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Sobre el texto de Jean-Luc Nancy ¿Un sujeto?

(Buenos Aires, La Cebra, 2014a)

I. Del hecho de que subiectum y supuesto sean la misma cosa, en el sentido de que ambos términos
refieren a lo que está puesto debajo, no se sigue que exista en la historia de la filosofía occidental
acuerdo acerca de lo que hay que entender por cada uno de esos términos. Lo que se constata en
justamente lo contrario: “no ha habido una sola suposición de la palabra sujeto”, dice Nancy, lo
que significa que nos encontramos ante un “régimen plural, complejo y retorcido del supuesto
sujeto” (2014a: 17 y 24).

Esta polisemia resulta del intento de capturar cierta unidad a la que se referiría el supuesto sujeto:
aquello que Platón concibió como alguien (tis). Es sobre qué sea ese alguien, dónde se encuentre
y quién lo sea que no existe consenso. La intención de Nancy es rehacer la historia de esa
proliferación de sentidos, o -si se prefiere- una suerte de genealogía de la equivocidad adherida a
la comprensión estandarizada que dice: ser sujeto es tener-se (ser para sí mismo) en lo que me
represento y lo que quiero.1 A este supuesto sujeto se llega por medio de una combinatoria que
encadena aportes que van de Anaxágoras a Hegel.

Las ideas rectoras de la trayectoria reconstruida por Nancy son las siguientes: el nous de
Anaxágoras (suposición de ordenamiento de las cosas que se supone a sí misma), el gnoti seauton
(de carácter eminentemente moral en Sócrates y teórico-epistémico en Platón), la recepción y
transformación del nous en Plotino (pura relación del pensamiento consigo mismo, acto puro al
que se accede extáticamente), el alma de Agustín (en que se da la íntima presencia del ego a sí
mismo como respuesta al “otro”, que es aquí la intimidad profunda de Dios en mí), el yo completo
de Descartes (necesario, temporal y sustancial), el sujeto trascendental de Kant (supuesto o
postulado en el ámbito de la naturaleza, de la moral y del arte, sitio éste en el que la subjetividad
hace lugar a una pluralidad de sujetos que -tendencialmente, “hasta el infinito”, dice Nancy-
concretarán la humanidad racional),2 y, por fin, el sujeto deviniente de Hegel (que atraviesa toda
la negatividad de su propia historia, acabándose, perdiéndose y renovándose). Este es el punto de
arribo del itinerario iniciado en la filosofía presocrática. Al término de esta historia no hace falta
suponer otra cosa tras la suposición. El “régimen plural” de significados históricos acerca del
sujeto remata en la proposición: el supuesto sujeto es el sujeto supuesto.

II. Ahora bien, la tautología recién señalada puede considerarse de dos maneras, cada una de las
cuales permite entender a qué se refiere en última instancia la expresión “fin del sujeto”. De un
lado, es posible comprender a partir de Hegel que el sujeto “ya siempre ha advenido y está siempre
aun por venir”, que es “una precedencia que se traspone” a la que, por tanto, le falta “la presencia
efectiva en la presencia a sí” (2014a: 52). De otro lado, se ha llegado a argumentar que el sujeto
es tan solo el efecto de la suposición, algo fictivo o ilusorio: es decir, una mera suposición. La
conclusión revela entonces un sujeto en abismo, un precipicio sin fondo e infinito -dice Nancy- en
la propia relación que ese sujeto establece consigo mismo.

1
Este parecería ser el emergente principal de la polisemia propia del sujeto. Es, de hecho, la acepción que Nancy
deconstruye. Pero no se le escapa que también son sobresalientes otros significados, a veces complementarios con el
antedicho: sujeto como sujeción, en tanto que súbdito o sometido a algo; y sujeto como tema o materia de tratamiento
(equivalente a “objeto” de un discurso).
2
Cf. los estudios de Arendt en torno a la idea de comunidad que emerge del juicio reflexionante en Kant, y el alcance
político que le otorga. V. especialmente Arendt 2002, 2003a y 2003b.
Este proclamado “fin del sujeto” no implica sin embargo su envío al olvido; contrariamente, el
resultado abre otra problemática, como a su modo contribuyen a plantear tanto el rizoma
deleuziano (que viene a reemplazar la raíz que pre-supone un sub-iectum) como la subversión
lacaniana (que sustituye la substancia que da cuerpo a la tautología). Ante el “fin del sujeto” Nancy
ve la oportunidad para preguntar sobre quién ha quedado en el lugar de la sustancia, esto es, en el
locus de la presuposición y en su reemplazo. La respuesta a tal interrogación Nancy la elabora tras
la estela de dos filosofías de la praxis y sus correspondientes ontologías, a saber: las de Heidegger
y las de Aristóteles. Dice:

Se trataría entonces del sujeto deviniendo otro en el mismo sitio, o bien del lugar del sujeto, o del
lugar de la sustancia en tanto que un quis, un ´quién´ que no estaría ya supuesto e incluso menos
suponiéndose. Pero, ¿entonces qué? Yo diría ´expuesto´ o exponiéndose. Es decir, a la vez presente
afuera, exhibido y arriesgado, aventurado, El hilo de mi argumento es la exposición, como colmo
de la suposición o como su extremidad, como su abismo también, o si se quiere y/o como su exceso
(2014a: 58-59).

Devenir exponiéndose quiere decir ante todo existir, como ya se manifiesta en el ego sum captado
por Descartes, aunque ocluido por su comprensión sustancial., el jemand [alguien] alemán, o el
somebody [algún cuerpo] inglés. La pregunta por el “alguien” la plantea, justamente, alguien que
ya es para estar en condiciones de preguntar, un alguien entonces que es una respuesta que precede
a la pregunta. Nancy subraya atentamente lo que esto quiere decir: una respuesta es, por principio,
una promesa, un compromiso. El alguien, por ende, es ese uno considerado en el sentido del cada-
uno (ekaston) de Aristóteles, un singular cuyo “ser” consiste en singularizarse y, así, exponerse.
Nancy afirma:

…en la singularización del singular ya no se trata de una relación de operación de sí mismo consigo
mismo como auto-constitución, auto-engendramiento, presuposición. Yo diría que ya no hay
relación poiética, de producción, no habría más que praxis, siendo la praxis para Aristóteles la
acción que no tiene más resultado que el agente mismo de la acción (2014a: 64).

El alguien, o cada-uno, o singular del que hablamos tiene tres rasgos destacados. En primer lugar,
Nancy reconoce, recupera y corrige la tendencia a la “unicidad” ya presente en la ontología de la
sustancia por medio de su reinscripción en el campo señalado de la praxis. Esto es forzosamente
así porque el sujeto que se auto-constituye soberanamente sin nada fuera de él se auto-destruye en
virtud de su mera abstracción y formalidad, cuestión y advertida por Hegel en su Lógica al referirse
a la autonomía (Selbststandigkeit), en incluso -como podemos agregar por nuestra cuenta- en su
Fenomenología al caracterizar el “sentimiento de sí” (Selbstgefühl) que alcanza el señor (Herr) a
través de la satisfacción evanescente o gozo de la cosa. Por lo tanto, es preciso que si hay uno
entonces haya otros. Por eso el cada-uno sólo puede ser concebido en el registro de una “pluralidad
efectiva de los unos (y de los otros)”, esto es, un singular multiplicado por la “esencia numerosa
de la existencia”. Este cada-uno es una individualidad y su diferencia, y su concreción práctica y
empírica tiene lugar a través del cuerpo. Efectivamente, porque es corporal el singular puede
exponerse, mostrarse y comprometer su unicidad ante y por otros.

En segundo lugar, según lo anteriormente dicho deja entrever, el uno es singular-plural. O también:
el uno es cualquiera, un anónimo que se relaciona por medio de la inconmensurabilidad de los
unos. Es importante indicar que Nancy piensa esta relación como aquello que pone-en-común a
los cualquiera, ciertamente no para de ese modo restaurar una unidad sustancial (como ocurre en
la ontología de la suposición), sino para unirse en la separación. Se trata, en rigor, de una
“comunidad como inconmensurabilidad de los singulares”, en la que lo que está puesto en juego
a través de la relación es, precisamente, la singularidad de los cada-cual. En el lenguaje de una
nueva ontología -que, como anticipé, no deja de tener repercusiones en el campo de lo político-,
este rasgo puede expresarse de dos modos complementarios. Por una parte, la relación es
“partición”, en el sentido de que la singularidad es lo que com-parten los unos, por lo que de este
modo quedan re-partidos. Por consiguiente, la singularidad es ya siempre un estar-con, un estar-
en-común,3 o (modificando a Leibniz) una mostración ejemplar de la unidad. De acuerdo a esto,
puede decirse que la relación de los singulares consiste en su exposición, o sea: en la mostración
del existir del cada-cual. Por otro lado, la relación expresa lo-en-común, esto es, el “ser-entre” en
tanto que inter-esse.4 Este interesarse los unos por los otros puede entenderse también, según
Nancy, como una “curiosidad trascendental”: ser curiosos de la singularidad del otro a través del
amor o el odio, el deseo o el miedo, etc., pero en cada caso cuidando [cura] y preocupándose por
el otro.5 Re-partir, com-partir, interés y curiosidad son entonces modos de la ex-posición o ex-
sistencia del singular-plural.

Tercer rasgo del alguien o singular: el ekaston (cada-uno) viene al presente, vale decir, es
escatológico. Pero esa presencia no atestigua un sí-mismo sustancial, sino -como Heidegger
señaló- una existencia vuelta hacia a la muerte. Este presentificarse, esta exposición se constata a
cada-instante ante los otros, temporalmente hay puesta en acto de la singularización de los unos
que son plurales. Nancy sostiene que por la singularización “el uno es constante en la constante
puesta en juego de su novedad” (2014: 79); no sabemos (y no hace falta que nos preguntemos) qué
es el uno, pero sí podemos interpelar acerca de lo que cada-cual cada-vez compromete, o -según
se dijo hace un momento- por lo que ponemos en juego. Nancy llama a eso “sentido”. El sentido
no se remite sólo a la dimensión semántica del hacer, sino también, y acaso sobre todo, a la
dimensión pragmática más amplia que es la existencia. Lo puesto en juego en el singularizarse es
el sentido de una existencia sin las cauciones que prometía la ontología de la sustancia. Justamente
lo que está en lugar de la suposición del sujeto es un “fundamento” comprometido con cada
atestación. Es decir: el sentido, o sea, “lo que singularmente se compromete, se garantiza, se
promete cada vez, a cada momento, no detrás ni delante sino aquí mismo, en el lugar de la
exposición de una singularidad” (2014: 82). A esta forma de hacerse presente le es indispensable
una materialidad, un cuerpo (de acuerdo al inglés somebody) de la exposición a la innovación del
sentido.

Referencias

ARENDT, Hannah (1997). ¿Qué es la política? Barcelona, Paidós ICE/UAB.

3
Cf., entre otros, Nancy 2001, 2007, 2014b y 2016.
4
Recuérdese que según Arendt (1997: 46) “la política surge en el entre y se establece como relación”. V. además
Ranciere 2007.
5
Cf. Heidegger 2006, esp. lo referido a la Fürsorge (solicitud) y a la Sorge (cuidado).
ARENDT, Hannah (2002). La vida del espíritu, Barcelona, Paidós.
ARENDT, Hannah (2003a). Conferencias sobre la filosofía política de Kant, Barcelona, Paidós.
ARENDT, Hannah (2003b). Entre pasado y futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política,
Barcelona, Península.
HEIDEGGER, Martin (2006). Ser y tiempo, Madrid, Trotta.
NANCY, Jean-Luc (2001). La comunidad desobrada, Madrid, Arena.
NANCY, Jean-Luc (2007). La comunidad enfrentada, Buenos Aires, La Cebra.
NANCY, Jean-Luc (2014a). ¿Un sujeto?, Buenos Aires, La Cebra.
NANCY, Jean-Luc (2014b). “El común el menos común”, en: Metapolítica, 86, jul.-sept., 47-49.
NANCY, Jean-Luc (2016). La comunidad revocada, Buenos Aires, Mardulce.
RANCIERE, Jacques (2007). En los bordes de lo político, Buenos Aires, La Cebra.

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