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5. LA CIUDAD DE LA MEMORTA,
AQUILES
NAZzoA
—
Las
VENTANASAsi como la historia sentimental de Paris es una historia de puen-
tes y la de Praga una historia de torres, la de Caracas podria ser una
historia de ventanas. Si por el Avila define la ciudad su vocacion de
yuelo, por sus ventanas anuncia la gentileza de una arquitectura que
en comprender la significacion de la luz y
estuvo entre las primera
del aire como materias constructivas. Ideales para crear una ilusién
de altura, su resultado estético fue proporcionarle a esta ciudad do-
minada por esa dimensi6n, la coherencia de un conjunto arquitect6-
nico en que el paisaje natural parece glosarse en la forma construida,
de la misma manera que el escenario se proyecta idealmente en su
escenografia. Asisea muy grande su caudal de ensueno, de vocaci6n.
y de conseja, poco diria el Avilaa la emocién del habitante de Caracas
sile faltara ese Ambito de idealidad en que lo capturan nuestras histo-
riadas ventanas parroquiales. Por ]o mismo que ambos pertenecen a
jdéntica familia celeste, ventana y paisaje conjugan para los caraque-
Atos los signos mis didfanos y livianos en que se expresa la poesia de
la ciudad. Le otorgan las ventanas al paisaje del valle un acento y un
clima sentimental peculizres, tan entrafiablemente vinculados a ellas
como lo esta ef labrado marco a un viejo retrato de familia. Sin dejar
de desempefiarse cumplidamente en su papel como organos vivos y
tespiratorios de la ca
na cursileria que nos conmueve en algunas, son los atributos por los
u esbeltez y gracia decorativa, y hasta la tier-
que la ciudad confirma la condici6n femenina que le sefiala el mas
galante de sus poetas en epiteto tan fino como Caraca la gentib. Y
junte con lo que representan como adorno de la ciudad, como men-
sajeras del paisaje, como expresién de una artesania que nos dej6 en
ellas la més poética cultura del hierro, hay que afiadir para las venta-
nas de Caracas la eficacia con que sirvieron nuestra vida de relacio-
nes. Pues nuestras ventanas fueron concebidas, ademas, para que
por ellas entraran a las casas el amor y la miisica. Si desde dentro ser-
vian para asomarse como aun libro abierto a la crénica ebullente de
la vida, desde fuera figuraron largo tiempo como santuarios oaltares
dei amor, 0 como resonadores de estremecidas serenatas. Atributo
inseparable de ia femineidad criolla durante casi tres siglos, y en el
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que la imagen de la mujer de Caracas tiene su complemento mas ca-
bal, no solo crearon una peculiar psicologia de la coqueteria y del fis-
goneo, sino como el zapatito de hierro de las chinas 0 la moda de los
corsets, modelaron una tipologia anatémica conformada a las artes
de asomarse y acodarse con gracia. Al habito de permanecer en ellas
atribuye Depons, en 1806, cierta leve desproporcién entre busto y
academia que le sorprende en el fisico de la mujer caraquefia: «Como
pasan —escribe-la mayor parte de la vida en la ventana, podria decir-
se que la naturaleza ha querido embellecerles solo la parte del cuer-
po que dejan ver con mis frecuencia.
Rehacemos el fargo viaje de la ciudad por su historia, respira~
mos los climas espirituales que saturaron cada una de sus épocas,
conocemos los temas que solicitaron su emocidn, en el moroso pe-
tiplo de los estilos que nos proponen sus ventanas. Si la anatomia
fundamental de la casa no conocié en siglos sino muy timidas varia-
ciones, y no hizo en todo ese tiempo sino repetir mondétonamente
sus médulos originales hispanicos, sus drganos de expresién, en
cambio, en las mutaciones que les va imprimiendo el paso de los
tiempos, describen un suti
cretismo por el que las formas trasplantadas se acomodan a los mo-
imo proceso de transculturacién o sin-
delos que les propone su nuevo mundo, En este sentido son las ven-
tanas como las graciles antenas del tiempo, las que recogen en el
cordaje de sus hierros la vibracién de cada hora significativa en la
vida de la ciudad, el tono espiritual de cada generacién, el eco, de-
morado para la historia, de Ja aventura humana que alento y se ex-
tinguié en la intimidad de aquellas casas. Las munificencia 0 mise-
tia de cada época, los rumbos que siguié su espiritu, las modas que
crearon y aun sus pasiones, tal es la historia secreta que nos cuenta
Caracas en Ja cambiante multimortia de sus ventanas. Asi, de los
ventanucos de madera sostenidos en bahareque (como todavia en
1945 podrian verse en algunas calles de fa alta Pastora), a las que
acaban de caer con la urbanizacién de El Conde, hay no solo una
historia de mestizaje arquitectGnico significado por la busqueda an-
gustiosa de una autonomia para su expresi6n, sino estén también
puntualizadas como en un censo, las fechas capitales de nuestra
existencia como urbe, la cuantia de nuestros haberes histéricos en
cada generaci6n, la educacién que recibimos y las enfermedades
culturales que hemos sufrido.
El trdnsito de Ja primitiva ventana de palo, todavia rescatada en su
simplicidad campesina, todavia estremecida por el reciente fragor de
la Conquista, a los suntuosos frontispicios del mantuanismo, donde