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undación universitaria cervantina san Agustín

Revelación y fe
Hans Andrade Berrio
Fray Carlos Saúl Jaimes Guerrero

LA REVELACIÓN Y LA FE EN EL CONCILIO VATICANO II

1. Contexto histórico del Concilio Vaticano II.

El S. XX fue un periodo comprendido entre el año 1901 hasta el año 2000. Este periodo
estuvo marcado por los avances tecnológicos, movimientos sociales y políticos como el
feminismo, el pacifismo, el ecologismo, los derechos LGTB y movimientos de
antiglobalización. Aquel siglo se caracterizó por dos acontecimientos bélicos que marcaron
la historia de la humanidad dejando ver la ambición del poder económico y territorial y al
mismo tiempo los extremismos políticos evidenciado en la Primera Guerra Mundial (1914-
1918) y en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) con los regímenes totalitarios,
genocidios y etnocidios.

Más tarde con la creación y fundación de la “ONU (organización Naciones Unidas)” en


1945, ésta buscará la cooperación en asuntos como el derecho Internacional, la paz y la
seguridad internacional como también, el desarrollo económico y social, los asuntos
humanitarios y los derechos humanos juntamente con la OTAN (Tratado del Atlántico Norte),
el cuál defenderá los estados miembros que acuerdan proteger si son atacados por una
facción externa. Después con la Guerra Fría y el colapso del comunismo. “La guerra fría fue
un periodo de tensión entre los Estados Unidos y la Unión Soviética entre los años 1940 y
1980” (Floristán, C. 2014)

Estos acontecimientos no fueron ajenos para la Iglesia pues dieron origen a un giro religioso
que se manifestó en el contexto mediante el cambio social y cultural, también efecto de la
posguerra mundial. Otro factor no menos importante que participa e influenció en el contexto
social fue el desarrollo industrial, teniendo como efecto emigraciones masivas, el deterioro
del campo y la agricultura, expansión de las urbanizaciones y el surgimiento de la sociedad
de consumo capitalismo, Oferta y demanda.

“La teología del S. XX acentúa la importancia dogmática de la revelación como principio


de conocimiento (K. Barth), como apertura al sentido de la historia (W.Panenber) y, como
provocación de la decisión existencial del hombre ( R. Bultmann)” (W. Beinert, 1900, p 621).
Adicionalmente, la teología presenta importantes innovaciones entre 1920 y 1960 en tierra
germana por parte de teólogos protestantes a través de los nuevos desarrollos teológicos Karl
Rahner. Otto Semmelroth y Hans Urs Balthasar sobre la Trinidad, la encarnación, la teología
de la gracia y los sacramentos.

“Este Concilio fue convocado por el Papa Juan XXIII el día 25 de Enero de 1959, al poco
tiempo de su elección como sumo pontífice de la Iglesia Católica. Este Concilio tiene como
objeto reforzar la doctrina y mejorar la disciplina eclesiástica, propuestas que se pueden
interpretar de varias maneras. El Concilio tuvo lugar entre el otoño de 1962 y 1965; pero el
Papa Juan XXIII murió en 1963, y, a cargo de terminar el Concilio fue su sucesor, el Papa
Pablo VI” (Tanner, 2013)

2. Concepto de revelación Concilio Vaticano II

Teológicamente la revelación es el acto con que Dios se revela sobre todo en la creación del
universo, en que se reflejan analógicamente los atributos divinos invisibles en sí mismos. Por
otra parte, Dios se ha revelado de un modo particular por medio de los profetas y en
JESUCRISTO, esta última, es la revelación sobrenatural que trasciende el orden natural por
el objeto mismo revelado (misterio) se manifiesta una verdad de su misma naturaleza.

Formalmente la Revelación sobrenatural es una enseñanza oral hecha gratuitamente por Dios
a los hombres en orden a su santificación y a la vida eterna. La Revelación como posibilidad
de enseñar al género humano en la ciencia y en la inteligencia. Es posible para el hombre al
cual no le repugna aprender de los hombres. En otras palabras, es posible y conveniente la
Revelación aún, cuando se trate de misterios, sin importar la limitación del receptor de la
revelación teóricamente ya que es fecunda desde bienes en el orden práctico. La Revelación
como necesidad en cuanto a las verdades que trascienden las fuerzas de la razón humana,
como es evidente, moralmente necesaria para que el género humano conozca fácilmente,
confirme certeramente y sin errores el conjunto de verdades religiosa necesarias.

La revelación no es solo el ofrecimiento de un conocimiento nuevo sino la comunicación


personal de Dios, que se manifiesta a su pueblo a través de obras y de palabras
intrínsecamente ligadas. En la culminación de esta historia se encuentra la Persona de
Jesucristo, definida por el Concilio como la plenitud de la revelación divina (DV I. 2) según
el testimonio del Nuevo Testamento que ha hablado de Él como palabra de Dios. Ahora bien,
el don definitivo del Espíritu a la Iglesia, pertenece, pues, a la revelación originaria, mientras
que después de ella no hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa
manifestación de Jesucristo nuestro Señor, conforme lo expresa la constitución dogmática
Dei Verbum.

El Concilio Vaticano II expone, una teología de la revelación, nueva, a comparación del


Concilio que lo antecedió, a saber, Vaticano I, en el que se hace una conceptualización
intelectualista de la revelación. Por su parte, el Concilio del siglo XX, tratará de dar una
definición personal y de carácter soteriológico al amparo del modelo teórico- comunicativo:

“La revelación es un acontecimiento del encuentro de Dios con el hombre,


en el cual, el Dios Uno y Trino es sujeto, contenido y meta. Es una realidad
que comprende palabras y acciones, obras y doctrinas, el conocimiento y la
voluntad, todo ello con una estructura sacramental, ya que las palabras
explican las obras de Dios. Cierto que en Cristo ha llegado a su conclusión
y cierre, pero el acontecimiento cristológico se prolonga en la vida,
enseñanza y culto de la Iglesia. Con ello la revelación toma una orientación
escatológica.” (W.Beinert, 1900, p. 620)

“En su conjunto, la revelación es la comunicación real que Dios hace de sí


mismo y que afecta al hombre en su existencia total como asociado de Dios:
la revelación no es algo, que de otro modo no podría saberse, sino la
salvación”. (W.Beinert.1900. p. 620)

2.1.La Revelación desde el Magisterio de la Iglesia.

La Revelación es uno de los temas que constituyen la fe y al mismo tiempo la doctrina de la


Iglesia. El evento histórico de la Revelación que está contenida en las Sagradas Escrituras y
en la Sagrada Tradición (deposito fidei) y, ha sido tratada y custodiada lo largo de la historia
mediante el quehacer teológico del Magisterio, para brindar de manera fiel y transparente la
fe, lo que ha sido revelado, en este caso el conocimiento de la Revelación.

“Mas, para que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en


la Iglesia, los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos,
"entregándoles su propio cargo del magisterio". Por consiguiente, esta
sagrada Tradición y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos, son como
un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien
todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verlo cara a cara, tal como Él
es” (DV II. 7).

Fue tan solo, en el Concilio Vaticano II, que se llevó a profundidad la enseñanza por parte
del Magisterio sobre la Revelación, a comparación de otros Concilios ecuménicos;
manifestando, a través de la constitución Dogmática Dei Verbum, en especial en los capítulos
primero y segundo: De ipsa revelatione y De divinae revelationis transmissione: “Ha pasado
de este modo a designar un tema habitual de enseñanza en la Iglesia y una cuestión central
de la teología” (Urbina, 2002, pág. 74) El propósito del Concilio - sostiene César Izquierdo-
consiste en ofrecer una presentación completa de la revelación a través de una prolífica
contribución teológica en la primera mitad del S. XX.

2.2.El método del Concilio Vaticano II al tratar el tema de la revelación.

El carácter del método del Concilio consiste en un método descriptivo, afirma César
Izquierdo (Urbina, 2002, pág. 75), de ahí radica su importancia y su aporte para la
presentación profunda y fiel de la revelación en la historia conciliar y teológica. El método
utilizado, el descriptivo, se ve evidenciado en los primeros numerales como una presentación
general. Por consiguiente, la revelación será descrita inicialmente como un proceso que parte
de la voluntad de Dios <<placuit Deo in sua bonitate et sapienta>>, esta premisa marcará
una diferencia considerable respecto con el Concilio Vaticano I (1869- 1870) juntamente con
la premisa placuisse eius sapientiae et bonitati impone el carácter de la Constitución Dei
Verbum quien le compete presentarla.

2.3.La Revelación en la Constitución dogmática Dei Verbum.

La revelación es interpretada y comprendida como auto- comunicación de Dios al hombre,


no vista como una comunicación de un mensaje, sino que va más allá, “es el encuentro con
Dios que habla como un amigo e invita a entrar en su intimidad” (Urbina, 2002, págs. 74-78)
El misterio de Dios es su vida íntima, manifestada de manera perfecta por Cristo. Él es el
único acceso que el hombre tiene, por medio del Espíritu, para acceder al conocimiento y por
consiguiente a la comunión con la Santísima Trinidad.
Aunque es verdad que la revelación dio a conocer aspectos y atributos de su naturaleza divina
(perfección, sabiduría, voluntad, etc.), también, dio a conocer algo que involucra al género
humano, “el designio salvador de Dios” (Urbina, 2002, pág. 76).

El conocimiento de Dios por su misma naturaleza debe ser integral esto incluye también a la
salvación segundo motivo de la revelación de Dios, como lo veremos más adelante. El
hombre como “Imago Dei” (San Agustín) está convocado a la intimidad de Dios para ser
transformado desde la inteligencia, la memoria, la voluntad y por ende la vida del hombre.

2.4.La revelación como voluntad de salvación.

Teniendo en cuenta lo expresado anteriormente, la revelación es una voluntad salvadora por


parte de Dios, esta voluntad salvadora tomará por nombre Economía según lo manifiesta la
constitución dogmática Dei Verbum bajo los términos de palabras y hechos (íntimamente
unidos y complementarios), legado que dejó el Concilio Vaticano II, como también aportó
con la connotación de palabras y hechos como bondad y sabiduría de Dios que se manifiestan
en el evento de la Revelación.

3. La fe, según el Concilio Vaticano II.

Hay que tener en cuenta que, en el Concilio Vaticano II, no se encuentra de manera explícito
el tema de fe como una definición, es decir, no es posible vislumbrar una conceptualización
dada de este acto humano frente a Dios; pero lo que sí podemos conocer, es cómo se entiende
la fe dentro del Concilio Vaticano II.

Teniendo en cuenta lo anterior y, según la enseñanza de la Iglesia, la fe es comprendida como


la respuesta del hombre a la revelación de Dios (DV I.5), también se podría afirmar que la fe
se concibe allí, como la vivencia de todo el misterio Divino de la salvación y, por
consiguiente es una fe que requiere ser transmitida a todas las gentes.

“cuando Dios se revela hay prestarle “la obediencia de la fe” (Romanos 16, 26)
por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando a Dios
revelador el obsequio del entendimiento y de la voluntad, y asintiendo
voluntariamente a la revelación hecha por Él. Para profesar esta fe es necesario
la gracia de Dios que previene y ayuda, y los auxilios internos del Espíritu
Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente
y da a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad. El Espíritu Santo con
sus dones perfecciona la fe” (DV I. 5).

Como ya se ha hecho mención anteriormente, Dios se auto-revela por Amor y para la


salvación (Cf. LG II. 14) del hombre, éste, como correspondencia a ese amor y por tanto,
deseoso de la salvación traída por el mismo Dios, en la Persona de Jesucristo, máxima, plena
y última revelación de Dios al ser humano, como acto de amor reconoce con la fe. Pero hay
que tener en cuenta que el hombre por sí mismo, no puede manifestar su profesión de fe, si
no está iluminado por la Gracia de Dios, que actúa en favor de su pueblo por medio de su
Espíritu Santo, sólo de este modo el hombre podrá prestar obediencia a la revelación de Dios.

La fe también es vista desde el Concilio, como la aceptación de la Verdad que se nos


manifestó a través de la historia, por medio de los profetas en el Antiguo Testamento y, que
alcanzó su plenitud en el Nuevo Testamento, es decir, en Jesucristo. No basta con saber que
Dios se dio a conocer al mundo para el bien de éste; es necesario que el hombre libremente
crea, viva y obre según la fe en Aquel que le amó hasta hacerse uno como nosotros, menos
en el pecado.

“todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, y obedientes a la voz del Padre, adorándole
en espíritu y verdad, siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con la cruz, a fin de merecer
ser hechos partícipes de su gloria. Pero cada uno debe caminar sin vacilación por el camino
de la fe viva, que engendra la esperanza y obra la caridad, según los dones y funciones que le
son propios” (LG V. 41). Es, pues, de esta manera que el hombre puede realmente, dar
testimonio de la Verdad revelada; la fe llevada a la praxis consiste en la santidad, ésta, se
convierte en el acto más sublime que puede dar el hombre, cuando escucha y vive la Palabra
de Dios sinceramente.

Teniendo presente esto, la Iglesia, por medio de su Magisterio, tiene la tarea de salvaguardar,
proteger y transmitir a todas las personas lo que ha recibido del mismo Señor, es decir, el
Magisterio de la Iglesia tiene la obligatoriedad, por mandato de Jesucristo a los apóstoles de
enseñar la fe con la iluminación del Espíritu Santo (LG III. 25) (Cf. Mc 16, 15-18), de llevar
la buena nueva de la resurrección a todo el mundo, para acrecentar la fe de la Iglesia y, para
que todo aquel que crea se salve (Cf. Romanos 10,9).
3.1.Naturaleza de la fe.

La fe es un acto libre (DH II. 10) pues el hombre responde voluntariamente a la revelación
de Dios; Dios, siendo el creador respeta la libertad de la criatura, y espera el tiempo necesario
para que el hombre acepte y/o abrace la fe y, aceptándola alcance la salvación que consiste,
como ya se mencionaba anteriormente, en la filiación con Dios por medio de Jesucristo.

La fe es un don (AG VI. 41), esto lo podemos observar en este decreto sobre la actividad
misionera de la Iglesia, allí, en lo referente a la fe, el Concilio afirma que es un don gratuito
de Dios, pues este decreto al referirse sobre el deber misionero, pide a los fieles llevar y
transmitir lo que gratuitamente recibieron de Dios, es decir, la fe. La fe es un regalo de Dios,
y solamente por su Espíritu podemos obtenerla (Cf. AG III. 15).

3.2.Fe y sacramentos.

Este es otro punto importante dentro del Concilio, en el que podemos obtener una concepción
más de la fe en cuanto los sacramentos.

Sacramentos de la fe (SC III. 51) como bien lo afirma esta constitución, los sacramentos
buscan la santificación del hombre, y, por ende deben tener como presupuesto la fe que, al
ser aceptada busca la salvación de la persona; por este motivo los sacramentos ayudan al
fortalecimiento de esa misma fe y la hacen vida.

La Eucaristía es el sacramento de la fe (GS III. 38) la Eucaristía vista desde la fe, es la


pregustación de la comunión que el hombre desea gozar en la vida celestial, por ende, ésta
es, fuente y cumbre de toda la vida cristiana.

3.3.Doctrina de la fe y Magisterio.

La fe se recibe mediante la Iglesia (LG II.11) todos los bautizados están llamados a profesar
la fe que recibieron de la Iglesia por medio del bautismo y afirmada por el sacramento de la
confirmación.

Del depósito de la fe saca la Iglesia lo que propone para ser creído (DV II. 10) como ya se
mencionaba al comienzo, tanto la Sagrada Escritura como la Sagrada Tradición, constituyen
el depósito de la fe, del cual la Iglesia interpreta de la mano de los teólogos lo que debe ser
creído por toda la Iglesia en general; de este modo la Iglesia conserva y se ejercita en la
profesión de la fe recibida. Por lo tanto la Escritura y la Tradición son la regla suprema de la
fe (DV VI. 21), ya que al ser inspiradas por el mismo Dios, comunican la Palabra misma de
Dios.

“los sacerdotes, son educadores de la fe, deben procurar que cada uno de los fieles
sea conducido en el Espíritu Santo a cultivar su propia vocación según el
Evangelio, a la caridad sincera y diligente y a la libertad con que Cristo nos
liberó” (PO II. 6)

3.4.Fe y teología.

Enséñese la teología a la luz de la fe (OT V. 16) como bien sabemos la Iglesia busca que
todos los que se están formando para el ministerio sacerdotal tengan una preparación
adecuada, conforme a la doctrina de la Iglesia, porque ellos, como se afirmaba en el párrafo
anterior, serán los encargados de cultivar y acrecentar la fe de los fieles a ellos
encomendados, haciendo las veces del Obispo en cada parroquia perteneciente a la diócesis
de cada lugar (Cf. PO II. 4).

La teología investiga a la luz de la fe la verdad (DV VI. 24) por la iluminación de la fe a la


razón humana, la teología puede, mediante el estudio de la Sagrada Escritura y la Sagrada
Tradición, siendo fiel al Magisterio de la Iglesia, explicar y exponer las verdades reveladas a
toda la Iglesia; es aquí donde encontramos el trabajo, por decirlo de alguna manera, de la fe,
en cuanto al ejercicio de la teología, a saber, la fe ilumina el camino más seguro para conocer
toda la verdad contenida en el misterio de Cristo.

Fe y razón (GE 10) este binomio, aunque son totalmente diferentes cada una en particular,
se complementan entre sí; aún más, si se quiere ahondar en el conocimiento de la Verdad
deben estar más estrechamente unidas, pues la fe da certeza de lo que se estudia, es la pauta
primaria y vital en el conocimiento de Dios, pero esa fe debe ser explicada… y es ahí cuando
encuentra la forma de ser comprensible, por medio de la razón y, ésta actúa guiada por la fe.

3.5.La vida de fe.


La fe surge y se alimenta de la Palabra de Dios (PO II. 4) y la vida litúrgica (SC III. 33) como
ya lo hemos venido diciendo, el Concilio invita a estar atentos a la escucha de la Palabra de
Dios, que tiene como finalidad fortalecer la vida de fe de cada uno de los creyentes. “la fe
viene por la predicación, y la predicación por la Palabra de Cristo” (Romanos 10,17); “en la
Liturgia Dios habla a su pueblo, Cristo sigue anunciando el Evangelio, y el pueblo responde
a Dios con el canto y la oración” (SC III. 3).

4. Conclusión.

En términos generales, la visión y concepción de la revelación y de la fe en el Concilio


Vaticano II, a través de las constituciones dogmáticas, los decretos y las declaraciones del
mismo, radican en considerar a la revelación como un hecho histórico, es decir, la revelación
tiene un lugar en la historia, como historia de salvación y es al mismo tiempo como una
comunicación de verdad “los hechos “manifiestan y confirman la doctrina” porque son
palabras en acto, y las palabras “proclaman los hechos” y ponen de manifiesto el misterio
revelado que en ellas se contiene” (Izquierdo, 2002, p. 76). Dios se fue revelando poco a
poco y de forma gradual por medio de los profetas, por los cuales afirmaba que enviaría a su
Mesías, liberador del pueblo de Israel; es en Jesucristo que la revelación de Dios alcanza su
última y máxima expresión de la manifestación de Amor y para la salvación de todo el género
humano; por su parte, el hombre libre y voluntariamente abraza la fe y, al abrazarla, acepta
todo el misterio de la salvación de Dios en su vida. Por lo tanto, tiene la misión de acrecentarla
y hacerla fecunda y, como cristiano, tiene la obligatoriedad de ayudar a su Iglesia, a la cual
pertenece desde el bautismo, de difundirla, para que la salvación de traída por Dios en la
Persona de Jesucristo, llegue a todos los rincones del mundo.
Bibliografía.

 Concilio Ecumenico Vaticano II . (2002). Concilio Vaticano II Constituciones.


Decretos. Declaraciones. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos
 Beinert, W. (1990). Diccionario de teología dogmática Barcelona, Herder
 Izquierdo Urbina, C. (1998). Teología fundamental. Pamplona: Universidad de
Navarra. EUNSA.
 Diccionario enciclopédico San Pablo Cristianismo. (2009). Madrid.
 Tanner, N. (2013). Vaticano II. En los concilio de la Iglesia (págs. 106-121).
Madrid : B.A.C.

Otras fuentes.

 Floristán, C... (2014). Fenómeno Vaticano II. abril 10, 2016, de Web Formativa de
Catolicos Hispano Hablantes Sitio web
http://www.mercaba.org/Pastoral/V/vaticano_ii.htm)

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