Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Transcripción del primer encuentro del Taller gratuito “La normalización de la cultura”,
coordinado por Diego Sztulwark y Silvio Lang, el 21 de mayo de 2016. La organización estuvo a
cargo del Taller de Actuación y Creación Escénica, que coordinan Lang y Juan Coulasso, en
espacio Roseti, y surgió luego del interés que generó la conversación pública, con Sztulwark y
Lang, realizada el mes anterior, bajo el mismo título. Este primer encuentro trabajó sobre la
pregunta “¿Cómo el macrismo organiza nuestros afectos?”, a partir de la lectura de la entrevista a
Suely Rolnik: “La base del sostenimiento del poder de la derecha es el propio deseo de la
población”. En el segundo encuentro del Taller, que se realizó el 11 de junio, y que tuvo como
invitados a Verónica Gago, Diego Skliar y al Colectivo Juguetes Perdidos, se trabajó sobre el eje:
“figuras de afectividad no neoliberales”.
DIEGO SZTULWARK: Vuelvo sobre uno de los puntos que trabajamos en la conversación
pública del mes pasado. Intentaré desarrollarla siguiente idea: hemos subestimado lo neoliberal.
Nosotros conocemos al neoliberalismo como etapa del capitalismo desde hace tiempo, al menos
desde la última dictadura, y luego durante los gobiernos de Menem, donde se impusieron planes
económicos de ajuste y privatización esta vez desde las urnas.
Me parece, de todos modos, que hemos leído lo neoliberal sólo como una cuestión macropolítica,
como una situación correspondiente a ciertas coyunturas. Luego del 2001, y de la posterior llegada
de una serie de gobiernos autodenominados progresistas en el país y en buena parte de la región,
hace ya una más de una década, contamos con cierta perspectiva para preguntarnos si la cuestión
del neoliberalismo no tiene, junto a la realidad macropolítica ya señalada, una realidad
micropolítica, muy efectiva y de larga duración, que se sitúa en el centro de las posibilidades
actuales de subjetivación, en nuestra propia existencia, en nuestros modos de ser.
Podemos decir que el neoliberalismo es una forma de gobierno, no es meramente una racionalidad
económica. O podemos también decir que es una forma política de dominio que pasa a través de las
categorías de la economía política. Me gustaría resaltar algunos aspectos fundamentales de esta
dominación. En las políticas neoliberales, en primer lugar, hay lo que podríamos denominar una
“ganancia subjetiva”, en términos de consumo, de seguridad personal, de confort. Es imposible
pensar la eficacia de estas micropolíticas sin considerar estas ganancias subjetivas que nos instalan
de lleno en ellas.
Otra cuestión fundamental a considerar es el hecho que las micropolíticas neoliberales están en un
juego nuevo con la libertad. Esto ya lo explicó muy bien Foucault. Probablemente no recordemos
formas de dominación política previas que pongan tan en el centro esta experiencia inmediata de la
libertad. Cierto que se trata de una idea de libertad con la que queremos pelearnos, una idea
neoliberal de la libertad. Pero de todas maneras, por más que digamos que se trata de una libertad
que no aceptamos, no podemos dejar de advertir que el neoliberalismo tiene un juego tan efectivo
como perverso con la libertad, en la medida en que cada uno de nosotros está llamado a creer que
está eligiendo a cada paso. No hay nadie a nuestro lado con un látigo que nos esté diciendo qué
hacer a cada momento. En muchas situaciones no encontramos obediencia, pero si internalizando
esa obediencia en una experiencia puesta en términos de libre elección. Esta experiencia de la
libertad es una experiencia de dominación, que con frecuencia se revierte en servidumbre. Haciendo
lo que elegimos somos más serviles que nunca. Hay un tipo de libertad-servidumbre y una relación
no muy estabilizada entre las dos, es algo que tendremos que tomar muy en cuenta y trabajar más.
En contacto con el punto anterior, cabe subrayar el lado voluntario y hasta activista de nuestra
inmersión en los dispositivos neoliberales. Marchamos activa, voluntaria y alegremente hacia los
dispositivos neoliberales. Nadie nos obliga a poner en facebook todo lo que pensamos, a exhibir
nuestras fotos, a regalar todo tipo de información, a poner a circular nuestras cosas como si de
mercancías se tratase mercancía. Es nuestro narcisismo el que goza con este sistema de
visibilización. Ya en el siglo XVII Spinoza escribió una frase inquietante: “por qué luchamos por
nuestra esclavitud como si de nuestra libertad se tratase”. Esa frase, en el contexto actual, nos puede
ayudar.
Otro aspecto que no habría que perder de vista: estos dispositivos micropolíticos obedecen a un
mando formado por el mundo de las finanzas. Tenemos algo que pensar respecto al mundo de las
finanzas, en la América Latina en estos años. En un período en el que la región intentó salirse del
mando más lineal y directo de lo neoliberal, que intentó hacer una experiencia diferente-y hoy
podemos discutir sobre sus fracasos y sus éxitos- en la que por años se suspendió la retórica
neoliberal, ligada a una voluntad política de izquierda –genéricamente hablando (Suely Rolnik va a
definir a estos gobiernos “progresistas” o de “izquierda” como los partidarios de un mínimo de
resistencia a lo neoliberal). No entraría en la discusión si se trata de gobiernos más o menos de
izquierda, porque todos estos años sabemos lo que pasó en América Latina. Sí tomaría en cuenta
que las micropolíticas no están autonomizadas respecto de la macropolítica. No se trata de dos
realidades separadas, inconexas, no hay una instancia verdadera y otra falsa. Se trata de pensar la
especificidad de ambos niveles sin desarticularlos. No es posible entender acabadamente el
funcionamiento del mando de las finanzas, su articulación con dispositivos comunicacionales,
securitistas, la constitución de una soberanía, que parte de la constitución del mercado mundial, sin
captar simultáneamente como esos grandes poderes operan en las líneas micropolíticas de nuestra
existencia (y viceversa). Ahí hay un elemento metodológico que puede ayudarnos a comprender un
poco más la simultaneidad en lo real de la macro y las micropolíticas.
La otra vez intentábamos, para tratar de comprender mejor esto que llamamos “el macrismo”
reconstituir una secuencia que partía del año 2001. Todo el tiempo se nos recuerda que 2001 fue un
tiempo de crisis. El problema es entender qué se entiende ahí por crisis. Si la crisis es algo oscuro,
es una amenaza absoluta, si es indistinguible de un padecimiento sin medida y a la interrupción de
los procesos de la reproducción social, como se nos ha dicho todos estos años, tal vez sea bueno
recordar otra cara de la misma crisis. Una sobre la que se insiste menos. La de la emergencia de
subjetividades que son inmanentes a la crisis. Estas subjetividades de la crisis son aquellas que
intensificaron la crisis (en la medida no aceptaban la condición que el poder del capital exigía como
solución: más ajuste y más hambre). Estas subjetividades sabían actuar en la crisis. Sabían organizar
colectivamente la comida, la seguridad. Sabían actuar colectivamente. Sabían hacer en la crisis.
Eran capaces de elaborar estrategias en la crisis. Porque la crisis afectó también la salud de las
micropolíticas neoliberales. Y cuando ellas están en crisis, es necesario configurar estrategias de
existencia. Ese costado del año 2001 –que sin embargo es parte del saber actual de contingentes
sociales enteros-tiende a borrarse tanto por la necesidad del sistema político de ofrecer orden
público como por el restablecer micropolíticas neoliberales sobre las que este orden se estabiliza.
Habíamos partido de ese 2001 que tuvo una efectividad política increíble, todos sabemos que
después de ese año en la Argentina, los políticos no hablaron más de ajuste, de represión, de
privatización y de endeudamiento por muchos años. La macropolítica se cuidó mucho de seguir
reproduciendo el discurso neoliberal explícito. Nunca la legitimidad de las retóricas neoliberales fue
tan nula, y sin embargo las micropolíticas neoliberales se fueron resituando con una fuerza
innegable. Si pensamos en cómo funcionó la voluntad de inclusión que se constituyó en torno al
kirchnerismo podremos ver bien esta coexistencia: la inclusión por la vía de las finanzas, por la vía
del consumo, por la vía de la activación de un conjunto de dispositivos micropolíticos que ya no
intentaban excluir sino incluir socialmente, no produjo las condiciones para una ruptura con el tipo
de subjetivación neoliberal que las acompañaba. Sabemos que en la Argentina eso se ha discutido
muy mal, ha rodeado de una violencia afectiva incapaz hasta ahora de producir síntesis productivas
de largo alcance. Propondría trabajar ese momento, haciendo un análisis de niveles para entender
esta voluntad de inclusión.
La voluntad de inclusión tendría por lo menos dos costados, aspectos o niveles. Uno sería el deseo
de incluir a los llamados excluidos, dañados, la decisión de reconocer derechos antes negados. En
este nivel, vinculado a una intensa movilización social enorme, reconocemos los valores que más
nos enorgullecen, la decisión de no pensarse sin los otros. Es todo lo contrario de la indiferencia
hacia el otro, de la crueldad. Al mismo tiempo esta voluntad de inclusión tiene una topología, un
sistema de lugares, que funciona de un modo colonial: el que quedó afuera es invitado a
incorporarse a un espacio que no va a alterarse con su ingreso. Este segundo aspecto de la inclusión
supone que el otro que quedó afuera, quien perdió, debe ser recuperado desde el espacio
incuestionado que emerge triunfal de las mutaciones históricas recientes. En la invitación a la
inclusión del otro, el espacio propio no se altera, sino que se confirma. Es una confirmación
absoluta del lugar de la inclusión y un tratamiento del otro como pura víctima, como pura
impotencia. No se lee en los otros un saber de la crisis, una sensibilidad de la crisis, una inteligencia
de la crisis, como información imprescindible para cuestionar este espacio triunfante de la
inclusión. Decíamos en nuestro encuentro anterior, que esta complejidad, la coexistencia de estos
dos niveles, explicaba, al menos en parte, la ambigüedad de lo sucedido estos años. Ambigüedad, en
síntesis, entre una dimensión crítica, solidaria, ética, que produjo transformaciones interesantes e
incluso imprescindibles, y por otro lado esta otra dimensión que limita bastante la eficacia y la
posibilidad de pensarse con lxs otrxs. Habría más que decir de este período, por supuesto, pero me
parece que ahí hay un elemento.
Otro aspecto que habíamos señalado, creo, para caracterizar esta ambigüedad del kirchnerismo
remite al tratamiento del problema de la decisión colectiva. El kirchnerismo supo denunciar –por
primera vez en décadas- la privatización de la decisión política en manos del terror militar, primero
y luego de corporaciones económicas y mediáticas. En este nivel, el aporte del kirchnerismo y de
quienes confluyeron en el movimiento por la ley de medios es extraordinario. Y al mismo tiempo,
sucedió que los mismos argumentos que se utilizaban contra estos los poderes que intentaban
secuestrar la decisión política –ser antipolíticos, o destituyentes, no asumir la legitimidad y la
autoridad del gobierno como representación política nacional-se descargaba sobre organizaciones,
movimientos o personas que tenían el impulso a discutir desde una perspectiva autónoma su
derecho a participar de esa decisión colectiva. De nuevo, entonces, una doble cuestión, por un lado:
una enorme y beneficiosa pedagogía sobre quiénes y cómo intentan secuestrar la decisión política
pública y, al mismo tiempo, un límite para construir una decisión colectiva más abierta, con actores
más transformadores formando parte de esa decisión. Discutir esto más a fondo es parte de un
balance necesario con vistas al futuro. Sobre todo porque hay una correlación evidente, creo, entre
modalidad de decisión colectiva y modelo de desarrollo.
Y llegamos así al final de la secuencia que habíamos planteado al “macrismo” y la plena restitución
de una macropolítica neoliberal adaptada a la nueva coyuntura nacional, regional, global. Después
de una cantidad de años donde la presencia de la crisis determinaba un elemento de ambigüedad a la
situación social y política (porque la inclusión es aún un discurso de la crisis, un tratamiento de la
crisis, sólo que en ella no se afirma la subjetividad de la crisis, sino que se la negativiza, se la
identifican a un lugar infernal y descalificado, que hay que abandonar), se acabó la ambigüedad. La
inclusión deja lugar al lenguaje de la “integración” y la “innovación”, en el que la crisis sólo es
invocada como elemento completamente negativo y amenazante, a fin de legitimar las políticas
derivadas casi unilateralmente del mando del mercado mundial. El costado ordenancista previo es
retomado, pero es abandonado el aspecto de sensibilidad por los otros que la inclusión de algún
modo activaba. La crisis no es ya un elemento interno a una dialéctica de la inclusión, sino un
elemento a normalizar por las vías que sean. Macri, aparece como la adecuación más perfecta al
desarrollo de las micropolíticas neoliberales. Como si estas micropolíticas hubieran preparado el
camino para lo que estaban esperando. A pesar de que a Macri le haya costado mucho llegar al
gobierno, su triunfo tiene algo de obvio, de “sinceramiento” (otra palabra “Pro”). La situación
depende a tal punto de un conjunto de variables bancarias, mediatizadas, la reproducción de la vida
depende tanto de mecanismos ligados a estas variables, de la decisión de grandes actores
capitalistas, que de algún modo uno se tienta con pensar menos al macrismo como un fenómeno
político autónomo, y más como el efecto relativo de una cierta restitución de las micropolíticas
neoliberales. Con esta secuencia (2001, kirchnerismo, macrismo) cerramos el segundo punto que
retomamos de nuestro encuentro anterior.
El tercer punto que habíamos trabajado –y que retomaremos en nuestra próxima reunión, el 11 de
junio- tiene que ver con la noción de “amistad” política, que intenta responder a la pregunta: ¿cómo
reconocemos en nosotros y en los otros, afectividades no neoliberales? (porque de ninguna manera
se puede aceptar que las micropolíticas neoliberales sean la única realidad!). O también: ¿cómo
ponemos en juego micropolíticas no-neoliberales, que no sean mera reproducción de esos
dispositivos neoliberales? Para discutir esto van a venir, por suerte, una serie de invitados que van a
aportar mucho. Verónica Gago, con quien comparto muchas actividades, autora de un libro que yo
creo que deben conocer, porque tuvo un impacto importante, La razón neoliberal (editado en Tinta
Limón Ediciones).Verónica trabajó muy intensamente el tema de la migración y el trabajo
sumergido durante los últimos años. Toda esa fuerza de trabajo precarizada, generalmente migrante,
sometida a situación laboral que linda por momentos con imágenes de esclavitud; pero, al mismo
tiempo, con la circulación de componentes comunitarios –en una ambivalencia muy acentuada- en
muchas de esas subjetividades. Verónica plantea que en esas zonas “grises” -por llamarlas de algún
modo-, en las que no es tan fácil reconocer qué es lo neoliberal (la reducción del lazo social a forma
empresa) y qué es lo resistente a ello (formas familiares y comunitarias), hay que rastrear si no se
está afirmando otra cosa. Le vamos a pedir a Verónica que nos ayude a ver si es posible distinguir lo
neoliberal de lo no neoliberal, no como si fueran dos colores completamente diferentes, sino a partir
de aprender a reconocer esa zona de ambivalencia.
Están invitados también el Colectivo Juguetes Perdidos, amigos a los que admiro mucho, que han
escrito un libro notable Quién lleva la gorra hoy, también editado por Tinta Limón Ediciones, que
vienen trabajando mucho en territorios del conurbano bonaerense intentando percibir qué es lo que
pasa con los pibes que no se enganchan ni en una cosa ni en otra -ni en el laburo, ni en el estudio,
que viven en situación de “raje”, tensionando la vida barrial y urbana. Los “JP” se interesan por
estas estrategias de “raje” como modo de constituir una perspectiva que ya no es la de la inclusión
(aunque tampoco desvalorizan el armado de esas redes precarias –eso es para ellos lo real de la
inclusión- que permiten desarrollar estrategias), sino desde la potencia de fuga, del tipo de saber que
se ha constituido en los barrios a propósito de las maneras de rajar de un conjunto de situaciones
asfixiantes en el proceso de normalización –el “engorrarse”- en los territorios. Logran captar así
claves importantes, incluso, de lo que ocurre en la macropolítica, como el mismo triunfo del
macrismo del que hablábamos. Ahí me parece que vamos a poder pensar un poco más, qué es esta
afectividad no neoliberal evitando todo tipo cliché. El punto sería: no estereotipar qué cosa es la
afectividad no-neoliberal. Concebirla justamente en sus puntos de difícil interlocución.
Aquí es donde podemos retomar la referencia a la amistad política. Amigo no sería en este sentido
tanto quién nos caen bien en lo personal, aquellos con quiénes opinamos igual, con quiénes nos
contamos secretos, quiénes nos bancan cuando estamos bajoneados. Esa podría ser la idea de
amistad personal, pero la de amistad política tendría que ver con cómo se construye utilidad común,
es decir, con situaciones y personas en las que el punto de partida no es necesariamente común. No
se trata ni de la confianza previa, ni de pertenecer a los mismos grupos sociales, ni de tener un gusto
afín respecto de determinadas actividades. Por ese lado podríamos empezar a discutir un poco más
esta estructura de la potencia colectiva, esta utilidad común que llamamos “amistad”. Pienso que la
idea de amistad política puede ser útil en este momento. No por nada la trae el Comité Invisible en
un libro que se llama “A nuestros Amigos” (de reciente edición a cargo de editorial Hekht). La idea
de amistad ya está en La Ética, de Spinoza. Hay una tradición de pensar la amistad como una figura
de politización. De eso trataría la próxima reunión.
Además le pedí a Diego Skliar, que es escritor, periodista (con Diego y con Natalia Gennero
compartimos una columna radial: Clïnamen, en Fm La Tribu), que asista, que no hable, que esté
callado toda la reunión, y al final nos devuelva una lectura, donde podamos trabajar de una manera
diferente.
Hoy vamos a empezar a desarrollar algunas de estas ideas. Vamos a detenernos en las micropolíticas
neoliberales. Vamos a apoyarnos en un texto, una entrevista de Suely Rolnik, publicada en el blog
Lobo Suelto! con el título “La base de sostenimiento del poder de la derecha es el propio deseo de
la población”. Suely, amiga querida también, fue un personaje importante de la contracultura
brasilera de los años 70. Con la dictadura sufrió la represión y marchó al exilio en Francia, donde se
conecta con Gilles Deleuze y Félix Guattari con quien se analizó. Suely regresa a Brasil donde
desarrolla actividades como psicoanalista y filósofa (es autora de un gran libro, junto a Guattari,
Micropolíticas, cartografía del deseo, Tinta Limón Ediciones) y forma parte activa de las
experiencias del Brasil “molecular” de aquellos años, lo que abarca, también, la formación del PT.
Suely fue una figura clave también para comprender la relación intensa entre Guattari y la
contracultura brasileña.
La propuesta es ir leyendo párrafos claves de la entrevista, ir abriendo preguntas, intentar incluir
nuestra conversación en el hilo de las micropolíticas neoliberales, siguiendo la secuencia que
planteamos en la introducción.
Una aclaración importante, sobre el lenguaje (en este caso el de Suely). En la medida en que se
emplean categorías teóricas (como “afecto”, “potencia”, “sujeto”, “devenir”, etc.) siempre puede
dar la impresión de que estas categorías viven como “bien definidas” siempre en otro lado. Como si
hubiera en alguna otra parte un diccionario preciso sobre cada una de ellas, un diccionario que
siempre está en otro lado, inaccesible. Cuando tenemos esa impresión hablamos sin estar del todo
seguros de qué quiere decir, por ejemplo, “subjetividad”, “rizoma”, “inmanencia”. Las usamos, a
veces, pero sin tenerlas muy claras, como si su sentido estuviese en otro lado. Les propongo relajar
la cuestión del saber. Suely nos está enseñando en vivo y en directo la significación de esas
nociones asique, al menos, por esta vez no habría que buscarlas en otro lado, sino que iremos
viendo cómo ella las explica y entre todos las vamos completando el sentido. Lo interesante es que
ya no va a haber que pensar que hay otra definición mucho mejor que la que estamos usando: Suely
conoce muy bien las categorías, las trabaja muy bien y vamos a ver si lo que ellas nos ofrecen nos
satisface o no. Entonces no estamos ante el problema de cómo transmitir un saber, sino frente a otro
problema: el de saber si lo que se está diciendo nos interesa o no, y cuánto. Y por lo tanto, el de
saber si hay algo propio que va para otro lado. Si eso ocurre, ya hay una ganancia en haber hecho el
ejercicio de comprensión, porque a partir de ahí se puede decir ¡no!, esto que se dice así no me
cierra porque hay un punto que lo quiero pensar de otra manera. La ganancia en esa situación es
descubrir una nueva dirección para el pensamiento. Sea como sea, se trataría de tomar algo de lo
que vamos discutiendo y empezar a ver para qué sirve.
Con el aspecto categorial de esta filosofía creo se puede hacer lo siguiente (es un consejo que le leí
alguna vez a Deleuze): como nadie está seguro del todo si está entendiendo o no, no confiaría tanto
de la comprensión pura a nivel de los conceptos abstractos, y más bien se podría apostar a que cada
quien se pregunte sobre qué vivencia personal se sirve para apoyar el concepto que se quiere
entender. No importa que sea una vivencia noble o más bien inconfesable, no importa que sea
infantil, no importa porque no hay que contarlo. Asique vale aunque uno se diga: -¡pero es
demasiado tonto lo que estoy pensando! Si se puede encontrar cualquier experiencia o vivencia
propia que apoye lo que se está diciendo, va a funcionar. Si no sería como una mala clase de
facultad, donde salimos con conceptos medio mal aprendidos, sin saber exactamente si son los que
son. Eso les propongo, veremos si funciona.
Le preguntan a Suely por la relación con Deleuze y Guattari. Ella responde que la biografía de ellos
hecha por François Dosse, tiene un interés muy grande, porque a pesar de que no nos gusta mucho,
tiene algo muy interesante y es que rompe la subordinación de Guattari a Deleuze. Se explica así:
Deleuze, gran filósofo, Guattari estaba en prácticas psiquiátricas, militancias. La idea de que la
práctica es menos inspiradora, menos noble, etc. primó mucho en ciertas lecturas, sobre todo
universitarias de la obra de estos autores. Esa biografía que es muy documentada, tiene el interés de
poner a Guattari muy en el centro.
LECTURA ENTREVISTA A SUELY ROLNIK:
ENTREVISTADOR*S: En la biografía de F. Dosse hay un párrafo que dice: «Deleuze tuvo
metáforas muy expresivas sobre su trabajo en común. Comparó a Guattari con un rayo en medio de
una tormenta. Y él, Deleuze, sería el pararrayos que capta ese rayo y lo hace reaparecer en otro
lugar ya de una forma pacífica». ¿Dónde te sitúas tú en esta escena?
ROLNIK: A mí me parece perfecta la imagen que Deleuze inventa para dibujar los lugares que cada
uno de ellos ocupan en su obra conjunta. Con sus radares en la tormenta, uno era el rayo y el otro el
pararrayos. Guattari era muy vulnerable a las tormentas. De una vulnerabilidad impresionante. Su
reacción era rápida como un rayo que irrumpía apuntando donde el deseo podría hacer conexiones
capaces de crear un territorio para que la vida lograse encontrar una forma. Algo que per-formatease
lo que había causado la tormenta para que la vida volviera a fluir. Una capacidad clínica
excepcional. Con igual velocidad, su escritura era el propio rayo que enunciaba el estado de cosas
en tiempo real, con palabras salvajes, difíciles de descifrar. Como un pararrayos, Deleuze captaba el
rayo y se tomaba el tiempo necesario para la germinación de un territorio más calmado en la
escritura y se lo devolvía a Guattari, que a su vez lo re-trabajaba. Así era la dinámica de la
colaboración que resultaba en ese fabuloso universo de pensamiento que podemos habitar. Deleuze
necesitaba del rayo-Guattari y Guattari, a su vez, necesitaba del pararrayos-Deleuze. Quizá sea eso
lo que ha hecho que su colaboración fuera tan fecunda e incesante…”