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Si bien es cierto que con el advenimiento del cristianismo ocurre un cambio sustancial
–más bien radical- en la visión de mundo, no es allí donde fijaremos nuestro punto de origen
del periodo a tratar sino, más bien, en el momento en que se comienza a experimentar una
discontinuidad entre el mundo helénico y la novedad fundada en el encuentro del cristianismo
con este mundo cultural e intelectual. Dicho encuentro que, paradojalmente, va a articular una
continuidad con la visión de mundo anterior por recoger, modificar y desarrollar problemas
ya tematizados relativos a los tres grandes ejes que constituyen a la filosofía: mundo, hombre y
divinidad. Entonces nuestro esfuerzo, en franca contradicción tanto con las versiones
canónicas como con aquellas más desinformadas, se va a centrar en la acentuación del
proceso de continuidad por sobre aquellos de ruptura. El cristianismo, impregnado por el
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Es por eso que el punto que nos interesa fijar como lugar de inicio de lo que será
“nuestra visión del Medioevo” se centra nada menos que una de las ‘bisagras’ que articulan
dicha discontinuidad epocal que se proyecta como continuidad de Occidente en el tiempo.
Esta ‘bisagra’ la ubicaremos en dos sistemas contemporáneos muy diferentes [que tienen sus
origen en las enseñanzas de un mismo maestro: Amonnio de Saccas (175-242)1]: de un lado,
Plotino (204-270), a quien entenderemos como el último filósofo del mundo antiguo, con su
interesante relectura de Platón con elementos aristotélicos y, por el otro, Orígenes de
Alejandría (185-254) a quien entenderemos como la raíz del pensamiento medieval que, con
su intento de hacer una sistemática entre cristianismo y filosofía, va a fundar un hilo
conductor que se desarrollará en muchas de las temáticas posteriores, no sólo a través de la
reflexión de Agustín de Hipona (354-430), sino por el esfuerzo de toda la filosofía patrística
que, con su aparataje de reflexión anclado en el conjugar dato revelado y neoplatonismo 2, va a
dar forma a la visión de mundo de lo que conoceremos como cristiandad. La influencia de
Orígenes la encontraremos en pensadores y filósofos posteriores como Joaquín de Fiore
(1135-1202), el jesuita Lacunza (1731-1801) o en otros cercanos a nuestro tiempo como
Lessing, Comte, Hegel y Marx.
1 Ammonio de Saccas fue filósofo de Alejandría, conocido como ‘el instruido de Dios’, considerado el fundador del
neoplatonismo. Fue un maestro de vida espiritual más que un filósofo en sentido estricto. Enseñó en Alejandría y entre sus
discípulos se hallaban Plotino, Longino, Orígenes el pagano y Orígenes el cristiano. Al igual que Sócrates no escribió
ninguna obra, por ello es difícil reconstruir su pensamiento, pero por lo que sabemos a través de Plotino (quien después de
recurrir a todos los maestros de Alejandría, solamente aceptó ser discípulo de Ammonio, al que acompañó durante once
años). Parece ser que inicialmente Ammonio fue educado en el cristianismo, que abandonó bajo las influencia de la
filosofía de Platón y de Aristóteles, autores a los que interpretó desde una perspectiva mística y religiosa. Además impuso
un cierto secreto a sus alumnos sobre el contenido de sus enseñanzas.
2 Cfr. H.A. WOLFSON, (1978) La filosofía dei Padri della Chiesa, Paideia, Brescia.
3 Por escolástica se entiende, en sentido estricto, aquella especulación filosófico-teológica que se cultivó y desarrolló en
las escuelas del propio Medioevo, es decir, desde Carlomagno hasta el renacimiento, tal y como ha quedado consignada,
sobre todo en la literatura de Sumas y Quaestiones. En un sentido más amplio se designa también como escolástica el
movimiento doctrinal de ese ámbito histórico que, aun sin emplear un método rigurosamente escolar, racional-conceptual,
se mueve en el mismo mundo metafísico y religioso, como por ejemplo la mística
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articulando el proceso de inicio de aquello que más tarde conoceremos como el fenómeno de
las universidades en Europa.
En lo que se refiere a fijar su término constituye otro problema espinudo, ya que para
unos el Medioevo termina con la invención de la imprenta (1443), para otros con la conquista
de Constantinopla por los turcos otomanos (1453), o con el descubrimiento de América
(1492), e incluso, más tarde, con el V Concilio de Letrán, previo a la crisis luterana (1517).
Todos estos hechos quedan ciertamente dentro del contexto de inicio de la llamada Edad
Moderna6, que se pretende a sí misma como superación del pensamiento escolástico,
identificado con lo Medieval, pese a que goce de buena salud en muchos pensadores que
buscan distanciarse de dicho movimiento.
4 No obstante, la filosofía de los árabes y judíos al ser conocida por los escolásticos cristianos influyó fuertemente en los
distintos sistemas de pensamiento, al tiempo de tener el importante papel de ser los transmisores de los textos
aristotélicos, lo que caracterizará la época de plenitud de la escolástica en el S XIII.
5 Cfr. J. A. MERINO, (2001) Historia de la filosofía medieval, , BAC, Madrid, 4-17.
6 No obstante, los historiadores de la Filosofía adelantan el comienzo de la Edad Moderna a los años finales del siglo XIV,
en que se aprecian los primeros signos del Renacimiento, o a los primeros del siglo XV, en que concluyó el Cisma de
Occidente.
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algunos elementos de reflexión –según la intuición del Manual de José Antonio Merino 7-
iniciados por Raimundo Llull (1233-1315), pasando por el genial Johannes Meister Eckhart
(1260-1328) y Nicolás de Cusa (1401-1464), a quienes veremos y entenderemos como los
precursores del ascenso a la llamada “vía moderna”8, y que darán inicio a un pensamiento
filosófico más cercano a la mística con sus puntos más altos en Jan Van Tauler (1300-1361),
Jan van Ruysbroek (1283-1381) y en Angelus Silesius (1624-1677) .
Si bien es un poco abrumador abarcar un periodo tan extenso, pero sólo de este modo
tendremos una visión global de lo medieval, ya no como una transición entre lo antiguo y lo
moderno, sino como un derrotero que encamina hacia la Modernidad y la traspasa hasta
nuestros días.
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moderno. A esto se le suma una suerte de ignorancia ilustrada y académica que pretende
poseer un “saber” sobre el Medioevo construido en slogans y prejuicios que suenan bien pro-
modernidad que sólo demuestran ignorancia y desconocimiento. No es raro encontrar
estudiosos o peritos en los periodos posteriores que hablan “pestes” del Medioevo, a los que
con un poquito de información sobre el periodo que denostan bastan para ver que sus
aseveraciones son ridículas e infundadas.
Van a ser, particularmente, el movimiento de los ilustrados los que nos van a generar
una impresión del Medioevo como una época oscura [los famosos dark times], un tiempo de
barbarie entendiéndolo, un tiempo caracterizado como una leyenda negra, sinónimo de
sterquilinium [estercolero], faetida Excrementa [excrementos fétidos], squalor [suciedad]9.
Ellos nos van a imponer al Medioevo como un tiempo de barbarie, violencia y destrucción,
aunque hay algo de verdad en tales afirmaciones. El estancamiento cultural y la baja vitalidad,
unida a la superstición religiosa, desbordará en un tiempo que debe ser implacable e
imperdonablemente superado.
Los románticos, en cambio, reaccionaron a estas ideas generando una leyenda áurea
que va a constituir el ‘lado b’ de nuestro prejuicio. En esta visión podemos encontrar sus
puntos más altos en Ivanhoe de sir Walter Scott, en la vida de Francisco de Asís de Chesterton,
las variaciones de las leyendas de Robin Hood, la saga del Rey Arturo y las reflexiones de
Herder (1744-1803) que terminaran por reivindicar este tiempo hasta el borde de la
desnaturalización y la fantasía. Peor el remedio que la enfermedad. Esta visión corresponde a
la estética que el cine nos ofrece sobre el Medioevo y que se ha plasmado en obras como
Excalibur de J. Boorman, El nombre de la rosa de J.J. Arnaud, El séptimo sello de I. Bergman, La
Cruzada o Robin Hood de R. Scott,… entre tantos otros.
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una etapa intermedia y oscura, comprendida como un ‘entre’ del principio de todas las cosas y
del tiempo de su culminación.
En La ciudad de Dios, Agustín describió los rasgos de dos ciudades que se encuentran
entre el cielo y la Tierra. En el cielo distingue la “ciudad de Dios” (lugar de los ángeles que
adoran a Dios y le obedecen) y la “ciudad del mal” (formada por los demonios o ángeles
rebeldes) que yace hacia tierra, por cierto. Estas dos ciudades celestes tienen su contrapunto
en la Tierra, donde también pueden distinguirse dos ciudades homónimas: la “ciudad de Dios”
(integrada por quienes siguen los principios del cristianismo y practican la caridad y el amor a
Dios, siguiendo el ejemplo bíblico de Abel) y la “ciudad del mal” (formada por quienes sólo
viven para obtener placer y felicidad egoísta, siguiendo el ejemplo violento de Caín) 10. Las dos
ciudades que se encuentran en la Tierra, a imagen de las ciudades celestiales, deberán pasar
una prueba decisiva: el Juicio Final que tendrá lugar al final de los tiempos, cuando se
establezca la verdad definitiva y triunfe el cristianismo. De esta forma, su tiempo es como una
civitas permixtas11, una ciudad intermedia entre la ciudad de Dios y la ciudad de los hombres,
y como tal, una ciudad en tensión, fruto por cierto del pesimismo dualista de Agustín.
Existe otro antecedente que nos puede ayudar en la elaboración de la historia del
concepto y corresponde al uso que le dio un cierto Obispo Giovanni Andreas Bossi (1469) en
una carta dirigida a un cardenal fallecido, en el que exaltando sus virtudes, al describir los
tiempos en los que vivió el cardenal, los señala como –catalizando lo que Agustín
existencialmente planteaba- medium aedium… es decir, tiempos de en medio, en una línea
recta de los orígenes de Dios hacia su reencuentro en la vida futura, tal como secularmente lo
entendemos nosotros: aquello que está irremediablemente entre el mundo antiguo y nosotros
los hijos de lo moderno.
Aunque, al parecer, el termino Edad Media como tal aparece por primera vez utilizado
–tal como lo usamos todavía- en el trabajo de historiador Flavio Biondo de Forlì (1392 -1463),
en su obra Historiarum ab inclinatione romanorun imperii decades (Décadas de historia desde
la decadencia del Imperio romano)12, publicada en 1438 aunque fue escrita treinta años antes.
El término se va a emparentar desde entonces con el campo semántico relativo a una parálisis
del progreso, de estancamiento cultural, ubicado cronológicamente entre la gloria de la
antigüedad clásica y el la maravilla redentora iniciada en el renacimiento.
10 Cfr. H. A. DEANE, (1963), “The Political and Social Ideas of St. Augustine”, Columbia University Press, Nueva York,
33-34.
11 AUGUSTÍN DE H IPONA, La Ciudad de Dios, XI. I
12 Flavio Biondo de Forlì fue un historiador y Humanista del Renacimiento italiano de mayor cosmovisión historiográfica
que Leonardo Bruni, de quien fue amigo y correspondiente, durante su etapa como secretario apostólico con Eugenio IV.
13 Cellarius, latinización del apellido alemán Keller o Séller, es el nombre con el que se conoce a varios personajes
históricos: El más conocido de ellos es Christophorus Cellarius, o Cristóbal Cellarius, (1638-1707), quien fue historiador
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un tiempo intermedio, sin apenas valor por sí mismo, entre la Edad Antigua identificada con el
arte y la cultura de la civilización grecorromana de la Antigüedad Clásica y la renovación
cultural de la Edad Moderna -en la que él se sitúa- que comienza con el Renacimiento y el
Humanismo14, entendidos ambos como la vía de desprendimiento del estancamiento cultural.
Poco a poco, como hemos visto, lo medieval se va a volver leyenda negra definida como
época de retroceso, marcada por la incultura, o al menos el estancamiento de ella, y
oscurantismo. Los trabajos sesudos e informados de Muratori (1672-1750) (las Antiquitates
Italicae Medii Aevi 1743) y Brucker ( (Historia critica philosophiae a mundi incunabilis usque
ad nostra aetatem deducta, 1742) van a consagrar la cargada de tintas que va a solidificar una
visión negativa del Medioevo, que van a encontrar ecos pertinentes en las ideas de Rabelais,
Francis Bacon, Malebranche y en el mismísimo Cartesius. Pero va a ser Voltaire (1694-1778)
quien declare el “triunfo de la razón” y al rechazar toda religión, exigiendo la fundación de una
“filosofía de la historia” capaz de desarticular todo providencialismo agustinista, desechando
toda visión de mundo positiva del Medioevo 15. El espíritu de la época de la razón se resume en
una frase del mismo Voltaire que, para acabar con toda presencia e influencia medieval, va a
invitar a “ahorcar al último Rey con las tripas del último cura”… Todo un proyecto por cierto.
Lo complicado que muchas –por no decir todas- estas ideas antimedievales se van a convertir
alemán y profesor de Retórica e Historia en la Universidad de Halle. Es fundamentalmente conocido por la introducción
de la división clásica de las Edades de la Historia: Antigua, Media y Moderna. Lo hizo en primer lugar en un manual
escolar de Historia Antigua editado en 1685, y su éxito le indujo a repetirla en otro, de mayor difusión, titulado Historia
Medii Aevi a temporibus Constanini Magni ad Constaninopolim a Turcis captam deducta (Jena, 1688).
14 M. RIU, (1978), “Prólogo a la edición española” en La historia del mundo en la Edad Media, tomo I, Sopena, Madrid
XXIV.
15 Voltaire lo entiende así: De si es útil mantener al pueblo en la superstición. Es tal la debilidad del género humano, y tal
su perversidad, que sin duda vale más para él ser subyugado por todas las supersticiones posibles, con tal de que no sean
mortíferas, que vivir sin religión. El hombre siempre ha tenido necesidad de un freno, y aunque fuese ridículo hacer
sacrificios a los faunos, a los silvanos, a las náyades, era mucho más razonable y más útil adorar esas fantásticas
imágenes de la Divinidad que entregarse al ateísmo. Un ateo que fuese razonador, violento y poderoso, sería un azote tan
funesto como un supersticioso sanguinario. Cuando los hombres no tienen nociones claras de la Divinidad, las ideas
falsas la suplen, como en los malos tiempos se trafica con moneda devaluada cuando no se tiene moneda buena. El
pagano no osaba cometer un crimen ante el temor de ser castigado por los falsos dioses [...] En todos los sitios en que
hay establecida una sociedad, es necesaria una religión; las leyes velan sobre los crímenes conocidos y la religión sobre
los crímenes secretos. Pero una vez que los hombres han llegado a abrazar una religión pura y santa, la superstición se
vuelve no sólo inútil, sino muy peligrosa. No se debe tratar de alimentar con bellotas a aquellos a los que Dios se digna
alimentar con pan. La superstición es a la religión lo que la astrología a la astronomía: la hija muy loca de una madre
muy cuerda. Estas dos hijas han subyugado mucho tiempo toda la tierra. VOLTAIRE, (1978), Tratado sobre la tolerancia,
en Opúsculos satíricos y filosóficos, Alfaguara, Madrid, 82-83.
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en los panfletos y slogans que muchos de los nuevos bárbaros de la academia y los
desinformados modernos van a esgrimir sin tener mucha idea, en realidad, de qué se trata.
Por otra parte constatamos una idea de Edad Media fuertemente arraigada en la
cultura popular, que caracteriza una suerte de síntesis entre la Leyenda negra de los ilustrados
y el Romanticismo decimonónico, que entiende al Medioevo como una suerte de paraíso
perdido. El ideario popular va a concebir al Medievo como una época de gentiles caballeros,
bellas damas encerradas en las torres de los castillos y la vida cortesana asociada al goce, el
honor y la violencia. Esta visión convive tranquilamente en nuestro imaginario colectivo, con
la concepción del Medievo como un tiempo oscuro, decadente y por suerte superado, aunque
siempre bajo amenazas de regresión en nuestro tiempo.
En fin, lo medieval posee en nuestros usos una ambivalencia está presente en nuestra
cultura popular actual, como un puro imaginario colectivo donde caben visiones y conceptos
contrapuestos pero parece ser que compatibles, reforzado por el cine, los video-juegos, la
literatura y la pintura. Muy a pesar de Voltaire Cartesius y Gassendi, la Edad Media vive y tiene
buena salud entre nosotros.
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marxistas [hoy por hoy marxianos] que, a partir de las ideas de Karl Marx (1818-1883), ven en
el mundo medieval un nudo económico constituyente y articulador de la realidad: lo feudal
como un modo de producción, generador de opresión, basado en la explotación del
proletariado o los desheredados de la tierra. El Medioevo resulta ser una suerte de matriz
para las formas de propiedad que en el tiempo determinarán las clases sociales en
permanente oposición: nobles, burgueses y proletarios. En reacción a esta matriz aparecen
una serie de luchas de liberación que van a incluir la rebeldía y la participación de los siervos
de la gleba, identificados con el proletariado oprimido y los desheredados de la tierra que
buscan irrumpir en la historia para participar de ella, tomando su conducción. Es el caso de las
rebeliones de los comuneros y los movimientos heréticos.
de las religiones que sostengan la existencia de un mundo separado y distinto al nuestro. Cfr. AC, § 7. De las religiones
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orientada hacia la nada, que no es hacia una nada autodestructiva en sí, sino que el intento de
dar sentido a la vivencia cotidiana a la cual se le pone un significado. Esto es debido a que en el
hombre existe una facultad del querer, que siempre está deseando algo, ya que el hombre
prefiere desear algo –aunque sea la nada- antes que no desear.
En este sentido el cristianismo no es sólo un momento negativo cerrado en sí, sino que
conlleva un momento positivo, caracterizado por el ideal ascético que es capaz de salvar y
orientar la voluntad del hombre como ‘queriente’ 20. En este ideal el sufrimiento viene
interpretado de modo de no hacer caer al hombre en la autodestrucción y en el
aniquilamiento estéril de sí mismo 21, sino otorgarle un parámetro de sentido. A pesar de que
el cristianismo está ligado a una metafísica transmundana, es capaz de salvar la voluntad
porque la atrae y contiene en un sentido, aunque en el fondo el cristianismo sea siempre una
voluntad de la nada22. El cristianismo a los ojos del filósofo de Sils María posee cierta
positividad por el hecho de rescatar a la voluntad de la autodestrucción. La voluntad siempre
desea algo y esto es manifestación que detrás de ella se levanta la voluntad de potencia, que se
manifiesta aunque sea deseando la nada. Toda voluntad de la nada es enteramente superada
por esta voluntad de potencia, ya que esta última es la forma más completa y ‘verdadera’ de la
voluntad.
existentes la que cuenta con cierta benevolencia del ‘estilete’ nietzscheano es la budista, que a diferencia del cristianismo
y el judaísmo, que, pese a ser nihilista, lo es en un menor grado.
20 Cfr. Genealogía de la Moral, III, § 28.
21 Cfr. Genealogía de la Moral, III, § 28.
22 Cfr. Genealogía de la Moral, III, § 28.
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El Medioevo aparece como un tiempo todavía no superado porque “todavía hoy nos
encontramos en medio a los hielos a la deriva de la corriente medieval. Ha comenzado el
deshielo y un potente movimiento devastador ha tenido inicio”28. Se trata de un proceso que
todavía no ha sido completado y que está grávido de consecuencias: “pareciera que la
democratización de Europa sea un anhelo en la cadena de aquellos enormes proveimientos
profilácticos que existen en el pensamiento de la época moderna y que nos permiten
distinguirnos del Medioevo29.
Nietzsche ve una continuidad entre la visión de vida de los griegos y el humanismo del
que participa y encarna Petrarca. En el mundo religioso el filósofo del bigotón hace las cuentas
con Meister Eckhart, a quien cita en toda su obra solamente 3 veces desde sus propios textos
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acusándolo como una de los pensadores víctimas de la corrupción del cristianismo 39. Por otra
parte posee una curiosa impresión sobre Francisco de Asís a quien concibe como un neurótico,
epiléptico y visionario como Jesús40, además de uno de los grandes eróticos del ideal 41 siendo el
santo de la exquisita bondad en comunión delicada hasta la ternura con la vida universal 42.
Una suerte de combatiente anti-aristocrático y defensor de los más humildes 43… suenan a
elogios en boca del temible filósofo de Jena.
En cambio para algunos personajes del mundo histórico posee una impresión
diferente como es el caso de Federico II el grande a quien lo comprende a la altura de
Napoleón o César por el hecho de no poseer escrúpulos y propender a la inmoralidad por ser
capaz de abandonar y oponerse a la fe 44. También para Federico Hohenstaufen tiene palabras
elogiosas por ser un personaje de una altura inconmensurable; caracterizándolo como el
Primer Europeo45, ateo y enemigo de la Iglesia 46; un gran espíritu libre47. Contrastes en las
opiniones de Nietzsche sobre una época marcada por contrastes y contradicciones.
La risa, expresada en la fábula y el carnaval, se enfoca como una vía de expresión para
lo sexual –pulsión medieval constante- manifiestas en las fiestas populares como las
Bacanalia, Lupercalia y Saturnalia49. La cultura popular articula la viga maestra de todos los
desarrollos en el arte, la literatura e incluso la filosofía. El planteamiento de Bajtin intenta
recuperar al hombre y sus circunstancias y destacar la aparición en el Medioevo de otra
historia: la historia de la risa.
bacchanalis eran las fiestas que celebraban los gentiles en honor del dios Baco caracterizándose por constituir una orgía
con mucho desorden y tumulto. Las Saturnalia eran las fiestas en honor de Saturno. Las tres fiestas fueron asumidas bajo
la forma del Carnaval durante el Medioevo.
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a. La superación y ruptura de las reglas de d. Esta catarsis es, a su vez, una liberación
comportamiento y convivencia vigentes de la disciplina, una ruptura o
por medio de la violación del código por subversión del orden;
sujetos particulares; e. Esta apertura al mundo, por medio de
b. La violación del código se traduce en una una catarsis, es un ejercicio de la
transgresión de carácter picaresco y liberación del goce por medio de la
animalesco; ruptura de una regla, lo que entendemos
c. El personaje de esta transgresión [el como lo grotesco;
pícaro] sufre una catarsis en sus f. Todo se traduce como una liberación
pasiones y afectos que de manera total simbólica a través de la trasgresión.
lo abre al mundo como una experiencia
de apertura;
50 El Risus Paschalis [“La risa de Pascua”] era una costumbre conservada en las iglesias cristianas y consistía en reirse
durante la celebración del culto de la Pascua: “En los países de lengua alemana, los predicadores, durante la Misa de
Pascua, solían estimular a los asistentes a la Misa para que rieran con todas sus ganas, sin arredrarse ante el empleo de
pantomimas obscenas y de historias ambiguas. Eso se llamaba risus pascalis, la risa de Pascua” (K. J. KUSCHEL, (2000)
Sobre el poder destructivo y liberador de la risa, en Concilium 287, 147). La risa de Pascua era la expresión de alegría por
el poder de Dios que es capaz de vencer incluso a la muerte. La resurrección de Jesús se entendía como la carcajada de
Dios sobre la muerte, una carcajada que se contagia a toda la creación.
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La cuarta visión que nos interesa exponer es la de Michel Foucault (1926-1984) que
entiende el Medioevo como un mundo de la semejanza y las representaciones indirectas. La
semejanza se expresa por la conveniencia, la emulación, la analogía y la simpatía o antipatía
como oposiciones. La analogía, categoría clave de la especulación medieval, consiste en hablar
de la realidad, y de aspectos que la superan, a partir de un ‘si como’ – en el sentido de analogía-
que permite decir la realidad con conceptos que ‘pudiendo no ser’ lo que se dice, podrían ser.
Esta analogía apunta a la relación de lo micro y lo macro en el cosmos (como en una máxima
hermética lo que es afuera es como adentro y lo que es adentro es como afuera).
El cosmos es entendido como una jerarquía desplegada tanto hacia adentro como
hacia afuera. La semejanza sirve para hablar de la diferencia. La semejanza sirve para realizar
una lectura de lo real, donde las cosas y el lenguaje aparecen como signo, donde la analogía es
central para realizar una explicación por comparación (esto es como aquello). Lo semejante se
conoce por lo semejante. La imagen física del cosmos aparece como una correspondencia con
la palabra-origen y el significado-cosa por medio de la fábula, la medicina, la magia y la
demonología que como narraciones intentan ‘leer el mundo’. La tarea de lo medieval es
precisamente leer el mundo.
51“El chiste puede ser el camuflaje de que uno se sirve para decir a otros la verdad sin correr riesgos. Pues entre risas
puede uno aguantar mejor la seriedad autoritaria de un grupo o de una sociedad. Entre risas las personas se crean libertad
en un instante. En una palabra: el chiste es un fragmento de escenificación narrativa de una tristeza aceptada serenamente
por las contradicciones y los abismos de la existencia, que nosotros no somos capaces de modificar”. (K. J. KUSCHEL,
Sobre el poder destructivo y liberador de la risa, 145).
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Umberto Eco (1932) por medio de la novela [El nombre de la Rosa, Baudolino] aborda
temáticas que despliegan el mundo medieval en su profundidad a partir de la oposición de la
ficción y el archivo, la narración ficticia de aquella referencial, de la historia como crónica de
la existencia con la invención fabulosa. El mito y la fábula aparecen como elementos
integradoras de la realidad. Eco hace una recuperación de lo asombroso como raíz de las
representaciones de mundo, tomando en cuenta que las nuestras, las de Occidente, emergen
del Medioevo.
52En este sentido se recomienda leer el estudio-ensayo de R. FOSSIER, 2017, Gente de la Edad Media, Taurus, Madrid,
obra que ayuda a comprender la mantalidad cultural del tiempo que nos interesa.
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origen a una nueva comprensión de hombre, mundo y divinidad. En este espacio la filosofía de
los cristianos hará parte de lo que conocemos como filosofías de la emergencia, que
comparten –y compiten- su espacio con los sistemas propuestos por el estoicismo,
epicureísmo, eclecticismos y escepticismos que ofrecían no sólo un modo de pensar sino una
oferta de salvación por medio de una ascesis y una visión de mundo traducidas en un estilo de
vida que perseguía la salvación del hombre ante la dispersión y fragmentación de una cultura
conocida.
Frente a la inicial hostilidad hacia la filosofía manifestada por algunos de los primeros
padres apologistas cristianos (particularmente en el pensamiento de Tertuliano53 y de
Justino54), sus continuadores generarán un posición más optimista porque encontrarán en la
filosofía -a partir del desarrollo del neoplatonismo de Plotino- un instrumento útil, no sólo
para combatir otras religiones, cultos paganos o sistemas filosóficos, sino que, también, para
comprender, valorar y hacer comprensible el dato revelado propio, tanto a los mismos
cristianos como a sus adversarios. Esto se realizará por medio de la búsqueda de una
narración racional en progresión que permita hacer inteligible la fe y que en buenas cuentas le
permita la difusión y la conversión de los pueblos por medio de argumentos racionales
sólidos. Esto es lo que entenderemos como encuentro entre filosofía y revelación, que acontece
en un plano vital, ya que se trata de hacer compresible la fe, por medio de un complejo
proceso de sincretismo e inculturación del mensaje de salvación, en un intento de generar una
nueva síntesis capaz de articular la vida a partir de una creencia verdadera que no sólo quiere
ofrecer el lugar del hombre en el mundo sino que abarca el sentido del tiempo y de la historia
otorgándole una narración que se hace cargo del futuro –siempre incierto- y del destino del
hombre.
53 Tertuliano, Quinto Septimio Florens (ca. 155-222) Escritor eclesiástico latino, nacido en Cartago, hijo de un centurión
romano. Jurista romano primero, hacia 195 se convierte al cristianismo y vuelve al Norte de África; allí ejerce como
presbítero y destaca como escritor y polemista. De temperamento fogoso, a diferencia de los demás apologistas, que se
acogían en lo posible a una concordancia entre razón y fe, o entre la religión cristiana y la cultural ambiental, Tertuliano
ataca a la filosofía como perniciosa para la revelación, critica a platónicos y gnósticos, y destaca el carácter
incomprensible de la fe. Creador de tecnicismos teológicos, autor de meritorias obras apologéticas, polémicas o ascéticas
y uno de los padres de la Iglesia latina, Tertuliano es recordado sobre todo por la frase Credo quia absurdum [creo porque
es absurdo]. Su fogosidad de espíritu le lleva al montanismo, secta fundada por Montano, en el s. II, que profesaba un
rigorismo extremo contrario a las costumbres de la iglesia primitiva y anunciaba una próxima segunda venida de Cristo.
54 Justino, (ca. 100-163) fue uno de los Apologistas cristianos del s.II. Nació en Flavia Neápolis, en Samaria, y murió en
Roma. Se convirtió al cristianismo tardíamente, después de haber seguido las enseñanzas filosóficas de varias escuelas. En
Roma dirigió una escuela filosófica en la que se ejercía la apologética. Escribió el Diálogo con Trifón, obra en la que
examina la divinidad de Cristo a la luz de las profecías del Antiguo Testamento y critica la religión judía. Su inspiración
es de tipo neoplatónico, y sustenta la similitud de muchas tesis platónicas con las cristianas. Escribió también dos
Apologías, en las que defiende el cristianismo y critica el paganismo: Apologia dirigida a Marco Aurelio, y la dirigida a
Antonio Pio y Lucio Vero. Fue un pensador clave para la integración de las influencias filosóficas griegas con el
cristianismo.
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entre filosofía y cristianismo55, pondrá las sólidas bases de la futura filosofía del Medioevo,
articulándose en base al equilibrio de un mundo en permanente tensión dialéctica –una vez
desaparecidos los paganos- entre cristianos, musulmanes y judíos. El tema fundamental de
reflexión pasará de la NbF4H (la naturaleza) a la relación hombre- divinidad, subordinando
todas las comprensiones e interpretaciones del mundo, del hombre y el otro, de la sociedad,
de la naturaleza, etc.… Consecuentemente, las preocupaciones más constantes en la filosofía
medieval van a ser las que se centran en la cuestión de la naturaleza y propiedades de Dios, de
la relación entre Dios y el mundo en tanto que creador: novedades ausentes como desarrollo
temático en la reflexión antigua, al tiempo de elaborar un discurso sobre la divinidad que
permite entender al hombre y al mundo.
Parte de esta paradoja la encarna el hecho que la crítica realizada a la física aristotélica
-y a su concepción del movimiento- haya sido decisiva para los posteriores inicios de la
ciencia renacentista y barroca. Así, las soluciones de los físicos nominalistas (Buridán,
Oresmes, Alberto de Sajonia) situaron a la mecánica en el camino de la ciencia moderna. De
todos modos, la filosofía medieval, es un pensamiento en el que predominan los intereses
“ontológicos” sobre los “gnoseológicos” cosa que se invertirá en el pensamiento posterior. Lo
medieval, entonces no es la capitalización globalizada de la cristiandad, sino más bien el punto
55 Cfr. P. DEL HAYE, (1961) La filosofía cristiana medieval, Casal i Vall, Andorra.
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de inicio de una racionalidad sólida y sistemática que se extenderá hasta nuestros días
mostrando su vigencia en conceptos como democracia, secularidad entre tantos otros.
El historiador y filósofo polaco, L. Kolakowski, destaca, junto con otros, dos de estos
rasgos una serie de temas capitales en Occidente que devienen de las preocupaciones
medievales, como son: la noción de derecho natural, que sirve de base a los derechos
humanos, a la noción de persona y a las teorías contractualistas de la sociedad, y el espíritu de
finitud y duda, del que surge la desconfianza ante el conocimiento y de donde nace el
racionalismo crítico56. Como quien dice tanto la famosa y defendida secularidad como el
racionalismo son nada menos que hijos del mundo medieval.
Para entender la reflexión filosófica del mundo medieval nos vamos a tener que
detener en tres elementos que nos ayudarán a dilucidar el campo de lo que queremos
estudiar: La llamada filosofía cristiana, la filosofía en Bizancio y lo que entendemos en historia
de la filosofía por filosofía medieval. Miremos de qué se trata:
i. La filosofía cristiana
56J. VIGIL, (1994),“La filosofía de la Religión en L. Kolakowski”, en M. FRAIJOÓ (ed) (1994) Filosofía de la Religión,
Estudios y textos, Trotta, Madrid, 660.
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57 Francisco Suárez, (1548-1617) fue un gran filósofo y teólogo español, nacido en Granada, de una familia de ocho
hermanos, seis de los cuales ingresaron en religión. Es considerado el filósofo escolástico de mayor relevancia del s. XVI.
Ingresó joven en la Compañía de Jesús (Jesuitas) y enseñó en Segovia, Valladolid, Roma, Alcalá y Coimbra. Sus obras y
su enseñanza intentan renovar la filosofía escolástica, en la época de la Contrarreforma en España. De orientación
básicamente tomista, rechaza en muchos puntos las tesis tradicionales del tomismo, buscando a veces una vía de
conciliación entre esta corriente escolástica y el escotismo, o sosteniendo tesis independientes. Una de sus teorías
discutidas es el llamado congruismo, también llamado “ciencia media”, con el que intenta componer la aparente
contradicción entre la libertad humana y la presciencia y omnipotencia divinas (postura semejante al molinismo), y que
opone a la explicación que de esta cuestión ofrece Tomás de Aquino. Su obra de mayor importancia es Disputationes
metaphysicae [Disputaciones metafísicas] (1597). En De legibus ac legislatore [De las leyes y el legislador] (1612) trata
del derecho natural y el derecho de gentes, posteriormente llamado derecho internacional.
58 Como es el caso del pensamiento del italiano Antonio Rosmini y, en Francia, la llamada “Philosophie de l'esprit”, con
obra de Agostino Steuco en su De perenni philosophia libri X (1540), donde plantea a la filosofía escolástica como el
punto más alto de la sabiduría cristiana hacia la cual todas las demás corrientes filosóficas apuntan de una manera u otra.
La idea fue posteriormente asumida por Gottfried Leibniz, quien la usó para designar la filosofía común y eterna que
subyace tras todas las religiones.
60 El ockhamismo es la tendencia filosófico-teológica, más que escuela, iniciada por el franciscano Guillermo de Ockham.
Se caracteriza principalmente por su espíritu crítico contra muchos de los principios tradicionales de la Escolástica, una
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inicial crítica a Aristóteles y una cierta independencia del mismo, un marcado interés por el conocimiento experimental y
un nuevo enfoque de la ciencia, que se ocupa más del uso de términos que de objetos. La nueva orientación -marcada
sobre todo por la lógica lingüística y una nueva idea de ciencia- recibió el nombre de vía moderna. Su nominalismo y la
idea básica, no sólo de que el mundo es radicalmente contingente, sino también de que Dios, por su potencia absoluta,
puede crear cualquier otro mundo, le lleva a imaginar, aunque fuera en el terreno meramente hipotético, otras
posibilidades físicas distintas de las que existen realmente. Esta concepción influyó positivamente en las nuevas ideas
físicas que se cultivan, durante el s. XIV, en París y Oxford, sobre todo por parte de Juan de Mirecourt (1349), Nicolás de
Autrecourt (hacia 1350) y Juan Buridán (1358), el iniciador medieval de la teoría del ímpetu. Los llamados calculatores de
Merton, en Oxford, y algunas de las ideas de Nicolás de Oresme están posiblemente relacionados con los planteamientos
ockhamistas.
61 Francisco Suárez (1548-1617) fue un filósofo y teólogo español, nacido en Granada, de una familia de ocho hermanos,
seis de los cuales ingresaron en religión. Es considerado el filósofo escolástico de mayor relevancia del s. XVI. Ingresó
joven en la Compañia de Jesús (jesuitas) y enseñó en Segovia, Valladolid, Roma, Alcalá y Coimbra. Sus obras y su
enseñanza intentan renovar la filosofía escolástica, en la época de la Contrarreforma en España. De orientación
básicamente tomista, rechaza en muchos puntos las tesis tradicionales del tomismo, buscando a veces una vía de
conciliación entre esta corriente escolástica y el escotismo, o sosteniendo tesis independientes. Una de sus teorías
discutidas es el llamado congruismo, también llamado “ciencia media”, con el que intenta componer la aparente
contradicción entre la libertad humana y la presciencia y omnipotencia divinas (postura semejante al molinismo), y que
opone a la explicación que de esta cuestión ofrece Tomás de Aquino. Su obra de mayor importancia es Disputationes
metaphysicae [Disputaciones metafísicas] (1597). En De legibus ac legislatore [De las leyes y el legislador] (1612) trata
del derecho natural y el derecho de gentes, posteriormente llamado derecho internacional.
62 De entre las diversas condenas sufridas por estas tesis destacan las hechas por Esteban Tempier, obispo de París, en
1270 y 1277, que incluían además algunas tesis tomistas y, sobre todo, las teorías de Siger de Brabante y Boecio de Dacia,
profesores de la Facultad de Artes y claros defensores de las doctrinas averroístas. A este averroísmo (doctrinalmente
condenado de alguna manera) se le ha dado el nombre de “averroísmo latino”. Según esta postura, Aristóteles no podía ser
aceptado por la filosofía escolástica por no resultar compatible con los dogmas religiosos. Ésta fue una nueva ocasión de
plantearse cuál era el papel que debía otorgarse a la razón (sólo aceptable cuando se trataba de aplicarla a la lógica
aristotélica, pero no a las teorías físicas y metafísicas). Tomás de Aquino emprendió precisamente la tarea de depurar la
filosofía escolástica medieval del lastre de las interpretaciones averroístas, buscando una lectura de Aristóteles
compatible con la fe cristiana
63 Cfr. DANTE, Divina Commedia, Paraíso, Tomás de Aquino: X 98-99 y Siger de Bravante: X 133-138.
64 Siger de Brabante (ca.1235-1284) fue un filósofo escolástico belga, profesor de la facultad de artes de la Universidad de
París, donde defendió enérgicamente el papel autónomo de la filosofía frente a la teología. Junto con Boecio de Dacia fue
uno de los máximos representantes del averroísmo latino, en cuya defensa mantuvo una importante polémica con Tomás
de Aquino en 1270, y rechazó la distinción establecida por este autor entre esencia y existencia. A partir de la publicación
de De quindecim problematibus de Alberto Magno, en el año 1270, el obispo de París, Esteban Tempier, prohibió las tesis
de Siger y, en general, del averroísmo, que fueron nuevamente condenadas en 1277, año en que se prohibió a Siger seguir
enseñando. Debido a ello abandonó París y se trasladó a Orvieto, donde murió asesinado. Como averroísta defendía la
filosofía aristotélica a partir de la interpretación dada por Averroes, lo que conducía al conflicto entre las verdades
obtenidas por la reflexión filosófica, fundada en la experiencia y en la razón, con las verdades reveladas de la religión. Por
ello se le considera como un explícito defensor de la teoría de la doble verdad. Admite que algunas doctrinas aristotélicas
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Curso de Filosofía Medieval- Licenciatura en Historia-2016-2018
de Tomás, pero que el sentir popular reconocía por medio de la pluma del fiorentino como
intelectuales consecuentes y santos, además de ser una muestra de la pluralidad que existía
en el mundo medieval y a la cual aspiraba la catolicidad del cristianismo.
El S. XVI va a ser el tiempo en donde aparecen los grandes comentaristas del sistema
tomista que van a determinar su desarrollo como sistema de filosofía cristiana: podemos
destacar entre ellos a Tomás de Vio (conocido como el cardenal Cayetano 1468-1534), los
españoles Francisco de Vitoria (1492/1493-1546), el dominico Domingo de Soto (1494-
1560), el genial Melchor Cano (1509-1560) y Domingo Báñez (1528-1604), mencionados
por ser seguramente los más importantes.
Es por eso, que en muchos centros de estudio y formación eclesiásticas ocurre una
suerte de impostación o amalgama entre la llamada “philosophia perennis” referida al sistema
del dominico de Aquino y el pensamiento medieval, entendiéndolo sólo [en su máxima
restricción] como el pensamiento filosófico de la Iglesia católica. Esto ocurre –como ya hemos
señalado- porque el papa León XIII la va a asumir como ‘la’ manera (en superlativo) de hacer
filosofía para los creyentes, en un intento de conservar una identidad de la reflexión católico-
cristiana ante las novedades del modernismo y los deseos de aggiornamiento que algunos
sectores “progresistas” del momento comenzaban a exigir con mayor vehemencia, además de
establecer una tensión con la tendencia nostálgica que tendía a ver a la escolástica tomista
como un pasado de gloria del pensamiento cristiano.
como, por ejemplo, la eternidad del mundo, la doctrina de la unidad del entendimiento agente, único e idéntico para todos
los hombres (tesis que conducía a negar la inmortalidad individual) y la necesidad de todo lo existente no son compatibles
con las enseñanzas de la fe cristiana. Su sistema filosófico fue mucho más coherente y racional que el de muchos
coetáneos suyos, confundidos por la relación entre fe y razón. Entre sus obras destacan: De aeternitate mundi; De anima
intellectiva; De necessitate et contingentia causarum; Qaestiones naturales; Qaestiones logicales y Qaestiones morales.
65 El neotomismo es otro nombre que recibe la filosofía neoescolástica de los siglos XIX y XX, justamente por inspirarse,
por recomendación e imposición del magisterio eclesiástico, en la filosofía de Tomás de Aquino (“Decreto sobre la
formación sacerdotal”, 16, en Concilio Vaticano II, Constituciones, Decretos Declaraciones, Documentos pontificios
complementarios, BAC, Madrid 1965, 142-143). E. Gilson y J. Maritain son los personajes de esta época que más
destacan en su fidelidad al pensamiento tomista.
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Curso de Filosofía Medieval- Licenciatura en Historia-2016-2018
Esta comprensión de filosofía cristiana va a ser contestada por Étienne Gilson (1884-
1978) en una polémica ocurrida en la Sorbona de París el año 1931 entre un grupo de
filósofos católicos, entre los que estaba Blondel (1861-1949), y de pensadores no católicos,
donde destacaban Bréhier (1876-1952) y Brunschvicg (1869-1944). Gilson sostiene que
existe una filosofía cristiana propiamente dicha, porque el pensamiento de los autores
cristianos, tanto en la filosofía patrística como en la filosofía escolástica, al igual que en todo el
Medioevo y su influencia posterior; supone una aportación positiva peculiar que no se puede
reducir a los contenidos de la revelación, como tampoco al desarrollo de los conceptos
filosóficos griegos puros.
Dicho de un modo más simple, Gilson postula que la afirmación de una filosofía
cristiana supone la aceptación de que la escolástica posee una filosofía propia y original. Esto
significa que una parte es continuación del acervo occidental, ya que desprende de ella como
interpretación y actualización; al tiempo que es, de otra parte, ruptura y novedad con la
tradición filosófico heleno-romana. Gilson distingue entre las principales nociones cristianas
de la filosofía las siguientes:
Por su parte Bréhier, haciendo frente a las afirmaciones de Gilson, sostiene que la
“revelación” es ajena a toda crítica racional y que, en consecuencia, no puede establecerse
ningún vínculo entre fe cristiana y filosofía por ser realidades de distinta naturaleza. No es
posible afirmar la existencia de nociones auténtica y genuinamente filosóficas y cristianas al
mismo tiempo. Esto se constata en simple hecho que la filosofía cristiana fue en sus inicios
(neo)platónica y posteriormente de influencia aristotélica. No niega la existencia de la filosofía
medieval, pero no ve en ella otra cosa que una modulación de la filosofía griega y como intento
de conciliarla con la fe cristiana. El cristianismo no tendría mayor influencia en la filosofía,
como tampoco lo tiene en física o matemáticas… por lo que, en opinión de Bréhier, de manera
alguna no existe nada que pueda llamarse propiamente filosofía cristiana.
66 Cfr. A. LEVÍ, 1970, Étienne Gilson, Filosofía cristiana e idea del límite crítico, EUNSA, Pamplona.
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Curso de Filosofía Medieval- Licenciatura en Historia-2016-2018
Brunschvicg, por su parte, cree que los únicos conceptos verdaderamente filosóficos
de la supuesta filosofía cristiana son los que desarrolla Tomás de Aquino y su suerte de
reciclaje de Aristóteles, bajo la idea que Occidente no es otra cosa que –parafraseando la
famosa ironía de Whitehead- comentarios epígonales a los dos grandes sistemas del mundo
Helénico67, aquellos de Platón y Aristóteles. La discusión fue muy interesante por el hecho de
plantear las tres tendencias que se mantienen en abierta discusión hasta nuestros días…
v. La filosofía bizantina
De la misma manera que para poder abarcar mejor el periodo que nos interesa
tendremos que revisar el movimiento de la Patrística como algo más que un mero antecedente
indirecto de la reflexión filosófica medieval, debemos dedicar también alguna palabra (aunque
breve) a la filosofía que se desarrolla en el oriente cristiano: la filosofía en los límites del
imperio Bizantino68, que no abordaremos en nuestro curso pero que nos parece necesario al
menos mencionar y caracterizar someramente en sus ideas centrales. Durante el mismo
período de tiempo en que transcurre el desarrollo de la Escolástica medieval latina se articula
en Bizancio una interesante reflexión filosófica, articulada desde la caída del Imperio Romano
(S. IV), que supone su separación del Occidente, hasta la conquista de Constantinopla por los
turcos en el 1453.
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Curso de Filosofía Medieval- Licenciatura en Historia-2016-2018
tras el cierre de las escuelas de Atenas por Justiniano69 en el 529, instalándose primero en
Persia y luego en las regiones fronterizas del Imperio. Su característica primordial es la
disidencia contra la teología imperial –oficialista- y la filosofía –también oficialista- de la
Iglesia de Constantinopla, cuyo patriarca había sido proclamado “primado” -obispo principal-
de Alejandría, Antioquía y Jerusalén, en el intento de “hacerle el peso” al primado de
occidente: el obispo de Roma (el Papa). Los primeros filósofos bizantinos militan en las
corrientes heterodoxas cristianas de los nestorianos70 y monofisitas71 (herejías que vehiculan
el deseo de independencia respecto de Constantinopla). Los nestorianos eran partidarios de
Nestorio72, que separaba excesivamente las dos naturalezas, divina y humana, de Cristo,
69 Justiniano (Flavius Petrus Sabbatius Iustinianus 482-565) nació en Tauresium y murió en Constantinopla. Fue
emperador bizantino desde el año 527. Defensor del cristianismo, combatió la herejía arriana y el monofisismo. Además
de su intento de expandir su imperio hasta los límites del antiguo imperio romano, Justiniano es conocido por su actividad
legislativa. En su Corpus iuris civilis compiló todas las leyes desde la época de Adriano. Además, en los Digestum efectuó
un resumen de toda la jurisprudencia romana. También publicó los Instituta, un tratado elemental, dirigido a la juventud.
Pero, para la historia de la filosofía es más tristemente famoso por su edicto del año 529, que prohíbe a todos los paganos
el ejercicio de cargos públicos y la enseñanza: “prohibimos que enseñen ninguna doctrina aquellos que se encuentren
afectados por la locura de los impíos paganos. [...] Quienes contravengan esta orden y no se apresuren a volver al seno de
nuestra santa Iglesia, serán castigados, sus propiedades quedarán confiscadas y habrán de marchar al exilio”. Con ello se
prohibía la enseñanza de la filosofía, a la que consideraba un foco de paganismo y, en Atenas, se clausuraba la Academia.
A consecuencia de este cierre, Damascio, Simplicio y los últimos neoplatónicos marcharon hacia la corte del rey Cosroes
en Persia, aunque ya en el año 533 abandonaron este país, decepcionados por el nivel cultural persa. De hecho, ya en el
529, año del edicto de Justiniano, la antigua filosofía no cristiana ya estaba en franca decadencia, de manera que dicho
edicto fue solamente la puntilla a una previa situación de degradación. A partir de este momento, la única filosofía que
existirá a finales del mundo antiguo será la cristiana, fuertemente teologizada.
70 Nestorianos son grupo de cristianos orientales que siguen las enseñanzas de Nestorio, arzobispo de Constantinopla,
condenado por hereje en el año 431 por el Concilio de Éfeso. La doctrina nestoriana, que sigue las enseñanzas del gran
exegeta Teodoro de Mopsuestia, insiste en el carácter distintivo de la divinidad y humanidad de Jesús, lo que mueve a los
críticos de esta confesión a acusar a los nestorianos de creer que Cristo era dos personas distintas: el Hijo de Dios y el hijo
de María. Los nestorianos se establecieron como entidad religiosa separada cuando un amplio grupo emigró a Persia en el
año 489, para escapar de las persecuciones que se llevaban a cabo en el Imperio romano. Su centro intelectual fue la
escuela que fundaron en Nisibis, creando además obispados en Arabia y la India bajo la dirección de los patriarcas de
Seleucia-Ctesifonte. Perseguidos de vez en cuando por los persas seguidores del zoroatrismo, obtuvieron la protección
legal de los musulmanes en el año 637 tras la conquista árabe de Persia.
71 Monofisismo es una secta cristiana de los siglos V y VI (considerada herética) que mantenía que Cristo poseía una única
naturaleza (divina), en oposición por lo tanto a la doctrina ortodoxa que proclamaba las dos, divina y humana. Los
monofisitas quedaron confinados sobre todo a la Iglesia oriental aunque tuvieron alguna relevancia en Occidente.
Siguiendo instrucciones del papa León I, el Concilio de Calcedonia en el año 451 intentó seguir un camino intermedio
entre los puntos de vista ortodoxo y monofisita. El edicto resultante no satisfizo a estos últimos y la polémica continuó
cuando los coptos y la secta eutiquiana apoyaron las tesis monofisitas. La Iglesia de Oriente Próximo, en un intento de
eliminar la herejía, excomulgó a los monofisitas en la primera mitad del siglo VI, que de inmediato se separaron de la
ortodoxia cristiana. Más tarde se dividieron en dos facciones tras la polémica sobre la incorruptibilidad del cuerpo de
Cristo; después del año 560 surgió una tercera facción, los triteistas, los cuales concebían las tres personas de la divinidad
como tres dioses separados, por lo que las otras tendencias los consideraron heréticos. En Egipto, Siria y Mesopotamia las
comunidades monofisitas mantuvieron su presencia a pesar de la polémica. Aunque al fin fuera condenado en el año 680-
681 en el III Concilio de Constantinopla.
72 Nestorio, arzobispo de Constantinopla durante los años 428 a 431. Nestorio predicaba una variante de la doctrina
ortodoxa relativa a la naturaleza de Jesucristo. La doctrina ortodoxa predica que Cristo tiene dos naturalezas, una divina y
otra humana, las cuales, aunque distintas, están unidas en una persona y misma sustancia; Nestorio afirmaba que en Cristo
la forma divina y humana actuaba como una sola, pero no se fundía para componer la unidad de un solo individuo.
También afirmaba Nestorio que la Virgen María no podía ser llamada Madre de Dios, como la denominaban los cristianos
ortodoxos, ya que su hijo, Jesús, nació como hombre, derivando su divina naturaleza no de ella sino de su Padre, que le
engendró. Las doctrinas de Nestorio se propagaron a lo largo del imperio bizantino a principios del siglo V y generaron
numerosas polémicas. En el 431 el concilio de Éfeso declaró herejes las creencias nestorianas, depuso a Nestorio y le
exilió del Imperio persiguiendo a sus seguidores. Los nestorianos buscaron refugio en Persia, India, China y Mongolia
donde a principios de la época medieval la Iglesia nestoriana era poderosa, aunque su influencia fue muy limitada a causa
de persecuciones posteriores.
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asignándoles dos “personas”. Los monofisitas de Eutiques 73, quien sostenía que en Cristo sólo
había una naturaleza, la divina. En estas facciones de disidencia teológico-doctrinal van a
poseer una fuerte contenido político, cosa característica del pensamiento religioso-filosófico
bizantino donde ambos se mezclan. Estos movimientos se van a enfrentar en discusiones
teológicas sobre la ortodoxia, arropadas con argumentaciones filosóficas y de evidentes
consecuencias político-sociales.
73
Eutiques (378?-454?) era monje bizantino, defensor del monofisismo. Dio su nombre a la herejía más influyente de la
historia de la Iglesia, el eutiquianismo. Según su propia declaración en el año 448, Eutiques, también llamado Eutiquio,
vivió en un monasterio cerca de Constantinopla durante 70 años y fue archimandrita (o abad) durante 30 de ellos. Como
responsable de una comunidad monástica próxima a la capital bizantina y estrecho colaborador del emperador Teodosio
II, fue un aliado de san Cirilo, patriarca de Alejandría, en la controversia contra Nestorio aunque carecía de la inteligencia
y flexibilidad de Cirilo. Tras la muerte de éste en el año 444, Eutiques comenzó a imponer de manera inflexible la fórmula
de la única naturaleza del Encarnado. Fue acusado ante el sínodo local de Constantinopla y depuesto en el año 448 por
Flaviano, patriarca de Constantinopla. El papa León I ratificó la condena de Eutiques y se convirtió en el gran adversario
del eutiquianismo. En su famoso Tome destinado a Flaviano (449), el Papa definió la doctrina de las “dos naturalezas”
(divina y humana) en Jesús. Pero Dióscoro, sucesor de Cirilo, no aceptó la destitución de Eutiques y alentó a Teodosio a
convocar un concilio ecuménico. El Conciliábulo de Éfeso (449), presidido por Dióscoro, fue escenario de violentos
debates. El juicio contra Eutiques fue anulado y Flaviano depuesto y exiliado. Las peticiones de Roma y Constantinopla
de un nuevo e independiente concilio fueron inútiles. Pero a la muerte de Teodosio en el año 450, la emperatriz Pulqueria
y el emperador Marciano, que estaba a favor de la doctrina de las dos naturalezas, asumieron el poder, y se convocó un
nuevo Concilio ecuménico en Calcedonia en el año 451, en donde, el Tome de León I fue aceptado desde el principio.
Eutiques permaneció desterrado, aunque siguió haciendo campaña contra la doctrina de las dos naturalezas hasta su
muerte.
74 Juan Filopón (ca. 529 d.C.) o Juan de Alejandría, nacido en Cesárea, llamado Filóponos, “amante del trabajo”, por la
secta a que pertenecía, y también “el gramático”. Filósofo neoplatónico, contemporáneo de Simplicio, es un cristiano
monofisita, discípulo de Ammonio Hermias, y uno de los últimos miembros de la escuela de Alejandría que pudo enseñar
filosofía en ella. Halla su sitio en la historia de la filosofía por ser uno de los primeros en criticar las doctrinas
aristotélicas, cosa que hace en sus comentarios a los Meteorológicos, y en su escrito contra Proclo, rival de la escuela de
Atenas, Sobre la eternidad del mundo, contra Proclo (529), y otros comentarios sobre la física y la cosmología de
Aristóteles. Sostuvo por adelantado una cierta teoría del ímpetu que influyó en autores árabes y en algunos escolásticos.
75 Proclo (ca. 410/412 - 485) filósofo griego neoplatónico. Nació en Bizanzio y estudió en Alejandría. Posteriormente se
trasladó a Atenas, ciudad en la que vivió y enseño hasta su muerte. Formó parte de la llamada escuela ateniense
neoplatónica, junto con Plutarco de Atenas y Siriano, filósofos de los que fue discípulo. Sucedió a Domnino como
director de esta escuela. En conjunto, la obra de Proclo representa la plena sistematización escolástica del neoplatonismo,
labor en la que se propuso sintetizar en un corpus teórico las tesis de las religiones antiguas junto con la filosofía clásica
griega. Así, aunque es uno de los más importantes e influyentes pensadores neoplatónicos, su obra no se ciñó sólo a los
rasgos de esta escuela, sino que incorporó aspectos del aristotelismo y del estoicismo. No obstante, consideraba que,
realmente, sólo la obra de Platón era merecedora de ocupar el lugar más destacado en la historia del pensamiento, dando
especial importancia al Timeo y al Parménides. Esta síntesis la opuso al cristianismo, puesto que ante un cristianismo
consolidado ya oficialmente como única religión verdadera, Proclo reaccionó considerando tal pretensión de verdad
absoluta como una concepción dogmática opuesta a la auténtica filosofía. Proclo sistematizó la doctrina de las tres
hipóstasis de Plotino, y para solucionar el problema de la trascendencia del Uno respecto de las hipóstasis subordinadas,
elaboró una sutil distinción entre las nociones de identidad (la permanencia de la causa en sí misma o moné), diversidad
(proceso del proceder o proódos del ser) y retorno a lo idéntico (epistrophé). Mediante estos tres momentos dialécticos,
que fueron vistos por Hegel como una prefiguración de su concepción dialéctica panlogista, Proclo asumió en el propio
sistema neoplatónico los diversos desarrollos de las religiones, de la ciencia y de la filosofía de la antigüedad. La mayor
parte de las obras de Proclo son comentarios a textos de Platón, destacando sus comentarios a la República, al Timeo, al
Parménides, al Alcibíades primero, y al Cratilo. Escribió también un tratado de Teología platónica, pero su obra más
influyente fue los Elementos de teología, sobre la cual en el s.IX se efectuó una adaptación resumida escrita en árabe, que
fue traducida al latín en el s.XII, y fue conocida en Occidente como el Liber de causis. Esta obra, aunque basada en los
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Curso de Filosofía Medieval- Licenciatura en Historia-2016-2018
Areopagita (SVI)76, que será ampliamente comentado entre los medievales, y de Juan
Damasceno (SVIII) dedicaran gran parte de su trabajo a dialogar con la filosofía helénica, tal
como habían hecho el movimiento de los padres Capadocios 77. Al final de este período, el
patriarca Focio (820-891) va a liderar un movimiento de renacimiento intelectual tras las
luchas internas entre los iconoclastas (enemigos de las imágenes) y los iconófilos (partidarios
de las imágenes), que terminarán por dividir al país entero sumiéndolo en la violencia y la
intolerancia. Las obras emergidas de ese periodo más relevantes son Biblioteca, o
Amphilokhia que son obras de carácter centralmente enciclopédico.
En el SXI ocurre lo que podemos entender como el inicio -propiamente dicho- de una
filosofía bizantina realmente autónoma de la teología, esto ocurre particularmente a partir del
quehacer intelectual de Miguel Psellos (1018-1078), filósofo neoplatónico, que renovará el
interés por las ideas de Platón y de una lectura de Aristóteles más o menos independiente de
las categorías platónicas con que se le abordaba. Las corrientes filosóficas tradicionales
estaban articuladas por un platonismo aristotélico o un aristotelismo platónico que como
mezcla conlleva una confusión de algunos de sus términos centrales, generando entre ambas
textos de Proclo, fue considerada durante mucho tiempo como una obra de Aristóteles, razón por la cual la influencia de
Proclo se realizó de forma indirecta. Por otra parte, también los escritos del llamado Seudo-Dionisio, que tanta influencia
ejercieron durante la Edad Media, son una imitación de los de Proclo.
76 Con el nombre de Seudo-Dionisio se conoce un autor de inspiración neoplatónica y cristiana de finales del siglo V y
comienzos del VI cuyos textos fueron atribuidos a Dionisio el Areopagita, el cual, según los Hechos de los Apóstoles, fue
discípulo de San Pablo, quien lo convirtió al cristianismo en el Areópago de Atenas. Debido a que los escritos del Seudo-
Dionisio fueron atribuidos a aquel discípulo de San Pablo, adquirieron una gran importancia en la teología y la filosofía
medieval, especialmente a partir de su gran influencia sobre Escoto Eríugena. El Seudo-Dionisio no pudo haber vivido
antes del siglo V, ya que sus obras son en buena parte una imitación de las del filósofo neoplatónico Proclo, de las que
incluso aparecen transcritos párrafos enteros. Sus escritos aparecen citados por vez primera en el año 532 y, aunque
entonces se pensó que quizás eran apócrifos, posteriormente se consideraron verdaderamente escritos por el discípulo de
Pablo de Tarso. A partir de la traducción al latín efectuada por Escoto Eríugena, la influencia de los escritos del supuesto
Dionisio Areopagita fue cada vez más grande. Habría que esperar a que, después de un estudio filológico, Lorenzo Valla y
Erasmo descubrieran que, en realidad, tales escritos eran una imitación de las obras de Proclo en las que el ahora ya
llamado Seudo-Dionisio sustituyó los nombres de los conceptos metafísicos del filósofo neoplatónico por los de las
nociones teológicas cristianas. De esta manera aparece como un autor que quiso conciliar las tesis neoplatónicas con las
del cristianismo y, por ello, todo cuanto sustenta en sus obras, aun siendo realmente neoplatónico, el Seudo-Dionisio lo
atribuye a una mera exégesis de las Sagradas Escrituras. En especial, la procesión de las tres hipóstasis neoplatónicas
aparece en estos escritos como la manifestación de la santísima Trinidad. Según él, Dios es anterior al ser y a las ideas, e
identifica al Uno neoplatónico con el Dios Padre; a la segunda hipóstasis o logos con Jesucristo y a la tercera hipóstasis
con el Espíritu Santo. Por otra parte, al igual que Proclo, el Seudo-Dionisio defiende la teología apofática o teología
negativa: el máximo conocimiento es el no-saber místico, ya que para comprender a Dios es preciso prescindir de toda
determinación. El camino del conocimiento de Dios es doble: por una parte comienza con la vía positiva, que consiste en
predicar de Él las perfecciones simples de las criaturas; pero, por otra parte, acaba con la vía negativa, que consiste en
negarlas, pero no privativamente, sino en sentido trascendente. En esta segunda vía la negación es como una
superafirmación, que da lugar a la llamada via eminentiae o via excellentiae de los escolásticos. Dios está más allá de todo
concepto, ya que es supra-ser, supra-espíritu, supra-sustancia y supra-bondad. Dado que, por una parte, su obra es
propiamente neoplatónica pero, por otra parte, se consideraba escrita por un discípulo directo de San Pablo, las evidentes
discrepancias con respecto a la ortodoxia cristiana tendieron a ser difuminadas. No obstante, a pesar de su inspiración
neoplatónica, el Seudo-Dionisio no es propiamente monista ni panteísta ni emanatista. Ahora bien, en la medida en que
los filósofos posteriores desarrollaron sus tesis coherentemente, originaban un pensamiento que introducía en el mero
formulismo teológico oficial de la Iglesia, un elemento de problematicidad que tuvo en Escoto Eríugena a su representante
más destacado, por lo que tuvo el mérito de abrir caminos críticos dentro de un pensamiento que tendía a la
esclerotización.
77 Grupo de padres de la Iglesia griegos, constituido por Basilio de Cesarea, Gregorio Nacianceno y Gregorio de Nisa, a
quienes une una serie de rasgos comunes: proceden de Capadocia, región oriental del Asia Menor, son miembros de
familias ricas, que pueden facilitarles una gran formación, y, al pertenecer a una época en que el cristianismo ya ha sido
reconocido oficialmente, intentan integrar al cristianismo los valores de la cultura filosófica pagana.
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78 Se califican de “quietistas” (del latín quies, quietud) todas aquellas teorías religiosas que propugnan la unión mística
con la divinidad mediante la actitud de abandono pasivo del alma o el espíritu. Para unos es, en alguna medida, un rasgo
propio del fondo común de todas las religiones; para otros, es una degeneración de la verdadera actitud mística, que
supone la contribución y el esfuerzo del hombre. Formas de quietismo parecen observarse en la mayoría de religiones: la
abstención de la acción y la inmersión en la meditación con miras a la unión con la raíz de las cosas, que predica Laot-sé,
en el s. VI a.C.; actitudes pasivas parecidas se observan en el budismo zen, el brahmanismo, el hinduismo, el yoga. El
epicureísmo y el estoicismo afirman la necesidad de la apatheia, esto es, de la imperturbabilidad del ánimo. De ellos pasó
al cristianismo antiguo la idea de la indiferencia antes las cosas humanas para dedicarse a las del cielo.
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pasaran a infundir vigor a los renacentistas, que distinguirán cuidadosamente entre estos dos
autores.
A partir de lo expuesto podemos decir que el aporte de los filósofos bizantinos fue
ayudar a que Occidente conociera a Aristóteles y sus obras, que encontraran su lugar en el
apogeo de la filosofía de la Escolástica. Curiosamente en el SXV, tras la caída de
Constantinopla en manos de los otomanos, por medio de las estrategias diplomáticas que se
inician para buscar favorecer la unión de las Iglesias, nuevamente regalan a Occidente
material suficiente para conocer de primera fuente las obras de Platón, que constituirá uno de
los fermentos del humanismo del Renacimiento como podemos constatar en las obras de del
Maestro Eckhart, Nicolás de Cusa, Giordano Bruno y Marsilio Ficino.
Por Filosofía Árabe entenderemos a la filosofía propia del mundo islámico hecha en
lengua árabe, y que comprende un complejo conjunto de doctrinas filosóficas que se
desarrollan a lo largo de la historia del imperio árabe oriental y occidental. Se caracteriza esta
filosofía, al igual que la cristiana medieval, por tener que respetar las creencias de un libro
sagrado, en este caso el Corán, y verse obligada a definir sus relaciones, a veces tempestuosas
y contradictorias, con la religión o la teología. Surge propiamente en el s. IX, en Bagdad, en una
época culturalmente oscura para el mundo cristiano, cuando los califas de la era abbasida
(descendientes de al-Abbas, tío de Mahoma) inician la recopilación y traducción de
manuscritos de la filosofía griega.
Este período de traducciones, iniciado hacia el año 800, pero que alcanza su máximo
esplendor, sobre todo en lo que respecta a la filosofía, bajo el califato de al-Mamûn (813-833),
79Basilio cardenal Bessarion, (1395-1472) filósofo, teólogo y humanista, nacido en Trebisonda (Trabzon, Turquía). Uno
de los sabios bizantinos trasladados a Italia con ocasión, primero, del concilio de Ferrara-Florencia (1439) y, luego, de la
caída de Constantinopla (1453), nombrado cardenal de la Iglesia por Eugenio IV. Fue uno de los principales responsables
del inicio del Renacimiento platónico en Italia, que llegará a su plenitud con la Academia de Florencia. Discípulo de Jorge
Gemistos Pleton (1355-ca.1452), defensor de Platón en la polémica con Jorge Scholarios Gennadio (1405-ca. 1472),
defensor de Aristóteles, intenta armonizar ambas posturas. Así, escribe, contra Jorge de Trebisonda, o Trapezuncio (1395-
1486), In calumniatorem Platonis [Contra el calumniador de Platón], pero, por otra parte, traduce la Metafísica de
Aristóteles.
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Junto con ellas, comentarios que armonizaban Aristóteles con Platón, sobre todo de
Alejandro de Afrodisia. Se inicia, entre los mismos traductores, cierta obra filosófica propia, en
la que destacan el cristiano sirio Hunayn ibn Ishâq (808-873), con textos filosóficos y
teológicos a la vez, y Abû Bishr Mattâ ibn Yunis (muerto el 940), autor de comentarios a
Aristóteles. Se atribuye a este autor una discusión pública conocida como la “controversia de
Bagdad”, en la que se enfrenta como “filósofo” (seguidor de la lógica griega) contra un
“gramático” (el que interpreta el texto sagrado). A la filosofía que tomaron de los griegos los
árabes llamaron falsafa (a los filósofos, se les llamaba falasifa, plural de faylasuf); asimismo en
la época abbasida y apoyados por los mismos califas, desarrollaron una teología basada en el
Corán, pero con influencias también cristianas y judías, que llamaron kalâm, de contenido más
bien “apologético” y jurídico-religioso: quienes la practicaban eran llamados mutakallimûn y,
de éstos, los más antiguos se denominaron “mu'tazilíes” (“aislados”). El mutazilismo
representa, pues, la doctrina oficial del islam, y supone un pensamiento especulativo
importante que, de entrada, no se opone a la filosofía; son más bien racionalistas y dialécticos.
Abû Yûsuf Yaqûb ibn Ishâq al-Kindî (ca. 800-866)80 puede ser considerado el primer filósofo
del islam, dentro de la primera tradición helenizante; se opone a los mu'tazilíes y concilia
pacíficamente la filosofía con la visión religiosa del islam, iniciando así el primer racionalismo
filosófico musulmán.
Hacia el s. X este racionalismo adquiere un matiz radical y laico: Abû Bakr ibn
Zakaruiyâ al-Râzi (864-925), llamado “Rahzés” por los latinos, médico, alquimista y filósofo,
plantea una disyunción absoluta entre filosofía y creencia: no se puede al mismo tiempo ser
filósofo y creer en las “fábulas” de los profetas; su obra fue destruida y sólo quedan
testimonios de sus doctrinas en otros autores. A esta misma época pertenecen los científicos,
matemáticos y astrónomos al-Birûnî, al-Khwârismî e Ibn al-Haitam, el “Alhacén” de los
escolásticos latinos. Asimismo en esta época crece con fuerza el sufismo (quizás transcripción
del griego , sophós, sabio, los “sufíes” son místicos y santones), que se manifiesta como
un movimiento espiritual de carácter místico, pero también especulativo, opuesto durante un
80 al-Kindi, Abû Yûsuf Yaqub ibn Ishaq al-Kindi (ca. 800-866) filósofo y físico árabe, conocido como Alchindus, por la
tradición latina, y que por haber nacido en Kufa, Persia, de una tribu procedente de Arabia del Sur, fue llamado el
“filósofo de los árabes”; se le considera el primer filósofo del islam y su fama, dentro de la filosofía árabe, sólo fue
superada por al-Farabi y Avicena. Vivió en Bagdad en la época floreciente de los califas abasidas al'Mamun y al-Mutasim
(833-842), tradujo la Metafísica de Aristóteles, así como la denominada Teología de Aristóteles (en realidad, parte de las
Enéadas de Plotino) y sostuvo una filosofía medio aristotélica y medio neoplatónica. Defendió la idea de la creación del
mundo y la superioridad del conocimiento revelado sobre el filosófico, y consideró la astrología como una ciencia.
Algunas de sus obras fueron traducidas al latín por Gerardo de Cremona (s. XII).
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Al-Fârâbî81, filósofo sufí, sigue la pauta de los helenizantes, inicialmente trazada por al-
Kindî, procurando armonizar Aristóteles con un Platón más bien neoplatónico. A él se deben
los temas más básicos y característicos de la filosofía medieval árabe y, por lo menos
parcialmente, también de la cristiana. Prosigue sus mismos planteamientos el célebre e
influyente Ibn Sînâ, Avicena (980-1037)82, cuyas obras traducidas al latín suponen el masivo
ingreso del pensamiento de Aristóteles en occidente.
En esta misma época, la pacífica convivencia entre filosofía y teología aparece también
en la actividad intelectual de los “hermanos de la pureza”, comunidad ismailiana de la ciudad
de Basora, cuyos objetivos apuntan nada menos que a purificar la religión a través de la
filosofía (también neoplatónica). A partir de 1055, con la llegada al poder de los turcos
seldyúcidas, el giro social favorece el aprecio de la teología y desprecio de la filosofía. Con Al-
81 Al-Farabi, Abû Nasr Muhammad ibn Muhammad ibn Tarhân ibn Azwalag al-Fârâbî (870-950) filósofo y científico
árabe, originario de la región de Farab, en el Turquestán, de donde tomó el nombre, y una de las más grandes figuras de la
filosofía árabe, llamado “segundo maestro” con relación a Aristóteles. Pasó su vida en Bagdad, Damasco y Alepo. Cultivó
preferentemente la lógica, y siguió la tendencia de su época de interpretar de forma concordada a Platón y Aristóteles,
aunque en cuestiones teóricas se inclina por el segundo y en las cuestiones prácticas por el primero. Desarrolló un
pensamiento político, acomodando la teoría platónica de la sociedad ideal, con la figura central del “filósofo-rey”, en su
caso el “imán-filósofo”, a la situación de su tiempo, en que se desintegraba el imperio abasida y proliferaban las sectas. Se
le atribuyen, como teorías filosóficas principales, la distinción de esencia y existencia, que llegó al mundo latino a través
de Avicena y que, en el fondo, es la afirmación de la contingencia de las cosas, haciendo de la existencia un predicado de
la esencia; la formulación de una teoría metafísica de la creación, que él explica como emanación del Uno o del Primero;
la introducción de un entendimiento adquirido entre el entendimiento activo y el pasivo de Aristóteles. Cultivó además la
física, las matemáticas, la astronomía y la música, de la que fue uno de los teóricos árabes de mayor importancia. Entre
sus obras destacan La ciudad ideal, traducida también como Ideas de los habitantes de la ciudad ideal, su obra política más
importante, y el Libro de la armonización de las opiniones de dos sabios: Platón y el divino Aristóteles.
82 Avicena (Abû 'Alî al Husayn Ibn Sinâ) (980-1037) filósofo y médico persa, nacido en Afshana, cerca de Bujâra, cuyo
nombre los medievales pronunciaban “Aben Sina”, hijo de un alto funcionario de la dinastía samaní; es una de las
cumbres de la filosofía árabe. Niño precoz, al que se dio una educación enciclopédica -sabía gramática, geometría, física,
medicina, derecho y teología-, a los diecisiete años fue llevado a la corte donde curó al príncipe Nuh ibn Mansûr, y allí
pudo disponer de una gran biblioteca para sus estudios. Según cuenta en su Autobiografía, tras leer cuarenta veces la
Metafísica de Aristóteles, sólo llegó a entenderla porque llegó a sus manos Diseño de la metafísica, de al-Fârâbî; a los
dieciocho años conocía ya toda la cultura de su época. Ejerció el cargo político de visir más de una vez, fue médico de
príncipes y residió en muchas ciudades del Irán y sirvió en varias cortes, pero halló tiempo para dejar una obra con más de
doscientos títulos. Destaca entre ellos Canon de medicina, obra de enorme influencia histórica, El libro del juicio
imparcial, del que quedan sólo fragmentos pero que representaba su lectura anotada de filósofos anteriores en 20
volúmenes, y sobre todo El libro de la curación, enciclopedia en cuatro partes: lógica, filosofía de la naturaleza,
matemáticas y metafísica, su obra más conocida por los escolásticos cristianos. La traducción al latín de parte de sus
obras, en el s. XII, supone un nuevo ingreso de Aristóteles en occidente, aunque en la versión que suele llamarse
neoplatónica, y la renovación de los conocimientos filosóficos que los escolásticos tenían de la filosofía griega. En la
misma línea helenizante de al-Fârâbî, desarrolla sus mismos temas: reintroduce la idea del “ser en cuanto ser”, de
Aristóteles, como objeto de la metafísica y a él debe el occidente cristiano la orientación “esencialista” de la filosofía que
siguen autores como Duns Escoto; una concepción del alma, que presagia la de Descartes, entendida como sustancia
inmaterial que puede conocerse a sí misma (como subraya en su experimento mental del “hombre que vuela”, suspendido
en el aire, con los brazos extendidos y los ojos vendados: no tiene más conocimiento de sí mismo que el de que existe); la
distinción entre esencia y existencia, entendida ésta como accidente o cualidad de aquélla, en la que Tomás de Aquino
basará su tercera vía, o de la contingencia. No es, pues, de extrañar que se afirme que Avicena es el primer filósofo
medieval que desarrolla un sistema verdaderamente metafísico.
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Curso de Filosofía Medieval- Licenciatura en Historia-2016-2018
Hacia 755, con la formación del emirato de Córdoba y luego, en el 929, con el califato,
comienza en la Península Ibérica la dominación musulmana y el desarrollo progresivo del
islam occidental, en tierras de Andalucía, que toma la alternativa filosófica del oriente
islámico. La primera figura filosófica parece ser Ibn Masarra, de origen no árabe, nacido hacia
883, y que viaja a Medina y La Meca y no regresa hasta el reinado del omeya Abd al-Rahmân
III; sostiene la utilidad de la filosofía para desentrañar el sentido oculto del Corán y la ley
religiosa, a través de una comprensión racional del mundo, con un trasfondo de ideas de
origen gnóstico y neoplatónico. En la misma línea se halla Ibn Hazm (994-1064), de Córdoba,
jurista y teólogo, que enseña y escribe durante la época de la reacción antifilósófica y
anticultural de al-Mansûr, que manda destruir los 40.000 volúmenes de la biblioteca de los
califas de Córdoba.
83 Algazel, Abû Hâmid Muhammad ibn Muhammad ibn Tawus Ahmad al-Tûsî al-Shafî (1058-1111) teólogo y jurista
islámico, nacido en Ghazaleh, Irán, por lo que su nombre debería escribirse al-Ghazali. Los medievales lo conocieron
como Algazel y le consideraron, equivocadamente, filósofo y el mejor discípulo de Avicena, aunque en realidad era un
teólogo que se interesó por la filosofía sólo para combatirla acérrimamente. Aparte de una defensa del islam, Composición
en cuarenta libros, llamada también “Prueba del islam”, escribe con finalidades antifilosóficas un tratado en dos partes:
Las intenciones de los filósofos, parte expositiva, y La incoherencia de los filósofos, parte crítica en la que rebate sus
afirmaciones: el occidente latino sólo conoció la primera parte, traducida por Domingo Gundisalvo, y de ahí provino el
error de considerarlo filósofo avicenista. En cambio, Averroes le critica en su obra titulada Incoherencia de la
incoherencia, que en latín se conoció como Destrucción de la destrucción. No siendo, por tanto, propiamente un filósofo,
Algazel se enmarca dentro de la reacción teológica contra la filosofía árabe, de finales del s. XI, que recurre, no obstante,
a la dialéctica racional para criticar las afirmaciones filosóficas.
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Avempace84, nace en Zaragoza y muere en Fez, hacia 1138. Médico, matemático y astrónomo,
ocupa cargos públicos en Zaragoza y luego en Sevilla, y es el prototipo de filósofo árabe
racionalista e incrédulo. Porque escribe en una época de descomposición política de los reinos
de taifas y de las conquistas de Alfonso VI de Castilla, pese a defender la filosofía como forma
teorética de vida, se refugia en un sistema de vida solitaria, en la que los ideales filosófico-
políticos de al-Fârâbî se reducen al logro de una unión individual del hombre con las
inteligencias separadas, o entendimiento general. Tal como expone en su Régimen del
solitario, los hombres que alcanzan este autoconocimiento por vía intelectual, esta vida
estrictamente filosófica, son los que constituyen, en la tierra, la única ciudad ideal posible, en
la que no hay necesidad ni de médicos ni de jueces; los hombres solitarios de Avempace han
alcanzado la perfección. En astronomía, Avempace se adhirió a las ideas de Al-Bitrûgi, (el
Alpetragius latino) con la intención de corregir las teoría ptolemaica de los epiciclos con la
cosmología aristotélica.
84 Avempace o Ibn Bâjja, Abû Bakr ibn al Saigh (final s. XI-1138) filósofo árabe español, nacido en Zaragoza, conocido
como Avempace entre los latinos. Médico, matemático y astrónomo, fue visir de Zaragoza, ciudad que abandonó tras ser
conquistada por Alfonso I de Aragón en 1118; vivió en Játiva y Sevilla, y murió finalmente en Fez. Es el prototipo de
filósofo racionalista árabe que, en medio de la polémica entre filosofía (falsafa) y teología (kalam), se decide por la
primera como forma de vida y, llevado por el sentimiento de crisis que proviene de la situación de descomposición
política árabe en la península Ibérica, la interpreta como vida solitaria, que persigue la reforma de la sociedad por la vía
individual. El régimen de esta vía solitaria, del que sólo es capaz el sabio, se inspira en las teorías filosófico-políticas de
al-Farabi, y suponen un proceso de conocimiento de sí mismo por una especie de ascensión mental hasta la Inteligencia
separada, el entendimiento agente aristotélico, que identifica con Dios. En esta ascensión hay tres clases de hombres: el
hombre del mundo visible, apegado a lo sensible y que permanece en el interior de la caverna platónica; el sabio, liberado
de la caverna y capaz del conocimiento abstracto, y los que ya son forma pura, sin materia. Comentó diversos tratados de
Aristóteles, pero su obra más conocida, aunque inacabada, es Régimen del solitario. Influyó, de forma especial, en
Averroes y Alberto Magno.
85 Averroes (Ibn Rushd o Aven Rushd) (1126-1198) El más importante de los filósofos árabes de la Edad Media, conocido
como “Averroes” por los latinos, nació en Córdoba, de familia de juristas. Adquirió una erudición enorme, que abarcaba
todos los campos del saber: teología, derecho, poesía, medicina, matemática, astronomía y filosofía; ejerció el cargo de
qadi (juez) en Sevilla y fue médico, desde 1182, en la corte de Abû Ya'qûb Yûsuf, rey almohade, quien le encargó
comentar las obras de Aristóteles. Sus enemigos consiguieron hacerle caer en desgracia ante el hijo y sucesor de Yûsuf,
al-Mansûr, que lo exilió a Lucena, cerca de Córdoba; murió en Marruecos, pero sus restos fueron trasladados a Córdoba.
Escribió tres tipos de obras: Grandes comentarios (o comentarios literales sobre los textos de Aristóteles), Comentarios
medianos (donde con un estilo más de su tiempo cita sólo las primeras palabras de los textos) y Resúmenes y Epítomes,
que son explicaciones aristotélicas breves, pero más personales (en las que critica a sus antecesores; a Avicena, por
ejemplo). Impuso tal rigor en sus comentarios que no sólo le merecieron el sobrenombre de “el comentador” (de
Aristóteles), sino que se impusieron entre los escolásticos latinos, entre ellos Tomás de Aquino, como modelo de
comentario. Su fama, no obstante, se debe sobre todo a la manera como plantea la relación entre filosofía y teología, y a su
oposición a la reacción teológica protagonizada por Algazel, contra quien escribió Incoherencia, conocida en latín como
Destructio destructionum [Destrucción de la destrucción]. Según su Tratado decisivo sobre el acuerdo entre filosofía y
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literales a Aristóteles, tan influyentes luego en el mundo cristiano, su manera de entender las
relaciones entre filosofía y religión puede considerarse una aportación paradigmática para
toda la filosofía medieval. Su postura de total autonomía filosófica queda reflejada en su obra
de crítica a al-Ghazâlî, Incoherencia de la incoherencia, también conocida como Destrucción de
la destrucción. Muchas de sus ideas pasarán a la escolástica medieval cristiana con el nombre
de averroísmo latino. La suerte final de Averroes, que debe marcharse al exilio de Lucena,
cerca de Córdoba, significa también, aunque sea sólo por coincidencia temporal, el fin de la
filosofía islámica en occidente. A finales del s. XII, la política de intolerancia de los almohades
anuncia el final del interés por la filosofía y el pensamiento racional del mundo islámico de
occidente. A partir de ahora, a través de las escuelas de traductores, la filosofía árabe pasa al
mundo cristiano en forma de traducciones de la filosofía griega y comentarios.
religión, los hombres se dividen en tres clases: la clase “retórica” de los incapaces de interpretar el texto sagrado y capaces
sólo de entender la predicación; la clase de los “dialécticos”, esto es, los capaces de argumentar lógicamente a partir de
premisas sólo probables, y la clase de los “filósofos”, capaces de una auténtica interpretación a partir de demostraciones
verdaderas. Hay, por lo mismo, una sola verdad del texto sagrado, aunque accesible según dos sentidos: unos (los
retóricos) acceden sólo a su sentido literal y manifiesto, mientras que las otras dos clases de hombres acceden a su sentido
profundo y oculto. Los teólogos son los maestros de la fe, pero no añaden nada propio en su comprensión, y si divulgan el
sentido oculto no causarán más que despropósitos. De ahí que se le atribuyera durante el s. XIII en las discusiones
escolásticas, la teoría de la doble verdad, que en realidad no sostuvo. Sí sostuvo, al parecer, la tesis del “entendimiento
separado”, constituido tanto por el entendimiento agente como por el entendimiento pasivo. Ambos son independientes
del individuo, no engendrados y únicos para toda la humanidad, y ninguna de ellos es forma sustancial del cuerpo; actúan
de forma distinta en el acto de conocer o en la formación de conocimiento en el hombre: el entendimiento agente actúa
como forma o acto que suscita el conocimiento de lo inteligible, y el paciente o material (hílico) como capacidad o
potencia de entender. Para Averroes, la ciencia o el conocimiento -que explica de forma muy compleja- es un proceso de
adquisición (el “entendimiento adquirido”, de Alejandro de Afrodisia) de esta fusión del entendimiento agente con el
paciente, a modo de materia y forma; un proceso ideal en el que la adquisición completa del conocimiento supone la
pérdida de la propia individualidad (y la ganancia de un yo común). A esta especie de alma o entendimiento universal
llamó Leibniz “monopsiquismo”. Las doctrina de Averroes sobre el entendimiento separado son tradicionalmente
confusas; los escolásticos las entendieron como una afirmación de que el hombre no es personalmente inmortal. Esta
afirmación, junto con la de la eternidad del mundo y la acusación de mantener la doctrina de la doble verdad, configuraron
el denominado averroísmo latino. Averroes ejerció una enorme influencia en todos los comentarios aristotélicos de los s.
XIII al XVII.
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Libro de las definiciones, Libro de los elementos, Libro del espíritu y del alma y Libro de las
sustancias, imitan las del primero de los filósofos árabes, al-Kindi (ca. 800-866). Escribe en
árabe y es de orientación neoplatónica; influirá notablemente en Alberto Magno. Saadi ben
Josef de Fayum (882-942), rabino, que se establece en Bagdad, y autor de obras de carácter
enciclopédico, es defensor de una concordancia, al estilo de los escolásticos latinos, entre
religión y razón. Su obra, De las creencias religiosas y las doctrinas filosóficas representa una
justificación racional de las creencias religiosas.
Las grandes figuras del judaísmo filosófico son, sin embargo, Salomón ibn Gabirol (ca.
1022-1057/70), Avicebrón para los latinos 86, y sobre todo Maimónides (1135-1204) 87, ambos
judíos españoles. El primero se inscribe, con su obra Fons vitae, dentro de la tradición
aristotélica de fondo neoplatónico, común entre los árabes; el segundo se muestra aristotélico
decidido, cuando plantea, en Guía de perplejos, una concordancia entre teología judía y
pensamiento racional, según una metafísica inspirada en Avicena y Averroes. Juda ha-Levi
86 Avicebrón (Salomón Ibn Gabirol) (ca. 1022-1057/70) filósofo judío nacido en Málaga, el primer filósofo judío español
y uno de los pensadores hebreos más importantes de la Edad Media, a quien los cristianos conocían como poeta religioso,
autor de La corona real. Su obra filosófica, atribuida entonces a un árabe al que llamaban Avicebrón o Avencebrol, cuyo
título en la traducción latina es Fons vitae [Fuente de la vida], escrita en árabe, fue criticada por Alberto Magno y, sobre
todo, por Tomás de Aquino, y acusada de materialismo, por defender que el entendimiento piensa por su propia naturaleza
material, y de neoplatonismo, respectivamente. Avicebrón es partidario del hilemorfismo universal: todo menos Dios, es
materia y forma, también las sustancias espirituales. A esta orientación aristotélica básica añade la de entender la filosofía
como orientada a unir el alma con el mundo inteligible, que tanto es el entendimiento separado, de Aristóteles, como el
mundo de las ideas de Platón. Para Avicebrón, filosofía es “conocimiento de sí mismo”.
87 Maimónides (Rabí Moshé ben Maimon) (1135-1204), médico y talmudista hebreo español. Nació en Córdoba, pero a
los trece años, debido a las persecuciones iniciadas por los almohades, marchó de su ciudad natal junto con su familia.
Transitoriamente se instalaron en Almería y posteriormente se trasladó a Fez. En dicha ciudad simuló su adhesión al
islamismo, aunque toda su vida se mantuvo fiel a las creencias y prácticas judías. En 1165 marchó a San Juan de Acre, y
finalmente a El Cairo, ciudad en la que fue nombrado rabino, y en la que ocupó los más grandes cargos como médico del
Sultán hasta su muerte. Entre los árabes fue conocido como Abou Amran Mousa Maïmun Obad Allah. Obtuvo el más alto
reconocimiento como médico y filósofo, y destacó especialmente como intérprete de la ley hebrea. De entre sus obras
filosóficas -escritas en árabe- destacan, el Libro de la elucidación (1168), la Mishne Torah (1180, traducida como La
mano fuerte), y la Guía de perplejos (1190). En el Libro de la elucidación efectuó un completo estudio de la ley hebraica,
y en la Mishne Torah recopiló e interpretó las normas rituales de la tradición judía. En ambos libros se muestra un afán
por armonizar la fe y la razón, la religión y la filosofía. Pero donde esta tendencia sintetizadora se manifiesta más
elaborada es en su obra principal: la Guía de los perplejos, considerada por algunos autores como la obra más completa
del judaísmo rabínico. No obstante, en dicha obra, Maimónides tiende hacia una interpretación racionalizadora y alegórica
de la Ley, lo que le valió la condena por parte de los defensores del judaísmo ortodoxo, que se inclinaban por la
interpretación literal de los textos sagrados. Esta armonización entre fe y razón la efectuó a partir de una reinterpretación
del aristotelismo, que conocía a través de Averroes y, especialmente, a través de Avicena. Afirmaba que fe y razón no se
oponen sino que, bien al contrario, convergen. Pero para que esto sea manifiesto, y para eliminar las indecisiones de los
perplejos, que son aquellos a los que la lectura de los textos filosóficos les hace poner en duda la fe, considera que es
preciso hacer una exégesis de los textos de las Escrituras de forma alegórica, de manera que entonces, según él,
desaparecen las aparentes contradicciones entre la racionalidad y la creencia. A pesar de que dicha armonización entre
filosofía y religión se apoyaba en el aristotelismo, Maimónides no dudó en oponerse a Aristóteles en aquellas cuestiones
en las que “el filósofo” contradecía abiertamente los textos sagrados y no era posible, ni aún a través de interpretaciones
alegóricas, armonizar éstos con el pensamiento racional. Los temas de especial fricción eran los relacionados con el origen
del mundo, en los que se daba una contradicción entre las tesis de las Escrituras -que sustentan que el mundo fue creado
por Dios-, y las tesis aristotélicas que sostenían que es eterno. Pero, puesto que en estos conflictos la razón no puede
probar ni una ni otra tesis y, por tanto, no puede pronunciarse, debe darse prioridad a la revelación. No obstante, la
mayoría de las veces, sustenta Maimónides, la razón está en disposición de acudir en favor de las tesis de la fe. Así, por
ejemplo, y adelantándose a Alberto Magno y a Tomás de Aquino (que recibieron una gran influencia de Maimónides),
sustenta -en base a la teoría aristotélica del motor inmóvil- que la razón puede demostrar la existencia de un único Dios.
Aparte de las mencionadas obras filosóficas escribió numerosos tratados científicos y médicos.
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Extinguida la filosofía judía en la zona del Islam oriental hacia el s. XIII, se renueva no
obstante en occidente, pese a no dar figuras que superen la de Maimónides, tras entrar en
contacto con el mundo cristiano, con ocasión sobre todo del avance de la reconquista española
y de las escuelas de traductores. Destaca, en este período, Shemtob ben Joseph ibn Falqera (ca.
1223-1291), traductor y autor de Guía de la guía, en la que compara a Maimónides con
Averroes, autores cuyas teorías dominarán hasta el s. XV. Los escritos de los judíos españoles
de esta época, por otra parte, reflejan las apariciones recientes de obras cabalísticas, como el
Sefer ha-Zohar (Libro del esplendor), atribuido a Moisés ben Shemtob de León y publicado
hacia 1280. La historia de la filosofía judía en España inicia su fin cuando comienza la
actuación del tribunal de la Inquisición.
Las figuras sobresalientes de esta última época son Leví ben Gerson, Gersónidas
(1288-1344), matemático, astrónomo y filósofo, del Languédoc, cuya producción literaria, por
cantidad y estilo, puede compararse con la de un escolástico latino. Sigue a Maimónides y a
Averroes, cargando el acento en este último. Su obra más conocida es Las guerras del Señor.
También figura Hasdai Crescas (1340-1410), rabino en Barcelona y Zaragoza, escribe en
catalán y hebreo y participa de la reacción contra la filosofía aristotélica, escribiendo La luz del
Señor, con críticas a Maimónides y a Gersónidas. Por otra parte León Hebreo (ca. 1460-1523),
cuyo nombre verdadero es Juda Baravanel, portugués que se refugia en Italia, representa el
contacto del judaísmo con el renacimiento y el humanismo; sus Diálogos de amor (1502)
influyen en la Academia de Florencia y en Marsilio Ficino. Eliya Delmedigo (ca. 1460-1497) es
un averroísta que enseña en la universidad de Padua.
88 Yehudá Haleví (Yehudá ben Samuel ha-Leví) teólogo judío español, nacido en Tudela, aunque vivió en Córdoba,
Granada y Egipto. Defiende la superioridad de la religión revelada sobre las verdades a las que puede acceder la razón,
por lo cual también ensalza la intuición como camino de conocimiento. Su obra principal es la conocida como Kuzarí,
diálogo teológico filosófico, o Libro de la prueba y el fundamento sobre la defensa de la religión menospreciada, en la
que defiende la posición teológica judía ortodoxa ante el cristianismo y los musulmanes, e igualmente defiende la religión
judía sobre la tradición filosófica griega y romana, aunque para hacerlo se inspira en formulaciones neoplatónicas y
aristotélicas.
.
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con anterioridad a la filosofía escolástica, y a los temas con influencia posterior que ella marcó
en lo que conocemos como renacimiento.
respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran
vuestra buena conducta en Cristo”(1 Pe 3, 5-18).
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puntal va a ser Boecio (480-524)91 conocido como el “último de los romanos”, en sus
Comentarios a las Categorías, en De interpretatione de Aristóteles y, en su Consolación de la
filosofía, se exponen las ideas que pueden considerarse el inicio de la tradición europea latina
como enlace y continuidad con la cultura griega. Boecio fue autor también de obras teológicas
influyentes, como su De Trinitate y La fe católica. En ellas prefigura el modelo del filósofo
medieval latino: agudos filósofos y fervientes teólogos al mismo tiempo. En su comentario a la
Isagogé de Porfirio se encuentra el comienzo de la disputa de los universales: discusión que va
entretener y comprometer a todas las generaciones sucesivas de escolásticos, de manera
tanto pacífica como beligerante. Otra cosa que tiene a su haber es haber sido el autor de la
famosa distinción entre “ser” y “ente”, que Heidegger reflotará y hará popular en la filosofía
contemporánea.
91 Filósofo y teólogo romano, de la ilustre familia de los Anicio, que en el s. V había dado dos emperadores y un papa,
nació en Roma y se educó en Atenas; fue cónsul en 510 del rey ostrogodo Teodorico y, luego, en 520, su ministro
principal (magister officiorum). Acusado de conspirar contra el emperador, fue encarcelado en Pavía y ejecutado al año
siguiente. Considerado por el historiador Martin Grabmann como el “último de los romanos y el primero de los
escolásticos”, con él se inicia la cultura y el pensamiento de la Edad Media. Gracias a él la Edad Media conoció la cultura
griega, y el occidente latino comienza a conocer alguna de las obras de Aristóteles. De su proyecto inicial de traducir gran
parte de las obras de Aristóteles y de Platón, sólo se hicieron realidad un comentario a la Isagogé de Porfirio (según la
traducción de Mario Victorino), que luego renovó con otro comentario personal suyo, la traducción y el comentario a
Categorías, la traducción iniciada Sobre la interpretación y dos comentarios sobre la misma obra, además de la traducción
de Analíticos primeros y Analíticos segundos, Elencos sofísticos y Tópicos, obras que marcan la primera entrada de
Aristóteles a occidente.
92 Casiodoro (Flavius Magnus Aurelius, llamado Cassiodorus / ca. 480-ca. 575) nació en Squillace, Calabria; amigo y
discípulo de Boecio, y también como él ministro de Teodorico, se retiró finalmente a un monasterio de Vivarium, fundado
por él mismo. Igual que Boecio, es uno de los últimos exponentes de la civilización antigua a las puertas de la Edad
Media, y comparte con él el título de “salvador de la civilización occidental”. Sus obras son básicamente compilaciones
enciclopédicas, llamadas Instituciones, en las que distingue las artes liberales en trivium y quadrivium. Se dice que
introdujo entre los monjes la costumbre del trabajo intelectual, añadido al manual y a los rezos, inculcándoles la copia de
manuscritos antiguos, la traducción de obras del griego y la compilación de escritos.
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Venerable (672-735)93. Cabe notar que es en este periodo que comienza a surgir el
sentimiento de nostalgia de la centralidad imperial que va a llevar a la cristiandad a buscar un
restablecimiento del Imperio romano desde Carlomagno hasta el Sacro imperio y que sigue
apareciendo de cuando en cuando en las ideologías religiosas con pretensiones políticas
temporales.
93 Beda, el Venerable (674-735) escritor irlandés, doctor de la Iglesia, nacido en Northumbria; fue monje del monasterio
de Jarrow, fundado en 682 por Benito Biscop. Su gran mérito es haber fundado la escuela episcopal de Jarrow, de donde
surgió el monje Alcuino y, con él, el espíritu de renovación intelectual de occidente en el s. VIII. Además de llevar a cabo
recopilaciones y transcripciones de textos antiguos, escribió obras de cierta aportación personal, como De natura rerum,
sobre el universo, De ratione temporum, sobre historia.
94 Las artes liberales refiere al sistema educativo de la Antigüedad tardía griega y romana y de la Edad Media, propio de
los “hombres libres” (puesto que eran las ejercitadas por la razón) en oposición a las artes serviles, o manuales, propias de
los siervos (ejercitadas con el cuerpo). Agustín de Hipona las denominó artes saeculares, enumerando entre ellas la
gramática, la retórica, la dialéctica, la aritmética, la geometría y la astronomía. Esta denominación partía de la acepción
del término arte entendido como conjunto de reglas idóneas para dirigir una determinada actividad, es decir, como
sinónimo de una de las acepciones del término técnica, no en el sentido contemporáneo de actividad orientada a la belleza.
El primero en fijarlas en número de siete (septem artes liberales) es, no obstante, Marciano Capella, en el s. V. Esta
división sirvió para establecer los estudios durante la Edad Media. Así, a partir de la reforma de las enseñanzas efectuada
en el siglo XI por Alcuino, las tres primeras artes liberales: gramática, retórica y dialéctica, formaban el trivium, artes del
decir, y las cuatro restantes geometría, aritmética, astronomía, música, formaban el quadrivium, artes de lo dicho. En el
transcurso de la Edad Media se dio importancia ora a uno de los grupos ora al otro, según los períodos y sus enfoques
doctrinales. Escoto Eriúgena, por ejemplo, da mayor importancia al quadrivium, mientras que los dialécticos del s. XII
favorecen el estudio del trivium. La entrada de todas las obras lógicas de Aristóteles impulsa el trivium, mientras que los
estudios árabes de carácter positivo favorecen el desarrollo del quadrivium, al que pronto se unen los diversos
conocimientos sobre medicina, óptica, mecánica y de tipo técnico. Con la llegada de las universidades, la enseñanza de las
artes liberales se efectúa en las “facultades de artes”, que existen junto a las de teología, derecho y medicina. Una de estas
facultades, la de las artes de París, recibió con entusiasmo las obras físicas y metafísicas de Aristóteles, dando lugar al
averroísmo latino. Con el tiempo, las artes quedaron subsumidas en el mismo estudio de la filosofía. En la obra De
divisione philosophiae, de Domingo Gundisalvo, las artes del trivium figuran en la propedéutica a la filosofía, como
distintas de la lógica, y las del quadrivium en la correspondiente a la filosofía teórica, como física y matemáticas. A partir
del Renacimiento, la noción de arte liberal va ligada, por una parte, a un nuevo sentido de las artes consideradas como
forjadoras de belleza y, por otra parte, como pertenecientes a profesiones liberales, no sometidas a la disciplina de las
corporaciones de los artesanos. En este sentido, se consideraban la pintura, la escultura y, en general, lo que actualmente
se conoce como bellas artes.
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al más grande pensador de su época: Juan Escoto Eriúgena (810-870) 95, originario de Irlanda
(por eso es llamado “hijo del Eire”). Más teólogo místico que filósofo especulativo, es quien
introduce en Occidente muchos elementos de las tradiciones griegas, provenientes sobre todo
de la reflexión de los padres de la iglesia: Gregorio de Nisa, Dionisio Areopagita y Máximo el
Confesor.
− La primera escolástica
95 Juan Escoto Eriúgena o Erígena, (ca. 810- ca. 877) filósofo y teólogo irlandés, que se llamó a sí mismo “hijo del Eire”,
Erígena. Educado en un monasterio de Irlanda, entre 840 y 847 pasa a Francia, para dirigir la Escuela Palatina en la corte
de Carlos el Calvo. A sugerencia de los obispos de Reims y de Laon, interviene en la llamada “disputa carolingia de la
predestinación”, surgida entre Hincmaro de Reims y Godescalco, o Gottschalk, el cual sostenía la doble predestinación, de
los justos a la salvación y de los malos a la condenación. Su respuesta a la cuestión, el libro De praedestinatione (851),
inspirada en Agustín de Hipona, no satisfizo a la ortodoxia de la Iglesia, que la condenó en dos concilios. Por encargo del
emperador, tradujo las obras de Dionisio Areopagita, el Seudo-Dionisio, obra sumamente leída durante la Edad Media.
Añadió a ésta otras traducciones de obras de padres de la Iglesia griegos, de Máximo el Confesor y de Gregorio de Nysa,
y por ellas conoció occidente buena parte del pensamiento teológico oriental y ellas fueron también el fundamento de su
obra más notable y una de las más importantes de la Edad Media: De divisione Naturae [Sobre la división de la
naturaleza] (entre 862 y 866), también llamado Periphyseon. Mediante un diálogo entre el maestro (Nutritor) y discípulo
(Alumnus), expone de forma sistemática una articulación de la realidad (la naturaleza), según una vía ascendente y otra
descendente, tal como sugería la dialéctica platónica. La totalidad, o el ser, se divide en cuatro dimensiones o clases:
1) la naturaleza que crea y no es creada;
2) la naturaleza creada y que crea;
3) la naturaleza creada y que no crea, y
4) la naturaleza no creada y que no crea.
La primera es Dios, principio sin principio (ἅναρκóς, an-arkhos); la segunda corresponde a las ideas
“arquetípicas”, creadas en la mente del Verbo (logos) y modelos de todas las cosas; la tercera son las cosas creadas según
las ideas; y la cuarta, Dios de nuevo, fin (reditus) de todo, al que tiende la creación entera que le reconoce como creador.
La naturaleza es así una teofanía y las cosas son de algún modo Dios. Aparece de esta manera el fundamento de la
teología positiva y negativa: Dios “es y no es” cada una de las cosas que de él se afirman a partir de las categorías
humanas. Este sistema neoplatónico de toda la naturaleza, entendido de forma panteísta a comienzos del s. XIII, fue
condenado por el concilio de París, de 1210. Honorio III ratificó la condena del libro (1225). Pese a ello, la obra tuvo una
enorme difusión e influencia.
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96 Bernardo de Claraval, (1090-1153) monje cisterciense del monasterio de Cîteaux (en latín Cistercium, de donde
“cistercienses”), y fundador del monasterio de Clairvaux (Claraval); nacido en Fontaine-lès-Dijon, Francia. Tras ingresar
en el monasterio del císter fundado por san Roberto en Cîteaux, se constituyó en alma de la reforma benedictina, en la
rama cisterciense, que impulsaba, frente a los monjes cluniacenses, una vida de mayor ascetismo y rigor monástico. Fue
teólogo y místico y, no obstante, hombre de una enorme actividad y una notable influencia en el mundo cristiano y uno de
los mejores escritores medievales. Representa la corriente mística especulativa medieval, que culmina con los llamados
Victorinos, oponiéndose a las especulaciones que creía excesivas de los dialécticos del s. XII, encabezados sobre todo por
Abelardo y Gilberto de La Porrée; desconfiaba de la razón por creer que la fe hay que expresarla con la experiencia
interiormente vivida. En sus diversas obras ascéticas y místicas -De gratia et libero arbitrio, De diligendo Deo, Sermones
in Cantica Canticorum-, destaca la reflexión especulativa sobre sus experiencias místicas.
97 Hugo de San Víctor (1096-1141) Uno de los principales escolásticos del s. XII y el más famoso de los llamados
“victorinos”; se le considera un sabio universal. Nacido en Sajonia, se convierte en París en discípulo de Guillermo de
Champeaux, y le sucede en la dirección de la Escuela de Saint-Victor. Sus obras de mayor importancia son Didascalicon
de studio legendi, una enciclopedia del saber de los siglos anteriores, y Misterios de la fe cristiana, especie de suma del
saber medieval. Interviene en la disputa entre los dialécticos y los teólogos, valorando el saber de las artes liberales, a las
que considera fundamento del conocimiento, aunque las subordina a la ciencia de la teología. En el Didascalicon
distingue cuatro partes en la filosofía: teórica, práctica, mecánica y lógica. Entre las artes mecánicas, contrapuestas a las
liberales, enumera el arte textil, la milicia y la arquitectura, la navegación, la agricultura, la caza y la pesca, la medicina y,
en último lugar, el teatro.
98 Roscelino (1050-1120) fue un filósofo y teólogo escolástico francés, nacido en Compiègne. Maestro de Abelardo e
iniciador, en la disputa de los universales, de la postura denominada nominalismo, directamente opuesta al realismo.
Según el nominalismo, -precisará luego Abelardo-, al universal, o idea universal, no le corresponde otra realidad que la de
los individuos a que se aplica: “humanidad”, “hombre” no tienen más realidad que la de los individuos a los que llamamos
“hombre” y la de la emisión fonética (en latín, flatus vocis) con que se pronuncia el nombre (nomen). Los universales son,
por tanto, nombres. Roscelino destacó el valor del universal como “emisión de voz”. Aplicó esta teoría a cuestiones
teológicas, como la Trinidad, sonando su afirmación como si dijera que hay tres dioses. El concilio de Soissons le obligó
a abjurar de lo que consideró su error.
99 Pedro Abelardo, (Pierre Abailard, 1079-1142) gran figura de la escolástica incipiente, nacido en Le Pallet, cerca de
Nantes (se le llamó Peripateticus palatinus), fue discípulo de Guillermo de Champeaux, Roscelino y Anselmo de Laón,
grandes maestros de su tiempo. En la colina de santa Genoveva, en París, fundó su propia escuela que rápidamente se vio
frecuentada por estudiantes de todas partes. Maestro famoso en esta época, pero “ligero de corazón”, como él mismo dice,
tuvo una turbulenta historia de amor con Eloísa, discípula suya. Dotado de penetrante ingenio lógico y dialéctico, mantuvo
en la cuestión de los universales una postura más bien nominalista, por cuanto no daba al universal otra existencia real que
la de los individuos de los que se predicaba y de los que era signo o nombre. Según él, los universales no son ni cosas
(res) ni simples fonemas (voces), sino nombres (nomen, sermo) con significado, teoría que puede considerarse precursora
de las teorías de Guillermo de Ockham, en cuanto trata los universales como entidades lingüísticas y lógicas. Su
afirmación, ambigua en realidad, de que en ética lo que más cuenta es la intención o la conciencia le acerca también e n
cierto modo a Kant. Bernardo de Claraval, reformador del Císter, se opuso decididamente al enfoque dialéctico y
racionalista de la filosofía de Abelardo, y los sínodos de Soissons (1121) y de Sens (1140) condenaron algunas de sus tesis
teológicas.
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Este debate no posee un espacio propio de discusión sino que más bien se da en las
distintas maneras de abordar cuestiones teológicas de los diferentes autores; como es el caso
de la omnipotencia divina o la presencia real de Cristo en la eucaristía. Más que centrarse
puramente en los contenidos la preocupación es más bien formal ya que se ocupa de cómo se
articulan y llegan a ser presentados en su exposición. En este sentido es una cuestión de
método más que de doctrina. Estas luchas van a constituir los primeros enfrentamientos
importantes entre fe y razón, dogma y dialéctica. La afirmación de Anselmo de Canterbury: la
“fe que busca entender” (fides quaerens intellectum), resume lo que será llamado método
escolástico100, que desborda el origen teorías sobre el significado y la referencia (De
grammatico) y, sobre todo, encuentra su punto más alto en el conocido argumento ontológico,
(en el Proslogium) sobre el que se discute no sólo en el Medioevo, sino también
posteriormente será analizado por Descartes, Kant, Hegel y los pensadores lógicos modernos.
En el SXII ocurre otro espacio de renovación gracias al comercio y las cruzadas (la
guerra siempre ha sido un buen negocio) que permite contactos y acercamientos con el
mundo islamita. Por otra parte los traductores de Toledo posibilitarán la difusión masiva de
las obras de Aristóteles, por vía de Avicena, Averroes y otros comentadores, además de otros
autores desconocidos en occidente cristiano. Los escolásticos van a asumir como tarea propia
el repensar ‘en cristiano’ las ideas del pensamiento aristotélico que venía comentado y
digerido –por así decirlo- en árabe, aunque más bien categorías musulmanas. Por esta
introducción de las obras de Aristóteles (de modo especial por sus comentaristas) se generará
un segundo renacimiento medieval que desembocará de lleno en el S XIII, donde el apogeo de
la Escolástica va a entregar la configuración de dos grandes escuelas ligadas al aristotelismo:
el tomismo y el escotismo; además de un resurgimiento de las posiciones más cercanas al
platonismo de las escuelas franciscanas y posterior con la mística dominica. Esta primavera
del pensamiento posee una antecedente en el interés creciente por la lógica aristotélica,
conocida por las traducciones de Boecio, no menos polémico por encontrar su uso teológico
rechazado por la teología mística cultivada en los monasterios y en grandes sectores de las
nuevas órdenes religiosas. Es tiempo del florecimiento de las escuelas catedralicias que
100 El método escolástico es aquel que siguen los autores de la denominada filosofía escolástica en la exposición y
desarrollo de sus enseñanzas, que son propiamente una teología. El principio general es la reverencia y fidelidad a un
texto, primariamente la Biblia y luego la doctrina de la tradición, en boca de las opiniones de los padres de la Iglesia. El
desarrollo concreto del método se inicia en el s. XII, por obra de Pedro Lombardo, quien redactó sus Sentencias, u
opiniones de los padres de la Iglesia (el primero en redactar unas Sentencias parece haber sido Guillermo de Champeaux),
organizadas y distribuidas en un orden temático: la Trinidad (libro I), la creación (libro II), la encarnación y el Espíritu
Santo (libro III) y los sacramentos (libro IV). La obra de Abelardo, Sic et Non [Pros y contras], añadió el aparato lógico
propio de la discusión racional: las opiniones favorables se enfrentaban a las contrarias con miras a hallar una
armonización; se añadieron las glosas, o comentarios, que pueden ser interlineales o marginales, con las que se da apoyo o
respuesta a los argumentos a favor y en contra. Los textos van adoptando una exposición dialéctica cerrada, que consiste
en la pregunta (utrum) o enunciado del problema, una respuesta esquemática negativa (videtur quod non) o lista de
objeciones, la respuesta a estas objeciones (sed contra) y la presentación de la solución propia al problema enunciado
justificando la respuesta definitiva (respondeo). Nacieron de este modo, en cuanto escritos, primero las glosas, luego las
sentencias y luego las sumas, obras ya muy completas del período floreciente de la escolástica del s. XIII. La actividad
docente, llegadas las universidades, se ampliaba con disputaciones públicas que se denominaron quaestiones disputatae,
las que trataban de temas fijados de antemano, y quaestiones de quodlibet, aquellas en que se discutía libremente sobre
cualquier tema. Del primer modo de actuar nacieron las cuestiones escritas y del segundo, los cuodlibetos.
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Los clérigos seculares – los curas que no son ni religiosos ni monjes- se dedican a
cultivar las artes liberales. Encontramos en esta óptica a la escuela de Chartres 101 y la de Saint-
Victor102, en París, que como característica tendrán el cultivo de un cierto platonismo, sin
descuidar la enseñanza del quadrivium. En París van a nacer escuelas dedicadas al estudio de
Lógica de Aristóteles, curiosamente situadas a la orilla izquierda del Sena, marcadas por la
disidencia a las enseñanzas de las escuelas del otro lado del río, en las que se cultiva
preferentemente la dialéctica, la gramática y la lógica. Entre ellas destaca la escuela de un
joven y arrogante Pedro Abelardo (1079-11423), discípulo de Guillermo de Champeaux 103,
101
Chartres, escuela de El centro intelectual más importante en la primera mitad del s. XII, hasta que fue eclipsado por la
universidad de París. Fundada por el obispo Fulberto en 990, alcanzó fama en filosofía con Bernardo de Chartres y otros
escolásticos posteriores, como su hermano Teodorico, Gilberto de la Porrée, Guillermo de Conches, y Clarembaldo de
Arras. Se conocen las doctrinas de esta escuela sobre todo por el Metalogicon, de Juan de Salisbury. Sus diversos
componentes comparten, además de un amplio conocimiento de los autores de la tradición clásica y de los primeros
escolásticos, un platonismo cristianizado, que proviene sobre todo del Timeo de Platón, conocido a través del comentario
de Calcidio, neoplatónico del s. IV d.C., y de los escritos de Séneca, Boecio y Agustín de Hipona, y por lo mismo una
postura realista en la disputa de los universales. Bernardo de Chartres, llamado el “gramático” y considerado el más
platónico de su tiempo, cultiva el estudio de la gramática latina según la tradición clásica y acude a las teorías de Platón
para la solución de los problemas que suscita. Gilberto de la Porrée (1076-1154), discípulo de Bernardo, fue también
como él canciller de la escuela, metafísico y lógico influyente, y obispo de Poitiers. Teodorico de Chartres, hermano de
Bernardo, canciller asimismo de la escuela, destaca por la vastedad de su cultura clásica y por haber intentado concordar
el relato de la creación del Génesis con la física de su tiempo; alude ya a la noción del impetus. El más importante de los
miembros de esta escuela es, no obstante, Juan de Salisbury, culto escolástico inglés, obispo de Chartres, y autor de un
poema sobre los sistemas filosóficos antiguos. La escuela se caracteriza por impartir una enseñanza cultísima, de acuerdo
con su tiempo, del trivium y el quadrivium, donde tienen cabida autores cristianos y paganos. A los estudiantes que se
quejaban de la dureza de la enseñanza de estas “humanidades”, a quienes se llamaba “cornificienses” (de Cornificius,
detractor de Virgilio), les aconsejaba Gilberto de la Porrée que se dedicaran más bien al oficio de panaderos.
102 Escuela de Saint-Victor, conocidos como los victorinos es una escuela de pensamiento filosófico, teológico y místico
que se desarrolló durante el siglo XII en el monasterio de canónigos regulares de Saint-Victor, en las cercanías de París,
adscritos a la regla de obediencia monástica de San Agustín. El inicio de la escuela de Saint-Victor se debe a Guillermo de
Champeaux en el siglo XI, aunque como tal escuela de pensamiento floreció en el siglo XII, especialmente gracias a la
obra de Hugo de Saint-Victor, Ricardo de Saint-Victor, Acardo, Godofredo y Gualterio de Saint-Victor, que son los que
fueron llamados los Victorinos (especialmente los dos primeros, que son los más importantes representantes de esta
escuela). Aunque no hay un acuerdo completo entre todos los miembros de esta escuela (Gualterio, por ejemplo, se opone
a varias tesis de Godofredo), predomina en ella el espíritu de la filosofía mística desarrollada por Hugo de Saint-Victor,
llamado “el nuevo Agustín”, en la cual se considera que las ciencias profanas han de estar en función de las ciencias
sagradas y todo el esfuerzo ha de dirigirse hacia la contemplación de Dios. Ahora bien, aunque la orientación de esta
escuela es fundamentalmente mística, no excluyó el desarrollo de las ciencias ya que, en oposición a las tesis sostenidas
por Pedro Damián, consideran que todas las ciencias pueden llevarnos hacia la suprema ciencia divina, siempre que se
tenga en cuenta que la razón está oscurecida por el pecado y por ello es necesaria la fe, aunque pueden alcanzarse
verdades racionales seguras, tales como la de la propia existencia (con lo que se manifiesta la influencia de los Soliloquios
de San Agustín y su sentencia si fallor sum). Además, pues, de la orientación mística, esta escuela de pensamiento
desarrolló otros aspectos de las ciencias, a la vez que desarrollaron la tesis según la cual los principios de verdad son
innatos. Representan un intento de conciliar la fe (entendida como disposición de las verdades racionales a partir de la
iluminación divina) y la ciencia. El mismo Hugo de Saint-Victor estableció una clasificación de las ciencias distinta de la
antigua y clásica división en las siete artes liberales, y escribió sobre geometría y gramática. Además escribió el
importante tratado de teología sistemática De sacramentis christianae fidei (1136-1141), que trata sistemáticamente de
ética y antropología.
103 Guillermo de Champeaux (ca.1070-1122) Filósofo escolástico, discípulo en París de Maegold de Lautenbach, Anselmo
de Laón y Roscelino. Tras enseñar en la escuela catedralicia de París, pasó a la de la abadía de Saint Victor, de la que fue
canónigo regular y fundador de la Escuela de Saint Víctor. En la discusión sobre el problema de los universales, fue
defensor del realismo exagerado, en una forma muy radical primero, cercana a la opinión de Boecio, que luego suavizó,
debido a las críticas que le dirigió su discípulo Abelardo.
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iniciador de la escuela de Saint-Victor, que será conocido como el Sócrates francés, siendo el
precursor de muchos de los problemas que se pondrá posteriormente la filosofía del lenguaje.
104 Pedro Lombardo (ca. 1100-1164) Filósofo escolástico italiano y obispo de París. Se le considera el iniciador de la
teología sistemática por haber redactado Cuatro libros de las Sentencias, en donde recogía las opiniones de los padres de
la Iglesia sobre cuatro temas relacionados sistemáticamente: la Trinidad, la creación, la encarnación y el Espíritu santo, y
los sacramentos. A partir de esta distribución sistematizada y de la forma dialéctica de argumentar desarrollada por Pedro
Abelardo en su Sic et non [Sí y no], surgió el denominado método escolástico. En la cuestión de los universales, adoptó
más bien una postura realista.
105 Domingo Gundisalvo, Domingo Gonzales, también llamado Gundissalinus, arcediano de Segovia, y uno de los más
importantes traductores de la escuela de Toledo, donde escribe en torno a 1150. Con ayuda del judío sefardí, Juan ibn
Daud, o Juan Hispano, traductor del árabe al castellano, tradujo al latín, al servicio del obispo Raimundo de Toledo (1126-
1151) importantes obras de al-Fârâbî, al-Kindi, Algazel y, sobre todo, de Avicena. Este filósofo escolástico produjo,
además, sus propias obras, inspiradas en Avicena, contribuyendo así al ingreso de este filósofo árabe al mundo occidental
latino.
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− La recepción de Aristóteles
Las obras que fueron conocidas en Occidente proceden de Siria, donde se había
conservado una suerte de reducto de cultura griega clásica, permitiendo que Aristóteles fuera
traducido al siríaco por algunos cristianos. De Siria partirá tras la conquista árabe una
irradiación nueva del aristotelismo. De ésta fuente los árabes conocerán al Estagirita e irá
surgiendo una tradición filosófica basada en algunos de sus textos y en sus comentaristas de
fuerte tonalidad neoplatónica.
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iii La cuestión del entendimiento agente: Aristóteles había distinguido dos tipos
de entendimiento: posible y agente, dejando sin aclarar su naturaleza, en
especial el asunto de la inmortalidad. Al-kindi (siglo IX) sigue la interpretación
de Alejandro de Afrodisia (siglo III) al identificar el entendimiento agente con
Dios. En Averroes el entendimiento agente es uno y común a todos los
hombres (la esfera de la Luna, por lo que Averroes niega la inmortalidad del
alma).
El resultado fue que los teólogos más ilustres de la Universidad, entre ellos Alberto
Magno y Tomás de Aquino, puestos a la obra de interpretar la doctrina aristotélica, la
asimilaron en buena parte. Finalmente, se llegó en el año 1366 a que la autoridad pontificia
impusiera en algunas facultades la obligación de estudiar aquellos tratados de Aristóteles que
unos años antes habían sido prohibidos.
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Como consecuencia de la prohibición de las obras aristotélicas, como con toda cosa
estructuralmente prohibida, se da en la Universidad de París un interés creciente por ellas,
generando una particular corriente basada en Averroes, llamada averroísmo latino, cuyas tesis
más importantes, contrarias a la doctrina oficial cristiana y que serán condenadas por el
obispo de París Esteban Tempier. Normalmente se designa con este nombre, no la filosofía
árabe que pudiera tener su punto de partida en el filósofo Averroes, que no la hubo, puesto
que, tras su muerte decae profundamente la filosofía árabe en occidente, sino el conjunto de
tesis filosóficas que se expandieron en el mundo latino occidental, como propias de
Aristóteles, a partir de los comentarios de Averroes.
De 1150 a 1250 se tradujo al latín una gran cantidad de obras, procedentes del mundo
griego, del árabe y del hebreo; los comentarios árabes que acompañaban a las traducciones de
las obras de Aristóteles llamaron poderosamente la atención, por su novedad, de las
“facultades de artes” de las universidades de París, Padua y Bolonia. Alberto Magno y Roberto
Grosseteste, entre otros, recurrieron frecuentemente a los comentarios de Averroes, y muchos
profesores de la Facultad de Artes, en oposición a los de la Facultad de Teología, hicieron
suyos los comentarios averroístas. A estos maestros en artes se les comenzó a llamar
“averroístas” en sentido acusatorio y peyorativo ya que se les atribuían afirmaciones
consideradas peligrosas e inconciliables con la fe cristiana. En tales doctrinas se sostenía
sobre todo que sólo existe un único entendimiento separado (tanto agente como paciente),
para toda la especie humana; que la materia es eterna, y que se puede defender la teoría de la
doble verdad. Se hacía, así, difícil sostener, respectivamente, la inmortalidad individual, la
idea cristiana de la creación del mundo a partir de la nada, y la creencia de que la verdad sólo
es una (nada menos que la revelada).
De entre las diversas condenas sufridas por estas tesis destacan las hechas por el ya
mencionado Esteban Tempier, obispo de París, en 1270 y 1277, que incluían además algunas
tesis tomistas y, sobre todo, las teorías de Siger de Brabante 106 y Boecio de Dacia107,
106 Siger de Brabante (ca.1235-1284) Filósofo escolástico belga, profesor de la facultad de artes de la Universidad de
París, donde defendió enérgicamente el papel autónomo de la filosofía frente a la teología. Junto con Boecio de Dacia fue
uno de los máximos representantes del averroísmo latino, en cuya defensa mantuvo una importante polémica con Tomás
de Aquino en 1270, y rechazó la distinción establecida por este autor entre esencia y existencia. A partir de la publicación
de De quindecim problematibus de San Alberto Magno, en el año 1270, el obispo de París, Esteban Tempier, prohibió las
tesis de Siger y, en general, del averroísmo, que fueron nuevamente condenadas en 1277, año en que se prohibió a Siger
seguir enseñando. Debido a ello abandonó París y se trasladó a Orvieto, donde murió asesinado. Como averroísta defendía
la filosofía aristotélica a partir de la interpretación dada por Averroes, lo que conducía al conflicto entre las verdades
obtenidas por la reflexión filosófica, fundada en la experiencia y en la razón, con las verdades reveladas de la religión. Por
ello se le considera como un explícito defensor de la teoría de la doble verdad. Admite que algunas doctrinas aristotélicas
como, por ejemplo, la eternidad del mundo, la doctrina de la unidad del entendimiento agente, único e idéntico para todos
los hombres (tesis que conducía a negar la inmortalidad individual) y la necesidad de todo lo existente no son compatibles
con las enseñanzas de la fe cristiana. Su sistema filosófico fue mucho más coherente y racional que el de muchos
coetáneos suyos, confundidos por la relación entre fe y razón. Entre sus obras destacan: De aeternitate mundi; De anima
intellectiva; De necessitate et contingentia causarum; Qaestiones naturales; Qaestiones logicales y Qaestiones morales.
107 Boecio de Dacia Filósofo escolástico del s. XIII (no debe confundirse con el filósofo romano Boecio del siglo V),
conocido sobre todo por ser uno de los defensores, junto con Siger de Brabante, del llamado averroísmo latino. Maestro
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también, como este último, de la Facultad de Artes de París, sostuvo con más rigor aún la autonomía de la filosofía
respecto de la teología. La tradición, desde Anselmo de Canterbury, había sostenido la idea de una “fe que busca
entender”, pero sólo en el s. XIII se presenta abiertamente el conflicto entre filosofía y teología, tras la irrupción de todas
las obras de Aristóteles en el occidente latino, acompañadas de comentarios árabes, en especial los 21 de Averroes.
Sostiene Boecio de Dacia que la verdad pertenece a la fe, pero la revelación nada tiene que ver con la filosofía, por lo que
se considera que defendía la teoría de la doble verdad.
108 Marsilio de Padua (ca.1275-ca. 1343) Filósofo político italiano. Marsilio Mainadini, hijo de un notario de Padua,
estudió derecho y medicina, y estuvo influido por la obra de Pedro Abano. Fue rector de la Universidad de París en 1312-
1313, aunque regresó a Italia donde completó sus estudios, pero mantuvo contactos en París. En esta ciudad, junto con el
conocido averroísta Juan de Jandún, empezó a redactar su obra fundamental, Defensor pacis, publicada en 1324, que fue
denunciada por la jerarquía eclesiástica. A raíz de esta condena, Marsilio fue excomulgado por el papa Juan XXII. En
1326 Marsilio de Padua y su colaborador Juan de Jandún hubieron de refugiarse en la corte del emperador Luis de
Baviera, del que fue su médico personal y uno de sus consejeros. Allí se encontró con Guillermo de Occam y otros
franciscanos opuestos al papado. A menudo se encuadra el pensamiento de Marsilio de Padua dentro del movimiento del
averroísmo latino, aunque sus fuentes intelectuales se derivan más directamente de Aristóteles mismo que del averroísmo,
y sus investigaciones se centran más en la filosofía política y religiosa que en el estudio de la naturaleza. Su obra debe
enmarcarse históricamente en el contexto de las luchas entre el poder del Estado y el poder eclesiástico, y en el contexto
del movimiento en favor de la independencia de las repúblicas del norte de Italia. En este marco histórico, Marsilio se
basaba en los textos de Aristóteles y quiso restaurar la teoría política de éste aplicada a los casos concretos de las
mencionadas repúblicas italianas del norte. Defendía el Estado laico, y abogaba por el predominio de éste sobre la Iglesia,
a la que consideraba sólo como una parte más del Estado y, por tanto, debía estar sometida a las mismas leyes que regían
al conjunto de los ciudadanos. Por ello combatió las interferencias eclesiásticas en los asuntos de Estado, y se opuso a la
doctrina de la supremacía papal y la jurisdicción eclesiástica, ya que también combatió la tesis que consideraba el papado
como institución divina. La tesis básica que daba fundamento a dicha oposición a la supremacía eclesiástica era la de
considerar que el Estado es el ejemplo de comunidad perfecta, y que los clérigos son parte de él. Sostuvo que el origen y
fundamentación de las leyes es la racionalidad humana y que, por tanto, no proceden de ningún instinto natural ni de
ninguna inspiración divina. De esta manera se oponía a la concepción tomista de la ley natural, aunque, en la medida en
que reconocía una misma racionalidad para todos los hombres, no atacó directamente la noción de ley natural, sino que
simplemente la hacía derivar de la razón. Por ello, han de ser elaboradas y promulgadas por la parte predominante del
pueblo (pars valentius) más cualificada, pero representativa de la totalidad. La ley es, así, una norma preceptiva y
coercitiva que emana del pueblo y de la racionalidad. Otras obras destacables son: Defensor minor; Tractatus de
translatione imperii y Tractatus de iurisdictione imperatoris in causis matrimonialibus.
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Las doctrinas fuertes del “Averroísmo latino” se pueden resumir y caracterizar en las
siguientes ideas:
Entre los siglos XII y XIII se desarrolla en Toledo un fenómeno cultural conocido como
Escuela de Traductores. Esta denominación no debe llevar a pensar en un centro educativo
109 La escuela de Padua, escuela filosófica renacentista que se organiza en torno a la universidad de Padua, Italia, de
marcado carácter aristotélico y averroísta. La universidad de Padua, más interesada en cuestiones experimentales que
teológicas, era desde antiguo, junto con la universidad de Bolonia, uno de los principales centros del aristotelismo y del
averroísmo. En 1472-1742 se publicó en Padua la primera edición latina de las obras de Aristóteles con un comentario de
Averroes, y a Padua se dirigió Juan de Jandun, averroísta, al verse obligado a abandonar París. Entre los más conocidos
aristotélicos relacionados con Padua destacan Pietro Pomponazzi (1462-1525), que enseñó primero en Padua y luego en
Bolonia, Giacomo Zabarella (1533-1589), aristotélico alejandrista, a quien se atribuye la sistematización del llamado
método “resolutivo-compositivo” y Cesare Cremonini (1550-1631), también alejandrista, colega y amigo de Galileo,
aunque adversario de sus teorías, que rechazaba contemplar evidencias a través del telescopio, por fidelidad a Aristóteles.
El naturalismo aristotélico de unos y otros, que lleva a concebir la naturaleza a veces en sentido panteísta, pero siempre
atribuyéndole un funcionamiento autónomo que no necesitaba para nada del recurso a un Dios trascendente, promueve un
interés por el estudio de la naturaleza que se aleja ya de las posturas medievales y se acerca a las que serán características
de la época de la ciencia moderna. Surgida ésta, disminuyó el interés por los planteamientos aristotélicos.
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con profesores y estudiantes, sino más bien en un grupo de personas que trabajaron juntas o
siguieron unos métodos comunes para trasladar a Europa la sabiduría de Oriente y -en
especial- la de los antiguos griegos y los árabes. Las universidades europeas se habían
alimentado hasta aquel momento de la cultura latina y, aunque se tenía conocimiento de la
existencia de los grandes filósofos griegos, no existían traducciones y se ignoraba el contenido
de su obra. Los árabes, en su expansión por las tierras de Bizancio - heredera de la antigüedad
griega- asimilaron, tradujeron, estudiaron, comentaron y conservaron las obras de aquellos
autores, y finalmente las trajeron consigo hasta la Península Ibérica junto con un ingente
bagaje cultural que ellos mismos habían generado.
Toledo fue la primera gran ciudad musulmana conquistada por los cristianos, en 1085.
Como en otras capitales de Al-Andalus, existían en ella bibliotecas y sabios conocedores de la
cultura que los árabes habían traído del Oriente y de la que ellos mismos habían hecho
florecer en la Península Ibérica. Con la presencia en Toledo de una importante comunidad de
doctos hebreos y la llegada de intelectuales cristianos europeos, acogidos por el cabildo de su
catedral, se genera la atmósfera propicia para que Toledo se convierta en la mediadora
cultural entre el Oriente y el Occidente de la época.
La Escuela de Traductores de Toledo tuvo dos periodos separados por una fase de
transición. El primero fue el del arzobispo don Raimundo que, en el siglo XII, impulsó la
traducción de obras de filosofía y religión del árabe al latín. Gracias a su labor, en las
universidades europeas comenzó a conocerse el aristotelismo neoplatónico. Se tradujeron
libros de Aristóteles comentados por filósofos árabes como Avicena y Alfarabí, de autores
hispano- judíos como Ibn Gabirol, y también se tradujeron el Corán y los Salmos del Antiguo
Testamento. Por otra parte, en esta fase se empieza a recibir la ciencia oriental en Europa, a
través de las traducciones de obras que sirvieron de manuales para los universitarios hasta el
siglo XVI: el Canon de Avicena y el Arte de Galeno. La astrología, astronomía, y la aritmética se
enriquecen igualmente al ser vertidas al latín las obras de Al-Razi, Ptolomeo o Al- Juwarizmi.
Con la llegada del rey Alfonso X, ya en el siglo XIII, comienza la etapa de las
traducciones de tratados de astronomía, física, alquimia y matemática. La recepción de un
caudal de conocimientos tan enorme fructifica en la composición, a instancias del rey, de
obras originales como el Libro de las Tablas Alfonsíes. Se tradujeron tratados de Azarquiel, de
Ptolomeo y de Abu Ali al-Haitam, pero también obras recreativas como los Libros del ajedrez,
dados y tablas y recopilaciones de cuentos tan fecundas para las literaturas occidentales como
Calila e Dimna y Sendebar. En esta segunda fase las traducciones ya no se hacen al latín, sino al
castellano, con lo que el romance se desarrollará para ser capaz de abordar temas científicos
que hasta entonces sólo habían sido tratados en latín. Los métodos de traducción
evolucionaron con el tiempo. En un primer momento, un judío o cristiano conocedor del árabe
traducía la obra original al romance oralmente ante un experto conocedor del latín que, a
continuación, iba redactando en esta lengua lo que escuchaba. Más tarde, en la época de
Álfonso X, los libros fueron traducidos por un único traductor conocedor de varias lenguas,
cuyo trabajo era revisado al final por un emendador.
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− El apogeo de la Escolástica
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− La Escolástica tardía
La posición intelectual franciscana –contestada en su seno por las luchas entre los
espirituales (el grupo que quiere vivir radicalmente el seguimiento del evangelio) y la
comunidad (el grupo que busca mitigar las radicalidades innecesarias en pos del servicio y
pertenencia a la Iglesia)- va a constituir un mosaico que articula delicadamente la tradición
con la novedad, la continuidad con la ruptura, en una compleja e inestable experiencia
intelectual franciscana que Ockham ejemplificará muy en bien cuando afirmaba: “tenemos una
filosofía crítica porque nuestra teología es bíblica”. Tomismo y escotismo, van a mantenerse
escolásticamente enfrentados durante siglos, sus debates, discusiones y oposiciones
escribirán las páginas posteriores de la historia de la Escolástica. Dicha historia aparece
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Por otra parte a partir de la coyuntura política (las luchas entre el papa Juan XXII y
Luis IV de Baviera el emperador de Alemania,), el averroísmo latino se atreverá a aplicar –más
bien a testear la posibilidad de aplicarlos- sus principios al terreno de la política, dando origen
a la aparición de una filosofía política que se plantea y se hace cargo de los problemas que
surgen entre el encuentro (o desencuentro) entre fe y razón pero no en modo teórico y
abstracto sino concretamente entre lo que ocurre con el poder civil y el poder religioso. Los
encargados serán Marsilio de Padua 110, Juan de Jandun y el mismo Guillermo de Ockham. La
física, que se desarrolla tanto a partir del quadrivium como de las obras de Aristóteles, de la
cosmología y astronomía árabes, se bifurca en dos modelos: el de los calculatores de Oxford,
que representan un recurso a las matemáticas y a los experimentos sólo imaginados, y el
modelo de Juan de Buridán (1300-1358), basado en la física del impetus y con cierta
independencia respecto de Aristóteles. La rareza la representará el sistema de Nicolás de
Oresme (1325-1382) que participa de ambos modelos.
Con esto podemos decir que hemos hecho una rápida –pero no por ello superficial-
visión global de la época que nos interesa especialmente al desarrollo reflexivo. Esperamos
que nos sirva como distinctio o aclaratio terminorum para movernos por aguas seguras en
este océano de lo medieval, que nos interesa abordar y conocer para valorarlo mejor en su
contexto.
110 Marsilio de Padua (ca.1275-ca. 1343) Filósofo político italiano. Marsilio Mainadini, hijo de un notario de Padua,
estudió derecho y medicina, y estuvo influido por la obra de Pedro Abano. Fue rector de la Universidad de París en 1312-
1313, aunque regresó a Italia donde completó sus estudios, pero mantuvo contactos en París. En esta ciudad, junto con el
conocido averroísta Juan de Jandún, empezó a redactar su obra fundamental, Defensor pacis, publicada en 1324, que fue
denunciada por la jerarquía eclesiástica. A raíz de esta condena, Marsilio fue excomulgado por el papa Juan XXII. En
1326 Marsilio de Padua y su colaborador Juan de Jandún hubieron de refugiarse en la corte del emperador Luis de
Baviera, del que fue su médico personal y uno de sus consejeros. Allí se encontró con Guillermo de Ockham y otros
franciscanos opuestos al papado. A menudo se encuadra el pensamiento de Marsilio de Padua dentro del movimiento del
averroísmo latino, aunque sus fuentes intelectuales se derivan más directamente de Aristóteles mismo que del averroísmo,
y sus investigaciones se centran más en la filosofía política y religiosa que en el estudio de la naturaleza. Su obra debe
enmarcarse históricamente en el contexto de las luchas entre el poder del Estado y el poder eclesiástico, y en el contexto
del movimiento en favor de la independencia de las repúblicas del norte de Italia. En este marco histórico, Marsilio se
basaba en los textos de Aristóteles y quiso restaurar la teoría política de éste aplicada a los casos concretos de las
mencionadas repúblicas italianas del norte. Defendía el Estado laico, y abogaba por el predominio de éste sobre la Iglesia,
a la que consideraba sólo como una parte más del Estado y, por tanto, debía estar sometida a las mismas leyes que regían
al conjunto de los ciudadanos. Por ello combatió las interferencias eclesiásticas en los asuntos de Estado, y se opuso a la
doctrina de la supremacía papal y la jurisdicción eclesiástica, ya que también combatió la tesis que consideraba el papado
como institución divina. La tesis básica que daba fundamento a dicha oposición a la supremacía eclesiástica era la de
considerar que el Estado es el ejemplo de comunidad perfecta, y que los clérigos son parte de él. Sostuvo que el origen y
fundamentación de las leyes es la racionalidad humana y que, por tanto, no proceden de ningún instinto natural ni de
ninguna inspiración divina. De esta manera se oponía a la concepción tomista de la ley natural, aunque, en la medida en
que reconocía una misma racionalidad para todos los hombres, no atacó directamente la noción de ley natural, sino que
simplemente la hacía derivar de la razón. Por ello, han de ser elaboradas y promulgadas por la parte predominante del
pueblo (pars valentius) más cualificada, pero representativa de la totalidad. La ley es, así, una norma preceptiva y
coercitiva que emana del pueblo y de la racionalidad. Otras obras destacables son: Defensor minor; Tractatus de
translatione imperii y Tractatus de iurisdictione imperatoris in causis matrimonialibus.
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como bueno, se encuentra corrompido por el pecado original, que lo lleva a hacer elecciones
dramáticas en la historia, que incluso consideran el actuar en contra de las propuestas
salvíficas de Dios. En este estadio, la historia posee dos protagonistas: el individuo humano y
la Divinidad. Sólo la ayuda de Dios le salvará del influjo del pecado. No obstante el optimismo
global del cristianismo, se mantiene una visión pesimista antropológica que es, sin duda, una
herencia del mundo antiguo, que instaura una suerte de dualismo en la comprensión del
hombre, que se mantiene siempre abierto a la acción divina y la trascendencia.
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modo, la historia comenzaría en la creación misma, ya que explica la actualidad del mundo y
de los individuos, por medio de un derrotero relacional, entre la divinidad que se revela y el
individuo que acoge-rechaza la cercanía de Dios.
111 J. NOEMI, 1996, El Mundo: creación y promesa de Dios, San Pablo, Santiago de Chile, 440-441
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humanas de realizarlos. Estos propósitos deben ser ejecutados en la voluntad del hombre,
aunque no siempre el hombre esté totalmente consciente de ello. De este modo, la historia
posee dos agentes –protagonistas-, que tiene -por una parte- al hombre, y -de otra- a Dios
mismo. Esto articula una comprensión de la historia donde el hombre aparece como el fin de
todos los acontecimientos históricos, en la medida en que Dios busca la salvación del hombre,
siendo el mismo fin de las búsquedas humanas. En este sentido el hombre posee libertad de
acción para autodeterminarse ante la propuesta divina, aunque dicha autodeterminación ya
sea una dimensión de los propósitos divinos. Esto no significa la existencia de una
determinación de las posibilidades humanas, sino por el contrario se trata de una inclusión de
ellas en los propósitos divinos. Esto no supone la comprensión del hombre como un mero
instrumento para la realización de los fines de Dios, sino más bien como un coprotagonista o
un copartícipe, que presuponen un mayor o un menor grado de participación.
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Este cambio de perspectiva sobre la historia, tomará forma a partir de una Teología de
la historia, que utiliza a la filosofía como eje central de toda su especulación. Como tarea, la
Teología de la Historia, se empeña en descubrir y exponer el plan divino de la historia. Este
plan se desarrolla en el tiempo a través de una serie de etapas entendidas como distintas
edades históricas. Cada una de éstas edades se inicia con un acontecimiento creador de época,
del cual es despliegue y proyección. De este modo, el medioevo comprenderá la historia a
partir de las siguientes notas principales:
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se cumple la redención del hombre por Dios: el Cristo. Ambos períodos están separados por el
nacimiento de Cristo, que es el acontecimiento más importante que ha ocurrido en la historia.
Debemos señalar que Agustín no procederá en su obra como un historiador, sino como
un filósofo-teólogo de la Historia, que se prepone discernir el significado moral y espiritual de
los acontecimientos históricos. Esta reflexión agustiniana puede considerarse como una
verdadera Teología de la Historia, es decir, como una interpretación de la Historia a la luz del
dogma cristiano. Agustín vio la Historia de la especie humana –del mismo modo que
comprende la vida del hombre individual- como el enfrentamiento dialéctico entre dos
principios de la conducta, bajo lo que nomina como dos amores: el amor a Dios y la sumisión a
sus leyes, y el amor a sí mismo y a los placeres. De este modo, la Historia Humana es la
constante lucha entre dos ciudades o reinos, uno manifiesto como el reino de la carne y otro
como el reino del espíritu. La lucha entre la ciudad de los impíos y la ciudad de los justos, la
“ciudad de Dios”. Esta lucha posee una carácter dialéctico y sólo se resuelve con la segunda
venida de Jesucristo.
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extenso) que hará una interpretación de la historia humana desde el dogma de la Santísima
Trinidad. Para Joaquín la Trinidad aparece como la verdad última de la historia, configurando
un modelo estructural que tendrá una influencia decisiva para la superación de las ideas de
Agustín y una apertura a las concepciones modernas como las de Hegel, Marx o Comte.
Su reflexión especulativa sobre el sentido de la historia lo pone entre los más audaces
e influyentes pensadores de todos los tiempos, apareciendo como un autor de una “una genial
escatología de la historia, la más importante que haya conocido el cristianismo después de San
Agustín”112. Pese a mantenerse por mucho tiempo bajo el velo del desconocimiento, las ideas
de Joaquín recorren la nervadura de los sistemas y las ideologías modernas, con las que se
emparenta por su característica de especulación profética sobre la historia que, de algún
modo, anticipa algunas de las bases del pensamiento dependiente del idealismo alemán, en la
medida que ha elaborado una doctrina milenarista con contenidos afines a los movimientos
laicistas y de secularización, por sus posiciones de un cierto tenor antieclesiástico y por
desarrollar una estructura aplicable al tiempo histórico profano 113.
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3ª Revisión: Valparaíso, 20 de agosto 2018.
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