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TEMA:
Tarea I
PARTICIPANTE:
Annety Doranni Rodríguez López 16-9964
FACILITADORA:
Clarisa Cuevas de Gelabert
FECHA:
17/03/2019
RECINTO NAGUA
Introducción.
Educar para la paz y la convivencia es un objetivo defendido con ahínco por todos
los sectores de la comunidad educativa. No sólo el futuro, sino también el presente
dependen de que nuestros niños, adolescentes y jóvenes aprendan a resolver sus
conflictos por vías pacíficas. Por eso, es muy importante que los alumnos
adquieran “herramientas” y procedimientos para este fin y que vayan asumiendo
valores que se traduzcan en actitudes y hábitos de convivencia.
Origen de paz
La palabra paz deriva del latín pax. Es generalmente definida, en sentido positivo,
como un estado a nivel social o personal, en el cual se encuentran en equilibrio y
estabilidad las partes de una unidad, y en sentido negativo, como ausencia de
inquietud, violencia o guerra.
Puede hablarse de una paz social como entendimiento y buenas relaciones entre
los grupos, clases o estamentos sociales dentro de un país. En el plano individual,
la paz designa un estado interior, exento de cólera, odio y de sentimientos
negativos. Es, por lo tanto, deseada para uno mismo e igualmente para los demás,
hasta el punto de convertirse en un saludo (la paz esté contigo) o una meta de
vida.
La naturaleza de paz
La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de
Cristo, que procede de Dios Padre. En efecto, el propio Hijo encarnado, Príncipe
de la paz, ha reconciliado con Dios a todos los hombres por medio de su cruz, y,
reconstituyendo en un solo pueblo y en un solo cuerpo la unidad del género
humano, ha dado muerte al odio en su propia carne y, después del triunfo de su
resurrección, ha infundido el Espíritu de amor en el corazón de los hombres.
Por lo cual, se llama insistentemente la atención de todos los cristianos para que,
viviendo con sinceridad en la caridad (Eph 4,15), se unan con los hombres
realmente pacíficos para implorar y establecer la paz
- La paz implica y hace referencia a dos conceptos íntimamente ligados entre sí:
el desarrollo y los derechos humanos.
La relación entre maestro y alumno debe ser una relación liberadora, que se da
cuando se comparten conocimientos y herramientas útiles y trascendentales para
la vida; un maestro puede transmitir a sus alumnos el amor por la materia que
imparte, el amor por la investigación, por el trabajo, por la riqueza de las
relaciones de los demás, por la vida y sobre todo, por el descubrimiento y la
construcción de sí mismo.
Las cualidades debes reunir un educando que haya recibido una formación
en educación para la paz.
Amable
Respetuosa
Sincera
DURACION: 45 MINUTOS
ACTIVIDADES
INICIO (5 MINUTOS)
Oración
Dinámica o reflexión
Motivación
Indagación de saberes previos
CIERRE (5 MINUTOS)
Tarea:
Investiga en libros de textos, internet y otras fuentes el perfil de una persona que
educa para la paz.
Emplear los castigos como herramienta en la crianza de los niños es tan habitual,
y tan socialmente aceptado, que se recurre a ellos de forma casi sistemática, sin
detenernos a reflexionar sobre todas sus consecuencias en el niño (y también en
nosotros mismos). Pero, ¿por qué se castiga a los niños? ¿Es realmente el castigo
todo lo eficaz que se suele creer? ¿Es la óptima vía, acaso única, para educar
correctamente? Voy a desarrollar y tratar de resolver éstas y otras cuestiones
sobre los castigos y sus efectos.
¿Por qué se castiga?
Como consecuencia de todos estos factores, los padres se decantaron por unos
métodos de crianza más rápidos que los tradicionales hasta entonces, con el
abrigo de la opinión de psicólogos y pediatras de la época. Los procesos
mentales, las emociones y las motivaciones de los niños se consideraban
irrelevantes; la única forma de educar “exitosamente” era mediante el
reforzamiento entre estímulos y respuestas, y nada más. Y nada parecía más útil,
rápido y eficaz para controlar la conducta de los hijos que los castigos, es decir,
la contingencia de un estímulo aversivo a las conductas indeseables.
Hoy en día, el castigo sigue siendo una práctica muy predominante entre los
padres. El conductismo hace tiempo que dejó de considerarse, por si sola, la
aproximación apropiada en estudio de la psicología, pero los castigos, ya sean
físicos o psicológicos, todavía perduran. Sigue resultando un método eficaz para
muchos padres que no “tienen tiempo” de emplear otros métodos más centrados
en el propio niño que en su conducta, o para padres que no conocieron siquiera
que existen otras alternativas. Además, muchos padres consideran el castigo
como una herramienta igualmente eficaz para ejercer autoridad ante sus hijos.
Así, ejemplos de castigos físicos son: pegar a los niños (“manotazos”, “bofetadas”,
“palizas”), con la mano o con algún objeto (azote, vara, cinturón, zapato, cuchara
de madera, etc), dar puntapiés, zarandear o empujar a los niños, arañarlos,
pellizcarlos, morderlos, tirarles del pelo o de las orejas, obligarlos a ponerse
en posturas incómodas, producirles quemaduras, obligarlos a ingerir alimentos
hirviendo u otros productos (por ejemplo, lavarles la boca con jabón u obligarlos a
tragar alimentos picantes).
Los castigos no físicos son aquellos que, no siendo corporales, son igualmente
crueles y degradantes. Ejemplos de castigos no físicos son: castigos en los que se
menosprecia, se humilla, se denigra, se convierte en chivo expiatorio, se
amenaza, se asusta, o se ridiculiza al niño. El “rincón de pensar” (aislar o apartar a
un niño para que “reflexione” sobre lo que ha ocurrido), ignorar al niño, o
amenazarle (“si no te comes la verdura no iremos al cine esta tarde”) están dentro
de esta categoría.
Por la misma razón que no empleamos el castigo con otros adultos. Los castigos,
ya sean físicos o no físicos, son degradantes, humillan y someten a una persona.
Y esto es así para todas las edades, no sólo para los adultos. Son el fracaso de
nosotros, como padres, en encontrar una solución más adecuada a las
necesidades de nuestros hijos, bien sea por nuestra falta de comprensión ante
dichas necesidades, o bien por nuestra indisposición hacia una crianza “sin
horarios”.
Los castigos tienen graves efectos sobre el niño, pero también sobre los padres (y
la sociedad, en general). Estos son algunos de los efectos negativos en el niño:
Enseñan a ser víctima. Acepta los castigos como algo natural y que debe
acatar sin rechistar.
Enseñan a ser violento. Al validar sus padres el castigo, el niño será más
proclive a castigar en su edad adulta. Si el castigo es físico, además, tenderá a
mostrar conductas agresivas con los demás, con sus parejas y con sus familias,
puesto que considera la violencia como un modo adecuado para resolver los
problemas.
Al finalizar con este informe sobre la educación para la paz puedo concluir
diciendo que la Educación para la Paz se fundamenta en dos conceptos básicos:
el concepto de paz positiva y la perspectiva creativa del conflicto.