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Un zar que tomaba té mientras Rusia se estremecía… Reseña del libro “La venganza

de los Siervos” de Julián Casanova.

El año 2017 marca el centenario de un conjunto caleidoscópico1 de revoluciones a lo


largo del continente europeo, cuya impronta en la totalidad histórica tiene hoy en día
patente actualidad y una huella indeleble en los horizontes políticos, sociales, culturales y
económicos que siguen actuando sobre nuestro tiempo. En este sentido, estos procesos
siguen siendo una referencia ideológica en la actual confrontación política, tanto para
detractores como apologistas, a pesar de que en sus entrañas generó un modelo que si bien
culminó vertiginosamente en lo simbólico en 1989 con la caída del muro de Berlín y en lo
político en 1991 con la disolución del Estado al que dio lugar la revolución bolchevique, no
ha dejado de dar explicaciones, políticamente intencionadas, ya sean retóricas o formales
según sea la acera que se le observe, sobre los fenómenos sociales que aquejan a las
sociedades actuales. En síntesis, ha sido un largo y sinuoso trazo de tinta vertida por todos
los estudiosos y profesionales, aún más cuando se trata de desentrañar el valor, la
naturaleza y sobre todo lo que ha legado las revoluciones rusas a inicios del corto siglo XX.

Si bien, es aún más revelador, el hecho de que en una región, caracterizada por los más
diversos grupos intelectuales de Europa como atrasada y rezagada en el concurso de la
modernidad que gozaban las naciones europeas previo a la guerra mundial del 1914, se
haya producido una sucesión de crisis marcadas por la espiral revolucionaria, al calor
atronador de los obuses y las trincheras de una guerra que parecía interminable, y cuyos
resultados marcarán el curso de acción de las políticas de las potencias triunfantes a nivel
mundial y a un nuevo marco referencial, tanto en el pensamiento político como en su
espacio concreto de promotores y contradictores. Este cruce de información que se
entrelaza en medio de tantos conflictos, rupturas y resquebrajamientos sociales es
inquietante y causó, en sus circunstancias, perplejidad, asombro y por supuesto rechazo o
simpatías. En este orden de ideas, era imposible pensar y estar políticamente en el mundo,
omitiendo las rupturas que este había padecido en el rincón oriental de Europa y su
probable proyección en el resto continental y aún mundial. Es decir, el margen pasó a ser el
centro del conflicto a principios de la década de los años veinte.

Sin embargo, antes de entrar a reseñar el libro, su autor merece algunas líneas que
contribuyan a dilucidar y a informar al estudiante universitario latinoamericano, la
proyección académica y la fecunda carrera tanto profesoral como investigativa del
mencionado: Julián Casanova es profesor catedrático de Historia Contemporánea de la
Universidad de Salamanca y profesor visitante de la Central European University de
Budapest, espacio académico desde el cual, valga la referencia, escribió la venganza de los
siervos. En su carrera como divulgador y escritor académico, Casanova cuenta con algunas

1
Se utiliza este adjetivo en consonancia con lo explicitado por el catedrático Julián Casanova en su libro,
siguiendo a su vez la designación de Christopher Read en su obra war and Revolution in Russia. 1914-1922
obras bastante celebradas en el ámbito académico europeo como lo son: De la calle al
frente, el anarcosindicalismo en España (1997); La Iglesia de Franco (2005); Europa
contra Europa (2011) y su celebérrima obra historiográfica La historia social y los
Historiadores (1991)2, todas publicadas por editoriales mundialmente reconocidas como
Crítica© y Siglo XXI© editores. Además, es un reconocido colaborador de diarios como El
País de España, donde ha publicado algunas de sus ideas sobre acontecimientos y procesos
históricos puntuales, y opinado sobre temas noticiosos del momento.

Al ser la revolución rusa, más que un acontecimiento estático, una espiral de procesos
surgidos a veces yuxtapuestos unos a otros, el tratamiento de las fuentes se hace imperativo
para fines metodológicos y de elaboración de marcos explicativos, en este caso específico,
el autor a inicios de la lectura, advierte que casi todas proceden de académicos ingleses o
norteamericanos, prestigiosos especialistas en la historia rusa, por lo que buena parte del
caudal recopilado y analizado se encuentra en lengua inglesa. Esto sin duda debe ser
coligado con los materiales biblio-hemerográficos y las fuentes primarias que están escritas
en lengua rusa, por lo que el idioma en el que comunicaron intenciones en contextos
lingüísticos determinados los distintos actores que acometieron la tarea de edificar o evitar
la revolución, fueron traducidos al inglés, en virtud de esto, lo que el lector hallará será una
fuente mediada o idioma puente: la inglesa. Esto sin duda, trae consigo las impresiones
propias de los autores anglosajones que estudian las revoluciones rusas de principios del
siglo XX.

En este sentido, el texto le confiere a los estudios de los especialistas en habla inglesa, la
consideración analítica del proceso académico e intelectual sobre el tratamiento de las
fuentes primarias. Esto se debe a una intención propia del autor puesto que como él mismo
nos recuerda, se trata de un libro que además de compendioso está dirigido a toda clase de
público es decir, no se restringe en uno especializado. Un valor agregado para reconocer
con amplitud la realidad histórica de aquellos años es la apertura de los archivos
desclasificados soviéticos, de los cuales no solo el autor del libro también sus fuentes han
obtenidos directa o indirectamente a través de sus referencias, cuyo tratamiento, sin
embargo se hace igualmente en virtud de las traducciones de los originales al inglés.

Estas fuentes están compuestas por legajos y documentos oficiales que han sido
fundamentales para reescribir y desmitificar, desde diferentes ópticas historiográficas, lo
acontecido desde 1914 hasta 1922. Este conjunto de fuentes y referencias bibliográficas
hacen parte del reservorio que el autor del texto reseñado, usufructúa para presentar nuevas
interpretaciones a la luz de los datos empíricos sobre el estudio de la revolución y la

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REFERENCIAR CADA OBRA; para mayor información sobre el autor, este cuenta con página web oficial:
http://www.juliancasanova.es/autor/
sociedad, evitando la trivialidad o la repetición canónica de la literatura dogmática
apologética o difamatoria3.

En consecuencia, el hilo narrativo del texto reseñado, discurre sobre la base de una
sólida erudición anglosajona preparada en historia rusa, complementada por los aportes
críticos y analíticos del autor bajo el discernimiento teórico-metodológico de la nueva
historia social, que hace énfasis no solo en la tradicional historia política “desde arriba” con
personajes influyentes y determinantes, inmersos en luchas de grupúsculos elitistas por el
poder, evitando también entregarse a la constitución de marcos conceptuales complejos,
abstrusos y psicologistas, sino que opta por desembocar en una síntesis que analice a los
hombres de carne y hueso, enmarcados en un proceso social más amplio y diverso,
integrador de las diferentes dimensiones que constituyen la realidad histórica en un
lenguaje sobrio y pedagógico, que no sacrifica el rigor por la estructura simplificadora de
un manual convencional de historia episódica.

Quizá sea esta aspiración, una de las más difíciles de lograr con éxito absoluto en un
libro que abarca tal proceso histórico complejo en menos de trescientas páginas, aunque
pincela algunas líneas que van dirigidas ostensiblemente hacia esa tarea. Por lo tanto, el
deseo del autor es presentarlo a modo de recapitulación que contribuya a llegar al lector
obras especializadas y no accesibles a un público general y estudiantil, quizá aduciendo
tanto la dificultad de su localización o acceso como por la barrera lingüística que supone
decodificar textos en lenguas extranjeras.

En consecuencia, se halla el lector frente a una obra que lleva un sentido temporal
progresivo, que cuenta la dilatada y rica historia rusa desde lo que considera el autor como
uno de los antecedentes más importantes para comprender y entender por qué la revolución
surgió con tanta fuerza en aquel rincón oriental europeo. Uno de los puntos de partida son
las reformas modernizadoras del Zar Alejandro II, en ellas determinó la abolición de la
servidumbre, una institución suprimida en la Europa occidental muchos años atrás y el
reclutamiento militar de los campesinos para su instrucción tanto militar como patriótica,
sin embargo lo significativo y en donde pone relieve el autor es en la materia conflictiva
subyacente a estas tímidas pero decididas políticas reformistas, toda vez que se descubrió
el choque evidente de dos Rusias que eran irreconciliables. La Rusia de los zares, nobles,
terratenientes y la jerarquía ortodoxa, poseedores de derechos, prerrogativas, tierras y la
administración pública, que vivían dentro de un sistema autocrático que entre tantas cosas,
les garantizaba su prominencia en todos los ámbitos de la vida social, frente a la Rusia
agraria, popular y fuertemente arraigada a la tierra y a las comunas agrícolas que
representaba a los campesinos sin tierra, empobrecidos y expuestos a las penurias causadas
por el hambre y la violencia, sometidos ya no a la servidumbre, pero sí a los mandatos
arbitrarios de los terratenientes, a quienes abominaban por sus tratos y opresiones seculares.

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PP 11 DEL LIBRO. PONER LOS AUTORES QUE MÁS CITA COMO REED, HOLQUIST, ENTRE OTROS.
Un aspecto importante que debe ser mencionado sobre este trabajo historiográfico, es
que buena parte de su reconstrucción histórica es un intento aproximativo a todos los
ámbitos donde la vida social se organizó, y cuyo surgimiento se da en el periodo que abarca
finales del siglo XIX y los años inmediatamente anteriores a la Revolución de Febrero de
1917, precisamente cuando las consecuencias reformistas de Alejandro II empezaban a
hacerse patentes y a florecer crudamente en la práctica. En principio, no solo se analiza la
tradicional antinomia entre el campo y la ciudad, las luchas sociales entre campesinos y
terratenientes, también se sondea con cuidado, los fenómenos de modernización que
experimentó Rusia, en cuyo seno dio lugar al florecimiento correlativo de una burguesía de
marcadas tendencias liberales, fuertemente dependiente del capital extranjero, ansiosa por
reformar el sistema político desde arriba para dar vía libre al capitalismo occidental y a la
consagración de los derechos políticos y sociales de la ciudadanía expuesta por las tesis
liberales, a la usanza británica o francesa con el modelo parlamentario como contrapeso al
expedito poder del autócrata, y la transformación tímida pero ostensible del campesinado
emigrado al proletariado industrial que pugnaba por organizarse sindical o en partidos
políticos, para hacer valer su peso en el remozamiento de la economía rusa.

La modernización no solo permitió la aparición de los nuevos sujetos sociales,


también coló en medio de la censura las doctrinas políticas y económicas que estaban en
boga en Europa occidental, una de ellas fue la circulación de la literatura marxista y
anarquista, que cautivaría a millares de jóvenes rusos, pertenecientes a la Rusa oficial pero
que desencantados con esta, ya no se sentían representados por un pasado que consideraban
rancio, vetusto y poco recursivo para la nueva épica que querían propiciar y protagonizar.
Era la formación de una subcultura, como lo menciona el autor, que vivía al margen de la
Rusia de los privilegios y que llegaría a forjar su propio lenguaje político, simbólico y
cultural. Un buen número de los que serían más tarde, los líderes de las revoluciones rusas,
pertenecían a estos círculos de socialización de ideas y de articulación de grupos
extremistas y radicales que actuarían como elementos desestabilizadores contra el régimen
autocrático.

En cierta medida, las gestiones políticas que adelantaron algunos sectores populares en
materia de organización y resistencia política consciente, eran promovidos por esta llamada
inteligencia, que como remarca el autor era heterogénea y no contaban todos con las
mismas concepciones políticas y fórmulas similares para resolver el enigma político y
social de Rusia, solo tenían en muchos casos, como baza común, la conclusión de que debía
dislocarse el sistema autocrático vigente para instaurar otro. Pero allí donde concluían sobre
la necesaria transformación política, social, económica y cultural del país, comenzaba el
disenso y los desacuerdos sobre cómo y quiénes debían llevar adelante el proceso
revolucionario. Hay que destacar que la reconstrucción histórica de dos de los más
importantes partidos revolucionarios en Rusia se despacha en un par de párrafos, es decir
del partido obrero social-demócrata ruso (POSDR) y el Partido Social-Revolucionario, pues
al margen de ellos, se trata aquí de manera muy sucinta muchos elementos y complementos
que estuvieron involucrados en el caleidoscopio revolucionario, inclusive las brevísimas
reseñas biográficas de Lenin, Nicolás II, Mariya Spiridonova, Alexander Kerenski entre
otras personalidades políticas involucradas en el drama revolucionario ruso.

Especial atención merece las líneas dedicadas a los cuadros femeninos del POSDR,
entre ellas a Alexandra Kollontai, quien procuró organizar secciones femeninas dentro del
partido y llevar a los estatutos sus iniciativas sobre el género. Estas aseveraciones, además
de su destacada línea oratoria, le sumaron enemigos dentro del partido, que consumida la
revolución bolchevique y en medio de las intrigas en las cúpulas, lograron marginarla a un
mero papel secundario.

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