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MISAL ROMANO

I. Manejo del Misal Romano: cuatro claves de lecturas de su nueva Ordenación General

Para una celebración siempre mejor de la Eucaristía

1ª. El Misterio

El don inestimable de la Eucaristía ha estado siempre rodeado de un ambiente de misterio


cf. San Ambrosio sobre los misterios 1; San Cirilo de Jerusalén, sermón previo para la catequesis.
“La liturgia debe fomentar el sentido de lo sagrado y hacerlo resplandecer. Debe estar imbuida del
espíritu de reverencia y de glorificación de Dios” (Sínodo de 1985, II, B)

El ambiente de misterio hay que entenderlo no tanto como secretismo sino como atracción
de nuestro corazón por el Misterio de Cristo (cf Jn 12, 32) y como experiencia de Dios que purifica,
transforma y diviniza todo nuestro ser y nuestro obrar. La Iglesia, en la celebración, siente
internamente los latidos del Dios viviente. La liturgia es espacio privilegiado de teofanía y
experiencia de Dios. Léanse, como obertura de la ordenación, los números 16 y 91.

La Ordenación general del Misal Romano dista mucho de ser un mero rubricismo; es, sobre
todo, una “teología de la celebración”. Para descubrir toda la grandeza de la Teología de la
celebración, recomendamos la lectura serena y sabrosa de lo que podemos llamar “los tres números
de oro” de la Constitución conciliar sobre la Liturgia: 5, 6 y 7. también los números del Catecismo
1076-1109. En el Compendio, los que van del 218 al 249. En esta dimensión teológica nos sitúa el
cap.1 de la Ordenación (Importancia y dignidad de la celebración Eucarística).

2ª. El respeto

“Tradidi quod et accepi” (1Cor 15, 3). San Pablo recibe y transmite no sólo el misterio sino
también el modo de celebrarlo. San Pablo, siendo San Pablo, no se considera dueño del misterio
sino servidor del mismo; por eso no transmite “su” forma de celebrar sino “la” forma de celebrar la
Iglesia. Así ha de ser todo ministro sagrado. Pero lógicamente para ser un fiel y seguro servidor del
Misterio, se ha de conocer muy bien la forma eclesial de celebrarlo. Por ahí se ha de empezar, por
conocer de verdad y a fondo el modo eclesial de celebrar. No es suficiente con airarse contra las
transgresiones normativas; es preciso conocer consciente y cordialmente las normas celebrativas de
la Iglesia. La ignorancia advertida y consentida de las normas es una ofensa grave al Señor. Léase
La Introducción a la Ordenación para despertar esa actitud y ese deseo de conocer la voluntad
celebrativa de la Iglesia.

Pero el conocimiento teórico ha de devenir en realización práctica. Las normas no están


sólo para ser conocidas sino observadas (cf Sínodo 2205, proposición 25). Además, la comprensión,
asimilación e interiorización de las normas le libera a uno de la tiranía del subjetivismo y de los
gustos personales. Por otra parte, las normas celebrativas de la Iglesia no son arbitrarias sino que
están íntimamente unidas al Misterio que viene a ser como su cara visible y su mejor expresión. El
mejor servidor del Misterio es aquel que pasa desapercibido, aquel que no llama la atención sobre sí
inventando gestos personales sino apropiándose de los gestos eclesiales para llevar así a los fieles al
interior del Misterio. No olvidemos con todo, las posibilidades que la Iglesia ofrece para la
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creatividad en la fidelidad y para la elección de materiales celebrativos, Léanse, en este sentido, los
capítulos VII (Elección de la Misa y de sus partes) y IX (Las adaptaciones que competen a los
obispos y a sus conferencias) de la Ordenación.

Y junto al conocimiento y observancia de las normas, la explicación de las normas. Hay que
desplegar una gran acción formativa; no sólo formación especulativa sino formación mistagógica.
Es tarea lenta, paciente, silenciosa, tenaz, artesanal, sacrificada, pero a la larga es la que mejores
frutos da. El reciente Sínodo ha propuesto, por eso mismo, un “itinerario mistagógico” (proposición
16). Un buen curos de formación mistagógica se puede desarrollar siguiendo el cap. II de la
Ordenación (Estructura de la Misa, sus elementos y partes).

3ª. La Calidad

Sabemos que la primacía, la iniciativa y el protagonismo lo lleva siempre la gracia; sin


embargo hay que ofrecerle a la gracia un servicio humano de la mayor calidad posible. Y la calidad
empieza por la preparación de la celebración. Lo que se prepara bien, sale bien, la preparación de la
Misa (y no sólo de la homilía) lleva su tiempo. La Misa no se prepara en unos minutos, sino en unas
horas y en un ambiente sereno de estudio y oración: leer todos los textos (oraciones, lecturas,
prefacio, plegaria eucarística...), preparar todos los materiales (cantos, moniciones, preces,
homilía...), planificarlo todo (personas, ministerios...) Muy interesante es el No. 111 de la
Ordenación. Todo el cap. III de la Ordenación (Oficios y ministerios en la Misa) es buena ayuda. Y
además de la preparación de los materiales, la preparación personal (cf CIC, c. 909)

La teoría ha de devenir en la realización práctica

A la calidad de la celebración contribuye en gran manera la adecuada disposición, cuidado y


ornamentación del espacio celebrativo. Dos capítulos de la Ordenación guardan relación con este
punto: el cap. V (Disposición y ornato de las Iglesias para la celebración eucarística) y el cap. VI
(Cosas necesarias para la celebración de la Misa)

Pero lo que contribuye sobremanera a la calidad de la celebración es la actitud del


presidente de la misma. Su actitud interior y su conducta exterior son decisivas. Por eso son de
alabar tantos buenos presbíteros como hay que ponen un especial empeño en presidir
esmeradamente la celebración, realizando los gestos elocuentemente y pronunciando las palabras
con unción y claridad. Son conscientes de la gracia recibida y de lo trascendente de su actuación.
Audazmente escribió Juan Pablo II “In persona Christi quiere decir más que “en nombre”, o
también, “en vez” de Cristo. In persona: es decir, en la identificación específica, sacramental con el
“sumo y eterno Sacerdote”, que es el autor y el sujeto principal de su propio sacrificio, en el que, en
verdad, no puede ser sustituido por nadie” (Ecclesia de Eucharistia 29). De modo parecido a como
se habla de “transubstanciación” en referencia al presbítero. El presbítero no es sólo el hombre de lo
sagrado sino que es el hombre-sagrado; no es sólo el hombre del misterio, sino que es el hombre-
misterio. A los sacerdotes “quiero temer, amar y honrar como a mis señores” (San Francisco de
Asís, Testamento 2).

4ª. Las riquezas


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Los verdaderos tesoros de la Iglesia son los tesoros celebrativos. Tesoros que han de ser
mostrados y ofrecidos al pueblo cristiano para que disfrute de ellos y se beneficie espiritualmente.
Entre los tesoros celebrativos destacamos las diez plegarias eucarísticas; plegarias que deben ser
empleadas inteligentemente para provecho tanto de fieles como de pastores.

Además de las plegarias eucarísticas, los distintos formularios de misas: misas rituales,
votivas, por diversas necesidades, de difuntos. Ayudará también para una celebración enriquecida y
mejorada el estudio del cap. IV de la Ordenación (Misas y oraciones por diversas necesidades y
misas de difuntos).

La riqueza celebrativa se extiende también a otros pequeños elementos que hacen la


celebración viva y atractiva: la variedad de los saludos iniciales según los diversos tiempos
litúrgicos, los varios modos del acto penitencial, la aspersión, los diversos modos de profesión de
fe, los varios modos de aclamación tras la consagración, la variedad de oraciones sobre el pueblo, la
variedad de bendiciones solemnes, las despedidas... La mano de Dios no es abreviada a la hora de
preparar riquezas celebrativas para sus hijos; no lo sea tampoco la de los sacerdotes a la hora de
distribuirlas.

II. Descripción del Misal Romano de 1970

Comprende una sección introductoria con los documentos de promulgación del libro y las
respectivas normas, el cuerpo del misal donde están los formularios litúrgicos y un apéndice, al que
siguen los índices.

1. SECCIÓN DOCUMENTAL

El primer documento que figura es el decreto de la S C para el Culto Divino de 26-III-1970,


por el que se declara típica la edición. Este decreto figura en todas las ediciones oficiales del misal
en lenguas modernas.

Enseguida aparece la Constitución Apostólica “Misal Romano”, de Pablo VI, por la que se
promulga el conjunto del misal, o sea, todos los libros que se usan en la misa, y se especifican las
palabras esenciales de la plegaria eucarística que constituyen la consagración. En este importante
documento el Papa justifica la reforma del Misal y hace historia de ésta desde san Pío V hasta el
Concilio Vaticano II. Después explica las principales innovaciones: plegarias eucarísticas,
simplificación del Ordinario de la misa, homilía, oración de los fieles, acto penitencial, ampliación
del leccionario y del gradual.

Luego viene la Institución General del Misal Romano. El mismo documento aparecido en
1969, pero ahora dotado de un Prólogo de 15 puntos, en el que se muestra históricamente la
identidad y continuidad de la tradición católica desde Trento hasta el actual misal, al tiempo que se
explican algunas realizaciones y cambios, recordando cómo la acentuación del aspecto memorial
no significa exclusión del sacrificio o de la presencia real. El documento consta de 8 capítulos que
describen todos los elementos de la celebración de la misa y exponen todas las principales normas
para su desarrollo ritual.
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2. EL CUERPO DEL MISAL

Comprende 8 grandes bloques: el Propio del tiempo, el Ordinario de la Misa, el Propio de


los santos, Misas comunes, Misas rituales, Misas y oraciones por diversas necesidades, misas
votivas y Misas de difuntos.

El “Propio del tiempo”. Es la parte fundamental del misal, el ciclo que desarrolla el misterio
salvador en su totalidad en torno al sagrado recuerdo de la vida y de la obra de Cristo (Cf S C 102).
Todas las secciones han sido enriquecidas al máximo, dotando de formulario completo, o al menos
de colecta , a todas las ferias de Adviento, Navidad, y Pascua, ya que el Misal anterior, sólo hacía
eso en la Cuaresma. Al mismo tiempos e hace descansar toda la fuerza de cada tiempo litúrgico en
los domingos, revalorizados y elevados de categoría litúrgica, especialmente en Adviento y Pascua
(Cf S C 106).

El adviento tiene tres grupos de formularios: el de los 4 domingos, el de las ferias hasta el
16 de Diciembre y el que comprende las ferias desde el 17 hasta el 24 en la misa de la mañana. Este
grupo y el primero contienen formularios completos; el segundo ofrece una colecta propia para cada
día de la semana, siendo comunes los textos restantes. La orientación de los textos está marcada por
el predominio del tema de la última venida de Cristo en la primera parte del Adviento, y por la
preparación de la navidad a partir del 17 de Diciembre. Destaca el domingo IV de Adviento por su
colorido mariológico y, en general, la temática cristológica de todos los textos.

El tiempo de navidad-epifanía comprende una serie de formularios festivos y otra serie para
las ferias. La serie festiva reutiliza bastantes textos del misal anterior, especialmente el día de
navidad en las cuatro misas, pero incorpora bellísimas del Sacramentario Veronense atribuidas a
San León Magno. Las novedades mayores de este ciclo están en las misas de los domingos de
navidad, en la solemnidad del 1 de Enero y en la fiesta del Bautismo del Señor, domingo que cierra
el ciclo. La serie ferial contiene doble colecta, una para las ferias antes de la Epifanía y otra para los
días siguientes. La temática es la propia del ciclo.

La cuaresma representa una recuperación de los elementos bautismales, especialmente


desde el domingo III. Ha desaparecido el tiempo de pasión y todo el conjunto ofrece una mayor
unidad centrada en los domingos. Es en todos ellos, dotados de prefacio propio, donde se advierte
mejor la renovación de la cuaresma; si bien las ferias, comenzando por el miércoles de ceniza,
contienen también una gran riqueza eucológica, aunque se han reutilizado en gran parte las
oraciones del misal de 1570. los formularios son completos y siguen el orden normal de su
utilización, estando los formularios de las ferias a continuación del domingo que abre la respectiva
semana. El domingo de ramos y la misa crismal aparecen dentro de la cuaresma.

Los formularios del triduo pascual hacen de gozne entre la cuaresma y el tiempo de pascua
que comienza con la vigilia pascual. Los formularios presentan una simplificación mayor incluso
que la del Ordinario de la semana santa de 1955, habiendo bastantes textos nuevos y estando
modificados algunos, como las oraciones del viernes santo. La vigilia pascual, estructurada más
claramente que en la reforma de 1951, separa cada parte, indicándolo expresamente y conteniendo
unas moniciones antes de la primera y de la segunda. Las oraciones reutilizan textos procedentes de
las vigilias de pascua y de Pentecostés del misal de 1570, y ofrecen, siguiendo en orden de lecturas,
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la posibilidad de elegir entre dos o tres fórmulas. La plegaria de bendición del agua es una
refundición de la antigua plegaria contenida en el Sacramentario Gelasiano

El tiempo pascual contiene dos series de misas; una dominical, en la que se incluye también
la solemnidad de la ascensión –trasladable a domingo- y otra ferial. Esta última serie comprende
tres bloques de formularios: para las ferias de las semanas II, IV y VI de pascua, para las semanas
III y V y para la semana VII. De este modo se incluyen colectas propias para cada día, siendo
comunes las otras dos oraciones (sobre las ofrendas y poscomunión) dentro de cada día de la
semana.

Hay que notar el reforzamiento de la temática bautismal no sólo en la octava de pascua, y


en la insistencia con que se alude al misterio pascual y a los sacramentos pascuales. Los formularios
de la ascensión y Pentecostés resultan extraordinariamente ricos.

La última sección del Propio del tiempo la comprenden los formularios de los domingos
del tiempo Ordinario y los de las solemnidades del Señor que tienen lugar en este tiempo:
Santísima Trinidad, Corpus Christi, Corazón de Jesús y Cristo Rey. Los formularios de los 343
domingos –en realidad, 32, ya que el domingo I es la fiesta del Bautismo del Señor, y el 34 la
solemnidad de Cristo Rey; en su lugar hay un formulario para la semana correspondiente- forman
un bloque sucesivo, de manera, de manera que se resuelve fácilmente la interrupción de la serie al
llegar la cuaresma. Los textos proceden del antiguo misal en su mayor parte. En cuanto a los
formularios de las solemnidades del Señor, ofrecen pocas novedades, entre las que hay que destacar
los textos de la misa del Corazón de Jesús.

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