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Cacius
serie perenne
Eugene Delacroix

METAFISICA y BELLEZA

La naturakza no se preocupa ni del hom­

bre ni dt sus trabajos, ni en modo alguno

de su paso por la tierra. Para la naturalrza

es igual que invente y construya maravillas

o que viva como un broto. El V<rtÍatÚro

hombre es el salvaje; ti concuerda con la

naturaleza tal como es (. ..) Nosotros sola

vemos la bella a través de la imaginación

de los poetas o de los pintores; el salvaje la

encuentra a cada paso en su vida errante.

Eugene Delacroix

Editorial Cactus

Serie «Perenne»
Odacroix. EugC'ne . G 2010

MetaÍúiia y beileea . • lai ed. • Buenos Aires; c1us, . Índice


160 P· : 20x 14 cm . . (Perenne)

ISBN 978-987-26219-0-2

1. MCf;'IÍ/sic::i. 2. 1'ilosoffa. 3. Eseérica. l. Título

CDD 1 1 0

Componendas para la presente edición

Parre J - DOCTRINAS

De las cricic.is en mareria de arte

17

De la enseñanza del dibujo

25

Cuestiones sobre lo bello

39

Variaciones de lo bello

55

Parre 11 - IMPRESIONES Y MEDITACIONES

Realismo e idealismo

77

Tfrnl,, origmal '" ftanrlr lm�xm dr urpa: Bo,quc:jo _ru• F111<1t11 de Sobre la pintura

,l::rudcs csrh<'riqt=> Goc,M. por Eugffle D,,lacro11


91

Enseñanza y organbacice
A1<1Dr D1trií<1 dr msrr,or} 1,,p11. /,.bnuloop

Eu�nc tklxroix 101


JmprrnJn· Grnica MPS
Liccr.itos y literatura
T,',ul,, m np,,a11/
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,Metaílsia y brlkz.a• Qurd.>hn:hodd.p4itoquenW'C:ab 1..,. l 1.723.

ISBN 978-987-26219·0-2 Un matrimonio judío en Marruecos


l ra. edición en csp.:il\ol -
125
BumOII A,rn. Ociubn:' de 2010 cd,,orialcac, ....@yahoo.a>m.ar

www.rd,1orialcxt111.com ar Fragmentos metafísicos

Tr,u/umJn: Pablo hN
131
Componendas para

la presente edición

Cuando el azar nos lanzó hacia la pinmra, o más bien cuando

nos lanzó la pintura, casi como una piedra lanzada sobre la ca­

beza, o una ola imposible de atajar -pues poco pudimos hacer

con ella más que maravillarnos-, surgió la ocasión, preciosa, de

conocer algo del arte de EugCnc Delacroix, y no pudimos dejar

de admirar la vida propia de sus telas, la fuen.a de sus motivos,

iodo ese mundo de colores ... Comenzamos entonces la búsqueda

de textos suyos y nos topamos con una primera versión de sus

Hm,d1os mhicos, aquella compilada por Élie Faure en 1923. Una

primera lectura, rápida, salteada, aún no muy atenta, despertó

nuestro interés pero otros trabajos, otros libros, postergaron a este.

Pasó el tiempo y surgió un cruce inesperado. La Enseñanza

universal de JosephJacotot, aquel salvaje maestro ignorante, dejó

111undo la sospecha-o la evidencia-de que en esa primera mitad

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del siglo XIX sucedía algo muy fuerte en relación a las pedagogfas en la univocidad del Ser, donde la garrapata es igual al hombre,

y a los modos de transmisión de los saberes. La destitución, O Y este mundo que nos pinta Delacroix, donde descubre en In

mis bien la reconstitución del papel del maestro que propone indescriptible fecundidad de existencias de todo tipo una unidad

Jacotot, hiz
o eco con algo que habíamos leído en alguna parte ... fundamenraI? ... Y que lo !leva a preguntar: «Díganme, señores,

pero no lográbamos recordar dónde... _ ¿rndl es el compás preseme por todas partes y ocupado en dibujar en el

Cuando mis tarde volvimos sobre aquellos textos de Delacroix fango, tal como l
o esld en trazar I
n ruta de los astros en Ios cielosi. .. "

reconocimos el origen del eco: su aruculo sobre la enseñanza : no solo la igualdad es vuelta a pensar, sino también las jerar­

del dibujo, en referencia directa al método de una señora, gran quras. Y ya no se lo hará en términos abstraeros O
trascendentes,

pintora, Madame Cavé, cuyo libro «Dibujar sin maestro. Mé� mediante cánones impuestos a !a vida por un orden social o por

todo para aprender a dibujar de memoria", de 1850, era casi un poder, lo que para Delacroix sería la imposición de una no­

una repetición de las tesis de Jacotot. Y al pasar, recordamos que ci�n extraña de lo beUo, sino que sed una jerarquía de lo que es

uno de los capítulos de su Enseñanza universal, de 1824, está mas potente, de lo que se liga a la intimidad de un alma, quizá

dedicado al dibujo. lleguemos a decir: de lo bello por naturaleza. Y aquí lo bello se

Delacroix había sido comisionado para examinar el método contrapone para el pinrorcon lo mediocre, y resuenan los ecos del

de Mme. Cavé y para pronunciarse sobre la posibilidad de su manilla del filósofo y aquella distinción entre lo noble y !o vil...

empleo en la enseñanza oficial. Y aquí también los ec�s entre

esta situación y la suscitada en su momento por los éxitos ob­ . Finalmenre nos decidimos a iniciar la traducción. Y lo que

tenidos a través del método [acotot, son inevitables. El reporte sigue es su resultado. Junto a la compilación de Faurc, apareció

y el artículo de Dclacroix sobre el método de Cavé son, desde la anterior de Piron, que nos sirvió para romar decisiones en

el inicio hasra el final, muy elogiosos: He aquí -dice-. el primer relncion a nuestra propia edición. Y allí surgió por fin la idea

método de dibujo que enseña algo. de modificar el título, y apareció el de Metafísica y belleza, que

Otro eco fundamental aparece en los fragmentos metafísicos nos parece que refleja, de un modo más acabado, los dos polos

de Delacroix. Decir que su pensamiento se emparienta con presentes en estos escritos.

el de Nietzsche es quizá excesivo. Pero véase nom:is su crítica

respecto a la nivelación que opera la modernidad, en su excelsa • Queremos agradecer la existencia de un ángel, se llama Pablo

Exmrfín reflexión sobre los resultados de l


a ig11aldad. Tal vez suene < .onz..dlez, y a sus arcángeles, Jimena, Walter y Armando.

exagerado decir también que encontramos resonancias entre su

pensar y el de Spinoza, pero ¿no hay congruencia enrre aqu�l

mundo salvaje y anárquico que Deleuze nos mostraba en medio

de Spinoz.a, donde los seres hallaban todos una misma dignidad

10 11
Eugene Delacroix

Metafísica y belleza
Parte I

DOCTRINAS

15
De las críticas

en materia de arte

Las criticas que se imprimen desde tiempo inmemorial

sobre las bellas arres siempre han presentado inconvenientes

casi inevitables: en primer lugar, hacen bostezar a las personas

distinguidas, para quienes esas especies de trabajos son siempre

oscuros, embrollados con términos cuyo sentido se conoce mal,

furigames, en una palabra, porque no dejan sino vaguedad en el

espíritu. Luego los artistas sienten rabia hacia ellas, porque, lejos

de contribuir al avance del arte, estas discusiones embrollan las

cuestiones más simples y falsean rodas las ideas. Por arra parre, las

personas del o6cio discuten a los fubricames de teorías el derecho

de empeñarse así sobre su territorio y a sus expensas. Pretenden

que nada es más fácil que alinear palabras a propósito de cosas,

y rehacer, en un texto largo o cono, lo que ha sido debidamente

imaginado, sopesado, y par encima de codo, ejecurado y llevado

17
Euglnr Inlncroix
Mnafoirn J briku,

a su fin. El pobre artista, expuesto enteramente desnudo con trar carácter de vez en cuando, deja en sus manos su diccadura

su obra, espera entonces con una viva ansiedad los fullas de ese y entrega a es�os_ el cuidado de juzgar a los culpables. Por un�

pueblo que posee el furor de juzgar. Una vez descendido en tonta �omrad1cción, las disputas sobre aquello que parecía que

esta arena, todas sus faltas vuelven a agobiarlo de antemano, y debía Juzgarse con un simple vistazo se elevan, y comienzan los

ve afilarse en su contra esa terrible arma contra la cual nada lo debates entre los propios críticos. El artista no paga. menos los

protege, esa pluma cuya hiel le quema hasta los huesos; todo esto gas�os ?e toda esta guerr:i espiritual, en vista de que sus jueces

sin que exista el triste consuelo de subir al púlpito a su turno y est�n �1cmpre de acuerdo sobre csu: punto: está en él mostrar

proseguir la critica a su manera. canrauvarnenre cuánto se ha equivocado.

Un bello caballo, una mujer y un hombre feos, estas son cosas Hay que_ ver abrirse entonces el nrsenal de a u raridades, y des­

que todo el mundo distingue sin esfuerw; salta a los ojos más plegarse la imponente serie de los grandes modelos que reducen

simples y no puede sufrir ninguna contradicción. Un buen cua­ vuestra elocuencia y todos vuestros esfuerzos a nada. Ésre lucha

dro y uno malo, una música buena o mala, se dejan apreciar de por e.l contorno y los vence con la línea de belleza; estos discu­

la misma manera; es al menos lo que parece a esta gran cantidad ten �In n
fi so bre la presencia del dibujo o del color, sobr e si la

de personas tan felizmente doradas de un instinto ingenuo, ins­ canc�ón debe pas ar am es que la armonía, o si la composición es

tinto, dicen ellos, que no está podrido por ninguna prevención la pnmera de las cualidades. Después d e h aber ado los
fij niveles

de oficio o de escuela; pura sensación de placer o de pena que d_e u�a manera nvariable y trazado límites donde los
i m:inci enen

provoca un objeto de arte, como las que excitan en nosotros sm piedad, demuestran de mil formas q ue, si hac e falra sacrifi­

todos los objetos exteriores. ca r u�a cualidad'. d eja r �/ Ra�c� débil por algún siri o, el dibujo

El pobre hombre de oficio, aquel al que sobre roda se critica po r CJ�mplo, o bien a
l disposición, o bien la expresión debe se r

en nombre de esta inspiración totalmente espontánea, tiene muy prefendo o repelido. G ente encantadora, q ue a parentemente ve

mala disposición en apelar ame un juicio donde se supone que a la naturaleza p roceder a su manera po r fragm entos, mostra r

la pasión no entra para nada. Como es claro que solo trabaja l'.n �co �e es�o, suprimir aquello, según su c onveniencia; como

para estos jueces ran finos, tan repentinamente advertidos de si la unagmación se contentara con una propiedad aislada de la

la presencia de lo bello, naturalmente solo puede volverse :1 sí bdleza'. y como si no estuviera ante todo afectada por esa perfecta

mismo y a los prejuicios que le invaden la cabeza respecto a los armonra, por ese acuerdo inimitable que es el carácter de todas

las obras de la naruraleza.


defectos en los que se extravía, a esas fullas en sus obras tan bien

presentidas por el buen sentido general, y respecro a las cuales � fuerz.a de ver añadir o quitar :J. la creación, y ataviar los

este se complace en advertirlo. Los críticos llegan luego muy objetos con tantas imaginaciones extr:ivaganres, se creyó real­

oponun;tmeme para reforzar una opinión tan razonable y, cosa menc� qu� nada era más simple que volver a poner en su s irio

111ngular, el público, como un rey débil que se contenta con mos- y pulir cuidadosamente lo que pareda esbozado en el orden

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Mrtafisicn y brlkr.n
Eu#nr Drlacroix

común. De ello se siguió una especie de aristocracia en los seres solo esperando la lima del joyero! Esra es, indiscutiblemente, una

que pertenecen al dominio de las artes. Tal bestia inocente fue manera agradable de manejarse con los secretos y las sutilezas de

declarada vulgar, poco presentable, triste o repugnante de ver; un arte; pero por desgracia un molesto accidente llega a perturbar

bien hicieron falta tantas maneras de suplir en ella lo feo Y lo a veces tan simples prosperidades: muy sencillamente el mérito
O

innoble, tantos rodeos para darle derecho de burguesía y of�ecer se pone a andar dando un salto de las tinieblas a la luz.

su lado honesto, que solo entra en escena como reconstnud� Y Estas imaginaciones curbuJemas que aspiran de tiempo en

propiamente acomodada al gusto actual. Ame cada tentauva tiempo a cambiar el tren de las cosas, auténticos aguafiestas

audaz de aquellos que quieren que se dé a las cosas su verdadera preparados únicamente para invertir las ideas que a los críticos

figura y no solamente un cariz de clase ac�moda�a o �e ópera les cuesta tanto hacer penetrar en los espíritus, estos hombres

cómica los críticos se vanaglorian de un cierto upo hLJO de su son a menudo la ocasión para grandes regresos. He aquí que,

cerebr;, que corre a la defensa de los principios admitidos-�or completamente magullados por las fé rulas de sus pedagogos, y

las personas de gusto, y que se mantiene fuertemente ceñido llegados con gran esfuerzo a po ner a descubierto la punta de su

frente a los temerarios y los innovadores, demoscrando a su ve2 nariz, se los nota a veces más de lo debido, y el público, que los

cómo la naturaleza también cae en grandes divagaciones. �n adopta, l os saca de la multirud y los pone en un sitio de honor.

esto han ayudado maravillosamente al despliegue de la medio­ Se convienen en sus hijos queridos, los objetos de su culto; as­

cridad en todos los géneros. Los gansos de todas las épocas se cienden sobre su trono de donde expulsan a un dolo usado, al
í

· · alas cu·ndo vieron que no era tan difícil como se q ue no e


l queda más que entrar en ese gran almacén del olvido
smneron con , "

piensa alcanzar esas grandes cualidades que los críticos c�mpla­ donde el capricho y la moda apagar:in a su hora ro das las más

cientes fabricaban a la ralla de cada quien; puesto que, s1 de un be llas glorias.

lado los hombres de espíritu nuevo y audaz, pero capaces por ¿En q ué se conviene el desdichado crírico cuando roda es

ello de perturbar todo el edificio de las buenas doctrinas, eran puesto en duda? u
S ta rea es la más dura y la más ingrata del

duramente amonestados y llamados al orden; del otro, Y con la mundo. Este nuevo sol q ue se eleva, ofusca en exceso los ojos

ayuda de escas reglas saludables, el común de los_rimadores Y d� habituados a una luz distinta. V olviendo h acia el pasado miradas

los pinrarrajeadores. raza limitada y de corta �1s�a, pero dócil llenas de ternura, ve para si mi smo en el porvenir u n destino

ante el exceso y fácil de conducir, marchaba casi sm esfuerzo en completamente semejante al del objeta de sus adoraciones.

un carril complerameme cómodo. ¡Qué alegría, en e_fe�ro, solo ¿Q ué hacer con ta ntas visiones i ngeniosas, a quién presentar sus

tener que beber de un verdadero diccionario de rrad1c1�nes,. de q uejas sobre el rrente


to que desborda y sobre los tipos grados
sa

preceptos y de fórmulas, y encontrar la fuenre de esa mspJC�· q ue se abandonan sin pudor? H ay pocos que ti enen el coraje de

ción que se dice tan rara, tomarla a manos llenas de 1� materia volver de inmediato sobre sus pasos y cambiar de religión con

a producir, encontrarla roda lisca en ella, totalmente eriquerada, la muchedumbre, y ese cambio de piel es un v erdadero suicidio.

!I
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Mrtafinm y brlirw
Eughir Dtlllcroix

Casi todos mueren en una impenitencia enojosa, aferrándose con Sin embargo, que los críticos se tranquilicen; a pesar del in­

furor a los restos del templo que se desploma, y pereciendo bajo quietante cuadro de las decepciones a las cuales están sujetos, su

parte sigue siendo la mejor. Aún se los dejard mucho riempo pa­
las ruinas vícrimas de un principio. Estaban allí, viviendo sobre

las hojas de un árbol que no podrá pasar la estación, y al cual no searse en todas las direcciones en ese campo que ven como suyo,

sobrevivirán. Desgracia a aquel que no ha medido con habilidad complacerse con teorías que imaginan ellos mismos, presentarse

el alcance de su gran hombre, al que aún le quedan algunas objeciones para las cuales tienen respuestas llenas de elocuencia.

chispas de vida cuando el público los ajusticia. Es como Raquel Las artes son un vasto dominio cuya llave tienen en su bolsillo,

llorando en Rama1, y nadie se ocupa de consolar penas tan nobles. y donde no admiren a nadie; solo ellos disponen de los lentes a

·Desgracia a aquel que llega en estas épocas de transiciones donde través de los cuales nos hacemos, si podemos, una idea básica de

�a no se sabe lo que es bueno, donde el pueblo de los aficionados


lo que pasa. Esos dragones vigilantes están ahí para advertirles,

a ustedes, público, de cómo deben gozar; a ustedes, músicos,


se da vuelta con total pasión hacia sus alterados guías y les exige

reafirmar su juicio! Solo le queda un recurso, gritar hasta perder


pintores y poetas, para dirigirlos sobre la escena, mediante hilos

la voz: ríe entonces, público, y mantén hasta donde quieras su


cuya puma sostienen, y para alentar vuestros esfuenos, si hay

razón para ello. No pierdan el ánimo si en medio del más dulce


augusto mal humor que se envuelve en su tapado.

Esta es la desdicha de aquellos que se dejan sorprender y ganar acceso de vanidad, cuando se creen seguros del triunfo, se sienten

en velocidad, cualquiera sea la solidez de los principios sobre duramente tirados por vuestra cadena. Es para advertirles que van

los cuales han edificado sus teorías. Aquí sería quizá el lugar demasiado lejos, que pierden el respeto, o que carecen de gracia.

Aticen a esos visires del público, ministros de su ira y guardianes


de decir finalmente algo de esas impagables invenciones sobre

lo bello, ese bello inmutable que cambia cada veinte o treinta


del honor del arre. Situados entre ustedes y vuestros jueces, están

años: pero esta cuestión, por el lugar que ocupa en las artes, allí apostados como esos negros que velan, a sable desnudo, a la

vale la pena tratarla separadamente y de manera mds completa. puerta del palacio del sulr:in. La tarea que se imponen también

tiene sus escollos; no hay que tener demasiado rencor por sus
\...n historia de lo verdadero bello, y sobre todo la historia de sus

variaciones, parece una auténtica laguna que intentaremos llenar saludables correcciones; aun hiriéndolos, revelan al mundo que

ustedes viven; ustedes serían, sin ellos, insectos sofocados ames


111 mr1or que podamos, y sed, sin duda, un espectáculo curioso

v11l11 h,110 todas sus formas y siempre reverenciado, como ese de llegar a la luz: es por ellos que somos advertidos de vuestra

hillu. \lt'jrnme pasar la bajeza de la comparación, cuya hoja torpeza o de vuestra gracia. Paguen pues con un poco de reco­

....,.., h11'1l.l11 sido renovados cien veces, y que siempre era nocimiento todo el cuidado que tienen en hacer algo de ustedes .

...... u, lillln .

.......N l�M"''"'"· lrrrmí:u 3 1 : 15. (N. de T.)

23
De la ensefianza del dibujo

He aquf el primer mérodo de dibujo que enseña algo", Al pu­

blicar como un ensayo el notable rrarado, donde ella desarrolla

con un interés infinito el fruro de sus observaciones sobre la

enseñanza del dibujo y los ingeniosos procedimienros que allí

aplica, Mmc. Cavé, cuyos encantadores cuadros todo el mundo

conoce, no viene solo a probar que ha reAexionado profunda­

mente sobre los principios del arte que practica ran bien, viene

rnmbién a dar un inmenso servicio a todos aquellos que se

consagran a la carrera de las arres, muestra con evidencia cuán

vicioso es el camino habitual, y cuán inciertos son los resultados

de la enseñanza cal como existe. Indiscutiblemente ella posee el

1
U Dessin 11111J Mait". Mlthodr pour a¡,prtndrt a dmintr IÚ memoírr, por

Mme. Élisabcth Cavé [El dibujo sin maestro. Método para aprender a dibujar

de mcrnoria.J (N. de T.)

25
Eugene Deiacroix Mnafoic¡¡ y belleza

primero de los tirulos para ser escuchada; habla de aquello que gen los iniciados, y que son una fue me de errores y de confusión

conoce bien, y la manera punzante en la que presenta la verdad para toda la vida.

solo sirve para volverla más clara. No llegaré, a propósito de ¿Cómo asombrarse de la aversión que codo el mundo experi­

su obra, a someter a proceso a los escritores que, sin conocer a menta por el estudio del dibujo? Mme. Cavé querría no obstante,

fondo la pintura, e incluso sin haber practicado sus elementos, dice ella e n s u prefacio, q ue este estudio fuese un a de las b ases

escriben sobre este arte y dan a los artistas complacientes con­ d e la ed ucación, así como la lectura y la escritura; suprimiendo

sejos; el alumno que va a estudiar, portafolio bajo el brazo, a la todos los mérodos ridículos, volviendo la enseñanza n o sol o

academia, apenas lee este ripo de escritos, y el pintor ya hecho, lógica, sino fácil, ría morivo de la revolución más feliz;
se g uiaría

que ha tornado su hábito y escogido su camino, ya no tiene de manera egura


s os primeros pasos de los artistas en
l la arga
l

el tiempo ni la fuerza de rehacerse y de modificarse según sus carrera que tienen que recorrer, y abriría a las pe rsonas distingui­

sistemas; por otra parte dichas obras se ocupan, por lo general, das, y a los simples aficionados, una fuenre de d isfrutes tan vivos

mucho menos de la pdcrica que de la teoría. La verdadera pbga como va riados. La pintura, q ue procura goces tan randes a
g los

es el mal maestro de dibujo, el torpe introductor a ese samuario conocedores capaces de apreciar las d elicadezas de ste bello
e arte,

donde jamás penetrará él mismo, ese ma.J pintor que pretende p repara g oces mucho más reales para aquellos que m anejan ell os

enseñar y demostrar eso que jamás ha podido practicar por su mismos el lápiz o el pincel, cualquiera sea el g rado d e su talen to.

propia cuenta, la manera de hacer un buen cuadro. El tratado S in elevarnos hasra la composición, podemos senrir u n placer

de Mme. Cavé llega en el momento justo para interponerse muy g rande en im itar todo lo que presenta la naturaleza. Copi ar

entre estos tristes profesores y sus víctimas. Es preciso poner en b uenos cuadros es mbién una diversión muy
ta r eal, qu e hace

la cuenta de sus funestas doctrinas, o más bien en la ausencia del estudio un placer; conservamos así el recuerdo de las bellas

de toda doctrina en su manera de enseñar, el poco atractivo que obras m ediante un trabajo que no tiene por acompañamiento la

todos nosotros hemos encontrado en el ingreso de la carrera. i


fat ga y la inquietud de espíritu del inventor: es él quien ha ce el

¿Quién no se acuerda de esas páginas con nariz, orejas y ojos que auténtico e sfuerzo y labor. El poeta Gray decía que p or su parte

aAigieron nuestra infancia? Esos ojos, partidos meródicamenre solo p edía en el p araíso la libertad de leer sin prisa, extendido

en tres partes perfectamente iguales, cuyo centro era ocupado sobre un ofá, novelas de su gusto; es el placer del
s h acedor de

por la pupila representada por un círculo; ese inevitable óvalo copias. Ha sido el relajamiento de los más grandes maestros, y es

que era el punto de partida del dibujo de la cabeza, la cual no una conquista fácil para el talento que aún se prueba, así c omo

es ni ovalada ni redonda, como todos saben; finalmente. todas para el a ficionado que no aspira a vencer las dificultades últimas.

esas parres del cuerpo humano, copiadas sin fin y siempre de En los Antiguos, el conocimiento del dibujo era tan familiar

forma separada, con las que al final había que construir, nuevo como el d e las lerras: ¿cómo suponer q ue no fuera, como escas

Prometeo, un hombre perfecto. Tales son las nociones que reco- úlriruas, uno de los principios de la educación? Las m aravillas

26 27
Mnafoica y beíieza
Eughir DrLuroix

de invención y de ciencia que brillan no solo en los restos de paisajes ante nuestros ojos, y no por ello son más comunes los

su escultura, sino también en sus jarrones, en sus muebles, en grandes paisajistas.

todos los objetos de uso diario, atestiguan que el conocimiento Aprendan a dibujar-nos dice la autora de El dibujo sin maestro-­

del dibujo estaba tan expandido como el de la escritura. Había y tendrán vuestro pensamiento en la punta de vuestro lápiz, como

en los antiguos m:ís poesía en el mango de una cacerola y en la o tiene en la punta de su pluma; aprendan a dibujar, y
el escritor l

más simple jarra que en los ornamentos de nuestros palacios. llevarán con ustedes, al volver de un viaje, recuerdos interesan­

¡Qué expertos debían ser esos griegos! ¡Qué tribu�al para un tes de un modo muy distinto de lo que sería un diario donde

artista un pueblo de personas con gusto! Se ha repetido hasta la se esforzaran en consignar cada día lo que han experimentado

saciedad que el hábito de ver lo desnudo los familiarizaba con frente a cada paraje, frente a cada objeto. Este simple trazo de

la belleza y les permitía percibir fácilmente los defectos en las lápiz que tienen bajo los ojos les recuerda, jumo al lugar que

obras de los pintores y de los escultores: es un gran error creer los ha impresionado, todas las ideas accesorias que se ligan a él,

que fue tan común como imaginamos encontrar lo desnudo lo que usred hizo ames o después, lo que su amigo decía cerca

en los Antiguos; el hábito de ver las estatuas ha arraigado ese suyo, y miles de impresiones deliciosas del sol, del viento, del

prejuicio. Las pinruras que nos quedan de los antiguos nos propio paisaje, que el lápiz no puede traducir. Hay más: al regreso

los muestran en la vida corriente, vestidos de la manera más usred se lo hace experimentar al amigo que no pudo seguir una

variada, ataviados con sombreros, zapatos e incluso guantes. parre de sus emociones, ya que ¿cuál es la descripción escrita o

Los soldados romanos llevaban pantalones; los escoceses, en hablada que pudo al guna vez dar una i dea clara del objeto des­

esto, están más cerca de la simple naturaleza; las personas crito? Ap elo a todos a quellos que han leído con delicia, como

ricas, que fingían las costumbres de los asiáticos, se hallaban yo mismo lo he hecho, las novelas de W alter Scort, y lo escojo

colmados, como vemos en los rajas de la India, bajo los encajes adrede, porque destaca en el arre de describir: ¿hay uno solo de

puestos unos sobre otros, sin contar los collares, los broches esos cuadros tan minuciosamente derallados que pueda uno fi­

de adorno, los variados peinados. Suponiendo por otra parte g urarse? Sobre una de esas descripciones, sería bueno proponer

que sus espectáculos públicos y los ejercicios de gimnástica a a u na docena de hábiles pintores que reproduzcan a través del

los cuales se entregaban habitualmente hayan podido poner dibujo los objetos descritos po r ste encantador; estarían, no
e hay

bajo sus ojos un poco más a menudo de lo que sucede en los duda, en un completo desacuerdo. He oído decir a uno de los

modernos cuerpos en movimiento y enteramente desnudos, ¿es escritores más ilustr es de este tiempo que durante un viaje muy

una razón suficiente para atribuirles un perfecto conocimiento interesante por Alemania, había echo
h grandes esfuerzos para

del dibujo? Todo el mundo en nuestra casa muestra su figura fija r sobre el papel -pero con letras y palabras, esos instrumentos

descubierta: la visión de tamos rostros ¿forma muchos exper� por lo general dóciles de su pensamiento- el aspecto, el color e

tos en el arte del retrato? La naturaleza expone libremente sus in cluso la poesía de los lugares, de las montañas, de los ríos que

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28
Eughu Ixlacroix Mnnft!ic11 y brlí=

veía, que atravesaba. Me confesó que no tardó en cansarse de en su Tratado de lapimum, casi no invoca más que la rutina; nueva

esa tarea estéril, más propia, según me parece, para alterar los prueba en apoyo de nuestras afirmaciones. Ese genio universal, ese

recuerdos que para hacerlos renacer. gran geómetra solo hizo de su libro una recopilación de recetas.

¿Pero cómo aprender a dibujar? L-1 educación que apenas basra No faltaron espírirus sisrem:íricos -y no hablo aquí de los

vulgares maestros de dibujo- que se rebelaron contra la impo­


para hacer el mínimo bachiller dura diez años; diez años bajo la

tencia de la ciencia. Unos dibujaron a través de círculos, otros de


férula y sobre los bancos apenas ofrecen al común de los escola­

cuadrados; llamaron a su auxilio las relaciones más inesperadas:


res la inteligencia básica de los escritores de la antigüedad. ¿ De

la idea tan simple de Mme. Cavé no llegó a ninguno de ellos,


dónde tomará el tiempo necesario para ese largo aprendizaje del
a causa de su misma simplicidad. Aprender a dibujar, dice ella,
dibujo en el cual los más grandes maestros han gastado su vida
es aprender a tener el ojo exacro: importa poco que el profesor
entera, y ello en ausencia de todo método? Realmente no existe
sea una máquina, con tal de que se aprenda ames que nada a
tiempo alguno para aprender el dibujo; el novato en pintura no
tener el ojo exacto; el razonamiento e incluso el sentimiento solo
encuentra ni en los libros ni aún en los consejos de un maestro el
deben llegar después.
análogo del rudimcnro y de la sintaxis. El mejor maestro, y será
En efecto, dibujar no es reproducir un objeto tal cual es, esa
aquel que deje de lado todas esas prácticas vanas que la rutina
es la tarea del esculror, pero tal como parece, es la del dibujante
hizo costumbre, no podrá más que situar frente a los ojos de su
Y la del pintor; este último termina, mediante la degradación de

alumno un modelo, diciéndole que lo copie como pueda. El


l�s. times, lo que el otro ha comenzado mediante la justa dispo­

conocimiento de la naturaleza, fruto de una larga experiencia,


sición de las líneas; es la perspectiva la que, en una palabra, es

ofrece a los pintores consumados una suene de hábito en los preciso meter, no m el espíritu, sino en el ojo del alumno. Usted

procedimientos que emplean para reflejar lo que ven; pero para me enseña, diré al maestro, con vuestras proporciones exactas

ellos el instinto sigue siendo todavía una guía más segura que el Y vuestra perspectiva de A + B, solo verdades, y en el arte todo

cálculo. Es lo que explica cómo los grandes maestros no se detu­ es mentira: lo que es largo debe parecer corto, lo que es curvo

vieron a dar precepros sobre el arte que practicaban tan bien; la parecerá derecho, y viceversa. ¿Qué es, en definitiva, la pintura

intervención del Dios con el cual todos ellos contaban les pareció en su definición más literal? La imitación del relieve sobre una

sin duda el mejor de todos los consejeros; casi todos desdeñaron superficie plana. Antes de hacer poesía con la pintura, hace falta

haber aprendido a hacer que el objeto llegue adelante; hicieron


dejar al menos algunos consejos escritos, algunas tradiciones de la

folra siglos para llegar a eso. Se comenzó por un trazo seco y


práctica material Alberto Durcro solo habló de proporciones; se

árido, se terminó por las maravillas de Rubens y del Tiziano,


trata de medidas tomadas matemáticamente partiendo de una base
en las cuales las partes salientes así como los simples contornos,
arbitraria, y eso no es el dibujo. Leonardo da Vinci, al contrario,
e tda uno acentuado en la medida conveniente, llegaron a cubrir

30 31
tUgt'nt Delacroix Mnnfo1cn y btlltrA

el arte completarnenre a fuerza de arte: he aquí el na: plus ultra, conveniente. El daguerrotipo es más que el calco, es el espejo

el prodigio, y ese prodigio es el fruto de la ilusión. del objeto; ciertos detalles casi siempre descuidados en los

Den un pedazo de arcilla a un campesino, diré todavía con dibujos al natural, toman allí una gran relevancia caracterís­

Mme. Cavé, y pídanle formar con ella una bola: el resultado será tica, e introducen de este modo al arrisra en el conocimiento

mal que bien una bola. Presenten a ese improvisado escultor una completo de la construcción; las sombras y las luces se reúnen

hoja de papel y lápices, y pídanle resolver el mismo problema con allí con su verdadero carácter, es decir con el grado exacto de

insrrumemos de otro tipo, trazando sobre el papel y redondean­ firmeza o de blandura, distinción muy delicada y sin la cual

do el objeto mediante el blanco y el negro: les costará hacerle no hay relieve. Sin embargo no hace falta perder de vista que

concebir siquiera lo que quieren de él: pasarán afios hasta que el daguerrotipo solo debe ser considerado como el traductor

llegue a modelar un poco aceptablemence con la ayuda del dibujo. encargado de iniciarlos más adelante en los secretos de la natu­

Mme. Cavé solo se ocupa entonces de volver el ojo exacto. raleza; puesto que a pesar de su asombrosa realidad en cierras

Gracias a su método, que es la simplicidad misma, las propor­ aspectos, es solo un reflejo de lo real, una copia, falsa en cierro

ciones, el sesgo, la gracia, llegarán ellas mismas a trazarse sobre modo a fuerza de ser exacta. Las monstruosidades que presenta

el papel o sobre el lienzo. Mediante un calco del objero a repre­ son chocantes con toda razón, aunque sean literalmente las de

sentar, tomado sobre una gasa transparente, da a su alumno la la propia naturaleza: pero esas imperfecciones que la máquina

comprensión obligada de los escorzos, ese escollo de cualquier reproduce con fidelidad, no chocan a nuestros ojos cuando

tipo de dibujo. Acosrumbra a la mente a lo que estos ofrecen de miramos el modelo sin ese intermediario; el ojo corrige, de

extraño e incluso de increíble. Haciendo luego repetir de memo­ manera inconsciente, las desafortunadas inexactitudes de la

ria ese trazo tomado en cierro modo sobre el hecho, familiariza perspectiva rigurosa; es ya el trabajo de un artista inteligente:

cada v� más al iniciado con las dificultades: es llamar a la ciencia en la pintura, es el espíritu el que habla al espíritu, y no la ciencia

al auxilio de la experiencia naciente y abrir al mismo tiempo al a que había a la ciencia. Esra reflexión de Mme. Cavé es la vieja
l

alumno la carrera de la composición, la cual estaría cerrada por querella entre la !erra y el espíritu: es la crítica de esos artistas

siempre sin el auxilio del dibujo de memoria. que, en lugar de tomar el daguerrotipo como un consejo, como

Conducidos por una idea análoga, muchos artistas han una especie de diccionario, hacen de él el cuadro mismo. Creen

recurrido al daguerrotipo para enmendar los errores del ojo: estar mucho más cerca de la naturaleza cuando, a duras penas,

sostendré con ellos, y quizá contra la opinión de los críticos del no han estropeado con su pintura el resultado obrenido ante

método de enseñanza mediante el calco por vidrio o mediante todo mecánicamente. Se ven abrumados por la desesperante

gasa, que el estudio del daguerrotipo, si es comprendido bien, perfección de ciertos efectos que encuentran sobre la placa de

puede por sí mismo remediar las lagunas de la enseñanza; pero metal. Cuanto más se esfuerzan en asemejársele, más descubren

hace falta una gran experiencia para valerse de ello de manera su debilidad. Su obra es por canto solo la copia necesariamente

32 33
Mnafoicn J be/ku,

fría de esta copia imperfecta en otros aspectos. El artista, ,en �na de poner lo que todo el mundo notó. ¿Saben ustedes cuál es el

palabra, se vuelve una máquina enganchada con otra maquina. color de los ojos de rodos vuestros amigos? Ciertamente no . . .

El daguerrotipo me conduce naturalmente a lo que Mme. Cavé De esto resulta que entre nosotros nos observamos muy a la

dice del retrato: ..No hay obra más delicada. Una persona que se ligera. De allí la pregunta: ¿hace falca que un pintor de retratos

mueve, que habla, no deja percibir sus imperfecciones como lo nos muestre mis de lo que nosotros estamos acostumbrados a

hace un retrato mudo e inmóvil. Un retrato siempre se ve dema­ ver? Examinemos los retratos hechos en el daguerrotipo: sobre

siado· lo vemos mis en un día que el original en diez años. Un cien, no hay más que uno aceprable. ¿Por qué? Porque no es la

retrato inicia a aquel que lo observa en detalles que jamás había regularidad de los rasgos Jo que nos impresiona y nos encanta,

visro. Así, por ejemplo, sucede a menudo que se dice frence a un sino la fisonomía. la expresión del rostro, porque todo el mundo

retrato: «Es parecido, pero la nariz. es demasiado corra». Luego tiene una fisonomía que nos atrapa a simple vista, y jamás una

se observa el original y se añade: 11¡No había notado que usted máquina nos lo reflejará. Enronces lo que hace falta comprender

tuviese la nariz. tan corral. .. ¡Pero usred tiene la nariz muy corral». y reflejar, sobre rodo de la persona o el objeto que se dibuja. es

Estas reflexiones muestran lo suficiente cuál debe ser la tar� del el espíritu. Ahora bien, ese espíritu posee mil caras diferentes;

pintor de retratos, y esa rarea quizá exi� .faculrad�s. superiores hay ranras fisonomías como sentimientos. Es una gran maravilla

y completamente distintas, contra la optmón admmda que co­ de Dios haber hecho ramas figuras diversas con una nariz. una

loca el rerraro entre los géneros inferiores. Se comprende que la boca y dos ojos; ¿pues quién de nosotros no tiene cien rostros?

habilidad del pintor de retratos consista en disminuir las im�r­ Mi retrato de esra mafiana ¿será el de esra tarde, el de mañana?

fecciones de su modelo, conservando la semejanza, y los medios Nada se repite: ¡a cada instante una expresión nueva! ...

que ofrece Mme. Cavé para resolver esta dificultad son. a la va No me extenderé sobre todas las panes de ese encantador

simples e ingeniosos. Ciertos rasgos pueden ser modificados, rrarado, cuyo mérito principal es quiza la brevedad. En límites

embellecidos -zanjemos el término- sin dañar los rasgos caracte­ tan estrechos, la autora toca codos los puntos que pueden inte­

rísticos. Estudien el carácter de un rostro, traten de reconocer lo resar a un alumno ramo como a un artista consumado: el arte

que tiene a primera vista de asombroso. Hay personas qu� nacen de escoger el punto de vista, de disponer las luces y las sombras,

con ese cacto: también estas hacen semejante el retrato incluso finalmente todo lo que se puede enseñar de la composición, rodo

antes de saber dibujar. Llamo semejante al retrato que �usm a esto es presentado en pocas palabras; no olvida recomendar, en

nuestros amigos, sin que nuestros enemigos puedan dec'.r: •¡Es esta parte del arte que resume todas las otras, la circunspección

por halagarl» y no crean que es fácil: ¿cuántos buenos pintores en la elección de los cernas. Como posee el buen gusto, y añadiré

de retratos hay, es decir pintores que suman a un gran talento �I l.1 excesiva modestia, de solo dirigirse a mujeres, esta atención

mérito de la semejanza? Muy pocos. A menudo un simple croquis e\ aún más imporranre; añadiré que buen número de hombres

es más semejante que un retrato: es que allí se tuvo el tiempo po-irdn sacar provecho de sus consejos: el furor en verse tentado

35
Eugfne Ddacroix Metafoica y belleza

por temas o géneros para los que no están hechos ha extraviado encuentran aquí y allá y con la conveniente sobriedad, son el

a muchos artistas de mérito. El prejuicio que mide el talen ro por acompañamiento de los preceptos y dan una idea de la manera

la dimensión de las obras, solo debería encontrarse en personas en que es tratada la obra. Es difícil hacer el análisis completo

que no están familiarizadas con la pintura: ¿cómo puede ser de un trabajo tan instructivo y presentado de modo tan claro;

que artistas que sienten y admiran como es merecido las obras solo podemos lanzarnos en repeticiones en otros términos de las

maestras de los Aamencos y de los holandeses encuentren algo simples verdades que la autora pone bajo los ojos de sus lectores.

que envidiar, cuando ellos mismos producen obras notables en Hablando a las jóvenes muchachas que son sus alumnas, y bajo

dimensiones análogas? No }�ay grados -dice Mme. Cavé- en el una forma ágil, Mme. Cavé presenta a los artistas de todas las

valor de las cosas que se esculpen o se pintan, solo hay grados en el clases las ideas más interesantes para meditar y retener.

talento dr: los artistas que ejecutan. L. recomendación fundamental Quiero hablar aún de su lección sobre la utilidad que se debe

que es el punto de partida de toda enseñanza es entonces esta: extraer del estudio de los grandes maestros: las reflexiones a las

Consulten, ante todo, la vocación de vuestro alumno. «Hoy en cuales se entrega sobre sus méritos diversos me parecen resolver

día, dice también ella, hacemos artistas más allá de Minerva; en pocas palabras una seria cuestión que ha hecho apiñar plumas

decimos a un joven: 'Tú serás pintor, escultor', del mismo modo y que parecía no resuelta. Se trata nada menos que de l
o bello, ese

que se le diría: " T ú serás alfarero o carpintero', sin estudiar en bello que algunos han hecho consistir en la línea recta, otros en

lo más mínimo su aptitud. Olvidamos que solo el genio puede la serpentina, y que la autora del trarado encuentra muy senci­

decir a un joven: 'Tú serás artista'. Al parecer, en la Antigüedad llamente en rodas panes donde hay de qué admirarse: «Estudien

era de otro modo.» las diferencias que existen entre esos grandes talentos, (ella acaba

«Vean ese río, dice ella en otra parte, que sigue amorosamente de pasar en revista a los grandes maestros de las diferentes escue­

el lecho que la naturaleza le ha cavado, transportando en su cur­ las): unos escán en primera línea, los otros en segunda, pero hay

so sinuoso la frescura y la abundancia, enriqueciéndose con los bellezas en todos; en todos hay materia para instruirse. Lo que

pequeños arroyos que encuentra, y llegando finalmente al mar, en especial recomiendo es no ser exclusivo. Ciertos pintores se

torrente potente y majestuoso; es la imagen del talento y del genio; han perdido adoptando solo un a única manera y condenando

nada le cuesta, sigue su pendiente natural. No sucede lo mismo todas las demás. Es preciso estudiarlas todas sin parcialidad;

con las naturalezas inferiores en las cuales todo es préstamo y así se conserva su originalidad porque uno no se pone a la zaga

esfuerzos, semejantes a esos canales cavados con gran cantidad de ningún maestro. El alumno de rodas no es el alumno de

de brazos a través de las montañas y que carecerían de agua si el nadie, y de todas las lecciones que ha recibido, se ha hecho una

río vecino no los alimentara, ríos ficticios, sin gracia y sin vida.» riqueza propia . . . Mientras que ral maestro se dedicó a estudiar

Se ve, por lo que cito al azar, que mi tarea es Fácil: estas imá­ la naturaleza en sus más pequeños detalles, este otro no buscó

genes impresionantes y expresadas de modo tan simple que se n-ds que los efectos pictóricos, las grandes expresiones. Aquellos

36 37
Eughu Delacroix

representaron, pintando la historia, las escenas memorables de


Cuestiones sobre lo bello
la vida antigua; estos pintaron naturalmente y sin esfuerzos

el motivo más banal tal como se presentaba a sus ojos. Unos

pidieron sus inspiraciones a la poesía, otros a la realidad. Paul

Veronese suelta el aire y la luz por todas partes con profusión;

Rembrandt se envuelve en un claroscuro profundo y misterioso.

Aquel es rubio, este vigoroso. Todos son diversos, pero codos están

dentro de la naturaleza. Si las mujeres de Rubens no se parecen

a las del Tiziano y a las de Rafael, es porque los holandeses no

se parecen a los italianos. Hay más: en el mismo país, Tiziano,

Rafael, Paul Veronese difieren entre ellos sobre la forma; es que

cada pintor tenía su gust0, su predilección; cada uno pintó las

mujeres como las amaba, y ninguno se ha equivocado: ha pintado

lo bello que veía.»

Dejaré al lector bajo la impresión de esras líneas tan claras y

sensatas; no me he guardado de acompañarlas con reflexiones;


En presencia de un objeto realmente bello, un instinto secreto
ellas me servirán de conclusión esperando que puedan conducir
nos adviene de su valor y nos fuerz.a a admirarlo a despecho de
a los espíritus a entenderse sobre las cualidades respectivas de los
nuestros prejuicios o de nuestras antipatías. Este acuerdo de las
grandes maestros, y sobre todo en relación a ese famoso bello que
personas de buena fe prueba que si codos los hombres sienten
ha cosrado tamos insomnios a tantos grandes filósofos, mientras
el amor, el odio y todas las pasiones de la misma manera si son
que otros raros hombres lo hallaban sin pensar en ello. . '

embriagados por los mismos placeres o desgarrados por los mis-

mos dolores, ellos son conmovidos de igual modo en presencia

de la belleza, como a su vez se sienten heridos por la visión de

lo feo, es decir de la imperfección.

Y sin embargo sucede que, cuando han tenido el riempo de

reconocerse y de salir de la primera emoción disertando O


plu­

ma en mano, esos admiradores en un momento tan unánimes

ya no se entienden, incluso sobre los principales puntos de su

admiración, los hábitos de escuela, los prejuicios de educación O

38 39
Eugb1e Delaerois Metajlsica y bellaa

de patria reconquistan su parte en el espíritu, y entonces parece Las esc uelas modernas han proscrito todo lo que se aparta de

que cuanto más competentes son los jueces más dispuestos se lo antiguo regular; embelleciendo incluso al Fauno y al Sileno,

muestran a la contradicción; puesro que las personas sin preten­ q uitando arrugas ala vejez, suprimiendo las fealdades inevitables

sión, o son débilmente conmovidas, o se atienen a su admiración y a menudo ca racterísticas que acarrean los accidentes naturales

primera. No contamos en estas diversas categorías a la cohorte y el trabajo en la representación de la forma h umana, han entre­

de envidiosos, a quienes lo bello siempre desespera. g ado ingenuamente la p rueba de que lo bello lo consiste
so para

El sentimiento de lo bello ¿es aquel que nos captura indiferen­ ellas en una serie de recetas. Han po dido enseñar lo bell o como

temente ante la visión de un· cuadro de Rafael o de Rembrandt, se enseña el álgebra, y no solo enseñarlo s ino dar de é l fá ciles

de una escena de Shakespeare o de Corneille, cuando decimos: eje mplos. ¿Q ué más simple, e n efecto, que aquello que se aseme­

«[Qué bello esl» o se limita a la admiración de ciertos tipos más a?


j Ap roximar odas los caracteres a un
r m odelo único, atenuar,

allá de los cuales no hay belleza? En una palabra, el Antinous, bo rrar las diferencias profundas q ue paran
se e n la naturaleza os
l

la \ténus, el Gladiador, y en general los modelos puros que nos t emperamentos y s edades diversas de los hombres, evitar las
la

han transmitido los antiguos, ¿son la regla invariable, el canon expresiones complicadas o los movimientos violentos, capaces de

del que no hay que desviarse so pena de caer en la monstruosi­ perturbar la armonía de los rasgos o de los miembros, ta e l s son

dad, conllevando esos modelos junto a la idea de gracia, de vida en resumen los principios en ayu da de los cuales se iene lo
t bello

propia, la de regularidad? a la mano. Es fácil, por tanto, h acerlo practicar a los a lumnos

Lo antiguo no nos ha transmitido exclusivamente tales cipos. y transmitirlo de generación en generación como un depósito.

El Sileno es bello, el Fauno es bello, incluso el Sócrntes es bello: P ero la sión de las
vi b ellas obras de t odos los tiempos p rueba

ese rostro está lleno de cierra belleza, a pesar de su pequeña nariz q ue lo bello no se encuentra en semejantes condiciones: no se

chata, su boca con gruesos labios y sus pequeños ojos. No brilla, t ransmite ni se con cede como la herencia de un arriendo; es el

es verdad, por la simetda y la bella proporción de los rasgos, pero fruto de una inspiración perseverante que no es m ás que una

está animado por el reflejo del pensamiento y de una elevación serie de pesadas labores; sale de las e ntrañas con dolores y des­

interior. Aún el Sileno, el Fauno y tantas otras figuras de carác­ ga.rros, como rodo lo ue está destinado a
q v ivir; constituye el

ter son piedra en la Antigüedad. Se entenderá f:icilmeme que encanto y el consuelo de los hombres, y no puede ser el f ruro

la piedra, el bronce y el mármol exigen en la expresión de los de una aplicación pasajera o de una tradición banal. Palmas

rasgos cierta sobriedad que se corresponde con la rigidez y con vulgares pueden coronar esfuenos vulgares; un asentimiento

la sequedad cuando se la imita en pintura. Este arte último, que pasajero puede acompañar, durante el transcurso de su éxito,

posee el color, el efecto, que se proxima más a


a la imitación in­ algunas obras alumbradas por el capricho del momento; pero

mediata, dmite detalles más palpitantes, menos


a convencionales, la persecución de la gloria exige otras tentativas: hace falta una

y que se apartarían aún más de la forma severa. obstinada lucha para arrancar una de sus sonrisas; y a ún sería

40 41
E11gffle Delacroix Mnnfoicn y bellaa

claves, nos veríamos quizá contrariados por cierta afectación en


poco: hace falta, para obtenerla, la reunión de miles de dones

y el favor del destino. las poses y en los encajes. Rubens, en cambio, presenta líneas

quebradas y deshilvanadas, telas sin elegancia y lanzadas como


La simple tradición no podría producir una obra que haga

al azar que deslucen sus sublimes y simples caracteres: no es más


a uno exclamar: «[Qué bello!». Un genio salido de la tierra, un

bello por ese lado.


hombre desconocido y privilegiado inverrir:í ese montón de doc­

trinas en uso de todo el mundo y que nada producen. Un Holbein Si se compara La disputa del Santo Sacramento de Rafael con

con su escrupulosa imitación de las arrugas de sus modelos y que el cuadro de Las bodas de Cand de Paul Veronese, se encontrará

en el primero una armonía de líneas, una gracia de invención


cuenta por así decir sus cabellos, un Rembrandr con sus tipos

vulgares, llenos de una expresión tan profunda, esos alemanes y que es un placer tanto para los ojos como para el espíritu. Sin

embargo los movimientos contrastados de las figuras y la gran


esos italianos de las escuelas primitivas con sus figuras magras y

afectación de las formas en general introducen en esta composi­


contorneadas y su completa ignorancia del arte de los antiguos,

destellan de bellezas y de ese ideal que las escuelas van a buscar ción una suerte de frialdad; esos santos y esos doctores parecen

regla en mano. Guiados por una inspiración ingenua, extrayendo no conocerse en absoluto, y cada uno de ellos parece posar para

de la naturaleza que los rodea y de un sentimiento profundo la eternidad. En el festín de Paul Veronese, veo hombres como los

encuentro a mi alrededor, figuras y temperamentos variados, que


la inspiración que la erudición no podría imitar, apasionan

conversan e intercambian ideas, el sanguíneo cerca del bilioso, la


alrededor suyo al pueblo y a los hombres cultivados, expresan

coqueta cerca de la mujer indiferente o distraída, en fin la vida


sentimientos que estaban en todas las almas: han encontrado

naturalmente esa joya inapreciable que una ciencia inútil exige y el movimiento. No hablo del aire, de la luz, ni de los efectos

del color, que son incomparables.


en vano de la experiencia y de los preceptos.

Rubens conoció Iralia y a los antiguos; pero, dominado por ¿Lo bello está de todos modos en esas dos obras? Sí, sin dudas,

pero en sentidos diferentes: no hay grados en lo bello; solo difiere


un instinto superior a cualquier ejemplo, vuelve de las comarcas

donde se engendra la belleza y se conserva flamenco. Encuentra


la manera de excitar el sentimiento de lo bello. El estilo es can

fuerte en los dos pintores, porque consiste en una potente origi­


la belleza del pueblo y de los apóstoles, hombres simples, en

esa Pesca milagrosa donde nos pinta a Cristo diciendo a Simón:


nalidad. Se imirarán ciertos procedimientos para encallar telas y

«Deja ahí rus redes y sígueme; yo te haré pescador de hombres.»


balancear las líneas de una composición, se buscarán los tipos más

puros de la forma sin alcanzar, de ningún modo, el encanto y la


Dudo que el hombre-Dios hubiese dicho eso a aquellos discí­

nobleza de ideas de Rafael. Se copiarán modelos con sus detalles


pulos tan bien pintados a los cuales instruye en Rafael. Sin la

admirable composición, sin esa sabia disposición que coloca a tic naturaleza o búsquedas de efectos apropiados para producir

MI ilusión, sin hallar esa vida, ese calor presente por todas parces
Cristo completamente solo, de un lado, a los apóstoles puestos

juntos en fila frente a él, a San Pedro de rodillas recibiendo las que forma el lazo de este mdgico cuadro de Las bodas de Caná.

42 43
Mr111foicn y belleza
Eug(ne Delacroix

Miguel Angel había visto las estatuas antiguas como nosotros;


Cuando David3 testimoniaba la admiración más viva por el

la historia nos habla del culto que profesaba por esos restos ma­
Cristo en la cruz de Rubens y en general por las pinturas más
ravillosos, y su admiración equivale a la nuestra; sin embargo la
fogosas de este maestro, ,:era a causa de la semejanza de esos

visión y la estima por esos fragmentos no cambiaron en nada su


cuadros con lo antiguo que idolatraba?

vocación y su naturaleza; él no dejó de ser él, y sus invenciones


,:De dónde proviene el encanto de los paisajes flamencos? ¿De

pueden ser admiradas al lado de aquellas del mundo antiguo.


dónde proviene el vigor y el imprevisto de los del inglés Cons­

Se norard que, entre las producciones de un mismo maestro,


table, el padre de nuestra escuela de paisaje, por otra parte tan

no son siempre las más regulares las que se aproximaron más


notable? ¿Qué tienen en corhún con los de Poussin? ¿No afea

a la perfección. Citaré a Beethoven como un ejemplo de esta


un poco los de Claude Lorrain la afectación del estilo en ciertos

particularidad. En su obra entera, que parece no ser más que un


árboles convencionales en primeros planos?

largo grito de dolor, notamos tres fases distintas. En la primera, su


Uno se acuerda de lo que decía Didercr a aquel pintor que le

inspiración se modela sin esfuerzo sobre la tradición mds pura: al


entrega el retrato de su padre, y que, en lugar de representarlo

lado de la imitación de Mazare, que habla la lengua de los dioses,


sencillamente en sus ropas de trabajo (era cuchillero), lo había

sentimos ya respirar, es cierro, esta melancolía, estos impulsos


ataviado con sus trajes más bellos: «Me has hecho a mi padre

apasionados que a veces revelan un fuego interior, como ciertos


de los domingos, y yo queda a mi padre de todos los días.» El

mugidos que se desprenden de los volcanes aún cuando ellos no


pintor de Dideror había hecho como casi codos los pintores,

lanzan ninguna llama; pero a medida que la abundancia de sus


que parecen creer que la naturaleza se equivocó haciendo a los

ideas [o fuerza en cierto modo a crear formas desconocidas, des·


hombres como son; ellos maquillan, endomingan sus figuras: lejos

cuida la corrección y las proporciones rigurosas; al mismo tiempo


de ser hombres de todos los días, ya no son incluso hombres; no

su esfera se agranda, y llega a la mayor fuen.a de su talento. Sé


hay nada bajo sus pelucas rizadas, bajo sus telas arregladas; son

que en la úlrima parre de su obra, los sabios y los conocedores se


máscaras sin espíritu y sin cuerpo.

niegan a seguirlo: en presencia de estas producciones grandiosas


Si el estilo antiguo puso el límite, si solo encontramos en la

y singulares, aún oscuras o destinadas quizá a permanecer así


regularidad absoluta el último término del arte, ¿en qué nivel

por siempre, los arrisras y los hombres de oficio dudan en el


situarán entonces a ese Miguel Angel cuyas concepciones son

juicio que es preciso pronunciar; pero si uno recuerda que las


extrañas, la forma atormentada, los planos exagerados o comple­

obras de su segunda época, encontradas indescifrables al inicio,


tamente falsos y muy superficialmente imitados sobre el natural?

han conquistado el asentimiento general y son vistas como sus


Estarán forzados a decir que es sublime, para dispensarse de

obras maestras, le daré razón incluso contra mi sentimiento, y


concederle la belleza.

creeré, esta vez como muchas otras, que siempre hay que apostar

1
1 favor del genio.
3
Se trata del pintor francés Jacques Louis David. (N. de: T.)

45
44
Eugrnt Dtlacroix Mmrfoicn y brllna

Los críticos jamás se han pucsm de acuerdo sobre las cualidades sus sentidos se verán penetrados de una felicidad secreta, de ese

esenciales que imponen la perfección. AquelJos que hoy estarían deleite del que Poussin hacía el objeto único de la pinrura.

tentados de condenar a Beethoven o Miguel Ángel en nombre de De Piles expone con gravedad, en su famoso Balance de los

la regularidad y de la pureza, los hubieran absuelto y pucsro por pintow4. las diferentes dosis de color, de claroscuro y de dibujo

las nubes en otros tiempos donde criunfuban otros principios. Así, que entran en el talento de cada uno de los artistas célebres.

las escuelas han colocado dichos principios, a veces en el dibujo, No encuentra la perfección en ninguno de ellos, pero habiendo

otras en el color, otras en la expresión, arras, ¿quién lo creería?, observado la cifra de 20 como el punto más elevado, solo da a

en la ausencia de roda color y de toda expresión. Los pintores Rafuel, por ejemplo, 1 8 pumas en dibujo, mientras que concede

ingleses del último siglo y del comienzo de este, escuela eminente 19 a Miguel Ángel. En cambio, los 1izianos y los Rubens, a los

y poco apreciada en nuestro país, los veían sobre todo en. los cuales dispensa con generosidad el color, presentan una laguna

efectos de la sombra y de la luz, así como hoy solo se los quiere


considerable bajo la relación del dibujo: De Piles ofrece en cierto

ver en el contorno, es decir en la ausencia completa del efecto.


modo el activo y el pasivo de los talemos.

Se puede pensar que los grandes anistas de codos los tiempos ¿La divertida química que analiza así a los grandes hombres?

no se detuvieron en rodas estas distinciones. Siendo el color y el


El precioso descubrimiento de aquello que permitiría recom­

dibujo los elementos necesarios de los que tenían que servirse, n.o ponerlos igualmenre según el gusto de la crítica, quitar por

se consagraron en hacer predominar uno o el otro. Es su propia


ejemplo a Miguel Ángel un punto de ese dibujo que Jo sofoca

inclinación la que los condujo de manera inconsciente a poner por su superabundancia, ¡para dolar de ello a ese infortunado

en relieve cienos méritos paniculares. ¿Es razonable pensar que


Rubens que se ahoga en el exceso de su color! ¡Qué pena para el

pueda encontrarse en pintura una obra maestra que no presente filósofo ver el contorno del Corrcggio morir en ese claroscuro del

en cierta medida la reunión de las cualidades esenciales de este


que se envuelve y donde es maestro, mientras que Poussin. que

arce? Cada uno de los grandes pintores se ha servido del color revienta de ciencia del lado de la composición y que podrfa dar

del dibujo que iba según su espíritu, que daba sobre todo a
O de ello a diez pintores, asusta por la penuria de su claroscuro! El

su obra esa cualidad suprema de la que no hablan las escuelas, bueno De Piles parece convencido de que con buena voluntad y

y que no pueden enseñar, la poesía de la forma y la poesía del algunos esfuerzos, cada uno de estos hombres notables hubiese

color. Es sobre este terreno que todos ellos se han encontrado Y rcsrnblecido el equilibrio entre cualidades que aprecia, y habría

a través de todas las escuelas. llegado, según él, mucho más cerca de la verdadera belleza.

Frente a un paisaje matinal, bañado de roda, animado por el La naturaleza ha dado a cada talento un ralism:ín particular,

canto de los pájaros, embellecido por todos los encantos naturales que compararía con esos metales inestimables formados por la

que tocan d corazón, el sabio y el hombre del pueblo no pensardn

ni en la línea ni en el claroscuro: serán igualmente conmovidos,


"Reger de Piles, B11lm1re da peintum, París. 1708. (N. de T.)

46 47
Eugfnr Delacraíx Mrtnjlsirn y hrllrzn

aleación de miles de metales preciosos, y que entregan sonidos digioso brillo ante la tribuna: ¿han satisfecho menos por ello la

encantadores o terribles, según las diversas proporciones de los condición de lo bello, cuando los ha pronunciado, cuando ha

elementos de los que están formados. Son talentos delicados que conmovido y arrastrado no solo a una asamblea, sino también

no pueden sarisfacerse F.í.cilmente: atentos a cautivar el espíritu, a una nación entera? ¿No ha sucedido, por el contrario, que un

se dirigen hacia él por todos los medios de los que dispone el discurso muy estudiado, muy sentido incluso en el silencio del

arte; rehacen cien veces un fragmento, sacrifican la pincelada. gabinete, no encontró en el foro y frenre a miles de oyentes más

la ejecución sabia, que hace resaltar los detalles más o menos, a que una fría aprobación?]al cuadro irreprochable en el taller, ¿ha

la unidad y a la profundidad de la impresión. Eso es Leonardo cumplido siempre, a plena luz en una exposición o situada a la

da Vinci, eso es Tiziano. Hay otros talentos, como Tintoretto, altura necesaria y enmarcada en un lugar especial, la expectativa

mejor aún, como Rubens -y prefiero a este último porque llega de sus admiradores y del público?

más lejos en la expresión-, que son arrastrados por una suerte Es preciso ver lo bello allí donde el artista ha querido po­

de elocuencia que está en la sangre y en la mano. La fuerza de nerlo. No pidan a las vírgenes de Murillo la unción casta, el

ciertos toques, sobre los cuales no se vuelve, da a las obras de estos rímido pudor de las vírgenes de Rafael: alaben, en los rasgos

maestros una animación y un vigor los cuales una ejecución má.s de sus raseros y en sus actitudes el éxtasis divino, la turbiedad

circunspecta no siempre logra. Es preciso comparar sus efectos a triunfante de una criatura mortal elevada hacia esplendores

esas ocurrencias singulares de los oradores quienes, arrastrados desconocidos. Si bien ambos pinrores introducen en estos cua­

por su tema, por el momento, por el auditorio, se elevan a una dros, donde nos muestran a la Virgen en su gloria, algunas de

altura que los sorprende a ellos mismos cuando son de sangre fría. esas figuras de piadosos donatarios o de santos personajes de la

Se ha convenido dar el nombre de improvisación a esos impulsos leyenda, estamos encantados, en Rafael, por su noble simplici­

especiales que encantan al oyente y al propio orador. Se concebirá dad y por la gracia de sus movimientos; en Murillo, admiramos

fácilmente que, en la pintura, no más que en el arte oratorio, este ame todo la expresión de la que están penetrados. Esos monjes,

tipo de improvisación, si se quiere llamarla así, solo produciría esas anacoretas que nos muestra, en el desierto o en sus celdas

efectos vulgares si estos efectos no estuvieran preparados e incu­ posrrados frenre al crucifijo y completamente magullados por

bados, por así decir, de antemano, por un trabajo perseverante, piadosas maceraciones, nos llenan a la vez de un sentimiento

sea sobre el arte en general, sea sobre la materia misma que es el de abnegación y creencia.

objeto del orador o del pintor. Se presume, muy generalmente, ¿Lo bello estaría ausente en composiciones tan penetrantes,

que los efectos de este tipo no soportan el examen como sí lo que nos elevan hacia regiones tan diferentes de lo que nos rodea,

hacen aquellos que producen las obras más pulidas en la forma. 1¡uc nos hacen concebir, en medio de nuestra vida escéptica

Los discursos de Mi rabea u, por ejemplo, no responden, cuando y entregada a pueriles distracciones, la morri6cación de los

se los lee, a la idea que nos dan sus contemporáneos de su pro- srnridos, la potencia del sacrificio y de la contemplación? Y si

48 49
Mrtafisica y brllrzn.
Eugfflr Ddacroix

ha querido pintar, y son hombres que Racine y él han pintado.


realmente lo bello respira en estas obras en un cierro grado,
¿Qué me importa que Burrhus, Nerón y Agripina estén cornadas
¿ganarían lo que les falta a través de una mayor semejanza con
de Tácito? Sucede en un rearro y freme a un auditorio que no se
lo antiguo?
preocupa ni de Tácito ni de Plutarco y quiero verlos con rodos
Se ha preguntado cómo han hecho los anriguos que no tenían
los movimientos de sus pasiones y mezclados en una acción
antiguos. Rembrandr, que estaba casi en el mismo caso, puesto
interesante y poética que me ocupa más que su historia real.
que jamás salió del pantano de Holanda, mostraba sus mastica­
En repetidas ocasiones, se han visro en el teatro raras imita­
dores de colores y decía: «He aquí mis antiguos».
ciones donde se seguía paso a paso a los grandes trágicos; uno se
Se tiene razón al encontrar que la imitación de lo antiguo es
infundía allí de un cierro color de primitiva simplicidad que ya
excelente, pero es porque allí se observan las leyes que rigen eter­
no está en nuestras costumbres y que nos dejaba helados. Algunas
namente rodas las arres, es decir la expresión en la justa medida,

tragedias hechas por salvajes de América no nos habrían sorpren­


lo natural y de manera conjunta la elevación; porque, además,
dido m:ís. Cuando recientemente un autor de mérito quiso poner
los medios prácticos de b ejecución son los m:ís sensatos. los
en escena acciones extraídas de La odisea, perjudicó, a mi modo
más apropiados para producir el efecro. Estos medios pueden
de ver, trabajos muy interesantes, presentados en bellos versos,
ser empleados en otra cosa que en reproducir sin cesar los dio­
con la insólita búsqueda de costumbres cuya idea no tenemos.
ses del Olimpo, que ya no son los nuestros, y los héroes de la
Los porqueros del divino Laertes me han sorprendido más que
antigüedad. Rembrandt, haciendo el retrato de un mendigo en
mreresado; diré otro tanto de las imprecaciones de Ulises y de
harapos, obedecía a las mismas leyes del gusto que Fidias escul­
fclémaco dirigidas a los seguidores de Penélope, y de mil detalles
piendo su Júpiter o su Palas. Los grandes y necesarios principios
de costumbres que pueden picar la curiosidad en una narración
de la unidad y de la variedad, de la proporción y de la expresión
original, pero que, en el teatro, destruyen cualquier acción.
no brillan menos en uno que en el orro; solo que las cualidades
Los antiguos introducían en sus piezas coros que no eran
se encuentran allí en niveles diferentes de excelencia o de infe­
otra cosa que una personificación del pueblo que llegaba a
rioridad, en razón del objeto representado, del temperamento
1,IZOnar sobre la acción que se representaba. En nuestra idea, es
particular del artista y del gusto dominante de su época.
rl espectador quien extrae por sí mismo la moralidad de lo que
Se reprochó a Racine que sus héroes no eran héroes griegos o
ve: solo él tiene que hacer reAexiones que debió producir por sí
romanos: estaría rentado de felicitarlo por esro y, seguramente, él
nusmo, pero rápidamente y sin que esas reAexiones sean de una
no se preocupó por ello. Shakespeare mismo se asemeja mucho
nnurnleza tal de desviarlo de la atención que está obligado a
más a la antigüedad, digan lo que digan los clásicos. Sus caracteres
111C'Jl3r a los diversos acontecimientos de la pieza y al desarrollo
están calcados sobre los de Plutarco: su Coriolano, su Antonio,
1k los caracteres. Los griegos habían adquirido el hábiro de ese
su Cleoparra, su Bruro y tantos otros son los históricos; pero sería
un-dio. que servía como transición y que dejaba presentir la
un mérito pequeño si no fueran auténticos: son hombres que él

51
50
Eugbir Drlacroi,; MnafiJica y bellrza

serie de los acontecimientos. En cambio, se dispensaban muy su predilección estos tipos diferentes de la perfección entre los

frecuentemente de una gran búsqueda sobre los efectos que se cuales los sabios solo ven abismos. Frente a un senado que solo

pueden extraer de la contextura misma de la pieza y del encade­ estuviese compuesto de grandes hombres, las disputas de este tipo

namiento lógico de las escenas, mérito en el cual los modernos no serían largas. Imagino reunidas a estas vivas luces del arce, a

han sobresalido. estos modelos de la gracia o de la fuerz.a, a estos Rafael, a estos

La moda, que sacude los talentos a su antojo y que decide Tizianos, a estos Miguel Ángel, a estos Rubens y sus émulos; los

codo por un poco tiempo, ha agitado siempre esca cuestión de imagino reunidos para clasificar los talentos y distribuir la gloria,

lo bello; su frfvola influencia cree extenderse hasta aquello que no solo para aquellos que han seguido dignamente sus huellas,

es inmutable. Las imágenes de lo bello están en el espíritu de sino para darse entre ellos la justicia que el consemimiemo de

rodas los hombres, y aquellos que nacerán en algunos siglos lo los siglos no les ha negado: se reconocerán muy rápido por una

reconocerán por los mismos signos. Ni la moda ni los libros marca común, por esa potencia de expresar lo bello, pero de

señalan esos signos: una bella acción, una bella obra, responden alcanzarlo cada uno por caminos diferentes.

al instante a una facultad del alma, sin duda a la más noble. Un

cierto grado de cultura puede dar al placer causado por lo bello

algo más delicado, puede develar algunas bellezas confusas para

los ojos poco ejercitados; pero esta cultura, a menudo indiscreta,

puede también falsear el juicio y desviar el sentimiento natural.

¿Qué? Lo bello, esa necesidad y esca pura satisfucción de

nuestra naturaleza, ¿florecería solo en comarcas privilegiadas, y

nos esraría prohibido buscarlo a nuestro alrededor? ¿La belleza

griega sería la única belleza? Aquellos que han dado crédito a

esta blasfemia son los hombres que no deben sentir la belleza

bajo ninguna latitud, y que no llevan en sf mismos este eco in­

terior que se estremece en presencia de lo bello y de lo grande.

No creeré que Dios haya reservado solo a los griegos el producir

eso que nosotros, hombres del Norte, debemos preferir; tanto

peor para los ojos y los oídos que se cierran, y para estos cono­

cimiencos que no quieren conocer, ni en consecuencia admirar.

Esca imposibilidad de admirar es proporcional a la imposibili­

dad de elevarse. A las inteligencias selectas está dado reunir en

52 53
Variaciones de lo bello

¡Eh! ¡Mi hermano!

¡Qué bien est:ís! ¡


T e vi tan bonito!

(... )

¡Qué bien estoy! Como debe estar un oso;

¿Quién te dijo que una forma es más bella que orra?

La Fonraine, Les Compngnon.s d'Ulym

El autor de las reflexiones que vamos a leer se había animado

:
t decir, en un pequeño ensayo quizá olvidado por los lectores,

que lo bello no está circunscrito a una escuela, a una región, a

una época; que no se lo encuenrra exclusivamente en lo amigue,

como algunos lo pretenden, ni exclusivamente en Rafael o en

los pintores que se aproximan a su estilo, según otros. Mucho

t tempo antes de que los griegos hubiesen producido sus obras

umesrras, o que el genio del Renacimiento, genio mirad pagano,

hubiese inspirado al pintor de Urbino, otros hombres, arras

rrvilizaciones habían realizado l


o bello y lo hablan ofrecido a

l.1 admiración.

Los monumenros del antiguo Egipto han pre cedido en varios

•11;los todo lo que nos que da de los griegos, y han sobreviv do i

111 gran parre a obr as de un a i


c v liz i ación m ás rec iente. Uno

55
Eugfflr Delacroix Mrtnfisicn y brllnt1

puede imaginarse, en vista de esas ruinas imponentes, el tributo No nos queda nada de la arquitectura ni de las demás artes de

de admiración que los propios griegos le han pagado, cuando los hebreos, pero no podemos suponer que sus trabajos hayan

notamos todos los préstamos que han tomado de estos tipos sido inferiores a los de estas naciones vecinas, con las cuales

consagrados, tan majestuosos por su masa, y tan finos, ran han tenido relaciones continuas. Los libros santos hablan, en

precisos en sus detalles. términos magníficos, del templo deJerusalem. Habría más que

Recientemente vimos aparecer un arte completamente nuevo, irreverencia en figurarse que el Dios viviente hubiese aceptado

con los preciosos restos que nos han sido traídos de Ninive y verse homenajeado en monumentos de un mérito menor al de

Babilonia, y del que no teníamos idea alguna. Ignoro si son más tantos pueblos enemigos de su pueblo, y consagrados al culto

antiguos que los monumentos del Egipto: queda a los anticua­ de los fu.Isas dioses.

rios y a la historia decidir sobre ello. Pero parece que se ve ya El genio humano es inagotable: si llegamos a épocas más

palpitar allí la vida y una intención de movimiento ignorada o recientes, a la arquitectura árabe, cuyos orígenes han sido poco

quizá proscrita en las obras de los faraones. Nos asombra sobre estudiados, descubrimos nuevas fuentes de interés en un ane

todo la perfección con la cual se presentan las figuras de anima­ que debió prohibirse la representación de la figura del hombre

les; esta exacta representación que se encuentra en todas parres y de los animales. El horror por las imágenes condujo a los ar­

señala inclinaciones especiales en dichas razas e introduce, bajo quitectos musulmanes a la más rica combinación de ornamentos

la relación del arre, una variedad preciosa. geométricos, de donde emergió un sistema completo de una

¿Quién puede decir lo que fue el arte de esos antiguos etiopes elegancia extrema.

y de esos pueblos cuyo nombre incluso ha desaparecido, que No es un capricho del gusto que veamos producirse estilos tan

precedieron a los egipcios, y que les legaron artes cuya perfección diversos. Un viajero francés, M. Texier, que estudió con el mayor

no ha sido quizá igualada? cuidado los orígenes orientales, trazó una especie de mapa de

Se sabe que en las edificaciones egipcias es preciso distinguir varias ( lrecia y de Asia en el cual ubica las grandes masas de caliza, de

épocas: la más antigua es con mucho la más apreciada: es ella la uljcz, de arcilla, de las q uc se servieron los pueblos de esas regiones.

que deriva de estos pueblos iniciadores de los que hablamos. Sé por 1 )cmuestr:1 cómo los griegos, ricos en mármol, dieron a sus cons­

un testigo muy verídico, quien pasó mucho tiempo en las ruinas uucciones algo más de libertad; cómo Frigia tuvo sus escultores en

de Tebas, que la mayor parre de los materiales que se emplearon 1114,l, Capadocia sus grutas; y cómo Egipto imitó de igual modo,

allí habían servido ameriormenre para otras construcciones: a cada w11 sus areniscas y sus granitos, las excavaciones naturales que se

paso se encuentran, sobre fragmentos de piedra que el azar remueve, juodocen en las rocas que forman su Límite sobre el desierto de

huellas de esculturas muy superiores a las que han sido estampadas l 1h1.1. En la Mesopotamia y en los países regados por el Eufrates,

desde entonces y sobre la cara opuesta, por artistas de una época 111� .tljcces dominan, el yeso reviste una construcción liviana y se

más reciente y de un sentimiento muy inferior. I uluc de numerosas esculturas; los africanos se sirven del ladrillo

56 57
l:.ughu Delacroix
Mtrnfoictt y btlkzn

e incluso de la madera de dátil a pesar de su mala naturaleza y en


de belleza de los animales en aquellos sirios donde la naturaleza

ausencia de una madera más dura.


misma los ha colocado.»

¿No es evidente que estas necesidades tan diversas han acarreado


«Los milagros, dice Monraigne, existen según la ignorancia

la diversidad de los caracteres en las obras de los habitan res de estas


en la que estamos respecto de la naturaleza, no según el ser

regiones? El aspecto mismo del hombre cambia según el clima; el


de la naturaleza. El acostumbramiento adormece la visión

de los animales no parece menos variado ni menos singular.


de nuestro juicio. Los salvajes no son para nosotros más

El camello, que parece grotesco a un habitante de París, está


maravillosos de lo que nosotros somos para ellos, ni en más

en su lugar en el desierto: es el anfitrión de esos sitios singulares,


ocasiones, como cada uno confesaría si supiera, después de

tanto que su salud se desploma si se lo transporta a arra lugar;


haberse paseado en esros lejanos ejemplos, recostarse en los

se asocia al desierto por su forma, por su color, por su compor­


propios y cotejarlos razonablemente.»

tamiento. Los orientales lo llaman la nave del desierto: lanzado


Juzgamos de rodo el resto del mundo según aquello que

a través de los océanos de arena, los atraviesa con su marcha


compone nuestro estrecho horizonte: no salimos de nuestros

regular y silenciosa, como el navío que surca las olas del mar.
pequeños hábitos, y a menudo nuestras admiraciones son

(Qué dirían nuestras amables mujeres de esas poesías orientales


tan locas como nuestros desdenes. Juzgamos con una igual

en las cuales se compara los movimientos armoniosos de una


presunción las obras de arre que las obras de la naturaleza. El

novia con la marcha cadenciosa de una camella? La jirafa, que no


hombre de Londres y de París esrd quizá más lejos de tener un

ha obtenido mucho favor en París y que ha parecido un animal


senrimienro exacto de la belleza, que el hombre inculto que

fallido, produce un efecto completamente diferente cuando se lo


habita regiones donde no se conoce nada de las búsquedas de

encuentra en su marco natural, es decir en medio de los bosques


la civilización. Nosotros solo vemos lo bello a través de la ima­

en los que pace las hierbas altas, o en esas inmensas praderas


ginación de los poetas o de los pintores; el salvaje lo encuentra

que recorre con una rapidez proporcional a la longitud de sus


.a cada paso en su vida errante.

piernas. Leo en el diario de un inglés, viajero por África: «Las


Desde luego, concederé sin dificultad que tal hombre renga

jirafas parecen admirablemente destinadas a adornar los bellos


pocos mamemos para dedicar a las impresiones poéticas cuando

bosques que cubren las inmensas planicies del interior. Algunos


s.tbcmos que su ocupación más constante consiste en evitar morir

escrirores han descubierto en estos animales fealdad y una cierra


de hambre. Él lucha sin cesar contra una naturaleza irritada a la

torpeza; por mi parte, las veo como las más bellas de la creación.
L unl disputa su enclenque vida. Sin embargo el sentimiento de la

Nada iguala la gracia y la dignidad de sus movimientos cuando,


.ulmiración puede nacer en corazones a veces afectados frente a

dispersas por aquí y por allá, pacen los brotes más elevados y
rvpccrdculos imponentes, o arrastrados por una suene de poesía

dominan con sus cabezas la cúpula de las acacias en sus planicies


11 \U alcance. El siberiano se asemeja en esta al griego y al ber­

nativas. Solo se puede conocer y apreciar las ventajas o el grado


lwusco. «He visto, dice un cierto mayor Deuham, a un círculo

58
59
l:.ugl111! Delacroix Mnafoica y bel/na

de árabes, el ojo fijo y el oído atento, cambiar simultáneamente bajo nuescrosojos y sin motivo absolutamente necesario: ha pere­

de compostura y estallar de risa; luego, un momento después, cido con las instituciones, cuando debió complacer a vencedores

fundirse en lágrimas y jumar las manos con una expresión de bárbaros, como fueron los romanos, por ejemplo, por relación

dolor o de piedad, mientras uno de ellos contaba una de esas a los griegos. El arcisra sobre codo se corrompió cuando los ciu­

historias interminables o leyendas nacionales que los tienen dadanos perdieron el resorte que llevaba a las grandes acciones,

como encantados .» cuando desapareció la virtud pública, y entiendo por eso no esa

La poesía nace por sí misma en las felices regiones donde los virtud de las ant iguas repúblicas, común a co dos los ciudadanos

hombres tienen pocas necesidades y por consiguiente mucho y que i ncitaba al bien, sino al menos ese respeto simple por la

ocio, sobre todo cuando las costumbres, las instituciones fuvo­ mora.l que obliga al v icio a ocultarse. Es difícil imaginarse a i
F ­

recen el efecto de lo bello. Así ha sido Grecia, donde, por un dias o a A peles bajo el régimen de los horribles ranos del
ti Baj o

acuerdo único, rodas las condiciones parecen haberse encontrado mperio, en medio del envilecimiento de las
I al mas, cuando las

en cieno momento para desarrollar aJlí el sentimiento y el culto. a rres se vuelven de buen g rado c omplacientes de la infamia. E l

Necesariamente había entre los atenienses muchos más jueces reino de los delatores y de los villanos no podría ser el de lo be­

de las bellas arces que en nuestras modernas sociedades. En Roma, llo y aún menos el de lo erdadero. Si esos tesoros inestimables
v

como en Atenas, el mismo hombre era abogado, guerrero, pontí­ pueden todavía encontrarse en al guna parre, será en las virtuosas

fice, edil, inspector de espectáculos públicos, senador, magistrado; protestas de u n Tá cito o de un Séneca; las gracias ligeras, los

cada ciudadano esraba obligado a procurarse la educación que pint ores blandos habrán dejado el sitio a la indignación o a una

conllevaba cada uno de esos estados. Siendo como eran entonces, estoica resignación.

era difícil que semejante hombre fuese un mediocre tasador del La influencia de las costumbres es más efi caz que la del cli­

mérito en una rama cualquiera de los conocimientos. m a. El cielo de Ática ha permanecido igual, y sin embargo no

Entre nosotros, un juez no es más que un juez y solo conoce produce ni a D emóstenes ni a Praxírelcs. Hoy recorreríamos en

a su audiencia; no pidan a un coronel de caballería su opinión vano Grecia y sus islas sin encontrar alü un orador o un escultor.

sobre cuadros o estatuas; como mucho sabe de caballos, y pro­ Ese bello, an difícil
t e hallar,
d es más i
d fíc il aún de fi jar. Sufre

bablemente la.mentará que los de Rubens no se asemejen a los absclurarnente, como los hábitos, omo las ideas, todo tipo de
c

caballos provenzales o ingleses que ve todos los días en su regi­ me am t orfosis. N o digo, y nadie se atrevería a decir q ue pueda

miento o en las carreras. va riar en su esencia, puesro que ya no sería lo bello, solo sería

El arrisca que rrabaja para un público ilustrado, se ruboriza el capricho o la fa ntasía; pero su carácter puede cambiar: tal

por descender a medios cuyo efecto es desaprobado por el gusto. '."pecto de lo bello que sedujo a una lejana civilización, no nos

Este gusto ha desaparecido en los antiguos, no a la manera de una im presiona ni nos gusta como aquel que responde a nuestros

moda que cambia, circunstancia que se produce a cada instante wnurrnenros o, sr se quiere, a nuestros pre1u1c1os. Nunquam

60 61
Mttafoim y bdl=i
Eughu Deiacroix

piezas �onde las pasiones estuviesen marcadas, a grandes rasgos,


in codcm statu pcrmanci', ha dicho del hombre el antiguo Job.
por acciones asombrosas, sin gran complicación, en una intriga
Podremos seguir esas sucesivas diferencias en aquellos mismos
destinada a ser captada por espectadores colocados a dos o tres
que llamamos los antiguos.
tiros de ballesta del actor. Estos actores de una pieza hablaban
Ciertamente, Tito Livio y Horacio se asemejan más a Montes­
con especies de embudos para ser oídos de lejos; las inflexiones
quieu, a La Foncaine o a Boileau que lo que se parecen a Píndaro
de voz hubiesen sido poco apreciadas tanto como los movi­
y a Heródoto. Inspirados por ideas análogas, llegados en uno de
mientos delicados Je la pasión. Hada falta ser comprendido
esos momentos donde la civilización está en su apogeo, diríamos
por el espectador andrajoso sentado sobre su grada de piedra y
que esos genios son de la misma familia y que se dan la mano,
que comfa ajo durante la pieza, así como por el patricio llegado
a través del intervalo de los siglos y de la barbarie.
en jergón e indolentemente ubicado sobre los cojines aportados
A consecuencia de esta analogía se produjo un fenómeno sin­
por sus esclavos.
gular: que nuestros clásicos se han vuelto casi antiguos a su vez.
Nos equivocaríamos mucho si imagináramos que estos hom­
El brillo y la novedad de la literatura en este momento preciso
bres fueron, por todo esto, más ajenos que nosotros a los goces
en que vivimos, pero sobre todo las diferentes fuentes en las que
de una vida elegante: sabemos bien hasta dónde han impulsado
se ha nutrido, su carácter tomado casi enteramente de las litera­
los refinamienros del lujo y de los placeres, comprendidos los
turas del Norte, ha hecho retroceder hacia una lejanía venerable
del espíritu. Pero la sociedad, como nosotros la entendemos, no
las grandes imágenes de estos hombres que ilustraron el siglo
habría tenido significación para ellos: las mujeres solo se metfan
de Luis XIV. Pero, del hecho de que estos grandes genios hayan
en la casa y no aparecían en las asambleas ni en el teatro; con
imitado a la antigüedad sería injusto concluir que no hicieron
mayor razón no subían al trono. Imagínense entonces los que­
más que continuarla. ¡Qué diferencia de fines y de medios en
pdos de Ifigenia o de Anrfgona despachados por una especie de
la tragedia especialmente, y en la comedia! ¿Y podía ser de otro
m;rniquf móvil, montado sobre zancos rapados por una pollera,
modo, considerando solo la representación material de esas obras
y el rostro encapuchado con una máscara cuya expresión era
y los teatros donde tenían que producirse?
ncrnpre la misma; Hécuba con las cejas hacia arriba, la boca
Hacían falta, entre los antiguos, ame espectadores reunidos
,hierra en ángulo para expresar de manera invariable el dolor·
algunas veces en número de veinte mil, en monumentos abier­
l ),tvid, el cómico, con esa risa eterna que acompañaba ese feliz
tos al viento, al sol y a la lluvia, con decorados elementales y
nacimiento durante toda la duración de la pieza, aun cuando
que formaban parre del monumento mismo, hadan falta, digo,
1111hía bastonazos.

Son cierras pendientes en las cuales no es fácil detenerse. Los

I Job 14:2. Qui qoasi flos cgn:ditur el comcritur, ce fugir vdud umbra, et 1,1111:inos habían recibido estos espectáculos, groseros en algunas

nunquam in eodcm naru prrmanrt, (El hombrc . . . casl como la flor. . . huyc
rh MI� parres, pero que se dirigen aún a la imaginación, de los
como la sombra, y nunca puede permanecer en el mismo estado) (N. de T.)

63
62
Eugfflr Delacroix Mrtaftsica y belkzn

griegos; los hallarán insulsos cuando sus costumbres se vuelvan cerca de la naturaleza debieron emplear en sus artes medios me­

atroces; hiw falta entonces, para despabilarlos, verdaderos com­ nos elaborados, y las expresiones de las que se sirven tienen algo

bares, espadas, sangre, leones y elefantes devorándose bajo sus de la rudeza de su naciente civilización; pero uno se equivoca

ojos y arrastrando sobre el polvo a hombres despellejados. cuando busca hacer un mérito de esta misma rudeza; su supuesta

Los griegos de Homero no habían inventado pasatiempos mu­ simplicidad reside en el ropaje que dan al pensamiento, más que

cho más cuidados. No parecen haber pensado aún en componer y en el pensamiento mismo. Este arre maravilloso que cubre el arre

representar piezas de teatro. Sus espectáculos públicos consistían entre los modernos, el de ser claro y al mismo tiempo patético,

en imitaciones de combares que de costumbre degeneraban en apenas se encuentra en las obras primitivas: allí las imágenes

luchas serias y siempre sangrientas. Emre semejantes hombres, gigantescas se mezclan muy a menudo con un oscuro sentido.

los puñetazos eran más apreciados que los rasgos de espíritu: la La Biblia, tan respetable como es, ofrece raras licencias, y solo

simplicidad de las costumbres gustaba de recreaciones simples hablo aquí de la parce que tiene relación con el arre.

como esas. No faltan personas que prefieren a Homero ante todo, y que

Es esta simplicidad más feroz que ingenua la que a distancia lo justifican por sobre codo, aunque solo lo conozcan por haberlo

hace crecer las arres de estas épocas antiguas y la que hizo pensar leído de chatas traducciones. No dejan de extasiarse por esta

que la simplicidad era por sí misma belleza. Escuchemos lo que bella lengua griega y sobre todo por su inimirable armonía, que

dice al respecro un espiritual crítico en un estudio de lo más solo pueden apreciar, como todos nosotros, por haberla oído

interesante sobre los antiguos y sobre Virgilio en particular: «Es pronunciar en francés por profesores de sexto.

un gran punto llegar primero: se roma la delantera incluso sin ¿De cuánto se ha necesitado par:J. que Europa se imagina ra

haberlo elegido; o se puede ser simple incluso sin saber el precio una mañana que la antigüedad iba a ser igualada en los poemas

de la simplicidad . . . Temo que a menudo se tome la ausencia de de un nuevo Homero, recientemente salido y completamente

arte por el colmo del arte mismo. Si el arre, en la sucesión de su formado de los brezos y las rocas de Caledonia? La aparición de

desarrollo y de sus esfuerzos, solo desemboca en producir artistas l.1s supuestas poesías de Ossian fue uno de los grandes aconreci­

siempre menores, se me perdonará tener una profunda compa­ micmos del final del otro siglo. Este Ossian llegaba justamente

sión por épocas que no pueden arregl:irselas con la complicada rn una época de escepticismo, con sus dioses, sus guerreros,

labor del arte; pido que no nos engañemos tanto con una gran 11us heroínas conmovedoras, en fin con un completo mundo de

palabra, la simplicidad, y que entonces queramos hacer de la ummvilla. FJ entusiasmo fue casi general, y se puede admitir que

simplicidad la regla de los tiempos allí donde ya no es posible.» ru esos poemas había con qué justificar una cierra admiración.

Esta simplicidad de la que hablamos aqui es quiz.i más aparente Napoleón mismo, tan buen juez como cualquier otro, no le

que real; a menudo existe mucho énfasis e imágenes ampulosas lll'KÓ su esrima, y los tomó por buenos, sin inquietarse por su

en las obras de estas épocas lejanas; algunos hombres que viven .11111gOcdad en el mundo. Pero cuando se llegó a percibir que el

65
Eugbu Delacroix Mnnfoicn y he/Jan

hijo de Fingal era solo el hijo del escocés Macpherson, y como nudo se encontraba a cada paso, en las calles, en el gimnasio,

había hecho su camino a título de primitivo, se sintió defraudado en los baños públicos. Es así como los antiguos escultores se

y casi burlado; le fue preciso volver a sus nubes y a su oscuridad familiarizaban con los m:is bellos tipos y tomaban in fraganti

de la que indiscreramenre se lo había sacado. Tuvo la suerte de esas actitudes simples y naturales que se buscan vanamente en el

esos sirvientes de comedia que han usurpado los favores de un ralJer y en presencia del modelo. la vida exterior era divinizada

heredero bajo el eraje de lentejuelas de su amo, y al que se hace bajo la forma de esas Venus, de esos Apolos, de esos Hércules.

desaparecer al final de la pieza cuando se descubre d fraude. El cristianismo, por el contrario, llama a la vida hacia adentro:

Esta propia tentativa era cabalmente moderna. Por una reac­ las aspiraciones del alma, el renunciamiento de los sentidos, son

ción completamente natural, se refugiaban en esca fanrasmagoría difíciles de expresar por el mármol y la piedra: el rol de la pintura

de melancolía y nieblas que salen de una época de amaneramien­ es, en cambio, ofrecer roda a su expresión.

to. Este Ossian nubloso ha marcado su paso en la literatura de A la vírgenes de Rafael les hace falca ese ojo púdico y velado,

nuestro tiempo. Este impulso se comunicó de igual modo a las ese rubor casto que la escultura no puede dar; ansiamos en esa

demás artes, y parricularmente a la pintura, que sigue con mayor Pietñ de Miguel Ángel la mirada desesperada de la madre, esa

facilidad las variaciones de la fantasía, y de manera más legítima palidez de la muerte en el cuerpo de su divino hijo, y rambién la

que su hermana, la escultura. La pintura dispone de rodas los preciosa sangre de sus heridas; buscamos incluso alrededor suyo

atractivos del color y de la perspectiva, ignorada por los antiguos; esa cruz, esa sombría Gólgota, esa tumba entreabierta, esos fieles

reúne la precisión y la vaguedad, todo lo que seduce y lo que discípulos. Pero siempre que la escultura intentó presentar con

impresiona. Se puede decir de la pintura, como de la música, un cierto movimiento estas imágenes prohibidas, a causa de su

que es esencialmente un arte moderno. Todos esos recursos que expresión demasiado vehemente, produjo obras monstruosas, más

acabamos de señalar le permiten dirigirse a los semimiencos más próximas al ridículo que a lo sublime. Se puede ver un ejemplo

diversos. En cuanto a la música, parece excesivo señalar en qué marcado de este ridículo y de esca impotencia en el célebre bajo

medida es un arte nuevo y cuán lejos han estado los antiguos de relieve de Alejandro y Diógenes, por Puger, que vimos adornar du­

sospechar sus posibilidades. r.mce tanto tiempo el vestíbulo de Versalles. El artista quiso pintar

En la escultura, por el contrario, parece que los antiguos hi­ (la palabra se me escapa), pintar con su mármol y su cincel, las

cieron codo lo que se puede hacer: produjeron obras perfectas, handeras agitadas, el cielo, las nubes en torno a sus personajes, los

y esas obras son modelos de los que es muy difícil apartarse a cunles están agrupados como en un cuadro y con las actitudes más

causa del rigor de las leyes que fijan los límites del arte. diversas. Parece que quiso hacer escuchar, si el arte pudiese llegar

El paganismo ofrecía al escultor una amplia carrera: el culeo hasta allí, los gritos de la multitud yel ruido de las trompetas: pero

de la forma humana se confundía allí con el de rodas los dioses; lo que su arte tampoco le permitió es llegar a hacer comprender

todo se volvía materia para el estudio en pueblos donde el des- -'111 tema, cuyo interés reside únicamente en la palabra insolente

66 67
Eughie Delacroix Mrtafoica y belleza

dirigida al conquistador Pot el niño de Sinope. Si el gran Puget sentido académico, no ofrece nada de ese arractivo de ejecución

hubiese tenido tanto espíritu como verbo y ciencia, cualidades de que añade tanto encanto a la pintura. El Belisario es un viejo

las que su obra está llena, se hubiese dado cuenta, antes de tomar vulgar; el niño tiene la gracia de su edad, pero no dice nada al

el desbastador, que su tema era el más extraño que la escultura espíritu; incluso en el asombro de ese soldado que contempla a

pudiera escoger; en ese amontonamiento de hombres, de armas, su general reducido a ese estado de sumisión, nada impresiona a

de caballos e incluso de construcciones, olvidó que no podía fuvor de un inforrunio tan grande; ni el fondo, ni los accesorios,

introducir al actor más esencial, ese rayo de sol interceptado por ni el casco tendido en el óbolo, pueden distraer de la insipidez

Alejandro y sin el cual la composición no tiene sentido. que resulta de tanta sequedad.

Este desprecio no tiene que sorprender más que aquel que no­ Gérard busca, por el contrario, para animar su tema, un ca­

tamos en los pintores de nuestros días, que han buscado rivalizar mino completamente opuesto. Ame la aridez de la composición,

con la escultura, abjurando de los medios que son en su totalidad ante esa ausencia de interés que resulta en gran parte de la inuti­

panes virales de su arte. Animada por un motivo loable, el de lidad de los accesorios, es principalmente en un accesorio donde

devolver a la pintura una grandeza y una simplicidad de las que parecer resumir todo el pensamiento de su cuadro; hablo de esa

los pintores del último siglo se habían aparcado cada vez más, serpiente enredada en la pierna del joven guía, el cual, dormido

una escuela completa se ha enamorado de la estatuaria antigua, o expirando de fatiga, descansa en los brazos del ilustre ciego.

no de su espíritu, sino de su propia forma, que literalmente ha Todo en su composición presenta la idea del abandono y de la

hecho pasar al interior de los cuadros. soledad: el héroe bordea un precipicio, y solo descubrimos en el

Esta violencia hecha a la tradición, y me animaría a decir al ciclo los colores siniestros del poniente.

buen sentido, no se manifiesta sin protestas de un cierto vigor Una pintura semejante cumpliría probablemente rodas las

en el seno mismo de esta escuela, por una suerte de revuelta del condiciones para emocionar si la idea evidente de la afectación

sentido moderno contra esta supuesta novedad que realizaba la no se hiciera sentir tamo. La suerte de un ilustre guerrero redu­

singular anomalía de un retorno a aquello más antiguo. Halla­ cido a la condición de mendigo, privado de sus ojos por el tirano

mos un ejemplo de este contraste en dos cuadros fumosos de la nl cual ha prodigado sus servicios, y forzado a apoyarse en un

6 7
época de la que hablamos, el Belisario de David y el de Gérard. pequeño niño, presenta una imagen suficientemente poética e

En la primera de esas obras, concebida como un bajo relieve, interesante. Ella solo podía perder a través de una circunstancia

hay poco para la emoción que uno tiene el derecho de prome­ tan mezquina como la de esa serpiente; critico de igual modo a

terse en un tema semejante. La ejecución, muy acabada en el ese guía desfalleciente sostenido por aquel al que se supone debe

onducir: el inrerés ya no sabe dónde asirse.

Es un poco el defecto del genio moderno demorarse en detalles


6Cf.Jacqucs Louis David, Btlisairt rrrnmnt l'numónl', 1781, Louvre. (N. de T.)

ociosos y volver todo más delicado, incluso en temas terribles.


1 Cf Bacon Francois Gfrard, Bllisairt, 1797, Paul Geny Muscum. (N. de T.)

68 69
M(l{/foica y bella.a
Eughu Delacroix

Nuestro gran Poussin, ese pintor filósofo (y quizá se lo llam6 así tener algo contra él? Rinde homenaje, más allá de que los tenga,

porque daba a la idea un poco más de lo que pide la pintura) ha a aquellos que son o que se han hecho sus jueces; la deferencia

caído frecuenremente en la afectación; su fumoso Diluvio, tan para con el público solo viene después.

admirado por las personas letradas, es una prueba de ello. Esta Lo que se pedirá siempre a todas las escuelas y a través de to­

última familia del género humano que quedó completamenre das las diferencias de fisonomía será tocar el alma y los sentidos,

sola en la inmensa soledad de las aguas y que lucha en una frágil elevar la inteligencia e iluminarla.

embarcación contra la destrucción, esa serpiente (también una Existen sin duda épocas favorables en las que todo parece

serpiente) autora de los males de toda nuestra raza, que se dirige prodigarse a la vez, donde la inteligencia de los jueces llega al

sobre ese promontorio final, todo ello solo da, en verdad, la idea encuentro de las tentativas de los artistas: ¡épocas dichosas, artistas

del diluvio universal a aquel a quien una explicación previa le aún más felices de llegar a su tema y solo encontrar espíritus que

hubiera informado la idea del pintor. Son temas, y ames que los comprenden y sonrisas que los alientan!

ningún otro aquellos que son extraídos del Antiguo Testamen­ Hay otros períodos durante los cuales los hombres, estreme­

to o del Evangelio, que no hay que resumir, ni amplificar, ni cidos por otras pasiones, exigen distracciones menos elevadas,

desnaturalizar. incluso encuentran los placeres solo en ocupaciones áridas para

Lo que nos queda de las obras de los antiguos jamás presenta el espíritu, fecundas solo en resultados materiales; pero final­

esta afectación extraña al arte. Uno puede correr tras las ideas mente los artistas y los poetas pueden todavía dejarse ver de vez

ingeniosas con la ayuda de palabras, pero en las artes mudas en cuando; más temprano o más tarde, cautivan a ese número

como la pintura o la escultura, es un gasto de pura pérdida, extendido o limitado de hombres que necesitan vivir por el

aunque uno se lo permita en vista de lo bello, y prueba más bien espíritu. Aunque haya que atravesar tiempos de esterilidad,

la impotencia del escultor o del pintor para emocionar mediante uno jamás ve agotarse enteramente la fuente de inspiración.

los medios que son de su dominio. liz.iano sobrevivió a Rafael, a quien vio nacer; el reino de los

Hay que hacer justicia a los Aamencos, a los españoles, a los grandes venecianos sucede al de los grandes florentinos. Medio

italianos, que no dejaron traslucir ese defecto en su pintura. Se siglo más tarde, el prodigioso Rubens aparece como un faro que

debe estar agradecido sobre todo a estos últimos, entre los cuales iluminará numerosas y brillantes escuelas, fieles a la tradición y

la literatura raramente ha abusado del espíritu. Es una manía ,in embargo plenas de novedad. Los españoles, los holandeses

completamente francesa que se sostiene sin duda en nuestra in­ nos consuelan del sueño de Italia, esta madre tan fecunda hace

clinación a todo lo que se desprende del habla. El pintor, entre tres siglos, demasiado estéril, ¡ay!, en nuestros días, y que hace

nosotros, pretende agradar al escritor; el hombre que sostiene esperar su despertar.

el pincel es tributario del que sostiene la pluma; quiere hacerse Este es el cuadro de las vicisitudes de lo bello, donde se eleva

comprender por el pensador y por d filósofo. ¿Quién podría rerc viento que transporta de Norte a Sur, de Oriente a Occi-

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70
Eughu Drlacroix
Mnafoim y brli=

dente, el cetro del gusto, ¡el don de gustar y de instruir! ¿Cuál De un hombre se dice, para alabarlo, que es un hombre úni­

es el capricho que hace aparecer un Dante, un Shakespeare? co: ¿no podemos afirmar, sin paradoja, que es esta singularidad,

Este, aún entre los bárbaros anglosajones, similar a una fuente esta personalidad la que nos encanta en un gran poeta y en un

que brota en medio de un desierto, aquel en la mercantil Flo­ gran artista; que esta nueva cara de las cosas revelada por él nos

rencia, doscientos años antes de que sea la antorcha de esa elite


asombra tanto como nos cauriva, y que produce en nuestra

de bellos espíritus. alma la sensación de lo bello, independiememence de las otras

Cada uno de estos hombres se revela de repente y no debe revelaciones de lo bello que se han vuelto el patrimonio de los

nada a aquello que lo precedió ni a aquello que lo rodea: seme­ espíritus de todos los tiempos, y que son consagradas por una

jante a ese dios de la India que se engendró a sí mismo, que es extensa admiración?

a la vez su abuelo y su último retoño. Dame y Shakespeare son

dos Horneros, llegados con todo un mundo propio, en el cual

se mueven libremente y sin precedentes.

¿Quién puede lamentar que en lugar de imitar hayan inven­

tado, que hayan sido ellos mismos, en lugar de recomenzar a

Homero y a Esquilo? Si se puede retomar algo de Virgilio es

que, por respeto a una época sabia donde se tenía el culto casi

exclusivo por todo lo que venía de Grecia, haya buscado, en

demasiados sitios, las formas de La lliada. A nosotros no nos

gusta ni el valiente Gías ni el valiente Cloanres, ni esos héroes

cuya caída estremece el cielo y las montañas, ni todos los lugares

comunes épicos que felizmente no nos han privado de Dido, ni

de las Geórgicas, ni de las Églogas, esas inspiraciones encanta­

doras y melancólicas que no son tomadas ni de Te6crico, ni de

ninguno de los griegos.

Los verdaderos primitivos son los talentos originales: ese La

Ponraine que parece solo imitación y que sin embargo solo

procede de su propio genio. ¿Quién produjo la originalidad de

un Moncaigne, abarrotado de latín y que conocía todo lo que

escribieron los antiguos, de un Racine que sigue a Eurípides paso

a paso, en lo que dice, y quizá en lo que él mismo cree!

72
73
Parte II

IMPRESIONES Y

MEDITACIONES
Realismo e idealismo

La cuesrion del realismo se confunde con la siguiente: hace

falta una realidad aparente. Lo que es estúpido es el realismo

literal. Holbein, en sus retratos, parece la realidad misma, y es

sublime. La mano del hombre con birrete de Rafael es igual.

Pero es el sentimiento del pintor el que imprime ese sello. Se

hallará la prueba de ello en la comparación de estos pintores

nniva, y sin embargo llenos de ideal, con la mayor parre de

[us figuras de David, el cual imira tanto como puede, crnbelle­

«eudc codo, y llegando raramente al ideal. Es imposible llevar

l.1 imitación más lejos que en el cuadro de los Horaciol, por

r¡emplo. La pierna, el pie de Horacio, erc., son casi serviles de

imitación: la intención de embellecer se nora sin embargo en

I
jscques Louis David, ú Srrmrnt dn Homm, 1794, Louvre. (N dt1')

77
Eughu Delacroix Mttafoica y beíitrA

la elección de las formas, y esos brazos, esa pierna, no actúan preconcebida, el desdichado ya solo puede salvarse, hasta llegar

sobre la imaginación. al final, por la imitación exacra de esos detalles, que ocasiona­

¿Sería demasiado aventurado decir que lo que es ideal es ron su mínima inspiración. Sin duda, el modelo es necesario

aquello que se dirige o no hacia la idea imitada? Las formas de y casi indispensable, pero no es más que un esclavo que debe

El antiope9, las figuras de Miguel Angel, y tantos otros fragmen­ obedecer al aspecto de la invención. Uno roma de él algunos

tos sublimes que carecen de imitación literal, hacen pensar en detalles característicos que la imaginación m:is privilegiada o la

elJo. Entre los primitivos maestros de los que hemos hablado, la memoria má.s fid no podrfan reproducir, y que dan una suene

imitación, por el contrario, lejos de perjudicar el efecto sobre la de consagración a la parte imaginada. No hace falra decir que

imaginación, sin duda lo aumenta. ¿Qué es entonces aquello que esta manera de trabajar exige la ciencia más consumada, y que

se dirige hacia el alma sin lo cual no hay pintor ni espectador! para ser sabio en esto hace falta la vida entera.

El yo no sé qué, la misteriosa inspiración que da alma a todo, y Cuando digo que es preciso apropiarse solo de algunos detalles

que encuentra los caminos secretos del alma. del modelo, esto no se debe tomar de una manera demasiado

De allí la necesidad de tomar del modelo solo lo que sirve para estrecha o demasiado absoluta; cada organización da la regla del

explicar, para corroborar la idea. Las formas del modelo, sea un grado de imitación. Esos Holbein, esos Memling, son sublimes

árbol o un hombre, son solo el diccionario donde el artista va a no a pesar de su sorprendente y exacta imitación, sino a causa de

retemplar sus impresiones fugitivas o más bien a darle una suerte ella. Todo depende del espíritu dentro del cual se imita.

de confirmación, puesto que debe tener memoria. Imaginar una

composición es combinar los elementos a partir de objetos que • • •

se conocen, que se han visto, con otros que se mantienen en el

propio interior, en el alma del artista. Muchos de ellos, por el ¡Eh!, maldito realista, ¿querrías tú, por casualidad, produ­

contrario, componen con el modelo bajo los ojos, sustraen, quizá irme una ilusión, tal que yo me imagine asistir en realidad al

suprimen, o añaden, pero siempre parren de ese objeto extraño espectáculo que pretendes ofrecerme? Es de la cruel realidad de

a ellos mismos, el modelo exterior. Entonces están dominados los objetos de lo que huyo, cuando me refugio en la esfera de

siempre por el ascendiente de esta naturaleza viva que solo tie­ las creaciones del arte. ¿Qué me importan rus personajes ver­

ne que mostrarse para parecer seductora, incluso sin elección dnderos, que encuentro en la calle sin el esfuerzo de hojear tu

y sin vínculo con otra cosa. Esra manera de proceder explica libro? AJ menos soy dueño de desviar la vista de allí, cuando los

la asombrosa sequedad de ciertas concepciones. En estas obras rncuenrro bajo mis pasos, mientras tú, tú me hacer ver roda la

donde el artista comenzó por un detalle sin relación con su idea lllllSre y toda la miseria.

Existe un pintor alemán, llamado Demer, que se esforz.ó por

rrflejar en sus retratos los pequeños detalles de la piel y de: los


� Antonio Allcgri da Corrcggio, Giow t Antiopt, 1523, Louvre. (N. de T.)

78
Eugh,e Delacroíx
Mrtafoica y belleui

pelos de la barba; sus obras son buscadas y tienen sus fanáticos.


ese interés sin el cual no es nada que pueda agradar, aún cuando

Realmente son mediocres y no producen en absoluto el efecto de


se limitara a reproducir los objetos tales como parecen ser, está

la naturaleza. Quizá se objete que es porque carecía de genio, pero


obligado a introducir allí, voluntariamente o no, una especie de

el genio mismo no es más que el don de generalizar y seleccionar.


acompañamiento de la idea principal, y solo ese acompañamien­

La historia misma está infestada de esta pasión moderna de


to es, respecto del alma, como un introductor del placer que se

hilar fino sobre todo; el historiador quiere dar a conocer todo de supone que los objetos deben causar.

su tema y de su héroe. Pretende, a través del velo de los siglos,

resucitar hombres en carne y· hueso. Conoce su pensamiento • * •

como su carácter, quiere profundizar en lo que han dicho o han

hecho en las circunstancias más indiferentes. En esto es más


Hasra el realista más obstinado está forzado a emplear, para

novelesco que los antiguos, quienes pintan a grandes rasgos y


reflejar la naturaleza, ciertas convenciones de composición o

que prestan solemnes discursos a sus personajes. de ejecución. Si se trata de la composición, no puede romar un

fragmento aislado o incluso una colección de fragmentos para

• • •
hacer de ellos un cuadro. Es preciso circunscribir la idea para que

la mente del espectador no Roce sobre un todo necesariamente

El fin del artista no es reproducir con exactitud los objetos: se


recortado; sin eso no habría arte. Cuando un fotógrafo roma una

vería detenido muy pronto por la imposibilidad de hacerlo. Hay


vista, ustedes jamás ven más que una pequeña parte recortada de

efectos muy comunes que escaparían enteramente a la pintura y


un todo; el borde del cuadro es tan interesante como el centro;

que solo pueden traducirse mediante equivalentes: hay que llegar


solo pueden suponer un conjunto del que no ven más que una

al espíritu, y los equivalentes bastan para eso. Ante todo, es pre­


porción que parece escogida al azar. Lo accesorio es tan funda­

ciso interesar. Frente al fragmento de naturaleza más interesante,


mental como Jo principal; las más de las veces se presenta primero

¿quién puede asegurar que recibimos placer únicamente a través


y ofusca la visión. Se deben hacer más concesiones a la invalidez

de lo que ven nuestros ojos? El aspecto de un paisaje nos gusta de la reproducción en una obra fotografiada que en una obra de

no solo por su propio encamo, sino por mil rasgos particulares


imaginación. Las fotografías que más captan son aquellas donde

que llevan a la imaginación más allá de esa visión misma. El


l.1 propia imperfección del procedimiento, por reflejar de manera

recuerdo relaciona el placer que siento frente a un espectáculo


ubsolura, deja ciertas lagunas, cienos descansos para el ojo que

natural con sentimientos análogos que he sentido en otra parce;


IC" permiten fijarse solo en un pequeño número de objetos. Si el

algunas veces, adquiere todo su valor solo por el contraste, que


ojo tuviera la perfección de un vidrio de aumento, la fotografía

forma su encanto particular, con una situación desagradable en


"rrfa insoportable: veríamos todas las hojas de un árbol, todas las

la cual me encontraba ames. Aquel que pretende dar a un cuadro


1rjas de un techo, y sobre esas tejas los musgos, los insectos, ere.

80
HI
Eughu Delacroix Mn11fisica y btllaa

¡Y qué decir de los aspectos chocan ces que entrega la perspectiva Del arte antiguo y del arte moderno. No podemos rep etir lo

real, defectos menos chocantes quizá en el paisaje, donde las s uficiente q ue las reglas de lo bello son eternas, i nmutables y que

partes que se presentan adelante pueden ser agrandadas, incluso sus formas son va riables. ¿Quién de cide sobre es as reglas y sobre

de forma desmesurada, sin que el espectador se vea tan dañado esas formas versas, que parecen
di p e l garse a esas reglas, aunque

como cuando se erara de figuras humanas! El obstinado realista con una fisonomía d iferente? Solo e l gusto, tan raro quizá como

corregirá entonces en un cuadro esta inflexible perspectiva que lo bello; el gusto que permite ad ivinar lo bello allí d onde está

falsea la visión de los objetos a fuerza de justeza. Y permite que lo hallen los grand es a rtistas, que poseen el don

Frente a la naturaleza misma es nuestra imaginación la que hace de inve ntar.

el cuadro: no vemos ni las briznas de hierba en un paisaje, ni los El gusto por lo arcaico es pernic oso i ; es él quien co nvence

accidentes de la piel en un bonico rostro. Nuestro o oj , en a feliz


l a mil artistas de que se puede rep roducir una forma agorada o

impotencia de percibir esos in finitos detalles, solo logra q ue nu estro sin relación con nuestras costumbres actuales. Es imperdona­

espíritu perciba lo q ue hace falta percibir; este último ha ce todavía, ble buscar lo bello a la manera de Rafael o de l Dante. Si f uera

a n uestra esp alda, un trabajo pa rticular: no to mar en cuenca todo posible q ue v olviesen al mundo, ni uno ni el otro presentarían

Jo que e l ojo le presenta; relaciona aquello que ex perimenta con los mismos caracteres en su talent o. En uno se ha imitado, en

otras impresiones a nteriores, y su goce de pende de su d isposición nuestros d as,í una suene de ingenuidad a ustera, en el otr o, esas

presente. Esto es tan cie rto que la misma visió n n o pr oduce el impresiones si mples del fresco, donde se presc nde d i el efecto y del

m sm i o e fecto caparado bajo pu ntos de v si ta diferentes. color. No esta mos a utorizados a remedar la forma prim itiva del

Aquello que cons tituye la in ferioridad de la literatura moderna Dame, l uego de Ariosto, luego de Milton, lue go de los grandes

es la pretensión de reAejar todo; el c onjunto des aparece ahogado escritores franceses. Retornar a la austerid ad d el fresco lu ego de

en los de talles y el aburrimiento s


e su consecuencia. En cierras Rubens y el Ttz.iano es solo una infantilada. Libres aq uellos que

no velas, como las de Cooper, por j


e em plo, hace falca leer todo rmiran hoy el est ilo de Rafael de creerse Rafael. Lo que se puede

un volumen de conversación y de descripción pa ra h allar un re medar es la invención y la v ariedad de los caracteres . Lo que

mom ento i nteresante; este de fecto daña i


s ngul armente las obras solo un ho mbre inspirado puede hacer es marcar con s u e stilo

de Walter Scott, y v uelve mu y difícil leer as l ; por eso el espíritu panicular sus in spiradas obras.

se pasea languideciendo en med io de esta monotonía y este va ­

do d onde el a utor parece complacerse habl ándose a s í mismo. ' . .

Dichosa l a pint ura que solo exige un vistazo p ara at raer y para

fijar la at ención. Quien dice un arte dice una poesía. No hay arre i
s n un fin poético

El placer que causa un cuadro es un placer completament e

. . ' 1lifrrente al de una obra lit eraria .

82 83
Eughu Delacroix Metafoicn y be/kz.a

Hay un tipo de emoción que es completamente específico de potencia creadora cuya fuente es indefinible. Datos llenos de

la pintura; nada en lo demás ofrece una idea de ello. Hay una dicha se han perdido en manos de presuntuosos cuya inhábil

impresión que resulta de semejante acuerdo de colores, luces, naturaleza solo capta un rincón de su propia invención. Una pie-La

sombras, etcétera. Es lo que llamaríamos la música del cuadro. comienza: los personajes se colocan bien, la acción marcha con

Incluso anees de saber lo que este representa. Entran en una naturalidad, el espectador siente abrirse las fuentes de la piedad

catedral, y se encuentran situados a una distancia muy grande o del terror, luego roda eso se desbarajusta y acaba en humo.

del cuadro como para saber lo que representa, y a menudo son . . . Me preguntarán ustedes si este conjunto tan raro debe

tomados por este mágico acorde; solo las líneas tienen algunas surgir de una gran abundancia de despliegue o de una enérgica

veces ese poder por su grandiosidad. Aquí reside la verdadera su­ concisión que no permita a la imaginación Aocar en demasiados

perioridad de la pi mura sobre otro arte, puesro que esta emoción detalles. Ni lo uno ni lo otro. Shakespeare nos fija a menudo a

se dirige a la parte más íntima del alma. Remueve sentimientos través de su charloreo en medio de la pieza, pero el personaje

que las palabras solo pueden expresar de una manera vaga, y de es aún él. Volraire, en sus novelas, solo da una pincelada, pero

cal forma que cada uno, según su genio particular, los comprende con ella pinta roda el hombre. La descripción de la tempestad

a su manera, mientras que los pintores los transportan realmente de Cándido, etcétera.

hacia ellos. La pintura, como una potencia maga, los toma sobre Los poéticos, los crfricos, pretenden siempre en las obras de

sus alas y los lleva hacia delante. Añade a aquello que sería el los grandes maestros atribuir a la perfección de algunas cualida­

espectáculo de la naturaleza ese clcmenro que verifica y elige el des secundarias aquello que es el efecto de esta facultad única.

alma del pintor, su estilo particular. Alaban el dibujo de Rafael, el colorido de Rubens, el claroscuro

Lo que caracteriza en verdad al gran poeta, al gran pintor, en de Rernbrandr. ¡No, mil veces no, no es esa la verdad!

fin a cualquier gran arrisca, no es solo la invención de un ripo ¿Cómo es que muchos compositores patéticos por la disposi­

impactante de pensamiento, es su realización, su personificación dón y la invención de las figuras, son académicos por la frialdad

a través del Banco más enérgico. Es esca potencia de imaginación de los accesorios?

la que concentra rodas los caracteres en una concepción, que la

hace existir realmente y la emplaza como una criatura completa. • • •

La grandeza de los maestros del arte no consiste en la ausencia

de fallas, solo que sus fullas o más bien sus olvidos son distimos Al separar lo bello de lo útil, Kant prueba claramente que no

que los del común de los artistas. Uno de estos últimos concebirá t •t.f en absoluto en la naturaleza de las artes dar lecciones. Sin

un carácter bastante impactante, pero habrá en su desarrollo algo r l uda . todo lo que es bello debe hacer nacer semimienros genero­

de artificial que le quitará la vida. La ejecución más cuidada en "''• y esos sentimientos excitan la virtud; pero desde el momcmo

los detalles no ofrecerá esa unidad que resulta de esa no sé qué 1111 que tenemos por objeto poner en evidencia un precepto dr

84
Euglnt Dtlacroix
Mttnfoica y btlkw

moral, la libre impresión que producen las obras maestras del arte
un resultado ú r i l : es más bien porque tienem menos imaginación

necesariamente se destruye; pues el fin, cualquiera sea, cuando es


y porque transportan el hábiro dentro de la literatura que hacen

conocido, limita y perturba la imaginación. Se pretende que Luis


tender sus asuntos hacia un fin. Los acontecimientos, rales como

XIV dijo a un predicador que había dirigido su sermón contra existen en la realidad, no son calculados como una ficción cuyo

él: «Quiero hacerme partícipe; pero no quiero que me lo hagan.»


desenlace es moral. La vida misma es concebida de una manera

Se podría aplicar estas palabras a las bellas artes en general: ellas


completamente poética; puesto que, de costumbre, no es porque

deben elevar el alma, y no adoctrinarla.


el culpable sea castigado y el hombre virtuoso recompensado que

La naturaleza despliega sus magnificencias a menudo sin fin, a


ella produce sobre nosorros una impresión moral, sino porque

menudo con un lujo que los partidarios de la utilidad llamarían


despliega en nuestro corazón la indignación contra el culpable

derrochador. Parece deleitarse en dar más esplendor a las flores, y el entusiasmo por el hombre virtuoso.

a los árboles de los bosques, que a los vegetales que sirven de


Los alemanes no consideran, así como por lo general se hace,

alimento al hombre. Si lo útil fuera el primer rango en la natu­


a la imiracién de la naturaleza como el principal objeto del arte;

raleza, ¿no revestiría con más encantos a las plantas nutritivas


es la belleza ideal aquello que les parece el principio de todas

que a las rosas que no son más que bellas?¿ Y de dónde provie�e
las obras maestras, y su teoría está, respecto a esto, en completo

sin embargo el hecho de que, para hablar de los altares de la di­


acuerdo con su filosofía. La impresión que recibimos de las be·

vinidad, se buscarían más bs inútiles flores que las producciones


Has artes no tiene la menor relación con el placer que nos hace

necesarias? ¿De dónde proviene el hecho de que aquello que


sentir una imitación cualquiera. El hombre tiene en su alma

sirve al mantenimiento de nuestra vida tenga menos dignidad


scntimienros innatos, que los objetos reales no satisfarán jamás,

que las bellezas sin fin? Es que lo bello nos llama a una existencia
y es a dichos sentimientos que la imaginación del pintor o del

inmortal y divina cuyo recuerdo y respeto viven simultáneamente


poeta sabe dar una forma y una vida. ¿Qué imita la primera de

en nuestro corazón. lns artes, la música?

No es ciertamente por desconocer el valor moral de aquello

que es útil que Kant lo ha separado de lo bello; es para fundar la


' . '
admiración de cualquier género en un desinterés absoluto; es para

dar preferencia a los sentimientos que vuelven el vicio imposible


¿Lo sublime es una casaca que uno se pone? El pintor que

por sobre las lecciones que sirven para corregirlo.


hnce temas estrepitosos, ¿ya tiene, a causa de ese género que

Raramente las fábulas mitológicas de los antiguos fueron


ha preferido, un mérito mayor que aquel que solo pinta esce­

dirigidas en el sentido de las exhortaciones de moral o de los


IHlS campestres? ¿Y el pintor d e los tiempos del Imperio, por

ejemplos edificantes; y no es en absoluto porque los modernos •


r1cm p 1o'
....

valgan más que ellos que busquen a menudo dar a sus ficciones

86
8/
Eug(nr Drlacroix
Mm,fisica y btlkza

Seguimos siendo fanfarrones con pretensión de volvernos más q�e desperdicia su ralento en mil producciones imperfectas, y el

naturales. Los románticos modernos en literatura han descendido pmror que, aunque organizado para producir muchas, provisto

hasta la trivialidad, y no dejaron de ser ampulosos. por la naturaleza de una facilidad casi siempre mayor que la de

sus rivales, desconfía de esa. facilidad, duda entre una multitud

¡Qué humano es Rubens! El cristo en la rumba es un hombre. de ideas, renueva sobre cada tela la fábula de Penélope, y se deja

Esos apóstoles, son groseros pecadores y siempre hombres. Cen­ arrancar una obra antes que declararla terminada: abuso de una

sores ignorantes, personas que vienen de Italia, gente de mala f


e cualidad admirable, que ha perdido a más pintores de lo que se

o de poco sentimiento, no clamen por lo innoble, por la villanía. cree, que impide, como lo he dicho en orra parte, que Leonardo se

haya colocado a la cabeza de todos los pintores, y que, en nuestros

¿Dónde se encuentra lo sublime? ¿Solo florece en ciertas la­ días, ha llevado a la locura de Girodet. Ahora bien, solo se hace

ticudes? Hablen a las personas que han estado en Italia de otro escuela ofreciendo por modelos grandes y numerosas obras. En

sublime que aquel; los verán encogerse de hombros con piedad; las condiciones tan desfavorables de nuestro clima y de nuestras

hablarán incluso de valacos y de hombres del Norte. Y al hablar �ostumbres, el maestro que solo puede mostrar un despliegue

de ello, preguntaré como hacía Sterne a aquellos que estuvieron mcomplero de su estilo solo ejerce una influencia imperfecta.

en Italia: «Tal viaje ¿ofrece esos privilegios?».

E1 letargo de Italia proviene de la ausencia de hombres eminen­

tes, conrrariamenre a la doctrina saint-simoniana que atribuye

toda la influencia a la época .

• • •

Esta esterilidad no es solo una desdicha para el arte, es una

mancha al talento de un artista. ¿Qué importa, se me dirá, que

las obras de M. logres sean escasas, si cada una de ellas, con­

sideradas de forma aislada, sigue siendo digna de admiración?

Ciertamente sí, si los cuadros fueran más perfectos cuanto menos

numerosos. Pero lejos de eso; toda producción de un hombre

que no es abundante lleva necesariamente el sello de la fatiga,

Nos encontramos aquí, como siempre, sobre un límite, yde cada

lado está el abismo, entre el pintor que se comenta a medias,

88

"''
Sobre la pintura

Es preciso atribuir al fresco el gran estilo de las escuelas italia­

nas. El pintor reemplaza la ausencia de los detalles por el ideal.

Le es preciso saber mucho y animarse aún más. Solo el fresco

podía llevar a la exageración del Primatice y del Parmesano, en

una época en que la pintura, saliendo de su infancia, debía ser

todavía úmida. Creo, por lo demás, que a no ser que se erare de

una organización muy rara y variada, es casi imposible triunfar

igualmente en un género y el otro. No puedo imaginarme lo

i1ue hubiesen sido los frescos de Rubens; y los cuadros al óleo de

R:afuel se resienten por esta duda que debió sentir en introducir

JIU dcrallcs que el fresco no conlleva, que incluso prohíbe.

• • •

'"
Euglnr Delacroix Mrtafoica y lxllrzn

Contraste de las líneas. En cualquier objeto, lo primero que siempre bochornoso. Ejemplo: Tienen que dibujar un caba11o

se debe captar para reflejarlo a través del dibujo es el contraste selecto, si se dejan llevar por los detalles, vuesrro contorno jamás

de las líneas principales, antes de posar el lápiz sobre el papel, habrá retrocedido lo suficiente.

preocuparse de ello. En Girodet, por ejemplo, esto resulta bien

en parce de su obra, porque a fuerza de estar rendido sobre el • • •

modelo, ha atrapado a diestra o siniestra algo de su gracia, pero

eso resulta como por azar. No reconocía el principio al aplicarlo. Se podría oncentrar el paisaje
c meciendo r tono local solo
po

**� me parece el único en haberlo comprendido y ejecutado; el tono mate del tono rransparenre. Siempre considerando su

allí está rodo el secreto de su dibujo; lo m:ís difícil es aplicarlo decrecimiento a m edida de su distanciamiento en el cuadro,

como lo hace él a1 cuerpo entero. logres lo encontró en los detalles tocar luego el tono mare por encima. El boceto ya endría de
t

de las manos y sin artificios que ayudaran a1 ojo; sería imposible ste
e m odo una perspectiva aérea bien establecida puesto que son

lograr eso por procedimientos tales como prolongar una línea y los tonos transparentes y reflejos más o enos pronunciados los
m

dibujar con f recuencia al v idrio. T odos los dem:ís p nt i ores, sin que hacen venir acia delante. En rodo tipo de cuadros, sobre
h

exceptuar a Mig uel Áng el y a Rafa el, han dibujado por instinto, todo en los paños, habría que merer los tonos reflejos y rrans­

por f ogosidad, y ha llaron la g racia a fu erza de obsesionarse con parences lo más adelante posible. He isto en alguna parte que
v

la naturaleza, pero no conocían el secreto de la justeza del ojo. Rubens usaba este artificio, bueno sobre todo en la pintura de

En el momento de la ejecución no hay q ue entumecerse en decoración, y recurso inocente para exagerar el efecto. En los

el estudio con m edidas, aplomos, etcétera. Ha ce fa ca l mucho paisajes, los toques m ates en los árboles próximos a l ojo parecen

tiempo para t ener esa justeza que, en presencia de la naturaleza, mucho más raros; por el contrario, en los árboles alejados, los

ayuda rá por sí mism a a [a impetuosa n ecesidad de reflejarla - tonos transparentes se difuminan y d esaparecen.

Wilkiew también t e i ne el secreto- en su posición indispensable.

Cuan do, po r emplo, hemos hecho conjuntos con este


ej cono­
. . '

ci miento d e causa, de t al modo que conocemos, por así decir,

la s lín eas de m emoria, podríamos en cierto modo reproducirla Del color, de la sombra y de los reflejos. La ley del verde para el

g eométricamente sobre el cuadro. reflejo y del borde de sombra o de la sombra proyectada, que

obre todo para los retratos de mujer, es necesario


S omenzar
c he descubierto con an terioridad en la ropa, se extiende a todo

por la gracia del conjunto. Si omienzan por


c los detalles, cr4
s L0111o los tres colores mixtos se encuentran en todo. Yo c reía que

rnaban solo en algunos objetos.

Sobre el mar es también evidente. Las sombras proyectadas


i
n Se trata del pintor inglés David Wilkie, a quien Delacroix conoció rn

rvldencemence ioletas y los reflejos siempre verdes.


v
1825. (N. dcT)

92 93
Eughu Ddacroix
Mrtafoica y bel/a:.¡

Aquí se vuelve a encontrar esta ley de que la nacuraleza procede del viol eta, dos tonos en os
l cuales ent ran el a marillo y el azul

siempre así. Del mismo modo que un plano es un compuesto de qu e dan a l uz el erde.
v

pequeños planos. y una ola de pequeñas olas. la luz se modi,fica � El to no v erdadero o el menos descompuesto en la carne debe

se descompone sobre los objetos de la misma manera. La mas evi­ se r el que lin da on el
c brill o, como en las t elas d e seda, los caba­

dente ley de descomposición es la que me impresionó la primera os, etc.


ll Com o a
l rne es un objero
ca r elativamente muy mate,

vez como siendo la m:is general, sobre el brillo de los objetos. Es se p roduce el mismo efecto que observaba hace n momento
u en

en este cipo de objetos que más he norado la presencia de los rres los objeros il uminados por el sol, donde los conrras res son más

tonos reunidos: en una coraza, en un diamante, etcétera. Luego aparentes; del mismo m odo es en los satenes, tc.
e

encontramos objetos, como las telas, la ropa, cienos efectos de Un día intuí que la ropa tiene siempre reflejos verdes y

paisaje, y a la abeza el mar, donde


c esre efecto es muy mar�do. so mbra violeta.

N o tardé en darm e c uenta de que en la car ne esta presencia es Me di cuenca de que el mar está en l a misma situación, on
c

sorp rendente. F inalmente, he llegado a convencerme de que no esta diferencia, que el reflejo es fuertemente modificado por el

existe nada sin estos tr es conos. En efecto, c uando encuentro gran .rol que juega el cielo, puesto que, por la sombra proyectada,

qu e la ropa ti ene la sombra v ioleta y el reflejo v erde, ¿h e dicho es evidenremenn ioleta.


v

q ue so lo presentaba eso s dos to nos? ¿N o está allí fon.osa�entc


Es p robable que encuentre que esca ley se aplica a codo. La

el ana ranjado, puesto que en el v erde se encuentra el amarillo Y


sombra p royectada sobre la tierra, sea lo q ue sea, es violeta; los

en el vi oleta se encuentra el rojo? decoradores no fallan en esto, en el tono gris, tierra de cassel, etc.

Hacer m:is pr ofunda la ley que, en las celas con b rillo, co mo :eo desde m i ventana a sombra de las personas
l q ue pasan

el sa tén sobre co do, coloca el v erdadero to no del objeto al ado


l
bajo el sol, sobre la arena que está en el p uerco; la arena de

d e ese brillo, en el p elaje de los ca ballos, etc. esre terreno es por sí misma v ioleta, pero dorada por el sol;

Not o la p ared de ladrillos muy rojos que es át en la cal lecita en la sombra de estos personajes es tan v ioleta como amarillo se

sentido c ontrario. La part e iluminada po r el so l es rojo an aranja­ vuelve el terreno.

do, la sombra muy v ioleta, rojo ca staño, cierra de cassel y blanco . ¿Habría temeridad en decir que en eno aire, y sobre todo en
pl

Pa ar los c arl os, es reciso hacer la sombra no reflejada


·p re a­l defecto que rengo ajo los
b ojo s, el reflejo debe ser producido por

tivam ente violeta, y reflejar con to nos relativamente verdosos.


ese terreno que es dorado, siendo iluminado por el sol, es decir

V o e la b andera r oja q ue está fr ente a mi ventana; la sombra


11marilJ�, y por el c ielo que es azul, y que sos dos tonos producen
e

me pa rece ef ectivamente v ioleta y mate; la transparencia pare« uecesanamenre un tono verde? Hemos v isto evidentemente esos

a naranjada, p ero ¿có mo, n o s e encuentra el erde?


v E n primer diversos efectos pronunciarse de modo más manifiesto, y c;a,.i

lugar a ca usa de la necesidad pa ra el rojo de ener sombras


t ver
I rudam�me, c on el sol; pero, cuando estos efecros desaparecen,

des, p ero sobre cod o a causa de esta p resencia del anaranjado 'I Lis relaciones deben ser las mismas. Si el terreno parece 111r11u,

94
Ei,gme Delacroix Metnfoicn J be/1.rza

dorado por la ausencia del sol, el reflejo parecerá menos verde, La pintura solo tiene un momento; ¿pero no hay en un cuadro

en una palabra menos vivo. tamos momenros como detalles y, por así decir, fases? ¿CuáJ es el

Hice toda mi vida ropa de tono bastante verdadero. Descubro fin más deseable del literato? Es producir al final de su obra esa

un día, mediante un ejemplo evidente, que la sombra es violeta unidad de impresión que el cuadro ofrece rodo a la vez.

y el reflejo verde.

He aquí documentos de los que un sabio quizá podría estar Lo pictórico impone sacrificios contra b. naturaleza o la ex­

orgulloso: yo lo estoy más de haber hecho cuadros de un buen presión, así como en poesía se sacrifica la armonía.

color, antes de haberme dado cuenta de estas leyes.

Un sabio sin duda haJlaría que Miguel Ángel, por no haber AJ poeta le es difícil entrar en su obra; le es casi ran difícil como

conocido las leyes del dibujo, y que Rubens por haber ignorado salir de ella. La rima lo persigue fuera de su gabinete, lo espera

las del color, son artistas secundarios. en el linde del bosque, es un amo que lo domina. El cuadro,

por el contrario, es un amigo seguro aJ cual uno ofrece de vez. en

• • • cuando un pensamiento, y no un tirano que nos tiene del cuello

y del que no podemos liberarnos.

Pensamientos diversos sobre la pintura. - Experimento, y sin

duda todas las personas sensibles experimentan que en presencia Vemos malos generales ganar batallas; la suene riene rama y

de un cuadro bello, sentimos la necesidad de ir más lejos que él y más parre allí que el talento. Jam:.ís vemos malos artistas hacer

pensar en la impresión que ha hecho nacer. Se hace entonces el bellas obras. En la guerra, como en los juegos de azar, el saber­

trabajo inverso aJ del literato: repaso el cuadro detalle por detalle, hacer corrige la fortuna o acude en su ayuda. Se habla de los

en mi memoria, y si hago por escrito su descripción, podría em­ azares del calemo; en las arres los arriscas tienen ideas felices,

plear veinte páginas en la descripción de aquello que sin embargo pero solo los buenos.

habría abrazado por enrero en algunos instantes. ¿No sería el

poema, en cambio, un cuadro del que se me muestra cada parte, Aunque trabaje con la mano, el pimor no es un cirujano, no

una tras otra, cual un velo que se levanra de manera sucesiva? es en su destreza en lo que consiste su mérito.

la pintura es un arre modesto, es preciso ir hacia él, y se va sin No se puede negar sin embargo que haya remas portadores

esfuerzo; basca para ello un vistazo. El libro no es así; ante todo del énfasis, por ejemplo, la oración fúnebre, la pintura monu­

es preciso comprarlo, luego leerlo, página por p:.ígina, ¿oyen bien, mental, ere.

señores? Y muy a menudo sudar para comprenderlo.

.,,
%
Eughu Dtlncroix Mrtafoica J btllaa

En la sola visión de su paleta, como el guerrero en la de sus Los hombres especiales que solo tienen un género son a me­

armas, d pinror extrae la confianza y la audacia. nudo inferiores a aquellos que, abrazando desde más aleo, llevan

un género a una grandeza inusitada, cuando no a la perfección

Las escuelas de decadencia han brillado por el dibujo. misma en los detalles. Ejemplo: Napoleón escritor: Rubens y

Tiziano en sus paisajes.

En Colonia -municipalidad, renacimiento-, pequeño pórtico

muy bonito de frente. No puedo admirar lo suficiente cuán infe­ En la pimura como en el resto, los pedantes, las personas que

riores somos en las arres a rodo lo que nos precedió. En rodas esas fingen cierras cualidades, son atrapados por aquellos que las

antiguas obras, cada época aporta su tributo, sin dañar al conjunto. tienen. Hay una multitud de pintores cuyo contorno fingido,

cuyo dihujo seguro y exagerado, los hacen pasar por dibujantes.

De la pretensión de ser naif. La ingenuidad se ignora. El ¡Oh, Rembrandt!, ¡Oh, Murillo!, ¡Oh, divino Rubens!, [ustedes

hombre de talento cree a menudo imitar mientras que es origi­ no son dibujantes, para el pueblo!

nal. Prudhon creía quizá imitar al Correggio, y hacia excelentes

Prudhon. Tal otro imira a Rafael y muy pronto, también, hace • • •

detestable a Rafael, detestable a Miguel Ángel: ¿Y el ideal?

Los estilos. - Las leyes de la razón y del buen gusto son eternas,

Entre otras cosas, aquello que hace al gran pintor es la audaz y las personas de genio no tienen necesidad de que se las ense­

combinación de accesorios que acrecienta la impresión. Esas ñen. Nada les es más morral que las pretendidas reglas, estilos,

nubes que vuelan en el mismo sentido que el caballero llevado convenciones, que encuentran establecidas en las escuelas, aun

por su caballo, los pliegues desu abrigo que lo envuelven o Aotan la seducción que pueden ejercer sobre eLios algunos métodos

alrededor de las faldas de su montura. Esra potente asociación . . . de ejecución que no son conformes a su manera de sentir y de

pues, ¿qué es componer? Es asociar con potencia. reAejar la 113tutalez.a.

Siempre se los condena en nombre de esos estilos en boga, y

Sobre la importancia del tema. - Todos los temas se vuelven ne en nombre de la razón y de la conveniencia. Así Gros, por

buenos por el mérito del autor. ¡Oh!, joven artista, ¿tú esperas consideración del estilo de David, erc., ere. Vemos la influencia

un tema? Todo es tema; el tema eres tú mismo; son rus impre­ sobre el propio Rubens: la visión de los Carrache, etc., etc. No

siones, tus emociones frente a la naturaleza. Es en ti que tienes h.ry duda alguna de que el estilo que ha salido de sus escuelas,

que mirar, y no alrededor ruyc.» milo tan reducido como principio y que se volvió durante dos­

\ ienros años y es aún la regla de la ejecución y de la pintura, ha

f,�csrado un golpe mortal a la originalidad de muchos pintores.

98 ??
Es cieno que la ejecución de las escuelas venecianas, escuelas
Enseñanza y organización
que habían llevado a la perfección todos los aspectos del. c�lor y

del claroscuro, ha dejado complera.meme, con el adven1m1emo

de los Carrache, de los Guerchino, de los Caravaggio, de ser la

antorcha, la guía; el estilo pesado, pastoso, la pintura hecha de

primera mano, y por ramo la posibilidad de sabios retoques ...

A Monsicur Beule

Sefior secretario perpeluo y querido colega,

Tengo el honor de dirigirles algunas observaciones relativas al

grave tema sobre el cual la Acad emia de las Bellas-Artes c iene la

misión d e pronunciarse en este m omento, y al cual ya consagró

i
var as de sus sesiones; uiero
q h ablar de las cuestiones relativas a

la transfo rmación proyectada del museo N apoleón 111. Al ejado

de Parí ,s me tomo a libertad de


l so meter a l a Academia este

resumen imperfecto de las ideas q ue h ubiese estado feliz de

desarrollar &em e a ella en esta ocasión, y para las cuales so licito

tod a su i ndulgencia.

N o necesito comp robar la p ena qu e an sentido


h todos los ar­

usras po r la novedad de las remodelaciones que se ha p ropun1u

hace r sufrir aJ Museo N apoleón lll. Esta colección, l luc


tt' r 1·11

101
Mrrafoica y brllaa.

roda Europa, fue para nosotros, desde su aparición, un motivo Me animo a decir otro tanto de la magnífica galería de las

de admiración y al mismo tiempo del más resperuoso y sincero terracotas, en la cual uno no puede dejar de admirar la gracia y

reconocimiento para el emperador, el cual se había dignado a la variedad del genio antiguo. Esta variedad destaca, en mi sentir,

tomarla bajo su protección especial, y a darle su nombre, luego un estilo admirable, a menudo con motivos iguales, repetidos con

de haber dotado tan generosamente a Francia con ella. marices casi imperceptibles, pero cuyo estudio ofrece la idea más

Me había parecido, en particular, que una gran parte del interés interesante de la predilección de los antiguos por ciertos temas,

que presentaba esta reunión de objetos admirables resultaba de y al mismo tiempo de su lejanía respecto a reproducciones ma­

su propia reunión, y que la idea de reducirla, bajo pretexto de quinales de tipos en los cuales el artista no hubiese introducido

apartar de allí las piezas secundarias, era completamente con­ diferencias características, aunque ligeras en apariencia.

trario a la intención evidente de su fundador, y a la finalidad Sé que se ha invocado esta increíble objeción, que tamos

de un verdadero museo. No sucede con semejante colección lo fragmentos acumulados iban a exigir para su exposición un

que sucede con la de un aficionado apasionado y exclusivo, que espacio demasiado considerable. Extraña objeción, en efecto,

se complace en admitir solo fragmentos selectos, cuya rareza que consiste en lamentarse en cierto modo de qu e la colección

constituye a menudo el único mérito. Una colección ofrecida al sea demasiado rica. Es más fácil hallar sirio para una repartición

estudio debe componerse no solo de bellos objetos, sino también de pinturas y estatuas, que descubrir y adquirir un número

de todos aquellos que, en un orden de mérito menos elevado, tan grande y tan interesante de ellas. Es lo que supo hacer con

permiten no obstante seguir y apreciar los tanteos a través de los m uc h o cuidado y gusto el marqués Campana en este vasto

cuales el arte ha llegado a su perfección. museo que llevaba su nombre, y al cual imprudentes mutila­

Nada podría ser más instructivo. La curiosa colección de cuadros ciones le van a quitar, al diseminarlo, el nombre de su reciente

italianos del museo Campana, que citaré a propósito de esro, ha y augusto protector.

sido, para mi gusto. juzgada de manera superficial, y, en su mayor Los jarrones pintados, las mayólicas y las lozas en relieve me

parte, condenada por personas que no han dado cuenta lo sufi­ parecen dar lugar a las mismas observaciones, y, si me fuera

ciente de su importancia relativa y de las luces que ofrece sobre los permitido añadir un deseo a aquellos que formo para la conser­

orígenes y los progresos de las escuelas italianas. Esa instrucción, vaci6n y la armonía de un conjunto tan raro, sería ver figurar allí

que hasta ese día no podía hallarse en París en ninguna parte, los enyesados admirables que el celo inteligente de M. Ravaison

resulta de la yuxtaposición de los cuadros y de las comparaciones había reunido en la misma exposición. No dudo de que, en el

que naturalmente resultan de allí. Quebrando su conjunto y redi­ caso de que el museo fuera mantenido, se enriquecerá próxi­

rigiéndolos a diversas colecciones, se habrá destruido una reunión mamente con donaciones de un gran número de aficion,1tl11-

preciosa desde ese punto de vista, sin enriquecer notoriamente !as celosos de sumar a su riqueza y de colmar sus lagunas. h dr mi

colecciones en las cuales habrán ido a perderse. conocimiento que intenciones de ese tipo han sidn rtpl hu1,I••

102 111,
Eug(nr Drlacroix
Muafoim y bdkza

y mantenidas en suspenso a partir de los temores inspirados al Es de señalar que, incluso entre las personas que no son artistas

público sobre la posibilidad de un desmembramiento próximo. de profesión, sino que solo siguen con interés las producciones

No abusaré más tiempo de la atención de la Academia rete­ artísticas, hay pocos que cedan a una inclinación particular en la

niéndola en el desarrollo de ideas que solo me permito señalar elección que podrán estar llamados a hacer, cuando todos refieren

y que sin duda se le han presentado en sus visitas al Museo en sus juicios una pasión completamente natural y sostienen con

Napoleón lll. La elevada inteligencia, el gusro, la experiencia calor los objetos de su predilección.

de tantos hombres distinguidos en rodas las ramas de las artes, Hace varios meses, los artistas comenzaron a reunirse para

me dan la seguridad de la impresión que habrán referido y del pedir diversas reformas y obtener algunas mejoras en las ramas

deseo que tendrán de conservar para Francia un reservorio tan del arte que los involucraban; tuvieron lugar varias asambleas,

original. Ya se había pagado un tributo de admiración a esra bella en las cuales fue imposible ponerse de acuerdo incluso sobre los

colección, y el ilustre M. Ingres había considerado casi como un puntos más esenciales; algunas resoluciones eran tomadas un

deber recomendarla a las luces y a la protección de la Academia; día por una mayoría, y al día siguiente, otra mayoría que el azar

y yo acudo a continuación y en términos más modestos, a dar había reunido decidía en sentido contrario. Luego de numerosos

testimonio al menos de mi viva simpatía y de mis votos por la tanteos, sucedió que se formaron dos sociedades rivales, que

conservación del Museo Napoleón III. más o menos resumieron las exigencias de todos los artistas y

el espíritu de los trabajos que los separa. Presentaron demandas

• • • exactamente diferentes a la comisión que había sido nombrada

por el ministro del Interior para rever los reglamentos de la es­

Observaciones sobre las exposiciones de cuadros. - Es un hecho cuela de las Bellas-Arces. Y en el propio seno de esta comisión

constante que se pronuncien disidencias en el seno de la escuela fue notorio que cada una de las opiniones fue representada y

francesa. El público ha visto imponerse sistemas completamen­ sostenida, y las decisiones fueron tomadas allí por la mayoría de

te diversos que preocupan a los artistas y los impulsan hacia los sufragios, y que fue el azar del número lo que hizo triunfar

caminos opuestos. Estas diferentes maneras de considerar el a una o la otra.

arre solo pueden converger, como es aceptado por todo el Los abajo firmantes tienen el honor de llamar particularmente

mundo, en provecho del arte mismo por la libertad que dejan vuestra atención sobre esre inconveniente, el más perjudicial de

a los talemos y por la variedad que introducen en sus produc­ todos, que resulta de la influencia pasajera de una mayoría cuyas

ciones; pero su primer resultado, tomando en cuenta solo las decisiones son sin embargo inmodificables y siempre opresivas

relaciones entre los artistas, es inevitablemente el conducirlos para la opinión rival.

hacia una extrema intolerancia en la manera en que aprecian En toda comisión, compuesta como lo esté, la pasión pJfl u ul1u

mutuamente sus trabajos. que ampara el secreto del voto, la posibilidad de una rt'lllli(UI

104
Euglne Deiacroix Mernfi1icn y klitZA

posible abarcar a un solo hombre en términos de conocimien­


dispuesta de manera más o menos favorable, pueden apartar el

ros. Si se suma a esto que sus conocimientos están lejos de ser


talento y desalentar por siempre a los artistas en una carrera tan

completos y que incluso son muy insuficientes en lo que atañe


larga y ran difícil. Los apoyos del gobierno son los únicos que

a un número considerable de objetos importantes que resultan


pueden sostenerlas en varias ramas del arte. Dejar a la pasión de

de la materia tratada ...


sus rivales, artisras como ellos, o a la prevención y la atención

distraída de personas ajenas a su profesión, el cuidado de juzgar Es muy difícil hacer un libro; hace falta clasificar, dividir, se­

guir los desarrollos y no impulsarlos demasiado lejos. Entonces,


sobre sus méritos, es perturbar toda su existencia. Los hombres

¿cómo hacerlo cuando no se es un autor de profesión, cuando solo


de talento y del más elevado carácter no serán jueces menos recu­

se escribe por ceder a la necesidad de expresar, en el momento


sados por ellos. L1 convicción en las artes es un núcleo religioso

mismo en que ellas les llegan, ideas buenas o malas, pero sobre
que posee también sus fanáticos más firmes y más profundos

rodo cuando no se tiene el hábito, vuelto una parte de nosotros


aún entre los hombres eminentes; pero por más respetable que

mismos, de abrazar el conjunto al mismo tiempo que las partes


pueda ser esa convicción, como opinión particular y tema de

separadas, coordinarlo en un lenguaje sostenido, con ligazones


conciencia, no debe extender su inAuencia sobre lo que atañe a

bastante bien manejadas para poner en relieve codo lo que es


cuestiones de un interés material.

importante, todo lo que debe fijar la atención del lector?


Haciendo referencia a la administración por los apoyos que

dan, los abajo firmantes pensaron que era la vía que al menos El inconveniente de semejante labor hecha por una sola persona

reside en los límites necesarios de la menee y de los conocimientos


daba acceso a preferencias dictadas por el espíritu de camarilla.

La autoridad solo puede consultar la voz pública, que designa de esta persona; es por dicho inconveniente que una obra como

esta se aparraría del verdadero principio de un diccionario, que


de modo suficiente a los hombres notables; su acción consiste

es ofrecer todas las informaciones que es posible tener sobre una


en mantener una especie de equilibrio entre pretensiones rivales

materia, en el momento en que es publicada la obra. Ciertamente,


con toda la reserva que impone esta misión, y la experiencia ya

cada hombre no puede abarcar el entero arte; incluso es posible,


probó en varios intentos que su inAuencia no podía, en ningún

es casi seguro que sus ideas no conserven, sobre materias de este


caso, presentar ranros inconvenientes como en el sistema de los

género, una fijeza que no pertenece a la inteligencia de un solo


jurys y de las comisiones.

hombre. Suponiendo que semejante obra haya sido realizada en

• • • una edad poco avanzada, es de esperar que cierta madurez debida

a reflexiones más profundas, a una práctica más reflexionada,

modifique considerablemente las cosas.


Sobre un proyecto de un diccionario de las bellas artes. -El título

Se podrá por tanto discutir el título de diccionario dado a


de diccionario es muy ambicioso para una obra salida de la cabeza

una obra semejante, a falca de uno mejor. Se lo llamará, si se


de una sola persona: y que abarca naturalmente aquello que es

107
106
Eugt'nr Deiacroix Mrtnfoica y bdlna

quiere, la selección de las ideas que un solo hombre ha podido trazos de luz y fuentes de interés muy distintas de sus esfuerzos

tener sobre un arre, o sobre las artes en general, durante una particulares o de su enseñanza vulgar, etc.

carrera bastante larga. En lugar de hacer un libro en el que se Parece que hallarán menos monstruosa una pieza de teatro, o

habría buscado clasificar por orden de importancia cada una una novela compuestas por muchos hombres de cierro mérito,

de las materias, etc. que un diccionario destinado a presentar el estado de los cono­

Un diccionario, como se los hace corrientemente, es una obra cimientos sobre un arce, ni qué decir sobre una ciencia. En la

que no penenece a nadie y por la que nadie responde. De ali! labor de imaginación, aunque la diferencia de los estilos sea de

que necesariamente haya menos conciencia y refinamiento en naturaleza tal de contrariar cierta delicadeza, la dirección de una

cada parte, o bien un inconveniente aún mayor, el de la espe­ fábula puede ser concertada entre los colaboradores, los marices

cie de lucha que se establece entre los redacrores en relación a de los caracteres pueden ser fundidos en el conocimiento de las

la importancia que cada uno de ellos puede intentar dar a los pasiones que son siempre las mismas, ere. En la obra didáctica,

fragmentos de los que está encargado. por el contrario, los puntos de visra sobre las mismas cosas son

Casi es preciso llegar a esta conclusión, que cuanto más muy diferentes, en razón de la naturaleza de los talentos, ere.

mediocres sean los hombres que hacen el diccionario, más será Esca pequeña selección es la obra de una sola persona, que

realmente un diccionario, es decir una compilación de las teorías ha pasado coda su vida ocupándose de la pintura. Por tamo

de las prácticas en curso. De allí una banalidad completa en las solo puede pretender enrregar sobre cada objeto el poco de luz

aproximaciones. Un artículo no podrá presentar cierta originali­ que pudo adquirir, y tampoco ofreced más que informaciones

dad, es decir emanar de un espíritu que posee ideas propias, sin completamente personales.

contrastar con aquellos que no hacen más que resumir las ideas La idea de hacer un libro lo ha espanrado. Hace falta un gran

de todo el mundo sobre la materia. talento de composición para meter en un libro solo lo que es

Si en la obra de un solo hombre usted corre el riesgo de no necesario y para mecer en ello todo lo necesario. Si sobre codo

hallarse al corriente de todo lo que se puede decir sobre el tema, tienen la prcrensión de ensefiar, la rarea es mucho más difícil

en cambio tendrá sobre un gran número de puntos codo el jugo que si hacen una obra de pura imaginación. En esta úl ti m a ,

de su experiencia y sobre codo excelentes informaciones en los sin salir del carácter dado y conservando una cierta lógica en

aspectos en los que se destaca. En lugar de una fría compilación el encadenamiento de las situaciones, exisre una amplitud . . .

que no hará más que volver a poner bajo la mirada del lector pero en una obra didáctica . . . Le ha parecido que un dicciona­

un extracto de codos los métodos, ercérera, tendrá aquellos que rio no era un libro, aun cuando hubiera salido por encero de

condujeron a cal hombre a la perfección relativa a la que llegó. No la misma mano.

existe un artista que no haya experimentado en su carrera cuánco Cada artículo resulta mejor por separado y deja más huella c11

pudieron ser algunas palabras de un maestro experimentado el espíritu. Parece necesario, en una obra en regla. que el lrt mr

108 111'1
Euglnr Ddacroix Mrtnfoira J btllaa

haga por sí mismo, si quiere extraer algún provecho de su lectura, Sin duda, sería precioso rener un diccionario semcjanceescrico

el trabajo que el autor, etc. por hombres como M. M . . .

No hay transiciones necesarias. Pero suponiendo entre ellos un acuerdo o m:ís bien una abne­

El autor apenas se anima a confesar que su pereza fue favore­ gación poco creíble, ¿cómo hacer para que no haya contradicción?

cida por esta manera de proceder. Arrisca él mismo, más hábil Si, por el contrario, en la reunión que nos gusta imaginar,

en manejar los instrumentos de su arte que la pluma, ha lanzado fuera posible que cada uno de esos grandes espíritus abandonase

notas, no a la ligera ni sin preocupación por su alcance, sino una parre de su doctrina para conformar ai plan general, la obra

únicamente con la intención de comunicar las ideas que se ha no sería sino un resumen disminuido de las ideas de cada uno,

hecho sobre algunos aspectos importantes de las artes, solo que sin espontaneidad y, por consiguiente, sin esa fuerza que lleva

dispensándose del trabajo necesario para fundir estos diferentes consigo la persuasión.

aspecros en un conjunto estructurado, con comienzo y final. Todo el mundo sabe que en las arres hay una multitud de

El autor tiene el mayor respeto por aquello que llamamos principios sobre los cuales las escuelas no se ponen de acuerdo no

un libro; ¿pero cuánras personas existen que lean realmente un más que los médicos sobre los diferentes sistemas de medicina.

libro? Son muy pocos, a menos que sea un libro de historia o Las personas distinguidas podrán hallar ellas mismas, en este

una novela, los que se leemos seguida y completamente. Uno lee acuerdo, un interés que no hubiera presentado una obradid:íccica

fragmentos; el lector, cuando la obra vale la pena, termina por esrrucrurada. Se erara allí de cuestiones generales que pueden

rehacerla según su uso, así como en una galería de cuadros uno ofrecer atractivo a espíritus ajenos a la práctica de las artes.

se detendrá preferentemente frente a ciertas telas desatendiendo Existe incluso cierto interés en encontrar allí definiciones y

a las otras. explicaciones sobre varios remas basca aquí muy embrollados en

En una obra como esca, que se dirige sobre todo a los artistas, los libros hechos con las nociones corrienres o por hombres ajenos

quizá se encuentre m:ís interés en fijar únicamente la atención a la práctica de las artes. Existen muchos de estos objetos con

sobre objetos separados, formando cada anículo como un ca­ una gran significación que jamás han sido definidos de manera

pítulo aparte más apropiado para capturar el espíriru, y sin los suficiente, a falta de haberlo sido por personas de la profesión.

gastos de imaginación accesorios para reunir este punto separado El amor no se oculta que este rlrulo: Diccionario tÚ las Bellas

con aquel que precede o que sigue. Los artistas, que no son más Arres, es muy ambicioso aún desde otro punto de visea. Scrfo

lectores que escritores, aun cuando sean proclives a ser lo uno precisa la reunión de codos los cipos de conocimientos que im

y lo otro, en tanto se ocupan del arte mismo, en canco tienen pone un título semejante. Hemos visto, en épocas privilc1-1rnd.111,

poco tiempo, incluso para la ejecución, hallarán más pronto a hombres sorprendentes que reunían tocias las artes: cr.m • I•

mareria de reflexión en esta división, siendo cada artículo como vez pintores, escultores, arquitectos. Hubo quieuee. wmn M1

un pequeño capítulo aparte, lo que no exige una larga atención. guel Angel, unieron a ello la poesía; otros, como I c-1111,mlo, h1m

110 1 1 1
Eugh1r Delacroix

hecho descubrimientos en las ciencias. Estos mismos hombres


Literatos y literatura
han llevado de inmediato a una perfección desesperante cada

una de esas artes, cada una de las cuales agota las fuerzas de un

hombre de nuestros días y llena su vida sin que llegue a tener

sobre ella una experiencia completa.

En verdad, en la obra de un solo hombre, es preciso renunciar

a esta variedad de informaciones completas, o que parecen serlo,

sobre rodas los puntos tratados. El hombre más universal es aún

muy limitado, sino en capacidad, al menos en conocimiento. El

diccionario, como se lo entiende, solo conlleva conocimientos

precisos a causa de su propia banalidad. Una reunión de hom­

bres distinguidos, que se ocupara de ese trabajo, solo puede estar

de acuerdo sobre principios o prácticas de una aplicación muy

general. Sería preciso que cada uno de ellos sacrificara una parte

de su doctrina panicular, y esa parce sería la más vital y la más

sustancial, de seguro la más interesante. La altura de las visiones,

o su originalidad, no puede por tanto ser un elemento de un Los artistas, en general, escriben poco. Muchos de ellos, aun

diccionario, como lo son casi todos. enrre los hombres muy célebres, no habían recibido una educa­

ción lo suficientemenre liberal como para que les fuese posible

darse cuenta por escrito del resultado de su experiencia: apenas

se ocu�an más de teoría que de redacción. Las prácticas que han

aprendido en las escuelas donde han sido alumnos, y aquellas

que su genio particular les hace familiares, componen para ellos

el arce por entero. Sumen a ello la dificultad de expresar. Hace

falta clasificar, dividir, seguir los desarrollos y no impulsarlos

demasiado lejos. ¿Cómo hacer un libro cuando no se es autor

de profesión, cuando solo se escribe por ceder a la necesidad

de expresar ideas en el momento en que ellas nos llegan, pero

sobr� todo �uando no se tiene el hábito de abrazar el conjunto

al mismo nempo que las partes separadas, coordinarlo en un

112
113
Metnfoica y brllan

En los juegos olímpicos, según Heródoto, había un comité

. r azones bastante bien manejadas para


establecido cada VC'Z., para ejecurar, con el mayor cuidado, las
lenguaje sostenido, con ig . do ¡ que debe
0
todo lo que es importante, to estatuas y los retratos tan exactos como fuera posible, de cada
poner en re l.reve
uno de los vencedores en la competencia de la carrera, del cesrus,
fijar la atención del lector? . das las artes y este
comprendido afü de igual modo el penratlera o vencedor en todos
El hábito del oficio es tan necesario �º. co 1 . Iin debe
d I fritu que se dirige racra un los ejercicios; los hacían los mejores artistas y hasta se llegaba a
cultivo incesante e csp . · él sus luces más
acompañar tan bien al genio que crea que, stn , quebrar aquellas que no reAejaran perfectamente el modelo. La

colección de aquellas que eran aprobadas era conservada con celo.


dichosas se desvanecerían.
Sobre estos cipos variados de luchadores, de corredores, sobre

• • • sus relaciones y sus diferencias, se amoldaban los escultores y los

pintores en la invención del ideal de los dioses y dC los héroes.

Por la poca literatura que hice, siempre sentí que, co;tr:r�::

• • •
mente a la opinión recibida y aceptada, �obreetnod1:t:�poa !ción
al r más mecamsmo
letrada, intervenía re mcn e , 1 posición y la ejecución
Digan lo que digan los litereros. su arte no presenta las difi­
y en la ejecución literaria que en a c�m . decir labor
I ue aquí mecanismo no quiere cultades del nuestro. Cualquier hombre que tiene imaginación y
en pintura. Es e aro q . I ¡ entra en abso-
00
. d ficío en e cua sabe su lengua se formará pronto para escribir; cualquier hombre
de la mano, smo asunto e o� d"' 1 ro para aquello que me
. - -6 Incluso ana rr a, pe que tiene algo para decir lo dirá bien, quizñ mejor que el escritor
1
luto la msp1rac �· d pocos ensayos que hice en
· habida cuenta e Ios de profesión, porque estará menos preocupado por la forma y la
I
concierne, y dificultades materiales que presenta a
retórica de su discurso que por el fondo de la sustancia. No se
literatura, que, enrre las d la ingrata labor de girar
. conozco nada que respon a a . alarmen, poetas y prosistas; no voy por ello a volver más comunes
pintura, no . sea una consonancia, sea
f labras para evitar • .1 los Homero y a los V.rgilio: aquello que prueba esto es que

y remove� �s �::ído decir a todas las personas letradas que


:tpenas hemos visto lireraros que se desraquen en la pintura yen la
una repenci n. h bla un aspecto ingrato del que
música, que dejen la clásica lira para tomar el compás y construir

s� oficio ;�lt�:�ó;;1�t:�:r. �ada semejante en pintu.ra: p�ra palacios, si no es quizá el mago Orfeo; pero muy a menudo hemos

mnguna e . fnimos accesorios presentan diversión


vísro. y vemos a cada instante, un pintor, un músico, un general

un ver�ade�o pintor, lo;l;s siem re la inspiración la que sos�enc


de ejército, volverse el mds grande escritor de su tiempo, y, a mi
en la e1ecuc16n, Y para p ¡ no se trata de arnstas
. 1 Insisto sobre este punto, que aqu modo de ver, Napoleón es aquel cuyo estilo es el más próximo a
e1 pince. .
¡ ultirud de los arnsras. l.1 cosa, el más liberado de ornamentos vanos, el más homérico,
obreros, como es a m . . e no son obreros, porque
en el sentido que atribuyo a ese término. Pido por esto perdón,
Las personas letradas se imaginan qu

no trabajan con la mano.


115

114
Eugfflt Deíecroíx Mrtafoica y be
llttA

pero jamás Tito Livio habría llevado a cabo el sitio de Toulon, el Si hubiese sido de esa clase de ser despreocupado y en el cual los

13 vendimiario, la batalla de Areola y el resto de sus admirables reproches y las injurias se atenúan, habría bailado un asilo en su

maniobras: luego de esto, ya no podemos sostener nada. impasibilidad. Hombre sensible y de un porte corriente. vencido

Lo que hace tan buenas a las obras literarias de hombres que en la lucha, se habría doblegado bajo el peso de sus sufrimientos

no son lireraros es que, haciendo una excursión por este extra­ y habría perdido por siempre la estima de sí mismo, único punto

fio arte, solo hablan de lo que saben, mientras que el escritor de apoyo seguro contra los choques de la fortuna. Pero era Byron,

declarado se ve a menudo arrastrado a hablar de todo tipo de con toda su naturaleza irritable y nerviosa, con todo ese vigor

cosas a causa de aquella Huidez de lenguaje; esta facilidad de de Aquiles que se vuelve a templar en la Estigia, en lucha contra

hablar elegantemente sobre todo les hace creer fácilmente que las vejaciones más desgarradoras. Él, en tanto viviente para el

pueden hacerlo a voluntad. Apelo a todos ustedes, '.1.rri�t� sin aplauso y la censura, que desafiaba el universo . . . que disfrutaba

fortuna, víctimas de esta intemperancia de lenguaje, justiciables un áspero placer en representarse como el desgraciado, el recha­

con razón O
no como señores letrados. La pluma ha destronado zado, el Caín de los tiempos modernos.

todas las potencias, la política misma le está sometida, y el autor Si sus errores y sus debilidades solo le hubieran acarreado

de novelas, liberándose de sus meditaciones sobre el corazón un castigo justo y moderado, tal vez. la conciencia de sus fa.Iras

humano, hará, burlándose, como para distenderse, la crítica hubiese suavizado su carácter y no habríamos conocido todo su

de un tropel de pintores y músicos que esperan de sus libros el vigor. Su alma tenía fuenas en reserva, tesoros de energía que el

permiso para vivtr. . dolor arranca . . . ; le fue preciso recurrir a rodas sus facultades, y

Ahora bien, encuentro, por mi parte, que no es poca ventaja debemos a ese mismo instinto de resistencia frente a la injusticia,

para la pintura no ser un arte parlanchín. c¡ue primero despertó su genio infantil, el despliegue de todo lo

que había en él de más grande y más audaz.

• • • El primer aguijón que, muy joven, le comunicó al corazón una

gran ambición, fue su deformidad: Él mismo ha dicho, mediante

Memorias de Lord Byron. (Tercer volumen)- Las circunstancias una evidente alusión a sus propios sentimientos: «La deformidad

en las cuales Lord Byron abandonó Inglaterra hubiesen sido, pan es audaz. Está en su esencia traspasar el tipo humano de alma y

un hombre corriente, humillantes y desastrosas. En pocos meses, de corazón y volverse iguaJ, e incluso superior a la multitud. En

había experimentado rodas las amarguras dramáticas: había visto su andar cojo existe un acicate que lo aguijonea a superar aJ próji­

profanado su hogar por las irrupciones de las fu�� �e la ley mo, Y en esas cosas que dejan un libre acceso a todos, se esfuerza

y solo había escapado a la prisión gracias a los privilegios de su en compensar la precoz. avaricia de una naruraleza mala madre.»

rango . . . y ahora, condenado, rechazado por el mundo,_ h_ufa, Me acuerdo de haber experimentado, de muy chico, aJgo

desterrado por la sociedad y la omnipotente voz. de la optmón. anáJogo. Yo me ere( por mucho tiempo desgraciado en varios

116 117
Eughir Drlacroix
Mnnfoicn y hrilm,

·
1 delgadez mi color amarillo, mi aparente debilidad,
aspectos. M • , de ostentación, que solo ilusionan a los extranjeros que los ven de

hasta la forma de mi nariz; hoy lo pienso y me no.


pasada y no tienen el tiempo de profundizar en ellos. L. virtud

sólida, tanto la del espíritu como fa del corazón, solo se descubre


• • •
en el comercio coridiano y asiduo. Boileau es un hombre que

hay que tener bajo la cabecera, él deleira y purifica; hace amar lo

Sobre Rubens y Boileau. - 1..a causa de la aversió� que inspira a


bello y lo honesto, mientras que nuestros modernos no exhalan

las personas superficiales el estilo de Rubens provtenedante tod�


más que acres perfumes, casi siempre morrales para el alma y
bl¡ ce por to as panes.
d la fuena que este artista su ime espar
que falsean la imaginación mediante especraculos fantasiosos.

e . d solo se pretende ver


. l de esa ausencia eencanmque
En verdad, las bufonadas en Shakespeare desaniman, pero
proviene uego . de las formas. �Cuántas
en la coquetería y en el amaneramiento i Él ramo como su sublime exageración. Es bello por sus rasgos de

rsonas hay que gocen de la esencia de un talent� como este.


verdad bien engarzados, bien escogidos para ral lugar, lo que
pe d al Id ue no dejan de expresar
es como ciertas lenguas ru as o o, q . Lo d quiz.1 constituya casi todo el ideal. Bajo este punro de vista, Don
. d mo los más armoniosos. r
sentimientos delica os ranto co d Quijote es la obra maestra de las obras maestras.
ue solo encontraba en nuestra lengua consonantes mu . as
Homero era q uizá más familiar de lo que pensamos. Nosotros
Byron, q 1 id d monótona llamaba al idioma francés una lira
y una vetocma ' 1 · d imitamos a Virgilio creyendo imirar a Homero; Virgilio, tan
. id No aceptaba nada de os matices e
que solo nene un soru o. .
lleno de rasgos sentimentales admirables, no tiene ese yo no sé

Racine, ni del nervio de Corneille.


qué de profundamente humano que nos muestra, en Homero,

hombres como nosotros.

' . .
Eso debería existir mucho más aún en las obras modernas

mies como Don Quijote, cuyos h.íbiros son los nuestros, esa
30 de agosto de 1859, Scrasburgo, en el pequeño jardín.
mezcla de las ocupaciones vulgares, de los apetitos humanos de

roda tipo; en fin, lo que llamo la cualidad homérica, el grito de

H n buen número de franceses, en este tiernpo de pret��d�r


naruraleza del sufrimiento, el sudor del combatiente o del labra­
ay u li Boileau el JUICIO
la renovación de nuestra lengua, que ap ican a .
dor, el detalle arroz a menudo llevado al extremo, de sangre, las

. B n refería a todos nuestros escritores. Esta Justeza, que


lágrimas que nos hacen hombres. Es preciso convenir que codo
que yro t: édula de imginación y de buen

es la verdadera tuerza, esta m . . . . trastes de esto existe en Virgilio en un nivel inferior, y solo por reflejo. Y

sentido no es para ellos poesía m 1magmac1ón. Los ��n ueril o existe aún menos en nuestros grandes trágicos; parecería que casi

palabras, las sorpresas de estilo que solo so� unda 7us·1�a P en lin todos, salvo raras excepciones, le han huido. Sobre todo Volmire:

barroca, les ocultan el vado o la inflamación e as I e35: Ir,


Racine, que posee la mayor cantidad de ejemplos de ello, s.1lv,1
obras contemporéneas- Estas obras son, en esto, como vtrruc
con la armonía aquello demasiado crudo que hallarfon,os en 111

118
IPI
Eugt'nr Drlacroix Mnafisicn y brlkza

imagen; los antiguos, por el contrario, hadan servir la armonía, para los espíritus sutiles que abrazan fácilmente las diversas caras

me imagino, para aumentar ese efecto. de las cosas; ellos resisten con más dificultad el deseo de expresar

lo que sienten.
Resulta de esto que estamos habituados a ver todo dentro

de cierta convención. Aunque nuestros sentimientos sean tan El teatro de los griegos intentaba ante todo conmover. Homero

feroces, nuestros hábitos más educados, nos ocultan la auténtica da a sus héroes todas las pasiones, todos los sentimientos, tamo el

verdad de los objetos. �ie.do como los otros. EJ héroe llega muy resuelto al combate, y

súbirarnenre queda helado al encontrar a Hécror o cualquier otro

' * * que estima superior a él. Se retira ni más ni menos una mañana

para procurar otra m:is vigorosa y audaz.

Radcliffo. Todo esto era un tributo halagador pagado al genio

del autor. Un tributo diferente y más halagador era el del enfermo El estilo e
s el hombre, es muy cieno; el estilo es el hombre cuan­

solitario el del soltero descuidado que ya no lamentaban su do posee un estilo, desde luego. Es la vera incessu patuit deril 1_ Es
O

soledad ni olvidaban sus sufrimientos, su abandono y sus penas la marca, el cariz, la visión que se apoya fuertemente sobre un

secretas. Gracias a la hechicera, se podría comparar quizá sin in­ talento. Es también por desgracia la parre menos captada por el

justicia la lectura de este tipo de obras con el uso de los bálsamos vulgar. De allí el éxito de la imiración mezquina.

que se vuelven funestos tomados habitual y constantemente, pero Hace falta ser escritor de profesión para escribir sobre lo que

cuyo efecto es casi milagroso en ciertos momentos de dol�r Y de uno solo sabe a medias, o sobre lo que uno no sabe en absoluto.

languidez. Si aquellos que condenan indistintamente este npo de El l�ombre obligado a dar cuenta de todo y a todo propósito se­

composición reflexionaran sobre la suma de placeres reales que meja a esos caballeros errantes que esrán siempre listos a abrazar

procura y de penas que alivia, la filantropía debería moderar su la causa del primero que ven.

orgullosa critica y su intolerancia religiosa.

. ' .

' * '

Ems, 14 de julio de 18 . . .

23 de setiembre de 1854. Dieppe.

Delicioso paseo. Vivir materialmente no es vivir; desde hace

El silencio se impone siempre: en los negocios, en las relacio­ tres o cuatro días que estoy aquí, ocupado en alojarme, en tener

nes de cualquier tipo, los hombres bastante sabios como par-.1 con qué cenar, en correr tras el médico, en obtener un vaso de

callarse, conservan un notable ascendente. Nada es más dificil

11
que esta reserva para aquellos a quienes la imaginación domina,
Su andar revela una diosa (Virgilio, Entada, libro primero, v. 137). {N. de T.)

120 121
Eugfne Ddncroi:x
Mnnfoica y belleza

agua de la fuente, soy una verdadera máquina. No vivo; no estoy


contradicción en l�s decretos de la naturaleza. ¿Hay que ver en

en posesión de mi espíritu: el lugar es muy bello, y no me dice


esto una advertencia, de que es preciso volverse sobre todo hacia

nada. Hago paseos que serían deliciosos para un espíritu, y que


las cosas del �spírim cuando los sentidos y el cuerpo nos faltan?

solo son del espacio para un cuerpo y piernas que se dirigen a


Es al me�os indiscutible que habría en esto una compensación;
la aventura. ¡Qué vergüenza para mi alma inmortal! Toda su
pero ¿c�amo ha.y que velar sobre uno mismo algunas veces para

capacidad es llenada solo por mis querellas con mi anfitrión por


no relajar la brida ante esos recrudecimientos engañosos, que

tener una cama en la cual poder dormir, o por mi indignación


nos hac_en creer que nos sentimos aún jóvenes o que podemos

contra los alemanes que cometen el error de no ser franceses, es


conduc1r�os como si lo fuéramos? Tal es la trampa donde todo

decir de no comprender nada de la jerga de un hombre caído de corre el nesgo de hundirse.

las nubes que nada comprende él mismo de su jerga. La mayor

parte de los humanos solo viven esta vida; pero como no cono·

ceo la vida del espíritu, no se sienten privados de nada, en esas

especies de limbos en los que vegetan más próximos del animal

que del hombre.

• ' *

18 de enero de 1856.

Esta mañana, G . . . me envía un paquete de mis cartas escritas

12,

antiguamente a su hermano Félix mi amigo. Es ffril ver allí

cuánta necesidad tiene el espíritu de los años para desarrollarse

en sus verdaderas condiciones. Me dice que él ya ve allí el mis·

mo hombre que soy hoy. Por mi parte, me encuentro con cierta

vivacidad, más mal gusro e impaciencia del espíritu; pero es

preciso que sea así. Ese singular desacuerdo entre la fuerza del

espíritu que acarrea la edad y el debilitamiento del cuerpo que:

es su consecuencia, me impresiona siempre y me parece una

n Félix Guillemardet. Cf. Corrrspondanu de Delacroix (Burry, 1880).

122
123
Un matrimonio judío

en Marruecos.

Las ceremonias de bodas en los judíos y en los musulmanes son

un asumo completamente distinto que en los pueblos europeos.

Emre nosotros no hay nada más frío, y nada que indique hacia

el exterior la importancia de esre acto solemne: los esponsales, la

lectura del contrato, la ceremonia en el registro civil, todo eso no

tiene en apariencia más importancia que cualquier convención;

la propia bendición nupcial no tiene nada que difiera esencial­

meme de cualquier otra ceremonia religiosa. Por el contrario,

en los pueblos orientales, entre los judíos quienes viven bajo

duras obligaciones cuyo efecto es estrechar entre ellos los lazos

que los unen y consagrar su máximo esfueno a sus anriguas rra­

diciones, los grandes acomecimiemos de la vida están marcados

por actos exteriores que se relacionan con los usos más antiguos.

Sobre todo el matrimonio es acompañado en la mayor parte de

125
Mnafoica y bellaa

muchísimo entrar. Los músicos estaban adosados a uno de los


los casos por ceremonias emblemáticas, y es una ocasión para

lados de la muralla, y todo el perímetro del patio estaba, asirnis­


grandes festejos para los parientes y amigos de los casados. En

primer lugar, los esponsales se hacen desde mucho tiempo ames �º'. ct'.bie�ro de espectadores. De un lado estaban las mujeres

judías inclinadas en un vestidor circunstancial, llevando sobre


y con mucha pomposidad; pero las propias bodas ocupan varios

la cabeza una tela almidonada puesta del revés por encima de


días que constituyen una serie de trabajos muy fatigames para

un turbante muy prolijo y muy gracioso que solo se ponen para


la esposa. Ella es realmente la víctima de toda esta pompa cuyos

las bodas. Del lado opuesto se encontraban distinguidos moros


detalles son infinitos.

de pie o senrados, que se suponía que honraban la boda con su


Durante el tiempo en que la casa de sus parientes es librada a

asistencia. Difícilmente nos haríamos una idea del jaleo que


la agitación de un Rujo y reflujo continuo de personas que entran

y salen y que forman parte de la fiesta, en medio de los cantos,


hacían los músicos con sus voces y sus instrumentos: rascaban

sin piedad una especie de violín de dos cuerdas, que es espedfic.:o


de esas danzas que duran todo el día y toda la noche, ella es re­

de ese país, y que solo produce ruido más que sonido. Tenían
legada dentro de un oscuro apartamento; en el fondo de dicho

apartamento hay una cama que ocupa el ancho, y en el ángulo,


también la guitarra mora que es un instrumento muy gracioso

por su forma, y cuyos sonidos se asemejan a los de la mandolina.


replegada contra la muralla, la joven esposa esd envuelta con

Añadan a esto el tambor vasco que acompaña todos los cantos.


una gran cela de lana que la sustrae casi por entero a las miradas.

Pero esos cantos, cuyo mérito parece consistir en ser gritados,


Sobre ese mismo lecho se mantienen sus compañeras, sus amigas

son el aspecto verdaderamente ensordecedor del concierto. Su


ataviadas con sus vestidos más bellos, sentadas y arrodilladas cerca

monotonía también contribuye a volverlos sofocantes.


suyo, pero pareciendo no ocuparse de ella en absoluto.

Ella debe tener constantemente los ojos cerrados y parecer


Con todo este acompañamiento llegan por turno las baila­

insensible a todo lo que pasa alrededor suyo, de manera que rinas: di?� las bailarinas porque solo las mujeres se entregan a

un ejercicio que, sin duda, se supone les está prohibido a los


parezca ser la lloica para quien los festejos no suceden. Todo el

hombres. Todas las personas que han ido a Argel conocen esta
tiempo que está así encaramada y como acostada sobre ese am­

danza que es, creo yo, común a todos los países orientales, y que
plio lecho, el resto de la habitación es ocupado a menudo por

entre nosotros sería vista sin duda, al menos en las sociedades


una mesa muy larga alrededor de la cual se sientan los parientes

respetables, co�o de muy mal gusto. En canto consiste en pos�


y amigos ocupados en comer y beber.

turas y contorsiones que se adoptan casi sin que los pies cambien
En el pario de la casa se apretuja una inmensa multitud; las

galerías superiores, las habitaciones, las escaleras, están en manos


de lugar, se comprenderá que fuera posible entregarse a ello en

de los invitados, que se componen de casi roda la ciudad. En una


un lugar tan atestado como era ese patio lleno de curiosos. Por

tanto solo hace falca un pequeño espacio para cada una de las
de esas bodas, a las que iba como todo el mundo, encontré el

bailarinas, que solo aparecen de a una.


paso en la calle y el interior del patio can atestados que me costó

126 127
Mrtnfoicn y bellrza
Euglnr Drlacroix

Cuando una rerminó su corra representación que varía según Al final de un cierto número de prácticas que se ligan a su

su gusto o su arre panicular, las personas de la asistencia que adorno, es quitada de esta especie de tribuna como se haría con

quieren manifestar interés buscan en su bolsillo algún dinero una estatua, y llega el momento de arrearla fuera de la casa pa­

destinado a recompensar a los músicos; pero se acostumbra, antes terna. A medias apoyada sobre sus pies, a medias levantada por

de depositar su ofrenda en un placo preparado a ra\ efecto, ir a debajo de los brazos, avanza, seguida y rodeada por todos los

tocar con la moneda el hombro de la bailarina que se prefiere. asistentes. Frente a ella caminan marcha atrás hasta la morada

He visto a algunos asistentes importantes dar hasta piezas de de su marido jóvenes que llevan antorchas. Aquí volvemos a

oro, con cierta ostentación, y sin duda para ser notados por los encontrar, como a cada paso en ese país, las antiguas tradicio­

nes. Nada es tan singular como la marcha de esta desdichada


otros cnsuanos.

Cuando llega el final del último día que la esposa debe pasar que, con los párpados siempre cerrados, parece no hacer ningún

bajo el techo de sus padres, y antes de ir a la habitación con su movimiento que nazca de su propia voluntad. Sus rasgos son

marido, se la viste; se le pone sobre la cabeza una especie de mitra tan impasibles durante esta procesión como durante el tiempo

compuesta de una cantidad de fichas que se amontonan unas de sus otras pruebas. Me han asegurado que para hacerla fallar

sobre otras, de manera tal que uno solo vea pasar una mínima en esta imperturbable seriedad, se impulsa la malicia de hasta

parte de cada una. Ella es situada en una mesa, sentada contra pellizcarla en el camino. Creo que es muy raro que se vea a esta

la muralla y tan inmóvil como un término egipcio. Cerca de pobre criatura ofrecer el menor signo de impaciencia o nomás

la figura se colocan a lo alto velas y antorchas para que toda la de atención por todo lo que pasa. En este estado llega al hogar

asistencia pueda disfrutar cómodamente de toda la ceremonia de del esposo donde sin duda debe ver como su mayor felicidad ser

este vestido. Algunas mujeres viejas hacen, a su lado, un ruido liberada de tantas presencias.

continuo golpeando con sus dedos sobre pequeños tambores También al día siguiente tiene lugar en casa de los esposos una

formados con pergaminos tendidos sobre especies de jarros de ceremonia que me pareció puramente religiosa, entre los casados,

tierra pintada de diferentes colores. Otras viejas le pintan las el rabino y los asistentes. Esta ceremonia, creo yo, cierra todas

mejillas, la frente, erc., con cinabrio o henna, o le manchan el las erras, y debe ser en consecuencia la mejor recibida por los

interior de los párpados con kohl. La infortunada, expuesta a dos actores pnncipoles".

estas fatigantes diligencias no puede siquiera, algo difícil de creer,

abrir los ojos durante esta última operación, puesto que sería de

muy mal augurio. Se le introduce entre los párpados cerrados el

pequeño estilete de plata o de madera que sirve para teñirlos; a


O
Sabernos de qué poreme manera Delacroix ha ilustrado una de est:is
fin de cuenras, es la paciente resignada y la víctima ofrecida en
escenas. Su cuadro, Nocrj11ive dnm I
r Maroc, por desgracia rn11y dañado, es,:i

sacrificio a la curiosidad de ese turbulento público. actualmente en el Louvre. (Nota del ediror francés).

129
128
Fragmentos metafísicos

Champrosay, 17 de abril de 1846.

Paseándome esta mafiana en el bosque de Sénarr, admiraba un

insecto mitad mosca, mitad mariposa, que me pareció no haber

visto rodavía. Me pregunté cuál era la necesidad de ser de esa

mosca. Agachándome para examinarla, mis ojos se fijaron sobre

la tierra musgosa que me rodeaba; fijados en un espacio de un

pie cuadrado, me hicieron notar la variedad de manifestación de

la materia sea mineral, sea vegetal, que componía ese pequeño

espacio: pequeños líquenes en un estado de blandura gelatinosa,

otros endurecidos desde la víspera quizá, gramíneas, pequeñas

piedritas de todo tipo de naturaleza; roda esto atravesado por

hormigas acareadas, unas ayudándose mutuamente en arrastrar

una carga, otras evitándose o dereniéndose un instante y como

131
E11frne Delncrofr Mnafoita y be/Jaa

parres de esta agua que no reAejaban nada a causa de la sombra,


intercambiando una importante novedad. En fin, mil detalles

que se me escapan ahora me hicieron pensar en la fresa de Ber­


entreví confusamente en el cieno que formaba su fondo otras

nardin de Saine-Pierre y en la inmensidad de la naturaleza. Me


existencias, otros vegetales, algunos de los cuales se elevaban

hasta la superficie.
vino a la cabeza, viendo redo ese mundo can ocupado, este en

chupar el cáliz de una flor, aquel en hacer rodar un grano de


Fui advertido más adelante, por un olor desagradable, de la

arena, todo lo que parece vivir, desarrollarse, e incluso finalmente


presencia de una charca a medias reseca y llena de desechos; me

parce.e que la accividad se redoblaba allí aún m:ís. Esta infección


morir; me vino a la cabeza, digo, que ni uno solo de esos seres

era inútil a la creación; y de ali{ a suponer que era indispensable


que me repelía parecía en cambio un imán que atraía miles de

criaturas. ¿Qué hubiese sido. por ejemplo, de un vasto campo de


y que no se podía recortar de él un solo :Ítomo habfa un p:iso.

En efecto, siendo el hombre él mismo un pequeño mundo, y batalla cubierto de cadáveres de hombres y animales? Hubiése­

produciéndose sus ideas y sus trabajos en las mismas condi­


mos podido ver allí con ojos de sabio una multitud de especies

ciones de codo aquello que lo rodea, es fácil notar que cuanto


innumerables atraídas como comensales a un banquete; mucho

mejor, como obreros reclutados en un vasto taller de transfor­


más perfecta en su conjunco es una obra salida de sus manos,

mación y resurrección.
más necesarias son sus panes. Solo es propio de los arriscas más

grandes el producir en sus obras la mayor unidad posible, de tal


En nuestras ciudades, la industria hum a n a no pierde nada

de los más viles desechos de codo aquello que fue de nuestro


suerte que los detalles, no solo no la dañan, sino que le son de

u na absoluta necesidad. ¿Cómo suponer entonces que el eterno uso: algunas clases enteras viven solo de aquello que no parece

servir para nada. ¡Cuál no debe ser la industriosa actividad de


arquitecto haya podido crear el menor ápice de materia viviente

o inanimada sin ningún fin? esas miríadas de seres destinados por la naturaleza a apropiarse,

Continué mi paseo: encontré zanjas llenas de agua. Algunas a transformar lo que ha cumplido su ciclo, a volverse los crisoles

vivientes de esta refundición universal!


moscas o insectos que redo el mundo conoce se paseaban allí

en codas direcciones sobre sus largas piernas, desliz:índose y


• • •
deteniéndose bruscamente sin arrugar su superficie.

Otros fenómenos se producían en esta agua o sobre esras

orillas, pero siempre la misma indescriptible fecundidad de


La materia recae siempre en la rrisreza: el murmullo de los

existencias de todo tipo. Este pequeño charco de agua era un


vientos y del mar, la larga noche con sus terrores y su silencio, el

ocaso del sol con su melancolía, la soledad, donde se la encuentre,


espejo en el cual aparecían las nubes, el intenso azul del cielo

evocan oscuras ideas, aprehensiones de nada, de destrucción. El


y los árboles invertidos. Vi por debajo mío lo que pasaba por

niño nace envuelto en lágrimas, no sabe más que llorar; su madre


encima: vi pájaros que atravesaban ese cuadro móvil. Las hierbas

gime sobre su pañal, abriéndole el cauce de los dolores. Si bien


que se inclinaban sobre sus orillas aparecían por debajo; y en las

133
132
Mr111ftsic11 y hriirza

el hombre se anima en la acción y en la sociedad con los otros

Domingo 16 de setiembre de 1849,


hombres, vuelro a la soledad y al espectáculo de su miseria y su

en el bosque de Champrosay
debilidad se entristece, y lo hace ramo más cuanro más elevada es

su naturaleza, con un temple de espíritu más delicado. La alegría


La naturaleza es singularmente consecuente consigo misma.
de los festines, la conversación, el juego, el intercambio de ideas,

Me acuerdo de haber dibujado en Trouville fragmentos de


animan su ojo y su alma: sus rasgos respiran el entusiasmo o el

rocas, al borde del mar, cuyos accidentes eran proporcionados,


júbilo. Que su cuerpo ceda aJ cansancio y que lo gane el sueño:

de manera de producir sobre el papel la idea de un inmenso


sus rasgos pierden la animación, la expresión de su rosrro es de
acantilado.
tristeza, algunas veces de profunda consternación. Vean el ojo del

Solo falraba un objero apropiado para establecer la escala


caballo, compañero de gloria sobre el campo de batalla, o esclavo
de magnitud. En ese instante, escribí al lado de un gran hor­
de los más viles caprichos, servil en los más duros trabajos durante

miguero, formado al pie de un árbol, mitad por pequeños


casi toda su vida: excepto en los cortos instantes en los que el

accidentes del terreno, mitad por los pacientes trabajos de las


sonido de la trompera despierta en él algo como el entusiasmo
hormigas: son taludes, partes que sobresalen y que forman
humano, la expresión de ese ojo es de tristeza, Igual el perro: su
pequeños desfiladeros en los cuales pasan y vuelven a pasar
ojo es temeroso o gimiente. Toda esta naturaleza soporta una
los habitantes de aspecto atareado, y semejantes a un pequeño
carga y parece aguardar a que se le alivie. Todo el mundo parece
pueblo de un pequeño país que la imaginación agranda en el
a la espera de una suerte de felicidad, sin duda; pero el Ser de los
mismo instante. Lo que solo me hubiese parecido un montí­
seres no muestra casi nunca a sus tristes criaturas más que el lado
culo, lo veo a voluntad como una vasta extensión entrecortada
irritado de su rostro. La zancadilla, la amenaza está en todas par­

por rocas escarpadas, por rápidas pendientes, gracias a la talla


tes. El propio sueño no ofrece un completo descanso: el hombre
diminuta de sus habitantes.
no olvida allí su miseria; al contrario, a menudo se agranda, y
Un fragmento de carbón o de sílex, o de una piedra cual·
el exceso de su espanto en la visión de apariciones o de peligros
quiera, podrá presentar en una proporción reducida las formas
horrorosos o desconocidos lo despierta con frecuencia helado de
de inmensas rocas. He norado también a menudo, dibujando
terror, y solo lo saca de esos terrores imaginarios para volverlo a
árboles, que tal rama separada es ella misma un pequeño árbol,
poner de cara a la funesta y real imagen de su situación mortal.
y no por el tamaño de las hojas.

Existe una parte de la ciencia que, según creo, no es explora­


• • •
da por los científicos, y que serla la historia de estas relaciones

naturales y a su vez una curiosa historia de ciertas formas que

parecen, para los ojos desatentos, el producto del azar, y que

est:in no solo geométricamente combinadas, sino que evocan,


134

135
Eugfflr Ddm:roix Mnafoiea y /u/la.a

hasta el punto de confundirse con ellas, formas que pertenecen De la gracia de ciertas sinuosidades, la de los caminos por

a objetos de una especie completamente distinta. ejemplo. El uso los traza sin conciencia de lo que hace; incluso

Ejemplo. He visto, en la playa de Tánger, que csrá formada en perspectiva, conservan su gracia. Sería curioso observar la

huella de los caracoles.


de una arena muy fina, que el oleaje al retirarse cavaba pequeños

surcos que se reproducían sin cesar variando con cada marea, y

el dibujo de esos pequeños canales por donde se retira el agua


• • •

es, por así decir, idéntico a la estría de la piel de los tigres. Hace

algunos días, fui sorprendido, ascendiendo el camino que va del El hecho es como nada, puesto que pasa. No queda de él más

puente a Champrosay, por pequeños rnonroncitos aplastados que la idea; incluso no existe realmente en la idea, puesto que

de bosta de vaca que habían formado manchas que me han re­ ella le da un color y se lo representa tiñéndolo a su manera y

cordado algún otro dibujo de un objeto análogo, pero que me según las disposiciones del momento.

dejaron convencido de que esas manchas deben reproducirse de ¿Porqué nuestros placeres pasados aparecen a nuestra imagina­

la misma manera. ción como infinitamente más vivos de lo que han sido de hecho?

Solo conocemos de la ciencia las groseras amec.í.maras donde ¿Por qué el pensamiento se detiene con tanta complacencia sobre

el común de los científicos se codea con los más hábiles; estos lugares que ya no veremos, y donde nuestra alma experimentaba

entreven de un tiempo a otro algunas chispas que se escapan solo algún estado de felicidad? ¿Por qué incluso (;Oh, triste y cruel

para ellos, y todavía de una manera confusa, desde el interior condición de nuestra naruraleaa, allí donde estalla una potente

del templo en donde se encierra a la naruraJeza. Ese miserable fu.cuJrad!) el recuerdo de los amigos que afioramos los embellece

excremento secado al sol fijará el pensamiento ramo como los cuando los hemos perdido? Sucede en el pensamiento, cuando

soles y los mundos, y será la ocasión de un problema que abrace recuerda las emociones del corazón, lo mismo que sucede cuando

él mismo un mundo de observaciones. Díganme, señores, ¿cuál la facultad creadora se apropia de él para animar el mundo real y

es el compás presente por rodas parres y ocupado en dibujar en extraer de allí cuadros de imaginación. Compone, es decir ideali­

el fango, cal como lo está en trazar la ruta de los astros en los za y escoge. No se puede pensar sin idealizar. ¿Qué son nuestros

cielos, esa raya variada y regular en sus giros? Otra pregunta. prejuicios? ¿Qué son los míos. por ejemplo, que difieren de los

¿Por qué esta fuerza desconocida se aplica aquí a repetir sobre de mi vecino? Una forma de idealizar el mismo hecho al verlo, es

la arena del mar esa forma que dibuja en otra parte sobre la piel decir a.l componerlo a mi manera. Es precisamente lo que decía

de los tigres? ¿Por qué aquí vínculos tan asombrosos, por qué en a.l comenzar: que el hecho no exisúa realmente, puesro que el

otra parre tantas diferencias entre objeros que eUa ha aproximado pensamiento le da una segunda vida al colorearlo, al itkaliza.rlo.

por otros puntos?


. . .

136
137
Eug>nr DrJocroix
Mrrnfoica y brliaA

21 de setiembre de 1854.
con el embrutecimiento. Algunas naciones se han vuelco especies

de ilotas por el uso inmoderado de estos esrimulanres y de los

El hombre domina la naturaleza y es dominado por ella. Es el


licores fuertes. Llegados a cieno grado de civilización, las nacio­

único ser de la creación que, no solo se le resiste, sino que la doma


nes ven debilitarse sobre todo las nociones de virtud y de valor.

o elude sus leyes y extiende su imperio a través de su voluntad


El ablandamiento general producido por el progreso de los

y de su actividad. Pero que la creación haya sido hecha para él


disfrutes acarrea una pronta decadencia, el olvido de lo que era

es una proposición que lejos está de ser evidente. Todo lo que


la tradición de conservación y el honor nacional. En una situa­

edifica el hombre es efímero como él; el tiempo mina y tira abajo


ción semeja.me es difícil resistir la conquista. Siempre aparece

los edificios. inunda los canales. destruye los conocimientos, y


algún pueblo, a su vez hambriento de goces o completamente

hasta el nombre de las naciones: ¿dónde está Canago?, ¿dónde


bérbero, o que aún conserva algún valor y espíritu de empresa,

está Babilonia?
para. aprovecharse de los despojos de los pueblos degenerados.

Las generaciones, se dirá, recogen la herencia de las gene­


Esta catástrofe fácilmente prevista se vuelve algunas veces una

raciones precedentes. Si así fuera, la perfección o más bien el


suene de rejuvenecimiento para el pueblo conquistado: es una

perfeccionamiento no tendría límites. Faltó mucho para que el


rormenta que purifica el aire después de haberlo nublado. Este

hombre reciba intacto el depósito de los conocimientos que los


huracán parece aportar nuevos gérmenes para este suelo agota·

siglos ven acumularse. Si bien perfecciona ciertas invenciones,


do. Quizá salga de allí una nueva civilización, pero harán falta
en otras queda por detrás de los inventores. Un gran número de
siglos para volver a ver Aorecer allf las artes apacibles, destinadas

esas invenciones se pierden. Lo que gana de un lado lo pierde


a endulzar las costumbres todavía destinadas a corromperse una

del otro. No tengo necesidad de hacer notar cuánto han dañado


vez más para acarrear esas eternas alternativas de grandeza y de

a la moralidad o incluso al bienestar del género humano algu­


miseria en las cuales no aparece menos la debilidad del hombre

nos supuestos perfeccionamientos. Tal invención, al suprimir


que su singular grandeza.

o disminuir el trabajo y el esfuerzo, ha disminuido la dosis de

paciencia para soportar los males y la energía para superarlos, • • •


que es dado desplegar a nuestra. nnruraleza.

Tal otro perfecciona.miento, al aumentar el lujo y un aparente


Champrosay, 1° de mayo de 1850.

bienestar, ha ejercido una influencia funesta sobre la salud de las

generaciones, sobre su valor físico, y ha acarreado igualmente una


La naturaleza no se preocupa ni del hombre ni de sus trabajos,

decadencia moral. El hombre toma de la naturaleza venenos, tales


ni en modo alguno de su paso por la tierra. Para la naturaleza

como el tabaco y el opio, para hacer de ellos instrumentos de


es igual que invente y construya maravillas o que viva como

rosco placer. Es castigado por ello con la pérdida de su energía y


un bruto. El verdadero hombre es el salvaje; él concuerda con

138
139
Eugine Delncroix Mu11foic11 J belleza

esplriru de combinación, ¿obtiene siempre el hombre consuelo


la naturaleza tal como es. Tan pronto como el hombre aguza

al admirarse tanto él mismo por su constancia, o al gozar tanto


su inreligencia, agranda el circulo de sus ideas y perfecciona

y durante tanto tiempo de esos variados frutos, emanados de él


su expresión, adquiere necesidades y la inteligencia necesaria

mismo? Lo más común es lo contrario; no solo el m:is grande


para satisfacerlas, se da cuenta de que la naturaleza lo contraría

en talento, en audacia y en constancia, es comúnmente el más


en todo. Es preciso que se consagre a violenrarla de manera

perseguido, sino que a menudo se ve fatigado y atormentado por


continua; de su lado, ella no le debe nada. Si él suspende por

esa carga del ralenro y de la imaginación que, haciéndolo dife­


algunos instaures el trabajo que ha emprendido para domarla,

rente del resto de los hombres, lo vuelve un objero de odio y de


ella retama sus derechos con rapidez; ella mina, destruye o

envidia. Cierta inquietud y la continua aspiración a la perfección,


desfigura la obra de este enemigo que nunca es tan perseverante

lo vuelven tan ingenioso en atormentarse como en esclarecer a


en edificar como ella lo es en destruir y en borrar las hudlas de

los otros. Casi todos los grandes hombres tuvieron una vida más
efímeras tentativas. Parece como si ella transportara con impa­

atravesada, más miserable, que la de los demás hombres. Napo­


ciencia las obras maestras de la imaginación y de la mano del

león jamás gozo plenamente de su colmo de gloria; él mismo


hombre. ¿Qué importan a la marcha de las estaciones, al curso

dice que en el momento en que deslumbraba al mundo con sus


de los astros, a los ríos y los vienros el Partenón, San Pedro de

triunfos, no tenfa un solo minuto para detener su pensamiento.


Roma, y tanros milagros del arre? Un temblor de tierra, la lava

Había allí otras preocupaciones, ocros enemigos lo arrastraban


de un volcán, harán justicia con ellos; los pájaros anidarán en

hacia nuevas empresas.


las ruinas de estos soberbios monumentos, las bestias salvajes

Voltaire, quien gozaba en apariencia de todos los dones de


acudirán a desenterrar los huesos de sus fundadores de sus

tumbas entreabiertas. la fortuna y del talento, jamás tuvo un instante de completa

tranquilidad. Sus libros impresos furtivamente, las calumnias


Pero el propio hombre, cuando se abandona al instinto salvaje

de sus enemigos, el cuidado de su reputación, lo manrienen en


que es el fondo mismo de su naturaleza, ¿no conspira con los

una continua angustia, su fiel secretario cuenra que ni siquiera


elementos para destruir las bellas obras? ¿No acude la barbarie

estaba seguro de su gloria; sus obras, que apiñaba con una in­
casi periódicamente, y semejante a la furia que aguarda a Sísifo

fatigable actividad, eran para él nuevas chances de conseguir


quien rueda su piedra hasta la cima de su peñasco, para invenir y

una reputación que nunca creía haber conquistado. Y todos los


confundir, para hacer la noche luego de una luz demasiado viva?

grandes hombres son así.


Y esta potencia singular, que dio al hombre una inreligencia su­

perior a la de las besrias, ¿ no parece complacerse en castigarlo por


• • •
esta misma inteligencia? Funesto regalo, he dicho. Sí, sin duda: en

medio de esta conspiración universal de la materia, eternamente

actuante concra los productos de la invención del genio y del

141
140
Eugfflr Drlncroix Mnafoic11 J brlln.a

Todo cambia, todo es novela. Somos sorprendidos por el razón universal . «Los pueblos, dice admirablemente Bossuet,

abatimiento que conduce a la muerte, por el olvido profundo solo duran en ramo haya elegidos que se abran de su mulrirud.»

de aquellos que ya no están; ¿no nos olvidamos nosotros mis­

mos? Vuelvo a ver los dibujos de Marruecos, y mis impresiones • • •

son las de otro; miles de detalles que se me escaparon y que a

veces vuelven me lo prueban. EJ recuerdo que creemos tener Se quiere gozar de todo, y no se sabe gozar de uno mismo.

es engañoso. Los rerraros de los muertos hechos tras la muerte Medite esras palabras. Cuando no gozas de ti, es como si fueras

parecen muy pronto semejantes, pues la imaginación, que solo ouo. Solo en la soledad se puede realmente gozar de sí, es decir ser

tiene recuerdos vagos, echa raíces en esa realidad. impresionado por los objetos exteriores en la relación completa

¿Cómo nuestros pensamientos serían hoy los de antaño? Mi que existe entre ellos y nuestra propia naruraleza. Te digo que

cuerpo se renueva sin discusión. No hay un fragmemo de mis hace falra medicar en esto, no para hallar la ocasión de escribir

cabellos que esruviese sobre mi cabeza hace veinte años; ¿cómo habladurías. sino por la verdadera utilidad que se p uede extraer

los pensamientos que nacen en el cerebro, o si se quiere en esa de esto para la vida.

organización renovada, serían los mismos? ¿Son las ideas del

viejo iguales a las del joven? Una idea les llega, si no la coman al • • •

pasar no vuelve jamás igual, tampoco el mismo color; un paraje

los impresiona, el día de mañana les parecerá frío. La naturaleza no hizo la civilización. La civilización de los l
sa ­

o máximo q
vajes es l ue ella nos co ncede. El hombre realmente ha

• • • añadido mucho a sus obsequios. Al construirse casas, al cubrirse

de ropajes, al aumenrar los medios para alimentarse a tra vés de la

En efecto, por más que busquen la verdad en las masas, yo agricultura, ha producido inmensamente. Co nstruyendo palacios

solo la encuentro, cuando la encuentro, en los individuos. Para y carrozas, inventando las arr es que lo recrean, se alejó mucho

que la luz brore de las tinieblas, es preciso que Dios encienda allí más de los simp esl b ienes de la naturaleza la q ue, no pe rdiendo

un sol; para que la verdad penecrc en un pueblo, es preciso que jamás sus derechos a través de odos estos cambios en
c la con­

Dios lance allí un legislador. La verdad solo es revelada al genio, dición humana y su b ienestar aparente, lo hace nacer siempre

y el genio existe siempre solo. ¿Qué ven en la historia? De un en los sufrimientos, vivir y morir en la angu stia. Los pob res,

lado Moisés, Sócrates, Jesucristo; del ocro los hebreos, Grecia y que viven todo esto en sus ch ozas, son niños desheredados que

el universo. De un lado los pueblos que persiguen y matan; del quedan en la miseria y en la privación de los salvajes. Se rían mal

orro, la víctima aislada que los ilumina. Siempre un hombre y vistos sin embargo si maldijeran re specto a la civilización, po r no

un pueblo; siempre la razón individual trabajando en formar la ser sus fuvoriros. Sin co ntar con que nada impide qu e la suerte

142
Mttafoicn y brilaa
Eughu Deiacro»:

los favorezca o que el talento y la mente los lleve alguna vez a las que reemplazan al inmenso roble arruinado por los años

la riqueza, su destino, tal como la civilización lo construye, es innumerables por retoños que rejuvenecen el aspecto del suelo.

todavía, en muchos aspectos, mis soporrable que el del salvaje.


La montaña que se desploma, el suelo que se quebranta o que

cava surcos, para dar lugar a lagos o a una rierra nueva, mejor

• • • preparada para dar a luz nuevas riquezas, todos esos fenómenos

no son de ningún modo trastornos o convulsiones, ni siquiera

Toda la complicación de este universo, esra imposibilidad de simples desórdenes de los elementos. Solo nos sorprenden a

un comienzo o de un fin, esre sol que quema sin consumirse, nosotros, cuyos pequeños cálculos se ven alterados o cuya se­

esra necesidad de aquello que nos parece mal, todo esto debe guridad se ve amenazada. Partiendo de ese punto falso, de que

probar al hombre que, aunque se muestre orgulloso de su in­ nuestra frágil y pasajera existencia es el centro al que todo se re­

teligencia, y se sirva continuamente de ella para exigir la razón laciona, tenemos razón en ver estos acomecimiemos tan lógicos

de todo, no puede con su ayuda traspasar el misterio universal. como contradicciones de la voluntad creadora; pero el hombre

Hay más: en vista de la perpetua contradicción entre mil cosas no es más que un aspecto de ese gran todo, en el cual cumple

necesarias y aquello que llamamos las leyes de la razón, y que su papel; recibe y da; oprime y es oprimi d o; quema, desgarra,

son solo los límites de nuestro débil instinto, es probable que el


consume, es aplastado, y a su vez barrido. El conocimiento, la

hombre esté tan lejos de lo verdadero, de la pura y matemática razón, que le han sido dadas, le parecen, a decir verdad, tícu!os

razón de todo, como esta mosca que veo pasearse en el calor, de esta preferencia que se imagina que la naturaleza le debe por

volar en todas las direcciones; con esta ventaja al menos de la sobre los demis seres. Por el contrario, debe servirse de esta

mosca sobre el triste y sonso heredero de Adán y su pasión por


misma razón para apreciar los costados por los cuales es superior

un indiscreto conocimiento, que ella no se inquiera por aquello y privilegiado, y consolarse al mismo tiempo por las miserias

que es negado a su naturaleza, y sigue las estrechas leyes de su que son las condiciones inseparables del lugar que ocupa y de la

ser, sin rebeldía ni vana curiosidad por conocerlas. resistencia que ejerce contra esa naturaleza acruanre e invasora.

Todo es por tanro bueno y bello fuera de él; ¿es que la razón

• • • y la conciencia del bien y del mal le pareccdn dar la última y

más fuerte prueba de que existe en él una inteligencia superior,

Considerando solamente la materia inanimada, el orden directriz y creadora del universo? ¿Es que esta razón, admirable

aparece por todas parres. Las catástrofes y la destrucción, que privilegio, en efecro, no alcanza para demostrarle no solo que

son la naturaleza misma y que reemplazan unos por otros los todo es necesario y que está admirablemente encadenado, sino

objetos que nos rodean, no deben causarnos ni sorpresa ni de­ también para consolarlo por aquello que llama sus males, es

cepción. Por el contrario, son leyes admirablemente inteligentes


decir, la enfermedad, los accidentes, la muerte, que le parecen

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144
Mnafoica y br/Jezn

los funesros regalos de una naturaleza mala madre y que ve de levantar vuelo; ¿es preciso abandonarse a un vil desaliento,

con la mayor tranquilidad que es el destino eterno de todo lo porque el siglo está corrompido?

que no es él, de lo que existe a su alrededor, y contra lo cual

. ' .
nada se revela?; si todo es bueno y bello fuera de él, ¿todo lo

que se liga a él sería entonces mal organizado y bárbaro? ¿Por

qué no ver que aquello que él llama los funesros regalos de una «Denles (a las mujeres), dice lord Byron, bombones y un

naturaleza mala madre son no solo las necesidades de su paso espejo, y estarán contenras.»

por la tierra, sino también las condiciones de la existencia de Es verdad, la bagatela es su elemento; tienen horror por las

nuevas generaciones destinadas, como él, a go1..ar a su turno de personas serias y por todo lo que es serio. Prefieren el encaje a

esta sublime naturaleza, que se rejuvenece sin cesar mediante todo, incluso al placer. El amor casi nunca es arra cosa que un

nuestra ruina? pretexto para su necesidad de intrigar en las cosas pequeñas.

. . ' Bayle decía que la mujer que va al baile piensa mucho más en

su bouqnet que en su amante. Pero es preciso que el desgraciado,

El amor a la gloria es un instinto sublime que solo es dado a sacrificado como es, vaya a ese baile, yes únicamente para hacerlo

aquellos que son dignos de obtener la gloria. El amor a una vana asistir al triunfo del vestido y del bouquer.

reputación, que solo fomenta la vanidad, es algo completamente

distinto. El entusiasmo se alimenta de sí mismo. El sufragio de la . ' '

multitud puede sin duda halagar, pero no da esa ebriedad divina

que, en las grandes almas, toma su fuente en el sentimiento de Siempre se habla de la libertad; es el fin confesado de todas las

su propia fuerza. Seguramente todos los grandes hombres han revoluciones, pero no se dice lo que es esa libertad. En el Estado

presentido su imperio y han tomado por adelantado el sirio más libre, ¿quién es completamente libre? No se habla de esa

que la posteridad les concede más tarde; ¿cómo explicar de otro libertad que está por fuera de la política, que no encontrarán ni

modo esa audacia en la invención? en los lazos de familia, ni en los empleos, ni en las mil formas

de organizar la vida, o mil tiranías, que constituyen el hecho de

' ' ' las exigencias de la profesión, los afectos de familia u otros, las

miserias generales de nuestra naturaleza, o las que resultan del

L1 dispersión de las aptitudes en ensayos que no conducen carácter de cada uno en panicular. El romano, que se vanaglo­

directamente hacia un gran fin, es casi tan funesta como la riaba de ser libre en el Foro, era a menudo esclavo en su hogar.

pereza que los adormece o el desaliento que quita la fuerza Esta libertad, o más bien esta liberación de las preocupaciones

y de los problemas, solo la encontraríamos en la resignación.

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Eug>ne Delacroix Mr1afoir11 y brllt?A

Uno se protege contra muchas miserias cotidianas, a través del son indiferentes a rodas las opiniones, con tal de enriquecerse

gusto apasionado que se tiene por un arte o una ciencia o una manteniendo bajo su influencia a un público numeroso.

búsqueda cualquiera que compro mera el espíritu; pero, para que

ese gusto los preserve del tedio, es preciso que sea dominante, • • •
y entonces usted descuida deberes o necesidades esenciales, y se

encuentra aislado y muy pronto abandonado. Extrmía rejlcáón sobre los resultados de la igunldttd. - Cuando

La libertad política es el gran término ante el cual se sacri­ la igualdad haya fundado enteramente su imperio, será una de

fica precisamente, en este 'orden de ideas, la libertad más real. las funciones del público dorar de amantes a los hombres feos y

Aquella se resume corrientemente, entre los modernos, en la raquíticos; para sacar rajada a los bellos, será preciso hallar mujeres

libertad de decir y de escribir roda lo que se piensa; ¿pero cuán­ dispuestas a consagrasse a esa evangélica fraternidad; quizá los no

tas personas existen que hagan uso de esas libertades? Decir lo favorecidos por la naturaleza no se encuenrren lo suficientemente

que se piensa es un hecho aislado y que solo ofrece una mínima compensados por una simple entrega: presentarán una súplica para

satisfacción, y es más propio para engendrar enemigos que ser amados. Los hombres de espíritu serán invitados a recatarse un

para hacerlos progresar en el mundo. La más simple prudencia poco par.i no humillar demasiado a los desprovistos de espíritu;

muestra la inutilidad y el peligro de esta libertad de decir todo; no teniendo los medios para dar espíritu o sentido común. como

¿pero cuántas personas harían uso de la libertad de imprimir se da la sopa, a quienes carecen de ello, y no pudiendo quitarlo a

en presencia de esa falange de escritores, impulsados por el quienes lo tienen, habrá que obligarlos a no servirse de aquello. El

hambre o por la ambición, que cierran todas las avenidas, que Evangelio y.i prescribió prestar la otra mejilla a aquel que y.i golpeó

difaman todo lo que les obstaculiza, y que han hecho de ese la primera; solo se podrá ser tan buen ciudadano como su vecino

supuesto medio de libertad un arma terrible, ante la cual nada siendo tan bestia como él. El abogado que, en un proceso, haya

resiste, y de la que abusan a diestra y siniestra para su interés hablado mejor que su adversario, será amonestado para compensar

o el de su partido? su superioridad. Las mujeres feas serán las únicas con derecho a

Esta supuesta libertad solo existe pues para los escritores de tener adorno. Solo se representarán las piezas de los malos autores,

profesión. Por las buenas o por las malas, nos imponen su opi­ para consolarlos un poco. Incluso se invitad a las personas de

nión y sus prejuicios. Por un hombre clarividente y seguro de sí, talento a ayudarlas en su práctica. ¡Qué injusticia de la naturaleza

hay miles que solo ven a través de los ojos de los portaplumas. el mostrarse tierna madre para unos e impiadosa para los otros!

¿ Tienen ellos mismos mucho de esta libertad de decir todo, Nada será más justo que invertir un orden impío mediante todas

que es un medio tan potente de dominación? No; ellos están estas pequeñas mutuas concesiones. ¡Qué conmovedor será ver

como los otros sometidos a la táctica de su partido, de los jefes reinar sobre la Tierra, por medio de la política, aquello que la vieja

que les imponen el tono que deben usar; y esos jefes, a su vez, religión de Jesús no pudo realizar: este acuerdo de las almas que

148 149
Mttafisira y btllna
Eugt'nt Delacraix

Un ciudadano de Atenas era un soldado. Allí había lo que yo


solo se pensará pedir a la pura razón, puesro que el sentimiento y

pido: hombres libres y esclavos. El esclavo entre los modernos


las prédicas religiosas de todos los tiempos no pudieron realizarlo!

subsiste siempre: ilotas de 5 centavos al día, reclutados, vesti­


Noten que no será necesario amarse los unos a los otros para

dos, armados, destinados a recibir golpes. Lo que busco son los


apresurarse a prestarse auxilio, bastará con buenos proyectos de

auténticos hombres libres, libres del temor cuando piensan en


leyes, buenas rabias de derechos y deberes, grabadas sobre el már­

la patria, en el verdadero honor. Cuando Alejandro se lanzaba


mol, a falta de serlo en los corazones. El término conciencia ya no

complctamt:nte solo en la ciudad de los ox.idracos, no era con el


tendrá sentido. El término equilibrio será puesro en su lugar. Toda

mismo sentimiento que el de los oficiales de Fonrenoy que decían


la educación consistirá en perfeccionar la noción de este equilibrio

a los ingleses: «Tiren ustedes mismos». Esos imbéciles habrían


moral, el cual consistirá en darse cuenta de aquello que falta a la

lanzado de buen grado su escudo para mostrarse más bravos, si lo


razón, a fin de hacer valer sus derechos, a fin de no ser puC5to a la

hubieran tenido. Alejandro se cubre con el suyo, se precipita sobre


cola del estómago de vuestros hermanos. ¿He cenado tanto como

el enemigo pero no desesperadamente y como un hombre que se


mi amigo?Tal será el fundamento de la moral. El primer deber del

sacrifica para dar el ejemplo a sus soldados, sino como un hombre


ciudadano ya no será sacrificarse, sino conservarse para la república.

que sabe que puede ser asistido a tiempo, y cuyo coraje desperta­
Si cada uno se dedica a su satisfacción, ¿no constituirá esa multitud

rá el de sus soldados. Igual César en Espafia; igual Napoleón en


de dichas particulares la felicidad general, es decir la prosperidad

Arcis-sur-Aube, cuando coloca su caballo jumo a un obús cerca


de la patria, que debe ser el primero de los votos del ciudadano?

de estallar que había causado conmoción y duda a sus granaderos.

Él no se pone allí para morir, como ronramcnre se lo ha dicho:


• • •
se expone a un peligro evidente, pero que se necesita enfrentar y

prueba al mismo tiempo que se puede escapar de él desafiándolo.


Sobre el arte de la guerra. - ¿De dónde proviene el hecho de
Ese puñado de atenienses y de esparr.mos que resisten a los persas ...
que el estado militar no obtiene esa consideración a la que según

A primera vista parece que la abolición de las armas defen­


parece debieran aspirar hombres que se inmolan por su patria?

sivas debería ennoblecer la profesión de soldado. Esta guapeza


Debería ser un sacerdocio como el del clérigo.

en enfrentar los golpes, en exponerse sin protección, parece to­


En lugar de haber progresado, el estado militar es destruido

talmente natural a algunos filántropos progresistas que escriben


en su esencia. Se pretende hacer mediante máquinas vivientes,

tratados sobre la guerra en el rincón de su fuego. Sostengo que


que no son impulsadas por ningún senrirniento, aquello que los

es m:is natural pensar que el hombre que se siente bien armado y


antiguos hadan a través de hombres movidos por verdaderas

bien protegido sienre aumentar su confianza en sus fuerzas: es el


pasiones: el respero por sí mismo, el amor a la patria.

primer elemento del coraje; este coraje aumenta todavía si siente


El ideal del soldado es el soldado monje. Hemos visro canti­

cerca suyo a un compañero presto a hacer las cosas bien como él.
dades de esos hombres resistir a miles de turcos.

151
150
Eug(nt Delacroix
Mttafisica y belleza

El arte de la guerra es verdaderamente, en nuestros días, el arte


de una prudencia que no es la de la pusilanimidad, capaces de

de matar; pero uno mara a sus propios soldados tanto como a


sacrificarse llegado el momento, como lo hacen los generales
los del enemigo:
cuando hace falta que ellos mismos den el ejemplo.
Volraire realiza con humor, y al mismo tiempo con profundidad,
La caballería no parece buena para ocupar el campo de batalla,
como es su costumbre, la crítica del sistema moderno, cuando
para descubrir los caminos y hostigar o perseguir a un enemigo
describe de este modo la batalla entre los ávaros y los búlgaros: 1<La
ya deshecho y puesto en fuga, e impedirle reunirse.
balacera comenzó por ajusticiar . . . , erc.; el cañón llegó luego, erc.»
Los antiguos tenían poca caballería. Es una fuena cuya acción

Quizá no esté lejos el tiempo en que habrá que volver a los ver­
es mucho más limitada que la de la infantería. Su principal ventaja

daderos principios del arte militar que fueron practicados por los
consiste en la posibilidad de transportar rápidamente una fuerza

antiguos y de los que los usos modernos no dan el equivalente. El


de un lugar a otro. Pero el jinete no es un centauro: en el momento
arre de vencer perdiendo pocos soldados: ese es el arte militar; fue
de actuar, el caballo se vuelve un problema para el soldado, cuyos
el de algunos grandes generales modernos, sobre rodo de Tiireruic.
golpes no son seguros; las heridas que se hacen a la montura son

No está lejos el tiempo, digo yo, en que habrá que retornar al


como si fueran hechas al jinete: es derribado, se vuelve inútil,

coraje como al elemento principal. Las máquinas destructivas, que


confunde los movimientos y los vuelve casi imposibles.
un singular perfeccionamiento que no es otro que el del mal hace
Vemos, en los primitivos griegos, en los pcrS3s, etcétera, el uso

inventar a cada instante, volverán inútiles a las masas armadas.


del combate en carros. Este vehículo, tan incómodo como debía
¿Qué sistema podrá surgir de esta imposibilidad de ocupar
ser, presentaba al menos la ventaja de librar un verdadero combare

el campo de batalla con un cuerpo numeroso en presencia de


aún cuando el medio para movilizarse y transportarse hubiera sido

instrumentos capaces de aniquilar en algunos minutos toda una


destruido por un accidente. Esos carros eran ellos mismos instru­

división? Únicamente el de combatir por pequeños grupos, que


memos de destrucción: estaban armados con guadañas. Entre los

puedan esparcirse o reunirse llegado el caso, pero en los cuales


modernos, podrfan estar equipados con morrales misiles adecuados

el valor, la presencia de espíritu se volverán los contrapesos ante


para sembrar la confusión en las filas del enemigo. Me imagino que

el terror causado por las máquinas ciegas, ante las que se tratará
máquinas de ese tipo, lanzadas de manera intempestiva y a cargo

de eludir su efecto para atacarlas llegado el momento para des­


de soldados de elite que saltarían a cierra o combatirían en medio

truirlas. Se necesitarán ejércitos de paladines, cuyo valor esté


del enemigo en el seno de esta fortaleza ambulante, serían de un

regulado por la prudencia y la táctica: es decir que se necesitará


efecto muy distinto que esos grandes jinetes que ocupan cada uno

que sean poco numerosos, quiero decir la parte realmente hecha


mucho lugar con sus caballos vuelros inútiles y que estorban en
para recibir los golpes, ocupar los lugares, representar un ejér­
el momento de la acción, teniendo cada jinete menos medios de

cito. Pero el verdadero ejército, serán esos bravos que actúan de


destrucción que los simples infantes, a consecuencia de ese escollo,
manera intempestiva, capaces de decisión y al mismo tiempo
y ofreciendo más flanco a la destrucción.

152
153
Mnafoica y be/lrz,1
Eughu Ddncroix

serían más exactos. El pánico posee más efecto sobre un cuerpo


¿Sería completamente imposible que mis fortalezas rodantes
numeroso y las consecuencias son allí más funestas. - Esos ca­
fueran a prueba de balas?

balleros que Chenavard vio desbandarse por urrpisroletazo . . .


¿No cenemos ya un comienzo de lo que pido en el uso que
La unidad de artillería estaría encargada de conducir, con sus
se ha introducido de ubicar a los artilleros sobre los trenes con
artilleros, un pequeño convoy de infumería para defenderla y
cañones cuando hace falta transportarse lejos? Algunos infames

14 para aprovecharse impetuosamente y a cono alcance de la brecha


armados con fusiles son una especie de artillería. ¿Por qué no
producida por la unidad.
los transportamos en coches hacia donde haya que llevarlos? En

No hacer consistir el honor en exponerse sin defensa. Proteger


primer lugar evitaría la facig�; si un accidente detiene el carro,

sobre todo a los oficiales; darles para-golpes o corazas, si no se


siempre tiene a vuestra tropa a pie y presta de paso a actuar. Esos

los quiere dar a los soldados. Pero la tonta vanidad francesa se


carros serían a su vez un abrigo, llegados al lugar dd combare,
sublevará contra estas medidas de prudencia. Cuando se vio, en
especies de gaviones y de construcciones defensivas. - En el caso
1 8 1 5 , a los oficiales ingleses pasearse en uniforme con un para­
en que no se renga el tiempo de hacer las construcciones para

guas, se los encontró ridículos; se hallaría deshonroso cubrirse


esperar al enemigo en una posición, formarían una especie de
5 frente al enemigo con armas defensivas apropiadas para cuidar
muralla 1 , podrían contener los sacos de víveres y de municiones.
la vida de los hombres.
Querría que se convirtieran en la patria provisoria del soldado,
He aquí lo que encuentro en la Revue Britannique, a propósito
su bandera, como era para los jenízaros su famosa marmita.
de «marina» y por consiguiente de «guerra". Se trata de cañoneras
Querría llegado el caso, y para evitar el escollo de esos horribles
que sustituyen a las grandes naves:
caballos tan incómodos para la guerra, tan difíciles de alimentar

«Al reflexionar en esto, estamos obligados a reconocer que el


Y conservar, que los hombres puedan de ser necesario uncirse a

desarrollo de las proporciones es, en las construcciones de guerra,


estas especies de bastiones y hacerlos mover.

un gmn elemento de peligro. Su pequeñez, por el contrario, es un


En su defecto, propondría colocar dos hombres sobre un

motivo de seguridad. La flota turca, en Sínope, fue destruida en


caballo; pero no creo este medio muy practicable.

un cerrar de ojos por bombas de tipo Paixhans lanzadas horiwn­


Los modernos tienen armas incómodas.

talmente por las balerías bajas de los rusos. El general Paixhans


En el sistema de los pequeños cuerpos divididos, la solidaridad

dijo: 'El cañón que tire las bombas y obuses horizontalmente


es mayor, la emulación y la confianza recíprocas, erc., los golpes

destruirá las naves tanto mejor cuanto más grandes sean, etc.' En

lugar de poner sobre un solo barco de alto bordo 80 o 130 bocas

14 Ti d . d
ropas esnna as a actuar sobre iodo de cerca podrían servirse de de fuego con un millar de marinos, y de exponer esa cantidad de

mosquetes muy conos. El fusil como tal es demasiado pesado. La bayoneta


recursos militares y de vidas preciosas a perecer de manera súbita,
seria alargada.
¿no sería mejor emplear el mismo gasto en fragatas de pequeñas
1
� Como eran los carros enrre lee bárbaros.

\SS
154
Eugfnr Delacroix Mrtafoica y brllrw

proporciones o cañoneras, etc.? Con un arma cuyo efecto es muy a generalizar más que nadie y a ver en grande, hubiese dado su

destructor, la ventaja será evidentemente para aquel que pueda aprobación a relatos tomados de la sentimentalidad moderna a

dar a su arma la mayor justeza y alcance, etc., erc.» propósito de la herida de este o aquel, de la nieve incómoda que

El inconveniente que aquí asombra para la marina ¿no será se padece, del calor o el frío, de las perspectivas pintorescas o de

el mismo para los ejércitos de tierra? Tirar sobre multitudes ¿no las elegías privadas a propósito de un sol que se oculta, o de un

será el medio de aniquilar un mayor número de hombres? ¿No campo de batalla y sus aditamentos, ¡por desgracia', necesarios.

tendrían una gran ven raja pequeños cuerpas separados, que sepan Creo que hubiese visto con mal ojo esas especies de ilusrracio­

reunirse en el momento justo? En 1854, anees de las pruebas de nes de la guerra, que es un oficio que se debe hacer seriamente

las que hablan aquí estos marinos, yo ya había pensado, como y sobre todo sin este aditamento de ternura para roda ocasión.

lo vemos más arriba, que en vista de las armas más mortíferas, Se hubiese consagrado, en cambio, a endurecer a sus soldados,

la táctica debía ser cambiada. a prevenirlos contra cualquier sensibilidad.

Está de moda desde hace algún tiempo, entre los militares que

hacen lirerarura, escribir sus campañas, como si cada uno de ellos

fuera Alejandro o César. Es la guerra anecdótica. Es así como se

ha tomado la costumbre de escribir hoy la historia de las nacio­

nes, así como la de un individuo o de una simple familia. Es un

género bastardo que, como todo lo que surge del orden común, es

decir de aquello que el sentido humano ha clasificado por mucho

tiempo, solo puede desviar los espíritus. ¿Qué puede decir sobre

una batalla tal oficial que no presidi6 ni el plan, ni el desarrollo

de la acci6n? Existe un soldado que no vio en una batalla más

que la bolsa de su jefe de fila. El horizonte para el oficial no es

apenas más extenso: s6lo se le pide ejecutar las órdenes que le son

transmitidas por un superior: y este superior solo es a menudo un

intermediario muy alejado de tener comunicación directa con el

general en jefe. El recurso del subalterno que se mezcla a ofrecer

sus impresiones sobre cal acci6n lo conducirá necesariamente

a apasionarse por detalles relativamente poco importantes y a

exagerarlos de manera ridícula. Dudo mucho de que Napoleón,

en el tiempo en que m:is se generalizaba, habituado él mismo

156 157
Referencias

De las críticas en materia de arte

Nev1u de Paris, Mayo 1829, t. H. p. 68.

De la enseñanza del dibujo

Rcvue des Deux-Mondes, 1 5 de setiembre de 1850.

Cuestiones sobre lo bello

Revue des Deux-Mondes, 1 5 de julio de 1854.

Variaciones de lo bello
Revue des Deux-Mondes, 1 5 de julio de 1857.

Enseñanza y organización

Carra leída ame la Academia de las Bellas Arres, en una de sus sesiones, en

e! Musco Campana.
Esta edición se terminó de imprimir en

Gráfica MPS en Octubre de 2010, Sanriagc

del Estero 238, en la Ciudad de Lanús,

Provincia de Buenos Aires, Argentina.


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