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Padre de la patria

30/07/2016 18:58 Lectura: 3 min (782 palabras)

La batalla de la democracia estará perdida si


aceptamos a las pamelas como algo normal.
Habremos aceptado que la política es para los
farsantes, no para la gente decente

Las pamelas son las estrellas de un espectáculo burdo.


Ecuavisa cayó en la trampa de ofrecer una réplica para su
vocera y su sola presencia causó carcajadas tan
estruendosas que ahora hasta se ignoran otros temas más
importantes por prestar atención a este.

La intervención se convirtió de inmediato en viral para la


opinión pública conectada a las redes sociales. Una
avalancha de insultos inundó el internet, enterrando hasta
el cuello la existencia de otras noticias como la de los 120
millones de dólares de la Ley de Solidaridad que fueron
desviados por el gobierno sin ofrecer explicaciones. Estas
pobres se entregan al sacrificio a una sociedad que quiere
enfilar sus dardos para rechazar al correísmo. Estas son el
chivo expiatorio del gobiernismo.

Cuando el entrevistador preguntó a la vocera de la


organización sobre el sentido de su consulta ella contestó
“la hacemos porque, para nosotros, es el ‘padre de la
patria’”.

Nada ejemplifica mejor este grotesco espectáculo. La


exaltación absurda, el fanatismo por un líder, el culto a su
personalidad y la mentira sobre su obligatoria
imprescindibilidad para la existencia de la patria son los
ejes transversales de la propuesta de consulta para
reformar la constitución.

¿Eso es en serio? ¿Por estas fanáticas de medio pelo


vamos a resumir nuestra complejidad política en la
necesidad de una sola persona prepotente, intolerante y
antipluralista?

Por causa de fogosas como estas y de los medios que las


reciben en sus platós, el debate de la política ya no gira en
torno a la estabilidad de las instituciones democráticas, a
la eliminación de cualquier límite al ejercicio del poder
presidencial, a la ética pública, o la libre elección en las
urnas del primer mandatario. No. Ahora se trata de
glorificar a un ser humano convertido en símbolo nacional
del patrioterismo.

Correa es el “Padre de la patria” y


punto. Es el mesías de la democracia

Es eso. Correa es el “Padre de la patria” y punto. Es el


mesías de la democracia. Antes de él no había nada,
después de él, todo. Los ostentosos emperadores romanos
recibían este título de sus subalternos. Luego fue utilizado
para denominar a los fundadores de países o a los
libertadores de las naciones con la misma finalidad. Los
césares romanos, George Washington y los demás
fundadores de los EE.UU. o los libertadores de América,
como Simón Bolívar, Francisco de Miranda o José de San
Martín han sido elevados a los altares de la Historia con
esta titulación honorífica. ¿Por qué habríamos de
santificar a un mortal de reconocida debilidad por el
poder, de marcada vocación antidemocrática y de probado
despilfarro de recursos? ¿Acaso el correísmo necesita de
estas pamelas para esconder su vergonzoso papel en la
historia política del Ecuador?

Hay también otros “padres” como Lenin, Stalin o Kim Il-


sung, todos dictadores. Este último ostenta el título de
“padre de la patria y presidente eterno de Corea del
Norte”. ¿De ahí viene la inspiración de Rafael Contigo
Siempre, de eternizar en el poder al presidente Correa?
El protagonismo de gente como esta dice que nuestra
clase política se niega a razonar, que delega sus delirios de
perpetuidad a personas descalificadas, que se pierde la
oportunidad de discutir sobre lo realmente importante,
que nuestras sociedades están adormecidas en medio de
las interpretaciones arbitrarias de una constitución mil
veces violada por quienes la redactaron y por la
complicidad de los medios que se prestan para este
espectáculo. Quiere decir que perdemos la batalla de
vernos como sociedad, como gobierno, como democracia
pluralista. Es el culto a Rafael, es negar sus errores y los
de su gobierno, y negarse a solucionarlos. ¡Gracias
pamelas!

Todo esto quiere decir que vivimos del espectáculo y de


los mesías. Vivimos de lo grotesco, de lo cantinflesco y de
lo burdo. Que nos parece natural encender el televisor y
tolerar el desfile de voceros del autoritarismo que recitan
cualquier estupidez sin ninguna vocación democrática y
sin formación sobre lo que exponen, que repiten
estribillos aprendidos de la melosa publicidad correísta,
que vende como justo lo injusto, como democrático lo
autoritario. Es aceptar que esto no se puede cambiar y que
la política está destinada para los demagogos como éstos y
no a los ciudadanos decentes.

La batalla de la democracia estará perdida si aceptamos a


las pamelas como algo normal. Habremos aceptado que la
política es para los farsantes, para los lacayos y para los
sinvergüenzas; que no hay espacio para la gente decente y
que la política, los políticos y lo político es un lugar no
apto para que los ciudadanos construyamos con nuestras
propias manos un país para todos.

Las pamelas cumplen con esta función, de espantar de la


política a la gente real.

@ghidalgoandrade
(https://twitter.com/ghidalgoandrade)

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