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Partes: 1, 2
1. Objetivos
2. Justificación
3. Introduccion
4. Jurisdiccion contencioso-administrativa
6. Fundamento Legal
7. Características
9. Conclusion
10. Bibliografia
1. Objetivos
Generales
Especificos
Analizar el Procedimiento para la interposición del Recurso Contencioso-Administrativo de
Nulidad de actos administrativos de efectos particulares.
2. Justificación
Aunado a ello, se busca la manera de que el bachiller logre, a través de la teoría básica, aplicar
estos conocimientos e información a su próxima entrada al ejercicio como profesional del
derecho.
3. Introduccion
La Constitución venezolana vigente, al igual que las de la mayoría de los países de cultura
occidental, consagra sistemas e instrumentos de control destinados a asegurar que los
detentadores del Poder Público actúen ajustados a la legalidad instituida y respondan a los
fines superiores que justifican la existencia del Estado.
Los rasgos característicos de nuestra Carta Fundamental, también comunes a la casi totalidad
de las Constituciones contemporáneas, a la vez que posibilitan un adecuado control de los
actos y actividades de los entes y autoridades que ejercen el poder público a fin de evitar
cualquier desbordamiento de poder autoritario, garantizan mayor estabilidad en la vida
institucional del país y se erigen en salvaguardia de los derechos individuales de los
ciudadanos.
El ordenamiento jurídico inviste a cada una de las ramas del poder público de amplios poderes
de control sobre las demás, correspondiendo a la judicial el control jurisdiccional de los
poderes públicos en su plenitud, ninguna de las tres ramas que componen el Poder Público
escapa al control del órgano jurisdiccional y, particularmente, al control del tribunal de más
alta jerarquía dentro de la estructura judicial venezolana: la Corte Suprema de Justicia.
En efecto, el Tribunal Supremo de Justicia es el único órgano judicial en Venezuela que ejerce
en forma exclusiva el control directo de la constitucionalidad de los actos del Poder Público, lo
cual, junto con el control de la legalidad de tales actos, constituye su función primordial (art. 2
de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia).
El control del Poder Judicial lo ejerce el Tribunal Supremo a través de los recursos de Casación
(art. 266, ordinal 8 de la Constitución y articulo 42, ords. 31 y 33 L.O.C.S.J.); el del Poder
Legislativo (Nacional, Estadal o Municipal), por medio de la acción de inconstitucionalidad
contra las leyes (art. 266, ords. 5 y 6 de la Constitución y art. 42, ords. 1° y 3° L.O.C.S.J.).
Por otra parte, la constatación de la constitucionalidad y legalidad del actuar del Poder
Ejecutivo y otros órganos del Estado de rango constitucional y autonomía funcional (Consejo
Supremo Electoral, Consejo de la Judicatura, Fiscalía General, Contraloría General y
Procuraduría General de la República), se ejerce mediante la acción de nulidad y de los
recursos contencioso- administrativos (Art. 266, ordinal 5 de la Constitución y Art. 42, ords. 4°,
10 y 12 L.O.C.S.J.).
4. Jurisdiccion contencioso-administrativa
Antecedentes
Ahora bien, si la expresión "contencioso administrativo" había unido en una sola palabra dos
conceptos opuestos, la nueva frase "jurisdicción contencioso-administrativa", identificaba al
mismo tiempo dos funciones más contradictorias: litigios jurisdiccionales resueltos por órganos
de la Administración Pública. En efecto, los vocablos que integraban la nueva frase se oponían
a la teoría de la división de poderes, ya que, la referida frase reconocía funcionalmente al
mismo poder que había dictado o realizado "el entuerto" la facultad de juzgarlo por sí mismo.
Es decir, que la Administración Pública juzgaba como juez sus mismos actos.
Por otra parte, sostiene el autor Fiorini, que estas normas prohibitivas y tan excluyentes tenían
su fuente en un falso concepto sobre separación de los poderes estatales que los consideraban
autónomos y separados para cada función, dejando sin ninguna respuesta satisfactoria al
fundamental principio de la unidad del orden jurídico. Incluso, señala el referido autor, que
además de este grave error de conceptos, la desviación que significaba el contencioso
administrativo, tenía también su fuente ideológica en la desconfianza que los hombres de la
Revolución sentían contra los Parlamentos del antiguo régimen. Por tanto, la "jurisdicción
contencioso-administrativa", conjuntamente con los elementos sustanciales que la integraban
reconocen su causa creadora en accidentes históricos e ideológicos completamente
circunstanciales.
En este sentido, esta jurisdicción contencioso-administrativa, surgida bajo supuestos tan
erróneos y circunstanciales, se introduce en el Estado de Derecho. Y, por ende, la oposición
entre los conceptos contradictorios que dieron origen a la referida jurisdicción, conjuntamente
con la ideología que representaba la teoría jurídica del nuevo Estado, producen una
terminología que no concuerda con los principios que corresponden al Estado moderno,
multiplicándose así la confusión reinante en la materia.
Sin embargo, el profesor Moles Caubet ha sostenido que no debemos esforzarnos para definir
el contencioso administrativo, porque su propia denominación nos indica de qué se trata. En
efecto, el contencioso administrativo es, como su nombre lo indica, una contención, una
controversia con la Administración y, esa contención o controversia se produce porque se
considera que un acto administrativo es ilegal o ilegítimo, o porque una actividad
administrativa lesiona el derecho subjetivo de un particular.
Por otra parte, la jurisdicción de los Estados significaba que cada uno de ellos era autónoma e
independiente, en otras palabras, la justicia nacía y moría en cada Estado, es decir, que
existían unas Cortes Supremas Estadales, cuyas decisiones no tenían revisión ante la autoridad
judicial federal. Pero, al propio tiempo aplicaban la legislación nacional civil, mercantil y penal,
con lo cual podía producir que cada Estado interpretara las leyes a su manera, resultando así
amenazada la unidad legislativa nacional. Fue por eso que el Presidente Guzmán Blanco el 13
de junio de 1876 promulgó la Ley que introdujo en Venezuela el recurso de casación,
facultándose a la Alta Corte Federal para conocer del mismo, pero al poco tiempo fue tachada
de inconstitucional porque se alegaba que atentaba contra los principios de la autonomía de
los Estados. Sin embargo, es en la Constitución de 1881 cuando se crea la Corte de Casación, la
cual se concibe como un tribunal de los Estados, y la Alta Corte Federal se instituye como un
tribunal de la Federación, es decir, que se establece en nuestro país un régimen de dualidad de
jurisdicciones en el Poder Judicial.
En la Carta Fundamental de 1893, se establece por primera vez el control jurisdiccional sobre
los actos emanados de autoridades nacionales o del Distrito Federal, por usurpación de
autoridad o por decisiones acordadas por requisición directa o indirecta de la fuerza, o por
reunión del pueblo en actitud subversiva. Al respecto, el autor Henrique Iribarren Monteverde
sostiene que la jurisdicción contencioso-administrativa en nuestro país obtuvo rango
constitucional por primera vez en esta Carta Magna.
Ahora bien, algunos de los autores patrios consideran que el contencioso administrativo surge
en Venezuela a partir de la Constitución de 1925, pues en esta Carta Magna se afirman los
criterios básicos que configuran un sistema contencioso administrativo.
En efecto, sostiene el profesor Brewer-Carías, que a partir de esta Constitución puede decirse
que se inicia en nuestro país la elaboración del referido sistema separado del control
jurisdiccional en materia de inconstitucionalidad, ya que se estableció por primera vez la
posibilidad de que la Corte Federal y de Casación "declare la nulidad de los Decretos y
Reglamentos que dictare el Poder Ejecutivo para la ejecución de las leyes cuando alteren su
espíritu, razón o propósito de ellas" (artículo 120), lo que equivale a un recurso contencioso
administrativo de anulación, pero sólo contra actos administrativos generales o individuales
dictados por el Presidente de la República.
Sin embargo, la autora Josefina Calcaño de Temeltas, sin desconocer que la referida
Constitución establece las bases del contencioso administrativo, sostiene que es más
importante el Texto Fundamental del año 1931, por tres aspectos: porque consagra por
primera vez la excepción de ilegalidad oponible en cualquier tiempo; porque contempla por
primera vez un lapso de caducidad para el ejercicio del recurso contencioso administrativo de
anulación (13 meses); y, porque amplía el contencioso administrativo a cualquier caso de
ilegalidad o por abuso de poder de los actos administrativos, es decir, que se comienza hablar
de un contencioso administrativo general.
Por consiguiente, en nuestro país, con base en esta norma constitucional se ha construido la
teoría del contencioso administrativo. Es decir, que el artículo 259 de nuestra Carta
Fundamental, contiene, por sí solo, todo un sistema contencioso administrativo.
Sin embargo, el contenido de este precepto no fue desarrollado hasta 1976, cuando se
promulgó la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia. En efecto, la referida ley constituye
un elemento fundamental en la evolución del contencioso administrativo, porque en sus
Disposiciones Transitorias establece toda una organización estructural de la jurisdicción
contencioso-administrativa y, además, en su articulado se regula una serie de procedimientos
respecto a las acciones y recursos que se instauran ante la prenombrada jurisdicción.
Asimismo, debemos señalar que cuando el artículo constitucional establece que la jurisdicción
contencioso-administrativa corresponde al Tribunal Supremo de Justicia y a los demás
tribunales que determine la ley, esa ley a la que se refiere el constituyente no es la ley que
organiza el funcionamiento del Supremo Tribunal de la República, sino la Ley Orgánica de la
Jurisdicción Contencioso-administrativa, la cual aún no ha sido dictada, sin embargo, existe un
proyecto propuesto por la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE).
Igualmente, podemos afirmar, que bajo la vigencia de la Constitución del 2000, nuestro
sistema de control de la legalidad de los actos administrativos es judicialista, pues ha sido el
Poder Judicial a través del Tribunal Supremo de Justicia y los demás tribunales que determine
la ley, y no otro poder, el competente para hacerlo.
Asimismo, la referida Sala de nuestro Alto Tribunal, en sentencia del 5 de abril de 1984, con
ponencia del Magistrado Domingo Coronil, asentó: "En efecto, todos los actos de la
Administración Pública están sometidos al control jurisdiccional (regla general) y por lo mismo,
todo acto administrativo puede ser revisado en vía contencioso-administrativa, por ordenarlo
así nuestra Carta Magna...".
En efecto, es el caso de la tesis jurisprudencial que ha sostenido que los actos administrativos
sometidos al control de los tribunales que integran la jurisdicción contencioso-administrativa
son sólo aquellos sujetos al derecho administrativo.
Pero es necesario advertir, que según criterio de la extinta Corte Federal de fecha 3 de
Diciembre 1959, expresó: "no todo acto emanado de una autoridad administrativa, constituye
un acto administrativo susceptible de entrar en la esfera de la jurisdicción contencioso-
administrativa. Por consiguiente, en toda pretensión que se proponga ante el órgano
jurisdiccional contencioso-administrativo, debe examinarse previamente si cae dentro de la
esfera de esta jurisdicción por estar fundada en preceptos de Derecho administrativo; porque,
ni una pretensión de este tipo puede ser deducida ante jurisdicción distinta, ni una pretensión
con otro fundamento podrá ser examinada ante la jurisdicción contencioso-administrativa".
Como puede observarse, esta tesis implicaba que no todo acto administrativo era susceptible
de ser controlado por la jurisdicción contencioso-administrativa, pudiendo quedar excluidos
del conocimiento de la misma ciertos actos que no pudieran referirse a relaciones jurídico-
administrativas.
Por tanto, al no haberse establecido relación alguna de derecho administrativo en el objeto del
contrato, la Corte se declaró incompetente para conocer de la nulidad demandada por vía del
recurso contencioso administrativo.
No obstante, cabe destacar, que la antigua Corte Federal, ya se había pronunciado de manera
similar en fallo de fecha 23 de febrero de 1950, con ponencia del Magistrado Rafael Angel
Camejo, mediante el cual señaló, respecto a los actos administrativos, lo siguiente: "Las
declaraciones de la voluntad del Poder Ejecutivo Federal cuando obra en el ejercicio del jus
imperii, constituyen los verdaderos actos administrativos, esto es, actos que emanan
directamente de su potestad administrativa y que por tanto, están sometidos al derecho
público (Político, Constitucional, Administrativo, etc.); en cambio, las declaraciones de
voluntad del Ejecutivo Federal, que tienden, no a crear o a regular coactivamente situaciones
jurídicas frente al Poder Público, sino a ‘constituir, reglar, transmitir, modificar o extinguir’
convencionalmente con los particulares vínculos jurídicos de derecho privado, no son actos
administrativos, en el sentido propio y exacto de la expresión, sino actos de derecho privado,
regidos en consecuencia por éste".
Por ello, al ser materia de derecho privado, la misma escapa del control de la jurisdicción
contencioso-administrativa y, en consecuencia, la Corte declaró que carecía de competencia
para conocer de la demanda interpuesta.
Por otra parte, la Procuraduría General de la República sostuvo en 1967 que los actos de
registro son actos administrativos dictados en ejercicio de la función administrativa y, por
ende, son susceptibles de recurso contencioso administrativo. Sin embargo, el profesor
Gonzalo Pérez Luciani ha señalado que la Sala Político-Administrativa de nuestro Máximo
Tribunal no es competente para conocer de la nulidad de los actos de un Registrador Público
por ser actos de la Administración regidos por el derecho privado.
En este orden de ideas, sostiene el profesor Brewer-Carías que siendo la actividad de registro
una actividad cumplida por autoridades administrativas (Registradores) gestionando un
servicio público, y en ejercicio de la función administrativa, es indudable que la misma es
actividad administrativa y los actos de registro son actos administrativos, a pesar de que los
mismos puedan referirse o tener por objeto actos jurídicos privados.
La Administración del derecho privado comprende todos los actos administrativos con los
cuales la autoridad administrativa puede ser llamada a tomar parte en la formación de actos
jurídicos de los particulares, y entre ellos se incluyen los actos de registro. En todo caso, la tesis
restrictiva del control de los actos administrativos es contraria a nuestro Texto Fundamental y
a la tendencia general de la universalidad del control contencioso administrativo que no
admite actos administrativos excluidos de control. Sin embargo, a pesar que la propia Corte
Suprema de Justicia ha reconocido la tendencia universal y ampliación del referido control, la
misma en sus distintos fallos ha excluido del control contencioso administrativo a ciertos actos
por considerar que los mismos no están sujetos al derecho administrativo.
En el caso particular, la Corte ratificó el criterio sostenido en sentencia de la Corte Federal del
03.12.1959 y, por ende, sostuvo que el acto impugnado no había sido dictado en ejecución de
normas de derecho administrativo.
Sin embargo, en opinión del profesor Peña Solís, a través de este fallo queda expuesto el
concepto de derecho administrativo como "sistema normativo", el cual, tiene además del
significado propio de esa rama del Derecho, la connotación de un indicador de la competencia
de la jurisdicción contencioso-administrativa, en lo atinente a los recursos de nulidad
interpuestos contra actos emanados de la Administración Pública.
En efecto:
Por otro lado, "si el acto impugnado es un acto de efectos particulares, dictado por
cualesquiera de los Poderes Públicos actuando en función administrativa, se consagra también
un procedimiento único para su tramitación, que es el procedimiento del recurso contencioso
administrativo de anulación, desarrollado en la Sección Tercera del mismo Capitulo II, Titulo
V."
No hace diferencia entonces la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, en cuanto al vicio
que afecta al acto, sino entre los actos de efectos generales y los actos de efectos particulares
distinción que, a decir del proyectista, si se refleja en las cuestiones que se plantean sobre el
procedimiento.
En efecto, según el proyectista, "el recurso contencioso- administrativo, por versar sobre un
acto de efectos particulares, es decir, un acto que se concreta a una determinada persona o a
una categoría de personas perfectamente individualizadas, es un recurso subjetivo y, en
consecuencia, exige un interés calificado en el recurrente, un lapso para impugnar el acto y
ciertos requisitos en cuanto a la documentación de la demanda. El acto general, en cambio,
por ser un acto que afecta en igual medida a toda la colectividad o a un sector de la misma
cuyos componentes no se pueden identificar, como recurso objetivo requiere un tratamiento
especial para impugnarlo, en cuyo caso se justifica la acción popular.
Y en el aspecto conceptual, el legislador de la Corte adopta una noción amplia del contencioso-
administrativo, al hacer recaer en el ámbito de control de la jurisdicción contencioso-
administrativa, todos los actos, hechos u omisiones derivados de la actuación de las
administraciones públicas, en todos sus niveles, o de otros órganos del Estado actuando en
función administrativa, tal como se desprende del articulado de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia.
Así pues, quedó establecido un sistema de recurribilidad en la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de justicia, que durante ya dos décadas, ha servido de base a la justicia administrativa
para ejercer la competencia que le atribuye el articulo 259 de la Constitución de la República.
El artículo 259 del Texto Fundamental precisa la competencia de los órganos de la jurisdicción
contencioso-administrativa para anular los actos administrativos contrarios a derecho, pero el
mismo no distingue entre actos administrativos sujetos o no al derecho administrativo, por lo
que sólo el planteamiento de esta posibilidad es inconstitucional. Por ende, no tiene sentido la
definición de la jurisdicción contencioso-administrativa referida sólo a conocer de actos
administrativos sujetos al derecho administrativo.
Derecho Comparado
Lo que ha sucedido es que nuestro Alto Tribunal ha interpretado inadecuadamente el texto del
artículo 1º de la Ley de la Jurisdicción Contencioso-administrativa española (27 de diciembre
de 1956), que dispone:
"Articulo 1:
a) La Administración del Estado, en sus diversos grados. b) Las entidades que integran la
Administración local; y c) Las Corporaciones e Instituciones públicas sometidas a la tutela del
Estado o de alguna Entidad local".
Al respecto, para averiguar qué actos de la Administración Pública están sujetos al derecho
administrativo y qué actos de la Administración Pública no están sujetos al derecho
administrativo, la Ley de la Jurisdicción Contencioso-administrativa consagra en sus artículos
2º y 3º, que:
"Articulo 2: No corresponderán a la Jurisdicción contencioso-administrativa:
Las cuestiones de índole civil o penal atribuidas a la Jurisdicción Ordinaria, y aquellas otras que,
aunque relacionadas con actos de la Administración pública, se atribuyan por una Ley a la
Jurisdicción Social o a otras jurisdicciones.
Las cuestiones que se susciten en relación con los actos políticos del Gobierno, como son los
que afecten a la defensa del territorio nacional, relaciones internacionales, seguridad inferior
del Estado y mando y organización militar, sin perjuicio de las indemnizaciones que fueren
procedentes, cuya determinación sí corresponde a la Jurisdicción contencioso-administrativa.
Por otra parte, la frase "actos de la Administración pública sujetos al Derecho Administrativo",
nos indica, a contrario sensu, que, según el legislador, existen actos de la Administración
Pública no sujetos al derecho administrativo o, con otras palabras, que el derecho
administrativo no es el derecho regulador de toda la actividad de la Administración.
No obstante, debe señalarse que todo acto administrativo sí está sujeto al derecho
administrativo, porque hablar de acto administrativo equivale a calificarlo de acto sujeto al
derecho administrativo, pero lo que no puede darse es que un acto administrativo o una
Administración Pública sólo se rija por el derecho privado.
En este sentido, debe distinguirse que una cosa es hablar de "actos de la Administración
Pública", los cuales pueden estar sometidos al derecho administrativo o al derecho privado,
con preponderancia de uno u otro; y, otra cosa de "actos administrativos", porque si bien es
cierto, que todo acto administrativo es un acto de la Administración Pública, no todos los actos
que emanan de la Administración Pública son actos administrativos.
Sin embargo, ha sido nuestro Alto Tribunal, a través de sus distintos fallos, el que ha
confundido estas nociones, resolviendo de manera errónea, que algunos actos administrativos
no están sujetos al derecho administrativo. En todo caso, debe reafirmarse que no hay actos
de la Administración Pública exento de control jurisdiccional y, por ello, es inadmisible
cualquier teoría de los supuestos actos excluidos del control contencioso administrativo.
6. Fundamento Legal
Los procedimientos ordinarios contencioso administrativos a los que se limita este estudio
tienen su fundamento legal en:
Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia: en sus artículos 181 a 187, disposiciones
transitorias hasta tanto se dicte una ley especial de la así llamada jurisdicción contencioso
administrativa.
Del 112 al 120, recurso de nulidad de los actos de efectos generales y a la vez del recurso de
inconstitucionalidad de las leyes.
Del 121 al 129, recurso contencioso administrativo de nulidad (actos de efectos particulares).
Las bases tradicionales son las que han impuesto en el contencioso administrativo del control
de legalidad de la actividad administrativa, de una parte, limitaciones al juez (derivadas de las
prerrogativas de la Administración) y, de la otra, poderes al juez contencioso administrativo,
que lo distinguen del juez ordinario, y que inciden en la actividad judicial que estos cumplen.
La primera base tradicional del contencioso francés (un límite) es la prohibición de juzgar el
mérito, la conveniencia del acto, y aun en materia de legalidad, la prohibición de sustitución en
la labor administrativa, lo cual ha incidido negativamente en el tema de la ejecución de los
fallos judiciales.
La segunda, el carácter objetivo del control, lo que da lugar a un procedimiento en el que juez
tiene poderes inquisitivos - ampliación de sus poderes- al punto de que se admite la
declaración de vicios de orden público no denunciados.
Específicamente, puede decirse que aporta la posibilidad de resolver las reclamaciones que se
presenten en materia de servicio público, pues el articulo 259. Que hoy consagra la jurisdicción
contencioso administrativa innova al incluir este aspecto como parte de sus competencias.
Debe sin embargo decirse ya esta materia, en algunos casos estaba en el ámbito de
conocimiento del contencioso (en el caso de actos o contratos en materia de servicios
públicos, que por administrativos estaban bajo el ámbito de tal jurisdicción). Pero esta nueva
regulación sin duda ahora lo ampliaría a otros aspectos que presentaron dudas en el pasado y
que eran conocidos por la jurisdicción ordinaria (caso amparo en materia de servicios,
recuérdese amparo CSB Vs. Electricidad de Caracas)
También (en el tema de las competencias) la sujeción al contencioso electoral al aún puede
considerarse como parte del contencioso administrativo y no de manera autónoma, dado el
surgimiento de un nuevo Poder Electoral), de las materias relativas a los procesos electorales
de Sindicatos, gremios y partidos políticos y otras Organizaciones de la sociedad civil. Partidos
políticos y sindicatos se hallaban en el pasado en una especie de limbo, pues eran rechazados
por el contencioso administrativo y no encontraban cabida en la jurisdicción ordinaria,
En materia de responsabilidad aporta, la precisión que se hace respecto a que ella abarca
tanto el funcionamiento normal como anormal del servicio y cualesquiera actuaciones
públicas, no sólo administrativas, sino también judiciales, legislativas, ciudadanas o electorales,
precisión que si bien no hizo el articulo 140, se encuentra en la exposición de dudosa
legitimidad.
7. Características
FUNCIÓN ESTATAL: La jurisdicción ha sido definida como la función estatal por la cual éste
obra y actúa, para asegurar y garantizar el rigor práctico del derecho, para quienquiera y
contra cualquiera que fuere (aun contra sus propios oficios, si es necesario), promoviendo y
controlando su observancia o reprimiendo los hechos cometidos iniura, o poniendo (o
constriñendo a poner) remedio a las consecuencias de eventuales transgresiones.
Y esta función estatal es única si bien puede haber actos de los restantes poderes que se
asemejan a la función jurisdiccional tales como el juicio político por el Congreso o los así
llamados en la doctrina venezolana actos cuasijurisdiccionales, pero sólo en ejercicio de la
función jurisdiccional se producen decisiones con fuerza de cosa juzgada, elemento que debe
añadirse a la definición de Redenti ya dada. No existen distintas jurisdicciones sino distintas
competencias siendo éstas: "una medida de la jurisdicción... es la potestad de jurisdicción para
una parte del sector jurídico: aquel específicamente asignado al conocimiento de determinado
órgano jurisdiccional".
"Por oposición a 'gracioso', se dice de las decisiones que resuelven un litigio trabado entre dos
o más partes".
Y tal es el caso de los procedimientos que estudiamos desde que hay ciertamente partes desde
el momento que el legitimado busca la satisfacción de una pretensión, busca que la
administración se someta a la orden del juez y satisfaga su reclamo coactivamente y no ya en
virtud de la autotutela de la administración sino en base al sometimiento del ejercicio del
poder público a la legalidad y el derecho de accionar en defensa de los derechos e intereses
que le corresponde como afectado.
La existencia de partes se desprende de los artículos 112, 111 y 121 de la L.O.C.S.J. y fue
reconocido por el T.S.J. en julio de 1990, que ratifica lo establecido el 21 de noviembre de
1974, en el sentido que: "Este interés que en el recurso contencioso ostentan las partes,
entendiéndose por tales las que han establecido una relación jurídica, con la administración
pública, o todo aquel a quien la decisión administrativa perjudica en su derecho o interés
legítimo".
Con lo cual se hace referencia a uno de los aspectos básicos del principio dispositivo "nemo
iudex sine actore" a lo cual además debe sumarse que de acuerdo al articulo 88 ejusdem da
carácter supletorio al Código de Procedimiento Civil, por lo tanto hace aplicable el articulo 12
C.P.C. que le exige al juez "atenerse a lo alegado y probado en autos".
Muestra del carácter dispositivo se ven además en la exigencia de los artículos 113 sobre el
libelo de la demanda o el 131 cuando hace depender la condena a la administración al que así
se haya solicitado.
Sin embargo, no debe concluirse que el juez contencioso administrativo como el juez civil
hasta 1986, al menos en teoría, "es de palo", como se dice en la jerga forense, pues en la
L.O.C.S.J. hay antecedentes de la filosofía del artículo 14 C.P.C. según el cual el juez es el
director del proceso. Quien redactó la norma no se ha paseado últimamente por nuestros
abarrotados tribunales o tomado en cuenta que el T.S.J. se ha visto obligada a aumentar su
número de relatores y que ha debido recurrir a formalismos exagerados para descargarse de
trabajo. Así, hay una serie de artículos que introducen elementos inquisitivos en el proceso
contencioso administrativo sin que se convierta en un proceso regido por el principio
Inquisitivo.
Pero como la Constitución Nacional en su art. 259, establece además de la nulidad del acto la
posibilidad de condenar a la reparación de los daños o al restablecimiento de situaciones
jurídicas, la L.O.C.S.J., en su art. 131, establece la posibilidad de, en el mismo juicio, acordar la
condena al pago de sumas de dinero o establecer la situación jurídica lesionada, es lo que seria
llamado en Francia recurso de plena jurisdicción, pues no se limita la sentencia del juez a
anular el acto, sino que condena. Queda sin embargo subsistente el que se demanda
conjuntamente con la nulidad del acto sin necesidad de un proceso para la anulación y otro
para la condena, por eso preferimos hablar simplemente de recurso de anulación.
Con la entrada en vigencia de la Ley Orgánica de Amparo se modifica este recurso pues su
interposición conjunta con el recurso de amparo permite que se intente ya transcurrido el
lapso de caducidad del recurso de nulidad, evita el tener que agotar la vía administrativa y
tendrá como efecto real la suspensión de los efectos del acto, lo cual es especialmente útil
porque dado los plazos excesivamente largos para decidir y la necesidad de caución para
suspender los efectos del acto, hacen nugatorio en general el ejercicio de recursos, pues ya el
daño se ha consumado.
Siendo sujeto activo quien afirma ser titular del derecho y sujeto pasivo contra quien se
afirma. En Venezuela es necesariamente parte activa un particular o muy excepcionalmente el
Fiscal General de la República, y parte pasiva el ente cuya actividad administrativa da origen al
recurso.
Pues en Venezuela, dada la redacción del art. 121 L.O.C.S.J. no podría darse un proceso de
lesividad, como se conoce al Intentado por la administración para revisar su acto creador de
derechos subjetivos o intereses legítimos, a lo cual estaría obligada por estar impedida la
autotutela, por la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos art. 19 numeral 2.
Igualmente pueden ser partes pasivas, los terceros interesados que pueden ser coadyuvantes,
codemandados o terceros adhesivos ex art. 125 L.O.C.S.J.
La capacidad de ser parte viene a ser en principio igual a la capacidad de obrar del derecho civil
, y por parte de la administración pública debemos recordar que esto no tiene personalidad
jurídica, sino la República, los Estados y los Municipios, así como los institutos autónomos y
empresas del Estado.
LEGITIMACIÓN: La legitimación viene a ser el punto central de lo relativo a las partes, es más,
el Tribunal Supremo de Justicia define a las partes en función de la legitimación, así considera
que son: "las que han establecido una relación jurídica con la Administración Pública o todo
aquel a quien la decisión administrativa perjudica en su derecho o interés legitimo".
ACTIVA: La L.O.C.S.J. requiere la legitimación en su art. 121 cuando exige un interés personal,
legitimo y directo en impugnar el acto, siendo su revisión in limine litis ex art. 124 numeral 1, y
esto a pesar de la larga discusión al respecto durante la vigencia del C.P.C. del 16, que se
resolvería en el 86 cuando la disposición del 361 permite oponer la falta de cualidad o interés
junto con el resto de las cuestiones perentorias o de fondo.
La legitimación es más extensa en el contencioso de nulidad que en lo civil, pues, puede venir
dada bien por ser titular de un derecho subjetivo o bien poseer un interés legitimo.
Todo esto quedó asentado en la sentencia IVAN PULIDO MORA del 3, de octubre de 1985, en
los siguientes extractos:
Aquí notemos que se confunde legitimación al proceso o capacidad procesal que puede ser
examinada ab initio con legitimación a la causa necesariamente examinable previo al fondo
pero nunca in limine litis, continúa:
La Corte incluye aquí el derecho subjetivo administrativo no mencionado en la ley, desde que
considera a éstos más amplios que la noción de interés.
Ha de notarse además que supone tenga origen en la actividad formal de la administración sea
contrato, concesión, permiso, etc., por lo tanto, no excluye el acto administrativo, pero sí, eso
sí es un error, la actividad material.
Luego se terminó igualando interés legitimo y derecho subjetivo, cosa que sería deseable, pues
ese tipo de disquisiciones puede dar pie a dejar de lado recursos bien fundados. El interés
legitimo vendría dado precisamente por el hecho de que el patrimonio moral y material de la
persona no puede ser disminuido sin causa justa por la actividad administrativa. Para otros
sería interés legitimo: la posibilidad de querer que es protegida de una manera indirecta al
proteger el interés público. Tal sería el caso del perdidoso en un concurso de oposición para
nombrar un profesor que tendría no un derecho a ganar sino un interés legitimo en el
resultado limpio del concurso.
El interés sería directo cuando la lesión deviene del acto de manera inmediata sin que integre
parte de una cadena de sucesos que formalmente causen la lesión.
También se incluye en directo la actualidad del daño, no simple expectativa del daño. Sin
embargo, se ha llegado a afirmar que si la situación fáctica creada por el acto es la que causa el
daño, el interés seguiría siendo directo. También sería admisible si se intenta conjuntamente
con la acción de amparo art. 5 L.O.A.D.G.C. que permite intentar el recurso aun ante la sola
amenaza de lesión.
Por último no basta haber sido parte en el procedimiento administrativo así: "una errónea
admisión de la legitimación de los primeros (simples interesados) por el funcionario
administrativo, condicionando la actuación del juez de lo contencioso en el mismo sentido
interpretación que (al menos por vía general) resulta inadmisible para esta Sala".
Esto se plantea en base a que el art. 22 de la L.O.P.A remite a la L.O.C.S.J. para determinar la
legitimación. Pero la apreciación del funcionario administrativo no vincula en lo relativo al
fondo, tampoco podría vincularlo en una cuestión previa al fondo.
Ese interés además debe ser personal, afectar individualmente al particular, el titular del
interés es el afectado de manera directa.
Esta necesariamente debe ser considerada parte, caso contrario la decisión del juez no le sería
oponible por no obra la cosa juzgada sino contra las partes. Dado el carácter subjetivo y
contencioso del recurso, no cabe duda de su cualidad de parte. De plantearse que es un
proceso al acto y no hay parte, la decisión del juez no le sería oponible y no tendría efecto
alguno y nada impedirá a la administración reiterar el acto.
Los problemas que la doctrina observa podrían plantearse son:
Los codemandados "son aquéllos que derivan derechos del acto" así seria el caso de quien
obtuvo un permiso de construcción y cuya nulidad solícita otro, la L.O.C.S.J. puede
considerarse, se refiere a ellos al hablar de opositores en su art. 126.
Los coadyuvantes son aquéllos que tienen un interés directo en el sostenimiento del acto. Así,
el dueño de un estacionamiento tiene interés, directo en que se mantenga el permiso de
construcción de un edificio que no posee puestos de estacionamiento suficientes. Son
procesalmente intervinientes adhesivos simples pues no les, afecta la cosa juzgada de manera
inmediata.
Esta establece que contra todo acto definitivo o con fuerza de definitivo (arts. 83 y 94
L.O.P.A.), se intentaría recurso de reconsideración, luego contra esta decisión se podrá
interponer el recurso jerárquico siempre para ante el Ministro respectivo o ante el funcionario
de mayor jerarquía si no se trata de un Ministerio sino de un organismo como la Procuraduría
o la Contraloría o bien, si se trata de un instituto autónomo y, salvo que la ley que crea a éste,
como es el caso de la Ley de Bancos de 1993 para las decisiones del Superintendente, superior
jerárquico de un instituto autónomo, lo excluya expresamente, habrá un jerárquico de
segundo grado (art. 95 L.O.P.A.).
Agotados estos dos recursos, quedaría abierta la vía contencioso administrativa. Y éste debería
ser el sistema para todo lo contencioso administrativo, salvo Aduanas, Tributario y Laboral.
Pues se trata de una ley orgánica y tiene aplicación preferente sobre todas las leyes especiales
anteriores o posteriores. Si se hubiese mantenido la consideración de las apelaciones a la
Corte como jerárquicos de segundo grado, la L.O.P.A. habría casi unificado la vía
administrativa. Además, el art. 47 ejusdem hace supletoria la L.O.P.A. sólo en el caso del
procedimiento constitutivo único que puede tener particularidades, el de revisión no tiene
ninguna, su carácter especial, "no es otra cosa que la singularidad que resulta del mero arbitrio
de quienes los diseñan, arbitrio que rara vez responde a una finalidad garantizadora sino, más
bien, a todo lo contrario".
En sentencia del 6 de junio de 1991, la Corte corrigió su posición, donde en base a que la ley
orgánica tiene aplicación preferente sobre la especial, y a que el art. 47 excluye la aplicación de
la L.O.P.A., sólo del procedimiento constitutivo y además en favor de la celeridad y economía,
repitiendo los argumentos de la sentencia precitada, decidió la aplicación de la L.O.P.A. sobre
la ley de protección al consumidor.
A esto tiene que añadirse el caso del silencio de la administración art. 134, el cual permite
recurrir al contencioso dentro de los seis meses siguientes al plazo de noventa días dentro del
cual según esta disposición debería decidir el recurso jerárquico, único que existía a la fecha.
En tal caso se ha dicho que se podría recurrir al contencioso administrativo sin agotar la vía
administrativa.
Pero en realidad y dada la intención y el contexto de La ley no era sino la consagración del
silencio rechazo que ratifica expresamente la L.O.P.A. estableciendo noventa días para decidir
el jerárquico, y a falta de decisión habilita para recurrir ante los tribunales (art. 4 L.O.P.A.). Sólo
esta interpretación evita conflictos de interpretación sobre la aplicación de estas dos normas
que de otra manera colidirían.
Es decir, se tendría como negativa del jerárquico, único que pone fin a la vía administrativa.
SOLVET ET REPETE: El art. 122 de la L.O.C.S.J. establece que "cuando la ley exija como
condición para admitir algún recurso contra el acto, que el interesado pague o afiance el pago
de una cantidad líquida deberá presentarse también constancia de que se ha dado
cumplimiento a dicho requisito...".
Con lo cual se consagra la exigencia que se llama solve et repete, o previo pago de la multa o
impuesto antes de recurrir.
LOS LAPSOS DE ADMISIÓN: Por último, es necesario estudiar lo relativo a la caducidad del
recurso de nulidad, pues el art. 134 de la L.O.C.S.J. establece dos fugaces plazos de caducidad:
6 meses a partir de la decisión final o partir del vencimiento del lapso para decidir el recurso
jerárquico y 30 días en los casos de los actos temporales.
Los términos en el contencioso administrativo y con ello la posibilidad de verse perdidoso
antes de entrar a discutirse el fondo, se multiplican en las leyes y los administrativistas y jueces
en su afán de defender el interés de la administración, cuyas bondades no discuten, unos, y de
reducir su trabajo, los otros, elevan a la enésima potencia.
En el caso de los actos temporales y se entiende éstos como: "actos cuyos efectos se extinguen
antes de vencer el lapso general de caducidad (6 meses) debe corresponderle un lapso de
caducidad menor, de modo que no subsista la posibilidad de ejercer un recurso contra un acto
sin efecto alguno por haberse ya cumplido o ejecutado irremediablemente".
Sin embargo, la extinción del recurso no extingue el derecho subjetivo, así si el recurso
contencioso de nulidad ha caducado puede, aun intentarse la acción contra la República, si no
ha prescrito.
Igualmente, en todo caso de nulidad absoluta habría posibilidad de, en cualquier tiempo,
solicitar la nulidad, pero ha dicho la antigua Corte debe solicitarse la declaratoria de nulidad a
la administración y negada ésta, dentro de los 6 meses siguientes deberá acudirse al Tribunal
Supremo so pena de caducidad del recurso que se ejercería contra la negativa a declarar la
nulidad absoluta.
Por último, debe recordarse que aún en caso de caducidad del recurso podrá oponerse en
todo tiempo la ilegalidad del acto como excepción. Excepto cuando se trate de tributos pues el
C.O.T. veda esa posibilidad.
La L.O.C.S.J. en su art. 136 establece que: "a instancia de parte podría suspender los efectos de
un acto administrativo de los efectos particulares cuya nulidad haya sido solicitada, cuando así
lo permite la ley o la suspensión sea indispensable para evitar perjuicios irreparables o de
difícil reparación por la definitiva, teniendo en cuenta las circunstancias del caso".
Con lo cual, se establece el principio general que también se establece en la L.O.P.A. art. 87.
Debe tratarse de un acto de efectos particulares, lo cual tiene fundamento legal expreso y que
se deriva del carácter subjetivo y garantizador del contencioso de nulidad, pues se busca
mantener el equilibrio entre el particular y la administración evitando que actos cuya ejecución
recae directamente sobre particulares se tradujeran en un daño injusto. Por lo cual no
procedería si es un acto de efectos generales, si bien la Ley Orgánica de Amparos y Garantías
Constitucionales permite la desaplicación de la norma general de manera excepcional.
Lo que no significa que deba valorarse sólo el daño que recaiga sobre el recurrente, sino que
debe evitarse que terceros sufran el daño. Así, en sentencia del 17 de mayo de 1984 se
reconoció que: "el perjuicio alegado por el recurrente en cuanto a la clausura de los cursos ya
comenzados y registrados, podría ocasionar tanto al alumnado como a la academia daños
irreparables".
La demanda art. 122 L.O.C.S.J. debe contener los elementos que establece el art. 113 ejusdem
así como los del 83 ejusdem y 340 C.P.C.
Entonces, deberá indicarse el nombre del tribunal ante el cual se introduce la demanda, de ser
la Corte se indicará la Sala Político Administrativa a la cual se enviará, aun en caso de falta de la
indicación cuando del escrito se evidencia su carácter de recurso contencioso de nulidad. En
caso de duda decidirá la Corte en Pleno (art. 83 L.O.C. S.J.).
Se mencionarán las disposiciones legales y constitucionales que se consideren violadas (sin que
se requiera mencionar el número, basta el contenido).
Y sin poder citar sólo el 137 C.N. art. 133 L.O.C.S.J., igualmente las razones de hecho y de
derecho en que funde la acción los motivos de hecho serán contrastados con los que consten
de la motivación del acto administrativo si la tuviere o los que se desprendan del expediente
administrativo. Los motivos de derecho se requieren pues el aforismo iura novit curia no tiene
valor alguno en Venezuela pues tanto la L.O.C.S.J. como el C.P.C. exigen que se expongan los
argumentos legales que el juez, por tanto, presumen ambas leyes no conoce, lo cual incluye
citar las disposiciones.
Es más, el C.P.C. art. 340 ord. 5° exige se adelanten en la misma demanda las conclusiones y
que se prefigure la solución.
SI la ley exigiere el cumplimiento del solve et repete podría solicitarse su desaplicación por
inconstiucional como ya se vio, o si se está dispuesto a cumplir se dejará constancia del
cumplimiento del requisito sin que obste esto para solicitar la nulidad del requisito, aun
cuando la Corte en Pleno se pronunció en sentido contrario, una violación de un derecho
fundamental dado que acarrea nulidad absoluta no puede ser consentida y aquí de nuevo a
pesar de la disposición de la L.O.A.D.G.C.
Pero antes de continuar debemos observar que es válida la reforma de la demanda por una
sola vez antes de la traba de la litis art. 343 C.P.C. en concordancia con el 88 L.O.C.S.J., y por lo
tanto se podrá ampliar, modificar o transformar el objeto de la demanda
Durante el lapso de diez días hábiles que tienen 108 terceros para comparecer, que debe
determinarse si corren paralelos con los noventa días que tiene el Procurador para darse por
notificado, en caso de que el juez decidiese notificarlo, no deberían correr hasta vencido el
lapso para darse por notificado. podrán las partes solicitar la apertura a pruebas de la causa y
además deberán anunciar los "hechos sobre los cuales versará" la prueba y además producir
las pruebas que no necesitan evacuación o bien documentos públicos o bien actas emanadas
de la administración y que se quieren hacer valer contra ésta.
A pesar de que aquí el lapso de pruebas no se abre de pleno derecho, como el proceso civil,
tampoco puede decirse que a falta de petición de las partes no se vaya a abrir pues la
interpretación del Alto Tribunal al respecto ha sido interpretar que la expresión podrá se
refiere sólo a la producción de pruebas y no a la apertura del lapso. Así, en sentencia del 24 de
marzo de 1994 se dijo:
"Entender que el no ejercicio de esa facultad impide de que el juicio se abra a prueba, además
de riguroso y excesivo, resulta ilegal... Algunas veces serán las partes, expresamente y
mediante solicitud fundamental quienes pedirán la no apertura del juicio a pruebas y otras
como en el juicio ordinario (art. 278 del Código de Procedimiento Civil [derogado hoy]), será el
juez por legal y propia iniciativa, quien podrá así decidirlo. Pero siempre será indispensable la
solicitud de la parte o la orden del Juez o una disposición prohibitiva y expresa de la Ley para1
impedir o negar la apertura del lapso de pruebas...".
Pero al seguir esta postura de FARIAS MATA, la Correcta sin duda, exigirán enviar a la papelera
todo lo escrito sobre el contencioso objetivo, que quedaría por completo en entredicho si la
apertura del lapso probatorio quedase librado, como legalmente queda, al impulso de las
partes.
Vencido como sea el lapso de comparecencia se abre un lapso de cinco días para promover
pruebas y de quince días para evacuarías. Siendo este ultimo lapso prorrogable por quince días
más.
El auto que admita las pruebas es inapelable dado que no causa gravamen alguno desde que
en la sentencia definitiva el juez puede desestimarías. En cambio, se oirá en ambos efectos la
apelación contra el que deniegue las pruebas, suspendiendo el proceso innecesariamente. Esta
decisión corresponde en el Tribunal Supremo en la S.P.A.
O lo que es lo mismo, el juez está obligado a ser parcial a favor de la administración, y como
dijera Constant, es precisamente cuando el ciudadano necesita la protección del estado, es
decir, cuando sus derechos son amenazados, que el Estado no protege al individuo.
Si se evacuan todas las pruebas antes del tiempo o si ya hay pruebas suficientes para decidir el
Juzgado de Sustanciación devolverá el expediente a la sala.
Cuando se hubiese vencido el lapso y si algunos puntos hubieren quedado sin probar podrá el
juez ordenar evacuarías en las condiciones del art. 401 C.P.C. pero, como ya dijimos, sólo si el
interés colectivo lo exige y sin traer nuevos hechos el proceso, pues la facultad inquisitiva:
"esta limitada a la búsqueda de los elementos de justicia que emergen de los autos sin que le
sea dado innovar en los planteamientos del recurrente o de las partes en general, por cuanto,
de hacerlo, estarían impidiendo que pudiesen rebatirse los nuevos argumentos que se
plantean por tal medio".
Especialmente confusa ha sido la postura del Tribunal Supremo, acerca de la interpretación del
art. 135 L.0.C.S.J. que permite, a solicitud de las partes o de oficio, reducir lapsos y sentenciar
sin más trámites, cuando haya urgencia, siendo uno de tales casos el conflicto entre poderes.
Y si la cuestión fuese de mero derecho podrán sentenciar sin relación ni informes, lo que en
principio significaría que habría aún lapso de pruebas, cosa por supuesto ilógica, dado que de
bastar la confrontación de las norma que se alegan aplicables no exigiría pruebas.
Pero en caso de haber pruebas documentales no sería tan ilógico porque suprimidos relación e
informes, no podría incorporarse al proceso en un lapso tan amplíe como en el proceso civil,
donde pueden presentarse hasta informes.
La antigua Corte considera y en efecto es así, que el art. 135 contempla dos supuestos
distintos; uno, la declaratoria de urgencia con la consecuencial reducción de lapsos y segundo,
la declaratoria como de mero derecho que se daría en los casos del art. 389 del C.P.C. a falta
de norma expresa en aplicación del art. 88 L.O.C.S.J.
Medios de Prueba
Son aplicables los mismos medios de prueba que en el C.P.C., y dado que ésta incorpora una
amplísima libertad de pruebas. ésta será lógicamente la situación del contencioso
administrativo, pero con las especialidades que incorpora la L.O.C.S.J.
La prueba documental puede ser incorporada al proceso por la orden del Juez a la
administración solicitando el expediente ex art. 123. L.O.C.S.T.
Podrá promoverse por las partes dentro de los diez días de plazo para la comparecencia de los
interesados, lapso éste no preclusivo. O durante el lapso de promoción de pruebas o hasta
informes.
No son admisibles como documento las llamadas certificaciones de mera relación, en las
cuales el funcionario deja constancia de la opinión que tiene sobre los hechos de los cuales
tenga conocimiento (art. 60 Ley Orgánica Administración Central).
Tienen en cambio el mismo valor del documento público, las microflimaciones y otras
reproducciones fotográficas si se hacen de la manera reglamentaria. Basamos esta opinión en
que en ese caso se destruirían los originales, art. 52 L.O.A.C.
Igualmente las copias certificadas de los documentos realizadas en base al art. 59 L.O.A.C.
tendrán el mismo valor que el original (art. 429 C.P.C.).
Para su valoración, dado que no hacen plena prueba al no ser documentos públicos, strictu
senso, rige el principio de la sana crítica art. 507 C.P.C y 127 L.O.C.S.J.
Dentro de ese lapso deberá el ponente informar a los demás Magistrados acerca de los puntos
de hecho y cuestiones de derecho, proponer soluciones y presentar un proyecto de sentencia
(art. 65 L.O.C.S.J.), y una vez distribuida éste entre todos los Magistrados, el Presidente de la
Sala fijará la fecha de la votación (66 y 58 L.O.C.S.J). De ser aprobada por la mayoría de la Sala,
se suscribirá por todos los Magistrados y los que no estén de acuerdo con la sentencia tendrán
cinco días para consignar su voto salvado debidamente razonado.
El lapso será prorrogable hasta por dos veces, de no consignarse el voto, o no ser razonado se
presumirá la conformidad con la decisión. Vencido el término se publicará el fallo a favor.
Normalmente el proceso terminará con la sentencia que resuelve el fondo del asunto y tendrá
los requisitos de forma y de toda sentencia art. 243 C.P.C., debiendo indicar la identificación
del tribunal, la de las partes, una síntesis clara, precisa y lacónica de los términos en que se
planteó la litis, los motivos de hecho y de derecho de la decisión, decisión expresa y positiva y
la determinación del acto administrativo sobre el cual recae la decisión.
En caso de condena (art. 131 L.O.C.S.J.), al pago de sumas de dinero, deberá determinar la
cantidad y de no poderla estimar, deberá en la misma sentencia ordenar la experticia
complementaria, estableciendo los elementos que servirán de base a los expertos (incluyendo
expresión de en qué consisten los daños, art. 249 C.P.C.).
En cuanto al contenido, deberá primero resolver en capítulo previo, las cuestiones previas no
decididas art. 130 L.O.C.S.J., y si no se hubiese podido resolver lo relativo a la legitimación a la
causa, será ese el momento de hacerlo.
Luego, y de acuerdo a lo alegado y probado en actos, declararía o no la nulidad del acto, salvo
que se trate de vicios de orden público, caso en el cual puede actuar de oficio y revisar el acto
en lo no pedido por las partes, art. 87 L.O.C.S.J.
Así dijo la Corte en sentencia del 26 de julio de 1984 (Despachos Los Teques), que:
A este respecto de la nulidad no tiene importancia alguna el sistema cerrado de vicios del art.
19 L.O.P.A., pues éste tiene plena justificación en el campo administrativo para evitar la
inseguridad jurídica que derivaría de la posibilidad permanente de la administración de revocar
sus actos creadores de derecho. Pero no es aplicable a la Corte ni a los tribunales, (art. 1 y 7
L.O.P.A.), pues la L.O.P.A. no se aplica sino a la administración pública.
En el caso de vicios cuya sanción no sea sino la nulidad relativa, la decisión deberá estar acorde
con lo alegado y probado en los autos, determinándose tal cosa de acuerdo a la situación de
hecho del momento en que se los impugne.
La sentencia podrá declarar la nulidad total o parcial del acto, en este caso subsistiría la parte
del acto separable de la viciada.
Cuando la nulidad venga determinada por vicios de forma, la nulidad sólo procederá si es de
tal entidad que justifique la reposición del procedimiento, tal como la que el art. 19 L.O.P.A.
establece, aquí a título de ejemplo, como es la inobservancia total y absoluta del
procedimiento.
No debería proceder silos actos cumplieron su cometido, de tal manera que el procedimiento
habría conducido al mismo resultado sin necesidad de afectar los derechos garantizados por
los principios procesales.
La sentencia produce efectos de cosa juzgada sólo entre las partes. Pero es importante la
afirmación de la cosa juzgada respecto de la administración, pues es la única manera de
impedir que dicte un nuevo acto idéntico al anulado y deba volverse agotar todos los recursos.
La sentencia no sólo puede determinar la nulidad del acto sino que también puede desestimar
el recurso, con lo cual se mantendría incólume la presunción de legalidad que protege al acto
administrativo, que no es confirmatorio del acto sino una sentencia declarativa que tiene
efectos sólo entre las partes, por lo cual el recurso quedaría abierto a cualquier otro
interesado que no sea causahabiente del primer perdidoso.
Ahora bien, sin duda, los efectos de la decisión en el tiempo de las sentencias contencioso-
administrativas, van a depender, directamente, del tipo de vicio que afecte el acto
administrativo, y, por tanto, que conlleve a la anulación del acto. En esta materia la regulación
de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos contenida en el Artículo 19, es de
primera importancia, ya que precisa los casos de nulidades absolutas. En efecto, en estos casos
de nulidades absolutas, una vez que por su motivo se declare la anulación de un acto, ello
conlleva normalmente a que el acto se considere como si nunca ha producido efectos y, por
tanto, se estime que la decisión judicial que anula un acto por considerarlo nulo, de nulidad
absoluta, retrotrae sus efectos al momento en el cual el acto se dictó y, así mismo, en esta
forma, se impide que un acto nulo, de nulidad absoluta, pueda producir efecto alguno. En todo
caso, conforme al citado Artículo 131 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, el
tribunal competente debe determinar, expresamente, los efectos de su sentencia en el
tiempo, en la forma indicada, debiendo presumirse que si no lo hace, se entiende que surte
efectos sólo hacia el futuro.
La simple declaratoria de nulidad del acto no requiere acto de ejecución alguna. Si a la nulidad
se acompaña la condena a dar o hacer algo con la consiguiente orden a la administración de
dar o hacer se plantean con frecuencia conflictos.
Se ha dicho que la ejecución podría hacerse a través de las multas del art. 174 L.O.C.S.J., pero
sería una aplicación analógica de penas y por lo tanto inconstitucional. Otra solución sería
recurrir al art. 531 C.P.C. y que la sentencia sea tenido como sustituto del acto. En definitiva lo
más lógico seria aprobar una reforma de ley para resolver esta situación.
La perención o la extinción del proceso por la Inactividad de las partes durante un lapso de
tiempo está regulada en el art. 86. Esta ocurre de pleno derecho por la paralización de la causa
por un ano desde la fecha en que se efectuó el último acto del procedimiento. Transcurrido el
lapso se declarará la perención de oficio o a instancia de parte.
La perención no debería operar después de dichos vistos, pues la inactividad del juez no es
imputable a las partes y no hay medio alguno de impulsar el procedimiento una vez que
termina la relación (art. 96 L.O.C.S.J.). Y así, el C.P.C. en su art. 267 lo estableció expresamente
para evitar la evidente denegación de justicia que resulta de la extinción de un proceso por la
negligencia del tribunal y resolver la discusión previa a la promulgación del C.P.C. del 86, pues
el C.P.C. del 16 nada decía.
Igualmente, puede terminar desistimiento expreso de la parte o bien tácito, art. 125 L.O.C.S.J.
El desistimiento debería ser homologado por el Tribunal Supremo para tener valor. Esto no se
hará cuando se hayan denunciado vicios de orden público, es decir, de nulidad absoluta, lo
cual se vería en cada caso y no según el art. 19 L.O.P.A., y que corresponda al Tribunal el
control de la legalidad del acto. Esto último evita que se mantenga el proceso desistido en
apelación por decisiones de la Corte Primera en lo Contencioso-Administrativo, pero hará
aplicable el art. 87 siempre que la antigua Corte conozca en única instancia salvo que se haya
avocado al caso art. 42 numeral 29. Lo mismo es aplicable a la perención.
Dado lo expresado en el art. 87 que establece que queda firme el acto, se entiende que el
desistimiento es del recurso o la acción y no sólo del procedimiento.
La transacción y el convenimiento para tener valor tienen que ser aprobados por escrito por el
ejecutivo nacional (art. 44 Ley Orgánica Procuraduría General de la República), y luego
homologados por el tribunal.
9. Conclusion
En segundo lugar se concluye que existe una interaplicación del derecho administrativo y del
derecho privado a la Administración Pública.
Teniendo en cuenta la carga que configuran los recursos administrativos, no sujetos por demás
a una regulación uniforme y teniendo presente la complejidad del régimen de competencia de
los órganos contencioso-administrativos, es positiva la consagración legislativa de
formalidades especiales para el acto de notificación en los casos de actos individuales. 10.
Bibliografia BREWER-CARÍAS, Allan R, El Derecho Administrativo y la Ley Orgánica de
Procedimientos Administrativos, Colección de Estudios Jurídicos N° 16, Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas, 1999.
CABANELLAS, Guillermo, Enciclopedia de Derecho Usual, Tomo II, V y VII, Editorial Heliasta,
Buenos Aires,
1997.
marzo de 2000.
Maracaibo 1995.
Ley de Carrera Administrativa, Gaceta Oficial Extraordinaria N° 1.745 del 23 de mayo de 1975.
Profesora: