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Venimos reflexionando sobre el don de la fe que como cristianos hemos recibido y que estamos

llamados a profundizar. Nos puede ayudar mucho, en este sentido, renovarnos en la conciencia de
que la vida de la fe ha tenido un comienzo para nosotros. Hubo un momento concreto de nuestra
historia en el cual atravesamos la "puerta de la fe". Antes de ese día estábamos fuera de la
comunión con Dios y del Cuerpo de Cristo; a partir de ese día todo cambió. Podríamos decir
incluso que -utilizando el lenguaje de San Pablo- antes de ese día estábamos muertos por el
pecado y en ese momento recibimos la verdadera vida: «Fuimos sepultados por Él (Cristo) por el
Bautismo para participar en su muerte, para que, como Cristo resucitó de entre los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva».

¿Dónde hemos recibido este don? En el Sacramento del Bautismo. Por ello en este Año de la fe,
que estamos celebrando por iniciativa del Papa Benedicto XVI, resulta tan oportuno reflexionar en
el significado que tiene el Bautismo para nuestra vida cristiana.

UN MOMENTO QUE LO CAMBIÓ TODO

Nuestro Bautismo se dio en un momento concreto de nuestra vida. Para una gran mayoría de
católicos, este sacramento se realizó cuando éramos muy niños. Ese momento significó un cambio
radical. En él experimentamos la acción de Dios que transformó lo más hondo de nuestro ser:
fuimos sumergidos en la muerte de Cristo para resucitar con Él a una vida nueva. El recuerdo de
ese momento único en nuestra vida nos lleva también a renovarnos en la inmensa riqueza de su
significado.

El Bautismo se llama «baño de regeneración y de renovación en el Espíritu Santo», nuevo


nacimiento por el agua y el Espíritu, sin el cual nadie «puede entrar en el reino de Dios». El
Catecismo de la Iglesia Católica cita un texto de San Gregorio Nacianceno que a través de una serie
de conceptos nos invita a considerar la riqueza inmensa de este sacramento: «El Bautismo -dice
San Gregorio- es el más hermoso y maravilloso de los dones de Dios(...). Lo llamamos(...) don,
puesto que se da a quienes no tienen nada; gracia, porque se otorga también a los culpables;
bautismo, porque es sagrado y regio (el ungido es sagrado y rey); iluminación, porque es luz
resplandeciente; vestido, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque nos lava; sello, porque
nos conserva y es signo del señorío de Dios».

Todo lo dicho por San Gregorio sucedió realmente en cada uno de nosotros el día que recibimos el
Bautismo. Por ello, tal vez lo primero sea dar lugar a la gratitud. Gratitud a Dios por habernos
reconciliado en Cristo y habernos hecho pasar de la muerte a la vida; gratitud a nuestros padres -si
recibimos el bautizo de niños- por habernos dado el don de la vida y habernos participado el don
de la fe; a nuestros padrinos que se comprometieron a ayudarnos a crecer en la fe; a nuestros
catequistas y las personas por las que hemos conocido la fe, si es que recibimos de adultos el don
bautismal.

EL BAUTISMO Y LA VIDA CRISTIANA

Haber cruzado la "puerta de la fe" supuso para todos nosotros «emprender un camino que dura
toda la vida. Éste empieza con el bautismo (ver Rom 6,4), con el que podemos llamar a Dios con el
nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección
del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos
creen en Él (ver Jn 17,22)». Es, pues, necesario comprender que nuestro Bautismo no sólo realizó
cambios reales y radicales en nuestra vida sino que en ese momento recibimos como en semilla un
don que está destinado a germinar y dar frutos, en nuestra vida cristiana.

Ahora quien, aunque el Bautismo nos borra el pecado original, perdona nuestros pecados si los
habíamos cometido y nos da una vida nueva, quedan en nosotros unas consecuencias, unas
secuelas que no desaparecen. Es algo que todos experimentamos y algunas veces tal vez nos
cuesta comprender: ¿Por qué después del Bautismo seguimos experimentando con tanta fuerza la
atracción del pecado? Y el Catecismo nos responde: «Por el Bautismo, todos los pecados son
perdonados... No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del
pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida
como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia» y que nos llama al combate
espiritual.

A partir del Bautismo, pues, comprendemos nuestra vida cristiana como un camino de lucha, en el
que estamos llamados a prestar nuestra cooperación con la gracia de Dios para que la dinámica
bautismal se haga realidad en cada momento de nuestra vida y así podamos ir construyendo una
relación de amistad con Jesús. En otras palabras, de nuestro Bautismo brota un dinamismo que
nos invita a vivir en Cristo, despojándonos de todo aquello que nos aparta del buen camino, y más
bien revistiéndonos de todo aquello que permita «que los estados, actitudes y relaciones
fundamentales de Jesús se conviertan en nuestros».

Como se puede ver, todo esto resulta fundamental para nuestra vida espiritual, para el
seguimiento fiel del Señor Jesús. En un sentido, podemos decir que todo se inició con nuestro
Bautismo y que allí reside el origen de una vida en el Espíritu.

VIVIR NUESTROS COMPROMISOS BAUTISMALES


Cada vez que, en el marco de la Semana Santa, participamos en la Vigilia Pascual renovamos
nuestros compromisos bautismales. Así, de manera clara y muy simbólica, la Iglesia nos invita a
remitirnos a nuestro Bautismo para animarnos y fortalecernos en el combate espiritual.

Somos rociados con el agua de la vida; recibimos la luz de la fe, simbolizada en los cirios que
llevamos encendidos y que son participación de la luz del Cirio Pascual que es Cristo, Luz del
mundo; renunciamos al pecado y a todas las obras del mal con un enérgico "sí, renuncio"; y
renovamos nuestra adhesión a la fe de la Iglesia respondiendo "sí, creo" a los artículos del Credo.

Esta hermosa Liturgia, llamada la Madre de todas las liturgias, es una ocasión privilegiada para
renovar nuestro compromiso por vivir como bautizados, es decir como hijos de Dios, como
miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, y como templos del Espíritu Santo.

En efecto, en nuestro Bautismo experimentamos un nuevo nacimiento que nos hizo "hijos de
Dios". Difícil explicar la riqueza de una expresión en apariencia tan sencilla. Tenemos ahí un
horizonte de profundización y meditación que seguramente será de mucho provecho para nuestra
vida espiritual. San Pablo, en un pasaje muy hermoso, dice que «al llegar la plenitud de los tiempos
envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley para redimir a los que estaban bajo la ley,
para que recibiésemos el ser hijos por adopción. Y, puesto que somos hijos, envió Dios a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba! ¡Padre! De manera que ya no eres esclavo, sino
hijo».

Si soy hijo(a) de Dios, ¿vivo como tal? Si somos hijos de Dios e hijos de María, ¿soy obediente a la
palabra de Jesús que me señala a su Madre y me pide que la ame como Él la ama? Aquí tenemos
un camino espiritual concreto para avanzar, educados por María y con la fuerza del Espíritu, en
nuestra configuración con el Señor Jesús.

Por otra parte, en Cristo hemos sido incorporados a su Cuerpo de manera que «así como el
cuerpo, siendo uno, tiene mucho miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos,
son un cuerpo único, así también Cristo. Porque todos nosotros hemos sido bautizados también en
un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo». Somos llamados, pues, a vivir la unidad y la
comunión como discípulos de Cristo, con Él y en Él. La unidad y la comunión se fundan en la
profunda relación que cada uno tiene con Jesús, ya que en Él todos somos hermanos e hijos de un
mismo Padre. Si no vivimos una relación personal y viva con Jesús, difícilmente podremos ser
artesanos de unidad y comunión.

Finalmente, el Bautismo nos hace templos del Espíritu Santo. En nuestro Bautismo fuimos ungidos
con óleo santo. Ello es un símbolo externo de una realidad mucho más profunda: «Es Dios quien a
nosotros y a ustedes nos confirma en Cristo y el que nos ha ungido; el que también nos ha sellado
y ha depositado las arras del Espíritu en nuestros corazones». Dios ungió y selló nuestro interior
con una huella indeleble y nos ha constituido en un templo espiritual en el que, gracias a la
conformación con Cristo, habita la presencia de Dios. Ungidos por Dios, como bautizados somos
hechos partícipes de la misión evangelizadora de Jesús de manera que podemos decir también
nosotros con Él: «El Espíritu del Señor está sobre mí; por lo cual me ha ungido para evangelizar a
los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en
libertad a los oprimidos, y a proclamar el año de gracia del Señor».

CITAS PARA LA ORACIÓN

Jesús recibe el Bautismo de Juan: Mt 3,13ss; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22.

Cristo instituye el Sacramento del Bautismo: Mc 1,8; Mt 3,12; Jn 1,33; Mt 28,19.

El Bautismo nos hace partícipes de la Muerte y Resurrección de Cristo: Rom 6,1-11; 2Cor 5,17.

Por el Bautismo nacemos a una vida nueva: Jn 3,5; Gal 3,26-27; Tit 3,5.

El Bautismo nos reconcilia del pecado: Hch 2,38; 22,16; Ef 5,25-26.

El Bautismo nos incorpora en la Iglesia: Hch 2,41; 1Cor 12,13.

PREGUNTAS PARA EL DÍALOGO

¿Soy consciente de lo que significa el don del Bautismo en mi vida espiritual? ¿Qué puedo hacer
para crecer en esa consciencia y aplicarla a mi vida?
En mi vida cotidiana, ¿cómo vivo la dinámica bautismal que me invita a morir al pecado y vivir
para Cristo? ¿De qué tengo que despojarme y de qué tengo que revestirme para configurarme con
Jesús?

¿Cómo puedo renovarme en la vivencia de mis compromisos bautismales?

¿Qué implicancias tiene mi condición de bautizado con mi apostolado? ¿Cómo estoy viviendo el
envío apostólico que recibe todo bautizado?

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bautismo espíritu santo sacramento sacramentos señor jesús vida cristiana

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UNGIDOS

POR EL ESPÍRITU
( Tema Bautismal)

UNGIDOS POR EL ESPÍRITU.

(Tema Bautismal)

RITOS I N I C I A L E S.-

Saludo de acogida.-
Para celebrar el Sacramento del Bautismo nos servimos, como símbolos, de las cosas más
elementales que utilizamos a lo largo del día y de nuestra vida: beber agua, lavar la cara y la ropa,
encender la luz, estrenar un vestido nuevo...

Uno de los elementos, que en la Biblia y en la Celebración de los Sacramentos, tiene


aplicaciones muy variadas y frecuentes es el aceite. Si se ha elegido este elemento desde antiguo
es porque es fácil su simbolismo y profundo su significado.

El aceite, a parte de condimento para casi todas las comidas, tiene en nuestra vida muchas
aplicaciones y beneficios, sobre todo en los casos de quemaduras y golpes. También los
deportistas lo aplican como masaje, para poner a punto sus músculos. Los aceites perfumados dan
suavidad, belleza y frescor a la piel.

En la celebración del Bautismo simboliza todo eso y mucho más, ya que quiere expresar
los dones del Espíritu.

De eso vamos a tratar en esta Celebración: penetrar en el significado de nuestro Bautismo.

Saludo del Sacerdote.-

- Que la bondad de Dios Padre, el amor de Jesús y la fuerza de su Espíritu, estén con todos
nosotros ..........

PEDIMOS P E R D Ó N.-

Sacerdote.-

Hay muchas heridas por curar, muchos dolores por aplacar y muchos golpes por suavizar.

Monitor.-

- Que tu Espíritu de fortaleza, Señor, cure nuestros males, y el aceite consagrado y


perfumado nos sirva de medicina para que cicatricen nuestras heridas... Señor ten piedad.

- Que tu Espíritu de paz, suavice nuestros sufrimientos y dolores, y el aceite consagrado y


perfumado penetre en nuestra piel reseca y la suavice... Cristo ten piedad.
- Que tu Espíritu de bondad, Señor, borre las manchas de nuestros pecados, y que el aceite
consagrado y perfumado penetre en nuestro corazón y lo llene de alegría y amor... Señor ten
piedad.

Absolución :-

El Señor tenga misericordia de nosotros y nos conceda el Espíritu del Perdón. En el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. A m é n.

G L O R I A.-

Que el Señor nos concede el Espíritu de Alegría para proclamar un Gloria diciendo...
cantando...

O R A C I Ó N

Oh Dios, que por la unción del Espíritu,

consagraste a tu Hijo Mesías y Señor,

y a nosotros nos hiciste miembros de tu pueblo,


por la unción en el Bautismo.

Ayúdanos a ser, en el mundo,

testigos fieles de la Salvación

que ofreces a todos los hombres.

A m é n.

ESCUCHAMOS LA P A L A B R A.-

PRIMERA LECTURA.-

Monición.-

Pablo está en la cárcel por haber anunciado el Evangelio de Jesús. Presiente que dentro de
poco le van a matar, pero nada teme, porque se ha fiado de Jesús y Él premiará un día sus
servicios. Desde la cárcel le escribe una carta a un discípulo. Vamos a escuchar un fragmento. Lo
que dice va también dirigido a nosotros.

Lectura de la Carta de San Pablo a Timoteo :

Querido Timoteo: Ansío verte para llenarme de alegría refrescando la memoria de tu fe


sincera, esa fe que tuvieron tu abuelo Loide y tu madre Eunice, y que estoy seguro tienes también
tú. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las
manos. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero. Toma parte
en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios.

De este Evangelio me han nombrado heraldo, apóstol y maestro, y esta es la razón de mi


penosa situación presente; pero no me siente derrotado, pues sé de quién me he fiado y estoy
firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me
dio.

Yo estoy a punto de ser sacrificado. He peleado bien mi combate, he corrido hasta la meta,
he mantenido la fe. Por eso, ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor me
premiará en aquel día.

Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN O C A N T O.-

Monitor.-

A pesar de que a veces tenemos que superar pruebas difíciles, reconocemos que Dios nos
ama. Por eso le invocamos y decimos todos: "El Señor es mi luz y mi salvación."

Todos: El Señor es mi luz y mi salvación.

- El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré...?

- El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar...?

Todos: "El Señor es mi luz y mi salvación"

- Espero gozar de la dicha del Señor en le país de la vida.

- Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.

Todos: "El Señor es mi luz y mi salvación".


E V A N G E L I O .-

Monición.-

El Espíritu de Dios acompaña a Jesús a lo largo de toda su vida. Nos lo dice San Lucas en
este pasaje del Evangelio.

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas.

En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como
era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el Texto del
profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

"El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque Él me ha ungido.

Me ha enviado para proclamar el Evangelio a los pobres,

para anunciar a los cautivos la libertad,

y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos,

para anunciar el año de gracia del Señor."


Y, enrollando el Texto, lo devolvió al que le ayudaba, y se sentó. Toda la sinagoga tenía los
ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:

"Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír".

Y todos le expresaban su admiración por las palabras de gracia que salían de sus labios.

Palabra del Señor.

GUIÓN DE HOMILÍA.-

Como hemos dicho al principio de esta celebración, para celebrar en nuestra liturgia el
misterio de la Salvación, los cristianos nos servimos, a veces, de las cosas más elementales de la
vida. Y uno de los elementos, que tanto en la Biblia como en nuestros Sacramentos, tienen
aplicaciones muy variadas es el aceite y sus derivados.

Si se ha elegido desde muy antiguo este elemento es porque resulta bastante fácil su
simbolismo cara a los diversos dones que de Dios recibimos. El aceite, es decir, los óleos, los
ungüentos, las pomadas, tienen en nuestra vida muchas aplicaciones y beneficios: en la comida,
para las lámparas, para quemaduras y golpes... Los deportistas saben, como nadie, la fortaleza y
agilidad que un buen masaje da a sus músculos, antes o después de los momentos de esfuerzo. No
es nada extraño que el aceite sea símbolo de salud, de bienestar y de paz. Y eso es lo que quiere
expresar cuando se utiliza en los Sacramentos.

Ya en el Antiguo Testamento el aceite era apreciado por todas esas propiedades


beneficiosas. Era considerado, junto con el trigo y el vino, como símbolo de bienestar y de las
bendiciones de Dios. El aceite da suavidad y alegría; condimenta las comidas y da animo al cuerpo.

El aceite también da fuerzas en los momentos en que más la necesitamos, sean deportivas
o espirituales. Por eso se unge con él a los que más necesitan esa fuerza y salud para la misión que
se les ha encomendado: los Reyes, los Sacerdotes y Profetas.
En el Nuevo Testamento el auténtico Ungido es Jesús de Nazaret. Él es el que ha recibido
la misión más difícil, la de Mesías, y por eso recibe la unción de lo alto: "Dios a Jesús de Nazaret le
ungió con Espíritu Santo y con poder". El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido.
Dios le ha dado su fuerza y poder para que cumpla su misión de Sacerdote, Profeta y Rey.

Pero también los creyentes recibimos esta unción. Los que creen en Jesús son ungidos por
el Espíritu, o sea impregnados de sus dones de gracia, de verdad y de fuerza.

"Es Dios el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio el Espíritu en nuestros
corazones..." Por eso, si Jesús es llamado "Ungido", que significa el Cristo, el Mesías, sus
seguidores también son llamados "Ungidos", que significa los cristianos, los enviados por Cristo...

En la liturgia actual existen tres clases distintas de óleos que utilizamos en la celebración:

- El óleo de catecúmenos,

- El óleo de enfermos,

Y el crisma, una mezcla de aceite y bálsamo aromático.

(El aceite de estos óleos había sido hasta hace poco de oliva, pero en la actualidad se
puede usar cualquier aceite vegetal.)

¿Qué significado tiene la unción en los distintos Sacramentos...? Lo mismo que realiza en
el uso humano:

- La fuerza, la gracia de Dios, la suavidad, la consagración de las personas y cosas, la


curación, el perfume, y sobre todo la penetración del Espíritu y su dones.

Las unciones que se realizan en el Bautismo tienen un sentido de preparación para la


lucha, de fuerza contra el mal. También tienen sentido de consagración, de incorporación a Cristo.

Cuando se bendicen estos óleos se añade una oración:

- Aquellos cuyos cuerpos van a ser ungidos con este ungüento, sientan interiormente la
unción de la bondad divina y de la abundancia de los dones del Espíritu Santo.

Los cristianos deberíamos apreciar cada vez más el lenguaje de estos gestos simbólicos
que son signo eficaz de una presencia amorosa de Dios en todas las decisiones importantes de los
humanos.
ORACIÓN DE LOS F I E L E S.-

Sacerdote.-

Pidamos al Señor para que reavive en nosotros el recuerdo de nuestra incorporación a su


Iglesia, por el agua y la fuerza de su Espíritu.

Monitor.-

1 - Para que los que hemos recibido la unción sagrada, tengamos fortaleza para superar las
tentaciones de un mundo seductor...

- Roguemos al Señor.

2 - Para que seamos fortalecidos en la fe, confirmados en la verdad y mantengamos firme


la esperanza de llegar a la meta final.

- Roguemos al Señor.
3 - Para que en la travesía de la vida no nos falten las fuerzas para vencer las dificultades
del desconocido mar, y la luz que nos guíe a buen puerto... - Roguemos al Señor.

4 - Por los que estamos aquí reunidos, para que se reavive en nosotros la gracia de nuestro
Bautismo y demos testimonio de nuestra fe... - Roguemos al Señor.

Oración.- Derrama, Señor,

tu Espíritu de Amor en nuestros corazones,

que nos haga ante el mundo

testigos valientes del Evangelio.

A m é n.

PRESENTACIÓN DE O F R E N D A S.-

El Crisma bautismal.-

- Que este Crisma transmita la fuerza de Dios a los que empiezan la vida cristiana, y vayan
por el mundo trasmitiendo el buen olor de Cristo.

El Óleo de catecúmenos.-

- Que el don del Espíritu Santo, que hemos recibido en la confirmación, nos marque con su
sello y nos haga testigos del Evangelio en el mundo.

El Óleo de los enfermos.-

- Que el Señor ayude con su gracia, conforte en la enfermedad, devuelva la salud y


conceda la salvación a los enfermos y ancianos.
Oración.-

Junto con el pan y el vino recibe, Señor,

el aceite que impregna, penetra,

suaviza, cura, fortalece y perfuma.

Te lo presentamos para que Tú lo bendigas,

y esta mezcla de aceite y perfume,

sea para nosotros instrumento

y signo de tu bendición salvadora,

para que aquellos cuyos cuerpos

han de ser ungidos por este ungüento,

sientan interiormente la un unción de tu Amor.

A m é n.

LA GRAN PLEGARIA E U C A R Í S T I C A.

- El Señor esté con vosotros...

- Levantemos el corazón...

- Demos gracias al Señor, nuestro Dios...

PREFACIO.-

Te damos las gracias, Señor y Padre nuestro,

porque has creído todas las cosas,

nos has llamado a la vida

y te manifiestas vivo y presente entre nosotros.

Ya en tiempos antiguos guiaste a Israel,


tu pueblo, con mano poderosa y brazo extendido.

Hoy acompañas a tu Iglesia peregrina

dándole la fuerza de tu Espíritu,

y por medio de tu Hijo

nos abres el camino de la vida,

para que a través de este mundo

lleguemos al gozo eterno de tu reino.

Por eso, con los ángeles y santos,

cantamos sin cesar el himno de tu gloria...

- Santo, Santo, Santo ......

CONSAGRACIÓN.-

Te glorificamos, Padre Santo,

porque estás siempre con nosotros

en el camino de la vida,

sobre todo, cuando Jesús nos congrega

para el Banquete de su Amor,

parte el pan y comparte el vino.

Te pedimos que envíes tu Espíritu de amor

sobre este pan y vino que hemos puesto sobre la Mesa,

de manera que se conviertan para nosotros

en el Cuerpo y Sangre de Jesús,


tu Hijo y Señor nuestro.

Él mismo, la víspera de su Muerte en la Cruz,

mientras estaba a la Mesa con sus discípulos,

tomó un pan, te dio gracias, lo partió

y se lo entregó, diciendo...

- Tomad y comed todos de él ....

Y al terminar la cena,

tomó una copa llena de vino,

te dio gracias con la plegaria de bendición

y se la pasó de mano en mano, diciendo...

- Tomad y bebed todos de ella .....

Este es el Sacramento de nuestra fe ....

PRESENCIA.-

Dirige tu mirada, Padre Santo, sobre esta ofrenda,

es Jesucristo que se entrega por nosotros,

y por este Sacrificio, nos abre el camino hacia Ti.

Derrama sobre nosotros el Espíritu de tu Hijo.

Fortalécenos con este mismo Espíritu

a los que hemos sido invitados a tu Mesa,

para que todos nosotros,

Pueblo de Dios, con nuestros Pastores,


el Papa... nuestros Obispos... Sacerdotes y Pueblo,

caminemos en la esperanza, firmes en la fe,

para comunicar al mundo el gozo del Evangelio.

Acuérdate también, Padre,

de nuestros hermanos N............

que murieron en la Paz de Cristo,

y de todos los demás difuntos,

cuya fe sólo tú conociste.

Llévalos a la plenitud de vida en la resurrección.

Que cuando termine nuestra peregrinación por el mundo,

nos recibas también a nosotros en tu Reino,

en Comunión con la Virgen María y tus santos.

Mientras llega el día,

permite que te hagamos nuestra alabanza,

diciendo...

Por Cristo, con Él y en Él .......

COMPARTIMOS EL PAN Y LA P A Z.-

Pedimos el Pan.-

Durante muchísimo tiempo los hombres tuvieron miedo de Dios, se ocultaban de él y le


ofrecían sacrificios. Pero un día llegó Jesús y acabó con todas las viejas historias que se decían de
Dios y nos enseño a dialogar con él...

Llenos de alegría y confianza, decimos Padre Nuestro ....


Queremos la Paz.-

El mundo que nos rodea, el pueblo donde convivimos, debiera ser como balsa de aceite en
la que las personas vivamos como hermanos. Pero más bien parece lo contrario. Vamos a pedir
que cicatricen las heridas del pasado y descubramos nuevos caminos que nos lleven a la paz...

- La paz del Señor esté con todos nosotros ......

- Nos damos la señal de la paz .

- Canto:

Compartimos el Pan y la Paz :-

Señor, mi corazón es pequeño y está vacío. Tu corazón es grande y está lleno... Ven a
compartir conmigo.

- Dichosos nosotros por haber sido invitados a esta Comunión.

- Señor, no soy digno de que entres en mi casa .....

Canto:

RITOS F I N A L E S.-

"DANOS UN CORAZÓN GRANDE"

Señor y Padre nuestro, danos un corazón grande,

capaz de reconocer en nosotros todos y cada uno de tus dones.

Líbranos de la falsa humildad ,que nos impide

descubrir en nuestra vida la maravilla


de tu acción misericordiosa.

Enséñanos a sabernos pequeños pero no tacaños,

siervos pero no esclavos, pobres pero honrados,

y a cantar con alegría y darte gracias

porque has hecho obras grandes en nosotros.

Ayúdanos a cultivar con esmero todas la semillas

que tu amor fecundo va sembrando

en el campo de nuestra vida,

para que, gracias a la acción de tu Espíritu,

crezcan y fructifiquen para alabanza de tu gloria.

Te lo pedimos por medio de tu Hijo, Cristo Resucitado,

y por intercesión de María, Madre y Hermana,

agraciada y agradecida, cantora de las maravillas de Dios

BENDICIÓN FINAL

Venimos reflexionando sobre el don de la fe que como cristianos hemos recibido y que estamos
llamados a profundizar. Nos puede ayudar mucho, en este sentido, renovarnos en la conciencia de
que la vida de la fe ha tenido un comienzo para nosotros. Hubo un momento concreto de nuestra
historia en el cual atravesamos la "puerta de la fe". Antes de ese día estábamos fuera de la
comunión con Dios y del Cuerpo de Cristo; a partir de ese día todo cambió. Podríamos decir
incluso que -utilizando el lenguaje de San Pablo- antes de ese día estábamos muertos por el
pecado y en ese momento recibimos la verdadera vida: «Fuimos sepultados por Él (Cristo) por el
Bautismo para participar en su muerte, para que, como Cristo resucitó de entre los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva».
¿Dónde hemos recibido este don? En el Sacramento del Bautismo. Por ello en este Año de la fe,
que estamos celebrando por iniciativa del Papa Benedicto XVI, resulta tan oportuno reflexionar en
el significado que tiene el Bautismo para nuestra vida cristiana.

UN MOMENTO QUE LO CAMBIÓ TODO

Nuestro Bautismo se dio en un momento concreto de nuestra vida. Para una gran mayoría de
católicos, este sacramento se realizó cuando éramos muy niños. Ese momento significó un cambio
radical. En él experimentamos la acción de Dios que transformó lo más hondo de nuestro ser:
fuimos sumergidos en la muerte de Cristo para resucitar con Él a una vida nueva. El recuerdo de
ese momento único en nuestra vida nos lleva también a renovarnos en la inmensa riqueza de su
significado.

El Bautismo se llama «baño de regeneración y de renovación en el Espíritu Santo», nuevo


nacimiento por el agua y el Espíritu, sin el cual nadie «puede entrar en el reino de Dios». El
Catecismo de la Iglesia Católica cita un texto de San Gregorio Nacianceno que a través de una serie
de conceptos nos invita a considerar la riqueza inmensa de este sacramento: «El Bautismo -dice
San Gregorio- es el más hermoso y maravilloso de los dones de Dios(...). Lo llamamos(...) don,
puesto que se da a quienes no tienen nada; gracia, porque se otorga también a los culpables;
bautismo, porque es sagrado y regio (el ungido es sagrado y rey); iluminación, porque es luz
resplandeciente; vestido, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque nos lava; sello, porque
nos conserva y es signo del señorío de Dios».

Todo lo dicho por San Gregorio sucedió realmente en cada uno de nosotros el día que recibimos el
Bautismo. Por ello, tal vez lo primero sea dar lugar a la gratitud. Gratitud a Dios por habernos
reconciliado en Cristo y habernos hecho pasar de la muerte a la vida; gratitud a nuestros padres -si
recibimos el bautizo de niños- por habernos dado el don de la vida y habernos participado el don
de la fe; a nuestros padrinos que se comprometieron a ayudarnos a crecer en la fe; a nuestros
catequistas y las personas por las que hemos conocido la fe, si es que recibimos de adultos el don
bautismal.

EL BAUTISMO Y LA VIDA CRISTIANA

Haber cruzado la "puerta de la fe" supuso para todos nosotros «emprender un camino que dura
toda la vida. Éste empieza con el bautismo (ver Rom 6,4), con el que podemos llamar a Dios con el
nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección
del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos
creen en Él (ver Jn 17,22)». Es, pues, necesario comprender que nuestro Bautismo no sólo realizó
cambios reales y radicales en nuestra vida sino que en ese momento recibimos como en semilla un
don que está destinado a germinar y dar frutos, en nuestra vida cristiana.

Ahora quien, aunque el Bautismo nos borra el pecado original, perdona nuestros pecados si los
habíamos cometido y nos da una vida nueva, quedan en nosotros unas consecuencias, unas
secuelas que no desaparecen. Es algo que todos experimentamos y algunas veces tal vez nos
cuesta comprender: ¿Por qué después del Bautismo seguimos experimentando con tanta fuerza la
atracción del pecado? Y el Catecismo nos responde: «Por el Bautismo, todos los pecados son
perdonados... No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del
pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida
como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia» y que nos llama al combate
espiritual.

A partir del Bautismo, pues, comprendemos nuestra vida cristiana como un camino de lucha, en el
que estamos llamados a prestar nuestra cooperación con la gracia de Dios para que la dinámica
bautismal se haga realidad en cada momento de nuestra vida y así podamos ir construyendo una
relación de amistad con Jesús. En otras palabras, de nuestro Bautismo brota un dinamismo que
nos invita a vivir en Cristo, despojándonos de todo aquello que nos aparta del buen camino, y más
bien revistiéndonos de todo aquello que permita «que los estados, actitudes y relaciones
fundamentales de Jesús se conviertan en nuestros».

Como se puede ver, todo esto resulta fundamental para nuestra vida espiritual, para el
seguimiento fiel del Señor Jesús. En un sentido, podemos decir que todo se inició con nuestro
Bautismo y que allí reside el origen de una vida en el Espíritu.

VIVIR NUESTROS COMPROMISOS BAUTISMALES

Cada vez que, en el marco de la Semana Santa, participamos en la Vigilia Pascual renovamos
nuestros compromisos bautismales. Así, de manera clara y muy simbólica, la Iglesia nos invita a
remitirnos a nuestro Bautismo para animarnos y fortalecernos en el combate espiritual.

Somos rociados con el agua de la vida; recibimos la luz de la fe, simbolizada en los cirios que
llevamos encendidos y que son participación de la luz del Cirio Pascual que es Cristo, Luz del
mundo; renunciamos al pecado y a todas las obras del mal con un enérgico "sí, renuncio"; y
renovamos nuestra adhesión a la fe de la Iglesia respondiendo "sí, creo" a los artículos del Credo.
Esta hermosa Liturgia, llamada la Madre de todas las liturgias, es una ocasión privilegiada para
renovar nuestro compromiso por vivir como bautizados, es decir como hijos de Dios, como
miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, y como templos del Espíritu Santo.

En efecto, en nuestro Bautismo experimentamos un nuevo nacimiento que nos hizo "hijos de
Dios". Difícil explicar la riqueza de una expresión en apariencia tan sencilla. Tenemos ahí un
horizonte de profundización y meditación que seguramente será de mucho provecho para nuestra
vida espiritual. San Pablo, en un pasaje muy hermoso, dice que «al llegar la plenitud de los tiempos
envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley para redimir a los que estaban bajo la ley,
para que recibiésemos el ser hijos por adopción. Y, puesto que somos hijos, envió Dios a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba! ¡Padre! De manera que ya no eres esclavo, sino
hijo».

Si soy hijo(a) de Dios, ¿vivo como tal? Si somos hijos de Dios e hijos de María, ¿soy obediente a la
palabra de Jesús que me señala a su Madre y me pide que la ame como Él la ama? Aquí tenemos
un camino espiritual concreto para avanzar, educados por María y con la fuerza del Espíritu, en
nuestra configuración con el Señor Jesús.

Por otra parte, en Cristo hemos sido incorporados a su Cuerpo de manera que «así como el
cuerpo, siendo uno, tiene mucho miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos,
son un cuerpo único, así también Cristo. Porque todos nosotros hemos sido bautizados también en
un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo». Somos llamados, pues, a vivir la unidad y la
comunión como discípulos de Cristo, con Él y en Él. La unidad y la comunión se fundan en la
profunda relación que cada uno tiene con Jesús, ya que en Él todos somos hermanos e hijos de un
mismo Padre. Si no vivimos una relación personal y viva con Jesús, difícilmente podremos ser
artesanos de unidad y comunión.

Finalmente, el Bautismo nos hace templos del Espíritu Santo. En nuestro Bautismo fuimos ungidos
con óleo santo. Ello es un símbolo externo de una realidad mucho más profunda: «Es Dios quien a
nosotros y a ustedes nos confirma en Cristo y el que nos ha ungido; el que también nos ha sellado
y ha depositado las arras del Espíritu en nuestros corazones». Dios ungió y selló nuestro interior
con una huella indeleble y nos ha constituido en un templo espiritual en el que, gracias a la
conformación con Cristo, habita la presencia de Dios. Ungidos por Dios, como bautizados somos
hechos partícipes de la misión evangelizadora de Jesús de manera que podemos decir también
nosotros con Él: «El Espíritu del Señor está sobre mí; por lo cual me ha ungido para evangelizar a
los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en
libertad a los oprimidos, y a proclamar el año de gracia del Señor».

CITAS PARA LA ORACIÓN

Jesús recibe el Bautismo de Juan: Mt 3,13ss; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22.

Cristo instituye el Sacramento del Bautismo: Mc 1,8; Mt 3,12; Jn 1,33; Mt 28,19.

El Bautismo nos hace partícipes de la Muerte y Resurrección de Cristo: Rom 6,1-11; 2Cor 5,17.

Por el Bautismo nacemos a una vida nueva: Jn 3,5; Gal 3,26-27; Tit 3,5.

El Bautismo nos reconcilia del pecado: Hch 2,38; 22,16; Ef 5,25-26.

El Bautismo nos incorpora en la Iglesia: Hch 2,41; 1Cor 12,13.

PREGUNTAS PARA EL DÍALOGO

¿Soy consciente de lo que significa el don del Bautismo en mi vida espiritual? ¿Qué puedo hacer
para crecer en esa consciencia y aplicarla a mi vida?

En mi vida cotidiana, ¿cómo vivo la dinámica bautismal que me invita a morir al pecado y vivir
para Cristo? ¿De qué tengo que despojarme y de qué tengo que revestirme para configurarme con
Jesús?

¿Cómo puedo renovarme en la vivencia de mis compromisos bautismales?

¿Qué implicancias tiene mi condición de bautizado con mi apostolado? ¿Cómo estoy viviendo el
envío apostólico que recibe todo bautizado?

Descargar Trabajo de Interiorización.


CATEQUESIS SOBRE EL BAUTISMO11 deseptiembrede 200924¿Qué vamos a hacer nosotros (papás
y padrinos) para que los signos de la celebración del Bautismose conozcan, entiendan y utilicen
adecuadamente?Se puede hacer un breve compartir en el grupo general sobre el compromiso de
la tercera pregunta.

CELEBREMOS

En una mesa se colocan los signos utilizados en la celebración del Bautismo. Las personas
secolocan en semicírculo alrededor de la mesa. Observan un momento los elementos que
seencuentran en la mesa.Se les pide que algunos pasen y escojan uno de los signos, lo tomen en
sus manos y vuelvan acolocar en su lugar.Se proclama la lectura del capítulo 3 del evangelio de San
Juan del versículo 1 al 6. Se deja unmomento de reflexión personal en silencio.El catequista invita
a los que tienen algún signo en sus manos a hacer una breve oración partiendode ese elemento y
su significado.Decimos juntos la oración de los hijos de Dios, agradeciendo el don del
Bautismo.Terminamos cantando:PUEBLO DE REYES

Pueblo de Reyes, asamblea santa,Pueblo sacerdotal, pueblo de Dios,¡Bendice a tu Señor!

Te cantamos ¡oh Hijo amado del Padre!Te alabamos, eterna Palabra salida de Dios.Te cantamos,
oh Hijo de la Virgen María,Te alabamos, Oh Cristo, nuestro hermano,Nuestro Salvador.Te
cantamos a ti, Esplendor de la gloria,Te alabamos, Estrella radiante que anuncias el día-Te
cantamos, oh Luz que ilumina nuestras sombras,Te alabamos Antorcha de la nueva Jerusalén.Te
alabamos, Mesías que anunciaron los profetas,Te alabamos, oh, Hijo de Abrahám e Hijo de
David.Te cantamos, Mesías esperado por los pobres,Te alabamos, oh Cristo, nuestro Rey de
humildecorazón.Te cantamos, Mediador entre Dios y los hombres,Te alabamos, oh Ruta viviente,
camino del cielo.Te cantamos, Sacerdote de la nueva alianza,Te alabamos, Tu eres nuestra paz por
la sangre de lacruz.Te cantamos, cordero de la Pascua eterna,Te alabamos, oh Víctima que borra
nuestrospecados.Te cantamos, oh Templo de la nueva alianza,Te alabamos, oh Piedra Angular y
Roca de Israel.Te cantamos, Pastor que nos conduces al reino,Te alabamos, reúne a tus ovejas en
un redil.Te cantamos, oh Cristo, manantial de la gracia,Te alabamos, oh Fuente de agua viva que
apaganuestra sed.Te cantamos, oh Viña plantada por el Padre,Te alabamos, oh Viña fecunda,
nosotros tussarmientos.Te cantamos, oh Cristo, maná verdadero,Te alabamos, oh pan de la vida
que el Padre nos da.Te cantamos, Imagen del Dios invisible,Te alabamos, oh Rey de justicia y Rey
de la paz.Te cantamos, Primicias de aquellos que duermen,Te alabamos a ti, el Viviente, principio y
fin.

CATEQUESIS SOBRE EL BAUTISMO11 deseptiembrede 200925

10. LA CELEBRACIÓN FAMILIAR


Objetivo: Reflexionar sobre el sentido cristiano del festejar para que la reunión o fiesta que se
hace conmotivo del bautismo de nuestro hijo tenga una orientación positiva.

Alégrense con los que están alegres

” (Rom 12, 15)

NOTAS PEDAGÓGICAS

Este tema ya no forma parte del contenido propio de la catequesis que ordinariamente se
presenta sobreel sacramento del Bautismo, pero dado el arraigo que tiene el festejo (grande o
pequeño) entre nuestragente, se ve necesario tomar conciencia y orientar, en caso necesario, para
que la fiesta no se conviertaen algo pagano o en una anti-fiesta.El catequista deberá tener una
actitud madura para no volverse

ni “satanizador” de las fiestas, ni“permisivo” al grado de no decir nada de lo que sucede en


algunas reuniones festivas.

VEAMOS

El catequista invita al grupo a responder las siguientes preguntas:¿Qué hay de bueno y de malo en
una fiesta?¿Cuándo una fiesta puede convertirse en una anti-fiesta?¿Qué diferencias vemos entre
las fiestas que se celebran con motivo del bautismo de un pequeño yotras fiestas?Se pueden
responder estas preguntas con el grupo en general, para facilitar un mayor enriquecimiento.

PENSEMOS

Todas las personas tenemos necesidad de manifestar nuestra alegría para tener una mejor
experienciade la vida. Por ejemplo, una buena fiesta nos ayuda a desarrollarnos mejor como
personas, nos unemás, nos sentimos alegres, etc.Cuando hacemos una

fiesta experimentamos como se “detiene” el tiempo en la carrera de la vida y nos

da un respiro para poder seguir el camino. Asimismo, es un momento en que abundan detalles
que deordinario no tenemos.Las fiestas son ocasión de una transformación en nuestras
apariencias: nuestro arreglo personal es másdedicado, usamos nuestras mejores ropas y actuamos
de forma distinta. En ellas, se nota la ilusión delas personas porque la vida no sea siempre igual,
por una ambiente sin problemas, donde hayaabundancia y todos estemos felices.

Lamentablemente es muy fácil que una fiesta se convierta en una “anti


-

fiesta”. Esto sucede cuando

gastamos más de lo que tenemos, cuando derrochamos y ofendemos al que padece carencias,
cuandono prevemos el mañana, cuando se cae en el alcoholismo y en la violencia, cuando por
tantas causas lafiesta se convierte en tristeza, muerte y luto.Es en esas ocasiones en que la fiesta
pierde sentido, la reunión va degradando poco a poco a losasistentes mientas el niño recién
bautizado llora a solas en un lugar aparte.

CATEQUESIS SOBRE EL BAUTISMO11 deseptiembrede 200926Jesús nos enseña a vivir mejor como
personas, incluso nos muestra la alegría que debe haber en unafiesta, acude a las fiestas y
comparte con los demás.Pero nunca deja de estar atento a las necesidades y angustias de la gente
(ver Juan 2, 1, 12).Y refiriéndonos especialmente a las fiestas que se organizan con motivo del
bautismo de un pequeño esconveniente hacer algunos comentarios:Es muy positivo que los
familiares y amigos se reúnan con el pequeño y sus papás para festejar elinicio de una nueva vida
en la fe. Festejar es positivo. El centro de dicho festejo es el recién bautizado,lo ideal es tener un
lugar adecuado para él en el sitio central o más visible del lugar de la reunión, porlo tanto, debe
evitarse el caer en actitudes muy comunes entre nuestra gente como el llevar al pequeño

a una habitación de nuestra casa para que no “moleste” con su llanto a los invitados o caer en
excesivoservilismo hacia los compadres para quedar “bien” con ellos haciéndoles sentir

que son el centro de lafiesta. Respecto a los alimentos y bebidas que se consumirán debemos
agradecer a Dios el que lospodamos tener y consumir, bien sea con una oración de acción de
gracias o con la bendición sobre losalimentos. Asimismo, recordemos nuevamente que si estamos
allí reunidos es para festejar al pequeñobautizado y no para excedernos en el consumo de
alimentos y bebidas.

ACTUEMOS

El grupo reflexiona a partir de las siguientes preguntas para tratar de llegar a un


compromiso.¿Cuál es el sentido que Dios quiere para nuestras fiestas?¿Qué se necesita para que
en nuestras fiestas se de una alegría verdaderamente cristiana?Nosotros, ¿cómo vamos a festejar
el Bautismo de nuestro hijo o ahijado?

CELEBREMOS

Podemos recitar el salmo 138 (137) u ot

ro parecido; a cada estrofa decimos: “Te doy gracias Señor, contoda mi alma”.

CATEQUESIS SOBRE EL BAUTISMO11 deseptiembrede 200927

SIGLAS UTILIZADAS

CDC Código de Derecho CanónicoCIC Catecismo de la Iglesia CatólicaCT

Catechesi Tradendae

(Catequesis en el mundo contemporáneo)P Documento de Puebla. III Conferencia General del


Episcopado Latinoamericano.LG

Lumen Gentium

(Constitución dogmática sobre la Iglesia)TMA

Tertio Millennio adveniente

(Hacia el Tercer Milenio). Carta Apostólica del Papa Juan Pablo IIII SD II Sínodo Diocesano Para la
Nueva Evangelización. Arquidiócesis de Guadalajara.

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