Introducción Creo que en la vida no hay nada mas hermoso que sentir el toque o las caricias de ese ser querido que amamos... Ese toque nos hace sentir muy bien, nos hace sentir queridos, amados, seguros... Cierto... Pero en esta noche quiere decirte que aqui hay uno que quiere tocar tu vida y ese toque no se compara a ninguno que alguien pueda darte aqui en la tierra, porque ese toque viene directamente del cielo, ese toque tiene todo el poder para cambiar y transformar tu vida como no tienes idea.. Y ese toque es el toque del maestro. Es mas te puedo asegurar que las vidas de aquellos que han sido tocado por el Señor jamas volvieron a ser las mismas... Nunca mas volvieron a ser iguales.. Porque un toque del Maestro significa experimentar personalmente el impacto del poder de Dios para sacarnos de una condición no deseada y llevarnos a un lugar mejor. Cuando vinimos a los pies de Cristo, estábamos ciegos, sin conocer el toque de la salvación de Dios, hasta que nos arrepentimos y nacimos de nuevo espiritualmente. Este fue el toque inicial de Dios sobre nuestras vidas, pero no el último. Un toque de Dios puede cambiar nuestra situación; un toque de Dios puede hacer lo que ningún otro puede hacer. Cuando el Señor nos toca siempre sucede un milagro, nuestras vidas cambian, ya no seguimos siendo los mismos. Y eso lo sabía muy bien el ciego, por eso buscaba a Jesús. El versículo nos dice: “le rogaron que le tocase”. La mano de Jesús es diferente a cualquier “mano” que otros nos quieran dar. En 1 Crónicas 29:12 leemos “en tu mano está la fuerza y el poder…”; en Esdras 8:22 leemos que “la mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan…” La mano de Dios se extiende no sólo para sanarnos sino también para llevarnos, guiarnos a una nueva manera de vivir, diferente a todo lo que hemos vivido hasta la fecha. En los evangelios encontramos varias ocasiones donde Jesús tocó a personas para que fueran sanadas. Mateo 8:14-15 “Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía”. Mateo 9:27-30 “Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! 28 Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. 30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa”. Marcos 7:32-35 “Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima. 33 Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua; 34 y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto. 35 Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien” Conclusión Necesitamos una y otra vez que Jesús nos toque con su mano poderosa. Dios todavía no ha terminado con nuestras vidas y tiene reservado más “toques” para nosotros hoy. ¿Anhelamos ser, realmente y nuevamente, tocados por el Señor?