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¿Cuándo aparecieron los primeros humanos?

Chapter · September 2018

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Rubén Herce
Universidad de Navarra
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RUBÉN HERCE1

¿CUÁNDO APARECIERON LOS PRIMEROS HUMANOS?

L 
a pregunta de este capítulo tiene dos cuestiones incluidas: ¿qué entendemos por ser
humano?, y ¿a partir de qué fecha se estima su aparición? Responder a la primera
pregunta es tarea de este libro, mientras que la segunda la abordaremos en este
apartado. Para ello, veremos brevemente lo que la ciencia nos puede decir sobre el origen
de los primeros individuos del género Homo y de los humanos anatómicamente moder-
nos (AMH: anatomic modern human).

¿Singularidad humana?
Lenguaje, cultura, uso de herramientas o encefalización son algunos rasgos huma-
nos con manifestaciones incipientes en otras especies. En los animales se aprecia cier-
to aprendizaje, cierta comunicación o cierta expresión de emociones. Sin embargo, la
distancia entre el comportamiento humano y el comportamiento animal, o el lenguaje
humano y la comunicación animal, es tal que resulta innegable la brecha que nos separa.
Los humanos hacemos ciencia o nos preguntamos sobre el sentido de la vida.
Aun así, autores como Monod, Dawkins o Dennett han criticado esta radical dife-
renciación de los humanos con otros animales. Todas las especies serían igual de perfec-
tas, fruto de una cadena de vencedores por selección natural. Cada una estaría ocupan-
do su nicho y los humanos serían un producto más de la evolución. Esta explicación, en
sí misma sencilla, quizá resulta insuficiente para dar cuenta de la autoconciencia, de la
reflexión o de la libertad humana sobre todo si no se las reduce a meros epifenómenos
de la materia, negando su radicalidad.

El estudio de los orígenes y sus límites


Paleoantropología, biología, etnología y genética contribuyen a la reconstrucción
histórica de la aparición y desarrollo de los humanos. El saber proporcionado por dichas

1. Ingeniero y doctor en Filosofía. Profesor adjunto de la Universidad de Navarra. Actual-


mente imparte clases de Filosofía de la Ciencia y de Ética, en las facultades de Medicina
y Ciencias de la Universidad de Navarra. Es miembro del grupo de investigación Ciencia,
Razón y Fe (CRYF).
¿Cuándo aparecieron los primeros humanos? 39

ciencias es relativo tanto a su objeto de estudio como a las limitaciones intrínsecas,


temporales y estructurales de la metodología empleada. Conocer las limitaciones de las
diversas ciencias ayuda a encuadrar el alcance de las afirmaciones que pueden hacer.
Pretender una explicación absoluta con métodos y saberes relativos acabaría siendo fuen-
te de errores e incomprensiones.
La investigación científica sobre el origen de los humanos tiene una perspectiva ex-
trínseca que pretende buscar y aclarar los hechos externos. Por lo que la perspectiva en
primera persona, la autocomprensión (quién soy yo, de dónde vengo), quedaría apartada
del debate, por importante que sea. Así, por ejemplo, vista desde fuera, la manifestación
de la psique humana es gradual. Mientras que, vista en primera persona, no existe una
gradación entre ser consciente de algo o no serlo. La experiencia personal en acto es que
somos conscientes, quizá poco conscientes, pero conscientes. Eso no significa que al
pensar sobre el pasado quizá no recuerde hasta qué punto era consciente en una situa-
ción determinada.
La experiencia de autoconciencia y de libertad, de quién soy yo y de que soy res-
ponsable de mis acciones, no es explicable desde una perspectiva empírica. Al mismo
tiempo semejante novedad tuvo que darse por primera vez en algún momento, aunque
se desdibuje en el pasado y no se pueda reconocer desde fuera.

Filogenia de los homínidos


En 2013, el descubrimiento de Homo naledi suscitó un gran revuelo, que se atenuó
al ser datado hace unos 200 o 300.000 años. En 2017, la datación de restos de Homo sa-
piens en el Magreb parecería dar al traste con lo hasta ahora aceptado por la comunidad
científica en relación al origen del Homo sapiens. Y en los últimos años, la constatación
de la hibridación entre neandertales y sapiens ha puesto en tela de juicio algunas de las
teorías filogenéticas más asentadas. Sin embargo, lejos de ser un problema, cada nuevo
dato nos acerca a una reconstrucción más precisa de nuestros orígenes biológicos.
Los árboles filogenéticos reconstruidos a partir de los fósiles de homínidos han evo-
lucionado mucho desde sus primeras versiones. A día de hoy nos encontramos con un
modelo arbustivo de poblaciones que se separan, que evolucionan por su cuenta y que se
acaban extinguiendo o mezclándose de nuevo con mayor o menor prevalencia de unas
sobre otras. Cada vez resulta más complicado sostener que existieron distintas especies
de humanos salvo que lo que se quiera decir es que hay distintas poblaciones o grupos.
La evidencia fósil sugiere que hace unos 5-7 millones de años (Ma) debió de haber
una gran variedad de homínidos. El más antiguo de los antecesores comunes entre los
humanos y los chimpancés sería el Sahelanthropus tchadensis datado en unos 7 Ma. Un
poco posterior, de hace 6 Ma, sería el Orrorin tugenensis, aparentemente bípedo. A este le
sucederían los primeros Ardipithecus, de los que hay restos desde hace unos 5,7 Ma hasta
hace 4 Ma. Finalmente, hace unos 4,4 Ma, aparecerían los Australopitecinos (Australo-
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pitecos y Parántropos) perdurando hasta hace 1 Ma. Ninguna de estas especies está ca-
talogada dentro del género Homo y ninguna de ellas ha sobrevivido hasta nuestros días.
Según algunos estudios comparativos de cromosomas, que requieren más contras-
tación, la separación humano-gorila pudo acontecer hace unos 7,3 Ma y la humano-
chimpancé hace unos 5,4 Ma, pudiendo haber perdurado el flujo genético entre los
linajes que dieron lugar a los humanos modernos y los que dieron lugar a las especies
de primates actuales hasta hace unos 4 Ma. Desde entonces, las muchas adaptaciones
ocurridas en los seres humanos ya no son compartidas con ninguna especie viviente.
Este dato genético coindice en el registro fósil con la aparición de los australopitecos,
cuya versión robusta daría lugar a los Parántropos mientras la versión grácil daría lugar
a los Homo. Sin embargo, no hay consenso sobre el modo concreto en que esto pudo
acontecer. En cualquier caso, el origen de los Homo se sitúa alrededor de los 3 Ma.

Las primeras poblaciones del género Homo


La cuna de los antepasados de los humanos se sitúa en la Gran Falla oriental de
África (Great Rift Valley), al sur de Etiopía, lindando con Kenia, donde existe un re-
gistro estratigráfico ininterrumpido que contiene restos fósiles desde hace 4 Ma. En
estos yacimientos y en otros se observa que el linaje de los chimpancés produjo varias
subespecies en los últimos millones de años, mientras que el linaje humano parece haber
tenido lugar como una sucesión de cronoespecies.
Los primeros restos de Homo (H. habilis y H. rudolfensis) son de hace 2,5 Ma, quizá
a partir de algún tipo de australopiteco. En ellos se aprecian muchas novedades mor-
fológicas junto a algunas de las primeras herramientas líticas. Recientemente se han
descubierto herramientas que datan de hace 3,3 Ma, pero que no están asociadas a un
fósil concreto.
La aparición de industria lítica conllevaría unos cambios anatómicos y de ence-
falización que permitieron al linaje humano adentrarse en el nicho cultural mediante
cronoespecies sucesivas (H. habilis, H. erectus y H. sapiens), hasta llegar a las manifesta-
ciones más elevadas del psiquismo humano en la actualidad.
Para dar sentido a los datos morfológicos y culturales observados en los albores de la
humanidad, se ha diferenciado entre: a) un proceso somático de hominización, entendi-
do como la secuencia de cambios que conducen a la forma biológica de los humanos y
al que se aplican las mismas leyes biológicas que en la aparición de otras especies: diver-
sificación, adaptación y selección; y b) un proceso psíquico-cultural de humanización o
enriquecimiento cultural.
Los primeros individuos del género Homo, como los niños, ya tendrían todas las
potencialidades humanas, aunque no plenamente manifestadas. Además, una vez exis-
tente, la humanización (ser ya humano) influiría en la hominización de modo que, por
ejemplo, los cambios morfológicos favorables al ejercicio de la racionalidad serían se-
¿Cuándo aparecieron los primeros humanos? 41

leccionados porque proporcionan una ventaja adaptativa. Este enfoque, si bien no es el


único, ayudaría a explicar la llamativa acumulación de mutaciones y cambios favorables
a la expresión de lo propiamente humano.

De los primeros Homo a los humanos anatómicamente modernos


Al Homo habilis le sucedió hace 1,9 Ma el Homo erectus según su denominación más
genérica u Homo ergaster según su denominación africana más ancestral. El H. erectus
se extendió por Eurasia e inició la transición hacia los humanos modernos con quienes
compartió muchas características morfológicas. Hace 0,6 Ma, durante las últimas fases
del H. erectus, emergió en África una estirpe ancestral llamada Homo heidelbergensis por
algunos y Homo rhodesiensis por otros. El heidelbergensis permaneció en Africa y evolu-
cionó dando lugar a los primeros humanos anatómicamente modernos, los H. sapiens.
Sin embargo, estas no serían las únicas poblaciones humanas. Por ejemplo, ¿de dón-
de vienen los neandertales? La verdad es que no está claro. Algunos sostienen que sus an-
tecesores son los Homo heidelbergensis mientras que otros hablan de los Homo antecessor.
En sentido amplio, se acepta que los neandertales provienen, a través de alguno de los
grupos anteriores, de los erectus y que vivieron en Europa hasta hace 28.000 años antes
de desaparecer bien debido a cambios climáticos, demográficos y de presión por parte
de la expansión de los AMH, o bien por absorción y competencia con el H. sapiens, con
el que habrían hibridado durante decenas o incluso centenas de miles de años.
En general se sostiene que, a lo largo de los últimos 2 Ma, las diferentes poblaciones
de erectus evolucionaron diversamente en las distintas áreas geográficas que ocuparon.
A falta de mejores precisiones y de nuevos descubrimientos, en Asia estuvieron los H.
erectus y luego los denisovanos. En Europa el H. antecessor y después los neandertales.
En África, el H. ergaster, el H. erectus, el H. heidelbergensis y el H. sapiens, sucesivamente.
Además, se supone que estas poblaciones habrían tenido intercambios genéticos entre
sí, esporádicos o intermitentes. Lo que implicaría que más que hablar de especies distin-
tas, deberíamos entenderlo como una sucesión de poblaciones en continuidad con los
habilis.

Los humanos anatómicamente modernos


A falta de contrastarse mejor algunos datos recientes, como se apuntaba más arriba,
los primeros AMH documentados aparecieron en África hace unos 200 o 300.000 años
y se expandieron fuera del continente en diferentes oleadas.
Históricamente se han presentado cuatro modelos de hipótesis sobre el origen de
los AMH, que van desde un «reemplazamiento africano» o «salida desde África» (out
of Africa), según el cual las poblaciones humanas modernas se formaron en África hace
unos centenares de miles de años y desde allí se extendieron por el resto del mundo
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reemplazando a las poblaciones indígenas; hasta un modelo de «continuidad regional»


que niega un origen africano reciente de los humanos modernos y sostiene que cada
región habría dado lugar a sus propios humanos modernos. Entre medias se sitúan los
modelos de «hibridación africana y reemplazo» y de «asimilación», según la intensidad
de reemplazo o de hibridación que se sostenga en cada caso.
Los estudios genéticos recientes han mostrado que el flujo genético se produjo prin-
cipalmente desde África, pero con una continuidad regional debido a las hibridaciones
con poblaciones ya existentes, como los neandertales o los denisovanos. Por lo tanto,
un modelo «sobre todo desde África» (mostly out of Africa) sería el mejor candidato para
explicar la aparición de los humanos modernos.

Consideraciones finales
En resumen y sintetizando las interpretaciones más verosímiles, se podría decir que
hay una continuidad biológica entre los humanos y los animales, hecha de constantes
novedades que expresan poco a poco y con más claridad lo propiamente humano. Nues-
tra especie se separó hace por lo menos 4 Ma de cualquier otra especie existente sobre la
tierra. Desde entonces ha evolucionado con su propio acervo genético hasta dar lugar a
los humanos modernos.
Las primeras expresiones humanas aparecen ya en los habilis o incluso algo antes.
Hace unos 2,5 Ma se observa un cambio a múltiples niveles que da lugar a la aparición
de los habilis. Desde entonces parece que hay una continuidad, no estrictamente lineal,
hasta la actualidad. Durante estos periodos, las manifestaciones culturales han adqui-
rido cada vez mayor complejidad conforme se sucedían distintos tipos de Homo: uso
de herramientas para fabricar utensilios, simbolismo y marcas sobre objetos, dominio
intencional del fuego, cacerías en grupo, enterramientos, arte, religiosidad…
Los habilis ya se diferenciaban culturalmente de los australopitecos y parántropos,
con quienes convivían, y esta tendencia se agudizó con los erectus y sus sucesores. En
los erectus se observan características humanas retrotraíbles a los habilis. Mientras que
en las poblaciones recientes de neandertales y denisovanos se aprecian muchos aspectos
culturales similares a los de los sapiens. Pensar que lo propiamente humano se limita al
H. sapiens no es sostenible. El simbolismo y la capacidad de planificar o actuar intencio-
nalmente es clara en neandertales y denisovanos, pero no solo.
El acervo genético propio de los humanos modernos tiene su fuente principal con
la aparición de los sapiens en África. Sin embargo, hay trazas de hibridación con otras
poblaciones existentes en Eurasia y África, por lo que no se pueden considerar especies
biológicas distintas.
Se piensa que los primeros humanos no debían tener una autoconciencia muy cla-
ra tanto de sus obras como de quiénes eran, de modo análogo a como un niño puede
hablar, aunque todavía no sea plenamente consciente de sus actos. A esta postura se
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oponen quienes piensan que tiene que haber algún tipo de novedad o de discontinuidad
más radical. Estos últimos, aceptan la evidencia de la continuidad biológica entre hu-
manos y animales, a la vez que indican que hay procesos, como el de encefalización, que
rentabilizan los procesos biológicos de manera sorprendente en favor del ser humano.
Por último, entender el origen de los humanos (no así su desarrollo) como algo
gradual tiene un inconveniente filosófico y de sentido común. Desde el punto de vista
conductual hay un momento en que el ser humano tiene que ser protagonista. La pers-
pectiva de la acción humana en primera persona constituye una novedad que escapa a
la objetivación científica. Actuar en primera persona es una discontinuidad que queda
inexplicada con la versión estándar del origen de la especie humana.

PARA SEGUIR LEYENDO

D. W. Cameron y C. P. Groves, Bones, stones and molecules: «Out of Africa» and human origins, Elsevier Academic
Press, San Diego 2004.
R. DeSalle, R. e I. Tattersall, Human origins: What bones and genomes tell us about ourselves, Texas A&M University
Press, College Station 2008.
R. Herce, «Origen del hombre», en C. Vanney, I. Silva y J. F. Franck (eds.), Diccionario Interdisciplinar Austral, 2016,
URL= http://dia.austral.edu.ar/Origen_del_hombre.
R. Jordana, «El origen del hombre. Estado actual de la investigación paleoantropológica», Scripta Theologica 20/1
(1988) 65-99.
C. A. Marmelada, «Evolución humana: Los orígenes biológicos del ser humano», en C.A. Marmelada, E. Palafox y A.
Llano, En busca de nuestros orígenes, Rialp, Pamplona 2017, pp. 43-125.
F. Rodriguez Valls, Orígenes del hombre. La singularidad de lo humano, biblioteca Nueva, Madrid 2017.
C. B. Stringer, Lone survivors: How we came to be the only humans on Earth, St. Martin’s Griffin, Nueva York 2013.
I. Tattersall, Masters of the planet: The search for our human origins, Palgrave Macmillan, Nueva York 2012.
D. Turbón, La evolución humana, Ariel, Barcelona 2006.

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