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TEXTO BÁSICO PARA EL

CURSO DE
FUNDAMENTOS
TEÓRICOS DE LAS
CIENCIAS ECONÓMICAS

UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA


FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS
Universidad de San Carlos de Guatemala 1
Facultad de Ciencias Económicas
Departamento de Área Común

PRIMERA UNIDAD

EL HOMBRE Y LA CULTURA
A. Leontiev
1.- DESARROLLO DE LA MATERIA INORGÁNICA

El desarrollo de la materia va íntimamente unido a la existencia del mundo en el tiempo. Tiene suma
importancia dilucidar si esa existencia esta relacionada con ciertas transformaciones irreversibles de
la materia en una sola dirección o bien si se efectúa en forma de renovaciones constantes con el
retorno a los puntos de partida. Hoy día la solución detallada de este problema resulta muy difícil,
por la escasez de datos concretos de que disponemos sobre el carácter del desarrollo de la materia
en el universo. En la naturaleza inorgánica la evolución transcurre con extraordinaria lentitud y los
cambios cualitativos radicales se producen de ordinario en inmensos períodos de tiempo. De ahí
que las observaciones directas nos muestren no el proceso general del desarrollo, sino “estados
momentáneos” de objetos heterogéneos. Por esa razón enjuiciar en este caso las leyes generales
del desarrollo equivale a determinar el argumento de la película guiándonos por algunos de sus
cinegramas tomados al azar. Sin embargo, a veces, hasta esos cinegramas dan cierta idea sobre
los restantes eslabones del proceso. Es verdad que en la astronomía los cinegramas se refieren a
objetos diversos, y no a uno solo. Suponiendo, sin embargo, que las leyes del desarrollo son únicas,
cabe ver en lo aislado una manifestación de lo general, del mismo modo que la observación de
algunos árboles del bosque nos dan una idea general sobre el desarrollo del árbol en su conjunto.
Se debe evitar tan solo el unir a la misma cadena de hechos que, en realidad, caracterizan etapas
de desarrollo de objetos completamente heterogéneos. La solución del problema será tanto mejor
cuanto más general sean las leyes de desarrollo que se examinen. Por lo que se refiere a leyes más
generales, se puede hacer ya ciertas conclusiones.

El desarrollo, lo mismo que el movimiento, es ley general de la materia. La materia,


independientemente del estado en que se encuentre, bien en forma de nebulosa incandescente o
en forma de estrellas, planetas u otros cuerpos menores, siempre sufre cambios internos que
determinan el desarrollo de los diversos sistemas.

Más al observar los diferentes cambios, vemos que siempre representan el proceso directo del
desarrollo. El concepto de movimiento y cambio es más amplio que el concepto de desarrollo. Este
es, fundamentalmente, el movimiento progresivo y lógico por línea ascendente de los simple a lo
complejo, de lo inferior a lo superior. Los cambios que son regresivos y se producen por línea
descendente, con la consecutiva desintegración del sistema y su transformación en otras, formas,
no pueden considerarse como desarrollo, por lo menos para el sistema de que se trata. Respecto a
otros sistemas tales cambios pueden ser premisa o condición de su desarrollo, mientras que para el
sistema en cuestión constituyen la fase de su extinción y aniquilamiento como tal calidad. Por
consiguiente, el movimiento como forma de existencia de la materia tiene una rama ascendente y
otra descendente. La rama ascendente representa el proceso del desarrollo, y la descendente, la
degradación y extinción.

En el mundo material existen tres grandes grupos de fenómenos que se diferencia cualitativamente
entre sí: 1) fenómenos sociales; 2) fenómenos biológicos de la naturaleza viva, y 3) fenómenos de
naturaleza inorgánica. En cada uno de esos grupos imperan leyes específicas y, por consiguiente,
son diferentes los criterios relativos al progreso.

En la sociedad, el desarrollo esta vinculado a un nivel cada vez más alto de fuerzas productivas, a
un nuevo tipo de relaciones de producción más en consonancia con las fuerzas productivas y con
los intereses de las masas populares, a la consecución de un nivel de vida material y cultural más y
más elevado, al perfeccionamiento de los medios de conocimiento científico y artístico de la realidad.
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En la naturaleza viva, el desarrollo se manifiesta como un regular complicación de funciones de las


especies, orientada a una mejor adaptación de los organismos a las condiciones de existencia y a
su reflejo multiforme y diferenciado del mundo circundante. Así, en el mundo animal estarán en la
etapa más alta de desarrollo las especies que posean el sistema nervioso más perfecto y sean
capaces de reflejar de forma múltiple y diferenciada los diversos estímulos exteriores, es decir,
aquellas que se han adaptado mejor a las condiciones de su existencia. El desarrollo en el mundo
animal va unido al perfeccionamiento de la capacidad de reflejar. La propiedad de reflejar, propia de
toda materia, parece dar origen a la vida, a la excitabilidad y, con la aparición de organismos dotados
de sistema nervioso, a la capacidad de sensación. El producto superior del desarrollo de la materia
es el cerebro humano, es capaz de reflejar ampliamente la realidad, tanto en imágenes sensibles
como en conceptos abstractos.

En la naturaleza inorgánica, las formas del desarrollo y los criterios por que hemos de regirnos son
completamente distintos. El concepto de progreso, en primer lugar, tan evidente en la sociedad en
incluso en la naturaleza viva, se hace en este caso sumamente impreciso. Observando las diversas
transformaciones de la materia –la conversión de una materia difusa en estrellas, y viceversa, la
transformación de unas partículas elementales en otras, etc.-, resulta difícil precisar cuál de estas
formas es más progresiva. En general, el concepto de progresivo no es aplicable a la inmensa
mayoría de las transformaciones que se operan en la naturaleza inorgánica. Únicamente tendrá
validez con referencia a formas de desarrollo del mundo inorgánico relacionadas con el paso de lo
inanimado a lo vivo, es decir, a la aparición de la vida. Por lo que se refiere al propio hecho del
desarrollo de la materia inorgánica, está fuera de toda duda. Sería imposible la aparición y el
desarrollo del ser vicio si no existiese en la misma base de la materia la tendencia inextinguible al
autodesarrollo, a la formación espontánea de formas materiales y movimiento más y más complejos.
Esa tendencia es inherente tanto a las micropartículas como a los cuerpos microscópicos. Lo que
interesa es dilucidar en qué formas se manifiesta.

En la naturaleza, el desarrollo aparece como el tránsito de lo inferior a lo superior, cosa que en la


mayoría de los casos coincide con el tránsito de lo simple a lo complejo. Los conceptos de simple a
inferior, complejo y superior son muy similares, aunque sería erróneo identificarlos en todos los
casos. Dichos conceptos no tienen valor absoluto, sino relativo. Todo lo que es simple lo es
únicamente con referencia a algo más complejo y no por sí solo. De la misma manera, todo lo inferior
tiene sentido sólo con respecto a algo superior y más complejo. En la naturaleza no existen cuerpos
absolutamente simples, como tampoco absolutamente complejos. La naturaleza es eterna en el
tiempo, y por ello cada objeto material es el resultado de una infinita modificación anterior de la
materia; al mismo tiempo, es el punto de partida para la sucesiva modificación ilimitada.
Considerando la eternidad es imposible determinar que cuerpo es sencillo y cuál es complejo. Para
hacerlo hay que tomar de la eternidad cierto lapso de tiempo y examinar los procesos en una región
limitada del espacio. En este caso, se califica de complejo un sistema material que, en principio,
pueda descomponerse en sus elementos integrantes o surgir de ellos en el proceso de su desarrollo
histórico. Esos elementos componentes serán más simples con relación al sistema. El grado de
complejidad se deriva de la relación genética de los cuerpos. Así, los cuerpos macroscópicos serán
más complejos que las micropartículas, ya que contienen las formas modificadas del movimiento de
aquéllas y poseen, además, propiedades que no tiene cada partícula por separado. Comparando
los objetos por sus elementos componentes homogéneos o por sus propiedades similares, podremos
determinar el grado de complejidad de casi todos los cuerpos conocidos. Constituyen una excepción
tan sólo las partículas elementales y los campos, ya que desconocemos sus estructuras y los objetos
materiales que les anteceden en el desarrollo histórico de la materia. En este caso cabe suponer,
únicamente, el grado de complejidad, que, según señalábamos antes, está posiblemente relacionada
con la magnitud de la propia energía de las partículas.

Al determinar el grado de complejidad hay que distinguir el grado objetivo de complejidad y la que
se manifiesta en el plano de la teoría del conocimiento. Si algún cuerpo, en el proceso de su
con9cimiento, nos parece más complejo, eso significa todavía que lo sea objetivamente. Por
ejemplo, los átomos y las partículas elementales nos parecen mucho más complejos que los cuerpos
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macroscópicos. Mas eso no significa que en el plano del desarrollo histórico de la materia las
partículas elementales sean más complejas que los cuerpos macroscópicos. Mas eso no significa
que en el plano del desarrollo histórico de la materia las partículas elementales sean más complejas
que los cuerpos macroscópicos. La aparente simplicidad de estos últimos se debe a que no
conocemos todas sus propiedades, sino tan sólo aquéllas que observamos ordinariamente y que
suponemos son las más importantes. Cuando nos habituamos a los cuerpos que nos rodean,
dejamos de pensar en los aspectos ocultos de los fenómenos. Pero si nos remontamos sobre la
fuerza de la costumbre y tratamos de pasar del aspecto exterior al estudio de la esencia íntima de
dichos objetos materiales, a la precisión de la naturaleza físico-química de sus propiedades,
advertiremos que esos cuerpos están muy lejos de ser tan simples como nos lo parecía. Para
poderlos explicar desde todos los puntos de vista tendríamos que recurrir a la teoría atómica y
descubrir las peculiaridades de las uniones entre las micropartículas de cada cuerpo. Si lo logramos,
aunque sea parcialmente, sus propiedades nos parecerán tan complejas como las propiedades de
los micro objetos.

Conviene recordar que el curso del conocimiento no siempre coincide con el curso del desarrollo
histórico de los fenómenos. La evolución en la región del mundo que nos rodea ha seguido en los
últimos miles de años una línea de desarrollo de la materia cada vez más compleja, que va desde
partículas elementales a los átomos, y luego a las moléculas y cuerpos macroscópicos. Pero el
desarrollo del conocimiento de la materia ha seguido una trayectoria inversa: primero se conocieron
a rasgos generales las propiedades de los cuerpos macroscópicos; luego, la ciencia pasó al estudio
de las moléculas y los átomos, y, hace muy poco, al de las partículas elementales. Por lo tanto, lo
lógico está a veces muy lejos de coincidir con lo histórico, y semejante coincidencia no constituye
una ley obligatoria.

En el mundo accesible a las mediciones modernas se conocen las dos formas más simples y más
complejas de la materia: la primera la tenemos en las partículas elementales y los campos; la
segunda, en el cerebro humano, que es producto de un largo desarrollo histórico. Tomemos las
partículas elementales como “punto cero” de partida en la supuesta escala de desarrollo de la
materia, y el cerebro como el producto final de ese desarrollo. En ese caso, las diferentes
combinaciones de la materia se distribuirán en forma de una larga escalera genética. En sus
peldaños más altos se hallarán los objetos materiales que posean numerosos y variados enlaces e
interacciones y que, en virtud de ellos, se caracterizan por formas complejas de movimiento. El
desarrollo se verificaría por el paso de partículas elementales a átomos, luego a moléculas de diversa
complejidad, cuerpos macroscópicos y sustancia viva. Por consiguiente, el desarrollo se manifiesta
como complicación cada vez mayor de los enlaces e interacciones de las partículas, así como las
formas de materia a que ello da lugar. En este proceso, los cambios cuantitativos y cualitativos
constituyen una unidad orgánica. El aumento cuantitativo de las micropartículas hasta integrar
moléculas y la formación entre ellas de nuevos enlaces da lugar a transformaciones radicales
cualitativas en la estructura de las moléculas y a la formación de nuevas combinaciones químicas.
Por ello, el grado de complejidad de los objetos materiales no se determina sólo por sus aspectos
cuantitativos, sino también y ante todo por su aspecto cualitativo, por el carácter de las formas
correspondientes del movimiento. Por ejemplo, la agrupación de las micropartículas puede constituir
un cuerpo cuya masa sobrepase en millones de veces la masa del cerebro humano, pero eso no
significa que sea más complejo que él.

En cualquier cuerpo inorgánico, por grande que sea su masa, hay tan sólo formas relativamente
simples de movimiento. La sustancia de ese cuerpo está integrada por moléculas relativamente
sencillas. Por el contrario, el ser vicio, y tanto más el cerebro humano, están constituidos por
moléculas albuminoideas que se componen de millones de átomos. Los enlaces e interrelaciones
entre las micropartículas de esas moléculas son incomparablemente más complejos y variados que
en las sencillas moléculas de la sustancia inorgánica. Al mismo tiempo hemos de tener en cuenta
los multiformes enlaces que existen entre las propias moléculas del ser vivo, sus células, etc. La
acción de todos esos enlaces produce formas superiores de movimiento, que aunque comprenden
con un aspecto modificado formas relativamente más simples del movimiento de las micropartículas,
se diferencias cualitativamente de ellas.
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Pero no todas las formas de movimientos de los cuerpos macroscópicos son más complejos que las
formas de movimiento de las micropartículas. El desplazamiento espacial de los cuerpos
macroscópicos no es más complejo que el de las micropartículas. Más bien ocurre lo contrario, que
el movimiento de las micropartículas en el espacio resulta mucho más complicado que el de los
cuerpos macroscópicos. Esa mayor complejidad se refleja en la teoría: el movimiento de las
micropartículas se describe por las ecuaciones de la mecánica cuántica, que comprende, como caso
particular, las ecuaciones de la mecánica clásica, estas últimas caracterizan el desplazamiento
espacial de los cuerpos macroscópicos. En cambio, los cuerpos macroscópicos pueden resultar
más complejos que las micropartículas respecto de otras formas del movimiento.

Así, pues, en su conjunto, el desarrollo de la materia inorgánica ofrece una complejidad cada vez
mayor de enlaces y formas de movimiento de los correspondientes objetos materiales; es en el propio
proceso de complejidad creciente de enlaces y formas de movimiento donde vemos el criterio
objetivo más general para juzgar acerca del desarrollo de la materia inorgánica.

La propiedad más importante de los objetos materiales es la tendencia a la complejidad, cuyas raíces
se pierden en la inagotable estructura de la materia. Las partículas elementales, los átomos, las
moléculas, los cristales, etc., son “nódulos” cualitativos que surgen en el proceso de su permanente
autodesarrollo. No sabemos si esa ley se refiere también a las propias partículas elementales, pues
se desconocen las formas de materia que las constituyen. Pero es muy posible que en las diferentes
regiones del Universo se produzcan procesos de formación de electrones, protones, neutrones y
otras partículas, similares a los conocidos procesos de transformación de las radiaciones en
sustancia. Como es natural, esto no puede aplicar a todo el Universo; tampoco se puede suponer
un tiempo en el que no existieran partículas elementales, y atribuyendo a éstas un origen posterior,
en el proceso del desarrollo de la materia. El Universo es infinito, y por ello la ausencia de esas
formas de materia en una región no significa su ausencia en otras regiones.

Por lo que se refiere a los átomos y a las moléculas, su aparición histórica es indudable. En las
profundidades estelares se producen reacciones de síntesis en las que el hidrógeno y el helio, en
condiciones especiales, dan lugar a elementos pesados. Las moléculas más simples comienzan a
formarse ya en las atmósferas estelares; debido a las bajas temperaturas de los planetas se
producen reacciones de oxidación y se formas diversas combinaciones de carbono y oxígeno con
otros elementos, llegando a originarse los cuerpos albuminoideos y la vida. Engels decía que la
materia “llega a formas seres pensantes en virtud de su propia naturaleza, y por ello ocurre
inevitablemente siempre cuando se dan las condiciones correspondientes (que no son
obligatoriamente unas y las mismas en todas las partes)”.

El contenido interno del desarrollo es la lucha de los contrarios. En la esfera de la naturaleza


inorgánica esta lucha se manifiesta en forma de interacciones de fuerzas y tendencias
contradictorias. Las fuerzas más esenciales de este género son la atracción y la repulsión en sus
diversas formas. La unidad de la atracción y la repulsión determina la estabilidad y los cambios
internos de todos los sistemas materiales. Es lo que constituye la base del eterno proceso de
dispersión de la materia en el espacio y de su concentración inversa, que significa el comienzo de
un nuevo ciclo de desarrollo. No puede decirse que las acciones recíprocas de atracción y repulsión
sean la causa del desarrollo; caracterizan tan sólo su contenido interno. El concepto de causa y
efecto es inaplicable en este caso, ya que con la misa razón puede decirse que es el desarrollo que
produce la acción de las fuerzas contradictorias y el desarrollo está expresado en la conocida tesis
de Lenin: “El desarrollo es la lucha de los contrarios”.

Además de las leyes generales de la dialéctica –ley del paso de los cambios cuantitativos a
cualitativos, y viceversa, ley de la unidad y la lucha de los contrarios, les de la negación de la
negación-, el desarrollo de la materia se subordina a otras leyes generales. Una de ellas puede
formularse del siguiente modo: cuanto más compleja es y mejor organizada está la forma de la
materia y del movimiento, tanto más rápidos son su desarrollo y su transformación cualitativa. Dentro
de la naturaleza inorgánica el desarrollo se efectúa con extraordinaria lentitud; en el estado de los
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sistemas cósmicos, por ejemplo, los cambios cualitativos radicales suelen ocupar decenas y
centenas de millones de años. La materia viva se desarrolla con mucha rapidez. En el transcurso
de los mil millones de años de existencia de la vida en la Tierra, han aparecido y desaparecido
cantidades enormes de plantas y animales y se han originado cientos de miles de años. Así, pues,
el desarrollo se acelera a medida que surgen formas más complejas y perfectas. Esa ley no es
privativa de la naturaleza; también puede aplicarse a la sociedad. En ésta también se observa la
aceleración del desarrollo al pasar de una formación a otra de tipo superior. Para convencernos
basta comparar los períodos de existencia de las sociedades de la comunidad primitiva, esclavista,
feudal, capitalista y socialista, así como el volumen de su progreso material y cultural. En los últimos
cien años, la ciencia y la producción han conseguido someter a la naturaleza mucho más que en
toda la historia anterior de la humanidad. Por lo que se refiere a las perspectivas del progreso en el
futuro, incluso la fantasía científica más audaz queda rápidamente superada por las realizaciones
efectivas.

Si esta ley se formula en sentido inverso, cabe decir que el desarrollo se retrasa al pasar a formas
relativamente menos complejas de la materia y el movimiento. Por ejemplo, en la nube de la
sustancia cósmica difusa, constituida por hidrógeno y helio, con densidad muy reducida, la
probabilidad de formación de moléculas será insignificante. Casi todas las colisiones de
micropartículas serán elásticas, y sus interacciones, reversibles. Pasará mucho tiempo antes de que
esa nube se convierta, por la acción de las fuerzas internas, en una formación más densa que, a su
vez, sea la base para la formación de estrellas. Por otra parte, es imposible que en esas condiciones
surjan formaciones moleculares complejas.

El aminoramiento del ritmo de desarrollo no depende sólo de la simplicidad estructural de la materia,


sino también del carácter de su distribución espacial: cuanto mayores sean las dimensiones o cuanto
más alto el orden de dicho sistemas material, más lento será el ritmo de su cambio y desarrollo. Si
tomamos un cambio sencillo, veremos claramente su aceleración a medida que aumenta el orden
de los sistemas: el electrón realiza en el átomo su vuelta alrededor del núcleo en unos 10 (-17) seg.,
la Tierra gira alrededor del Sol en un año. El Sol en torno del centro de la galaxia en 190 millones
de años y el “año” meta galáctico para nuestro sistema estelar debe ser todavía mayor.

El proceso del desarrollo está relacionado con cambios cualitativos radicales y es fácil prever que
estos cambios perderán velocidad a medida que aumente el orden de los sistemas. Esta
dependencia es completamente natural y viene determinada por el carácter de las interacciones
físicas de los cuerpos. Al aumentar las distancias se exige cada vez más tiempo para la transmisión
de la energía de unos cuerpos a otros. Debido al carácter finito de la velocidad de propagación de
las interacciones, el cambio en el estado de cualquier sistema tarda en producir cambios en el estado
de otro sistema. Este último refleja dicho cambio pasado cierto período de tiempo, que es tanto mayor
cuanto mayor sean las dimensiones del sistema. Al aumentar la distancia, disminuye también la
fuerza de acción sobre el sistema. El resultado de todo eso será el aminoramiento general del ritmo
de los cambios y del desarrollo con el paso a sistemas cada vez mayores. Para todo el Universo,
en el cual las fuerzas de interacción entre cuerpos infinitamente alejados son infinitamente pequeñas,
el cambio general en un tiempo limitado será también infinitamente pequeño. Más, como el Universo
existe eternamente, esos cambios, aunque indeterminados en la escala de la eternidad, serán todo
lo grandes que se quiera.

Las leyes que relacionan el ritmo del desarrollo con el grado de complejidad y la distribución espacial
de la sustancia caracterizan este proceso, sobre todo en su aspecto cuantitativo. Pero existen otras
leyes más profundas, que expresan los aspectos cualitativos del desarrollo. Si analizamos la
composición química de la materia en la región del mundo accesible a la observación, veremos que
el 99% de todos los elementos que constituyen las estrellas y las nebulosas corresponde al
hidrógeno y al helio, mientras que los elementos restantes corresponde un 1% de la masa. Es cierto
que la composición química de la Tierra y de los planetas es algo distinta: el 86% de la corteza
terrestre corresponde al oxígeno, sílice, aluminio y hierro. Pero tal diferencia nos la explican las
peculiaridades del desarrollo cosmogónico de la Tierra, en el curso del cual los elementos ligeros –
hidrógeno y helio- se volatilizaron en el espacio. Los planetas de gran masa, como Júpiter, han
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podido conservar los elementos ligeros y su composición química se asemeja a la del Sol y las
estrellas.

Por lo que se refiere a las moléculas complejas y cuerpos albuminoideos, su masa en la escala del
Cosmos constituye una magnitud insignificante. La masa de la sustancia viva en la Tierra (planetas
en lo fundamental) es 10 (-8) aproximadamente de la masa de todo el planeta. En la escala de la
galaxia, la relación entre la masa de la sustancia viva y la masa de todos los cuerpos será todavía
menor.

A.Oparín y V. Fésienkov consideran que de cada millón de estrellas de la galaxia sólo a una se le
puede descubrí un planeta donde sea posible la vida; entre los 150,000 millones de estrellas de la
galaxia habrá unos 150,000 planetas. Suponiendo que sus masas, por término medio, no se
distingan grandemente de la masa de la Tierra y que la cantidad de sustancia viva en ellas sea la
misma, habrá en la galaxia una masa de sustancia viva de 16 (16) ton. Con relación a la masa de
la galaxia, igual a 2,5 * 10 (38) ton., esta magnitud constituye, aproximadamente, un 4.10 (-21). Así,
pues, el estado más difundido de la matera en el Universo es el de sus formas más simples, mientras
que las estructuras altamente organizadas son un fenómeno bastante raro, aunque todo nos induce
a pensar que existe un número incontable de mundos habitados.

Este carácter de propagación y de las combinaciones químicas indica la existencia de una ley, que
se puede formular del siguiente modo: la cantidad relativa de formas complejas de materia y de
movimiento en un sistema es tanto menor cuanto más alto sea el grado de su complejidad. A medida
que aumenta el grado de complejidad y el orden de los sistemas, la curva de propagación de la
materia compleja tenderá asintóticamente al cero. Esto significa la probabilidad de formación de
estructuras perfectas es tanto menor cuanto más alto se a el grado de su complejidad y perfección.
Así lo advertimos hasta en el desarrollo espiritual o físico del individuo: la probabilidad de alcanzar
cierta perfección en el conocimiento de la naturaleza y en la creación artística o de implantar un
récord deportivo será tanto menor cuanto más elevado sea el grado de esa perfección. Pero lo que
el individuo no puede lograr él solo en las diversas esferas de la actividad espiritual y productiva,
puede ser alcanzado por la sociedad en su conjunto. Por eso el desarrollo de la sociedad no se
aminora, sino que se acelera con el progreso histórico.

Como peculiaridad importante del proceso de desarrollo debemos señalar que éste no sigue en todas
partes un mismo camino, sino que transcurre en diversos planos. Las formas y los resultados del
desarrollo suelen ser cualitativamente diferentes entre sí, atendidos los distintos sistemas materiales.
La evolución de la materia desde las partículas elementales hasta la sustancia viva y el cerebro
humano, que tuvo lugar en nuestra Tierra, es el principio posible en otros planetas siempre que se
den las condiciones precisas para ello. Sin embargo, si las condiciones físico-químicas de la materia
son distintas, como sucede, por ejemplo, en las estrellas el desarrollo de la materia seguirá una
trayectoria completamente distinta. La ley general –complicación de enlaces y formas de
movimiento- sigue rigiendo en este caso, pero con resultados cualitativamente distintos de los que
se produjeron en la Tierra.

2.- EL HOMBRE: PRODUCTO DEL DESARROLLO GRADUAL DEL MUNDO ANIMAL.

2.1 Etapas y leyes

Hace ya mucho tiempo que se considera al hombre como un ser aparte, cualitativamente
diferenciado de los animales. La acumulación de conocimientos biológicos le permitió a Charles
Darwin elaborar su célebre teoría de la evolución. Esta teoría hizo triunfar la idea de que el hombre
es el producto del desarrollo gradual del mundo animal, que su origen es animal. Luego, la anatomía
comparada, la paleontología, la embriología y la antropología proporcionaron innumerables pruebas
nuevas en apoyo de ese hecho.
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Aunque el pensamiento de que el hombre difiere de modo esencial de los animales, aún de los más
desarrollados, ha seguido manteniéndose con solidez en la ciencia, las opiniones difieren cuando se
trata de definir esa diferencia y de explicarla.

Las principales controversias científicas han tenido por objeto el papel de las particularidades y de
las propiedades biológicas innatas del hombre. La exageración grosera de ese papel ha servido de
base teórica a las concepciones más equivocadas; una visión exclusivamente biológica del hombre
conduce al racismo. La ciencia progresiva toma, por el contrario, como punto de partida, el hecho de
que el hombre es, fundamentalmente, un ser social, que todo cuanto en él es “humano” proviene de
su vida en la sociedad, en el seno de la cultura creada por la humanidad.

En el último siglo, poco después de la publicación de la obra de Darwin El origen de las especies,
Engels sostuvo la idea del origen animal del hombre y mostró, al mismo tiempo, que éste difería en
forma profunda de sus antepasados animales, y que su hominización se efectuó al pasar a la vida
en sociedad basada en el trabajo, y que este paso cambió su naturaleza y señaló el comienzo de su
desarrollo que no está sometido a leyes biológicas, como ocurre en los animales, sino a leyes
nuevas: leyes socio-históricas. (Engels, Dialéctica de la Naturaleza.).

Los últimos descubrimientos de la antropología permiten afirmar que el paso del animal al hombre
es un proceso muy largo que comprende toda una serie de estadios (etapas).

El primero de éstos es el de la preparación biológica del hombre. Comienza a fines del terciario y
llega hasta los comienzos del cuaternario. Los australopitecos, que vivían en ese período, eran
animales que andaban de manera vertical al modo de la vida gregaria; empleaban útiles groseros y
no trabajados. Probablemente conocían algunos medios rudimentarios para comunicarse entre ellos.
En este estadio aún reinaban, únicas, las leyes de la biología.

El segundo estadio importante, que comprende una serie de grandes etapas, puede considerarse
como el del paso al hombre. Va desde la aparición del pitencatropo hasta la época del hombre de
Neanderthal, inclusive. En este período es cuando aparecen algunos útiles, así como formas
embrionarias de trabajo y de sociedad. La evolución del hombre continúa sometida a las leyes
biológicas, es decir, se manifiesta, como antes, por modificaciones anatómicas transmitidas de
generación en generación bajo la acción de la herencia. Pero al mismo tiempo se advierten algunos
elementos nuevos. Se trata de cambios en la estructura anatómica humana que afectan al cerebro,
a los órganos de los sentidos, a las manos y a los órganos vocales. Estos cambios se producen,
pues, bajo la creciente influencia del trabajo y de los intercambios verbales que aquellos engendran.
En resumen, el desarrollo biológico del hombre se cumple bajo la influencia del desarrollo de la
producción. Pero la producción es, desde su comienzo, un proceso social que se desarrolla según
sus propias leyes objetivas, que son leyes socio históricas. Por eso la biología se “inscribe” en la
estructura anatómica del hombre cuando comienza la historia de la sociedad humana.

Así, convertido en sujeto del proceso social del trabajo, el hombre evolucionó bajo la influencia de
dos tipos de leyes; en primer lugar, las leyes biológicas, en virtud de las cuales operóse la adaptación
de sus órganos a las condiciones y las exigencias de la producción; en segundo lugar, por intermedio
de esas leyes iniciales, otras leyes —socio históricas—, que rigieron el desarrollo de la producción y
los fenómenos engendrados por ésta. (Subrayemos que muchos autores contemporáneos estiman
que toda la historia del hombre sigue sometida a esos dos tipos de leyes. Siguiendo a Spencer hay
quienes afirman que el desarrollo de la sociedad— o, como prefieren decir, del medio
“supraorgánico”— tiene por objeto la creación de las condiciones de existencia particularmente
complejas, a las que hombres se adaptan de manera biológica. Esta hipótesis no resiste el examen
científico).

Tercer estadio: en realidad, la formación del hombre pasó, además, por otro estadio —el tercero—,
en el que el respectivo papel de las leyes biológicas y sociales sufrió una nueva modificación. Se
trata de la aparición del hombre contemporáneo, el “horno sapiens”. Es el giro capital en la evolución
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humana, que se libera de modo definitivo de su dependencia frente a los cambios biológicos,
necesariamente lentos, hereditariamente transmitidos. En adelante, la evolución queda sometida, en
forma exclusiva, a las leyes socio históricas. De aquel lado de la frontera, es decir, en el hombre en
formación, la actividad de trabajo estaba íntimamente ligada a la evolución morfológica. De este lado
de la frontera, en el hombre contemporáneo, “completamente formado”, la actividad de trabajo se
efectúa independientemente de la evolución morfológica.

Ello significa que el hombre definitivamente formado ya posee todas las propiedades biológicas
necesarias para que su desarrollo socio histórico posterior sea ilimitado. En otros términos, el hombre
ya no necesita sufrir cambios biológicos hereditarios para adquirir una civilización cada vez más
elevada. De acuerdo con la expresión de A. Vandel, “la humanidad se ha liberado del despotismo de
la herencia” y “puede desarrollarse a un ritmo que el mundo animal no conoce”. En efecto, durante
los cuarenta o cincuenta mil años que nos separan de la aparición de los primeros representantes
de la especie “homo sapiens”, la vida de los hombres ha sufrido, con un ritmo cada vez más
acelerado, modificaciones sin precedente. Pero las particularidades biológicas de la especie no se
han reformado, o, con más exactitud, las modificaciones no han traspuesto los límites de las
variaciones reducidas, sin mayor importancia en las condiciones de la vida social.

De ninguna manera pretendemos que las leyes que rigen las variaciones y la herencia dejan por
completo de actuar y que la naturaleza del hombre, una vez constituida, no sufre cambio alguno. El
hombre no se ha sustraído del todo al campo de acción de las leyes biológicas. Y deseamos decir
algo más: las modificaciones biológicas transmisibles por la herencia no determinan el desarrollo
social e histórico del hombre y de la humanidad. Este se produce merced a fuerzas que no son la
variación y la herencia biológicas.

3.- CÓMO SE EFECTÚA LA EVOLUCIÓN.

3.1 El trabajo, la vida en sociedad, la asimilación de la cultura.

La hominización, corno proceso que implica importantes modificaciones en la organización física del
hombre, concluye con el advenimiento de la historia social de la humanidad. Hoy esta idea ya no
parece paradójica. Basta con decir, por ejemplo, que durante el simposio científico acerca del
problema de la “hominización”, llevado a cabo recientemente en París, esta idea fue sostenida por
la mayoría de los grandes especialistas que en él participaron.

Entonces, ¿cómo se efectúa la evolución de los hombres y cuál es su “mecanismo”? Porque, en


efecto, el hombre y sus condiciones de vida han seguido transformándose en el curso de la historia.
Las adquisiciones acumuladas durante la evolución se han transmitido de generación en generación,
que era lo único que podía asegurar la continuidad del progreso histórico. Y esas adquisiciones han
sido, por lo tanto, fijadas.

Pero si ello no pudo ocurrir bajo la acción de la herencia biológica, como ya vimos, ¿de qué modo
puede explicarse la fijación? Pues porque se produjo de una manera absolutamente nueva, que
apareció por primera vez con la sociedad humana; bajo la forma de fenómenos externos de la cultura
material y espiritual. Esta forma particular de fijación y de transmisión a las generaciones posteriores
de las adquisiciones de la evolución debe su aparición al hecho de que la actividad del hombre,
diferente de la del animal, es creadora y productiva. Lo cual es cierto, sobre todo, respecto de su
principal actividad: el trabajo.

Los hombres, en su actividad, no se conforman con adaptarse a la naturaleza. Transforman á ésta


en función de sus necesidades en evolución. Inventan objetos capaces de satisfacerlos, y crean
medios para producir estos objetos: herramientas y luego máquinas muy complejas. Construyen
viviendas, tejen vestidos, producen otros valores materiales. La cultura espiritual de los hombres se
desarrolla con el progreso de la producción de bienes materiales; sus conocimientos acerca del
mundo circundante y acerca de ellos mismos aumentan, y la ciencia y el arte adquieren vigor. En el
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curso de esa actividad, sus aptitudes, sus conocimientos y su habilidad, cristalizan, por así decir, en
los productos materiales y espirituales. Por eso todo progreso en el perfeccionamiento de las
herramientas, por ejemplo, puede considerarse desde este punto de vista, como el hito de un nuevo
grado en el desarrollo histórico de las aptitudes motrices del hombre. La gradual complicación de la
fonética en las lenguas es, en este sentido, la encarnación de los éxitos obtenidos en la articulación
de los sonidos y el oído verbales. El progreso de las bellas artes es la encamación del desarrollo
estético, etc.

En la vida cada generación comienza en un mundo de objetos y fenómenos creados por las
generaciones precedentes. Asimila estas riquezas con su participación en el trabajo, en la producción
y en las diversas formas de la actividad social que han cristalizado, que se han encarnado en este
mundo. Hasta la capacidad de emplear un lenguaje articulado sólo se forma, para los representantes
de cada generación, mediante la asimilación de uña lengua históricamente formada y en función de
sus particularidades objetivas. Lo mismo ocurre con el desarrollo del pensamiento y la adquisición
de los conocimientos. Ninguna experiencia individual, por rica que fuere, puede conducir por sí sola
a la formación de un pensamiento abstracto lógico o matemático, o a la formación espontánea del
sistema de conceptos correspondiente. Para ello sería menester no una vida, sino miles y miles de
vidas. De hecho, los hombres sólo pueden adquirir la facultad de pensar, y los conocimientos, gracias
a la asimilación de lo que ya adquirieron las generaciones anteriores.

La ciencia dispone, ahora, de la suficiente cantidad de hechos verificados para afirmar que si algunos
niños se desarrollaran desde su más tierna edad al margen de la sociedad y de los fenómenos
engendrados por ésta, permanecerían en el nivel animal.

No sólo no adquirirían la palabra ni el pensamiento, sino que además sus movimientos no tendrían
nada humano. Baste decir que ni siquiera poseerían el andar erecto propio del ser humano. Y se
conocen algunos casos a la inversa. Tratase de niños provenientes de poblaciones que se
encuentran en el más bajo nivel de desarrollo económico y cultural; se les ha educado, desde muy
temprano, en medio de una civilización avanzada, y se han formado todas las aptitudes necesarias
para integrarse a ésta. Me referiré al ejemplo que cita H. Piéron: 1

Los guayaquiles, una tribu del Paraguay, pertenecen a una de las poblaciones atrasadas que en la
actualidad se conocen. A su modo de vida se le ha dado el nombre de civilización “de la miel”, porque
uno de sus medios de existencia es la búsqueda de la miel silvestre. Es muy difícil entrar en contacto
con ellos, pues carecen de un hábitat fijo. Apenas se les acerca un extraño huyen a la selva. No
obstante, pudo atraerse a uno de sus niños, de siete años, esto permitió conocer su lengua, que se
consideró extremadamente primitiva. Más tarde, el etnólogo francés Vellard encontró una chiquilla
de dos años más o menos en un campamento abandonado. Su educación se confió a la madre del
científico. Al cabo de veinte años (1958), su nivel intelectual en nada se distinguía del de una europea
culta. Ahora es etnógrafa y habla el francés, el español y el portugués.

Estos ejemplos y muchos otros muestran con claridad que las aptitudes y propiedades que
caracterizan al hombre no se transmiten a titulo de herencia biológica, sino que se forman en el curso
de la vida merced a la asimilación de la cultura creada por las generaciones precedentes. De ahí que
cualquiera que sea el grupo étnico a que pertenezcan, posean las posibilidades adquiridas a raíz de
la formación del hombre, que permiten, si se cuenta con las condiciones necesarias, un desarrollo
que el mundo animal no conoce.

Puede decirse que cada individuo, tomado aparte, aprende a convertirse en hombre. Para vivir en
sociedad no le basta lo que la naturaleza le otorga al nacer. Debe asimilar lo que ha alcanzado la
humanidad en el curso de su desarrollo histórico. El individuo en sí halla todo un océano de riquezas

1
Piéron. De l’acrinie & l’honune, y. B.B2. P.V.F. Paris, 1959.
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acumuladas a lo largo de los siglos por innumerables generaciones de hombres, que en nuestro
planeta son los únicos seres creadores. Las generaciones desaparecen y se suceden, pero lo que
crean pasa a las siguientes, que, a, su vez, multiplican y perfeccionan la herencia de la humanidad.

4.- LA ASIMILACIÓN.

4.1 Proceso activo. La herramienta. Los órganos funcionales.

El problema, de la evolución del hombre, considerado en su vinculación con el de la cultura social,


plantea toda una serie de problemas. Se trata en primer término, de definir en qué consiste la
asimilación por parte del individuo de los resultados del desarrollo de la sociedad, y cómo se produce.
Ya hemos visto que la experiencia socio histórico de la humanidad se acumula en forma de
fenómenos del mundo exterior objetivo. Este último (el mundo de la industria, de la ciencia y del arte)
expresa la verdadera historia de la naturaleza humana, el resultado de su transformación histórica.
El mundo es quien le entrega al hombre lo que es humano.

Pero, ¿en qué consiste el proceso de asimilación del mundo creado por la historia humana, proceso
que es, al mismo tiempo el de la formación en el hombre de las facultades específicamente
humanas?

En primer lugar hay que subrayar que este proceso siempre es activo. Para asimilar los objetos o los
fenómenos creados por la historia es necesario desplegar una actividad que de alguna manera
reproduce en sí los rasgos esenciales de la evolución encarnada, acumulada en el objeto mismo.

A fin de hacerme comprender tomaré un ejemplo muy sencillo: ¿Cómo aprender a valerse de una
herramienta?

La herramienta es el producto de la cultura material que posee, en la forma más evidente y material,
los principales rasgos de las creaciones humanas. No es sólo un objeto poseedor de determinada
forma y de ciertas propiedades físicas; es, al mismo tiempo, un objeto social en el que se han
concretado y fijado operaciones de trabajo históricamente elaboradas La presencia de esos rasgos
sociales y al mismo tiempo ideales, la diferencian de las “herramientas” que emplean los animales y
con las que también ejecutan ciertas operaciones. Los monos, por ejemplo, pueden aprender a
valerse de un palo para alcanzar la fruta. Pero estas operaciones no se fijan en herramientas como
futuros encargados permanentes de tales operaciones. Una vez que el palo ha cumplido su misión
en la mano del mono, se vuelve indiferente para éste. Por eso los animales no conservan sus
“herramientas” y no las transmiten de una generación a otra. No pueden, pues, efectuar esa
“acumulación de las funciones que caracteriza a la cultura” (J. Bernal). Esto explica, igualmente, por
qué los animales no pueden asimilar el empleo de sus herramientas; el empleo de la misma no
genera una nueva operación motriz; está sometido a los movimientos naturales e instintivos en el
sistema a que se integra. Por el contrario, el empleo de las herramientas por el hombre tiene un
carácter completamente distinto. La mano forma parte del sistema (desarrollado en el curso de la
historia social) de las operaciones encarnadas por la herramienta, y está sometido a ella. Con la
asimilación de la utilización de las herramientas, el hombre modifica sus movimientos naturales e
instintivos y adquiere, en el curso de su vida, nuevas facultades motrices más perfeccionadas.

Asimilar el empleo de una herramienta significa para el hombre asimilar las operaciones motrices
encarnadas en esa herramienta. Este proceso es, al mismo tiempo, el de la formación en el hombre
de aptitudes nuevas y superiores, lo que se denomina funciones psicomotrices que humanizan su
campo motor. Esto es igualmente cierto en lo que atañe a la asimilación de los fenómenos en el
campo de la cultura espiritual. Así, aprender una lengua no es sólo aprender a efectuar con palabras
las operaciones históricamente fijadas en su significación, es también asimilar la fonética del lenguaje
que se produce al aprender las operaciones que realizan la constancia del sistema fonológico
objetivo de esa lengua. En el curso de esos procesos el hombre adquiere sus funciones de
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articulación y de locución-audición, así como la actividad cerebral central que los fisiológicos llaman
“segundo sistema de señalización” (Pavlov).

Todos estos rasgos psicofisiológicos no son innatos sino que los forma el lenguaje. Si conocéis los
rasgos específicos de la lengua, podéis estar seguros de describir algunos de ellos sin necesidad de
efectuar una investigación. De modo que si sabéis que la lengua materna de un grupo de individuos
pertenece a la categoría tonal, podéis estar seguros de que todos poseen una audición tonal muy
desarrollada (Taylor, Leontiev, Guippenreuter)2

Lo que caracteriza sobre todo la asimilación (o la apropiación) de la cultura, es, por consiguiente, el
hecho de que crea en el hombre nuevas aptitudes, nuevas funciones intelectuales. Gracias a eso
difiere de modo fundamental del aprendizaje animal. En tanto que éste último es el resultado de una
adaptación individual del comportamiento de la especie a condiciones de existencia cambiantes y
complejas, la asimilación es para el hombre un proceso de reproducción, en las aptitudes del
individuo, de las propiedades históricamente formadas de la especie humana. Un autor moderno
tiene absoluta razón cuando dice, a este propósito, que el animal se limita a desarrollar su naturaleza,
mientras que el hombre construye en forma activa la suya.

Cómo es posible este proceso en el plano filosófico? ¿Cómo se desarrolla? Estamos ante un
problema muy difícil. Por una parte los hechos muestran que las aptitudes y las funciones que se
han desarrollado en el curso de la historia social de la humanidad no se han fijado en el cerebro de
los hombres y no se transmiten bajo la acción de las leyes de la herencia. Por otra parte, es del todo
evidente que ninguna aptitud o función puede ser nada más que la función de uno o de un conjunto
de órganos. Uno de los éxitos más importantes de la investigación fisiológica y psicológica de nuestra
época es haber hallado la solución de esta contradicción.

Desde los trabajos de Wundt, nos encontramos con la idea de que el carácter específico de la
actividad puede explicarse por el hecho de que se basa, no en las funciones fisiológicas elementales
del cerebro, sino en las combinaciones formadas en el curso de desarrollo individual.3

Pavlov dio un paso nuevo y decisivo en la solución del problema al descubrir el principio del trabajo
de los sistemas de los grandes hemisferios cerebrales. 4 Otro contemporáneo de Pavlov formulé la
idea de que había órganos fisiológicos o funcionales especiales en el sistema nervioso: “Tenemos
la costumbre de pensar que un órgano es algo morfológicamente constante... No creo que eso sea
del todo necesario. Estaría de acuerdo con el espíritu de la ciencia moderna estimar que no es
obligatorio”.

¿Qué son los órganos funcionales del cerebro? Son órganos que funcionan de la misma manera que
los habituales, permanentes. La diferencia estriba en que son neoformaciones aparecidas durante
el desarrollo individual (ontogenético). Constituyen el sustrato material de las aptitudes y funciones
específicas que se forman cuando el hombre asimila el mundo de los objetos y dé los fenómenos
creados por el hombre, es decir, las obras de la cultura. Hoy por hoy sabemos lo bastante de las
particularidades y los mecanismos formadores de esos órganos para crear sus “modelos”
experimentales en el laboratorio. Por otra parte, podemos representamos con más claridad en qué
se ha expresado la hominización del cerebro, que ha permitido someter el desarrollo ulterior del
hombre a las leyes socio históricas, y por consiguiente, acelerarlo de modo considerable. La corteza
cerebral, con sus quince mil millones de células nerviosas, se ha convertido en un órgano capaz de
formar a su vez órganos funcionales.

2
J.C. Taylor,Towards a sciencia of mmd, enMind, y. LXVJ, núm. 264, 1957; A.Leontiev, H.J. Guippenreuter, La
influencia de la lengua materna en la formación del oído. D.A.P., 1952.
3
W. Wundt, Grundzüge der physiologischen Psycholoic. Bd. 1. 1908
4
Pavlov, Veinte años de experiencia. Obras completas.
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5.- LA COMUNICACIÓN, LA EDUCACIÓN, SEGUNDA CONDICIÓN PARA LA ASIMILACIÓN DE


LA CULTURA.

Hasta aquí hemos considerado el proceso de asimilación como el resultado de la actividad del
individuo respecto de los objetos y fenómenos del mundo circundante creado por el desarrollo de la
cultura humana. Hemos dicho que esta acción debe ser adecuada, vale decir que debe reproducir
los rasgos de la actividad humana que ha cristalizado (acumulada) en el objeto o el fenómeno dado,
o, con más precisión, en los sistemas que forman. ¿Podemos deducir de ello que esa actividad
adecuada se forma en el hombre o en el niño bajo la influencia de los objetos o de los fenómenos
en sí? Semejante conclusión sería evidentemente falsa. El hombre no está simplemente a solas con
su medio circundante. Sus relaciones con el mundo son siempre mediatizadas por sus relaciones
por los demás hombres. Su actividad siempre está inserta en una comunicación, aún cuando esté
exteriormente solo. Esta comunicación, ya sea en su forma exterior original de actividad en común,
o como cambios verbales, o simplemente mentales, es la condición necesaria y específica de la vida
del hombre en sociedad. Es también la condición necesaria para la formación en el niño, en todo
individuo, de una actividad adecuada, que de alguna manera implican en sí los objetos y los
fenómenos que fijan las adquisiciones de la cultura material y espiritual de la humanidad. La
comunicación es pues, la segunda condición necesaria para la asimilación. Constituye su
“mecanismo exterior”.

Expresemos eso mismo con otros términos. Las adquisiciones del desarrollo histórico de la
humanidad no son simplemente dadas al hombre en los fenómenos objetivos de la cultura material
y espiritual que las encarnan; sólo le son ofrecidas en ellos. Para asimilarlas, para hacer de ellas sus
propias aptitudes, los “órganos de su individualidad”, el niño debe entrar en relación con los
fenómenos del mundo circundante por medio de otros hombres, es decir, debe comunicarse con
ellos. Debido a este proceso, el hombre hace el aprendizaje de una actividad adecuada. Este proceso
es, por consiguiente, debido a su función, un proceso de educación.

Por supuesto, puede el proceso revestir formas muy diversas. En un comienzo, en las primerísimas
etapas del desarrollo de la sociedad humana, tal como en los niños muy pequeños, es una simple
imitación de los actos del contorno, pero que se operan bajo su control y con intervención. Luego,
ello se toma más complejo y especializado. Aparecen formas como la educación escolar, distintos
géneros de instrucción superior, y por último, la auto educación. Pero lo esencial consiste en que el
proceso es obligatorio, porque de otra manera la transmisión de las adquisiciones del desarrollo
social e histórico de la humanidad a las generaciones siguientes sería imposible, y esto haría
imposible la continuidad de la historia.

Para ilustrar esta idea tomaré un ejemplo sacado del libro de Henry Piéron que cité antes:

Si a nuestro planeta le ocurriera una catástrofe a la que sólo sobrevivieran los niños pequeños, el
género humano no desaparecería, pero la historia de la humanidad se vería inevitablemente
interrumpida. Lo tesoros de la cultura continuarían materialmente existiendo, pero no habría quién
les descubriera su uso a las jóvenes generaciones. Las máquinas quedarían inactivas, los libros no
serían leídos, las producciones artísticas perderían su función estética. La historia de la humanidad
debería recomenzar por el principio.

El progreso de la historia es, por lo tanto, imposible sin la transmisión activa de las adquisiciones de
la cultura humana a las generaciones nuevas; es imposible sin la educación.

Cuanto más progresa la humanidad, más ricos serán los resultados acumulados por la práctica social
e histórica, y más importante será el papel de la educación, así como más compleja su tarea. Por
eso, toda etapa nueva en el desarrollo de la humanidad, como en el de todo pueblo en particular,
requiere de modo inevitable una etapa nueva en el desarrollo de la educación de las generaciones
en ascenso. La sociedad concede más tiempo al período de formación, y aparecen establecimientos
de enseñanza. La instrucción adquiere formas especializadas, y se diferencian las profesiones del
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educador y el docente. Se enriquecen los programas, se mejoran los métodos de enseñanza, y la


ciencia pedagógica se desarrolla. El lazo entre el progreso histórico y el de la educación es tan fuerte,
que se puede definir el nivel de la educación por el del desarrollo histórico de la sociedad y viceversa.

La educación, el aprendizaje y la instrucción, así como su historia y sus rasgos específicos y lo que
se aguarda de ellos en la época contemporánea, todo forma un tema en particular, muy vasto, por
lo demás. Claro está, que no puedo examinarlo en sus detalles. Mi finalidad ha consistido sólo en
mostrar el papel de la educación (considerada en su acepción amplia) en el desarrollo de la
humanidad. Pero ello no agota, desde luego, el problema del hombre y la cultura. Otros problemas
se plantean. Uno de los más importantes es el de la desigualdad cultural entre los pueblos y a él
paso de inmediato.

6.- LA DESIGUALDAD ENTRE LOS HOMBRES, SU FUNDAMENTO ECONÓMICO-SOCIAL.

Hasta ahora hemos examinado, el desarrollo de un individuo humano que llega indefenso al mundo
y que sólo posee al nacer una aptitud que lo hace fundamentalmente distinto de sus antepasados -
animales: la capacidad de formarse aptitudes específicamente humanas.

Por otra parte, ya vimos cuál es la única fuente verdadera, que le permite al hombre desarrollar sus
poderes y aptitudes, objetos que contienen en sí la actividad de las generaciones anteriores, que
son el resultado del desarrollo intelectual de la especie humana, del desarrollo del hombre en cuanto
a ser genérico.

Cierto es que podemos representamos las conquistas inagotables del desarrollo de la humanidad,
que han multiplicado miles y miles de veces las fuerzas físicas e intelectuales del hombre, o bien los
conocimientos acumulados por el hombre y que penetran los más recónditos secretos del universo,
o bien las obras de arte, que elevan los, sentimientos. ¿Pero están estas adquisiciones al alcance
de todos los hombres? No; sabemos muy bien que no es así, que a menudo, son para muchos de
ellos, inalcanzables.

A esta altura debo retornar el paralelo entre la evolución biológica y el progreso histórico, entre la
naturaleza animal y la del hombre.

La perfección de la adaptación de los animales al medio, y la “sabiduría”, la riqueza y la complejidad


de sus instintos y de su comportamiento son impresionantes. Todo ello proviene de su evolución
específica, de la acumulación de la especie. Claro está que parecería muy poca cosa en
comparación con el desarrollo histórico del hombre; pero si se hace abstracción de las pequeñas
variaciones individuales sin importancia, esas adquisiciones son el hecho de todos los individuos de
una especie determinada, y al naturalista le basta con estudiar uno o varios de éstos para tener una
noción correcta de la especie en su conjunto. Para el hombre la situación es totalmente diferente. La
unidad de la especie humana parece que no existiera. Esto no deriva,, desde luego, de las
diferencias en el color de la piel, la forma de los ojos, -ni otros rasgos puramente exteriores, sino de
las grandes diferencias que existen en las condiciones y los modos de vida, la riqueza de la actividad
material y mental de los hombres y el nivel de desarrollo de sus fuerzas y aptitudes intelectuales.

Si un ser inteligente llegado de otro planeta describiera, al visitar la Tierra, las aptitudes físicas,
mentales y estéticas, las cualidades morales y las particularidades del comportamiento de la gente
que vive en las distintas regiones y países del mundo y qué pertenece a distintas capas o clases
sociales, apenas podría creer que se trata de individuos de una sola y misma especie. La
desigualdad no estriba en diferencias biológicas naturales Es creada por la desigualdad económica,
la desigualdad de clase y la diversidad consecutiva de las relaciones que la vinculan a las
adquisiciones que encarnan el conjunto de las fuerzas y de las aptitudes de la naturaleza humana
formadas en el curso del proceso socio histórico.
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El hecho de que estas adquisiciones se fijan en los productos objetivos de la actividad humana
cambia de modo total, como hemos visto, el tipo mismo del desarrollo. El desarrollo del hombre se
evade de la dominación de las leyes biológicas, se acelera y ve cómo se le abren perspectivas
inimaginables en las condiciones de una evolución que haya madurado por las leyes de la variación
y la herencia. Pero este mismo hecho conduce a que los resultados de desarrollo histórico puedan
separarse de los hombres, que son sus creadores. Esta separación adquiere, en primer término, una
forma práctica que es la de la alienación económica de los medios de elaboración y de los productos
del trabajo frente a los productores inmediatas. Lo cual. comienza con el principio de la división social
del trabajo, de las formas de propiedad privada y de la lucha de clases.

La causa estriba, pues, en las leyes objetivas del desarrollo de la sociedad, independientes de la
conciencia y de la voluntad de los hombres.

La división social del trabajo transforma el resultado del trabajo en un objeto de cambio, y este hecho
modifica de modo radical la relación entre el obrero y el producto que éste ha fabricado. Este último,
aunque haya sido fabricado por el hombre, pierde su carácter completamente personal y comienza
a tener una existencia especial, independiente del hombre: es una mercancía. Al mismo tiempo, la
división social del trabajo induce a una situación en la que la actividad intelectual y material, el goce
y el trabajo, la producción y la consumición estén separados entre sí y corresponden a diferentes
personas. Por eso, mientras la actividad global de los hombres se hace cada vez más rica y
diversificada, la de cada individuo, considerado aparte, adquiere un carácter limitado y se
empobrece. La limitación y el empobrecimiento pueden tornarse extremos cuando un obrero, por
ejemplo, gasta todas sus fuerzas en efectuar una operación cualquiera y única que se repite de
manera continua miles y miles de veces.

En el capitalismo, hasta esta actividad limitada y unilateral es enajenada del hombre, como si
perdiera la riqueza de su contenido. Los obreros fabrican máquinas, palacios, libros, etc., que se
convierten para ellos en cierto número de productos de primera necesidad. No ocurre de modo
distinto, desde este punto de vista, en el otro polo social del capital. Para el capitalista, la empresa
que. él posee no es una. empresa que produzca tal o cual mercancía, sino una empresa que produce
ganancia. Por eso está dispuesto a producir cualquier cosa, inclusive los medios de destrucción más
terribles, cuya utilización puede tener consecuencias que recaigan también sobre él.

En tales condiciones, todo toma, a los ojos de los hombres, un doble carácter, una doble faz; lo que
adquiere rasgos de limitación y de “desintegración”, es no sólo el mundo de los fenómenos que los
rodean y que ellos mismos han creado, sino también su propia actividad y su propia conciencia.

Igualmente se asiste al mismo tiempo a la concentración de la cultura espiritual. Aunque las


creaciones de esta última parece que existieran para todos, sólo una ínfima minoría dispone del
tiempo y de las posibilidades materiales necesarias para obtener la instrucción deseable, enriquecer
en forma sistemática sus conocimientos y dedicarse al arte. La inmensa mayoría de la población,
sobre todo en el campo, debe conformarse con el mínimo de desarrollo cultural que necesita la
producción de los valores materiales dentro del marco de las funciones de trabajo que le han sido
impuestas.

Como la minoría dominante posee no sólo los medios de producción material, sino también la mayor
parte de los medios de producción y de difusión de la cultura espiritual, que ella se esfuerza porque
sirvan .a sus intereses, se produce una estratificación de la cultura en sí. Si en el campo de la ciencia
que asegura los progresos de la tecnología, se asiste a un rápido aumento de los conocimientos
positivos, en el de las ideas sobre el hombre y la sociedad, su naturaleza y carácter, las fuerzas que
los mueven y sus perspectivas, así como en el campo de los ideales estéticos y morales, el desarrollo
se produce de acuerdo con lineamientos totalmente distintos. Por una parte, se observa la
acumulación de valores intelectuales (concepciones, conocimientos e ideales) que encarnan lo que
es verdaderamente humano en el hombre y que alumbran los caminos del progreso histórico. Esta
línea refleja los intereses y las aspiraciones de la mayoría. Por otra parte, otra línea procura crear
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concepciones cognoscitivas, morales y estéticas que sirvan los intereses de las clases dirigentes y
que justifiquen y perpetúen el sistema social existente; que además aparten a las masas de su lucha
por la justicia, la igualdad y la libertad, y que adormezcan y paralicen su voluntad. El choque de estos
dos lineamientos engendra lo que se llama la lucha ideológica.

De modo que el proceso de alienación causado por el desarrollo de la división social del trabajo y
las relaciones de propiedad privada, no sólo han apartado a las masas de la cultura espiritual, sino
que también han dividido a esta misma cultura en elementos progresistas y democráticos, que sirven
al progreso de la humanidad, y en elementos que obstaculizan el progreso cuando penetran en las
masas y que forman el contenido de la sociedad.

La concentración y la estratificación de la cultura se producen no sólo dentro de cada país o nación.


La desigualdad del desarrollo cultural es aún más evidente si se la considera a escala mundial, a
escala de toda la humanidad.

Precisamente esta desigualdad es la que más se utiliza para justificar la división de los hombres en
razas “inferiores” y “superiores”. En este sentido, los esfuerzos más grandes se cumplen en los
países donde las clases dirigentes tienen particular interés en justificar, en el plano ideológico, su
derecho a someter a los pueblos atrasados desde el punto de vista económico y cultural. No ha de
imputarse al azar el hecho de que el país en donde primero se procuró demostrar que estos pueblos
se encuentran en un nivel biológico diferente y pertenecen a una variedad humana particular
(subespecie) fue Inglaterra (Lawrence, G. Smith, y en la segunda mitad del siglo pasado, G. Kent y
sus discípulos).

Tampoco se debió al azar que se comprobara un fuerte aumento de la propaganda racista en


Estados Unidos en un momento en que nacía el movimiento por la liberación de los negros. Se sabe,
por último, que con el aumento de las pretensiones colonialistas de Alemania el racismo militante
convirtióse cada vez más en la ideología de sus medios militaristas, hasta alcanzar su forma extrema
en el fascismo.

Dos tipos de argumentos s utilizan para darle apariencia científica a la supuesta imperfección natural
de las razas inferiores: los que atañen a la morfología comparativa y los de orden genético.

A la primera categoría pertenecen las insistentes tentativas de demostrar la presencia de diferencias


anatómicas en el cerebro de los hombres que pertenecen a diferentes razas. Pero estas tentativas
han fracasado de modo infalible. Así es como, por ejemplo, el volumen medio del cerebro de ciertas
tribus negras ha demostrado ser, con motivo de investigaciones muy minuciosas, superior al volumen
medio del cerebro de los blancos (escoceses). Igual es la situación por lo que hace al resultado de
las investigaciones acerca de las particularidades de la estructura fina del cerebro.

A este respecto, son característicos los hechos que menciona O. Klineberg en su libro sobre la
psicología social:

Bean, un colaborador del Instituto de Anatomía de la Universidad Norteamericana John Hopkins,


había publicado el resultado de experiencias que mostraban que las partes frontales de la corteza
cerebral de los negros eran relativamente menos desarrolladas que las de los blancos, y que el
cerebro de los negros poseía ciertas particularidades estructurales que venían a confirmar “el hecho
establecido”, según la expresión de Bean, de la inferioridad intelectual de los negros. Como a Mall,
director del citado Instituto, no lo convencían los argumentos de Bean, investigó por su cuenta en la
misma colección de cerebros,. pero sin saber, a diferencia de Bean, cuáles pertenecían a negros y
cuáles a blancos. Así que Mali y sus colaboradores los clasificaron en dos grupos según los
caracteres indicados por el propio Bean, y así que determinaron luego la raza de los individuos a que
pertenecían cada uno de los cerebros, se comprobó que la distribución en aquellos dos grupos era
casi idéntica. Las conclusiones de Bean quedaron pues, invalidadas. “Es probable —subraya
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Klineberg— que, seguro de encontrar signos de inferioridad en los negros y sabedor, además, de
los individuos a que pertenecían. los cerebros, Bean “descubriese” entre ellos una diferencia que, de
hecho, no existía.”

Resulta evidente que el relativo aislamiento y la diversidad de las condiciones y circunstancias del
progreso económico y social pudieron crear, en grupos humanos establecidos en diferentes regiones
del mundo, cierta desigualdad de desarrollo. Pero la diferencia enorme que existe entre el nivel
material y cultural de las diversas razas y de los distintos pueblos no puede explicarse sólo por la
acción de esos factores. En el curso del desarrollo de la humanidad se han visto aparecer y
desarrollar con rapidez los medios de comunicación y los vínculos económicos y culturales entre los
pueblos. Esto debería haber ejercido una acción opuesta, vale decir, provocar un igualamiento del
nivel de desarrollo de los diferentes pueblos y llevar a los países atrasados al nivel de los demás
adelantados.

Puesto que la concentración de la cultura mundial no ha hecho, por el contrario, más que esforzarse,
de manera que ciertos pueblos han sido su principales receptores y en otros esa cultura ha sido
asfixiada, quiere decir que las relaciones entre los países se han desarrollado, no sobre la base de
la igualdad en el derecho, de la cooperación y de la ayuda mutua, sino sobre la de la dominación del
más fuerte sobre el más débil.

La ocupación de los territorios, el saqueo de las poblaciones indígenas en los países atrasados y su
posterior esclavitud, la transformación de estos países en colonias, todo provocó una detención de
su desarrollo y una regresión de su cultura. Y ello se explica por el hecho de que esos pueblos fueron
privados de las condiciones materiales más elementales, indispensables para el desarrollo de su
cultura, y además, porque se construyeron barreras artificiales que los separaron de la cultura
mundial. Por mucho que los colonizadores siempre hayan recubierto sus verdaderos objetivos con
frases acerca de su misión cultural y civilizadora, de hecho redujeron países enteros a la miseria
intelectual. Y si alguna vez llevaron a las colonias ciertos valores culturales, estos fueron siempre
valores ficticios que no representaban la verdadera cultura, sino sólo la espuma que navega en la
superficie.

La concentración de la cultura y su apartamiento del hombre se han producido, por consiguiente, no


sólo en la historia de determinados países, sino además, bajo una forma aún más: franca, en la
historia de La humanidad.

La consecuencia de esta alineación de. la cultura ha sido la formación de un abismo entre las
inmensas posibilidades abiertas por el desarrollo de la humanidad, por una parte, y por otra, la
pobreza y las limitaciones, que, aunque en diversos grados, marcan el desarrollo del individuo. No
obstante, ese abismo no está destinado a existir por toda la eternidad, como tampoco han de ser
eternas las relaciones socioeconómicas que lo engendraron. El problema de su total desaparición
es lo que constituye el contenido del problema acerca de las perspectivas de desarrollo del hombre.

6.1 Perspectivas del desarrollo del hombre: un problema de la humanidad entera.

El problema del posterior desarrollo del hombre es uno de los que atraen la atención, con igual
intensidad, del antropólogo, del psicólogo y del sociólogo. Para resolverlo se asiste al choque de las
mismas concepciones (biológicas y socio históricas) que se oponen respecto de la naturaleza del
hombre y de la solución de los demás problemas de la antropología histórica.

Es evidente que esa oposición no se desarrolló sólo en un plano puramente abstracto. Ambas
concepciones atañen a problemas sociales importantes y sirven de fundamento a medios
radicalmente opuestos para resolver aquéllos en la práctica.
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Los partidarios de la primera concepción, puramente biologista que considera el desarrollo del
hombre como un proceso que continúa de modo directo la evolución biológica, no quieren ver las
modificaciones que se han efectuado en el tipo mismo de su desarrollo, durante la última etapa de
la formación del, hombre. Imaginan al hombre futuro extrapolando, lisa y llanamente, los cambios
morfológicos que se produjeron en los períodos preparatorios y primitivos de la formación humana,
y se valen, también, de la observación de variaciones de carácteres particulares en el hombre
contemporáneo, que unos consideran, sin reserva alguna, como atávicas, y otros como progresivas
y proféticas, es decir, como índices de la dirección del desarrollo ulterior.

De tal manera ha aparecido la idea de la transformación gradual del hombre contemporáneo en un


nuevo ser. Distintos autores describen a este ser nuevo —el homo sapientissimus— de diferentes
modos, pero siempre se lo representan de gran estatura, de cráneo más redondo y mucho más
voluminoso que el del hombre contemporáneo, de rostro pequeño y chato, con un número menor de
dientes y pies de cuatro dedos. Si se consideran las características psíquicas, la principal sería una
inteligencia poderosa y refinada. Por el contrario, sus sentidos se debilitarían.

Es evidente que el aspecto esencial no estriba en estas concepciones más o menos fantásticas
sobre el hombre futuro, sino sobre el modo de ver las leyes motrices del desarrollo que se oculta en
ellas, así como en las conclusiones, en el espíritu de “darwinismo social”, que necesariamente se
desprenden de aquél. Si se admite, en efecto, que la evolución del hombre se produce por el
desarrollo de las propiedades concretas de la especie por vía de herencia, sólo se puede intervenir
en el curso de este proceso gracias a medidas que mejoren esas propiedades hereditarias. Y en
esta idea se basa lo que se llama “la eugenética”, es decir, la teoría del mejoramiento de la especie
humana, que fue fundada a principios de nuestro siglo por F. Galton, autor del libro “El Genio
Hereditario, sus leyes y consecuencias”.

A fin de conservar y desarrollar las aptitudes humanas, los eugenistas solicitan que se tomen
medidas tendientes a impedir que las personas y las razas “inferiores” se multipliquen y mezclen con
los representantes superiores del género, representantes de las clases privilegiadas y de las razas
superiores, que se impida, la de las capas inferiores de la población y de los pueblos “de color”.

También afirman que es indispensable recurrir a una selección sexual artificial, tal cual se hace para
el mejoramiento de las especies de animales domésticos. Los eugenistas más radicales van más
lejos y sostienen la necesidad de esterilizar y hasta de suprimir físicamente a las personas
“hereditariamente deficientes” e incluso pueblos enteros. Han visto en las guerras de exterminio uno
de los mejores medios para mejorar al género humano. Como se sabe, estas concepciones bárbaras
e inhumanas no han quedado sólo en el papel. Han hallado su aplicación práctica en los campos
nazis de muerte y en los actos de violencia que cometen los colonialistas racistas contemporáneos.
De ahí que la lucha contra esas concepciones y la denuncia de su esencia reaccionaria y antipopular
no sólo tengan una importancia teórica y abstracta; además, son indispensables para despejarle el
camino al triunfo de las ideas, de la democracia, de la paz y del progreso de la humanidad.

El porvenir de la humanidad es, en verdad, grandioso y está mucho más cerca de lo que creen
aquellos que basan sus esperanzas en los cambios de su naturaleza biológica. Hoy por hoy, está a
la vista, es la mañana de la historia de la humanidad.

El hombre no nace provisto de todas las adquisiciones históricas de la humanidad. Aquéllas que
resultan del desarrollo de las generaciones humanas no están encarnadas en él, en sus,
disposiciones, naturales, sino que se encuentran en el mundo que rodea al hombre, en las grandes
obras de la cultura humana. Sólo después de todo un proceso de apropiación de estas adquisiciones
(el cual se desenvuelve en el curso de su vida) puede el hombre adquirir de verdad propiedades y
aptitudes humanas.

Ese proceso lo pone, por así decir, sobre los hombros de las generaciones anteriores y lo ubica muy
por encima del mundo animal.
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Pero en una sociedad dividida en clases, las más altas conquistas de la humanidad se encuentran,
hasta por el reducido número de quienes pueden disponer de ellas, limitadas por la estrechez y el
carácter obligatoriamente unilateral de su actividad. En cuanto a la inmensa mayoría de los hombres,
la apropiación de tales adquisiciones sólo es accesible en una proporción miserable. Ya hemos visto
que ese es el resultado del proceso de alienación que se efectúa tanto en el campo económico como
en el cultural de la vida humana. Y hemos visto también, que la supresión de las relaciones sociales
basadas en la explotación del hombre por el hombre (que son las que engendran aquel proceso) es
lo único que puede disipar la alienación y devolverle al hombre su naturaleza humana en toda su
plenitud y su diversidad.

Pero el desarrollo de toda las aptitudes humanas, ¿es un ideal accesible en el hombre? Es tan grande
la fuerza del prejuicio clavado en las mentes que atribuye el desarrollo intelectual del hombre a
fuentes internas, que ella induce a considerar ese desarrollo con la cabeza gacha; la condición para
la formación de aptitudes científicas no sería la asimilación de las adquisiciones de la ciencia, sino
que esta asimilación estaría condicionada por las aptitudes científicas; la condición para el desarrollo
del talento artístico no sería la asimilación del arte, sino que la adquisición del arte estaría
condicionada por el talento artístico. De ordinario se recurre a los hechos que muestran la aptitud de
unos y la completa ineptitud de otros para tal o cual actividad. Ni siquiera se busca la fuente de estas
aptitudes, y existe la costumbre de tomar el carácter espontáneo de su aparición como una cosa
innata. Pero ahora contamos con pruebas irrefutables para demostrar que, las aptitudes y en
particular aquéllas cuya índole está oculta, como por ejemplo, las aptitudes musicales, aparecen en
el curso de la vida. Tal es lo que prueba la experiencia consistente en proporcionar una educación
musical temprana a un gran conjunto de niños no seleccionados antes.

El verdadero problema no consiste, por lo tanto, en las aptitudes o ineptitudes de las personas para
asimilar Ia cultura humana, para hacer de ellas adquisiciones de su personalidad y contribuir a su
enriquecimiento. El verdadero problema consiste en que cada hombre, en que todos los hombres y
todos los pueblos, obtengan la posibilidad práctica de tomar el camino de un desarrollo ilimitado. Tal
es l objetivo glorioso que ahora la humanidad encaminada hacia el progreso se propone. Este
objetivo puede alcanzarse. Pero sólo es posible en condiciones que puedan realmente liberar a los
hombres de la carga de la necesidad material, suprimir la mutilante división entre el trabajo manual
y el intelectual y crear un sistema de enseñanza que asegure su desarrollo multilateral y armonioso
que de a cada cual la posibilidad de participar de un modo creador, en todas las manifestaciones de
la vida humana.

Y así ha de ser el hombre de mañana.

7.- EL HOMBRE EN EL REGISTRO DEL TIEMPO

La historia de la tierra es narrada por la cosmología y la geología. La parte cosmológica cubre el


período transcurrido desde la formación del planeta hasta la de sus primeros océanos. La parte
geológica se inicia con el surgimiento de las rocas sedimentarias y llega hasta nuestros días. Desde
el punto de vista geológico, la tierra tiene una historia de más de 2,500 millones de años. Esta edad
puede tener las rocas sedimentarias más antiguas que en alguna forma están estrechamente
asociadas con la formación de la materia orgánica. En esta enorme cadena de años, los geólogos
han establecido algunas divisiones y subdivisiones que designan con los nombres de eras y
períodos. Eliminando algunos nombres para simplificar el cuadro del “Calendario Geológico” que
aparece al final de este tema, las eras son la Arqueozoica, la Proterozoica, la Paleozoica, la
Mesozoica y la Cenozoica (con sus períodos terciario y cuaternario), enumerados de la más a la
menos antigua.

Las glaciaciones, que consisten en avances de los hielos desde sus elevados heleros hasta los valles
y llanuras, constituye una de las características más importantes del subperíodo denominado
Pleistoceno, llamado también “edad de hielo”. Hubo glaciaciones tanto en el Nuevo Mundo como en
el Viejo Mundo, pero sólo nos interesa aquí las segundas, por haber sido allí donde se presentó
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primero la especie humana. El hombre vino a América cuando ya había adquirido sus características
anatómicas actuales.

El Pleistoceno es el período del desarrollo del hombre hasta su forma actual. Los 4 subperíodos
anteriores correspondientes al Terciario, son importantes porque a lo largo de ellos dominaron los
mamíferos y evolucionaron los primates, a cuya clase y orden zoológico, pertenece el hombre. Desde
los comienzos del tiempo geológico, la materia orgánica, no viviente, primero y las formas de vida
después, han estado surgiendo de manera gradual.

Al principio y durante la mayor parte del tiempo los progresos Rieron muy lentos. Al final del registro
geológico la evolución fue comparativamente rápida, hasta producir al hombre actual. Durante la era
Proterozoica no existieron más que protozoarios de organización rudimentaria.

Hace 600 millones de años ya habían invertebrados, insectos modernos y vertebrados, reptiles tipo
mamíferos. En la era Mesozoica se enseñorearon de la tierra los grandes reptiles, que habían de
extinguirse para dar paso a otras especies, más pequeñas y menos especializadas en explotar el
ambiente exterior. Al principio del Terciario la fauna dominante era la de los mamíferos de donde
habría de evolucionar el remoto antecesor de hombre. El último en presentarse en el registro
geológico fue el animal humano, que entró en escena durante el Pleistoceno.

Hay dos problemas a considerar en relación con la. formación y el desarrollo de la vida. Uno de ellos;
el de la Evolución está dilucidado en sus lineamientos generales. El otro, el origen de la vida, sigue
siendo profundizado, por las ciencias físico-químicas y biológicas. La teoría más aceptada por los
científicos es la de Oparín quien sugirió que en las potencialidades del carbono y en su capacidad
para combinarse con hidrógeno, oxígeno y nitrógeno se halla el “resorte oculto” que puede generar
la materia orgánica no viviente, que es por supuesto, distinta que los organismos vivientes, pero
también que la materia inorgánica. La probabilidad mencionada fue realizada experimentalmente
con resultados confirmativos de la teoría mencionada.

Las propiedades del carbono, y su capacidad para combinarse con otros elementos, no conducen,
sin que se presenten determinadas condiciones, a la ‘formación de los compuestos orgánicos. El
carbono no es materia orgánica en si mismo, pero potencialmente es capaz de permitir la evolución
necesaria para la formación de la materia orgánica no viviente. De la misma manera, la simple
materia orgánica no constituye vida en si misma pero en determinadas circunstancias, es
potencialmente capaz de permitir una evolución que conduzca al origen de la materia viva.

Esta aclaración tiene por objeto hacer notar que la estructura fundamental de los organismos
vivientes no podían surgir directamente de elementos químicos çorno el carbono ni de otras
combinaciones. No obstante, de tales elementos y combinaciones sí pudo haber evolucionado la
materia orgánica en determinadas condiciones. Tal materia orgánica cuya formación en las
condiciones primadas de la tierra ha sido determinada por inducción exacta mediante experimentos,
es el paso intermedio considerado necesario para la posterior formación de los organismos vivos.

Una vez dadas las condiciones que habría de permitir el surgimiento de la vida, éste principió cuando
los elementos que constituyen el protoplasma se combinaron y formaron cuerpos coloidales capaces
de mantener un cambio continuo de materia y energía con su ambiente, de tener manifestación de
excitación, y de sufrir y generar cambios de forma que son los tres grupos de procesos básicos de
la vida. Los procesos de cambio de materia y energía permiten a los organismos vivos absorber del
medio e incorporar a su propio ser, ciertos elementos adecuados, y en devolver al medio, por
desasimilación, y eliminación, sus partes descompuestas y residuos. Los fenómenos de excitación,
basados en la irritabilidad del protoplasma, les permiten responder a estímulos, conservar la
estructura vital y adaptarse a su ambiente. Y los procesos de cambio de forma les permiten
desarrollarse individualmente, reproducirse y dar lugar a nuevos individuos iguales a ellos mismos.
La evolución, fenómeno necesario en el sentido de que debe ocurrir indefectiblemente, garantiza el
surgimiento de formas de vida progresivamente más complejas.
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La entrada de la especie humana en el escenario del mundo no tiene nada de sobrenatural. A pesar
de su excepcional capacidad para aprender, razonar, hablar hacer y usar utensilios y organizar su
vida a base de relaciones estructurales dentro de formas culturales, la especie actual del hombre
ocupa, orgánicamente, una posición taxonómica definida en el reino animal. Ello puede apreciarse
revisando brevemente el árbol genealógico dé los homínidos. Los homínidos comprenden al hombre
actual y a otras especies de criaturas parecidas a él en diversos grados, ya desaparecidas. Todas
las especies de homínidos pueden agruparse en tres géneros a saber: Los Australopitécidos del Sur
de África, los Pitecantropoides de Asia, y el género Homo, el cual además de la especie del hombre
actual está dividida en varias razas vivas y varias extintas. Todas las demás especies terminaron de
extinguirse hace tiempo. A las especies extintas se les reconoce con el nombre de fósiles, por el
estado de mineralización en que se han conservado sus fragmentos óseos. Estos restos rara veces
han aparecido en abundancia, no obstante, con base en ellos los científicos han logrado determinar
como era la estructura ósea de la cual formaron parte en otro tiempo. A estas estructuras,
consideradas representativas de poblaciones del pasado, se les designa con los nombres de
“hombres u hominidos fósiles”.

7.1 Calendario geológico

CONDICIONES DURACION DESDE EL


ERAS VIDA VEGETAL VIDA ANIMAL
GEOLÓGICAS COMIENZO HASTA HOY

ERA
CENOZOICA (*) VER ESQUEMA
63 MILLONES DE AÑOS
(EDAD ADJUNTO
MAMÍFEROS)

FORMACION DE
BOSQUE DE
CADENAS
ERA ARCE Y DINOSAURIOS EN SU
MONTAÑOSAS,
MEZOZOICA ENCINO MAXIMA
MARES 230 MILLONES DE AÑOS
(EDAD ABUNDANCIA PROSPERIDAD AVES
INTERIORES,
REPTILES) DE DENTADAS
DEPÓSITOS
CONIFERAS
CALACÁREOS

LEVANTAMIENTO
MUCHOS
DE CONTINENTES,
ANIMALESANTIGUOS
ERA SE FORMARON REDUCCIÓN
MURIERONREPTILES
PALEOZOICA LOS APALACHES, DE LOS 600 MILLONES DE AÑOS
TIPO MAMÍFERO,
(VIDA ANTIGUA) AUMENTO DE LA LICOPODIOS
INSECTOS
GLACIACIÓN Y
MODERNOS
ARIDEZ

GRAN
PROTOZOOS
SEDIMENTACIÓN, VEGETALES
MARINOS,
ACTIVIDAD ACUATICOS
ERA MOLUSCOS
VOLCÁNICA, PRIMITIVOS 1,600 MILLONES DE AÑOS
PROTEROZOICA GUSANOS Y OTROS
EROSION ALGAS Y
INVERTEBRADOS
GLACIACIONES HONGOS
MARINOS
REPETIDAS

GRAN CANTIDAD
DE ACTIVIDAD NO SE RECONOCEN FÓSILES.
VOLCÁNICA, PRUEBAS INDIRECTAS DE SERES
ERA
GRAN EROSIÓN, VIVOS POR LOS DEPÓSITOS DE 3,600 MILLONES DE AÑOS
ARQUEOZOICA
ALGUNOS MATERIA ORGÁNICA EN LOS
DEPÓSITOS TERRENOS
SEDIMENTARIOS
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(*) Esquema adjunto a calendario geológico

-UNA GLACIACIÓN

RECIENTE –CLIMA BENIGNO

E -EDAD DEL HOMBRE

R -CUATRO GLACIACIONES
SUCESIVAS
A
-GRAN EXTINCIÓN DE
ESPECIES VEGETALES
PLEISTOCENO
C -EXTINCIÓN DE GRANDES
MAMÍFEROS
E
-PRIMERA VIDA SOCIAL
HUMANA
N
-EXTINCION DE BOSQUES
O
CUATERNARIO -APARICIÓN DE PRADOS
Z PLIOCENO
-EVOLUCIONA EL HOMBRE DE
O MONOS ANTROPOIDES

I -MAMIFEROS EN PLENA
EVOLUCIÓN
C MIOCENO
-PRIMEROS MONOS
A ANTROPOIDES

-EXTINCIÓN DE BOSQUES

OLIGOCENO -APARICIÓN DE
ANTECESORES DE LOS
ACTUALES MAMÍFEROS

EOCENO -MAMIFEROS PLACENTARIOS

PALEOCENO -AMIFEROS ARCAICOS


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7.2 Etapas del desarrollo del hombre

3RA. ETAPA EL PROCESO DE


DOMINIO DE DESARROLLO LO
PLEISTOCENO
C LAS LEYES HOMO SAPIENS RIGEN LAS LEYES
SUPERIOR
SOCIO- SOCIO-
U HISTÓRICAS HISTÓRICAS

2DA. ETAPA CONOCE EL


A LEYES FUEGO, PRODUCE
BIOLÓGICAS Y INSTRUMENTOS,
T PLEISTOCENO SOCIO- EL DESARROLLO
PITECANTROPUS
MEDIO HISTÓRICAS BIOLÓGICO SE
E SOMETE A LA
INFLUENCIA DE LA
R PRODUCCIÓN

N 1ERA. ETAPA CEREBRO MAS


DOMINIO D DESARROLLADO,
ELAS LEYES ACTIVIDAD
A
BIOLÓGICAS CONSCIENTE,
VIVE EN
R PLEISTOCENO REBAÑOS,
AUSTRALOPITHECUS
SUPERIOR NECESIDAD DE
I COMUNICACIÓN,
TRABAJA COMO
A ADAPTACIÓN
BIOLÓGICA AL
MEDIO.

T SE ADAPTAN A LA
VIDA EN LA
E TIERRA, EMPIEZA
LA POSTURA
ERECTA Y
R
HÁBITOS DE
MANIPULACIÓN
C COMO
PLIOCENO MONOS ANTROPOIDES
CONSECUENCIA
I DE LE EXTINCIÓN
DE BOSQUES Y LA
A APARICIÓN DE
PRADOS.
R

I
MIOCENO
A
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7.3 Evolución de los homínidos

C A PARTIR DE ESTE MOMENTO


HOMBRE SOLO SE ESTUDIA SU EVOLUCIÓN
U ACTUAL (40,000 AÑOS)
PLEISTOCENO ORANGUTAN
A SUPERIOR GORILAS HOMO SAPIENS HOMBRE DE LAS CAVERNAS,
(CRO-MAGNON, PINTURA RUPESTRE, CON EL
NEARDENTHAL) APARECE LA SOCIEDAD
T
PRIMITIVA.
E
PLEISTOCENO
MEDIO
R

A EXISTIÓ HACE UN MILLON DE


AÑOS, PRODUCÍA UTENSILIOS DE
R PIEDRA, CONOCÍA EL FUEGO, SE
PLEISTOCENO PITECANTROP
PÓNGIDOS DEDICABA A LA CAZA Y VIVÍA EN
INFERIOR US
I HORDAS, SE HAN ENCONTRADO
FÓSILES EN ASIA, AFRICA, Y
A EUROPA, ANTECESOR DIRECTO
DEL HOMO SAPIENS, ENTRE SUS
DIVERSAS SUB-ESPECIES ESTÁ EL
NEARDENTHAL.

T EXISTIÓ HACE 4 MILLONES DE


AÑOS APROXIMADAMENTE, SU
E ORIGEN: AFRICA, CAPACIDAD
CRANEAL; 600 c.c. SU
R AUSTRALOPITH INTELIGENCIA SE ENCUENTRA EN
PLIOCENO
ECUS EL LÍMITE DE LO ANIMAL Y LO
HUMANO, UTILIZABA
C INSTRUMENTOS PRIMITIVOS, SU
ACTIVIDAD NO ERA FORTUITA
I COMO LA DE LOS PÓNGIDOS

R RAMAPITHECUS EXISTIÓ HACE 14 MILLONES DE


MIOCENO AÑOS, SU ORIGEN INDIA, KENYA,
I CPACIDAD CRANEAL 300 c.c.

A 25 MILLONES
PROCONSUL
DE AÑOS
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8.- EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN Y LA IMPORTANCIA DEL TRABAJO

La evolución del hombre y de la sociedad son dos lados de un proceso único, que sé hallan en
interrelación indisoluble. El procesó de hominización se desenvuelve en el cauce de dos tendencias
que se entretejen complejamente. Por un lado, la adaptación directamente biológica al medio y por
el otro, la transformación social del medio con !a ayuda e instrumentos de trabajo.

El examen propiamente fisiológico-anatómico o propiamente antropológico del surgimiento del


hombre y de la sociedad, se basa en un principio reconocido hoy por la ciencia actual. Es el principio
denominado como la “triada homínida”. Su esencia radica en que un elemento de esta triada
(caminar erecto, las manos, el cerebro) preponderaba y, a la vez, servia de base para el desarrollo
de funciones superiores y más complejas, pues inauguraba una nueva etapa de interacción con la
naturaleza exterior, nuevas posibilidades par la actividad laboral y nuevos horizontes del factor social.

El primer paso decisivo para la transición del mono al hombre consistió en el hecho de que, bajo el
influjo de cambios, en las condiciones naturales de existencia y el modo de vida de los antropoides
altamente desarrollados, estos seres tuvieron que caminar erectos, lo que marcó profundamente la
diferenciación entre la función de las extremidades superiores e inferiores. El andar erectos implicó
cambios en el esqueleto, en especial de la columna vertebral y la estructura del cráneo, la planta del
pie y los huesos de la pelvis, los órganos de la vista, los centros motores del cerebro etc. Sin
embargo, lo principal radicaba en que “la mano era libre y podía adquirir ahora, cada vez más
destreza y habilidad” Esto contribuía, a su vez, a perfeccionar el caminar erectos.

El segundo paso lo marca el desarrollo de la mano como instrumento natural del trabajo, con cuya
ayuda comienza a utilizarse otros instrumentos naturales y, más tarde, a crearse las artificiales. Esto
conducía a desarrollar formas más complejas de adaptación activa al medio circundante, en tanto
que se iba debilitando la acción de los mecanismos biológicos de adaptación.

Ello dio impulso, en el tercer paso de la evolución del hombre, a la cefalización, es decir el desarrollo
acelerado del cerebro, a la formación de sus hemisferios superiores y lóbulos frontales: base-sustrato
del pensamiento y el lenguaje como medio de reflejo e instrumento idea! para transformar el mundo
circundante.

Por último, el problema de la evolución del hombre incluye el origen de lo social como actividad
propia del .ser humano (ante todo, el trabajo). Los antropoides superiores eran animales que vivían
en manadas. Su Organización se diferenciaba sustancialmente, tanto de los propiamente animales
como de los sistemas sociales primitivos.

En su origen, el trabajo es una forma de adaptación biológica de los antropoides superiores al medio
circundante En esta fase se da el perfeccionamiento evolutivo de los órganos naturales del trabajo,
desarrollando hábitos de manipulación con diferentes objetos, lo cual, a su vez, condicionó la
correspondiente organización morfológica y el desarrollo de un sistema nervioso sumamente
complejo.

Pero en el desarrollo del trabajo, éste alcanza un punto en el que se convierte en la condición básica
y fundamental de toda la vida humana. El hombre se elevó sobre el mundo animal, logro someter las
fuerzas naturales y desarrollar la cultura, gracias precisamente a trabajo.

Los animales se alimentan de plantas y de otros animales, utilizando así los medios de existencia
que la naturaleza les ofrece ya acabados. De ahí que dependen totalmente de la naturaleza que les
rodea. El hombre, en cambio logra dominar las fuerzas naturales y las pone a su servicio.
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En la actividad del trabajo, el hombre conoce la naturaleza, desarrolla su pensamiento y su lenguaje


así como sus capacidades y habilidades; crea la ciencia y el arte. Es decir, que al mismo tiempo que
el trabajo progresa y se hace más complejo, se desarrolla la cultura espiritual.

El hombre no ha sido creado por ninguna fuerza sobrenatural. Procede del reino animal y por ello es
parte d le naturaleza su producto más elevado. La humanidad ha recorrido un largo camino desde
los primitivos instrumentos de piedra hasta las complicadas y gigantescas máquinas de nuestros
días, desde posprimitivos poblados hasta las grandes ciudades que hoy vemos, desde las pequeñas
tribus nómadas salvajes hasta las poderosas naciones y, desde los escasos conocimientos de la
antigüedad hasta la profunda penetración científica en los secretos de la naturaleza. El trabajo
entonces, no se limita a transformar la naturaleza exterior, sino que condiciona objetivamente la
modificación del propio hombre y modifica también la estructura de las relaciones entre los
individuos.

9.- LA PREHISTORIA

9.1 Origen de la Tierra-Simios Superiores

Mucho ha discutido el hombre sobre el origen y la antigüedad del mundo que habitamos. Su falta de
conocimientos lo llevó durante largos períodos a acogerse a interpretaciones fantásticas, o a
considerar que la tierra, el sol y las demás estrellas tienen una existencia infinita, sin sufrir cambios
ni modificaciones. Las investigaciones científicas han desplazado estas ideas. Hoy sabemos que el
mundo tiene su historia, que todos los cuerpos existentes en el universo tienen un principio, están
evolucionando y se transforman a través del tiempo.

Hay muchas teorías que tratan de describir y explicar este desarrollo. Laplace supone al sistema
solar proveniente de una nebulosa incandescente que, al perder calor, se condensa en diferentes
puntos. Algunos hablan de dos estrellas que giran alrededor de un centro común, una de las cuales
hace explosión y sus pedazos formarían los planetas (Teoría de la Supernova) De acuerdo con esta
hipótesis, la Tierra hubiera aparecido como un cuerpo frío, cuyo calor hubiera sido engendrado
después por el roce producido por la caída de grandes cantidades de meteoritos. Una hipótesis muy
aceptada actualmente es la de O. Y. Schmidt, que supone la acumulación y condensación de polvo
cósmico en enormes cantidades como causa de la formación del sistema solar. Aquí también los
planetas aparecerían como cuerpos fríos, y generarían su calor interno y a la presión a que se
encuentran sujetos sus núcleos. Los cálculos basados en el examen de productos de la radiactividad
atribuyen una antigüedad de 5,000 a 7,000 millones de años a nuestro planeta o, por lo menos a los
materiales que lo forman. Otras teorías afirman una edad de “solamente” 2,000 a 3,000 millones de
años.

➢ Origen y desarrollo de la vida

Las rocas más antiguas que se han examinado muestran una ausencia total de formas vivas. Hasta
hoy no nos es posible determinar la antigüedad de la vida sobre la Tierra, pero es indudable que su
desarrollo, desde las formas más sencillas hasta las actuales, ha requerido plazos de cientos de
millones de años. Las apreciaciones de los científicos oscilan entre los 300 a los 1,500 millones de
años.

Según parece los primeros seres vivos, unicelulares y sumamente sencillos, aparecen en las aguas
tibias de las playas de los océanos. La ley de la adaptación de los cuerpos al medio ambiente en que
se hallan, explica el paulatino desarrollo y mejoramiento de estos primeros seres. Unos, las plantas,
elaboran clorofila, por medio de la cual pueden transformar materias inorgánicas en orgánicas, con
ayuda de la energía solar. Los otros, los animales, viven ya sea en forma directa, comiendo plantas,
o indirecta, aprovechando animales que a su vez se nutren de plantas.
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En la era eozoica (de la vida Primitiva) el mar se puebla de algas y de animales sumamente
primitivos. Millones de años después aparecen animales con esqueleto, tras otro largo período hay
seres de un desarrollo ya bastante elevado con columna vertebral. Estos, los peces, por su mayor
estabilidad. pueden aventurarse a mar abierto. Posteriormente; la vida conquista la tierra misma. Las
plantas desarrollan tallos que les permiten sostenerse, primero en los pantanos y, más tarde,
totalmente fuera del agua. Absorben el líquido necesario por medio de raíces.

Algunos tipos de animales logran salir del agua y adaptarse a respirar aire; son los anfibios. En esta
época la tierra se encuentra cubierta de grandes bosques: de helechos, que dan origen al carbón de
piedra actual.

Hace unos 200 a 250 millones de años aparecieron, junto a los helechos, las plantas predecesoras
de las coníferas, actuales y empieza el predominio de los reptiles, entre los que se encuentran los
grandes saurios. La diferencia más importante entre reptiles y anfibios está en que éstos tienen que
volver al agua para desovar, mientras que los reptiles ponen sus huevos en la arena y sus crías
nacen ya preparadas para respirar aire.

Sobrevienen cambios fundamentales de clima, que hacen desaparecer los bosques de helechos y
con ello la base de la alimentación de los, grandes saurios. Empieza el predominio de dos grupos
especiales de descendientes de reptiles: unos que desarrollan sus escamas en forma de pelo, y
cuyas hembras, en vez de poner huevos, dan a luz sus a sus cachorros ya formados que son
amamantados después durante algún tiempo; son los mamíferos. El otro grupo, en vez de pelos
desarrollan plumas y ponen huevos, pero los cuidan hasta la aparición’ de los polluelos; son las aves.

Aves y mamíferos pueden ocupar áreas mucho más extensas que los animales anteriores, porque
tienen calor propio, y gracias a sus plumas o pelos que los protegen contra los cambios de clima.
Una de las características importantes es el hecho de que viven en “sociedad”, por el cuidado que
requiere empollar o amamantar a las crías. Esto permite también la transmisión de ciertas
experiencias, lo que en los animales menos desarrollados no es posible.

Hacia mediados de la era terciaria, que empieza hace unos 35. millones de años, existe ya la mayoría
de los animales actuales, y otros que hoy han desaparecido, corno: el mamut, el tigre de dientes de
sable, el oso de las cavernas.

9.2 El paso al ser humano

La escasez de los restos encontrados y su mal estado de conservación, hacen que las
interpretaciones que se pueden derivar de ellos sean muy vagas y estén sujetas todavía a muchas,
dudas e hipótesis no confirmadas. No es posible, en el momento actual, llegar a una conclusión
definitiva sobre el origen y la evolución del género humano. Solamente podemos trazar una línea
general de desarrollo, de acuerdo con la cual se ha formado la humanidad, y que se ve confirmada
por los hallazgos de los investigadores.

El antepasado de la humanidad probablemente era un ser parecido a los monos antropoides


actuales. Vivía en las copas de los árboles, desarrollando una diferenciación entre manos y pies
mayores que la de los demás monos. Un cambio de clima determinó que la selva donde vivía se
espaciara, obligándolo a caminar más por él suelo. Como se trataba de un animal relativamente
grande y bastante torpe, su defensa debía consistir en ponerse de pie para mirar más lejos. Se
desarrolla progresivamente la diferenciación entré extremidades superiores e inferiores, y la posición
erguida. Para excavar raíces, derribar frutas y cazar animales pequeños, éste ser usaba palos y
aventaba piedras. En determinado momento, ya con una inteligencia muy superior a la de los demás
animales, descubre la utilidad del fuego para luchar contra otros animales y para guisar sus comidas.
Conquista así más seguridad; puede calentar sus cuevas y otras viviendas y habitar en regiones que
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sin este elemento serian demasiado frías para subsistir. Además, la cocción le permite aprovechar y
digerir mejor los alimentos, y comer muchos productos que de otro modo no puede asimilar.

Así, paso a paso como resultado de su propio trabajo para sobrevivir, un ser que no conocemos se
transforma paulatinamente en Homo sapiens. Las conquistas fundamentales que caracterizan esta
evolución son la posición erguida permanentemente (ningún. mano camina normalmente sobre sus
extremidades inferiores). La forma y la flexibilidad de la mano, el dominio del lenguaje que da la
posibilidad de concebir ideas abstractas y de transmitir experiencias, la fabricación de utensilios que
significa adaptar racionalmente determinados elementos de la naturaleza con fines propios, y la
cooperación social, organizada y consciente. Hay una interrelación activa entre la acción que permite
y produce un mayor desarrollo físico y mental, y este desarrollo que hace posible, a su vez, la
superación de la actividad; el proceso se da en el marco de una estructura social, que a su vez
evoluciona junto con el avance físico y mental y el uso de los instrumentos.

Las formas concretas y la duración de este proceso de humanización se discuten mucho. Algunos
investigadores afirman que la rama que habría de evolucionar hacia el ser humano, se separó de los
ancestros de los monos superiores hace unos cincuenta millones de años; otros le atribuyen como
veinte millones. Entre los restos que se hallan, probablemente, en el camino evolutivo del ser
humano, están los procónsules, de unos 20 millones de años de antigüedad, y que vivieron sobre
todo en África; el oreopiteco, de hace unos 12 o 13 millones de años, que presenta características
que lo hacen aparecer cercano al hombre; los australopitecos, de hace cinco a un millón de años, ya
erguidos y, probablemente con herramientas.

El zinjantropo (un australopiteco; africano; casi dos millones de años) es el homínido (ser muy
parecido al hombre) más antiguo conocido hoy; ya usaba herramientas de piedra. Más recientes son
el pitecantropo erecto (hombre de Java), que vivió hace medio millón o un millón de años, y que
disponía de lenguaje articulado; el sinantropo (hombre de China), que ya usaba el fuego; el hombre
de Heidelberg (300,000 años) y el de Neanderthal (3000,000 a 100,000 años).

Son ya decididamente hombres de nuestra especie los de Grímaldi y de Cro-Magnón, de unos


40,000 años de antigüedad, que no tienen diferencias anatómicas decisivas frente al hombre de la
actualidad.

La mayoría de los investigadores consideran hoy, que el pitecantropo, el sinantropo, el hombre de


Heidelberg, él de Neanderthal no fueron ancestros del Horno sapiens. Más bien, los ven como
especies extinguidas, parientes cercanos de las que darían origen al hombre actual, su
especialización física avanzada hace rechazar a muchos antropólogos la .idea que hubieran podido
evolucionar hacia la humanidad contemporánea.

9.3 El Paleolítico

El hombre primitivo probablemente usaba un palo para defenderse, para ayudarse a excavar raíces
y para caminar erguido; también,: al igual de lo que hacen los monos superiores, seguramente
empleaba piedras para abrir frutos duros, y corno arma. Pero únicamente podemos comprobar el
uso de utensilios en una época posterior, cuando ya se les da una forma determinada para
aprovecharlos mejor.

Aparecen las piedras toscamente labradas se fabrican entre otros utensilios cuchillos para cortar,
raspadores para limpiar, punzones para agujerear pieles con el fin de unirlas y utilizarlas como
abrigo. Es la edad Paleolítica (de paleos - viejo y litos - piedra). Pronto se realizan nuevas mejoras,
como son el uso de la maza, la lanza y, posteriormente, el arco y la flecha que suponen ya un
desarrollo intelectual y técnico bastante elevado. La honda y el arco son los primeros instrumentos
que multiplican la fuerza humana, al acumular energía muscular; son, propiamente, las primeras
máquinas.
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El hombre de esta época vive de lo que le proporciona la naturaleza, sin poderla modificar todavía.
Recoge frutas, raíces y otros productos vegetales; caza animales y, a partir de su dominio sobre el
fuego, pesca en los ríos y lagos, lo que le permite difundirse por todo el mundo. Vive en grupos más
o menos organizados y estables. Su supervivencia, y sobre todo su progreso, no pueden darse en
individuos aislados. Los conocimientos y la técnica necesarios para la elaboración de utensilios sólo
pueden transmitirse por la enseñanza, que exige una convivencia prolongada. La cacería de grandes
animales, o de manadas, se realiza en forma colectiva. Muchos hombres colaboran
organizadamente, preparando trampas, llevando a los animales a los lugares donde son muertos por
los demás, cazadores, y en otras actividades. El reparto del botín tiene que ser colectivo, en
consecuencia.

En el período más primitivo de esta evolución, el hombre no sabe explicarse nada del mundo que lo
rodea., y se siente atemorizado e indefenso ante éste. Hacia finales del Paleolítico aparecen las
pinturas rupestres, verdaderas obras de arte realizadas en las paredes de las cuevas. El hecho de
que se encuentren frecuentemente en partes inaccesibles de las cavernas, demuestra que no se
trata de obras de arte en el sentido actual de la palabra sino, seguramente, de trabajos con
finalidades mágicas o de enseñanza. El estudio de las creencias de pueblos primitivos actuales nos
hace suponer que se dibuja el animal como una forma de magia de caza. Se manifiestan aquí las
primeras creencias de tipo religioso, que consisten fundamentalmente en la adoración de elementos
de la naturaleza en el culto al tótem que es, en términos generales, el animal o la planta (o el símbolo
de éstos) de que vive el grupo humano correspondiente. Junto con estas creencias hay prácticas
mágicas de distintos tipos.

El hombre de aquella época no conoce la propiedad. Los animales cazados por la tribu son repartidos
de acuerdo con ciertas normas tradicionales, sin que se pueda decir que alguien sea dueño de ellos.
Lo mismo sucede con lo recolectado en la estepa o en la selva. Únicamente hay cierta división de
trabajo entre hombres (cazadores) y mujeres (recolectoras), y entre niños, jóvenes, adultos y
ancianos.

Por otra parte, los magos-pintores son, indudablemente, artistas especializados. Vemos aquí, con
una antigüedad de unos 40,000 años, una primera división social del trabajo levemente esbozada.

El período del que acabamos de hablar corresponde, geológicamente, a la última fase de la


glaciación; Europa, lugar principal de los hallazgos correspondientes a este tiempo, está cubierta de
grandes estepas filas cruzadas por mamuts, renos, búfalos y otros animales, que sirven de alimento
para el hombre de la época.

Al retirarse los hielos y ascender la temperatura, Europa se puebla de bosques que proporcionan
medios de vida mucho más pobres a sus habitantes. Disminuye la posibilidad de alimentar personas
improductivas, como lo eran los magos dibujantes. Ya no vemos producciones artísticas del tipo de
las pinturas rupestres. Determinados utensilios se mejoran mucho, como por ejemplo el arpón, lo
que indica una pesca mucho más desarrollada. Esta época, la del Mesolítico, tiene como gran avance
la domesticación de un animal, el perro, acompañante de caza, guardián que avisa los peligros que
puedan amenazar al hombre. La gran importancia del hecho reside en que, por primera vez, el
hombre ha logrado poner a su servicio a otro ser vivo.

9.4 El Neolítico - La revolución urbana

Paso a paso el hombre va mejorando sus instrumentos. La época Neolítica (neos -nuevo). Se
caracteriza por los instrumentos de piedra pulida, mejores y más bellos que os utensilios tallados,
propios del Paleolítico. En esta época ya se encuentra generalizado el uso del arco y de la flecha, y
de otras armas.
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El hombre había inventado ya el arte de modelar determinadas formas en barro y de endurecer a


éste por medio de la cocción la alfarería. Las vasijas producidas así son muy importantes para
almacenar alimentos, permiten al hombre permanecer en determinados, parajes o hacer viajes más
largos y, por no destruirse por completo sus restos, dan valiosas indicaciones al investigador.

Tiempo después, la recolección da lugar a la agricultura. La experiencia va enseñando a las mujeres,


que son las principales recolectoras, la conveniencia de arrojar algunos granos al suelo, para que
allí se reproduzcan. Después se descubre la utilidad de arrancar o cortar las demás plantas, de
depositar los granos en hoyos. Durante mucho tiempo, la agricultura solamente cuenta con la estaca
y la azada como instrumentos. A través de varios milenios, algunas plantas silvestres se transforman
por el constante cuidado humano, todos nuestros cereales son cultivados desde la era Neolítica.

En una época cercana a la del principio de la agricultura nace la ganadería. Esta proviene
probablemente de la caza y llega a ser un auxiliar importante de la agricultura. Además, muchos
pueblos, sobre todo de las regiones esteparias, se dedican preferentemente a la cría de animales.

La agricultura y la ganadería se combinan pronto para su mutua superación. No es muy difícil usar
animales para arrastrar la estaca a través del suelo, transformándola así en arado. Con esto se
amplían mucho las posibilidades de cultivar terrenos más extensos, y aumenta el rendimiento de la
tierra. A su vez, los animales de trabajo deben recibir un mejor cuidado, lo que conduce a la
construcción de establos que permiten aprovechar el abono. Las grandes bestias son usadas
también para arrastrar trineos, para el transporte de carga. De ahí se desarrolla la rueda, medio
importantísimo para el transporte, que también mejora la alfarería y es uno de los requisitos
indispensables para la fabricación de muchos utensilios y de la maquinaría. El carro aparece en el
cuarto milenio a. de c. Es muy difícil precisar el lugar donde se desarrollaron estas invenciones. La
agricultura probablemente nació en las orillas de los desiertos, en regiones donde disminuían los
alimentos, lo que obligaba a los pueblos a encontrar nuevas formas para proveer su sustento.

El cultivo de los granos, una vez iniciado, se desarrolla sobre todo en los valles de los ríos, por las
facilidades de irrigación y de transporte que ofrecen. Las primeras culturas de importancia están
asentadas, todas ellas, en los grandes valles de aluvión: Hoang-Ho y Yang-Tse-Kiang. Indus y
Ganges, Tigres y Eufrates, y el Nilo.

Aunque estos valles, por su extraordinaria fertilidad, eran muy propicios para la agricultura, tenían la
desventaja de poseer pocas piedras. Un utensilio quebrado no podía ser reemplazado con facilidad.
Esto lleva al hombre a ver la utilidad de trabajar con piedras de tipo especial, blandas, que podían
moldearse al fuego, y que en caso necesario se podrían volver a fundir: los metales. El primer metal
usado por el hombre es el cobre, que se encontraba en cierta abundancia en estado puro en la
naturaleza, o en minerales de fácil aprovechamiento.

Posteriormente, se descubre la forma de combinarlo con el estaño, produciéndose el bronce, que es


mucho menos quebradizo que el anterior. Al mismo tiempo se utilizan otros metales, como el oro y
la plata, pero fundamentalmente con fines decorativos o mágicos. En el tercer milenio a. de c., se
empieza a trabajar el hierro, que adquiere gran importancia a partir de 1,400 a. de c. Junto con estas
innovaciones técnicas se tiene que desarrollar el comercio, ya que el mineral no se encuentra en
todas partes, y la división del trabajo, entre pueblos, agricultores, ganaderos. Se adoran fuerzas
naturales relacionadas con el cultivo de la tierra, como son las plantas, la lluvia y el sol. Los pueblos
agricultores elaboran calendarios, que les son indispensables para saber las épocas propicias a la
preparación de los campos. Por ello, tienen que hacerse astrónomos y muchos de ellos adoran
también a las estrellas, que simbolizan en muchas ocasiones la muerte (siembra) del grano y su
resurrección (planta que nace de la semilla).

Con todo esto, se produce una mayor división del trabajo entre los hombres: llega así a ser útil y
necesario el Comercio entre agricultores, ganaderos, mineros metalúrgicos, alfareros y demás
trabajadores especializados. Esto da lugar a la aparición de comerciantes, personas dedicadas
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profesionalmente a la actividad del intercambio de mercancías. Se forman las ciudades, centros de


población entregados fundamentalmente a estas actividades ajenas a la producción directa de
alimentos. En ellas, se concentran los artesanos (que obtienen así la posibilidad de intercambiar
experiencias) los comerciantes, se encuentran los templos y los gobernantes. Su aparición marca
una transformación profunda en el desarrollo humano, conocida como la “Revolución Urbana”. Las
ciudades llegan a ser centro de progreso.

El progreso de transformación de la sociedad recolectora en productora no se realiza en todas partes.


Primero tiene lugar en forma predominante en l los grandes valles de los ríos e influye desde ahí
sobre los pueblos más atrasados.

Muchas veces éstos irrumpen en las áreas cultivadas, donde asimilan los adelantos de los
pobladores y a su vez los cultivadores desempeñan un gran papel en el intercambio de productos
entre unas y otras regiones. En el curso de varios milenios, la mayor parte de la humanidad se hace
agricultora y ganadera (además de desarrollar otras actividades como la metalurgia), pero hasta hoy
siguen subsistiendo pueblos recolectores.

9.5 Aparición de la sociedad estatal

Los nuevos sistemas de producción, como la ganadería, la agricultura la alfarería, y el trabajo de los
metales, permitieron una modificación radical de la sociedad. La productividad anterior había sido
tan baja, que no era posible apropiarse el trabajo de una persona o tribu vencida. En los casos de
luchas entre pueblos prehistóricos, el vencido era aniquilado, expulsado de su territorio o admitido,
con derechos iguales, en el pueblo vencedor. La explotación de los vencidos, al apropiarse de una
parte de lo que producían, hubiera llevado a su aniquilación física. Además, poner a cazar a la tribu
vencida, significaba dejarle sus armas, y con ello afrontar el peligro constante de sublevaciones.

Las nuevas formas de trabajo permitían otra solución. El pueblo vencido podía ser despojado de sus
armas, conservando los instrumentos necesarios para trabajar el campo o para cuidar ganado. El
producto de su labor es suficiente para sostener a los que la realizan, y para que éstos entreguen
además un excedente a los vencedores. A través de un proceso muy prolongado en que intervienen
la guerra, el comercio y otros factores, la igualdad primitiva cede su lugar a una sociedad dividida en
explotados y explotadores. En muchos casos, la propiedad privada sustituye a la colectiva, lo que
facilita la explotación de los hombres, en distintas formas.

Las ideas religiosas evolucionan. Las creencias animistas y totémicas de la época de los cazadores
y recolectores ceden su lugar a la fe en dioses de las fuerzas naturales, ligados en el cultivo de las
plantas y con la cría de los animales, que recompensan o castigan a los grupos humanos según sus
actividades y su comportamiento. A estos dioses se atribuyen determinados bienes, que son
administrados en la tierra por sacerdotes. Hay aquí otra fuente de la diferenciación de la propiedad.
Al irse concentrando la riqueza y el poder político entre los hombres, aparece la idea de un dios
supremo, ayudado por los otros dioses.

También la organización familiar se transforma profundamente en este período. La forma propia del
Paleolítico fue probablemente la horda promiscua, sin ninguna regla sexual. A través de varias
prohibiciones que van impidiendo las relaciones incestuosas, se llega a la forma predominante en la
época Neolítica, la tribu, constituida por varios “clanes” o “gens”, que son o se consideran
descendientes de una misma madre. Existe el matrimonio por grupos, en que los hombres de una
gens son legalmente esposos de las mujeres de otra gens, de la misma tribu. Dentro del grupo se
forman parejas fácilmente disolubles. Los hijos están en la gens de la madre, o sea, la descendencia
se cuenta por línea femenina, lo que revela una posición muy fuerte de la mujer.

Al adquirir gran importancia la ganadería y también la agricultura que aprovecha el trabajo de los
animales, empieza el predominio del hombre. La introducción de la esclavitud, relacionada con la
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guerra, actividad varonil, fortalece la posición del hombre en la sociedad. Se considera de preferencia
la descendencia por línea paterna, o sea, los hijos permanecen en el clan del padre y este llega a
ser el jefe de la familia. En casi todas partes, la mujer pierde sus derechos y es reducida a una
posición de sierva o primera esclava: aparece el llamado “patriarcado”. Se establece la monogamia
para la mujer, imprescindible, para asegurar efectivamente la descendencia paterna.

La desaparición de la antigua igualdad comunal implica la necesidad de establecer nuevos sistemas


organizativos. Surge el Estado, con un aparato de fuerza que ya no se identifica con la masa del
pueblo. La antigua asamblea general de todos los capitanes, el consejo de ancianos, al que tenía
acceso todos los hombres de edad y de prudencia, cede el lugar a un “senado” compuesto por los
jefes de los clanes Esta diferenciación se va acentuando cada vez más, hasta culminar en los
grandes Estados de la Antigüedad, con numerosísimos esclavos o semiesclavos y una reducida
capa gobernante formada por hombres libres.

Con esta forma social aparecen o se intensifican muchos aspectos negativos de la humanidad, como
las luchas por la riqueza y por el poder, la explotación del hombre por el hombre y la discriminación
de la mujer. Pero al mismo tiempo, esta división en clases era una necesidad del progreso ya que
sólo así existía la posibilidad de que el hombre se desenvolviera más.

Era indispensable que en una parte, aunque fuera reducida, de la humanidad, quedara exenta de
participar directamente en la producción, para que pudiera dedicarse a las ciencias y el arte. En otra
forma, no hubiera podido realizarse el progreso de la historia propiamente dicha.

El mejoramiento de la producción y el incremento del comercio traen consigo la necesidad de llevar


cuentas y de apuntar algunos hechos. Se desarrolla la numeración y después la escritura, que
principia en forma pictográfica (se dibujan ciertas cosas, lo que dificulta la representación de ideas
abstractas), para dar lugar, a través de una evolución bastante larga y compleja, a la escritura
fonética, en la que cada signo representa un sonido. Esta escritura permite apuntar todo lo que puede
expresarse en palabras.

9.6 Resumen

Desde la formación de la Tierra hasta la aparición del ancestro directo de hombre, pasan
probablemente varios miles de millones de años, en que los seres vivos evolucionan hacia formas
cada vez más avanzadas.

En una influencia mutua, el trabajo, la posición erguida, la utilización de instrumentos, transforman


al ser prehumano en hombre. Los pasos más importantes de este desarrollo se marcan por el
procónsul (20 millones de años de antigüedad), el oreopitecus (13 millones), el zinjántióús dos
millones), el pitecantropus erectus (un millón a 500,000), el hombre de Heidelberg el de Neanderthal,
el de Cro-Magnón; no todos éstos son ancestros del hombre actual.

El hombre empieza a trabajar usando un simple palo, o la piedra tal como la encuentra en la
naturaleza, aprende después a aprovechar, mantener y posteriormente a encender el fuego. De la
simple piedra va derivando el hacha de mano y otros utensilios de piedra tallada y después pulida
Inventa la lanza y la desarrolla más tarde en otras armas arrojadizas, que culminan en el arco y la
flecha.

Toda la primera época de la humanidad se caracteriza por ser ésta recolectora. En el Mesolítico
doméstica al primer animal, el perro. Posteriormente, el hambre aprende a cultivar plantas y a criar
animales. También aprende el arte de la alfarería, el trabajo de los metales, inventa la rueda y el
carro.
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La organización primitiva del hombre es comunal, con igualdad de derechos y de propiedades entre
todos los miembros del grupo, todos participan la recolección, la caza y la pesca. Sólo hay una
división del trabajo muy sencilla, fundamentalmente entre hombre y mujer. Se inicia apenas la
existencia de artesanos especializados, en los magos y artistas del Paleolítico; posteriormente
aparecen los alfareros, metalúrgicos y otros especialistas.

La creciente productividad y la mayor división del trabajo da lugar, en el cuarto milenio a. de c. a la


aparición de ciudades: centros artesanales comerciales, administrativos y religiosos. Ahí se inventa
la escritura., y pronto llegan a ser los elementos predominantes en la organización social.

La antigua igualdad económica es sustituida por distintas formas de explotación, a] llegar ésta a ser
económicamente útil. La aparición de una clase que no tiene que ocuparse de modo directo de
buscar su sustento, hace posible que se dedique a otras actividades, como son las ciencias y las
artes. La esclavitud fue un progreso social, a pesar de que se realizó a costa de las mayorías
humanas.

La división de la sociedad en grupos poseedores y desposeídos implica la aparición de una


organización especial, que se sobrepone a la sociedad misma, y que tiene el fin de mantener el
orden existente: el Estado. Se desarrollan sistemas, muy complejos muchas veces, para organizar,
la sociedad de acuerdo con su nueva estructura.

El hombre muy primitivo probablemente no tuvo ideas religiosas. Sentía solamente un temor ante lo
desconocido, que era casi todo lo que se hallaba a su alrededor. Posteriormente, atribuye “espíritus”
a todo lo que lo rodea. Adora a los totems, símbolos de seres o de fuerzas naturales, relacionados
directamente con su vida, en forma efectiva o solo imaginaria. Al ir avanzando más en sus
conocimientos, concibe la idea de dioses que dominan las actividades de los animales, de las
plantas, y de la naturaleza en general Al aparecer la agricultura y la ganadería, los pueblos adoran
tas fuerzas de la naturaleza directamente relacionadas con sus actividades de producción. Aparece
la idea de que los dioses recompensan o castigan por medio de buenas o malas cosechas, etc., las
actitudes de los hombres hacia ellos.

Las relaciones entre los sexos evolucionan de la horda promiscua al sistema gentilicio, basado en el
matrimonio por grupos hombres y mujeres gozan en lo fundamental de los mismos derechos y
deberes, la descendencia y la herencia se consideran por la línea materna (los hijos pertenecen al
clan de la madre), lo que da cierto predominio a las mujeres. Cuando la antigua propiedad comunal
es sustituida por la privada, la herencia por línea materna cede su lugar a la línea paterna. Aparece
él patriárcado, el hombre adquiere predominio en las relaciones familiares.

10.- EL PAPEL DEL TRABAJO EN EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN DEL MONO EN


HOMBRE
Federico Engels

El trabajo es, dicen los economistas, la fuente de toda la riqueza. Y lo es, en efecto, a la par con la
naturaleza, que se encarga de suministrarle la materia destina a ser convertida en riqueza por el
trabajo. Pero infinitamente más que eso. El trabajo es la primera condición fundamental de toda la
vida humana, hasta tal punto que, en cierto sentido, deberíamos afirmar que el hombre mismo ha
sido creado por obra del trabajo.

Hace varios cientos de miles de años, en una fase que aún no puede determinarse con certeza de
aquel período de la tierra a que los geólogos dan el nombre de período terciario, presumiblemente
hacia el final de él. Vivió en alguna parte de la zona cálida de nuestro planeta –probablemente, en
un gran continente, ahora sepultado en el fondo del océano Indico- un género de monos antropoides
muy altamente desarrollados. Darwin nos ha trazado una descripción aproximada de estos
antepasados nuestros. Eran seres cubiertos de pelambre, con barba y orejas puntiagudas, que vivían
en hordas, trepados a los árboles.
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Estos monos, obligados probablemente al principio por su género de vida, que, al trepar, asignaba a
las manos distinta función que a los pies, fueron perdiendo, al encontrarse sobre el suelo, la
costumbre de servirse de las extremidades superiores para andar marchando en posición cada vez
más erecta. Se había dado, con ello, el paso decisivo para la transformación del mono en hombre.

Todos los monos antropoides que hoy conocemos pueden mantenerse erectos y desplazarse
pisando exclusivamente sobre los dos pies. Pero siempre en caso de extrema necesidad y el mono
más torpe. Su manera natural de andar es la posición semirrecta, utilizando también las manos. La
mayoría de ellos apoyan sobre el suelo los nudillos de la mano, haciendo oscilar el cuerpo con las
piernas encorvadas entre los largos brazos, como el tullido que camina sobre muletas. En términos
generales, todavía hoy podemos observar entre los monos todas las fases de transición que van
desde la locomoción a cuatro patas hasta la marcha sobre los dos pies. Pero en ninguno de ellos es
esta última manera de andar más que un recurso utilizado en casos de extrema necesidad.

Para que la marcha erecta, en nuestros peludos antepasados, se convirtiera primeramente en regla
y, andando el tiempo, en necesidad, hubieron de asignarse a las manos, entre tanto, funciones cada
vez mas amplias. También entre los monos se impone ya una cierta división en cuanto al empleo de
la mano y el pié. Ya hemos dicho que la primera funciona, al trepar, de distinto modo que el segundo.
La mano sirve, preferentemente, para arrancar y agarrar el alimento, función para lo cual ya los
mamíferos inferiores se sirven de las patas delanteras. Con la ayuda de la mano construyen algunos
monos nidos en los árboles, incluso, como el chimpancé, techos entre las ramas para guarecerse de
la lluvia. Con ella empuñan el garrote para defenderse contra los enemigos o bombardean a éstos
con frutos y piedras. Y de ella se sirven, cuando el hombre los aprisiona, para ejecutar una serie de
operaciones simples, aprendidas de él. Pero precisamente al llegar aquí se ve cuán grande es la
distancia que media entre la mano incipiente del mono mas semejante al hombre y la mano humana,
altamente desarrollada gracias al trabajo ejecutado a lo largo de miles de siglos. El número y la
disposición general de los huesos y los músculos son sobre poco mas o menos los mismos en una
y otra; pero la mano del salvaje mas rudimentario puede ejecutar cientos de operaciones que a la
mano de un mono le está vedado imitar. Ninguna mano de simio ha producido jamás ni la más tosca
herramienta.

Por eso tuvieron que ser, por fuerza, muy primitivas las operaciones que a nuestros antepasados
fueron adaptando poco a poco su mano a lo largo de muchos milenios, en el tránsito del mono al
hombre. Los salvajes de nivel más bajo incluso aquellos de quienes puede suponerse que se
hallaban expuestos a recaer en un estado más bien animal con una simultánea reincidencia en su
contextura física, se hallan a pesar de todo muy por encima de aquellos seres de transición. Hasta
que la mano del hombre logró tallas en forma de cuchillo el primer guijarro tuvo que pasar de una
inmensidad de tiempo junto a la cual resulta insignificante el tiempo que históricamente nos es
conocido, Pero el paso decisivo se había dado ya; se había liberado la mano, quedando en
condiciones de ir adquiriendo nuevas y nuevas aptitudes, y la mayor flexibilidad lograda de este
modo fue transmitiéndose y aumentando de generación en generación.

Así, pues, la mano no es solamente el órgano del trabajo, sino que es también el producto de este.
Solamente gracias al trabajo, a la adaptación a nuevas operaciones, a la transmisión por herencia
del desarrollo así adquirido por los músculos los tenedores y a la larga también de los huesos y a la
aplicación constantemente renovada de este afinamiento hereditariamente adquirido a nuevas
operaciones cada vez mas complicadas, ha adquirido la mano del hombre ese alto grado de
perfeccionamiento capaz de crear portentos como los cuadros de Rabel, las estatuas de
Thorwaldsen lo la música de Paganini.

Pero la mano no trabajada sola. Era simplemente el miembro individual de un gran organismo
armónico, sumamente complicado. Y lo que benefició a mano redundo también en beneficio de todo
el cuerpo al servicio del cual laboraba la mano; y redundó en beneficio suyo en dos sentidos.
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Primeramente, en virtud de la ley de la correlación del crecimiento, como Darwin la ha llamado. Con
arreglo a esta ley, determinadas formas de algunas partes de un orgánico se hallan siempre
vinculadas a ciertas formas de otras partes, que aparentemente no guardan relación alguna con
aquella. Así, por ejemplo, todos los animales dotados de glóbulos rojos sin núcleo celular y cuyo
occipucio se halla unido con la primera vértebra de la columna vertebral por medio de dos
articulaciones (cóndilos) poseen también, sin excepción, glándulas lácteas para amamantar a las
crías. Y así también vemos que, en los mamíferos la pezuña va unida, por lo general, al estómago
multilocular para poder seguir rumiando los alimentos. Los cambios operados en cuanto a
determinadas formas llevan aparejados cambios de forma de otras partes del cuerpo, sin que
podamos explicarnos la conexión entre ellos. Los gatos completamente blancos y de ojos azules son
siempre o casi siempre sordos. El gradual afinamiento de la mano del hombre y, en consonancia con
él, el desarrollo del pie para la marcha erecta repercutió también, indudablemente, en virtud de la
correlación de que hemos hablado, sobre otras partes del organismo. Sin embargo, esta influencia
ha sido todavía muy poco estudiada para que aquí podamos hacer otra cosa que ponerla de
manifiesto en términos muy generales.

Mucho mas importante es la repercusión directa y comprobable que el desarrollo de la mano ha


ejercido sobre el resto del organismo. Como ya hemos dicho, nuestros antepasados simios eran
seres sociables; sería de todo punto imposible, evidentemente, que el hombre, el mas sociable de
todos los animales, descendiera de un inmediato antepasado no sociable. Con cada nuevo progreso
logrado, su dominio sobre la naturaleza, iniciado con el desarrollo de la mano, fue ampliando el
horizonte del hombre. Este descubrió en los objetos naturales nuevas y nuevas propiedades, que
hasta entonces desconocía. Y, de otra parte, el desarrollo del trabajo contribuyó necesariamente a
acercar mas entre si a los miembros de la sociedad, multiplicando los casos de ayuda mutua y de
acción en común y esclareciendo ante cada uno la conciencia de la utilidad de esta cooperación. En
una palabra, los hombres en proceso de formación acabaron comprendiendo que tenían algo en
común que decirse los unos a los oros. Y la necesidad se creo su órgano correspondiente: la laringe
no desarrollada del mono fue transformándose lentamente pero de un modo seguro, mediante la
modulación, hasta adquirir la capacidad de emitir sonidos cada vez mas modulados, y los órganos
de la boca aprendieron poco a poco a articular una letra tras otra.

Que esta explicación del nacimiento de lenguaje a base del trabajo y paralelamente con el se es la
única acertada lo demuestra la comparación con otros animales. Lo único que estos, concluso los
más desarrollados tienen que comunicarse los unos a los otros: se lo pueden comunicar también sin
necesidad del lenguaje articulado. Ningún animal, en estado de naturaleza, siente como defecto el
no poder hablar o entender el lenguaje del hombre. Perola cosa cambia cuando se trata de animales
domesticados. El perro y el caballo poseen gracias al trato con el hombre, un oído tan fino para el
lenguaje articulado que fácilmente aprende a captar lo que se les dice, en la media que se lo permite
su radio de representaciones. Se asimilan, además la capacidad de sensaciones tales como el apego
al hombre, la gratitud, etc., que antes le eran totalmente ajenas, y quien haya ha tenido ocasión de
vivir mucho tiempo cerca de estos animales difícilmente se sustraerá a la convicción que, en muchos,
en muchísimos casos sienten ahora como un defecto la imposibilidad de hablar, defecto al que,
desgraciadamente, no cabe poner remedio por la estructura de sus órganos bucales, demasiado
especializados en una determinada dirección. Pero allí, donde existe el órgano, desaparece también,
dentro de ciertos límites, esta incapacidad. No. Cabe duda que los órganos bucales de los pájaros
son los mas distintos que imaginarse pueda de los humanos y, sin embargo, los pájaros son,
seguramente, los únicos animales que aprenden a hablar, y el que mejor habla de todos es el
papagayo, que se distingue por tener mas horrible el timbre de voz. Y no se nos diga que no entiende
lo que habla. Es cierto que puede pasarse horas enteras repitiendo parleramente su caudal de
palabras por puro gusto de charlotear y porque le agrada la compañía del hombre. Pero, hasta donde
llega su círculo de representaciones, no cabe duda de que aprende también a saber lo que dice.
Tomemos un papagayo y enseñémosle una sarta de insultos, haciendo que pueda llegar a
representarse lo que significan (entretenimiento favorito de los marineros que vuelven del trópico);
mortifiquémosle, y enseguida veremos que sabe emplear sus dicterios con tanta propiedad como
una verdulera de Berlín. Y lo mismo cuando se trata de suplicar para que le den golosinas.
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El trabajo, en primer lugar, y después de él y enseguida a la par con él, el lenguaje son los dos
incentivos mas importantes bajo cuya influencia se ha transformado paulatinamente el cerebro del
mono en el cerebro del hombre, que, aun siendo semejante a él, es mucho mayor y más perfecto.
Y, al desarrollarse el cerebro, se desarrollaron también, paralelamente, sus instrumentos inmediatos,
los órganos de los sentidos. A la manera como el lenguaje, en su gradual desarrollo, va
necesariamente acompañado por el correspondiente perfeccionamiento del órgano del oído, así
también el desarrollo del cerebro en general lleva aparejado el de todos los sentidos. El Águila ve
mucho más lejos que el hombre, pero el ojo humano descubre mucho más en las cosas que el ojo
del águila. El perro tiene un olfato más fino que el hombre, pero no distingue ni la centésima parte
de los olores que acusan para éste determinadas características de diferentes cosas. Y el sentido
del tacto, que en el mono apenas se da en sus inicios más toscos, solo se desarrolla al desarrollarse
la misma mano del hombre, por medio del trabajo.
Al repercutir sobre el trabajo y el lenguaje el desarrollo del cerebro y de los sentidos puestos a su
servicio, la conciencia mas y mas esclarecida, la capacidad de abstracción y deducción, sirven de
nuevos y nuevos incentivos para que ambos sigan desarrollándose, en un proceso que no termina,
ni mucho menos, en el momento en que el hombre se separa definitivamente del mono, sino que
desde entonces difiere en cuanto al grado y a la dirección según los diferentes pueblos y las
diferentes épocas, que a veces se interrumpe, incluso con retrocesos locales y temporales, pero que,
visto en su conjunto, ha avanzado en formidables proporciones; poderosamente impulsado, de una
parte, y de otra encauzado en una dirección más definida por obra de un elemento que viene a
sumarse a los anteriores, al aparecer el hombre ya acabado: la sociedad.

Cientos de miles de años –que en la historia de la tierra no representan mas que un minuto en la
vida del hombre ( )- hubieron de transcurrir, seguramente, antes de que la horda de monos
trepadores se convirtiera en una sociedad de hombres. Pero, a la postre, la sociedad de los hombres
surgió. ¿Y con qué volvemos a encontrarnos como la diferencia característica entre la horda de
monos y la sociedad humana? Con el trabajo. La horda animal se limitaba a pastar en la zona
alimenticia que le había sido asignada por la situación geográfica o por la resistencia de otras hordas
colindantes; emprendía expediciones y luchas para extender sus dominios a otras zonas nutricias,
pero era incapaz de sacar de su territorio mas de lo que la naturaleza le brindaba, fuera del hecho
de que, sin saberlo, lo abonaba con sus excrementos. Una vez ocupados en su totalidad los posibles
territorios, fuente de alimentación, ya no era posible que la población simia aumentara; a lo sumo, el
número de animales permanecía estacionario. Pero todos los animales despilfarran
extraordinariamente alimento y, además matan en germen los nuevos brotes del alimento futuro. El
lobo no deja viva, como el cazador, la cierva llamada a suministrarle el cervatillo del año venidero;
las cabras de Grecia, que roen la maleza naciente antes de dejarla crecer, han dejado pelados todos
los montes del país. Este “desfalco” llevado a cabo por los animales desempeña importante papel,
dada la gradual transformación de las especies, al obligarlas a adaptarse a una alimentación que no
es la acostumbrada, lo que hace que su sangre cambie de composición química y que toda su
constitución física varíe poco a poco, extinguiéndose las especies ya plasmadas. No cabe duda de
que este régimen de desfalco de los medios alimenticios contribuyó poderosamente a convertir al
mono en hombre. En una raza de monos, cuya inteligencia y capacidad de adaptación aventajaba
en mucho a todas las demás, no pudo por menos de conducir a que fuese extendiéndose cada vez
mas el numero de plantas alimenticias y a que se utilizaran cada vez mas partes comestibles de
ellas; en una palabra, a que la alimentación se hiciese mas variada, aumentando de ese modo las
sustancias asimiladas por el cuerpo y haciendo progresos las condiciones químicas para la
transformación del mono en hombre.

Pero en realidad, todo lo anterior no entra aún en la categoría trabajo. El trabajo comienza con la
elaboración de herramientas. ¿Y cuáles son las primeras herramientas que se conocen, juzgando a
base de los vestigios del hombre prehistórico que se han encontrado y teniendo en cuenta tanto el
régimen de vida de los pueblos históricos mas remotos como el de los salvajes mas rezagados de
nuestros propios días? Son las herramientas empleadas en la caza y en la pesca, las primeras de


Una autoridad de primer rango en estas cuestiones, Sir. W. Thompson, ha calculado que no han podido transcurrir mucho mas de cien
millones de años desde el tiempo en que la ierra se enfrió lo bastante para que pudieran vivir en ella las plantas y los animales (nota de Engels).
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las cuales representan, además, armas. Pues bien, la caza y la pesca presuponen ya el paso de
alimentación puramente vegetal a un régimen alimenticio en el que entra ya la carne, lo que
constituye, a su vez, un paso muy importante hacia la aparición del hombre. Este tipo de alimentación
suministraba ya en forma casi completa las materias esenciales que el organismo necesita para su
metabolismo; abreviaba, con la digestión, el paso del tiempo de los demás procesos vegetativos del
cuerpo correspondientes a la vida vegetal, con lo que ganaba tiempo y sustancia y experimentaba
mayor goce en las manifestaciones de la vida propiamente animal. A media que el hombre en
formación iba alejándose de la planta se remontaba también más y más sobre el animal. Así como
la habituación al alimento vegetal combinado con la alimentación vegetal, contribuyó esencialmente
a elevar la fuerza física y la dependencia del futuro hombre. Pero en lo que mas influyó el régimen
carnívoro fue en el desarrollo del cerebro, que ahora contaba con las sustancias nutricias necesarias
en abundancia, mucho mayor que antes, razón por la cual pudo desarrollarse, a partir de ahora,
mucho más rápidamente y de un modo mas perfecto, de generación en generación. Dicho sea con
perdón de los señores vegetarianos, la aparición del hombre es inseparable de la alimentación
carnívora, y el hecho de que en todos los pueblos de que tenemos noticia este régimen de
alimentación condujese en ciertas épocas a la antropología (todavía en el siglo X, los anteriores
pasados de los berlineses, los veletabos y los viltses, se comían a sus progenitores) es cosa que
hoy debe tenernos sin cuidado.

El empleo de la carne para la alimentación trajo consigo dos nuevos progresos de una importancia
decisiva: la utilización del fuego y la domesticación de los animales. La primera acortó todavía mas
el proceso de la digestión, al ingerirse los alimentos ya digeridos a medias por decirlo así; la segunda
hizo mas rica la alimentación carnívora, al proporcionar, además de la caza, una nueva fuente de
suministro mas regular, suministrando además de la caza, una nueva fuente de suministro mas
regular, suministrando además, con la leche y productos derivados de ella, un nuevo medio
alimenticio de valor igual al de la carne, por lo menos, en cuanto a su combinación de sustancia. Uno
y otro fueron, por tanto, directamente, nuevos medios de emancipación para el hombre. No podemos
entrar a examinar aquí en detalle sus resultados indirectos, pues nos alejaría demasiado de nuestro
tema, aunque hay que señalar que también ellos contribuyeron en gran medida al desarrollo del
hombre y de la sociedad.

El hombre se acostumbró a comer de todo y fue adaptándose, asimismo a todos los climas. Se
extendió por toda la tierra habitable, siendo como era en realidad, el único animal que llevaba en si
mismo la plena capacidad para ello. Los demás animales que se han adaptado a todos los climas,
animales domésticos e insectos, no lo han hecho por si mismos, sino siguiendo al hombre. Y el paso
del uniforme clima cálido de la patria de origen a las regiones frías, en las que el año se dividía en
invierno y verano, creo a su vez nuevas necesidades, como las del abrigo y la vivienda para
protegerse del frío y de la humedad, abrió nuevos campos de trabajo y trabajo con ello nuevas
actividades, que hicieron que el hombre fuese alejándose mas y mas del animal.

Mediante la combinación de la mano, los órganos lingüísticos y el cerebro y no solo en el individuo


aislado, sino en la sociedad, se hallaron los hombres capacitados para realizar operaciones cada
vez más altas. De generación en generación, el trabajo mismo fue cambiando, haciéndose mas
perfecto y multiforme. A la caza y la ganadería se unió la agricultura y tras ésta vinieron las artes del
hilado y el tejido, la elaboración de los metales, la alfarería, la navegación. Junto al comercio y los
oficios aparecieron, por último, el arte y la ciencia, y las tribus se convirtieron en naciones y estados.
Se desarrollaron el derecho y la política y, con ellos, el reflejo fantástico de las cosas humanas en la
cabeza del hombre; la religión. Ante estas creaciones, que empezaron presentándose como
productos de la cabeza y que parecían dominar las sociedades humanas, fueron pasando a segundo
plano los productos modestos de la mano trabajadora, tanto mas cuanto que la cabeza encargada
de planear el trabajo pudo, ya en una fase muy temprana de desarrollo de la sociedad (por ejemplo,
ya en el seno de la simple familia), hacer que el trabajo planeado fuese ejecutado por otras manos
que las suyas. Todos los meritos del rápido progreso de la civilización se atribuyeron a la cabeza, al
desarrollo y a la actividad del cerebro; los hombres se acostumbraron a explicar sus actos por sus
pensamientos en vez de explicárselos partiendo de sus necesidades (las cuales, ciertamente, se
reflejaban en la cabeza, se revelan en la conciencia), y así fue como surgió, con el tiempo, aquella
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concepción idealista del mundo que se ha adueñado de las mentes, sobre todo desde la ciudad del
mundo antiguo. Y hasta tal punto sigue dominándolas todavía hoy, que incluso los investigadores
materialistas de la naturaleza de la escuela de Darwin no aciertan a formarse una idea clara acerca
del origen del hombre porque, ofuscados por aquella influencia ideológica, no alcanzan a ver el papel
que en su nacimiento desempeñó el trabajo.
Los animales, como ya hemos apuntado, hacen cambiar con su acción la naturaleza exterior, lo
mismo que el hombre, aunque no en igual medida que él, y estos cambios del medio así provocados
repercuten, a su vez, como hemos visto, sobre sus autores. Nada, en la naturaleza, ocurre de un
modo aislado. Cada cosa repercute en la otra, y a la inversa, y lo que muchas veces impide a
nuestros naturalistas ver claro en los procesos mas simples es precisamente el no tomar en
consideración este movimiento y esta interdependencia universales. Ya veíamos como las cabras
impidieron que el suelo de Grecia volviera a cubrirse de bosques; en Santa Elena las cabras y los
cerdos desembarcados por los primeros navegantes que arribaron a sus costas, lograron acabar
casi por completo con la vieja vegetación de la isla, preparando con ello el terreno sobre el que mas
tarde pudieron crecer las plantas llevadas allí por los marinos y los colonos. Pero, aunque los
animales ejerzan una influencia duradera sobre el medio, lo hacen sin proponérselo y el resultado
conseguido es siempre fortuito, para los propios animales. En cambio, la influencia del hombre sobre
la naturaleza, cuanto más va alejándose del animal, adquiere más y mas el carácter de una acción
sujeta a un plan y con la que se persiguen determinados fines, conocidos de antemano. El animal
destruye la vegetación de una faja de tierra sin saber lo que hace. El hombre deja la tierra pelada
para sembrar en ella hortalizas o plantar árboles o viñas, a sabiendas de que le reportan muchas
veces lo que ha sembrado. Desplaza de un país a otro las plantas útiles y los animales domésticos,
haciendo cambiar con ello la flora y la fauna de continentes enteros. Más aún. Mediante la cría o el
cultivo artificiales, plantas y animales cambian de tal modo bajo la mano del hombre que no hay
quien lo reconozca. Todavía se están buscando sin encontrarlas las plantas silvestres de que
proceden nuestras especies cereales. Y sigue discutiéndose de que animal salvaje descienden
nuestros perros, tan diferentes entre si, o nuestras no menos numerosas razas de caballos.

De suyo se comprende, por lo demás, que no se nos pasa por las mentes negar a los animales la
capacidad de actos sujetos a un plan, premeditados. Al contrario. El modo de obrar planificado se
da ya en germen dondequiera que el protoplasma, o sea la albúmina viva, existe y reacciona, o, lo
que es lo mismo, realiza movimientos por muy simples que ellos sean, como resultado de
determinados estímulos del exterior. Esta reacción se produce sin necesidad de que exista célula
alguna ni, mucho menos, una célula nerviosa. Asimismo se revela en cierto sentido como sujeta a
un plan, aunque carente de absoluto de conciencia, la manera de comportarse de las plantas
insectívoras al atrapar a sus víctimas. En los animales, la capacidad de realizar actos conscientes y
sujetos a un plan se desarrolló en proporción al desarrollo del sistema nervioso y alcanza ya un alto
nivel entre los mamíferos. En las batidas inglesas para la caza del zorro se pueden observar
diariamente con que exactitud sabe este animal utilizar su gran conocimiento topográfico para
escapar de sus perseguidores y lo bien que conoce y aprovecha todas las ventajas del terreno para
hacer que se borre su rastro. Y en los animales domésticos, altamente desarrollados gracias a su
trato con el hombre, podemos observar todos los días rasgos de astucia que en nada se distinguen
del feto humano en el claustro materno no es mas que la repetición abreviada de la historia evolutiva
del organismo de nuestros antepasados animales a lo largo de millones de años, arrancando desde
el gusano, así también la evolución espiritual del niño humano es simplemente una repetición,
aunque en miniatura de la evolución intelectual de aquellos mismos antepasados, por lo menos de
los mas recientes. Sin embargo, la acción planificada de todos los animales, en su conjunto, no ha
logrado estampar sobre la tierra el sello de su voluntad. Para ello, tuvo que venir el hombre.

En una palabra, el animal utiliza la naturaleza exterior e introduce cambios en ella pura y
sencillamente con su presencia, mientras que el hombre, mediante sus cambios, la hace servir a sus
fines, la domina. En ésta la suprema y esencial diferencia entre el hombre y los demás animales;
diferencia debida al trabajo

 Al margen del manuscrito aparece escrita a lápiz la palabra ensoblecimiento N. del Ed.
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No debemos, sin embargo, lisonjearnos demasiado de nuestras victorias humanas sobre la


naturaleza. Esta se venga de nosotros por cada una de las derrotas que le inferimos. Es cierto que
todas ellas se traducen principalmente en los resultados previstos y calculados, pero acarrean,
además otros imprevistos, con los que no contábamos y que, no pocas veces, contrarrestan los
primeros. Quienes demostraron los bosques de Mesopotámica, Grecia, el Asia Menor y otras
regiones para obtener tierras roturables no soñaban, con que, al hacerlo echaban las bases para el
estado de desolación en que actualmente se hallan dichos países, ya que, al talar los bosques,
acababan con los centros de condensación y almacenamiento de la humedad. Los italianos de los
Alpes que destrozaron en la vertiente meridional los bosques de pinos también cuidados en la
vertiente septentrional no sospechaban que, con ello, mataban de raíz la industria lechera en sus
valles, y aún menos podían sospechar que, al proceder así, privaban a sus arroyos de montaña de
agua durante la mayor parte del año, para que en la época de lluvias se precipitasen sobre la llanura
convertidos en turbulentos ríos. Los introductores de la patata en Europa no podrían saber que, con
el tubérculo farináceo, propagaban también la enfermedad de la escrofulosis. Y, de la misma o
parecida manera, todo nos recuerda a cada paso que el hombre no domina, ni mucho menos la
naturaleza a la manera como un conquistador domina un pueblo extranjero, es decir, como alguien
que es ajeno a la naturaleza, sino que formamos parte de ella con nuestra carne, nuestra sangre y
nuestro cerebro, que nos hallamos en medio de ella y que todo nuestro dominio sobre la naturaleza
y la ventaja que en esto llevamos a las demás criaturas consiste en la posibilidad de llegar a conocer
sus leyes y de saber aplicarlas acertadamente.

No cabe duda de que cada día que pasa conocemos mejor las leyes de la naturaleza y estamos en
condiciones de proveer las repercusiones próximas y remotas de nuestra ingerencia en su marcha
normal. Sobre todo desde los formidables progresos conseguidos por las ciencias naturales durante
el siglo actual, vamos aprendiendo a conocer de antemano, en medida cada vez mayor, y por tanto
a dominarlas, hasta las lejanas repercusiones naturales, por lo menos, de nuestros actos más
habituales de producción. Y cuanto mas ocurra esto, mas volverán los hombres, no solamente a
sentirse, sino a saberse parte integrante de la naturaleza y mas imposible se nos revelara esa
absurda y antinatural representación de un antagonismo entre el espíritu y la materia, el hombre y la
naturaleza, el alma y el cuerpo, como la que se apoderó de Europa a la caída de la antigüedad
clásica, llegando a su apogeo bajo el cristianismo.

Ahora bien, si ha hecho falta el trabajo de siglos hasta que hemos aprendido, en cierto modo, a
calcular las consecuencias naturales remotas de nuestros actos encaminados a la producción, la
cosa era todavía mucho mas difícil en lo que se refiere a las consecuencias sociales de estos mismos
actos. Hemos hablado de patatas y de la propagación de la escrofulosis, como una secuela de ellas.
Pero, ¿que es la escrofulosis, comparada con las consecuencias que ha acarreado para la situación
de vida de las mas del pueblo de países enteros la reducción de los obreros a una alimentación a
base de ese tubérculo, comparada con la epidemia de hambre que en l847 azotó a Irlanda a
consecuencia de la enfermedad de las patatas, sepultando bajo tierra a un millón de irlandeses que
apenas comían otra cosa y arrojando a dos millones al otro lado del mar? Cuando los árabes
aprendieron a destilar el alcohol no pensaban ni en sueños que habían creado con ello una de las
principales armas con que se aniquilaría a los indígenas de la América entonces aún no descubierta.
Y cuando Colón, andando el tiempo, descubrió América, no sabía que con ello hacia resucitar la
esclavitud, en Europa superada ya de largo tiempo atrás, y sentaba las bases para la trata de negros.
Ni a los hombres que en los siglos XVI y XVII trabajaban por crear la máquina de vapor se les podía
pasar por las mientes que estaban preparando el instrumento que mas que ningún otro habría de
revolucionar el orden social del mundo entero y que en Europa sobre todo, mediante la concentración
de la riqueza en manos de la minoría y de la miseria del lado de la inmensa mayoría, empezaría
entregando a la burguesía el poder social y político y provocaría luego ante la burguesía y el
proletariado una lucha de clases que solo terminaría con el derrocamiento de la burguesía y la
abolición de los antagonismos de clase. Pero también en este terreno una larga y a veces dura
experiencia y el acopio y la investigación material histórico nos va enseñando, poco a poco, a ver
claro acerca de las consecuencias sociales indirectas y lejanas de nuestra actividad productiva, lo
que nos permite, al mismo tiempo, dominarlas y regularlas.
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Ahora bien, para lograr esta regulación no basta con el mero conocimiento. Hace falta, además
transformar totalmente el régimen de producción vigente hasta ahora, con él, todo nuestro orden
social presente.

Todos los sistemas de producción conocidos hasta ahora no tenían otra mira que el sacarle un
rendimiento directo e inmediato al trabajo. Se hacía caso omiso de todos los demás efectos,
revelados solamente mas tarde, mediante la repetición y acumulación graduales de los mismos
fenómenos. La propiedad común originaria sobre la tierra respondía, de una parte, a un estado de
desarrollo del hombre en el que su horizonte visual se reducía a lo estrictamente necesario para el
día y, de otra parte, presuponía un cierto remanente de tierras disponibles, que brindaba algún
margen de maniobra frente a las desastrosas consecuencias eventuales de aquella economía
primitiva de tipo selvático. Agotado el remanente de tierras, se derrumbó la propiedad en común.
Todas las formas superiores de producción se tradujeron en la división de la población en clases y,
con ello, en el antagonismo entre clases dominantes y clases oprimidas; y esto hizo que el interés
de la clase dominante pasara a ser el resorte propulsor de la producción, en la medida en que ésta
no se limitaba estrictamente a proporcionar el sujeto a los oprimidos. Los capitalistas individuales,
en cuyas manos se hallan los resortes de mando sobre la producción y el cambio, solo pueden
preocuparse de una sola cosa: de la utilidad más directa que sus actos les reporten. Más aún, incluso
esta utilidad –cuando se trata de la que rinde el artículo producido o cambiado- queda completamente
relegada a segundo plano, pues el único incentivo es la ganancia que de su venta pueda obtenerse.

11.- EL PROBLEMA DE LA HOMINIZACIÓN


H. Vollois

Se puede decir que con la publicación, en 1871 del libro de Darwin sobre la descendencia del
hombre, nació el problema de la hominización. En efecto, por primera vez se afirmaba
científicamente en aquel libro que el hombre deriva de una forma animal que progresivamente se fue
transformando hasta llegar a él. Lo que se denomina hominización (antropogénesis, en algunos
autores; el Menschwerdung de los antropólogos alemanes) es el conjunto de procesos que
corresponden a esta transformación.

Su estudio se puede realizar desde dos ángulos diferentes que, por otra parte, no se excluyen ente
sí: el de la comparación de las formas actuales y el de la paleontología.

La comparación de las formas actuales tiene como primer fin destacarlas semejanzas y las
diferencias entre los caracteres anatómicos, fisiológicos y psicológicos del hombre y de los
mamíferos más cercanos a nosotros, es decir, para la gran mayoría de los antropólogos, desde los
primates hasta los monos antropomorfos. El balance de este estudio establece como pudio
producirse el transito del estado animal al a disposición humana, qué estadios intermedios debieron
existir para llenas los hiatos actuales, qué factores evolutivos entraron en juego para determinar las
transformaciones.

Este método paleontológico es mucho más directo. Sin embarazarse en consideraciones teóricas o
discusiones extrapolaciones, el método paleontológico intenta, mediante el exclusivo examen de las
formas fósiles, reconstruir el árbol genealógico del hombre. Poniéndonos en presencia de los
estadios por las cuales pasaron nuestros ancestros nos enseña, simultáneamente, como se verificó
progresivamente la hominización.

Al comienzo de las investigaciones sobre este problema, el método comparativo era el único que se
empleaba. No podía ser otro. La paleontología humana prácticamente no existía en la época en que
escribía Darwin. Pero su rápido desarrollo en los años que siguieron y, sobre todo, a partir del
comienzo del presente siglo, cambió por completo las condiciones de las investigaciones.
Numerosos restos fósiles han sido descubiertos con ayuda de los cuales se han hecho esfuerzos
para trazar, siguiera en grandes líneas generales, una historia paleontológica del hombre. A pesar
de la incertidumbre que fatalmente crean tales tentativas, su interés ha sido tal que poco a poco las
investigaciones se han ido apartando del método comparativo para apoyarse, ante todo, en la
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paleontología. Sin haber sido abandonado por completo, el método comparativo aparece para la
mayor parte de los investigadores como secundario. Incluso para algunos, ese método debería ser
totalmente abandonado.

Tal forma de pensar es excesivamente excluyente. Si el valor de los datos aportados por la
paleontología es indudable no se debe perder de vista, sin embargo, que estos datos son aún muy
incompletos. Además, su interpretación es menos objetiva de lo que parece. Esta interpretación se
guía a priori, hasta cierto punto por la idea según la cual concebimos la hominización, pues tal pieza
fósil presentada en nuestro phylum por un autor puede ser rechazada por otro: los estadios
ancestrales atribuidos al hombre no serán los mismos en ambos casos. Todavía es más grave el
hecho de que el método paleontológico casi siempre hace abstracción de las investigaciones
causales. Si este método se esfuerza por reconstruir las etapas sucesivas del phylum humano, por
otra parte deja de lado los factores que determinaron estas etapas. El conocimiento del “porqué”
evolutivo del hombre ¿no es, sin embargo, el problema fundamental de la hominización?
En cuanto a este problema, el método comparativo es susceptible de contribuir con valiosos datos.
Apoyándose, como lo hace, no solamente, en el estudio del esqueleto, sino en la totalidad del
organismo y del organismo vivo, el método comparativo nos ilustra sobre la variabilidad de los tipos,
nos permite encontrar las relaciones entre la forma y la función, y estudiar experimentalmente las
causas de las diversas transformaciones. Por medio del conocimiento de la embriología, el método
comparativo ilustra mecanismos que han podido producir determinadas estructuras. En fin, el método
comparativo permite el estudio de toda una serie de fenómenos que escapan casi completamente a
la paleontología y que, cuando se trata del hombre, tienen un valor fundamental para el conocimiento
de las últimas fases de la evolución: las transformaciones de orden psíquico. A pesar del abandono
que frecuentemente ha sufrido ese método, merece, en consecuencia, ocupar junto al método
paleontológico el lugar que jamás debió abandonar.

Este coloquio ha sido concebido para responder al punto de vista antes expuesto, para colocar frente
a frente los datos del método comparativo y los del método paleontológico, para confrontar los
resultados obtenidos de los datos de uno y de otro. Intentar, apoyándose en las formas fósiles
actualmente conocidas, reconstruir el phylum humano, no es aquí más que un objetivo en cierta
manera lateral. Se trata, ante todo, considerando tanto de las formas actuales como de las formas
fósiles, cuales son las causas que han determinado el surgimiento de estas características, mediante
que mecanismos han podido aparecer, como se han desarrollado y han llegado a ser lo que son.
Se trata, en otros términos, de comprender como se ha producido lo que se denomina “fenómeno
humano”.

Con este intento, aparece que un lugar importante como el que se concede al estudio de las
transformaciones morfológicas debe ser atribuido al estudio de las transformaciones psíquicas. Por
otras parte, esto es lo que concibieron los antiguos antropólogos, y no carece de interés recordar
que Darwin, en su Descendencia del hombre, si bien consagró dos capítulos al estudio de las
modificaciones anatómicas, dedico tres a las modificaciones de orden mental. El predominio
posterior del punto de vista paleontológico hizo olvidar notablemente este último orden de
modificaciones. Sin embargo, su estudio no ha perdido nada de valor.

Respondiendo al programa que acaba de ser expuesto, los informes presentados en este coloquio
se han encontrado distribuidos de una forma natural en tres líneas básicas: un primer grupo ha sido
consagrado a la hominización de los caracteres morfológicos fundamentales; un segundo grupo
estudia lo que se puede denominar la hominización psíquica, es decir, la aparición de la inteligencia
humana con las manifestaciones culturales que de ésta se derivan; un tercer grupo, en fin busca
interpretar la hominización en función de los datos de la paleontología y de las leyes de evolución;
intenta determinar el valor biológico del hombre.

11.1 La Hominización del Cuerpo


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Según los participantes del coloquio, tres hechos dominan la hominización morfológica; la
adquisición de la posición erecta, la forma nueva del cráneo y de la dentadura, el desarrollo del
cerebro.

La posición erecta es el carácter más evidente de la humanidad. Es el que desde la Antigüedad


clásica ha informado a las diversas definiciones que hayan podido ser dadas del hombre. Su
adquisición entraña toda una serie de modificaciones en toda la estructura somática: adaptación del
pie para la sustentación; liberación de la mano; ensanchamiento de la pelvis y el tórax; cambio en la
forma de las vísceras y de sus relaciones, modificaciones múltiples del esqueleto y de los músculos
de los miembros. En el curso de esta adquisición, el centro de gravedad del cuerpo se desplaza
hacia atrás, la parte lumbar del raquis adquiere una importancia que se traduce en un aumento en
su peso. Un mecanismo nervioso se instaura, el cual tiene su centro en el cortex pariotemporal.
Todas estas disposiciones, que están funcionalmente asociadas parecen ser una gran antigüedad.
La característica bípeda sería, pues, en la evolución humana, una de sus primeras adquisiciones.
Sin embargo, no es dudoso que está se haya adquirido poco a poco.

Las transformaciones del cráneo son también, en gran parte, dependientes de la posición vertical. El
desplazamiento de raquis con relación a la cabeza, cuya orientación sensorial debe funcionalmente
quedar constante, entraña una rotación de la nuca que aleja el occipital cartilaginoso del parietal,
creando un hiato donde se desarrolla el occipital membranoso. La arquitectura de la cara y de los
maxilares se modifica correlativamente, el prognatismo se desvanece.

Importantes cambios se producen al mismo tiempo en la dentadura. Del pitecantropo a los hombres
actuales, pasando por diversas formas fósiles, se manifiesta una tendencia paralela general a la
desaparición del mono, que se traduce esencialmente en la reducción de los caninos y los
premolares, en la inversión de las relaciones entre el tamaño de los molares, en la desaparición del
tipo dripiteco. Por otra parte, la dentadura del pitecantropo parece provenir de formas análogas al
ramapiteco, en tanto que la de los austrolopitecos representa, en relación con la dirección seguida
por la dentadura de los hominidos, una rama lateral. De todos modos, las dentaduras de l os
hominidos y de los antropomorfos parecen haber evolucionado en varias direcciones divergentes.
Por el momento no es posible afirmar en qué medida estas divergencias han podido estar en relación
con modificaciones del régimen alimenticio.

El cerebro humano ofrece el mismo plan estructural que el de los antropomorfos y puede ser
considerado como el fin de una evolución que sigue una marcha progresiva desde los primates
inferiores. Pero su extremo desarrollo, tanto absoluto como relativo, establece ante el de todos los
primates cuando alcanza las formas fósiles. El límite de la hominización cerebral es, ante todo,
funcional, y resulta evidentemente imposible de detener.

11.2 La Hominización del Espíritu

La aparición del pensamiento conceptual domina las transformaciones de orden psíquico correlativas
a la hominización. Si la paleontología no nos informa sino muy indirectamente de ello por el
reconocimiento en las formas fósiles de ciertas manifestaciones culturales, el estudio de las formas
actuales permite precisar algunos puntos. El principal es el papel fundamental del período infantil en
el desarrollo de la inteligencia humana, fenómeno que debe ser relacionado con la extrema duración
de la infancia en el hombre respecto a los antropomorfos, y más aún respecto a otros primates. Por
otro lado, algunos hechos patológicos o experimentales nos informan de que esta hominización
mental de los primeros años no puede alcanzar su plena virtualidad más que con la ayuda del
lenguaje. La aparición de este fue indispensable para el desarrollo del pensamiento lógico y de la
capacidad de abstracción.

El período en que se produjo esta aparición no puede ser, desgraciadamente, determinado, pues
ninguna estructura anatómica particular, a o menos por lo que se refiere al esqueleto, está
relacionada con el hacer lenguaje articulado; todo lo más, parece que la posición vertical ha podido,
por la deflexión de la cabeza e el alargamiento consecutivo del cuello, ser una casa que haya
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favorecido la aparición del lenguaje. Por otra parte, nada que se asemeje al lenguaje articulado es
pues, un proceso estrechamente ligado a la hominización y a los mecanismos neuro-fisiológicos que
se desarrollan en el curso de ésta.
Dependiendo esencialmente de la liberación de la mano de toda función locomotriz y, correlativo con
ello, de la posición vertical, la “fabricación” de útiles es el fenómeno esencial de la hominización
cultural. Sin duda, ésta fue precedida de un estadio de simple utilización, estadio que no significaba
aun que había comenzado una hominización. Los procesos que permitieron la fabricación deben,
por el contrario, corresponder a una cerebralización ya avanzada, así como, tal vez, a un cierto uso
de la palabra. Tal fabricación supone, en efecto, la aparición de nuevos centros corticales y nuevas
conexiones senso-motrices; supone la idea de una transmisión de la técnica de un individuo a otro.

Igual que para los útiles, un estadio de simple uso del fuego debió proceder al de la producción de
éste, pero los documentos paleontológicos indican que tanto uno como otra fueron relativamente
tardíos y no parece que se remonten mas allá del segundo período interglaciar, es decir, una época
en que la hominización somática y psíquica, en sus grandes líneas, ya se había producido.
Solamente de forma indirecta, y en el último período de la evolución humana, el fuego pudo jugar un
papel sobre ciertas transformaciones recientes de nuestra especie.

El estudio de comunidades de primates no humanos muestra, en fin que la vida en reducidos grupos
afincados a un territorio definido para la búsqueda en común del alimento, tal como lo observamos
en muchos primitivos contemporáneos, es una herencia de los estadios prehumanos. Lo que
caracteriza la hominización de las sociedades es que el esfuerzo deviene comunitario y que se
instaura un nuevo tipo de relaciones sexuales. Es posible que el tránsito de un estatuto frugívoro a
una alimentación con gran parte carnívora haya sido la causa indirecta, por lo menos, en parte, esta
hominización social.

11.3 La Hominización y la Evolución

El comienzo de la hominización esta sellado por el momento en que la rama que debería llegar al
hombre se separó de los otros primates. Ha sido demostrado en este coloquio que esta separación
no se efectuó a partir de un tronco de los cinomorfos; todavía menos de los lemures o de los tarsios.
La separación se efectuó a partir de los antropomorfos, y antes de que estos hubieran alcanzado el
alto grado de especialización que los caracteriza actualmente. Sin embargo, es imposible, en el
estado actual de nuestros conocimientos, determinar si la separación tuvo lugar hacia el comienzo
mismo de los antropomorfos o cuando éstos habían ya empezado a convertirse en brachiateur. La
respuesta depende de la significación atribuida a determinados fósiles cuya interpretación es aún
muy discutida.

Desde un punto de vista general, la hominización no debe ser considerada como un orto-génesis en
el sentido finalista del término, únicamente se puede decir que corresponde al desarrollo progresivo
de un cierto número de tendencias cuya realización no había sido localizada obligadamente en una
misma línea. Solo así el tipo más dotado cerebralmente, es decir, el tipo sapiens, se conservó
finalmente.

Para terminar, se desprende de este coloquio con toda claridad que en la hominización no es posible
separar la evolución somática de la evolución psíquica, y esta última, a su vez, se relacionó poco a
poco con un conjunto de transformaciones de orden social y cultural que revolucionaron por completo
a la naturaleza. Mediante el pensamiento, el lenguaje y la vida social, el hombre se elevó por encima
del plano de la simple evolución orgánica. Sus posibilidades de este dominio están, sin embargo,
limitadas por su estructura; del mismo modo que ciertas modificaciones de nuestro cráneo parecen
haber llegado a un máximo, parece que la actual organización de nuestros centros nerviosos no
permiten un incremento de nuestra inteligencia. Una cuestión se plantea, a la cual muchos de los
participantes de este coloquio dudan en dar una respuesta afirmativa: ¿no sería la hominización un
fenómeno concluido?

12.- EL CONCEPTO DE CULTURA


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Joaquín Noval

La popular idea de identificar la cultura con las bellas artes y las humanidades resultaría estrecha
para nuestros propósitos. La definición que considera la cultura como la suma total de valores
materiales y espirituales creados por la humanidad a lo largo de su historia es excesivamente amplia
para utilizarla como instrumento de trabajo etnográfico. En la forma como el etnógrafo se sirve del
concepto, cultura es sencillamente el modo de vida de los miembros de cualquier sociedad humana
particular, como se manifiesta en sus hábitos de acción y de pensamiento aprendidos. Tales hábitos
son compartidos por muchos individuos en el seno de la sociedad, si forman parte de la vida diaria,
también forman parte de la cultura. Esta definición puede utilizarse con razonable seguridad para
conocer la vida actual de una tribu, una pequeña comunidad de poblado o municipio como las que
existen en Guatemala, un conjunto de tales comunidades, e incluso una nación, comprendiendo en
el estudio las relaciones que los componentes de cualquiera de estos tipos de agrupación puedan
tener con el mundo social.

Dicho en los términos más sencillos, una sociedad es una agrupación de personas de ambos sexos
que viven en asociación más o menos permanente o establece, que se han organizado para llevar a
cabo sus actividades y satisfacer sus necesidades cotidianas de orden material y espiritual, y que
tienen conciencia de su afiliación al grupo total. Aunque el trabajo no es la única preocupación de
los miembros de una sociedad, ni acapara todas sus ideas y acciones, no debe olvidarse que es
precisamente el trabajo el medio por el cual la sociedad mantiene su existencia física y la base de la
cual emergen las más importantes relaciones entre los individuos y los grupos.

La manera como se comportan los miembros de una sociedad, es decir, la cultura de la sociedad,
es un fenómeno que debe ser comprendido en términos totalmente ajenos al sobrenaturalísimo. Esta
es simplemente una exigencia sin la cual no puede trabajar la ciencia. La cultura no es un fenómeno
orgánico en si mismo, pero tampoco tiene carácter sobrenatural. La cultura es un fenómeno social,
porque no puede darse fuera de la sociedad. Pero los tipos de sociedad característicos de los seres
humanos del presente, y su concomitante ineludible, la cultura, tienen una contrapartida física
constituida por el sistema nervioso humano, que no es mas ni menos que un producto de la evolución
biológica y de la materia en general.

No llamaremos conducta cultural a toda la conducta que puede desplegar el miembro de una
sociedad en cualquier momento dado, sino solo a aquella parte de la conducta total cuyos
lineamientos básicos son transmitidos por unos miembros de la sociedad a otros, de una generación
a otra. La cultura viene del pasado, va hacia el futuro y generalmente es un proceso continuo a pesar
de los cambios que sufre. Es enseñada y aprendida.

El hecho de que el ser humano tenga que aprender su cultura no significa que no existan esos
impulsos básicos del organismo llamados a veces instintos. Tales impulsos existen y compelen al
individuo a la acción. Esta, si es adecuada, disminuye o elimina la tensión causada por el impulso y
generalmente satisface la necesidad orgánica asociada al mismo. La repetición satisfactoria de una
acción cada vez que se presenta el mismo impulso en las mismas condiciones forma un hábito. La
falta de satisfacción impide la formación del hábito, o tiende a borrarlo, si ya estaba formado. Desde
el punto de vista de la cultura, lo importante es que las acciones ejecutadas por el individuo por lo
general están implícitas en la formación de todos los hábitos individuales. Pero se aprende en una
situación social directa, en la cual, generalmente, aunque acaso no de manera necesaria, hay alguien
que ayuda al aprendiz. Y lo que se aprende no es una masa de ideas y acciones tomadas al azar,
sino una constelación de ellas que otos miembros de la sociedad considerada adecuada. Aparte de
los impulsos básicos, el individuo tiene una serie de motivaciones adquiridas, que no son inherentes
a su organismo animal, sino que derivan de su cultura. Estas también compelen a la acción y las
acciones originadas por ellas llegan a convertirse en habituales en tanto obtengan las respuestas o
recompensas deseadas.

La simbolización es una característica esencial de la cultura y acaso sea también un requisito previo
para la existencia de ella. Solo los seres humanos pueden simbolizar y solo ellos poseen culturas.
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Todos los seres humanos, sin más excepción que aquellos que padecen de limitaciones
extraordinarias en sus órganos mentales o sus sentidos, pueden simbolizar. De ahí que no existen
pueblos sin cultura en toda la tierra; Donde hay grupos de ser humanos, hay cultura.

Hay otras especies animales que viven en agrupaciones conocidas también como sociedades, como
las hormigas, por ejemplo, que tienen un alto grado de organización para llevar a cabo sus tareas
cotidianas. Pero la conducta “social” de estas especies no es cultural, sino instintiva, no es aprendida,
sino congénita, pues cada individuo la trae impresa en su organismo desde que nace. Los miembros
de estas especies nacen con modos de acción característicos que evocan la desarrollada
organización que los seres humanos, por entrenamiento, pueden alcanzar en el trabajo. Otros
animales de organización biológica superior como algunas especies de monos antropoides, son
capaces de servirse de utensilios, de tener procesos mentales que evocan rudimentariamente los
procesos de abstracción del hombre, y de inventar o descubrir mecanismos eficientes para ejecutar
alguna operación que sea deseable y necesaria o simplemente divertida. Pero no pueden socializar,
preservar ni acumular sus logros, porque carecen del poder de simbolización. La facultad de
simbolizar, ejercida por el hombre por medio del lenguaje y de los requisitos mentales implícitos en
el mismo, es un atributo distintivamente social y humano.

La conducta de todos los mamíferos deriva del instinto, del aprendizaje que surge de la experiencia
individual y del aprendizaje mediante el cual un individuo adquiere la experiencia o los conocimientos
de otro. Los seres humanos y los demás animales de su clase difieren cuantitativamente en estos
tres aspectos. Además difieren cualitativamente en un punto: Los humanos tienen la habilidad de
simbolizar, lo que les permite aprender en una forma extraordinariamente superior. Los restantes
animales sólo pueden aprender mediante el ejemplo y la experiencia, siempre que se den situaciones
concretas. Los humanos aprenden por medio del precepto, usando imágenes y símbolos de las
cosas y evocando mentalmente las situaciones, sin esperar que ocurran situaciones concretas se
presenten problemas que deban ser resueltos de inmediato. Para poder simbolizar, el hombre
cuenta con su capacidad de hacer abstracciones y generalizaciones y de tomas decisiones para
aplicar símbolos a las cosas. Además posee un completo aparato fonador y la habilidad de servirse
de un lenguaje, que es, en el aspecto social, un perfecto sistema de símbolos. Ninguna otra especie
posee esta serie de atributos. Son precisamente tales atributos los que al manifestarse en la
interacción social, han permitido la creación de las culturas y hacer posible su transmisión.

Los símbolos son cosas reales en el sentido de que son físicamente perceptibles. Las cosas
simbolizadas pueden no ser reales en absoluto, aunque si lo sean todas aquellas que, por estar
constituidas por materia, tienen existencia objetiva fuera de la mente humana. La palabra infierno,
por ejemplo, puede decirse de viva voz o por escrito y puede representarse gráficamente en formas
imaginarias, de manera socialmente comprensible. En cambio, la cosa simbolizada por la palabra
puede no ser real y podría no existir, no haber existido ni llegar a existir nunca. En todas las especies
de mamíferos, con excepción de la humana, el proceso e aprendizaje parece consistir principalmente
en la imitación. En los seres humanos el proceso de transmitir la conducta aprendida produce el
fenómeno que Ralph Linton ha designado con el nombre de herencia social. A esta herencia,
transmitida de generación en generación en la forma intensa que el uso de símbolos hace posible,
es a lo que nos referimos cuando hablamos de cultura.

Los hombres”, ha dicho Ralph Turner, hacen relativamente pocas cosas. Se ganan la vida, se casan,
cuidan a sus hijos, entierran a los muertos, premian a los buenos servidores, castigan a los
malhechores, matan enemigos, adoran a Dios y manipulan la naturaleza. Pero hacen estas cosas
de muchos modos diferentes”. En el todo, la humanidad tiene muchas similitudes. Pero los diferentes
pueblos hacen las cosas de modos distintos. Esto es porque así fueron enseñados, porque recibieron
como herencia social la particular cultura de su sociedad y en ella fueron educados. La cultura es
aprendida u y enseñada, dijimos anteriormente. Y ello explica las diferencias de comportamiento de
los miembros de sociedades diferentes. Casarse, por ejemplo, es un fenómeno social que ocurre
en todo el mundo. Pero las formas de casarse están sujetas a usos culturales variados.
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Para la enseñanza y el aprendizaje de la cultura, es decir, para su transmisión de generación en


generación, los humanos recurren a un proceso que los antropólogos suelen designar con el nombre
de enculturación o endoculturación. Por medio de este proceso se convierte en miembro efectivo de
la sociedad a cada niño que nace de ella, que por cierto nace sin ninguna cultura, y se le enseña
que hacer, como hacerlo y que no hacer, hasta que llega a ser una persona familiarizada con los
modos de pensar y actuar de su grupo. Por medio de un aspecto específico del proceso de
enculturación, llamado socialización, se le enseña además a comportarse en relación con otros
miembros de su sociedad y a compartir con ellos las premisas normativas (llamadas también valores)
de su grupo.

Los hábitos son los mecanismos de que nos valemos para resolver nuestros problemas cotidianos.
Cuando surge ante nosotros cualquier problema ordinario, no necesitamos inventar un medio para
resolverlo. Sencillamente ponemos en juego un hábito de acción o de pensamiento que
probablemente otros han practicado antes de nuestro nacimiento. La formación de esos hábitos de
tipo más o menos colectivo es la base del proceso de entrenar a un individuo para que se
desenvuelva con el mínimo necesario de eficiencia en la sociedad. Los hábitos compartidos por los
miembros de una sociedad, que por el hecho de ser compartidos reciben también el nombre de
costumbres (o según George Meter Murdock), de costumbres de hábitos de acción y de ideas
colectivas los hábitos compartidos por los miembros de una sociedad diferente. Ello explica porque
su enseñanza produce conductas culturales diferentes. Sin embargo, no explica porque las culturas
son diferentes.

Una de las características del proceso formativo y de desarrollo de las culturas es la selección. Todas
las sociedades se han organizado para asegurar su sobre vivencia, así como para efectuar sus
relaciones internas, sus relaciones con los miembros de otras sociedades, su creación y su ajuste al
dilatado campo de lo desconocido. Su cultura, como sistema organizado de normas comunes de
conducta, procura todas estas cosas. Pero cualquier cultura particular, para que pueda tener el grado
mínimo de coherencia que requiere para funcionar más o menos armónicamente, debe ser
necesariamente limitada. Los problemas generales inherentes a la vida social deben ser resueltos
si la sociedad ha de tener alguna permanencia. Pero pueden ser resueltos por distintos modos de
conducta. Y estos modos, si bien no pueden ser ilimitados, son bastante variados. Como ha dicho
Ruth Benedict, la suma total de todas las conductas humanas posibles es demasiado vasta y llena
de contradicciones para que cualquier cultura pueda hacer uso siquiera de una considerable parte
de ella, de manera que la selección se impone. Por otra parte, los aspectos de su contenido, que
una cultura escoge para elaborarlos más (o para refinarlos o complicarlos, si así se entiende mejor
la idea), no tiene que ser necesariamente los mismos que escogen otras culturas, lo cual también
tiende a aventurar la diferenciación entre unas y otras. Finalmente, debe recordarse que muchos
rasgos culturales nunca llegaron a muchas culturas particulares ni fueron inventados en ellas. De ahí
que cualquier cultura particular haya sufrido, además de una limitación debida a la selección, una
limitación adicional derivada de la imposibilidad de escoger entre los productos y usos que nunca
estuvieron a su alcance.

Nuestra enculturación en el seno de una sociedad particular, que es esencial para convertirnos en
personas entrenadas para la vida social, también desarrolla en nosotros cierta manera de sentir y
pensar conocida con el nombre de de etnocentrismo. Los miembros de una sociedad determinada
se muestran inclinados a sentir y pensar que la selección de modos de satisfacer las necesidades
humanas representadas por su cultura es la mejor que existe, y que la selección representada por
cualquier otra cultura es inferior e incluso tonta. Estas actitudes se originan porque en el proceso de
enculturación aprendemos generalmente sin análisis de nuestra parte, ha hacer ciertas cosas y
pensar que las mismas son buenas. Lo son, efectivamente, en la medida en que funcionen para
llevarnos adelante como individuos y miembros de un grupo determinado. Pero ello no significa que
las cosas que aprenden los miembros de otras sociedades no funcionen con la misma eficacia para
ellos. Los antropólogos, que tienen la tradición de aprender las distintas costumbres de los diferentes
pueblos para describirlas y analizarlas, pretenden escapar del etnocentrismo observado las
diferencias culturales con un criterio de relatividad: Una cosa puede ser buena para un pueblo, de
acuerdo con la historia de este, con el conjunto sociocultural que la contiene y con el medio natural
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con el cual se relaciona, sin que tenga que ser necesariamente buena o mala para otro pueblo, cuyas
circunstancias generales pueden ser distintas.

Hemos dicho que la cultura compartida. Ello es así por efectos del proceso de enculturación y porque
en todas las sociedades se busca un mínimo de conformidad social, de ajuste del individuo a las
normas dadas culturalmente para el comportamiento, y se reprimen las desviaciones que pudieran
resultar desquiciadoras. Cada sociedad tiene mecanismos compensatorios para el logro de la
conformidad, la cual constituye a que el conocimiento que cada individuo tiene de su propia cultura
le permita prever una parte considerable de la conducta de los demás. Sobre esta base de
conocimiento cultural recíproco y de expectativas razonables se llevan a cabo las relaciones
cotidianas de los miembros de la sosedad (Por supuesto, lo dicho no significa que no existan las
desviacionistas y, mucho menos, que las culturas y las estructuras sociales no cambien, pues
efectivamente cambian, a veces de manera radical, hasta el grado de desaparecer como entidades
para dar paso a formas completamente nuevas, todo ello dentro de un proceso histórico social sujeto
a sus propias leyes.)

El hecho de que una cultura sea compartida no significa que todos los miembros de una sociedad
se comporten en forma idéntica. En la conducta humana existen muchos rasgos de carácter
individual. Por otra parte, en todas las sociedades hay siempre distinciones, como las de la edad y
el sexo, que determinan diferencias de comportamiento. También puede haber ciertos grupos (como
los de la clase en las sociedades con clases) que pueden practicar subculturas, es decir, variantes
específicas de la cultura total. Finalmente, dentro de una cultura también pueden darse diferencias
socioculturales de carácter regional. A veces las culturas pueden perfilarse en forma muy marcada
en algunos de sus aspectos. Con todo, en casa sociedad, incluso en la más diferenciada y compleja,
hay siempre una serie de regularidades, de similitudes, de cosas comunes para la mayoría de los
miembros. Estas representan la llamada conducta cultural.

A las unidades más pequeñas que tienen algún sentido en el inventario de una cultura se les llama
convencionalmente rasgos o elementos culturales, de acuerdo con un término sugerido por Clark
Wissler. Un rasgo puede ser una botellita de refresco, una leyenda, una manera usual de saludad a
los conocidos, un delantal, un dictado moral, una norma cualquier de conducta, etc. Puede ser
cualquier cosa dentro de las especificaciones sugeridas por lo ejemplos dados. Téngase presente
que la cultura, como la ve el antropólogo no es exclusivista. En ella tiene cabida el implemento más
humilde, a la par del producto más excelso que los críticos autorizados pudieran señalar, siempre
que tengan algún sentido para más de un miembro de la sociedad. Para el antropólogo no hay ningún
grupo humano oculto. Todos los individuos corrientes que viven en sociedad (y virtualmente todos
viven) y todas las sociedades, incluso la que pudiéramos considerar mas primitiva, tienen su cultura.
La cultura no es más que el modo de vida ordinario y absolutamente universal del ser humano en la
sociedad.

De acuerdo con una formulación de Ralph Linton los rasgos culturales pueden quedar comprendidos
en una de tres categorías; Universales, alternativas y especialidades. (Para clasificar la conducta
total dentro de una sociedad se incluye un cuarto tipo de rasgos, que representa las individualidades.
Empero, técnicamente hablando, las individualidades solo pueden formar parte de la cultura, como
aquí la definimos, si dejan de ser patrimonio de un solo individuo y pasan a ser compartidos por
algunos más). Los rasgos y normas universales corresponden a todos los miembros normales (en el
sentido estándar) de la sociedad. Las alternativas son exactamente lo que su nombre indica, es decir,
son maneras alternativas de hacer las mismas cosas, o variantes elegibles dentro de un margen de
variación permitido socialmente. Las especialidades son rasgos y normas que corresponden a los
grupos de edad, los sexos, de los individuos que se especializan en algo y los grupos adicionales
que puedan distinguirse en el seno de una sociedad.

Las universales se hallan en mayor proporción en las sociedades pequeñas y homogéneas que viven
un poco apartadas, que en las grandes sociedades heterogéneas y cosmopolitas. No obstante, se
hallan en todas las sociedades y contribuyen a darles cohesión. Por diversa y compleja que pueda
ser la cultura de un área o una nación industrial moderna, y por muy marcadas que sus subculturas
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particulares (de grupo, de clase o región) pudieran ser, a lo largo de toda la complicada trama corre
un resistente hilo que enlaza en alguna forma a la sociedad entera. Enhebrada en ese hilo hay una
serie de cuentas. Estas son las Universales de la cultura.

Las especialidades existen en todas las culturas, pero se hallan en una proporción mayor en las
sociedades de gran desarrollo tecnológico. En una pequeña sociedad apartada de las grandes
corrientes de la civilización, los niños, los adultos, los hombres las mujeres, y acaso los ancianos,
cuando menos, tienen normas de conducta particulares. Tales normas pueden tener una base
fisiológica, pro también pueden ir mucho mas allá de tal base. Es decir, pueden ser puros
convencionalismos de carácter estrictamente psicosocial. En esa misma sociedad puede haber
distinciones de rango, que también pueden ir acompañadas de normas particulares de conducta. Y
puede haber diferencias basadas en una clara distinción social de las actividades de las personas
de la misma edad y del mismo sexo, como las que existen entre el hombre corriente y el sacerdote
en nuestra sociedad. En una sociedad de gran desarrollo tecnológico se hallan todos los tipos de
especialidades señalados, mas una larga lista adicional, derivada de la complejidad tecnológica y la
heterogeneidad sociocultural.

Las alternativas tienden a reflejar algo de la dinámica de la cultura. En el área indígena de Guatemala
un antropólogo ha señalado, en forma simplista, que calzar zapatos, calzar sandalias de hule y llevar
el pie descalzo son rasgos alternativos. El tipo europeo de calzado que hoy usan algunos individuos
no se conocía en las sociedades indígenas antes de la venida de los españoles. Ahora está entrando
en la cultura y está compitiendo (la competencia, por su puesto, se libra en la mente de la gente) con
sus formas alternativas.

Se dice que las universales y las especialidades se hallan en el núcleo o centro de la cultura, y que
las alternativas se hallan en una parte exterior, mas fluida, de la misma, lo cual puede reflejar el
hecho de que van entrando en o saliendo de ella. Cuando una de dos alternativas que están en
competencia termine de salir de la cultura, la otra posiblemente se convierta en una universal. En
realidad, cualquier grupo de alternativas puede considerarse como una serie de variantes elegibles
para el cumplimiento de una norma universal. (Debe advertirse que el ejemplo que asocia el núcleo
de la cultura con el calzado, refleja una gran simplificación, pues se supone que el núcleo de una
cultura está constituido por las premisas explicativas y normativas de la misma, y que las normas
externas observables de comportamiento constituyen su parte periférica o nuclear. Los productos
materiales de la cultura, como el calzado, no tienen que ser clasificados en términos de núcleo o
periferia, ya que derivan del comportamiento o están asociados a él en alguna forma).

Aunque los universales son los rasgos más constantes y fáciles de reconocer por los miembros de
una sociedad, las especialidades no necesariamente dejan de ser reconvidad por la mayoría de los
individuos en una sociedad homogénea y sencilla. No todas las personas las practican, porque no
son normas de conducta que les están asignadas o permitidas socialmente, pero muchas pueden
reconocer fácilmente el hecho de que las mismas son parte de la conducta de algunos miembros e
la sociedad, lo cual les confiere sentido y hace que constituyan una base para las relaciones. Un
ama de casa puede no dominar en detalle las técnicas agrícolas, pero tiene suficiente familiaridad
con el complejo agrícola total de su comunidad. Un agricultor corriente probablemente desconoce
las técnicas adivinatorias (y el adivino no estaría dispuesto a enseñárselas), pero las identifica y
confía en ellas cuando un especialista las pone en juego en su obsequio. En una sociedad de gran
complejidad y desarrollo tecnológico el número de especialidades es tan vasto, que cualquier
individuo corriente puede desconocer la mayoría de ellas, aunque las considere como parte de su
ambiente total al enterarse de su existencia e identifique y utilice con confianza muchos de los
productos.

La cultura es un sistema organizado de partes independientes, por lo cual no puede ser atomizado
en su propia realidad. Sin embargo, los antropólogos han considerado conveniente hablar de las
partes de la cultura, como recurso analítico para la comprensión del conjunto. Toda disciplina
científica emplea estos recursos. Hasta aquí hemos venido mencionando los rasgos culturales.
Implícitamente hemos dado a entender que los mismos comprenden los hábitos ideativos, los hábitos
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de acción los productos de las ideas y las acciones. Algunos antropólogos prefieren referirse a la
cultura haciendo hincapié en el comportamiento, que consiste en las normas e ideas que existen en
la mente la gente (cultura encubierta) y en la conducta que la gente realmente expresa en la acción,
los movimientos y el lenguaje (cultura manifiesta). No obstante, toda cosa hecha por los miembros
de la sociedad es un producto de sus ideas y acciones, y todo producto que esté en uso en la
sociedad (es decir, que no sea una reliquia arqueológica) esta asociado con el comportamiento. En
una comunidad indígena de Guatemala, por ejemplo los propósitos que la gente tiene para elaborar
tortillas, las técnicas físicas que se emplean y las ideas que dirigen esas técnicas no pueden estar
divorciadas de la piedra de moler, la cal, el fogón y otros artículos materiales.

Dando por cierto que todos los fenómenos que se dan en la sociedad están ligados entre ellos y
vinculados con objetos, para entender el comportamiento cultural los etnógrafos recurren a una
abstracción, como recurso de análisis. No hacen tanto hincapié en las cosas cuya forma puede
observarse directamente, sino en algo que signifique acción, como la que denotan los verbos; no
piensan tanto en cosas materiales (cultura material), cuando en ideas (hábitos de pensamiento o
cultura encubierta) y en actos (cultura manifiesta): en fin, prefieren pensar en gente comportándose
e interactuando recíprocamente. Y al pensar en gente interactuando tienen en cuenta que no está
comportándose a base de esfuerzos necesariamente conscientes y deliberados, sino a lo largo de
caminos hace tiempo establecidos y aprendidos por quienes lo transitan.

Prosigamos el análisis. A las partes más pequeñas, llamadas rasgos, que ya separamos
arbitrariamente, debemos agregar los complejos de rasgos. Los rasgos no se presentan aislados en
ninguna cultura, ni forman un simple inventario que pudiera ser puesto en una larga lista. Guardan
relaciones de interdependencia e interacción entre ellos (relaciones que algunos antropólogos
estudian con el nombre en función), para desempeñar el papel que deben desempeñar en la práctica
real de la cultura por la gente que vive dentro de ella. A las asociaciones funcionales de rasgos les
llamamos complejos. Pero los complejos tampoco aparecen separados. Se asocian unos a otros,
también funcionalmente, en la ejecución por la gente de todas las actividades necesarias para el
mantenimiento de una institución. Así, el complejo de la cocina y los de las restantes actividades de
la vida doméstica se asocian funcionalmente cuando todos los miembros del grupo doméstico se
comportan para mantener e n funciones sus deberes y derechos mutuos por medio de la serie de
pautas recíprocas de relaciones que conocemos con el nombre de institución “familia”. El grupo
familiar es un conjunto de individuos. La institución familiar es una red de relaciones pautadas o
prescritas cuyo conjunto hace posible la convivencia social. Y los complejos funcionalmente
interrelacionados de rasgos son los mecanismos que facilitan las tareas cuya realización ordenada
es necesaria para la ejecución de esa actividad.

Esta es una manera un tanto peculiar de ubicar los rasgos, los complejos y las instituciones, que se
adopta aquí por su sencillez. Otra manera podría ser la de equiparar los complejos a las instituciones,
pero ello no es cierto siempre. La forma más analítica es más fácil de comprender y puede coincidir
mejor con la realidad. En todo caso, los rasgos y complejos no son hechos sociológicos, como lo son
las instituciones, de manera que son categorías secundarias, con pocos sentidos explicativos en si
mismos.

Las actividades institucionales de una sociedad no están separadas entre ellas. También están
funcionalmente interrelacionadas, de manera que los rasgos de unas se asocian, en forma estrecha
o fluida, constante o esporádica, con los de otras. En una comunidad rural de Guatemala, por
ejemplo, el complejo agrícola del maíz, que es parte esencial de las instituciones económicas, no
puede estar divorciado de la institución familiar, de manera que está enlaza con aquellas. La relación
funcional que existe entre los diversos elementos que constituyen una cultura total es conocida por
los antropólogos con el nombre de integración de la cultura. Todas las culturas del mundo tienen
algún grado de integración. Este puede ser variable. Por lo general, las culturas de las pequeñas
sociedades que viven un poco apartadas de las grandes corrientes de civilización están mejor
integradas que las grandes culturas cosmopolitas. El grado de integración de una cultura puede ser
mayor o menor, de acuerdo, particularmente, con la velocidad y la intensidad de los cambios que la
misma este sufriendo, y de acuerdo con la adhesión que la mayoría de los miembros de la sociedad
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profese a los modos de la cultura, en especial a aquellos de sus aspectos que popularmente
relacionamos con la ideología. No obstante, en toda cultura hay un mínimo de integración, por debajo
de cuyo límite el funcionamiento de la misma deja de ser armónico y conduce a la desorganización
social, con la perspectiva de que en la sociedad y la cultura ocurran cambios de gran alcance.

Los aspectos ideológicos de una cultura también participan en el proceso de integración. Toda
sociedad tiene una conciencia social, constituida por una serie de principios, conocidos como ideas,
temas postulados o premisas fundamentales. Estos principios son de dos clases; De conocimiento
y normativos. Los principios de conocimiento se refieren a lo que los miembros de la sociedad creen
que es la naturaleza del hombre y del mundo que lo rodea. Forman parte del sistema de conocimiento
de la sociedad y comprenden la lógica de la misma, con sus premisas, sus razonamientos y sus
conclusiones científicamente incorrectas, surgidas de la aplicación del raciocinio a premisas que no
estaban correctamente fundadas. Por su puesto, un sistema de conocimiento no tiene que ser
necesariamente científico para exigir en la mente de la gente y para influir de manera poderosa en
su vida. Los antropólogos, sabiendo que el sistema de conocimiento de cualquier sociedad puede
contener simultáneamente postulados compatibles e incompatibles con el pensamiento científico,
cuando anotan lo que los miembros de una sociedad piensan de naturaleza, el individuo y la
sociedad, suelen clasificarlo en categorías que reflejan la neutralidad de la situación: Etnobotánica,
etnometereología, etnopsicología, etnoanatomía, atnosociología, etc. Así se distingue el saber
transmitido por cualquier cultura en cualquier campo del conocimiento del saber estrictamenente
científico.

Los principios normativos de una sociedad, también conocidos con el popular nombre de valores,
resumen de moral del grupo, dan forma a las actitudes y contribuyen a perfilar las metas de los
individuos. Las actitudes de los miembros de una sociedad en el campo de la religión, la estética y
la moral en general, forman parte del sistema de valores del grupo. La moral, como todos, o casi
todos los aspectos de una cultura, desempeña una función social importante para el mantenimiento
del grupo al cual corresponde. Pero la moral, como todos los demás factores culturales, tiene un
considerable margen de variación en los distintos pueblos. Su contacto con múltiples sociedades y
culturas diferentes ha llevado a los antropólogos a pensar que el hombre no es moral ni inmoral por
naturaleza. Cada grupo tiene su propio código de ética, y cada miembro del mismo es moral o inmoral
en la medida que cumple sus preceptos. La idea de relatividad que han predicado los antropólogos
se extiende a los dominios de la moral en el estudio de la cultura.

Por otra parte, hay que advertir que, además de los rasgos de conciencia social que pueden
compartir casi todos los miembros de una sociedad, están los rasgos particulares que pueden formar
la conciencia de los grupos específicos (las clases, por ejemplo) que pueda haber en el seno de
cualquier sociedad heterogénea.

Según algunos antropólogos, los aspectos ideológicos básicos de una sociedad incluidos sus valores
y actitudes dominantes, influyen constantemente en la conducta social, de manera que constituyen
el factor principal del proceso de integración y confieren a la cultura su forma peculiar, su redondez
o individualidad características, que en ultima instancia lo que distingue a una cultura de cualquier
otra, aun de aquellas cuyos inventarios de rasgos pudieren parecérsele estrechamente.

Quizás no haya objeción que hacer a esta idea si sólo tratamos de comprender una cultura como
existe y funciona en un momento dado. Sin embargo, cuando tratamos de ver una cultura a lo largo
del tiempo, inevitablemente surge la pregunta relativa a como llegó a formarse una ideología, una
conciencia social, una serie de principios fundamentales, un sistema de valores y actitudes, o como
queramos llamar a estos productos de la organización social. Aquí tal vez tenga alguna utilidad
conciliatoria (por estar expresada en términos antropológicos corrientes) una idea de Melvilla Jacobs
y Bernard J. Stem, relativa a que las premisas ideológicas básicas de una sociedad, sean explícitas,
o implícitas, ejercen en el proceso histórico social una influencia que solo cede en importancia a la
que ejercen los factores tecnológicos y materiales de carácter fundamental.
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Puede ser conveniente hacer hincapié en la importancia que los principios ideológicos básicos tienen
para dar a una cultura su configuración distintiva, en el proceso de integración de todas sus partes.
Sin embargo, no hay que olvidad que tales principios no surgen de la nada, sino del seno mismo de
la sociedad, cuya base de sustentación, en último análisis, es su capacidad física para producir
bienes materiales y su organización del trabajo productivo. Sobre esta base se establecen las
relaciones que garantizan la sobrevivencia material de todos los miembros de la sociedad. No tiene
nada de extraño que todas las restantes relaciones, así como todo el organismo social, con su
sistema jurídico y político y su ideología (o cualquier cosa que se les parezca en cualquier sociedad),
ocupen un lugar mediato en relación con los fenómenos de esa base, por muy frecuente que, al ser
afectados por ellos, los afecten a su vez. Digamos algo más sobre la base económica de la sociedad.

La organización de la sociedad puede estudiarse observando principalmente tres de sus aspectos,


en los cuales quedan comprendidas la mayoría de las relaciones sociales, las instituciones y las
modalidades de pensamiento, así como los compartimientos externos asociados a ellas. Los tres
aspectos mencionados son: La organización económica, de la cual no hemos dicho nada todavía; la
estructura social en general, cuyos principios mas visibles enumeramos en el capítulo anterior, y los
sistemas de conocimiento y de valores, a los cuales aludimos en los párrafos precedentes.

De la organización económica depende la producción de los bienes materiales que es imprescindible


para la sobrevivencia de los miembros de la sociedad. Ello porque los hombres no pueden actuar
sobre la naturaleza procediendo individual y aisladamente, por lo cual tiene que asociarse. Al
asociarse crean nexos y relaciones entre ellos y actúan unos sobre otros al mismo tiempo que actúan
sobre la naturaleza. El hecho de que los hombres asocien no significa, que su asociación sea
necesariamente cordial, pues también puede ser antagónica. Pero en todo caso la cooperación
existe. El carácter de la asociación de los hombres, es decir, de las relaciones que establecen para
producir bienes materiales, puede ser implícito o explicito, puede estar o no reconocido, pero siempre
es de una naturaleza o de la otra, de acuerdo con ciertos factores (la forma de propiedad sobre
medios de producción, esencialmente) que intervienen en el proceso. Dicho sea de paso, los factores
mas importantes de la organización económica son la forma de propiedad de los medios de
producción, que determina las relaciones de producción, y la división de las actividades (o división
social del trabajo), que hace que unos individuos dependan de otros para obtener los bienes y
servicios que necesitan y que, además, contribuye a establecer diferencias entre los miembros de la
sociedad. Así, pues, la sobrevivencia de todos los hombres depende de su asociación para producir
bienes materiales, lo cual hace que la producción de los mismos siempre tenga un carácter social.
De la organización económica depende, pues, la sobrevivencia de los miembros de la sociedad, y
sobre ella se erige todo el resto de la organización social.

Volvamos al tema de la integración. Los procesos de integración de una cultura no pueden ser
estudiados al margen de los procesos de cambio que ocurren en su seno. El cambio cultural es un
fenómeno inseparable de la cultura. Todas las culturas, incluso aquellas que pudieran dar al
observador superficial la impresión de hallarse en condiciones tranquilas e invariables, están siempre
sufriendo algún cambio. Por su puesto, la intensidad y extensión de los cambios que una cultura
pudiere estar sufriendo en un momento dado de su historia pueden ser grandes o pequeñas,
dependiendo de la naturaleza de la situación.

Los antropólogos históricos, al tratar de seguir el curso del desarrollo y cambio de las culturas
particulares o de los grupos de culturas que estudian, han observado que la invención y la difusión
de rasgos y complejos son los mecanismos principales del proceso. A veces han dejado de tener
como foco principal la neocultura o culturas, y han hecho hincapié en los rasgos y complejos
específicos cuya aparición y movimiento estudian. Han hecho estudios que indican que la
domesticación de plantas y animales, el concepto del cero, la escritura y unos cuantos rasgos y
complejos más, fueron inventados independientemente en una o dos partes del Viejo Mundo y en
alguna del Nuevo, para difundirse después desde sus centros creadores a otras regiones. Mediante
los estudios de difusión se ha seguido el rastro de muchos rasgos y complejos en su traslado de
unas culturas a otras. El caso de difusión de un rasgo aislado mas dramático que suele citarse es el
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del tabaco, que fue domesticado en la América aborigen, de donde se difundió por todo el mundo,
hasta volver a su punto de partida.

La difusión ha desempeñado un papel cuantitativamente mucho más importante que la invención en


el desarrollo histórico de las culturas. Aunque todos los pueblos tienen capacidad de inventar, y
efectivamente inventan, la lista total de rasgos creados por los miembros de cualquier pueblo
particular representa una parte muy reducida de su inventario cultural. Las invenciones, a pesar de
su aparente novedad, emergen del propio medio sociocultural donde ocurren, lo cual hace que
ciertas invenciones solo puedan darse en determinadas circunstancias. La invención de una
economía productora al principio del período de actividad cultural humana que conocemos con el
nombre de nueva edad de piedra o neolítico, hace alrededor de unos diez mil años, hizo posible una
nueva forma de utilización de la naturaleza, cuyo rasgo distintivo fue la producción de excedentes
sociales de víveres, y creó las condiciones necesarias para que la actividad especializada de algunos
miembros de la sociedad se intensificara. Los especialistas en general y los de campo tecnológico
en particular, liberados de la necesidad de conseguir sus alimentos directamente de la naturaleza,
tuvieron mas tiempo a su disposición para trabajar física y mentalmente en la tarea de combinar en
nuevas formas algunos de los viejos elementos presentes en sus propias culturas. Este es, en
esencia, el principio de la invención. Así se aceleró el proceso de enriquecimiento tecnológico de la
cultura en una forma extraordinaria. La invención de la agricultura había requerido más de medio
millón de años de actividad cultural, a lo largo de oda la vieja edad de piedra o paleolítico. En cambio,
la ganadería, la cerámica, el arado, la arquitectura, la vela, el tejido y la metalurgia fueron inventados
en el breve lapso que media entre la invención de la agricultura y la de la escritura. Actualmente, en
el seno de algunas culturas la invención sistemáticamente buscada por métodos altamente
desarrollados representa una nueva fase del proceso, hecha posible por el trasfondo cultural de las
grandes civilizaciones del presente.

Aunque la invención de una serie de rasgos y complejos aceleró el progreso tecnológico de la


humanidad vista como una unidad, debe recordarse que las invenciones más importantes del período
prehistórico ocurrieron en unos cuantos lugares restringidos del planeta. Si la cultura, como
abstracción que represente los logros de la humanidad en conjunto, debe mucho a la invención, las
culturas, como realidades que representan los logros de los pueblos particulares, deben la mayor
parte de contenido a la difusión.

Los rasgos y complejos inventados en una cultura tienen que sufrir un período de ajuste a la cultura
total, mientras son conocidos y aceptados en la misma. Pero tal ajuste es un proceso que opera en
dos direcciones. El rasgo debe adaptarse a la cultura y ésta sufre modificaciones para permitir la
adaptación. En el proceso de definición ocurre lo mismo, acaso con mayor intensidad. Todo elemento
difundido de una cultura a otra encuentra en la cultura receptora un ambiente distinto (aunque sólo
sea ligeramente distinto) del ambiente del cual procede. Los portadores de la cultura receptora
modifican y reinterpretan el nuevo rasgo para ajustarlo a los engranajes de su propia cultura, pero al
mismo tiempo, no pueden dejar de introducir otras modificaciones en ella. Tanto en el caso de la
invención como en el de la difusión, los ajustes sufridos por la cultura forman parte del proceso de
integración.

Los procesos de cambio e integración de la cultura, que en los párrafos anteriores hemos revisado
extrayendo ejemplos del período prehistórico, pueden verse mejor mediante un enfoque
contemporáneo. En este caso es conveniente hacer hincapié en la cultura, en vez de hacerlos en los
elementos particulares. Toda sociedad se ve afectada por presiones de diversa naturaleza: Cambios
demográficos, cambios en el ambiente natural, migraciones de la población a nuevos ambientes,
epidemias inundaciones o sequías, etc. Los cambios de la situación total que pueden resultar de las
presiones mencionadas pueden hacer que la vieja cultura pierda una parte de su eficiencia para
afrontar las nuevas condiciones. (En realidad, un cambio catastrófico del ambiente podría hacer que
gran parte de la cultura perdiera toda su efectividad). En tales circunstancias se impone un cambio
en la cultura y, por su puesto, en los hábitos colectivos de sus portadores. El mismo mecanismo de
invención, ya mencionado vuelve a entrar en funciones en ese caso, aunque aquí ya no produzca la
impresión dramática que producen los grandes logros prehistóricos revisados por los antropólogos.
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Aunque la invención del cultivo y del pastoralismo, del arado y de la metalurgia, etc., solo ocurrió
unas pocas veces en el período prehistórico de la humanidad y solo en unos cuantos puntos del
planeta, algunos rasgos de comportamiento e instituciones, y algunos elementos tecnológicos
materiales, pudieron haber sido inventados mas o menos simultáneamente en varias sociedades,
siempre que éstas tuvieran un trasfondo cultural similar o una misma cultura general. La invención
simultánea e independiente de un rasgo en más de un punto de área que cubre una misma cultura
no es realmente un fenómeno raro. Debe advertirse que la invención no es el único mecanismo
innovador de su tipo en una cultura. No obstante, los restantes mecanismos de su tipo generalmente
quedan comprendidos, con diferencias simplemente cuantitativas, dentro de la misma clase general
de la invención.

Del tipo diferente de la invención es el mecanismo de cambio que conocemos con el nombre de
préstamos. El préstamo cultural es un proceso idéntico al de difusión. La única diferencia entre
ambos, si alguna hay, es que solemos utilizar el término “préstamo” cuando estudiamos el proceso
total de adquisición de nuevos elementos y de cambio e integración que sufre una cultura poniendo
el acento en la cultura total y no en los elementos que se introducen. En cambio cuando hablamos
de difusión, generalmente hacemos hincapié en los rasgos y complejos que pasan de una cultura a
otra.

El préstamo cultural depende del contacto entre pueblos de distintas culturas. Sea cual fuere la
importancia de las invenciones en el seno de una cultura, el contacto cultural es y ha sido el principal
agente de cambio y de desarrollo de las culturas particulares. Ello ha sido particularmente cierto
durante los últimos siglos, a partir de la época de los grandes descubrimientos geográficos y de las
conquistas y la expansión europea, que pusieron frente a frente a pueblos hasta entonces
desconocidos y distantes.

El contacto cultural depende del contacto entre pueblos de distintas culturas. Sea cual fuere la
importancia de las invenciones en el seno de una cultura, el contacto cultural es u ha sido el principal
agente de cambio y de desarrollo de las culturas particulares. Ello ha sido particularmente cierto
durante los últimos siglos, a partir de la época de los grandes descubrimientos geográficos y de las
conquistas y la expansión europeas, que pusieron frente a frente a pueblos hasta entonces
desconocidos y distantes.

El contacto cultural puede ocurrir entre dos grupos de cultura disímil. También puede ocurrir entre
los miembros de un grupo e individuos aislados de otro, como en el caso de los exploradores y
misioneros solitarios. Incluso se conocen casos de pueblos que intercambiaban productos materiales
sin entrar en contacto personal directo, mediante un sistema conocido en la literatura etnográfica con
nombres como el de trueque silencioso. Se supone que este tipo de contacto cultural es real, aunque,
por su puesto, los rasgos de comportamiento no participarán directamente en la situación. En una
categoría parecida a la del trueque silencioso puede clasificarse el cambio que originan los productos
comerciales que se despachan de un punto a otro, sin que sus productores y usuarios intervengan
en persona. En el mundo moderno, la idea trasmitida por la radio y, en épocas todavía anteriores,
en cartas, libros, periódicos y revistas, también pueden considerarse factores de cambio cultural.
Con todo, la mayoría de los cambios culturales en la mayor parte de las culturas particulares puede
imputarse al contacto en el cual participan no solo los productos materiales, sino los individuos que
llegan consigo sus hábitos de acción y de pensamiento, así como sus formas de organización. El
contacto entre los pueblos conquistadores y los conquistados produjo cambios de gran alcance en
la cultura de éstos aunque, por supuesto, las culturas de los conquistadores nunca han sido inmunes
de los contactos prolongados. A veces las culturas de los pueblos conquistados terminaron por
desaparecer como culturas diferentes parece ser que por lo general, ha dado por resultado una
simbiosis, de la cual emerge una tercera cultura, distinta de sus componentes originales, aunque
muy parecida a la cultura dominante. Ello ha ocurrido o está ocurriendo en algunas partes de América
Hispana.

Un tipo de contacto diferente de los demás (aunque tiene estrechas analogías con el que ocurrió
entre los conquistadores y conquistados es el que en la actualidad se promueve en gran escala en
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muchos pueblos del mundo, por medio de los programas aplicados de bienestar social. Los
trabajadores de estos programas tienen la misión de cambiar algunos aspectos de la vida social y
cultural de los pueblos, por lo general aborígenes o rurales con tecnología pobre donde actúan. Su
trabajo tiende a afectar especialmente la esfera de la salud, la higiene, la dieta, la educación formal,
la tecnología agrícola, a veces las manualidades, la utilización de los recursos, etc. El trabajador de
estos programas no dicta medidas generales de gobierno, como el conquistador, sino trata de actuar
persuasiva y demostrativamente, en la forma suave del misionero. No obstante, su cargo consiste
en cambiar ciertos hábitos colectivos de acción y de pensamiento de los miembros de la sociedad
donde actúa, y en introducir en la cultura de la misma ciertos elementos materiales. Un trabajo
similar realiza el misionero religioso en la esfera de la ideología y de prácticas diversas.

Cuando la sociedad está sufriendo presiones de alguna naturaleza que la induzcan a introducir
cambios en su cultura, o aun sin que tales presiones se manifiesten en forma sensible, el préstamo
por medio del contacto es generalmente la principal fuente de innovación y cambio. El propio
contacto puede considerarse como una fuerza que presiona a la sociedad hacia el cambio. Puede
ocurrir también que los cambios culturales introducidos por el contacto ocasionen cambios de alguna
naturaleza en el seno de la sociedad (aumentos de población por medio de medidas de salubridad
pública, por ejemplo, que pueden hacer que la presión de la población sobre la tierra cultivable
aumente), que a su vez requieran nuevos cambios culturales. Sea como fuere, es necesario repetir
aquí que el contacto cultural y su concomitante, el préstamo cultural, representan los principales
factores del desarrollo y de cambio de cualquier cultura particular, según la vieja tradición
antropológica.

Por lo general, una cultura acepta fácilmente algunos rasgos, acepta con dificultad otros, y todavía
puede rehusar la adopción de otros más. Ello depende del carácter de los rasgos, así como de su
grado de compatibilidad con algunos de los hábitos ya existentes en la cultura receptora. Los objetos
materiales del tipo de las herramientas cuya ventaja sobre objetos similares ya existente en la cultura
pude ser demostrada, sin rasgos que pueden ser adoptados con facilidad. Un rasgo cuya necesidad
sea sentida en la sociedad puede introducirse con la misma facilidad. Un rasgo cuya necesidad no
haya sido sentida en la cultura podrá no ser aceptado durante mucho tiempo. Un rasgo cualquiera,
ya sea material, o de acción o ideativo como los de conducta, que este violentamente en pugna con
la configuración total de la cultura, es decir, con sus líneas de integración, difícilmente podría ser
admitido sin que ocurrieran cambios previos, de carácter facilitador.

Cuando un rasgo ingresa en una cultura, no es aceptado exactamente como existía en otra, sino
sufre alteraciones. De acuerdo con una formulación de Ralph Linton, cualquier rasgo tiene forma,
función y significado. (También puede tener usos específicos distintos de aquellos para lo cual
funciona en el engranaje cultural). Estas tres características del rasgo no son tomadas por la cultura
receptora en forma total o literal, sino con modificaciones, mediante una reinterpretación que la gente
hace del rasgo y de las ideas asociadas a él. A veces se toma la forma, pero se le asocia un
significado distinto. O se toma solo la idea básica de una cosa, y luego, en la nueva cultura, se le da
una nueva forma. En el proceso de adopción de rasgos prestados, una cultura pone en juego sus
restantes mecanismos de cambio y desarrollo (la invención y los otros mecanismos innovadores del
mismo tipo general), y así mantiene en marcha su proceso de integración, es decir de reajuste de
las cosas nuevas a las viejas y de todas aquellas entre si de acuerdo con los principios básicos y
dominantes que dan su orientación a la cultura total. A lo largo de esta mutua adaptación, otros
rasgos son variados o inventados, para facilitar los ajustes. Una cultura siempre está en proceso de
cambio, aún cuando, en muchos casos, éste pudiera pasar inadvertido ante el observador casual.
Por la misma razón de que el cambio siempre está ocurriendo, la integración puede ser alta o baja,
pero nunca total o perfecta. El equilibrio o balance perfecto puede ser una meta de cualquier cultura,
pero nunca una realidad. Cuando los rasgos que ingresaron en la cultura, por invención o préstamo,
en cualquier momento del pasado, están terminando de ajustarse al ambiente sociocultural donde
funcionan, otros rasgos han entrado y otros podrían estar entrando y empezando a sufrir el mismo
proceso. El simple hecho de que el préstamo cultural tienda a poner en juego los restantes
mecanismos innovadores de una cultura, hasta para dar una idea de cuan interminable puede ser el
proceso de reajuste de la misma.
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Al referirnos en términos actuales al proceso de cambio cultural debemos citar también lo que
Charles Erasmus designa con el término “dimensión social” (Al hablar de la difusión, o del cambio
en términos históricos, tendríamos que mencionar otras dimensiones de la cultura). Una sociedad
está integrada por individuos que mantienen ciertas relaciones. Tales individuos se comportan
culturalmente cuando ponen en juego una serie de hábitos de acción y de pensamiento que tienen
en común con otros miembros de la sociedad. Ahora bien ¿Cuántos individuos de una sociedad
profesan realmente una idea? ¿Cuántos manifiestan efectivamente un rasgo determinado de
conducta? No todos, obviamente. Llamamos cultural a un rasgo cuando es practicado por más de
un miembro de la sociedad; Cuando es practicado por un grupo, no por un solo individuo. Así, pues,
dimensión social es el grado de dispersión de un rasgo en el seno de una sociedad. En otras
palabras, la dimensión social de un rasgo está determinada por la proporción de individuos que lo
practican en el grupo social. Lo dicho es importante para observar la dinámica cultural. Cuando
hablamos del cambio de cultura, no debemos olvidar que el cambio se inicia por medio de los
individuos. Un individuo descubre un principio, o el principio ya era conocido y trata de utilizarlo
prácticamente, o introduce variaciones en un rasgo o un complejo, o combina en formas nuevas
algunos elementos viejos, o toma prestado un rasgo de otra cultura. Hasta ahí el nuevo elemento no
tiene carácter cultural. Ha entrado en el grupo, porque uno de sus componentes lo posee, pero
todavía no forma parte de las relaciones sociales; no ha entrado en la cultura. Ocasionalmente puede
ocurrir que la innovación sea hecha por varios individuos en estrecha asociación para hacerla, y
entonces el rasgo tiene carácter cultural con una reducida dimensión social, desde su ingreso. No
obstante, son los individuos, mas que los grupos, los verdaderos innovadores. En cualquier caso,
después de que el rasgo ingresa en la periferia de la cultura, se inicia un proceso de duración variable
(de acuerdo, otra vez, con la naturaleza de la situación), durante el cual logra aceptación social o es
rechazado. Al aceptar socialmente un rasgo, la gente lo evalúa en su mente. La evaluación puede
ser hecha frente a otro rasgo, con el cual el nuevo pudiera estar en competencia. A la aceptación
social y la evaluación sigue el proceso de integración del rasgo a la cultura, con la serie de ajustes
recíprocos a la cual ya nos hemos referido.

Las relaciones del individuo con su cultura van más allá de lo dicho. Toda sociedad tiene un sistema
de enculturación y socialización que forma en el niño hábitos socialmente aprobados. Todo niño y
todo adulto viven rodeados de personas dentro de un ambiente sociocultural. Parte del ambiente son
los mecanismos que inducen al individuo a la conformidad social. Hay recompensas (la aceptación
del individuo por los demás, los halagos, el prestigio) por inducir al individuo a la conformidad.
También hay castigos, que pueden ir desde las sanciones representadas por nuestros jueces hasta
el famoso “que dirán”. Todo ello tiende a ajustar al individuo a los ideales de su grupo. La cultura es
una fuerza poderosa que imprime su huella en la personalidad de todos los individuos normales que
la portan. Pero no elimina totalmente las tendencias individuales. Cada persona tiene rasgos que no
son absolutamente idénticos a los de los demás en su organismo total, en su sistema nervioso, en
las hormonas que lo excitan y en sus experiencias particulares a lo largo de su historia. Todos estos
factores también imprimen su huella en la formación de su personalidad, de manera que esta es una
resultante de los dos tipos de fuerzas señalados. Tal hecho repercute en el comportamiento. De ahí
que siempre existan diferencias entre las normas para la conducta dadas culturalmente, y la
conducta efectiva de los individuos que portan la cultura.

Los antropólogos hacen una distinción entre cultura ideal, y cultura real. La primera está constituida
por los ideales y las normas. La segunda por la forma como los individuos manifiestan realmente
esos ideales y esas normas. En otras palabras, no deja de haber diferencias entre lo que los
individuos dicen y creen que debieran hacer, y lo que realmente hacen cuando se comportan y se
relacionan. La cultura contiene las normas que supuestamente promueven el bienestar de todo el
grupo, pero ni ella ni sus mecanismos específicos pueden reprimir en su totalidad la expresión de
los impulsos estrictamente individuales. De ahí que en toda cultura existan contradicciones,
derivadas del hecho de que los individuos se las arreglan para crear mecanismos que les permitan
violar con regularidad, ciertas normas e ideales. Estos mecanismos, si tienen alguna dimensión
social, también forman parte de la cultura y coexisten con las normas que violan. Por lo general, las
inconsistencias rara vez llegan a ser de tal naturaleza que impidan el funcionamiento de la cultura.
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Cuando el conflicto llega a un determinado punto el cambio se impone y alguna de las partes en
contradicción (las normas ideales, por ejemplo) es variada o sustituida. En algunos tipos de cambio
social y cultural, ciertos grupos particulares de la sociedad, con sus respectivas subculturas, pueden
verse mucho mas afectados que otros desde el punto de vista de la adaptación de sus componentes
a la cultura cambiante.

La simple presencia de varias generaciones en una sociedad afecta la dimensión social de los rasgos
de la cultura. Los componentes de dos generaciones diferentes han sido entrenados con el mismo
sistema, pero no en forma absolutamente idéntica. Una cultura puede cambiar de manera sensible
y efectivamente cambia, aunque sea en forma aparentemente insensible, a lo largo del lapso de
treinta años que convencionalmente separa a una generación de la siguiente. Cualquier persona que
haya pasado su vida en una ciudad como la de Guatemala puede dar fe de las quejas recíprocas
entre los padres y sus hijos que se acercan a la madurez (para no citar sino el caso mas dramático),
por lo que se supone incomprensión de la parte contraria. Por su puesto, la famosa incomprensión
es recíproca. La cultura está cambiando a velocidades variables, en todo momento. Seguramente
ha cambiado en el breve lapso que separa a dos generaciones. Con todo, a pesar de las tendencias
individuales de la dimensión social diferencial de los rasgos culturales, de las variaciones
subculturales de clase o región, de las diferencias entre las generaciones, y de su continuo proceso
de cambio, es precisamente la cultura la que inspira, regula y guía la mayor parte del comportamiento
de cualquier individuo en cualquier sociedad particular. Este es, ni mas ni menos, el alcance del
concepto que hemos tratado de introducir en las páginas anteriores.

Ahora bien, de mucha mayor importancia que todo lo que hemos dicho puede ser advertencia final.

En las ideas seleccionadas para introducir el tema de la cultura, las culturas, las subculturas y el
comportamiento sociocultural, hay insuficiencia y arbitrariedad de nuestra parte, defectos y errores
posiblemente grandes.

Suponiendo que nuestra confesión fuese exagerada (que no lo es), todavía quedaría una limitación
de carácter general y de la mayor importancia: Este capítulo no puede llevar al estudiante a formarse
una idea de cómo trabaja el antropólogo social que se especializa en el estudio de la famosa
“estructura social” (para lo cual, por supuesto, no tiene que ser un estructuralista) y se orienta a
investigar fenómenos en sociedades complejas. Si este especialista pretende apoyarse en datos
empíricos, debe observar los fenómenos culturales. De otra manera difícilmente lograría abstraer
algo de la esencia que hay en el fondo de todos los fenómenos y objetos que existen en el marco de
una sociedad particular concreta, ni de las formas y niveles en los cuales están relacionados. Para
observar los fenómenos culturales necesita algunas, concepciones de la cultura específicamente
formuladas.

Este capítulo tampoco puede llevar al estudiante a entender como trabaja el etnólogo que pretende
ver “la sociedad humana” en su gran perspectiva histórica (aunque sea con enfoques
“fragmentados”, a través de “casos” bien documentados), porque éste, si cu colega anterior no lo
hubiera hecho, sentaría intensamente la necesidad de llevar su concepción de la cultura a niveles
mas altos de abstracción, tanto en el orden histórico como en el filosófico, para poder afinar sus
categorías conceptuales como instrumentos de trabajo mucho mas precisos al nivel de las ciencias.

Nada de lo anterior ha sido tocado por nosotros. Este trabajo entero fue diseñado para que un grupo
de estudiantes, hace ya mucho tiempo lo leyera antes de escuchar por primera vez a un maestro
que tenía la tarea de darles un curso que los ayudara a entender algo de la vida SOCIAL sin dejarse
perturbar demasiado por algunas diferencias “raciales” que iban a encontrar en su camino, así como
a canalizar de la manera menos ingrata posible la sorpresa que le podría causar la forma de vivir de
otros pueblos. En aquella ocasión los estudiantes leyeron íntegro este trabajo, formularon primero
algunas desordenadas preguntas, y después se inició el programa formal del curso propiamente
dicho.
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No creemos que este trabajo pueda tener ningún valor que no sea el que en esa ocasión tuvo.

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Estudio del Hombre. Fondo de Cultura Económica, México, 1965, pp. 88 ss.
2. Las Grandes Culturas de la Humanidad. Fondo de Cultura Económica, México, 1948, p. 27
3. How Culture Changes, en Man, Culture, and Society. B.B. Harry L. Shapiro (editor), Oxford
University Press, New York, 1960, p. 248.
4. Patterns of Culture. The New American Library, New York, 1959, p. 35.
5. Obra citada, pp. 269 ss.
6. General Anthropology. Barnes and Noble, New York, 1955, p. ll5
7. Obra citada, pp. 389 ss.
8. Las Dimensiones de la Cultura. Editorial Iqueima, Bogotá, 1953, pp. 3-6, 43.

13.- PENSAMIENTO Y LENGUAJE


Herminio García

La fuente del conocimiento es la práctica vinculación del hombre con la naturaleza y la sociedad.
Sensación y percepción son instancias necesarias dentro del proceso de conocimiento.

Para penetrar más profundamente en esa realidad (natural y social), el hombre dispone de su
actividad racional mediante la cual, a partir de los datos que le proporciona su experiencia sensorial
es capaz de establecer nuevas relaciones entre los hechos y fenómenos del mundo, hasta llegar a
relaciones esenciales que no nos están dadas en la experiencia directa e inmediata. Una de las
tareas fundamentales del pensamiento, es el descubrimiento de esas conexiones internas que se
dan entre los objetos, porque a través de la experiencia sensorial, captamos lo concreto en toda su
riqueza de cualidades, pero es tarea de la actividad racional descubrir cuales de ellas son
accidentales, secundarias, y cuales son esenciales y necesarias.

Siendo el pensamiento una “reconstrucción mental del objeto, esto se realiza a través de los
procesos de análisis, síntesis, generalización, etc. Que transforman los datos proporcionados por los
sentidos, datos en que la propiedades esenciales del objeto no se manifiestan en toda su pureza”.
Mediante la percepción solo me es posible determinar que un hecho u objeto individual es así, y solo
después del trato con nuevos hechos y casos puedo llegar a saber qué de ellos es casual y que es
necesario, lo que me indica que es mediante la práctica como puedo llegar a cierto tipo de
generalizaciones. Vemos pues, dos hechos fundamentales: por una parte, el punto de apoyo de la
actividad racional es el conocimiento sensorial, y por otra, tal actividad solo es posible desarrollarla
en la práctica.

El origen y desarrollo de nuestro pensamiento se encuentra indudablemente ligado al conocimiento


sensorial y a la práctica social.

Si insistimos en que el pensamiento se origina en la interacción dialéctica del hombre y su medio, no


podemos olvidar que ese medio, esa realidad humana está formada, además de los hechos y
fenómenos naturales, por los fenómenos sociales, y dentro de ellos, el sistema de conocimientos
que, se han venido acumulando a lo largo del desarrollo individual, a través de la palabra, factor
condicionante específicamente humano.

“El pensamiento, antes de llegar a ser una forma especial de actividad, una función mental
independiente, está incluido en la actividad práctica y se efectúa ligado inseparablemente a ella”. Por
lo que podemos afirmar que: El pensamiento es premisa y consecuencia de la práctica social. Lo
que significa que surge de ella y, al mismo tiempo, que la práctica social no sería posible sin el
pensamiento. A la vez, el único criterio para establecer la veracidad de nuestros pensamientos vuelve
a ser esa misma práctica, es decir, vamos de “lo individual a lo general y de lo general a lo individual,
del fenómeno a la esencia y de la esencia al fenómeno”
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Surgiendo de la práctica, el pensamiento cobra cierta independencia, y como proceso


cualitativamente distinto a los procesos fisiológicos y preceptúales que le sirven de base, tiene sus
propias leyes de desarrollo, de manera que, “en las condiciones internas que determinan el pensar
hay que distinguir un aspecto fisiológico y psicológico”

Los procesos nerviosos y leyes fisiológicas que sirven de base al pensamiento, son las mismas para
todos los individuos, de manera que nada nos autoriza para hablar de leyes distintas del pensamiento
según las diferentes épocas, como lo afirman algunas corrientes psicológicas. Lo que cambia, es la
mayor o menor riqueza de la práctica social y, como consecuencia, el peso específico de las
generalizaciones y abstracciones cada vez mas profundas que surgen de dicha práctica.

“El hecho de que el pensamiento posea sus propias leyes internas, significa que en el proceso del
pensar se crean las condiciones internas para que dicho proceso siga desarrollándose. Ello implica,
asimismo, que los resultados del pensar se incluyan por si mismos en él en calidad de premisas de
su propia evolución, y que se convierten en medios de análisis ulterior”. De modo que el pensamiento
es un desarrollo de ideas, y su contenido es el concepto, que a su vez está sujeto al desarrollo
histórico. Solo enfocando el problema desde éste ángulo, podremos explicarnos las distintas formas
del pensamiento que encontramos en las diferentes etapas del desarrollo de la humanidad, o de un
mismo individuo en diferentes niveles de su propia evolución.

El proceso del pensamiento se inicia cuando el hombre se ve frente a una situación problemática.
Una necesidad insatisfecha, algo que no puede explicarse, etc. Es el punto de partida del pensar,
que lleva implícita la finalidad de encontrar una solución. El pensamiento es, pues, una actividad
conscientemente orientada hacia la solución de un problema. En una situación problemática, existen
siempre elementos conocidos, pero al mismo tiempo, hay otros que son desconocidos y que no
aparecen en la superficie “La existencia de problemas y situaciones problemáticas se halla
objetivamente condicionada por el hecho de que las cosas son infinitas y los fenómenos del mundo
se encuentran en recíproca concatenación, en virtud de lo cual algo no dado explícitamente resulta
dado implícitamente”

Por lo tanto, el ser humano, se encuentra en permanente interacción con su medio, se ve involucrado
en situaciones de este tipo en forma constante, vinculándose a ellas con toda su vida psíquica,
porque, como afirma Rubinstein, “no piensa el pensamiento puro sino el hombre vivo”.

Esto quiere decir que, en nuestros procesos de pensamiento, aparecen ligados aspectos volitivos y
sentimentales que pueden darle una mayor o menor penetración a nuestra actividad racional, ya que
ésta se desarrolla unida inseparablemente a nuestras necesidades e intereses surgidos de la
actividad práctica. Pero si bien es cierto que este colorido afectivo puede darle mayor profundidad y
energía a nuestro proceso mental, también lo es que puede cargarlo de subjetividad, haciéndonos
perder la objetividad del razonamiento. En el pensamiento emocional tratamos de encontrar
justificaciones a la solución que deseamos, y el prejuicio puede tener amplia cabida, desviándonos
del pensamiento correcto y objetivo. En este caso, el pensamiento no sirve para encontrar la solución
sino para justificar nuestros actos.

El solo planteamiento de un problema es ya un proceso mental, que si bien es cierto no implica su


solución, es de comprender su existencia. Los problemas son inexistentes sólo para aquello que son
inactivos, que no están acostumbrados a pensar por si mismos y que todo les parece natural. Por
algo afirma Rubinstein, parafraseando a Sócrates que “Cuando más sabe el hombre, tanto mejor
sabe lo que no sabe”.

Al tomar conciencia de un problema, estamos en el camino de su solución. Generalmente iniciamos


ese camino formulándonos las preguntas correspondientes, vamos de lo que conocemos a lo que
desconocemos. Nuestro primer paso es recurrir a algún tipo de conocimientos que manejamos, y en
función de este saber, someter la situación a un análisis, de donde deben surgir nuevas situaciones
que se van profundizando.
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Es claro que la aplicación de nuestros conocimientos. Que a veces son normas o reglas conocidas,
plantea dos tipos de operaciones mentales. Algunas veces se trata únicamente de aplicar una regla
determinada ya existente, a las condiciones especiales del problema; en otras, el problema es mas
complejo porque debe descubrirse que regla es la aplicable a esta situación específica.

Como existen hábitos de pensamiento, en ciertas oportunidades estos ayudan a la solución del
problema, pero en otras lo estorban, porque es necesario recurrir al planteamiento u operaciones
originales.

Pueden presentarse casos en que la dirección tomada por nuestro pensamiento, a partir de la
situación concreta, se aparte de las condiciones originales, en cuyo caso se presentan varias
posibilidades de solución; en este caso, nos planteamos tales posibilidades en calidad de hipótesis,
que deberán ser sometidas a la comprobación cuanto mas amplia sea nuestra experiencia y nuestro
sistema de conocimientos, tanto mayor será nuestra posibilidad de someter a crítica y comprobación
nuestras hipótesis. Siempre será la práctica la que nos diga si nuestra solución es la correcta.

Las operaciones racionales, que están en la base de todo el proceso del pensar, son el análisis y la
síntesis, que aunque son operaciones contrapuestas, se hallan inseparablemente unidas, todo
análisis parte de una síntesis y toda síntesis parte de un análisis como “la división mental del todo
en sus partes o la disgregación mental de algunas de sus cualidades o aspectos aislados” veremos
que este se encuentra condicionado siempre por la forma en que dichas partes o cualidades se
encuentran relacionadas, por lo que el análisis no puede llevarnos a la desintegración del todo, sino
a su transformación.

Asimismo afirmamos que la síntesis es la unificación, la reunión mental de las partes de los objetos,
o la combinación mental de sus síntomas, cualidades y aspectos, esta no puede realizarse en forma
arbitraria, sino en función de las correlaciones establecidas por el análisis, dando como resultado el
reestablecimiento mental de lo correcto.

Mediante el análisis y la síntesis, el pensamiento va, de una representación mas o menos vaga del
objeto, hasta el establecimiento de sus nexos esenciales y, por lo tanto, al conocimiento y a la idea
clara de él.

Tanto el análisis como la síntesis se dan a dos niveles distintos; por una parte, se da en la percepción,
en nuestro conocimiento sensorial de la realidad y, por otra, a nivel del pensamiento teórico, pero
estos dos niveles no se encuentran separados ya que son denominadores comunes de todo proceso
de conocimiento. En el análisis sensorial, lo que se destaca generalmente, en un principio, son los
elementos fuertes del objeto, que en virtud de la ley de inducción recíproca, enmascara otras
propiedades, pero en el transcurso del proceso se separan nuevos aspectos y propiedades, que
entran en nuevas relaciones.

Como toda correlación o conexión de elementos distintos constituye una síntesis, en la percepción
“la síntesis se presenta como transformación de los elementos sensoriales, de su configuración, de
su estructura, de su forma así como de la interpretación que se les dé al enlazar entre sí las partes
componentes del contenido conceptual destacadas por el análisis.

A nivel de conocimiento sensorial, la unidad de análisis y síntesis se destaca cuando comparamos


dos objetos o fenómenos. Al confrontarlos, aparece el análisis como la separación de cualidades de
dos o más objetos, que se deben poner en relación en el momento de la comparación. “Gracias a
ella se llega a la generalización empírica y a la clasificación de los fenómenos.

En el campo del pensamiento teórico, el análisis se presenta bajo la forma de la separación de las
cualidades esenciales de los objetos de las que no lo son, de las cualidades necesarias de las
secuencias o accesorias, lo que convierte el análisis teórico en un proceso de abstracción. La síntesis
se presenta como el restablecimiento mental de lo correcto, estableciéndose nuevas vinculaciones
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dentro de lo que fue analizado. “Mediante el análisis y la síntesis, el pensamiento científico cobra
realidad en los conceptos abstractos”.

En todo proceso de conocimiento, análisis y síntesis son las dos caras de la medalla que no pueden
separarse, pero es claro que habrá predominio de una de ellas, de acuerdo con las condiciones de
la situación problemática. En algunas ocasiones habrá que destacar el análisis y en otras la síntesis,
pero no habrá proceso de pensamiento completo, sin la participación de ambos.

En los distintos individuos, también podemos encontrar mentalidades predominantemente analíticas


o acentuadamente sintéticas, sin que eso signifique la no participación de una de las fases del
proceso.

La abstracción se da también en el plano del conocimiento sensorial y el teórico. En el primer caso,


son nuevamente los elementos fuentes de la percepción los que se destacan, es decir, aquellos que
tienen mayor significación para el individuo desde el punto de vista de su quehacer práctico; sabemos
que la abstracción posee dos facetas, que podemos llamar positivas y negativas; abstraer significa
hacer caso omiso de algo, separado, pero al mismo tiempo, significa destacar, tomar en
consideración otras cualidades o aspectos del objeto o fenómeno. En el caso de la abstracción
sensorial esto se realiza, aunque no va más allá.

La abstracción en el pensamiento científico, consiste en destacar lo que es esencial, haciendo caso


omiso de aquellas cualidades esenciales, casuales o contingentes. De todas maneras, el proceso
de abstracción se encuentra condicionado por el objeto, tanto sensorial como teóricamente.

Vinculada estrechamente a estos procesos y sin que podamos separarlos, se encuentra también la
generalización.

En su aspecto primario la encontramos ya en lo que llamamos generalización del reflejo


condicionado, donde elementos signalizadores parecidos provocan el mismo tipo de reacción.
Asimismo, las primeras generalizaciones conceptuales del niño llevan el sello de lo sensorial, cuando
en sus primeras palabras, denomina varios objetos diferentes por alguna cualidad que les es común,
pero que por alguna razón adquiere de estímulo fuerte. Este tipo de generalización no sale de los
límites de lo sensorial y está en la base de lo que llamamos generalización empírica. La
generalización científica, por su parte, opera con las propiedades esenciales, producto del análisis y
la abstracción teórica.

Si en su nivel inferior, la generalización se basa en propiedades comunes, a nivel superior, lo que es


común es un indicador de que algo puede ser esencial, pero no necesariamente. En este terreno
podemos afirmar que todo lo que es esencial es común a los objetos o fenómenos, pero no todo lo
que es común es esencial.

“El pensamiento llega a generalizaciones cada vez mas altas a medida que descubre conexiones
mas profundas. En este sentido ofrece grandes posibilidades la generalización de relaciones”.

Los conceptos científicos y las leyes del mismo tipo no son sino amplias generalizaciones a las que
el hombre ha llegado a través de los procesos del pensamiento.

Es evidente, pues, que el acto de pensar se descompone en distintos eslabones: análisis, síntesis,
abstracción, generalización para llegar al restablecimiento y de lo concreto en la conciencia.

“A medida que en el proceso del pensar se van realizando determinadas operaciones: análisis,
síntesis y generalización, a medida que en el individuo tales operaciones, se van haciendo generales
y van adquiriendo carta de naturaleza, se forma el pensamiento como capacidad, se va estructurando
el intelecto”
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Me parece muy importante destacar este aspecto, porque señala con toda claridad el papel
fundamental que desempeña la práctica social, hecho demostrado a través de todo el desarrollo
histórico social y de la historia individual. Las distintas formas de pensar no son dadas desde un
principio y de una vez y para siempre, sino que se van elaborando a lo largo del propio desarrollo
del pensar y de acuerdo a sus leyes internas. Las operaciones mentales que acabamos de reseñar,
se presentan en una u otra forma particular, de acuerdo a determinados contenidos específicos que
las van condicionando. En su desarrollo, llegan a determinados resultados, que luego se incorporan
al propio proceso del pensar.

Esto nos plantea de inmediato el problema del saber y del pensar, que en algunas oportunidades o
se confunden, o se presentan como hechos separados, aislados uno del otro. La verdad es que no
podemos separarlos, pero que tampoco son idénticos. Es evidente que el pensamiento se nos
presenta en su forma mas clara y distinta, cuando por si mismo llega al descubrimiento de los nuevos
conocimientos, pero dichos descubrimiento se apoyan, de todas maneras, en la actualización y
aplicación de conocimientos anteriores, lo que significa su previa asimilación.

La evocación de conocimientos frente a una situación problemática, no es un proceso mecánico de


memoria. Lleva implícito el análisis, tanto de la situación, como de los conocimientos que deben
aplicarse, lo que de por si ya es una actividad mental compleja. Evocar conocimientos es ya pensar,
siempre y cuando surja de la propia actividad que nos lleva a explicarlos, y esto así sucede
generalmente. Pero hemos dicho que podemos evocar y aplicar, siempre que hayamos asimilado el
conocimiento. La asimilación es un proceso activo, y como tal, no se produce por simple transmisión
mecánica de una a otra cabeza, de un cúmulo de conocimientos. La asimilación de conocimientos
presupone un proceso activo de parte de quien asimila y la existencia, naturalmente, de condiciones
internas que hacen posible dicha asimilación y que preparan nuevas condiciones que posibilitan
nuevas adquisiciones. Se establece así la dependencia entre el desarrollo mental y la asimilación de
conocimientos, dependencia que no es unilateral, sino “un proceso dialéctico en el que causa y
efecto cambian incesantemente entre si del lugar”.

De manera que el desarrollo mental del individuo esta condicionado por la asimilación de los
conocimientos acumulados por la humanidad a lo largo de su desarrollo histórico, pero esto no
significa simplemente “interiorización” de los actos externos, significa esa relación dialéctica
histórico-social, que es una característica fundamental del pensamiento.

Creemos que en este análisis queda claro que la función docente no puede circunscribirse a
“enseñar” en el sentido tradicional de la palabra, o sea, el transmitir conocimientos; la “enseñanza”
es la base para algo que debiera ser nuestra preocupación fundamental: formar y desarrollar los
procesos de pensamiento en nuestros educandos, de manera que el resultado no sea la simple
aplicación de lo que ya se sabe, sino la posibilidad de desarrollar procesos productivos que lo lleven
al descubrimiento de nuevos conocimientos.

El paso del pensamiento de sus niveles sensoriales, a las formas cada vez más abstractas y
generalizadas que conocemos, se realizó en íntima e indisoluble relación con el desarrollo del
lenguaje. Pensamiento y lenguaje forman una unidad, aunque no una identidad como veremos más
adelante.

Expresamos nuestros pensamientos a través de las palabras, y estas son generalizaciones,


conceptos, de manera que el lenguaje es la envoltura material del pensamiento, su forma de
existencia. Dice Marx citado por Rubinstein. “El lenguaje es la conciencia práctica, real, existente
también para los demás hombres y existente primeramente para mi”. En otras palabras, a través del
lenguaje materializamos nuestra propia conciencia y se nos hace asequible la conciencia de los
demás, de manera que “el habla es lenguaje en estrecha relación con la conciencia individual”, y nos
permite la función de trato, no solamente manifestamos nuestros pensamientos, revelamos además
nuestra postura personal frente a las múltiples situaciones vivenciales que adquieren sentido en
nuestra consciencia individual. De esta manera, si bien “El lenguaje, la palabra es la unidad
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específica del contenido sensible y racional” del objeto, este significado no se da al margen de las
relaciones que se dan entre los hombres y menos aún de su experiencia práctica.

En el lenguaje distinguimos dos aspectos: (a) su portador material, sensible (imagen auditiva o visual
según el caso) y (b) su significado, su contenido semántico. La relación entre ambos es importante,
aunque generalmente solo queda en un primer plano su significación. ¿De dónde toma su
significación un determinado complejo fonético? Únicamente de nuestro trato con los hechos y
fenómenos de la realidad objetiva.

Para nosotros, el lenguaje, las palabras, forman el segundo sistema de señales, es decir señalan al
primer sistema, y sólo puede desarrollarse en vinculación con este último.

Cabe recordar aquí que conforman el primer sistema, común a los hombres y a los animales, todas
las sensaciones y representaciones que surgen como resultado de la acción directa de los estímulos
sobre nuestros órganos sensoriales, mientras que el segundo sistema de señales representa una
abstracción y generalización de la realidad, pero esto no puede desarrollarse si no es sobre la base
de esta realidad que señala. Por otra parte existe una permanente interacción entre ambos sistemas.

Experimentalmente, esto puede demostrarse mediante el condicionamiento reflejo de una reacción


ante una palabra. Un complejo sonoro, una palabra, es un estímulo condicionado, cualquiera de la
realidad objetiva; por ejemplo, podemos condicionar una secreción salival en un perro por medio de
la palabra “TIMBRE”, siempre que, cuando hayamos pronunciado dicha palabra, se haya presentado
el refuerzo correspondiente en forma de alimento. Sabemos que al cabo de múltiples repeticiones el
perro salivará con la simple pronunciación de la palabra timbre. El reflejo se ha establecido. Pero si
en lugar de pronunciar la palabra, hacemos sonar un timbre, la única reacción que lograremos será
un reflejo de orientación incondicionada, que hará volver la cabeza hacia el lugar de donde proviene
el sonido, pero nunca la secreción salival condicionada por la palabra. Para el perro, el estímulo
condicionado es solo el ruido, el complejo sonoro que forma la palabra timbre.

En cambio en el hombre, la situación es completamente distinta; la palabra timbre y el sonido que


este produce, están estrechamente ligados, de manera que si uno de estos estímulos lo hemos
transformado en estímulo condicionado, el otro también sufre la misma transformación; la conexión
entre la palabra y la cosa no puede separarse, y es una conexión establecida durante el proceso de
aprendizaje del lenguaje hablado. No podemos separar la palabra de la cosa que señala. Por eso
afirmamos que la palabra es una señal verbal y no un símbolo, y su significación deviene de la
realidad objetiva que señala, por lo que no se establece arbitrariamente.

“El símbolo es indiferente en cuanto a la naturaleza específica, particular, de la palabra, y de la cosa


concreta designada por ella” Es importante señalar este aspecto del lenguaje, pues algunas teorías
conciben a éste como una función de formulación y de expresión simbólica, dándole un desarrollo
independiente de la realidad.

La relación de la palabra con el objeto no es algo prefijado, ni una relación convencional; es una
relación histórica y por lo tanto cada palabra “posee su historia, su vida independiente de nosotros,
en cuyo transcurso puede acontecer algo que no depende de lo que hemos convenido para tratarla,
sino del contenido objetivo en el cual la palabra delimita”.

Dos son los aspectos que deben destacarse: (1) la palabra no es un símbolo y su significado no está
fuera de ella, ni del objeto que designa. La relación palabra objeto es una relación cognoscitiva; (2)
el reflejo significativo de la palabra, como cualquier reflejo, no es algo pasivo: “reconocemos el
significado objetivo, que obtiene su forma en la palabra, al influir en el objeto, haciendo destacar su
función en el sistema de la actividad social”

Si nos sirve en el trato humano, es porque reconocemos su significación generalizadora, pero sería
un error reducir el lenguaje a un conjunto de significaciones abstractas. En el proceso de
comunicación, es un medio de expresión y a la vez de influencia sobre los demás. Es cierto que el
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núcleo fundamental de la palabra es su significado objetivo, pero este se encuentra inmerso en la


relación viva y actuante de los seres humanos, y su verdadera comprensión se alcanza cuando
desentrañamos los aspectos expresivos de quien habla. No obstante no basta saber la significación
literal de las palabras, porque cuando hablamos también exteriorizamos nuestra personalidad,
nuestra consciencia, nuestra relación emocional con lo que expresamos y hacia quien nos dirigimos.
De allí que la función expresiva del lenguaje, juegue tan importante papel en la comunicación, porque
su misión principal es su función de trato. Nadie habla por hablar, siempre se persigue una finalidad,
y ésta principalmente en la función docentes, es influir, si no directamente en la conducta., si en los
pensamientos una determinada finalidad, de manera que no podemos simplemente intelectualizar
nuestro lenguaje, porque “tras el contenido objetivo de lo que dice el que habla, aparece lo que éste
tenía a la vista, lo que quería expresar y quería dar a entender,….”

Para que la palabra, el lenguaje, cumplan con su cometido, es necesario que el que habla tenga
clara conciencia de la finalidad que persigue y de las condiciones en las que tal finalidad debe
alcanzarse, sólo así sabrá que decir y como decirlo.

Por último y para los objetivos de este trabajo, solo nos resta hacer un breve análisis de la relación
que existe entre el pensamiento y lenguaje.

Como dijimos en un principio, ambos sólo existen en su unidad, pero no forman una identidad.

Algunas corrientes quisieron reducir el pensamiento a su expresión verbal, como lo intentó el


conductismo al afirmar que el pensamiento no es otra cosa que la actividad del aparato verbal.
Evidentemente la tesis es errónea. Las simples imágenes visuales o auditivas no son todavía
lenguaje, ni los movimientos que se producen al hablar son independientes. En primer lugar, el
lenguaje posee una significación consciente, y en segundo, la selección de movimientos del aparato
fonador al hablar, o de la mano al escribir, está determinada en forma necesaria por las relaciones
lógicas que hay entre el significado de las palabras que vamos a utilizar. Si observamos lo que ocurre
en la práctica, muchas veces buscamos las palabras que expresen nuestro pensamiento y las vamos
desechando, porque no expresan con claridad lo que queremos decir. El lenguaje existe pues,
gracias al pensamiento.

Sin embargo, podemos observar otro aspecto. El pensamiento no aparece repentinamente; aparece,
más bien, como una tendencia no definida que. A través del lenguaje, va encontrando su estructura,
hasta que somos capaces de formularlo, de manera que, por medio del lenguaje, le vamos dando
forma a nuestro pensamiento.

Vemos así, como lenguaje y pensamiento están en una permanente relación interna y dialéctica que
se condicionan mutuamente pero que tienen su propia estructura.

La lógica es la estructura del pensamiento, mientras que la gramática es la del lenguaje. Sintetizando:

El pensamiento y lenguaje forman una unidad dialéctica. Dentro de esta unidad, el rector es el
pensamiento y como afirman algunas teorías que pretenden darle al lenguaje el papel creador.
Lenguaje y pensamiento se toman dentro de la práctica social del hombre.

Esperamos que este brevísimo análisis, contribuya a comprender y a orientar en alguna forma
nuestra actividad docente.

14.- ACUERDO SOBRE IDENTIDAD Y DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

Considerando

Que el tema de identidad y derechos de los pueblos indígenas constituye un punto fundamental y de
trascendencia histórica para el presente y futuro de Guatemala,
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Que los pueblos indígenas incluyen el pueblo maya, el pueblo garífuna y el pueblo xinca, y que el
pueblo maya está configurado por diversas expresiones socioculturales de raíz común,

Que a raíz de su historia, conquista, colonización, desplazamientos y migraciones, la nación


guatemalteca tiene un carácter multiétnico, pluricultural y multilingüe,

Que las partes reconocen y respetan la identidad y los derechos políticos, económicos, sociales y
culturales de los pueblos maya, garífuna y xinca, dentro de la unidad de la nación y la indivisibilidad
del territorio del Estado guatemalteco, como componentes de dicha unidad,

Que los pueblos indígenas han sido particularmente sometidos a niveles de discriminación de hecho,
explotación e injusticia por su origen, cultura y lengua, y que, como muchos otros sectores de la
colectividad nacional, padecen de tratos y condiciones desiguales e injustas por su condición
económica y social,

Que esta realidad histórica ha afectado y sigue afectando profundamente a dichos pueblos,
negándoles el pleno ejercicio de sus derechos y participación política, y entorpeciendo la
configuración de una unidad nacional que refleje, en su justa medida y con su plenitud de valores, la
rica fisonomía plural de Guatemala,

Que en tanto no se resuelva este problema de la sociedad guatemalteca, sus potencialidades


económicas, políticas, sociales y culturales jamás podrán desenvolverse en toda su magnitud, y
ocupar en el concierto mundial el lugar que le corresponde por su historia milenaria y la grandeza
espiritual de sus pueblos,

Que en Guatemala será posible desarraigar la opresión y la discriminación sólo si se reconocen en


todos sus aspectos la identidad y los derechos de los pueblos que la han habitado y la habitan,
componentes todos de su realidad actual y protagonistas de su desarrollo, en todo sentido,

Que todos los asuntos de interés directo para los pueblos indígenas demandan ser tratados por y
con ellos, y que el presente acuerdo busca crear, ampliar y fortalecer las estructuras, condiciones,
oportunidades y garantías de participación de los pueblos indígenas, en el pleno respeto de su
identidad y del ejercicio de sus derechos,

Que la comunidad internacional, por medio de las Naciones Unidas, y las agencias y programas de
su sistema, la Organización de los Estados Americanos y otros organismos e instrumentos
internacionales, ha reconocido las aspiraciones de los pueblos indígenas para lograr el control de
sus propias instituciones y formas de vida como pueblos,
El Gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (en adelante "las
partes") acuerdan lo siguiente:

14.1 IDENTIDAD DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

1. El reconocimiento de la identidad de los pueblos indígenas es fundamental para la construcción


de la unidad nacional basada en el respeto y ejercicio de los derechos políticos, culturales,
económicos y espirituales de todos los guatemaltecos.

2. La identidad de los pueblos es un conjunto de elementos que los definen y, a su vez, los hacen
reconocerse como tal. Tratándose de la identidad maya, que ha demostrado una capacidad de
resistencia secular a la asimilación, son elementos fundamentales:

a) La descendencia directa de los antiguos mayas;


b) Idiomas que provienen de una raíz maya común;
c) Una cosmovisión que se basa en la relación armónica de todos los elementos del universo, en el
que el ser humano es sólo un elemento más, la tierra es la madre que da la vida, y el maíz es un
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signo sagrado, eje de su cultura. Esta cosmovisión se ha transmitido de generación en generación a


través de la producción material y escrita por medio de la tradición oral, en la que la mujer ha jugado
un papel determinante;

d) Una cultura común basada en los principios y estructuras del pensamiento maya, una filosofía, un
legado de conocimientos científicos y tecnológicos, una concepción artística y estética propia, una
memoria histórica colectiva propia, una organización comunitaria fundamentada en la solidaridad y
el respeto a sus semejantes, y una concepción de la autoridad basada en valores éticos y morales;
y

e) La autoidentificación.

3. La pluralidad de las expresiones socioculturales del pueblo maya, que incluyen los Achi, Akateco,
Awakateko, Chorti, Chuj, Itza, Ixil, Jakalteco, Kanjobal, Kaqchikel, Kiche, Mam, Mopan, Poqomam,
Poqomchi, Q'eqchi, Sakapulteko, Sikapakense, Tectiteco, Tz'utujil y Uspanteco, no han alterado la
cohesión de su identidad.
4. Se reconoce la identidad del pueblo maya así como las identidades de los pueblos garífuna y
xinca, dentro de la unidad de la nación guatemalteca, y el Gobierno se compromete en promover
ante el Congreso de la República una reforma de la Constitución Política de la República en este
sentido.

14.2 LUCHA CONTRA LA DISCRIMINACIÓN

➢ Lucha contra la discriminación legal y de hecho

1. Para superar la discriminación histórica hacia los pueblos indígenas, se requiere el concurso de
todos los ciudadanos en la transformación de mentalidades, actitudes y comportamientos. Dicha
transformación comienza por un reconocimiento claro por todos los guatemaltecos de la realidad de
la discriminación racial, así como de la imperiosa necesidad de superarla para lograr una verdadera
convivencia pacífica.

2. Por su parte, con miras a erradicar la discriminación en contra de los pueblos indígenas, el
Gobierno tomará las siguientes medidas:
a) Promover ante el Congreso de la República la tipificación de la discriminación étnica como delito;

b) Promover la revisión ante el Congreso de la República de la legislación vigente para derogar toda
ley y disposición que pueda tener implicación discriminatoria hacia los pueblos indígenas;

c) Divulgar ampliamente los derechos de los pueblos indígenas por la vía de la educación, de los
medios de comunicación y otras instancias; y

d) Promover la defensa eficaz de dichos derechos. Con este fin, promover la creación de defensorías
indígenas y la instalación de bufetes populares de asistencia jurídica gratuita para personas de bajos
recursos económicos en las municipalidades donde predominan las comunidades indígenas.
Asimismo, se insta a la Procuraduría de los

Derechos Humanos y a las demás organizaciones de defensa de los derechos humanos a que
presten una atención especial a la defensa de los derechos de los pueblos maya, garífuna y xinca.

➢ Derechos de la mujer indígena


1. Se reconoce la particular vulnerabilidad e indefensión de la mujer indígena frente a la doble
discriminación como mujer y como indígena, con el agravante de una situación social de particular
pobreza y explotación. El Gobierno se compromete a tomar las siguientes medidas:
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a) Promover una legislación que tipifique el acoso sexual como delito y considere como un agravante
en la definición de la sanción de los delitos sexuales el que haya sido cometido contra una mujer
indígena;

b) Crear una Defensoría de la Mujer Indígena, con su participación, que incluya servicios de asesoría
jurídica y servicio social; y

c) Promover la divulgación y fiel cumplimiento de la Convención sobre la Eliminación de Todas las


Formas de Discriminación contra la Mujer.

2. Se insta a los medios de comunicación y organizaciones de promoción de los derechos humanos


a cooperar en el logro de los objetivos del presente literal.

➢ Instrumentos internacionales
Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial

1. El Gobierno se compromete a promover ante el Congreso de la República un proyecto de ley que


incorpore las disposiciones de la Convención al Código Penal.

2. Siendo Guatemala parte de la Convención, se compromete a agotar los trámites tendentes al


reconocimiento del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial tal como lo establece el
artículo 14 de dicha Convención.

Convenio sobre pueblos indígenas y tribales, 1989 (Convenio 169 de la Organización


Internacional del Trabajo)

3. El Gobierno ha sometido al Congreso de la República, para su aprobación, el Convenio 169 de la


Organización Internacional del Trabajo y, por lo tanto, impulsará su aprobación por el mismo. Las
partes instan a los partidos políticos a que agilicen la aprobación del Convenio.

Proyecto de declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas

4. El Gobierno promoverá la aprobación del proyecto de declaración sobre los derechos de los
pueblos indígenas en las instancias apropiadas de la Organización de las Naciones Unidas, en
consulta con los pueblos indígenas de Guatemala.

14.3 DERECHOS CULTURALES

1. La cultura maya constituye el sustento original de la cultura guatemalteca y, junto con las demás
culturas indígenas, constituye un factor activo y dinámico en el desarrollo y progreso de la sociedad
guatemalteca.

2. Por lo tanto, es inconcebible el desarrollo de la cultura nacional sin el reconocimiento y fomento


de la cultura de los pueblos indígenas. En este sentido, a diferencia del pasado, la política educativa
y cultural debe orientarse con un enfoque basado en el reconocimiento, respeto y fomento de los
valores culturales indígenas. Con base a este reconocimiento de las diferencias culturales, se debe
promover los aportes e intercambios que propicien un enriquecimiento de la sociedad guatemalteca.

3. Los pueblos maya, garífuna y xinca son los autores de su desarrollo cultural. El papel del Estado
es de apoyar dicho desarrollo, eliminando los obstáculos al ejercicio de este derecho, tomando las
medidas legislativas y administrativas necesarias para fortalecer el desarrollo cultural indígena en
todos los ámbitos correspondientes al Estado y asegurando la participación de los indígenas en las
decisiones relativas a la planificación y ejecución de programas y proyectos culturales mediante sus
organismos e instituciones propias.
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➢ Idioma

1. El idioma es uno de los pilares sobre los cuales se sostiene la cultura, siendo en particular el
vehículo de la adquisición y transmisión de la cosmovisión indígena, de sus conocimientos y valores
culturales. En este sentido, todos los idiomas que se hablan en Guatemala merecen igual respeto.
En este contexto, se deberá adoptar disposiciones para recuperar y proteger los idiomas indígenas,
y promover el desarrollo y la práctica de los mismos.

2. Para este fin, el Gobierno tomará las siguientes medidas:


a) Promover una reforma de la Constitución Política de la República que liste el conjunto de los
idiomas existentes en Guatemala que el Estado está constitucionalmente comprometido en
reconocer, respetar y promover;

b) Promover el uso de todos los idiomas indígenas en el sistema educativo, a fin de permitir que los
niños puedan leer y escribir en su propio idioma o en el idioma que más comúnmente se hable en la
comunidad a la que pertenezcan, promoviendo en particular la educación bilingüe e intercultural e
instancias tales como las Escuelas Mayas y otras experiencias educativas indígenas;

c) Promover la utilización de los idiomas de los pueblos indígenas en la prestación de los servicios
sociales del Estado a nivel comunitario;

d) Informar a las comunidades indígenas en sus idiomas, de manera acorde a las tradiciones de los
pueblos indígenas y por medios adecuados, sobre sus derechos, obligaciones y oportunidades en
los distintos ámbitos de la vida nacional. Se recurrirá,
si fuere necesario, a traducciones escritas y a la utilización de los medios de comunicación masiva
en los idiomas de dichos pueblos;

e) Promover los programas de capacitación de jueces bilingües e intérpretes judiciales de y para


idiomas indígenas;

f) Propiciar la valorización positiva de los idiomas indígenas, y abrirles nuevos espacios en los medios
sociales de comunicación y transmisión cultural, fortaleciendo organizaciones tales como la
Academia de Lenguas Mayas y otras instancias semejantes; y

g) Promover la oficialización de idiomas indígenas. Para ello, se creará una comisión de oficialización
con la participación de representantes de las comunidades lingüísticas y la Academia de Lenguas
Mayas de Guatemala que estudiará modalidades de oficialización, teniendo en cuenta criterios
lingüísticos y territoriales. El Gobierno promoverá ante el Congreso de la República una reforma del
artículo 143 de la Constitución Política de la República de acuerdo con los resultados de la Comisión
de Oficialización.

➢ Nombres, apellidos y toponimias


El Gobierno reafirma el pleno derecho al registro de nombres, apellidos y toponimias indígenas. Se
reafirma asimismo el derecho de las comunidades de cambiar los nombres de lugares donde residen,
cuando así lo decida la mayoría de sus miembros.

El Gobierno tomará las medidas previstas en el capítulo II, literal A, del presente acuerdo para luchar
contra toda discriminación de hecho en el ejercicio de este derecho.

➢ Espiritualidad
1. Se reconoce la importancia y la especificidad de la espiritualidad maya como componente esencial
de su cosmovisión y de la transmisión de sus valores, así como la de los demás pueblos indígenas.
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2. El Gobierno se compromete a hacer respetar el ejercicio de esta espiritualidad en todas sus


manifestaciones, en particular el derecho a practicarla, tanto en público como en privado por medio
de la enseñanza, el culto y la observancia. Se reconoce asimismo la importancia del respeto debido
a los guías espirituales indígenas así como a las ceremonias y los lugares sagrados.
3. El Gobierno promoverá ante el Congreso de la República una reforma al artículo 66 de la
Constitución Política de la República a fin de estipular que el Estado reconoce, respeta y protege las
distintas formas de espiritualidad practicadas por los pueblos maya, garífuna y xinca.

➢ Templos, centros ceremoniales y lugares sagrados


1. Se reconoce el valor histórico y la proyección actual de los templos y centros ceremoniales como
parte de la herencia cultural, histórica y espiritual maya y de los demás pueblos indígenas.
Templos y centros ceremoniales situados en zonas protegidas por el Estado como arqueológicas

2. De conformidad con la Constitución Política de la República, forman parte del patrimonio cultural
nacional los templos y centros ceremoniales de valor arqueológico. Como tales, son bienes del
Estado y deben ser protegidos. En este contexto, deberá asegurarse que no se vulnere ese precepto
en el caso de templos y centros ceremoniales de valor arqueológico que se encuentren o se
descubran en propiedad privada.

3. Se reconoce el derecho de los pueblos maya, garífuna y xinca de participar en la conservación y


administración de estos lugares. Para garantizar este derecho, el Gobierno se compromete a
impulsar, con la participación de los pueblos indígenas, las medidas legales que aseguren una
redefinición de las entidades del Estado encargadas de esta función que haga efectivo este derecho.

4. Se modificará la reglamentación para la protección de los centros ceremoniales en zonas


arqueológicas a efecto que dicha reglamentación posibilite la práctica de la espiritualidad y no pueda
constituirse en un impedimento para el ejercicio de la misma. El Gobierno promoverá, conjuntamente
con las organizaciones espirituales indígenas, un reglamento del acceso a dichos centros
ceremoniales que garantice la libre práctica de la espiritualidad indígena dentro de las condiciones
de respeto requeridas por los guías espirituales.

Lugares sagrados
5. Se reconoce la existencia de otros lugares sagrados donde se ejerce tradicionalmente la
espiritualidad indígena, y en particular maya, que deben ser preservados. Para ello, se creará una
comisión integrada por representantes del Gobierno y de las organizaciones indígenas, y de guías
espirituales indígenas para definir estos lugares así como el régimen de su preservación.

➢ Uso del traje


1. Debe ser respetado y garantizado el derecho constitucional al uso del traje indígena en todos los
ámbitos de la vida nacional. El Gobierno tomará las medidas previstas en el capítulo II, literal A, del
presente acuerdo para luchar contra toda discriminación de hecho en el uso del traje indígena.
2. Asimismo, en el marco de una campaña de concientización a la población sobre las culturas maya,
garífuna y xinca en sus distintas manifestaciones, se informará sobre el valor espiritual y cultural de
los trajes indígenas y su debido respeto.
➢ Ciencia y tecnología
1. Se reconoce la existencia y el valor de los conocimientos científicos y tecnológicos mayas, así
como también los conocimientos de los demás pueblos indígenas. Este legado debe ser recuperado,
desarrollado y divulgado.

2. El Gobierno se compromete a promover su estudio y difusión, y a facilitar la puesta en práctica de


estos conocimientos. También se insta a las universidades, centros académicos, medios de
comunicación, organismos no gubernamentales y de la cooperación internacional a reconocer y
divulgar los aportes científicos y técnicos de los pueblos indígenas.
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3. Por otra parte, el Gobierno posibilitará el acceso a los conocimientos contemporáneos a los
pueblos indígenas e impulsará los intercambios científicos y técnicos.

➢ Reforma educativa
1. El sistema educativo es uno de los vehículos más importantes para la transmisión y desarrollo de
los valores y conocimientos culturales. Debe responder a la diversidad cultural y lingüística de
Guatemala, reconociendo y fortaleciendo la identidad cultural indígena, los valores y sistemas
educativos mayas y de los demás pueblos indígenas, el acceso a la educación formal y no formal, e
incluyendo dentro de las currícula nacionales las concepciones educativas indígenas.

2. Para ello, el Gobierno se compromete a impulsar una reforma del sistema educativo con las
siguientes características:
a) Ser descentralizado y regionalizado a fin de que se adapte a las necesidades y especificidades
lingüísticas y culturales;

b) Otorgar a las comunidades y a las familias, como fuente de educación, un papel protagónico en
la definición de las currícula y del calendario escolar y la capacidad de proponer el nombramiento y
remoción de sus maestros a fin de responder a los intereses de las comunidades educativas y
culturales;

c) Integrar las concepciones educativas maya y de los demás pueblos indígenas, en sus
componentes filosóficos, científicos, artísticos, pedagógicos, históricos, lingüísticos y político-
sociales, como una vertiente de la reforma educativa integral;

d) Ampliar e impulsar la educación bilingüe intercultural y valorizar el estudio y conocimiento de los


idiomas indígenas a todos los niveles de la educación;

e) Promover el mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de vida de las comunidades, a


través del desarrollo de los valores, contenidos y métodos de la cultura de la comunidad, la
innovación tecnológica y el principio ético de conservación del medio ambiente;

f) Incluir en los planes educativos contenidos que fortalezcan la unidad nacional en el respeto de la
diversidad cultural;

g) Contratar y capacitar a maestros bilingües y a funcionarios técnicos administrativos indígenas para


desarrollar la educación en sus comunidades e institucionalizar mecanismos de consulta y
participación con los representantes de comunidades y organizaciones indígenas en el proceso
educativo;

h) Perseguir el efectivo cumplimiento del derecho constitucional a la educación que corresponde a


toda la población, especialmente en las comunidades indígenas donde se muestran los más bajos
niveles de atención educativa, generalizando su cobertura y promoviendo modalidades que faciliten
el logro de estos objetivos; e

i) Incrementar el presupuesto del Ministerio de Educación, a fin de que una parte sustancial de este
incremento se asigne a la implementación de la reforma educativa.

3. En el contexto de la reforma educativa, se tendrá plenamente en cuenta las distintas experiencias


educativas mayas, se seguirá impulsando las Escuelas Mayas y se consolidará el Programa Nacional
de Educación Bilingüe Intercultural para los pueblos indígenas y la Franja de Lengua y Cultura Maya
para toda la población escolar guatemalteca. Asimismo se promoverá la creación de una Universidad
Maya o entidades de estudio superior indígena y el funcionamiento del Consejo Nacional de
Educación Maya.
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4. Para facilitar el acceso de los indígenas a la educación formal y no formal, se fortalecerá el sistema
de becas y bolsas de estudio. Asimismo se corregirá aquel material didáctico que exprese
estereotipos culturales y de género.

5. Para realizar el diseño de dicha reforma, se constituirá una comisión paritaria integrada por
representantes del Gobierno y de las organizaciones indígenas.

➢ Medios de comunicación masiva


1. Al igual que el sistema educativo, los medios de comunicación tienen un papel primordial en la
defensa, desarrollo y transmisión de los valores y conocimientos culturales. Corresponde al
Gobierno, pero también a todos los que trabajan e intervienen en el sector de la comunicación,
promover el respeto y difusión de las culturas indígenas, la erradicación de cualquier forma de
discriminación, y contribuir a la apropiación por todos los guatemaltecos de su patrimonio
pluricultural.

2. Por su parte, a fin de favorecer el más amplio acceso a los medios de comunicación por parte de
las comunidades e instituciones mayas y de los demás pueblos indígenas, y la más amplia difusión
en idiomas indígenas del patrimonio cultural indígena, en particular maya, así como del patrimonio
cultural universal, el Gobierno tomará en particular las siguientes medidas:

a) Abrir espacios en los medios de comunicación oficiales para la divulgación de las expresiones
culturales indígenas y propiciar similar apertura en los medios privados;

b) Promover ante el Congreso de la República las reformas que sean necesarias en la actual ley de
radiocomunicaciones con el objetivo de facilitar frecuencias para proyectos indígenas y asegurar la
observancia del principio de no discriminación en el uso de los medios de comunicación. Promover
asimismo la derogación de toda disposición del ordenamiento jurídico que obstaculice el derecho de
los pueblos indígenas a disponer de medios de comunicación para el desarrollo de su identidad; y
c) Reglamentar y apoyar un sistema de programas informativos, científicos artísticos y educativos
de las culturas indígenas en sus idiomas, por medio de la radio, la televisión y los medios escritos
nacionales.

14.3 DERECHOS CIVILES, POLÍTICOS, SOCIALES Y ECONÓMICOS

➢ Marco constitucional
El Gobierno de la República se compromete a promover una reforma de la Constitución Política de
la República que defina y caracterice a la Nación guatemalteca como de unidad nacional, multiétnica,
pluricultural y multilingüe.

➢ Comunidades y autoridades indígenas locales


1. Se reconoce la proyección que ha tenido y sigue teniendo la comunidad maya y las demás
comunidades indígenas en lo político, económico, social, cultural y espiritual. Su cohesión y
dinamismo han permitido que los pueblos maya, garífuna y xinca conserven y desarrollen su cultura
y forma de vida no obstante la discriminación de la cual han sido víctimas.

2. Teniendo en cuenta el compromiso constitucional del Estado de reconocer, respetar y promover


estas formas de organización propias de las comunidades indígenas, se reconoce el papel que
corresponde a las autoridades de las comunidades, constituidas de acuerdo a sus normas
consuetudinarias, en el manejo de sus asuntos.

3. Reconociendo el papel que corresponde a las comunidades, en el marco de la autonomía


municipal, para el ejercicio del derecho de los pueblos indígenas a decidir sus propias prioridades
en lo que atañe al proceso de desarrollo, y en particular con relación a la educación, la salud, la
cultura y la infraestructura, el Gobierno se compromete a afirmar la capacidad de dichas
comunidades en esta materia.
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4. Para ello, y para propiciar la participación de las comunidades indígenas en el proceso de toma
de decisiones sobre todos los asuntos que les afecten, el Gobierno promoverá una reforma al Código
Municipal.

5. Dicha reforma se promoverá de acuerdo con las conclusiones que la comisión de reforma y
participación, establecida en el presente capítulo, literal D, párrafo 4, adoptará sobre los siguientes
puntos, en el contexto de la autonomía municipal y de las normas legales reconociendo a las
comunidades indígenas el manejo de sus asuntos internos de acuerdo con sus normas
consuetudinarias, mencionadas en el presente capítulo, literal E, párrafo 3:

a) Definición del estatus y capacidades jurídicas de las comunidades indígenas y de sus autoridades
constituidas de acuerdo a las normas tradicionales;

b) Definición de formas para el respeto del derecho consuetudinario y todo lo relacionado con el
hábitat en el ejercicio de las funciones municipales, tendiendo en cuenta, cuando sea el caso, la
situación de diversidad lingüística, étnica y cultural de los municipios;

c) Definición de formas para promover la equitativa distribución del gasto público, incluyendo el
porcentaje del presupuesto general de ingresos ordinarios del Estado trasladado anualmente a las
municipalidades, entre las comunidades indígenas y no indígenas, integrantes del municipio,
fortaleciendo la capacidad de dichas comunidades de manejar recursos y ser los agentes de su
propio desarrollo; y

d) Definición de formas para la asociación de comunidades en la defensa de sus derechos e


intereses y la celebración de acuerdos para diseñar y ejecutar proyectos de desarrollo comunal y
regional.

➢ Regionalización

Tomando en cuenta que procede una regionalización administrativa basada en una profunda
descentralización y desconcentración, cuya configuración refleje criterios económicos, sociales,
culturales, lingüísticos, y ambientales, el Gobierno se compromete a regionalizar la administración
de los servicios educativos, de salud y de cultura de los pueblos indígenas de conformidad con
criterios lingüísticos; asimismo se compromete a facilitar la participación efectiva de los
representantes de las comunidades en la gestión educativa y cultural a nivel local a fin de garantizar
su eficiencia y pertinencia.

➢ Participación a todos los niveles


1. Se reconoce que los pueblos indígenas han sido marginados en la toma de decisiones en la vida
política del país, haciéndoseles extremadamente difícil, si no imposible, su participación para la libre
y completa expresión de sus demandas y la defensa de sus derechos.

2. En este contexto, se reitera que los pueblos maya, garífuna y xinca tienen derecho a la creación
y dirección de sus propias instituciones, al control de su desarrollo y a la oportunidad real de ejercer
libremente sus derechos políticos, reconociendo y reiterando asimismo que el libre ejercicio de estos
derechos les da validez a sus instituciones y fortalece la unidad de la nación.

3. En consecuencia, es necesario institucionalizar la representación de los pueblos indígenas en los


niveles local, regional y nacional, y asegurar su libre participación en el proceso de toma de decisión
en los distintos ámbitos de la vida nacional.

4. El Gobierno se compromete a promover las reformas legales e institucionales que faciliten, normen
y garanticen tal participación. Asimismo se compromete a elaborar dichas reformas con la
participación de representantes de las organizaciones indígenas, mediante la creación de una
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comisión paritaria de reforma y participación, integrada por representantes del Gobierno y de las
organizaciones indígenas.

5. Sin limitar el mandato, la comisión podrá considerar reformas o medidas en los siguientes ámbitos:

a) Mecanismos obligatorios de consulta con los pueblos indígenas cada vez que se prevean medidas
legislativas y administrativas susceptibles de afectar los pueblos maya, garífuna y xinca;

b) Formas institucionales de participación individual y colectiva en el proceso de toma de decisión


tales como órganos asesores, consultivos y otros que aseguren la interlocución permanente entre
los órganos del Estado y los pueblos indígenas;
c) Instituciones de representación indígenas que velen por los intereses de los pueblos indígenas a
nivel regional y/o nacional, con estatutos que aseguren su representatividad y atribuciones que
garanticen la debida defensa y promoción de dichos intereses, incluyendo su potestad propositiva
ante los organismos ejecutivo y legislativo; y

d) Garantizar el libre acceso de los indígenas en las distintas ramas de la función pública,
promoviendo su nombramiento en puestos dentro de las administraciones locales, regionales y
nacionales, cuyo trabajo concierne más directamente a sus intereses o cuya actividad se circunscribe
a áreas predominantemente indígenas.

➢ Derecho consuetudinario

1. La normatividad tradicional de los pueblos indígenas ha sido y sigue siendo un elemento esencial
para la regulación social de la vida de las comunidades y, por consiguiente, para el mantenimiento
de su cohesión.

2. El Gobierno reconoce que tanto el desconocimiento por parte de la legislación nacional de las
normas consuetudinarias que regulan la vida comunitaria indígena como la falta de acceso que los
indígenas tienen a los recursos del sistema jurídico nacional han dado lugar a negación de derechos,
discriminación y marginación.

3. Para fortalecer la seguridad jurídica de las comunidades indígenas, el Gobierno se compromete a


promover ante el organismo legislativo, con la participación de las organizaciones indígenas, el
desarrollo de normas legales que reconozcan a las comunidades indígenas el manejo de sus asuntos
internos de acuerdo con sus normas consuetudinarias, siempre que éstas no sean incompatibles
con los derechos fundamentales definidos por el sistema jurídico nacional ni con los derechos
humanos internacionalmente reconocidos.

4. En aquellos casos donde se requiera la intervención de los tribunales, y en particular en materia


penal, las autoridades correspondientes deberán tener plenamente en cuenta las normas
tradicionales que rigen en las comunidades. Para ello, el Gobierno se compromete a tomar las
siguientes medidas:

a) Proponer, con la participación de representantes de las organizaciones indígenas, disposiciones


legales para incluir el peritaje cultural y desarrollar mecanismos que otorguen atribuciones a las
autoridades comunitarias para que señalen las costumbres que constituyen su normatividad interna;
y

b) Impulsar, en coordinación con las universidades de Guatemala, las asociaciones profesionales y


las organizaciones indígenas, un programa permanente para jueces y agentes del Ministerio Público
sobre la cultura y rasgos de identidad de los pueblos indígenas, en especial en el reconocimiento de
sus normas y mecanismos que regulan su vida comunitaria.
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5. Para asegurar el acceso de los indígenas a los recursos del sistema jurídico nacional, el Gobierno
se compromete a impulsar servicios de asesoría jurídica gratuita para personas de bajos recursos
económicos y reitera su obligación de poner gratuitamente a disposición de las comunidades
indígenas intérpretes judiciales, asegurando que se aplique rigurosamente el principio que nadie
puede ser juzgado sin haber contado con el auxilio de interpretación en su idioma.

6. El Gobierno propiciará, en cooperación con las organizaciones indígenas, las universidades del
país y las asociaciones profesionales correspondientes, el estudio sistemático y detenido de los
valores y procedimientos de la normatividad tradicional.

➢ Derechos relativos a la tierra de los pueblos indígenas

1. Los derechos relativos a la tierra de los pueblos indígenas incluyen tanto la tenencia comunal o
colectiva, como la individual, los derechos de propiedad, de posesión y otros derechos reales, así
como el aprovechamiento de los recursos naturales en beneficio de las comunidades, sin perjuicio
de su hábitat. Es necesario desarrollar medidas legislativas y administrativas para el reconocimiento,
titulación, protección, reivindicación, restitución y compensación de estos derechos.

2. La desprotección de los derechos relativos a la tierra y recursos naturales de los pueblos indígenas
es parte de una problemática muy amplia que se debe entre otras razones a que los campesinos
indígenas y no indígenas difícilmente han podido legalizar sus derechos mediante titulación y
registro. Cuando excepcionalmente han podido legalizar sus derechos, no han tenido acceso a los
mecanismos legales para defenderlos. Al no ser exclusiva de la población indígena, aunque ésta ha
sido especialmente afectada, esta problemática deberá abordarse al tratarse el tema "Aspectos
socioeconómicos y situación agraria", como parte de las consideraciones sobre reformas en la
estructura de la tenencia de la tierra.

3. Sin embargo, la situación de particular desprotección y despojo de las tierras comunales o


colectivas indígenas merece una atención especial en el marco del presente acuerdo. La
Constitución de la República establece la obligación del Estado de dar protección especial a las
tierras de cooperativas, comunales o colectivas; reconoce el derecho de las comunidades indígenas
y otras a mantener el sistema de administración de las tierras que tengan y que históricamente les
pertenecen; y contempla la obligación del Estado de proveer de tierras estatales a las comunidades
indígenas que las necesiten para su desarrollo.

4. Reconociendo la importancia especial que para las comunidades indígenas tiene su relación con
la tierra, y para fortalecer el ejercicio de sus derechos colectivos sobre la tierra y sus recursos
naturales, el Gobierno se compromete a adoptar directamente, cuando es de su competencia, y a
promover cuando es de la competencia del organismo legislativo o de las autoridades municipales,
las medidas abajo mencionadas, entre otras, que se aplicarán en consulta y coordinación con las
comunidades indígenas concernidas.

Regularización de la tenencia de la tierra de las comunidades indígenas


5. El Gobierno adoptará o promoverá medidas para regularizar la situación jurídica de la posesión
comunal de tierras por las comunidades que carecen de títulos de propiedad, incluyendo la titulación
de las tierras municipales o nacionales con clara tradición comunal. Para ello, en cada municipio se
realizará un inventario de la situación de tenencia de la tierra.

Tenencia de la tierra y uso y administración de los recursos naturales


6. El Gobierno adoptará y promoverá las medidas siguientes:
a) Reconocer y garantizar el derecho de acceso a tierras y recursos que no estén exclusivamente
ocupados por las comunidades, pero a las que éstas hayan tenido tradicionalmente acceso para sus
actividades tradicionales y de subsistencia (servidumbres, tales como paso, tala, acceso a
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manantiales, etc., y aprovechamiento de recursos naturales), así como para sus actividades
espirituales;
b) Reconocer y garantizar el derecho de las comunidades de participar en el uso, administración y
conservación de los recursos naturales existentes en sus tierras;
c) Obtener la opinión favorable de las comunidades indígenas previa la realización de cualquier
proyecto de explotación de recursos naturales que pueda afectar la subsistencia y el modo de vida
de las comunidades. Las comunidades afectadas deberán percibir una indemnización equitativa por
cualquier daño que puedan sufrir como resultado de estas actividades; y
d) Adoptar, en cooperación con las comunidades, las medidas necesarias para proteger y preservar
el medio ambiente.

Restitución de tierras comunales y compensación de derechos


7. Reconociendo la situación de particular vulnerabilidad de las comunidades indígenas, que han
sido históricamente las víctimas de despojo de tierras, el Gobierno se compromete a instituir
procedimientos para solucionar las reivindicaciones de tierras comunales formuladas por las
comunidades, y para restituir o compensar dichas tierras. En particular, el Gobierno adoptará o
promoverá las siguientes medidas:

a) Suspender las titulaciones supletorias para propiedades sobre las cuales hay reclamos de
derechos por las comunidades indígenas;
b) Suspender los plazos de prescripción para cualquier acción de despojo a las comunidades
indígenas; y
c) Sin embargo, cuando los plazos de prescripción hayan vencido anteriormente, establecer
procedimientos para compensar a las comunidades despojadas con tierras que se adquieran para
el efecto.

Adquisición de tierras para el desarrollo de las comunidades indígenas


8. El Gobierno tomará las medidas necesarias, sin afectar la pequeña propiedad campesina, para
hacer efectivo el mandato constitucional de proveer de tierras estatales a las comunidades indígenas
que las necesiten para su desarrollo.

Protección jurídica de los derechos de las comunidades indígenas


9. Para facilitar la defensa de los derechos arriba mencionados y proteger las comunidades
eficazmente, el Gobierno se compromete a adoptar o promover las siguientes medidas:
a) El desarrollo de normas legales que reconozcan a las comunidades indígenas la administración
de sus tierras de acuerdo con sus normas consuetudinarias;
b) Promover el aumento del número de juzgados para atender los asuntos de tierras y agilizar
procedimientos para la resolución de dichos asuntos;
c) Instar a las facultades de ciencias jurídicas y sociales al fortalecimiento del componente de
derecho agrario en las currícula de estudio, incluyendo el conocimiento de las normas
consuetudinarias en la materia;
d) Crear servicios competentes de asesoría jurídica para los reclamos de tierras;
e) Proveer gratuitamente el servicio de intérpretes a las comunidades indígenas en asuntos legales;
f) Promover la más amplia divulgación dentro de las comunidades indígenas de los derechos agrarios
y los recursos legales disponibles; y
g) Eliminar cualquier forma de discriminación de hecho o legal contra la mujer en cuanto a facilitar el
acceso a la tierra, a la vivienda, a créditos y a participar en los proyectos de desarrollo.
10. El Gobierno se compromete a dar a la ejecución de los compromisos contenidos en este literal F
la prioridad que amerita la situación de inseguridad y urgencia que caracteriza la problemática de la
tierra de las comunidades indígenas. Para ello, el Gobierno establecerá, en consulta con los pueblos
indígenas, una comisión paritaria sobre derechos relativos a la tierra de los pueblos indígenas, para
estudiar, diseñar y proponer los procedimientos y arreglos institucionales más adecuados. Dicha
comisión será integrada por representantes del Gobierno y de las organizaciones indígenas.

14.5 COMISIONES PARITARIAS


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Con respecto a la composición y el funcionamiento de la comisión de reforma educativa mencionada


en el capítulo III, literal G, párrafo 5, la comisión de reforma y participación mencionada en el capítulo
IV, literal D, párrafo 4, y la comisión sobre derechos relativos a la tierra de los pueblos indígenas,
mencionada en el capítulo IV, literal F, párrafo 10, las partes acuerdan lo siguiente:

a) Las comisiones estarán integradas por igual número de representantes del Gobierno y de
representantes de las organizaciones indígenas.
76

b) El número de miembros de las comisiones se fijará en consultas entre el Gobierno y los sectores mayas miembros
de la Asamblea de la Sociedad Civil;

c) Los sectores mayas miembros de la Asamblea de la Sociedad Civil convocarán a las organizaciones mayas, garífunas
y xincas interesadas a participar en dichas comisiones para que designen los representantes indígenas en las
comisiones;

d) Las comisiones adoptarán sus conclusiones por consenso;

e) Las comisiones determinarán su funcionamiento con base en los mandatos definidos en el presente acuerdo; y

f) Las comisiones podrán solicitar la asesoría y cooperación de organismos nacionales e internacionales pertinentes
para el cumplimiento de sus mandatos.

14.6 RECURSOS
Teniendo en cuenta la importancia de las medidas contenidas en el presente acuerdo, el Gobierno se compromete a
hacer todos los esfuerzos necesarios para movilizar los recursos indispensables para la ejecución de sus compromisos
en dicho acuerdo. Además del Gobierno, amplios sectores de la comunidad nacional pueden tener un papel activo en
promover el respeto de la identidad de los pueblos indígenas y el pleno ejercicio de sus derechos. Se insta a dichos
sectores a que contribuyan con los recursos a su alcance al cumplimiento del presente acuerdo en los ámbitos que les
corresponden. La cooperación internacional es indispensable para complementar los esfuerzos nacionales con recursos
técnicos y financieros, en particular en el marco del Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo
(1994-2004).

14.7 DISPOSICIONES FINALES


1. De conformidad con el Acuerdo Marco, se solicita al Secretario General de las Naciones Unidas verifique el
cumplimiento del presente acuerdo, sugiriéndole que, en el diseño del mecanismo de verificación, tenga en cuenta las
opiniones de las
organizaciones indígenas.

2. Los aspectos de este acuerdo que correspondan a los derechos humanos que se encuentran reconocidos en el
ordenamiento jurídico guatemalteco, incluidos los tratados, convenciones y otros instrumentos internacionales sobre la
materia de los que Guatemala es parte, tienen vigencia y aplicación inmediatas. Se solicita su verificación por la Misión
de verificación de los derechos humanos y del cumplimiento de los compromisos del Acuerdo global sobre derechos
humanos en Guatemala (MINUGUA).

3. El presente acuerdo forma parte del Acuerdo de Paz Firme y Duradera y, salvo lo acordado en la disposición anterior,
entrará en vigencia en el momento de la firma de este último.

4. Se dará la más amplia divulgación del presente acuerdo, tanto en español como en los principales idiomas indígenas,
para lo cual se solicitará la cooperación financiera internacional.
77
SEGUNDA UNIDAD

LA CIENCIA

1.- CONCEPTO DE CIENCIA


M.B. Kedrov A. Spirkin

La ciencia es un importantísimo elemento de la cultura espiritual, la forma superior de los conocimientos humanos; es
un sistema de conocimientos en desarrollo, los cuales se obtienen mediante los correspondientes métodos
cognoscitivos5 y se reflejan en conceptos6 exactos, cuya veracidad se comprueba y demuestra a través de la práctica
social. La ciencia es un sistema de conceptos acerca de los fenómenos y leyes7 del mundo externo o de la actividad
espiritual de los individuos, que permite prever y transformar la realidad en beneficio de la sociedad; una forma de
actividad humana históricamente establecida, una “producción espiritual”, cuyo contenido y resultado es la reunión de
hechos orientados en un determinado sentido, de hipótesis y teorías elaboradas y de las leyes que constituyen su
fundamento, así como de procedimientos y métodos de investigación.

1.1 Rasgos generales de la ciencia.

El concepto de ciencia se aplica tanto para denominar el proceso de elaboración de los conocimientos científicos como
todo el sistema de conocimientos, comprobados por la práctica, que constituyen una verdad objetiva, y también para
señalar distintas esferas de conocimientos científicos, diferentes ciencias. La ciencia moderna es un conjunto
extraordinariamente subdividido de ramas científicas diversas.

Con ayuda de la ciencia, la humanidad ejerce dominio sobre las fuerzas de la naturaleza, desarrolla la producción de
bienes materiales y transforma las relaciones sociales.

El vocablo ciencia equivale literalmente a conocimiento. Los conocimientos significan la posesión de datos confirmados
acerca de los fenómenos materiales y espirituales y su acertada reflexión en la conciencia humana. El saber es contrario
a la ignorancia, es decir, a la falta de una información comprobada acerca de algo. Nuestra razón se mueve del
desconocimiento al saber, del conocimiento superficial al conocimiento profundo y multilateral.

Los conocimientos pueden ser de diferentes clases: cotidianos, precientíficos y científicos, empíricos y teóricos.

Los conocimientos elementales son propios de los animales, que poseen una información cierta sobre determinadas
propiedades de las cosas y sobre sus relaciones más simples, lo cual constituye la condición necesaria para que se
orienten adecuadamente en el mundo que les rodea. Conocimientos elementales y cotidianos los poseen los niños en
su tierna infancia. Cada individuo adquiere en el transcurso de su vida numerosos datos empíricos sobre el mundo
exterior y sobre sí mismo. Los hombres primitivos poseían ya no pocos conocimientos en forma de datos útiles,
costumbres, experiencias empíricas, recetas de fabricación, etc., que se transmitían de generación en generación;
sabían hacer muchas cosas, y su habilidad estaba basada en los conocimientos que poseían. Los conocimientos tanto
cotidianos como precientíficos y científicos se apoyan en la práctica. Todas las clases de conocimientos son el reflejo
de las cosas.

Los conocimientos científicos, sin embargo, se diferencian notablemente de los cotidianos y precientíficos. Los
conocimientos cotidianos, empíricos, se limitan, por regla general, a la constancia de los hechos y a su descripción. Por
ejemplo, los marinos sabían perfectamente cómo usar las palancas, y lo mismo les sucedía a los comerciantes con las
balanzas, mucho antes de que Arquímedes descubriese la ley de la palanca. Pero esta ley hizo posible el invento de
nuevos mecanismos, lo que a ningún práctico le hubiera venido a la imaginación. Los conocimientos científicos
presuponen no sólo la constancia y descripción de los hechos, sino su explicación e interpretación dentro del conjunto
del sistema general de conceptos de determinada ciencia. El conocimiento cotidiano se limita a hacer constar, y eso
sólo superficialmente, cómo se desarrolla tal o cual acontecimiento. El conocimiento científico, en cambio, no responde

5
Cognoscitivo (del latín cognoscere = conocer) referente al conocimiento. Métodos cognoscitivos métodos de conocimiento
6
Concepto: es la síntesis mental de las características esenciales de un objeto o un proceso o grupo de procesos.
7
Las leyes objetivas constituyen las formas generales de las relaciones de cambio y representan las conexiones internas y necesarias en que se
produce la variación de los procesos y de sus propiedades.
78
únicamente a la pregunta de cómo, sino también de por qué se realiza precisamente de ese modo. La esencia del
conocimiento científico consiste en la auténtica generalización de los hechos, en que tras lo casual descubre lo
necesario, lo que se halla respaldado por leyes; tras lo singular, lo general8 y sobre esta base, se lleva a cabo la previsión
de diferentes fenómenos, objetos y acontecimientos; la coronación de la labor científica es la predicción, que nos
descubre los horizontes de los fenómenos acontecimientos históricos futuros, es el signo revelador de que el
pensamiento científico supeditó las fuerzas de la naturaleza y las que mueven la vida social a la realización de las tareas
que la humanidad se plantea. Todo el progreso del conocimiento científico está relacionado con el crecimiento de las
fuerzas y del horizonte de la predicción científica. Por su parte, la previsión permite controlar y dirigir los procesos. El
conocimiento científico ofrece la perspectiva no sólo de prever el futuro, sino de formarlo conscientemente. El sentido
vital de cualquier ciencia puede caracterizarse de la siguiente forma: saber para prever, prever para actuar.

Un rasgo esencial del conocimiento científico es su sistema, es decir, la agrupación de los conocimientos, ordenada
según determinados principios teóricos. Un conjunto de conocimientos dispersos, que no se hallen unidos según un
sistema que guarde conexión, no llegará a constituir una ciencia. El fundamento de los conocimientos científicos rauca
en una serie de premisas iniciales, en unas leyes determinadas que permiten agrupar los correspondientes
conocimientos en su sistema único. Los conocimientos se transforman en científicos cuando la acumulación de hechos,
realizada de acuerdo con una orientación determinada, y su descripción alcanzan tal nivel, que pueden ser incluidos en
un sistema de conceptos y formar parte de una teoría. Ya en la antigüedad, la filosofía y la lógica alcanzaron carácter
científico. Los pueblos remotos habían logrado acumular no pocos conocimientos sobre las relaciones cuantitativas de
las cosas. Basándose en ellos construyeron grandes obras, palacios, pirámides, etc. Pero estos conocimientos
matemáticos elementales no tuvieron durante un largo tiempo más que un carácter precientífico: no habían llegado a
formar un sistema cohesionado sobre la base de principios y leyes generales. Fue en los trabajos de Euclides donde
los conocimientos matemáticos comenzaron a adquirir por primera vez una forma científica. Euclides les dio carácter
sistemático y demostrativo. Prácticamente, la química es tan antigua como la humanidad. Pero los datos elementales
de carácter práctico acerca de los procesos químicos aún no constituían una ciencia. Solamente en el siglo XVII, a partir
de los trabajos de Boyle, la química comenzó a transformarse en ciencia.

Cada ciencia tiene su etapa de formación. Pero el criterio que rige la creación de cualquier ciencia es común: determinar
la materia a investigar, elaborar los conceptos correspondientes a la materia en cuestión, establecer la ley fundamental
inherente a dicha materia y descubrir el principio o crear las teorías que permitan explicar gran número de casos.

Por ejemplo, la mecánica constituyó una ciencia cuando se establecieron las leyes de la inercia y de la conservación de
la cantidad de movimiento y se elaboraron los correspondientes conceptos (Galileo, Descartes, Newton). La creación
de la economía política se remonta a los fisiócratas. Adam Smith, David Ricardo y otros descubrieron después las
primeras leyes económicas, pero sólo más tarde se transformó la economía política en verdadera ciencia. Los
conocimientos sociológicos se convirtieron en ciencia cuando se descubrieron las fuerzas motrices del proceso histórico
y las leyes objetivas de desarrollo de la sociedad.

En la historia de su desarrollo, el conocimiento alcanzó carácter científico a medida que fue descubriendo leyes y
adquiriendo fuerza previsora.

Los conocimientos científicos se diferencian radicalmente de la fe, es decir, de la ciega creencia en la veracidad de lo
que en principio no se puede comprobar en la práctica ni demostrar lógicamente. Sin embargo, hay que diferenciar la fe
de la convicción basada en conocimientos, sobre todo científicos. La convicción puede estar fundamentada
científicamente; en cambio, la fe ciega, en los milagros y en lo sobrenatural, la fe como prejuicio, como creencia en los
signos favorables o desfavorables y en los sueños, no admite demostración alguna; solamente puede ser inculcada. En
oposición a la fe, los conocimientos científicos son un reflejo veraz de la realidad, capaz de ser fundamentado a través
de la práctica, y lógicamente demostrado. La conexión lógica en el sistema de los conocimientos científicos se adopta
como condición necesaria, que se desprende de los hechos o de unas verdades previamente establecidas. Por eso, el
resultado argumentado de la cognición científica se manifiesta como algo de carácter general y adquiere fuerza
convincente para las personas que poseen la necesaria cultura mental.

8
Casualidad, necesidad, singular universal. Véase Leyes y categorías de la dialéctica. Guatemala: Departamento de Publicaciones, Facultad de
CC.EE. Colección Textos Filosóficos No. 7, 1977.
79
El conocimiento científico del mundo se diferencia esencialmente de la conciencia estética. Aunque la ciencia y el arte
reflejan la realidad, en la primera, el reflejo tiene lugar en forma de conceptos y categorías9 mientras que en el arte se
lleva a cabo a través de la imagen artística. El conocimiento científico persigue la máxima exactitud, excluyendo todo lo
individual, todo lo que el investigador haya podido aportar por cuenta propia: la ciencia es una forma social, de carácter
general, de desarrollo del saber. Toda la historia de la ciencia confirma el hecho de que cualquier subjetivismo ha sido
eliminado siempre, del modo más implacable, de la senda de los conocimientos científicos, conservando únicamente lo
supraindividual, lo objetivo. Las obras artísticas son únicas en su género, mientras que los resultados de las
investigaciones científicas son generales. La ciencia es un producto del desarrollo histórico general en su resumen
abstracto. En cambio, el arte admite la invención, la introducción por el propio artista de algo que en esa forma precisa
no existe, no existió y probablemente no existirá en la realidad. En la ciencia, por el contrario, lo fundamental consiste
en eliminar todo lo singular e individual, todo lo que no se puede repetir, y conservar lo general en forma de conceptos
y categorías. En el mundo, la forma de lo general es la ley. Por eso, el conocimiento científico es el conocimiento de las
leyes del mundo.

1.2 Estructura del conocimiento científico.

En la composición de la ciencia hay que distinguir: los datos acumulados a lo largo de su desarrollo, que son producto
de las observaciones y los experimentos; los resultados de la generalización de dichos datos, expresados en las
correspondientes teorías, leyes y principios; las conjeturas e hipótesis científicas basadas en los hechos, los cuales
necesitan de posterior comprobación experimental, y la interpretación teórica, es decir, filosófica, de los principios y
leyes descubiertos por la ciencia, y de los aspectos del conocimiento científico, tanto los metodológicos como los que
reflejan la concepción del mundo. Todas estas facetas y aspectos de la ciencia coexisten en estrecha relación.

Una condición necesaria en la investigación científica es establecer el hecho o los hechos. La constancia del hecho
permite fijar un aspecto o un fenómeno determinado del objetivo que se estudia. Los hechos científicos son el resultado
de una observación verídica, de un experimento, etc. Su manifestación tiene lugar en forma de observación directa del
objetivo en cuestión, de la indicación de los aparatos, una fotografía, el acta de los experimentos, cuadros, esquemas,
apuntes, documentos procedentes de archivos, testimonios comprobados de testigos, etc.

La fuerza de la ciencia radica en que se apoya en hechos. Pero los hechos solos aún no constituyen la ciencia, lo mismo
que los materiales de construcción aún no son el edificio. Los hechos pasan a formar parte de la trama de la ciencia tan
solo después de haber sido seleccionados, clasificados, generalizados y explicados: La tarea del conocimiento científico
consiste en descubrir las causas de la aparición de determinados hechos, aclarar su importancia esencial y establecer
nexos regulares entre los mismo.

Para el progreso del conocimiento científico es muy importante establecer nuevos hechos. Su interpretación da lugar a
la construcción de una teoría, eslabón fundamental de cualquier ciencia. El desarrollo de la ciencia está ligado al
descubrimiento de nuevas leyes de la realidad. El poder del hombre sobre el mundo que le rodea lo mide la profundidad
y amplitud con que conoce sus leyes. Muy próximos a las leyes se hallan los principios que son hechos experimentales
generalizados (por ejemplo, el principio de la acción mínima, el de la constancia de la velocidad de la luz, etc.)

Cualquier teoría por desarrollada que esté, es una reproducción incompleta y grosera del objeto. El conocimiento
científico se mueve en permanente contradicción entre la inagotable riqueza de propiedades y relaciones que tiene el
objeto y la tendencia por parte del sujeto a reproducirlas lo más íntegramente posible en el sistema de conocimientos
científicos. Cualquier teoría científica tiene carácter limitado; por eso en cualquier período concreto se hacen necesarios
los conocimientos en forma de suposiciones, de hipótesis. Las hipótesis comprobadas y confirmadas por la práctica se
transforman en teorías.

Un componente importante del conocimiento científico es la interpretación filosófica de los datos de que dispone la
ciencia, interpretación que constituye tanto su base metodológica como concepcional. El investigador ve los hechos que
estudia y los generaliza, partiendo siempre de posiciones filosóficas determinadas. Ya la propia selección de los hechos,
sobre todo en las ciencias sociales, es una cuestión profundamente metodológica, cuya acertada resolución exige, gran
preparación teórica y amplia cultura filosófica. El desarrollo de la ciencia necesita no sólo saber interpretar teóricamente

9 Las categorías de una ciencia son los conceptos que tienen mayor extensión dentro de ella, porque abarcan por completo su dominio.
80
los hechos, sino también analizar el propio proceso de su obtención y darse cuenta de los procedimientos generales a
seguir para buscar lo nuevo. El estudio de semejantes problemas tiene carácter filosófico.

1.3 Esencia social de la ciencia.

La ciencia es un complejo fenómeno social, que incluye numerosas facetas y está relacionado con otros numerosos
fenómenos de la vida social. La aparición de la ciencia y su desarrollo constituye una parte integrante de la historia
univera1 de la humanidad. Si la ciencia no puede surgir ni desarrollarse al margen de la sociedad, tampoco ésta, en una
fase elevada de su desenvolvimiento, puede existir sin la ciencia. El sentido histórico de la aparición y desarrollo de la
ciencia consiste en dar satisfacción a las necesidades que plantea la vida social. En la elección de la materia que ha de
ser investigada científicamente, en la orientación que ha de seguir la ciencia en su desarrollo y los temas que ha de
tratar, en el carácter que ha de tener la utilización de sus logros influyen notablemente numerosos hechos sociales: las
necesidades de la producción de bienes materiales, la práctica político-social, la estructura económica de la sociedad,
el carácter reinante de la concepción del mundo, las distintas formas de conciencia social, él nivel de desarrollo de la
producción, la técnica, la cultura espiritual, la instrucción y también la lógica interna del propio conocimiento científico.
Entre todos estos factores, las necesidades de la producción de bienes materiales y la lucha de clases son decisivas;
ellas plantean a la ciencia determinados problemas cognoscitivos; la producción aparece como el consumidor más
importante de los resultados del conocimiento científico de la naturaleza y el suministrador de los medios científicos —
aparatos e instrumentos— sin cuya ayuda es prácticamente imposible realizar la investigación, por ejemplo, del
microcosmos y de otras muchas esferas de la realidad. El éxito de la creación científica depende no sólo del talento, la
agudeza y la fantasía del investigador, sino también de los aparatos necesarios. Es precisamente el desarrollo de la
técnica lo que ha proporcionado a la ciencia medios potentísimos de experimentación, de investigación lógica, como
son el sincrocilotón, las naves cósmicas y las máquinas lógicas.10 La práctica social es la esfera de aplicación dé los
conocimientos, y en este sentido constituye el objetivo del conocimiento. La práctica sirve de criterio a la veracidad de
los resultados del conocimiento científico. De hecho, en cualquier esfera de la ciencia, la orientación práctica representa
el estímulo fundamental y determinante de la investigación. Toda la historia del conocimiento científico, muestra que,
después de que un descubrimiento ha sido utilizado en la práctica, se inicia un desarrollo intenso en la correspondiente
esfera del saber científico: el desenvolvimiento de la técnica revoluciona la ciencia.

En las investigaciones científicas existen, como si dijéramos, diferentes pisos: unos responden a las necesidades más
perentorias y más directas de la práctica; otros, en cambio, están calculados con vista a perspectivas más o menos
lejanas. Podrían ser considerados como los pisos superiores de la investigación científica, y tratan de descubrir las
amplias posibilidades que ofrece la práctica en el futuro e introducir cambios radicales en la práctica existente.

1.4 La ciencia en la práctica social.

El practicismo estrecho es perjudicial para la ciencia, sobre todo para sus capítulos teóricos, ya que limita el pensamiento
científico a la estrecha vía del movimiento, reduciéndolo a los aspectos del objeto que se estudia, únicamente
importantes para las formas transitorias de la práctica, lo que hace que se empobrezca el contenido de la teoría. Por el
contrario, cuando el pensamiento científico no se siente obstaculizado por estos marcos, es capaz de descubrir en el
objeto propiedades y relaciones que ofrecen en perspectiva la posibilidad de utilizarlo en la práctica de un modo más
plurifacético. El separar la teoría de la práctica y la vida da a la primera un carácter abstracto, lo que en resumen la priva
de su importancia científica y social, haciéndola perderse en los laberintos de la escolástica.

Aunque surge y se desarrolla bajo la influencia de las necesidades materiales de la sociedad, la creación científica tiene,
sin embargo, un carácter relativamente independiente y una lógica interna en su movimiento.

La historia de la ciencia revela que, con frecuencia, la aparición de ideas fructíferas en alguna de las ramas del saber
sirvió de impulso al desarrollo creador de otras esferas de la ciencia. El movimiento teórico del pensamiento se
manifiesta, a fin de cuentas como finalidad de la actividad práctica, encarnándose y materializándose en la producción.
La ciencia no sólo sigue a la práctica, sino que sé anticipa a ella. Numerosos descubrimientos han sido realizados
independientemente de las exigencias de la práctica, y sólo posteriormente han servido de fuente a una nueva práctica:
ejemplo de ello es el descubrimiento de los Rayos X.

10
“Cerebros electrónicos”.
81
En el desarrollo de la ciencia desempeñan un papel nada despreciable los estímulos materiales que influyen en sus
creadores; sin embargo, es mucho mayor la importancia de los estímulos morales, de las fuerzas motrices de carácter
ideal: facilitar la labor de las personas, instruirlas, transformar las relaciones sociales en beneficio del pueblo, deleitarse
en el proceso creador, etc. La conciencia de la responsabilidad ante la sociedad y el deseo de prestar sus servicios en
aras de los intereses de la humanidad han servido de impulso a la labor de científicos notables. Las fuerzas motrices
de carácter ideal no constituyen un fenómeno inicial, sino derivado: tiene fundamento objetivo y reflejan las exigencias
reales de la sociedad. Cada científico es hijo de su época, y son las necesidades de la misma las que, en definitiva,
determinan el carácter de su trabajo. La humanidad se plantea únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien
miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando
las condiciones materiales para su realización.

Las exigencias de la producción de bienes materiales influyen en el desarrollo de la ciencia a través del prisma del
régimen económico de cada sociedad concreta. Y hay que tener en cuenta que en el transcurso de la historia la
dependencia que existe entre el desarrollo de la ciencia y las relaciones sociales aumenta más y más. El control de la
sociedad y el Estado en la ciencia es cada vez mayor.

La ciencia experimenta la influencia de la sociedad, pero por su parte también desempeña un papel extraordinario en el
progreso social, ya que influye en el desarrollo de los procedimientos y métodos de la producción material y en las
condiciones de vida de las personas. A medida que la técnica hace uso de los descubrimientos científicos se
revolucionan las fuerzas productivas. La ciencia influye no sólo indirecta, sino también directamente en toda la vida
espiritual de la sociedad. Eleva la cultura intelectual y revoluciona las mentes de los hombres. Los grandes
descubrimientos científicos y los inventos técnicos, íntimamente ligados a ellos, influyen de manera ingente en los
destinos de toda la historia de la humanidad.

En los diferentes períodos de la historia, el papel de la ciencia no es igual. Los conocimientos que las personas adquirían
en el trabajo, en la producción y en el hogar comenzaron a tener carácter científico ya en la sociedad esclavista. Pero
entonces los elementos del saber científico influían muy débilmente en la producción; esta última la realizaban
fundamentalmente los esclavos con ayuda de instrumentos manuales y sobre la base de conocimientos y hábitos
empíricos, elaborados a lo largo de siglos. Con el feudalismo no variaron mucho los instrumentos que empleaba la
producción. al servicio entonces de la economía natural. El progreso técnico era muy débil y estaba basado
principalmente en la maestría individual y la experiencia de los artesanos.

El papel de la ciencia en el desarrollo de la producción fue en aumento a medida que ésta se amplió y se socializó. El
capitalismo, nacido en el seno de la sociedad feudal, planteó por vez primera tales problemas prácticos que sólo podían
ser resueltos desde un punto de vista científico: la producción alcanzó tal envergadura, que se hizo necesario el empleo
de la mecánica, las matemáticas, etc. La ciencia se fue convirtiendo cada vez más en el contenido espiritual dé las
fuerzas productivas, viéndose plasmados sus éxitos en las innovaciones técnicas.

Los pensadores más preeminentes de aquel entonces comenzaron a sentir con toda agudeza la necesidad de introducir
los principios científicos en la producción, e hicieron llamamientos hacia la creación de una ciencia, con ayuda de la cual
“. . .conociendo la fuerza y la acción del fuego, el agua, el aire, las estrellas, el firmamento y todos los demás cuerpos
que nos rodean, con la misma claridad con que conocemos las diferentes ocupaciones de nuestros artesanos,
podríamos utilizarlas de igual modo en toda clase de aplicaciones, convirtiéndonos con ello en dueños y señores de la
naturaleza”.11 Toda la marcha ulterior de la historia constituye en este sentido un riguroso y cada vez más profundo
proceso de “cientificación” de la producción, un proceso de transformación de la ciencia de la naturaleza en una fuerza
productiva directa.

Este proceso se lleva a cabo a través de muchos caminos, y ante todo mediante la creación de los fundamentos teóricos
para construir instrumentos y máquinas cada vez más perfectos: el desarrollo de los instrumentos de trabajo, es el
exponente del grado en que los conocimientos sociales en general —la ciencia— se han transformado en más fuerza
productiva directa. Actualmente este proceso se refleja en el automatismo de la producción, en la sustitución parcial de
la labor del cerebro humano por mecanismos cibernéticos. Al ampliar la esfera del trabajo socializado, la ciencia permite
obtener con menos gasto de trabajo vivo mayores resultados en la producción de bienes materiales.

11 R. Descartes, Obras escogidas.


82
La transformación de la ciencia de la naturaleza en una fuerza productiva directa se efectúa mediante el
perfeccionamiento de los métodos de producción, por ejemplo, sustituyendo los métodos mecánicos de elaboración por
otros eléctricos o químicos, y también reduciendo el tiempo de fabricación de las piezas: la creación de la riqueza real
de la sociedad, se hace menos dependiente del tiempo de trabajo y de la cantidad de trabajo empleada, y depende del
estado general de la ciencia y del grado de desarrollo de la tecnología o de la utilización de esta ciencia en la producción.

La ciencia de la naturaleza se transforma en fuerza productiva a través de la búsqueda y la utilización de nuevas fuentes
de energía y la creación de materiales artificiales, perfeccionando el transporte y reduciendo la duración del traslado del
personal y las mercancías, disminuyendo el tiempo que se emplea en transmitir la información, aumentando el
rendimiento de la agricultura y la productividad de la ganadería, conservando la salud de las personas en calidad de
principal fuerza productiva y elevando su nivel cultural y técnico.

La solución eficaz del problema de combinar la ciencia de la naturaleza con la producción, depende del carácter del
régimen social. La finalidad social de la ciencia consiste en facilitar la vida y el trabajo de las personas, elevar el poder
de la sociedad sobre las fuerzas de la naturaleza y facilitar el perfeccionamiento de las relaciones sociales. Gracias a
sus descubrimientos, la ciencia actual ha hecho mucho por aliviar la vida y la actividad de los individuos. Los inventos y
descubrimientos científicos han logrado elevar la productividad del trabajo y aumentar la masa de mercancías. Pero los
tesoros de la ciencia moderna no han dado la felicidad a todos los hombres, no les han protegido de las necesidades y
la miseria. La introducción de las máquinas automáticas da lugar a la intensificación del trabajo, al desempleo y a la
disminución del salario.

La ciencia es una potente arma de dos filos que según en qué manos se encuentre puede llevar la felicidad y el bienestar
a las personas o acarrearles la ruina. Así, el desarrollo unilateral de las ciencias naturales y la técnica han dado lugar a
que la humanidad se vea amenazada por la guerra termonuclear. Eminentes naturalistas piensan alarmados en las
consecuencias de sus descubrimientos científicos. Los hombres de ciencia conocen la utilidad que ésta ha aportado a
la humanidad; saben también a dónde podría llegar si la paz reinase en el mundo. No quieren que algún día sean
pronunciadas las siguientes palabras: “La ciencia nos ha llevado al desastre, a consecuencia de las bombas, atómicas
y de hidrógeno”. “Los científicos saben que la ciencia no puede ser culpable, lo son únicamente los individuos que hacen
mal uso de sus éxitos.12

A la ciencia se le plantean tareas: verdaderamente grandiosas: descubrir las posibilidades de regular las reacciones
termonucleares con vistas al empleo pacífico de las fuentes de energía nuclear, influir sobre el clima, vencer las
enfermedades y asegurar al hombre la longevidad, dirigir y regular los procesos vitales de los organismos, crear en
abundancia materiales artificiales con propiedades preestablecidas, conquistar el espacio cósmico, alcanzar las
inconmensurables extensiones del universo, etc.

Son en primer lugar, las ciencias económicas; las llamadas a prestar su ayuda en la utilización más racional de las
reservas materiales y humanas, en la elección de los procedimientos más progresivos para desarrollar la producción y
en el perfeccionamiento de la organización del trabajo.

2.- OBJETIVO Y ALCANCE DE LA CIENCIA


Mario Bunge

La ciencia tiende a construir reproducciones conceptuales de las estructuras de los hechos, o sea, teorías actuales,
pero también la mitología ofrece modelos del mundo, para entenderlo y para dominarlo mejor. ¿Por qué vamos a preferir
las teorías científicas a las especulaciones míticas? La primera tentación invita a contestar: porque las teorías científicas
son reconstrucciones verdaderas de la realidad, pero un vistazo a las infinitas convulsiones de la ciencia, en las cuales
la mayoría de las teorías aparecen inficionadas por alguno que otro error y sólo unas (pocas) aparecen como
verdaderas, aunque nunca definitivamente, debe convencernos de que la investigación científica no consigue la verdad
completa. ¿Qué derecho tenemos entonces a creer que la ciencia sale mejor librada que la mitología? ¿Debemos llegar
a la conclusión de que la mitología y la ciencia suministran imágenes de la realidad diferentes, pero igualmente
legítimas? Es evidente que no: la ciencia no pretende ser verdadera en sentido absoluto, ni por tanto final e incorregible
como en cambio hace la mitología. Lo que afirma la ciencia es:

12
F. Joliot-Curic, Cinco años de lucha por la paz.
83
1) Que es más verdadera que cualquier modelo no-científico del mundo;

2) Que es capaz de probar, sometiéndola a contrastación empírica, esa pretensión de verdad;

3) Que es capaz de descubrir sus propias deficiencias; y

4) Que es capaz de corregir sus propias deficiencias, o sea, de construir representaciones parciales dé las estructuras
del mundo que sean cada vez más adecuadas. No hay ninguna especulación extracientífica que sea tan modesta y que,
sin embargo, dé tanto de sí.

Lo que permite a la ciencia alcanzar su objetivo —la construcción de reconstrucciones parciales y cada vez más
verdaderas de la realidad— es su método. En cambio, las especulaciones no-científicas acerca de la realidad:

1) No suelen plantear cuestiones propias y limpiamente formuladas, sino más bien problemas que: ya contienen
presupuestos falsos e insostenibles, tales como “cómo y cuándo se creó el universo?”;

2) No proponen hipótesis ni procedimientos fundamentados y contrastables, sino que ofrecen tesis sin fundamento
y generalmente incontrastables, así como medios incontrolables para averiguar su verdad (por ejemplo, la revelación);

3) No trazan contrastaciones objetivas de sus tesis y de sus supuestas fuentes de conocimiento sino que apelan a
alguna autoridad;

4) Consiguientemente, no tienen ocasión alguna de contrastar sus conjeturas y procedimiento con resultados
empíricos frescos, y se contentan con hallar ilustraciones de sus concepciones para meros fines de persuasión, más
que. por buscar realmente contrastación, como muestra la facilidad con que esas concepciones eliminan toda evidencia
negativa;

5) No suscitan nuevos problemas, pues todo su interés es más bien terminar con la investigación, suministrando,
listo para llevar, un conjunto de respuestas a toda cuestión posible o permitida.

El proceso de reconstrucción del mundo mediante ideas y de contrastación de toda reconstrucción parcial es un proceso
infinito, a pesar de la infundada, pero frecuente esperanza de que la teoría definitiva esté a punto de presentarse. La
investigación descubre constantemente lagunas en sus mapas del mundo, por tanto, la ciencia no puede proponerse
un objetivo definido, algo así como la construcción de una cosmología completa y sin fallas. El objetivo de la ciencia es
más bien el perfeccionamiento continuo de sus principales productos (las teorías) y medios (las técnicas), así como la
sujeción de territorios cada vez mayores a su poder.

¿Tiene límites esta expansión del objeto de la ciencia? Esto es: ¿hay problemas de conocimiento que no puedan ser
trasladados con el método y según el objetivo de la ciencia?

Una estimación realista del problema podría ser la siguiente:

En primer lugar, podemos esperar que todo problema de conocimiento resultará ser parcialmente resoluble o irresoluble
con los medios (métodos especiales), los datos de que dispone la ciencia en cada momento determinado.

En segundo lugar, no se ha hallado nunca un método más poderoso que el de la ciencia, y, todo esfuerzo en tal sentido
que se haya visto coronado por el éxito, ha resultado ser un perfeccionamiento del método científico; en particular, los
intentos de captar la realidad directamente, sin elaboración alguna (o sea, por percepción directa, por simpatía o por
pura especulación), han fracasado sin excepción y, por si eso fuera poco, la ciencia puede explicar por qué tenían que
fracasar necesariamente, a saber: porque muchos, la mayoría de los hechos, tienen que ser objeto de hipótesis, no de
intuición directa.

En tercer lugar, el método científico y las técnicas especiales que lo complementan no son nada concluso: han ido
evolucionando a partir de precedentes más rudimentarios y tendrán que perfeccionarse si queremos obtener resultados
mejores.
84
En cuarto lugar, como lo peculiar a la ciencia no es un objeto determinado (o conjunto de problemas determinado), sino
más bien un planteamiento preciso (un método y un objetivo), cualquier cosa se convierte en tema científico, en objeto
de la investigación científica, en cuanto se trata con el método de la ciencia y para alcanzar el objetivo de ésta.

En conclusión; por limitado que pueda ser el resultado del planteamiento científico, no conocemos que tenga limitaciones
intrínsecas y además, esas limitaciones no pueden estimarse correctamente sino desde dentro de la ciencia misma:
puede colocarse bajo el dominio de la ciencia toda la naturaleza y toda la cultura, incluida la ciencia misma. Sin duda
hay temas que hasta el momento no han sido abordados científicamente —por ejemplo, el amor, ya sea porque nadie
ha notado aún su existencia, ya sea porque no han atraído la curiosidad de los investigadores, y por último, porque
circunstancias externas como el prejuicio —por ejemplo, la idea de que ciertas experiencias humanas no pueden ser
objeto de planteamiento científico, sino que tienen que mantenerse siempre en la esfera privada— han impedido su
consideración científica. Tales ideas y prejuicios tienen en su favor no sólo el peso de la tradición, sino también una
errónea concepción de la ciencia, la mayor parte de las veces su incorrecta identificación con la física. Estos prejuicios
son algunos de los últimos bastiones del obscurantismo; se están hundiendo ciertamente con rapidez: empezamos a
tener estudios científicos de la experiencia estética y hasta de las sutiles manipulaciones de que es objeto la mente del
hombre por medio de anacrónicas ideologías como es precisamente, la que se opone al estudio científico del objeto
hombre.

Desde el Renacimiento, el centro de la cultura ha ido pasando cada vez más visiblemente desde la religión, el arte y las
humanidades clásicas hacia la ciencia, la formal y la factual, la pura y la aplicada. Y no se trata sólo de que los resultados
intelectuales de la ciencia (y sus aplicaciones pan fines buenos y malos) hayan sido reconocidos hasta por los menos
formados culturalmente: hay un cambio aún más importante y agradable, que consiste en la difusión de una actitud
científica respecto de los problemas del conocimiento y respecto de problemas cuya adecuada solución requiera algún
conocimiento, aunque en sí mismos no sean problemas teoréticos. Esto no quiere decir: que la ciencia está absorbiendo
gradualmente toda la experiencia humana y que vayamos a terminar por amar y odiar científicamente, igual que
podemos ya curar y matar científicamente. No: salvo la investigación científica misma, las experiencias humanas no son
científicas, ni siquiera cuando se benefician del conocimiento científico; lo que puede y debe ser científico es el estudio
de toda esa experiencia, que en sí no lo es.

Podemos esperar de una amplia difusión de la actitud científica (pero no de una divulgación de algunos meros resultados
de la investigación) cambios importantes de: concepción y comportamiento individual y colectivo. La adopción universal
de una actitud científica puede hacemos mas sabios: nos haría más cautos, sin duda, en la recepción: de información,
: en la admisión de creencias y en la formulación de previsiones; nos haría más exigentes en la contrastación de nuestras
opiniones, y más tolerantes: con las de otros; nos haría más dispuestos a inquirir libremente acerca de nuevas
posibilidades, y a eliminar mitos consagrados que sólo son mitos; robustecería nuestra confianza en la razón contrastada
por la experiencia; nos estimularía a planear y controlar mejor la acción, a seleccionar nuestros fines, a buscar normas
de conducta coherentes con esos: fines y con el disponible, en vez de dominadas por el hábito y por la autoridad; daría
más vida al amor de la verdad, a la disposición a reconocer el propio error, a buscar la perfección y a comprender la
imperfección inevitable; nos daría una visión del mundo eternamente joven, basada en teorías contrastadas, en vez de
estarlo en la tradición, que rehuye tenazmente todo contraste con los hechos; y nos animaría a sostener una visión
realista de la vida humana, una visión equilibrada.

Para terminar: el planteamiento científico no tiene limitaciones intrínsecas conocidas; se encuentra en un proceso de
rápida expansión y está consiguiendo en medida reciente imágenes parciales del mundo externo y del mundo interno
al hombre, las cuales son cada vez más verdaderas, y ello por no hablar de las herramientas que está suministrando
para el dominio de dicho mundo. (Si alguien sostuviera que el planteamiento científico tiene limitaciones intrínsecas, le
pediríamos que fundamentan su afirmación. ¿Cómo? Llevando a cabo él mismo una investigación científica acerca de
ese problema). En virtud de su poder espiritual y de sus frutos materiales, la ciencia ha llegado a ocupar el centro de la
cultura moderna. Pero seria insensato olvidar que en paralelismo con la cultura superior, subsiste una cultura popular y
que la pseudo ciencia ocupa en la cultura urbana popular contemporánea una posición análoga a la que ocupa la ciencia
en la cultura superior. Resultará instructivo y entretenido echar un vistazo a todo eso que a menudo se pasa de
contrabando bajo la etiqueto de ciencia, aunque carece del método y del objetivo de la ciencia. Pasaremos ahora a ese
tema, la ciencia popular.

El conocimiento ordinario puede desarrollarse en alguna de las tres direcciones siguientes: (1) Conocimiento técnico:
es el conocimiento especializado pero no-científico, que caracteriza las artes y las habilidades profesionales. (2)
Protociencia o ciencia embrionaria, que puede ejemplificarse por el trabajo cuidadoso, pero sin objeto teorético, de
85
observación y experimentación (3) Pseudociencia: un cuerpo de creencias y prácticas cuyos cultivadores desean,
ingenua o maliciosamente, dar como ciencia aunque no comparte con ésta ni el planteamiento, ni las técnicas, ni el
cuerpo de conocimiento. Pseudociencias aún influyentes son por ejemplo, la de los zahoríes, y la investigación
espiritista.

No carece la ciencia de relaciones con el conocimiento técnico, la protociencia y la pseudociencia. En primer lugar, la
ciencia utiliza las habilidades artesanas, las cuales a su vez, se enriquecen frecuentemente gracias al conocimiento
científico. En segundo lugar, la ciencia utiliza unos de los datos en bruto conseguidos por la protociencia aunque muchos
de ellos son inútiles por irrelevantes. En tercer lugar, a veces una ciencia ha nacido de una pseudociencia, y en
ocasiones una teoría científica ha cristalizado en dogma hasta el punto de dejar de corregirse a sí misma y convertirse
en una pseudociencia. Dicho breve y esquemáticamente, pueden considerarse las siguientes líneas de comunicación
entre la ciencia y esas vecinas suyas:

¿Qué es lo malo de la pseudociencia? No sólo ni precisamente el que sea básicamente falsa (puesto que todas nuestras
teorías factuales son, a lo sumo, parcialmente verdaderas). Lo malo de la pseudociencia es en primer lugar, que se
niega a fundamentar sus doctrinas y que no puede además hacerlo porque rompe totalmente con nuestra herencia
científica (cosa que por cierto, no ocurre en las revoluciones científicas, todas las cuales son parciales, puesto que toda
nueva idea tiene que estimarse por medio de otras que no se ponen en discusión en el contexto dado). En segundo
lugar, que la pseudociencia se niega a someter a contraste sus doctrinas mediante la experimentación propiamente
dicha; además la pseudociencia es en gran parte incontrastable, porque tiende a interpretar todos los datos de modo
que sus tesis queden confirmadas ocurra lo que ocurra; el pseudo científico, igual que el pescador, exagera sus presas
y oculta o disculpa todos los fracasos. En tercer lugar, que la pseudociencia carece de mecanismo auto corrector: no
puede aprender nada ni de una nueva información empírica (pues se la traga sin digerirla), ni de nuevos descubrimientos
científicos (pues los desprecia), ni de la crítica científica (pues la rechaza con indignación). La pseudociencia no puede
progresar porque se las arregla para interpretar cada fracaso como una confirmación, y cada crítica como si fuera un
ataque. Las diferencias de opinión entre sus sectarios, cuando tales diferencias se producen, dan lugar a la
fragmentación de la secta, y no a su progreso. En cuarto lugar, el objetivo primario de la pseudociencia no es establecer,
contrastar y corregir sistemas de hipótesis (teorías) que reproduzcan la realidad, sino influir en las cosas y en los seres
humanos: como la magia y como la tecnología, la pseudociencia tiene un objetivo primariamente práctico, no cognitivo,
pero a diferencia de la magia, se presenta ella misma como ciencia y a diferencia de la tecnología, no goza del
fundamento que da a ésta la ciencia.

Si ni la argumentación ni la experiencia pueden resquebrajar una doctrina, entonces esa doctrina es un dogma, no una
ciencia. Las teorías científicas, lejos de ser perfectas, son o bien fracasos que se olvidan, o bien construcciones
perfectibles, y por tanto corregidas en el curso del tiempo.

Eso puede completar nuestra esquemática exposición de las creencias que quieren ser tomadas como ciencias. Por
varias razones son de desear análisis más detallados de la pseudociencia. En primer lugar, para ayudar a las ciencias
jóvenes —especialmente a la psicología, la antropología y la sociología— a eliminar creencias pseudo científicas. En
segundo lugar, para ayudar a la gente a tomar una actitud crítica en lugar de la credulidad aún corriente. En tercer lugar,
porque la pseudociencia es un buen terreno de prueba, en particular, para los criterios: que caracterizan a la ciencia
distinguiéndola de la no-ciencia.

Por lo demás, la pseudociencia ofrece muy poca cosa a la ciencia contemporánea. Puede valer la pena poner a prueba
alguna de sus conjeturas no contrastadas, si es que son contrastables; algunas de ellas pueden después de todo, tener
algún elemento de verdad, y hasta el establecer que son falsas significará cierta adquisición de conocimiento.

Pero el problema más importante planteado a la ciencia por la pseudociencia es el siguiente: ¿cuáles son los
mecanismos psíquicos y sociales que han permitido sobrevivir hasta la edad atómica a supersticiones arcaicas, como
la fe en la profecía y la fe en que los sueños dicen la verdad oculta? ¿Por qué no se desvanecen las supersticiones y
sus exuberantes desarrollos, las pseudo ciencias, en cuanto se demuestra la falsedad de su lógica, de su metodología
demasiado ingenua o maliciosa, y de sus tesis, incompatibles con los mejores datos y las mejores teorías de que dispone
la ciencia?

3.- ¿QUE ES EL CONOCIMIENTO?


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Quinientos años atrás, los habitantes de Europa ignoraban que existiera en el mundo el continente que, posteriormente,
habría de llamarse América, y estaban persuadidos de que en el hemisferio occidental no podía haber hombres. Según
los conceptos que existían a la sazón con respecto a la estructura del universo, si los hubiera se hallarían cabeza abajo
y no podrían sostenerse sobre la tierra. Al mismo tiempo, los pueblos de América no sospecharon durante milenios la
existencia de Europa ni de sus habitantes; para ellos los europeos no existían, así como para éstos no existían los
americanos.

Hace trescientos años se desconocía la existencia de los microorganismos. El enorme e inabarcable reino de los
microbios, bacilos e infusorios era ignorado por el hombre. Miles de millones de las mas diversos seres vivos, invisibles
a simple vista, vivían por doquier causando daño o beneficio al hombre.

Han transcurrido poco más de cien años desde que se descubrió el planeta Neptuno. No sólo los simples mortales, sino
hasta los astrónomos desconocían su existencia. Año tras año, siglo tras siglo giró Neptuno en su órbita inmensa sin
que nadie supiera de su existencia. Es posible que dentro de uno o dos decenios, el hombre emprenda el camino hacia
el lejano planeta, para conocer más de cerca que tanto tiempo se oculto de nosotros.

Nuestros contemporáneos mayores de cincuenta años recuerdan los tiempos en que “no había” todavía electrones,
protones ni neutrones, ni todo el intrincado y diverso mundo de las diminutas partículas físicas que integran los átomos,
componentes de todas las cosas existentes. En la actualidad, cada día conocemos algo nuevo acerca del micro mundo,
mientras que para nuestros abuelos y bisabuelos, incluso para los mas instruidos, ese micro mundo no existió.
Pero en los hechos existían, pues los electrones y otras partículas elementales existen en realidad, independientemente
de que alguien conozca o no su existencia. Existían inclusive antes de que hubiera físicos y ciencias, antes de que
hubiese hombres en la tierra. Lo mismo giraba Neptuno en su órbita, doscientos, mil, un millón de años atrás, es decir,
mucho antes de que lo descubriese el telescopio de los astrónomos, y microorganismos “vivían su propia vida”, como
si tal cosa, muchos siglos antes de que apareciesen en las lentes de los microscopios.
Las cosas existen independientemente de que se las conozca o no. Existen de modo objetivo, de por si, al margen del
conocimiento, fuera de la conciencia. Ser, no significa ser conocido o ser objeto de conocimiento. Los objetos existentes
se descubren unos antes, otros después, y solo entonces pasan a ser objetos conocidos. Pero, pueden existir al margen
del conocimiento, incluso mucho antes de que se les conozca.

El hombre conoce en la actualidad inconmensurablemente mas de lo que era accesible a la conciencia humana hace
mil, cien mil años. El mundo de los objetos y fenómenos conocidos se amplió y profundizó reiteradamente. Ante el
hombre aparecieron mundos nuevos, ignorados hasta entonces; el cósmico, el microbiológico, el microfísico. Pero todos
existían con anterioridad. Su existencia precedió al conocimiento de ellos. La experiencia histórica del hombre, nos
permite afirmar, que aún queda mucho que conocer.

Estamos convencidos de que la ciencia tiene por delante un largo y brillante camino de descubrimiento, de que nuestros
descendiente conocerán muchísimas cosas que nosotros no sabemos, al igual que a nuestro conocimiento se revelaron
cosas desconocidas para nuestros predecesores. Pero lo que aún no conocemos, lo que deberá ser descubierto por
nuestros descendientes, existe ya en el presente, está ya en el mundo, tiene existencia, como la tenían los americanos,
desconocidos por los europeos, o Neptuno, del que nadie tuviera noción.

Tanto los objetos aislados como el universo en su conjunto, existen fuera de la conciencia independientemente de que
sean o no conocidos. Su existencia no ha menester si presupone su conocimiento. Por el contrario, el conocimiento
exige imprescindiblemente la existencia tanto del objeto como del sujeto desconocimiento. Mientras existieron los
átomos, los planetas, los continentes, sin que existieran los seres conocedores, no hubo conocimiento. Sólo cuando la
tierra, tras un desarrollo de millones de años, aparecieron seres dotados de pensamiento, surgió y se fue desenvolviendo
paulatinamente el conocimiento. Los objetos existentes se fueron convirtiendo, uno tras otro, en objetos más o menos
conocidos, que se reflejan en la conciencia humana.

La conciencia, el conocimiento, es una cualidad que poseen solo los seres vivos altamente desarrollados: los hombres.
La aparición del hombre fue la de un ser dotado de pensamiento, capaz de conocer entre objetos incapaces de hacerlo,
solo existentes. Sin embargo, fuera de esos objetos; sin tierra, sin aire, sin seres vegetales y animales, sin ese cúmulo
de cosas no pensantes pero con existencia real, no hubiese podido surgir la materia pensante, conocedora del mundo
que lo rodea y de si misma, es decir, no existiría el hombre.

El hombre vive en un mundo material. Está ligado por millares de vínculos al ambiente que lo rodea, al enorme cúmulo
de objetos. No es un espectador, y todo cuanto acontece en derredor de él está lejos de ser un mero espectáculo. Los
87
hombres viven porque existe dicho mundo, viven en la más estrecha e indisoluble interacción e interdependencia con
el medio. Los hombres somos carne de la carne de ese mundo material, e inconcebibles e inexistentes fuera de él. La
relación del hombre con el mundo no se limita a conocerlo. Actuamos en él, trabajamos, hallándonos en dependencia
permanente respecto del medio y sufriendo su acción incesante. Para conocer el mundo hay que estar en él, adaptarse
a sus condiciones, a sus leyes, modificarlo según las necesidades. El propio conocimiento que tenemos del mundo, es
parte integrante de nuestra adaptación a él. Observamos los objetos que nos rodean, tratamos de comprenderlos, de
conocer sus cualidades para utilizarlas o adaptarlas a nuestras necesidades.

El conocimiento de la realidad circundante es una exigencia de la vida misma. Todas las teorías que explican el mundo
surgieron de las necesidades prácticas de los hombres que lo habitan. Las relaciones entre el hombre y el mundo
exterior se basan en la actividad práctica. No podemos existir sin tener en cuenta el mundo que nos circunda. El nos
obliga a que lo tengamos en cuenta, a que lo “reconozcamos”, a que adecuemos a él nuestras acciones. Nadie que
tenga sentido común, negará la existencia del mundo material fuera de nosotros e independientemente de nuestra
voluntad. Desde el nacimiento hasta la muerte, no podemos dar un paso, ni un suspiro, si no es de conformidad con la
realidad material. Esta demuestra constantemente y de por si su existencia, su independencia de nuestro deseo y de
nuestra conciencia, y castiga con dureza, a quien desdeña sus leyes.

La práctica humana (y nuestra vida es una relación práctica y activa con el mundo), confirma irrefutablemente esta
primera verdad, que constituye la base de todas las demás y de todo el conocimiento científico, que es el conocimiento
de la naturaleza, del mundo material y objetivo que existe al margen e independientemente de nosotros, y que nos dicta
sus leyes. ¿Podemos dudar acaso de que pertenezcamos al mundo real y físico, y de que existe independientemente
de que alguien tenga o no conciencia de ello? Podemos, pero sólo en tanto que reflexionamos, olvidándonos de que
para reflexionar, hay que vivir en el propio mundo cuya existencia ponemos en duda. Pero no podemos dudar de esta
verdad inquebrantable cuando comenzamos a actuar y entramos en relación práctica con la realidad. Y esta relación es
la que tenemos necesariamente, desde el primero, hasta el último de nuestra existencia.

Hemos mencionado la verdad. ¡Pero qué es la verdad? No se puede responder a este antiquísimo interrogante si no
partimos del hecho de que fuera e nuestro conocimiento se extiende un mundo inmenso, que existe de por sí y de
acuerdo con sus leyes. Llamamos verdaderos a todos los conceptos, ideas y teorías que corresponden a la realidad,
que reflejan las cosas tal cual son. Todo lo que produce en nuestra consciencia la naturaleza tal cual es fuera de nuestra
conciencia, es verdad, conocimiento verdadero. La primera misión de toda la ciencia es llegar a la verdad, es decir, al
conocimiento de los objetos como son, sin aditamento alguno, sin deformaciones, sin el menor embellecimiento.
Entendemos por verdad el conocimiento objetivo, es decir, las ideas y teorías que corresponden al propio objeto, a lo
que se conoce, hacia lo que se dirige el pensamiento conocedor, las ideas y las teorías que proporcionan un reflejo
objetivo, la imagen de la propia realidad.
En contraposición a las ideas verdaderas, las falsas proporcionan una imagen deformada de las cosas, no las
representan tal como son. Las ideas falsas pueden ser resultado del desconocimiento, o de errores basados en un
conocimiento imperfecto, consecuencia de prejuicios y de ideas preconcebidas, pueden ser también producto del
engaño y de la equivocación. El camino de la verdad pasa por la superación de todas las limitaciones y errores del
conocimiento, a través de la adquisición de nociones nuevas, más completas y perfectas. Si la verdad radica en la
conformidad con las ideas con los objetos, en el fiel reflejo del mundo exterior por la conciencia, surge la siguiente
pregunta: ¿es capaz nuestra conciencia, la razón humana, del conocimiento objetivo? ¿Es accesible para nosotros la
verdad objetiva, o nuestra razón es por naturaleza incapaz de semejante conocimiento? ¿No nos equivocaremos,
tomando imágenes falsas ilusorias por verdades? ¿Cómo determinar la verdad? ¿Qué nos puede servir de criterio de
la verdad? ¿Cuáles son los límites del conocimiento?, en caso de que exista un limitante para la verdad accesible?

El mundo se refleja en la razón que conoce. Pero hay distintas formas de reflejo. Los espejos curvos deforman lo que
reflejan y hasta la imagen más perfecta del espejo, no coincide con el objeto reflejado. Si observamos una página de
este libro frente al espejo, veremos una imagen invertida. Si miramos la muestra, veremos que la mano derecha se
convierte en izquierda. No podemos percibir al tacto, la mano reflejada en el espejo ya que pierde su densidad, su
dureza, su aspereza; tampoco tiene reverso. No se puede hablar de plena coincidencia del objeto con su imagen
reflejada en el espejo, ni siquiera en un buen espejo. Y no obstante, los objetos se reflejan en él, de manera más o
menos parecida, más o menos exacta. Por la imagen podemos juzgar, en cierta medida, acerca del objeto reflejado,
conocerlo, tener cierta idea acerca de su naturaleza.

¿Qué diferencia hay entre la imagen que se obtiene en la conciencia y la del espejo? En primer lugar, el proceso de
conocimiento es incomparablemente más complejo, y asimilarlo al de la imagen del espejo es una simplificación
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extrema. Nuestro conocimiento refleja el mundo de manera distinta a como lo hace el espejo, y de acuerdo con leyes
que difieren completamente de las que regulan los simples fenómenos ópticos.

Comencemos por decir que el espejo no ve nada, somos nosotros quienes vemos la imagen reflejada. En el espejo la
imagen no deja huella; en la conciencia si. La imagen reflejada en el espejo por centésima vez no se diferencia en nada
de la primera. El reflejo en la conciencia acumula experiencia. Reconocemos el objeto que vemos por segunda vez, y
al observarlo, notamos muchos elementos que no habíamos advertido la vez primera. Las imágenes acumuladas en la
experiencia y conservadas en la memoria, constituyen una base sólida para el conocimiento ulterior. El reflejo en la
conciencia adquiere historia, consecuencia, sucesión; se enriquece. Las percepciones de unos sentidos complementan
las de los otros, se contrastan entre si. Compartimos nuestras experiencias con otras personas; los conocimientos del
mundo circundante, se acumulan y transmiten de generación en generación. Nos apoyamos en los conocimientos
adquiridos por personas que se desconocen entre sí, de diferentes países, acumulados a lo largo de los siglos.
Conservar las percepciones sensoriales en la memoria, nos permite compararlas y confrontarlas. La razón las somete
al análisis, a la comprobación, a la selección a la evaluación; las sintetiza.

Y, lo más importante: nuestra conciencia, a diferencia del espejo, sufre la acción de los objetos reflejados; los propios
hombres actúan sobre ellos; la experiencia se adquiere en el proceso de nuestra interacción con los objetos, en nuestra
actividad práctica, en la vida. Enfrentándonos con los objetos, coadyuvando a su influencia o contrarrestándola,
adquirimos experiencia y conocimientos acerca de ellos. Nos contraponemos al mundo como fuerza activa. No solo
ocurre que los objetos nos cambian, sino que, ante todo, nosotros cambiamos, transformándonos, rehacemos el mundo
que nos rodea. Por el hecho de que un objeto se refleja en el espejo no cambian ni uno ni otro. En la actividad humana
cambian los hombres y el medio. La seguridad, la autenticidad y la objetividad de nuestro conocimiento, se comprueban
y perfeccionan en el proceso de comunicación con los objetos. La verdad de nuestro conocimiento se somete a prueba
en la práctica, que confirma y justifica nuestras esperanzas o las rechaza por no corresponder a la realidad.

La práctica es una relación particular entre los hombres y el mundo, una relación objetiva. Mientras nos limitamos al
conocimiento de las cosas y las reflejamos en la conciencia, éstas no cambian. Cuando actuamos, se operan cambios
reales y objetivos. Por ello, la práctica nos sirve de criterio objetivo, que determina si se corresponden nuestros
conceptos con las cosas mismas, si los conocimientos, en que nos basamos para actuar, son verdaderos. El gran
escritor Máximo Gorka dijo en cierta ocasión de otro escritor: “Conoce la realidad como si la hubiese hecho él mismo”.
El conocimiento comprobado por el hecho, por la práctica, es el más seguro. Sería imposible vivir en el mundo
circundante, si nuestros conocimientos acerca del mismo fueran falsos, ilusorios. Y nosotros no sólo nos adaptamos a
la naturaleza, nos ajustamos a ella, adivinamos sus acciones, proveemos el curso de los acontecimientos, sino que
podemos también adaptar la naturaleza a nuestras necesidades, hacer que trabaje para nosotros. Toda la historia de la
sociedad humana, que va adquiriendo un dominio creciente sobre las fuerzas de la naturaleza y las va sometiendo a
sus intereses, demuestra la objetividad del conocimiento, su capacidad de reflejar las leyes de la naturaleza. Así se
resuelve el problema del criterio objetivo de la verdad; la práctica histórico-social es el criterio, la medida de la objetividad
de nuestro conocimiento.

La práctica demuestra de modo incontrovertible la posibilidad de conocimiento verdadero, el dominio del ser por el
conocimiento. Tal dominio es un hecho evidente. No se debe dudar de la posibilidad de aquello que existe en la realidad.
Si existen en el mundo los peces, es indudable la posibilidad de vida en el agua. Si existen las aves, es ridículo hacer
disquisiciones acerca de la posibilidad de existencia de seres vivos capaces de volar. Y si tenemos ante nosotros, un
cúmulo de objetos ya conocidos, es absurdo dudar de la posibilidad de conocimiento, de nuestra capacidad de conocer
el mundo. Por cuanto la ciencia demuestra en la práctica, la objetividad de nuestro conocimiento, no hay motivo para
dudar de la posibilidad del conocimiento objetivo. Nada demuestra de manera tan convincente e incontestable, la
realidad de la posibilidad, como su realización. La práctica correcta y eficaz, basada en la teoría, es el mejor aval de la
misma.

Es posible cometer gruesos errores, al plantear el problema de la relación entre la verdad y la práctica. Algunos fueron
establecidos y, difundidos por los filósofos norteamericanos representantes del pragmatismo o instrumentalismo. La
verdad –afirman- es lo que se justifica en la práctica (“pragmatismo” proviene del griego pragma, práctica), lo que permite
el logro del fin propuesto, las ideas verdaderas no son otra cosa que las ideas útiles, fructíferas, instrumentos (de aquí
la denominación de “instrumentalismo”) que hallan su justificación en la práctica. Esta actitud no tiene nada en común
con el concepto científico de la práctica como criterio de verdad, que hemos expuesto.

Nuestro concepto de la verdad, se basa en la concordancia de las ideas con la realidad objetiva, la verdad refleja lo que
existe y tal como existe. La verdad es objetiva. Domina la verdad quien conoce la verdad. Ocultar la verdad, inducir al
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error, sembrar ilusiones, puede ser ventajoso y útil para alguien, puede contribuir al logro de determinados fines, pero
con ello lo falso no se vuelve verdadero. Los éxitos logrados mediante el engaño o el error tampoco convierten lo falso
en verdad. No es verdadero lo que corresponde a los intereses de alguien, sino lo que corresponde a la realidad. En
primer caso la “verdad” se subordina a los deseos subjetivos y halla su justificación en el pragmatismo. En el segundo,
el concepto científico de la verdad se basa en su correspondencia con el curso objetivo de las cosas, y sirve para
confirmar la utilidad de la verdad.

Cuando hablamos de la práctica como criterio de la verdad, nos referimos a la verdad objetiva, a la concordancia entre
las ideas y las cosas reales que reflejan: la marcha de las cosas corresponde a nuestros conceptos (práctica), cuando
los propios conceptos corresponden al curso de las cosas (teoría).

Reconocer que el mundo es cognoscible no significa afirmar que la verdad objetiva llegue de golpe, ya acabada. Por el
contrario, rechazamos esa actitud ingenua ante el conocimiento. La verdad no es innata y no cae del cielo. Las verdades
se adquieren, se logran, se conquistan; requieren del hombre: actividad, tensión, trabajo. La verdad objetiva se logra a
través de innumerables búsquedas y de la superación de dificultades. Cuando afirmamos que la verdad objetiva es
accesible al hombre, que se pueden conocer las cosas en si no queremos decir que poseamos ya, un conocimiento
exhaustivo y perfecto de todo lo existente. Lo cognoscible y lo conocido no son lo mismo. La ciencia no es un depósito
de conocimientos acabados; es, ante todo, un proceso cuyo sentido estriba en la adquisición de nuevos conocimientos
y en el perfeccionamiento de los adquiridos con anterioridad. Al investigar la estructura atómica de la materia los
hombres de ciencia no se conformaron con la comprensión del átomo, como partícula elemental e indivisible, pasaron
a la etapa siguiente, mas elevada, que los llevó a conocer la complejísima interacción de las partículas distintas que lo
componen. Tras confirmar que la tierra es uno de los múltiples (cerca de 120,000 millones) cuerpos celestes de nuestro
sistema solar (galaxia), los científicos, no conformes con los conocimientos logrados, continuaron sus búsquedas y
descubrieron que nuestra galaxia no es más que una de los cientos de millones de galaxias de los sistemas estelares,
que integran la meta galaxia. La cognoscibilidad del universo está demostrada por lo mucho ya conocido, por el gran
número de verdades objetivas descubiertas. Los conocimientos adquiridos, a su vez, constituyen el camino para el
desarrollo ulterior del conocimiento. Lo alcanzado nos impulsa hacia nuevos descubrimientos y nos da la seguridad de
éxitos y logros aún mayores en el campo del conocimiento científico.

El conocimiento es un proceso histórico, el paso de lo desconocido a lo conocido, del saber limitado, aproximado e
imperfecto al saber omnímodo, profundo y preciso. Este proceso es ilimitado; no hay barreras para la adquisición de
conocimientos, no existen fenómenos en principio inaccesibles. Los conocimientos adquiridos por el hombre en cada
etapa de su desarrollo espiritual, son ilimitados. Tampoco los conocimientos asimilados por la sociedad, es una etapa
histórica determinada, son exhaustivos ni absolutos. Pero en el proceso histórico de la sociedad, el volumen y el nivel
de los conocimientos crecen constantemente, y este crecimiento no conoce límites. En una palabra, lo conocido es
limitado, lo accesible al conocimiento, ilimitado. La correlación entre lo ya conocido y lo no conocido todavía, cambia
constantemente en el curso de la historia. Cada conquista nueva abre el acceso a las subsiguientes. Cada nuevo paso
en el desarrollo de la ciencia, nos persuade de que las perspectivas del conocimiento son ilimitadas y de que todo lo
existente es susceptible de ser conocido.

Cuando en nuestra época a mediados del siglo XX, contemplamos el universo conocido, experimentamos un doble
sentimiento. Cuanto avanzamos en relación a la generación precedente y que ingenuos y limitados se nos aparecen los
conocimientos de los hombres de los siglos pasados. Cuando hemos descubierto y comprendido. Como se ensancho
la esfera de lo conocido. Ante la ciencia se ha abierto todo un mundo de fenómenos microfísicas, a manera de un nuevo
continente físico. Nuestros conceptos concernientes al espacio cósmico, se incrementaron infinidad de veces un cúmulo
de lugares antes ignotos, se muestra a la mirada de los astrónomos contemporáneos. Ante los microbiólogos aparece
el reino de los virus y, ante los químicos se extiende el anchuroso camino de la creación de sustancia antes inexistentes.
Y todo ello, en pocos decenios.

Al mismo tiempo, el hombre jamás vio con tanta claridad como ahora, cuánto queda aún por conocer, cuantas lagunas
existen todavía, cuan ilimitadas son las perspectivas de lo cognoscible, aún no conocidas. Cuán poco hemos penetrado
en la profundidad de la corteza terrestre: no más de 7 kilómetros, mientras que el radio de la tierra es de 6,000 kilómetros.
Ni un soso habitante de la tierra estuvo en ninguno de los planetas del cosmos. No sabemos aún sintetizar la molécula
viva, partiendo de sustancias químicas no vivas. Se alzan ante nosotros perspectivas ilimitadas para el desarrollo de los
conocimientos científicos. La envergadura colosal de todos estos problemas y posibilidades no nos aplasta ni nos
asusta: por el contrario, nos impulsa y estimula. Escuchar una mirada retrospectiva, contemplar el camino recorrido, lo
logrado, lo conocido, nos permite mirar con seguridad el futuro, donde tanto le queda aún por conocer y asimilar, a la
razón humana, para convertir lo oculto, lo desconocido, lo incomprensible, en descubierto, conocido y logrado.
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El hombre emprendió el camino del conocimiento contando sólo con cinco órganos sensoriales sumamente limitados e
imperfectos. Luego se multiplicaron y perfeccionaron sus posibilidades. En ayuda de los sentidos y para extender los
límites de su experiencia, creó una compleja y diversa técnica, todo un sistema de órganos artificiales de percepción.
Balanzas, relojes, termómetros, telescopios, microscopios, espectroscopios, instalaciones de radar y miles de otros
instrumentos, hicieron accesibles esferas de la existencia que antes no lo eran; enriquecieron, profundizaron y
actualizaron nuestra experiencia. Mundos antes invisibles aparecieron en el campo visual del hombre y fueron
susceptibles de estudio. Al mismo tiempo, se perfeccionó la razón; la lógica y la matemática hicieron que nuestro
pensamiento fuese más flexible, preciso, sutil; capaz de captar los más finos matices y sensaciones, de analizar,
sintetizar y prever el curso de los acontecimientos. De generación en generación se transmite el saber, los medios y
hábitos de conocimiento. Los descubrimientos de los sabios, se convierten en patrimonio, no solo de sus
contemporáneos, sino también de las generaciones futuras. Lo descubierto y conocido una vez, en virtud de la sucesión
histórica, se conserva para la posteridad.

Nuestros conceptos, ideas, teorías que descubren la esencia de las cosas y las leyes de su existencia, no solo se
acumulan y recopilan sino que también se modifican y transforman. La experiencia y la reflexión posteriores descubren
la inexactitud, la parcialidad y el error de algunos conceptos, y requieren su revisión. Lo que pareciera verdadero, puede
resultar sólo parcialmente cierto incluso falso. Los conocimientos profundizados proyectan nueva luz sobre las viejas
teorías, que son sometidas a comprobación y confrontadas en cada nueva etapa del desarrollo científico. Unas se
abandonan por no haberse justificado, por no corresponden a los nuevos hechos descubiertos, otras obtienen nueva
confirmación y se afianzan como verdades objetivas. La verdad se pule, se depura de “escorias”, se comprueba una y
otra vez su autenticidad, en el curso de la historia. Se opera un incesante proceso de perfeccionamiento de la ciencia,
cuyas vías son: las nuevas experiencias, las nuevas reflexiones y, en particular, la continua comprobación en la práctica.

No hay límites para la posibilidad de conocimiento, excepto los históricos. No se trata solo de que en cada época, se
alcanza un grado determinado, fijo, en el camino infinito del conocimiento humano. El problema estriba, en que la ciencia
no tuvo posibilidades ilimitadas en todas las etapas del desarrollo social, lo dificultaba el régimen político imperante. En
las diferentes formaciones económicas sociales que se han desarrollado en el transcurso de la historia, la ciencia en
algunas oportunidades ha tenido vinculación con diferentes sectores. Pero en otras etapas de la historia, la ciencia se
ha convertido en algo extraño y lejano para los hombres y solo ha sido quehacer de algunos privilegiados, es decir
aquellos que pudieron dedicar parte de su vida a la investigación científica, a pesar de que los efectos del trabajo
científico se manifiestan de manera directa en toda la humanidad. Es natural que en esas condiciones, solo pudiesen
participar activamente en la elaboración de conocimientos, en el descubrimiento de nuevas verdades, unos pocos
elegidos. Imaginemos cómo se hubiese acelerado el ritmo e incrementado la envergadura del desarrollo científico, si
los conocimientos hubiesen sido accesibles al pueblo, si en lugar de unas decenas, expedita la creación científica.
¿Cuántos con grandes dotes naturales, vegetaron y continúan vegetando en la ignorancia?

Los períodos históricos en los cuales las diferentes formas económicas sociales no permitían la difusión del
conocimiento, limitaba consecuentemente el que los hombres en general tuvieran acceso a la ciencia. Esta claro que
se registran en períodos determinados un progreso del conocimiento científico y un gran avance en la investigación y
teorización. La ciencia, está claro, es el patrimonio de millones de hombres en la medida de que su desarrollo depende
el desarrollo y bienestar de la humanidad.

Pero está claro que no solo se trata del acceso que los hombres deben de tener a la ciencia y a sus beneficios, sino que
además determinados regímenes ponen trabas y dificultades para la difusión y descubrimiento de la verdad. Quienes
basan su dominio y su poder en la falsedad y el engaño, son enemigos de la verdad, no la consienten, la temen. El freno
al desarrollo del conocimiento no fue, por lo tanto, la impotencia de la razón humana ni la incognoscibilidad de las cosas;
ni el bajo nivel alcanzado por la cultura, sino la restricción consciente y premeditada, por parte de las clases dominantes,
y, con frecuencia, el ocultamiento de la verdad, la difusión de ideas y teorías falsas en aras de sus intereses. He ahí por
qué el afán de verdad, propio de las personas avanzadas, motiva la lucha por la abolición de los obstáculos sociales,
por la transformación de la sociedad, por la instauración de un régimen libre de quienes están interesados en la
ignorancia y la oscuridad de quienes temen a la verdad como los murciélagos al sol.

El conocimiento es fuerza; esto lo comprendió la humanidad, hace mucho tiempo. “El hombre nace dos veces –dice un
viejo proverbio oriental-: la primera, cuando viene al mundo, la segunda, cuando conoce la verdad”. Quienes dificultad
la difusión de los conocimientos científicos, inciden que el pueblo llegue a tener este manantial de fuerza. Todos
comprenden en que consiste la superioridad del vidente sobre el ciego. Es fácil advertir la ventaja que tiene el que ve
las cosas a la luz verdadera, el que conoce mas sobre quien carece de dicha posibilidad. El conocimiento científico
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surge de la experiencia vital, de la práctica social, y amplia incalculablemente nuestros horizontes; permite penetrar en
la profundidad de las cosas inaccesibles al ojo no preparado, descubrir su esencia, comprender las leyes del desarrollo
de la naturaleza y la de la sociedad para que nuestra práctica sea aún mas fecunda. El conocimiento científico no solo
amplía los límites accesibles a la comprensión, sino que corrige también los conceptos empobrecidos, basados en la
experiencia superficial de la vida cotidiana. Gracias a la ciencia, pasamos del conocimiento superficial de las cosas a
su comprensión más profunda. Tras de las cosas, tal como nos parecen, aparecen las cosas en sí.

“Para mi –dijo en cierta ocasión el gran escritor norteamericano Ernest Hemingway- lo más sólido es el conocimiento”.
‘Cómo se manifiesta la fuerza que proporciona el conocimiento? Nosotros vivimos en la naturaleza y en la sociedad,
que existen y se desarrollan de acuerdo con sus leyes. Nuestros éxitos y nuestros logros dependen del grado de
dominio sobre las fuerzas de la naturaleza y del desarrollo social, poniéndolas al servicio de nuestras necesidades y
afanes. Mas, para hacerlo, hay que estudiar sus leyes, conocer las fuerzas que las impulsan, descubrir los mecanismos
que dirigen su desarrollo. El dominio de las fuerzas de la naturaleza y de la historia, la capacidad de dirigirlas, necesita
conocer profunda y científicamente, las leyes que las rigen. La posibilidad de previsión científica, permite prever la
marcha de los acontecimientos, actuar sobre ellos y dirigirlos. El conocimiento del universo conduce a su dominio: el
hombre que conoce no vive entre objetos ajenos enigmáticos y misteriosos; sabe acerca de las particularidades y las
leyes que rigen las fuerzas y fenómenos que lo circundan, sabe lo que puede esperar de ellos y como se puede influir
sobre ellos. Para actuar de modo consecuente sobre el mundo, hay que comprenderlo. Para transformar el mundo, hay
que desentrañarlo.

Un solo camino, permite adquirir y acrecentar los conocimientos: la asimilación y el desarrollo de los progresos
científicos. No hay otro. No existen otras fuentes ni otros medios de conocer el universo. La ampliación de nuestros
conocimientos. No podemos esperar del medio que nos rodea, ni de nosotros mismos, la ampliación de nuestro saber,
sino de los descubrimientos que efectúan, las diversas ramas de la ciencia. De allí dimana todo lo nuevo que conocemos,
todo lo que enriqueció y enriquece constantemente nuestro conocimiento de las cosas existentes.

De las llamadas Sagradas Escrituras, los hombres del siglo XX no han podido saber nada que no supieran los del XV,
o X. Lo que contienen (independientemente de que sea verdadero o falso), no se incrementa, no se renueva, no se
desarrolla. Si sustentáramos nuestros conocimientos en los libros religiosos, permaneceríamos en el mismo nivel en
que se hallaron nuestros antepasados. Y si los hombres hubiésemos confiando en los conocimientos que proporciona
la religión, no hubiésemos avanzado ni un solo pasó en el conocimiento de la naturaleza. La fe religiosa se basa en la
creencia de que Dios creó el mundo.

Lo expuesto en las “sagradas escrituras” es presentado como inaccesible e inquebrantable. Con eso se frena el
desarrollo del conocimiento, ya que este exige una renovación y un perfeccionamiento constante. Y lo nuevo que
nosotros supimos y sabemos, no se debe a la rutinaria y estancada religión; lo conseguimos gracias a la búsqueda y
descubrimientos incansables de los investigadores. La historia del conocimiento muestra que si bien nos queda todavía
mucho por conocer, el único camino para hacerlo es el que hemos seguido hasta ahora: la ciencia. Ella nos ha mostrado
lo que ya sabemos y lo que nos hace falta. No hay nada inaccesible al conocimiento científico, cuyo camino es distinto
al de la revelación divina, las profecías o los sueños fatídicos; o sea el no científico.

Las convicciones y creencias no fundadas en los conocimientos científicos, y que los contradicen, son nocivas no solo
porque no corresponden a la realidad, e inducen a error, sino también porque adormecen el pensamiento, extinguen la
sed de saber, y el interés por el mundo circundante. Si el hombre se convence de que ignora o no comprende algo, ello
le induce a desear, buscar y adquirir los conocimientos. Si queda preso del error y la superstición, no surgirá el deseo
de conocer la verdad y jamás la conocerá.

Pero todos los logros de la ciencia son logros del hombre. Nadie nos dio los conocimientos, ni surgieron de la nada.
Todo cuanto hemos logrado y lo que logremos en el futuro, lo debemos y de deberemos a nuestras manos y a nuestro
intelecto; es y será el resultado del tenaz e insistente escuerzo secular, del colosal trabajo físico e intelectual de muchas
generaciones humanas.

Nunca aparecieron con tanto relieve, la fuerza y la potencia que proporcionan los conocimientos como en nuestra época.
Jamás se vio tan claro el enorme papel que desempeña la ciencia en la vida del hombre. La ciencia ha conquistado tal
lugar en nuestra vida, que se ha hecho imposible negarla o rechazarla como hicieran en el pasado, los enemigos del
progreso.
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La industria, la construcción, el transporte, la agricultura, la sanidad e incluso la vida cotidiana están lejos de ser todas
las esferas en las que se aplican, en gran escala, los adelantos de la ciencia moderna. Vivimos en una época de
revolución técnica. El descubrimiento de la energía atómica, el dominio del espacio cósmico, el automatismo en la
producción, la cibernética, que construye máquinas capaces de realizar ciertas operaciones mentales, la obtención de
los mas diversos materiales artificiales, que reemplazan a las materias primas naturales y que las superan en muchos
sentidos; todo ello abre una nueva era de progreso técnico, que permite mejorar notoriamente las condiciones de trabajo
y de vida de los hombres.

Apoyándose en los adelantos de la ciencia moderna, el hombre puede obrar prodigios, ante los cuales palidecerán los
“milagros” inventados por los autores de los mitos religiosos. Los progresos científicos y técnicos se adelantan ahora a
la fantasía. Si apareciese hoy entre nosotros un hombre de los siglos pasados, ¿no creería hallarse en el país de las
maravillas? Y estos son los primeros pasos, el comienzo de la realización de las gigantescas posibilidades que se abren
ante la humanidad. Es difícil imaginar los prodigios que obrará el hombre, cuando todos los pueblos del mundo rompan
sus cadenas de miseria y esclavitud, y arrojen de si los prejuicios y supersticiones.

Vivimos en una época muy compleja, conmovida por agudas contradicciones. Se operan acontecimientos grandiosos.
El tiempo, que aceleró su carrera, aporta mucho de nuevo, de extraordinario. No se puede participar consciente y
activamente de los procesos históricos, ni es posible orientarse en el entrelazamiento contradictorio de los
acontecimientos si no se poseen los conocimientos teóricos, ni se domina la forma científica del pensamiento.

En la época actual no es posible dominar la totalidad de los conocimientos alcanzados por la ciencia moderna. Su
volumen es tal, que incluso los científicos especialistas sólo dominan a la perfección determinados campos del saber.
Pero se puede y se debe poseer un concepto científico del universo, que permita dominar el método, tener una actitud
científica en el conocimiento del universo y de la vida, y plantear correctamente los problemas que surgen ante el
hombre.

La mutua relación entre los hombres, consecuencia del desarrollo de las comunicaciones y de los diversos medios de
transmisión, incrementó en alto grado el contacto y la interdependencia de las diferentes regiones del mundo. Ningún
pueblo puede vivir al margen de lo que acontece en el orbe. El destino de los hombres está vinculado, por miles de
hilos, a lo que sucede en todas partes. Jamás fue tan fuerte la interdependencia de los hombres, como en la actualidad.

El hombre es impotente ante el impetuoso alud de enormes cambios que experimenta el mundo, si no está pertrechado
de conocimientos que le permitan comprender las leyes que los rigen, y ver lo principal, lo esencial y decisivo, en el
abigarrado cúmulo de fenómenos. La diferencia entre el hombre dotado de un concepto científico del universo y el
hombre carente de él. Es la misma que la existente entre el palo que flota a la deriva y el navegante que sabe adonde
se dirige y tiene en cuenta el movimiento de las olas y la dirección del viento.

Para actuar con seguridad, nuestro concepto del universo debe ser científico, debe basarse en el nivel de conocimientos
alcanzados por la ciencia.

El concepto científico aborda el universo, la naturaleza y la sociedad, todo cuanto acontece en derredor de nuestro y
en nosotros mismos, basándose plenamente en los principios, las deducciones y los métodos del conocimiento científico
y sin dejar a la supervivencia de concepciones anticientíficas o a las supersticiones. El verdadero concepto científico
alumbra el camino hacia un camino mejor, dispersa la oscuridad de la ignorancia, muestra las cosas tal y como son la
realidad, pone al descubierto la verdad y arranca las falsas caretas. Al mismo tiempo, enseña como cambiar el mundo,
como mejorarlo, para que la vida humana sea feliz y gozosa.

Se le presentan algunos problemas a resolver sobre la base de la lectura anterior:

1. ¿Por qué se afirma que la misión de la ciencia es el conocimiento de la verdad?


2. ¿Qué entendemos por reflejo de la imagen en la conciencia?
3. ¿En qué consiste la práctica del hombre en relación al mundo?
4. ¿Porqué se dice que la verdad es objetiva y como se logra obtener?
5. Al afirmar que el conocimiento es un proceso histórico, ¿a qué estamos refiriéndonos?, y ¿qué es lo que indica
el paso de lo desconocido a lo conocido?
6. La experiencia es un paso del conocimiento, entonces ¿cómo la caracterizamos?
7. ¿Usted cree que el conocimiento humano tiene límites?
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4.- ORIGEN DE LAS CIENCIAS
“La ciencia es la historia”
John d. Bernal

Antes de poder entender la ciencia tal como la conocemos ahora –como una institución social con su propia tradición y
sus propios métodos características-, es necesario examinar, antes que nada, sus orígenes. Ahora bien, el estudio de
los orígenes de la ciencia presenta un doble problema. El primero consiste en la dificultad –inherente a todos los estudios
sobre el origen de algo- de que cuando nos remontamos hasta llegar a los periodos críticos en los cuales se hicieron
las innovaciones básicas, se hace más arduo el descubrimiento de lo que realmente ha ocurrido. Solo que, en el caso
de la ciencia, se presenta otra dificultad adicional, debido a que la ciencia no aparece en un principio en una forma
reconocible, sino que se fue distinguiendo gradualmente de los aspectos mas generalizados de la vida cultural de esas
épocas. Así, es necesario buscar sus fuentes ocultas en las historia de las artes y de las instituciones humanas.

Debido a que el carácter esencial de la ciencia lo constituye su interés en las manipulaciones y transformaciones
efectivas de la materia, la corriente científica principal proviene de las técnicas prácticas del hombre primitivo; la ciencia
mostrada e imitada, y no aprendida de memoria. La expresión de la ciencia, sin embargo, es inicialmente verbal y luego
escrita; por consiguiente, las ideas y las teorías de la ciencia son extraídas de la vida social y provienen, a su vez, de la
magia, la religión y la filosofía.

La influencia de la cultura de las épocas antiguas afecta a nuestra cultura actual a través de una cadena ininterrumpida
de tradición, de la cual sólo la parte más reciente es una tradición escrita. Nuestra elaborada civilización mecánica y
científica ha surgido por entero de la técnica material y de las instituciones sociales del pasado remoto, en otras palabras,
de los oficios y costumbres de nuestros antepasados. El descubrimiento de estos oficios y costumbres constituye la
tarea de los historiadores y de sus colegas –los arqueólogos, los antropólogos y los filólogos. Ellos trabajan con los
registros materiales y escritos del pasado y por medio del análisis de las costumbres y lenguajes actuales de los pueblos
primitivos y de los civilizados.

Ahora bien, en esos períodos primitivos los hechos son conocidos de modo fragmentario e imperfecto y son difíciles de
reunir. En su mayor parte, únicamente son accesibles a los expertos en campos especializados, que ordinariamente se
han ocupado de establecer las secuencias correctas y las interacciones de las culturas, y rara vez se han interesado en
los problemas que presenta la indagación de los orígenes y las influencias de las ciencias. Debido a que yo no soy
historiador ni erudito, sino un científico activo, las reconstrucciones que hago tienen la limitación de ser provisionales y
abiertamente susceptibles de crítica. Pero, es justamente de esta crítica y de las investigaciones a que la conduzca, de
donde se podrá llegar a establecer un cuadro coherente y razonable.

Desde luego, hubiera sido posible dejar completamente a un lado la exposición de los períodos primitivos. Aún así se
podría escribir una explicación perfectamente inteligible de una ciencia moderna y, tal vez, de la ciencia medieval. Pero
semejante explicación resultaría engañosa. Mucho de lo que se tendría que aceptar como cierto, presentándolo como
evidente por si mismo o como arbitrario, es efectivamente resultado de los factores específicamente científicos y sociales
operante en la antigüedad. Por ejemplo, el gran debate acerca de la revolución de las esferas celestes, que señala el
principio de la ciencia moderna, es ininteligible sin el conocimiento del origen mítico cosmológico de dichas esferas, que
se remonta por lo menos hasta las primeras etapas de la cultura mesopotámica.

En esta segunda parte trataremos de dar, en forma esquemática, una explicación de la creación y la diferenciación de
la ciencia, en relación con los primeros desarrollos de las sociedades humanas. El gran período histórico tratado aquí
comprende dos grandes etapas, divididas por la invención crucial de la agricultura. La primera etapa comprende la Edad
Paleolítica entera, cuya base es la recolección de alimentos y la caza. La segunda etapa incluye los períodos de la
agricultura primitiva (Edad Neolítica); de la primera cultura urbana fluvial en Egipto, Mesopotámia, la India y la China
(Edad de Bronce); y las primeras ciudades independientes basadas en los oficios y el comercio (Edad de Hierro),
comprendiendo las civilizaciones clásicas de Grecia y Roma. Para los propósitos de este libro es conveniente separar
este último período, en parte porque nos es mucho mejor conocido por las fuentes escritas de que disponemos, pero
más todavía porque su tradición se ha incorporado directamente a la ciencia moderna. De acuerdo con esto, la segunda
parte se encuentra dividida en tres capítulos: capítulo segundo, la Edad Paleolítica; capítulo tercero, Edad Neolítica y
edad de Bronce; y capítulo cuarto; Edad de Hierro y Cultura Clásica.

En cada uno de éstos períodos los hombres han hecho contribuciones a las técnicas y a las ideas que constituyen la
base necesaria de la ciencia. En la Edad Paleolítica se produjeron las principales maneras de manipular y conformar
los materiales, incluyendo el uso del fuego, el conocimiento práctico de la existencia y los hábitos de animales y plantas
94
en la naturaleza salvaje. Lo mismo que las invenciones sociales fundamentales del parentesco, el lenguaje, los ritos, la
música y la pintura. La cultura urbana de la Edad Neolítica trajo consigo, junto con la agricultura, el tejido y la cerámica,
las invenciones sociales del simbolismo pictórico y de la religión organizada. La Edad de Bronce agregó los metales, la
arquitectura, la rueda y otros artefactos mecánicos; también produjo algo de mayor importancia aún: la decisiva
invención social de la ciudad misma. –la civis de la civilización, la polis de la política. La ciudad fue la que hizo posible
los progresos técnicos y, con ellos, todo un conjunto de invenciones intelectuales, económicas y políticas –los números,
la escritura, el comercio- dentro del dominio de la evolución del nuevo sistema de clases y de gobierno organizado.
Entonces empezó a surgir una ciencia consciente y las disciplinas distinguibles de la astronomía, la medicina y la
química adquirieron sus primeras tradiciones.

La Edad de Hierro no produjo una transformación notable en la técnica material, no obstante que agregó el vidrio y
mejoró las herramientas y las máquinas. Su principal contribución consistió en extender y propagar la civilización, con
el empleo del nuevo metal económico –el hierro-; sin embargo, las invenciones sociales del alfabeto, el dinero, la política
y la filosofía prepararon el terreno para el rápido desarrollo y extensión de las técnicas y la ciencia. Fue en este período
cuando los griegos reunieron la experiencia técnica de los antiguos imperios y la desenvolvieron en la primera ciencia
enteramente racional, que tiene una conexión directa e ineludible con nuestra propia ciencia. Sin embargo, el período
clásico fue también una época de guerras y conflictos sociales, de esclavitud y opresión. Su expresión final, el Imperio
Romano, aportó poco a la ciencia y mucho a las obras públicas y al derecho. A causa de sus contradicciones inherentes,
sobrevivió gradualmente su decadencia política e intelectual y, con su derrumbe, la ciencia de antigüedad clásica quedó
eclipsada; pero, otras ramas paralelas siguieron floreciendo en Persia, la India y la China, y prepararon el camino para
un nuevo avance.

5.- LAS CIENCIAS NATURALES Y LAS CIENCIAS SOCIALES


F.V. Konstantinov

5.1 Las ciencias naturales

Las ciencias naturales –el sistema de ciencias de la naturaleza- constituye una de las tres ramas esenciales del saber
humano; son la base teórica de la industria y la agricultura, la técnica y la medicina; el fundamento científico de la
filosofía del materialismo, de la interpretación dialéctica de la naturaleza. El conocimiento de la naturaleza es resultado
de la actividad teórica y productiva del hombre. Las ciencias naturales tienen un doble objetivo: 1) descubrir la esencia
de los fenómenos de la naturaleza, conocer sus leyes y prever sobre su base los nuevos fenómenos, y 2) señalar las
posibilidades de aplicar en la práctica las leyes sobre la naturaleza, que han sido conocidas.

La ciencia nace al calor de las necesidades de la práctica social y, principalmente, de la producción material. Son objeto
de observación y de síntesis científica; ante todo, los fenómenos de la naturaleza relacionados de un modo o de otro
con la vida material de la sociedad, con la producción. La práctica de la producción ha impulsado al hombre al
conocimiento de las causas de los fenómenos tales como los cambios del día y la noche, las estaciones del año, las
variaciones del tiempo, el desbordamiento de los ríos. Las necesidades prácticas movieron al hombre a la necesidad
de conocer las causas de las enfermedades de los hombres y los animales, a estudiar las cualidades provechosas y
novias de los vegetales, las características y las costumbres de los animales, a conocer las propiedades mecánicas,
físicas y químicas de los cuerpos, de los minerales, etc.

En un principio, los conocimientos del hombre eran muy limitados, se aferraban a la memoria de las gentes y se
transmitían en tradición oral a lo largo de los siglos. Estos conocimientos se reducían, fundamentalmente, a la
experiencia productiva del hombre. Pero, al desarrollarse la sociedad, con la división del trabajo y la diversificación de
las actividades humanas, con la aparición de las clases y del Estado, se ensancharon los conocimientos del hombre
acerca del mundo circundante. La memoria del hombre individual no podía retener todos los conocimientos y surgió la
necesidad de registrar por escrito las observaciones y generalizaciones de lo observado. Surgió así el arte de la
escritura.

La escritura no fue, como no lo fue tampoco el lenguaje articulado, la invención de un solo hombre. Fue como medio de
intercambio de pensamientos y vehículo de acumulación de conocimientos, el resultado de los esfuerzos de muchos
hombres. Sin embargo, durante mucho tiempo, el arte de la escritura, en su forma mas desarrolladas, se mantuvo al
igual que la ciencia, como monopolio de un círculo reducido de personas en los medios de las clases dominantes: los
sacerdotes, el clero, los funcionarios y los intelectuales.
95
El arte de la escritura, una vez conocido, se convirtió en poderoso medio de acumulación de conocimientos, que
pudieron así transmitirse de generación en generación y de unos pueblos a otros. Al principio el registro por escrito de
diversas clases de noticias y observaciones era algo desordenado, incoherente y, no pocas veces, contradictorio.
Quienes sabían escribir registraban las noticias de las campañas, guerras, las victorias y las derrotas, la vida, los usos
y costumbres de otros pueblos, la fauna y la flora de diversos lugares, etc. Y se recogían, asimismo las observaciones
relacionadas con la base sobre que descansa la vida de la sociedad: la producción (la época del desbordamiento de los
ríos, el comienzo de las faenas del campo, el tiempo en que maduraban los frutos, etc.). Mas tarde, los apuntes fueron
ordenándose y sistematizándose; los conocimientos acumulados permitieron establecer nexos entre ellos, descubrir la
interdependencia entre los fenómenos y sus leyes. Surgieron así, los primeros rudimentos de la ciencia.

La astronomía surgió de la necesidad práctica de conocer las leyes que rigen el cambio de las estaciones del año y de
la necesidad de orientarse para viajar en la noche. En el antiguo Egipto y en Babilonia, donde la agricultura se hallaba
íntimamente vinculada a las inundaciones de los ríos, los conocimientos astronómicos eran indispensables para poder
calcular los períodos en que se producían las inundaciones de los ríos que se desbordaban.

El desarrollo de la astronomía exigía el de la matemática, como base obligada de ella. Generalmente, los astrónomos
antiguos eran al mismo tiempo destacados matemáticos. La necesidad de medir los campos hizo nacer la geometría.
La construcción de grandes edificios y las complicadas obras hidrotecnias (canales, presas, diques, etc.), así como las
necesidades de la navegación y de las artes de la guerra, hicieron surgir la mecánica, la que, a su vez, impulso el
desarrollo ulterior de la matemática.

La necesidad vital de la lucha contra las enfermedades de los hombres y de los animales hizo que aparecieran la
medicina y la veterinaria; y ello contribuyó, a su vez, al nacimiento y desarrollo de la botánica, la zoología, la anatomía
y la filosofía.

Por regla general, las ciencias naturales daban respuesta a los problemas planteados por la producción y generalizaban
las enseñanzas de la práctica. Mucho antes de la que formulase el principio de que el frotamiento se convertía en el
calor, el hombre había aprendido a producir el fuego frotando dos palos. Antes de que se descubriera la ley de la
transformación de la energía, ya se realizaba prácticamente esta operación (en la máquina de vapor). Lo que no debe
interpretarse en el sentido de que la ciencia solo pueda generalizar pasivamente las experiencias previamente
conseguidas en el campo de la producción. Nada de eso: la ciencia, apoyándose en las síntesis teóricas de las
enseñanzas de la práctica, lleva a cabo descubrimientos que impulsan y revolucionan la propia producción.

Tal ha ocurrido, por ejemplo, con el descubrimiento de la leyes del vapor y la invención de la máquina de vapor, con el
descubrimiento de las leyes de la electricidad, el de la energía atómica, con el descubrimiento por Michurin de las leyes
sobre la plasmación artificial de las formas de los organismos, con el de la leyes del fomento de la fecundidad del suelo,
llevado a cabo por los sabios rusos Dokuchaev, Kostychev y Prianishnikov, etc.

La influencia de la producción, de las necesidades económicas, sobre el desarrollo de la ciencia no siempre es directa,
inmediata, sino que adopta a veces, formas indirectas. Pero de un modo o de otro, las necesidades de la vida material
de la sociedad determinan siempre y dondequiera el desarrollo de la ciencia, aunque los mismos hombres de ciencia
no se den, a veces, cuenta de ello.

Algunos historiadores afirman que no es la ciencia la que depende de la producción social, sino que por el contrario, el
estado y el desarrollo de la producción dependen del desarrollo de la ciencia. Según ellos, la ciencia es el fruto de las
puras cavilaciones y especulaciones del investigador recogido en la soledad de su laboratorio o de su cuarto de estudio,
al margen de la vida y de sus necesidades. Pero el mejor mentís a esta concepción idealista lo de la producción, las
necesidades técnicas, han ejercido sobre la aparición y el desarrollo de las ciencias mayor influencia que decenas de
universidades, La moderna gran industria seria inconcebible sin la mecánica, la física y la química modernas, pero, a su
vez, el vertiginoso desarrollo de estas ciencias ha sido determinado, cabalmente, por las necesidades de la gran
industria, basada en las conquistas de las ciencias naturales. La física y la química modernas no podrían concebirse sin
la grandiosa técnica de nuestro tiempo, la cual puesta en manos de los físicos y los químicos, da como resultado la gran
industria.

La historia de todos los grandes descubrimientos científicos demuestra que la fuerza motriz en el nacimiento y el
desarrollo de la ciencia ha sido la práctica social, las necesidades del desarrollo y de las fuerzas productivas, las
necesidades del desarrollo económico, la lucha de clases.
96
Los mayores éxitos logrados en el desarrollo de las ciencias naturales en los siglos XVII y XVIII correspondieron al
campo de la mecánica, de la astronomía y de la ciencia matemática, relacionada con ellas. Estas ramas del conocimiento
científico eran las más directamente vinculadas con las apremiantes necesidades de la creciente industria y con el
desarrollo de la vida material de la naciente sociedad capitalista.

A diferencia de todos los modos de producción anteriores, basados en una técnica rutinaria, el modo de producción
capitalista se basa en la técnica a base de máquinas, inseparable de la aplicación de la ciencia a la producción. Y son
precisamente las necesidades del desarrollo de la producción, de la técnica maquinista, las que determinan y explican,
fundamentalmente, el impetuoso desarrollo de las ciencias naturales.

El primer período de desarrollo de las ciencias naturales la época del capitalismo, a partir del siglo XVI, trajo consigo
grandiosos descubrimientos en el campo de las matemáticas, de la mecánica y de la astronomía, pero en lo tocante al
estudio de los fenómenos orgánicos no rebasó los límites de las etapas iniciales del conocimiento. Todavía no fueron
investigados, entonces, ni las formas orgánicas en su sucesión histórica (paleontología), ni los cambios históricos de
las condiciones geológicas del desarrollo de los organismos (geología). Los naturalistas seguían enfocando la
naturaleza desde el punto de vista metafísico. Para un estudio más profundo y certero de las formas de la vida orgánica,
no bastaban “los dos fundamentos primarios, la máquina y la ciencia de la forma estructural orgánica principal, de la
célula”.

Desde mediados del siglo XVIII, y sobre todo a partir del XIX, los grandes descubrimientos científicos fueron abriendo
una brecha tras otra en la concepción metafísica de la naturaleza; la teoría de Kant Leplace sobre los orígenes naturales
del sistema solar; la doctrina sobre el desarrollo histórico del planeta y la teoría paleontológica sobre la sucesión
coherente de los cambios operados en las formas orgánicas de la tierra; la aparición de la química orgánica y la creación
artificial de organismos, que vinieron a demostrar la posibilidad de aplicar las leyes químicas en el campo de la
naturaleza viva, el descubrimiento de la teoría mecánica del calor y de la ley de la transformación de la energía; el de la
estructura celular de los organismos; los descubrimientos de Lamarck, Darwin, Michurin, Timiriazey y Pavlov, al igual
que muchos otros, llevados a cabo en el campo de las ciencias naturales, vinieron a poner de manifiesto la unidad de
la naturaleza y los nexos internos existentes entre todas sus formas, en un desarrollo histórico ininterrumpido.

La teoría del desarrollo no podría haber triunfado en la ciencia bajo las condiciones del feudalismo, en que la producción
se mantenía en una relativa inercia, en que toda la vida social discurría con una gran lentitud y en que prevalecía una
ideología religiosa extraordinariamente conservadora. El capitalismo destruyó las relaciones feudales, revolucionó la
producción y aceleró con ello el curso de la vida social. La revolución operada en el modo de producción trajo consigo
las revoluciones políticas burguesas. Y todo ello imprimió un poderoso impulso a los grandes progresos logrados en el
campo de las ciencias naturales.

La ciencia en la sociedad burguesa, es una prisionera y una servidora del capital, un instrumento de la explotación. Bajo
el capitalismo, el trabajo y la ciencia se hallan en una relación antagónica: el desarrollo de la ciencia, como el de las
fuerzas productivas, conduce en esa sociedad al empobrecimiento de los trabajadores.

La avidez de las máximas ganancias, la competencia y las exigencias planteadas por las guerras imperialistas obligan
a los capitalistas a desarrollar la técnica y la ciencia. Pero esta misma ambición de la ganancia máxima empuja a los
capitalistas, por otra parte, a limitar el desarrollo de la ciencia y de la técnica, cuando los nuevos inventos ponen en
peligro la obtención de dicha ganancia. Los monopolios capitalistas someten por entero a sus intereses y a sus fines las
actividades de la investigación científica. Bajo las condiciones del capitalismo, los laboratorios e institutos de
investigación científica se crean con sujeción al mismo principio que cualquier empresa capitalista; son sencillamente,
empresas capitalistas de un tipo especial y dotado de un equipo complicado. Cientos y miles de sabios e ingenieros
trabajan en ellas bajo las órdenes y el control de los monopolios capitalistas.

El desarrollo de la ciencia, y principalmente el de la física, el de la química y de las demás ciencias aplicadas que
guardan una relación directa con el desarrollo de la técnica, no se interrumpe, como es natural, en la época de la
descomposición del capitalismo, pero cobra, al llegar a este período, un carácter unilateral y deforme. Se descubren
nuevas fuentes de materias primas y energías, nuevos materiales y sucedáneos: la energía atómica, la bencina sintética,
los materiales plásticos, etc. <pero, bajo las condiciones del imperialismo, todas estas conquistas no sirven más que
para reforzar la explotación y la miseria de las masas, para crear nuevos y mas perfeccionados artefactos de matanza
y destrucción.
97
Hemos visto mas arriba que la ciencia surge al calor de las necesidades de la práctica, que se desarrolla en íntima
relación con las necesidades de los avances de la técnica, con las exigencias de la producción. Las ciencias naturales
sirven a las necesidades de la producción. El conjunto de los conocimientos científicos, contrastados y confirmados con
la práctica, nos ofrecen la verdad objetiva. Estos conocimientos verdaderos, científicos, van acumulándose de
generación en generación, de una a otra época, de una a otra formación social. No se destruyen al ser sustituida una
base económica por otra, sino que se conservan, se multiplican y siguen desarrollándose.

Los teoremas de Euclides, la ley de la gravitación universal, la ley de la conservación de la materia, la ley de la
conservación y transformación de la energía, etc., son verdades objetivas, que no dependen del hombre ni de la
humanidad. Las leyes de las ciencias naturales y técnicas pueden servir a diferentes modos de producción.

Ahora bien, la ciencia no consiste solamente en la formulación de leyes, teoremas y axiomas, sino también en su
interpretación y generalización filosófica, teórica. Y, en este terreno, se despliega en la ciencia una enconada lucha de
opiniones.

La historia de la ciencia es la historia de la lucha entre el conocimiento y la fe, entre la ciencia y la religión, entre el
materialismo y el idealismo; la historia de la lucha entre las tendencias retardatarias, reaccionarias, conservadoras.
Lucha que, en la sociedad de clases, es un reflejo de la lucha de clases.

En el tiempo de Darwin, se liberaba la lucha entre los darwinistas y sus adversarios. En nuestro tiempo, la física, la
química y la biología, y no digamos las ciencias sociales, son la palestra en que se mantiene una enconada lucha entre
tendencias antagónicas, la lucha entre el pensamiento científico avanzado y las tendencias que pugnan por tirar de la
ciencia hacia atrás, preconizando teorías idealistas y metafísicas, radicalmente enemigas de la ciencia.

Pero, al lado de esto, existe y es también común, una diferencia esencial entre las ciencias naturales y las sociales. Por
si mismo objeto de investigación, la mayoría de las ciencias sociales, en especial la economía política, la sociología, la
teoría del Estado y del derecho, afectan a los intereses de las clases explotadoras, y esto hace que provoquen las más
bajas pasiones, que desencadenen “las furias del interés privado”.

5.2 Las ciencias sociales

Las ciencias sociales, a las que se denomina también ciencias humanas, son el conjunto de cuantas se ocupan del
hombre y de la sociedad, las cuales se diferencian de las ciencias de la naturaleza (ciencias naturales) también por la
aplicación práctica de sus leyes. Entre las ciencias humanas se destacan las ciencias del pensamiento. Las ciencias
sociales constituyen el sistema de todas las esferas de los conocimientos sobre la sociedad, sobre las leyes de su
aparición y desarrollo; sobre su estructura, los diversos elementos de la misma y las diferentes facetas de la vida social;
sobre la existencia y la conciencia sociales y su interacción sobre el hombre, su formación, actividad, desarrollo y estado;
sobre las comunidades humanas: clases, naciones, grupos y las relaciones entre ellos, y sobre la cultura material
espiritual.

Como la cultura es la premisa para la aparición y existencia de la sociedad, existen ciencias que se hallan en la influencia
de las ciencias sociales y las ciencias naturales (antropología, geografía, medicina, etc.) La filosofía, en calidad de
ciencia que se ocupa de las leyes más generales del desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento
constituyen una rama especial. Existen ciencias sociales que estudian aspectos, procesos y fenómenos aislados de la
sociedad: la economía, la política, el derecho, el Estado, la lengua, la literatura, etc., las cuales abarcan todas las
manifestaciones de la vida social. Sin embargo, la simple acumulación de las ciencias sociales no es suficiente para
proporcionar una idea de la sociedad como un sistema conjuntado. Por eso, a la par que las ciencias que estudian las
esferas, fenómenos y procesos sociales, existe la ciencia que investiga el desarrollo de la sociedad en su integridad.
Como método general de las ciencias sociales y método de transformación de la sociedad, figura el materialismo
histórico.

6.- CARÁCTER ESPECÍFICO DEL CONOCIMIENTO DE LOS FENOMENOS SOCIALES.

La unidad de las cosas del mundo determina la unidad, en cuanto a objetivos y metodología, en el conocimiento de la
naturaleza y de la sociedad, la unidad de principio entre las estructuras lógicas de las ciencias naturales y sociales.
Pero, junto a esta unidad, en el conocimiento de los fenómenos sociales existen particularidades específicas, que están
condicionadas por el carácter de la sociedad como una formación especial –social- que es. Por eso, es inadmisible,
tanto enfrentar y establecer una barrera entre los problemas relacionados con las ciencias naturales y el conocimiento
98
histórico social, como identificarlos sustituyendo las cuestiones a tratar por la sociología por los fenómenos de la
naturaleza y limitando su método a los de las ciencias naturales. La sociedad es una continuación de la naturaleza, y
por eso las ciencias sociales constituyen el análisis de sus premisas naturales.

La sociedad constituye, ante todo, un objeto de estudio mucho mas complicado que las ciencias naturales.

El rasgo específico del conocimiento de la sociedad se debe a que los propios hombres forjan su historia y son al mismo
tiempo, actores y autores de su drama histórico mundial. El carácter variable de la sociedad también influye en su
conocimiento, ya que los procesos que se someten a análisis se convierten con gran rapidez en historia, cuyo estudio
se halla bajo la influencia del presente. La teoría del pasado se interpreta indefectiblemente a la luz de lo actual. El
conocimiento de la sociedad es “esencialmente relativo, en cuanto se limita a la comprensión de la coherencia y las
consecuencias de ciertas formas de sociedad y Estado existentes solo en un tiempo determinado y para pueblos dados
y perecederos por naturaleza. El que en este terreno quiera salir a la caza de verdades definitivas de última instancia,
de verdades autenticas y absolutamente inmutables, conseguirá poco botín como no sean trivialidades y lugares
comunes de lo mas grosero”. En las ciencias sociales existe el peligro del relativismo absoluto, peligro que se refleja,
por ejemplo, en las teorías burguesas del presentismo. La teoría científica rechaza semejante relativismo: no obstante,
la necesidad de desarrollo que experimentan las teorías sociales es indudable, esto se halla relacionado tanto con el
desenvolvimiento del propio objeto como con los cambios que se producen en la comprensión de su esencia. En este
sentido, todas las ciencias sociales son históricas, ya que investigan “las condiciones vitales de los hombres, las
instituciones sociales, las formas jurídicas y estatales con su sobre estructura ideal de la filosofía, religión, arte, etc., en
su sucesión histórica y en su resultado actual”.

En el conocimiento de los fenómenos sociales, existen en cada época límites históricamente condicionados, los cuales
se hallan determinados por el desarrollo de las condiciones materiales de vida de la sociedad. Pero como las ciencias
sociales estudian la esfera de las relaciones económicas, políticas e ideológicas de los hombres, se hallan íntimamente
ligadas a los intereses de la clase. Las ciencias sociales apoyan o rechazan determinado régimen social, lo cual
determina la actitud que respecto a ellas manifiestan las clases dominantes, que se benefician de los organismos
sociales existentes. En una sociedad con contradicciones antagónicas de clase no puede existir una ciencia social
“imparcial”. Las relaciones de clase y las posiciones que con respecto a ellas adoptan los pensadores de cada época,
determinan en grado sumo el desarrollo del conocimiento de la sociedad. Al mismo tiempo conviene distinguir entre la
posición honrada que puede adoptar determinado teórico y la apología sin trabas del régimen existente. Por ejemplo, al
mismo tiempo que se debe señalar la honradez científica del ideólogo de la burguesía industrial, Ricardo, debe
condenarse a Malthus, cuyas conclusiones “…sobre los problemas científicos están fabricadas –con miras- a las clases
dominantes, en general, y especialmente hacia los elementos reaccionarios de estas clases; y eso significa que Malthus
falsifica la ciencia por complacer los intereses de dichas clases”.

Los progresos en el desarrollo del pensamiento humano acerca de la sociedad tienen lugar, sobre todo, en las épocas
revolucionarias, cuando madura la crisis de las relaciones existentes y se fortalecen lo suficiente los elementos de las
nuevas relaciones sociales y las posiciones de las nuevas clases sociales, que promueven también a sus representantes
teóricos.

El carácter específico del conocimiento de los fenómenos sociales consiste además en que el resultado del desarrollo
histórico adquiere ante los ojos de numerosas personas la consistencia de los fenómenos naturales y las únicas formas
posibles de la vida social. “La reflexión acerca de las formas de la vida humana, incluyendo por tanto el análisis científico
de esta, sigue en general un cambio opuesto al curso real de las cosas. Comienza post festum y arranca, por tanto, de
los resultados preestablecidos del proceso histórico”. En este sentido, para el conocimiento de la sociedad es de
extraordinaria importancia la madurez del objeto a investigar, ya que únicamente sus formas desarrolladas pueden
constituir la premisa necesaria de un conocimiento verdaderamente científico. La ausencia de semejante premisa, los
intentos de crear teorías sociales que no se basen en una realidad desarrollada han constituido y constituyen la causa
fundamental de que vean la luz ideales irrealizables, sistemas ideológicamente falsos y estructuras utópicas. La
aparición de una verdadera ciencia de la sociedad resulta posible únicamente en determinado estadio de desarrollo de
la sociedad y de su conocimiento. Al mismo tiempo, hay que subrayar que el carácter específico del conocimiento de
los fenómenos sociales no significa en modo alguno que los conocimientos acerca de la sociedad en el plano lógico y
metodológico sean también específicos.
99
7.- NOCIONES FUNDAMENTALES DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO
Eli de Gortari

Los movimientos, cambios y transformaciones a que se encuentran sujetos los procesos existentes están regulados por
ciertas relaciones invariantes, a las que denominamos leyes objetivas. Las leyes objetivas son las formas generales en
que se producen las transformaciones de los procesos, de sus propiedades y de sus interacciones. Las leyes exhiben,
entonces, la irregularidad de las variaciones, que es lo único constante que se conoce en el universo. Dichas leyes son
objetivas porque gobiernan el comportamiento de los procesos, independientemente de nuestra voluntad y de nuestra
conciencia. Además, como todo lo existente, las leyes objetivas son susceptibles de ser descubiertas y determinadas
por medio de la investigación científica. Incluso, podemos decir que la historia de la ciencia y de la técnica es, en cierto
modo, la historia del descubrimiento de esas leyes y de su utilización. En todo caso, es imposible explicar el
comportamiento de los procesos, y menos todavía predecirlo, si no se conocen las leyes que regulan dicho
comportamiento.

Cuando se consigue descubrir una ley objetiva, se expresa en la forma de una ley científica. Por lo tanto, la ley científica
es una reconstrucción racional que refleja a la ley objetiva. Entonces, aún cuando su determinación se mejore con el
avance del conocimiento. La ley científica sólo puede representar a la ley objetiva de un modo cada vez más aproximado,
pero sin llegar a coincidir nunca con ella. En todo caso, la ley científica representa a la ley objetiva, de una manera
análoga al modo como el concepto representa a una clase de procesos objetivos. Una vez establecida, la ley científica
enuncia una relación necesaria que se cumple en diversas condiciones y cuyos efectos se manifiestan en la producción
de acciones determinadas en los procesos. En cada caso, los efectos de una ley dependen específicamente de las
condiciones concretas en que se encuentren los procesos. Inclusive, esos efectos pueden ser opuestos; como sucede,
por ejemplo, con la ley de la inercia que, por ponerse a cualquier cambio de movimiento, producen el efecto de que un
cuerpo se resista a empezar a moverse, cuando está en reposo relativo y, también, produce el efecto de que un cuerpo
se resista a detenerse, cuando se encuentra en movimiento. Entonces, aunque nunca es posible cambiar las leyes
objetivas, ni tampoco se puede sustraer proceso alguno a su cumplimiento inexorable, no obstante, si es enteramente
factible modificar las condiciones y obtener así otros efectos diferentes. De esa manera es como el hombre ha logrado
transformar los efectos del cumplimiento de las leyes, alterando convenientemente las condiciones en que se
encuentran los procesos afectados. Ese es uno de los conocimientos fundamentales adquiridos por la humanidad desde
el comienzo de la actividad científica; y en tal conocimiento se apoyan el desarrollo tecnológico y la experimentación.

Las leyes no determinan el comportamiento de los procesos, sino que lo regulan en condiciones determinadas. Esto es,
que la ley no anticipa lo que le ocurrirá singularmente a un cierto proceso, sino lo que le sucederá cuando se cumplan
tales y cuales condiciones. En ese sentido, las leyes desempeñan la función de predecir lo desconocido –los cambios
que se producirán- con base en lo conocido –o sea las condiciones que se han determinado-. Así, la ley explica los
procesos conocidos y predice el comportamiento de otros procesos de la misma clase. Como consecuencia, la
generalización de una relación necesaria, expresada en la ley, constituye una predicción universal. Por otra parte, las
leyes científicas sirven como instrumentos de las investigaciones ulteriores y, en tanto que cumplen con esa función, se
constituyen en partes integrantes del método científico. Algunas leyes científicas expresan de una manera simple ciertos
hechos objetivos que nos son familiares. Otras leyes se refieren a procesos menos aparentes y mas complejos, que
incluyen relaciones complicadas y conceptos mas refinados. Hay muchas leyes que se expresan mejor por medio de su
formulación matemática; sin que tal formulación tenga que ser necesariamente cuantitativa o métrica. La formulación
abstracta más elemental de una ley científica es la que se hace al establecer una función matemática con dos variables,
admitiendo que entre esas dos magnitudes, que varía de manera correspondiente, existe siempre la misma relación.

Lo más importante es que las leyes científicas explican el comportamiento de los procesos, cuando se conocen las
condiciones de su cumplimiento y, a la vez, predicen el comportamiento futuro de cualquier proceso de la misma clase,
tanto en esas mismas condiciones como en otras diferentes. De esa manera, las leyes científicas sirven para responder
a las principales interrogaciones de la ciencia; sobre el qué, el dónde, el cuándo, el cómo y el porqué de los procesos
existentes. O sea, dicho en otras palabras, acerca de las formas de su existencia, del lugar en que se encuentran, del
momento en que ocurren, de los modos y manera de su comportamiento, y de las causas y razones por las cuales se
producen. Como se puede advertir, las leyes representan constricciones en el comportamiento de los procesos. Sin
tales constricciones, el universo sería completamente caótico, es decir, que no sería un cosmos o todo ordenado. La
organización de los procesos, sus simetrías, sus interacciones, sus movimientos, junto con las regularidades de su
comportamiento y otras muchas modalidades de su existencia, imponen un gran número de constricciones a los
procesos. Cada ley científica es, entonces, la expresión determinada de una constricción. Así, por ejemplo, la ley de
Newton sobre el movimiento planetario establece que, entre todas las posiciones y velocidades posibles, solamente un
pequeño grupo es el que se cumple en la realidad. En ese sentido, la ley excluye muchas posiciones y velocidades de
100
las plantas, prediciendo que nunca se producirán. Por consiguiente, el cumplimiento de una ley viene a ser,
simultáneamente, una predicción negativa. Solo que, la misma constricción inexorable impuesta por la ley científica,
aunada al conocimiento de las condiciones específicas –que son igualmente restrictivas-, es lo que permite predecir
acontecimientos futuros. En rigor, la posibilidad misma de hacer cualquier predicción implica, ineludiblemente, la
existencia de algunas restricciones conocidas.

Algunas leyes expresan una relación causal, en virtud de lo cual ciertos acontecimientos se producen necesariamente
como efectos, por ser justamente las consecuencias de otros acontecimientos determinaos como causas. Otras leyes
son funcionales, porque solamente determinan la coexistencia necesaria de ciertos acontecimientos, conforme a una
relación determinada. Y hay otras leyes que se refieren a relaciones estadísticas, las cuales permiten predecir los
acontecimientos con una probabilidad determinada. Así, por ejemplo, el hecho de que un líquido fluya de un nivel
superior a otro inferior, debido a la energía de gravitación, es algo necesario que obedece a una relación causal, como
lo es la establecida por la ley de la conservación de la energía. En cambio, la segunda ley del movimiento de Newton
expresa una relación funcional; la aceleración de un cuerpo es directamente proporcional a la fuerza ejercida sobre
dicho cuerpo e inversamente proporcional a su masa inercial. Como es fácil advertir, no se indica que la fuerza anteceda
o suceda a la aceleración y, por ende, no se le puede considerar ni como causa ni tampoco como efecto, sino
simplemente como coexistente con la aceleración. Pro otra parte, el hecho de que el calor fluya de un cuerpo mas
caliente a otro mas frío, debido a la energía térmica, es algo probable que obedece a una ley estadística. En ese caso,
la ley representa la síntesis de las observaciones que se han hecho sobre un número de ocurrencias del acontecimiento
en cuestión. Sin embargo, aunque es muy grande la probabilidad de que suceda lo antes dicho, también podría llegar a
ocurrir que el calor fluyera del cuerpo frío al cuerpo caliente, sin que se violase por ello la ley de la conservación de la
energía.

Las leyes que gobiernan a la naturaleza se encuentran vinculadas mutuamente, tal como se advierte claramente a
través de las influencias recíprocas que se ejercen entre unas y oras. En rigor, no existen leyes aisladas, sino sistemas
de leyes que rigen los diversos niveles de la naturaleza. Y, debido a que dichos niveles coexisten, también existen
simultáneamente los diversos sistemas de leyes que les corresponden. Más aún, existen leyes que pertenecen a varios
sistemas a la vez, como sucede con la ley de la conservación y de la transformación de la masa y la energía. En esas
condiciones cualquiera de los procesos que observamos en nuestra vida cotidiana se encuentran regidos por el sistema
de leyes de la física clásica. Pero, al mismo tiempo, en los niveles internos de ese mismo proceso, coexisten otros
sistemas de leyes como son las termodinámicas, las atómicas y las nucleares. Cada uno de esos sistemas tiene su
propia esfera de acción y, a la vez, hay una interacción de todos ellos, que se manifiestan de muchas maneras. Por otro
lado, ese mismo proceso que observamos en nuestra vida diaria. Está sometido exteriormente a diversas interacciones
con otros procesos y, también, participa de las acciones correspondientes al nivel astronómico de la naturaleza, aún
cuando sea solamente como un elemento ínfimo.

En la sociedad, al igual que en la naturaleza, existen leyes que gobiernan los diversos procesos y su desenvolvimiento.
Algunas de esas leyes corresponden al desarrollo social en su conjunto y en todas sus etapas. En cambio, hay otras
leyes que rigen únicamente indeterminados sistemas sociales y que carecen de vigencia en los otros. Por consiguiente,
tales leyes sociales específicas tienen la misma duración histórica que el régimen al cual pertenecen y caducan junto
con éste. De manera, cuando surge una forma más avanzada de organización social, se empieza a restringir
rápidamente el cumplimiento de las leyes del antiguo régimen, hasta que la nueva organización acaba por desplazar
por completo a la vieja y hacer desaparecer sus leyes específicas. Por lo tanto, como el desarrollo de la sociedad
siempre es obra de la acción humana, resulta que las leyes sociales peculiares de un régimen determinado se
transforman como consecuencia de la actividad colectiva.

Por lo anterior, tenemos que entre las leyes de la naturaleza y las leyes de la sociedad existen coincidencias y diferencias
importantes. En ambos dominios de la existencia, las leyes generales son permanentes y su cumplimiento es inflexible;
aun cuando sus efectos se pueden hacer variar, cambiando las condiciones en que se cumplen. En la naturaleza los
diversos niveles de la existencia coexisten y no pueden hacer desaparecer, ni tampoco las leyes específicas que los
gobiernan. De acuerdo con los conocimientos comprobados, hay un solo nivel de la existencia que surgió después de
los otros, que es el nivel biológico; y, también, se ha establecido la conjetura de que la vida podría llegar a desaparecer,
sin perjuicio de que se mantuviera la existencia de los otros niveles (químico, termodinámico, atómico, nuclear, etc.). En
cambio, se ha comprobado históricamente la desaparición de algunas formas de organización social y se puede
considerar que todas ellas terminarán por desaparecer. Entonces al desaparecer un régimen social, junto con éste
desaparecen sus leyes específicas. Por consiguiente, transformando el régimen social se puede poner fin a la existencia
de ciertas leyes, con el necesario surgimiento de otras leyes nuevas. Sin embargo, nunca se debe olvidar que, en tanto
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siga existiendo un régimen social, subsistirán las leyes respectivas y, por ende, su cumplimiento seguirá siendo
inexorable.

La ley es una explicación que ofrece una perspectiva de conjunto y desde un nivel elevado, para las investigaciones
ulteriores. Como es sabido, la ley explica tanto los procesos de los cuales fue extraída, como los procesos de la misma
clase, aunque no se conozcan ni se hayan producido. La ley es una interpretación y una explicación de los resultados
experimentales, en donde la razón ha introducido la continuidad, la precisión y generalización. En todo caso, la ley es
siempre aproximada, porque el científico interpola en los datos ignorando las inflexiones y los máximos y mínimos que
ocurren a veces en el intervalo entre dos datos) y extrapola mas allá de lo abarcado por los datos (transponiendo los
límites de lo experimentado). Por otra parte, la investigación determina después cada vez mejor los límites de aplicación
de las leyes. Cuando una ley queda comprobada de manera innegable, se adquiere un conocimiento cierto que ninguna
especulación posterior puede destruir, ni deteriorar, ni siquiera menoscabar. Si no sucediera así, sería imposible la
actividad científica. Lo único que puede ocurrir es que se descubra la necesidad de formular otra ley, para explicar los
procesos de una clase más general. En ese caso, dicha explicación tiene que ser única, tanto para el comportamiento
de los procesos anteriores como el de los nuevos y, al mismo tiempo, se ponen de manifiesto los límites del cumplimiento
de la ley anterior. Por lo tanto, la nueva ley tendrá que adoptar necesariamente la forma particular de la ley anterior y
confundirse con ella, cuando se aplique el dominio de su cumplimiento específico. El procedimiento de aproximaciones
sucesivas, entendido de esa manera, es el que permite avanzar a la ciencia. Así, las estructuras construidas
objetivamente no son derribadas por los progresos logrados, sino que más bien quedan integradas en estructuras más
amplias.

Una teoría científica está constituida por un conjunto de leyes ordenadas sistemáticamente, que permite explicar el
comportamiento de los procesos de sus características. En consecuencia, la teoría es el sistema de leyes que explica
los conocimientos correspondientes a una ciencia o una de sus ramas. Por ejemplo, las tres leyes del movimiento y la
ley de la gravitación universal, establecidas por Newton, constituyen fundamentalmente la teoría de la mecánica clásica,
la cual permite explicar la dinámica de los movimientos de todos los cuerpos terrestres y celestes. Una teoría es
científicamente válida, cuando explica los conocimientos de los otros procesos pertenecientes al mismo dominio, aún
cuando todavía no hayan sido experimentados. Lo que es más, cuando se impone la necesidad de formular una teoría
de mayor amplitud que la establecida hasta entonces, por haberse descubierto hechos que no pueden se explicados,
resulta indispensable que la nueva teoría, además de explicar los hechos conocidos (entre los cuales se encuentran
incluidos los que impusieron la necesidad de hacer una nueva interpretación explicativa), también permita la predicción
o anticipación racional de otros hechos y haga posible su verificación experimental.

La estructura de una teoría científica cumple con las siguientes condiciones características:

1. Es una imagen racional formada para explicar el comportamiento de los procesos existentes en un dominio
determinado
2. Se basa en las regularidades observadas y comprobadas en el comportamiento de los procesos de ese demonio;
3. Entre todas las teorías posibles, la existencia objetiva acaba por imponer una sola y de un modo inequívoco; y
eso puede ocurrir aún antes de que se recorra el sendero lógico conducente a la demostración de dicha teoría;
4. La única condición suficiente para mantener la validez de una teoría, es su comprobación experimental.
5. Es necesario que todos los elementos incluidos en una teoría o implicados por ella, permitan el reconocimiento
de los procesos objetivos correspondientes, éstos ocurran en el experimento o en el desarrollo racional.
6. Es indispensable que tanto el punto de partida de la teoría, como la estimación de sus resultados, solamente
impliquen experimentos posibles.
7. De toda teoría establecida se infieren consecuencias lógicamente necesarias, cuya validez dependerá de los
resultados experimentales correspondientes.
8. La consistencia de una teoría significa, en último extremo, que las consecuencias lógicas inferidas de ella no están
en desacuerdo con las experiencias correspondientes.
9. Las consecuencias inferidas de una teoría, por necesidad lógica terminan por constituirse en las imágenes
racionales de las consecuencias objetivamente necesarias del correspondiente comportamiento de los procesos
existentes.
10. El dominio de una teoría se amplia con la diversificación de los experimentos y con la exactitud de las mediciones,
llegando a comprender así muchos procesos no conocidos en el momento en que se estableció originalmente la
teoría.
11. Aún cuando se hayan postulado varias teorías para tratar de explicar el comportamiento de los procesos de un
cierto dominio, se prefiere aquella teoría que establezca la explicación más simple, en tanto que siga
representando todos los resultados experimentales obtenidos.
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12. De una teoría se va desprendiendo un cierto número de hipótesis parciales, siempre el mas corto posible; tales
hipótesis permiten la corrección experimental de la teoría, no obstante que el resultado de la prueba lleva a la
refutación de alguna de esas hipótesis y a su consecuente sustitución;
13. La introducción de hipótesis exclusivas para cada nuevo comportamiento descubierto, conduce a la desaparición
de la teoría;
14. Cuando se presenta la necesidad de introducir una nueva hipótesis fundamental en una teoría, ha llegado el
momento de limitar el dominio de dicha teoría y de establecer, en su lugar, una nueva teoría con validez universal
para todos los procesos entonces conocidos;
15. El desarrollo histórico de las teorías, junto con la sucesiva introducción de teorías cada vez mas amplias, que
incluyen a las interiores como casos particulares, expresa la continuidad de los procesos existentes y permite la
conexión sistémica y la analogía entre todas ellas y, por lo tanto, entre todos los dominios del universo.

Cuando una teoría se encuentra suficientemente desarrollada, hasta el punto de que se le pueda considerar completa,
es susceptible de ser formulada rigurosamente, quedando expresada como un sistema formalizado. En esas pruebas
de Goedel y de Cohen, resulta que de una teoría se desprenden tres consecuencias importantes. En primer lugar, las
leyes conocidas que forman parte de la teoría, se pueden inferir de ésta en la forma de teoremas (proposiciones
susceptibles de demostración) o de empiremas (proposiciones susceptibles de verificación experimental). En segundo
lugar, la teoría explica las leyes que la constituyen, agregando algo mas que no está contenido en las leyes consideradas
por separado, porque únicamente resulta del sistema en conjunto. En tercer lugar, la teoría predice y explica por
anticipado otras leyes nuevas, cuya existencia no se sospechaba antes de que la teoría quedara formulada
sistemáticamente. La mayoría de las leyes son descubiertas como resultado de experimentos y su formulación sigue la
secuela señalada antes. Pero, también se pueden anticipar otras relaciones invariantes en el comportamiento de los
procesos –y, por ende, otras leyes- partiendo de las leyes conocidas, siempre de acuerdo con el contexto de la teoría
bien determinada, formulada estrictamente y con sus postulados esclarecidos. Solo que, naturalmente, lo que se formula
entonces es una hipótesis, que requiere ser pasada por la prueba del experimento, antes de poderla incorporar al
sistema de la teoría respectiva.

Los principios científicos expresan aquellas regularidades en el comportamiento de los procesos que se cumplen en
varios niveles, de la existencia o, inclusive, en el universo entero. En otras palabras, los principios son las leyes comunes
a diversas disciplinas científicas. Por consiguientes, los principios forman parte integrante de varias teorías científicas
y, algunos de ellos, de todas a la vez. Así, por ejemplo, la ley de conservación de la cantidad de movimiento se cumple
en todos los niveles de la existencia estudiados por la física, abarcando desde las galaxias hasta las partículas
elementales; y por ende, dicha ley es un principio que forma parte integrante de las teorías correspondientes a esos
niveles. Otras ilustraciones las tenemos en el principio de la conservación de la carga eléctrica, el principio de la
conservación y la transformación de la energía y la masa, la ley del valor (que es un principio para todos los regímenes
en que existe producción mercantil) y el principio de la correspondencia entre las relaciones de producción y las fuerzas
productivas (que se cumple en todas las formas de organización social).

Los principios científicos son constituyentes básicos de las teorías respectivas, al igual que las otras leyes específicas
de cada una de ella. Cuando se consigue poner de manifiesto el modo particular en que se cumple la regulación
expresada por un principio científico en un proceso concreto, entonces es posible obtener mayor información acerca de
ese mismo proceso o, por lo menos, es posible predecir con una aproximación muy grande algunas de sus propiedades
que todavía no sean conocidas experimentalmente. Los principios científicos también permiten diseñar la forma de las
leyes nuevas que hagan falta en una teoría y sirven para predecirlas específicamente, hasta, en aquellos casos en que
los datos experimentales no sean suficientes para intentarlo de otra manera. En ciertas circunstancias, los principios
científicos llegan a servir para predecir igualmente la estructura de las nuevas teorías, cuando se impone la necesidad
de establecerlas.

En la realización de la actividad científica se parte de varios supuestos primordiales. Tales supuestos tienen, al comienzo
de cada investigación, el carácter de postulados, es decir, de aseveraciones admitidas sin prueba. Pero después, en el
curso de cada investigación, dichos postulados se comprueban una y otra vez, sin excepción alguna. Entre los
postulados de que se parte para emprender cualquiera investigación, tenemos los tres siguientes:

1. El universo existe objetivamente, de manera independiente a la conciencia y la voluntad humanas; y, en particular,


el hombre existe como parte integrante del universo.
2. Todos los procesos existentes, incluyendo el universo, que constituye el conjunto total de esos procesos, son
susceptibles de llegar a ser conocidos por el hombre, ya sea de manera directa o indirecta.
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3. El desarrollo entero de todos y cada uno de los procesos existentes, comprendiendo los acontecimientos extremos
de su surgimiento y su desaparición, es predictible y verificable.

Además de los postulados primordiales del conocimiento científico, existen otros postulados de menor generalidad, cuyo
cumplimiento se extiende a un grupo de ciencias, como ocurre, por ejemplo, con los postulados de las ciencias naturales.
Igualmente, cada ciencia posee sus propios postulados específicos y, más todavía, cada rama científica tiene sus
postulados peculiares. Así por ejemplo, son bien conocidos los postulados de la geometría.

En cada investigación concreta se parte de un conjunto de postulados que está formado por los postulados de la
disciplina en particular, los del grupo de ciencias a que pertenece y los postulados generales del conocimiento científico.
Al comenzar una investigación, dichos postulados son considerados estrictamente como hipótesis por verificar, junto
con aquellas hipótesis que expresamente se trate de comprobar experimentalmente o de demostrar racionalmente. En
esas condiciones, al terminar la investigación, además de los resultados que se obtengan sobre el propósito concreto,
también se consigue una verificación específica del conjunto de postulados tomado como punto de partida. Como
consecuencia de esa verificación, los postulados se convierten en explicaciones comprobadas para ese caso específico
y, por esa misma razón, se transforman en fundamentos de la investigación efectuada. De esa manera, los postulados
se van tomando en fundamentos de las investigaciones en que resultan comprobados. Sin embargo, en cada nueva
investigación por realizar, a pesar de las verificaciones recibidas en los casos anteriores, los postulados recobran su
carácter de hipótesis primordiales y, como tales, tienen que ser sometidos nuevamente a prueba. Así, los postulados se
encuentran sujetos a un proceso continuo y reiterado de verificación, a través del cual adquieren, cada vez mas y con
mayor amplitud, el carácter de fundamentos del conocimiento. Por lo tanto, los postulados tienen el rango de
fundamentos comprobados con respecto a los conocimientos ya adquiridos y, simultáneamente, mantienen su rango de
supuestos primordiales en lo que se refiere a las nuevas investigaciones que se inician.

La selección y la formulación de los postulados de la ciencia no se pueden hacer arbitrariamente. Por lo contrario,
siempre es indispensable verificar primero una cierta relación está implicada efectivamente en todos los conocimientos
adquiridos en una disciplina, en un grupo de ciencias o en todas en conjunto, antes de poder considerar a dicha relación
como fundamento de sus conocimientos y, por consiguiente, como postulado de las investigaciones posteriores. Otra
cosa muy importante es que los conceptos que figuran en los postulados son, indefectiblemente, las categorías
correspondientes al dominio científico en cuestión. Entonces, la confirmación de que los conceptos relaciones en una
proposición son categorías de la disciplina considerada, constituye una contraprueba de que tal proposición es un
postulado. En todos los casos, los fundamentos de cada disciplina han tenido que se descubiertos en los conocimientos
mismos, a través de una laboriosa investigación lógica y mediante su comprobación ineludible en la experiencia. Tal es
el procedimiento objetivo que se sigue para llegar a la determinación de los fundamentos de una ciencia, que luego son
empleados instrumentalmente como postulados de la misma.

El juicio es la formulación del pensamiento en la cual se establece una relación determinante entre dos o más conceptos.
La relación que se formula en un juicio puede haber sido obtenida como resultado de un experimento o como
consecuencia de un razonamiento. Por lo tanto, en cada juicio se expone la determinación de un conocimiento logrado
o de una hipótesis por verificar. El juicio se formula para precisar, ampliar o profundizar la determinación de las
propiedades, aspectos o conexiones de un proceso o de un grupo de conexiones, cuyas características se encuentran
expresadas en forma de conceptos. Entonces en el juicio se establece la relación que dicho concepto tiene, o es posible
que tenga, con otro concepto, para avanzar en su determinación. El concepto que recibe la determinación es
denominado sujeto del juicio, en tanto que el concepto utilizado para determinarlo recibe el nombre de predicado. Por
ejemplo, en el juicio; “Todos los peces tienen aletas” el concepto “pez” es el sujeto el concepto “animal que tiene aletas”
es el predicado. De esa manera, el concepto “pez” queda determinado por el concepto “animal de tiene aletas”. Sin
embargo, una reflexión mas profunda nos lleva a descubrir que el concepto “animal que tiene aletas” también recibe
cierta determinación del concepto “pez”. En consecuencia, resulta que el predicado de un juicio es determinado por el
sujeto. En algunos casos, esa determinación mutua entre el sujeto y el predicado es bastante ostensible. Por ejemplo,
en el juicio “Toda ecuación de primer grado con dos incógnitas representa una recta y, a la vez, toda recta representa
una ecuación de primer grado con dos incógnitas, se advierte claramente cómo es que los dos conceptos, “Ecuación
de primer grado con dos incógnitas” y “recta”, se determinan recíprocamente en la misma medida. Pero, en la mayoría
de los casos, sucede que la determinación correspondiente del predicado por parte del sujeto. Con todo, en sentido
estricto, el juicio es una relación funcional entre dos términos que son, a la vez, determinantes y determinados, uno con
respecto al otro. Por consiguiente, cada uno de los términos del juicio es simultáneamente sujeto y predicado.

El juicio se expresa lógicamente por medio de una proposición ya sea utilizando las palabras del lenguaje ordinario,
empleando símbolos matemáticos o por medio de diagramas. En todo caso, cada juicio se puede enunciar por medio
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de varias proposiciones diferentes, ya sean lingüísticas, simbólicas o gráficas. Y las varias proposiciones que expresan
un mismo juicio, son equivalentes desde el punto de vista lógico. En su expresión verbal, los juicios pueden enunciarse
como proposiciones categóricas, disyuntivas o condicionales. Las proposiciones categóricas son aquellas en donde la
relación entre los términos se expresa mediante una afirmación o una negación. Así, por ejemplo, son proposiciones
categóricas. “Toda mercancía tiene valor de uso” y, también, “Ningún reptil actual es volátil”. En las proposiciones
disyuntivas, la relación entre los términos del juicio se expresa por medio de las dos o tres alternativas que tiene. Por
ejemplo, los mismos juicios anteriores se pueden enunciar como proposiciones disyuntivas, de la siguiente manera: “Los
objetos que tenemos a nuestro alcance son mercancías con valor de uso, o tienen valor de uso sin ser mercancías, o
bien, no tienen valor de uso ni son mercancías”, y, análogamente, en el segundo caso: “Los animales actuales son
reptiles que no vuelan, o son volátiles sin ser reptiles, bien, no son volátiles ni tampoco reptiles”. Por su parte, las
proposiciones condicionales expresan la relación del juicio de tal manera que uno de los términos enuncia la condición
y se denomina antecedente, en tanto que el otro término se encuentra condicionado y recibe el nombre de consecuente.
Entonces, los juicios que venimos utilizando como ejemplos, se expresan como proposiciones condicionales del modo
que sigue: “Si uno de los objetos que nos rodea es mercancía, entonces tiene valor de uso” y, en el otro caso: ”Si un
animal actual es reptil, entonces no es volátil”.

Para facilitar la comprensión y el manejo de las formulaciones del juicio, podemos representarlas igualmente por medio
de diagramas. Un diagrama es una figura, generalmente plana, de la cual nos servimos para representar por medio de
dibujos imágenes racionales, resolver problemas y figurar de una manera gráfica el comportamiento de los procesos.
Los diagramas que utilizamos para representar los juicios, son figuras cuyas relaciones espaciales tienen la misma
estructura lógica de la proposición correspondiente. Por lo tanto, entre el diagrama lógico de un juicio y cualquiera otra
de sus expresiones verbales o simbólicas, existe la misma relación de equivalencia que se tiene ante la representación
gráfica de una línea y su ecuación algebraica correspondiente. En otras palabras, el diagrama de un juicio es
simplemente otro modo de representar la misma estructura lógica del propio juicio. Y, por supuesto, utilizando los
diagramas podemos ejecutar operaciones entre los juicios, inclusive inferencias y demostraciones.

En todas las disciplinas científicas se emplean términos especiales para expresar ciertos conceptos con brevedad y
precisión. El conjunto de dichos términos constituye el vocabulario técnico de la disciplina en cuestión; y, cuando ese
vocabulario se inserta en el lenguaje ordinario, se forma el lenguaje técnico de la misma disciplina. Muchas veces, esos
términos técnicos son representados de manera más simple todavía, por medio de símbolos. En algunas disciplinas
también se emplean otros símbolos para indicar las relaciones entre los términos y las operaciones que se pueden
ejecutar con ellos. De esa manera es como la matemática, por ejemplo, ha creado un lenguaje simbólico completo para
todas y cada una de sus ramas. El manejo de ese lenguaje simbólico permite ejecutar las operaciones que se pueden
ejecutar las operaciones matemáticas con mucha mayor exactitud y sencillez. Pero la matemática no es la única
disciplina en la que se ha establecido un lenguaje simbólico. También en la lógica ha sido factible crear un lenguaje
análogo, que permite expresar concisamente sus formas y operaciones más simples. La lógica simbólica es
sencillamente la lógica expresada en un lenguaje simbólico. Dicho lenguaje es enteramente equivalente a las
expresiones verbales o gráficas de las notables ventajas para la ejecución de las operaciones de análisis lógico y de
inferencias deductivas. La lógica simbólica, sin embargo, todavía se encuentra muy lejos de comprender a la lógica
entera y, por ende, en modo alguno constituye un equivalente de la lógica general.

Como es fácil advertir, a lo largo de nuestra exposición hemos utilizado un gran número de proposiciones, como son,
por ejemplo: “La ciencia es la explicación objetiva y racional del universo”; “La comunicación es la transmisión de
información”; “El método es el camino que conduce al conocimiento”; “La técnica se refiere siempre a una acción e
incluye, necesariamente, la experiencia previa”; “En cinemática se hace abstracción de las fuerzas que producen los
cambios de movimiento”; “Los conceptos son imágenes o símbolos de los procesos existentes”; “Algunas leyes expresan
una relación causal”; y “El juicio se expresa lógicamente por medio de una proposición, ya sea utilizando las palabras
del lenguaje ordinario, empleando símbolos matemáticos o por medio de diagramas”.

En la actividad científica, las proposiciones son empleadas constantemente y desempeñan funciones muy diversas. De
esas funciones, ya nos hemos referido explícitamente aquí a la definición, la ley, la teoría, el principio, el postulado y el
fundamento. En cada uno de esos casos, las proposiciones desempeñan funciones bien definidas. En la inferencia, las
proposiciones tienen otras funciones importantes. Como se sabe, el razonamiento discursivo es una operación mediante
la cual, partiendo de una o varias proposiciones, se deriva la validez, la posibilidad o la falsedad de otra proposición.
Cuando esa operación se realiza rigurosamente y la proposición resultante se desprende con necesidad lógica de las
proposiciones antecedentes, entonces el razonamiento es una inferencia. Pues bien, las proposiciones en que se basa
la inferencia desempeñan la función de premisas y la proposición resultante cumple la función de ser la conclusión.
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Otras dos funciones importantes de la proposición son las de asumir el papel de teorema y el empirema, no son
proposiciones primitivas, sino derivadas o derivables de otras proposiciones del sistema, o de una o varias operaciones
experimentales. En particular, un teorema es una proposición que se obtiene directamente, con apoyo en otros teoremas
previamente demostrados. La demostración formal de cada teorema tiene que establecerse mediante una secuencia
finita de inferencias, en donde cada una de ellas tiene como premisas a los postulados y las definiciones, o bien, a otros
teoremas ya demostrados. En consecuencia, todo teorema perteneciente a una disciplina se ha de poder derivar,
lógicamente, del grupo de postulados del sistema respectivo. De esa manera, el teorema es fundamentalmente una
proposición demostrable. Por su parte, el empirema es una proposición obtenida como resultado de la experimentación
y que es susceptible de ser integrada al sistema de la disciplina de que se trate, siguiendo procedimientos análogos a
los empleados en el caso de los teoremas. En efecto, en el caso de una ciencia experimental, como la física por ejemplo,
lo que se hace es establecer la interpretación o representación del sistema teórico en un modelo objetivo concreto, ya
que en tales condiciones es posible investigar si los empiremas son válidos, en relación con los procesos reales a los
cuales se refieren. En muchos casos, el empirema se obtiene primero, en calidad de hipótesis, como consecuencia de
una serie de razonamientos; y, después, tiene que ser sometido a la prueba experimental. En todo caso, el empirema
es fundamentalmente una proposición verificable en el experimento.
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TERCERA UNIDAD

LA FILOSOFÍA

1.- QUE ES LA MATERIA Y EN QUE FORMAS EXISTE

1.1 El mundo existe objetivamente, es material

La vida, la práctica cotidiana, nos convence de que el mundo tiene existencia objetiva, real, independiente del hombre,
de su conciencia, de sensaciones y deseos. Así lo prueba también la ciencia, la cual ha demostrado que la Tierra surgió
mucho antes de que apareciera el hombre y, en general, los organismos vivos; por tanto, existió independientemente
de ellos. El carácter objetivo del mundo, es decir, su existencia fuera e independientemente de la conciencia, significa
que es material. Esta palabra no encierra ningún otro sentido.

Puede surgir una pregunta: los idealistas objetivos admiten que el mundo existe fuera de la conciencia del hombre; por
consiguiente, ¿reconocen también la materialidad del mundo? Ni mucho menos. Es cierto que los idealistas objetivos,
a diferencia de los subjetivos, admiten la existencia del mundo fuera de la conciencia humana. Pero, lejos de reconocer
que es independiente de la conciencia, consideran que ha sido creado por ella. El reconocimiento de la materialidad
del mundo y de su existencia fuera e independientemente de la conciencia es un rasgo peculiar de la teoría materialista.
Esta es la tesis fundamental que ha servido de base a la doctrina científica de la materia.

Nos rodea una cantidad infinita de objetos y fenómenos: piedras y árboles, granos de arena y el Sol, animales y
máquinas, mares y océanos, estrellas y planetas, y muchas, muchísimas cosas más. Todo ello lo denominamos con
una sola palabra: materia. A veces se pregunta cómo es posible dar la misma denominación a tal infinidad de cosas y
fenómenos, tan distintos y diferentes. Pero reflexionen y comprenderán con facilidad cuál es el quid de la cuestión.

¿Cuántas flores, por ejemplo, hay en el mundo? Es imposible contarlas: billones y billones. Pero hay una palabra: “flor”,
y con ella denominaron la rosa y el clavel, la margarita y la campanilla. Tomemos un ejemplo más complejo. Ustedes,
sentados tras la mesa, leen este libro. Tienen en la mano una lápiz y, al lado, un tintero y una pluma. Sobre la mesa
una lámpara, y junto a ella un armario de libros. ¿Pueden ustedes denominar con una sola palabra la mesa, el libro, el
lápiz, el tintero, la pluma, la lámpara y el armario de libros? Pueden hacerlo si tienen en cuenta que todo eso son cosas
u objetos. Con la palabra “cosa” u “objeto” se puede denominar cuanto acabamos de enumerar. En lógica, esa
generalización se llama concepto.

1.2 El concepto “materia”

¿Cómo se forman tales conceptos? Aunque todas las flores son diferentes, tienen mucho en común. Eso común es lo
que nos permite unir todas las flores en el concepto genérico de “flor”. Este concepto no incluye los rasgos que diferencia
entre sí la rosa, el clavel, la campanilla y otras flores, sino por el contrario, los rasgos propios de la rosa, de la violeta,
de la azucena, del tulipán, de todas las flores. En cuanto a los rasgos que diferencian a una flor de otra, hacemos
abstracción de ellos, “no los observamos”. Por eso, semejantes conceptos se llaman abstractos.

Así, pues, en los conceptos se reflejan los rasgos generales y esenciales inherentes a los distintos objetos y fenómenos,
independientemente de las peculiaridades individuales de cada uno de ellos.

Pero ustedes habrán observado ya, sin duda, que algunos conceptos abarcan mayor número de objetos o fenómenos
que otros. Así, el concepto “cosa” es más amplio que el concepto “pluma” o “mesa”, pues el primero, “cosa”, comprende
las plumas, las sillas, etc., en una palabra, todas las cosas.

Puede surgir otra pregunta: ¿Existen los conceptos más amplios o, como suele decirse de la máxima generalidad? Sí,
existen. Si el concepto abarca todos los objetos y fenómenos, desde los granos de arena hasta el cerebro humano,
será un concepto de la máxima generalidad.

Tal es el concepto de “materia”. Resulta, pues, que “materia” es también un concepto, como “flor” y “cosa”, pero muy
amplio, el más amplio. Se diferencia de los conceptos corrientes en que expresa los rasgos esenciales y generales no
de un grupo de cosas determinado, sino de todas las cosas y fenómenos que existen en el mundo, de todo lo que nos
rodea. La filosofía estudia los conceptos de la máxima generalidad, denominados también categorías filosóficas. La
materia es una categoría filosófica.
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¿En qué consisten esas propiedades generales y esenciales, esos rasgos similares inherentes a todas las cosas? En
primer lugar, en que tienen existencia objetiva, es decir, existen fuera e independientemente de la conciencia del
hombre. Esa es precisamente su base única.

Pero, ¿es esa la única propiedad común de todos los objetos que hay en el mundo? No. Tienen, además, otra propiedad
de importancia. Por ejemplo, cuando nos lavamos con agua caliente sentimos calor. Y cuando contemplamos los
árboles en el bosque, percibimos, vemos colores diferentes: el color blanco de los troncos de los abedules, el color
verde de las hojas, etc. Resulta, pues que las cosas que existen independientemente de nosotros tienen la propiedad
de actuar sobre nuestros órganos sensoriales y suscitar las correspondientes sensaciones.

Una vez aclaradas las propiedades más comunes de todos los objetos y fenómenos, podemos dar una definición del
concepto de materia: la materia es una categoría filosófica que sirve para designar la realidad objetiva, que es dada al
hombre en sus sensaciones. … Es materia lo que, actuando sobre nuestros órganos sensoriales, produce sensación;
la materia es la realidad objetiva, que las sensaciones nos transmiten.

Como ven, es materia todo lo que nos rodea, todo lo que existe objetivamente, todo el infinito mundo exterior que,
actuando sobre nuestros órganos sensoriales, produce sensaciones.

1.3 La revolución en las ciencias naturales

En la antigüedad (y no sólo en la antigüedad, sino hace tan sólo cien años), algunos materialistas concebían la materia
como un “material” absolutamente concreto del que están formadas todas las cosas. Demócrito (siglo V a.n.e.), por
ejemplo, estimaba que los átomos son la base primaria de toda la materia).

En los siglos XVII y XVIII se consideraba que los átomos eran indivisibles, indestructibles y eternos. Eran, según esa
concepción, los “ladrillos últimos” del Universo, cierto material de construcción del que está hecho el mundo entero.
Este punto de vista predominó también en el siglo XIX. A fines del siglo pasado se hicieron descubrimiento que pusieron
en duda la justeza de esta idea de la base originaria de la materia.

¿Cuáles fueron esos descubrimientos?

En 1896, el físico francés Becquerel dejo casualmente un trozo de mineral de uranio sobre una placa fotográfica. Al
cabo de algún tiempo observó que la placa había ennegrecido. De ellos dedujeron los científicos que el mineral de
uranio emite rayos invisibles a simple vista. Fueron esos rayos los que, atravesando el papel negro, hicieron ennegrecer
la placa fotográfica. Así comenzó el estudio de un fenómeno sorprendente al que se dio el nombre de radiactividad.

Poco después se descubrió un nuevo elemento químico que recibió el nombre de radio (“radio” significa “radiante”, que
despide rayos), y que fue calificado posteriormente de “el gran revolucionario radio”.

Los rayos emitidos por el radio vinieron a revelar algo diametralmente opuesto a lo que se conocía hasta entonces del
átomo. Resultó que sus rayos constan de partículas minúsculas de tres tipos: partículas alfa, cargadas de electricidad
positiva; partículas beta, o electrones, cargadas de electricidad negativa, y rayos gamma, desprovistos de carga
eléctrica. Los átomos de uranio parecían disgregarse en estas partículas. ¿Cómo puede ser eso?, decían perplejos
los hombres de ciencia. Y su perplejidad era explicable, pues durante más de dos mil años se había considerado que
el átomo era indivisible, era “el ladrillo último indisgregable” ¿Qué había ocurrido? ¿No se trataría de un error?... Los
científicos estaban desconcertados.

Mas no se trataba de un error. A fines del siglo XIX, se estableció con toda seguridad que era preciso simplemente
renunciar a la opinión sobre la indivisibilidad del átomo, en vigor hasta entonces. El átomo se disgregó, y junto con él
se disgregaron numerosas concepciones viejas.

Hubo otros descubrimientos, que vinieron a probar la bancarrota de las viejas nociones acerca de la materia y de sus
propiedades. Por ejemplo, el célebre sabio Albert Einstein mostró a comienzos de nuestro siglo que debían modificarse
radicalmente las nociones que se tenían en física del espacio y del tiempo desde la época de Galileo y Newton. Y basó
en nuevas nociones la teoría de la relatividad, creada por él.
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Desde los tiempos de Newton, los científicos consideraban que la masa de un cuerpo en movimiento y reposo era
constante, permanecía invariable. Pero investigaciones posteriores demostraron que la masa del electrón no permanece
invariable, sino que cambia en dependencia de la velocidad del movimiento.

Ven, pues, que los nuevos descubrimientos científicos echaron por tierra las viejas ideas sobre la indivisibilidad del
átomo, la constancia de la masa la inmutabilidad del espacio y del tiempo. Empezó así una revolución en las ciencias
naturales.

1.4 Acerca del cuadro científico-natural del mundo

¿Qué ocurrió en realidad, en la ciencia en las postrimerías del siglo XIX y en los albores del siglo XX? Se adquirieron
nuevos conocimientos. Antes se ignoraba que existieran los electrones, los protones y el núcleo atómico; ahora se
sabía. Todos estos datos testimoniaban que habían cambiado nuestras nociones acerca del cuadro científico-natural
del mundo, de la estructura de la materia. Ahora bien, ¿se puede llegar sobre la base de esos nuevos conocimientos a
la conclusión de que los electrones, los átomos del núcleo, etc., son inmateriales ¿ Examinemos la cuestión.

¿Existen los electrones de manera objetiva, independientemente del hombre, o no? Existen. El rayo corriente no es
otra cosa que un poderoso torrente de electrones. Y los rayos, como se sabe, fulguraban ya cuando no existía aún el
hombre.

Algunos filósofos idealistas afirman que el electrón es inmaterial porque no actúa sobre nuestros órganos sensoriales,
porque no se le puede ver. Pero eso no es cierto. Los electrones y otras partículas minúsculas del átomo son estudiados
con ayuda de aparatos de gran precisión. Incluso se fotografían las huellas de su movimiento. Por tanto, resulta que
actúan indirectamente sobre nuestros órganos sensoriales, pero por medio de aparatos. Como ven, dichas partículas
existen objetivamente y actúan sobre nuestros órganos sensoriales, son materiales.

Así, pues, la materia no “ha desaparecido”. Simplemente, han cambiado los conocimientos que teníamos de ella. Antes
pensábamos que la materia, el mundo, estaba compuesto de partículas minúsculas: los átomos. Ahora sabemos más,
hemos estudiado las cosas más profundamente y descubierto que existen partículas todavía más pequeñas: los
electrones. Pero el electrón es tan inagotable como el átomo. Esto significa que la ciencia desentrañará más a fondo
cada día el cuadro científico-natural del mundo, es decir, el problema de la estructura, el estado y las propiedades de
los tipos concretos de la materia.

La ciencia moderna ha conocido muchas cosas nuevas acerca de la estructura de la materia. Si en la aurora de los
descubrimientos eran conocidos el electrón, el protón –y nada más, sin duda-, en la actualidad se han descubierto ya
más de treinta partículas “elementales” de este tipo. Todas ellas son materiales. Por consiguiente, son materiales no
sólo el átomo, sino el electrón y otras partículas.

Con el análisis de la importancia de los descubrimientos científicos, se demostró convincentemente que no se puede
confundir el materialismo metafísico y el materialismo dialéctico. Para el primero, la materia son los átomos inmutables
e indestructibles. El segundo, en cambio, arranca que la materia no puede ser reducida al “ladrillo último”, el átomo, ni,
en general, a ninguna propiedad “eterna”. La materia no tiene una sola propiedad, sino una multitud infinita de ellas: las
propiedades de los objetos que existen en el mundo son tan variadas como los objetos mismos. Así lo han confirmado
precisamente los descubrimientos científicos.

Se demostró, además, que no se puede confundir la doctrina sobre la estructura de la materia con la definición filosófica
de la materia como realidad objetiva. Los descubrimientos científicos resuelven el problema de cuál es la estructura de
la materia, de si está compuesta de átomos, electrones o existen aún otras partículas. La filosofía resuelve otro
problema: si existe el mundo y, por tanto, si existen esas partículas de manera objetiva, fuera de la conciencia del
hombre. Por consiguiente, cualesquiera que sean las nuevas “partículas” que descubra la ciencia (y las descubre
constantemente), esto no puede constituir una refutación del materialismo, ya que esas mismas partículas son
materiales, tienen también existencia objetiva, independientemente del hombre y de la humanidad.

Por tanto, no se puede confundir el concepto filosófico de materia y la cuestión del cuadro científico-natural del mundo.
Nuestras nociones de la estructura, el estado y las propiedades de los tipos concretos de materia –el cuadro científico-
natural del mundo- cambian sin cesar, pues los hombres de ciencia conocen más a fondo cada día el mundo y su
estructura. Resulta que los nuevos descubrimientos han refutado los viejos conocimientos que teníamos acerca del
cuadro científico-natural del mundo, pero no el concepto filosófico de materia, que nos habla de la existencia objetiva
109
del mundo y no de su estructura. Y por mucho que cambien nuestras nociones de ese cuadro del mundo, no pueden
testimoniar la desaparición de la materia; desaparece el límite hasta el que conocíamos la materia, pero la materialidad
del mundo, la materia como realidad objetiva, se ve confirmada una vez más.

1.5 El origen de la materia

La ciencia ha establecido firmemente que en la naturaleza nada surge de la nada, ni desaparece sin dejar huella. De
ahí surge una sola deducción que es precisamente la que hace el materialismo: la materia no ha surgido nunca, ha
existido siempre y existirá siempre. Esta es la tesis de la eternidad de la materia.

Pero precisamente esta tesis suscita con frecuencia preguntas entre quienes estudian la filosofía materialista. “¿Cómo
es posible –demandan- que la materia haya existido siempre? ¿Es que no debió surgir en algún momento?” Semejantes
preguntas no tienen nada de sorprendente. El hombre ve durante su vida que cualquier cosa tiene principio y fin, ha
surgido en algún momento. Y por eso pregunta: ¿Quién ha creado la materia? La ciencia responde: ha existido siempre,
es eterna.

Heráclito, el gran filósofo griego de la antigüedad, decía ya que el mundo ha sido, y es y será eterno.

¿Cómo se demuestra esta importantísima conclusión?

Son muchísimos los hechos que la corroboran. Tomemos, aunque sólo sea, la ley de la conservación de la materia.

Empecemos con un ejemplo simple. Han encendido ustedes el horno. La leña se ha consumido. A primera vista puede
parecer que esta sustancia ha desaparecido. En efecto, no ha quedado casi nada de ellas. Mas así parece sólo a
primera vista. Si toman una balanza corriente, podrán convencerse con facilidad de que la madera no ha perdido nada
de su peso; es más, éste ha aumentado. Porque al consumirse la madera se forman gases y ceniza. Y estos, además
de contener absolutamente todas las sustancias de que constaba hasta entonces la madera, contienen también las
extraídas del aire al arde la leña. La madera parece haber “desaparecido”, pero todo aquello de lo que estaba compuesto
se conserva, permanece.

El gran sabio Lomonósov fijó su atención en hechos semejantes. Y llegó a la conclusión de que en la naturaleza no
puede ser destruida ni aumentada ni siquiera la más minúscula partícula de polvo. Ningún cuerpo o elemento puede
desaparecer ni surgir nuevamente de la nada. Lomonósov formuló estos pensamientos en la conocida ley de la
conservación de la sustancia, denominada también ley de la conservación de la materia. De ella se infiere que en la
naturaleza nada surge de la nada ni desaparece nunca sin dejar huella.

Si se supone que hubo un tiempo en que en el mundo no existía nada, es decir, no existía la materia, resultará que ésta
no tuvo de donde surgir. Pero, puesto que la materia existe, ello significa que no ha surgido nunca, que siempre ha
existido y existirá. La materia es eterna e inmortal. Por eso no ha podido ser creada nunca: ¡Es imposible crear lo que
no puede ser destruido! La materia, pues, no ha surgido nunca, ha existido y existirá siempre. Es eterna.

Prosigamos. Puesto que la materia es la base y la fuente de todos los fenómenos de la naturaleza, no hay ni puede
haber, por tanto, nada sin una existencia objetiva, real, y que no pueda ser estudiado con ayuda de los órganos
sensoriales, aparatos físicos u otros medios y métodos científicos.

Los idealistas afirman: Admitamos que la materia ha existido siempre, pero aún así, el materialismo no sale ganando
nada. Imaginémonos, dicen, esa época infinitamente remota en que en lugar del Universo actual existía la materia
informe e inmóvil. Permaneció en dicha situación durante un tiempo infinitamente largo. Mas llegó un momento en que
la materia debía salir de la situación en que se había encontrado hasta entonces. Pero si la materia había permanecido
hasta entonces inmóvil, ¿por qué se puso de pronto en movimiento? La propia materia, responden los idealistas, no
puede encerrar en sí ningún fundamente interno en esos cambios. Por tanto, ha debido existir una fuerza externa y
ajena a la naturaleza, a la materia, que sacara a la materia muerta del estad de “sopor” e inmovilidad eternos.

Sin embargo, ¿necesita, en efecto, la materia de una fuerza suprema para recibir este impulso?

1.6 La materia existe en el movimiento


110
Pregunten ustedes qué es el movimiento a una persona que no haya estudiado filosofía materialista y recibirán,
aproximadamente, la siguiente respuesta: “El movimiento es el cambio de lugar, el desplazamiento de un lugar a otro.
Si un objeto está en un sitio, no se mueve. Por ejemplo, una piedra no cambia su situación hasta que alguien la arroja”.

Pero, examinen ustedes una piedra en reposo, en ella existe también el movimiento: en ella se desplazan
constantemente los átomos, las moléculas, los electrones y los protones, que, como se sabe, existen en todo cuerpo.
La casa en que habitan, tampoco está inmóvil, sino que se mueve con la Tierra alrededor del Sol. Nosotros, sentados
en una reunión, no nos movemos. Pero dentro de nosotros mismos circula sangre, en nuestro cuerpo se producen
procesos complejos: nacen nuevas células, en tanto que las viejas perecen, se destruyen. Esto también es movimiento.
Resulta, pues, que el problema del movimiento es muchísimo más complicado de lo que nos imaginamos a veces.

Los hombres ven que una piedra no se mueve del sito hasta que nos se la tira y que un automóvil está parado hasta
que el chofer no lo pone en marcha. Tales son, aproximadamente, los razonamientos en que se basa la opinión de los
idealistas de que la materia permaneció en estado de inmovilidad hasta que una fuerza suprema no le comunicó “el
primer impulso”. ¿Es posible ese estado inerte, inmóvil, de la materia? O dicho de otro modo: ¿hubo algún tiempo en
que existiera la materia, pero no hubiera ningún movimiento?

Hace unos doscientos años, cuando la ciencia estudiaba solamente una forma del movimiento de un inmenso número
de moléculas de agua, pongamos por caso. El desplazamiento de las moléculas hace que el agua se caliente. Pero
no se trata de un movimiento mecánico, sino de algo nuevo, más complejo. El fluido eléctrico es el movimiento de los
electrones. Y la reacción química –el movimiento, la combinación de los iones- es un proceso más complejo todavía.
El organismo vivo, como hemos dicho antes, se encuentra también en movimiento permanente. En la sociedad humana
tienen lugar asimismo procesos constantes: cambian los regímenes sociales, cambian los propios individuos.

¿Qué conclusión se deduce de cuanto queda dicho? La conclusión de que en la naturaleza existen diversas formas de
movimiento. Primera, el desplazamiento de las partículas de la materia o de los cuerpos en el espacio, es decir, la
forma mecánica del movimiento. Segunda, los procesos calóricos y eléctricos, o forma física del movimiento. Tercera,
las reacciones químicas, las combinaciones de iones, que constituyen la forma química del movimiento. Cuarta, los
cambios que se producen en los organismos vivos, o forma biológica. Quinta, la forma social del movimiento, es decir,
los cambios que se operan en la vida social.

Ahora no dirán ya que el movimiento es el simple desplazamiento de los cuerpos. El desplazamiento de los cuerpos no
es más que una forma del movimiento. Pero nosotros nos hemos detenido a reflexionar sobre que es el movimiento en
el sentido más general, filosófico, de la palabra. Y eso significa, ante todo, desentrañar el problema de que es lo
principal, lo peculiar en cualquier tipo de movimiento. El movimiento, escribía Engels, “…comprende todos los cambios
y procesos que se operan en el Universo, desde el simple cambio de lugar hasta el pensamiento” (1). Resulta que el
movimiento es cualquier cambio que se produce en los objetos y fenómenos, es decir, en el mundo, en la materia. Es
el cambio en general.

¿Podría encontrarse la materia en tal estado que no se produjera en ella cambio alguno? Está claro que no. Aún en la
época remota en que el mundo no existían todavía ni los hombres, ni los animales, ni la célula viva, aun entonces, la
materia experimentaba cambios. Porque los cuerpos están compuestos de átomos y moléculas que se hallan en
constante movimiento. Por consiguiente, jamás ha existido ni un solo cuerpo absolutamente inmóvil. Además, si
existían los átomos, las moléculas y los electrones, eran inevitables las reacciones químicas. Resulta, pues, que existía
también la forma química del movimiento.

Como habrán podido convencerse, jamás ha habido un estado tal en el que la materia existiera sin movimiento. Por eso
se dice que el movimiento es una forma de existencia de la materia. El movimiento es una propiedad imprescriptible
de la matera, o, como dicen los filósofos, un atributo de la materia. No hay materia sin movimiento, la materia existe
sólo en movimiento.

Semejante conclusión se ve confirmada por los datos irrefutables de nuestra práctica. Cuando una máquina está en
funcionamiento, sus piezas, como se sabe, se calientan. Esto significa que la forma mecánica del movimiento (la
rotación de algunas piezas) se transforma en forma calorífica. En la caldera de una locomotora puede observarse el
proceso contrario: el vapor producido por la combustión del carbón o de la leña pone en movimiento el émbolo de la
máquina de vapor. En este caso, la energía calorífica se transforma en energía mecánica.
111
La ciencia, sintetizando tales hechos, ha llegado a la conclusión de que el movimiento no puede crearse de la “nada”,
ni puede desaparecer sin dejar huella. Lo único que puede hacer es pasar de una forma a otra. Esta importantísima
tesis de las ciencias naturales ha sido llamada ley de la conservación y transformación de la energía (energía, en física,
es la medida del momento de la materia).

Si el mundo hubiera estado inmóvil en otros tiempos, el movimiento no habría surgido de la nada. Y de ahí la conclusión
de que el movimiento ha sido siempre inherente a la materia: ésta no ha necesitado, de ningún “primer impulso”. Este
“impulso” jamás ha existido.

1.7 El reposo es relativo

¿Significa cuanto queda dicho que el materialismo dialéctico niegue el reposo? No. El reposo existe en la naturaleza.
Pero es relativo. Esto quiere decir que no existe fenómeno alguno en el que todo esté en reposo, en el que no haya
ningún movimiento. Eso es precisamente lo que acabamos de demostrar.

Si un cuerpo se halla en reposo en un sólo respecto de algo. Por ejemplo, durante un viaje nos encontramos en reposo
respecto del coche en movimiento. Pero no se trata de un reposo absoluto, ya que en nuestro propio cuerpo se producen
cambios constantes.

La concepción dialéctica del reposo se diferencia radicalmente de la metafísica. Los metafísicos entienden el reposo
como la ausencia de todo movimiento. Semejante concepción es la que niega precisamente el materialismo dialéctico.

No es el reposo, aunque exista, lo que tiene importancia decisiva en la naturaleza. Lo decisivo es el movimiento, el
desarrollo, el cambio. La negación de la universalidad del movimiento como propiedad de la materia lleva al
reconocimiento de una fuerza superior, un primer motor. Por eso la utilizan ampliamente los filósofos idealistas
contemporáneos, sobre todo los neotomistas. Por ejemplo, el padre Calvez, neotomista francés, declara que el
desarrollo sólo es posible cuando existe Dios, motor de la naturaleza. Pero ustedes han visto ya que la materia, la
naturaleza, no precisa de ningún “motor”. El movimiento interno es inherente como una propiedad cardinal e inalienable.
Es absurdo preguntar de donde ha surgido lo que tiene existencia eterna. De ahí que carezca de sentido demandar
quién comunicó el movimiento a la materia, ya que es inseparable de ella, es su forma de existencia. ¿En qué otras
formas existe la materia?

1.8 El tiempo y el espacio son formas de existencia de la materia

Todos los objetos tienen extensión, tamaño y volumen determinados –es decir, las tres dimensiones: ancho, largo y
alto- y ocupan en lugar concreto. Además, están situados entre sí en una forma determinada: Más lejos o más cerca,
más arriba o más abajo, más a la derecha o más a la izquierda. Esto significa que todos ellos existen en el espacio y
no pueden existir de otra manera. Pero ustedes saben que todos los objetos del mundo forman lo que llamamos materia.
De ahí se deduce que la materia no puede existir nada más que en el espacio. Y esa es la causa de que el espacio sea
definido como una forma de existencia de la materia.

Prosigamos. Hemos dicho ya que todos los fenómenos del mundo se encuentran en perpetuo cambio, movimiento y
desarrollo. Pero. ¿Cómo se producen esos cambios? Un ejemplo sencillo les responderá a esta pregunta. Tomemos
sus propias fotografías desde cuando eran niños hasta el día de hoy. Descubrirán que los cambios son producto de los
años vividos. Al contemplar las fotografías, verán que todos los cambios se han producido en el tiempo. Y no puede
ser de otra manera. Todo lo que ha cambiado en el organismo humano, todas las mutaciones han transcurrido un día
tras otro, a lo largo de meses y años enteres.

Así, pues, todo lo que ocurre en el mundo se opera en el tiempo. Por eso, el tiempo es también una forma de existencia
de la materia. En el Universo no hay más que materia en movimiento, y la materia en movimiento no puede moverse
de otro modo que en el espacio y en el tiempo.

Ustedes podrán decir: “Si el espacio y el tiempo se define por igual como formas de existencia de la materia, resulta que
se diferencian poco entre sí”. Pero ustedes mismo han visto ya que no es así. El espacio es la forma de existencia de
la materia que determina la situación de un cuerpo material, su tamaño y su volumen. El tiempo determina otro aspecto
de la existencia y el desarrollo de la materia: la sucesión de los cambios que experimentan los cuerpos materiales. La
diferencia es evidente y ayuda a comprender que las propiedades del espacio y del tiempo son diferentes no son las
mismas. ¿Cuáles son esas propiedades?
112

El espacio tiene tres dimensiones. Esto significa que la longitud, la anchura y la altura proporcionan una definición
completa del espacio. La tridimensionalidad es la propiedad más importante del espacio.

Todos sabemos que el cambio de los fenómenos en el tiempo sigue una sola dirección: del pasado al presente y al
futuro. El tempo no corre para atrás. Sólo en los cuentos y novelas fantásticas es posible crear la “máquina del tiempo”
cuyas saetas marchan al “revés”. Contemplan de nuevo las fotografías de que hemos hablado antes. El desarrollo ha
seguido, a partir de la infancia, una sola dirección. Y es imposible repetir todos los grados en sentido inverso. Por
consiguiente, la propiedad más importante del tempo es su irreversibilidad.

Como ven, el tiempo y el espacio se diferencian entre sí. ¿Por qué, entonces, los definimos igual, como formas de
existencia de la materia?

Los objetos no pueden existir en el espacio, pero al margen del tiempo. Si un objeto ocupa un lugar determinado en el
espacio, puede hacerlo únicamente ahora o ayer, en una palabra, “en cierto tiempo”. El objeto se encuentra en el
espacio y en el tiempo. El simple horario de los trenes les convencerá de ello. El tren llegará a tal lugar (espacio) a tal
hora (tiempo). Es imposible separar el lugar adonde llega el tren de la hora que lo hace. ¿Dónde? y ¿cuándo? Son dos
preguntas inseparablemente unidad: definen el tiempo del acontecimiento y su lugar en el espacio.

Así, pues, el tiempo y el espacio están indisolublemente unidos. Es imposible separar el uno del otro. El espacio no
existe sin el tiempo, de la misma manera que el tiempo no existe sin el espacio, y puesto que la materia existe en el
espacio y en el tiempo, resulta que es imposible separar el espacio y el tiempo no sólo entre sí, sino también de la
materia.

Podrán decirnos que el vacío absoluto es precisamente un espacio, un “lugar” en el que no hay nada, un espacio sin
materia.

En el pasado se consideraba, efectivamente, que existía ese espacio no lleno de nada, “el reino del vacío”. Pero los
hombres de ciencia han llegado hoy a la conclusión de que en la naturaleza no existe ese espacio vacío. Por ejemplo,
en la lámpara eléctrica, de la que son extraídos los gases, quedan, pese a ello, algunos átomos, electrones y otras
partículas. El espacio interplanetario está lleno de gas interestelar y polvo de los cometas desintegrados; en él se
mueven vertiginosamente corpúsculos meteóricos, micropartículas que tienen rayos de luz. Y eso, como ustedes saben,
es también materia.

De lo dicho se deduce que el espacio y el tiempo tienen existencia objetiva. El mundo existe fuera del hombre; y sus
formas de existencia son también objetivas.

1.9 Carácter relativo del tiempo y el espacio

Hasta comienzos del siglo XX, en la ciencia predominaba la opinión del gran naturalista Newton de que el espacio y el
tiempo existen separados de la materia e independientemente de las cosas materiales. El espacio, según él, es algo
así como un cajón descomunal o una habitación infinita sin paredes, tejado ni suelo, en la que se pueden meter o sacar
cosas. El mundo circundante parece “metido” en este “cajón” o “habitación”. Newton llega de ahí a la conclusión de
que el espacio es absoluto, o sea, independiente de la materia. De la misma manera, considera que el tiempo es algo
absoluto, desvinculado de la materia e independiente de ella. Se trata pues, de una concepción materialista metafísica.

El gran físico del siglo XX Albert Einstein, creador de la teoría de la relatividad, enfocó el problema del espacio de una
manera completamente distinta. Demostró que el espacio y el tiempo están unidos entre sí y vinculados a la materia,
de cuyas propiedades dependen. En el Universo no existe un tiempo único, como les hará ver el ejemplo siguiente.

¿Puede haber algo más natural que la opinión de que el tiempo transcurre por igual en la Tierra y en un cohete que se
mueve a una velocidad fantástica? Pues no es así. Si el cohete se mueve a una velocidad próxima a la de la luz, el
tiempo transcurrirá en él mucho más lentamente que en la Tierra. Figúrense ustedes que emprendemos un viaje en un
cohete de ese tipo. Volamos, por ejemplo, tres años. Pero cuando regresemos a la Tierra, quedaremos maravillados:
¡resultará que en ella han transcurrido ya más de 360 años! Es difícil imaginarse esto, pero es así. Por tanto, la Tierra
tiene su tiempo, y el cohete en movimiento, otro. El tiempo es relativo, depende de la velocidad del movimiento. Cuanto
más rápidamente se mueve cualquier cuerpo en el espacio, con mayor lentitud transcurre el tiempo para él.
113
Pero resulta que también el espacio es relativo. Supongamos que un tren pasa ante el andén de una estación a una
velocidad próxima a la de la luz. ¿Qué opinan ustedes: será igual la longitud del andén para el maquinista del tren y
para una persona que se encuentre en el andén? Cálculos matemáticos exactos, basados en la teoría de la relatividad,
prueban que no.

Los viajeros del tren pensarán que el andén se ha hecho más corto, en tanto que quienes se encuentran en el andén
descubrirán, por el contrario, que es el tren en marcha el que se ha acortado. Y no será una ilusión óptica, sino un
hecho objetivo. Por tanto, el espacio es igualmente relativo.

Los idealistas contemporáneos intentan tergiversar también este descubrimiento de la ciencia. Dicen: puesto que el
tiempo y el espacio son relativos, ello significa que no tiene existencia objetiva, son categorías subjetivas. Más eso no
es cierto. En este caso nos encontramos con lo mismo que cuando hablamos de la materia. Los nuevos descubrimientos
han refutado la concepción no materialista del tiempo y del espacio. Han refutado únicamente las anteriores
concepciones metafísicas del espacio y del tiempo. En cada sistema de coordenadas, como dicen los físicos, su tiempo
es relativo. Pero existe objetivamente. Igual que existe objetivamente el espacio.

1.10 El mundo es infinito en el espacio y eterno en el tiempo

El espacio es infinito y el tiempo es eterno. Por eso, el mundo se extiende de manera infinita en todos los sentidos, y
no ha tenido comienzo ni tendrá fin en el tiempo.

La ciencia confirma plenamente la doctrina materialista del carácter infinito del mundo, del carácter infinito del espacio.
Nuestro planeta –la Tierra- no es más que una brizna en el inmenso océano del Universo. Como unidad de medición
del Universo no se usa el kilómetro, sino el llamado año luz, es decir, la distancia que recorre un rayo de luz al año con
una velocidad de 300,000 kilómetros por segundo. Los astrónomos estudian ahora estrella de las que nos separan
distancias de mil millones de años luz, e incluso más. Esto significa que hasta un cohete que desarrollo una velocidad
de 50,000 kilómetros por hora, ¡tardaría en llegar a ellas muchos billones de años! Es una distancia difícil de imaginar.
Pero la ciencia nos dice que eso no es tampoco un límite.

Contemplen el cielo por la noche y verán que está sembrado de estrellas. Todo este sistema solar, al que pertenece
también el Sol, lleva el nombre de Galaxia. Esta compuesta por cerca de 150,000 millones de astros. Existen muchos
millones de galaxias semejantes. Los científicos han conseguido estudiar todo eso con ayuda de los más potentes
medios de observación modernos: grandes telescopios ópticos de radiotelescopios. Mas tampoco eso es el límite.

Por tanto, el Universo no tiene límite, fin fronteras. Antes hemos demostrado igualmente que tampoco ha tenido
comienzo en el tiempo. De ahí que carezcan de todo fundamento los intentos de los idealistas de demostrar que el
mundo ha tenido comienzo y tendrá fin.

El reconocimiento del carácter objetivo e infinito del espacio y del tiempo es rasgo inalienable del materialismo. Si se
admite que el Universo está limitado en el espacio, surgirá inevitablemente esta pregunta: ¿Y qué hay más allá de los
límites del Universo? ¿Puede existir un “segundo mundo”? ¿Existe, en general, algún otro mundo aparte del material?

1.11 El mundo es único

La ciencia ha demostrado convincentemente que no hay ni puede haber un mundo inmaterial, un mundo del “más allá”.
En efecto, si únicamente existe la materia, sólo puede haber un mundo: el mundo material. Por eso, la filosofía
materialista enseña que el mundo es único. Este aserto no debe entenderse en el sentido de que sólo existe el mundo
en que vivimos. El gran sabio italiano Giordano Bruno (1548-1600) demostró ya que existen multitud de mundos. Pero
todos ellos son materiales. Y en este sentido, todos juntos forman un solo mundo material. La unidad del mundo
significa, además, que todos los objetos, fenómenos y procesos están entrelazados, de modo que no representan un
montón de objetos aislados, sino un todo único.

¿Con qué se muestra la unidad del mundo? Con el largo y difícil desarrollo de la filosofía y de las ciencias naturales,
responde Engels. En la antigüedad, cuando los hombres no tenían una noción científica del Sol, los planetas y las
estrellas, consideraban que “el mundo celestial” (las estrellas, el Sol y la Luna) era completamente distinto del mundo
terrenal. Así surgió la idea de la existencia de dos mundos. Pero a medida que fue desarrollándose la ciencia, se
descorrió paulatinamente el velo del misterio y resultó que “el cielo” es tan material en su base como el mundo en que
vivimos.
114

El célebre científico polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), expresó la idea de que la Tierra no es, ni mucho menos, el
centro del Universo, sino un planeta más de nuestro sistema solar. Quedó establecido así que no se puede contraponer
la Tierra al “cielo”. En este último no hay nada sobrenatural.

En el siglo XVIII, el gran sabio Newton demostró que las mismas leyes de la mecánica que rigen el movimiento de
nuestra Tierra alrededor del Sol, obligan también a la Luna a girar alrededor de la Tierra, y a otros planetas a hacer lo
mismo alrededor del Sol. Cuando llegan a la Luna los cohetes queda confirmado que la misma fuera de la “gravitación
universal” que obliga a un cuerpo “aterrizar”, obliga al cohete a “alunizar”¡¿Se quiere mejor demostración de la unidad
y comunidad de las leyes a que están sometidos todos los fenómenos del mundo, ya sean terrenales o “celestiales”?!

Los cuerpos celestes constan de los mismos elementos que la Tierra. Se ha establecido la plena unidad, es decir, la
comunidad de los principales elementos que hay en la Tierra y en otros cuerpos del Universo. Así lo prueba, aunque
sólo sea, el análisis de los cuerpos que llegan hasta nosotros de las profundidades del espacio universal, por ejemplo,
los meteoritos. Su principal integrante es el hierro, es decir, un elemento muy extendido en la Tierra.

No basta, sin embargo, con reconocer la unidad del mundo. Hay además, que comprender correctamente su esencia.
La unidad del mundo puede deducirse del pensamiento o de la realidad objetiva, de la materia. Quien deduce la unidad
del mundo de la conciencia, del pensamiento, va a parar a un embrollo. Así lo prueba el ejemplo del filósofo alemán
Dühring, quien declaró: El mundo es único porque en nuestro pensamiento lo concebimos único. Engels criticó
duramente ese punto de vista, diciendo que podemos pensar lo que nos venga en gana, pero no por eso se hará material
lo inexistente. La unidad del mundo no hay que deducirla del pensamiento, sino de la realidad objetiva, de la materia.

Esto significa que en el mundo no existe un solo fenómeno que no sea resultado del movimiento, del desarrollo de la
materia. La materia lo abarca todo, su acción se extiende por todas partes, y no hay ni puede hibernada aparte de la
materia en movimiento y desarrollo de sus frutos. Esto significa que existe un solo mundo: el mundo material. La unidad
del mundo consiste en su materialidad. Dicho con otras palabras: el mundo es único porque es material.

Así, pues, el mundo es material por su naturaleza. Existe fuera de la conciencia del hombre e independientemente de
ella. Pero ¿qué es la conciencia? Esta pregunta requiere ser analizada de manera especial.

NOTA

(1) F. Engels. “Dialéctica de la Naturaleza”. México: Editorial Grijalbo, S.A. Ciencias Económicas y Sociales, 1961. pág.
47.

2.- LA MATERIA Y LA CONCIENCIA

2.1 El problema fundamental de la filosofía

Tiene importancia aclarar el fondo de la concepción idealista de la relación entre lo material y lo espiritual, que consiste
en lo siguiente: 1) lo espiritual (la conciencia) existe antes que lo material; 2) puede existir sin lo material, es decir, no
depende de ello. Lo material es “corruptible”, destructible, en tanto que lo ideal es eterno, indestructible.

¿Es cierto esto? Veámoslo

Los pensamientos, las sensaciones, las nociones, la voluntad, son la conciencia. Las posee, ante todo, el hombre. Si
no hay un ser que sienta, no habrá sensaciones; si no hay quien desee, es decir el hombre, no habrá deseos. No hay
voluntad donde no existe un ser que deba manifestar esa voluntad. Al margen del hombre, fuera de él, no hay ni
voluntad, ni sensaciones, ni deseos, ni ninguna otra manifestación de conciencia, de siquis, de pensamiento.

Ustedes saben que la naturaleza, la materia, existía ya antes de que apareciera el hombre y su conciencia, su siquis.
Esto muestra claramente que la naturaleza, la materia, es lo primario y que la conciencia, el pensamiento, es lo
se4cundaruii. Mas puede surgir una pregunta: ¿tenían conciencia los seres vivos que existieron antes que el hombre?
Sí, también los animales poseen algunos gérmenes de conciencia. Por ejemplo, les son inherentes la sensación del
color y olor y cierta inteligencia. Pero incluso estos gérmenes de conciencia aparecieron hace poco relativamente: al
surgir los animales.
115

De lo dicho se deduce que la naturaleza existió no solo antes que el hombre, sino, en general, antes que los seres vivos
y, por ende, independientemente de la conciencia. Es lo primario. Mas la conciencia no pudo existir antes que la
naturaleza. Es lo secundario. Nos encontramos ante una de las demostraciones más importantes de la solución
materialista del problema principal de la filosofía.

La conciencia no existe ni puede existir sin la materia, pero ¿puede pensar cualquier materia? Basta con echar una
ojeada al mundo circundante para responder: no, no puede pensar cualquier materia. No piensa, por ejemplo, una
piedra, ni en general, toda la naturaleza inorgánica. Tampoco existen síntomas de conciencia en numerosos
organismos vivos. ¿Cuándo surgió, pues la conciencia?

2.2 La conciencia es producto de la materia altamente organizada

Las ciencias naturales contemporáneas han demostrado que la naturaleza orgánica se ha formado de la naturaleza
inorgánica. Esta conclusión tiene mucha importancia. Los idealistas afirmaban que la naturaleza orgánica no tiene
nada de común con la inorgánica. Los objetos animados e inanimados razonaban, se distingue entre sí en grado
extraordinario. A diferencia de los objetos inertes, los seres vivos se mueven, se multiplican y crecen. La diferencia es,
en efecto, inmensa. Mas en aquellos tiempos no se podía explicar qué es lo que tienen en común. Y así nació la opinión
de que el organismo vivo encierra una “fuerza vital” especial, que le ha sido dada por un ser superior y que lo hace
completamente distinto de la naturaleza inorgánica. ¿Es cierto esto?

El organismo vivo se diferencia, claro esta, de la naturaleza inorgánica. Pero, a la vez, está vinculado a ella de manera
indisoluble. Por ejemplo, consta de elementos como el carbono, el hidrógeno, el oxígeno, el hierro, el azufre, el fósforo
y otros, esos mismos elementos aparecen también con frecuencia en la naturaleza inorgánica. En el organismo vivo no
hay un solo elemento que no exista en la naturaleza inorgánica, desprovista de vida. Los nexos entre una y otra son
evidentes. La ciencia ha demostrado, mediante el análisis de estos hechos, que la sustancia orgánica procede de la
substancia inorgánica.

El académico A. Oparín ha creado la hipótesis materialista del origen de la vida en la Tierra a partir de substancias
inorgánicas.1 Pero el surgimiento de la vida en la Tierra, de la primera célula, no significa aún la aparición de la
conciencia. A la par con la vida surgen únicamente los primeros gérmenes de la conciencia.

La conciencia representa la actividad nerviosa de determinado sector de los hemisferios del cerebro. La conciencia
surge sobre la base de los procesos fisiológicos que tienen lugar en las secciones superiores del cerebro. A su vez,
estas secciones del cerebro son resultado de la evolución multisecular, en el transcurso de la cual se desarrolló el
sistema nervioso y se hizo mas compleja su actividad. Se desarrolló y complicó asimismo la conducta de los animales
hasta que apareció el cerebro humano y junto con el, la conciencia del hombre.

Las manifestaciones superiores de la actividad nerviosa están vinculadas precisamente a la corteza de los hemisferios.
Es fácil convencerse de ello si se compara el desarrollo del sistema nervioso con la complejidad que ha ido adquiriendo,
en consecuencia, la conducta de los animales. En los peces, que carecen de corteza cerebral, observamos únicamente
los reflejos2 más simples. En las aves que tienen ya elementos de corteza, son mucho más complejos. En los perros,
dotados de una corteza cerebral mucho más desarrollada, los reflejos son más complejos aún. Y en los antropoides,
cualquier movimiento voluntario esta subordinado a la corteza de los hemisferios del cerebro. Sin embargo, no puede
hablarse de “pensamiento” de los animales en el verdadero sentido de la palabra. Por pensamientos entendemos el
pensamiento del hombre. El pensamiento esta vinculado a la aparición, en el proceso evolutivo, de la forma superior
de movimiento de la materia: el cerebro humano.

Así pues, la conciencia no es producto de cualquier materia, sino de la materia altamente organizada: es producto de la
actividad del cerebro. La conciencia es una función del cerebro. No puede existir sin el cerebro, que es su portador
material.

En el hombre, todo el mundo infinito de la conciencia, del sentimiento, del pensamiento y de la voluntad, esta
condicionado por la actividad de los hemisferios cerebrales. Iván Pávlov, demostró que la actividad síquica se basa en
procesos materiales que se producen en el cerebro humano. Se trata de los procesos fisiológicos que tienen lugar en
la corteza de los hemisferios del cerebro. “La actividad síquica –decía Pávlov- es resultado de la actividad fisiológica
de determinada masa del cerebro”.
116
2.3 El pensamiento es un reflejo de la realidad

¿Qué representan los pensamientos que se forman en nuestro cerebro?

Tomen ustedes cualquier idea, cualquier manifestación, por ejemplo: “Yo veo este ciprés”. Se comprende perfectamente
que en nuestra cabeza no hay un ciprés, sino el pensamiento sobre el; dicho con otras palabras: en la cabeza existen
conceptos acerca de los objetos y fenómenos con que nos encontramos en el mundo. Cada pensamiento esta
compuesto de esos conceptos. Por ejemplo, en la oración “La nieve es blanca”, el pensamiento esta expresado con
dos conceptos, con dos palabras: “nieve” y “blanca”. ¿De donde salen estos conceptos? De la vida de la realidad. La
nieve es efectivamente blanca. Los objetos existen objetivamente y nos sirven de base para formarnos los conceptos
que tenemos de ellos. Primero el ciprés, y luego, mi concepto de él. Los conceptos, por tanto, son “secundarios”.
Primero la realidad y luego el reflejo, el pensamiento sobre ella. El pensamiento es una copia, un reflejo, una fotografía
de la realidad. En él se reproduce, se representa, se fotografía la realidad.

Hemos aclarado, pues, que la naturaleza, la materia, existía ya cuando no había aún ninguna conciencia, que esta
última apareció después. La conciencia del hombre depende del estado de su organismo, de su sistema nervioso.
Piensa el cerebro, que es el órgano del pensamiento, la conciencia es una función del cerebro. La conciencia refleja el
ser; por tanto, el ser es lo primario, y la conciencia, lo secundario, lo derivado

2.4 Critica del materialismo vulgar

Debemos decir que no basta con admitir el carácter secundario de la conciencia. Hay que conocer también su verdadera
naturaleza, pues existen materialistas que admiten el carácter secundario de la conciencia, pero no pueden explicar
correctamente su esencia autentica. Dicen que el cerebro segrega el pensamiento, aproximadamente como el hígado
segrega la bilis. Según ellos; el pensamiento es una secreción del cerebro, el cual la produce y segrega igual, más o
menos, que las glándulas de secreción interna producen y segregan otras substancias indispensables para la actividad
fisiológica del organismo. Los filósofos que entienden así el pensamiento se llaman “materialistas vulgares”. Se les ha
dado esta denominación porque su noción del pensamiento es tosca, vulgar o simplista.

Siguen sus huellas ciertos filósofos burgueses contemporáneos, y no solo filósofos, algunos médicos ingleses, por
ejemplo, afirman que han conseguido “pesar el alma”, comprobando que pesa 30 gramos. Tal concepción es vulgar
porque se envilece todo el complejo proceso del pensamiento, reduciéndolo a una substancia de “treinta gramos”. La
conciencia es identificada den este caso con la materia, pero, si es así, ¿por qué, entonces no se la puede descubrir,
por qué no se la puede ver? Partiendo de esta idea es imposible comprender qué son nuestros deseos, nuestra voluntad
y nuestros ensueños. Porque todos ellos son ideales, no materiales. Y la fantasía, además de ser inmaterial, trata
incluso de cosas que no existen siquiera en la naturaleza. El materialismo vulgar no puede despejar estas incógnitas.

Los idealistas intentan utilizar la impotencia de los materialistas vulgares para desacreditar al materialismo en general.
Por ejemplo, los filósofos burgueses norteamericanos contemporáneos Wheelwrigth y Hospers afirman que el
materialismo solo reconoce lo material y niega la existencia de lo espiritual, de la conciencia, de la voluntad humana.
Dicho con otras palabras, identifican el punto de vista materialista vulgar con la doctrina materialista dialéctica. Pero no
hay nada mas erróneo, el materialismo dialectico no tiene nada de común con el materialismo vulgar. Su concepción
de la esencia y la importancia de la siquis, de la conciencia, esta dirigida tanto contra los idealistas, como contra los
materialistas vulgares.

El error de los materialistas vulgares consiste en identificar la conciencia con la materia. La conciencia no es material,
sino una copia, una imagen de la realidad. Sin embargo, el cerebro no refleja ni fotografía la realidad como una cámara
fotográfica corriente. La realidad se transforma de la correspondiente manera en la cabeza del hombre, en el sentido
de que esta última no se encuentran las cosas mismas, los objetos mismos, sino su imagen ideal: lo ideal no es más
que lo material traducido y transpuesto a la cabeza del hombre.

La conciencia del hombre es una propiedad de la materia altamente organizada, es la propiedad del cerebro de reflejar
la realidad material. El pensamiento tampoco puede ser confundido con los procesos que tienen lugar en el cerebro.
Dichos procesos son la base material del pensamiento. Pero este último es un fenómeno más complejo que los
procesos fisiológicos que se operan en el cerebro. La conciencia, el pensamiento, es una forma superior del movimiento
de la materia.
117
El pensamiento humano se distingue radicalmente de lo que se denomina a veces, no con mucha exactitud,
“pensamiento” de los animales.

2.5 El pensamiento y el lenguaje

Veamos, para empezar, unos interesantes experimentos hechos con monos. El experimentador colocó una manzana
para uno de ellos. Era difícil conseguirla, pues delante de ella había fuego. Pero “se enseño” al mono que podía sacar
agua de una cubeta cercana, apagar el fuego y tomar la manzana. Y así lo hizo. Luego se puso al mono en nuevas
condiciones sobre una balsa, en un estanque, se colocó la manzana y lejos, relativamente una cubeta con agua. La
tarea era la misma: apagar el fuego y apoderarse de la manzana. El mono podía allí mismo tomar agua, tan
abundantemente alrededor de la balsa.
Pero no lo hizo así: llego con dificultad hasta la cubeta para tomar precisamente “aquella” agua.

Reflexionemos en la esencia del ejemplo. Muestra que el mono no posee la noción de “agua” y desconoce sus
propiedades generales. Su pensamiento está vinculado directamente a los objetos que le rodean. Es más, resulta
imposible sin el nexo directo con ellos. Tiene nociones concretas. Esto significa que “piensa” únicamente cuando se
encuentra ante los objetos. Entonces percibe el nexo elemental entre ellos. Pero sin no los tiene delante, no puede
“pensar”.

En el hombre, en cambio, el pensamiento es cualitativamente distinto. Conoce los objetos en el proceso de la


producción, del trabajo y de la actividad científica y estudia sus propiedades. Observa que el agua de una cubeta, de
un estanque, de un pozo, de un río, etc., tiene propiedades comunes, por ejemplo, apagar el fuego. Elabora el concepto
de “agua”. No se trata del agua de una cubeta, del mar o de un río, sino “del agua en general”. Es éste un concepto
abstracto. El hombre hace abstracción de las formas y objetos concretos y destaca sus propiedades generales. Y estas
propiedades generales caracterizan el objeto que comprende el concepto dado.

Cuando hablamos del concepto “árbol”, de “árbol en general”, tenemos presentes las propiedades comunes de cualquier
árbol y no solo las del árbol que se ve desde nuestra ventana. En este caso hacemos abstracción de los arboles
concretos. Por eso el concepto se denomina abstracto. Pues bien, este rasgo peculiar del pensamiento humano, su
carácter abstracto, no está al alcance de los animales.

El quid de la cuestión reside en que el desarrollo del cerebro humano transcurre desde la infancia bajo la influencia
decisiva del lenguaje. Cuando a los nueve meses, aproximadamente, un niño repite sin cesar “ma-ma”, es un síntoma
seguro de que empieza a comprender lo que sucede en el mundo. Pero ¿cómo ocurre esto? A partir de dos fuentes:
la incipiente experiencia vital del niño y las palabras de quienes lo rodean.

Veamos un ejemplo. Un niño juega con una pelota. Descubre que es un objeto redondo y blando. Juega con pelotas
distintas –amarilla, verde, etc.-, y cada vez percibe “esta pelota”. Con el tiempo, la palabra “pelota” hace surgir en él la
noción de la “pelota en general”. Conoce ya el concepto “pelota”. Y este concepto esta expresado en la palabra.
Nuestros pensamientos se expresan también con palabras: las oraciones están compuestas siempre de palabras. Pero
hemos dicho que ya nuestro pensamiento es abstracto, que se realiza sobre la base de conceptos generales.

¿Qué es lo que nos permite abstraer, es decir, aislar del propio objeto sus rasgos fundamentales? Esa posibilidad nos
la da la palabra, el lenguaje. La palabra “pelota” nos indica que se trata de la pelota en general y no sólo de una pelota
concreta. Un pensamiento abstracto puede expresarse únicamente con palabras

Desde la infancia, la conciencia del hombre se forma sobre la base de las palabras, del lenguaje, ya que con su ayuda
expresan nuestros pensamientos. En este proceso surge paso a paso algo que es propio sólo del hombre: el
pensamiento se vincula estrechamente al lenguaje. Es imposible separar la conciencia del hombre, el pensamiento, de
su lenguaje. Se establece, pues, la unidad indestructible, orgánica del lenguaje y el pensamiento.

Engels destacaba que la aparición del lenguaje articulado contribuyo a que el cerebro del mono se transformase
gradualmente en cerebro humano. ¿Qué causas influyeron en ello?

2.6 Carácter social de la conciencia y el lenguaje

Un ejemplo nos ayudará a encontrar la respuesta correcta a esta pregunta. La historia conoce varios casos de
“educación” de los niños en una manada de lobos. Uno de estos casos fue descubierto en la India en 1956. Una loba
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raptó una niña cuando ésta no había cumplido aún los tres años. Y cuando se la encontró unos años mas tarde, se
descubrió el siguiente cuadro. La niña andaba a cuatro pies, imitaba el grito de los animales y, como es lógico, no podía
hablar. Pero llama la atención un detalle sorprendente: por muchos esfuerzos que se hicieron, fue imposible enseñar a
hablar a la niña. Fue imposible restablecer la fisonomía humana, la conciencia de la niña. No pudo tampoco
acostumbrarse a las nuevas condiciones y murió (ni un solo niño de los casos análogos conocidos ha vivido hasta la
mayoría de edad).

Surge, en este caso la pregunta. La niña nació con un cerebro humano normal. Creció y, evidentemente, creció también
en el cerebro. ¿Por qué, entonces, se rezagó tanto su pensamiento? Cuanto hemos dicho antes les permitirá responder
con facilidad a esta pregunta. No basta, por lo visto, con que el hombre tenga un cerebro de pleno valor desde el punto
de vista biológico para que pueda poseer conciencia humana. Hace falta, además, que viva en la sociedad, en la
colectividad.

Fuera de la colectividad no hay tampoco pensamiento humano. Este aparece como resultado de la vida de los seres
humanos en sociedad. El pensamiento solo puede surgir, de una parte, cuando el hombre refleja la naturaleza y, de
otra, cuando entabla determinadas relaciones con otros hombres en la actividad laborar, en la producción. El trabajo
creó al hombre, creó la sociedad humana. Precisamente en el trabajo, en la actividad productiva, se desarrolló el
cerebro del hombre, su conciencia. La conciencia es, desde el comienzo mismo, un producto social y seguirá siéndolo
mientras exista el género humano. La conciencia es producto de la vida del hombre en la sociedad. Es un fenómeno
social.

Esto significa que fuera de la sociedad no puede haber conciencia, de la misma manera que no puede haber ni palabras
ni lenguaje. La conciencia surge y se desarrolla únicamente en el proceso del trabajo, de la actividad productiva del
hombre, pues solo en estas condiciones es posible la influencia activa del ser humano sobre la naturaleza. Y al actuar
sobre la naturaleza, el hombre desarrolla también su conciencia. Sólo en el proceso del trabajo refleja el hombre en su
conciencia, mas profundamente cada día, los objetos que le rodean, los compara entre sí, observa lo que tienen de
común y recibe conceptos determinados. En el proceso de la práctica, el hombre estudia asimismo los nexos, las
relaciones existentes entre los objetos. Así, gradualmente, a medida que se desarrollaba la producción material, fue
desarrollándose, puliéndose y perfeccionándose la conciencia humana.

Cuando el antropoide empezó a andar erguido se dio el primer paso para la transición del mono al hombre. La marcha
erguida apareció porque los antecesores del hombre empezaron a emplear instrumentos de trabajo naturales. Esto
liberó sus extremidades anteriores, que fueron perfeccionándose en el proceso del trabajo. Así se desarrolló
paulatinamente la mano humana, que no es sólo el órgano del trabajo, sino también su producto.

Sin embargo, el empleo de instrumentos naturales no es aún el trabajo en el sentido estricto de la palabra. EL propio
trabajo ha recorrido también un camino histórico de desarrollo. EL verdadero trabajo empieza únicamente cuando
aparecen los primeros instrumentos de trabajo preparados artificialmente por el hombre. El mono, aunque emplee
instrumentos naturales, es incapaz de prepararlos. Pero la preparación de los primeros instrumentos no significa todavía
el surgimiento de la sociedad humana. Es sólo el comienzo del largo proceso que lleva a la transformación del mono
en hombre y, por consiguiente, a la formación de la conciencia: el proceso de la formación del hombre y de su sociedad.

En ese periodo surge también el lenguaje. En el proceso del trabajo conjunto, de la producción, los hombres sienten la
necesidad de comunicarse algo. Esta necesidad, creó su órgano: la tosca laringe del mono se transformo con lentitud,
pero de manera constante, y los órganos de la boca aprendieron gradualmente a pronunciar un sonido articulado tras
otro. Así surgió la palabra articulada, el lenguaje como medio de intercambio de pensamientos, como medio de
comunicación entre los hombres y envoltura material del pensamiento.

La unidad del lenguaje y del pensamiento se deduce de la propia naturaleza de este último, que solo en las palabras da
la sensación de hacerse mal. Mientras el pensamiento se encuentra en la cabeza del hombre parece muerto, inaccesible
para los demás. El lenguaje es la realidad directa del pensamiento. Esto significa que el pensamiento existe únicamente
con la envoltura material del lenguaje. Incluso cuando no expresamos nuestros pensamientos en voz alta, sino que nos
limitamos, como suele decirse, a pensar para nuestros adentros, los revestimos con la envoltura verbal, lingüística. El
lenguaje permite, no sólo formar los pensamientos, sino transmitirlos a las demás personas. Y con ayuda de la escritura
pasan incluso de generación en generación.

No obstante, sería erróneo deducir de cuanto queda dicho que el lenguaje y el pensamiento son idénticos; están unidos,
pero no son el mismo fenómeno. El pensamiento refleja la realidad. El lenguaje, por su parte, es el me4dio que permite
119
comunicar los pensamientos a otras personas. El pensamiento esta vinculado directamente a la realidad, sino a través
del pensamiento. Esto significa que el cerebro refleja directamente los fenómenos y sus nexos con el mundo,
engendrando nuestros conceptos y pensamientos, en tanto que el lenguaje nos sirve para transmitirlos a otras personas.

A este respecto surge con mucha frecuencia una pregunta: si los pensamientos reflejan y, como si dijéramos, fotografían
la realidad, ¿cómo explicar la existencia de la fantasía, de los sueños, es decir, de lo que carece de su correspondiente
objeto de la naturaleza?

➢ El materialismo, los sueños y la fantasía

Por ejemplo, aunque el satélite artificial de la Tierra ni existía aun, el sabio ruso Konstantín Tsiolkovski, creador de la
teoría científica de la cohetonáutica, “lo vio” ya a comienzos de nuestro siglo. ¿No probará eso que, en este caso, el
pensamiento no es lo secundario sino lo primario? ¿No estará eso en contradicción con el materialismo?

La existencia de la fantasía plantea a los hombres, de grado o por fuerza, preguntas semejantes. Y puede crearse la
impresión de que el pensamiento surge independientemente de la realidad circundante. Ahí esta la fuente del idealismo:
se crea el terreno para llegar a la conclusión idealista de que el pensamiento puede surgir al margen de la realidad e
incluso a pesar de ella. Pero, ¿existe fundamente para semejante conclusión?

Los sueños de Tsiolkovski tienen sus raíces en la realidad, en el exacto cálculo matemático de lo que existe. Y esto le
sirve de base para llegar a la genial conjetura de lio que no existe todavía, pero que existirá sin falta. Los vuelos
espaciales han venido a confirmar hasta qué extremo eran reales los sueños, la fantasía de Tsiolkovski.

Como ven, los sueños, la fantasía, son también un reflejo de la realidad y solo surgen sobre la base de la realidad. Es
ésta precisamente la que da alas a los sueños.

Ahora esta claro para ustedes que el materialismo, lejos de negar el sueño y la fantasía, por el contrario, los explica
científicamente.

Examinemos otra cuestión que surge con frecuencia al reflexionar sobre la relación de la materia y la conciencia.

¿No negará el materialismo cualidades tan importantes para el individuo como los sentimientos, el entusiasmo, el
impulso, es decir, lo que llamamos mundo espiritual del hombre?

El materialismo reconoce el carácter secundario de la conciencia, pero no niega el importante papel que ésta desempeña
en la vida del hombre. Examinemos con más detalle esta cuestión.

2.7 Papel activo de la conciencia

La existencia de los sueños y de la fantasía sana nos convence por sí mismos de que la conciencia no percibe
pasivamente el mundo: influye activamente sobre él y señala el camino para transformarlo.

La conciencia, al mismo tiempo que refleja la realidad, es una guía para transformarla. Prueba palpable de ello es el
ejemplo de las teorías progresistas, que se han convertido en una poderosa fuerza material de nuestro tiempo en la
lucha por la paz, la democracia y el socialismo.

Los idealistas exageran desmesuradamente ese aspecto de la conciencia humana. Puesto que la conciencia es activa,
dicen, es lo primario, lo que dirige los actos del individuo. Presentan la actividad de la conciencia humana como el
triunfo del idealismo. ¿Es así? El hecho de que la conciencia dirija los actos del individuo no significa aun que sea lo
primario. Al contrario, la conciencia toma de la propia realidad todos los fines, tareas y planes para la actividad, los
toma de esa misma actividad.

Cuanto hemos dicho acerca de la actividad de la conciencia humana nos ayudará a comprender y explicarnos
correctamente uno de los fenómenos mas sorprendentes de la técnica moderna.

2.8 El pensamiento y la máquina


120
Ustedes habrán oído hablar, sin duda alguna, de las “máquinas inteligentes”. Estas máquinas efectúan un trabajo
complejísimo: traducen de una lengua a otra, pilotean aviones, conducen trenes y hasta juegan al ajedrez. Realizan
algunas operaciones lógicas propias del cerebro humano. “Consideran” cuándo debe frenar un tren, “recuerdan”
algunas operaciones, etc. Parece como si actuara el pensamiento humano vestido de metal.

¿Se puede crear una maquina capaz de reemplazar por completo el cerebro humano? No, no se puede. Es cierto que
la maquina puede ejecutar irreprochablemente aquello para lo que ha sido adaptada por el hombre, puede incluso
descubrir nuevos hechos desconocidos por su creador, pero la máquina no pasará nunca de ser una ayuda para el
raciocinio humano. Sin el hombre, no es más que “metal muerto”.

¿Por qué el cerebro del hombre es infinitamente superior a cualquier máquina? Porque es producto de as relaciones
sociales. El pensamiento como hemos visto, tiene también carácter social. El funcionamiento del cerebro es tan
complicado como esas relaciones sociales. Ningún “cerebro electrónico” puede “reconstruir” el mundo espiritual interno
del hombre, su carácter activo, el vuelo de su fantasía, sus sueños, la aptitud de tensar la voluntad, el complejo mundo
del arte…

Hemos examinado, pues, algunas cuestiones fundamentales del materialismo dialectico. Para comprenderlas mas a
fondo es preciso conocer la esencia de la dialéctica materialista, lo cual logrará mediante el estudio de las leyes y
categorías de la dialéctica.

NOTAS
1
Oparín, A. I. “El origen de la vida”. México, Editorial Grijalbo, S.A. (Colección 70 No. 32), 1968.
2
Reflejo es la respuesta del organismo a la excitación del medio ambiente, que se realiza con participación del sistema
nervioso.

3.- OBJETO DE LA FILOSOFIA


F V. Konstantinov

3.1 El problema fundamental de la filosofía

La palabra “filosofía” procede de dos voces griegas: “filos” amor, y “sofía”, sabiduría; comenzó significando, pues, “amor
por la sabiduría” (“afición al saber”, como antes se decía). La palabra “filosofía” no determina, sin embargo, por su
sentido literal, el objeto, la misión ni el contenido de este concepto. Para definir certeramente lo que es la filosofía, hay
que señalar cuáles son sus características, comparando la filosofía con otras ciencias en interdependencia con las
cuales se desarrolló.

La característica fundamental de la filosofía es que, desde el momento mismo en que aparece, constituye una
concepción del mundo más o menos completa: es decir, constituye un sistema de ideas generales sobre el mundo: la
naturaleza, la sociedad y el hombre. Cada individuo llega a tener determinada concepción del mundo, pero no se trata
seguramente de una concepción del mundo producto de la reflexión, sino formada espontáneamente bajo la influencia
de las condiciones de vida, y, con frecuencia, se trata de trozos de distintas concepciones e ideas contradictorias entre
sí. Pero la filosofía no es una mera suma, sino un sistema dé ideas y concepciones sobre el mundo, y es el resultado
consciente de la aplicación de determinado punto de vista a la realidad circundante, o sea es un conjunto de principios
determinados.

A lo largo de las diversas fases de su desarrollo, la filosofía se ha ocupado del estudio de distintos problemas. En sus
primeros tiempos, estudiaba numerosos problemas que después se dejaron a las ciencias especiales. Pero por más
que haya cambiado la concepción del objeto de la filosofía, sus problemas principales han sido siempre los problemas
fundamentales de la concepción, y ha dado respuestas diversas a la pregunta de qué es el mundo, de si ha existido
eternamente o ha surgido de uno u otro modo, de cuál es el lugar que ocupa el hombre en el universo, de qué es nuestra
conciencia y qué relación guarda en el mundo, etc.

El problema fundamental de toda concepción del mundo es el problema de las relaciones entre el pensar y el ser, entre
el espíritu y la naturaleza, ¿Qué es lo primero, el punto de partida: la materia, la naturaleza, o el espíritu, la razón, la
conciencia, la idea? En otras palabras, ¿qué precede a qué: la materia, la naturaleza, el ser, precede a conciencia, o
121
por el contrario, la conciencia, el espíritu, precede a la materia? ¿El ser, la materia, determina la conciencia, o a la
inversa?

Todos los fenómenos con que nos encontramos pueden referirse bien a fenómenos materiales, es decir, existentes
fuera de nuestra conciencia (como son los objetos y procesos del mundo exterior), o bien a fenómenos espirituales,
ideales, es decir, que se dan en nuestra conciencia (a nuestros sentimientos, a nuestros pensamientos). Lo material y
lo espiritual son los conceptos generales, que abarcan cuanto existe en el mundo. Por eso cualquiera que sea la
concepción del mundo, tiene que partir necesariamente de una de las dos respuestas al problema de las relaciones
entre lo material y lo espiritual.

Y precisamente la respuesta que se dé a este problema es lo que caracteriza, ante todo, a la filosofía como concepción
del mundo.

Según la solución que dan al problema fundamental indicado, es decir, al problema de las relaciones entre el pensar y
el ser, los filósofos se dividen en dos direcciones fundamentales. Los que reconocen la primacía de la materia se llaman
materialistas (del latín “materialis”, lo material); consideran que el mundo que nos rodea, que la naturaleza, ha existido
siempre. Los materialistas explican el mundo partiendo del mundo mismo, sin recurrir a ninguna clase de fuerzas
sobrenaturales, que se suponen exteriores al mundo. Precisamente así concebían el mundo los filósofos griegos
Demócrito y Epicuro; los materialistas franceses del siglo XVIII La Mettrie, Holbach y Diderot; el materialista alemán
Ludwig Fuerbach, etc. Por el contrario, los idealistas (del griego “idea”) consideran que lo primero de todo, lo primordial,
es el pensamiento, el “espíritu”. Sostienen que el espíritu es anterior a la naturaleza e independiente de ella. Así
concebían el mundo el filósofo griego Platón, el filósofo inglés del siglo XVIII Berkeley; el filósofo alemán del siglo XIX,
Hegel, etc.

Toda concepción del mundo más o menos consecuente parte necesariamente del reconocimiento de la prioridad de un
principio, ya sea la materia o el espíritu. Este tipo de concepción del mundo se llama monista (del griego “monos”, uno).
En la historia han existido, sin embargo, filósofos que reconocen como primarios ambos principios, independientemente
uno del otro. Se da a. estos filósofos el nombre de dualistas (del, latín “duo”, dos). Reconociendo la materia y el espíritu
como sustancias independientes, el dualismo no puede establecer un nexo entre ambos. De aquí que, al tratar de
explicar los fenómenos del universo, el dualista se embrolla en contradicciones insolubles para su sistema y se vea
obligado a abrazar las posiciones del materialismo o las del idealismo. El dualismo no es una solución fundamentalmente
nueva del problema de la filosofía, distinta del materialismo y el idealismo, sino que expresa simplemente una
inconsecuencia filosófica.

El problema de la relación entre el pensar y el ser es el problema fundamental de toda concepción filosófica del mundo,
por la sencilla razón de que la solución que se le dé determina la respuesta a los demás problemas de que se ocupa la
filosofía. Así, según el modo como resuelvan el problema de que es lo primario, si el espíritu o la naturaleza, los filósofos
contestan de distinta manera a la pregunta de si el mundo ha existido siempre o ha tenido un principio en el tiempo, de
si es infinito’ o limitado en el espacio, etc.

Con el reconocimiento de la primacía de la materia o de la conciencia se halla también relacionado el problema de la


existencia y el carácter de la sujeción a leyes de los fenómenos del universo. Los materialistas entienden que el mundo
existe independientemente de la conciencia de los hombres. Y, siendo así, es evidente que los nexos entre los distintos
fenómenos del universo no han sido establecidos por el pensamiento del hombre, sino que tienen una existencia objetiva
o, lo que es lo mismo, independiente de la conciencia. De aquí que los materialistas reconozcan la vigencia de leyes
objetivas, a las que se hallan sujetos todos los fenómenos y procesos del mundo que nos rodea.

Los idealistas se sitúan ante este problema de otro modo. Unos (los llamados idealistas subjetivos) consideran como lo
primario la conciencia del hombre. Afirman que éste no posee directamente más datos que los que les suministra su
propia conciencia, las sensaciones, las representaciones, los conceptos, etc., y no tiene derecho a admitir la existencia
de nada que se halle fuera de ella. Al negar la existencia del mundo objetivo y consideras como objetos los complejos
de sensaciones e ideas, el idealismo subjetivo niega también la sujeción de los fenómenos a leyes objetivas. Para los
idealistas subjetivos, las leyes de la naturaleza y de la sociedad descubiertas por la ciencia sólo expresan la sucesión
entre los fenómenos, habitualmente observada por nosotros, y a la que no hay por qué atribuir un carácter de necesidad.
122
La otra corriente del idealismo —el idealismo objetivo— considera lo primario el espíritu, la idea, que, según este modo
de pensar, existe fuera del hombre e independientemente de él. Los idealistas objetivos reconocen un determinado
orden en la naturaleza, la sujeción de los fenómenos a leyes, pero no buscan la fuente de esto en la naturaleza misma,
en la relación natural de causa a efecto, sino en la “razón universal”, en la “idea absoluta”, en la “voluntad universal”.

Cualquiera que sea el problema filosófico que abordemos, el de la eternidad del mundo o el de su unidad, el de las leyes
que rigen los fenómenos o cualquier otro, el modo de abordarlo dependerá siempre de una o de otra manera, de la
solución que demos al problema fundamental de la filosofía. Aquí se halla la divisoria entre las dos direcciones
fundamentales de la filosofía, el materialismo y el idealismo.

Podría parecer a primera vista que el problema fundamental de la filosofía se halla, por su generalidad, alejado de la
vida real, de la actividad práctica de los hombres. Pero sería profundamente erróneo pensar así. De la solución que a
este problema se dé se derivan determinadas consecuencias sociales: de ello depende la actitud que el hombre adopte
ante la realidad, su modo de concebir la vida social, las tareas históricas, los principios morales, etc.

Por ejemplo, quien, siguiendo a los idealistas, reconozca como lo primario a la conciencia, el espíritu, buscará la fuente
de los males sociales, no en las condiciones de la vida material de los hombres, en el régimen económico de la sociedad,
en la estructura de clase de ésta, sino en las condiciones de la vida espiritual, en los errores de los hombres, en sus
defectos morales. Y este modo de ver las cosas no permitirá encontrar los verdaderos caminos para hacer cambiar la
vida social. No señalará la vía para resolver los problemas cardinales de nuestro tiempo, para asegurar la paz, atajar
las guerras, acabar con el colonialismo, abolir la opresión.

Los hombres crean en el proceso del conocimiento generalizaciones, conceptos generales como, pongamos por caso,
el concepto de “casa”. Este concepto de “casa” ha sido forjado mediante un proceso de abstracción, de distinción de
ciertos rasgos generales en las casas que existen realmente. En el proceso mismo de abstracción se da la posibilidad
de que la idea se divorcie de la realidad. Pero en cuanto olvidamos el origen del concepto general y lo consideramos
como algo que existe de por sí, sin dependencia alguna respecto de los objetos reales, caemos en las posiciones del
idealismo.

La filosofía idealista es una flor estéril que crece en el árbol vivo, fecundo, fuerte y todopoderoso del conocimiento
humano. El proceso del conocimiento sigue, no una línea recta, sino una curva compleja, es decir, una espiral. Si
enfocamos dicho movimiento de un modo unilateral, subjetivo, podemos convertir un segmento de la espiral .en una
línea recta, y entonces nos apartamos de la vía real del conocimiento y nos inclinaremos hacia la tergiversación, de la
verdad. Pero este desvío respecto de la verdad responde a intereses de clase y es afianzado por ellos, y, de este modo,
algunos errores idealistas se transforman en sistemas filosóficos idealistas. El carácter rectilíneo y unilateral del
pensamiento, su osificación, así como el subjetivismo y la ceguera subjetivista constituyen las raíces gnoseológicas del
idealismo.

La separación entre el trabajo físico y el intelectual que surge en la sociedad dividida en clases, junto con la oposición
entre ambos, crean la ilusión de que los pensamientos e ideas son independientes de la práctica, e incluso que
determinan a ésta. Este modo idealista de concebir el mundo desfigura la realidad y la interpreta en forma invertida, lo
cual es aprovechado por las clases explotadoras para justificar y afirmar su dominación. Esta concepción idealista del
mundo se forma y extiende bajo la influencia de determinadas relaciones de clase y de ciertos intereses de clase.

Después de aparecer la ciencia de la naturaleza, el materialismo como concepción filosófica del mundo, se desarrolla
en estrecha relación con las ciencias naturales. Toda explicación científica es, en el fondo, materialista, ya que la ciencia
da una Interpretación natural de los fenómenos susceptibles de pertrechar al: hombre para transformar el mundo. La
ciencia parte del hecho de que los objetos por ella estudiados y todo el mundo circundante tienen una existencia objetiva,
independiente de nuestra conciencia. La existencia de fuerzas sobrenaturales es incompatible con la ciencia. Todo el
desarrollo de las ciencias naturales demuestra que la naturaleza, que la materia y su movimiento han existido siempre.
Cambian constantemente de forma, pero no nacen ni se destruyen.

El problema fundamental de la filosofía, además de girar en torno a la pregunta de qué es lo primario, el pensamiento o
el ser, envuelve otro importante aspecto: el que se refiere a la relación que nuestros pensamientos, ideas y
conocimientos acerca del mundo guardan con éste. ¿Puede nuestro pensamiento conocer el mando real?
123
Uno de los objetivos primordiales de la filosofía, casi desde el primer día de su existencia, fue la indagación del proceso,
el método y los medios de conocimiento de la realidad. Los filósofos trataron de esclarecer, desde muy pronto, cuál es
la fuente de nuestro conocimiento, si podemos considerar nuestras sensaciones, representaciones y conceptos como
reflejo del mundo, capaces de ofrecernos una imagen exacta de él.

También ante estos problemas se manifiesta la contraposición entre materialismo e idealismo.

El materialismo afirma que el mundo tiene una existencia objetiva, independiente de la conciencia, y que los hombres
se representan una parte de la naturaleza y la reflejan en su mente. Lo que, como es natural, lleva aparejado el
reconocimiento de la posibilidad de conocer el mundo y las leyes que lo rigen.

Muchos idealistas no niegan tampoco esta posibilidad, pero casi todos rechazan la concepción del conocimiento como
reflejo de la realidad objetiva. Unos sostienen (como, por ejemplo. Platón, el antiguo filósofo griego) que la fuente del
conocimiento se halla en el ‘‘mundo del más allá”, en el “mundo de las ideas”, razón por la cual quien desee conocer la
verdad debe aislarse del mundo que lo rodea cerrar los ojos y los oídos a la realidad y ahondar en la reminiscencia de
lo que su alma inmortal contemplé un día en el mundo de las ideas. Pese a la diversidad de las escuelas idealistas y a
la diferencia en cuanto a su modo de concebir el conocimiento, todas ellas se niegan a ver en las sensaciones, conceptos
e ideas del hombre el reflejo de las cosas a considerar el mundo objetivo como fuente del conocimiento.

Junto a los filósofos que afirman la posibilidad de conocer el mundo ha habido y hay otros que dudan de esta posibilidad
(los escépticos o que incluso tratan de razonar la imposibilidad de ello. Se da el nombre de agnosticismo (palabra, griega
derivada del prefijo “a’’ no y a la voz “gnosis”, conocimiento) a la corriente filosófica que niega la posibilidad de adquirir
un conocimiento veraz de las cosas.

El agnosticismo se presenta frecuentemente como el intento de eludir la solución del problema fundamental de la
filosofía, de considerar insoluble el problema de la prioridad de la materia, o la conciencia, y de la existencia misma del
mundo objetivo. Sin embargo, aunque pretendan seguir una línea “intermedia” entre el materialismo y el idealismo, la
mayoría de los agnósticos se inclinan al segundo.

Negar la cognoscibilidad del mundo es degradar la ciencia. Desde el momento en que se considera imposible adquirir
un conocimiento veraz del mundo se reconoce que el hombre puede basar su actividad práctica, no en los datos de la
ciencia, sino en los dogmas de la fe.

En los siguientes apuntes de su diario, M. Gorki pone diáfanamente de manifiesto el sentido social dé tales prédicas:

Dos pensamientos viven en el mundo. Uno escruta audazmente las tinieblas de los enigmas del universo y trata de
descifrarlos; otro declara que los misterios son insolubles y, temeroso de tilos, los deifica.

Para el primero, incognoscible es sencillamente lo aún no conocido; el otro cree que el mundo es incognoscible para
siempre.

El primero se adentra en el caos del fenómeno del ser, enfrentándose impávidamente a todo en su árido camino,
animándolo todo con su propia energía y haciendo que hasta las piedras hablen elocuentemente acerca del origen de
la vida: el segundo va medrosamente de tumbo en tumbo y trata infructuosamente de encontrar la justificación de su
ser.

— ¿Existo? — se pregunta éste, al paso que el primero dice:

— ¡Actúo!

El primero se siente con frecuencia el acicate de la duda, llevado de su fuerza, pero el frío escepticismo lo vigoriza y
sintiéndose aún más fuerte, de nuevo busca la meta del ser en la acción: el segundo vive siempre en el terror ante si
mismo, le parece que existe fuera de él un principio superior que le es afín pero que guarda ceñuda severamente el
secreto de su ser.
124
El primero se mueve incesantemente de una verdad a la que la sigue y a través de todas hasta la verdad final, cualquiera
que ella sea. El segundo se propone como nieta encontrar en el mundo del perpetuo movimiento y de las perennes
oscilaciones un punto muerto sobre el que poder sustentar el dogma inconmovible y sujetar el espíritu de la indagación
y la crítica con las cadenas de hierro de la amonestación.

Uno filosofía por amor a la sabiduría, valientemente, seguro de su fuerza: el otro razona llevado por el miedo en la
esperanza de vencerlo.

Ambos son libres; el uno, libre como toda energía, el otro como el perro callejero, que ladra en todas las puertas detrás
de las cuales se siente calor, paz y un poco de comodidad.”

La historia de la filosofía desde la antigüedad hasta nuestros días es la historia de la lucha entre materialismo e
idealismo. Esta lucha se ha librado y sigue librándose con gran pasión y revela de por sí cuán de cerca toca la filosofía
a los intereses vitales de los hombres. La filosofía contemporánea es tan partidista como la de hace dos mil años. Los
dos partidos contendientes son, en esencia, el materialismo y el idealismo, y su lucha expresa, en última instancia, las
tendencias y la ideología de las clases que pelean entre si’.

3.2 Materialismo e idealismo, las dos direcciones filosóficas fundamentales

La lucha entre materialismo e idealismo no es siempre una lucha abierta, ni todos los filósofos proclaman sin ambages
su identificación con uno u otro campo. Abundan en la historia de la filosofía los intentos de eludir la contraposición entre
las dos corrientes antagónicas, de adoptar una posición intermedia, que no sea materialista ni idealista.

Intentos fallidos, que conducen al eclecticismo13 o a un idealismo enmascarado, envuelto bajo nuevas expresiones.. Es
éste un rasgo muy característico de algunas corrientes filosóficas de nuestro tiempo. En la filosofía actual encontramos
corrientes que abrazan más o menos abiertamente la defensa del idealismo. Pero abundan más los filósofos que se
presentan como ajenos por igual al materialismo y al idealismo.

Así, por ejemplo, los positivistas niegan de palabra toda filosofía y protestan reconocer solamente la ciencia positiva, de
donde toman su nombre. Muchos filósofos afirman que espíritu y materia son simples palabras carentes de sentido,
razón por la cual la filosofía no tiene por qué ocuparse para nada del problema de sus relaciones mutuas. A su juicio, la
relación entre el ser y la conciencia, lejos de constituir el problema fundamental de la filosofía, no merece siquiera que
ésta se ocupe de él, carece de objeto.

¿En qué estriba, según éstos filósofos, el objeto de la filosofía? Bertrand Russefl, declara qué la filosofía no puede
aportar ningún conocimiento nuevo acerca del mundo y que su misión se reduce a ofrecer un análisis lógico del
conocimiento científico; la esencia de la filosofía reside, según esto, en la lógica; entendida como una ciencia formal.
Esta posición representa un intento: de eludir el problema fundamental de la concepción del mundo

R. Carnap, otro representante del positivismo contemporáneo, va todavía más allá que Russell. Según él, el análisis
lógico es, fundamentalmente, el análisis del lenguaje, “la lógica es sintaxis” y el cometido de la filosofía se reduce al
estudio lógico de las palabras, las proposiciones, etc. El filósofo, afirma este autor, debe comprender de una vez por
todas que no dispone de medios para dar respuesta a los problemas relacionados con el mundo. “Los problemas de la
filosofía —declara Carnap— no se refieren a la naturaleza finita del ser, sino a la estructura semiótica (significativa) del
lenguaje de la ciencia, incluyendo la parte teórica del lenguaje cotidiano14. Por donde tanto Russell con Carnap

13
Se da el nombre de “eclecticismo” (del griego eklego, seleccionar) a la conciliaci6n puramente mecánica y sin principios de diversas concepciones, tendencias o corrientes
ideológicas.

14
R. carnal, Introductions to Semantics, U.S.A., 1946.
125
consideran como única finalidad de la filosofía el análisis lógico de los conceptos, de los términos generales. Así
concebida, la filosofía, a diferencia de la ciencia, no afirma verdades, sino que solamente enseña a expresarlas.

Este punto de vista representa un intento encaminado a liquidar el objeto mismo de la filosofía. Esta ha considerado
siempre como. sus problemas fundamentales los referentes a la esencia del mundo, a la relación entre el pensamiento
y la realidad objetiva. Sin embargo, aunque intenten eludir la solución de estos problemas cardinales de la concepción
del mundo y traten de esquivar la lucha entre matérialismo e idealismo, los positivistas de diverso tipo no logran en
realidad mantenerse al margen de ella. Niegan la posibilidad de conocer el mundo objetivo, rechazan el concepto mismo
de la realidad objetiva, y, por ende, abrazan la posición del idealismo subjetivo.

Ahora bien, ¿qué significa negarse a reconocer el ser objetivo y la posibilidad de conocerlo, negar la verdad objetiva?
Significa defender la línea del idealismo. Por mucho que algunos filósofos actuales se empeñen en eludir la solución del
problema fundamental de la filosofía mantenerse al margen del materialismo y el idealismo, por encima de tales
posiciones, no lo logran, pues ello es imposible: se ven obligados a contestar de un modo o de otro, aunque no siempre
de manera abierta, al problema de si el mundo objetivo existe independientemente de nuestra conciencia y de qué
relación guarda nuestro pensamiento con el mundo que nos rodea. Todas las corrientes filosóficas, por numerosas y
diversas que sean, forman parte del campo del materialismo, o del idealismo.

3.3 Los diferentes métodos

Un método predilecto al que se recurre para impugnar el materialismo actual consiste en identificar esta filosofía con el
materialismo vulgar de mediados del siglo XIX o con e materialismo mecanicista de los siglos XVII y XVIII.! Pero la
filosofía materialista actual, se distingue fundamentalmente de todas las formas del materialismo anterior, incluyendo
entre ellas el materialismo mecanicista.

La falla de las viejas escuelas materialistas estriba en que su manera de pensar era predominantemente metafísica: no
se hallaban pertrechadas con un método certero, dialéctico, de conocimiento

Se llama método metafísico15 al modo de abordar el estudio de las cosas y los fenómenos de la naturaleza sin
considerarlos en sus mutuas relaciones orgánicas, viendo en ellos algo sustancialmente inmutable y carente de
contradicciones internas. Este método refleja unilateralmente algunos rasgos de la realidad, registra la estabilidad
relativa de! las cosas y hace caso omiso de su desarrollo, destaca los elementos sueltos y pierde de vista el todo de
que forman parte.

El método de conocimiento opuesto al metafísico s e llama dialéctico.16 Es el método qué considera las cosas, los
fenómenos y sus reflejos mentales los conceptos, en sus mutuas relaciones y en movimiento, en su nacimiento,
desarrollo contradictorio y desaparición. El desconocimiento de la dialéctica fue una grave deficiencia de muchas de las
escuelas materialistas del: pasado,17 que les impidió llevar a fondo consecuentemente su concepción materialista del

15
La palabra “metafísica” presenta diferentes acepciones en la historia de la filosofía. Al principio, esta palabra (derivada del griego metá ta ftsiká, que literalmente quiere
decir “después de la física”) designaba las obras de Aristóteles que venían después de los estudios sobre temas de física. Pero, como en esta parte de sus obras Aristóteles
estudiaba los problemas relacionados con los “principios del ser comprensibles por la vía especulativa”, la palabra metafísica pasó a significar cualquier doctrina filosófica
sobre “los principios de todo ser inasequibles a los órganos de los sentidos”, “principios” que los filósofos solían considerar inmutables. Más tarde (desde los tiempos
de Hegel) se comenzó a llamar metafísica al método antidialéctico de conocimiento, que enfocaba el universo en su inmovilidad.

16
El término “dialéctico” viene del griego dialego, conversación o disputa. Los antiguos entendían la dialéctica como el arte de llegar a la verdad por medio del choque
entre opiniones opuestas.
17
Ya en la antigüedad había también pensadores materialistas en quienes la concepción materialista del mundo se combinaba con u n enfoque dialéctico elemental del
conocimiento del universo o con ciertos elementos dialécticos. Entre dichos filósofos, se contaban, en la antigüedad, Heráclito de Efeso (siglo y en los tiempos modernos,
Diderot, etc. Pero no se había descubierto aún el método dialéctico científicamente elaborado
126
mundo. Y ello se manifestaba, principalmente, en su modo de concebir los fenómenos de la vida social, que
interpretaban a la manera idealista.

El método científico dialéctico de conocimiento es revolucionario, pues al reconocer que todo cambia y se desarrolla,
llega a la conclusión de que es necesario acabar con todo lo caduco que entorpece el progreso histórico.

La elaboración del método científico dialéctico elevó al materialismo a un plano superior. El método dialéctico de
conocimiento se funde orgánicamente con la explicación materialista de los fenómenos, no sólo los de la naturaleza,
sino también los de’ la sociedad.

3.4 Surgimiento de la filosofía como ciencia

La filosofía surgió en el mundo antiguo como una suma universal de conocimientos. Los hombres poseían ya, en aquel
tiempo, ciertos conocimientos matemáticos, astronómicos, físicos y de otras clases, pero dichos conocimientos no
formaban aún ciencias especiales, particulares, sino que integraban el cuerpo de doctrinas a que se daba el nombre de
filosofía. Los tratados de los filósofos antiguos solían titularse De la naturaleza, Sobre el universo, etc. A la par que
problemas propiamente filosóficos, se examinaban en ellos multitud de cuestiones hoy reservadas a las ciencias
especiales, tales como el origen de las plantas, los animales y el hombre, el nacimiento del lenguaje, las formas de vida
de los estados, etc.

En estas obras conteníanse muchos vislumbres geniales, con los que sus autores se anticipaban al desarrollo ulterior
de la ciencia. Así, por ejemplo, el pensamiento según el cual los cuerpos s hallan formados por átomos fue formulado
en la filosofía antigua más de dos mil años antes de que las ciencias naturales vinieran a confirmar experimentalmente
la teoría atomística de la estructura de los cuerpos. Y la filosofía materialista antigua proclamó ya el principio de que la
materia es eterna y no se crea ni. se destruye: principio que, a la vuelta de los siglos, se vería corroborado por las
ciencias naturales.

En los umbrales del desarrollo de la filosofía, junto a una concepción materialista incipiente y candorosa del mundo, se
manifestó también la actitud dialéctica ante el universo. La idea te que todo se mueve (“todo fluye, todo cambia”) y se
halla enlazado por nexos mutuos, nació de la observación de la naturaleza y la sociedad. Pero era un conocimiento o,
más exactamente, un atisbo de la imagen general del mundo; no sé basaba aún en el estudio detallado de lo particular,
es decir, de los distintos objetos y fenómenos por separado. En esto residía su limitación histórica.

De aquella concepción general e inicial del universo que ofrecían los pensadores avanzados de la antigüedad había
que pasar a la investigación científica de las cosas y los procesos naturales, cada uno de por sí. Y esta necesidad se
planteó con mayor apremio cuando el desarrollo de la producción obligó a recurrir a los procesos tecnológicos basados
en la ciencia. Así surgieron las diferentes ciencias especiales, al calor de las necesidades de la práctica social. Las
ciencias comenzaron a desprenderse una tras otra de la filosofía: en la antigüedad se inició ya el proceso que habría
de convertir en ciencias independientes la astronomía, las matemáticas y la mecánica. Este proceso se aceleró en la
época del Renacimiento, y especialmente a partir del siglo XVII. El desarrollo de la producción no podía ya prescindir
de la ciencia. Las exigencias de la producción dieron impulso a la aparición de ciencias especiales, basadas en la
investigación experimental de la naturaleza, tales como la física y la química y, más tarde, la biología y otras.

En aquel tiempo, las ciencias ocupábanse principalmente de reunir hechos y sistematizarlos, clasificarlos, etc.; es decir,
del estudio de lo particular. Los nexos entre los distintos campos del saber humano intentaba establecerlos la filosofía.
Señalando el estado de los conocimientos científicos de aquella época, observa Engels: “La idea de la Enciclopedia,
característica del siglo XVII, respondía a la conciencia de que todas estas ciencias se hallaban relacionadas entre sí,
pero no era todavía capaz de llevar a cabe el tránsito de una a otra ciencia y no sabía hacer otra cosa que ponerlas
unas al lado de otras.” La filosofía trataba de unificar todas las ciencias, de agruparlas en un sistema único. Era frecuente
considerar las ciencias particulares como partes de la filosofía, la cual se presentaba como una especie de enciclopedia
de los conocimientos humanos y aspiraba al título de “ciencia de las ciencias”. En el prólogo a su obra Principios de la
Filosofía, Descartes, filósofo francés del siglo XVII escribía: “Toda la filosofía es como un árbol: sus raíces son la
127
metafísica,18 su tronco la física y las ramas que brotan de él son las demás ciencias, las cuales pueden reducirse a tres
fundamentales: la medicina, la mecánica y la ética.”19

La pretensión de la filosofía de ostentar el título de “ciencia de las ciencias” tuvo cierta razón de ser mientras el
conocimiento experimental de la naturaleza permaneció poco desarrollado. La filosofía aspiraba a llenar las numerosas
lagunas que quedaban en el conocimiento humano. Los problemas generales de tina serie de ciencias, que no
alcanzaban a resolver los datos experimentales, se resolvían por la vía especulativa; es decir, por medio del raciocinio
lógico. Pero, junto a geniales atisbos, esto daba pie a multitud de absurdos que frenaban el desarrollo de las ciencias
naturales.

A medida que las ciencias particulares iban pisando firme en el terreno del conocimiento experimental, se desgajaban
de la filosofía y se hacían independientes. Lo cual representaba un progreso, no sólo para las ciencias concretas de que
se trataba, sino también para la misma filosofía, ya que la obligaba a renunciar a una aspiración irrealizable: someter a
ella las demás ciencias.

Los descubrimientos qué en el siglo XIX llevaron a cabo las ciencias naturales impulsaron considerablemente el
conocimiento de los nexos mutuos entre los procesos naturales, no sólo los que median entre los que se manifiestan
en los diversos campos de la naturaleza, sino también los que engarzan los diferentes campos de investigación
estudiados por las distintas ciencias. Los datos de las ciencias naturales permitieron una imagen de la naturaleza como
un todo articulado. Y como cada ciencia de por sí podía ahora esclarecer el lugar que ocupaba dentro del sistema
general de los conocimientos, ya no tenía razón de ser la llamada filosofía de la naturaleza, encaminada a trazar
especulativamente una imagen general de ésta. A la par con ello, el progreso de las ciencias sociales vino a privar de
sentido a la anterior filosofía de la historia, que trataba de dar, también sobre bases especulativas, una visión coordinada
de la historia de la humanidad y de sustituir los nexos reales entre los fenómenos históricos por nexos puramente
imaginarios.

La aparición de la filosofía materialista en el siglo XIX puso fin a la vieja concepción filosófica que reivindicaba para sí
el título de “ciencia de las ciencias”. La filosofía reconocía abiertamente que no había necesidad de semejante
concepción, erigida por encima de las ciencias. No se trataba de sacar de la cabeza, cavilativamente, los nexos entre
los fenómenos, sino de descubrir estos nexos, las leyes, en la misma realidad. La filosofía es, según las palabras de
Engels: “una simple concepción del mundo, que no ha de encontrar su confirmación y manifestación en una ciencia
especial, en una ciencia de las ciencias, sino en las ciencias reales”.

Las ciencias actuales constituyen un sistema de conocimientos extraordinariamente ramificado. No hay ningún campo
de fenómenos del mundo circundante que no sea objeto de estudio por parte de una ciencia especial. ¿Qué es lo que
queda, entonces, para la filosofía? ¿Se parece la situación que ésta ocupa entre las ciencias a la triste suerte del rey
Lear, quien después de repartir su reino entre sus hijas se encontró sin nada propio?

Semejante conclusión será desacertada. La filosofía no quedó huérfana de objeto al desaparecer la vieja filosofía como
“ciencia de las ciencias”. La filosofía estudia el mismo mundo que investigan las ciencias particulares. Pero su campo
de conocimiento versa sobre nexos y relaciones más generales que las ciencias parciales especiales que estudian
determinados campos de fenómenos en particular. El desarrollo de las ciencias especiales no ha hecho desaparecer la
necesidad de dar solución a los problemas cardinales de la concepción del mundo, de que se ha ocupado siempre la
filosofía. El problema filosófico fundamental reside en qué debe considerarse lo primario. si la materia o la conciencia,
en saber dónde se halla la fuente de nuestro conocimiento. Problema fundamental de toda concepción del mundo, que
no debe con fundirse con los problemas concretos cuya solución compete resolver a la física, la química u otras ciencias.

El problema del reconocimiento de la existencia de la materia como fuente objetiva de nuestras sensaciones es, en
efecto, un problema gnoseológico, y no un problema físico o químico. A diferencia de las ciencias particulares (la física,
la química, la historia, etc.), la filosofía aborda y resuelve los problemas más generales relacionados con la concepción
del mundo. Entre ellos figura, en primer lugar, el de la relación entre conciencia y materia; de cuál es de las dos lo

18
Descartes flama metafísica a la doctrina de los principios del ser y desconocimiento.
19
R. Descartes, Obras escogidas.
128
primario y cuál lo secundario; de si nuestras sensaciones, representaciones y conceptos reflejan el mundo objetivo; en
qué condiciones es este reflejo una verdad objetiva; dónde reside el criterio de verdad; qué es la materia; cuáles son
las formas de su existencia, cuáles las leyes de su desarrollo, etc.

El desarrollo de las ciencias de la naturaleza y de la sociedad ha relevado a la filosofía del estudio de las leyes parciales
o especiales, que son objeto de las ciencias particulares. Cada ciencia particular investiga las leyes de tales o cuales
formas del movimiento: la mecánica, las leyes del movimiento mecánico, del desplazamiento de los cuerpos; la química,
el movimiento y las combinaciones de los átomos, etc.; la biología, las leyes que rigen el desarrollo de los seres vivos;
las ciencias sociales, las que gobiernan el desarrollo de la sociedad, de los fenómenos y procesos de la vida social.

Mientras que las ciencias particulares estudian uno u otro campo, uno y otro aspecto de los fenómenos del mundo, la
filosofía descubre los fundamentos generales de todo los fenómenos y procesos, da a conocer las leyes generales por
las que s rige todo movimiento y todo desarrollo, cualquiera que sea el campo de fenómenos en que se produzca: en la
naturaleza, en la sociedad o en el pensamiento.

El mundo es uno; de ahí que todos los fenómenos que se dan en él no sean sino diferentes formas de la materia en
movimiento. En el universo rigen no sólo las leyes particulares del desarrollo, sino también las leyes generales. Las
leyes universales son tan reales como las particulares.

3.5 ¿Qué relación guardan entre sí las leyes generales de desarrollo del mundo objetivo y las que presiden el
esarrollo del conocimiento?

Ya hemos dicho antes que el conocimiento del hombre refleja el mundo objetivo. No puede, en consecuencia, ajustarse
a leyes completamente distintas de las que rigen el desarrollo del universo. Cuando el hombre piensa con arreglo a as
leyes de la lógica, partiendo para ello de premisas acertadas, llega a conclusiones en consonancia con la realidad. Esto
indica que realidad y pensamiento obedecen, en esencia, a las mismas leyes.

La filosofía considera el mundo tal y como es; es decir, en constante cambio y desarrollo. Y si todos los objetos se
desarrollan, no puede suceder otra cosa con las categorías y los conceptos que los reflejan.

Toda la ciencia se vale de ciertos conceptos generales o categorías lógicamente relacionados entre sí. Los nexos lógicos
y la trabazón de las categorías en la ciencia no son otra cosa que el reflejo generalizado del desarrollo histórico de la
misma realidad y del mismo desarrollo del conocimiento.

A diferencia de las categorías de las ciencias especiales, por ejemplo, de la economía política (mercancía, dinero,
capital, etc.), las categorías filosóficas son los conceptos más generales aplicados en cualquier ciencia. Ningún
científico, sea naturalista, historiador, economista, investigador de la literatura, etc., puede prescindir de conceptos tan
universales como los de ley, sujeción a ley, contradicción, esencia y fenómeno, causa y efecto, necesidad y casualidad,
contenido y forma, posibilidad y realidad, etc. Estas categorías filosóficas o lógicas expresan los nexos más generales
entre los fenómenos de la realidad y, al mismo tiempo, constituyen una fase en el conocimiento del mundo, sirven de
vehículos del pensamiento, sintetizan la experiencia histórica de estudio del mundo por el hombre.

Huelga decir que el estudio de la categorías lógicas no puede sustituir al de los procesos concretos. La filosofía sirve
de guía para el conocimiento de los más diversos campos: de la realidad, pero no desplaza a las ciencias especiales.
No ofrece soluciones ya dispuestas a los problemas de que se ocupan las ciencias especiales, pero dota a todas las
ciencias de una teoría certera del pensamiento, y del método para encontrar estas soluciones.

La importancia de un método certero es inmensa para el conocimiento de la realidad. Un célebre materialista inglés del
siglo XVII, Francisco Bacon, comparaba el método al farol con que el caminante se alumbra para saber dónde pisa. Y
decía que el sabio carente de un método certero se asemejaba al caminante perdido en la oscuridad, tratando de
encontrar el rumbo a tientas.

Ahora bien, ¿qué método de conocimiento debe considerarse certero? ¿Puede el investigador escoger a su gusto uno
u otro método, a la manera como el caminante, antes de emprender el viaje, elige la linterna que más le agrada?
129
No; el método certero de conocimiento no puede ser el resultado de una elección subjetiva. El método de conocimiento
no se reduce a un simple conjunto de procedimientos técnicos y de hábitos de investigación; debe representar algo
análogo a la realidad, es decir, reflejar las leyes de desarrollo del mismo mundo subjetivo

Para que el método sea auténticamente científico, es decir, sirva de instrumento para obtener conocimientos
verdaderos, debe guiar el pensamiento del hombre por un camino en cierto modo paralelo al que sigue el desarrollo de
la misma realidad estudiada. El método debe reflejar los nexos de los fenómenos que entre ellos existen en la realidad,
expresar los cambios reales por los que( pasa el objeto; solamente así llegará nuestro pensamiento a su término, en el
estudio del fenómeno de que se trata, al punto a que llega el fenómeno mismo.

El método científico de conocimiento se basa, por consiguiente, en la aplicación y el conocimiento de las leyes más
generales de desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. El conocimiento de estas leyes lo suministra la
dialéctica: la dialéctica es, precisamente, la forma más cumplida y cabal de pensamiento para las modernas ciencias
naturales, ya que es la única que nos brinda la analogía y, por tanto, el método para explicar los procesos de desarrollo
de la naturaleza, para comprender, en sus rasgos generales, sus nexos y el tránsito de uno a otro campo de
investigación.

El materialismo dialéctico es una concepción del mundo y un método de conocimiento, qué pertrecha a los
investigadores de todos los campos del conocimiento con una teoría armónica y consecuentemente científica, con la
teoría del pensar, con el método universal de la investigación. Separar la ciencia de la filosofía equivale a condenar al
investigador a realizar la grandiosa labor del conocimiento realmente a ciegas, por tanteos, sin ideas metodológicas,
filosóficas, que encaminen sus pasos. Equivale a obligarlo a resolver de nuevo los problemas resueltos de largo tiempo
atrás y a resolverlos, además, con datos limitados e incompletos, sin poner a contribución la experiencia de toda la
historia del pensamiento humano. Proceder así es tanto como poner un freno a la ciencia y empujarla a un callejón sin
salida.

Así proceden, por ejemplo, las diversas variantes del positivismo, corriente extendida en la filosofía desde mediados del
siglo XIX. Los positivistas sostienen que la ciencia no necesita de filosofía de ninguna clase; sostienen el lema de que
“la ciencia es de suyo filosofía”.

Sin embargo, al llamar a los investigadores a apoyarse en el conocimiento positivo, empírico, sólo de palabra rechazan
la filosofía. De hecho, también ellos preconizan una filosofía, sólo que acientífica, en la que la experiencia se reduce a
un conjunto de percepciones sensibles renunciando a resolver el problema del origen de estas percepciones. Como
resultado de lo cual los positivistas niegan la posibilidad de conocer el mundo objetivo, profesan el agnosticismo y el
idealismo.

Es evidente a todas luces que ninguna ciencia puede lograr un desarrollo fecundo si no se halla profundamente
convencida de la capacidad del hombre para conocer las leyes de la realidad y poner a contribución este conocimiento
en la actividad práctica. Negar esto es condenar la ciencia a la esterilidad, ya 1que para explicar cualquier fenómeno,
no se puede partir de la tesis de que es inexplicable.

Muchos naturalistas, influidos por el positivismo, declaran renunciar a toda filosofía. Pero esto es una quimera. En la
ciencia, nadie puede quedarse “a solas con los hechos”, mantener a la teoría a la puerta del laboratorio y obligarla a
guardar silencio, en espera de que hablen los hechos “escuetos”, los hechos “por sí solos?’. La ciencia no puede existir
sin el pensamiento teórico, pues su misión no consiste simplemente en describir fenómenos, sino en explicarlos.

Cuando la ciencia pasa del acopio y la descripción de los hechos y procesos al establecimiento de leyes, y quiere llegar
a conclusiones teóricas, el científico que trata de remontarse en su pensamiento, ya sea físico, químico, biólogo o
sociólogo, entra en un terreno en el que no puede moverse sin poseer una filosofía, una concepción del mundo, una
teoría del conocimiento. Todo el problema está en saber qué filosofía abran, si la filosofía científica, materialista, o una
filosofía no científica, idealista, o bien, como suele ocurrir, una actitud filosófica ecléctica, mezcla de idealismo y
materialismo: si se deje llevar de los productos en boga del pensamiento filosófico superficial y ecléctico o se vale de la
filosofía científica del materialismo dialéctico, o el resultado más alto a que han llegado la filosofía y las ciencias naturales
en largos siglos de desarrollo.
130
En su artículo titulado “Las ciencias naturales en el mundo de los espíritus” (que forma parte de la obra dialéctica de la
naturaleza), dice Engels que la filosofía se venga de los naturalistas que la desprecian. Y, a la luz del ejemplo del biólogo
A. Wallace, del físico Crookes y otros, quienes creían en la existencia de espíritus y eran víctimas de la más burda de
las supersticiones, del espiritismo, pone de manifiesto cómo el vacuo empirismo, con su menosprecio por la teoría,
puede hacer caer a calificados hombres de ciencia en el misticismo.

La filosofía científica, que aporta una concepción del universo como unidad, una concepción total y armónica del mundo,
permite al investigador enfocar con un horizonte visual más amplio todos los problemas por él estudiados. ello le ayuda
a sobreponerse, en su modo de abordar el objeto investigado, a la unilateralidad a que inevitablemente propenden todas
las ciencias especiales.

Por mucho que avancen en su desarrollo las ciencias particulares, por mucho que se ramifique el árbol de la ciencia, la
filosofía jamás perderá su razón de ser. Si el desarrollo dé la ciencia limita y en cierto modo estrecha el círculo de
problemas que reclaman una síntesis filosófica, a la par con ello y en cierto sentido lo ensancha. El progreso de la
ciencia se encarga de plantear a las ciencias partici4lares problemas a los que no puede dar respuesta el especialista
que no posee una concepción del mundo filosófica, científica.

En medio de una situación de aguda lucha ideológica, el especialista de cualquier rama científica que no se halle
pertrechado filosóficamente se ve incapacitado pan hacer frente a los ataques de las ideologías anticientíficas y se deja
fácilmente sorprender por la filosofía idealista, vuelta de espaldas a la ciencia y que entorpece el desarrollo de ésta.
Para mantener esta lucha y llevarla con pleno éxito hasta el final, el naturalista debe tener una sólida formación filosófica.
Los éxitos alcanzados por la ciencia actual abren nuevas posibilidades al conocimiento teórico, así como a la conquista
práctica del cosmos, y lejos de disminuir la importancia de la generalización filosófica de los problemas de las ciencias
naturales, la elevan más aún. En este siglo de desarrollo impetuoso de la ciencia adquiere una actualidad todavía mayor
el estudio de los problemas filosóficos de las ciencias naturales contemporáneas sobre la base del materialismo
dialéctico, único método de conocimiento auténticamente científico.

La filosofía es también el método que guía al pensamiento en el campo de las ciencias sociales. Este método filosófico
lo lleva al conocimiento y a la comprensión de laS leyes que rigen el desarrollo histórico de la humanidad. Las leyes
universales de todo desarrollo y movimiento, cuyo estudio forma el objetó del materialismo dialéctico, se aplican también
al conocimiento de la vida social. Al extender el materialismo y la dialéctica al estudio de los fenómenos de la vida social
se crea la concepción científica de ésta, el materialismo histórico.

El materialismo histórico es parte inseparable de la concepción filosófica del mundo. No puede existir una concepción
científica del mundo completa y armónica sin una certera comprensión de las leyes más generales del desarrollo de la
sociedad. El materialismo, como concepción filosófica del mundo, no llegó a su término, no pudo abarcar la
interpretación del universo en cuanto unidad, sino al hacerse extensivo al conocimiento de la sociedad humana.

El problema fundamental de la filosofía —el problema de las relaciones entre el pensamiento y el ser había que
resolverlo también en un sentido materialista al aplicarlo a la vida social. Con el descubrimiento del materialismo
histórico, se creó por: vez primera una concepción materialista del mundo, armónica, completa, consecuente y
desarrollada en todos y cada uno de sus aspectos, que abarca tanto la naturaleza como la vida social.

4.- CONOCIMIENTO COMO REFLEJO DEL MUNDO OBJETIVO


Guy Besse

Contrariamente al idealismo, el materialismo dialéctico considera que el conocimiento no tiene su origen en el


pensamiento como tal, sino en la actividad concreta por la cual la humanidad, apropiándose el universo, descubre poco
a poco su estructura y sus leyes. El pensamiento no puede imaginar el universo nada más que en la medida en que el
hombre, inmerso en este universo, lo transforma y aprende así a conocerlo. Las leyes del pensamiento conocedor
expresan, pues, sobre el plano conceptual, las leyes del universo material. Y no a la inversa. Sin embargo, el proceso,
por el cual el pensamiento llega a las leyes objetivas, no es un proceso simple, es un proceso complejo, dialéctico. El
conocimiento es el proceso por el cual el pensamiento se aproxima infinita y eternamente al objeto. El reflejo de la
naturaleza en el pensamiento humano debe ser comprendido, no de una manera “muerta”, “abstracta”, no inmóvil, sin
contradicciones, sino en el proceso eterno del movimiento, del nacimiento de las contradicciones y de su resolución.
Cuando sumergimos la extremidad de un bastón en el agua, se nos presenta con una nueva apariencia, como si
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estuviese quebrado. Tenemos así dos apariencias sensibles del mismo bastón, según su extremidad esté o no
sumergida en el agua. Hay contradicción entre estas dos apariencias. Intentamos superar la contradicción. Pero
únicamente el conocimiento de las leyes de la óptica, el conocimiento de las leyes dé la refracción, que nos enseñan
que un rayo luminoso cambia de dirección cuando pasa oblicuamente de un medio a otro — y que nos dan, de esta
modificación material, una representación geométrica— nos permite superar esta contradicción entre las apariencias,
representamos racionalmente la unidad de estas apariencias contradictorias. El conocimiento no es pues, el contragolpe
pasivo, mecánico de los fenómenos; es el movimiento, la actividad que va de la apariencia de los fenómenos a su
esencia, de su aspecto inmediato a su naturaleza profunda; y este movimiento es dialéctico porque es la toma de
conciencia y la solución de la contradicción.

Estamos en mejores condiciones ahora para comprender esta noción de “reflejo”. Los filósofos idealistas
contemporáneos son violentamente hostiles a esta noción. El conocimiento, dicen, no es y no podría ser el reflejo,
puesto que el reflejo es inerte; por consiguiente, el conocimiento es una “operación”. El materialismo dialéctico sabe
muy bien que el conocimiento es una operación. Todo lo que hemos dicho sobre el papel de la práctica social, a la ve
como origen del conocimiento y como criterio del mismo, bastaría para demostrar que, cuando los idealistas reprochan
a la teoría materialista del conocimiento hacer de éste una copia muerta de la realidad se equivocan de dirección. Si por
otra parte, se creyese que el pensamiento conocedor, la ciencia, no tiene actividad propia y no juega ningún papel, no
se podría fundar y desarrollar la ciencia de las sociedades.

Dicho esto, el conocimiento de lo real no es menos reflejo, o no merece siquiera el nombre de conocimiento. Volvamos
al ejemplo del que hemos partido. La percepción espontánea que tenemos del bastón, esté o no su extremidad
sumergida en el agua, es el reflejo subjetivo de una realidad objetiva. Sin embargo, es un rejo superficial, inmediato y
parcial. Este reflejo es contradictorio, puesto que, lo hemos visto, la percepción sensible del bastón nos lo presenta bajo
dos aspectos que se oponen.

Pero esta contradicción no es de ninguna manera absurda; lo mismo que cada una de las dos apariencias, tomadas
independientemente, expresa la realidad objetiva, la contradicción entre una y otra traduce un cambio objetivo del medio.
Sin embargo, la simple percepción no tiene ningún valor explicativo. Es el punto de partida del conocimiento, y sin ella
el pensamiento no podría tomar su impulso. Pero es el concepto, operación del pensamiento racional, ejerciéndose
sobre los datos de la percepción sensible, el que permite a la vez superar y resolver las contradicciones que nacen de
la percepción. En el caso considerado, es el concepto de “refracción” el que nos permite comprender por qué el bastón
recto nos parece quebrado cuando sumergimos su extremidad en el agua.

El concepto es, pues, reflejo también, pero en segundo grado; refleja la ley óptica fundamental que la percepción
inmediata no puede alcanzar. Percibir es reflejar, en este sentido preciso, de que toda percepción es engendrada por el
choque producido por el medio sobre nuestros órganos de los sentidos, y cada uno de los órganos sensoriales refleja
el medio a su manera (el ojo ve, el oído oye, etc.). Comprender es representarse conceptualmente las leyes del universo:
y es un “reflejo” en segundo grado, en este sentido preciso que el conocimiento verdadero tiene por contenido la ley del
fenómeno percibido. No vemos,, en todo esto, lo que tiene de escandaloso el empleo de la palabra “reflejo”. Es, al
contrario, completamente legítima. Puesto que, si el pensamiento conceptual actuando en las ciencias no tuviese ningún
poder para reflejar la estructura del mundo exterior, ¿dónde estaría la diferencia entre la ciencia y la ilusión, entre la
razón y el mito?

Hay, pues, dos grados en él conocimiento: el grado sensible, que es el grado inmediato; el grado racional, que es el
grado mediato. El conocimiento es: la unidad de lo sensible y de lo racional.. Es, pues, unidad de lo contrario, unidad
dialéctica. En efecto, lo sensible y lo racional se oponen, puesto que la elaboración del concepto (que es universal)
supone que sean superadas las limitaciones empíricas de la percepción sensible (que es fragmentaria y siempre
particular). Hay que: “negar” lo sensible como tal, para llegar a lo racional. Pero, al mismo tiempo, lo sensible y lo racional
son indisociables puesto que lo racional no cae del cielo, es la acción y la reflexión sobre el universo sensible lo que
nos conduce al concepto, por abstracción y generalización. (Abstracción y generalización que permiten desprender lo
esencial de lo no esencial, lo necesario, de lo casual, lo universal de lo particular). Lo racional y lo sensible a la vez se
oponen y no forman más que uno, como se oponen y no forman más que uno la apariencia y la esencia.

El agnosticismo eleva una muralla entré la apariencia y la esencia. La apariencia, dice, es objeto de la ciencia; pero la
esencia es incognoscible. Esta separación es artificial. Puesto que la apariencia es apariencia de la esencia y la esencia
es esencia de la apariencia. La apariencia es, lo hemos visto, el “bastón quebrado” o el “bastón recto”. Pero esa
apariencia no es de ninguna manera arbitraria; no es otra cosa que la manifestación de una ley natural, siendo la ley la
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ligazón interna y necesaria que une unos fenómenos a otros. Las leyes no aparecen como tales. Nadie ha visto, oído o
tocado jamás, una “ley” de la naturaleza. Pero podemos concebir la ley cuyas manifestaciones percibimos. No
percibimos los átomos como tales, pero podemos comprender sus efectos (apariencias), sólo concibiendo la estructura
atómica del universo (esencia)’.

Se ve, pues, que es absurdo separar lo inseparable, el universo para nosotros, el universo en sí, como si el primero
fuese conocido y el otro incognoscible. Conocer, es siempre conocer una realidad que aparece, puesto que ¿cómo se
podría conocer cualquier cosa que no apareciese de ninguna manera, es decir, qué. no se manifiesta ni a la sensibilidad
ni al pensamiento racional? El conocimiento es, pues, una representación de la esencia de las cosas. Pero, se dirá,
nosotros no hemos acabado jamás con el conocimiento; el átomo es susceptible de un análisis aún más prolongado;
por consecuencia, la esencia de las cosas es inaccesible. Observemos simplemente que esta objeción extrae una
conclusión falsa de una comprobación justa.

En efecto, el conocimiento no se detiene jamás y por ello justamente se describe como un progreso indefinido. Pero
esto no significa de ninguna manera que hay una esencia oculta de las cosas; esto significa sencillamente que la
naturaleza es inagotable, y que la ciencia va sin cesar de la esencia menos profunda a la esencia más profunda.

He aquí por qué los conceptos científicos, reflejan con una precisión cada vez más fina la realidad objetiva, se
perfeccionan sin cesar. El reflejo conceptual de la realidad no es, pues, más fijo que la propia realidad. Y comprobamos
hasta qué punto la alegación de que la teoría del reflejo es antidialéctica es una alegación sin consistencia. Justamente
porque afirmamos la unidad del hombre y del universo, podemos comprender la dialéctica del conocimiento. Solamente
un pensamiento inmerso en el mundo y reflejando su movimiento puede ser dialéctico, y por consiguiente, vivo y creador,
como es dialéctico y siempre nuevo el universo infinito. Decir que el conocimiento es reflejo del mundo, no es reducir el
conocimiento al papel de espejo pasivo; es, más bien, expresar que el pensamiento tiene el poder de representarse,
por las operaciones que conducen dialécticamente de la percepción al concepto, las leyes del universo.

Sólo es vivo un pensamiento enraizado en el universo y reflejando sus leyes; sólo un pensamiento dialéctico pueda
reflejar la dialéctica de la naturaleza y la dialéctica de la historia. En cuanto al pensamiento que cree poder prescindir
del universo para fundar la ciencia, no tiene más realidad que un fantasma, más consistencia que un sueño, más
seriedad que una ilusión.

Oponer el carácter activo, dinámico del pensamiento a la noción del reflejo, es no ver que el pensamiento es tanto más
activo, tanto más operativo cuanto mejor refleja la realidad. i la fórmula química del agua permite descomponer y
reconstruir el agua, es precisamente porque refleja de una manera infinitamente más precisa, la estructura del agua de
lo que puede hacer el simple conocimiento empírico del agua. Este ejemplo muestra bien que el pensamiento científico
cuando va de la percepción al concepto, de lo sensible a lo racional, no se aleja de la naturaleza, no sustituye a la
naturaleza con una red de abstracciones sin contenido, sino que, al contrario, se aproxima a la naturaleza; la penetra y
aclara desde dentro. El concepto científico más elaborado es el que hace posible la acción más profunda y más potente
sobre la naturaleza.

Una vez más, por consiguiente, encontramos el criterio de la práctica. El conocimiento de las leyes de la óptica, ¿tiene
o no un valor objetivo? La noción de refracción, para utilizar él-ejemplo en seguida, ¿tiene o no una importancia objetiva?
La práctica responde, bajo forma experimental. Las aplicaciones ilimitadas de la óptica a toda clase de técnicas aportan
la prueba que desde luego la óptica es una ciencia.

La práctica realiza la unidad creadora de lo sensible y lo racional, de la percepción y del concepto. Hemos visto que el
paso del primer grado al segundo grado del conocimiento es dialéctico; el segundo grado presupone el primero, pero al
mismo tiempo lo supera. Pero este no es más que un primer momento del conocimiento. El segundo momento es aquél
que, por el camino de la práctica, realiza la unidad experimental del concepto y del acto.

De la contemplación viva al pensamiento abstracto, y de allá a la práctica, tal es la vía dialéctica de la verdad, del
conocimiento de la realidad objetiva.

Este paso del concepto a la experiencia, esta incorporación del concepto a la práctica, permite en efecto someter el
concepto al control de los hechos, de controlar y rectificar la hipótesis. Así se prosigue el diálogo infinitamente fecundo
de la teoría y de la práctica, de la práctica y de la teoría, cada una ayudando a la otra, cada una rechazando a la otra.
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(Esta “incorporación del concepta a la práctica” permite comprender cómo, al nivel de la percepción “espontánea”, un
hombre, formado en las condiciones de la civilización contemporánea, “ve” el universo con otros ojos que sus lejanos
antepasados. La percepción, primer grado del conocimiento, como hemos observado, se intelectualiza bajo el efecto
del progreso del saber. Nada muestra mejor hasta qué punto el ser humano es un ser histórico).

El trabajador explotado, mientras que no toma conciencia de las causas de su miseria, no puede más que sufrir sin
comprender. Pero el deseo de librarse de la miseria va a impulsarlo a buscar por qué es así. Debe pasar de la
“apariencia” a la “esencia”, del primer grado al segundo grado del conocimiento, d la explotación vivida y sufrida a la
explicación del proceso de la explotación. Pero el trabajador no se queda ahí. Armado de la teoría, la pone al servicio
de su acción. Realiza, en las luchas diarias, la unidad de la teoría y de la práctica. Unidad dialéctica, puesto que cada
uno de los términos actúa sobre el otro.

5.- EXPLICACION DE ALGUNOS TERMINOS


Blauberg, Kopnin, Pantin

CONCIENCIA: Forma específicamente humana del reflejo ideal y de la asimilación espiritual de la realidad. La filosofía
idealista interpretada y la conciencia como algo no dependiente del mundo objetivo y que lo creaba (platón, Hegel y
otros), hacía de la conciencia una esencia sagrada, misteriosa, aislada del hombre y de la naturaleza, la consideraba
como el principio de todo lo existente. El idealismo subjetivo (Berkeley, Mach y otros) entendía la conciencia del
individuo, aislada de todas las relacione sociales, como única realidad, y tomaba los objetos como un conjunto de
representaciones del hombre aislado. En contraposición con el idealismo, el materialismo considera la conciencia como
reflejo de la realidad y la relaciona con los procesos que se producen en el cerebro. No obstante, las concepciones de
los materialistas premarxistas fueron limitadas: presentaban al hombre como un ser biológico natural, hacían caso omiso
de su naturaleza social, su actividad práctica, transformaban la conciencia en contemplación pasiva del mundo. La
filosofía marxista enfocó este problema de manera radicalmente diferente. Las peculiaridades específicas de la
conciencia consisten en lo siguiente: 1) La conciencia es social por naturaleza. Surge funciona y se desarrolla como
componente de la actividad práctica del hombre social. La conciencia desde el principio mismo es un producto social, y
continúa siendo mientras existen en general personas; 2) el hombre piensa con el cerebro. La actividad del sistema
nervioso superior, el cerebro, constituye la condición del surgimiento y desarrollo de la conciencia humana. Por ello, la
conciencia aparece como producto del desarrollo de la materia, como función de la materia altamente organizada y
resultado de los procesos cerebrales reflejos: 3) La conciencia se aplica al conocimiento del ser. Conocer, asimilar el
objeto, desentrañar su esencia ese es el sentido de la conciencia; 4) La conciencia incluye no solo el reflejo del mundo
objetivo, sino también el reconocimiento por el hombre de su actividad psíquica (autoconciencia). El hombre hace objeto
de la conciencia a la conciencia misma, interpreta sus formas, sus actos y así mismo como portador de la conciencia;
5) Al mismo tiempo, la conciencia no puede reducirse ni al pensamiento ni a los actos de autoconciencia, sino que
abarca la esfera de las emociones humanas, la voluntad, etc. Además, la conciencia abarca la esfera de las emociones
humanas, la voluntad, etc. Por consiguiente, es el conjunto, el centro de las funciones psíquicas del hombre; 6) tiene
estrecha vinculación con el lenguaje, los productos de la actividad de la conciencia, pueden transmitirse a la
generaciones siguientes; 7) es necesario diferenciar la conciencia individual (al mundo espiritual de las personas
aisladas) de la conciencia social ( conciencia que expresa los intereses de las clases, grupos de la sociedad en su
conjunto). A pesar de que la conciencia social puede brotar sólo en la actividad del hombre, posee relativa
independencia. Las formas de la conciencia social, como la ciencia, el arte, la moral, etc., no pueden reducirse a la
conciencia individual.

MATERIA (del latín, materia, sustancia) Categoría filosófica para designar la realidad objetiva que le es dada al hombre
en sus sensaciones, que es copiada, reflejada por nuestras sensaciones, y que existe con independencia de ellas. En
la filosofía premarxista se entendía por materia cierto principia material, uniforme y homogéneo común a todos los
objetos y procesos, que no se puede reducir a determinado tipo conocido, concreto de sustancia. Además se
consideraba la materia, no sólo como un sustrato material, fundamento de todos los cuerpos materiales, sino también
como portadora de algunas de sus propiedades fundamentales: extensión, inercia, impermeabilidad, etc. Se le reducía
a “unidades” eternas, inmutables, impenetrables, indivisibles y sin estructura, a los átomos de cuya combinación
depende la infinita multiplicidad de objetos y fenómenos de la realidad. Esta interpretación de la materia surgió en la
filosofía antigua y se desarrolló en la filosofía y las ciencias naturales de la Edad Moderna. Además, los
materialistas e idealista objetivos que coincidían en que la materia es el sustrato material de los objetos y fenómenos,
daban al concepto materia distintos contenidos, se representaban de diversas formas su lugar y papel en la estructura
del mundo. Para los materialistas la materia es el principio único del mundo, que engendra a todas las cosas y
fenómenos concretos, no ha sido creada, es eterna e indestructible. Los idealistas, en cambio, consideran la materia el
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fruto, el resultado de la creación de la sustancia espiritual contraria a ésta (la idea absoluta, la razón universal); esta
última otorgaba movimiento a la materia inmóvil y creaba de ella las cosas concretas. El materialismo dialéctico
considera materia a toda la diversidad del mundo, existente fuera de la conciencia del hombre y con independencia de
ella, todo el conjunto de objetos y fenómenos, sus propiedades y nexos. Por consiguiente, resulta inadmisible identificar
la materia con cualquier de sus formas concretas o sus propiedades (inercia, masa, energía, etc.). Lo exacto de esta
comprensión de la materia se confirma con el desarrollo de la ciencia.

Cuando a finales del siglo XVIII, principios del XIX se produjo una revolución en las ciencias naturales se demostró la
disgregación de los átomos y se descubrieron partículas más elementales de sustancia, y quedó revelada la
dependencia de la masa respecto de la velocidad, etc., algunos científicos y filósofos idealistas proclamaron el fracaso
de las antiguas representaciones de la estructura de la materia y sus propiedades (por ejemplo, la impenetrabilidad e
indivisibilidad del átomo, la constancia de la masa de los cuerpos, etc.), y todo ello comenzó a considerarse como una
demostración de que la materia no existe, de que había “desparecido”. Pero por más que se modifiquen las
representaciones científicas sobre la estructura de la materia, sobre sus propiedades y desarrollo regido por leyes, ello
no puede socavar la tesis fundamental de la filosofía materialista sobre la materia como realidad objetiva, existente fuera
de a conciencia del hombre e independiente de ella. La materia desaparece: ello quiere decir que desaparecen los imites
en los cuales la conocíamos hasta ahora, y que nuestro conocimiento se profundiza. Desaparecen propiedades de la
materia que antes nos parecían absolutas, inmutables primarias (impenetrabilidad, inercia, masa, etc.) y que hoy
resultan ser relativas, inherentes sólo a ciertos estados de la materia. Porque la única “propiedad” de la materia con
cuya admisión está ligado el materialismo filosófico es la propiedad de ser tina realidad objetiva, de existir fuera de
nuestra conciencia. Al definir la materia por su contraposición con la conciencia (la materia es lo que no depende de la
contienda), el materialismo dialéctico subraya, al mismo tiempo, que la contraposición entre materia y conciencia sólo
tiene carácter absoluto en los marcos del problema fundamental de la filosofía. Fuera de sus límites pierde esa
naturaleza absoluta, puesto que la conciencia del hombre, que es fruto de la materia, influye activamente sobre ella,
transforma la realidad objetiva con la ayuda de la actividad práctica.

METAFISICA: (del griego metá tá physica, lo que sigue a la física). 1) Parte o sector de la filosofía que se ocupa de los
más abstractos problemas imaginables de la existencia y el conocimiento. En el plano histórico, el término “metafísica”
se remonta al nombre del manual en que se agruparon las obras filosóficas de Aristóteles (cuyo objeto era distinto a la
“física” o ciencia de la naturaleza) que éste había denominado “filosofía primera”. A consecuencia de ello por metafísica
se comenzó a entender la filosofía en el sentido de la palabra, que no estudiaba la naturaleza ni el mundo de las cosas
finitas, sino aquello en que se basaban. En la Edad Media la metafísica (y la filosofía en general) se convierte en una
“ciencia” escolástica sobre la esencia suprasensible del mundo (teología). A medida que se desarrollan las ciencias
naturales, la filosofía se orienta cada vez más hacia los objetos reales, se apoya en el conocimiento experimental
científico natural. Por eso se declaran metafísicas todas las reflexiones especulativas, despegadas de la ciencia, “los
motores primeros” del más allá. Los naturalistas empiezan a distanciarse manifiestamente de la metafísica, cosa que
tuvo su expresión en la famosa frase de Newton: “¡Física, cuídate de la metafísica!”‘ Algunos filósofos por ejemplo, los
neotomistas (Tomismo y neotomismo) tratan en la práctica de hacer resurgir la antigua metafísica escolástica, para lo
cual le asignan el rango de Liase de la filosofía. Otros filósofos partidarios del positivismo, pragmatismo, etc., se
pronuncian contra la metafísica. No obstante, entienden por metafísica cualquier intento de penetrar en la esencia de
las cosas, de establecer sus leyes. Por eso, en la práctica su crítica de la metafísica apunta su filo contra la filosofía
materialista científica. 2) Método del pensamiento opuesto a la dialéctica. Precisamente en ese sentido utiliza el término
metafísica la filosofía. Fue enunciado por primera vez, por Hégel, quien consideraba pensamiento metafísico al que se
apoyaba en conceptos, definiciones unilaterales, inmóviles, La metafísica es una visión limitada, simplista, del mundo.
Niega el cambio, el desarrollo, o lo reduce a una simple disminución cuantitativa (o aumento), y hace caso omiso de la
transformación cualitativa de las cosas. No ve la fuente interna del desarrollo de los fenómenos (o su carácter
contradictorio). En su tiempo, en los siglos XVII-XVIII, cuando la ciencia reunía datos, abordaba la naturaleza como
sectores no vinculados entre sí, la aplicación del método metafísico resultaba históricamente justificable. Pero cuando
la ciencia comenzó a penetrar en la profundidad d las cosas, en los procesos que se producían dentro de ellas, y
demostró que en la naturaleza todo se realiza, en última instancia, dialécticamente y no en forma metafísica’’ (Engels),
la metafísica se convirtió en un obstáculo para el pensamiento científico. Los representantes de la filosofía burguesa
contemporánea emplean en una u otra medida el método metafísico.

DIALECTICA: (del griego dialegomai, mantengo una conversación, reflexiono). Ciencia de las leyes más generales del
desarrollo de la naturaleza, la sociedad, el pensamiento; teoría y método de conocimiento de los fenómenos de la
realidad en su desarrollo en su automovimiento provocado por las contradicciones internas. Antes significaba una
discusión, choque de opiniones opuestas, que tenían como resultado el surgimiento de la verdad. El punto de vista
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dialéctico científico sobre la realidad no surgió de repente. Fue preparado por un largo desarrollo de la ciencia y la
filosofía. Al comienzo la dialéctica existió en forma de representación ingenua, basada en la observación exterior acerca
de que todo en el mundo se modifica permanentemente, se produce una rotación de las sustancias en la naturaleza,
las cosas surgen, desaparecen, se transforman en su contrario. Esta dialéctica espontánea tuvo su representación más
típica en los puntos de vista de Heráclito, pensador de la Grecia antigua, quien consideraba que el mundo “fue, es y
será un fuego vivo, que se inflama y se extingue de acuerdo con leyes”. Los antiguos sólo veían la imagen general de
la eterna modificación de los fenómenos, pero no podían desentrañar las leyes de esa modificación, comprender cómo
se produce concretamente en los diversos fenómenos. En el período de predominio del método metafísico, opuesto al
dialéctico (siglos-XV y XVIII), se encuentran elementos aislados de dialéctica en las concepciones de los más grandes
filósofos: Descartes (la idea del surgimiento de los mundos de elementos primitivos). Spinoza (tuvo un enfoque dialéctico
respecto del problema de la libertad y la necesidad), Diderot (previsiones sobre la evolución de las sustancias vivas),
etc. La etapa siguiente en el desarrollo de la dialéctica se vincula con los nombres de los filósofos idealistas alemanes
de los siglos XVIII y XIX, y antes que nada con los de Kant y Hegel, quienes hicieron un gran aporte a la comprensión
de lo complicado y contradictorio del proceso del pensamiento. Hegel fue el primero en representar el mundo como un
proceso en movimiento ascendente general, de desarrollo de los escalones inferiores a los superiores, cuya fuerza
motriz y origen son las contradicciones inherentes a todos los fenómenos y que constituyen la fuerza..vital de todo lo
existente. Formuló las leyes fundamentales de este desarrollo, creó el sistema dé categorías de la dialéctica, que tuvo
su importancia esencial para el pensamiento filosófico. Sin embargo, Hegel, desarrolló la dialéctica sobre una base
idealista, falsa. Según el movimiento, el desarrollo, existe en el mundo sólo porque todo es dirigido por una conciencia
extranatural, l razón mundial que piensa, crea el concepto, se conoce a sí misma por medio de u movimiento y engendra
en el proceso de este movimiento a la naturaleza y la sociedad. El desarrollo cesa en cuanto el conocimiento universal
logra toda su riqueza interna por medio del sistema de Hegel. El idealismo condicionó cierto conservadorismo en la
dialéctica de Hegel, construcciones artificiales en el intento de hacer coincidir los procesos reales con el esquema del
desarrollo de los conceptos. Los pensadores de vanguardia de las décadas del 40 y 60 del siglo XIX (Herzen, Bielinski,
Chernishevski) utilizaron la dialéctica para explicar el desarrolla de la naturaleza y de la sociedad, para fundamentar la
lucha revolucionaria contra la autocracia y el régimen de servidumbre. Pero no pudieron llevar a la práctica la
reelaboración materialista de la dialéctica, puesto que no superaron el idealismo en la explicación de los fenómenos
sociales.

Marx y Engels crearon la dialéctica materialista, auténticamente científica, utilizando lo más valioso de la dialéctica de
Hegel y apoyándose en las conquistas de la ciencia de su tiempo. Una característica de la dialéctica materialista en su
carácter objetivo en el análisis de los fenómenos, en la comprensión de éstos como son en la realidad. Según lo
demuestra toda la experiencia del conocimiento y de la actividad práctica de las personas, en el mundo existe la más
estrecha e indisoluble vinculación entre todos los fenómenos, entre todos los aspectos de cada fenómeno: “la vinculación
que brinda un único proceso universal, sujeto a leyes del movimiento”. La esencia de la comprensión dialéctica del
movimiento, del desarrollo de los fenómenos, su diferencia con la metafísica, la expresan las leyes de la dialéctica. Las
fundamentales son: 1) la ley de unidad y lucha de los contrarios, que desentraña los impulsos internos, la causa del
desarrollo; 2) la de los cambios cuantitativos en cualitativos, y viceversa, que caracteriza el desarrollo, no como una
mera modificación externa de los objetos, sino como un cambio fundamental que afecta sus propiedades internas; 3) la
de la negación de la negación, según la cual el desarrollo es de carácter ascendente, de lo simple a lo compleja, de lo
inferior a lo superior. Las leyes fundamentales se complementan y se concretan por el desarrollo gobernado por leyes,
expresado en las categorías de la dialéctica y que descubren el nexo entre esencia y fenómeno, necesidad y casualidad,
posibilidad y realidad, causa y efecto, etc. Las leyes de la dialéctica son leyes del desarrollo no sólo del mundo material,
sino también de) conocimiento humano. Para que el hombre pueda conocer los fenómenos del mundo material en todas
sus vinculaciones, relaciones, mutuas transformaciones y contradicciones, su conciencia, los conceptos que surgen en
su cabeza, deberán ser igualmente flexibles, ágiles y contradictorios. Por ello la dialéctica es al mismo tiempo teoría del
conocimiento y lógica dialéctica. La dialéctica constituye la base, no sólo del conocimiento, sino de la exitosa actividad
práctica de las personas para la transformación del mundo. Muestra el carácter históricamente transitorio de todas las
formas de la vida social, exige que no se limen las contradicciones sociales fundamentales, sino que se las resuelva por
medios revolucionarios. Por su esencia es crítica y revolucionaria. “Para la filosofía dialéctica no existe nada establecido
de una vez y para siempre, incondicional, sagrado. En todo y sobre todas las cosas ve el sello de la inevitable caída, y
nada puede resistirse ante ésta, salvo el proceso continuo de surgimiento y destrucción, el ininterrumpido ascenso de
lo inferior a lo superior” (Engels).

IDEALISMO: (del griego, idea, forma, imagen, concepto). Tendencia filosófica opuesta al materialismo que da prioridad
al espíritu, a la conciencia, y considera la materia, la naturaleza, como algo secundario, derivado. Esta representación
incorrecta, tergiversada del mundo, aparece en las personas a partir de raíces gnoseológicas (teórico cognoscitivo) y
de clase (sociales). Las raíces gnoseológicas del idealismo consisten en la absolutización, en la exageración de
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momentos aislados del conocimiento. La posibilidad de esta exageración radica en lo complejo del conocimiento. Para
penetrar en la profundidad de las cosas el hombre crea abstracciones, conceptos, con cuya ayuda las propiedades de
los objetos se interpretan en forma general, desvinculados de los objetos mismos. De ello se desprende que no es difícil
transformar estos conceptos generales en algo absoluto, independiente, convertirlos en la base de los fenómenos
naturales. Otra raíz gnoseológica del idealismo es la falsa interpretación del hecho de que los objetos y fenómenos del
mundo objetivo se reflejan en la conciencia en forma ideal, subjetiva. Al reflejarse en la cabeza del hombre, pasan a ser
parte de su mundo interior. El idealismo exagera el momento de subjetividad de nuestro conocimiento, hace caso omiso
del hecho de que se trata del reflejo de la realidad, e identifica el mundo exterior con el mundo interior del hombre, y los
objetos y fenómenos naturales con sus sensaciones y emociones. Las raíces sociales del idealismo derivan de la
separación del trabajo espiritual (intelectual) y el material (físico), y de la diferenciación en clases d la sociedad. El
trabajo intelectual se convirtió en privilegio de las clases dominantes, raíz de lo cual surgió la idea de su papel
determinante en la sociedad. Los fundamentos de clase del idealismo se modificaron a lo largo de la historia, pero por
lo general fue la concepción del mundo de las clases conservadoras, que trataban de detener el desarrollo social y por
consiguiente, no estaban interesadas en obtener una imagen correcta del mundo. Según como interprete el origen
espiritual, el idealismo presenta dos formas fundamentales: idealismo subjetivo y objetivo. El idealismo objetivo
considera que la base de todo lo existente es el pensamiento, desvinculado del hombre y con, vertido en cierta esencia
individual. En la filosofía antigua el sistema del idealismo objetivo fue elaborado por Platón, quien entendía que todas
las cosas que vemos son engendradas por el mundo de las ideas inmutables, eternas. En la filosofía : la Edad Media
dominaron los sistemas idealistas objetivos: el tomismo, el realismo y otros. El idealismo objetivo llegó a la cumbre de
su desarrollo en la filosofía clásica alemana, en el sistema de Schelling y en particular de Hegel, que proclamaron la
identidad absoluta entre el ser y el pensamiento. En el siglo XX la línea del idealismo objetivo se continué en el
neohegelianismo y el neotomismo. El idealismo subjetivo construye el mundo basándose en las particularidades de la
conciencia individual, desvinculada de la sociedad. Se pueden encontrar elementos de idealismo subjetivo en
Protágoras, sofista de la Grecia antigua, quien veía en e hombre la medida de todas las cosas. El idealismo subjetivo
alcanzó su mayor florecimiento en la filosofía burguesa. Sus fundadores fueron los filósofos burgueses del siglo XVIII:
Berkeley que planteó la tesis de que las cosas existen sólo en la medida en que se perciben, y Hume, que consideraba
que el hombre no podía salir del marco de sus sensaciones, ni establecer cuál es el origen de las cosas, el espíritu o la
materia. En la filosofía burguesa contemporánea el idealismo subjetivo es la tendencia dominante: está representado
por el pragmatismo, el existencialismo, etc: Si se siguen de manera consecuente los principios del idealismo subjetivo,
se puede llegar a negar la existencia, no sólo del mundo exterior, sino de las demás personas, es decir, el solipssmo.
Según los métodos que aplican al crear su imagen del mundo, los filósofos idealistas se dividen en metafísicos y
dialécticos. El idealismo metafísico dominó en la Edad Media y predomina actualmente en la filosofía burguesa,
personificándose con claridad en los sistemas del machismo, neotomismo y pragmatismo. El idealismo dialéctico está
representado en los sistemas de Kant, Fichte, Schelling. La dialéctica fue elaborada en Hegel con mayor profundidad,
en la medida en que lo permitía el falso fundamento idealista. Según los momentos del proceso del conocimiento que
se absolutizan, el idealismo se divide en sensualista, racionalista e irracionalista. El idealismo sensualista (Berkeley,
Mach y otros) asigna un papel fundamental a los elementos lógicos del conocimiento, al pensamiento. Las formas
contemporáneas del idealismo (Heidegger, .Jaspers y otros) se caracterizan en lo fundamental por el irracionalismo:
niegan las ilimitadas posibilidades del razonamiento humano y le contraponen la intuición, la fe.

IDEALISMO OBJETIVO (ABSOLUTO): Una de las variedades fundamentales del idealismo. Desde el punto de vista
del idealismo objetivo, la base primera de lo existente (la sustancia) es la conciencia impersonal objetivamente existente
(es espíritu absoluto, la razón universal, la voluntad universal, etc.). A partir del hecho de que la conciencia humana
posee una relativa independencia, la capacidad de pensar los objetos y las cosas aisladamente, abstrayéndose de sus
peculiaridades objetivo-sensoriales, los idealistas objetivos desvinculan la conciencia, del hombre y de la naturaleza, la
convierten en un absoluto, la aíslan. Los idealistas objetivos consideran el mundo material como un producto de la
actividad de esa conciencia sobrehumana, como el “otro ser del espíritu” Los más grandes representantes del idealismo
objetivo en la historia de la filosofía fueron Platón, Schelling y Hegel. En las distintas escuelas de la filosofía burguesa
contemporánea (neotomismo, personalismo y otras) se combinan eclécticamente las ideas del idealismo objetivo con
elementos del idealismo subjetivo.

IDEALISMO SUBJETIVO: Corriente filosófica que hace depender la existencia del mundo exterior, tanto de los objetos
aislados como de los fenómenos y sus propiedades, de la actividad cognoscitiva del hombre (sus sensaciones,
percepciones, pensamiento teórico, vivencias emocionales, operaciones de medición, experimentos científicos, etc.). A
los representantes de las formas clásicas del idealismo subjetivo (Berkeley, Fichte, Mach y otros) les es propia una
afirmación más o menos franca de que todo el mundo que rodea al hombre es engendrado por su actividad psíquica,
por sus sensaciones. Si se sigue de manera consecuente este punto de vista es inevitable el solipsismo. Las formas
contemporáneas de idealismo subjetivo (el pragmatismo, el neopositivismo, el experimentalismo y otras) se diferencian
137
por una exposición menos consecuente, más ecléctica, de dicha concepción. O bien proclaman una unidad indicoluble
(identidad) entre sujeto y objeto o consideran absurdo el problema de la naturaleza del mundo exterior, carente de
significación científica. Pero todos coinciden en negar el contenido objetivo de nuestros conocimientos. Desde su punto
de vista, los conceptos y las leyes de la ciencia serían el resultado de acuerdos arbitrarios o engendrados por las
operaciones de[ medición; por lo tanto la ciencia reflejaría sólo las vivencias, las acciones pensantes prácticas del sujeto
que conoce el mundo. El idealismo subjetivo, entonces, se basa en la exageración del momento subjetivo en el proceso
del conocimiento. Pero a pesar de que el conocimiento tiene forma subjetiva, puesto que al mundo lo conoce el sujeto,
el hombre, el contenido del conocimiento no depende de él, ya que refleja el mundo que existe fuera de la conciencia y
con independencia de ella. La práctica demuestra la veracidad del conocimiento.

MATERIALISMO: (del latín materialis, sustanciaI). Tendencia filosófica opuesta al idealismo. Afirma el carácter primario
de la maten, la naturaleza, la realidad objetiva, y considera la conciencia propiedad de la materia. La concepción
materialista del mundo, significa sencillamente la interpretación e la naturaleza tal como es, sin agregados superfluos.
Este punto de vista sobre el mundo surge de la generalización de la práctica humana, del desarrollo de la ciencia y la
cultura. Como ciencia que generaliza los avances de las ciencias naturales, el materialismo fue siempre la concepción
del mundo de las clases revolucionarias, de vanguardia,, interesadas en el progreso social y técnico. En la historia del
desarrollo del materialismo se pueden diferenciar dos etapas: el materialismo premarxista y el marxista. Históricamente,
el primer tipo de materialismo fue una elaboración espontánea de los antiguos combinada con la dialéctica ingenua. En
él aparece sólo como doctrina filosófica natural sobre los primeros orígenes materiales, sobre los elementos primarios
del universo, que serían el agua (Thales), el principio de todo lo existente, apeiron (Anaximandro), el aire (Anaxímenes),
el fuego (Heráclito), los átomos, que se diferenciaban unos de otros por su situación, orden, forma y magnitud
(Demócrito), etc. Todas las cosas perceptibles por los sentidos estarían estructuradas por estos elementos, que según
los materialistas antiguos se encontraban relacionados entre si’. Consideraban el mundo como una unidad que se
encontraba en continuo movimiento y modificación. La lucha entre el materialismo y el idealismo en su forma más abierta
apareció como la lucha entre dos líneas filosóficas contrapuestas: la línea de Demócrito” y la “línea de Platón”. En la
filosofía de la Edad Media la forma inconsecuente del materialismo fue el nominalismo, que consideraba que solo existen
las cosas concretas, y que los conceptos generales eran apenas sus nombres. El desarrollo del materialismo se vincula
con: el surgimiento de las relaciones sociales capitalistas, que dieron empuje al desarrollo de la producción y de la
ciencia. Los materialistas (Baconj Galileo y otros), que expresaban los intereses de la burguesía en desarrollo, lucharon
contra la escolástica de la Edad Media, generalizaron los métodos propios de la ciencia de entonces, del conocimiento
experimental de la naturaleza (observación experimento, inducción, etc.). Al comienzo el materialismo se halla unido a
la dialéctica ingenua (por ejemplo, la filosofía naturalista de Leonardo da Vinci, Bruno y otros). Pero a medida que las
ciencias naturales se dividen en diferentes ramas y de entre todas logra mayor desarrollo la mecánica, la dialéctica es
suplantada por la metafísica. El materialismo metafísico se caracteriza por la interpretación de la naturaleza como un
todo íntegro, subordinado a las leyes de la mecánica; analiza el movimiento sólo como disminución o aumentó, como
traslado mecánico, cuya fuente se encuentra en el exterior. Considera el espacio y el tiempo como exteriores,
desvinculados de la materia y de las formas de su existencia. Como todo materialista sostienen la cognoscibilidad del
mundo, considera el conocimiento como un reflejo de la naturaleza, pero lo analiza como muerto, como el reflejo de un
espejo, como el resultado de. la Influencia del objeto en los órganos de los sentidos, y no como una actividad. El
materialismo metafísico llegó a su mayor florecimiento en el materialismo francés del siglo XVIII (La Mettrie, Diderot,
Holbach, Helvecio). La tapa siguiente en el desarrollo del materialismo premarxista fueron los sistemas filosóficos de
Feuerbach y de los demócratas revolucionarios. Al criticar al idealismo Feuerbach desarrolla el materialismo
antropológico, que en muchos sentidos reproducía las deformaciones del materialismo francés del siglo XVIII. Considera
que el hombre forma parte de la naturaleza, que es un ente biológico inmutable. Este punto de vista no permitía poner
en evidencia el carácter del conocimiento humano dar una explicación materialista científica de los complicados
fenómenos de la vida social, descubrir el desarrollo gobernado por leyes de la naturaleza y la sociedad estos defectos,
propios de todo el materialismo premarxista tampoco fueron superados por los demócratas revolucionarios, a pesar de
que intentaron unificar el materialismo con el método dialéctico. La forma auténticamente científica de materialismo es
el materialismo dialéctico. Este permitió comprender al mundo con toda su diversidad cualitativa, con los pasos de un
estado cualitativo de la materia a otro, descubrir las fuentes de este movimiento y desarrollo en las cosas mismas y no
en fuerzas externas. A diferencia de todos los demás tipos de materialismo, el dialéctico incluye también la interpretación
materialista de la vida social. Gracias a ello se logró establecer la relación entre la actividad cognoscitiva y práctica del
hombre, y representarse el conocimiento como un proceso de ilimitada profundización en el objeto, de movimiento del
desconocimiento a un conocimiento cada vez más exacto, más completo. Después del surgimiento del materialismo
dialéctico comienza en la filosofía burguesa un período de descomposición del materialismo. Aparecen los materialistas
vulgares (Buchner, Moleschot, Vogt), que identificaban conciencia y materia; el materialismo geográfico (L. Méchnikov,
Reclus), que consideraba decisivo el papel del medio geográfico. En la filosofía burguesa contemporánea domina el
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idealismo. Al mismo tiempo la filosofía recibe cada vez mayor apoyo por parte de los científicos de vanguardia de los
países capitalistas (Langevin, Joliot Curie, Bernal y otros) que convirtieron en sus partidarios convencidos.

MATERIALISMO FRANCES DEL SIGLO XVIII: Concepción del mundo de la burguesía progresista que luchó contra el
feudalismo; es una de las formas de la filosofía materialista premarxista. El materialismo francés se define por su
carácter combativo, rigurosamente polémico. Sus más grandes representantes fueron La Mettrie, Holbach, Diderot y
Helvecio. Se pronunciaron en forma decidida contra la tiranía de los regímenes de la Edad Media, el idealismo ilustrado,
las cabezas para la revolución que se aproximaba”. El materialismo francés es una variedad del materialismo metafísico.
Se apoyaba con preferencia en la interpretación mecanicista de la naturaleza que ofrecían las ciencias naturales de
aquel tiempo. El mérito del materialismo francés es una variedad del materialismo metafísico. Se apoyaba con
preferencia en la interrupción mecanicista de la naturaleza que ofrecían las ciencias naturales de aquel tiempo. El mérito
del materialismo francés consistió en que subrayé el carácter activo de la materia, de la naturaleza, que no necesitaba
de ningún “primer impulso” sagrado, que consideraba el movimiento como su rasgo fundamental, inseparablemente
vinculado con su existencia misma. Pero los materialistas franceses redujeron el movimiento al trasladó mecánico
externo de los cuerpos. Les era ajena la idea del desarrollo, la representación de la modificación cualitativa orientada
de las cosas (esta idea se encuentra en forma embrionaria en Diderot, quien planteó la tesis de la modificación de los
tipos de organismos según las condiciones que los rodeaban). En la teoría del conocimiento los materialistas franceses
sostuvieron las posiciones del sensualismo materialista. Se entendía la facultad de pensar como combinación y
comparación de representaciones dirigidas gracias a las sensaciones. El criterio de verdad era para ellos la
contemplación sensorial. A pesar de la limitación de sus puntos de vista acerca del conocimiento (la incomprensión del
papel decisivo de la actividad de las personas en el conocimiento, el complicado carácter del proceso del conocimiento)
los materialistas franceses fueron fogosos defensores del conocimiento, tenían fe en las ilimitadas posibilidades del
conocimiento humano. Según los materialistas franceses, en el mundo no podía existir tipo alguno de sustancias
espirituales sobrenaturales, ninguna sagrada arbitrariedad. En la naturaleza todo se mueve según leyes eternas,
natura(es e inmutables. El hombre, como ser natural, también está subordinado a dichas leyes. Su diferencia con los
demás cuerpos naturales sólo residía en el hecho de que pose( la capacidad de sentir y pensar. El carácter de las
personas, el contenido de sus sentimientos y pensamientos, dependen, según los puntos de vista de los materialistas
franceses, no de su naturaleza biológica, sino del medio social que los rodea. No es la naturaleza la que arruina y
corrompe a las personas, sino las leyes y las costumbres dominantes en la sociedad. De ello se deducía la conclusión
justa de que la conducta de las personas se modificará sólo cuando se modifique el medio social. Pero como el
materialismo francés reducían el medio social fundamentalmente a la constitución gubernamental, veían el camino de
su transformación en la modificación de las leyes. Por eso vinculaban la posibilidad de una reestructuración social, ante
todo con la actividad de un legislador, de un “monarca instruido”, y con la difusión de la instrucción, la lucha contra la
ignorancia. Los materialistas franceses prestaron gran atención a los problemas de la ética. Según ellos no existen
principios morales implantados desde arriba. Las personas proceden con moralidad cuando las empujan sus propios
intereses. La verdadera moral no debe oponerse a la aspiración humana de la felicidad. Pero la exigencia de valorar la
conducta de las personas a partir de sus propios intereses no significaba difundir el egoísmo ilimitado. Según los
materialistas franceses, no cualquier interés personal podía servir de base para la moral, sino sólo el que no contradijese
los intereses de la sociedad. La correcta combinación de los intereses sociales y los personales sólo se logra en una
sociedad estructurada racionalmente, ilustrada y basada en una legislatura perfecta. Si bien en lo referente a sus ideas
sobre la sociedad, los materialistas franceses eran idealistas y consideraban que las “opiniones dirigen el mundo”, tenían
un carácter progresista. El materialismo francés ejerció gran influencia en el desarrollo del pensamiento filosófico.

MATERIALISMO VULGAR: (de latín vulgaris, sencillo habitual). Corriente filosófica surgida a mediados del siglo XIX,
que simplificaba y hacía más tosco el materialismo. Sus representantes (Búchner, Moleschot, Vogt) fueron
vulgarizadores de las ciencias naturales, especialistas en el campo de la fisiología y la medicina. Los problemas
fundamentales de la filosofía (relación entre conciencia y materia y cognoscibilidad del mundo, etc.), los específicos de
la ética, la estética, la psicología, fueron considerados por los materialistas vulgares una “charlatanería repensada”, con
los que la humanidad se quebró la cabeza en vano durante siglos. Negaban la importancia de las ciencias humanísticas
y sus métodos, absolutizaban las explicaciones mecanicistas aplicadas con éxito en la fisiología y la medicina de ese
período. Los materialistas vulgares se pronunciaban en especial contra la tesis de la independencia y el carácter activo
de la conciencia. Según ellos, el pensamiento no podía diferenciarse de la materia, de los procesos cerebrales con los
que tiene relación el fisiólogo. Vogt adquirió fama por su afirmación de que el pensamiento se encuentra con el cerebro
en una relación parecida a la bilis con el hígado y de la orina con los riñones. Los materialistas vulgares proponían
interpretaciones de la vida social simplificadas al máximo, intentaban explicar el progreso en la sociedad asimilándolo a
la lucha por la existencia, la desigualdad de clases por las leyes de la herencia, la forma de pensar características de
personas de diversas épocas, razas y grupos étnicos, por diferencias de clima y de alimentación. La causa de la
influencia del materialismo vulgar en su tiempo fue su confianza en la autoridad absoluta de las ciencias naturales, la
139
armoniosa orientación de las ideas de la intelectualidad progresista de la segunda mitad del siglo XIX. No fue escasa la
labor que desarrollaron sus representantes para popularizar el darwinismo, los nuevos descubrimientos de la fisiología,
la ley de la transformación y conservación de la energía, etc., Él materialismo vulgar se diferencia radicalmente del
materialismo dialéctico, que cristalizó en esos mismos años. Tiene suma importancia subrayarlo en nuestra época, en
que los filósofos idealistas, intentan atribuir al materialismo en general los errores del materialismo vulgar.

MATERIALISMO DE LAS CIENCIAS NATUÜLES: (materialismo de las ciencias históricas). Materialismo filosófico no
razonado, espontáneo, compartido por la aplastante mayoría de los naturalistas de la sociedad burguesa. La esencia
del materialismo de las ciencias naturales consiste en la convicción espontánea de los científicos, de que el mundo
exterior existe objetivamente, con independencia de la conciencia del hombre, y que en ésta recibimos el reflejo de las
propiedades de los objetos y fenómenos de la naturaleza. Los científicos llegan a esta convicción bajo la influencia del
progreso en las ciencias naturales, debido al carácter de la actividad científica misma. En sus investigaciones tratan
como fenómenos objetivamente reales. Y ello los obliga, a pesar de las concepciones idealistas dominantes en el mundo
capitalista, a adoptar el punto de vista materialita, a veces sin darse cuenta de ello. Pero, por su carácter espontáneo,
filosóficamente inconsciente, difuso en el fondo el materialismo de las ciencias naturales es conciliador, poco profundo;
es un “materialismo vergonzante, que no lleva sus reflexiones hasta el fin”. Se limita a la comprensión materialista de la
naturaleza, y deja al científico prisionero de las representaciones idealistas sobre la sociedad. Pero lo principal es que
el materialismo de las ciencias naturales no contiene una solución científica consecuente del problema fundamental de
la filosofía, no ofrece una clara delimitación de los campos filosóficos opuestos, del materialismo y el idealismo. No
protege a los científicos contra las vacilaciones, contra las concesiones del idealismo, en especial en el período en que,
bajo la influencia de los grandes descubrimientos, se produce una transformación de las viejas representaciones
científicas y teorías, y los científicos se ven obligados a abordar nuevas conclusiones y a desbordar en sus
generalizaciones los marcos estrechamente especializados. Por consiguiente, el materialismo espontáneo no arma a
los científicos para una lucha consecuente contra: las concepciones idealistas enemigas de la ciencia. Para soportar
esta lucha y sobrellevarla hasta el final con pleno éxito, el científico debe ser un materialista contemporáneo, es decir,
que debe ser un materialista dialéctico.

MATERIALISMO DIALECTICO: Filosofía que combina orgánicamente la solución materialista del problema
fundamental de la filosofía con la dialéctica, ciencia de las leyes generales del desarrollo de los fenómenos de la realidad
objetiva y del proceso del conocimiento, del método del conocimiento y la transformación de la realidad. El materialismo
dialéctico surgió a mediados del siglo XIX como parte componente del marxismo. Sus tesis fundamentales fueron
elaboradas por Marx y Engels. El rumbo del desarrollo de la ciencia llevaba a la concepción materialista dialéctica del
mundo; ello regía en particular para las ciencias naturales, en las que en esa época se produjeron descubrimientos que
planteaban con toda fuerza el problema del carácter dialéctico de los procesos que se desarrollaban en la naturaleza
(el descubrimiento de la ley de la conservación y transformación del energía, de la estructura celular de los organismos,
la teoría de la evolución de Darwin). El materialismo dialéctico sintetizó todos los progresos del pensamiento filosófico
del pasado, enriqueciéndolos con un nuevo contenido. Los predecesores filosóficos directos del materialismo dialéctico
fueron dos pensadores alemanes: Hegel, quien formuló las leyes de la dialéctica aunque sobre una base idealista, y
Feuerbach, que desarrolló el punto de vista materialista acerca de los fenómenos de la naturaleza, fundamentando la
existencia objetiva del mundo exterior, la prioridad de la materia con respecto a la conciencia. El concepto central del
materialismo dialéctico es el de materia, entendiéndose por tal la realidad objetiva que le es dada al hombre por las
sensaciones, que es copiada, que se refleja en nuestras sensaciones, y que existe con independencia de ellas. La
conciencia como propiedad de! la materia altamente organizada el cerebro del hombre) surge cuando aparece la
sociedad humana. Su esencia es e reflejo de la realidad objetiva, la creación de una imagen subjetiva de ésta. La forma
e existencia de la materia es el movimiento, que se realiza en diversas formas. La dialéctica materialista descubrió las
leyes generales del movimiento de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento humano. Los fundamentales son: el paso
de los cambios cuantitativos a cualitativos y viceversa, la negación de la negación, la unidad y lucha de los contrarios.
En estas leyes la esencia de la concepción dialéctica es el desarrollo, cosa que la diferencia de la metafísica. Aparte
existen multitud de leyes que complementan y concretan las fundamentales, al expresar la vinculación reciproca entre
esencia y fenómeno, contenido y forma, posibilidad y realidad, necesidad y casualidad, etc. (Categorías). El materialismo
dialéctico estudia las peculiaridades del conocimiento humano; es la teoría del conocimiento que reconoce por principio
la cognoscibilidad de las cosas, existentes con independencia de la conciencia del hombre, y que analiza el proceso del
conocimiento como el movimiento de lo desconocido a lo conocido, de un reflejo incompleto e inexacto de las cosas a
uno más completo, profundo y polifacético. El materialismo dialéctico se pronuncia contra todas las formas de
agnosticismo, que niegan la posibilidad del conocimiento objetivo y verdadero de la esencia de los objetos del mundo
exterior. Desde el punto de vista del materialismo dialéctico el contenido de nuestros conocimientos, como reflejo de las
propiedades objetivas de las cosas, no depende del hombre ni de la humanidad; constituye una verdad objetiva. Pero
esta verdad no se logra inmediatamente, en forma absoluta. Se compone de la suma de verdades relativas. El
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fundamento del conocimiento y el criterio de verdad de éste es la actividad práctica de la humanidad. Para el desarrollo
de la filosofía y de las distintas ciencias es indispensable la unión del materialismo dialéctico y las ciencias de la
naturaleza y la sociedad. En la práctica, las leyes generales del desarrollo del mundo, que estudia el materialismo
dialéctico, se encuentran indisolublemente relacionadas con las leyes de las diversas ramas de la realidad estudiadas
por las ciencias concretas, y se exteriorizan en ellas. Por eso tiene tanta importancia para la filosofía basarse en los
datos obtenidos. A su vez, el materialismo dialéctico brinda a las ciencias el método general para la investigación, en el
que se basan los métodos particulares aplicados por éstas. Ello permite orientarse en los fenómenos más complicados
de la realidad, encontrar el enfoque correcto de dichos fenómenos, utilizar con exactitud, en la investigación científica,
las formas del pensamiento y sus leyes. EÍ materialismo dialéctico interpreta científicamente, no sólo los fenómenos de
la naturaleza, sino también los de la vida social; contiene los principios de la comprensión materialista dialéctica del
desarrollo de la sociedad. Por eso el materialismo histórico constituye la continuación directa del desarrollo del
materialismo dialéctico. Por otro lado, para descubrir la esencia y el desarrollo regido por leyes de la naturaleza y el
conocimiento, es indispensable poner de manifiesto su relación con la sociedad, analizar el conocimiento como un
proceso histórico social, y la naturaleza como objeto de la actividad del hombre. Todo ello sólo resulta posible a partir
de los principios de la concepción materialista de la historia, de los principios del materialismo histórico. Las tesis del
materialismo dialéctico se confirman con el desarrollo del conocimiento científico, con la actividad práctica del hombre.
Al mismo tiempo. constituyen un instrumento del conocimiento teórico y de la actividad práctica. El materialismo
dialéctico es incompatible con ninguna clase de concepci6n burguesa del mundo, y se pronuncia decididamente contra
todas las manifestaciones de idealismo y metafísica en la teoría y en la práctica.

RACIONALISMO: (del latín ratió, razón). Textualmente: forma de pensar, de filosofar basado en la razón, en el
razonamiento. Por racionalismo en filosofía se interpreta una tendencia especial de la teoría del conocimiento (la
gnoseología), que se contrapone al empirismo. Los racionalistas exageran en extremo el papel de la razón en el
conocimiento, lo aíslan de la experiencia sensorial. Además, el conocimiento sensorial (empírico) (la sensación, la
percepción, la representación) se niega o se considera imperfecto, pues presuntamente no proporcionaría un verdadero
conocimiento. Según ellos, sólo a razón, e intelecto, es capaz de brindar un conocimiento fidedigno con carácter general,
necesario y no posible (casual). Para fundamentar su punto de vista, lo racionalistas expusieron sus teorías sobre las
así llamadas “ideas innatas”, es decir conceptos que serían propios de la mente desde el principio mismo (Descartes,
Leibniz), o bien, las teorías sobre las formas del conocimiento apriorístico, que existen en la cabeza del hombre antes
de cualquier experiencia y sin las cuales es imposible ningún tipo de conocimiento (Kant). El materialismo dialéctico
rechaza la unilateralidad del racionalismo, pues el conocimiento es la unidad indisoluble de los momentos racional y
sensorial. La razón del hombre desempeña un papel activo en el conocimiento, es capaz de superar los límites de lo
dado en forma directa por la experiencia sensorial (este’ momento lo subrayan correctamente los racionalistas). Pero el
pensamiento penetra en la profundidad de necesarias, no porque le sean propias determinadas ideas innatas,, sino
debido a que está indisolublemente vinculado a i actividad práctica de las personas, aprovecha los’ datos obtenidos
mediante los órganos de los sentidos. Entre los racionalistas existieron también materialistas (Spinoza), peto el
racionalismo se vinculaba a menudo con la respuesta idealista del problema fundamental de la filosofía, de quienes
veían en la razón, no sólo la base del conocimiento del objeto, sino también la condición de su existencia misma. Así
vemos que n la filosofía de Hegel la naturaleza, la realidad objetiva, existe sólo como “el otro ser” (como forma de
manifestarse de la razón), la idea absoluta.

EMPIRISMO: Corriente de la teoría del conocimiento que reduce a peste a la experiencia sensorial (a la sensación,,
percepción, etc.). En la interpretación de la esencia del conocimiento del empirismo se contrapone el racionalismo.
Según el contenido que se dé al concepto experiencia el empirismo será materialista o idealista. El materialismo entiende
la experiencia como resultado de la influencia de los objetos y fenómenos del mundo exterior sobre los órganos de los
sentidos del hombre; para los empiristas, idealistas, la experiencia tiene un carácter puramente subjetivo. Según ellos
en su experiencia el hombre no va más allá de los marcos del mundo interior (sensación, emoción, etc.). En la antigüedad
aparecieron elementos de empirismo materialista en las doctrinas de los estoicos, y mas tarde en el nominalismo, pero
la expresión más completa de aquél, surgió en la época del nacimiento de las relaciones capitalistas y el proceso de
formación de las ciencias naturales modernas de Francis Bacon, Locke, en el materialismo francés del sigo XVIII. El
empirismo materialista desempeñé un papel progresista en la lucha contra el escolasticismo de la Edad Media, que
frenaba el desarrollo de las ciencias experimentales. El empirismo sobre bases idealistas fue elaborado por las doctrinas
de Bekeley y Hume. A este respecto se aferran muchos representantes de la filosofía burguesa contemporánea y que
combinan el empirismo con el análisis lógico de los conocimientos, con su investigación por los métodos de la lógica
contemporánea, mediante los cuales se intenta reducir todo nuestro conocimiento a lo que se da o directamente al
hombre en sus sensaciones e impresiones. La inconsecuencia del empirismo que acepta el punto de vista materialista
y el idealista, consiste en su unilateralidad; en su carácter contemplativo, en su incomprensión de toda la complejidad
del proceso del conocimiento. El empirismo parte del hecho de que nuestros conocimientos tienen un carácter
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experimental. Al conocer el mundo, de una u otra manera aprovechamos el material que nos proporcionan los órganos
de los sentidos, y que recibimos en contacto directo con la realidad (con la ayuda de la observación, de la medición y
del experimento). Y los empiristas asignan a este primer escalón del cono4imiento (la contemplación sensorial viva) el
papel principal, decisivo, en tanto que a las demás capacidades cognoscitivas del hombre sólo les atorgan un papel
secundario. El empirismo llega a esta conclusión debido a que considera al hombre, no como un creador que transforma
de manera activa el mundo, sino como un objeto pasivo de las influencias externas, o bien como un ser encerrado en
el mundo de sus propias sensaciones. Por eso, por más que lo intentaron, los empiristas no consiguieron demostrar que
en la experiencia el hombre no trata con rasgos causales, externos, aislados de los objetos, sino que conoce las
propiedades fundamentales que le son indispensables. La unilateralidad del empirismo fue superada por la gnoseología
del materialismo dialéctico que demostró que el conocimiento no es sólo la experiencia sensorial, sino también el
pensamiento teórico, sin el cual es imposible establecer los nexos entre los fenómenos, penetrar en su esencia.

SENSUALISMO: (del latín sensus, sensación). Tendencia de la teoría del conocimiento que considera que las
sensaciones son la única fuente de nuestros conocimientos. En la fundamentación y desarrollo de esta tendencia
desempeñé un gran papel el filósofo inglés Locke, del siglo XVll. El sensualismo, como tendencia de la teoría del
conocimiento, es compatible tanto con la comprensión materialista de la realidad (siempre que se considere que la
sensación es el resultado de la influencia de los objetos materiales sobre nuestros órganos de los sentidos, y como
reflejo de estos objetos) y con la visión idealista subjetiva como tales, apartando el pensamiento de su fuente objetiva).
Fueron representantes de la línea materialista en el sensualismo Diderot, Holbach, Helvecio, Feuerbach, en tanto que
los representantes de la línea idealista subjetiva fueron Berkele’, Hume, Kant, Mach, Avenarius. La actividad
cognoscitiva del hombre es imposible fuera de. las sensaciones, fuera de las formas sensoriales del conocimiento. Tal:
es también el punto, de vista del materialismo dialéctico. Pero a diferencia de los materialistas sensualistas del pasado
que sostenían las posiciones del empirismo, los marxistas no exageran el papel de la sensación del conocimiento, no
niegan la especificidad cualitativa del pensamiento, con cuya ayuda se conoce la estructura interna de las cosas, sus
propiedades fundamentales y. sus procesos sujetos a leyes. Sólo mediante la unificación de la actividad cognoscitiva
del hombre con la actividad práctica pudo la filosofía definir qué lugar ocupan en este proceso las sensaciones, las
percepciones sensoriales.

AGNOSTICISMO (del griego agnós-tos: ignoto, desconocido). Doctrina según la cual el hombre es incapaz de conocer
!a esencia de las cosas, no puede obtener un juicio fidedigno sobre ella. El término fue introducido por el científico inglés
Huxley. Los representantes clásicos del agnosticismo en la historia de la filosofía fueron Hume y Kant. El primero
consideraba que el hombre se manejaba sólo con sus propias sensaciones, por lo cual nada podía conocer del mundo
exterior: ni si existía, ni cuál era su apariencia. A pesar de reconocer la existencia objetiva de las cosas, Kant afirmaba
que su esencia, la “cosa en sí”, era inaccesible a nuestro conocimiento. Según él, la razón y el intelecto sólo permitían
al hombre conocer los fenómenos. Además, según Kant, la forma en que se nos presentan las cosas, la manera en que
las vemos, se determina no por sus propiedades, sino por las peculiaridades de nuestro conocimiento. El agnosticismo
logró amplia difusión en la filosofía burguesa. En una u otra forma, es propio de tendencias filosóficas como el
neokantismo, el neopositivismo, el pragmatismo, etc. El agnosticismo se manifiesta, por ejemplo, en éstos, en los
intentos de reducir el conocimiento sólo a la investigación de lo que se nos da directamente en la experiencia, en el
experimento científico (sin salir de los marcos de las representaciones, pensamiento e idioma del sujeto). Todo lo demás
se considera raciocinio infructuoso, “metafísica”. Los agnósticos modernos tratan en realidad de despojar a la ciencia
del derecho a plantear hipótesis, a elaborar teorías que lleven más lejas que los hechos externos, que penetren en la
profundidad de las cosas. Los agnósticos absolutizan, exageran al máximo el hecho de que el hombre no domina por
completo, en forma acabada, el conocimiento del mundo, que sus conocimientos, en tal o cual grado de su desarrollo,
están limitados (son condicionados, por ejemplo, por el nivel de desarrollo de la producción). El agnosticismo se basa,
asimismo, en la negación de los vínculos entre la esencia y el fenómeno. A partir del hecho de que la esencia del objeto
no se encuentra en la superficie, no coincide con el fenómeno, el agnosticismo cava un abismo Infranqueable entre
ellos. Si se buscan las causas de la difusión del agnosticismo en la época contemporánea, que se distingue por las
enormes conquistas del conocimiento científico, cabe recordar el apoyo que prestan a esa teoría los ideólogos de las
clases reaccionarias que no están interesados en que las masas adquieran conocimientos fidedignos sobre las
perspectivas del desarrollo social. Al sembrar dudas en cuanto a la fuerza del intelecto, de la ciencia, el agnosticismo
abre camino a la fe, sirve de apoyo a la religión. La actividad práctica de las personas es la que ofrece la más decidida
refutación del agnosticismo. Al influir sobre los objetos que lo rodean, el hombre penetra en su esencia; obtiene
conocimientos certeros sobre éstos. Si podemos demostrar la exactitud de nuestro modo de concebir un proceso natural
reproduciéndolo nosotros mismos, creándolo como resultado de sus condiciones, y si además lo ponemos al servicio
de nuestros propios fines, refutaremos “la cosa en sí inaccesible de Kant.
142
6.- OPOSICIÓN ENTRE EL MATERIALISMO Y EL IDEALISMO EN LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA SOBRE LAS
RELACIONES DE LA MATERIA Y LA CONCIENCIA

El problema de la naturaleza de la conciencia puede ser resultado siempre que se diluciden las relaciones entre la
conciencia y el mundo exterior, siempre que se definan las interrelaciones de lo material y lo ideal, de lo físico y lo
psíquico. El problema de las relaciones entre lo psíquico y el mundo exterior, de la conciencia y el ser, se ha planteado
y sigue planteándose indefinidamente a los filósofos, y la solución que se le de entrañara la vinculación del científico a
una u otra tendencia de la filosofía.

El materialismo y el idealismo resuelven de manera diametralmente opuesta el problema de las interrelaciones entre la
materia y la conciencia y del carácter de sus relaciones casuales. Los adeptos de las tendencias idealista (idealismo
objetivo e idealismo subjetivo) se caracterizan por reconocer el carácter primario de la conciencia; para los idealistas la
conciencia es la causa del ser.

Para los representantes del idealismo objetivo, empezando por Platón y acabando por los idealistas objetivos actuales,
lo espiritual es lo primero y la causa de todo. Lo que hermana las concepciones de estos filósofos es la tesis de que el
espíritu constituye la clave de la naturaleza, de la realidad, es decir que el margen del espíritu no hay ni puede haber
realidad. El idealismo objetivo se caracteriza por considerar absoluta la idea, la abstracción; y por convertirla en
fundamento de todo lo existente.

El rasgo característico del idealismo subjetivo es que únicamente reconoce como fidedigna la conciencia, es decir,
intenta sustituir el espíritu absoluto del idealismo objetivo por un sujeto activo. El idealismo subjetivo hace girar el
problema de la relación entre la materia y la conciencia en torno al análisis de la conciencia individual. Todo lo que
existe, desde este punto de vista, es un conjunto de elementos psíquicos, una combinación de sensaciones. De hecho,
lo material, desaparece, el sujeto construye el mundo y los elementos de ese mundo son conjunto de sensaciones. La
conclusión final que cabe sacar de las concepciones de los idealistas subjetivos se reduce a reconocer que el sujeto es
creador de las leyes del mundo y la causa de la realidad objetiva.

El problema de las relaciones entre la materia y la conciencia en las corrientes idealistas no encuentra una solución
factible. Ahora examinemos el enfoque de la corriente materialista.

En todas las concepciones filosóficas materialistas, que tratan acerca de la esencia de lo espiritual, cabe destacar dos
aspectos en la solución del problema de las relaciones entre la materia y la conciencia: primero, el problema de la
dependencia causal de la conciencia (lo espiritual) y el mundo exterior.

El materialismo mecanicista no pudo resolver la pregunta de cuál es la causa del origen de la conciencia como propiedad
peculiar de la materia. Consideraba que los átomos en el proceso de su movimiento e interacción, han formado
combinaciones causales que pasaban a tener propiedades espirituales. Las nuevas pruebas científicas a favor de que
la actividad de la conciencia depende de la actividad cerebral han sido utilizadas a veces por los filósofos para tratar de
demostrar las tesis materialistas vulgares según las cuales el cerebro engendra lo espiritual al igual que otros órganos
que originan productos materiales.

El problema de la dependencia causal de la conciencia no podía resolverse científicamente mientras se investigasen


por separado sus diversos aspectos: bien la dependencia de conciencia respecto de la actividad del cerebro, o bien su
condicionamiento, por los estímulos del mundo exterior, por la realidad objetiva. De hecho eso era lo que ocurría a toda
la filosofía anterior al materialismo dialéctico, pese a las tentativas de interpretar de un modo materialista los fenómenos
psíquicos.

Las teorías de conocimiento de los materialistas anteriores al materialismo dialéctico, contienen tesis conectas sobre la
dependencia causal material de los fenómenos psíquicos. Sin embargo no se había dado una solución al problema del
carácter especifico de la dependencia causal de la psique humana, de la conciencia; no se puso de manifiesto que la
conexiones del hombre con su medio social son las que condicionan y determinan precisamente, el carácter específico
de esa dependencia.

El materialismo dialéctico, basándose en todo el curso de la agudísima lucha anterior entre el materialismo y el
idealismo, utilizando los datos científicos modernos, resuelve desde posiciones científicas, el problema de las relaciones
143
entre la materia y la conciencia, el problema de sus nexos causales, la solución materialista dialéctica de este problema
se distingue por:

1. El reconocimiento del carácter secundario, derivado, de la conciencia como función del cerebro y reflejo de la
realidad y.

2. La afirmación de que la conciencia humana está determinada por el factor social la psique es un producto del
desarrollo de la materia, una forma del desarrollo de la propiedad general de la materia que llamarnos reflejo.

El materialismo dialéctico, considerando que la conciencia es el producto de un largo desarrollo de la materia, subraya
que la conciencia es una propiedad de formas superiores de la materia, una función del cerebro humano. La esencia de
la conciencia, consiste en que refleja el mundo que existe al margen e independientemente de la conciencia. El hombre
siente y piensa porque percibe los estímulos exteriores. Cualesquiera que sean los pensamientos que surjan en la mente
del hombre, no serán más que reflejos de los objetos y fenómenos de la realidad objetiva, su reflejo más o menos
exacto. El árbol surge como imagen después que al árbol efectivo, real, actúa sobre los órganos sensoriales del hombre,
después de ser percibido por su cerebro.

El carácter dependiente, derivado y secundario en la conciencia respecto de la materia, se caracteriza por el hecho de
que mientras la existencia de los objetos y fenómenos materiales no dependen de nuestra conciencia no hay nada que
no refleje, de una u otra manera, no copie, no reproduzca objetos y fenómenos realmente existentes en el mundo, así
como propiedades y fenómenos de la realidad que el hombre no percibe con sus órganos sensoriales, se puede afirmar
que todo lo que refleja, lo obtiene de la realidad objetiva.

7.- CONCEPCION METAFISICA Y CONCEPCION DIALECTICA DEL MUNDO


Extracto de M. Dambuyan.

7.1 Generalidades: Los dos métodos del pensamiento

Distinguimos dos maneras de pensar, de concebir el mundo: una es metafísica, la otra dialéctica. Ambas se esbozan
ya en la Antigüedad, y ambas se oponen todavía en diversos campos.

La palabra “dialéctica” significaba, en un principio, búsqueda de la verdad por medio del diálogo, progresión a través de
las ideas propuestas. Es, por tanto, lo contrario de una afirmación rígida, dogmática. Ahora bien la concepción dialéctica
del mundo no es un dogma, es un sistema completo llamado a enriquecerse sin cesar, un medio para progresar hacia
la verdad, analizando la realidad en sus aspectos múltiples y opuestos. Solamente el método dialéctico permite
comprender la naturaleza, el trabajo y la transformación de la naturaleza por el mismo, comprender la historia, el
progreso y las transformaciones sociales.

El otro método de pensamiento es llamado “metafísico”. Esa palabra indica de entrada, que no se busca una explicación
de la naturaleza misma, sino en un mundo sobrenatural. Esta claro que la Dialéctica no admite lo sobrenatural. La
Dialéctica materialista, explica la naturaleza y piensa que sus leyes son cognoscibles.

En un orden más general, la metafísica gusta de las concepciones abstractas, imaginadas lejos de las necesidades
prácticas, extrañas a la experiencia y a los problemas que encuentran los hombres reales en la vida real.

Un ejemplo bastará: Todos los grandes filósofos, hasta el siglo XIX, han escrito gruesos volúmenes y concebido grandes
sistemas sin plantear los problemas del trabajo, y aún sin mencionar su existencia. La metafísica forja de antemano sus
ideas y espera que sean los hechos los que se plieguen a aquellas. Si tiene una idea de la marcha de la historia de
acuerdo con una profecía o de otro mundo, pretenderá que los acontecimientos pasen así, aun cuando no haya tal
cosa. Es por tanto, un modo de proceder anticientífico.

Es evidente que en la Dialéctica no se puede razonar así. Procede al estudio científico de los hechos económicos e
históricos, y tiene muy en cuenta los resultados de todas las demás ciencias. No se interesa en abstracciones vacías,
sino en los conocimientos tomados de la realidad.

Pero debemos ahora caracterizarnos más de cerca estos dos métodos, siempre por oposición de uno al otro, y ver, así,
su razón de ser.
144

7.2 El método metafísico

Empezamos por el método metafísico porque es el tradicional en los filósofos, y, también, porque todos empezamos a
razonar como metafísicos. La verdad de la dialéctica se desprenderá tanto mejor.

Sus Caracteres. El método metafísico considera las cosas como aisladas y sin acción unas sobre las otras. Las
considera como fijas e inmutables. No admite que haya aspectos opuestos, que existan al mismo tiempo contrarios en
las cosas.

Estos rasgos fundamentales están estrechamente unidos. En efecto, aislar las cosas, considerar cada una por su propia
cuenta, “en si”, en absoluto y no en relación, es separarlas de sus causas, hacer como si ellas no tuvieran ni origen, ni
fin, ni cambios. Es no tener en cuenta circunstancias en las cuales se reproducen, contradicciones que las destruyen o
las hacen evolucionar, acciones por las cuales podemos transformarlas. Es ponerlas fuera del tiempo, mirarlas como
eternas. Y ponerlas fuera de nuestro alcance.

Lo que ocurre es un caso semejante es que nos vemos llevados a considerar como eterno, precisamente, lo que
tenemos a la vista, lo que es en realidad propio de una época, de una sociedad dada.

Aristóteles consideraba la esclavitud como eterna necesaria. Ello nos parece infantil, pero la misma falta de
razonamiento se comete por aquellos que consideran, no ya la posesión de esclavos, sino la posesión privada de las
fábricas como un derecho eterno, “natural”, absoluto. Afirmar que el capitalismo es eterno, es simplemente no querer
cambiarlo.

Así, pues, los rasgos principales del pensamiento metafísico son: rechazo del cambio, rechazo de la relación de lo
relativo, rechazo de las diversidades y de las oposiciones reales.
Vemos, pues, que el pensamiento metafísico es hostil a la búsqueda de una explicación. Pues explicar es unir, relacionar
un hecho con aquello que lo ha producido o influido; no considerar las cosas como caídas de las nubes, ya hechas.

Y el pensamiento metafísico es hostil a la historia, puesto que busca lo eterno y lo inmóvil y no la fecha, la situación, la
sucesión de acontecimientos.

Su formación y sus causas: ¿Por qué este método de pensamiento existe y se ha mantenido? hay varias razones para
ello:

a) Corresponde a un aspecto real de las cosas y a una necesidad del conocimiento. En efecto, los objetos tienen una
cierta fijeza, y se distinguen unos de los otros. La roca es y sigue siendo la roca; el río mismo conserva en conjunto su
trayecto, su profundidad, sus peces; los caballos son parecidos entre sí, con ligeras diferencias de talla y color, son
parecidos a sus progenitores y se distinguen de otros animales.

Gracias a esta relativa fijeza, podemos tener una idea, un concepto estable de las cosas, podemos nombrarlas. Si todo
cambiara sin cesar, si el parecido de ciertos seres entre sí no primara, resueltamente, sobre la diferencia, no podríamos
nombrar nada, ni comprender nada. Cada cosa sería diferente de la otra y de si misma: sería el caos.

No es, pues, sorprendente que, por la necesidad de comprender, el pensamiento subraye la “identidad”. Esta
corresponde a una limitación del conocimiento.

Si para el pensamiento es una necesidad primera obtener lo que en las cosas hay de “fijo” y de “idéntico” y de
“separado”, es a consecuencia de la pobreza de este pensamiento, de su limitación. Pues es mas difícil captar los
procesos, el encadenamiento de las cosas, que los objetos fijos separados. Es difícil encontrar las causas y todas las
relaciones que hay entre los acontecimientos; es difícil comprender el cambio o, aún el simple movimiento.

Recordemos que el principio mismo de inercia (el relativo reposo de la materia), así como las leyes del choque, del
simple sacar de su puesto un cuerpo a otro, no fueron establecidos sino en el siglo XVII; las transformaciones químicas
y los movimientos internos de la materia, aún más tarde,

Buscar el origen, la génesis, los aspectos sucesivos u opuestos de las cosas exige mucho más valor que catalogarlas.
145
b) Menosprecio del conocimiento concreto y del mundo real. El pensamiento metafísico no sólo no quiere, o no puede,
retener más que el aspecto estable, fijo de las cosas, sino que va a los extremos.

Llega a veces hasta negar el mundo, o en todo caso, anegarle todo el valor porque es cambiante, porque es un “mundo
en desarrollo”. Algunos ven en él una ilusión o la simple copia de un modelo eterno; esta última solución es la de Platón.

Antes de él, Parménides (siglo VI antes de nuestra era) iba más lejos y razonada de modo más rígido. Expresaba la
inmovilidad del mundo diciendo: “El ser es”. Cambiar, es decir, llegar a ser lo que no era antes, le parecía ilógico: “El
no-ser no es”, negará hasta el sencillo movimiento, porque para que un objeto pueda trasladarse, hará falta un vacío
adonde ir, pero el vacío sería la nada, un “no ser”, y no puede existir. El mundo es, por tanto, pleno, inmóvil, perfecto y
eterno. Vemos hasta dónde puede llevar un esquema abstracto, lejos de la experiencia más evidente.

Muy a menudo, las ideas eternas se encuentran personificadas en Dios. Es una noción metafísica por excelencia, puesto
que Dios es concebido como el ser absoluto, que no tiene necesidad de otro ser para existir, ni de una causa; existe por
la “sola necesidad de su naturaleza”. Así como no se le puede explicar, del mismo modo no se pueden explicar sus
actos; la creación del mundo, a partir de nada, es semejante a cualquier otro milagro, sin causa, sin relación. Dios
contiene todo en si y no se desarrolla sucesivamente en el tiempo, está eternamente acabado. No se ve bien, en ese
caso, de que sirven todos los seres que vienen al mundo, a medida que el tiempo pasa.

c) Separación de las actividades manuales e intelectuales. Si el espíritu metafísico se presenta por encima de ese
mundo cambiante, relativo, concreto, un mundo eterno absoluto es, en sin de cuentas, porque hay dos clases sociales
fundamentales. Los trabajadores y la clase que dispone de ocio para cultivarse. Por tanto, las actividades manuales y
las actividades intelectuales, la práctica y lo abstracto, están muy separados. El trabajador es esclavo (o siervo), siendo
despreciado, lo serán también todas las actividades prácticas (recordemos que hasta el Renacimiento, la corporación
de cirujanos se incluía en la de los barberos). Como resultado de ellos, las ideas se alejan hacia la abstracción, que es
la independencia con respecto de la realidad. Y las propiedades de la realidad concreta se niegan o son poco conocidas;
la ciencia experimental no se desarrolla apenas durante la antigüedad y el feudalismo.
d) Hostilidad al cambio. Una última razón complementa la precedente para explicar la persistencia de la tendencia
metafísica. Se retrocede ante la comprobación y la explicación del cambio, porque no se quiere que la situación varíe.
Es comprensible. La clase que disfruta de ocio y que elabora las ideas filosóficas, casi únicamente, la clase en el poder.
Sostener la inmutabilidad del mundo, la eternidad de las cosas tal como existen, es la posición conforme a sus intereses.
Los representantes de la aristocracia en la Grecia Antigua, así como los brahamanes en la India, los hombres de la
iglesia en el período feudal y, asimismo, la filosofía clásica en el siglo XVII, sostienen (al menos, en su aspecto
metafísico) la eternidad, el no cambio, la no contradicción. A veces hasta niegan toda diversidad entre las cosas.

Por el contrario, como lo veremos, son los filósofos del movimiento, del desarrollo, los que pregonan las esperanzas de
la clase ascendente.

Dicho en otros términos, la metafísica por si misma y el método metafísico, tienen una función retardatriz, reaccionaria.
Y cundo la practicamos sin darnos cuenta, no favorecemos el progreso.

Otros ejemplos que muestran el funcionamiento del método metafísico. Vamos a ver, a propósito de dos o tres nociones
de la filosofía moderna, cómo el espíritu metafísico separa las cosas inseparables, omite las circunstancias en las cuales
se producen y que las explican, omite su diversidad y sus cambios.

El filósofo ajeno a su época. Los filósofos metafísicos se aplican a sí mismos la idea de que el inútil o secundario situar
a un escritor en su época y en su medio. Hay mas bien, dicen, que explorarlo en sí mismo. Captar por simpatía su modo
único y hasta inexplicable de ver el mundo.

He aquí la conclusión de un texto típico de Bergson sobre este punto: ¡Así, un pensamiento que aporta algo nuevo en
el mundo está obligado a manifestarse a través de las ideas acabadas que tiene ante sí y que arrastra en su movimiento;
el pensamiento aparece, así, como relativo a la época en que el filósofo ha vivido; pero esto no es mas que la apariencia.
El filósofo hubiera podido llegar muchos siglos antes; hubiera tenido que ver con otra filosofía y con otra ciencia; se
hubiera planteado otros problemas; se hubiera expresado con otras fórmulas; quizá ni una línea, acaso, de todo lo que
escribió hubiera sido lo que es y, sin embargo, podía haber dicho lo mismo” (La intuición Filosófica).
146
Como si Descartes, por ejemplo, no expresara profundamente las necesidades de su época, impregnada aún de ciertas
convicciones de la Edad Media feudal, pero contemporánea de la ascensión de la burguesía con las primeras máquinas,
con los primeros viajes alrededor del mundo, y con ello la confianza en el poder de la razón.

A esta concepción bergsoniana se puede oponer directamente este pasaje de Marx: “Los filósofos no salen de la tierra
como las setas, son frutos de su época, de su pueblo, cuyas savias mas sutiles, mas preciadas y menos visibles se
expresan en las ideas filosóficas. El mismo espíritu que construye los sistemas filosóficos en el cerebro de los filósofos,
construye los ferrocarriles con las manos de los obreros. El filósofo no es exterior al mundo”. (La Gaceta Renana, 14 de
julio de 1842).

La naturaleza humana. A propósito del hombre, los filósofos de espíritu metafísico razonan como si se tratara de un
ser desencarnado, que vive en las nubes y no sobre la tierra. No hablan del hombre real, sino del hombre abstracto. Se
preguntan sobre su naturaleza primera y eterna, sin referida a sus condiciones de vida. Este hombre, ¿es bueno o malo?
Se trata, en esta perspectiva, de saber si él “es” bueno o malo, no de buscar como “ha llegado a ser” lo uno o lo otro.
En tal caso determinado, tampoco tratan de indagar si en ciertos aspectos es bueno, y malo en otros: una mezcla de
contradicciones diversamente dosificadas.

El razonamiento sobre “Naturaleza humana” en general es el mismo para el individuo y para los pueblos. Se describe
su carácter como si los rasgos -verdaderos o falsos, por otra parte-, fueran inmutables, ajenos a la experiencia de esos
pueblos, a su historia.

Muchos relatos de viajeros han presentado así el retrato de pueblos colonizados, de manera unilateral, injusta y
estereotipada. En esos retratos, los pueblos sudamericanos “son” holgazanes, los negros africanos “son” infantiles, los
chinos “son” mentirosos. Supongamos que es exacto que una población tenga un débil rendimiento de trabajo: se trata
evidentemente de saber sí esa población se alimenta como es debido; igualmente se trata de saber quien se queda con
la ganancia: ahora todos sabemos qué fuerza y qué valor tienen los hombres que trabajan, al fin, por su país para sí
mismos. De igual modo habría que preguntarse si un pueblo que estimamos “infantil” está, en esos momentos, en
condiciones para desarrollarse, y si aquél que estimamos “mentiroso” no está obligado al disimulo para protegerse un
poco de sus explotadores.

No hay caracteres eternos en un pueblo, tomado independientemente de que sus condiciones de vida y de su régimen
político. Los alemanes cometieron bajo Hitler crímenes abominables, pero ello se debió al hitlerismo y a las fuerzas que
desencadenaba, y no a la naturaleza eterna de los alemanes. En efecto, por una parte, otros pueblos han cometido (sin
duda en una escala menor) crímenes odiosos, sobre todo en las guerras coloniales. Por otra parte hay también alemanes
pacíficos y fraternales. En un régimen que establece la justicia, no importa cual sea el pueblo: ese pueblo se convierte
en pueblo justo.

Debemos siempre analizar en que condiciones existe una característica y en que condiciones se modifica.

La libertad. Queda aún por aclarar una noción frecuentemente tratada de modo metafísico. El hombre –siempre el
hombre abstracto, fuera del espacio y del tiempo- ¿es libre o no posee libertad? La respuesta es tan absoluta como la
pregunta; el hombre es libre, el hombre no es libre. El espíritu metafísico encuentra inútil o secundario precisar de qué
se habla: ¿libertad para el trabajador o para quien lo explota?; ¿en un país en guerra o en paz?; ¿con desempleo o sin
él?; ¿qué derechos están asegurados y respetados efectivamente en ese país?, ¿qué porvenir le espera? En resumen,
es hablar en el vacío discurrir sobre la libertad sin preguntarle; ¿libertad de quien y para qué?

La lógica metafísica. Los filósofos han enunciado las reglas que deben seguirse para evitar los errores de pensamiento;
el conjunto de esas reglas se llama lógica. Como esta lógica se ha ocupado de la organización de las ideas entre sí (de
la forma del razonamiento) y no de su verdad real, se la califica de “lógica formal”.

La lógica así creada, a partir de la antigüedad (sobre todo, por Aristóteles) no es otra cosa que el método metafísico de
pensar en forma de esquema simplificado.

Esas reglas son muy injustas en los primeros niveles del conocimiento: la inteligencia que las aplica evita la confusión
y la incoherencia. Pero no corresponden más que a aquellos aspectos de fijeza y de separación de las cosas a que se
limita el espíritu metafísico. Tales reglas no permiten captar la complejidad de lo real y no corresponden al nivel actual
de la ciencia. Son, por tanto, útiles pero insuficientes. Los principios de esta lógica son:
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1. El principio de identidad: una cosa es idéntica a sí misma, o como dicen los lógicos, a es a. Un vegetal es un
vegetal, un animal es un animal. La vida es la vida, la muerte es la muerte, la libertad es la libertad.
2. El principio de no contradicción: una cosa no puede ser, al mismo tiempo, la misma y su contrario. Un vegetal no
es un animal; un animal no es un vegetal. La vida no es la muerte, la muerte no es la vida. La libertad no es la
servidumbre. Los lógicos dicen; a no es no-a.
3. El principio del tercero excluido (o exclusión de una tercera posibilidad): entre dos posibilidades contradictorias,
no hay lugar para una tercera. Un no-a son contradictorias, un mismo objeto es a o bien no-a.

Es exacto e irrefutable que un animal no es un vegetal, y que un animal muerto no está vivo. Es igualmente exacto que
un hombre no es un animal (al mismo tiempo, siéndolo). La clasificación debe, de antemano, reconocer esta exactitud
primera. Pero no puede quedarse ahí, si se miran las cosas de modo científico. El animal se nutre del vegetal (que ha
acumulado en él la energía tomada al medio) y lo que transforma sin tregua en su propia sustancia animal. Inversamente,
por otra parte, el conjunto de los desechos orgánicos fertilizan la tierra, y así lo animal permite el crecimiento de lo
vegetal. Además de ese incesante paso del uno al otro, hay en parte las mismas leyes. Los mismos procesos de
respiración, de crecimiento, de reproducción, etc., ya se traten de plantas o de animales. Sin contar todos los seres
difíciles de clasificar en una y otra categoría que, realmente, participan de ambas. De igual modo, un ser vivo, es sin
duda vivo; pero en él mueren y renuevan continuamente células. Y no estamos lejos del momento en que los científicos
sabrán reproducir lo viviente a parir de lo no viviente, lo mineral; muchos eslabones ya han sido encontrados. Esta
lógica, que obliga a elegir entre dos contrarios que acaso existen en el seno de la unidad, y estima incompatibles cosas
realmente inseparables, puede llevar a errores y no únicamente a simplificaciones.

Ya hemos visto esas falsas oposiciones. Bien la libertad total, sin mezcla de contrarios, bien la no libertad, total también.
Bien el estado, bien el individuo, necesariamente incompatibles, antagónicos sin influencia recíproca válida.

Ahora ya sabemos bastante sobre el método metafísico. Recordemos el peligro de caer en él cada vez que veamos las
cosas de modo simple, por un solo lado, cada vez que omitimos el esfuerzo suficiente para ver su complejidad, sus
condiciones y sus causas, sus aspectos contradictorios, su evolución.

7.3 El Método Dialéctico

1. Sus Caracteres. El método dialéctico, que se opone al método metafísico, es presentado así por Engels: “Considera
las cosas y los conceptos en su encadenamiento, sus relaciones mutuas, su acción recíproca y la modificación que de
ello resulta, su nacimiento, su desarrollo y su decadencia”.

El dialéctico afirma por tanto, que: todo está unido, nada está aislado. Hay una conexión universal. Todo cambia. El
mundo está en perpetua transformación. El cambio es debido a la lucha de fuerzas contrarias en el seno de las cosas.

2. Ejemplos. Recordemos solamente algunos hechos muy generales. La unión estrecha y recíproca de la teoría y de la
práctica es básica en la Dialéctica. Separadas en un sector cualquiera, ambas son impotentes y débiles. En el sector
técnico, la práctica espontánea no llega más que a ensayos efímeros o, en el mejor de los casos, a obras artesanales
que no sirven para gran cosa; ahora es preciso, básico en la industria, tener conocimientos científicos. En el sector
social, la práctica espontánea, sin ideas, sería oportunismo; la política al día, sin plan, sin programa conduciría a la
aventura. La teoría pura, no extraída de la vida, de la realidad, sería una utopía inaplicable. La unión de la vida y de las
ideas; he ahí la vía justa.

La acción recíproca entre dos cosas y sus complejas relaciones son ilustradas por este otro hecho de un inmenso
alcance, el trabajo. El trabajador se adapta a la materia que encuentra en la naturaleza y que ordena sus movimientos
pero la transforma por el trabajo. Más aún por el trabajo, el hombre se ha ido transformando poco a poco. Ha adquirido
habilidad, fuerza de manos, precisión de la mirada, regularidad de la atención, aptitud para poner su trabajo a ritmo con
el de otro, la cooperación, la solidaridad, Marx decía: “El trabajo es ante todo un fenómeno que une al hombre y la
naturaleza. Actuando sobre la naturaleza, que está fuera de él, y transformándola, transforma igualmente su propia
naturaleza” Señalemos de paso que las relaciones del hombre con la naturaleza son, a la vez, de unión y de lucha.

La dialéctica muestra como el ser y su medio se influyen y condicionan mutuamente. Desde luego, puede ocurrir que la
acción sea mucho más importante en un sentido que en otro, o que lo sea en un momento dado.

Es preciso cierto clima (temperatura, humedad, etc.) y cierto suelo para que exista una cierta vegetación: los árboles no
crecen en el desierto, ni en las cumbres de las montañas, si en las cercanías de las regiones polares. Pero, aunque
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menos aparente, lo inverso es también verdadero. Los bosques detienen la erosión del suelo y mantienen su fertilidad,
frenan el viento y mantienen la humedad del aire. Por tanto, los hombres pueden impedir que la tierra se transforme en
desierto, y disminuir poco a poco los desiertos existentes. Naturalmente, eso supone planes a largo plazo, y no
solamente la búsqueda del beneficio inmediato, que transforma los árboles en la pulpa para hacer papel o que no busca
más que el petróleo bajo la arena del desierto.

Puede ocurrir que una cosa está relativamente separada de las cosas y de su medio, y que ella siga un camino
relativamente independiente; pero es preciso evitar que esa relatividad se transforme en absoluta.

En biología, ciertos autores han pensado que, separadas del resto del cuerpo y de todo lo que las modifica, las células
reproductoras (o “germen”) están cargadas de una herencia inmutable que transmiten a sus descendientes. Si bien es
exacto que cuando las condiciones exteriores son constantes ese factor hereditario aparece constante, es falso creer
que esas células reproductoras no sufren la influencia del resto del cuerpo y que éste no recibe la influencia del medio.
Se han hecho experiencias; si se lleva un embrión, apenas formado, de su madre natural a una madre, adquiere ciertos
caracteres de esa nueva madre. Y es un hecho de comprobación corriente que el cambio de alimento o de terreno, si
se trata de una planta, etc., modifica los rasgos del retoño por nacer, y a veces hasta a la descendencia.

Por tanto, a través de toda la realidad, la dialéctica muestra la importancia de las acciones mutuas y la transformación
recíproca de las cosas.

Muestra también más profundamente, las contradicciones internas que hacen aparecer las nuevas realidades.
Limitémonos aquí a recordar cómo Engels evoca, a propósito también de la Biología, esas contradicciones: “Todo ser
orgánico, en cada instante, es y no es el mismo; cada instante asimila materias extrañas y elimina otras; a cada instante
células de su cuerpo se desgastan y otras se forman; al cabo de un tiempo más o menos largo, la sustancia de ese
cuerpo se ha renovado totalmente, ha sido reemplazada por otros átomos de materia, de modo que todo ser organizado
es constantemente el mismo y sin embargo, otro”. (Antidhring)

Formación Histórica. La dialéctica, tal como la entendemos nosotros, es reciente. Pero los filósofos antiguos,
particularmente entre los de Grecia, ya habían esbozado posprimeros rudimentos.

a) Heráclito, en el siglo V a. de c., afirma la relatividad, la relación de las cosas entre sí; también afirma que todo
cambia, que el movimiento es universal: “todo fluye”, las aguas del río son siempre nuevas. También afirma, en
el seno de la unidad, la presencia de los contrarios, su lucha.

Naturalmente, estas ideas tuvieron al principio una forma muy tosca. En los antiguos mitos se encontraban parejas de
opuesto, como el calor y el frío, lo pesado y lo ligero, la noche y el día, lo joven y lo viejo. Sólo se toman racionales por
el empleo que de ellos hace Heráclito. Si las cosas cambian, estima él, es precisamente a causa de sus contradicciones
internas, y no por la intervención mágica de un Dios o sólo por la perturbación aportada desde fuera por otras causas.

Es preciso darse cuenta de la dificultad de las primeras afirmaciones dialécticas y por qué no han progresado durante
muchos siglos
Comprobar que las cosas están ligadas es fácil a veces. Pero no basta ver en ello una madeja inexplicable; es preciso
comprender el orden, distinguir los enlaces regulares y primarios, los más importantes de los secundarios. El enlace
entre una causa y su efecto es fácil en tanto uno se limita a su propia experiencia, a su práctica, pero no más allá. De
igual modo, se comprenden bien algunas acciones recíprocas: la nube sale del río y del mar, y vuelve a caer en forma
de lluvia que alimenta el río y se vierte en el mar.

El cambio es, por una parte, fácil de comprobar. Se ve bien que las hojas crecen y después caen, que el animal crece
y muere, que las generaciones se suceden, así como la prosperidad y decadencia de hombres y ciudades.

Pero pueden cometerse errores se puede creer que “el sol es nuevo cada día”, en vez de comprender que es el mismo
sol que reaparece cada día. Por no estar presente en la transformación, se ha identificado a veces el hielo con la tierra
y los demás cuerpos sólidos, y no con el agua.

Ciertos cambios son tan bruscos (después de una lenta preparación invisible), que al principio se verá en ellos, mas que
un cambio explicable, una metamorfosis mágica. Otros cambios son tan lentos que escapan a toda observación. Así,
los cambios en los modos de trabajar la tierra, o en los modos de propiedad, pueden pasar inadvertidos. Los cambios
de una especie animal no están en la escala de la vida de un hombre, ni de muchas generaciones; igual cosa ocurre
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con las modificaciones geológicas. Una y otras demandan no solo una perspectiva en gran escala, sino también datos:
no hay razón alguna para suponer que el caballo no haya sido siempre semejante a si mismo en tanto no hayamos
encontrado sus ancestros fósiles.

En resumen, es una bella ambición, y también ir más allá considerablemente de los hechos conocidos, afirmar la
universalidad del cambio y tomar por símbolo de la entera realidad el agua que mana, y que nunca es la misma.

Para afirmar que hay cambio o movimiento, no ocasionalmente, cuando un dios o una cosa impulsan a otra, sino
continuamente precisaba poner en el interior mismo de la materia la fuente de ese movimiento. Precisaba considerar
que la materia es movimiento. Esta idea no pudo tener hasta nuestros días un contenido científico riguroso, detallado y
generalizado, pero fue presentida desde la antigüedad.

b) Recordemos que aun el simple movimiento, el cambio de lugar, era considerado como absurdo e ilógico porque
se requería un vacío donde las cosas pudieran situarse y el vacío, esto es la nada, no puede existir. Sobre este
punto la respuesta ha sido dada por Demócrito (siglo V c. de c.) y los otros atomistas, quienes son los primeros
materiales consecuentes. Para ellos hay, en el seno de la materia, dos realidades opuestas: los átomos y el vacío.
Cuando un cuerpo es ligero o poroso, contiene mucho vacío, si es pesado, contiene muchos átomos. Gracias al
vacío, los átomos se agitan y se encuentran, componiendo los diferentes cuerpos.

Así, en la antigüedad, los principales elementos de la dialéctica se encuentran el Heráclito. Algunos elementos se hallan
en los atomistas o en otros sabios. Una cierta forma de dialéctica se encuentra también, como se recordará, a Platón,
que presenta sus ideas bajo la forma de diálogos, con confrontación de opiniones. Pero como su doctrina establece la
existencia de dos mundos separados, el aspecto idealista y metafísico de su pensamiento oculta su aspecto dialéctico.

c) Como resultado, la dialéctica se desarrolla poco hasta el siglo XIX. Señalemos, sin embargo a ciertos filósofos
racionalista o sabios, que, en el siglo XVIII, señalaban la importancia de los antagonismos sociales (como, por
ejemplo, Diderot), o presentía la transformación de las especies vivientes (como Buffon), o la formación del
sistema solar (como Newton).

Pero el gran filósofo alemán Hegel (1770-1831) el primero en formular de modo sistemático y profundo el método
dialéctico, oponiéndolo al método metafísico, del que tampoco se tenía una clara conciencia hasta ese momento. Hegel
pertenece por su obra al período que sigue inmediatamente a la Revolución francesa. “Admirador de la revolución
burguesa, que triunfante en Francia, echó abajo la sociedad Feudal que se creía eterna, Hegel opera una revolución
análoga en el plano de las ideas; destrona la metafísica y sus verdades eternas. La verdad no es una colección de
principios hechos. Es un proceso histórico, el paso de los grados inferiores a los superiores del conocimiento. Su
movimiento es el de la ciencia misma, que solo progresa a condición de criticar sin cesar sus propios resultados, de
superarlos. Y vemos así que para Hegel el motor de toda transformación es la lucha de los contrarios”. (Principios
fundamentales de filosofía).

Hegel formuló los principales aspectos de la dialéctica. Sin embargo, como era idealista, la naturaleza y la historia
humana no son a sus ojos otra cosa que manifestaciones de la idea, del espíritu.

d) Marx discípulo de Hegel en su juventud, advierte todas las posibilidades de la dialéctica. La conserva y la
desarrolla como método, pero al mismo tiempo, siendo él materialista, comprende que las leyes de la dialéctica
no son simples leyes del espíritu, sino de la naturaleza. No es el pensamiento el que da su propia forma a las
cosas, el que las interpreta dialécticamente. A la inversa, porque la naturaleza es dialéctica, el pensamiento lo es
también, cuando refleja la naturaleza correctamente, sin deformarla.
Marx y Engels vuelven así a poner en marcha la dialéctica; hacerla capaz de ser eso en que se ha convertido: el estudio
de las leyes más generales del movimiento de la materia, de la historia, del pensamiento. Ellos crean el materialismo
dialéctico y el materialismo histórico.

e) ¿Es casualidad que este descubrimiento fundamental, esta unión del método dialéctico y el materialismo (por
tanto, de la ciencia), haya podido hacerse en el siglo XIX?

Evidentemente no. Ello se explica por el desarrollo mismo de la ciencias en esa época cuyo sentido profundo han
comprendido los fundadores del materialismo Dialéctico. Entre los descubrimientos científicos mas decisivos débase
citar principalmente el transformismo. El libro de Darwin El Origen de las Especies data de 1859. El transformismo
150
demuestra que todos los seres vivos son el producto de una evolución natural y no de una creación bajo una forma
definitiva; las especies nacieron unas de otras, incluyendo al hombre, reintegrado en naturaleza.

Otro descubrimiento biológico ha sido importante para hacer comprender cómo el organismo complejo se explica a partir
del elemento simple (relativamente simple): la célula viva.

La idea de evolución se ha extendido al universo: de la geología a la astronomía, todas las ciencias muestran las infinitas
transformaciones de la materia.

El descubrimiento de la transformación de la energía ha demostrado que la materia puede tomar diversas formas
cualitativamente diferentes, calor, electricidad, energía química, etc.

Al mismo tiempo que se constituía una vasta historia de la naturaleza, la historia humana se desarrollaba
considerablemente; sus materiales, sus métodos, su sentido de la verdad, sus mismas dimensiones cambiaran. Nuevas
civilizaciones son descubiertas. Un nuevo personaje hasta ese momento menospreciado u olvidado en beneficio de los
príncipes –el pueblo- hace su aparición en la historia con Michelet y otros sabios. Por la unión de la ciencia económica
y la historia con sus conflictos de clase constituyente, en el marxismo, una verdadera ciencia de las sociedades.

Sólo la dialéctica de razón de los progresos de la ciencia y, cada vez más los sabios razonan como dialécticos, y solo
ella sirve a la clase que progresa y que, teniendo el porvenir ante sí, no teme a la verdad y cree en la ciencia.

Si la burguesía se aferra a la forma metafísica del pensamiento, si destierra o falsifica la dialéctica, es porque ésta “es
un escándalo y una abominación para las clase dirigentes y sus ideólogos doctrinarios; porque en la concepción positiva
de las cosas existentes, incluye a la vez la comprensión de su negación fatal, de su destrucción necesaria; porque
abarcando el movimiento mismo, del que toda forma hecha no es mas que una configuración transitoria, nada podría,
imponérsele; porque es esencialmente crítica y revolucionaria”. (El capital).

7.4 Dialéctica y razón

Puntualicemos claramente, frente a ciertos empleos imaginativos o engañosos de la dialéctica, o, de alguna de sus
ideas, lo que es real y fundamental.

a) Materialista. Nuestra dialéctica no tiene, evidentemente, nada en común con la de ciertos místicos que buscan en
Dios la unidad de los contrarios o la unidad de una trinidad.
Tampoco lo tiene con la de los malabaristas de ideas que buscando en todo negaciones de negaciones, prefieren sus
ejercicios mentales a un análisis objetivo de la realidad. Dialéctica no es sutileza, sino verdad. No es angustia y nihilismo
destructor, sino construcción y optimismo.

No es una dialéctica limitada a ciertos campos, proscrita de otros. Decir que es materialista es decir, en efecto, que hay
una dialéctica de la materia y no sólo de la historia humana o del espíritu. Conviene recordarlo, porque actualmente
ciertos filósofos (Sarte, entre otros, en Francia aceptan de buen grado decir que la marcha de las ideas se hace de
manera dialéctica. Muchos de ellos aceptan igualmente decir porque ya es irrefutable que la historia es el lugar de los
antagonismos de clase; reconocen el materialismo histórico, pero rehúsan enérgicamente decir que la naturaleza misma
encubre contradicciones.

Imposible contestar en este capítulo sobre ese punto, pero todos los ejemplos dados precedentemente han sido tomados
en todos los campos y sobre todo en el de la naturaleza.

b) Racional. A propósito de la ley del cambio universal, limitémonos a destacar que la dialéctica no se confunde en
modo alguno con la simple afirmación de que nada es duradero.

Las lamentaciones líricas o escépticas sobre el tiempo que pasa y no se recupera, sobre la fragilidad de las cosas, no
son asunto de ella.

Por otra parte, ciertos filósofos, como Bergson, en Francia, han hecho el reclamo del “heracliteísmo” para Bergson, todo
está en un “flujo” perpetuo, en una corriente continua donde todo se hunde. No hay cosas, sino procesos, un flujo
temporal; ausencia de estados de conciencia claros, solamente impresiones fugitivas en las que cada una desaloja a la
otra y es incomparable a la otra. Únicamente, piensa Bergson, las necesidades del lenguaje, de la acción sobre la
151
materia, de la vida en la sociedad nos obligan a tratar como cosas con un contorno fijo, un nombre, lo que en realidad
no es sino una corriente donde todo se penetra. Así, el lenguaje, la inteligencia y la acción falsean la realidad, como la
vida en sociedad falsea el verdadero yo.

Vemos que, a pesar de la apariencia de algunas fórmulas, no hay la menor relación entre ese “movilismo” y la dialéctica.

Para él, lo “móvil” es incomprensible para la razón, ilógico, como para Parménides y Zenon de Elea; el cambio como tal
no es estudiable por la ciencia.

En ese flujo indistinto, ninguna ligazón es más importante que otra, ninguna causa es asignable. Nada es rigurosamente
semejante; tampoco nada es contradictorio; todo difiere un poco de todo, todo es detalle. No hay nada más que
continuidad, no hay saltos ni discontinuidad. Y no sabemos adónde quiere ir a parar todo eso; es, solamente, una “fuerza
que va” a ninguna parte.

En resumen, hay en todo eso un sistema irracional, desconfiado frente a la inteligencia clara y a la ciencia, y que pone
el ensueño subjetivo más alto, mas “profundo” que las ideas sólidas y los actos géneros y eficaces. Vuelve así la espalda
al estudio objetivo de la evolución y a la historia, a la razón y a la acción. La dialéctica es el estudio racional de las leyes
del movimiento. La razón es dialéctica.

7.5 Dialéctica y progreso

El cambio no es nunca y simple destrucción. Y no tiene lugar de cualquier manera y en cualquier sentido. Una nueva
realidad aparece y ella es superior a la que la produjo.

Esto, desde luego, no concierne a todo el detalle de los hechos; puede ocurrir que los niños sean menos buenos que
los padres, y que una planta degenere.

Pero el conjunto de cambio es una evolución un progreso. La historia marcha en el sentido del progreso.

Ello no significa un simple deseo o una voluntad de mejorar. Es también una ley de las cosas, un hecho que puede ser
comprobado. La realidad misma, tomada en una escala suficiente, marcha hacia lo mejor. Dicho de otro modo, hay una
dialéctica ascendente de lo inferior hacia lo superior, de lo más simple, hacia lo más complejo, de lo menos consciente
hacia lo más consciente. El mundo avanza progresando.

Antiguamente se creía más bien que el paraíso terrestre o la “Edad de Oro” estaban al comienzo, después de lo cual
habría habido una caída. Nosotros decimos, al contrario, con los primeros socialistas: “La Edad de Oro no está detrás
de nosotros, sino delante”

Tampoco procede la historia por ciclos, al fin de los cuales todo volvería a empezar como antes, aún si hay semejanzas
parciales entre dos hechos históricos, uno antiguo y otro nuevo, las diferencias son tales que nada autoriza a hablar de
un “eterno y retorno”.

El pensamiento religiosos estima que este paso de lo anterior a lo superior sólo es comprensible por la existencia de un
ser que encarna en si la perfección, es decir Dios. Observemos, por otra parte, que esta perspectiva, que retiene algo
de los datos científicos, es infinitamente mas justa que la antigua idea del paraíso original o que la de inmovilidad.

Por su parte, el pensamiento materialista estima, por el contrario, que ese progreso es interior al ser, que debe ser
comprobado como una ley de existencia.

El modo como lo complejo surge de lo simple, lo consciente de lo no consciente, es asunto a estudiar por la ciencia en
cada campo.

Los otros se forman a partir de un polvo cósmico. Las sustancias químicas mas simples han dado nacimiento a las más
complejas; la aparición de los compuestos del carbono es una etapa importante.

En lo que concierne a los seres vivos, ya Bufón adivinaba su ascensión y la alentadora elevación humana: “El primer
rasgo del hombre empieza a civilizarse es el imperio que sabe tomar sobre los animales; y ese primer rasgo de su
inteligencia se convierte enseguida en el carácter mas destacado de su poderío sobre la naturaleza; solo después de
152
haberlos sometido, el hombre, con su concurso, ha cambiado a la faz de la tierra y convertido los desiertos en campiñas
y los brezales en espigas. Al multiplicar las especies útiles de animales, el hombre aumenta sobre la tierra la cantidad
del movimiento y de vida; ennoblece al mismo tiempo el cortejo entero de los seres y se ennoblece a sí mismo
transformando el vegetal en animal, y ambos en su propia sustancia…; por él y para él, los gérmenes valiosos son los
únicos desarrollados; las producciones de la clase más noble, la únicas cultivadas en el árbol inmenso de la fecundidad,
las ramas con frutos son las únicas subsiguientes y perfeccionadas”.

Así, el hombre contribuye a ayudar a la naturaleza en su evolución. El desarrollo está hecho a la vez de continuidad y
de discontinuidad. La discontinuidad sale vencedora en todo gran cambio, que se convierte así en cambio cualitativo,
cambio de nivel: tal es el paso de la materia bruta a la materia viva, o la aparición del sistema nervioso, o el paso de la
animalidad a l a humanidad.

Esta ley de progreso general no impide que se produzcan, particularmente en la historia humana, momentos de
estancamiento, o hasta saltos atrás, caídas muy graves (muchas civilizaciones antiguas están muertas; en nuestra
época habría que citar particularmente las guerras mundiales, la opresión colonial, los movimientos fascistas). Por
graves y devastadores que sean tales hechos, no han impedido la marcha general de las sociedades humanas hacia lo
mejor.

No es menos necesario añadir que el progreso social humano no es automático. Habría verdaderamente de que
aterrarse si los hombres permanecieran pasivos, en nuestra época, ante la guerra, el fascismo, la miseria, la opresión.
En nuestra época, la participación activa de todos es necesaria para las fuerzas del pasado no vengan a retardar la
marcha del progreso y hacer muy costoso el esfuerzo para el mejoramiento y emancipación de los pueblos.

Ningún obstáculo, ningún error puede socavar nuestra confianza en la ley dialéctica del movimiento. A través de las
contradicciones, la realidad progresa y nosotros la hacemos progresar.

BIBLIOGRAFIA
F. Engels, Ludwing Feuerbach capítulo 4
Politzer, B.B.esse, Caveing, Principios Elementales de Filosofía, Parte Primera
Lección Primera.

8.- LEYES Y CATEGORIAS DE LA DIALECTICA

8.1 Conceptos

El concepto científico es la síntesis en la cual se expresan los conocimientos adquiridos acerca de un proceso o de un
grupo de procesos. Desde su forma más elemental hasta la más compleja, el concepto se establece por medio de la
reconstrucción racional de los datos conocidos, los cuales son entrelazados, ordenados, organizados y constituidos en
una representación unitaria que refleja al proceso o grupo de procesos en su integridad. En esa representación quedan
comprendidas tanto las propiedades como sus conexiones internas y sus vínculos con otros procesos. El concepto, una
vez formulado, permite entender mejor los datos conocidos anteriormente y sirve también, para descubrir otros aspectos
y nuevas relaciones. Cuando así ocurre, el concepto se enriquece con la incorporación de esos descubrimientos,
incrementándose entonces la comprensión y haciéndose posible la manifestación de nuevos aspectos y otros enlaces.
Al propio tiempo, la determinación de un concepto se produce siempre en conjugación con la de otros conceptos, de tal
manera que vierte a ser determinado por ellos y, simultáneamente, sirve como determinante para ellos. En esas
condiciones, el concepto se encuentra sometido a una determinación incesante y progresiva, a través de la cual se
penetra cada vez más en el conocimiento de la existencia de los procesos que dicho concepto representa.

Los conceptos formulados racionalmente, como resultado de la actividad científica, son abstracciones de los procesos
y de sus relaciones. La abstracción consiste en considerar algo desde un punto de vista único, prescindiendo de todas
las demás propiedades de su existencia. Por lo tanto, abstraer es aislar y destacar uña propiedad respecto de otras. En
todo caso, el fundamento objetivo de la abstracción se encuentra en el hecho de que el universo es susceptible de
descomponerse en partes aisladas, aunque siempre de manera transitoria y relativa. Sobre esa base objetiva, la
formulación del concepto se hace justamente por medio de abstracciones sucesivas, que permiten destacar las
propiedades comunes de un grupo de procesos semejantes, aunque no idénticos, lo mismo que sus diversos vínculos.
Como resultado de esa actividad de abstracción, las propiedades concretas de lo singular se funden en la unidad general
del concepto. Por lo tanto, el concepto es una cristalización del conocimiento, en la cual se condensan las propiedades
153
comunes de un grupo de fenómenos constituyendo su contenido. Dicho contenido será objetivo en tanto que el concepto
refleje los rasgos y aspectos efectivamente existentes. En consecuencia, el pensamiento sólo puede reunir de algún
modo, aquellas propiedades y relaciones que están vinculadas de un modo objetivo. Entonces, la condición ineludible
para poder establecer racionalmente una conexión conceptual entre dos o más propiedades, o entre dos o más
procesos, consiste en la posibilidad de su verificación en la experiencia.

Los conceptos científicos se formulan en el curso de la evolución histórica del conocimiento y con fundamento en la
práctica social de la ciencia. Incluso dentro de la matemática, a pesar de la gran abstracción de sus estructuras sociales,
sus conceptos se establecen como representaciones ideales de ciertas relaciones objetivas, que luego se van
enriqueciendo a través de su desenvolvimiento lógico y mediante su comprobación experimental en otras disciplinas
científicas. Por eso es que los conceptos de la ciencia no son simples productos de la creación o la imaginación
humanas,’ y que su validez puede ser verificada concretamente en la experiencia por cualquier persona. Ahora bien,
para formular un concepto no basta con llegar a descubrir un cierto proceso o alguna de sus cualidades, sino que
también se requiere la capacidad de saber abstraer con acierto, para destacar propiamente aquellas cualidades que
son representativas y excluir, en cambio, la consideración de sus otras propiedades.

8.2 Categorías

Las categorías de una ciencia son los conceptos que tienen mayor extensión dentro de ella, porque abarcan por
completo su dominio. Desde el punto de vista lógico, las categorías son los conceptos comunes a todos los
conocimientos integrantes de una disciplina científica y, por lo tanto, se encuentran relacionados con todos los otros
conceptos de la misma disciplina. Entonces, las categorías son aquellos conceptos que quedan implicados
necesariamente en todo juicio que se establece dentro de una ciencia. Por ello, las categorías de una ciencia, tomadas
en conjunto, sirven como discriminantes para delimitar su dominio. También permiten decidir acerca de si un cierto
conocimiento pertenece o no a una ciencia determinada, puesto que la pertenencia estará indicada justamente con el
hecho de que en el conocimiento en cuestión se encuentren implicadas las categorías distintivas de esa ciencia. De una
manera general, las categorías del conocimiento científico corresponden a las modalidades fundamentales de la
existencia, en las cuales se manifiestan las relaciones sociales, las conexiones entre el hombre y la naturaleza, y los
enlaces internos y externos de los procesos naturales.

Por su carácter general, las categorías constituyen los elementos del sistema que sirve de estructura al conocimiento
científico. Este sistema formado por las categorías es flexible y eminentemente dinámico, porque sus elementos se
transforman sin cesar. El avance del conocimiento hace que se multipliquen ininterrumpidamente las categorías, para
caracterizar definidamente las nuevas manifestaciones de lo existente. A la vez, con esas nuevas determinaciones se
enriquece el conocimiento de las relaciones de unos procesos con otros, dando como resultado una interconexión cada
vez mayor entre las categorías y el consiguiente ensanche del sistema en amplitud y en profundidad. Por otra parte, el
desarrollo de la ciencia impone la necesidad de modificar constantemente las categorías ya establecidas, al igual de lo
que sucede con los otros conceptos científicos. Además, llegado el caso, el propio desarrollo de la ciencia puede
conducir a la sustitución de unas categorías por otras nuevas, cuando se pone al descubierto que las anteriores
solamente representaban aspectos limitados o unilaterales de propiedades objetivas que tienen mayor generalidad. En
todo caso, las categorías surgen en el curso de la actividad científica y se determinan y desarrollan mediante el avance
de los conocimientos y en su comprobación. Una vez formuladas y verificadas, las categorías sirven como instrumentos
para descubrir los nexos internos, la unidad y las relaciones fundamentales que existen entre los procesos. Por
consiguiente, además de constituir la condensación de los conocimientos ya logrados, las categorías son un medio para
la investigación de nuevos conocimientos.

Al mismo tiempo que cada ciencia tiene sus categorías peculiares, también existen otras categorías que abarcan grupos
de ciencias y otras, todavía mías generales, que se refieren al conocimiento científico entero.

Dichas categorías representan las propiedades fundamentales de un sector más amplio de la realidad o de todos los
procesos existentes. Debido a esto, en cada disciplina científica quedan implicadas simultáneamente sus categorías
exclusivas, junto con esas categorías más generales. Sin embargo, la aplicación universal de estas últimas categorías
no significa que adopten exactamente el mismo carácter en cada uno de los dominios particulares en los cuales se
aplican. En realidad, las categorías generales asumen ciertos matices específicos cuando operan en un dominio
particularizado, ya que entonces se encuentran condicionadas necesariamente por las categorías peculiares de dicho
dominio. Así, por ejemplo, la categoría de espacio adopta modalidades diferentes en la geometría, la física, la química,
la biología y la psicología. Más aún, dentro de una misma disciplina como la física, la categoría de espacio, presenta
154
también variaciones notables de una a otra de sus ramas integrantes. Sólo que tal cosa ocurre sin perjuicio de que, en
todos esos campos, la categoría de espacio conserve los rasgos comunes que hacen de ella un concepto universal.

Por lo tanto, cada una de las divisiones de la ciencia posee sus categorías distintivas que conjuntamente con las
categorías generales especificadas peculiarmente dentro de su dominio, la definen por completo. Pero, al propio tiempo,
la determinación de las categorías generales se realiza en el curso del desenvolvimiento de las investigaciones
específicas de cada ciencia y de sus ramas respectivas. En consecuencia, la determinación de cada una de las
categorías generales se encuentra condicionada por las caracterizaciones particulares que va adquiriendo en los
distintos dominios del conocimiento científico. De esta manera es como cada categoría refleja un determinado aspecto
de la existencia y, también así, resulta que el sistema de las categorías representa al conjunto de la existencia con toda
su fluidez y su mutabilidad. Las categorías están vinculadas entre sí, se condicionan, recíprocamente, se oponen unas
a las otras, se interpretan, se conjugan, se truecan mutuamente y se transforman sin cesar, para poder representar
fielmente a la existencia de su movimiento y sus múltiples interacciones.

8.3 Leyes objetivas y leyes científicas

Los cambios y las transformaciones a que se encuentran sujetos los procesos existentes están regulados por ciertas
relaciones constantes a las cuales denominamos leyes. Las leyes objetivas constituyen así las formas generales de las
relaciones de cambio, y representan las conexiones internas y necesarias en que se produce la variación de los procesos
y de sus propiedades. Por lo tanto, en las leyes se pone de manifiesto lo único que es invariable dentro del flujo continuo
de cambios y transformaciones, que es la relación de su variación. De esta manera tenemos que el comportamiento de
los procesos está regulado según leyes, y por eso mismo, las leyes exhiben la regularidad del universo. Desde luego,
las leyes objetivas rigen independientemente de nuestra voluntad o nuestra conciencia, porque son inherentes a la
naturaleza y a la sociedad. Las leyes objetivas son susceptibles de ser descubiertas y, en cierto modo, la historia de la
ciencia y de la técnica es la historia del descubrimiento de las leyes objetivas y de su utilización, más aún, es imposible
explicar los procesos si no se descubren las leyes que los rigen. Pero, lo que no se puede hacer en ningún caso es
inventar las leyes objetivas, ni tampoco es posible tratar de formularlas arbitrariamente.

Ahora bien, cuando el hombre logra descubrir una ley objetiva, la expresa en la forma de una ley científica. En
consecuencia, la ley científica es una reconstrucción racional que refleja a la ley objetiva. Dicha reconstrucción se mejora
con el avance del conocimiento, aproximándose cada vez más a la ley objetiva correspondiente, pero sin que pueda
llegar nunca a coincidir por completo con ella. Una vez establecida, la ley científica expresa una relación necesaria que
se cumple en ciertas condiciones y cuyos efectos se manifiestan en acciones determinadas que se producen en los
procesos. Aun cuando no es posible cambiar las leyes objetivas ni sustraerse a su cumplimiento inexorable, sí es
enteramente factible cambiar las condiciones y obtener como efecto de su cumplimiento consecuencias’ adecuadas.
Así, el hombre utiliza los efectos de una ley cambiando las condiciones de los procesos afectados.

Por su parte, las leyes científicas no determinan a los procesos sino que constituyen las pautas de su determinación.
Esto es, que la ley científica no expresa lo que ocurrirá en un cierto proceso, sino lo que sucederá cuando se cumplan
tales y cuales condiciones. En este sentido, las leyes científicas desempeñan la función de predecir lo desconocido, con
base en lo conocido. Igualmente, las leyes científicas sirven como instrumentos de las investigaciones ulteriores y, en
tanto cumplen esta función, se constituyen en partes integrantes del método científico. La formulación abstracta más
elemental de la ley científica es la que se hace al establecer una ecuación matemática con dos variables, admitiendo
que entre esas dos magnitudes que varían simultáneamente, existe siempre la misma relación. Algunas leyes científicas
expresan de una manera simple ciertos hechos objetivos que nos son familiares; otras se refieren a procesos más
profundos y complejos, que incluyen relaciones complicadas y conceptos más refinados; y muchas requieren de una
formulación matemática. En todo caso, las leyes científicas permiten explicar el comportamiento de los procesos, cuando
se conocen las condiciones de su cumplimiento. En otras palabras, las leyes científicas nos sirven para contestar los
principales interrogantes de la ciencia, o sea, el qué, el dónde, el cuándo, el cómo y el por qué de los procesos existentes.

Las leyes son interdependientes y en los resultados de sus acciones se pueden advertir claramente las influencias que
ejercen unas sobre las otras. En rigor, no existen leyes aisladas, sino sistemas de leyes que rigen en los distintos niveles
de la existencia. Y, como dichos niveles coexisten, también los diversos sistemas de leyes coexisten y se encuentran
en acción recíproca. Más aún, existen algunas leyes que pertenecen simultáneamente a varios sistemas, aun cuando
se encuentren condicionadas de diferente manera en cada uno de ellos. Por ejemplo, cualquiera de los procesos que
podemos observar en nuestra vida cotidiana se encuentra regido por el sistema de leyes de la física clásica; pero, a la
vez, en los niveles internos de ese mismo proceso tenemos el cumplimiento de otros sistemas de leyes -como son las
155
termodinámicas, las químicas, las atómicas, las nucleares y otras-. Cada uno de esos sistemas de leyes tiene su propia
esfera de acción y, simultáneamente, cada uno de ellos actúa sobre los otros y recibe la acción de ellos. En fin, también
tenemos en ese caso el cumplimiento de la ley de la conservación y la conversión mutua de energía y masa, que rige
simultáneamente en todos los niveles. Por otra parte, ese mismo proceso está sujeto externamente a la acción recíproca
con otros procesos y, finalmente, también, participa de las interacciones correspondientes al nivel astronómico, aun
cuando sea como elemento mínimo.

En el caso de la sociedad, existen igualmente leyes que rigen los diversos procesos y su desarrollo. Algunas de esas
leyes tienen carácter general y, por lo tanto, corresponden al desarrollo social en su conjunto y en todas sus etapas.
Dichas leyes generales de la sociedad son las que explican el hecho de que la historia humana sea continua, no obstante
las interrupciones relativas que se producen en ella. En cambio, otras leyes sociales únicamente rigen en determinados
sistemas sociales y carecen de vigencia en los otros. Por consiguiente, estas leyes tienen un carácter histórico y
desaparecen junto con el régimen al que pertenecen. Entonces, como el desarrollo de la sociedad es siempre obra de
la acción humana, resulta que las leyes sociales específicas también se transforman. En efecto, cuando surge una forma
más avanzada de organización social, se empieza a restringir el cumplimiento de las leyes, correspondientes a la forma
anterior, hasta que la nueva organización acaba por desplazar a la vieja, y junto con ella, a sus leyes particulares.

De esta manera se destacan una coincidencia y una divergencia sumamente importantes entre la naturaleza y la
sociedad. La coincidencia consiste en que las leyes generales de ambos dominios de la existencia son permanentes y
que sus efectos pueden variar, haciendo cambiar las condiciones en que se cumplen. La divergencia estriba en que los
niveles de la naturaleza no se pueden hacer desaparecer y, por consiguiente, tampoco pueden desaparecer las leyes
particulares que los rigen; mientras que las formas de la organización social no sólo se desarrollan y cambian
constantemente, sino que llegan a desaparecer precisamente como consecuencia de la actividad humana y, por lo tanto,
también caducan sus leyes y son sustituidas por las leyes características de la nueva organización social. Sin embargo,
en tanto que sigue existiendo un régimen social, subsisten las leyes de su sistema correspondiente y su cumplimiento
continúa siendo ineludible. En último término, es indispensable no confundir nunca las esferas de acción de cada sistema
de, leyes y, en lo que respecta a la sociedad no cometer la equivocación de considerar que ya no se cumple una ley
característica de un sistema social, en tanto que no haya desaparecido el régimen en cuestión.

8.4 Leyes de la dialéctica


V. Afanasiev

8.5 La dialectica, teoría de la concatenación universal

El mundo material no es sólo un todo en desarrollo, sino concatenado, unido. Todos sus objetos y fenómenos no se
desarrollan por sí mismos, aisladamente, sino indisolublemente ligados, unidos, con otros objetos y fenómenos. Cada
uno de ellos influye en otros objetos y fenómenos y experimenta las influencias recíprocas de los mismos.

La ciencia dispone de cuantiosos datos confirmativos de la concatenación y condicionamiento mutuos de objetos y


fenómenos. Así, algunas partículas “elementales” forman átomos, influyendo las unas en las otras. Pero los átomos
tampoco están aislados: se enlazan mutuamente y forman moléculas; éstas, a su vez, constituyen cuerpos
macroscópicos: La interdependencia de los macrocuerpos se expresa en la ley de la gravitación universal. Según esta
ley, la Tierra está vinculada con el Sol y otros planetas del sistema solar; y el Sol, con otras formaciones cósmicas más
grandes.

Los organismos vivos están concatenados en una compleja serie de interdependencias: las plantas y los animales
constituyen especies, las especies se agrupan en géneros, clases, etc. Los organismos no sólo están concatenados
entre ellos, sino también con el medio ambiente, del que reciben las sustancias nutritivas y energía necesarias.

El sabio K. Timiriázev (1843-1920) descubrió el mecanismo de la vinculación de las plantas con la vivificante energía
del Sol. Dio a conocer que, por efecto de la energía solar, en los granos clorofílicos de la hoja verde de las plantas se
opera un proceso de descomposición del anhídrido carbónico, asimilando la planta el carbono y desprendiendo a la
atmósfera el oxígeno, tan necesario para la respiración del hombre y los animales. Las sustancias orgánicas que se
forman concentran la energía solar en forma de energía química, que luego aprovecha el hombre, utilizando las plantas
como alimentos o combustible. “La hoja verde o, mejor dicho, el microscópico grano verde de la clorofila -escribió
Timiriázev- es un foco, un punto del espacio universal, al que, desde un extremo, fluye la energía solar y, desde el otro,
toman origen todas las manifestaciones de la vida en la Tierra. La planta es una intermediaria entre el cielo y la Tierra.
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Es el verdadero Prometeo, que robó el fuego del cielo. El rayo de luz robado arde asimismo en la antorcha titilante y en
la deslumbradora chispa eléctrica. El rayo del Sol pone en movimiento la monstruosa rueda de la gigantesca máquina
de vapor, el pincel del pintor y la pluma del poeta”.

El hombre está ligado con la Naturaleza por medio de la producción material. La forma de este lazo es el trabajo,
condición indispensable de la existencia de la humanidad. Merced al trabajo el hombre conquista a la Naturaleza los
bienes materiales que necesita. En el proceso del trabajo los hombres entablan relaciones económicas de producción,
a base de las cuales surgen asimismo entre ellos otras relaciones: políticas, jurídicas y éticas.

Así, pues, la concatenación universal y el condicionamiento mutuo de los objetos y fenómenos constituyen una
particularidad intrínseca del mundo material. Por eso, para conocer verdaderamente el objeto es necesario estudiar
todos sus aspectos y nexos. El estudio del mundo como un todo concatenado y único y el examen de las
concatenaciones universales de las cosas constituyen una importante función de la dialéctica materialista.

Puesto que los objetos y fenómenos del mundo material son multiformes, también son diversas sus concatenaciones e
interdependencias. La dialéctica no estudia todas las concatenaciones, sino únicamente las más generales, las que se
registran en todas las esferas del mundo material y espiritual.

Reflejo de esas concatenaciones en la conciencia del hombre son las leyes y categorías de la dialéctica materialista.

Es de gran importancia conocer las concatenaciones: al ponerlas de manifiesto, los hombres descubren las leyes del
mundo objetivo. Y el conocer las leyes es condición indispensable de la actividad práctica de los hombres. La misión de
la ciencia consiste precisamente en conocer las leyes y pertrechar con ellas la práctica. Detengámonos más
detalladamente a caracterizar las leyes.

En el mundo objetivo actúan múltiples leyes. Existen leyes de la Naturaleza inorgánica y del mundo orgánico, de la
sociedad y del pensamiento. Sin embargo, las leyes de cualquier esfera de la realidad tienen algunos rasgos generales
que son los comprendidos en el concepto filosófico de ley. ¿Cuáles son estos rasgos?

Ante todo, ley es una relación, un vínculo entre los objetos en desarrollo o aspectos de estos objetos. Pero ley no es
cualquier vínculo, sino un vínculo estable, reiterativo, inherente a una masa enorme de objetos y fenómenos y no a un
solo objeto o pequeño grupo de objetos. Por ejemplo, la ley de la interdependencia de la masa y la energía, que ya
hemos mencionado, caracteriza la dependencia recíproca existente entre la masa y la energía de un sinfín de cuerpos
físicos. La ley periódica descubierta por D. Mendeléiev (1834-1907) indica la dependencia que las propiedades de todos
los elementos químicos guardan con relación a la magnitud de la carga positiva del núcleo. Ley, pues, no es un vínculo
singular, sino general, entre fenómenos. Engels escribió que ley era “la forma de la universalidad en la Naturaleza”.

Otro rasgo importante de la ley consiste en que no representa cualesquiera vinculaciones reiterativas, sino únicamente
las de carácter necesario y esencial. La susodicha ley de la interdependencia de la masa y la energía peculiariza el
vínculo de propiedades tan consustanciales de los cuerpos físicos como son su masa y energía. La ley biológica de la
interdependencia del organismo y el medio recoge el nexo importante y necesario que el organismo tiene con las
condiciones de su existencia.

La ley, que es necesaria y esencial en los fenómenos, sólo actúa en presencia de condiciones adecuadas, originando,
además, un curso determinado de los acontecimientos, y no cualquier curso. La acción rigurosamente determinada de
las leyes tiene inmensa importancia práctica, pues si los hombres conocen las leyes y la dirección del desarrollo pueden
prever el futuro. Si conocen, verbigracia, las leyes del desenvolvimiento de la sociedad y las condiciones en que rigen,
pueden prever el curso de los acontecimientos históricos.

Así, ley es una concatenación esencial y necesaria, general y reiterativa, existente entre los fenómenos del mundo
material, que origina un curso rigurosamente determinado de los acontecimientos.

En contraposición al idealismo, el materialismo dialéctico parte de que reconoce el carácter objetivo de las leyes., Lo
que significa que el hombre no puede crearlas ni modificarlas a su antojo; sólo puede conocerlas y reflejarlas. El mundo
es movimiento regulado de la materia y nuestra conciencia, producto superior de la Naturaleza, sólo está en condiciones
de reflejar esa regularidad.
157
La objetividad de las leyes significa también que actúan independientemente de la voluntad y deseos del hombre, y por
eso todo intento de obrar en contra de ellas está condenado de antemano al fracaso. Es imposible, por ejemplo, eludir
la ley de la gravitación universal y remontarse al Cosmos sin vencer la fuerza de gravedad de la Tierra. Tampoco puede
uno desentenderse de las leyes del desarrollo social.

Al manifestarse en contra de la interpretación idealista de las leyes, el materialismo dialéctico refuta también el fatalismo,
es decir, la veneración ciega de las leyes, la falta de fe en la fuerza de la razón humana y en la capacidad de los hombres
para conocer y aprovechar estas leyes. Al hombre no le es dado anular o crear leyes naturales, pero puede conocerlas
y utilizarlas en su actividad práctica. Basándose en el conocimiento de estas leyes, el hombre no sólo ha restringido la
acción destructora del agua, el viento y otras fuerzas de la Naturaleza, sino que las ha obligado a que obren en provecho
suyo: regar los campos, mover los rotores de las turbinas de las centrales eléctricas, etc. Apoyándose en las leyes del
desarrollo social, los hombres transforman la vida de la sociedad.

8.6 Ley de la unidad y lucha de contrarios

La ley de la unidad y lucha de contrarios es la esencia y médula de la dialéctica. Esta ley pone al descubierto las fuentes
y causas reales del eterno movimiento y desarrollo del mundo material. El conocerla es de gran importancia para
comprender la dialéctica del desarrollo de la Naturaleza, de la sociedad y del pensamiento, para la ciencia y actividad
práctica. El análisis de las contradicciones de la realidad objetiva y el descubrimiento de su naturaleza es una exigencia
importantísima de toda investigación científica y obra práctica.

➢ Unidad y lucha de contrarios

Antes de hablar de la propia ley de la unidad y lucha de contrarios veamos qué entiende la dialéctica por “contrarios” y
su “unidad”.

Unidad de contrarios imán. Cada uno de nosotros ha visto más de una vez un ordinario y sabe bien que sus rasgos
distintivos principales son el tener extremos que se excluyen mutuamente, pero que están indisolublemente ligados
entre sí, como son los polos Norte y Sur. Por mucho que tratemos de separar el polo Norte del polo Sur no lo
conseguiremos. El imán partido en dos, cuatro, ocho o más partes seguirá teniendo los mismos polos.

Los contrarios son precisamente los aspectos, tendencias o fuerzas internas del objeto que se excluyen mutuamente y,
al mismo tiempo, se presuponen el uno al otro. La relación de indestructible interdependencia de estos aspectos
constituye la unidad de contrarios.

Todos los objetos y fenómenos tienen aspectos contradictorios, Todos ellos constituyen una conexión orgánica, una
unidad indestructible de contrarios. Las partículas “elementales”, por ejemplo, son una unidad contradictoria de
propiedades ondulatorias y corpusculares. Son contradictorias no sólo las partículas “elementales”, sino también el
átomo formado por ellas. En su centro se encuentra el núcleo con carga positiva rodeado de uno o varios electrones
con carga negativa. El proceso químico es una unidad contradictoria de asociación y disociación de átomos.

Se presentan asimismo tendencias contrapuestas en los organismos vivos. Se ha hablado de los procesos
contradictorios de asimilación y desasimilación, que constituyen el metabolismo inherente a lo vivo. Además, los
organismos poseen también propiedades contradictorias cota la herencia y la adaptabilidad. La herencia es la
propensión del organismo a conservar las propiedades adquiridas hereditariamente; la adaptabilidad es su aptitud para
obtener nuevas propiedades adecuadas a las condiciones modificadas.

La actividad psíquica del hombre se caracteriza por procesos contradictorios de excitación e inhibición, concentración e
irradiación de las excitaciones en la corteza de los hemisferios cerebrales.

En las sociedades divididas en clases antagónicas existen clases contradictorias: el esclavo y el esclavista, en la
sociedad esclavista; el campesino siervo y el señor feudal, en el feudalismo; el proletario y el burgués, en el capitalismo.

Aspectos contradictorios presenta también el proceso del conocimiento. El hombre aplica métodos de investigación tan
contradictorios y mutuamente enlazados como la inducción y la deducción, el análisis y la síntesis, etc.
158
Así, pues, la contrariedad de los objetos y fenómenos del mundo tiene carácter general, universal, En el mundo no hay
un objeto o fenómeno que no se desdoble en tendencias contrapuestas.

Los contrarios no solamente se excluyen, sino que se presuponen forzosamente el uno al otro. Coexisten en un mismo
objeto o fenómeno y son inconcebibles el uno sin el otro, Hemos remarcado ya la unidad irrompible de los polos opuestos
del imán. Tan inseparables son la asimilación y la desasimilación en el organismo vivo, el análisis y la síntesis en el
proceso del conocimiento. La sociedad capitalista es imposible sin clases opuestas: el proletariado y la burguesía.
Mientras se conserve el capitalismo, la clase obrera no puede vivir sin contratarse a trabajar para el capitalista.

No puede existir un término de una contradicción sin que exista el otro, como no se puede tener en la mano una manzana
entera después de haberse comido la mitad.

La lucha de contrarios, fuente del desarrollo. Así, hemos establecido que los objetos y fenómenos son una unidad de
contrarios. ¿Cuál es, pues, el carácter de esta unidad? ¿Existen los contrarios pacíficamente en esa unidad o entran en
contradicción, en lucha, el uno con el otro?

El desarrollo de los objetos y fenómenos más diversos de la humanidad es prueba de que los extremos contrarios no
pueden coexistir pacíficamente en un mismo objeto: el carácter contradictorio de las tendencias contrapuestas, que se
excluyen mutuamente, provoca por necesidad la lucha entre ellas. Lo viejo y lo nuevo, lo que nace y lo que muere en
los objetos, no pueden menos de entrar en contradicción. La contradicción, la lucha de contrarios, constituye
precisamente la fuente esencial del desarrollo de la materia y la conciencia. El desarrollo es la “lucha” entre tendencias
contrapuestas, esta lucha es absoluta, como absolutos son el desarrollo y el movimiento.

La afirmación de que lo decisivo en el desarrollo es la lucha de contrarios no merma la importancia de su unidad. La


unidad de contrarios es una condición indispensable de la lucha, pues la lucha sobreviene únicamente donde las
tendencias contrapuestas existen en un mismo objeto o fenómeno.

Entre las tendencias contrapuestas puede existir también un estado de equilibrio temporal que se debe comprender en
el sentido de que, en una etapa determinada del desenvolvimiento del proceso, ninguna de ellas tiene ventaja ostensible.
El equilibrio de los contrarios es relativo en cualquier proceso. No puede ser de otra manera: si fuera constante, eterno,
en el mundo no se produciría desarrollo mundo. Sólo la lucha constituye la fuente y fuerza motriz del desarrollo.

Algunos tergiversan la esencia revolucionaria, la médula de la dialéctica, y erigen a la categoría de absoluto el equilibrio
de los contrarios, pegando la lucha. No ven lo principal en la lucha de las tendencias contrapuestas, sino en su
conciliación, en el equilibrio.

Toda la experiencia del desarrollo de la ciencia y de la práctica histórico- social de los hombres atestigua
incontrovertiblemente que la fuente del desarrollo es la lucha de contrarios. Al mismo tiempo, se debe tener en cuenta
que esta lucha se manifiesta de distinta manera en diferentes dominios de la realidad material.

En la Naturaleza inorgánica está muy extendida la lucha (interacción) de fuerzas opuestas como la atracción y la
repulsión, La interacción de las fuerzas de atracción y repulsión mecánica, eléctrica, nuclear y otras desempeña inmenso
oficio en el surgimiento y existencia de los núcleos atómicos, átomos y moléculas. La lucha de estas fuerzas, como se
deriva de las teorías cosmogónicas modernas, ha sido una importantísima fuente del surgimiento del sistema solar.

La Astronomía moderna ha mostrado también que la interacción de las fuerzas de atracción y repulsión es una de las
fuentes más importantes de los diversos procesos que se operan actualmente en el espacio cósmico. En distintos
campos del Universo no existe un equilibrio absoluto de estas fuerzas, una de ellas predomina sin falta. Allí donde
predomina la repulsión, la materia y la energía se dispersan, las estrellas se apagan. Allí donde prevalece la atracción,
la materia y la energía se concentran y, en consecuencia, se encienden nuevas estrellas, Así, pues, en el curso de la
lucha e interacciones de estas fuerzas contrapuestas se produce el movimiento eterno de la materia y la energía en el
Cosmos.

Anteriormente hemos tratado de que a los organismos vivos les son inherentes los procesos contradictorios de
asimilación y desasimilación. Su lucha e interdependencia constituyen precisamente la fuente específica del desarrollo
de lo vivo, Estos procesos contradictorios no pueden estar en equilibrio absoluto, uno de ellos predomina sin falta. En
159
el organismo joven la asimilación predomina sobre la desasimilación, lo que da lugar a que crezca y se desarrolle.
Cuando la desasimilación predomina sobre la asimilación, el organismo envejece, se destruye; sin embargo, en
cualquier organismo, sea joven o viejo, estos procesos dependen el uno del otro. La vida es precisamente interacción y
contradicción. Cuando cesa esta contradicción, termina la vida y llega la muerte.

El progreso del desarrollo social también sobreviene a base de la unidad y lucha de contrarios. Entre las contradicciones
del desarrollo social desempeñan una función de gran magnitud las contradicciones existentes en la producción material
y, ante todo, entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Esta última contradicción se expresa, en las
sociedades divididas en clases antagónicas, en la lucha entré ellas, lucha que conduce a la revolución social y a la
sustitución del viejo régimen de la sociedad por otro nuevo.

Así, los objetos y los fenómenos se desdoblan en tendencias contrapuestas, constituyen una unidad de contrarios. Las
tendencias contrapuestas no existen simplemente, sino que se encuentran en estado de contradicción y lucha
permanentes entre ellas. La lucha de contrarios constituye el contenido interno y la fuente del desarrollo de la realidad.

Tal es la esencia de la ley dialéctica de la unidad y lucha de contrarios.

➢ Multiformidad de las contradicciones

En el mundo existe multitud de contradicciones de lo más distintas. Tropezamos continuamente con ellas en la vida
diaria. Diversas ciencias las estudian, La dialéctica, a diferencia de dichas ciencias, estudia las contradicciones más
generales. Nosotros estudiaremos grupos de contradicciones tan grandes e importantes como son las internas y
externas, antagónicas y no antagónicas, principales y no principales.

Contradicciones internas y externas. La dialéctica marxista exige ante todo que se distingan las contradicciones internas
y externas.

Son contradicciones internas la interacción y lucha de las tendencias contrapuestas de un objeto dado. Contradicciones
externas son las relaciones contradictorias que un objeto dado tiene como el medio ambiente y con los objetos de este
medio.

Los adversarios de la dialéctica tergiversan el papel que distintos grupos de contradicciones desempeñan en el
desarrollo. Niegan la importancia decisiva de las contradicciones internas y consideran las externas como única fuente
del desarrollo. Desde su punto de vista, por ejemplo, la fuente del desarrollo de la sociedad de clases no es la lucha de
las clases opuestas, sino la contradicción existente entre la sociedad y la Naturaleza. No quieren comprender el hecho
de que la propia relación del hombre con la Naturaleza y el grado de su dominio sobre ella dependen de las relaciones
establecidas entre las clases en la sociedad y del carácter del régimen social.

A los objetos y fenómenos de la realidad material les son inherentes tanto contradicciones internas como externas. Pero
lo principal y decisivo en el desarrollo son las contradicciones internas, las contradicciones implícitas en el propio objeto.
Estas contradicciones son, ante todo, la fuente del movimiento. Así, pues, la dialéctica comprende el movimiento como
automovimiento de la materia como movimiento interno, cuyos motivos e impulsos están implícitos en los propios objetos
y fenómenos en desarrollo.

La interacción y lucha de las propiedades ondulatorias y corpusculares de la materia, de las fuerzas de atracción y
repulsión, de la asimilación y desasimilación y otras tendencias contrapuestas, de las que ya hemos hecho mención
como fuentes del desarrollo en distintos dominios de la realidad, no son introducidas en los objetos y fenómenos desde
el exterior, sino que les son inherentes.

Las contradicciones internas son la fuente del desarrollo porque ellas precisamente determinan la faz y la naturaleza
del propio objeto. Fuera de sus contradicciones internas el objeto no sería lo que es. El átomo, por ejemplo, no podría
existir sin la interacción o “lucha” entre el núcleo, con carga positiva, y los electrones, con carga negativa; el organismo,
sin la asimilación y la desasimilación, etc.

Todas las influencias exteriores ejercidas sobre un objeto se reflejan siempre a través de las contradicciones internas
que le son inherentes, en lo que también se revela el papel determinante que desempeñan en el desarrollo. El cambio
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del medio ambiente no da sino un impulso al desenvolvimiento de los organismos. Pero la dirección del desarrollo y los
resultados que tenga dependen en última instancia del tipo de metabolismo inherente al organismo, es decir, de la
interacción entre la asimilación y la desasimilación propias de este organismo.

La fuente del desarrollo de la sociedad también está implícita en ella misma, en las contradicciones internas que le son
inherentes. Cómo y en qué dirección se desenvuelve uno u otro país y qué régimen social se establece en él depende
de cómo se resuelvan sus contradicciones internas de clase.

Al señalar el oficio decisivo que las contradicciones internas desempeñan, la dialéctica materialista tampoco niega la
importancia de las contradicciones externas en el desarrollo. La función de las contradicciones externas es diversa. Las
más de las veces constituyen una condición indispensable del desarrollo. Tal es, verbigracia, la contradicción existente
entre la sociedad y la Naturaleza, a la que el hombre arranca los bienes materiales.

Las contradicciones externas pueden contribuir al desarrollo o frenarlo, imprimirle distintos matices y formas, mas no
pueden definir el curso principal del proceso ni el desarrollo en su conjunto.

Puesto que las contradicciones internas determinan el desarrollo de todos los objetos y fenómenos, en la actividad
práctica es necesario, ante todo, saber descubrir y resolver precisamente esas contradicciones. Al mismo tiempo,
tampoco se deben desdeñar las contradicciones externas, pues desempeñan asimismo un gran papel en el desarrollo.
El éxito se puede obtener únicamente en el caso de que se tenga muy en cuenta la interdependencia e interacción de
las contradicciones internas y externas.

Contradicciones antagónicas y no antagónicas. Al hablar de las contradicciones antagónicas y no antagónicas se debe


tener presente, ante todo, la esfera de los fenómenos sociales. Es cierto que también existen antagonismos de cierto
género en los organismos vivos, entre algunos tipos de bacterias, animales rapaces y no rapaces y ciertos organismos
vegetales, pero no se deben confundir con los antagonismos sociales.

Contradicciones antagónicas son, ante todo, las existentes entre las clases que tienen intereses inconciliables. Son las
contradicciones más exacerbadas y manifiestas, debidas al acusado contraste de las condiciones de vida, fines y
propósitos de las clases. El rasgo más importante de estas contradicciones consiste en que no se pueden resolver
dentro del marco del régimen social, para el que son típicas. Al profundizarse y acentuarse, las contradicciones
antagónicas dan lugar a cruentos choques y conflictos. El medio de resolverlas es la revolución social.

La contradicción existente entre la burguesía y el proletariado en la sociedad capitalista presenta particular agudeza y
profundidad. El antagonismo de la burguesía y el proletariado es debido a la posición objetiva que estas clases ocupan
en la sociedad. La burguesía posee todos los medios de producción y, en virtud de ello, recibe la parte mayor de los
valores materiales producidos por la sociedad. Ejerce el dominio político y goza de todos los bienes culturales, El
proletariado carece de medios de producción, y por eso se ve forzado a trabajar para la burguesía. Crea todos los bienes
materiales y recibe únicamente una parte insignificante. Está limitado en sus derechos políticos y en la posibilidad de
gozar de las conquistas de la ciencia y la cultura.

Los intereses de la burguesía y el proletariado son diametralmente opuestos: la burguesía tiende a perpetuar su dominio;
y el proletariado, a emanciparse de la explotación. En consecuencia, entre ellos está entablada una tenaz lucha de
clases, que termina inevitablemente con la revolución. Así, pues, la lucha de clases y la revolución, son una forma
particular de resolver las contradicciones antagónicas del capitalismo.

En realidad, las contradicciones antagónicas del capitalismo no sólo no han desaparecido en nuestros días, sino que se
acentúan constantemente.

Las contradicciones no antagónicas son las existentes entre las clases y grupos sociales cuyos intereses principales,
cardinales, coinciden. Estas contradicciones no se resuelven por medio de una revolución social, sino que se superan
gradualmente. Tales son, por ejemplo, las contradicciones existentes entre la clase obrera y los campesinos. Bajo el
capitalismo, la ciudad explota al campo, y el campesino hace extensiva en cierta medida al obrero la enemistad que
siente por la ciudad. El campesino tiene propiedad (tierra, ganado de labor, aperos, etc.) y está interesado en
conservarla. El obrero no tiene ninguna propiedad. Los intereses de los obreros y de los campesinos chocan asimismo
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en el mercado, donde el campesino procura vender más caros los productos de su trabajo. Todo esto junto provoca
determinadas contradicciones entre la clase obrera y los campesinos en el capitalismo.

Los intereses de los obreros y de los campesinos, contradictorios en aspectos particulares, coinciden, plenamente en
lo principal. Unos y otros son clases explotadas. Por eso aspiran a poner fin a la explotación, y en esta cuestión cardinal
sus intereses son idénticos. Esta comunidad de intereses cardinales constituye la base objetiva para concertar la alianza
de la clase obrera y de los campesinos.

Contradicciones fundamentales y no fundamentales. Desde los objetos y fenómenos más simples hasta los más
complejos llevan simultáneamente implícitas varias contradicciones. Para orientarse en este enjambre de
contradicciones es preciso hallar entre ellas la fundamental, la más importante. La contradicción fundamental
desempeña el oficio decisivo y primordial en el desarrollo e influye en todas las demás contradicciones.

La contradicción fundamental y decisiva del proceso químico es la existente entre la asociación y la disociación de los
átomos; en el proceso biológico, el carácter contradictorio del metabolismo, etc.

Es de suma importancia encontrar la contradicción fundamental en la vida social, que se distingue por su complejidad y
variedad excepcionales. El encontrar esta contradicción fundamental ayuda a las clases progresistas de la sociedad a
organizar de manera eficiente la labor práctica.

Tomemos la sociedad contemporánea. Tiene muchísimas contradicciones implícitas. En cualquier país capitalista existe
antagonismo entre el carácter social del proceso de producción y la forma privada de apropiación, entre el trabajo y el
capital. Existen contradicciones entre países capitalistas por separado, entre grupos y bloques de dichos países, etc.

¿Cuál de las numerosas contradicciones de la sociedad contemporánea es la fundamental, la decisiva?

La contradicción fundamental y decisiva de la sociedad contemporánea, en su conjunto, es la existente entre las fuerzas
del socialismo y las del capitalismo. Esta contradicción se ha convertido actualmente en la base del desarrollo de la
humanidad. Entraña dos líneas, dos tendencias históricas.

La contradicción existente entre el socialismo y el capitalismo ejerce inmensa influencia en todo el curso de la historia
universal. Influye en la lucha de las clases en los propios países capitalistas, en la lucha que los pueblos coloniales y
dependientes mantienen contra sus opresores y en las contradicciones existentes entre los propios países capitalistas.

Entre las contradicciones internas y externas, entre las antagónicas y no antagónicas y entre las fundamentales y no
fundamentales no hay fronteras absolutas. En realidad se enlazan entre ellas, pasan las unas a las otras y desempeñan
distinto papel en el desarrollo. Por eso cada contradicción se debe abordar de una manera concreta, teniendo en cuenta
las condiciones en que se manifiesta y el papel que desempeña.

8.7 Ley del transito de los cambios cuantitativos a cualitativos

La ley del tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos trata de cómo y de qué manera discurre el proceso del
desarrollo, cuál es su mecanismo.

Para comprender la esencia de esta ley se debe poner en claro, ante todo, qué es calidad y qué es cantidad.

➢ Concepto de calidad y cantidad

En torno de nosotros hay muchos objetos y fenómenos de lo más diversos, y todos ellos se mueven y cambian sin
cesar. Mas, a pesar de ello, no confundimos, los distinguimos y determinamos. No los vemos como si estuvieran
fundidos en una masa gris y amorfa, sino que cada uno de ellos se distingue de los otros por particularidades y
propiedades inherentes a él solo.

Tomemos, verbigracia, un metal como el oro. Tiene un color amarillo peculiar, ductibilidad y maleabilidad, posee
determinada densidad, capacidad térmica y temperatura de fusión y ebullición. El oro no se disuelve ni en los álcalis ni
162
en toda una serie de ácidos, presenta escasa actividad química y no se oxida al aire. Todas estas propiedades, tomadas
en conjunto, distinguen el oro de otros metales.

Cuanto hace que un objeto sea precisamente el que es, y no otro, y lo distingue de la infinidad de otros objetos es
precisamente su calidad. Poseen calidad todos los objetos y fenómenos. Eso nos permite determinarlos y distinguirlos.
¿En qué se distingue, por ejemplo, lo vivo de lo inanimado? En su facultad metabólica, en su capacidad para reaccionar
adecuadamente a los agentes exteriores y reproducirse. Este rasgo y algunos otros son precisamente su calidad.

Los fenómenos sociales también se distinguen por su calidad. Así, el capitalismo se distingue del feudalismo por el
predominio de la producción mercantil, por la existencia de propiedad capitalista y el trabajo asalariado y por otros
rasgos.

La calidad se manifiesta en cualidades. La cualidad caracteriza una cosa por algún aspecto determinado, en tanto que
la calidad da una idea de conjunto del objeto. El color amarillo, la maleabilidad, la ductibilidad y otros rasgos del oro
tomados por separado son sus cualidades, y estas cualidades juntas son su calidad.

Además de una calidad determinada, cada objeto posee también cantidad. A diferencia de la calidad, la cantidad
peculiariza al objeto bajo el aspecto del grado del desarrollo o intensidad de las cualidades que le son inherentes, así
como del de su magnitud, volumen, etc. Como regla, la cantidad se expresa en número. Tienen expresión numérica las
dimensiones, peso y volumen de los objetos, la intensidad de sus colores y de los sonidos que emiten, etc.

La característica cuantitativa es también inherente a los fenómenos sociales. Cada régimen político social posee un
nivel respectivo y un grado de desarrollo de la producción. Un Estado dispone de una capacidad de producción y
recursos humanos, energéticos y de materias primas determinados.

La cantidad y la calidad son un todo único porque representan aspectos de un mismo objeto. Pero entre ellas existen
también grandes diferencias. El cambio de la calidad lleva al cambio del objeto, a su transformación en otro objeto; el
cambio de la cantidad dentro de ciertos límites no da lugar a una transformación visible del objeto. Si se destruye la
propiedad capitalista, o sea, el rasgo cualitativo más importante del capitalismo, y se sustituye por la socialista, al
capitalismo sucederá un régimen nuevo, cualitativamente distinto de él: el socialismo. Pero si la propiedad capitalista se
agranda, centraliza y concentra en las manos de un grupo reducido de monopolistas o del Estado burgués, como ocurre
en el mundo capitalista contemporáneo, el capitalismo no por eso dejará de ser capitalismo.

La unidad de cantidad y calidad se llama medida. La medida es algo así como la frontera o marco, dentro del cual el
objeto sigue siendo el que es. La “infracción” de la medida, de esta combinación determinada de los aspectos
cuantitativo y cualitativo, lleva al cambio del objeto, a su transformación en otro objeto. Así, la medida para el mercurio
en estado líquido es una temperatura de 39° C bajo cero a 357° C sobre cero. A la primera temperatura mencionada se
solidifica; a la segunda empieza a hervir y pasa a estado gaseoso.

En la cognición y actividad práctica es de suma importancia tener en cuenta la unidad de los aspectos cuantitativo y
cualitativo de los fenómenos.

➢ El tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos, ley del desarrollo

Como queda dicho, el cambio de la cantidad dentro de ciertos límites no conduce al cambio del estado cualitativo del
objeto. Pero en cuanto esos límites se rebasan o la medida se “infringe”, los cambios cuantitativos, que antes parecieran
poco importantes, originarán sin falta transformaciones radicales, cualitativas. La cantidad pasará a calidad. Los cambios
puramente cuantitativos se truecan en diferencias cualitativas.

El tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos es una ley universal del desarrollo del mundo material.

Para hacer patente el carácter universal de esta ley mostraremos cómo actúa en distintos dominios de la realidad.

La física moderna ha establecido que unas partículas “elementales” se pueden transformar en otras cualitativamente
distintas. Con la particularidad de que el proceso de su transformación está siempre vinculado con determinadas
163
acumulaciones cuantitativas: se opera sólo u el caso de que las partículas tengan un nivel de energía suficientemente
alto.

Las numerosas conversiones de sustancia de un estado de agregación en otro (de sólido en líquido, de líquido en
gaseoso, etc.) son una manifestación muy extendida de la ley del tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos.
Así, al calentar el agua a una temperatura superior de 1000 se transforma en otra calidad: vapor. Las cualidades del
vapor son distintas de las del agua. Por ejemplo, el vapor no puede disolver la sal ni el azúcar, en tanto que estas
sustancias se disuelven en el agua.

La ley del tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos se manifiesta con particular evidencia en los procesos
químicos. La ley periódica de Mendeléiev establece que la calidad de los elementos químicos depende de la cantidad
de carga positiva del núcleo de sus átomos. El cambio cuantitativo, hasta determinado límite, de la carga del núcleo no
origina el cambio cualitativo del elemento químico, pero a determinado grado este cambio cuantitativo lleva a la
formación de un elemento nuevo. Así, en la disgregación radiactiva con pérdida de peso atómico y carga del núcleo, el
uranio termina por trocarse en plomo, elemento de otra calidad. La Química es, en general, la ciencia de las
transformaciones cualitativas de las sustancias como resultado de cambios cuantitativos. La molécula del oxígeno,
verbigracia, contiene dos átomos; pero apenas se le agrega un átomo más, se convierte en ozono, sustancia química
de nueva calidad.

En el mundo orgánico también se produce el tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos, aunque en él es mucho
más difícil advertir que los cambios de calidad son debidos a acumulaciones cuantitativas. Se ha establecido que las
plantas atraviesan en su desarrollo dos fases cualitativamente distintas: la de vernalización y la de luminación
debiéndose el tránsito de una fase a otra al cambio de la cantidad de calor, humedad y luz en las condiciones exteriores.

En la realidad objetiva no sólo se efectúa el tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos, sino el proceso inverso:
un aumento de la cantidad debido a los cambios cualitativos. Así, el cambio radical, cualitativo, del régimen social -
sustitución del capitalismo por el socialismo- causó una alteración considerable de los índices cuantitativos: aumento
del volumen de la producción industrial y agrícola, incremento del ritmo del desarrollo económico y cultural, ascenso de
la renta nacional y de los salarios de los trabajadores, etc.

Los cambios cuantitativos y cualitativos están, por tanto, ligados entre sí y dependen unos de otros.

Unidad de la continuidad y la discontinuidad (salto) en desarrollo. Los cambios cuantitativos presentan un carácter
relativamente lento, continuo, mientras que las transformaciones cualitativas se interrumpen, tienen la forma de saltos.
El desarrollo se manifiesta, pues, como la unidad de dos formas o fases distintas, pero interdependientes: continuidad
y discontinuidad (forma de saltos)

La continuidad en el desarrollo es una fase de acumulaciones cuantitativas lentas e imperceptibles. No afecta a la


calidad del objeto, sino que introduce en él insignificantes cambios cuantitativos y constituye un proceso de aumento o
disminución de lo existente.

La discontinuidad o salto es una fase de cambios cualitativos radicales del objeto, un momento o período de
transformación de la calidad vieja en otra nueva. A diferencia de los cambios cuantitativos, lentos y ocultos, el salto es
un cambio más o menos manifiesto, relativamente rápido de la calidad del objeto. Estos cambios se operan con relativa
rapidez incluso cuando las transformaciones cualitativas adquieren la forma de tránsito gradual.

La formación de unas partículas “elementales” de otras, el cambio del estado de la sustancia, el surgimiento de un nuevo
elemento químico, especie de planta o animal inexistente antes o de un régimen social nuevo son saltos en el desarrollo
del mundo material. Con la particularidad de que cada uno de ellos es resultado de determinadas acumulaciones
cuantitativas.


La continuidad y la discontinuidad no son inherentes únicamente al desarrollo, sino también al estado de la materia. Como ya sabemos, la materia posee propiedades ondulatorias
(continuas) y corpusculares (discontinuas).
164
Como quiera que debido al salto se destruye lo viejo y nace lo nuevo, lo avanzado, los saltos tienen inmensa importancia
en el desarrollo.

Son de particular importancia los saltos en el desarrollo de la sociedad, a menudo con carácter de revoluciones sociales,
que derrocan el viejo régimen social é instauran otro nuevo, eliminando al propio tiempo los obstáculos que se
interponían al progreso social.

Como el desarrollo es siempre una unidad de cambios cuantitativos (continuos) y cualitativos (en forma de saltos), estas
dos fases del desarrollo se deben tener en cuenta en la actividad práctica y cognoscitiva. El ignorar cualquiera de las
dos da lugar a que se desfigure el proceso del desarrollo, y lleva a la metafísica.

Lo más característico de los metafísicos es negar los cambios cualitativos y reducir el desarrollo a acumulaciones
cuantitativas imperceptibles. Ejemplo de semejante comprensión del desarrollo en la Biología es el preformismo cuyos
representantes (verbigracia, el mencionado Robinet) consideran que el embrión del organismo es un organismo adulto,
completamente desarrollado, pero de tamaño microscópico. A juicio de ellos, el desarrollo del organismo es un simple
crecimiento, el aumento de la magnitud de dicho embrión. En realidad éste experimenta en su desarrollo profundos
cambios cualitativos.

Tan erróneo es desdeñar los cambios cualitativos y reducir el desarrollo a los saltos nada más, a la interrupción del
movimiento gradual, como hizo, por ejemplo, el sabio francés del siglo XIX Cuvier. En opinión suya, en la Tierra se
sucedieron, uno tras otro, cataclismos que motivaron la sustitución total de las viejas especies de plantas y animales
por especies nuevas. Además, Cuvier negó toda vinculación entre las especies aparecidas y las desaparecidas.

La negación de los cambios cuantitativos sirve de base teórica al anarquismo. Los anarquistas desdeñan la labor
escrupulosa y prolongada con el fin de reunir fuerzas, organizar a las masas y prepararlas poco a poco para las acciones
revolucionarias. La táctica de los anarquistas, que ha inferido graves daños al movimiento obrero, es propia de
aventureros y conspiradores.

La dialéctica requiere que se sepan tener en cuenta las formas continuas y saltos del desarrollo. Es de singular
importancia tomar en consideración su unidad en el desarrollo social. Como quiera que el salto, la revolución, es de un
alcance decisivo en el desarrollo de la sociedad, no se puede efectuar por medio de cambios cuantitativos lentos, por
la vía de las reformas, sino sólo mediante una transformación cualitativa del régimen.

Así, a todos los objetos y fenómenos les son inherentes los rasgos de cantidad y calidad, La cantidad y la calidad están
vinculadas entre sí, pasando, en el proceso del desarrollo, los cambios cuantitativos graduales e imperceptibles a
cambios radicales cualitativos. Este paso se realiza en forma de salto.

Tal es la esencia de la ley dialéctica del tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos.

Como hemos visto, el salto es una forma obligatoria y universal de tránsito de los cambios cuantitativos a cualitativos,
pero, como en el mundo existen objetos y fenómenos de lo más variados, los saltos también son multiformes.
Detengámonos más detalladamente en la cuestión del carácter multiforme de los saltos.

➢ Carácter multiforme del tránsito de la calidad vieja a la nueva

El rasgo fundamental de todo salto es el viraje cardinal operado en el desarrollo, la formación de una nueva calidad. Sin
embargo, en distintos objetos este viraje, el tránsito de la calidad vieja a la nueva, se produce de distinta manera. La
forma del salto enseña cómo y de qué manera se produce el tránsito de lo viejo a lo nuevo: rápidamente, íntegramente,
súbitamente, gradualmente o por partes. Unos saltos transcurren en forma brusca y rápida, pasando la vieja calidad a
la nueva de golpe y por completo.

Otros saltos se realizan con menos rapidez y brusquedad. En este caso la vieja calidad no pasa súbita ni íntegramente
a la nueva, sino por partes: los elementos de lo viejo se extinguen poco a poco y son sustituidos con la misma lentitud
por elementos de la nueva calidad. El salto de esta índole, como cambio cualitativo paulatino, no se debe confundir con
la acumulación cuantitativa gradual. Por muy gradual que sea su curso, este salto es también un cambio mucho más
165
rápido y perceptible que el- cambio cuantitativo más intenso. Además, los cambios cuantitativos graduales no afectan
la esencia ni la naturaleza del objeto, mientras que cualquier salto, incluido el gradual, siempre es un viraje decisivo en
el desarrollo, transforma el objeto y lo trueca en otro de calidad nueva.

¿De qué depende la forma del salto?

Ante todo del carácter del fenómeno en desarrollo. Cada fenómeno se trueca en otro nuevo de una manera propia en
él. Por ejemplo, la transformación de unas partículas “elementales” en otras sucede por explosión. Apenas un electrón
y un positrón con energías bastante altas chocan, se produce una explosión que testimonia el trueque de las partículas
primarias en otras (fotones). Con la misma rapidez se opera inmediatamente la transformación de unos elementos
químicos en otros, aumentando o disminuyendo la magnitud de la carga de los núcleos atómicos.

En la Naturaleza orgánica los saltos, por regla general, presentan carácter paulatino. La aparición de nuevas especies
ocurre en dependencia del medio exterior. El medio, que circunda a los organismos, cambia lentamente, paulatinamente.
Con eso se explica en gran medida el hecho de que las nuevas especies de plantas y animales no se den en seguida,
sino en el proceso de un desarrollo prolongado, durante el cual los organismos van adquiriendo poco a poco y
transmitiéndose por herencia nuevas propiedades, que responden a las condiciones modificadas del medio, y perdiendo
las propiedades viejas que han dejado de corresponder a esas condiciones nuevas.

Como ya sabemos, el hombre también surgió en el curso de un desarrollo prolongado; sin embargo, a pesar del carácter
gradual de la transformación del mono antropomorfo en hombre, esta misma transformación fue un salto grandísimo,
un punto de viraje en el desarrollo del reino animal. Puso comienzo a la existencia y desarrollo de la sociedad humana.

La forma del salto depende asimismo de las condiciones en que el desarrollo del fenómeno transcurra. En la
desintegración radiactiva, por ejemplo, se opera el proceso de transformación de los núcleos de unos elementos
químicos en núcleos de otros más ligeros, transformación que va acompañada del tránsito de la energía atómica a
térmica. Este tránsito, según sean las condiciones, puede presentar forma de explosión (en la bomba atómica) o de
transformación gradual de la energía del átomo en calor (en los reactores de las centrales átomo eléctricas).

En el desarrollo social el tránsito de la vieja calidad a la nueva se puede realizar tanto en forma de cambios rápidos e
impetuosos como graduales.

El tener en cuenta las particularidades de los saltos es de enorme importancia en la actividad práctica. Sin poner en
claro estas particularidades no se pueden encontrar vías acertadas de tránsito de lo viejo a lo nuevo.

8.8 Ley de la negación de la negación

La ley de la negación de la negación da a conocer la dirección general, la tendencia, del desarrollo del mundo material.

Para comprender la esencia y alcance de esta ley se debe poner en claro, ante todo, qué es negación dialéctica y qué
lugar ocupa en el desarrollo.

➢ Negación dialéctica y su oficio en el desarrollo

En cualquier campo de la realidad material se opera constantemente el proceso de muerte de lo viejo, caduco, y
nacimiento de lo nuevo, progresivo. La sustitución de lo viejo por lo nuevo, de lo que muere por lo que nace, es
precisamente el desarrollo; y el propio vencimiento de lo viejo por lo nuevo, que surge a base de lo viejo, se llama
negación.

El término “negación” lo introdujo Hegel en la Filosofía, pero imprimiéndole un sentido idealista. Según Hegel, la
negación se basa en el desarrollo de la idea, del pensamiento.

Marx y Engels conservaron el término de “negación”, interpretándolo de manera materialista. Mostraron que la negación
constituye un momento inseparable del desarrollo de la propia realidad material. En ninguna esfera puede existir
desarrollo que no niegue sus formas precursoras (le existencia. El desarrollo de la corteza terrestre, verbigracia, pasó
166
por varias épocas geológicas, siendo cada nueva época, que surgía a base de la anterior, determinada negación de la
vieja. En el mundo orgánico cada especie nueva de planta o animal, surgida a base de la vieja, es al mismo tiempo su
negación. La historia de la sociedad constituye también una cadena de negaciones de viejos regímenes sociales por
nuevos: la sociedad primitiva fue negada por la esclavista; la esclavista, por la feudal; el feudalismo, por el capitalismo;
y el capitalismo, por el socialismo. La negación es también inherente al desarrollo del conocimiento, de las ciencias.
Cada teoría nueva, más perfecta, vence a la vieja, menos perfecta.

La negación no es algo traído al objeto o fenómeno desde el exterior. Es el resultado de su propio desarrollo interior.
Los objetos y fenómenos, como ya sabemos, son contradictorios y, al desarrollarse a base de las contradicciones
internas, crean en ellos mismos las condiciones de su propia destrucción para pasar a otra calidad nueva, superior. La
negación es precisamente la superación de lo viejo a base de las contradicciones internas; el resultado del auto
desarrollo y automovimiento de los objetos y fenómenos.

Comprensión dialéctica y comprensión metafísica de la negación. La dialéctica y la metafísica entienden de distinta


manera la esencia de la negación. Tergiversando el proceso del desarrollo de la realidad material, la metafísica entiende
la negación como la repulsa y destrucción absoluta de lo viejo. Es “desnuda” y “yana” esa interpretación de la negación,
puesto que excluía toda posibilidad de desarrollo sucesivo.

La dialéctica pone al desnudo la verdadera esencia de la negación dialéctica. Lo peculiar de la dialéctica no es la


negación “desnuda” y “vana”, sino la negación “como momento de la concatenación, como momento del desarrollo,
conservando lo positivo”.

La comprensión dialéctica de la negación parte de que lo nuevo no destruye totalmente lo viejo, sino que conserva todo
lo mejor que había en ello. Y no sólo lo conserva, sino que lo transforma y eleva a un grado más alto. Así, los organismos
superiores, al negar los inferiores, a base de los cuales surgieron, conservaron la estructura celular, el carácter selectivo
del reflejo y otros rasgos inherentes a ellos. El nuevo régimen social, al negar el viejo, conserva sus fuerzas productivas
y adelantos científicos, técnicos y culturales. La vinculación de lo nuevo con lo viejo se verifica en el conocimiento, en
la ciencia.

Así, pues, la comprensión de la negación reconoce la sucesión, la vinculación de lo nuevo con lo viejo, en el proceso
del desarrollo. Pero se debe tener en cuenta que lo nuevo jamás recibe enteramente lo viejo en su forma anterior. Toma
de lo viejo sólo algunos elementos o aspectos, sin agregárselos mecánicamente, sino asimilándolos y transformándolos
de acuerdo con su propia naturaleza. La dialéctica exige que se enfoque de manera crítica la experiencia pasada de la
humanidad y expresa la necesidad de aprovechar esa experiencia de modo creador y tener rigurosamente en cuenta
las nuevas condiciones y tareas de la sociedad. La filosofía, por ejemplo, no ha admitido simplemente las conquistas
del pensamiento filosófico del pasado, sino que las ha estudiado con un criterio crítico, las ha enriquecido con nuevas
conquistas de la ciencia y de la práctica y ha elevado la Filosofía a un grado cualitativamente nuevo, superior.

➢ Carácter progresivo del desarrollo

El desarrollo como progreso. Así, hemos aclarado que, como resultado de la negación, se resuelve una u otra
contradicción, se destruye lo viejo y se consolida lo nuevo. Más ¿cesa el desarrollo ahí? No, el desarrollo no se
interrumpe con el nacimiento de lo nuevo. Lo nuevo no es eternamente nuevo. Al desarrollarse, prepara premisas y
condiciones para el nacimiento de algo mas nuevo y avanzado. Tan pronto como estas premisas y condiciones maduran,
vuelve a manifestarse la negación. Esta es ya la negación de la negación, o sea, la negación de lo que antes venciera
a lo viejo, la sustitución de lo nuevo por algo aún más nuevo: lo novísimo. El resultado de esta segunda negación vuelve
a ser negado, vencido, y así sucesivamente. El desarrollo se manifiesta, pues, como incontable multitud de negaciones
que se suceden una a otra, como una sustitución infinita y superación de lo viejo por lo nuevo.

Como toda fase superior del desarrollo niega en los inferiores lo que h caducado, recibiendo y multiplicando al mismo
tiempo las conquistas alcanzadas en las fases anteriores, el desarrollo adquiere en su totalidad un carácter progresivo,
ascendente. El progreso es precisamente 1 dirección general que peculiariza el desarrollo dialéctico.

El progreso se produce en todos los campos de la realidad.

Examinemos, aunque sea a grandes rasgos, el desarrollo progresivo en nuestro planeta.


167
Como ya se ha dicho, el material inicial para formar los planetas del sistema solar, incluida la Tierra, fue la materia en
estado gaseoso- pulverulento, en la que estaban contenidos los elementos químicos más simples. Durante el desarrollo
de la Naturaleza estas sustancias se fueron haciendo más complejas cada vez. En consecuencia, surgió la Naturaleza
viva, orgánica. Los organismos vivos también se desarrollaron de lo simple a lo complejo: de las formas precursoras de
la célula a la célula, de los organismos unicelulares a animales más complejos cuya evolución dio lugar a que
apareciesen los monos antropomorfos y, posteriormente, el hombre. Con el surgimiento del hombre comienza el proceso
de desarrollo social. Los regímenes de la comunidad primitiva, esclavista, feudal, capitalista y socialista, fueron etapas
consecutivas del desarrollo progresivo de la sociedad.

La particularidad más importante del progreso en la sociedad es el incremento constante del ritmo del desarrollo. El
proceso de surgimiento del hombre empezó aproximadamente hace un millón de años. Si se tiene en cuenta que el
hombre moderno existe sólo varias decenas de milenios, se puede uno imaginar qué ritmo tan lento ha seguido el
proceso de su formación. El progreso de las sociedades esclavista y feudal fue más rápido, a pesar de que también se
prolongó varios milenios. El capitalismo se desarrolla con celeridad mucho mayor que el feudalismo. En el socialismo,
el ritmo del desarrollo económico y cultural se ha acelerado enormemente. En el futuro, cuando la humanidad se libre
de todo lo que frena el progreso, y tenga la posibilidad de aplicar todos los medios para dominar las fuerzas de la
Naturaleza, el ritmo del desarrollo alcanzará proporciones inauditas.

Carácter espiral del desarrollo. La afirmación del carácter progresivo del desarrollo es el rasgo principal, pero no el
único, de la ley de la negación de la negación. Esta ley no caracteriza el desarrollo como un movimiento rectilíneo, sino
como un movimiento extraordinariamente complejo, algo así como un proceso en forma de espiral en el que se repiten
de cierto modo las etapas recorridas y se retrocede, en cierto sentido, hacia el pasado. Es un desarrollo que parece
repetir las etapas ya recorridas, pero de otro modo, sobre una base más alta (la “negación de la negación”); un desarrollo
que no discurre en línea recta, sino en espiral.

El carácter espiral del desarrollo es propio de distintas esferas de la realidad. Tal vez una de las manifestaciones más
patentes de esta particularidad del desarrollo de la Naturaleza inanimada sea la ley periódica, que ya hemos
mencionado, de los elementos químicos, de Mendeléiev.

Como ya sabemos, en el sistema periódico de Mendeléiev los elementos están dispuestos según la magnitud de la
carga positiva de sus núcleos atómicos. Forman períodos y grupos, en los que se observa determinada repetición de
las propiedades. Tomemos, verbigracia, el segundo período, que empieza por el litio. El litio es un elemento de
propiedades metálicas muy acusadas, es un metal alcalino. A medida que aumenta la carga del núcleo en los elementos
que le siguen, las propiedades metálicas peculiares van disminuyendo paulatinamente y aumentando las no metálicas.
Al final del período se encuentra ya un metaloide claramente manifiesto, el flúor, y un gas inerte, el neón. El período
consecutivo, el tercero, vuelve a empezar por un metal alcalino (sodio) y acaba por el metaloide cloro y el gas inerte
argón. Lo mismo vuelve a repetirse en los períodos subsiguientes, en los que sucede también la negación de las
propiedades metálicas por propiedades no metálicas, y luego, al pasar a otro período, estas últimas vuelven a ser
negadas por las propiedades de los metales. Ocurre algo así como un retorno a lo viejo: la negación de la negación.

Este sistema de elementos se puede representar esquemáticamente en forma de espiral ascendente. La repetición de
las propiedades se produce a través del aumento constante del número de elementos (en el primer período, dos; en el
segundo, ocho; y así sucesivamente) y discurre sobre una base cualitativamente distinta: los elementos del nuevo
período tienen el núcleo con mayor carga, una estructura más compleja y nuevas propiedades.

El desarrollo en espiral se observa también en el mundo orgánico. Veamos la acción de esta ley en el ejemplo del
desarrollo de un grano de cebada. Del grano, puesto en condiciones propicias, brota el tallo, que es la negación del
grano. Luego del tallo crece la espiga con nuevos granos. Ahora los nuevos granos niegan ya el tallo, son la negación
de la negación. Con ello se produce cierto retorno al punto de partida, al grano, pero sobre otra base. Los nuevos granos
se distinguen del sembrado no sólo por la cantidad (de uno han salido de diez a veinte), sino también, a menudo, por
sus propiedades. El desarrollo discurre asimismo en este caso en espiral. En su base está un grano, del que crecen
luego varios; y éstos, a su vez, dan origen a mayor cantidad aún.

El desarrollo en espiral tiene lugar también en la vida social. La primera forma de organización social fue el régimen de
la comunidad primitiva. Fue una sociedad sin clases, basada en la posesión común de los medios de producción,
sumamente rudimentarios. El desarrollo sucesivo de la producción llevó a la negación de este régimen por la sociedad
168
esclavista, dividida en clases. Luego la propiedad esclavista fue sustituida por el feudalismo; y el feudalismo, por el
capitalismo. Al capitalismo ha sucedido el socialismo. Esto es ya algo así como la negación de la negación, el retorno,
en cierta medida, al punto de arranque del desarrollo, pero sobre una base completamente distinta, nueva
cualitativamente.

Como vemos, la negación de la negación peculiariza cierta reiteración cíclica en el desarrollo progresivo de la materia.
Sin embargo, debemos remarcar que la repetición de las etapas ya recorridas del desarrollo no es un retorno literal a lo
viejo, sino la afirmación de lo nuevo, que, a menudo, guarda con lo viejo sólo un parecido exterior, formal, y se distingue
radicalmente de él por su naturaleza interna. El sodio, verbigracia, por el que empieza el tercer período del sistema de
Mendeléiev, se incluye, como el litio, en el grupo de los metales alcalinos, pero tiene una organización más compleja y
propiedades inherentes a él solo.

La propiedad social dominante en el socialismo parece reproducir la propiedad comunal de la sociedad primitiva, pero
la reproduce sobre una base material y espiritual completamente nueva, base que no se puede comparar con la del
régimen de la comunidad primitiva.

Así, el desarrollo se produce negando lo viejo por lo nuevo y lo inferior por lo superior. Por cuanto lo nuevo, al negar lo
viejo, conserva y desarrolla sus rasgos positivos, el desarrollo adquiere un carácter progresivo. Al mismo tiempo discurre
en espiral, repitiendo en las fases superiores algunos aspectos y rasgos de las inferiores.

Tal es la esencia de la ley dialéctica de la negación de la negación.

Así, pues, en este capítulo hemos examinado las leyes fundamentales de la dialéctica materialista. Estas leyes explican
el desarrollo y el movimiento universal en el mundo material, dan a conocer sus fuentes y causas motrices implícitas en
las contradicciones internas. Ponen al desnudo el carácter de] desarrollo en forma de saltos, su tendencia ascendente
y progresiva, señalando que el progreso de la realidad material transcurre a base de sustituciones continuas, a base de
la negación de lo viejo por lo nuevo.

Para comprender de manera más completa y multilateral el desarrollo es necesario examinar también las categorías
fundamentales de la dialéctica materialista.

8.9 Categorías de la dialéctica


O. Yajot

➢ ¿QUE SON LAS CATEGORÍAS FILOSÓFICAS?

Ustedes saben ya que el hombre no puede pasarse sin conceptos generales. Los físicos, por ejemplo, estudian las
propiedades de los distintos cuerpos de conservar el estado inicial de reposo o de movimiento uniforme. Pero no pueden
limitarse a eso. Ante ellos surge ineluctablemente una pregunta: ¿Por qué se manifiestan estas propiedades en todos
los cuerpos, qué tienen de común? De esta forma, el estudio de las propiedades de los diversos objetos sirve de base
a los físicos para formular el concepto general de “inercia”. Lo mismo debe decirse de la masa, de la medida de inercia
de los cuerpos. Tampoco en este caso es posible limitarse a estudiar la masa de los distintos cuerpos: hay que formular
una definición genérica de lo que es la masa en general. De la misma manera se forma en física el concepto general
porque concentra todo lo esencial que caracteriza no sólo la energía de un cuerpo concreto, sino la de todos los cuerpos
y procesos dotados de ella.

En Biología podemos observar un cuadro análogo. Esta ciencia no estudia únicamente las distintas especies de peces,
mamíferos u otros organismos vivos, sino que establece qué es la especie en general.

Los conceptos que expresan los rasgos, nexos y aspectos más generales de los fenómenos y objetos se llaman
categorías. Cada ciencia crea conceptos científicos, categorías: “especie”, “herencia”, etc., en biología; “valor”, “trabajo”,
etc., en economía política; “elemento químico”, “reacción química”, etc., en química, y así sucesivamente.

Sin embargo, ¿Son suficientes estas categorías establecidas en las ciencias concretas? Pensemos un poco. Cada una
de ellas estudia los conceptos generales en los límites de su ciencia. Pero sabemos ya que existen las propiedades
más generales de las cosas y fenómenos del mundo. ¿Qué ciencia formula estos conceptos generales? La Física, por
169
ejemplo, no puede hacerlo, pues se limita al ámbito de su rama del saber. Lo mismo ocurre con la Química, la Biología
y otras ciencias.

Las propiedades más generales de las cosas se reflejan en las categoría filosóficas: “materia”, “movimiento”, “espacio”,
“tiempo”, “calidad”, “cantidad”, “contradicción”, etc. Las categorías filosóficas son los conceptos más generales. Por
consiguiente, es imposible limitarse a las categorías que crean la Física, la Química y otras ciencias particulares. En el
proceso del conocimiento (Proceso cognoscitivo) se crean categorías filosóficas para reflejar las propiedades más
generales de los fenómenos del mundo existente. Las categorías como cualquier otro concepto, son secundarias,
derivadas. El estudio paulatino de las cosas del mundo real ha llevado a la formación de conceptos, comprendidos
también los más generales, es decir, las categorías filosóficas. Esto significa que la fuente de las categorías son los
objetos y fenómenos, el mundo objetivo, que existen fuera del hombre. Por eso, las categorías tienen carácter objetivo.

Una vez surgidas, las categorías filosóficas sirven de punto de orientación a las diversas ciencias. Por ejemplo, antes
de buscar las causas de una enfermedad, el médico debe saber qué es causa, si existe objetivamente, etc. En una
palabra, debe conocer la categoría de “causalidad”. Porque si la causalidad no existe objetivamente, como afirman los
idealistas, ¿qué sentido tiene buscarla y concederle tanta importancia?

La doctrina materialista del carácter secundario y objetivo de las categorías proporciona una orientación certera en la
actividad práctica.

Los idealistas tergiversan el verdadero sentido y la importancia de las categorías. Los idealistas objetivos -Hegel, por
ejemplo- ven en ellas un producto de cierta fuerza espiritual que se encuentra fuera del mundo material. Las categorías
creadas por el espíritu, dicen, sirven como “medida” de la realidad.

En esta concepción todo está invertido: resulta que no son las categorías las que reflejan las propiedades de las cosas,
sino que, al revés, las cosas deben ajustarse a las correspondientes categorías.

Los idealistas subjetivos arrancan de que las categorías no tienen ningún contenido objetivo, son subjetivas. Kant, por
ejemplo, considera que las categorías existen en la conciencia del sujeto, del hombre, antes ya de que éste empiece a
conocer el mundo. Los idealistas de nuestros días repiten también esta deducción. Pero ustedes saben ya que opinión
no es científica: las categorías reflejan las propiedades generales de las cosas, y éstas existen antes de que el hombre
empiece a estudiarlas.

Estudiaremos a continuación algunas de las categorías más importantes.

8.10 Lo singular, lo particular y lo universal

➢ ¿QUE SON LO SINGULAR Y LO UNIVERSAL?

Cuando decimos “esta máquina”, “este hombre” o “este árbol” hablamos de objetos singulares. Pero cuando hablamos
en general de “la máquina”, “el hombre”, o “el árbol”, nos referimos a todo un grupo o clase de esos fenómenos.

En la propia realidad existen el pino que admiraron los niños durante la fiesta de navidad, el roble a cuya sombra
descansamos y el abedul en que recreamos nuestra vista. Sin embargo, a veces hablamos también en general del
“pino”, el “roble” y el “abedul”, ¿de dónde proceden estos conceptos generales?

Cada objeto posee siempre una serie de propiedades específicas. Debido a ello, en nuestro pensamiento se forman
conceptos sobre las cosas singulares que son un reflejo de las indicadas propiedades de los objetos. Es la categoría de
“lo singular”. Pedro, por ejemplo, se diferencia de Juan por su estatura, el color de los cabellos y la manera de hablar.
Por eso no se parecen el uno al otro. Se diferencian también entre sí, por una serie de rasgos, este abedul de otro, este
abeto del que crece al lado suyo, etc.

Ahora bien, todos los abetos, aunque sean diferentes, tienen mucho de común; algunas propiedades biológicas
inherentes a todos los abetos, por ejemplo, la forma, etc. Igual ocurre con los seres humanos. Cada uno tiene una serie
de peculiaridades y’ rasgos individuales, propios sólo de él. Pero, además, tiene lo que es general para todas las
170
personas: la facultad de trabajar, pensar, hablar, etc. De lo dicho se deduce claramente que lo individual o singular está
vinculado, a lo general o universal, como podremos ver en la oración más simple. Cuando decimos “Leal es un perro” y
“Pedro es un hombre”, los conceptos “Leal” y “Pedro” son lo singular, y los conceptos “hombre” y “perro” son lo universal.
Unos y otros caracterizan al mismo objeto.

Así pues, lo singular es un objeto o fenómeno concreto del mundo material. Lo universal es lo inherente a un grupo de
objetos y fenómenos vinculados entre sí. Por eso, lo singular está siempre ligado a lo universal a que pertenece, como,
por ejemplo, este abedul al grupo de árboles y Pedro a la clase de las personas.

Esta comunidad no es siempre igual; este objeto no es sólo un abedul sino un árbol; “Leal” no es sólo un perro, sino un
animal. Esto significa que lo general, lo que vincula el abedul en cuestión con otros abedules se une en la especie de
“abedul”. Este grado de comunidad es lo que se denomina “lo particular”. Y lo general que emparenta a todos los
abedules con los árboles en general en la familia de “árbol” es lo universal. Por consiguiente, “Leal” es lo singular, perro
lo particular, y animal, lo universal; hidrógeno es lo singular; gas, lo particular, y elemento químico, lo universal. Se
establece así la siguiente relación: singular - particular - universal.

Dicho esto, escucharemos, _n duda, una pregunta: “,Pero si en la propia naturaleza existe sólo lo singular, que se refleja
en la categoría de lo singular?, ¿Tiene la categoría de lo universal su analogía en la realidad? Si no la tiene, ¿no será
lo universal una simple creación de nuestro cerebro?”. La pregunta capta con acierto la dificultad existente en el propio
planteamiento del problema de lo singular y lo universal; un problema que no han podido resolver los filósofos que
piensan metafísicamente, pues separan lo singular dedo universal. Mas el quid de la cuestión está en que lo singular y
lo universal se encuentran en relación indisoluble, dialéctica. Por eso, sólo podremos comprender la respuesta a esta
pregunta cuando aclaremos en qué consiste esa relación.

➢ DIALÉCTICA DE LO SINGULAR Y LO UNIVERSAL

Lo singular, lo individual no existe aislado de lo universal. Por ejemplo, un abedul concreto tiene una serie de
propiedades esenciales inherentes al árbol en general. Por tanto, se establece una relación indisoluble entre lo singular
y lo universal: todo lo singular es, de uno u otro modo, universal, y todo lo universal existe en lo singular. Los contrarios
(lo singular es contrario de lo universal) son idénticos: lo singular no existe mas que en esa relación que lleva a lo
universal. Lo universal existe únicamente en lo singular, a través de lo singular.

Así resuelve el materialismo dialéctico el problema de la relación entre lo singular y lo universal.

Los idealistas responden de otra manera. Tergiversan la dialéctica de lo singular y de lo universal. Platón, por ejemplo,
afirmaba que “lo universal”, es decir, “la idea”, existe con anterioridad a lo singular, con anterioridad a las cosas reales.
Hegel y otros idealistas objetivos expresaron el mismo pensamiento. Pero ustedes saben ya que eso es falso.
Agrupamos las violetas en el concepto general de “florecilla” únicamente porque todas ellas tienen algo común que las
hace flores. Si no existiera eso en lo singular, en la propia realidad, no existiera tampoco el concepto general. Lo
universal existe en las cosas singulares. Nuestra mente lo refleja, pero no lo crea.

No hay especies de animales o de plantas aparte de los animales y las plantas que existen en la realidad. Por lo tanto,
lo universal no puede ser lo primario. No puede ser tampoco, como hemos visto, una construcción de nuestro cerebro.
Lo universal existe objetivamente, en la propia realidad, mas no por sí solo, no separado de las cosas, sino en las
propiedades comunes que poseen las cosas y los fenómenos. Lo universal, pues, se refleja en nuestra conciencia pero
no es creado por ella.

Por consiguiente, es imposible separar lo singular y lo universal. Lo singular contiene en sí lo universal, y lo universal
existe únicamente en lo singular (individual) y a través de ello.

➢ SIGNIFICACIÓN PRÁCTICA DE LAS CATEGORIAS DE LO SINGULAR Y DE LO UNIVERSAL


171
Es muy frecuente que la solución práctica de los problemas esté vinculada al análisis de las categorías de lo singular y
lo universal. Esto ocurre, sobre todo, cuando se trata de aplicar de manera concreta conceptos generales como las
leyes de la ciencia.

Las leyes de la naturaleza y de la vida social se manifiestan siempre en cosas y fenómenos singulares, concretos, en
la naturaleza no existen “leyes en general”. Al mismo tiempo, los diversos objetos y procesos del mundo circundante,
comprendidos también los fenómenos sociales, tienen multitud de peculiaridades individuales, de rasgos irrepetibles
específicos, originados por las condiciones en que se manifiestan. De ahí que en la actividad práctica tenga la mayor
importancia estudiar de manera concreta los fenómenos singulares y las condiciones en que se producen.

Quizás pregunten ustedes: “,Para qué, entonces, estudiar las leyes generales? ¿No será mejor estudiar sólo las
condiciones y procesos concretos que nos interesan?”. Razonar así sería profundamente erróneo. En efecto, si
recordamos que lo singular está vinculado a lo universal y que lo universal revela la esencia de lo singular, estará claro
que importa estudiar las leyes precisamente porque nos dan a conocer los procesos y propiedades peculiares de todo
un grupo de fenómenos.

En cada caso, utilizando el conocimiento de las leyes generalmente, los hombres aprovechan la experiencia de
generaciones y generaciones y no tienen por qué “descubrir” esas leyes una y otra vez. Por ejemplo, si han sido
estudiadas las leyes generales de desarrollo de la sociedad, no hay necesidad de “descubrirlas” de nuevo cada vez; lo
único que hace falta es aplicarlas con acierto a las condiciones concretas.

Habrán podido convencerse por cuanto queda dicho, de que en la actividad práctica no es posible guiarse únicamente
por las tesis generales, aplicándolas sin tomar en consideración las condiciones en que se desarrollan los fenómenos
singulares. Sólo el conocimiento de la dialéctica de lo singular y lo universal proporciona una orientación certera en la
actividad práctica.

8.11 Contenido y forma

➢ ¿QUE SON EL CONTENIDO Y LA FORMA?

Cualquier objeto, fenómeno o proceso tiene determinadas peculiaridades cualitativas, rasgos esenciales. Su conjunto
crea el contenido del objeto dado.

Si tomamos una obra artística, su contenido será el tema fundamental que revela la esencia de las relaciones sociales
expresadas en ella. El contenido de una conferencia son las ideas principales expuestas en ella, lo que proporciona a
los oyentes, lo que les enseña.

Ahora bien, ¿puede el contenido existir por sí solo? Reflexionemos.

Imagínense ustedes que en el territorio de unas obras tienen ante sí todos los elementos, todo el “contenido” de una
casa. ¿Podrán decir, no obstante, que tienen ante sí una casa? Claro que no. La casa sólo existirá cuando sean
montados debidamente todos los elementos, cuando se le dé la forma correspondiente.

Como ven, el contenido debe ser formalizado, por así decirlo. No existe ni puede existir fuera de la forma
correspondiente. Por tanto, cualquier objeto o fenómeno posee, además de contenido, forma. La forma es la
organización interna, la estructura del contenido que hace posible su existencia.

Pero ustedes podrán preguntar: ¿Es que cambia el contenido de un libro por el hecho de que se modifique su forma,
por ejemplo, la encuadernación, el tipo de letra, etc.? No, no cambia. Entonces, ¿qué ocurre? Ocurre que existen formas
diferentes: externas e internas. La encuadernación de un libro o el color de un objeto constituyen la forma externa con
relación al contenido. Más antes nos referíamos a la forma interna.

La forma externa no influye de manera esencial en el contenido, no tiene importancia decisiva para él. En cambio, la
forma interna -por ejemplo, cómo se revela en un libro su idea principal o la correlación de los elementos de la casa y
172
su tamaño, que le dan un aspecto determinado— afecta directamente al contenido. En este caso se da forma al propio
contenido.

Resulta, pues, que la forma y el contenido son un tildo único. En cualquier objeto o proceso se hallan siempre
estrechamente vinculados. ¿Qué papel desempeña cada una de estas categorías? ¿Qué es lo rector, lo determinante
en esta unidad?

➢ EL CONTENIDO DETERMINA LA FORMA

La experiencia demuestra que cuando se trata, por ejemplo., del estudio, lo principal es el contenido, mientras que la
forma debe ser determinada en consonancia con él. Los seminarios, la labor individual, etc., son formas que se adoptan
en consonancia con lo que se estudia, con las peculiaridades de los alumnos y su preparación, es decir, con el contenido.
Así ocurre siempre: el contenido determina la forma.

Verán, por cuanto queda dicho, que la forma del objeto depende del fin a que está destinado, de su contenido, el cual
desempeña el papel determinante.

La dependencia de la forma respecto del contenido no significa que un contenido concreto pueda originar una sola
forma. Así lo muestran claramente los ejemplos de la vida social, en la que la forma es originada por el contenido,
vinculado siempre a determinadas condiciones históricas concretas. De ahí que no pueda haber una sola forma
anquilosada.

Ustedes preguntarán: “Si la forma está subordinada al contenido, ¿no significará eso que no desempeña ningún papel
y que puede ser menospreciada?”.

➢ PAPEL ACTIVO DE LA FORMA

No, no se puede menospreciar la forma. Aunque depende del contenido, ejerce sobre él una influencia activa. Veamos
un ejemplo. Una persona da una conferencia sobre la situación internacional. Los hechos y datos que ha reunido son,
actuales e incontestables. Pero la forma de exposición es confusa, falta de interés, pesada. ¿Se reflejará esa forma en
el contenido? Sin duda alguna: éste llegará con dificultad hasta los oyentes y el conferenciante no logrará el fin
propuesto. Otro conferenciante expone esos mismos hechos de una manera viva, interesante, brillante. Y el resultado
es completamente distinto. Los oyentes asimilan bien lo que se les dice y el conferenciante consigue su propósito.

Resulta, pues, que no sólo el contenido influye en la forma, sino que, viceversa, la forma influye también en el contenido.
Y esta influencia puede ser doble. Si la forma corresponde al contenido, contribuye a su desarrollo como en nuestro
segundo caso. Pero si la forma no corresponde al contenido, lo dificulta, frena su desarrollo, como hemos visto en el
primer caso, De todos modos, su papel es siempre activo: influye en el contenido.

De los ejemplos expuestos se deduce que en la actividad práctica no debe atribuirse el, papel decisivo únicamente al
contenido, dando al olvido la actividad de la forma. Hay que tener en cuenta también el influjo inverso de la forma. Por
ejemplo, las conferencias deben ser no sólo buenas por el contenido, sino también brillantes e interesantes por la forma.

Nuestro lector dirá: “Está claro que la forma contribuye al desarrollo del contenido. Pero, ¿cómo entender que la forma
frena el contenido, si hemos dicho que se establece en dependencia de él y que existe unida a él? “.

➢ CONTRAIMCCIÓN ENTRE LA FORMA V EL CONTENIDO

No les será difícil entenderlo si tienen en cuenta que cualquier cosa se encuentra en desarrollo. Por eso, el contenido
no permanece nunca inmóvil, al mismo nivel, sino que se desarrolla. También la forma se desarrolla. Pero es más
estable, menos ágil. Se rezaga de su contenido. La forma y el contenido son contrarios. Y cuando esta oposición se
desarrolla para convertirse en contradicción entre una y otro, debe ser resuelta.

Todo nuevo invento nace inicialmente con la vieja forma, Por ejemplo, el primer automóvil era una copia exacta del
antiguo coche. La primera máquina de coser tenía “manos mecánicas”. Más llega un momento en que la vieja forma se
173
convierte en un freno para el desarrollo de las nuevas calidades de la máquina, para su contenido. La vieja forma del
automóvil impidió que aumentara la velocidad de su movimiento hasta que se dio al vehículo una forma aerodinámica.

El antagonismo entre la forma y el contenido no surge de pronto, sino que se desarrolla gradualmente. Al principio
aparecen entre ellos sólo pequeñas diferencias. Y no les será difícil comprender por qué: el contenido en desarrollo
adquiere nuevos rasgos, pero la forma no puede modificarse cada día y sigue siendo la misma hasta cierto momento.
Sin embargo, las diferencias van acumulándose paulatinamente y en una etapa determinada se transforman en
oposición entre la forma y el contenido. Entonces surgen ya entre ellos contradicciones, entran. en conflicto de hacer,
antagónicos. Y esas contradicciones se resuelven en las distintas esferas de la vida de una manera también distinta. El
conflicto entre la forma y el contenido en el desarrollo social se resuelve mediante la revolución en sus distintas formas.

Cuanto queda dicho nos permite llegar a una conclusión de importancia. En la actividad práctica no debemos aferrarnos
en ningún caso a unas u otras formas anticuadas de la vida social: hay que romperlas con audacia, manifestando
verdadero espíritu de innovación.

8.12 Esencia y fenomeno

➢ ¿QUE SON LA ESENCIA Y EL FENÓMENO?

La ciencia, la práctica, nos convence de que las cosas y los procesos que se producen en el mundo tienen dos
aspectos: el interno, oculto entre nosotros, y el externo, que podemos percibir. Cuando conocemos las cosas con ayuda
de los órganos de los sentidos, al principio percibimos únicamente algunos fenómenos aislados de las cosas en cuestión,
sólo la relación externa que existe entre ellas. Así conocemos lo que se encuentra en la superficie de los fenómenos, lo
que más salta a la vista: únicamente su nexo externo. Dicho con otras palabras: al principio aparece ante nosotros el
mundo de los fenómenos.

Pero ni la ciencia ni la práctica humana en su conjunto pueden limitarse a la simple percepción y descripción de los
distintos fenómenos, hechos y acontecimientos. Su misión es descubrir las leyes esenciales, estables, de los
fenómenos, su dependencia causal, su nexo interno. Las leyes de la naturaleza y de la sociedad no se perciben
directamente, no coinciden con los fenómenos. Descubrir el desarrollo, sujeto a leyes, de los procesos significa conocer
su naturaleza interna, es decir, penetrar en lo que funde en un todo único los distintos fenómenos, en lo que constituye
lo fundamental, lo principal, en ellos.

Los siguientes ejemplos les ayudarán a aclarar esta cuestión.

En el mundo existe multitud de organismos vivos, desde los protozoos hasta el hombre. Todos son diferentes. Pero
tienen una base común, algo que los une. Esta esencia consiste en que todos ellos son formas distintas de existencia
de los cuerpos albuminosos.

Tras la variedad de los fenómenos se descubre su esencia, es decir, su nexo interno, su base, las leyes que rigen su
desarrollo. Por eso “ley y esencia” son conceptos análogos (del mismo orden) o más exactamente, del mismo grado,
que expresan el ahondamiento del conocimiento de los fenómenos, del inundo, etc., por el hombre.

La expresión “profundizar en la esencia” significa precisamente la necesidad de comprender la base de los objetos, las
leyes de los procesos, el nexo orgánico interno entre los fenómenos, calar hondo en lo que hay de común, en lo que es
más peculiar de toda una clase de fenómenos, en las leyes de su desarrollo.

Como ven, la esencia es la expresión del nexo interno del mundo objetivo, es la base de la variedad de los fenómenos.
El fenómeno es la revelación de la esencia, la forma externa en que ésta se manifiesta. De ahí que la esencia no sea
algo que existe antes que los fenómenos e independientemente de ellos. La esencia y el fenómeno reflejan aspectos
distintos de una misma realidad: la esencia, los aspectos internos y fundamentales; el fenómeno, los aspectos externos
e inmediatos

➢ NEXO Y CONTRADICCIÓN ENTRE LA ESENCIA Y EL FENÓMENO


174
¿Qué relación existe entre la esencia y el fenómeno? Advirtamos, ante todo, que representan una unidad irrompible.
“La esencia se manifiesta. El fenómeno es esencia.” No hay, por ejemplo, una línea divisoria infranqueable entre el
contenido interno del individuo y su manifestación externa en el comportamiento, en las acciones. Por eso se dice: “Al
hombre se le juzga por sus actos.” En ellos precisamente se manifiesta el contenido interno, la esencia. Lo mismo puede
decirse de los actos de unos u otros grupos sociales, clases y partidos.

En cada fenómeno se descubre la esencia, pero no por completo, sino “en una determinación suya, en uno de sus
aspectos, en uno de sus momentos.”

La unidad de la esencia y del fenómeno no debe ser comprendida como si coincidieran directamente. “Toda ciencia
estaría de más si la forma de manifestarse las cosas y la esencia de éstas coincidiesen directamente.” En ese caso,
todo estaría en la superficie de los fenómenos y podrían descubrirse de golpe y directamente las leyes que rigen el
desarrollo de la naturaleza y de la sociedad, Más no es así: para descubrir la esencia es imprescindible una grande y
compleja labor de los científicos, ingenieros, agrónomos y millones de trabajadores. El descubrimiento de la esencia
requiere un análisis científico sobre la base de la práctica. Su experiencia personal puede convencerles de ello. Es muy
frecuente que el fenómeno, el aspecto externo de los acontecimientos, lejos de coincidir con la esencia, incluso la
tergiversen.

Nos parece, por ejemplo, que el Sol gira alrededor de la Tierra inmóvil. Mas esta apariencia está en contradicción con
la esencia, descubierta por el famoso científico polaco Nicolás Copérnico.

Como ven, en el proceso de la investigación científica penetramos en lo interno, en la esencia, a través de lo externo, a
través del fenómeno. Así resuelve la filosofía el problema de la concatenación de la esencia y el fenómeno. A esta
solución se opone la concepción idealista.

Los idealistas separan la esencia y el fenómeno. Ejemplo típico de ello es la filosofía de Kant, quien divide la realidad
en el mundo “de los fenómenos” y el mundo “de las esencias”. El mundo de las esencias -o, como él lo llama, “la cosa
en sí”- es inaccesible para nosotros: se encuentra el otro lado de los fenómenos.

Hegel resuelve de manera un tanto distinta el problema de la relación entre esencia y fenómeno. Critica a Kant porque
separa ambos con un abismo insuperable. Hegel ve el nexo existente entre la esencia y el fenómeno. Mas para él, la
esencia no es el contenido interno del mundo objetivo, sino la “idea absoluta”, manifestada en él. A través del fenómeno
no se revela la esencia de la cosa, sino la idea absoluta.

8.13 Causa y efecto

Ustedes saben, a través de la experiencia, que ningún fenómeno surge sin causa, “de por sí”, sino que lo, engendran el
desarrollo precedente de dicho fenómeno u otros fenómenos. De la nada no surge nada. Todo fenómeno tiene su origen,
lo que lo engendra. Es precisamente lo que se llama “causa”. Lo que crea, produce o da vida a otro fenómeno recibe el
nombre de causa. Lo que surge bajo la acción de la causa se denomina efecto.

Así, pues, las categoría filosóficas, de “causa” y “efecto” expresan la relación existente entre dos fenómenos, de los
cuales uno, llamado causa, produce ineluctablemente el otro, denominado efecto; esa relación recibe el nombre de
relación causal (o de causa y efecto).

➢ RASGOS PRINCIPALES DE LA CAUSALIDAD

Cuando el vapor hace girar la rueda móvil de la turbina, la relación que surge entre la fuerza del vapor y la rueda móvil
existe independientemente de nuestra conciencia, en la propia realidad, en la naturaleza. Este y otros ejemplos
semejantes muestran que cualquier relación causal es originada por cosas con existencia real. Por eso, uno de los
rasgos más importantes de la relación de causa y efecto es su carácter objetivo.

Los pensadores que sustentan la opinión de que en la naturaleza y en la sociedad existe la condicionalidad causal
universal de los fenómenos, la necesidad, la ley objetiva, independiente del hombre, se llaman deterministas. Los
deterministas consideran que todos los fenómenos de la naturaleza vienen condicionados por una u otra causa, por
175
unas u otras leyes. Todo lo que ocurre en el mundo es necesario precisamente porque está determinado, como dicen
los filósofos.

Los deterministas han luchado a lo largo de toda la historia de la filosofía contra la negación de la causalidad, contra el
indeterminismo. Los idealistas de las distintas corrientes y tendencias parten de que el hombre crea la categoría de
causalidad para mayor “comodidad”, para “ahorrar pensamiento”, para poner orden en “el caos de fenómenos de la
naturaleza”. Así, el idealista subjetivo Berkeley intentó refutar, incluso, la idea de la causalidad. Lo mismo pretendieron
hacer, en el fondo, Hume y Kant, que negaron la existencia objetiva de la causalidad.

Ambos filósofos argumentan, como sigue, su tesis del carácter subjetivo de la causalidad. Una vela encendida, afirma
Hume, quema cada vez que la tocamos. Pero de eso no se desprende, segura él, que en lo sucesivo cause
ineludiblemente una quemadura. Un millón de veces ha ocurrido así, pero la vez millón y una puede ocurrir algo
completamente distinto. El hecho de que la quemadura haya sido originada hasta ahora por la vela encendida no
significa que ésta sea la causa.

Se quiere hacer creer que estos dos fenómenos -la vela encendida y la quemadura- coexisten simplemente, pero que
de ahí no puede deducirse que exista entre ellos relación causal. Hume, naturalmente, no tiene razón. No juzgamos que
las causas tomando como base únicamente las observaciones. Las estudiamos sobre la base de la experiencia, de la
práctica, las cuales revelan convincentemente por qué, en virtud de qué, por ejemplo, el fuego quema necesariamente.
La práctica, la experiencia, pone de manifiesto la dependencia causal de los fenómenos.

Otro rasgo de la causalidad consiste en que tiene carácter universal, y la ley de la causalidad es ley universal del mundo
material. Esto significa que no existe un solo fenómeno que no esté subordinada dicha ley, que no existe un solo
fenómeno que haya surgido en contra de la ley de la causalidad y no tenga su correspondiente fuente material. Ustedes
saben, sin duda, por experiencia propia que la ley de la causalidad no conoce excepciones. Si ha ocurrido algo, busque
la causa: sin ella no surge nada en el, mundo. No es causal que el pueblo diga: “Donde fuego se hace, humo sale”,
“Gallo que no canta, algo tiene en la garganta”, etc.

En la vida práctica buscamos siempre las causas de los acontecimientos. Por ejemplo, si se descubren serios defectos
en la calidad de la producción, buscamos sus causas. Suprimir las causas significa suprimir también los defectos
originados por ellas; la mala calidad de la producción.

De la propia esencia de las relaciones causales dimana otro rasgo: la causa tiene un carácter activo. Cuanto hemos
dicho antes les ayudará a comprenderlo con facilidad: puesto que la causa provoca el efecto, es un principio activo. Más
esto no significa que el efecto sea pasivo y no participe de ninguna manera en el proceso del desarrollo. Si la energía
del Sol, el calor, actúa sobre un trozo de lienzo mojado., el resultado es uno: el lienzo se seca. Si esa misma energía
actúa sobre la cera, el resultado es otro: la cera se derrite. Si la energía sola actúa sobre una planta, el resultado será
también distinto: bajo su acción se producirán procesos de importancia vital en la planta. De modo que la causa origina
efecto .determinado sólo en su relación con otras cosas y fenómenos. Por eso precisamente hablamos de relación
causal.

En el mundo se establecen relaciones causales en cantidad infinita, pero no todas desempeñan el mismo papel. Entre
ellas existen las principales, las esenciales, que deben ser destacadas en primer término.

➢ CAUSAS ESENCIALES Y NO ESENCIALES

Aduzcamos un ejemplo. Se ha descubierto producción de mala calidad. Buscamos las causas. Puesto que en la
producción son múltiples los nexos y las relaciones, las causas son también, de ordinario, muchas. Sin embargo, el
análisis muestra siempre que existen causas esenciales, principales, es decir, que determinan todas las demás causas.
En nuestro ejemplo pueden ser la baja disciplina tecnológica y de producción el trabajo arrítmico, etc. En efecto, son
ellas precisamente las que determinan todas las demás: los trabajadores negligentes que entregan artículos defectuosos
surgen donde la disciplina de la producción es baja. El trabajo arrítmico es también causa de muchos males.

Tiene importancia aclarar la causa esencial porque ello permite influir de modo decisivo sobre el efecto dado. Más esto
no significa en modo alguno que se puede prescindir en mayor o menor grado de las causas no esenciales.
176
➢ INTERACCIÓN DE CAUSA Y EFECTO

Puesto que la causa provoca el efecto, entre ellos existe un nexo determinado. Pero no debe entenderse de manera
unilateral: sólo como la influencia de la causa en el efecto. Ahora bien, ¿influye el efecto en la causa? No se puede
responder acertadamente a esta pregunta si se separan los contrarios: la causa y el efecto.

Un fenómeno, razonan algunos, puede ser o causa o efecto. Si actúa como causa, no puede ser ya efecto. Ven aquí la
causa y allá el efecto, pero al margen de su relación mutua, al margen de la unidad dialéctica.

Es claro que esa opinión es equivocada. Entre la causa y el efecto se establece la interacción. ¿En qué consiste?
Veámoslo con un ejemplo. La materia, la existencia, origina la conciencia; pero la conciencia, a su vez, influye en la
existencia, actúa sobre ella. Por tanto, la interacción consiste en la interdependencia de la causa y el efecto, en que
influyen la una sobre el otro, y viceversa.

“Pero -preguntarán ustedes- ¿no significará eso que la causa y el efecto se condicionan mutuamente en igual medida?”
No, pues la causa desempeña siempre el papel decisivo en la relación de causa y efecto. Es precisamente la causa la
que determina esa relación, en tanto que el efecto desempeña un papel importante, pero, de todos modos, secundario.
Tiene gran importancia comprender esto. No es indiferente considerar cuál es la causa de una determinada relación
causal y cuál es el efecto, de la misma manera que no es indiferente, por ejemplo, para la ciencia el problema de si es
la materia la que determina la conciencia o viceversa. Más esto no significa tampoco que se puede menospreciar la
influencia del efecto sobre la causa.

Además de cuanto queda dicho, el concepto de interacción tiene un segundo sentido, como verán por el ejemplo
siguiente. La causa de la corriente eléctrica en el generador es la energía mecánica de la rotación, transformada en
energía eléctrica. Pero la energía mecánica tiene también, a su vez, una causa. Esta consiste, digamos, en la fuerza de
la caída del agua. Resulta, pues, que la energía mecánica de la rotación es, en un caso, causa y, en otro, efecto de otra
causa: la fuerza de la caída del agua. Ahora bien, la fuerza del agua, que actúa en este caso como causa, es también
efecto. Ha sido provocado por la circulación del agua que tiene lugar en la naturaleza, gracias a la cual se mantiene un
determinado nivel del agua en el río en que se encuentra la central eléctrica, etc.

Analicen con detenimiento esta cadena de relaciones de causa y efecto y verán que es una cadena de fenómenos no
aislados, sino concatenados. Cada causa o efecto no deben ser examinados aisladamente, sino en conexión con los
fenómenos que los han originado o que han originado ellos. Entonces, un mismo proceso u objeto es a la vez causa y
efecto. Es causa con relación al fenómeno que ha provocado. Pero es ya efecto con relación al fenómeno que lo ha
originado. Con esta concepción, la causa y el efecto no son ya polos aislados, opuestos, sino eslabones de una compleja
cadena de objetos y fenómenos de interacción. Así, pues, en el mundo existe la interacción universal, consistente en
que las causas y los efectos cambian constantemente de sitio; lo que aquí o ahora es causa, se convierte allá o luego
en efecto, y viceversa.

➢ LA CAUSALIDAD REFUTA LAS SUPERSTICIONES

No se puede considerar que un fenómeno sea causa de otro por el solo hecho de que lo preceda en el tiempo. Sin
embargo, este error es bastante frecuente. Y todas las supersticiones se basan en él.

Los supersticiosos vinculan los fenómenos con la relación de causa y efecto, partiendo de los rasgos externos,
basándose únicamente en que existe entre ellos cierto nexo en el tiempo. Si un gato negro cruza la calle delante de una
persona y ésta sufre después algún contratiempo, se saca la conclusión de que el gato es la causa del contratiempo.
Este último se ha producido después de aparecer el gato, y de ello se llega a la errónea conclusión de que el
contratiempo es efecto de la aparición del gato, aunque entre estos dos fenómenos no haya ninguna relación interna
profunda, y sólo se trate de una simple coincidencia en el tiempo. Es decir, los supersticiosos hablan de relación causal
entre los fenómenos allí donde no existe en absoluto.

Nicolás Chernishevski cita el siguiente ejemplo de la historia: “,En qué se basaban los auspicios (predicción por el vuelo
de las aves) de los antiguos romanos? -pregunta-. Cierto día, antes de una batalla, escucharon el graznido de una
corneja en el lado derecho, y perdieron la batalla; en otra ocasión, escucharon el graznido de una corneja en el lado
177
izquierdo, y ganaron la batalla. La cosa está clara. . . coincidió, por consiguiente, existe una relación causal: el graznido
de la corneja en el lado derecho provoca derrota de las tropas, y en el lado izquierdo, le da la victoria.

Todas las supersticiones se basan en esta forma de inferencia”.

En el hombre desaparece el miedo, y junto con él la superstición, únicamente cuando comprende las causas reales, y
no supuestas, de los fenómenos. Un ejemplo: en su tiempo, los exploradores de África afirmaban haber visto “en el
cielo” los jardines del Paraíso, inmensamente extensos. A veces decían que habían visto en el cielo una nave aérea
con marinos- fantasmas. Después desaparecía todo, ¿Qué podría ser? Mientras se desconoció la causa, se hicieron
toda clase de cábalas, a cual más falsa. Pero los hombres de ciencia descubrieron más tarde las causas de tan
inusitados fenómenos. Resulta que en los países tórridos, cuando el tiempo es tranquilo, el aire se hace más denso y
forma algo así como un espejo gigantesco. Y en este “espejo” se reflejan los objetos que hay en la tierra o en el mar:
jardines, buques, etc. Por eso, lo que vieron los exploradores no fueron los jardines del paraíso, sino el reflejo de jardines
existentes realmente en la tierra; no vieron una nave aérea, sino el reflejo de buques que surcaban el mar. Bastó con
encontrar las causas de estos fenómenos para que desapareciera el miedo supersticioso ante ellos.

De este modo, el conocimiento de las causas desembaraza al hombre de las supersticiones.

El estudio de las causas nos ayuda asimismo a comprender uno de los fenómenos más interesantes de la naturaleza:
la conformidad existente en ella.

8.14 Causalidad y conformidad

Basta con echar una rápida ojeada al mundo circundante para descubrir en él una armonía, un ajuste maravilloso. No
es casual que se compare el mundo con el funcionamiento de un organismo perfecto, sorprende, sobre todo, la
conformidad de la naturaleza viva. He aquí algunos ejemplos. Muchas flores se abren al amanecer, y eso conforma muy
bien con el fin: los insectos pueden recoger durante el día el néctar o el polen. Pero lo más sorprendente en este caso
es que dichas flores se abren poco antes de despuntar el alba, como “sabiendo” que unas horas después habrá de salir
el Sol. Parece como si las plantas poseyeran una especie de “memoria” del tiempo. Incluso si se las tiene durante cierto
tiempo en la oscuridad, siguen de todas maneras, cerrándose al anochecer y abriéndose al amanecer. La flor parece
saber cuándo sale el Sol.

La conformidad, la “racionalidad” de la naturaleza se manifiesta también en la capacidad de adaptación de los animales


y las plantas’ a sus condiciones de vida, al medio ambiente. Es sabido que las aves pasan en el aire la mayor parte del
tiempo. Y toda la estructura de su cuerpo está adaptada para ello. Como si la naturaleza se hubiese señalado la tarea
de cubrir el cuerpo de las aves de modo que no aumente demasiado su peso y, a la vez, esté bien defendido del frío.
Toda la estructura de las aves está adaptada a facilitar su vuelo.

Hemos señalado únicamente algunos ejemplos de la conformidad de la naturaleza. El hombre no ha podido dejar de
observarlos, pues saltan a la vista. Por eso, la humanidad se pregunta desde tiempos inmemoriales: ¿Cómo explicarse
estos sorprendentes fenómenos de la naturaleza? ¿Cuál es su origen?

Los idealistas, son incapaces de explicar los hechos de conformidad y orden que encontramos a casa paso en la
Naturaleza. Por eso afirman que el surgimiento y desarrollo de todas las cosas de la naturaleza no está determinado
por causas materiales, por las leyes de la propia naturaleza, sino por el objetivo al que sirven, por el fin para el que
están destinadas, por el por qué y el para qué de su existencia.

Este punto de vista se denomina teleológico (del griego teleos, fin).

¿Es así, sin embargo? ¿Tiene la teleología algún sentido científico, por pequeño que sea? Vamos a saberlo.

Es preciso tener en cuenta, ante todo, que por mucho que insistamos en la pregunta de para qué, con qué fin ha surgido
uno u otro fenómeno, no daremos un solo paso adelante en el descubrimiento de su esencia. Para comprender un
fenómeno hay que saber en virtud de qué causas ha surgido, qué es lo que lo ha engendrado, a qué está vinculado.
Sólo formulando la cuestión de por qué, en virtud de qué causas tiene lugar la sorprendente conformidad que existe en
178
la naturaleza, podremos comprender la esencia de los fenómenos que se producen en el mundo. Pero el punto de vista
teleológico está enfilado precisamente contra esta explicación científica, causal, de los fenómenos de la naturaleza.

Cuando se descubren las causas verdaderas, objetivas, de los fenómenos que se producen en el mundo, queda
demostrado de manera convincente que en la naturaleza no existe ningún fin interno misterioso, ninguna fuerza racional
superior.

He aquí un ejemplo evidente. ¿Quién no ha visto en verano, a la orilla del mar, insectos saltando habitualmente entre
los guijarros húmedos? Pero (le pronto se alejan del agua. Y no es causal: algún tiempo después se desencadena una
tempestad. Parece como si lo “supieran” de antemano. Los peces, antes de empezar la tempestad tratan de alejarse de
la zona costera para no ser arrojados a tierra. Desaparecen también las medusas.

Al analizar semejante conducta de los seres vivos resulta difícil rechazar la idea del carácter “milagroso” de tales
fenómenos. Más, cuando la ciencia descubre sus causas naturales, todo se pone en claro.

Se ha comprobado que cuando empieza una tempestad lejos de la costa, llegan a ésta, ondas sonoras, que se propagan
a varios miles de kilómetros, pero que el oído humano no puede captar. Por eso, la tempestad, inevitada muy lejos, se
deja sentir mucho antes de llegar a la cosa los animales marinos, a diferencia del hombre, captan dichas ondas, por lo
que “presienten” la tempestad y se refugian en lugares fuera de peligro. La “racionalidad” se basa en este caso en
causas reales, naturales. Como hemos dicho muestra que los hechos de la conformidad puede explicarnos
inmediatamente la ciencia.

En el mundo no hay caos ni desorden precisamente porque está subordinado a determinadas leyes al orden natural
porque se desarrolla de acuerdo con las leyes de la materia en movimiento ¿Cómo explicar, por ejemplo, la conformidad
de la naturaleza viva? Darwin demostró que se efectúa por vía natural, sobre la base de las leyes de la naturaleza, de
las causas naturales, en el proceso de la evolución secular ha ido formándose esa conformidad, ese ajuste en la
naturaleza viva que tanto sorprende.

Darwin se dedicó a estudiar las causas y leyes verdaderas, objetivas, del desarrollo del mundo animal. Y consiguió
descubrir el secreto de la conformidad del mundo orgánico. La teoría de la selección natural de Darwin es la clave para
comprender ese secreto. En la naturaleza perecen millones de organismos por cada uno que se conserva. ¿Quién
sobrevive? ¿Qué es lo que decide el destino de los seres vivos? ¡La naturaleza misma! Sobre la base de las leyes
inmutables del desarrollo de la propia naturaleza, se resuelve el problema de quién debe vivir y reproducirse y quién
debe perecer en la lucha por la vida. Resulta, según la expresión de Darwin, una selección natural, pues se realiza sobre
la base de causas y leyes naturales. Sobreviven los animales y las plantas que se adaptan mejor a las condiciones del
mundo circundante.

Por tanto, la lucha por adaptarse mejor a las condiciones de vida, o, lo que es lo mismo, la lucha por la existencia, tiene
como resultado la conservación ineludible de lo más perfecto, de las que se adapta mejor a las condiciones de
existencia. De esta forma, a lo largo de centenares de miles de generaciones surgen especies de animales y plantas
cuya vida es muy racional en las condiciones correspondientes. Y esta racionalidad ha cristalizado en el’ proceso de la
evolución secular.

Tomemos, aunque sólo sea, el “presentimiento” de la tempestad, que tanto sorprende nuestra imaginación, por algunos
animales marinos. ¿Cuál es su explicación? Esta: en el proceso de la evolución han sobrevivido en la lucha por la
existencia precisamente los seres en los que ha aparecido la posibilidad de captar las oscilaciones sonoras y, de este
modo, salvarse de la tempestad. Tenían una inmensa ventaja sobre los animales desprovistos de esa posibilidad, lo
que les hizo sucumbir en la lucha por la existencia. Así, pues, por medio de la selección natural, apareció en la vida de
esos animales lo que sorprende por su “racionalidad” y “conformidad”.

Lo mismo debe decirse de la capacidad de las plantas y los animales de “medir” el tiempo con extraordinaria precisión
y “concertar” con él sus procesos fisiológicos. Esa capacidad se ha desarrollado en el proceso de la evolución secular
como resultado de la adaptación de las plantas y los animales a los cambios, sujetos a leyes, del medio ambiente en el
tiempo.
179
La ciencia, al conservar la palabra conformidad, le ha dado un sentido nuevo. En vez del presunto fin, descubrimos las
causas verdaderas. La perfección, del mundo orgánico es un resultado inevitable y necesario de las leyes de la
naturaleza, de causas naturales.

Debe tenerse en cuenta que hay causas distintas, unas provocan fenómenos necesarios, otras, fenómenos casuales.

8.15 Necesidad y casualidad

En cierta ocasión, el sabio Becquerel pidió al famoso físico Pedro Curie una pequeña cantidad de radio para mostrárselo
a los estudiantes durante una conferencia.

Metió en un bolsillo del chaleco el tubo con radio. Varios días después descubrió en su piel en el lugar correspondiente
al bolsillo del chaleco, una mancha roja que recordaba por su forma el tubo de radio. Esta circunstancia casual sirvió de
motivo para que se estudiara la influencia de los rayos de radio en el organismo humano. Resulta entonces, que de no
haberse producido ese hecho fortuito, casual, la gente no sabría nada del efecto mortífero del radio. ¿Es cierto esto?
Hay quien responde: “Sí, es cierto”.

Esas mismas personas aplican dicho punto de vista a nuestra vida, presentándola como una cadena de casualidades.
“La casualidad me ayudó, la casualidad me lo impidió”, oímos decir con frecuencia a quienes sustentan semejantes
opiniones. Ven por doquier a “Su majestad la casualidad”, sus caprichos y las sorpresas que trae consigo. El mundo y
todo lo que ocurre en él es, a juicio suyo, resultado de la acción de la casualidad.

Otros refutan tales afirmaciones y dicen: en la naturaleza no hay ni puede haber nada casual, puesto que todo ocurre
en virtud de causas y leyes conocidas. ¿Por qué Becquerel tomó radio para llevarlo consigo a una conferencia? Porque
había llegado el momento de hablar del radio a los estudiantes. Existía, por tanto, la causa correspondiente. La
quemadura en la piel se produjo también en virtud de una causa determinada: el radio actúa sobre el organismo y no
podía dejar de actuar. Por consiguiente, no fue una sola causa, sino toda una cadena de causas la que condujo a la
quemadura, Esta fue un resultado necesario. No tuvo nada casual.

Pero, ¿por qué se dice, entonces, de algunos acontecimientos que son casuales? Los partidarios del punto de vista
antes expuesto lo explican así. Los hombres que ignoran las causas de uno u otro acontecimiento afirman que es causal.
Pero hasta buscar como es debido y encontrar las causas que han originado dicho fenómeno para que la supuesta
casualidad desaparezca y el fenómeno resulte necesario, condicionado causalmente. Esta teoría fue defendida por
filósofos como Demócrito, Espinosa y Holbach.

Existen, pues, dos opiniones. Unos dicen que en el mundo todo es necesario y no hay nada casual. Otros, por el
contrario, afirman que en el mundo todo es casual. ¿Quién tiene razón?

Por cuanto los partidarios del segundo punto de vista niegan la causalidad, la sujeción a leyes -y esto está en contra de
los hechos de la ciencia-, no tienen razón: el indeterminismo debe ser desechado.

En lo que se refiere a sus adversarios, a los deterministas, no se apresuren a llegar a la conclusión de que resuelven
correctamente el problema. Las cosas son algo más complicadas. El determinismo puede ser entendido de distinta
manera. Hay que distinguir entre el determinismo mecanicista y el determinismo dialéctico.

El rasgo característico del determinismo mecanicista consiste en que, reconociendo que en el mundo todo está
condicionado por causas sujeto a leyes, niega la existencia de la casualidad (como veremos más adelante, el
determinismo dialéctico admite la casualidad). Cuando los deterministas afirman que todos los fenómenos de la
naturaleza tienen sus causas, que en el mundo no ocurre nada sin causa, están en lo cierto.

Pero, ¿tienen razón cuando niegan la casualidad, basándose en que todos los fenómenos tienen sus causas? Claro
que no. El quid de la cuestión está en que tanto el determinismo mecanicista como el indeterminismo reconocen o la
necesidad o la casualidad. El problema se plantea así: o todo es necesario o todo es casual. Es un planteamiento
metafísico corriente: o una cosa u otro. Resulta, pues, que ambos puntos de vista son limitados, por cuanto separan la
casualidad y la necesidad. ¿Cuál es la solución correcta?
180
➢ ¿QUE ES LA NECESIDAD?

No dudamos de que la noche durará varias horas, luego saldrá el sol y llegará la mañana. No dudamos tampoco de
que, por crudo que sea el invierno, vendrá la primavera, la época de la renovación de la naturaleza.

Semejante seguridad se basa en la práctica, en la experiencia secular, en el conocimiento de las leyes de la naturaleza.
La sucesión del día y de la noche es debida al movimiento de la tierra alrededor de su eje, y la sucesión de las estaciones
del año, al movimiento de la tierra alrededor del sol.

La categoría filosófica de la necesidad sirve precisamente para designar esta interdependencia constante de los
fenómenos. Es necesidad no lo que existe, pero puede no existir, sino lo que debe existir obligatoriamente, ya que es
originado por causas y nexos profundos y, por ello, dimana de la propia naturaleza interna del fenómeno, de su esencia.

Por cuanto en el mundo todo tiene su causa, ¿existen las casualidades? Será bueno, también en este caso, empezar
con un ejemplo.

➢ ¿EXISTEN LAS CASUALIDADES?

En una fábrica enferman al mismo tiempo varios obreros. La casualidad frustra el cumplimiento del plan de producción.
Un hombre es víctima de una catástrofe automovilística: un accidente absurdo corta su vida. ¿Por qué calificamos de
casuales semejantes fenómenos?

Comparen estos hechos con los que hemos mencionado antes y denominado necesarios. Mientras que el fenómeno
necesario es preparado y provocado por toda la marcha interna del desarrollo, en virtud de lo cual no puede dejar de
producirse, cuando nos referimos a fenómenos casuales, hablamos, a la inversa, de algo esporádico, pasajero, que no
tiene nada de inevitable.

El acontecimiento casual puede producirse, pero puede también no producirse. ¿Era obligatorio, por ejemplo, que
enfermaran al mismo tiempo varios obreros de un mismo taller? ¿Es que la vida del hombre conducía a que se viera
cortada inevitablemente por una catástrofe automovilística? No, naturalmente. Tales hechos no pueden ser calificados
de necesarios. Son casualidades. Toda la marcha interna del desarrollo de dichos fenómenos no condujo a lo que
sucedió.

Por consiguiente, para responder a la pregunta de si un fenómeno es casual o necesario, hay que aclarar si ha sido
provocado por causas m ternas o externas.

Por ejemplo, ¿es casual o necesario que una granizada arrase un trigal sembrado y cultivado de acuerdo con todas las
reglas aerotécnicas? es claro que el granizo tiene sus causas. Pero, ¿son ellas las que han conducido inevitablemente
a la pérdida del trigo en esa parcela? No, y veamos por qué.

El granizo no cae sin causas. Mas para esa parcela, fueron causas externas, pasajeras, no dimanantes de las
condiciones esenciales del desarrollo del trigo. Por eso, el propio fenómeno es casual. La pérdida de la cosecha no era
en modo alguno obligatoria. La acción del granizo con relación a la parcela en cuestión es casual.

Cuanto queda dicho muestra que la casualidad y la necesidad son contrarios. Ahora bien, ¿se puede sacar de ahíla
conclusión de que la casualidad y la necesidad no tienen nada en común?

➢ QUE HAY DE COMÚN ENTRE LA NECESIDAD Y LA CASUALIDAD

Los metafísicos razonan aproximadamente así: lo que es necesario no puede ser casual, y lo que es casual no puede
ser necesario. Incluso el sentido común ordinario parece sugerir esa conclusión. ¿Es así, sin embargo? Pensemos un
poco.
181
Recordemos el ejemplo aducido antes. La quemadura que recibió Becquerel fue, en efecto, casual, pues si no hubiese
colocado en el bolsillo el tubo con radio, no habría habido quemadura. Pero veamos lo que se oculta tras esa casualidad.
El radio se encontraba antes en cantidad insignificante en el mineral de uranio. Por eso, su radioactividad sólo podía
ser descubierta con grandes dificultades. Las cosas cambiaron cuando los esposos Curie extrajeron radio puro del
mineral. Entonces, su acción sobre el tejido vivo debía ya manifestarse, tarde o temprano. Y se manifestó en el caso de
Becquerel. De no haberse producido este caso, se habría producido otro. Resulta, pues, que en la vida, en la realidad,
hay mucho de común entre la casualidad y la necesidad, que ambas están estrechamente vinculadas. Es imposible
separarlas.

El nexo entre la necesidad y la casualidad se manifiesta también en que, en determinadas condiciones, pueden
transformarse la una en la otra. En un animal puede aparecer un nuevo rasgo (por ejemplo, lana más espesa) de modo
casual. Esta casualidad resulta muy útil en la lucha por la existencia: ayuda al animal que vive en el Norte a adaptarse
mejor a las condiciones circundantes. Este rasgo adquirido casualmente, se transmite después por herencia y al cabo
de varias generaciones surge un nuevo tipo de animal con la lana más espesa. Y entonces, ese rasgo de la especie se
transforma de casual en necesario. La casualidad es la forma en que se manifiesta y completa la necesidad.

Tras la casualidad hay que saber descubrir siempre la necesidad, las leyes que sirven de base a su surgimiento. Ni en
la naturaleza ni en la sociedad existen fenómenos casuales que no estén respaldados por uno u otro proceso necesario,
sujeto a leyes.

De lo dicho se deduce que en la naturaleza y en la sociedad no hay “sólo” fenómenos casuales. En la vida real, unos y
otros coexisten, se penetran mutuamente. La necesidad se manifiesta bajo la forma de casualidad. En el crecimiento
de un árbol se manifiestan determinadas leyes de botánica. Pero el hecho de que tenga un número concreto de hojas
y, además, de que cada una de ellas presente determinado tamaño y cierta forma depende de multitud de fenómenos
casuales: cuántas gotas de agua han caído sobre él durante el verano, qué vientos le han soplado, etc. Resulta que lo
casual y lo necesario se entrelazan.

“Entonces -preguntarán- ¿no hay ninguna diferencia entre la necesidad y la casualidad?” Sí, hay diferencia. Pero hay
que explicarla correctamente. Los metafísicos ven esa diferencia en que un proceso necesario tiene una causa, en tanto
que una casualidad carece de ella. Más ustedes saben ya que ningún fenómeno puede producirse sin causa. Y el
fenómeno tiene también su causa. ¿En qué consiste, pues, la diferencia?

Ya Hegel decía que la causa actúa en un proceso necesario como algo interno que le es inherente.. Para lo casual, en
cambio, la causa es algo externo con relación a ello. Pongamos un ejemplo. En los años 30 se desencadenó en el
Japón, como en todo el mundo capitalista, una crisis económica. Al mismo tiempo, el Japón sufrió un fuerte temblor de
tierra que empeoró también la situación económica del país. En este caso, causas económico-sociales provocaron la
crisis con carácter necesario. El terremoto, en cambio, actuó como un fenómeno casual, externo, con relación a los
fenómenos que, lo suscitaron era un fenómeno necesario.

La necesidad del fenómeno casual dado, su condicionalidad casual residía en otra esfera del mismo: en lo geológico.
Por eso se dice que lo casual es necesario con relación a los fenómenos, a las causas que lo origina. La necesidad y la
casualidad son conceptos relativos.

Así, pues, la concepción dialéctica de la casualidad, aún reconociendo que en el mundo todo tiene causa, exige, sin
embargo, que se diferencie entre causas fortuitas o casuales, es decir, que podrían no existir, y causas necesarias, es
decir, que dimanan de los procesos internos de desarrollo de los fenómenos dados. De ahí que no todo fenómeno
condicionado causalmente sea necesario, como pensaban los deterministas metafísicos. El determinismo dialéctico, al
reconocer que en el mundo todo está condicionado causalmente, reconoce también la casualidad.

De lo dicho puede hacerse otra deducción muy importante. La necesidad determina la dirección principal, la tendencia
del desarrollo. La casualidad, por su parte, completa la necesidad en cada proceso con una serie de rasgos y
peculiaridades específicas y, por ello, engendra la forma en que se manifiesta. La ciencia dedica la atención principal a
la manifestación de la necesidad, de las leyes a que se ajustan los fenómenos en desarrollo, precisamente porque está
llamada a revelar la tendencia de su desarrollo.
182
La ciencia no puede darse por satisfecha únicamente con descubrimientos casuales. El científico debe investigar de
modo que no dependa de la casualidad, sino que llegue sin falta al resultado apetecido, no debe actuar a tientas, sino
con conocimiento de causa.

➢ LA LUCHA CONTRA LAS CASUALIDADES INDESEABLES

“Pero -objetarán ustedes-, ¿es posible hacerlo? Porque la casualidad es tuca categoría objetiva. ¿Cómo se puede limitar
la acción de lo que no depende del hombre?” En efecto, no siempre ni mucho menos, se consigue suprimir la casualidad,
pero se puede y se debe suprimir sus efectos indeseables. Por ahora no es posible, pongamos por caso, suprimir las
casualidades relacionadas con los caprichos de la naturaleza, que pueden conducir a la pérdida de la cosecha e incluso
a la destrucción de los sembrados. Más se puede limitar los efectos indeseables de las casualidades, partiendo de que
estos efectos dependen de las condiciones en que se manifiestan. De ahí que sea necesario crear condiciones en las
que la acción funesta de las casualidades se reduzca lo mínimo o se excluya por completo.

“Bueno -dirán ustedes-, esas casualidades pueden, en efecto, ser conjuradas. Pero, ¿cómo impedir que enfermen al
mismo tiempo varios obreros, como en el ejemplo antes aducido? ¿O cómo evitar los accidentes casuales?” También
estas casualidades pueden ser reducidas al mínimo: lo único que hace falta es crear condiciones en las que se reduzcan
al mínimo estos casos o sus funestas consecuencias. En todas las empresas deberían existir medios modernos de
seguridad del trabajo que garantizaran condiciones higiénico-sanitarias que eliminen los accidentes del trabajo y las
enfermedades profesionales.

En distintos dominios de la ciencia y de la producción hay que tener en cuenta, con frecuencia singular, la acción de las
casualidades. Por ejemplo, durante la construcción de un dique o de puentes ferroviarios tiene importancia conocer el
nivel máximo del agua del río: el dique o el puente deben tener la altura y la resistencia correspondientes para que no
sean destruidos por un desbordamiento.

Sin embargo, no es tan fácil calcular ese nivel máximo del agua, ya que depende de muchas circunstancias casuales:
la posible cantidad de precipitaciones durante el invierno, la rapidez y simultaneidad de las corrientes que confluyen al
río, la existencia de bosques en las cercanías, el carácter de esos bosques y del terreno de la zona colindante, la
dirección y la fuerza de los vientos. Y sólo con una concurrencia desfavorable de estas circunstancias puede tener lugar
el desbordamiento. Puede producirse cada cincuenta o, quizá, cada cien años. Pero se ignora si ocurrirá mañana, dentro
de un año o de un siglo. Al levantar un dique de la resistencia correspondiente, el hombre reduce a la nada la fuerza
destructora de la acción de esas casualidades.

Hay otro problema estrechamente vinculado a la categoría de la necesidad: es el problema de la libertad.

8.16 Necesidad y libertad

¿Merece la pena, hacer esfuerzos para dar vida a lo que debe llegar ineluctablemente como resultado de una necesidad
histórica natural?

A veces se formula esta pregunta de otro modo, a saber: ¿Es posible en general la labor activa y libre allá donde todo
es necesario y está sujeto a leyes?

Durante siglos han venido discutiendo en torno a esta cuestión los llamados fatalistas y voluntaristas.

8.17 Fatalismo y voluntarismo

Los voluntaristas atribuyen a la voluntad humana el papel decisivo en el desarrollo del mundo (y de ahí la denominación
de ‘ voluntarismo”). Dan de lado las condiciones y leyes objetivas, la necesidad histórica. Entienden la libertad como la
ausencia de toda limitación de la voluntad humana. Más semejante opinión es equivocada. En el mundo no surge ni
actúa nada sin causa. Por eso, la voluntad humana no puede tampoco no depender de nada ni actuar a su arbitrio.
183
Los fatalistas (de la palabra latina “fatalis”, que significa fatal) caen en el extremo opuesto. Creen en el destino ineludible.
Su fe se basa en la idea de que todo lo que ocurre en el mundo está predeterminado y el hombre es impotente para
cambiar nada.

Las concepciones de los fatalistas condenan al hombre a la inactividad. De atenerse consecuentemente al principio
fatalista, los seres humanos deben permanecer cruzados de brazos.

Por tanto, ambos puntos de vista -el voluntarista y el fatalista- son erróneos. Ambos enfocan de manera metafísica la
solución del problema, reconociendo o la libertad o la necesidad. O todo se realiza en virtud de la actividad libre del
hombre, en cuyo caso no puede haber necesidad, o todo es consecuencia de la necesidad, de las leyes, en cuyo caso
no puede haber libertad. La libertad es incompatible con la necesidad: tal es la base de semejante razonamiento.

¿Cuál es la solución justa del problema?

8.18 ¿Qué es la libertad? Su nexo con la necesidad

En la vida cotidiana se entiende frecuentemente por “libertad” lo que no está sometido a restricciones ni prohibiciones.
Por eso se piensa a veces que las leyes, la necesidad, excluyen la libertad: puesto que existe la necesidad, la sujeción
a leyes, existen también “limitaciones”, “obstáculos”, por lo cual no puede haber libertad. Por consiguiente, resolver el
problema de la libertad significa resolver el problema de si puede ser libre sometiéndose a las leyes de la necesidad
natural.

Empecemos con un ejemplo. La conquista del Cosmos requiere que sea vencida la ley de la gravitación universal, que
“encadena” al hombre a la Tierra. Pero, ¿se puede hacer eso “sin tener en cuenta” dicha ley, en contra de ella, por así
decirlo? No, naturalmente.

Para que una nave espacial pueda ser puesta en órbita debe desarrollar una velocidad que haga su fuerza centrífuga
mayor que la fuerza de atracción de la Tierra (como ocurre con una velocidad de unos ocho kilómetros por segundo).
Los hombres de ciencia han logrado enviar naves al Cosmos no en contra de la ley de la gravitación “universal, sino
estudiando a fondo su acción.

Cuando los científicos lanzaron un cohete a la Luna, se apoyaron, como es natural, en la ley de la gravitación universal.
Comunicaron al cohete una velocidad rigurosamente determinada, gracias a la cual venció la atracción de la Tierra.
Después, la fuerza de atracción de la Luna obligó al cohete a “alunizar”. Reflexionemos sobre este ejemplo. Muestra
convincentemente hasta qué punto carecen de razón quienes dicen: “Perderemos nuestra libertad si nos sometemos a
las leyes, a la necesidad”, y tratan de encontrar caminos que les permitan dar de lado dichas leyes, dar de lado “la
necesidad que restringe la libertad”. Quienes proceden de tal suerte entienden por libertad el liberarse de las leyes
objetivas. Más no es así.

Nuestro ejemplo muestra que los hombres de ciencia no han actuado contra la necesidad, sino en consonancia con ella,
con las leyes de la naturaleza. Han adquirido su libertad, su poder sobre la naturaleza, porque han conocido y utilizado
las leyes de ésta, la necesidad natural. Y han logrado éxitos notables. Francisco Bacon decía, que a la naturaleza se la
puede vencer únicamente sometiéndose a ella y a sus leyes.

¿Dónde, en qué caso se manifiesta la verdadera libertad: allá donde “no se reconoce” ninguna ley o allá donde las leyes
son conocidas y utilizadas? La respuesta está clara: allá donde se conocen y utilizan las leyes. La necesidad es ciega
en tanto no es conocida. Pero si conocemos la necesidad, la ley, y sometemos su acción a nuestros intereses, entonces
nos hacemos dueños de la naturaleza. “La libertad no reside en la soñada independencia antes las leyes naturales, sino
en el conocimiento de estas leyes y en la posibilidad, basada en dicho conocimiento, de hacerlas actuar de un modo
planificado para fines determinados”.

Así, pues, la actividad libre de los hombres no consiste, como suponen, los voluntaristas, en que no tengan en cuenta
las leyes, los procesos objetivos, y procedan como les venga en gana. La libertad del hombre consiste en el
conocimiento de las leyes de la naturaleza y de la actividad práctica. La libertad del hombre no puede rebasar los límites
de la necesidad.
184
-¿De qué actividad libre puede hablarse si está “restringida” por la necesidad? -se pregunta a veces-. De todas maneras,
en este caso domina la necesidad, pero el hombre es libre sólo cuando puede elegir cualquier solución para su actividad
sin tomar nada en consideración.

Más de eso se trata precisamente: de que tal libertad no existe. La siguiente parábola lo ilustra con claridad.

Un día entablaron discusión la Veleta y la Aguja Imantada de la Brújula.

-Yo soy libre. Giro adonde quiero, hoy a un lado, mañana a otro, -se jactaba la Veleta-. Pero tú, por muchas vueltas que
se te dé, siempre te clavas en el mismo sitio.

- ¡Qué libertad puedes tener tú! -objetó la Aguja Imantada-. No te mueves de un lado para otro por propia voluntad. Te
empujan los vientos. Y por eso giras. Tu libertad es bien corta: de un viento a otro. Sobre ti influye el primer vientecillo
cercano, en tanto que yo apunto hacia la lejanía que me llama. Soy fiel a una atracción, a la cual responde
invariablemente todo mi ser magnético. No dependo de los caprichos del tiempo y sigo siempre la misma dirección. Y
por ella se encuentra en todas partes la ruta certera.

Reflexionen sobre el sentido de lo que acabamos de decir y se convencerán de que la libertad no puede ser comprendida
en modo alguno como la elección de cualquier solución para la actividad propia “sin tomar nada en consideración”.
Porque también la Veleta considera que gira por su voluntad, aunque la realidad es que la empujan los vientos.

Hay intelectuales que creen haber elegido con absoluta “libertad” su modo de pensar, que sus deseos y costumbres
son resultado de la “libertad individual”. Pero, en realidad, son esclavos de las condiciones en que viven, de los instintos
de propietario privado cultivados por todo el género de vida. No tienen ni un ápice de “libertad ndividual” en el sentido
en que la interpretan. Todo está sometido a la necesidad. Esta necesidad se manifiesta como fuerzas sociales ciegas.
Por eso precisamente se las puede comparar con los vientos caprichosos de que se habla en la parábola citada.

Otra cosa es la libertad basada en el conocimiento de la necesidad. En él, las leyes no actúan ya como fuerzas sociales
ciegas. La actividad de los hombres se basa en un profundo conocimiento de las leyes de desarrollo social.

➢ LA NECESIDAD Y LA ACTIVIDAD HUMANA

En la sociedad, todo lo que existe es obra del hombre, de su actividad laboral, productiva.

“Entonces -preguntarán ustedes-, ¿resulta que la necesidad social depende de los hombres, que son ellos quienes la
crean?” No. Los fenómenos sociales surgen al margen de la voluntad y los deseos de los hombres, sobre la base de
las leyes del desarrollo de la producción material. La necesidad en la sociedad es tan objetiva como la necesidad en la
naturaleza. Pero, como han visto ya, existe también una diferencia esencial. En la naturaleza, la necesidad no presupone
la actividad de los hombres. En la vida social, en cambio, la actividad de los hombres figura entre las condiciones
indispensables para que la necesidad se manifieste y realice.

CUARTA UNIDAD

TEORIA DE LA VERDAD
M. Rosenthal “Fundamentos de Filosofía”
Editorial Grijalbo, S.A., México, 1970.

Síntesis hecha con propósitos docentes, sin cambio en la esencia del documento original.

Después de revisada la cuestión del camino que conduce al conocimiento de la verdad, las etapas y los peldaños de
ese camino, así como los medios a través de los cuales llega a conocerla, surge una nueva cuestión de importancia.
185
Digamos que se ha alcanzado una meta –conocer la verdad u otra-; pero, ¿se puede considerar cada una de ellas como
definitiva aunque haya sido confirmada por la práctica?

La respuesta es terminantemente negativa y puede provocar la perplejidad de cualquiera. Ya se demostró que los
conocimientos confirmados por la práctica son verdaderos. Esto es así sin que se pueda negarlo; pero ¿son éstos
conocimientos la verdad definitiva y entera? Ahí está la cuestión.

Tomemos un ejemplo. Hace 20 años, los constructores de aviones bregaban por obtener unos aparatos que volaban a
la velocidad de 300.a 500 kilómetros por hora. La práctica confirmó que ello era posible. Por consiguiente, la teoría como
los conocimientos que ayudaron a construir éstos aviones, eran sin duda verdaderos.

Admitamos ahora que hubiésemos aceptado esta verdad como definitiva y completa; pero ya se sabe que ahora se
están construyendo aeroplanos cuya velocidad excede en mucho lo anterior. Muchos aviones a reacción son
supersónicos (el sonido atraviesa en un segundo mas de 330 metros, es decir, tiene una velocidad superior a 1,200
kilómetros por hora). ¿Cómo quedamos entonces, con la verdad que hemos considerado “definitiva” y “compleja”?

Este ejemplo demuestra cuan erróneo y perjudicial sería considerar que algunas verdades son definitivas y complejas.

¿De qué se trata entonces? Se trata de que la práctica misma se desarrolla, se modifica, da nuevas posibilidades de
conocimiento que no podía conceder anteriormente. La ciencia también se desarrolla creando posibilidades de un mas
profundo conocimiento de los fenómenos. Cuando era verdad que los aeroplanos podían volar a una velocidad de 300
a 500 kms. por hora, esta verdad se apoyaba en la práctica de entonces, en el nivel de muestreos conocimientos; pero
la técnica industrial, la técnica de producción y nuestros conocimientos no se detienen, sino que se desarrollan
continuamente en su impulso de aceleración. Es claro que, a consecuencia de ello muchas verdades no pueden
considerarse ni definitivas, ni eternas.

Las nuevas posibilidades prácticas y científicas nos permiten internarnos cada vez más en el camino del conocimiento
de la naturaleza. Algo de las viejas verdades sabidas antaño resulta incierto, inexacto a la luz de los nuevos datos y la
ciencia rechaza esas inexactitudes. Muchas cosas quedan confirmadas por la marcha ulterior del conocimiento
perfeccionándose y ganando en profundidad, exactitud y concepción.

Por lo que antecede vemos que no tenemos el derecho de considerar como eterna a cada verdad alcanzada. Es
indudable que hay verdades que podrían llamarse eternas o inmutables, por ejemplo, que la gente nace y muere, es
una verdad eterna. También es verdad eterna que las aves vuelan porque tienen alas. Tales verdades “definitivas” hay
muchas, pero se entiende fácilmente que son verdades muy simples. La ciencia y la vida práctica tropiezan a cada paso
con verdades más complejas que ni se conocen ni pueden conocerse de inmediato. Muchas verdades toman siglos si
no milenios para hacerse conocer.

Por supuesto, también entre las complejas verdades científicas, hay algunas que podrían considerarse definitivas.
Semejantes verdades son por ejemplo, las tesis científicas de que la materia es primaria y la conciencia secundaria,
que el mundo consiste en materia en movimiento. Pero ha de recordarse que NUESTRAS REPRESENTACIONES
CONCRETAS HASTA CUANDO SE TRATE DE FENÓMENOS YA CONOCIDOS EN NUEVAS CONDICIONES
HISTÓRICAS, SE AHONDAN MERCED A LOS NUEVOS DATOS PRACTICOS, GANANDO EN EXACTITUD Y
FRECUENTEMENTE MODIFICANDOSE DE MANERA SUSTANCIAL, ESTO ES LA LEY DEL CONOCIMIENTO.

Citemos un ejemplo: Desde la antigüedad mas remota, los pensadores materialistas de vanguardia defendían
firmemente la doctrina de que el mundo consiste en materia; pero sus representaciones concretas, sus conjeturas sobre
la materia misma tenían, desde el punto de vista de nuestros conocimientos actuales, un carácter ingenuo. Así unos
suponían que todo consiste en agua, otros aseveraban que todos los fenómenos naturales están originados por el fuego,
y así por el estilo.

Hace 2,000 años el filósofo materialista griego Demócrito, hizo la suposición de que las cosas circundantes y hasta los
seres humanos están formados por íntimas partículas invisibles de materia, que llamó átomos. En griego “átomo”
significa “indivisible”. Según estos conceptos los átomos son las partículas ínfimas e indivisibles de la materia.

La genial suposición del pensador de la antigüedad fue luego confirmada por el ulterior desarrollo de la ciencia. Sin
embargo, la ciencia no ha confirmado completamente que todo consta de átomos y ha rechazado muchos conceptos
186
equivocados sobre el átomo, que inevitablemente tenía el sabio de la antigüedad; la ciencia ha precisado, ahondado la
doctrina de la materia.

A fines del siglo XIX, muchos sabios pensaban que se había logrado la verdad definitiva sobre el átomo, pero pronto se
produjo una verdadera revolución en los conceptos sobre la estructura de la materia. Durante más de 2,000 años se
consideró que el átomo es realmente indivisible, es decir, que no se le podía dividir en partes materiales aún más
pequeñas. Resulto que no era así.

Se estableció que los átomos, por más pequeños que fuesen por su volumen, estaban compuestos por partículas más
pequeñas. Ahora se sabe que existen partículas de materia ínfimas como los electrones, los protones, los neutrones y
otros pero ¿acaso lo que hoy sabemos sobre la estructura de la materia es ya el límite del saber, la verdad definitiva y
completa?

Después de todo lo dicho, es claro que sería erróneo considerar nuestros conocimientos de hoy como un límite del
desarrollo. Conocemos incomparablemente más de lo que se sabía hace 50 a 100 años; pero dentro de algunos
decenios se sabrá mucho mas sobre la estructura de la materia de lo que sabemos ahora, puesto que las posibilidades
del conocimiento son ilimitadas y la ciencia se desarrolla cada vez con mayor aceleración.

Así son las cosas con muchas verdades científicas completas. Este ejemplo demuestra cómo se desarrollan nuestros
conocimientos; apoyándonos en la práctica en permanente desarrollo, en los conocimientos acumulados, estamos
ahondando y perfeccionando nuestras representaciones sobre la naturaleza, revelamos sus nuevas propiedades y
peculiaridades. Cada nuevo paso en esta trayectoria libera nuestro entendimiento de lo que había en el de incierto y
confuso y añade nuevos granos de verdad objetiva a nuestros conceptos sobre el mundo.

Ello significa que la verdad científica tiene, como dicen los filósofos, un carácter relativo, que es una verdad RELATIVA.
Así parece, porque hay que RELACIONARLA vinculándola con las condiciones históricas, con el nivel de la práctica y
del saber sobre los cuales está fundada.

Sin embargo, esta relatividad de las verdades científicas no excluye que contengan elementos que no puedan ser
suprimidos por el ulterior desarrollo de la práctica y el conocimiento. La verdad que no puede modificarse por el ulterior
desarrollo del saber se llama verdad ABSOLUTA.

Por ejemplo, la premisa de que la materia está construida por átomos y que estos constituyen núcleos –son parte de la
verdad absoluta- tal como se le considera en las actuales concepciones de la estructura de la materia.

Por eso, TODA VERDAD AUTENTICAMENTE CIENTIFICA CONTIENE ELEMENTOS DE LA VERDAD ABSOLUTA Y
COMPLETA.

Es muy importante tenerlo en cuenta, porque sería un craso error suponer que la verdad científica tiene un carácter
solamente relativo. Existe una teoría idealista que considera que las verdades científicas son únicamente relativas y no
contienen en si ninguna porción de verdad absoluta. Esta teoría se llama relativismo (del latín “relativus”). El relativismo
es una teoría profundamente errónea y perjudicial.

Por la relatividad de las verdades científicas esta teoría entiende, no que la verdad no puede conocerse de inmediato
entera y definitivamente, sino que interpreta la relatividad de los conocimientos como la imposibilidad de conocer las
verdades objetivas, es decir las verdades que reflejan correctamente a la naturaleza. En realidad esta teoría no se
diferencia del agnosticismo, de la misma negación de la facultad de conocer el mundo.

En efecto, puesto que tenemos la capacidad de reflejar la naturaleza, nuestros conocimientos, las verdades logradas
por la ciencia han de contener siempre partículas de la verdad absoluta; y, cuanto mas se desarrollan las nociones,
tantas mas de estas partículas de verdad absoluta contendrán las verdades científicas. Ello no significa que podamos
llegar alguna vez a un conocimiento que esté completamente agotado, pues semejante momento, semejante límite no
existe y no puede suceder, ya que la naturaleza y la vida social no están estacionadas. Están en eterno proceso de
desarrollo, lo que obliga a nuestras nociones a un movimiento de continuo avance y desarrollo, puesto que, como ya
sabemos, el conocimiento humano es el reflejo de la realidad circundante.

Para conducir exitosamente la actividad práctica, hay que tener nociones correctas sobre las condiciones circundantes.
Estas condiciones suelen alterarse y a veces lo hacen con bastante rapidez. Si nuestro raciocinio no sigue estas
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mutaciones y no las refleja, caemos en el engaño con toda nuestra actividad práctica. El humorismo popular en un
famoso cuento que ridiculiza a un tonto, se ha mofado de las personas que obran sin tener en cuenta las circunstancias.
El héroe del cuento se puso a bailar al encontrarse con un entierro y fue castigado por su alegría. Luego en su deambular
encontró un casamiento alegre; nuestro héroe se puso a sollozar amargamente suponiendo que aquella verdad que le
habían inculcado antes serviría para todas las circunstancias de la vida. Otra vez lo castigaron.

Toda verdad merece ser considerada en íntima relación con las circunstancias del momento. Lo que puede ser correcto
en unas circunstancias dadas, puede ser erróneo y falso en otras ocasiones. ¿Cómo responder a la cuestión de si está
bien o mal que este lloviendo? Es claro que una contestación correcta depende de las circunstancias. Al contrario, si
hubo mucha lluvia, es perjudicial. Si hace mucho que no llovía, si hay sequía, la lluvia será bienvenida.
Este ejemplo explica por que la teoría del conocimiento enseña que la VERDAD NO ES ABSTRACTA SINO
CONCRETA. La verdad abstracta, es la que no toma en cuenta las circunstancias concretas a las cuales se adapta. La
verdad concreta es la que refleja fielmente a las circunstancias, y se basa en hechos firmes.

➢ DOGMATISMO

¿Y qué es el dogmatismo? El dogmatismo aborda la verdad como si fuera algo inmutable, no sujeto a comprobación,
indiscutible. No le importa que la realidad evolucione, que las condiciones cambien y que nuestros conocimientos hayan
de perfeccionarse, profundizarse, enterarse de lo nuevo que produce la vida. Generalmente conocer mal la vida no
saber aplicar sus conocimientos. Se aferra a lo caduco, teme las innovaciones y el progreso, y no contribuye al
movimiento acelerado del conocimiento, sino que lo frena, con su actitud conservadora.

El ejemplo que sigue pone de manifiesto el enorme daño que infringe el dogmatismo a la ciencia y a la práctica. El
renombrado sabio Williams elaboró un sistema de plantaciones herbáceas según el cual los sembrados de plantas
perennes mejoran la calidad del suelo y contribuye a mejoras las cosechas. El sabio asentó sus deducciones sobre sus
estudios en la zona central de un país europeo y su falla consistió en recomendar el procedimiento, sin tener en cuenta
las diferencias climáticas del mismo país.

En vez de adoptar la teoría de Williams de manera constructiva, se empezó su aplicación en forma dogmática,
sembrando plantas perennes donde las condiciones del suelo y del clima no lo exigían y por ende con resultados sin
relieve. Enormes áreas fueron sembradas con plantas perennes, reduciéndose las siembras de cereales y otros cultivos
que habían aportado antes excelentes cosechas. Esta aplicación dogmática de una teoría, acarreó muchos perjuicios a
la economía agrícola.

Así es que la teoría del conocimiento enseña que las VERDADES CIENTIFICAS NO SE CONOCEN EN FORMA
INMEDIATA Y DIRECTA Y, EN LA MAYORÍA DE LOS CASOS, NO PUEDEN CONSIDERARSE DEFINITIVAS; SE
DESARROLLAN, SE AHONDAN APOYADAS EN EL CRECIMIENTO DE NUESTROS CONOCIMIENTOS Y DE
NUESTRA ACTIVIDAD PRACTICA.

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