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HOSPITAL GENERAL DE AGUDOS DR. T.

ÁLVAREZ - CURSO DE POSGRADO VIRTUAL –


CICLO 2018

ADOLESCENCIA- Ficciones / Mutaciones y enredos en la práctica Psicopedagógica

ADOLESCENCIA – Del problema pedagógico al síntoma subjetivo: lecturas desde el


psicoanálisis

Lic. Natalia Paladino – Psicoanalista, Miembro de la E.O.L. y de la A.M.P.

Proponer un pasaje del problema pedagógico al síntoma subjetivo implica, por un lado,
plantear que las diferentes dificultades que pueden presentarse en el proceso de
enseñanza-aprendizaje no necesariamente se deben a un déficit cognitivo-intelectual, y
que es preciso desplazar el énfasis muchas veces colocado en el trastorno para poder
ubicarlo no como causa, sino como efecto o síntoma, permitiendo que pueda pasar de ser
un síntoma para la institución, los educadores o los padres para convertirse en un síntoma
para el sujeto: la inhibición intelectual, la apatía o desinterés, el desafío, el
cuestionamiento o rebeldía con respecto a los contenidos académicos o a los adultos que
intentan transmitirlos, la falta de atención, etc., son muchas veces respuestas de un sujeto
que no ha pasado por la pregunta o por la angustia ante un padecimiento o malestar:
subjetivar la angustia, subjetivar el malestar desde una pregunta que concierne al sujeto y
que en muchas ocasiones no llega a plantearse o a dirigirse al otro, implica interrogarnos
sobre aquello que es inherente a la adolescencia pero también sobre las vicisitudes y
transformaciones de la dimensión subjetiva en las subjetividades contemporáneas.

La adolescencia, una construcción

La definición de la adolescencia es una cuestión controvertida. Por muchas que sean las
perspectivas que tomemos sobre ella, no hay coincidencia. Está la adolescencia
cronológica, la adolescencia biológica, la adolescencia psicológica, en la que se puede
distinguir la adolescencia conductual y la adolescencia cognitiva, la adolescencia
sociológica, etc.

Todas esas definiciones justamente no se confunden. Lo que podemos decir, de un modo


general, es que la adolescencia es una construcción. Y decir hoy de un concepto que es
una construcción, conlleva siempre la convicción, puesto que el espíritu de la época es que
todo es una construcción, de que todo es artificio significante. Esta época, la nuestra, es
muy incierta en cuanto a lo real.

Puesto que la adolescencia es una construcción, nada resulta más fácil que deconstruirla.
El psicólogo americano Robert Epstein plantea una interesante tesis: estamos creando la
“experiencia adolescente” de hoy impidiéndoles a los adolescentes, de trece a diecinueve
años, ser o actuar como adultos. Observa que, en la historia de la humanidad,
los adolescentes fueron considerados sobre todo como adultos. Vivían con adultos y
podían tomarlos como «modelo», puesto que ese término es una categoría de la
psicología. Mientras que ahora, hacemos vivir a los adolescentes entre ellos, aislados de
los adultos, y en una cultura que les es propia, donde se toman unos a otros como
modelo. Son culturas que están sujetas a modas, a auges, etc. Y de hecho, no es para nada
seguro que “la adolescencia” haya existido antes del siglo XX.

¿Qué es la adolescencia en psicoanálisis?

En psicoanálisis consideramos tres aspectos:

-La salida de la infancia.

Primero, nos ocupamos de la salida de la infancia, es decir, del momento de la pubertad,


momento biológicamente y psicológicamente demostrado. Es lo que Freud aborda en el
último de los Tres ensayos de teoría sexual, ensayo que se titula “Las metamorfosis de la
pubertad”. Es también el momento de la toma en consideración, entre los objetos del
deseo, de lo que Lacan destacó como el cuerpo del Otro.

-La diferencia de los sexos

En segundo lugar, nos interesa la diferenciación sexual tal como se afronta en el período
puberal y postpuberal. Para Freud, la diferencia de los sexos, tal como se configura con
posterioridad a la pubertad, es suprimida mientras perdura la infancia. Más aún, escribe
que «la sexualidad de las niñas tiene un carácter por entero masculino». No obstante
Freud observa al pasar y aunque para él es una nota preliminar y luego va a lo esencial, no
deja de observarlo, que hay «predisposiciones reconocibles desde la infancia» a la posición
femenina y a la posición masculina. Destaca a este respecto que las inhibiciones de la
sexualidad y la inclinación a la represión son más significativas en la niña. La niña se
muestra más púdica que el niño. Subraya, y es la vía que seguirá Lacan, la precocidad de la
diferenciación sexual. La pubertad, de todos modos, tanto para Freud como para Lacan,
representa una escansión sexual, una escansión en el desarrollo, en la historia de la
sexualidad.

-La intromisión del adulto en el niño

En tercer lugar, nos interesa el «desarrollo de la personalidad», los modos de articulación


del yo ideal y el ideal del yo, presentado en “Introducción del narcisismo” de Freud. La
pubertad es un momento en el que, en efecto, el narcisismo se reconfigura. En el texto de
Lacan sobre Gide, éste es descripto en sus días de adolescencia, y tal vez incluso de una
adolescencia prolongada, ya que su personalidad no se considera acabada sino hasta sus
25 años, lo que resulta cuanto menos bastante tardío. Lacan describe al André Gide que se
compromete a proteger a su prima Madeleine de 15 años, dos años mayor que él. Escribe:
«en su situación de muchacho de trece años, presa de las más “rojas tormentas” de la
infancia, […] esa vocación de protegerla signa la intromisión del adulto». Se capta aquí «la
intromisión del adulto» en el niño. Podríamos justamente procurar precisar los momentos
de tal intromisión. Hay como una anticipación de la posición adulta en el niño.

Lo nuevo sobre la adolescencia

Ubicamos así nuestras bases, lo que no impide que haya algo nuevo:

-Una procrastinación

La prolongación de la adolescencia evocada por Epstein ya fue observada por Siegfried


Bernfeld en 1923 y es hoy retomada. Philippe La Sagna, por ejemplo, considera que el
adolescente de hoy permanece “colgado de un futuro líquido” en el sentido de Zygmunt
Bauman. Tenemos un sujeto que está ante varias opciones posibles y que las pone un poco
a prueba. Esta conducta se observa frecuentemente. Puede remitírsela, entre otros
factores, a la incidencia de lo digital, a la incidencia del mundo virtual que se traduce por
una singular extensión del universo de lo posible, de mundos posibles. Por otra parte, el
objeto actual es un objeto personalizado, un objeto con múltiples opciones.

-Una autoerótica del saber

La incidencia del mundo virtual, en el que los adolescentes viven más que quienes
pertenecemos a otra generación, es que el saber, antes depositado en los adultos, esos
seres hablantes que eran los educadores, incluyendo a los padres cuya mediación era
necesaria para acceder al saber, se encuentra actualmente disponible de forma
automática ante una simple demanda formulada a la máquina. El saber está en el bolsillo,
no es ya el objeto del Otro. Antes, el saber era un objeto que había que ir a buscar al
campo del Otro, había que extraerlo del Otro por vía de la seducción, de la obediencia o
de la exigencia, lo que implicaba pasar por una estrategia con respecto al deseo del Otro.

El saber en el bolsillo implica que el sujeto tiene su objeto a mano y a disposición, y que
justamente no tiene necesidad de pasar por una estrategia para con el deseo del Otro. Hoy
hay una autoerótica del saber que es diferente de la erótica del saber que prevalecía
antiguamente, porque aquella pasaba por la relación con el Otro.

-Una realidad inmoral

En las sociedades tradicionales prevalecían los ritos de pubertad, de iniciación. Se


enmarcaba el acceso a la pubertad, el momento de la pubertad, por medio de ritos de
iniciación que comenzaban con un registro sagrado o místico. Hoy los progresos de la
cognición puberal llevan a una desidealización. Hay una caída del gran Otro del saber y no
una sublimación. Marco Focchi dirá que la pubertad actualmente comienza con «una
realidad degradada e inmoral». Observamos cómo se propagan hoy las teorías del
complot, al punto de que nos atemorizamos por el número de escolares y colegiales que
se adhieren a ellas. Ese sería un modo de evocar al gran Otro, pero bajo una forma
degradada, como otro muy malvado, lo que encaja bastante con lo que se dijo: la realidad
inmoral del Otro del complot.

-Una socialización sintomática

Hélène Deltombe estudió los nuevos síntomas articulados al lazo social y observó que
podían convertirse en fenómenos de masa, incluso en epidemias: alcoholismo, las
alcoholizaciones grupales, toxicomanía, como también la anorexia-bulimia, la delincuencia,
los suicidios en serie de adolescentes, etc. Esta socialización de síntomas de los
adolescentes debe tenerse en cuenta, en tanto la adolescencia como momento en el que
la socialización del sujeto puede hacerse bajo el modo sintomático.

-Un Otro tiránico

Frecuentemente recibimos a adolescentes que presentan una queja – por lo general, se


quejan de alguna injusticia-. Por un lado, se observa que la demanda que emana del Otro
familiar o escolar es recibida como un imperativo tiránico. Por otro lado, durante
momentos de crisis producidos por las adicciones, se intenta proteger a los adolescentes
instaurando reglas tiránicas, en nombre de la protección de la adolescencia. Se ve este
doble llamado al Otro tiránico y la presencia de éste en ambas partes: en el sujeto que
interpreta como tales las exigencias de su familia, y en lo que viene de la sociedad, el
deseo de tiranizar la adolescencia en crisis y de instaurar una autoridad brutal al respecto.
Mutaciones del orden simbólico

-Decadencia del patriarcado

Es sobre los adolescentes que se hacen sentir con la mayor intensidad los efectos del
orden simbólico en mutación, y entre esas mutaciones del orden simbólico la principal, a
saber, la decadencia del patriarcado. En la última enseñanza de Lacan, el padre ya no es el
que era en su primera enseñanza. El padre se volvió una de las formas del síntoma, uno de
los operadores susceptibles de efectuar un nudo de tres registros (real, simbólico e
imaginario). Dicho de otro modo, la función que le era eminente es degradada conforme
las limitaciones naturales son rotas por el discurso de la ciencia. El discurso de la ciencia,
que ha llevado a las manipulaciones de la procreación, ha producido también que la
transmisión del saber y las maneras de hacer, de un modo general, escapen a la voz del
padre.

-Destitución de la tradición

Los registros tradicionales que enseñaban lo que conviene ser y hacer para ser un hombre,
para ser una mujer, retroceden. Intimidados ante el dispositivo social de la comunicación,
son destituidos. Estos registros tradicionales son tanto las religiones como todo lo que era
“la decencia común” de las clases sociales. Antes, un discurso de las clases populares decía
lo que había que hacer para ser «un hombre de provecho» y «una chica como se debe».
Todo eso fue socavado, borrado progresivamente. Había también un discurso como ese en
las clases medias, lo había en la burguesía, y es evidente que no era precisamente el
mismo en la aristocracia. Todo ellos han sido desbancados: vemos casos donde los padres
se vuelven compañeros de sus hijos porque ya no saben cómo ser padres, y pasan de la
completa permisividad a una rigidez inexorable.

-Déficit de respeto

En los sujetos adolescentes surge con frecuencia la demanda de respeto, una demanda
incondicional de respeto: «Quiero ser respetado». Pero, al mismo tiempo, está
desarticulada del Otro: nadie sabe quién podría satisfacer esta demanda, en tanto la
cuestión del Otro al que se dirige permanece oscura. Incluso es a veces una demanda
vacía, es verdaderamente la expresión de un fantasma: que estaría bien ser respetado por
alguien a quien uno respetara. Pero como no se respeta nada ni a nadie, se está en déficit
de respeto consigo mismo. Esas son entonces las situaciones sin salida. Los adolescentes
padecen especialmente puntos de estancamiento, propios del individualismo democrático,
producto del desmoronamiento de ideologías, de grandes relatos, y del hundimiento del
Nombre del Padre -no de su desaparición, sino de su evaporación o hundimiento. Ello
tiene profundos efectos de desorientación que se hacen sentir en los adolescentes de hoy,
algo menos en los adultos que se beneficiaron de un orden simbólico que funcionaba.

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