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Trabajo práctico nº 1: El análisis funcional de E.

Durkheim y la crisis del lazo social en la Argentina


contemporánea.
Cátedra Sociología (Escuela de Historia, FFyH)
Raúl Francisco 16744843
2017

Consignas:
Teniendo en cuenta lo planteado en el texto de LUCI responda las siguientes preguntas:

1. ¿Cuál es el fundamento que encuentra la autora para plantear que el modo en que entiende
la política social responde al paradigma de E. Durkheim?

Luci parte de entender a la política social en términos amplios, es decir, se desplaza de una noción de
política social, como simple sumatoria de políticas públicas dirigidas desde el Estado, como por
ejemplo, la redistribución del ingreso, etcétera, hacia una cierta reflexividad de lo social que interprete
los problemas centrales de la sociedad. En las últimas décadas, el cambio de un orden económico
keynesiano, de un estado de bienestar, en la década de 1970 a un orden económico neoliberal de
apertura económica y libre juego de los capitales, produjo no solo un cambio en la división del trabajo
sino también profundos cambios morales, sociales y normativos. Esto va a lesionar los lazos sociales y
los sistemas de protección a los asalariados, lo que permite hablar de una “nueva cuestión social” y de
una pérdida de derechos sociales. Entonces, la autora encuentra cierto paralelismo de aquel paso, a
fines del siglo XIX y principios del XX, de una sociedad tradicional con lazos de solidaridad “mecánica”,
de acuerdo a Durkheim, a una sociedad capitalista con lazos de solidaridad “orgánica”. La informalidad
laboral, el trabajo precario, el aumento de la desocupación, nos obliga a pensar que hay de nuevo y
que se repite hoy en día en relación con los individuos “que sobran” y que preocuparon tanto a
Durkheim a fines del siglo XIX.

2. ¿Cuáles serían las características específicas de la crisis de los lazos sociales a comienzos del
siglo XXI? y ¿Por qué limitaría la posibilidad de experimentar a la sociedad en acto?
A comienzos de la primera década del siglo XXI y fines del siglo XX, hubo un cambio de paradigma
respecto a la política social en Argentina. Pasamos de políticas “universalistas” que habían configurado
el Estado de bienestar argentino (por ejemplo, seguros sociales autónomos, obras sociales,
asignaciones familiares, sistema universal de salud y educación, programas de viviendas), a políticas de
tipo “asistencialistas” enmarcadas en la “nueva política social”, signada por “el abandono de fórmulas
de redistribución parcial del ingreso por lealtad sistémica por formas que tienen que ver con la
asistencializacion” (Andrenacci, L. en Luci, F., 2005:8), sobre la base de la eficiencia en el uso de los
recursos. El paso de un Estado benefactor y universalista a un Estado asistencialista, hace que el Estado,
precisamente, ceda su lugar al mercado, como garante de un orden económico desregulado. La ruptura
de los lazos sociales da lugar a la conformación de otros, sostenidos en otros principios.
En “Las formas elementales de la vida religiosa”, Durkheim trata el problema de la religión en relación
a la sociedad como comunidad moral. La moral es la fuente de realización de los sujetos, la idea fuerza

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que sustenta el ser social, la que guiará la acción común, la que estipulará cual será la acción colectiva.
La fe religiosa tiene que ver con la pertenencia a un mundo común que a través de las creencias
compartidas actualiza la vida en común. La conciencia individual cede ante la conciencia colectiva que
logra que los individuos se sientan unidos entre sí.
Dice Durkheim que la sociedad es un acto cuando los individuos que la componen están reunidos y
actúan en común. Los miembros de la sociedad, religiosamente ligados, son capaces de establecer una
simbología común haciendo viable la vida social.
La crisis de los lazos sociales a comienzos del siglo XXI, como consecuencia de la crisis económica
profunda del modelo neoliberal, expresa la autora, plantea el interrogante de cómo es posible esa vida
en común en sociedades fragmentadas y desiguales. La conformación de una identidad común, al
lesionarse la correlación entre el lugar ocupado en la división social del trabajo y la pertenencia a
determinadas redes de sociabilidad y sistemas de protección que habían llevado al asalariado a
constituirse en la matriz básica de las sociedades modernas, se vuelve cada vez más difícil ante el
empobrecimiento de los vínculos sociales.
De esta forma entonces, la posibilidad de experimentar la sociedad en acto, que los sujetos sientan su
acción común como parte integrante de una totalidad mayor que los trasciende, queda limitada.

3. ¿Cuál es el lugar de las creencias compartidas en la constitución de las sociedades modernas?

En las sociedades modernas la división del trabajo se encuentra muy desarrollada y la unidad se expresa
a través de la diferenciación. Esto permite que la conciencia individual y la personalidad se desarrollen
de manera superpuesta a la conciencia colectiva. Por lo tanto, en estas sociedades modernas, a
diferencia de las tradicionales, no hay una sólida conciencia colectiva expresada en sentimiento y
creencias compartidas junto a formas religiosas consolidadas.
No obstante, Luci nos dice que tanto la solidaridad mecánica de las sociedades tradicionales como la
solidaridad orgánica de las sociedades modernas, “más que superarse una a la otra temporalmente,
conviven, permitiendo pensar el tema del lazo social en términos más complejos, manteniendo la
experiencia de la comunidad aun en sociedades modernas” (Luci, p.3).
Para Durkheim, el mantenimiento de los lazos sociales a través de creencias compartidas pueden
permanecer en las sociedades modernas si surgen grupos intermedios (grupos profesionales o
gremios) capaces de generar creencias intermedias, tal vez no tan poderosas como las creencias de las
sociedades tradicionales, que deberían reemplazar la cohesión social que las sociedades primitivas
efectivamente tenían.
Sin esos grupos intermedios que eventualmente podrían dar seguridad a la gente y permitirles
compartir creencias, la modernidad y el capitalismo iban a desembocar en la anomia y en la lucha de
todos contra todos, que aparecería como inevitable puesto que los individuos si no son coercionados
por algo superior a ellos (la sociedad o grupos sociales), se dejan llevar por sus peores pasiones y
ambiciones y de esta forma, al no haber un grupo social cohesionado, lo moral no podría existir.
Por lo tanto la modernidad entraña la posibilidad de la anomia, puesto que la fragmentación y la
individuación desintegradora hacen difícil que los individuos compartan creencias comunes.

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