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ORIGEN DE LA IGLESIA

INTRODUCCIÓN

El término Iglesia procede del griego "ekklesia" que es llamar o congregar a los de
fuera y equivale al hebreo "kahlal" que se usaba para la congregación de Israel. La Iglesia
es el lugar donde se reúnen la congregación de creyentes en todo el mundo, que han
recibido la fe en la salvación de sus almas para la eternidad por medio de la fe en Jesucristo
el Hijo eterno de Dios. El origen de la Iglesia propiamente es Cristo, Él es su cabeza, su
único salvador, su sacerdote eterno. Jesucristo se hizo carne y habitó entre nosotros para dar
su vida como sacrificio para quitar el pecado del mundo, el nos Justifico ante Dios.

Todo persona puede llegar a Jesús solo debe arrepentirse con una actitud de mente y
corazón abierto a Él, y con la esperanza de que Dios le salvaría; reconociéndose pecador y
luego dando paso a una vida digna ante Dios y ante su prójimo, confiando en el perdón de
Dios dentro de su conocimiento de la doctrina, que es la iglesia la que nutre y provee al
creyente

Por lo tanto las almas de los que forman la Iglesia son la esposa de Cristo, llamada a
las bodas del Cordero para la eternidad en su Reino.

La Iglesia en la historia ha cambiado el desarrollo de la humanidad en muchas etapas.


Podemos notar como la Iglesia Cristiana ha aportado al mundo el Evangelio durante los
siglos, y la doctrina de Cristo ha influido en la elaboración de los Derechos Humanos, en la
abolición de la esclavitud, en la educación y sus estructuras universitarias, en el capitalismo
y la democracia, Calvino, en la revolución industrial y científica. La historia de la Iglesia la
encontramos en la Biblia con una calidad de detalles maravillosos, la mejor documentada
de la historia haciéndola la más fidedigna de todas las demás partes de la historia de la
humanidad, no solo de aquél tiempo, sino de otros más modernos.
El comienzo histórico de La Iglesia se halla en el llamamiento por Cristo de los doce
Apóstoles para comenzar el ministerio de la predicación del arrepentimiento para salvación
y que fue confirmada por el bautismo del Espíritu Santo en Pentecostés, tras la resurrección
de Jesucristo en Jerusalén, y su posterior ascensión. El cambio de actitud que sufrirían los
Apóstoles tras la resurrección y Pentecostés iniciaría la evangelización de todas las
naciones empezando por las ciudades o aldeas próximas, Belén, Cesárea, y luego con Pablo
en Damasco, Éfeso, Antioquia, Corintio, Tesalónica, Alejandría, Roma etc. además de
establecer la relación entre los Cristianos procedentes del pueblo de Israel, los cuales junto
a los nuevos Gentiles, sería considerados hijos de Abraham, por la fe, no por la genética y
la tradición. Esta labor de la Iglesia Primitiva desembocaría en el establecimiento de las
iglesias Ortodoxas griegas mencionadas y la romana latina, más conocida como Iglesia
Católica, pero estas serían desafiadas por la Reforma Protestante que seguiría el Camino
Bíblico que Roma había dejado en pos de sus tradiciones y herejías.

La unidad dentro de las iglesias y la unión de cada persona a un determinado grupo


de verdaderos cristianos, por las coyunturas del Espíritu es un don de Dios que Él mismo
organiza y mantiene a través del Espíritu Santo. Una de las contribuciones importantes del
Espíritu Santo a la Iglesia es constituida por el hecho que ha dado y confirma la Palabra
escrita. Por medio de una intuición directa en el corazón del creyente el Espíritu Santo
constituye una declaración de que Dios es el Autor de las Escrituras. Eso es lo que le da al
cristiano la seguridad de que la palabra que es manual de su vida, la Guía de la Iglesia, es la
verdadera Palabra de Dios, confirmada por Cristo y sellada por el Espíritu Santo.

En Jerusalén

El libro de hechos nos marca las pautas donde se daría el inicio de la iglesia, y nos
deja una estructura clave en hechos 1:8 dándonos a entender que se iniciaría en Jerusalén y
de allí se extendería según el Señor Jesucristo les dijo a los apóstoles y todas las personas
antes de ascender. Podemos notar el tiempo en Jerusalén en Hech. 1:12-7:60, Lucas
concentró la historia del mismo comienzo de la iglesia. Este comienzo de los hechos en la
vida de la iglesia, desde los días apostólicos hasta la segunda venida de Jesús, siendo
hechos históricos reales, semejantes a los hechos históricos de cualquier otra etapa
humana, tienen una dimensión espiritual que procede de su relación con Dios y una
dimensión divina por la presencia del Espíritu Santo en ella.

El Espíritu Santo es el guía real de todas sus acciones, a menos que la iglesia elija
desviarse de la revelación divina, hacia la apostasía de una acción independiente, inconsulta
y rebelde a Dios, pero la iglesia tuvo siempre un grupo fiel a Jesús y la misión. Siendo así,
los hechos históricos de la iglesia cristiana son tan válidos, para la enseñanza de los
creyentes, de todos los tiempos, como válidos fueron los hechos del pasado, en la historia
de Israel. Así, lo entendió Pablo y lo explicó a los Cristianos de Roma en forma bien clara
y directa:

“Las cosas que se escribieron antes”, les dijo, “para nuestra enseñanza se escribieron,
a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Rom.
15:4).

La vida de la iglesia tiene una dimensión espiritual humana y otra divina. Ambas,
mezcladas en una sola realidad divino-humana, surgen nítidamente de la historia escrita por
Lucas.

Tras la vida del Señor y Su ministerio: predicación, milagros, pasión, muerte y


resurrección para salvación, ascensión y unción de la Iglesia con el Espíritu Santo, lo cual
podemos leer en los Evangelios, la historia de los primeros cristianos, como todos sabemos,
está bien descrita en Hechos de Los Apóstoles 2, donde encontramos la manifestación del
Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés, donde todos los presentes en el aposento, 120
fueron investidos de poder desde lo Alto
Primeras acciones (Hechos 1:12-2:47)

La vida de la iglesia tenía que comenzar en Jerusalén, y allí comenzó. Los discípulos
no perdieron tiempo. Atendieron primero un asunto administrativo que debía ser resuelto.
Eligieron un reemplazante de Judas en el grupo apostólico. Luego se prepararon para la
recepción del Espíritu Santo. Nada fue casual. Ni la organización de la iglesia, ni la vida
espiritual, ni la misión surgieron por generación espontánea. Ellos así lo entendieron, y
actuaron con determinación y eficiencia.

Aparecieron unas lenguas de fuego que descendieron sobre cada uno de los
discípulos, y todos fueron llenos del Espíritu Santo. Comenzaron a hablar en otros idiomas,
como el Espíritu les daba que hablasen. Había una razón muy grande por la cual el Espíritu
Santo actuó con ellos de esa manera. Estaban en Jerusalén, por causa de la fiesta, judíos
piadosos que, procedentes de todas las naciones existentes bajo el cielo, habían llegado a
Jerusalén para adorar. Integrantes de la diáspora judía.

Muchos de esos judíos dispersos por todo el mundo habían nacido en los países en los
que vivían y solo hablaban el idioma local. Cuando oyeron el estruendo, se juntaron en
torno a los discípulos, que comenzaron a hablarles en los distintos idiomas de ellos. Se
asombraron. ¿No son galileos estos que hablan?, preguntaban. ¿Cómo, pues, los oímos
nosotros hablando cada uno en nuestro idioma, en el que hemos nacido? El mundo de
entonces estaba presente allí. Desde el Imperio Parto, más allá de Persia, en el oriente, hasta
Roma en el occidente. Y desde el Ponto, en el norte, junto al Mar Negro, hasta Egipto y
más allá de Cirene, África, en el sur.

Se preguntaban muchos atónitos y perplejos, no sabían que Dios estaba haciendo un


gran milagro para que ellos escucharan el evangelio y para que ellos mismos lo llevaran a
todo el mundo. Y lo harían. Cuando llegaran a sus lugares, por convicción o sin ella, pues
los incrédulos nunca faltan, contarían esta extraordinaria experiencia que, en ese momento,
comenzaban a vivir en Jerusalén. Y los incrédulos ciertamente estaban allí. Están
borrachos, dijeron ellos.
En el Primer discurso de Pedro: muestra a Jesús, Señor y Mesías (2:14-36)

Pedro, bajo la acción del Espíritu Santo, que estaba operando en él, Se dirigía Pedro a
los judíos de la diáspora y todos los habitantes de Jerusalén. Él les dice que Jesús, a quien
ustedes crucificaron, Dios ha hecho Señor y Cristo. Le hace acuerdo lo que dijo el profeta
Joel (Joel 2:28 al 32) donde Dios revela su plan de otorgar las bendiciones espirituales al
Estado de Israel restaurado, inaugurando el Reino mesiánico, inmediatamente después del
cautiverio babilónico. Pero Israel no cumplió las condiciones. Por eso, la bendición del
Espíritu, como promesa y como realidad, pasó a la iglesia cristiana.

Jesús, vino del linaje de David, el Mesías, resucitó Dios, y todos nosotros somos
testigos de esto, por medio de su palabra, que el subió a los cielos y envió al Espíritu Santo
como consolador (Hech. 2:33-35); Jesús fue exaltado por la diestra de Dios.

El Resultados del discurso de Pedro (2:37-42) con sus argumentos lleno la mente
israelita de la época, fue extremadamente convincente. Unió las profecías mesiánicas, bien
conocidas por sus oyentes, con la experiencia que todos los habitantes de Jerusalén había
tenido sobre Jesús y que los extranjeros, llegados allí para asistir a la fiesta, habían oído de
ellos desde que llegaron a Jerusalén. Escritura y experiencia personal de los oyentes,
integrados por la fe de convicción sólida y atractiva del predicador, produjeron uno de los
mejores sermones de la iglesia cristiana del tiempo apostólico y de siempre.

De ello se generó un diálogo entre Pedro, el predicador, y sus oyentes: Al oír esto,
dice Lucas, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
Hermanos, ¿qué haremos? La convicción de Pedro, clara y sin vacilaciones, con respecto a
Jesús como Señor y Mesías, produjo convicción en sus oyentes. Los convenció de que
Jesús, en verdad, era el Mesías. La convicción, cuando auténtica, siempre se manifiesta en
acciones. Por eso, lo primero que pensaron los oyentes de Pedro, cuando se convencieron,
fue: ¿Qué haremos?

Ellos Procedían de muchos lugares del mundo, dispersos y distantes, pero eran todos
judíos. ¿Era esa una pregunta legalista o no? Sería muy superficial someter a juicio la
reacción de gente cuyo corazón fue tocado espiritualmente, sin tomar en cuenta ese nivel de
profundidad en la reacción. No, ciertamente no pedían una religión de salvación por obras.

Querían responder a Jesús de una manera total. Por eso, Pedro no argumentó con
ellos. Simplemente cubrió, con su respuesta, la totalidad de la persona. Lo interno y lo
externo.

Arrepiéntanse, les dijo, atendiendo, así, la dimensión espiritual de ellos, y bautícese


cada uno de ustedes, demandando, de ese modo, una acción externa y visible. La religión
cristiana no es un misticismo espiritual cuyo contenido y cuya expresión totales se reduzcan
a lo que está dentro de la persona cristiana. Abarca sus capacidades espirituales internas y
sus acciones externas, sin despreciar una, ni la otra. El cristianismo es una religión para la
persona entera. El bautismo tenía que ser en el nombre de Jesucristo, para perdón de los
pecados y para la recepción del Espíritu Santo. La promesa del Espíritu Santo no era solo
para los apóstoles o dirigentes. Era para todos los cristianos.

Ocurre que, sin la presencia del Espíritu Santo, no es posible, para nadie, nunca, vivir
el Cristianismo con autenticidad. Y no existe un cristianismo hipócrita. Lo que puede
existir son cristianos hipócritas, pero el cristianismo como tal, como creencia y modo de
vida, como imitación de la persona entera de Jesús, no puede ser falso. Para que ese
cristianismo sea una realidad en la persona creyente, necesita la acción del Espíritu Santo,
en su vida.

Los que recibieron su palabra, agregó Lucas, fueron bautizados, y se añadieron aquel
día como tres mil personas. Un crecimiento asombroso. Unas horas antes eran ciento
veinte; después de la predicación, en el día de pentecostés, tres mil ciento veinte.

Estos nuevos cristianos, Lucas los define con la palabra “perseveraban”: estaban
dedicados continuamente, con intenso esfuerzo, enfrentando cualquier clase de dificultades
que pudieran surgir.

Perseveraban en cuatro actividades o experiencias clave de la vida cristiana (Hech.


2:42).
(1) En la doctrina de los apóstoles.

No significa que los apóstoles hubieran inventado una nueva doctrina, propia de
ellos, diferente de las enseñanzas del pasado. La doctrina de los apóstoles estaba basada en
la palabra de Dios y era la misma doctrina del Señor (Hech. 13:5, 7, 12). La recibieron
directamente de Jesús y a través del Espíritu Santo. Por eso era autoritativa y confiable
como la Escritura.

(2) Perseveraban en la comunión unos con otros.

Vivían en koinonía. Con la íntima relación que se produce, en un grupo pequeño,


cuando todos tienen igual derecho a un regalo común, o a una herencia recibida. El modo
de perseverar en este compañerismo era doble: estaban con Jesús siempre y siempre lo
compartían con otros.

(3) Perseveraban en el partimiento del pan.

Entre los judíos, partir el pan significaba comer, refiriéndose a las comidas normales
de cada día. Perseverar en el partimiento del pan, podría significar que muchas veces
comían juntos disfrutando de una integración comunitaria muy rica. Lucas señala el sentido
espiritual que tenía, el partimiento del pan, era que celebraban el servicio de la comunión,
dando testimonio de la excelente integración que había entre ellos y que todos ellos tenían
con Jesucristo.

(4) Perseveraban en las oraciones.

Todos oraban constantemente. Cada uno en forma personal y todos juntos, como
grupo.

Tras la vida del Señor y Su ministerio: predicación, milagros, pasión, muerte y


resurrección para salvación, ascensión y unción de la Iglesia con el Espíritu Santo, lo cual
podemos leer en los Evangelios, la historia de los primeros cristianos, como todos sabemos,
está bien descrita en el libro de Hechos de Los Apóstoles capitulo 2 como acabamos de ver,
allí pudimos notar la manifestación del Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés, donde
todos los presentes en el aposento, 120 fueron investidos de poder desde lo Alto, luego más
adelante en el capitulo vimos la primera predicación de Pedro donde se convertirían 3000
almas a Cristo, En resumen la predicación de Pedro fue la misma que la de Juan Bautista y
la misma de Jesucristo: ...Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Hechos 2:38.

En el libro de hechos nos dice que la vida de los primeros cristianos era humilde y
compartida en las casas, lejos de templos y de grandes organizaciones, igual que la
aparición en escena de Juan Bautista, o la de nuestro Señor, y más tarde de los apóstoles.
Señales y milagros eran hechos por los apóstoles y se eligieron 70 diáconos para ayudar en
la obra que empezaba a crecer antes de la gran persecución, como era la costumbre en el
número de ancianos que lideraban Israel. Nos muestra la Muerte de Esteban apedreado y
mártir por llevar el evangelio a las personas.

El evangelio en Judea y Samaria

Felipe en Samaria (Hechos 8:5-13)

Veamos la labor de Felipe (5) “Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de


Samaria, les predicaba a Cristo.” Este Felipe no era el apóstol de ese nombre, pues los
apóstoles se quedaron en Jerusalén, era uno de los siete mencionados en Hechos 6:5, el
comenzó a evangelizar por la fuerza de las circunstancias. Entre los comentadores antiguos
hubo mucha disputa de si la ciudad a donde fue era una de la región de Samaria o la ciudad
llamada Samaria; pero hoy se admite que el artículo definido es parte del texto griego, con
lo que la cuestión se resuelve. (Herodes le cambió el nombre a Sebastes, griego por el de
Augusta en honor de Augusto César. Todavía retiene este nombre que en árabe se dice
Sebustiye.) Fue la antigua capital de las diez tribus, y hacía poco que Herodes el Grande la
había ampliado y embellecido. Lucas describe primero la obra de Felipe en Samaria porque
éste fue el primer trabajo con buen éxito fuera de Judea, y porque, en las direcciones que el
Señor dio para la obra, Samaria va enseguida de Judea.
Cuando Felipe entró a la ciudad de Samaria, la mente del público se hallaba en
condiciones que en apariencia eran adversas a la recepción del evangelio. La práctica de la
magia era común entre judíos y samaritanos (supersticiosos). Felipe debía vencer al mago y
a los espíritus inmundos de la zona. La predicación de Felipe iba acompañada de milagros.
El primer efecto en el pueblo fue gran gozo y se acompañó de la atención de mayor interés
a las cosas que Felipe hablaba. Enseguida sacudieron el encanto que en ellos había obrado
Simón, y creyeron la predicación de Felipe. Al creer, se bautizaban hombres y mujeres, y
allí termina el breve relato. Es tan sencillo y directo como la comisión bajo la que Felipe
predicaba: "El que creyere y fuere bautizado será salvo". El triunfo más señalado se obtuvo
sobre Simón el hechicero y su conversión, El bautismo que recibió lo entregó no solo a esta
fe, sino a abandonar la hechicería con todo otro pecado. Y de esta manera se inicio la
iglesia en Samaria

La iglesia en Judea

En el libro de hechos de los apóstoles en el cap. 9:31 podemos ver el florecimiento de


la iglesia en palestina en este momento, notamos el progreso de la iglesia y como se
multiplicaba por la región con la consolación del Espíritu Santo a pesar de las adversidades.

Vemos que, todas las iglesias descansaron, más bien, la Iglesia, según los mejores
manuscritos y versiones. Pero este descanso se debió no tanto a la conversión de Saúl, sino
probablemente a que los judíos estaban absortos con el intento del emperador Calígula de
establecer su propia imagen en el templo de Jerusalén a lo largo de toda Judea, Galilea y
Samaria. Este aviso incidental de distintas iglesias que ya cubren todas las regiones que
fueron las principales escenas del ministerio de nuestro Señor, y que fueron más capaces de
probar los hechos sobre los cuales eran la predicación de los apóstoles. "El temor del
Señor" expresa su santo caminar; "la comodidad del Espíritu Santo", su "paz y alegría de
creer", bajo la operación silenciosa del Consolador bendito el Espíritu Santo.

En el Versículo 31. Lucas hace una transición de las labores de Saulo a las de
Pedro, hablando de condiciones que indujeron a éste a dejar a Jerusalén y alejarse de ella.
(31) “Las iglesias entonces tenían paz por toda Judea y Galilea y Samaria, y eran
edificadas, andando en el temor del Señor; y con consuelo del Espíritu Santo eran multi-
plicadas.” Comenzó probablemente este tiempo de paz antes de la vuelta de Saulo a
Jerusalén, y se hubo de interrumpir con la persecución que se hizo a él. Ya que él se fue, la
paz se restauró. Algunos pueden haberse imaginado que, como la iglesia había logrado
existencia entre lucha y persecución, al retirarse la oposición, languidecería; pero su
prosperidad de ahora probaba que no era obstinación de la pasión humana, sino la obra
legítima de la verdad que no cambia, lo que le había dado ser. Según la filosofía de
Gamaliel (Hechos 5:34-39), su pretensión a origen divino ya estaba vindicada. La iglesia
era edificada en el sentido de construirse el carácter cristiano; y era multiplicada en el
sentido de un aumento muy rápido en número. Se debe observar que el vocablo "iglesias",
o "congregaciones" aplica aquí de modo de incluir en ellas a todos los discípulos en esas
comunidades, que fue donde el Salvador llevó a cabo sus labores personales. Es uso
secundario del término, como si se considerase a todos congregados en un solo cuerpo, pero
se mencionan en plural como en el texto griego.

Luego en los Versículos 32 - 35. Al ordenar el Señor a Saulo alejarse de Jerusalén


(Hechos 22:28,21), le dijo que le enviaría "lejos a los gentiles", pero hasta ahora a ningún
gentil incircunciso se había admitido en la iglesia. Ahora va a mostrar Lucas cómo Pedro
hubo de abrir las puertas del reino para admitirlos, y se allega al asunto refiriendo los
trabajos que llevaron a Pedro al punto en que lo hallaron los mensajeros que lo llamaban a
esta tarea, de esta manera vemos como Pedro sana al paralitico Eneas en lida y resucita a
Dorcas en Jope.
El historiador regresa ahora a Pedro para presentar la narrativa más importante de Cornelio (Hechos 10: 1-48).
Las ocurrencias aquí relacionadas probablemente tuvieron lugar durante la estadía de Saúl en Arabia.

32-35. mientras Pedro pasaba por todos lados, no ahora huyendo de la persecución, sino visitando
pacíficamente las iglesias.
a los santos que moraban en Lida, a unas cinco millas al este de Jope.

Sin embargo, Bernabé lo aceptó, haciendo honor a su nombre, que significa "hijo de
consolación". Con toda seguridad, realizó algunas investigaciones, y después tomó a Saulo para
llevarlo ante los apóstoles, y explicarles cómo había visto al Señor y había hablado abiertamente
en Damasco. Esto indica que Bernabé les proporcionó todos los detalles.
Durante algún tiempo, Saulo estuvo asociado a los creyentes, y entraba y salía de Jerusalén.
Siguió hablando denodadamente con toda libertad en el nombre del Señor, pero pasaba la
mayor parte del tiempo hablando y disputando (discutiendo, debatiendo) con los "griegos", es
decir, con los judíos helenistas, o de habla griega. Iba a las sinagogas de los helenistas, entre
las que se encontraban las mismas que habían discutido con Esteban (Hechos 6:9). Sin
embargo, no visitó las iglesias de Judea (las que estaban fuera de Jerusalén), porque más tarde
diría que no les era "conocido de vista" en aquel tiempo (Gálatas 1:22).
Como antes había sucedido con Esteban, el mensaje de Saulo sobre el Evangelio suscitó la ira
de estos judíos helenistas, y trataron de matarlo. Probablemente lo consideraran un traidor que
no tenía necesidad de juicio.
Tan pronto como los creyentes de Jerusalén oyeron esto, bajaron con Saulo a Cesarea, y lo
enviaron a Tarso. Jesús también se le apareció para decirle que se fuera de Jerusalén (Hechos
22:17-21). Sin embargo, los creyentes no lo enviaron lejos simplemente para salvarlo del
martirio. Lo enviaron como representante de ellos, y como persona calificada para llevar el
Evangelio a Tarso, su ciudad natal. Tarso, que estaba a unos 480 kilómetros en dirección norte,
era la capital y la ciudad de mayor importancia de la Cilicia. Estaba situada en la llanura costera,
a dieciséis kilómetros del mar Mediterráneo. Era una ciudad libre, y muy conocida por sus
estudios superiores. Sólo la superaban Atenas y Alejandría en cuanto a oportunidades de
adquirir cultura. Allí se necesitaba a Saulo.
Después de irse Saulo, todo se aquietó de nuevo. Lucas, en otro corto resumen, señala que las
iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria, eran edificadas (acrecentadas
espiritualmente y en número), andaban en el temor del Señor, eran fortalecidas por el Espíritu
Santo, y crecían.
De esto deducimos que tanto Galilea como Samaria habían sido bien evangelizadas ya en este
momento, aunque Lucas no dé detalles sobre cómo se hizo. Notemos también que en el texto
griego la palabra "Iglesia" aparece en singular. Las diversas asambleas de aquellas regiones se
hallaban en comunión las unas con las otras, y constituían un solo cuerpo bajo Cristo, que era
su cabeza (Efesios 1:22, 23).
Después del día de Pentecostés, continuaron enseñando la Escritura,
especialmente lo que ellas decían acerca de Jesús, de la Creación, de la
manera en que Dios dirige el mundo, de la resurrección, del arrepenti-
miento, del Juicio y todo el evangelio (Hech. 17:18, 19, 24-32).
Los nuevos cristianos perseveraban en oír y en practicar la enseñan-
za de los apóstoles. Cada vez que un apóstol predicaba o enseñaba, ellos
estaban presentes, nunca faltaban a las reuniones de la naciente iglesia;
perseveraban en ellas.
(2) Perseveraban en la comunión unos con otros.
Vivían en koinonía. Con
la íntima relación que se produce, en un grupo pequeño, cuando to-
dos tienen igual derecho a un regalo común, o a una herencia recibida.
Esa asociación dura hasta que el regalo, o la herencia, se ha repartido.
Después se deshace el grupo. Solo que la integración de los cristianos
se producía por Jesús, el regalo de Dios, otorgado a todos los que creían.
JerUsalén: prediCaCión, organiZaCión, perseCUCiones ·
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Cuanto más se repartía, más presente estaba, entre ellos, más personas
se agregaban a ellos, y el grupo, por permanecer en él, permanecía como
grupo para siempre.
El modo de perseverar en este compañerismo era doble: estaban con
Jesús siempre y siempre lo compartían con otros.
(3) Perseveraban en el partimiento del pan.
Entre los judíos, partir el pan
significaba comer, refiriéndose a las comidas normales de cada día.
Perseverar en el partimiento del pan, según esto, podría significar que
muchas veces comían juntos disfrutando de una integración comunita-
ria muy rica. Más tarde, cuando la crisis provocada por una hambruna
azotó la ciudad, los cristianos compartieron, en comunidad, lo que te-
nían; para que a nadie le faltara el alimento necesario. Una acción natu-
ral para quienes ya tenían costumbre de comer juntos.
Lucas señala el sentido espiritual que tenía, el partimiento del pan,
para la vida de la comunidad cristiana. Indicando, posiblemente, que a
menudo celebraban el servicio de la comunión, con la constante parti-
cipación de todos. Lo que constituye un testimonio de la excelente inte-
gración que había entre ellos y que todos ellos tenían con Jesucristo.
(4) Perseveraban en las oraciones.
Todos oraban constantemente. Cada
uno en forma personal y todos juntos, como grupo. Abrían su corazón a
Jesús como a un amigo. No era extraño, entonces, que la vida del grupo
fuera tan atractiva para todos los que ya habían creído la doctrina de los
apóstoles y los que la escuchaban por primera vez.

Acción por presencia real. El Espíritu Santo no realiza acciones virtua-


les; todas ellas son reales, hechas a la medida de la persona cristiana, en
ella, con ella, para el servicio de los demás y para gloria de Dios.
El punto de partida para una vida cristiana genuina es el arrepenti-
miento como acción de arrepentirse.
Arrepentirse implica saber lo que es el arrepentimiento, para trans-
formar ese conocimiento en vida. Experimentar un cambio de corazón,
abandonando el corazón de piedra y adquiriendo un corazón de carne,
por obra del Espíritu Santo, donde él escribe las leyes de Dios y todo el
estilo de vida aprobado por Jesús. Es un cambio del estilo de vida pro-
pio, egoísta y pecador, por el estilo de vida cristiano, centrado en Cristo,
para servir a los demás y para glorificar a Dios.
Cambian los pensamientos y las actitudes con respecto al pecado y
a la justicia. Ya el pecado no produce placer sino tristeza y rechazo. La
sola insinuación de su presencia provoca una especie de asco espiritual,
náusea, repulsión. Una repugnancia que nace de las vísceras espiritua-
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· heChos
les más íntimas de la persona arrepentida.
El arrepentimiento produce un cambio de la mente y la conducta.
Modifica los pensamientos y las acciones. La justicia se convierte en una
atracción y un gozo, porque el pecador arrepentido la posee por regalo
de Jesucristo, como justificación; y la vive, por obra del Espíritu Santo,
como santificación.
A la predicación siguió el testimonio.
Con otras muchas palabras, escribió Lucas, Pedro testificaba y los
exhortaba, diciendo:
–Sean salvos de esta perversa generación.
El resultado del primer sermón fue extraordinario:
Los que recibieron su palabra, agregó Lucas, fueron bautizados, y se
añadieron aquel día como tres mil personas.
Un crecimiento asombroso. Unas horas antes eran ciento veinte; des-
pués de la predicación, en el día de pentecostés, tres mil ciento viente.
Un aumento del dos mil quinientos por ciento. Además de eso, la ca-
lidad de vida espiritual y comunitaria que vivían esos nuevos cristia-
nos, que Lucas define con la palabra “perseveraban”: estaban dedicados
continuamente, con intenso esfuerzo, enfrentando cualquier clase de
dificultades que pudieran surgir.
Perseveraban en cuatro actividades o experiencias clave de la vida
cristiana (Hech. 2:42).
(1) En la doctrina de los apóstoles.
No significa que los apóstoles hu-
bieran inventado una nueva doctrina, propia de ellos, diferente de las
enseñanzas del pasado. Tampoco era un credo. El llamado Credo de los
Apóstoles, derivado del Antiguo Credo Romano (s. IV), solo adquirió su
forma actual en los siglos VII y VIII. La doctrina de los apóstoles estaba
basada en la palabra de Dios y era la misma doctrina del Señor (Hech.
13:5, 7, 12). La recibieron directamente de Jesús y a través del Espíritu
Santo. Por eso era autoritativa y confiable como la Escritura.
Después del día de Pentecostés, continuaron enseñando la Escritura,
especialmente lo que ellas decían acerca de Jesús, de la Creación, de la
manera en que Dios dirige el mundo, de la resurrección, del arrepenti-
miento, del Juicio y todo el evangelio (Hech. 17:18, 19, 24-32).
Los nuevos cristianos perseveraban en oír y en practicar la enseñan-
za de los apóstoles. Cada vez que un apóstol predicaba o enseñaba, ellos
estaban presentes, nunca faltaban a las reuniones de la naciente iglesia;
perseveraban en ellas.
(2) Perseveraban en la comunión unos con otros.
Vivían en koinonía. Con
la íntima relación que se produce, en un grupo pequeño, cuando to-
dos tienen igual derecho a un regalo común, o a una herencia recibida.
Esa asociación dura hasta que el regalo, o la herencia, se ha repartido.
Después se deshace el grupo. Solo que la integración de los cristianos
se producía por Jesús, el regalo de Dios, otorgado a todos los que creían.
JerUsalén: prediCaCión, organiZaCión, perseCUCiones ·
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Cuanto más se repartía, más presente estaba, entre ellos, más personas
se agregaban a ellos, y el grupo, por permanecer en él, permanecía como
grupo para siempre.
El modo de perseverar en este compañerismo era doble: estaban con
Jesús siempre y siempre lo compartían con otros.
(3) Perseveraban en el partimiento del pan.
Entre los judíos, partir el pan
significaba comer, refiriéndose a las comidas normales de cada día.
Perseverar en el partimiento del pan, según esto, podría significar que
muchas veces comían juntos disfrutando de una integración comunita-
ria muy rica. Más tarde, cuando la crisis provocada por una hambruna
azotó la ciudad, los cristianos compartieron, en comunidad, lo que te-
nían; para que a nadie le faltara el alimento necesario. Una acción natu-
ral para quienes ya tenían costumbre de comer juntos.
Lucas señala el sentido espiritual que tenía, el partimiento del pan,
para la vida de la comunidad cristiana. Indicando, posiblemente, que a
menudo celebraban el servicio de la comunión, con la constante parti-
cipación de todos. Lo que constituye un testimonio de la excelente inte-
gración que había entre ellos y que todos ellos tenían con Jesucristo.
(4) Perseveraban en las oraciones.
Todos oraban constantemente. Cada
uno en forma personal y todos juntos, como grupo. Abrían su corazón a
Jesús como a un amigo. No era extraño, entonces, que la vida del grupo
fuera tan atractiva para todos los que ya habían creído la doctrina de los
apóstoles y los que la escuchaban por primera vez.

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