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llamados a profundizar. Nos puede ayudar mucho, en este sentido, renovarnos en la conciencia de
que la vida de la fe ha tenido un comienzo para nosotros. Hubo un momento concreto de nuestra
historia en el cual atravesamos la "puerta de la fe". Antes de ese día estábamos fuera de la
comunión con Dios y del Cuerpo de Cristo; a partir de ese día todo cambió. Podríamos decir
incluso que -utilizando el lenguaje de San Pablo- antes de ese día estábamos muertos por el
pecado y en ese momento recibimos la verdadera vida: «Fuimos sepultados por Él (Cristo) por el
Bautismo para participar en su muerte, para que, como Cristo resucitó de entre los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva».
¿Dónde hemos recibido este don? En el Sacramento del Bautismo. Por ello en este Año de la fe,
que estamos celebrando por iniciativa del Papa Benedicto XVI, resulta tan oportuno reflexionar en
el significado que tiene el Bautismo para nuestra vida cristiana.
Nuestro Bautismo se dio en un momento concreto de nuestra vida. Para una gran mayoría de
católicos, este sacramento se realizó cuando éramos muy niños. Ese momento significó un cambio
radical. En él experimentamos la acción de Dios que transformó lo más hondo de nuestro ser:
fuimos sumergidos en la muerte de Cristo para resucitar con Él a una vida nueva. El recuerdo de
ese momento único en nuestra vida nos lleva también a renovarnos en la inmensa riqueza de su
significado.
Todo lo dicho por San Gregorio sucedió realmente en cada uno de nosotros el día que recibimos el
Bautismo. Por ello, tal vez lo primero sea dar lugar a la gratitud. Gratitud a Dios por habernos
reconciliado en Cristo y habernos hecho pasar de la muerte a la vida; gratitud a nuestros padres -si
recibimos el bautizo de niños- por habernos dado el don de la vida y habernos participado el don
de la fe; a nuestros padrinos que se comprometieron a ayudarnos a crecer en la fe; a nuestros
catequistas y las personas por las que hemos conocido la fe, si es que recibimos de adultos el don
bautismal.
Haber cruzado la "puerta de la fe" supuso para todos nosotros «emprender un camino que dura
toda la vida. Éste empieza con el bautismo (ver Rom 6,4), con el que podemos llamar a Dios con el
nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección
del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos
creen en Él (ver Jn 17,22)». Es, pues, necesario comprender que nuestro Bautismo no sólo realizó
cambios reales y radicales en nuestra vida sino que en ese momento recibimos como en semilla un
don que está destinado a germinar y dar frutos, en nuestra vida cristiana.
Ahora quien, aunque el Bautismo nos borra el pecado original, perdona nuestros pecados si los
habíamos cometido y nos da una vida nueva, quedan en nosotros unas consecuencias, unas
secuelas que no desaparecen. Es algo que todos experimentamos y algunas veces tal vez nos
cuesta comprender: ¿Por qué después del Bautismo seguimos experimentando con tanta fuerza la
atracción del pecado? Y el Catecismo nos responde: «Por el Bautismo, todos los pecados son
perdonados... No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del
pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida
como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia» y que nos llama al combate
espiritual.
A partir del Bautismo, pues, comprendemos nuestra vida cristiana como un camino de lucha, en el
que estamos llamados a prestar nuestra cooperación con la gracia de Dios para que la dinámica
bautismal se haga realidad en cada momento de nuestra vida y así podamos ir construyendo una
relación de amistad con Jesús. En otras palabras, de nuestro Bautismo brota un dinamismo que
nos invita a vivir en Cristo, despojándonos de todo aquello que nos aparta del buen camino, y más
bien revistiéndonos de todo aquello que permita «que los estados, actitudes y relaciones
fundamentales de Jesús se conviertan en nuestros».
Como se puede ver, todo esto resulta fundamental para nuestra vida espiritual, para el
seguimiento fiel del Señor Jesús. En un sentido, podemos decir que todo se inició con nuestro
Bautismo y que allí reside el origen de una vida en el Espíritu.
Somos rociados con el agua de la vida; recibimos la luz de la fe, simbolizada en los cirios que
llevamos encendidos y que son participación de la luz del Cirio Pascual que es Cristo, Luz del
mundo; renunciamos al pecado y a todas las obras del mal con un enérgico "sí, renuncio"; y
renovamos nuestra adhesión a la fe de la Iglesia respondiendo "sí, creo" a los artículos del Credo.
Esta hermosa Liturgia, llamada la Madre de todas las liturgias, es una ocasión privilegiada para
renovar nuestro compromiso por vivir como bautizados, es decir como hijos de Dios, como
miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, y como templos del Espíritu Santo.
En efecto, en nuestro Bautismo experimentamos un nuevo nacimiento que nos hizo "hijos de
Dios". Difícil explicar la riqueza de una expresión en apariencia tan sencilla. Tenemos ahí un
horizonte de profundización y meditación que seguramente será de mucho provecho para nuestra
vida espiritual. San Pablo, en un pasaje muy hermoso, dice que «al llegar la plenitud de los tiempos
envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley para redimir a los que estaban bajo la ley,
para que recibiésemos el ser hijos por adopción. Y, puesto que somos hijos, envió Dios a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba! ¡Padre! De manera que ya no eres esclavo, sino
hijo».
Si soy hijo(a) de Dios, ¿vivo como tal? Si somos hijos de Dios e hijos de María, ¿soy obediente a la
palabra de Jesús que me señala a su Madre y me pide que la ame como Él la ama? Aquí tenemos
un camino espiritual concreto para avanzar, educados por María y con la fuerza del Espíritu, en
nuestra configuración con el Señor Jesús.
Por otra parte, en Cristo hemos sido incorporados a su Cuerpo de manera que «así como el
cuerpo, siendo uno, tiene mucho miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos,
son un cuerpo único, así también Cristo. Porque todos nosotros hemos sido bautizados también en
un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo». Somos llamados, pues, a vivir la unidad y la
comunión como discípulos de Cristo, con Él y en Él. La unidad y la comunión se fundan en la
profunda relación que cada uno tiene con Jesús, ya que en Él todos somos hermanos e hijos de un
mismo Padre. Si no vivimos una relación personal y viva con Jesús, difícilmente podremos ser
artesanos de unidad y comunión.
Finalmente, el Bautismo nos hace templos del Espíritu Santo. En nuestro Bautismo fuimos ungidos
con óleo santo. Ello es un símbolo externo de una realidad mucho más profunda: «Es Dios quien a
nosotros y a ustedes nos confirma en Cristo y el que nos ha ungido; el que también nos ha sellado
y ha depositado las arras del Espíritu en nuestros corazones». Dios ungió y selló nuestro interior
con una huella indeleble y nos ha constituido en un templo espiritual en el que, gracias a la
conformación con Cristo, habita la presencia de Dios. Ungidos por Dios, como bautizados somos
hechos partícipes de la misión evangelizadora de Jesús de manera que podemos decir también
nosotros con Él: «El Espíritu del Señor está sobre mí; por lo cual me ha ungido para evangelizar a
los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en
libertad a los oprimidos, y a proclamar el año de gracia del Señor».
El Bautismo nos hace partícipes de la Muerte y Resurrección de Cristo: Rom 6,1-11; 2Cor 5,17.
Por el Bautismo nacemos a una vida nueva: Jn 3,5; Gal 3,26-27; Tit 3,5.
¿Soy consciente de lo que significa el don del Bautismo en mi vida espiritual? ¿Qué puedo hacer
para crecer en esa consciencia y aplicarla a mi vida?
En mi vida cotidiana, ¿cómo vivo la dinámica bautismal que me invita a morir al pecado y vivir
para Cristo? ¿De qué tengo que despojarme y de qué tengo que revestirme para configurarme con
Jesús?
¿Qué implicancias tiene mi condición de bautizado con mi apostolado? ¿Cómo estoy viviendo el
envío apostólico que recibe todo bautizado?
12. LA CONVERSIÓN
13. LA SOLIDARIDAD
UNGIDOS
POR EL ESPÍRITU
( Tema Bautismal)
(Tema Bautismal)
RITOS I N I C I A L E S.-
Saludo de acogida.-
Para celebrar el Sacramento del Bautismo nos servimos, como símbolos, de las cosas más
elementales que utilizamos a lo largo del día y de nuestra vida: beber agua, lavar la cara y la ropa,
encender la luz, estrenar un vestido nuevo...
El aceite, a parte de condimento para casi todas las comidas, tiene en nuestra vida muchas
aplicaciones y beneficios, sobre todo en los casos de quemaduras y golpes. También los
deportistas lo aplican como masaje, para poner a punto sus músculos. Los aceites perfumados dan
suavidad, belleza y frescor a la piel.
En la celebración del Bautismo simboliza todo eso y mucho más, ya que quiere expresar
los dones del Espíritu.
- Que la bondad de Dios Padre, el amor de Jesús y la fuerza de su Espíritu, estén con todos
nosotros ..........
PEDIMOS P E R D Ó N.-
Sacerdote.-
Hay muchas heridas por curar, muchos dolores por aplacar y muchos golpes por suavizar.
Monitor.-
Absolución :-
El Señor tenga misericordia de nosotros y nos conceda el Espíritu del Perdón. En el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. A m é n.
G L O R I A.-
Que el Señor nos concede el Espíritu de Alegría para proclamar un Gloria diciendo...
cantando...
O R A C I Ó N
A m é n.
ESCUCHAMOS LA P A L A B R A.-
PRIMERA LECTURA.-
Monición.-
Pablo está en la cárcel por haber anunciado el Evangelio de Jesús. Presiente que dentro de
poco le van a matar, pero nada teme, porque se ha fiado de Jesús y Él premiará un día sus
servicios. Desde la cárcel le escribe una carta a un discípulo. Vamos a escuchar un fragmento. Lo
que dice va también dirigido a nosotros.
Yo estoy a punto de ser sacrificado. He peleado bien mi combate, he corrido hasta la meta,
he mantenido la fe. Por eso, ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor me
premiará en aquel día.
Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN O C A N T O.-
Monitor.-
A pesar de que a veces tenemos que superar pruebas difíciles, reconocemos que Dios nos
ama. Por eso le invocamos y decimos todos: "El Señor es mi luz y mi salvación."
Monición.-
El Espíritu de Dios acompaña a Jesús a lo largo de toda su vida. Nos lo dice San Lucas en
este pasaje del Evangelio.
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como
era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el Texto del
profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
porque Él me ha ungido.
Y todos le expresaban su admiración por las palabras de gracia que salían de sus labios.
GUIÓN DE HOMILÍA.-
Como hemos dicho al principio de esta celebración, para celebrar en nuestra liturgia el
misterio de la Salvación, los cristianos nos servimos, a veces, de las cosas más elementales de la
vida. Y uno de los elementos, que tanto en la Biblia como en nuestros Sacramentos, tienen
aplicaciones muy variadas es el aceite y sus derivados.
Si se ha elegido desde muy antiguo este elemento es porque resulta bastante fácil su
simbolismo cara a los diversos dones que de Dios recibimos. El aceite, es decir, los óleos, los
ungüentos, las pomadas, tienen en nuestra vida muchas aplicaciones y beneficios: en la comida,
para las lámparas, para quemaduras y golpes... Los deportistas saben, como nadie, la fortaleza y
agilidad que un buen masaje da a sus músculos, antes o después de los momentos de esfuerzo. No
es nada extraño que el aceite sea símbolo de salud, de bienestar y de paz. Y eso es lo que quiere
expresar cuando se utiliza en los Sacramentos.
El aceite también da fuerzas en los momentos en que más la necesitamos, sean deportivas
o espirituales. Por eso se unge con él a los que más necesitan esa fuerza y salud para la misión que
se les ha encomendado: los Reyes, los Sacerdotes y Profetas.
En el Nuevo Testamento el auténtico Ungido es Jesús de Nazaret. Él es el que ha recibido
la misión más difícil, la de Mesías, y por eso recibe la unción de lo alto: "Dios a Jesús de Nazaret le
ungió con Espíritu Santo y con poder". El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido.
Dios le ha dado su fuerza y poder para que cumpla su misión de Sacerdote, Profeta y Rey.
Pero también los creyentes recibimos esta unción. Los que creen en Jesús son ungidos por
el Espíritu, o sea impregnados de sus dones de gracia, de verdad y de fuerza.
"Es Dios el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio el Espíritu en nuestros
corazones..." Por eso, si Jesús es llamado "Ungido", que significa el Cristo, el Mesías, sus
seguidores también son llamados "Ungidos", que significa los cristianos, los enviados por Cristo...
En la liturgia actual existen tres clases distintas de óleos que utilizamos en la celebración:
- El óleo de catecúmenos,
- El óleo de enfermos,
(El aceite de estos óleos había sido hasta hace poco de oliva, pero en la actualidad se
puede usar cualquier aceite vegetal.)
¿Qué significado tiene la unción en los distintos Sacramentos...? Lo mismo que realiza en
el uso humano:
- Aquellos cuyos cuerpos van a ser ungidos con este ungüento, sientan interiormente la
unción de la bondad divina y de la abundancia de los dones del Espíritu Santo.
Los cristianos deberíamos apreciar cada vez más el lenguaje de estos gestos simbólicos
que son signo eficaz de una presencia amorosa de Dios en todas las decisiones importantes de los
humanos.
ORACIÓN DE LOS F I E L E S.-
Sacerdote.-
Monitor.-
1 - Para que los que hemos recibido la unción sagrada, tengamos fortaleza para superar las
tentaciones de un mundo seductor...
- Roguemos al Señor.
- Roguemos al Señor.
3 - Para que en la travesía de la vida no nos falten las fuerzas para vencer las dificultades
del desconocido mar, y la luz que nos guíe a buen puerto... - Roguemos al Señor.
4 - Por los que estamos aquí reunidos, para que se reavive en nosotros la gracia de nuestro
Bautismo y demos testimonio de nuestra fe... - Roguemos al Señor.
A m é n.
PRESENTACIÓN DE O F R E N D A S.-
El Crisma bautismal.-
- Que este Crisma transmita la fuerza de Dios a los que empiezan la vida cristiana, y vayan
por el mundo trasmitiendo el buen olor de Cristo.
El Óleo de catecúmenos.-
- Que el don del Espíritu Santo, que hemos recibido en la confirmación, nos marque con su
sello y nos haga testigos del Evangelio en el mundo.
A m é n.
LA GRAN PLEGARIA E U C A R Í S T I C A.
- Levantemos el corazón...
PREFACIO.-
CONSAGRACIÓN.-
en el camino de la vida,
y se lo entregó, diciendo...
Y al terminar la cena,
PRESENCIA.-
diciendo...
Pedimos el Pan.-
El mundo que nos rodea, el pueblo donde convivimos, debiera ser como balsa de aceite en
la que las personas vivamos como hermanos. Pero más bien parece lo contrario. Vamos a pedir
que cicatricen las heridas del pasado y descubramos nuevos caminos que nos lleven a la paz...
- Canto:
Señor, mi corazón es pequeño y está vacío. Tu corazón es grande y está lleno... Ven a
compartir conmigo.
Canto:
RITOS F I N A L E S.-
BENDICIÓN FINAL
Venimos reflexionando sobre el don de la fe que como cristianos hemos recibido y que estamos
llamados a profundizar. Nos puede ayudar mucho, en este sentido, renovarnos en la conciencia de
que la vida de la fe ha tenido un comienzo para nosotros. Hubo un momento concreto de nuestra
historia en el cual atravesamos la "puerta de la fe". Antes de ese día estábamos fuera de la
comunión con Dios y del Cuerpo de Cristo; a partir de ese día todo cambió. Podríamos decir
incluso que -utilizando el lenguaje de San Pablo- antes de ese día estábamos muertos por el
pecado y en ese momento recibimos la verdadera vida: «Fuimos sepultados por Él (Cristo) por el
Bautismo para participar en su muerte, para que, como Cristo resucitó de entre los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva».
¿Dónde hemos recibido este don? En el Sacramento del Bautismo. Por ello en este Año de la fe,
que estamos celebrando por iniciativa del Papa Benedicto XVI, resulta tan oportuno reflexionar en
el significado que tiene el Bautismo para nuestra vida cristiana.
Nuestro Bautismo se dio en un momento concreto de nuestra vida. Para una gran mayoría de
católicos, este sacramento se realizó cuando éramos muy niños. Ese momento significó un cambio
radical. En él experimentamos la acción de Dios que transformó lo más hondo de nuestro ser:
fuimos sumergidos en la muerte de Cristo para resucitar con Él a una vida nueva. El recuerdo de
ese momento único en nuestra vida nos lleva también a renovarnos en la inmensa riqueza de su
significado.
Todo lo dicho por San Gregorio sucedió realmente en cada uno de nosotros el día que recibimos el
Bautismo. Por ello, tal vez lo primero sea dar lugar a la gratitud. Gratitud a Dios por habernos
reconciliado en Cristo y habernos hecho pasar de la muerte a la vida; gratitud a nuestros padres -si
recibimos el bautizo de niños- por habernos dado el don de la vida y habernos participado el don
de la fe; a nuestros padrinos que se comprometieron a ayudarnos a crecer en la fe; a nuestros
catequistas y las personas por las que hemos conocido la fe, si es que recibimos de adultos el don
bautismal.
Haber cruzado la "puerta de la fe" supuso para todos nosotros «emprender un camino que dura
toda la vida. Éste empieza con el bautismo (ver Rom 6,4), con el que podemos llamar a Dios con el
nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección
del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos
creen en Él (ver Jn 17,22)». Es, pues, necesario comprender que nuestro Bautismo no sólo realizó
cambios reales y radicales en nuestra vida sino que en ese momento recibimos como en semilla un
don que está destinado a germinar y dar frutos, en nuestra vida cristiana.
Ahora quien, aunque el Bautismo nos borra el pecado original, perdona nuestros pecados si los
habíamos cometido y nos da una vida nueva, quedan en nosotros unas consecuencias, unas
secuelas que no desaparecen. Es algo que todos experimentamos y algunas veces tal vez nos
cuesta comprender: ¿Por qué después del Bautismo seguimos experimentando con tanta fuerza la
atracción del pecado? Y el Catecismo nos responde: «Por el Bautismo, todos los pecados son
perdonados... No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del
pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida
como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia» y que nos llama al combate
espiritual.
A partir del Bautismo, pues, comprendemos nuestra vida cristiana como un camino de lucha, en el
que estamos llamados a prestar nuestra cooperación con la gracia de Dios para que la dinámica
bautismal se haga realidad en cada momento de nuestra vida y así podamos ir construyendo una
relación de amistad con Jesús. En otras palabras, de nuestro Bautismo brota un dinamismo que
nos invita a vivir en Cristo, despojándonos de todo aquello que nos aparta del buen camino, y más
bien revistiéndonos de todo aquello que permita «que los estados, actitudes y relaciones
fundamentales de Jesús se conviertan en nuestros».
Como se puede ver, todo esto resulta fundamental para nuestra vida espiritual, para el
seguimiento fiel del Señor Jesús. En un sentido, podemos decir que todo se inició con nuestro
Bautismo y que allí reside el origen de una vida en el Espíritu.
Cada vez que, en el marco de la Semana Santa, participamos en la Vigilia Pascual renovamos
nuestros compromisos bautismales. Así, de manera clara y muy simbólica, la Iglesia nos invita a
remitirnos a nuestro Bautismo para animarnos y fortalecernos en el combate espiritual.
Somos rociados con el agua de la vida; recibimos la luz de la fe, simbolizada en los cirios que
llevamos encendidos y que son participación de la luz del Cirio Pascual que es Cristo, Luz del
mundo; renunciamos al pecado y a todas las obras del mal con un enérgico "sí, renuncio"; y
renovamos nuestra adhesión a la fe de la Iglesia respondiendo "sí, creo" a los artículos del Credo.
Esta hermosa Liturgia, llamada la Madre de todas las liturgias, es una ocasión privilegiada para
renovar nuestro compromiso por vivir como bautizados, es decir como hijos de Dios, como
miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, y como templos del Espíritu Santo.
En efecto, en nuestro Bautismo experimentamos un nuevo nacimiento que nos hizo "hijos de
Dios". Difícil explicar la riqueza de una expresión en apariencia tan sencilla. Tenemos ahí un
horizonte de profundización y meditación que seguramente será de mucho provecho para nuestra
vida espiritual. San Pablo, en un pasaje muy hermoso, dice que «al llegar la plenitud de los tiempos
envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley para redimir a los que estaban bajo la ley,
para que recibiésemos el ser hijos por adopción. Y, puesto que somos hijos, envió Dios a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba! ¡Padre! De manera que ya no eres esclavo, sino
hijo».
Si soy hijo(a) de Dios, ¿vivo como tal? Si somos hijos de Dios e hijos de María, ¿soy obediente a la
palabra de Jesús que me señala a su Madre y me pide que la ame como Él la ama? Aquí tenemos
un camino espiritual concreto para avanzar, educados por María y con la fuerza del Espíritu, en
nuestra configuración con el Señor Jesús.
Por otra parte, en Cristo hemos sido incorporados a su Cuerpo de manera que «así como el
cuerpo, siendo uno, tiene mucho miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos,
son un cuerpo único, así también Cristo. Porque todos nosotros hemos sido bautizados también en
un solo Espíritu, para constituir un solo cuerpo». Somos llamados, pues, a vivir la unidad y la
comunión como discípulos de Cristo, con Él y en Él. La unidad y la comunión se fundan en la
profunda relación que cada uno tiene con Jesús, ya que en Él todos somos hermanos e hijos de un
mismo Padre. Si no vivimos una relación personal y viva con Jesús, difícilmente podremos ser
artesanos de unidad y comunión.
Finalmente, el Bautismo nos hace templos del Espíritu Santo. En nuestro Bautismo fuimos ungidos
con óleo santo. Ello es un símbolo externo de una realidad mucho más profunda: «Es Dios quien a
nosotros y a ustedes nos confirma en Cristo y el que nos ha ungido; el que también nos ha sellado
y ha depositado las arras del Espíritu en nuestros corazones». Dios ungió y selló nuestro interior
con una huella indeleble y nos ha constituido en un templo espiritual en el que, gracias a la
conformación con Cristo, habita la presencia de Dios. Ungidos por Dios, como bautizados somos
hechos partícipes de la misión evangelizadora de Jesús de manera que podemos decir también
nosotros con Él: «El Espíritu del Señor está sobre mí; por lo cual me ha ungido para evangelizar a
los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en
libertad a los oprimidos, y a proclamar el año de gracia del Señor».
El Bautismo nos hace partícipes de la Muerte y Resurrección de Cristo: Rom 6,1-11; 2Cor 5,17.
Por el Bautismo nacemos a una vida nueva: Jn 3,5; Gal 3,26-27; Tit 3,5.
¿Soy consciente de lo que significa el don del Bautismo en mi vida espiritual? ¿Qué puedo hacer
para crecer en esa consciencia y aplicarla a mi vida?
En mi vida cotidiana, ¿cómo vivo la dinámica bautismal que me invita a morir al pecado y vivir
para Cristo? ¿De qué tengo que despojarme y de qué tengo que revestirme para configurarme con
Jesús?
¿Qué implicancias tiene mi condición de bautizado con mi apostolado? ¿Cómo estoy viviendo el
envío apostólico que recibe todo bautizado?
CELEBREMOS
En una mesa se colocan los signos utilizados en la celebración del Bautismo. Las personas
secolocan en semicírculo alrededor de la mesa. Observan un momento los elementos que
seencuentran en la mesa.Se les pide que algunos pasen y escojan uno de los signos, lo tomen en
sus manos y vuelvan acolocar en su lugar.Se proclama la lectura del capítulo 3 del evangelio de San
Juan del versículo 1 al 6. Se deja unmomento de reflexión personal en silencio.El catequista invita
a los que tienen algún signo en sus manos a hacer una breve oración partiendode ese elemento y
su significado.Decimos juntos la oración de los hijos de Dios, agradeciendo el don del
Bautismo.Terminamos cantando:PUEBLO DE REYES
Te cantamos ¡oh Hijo amado del Padre!Te alabamos, eterna Palabra salida de Dios.Te cantamos,
oh Hijo de la Virgen María,Te alabamos, Oh Cristo, nuestro hermano,Nuestro Salvador.Te
cantamos a ti, Esplendor de la gloria,Te alabamos, Estrella radiante que anuncias el día-Te
cantamos, oh Luz que ilumina nuestras sombras,Te alabamos Antorcha de la nueva Jerusalén.Te
alabamos, Mesías que anunciaron los profetas,Te alabamos, oh, Hijo de Abrahám e Hijo de
David.Te cantamos, Mesías esperado por los pobres,Te alabamos, oh Cristo, nuestro Rey de
humildecorazón.Te cantamos, Mediador entre Dios y los hombres,Te alabamos, oh Ruta viviente,
camino del cielo.Te cantamos, Sacerdote de la nueva alianza,Te alabamos, Tu eres nuestra paz por
la sangre de lacruz.Te cantamos, cordero de la Pascua eterna,Te alabamos, oh Víctima que borra
nuestrospecados.Te cantamos, oh Templo de la nueva alianza,Te alabamos, oh Piedra Angular y
Roca de Israel.Te cantamos, Pastor que nos conduces al reino,Te alabamos, reúne a tus ovejas en
un redil.Te cantamos, oh Cristo, manantial de la gracia,Te alabamos, oh Fuente de agua viva que
apaganuestra sed.Te cantamos, oh Viña plantada por el Padre,Te alabamos, oh Viña fecunda,
nosotros tussarmientos.Te cantamos, oh Cristo, maná verdadero,Te alabamos, oh pan de la vida
que el Padre nos da.Te cantamos, Imagen del Dios invisible,Te alabamos, oh Rey de justicia y Rey
de la paz.Te cantamos, Primicias de aquellos que duermen,Te alabamos a ti, el Viviente, principio y
fin.
NOTAS PEDAGÓGICAS
Este tema ya no forma parte del contenido propio de la catequesis que ordinariamente se
presenta sobreel sacramento del Bautismo, pero dado el arraigo que tiene el festejo (grande o
pequeño) entre nuestragente, se ve necesario tomar conciencia y orientar, en caso necesario, para
que la fiesta no se conviertaen algo pagano o en una anti-fiesta.El catequista deberá tener una
actitud madura para no volverse
VEAMOS
El catequista invita al grupo a responder las siguientes preguntas:¿Qué hay de bueno y de malo en
una fiesta?¿Cuándo una fiesta puede convertirse en una anti-fiesta?¿Qué diferencias vemos entre
las fiestas que se celebran con motivo del bautismo de un pequeño yotras fiestas?Se pueden
responder estas preguntas con el grupo en general, para facilitar un mayor enriquecimiento.
PENSEMOS
Todas las personas tenemos necesidad de manifestar nuestra alegría para tener una mejor
experienciade la vida. Por ejemplo, una buena fiesta nos ayuda a desarrollarnos mejor como
personas, nos unemás, nos sentimos alegres, etc.Cuando hacemos una
da un respiro para poder seguir el camino. Asimismo, es un momento en que abundan detalles
que deordinario no tenemos.Las fiestas son ocasión de una transformación en nuestras
apariencias: nuestro arreglo personal es másdedicado, usamos nuestras mejores ropas y actuamos
de forma distinta. En ellas, se nota la ilusión delas personas porque la vida no sea siempre igual,
por una ambiente sin problemas, donde hayaabundancia y todos estemos felices.
gastamos más de lo que tenemos, cuando derrochamos y ofendemos al que padece carencias,
cuandono prevemos el mañana, cuando se cae en el alcoholismo y en la violencia, cuando por
tantas causas lafiesta se convierte en tristeza, muerte y luto.Es en esas ocasiones en que la fiesta
pierde sentido, la reunión va degradando poco a poco a losasistentes mientas el niño recién
bautizado llora a solas en un lugar aparte.
CATEQUESIS SOBRE EL BAUTISMO11 deseptiembrede 200926Jesús nos enseña a vivir mejor como
personas, incluso nos muestra la alegría que debe haber en unafiesta, acude a las fiestas y
comparte con los demás.Pero nunca deja de estar atento a las necesidades y angustias de la gente
(ver Juan 2, 1, 12).Y refiriéndonos especialmente a las fiestas que se organizan con motivo del
bautismo de un pequeño esconveniente hacer algunos comentarios:Es muy positivo que los
familiares y amigos se reúnan con el pequeño y sus papás para festejar elinicio de una nueva vida
en la fe. Festejar es positivo. El centro de dicho festejo es el recién bautizado,lo ideal es tener un
lugar adecuado para él en el sitio central o más visible del lugar de la reunión, porlo tanto, debe
evitarse el caer en actitudes muy comunes entre nuestra gente como el llevar al pequeño
a una habitación de nuestra casa para que no “moleste” con su llanto a los invitados o caer en
excesivoservilismo hacia los compadres para quedar “bien” con ellos haciéndoles sentir
que son el centro de lafiesta. Respecto a los alimentos y bebidas que se consumirán debemos
agradecer a Dios el que lospodamos tener y consumir, bien sea con una oración de acción de
gracias o con la bendición sobre losalimentos. Asimismo, recordemos nuevamente que si estamos
allí reunidos es para festejar al pequeñobautizado y no para excedernos en el consumo de
alimentos y bebidas.
ACTUEMOS
CELEBREMOS
ro parecido; a cada estrofa decimos: “Te doy gracias Señor, contoda mi alma”.
SIGLAS UTILIZADAS
Catechesi Tradendae
Lumen Gentium
(Hacia el Tercer Milenio). Carta Apostólica del Papa Juan Pablo IIII SD II Sínodo Diocesano Para la
Nueva Evangelización. Arquidiócesis de Guadalajara.