entorpece. En 1942 to-
davía se presenta (véase la preciosa Guide de André Chollcy)¡ como una
descripción dc la tierraila etimología primero, ¿no? Lo mismo que la his-
toria en 1942, como ya hemos dicho, la geografía también se presenta
siempre como relato, como una ciencia de lo evenemencial, aunque sin ser
conscientc de ello. lo cual agrava la situación. Y ltls resultados son los mis-
mos: de un lado, los acontecimientos, las peripecias, los gestos de los gran-
des o supuestos grandes hombres, una completa historia de superficie; de
otro lado. simétricamentc, las dcscripciones, los viajes, toda una geografía
también de superficie. De una parte, el arte del narrador; de la otra, obll-
gatoriamente las notas, los rccuerdos del viajero y en el pasado los re-
cuerdos, más prestigiosos si cabe, de I explorador.
Reconozcamos que muy a menudo en estos tcrrenos estamos lejos de

l. Guide de l'étudiant en g,éographie.1942.


[il:
GEOTIIS'I'ORIA: I,A SOCIEDAD, F,L ISPACIO Y EL fIEl\IPO ::
lu . ..is tesis, libros, revis- la ciencia con c mayúscula. Describir es ver lo particular,captar la vida r.
ti:,' , iri excelcncia de l<ls en verdad, es eso lo que pidc el público, pues la historia y la geografía si-
¡r¡r .J()grafía está incluso guen siendo para él medios conocidcls y ya acreditados de aventura que lc
r- i.'l hombre? Sí, por permiten evadirse de los tonos grises de la vida corriente, cle los caminos
¡r. - ,r.qut: es más compli- de desorientación y de sueño. ccln frecuencia es nacra más eso; ya es mu-
i . -:ilra la historia; es. en cho. Aquí tiene, al alcance de su mano para que no se mueva (y a todos
!" -,,nfunde por sus orí- les gustaría moverse), países que no visitará y acronde viajará mentalmen-
r: . \ r de Ia ref'lexión de te si gusta. Pensemos qué desea el lector: ver con el mayor detalle, tener
;- - :lumboldt o en Ritter la impresión de estar ahí. ¡Qué tentación aparejar, rargar velas para llegar
.r - . Hc'rodoto no es sola- hasta los países extranjeros y exóticos quc estimulan la nostalgia de todcr
r*'- ,: la geografía, de esta el mundo! ¡cosas de literatura y de propagandat cosas clc la época! Del
' , . . i.r a sí misma, rica en mismo modo, con las mismas velas al viento, con otro viaje, es posible
_ - _:.r\as. confundida con abordar los países del pasado... Primcra línea: la literatura de carrercra.
r * --,hos falsos problemas, de las estaciones, de los sleepings y de los steamers. Segunda línea: las vi-
r -iclentes pues. a lo lar- das noveladas v las crónicas del tiempo pasado. El historiadclr y el geó-
:.ipido el campo de su grafo se encuentran en la misma situación: en el umbral ile sus respecti-
" , - ,is demás ciencias, Ias vos oficios, qué grande es la tentaci(rn de cletenerse en esras tareas
" - -ic. Y todo imperialis- iniciales, tradicionales, fáciles y rebosantes de interés humano. Ser leído.
- -tare un campo de rea- conseguir que te lean, ¡,no es actuar?
Además, describir es un modo de conocer: ver y ver bien es el primer
. -- rgrafía no siempre pa- cometido del geógrafo. Y es una materia inagotable: cuántas regiones del
- :'.' ostensiblemente ha- mundo nos resultan geográficamente mal conocidas. Además de que,
- - () mismo, para definir- cuando el trabajo está terminado, casi siempre, antes o después hay que
- -. r clasificarlas scgún su volver a empezar desde el principio, pues las palabras que utilizamos para
,:na crisis de la geogra- pintar envejecen muy rápido nuestras propias imágenes, como to-
r - :r.r crisis de Ia historia. dos nuestros pertrechos de viajc -como
y de pintura. Hay que cambiarlos, reno-
- : in lugar de ayudarla varlos, en fases muy próximas, tanto más porque hasta la tierra se trans-
, rltorpece. En 1942 fo- forma, porque los pueblos evolucionan, continuamente hay que volver a
- - *re Cholley)r como una visitarlos. La vuelta al mundo en ochenta día de phileas Fogg es de rgj2.
. ' Lo mismo que la his- ¡Qué pasado de moda está! Yo dudo que siga divirtiendo a nuestros hijos
-, ..r también se presenta mañana, e incluso hoy. Miren, el Marruecos del que me habla es er de
- - - rrencial. aunquc sin scr 1935, pero no es, se lo aseguro, ya no es el Marruecos cle 1942. La Améri-
. rcsultados son los mis- ca del Sur que visité entre 1935-1937 mucho me temo que se desvanezca
- ,'. los gestos de los gran- entretanto, terriblemente cambiada en su ser después de tantos años de
: rl\toria de superficie; de verse sometida a grandes adversidades. Estoy seguro también cle que la
. -rlr's. toda una geografía Picardía de Albert Demangeon (vista en 190-5), esa picardía sórida, pujan-
:.,rrrador; de la otra, obli- te, sumergida en sus valles, apegada a sus llanuras de arcilla y a sus exten-
: r , \ efl el pasado los re-
sos campos de limo, un mundo que ofrece tantos valores seguros, ya no
: cuadra con su retrato antiguo. ¡Es pobre y frágil el esbozo que puede ha-
,Jrrenos estamos lejos de cerse del mundo vivo! Apenas se ha secado la pintura, el modelo deia cle
parecerse a su retrato. Descubrir, redescubrir, describir, redescribir, la ta-
rea es interminable.
[-,-\S,\\IBII]IONES DE LA TIISl'ORIA

,,La escuela gcográfica francesa> hiia de la vigorosa enseñanza de Vi-


dal de la Blache no retrocedió anlc la empresa: quiso ver y supo ver. c in-
cluso ha alcanzado una especie de perfección en el arte de describir la tie-
rr¿1. una perfecci(rn sin parangón en el extranjero, por lo que yo pucdo
saber, y que en nuestro país nunca sc ha destacado como sería necesario.
Y sin embargo, ¡ahí tenemos uno dc nuestros éxitos literarios! ol-a escue-
la francesa> ha sido capaz de convertir la descripción en un arte concreto,
sobrio, evocador, de incontestable belleza, un arte de pintar según las me-
jores tradiciones de nuestro país. Al mismo tiempo, ha convertido el ofi-
cio de geógrafo en un oficio al aire libre, un oficio de viajeros, de obser-
vadores dc lo real. casi de campesincls. Y no es este cl menor de sus
méritos.
Vidal de la Blache ya ofreció cl ejemplo, no cl primer ejemplo por su-
puesto, en su admirable Cuadro de la geogra.fía de Francia. EI suelo. el re-
lieve, las superficies de agua, e I cielo, la vcgetación (cn sus líneas como en
sus masas), el conmovedor rostro humano de Francia, él supo captarlo con
una maravillosa inteligcncia. con una ternura menos romántica pero que
no deja de recordar a Michelct, mediante una descripciírn densa, con ano-
taciones breves, nerviosas. cn trazos claros, incisivos y en colores francos,
con un agudo sentido de la armonía de los planos. Todo ello con la so-
briedad propia de un clásico; nada de florituras en esta escritura apreta-
da, y quizá excesivamente apretada. del maestro. Todos los alumnos de Vi-
dal han prohijado a su modo estc sugestivo arte de la descripción,
adaptándolo cada uno a su propio temperamento y creando su propia es-
critura, su cstilo: en planos tratados con rapidez, de pinceladas largas, de
una manera sencilla, es el estilo dc Demangeon al describir su llanura pi-
cardat mediantc manchas precisas. plumazos, dejando enormes blancos,
así es el estilo tan diferente y tan personal de Jules Sion, un escritor de
gran clase; mediante abundantes manchas de color, múltiples, menudas y
apresuradas quc invaden las páginas. con los colores de la tierra, los colo-
res de las plantas, macizos boscosos, prados, grupos de casas, laderas solea-
das, así es la pintura de Maximilien Sorrc en sus Pirineos orientales, don-
de sólo las manchas de sombra me parecen un poco raras; en los rápidos
y expresivos crclquis, que rara vcz destaca con colores crudos, descubrimos
el estilo de Emmanuel dc Martonne; mediante pinturas <divertidas>, diría
yo, caricaturescas muy a menudo perul siempre exuberantes de vida, se de-
fine el estilo sorprendente de Émilc-Félix Gautier, probablemente el más
importante de los geógrafos e historiadclres de exprcsión francesa en vís-
peras de esta última guerra. En rcsumen, no creo que la verdadera litera-
tura ofrezca demasiado a menudo algo equivalente a este tipo de escritu-
ra ajustada, inteligentc. E,l artc del paisaje es un arte exacto y refinado. Un
gran logro, en suma, que subrayan a veces, aunque de manera algo cruel,
(iEOHIS'I ORIA: l-A SOCIE,DAD, EL ESPACIO Y IrL 't tE\,tpO
5-

los ensayos de geógrafos menos dotados que los jefes de filas. Después de
todo, ¿no tienen todas las escuelas dc pintura sus artistas de segunda
línea'/
Hay otra manera de describir, y de describir mejor, que recurrir al es-
cenario de la región natural. Esto suponc descomponer un espacio. abiga-
rrado por naturaleza, en pequeños espacios qut: son aproximadamente del
mismo color y donde los caracteres geográficos son sensiblemente iguales.
Es romper la vidriera para descomponerla en sus fragmentos de cristal
monocromos, romper Ia dificultad para comprenderla mejor. Y, ahí tam-
bién, siguiendo a Vidal de la Blache y a Albert Demangeon, la escuela
francesa ha producido numerosas obras de calidad. Ha hecho maravillas,
principalmente en lo relativo a nuestro país; desde el trabajo clásico de
Albert Demangeon, dedicado a la llanura picarda (1905), hasta esra tesis,
reciente aún y digna de mención. de Roger Dion sobre el valle del Loire
:'rnto en (1933), otro estudio clásico.
I -:rl() Con
¿Es necesario que insista'l En la literatura geográfica internacional no
:;r() que hay nada que se pueda comparar a esos libros densos en los que viven y
--,rn ¿lno- se iluminan las imágenes de nuestras provincias gcográficas. Digámoslo
:I¿1NCOS,
sin falso orgullo: ¿existe en el mundo un país que se preste tan bien como
: la so- Francia, con sus provincias y sus ..regiones)> a un cstudio regional tan
.rpreta- rico'/ En los países nuevos o menos viejos que el nuestro, donde no hay
. de Vi-
hombres apegados a la tierra, arraigados desde hace milenios en su tra-
:rpcirin, bajo, en sus campos y en sus pueblos, donde no abundan como entre no-
'nia es- sotros esas <realidades, que son las oregiones>, estos terruños individua-
::gllS. de lizados y caracferizados por la riqueza de su largo pasado y de una
. ,:ura pi- poderosa experiencia humana, ¿existe una materia de geografía regional
-. :. -i¿lflCOS, que reúna tanta belleza y tanta fuerza? Seguramente no. Nosotros posee-
" --::lt()r de mos por lo tanto admirables imágenes de Francia, y sobre su modelo, di-
Jludas y bujadas por nuestros geógrafos, admirables imágenes del mundo. Todas
'. c<llo- deberán recitificarse, antes o después, pues es la ley inevitable del género.
j. i()lea-
Describir. Pero falta explicar. La geografía es una <descripción racio-
... dttn- nalr,;se ha consolidado a lo largo de estos últimos cincuenta años, e inclu-
- :.ipidos
so antes, como una ciencia del paisaje, o digámoslo de fclrma más precisa,
- --rimos
un estudio científico del medio natural o geográfico o, más exactamente
,. . diría aún, del medio físico y biológico, esas fórmulas que en términos generales
--:. iC dc- sirven para designar <el entorno> de la vida de los hombres del que ha-
': :l más
blan los geógrafos americanos. E,s por lo demás en este estudio del entor-
..r Jn \'íS-
no donde se han podido realizar los avances más perceptibles, y Dios sabe
- : lltcl A-
con qué dinamismo. Desde luego que no será a los geógrafos de la Sor-
- :.il-ltU- bona, a partir de 1920, a los que podamos reprochar las pusilanimidades v
-,,itr. LJn
las críticas esterilizantes de sus colcgas de historia. ¡Menuda diferencia!
: .ruel. Aquí Sylvestre Bonnard, allá, todo lo contrario, la vida, el airc librc, los
i\
\> \\fBIC'I()\ES DF- T-A HISTORIA

s:-1nJL.\ protrlr'nras humanos... Los verdaderos maestros de nuestra ju_


rcnrud fucron los geógrafos. Er único reproche que
cabe hacerres
z¿1s. el de haber estado, a nuestro juicio,
más cerca del mundo físico "r,qli-
v de
sus certezas que de lo humano y de su desconcertante
c.mplejidad.
No hay manuales perfectos, escritos de una vez y para
siempre, ya lc,
sabemos, pero sí hay manuares preci.sos quc, siempre
y cuando los actua-
licemos regularmente, resumen tocros nuestros conocimient.s
útiles. Así,
llwecto a la geografía física, está el hermoso manual alemán de Alfred
Philippson. En francés, tencmos er admirabr e 'r-ratado
de geografía física
de E. de Martonne. Afortunados estucriantes, demasiado
afortunados es_
tudiantes de geografía, me dirán ustedes. No habrá ningún
problema de
tectónica, de climatorogía o de rridrografía que puecra
pár"cá.r", compli_
cado' Estudiantes en exceso afortunacros tar vez, pues
, serán demasiado
proclives a caminar tras las hueilas cle los por,r, á"
sus antecesores. La
verdadera vida der espíritu se obtiene al precio c1e plantear
nuevos pro-
blemas y asumir nuevos riesgos. de los intelectuales
¡Ay sin inquietucles!
¡Ay de los discípulos aborregaclos!
Afortunadamente, siempre y cuando se quiera estar atento,
ras verda-
deras, las enriquecedoras clificurtades empiezan
tan pronto se trata de po-
ner al hombre en escena y en acción. ya sea inclircctamente
cuando trate_
mos de geografía económica, ya sea directamente,
cuando aborcremos ros
vastos y difíciles problemas de la geografía humana,
una ciencia pendien-
te de constituir, de delimitar y afirmar. En lo que concierne
a la econo-
mía, disponemos de buenos estudios, de herramientas
excelentes y de vi-
siones teóricas y prácticas de la economía porítica que
er geógrafb muy a
menudo ignora' lo sé. per' que están a su disposición. peio
e"s cuando se
trata de abordar directamente ar hombre, cuando se intenta
captarlo,
cuando necesitamos verdacleras guías. Vidal de la Blache
no tuvo tiempo
de acahar su Tratad¡¡ de ¡4eografía h,mana cuyo texto
inédito se publicó
tras su muerte' acaecida en 1918; son sus principits
de geografía humana
(1922) unas notas admirables, pero no podemos
llamarlo libro. La misma
triste aventura se repitió con Arbert Demangeon (fallecido
en 1940): de
sus Problemas de geografía humana, pubricacros
dos años después de su
muerte' sólo las diez primeras páginas son nuevas.
Son una intro.ucción
perfecta, pero nada más, a una obra clidáctica que
aún seguiremos espe_
rando durante mucho tiempo. oiará sirva esta doble
aventura de adver-
tencia al menos en nuestro país. Estos dos ,.clescubridores>
llegaron de_
masiado tarde a estas tierras tan nuevas cre ros problemas
drrectos del
hombre.
Lo cual no quiere decir que no se haya hecho nada,
en nuestro país o
en el extranjero, en tan apasionantes terien.s. Todo
lo contrario, ¡cuántos
estudios sobre la población, sobre el hábitat, sobre
las ciudades v sobre los
CEOHIS'I'ORIA: I,A SOCIEDAD, EI- ESPACIO
Y EL .I'IEM PO .i9
' . Jc' nuestra ju_
-
movimientos de la población! Cuántas obras excelentes s'bre ésta
. :-lccrles es, qui_ aquella cuestión de detaile.
O

- -:tjo físico y de ¡cuántos hallazgos importantes, cuántos mé_


todos acertados de vistas ingeniosoi para cartografiar o explicar
::nlejidad. 'puntos
la moviente v compreja.sustancia
- .:.1 riempre, ya de ra geografía dc los h=ombresr rampo-
lo co todo es inútil en el ribro dernasiaclo descriptivo,
- -,rndo los actua_ demasiado simprista.
que se queda demasiad. en la superficie cle lirs
- :rroS útiles. Así, nhes' La ¡4e,grafía humana,que su discípulo pierre
problemas, de Jean Bru_
, :nt¿ífl de Alfred Deffontaines acaba cre
resumir en una cuarta edición ilena cle vid a, avezada
'. :eogralía y bien actualizada.
.física ;cuántos comentarios s.rprendentes y pro|undos en este rihro apasiona-
- .'irtrtunados es- do que ha sabido detectar tantos prnbr"o,u, y, a
-
-*n problema de menudo, formurarlos con
gran exactitud! No olvidemos, para ser justos,
- ::icerles compli_ que su primera formuración
data de 1910, que es el libro de un pionero, con
.',-r¿in demasiado sus méritos v sus imner_
I'ecciones. aunque no siemprc resurte váricro.
-- ,lntecesoreS. La también .onui"ni ili;;;;;"
1942.
-.:.lr ItUeVoS pro_
Pero ¡qué complejo es el objeto de la geografía
' .rn inquietudes! .lo como han
humana! Repitámos-
hecho tantos otros, aunque sóro sea para no ser
injustos con
- .r:L.nto, las esos otros. Al principio de la cicncia geográfica,
verda- hácia 1u90, en la época cre
'- -.)\elratadepo_ Ratzel, el verdadero funcrador ¿e la éscriela geográfica
alemana, e incluso
antes, en la época de Taine, se poclía suponer
-' _:ic cuando trate_ la existencia de un estrecho
vínculo entre el hombre y su medio, .ré".
b . - _, r abordemos
los terminismo geográfico, tanto más fáciles de"n
los cables sólidos de un de_
b- - : .'rcncio pendien_ captar porque eran más grue-
sos' Pero pronto hubo que cambiar de tono.
tü' - -.-rne a la
econo_
La escuela francesa, fbrmada
algo después, nunca creyó demasiado en tar determinismo. para
k- . 'rlclcntes y de vi_ medio geográfico es un conjunto cle posibilidades.
vidal, un
br . . - .. eeógrafo muy a Ar hombre le corres_
' ponde elegir entre eilas, como entre gianos que
l|ill,, Pcro es cuando se puede sembrar o no sem-
brar; al hombre le corresponde otomar partidor,
¡. ., intenta captarlo, en eso consiste, resumi_
do en dos palabras, er posibilismo vidaliano. Esta
U¡.- --J no tuvo tiempo es también ra tesis del
brilfante fibro de Lucien Febvre. La tierra la evolucirin
] .:lédito se publicó ¡, humana (lg\4).
Aunque quizá demasiado inclinado (a mi juicio) a poner
|t|i , .'t,()grafía humana ción, en la voluntad y en la rihertad del hombre,
er acent', por reac-
- ,r librcl. La misma es en último término el
único libro de método del que disponemos sobre
!f :¡ido en 1940): de estas difíciles cuestiones.
cabe preguntarse si en los círculos geográficos se
::rrr {g5p¡gs de SU ha dado a esta obra
toda la carga de significado que posee-. parece que
iilf ' - Ltna introducción se ha entendido única_
mente como una advertencia, como un ilamamiento
!L'_ ..:. .eguiremos espe_ a la prudencia, a los
,.quizás>, a los <todas las cosas son iguales
ü- , j\ entura de adver_ a fin de a los osin
' duda> de las mentalidades reacias. y sin embargo... "u"nturr,
t-- -
-Lrres) llegaron de_ ¡con cuánta violencia
se lo ha llevado hasta las consecuencias de
-.cntas directos del sus negaciones!
En cuanto a los geógrafos aremanes, nunca creyeron
en ese oposibiris-
mo)>, en esas prudencias; han perseverado
_:. Cn DUeStro país o en su línea <ratzeliana>. y su
esfuerzo, con independencia de lo que se haya
.-ontrario, ¡cuántos cricho, merece nuestra con-
sideración. ¡Qué persistencia la cle Ratzel!
-:udades y sobre los be ahí la solidez, la sencillez
de los libros y de las afirmaciones de los geógrafbs
alemanes. La comole-
6o I-AS AMBICIONES DE LA HISTORIA

jidad humana lcs impresiona o, mejor dicho, les desanima mucho mcnos
que a nosotros. La verdad se encontraría, quizás, a medio camino entre
nuestras dudas y sus audacias. Los geógrafos alemanes me parecen más
<temerarios> que nosotrcls, más apegados a desarrollar las consecuencias
de una idea o de una tesis, a mostrarla bajo todos sus aspectos, a agotar las
posibilidades que ofrece. Pero, más allá de su caso, lo que está en discu-
sión es todo un arte de pensar distinto del nuestro. ¡Es un tema demasia-
do vasto!
Otros pcligros para la geografía humana: su tendencia a explicarlo
todo a través del medio geográfico o biológico, cuando con ello forzosa-
mente sólo se explica una parte de las realidades. Esta temible costumbre,
además. de hablar siempre del hombre:el hombre y el bosque: el hombre
y las islas; el hombre y la montaña, etc. Es de /os hombres de lo que hay
que hablar. Ya sé que la palabra se utiliza como significante de la huma-
nidad, cn esas fórmulas habituales,los hombres, y yo también las utilizaré
en este sentido. Pero la duda puede subsistir y subsiste. ..Renunciemos, es-
cribía Albert Demangeon, a considerar a los hombres como individuos."
<Ya Io ven ustedes un día Jean Brunhes-, el individualismo debe
-dijo
ser proscrito de la geografía.> Grandes palabras. E,l objeto, el centro de la
geografía humana, y quizá de la geografía a secas, de la geografía <pro-
funda> a la que tenemos el derecho de soñar no es el hombre sino la.r¿r-
ciedad, verdadero medio del hombre, donde éste se mueve como pez en
el agua. La sociedad es el estudio de la sociedad en el espacio, yo diría in-
cluso por el espacio, igual que definí en mi anterior conferencia la histo-
ria como el estudio de la sociedad gracias al pasado, ese <mediorr. El es-
pacio también es un medio, un escenario menos sólido de lo que creen
éstos, mucho más importante de lo que creen aquellos otros. Yo añado que
es de la sociedad de donde a menudo convendría partir (y no solamente
de su entorno).
En todo caso, es en la sociedad donde hay que desembocar. Es muy
extraño que la geografía, especialmente en nuestro país, olvide tan a me-
nudcl al hombre y se detenga así en el camino. Y este no es un ataque gra-
tuito por mi parte. Obsérvese que son pocos los libros de geografía que
nos hablen de lo que el hombre puede comer, su manera de vestir, o lo
que canta, o qué lengua habla, o lo que piensa, o 1o que cree. Hay, al hilo
de numerosas páginas, un extraño homo geographicus. Es el hermano del
homo oeconomicu.s, dotado de buena memoria y, como é1, totalmente al
margen de la vida. Digamos que es un olvido frecuente del hombre, pero
un olvido habitual de la sociedad entre nuestros geógrafos franceses. Un
filósofo extranjero descubrirá un día ahí, con humor y júbilo,la prueba de
nuestro individualismo. Queremos estar solos ante el Estado, solos ante la
Naturaleza, lo cual es una manera como cualquier otra de resistir a ese
CEOHISI-ORIA: LA SOCIEDAI). EI- ESPACIO Y EI, 1'IEMPO 6I

gran movimiento del pcnsamicnto contL-mporáneo. Nosotros descubrimos


al hombre, ayer, al hombre centro del mundo. Nosotros descubrimos hov
la sociedad, cse nuevo Dios... Se trata de un descubrimiento todavía no
consciente en todos los ámbitos del pensamiento.
Aquí tenemos, de Pierre Monbeig,2 un excelente estudio, lleno de
vida, directo, sobre la zona del cacao de los Ilheos. en el estado brasileño
de Bahía. Todo se deduce en él con exactitud y precisión. Excelente tra-
bajo. Pero no nos cuenta
nera, de dónde vino, cómo -oseapenas- qué sociedad hay en esta zona pio-
formó. A partir de 1840, en este bosque li-
toral de Ilheos, este bosque a orillas del mar, colonos suizos y alemanes
establecieron los primeros claros, las primeras plantaciones de cacao. Otto
Quelle nos ha contado su mediocre y heroica historia. Segunda ocupa-
ción, una ola de fondo en realidad. tiene lugar hacia lU90: buscadores de
oro, raza de aventureros, dc fieras, que se encontraban ticrra adentro en
cl estado de Bahía, arruinados por la competencia lejana de las minas de
Tiansvaal, se dirigieron entonces hacia la costa y, viéndose perseguidos, se
lanzaron sobre las tierras apenas desbrozadas de los llheos. E,l resto de la
zona arderá a partir de su llegada, hervirá de disputas y, gracias a ellos y
también pese a ellos, la zona pionera vivirá sus primeras horas importan-
tes. Los aventureros han recuperado y completado la primera obra de los
nórdicos, creado el reino del cacao y del sudor, del pesar de los hombres,
cacau e.suor como dice de manera tan expresiva la hermosa novela popu-
lista de Jorge Amado. Ahora bien, se nos ha escatimado toda una historia
violenta y, por detrás de ella, el papel de los comerciantes portugueses de
Bahía, aficionados a la pesada vajilla de plata, mercaderes de esclavos, de
toneles de bacalao, de carne curada al sol, señores de las casas altas, del
mercado, del puerto y de los veleros de la ciudad baja, y por último, pres-
tamistas de dinero sin los cuales nada de todo eso habría sido posible en
el sur... Extraña laguna, ¿no les parece?
Muy a menudo el geógrafo de nuestro país descuida así, en el marco
de su estudio, no diré yo al hombre sino lo social. Sin duda porque estu-
dia desde demasiado cerca el medio geográfico y el medio biológico, se
agota en estas tareas fáciles pero profusas, sobre el suelo, el relieve, el cli-
ma, las plantas y los animales. Tareas fáciles, quiero decir que se han he-
cho fáciles gracias a tantos trabajos tipo, esclarecedores y que basta con
trasponer repetidamente. Demasiada geografía física, en toda caso, dirc-
mos, demasiados niveles de erosión, de plataformas litorales, demasiada
geología. Todo ello relega al hombre y lo social a un segundo plano. ¿,eué
aprendiz de geógrafo o ya consolidado no ha oído hablar de la <<br¡utt¡tt-

2. <Colonisation. peuplement et plantation de cacao dans le Sud de Bahia". Annnle.s


de géographie,1937.
6z LAS AMBICIONES DE LA I'IISTORIA

niére de la región de Bray"? r,Ouién, por el contrario, no podría decir algo


del campesinado o de las ciudades de esta región de aguas vivas? Invita-
mos a los especialistas a hacer la prueba.
Pensemos en el hombre. en los hombres. <en el medio humano>, como
dice André Cholley. No olvidemos las realidades de los grupos, de las co-
munidades, la fraternidad de los vínculos sociales, todo lo que une al hom-
bre con el hombre v convierte a la sociedad establecida en el espacio en
un tejido vivo. de mallas más o menos apretadas... Son estas realidades
sociales lo que la geografía debe explicarnos, o al menos ayudarnos a ex-
plicar, dado que la geografía es, a nuestro juicio. tanto un método como
una ciencia...

En realidad, no existe problema social que no deba reubicarse en su


marco geográfico, es decir, situar en el espacio, que deba confrontarse con
este espacio; no hay realidad social que no ocupe un lugar en la tierra, en
ésta en lugar de aquélla, y eso es ya todo un problema. Situar los hechos
que hay que estudiar es el primer paso de cualquier estudio social serio.
¿,Es preciso citar al respecto los estudios de geografía política, clásicos y
conocidos de André Siegfried, dedicados al macizo armoricano (y su cu-
riosa fr<lntera política al este), a propósito de Francia en general, de Ingla-
terra o de Estados Unidos? ¿Es preciso citar los estudios recientes, de tan-
to interés. que Gabriel Le Bras dedicó al catolicismo francés, basados en
los documentos diocesanos'l El autor ha señalado en el mapa las regiones
de fervor religioso y aquellas donde se registra una indiferencia a veces
completa; tenemos entonces una geografía del catolicismo francés, o al
menos un esbozo. A nosotros nos corresponde seguir la pista, pero el au-
tor se encargará, con los problemas proyectados sobre el suelo, de ver qué
hechos señalan su localización tan importante. Los geómetras hablarían
aquí de una huella de hechos sociales en el plano geográfico. No sabría-
mos decir hasta qué punto estas huellas son, en general, ricas en informa-
ciones. Esto equivale, salvando las distancias, al registro, e incluso a la fo-
tografía de un movimiento en una investigación de física mecánica, pues
la geografía nos ofrece en este caso mucho más que una instantánea.
La geogratía es una gran ayuda para la historia. No repetiré el ejem-
plo que ya di de los estudios de Emile-Félix Gautier. Ustedes ya los co-
nocen y tienen mucho éxito en nuestras bibliotecas. Situar los hechos his-
tóricos en el espacio supone a la vez comprender mejor y plantear con
más exactitud los verdaderos problemas.
Aquí tenemos la Lorena y el Barrois en vísperas de la Revolución
francesa, poco después de su unión oficial con Francia, que se produjo en
1766. a la muerte de Stanislas Leczinskv. En realidad, la verdadera ane-
CITOHISlORIA: LA SOCIEDAI). EI_ ESpACtO y EL.ftIrMpO 6:

::u'ir algo rión se remonta a 173u, aIaPaz de viena. No olvidemos aclemás que la
,.'invita- Lorena sicmpre había estado a merced de los ejércitos franceses. cjesde al
menos el siglo xvr y, por último y sobre todo, que toda la zona era de len-
- ..como qua y civilización francesas. hasta la frontera germánica más allá de Metz.
:: las co- ¿,Esta Lorena? Pclbre y árido país boscoso. pantanoso, guijoso. con viñas
'- ,rl hom- siempre inseguras en sus puntos más favorables, con ,,labradores>) a me-
:.:lCiO en nudo miserables. Además los pobres manant,s.* de los vendimiadores dc
', -,lidades uvas verdes (¡ay, qué grandes vinos los de Bar-le-Duc o dcl país cle Metzl).
- jiaex- En el siglo xvur. la Lorena experimentaría muchos cambios y casi un
,- , como despertar. si observamos atentamente sus pueblos. advertimos que todos
o casi todos aumentaron entonces la superficie de sus tierras cultivables.
ampliaron el perímetro dc su límite municipal. ya conocen csos clásicos
pueblos de Lorena: en el centro las casas amontonadas unas encima de las
.--; il SU otras, apretadas en una doble fila a lo largo de la carretera transformada
- .: l.C COfl en patio de granja, y alrededor los cultivos, es decir, un ancho disco con
: ltil. Cfl sus tres estaciones: los trigos, las avenas, las ,.laderas> de colores diferen-
' :'chos tes; por último, al borde del círculo, cubriendo las colinas calcáreas y tapi-
: ieflO. zando las tierras demasiado lejanas, el bosque v su larga línea azul dibu-
. :..'-()S y jando el horizontc. Pucblo, campos, bosques, rres zonas, tres géneros de
.J CU- vida: la sopa, el trabajo diario, las ocupaciones excepcionales de los leña-
-, ingla- dores. Aquí en el hondón entre las casas se vive y sc ama y se habla con
4ill

: -: IáIl- la familia durante toda la perra vida lo sentimos por el vecino si le lle-
- -_rsen gan las voces, aunque en realidad si-y se grita tan fuerte t:s para que él lcr {
' ' - :.r)nes oiga. Más lejos, en el campo abierto. se trabaja: la siega clel heno, rega-
- : '" i-'CeS díos, recolección de las mieses (con las ollas de sopa caliente a mediodía),
.- , :.. tl 2l con el agotador trabajo del haz y la ligadura de las gavillas. Los desespe-
- :l aU- rados, si los hay los hay-, se encuentran cn el bosque, es el mundo de
.,, :: QUe los pobres y los -yróprobos, hostil al hombre, es la zona refugio (todavía lo
- :iláfl
. era en lB70 frente al enemigo), una zona siempre temida.
,, , -:í3- En el siglo xvrrr,la línea del bosque, que permanecía inarterada descle
- I l.t- el siglo xrr, se vio atacada por numerosos puntos y fue entonces cuando
: I0- se fundaron las grandes granjas aisladas. sobre los terrcnos poco fértiles,
: les en general. de aquellos nuevos caseríos. En el siglo xrrr nuevos pueblos.
Lanevillc o Neufville o l",ieuvevillc. ocuparon el terreno conquistado y
continúan montando guardia frente a sus bosques, a menudo en los ame-
''-(-)- nazantes desfiladeros forestales, o entre el bosque y el valle. Los grancles
- ll\- propietarios, burgueses o noblcs, solamente construyen granjas, ya muy
- --0n apartadas de los pueblos. Esas granjas están escondidas en los bosqucs
hostiles. situadas sobre suelos a menudo cubiertos de brezo y de helechcls.
Todas esas granjas han subsistido, han ido sobreviviendo hasta nuestros

* Patanes. Dalurdos. (N. de la T.\


. I.\ \\I Bi( JO\F-S DE LA HIS'IORIA

i":' \'1 rnrcs trc rg1-1 se mantenían sólo gracias


\¡brsrr)s e\tr¿in.icros a ra provincia, a la mano cre obra de
ruxemburgueses, alsacianos
nc\' Las eranjas eran y siguieron o arema_
siendo objeto-cle y
r comadreos malévolos,.ya se lo pueden cre sospechas
imaginar. "nuiáiu,
Esta ampliación de las tierras
,igto-*vll¡ ha sido rigada a un
mento de la pobración krr_enesa, "n "t au_
y ar necesario empleo cle
agrarios' Literarmente, la Lorena nuevos métodos
rebosa de campesinos. Hay
ro de pobres y de itinerantes; un sinnúme_
eran estañadores, caldereros. "r,u,
,ilii..rr, .b;;,;-";;;." de rrabajo,
cesteros
rroi s ), ca rre te ros (r os d e
R b;;;;;;ixli:::?
".
el siglo xvl). Una cadena continua.on,ru." Jl:: 5
vosgos hasta Bar-re-Duc, que
"::Jffdesde
los árboles uüiioo, "T;",¿
los
;;; un puerro de ra madera,
de los robles y ros abetos ";;..s
.i" -o",rn, eran raniados ar orna¡n y ahí,
don-
el agua, conducicros hasta por
el s"nu. ó.".imiento demográfico:hubo
ces que ampliar las tierras enton_
para alimentar a una población
y, a la vez. para facilitar más numerosa
su,subsiste".iu,',r-n,en ra industria
fábricas de teiidos en ros Vosgos, se desarrolló:
runiilion., y forja en ros vares der
Meu_
ú timo, tn r o, iut uros
ii;i,ll' ?JTT;*T'Jiliil:1u""'-po' I
deparra-
Todo esto nos ayuda a comprencrer
en sus grandes líneas er drama
supondrá en er futuro la Revoiucion que
todo su proletariado agrario fuiu ra Lorena. Es fác' de adivinar:
hu
República y del Imperio. para "n.nni*do una salida en los eiércitos de la
nu"rt.o, campesinos ¿"i
una gran aventura' piénsese supuso
"r,"'esro
que en 17g3, duian," r, l,o"ulJurrección
rondina, Ia Lorena siguió a los'..f.ederuliriur" gi-
líneas de reraguar¿ia ¿e rur ciebido a su posición sobre las
y de la Revorución todo "¡eJiorloitru,i"n,es, de la def.ensa nacional
a b vLz.p.r. i" lor"na no se movió. No cabe cruda
qu",uruJ entonces ataveza ra
ffi;,*:ill;:t::::li.l" a elo y que
región y a ra
su participa-
ción en ru uu"ntu.á';il::: :ffi:Xt!;lÍ'""n"
I:.X?"¡in:,in,nohav'i'g'i";u.;L]X"'Hü':?;;:';i."TJ,lTJ,1
rares,desdeñ";i;#il!!"*'#,TJ:r'd,j:H:.,*n;f
Bar-le-Duc (al otro extremo
a" tu ,"giOn lorenesa) ,i, .*i"r...,
#l";*:X:
que vamos a arrancar las páginas pero ¿es
delbiccir¡narit¡ de ¡,ts generales
volución y det Imper:^,^1:iilt .e la Re_
rna y que toda su pr1l.l:fl,::e
s" 019" i-i
la Lorena es una región fronre_
explica por este detaile; digamos,
exactos, que a partir de 17()2 para ser
fue una ,onu de región militar,
de verdaderos

;:rl,..:i'#ruIi',9;1,,n,u;rÍ:.li**.,:*::,"..x,""r
dados' con la Revollción
g."" i"
No digo que ra historia".pi"- *"rr" militar de nuestra Lorena.
crer este ¿llu ¿"¿u.irse crel der espa_
";;;;;
(;F,OTIIS'I'0RIA: T-A SOCIEDAD, EL E,SPACIO Y EI,'fIEMPO 6.5

il*-. JB cio dedicado a las tierras cultivadas, crc ese pequeño indicio geográfico.
No, desde luego que no. Pero este ejemplo, elegido a voluntad, nos mues-
;: -.-.i1S tra bastante bicn un aspecto geográfico cle un amplio movimiento de his-
torial el hccho geográfico cs aquí uno de los eslabones de la cadena. nada
más, aunque considerable, pues siempre hay un eslabón geográfico, y a ve-
,l t)S ces más de uno. en la cadena cle los hechos sociales.
¡eue los historiado-
res y demás nunca lo olviden! Aquí, como en otros lugares, la geografía no
_ -'l_l nos ayuda a vcrlo todo sino a ver meior.
_ :.
-).1- Sé muy bien que a algun.s gerigrafos esta posición segunclona no les
¡- gustaría. cada ciencia humana sueña con ser autclsuficiente; pero
¿,no es
.: .JS ese un sucño peligroso e ilusorio'J Nuestro objeto de estudio socie-
- ,n- dad- rebasa los recursos de cada una de esas cicncias tomadas-la por sepa-
.:tlf rado. A nosotros nos corresponde unir los esfuerzos y conjugar nuestros
resultados. Creo incluso quc la geografía llamada humana realizaría pro-
-sa gresos decisivos si tuviese clara conciencia cle los límites de su método, si
se persuadiese de que necesita unirse a las otras ciencias del hombre,
como se ha unido, para enriquecerse con ellas, a las ciencias de la natura-
!, - .1- leza en lo que concierne a sus fundamentos físicos y biológicos. Thmbién
realizaría progresos si no partiera siempre de la tierra, repitámoslo, sino
también de la propia sociedad, una sociecrad que hay que resituar, tanto
._:r: ella como sus problemas, en el espacio. ¡Mcnuclo trabajol Es descie estas
. t^ necesidades, realidades, problemas cle lo social clesde clonde, como geó-
-: l¿l
,. -\() grafos, nos gustaría partir, incluso en una cxpclsición sistemática. La natu-
1 ¡l- raleza no prevé al hombre. Partir de la naturaleza significa a mcnudo ex-
:IS traviarse, ir a ciegas, delimitar mal las verdaderas cuestioncs.
-.1
-1t Si Lucien Febvre critica duramente el determinismo geográfico, el su-
Itr puesto vínculo de lo físico con el hombre, si yo lo entiendo bien, es que en
: .o nuestra invesligación dc las causas y de los efectos, partiendo de la natu-
:l- ralez,a para llegar a la sociedad, nuestro hilo se rompe en el camino y nos
. -1. explicamos mal y no explicamos nada. cuando Gaston Roupnel, al con-
':iC
trario que Karl Haushofer, nos afirma la primacía del tiempo, realiclad de
las rcalidades sociales y de la vida, y nos dice: <Nosotros somos mucho
-ie más las olas de cse movimiento [el de la duración],los instantes de ese im-
:s posible recorrido, que la arcilla de la tierra>, él tamhién nos está sugirien-
do que invirtamos los términos del probrema geográfico. No tomar como
punto de partida la arcilla sino al hombrc. Dcl mismo moclo, cuando Jean
Brunhes escribe su tesis sobre la irrigación en la península lbórica y en
África clel Norte (1902) prescinde clc-r marco regional cstricto, rebasa cl
ejemplo, lo particular, y hace hincapió en cl trabajo del hombre... Fue una
hermosa ncrvedad en su tiempo y sigue siéndolo hoy. En Los elemenros
biol(tgicos tle la g,eogrufía httntanu. Ensayo tle tma ecologítt humttna
(1942), Maximilien Sorre culmina. a mi parecer, ra geografía biológica clc
I-AS AMBICIONES DE LA TIIS'I.ORtA

una parte (culminado por algunos años, se entiende), y por otra insiste con
vehemencia en la necesidad de observar el mcdio físico ya no en sí mis-
mo. sino una revolucitin pendiente- a la medida del hombre.
-y esaunesprogreso
Aquí tenemos eviciente, un renacimicnto útil del habitual
problema geográfico, si en lugar de la medida del hombre se colocase de
una vez y para siempre la medida de los hombres, de los grupos, de las so-
ciedades. A mí me gustaría engarzar así la geografía con una sociología
cntendida en sentido amplio. la de, en nuestro país, un Marcel Mauss o de
un Maurice Halbrvachs: o la de ese libro tan debatido en Alemania. aun-
que tan curioso y rico cn sus intcncioncs, de Robcrt...3 sobre los Alpcs
occidentalcs de Estili¿r. En esta sociología yo buscaría algunos escenarios,
verdaderos problcmas humanos, y ello sin olvidar que el otro camino, tan
criticado y rcsbaladizo, que va del medio físico a lo social sigue siendo un
camino útil.
Dos polos, en suma, lo social y el espacicx hay que ir de uno a otro y
luego hacer la ruta al revés. La sociedad se proyecta en cl espacio, se ad-
hiere a él: la sociedad. en sus casos concrctos, constituye unos cuantos
hombres y un poco de tierra. Captar esta adherencia como un moldea-
miento y, a través dc é1, explicar la sociedad, es lo que le pido a las viejas
y nuevas potencias de la geografía. Y no sov cl único que lo pide. Los
grandes problemas siempre sc plantean en el límite de los campos cientí-
ficos: en lo que respecta a la geografía, entre sus investigaciones, concep-
tos y métodos y las grandes [canterasl de las ciencias humanas.
Este es, mal y apresuradamcntc csbozado, el problema geográfico tal
como yo lo veo, uno de los mayores problemas quizás
"sociolóeicos> -y,
forzosamente, un gran problema de historia: el de los vínculos entre el me-
dio humano y el espacio (entendiendo esta palabra espacio en el sentido
tan fecundo del entorno de los geógrafos americanos).
Si se añade ahora a esos elementos (el espacio, lo social) la poderosa
coordenada del tiempo. tendremos una formulación rápida pero neta de
la geohistoria y del tema mismo de esta conferencia.

3. Nombrc dcl autor. cuyo apcllido sc dej(r en blanco en el manuscrito.


GEOHISI'ORIA: LA SOC]IEDAD, EI, ESPACIO Y EI, 1'IEMPO 6"1

rl|hri ' : .-on


rffir nis- EI, ,IRINoI,TIo DE LoS GEóGRAFOS ALEMANES:
rffrlir - rt9. R,qu N{. Wr nlscH¡,pr', Gns Er_r.sc Ha ¡..r
ilü "u - :ual
mr]-.J de Junto a los factores geográficos.
Itt ". ic-l-
hay por lo tanto un factor tiempo.
rmr gÍa
ANonÉ Slscpnl¡,o
ftu!" de
Curso de geogra.fía económica. 1947
rfiliü':'ir-
* -:es La geografía trabaja por lo tanto sobre lo actual reside su debi-
'frm.--.'-'ls. lidad y su fuerza-, sobre el mundo tal y como es, y si-ahí
cuestiona el pasado
ü|ll ..rn como suele hacer, no es por sí mismo sino como una explicación del tiem-
il!]l|, Jn po presente. Intentar transponer este trabajo en el pasado, preguntarnos
por ejemplo qué geografía social tuvo Francia en tiempos de Luis XIII, o
il -rv tal o cual zona de la América precolombina, constituye el programa de la
fi ,: .J- geohistoria. Estas cuestiones son tan valiosas, por lo demás, para conocer
üilffillilú: .!)s lo social como los ejemplos estrictamente actuales, y a menudo incluso
,rttt -:¡- mucho más. Y no me refiero a su interés directo para la historia. No se tra-
| :,lS ta de ver solamente la grandiosidad de la política de Richelieu, sino mos-
tü, -.ls trar cómo aquella perra guerra de los Tieinta Años devastó toda la Fran-
,ftil,r -ii- cia del este como un vulgar compartimento de Alemania
,llpüflI_:t_
y vació de
hombres la Borgoña y la Lorena, separándonos de Europa central. Esa es
tarea de geógrafo y tarea también de historiador.
r*u -ll Pero podemos explicarlo de otro modo: la vicla de una sociedacl está
il -v. en la dependencia de factores físicos y biológicos; está en contacto, en sim-
ftt|l :.:'_ biosis con ellos; estos factores moclelan, ayudan o estorban su vida y por
11h"..:o lo tanto su historia... No toda esta historia sino una parte: aquella a la que
proponemos llamar geohistoria.
rtr .¡ En un libro reciente tuve que ocuparme de la historia del Mediterrá-
üri :3 neo en el siglo xvl.a con ese título no pretendí aprehender únicamente la
historia de los gobiernos y de las flotas de guerra, de las economías, so-
ciedades y civilizaciones, todos esos suntuosos pasados, sino también la
historia monótona, aunque en cualquier caso potente y suntuosa, de esas
restricciones permanentes que son los relieves, los suelos, los climas y los
entornos de vida. Intenté encontrar la importancia constante y orgánica
del reparto de las tierras y los mares, el papel histórico regular de las es-
taciones pues, en el siglo xvr, las estaciones, con sus limitaciones y sus efec-
tos. sus creaciones. son factores de historia (como hoy)....Resulia razona-
ble olvidarlos en la ,.resurrección íntegra> del pasado? ¿y si esos simples
movimientos del tiempo, la eclosión de la primavera, el regreso del in-

4. Yéase supra'. Prólogo v p. -50.


T-AS AMBICIONES DF] I,A HIS'I'ORIA

vierno, marcasen el compás, tal y como yo creo, no sólo de la vida de los


campesinos, algo quc todo el mundo acepta sin inconveniente, sino tam-
bién el comercio y la "gran historia", la de los príncipes y diplomáticos?
¿,Se combatía en invierno en el siglo xvl'/ N<t, en general no. ¿,Se
navega-
ba en invierno? En general, no. El invierno es un periodo de la vida al ra-
lentí. quc solía dedicarse a las labores domésticas. Entonces sólo trabaja-
ban los grandes Estados Mayores polítictts, el invierno es su estación, la de
los proyectos y negociaciones, y que así sea nos explica muchas cosas.
Esto es lo que me ha empujado, para enriquecer los habituales con-
ceptos tan estrechos de la geografía histórica. a ampliar la cmpresa de los
geopolíticos alemanes a un estudio completo del pasado y no, como ellos
hacen, solamente al pasado de lcls Estados. Esta <sola política" de los geo-
políticcls cle Munich, su deseo de cambiar cl materialismo económico en
determinismo geográfico, aunque limitado al plano político, me parece
una posición excesivamente restrictiva, por original quc sea. Introducir
así, en el problema geográfico, la coordenada del tiempo significa consi-
derar la geografía humana como historiador, en toda la masa viva de sus
problemas, de sus vínculos de causa a efectcl: es ver cómo varían los ele-
mentos oportunidad de entender mejor esos prclblemas, pues el
tiempo es una mcdida, una de las realidades del mundo y de la vida, una
de las realidades más importantes. Una experiencia dcmasiado vasta para
resumirla trivialmente, es cierto. y sobre la cual aquí apenas podemos
ofrecer algunos bosquejos [...] algunas vistas dc conjunto.
Para simplificar, remitámonos al principio, a las extensas y habituales
divisiones de los geógrafos alemanes. Sus cstudios se dividen en tres ma-
sas regulares'. RaLtm, el espacio; Wirtscha.ft,la economía, Gesellscha.ft,la
sociedad. Sólo el primer término, Raum. exige explicaciones. Raum es en
sentido lato el entorno de los geógrafos americanos, y más exactamente
aún el medio geográfico (a la vez físico y psicológico) de los geógrafos de
nucstro país, el espacio en suma con todos sus caracteres físicos (quiero
decir el espacio terrestre, líquido y aéreo, esas tres dimensiones del hom-
bre, con todas sus posibilidades y todas sus riquezas y todas sus limitacio-
nes). Ya vemos las ventajas que implica esta palabra, tan de moda en los
estudios alemanes: resume todo un complejo de factores y de agentes geo-
gráficos; permite designar con una sola palabra el conjunto de fuerzas sin
número que constituyen el determinismo geográfico y crea la costumbre
de ligarlos en un solo haz. En nuestras discusiones se tiende en exceso a
romper ese todo, a fragmentarltl para cxaminar sus partes y minimizar su
influencia. Es la pesada total lo que tal vcz importe ver. En relación al es-
pacio,la economía (Wirtschaft) será el conjunto de las conquistas. o diga-
mos más bicn del grupo, su manera más o menos activa de conquistarltl o
de poseerlo (no olvidar el atascamiento de lo ecclnómico entre 1o social y
CEOHIS'IORIA: l.A SOCIITDAD. EL ESPACIO y Et_ TIEMpO 69

-,. de los l¿i naturaleza). El último término del trinomio, Gesellscha.f¡, la sociedad: la
- :t() [am- palabra me parece excclente, mucho más rica que el término de ,.geogra-
:t áticos? tía social>, que se ha intentado a usar en varias ocasiones.
_ ravega- Aceptemos esta terminología sin discutirla demasiado: espacio, eco-
i.r al ra- nomía. sociedad. Nucstra intención es mostrar (a grandes rasgos) cómo
:rabaja- variarán esas realidades, unas en relación a otras, al hilo del tiempo, de
- ,n. l¿r de qué modo, con los años y los siglos, la acción va de uno a otro de esos fac-
- rrliS. tores y luego vuelve sobre sus pasos para volver de nuevo y así continua-
-:.JS C0f1- mente... ¿,Necesito decirlcs que la economía modcla lo social y el espacio,
. .., dc los que el espacio gobierna la economía y lo social, que lo social a su vez go-
:tr) (]llos bierna las otras dos realidades? Nos encontramos clcntro de este ámbito
- .\)s gco- cn un mundo de acciones, dc reacciones, de interacciones. <la socieclacl
]ico en cuya acción sobre el terreno debería estudiar el geógrafo, según se ha di-
-_ parece cho,s después de que esa misma sociedacl haya sufrido la acción de ese te-
- roducir rreno>>. como hemos repetido a menudo, el hombre es simultáneamente
-,r COflSi- causa y efecto. Imaginemos una piedra que rebotara sobre el agua indefi-
., de sus nidamente...
itrs ele- Dicho esto, tomemos ejemplos simples. observaclos a grandes rasgos
:ues el en vista a una sumaria aclaración de los problemas.
.Ja. una Una sociedad crece en número; de pronto, la economía cambia y el es-
:iill p?f8 pacio también, al menos el espacio ocupado, trabajado por el hombre;no-
: ,Jcmos sotros lo decíamos a propílsito de Lorena en 17u9, podríamos decirlo con
mayor motivo, y el ejemplo resultaría más convincente para la superpo-
' , -ituales blada Europa de los siglos xlr y xrrr, por entonces febrirmente en busca de
lr'S II10- tierras nuevas que debía ganar a los bosques, a los terrenos pantanosos o
.;tufi.la al mar. Pero ¿cómo se explica este crecimiento demográfico'?, nos pregun-
''l cs en taremos. ¿No puede tener, aparte de razones todavía misteriosas (Marc
- .:nlente Bloch), causas económicas? Así se cerraría, debe cerrarse en la realidad,
--,rfos de la cadena de las causas, de las consecuencias y de las concomitancias den-
- quiero tro dc las cuales los hechos sociales no representan todos los eslabones.
-.i hom- Prueba contraria: una sociedad declina, una región se despuebla, se em-
-:ltacio- piezan a abandonar las tierras menos fértiles. Es el caso de la Francia ru-
'-: en los ral en 1936. Según Gaston Roupnel, buen observador en estos temas, el
- iS geo- retroceso resulta visible en el linde de los malos campos, en los lindes de
-- :r¿ts sin los bosques, un retroceso demasiado evidente para negarlo. Ahí tenemos
- Jmbre un signo revelador sobre la sociedad nacional.
. i.acso a otras variaciones, ahora de la economía. Las consecuencias son inme-
.:zar su diatas y claras en todas las direcciones, se concretan en cambios del espa-
: ¿rl es- cio por un Iado y, por el otro, en alteraciones de la sociedacl. veamos In-
. ,diga- glaterra en los siglos xvlrr y xrx, agitada por su Revolución industrial.
" .:.lrlo o
. ,cial y -5. una anotación bibliogriífica. difícilmentc legiblc, indica R. Daudc o Dandc.

-" tFtrú
7o I,AS AMBICIONES DE I-A T{IS'IORIA

contrayéndose y reduciéndose a sus zonas negras y dejando casi vacío el


resto de su espacio, abandonándolo al crecimiento de los árboles, a los
prados, a las ciénagas y a las landas de brezales poblados de zorros. Vea-
mos de otro lado, en esta misma época, todos los trastornos sociales de esa
misma Inglaterra. de los que no vale la pena hablar aquí.
Hacia 1U90. en Argelia, en el Alto Atlas, el arado permitió, con el mulo
en sustitución del buey. organizar una zona de trigo y la multiplicación de
granjas europeas, y también, en consecuencia, la reducción de los espacios
reservados hasta entonces al pastoreo para los indígenas. También aquí,
como en todas partes, se produjo una revolución económica con conse-
cuencias en ambos scntidos, en el espacio y en lo social, como era fácil de
prever.
Muchos escritores alemanes creen incluso que la vida económica se
organiza en espacios más o menos amplios, en economías-mundos (Welt-
wirtschaften), como ya sucedió en t:se mundo antiguo que fue el Medite-
rráneo. La economía mundial sería la suma. más o menos bien hecha o
más o menos soldada, de esas economías-mundo. La cconomía posee es-
pecificidad espacial.
Todos esos torbellinos tienen su traducción en el mapa. La sociedad
utiliza el espacio, vive en él y lo acondiciona y también lo usa. En esta sim-
biosis imaginamos avances pero también retrocesos. despilfarros pero
también barbechos, el necesario reposo tal vez, según ritmcls que nosotros
apenas percibimos, con equilibrios: así el poderostl equilibrio, en el cora-
zón continental de la Europa del oeste, del campesinado (cl. sobre estc
asunto ef hermoso libro de Gaston Roupnel, Ilistoria del cumpo .f'rancés,
del que hablaremos largo y tendido):así el equilibrio antiguo a orillas del
mar Interior; luego las grandes rupturas en Occidente con los siglos xtll,
xvr y xvnl; luego otros equilibrios y así continuamente... El espacio ha
sido dominado, comido y digerido a tajos. En el curso de esta evolución,
entre el espacio y la sociedad se han producido diversos reequilibrios eco-
nómicos. Así, ciertos paisajes agrarios son paisajes de equilibrio. Otros, en
los países americanos, son paisajes inestables, anárquicos, incoherentes,
paisajes en revolución. En un espacio todavía ilimitado,la sociedad ame-
ricana, sin parangón con nuestras poblaciones de Europa, es despilfarra-
dora de suelcls y de riquezas. Como los cursos de agua que tienen en sus
ciclos de erosión fases de juventud, de madurez y de senilidad, determi-
nados paisajes son jóvenes, adultos y luego viejos, y entonces el hombre ya
no es capaz de animarlos y vivir de su ayuda...
Tal vez sólo hay verdadera prosperidad en la medida en que el espa-
cio útil no deja de crecer ante los hombres. Fijémonos en la Creta orien-
tal, que nos ofrece un ejemplo bastante preciso. LJn geógrafo arqueólogo,
A. Lehman, se ha dcdicado a localizar sus escasas placas de suelo fértil,
(;EOHIST'ORIA: T-A SOC]IEDAD, EL ESPACIO Y ET, TIEMPO II
j() C¿tsi vacío el pcqueños islotes en el interior de los macizos calcáreos o gresosos. pcr()
. iirboles, a los conviene imaginar toda la isla según esta textura: es un semillero de oasis
:r zorrcls. Vea- Y resulta un juego mostrar que. desde los orígenes hasta la época actual.
-r)ciales de esa la vida estuvo prisionera de esas islas minúsculas de tierra blanda. Los ya-
cimientos prehistóricos, los restos clásicos, las ruinas de pueblos en la ópo-
-*' ., ). con el mulo ca veneciana, los pueblos de hoy, todo está dentro de esos círculos estre-
- - rrplicación de chos, tantcl hacia el mar como hacia las colinas o sobre las primeras
- -': los espacios laderas escarpadas, pero nunca fuera de la vista de los cllivos y de ros cam-
.,'mbión aquí, pos de cereales;bonito ejemplo de determinismo de paisajes, de espacios
- - -r COll COnSe- agrícolas fijados al suelo. Pero creta no es próspera ocurrió en la
- , cra fácil de época [minoica], así ocurrió más tarde en el siglo xvr de-asínuestra era, cuan-
do añade a esas riquezas de base las riquezas del espacio marino. creta
", :--on(tmica se depende de los viajes, de la aventura, del vasto mundo cie allende el mar,
- -ndos (Welt- del aumento de espacios. Sin estos engrosamientos no hay prosperidad.
'_:- cl Medite-
Pero en cuanto la isla pueble los marcs con sus barcas, o con sus veleros
' -.Jn hecha o de carga, la riqueza llega a sus ciudades. Génesis, realidad de mil imperia-
- -- ..r pOSe e e S- lismos del pasado lejano que son la búsqueda de un poco de pan o de acei-
te, o de pescado ahumado.
'rr '-.,rsocicdad La historia general lo muestra de modo similar en un plano mucho
". . :t esta sim- más amplio y para cuestiones terriblemente más vastas. A la Antigüedacl
.rrrt)S pefO encerrada en la cuenca mediterránea se añade en la Edad Media el espa-
' - -.J nOSOITOS cio de una Europa bárbara, una verdadera región colonial a las puertas
-n cl cora- del Imperio romano. verdadero país "americano> con sus zonas pioneras.
' .,¡bre este sus cultivos inestables. sus campesinos seminómadas, sus ciudades nuevas
,, - , fruncés. y sus lati.fundia. A Henri Hauser le gustaba mucho esta última compara-
. ,rillas del ción. Entonces la Europa central tuvo veinte años... En el siglo xvr se pro-
' I .:qIOS XIII, duce un nuevo despegue cuando el dominio de los europeos se extien<ie
' :.¡acio ha por el mundo entero y en vastos espacios, hasta entonces mal trabajados
. ,', olución, por el hombre, en todo caso mal explotados. A toda prosperidad le co-
-:irts eco- rresponde una inflación del espacio.
'' ' )tros. en Pero hoy, en 1942,la prosperidad está amenazada, como nos dice el
'. .Jrcntes, economista Ferdinand Fried después de algunos otros. Sucede que el glo-
-: id ame- bo se conoce por entero, que este mundo está acabado en el sentido clel
' . - ,:rltarra- que hablan los matemáticos y, como le gusta decir a Paul valéry en el mis-
-:L CIl SUS mo sentido, deja de ser elástico y deformable. Nos gustaría decir, en el
- -:tcrffii- sentido de estas constataciones pesimistas, que lo único que se puede ha-
- :l-rre ya cer es colonizar un planeta y aumentar una vez más el espacio de la hu-
manidad. En realidad, la situación es tanto más grave porque la explota-
, :. c'Sp8- ción que se está llevando a cabo se hace sin ninguna consicleración. en
:1)rlen- nombre del beneficio inhumano beneficio- y es responsabilidad cle
.- - ,logo, -del que ha gastado
un capitalismo despiadado el espacio nutricio del mundcr
, icírtil. y comprometido su futuro. La gran historia que nos salta a la vista es tal
'72 I-AS AMBICIONES DE LA HISI'ORIA

vezla de la deforestación de los bosques. ¿,Una historia muy vieja? Sí, sin
duda. Pero observemos que en Estados Unidos la explotación del Medio
Oeste, de la Pradera, que ayer fuera un tcrreno de Bas-de-Cuir y de los
héroes de Fenimore Cooper, hoy zona de trigo, de maí2, del algodón ha-
cia el sur, está amenazada por las devastadoras crecidas del Missisippi,
que son consecuencia de la tala en las zonas donde tiene sus fuentes: al su-
primir los bosques es como si se hubiesen roto los diques de los depósitos
naturales. Además, la desaparición de la capa herbácea de la llanura tuvo
como consecuencia soltar los elementos blandos libres al viento. Las cre-
cidas de un lado, las tempestades de tierra por el otro, se desarrollaron
como vastas calamidades. Toda la riqueza del Medio Este quedó así com-
prometida. Según Ferdinand Fried, el resultado ineluctable depende de
los hombres, la transformación de la cuenca del Mississippi en [un vasto
espacio, al que tanto las inundaciones como el encenagamiento de los
campos han arruinado. De ahí la necesidad de confiar finalmente a la Ten-
nessee Valley Authority la tarea de rcgularizar el conjunto de todo el sis-
tema hidrológico para una explotación eficazl.6
Pero el hombre ha desatado en otros lugares de manera parecida y
contra sí mismo fuerzas contrarias: así, la tala abre al desierto nigeriano el
camino del golfo de Guinea, de modo que el desierto avanza hacía él a ra-
zón de un kilómetro cacla año. El mismo clrama provoca la sequía en Áfri-
ca del Sur, esta vez beneficiando al Kalahari. Un drama similar en Aus-
tralia, donde el hombre pierde el terreno que ganan dos recién llegados.
la higuera de Barbaria (mexicana a pesar de su nombre) y el conejo, una
plaga que no somos capaces de dominar; las fucrzas biológicas se levan-
tan aquí contra el hombre.
Esos ejemplos nos bastan. Podríamos dar muchos más. Los ejemplos
precedentes que les ofrezco quedan bajo la responsabilidad de Ferdinand
Fried. Éstos, verdaderos o inexactos, poseen a mi entender la ventaja de
plantear de manera vivaz los problemas que nos preocupan. Pero ¿tiene
razón Fried'J Esta es otra cuestión. Algunos de dichos ejemplos deben
admitirse a beneficio de inventario. No acepto sin más que el mundo esté
oacabado, (el mundo como espacio vivo):hay todavía tierras muy inutili-
zadas por desarrollar. Pienso en las observaciones de Saint-Exupéry sobre
el espantoso vacío de la tierra vista desde lo alto del cielo, sobre la locali-
zación estrecha del hombre a lo largo de franias, de líneas de fuentes y
de manchas fértiles. Existen tantas tierras que pueden explotarse mejor.
son tantas las colonizaciones interiores que intentar, hay tantos descubri-

6. [Jna gran cantidad de espaci<'rs en blanco al final dcl piirralb lo haccn ilcgible. Lo
hemos rcccrnstruido gracias a la obra dc Ferdinand Fried. Wende der Weltwirtschaft,1910,
citado oor Fcrnand Braudcl.
ilh
iru

im
GEOHISTORIA: LA SOCIEDAD. EL IjSPACIO Y I]L IlEMPO 1i

|fu
ffil

Sí, sin mientos pendientes y tantos por desarrollar en el decisivo campo de la


[h,*, -, \ledio t''iología agrícola. Algunos geógrafos creen que la tierra todavía podría so-
# Jc tos portar de cinco a siete mil millones de habitantes más de los que tiene ac-
ilp - -,,n ha- tualmente. ¡Es de Io más tranquilizadorl Yo desconfío también de un eco-
üffb ..rsippi, nomista que, como Fried, pseudomédico, tiene su solución, sus soluciones
ffituul,- -. ¿rl su- a punto. Escuchémosle: que el mundo renuncie al capitalismo inhumano;
rftrn,rrr, - : :tisitos que se organice en espacios económicos particulares: espacio europeo, es-
ffi,,,i'u.- -:-r tuvo pacio ruso, espacio británico, espacio gran-asiático, espacio americano;
t¡*, -,,i cre- que el planeta, en suma, se parcele en planetas particularesl que el mun-
,Ilfrxl'-- .laron do se ponga a la medida del hombre y no, al revés, el hombre a la escala
'tFru* -. com_ del mundo, algo que va contra el buen sentido. Ya vemos de dónde viene
rlft,,r,ru-,-le cie esta medicación y yo no creo en su eficacia. Su origen nos alerta contra
'tE -- rasto sus premisas y contra su conclusión.
ftn -¡ los
{hllrll . Ten-
ffi - :lsis- ¿,El eserrcto v¡,Rín pon sí mrsvo?

ffi -:-.Ja y
rii
Y luego, ¿realmente es el hombre el único que modifica, según le dic-
fftrUU, - .rrt el tan sus apetitos, sus métodos y su organización, este espacio una vez dado
fiu., . : ra- por la naturaleza'/ Seguramente no, si miramos el pasado de los hombres
rffuru , - \fri- en toda su amplitud. es decir, si añadimos a los siglos de historia los mile-
fr,- \us- nios de la Prehistoria (de 20 a -500 milenios y antes -500 que 20). EI tiem-
'ffi , -.,Jos. po de los hombres es lo bastante largo como para haber estado marcado
lhl¡nr , una por vastas revoluciones geográficas, algunas de las cuales nos han afecta-
fi ,0, j',an- do, aunque sólo se trate de las grandes mutaciones climáticas. El hombre
de Mauer fue descubierto a orillas del Weser. No necesito hablarles del
ilh r: - :los clima, ni del aspecto actual de esos lindes fluviales, pero en el museo que
ilH*r, .¡nd se encuentra cerca de aquí se conservan testimonios irrecusables de un
rfrxrrrr .- -: de clima muy distinto. Imaginemos el WeserT de entonces según el modelo
ffiü' '.Jne del Níger actual. ¿Hay que decir más? Ya conocemos esos dramas climá-
ffuu:::en ticos de la Prehistoria: aquellas oleadas de frío intenso, con grandes avan-
'hLL- .-:té ces de los glaciares y los descensos hacia el sur de la fauna y poblaciones
h -,:ili- nórdicas, y las contraofensivas meridionales que resulta fácil imaginar, lle-
-rre
F" vando consigo plantas, animalcs y hombres; siguen periodos secos y cáli-
'ftul ,-¡li- dos. La Europa actual fue el foco de una lucha lenta pero potente e im-
- :: !
'ffiüüü
parable, entre el norte y el mediodía: un drama de la latitud. El mundo de
tr -: ot. las plantas y el de los animales lo refleja, y talvez también el de los hom-
tlu:," -.ri- bres. Lo cierto es que salimos de un largo pasado en el que hubo que lu-
char con la naturaleza y, además, contra los cambios de esta naturaleza.
,ifrr Lo Hoy entre nosotros a Camille Jullian y a Gaston Roupnel-,
-véase
hnr rr)

7. Lübeck, donde se encontraba cl campo de prisioneros, está cerca del Weser.


1J LAS AMBICIONES DE LA IJIS'fORIA

la gran época del Neolítico, por ceñirnos exclusivamente a ér, ya no nos


parece bastante alejada de la vida actual como lo estuvo tiempo
atrás en
nuestras especulaciones. Encontramos en esas cañadas, en esos campesi-
nos neolíticos, en Ia Francia del este. con sus característicos bosquecillos
de espinos, las zanjas con que rodeaban sus bosques y muchos de sus
ves-
tigios: herramientas, osamenta, grabadrs. Hace muchir tiempo que Robert
Gottmann señaló la existencia de pueblos neolític<ls, instalados en los cla-
ros naturales del bosque europeo clel centro y del oeste, esos pueblos
de
vieja tierra (Altland) por oposición a los pueblos de tierra nueva (Nea-
land), creados gracias a los desbroces medievales. Si no por entero, al
me-
nos sobre sus extensas zonas del este, un país como el nuestro es
neolíti-
co por sus cimientos campesincls. Fue Marc Bloch quien nos recordó que
la palabra trigo (y sin clucla la cosa) es un regalo de ésos milenios
oscuro*
Todo esto está dicho para que esta prehistoria deje cle parecer una ridí-
cula ocupación de eruditos más cl menos razonables. Esta larga gestación
de la Prehistoria afecta a las raíces, a las frbras más profunoal ¿e nuestro
ser, y la época neolítica fue la de su esplenclor con sus herramientas
y sus
civilizaciones despiertas. A fuerza de psicoanalizar nuestras almas en
do-
bles, triples y cuádruples fondos, tal vez un buen día encontremos
todas
las angustias mal razonadas del hombre primitivo, demos con
sus cóleras
y sus necesidades salvajes.
¡Qué admirable geclhistoria la de esos milenios entrecortados por
grandes dramas! Aquí, gtaciares que avanzan y se baten luego
en retirada,
que_vuelven y se alejan de nuevo mientras en otra zona hay, por
ejemplo,
un Sáhara sembrado de lagos (de ragos chacr, dice Théodoie Monod),
de-
sierto y luego otra vez cubierto de lagos, y cresierto una vez más. En
dos
ocasiones, una humanidad, negra probabremente, ha avanzado. ha
acam-
pado y se ha incrustado en el espacio sahariano, y en dos ocasiones
ha sido
expulsada por un cataclismo dejando tras de sí, en su retirada monstruo_
sa, humanidades residuales y un enorme material cultural
que sólo ahora
empezamos a cosechar: herramientas, anzuelos, hachas, sierras, rascadores,
muelas para aplastar los granos...
En realidad, esos dramas geográficos exigieron capas de tiempo inve-
rosímiles para realizarse.
El tiempo histórico, en cambio, es tan breve (de 4 a -5 milenios para re-
giones privilcgiadas. pero cscasas. c.m. Egipto: cre l a 2 mircnios
para
otras), es tan breve que los dramas geográficos n. tuvieron tiempo
de aro-
jarse en é1. En cuanto a sus caracteres físicos,
¿,acaso el espacio no ha sido
reconocido como un [invariable], un mobiliario, en el mirco cle Ia
histo-
ria? Pero ¿no es esta una afirmación clemasiado apresurada?
Las mediciones que hemos rocarizado con mayor cxactitud nos
-lan cambios mínimos, aunque bastante constantes. Evidentemente, no po-
reve-
GF,OHISTORIA: I-A SOCIEDAD. ET, ESPACIO Y EI- TIEMPO ]:

- -1 LíI. ya nO nOS lríamos erigirnos en garantes de todas las observaciones realizadas en es-
. t:mpo atrás en :()s últimos veinte años sobre este gran problema. No por ello dejan de ser
. - -. csos campesi_ .astante inquietantes. Lo sé muy bien, todos los historiadores de la Anti-
- )r bosquecillos suedad nos muestran que el clima del Mediterráneo era entonces el mis-
- --nos de sus ves- mo que hoy en el sur tunecino, en las islas del Egeo (A. Jardé), en el valle
--rpo que Robert Jcl Nilo (Fritz Jaeger, quien además hizo extensivas a toda Africa sus im-
' ..:dos en los cla_ portantes constataciones), en Palmira (Emile-Fólix Gautier). Sin embar-
: ::0S pueblos de so. estas y otras afirmaciones concordantes no resuelven el problema.
:::a nueva (Ne¿l_ Tenemos ante nuestros ojos variaciones probadas de los elementos natu-
,;-
entero, al me_ rales. Variaciones de longitudes y de latitudes (evidentes siguiendo las
- _:stro es neolíti_
teorías de Alfred Wegener); Nueva York se aleja de E,uropa a la minús-
. - :\)s recOrdó que cula velocidad de I cm por año, pero no por eso deja de alejarse;lo mis-
" :llcnios oscuros. mo ocurre con Córcega, que se aleja de la costa francesa hacia el sur a una
: r-rrCCeI una ridí- velocidad anual de unos pocos milímetros;s un reciente estudio sobre los
.',, iarga gestación Alpes orientales nos indica asimismo un movimiento general de la masa
. -ndas de nuestro montañosa en dirección a Baviera, a razón de 2 cm al año, provocando en
- r:ramientas
y sus puntos neurálgicos desprendimientos y deslizamientos de terreno que la
" -'.:rts almas en do_ historia menciona a intervalos más o menos regulares, cuando afectan a
j-,-ontremos todas la vida de ciertos pueblos. Variaciones de los litorales también, como su-
* . con sus cóleras cedió en el Mediterráneo, cntre los tiempos antiguos y la época actual
(Philippson). Y no solamente variaciones locales que podrían ser debidas
r irtrecortados por a su vez a perturbaciones locales (seísmos o erupciones volcánicas): algu-
r . - .Jcgo en retirada, nos autores, como Dina Albani, piensan en fases sucesivas de vaciamien-
-. hal'. por ejemplo, to generalizado o de relleno generalizado, una especie de modulación de
' . J.r¡g Monod).
de_ la erosión marina que, si es exacta, plantearía singulares problemas de fí-
--i \ez más. En dos sica. A partir de 1900, habríamos entrado. en el caso del Mediterráneo, t:n
. .rnzado, ha acam_ una fase de vaciamiento en que las costas retrocederían en Africa del
- i ()casiones ha sid<_l Norte y en el delta del Nilo y lo mismo sucedería en determinadas playas.
- -:tirada monstruo_ El interés de este movimiento, si existe, estaría en subrayar unas modu-
, ..:¡l que sólo ahora laciones en relación a un estado medio que, por su parte, permanecería
,. ¡ierras, rascadores sensiblemente fijo. Variaciones, por último, de clima, sobre las cuales nos
gustaría insistir pues son, con mucho, las más importantes, dado que pa-
:r.ri de tiempo inve_ recen tener una incidencia bastante directa (no digo rápida) sobre los
hombres.
- . 5 milenios para re_ Que los elementos del clima varían lo sabemos por experiencia. por
-a2mileniospara las series de nuestras cifras de observación. Quedaría por determinar el
3ron tiempo de alo_ sentido de esas variaciones y su período, si es que existe tal periodo. ¿No
:. c'spacio no ha sido hemos hablado al respecto de ciclos de doce años, relacionados. sigue sic'n-
.. marco de la histo-
:.urada?
: cractitud nos 8. Estas mcdidas no figuran en el cuaderno clondc sc han resucllo los cspacio: ,:n
reve_ hlanco. Nosotros ofrecemos las quc Fernand Braudel habría podido dar tenicndo cn cuen-
" rticntemente, no po- ta las obras cientíiicas de las que podía disponer cntonces.
I,\S AMBICIONL,S DE LA HISTORIA

- '.r--: :rpr)resls. con las manchas solares? Variaciones del clima, peque-
=:. \rn.iciones, las conocemos también a través de los maravillosos estu-
::,r. de los sabios americanos sobre la cronología de los pueblos,esos pue-
hlos indios del sur y del oeste de Estados unidos. Sabemos que los
árboles, siguiendo la pluviosidad variable cler año, crecen en capas con-
céntricas, de un espesor variable también. Son así higrómetros registrado-
res. Que se hayan podido distinguir los años con esos clocumentos toscos
y reconstituir cadenas, datar finalmente los pueblos (algunos cle los cuales
fueron contemporáneos de carlomagno) según los árboles que emplea-
ron en sus construcciones, es un bonito éxito del ingenio científico. pero
debemos preguntarnos si se trata de una mera curiosidad. Esa sería una
manera de completar las escasas observaciones de nuestros documentos
escritos sobre el <tiempo>, en el sentido climático, de los años transcurri-
dos, quizás un medio, por ejemplo. de resolver los muy curiosos problemas
de la histclria climática de los Alpes. Los Alpes, como las demás montañas,
son amplificadores de las variaciones del clima; pensemos en los avances
y retrocesos de los glaciares, acontecimientos que la historia conserva en
su memoria lo mismo que su medida. Hoy el retroceso es generalizado; en
los Alpes orientales el hielo acaba cle descubrir unas grutas prehistóricas
de excepcional interés y minas dc oro que fueron explotadas en la Edacl
Media. otra región sensible a las variaciones del clima. el borde de la ban-
quisa ártica, nos ofrece observaciones análogas. Según las observaciones
rusas, desde 1t3tl0 la banquisa ártica ha retroceclido, en el meridiano de Ar-
khangelsk, de [35 a 90 km.
¿Alguien objetará al respecto unas observaciones discutibles y que la
exploración ha sido insuficiente? Es un hecho, en todo caso, que toda la
política de poblamiento y de equipamiento cler norte soviético se basó, y
no a la ligera, en un hipotético recalentamiento del Ártico. La aventura.
por supuesto, continuará y es además lo bastante importante para apor-
tarnos múltiples lecciones y dar que hablar.
Pero en este vasto terreno de las moduraciones climáticas, resulta pru-
dente avanzar paso a paso. No comprometerse y csperar, esperar nuevos
balances de los manuales científicos, el único alimento sin embargo de las
mentes que van a remolque. No es esto lo que pensó un geógrafo italiano
(v. Monterin) en un buen estudio dedicaclo a los Arpes.e Según é1, el cli-
ma variaría por largos periodos de trescientos años, sucesivamente fríos y
lluviosos, y luego cálidos y secos. En 1300 empezaría un perioclo seco, des-
tinado a durar hasta 1600;en 1600, un periodo lluvioso lo sustituiría y se
prolongaría hasta 1900 y desde casi meclio siglo atrás habríamos entrado
en un periodo seco. No sé si esta ley es exacta. Vale como hipótesis y que-

9. ll Clima sulle Alpi ha nLttüto in eti storica?.193./.


GL,OHIS'I'ORIA: I,A SOCIEDAD. EI, ESPACIO Y EL'TIEMPC)

daría por verificarla con más detalle. En todo caso, sabemos que en 13()(l
unos colonos alemancs alcanzaron las laderas elevadas del Monte Rosa.
aprovechando el recalentamiento y el retroceso del límite forestal. ,,No es
curioso constatar, en esta clcasión ante nuestros ojos, que con el periodo
seco, que empezó en 1900. coincidiír una colonización italiana de los Al-
pes, de los Apeninos y, especialmcntc, de los Alpes Apuanos'? Hacia 1600.
por el contrario, nos llama la atención 1a proliferacitin de inviernos rigu-
rosos en la península y las inundaciones devastadoras en las zonas bajas.
productoras de grano. Los siglos xvrr y xvrrr fueron en ltalia siglos de pro-
gresiva intensificación de la malaria. ¿,No se da ahí. en verdad, el progre-
so natural de una enfermedad geográfica que se extendería con la simple
subida de las aguas estancadas'? Ccrca de 1600, se da no es, histórica-
-y
mente, la primera vez- una especie de progreso de las aguas dañinas en
el valle de Chiana, en la Toscana. Gaston Roupnel se pregunta con curio-
sidad si los cambios climáticos no provocaron los cambios de la Europa
occidental de los siglos xrv y xv.
Todo eso no son más que simples, y frágiles. hipótesis, es verdad. Es-
tamos demasiado mal informados para sacar ninguna conclusión y para
- -_1S plantear correctamente siquiera los problemas. Ahora bien, cada vez que
_ -.,J se nos proponga acusar al hombre de los cambic'rs del espacio, ¡desconfie-
:_t- mosl No se trata de absolverlo, se trata, para ser exactos, de acusar a la na-
: JS turaleza al mismo tiempo que al hombre. Así, en el siglo tx, según Goetz,
en Sicilia se agotaron las fuentes superficiales. ¿Echaremos la culpa a la
deforestación, y por lo tanto al hombre, o bien diremos que debe acha-
- -l
l.-
ld carse a los posibles cambios climáticos? Importante pregunta. Serán los
'-r la musulmanes de África quienes aporten la solución a esta carestía del agua
siciliana, con sus políticas de irrigación y de dry farming. Podemos pensar,
,
..,. -- q. soñar, que fue la desecacirin del clima lo que en el año 821 llevó a cruzaÍ
- :- \,1- el estrecho de Sicilia. Del mismo modo. cuando Ferdinand Fried acusa al
hombre y al capitalismo de grandes perjuicios cuyas consecuencias seña-
: lfU- la, ayer para el Medio Oeste, hoy para el valle del Mississippi,las rcgiones
- costeras dcl Kalahari o del Sáhara, tenemos la impresión, rápida, fugaz, de
-:\OS
-: las que tal vez también haya que acusar a la naturaleza.
: .-iilO La naturaleza, un gran tema. quizá no sea tan inmutable como noso-
_ -1; tros imaginamos fundándonos en la fe de nuestras demasiado breves ex-
:-:')S V periencias. A decir verdad, ¿,hay algo, en relación a la ciencia, que pueda
JC5- considerarse estable en el mundo que nos rodea? Las coordenadas de este
': \'Se mundo cambian bajo nuestros pasos a un ritmo de una lentitud difícil-
-::ado mente imaginable. Pensemos en las rosas de Fontenelle, en aquellas rosas
' .luc- a las que atribuía inteligencia y que tenían por inmortal al jardinero, in-
variable realidad.
7B I,AS AMBICIONES DE I,A T{IS'I'()RIA

Los oos sEN't-tDOS DH LA GIroHrsroRrA

La discusión no está cerrada y, sobre todo, nuestra búsqueda no ha


culminado. En efecto, no pretendemos ver únicamcnte lo que Jean Bru-
nhes llama con una fórmula expresiva olas responsabilidades del medior.
Eso sería limitarse a ver una sola cara, un solo polo del problema: la na-
turaleza. Pero al hombre. quiero decir, ¿la sociedad'/ Jean Brunhes lo se-
ñala gentilmente con estas palabras: oEl viñatero clebe ser consicleraclo
más importante que la viña, el pastor que el rebaño...o, luego rectifica,
pues en estos campos conviene siempre rectificar: .Aunque sin la viña no
habría viñatero, sin el rebaño no habría pastor...r,. La geohistoria es jus_
tamente la historia que el medio le impone a los hombres a través de sus
constantes, el caso más frecuente, o mediante sus ligeras variaciones, cuan-
do éstas llegan a entrañar consecuencias humanas tantos los cam-
-son por la débil y
bios que pasan desapercibidos, siendo incluso cresdeñados
corta medida del hombre. Sí, ciertamente es así, pero la geohistoria es
también la historia del hombre enfrentado a su espacio, luchando contra
él a lo largo de su dura vida plagacla de pesares y fatigas, que consigue
vencer, o más bien soportar, al precio de un esfuerzo incesante y repetido.
La geohistoria es el estudio de un doble vínculo, de la naturaleza con el
hombre y del hombre con la naturareza, el estudio de una acción y de una
reacción, mezcladas, confundidas, incesantemente reanucladas, en la reali-
dad de cada día. Es incluso la caliclacl, ra potencia de este esfuerzo lo que
nos obliga a invertir el enfoque habitual del geógrafo.
Vivimos una época no culminada- que empezó a mediados del
-aún por el signo
siglo xrx y que está marcada de la ciencia y de la técnica; es
la época del ingeniero y de la máquina, caracterizacla por la progresiva li-
beración (no esta aún completa,lejos de ello) del hombre respecto a la na-
turaleza. No cantemos demasiado alto su victoria, su imperio sobre la tie-
rra. Pero hoy mucho más que en el pasado, la voluntad del hombre es un
gran factor geográfico, ¿,no es cierto? Esta voluntad pertinaz, y no sola-
mente la del campesino siempre fue, por lo demás, un factor considerable.
En el siglo xv, como en los antiguos tiempos de la ley Rodiana, como
en los tiempos del viaje del apóstol pablo de cesarea a Roma. el Medite-
rráneo se cierra todos los años a la navegacirin, dcsde el mes de octubre
hasta el mes de abril. Por entonces las depresiones de origen atlántico
mantenían un continuo y desordenado vals en el agitaclo oleaje. Imagi
nense que el mistral desordena el mar, que rizackr por la espuma se ex-
tiende como blanca llanura de nieve alborotada. Algunas ué."r, todavía
actualmente, [dedican] un día, dos días seguidos, a juntar toclos los barcos
que lo surcan en puertos mal protegidos contra el viento, en puertos en-
GF,OIIIS'I'ORIA: I-A SOCIEDAD. EL ESPACIO Y L,I,'I'IEMP()

tonccs llenos de los rumores de las sirenas de los remolcaclores engan-


chados a las amarras de los barcos en peligro. Por lo tanto, tiempo atrás.
antes del siglo xv, en los tiempos de la vela, dcl remo y de los cascos de
! -
-:rtrit búsqueda no ha madera, los cargueros y barcos de guerra se veían obligados a invernar en
I - ::ntc lo que Jean Bru-
un puerto apto para cl cstacionamiento, aptct acl hiemandum. Esta barre-
,ir '.,bilidades del medio". ra de tiernpo agitado y dc oleaje era una defensa de los elementos que se
| ' , dcl problema: la na- mantuvo durante siglos, una barrera tan insistente y tan regular que es
- . - -.' Jean Brunhes lo se- forzoso que el historiador la tenga en cucnta. Fue uno de los rasgos más
r - - Jcbe ser considerado significativos del mar Interior. Es, prtr lo tanto. un hecho geohistórico de
' . - ,it)...". luego
rectifica, la primera categoría (de la naturaleza en cl hombre). Pero hacia 1450 se
r- ' .\unque sin la viña no introduce en el Mediterráneo un nuevo tipo de barco procedente del nor-
- L.r ecohistoria cs jus- te, el casco (la <Kogge"). Es un gran barco redondo y sólido, la .,naveo se-
-, ,mbres a través de
sus gún aparece designada en los dttcumentos italianos; sus planchas, fuerte-
.- _:fitS variaciones, cuan_ mente clavadas, se superponen como las tejas de un tcjado. F,ste barco
.- . tantos los cam_ robusto será el que <venza> al invierno meditcrráneo, sin que falten las di-
-\on
-,.-:ñados por la débil y ficultades y accidentes o IOS (azares del mar>. e incrementará así
:(r() Ia geohistoria -coin-
es cidiendo con el Renacimiento, época que explica ¿t su manera- el trítfictl
- - -:.icio. luchando contra de las rutas líquidas dcl mar Intcrior. ¿,Victoria del hombre sobre la natu-
.
--, , iatigas, que consigue raleza? Sí, sobre e I espacict, sobre el mar embravecidtl. hecho geohistórico
'- _ - (, lncesante y
repetido. de la segunda categoría. Vemos además que las clos categorías convergen
. 1., la naturaleza con el aquí y se mezclan en lo real.
ic una acción y de una Evidentemente, no vamos a seguir al detalle, con ejemplos o intentos
- :ítnudadas, en la reali- de clasificación, esta segunda categoría de hechos. Este combate contra la
,- , l: este esfuerzo lo que naturaleza, tan variado y complejo. todavía llcva la marca del hombre,la
_:-i-t). señal cle su medida, de sus recursos, marca. medida y recursos que varían
., - -nrpezó a mediados del conforme las épocas. Al principio, durante milenios el hombre luchrl con
, ::tcii-l y de la técnica; es armas mediocres, gracias al codo con codo de sus tribus [de cazadores], Y
- ,Ja por la progresiva li- sus recursos apenas cambiaron del Neolítico al Renacimiento e incluso
- - ,ntbre respecto a la na- más tarde' En realidad' apenas acabamos de pasar "del instrumento a la
.u irnperio sobre la tie- máquinao, por utilizar el lenguaje directo característico de André Sieg-
-rrad del hombre es un fried. O haciéndonos eco de una de sus frases exactas: ,.César y Napo-
-- .rd pertinaz, y no sola- león se desplazan del mismo modo. Napoleón no va mucho mihs rápido
| : - ,rt factor considerable. que Césaro. Georges Duhamcl dijo:"El mundo ha cambiado mucho más
- --. la ley Rodiana, como clesde Pascal a Ia actualidad quc desdc las Pirámides a Pascalr. lo que
-- :iiit a Roma, el Medite- cquivale a la misma e importantc constatación. Y así hasta el punto que
-.'rJe el mes de octubre en nuestros estudios de geohistoria. el gran problema reside en tomar coll
. ::i dc origen atlántico cuidado la medida de los recursos de que disponen los hombres, y esta-
- .rsitado oleaje. Imagi blecer una escala. Sin ello. ¡intenten comprender la acción del hombre so-
: - \ por la espuma se ex- bre el meclio físico y hiológico e incluso la de ese medio sobre el hombre.
,: \lqunas veces, todavía pues todo está relacionadol
. : untar todos los barcos Pienso en la Francia de las guerras de rcligión. Piénsesc en todo lo que
, -. \tento, en puertos en- se conseguirá, en la comprensión de sus realidades, al cstablecer lo
8o LAS AMBICIONES DE LA HIS'I'ORIA

que puede ser su espacio material considerado desde el ángulo de las dis-
tancias. ¿Cuánto tiempo necesitan los viajeros o las cartas para recorrer
tal o cual distancia, desde Rennes a Ruán o de parís a Burdeos'/ por tér-
mino medio, en relación al tiempo actual, de ocho a diez, veces más tiem-
po para cubrir la misma distancial lo cual supone un enorme incremento,
no de las riquezas dc este espacio, muy al cclntrario, sino del obstáculo, del
peso pesado, de la parálisis de la distancia. Aquí buscar una proporción
exacta entre el pasado y el presente sería un error. pero, en fin, cuando ha-
blamos de la Francia de carlos IX o de Enrique III imaginamos un país
tan vasto (no digo tan poblado) como la china actual, ejemplo mucho más
iluminador porque china tiene sus guerras civiles, sus guerras exteriores,
toda la secuela de miserias y atrocidades que entrañan estas plagas; ticne,
como Ia Francia cruelmente dividida del siglo xvr, sus generales coman-
dantes de los ejércitos príncipes-, sus bandas de mercenarios sa-
-esos
queadores, sus proletarios campesinos. sus campos destruidos, asilvestra-
dos y sus ciudades atemorizadas y alerta, tan en guardia como cuarquier
otra ciudad ceñida por murallas y fosos llenos dc agua de la picardía de
condé, de la Bretaña de Mercoeur o de Ia Borgoña de Mayenne. Los re-
latos de reporteros sobre esta guerra de china guardan un aire común con
nuestras crónicas de la Francia del siglo xvr.
¡lnmensidad de la Francia del siglo xvrl, y más concretamentc la Fran-
cia del Antiguo Régimen. Así, en 1619, el duque de Épernon abandona
Metz, de la que es gobernador, acompañado de una reducicra escorta. Lle-
gará en breves etapas hasta Blois, donde le esperaba la reina madre Ma-
ría de Médicis. ¿Sorprende que pase desapercibido, pues efectivamente
pasa desapercibido, en este enormc país y se cuele entre las vigilancias?
Era como buscar una aguja en un pajar, o a una compañía china clespla-
zándose hoy en alguna parte de la cuenca del Wei-Ho.
Diversidad de la Francia monárquica y. por lo tanto, murtiplicidad de
sus libertades locales, de sus privilegios de provincias o cle ciudacles;
¿y no
se explica todo eso por la lentitud de las sillas dc posta o de las diligencias
y otras muchas cosas más? Algunos historiadorcs historizantes se pregun-
tan si el objetivo de Enriquc IV fue hacer esto o aquello; historiadores
que no están al corriente de esas demoras dcl camino. dc los retrasos de
las cartas y de las respuestas, de la diflcultad cle gobernar a mayor distan-
cia de donde la voz alcanz.a. que no tienen en cuenta las agotadoras ca-
balgadas, las prisas del bearnés, esc nómada al que la distancia no perdo-
na, que corre tras sus enemigos o se precipita a sus citas.
Esta lucha contra la distancia fue uno de los grandes dramas del pa-
sado de los hombres, uno de los más importantes, si no el más importan-
te. Hoy, el drama continúa.
Pero hay una verdad constante: grandes revoluciones geográficas, lru-
(;EOHISl'ORIA: I,A SOCIEDAD, F,I, ESPACIO Y EL'I'IE]\{PO SI

,:gulct de las dis- to de la intervención del hombre, marcaron etapas decisivas de la historia:
- .:. pAra recorrer
ocurrió con la aparicicin del caballo, hacia el año 2000 antes cle cristo en
r -rdcos? Por tér-
oriente Próximo, trastornando su calma dichosa; la aparición del camello
f, -
r e ces más tiem_ en el siglo rn de nuestra era en el Sáhara occidental. de este lado de los re-
F ::ne incremento.
- ::l obstáculo, del levos tripolitanos; aparición de la ,.nave> (he contado su historia hace un
¡tt instante);aparición en el Atlántico Nortc primero, hacia 1tt50, del steamer
" - :r una proporción
P
p r: lln. cuando h¿r_
de hierro, movido por vapor, que enarbolaba bandera inglesa y que expul-
sará del océano a su rival, el campeón de la época, el clíper de madera, cle
*' .:{lIlilITloS
F un país vela. Es inútil que les hable del motor cic explosión y de sus distintas y su-
¡r- - - 1l¡rl1l much<l más cesivas aplicaciones, como son e I coche. el camitin, el vehículo oruga y por
try - - _:úrras cxteriores, último el avión, lo cual suponc mencionar la época actuar, cuyo carácter
m - ,'r¿,rs plagas; tiene, revolucionario, todavía activct, a nadie le pasa desapercibido.
,, :cncrales coman- Evidentemente ver sólo Ia lucha contra la distancia es reducir el com-
h¡¡- . _: r.ncfCenarios sa_ bate del hombre contra las fuerzas de la naturaleza y realizar una especie
. .: u itlos, asilvcstra-
)rL de contrasentido implícito sobre la palabra Raum. No es esta mi inten-
! . -_ -r CornO cUalquier cirin. No pretendo omitir las demás luchas del hombre para establecer sus
rrfu . - , Jc la Picardía de campos, sus bosques. su ganado. sus ciudades y sus casas... Su lucha por
p' -- \llrrennc. Los rc- los campos y los jardines es un tema que abordaré a continuación apro-
¡t. . - -rn aire común con vechando los hermosos estudios dc Gaston Roupnel: un campo es una
crcación dcl hombre, de las herramientas y el sudor de I hombre, de sus co-
till: -:Jtitmcntc la Fran- munidades. En Io que se refiere a las casas, voy a clejar un lugar considc-
lu !¡crnon abandona rable a los estudios dcl sociólogo historiador Gilberto Freyre. No obstan-
.. _u¡itla cscolta. Llc-
- te, me resulta imposible, como ya comprenden, seguir uno por'uno todos
i" : re ina madrc Ma- estos importantes problemas. Si insisto aquí en la lucha contra la distan-
f. : ucs efectivamente cia es sencillamentc porque deseo poner en evidencia uno cle los sectores
. :.:rc las vigilancias?
ü¡L
más importantes y más directamente accesibles de la acción del hombre
t :.rñír china despla- sobre las cosas: este espacio marino del que Karl Haushofer, en su intro-
t: .
ducción geopolítica a la historia, afirma que es y ha sido el más decisivo
- :,r. ntultiplicidad de
de los espacios de la historia. Es así porque es la gran ruta, el gran medio
:. ' dc ciudades; ¿,y no de transportar hombres y mercancías. Ni la vía férrea o fluvial (y difícil-
, rr de Ias diligencias mente Ia vía aérea) tendrán nunca una capacidacl de tráfico tan decisiva.
. ,rizantes se prcgun- El espacio marítimo es cl espacio de la gran historia, de ra historia muy
-ucllo; historiadores grande. Sobre este mundo líquido ideal, abierto a todas las rodas* no hay
" '. de los retrasos de que construir carreteras ni uncir animales, basta con el hombre y sobre
- rnar a mayor distan- todo con el viento, mientras llegan el vapor y el fuel-oil. eue lo esencial
..r las agotadoras ca- de la vida de los hombres se haya construido sobre los mares cs una po-
, Jistancia no perdo- derosa realidad. Qué gran conquista también, pues es lo terrestre y no lo
..-as. líquido, el espacio dado, la coordenada de base. El líquido se conquistó
,ndes dramas del pa- con mayor esfuerzo que el mundo aéreo del que hoy día disfrutamos. Es
no el más importan- un hecho que los historiadores han destacado, aunque no siempre han
,nes geográficas, fru-
'l' Pieza gruesa y curva que fornta la proa dc las navcs. (N. de ta T.\
8z I,AS AMBICIONES DE LA HISTORIA

acotado como corresponde esta verdad de base. No sabemos hasta qué


punto, es cierto, las ciencias históricas siguen apegadas a los suelos firmes,
a espacios muy sólidos y ricos en tierra... Para muchos no existen ni pue-
blos ni campanarios ni historia.
Ahora bien, ¿,qué no podríamos decir de la historia de la navegación'?
Gracias a la abundancia de relatos sobre los viajcs marítimos del pasado
podemos medir aquí cuánto tiempo ha transcurrido. En el siglo xvl.lean el
viaje, de tono tan animado, de Jean de Léry,r0 el ginebrino de Borgoña, co-
lono de Fort Coligny en la bahía donde después se levantaría Río de Ja-
neiro, que nos cuenta sus dos travesías, de Francia a Brasil y de Brasil a
Francia, navegando a ras del agua. en contacto con las realidades del océa-
no quc casi toca con la mano, y quc nosotros sólo pcrcibimos de lejos, des-
de el puente del más modesto de nuestros cargueros, por una cuestión de
altura y dc velocidad... Los bancos de peces, las enormes balsas de huevos
de pescado, espuma rosada que devora la launa marina; ¿,hemos vislo al-
guna vez esta vida de superficie desdc la altura de nuestros confortables
viajes? ¿Nos hemos arriesgado nunca a morir de hambre durante la trave-
sía, o unos días después de llegar, como era habitual en la época'l

Tenemos entonces dos geohistorias: el lado hombres y el lado natura-


leza. En realidad, dos corrientes de velocidad diferente.
Del lado naturaleza: la influencia del medio a grandes rasgos es in-
mutable, se plantea en términos naturales, siempre los mismos o casi. la
excepción, si existe históricamenrc, confirma la regla. E,sta historia es in-
móvil o casi inmóvil, quiero decir que se repite indefinidamente en las
mismas condiciones. en los mismos momentos: es el descenso de los reba-
ños hacia las llanuras de invierno y su ascer'rso hacia los altos pastos en ve-
rano; es, en el hemisferio norte, las cosechas y vendimias en las mismas fe-
chas del año; es el barro, ese quinto elemento de las tierras polacas y rusas
tras los deshielos de la primavera. barro triunfante sobre la voluntad de
los ejércitos alemanes y rusos, puesto que consigue inmovilizarlos dos ve-
ces va, de marzo a junio. Théodore Monod puede explicarse determinados
rasgos de la Biblia a partir de sus recuerdos del Sáhara, ya que en la zona
"El pillaje ha sido en todos
que él observa la historia no se ha movido. los
tiempos una floreciente industria en los paíscs desérticos y
-escribió-
resulta de lo más natural encontrar en el Antiguo Testamento tantas his-
torias de esas que no son las de una época sino de un medio, y que están
fuera del tiempo y que,traducidas al lenguaje moderno, serían la narra-
ción exacta de un episodio sahariano."

10. Hisfoire d'un vovage fait en Ia terra dtt Rrési|.1561 .


GEOHISI'ORIA: l-A SOCIEDAD, E,L ITSpACIO y EL TIEMpO 8a

lü - -:' Del lado de los hombres ahora: su acción contra las cosas varía se-
rüTi::.. gún las épocas, pero se ejerce lentamente, mucho más lentamente de lo
il l'-: - que somos capaces de suponer. sin duda existen del ladr,¡ de los hombres
revoluciones geográficas, e incluso estamos viviendo una, pero exigen
nrl| -' mucho, mucho tiempo para realizarse. Los primeros cascos aparecen en
itru:, el Mediterráneo hacia 14-50, la última <galera> mediterránea (es cl viejo
lün:. tipo de barco para gran distancia) abordó en Ingraterra en 1-5g7. Del
ü, mismo modo, no crean que el automóvil ha conquistado hoy todo el pla-
'h ,- neta, lo que entendemos por conquistado. Ha siclo necesaria la guerra <ie
lffi,. : i939-1943 para que llegara hasta el desierto, para que remplazase las
lüi];:- proezas de las pistas de Bidon vlr o de la caza de gacelas, en el Sáhara
(!ilu" - o en Siria o en otros lugares, por los éxitos masivos y repetidos cle la
,f,l -: guerra de Tiipolitania. En 1932, un experimento de ataque simulado del
ür' " oasis de Kufra concluyó que era imposible utilizar unidacles motorizadas.
n -.- Los meharistasx habían ganado.
''ülllr :' En resumidas cuentas, forzando los términos. tenemos dos historias:
llfi¡¡ :' una inmóvil, y la otra muy, muy lenta, pese a la presión insistente clel pro-
greso...

m-. Ln uNtoRo DEL MUNDo, ASpEClo cEocnÁnccr


oe l¡, REvol-uclóN TNDUSTRTAL
'iil .:-
It, .,

tfr :- Una de las victorias del hombrc sobre la distancia y sobre la naturale-
lilr ,,1. za es a buen seguro el encogimiento del mundo y, como consecuencia na-
ülllir- tural, su unidad. Ayer cubríamos la ruta de caracas a Bogotá en quince
xl|lr'É días, hoy basta con tres horas en avión. Se cuenta que en Brasil ayer las
üir urnas de las votaciones de [determinados pueblos del sertao] no llegaban
'üli!l
a Río hasta seis meses después de celebradas las elecciones. En la actua-
Nl{;s Iidad basta con unos días. Sabemos que el Atlántico ha sido domado por
$lltl'! la línea aérea de Nueva York a Lisboa, vía Azores (línea que une Nueva
lill" York con Lisboa en veinticuatro horas), o de Natar a Dakar por los <co-
iJllitii" rreos Suro. Todo esto no es posible sin graves consecuencias, que tardarán
r1{lllill{
más o menos en manifestarse pcro que no dejarán de hacerlo. Admirable
lilt tema de reflexión al final de esta conferencia.
ilüs-
¿unidad del mundo? No crean que sea una simple imagen, un artifi-
rh:
llü¡"
I l. Fernand Braudel. durantc los dos o tres primeros años dc su cnseñanza cn Arge-
lia (1t)23-1932), conoció las pistas clel Sáhara. que recorrió en cl tr¿inscurso de numcrosos
viajes, incluso a lomos de camello.
* Soldados montados en camello. (N. dc la'I'.\
84 LAS AMBICIONES DE LA IIIS'TORIA

cio, un cliché dc discurso político. Es una seria, seria, c impresionante rea-


1idad.
La humanidad habrá vivido durante milenios acantonada. encerrada
en sus continentes como otros tantos espacicts cerrados, dispersa en sus
respectivos planetas, scgún se ha dicho. Pero de planeta a planeta. de un
área de civilización vecina a otra área de civilización se han lanzado ama-
rras entre los siglos, se han establecido puentes, multiplicado los enlaces
útiles, intercambiado bienes, primero gota a gota: una bala de seda, mo-
nedas de plata con la efigie dc Nerón... Poco a poco, las humanidades sc
han ido descubriendo unas a otras. Es una vieja historia. El mundo ha vi-
vido tan rápido desde entonces que hoy se solapan, intercambian sus cos-
tumbres y civilizaciones. Thl y como observa André Siegfried, se estable-
cen <contactos eruptivos> entre "civilizaciones con herramientas> y
con máquinas". lo que da lugar a verdaderos choques eléc-
"civilizaciones
tricos. ¡Lástima por los más débiles! Sobre una tierra cada vez más pe-
queña, más sobrecargada de seres humanos (mil millones y medio en
1914, ¡dos mil millones en 1939!), va faltando sitio y el codo a codo se con-
"El mundo es una aldea" nos dice Gaston Roupnel.
vierte en Ia norma. Ya
no vivimos cn E,uropa sino en el mundo. La ctapa Europa hace algunas
lunas que la quemamos. y se frustró tres c't cuatro veccs. Vivimos por lo
tanto en el mundo y, lo queramos o no, más allá de los intermedios que
nos ocultan el horizonte provisionalmcnte, somcls ciudadanos del mundo.
Eso no es ni bueno ni malcl. ¿,Qué sabemos nosotros? Pero es un hccho.
Id est quod e.s/, como dice el Eclcsiastés.
Que la cultura cs internacional es ya una realidad, pues no hay nada
más móvil que los aspectos culturales. La ciencia es internacional, basta
con que se fijen en sus manuales. Y el arte otro tanto de lo mismo, si bien
se esfuerza menos para serlo. La arquitectura de Lc Corbusier, desnuda,
geométrica, cúbica, este triple triunfo del hierro, del cemento y del cristal,
esa arquitectura abierta de par en par a la luz, se está implantando en to-
das partes, incluso allá donde las temperaturas muy bajas y el exceso de
luz se presentan a priori como obstáculos razonables. De un extremo a
otro del mundo. vemos asomar un tipo de literatura (de novela o de tea-
tro) enteramente dominado por el mismo dolor de los hombres: una lar-
ga melopea sobre una reivindicación vehemente. extensa, monótona, an-
gustiada. Echemos la cuenta de todos los que niegan sus miserias, la
cantidad de corazones que quieren ser ellos mismos, vivir su vida a pesar
de todo, como si nuestra vida estuviese, ¡ay!. a nuestra disposición... No
elegir, aconsejaba El inmorali.r/a de Gide, reservar sus posibilidades, pro-
tegerlas como un bien muy valioso que mantenemos agarrado con nues-
tra mano en el naufragio quc a cada instante nos amcnaza. Vivir en el ápi-
ce de nuestra experiencia como hombres, dice otro, el gran Saint-Exupéry,
cEoHISTORIA: LA SOCIIII)AD, Et. ESPACIO y FtL I.tEMpO B-5

vivir peligrosamente, aconseja otro... Pero ¿es que somos libres de reali-
zar semejante elección, elección que no sería exclusiva? El mundo se co-
agula a nuestro alrededor, se solidifica como un cristal, con una sorpren-
dente indiferencia por cuál haya de ser nucstra suerte y por la suertc de
todo lo que amamos, siguiendo leyes propias que la técnica ha provocadcr
pero que no controlamos. El día cn que los folclores locales -como rique -
zas originales que (on- hayan quedado agotados por las literaturas de
gran rendimiento, la uniformidad será una amenaza, en el plano terrestre,
para el pensamiento y la literatura lamento y ese sueño de los hom-
bres-, igual y monocorde en todas-ese partes.
Internacional es también la economía: el capitalismo de las grandes
empresas ha emprendido la conquista del globo a gran escala, ha realiza-
do a su modo la unidad del mundo. Incluso, nos dicen los biólogos, el po-
blamiento microbiano tiende a equilibrarse de un continente a otro. Todo
]i
el mundo tiene que vivir... Internacionales son, por lo tanto, las enferme-
dades y las profilaxis. li
Thmbién a nivel mundial, bajo el peso de esta unidad, se dirimen las
guerras. Solemos decir que la Gran Guerra de 1914-191t3 es la primera
guerra mundial. Aquí tenemos la segunda, no menos mundial que la an-
terior. Pero la guerra dc 1914-l91tl.,,realmente fue la primera guerra
mundial? El engranaje funcionó mucho antes. Las guerras revolucionarias
y napoleónicas tuvieron su escenario más espectacular en E,uropa. Pero
en el mismo momento, Inglaterra ocupaba todas las rutas del mundo y se
apoderaba de la India. Esto, en suma, tiene tanta importancia como aque-
llo. Guerra mundial es también esta contienda que nuestros manuales di-
viden en capítulos sucesivos como guerra de Sucesión de España, guerra
de Sucesión en Austria, guerra de los Siete Años. Guerras mundiales son
también, por distintas que sean, desde el siglo xvr las emprendidas por el
imperio español. Entre Pavía y Rocroi, por favclr, no veamos solamente
E,uropa. El mundo ya existía. Desde que fue, no aprehendido y conquis-
tado sino tan sólo percibido, los hombres se lo disputaron. Y hubo un
mundo, ligado en sus partcs, que forzó por
-y xvr la ello
chichte- desde que fue derribada en el siglo
hubo una Weltges-
gran barrera del Atlán-
tico, que durante tanto tiempo dividió absurdamente en dos el oekoumé-
ne. El Pacífico, mucho más vasto, no desempeñó el papel de mamparo
estanco entre Asia y América (pensemos en la llegada de los malayos a la
isla de Pascua y en las migraciones de los amarillos hacia América siglos
antes de Colón). Con la conquista definitiva del Atlántico por los blancos,
el mundo se ha cerrado sobre sí mismo.
Como tantas otras fuerzas que conforman la historia y agitan al mun-
do, esta unidad creciente no es una corriente continua sino una corricnte
modulada, alterna. Experimenta retrocesos y avances y es a través de esos
LAS AMBICIONES DE LA HISTORIA

avances y retrocesos como finalmente progresa. ¿Retrocesos'/ ¿Avances'?


Pensemos en dos épocas próximas a nosotros. 1914 en primer lugar: un
mundo abierto a las mercancías, a las ideas, a los hombres. a todos los in-
tercambios. Un verdadero mundo. Se podía dar la vuelta al mundo lle-
vando consigo tan sólo la tarjeta de visita... 1939: confesemos que enton-
ces. al cabo de veinte años, el mundo se había atrincherado y fraccionado
de forma absurda. Los que no han vivido ese insensato retroceso encon-
trarán la explicación en el admirable librito de Henri Hauser, titulado sin
duda de forma eufemística. La paz económica (193-5). Lo cierto es que en
el periodo de entreguerras el viaje de Phileas Fogg habría soportado, no
como en los tiempos de Julio Verne en 1812 accidentes técnicos, sintt in-
extricables dificultades con los visados y pasaportes...
Oscilación entre un mundo abierto y un mundo atrincherado: ¿acaso
el problema de la guerra actual no es precisamente esta oscilación? ¿,Qué
futuro nos espera? ¿,Parcelamiento de la tierra en espacios autónomos, en
planetas (espacio gran-alemán, espacio gran-asiático, espacios inglés, ame-
ricano, ruso) o mantenimiento la salvaguarda- de la unidad del mun-
do?
-o
Lo más probable a mi juicio es que gane esta última. Una construcción
que para mañana querrá, en mente, fronteras cerradas a cal y canto, eco-
nomías planificadas y autarquías monstruosas. De 1919 a 1939, el hombre
ha podido oponerse al mundo, mediante una agotadora actividad. Rinda-
mos honor al egoísmo americano (la ley de 1924 sobre la inmigración).
Europa, culpable también, tuvo la excusa de sus locuras y de su debilidad.
Ni en el pasado ni hoy se transforma uno impunemente en campo de ba-
talla. Después de esta guerra. no creo que todavía se puedan poner diques
y constreñir el mundo. Creo que el mundcl se va a contraer por sí mismo,
pero al mismo tiempo se abrirá sobrc sí mismo con todos sus poros a la
vez. Quizás haya llegado el momento de que así sea.
¿,No estamos vislumbrando cuáles serán los problemas, los grandes
problemas, de mañana'/ Son los problemas de esas puertas abiertas, de las
grandes corrientes de aire que sacudirán las casas. Cuidado con los viejos
papeles, quiero decir con los viejos métodos. las ideas trasnochadas, con
las sociedades trasnochadas, con las civilizaciones y Estados de ayer.
Colaboración con todos los hombres de buena voluntad: ¿,cómo no
abandonarse por un instante a ese sueño de Navidad? Colaboración, ayu-
da mutua, fraternidad, fe en la humanidad pacífica y mejor. Son sueños, no
realidades inmediatas, bien lo sabemos. Ayuda mutua sí, pero luchas tam-
bién, luchas fcroccs con los grandes países del mundo entero, con las ra-
zas del mundo entero. con las ideas, con las economías y las locuras del
mundo entero. con los odios, con los egoísmos, con los canibalismos
del mundo entero, con los determinismos y los fatalismos del mundo en-
(iEO}{IS'TORIA: LA SOCIEDAD, EL ESPACIO Y EL I'IEMPO 87

- _'es'l
. tero. Y todas esas luchas aparecen con sus largos y monstruosos vínculos
-_::. un en el espacio. ¿,Quién nos dice que el destino de nuestro mundo, Francia,
,' . tn_ una de las islas de occidente, no se elabora hoy mismo a tal profundidad
lle- en China o en tal otro mundo? Rtdos los países dcl universo se tocan y se
- .r)Il- mezclan en un cuerpo a cuerpo tumultuoso.
-rdo
-
-,)n-
. iin ¿,Se dan cuenta por mis explicaciones y mis ejemplos, y sobre todo por
-: Cll ese gran ejemplo de la unidad del mundo, que por desgracia he debido
no abordar demasiado apresuradamente lo que puede ser esa extensa capa
-y de vida-, este conjunto de fondos y de realidades per-
tn- de historia
ceptibles a nivel de los enlaces geográficos entre los hombres y la tierra
que los sustenta? Reconozcámoslo: la geografía proyecta una luz sor-
prendente sobre las complicaciones, los millones de hilos que constituyen
la vida humana. En todo estudio sobre el pasado, en todo problema ac-
tual, siempre encontraremos en la base, exigente, constante, luminosa
también para quien realmente quiera observarla, esta zona que hemos de-
signado con la palabra no del todo buena de geohistoria. Prescindir de ella
como hacen los historiadores, al menos casi todos los historiadores. como
hacen tantos especialistas de lo social y de lo actual, es un error cuyas con-
secuencias creo que ya adivinan: horizontes incompletos, problemas plan-
teados en falso, realidades engañosas. el absurdo cada vez mayor de las
políticas. Repitámoslo: nuestra suerte está siempre unida a la tierra. por
lenta quc sea esta historia de base. es una historia. una realidad de la vida.
El peligro, pues sigue habiendo un peligro, estaría en hacer lo contra-
rio que quienes no la reconc'¡cen, en verla sólo a ella. La geohistoria no es,
digámoslo entonces con vehemencia, no puede ser toda la historia. Una
de las debilidades de las admirables obras de Emile-Félix Gautier es pre-
cisamente la de haber visto la historia. muy a menudo, tan sólo con la mi-
rada penetrante y liesca de un geógrafo. En realidad. necesitamos ojos
distintos para verlo todo o al menos para intentar verlo todo y compren-
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h,. 12. El cuaderno se interrumpc ahí, a mitad clc recorrido dcl proyccto anunciado cn
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la introducción.

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