Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
El presente artículo busca identificar los aspectos del diálogo que facilitan la curación, y
explicar cómo esto ocurre. Actualmente existe una variedad de enfoques dialógicos de
terapia familiar (e.g., Andersen, 1991; Anderson & Goolishian, 1988; Fishbane, 1998;
Inger & Inger, 1994; Pare´ & Lysack, 2004; Penn & Frankfurt, 1994; Tschudi &
Reichelt, 2004). El primero de los autores de este artículo contribuyó al desarrollo del
enfoque de Diálogo Abierto (Seikkula et al., 1995; Seikkula & Olson, 2003) en Laponia
Oeste, Finlandia, como aproximación al tratamiento de las psicosis, la esquizofrenia y
otras crisis psiquiátricas severas.
En el enfoque de Diálogo Abierto, cuando una persona o familia con malestar busca
ayuda del sistema de salud, un equipo de profesionales cita a la familia y a los
miembros importantes de la red social familiar lo más pronto posible, dentro de las
primeras 24 horas, generalmente en el lugar que la familia elige. El equipo de
profesionales asignado será el mismo a lo largo de todo el proceso, dure éste meses o
años. Ninguna conversación ni decisión sobre el caso se produce al margen de esa red.
Tanto la evaluación del problema actual, como la planificación del tratamiento y las
decisiones se toman en encuentros abiertos que incluyen al paciente, a personas
relevantes de su red social y a profesionales. Servicios específicos (como psicoterapia
individual, rehabilitación vocacional, terapia farmacológica, etc.) pueden ir
integrándose a lo largo del tratamiento, pero el núcleo del proceso es el desarrollo de
conversaciones en sesiones de terapia con los miembros del equipo, el paciente y su red.
En los momentos agudos, los miembros de la red suelen estar bloqueados en maneras
desesperadas, rígidas y constrictivas de entender y comunicar el problema que les
satura. En los encuentros terapéuticos, los miembros del equipo solicitan la
participación de todos los miembros de la red, especialmente del paciente que presenta
el episodio psicótico agudo. Todas las comunicaciones de los participantes son
escuchadas desde el cuidado y respondidas desde el respeto. Los miembros del equipo
proporcionan contención a la expresión emocional. Responden de manera transparente y
auténtica como personas, no sólo como profesionales. Esta transparencia de los
profesionales acerca de la movilización que producen los sentimientos de los miembros
de la red supone para ellos el desafío de tolerar los intensos estados emocionales que se
producen en el encuentro. Al conversar entre ellos acerca de sí mismos y lo que piensan
en presencia de la red, funcionan como “equipo reflexivo”, proporcionando una
ampliación de las posibilidades de dar sentido a la experiencia por la que pasan los
miembros de la red. Especialmente en las fases iniciales del tratamiento, las decisiones
se posponen a favor de ampliar y extender la conversación; extender la conversación,
seguir hablando, permite al sistema tolerar la ambigüedad en el contexto de un intenso
estrés. Esto, además, hace posible que surjan ideas nuevas relativas a la situación
problema.
Al principio, los miembros del equipo procuran incorporar en sus propias expresiones el
lenguaje familiar de los miembros de la red. A medida que los miembros del equipo
extraen las palabras y los sentimientos de cada miembro de la red, la conversación
cambia. En la medida en que la red original incorpora al equipo terapéutico como un
miembro más, comienza a surgir un nuevo lenguaje compartido entre el equipo y la red,
que produce la emergencia de nuevos significados. Lo más relevante del proceso no
tiene que ver con alguna intervención brillante de los profesionales, sino con el
intercambio emocional entre los miembros de la red, incluidos los profesionales, que
juntos construyen o restauran una comunidad de cuidado a la persona.
Los encuentros se organizan con la menor planificación posible. Uno o más miembros
del equipo conducen la sesión. Con todos juntos sentados en la misma sala, los
profesionales comparten al inicio la información que tienen sobre el problema. El
conductor de la sesión realiza preguntas abiertas acerca de quién quiere hablar y sobre
qué sería mejor que hablaran. Estas preguntas tampoco se planean, al contrario,
dependiendo de la conexión empática que se vaya estableciendo con cada participante,
el conductor genera la siguiente pregunta en base a la respuesta previa (por ejemplo,
repite la respuesta dada palabra por palabra antes de preguntar de nuevo, o incorpora en
la formulación de la siguiente pregunta el lenguaje utilizado en la respuesta previa). Es
especialmente importante para el proceso ir despacio, para sostener el ritmo y el estilo
de discurso de cada participante, y para asegurarnos de que cada persona tiene un lugar,
desde el que es invitado a hablar y desde el que es sostenido en lo que dice. Así, cada
vez se van incorporando más voces en la discusión de los temas a medida que éstos
aparecen. En un momento dado, los profesionales pueden proponer mantener una
conversación reflexiva entre sí si lo consideran adecuado. Después de cada secuencia
reflexiva, se invita a que los miembros de la red comenten lo que han escuchado.
Cuando el conductor del grupo propone concluir la sesión, los participantes se sienten
los suficientemente confiados como para decir si hay algo que quieren añadir. Cada
encuentro concluye con el coordinador o coordinadores resumiendo los temas tratados y
las decisiones que se han tomado o que se deben tomar.
Los resultados de muchos estudios (Seikkula, Alakare, & Aaltonen, 2001; Seikkula et
al., 2003; Seikkula et al., in press) han demostrado la utilidad y efectividad del enfoque
de Diálogo Abierto, especialmente en crisis psicóticas. El enfoque de Diálogo Abierto
se distingue por la integración de dos elementos: la organización del sistema de
tratamiento y el proceso dialógico de los encuentros o sesiones. El equipo de
profesionales responde inmediatamente al cliente y a su red social, y continúa su
implicación en el tiempo tanto como sea necesario. Este artículo se centra en el proceso
de las sesiones de Diálogo Abierto, con el énfasis que pone en mantener la implicación
“polifónica” de las voces del cliente, la red y el equipo.
Este encuentro concreto, al que el primer autor del artículo fue invitado como consultor
por un problema de impasse del sistema de tratamiento, incorpora muchos de los
aspectos que queremos explorar en el proceso de tratamiento dialógico.
El encuentro de la red fue organizado para Ingrid, una paciente de una clínica
psiquiátrica. Sus dificultades habían aparecido nueve años antes como reacción a un
atraco que sufrieron ella y su novio en la calle, cuando tres hombres, amigos del
hermano de Ingrid, intentaron robar a su novio. Ingrid resultó herida cuando trató de
defenderle. Entonces comenzó a tener flashbacks del atraco y buscó tratamiento
psiquiátrico. Poco después del suceso, dejó de tener contacto con sus padres, que se
acababan de divorciar. Nada parecía servir de ayuda. Los flashbacks, que aparecían en
forma de dolorosas pesadillas, la incapacitaban para el desarrollo de su vida. Ingrid era
una mujer afable, y todo el mundo quería ayudarla. Dos enfermeras fueron las
responsables de su tratamiento y rehabilitación, en colaboración con otros trabajadores
sociales y de la salud.
Desde el inicio en su carrera como paciente psiquiátrica, el equipo de tratamiento había
intentado organizar reuniones familiares, que no tuvieron éxito debido a la intensidad de
las emociones implicadas. Después de varios años de tratamiento, el equipo organizó un
encuentro con la red para planear el tratamiento de Ingrid y su futuro. Este encuentro,
conducido por el autor del artículo como consultor, incluyó a Ingrid, a su novio de
entonces (que no era el mismo del atraco), su madre, su padre, su trabajadora social, las
dos enfermeras responsables del caso y su médico. Aunque estaba invitado, el hermano
no acudió.
El consultor preguntó a los miembros del equipo cuáles eran sus ideas acerca del
encuentro. Dijeron que querían restablecer las relaciones familiares y hablar sobre el
futuro. El consultor realizó preguntas abiertas a Ingrid y su familia, acerca de cómo
querían emplear el tiempo de la reunión. Ingrid dijo que se sentía muy tensa y que
quería escuchar a sus padres. Ellos, por turnos, dijeron que querían saber sobre la vida
actual de Ingrid. El novio acusó a los padres de Ingrid de no apoyar su rehabilitación al
no mantener contacto con ella. El encuentro estaba cargado de tensión; Ingrid y sus
padres no se miraban directamente. La madre de Ingrid empezó a hablar sobre el atraco,
comenzó a llorar y habló de sus sentimientos de culpa sobre el suceso. Dijo que cuando
habló con el hermano de Ingrid, este culpó al novio de Ingrid por lo sucedido. El
consultor actuaba con cautela para asegurarse de que cada miembro tenía la oportunidad
de expresar sus preocupaciones, con el objetivo de que no se sacaran conclusiones ni se
tomaran decisiones sobre la planificación del tratamiento. Una de las enfermeras se
echó a llorar cuando describió sus dificultades al intentar ayudar a Ingrid sin éxito. El
clima del encuentro se volvió progresivamente más depresivo. La madre de Ingrid
mencionó que anhelaba la hija a la que había querido tanto cuando era una niña.
Las ideas de Mikhail Bakhtin (1975, 1984) y Valentin Volosinov (1929/1973) han
influido en el proceso de Diálogo Abierto desde su inicio. Bakhtin entendía el diálogo
como la condición para el surgimiento de las ideas. Es en la particularidad del
intercambio entre personas que los significados se desarrollan, no en la cabeza de cada
participante, sino en el espacio interpersonal entre ellos. Las palabras “prestadas” que
utilizamos al hablar y que traen consigo significados asociados a su historia previa de
uso, se enriquecen al ser utilizadas en una situación concreta, en que los participantes de
la conversación las dotan de un significado particular y único en el aquí y ahora de la
interacción. El significado de un enunciado se deriva tanto de parte del hablante como
del oyente; para que las palabras tengan significado, requieren de una respuesta. Esta
dependencia de la respuesta para el significado tiene que ver con lo que Bakhtin llamó
la no-finalización del diálogo (Holquist, 1981). Los significados son constantemente
generados y transformados por la impredecibilidad intrínseca del proceso de respuesta,
que es respuesta a respuesta, seguido de otras respuestas, en un proceso que puede ser
interrumpido pero no concluido. Cuantas más voces se incorporen a un diálogo
“polifónico”(Bakhtin, 1984), mayores son las posibilidades de comprensión emergente.
De ahí que los miembros del equipo se ocupen de dar espacio a las voces de todos los
participantes de una reunión. Para cada tema a discutir, cada individuo responde a una
multiplicidad de voces, internas y presentes en los otros en el exterior. Todas esas voces
están en diálogo unas con otras. El objetivo no es describir o explicar. El diálogo es una
acción conjunta, y focalizar la atención sobre él como una forma de psicoterapia cambia
la posición del terapeuta, que deja de actuar como alguien que tiene que intervenir y
pasa a hacerlo como un participante en un proceso mutuo de enunciado y respuesta. En
lugar de ver a la familia o a los individuos como objetos, estos pasan a ser parte de una
relación sujeto a sujeto (Bakhtin, 1984).
Una manera de entender el diálogo es distinguirlo del monólogo. Braten (1988)
describió el monólogo como un acto que supone considerar al interlocutor como pasivo.
A nivel interpersonal, el monólogo implica silenciar al otro dominando o controlando
las posibilidades de explicación. A nivel intrapsíquico, el monólogo restringe la
representación interna del otro (“el otro virtual” de Bratens: Braten’s [1992] ‘‘Virtual
Other’’) a la posición de eco, que ratifica la propia voz. El intercambio verbal médico-
paciente para tratar un ataque al corazón es un ejemplo de monólogo interpersonal. El
médico, en su exploración del paciente, se guía por un mapa del patrón sintomático del
ataque al corazón que está bien establecido y que dicta instrucciones claras si se
confirma el diagnóstico. Las respuestas del paciente hacia su médico se encuentran bajo
el control de ese discurso-monólogo. En situaciones de trauma, el discurso tiende al
monólogo entre los miembros de una red afectada por una situación extrema. En algún
momento, es probable que los miembros con más poder o más dominantes dentro de la
red impongan en los demás su particular punto de vista acerca de la situación. Aunque
puedan aparecer algunos intentos individuales de diálogo, estos no suelen convertirse en
la forma predominante de conversación. Nadie está realmente escuchando o
respondiendo a los demás porque cada cual está aferrado a su propia manera de
entender la situación. La conversación se mantiene principalmente en el dominio del
monólogo, que en ese tipo de situaciones traumáticas resulta desadaptativo, porque la
manera de entender la situación de los miembros de la red no ha sido útil a la hora de
resolver la situación, y no pueden surgir ideas nuevas si cada uno está estancado en su
monólogo. Los miembros de la red con problemas se encuentran atrapados en un
dilema: para encontrar la manera de salir de la situación, tienen que realizar un cambio
hacia el diálogo, pero el diálogo, por su propia naturaleza, es impredecible y, por tanto,
particularmente temido para las personas que luchan contra el trauma (Kamya &
Trimble, 2002). De ahí que, en el caso que ilustrábamos, tanto Ingrid como su madre
hablasen de lo asustadas que habían estado antes del encuentro.
Desde la perspectiva de Bakhtin (1975), “no existe nada más terrible para una palabra (y
por tanto para un ser humano) que la ausencia de respuesta”. Respetando el principio
dialógico según el cual toda expresión exige una respuesta para poder tener significado,
los miembros del equipo se esfuerzan por responder a lo que se dice. Responder no
significa dar una explicación o una interpretación, sino demostrar que uno se ha dado
cuenta de lo que se ha dicho, así como abrir un nuevo punto de vista sobre lo que se ha
dicho cuando sea posible. Tampoco se trata de estar interrumpiendo para dar respuesta,
sino de adaptar las respuestas al ritmo natural de la conversación. Los miembros del
equipo responden como personas completas, de carne y hueso, que participan con un
interés genuino en lo que cada persona de la sala tiene que decir, evitando sancionar, así
como cualquier actitud que sugiera que alguien ha dicho algo incorrecto. A medida que
el proceso permite a los miembros de la red encontrar sus propias voces, van pudiendo
también responderse a sí mismos. Para alguien que está hablando, escuchar sus propias
palabras después de recibir los comentarios que les dan respuesta permite que
comprenda mejor lo que había dicho. Al incluir el lenguaje familiar y común al que los
clientes están acostumbrados, las preguntas de los miembros del equipo facilitan el
relato de historias que incorporan tanto detalles de la vida cotidiana como emociones
difíciles relacionadas con los eventos que relatan. Preguntando a los demás miembros
de la red sobre lo que se ha dicho, los miembros del equipo ayudan a crear un retrato
multivocal de los eventos.
En el diálogo reflexivo, que los miembros del equipo interactúen entre sí y compartan
sus comentarios, que se miren los unos a los otros en lugar de mirar a los miembros de
la red, y que hablen desde el cuidado, permite la construcción de un lenguaje que tiene
un estilo muy concreto. Tan importante como que hagan comentarios a lo que se dice,
es que los miembros del equipo establezcan un diálogo entre sí. El diálogo del equipo
proporciona a los miembros de la red un dibujo más colorido de su propia situación, y
todo el mundo accede a mayores posibilidades de entender lo que pasa.
Aunque el contenido de la conversación es muy importante para los miembros de la red,
el foco inicial para el equipo va a ser la manera en que esos contenidos son
comunicados. Más importante que cualquier regla metodológica es estar presente en el
momento, adaptando las propias acciones a lo que ocurre en cada turno de palabra.
Cada encuentro terapéutico es único; todos los aspectos tratados en reuniones previas
adquieren nuevos significados en el momento presente. Esto incluye lo que recordamos
de los diálogos pasados y también algo completamente nuevo, experimentado por
primera vez. La consigna que guía al equipo es abrir un espacio para eso nuevo, para los
significados no dichos anteriormente (Anderson & Goolishian, 1988).
Los miembros del equipo evitan adelantarse o sacar conclusiones precipitadamente.
Tolerar situaciones en las que no hay respuestas preconcebidas ni se hacen planes de
tratamiento permite a los miembros de la red hacer uso de sus propios recursos
psicológicos. Como múltiples voces forman parte de la situación compartida, emergen
nuevas posibilidades. Esas posibilidades raramente aparecen como respuestas concretas
ante la cuestión sobre cómo seguir adelante. Diferentes miembros de la red viven la
situación de manera diferente, incluso contradictoria entre sí, y también tienen ideas
diferentes acerca del problema. Consideremos una situación que afecta a una madre, un
padre y un hijo, en la que el hijo está bajo sospecha de consumo de tóxicos y en riesgo
de crisis psicótica. El padre puede estar principalmente preocupado por la reputación
familiar entre sus compañeros de trabajo y la madre sobre la salud de su hijo, y el hijo
estar protestando porque no considera que necesite tratamiento porque el problema son
sus padres, que deberían buscar tratamiento para ellos.
Llamados a responder como personas completas, los miembros del equipo permanecen
sintonizados a sus propias emociones resonando con las expresiones emocionales que se
dan en la sala. Responder a un discurso psicótico raro o aterrador de la misma manera
que se comentan otros discursos ofrece un discurso normalizador, que convierte el
discurso psicótico en inteligible y las reacciones en comprensibles, en el contexto de la
situación vital extrema en la que el paciente y sus allegados se encuentran. Comprender
no significa simplemente desestimar o minimizar las dificultades que se experimentan;
las respuestas de los miembros del equipo resuenan con el malestar y las dificultades
relatadas. En ocasiones los miembros del equipo ofrecen la oportunidad a los miembros
de la red de expresar sentimientos de desesperanza. Esto contrasta con un enfoque
orientado a la solución en el que el terapeuta intenta encontrar más y más palabras
positivas para construir la experiencia. En el caso ilustrado, era importante que las
emociones de la familia conectadas con la experiencia aún-no-dicha (el atraco de
Ingrid) se pudieran expresar abiertamente en las sesiones, en presencia de las personas
más significativas de la vida de Ingrid.
Dejando claro que el equipo va a implicarse con la red a lo largo del tratamiento,
explicitando que todas las decisiones relativas al tratamiento van a ser discutidas y
decididas conjuntamente, explorando los temas cargados de intensidad emocional en un
clima calmado y comprometido, y buscando consistentemente las contribuciones de
todos los participantes, los miembros del equipo proporcionan una previsibilidad
tranquilizadora en el proceso de intervención. Los miembros de la red aprenden que
pueden confiar en los profesionales, y que éstos les van a ayudar a retomar
conversaciones previas sobre temas difíciles y dolorosos que no fueron cerrados o
contenidos con éxito con anterioridad.
De acuerdo con nuestra práctica, cuanto más duras hayan sido las experiencias y
emociones compartidas en la reunión, mejores son los resultados. Antes del encuentro,
los miembros de la red han estado luchando con situaciones insoportablemente
dolorosas, y han tenido dificultades para hablar sobre sus problemas y compartirlos con
los demás. De hecho, han acabado separándose los unos de los otros cuando más
necesitaban apoyarse. En la reunión, los miembros de la red van dándose cuenta de que
les es posible sobrellevar la severidad y la desesperanza de la crisis a medida que van
reencontrándose y sintiendo su solidaridad como familia y como micro-comunidad de
allegados íntimos. Esos dos potentes y diferentes sucesos emocionales atraviesan la
reunión, amplificándose entre sí recursivamente. Las emociones dolorosas estimulan
fuertes sentimientos de pertenencia y solidaridad. Esos sentimientos de solidaridad van
facilitando la profundización en los sentimientos dolorosos, generando mayores
sentimientos de solidaridad, y así sucesivamente. De hecho, es como si el cambio desde
un discurso en forma de monólogo, rígido y constreñido, al diálogo ocurriese por sí
mismo cuando las emociones dolorosas dejan de considerarse peligrosas y se permite
que fluyan libremente en la sala (Trimble, 2000; Tschudi & Reichelt, 2004).
Es importante recordar que todos los miembros de la red están luchando con sucesos y
experiencias emocionalmente cargadas que configuran la crisis, aunque desde diferentes
posiciones. Los miembros de la red han podido provocar la crisis, vivir afectados por
sus efectos, o ambas cosas a la vez. Las alucinaciones de un paciente con problemas
psicóticos quizá incorporen eventos traumáticos en forma metafórica. Aunque esa
alusión a los eventos traumáticos pase desapercibida para los miembros de la red, quizá
también ellos hayan estado afectados por los mismos acontecimientos traumáticos, y sus
propias reacciones emocionales sean estimuladas. La carga emocional de esas
interacciones entre ellos y la amplificación de los estados emocionales convierten la
reunión de los miembros de la red en algo muy diferente a lo que sería un diálogo entre
dos individuos. La carga emocional raramente se manifiesta como una gran explosión
catártica. Suele aparecer como pequeñas sorpresas que abren nuevas direcciones de
diálogo. Por su naturaleza, el intercambio emocional ocurre en la inmediatez del
momento, y la experiencia no puede ser emplazada a otro momento o lugar. El resultado
del encuentro se experimenta más como experiencias integrales de comprehensión de
los participantes que como explicaciones ofrecidas a los problemas o decisiones
tomadas al final de la reunión. Esto puede parecer raro a los profesionales
acostumbrados a trabajar de forma más estructurada, y constituir un factor que se
encuentre detrás del comentario negativo de la trabajadora social después de la reunión
con Ingrid y su red, cuando se quejaba de la necesidad de tomar decisiones concretas.
Las ideas del psicólogo del desarrollo Lev Vygotsky (1978; 1934/1986) resuenan en
muchos sentidos con las ideas dialógicas de su compatriota contemporáneo soviético
Mikhail Bakhtin. Vygotsky propuso que el lenguaje, y por tanto la mente, se originaba
en eventos interpersonales que, al internalizarse, se convertían en el curso del desarrollo
en procesos individuales internos. Vygotsky reinterpretó el habla egocéntrica de Piaget
(1923/2002) como el inicio de la internalización del discurso parental, convirtiendo la
teoría individualista de Piaget en una teoría social (Bruner, 1985). El niño ensaya tanto
su rol como el de sus padres dándose autoinstrucciones y comentando sus propias
acciones. A medida que este discurso de múltiples voces, la del niño y las de sus padres,
se internaliza por completo, se crea la base para el habla interna, que es un poderoso
instrumento de regulación de las acciones y los estados emocionales.
- Pedir información de una manera que permita que las historias sean contadas de
la forma más fácil y más conectada con la emoción posible. Esto implica
emplear un lenguaje sencillo y cotidiano, pedir detalles e invitar a que las
personas comenten lo dicho por otras, generando un retrato multivocal del
incidente que les convoca.
- Hacer una escucha atenta y compasiva cada vez que alguien tenga el turno de
palabra, y dar espacio a todos los discursos, incluso a aquellos que se formulen
al modo psicótico, mostrando que nos damos cuenta de las situaciones vitales
extremas que generan la aparición de ideas psicóticas y sentimientos de
desesperanza.
- Realizar un diálogo reflexivo entre los miembros del equipo, donde comenten no
sólo los discursos de los miembros de la red, sino también lo dicho por los
propios miembros del equipo. La repetición de este proceso ayuda a los
miembros del equipo, a otros profesionales en la reunión y a los miembros de la
red a tolerar la incertidumbre de una situación en la que no hay respuestas
rápidas para problemas difíciles ni decisiones rápidas sobre el tratamiento a
seguir. Tolerando esta incertidumbre, los miembros de la red descubren, en la
experiencia compartida de la situación particular, sus propios recursos
psicológicos para responder a las preguntas acerca de cómo seguir adelante
Después de que los miembros del equipo han entrado en conversación adaptando su
manera de hablar a la del paciente y sus allegados, los miembros de la red podrán, a su
debido tiempo, adaptar sus palabras a aquellas que utiliza el equipo. Uno comprende
mejor cuando experimenta al otro entendiéndole, es decir, la experiencia de ser
comprendido hace, a su vez, que uno pueda comprender más y mejor. Cuando alguien
descubre que está siendo escuchado, se hace posible empezar a escuchar y sentir
curiosidad por las experiencias y opiniones de los demás. La red y el equipo construyen
juntos un área de lenguaje compartido en la que llegar a acuerdos sobre el uso particular
de las palabras en esa situación concreta. Este lenguaje compartido, que emerge en el
espacio que se crea entre los participantes del diálogo, expresa la experiencia
compartida de las cosas que ocurren allí, de los incidentes y emociones que suceden en
el encuentro.
Escuchando el diálogo reflexivo del equipo, los miembros de la red descubren nuevas
posibilidades de entender la situación. Braten (1997b) describió cómo el sistema
nervioso se organiza para permitirnos cambiar de manera fluída entre la atención al Otro
Actual externo y la atención al Otro Virtual interno. Aliviado momentáneamente de la
necesidad de entrar en conversación con los demás, un miembro de la red puede activar
un diálogo con su Otro Virtual interno a la vez que escucha las palabras del equipo.
Desde sus diálogos reflexivos internos emergerán nuevas maneras de entender la
situación problema, una nueva comprensión que, dicha en voz alta, conducirá al diálogo
grupal a algo nuevo, abriendo posibilidades previamente no descubiertas.
Del mismo modo que los síntomas son experiencias personales integrales, también lo es
el nuevo lenguaje generado a través de esas experiencias, más que cualquier explicación
racional. A medida que los miembros de la red van compartiendo sentimientos de unión,
empiezan a poder dar voz a aquello aún-no-dicho. Compartir aspectos difíciles puede
hacer que la gente se sienta amenazada si los intentos previos de hacerlo han acabado
siendo intentos fallidos dolorosos. Uno aprende que empezar a abrirse y contar la propia
experiencia suele significar que otros presentes en la reunión, incluso los más
silenciosos, empiezan también a poder abrirse y a ser capaces de confiar en los demás y
a creer que las cosas difíciles pueden manejarse. A medida que el equipo y la red viven
las experiencias que se expresan en la sala, su experiencia emocional compartida
permite que las palabras que emplean los miembros de la red se organicen en nuevas
comprensiones de las cosas, en historias en las que cada participante puede encajar su
trauma personal y manejar sus propias emociones. Es cuando el nuevo lenguaje captura
al original, con la historia angustiosa no-dicha y el contexto en el que los síntomas
surgieron por primera vez, que el diálogo empieza a compensar los síntomas. A medida
que los miembros de la red encuentran un lenguaje para sus experiencias traumáticas,
tanto las situaciones descritas como las emociones asociadas con ellas se vuelven
controlables. Como vimos en el caso de Ingrid, este proceso puede ser muy potente.
Ingrid dejó de tener flashbacks durante los 4 meses siguientes a la reunión, una reunión
en la que fue posible compartir el suceso traumático, la insatisfacción con el largo
proceso de tratamiento y los fuertes sentimientos de culpa y de mutua pertenencia.
Maturana (1978) escribió “la única trascendencia a nuestra soledad individual que
podemos experimentar es a través de la realidad consensuada que creamos con los otros,
esto es, a través del amor” (pp. 62-63). Los sentimientos de amor que aparecen en
nosotros durante una reunión no son ni románticos ni eróticos. Son nuestras propias
respuestas incorporadas a la participación en un mundo de significados compartidos, co-
creados con personas que confían en los demás y en nosotros como seres humanos
transparentes y comprensivos. Tschudi y Reichlet (2004), cuyo empleo de las
conferencias en red tiene paralelismos en varios sentidos con el Diálogo Abierto, se
refieren a la relación “Yo-Tú” de Buber (1923/1976), un encuentro de todo corazón en
el que uno se compromete con el otro con todo su ser. Nuestra focalización en la
sintonización con las palabras y los sentimientos de los miembros de la red resuena con
lo más fundamental de las relaciones humanas, relaciones que, tal como reconocen
ahora los psicólogos del desarrollo, son verdaderamente recíprocas y dialógicas desde el
nacimiento. A medida que vamos siendo absorbidos por el profundo intercambio de
sintonía mutua en una reunión de red, accedemos a los sentimientos que nos unen como
seres relacionales y que nos hacen verdaderamente humanos.
REFERENCES
Andersen, T. (1991). The reflecting team: Dialogues and dialogues about the dialogues.
New York: Norton.
Anderson, H., & Goolishian, H. (1988). Human systems as linguistic systems:
Preliminary and evolving ideas about the implications for clinical theory. Family
Process, 27, 371–393.
Attneave, C., & Speck, R. (1974). Social network intervention in time and space. In A.
Jacobs & W. Spradlin (Eds.), The group as agent of change (pp. 166–186). New York:
Behavioral Publications.
Bakhtin, M. (1975). Speech genres and other late essays. Austin: University of Texas
Press.
Bakhtin, M. (1984). Problems of Dostojevskij’s poetics: Theory and history of literature
(Vol. 8). Manchester, England: Manchester University Press.
Bruner, J. (1985). Vygotsky: A historical and conceptual perspective. In J. Wertsch
(Ed.), Culture, communication and cognition: A Vygotskyan perspective (pp. 21–34).
Cambridge, MA: Harvard University Press.
Bra°ten, S. (1988). Between dialogical mind and monological reason: Postulating the
virtual other. In M. Campanella (Ed.), Between rationality and cognition (pp. 205–235).
Torino, Italy: Albert Meynier.
SEIKKULA & TRIMBLE / 473 Fam. Proc., Vol. 44, December, 2005
Bra°ten, S. (1992). The virtual other in infants’ minds and social feelings. In A.H. Wold
(Ed.), The dialogical alternative: Towards a theory of language and mind (pp. 77–97).
Oslo, Norway: Scandinavian University Press.
Bra°ten, S. (1997a). Infant learning by participation: The reverse of egocentric
observation in autism. In S. Bra°ten (Ed.), Intersubjective communication and emotion
in early ontogeny (pp. 105–124). Cambridge, England: Cambridge University Press.
Bra°ten, S. (1997b). Intersubjective communion and understanding: Development and
perturbation. In S. Bra°ten (Ed.), Intersubjective communication and emotion in early
ontogeny (pp. 372–382). Cambridge, England: Cambridge University Press.
Buber, M. (1976). I and thou. Kaufman, W. (Trans.) New York: Touchstone (Original
work published 1923).
Fishbane, M. (1998). I, thou, and we: A dialogical approach to couples therapy. Journal
of Marital and Family Therapy, 24, 41–58.
Haarakangas, K. (1997). Hoitokokouksen a¨a¨net. The voices in treatment meeting. A
dialogical analysis of the treatment meeting conversations in family-centred psychiatric
treatment process in regard to the team activity. English Summary. Jyva¨skyla¨ Studies
in Education, Psychology and Social Research, 130, 119–126.
Holquist, M. (Ed.). (1981). The dialogic imagination: Four essays by M. M. Bakhtin. C.
Emerson & M. Holquist (Trans.) Austin: University of Texas Press.
Inger, I., & Inger, J. (1994). Creating an ethical position in family therapy. London:
Karnac.
Kamya, H., & Trimble, D. (2002). Response to injury: Toward ethical construction of
the other. Journal of Systemic Therapies, 21, 19–29.
Kliman, J., & Trimble, D. (1983). Network therapy. In B. Wolman & G. Stricker (Eds.),
Handbook of family and marital therapy (pp. 277–314). New York: Plenum Press.
Lannamann, J. (1998). Social construction and materiality: The limits of indeterminacy
in therapeutic settings. Family Process, 37, 393–413.
Markova, I. (1990). Introduction. In I. Markova & K. Foppa (Eds.), Dynamics of
dialogue (pp. 1–22). London: Harvester.
Maturana, H. (1978). The biology of language: The epistemology of reality. In G.
Miller & E. Lennenberg (Eds.), Psychology and biology of language and thought (pp.
27–63). New York: Academic Press.
Pakman, M. (1995). Therapy in contexts of poverty and ethnic dissonance:
Constructivism and social constructionism as methodologies for action. Journal of
Systemic Therapies, 14, 64–71.
Pare´, D., & Lysack, M. (2004). The willow and the oak: From monologue to dialogue
in the scaffolding of therapeutic conversations. Journal of Systemic Therapies, 23, 6–20.
Penn, P., & Frankfurt, M. (1994). Creating a participant text: Writing, multiple voices,
narrative multiplicity. Family Process, 33, 217–213.
Piaget, J. (2002). The language and thought of the child. Marjorie Gabain & Ruth
Gabain (Trans.) New York: Routledge Classics. (Original work published 1923).
Seikkula, J. (2002). Open Dialogues with good and poor outcomes for psychotic crisis.
Examples from families with violence. Journal of Marital and Family Therapy, 28, 263–
274.
Seikkula, J., Aaltonen, J., Alakare, B., Haarakangas, K., Kera¨nen, J., & Sutela, M.
(1995). Treating psychosis by means of Open Dialogue. In S. Friedman (Ed.), The
reflective team in action: Collaborative practice in family therapy (pp. 62–80). New
York: Guilford Press.
Seikkula, J., Alakare, B., & Aaltonen, J. (2001). Open Dialogue in psychosis II: A
comparison of good and poor outcome cases. Journal of Constructivist Psychology, 14,
267–284.
Seikkula, J., Alakare, B., Aaltonen, J., Haarakangas, K., Kera¨nen, J., & Lehtinen, K.
(in press). 5 years experiences of first-episode non-affective psychosis in Open
Dialogue approach: Treatment principles, follow-up outcomes and two case analyses.
Psychotherapy Research.vwww.FamilyProcess.org
Seikkula, J., Alakare, B., Aaltonen, J., Holma, J., Rasinkangas, A., & Lehtinen, V.
(2003). Open Dialogue approach: Treatment principles and preliminary results of a two-
year follow-up on first episode schizophrenia. Ethical Human Sciences and Services,
5(3), 163–182.
Seikkula, J., & Olson, M. (2003). The Open Dialogue approach to acute psychosis: Its
poetics and micropolitics. Family Process, 42, 403–418.
Shotter, J., & Lannamann, J.W. (2002). The situation of social constructionism: Its
‘‘imprisonment’’ within the ritual of theory-criticism-and-debate. Theory and
Psychology, 12, 577–609.
Siegel, D. (1999). The developing mind: Toward a neurobiology of interpersonal
experience. New York: Guilford Press.
Speck, R., & Attneave, C. (1973). Family networks. New York: Pantheon.
Stern, D. (1974). Mother and infant at play: The dyadic interaction involving facial,
vocal, and gaze behaviors. In M. Lewis & L. Rosenblum (Eds.), The effect of the infant
on its caregiver (pp. 18–213). New York: Wiley.
Stern, D. (1993). The role of feelings for an interpersonal self. In U. Neisser (Ed.), The
perceived self:Ecological and interpersonal sources of self-knowledge (pp. 205–215).
New York: Cambridge University Press.
Trevarthen, C. (1979a). Communication and cooperation in early infancy. A description
of primary intersubjectivity. In M. Bullowa (Ed.), Before speech: The beginning of
human communication (pp. 321–347). Cambridge, England: Cambridge University
Press.
Trevarthen, C. (1979b). Instincts for human understanding and for cultural cooperation:
Their development in infancy. In M. von Cranagh, K. Foppa, W. Lepenies, & D. Ploog
(Eds.), Human ethology (pp. 530–571). Cambridge, England: Cambridge University
Press.
Trevarthen, C. (1990). Signs before speech. In T.A. Seveok & J. Umiker–Sebeok (Eds.),
The semiotic web (pp. 689–755). Amsterdam: Mouton de Gruyter.
Trevarthen, C. (1992). An infant’s motives for speaking and thinking in the culture. In
A.H. Wold (Ed.), The dialogical alternative: Towards a theory of language and mind
(pp. 99–137). Oslo, Norway: Scandinavian University Press.
Trimble, D. (1980). A guide to the network therapies. Connections, 3(2), 9–22.
Trimble, D. (2000). Emotion and voice in network therapy. Netletter, 7(1), 10–15,
Retrieved July 10, 2004, from http://www.netletter.org.
Trimble, D. (2001). Making sense in conversations about learning disabilities. Journal
of Marital and Family Therapy, 27, 473–486.
Tschudi, F., & Reichelt, S. (2004). Conferencing when therapy is stuck. Journal of
Systemic Therapies, 23, 38–52.
Van der Kolk, B.A. (1996). Trauma and memory. In B.A. van der Kolk, A.C.
McFarlane, & L. Weisaeth (Eds.), Traumatic stress: The effects of overwhelming
experience on mind, body, and society (pp. 279–302). New York: Guilford Press.
Van der Velden, E., Halevy-Martini, J., Ruhf, L., & Schoenfeld, P. (1984). Conceptual
issues in network therapy. International Journal of Family Therapy, 6, 68–81.
Volosˇinov, V.N. (1973). Marxism and the philosophy of language. Matejka, L., &
Titunik, I.R. (Trans.) Cambridge, MA: Harvard University Press. (Original work
published 1929).
Vygotsky, L.S. (1978). Mind in society: The development of higher psychological
processes. Cole, M., John-Steiner, V., Scribner, S., & Souberman, E. (Trans. & Eds.).
Cambridge, MA: Harvard University Press.
Vygotsky, L.S. (1986). Thought and language. Kozulin, A. (Trans. & Ed.). Cambridge,
MA: MIT Press. (Original work published 1934).