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Faltan más conciencia y más compromiso con lo que se está estudiando y para eso
es necesario reducir la cantidad de materias que un estudiante ve en Colombia. En
Los Andes los estudiantes veían siete y ocho materias, y me parecía totalmente
absurdo. Yo fui profesora en Nueva York, en una universidad pública, y los
estudiantes veían cuatro materias al semestre y me parecía que era lo correcto
porque, por un lado, no exige que los estudiantes sean dependientes de sus padres
y eso hace estudiantes más adultos y más independientes, también porque eso les
permite concentrarse más en menos materias. En Colombia hay un imperativo de
hacer por hacer y creemos que porque ven ocho materias están aprendiendo más,
y eso es falso. Los estudiantes fingen que están leyendo todo lo que leen para la
clase; el profesor finge que cree que los estudiantes están leyendo, cuando cree
que no. Se hacen las cosas bajo una lógica pro-forma: hacerlas como una
formalidad y como un simulacro de clase en vez de hacer una clase de verdad en
la que se investigue algo y se escriba de distintas maneras y se profundice en un
tema. En la universidad estamos educando a la gente en una mentira de fingimiento,
estamos criando impostores.
Creo que están preparados. Si no, se deben preparar para para hacer clases mucho
más intensas, con mayor profundidad, comprometidas con la producción de
pensamiento original y no con la repetición de fórmulas. Que las clases de literatura
no sean clases de historia de la literatura porque eso se puede aprender en
Wikipedia, sino que sean clases de leer. Entonces habría que leer con atención y
en detalle los textos, muy minuciosamente y con un enfoque sobre todo analítico.
El estudiante de literatura tiene que ser un diseccionador de textos. Creo en el
trabajo particular con el texto, con el texto como otro, con el texto como separado
de su autor y de su lector.
¿En sus clases logra establecer esa relación entre el proceso minucioso de
lectura del que habla con la escritura?
La verdad es que sí. Al enseñar me centro más en las escritura que en la literatura
y más en la lectura que en la literatura. Me centro, justamente, en enseñar a leer y
en la escritura relacionada con esa lectura. Cuando fui profesora universitaria me
gustaba y me interesaba que el salón de clase fuera un espacio dramático en el que
pasaban cosas, en el que había dramas: unos sufrían y otros estaban descubriendo
algo, no esa cosa mortecina de la clase repetida año tras año. En casi todas las
facultades de literatura hay un papel muy marginal para la creación. Hay muchos
que estudian literatura porque quieren escribir, pero queda muy pequeño el papel
de la escritura porque les ponen a hacer esos ensayos académicos que no son nada
ni para nadie, en vez de articular más la lectura y la escritura creativa.