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Dentro del estudio del misticismo islámico son más conocidas

las cuatro órdenes consideradas mayores: la orden Chistí, la


Kadirí, la Suhrawardí y la orden Naqsbandí o de los «Dise-
ñadores». Esta última sigue la línea principal de las órdenes
ortodoxas y ha sido siempre dirigida por un Sayyed, descendiente
del Profeta Muhammad, para ayudar al estudiante con su guía
hasta llevarle al conocimiento de la Verdad, así como a su propia
realización, y está considerada como la orden principal.

Durante el Imperio Turco, junto a la orden principal, la


Naqsbandí, ejercieron una viva influencia las órdenes Mevleví,
bektásí y kadirí. Todas ellas utilizan para su enseñanza impre-
siones sensoriales, tanto auditivas como visuales y tienen en su
origen a los jwayagan o Maestros.

El fundador de los bektásies es una figura que ha quedado


legendaria, y sus seguidores ejercieron una notable influencia
entre el pueblo turco y muy especialmente durante la época
otomana.

Hoy en día permanecen algo difuminados y con diversas


interpretaciones de su doctrina, aunque está muy arraigada en el
pueblo la devoción hacia su fundador, que de cierto modo sigue
ejerciendo su influencia en el mundo intelectual.

ABOLICIÓN DE LA ORDEN BEKTASI

Durante los primeros años de la República Turca, se quiso


poner a Turquía en el primer rango de las naciones modernas
civilizadas, pues no querían que la gente creyera en los poderes
sobrenaturales de hombres santos ni que fuese supersticiosa.
Muchos pensaban que tales elementos de esa cultura primitiva
turca, que todavía persistía, era por causa de la orden bektásí, que

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los habían preservado durante siglos mediante su tradición de
literatura, su ritual secreto y su actitud más liberal hacia problemas
sociales y religiosos. A la par argumentaban que en lugar de abolir
la orden, debería llegar a ser la religión de toda la nación turca.

El 20 de noviembre de 1925, la Gran Asamblea Nacional de


la República Turca promulgó una ley mediante la cual se cerrarían
todas las tekiyyas y zawiyas, así como las tumbas de los sultanes
y las que estaban en conexión con las tekiyyas, prohibiendo todas
las prácticas bektásies. Otra ley posterior dijo que todos los enseres
de las tekiyyas, espadas, cuencos, instrumentos musicales, etc.,
deberían ser entregados al Museo Etnográfico y todos los libros
deberían entregarse a las autoridades bibliotecarias.

ALGUNAS REFERENCIAS ACERCA DE LA VIDA


DE HAYYI BEKTÁS

Tal como la refieren los bektásies, la historia de Hayyi Bek-


tás Walli, se encuentra en el Vilayetname de Hayyi Bektas y el
Vilayetname de Haçim Sultán, con pequeñas variantes que re-
montan su ascendencia hasta el Profeta Muhammad.

Su padre había sido enseñado para ser Seyit Sultán Ibráhím,


que fue soberano de un estado en Horasán.

Se le dio al nacer a este futuro santo del Islam, el nombre de


Bektas, que significa «compañero en rango» o «equivalente a
príncipe». Ya desde la cuna se le escuchó dar testimonio de la
Unidad de Dios.
A la edad de cuatro años se le asignó un tutor, Lokman Pe-
rende, que fue uno de los apóstoles de Ahmet Yesevi, el santo
turco más famoso de Asia Central. Una vez, cuando Lokman entró
en la clase, vio las siluetas de dos personas enseñando el Corán a

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Bektás. Al ser preguntado por su preceptor, Bektás respondió: «el
que está a mi derecha es mi antepasado Muhammad Mustafá, paz
y bendiciones sean sobre él, y el de mi izquierda es el Polo de la
santidad, el Sustentador de Kevser, el León del Señor, el Señor de
los Mundos, el Dominador de los Creyentes, Ali el Mürteza». Uno
le estaba enseñando la ciencia externa, el otro el aprendizaje
esotérico, utilizando para ello el Corán. Fue de Ali de quien Bektás
afirmó haber recibido el poder para hacer milagros. También fue
Alí quien le envió el «signo» de una mancha de color verde
luminoso en la palma de su mano y una mancha similar en su
frente. Un día, cuando Lokman pidió agua para realizar las
abluciones, Bektás rezó e inmediatamente el agua comenzó a
manar de su mano. Lokman se sorprendió y exclamó: «Ya
Hünkar», «Oh, Señor Todopoderoso». Y después a aquel se le
llamó «Bektás Hünkar», y este título se ha seguido utilizando hasta
nuestros días.

El otro título de Bektí usado habitualmente, Hayyí o pere-


grino, surgió de la siguiente manera. Lokman, había ido a Meca en
la peregrinación requerida a todos los seguidores de Muhammad.
Después de hacer la circunvalación a la Caaba, fue hasta la colina
Arafa, a 40 kilómetros al este de Meca, notificó allí a los
compañeros que era la víspera del Kurban Bayram (la Fiesta del
Sacrificio del Cordero) y que los que habían vuelto a casa debían
estar entonces muy ocupados cocinando. Bektás Hünkar fue
milagrosamente consciente de esta afirmación, y en estado de
éxtasis le trajo en un instante una fuente de comida. Lokman contó
esto y se le dio a Bektás el título de Hayyi, por el milagro realizado
en Meca.
No se sabe con certeza la fecha de la muerte de Hayyí Bek-
tás, pero existen algunas evidencias de que murió antes del 697-
1297.
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Mucho se ha escrito acerca del secreto bektásí. El principal
secreto es teológico, pues los bektásies ven a Dios subjetivamente
como experiencia interna. De ahí la importancia que se le da al
hombre, de tal modo que el Ismi Azam, o el nombre más grande
de Dios se dice que es Hombre. De manera que, según esta
creencia, Dios se manifiesta a través de los Grandes Hombres, y
es para ellos Ali el máximo ejemplo.

En segundo lugar, el secreto político, pues creen en los Doce


Imanes y niegan la legítima sucesión al Califato de los tres
primeros califas, y, en tercer lugar, el secreto ha sido moral y
social. Así, la situación de la mujer entre los bektásies ha sido
única en la historia otomana, pues se le atribuye una dignidad,
como persona, igual a la de los hombres.

A estas tres fases del secreto se puede añadir el secreto sim-


bólico. El uso bektásí del vino y del raki ha sido popularmente
conocido en Turquía durante siglos, si bien su significado es un
secreto de la orden. El significado simbólico sigue siendo un
secreto. También usan gestos y expresiones establecidas para
reconocerse entre ellos, de manera que, si alguien entra en una
reunión de distintas personas, el saludo de un bektásí recién
llegado sería reconocido sólo por los iniciados.

A los bektásies les gusta mantener una actitud de misterio


hacia su propio sistema de prácticas y creencias. Esto dificulta la
comprensión de sus ideas y las hace poco asequibles a quienes

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desconocen su concepto del mundo y sus creencias. Así, son muy
famosos entre ellos los nefes, poemas escritos de tal modo que no
tienen sentido para los no iniciados.
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EL USO DEL HUMOR ENTRE LOS BEKTASIES

Nos parece muy significativa una característica de los bektá-


sies y es su uso del humor. Utilizan el humor como técnica de vida
y enseñanza para la transmisión de sus conceptos místico-físicos.
Su concepto del ser y del universo, de la esencia y de la existencia
les lleva hacia un peculiar comportamiento en su vida y en su
propio sistema de prácticas y creencias, que ha tenido una evidente
repercusión en el vivir cotidiano del pueblo llano y, por otro lado,
de una forma notoria, entre algunos círculos del mundo intelectual.
Su actitud hacia la vida es una ingeniosa crítica de las creencias
rígidas de los maestros ortodoxos. Es una actitud en la cual una
atmósfera de disfrute epicúreo del mundo tal como es, se mezcla
con un alegre desprecio por las incoherencias intelectuales y
morales de los que enseñan la fe sunní u ortodoxia islámica. Entre
los primeros en escribir de esta manera se encuentra Kaygusuz
Sultán, que vivió en el siglo XIV. No sé con certeza si era bektásí,
pero éstos lo tienen por uno de los suyos, y sus risalat y sus nefes
están entre las obras más populares de la literatura bektásí.

Dice así uno de sus poemas:

Más alto que los altos, he visto.


Tú eres el experto Creador, Gran Dios,
El mundo lee con palabras.
Tú lees la sílaba. Dios.

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Tú has creado esclavos rebeldes, diciendo: que sea por
siempre así.
Tú los has puesto ahí.
Tú has ido hasta el extremo. Dios.
Tú has creado un puente de un cabello diciendo, vengan
los esclavos y crucen.
Más bien, quedémonos aquí.
Si Tú eres un héroe, cruza Tú, Oh Dios.
Los héroes son conocidos como tal y tal, hijo de tal y tal.
Tú no tienes madre ni padre.
Tú pareces un hijo bastardo. Dios.
Yo soy Kaygusuz: desde la puerta del Amigo desde las
trescientas mil copas en un día.
Levanta la cortina de un medio, déjanos mirar dentro.
Dios.
Aunque las tres primeras estrofas de este poema están entre
las más conocidas de la poesía Bektásí, las dos últimas sólo se
hallan en colecciones particulares, ya que son en apariencia
demasiado irreverentes para publicarse en territorio sunní, y a los
no iniciados parecerían blasfemias.
También se consideran bektásíes algunos poemas de Yunus
Emre. Uno de los poemas de su Diván dice:
Tú has puesto una balanza para pesar malos actos;
Te has propuesto arrojarme al fuego.

Una balanza es apropiada para quien fuera tendero; o bien


quien fuera joyero o vendedor de perfumes.
Tú eres El Que Todo lo Sabe; Tú conoces mi condición;
¿qué necesidad hay de pesar mis actos?
Se aprecia en el fragmento un criticismo característico bektásí
del concepto ortodoxo del juicio; una propuesta contra Dios que
nos crea tal como somos para después condenarnos si hacemos el

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mal.

A los bektásíes les gusta contar chistes sobre sí mismos,


anécdotas que reflejan sus costumbres y creencias. En ellas apa-
recen superiores a los demás en gracia e ingenio, sin dejar de ser
reconocidos sus defectos y debilidades humanas.

Cuentan que un hoya y un bektásí viajaban juntos: el hoya, a


caballo. El bektásí en su burro. Era verano y se detuvieron en un
prado a pasar la noche. Comieron las provisiones de sus alforjas y
charlaron durante un rato. Antes de acostarse, el bektásí rezó: «Seij
mío, vigila también mi burro». El hoya se asombró y exclamó:
«Confíaselo a Dios. Eso es pecado». Pero el derviche no le prestó
atención. Se acostaron y, al despertarse a la mañana siguiente, se
encontraron con que el caballo había desaparecido, mientras que
el burro seguía allí pastando. El hoya exclamó: «¿Pero qué es esto?
El caballo que confié a Dios ha desaparecido, mientras el burro
sigue aquí». Y respondió el bektásí: «No hay razón para
asombrarse. Tú no eres el único siervo de Dios. Él simplemente ha
dado tu caballo a otro de sus siervos. Yo, sin embargo, soy el único
derviche de mi Seij. Es normal, pues, que haya cuidado de mi
burro hasta por la mañana». Se dice que, hasta el hoya se rio ante
esta explicación.

En otra historia se relata un viaje en barco durante el cual se


levantó una terrible tempestad. Los pasajeros, ansiosos, rezaban
sus oraciones, se arrepentían de sus pecados y pedían a Dios por
su salvación. El bektásí, sin embargo, fumaba su pipa
tranquilamente sentado en un rincón, sin mostrar señales de miedo
o preocupación. Cuando cesó la tempestad y el barco llegó a tierra,
uno de los pasajeros, maravillado por la calma del bektásí, le
preguntó: «Cuando estábamos todos aterrados, usted siguió
fumando su pipa como si nada ocurriera, ¿no estaba asustado?».
«¿De qué tener miedo, hijo mío?», respondió el bektásí. Dijo el
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hombre: «¿No viste que no había más que una tabla de madera
entre nosotros y la muerte?». «Sí que lo vi», respondió el bektásí:
«Pero en tierra no hay ni eso».

INFLUENCIA DE LOS BEKTASIES EN LA FORMACIÓN


DE LOS JENÍZAROS

Cuenta Asik Pasa Zade, acerca del origen de los jenízaros, que
un hombre llamado Kara Rustem advirtió al juez militar, Cendereli
Halil, que, según la ley de Dios, uno de cada cinco prisioneros
capturados en la guerra pertenecían al soberano. El juez refirió esto
mismo a Murat Han (el rey) y éste ordenó que lo llevara a cabo.
Se comunicaron estas órdenes a Evrenos, caudillo militar que
había formado Ipsala. Evrenos designó un juez, que de este modo
escogió una gran cantidad de prisioneros que fueron entregados a
los turcos, con los que permanecieron unos años y se convirtieron
al Islam. Más tarde fueron llevados a la puerta real, en donde se
les entregó un gorro blanco y se les llamó Yeni Ceri, tropas
nuevas.

Este relato de la formación de los jenízaros, durante el reinado


de Murat Han (1359-1389) y su relación con Hayyí Bektás, está
confirmado por otro historiador, Uruc Bey, en el siglo XV. Según
este historiador, el hermano de Orhan, Ali Pas, cambió el camino
político por el camino religioso y se hizo derviche. Un día,
hablando con Orhan, le llamó la atención diciéndole a este que los
soldados bajo sus órdenes, que eran entonces muy numerosos,
deberían tener una marca distintiva. Y dice: «dejemos que el resto
de los soldados lleven el gorro rojo, pero aquellos que se hayan
conectado directamente con el soberano lleven el gorro blanco».
Orhan aceptó esto y envió un mensajero a Hayyi Bektás para
pedirle permiso y su bendición para poder usar este gorro. Fue
Orhan el primero que lo llevó y luego sus seguidores para que unos
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a otros pudieran reconocerse en la batalla. Lo que no queda claro
es si fue Hayyi Bektás personalmente o uno de sus seguidores,
puesto que este nombre se le da también a ellos. Uruc Bey afirma
que los jenízaros habían comenzado entre el 763 y 766 (1361-
1364) durante el reinado de Murat Han.

Al alistarse como miembro de un cuerpo de jenízaros, cada


soldado tenía que hacer voto de fidelidad al camino de Hayyi
Bektás. Los Babas bektásies siempre acompañaban a las tropas
jenízaras en calidad de capellanes. Cuando se nombraba a un jefe
de la orden de los bektásies se decía que tenía por costumbre ir a
Estambul, donde después de una procesión formal, el Aga o
Comandante en Jefe de los jenízaros le colocaba el tac en la
cabeza. También se cuenta que el conde Marsigli, cuando estuvo
prisionero en el ejército turco durante el sitio de Viena en 1682,
dijo que el Aga de los jenízaros se levantaba del diván cuando se
mencionaba el nombre de Hayyi Bektás. A veces se les nombraba
como Hijos de Hayyi Bektás. El propio Selim III, en 1789,
segundo año de su reinado, cuando solicitaba de ellos su lealtad y
valentía, se les dirigía como Lads o Servidores de Hayyi Bektás.

ALGUNAS CREENCIAS BEKTÁSIES

Como hemos mencionado anteriormente, resulta difícil


precisar con exactitud algunas creencias bektásies debido a que ni
siquiera ellos mismos están de acuerdo en el orden de importancia
de sus propias ideas. Hay gran variedad de creencias, desde la
superstición más común de los ignorantes hasta un ateísmo
materialista. Incluso resulta difícil hacer una distinción clara, tanto
de sus propias ideas como de las que tienen en común con otras
órdenes.

El concepto más importante de la orden, también común en


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otras, es el del Mursíd o guía. No es fácil llegar a la comprensión
de la función del Mursíd entre los bektásles, aunque se acepta la
idea de que el papel del Mursíd es ofrecer a los discípulos las
verdades según la capacidad de comprensión de estos. La
comprensión de la Verdad por parte de un bektási dependerá tanto
de su propia habilidad para percibir la verdad espiritual, como de
la vida y el pensamiento del que haya sido su Mursíd.

El Mursíd es la persona que ofrece la recta guía, que en último


término, la ofrece el santo patrón de la orden, Hayyi Bektás, pero
prácticamente el liderazgo lo ejerce el Baba de la tekkya, en donde
se inició el novicio.

Otra de las creencias a la que se concede importancia es a la


doctrina de las Cuatro Puertas o Vías de Acceso que utilizan los
bektásies para alcanzar el conocimiento y la experiencia mística:
la saríat o ley ortodoxa sunní; la tariqat o enseñanzas y prácticas
de la orden religiosa secreta; la marifat o conocimiento místico de
Dios, y la haqiqat o experiencia inmediata de la esencia de la
Realidad. También el Profeta Muhammad enseñó acerca de estas
Vías. Referido a la saríat o ley, dice que son sus palabras; la
tariqat o enseñanza, sus acciones; la ma'rifat o conocimiento, su
guía de todas las cosas, y la haqiqat o Realidad, su estado
espiritual.

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Según la enseñanza bektásí, estas cuatro vías para la expe-
riencia y el conocimiento religioso, las reveló el ángel Gabriel a
Adán.

Los Babas bektásies han tenido por costumbres, como ocu-


pación favorita, enseñar el significado de estas Cuatro Puertas
mediante la explicación del significado individual de cada una de
las letras que componen la letra.

La sari'at, palabra formada por cinco letras: Sin, Ra, Ya, ‘Ayin
y Tâ, tiene el siguiente significado: la letra Sin, significa estar libre
de lo malo; la Ra\ significa recurrir mediante la confianza al placer
de Dios; la Ya, significa llamar a Dios como en Ya Allah (Oh
Dios!). El 'Ayin, significa actuar con ciencia o conocimiento; y la
Tâ, significa liberarse uno de lo prohibido.

En cuanto a la enseñanza práctica de la orden religiosa


Tariqat, la Ta, significa buscar la Realidad y la Verdad; la Ra, sig-
nifica la disciplina ascética; la Ya, ser verdadero en todo lo que
respecta a los hermanos del Camino; la Qâf, satisfacción, y la Tâ,
sumisión total.

En la Ma'rifat o conocimiento místico de Dios, la Mim, sig-


nifica el conocimiento de Dios; el ‘Ayn, poseer la Primera Gran
Inteligencia; la Ra, poner punto a las cosas que no son legales; la
Fa, el anonadamiento de la propia conciencia en Dios, y la Ta, el
arrepentimiento.

En cuanto a la experiencia inmediata de la esencia de la Rea-


lidad, Hariqat, la Ha, significa distinguir entre lo permitido y lo
prohibido; la Qâf, retornar a la energía o fuerza original; la Yâ,
Dios hace lo que quiere; la Qâf, existir por mediación de Dios, y
la Tâ, humildad absoluta.
Tras entrar en la Tariqat se marca el fin, y a partir de aquí se
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trata de alcanzar el ideal.

Hay frecuentes referencias a estos cuatro caminos en la poesía


bektásí. Así, Kul Hüseyin dice:

«La sáriat está en la lengua; la tariqat, en el alma»


«sáríat dildedir, tañqat canda»

Esa fe religiosa o sari'at está representada por Muhammad,


mientras que la tariqat se identifica con Ali.

Una de las citas más frecuentes entre los bektásíes, que según
ellos procede de Muhammad, es la siguiente:

«Yo soy la Ciudad del conocimiento y Alí es su puerta»


«Ene medinetulilim, wa Alt babuhu»

La sári'at representa la enseñanza de las prácticas y creencias


externas o destinadas en su significación literal solamente a los no
iniciados. Este aspecto en los bektásíes es más notorio que en las
otras tariqas. La opinión general es la de que los bektásíes no
siempre descuidan la sári'at.

Podemos ver en un poema de Yunus Emre la actitud de los


derviches en general, así como la de los bektásíes, al cual acom-
paña una interpretación del poeta y místico Niyazi Misri, muy
querido por estos. Curiosamente, existe un sorprendente parecido
de dicho poema con la popularísima canción española «Vamos a
contar mentiras».

Dice así el poema turco:

IOI
«Me subí a las ramas de un ciruelo. Había uvas y las comí. El
dueño del huerto me dijo: “¿Por qué comes mis nueces?”», etc.

La interpretación de éste es la siguiente: el Buscador de la


Verdad encuentra que la sári'at es como una ciruela, atractiva
excepto por el duro hueso no comestible, por lo tanto, prueba la
tariqat que es como la uva toda ella buena y con muchos usos,
pero, sin embargo, con pepitas duras en su centro, de manera que
es dirigido por su Mursíd hacia la haqiqat, la Verdad, que es como
la nuez con una fuerte prohibición externa, pero llena de rica carne
por dentro.

La diferencia fundamental está entre las dos primeras puertas


que muestran las ideas que tenemos sobre el universo en el que
estamos. Para la sári'at, el universo se ha creado desde la nada.
Por un lado, Dios está por encima de todo y del universo creado,
y por otro lado, este universo posee una cierta realidad.

Quien ha entrado por la puerta de la tañqat descarta este


concepto y lo reemplaza por la idea del universo creado desde
aquello que ya existía. Dios es la Verdad en Sí misma, la Única
existencia Real que ha sido o puede ser. Toda otra existencia es
sólo aparente. Antes de los tiempos Dios existía como unidad
indiferenciada. El universo es un reflejo de la «Existencia Real»
en el espejo de la No-Existencia.

Para los Bektásies el mundo físico es un reflejo de la Realidad


y el sentido de la dualidad es aquel velo que oculta la realidad de
la Existencia de Dios a los hombres.

El hombre se siente separado de Dios y así ve el mundo que


le rodea. Pero como en esta aparente separación su único contacto
con la realidad está en el hecho de que el hombre y el universo son
emanaciones de la divinidad, existe por lo tanto en el hombre una

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chispa de Existencia Real que busca constantemente reunirse con
la Fuente de la que proviene.

Cuando vemos en el universo y en nosotros mismos lo que es


el reflejo de Dios Mismo, descubrimos el sentido de «unidad» que
es sólo la experiencia de ver la Realidad como es. Separar esta
dualidad sólo es posible por el poder del amor. Este «amor» existe
en nosotros porque también es parte de la propia Naturaleza de
Dios.

Se trata de beber el vino de la Unidad. Es, en el mejor de los


casos, una experiencia interior, pero también una experiencia
guardada como secreto para aquellos que no están preparados para
comprender su significado.

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