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1.

“La poesía” de Eugenio Montejo (poema)

La poesía cruza la tierra sola,


apoya su voz en el dolor del mundo
y nada pide
-ni siquiera palabras.

Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;


tiene la llave de la puerta.
Al entrar siempre se detiene a mirarnos.
Después abre su mano y nos entrega
una flor o un guijarro, algo secreto,
pero tan intenso que el corazón palpita
demasiado veloz. Y despertamos.

2. “El mundo” de Augusto Monterroso (microcuento)

Dios todavía no ha creado el mundo; solo está imaginándolo, como entre sueños. Por
eso el mundo es perfecto, pero confuso.

3. “El avaro” de Moliére (dramaturgia)

VALERIO. ¡Cómo, encantadora Elisa, os sentís melancólica después de las amables


seguridades que habéis tenido la bondad de darme sobre vuestra felicidad! Os veo
suspirar, ¡ay!, en medio de mi alegría. ¿Es que acaso lamentáis, decidme, haberme
hecho dichoso? ¿Y os arrepentís de esta promesa, a la que mi pasión ha podido
obligaros?

ELISA. No, Valerio; no puedo arrepentirme de todo cuanto hago por vos. Me siento
movida a ello por un poder demasiado dulce, y no tengo siquiera fuerza para desear
que las cosas no sucedieran así. Mas, a deciros verdad, el buen fin me causa
inquietud, y temo grandemente amaros algo más de lo que debiera.

VALERIO. ¡Eh! ¿Qué podéis temer, Elisa, de las bondades que habéis tenido conmigo?

4. “La trama celeste” de Adolfo Bioy Casares (cuento corto, fragmento)

Cuando el capitán Ireneo Morris y el doctor Carlos Alberto Servian, médico


homeópata, desaparecieron, un 20 de diciembre, de Buenos Aires, los diarios apenas
comentaron el hecho. Se dijo que había gente engañada, gente complicada y que una
comisión estaba investigando; se dijo también que el escaso radio de acción del
aeroplano utilizado por los fugitivos permitía afirmar que éstos no habían ido muy
lejos. Yo recibí en esos días una encomienda; contenía: tres volúmenes in quarto (las
obras completas del comunista Luis Augusto Blanqui); un anillo de escaso valor (un
aguamarina en cuyo fondo se veía la efigie de una diosa con cabeza de caballo); unas
cuantas páginas escritas a máquina —Las aventuras del capitán Morris— firmadas C.
A. S. Transcribiré esas páginas. (…)

5. “Lolita” de Vladimir Nabokov (novela, fragmento)

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta
de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para
apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente
Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola
con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis
brazos era siempre Lolita. (…)

6. “Paseando mi cigarro” de Gay Talese (crónica literaria, fragmento)

Todas las noches después de la cena salgo, en compañía de mis dos perros, hasta
Park Avenue, para darle un paseo a mi cigarro. Mi cigarro es del mismo color que mis
dos perros, y a mis perros también los atrae su aroma: me saltan por las piernas
cuando lo enciendo antes de echar a andar, con los hocicos ensanchados y los ojos
estrechamente enfocados, con esa mirada glotona que ponen cada vez que les ofrezco
galletas para mascotas o una bandeja de canapés condimentados que haya sobrado
de uno de nuestros cocteles. (…)

7. “El laberinto de la soledad” de Octavio Paz (ensayo, fragmento)

A todos, en algún momento, se nos ha revelado nuestra existencia como algo


particular, intransferible y precioso. Casi siempre esta revelación se sitúa en la
adolescencia. El descubrimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos
solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable, transparente muralla: la de
nuestra conciencia. Es cierto que apenas nacemos nos sentimos solos; pero niños y
adultos pueden trascender su soledad y olvidarse de sí mismos a través de juego o
trabajo. En cambio, el adolescente, vacilante entre la infancia y la juventud, queda
suspenso un instante ante la infinita riqueza del mundo. El adolescente se asombra de
ser. (…)

De la novela "La Regenta" por Leopoldo Alas ("Clarín")

"La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso,


empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte.
En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de
polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en
acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas
que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual
turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se
juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y
brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las
paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles
de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llega."
Fuente: Wikisource.

Del cuento "El establo de Eva" por Vicente Blasco Ibáñez

"Las caras rojas, barnizadas por el sol, brillaban con el reflejo de las llamas
del hogar: los cuerpos rezumaban el sudor de la penosa jornada, saturando
de grosera vitalidad la atmósfera ardiente de la cocina, y a través de la
puerta de la masía, bajo un cielo de color violeta en el que comenzaban a
brillar las estrellas, veíanse los campos pálidos e indecisos en la penumbra
del crepúsculo, unos segados ya, exhalando por las resquebrajaduras de su
corteza el calor del día, otros con ondulantes mantos de espigas,
estremeciéndose bajo los primeros soplos de la brisa nocturna."
Fuente: Wikisource

De la autobiografía de Manuel Belgrano

"El lugar de mi nacimiento es Buenos Aires; mis padres, don Domingo


Belgrano y Peri conocido por Pérez, natural de Onella, y mi madre, doña
María Josefa González Casero, natural también de Buenos Aires. La
ocupación de mi padre fue la de comerciante, y como le tocó el tiempo del
monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la
educación mejor de aquella época.

Me proporcionó la enseñanza de las primeras letras, la gramática latina,


filosofía y algo de teología en el mismo Buenos Aires. Sucesivamente me
mandó a España a seguir la carrera de las leyes, y allí estudié en
Salamanca; me gradué en Valladolid, continué en Madrid y me recibí de
abogado en la cancillería de Valladolid."
Fuente: Wikisource

Ensayo

Del ensayo “La voluntad del barroco” por José Ortega y Gasset

"Dostoyevski, que escribe en una época preocupada de realismo, parece


como si se propusiera no insistir en lo material de sus personajes. Tal vez
cada uno de los elementos de la novela considerado aisladamente pudiera
parecer real; pero Dostoyevski no acentúa esta su realidad. Al contrario,
vemos que en la unidad de la novela pierden toda importancia y que el autor
los usa como puntos de resistencia donde toman su vuelo unas pasiones. Lo
que a él interesa es producir en el ámbito interno a la obra un puro
dinamismo, un sistema de afectos tirantes, un giro tempestuoso de los
ánimos."

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