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*Principios y valores constitucionales

Alfonso Suárez Arias


02/10/2014 - 12:20

La constitución política de Colombia se estrena desde su primer título condicionando el


comportamiento del pueblo en general dentro de un lineamiento que sigue explícitos principios
y valores morales, éticos, políticos, económicos, jurídicos, para poder determinar el Estado
social de derecho.

Por principios se entiende un concepto general básico sobre el que se cimenta un razonamiento,
del que se puede inferir que tendría dos presentaciones inmediatas: una externa o explicita
como es la manifestación escrita, que al igual que la ley permiten o prohíben algo y forman parte
de esa estructura de deberes de un modo muy abstracto, diferentes de las reglas determinantes,
las que imputan al comportamiento conductual consecuencias jurídicas específicas.

El principio constitucional implícito o interno nace de la consecuencia de articulados, y así no


estén escritos si son aplicables, razonables y destacables, ejemplo son: el principio de
proporcionalidad, de respeto por el acto propio o de participación.

Los principios constitucionales están entonces localizados en el cuerpo formal de la carta


magna: el principio de buena fe (Art.83), la prevalencia del derecho sustancial sobre el
procedimental (art. 228) o por medio del art. 9 que remite al mismo Estado a ceñirse a principios
del derecho internacional, los cuales quedan incluidos por su aceptación en el bloque
constitucional.

En consecuencia, los principios constitucionales no admiten razonamientos en contra, por la


simple razón que son parte de la constitución misma y tienen fuerza normativa. En definitiva,
son normas generales en lo reglamentario.

Los valores constitucionales son patrones o fines jurídicos, descritos en la carta magna, es decir
específicos para las normas y dan la respuesta si algo debe juzgarse bueno o malo. Sucede
cuando se distingue a la bondad del antivalor maldad, la valentía contra la cobardía, la honradez
vs la inmoralidad, o la lealtad que tiene su contraparte en la traición.

En el preámbulo de nuestra constitución, el valor igualdad que se referencia, es el mismo que


en el art. 13 rige como principio y es regla cuando determina derechos y deberes de los
cónyuges en el art. 42, lo que infiere que los valores tienden a concentrarse en principios que
explican el contenido y éstos a su vez pueden determinar reglas con consecuencias jurídicas,
de tal manera que dan total precisión.

Pero, hay que entender que la significación puede variar si se le interpreta en otro ámbito
diferente al constitucional, como en el moral, filosófico o el religioso. Miremos no más que el
valor de la igualdad de los hombres ante la ley toma sentido en lo jurídico, muy diferente del que
se da cuando se apunta la igualdad ante Dios, cuyo alcance es netamente religioso.

En su esencia, si la conducta del ciudadano colombiano sigue los principios y valores nominados
en la constitución, se da la oportunidad de crear derecho al permitir que se dé la interpretación
conducente a satisfacer el bienestar general porque debe primar el principio del interés general
sobre el particular.

Ahora se exterioriza que las negociaciones de paz de la Habana no fueron planteadas desde
un comienzo sobre la base del respeto e interpretación de conceptos tan esenciales y
fundamentales, y que sesgadamente solo siguen lineamientos particulares de una
minoría violenta y oportunista, apuntaladas en el gobierno permisivo que vulnera su propia
constitución a la que prometió respetar y hacer cumplir.

Queda a la sociedad en su afán de sobrevivir: tomar conciencia del efecto devastador que tiene
si se permite la irreverencia a algo tan conceptual y básico, que permita crear un nuevo orden
social sin el respeto a los principios y valores de nuestra condición humana.

+Un antecedente que es bueno recordar: durante el gobierno de Virgilio Barco (1986-1990)
cobró fuerza un clamor nacional por la reforma de la Constitución de 1886. Atendiendo a él, el
gobierno presentó un proyecto de Acto Legislativo que incluía algunas modificaciones
sustanciales al Congreso, blanco de muchas críticas procedentes de diversos sectores de
opinión.
Discutido en ambas cámaras, como era procedente, el proyecto de reforma no obtuvo
aprobación. El deseo colectivo de cambio se intensificó y un movimiento estudiantil, en ese
sentido, promovió la inclusión de la "séptima papeleta" en las elecciones para corporaciones
públicas de marzo del 90, en la cual los ciudadanos debían expresar su voluntad de que la
Constitución se reformara. Aunque todavía se discute si el resultado del escrutinio fue
inequívoco y contundente, el presidente electo en las elecciones de mayo del mismo año, César
Gaviria Trujillo, creyendo interpretar el querer colectivo, dictó un decreto extraordinario,
mediante el cual se convocó a la elección de una Asamblea Constitucional, con el encargo de
llevar a feliz término la tarea que en el Congreso había fracasado. Como las facultades
invocadas por el mandatario eran las que le confería el artículo 121 de la Constitución entonces
vigente, la Corte Suprema de Justicia examinó la constitucionalidad del decreto 1926 de
septiembre 24 de 1990 y le dio su aprobación mediante una decisión altamente polémica y
dividida.
ANOMIA: SÍNTOMA PREOCUPANTE
¿Qué había llevado a los colombianos a solicitar con tanta vehemencia la reforma de la
Constitución? Una hipótesis plausible puede ser ésta: la violencia inclemente que nos venía (y
nos sigue) abrumando, originada en la insurgencia (guerrilla), en la contrainsurgencia
(paramilitarismo), en la delincuencia común organizada (carteles de la droga, v.gr.) y en la
inorgánica que se ha hecho habitual y, como las anteriores, va desbordando la capacidad de
las autoridades encargadas de mantener el orden y proteger la seguridad de las personas.
El fenómeno descrito tiene un nombre: anomia, es decir, ausencia de normas capaces de
regular adecuadamente la conducta interferida. Y no hay que pensar que esa ineficacia era sólo
predicable de las normas jurídicas. Lo era (y lo es) también de las normas morales y aun de los
usos sociales o reglas del trato, que regulan el comportamiento social a un nivel más superficial
pero también necesario para una convivencia civilizada.
¿CÓMO SUPERAR LA ANOMIA?
Coetáneo al clamor insistente por una reforma constitucional, se hizo notorio el uso reiterado de
una expresión hasta entonces poco común en el lenguaje corriente: "tenemos que renovar el
pacto social". Como quien dice: acordemos unas reglas que sí sean capaces de controlar
adecuadamente la conducta de la sociedad colombiana, y que esas reglas operen desde el más
alto nivel y permeen todos los demás estratos normativos. La expresión tiene sin duda
connotaciones democráticas porque no invoca el advenimiento de un sabio legislador que nos
enseñe un código de impecable comportamiento, sino que nos convoca a todos a que
busquemos, mediante un consenso, pautas de conducta que permitan vivir civilizadamente.

Así parece haber entendido la Asamblea Constitucional, elegida popularmente, el mandato del
pueblo elector, pues el rasgo distintivo más notable de la Constitución del 91 es su prodigalidad
en materia de libertades, derechos y garantías, y el diseño de instrumentos adecuados para
hacerlos efectivos, como la acción de tutela, la acción de cumplimiento y las acciones populares
(artículos 86,87 y 88).
DERECHOS DE 1ª, 2ª y 3ª GENERACIÓN

La teoría constitucional suele clasificar los Derechos Humanos en derechos de primera,


segunda y tercera generación. Dicha tipología alude a una suerte de itinerario histórico que
muestra el incremento en el catálogo de los Derechos Humanos, según las exigencias de cada
época. Ahora bien: como el fundamento filosófico de tales derechos radica en la dignidad
humana, considero acertada y útil la referencia hecha por el profesor Angelo Papacchini en su
libro Los Derechos Humanos, un desafío a la violencia, a cada una de esas categorías según
el paradigma de la dignidad humana vigente en el momento en que cada una de ellas se formula.
Un buen ejemplo de los derechos de primera generación lo encontramos en la Declaración de
Derechos del Estado de Virginia de 1776 y en la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de 1789 proclamada por "los representantes del pueblo francés, constituidos en
Asamblea Nacional", en el inicio de la revolución (agosto 26 de 1789). Tales derechos,
expuestos en diecisiete artículos, son compendiados en el 2º, en estos cuatro: la libertad, la
propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión social. Pensando en los términos de
Papacchini y tomando el concepto de dignidad humana postulado por Kant (" Tratar al otro como
un fin y no como un medio") podemos afirmar que los ideólogos de las postrimerías del siglo
XVIII juzgaban que el tratamiento del hombre como sujeto digno exigía el reconocimiento y la
protección, por las autoridades estatales, de los derechos y las libertades, resumidos en el
artículo 2º de la declaración y explicitados en el resto de esa misma declaración.
En términos generales, puede decirse que los derechos de primera generación están recogidos
y explayados en la Carta del 91 bajo el rubro "De los derechos fundamentales", en el capítulo 1
del título II, comprendido entre los artículos 11 a 41, y su contenido se refiere a las llamadas
libertad seguridad (protección de la esfera de acción del individuo) y libertad participación
(posibilidad de elegir y de convertirse en órgano del poder).
Pero las necesidades, los anhelos y los propósitos humanos no se cristalizan en un momento,
sino que fluyen, se incrementan, se clarifican, y la reflexión rigurosa sobre ellos ayuda a
entender que sin condiciones materiales propicias, los derechos "naturales" no pasan de ser
vana retórica. Que es preciso que la persona tenga sus necesidades básicas satisfechas para
que pueda afirmarse como sujeto autónomo y moral, capaz de optar y comportarse según sus
opciones. Se construye entonces un paradigma más exigente de la dignidad humana, y de él
emergen los derechos de la segunda generación. Pudiera caracterizarse esa transición como
el paso de la mera proclamación de la igualdad ante el derecho (formal) a la exigencia de
condiciones reales para que la igualdad sea efectiva.
En la Constitución colombiana tales derechos se hallan consignados en el capitulo 2 del mismo
título II, denominado "De los derechos sociales, económicos y culturales") y puede decirse que
se infieren del artículo 13 (inciso 2º) del título anterior. El capítulo va del artículo 42 al 77 aunque,
como cabe también observar con respecto al capítulo anterior, su contenido no es totalmente
homogéneo, pues en él se incluyen materias que alguna conexión guardan con los derechos de
esa categoría, pero no pueden subsumirse en ellos.

En el capítulo 3 del mismo título se consignan los "derechos colectivos y del medio ambiente",
que pueden considerarse de la 3ª generación, aunque no hay un absoluto acuerdo teórico en la
ubicación que a cada uno de los derechos corresponde (artículos 78 a 82).
LA PAZ, PUNTO DE CONVERGENCIA
Los límites impuestos a una reseña de esta índole, determina que se dejen de lado asuntos de
vital importancia como la naturaleza jurídica de estos derechos y su forma adecuada de
protección. La Corte Constitucional ha trazado líneas doctrinarias que indican que no son meras
políticas de Estado que el legislador algún día (!) debe desarrollar, y ha construido mecanismos
que, en determinados casos concretos, permiten su protección directa mediante la tutela (v. gr.:
la conexión del derecho a la salud y al goce de un medio ambiente sano, con el derecho a la
vida).
Pero lo que sí es pertinente destacar, retomando la idea expuesta al comienzo de este artículo,
es que el constituyente del 91 entendió que la superación de la anomia, materializada en la paz,
implicaba, no la instauración de un régimen restrictivo de las libertades y mezquino en el
reconocimiento de los derechos, sino, al revés, la de un sistema político más libertario, más
democrático y más dispuesto a reconocer que sin autonomía personal, participación comunitaria
y justicia social, la paz tan significativamente referida en el artículo 22, jamás será un bien que
los colombianos podamos disfrutar.

*Características del Estado Social de Derecho

El Estado de Bienestar Keynesiano fue determinante en la construcción del Estado Social de Derecho, su
mecanismo de intervención estatal para corregir los desajustes económicos y sociales generados por el
capitalismo, constituyeron las bases de accionar del Estado Social.

El Estado Social de Derecho se implantó progresivamente a través de programas de seguridad social,


sistemas tributarios progresivos para financiar obras públicas, políticas fiscales y monetarias, entre otras,
y comprendió una amplia concepción política, económica, social y jurídica que lo diferencia del Estado
Bienestar, que fue una respuesta de un Estado frente a la crisis de los 30, y que se limitó a fundar una
política económica y social. Por esto el Estado Social de Derecho se convirtió en una nueva propuesta
que terminó remplazando al Estado Liberal de Derecho.

En el Estado Social de Derecho podemos encontrar las siguientes dimensiones:


1. Visión Política: Al Estado se le asigna la función de defender y garantizar la democracia. Para esto debe
promover la participación ciudadana: impulsar asociaciones civiles, juntas de acción comunal, gremios
económicos e industriales, sindicatos, comités de consumidores, asociaciones juveniles, etc.

La soberanía popular debe materializarse por medio de la organización del pueblo para su activa y
efectiva participación, lo que implica un sistema educativo adecuado y la apertura de espacios políticos,
económicos, sociales y culturales. La democracia va más allá de ser un mecanismo para designar los
gobernantes y su principal función es la de desplegar relaciones de igualdad y justicia en la sociedad.

2. Visión económica: Al Estado se le asigna la función de intervenir la economía, pero además es el


encargado de dirigir integralmente el proceso de desarrollo. El Estado debe establecer las formas y reglas
de juego de las relaciones económicas para garantizar a todos su participación en el sistema y el ejercicio
de la libertad económica. Por esto, tiene como prioridad la protección de los sectores más vulnerables
controlando la economía privada para evitar abusos y explotación por medio de medidas como: la
intervención de precios, prohibición del monopolio privado, control de salarios, etc.

El Estado debe fomentar la iniciativa privada, generar condiciones para la inversión y el desarrollo
empresarial y financiero, generando programas y obras públicas que doten de elementos e
infraestructura las iniciativas empresariales en condición de acceso equitativo.

Además, al Estado le corresponde desarrollar, como tal, actividades industriales e incluso ejercer el
monopolio estatal en sectores económicos que así lo demanden.

Visión Social: El Estado está en la obligación de satisfacer las necesidades básicas de los ciudadanos, en
especial, de las poblaciones vulnerables y excluidas de la sociedad. Debe ser un ente redistribuidor de la
riqueza, prestador de servicios que generen alcanzar una vida digna para todos. Para el cumplimiento de
su función social, debe ajustar una infraestructura adecuada de asistencia y designar partidas
presupuestales prioritarias para los programas que la sustentan.

1.2.1 Los Derechos Fundamentales en el Estado Social de Derecho

En el Estado Liberal de Derecho se establecieron los Derechos Fundamentales Individuales, junto a éstos,
el Estado Social de Derecho introduce a los textos constitucionales los Derechos Económicos y Sociales
elevados a su máxima categoría. Al derivar de la Constitución los Derechos Fundamentales Económicos
y Sociales se convierten en ejes primordiales del accionar del Estado.
La elevación de constitucionalidad de los Derechos Económicos y Sociales, generan que los derechos
individuales tradicionales se hagan efectivos y que su materialización se logre en el desarrollo de las
actividades sociales y en el accionar del Estado.

La protección de los Derechos Fundamentales se convirtió en prioridad para el Estado, por esto, junto al
articulado de derechos comenzaron a aparecer una serie de instituciones protectoras y garantes de los
mismos.

Replanteamiento de los Principios de Accionar del Estado

La división de poderes fue perdiendo espacio ante la creciente hegemonía que fue adquiriendo el
Ejecutivo. Materialmente los parlamentos han cedido poder legislativo al Ejecutivo por la vía de los
decretos con fuerza de ley, e incluso, el presidencialismo se hizo evidente en algunas constituciones.
Ante el creciente poder del Ejecutivo se reformularon las relaciones Estado-Sociedad, donde la
administración gubernamental es la vía de contacto e interacción con la sociedad representada en
partidos políticos y diversos grupos sectoriales, proceso mediado por el Estado Social de Derecho. De
esta forma y dada la composición del Estado, los poderes sociales se convirtieron en poderes políticos,
en una interrelación permanente, que funciona como un solo organismo y en donde la sociedad es una
ampliación del Estado, al contrario del Estado Liberal de Derecho donde el Estado era una ampliación de
ella.

En el Estado Social de Derecho el poder legislativo adquirió más prominencia. Por un lado la aparición de
más derechos y garantías sociales y económicas generaron una evolución en sus funciones, es así como
con la aparición de la administración pública en el Estado Social, sobrevino el control judicial a sus actos
y con la aparición de instituciones protectoras y garantes de los derechos fundamentales y la guarda de
La Constitución, apareció en control de constitucionalidad de las leyes.

Fuente:https://encolombia.com/medicina/guiasmed/misionmedica/modulo1estadoderechohumano4/

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