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A TODO VOLUMEN

Segunda Oportunidad y Amor Verdadero con la Estrella de


Rock

Por Eva Nieto

© Eva Nieto 2017.


Todos los derechos reservados.
Publicado en España por Eva Nieto.
Primera Edición.
Dedicado a Noelia,
por ser siempre mi fuente de inspiración.
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PRÓLOGO
Siempre había soñado con alcanzar la gloria, pero nunca había esperado que sus sueños
se convirtieran en realidad. El entorno de Daniel Sierra no era el más adecuado para
desarrollarse como músico, había crecido en un viejo tráiler junto a sus padres y dos
hermanos mayores.
El espacio era muy reducido y las condiciones no eran las mejores para que alguien
pudiese concentrarse en algo que no fuesen las altas temperaturas y los desagradables
olores que llegaban a concentrarse.
Durante sus días de escuela, Daniel esperaba con ansias, la llegada de los ensayos del
grupo musical de la secundaria Johnston.
Aunque no tenía demasiado tiempo en casa para poder estudiar las lecciones o poder
revisar el material asignado durante los ensayos, Daniel tenía una habilidad
característica para ejecutar la batería.
Sus manos se movían como las de un pulpo, tenía una fluidez impresionante, que
lograba capturar la atención de todos los espectadores. Su gran habilidad para ejecutar
este instrumento le había permitido convertirse en el ganador del concurso de talentos
que se realizaba cada año en aquel instituto.
Año tras año, Daniel se convertía en el ganador indiscutible de este galardón, que,
aunque no era muy representativo, tenía un gran valor simbólico para él.
La influencia musical no había llegado de la nada, su padre había sido el medio para
que Daniel pudiera conocer ese maravilloso mundo que transmiten las estrellas de rock
al estar de pie sobre un escenario.
Daniel, creció viendo cómo las grandes bandas de rock salían a escena a demostrar sus
habilidades musicales, con grandes dosis de adrenalina y energía que se contagian a los
miles de fanáticos, quienes enloquecen al ver a sus ídolos durante un par de horas.
Sonidos estridentes y pirotecnia, rodeaban la vida del pequeño Daniel.
Pero, cada noche, el pequeño Daniel debía volver a su indeseable realidad, una
pequeña cama en una sección del tráiler, donde solía conciliar el sueño mientras
imaginaba cómo sería su vida tras convertirse en una estrella de rock de talla
internacional.
Los sueños de Daniel eran siempre recurrentes, miles de personas aclamaban su
nombre, mientras él caminaba por un largo pasillo oscuro. Al final de este pasillo podía
verse una luz intensa, pero cada vez que se acercaba al foco de luz, esta se alejaba.
Desesperado, Daniel comienza a correr, pero el cansancio lo derriba y el pasillo queda
completamente oscuro.
Su nombre deja de ser pronunciado y una risa insoportable comienza a aturdirlo. No
hay lugar a donde pueda ir que no lo persiga este sonido insoportable. Lleva sus manos
a sus oídos e intenta atenuar la intensidad del ruido ensordecedor, pero finalmente
despierta, completamente sudado y muy nervioso.
Daniel ha tenido este sueño constantemente por los últimos 3 años, y para él no tiene
ningún sentido. Con solo nueve años de edad, lo único que desea con todas las fuerzas
de su ser, es convertirse en un exitoso músico de una banda de rock, pero su realidad lo
ahoga en una situación completamente diferente.
— Date prisa y deja de soñar. — Dice el padre de Daniel.
El hombre de 57 años, toma una taza de café mientras observa a su hijo menor, quien
tiene la mirada perdida. Sabe que su imaginación vuela lejos de aquel desagradable
lugar, pero ya es hora de que el joven de 13 años de edad, se vaya a la escuela.
— Se hace tarde, Daniel. Debemos irnos.
— Aun no termino mi desayuno. — Respondió el chico.
— No es mi culpa que pierdas el tiempo volando en tu imaginación.
— Pero aún tengo hambre.
— Así aprenderás a no malgastar tu tiempo en tonterías.
Cada día, su padre tenía la misma discusión con el chico, Daniel solía estar distraído
durante todo el día.
El único momento en el que realmente se enfocaba, era cuando se encontraba frente a
los 5 tambores de la batería de la escuela. Su conexión con este instrumento era
incomparable, y esperaba convertirse en un baterista profesional.
Sus cuadernos estaban repletos de dibujos en algunas de las páginas intermedias,
algunos reflejaban claramente cuáles eran los intereses de Daniel, otros simplemente
eran los nombres de las bandas de rock que apasionaban al joven músico.
No era un chico brillante en sus estudios, Daniel detestaba tener que memorizar fechas
históricas, su gramática era terrible y los únicos números que podía recordar, eran los
de los compases de las canciones que interpretaba. No era un fracaso del todo, pero sus
calificaciones eran bajas.
Sus padres no se preocupaban demasiado por los resultados que mostraba Daniel en sus
estudios, era todo un logro que este aun asistiera a la escuela. No confiaban demasiado
en el sistema educativo, y preferían invertir tiempo y dinero en el trabajo, pero las
cosas no habían resultado como esperaban.
Vicente Sierra, el padre de Daniel, se había desempeñado como técnico de pirotecnia
en los eventos que se desarrollaban en la ciudad de Houston, Texas. No había tenido la
posibilidad de estudiar ninguna carrera universitaria, sus padres, y los padres de sus
padres, siempre habían contado con bajos recursos económicos.
Esta situación los había obligado a salir a las calles a buscar el primer empleo que les
ofertaran. Vicente había corrido con suerte, había mantenido este empleo por los
últimos 15 años, y su pasión por esta tarea crecía con cada día que asistía a trabajar.
La pasión por lo que hacía le generaba tanto orgullo, que tenía la costumbre de
compartir tiempo de su trabajo junto a Daniel. Desde muy pequeño, el chico había
presenciado cómo se desarrollaba el trabajo de su padre, y sabía que la imagen de las
bandas no sería la misma si no contaran con el respaldo del trabajo de Vicente.
Fuegos artificiales, grandes llamaradas, ráfagas de fuego que salían desde diferentes
ubicaciones en el escenario, eran parte de la responsabilidad de Vicente, quien tenía
que asegurar la integridad de los artistas en el escenario.
Vicente tenía una excelente reputación, ganaba una buena cantidad de dinero, pero los
gastos en el hogar los superaban. Leticia, su esposa, se había desempeñado como ama
de llaves de una familia millonaria de la ciudad, pero sus ingresos tampoco eran
demasiado significativos.
La familia de cinco integrantes, nadaba entre la necesidad y la preocupación de
conseguir una estabilidad financiera que les permitiera ascender de estatus social. Para
Daniel, era imposible acceder a una batería propia, y las dimensiones de su lugar de
habitación no le permitirían ni siquiera ingresarla.
Pero a pesar de todas las adversidades que tenían que afrontar a diario, eran una
familia feliz, Vicente era un hombre muy cariñoso tanto con su esposa como con sus
hijos.
Se había asegurado de que, cada noche, todos se fuesen a la cama con el estómago
lleno. Vicente era un hombre responsable que, aunque no había logrado la vida que
deseaba, era conforme y agradecido por cada una de las cosas que tenía.
Daniel llegaba a casa después de un largo día de escuela, completamente hambriento,
toma su lugar habitual en la mesa, mientras su madre sirve un poco de comida en su
plato.
— ¿Has tenido un buen día? — Pregunta la madre a su hijo.
— Odio las matemáticas. Desearía tener mucho dinero y no tener que estudiar. —
Respondió Daniel.
— Creo que no te ha ido muy bien. No vuelvas a repetir eso, hacemos un gran esfuerzo
para que puedas ir a la escuela.
— Pero no quiero estar en ese lugar. Quiero poder viajar por el mundo haciendo
música rock.
— Apenas tienes 12 años, Daniel. Preocúpate por estudiar, ya llegará el momento de
que alcances esa gloria que tanto anhelas. — Dijo la madre.
El chico comenzó a devorar su plato de comida. Con los pocos recursos que contaban,
Leticia siempre lograba hacer magia. Contaba con unas manos privilegiadas que le
daban la posibilidad de cocinar los más sencillos, pero deliciosos platos.
Los hermanos mayores de Daniel, se desempeñaban en el área de la construcción.
Ambos tenían 21 y 24 años respectivamente para ese momento, y solo acudían a aquel
lugar a dormir. Pasaban todo el día trabajando, pero el dinero solían gastarlo en
prostitutas y alcohol.
La cerradura de la puerta suena abruptamente, Vicente ha llegado a casa después de una
mañana de trabajo intenso, realizando los preparativos para un concierto que se llevará
a cabo esa misma noche.
— Muero de hambre, Leticia. — Dijo el hombre al entrar.
— He preparado tu plato favorito. — Respondió la mujer.
— Tengo tanta hambre que me comería todo este tráiler entero. Tengo una sorpresa para
ti, Daniel.
El rostro del pequeño se iluminó con una gran sonrisa. Generalmente, cuando su padre
se refería a una gran sorpresa, no se trataba de algo material, sino a una de las salidas
favoritas del chico.
Aquella noche se presentaría una de las bandas de rock más exitosas de todos los
tiempos, y Daniel tendría la posibilidad de verlos en primera fila al acompañar a su
padre. Al recibir la noticia, la emoción no le cabía en el cuerpo, daba saltos de alegría
que terminaron en los brazos de su padre.
— ¡Gracias, papá! Eres lo máximo. — Dijo Daniel.
— Pero primero debes terminar toda tu comida y hacer tus actividades pendientes de la
escuela. — Respondió el hombre.
El chico comió toda la comida con un entusiasmo incomparable, y una vez que culminó,
fue directamente a su habitación a encargarse de los deberes que habían asignado en la
escuela. Era la única forma de que el chico mostrara interés en sus estudios, cuando
había una condición que involucrara a la música.
Daniel nunca había tenido la posibilidad de ver a aquella banda en vivo. Eran
ganadores de múltiples premios internacionales y siempre había soñado con verlos
tocar.
Mientras las horas corrían, y acercaban a Daniel al mejor momento de toda su vida,
Vicente pasaba el resto del día descansando. La emoción invadía al pequeño Daniel,
quien creía estar viviendo una de sus ilusiones más recurrentes.
Su baterista favorito se había desempeñado en esta banda desde sus inicios, así que el
chico sabía absolutamente todo sobre él. Tener la posibilidad de verlo en persona,
traspasaba cualquier límite de emoción que hubiese vivido antes.
Daniel seleccionaba con mucha ilusión cuál sería la ropa que utilizaría, posiblemente
tendría la oportunidad de estrechar la mano de Rex Holland, quien, para él, era el mejor
baterista del planeta.
Ya era la harta de salir, Vicente y Daniel se despiden de Leticia con un gran abrazo,
Vicente se siente extremadamente feliz de poder cumplir el sueño de su hijo menor.
Nunca se había sentido tan orgulloso de ser un simple técnico de pirotecnia, la
posibilidad de ver el rostro de su hijo con tal nivel de felicidad, sustituye cualquier
preocupación.
— Necesito que te quedes aquí y no te muevas. Podrás ver a la banda en todo momento
y estarás seguro. — Dijo Vicente, dejando a Daniel en un lugar privilegiado.
Ni los fanáticos más afortunados, tenían la posibilidad de tener la vista que el chico
podía obtener desde su ubicación. El espectáculo solo estaba a minutos de comenzar y
la ansiedad consumía a Daniel.
Vicente realizaba las últimas revisiones a todos los dispositivos que se activarían
durante el desarrollo del evento, nada podía fallar. Finalmente, la banda sale a escena y
el suelo parece estremecerse con el volumen de los altavoces. Impresionantes
explosiones se adueñan del lugar y el pequeño Daniel no puede creer lo que sus ojos
ven.
Se encuentra a solo unos metros de distancia de su héroe, justo en ese momento, ratifica
el deseo de convertirse en una estrella de rock.
Mientras sus ojos están fijos en el gran Rex Holland, quien hace alarde de sus destrezas
como ejecutante, algo está saliendo mal el escenario algunos de los dispositivos no han
detonado en el momento preciso.
Vicente debe desactivarlos antes de que ocasionen un accidente. Se acerca rápidamente
a los cartuchos, pero inesperadamente estos detonan justo en el rostro del desafortunado
hombre.
La música se interrumpe abruptamente, Vicente yace tendido en el suelo, mientras el
equipo de paramédicos acude en su ayuda. Tiene quemaduras de segundo grado en el
rostro y es trasladado rápidamente al hospital.
Daniel se encuentra tomado de la mano de su padre, quien se encuentra sedado, las
graves quemaduras generaban un dolor insoportable. Lo que había iniciado como una
noche de ensueño, se había convertido en uno de los eventos más trágicos en la vida de
Daniel.
ACTO 1
El sacrificio
El diagnóstico que había recibido Vicente, no era nada alentador. Había sufrido graves
quemaduras en el rostro y las heridas amenazaban con dejarlo completamente ciego.
Esta noticia había devastado completamente a Daniel, quien veía como la vida de su
padre se había reducido a estar postrado en una cama durante los últimos 3 meses. No
había ninguna mejoría, y la situación económica de la familia no apuntaba hacía una
buena dirección.
Con solo 12 años, Daniel se enfrentaba a la posibilidad de tener que abandonar la
escuela para poder dedicarse a obtener algo de dinero. Le habían ofrecido algunos
trabajos, pero su edad no le permitía trabajar, así que Leticia, su madre se vio obligada
a doblar el tiempo de su jornada de trabajo para conseguir algo de dinero adicional.
Era una situación muy crítica para la familia, pero a pesar de esto, los sueños de Daniel
no habían desaparecido, intentaba drenar su frustración a través de la ejecución su
instrumento favorito, y su talento cada vez se incrementaba más.
Alex y Roberto, los hermanos de Daniel, habían cambiado completamente sus intereses
y se habían abocado a la familia. Los ingresos de cada uno, estaban siendo dirigidos a
los costosos tratamientos que debía recibir Vicente para evitar la infección de sus
heridas.
La adversidad había despertado en los miembros de la familia Sierra, una unión sin
precedentes. La vida le había enseñado a Daniel que no todas mareas difíciles dirigen
hacia un naufragio. Un nuevo amanecer se veía en el horizonte y a pesar de la
discapacidad de Vicente, la familia se mantenía a flote.
Leticia había tenido que hacer uno de los sacrificios más grandes que jamás hubiese
imaginado. A pesar de tener 3 hijos, a sus 42 años, Leticia aun posea un atractivo que
no podía ser ignorado por los hombres.
Javier Maldonado, su actual jefe, en reiteradas ocasiones le había realizado propuestas
indecentes a las que la mujer había hecho caso omiso por respeto a su esposo. Pero la
mujer no podía soportar más el peso de la economía en su hogar y finalmente accedió a
las peticiones de su jefe.
Una mañana, como usualmente lo hacía, Leticia llevaba el café hasta el estudio de
Javier. Era un hombre sumamente atractivo, no podía negarlo, pero el respeto que sentía
por Vicente no le había dado la posibilidad de verlo con otros ojos.
Aquella mañana las cosas estaban por cambiar radicalmente para Leticia, una mujer
notablemente desgastada por las complicaciones de su vida, pero que no había tirado la
toalla aún. Solía usar un vestido blanco con un delantal azul marino, era su uniforme
diario mientras laboraba en la casa de los Maldonado.
— Aquí tienes tu café. Caliente y sin azúcar, tal y como te gusta. — Dijo Leticia.
— Gracias, Leticia. ¿Te ves diferente hoy? ¿Le has hecho algo a tu cabello?
Javier era un hombre detallista y delicado, con gusto muy exquisito por las mujeres,
pero su adicción a estas, no le había permitido mantener un matrimonio estable.
Su última esposa le había pedido el divorcio después de que este le fuese infiel con 4
mujeres diferentes. Reinas de belleza, importantes figuras públicas y modelos,
resaltaban en la lista de afortunadas que habían dado una breve visita a la cama de
Javier.
— Solo lo arreglé un poco más de lo habitual. Gracias por notarlo. — Respondió
Leticia
— Tu belleza es imposible de ignorar, Leticia. Que afortunado es Vicente al tenerte.
La mujer no pudo evitar sorprenderse ante el comentario. Que un hombre como Javier,
se mantuviera firme en su interés por ella, no era común.
— Eres un hombre que puede tener a cualquier mujer. ¿Qué te interesa obtener de una
mujer como yo? — Preguntó Leticia.
— Eres una mujer interesante, y estoy seguro de que debes ser muy ardiente en la cama.
— Respondió Javier.
— Solo he estado con un solo hombre en mi vida, el padre de mis hijos.
— Lo sé, y estoy dispuesto a pagar la cantidad equivalente 6 salarios por tener sexo
contigo, justo ahora.
La mujer no podía creer lo que estaba escuchando. Anteriormente no había tenido nada
que ver con dinero, solo con sexo, pero esta vez había un interés adicional. La mujer
sintió la necesidad de olvidar todos sus principios y darle rienda suelta a los impulsos
que le gritaban desde lo más profundo de su ser que accediera a la oferta.
Un gran silencio invadió la habitación, pero Javier esperaba paciente la respuesta de la
mujer. En otras oportunidades, la mirada había sido completamente diferente,
anunciando una negativa rotunda.
Pero en esta ocasión, los ojos de Leticia se encontraron con la mirada de Javier y no
pudieron negar lo que estaba experimentando en ese preciso momento.
— Creo que tomaré esa mirada como una respuesta positiva. — Dijo Javier.
El caballero caminó hacia su caja fuerte, tomó la cantidad de dinero acordada y la
colocó sobre el escritorio.
— Puedes contarlos si lo deseas. El dinero es tuyo, ahora veamos qué escondes debajo
de ese vestido. — Dijo Javier, mientras se acercaba a la nerviosa Leticia.
En ningún momento la mujer mostró signos de oponerse a lo que estaba a punto de
suceder. Javier se acercaba lentamente a ella, mientras sus ojos disfrutaban de lo que
estaba a punto de devorar.
Mientras más se acercaba, los nervios en Leticia aumentaban, era la primera vez que
sería tocada por un hombre que no fuese Vicente. Había una gran confusión en la mente
de la mujer, pero ya era tarde para renunciar a lo que indirectamente había accedido
minutos atrás.
— Por favor, se gentil. — Dijo Leticia.
— No te preocupes, sentirás cosas que jamás habías experimentado.
El caballero se acercó a su presa y comenzó por disfrutar del aroma en el cuello de
Leticia. Sus manos se habían posado sobre las caderas de la hermosa mujer de piel
blanca como un copo de nieve. Había algunos lunares en el cuello de Leticia, los cuales
fueron besados con suavidad por Javier.
Parecía que los movimientos de este sujeto estaban perfectamente orquestados por los
sentidos de Leticia, cada punto en el que sentía el contacto de Javier, era una explosión
de sensaciones increíbles que recorrían su cuerpo.
Lentamente la lengua de Javier comenzó a erizar la piel de su amante. La mujer podía
sentir como se humedece su zona genital con solo sentir la lengua de Javier tocándola.
Se encontraba completamente petrificada, sus manos estaban heladas, y sus piernas
prácticamente no podían mantenerla en pie.
— Relájate, sé muy bien que estás disfrutando de esto. — Susurró Javier.
— Tengo miedo. — Contestó Leticia.
Las manos de Javier tomaron las de la mujer y este comenzó a besar sus labios. La boca
de Leticia progresivamente comenzó a abrirse para dejar que la lengua de Javier, una
vez más se convirtiera en la protagonista.
Los besos eran respondidos modestamente por la dama, pero aun Leticia no podía creer
lo que estaba ocurriendo. Estaba dejando que su jefe accediera a su cuerpo por dinero,
y comprendía perfectamente que, a partir de ese momento, este podría poseerla cada
vez que quisiera si utilizaba el dinero como recurso.
Pero muy en el fondo, Leticia estaba dispuesta a entregarse a Javier sin importar el
dinero. Tenía mucho tiempo deseando tener sexo de verdad con un hombre. Vicente
pasaba la mayor parte del tiempo trabajando, y luego del accidente, solo había pasado a
convertirse en su enfermera.
Era una vida estresante y deprimente de la que buscaba escapar. Sabía que no podía
darle la espalda a su familia, pero en ese preciso momento, sintió una desconexión total
de su entorno y comenzó a disfrutar del encuentro con Javier Montenegro.
La mujer decidió ir directo al grano, Javier estaba tomando demasiado tiempo para
darle rienda suelta a la pasión. La mano de Leticia tomó el pene de Javier, quien se
sorprendió al ver como la mujer reaccionaba.
— ¿Tienes prisa? — Preguntó Javier.
— No aguanto más. Quiero que me hagas tuya.
Javier sintió una inyección de adrenalina al escuchar estas palabras que tanto había
deseado en el pasado. Tomó a Leticia de los glúteos y los apretó con fuerza. Ambos
comenzaron a besarse intensamente, se devoraban con locura y se desplazaban por toda
la oficina.
Lámparas, fotografías y adornos, caían al suelo mientras las manos de Javier recorrían
completamente el cuerpo de Leticia. Tocaba sus senos con delicadeza, pero con una
pasión evidente. Sus manos eventualmente tocaban sus muslos y trazaban una
trayectoria hacia su vagina.
Leticia no aguanta más y se quita su ropa interior, se sube en el escritorio de Javier y
descubre sus glúteos para que Javier haga lo que desee con ellos. El caballero no
pierde tiempo y comienza a lamer la zona genital de su acompañante, está
completamente inundada en fluidos y este disfruta de su sabor.
Su lengua recorre desde su clítoris hasta la parte baja de la espalda. Es la primera vez
que Leticia tiene un encuentro tan apasionado con un hombre, y no es su marido.
— Házmelo así, con tu lengua. — Dice la excitada Leticia.
— Tienes un sabor exquisito. — Respondió Javier, antes de introducir su lengua en las
profundidades de Leticia.
Una nalgada llama la atención de Leticia, no espera este movimiento de Javier, quien
espera una señal de aprobación de la chica. No se siente ofendida, pero no entiende el
porqué de esta reacción de Javier. Una segunda nalgada le produce algo de placer,
Leticia entiende que puede sentir placer al recibir algo de dolor.
— Hazlo de nuevo. — Dijo la chica.
Rápidamente, Javier complace a su pareja y le propina una nalgada nuevamente, pero
esta vez más fuerte.
Esto le genera un gemido a la chica que no puede ser ignorado por algunos de los
empleados de la casa. Javier coloca su mano sobre la boca de la chica para intentar
silenciarla, pero esta responde con una mordida violenta.
La intensidad del encuentro comienza a cambiar de tono. Leticia está completamente
enloquecida y quiere recibir más placer, pero Javier comienza a quedarse sin recursos.
Nunca se imaginó que esta mujer guardara un potencial sexual tan fuerte.
Las penetraciones son continuas y sin descanso, Javier deja que su miembro se pierda
en las profundidades de Leticia, mientras esta parece no sentirse satisfecha del todo. Ya
no se trata de dinero, se trata de satisfacción.
— ¡Hazlo con más fuerza! Quiero que me lleves al límite, Javier. — Dice Leticia.
El sujeto toma a la mujer del cabello y comienza a comportarse como una bestia, ha
perdido toda la clase y sofisticación que lo caracterizan. Javier se aferra a la espalda
de Leticia, mientras esta comienza a acercarse cada vez al orgasmo.
— Quiero que lleguemos juntos. Sigue, no te detengas. — Ordena la mujer.
Javier continúa esforzándose por mantener el ritmo, pero ya no puede mantener sus
ganas de eyacular dentro de Leticia.
Sus manos aprietan con fuerza los senos de la mujer, pero esta no siente ningún tipo de
dolor, está sumida en un trance que la está conduciendo hacia un estado de demencia
sexual.
Los movimientos coordinados, finalmente los llevan a un punto máximo de placer,
ambos sucumben ante el orgasmo y sus rostros son la evidencia de esto.
Javier sube la cremallera de su pantalón, mientras Leticia vuelve a colocarse su ropa
interior. Ha tenido que humillarse por dinero, pero ha conseguido más de lo que
esperaba. Después de acomodar su vestido y arreglar su cabello, Leticia toma el dinero
y sale de la oficina de Javier.
El acto del que acaba de ser protagonista se convierte en el más oscuro secreto de
Leticia, quien, ante los ojos de su familia, jamás sería capaz de poner en riesgo su
matrimonio, y mucho menos por dinero. Cada acción genera una reacción, y Leticia será
víctima tarde o temprano de sus propias decisiones.
ACTO 2
Doble debut
Seis largos años habían transcurrido en la vida de Daniel, tener que lidiar con la
ceguera absoluta de su padre, no le dejaba mucho tiempo para compartir con amigos o
tener una juventud normal.
El único periodo de tiempo que realmente disfrutaba, era mientras ejecutaba la batería
junto a una banda que había formado con un grupo de amigos. No se habían presentado
en vivo la primera vez, pero tenían toda la convicción de que la música que hacían, era
de calidad, así que había que grabar un demo.
Pero esto implicaba dinero, y era algo que no abundaba demasiado en la vida de estos
chicos. Daniel tocaba la batería que pertenecía a uno de los chicos, estaba realmente en
mal estado, pero era lo más parecido a una batería propia.
Cuando no estaba en la universidad, estaba con su padre, si no, estaba estudiando en la
casa de Dylan, quien también poseía habilidades impresionantes en la guitarra
eléctrica. Ambos habían evolucionado significativamente trabajando juntos, pero todo
cambió cuando la hermana de Dylan llegó a la vida de Daniel.
Paula había vivido un par de años en Europa, sus padres la habían enviado a Inglaterra
a aprender el idioma. Daniel y Dylan solo tenían 6 meses con la banda, y este no tenía
la menor idea de la existencia de una hermana.
Casualmente, Paula tenía la misma edad que Daniel, 18 años, mientras que Dylan era un
par de años mayor que ella. La hermosa jovencita era un verdadero espectáculo.
La primera vez que Daniel y Paula se cruzaron, hubo electricidad instantánea entre
ellos. No pudo borrar de su mente el recuerdo de la hermosa chica de ojos verdes,
jugando en el jardín de la casa de su amigo.
La chica estaba rodeada de flores, se encontraba sentada en el césped mientras jugaba
con el perro de la familia.
Mientras Daniel veía a la hermosa chica esta no se había percatado de la presencia de
este, así que Daniel pudo aprovechar un par de minutos para detallar la belleza de
Paula Pérez. Abruptamente, fue interrumpido por de Dylan, quien golpeó fuertemente su
brazo para hacerlo reaccionar.
— Creo que ya conociste a Paula, es mi hermana. Vamos, te la presentaré. — Dijo
Dylan.
Ambos se acercaron a la chica, quien, al ver a Daniel, no pudo ocultar la atracción
inmediata que sintió por este chico de cabello oscuro y piel pálida.
— Paula, quiero que conozcas a Daniel, el mejor baterista que ha pisado esta tierra. —
Comentó el hermano de la chica.
La rubia extendió su mano y al sentir el contacto con Daniel, un impulso recorrió todo
su cuerpo. Era como si hubiese estado desconectada del mundo real, y conocer a Daniel
le hubiese proporcionado la entrada a un mundo totalmente nuevo.
— Es un placer conocerte, Daniel. Soy Paula. — Dijo la chica.
La voz de Daniel brilló por su ausencia, era tal el nivel de nerviosismo, que no pudo
articular una sola palabra. Esto causó gracia en la pareja de hermanos, quienes no
pudieron contener la risa.
— Ya hemos perdido suficiente tiempo por el día de hoy. Es hora de practicar, los
chicos están por llegar. — Dijo Dylan, mientras tomaba del brazo a Daniel y se dirigían
a la sala de ensayo.
El contacto visual entre la pareja solo se rompió al salir del rango de visibilidad. Lo
que había experimentado Paula, fue instantáneo. Sentía una necesidad increíble de
explorar lo que había detrás de este chico misterioso que no pudo decir una sola
palabra.
Al verlos juntos en un mismo lugar, cualquiera diría que hacían la pareja perfecta, ella
tenía el cabello amarillo, perfectamente liso, que apenas sobrepasaba los hombros. El
cabello de Daniel era completamente negro, no había lugar para otras tonalidades,
mientras que ambos eran pálidos como la nieve.
Daniel tenía los ojos azules, cualquiera podía perderse en la intensidad de una mirada
de este tímido chico, quien aún no explotaba todo su potencial. Era realmente popular
con las chicas, pero era demasiado reservado como para iniciar una conversación con
alguna.
Por lo general, eran las chicas quienes se acercaban a él, no importaba cuanto le
gustara, este no podía tomar la iniciativa de abordar a una chica para intentar
conquistarla. La idea de ser una estrella de rock era lo único que ocupaba su mente,
pero para esto necesitaba enfocarse.
La transformación de Daniel al estar ejecutando la batería era increíble, ese chico
tímido y reservado se transformaba en una fiera que generaba los ritmos más
complejos. Su velocidad era intimidante, y con 18 años, ya era todo un personaje de la
localidad.
Todos comentaban acerca de las habilidades de Daniel, pero lamentaban que este no
tuviera las posibilidades de mostrar su talento al público, sólo podían escucharlo desde
las afueras de la casa de Dylan.
Contaban con un grupo pequeños de seguidores, que fueron los que se encargaron de
correr la voz de que había una banda en la que Daniel Sierra ejecutaba la batería, con
habilidades que no eran humanas.
Esta reputación hizo que rápidamente a las afueras de la casa de Dylan se reunieran al
menos unas 20 personas a escuchar los ensayos de la banda, lo que les dio la idea de
organizar una pequeña presentación en aquel lugar.
Esto les daría la posibilidad de darse a conocer y mostrar su talento a los habitantes de
aquella ciudad.
Su primera presentación sólo había contado con cuarenta personas, entre las cuales
estaban incluidos algunos familiares y amigos. Era un fracaso total para los chicos,
quienes aspiraban a una cantidad más significativa de personas.
— Tenemos que hacer algo mucho más grande. Necesitamos ganar más seguidores. —
Dijo Daniel.
— Hagamos una gran fiesta, será nuestra oportunidad para que los chicos y chicas de la
universidad, nos conozcan. — Respondió Dylan.
Aquella tarde se había gestado el primer paso para darse a conocer, un concierto en
aquellas condiciones no tenía sentido, pero una fiesta era la excusa perfecta para poder
ofrecer alcohol, chicas y mucha música rock.
La gran noche había llegado, habían aprovechado uno de los viajes de vacaciones de
los padres de Dylan para llevar a cabo la fiesta. Había una lista de al menos doscientos
invitados, pero estos esperaban que asistieran más de los esperados.
El lugar era un completo desastre, la casa de Dylan era increíble, a pesar de no tener
mucho dinero, sus padres habían invertido cada centavo en aquel lugar. Contaban con
piscina, una sala de entretenimiento con pantalla gigante y abundantes habitaciones.
Los chicos habían hecho un gran esfuerzo para llevar a cabo dicha fiesta, y habían
alquilado los equipos necesarios para poder realizar el concierto a media noche. Era la
primera vez que Daniel era parte de una celebración de tales magnitudes ya que
siempre se había mantenido en los límites de su casa.
Pero ya era momento de ir experimentando nuevas vivencias, así que dejó a su padre y
por primera vez en mucho tiempo, y daba su primer paso para convertirse en un
reconocido baterista de la ciudad de Houston.
Daniel había tenido la posibilidad de cruzar algunas palabras con Paula, quien se había
quedado en casa a acompañar a su hermano durante los días de vacaciones de sus
padres.
La chica no tenía la menor idea de que se llevaría a cabo una fiesta, sino hasta el
momento en que empezó a notar la llegada de una gran cantidad de personas a la casa.
Paula era una chica divertida y extrovertida, así que aquel ambiente era perfecto para
poder conocer a personas nuevas. Pero su atención estaba fijada únicamente en Daniel.
— Buena fiesta, asistieron más personas de lo esperado. — Dijo la chica dirigiéndose
a Daniel.
— Si, esto será increíble. — Respondió Daniel.
— Eres un chico muy raro. No sueles hablar mucho con las chicas, ¿cierto?
— No, la verdad es que mi talento no está en las palabras, prefiero expresarme con la
música.
— Es una pena que un chico tan apuesto como tú, sea tan tímido.
— ¿Por qué lo dices? — Preguntó el nervioso chico.
— Tengo una habitación lista para que la conozcas, claro, si es que quieres…
Era la primera vez que Daniel recibía una invitación tan directa de esa naturaleza, así
que solo asintió con la cabeza y acompañó a la atrevida Paula a su habitación.
La atracción sexual y física surgió desde el primer momento en que se vieron, para ella
no era necesario invertir demasiado tiempo en conocer a Daniel, solo quería llevarlo a
la cama y complacer esa necesidad incontrolable que tenía de acostarse con él.
— No quiero que pienses mal de mí, no suelo hacer esto con nadie. De hecho, esta será
mi primera vez. — Dijo la Chica.
— No puedo mentirte, esta también será mi primera vez. — Respondió Daniel.
— Desde que te vi, sabía que esto pasaría contigo. Realmente llamaste mi atención.
— Tu también me gustaste desde el primer momento, creo que fui demasiado evidente.
— Sí, Dylan estuvo burlándose de mí el resto del día.
— No tengo la menor idea de cómo iniciar esto. ¿Nos besamos? — Dijo el chico.
Sus labios se juntaron lentamente, un beso inocente y tierno que sellaba el recuerdo del
primer beso de Daniel. Paula era una chica muy popular en su ámbito, solía salir con
chicos desde los 15 años, pero nunca había llegado a nada que no supera besos tiernos
de adolescente.
Pero con Daniel, se había despertado la mujer que llevaba dentro, y ahora con 18 años,
está dispuesta a dejar fluir toda su sexualidad, entregándose completamente a este
apuesto chico que recién había conocido.
Ambos disfrutaban de los besos, pero no tenían la menor idea de cómo pasar a la
siguiente etapa. La erección en el pantalón de Daniel era inminente, y sentía la
necesidad de desnudarse, pero la vergüenza lo superaba. Ambos comienzan a tocarse
por encima de la ropa, acarician mutuamente su zona genital y pueden sentir la gran
temperatura.
Los besos se hacen cada vez más intensos e incontrolables, con cada segundo que pasa,
la excitación aumenta y los chicos comienzan a desinhibirse. Están dejando atrás a los
niños que llevan dentro y quieren dejar que sus cuerpos se fusionen finalmente en uno
solo.
Daniel toma la camiseta de Paula y se la quita lentamente, deja ver unos pechos firmes
que se encuentran ocultos en un sujetador de color violeta. El abdomen de la chica está
cubierto de pequeños lunares que parecen formar una constelación de estrellas en
negativo.
Daniel comienza a besar cada uno de ellos, parece que existiera una ruta específica que
comienza a dirigirlo lentamente hacia la parte baja del abdomen de la excitada Paula.
Lentamente comienza a bajar su pantalón, este no posee botones, solo cuenta con un
cordón que libera sin problema. Poco a poco Daniel va quitando las prendas de vestir a
la chica, dejándola en ropa interior.
Es el turno de la chica de desvestir a su compañero, así que, entre besos y caricias, lo
despoja de su pantalón y la camiseta en un par de minutos. Pueden escuchar la música a
todo volumen que se escucha desde la parte baja de la casa, nadie notará que la pareja
se encuentra en la habitación.
Daniel se encuentra sobre la chica, quien puede sentir el gran pene erecto de Daniel
presionando su zona genital. La chica decide bajar lentamente la ropa interior de
Daniel, y así dejarlo completamente desnudo.
No tienen demasiado tiempo, así que deben actuar rápido, pero con precisión. Paula es
quien se libera de su panty de color rosa y toma el miembro de Daniel con su mano y lo
guía lentamente en dirección a hacia su vagina.
Un poco de dolor se refleja en el rostro de Paula, quien lentamente comienza a dejar
entrar el pene húmedo y caliente de Daniel. Ambos realizan movimientos lentos y
torpes, naturales en el primer encuentro.
— ¿Podrías apagar la luz? Siento un poco de vergüenza. — Dijo la chica.
Daniel complació la sugerencia de la chica y ambos se entregaron a la pasión de su
primer encuentro sexual. El debut de Daniel no solo iba a llevarse a cabo en la música,
también estaba debutando en un ámbito que se convertiría en su estilo de vida.
ACTO 3
De vuelta a casa
Despertar en un país o una ciudad diferente, se había convertido en la rutina de Daniel
Sierra. Había logrado conseguir importantes patrocinios de algunos de los fabricantes
más reconocidos de baterías en los Estados Unidos.
Su nombre solía resaltar en revistas de esta temática, mientras que su banda había
conseguido vender más de 200 mil copias de su álbum debut. Estaba viviendo el sueño
de todo músico, viajaban en un lujoso autobús acondicionado para la banda, donde
solían dormir una gran cantidad de mujeres increíbles.
Daniel se había transformado completamente, ya no era el chico tímido y reservado,
ahora era todo un símbolo sexual que 9 años después era la sensación de toda una
generación.
Daniel no era fácil de ubicar, a pesar de ser todo un depredador con las mujeres, no
solía dar demasiadas entrevistas, y por lo general, termina acostándose con las
periodistas que ingresaban a su camerino.
Aquella mañana se había convertido en un verdadero infierno para él, después de 5
largos años de ausencia de la ciudad de Houston, finalmente regresaba.
Una hermosa rubia se encuentra entre sus brazos, ha tenido una noche muy agitada en la
que después de su última presentación, las drogas y el sexo se hicieron presentes.
A pesar de que esta vida lo estaba consumiendo, podía acceder a los lujos que quisiera,
mujeres hermosas y horas de hacer música, que era realmente lo que amaba.
Desde su último encuentro con Paula Pérez, realmente no había sentido la
compenetración con una mujer que le hiciera experimentar sensaciones similares a las
que obtuvo aquella noche.
Mientras se acostaba con una mujer diferente cada noche, no podía sacar de su mente la
imagen de la hermosa y delicada rubia de 18 años que se entregaba a él por primera
vez. Pero tenía que superar aquella situación.
Dylan jamás descubrió el romance existente entre la pareja, y en aquel entonces no
había posibilidades de que ocurriera algo serio entre ellos. Pero con solo unos pocos
años de carrera musical, Daniel no estaba dispuesto a renunciar al estilo de vida que,
con tanto esfuerzo había conseguido obtener.
— Detesto venir a Houston. Odio esta maldita ciudad. — Comentó Daniel.
— ¿Qué es lo que hay aquí que detestas con tanta fuerza? — Preguntó la chica.
— El amor. — Respondió Daniel.
A Daniel le costaba aceptar que se había enamorado de Paula, y que a pesar de todos
los años que habían transcurrido la chica seguía siendo muy importante para él.
Eran dos caminos muy diferentes los que cada uno habían decidido tomar, así que
Daniel decidió dejar a un lado los sentimientos y se alejó definitivamente de la chica
para dedicarse a recorrer el mundo junto con su banda. Dylan era el único nexo
existente entre ellos, y evitaba obtener información sobre la chica.
Paula se había convertido en una importante reportera de la ciudad, cosa que
desconocía totalmente Daniel. La chica sabía que la banda estaría en la ciudad por unos
días, por lo que había arreglado algunas entrevistas exclusivas, gracias a su hermano
Dylan.
La chica superó rápidamente su relación con Daniel, fue algo fugaz, inocente, pero la
había marcado profundamente. El hecho de que Daniel prefiriera seguir sus sueños, que
quedarse a su lado, le dio la fortaleza para continuar con sus proyectos.
Siempre le había apasionado el periodismo, solía trabajar para el periódico local, pero
sus noticias eran realmente polémicas, por lo que rara vez podía mantener un empleo.
Paula tenía una historia de amor y odio con importantes cadenas de televisión, solía
hacer reportajes increíbles, pero siempre terminaba metiendo en problemas a la
empresa, al hablar más de la cuenta.
Pero a pesar de su polémica reputación, muchos la admiraban y seguían su carrera, era
una verdadera promesa del periodismo. A sus 27 años, Paula Pérez había cubierto
noticias referentes al narcotráfico que la habían puesto en las portadas de una gran
cantidad de revistas, también era una celebridad, aunque desde un punto de vista muy
diferente a Daniel.
— Chicos, bienvenidos a Houston. — Dijo Frank, el manager de la banda.
— ¿Podrías dar vuelta al autobús y largarnos de aquí? — Comentó Daniel.
— Tenemos tres presentaciones programadas en la ciudad, aprovechen estos días para
compartir con sus familias, pues la gira norteamericana termina aquí. Luego iremos a
Japón.
Esta noticia le cambió completamente el ánimo a Daniel, era la primera vez que irían al
continente asiático, así que algunos días en la ciudad no serían importantes. Daniel
había tenido la posibilidad de enviar suficiente dinero a su familia para que cambiaran
sus condiciones de vida.
Ahora vivían en un lujoso departamento en el centro de la ciudad. Vicente había caído
en una fuerte depresión y casi no salía de su habitación, mientras que Leticia había
dejado su empleo y había conseguido abrir su propio spa.
Alex, uno de los hermanos de Daniel, viajaba constantemente con él, formaba parte del
equipo técnico, ayudaba al traslado de los equipos y apoyaba a la banda durante las
presentaciones.
Era una vida bastante estable para la familia Sierra, aunque uno de los hermanos había
tenido que ser recluido en un centro de rehabilitación por su fuerte adicción a la
heroína. Había intentado suicidarse en dos oportunidades, sin tener éxito.
Volver a la ciudad de Houston era algo que simbolizaba volver a los antiguos
problemas y conflictos. Estando allí, Daniel podía recordar cuán traumática y
desagradable fue su niñez, las carencias que tuvo de adolescente y tener que enfrentar la
presencia de Paula Pérez.
Era inevitable que tuviera que encontrarse con ella de nuevo, era la hermana de uno de
los miembros de la banda.
Pero había pasado suficiente tiempo como para que las heridas sanaran, o al menos esto
era lo que esperaba al volverse a cruzar con los ojos verdes que lo cautivaron una vez,
y amenazaban con atraparlo de nuevo.
El aspecto de Daniel había cambiado un poco, siempre fue delgado, pero su genética
era de primera. Tenía un cuerpo definido, su piel blanca no era común, y sus ojos azules
lo convertían en objeto de atención de la mayoría de las fanáticas de la banda.
Había dejado crecer su cabello hasta los hombros, una larga y lisa cabellera de color
negro que solía recoger con una pequeña banda de goma de color negro. Su sonrisa
podía cautivar a cualquiera, era un hombre que no solo era atractivo, sino muy
interesante.
Daniel solía leer mucho durante sus tiempos libres, el hecho de no poseer una carrera
profesional no le impedía ser alguien culto y preparado. Detestaba el estereotipo que se
había popularizado entre los músicos de rock, ganando la fama de que eran estúpidos y
vacíos intelectualmente.
Hablar con Daniel Sierra era una experiencia muy gratificante, ya que podía hablar de
cualquier tema con absoluta fluidez. Esta era una de las características más atractivas
del músico de 27 años, que siempre se iba a la cama con una chica diferente después de
cada presentación.
Al llegar al departamento de sus padres, Daniel podía respirar la tristeza y desolación
que había allí dentro. Su padre había perdido mucho peso y se había convertido en una
sombra de lo que solía ser.
La depresión de su hermano, se debía en parte a la incapacidad de aceptar el estado
deplorable de su padre. Ya con una edad avanzada, era imposible que recuperara la
visión, y esto había devastado a la familia. Daniel no perdía las esperanzas de
regresarle la luz a los ojos del viejo Vicente.
Un cuarto completamente oscuro era el lugar donde había decidido atrincherarse
Vicente, no deseaba recibir visitas y le gustaba compartir con otras personas que no
pertenecieran a su círculo de personas cercanas.
— Papá he venido a verte. ¿Cómo estás? — Preguntó Daniel.
— Hijo mío. No sabes cuanta alegría invade mi corazón al escuchar tu voz. Dame un
abrazo.
— Estás muy delgado papá. No me agrada verte así.
— Quisiera que mi vida se extinguiera de una vez. No sabes cuan deprimente en vivir
en la oscuridad, Dani. — Dijo el viejo, entre lágrimas.
Ambos se unieron en un emotivo abrazo que se extendió por algunos minutos. Daniel
podía sentir el grito de auxilio que daba su padre. Ya no quería seguir viviendo en
aquellas condiciones que lo alejaban completamente del mundo en el que había vivido
los últimos años de su vida.
Después de haber presenciado impresionantes espectáculos de luces, ahora debida
vivir en una absoluta oscuridad durante el resto de su vida.
— No tienes idea de lo que daría por volver a ver los fuegos artificiales estallar. Sus
colores, su intensidad. No quiero vivir así, Dani. — Dijo Vicente.
— Papá, tienes que creerme cuando te digo que he hecho lo que ha estado en mis manos
para devolverte la visión, pero a estas alturas ya es casi imposible.
— No sé qué fue lo que hice, pero la vida me lo está haciendo pagar muy caro.
— No digas eso, papá. Pronto todo estará bien.
Daniel pasó el resto del día en el departamento de sus padres. A pesar de la tristeza que
sentía estando en ese lugar, se sentía feliz de poder ver nuevamente a su padre con vida.
Tenía continuas pesadillas en las que su padre moría luego de la explosión que le
arrebató la vista. Aquel nefasto episodio lo había marcado para siempre, y no había
podido eliminar aquel recuerdo de su padre casi sin vida, con el rostro completamente
quemado.
Era hora de ir al hotel donde estaba hospedada la banda, así que Daniel se despidió de
sus padres y abandonó el departamento. Le esperaban algunas ruedas de presa y un par
de entrevistas, la rutina de siempre. Daniel estaba muy emocionado por la gira asiática,
este mercado siempre había sido uno de los mejores para la música rock, así que
tendría mucho de qué hablar en la rueda de prensa. Pero, los planes que tenía su
manager no eran los más adecuados para él.
Todo lo que necesitaba Daniel para poderse ir tranquilo a la cama, era poder contar con
una hermosa chica que lo acompañara después de la serie de entrevistas, pero al
descubrir que una de las periodistas era Paula Pérez, Daniel perdió el control de sus
nervios. Buscaba la manera de evadir la situación y salir corriendo del hotel. Inclusive
sentía que le faltaba el oxígeno.
— ¿Te pasa algo, Daniel? — Preguntó Frank, el manager de la banda.
— Tengo que salir de aquí. No puedo dar entrevistas hoy. — Dijo el músico mientras
caminaba en dirección al elevador.
— Los fanáticos están esperando por ti. No puedes hacerles esto. — Respondió.
— Realmente no me siento bien. Haz subir a alguna reportera sexy a mi habitación y
tendrá su entrevista.
Pero estas palabras sellaron el destino de Daniel, quien subió rápidamente a su
habitación, tomó un baño y se dispuso a esperar a alguna chica que eventualmente
entraría por la puerta de la habitación.
Solían llegar acompañadas de algunos empleados de seguridad, quienes garantizaban la
seguridad de ambos. Mientras Daniel aparentaba proporcionar una entrevista, nadie
podía entrar al lugar, cuando en realidad lo que estaba haciendo era dándole unas
cuantas sacudidas a la chica contra la cama o contra el suelo, según se presta la
ocasión.
Frank había cedido ante la constante insistencia de una de las reporteras. Paula no solía
hacer uso de sus influencias con Dylan, quería ser tratada como una más, así podía
generar un reporte completo de su experiencia.
La chica estaba decidida a tener un encuentro directamente con Daniel, aunque este la
hubiese estado evitando durante los últimos años. Paula no había tenido relaciones
estables desde entonces, así que era su oportunidad para demostrarle a Daniel que aún
sentía interés por él.
La puerta sonó, pero Daniel decidió ignorar el llamado. Después de dudarlo unos
segundos, se dirigió a la puerta y abrió, Pensó que quizás habían enviado a alguna de
las chicas sin un acompañante.
— Hola Daniel, ha pasado mucho tiempo. — Dijo Paula Pérez al abrirse la puerta.
La mirada de Daniel fue de absoluto terror. Después de 5 años, nuevamente la pareja
volvía a verse las caras.
ACTO 4
Actos prohibidos
— Nunca pensé que actuarías de una forma tan inmadura, Daniel. No tenías que
evadirme todos estos años. — Dijo Paula.
— No tenía idea de cómo manejar la situación. Ha sido muy difícil para mí olvidarte.
— Respondió Daniel.
— Para mí tampoco ha sido fácil, pero ya no somos unos niños. Debemos enfrentar esta
situación.
— Sigues igual de hermosa, Paula. Lo siento, no estaba escuchándote.
— La razón por la que estoy aquí es para trabajar. No quiero que pienses que he venido
a presionarte.
De esta forma, Paula le dio inicio a una entrevista que registraba cada una de las
experiencias de Daniel Sierra durante su gira por los Estados Unidos. Todas las
vivencias que había acumulado con la banda, habían sido compartidas con la hermosa
periodista, quien había encendido su grabadora de mano y realizaba anotaciones.
Con mucho profesionalismo, Paula ocultaba lo que realmente sentía por Daniel en ese
momento. Tenía unas ganas increíbles de irse sobre el músico y hacerle el amor una vez
más. Pero debía mantener la cordura y no cometer errores.
Ambos estaban profundamente enamorados, pero la estadía de Daniel en Houston era
pasajera, no podían involucrarse demasiado.
Un nuevo golpe al corazón, tendría consecuencias graves en las vidas de Daniel y
Paula, no estaban en el momento más indicado para iniciar una relación sentimental,
que posiblemente interrumpiría el curso de sus carreras.
Ambos estaban acariciando el éxito, y a pesar de sus impulsos por devorarse
mutuamente, había ciertas restricciones que debían respetar. La entrevista se había
extendido por un par de horas, Paula no quería concluirla aún.
— ¿Has tenido alguna relación estable en estos años? — Preguntó Daniel.
— No vine a hablar de mí. Pero si te hace sentir mejor, aún estoy sola. Nadie ha podido
llenar el vacío que dejaste cuando te marchaste. — Respondió la chica.
— Yo tampoco he podido darle un lugar en mi vida a nadie más. Lo que vivimos fue
increíble.
— ¿Nunca le comentaste nada sobre nosotros a Dylan? — Preguntó Paula.
— No, no estoy seguro de cómo lo tomaría. Somos casi hermanos, pero el habérselo
ocultado tanto tiempo, sería una traición para su confianza.
— Tienes razón. Espero que pueda entenderlo si llega a descubrirlo. — Respondió la
hermosa periodista.
El tiempo había transcurrido rápidamente, era momento de que Paula se marchara. Para
Daniel, era la primera vez que una entrevista culmina de una forma tan tradicional.
Por lo general terminaba revolcándose entre las sábanas con su entrevistadora. Pero a
pesar de que el deseo estaba intacto, no quería conducir a la chica hacia un camino del
cual no pudieran dar marcha atrás.
Paula camina hacia la puerta de la habitación, acompañada por su anfitrión quien se
despide de ella con un beso en la mejilla, que despertó en él, una necesidad increíble
por sentir la piel de Paula.
La puerta se cierra y Paula camina en dirección hacia el elevador. Daniel aún no está
seguro si debe dejarla ir, se mantiene de pie apoyando su espalda contra la puerta,
meditando sobre la decisión que debe tomar.
Mientras Paula espera el elevador, también se arrepiente increíblemente por no haber
tomado la iniciativa de al menor darle un beso al hombre que realmente ama. Para la
chica es totalmente absurdo haber esperado tanto tiempo por un encuentro con Daniel,
para arruinarlo de una forma tan ilógica.
Finalmente, el elevador llega, Paula entra y las puertas de este comienzan a cerrarse
lentamente. La mirada de Paula está fija en el suelo, y no puede darse cuenta de que
solo unos segundos antes de cerrarse las puertas del elevador, Daniel se encuentra casi
frente a ella.
El joven músico ha decidido, en el último segundo, correr hasta los brazos de Paula y
demostrarle cuánto la ha extrañado en los últimos años. Es inaceptable para él,
comportarse de una forma tan fría e indiferente con la única mujer de la que se ha
enamorado realmente en la vida.
Al no poder alcanzar en el elevador, Daniel corre rápidamente y comienza a descender
por las escaleras. El edificio cuenta con 23 pisos y ellos se encuentran en el número 18,
aún tiene oportunidad de alcanzarla. Al llegar aproximadamente al piso 10 y
completamente agotado, Daniel logra detener el elevador.
Al abrirse las puertas, Paula no podía creer lo que sus ojos le mostraban. Ese acto de
desesperación del chico, despertó una emoción incontenible en la rubia de ojos verdes,
quien simplemente recibió en sus brazos a quien había esperado por 5 años.
Un abrazo que parecía eterno y múltiples besos comenzaron a fluir lentamente, desde lo
más delicado a la pasión más intensa. El elevador aún se encontraba detenido en el piso
10, así que no había riesgo de que los descubrieran.
Pero inevitablemente alguien presionará el botón solicitando el servicio del artefacto
mecánico y el momento mágico acabaría. Pero el mundo había desaparecido para
ambos personajes.
Realmente no les interesaba si el mismo Dylan pasaba frente a ellos en ese preciso
momento, lo único en que podían pensar, era en el delicioso sabor de los besos que
tanto habían extrañado.
— Pensé que no volvería a probar tus besos de nuevo. — Dijo la chica.
— Perdóname por haberme comportado como un imbécil todo este tiempo. Realmente
necesitaba sacarte de mi mente, pero no lo conseguí.
— Te he amado con locura cada día que has estado ausente. Aunque te confieso que ya
había perdido las esperanzas de recuperarte. — Dijo Paula.
— Bésame, y no dejes de hacerlo. Dejemos que este momento se congele en el tiempo y
hagámoslo nuestro.
Pero tanta pasión no podía contenerse en un lugar tan pequeño, ambos comenzaron a
acariciarse y los labios de Daniel abandonaron a los de Paula para ir en busca de
nuevos territorios. El chico besaba su cuello, mientras Paula caía en un trance de
excitación del cual difícilmente sales sin obtener lo que quieres.
Ya ninguno de los dos estaba razonando acerca de lo que estaba ocurriendo, ni medían
las consecuencias de sus actos. El elevador se puso en marcha y Daniel se vio obligado
a presionar el botón de emergencia.
Esto detuvo el elevador, ambos estaban encerrados en este compartimiento que se
convertiría en el lugar perfecto para que ambos disfrutaran nuevamente de un encuentro
apasionado. Muchas mujeres habían pasado por la cama de Daniel, pero ninguna tan
apasionada como Paula, difícilmente podía encontrar a otra mujer como ella.
Podía recordar su figura cada noche, y al verse allí, aferrado a su cintura, sentía que
había alcanzado el paraíso. Paula no puede creer que los labios que tanto ha anhelado,
se pasean por su piel y descubren nuevas rutas que ni ella misma conocía que podían
generar tales sensaciones.
Cuando los labios de Daniel tocan su piel, descargas leves de electricidad recorren la
espalda de Paula, quien ha dejado caer sus cosas al suelo. Se encuentra indefensa a
merced de la voluntad de un irreverente Daniel, quien no está dispuesto a dar un solo
paso atrás en los actos que está iniciado.
Las manos traviesas de Daniel, comienzan a acariciar las zonas más sensibles de Paula,
mientras sus besos ya han alcanzado sus hombros descubiertos. Daniel ha despojado
Paula de su abrigo.
Delicados lunares invitan a ser tratados como piedras preciosas. La piel de Paula es
absolutamente adictiva, y Daniel no quiere dejar un solo lugar sin ser explorado.
La chica comenzó a acariciar la espalda de Daniel, sus uñas evidencian una necesidad
de arrancar su camiseta, se aferra a su amante mientras sus ojos se cierran para
disfrutar de cada una de las sensaciones que estallan en su pecho.
— Creo que debemos detenernos. No podemos hacer esto aquí. — Dijo Paula.
— Lo haremos. No estoy dispuesto a dejarte ir a ninguna parte.
Paula no tenía intenciones de oponerse a las indicaciones de Daniel, pero
constantemente llegaban a ella, las ráfagas de responsabilidad que la ubicaban en la
realidad. Si los descubrían en esa situación, sería un escándalo terrible que enviaría su
carrera como periodista al suelo.
Pero este análisis debía enfrentar al hecho de estar con el hombre que amaba y que
había extrañado durante tanto tiempo. El argumento de su reputación, se desvanecía
rápidamente ante el deseo que sentía por Daniel.
— Hagámoslo de una vez. No tenemos toda la noche. — Ordenó la chica mientras se
quitaba la ropa interior.
Paula llevaba una falda de color gris plomo. Mientras que su blusa de color blanco
dejaba ver levemente su sujetador del mismo color. Llevaba su cabello completamente
suelto, y su aroma era una esencia exquisita de jazmín. Daniel toma la ropa interior de
la chica y la guarda en el bolsillo de su pantalón.
— ¿Qué haces? — Preguntó Paula.
— La guardaré para recordarte. — Respondió Daniel.
La chica enloqueció y comenzó a desvestir rápidamente a Daniel, bajó su pantalón y su
ropa interior y liberó su miembro sólido como una roca, que estaba en posición para
iniciar un encuentro descontrolado.
Paula se puso de rodillas y comenzó a masturbar suavemente a Daniel. Sus delicadas
manos sostenían con firmeza el pene de unos 15 centímetros, mientras lo acariciaba
levemente con la punta de su lengua. Cuando estuvo suficientemente húmedo, la chica lo
introdujo en su boca.
Su mirada se encontraba fija en los ojos de Daniel, quien comenzaba a recordar una de
las razones de por qué extrañaba tanto a Paula. La chica no ha perdido sus habilidades
en el sexo oral, su lengua puede llevarlo hasta el cielo mismo sin demasiado esfuerzo.
Mientras la chica hace su mejor trabajo, Daniel acaricia suavemente su cabello,
realizando leves movimientos de cadera para intentar introducir cada vez más, su
miembro dentro de la boca de Paula.
Daniel muerde sus labios al recibir tal dosis de placer proporcionada por la hermosa
rubia, pero ya siente la necesidad de penetrar a la chica, así que la invita a ponerse de
pie.
Paula sabe exactamente qué hacer, no necesita órdenes ni instrucciones, así que se
sostiene de una barra de metal ubicada en uno de las paredes del elevador y se coloca
de espaldas a Daniel, sube su falda a la altura de la cintura y descubre sus hermosos
glúteos y su vagina, para que Daniel haga lo que desee.
— Hazme tuya de una vez. Pero hazlo con fuerza. No quiero que me trates como a una
niña. — Dijo Paula.
— Así es exactamente como te recordaba. Tan ardiente y lujuriosa. Déjame probarte
primero.
Como una acróbata profesional, Daniela hizo alarde de su flexibilidad y llevó su pie
hasta la barra, quedando en una posición perfecta para que Daniel pudiera introducir su
lengua hasta las profundidades de su vagina.
Puede lamer la totalidad de sus genitales, es un sabor característico que aun permanecía
fresco en su paladar. No es fácil olvidar un sabor tan dulce como el de los fluidos de
Paula.
— Deja que tu lengua me complazca. — Dice Paula.
— ¿Te gusta así? Déjame ayudarte con eso. — Dijo Daniel mientras comienza a frotar
el clítoris de la chica con sus dedos.
Paula está al límite, pero quiere sentir el miembro de Daniel dentro de ella, así que da
una orden sin dilación.
— Quiero que me las metas de una vez. ¡Hazlo ya! — Dice Paula.
El caballero se pone de pie y acomodándose detrás de la chica, deja que su miembro le
proporcione placer al introducirse en ella.
El rostro de Paula cambia completamente, ha obtenido lo que tanto esperaba. Ambos
comienzan a moverse como unos dementes, mientras el pene de Daniel amenaza con
estallar en cualquier momento.
Paula acaricia sus senos e intenta reprimir los gemidos que emanan desde lo más
profundo de su ser. Los brazos de Daniel se entrelazan alrededor de la cintura la chica,
mientras comienza a penetrarla con más fuerza.
En el edificio se han dado cuenta de que el ascensor está detenido, así que comienzan a
realizar las maniobras para poder activarlo de nuevo. La pareja ha dado rienda suelta a
sus impulsos, y después de una sesión intensa y atrevida, esperan pacientemente, ser
liberados del elevador que ellos mismos detuvieron.
ACTO 5
Sueños caídos
A pesar de lo improvisado que había sido el encuentro entre Daniel y Paula, esta no
sería la última vez que estarían juntos mientras Daniel se encontraba en la ciudad.
Se habían dedicado a recuperar todo el tiempo perdido en el que habían estado
separados. El destino había movido sus hilos a favor de la pareja y los había unido
nuevamente, pero los segundos corrían de nuevo hacia el momento de la despedida.
Paula había asumido una posición bastante madura al respecto, solo quería pasar la
mayor parte del tiempo que fuese posible junto a Daniel.
Había asistido a las presentaciones de la banda, habían tenido encuentros cargados de
adrenalina detrás del escenario, y periódicamente, la chica solía escaparse a la
habitación de Daniel.
El sexo se había convertido en una constante actividad durante los 8 días que Daniel
estaría en Houston. Cualquier excusa era perfecta para verse si esto terminaría entre las
sábanas de su cama.
Para Paula, no era fácil resistirse a la seducción de Daniel, quien sabía exactamente por
donde iniciar el fuego que solía consumirlos en encuentros llenos de pasión.
Pero había llegado el momento de despedirse, Paula debía quedarse en Houston,
mientras el amor de su vida, junto a su hermano y el resto de los chicos, debía partir
hacia Japón para iniciar una gira por el continente asiático.
Estarían ausentes al menos unos 4 meses, luego debían trasladarse a Europa. Tenían una
gran cantidad de compromisos, y Paula comprendía perfectamente esa situación.
— Realmente detesto tener que irme. He pasado unos días increíbles. — Dijo Daniel.
— Nuestro destino es estar juntos, lo sé. Pero es difícil para mí tener que sentarme a
esperar por ti en cada oportunidad que te marchas. — Respondió la chica.
— Esta vez será diferente, puedo asegurarte que volveré por ti. No evadiré más lo que
siento.
— Esperaré ansiosa tu regreso, cuida mucho a Dylan. Te amo. — Dijo Paula, antes de
besar a Daniel.
El vuelo saldría en un par de horas, así que debían estar en el aeropuerto cuanto antes.
La banda debía tomar un vuelo comercial, sus equipos viajarían por barco, así que no
tenían demasiado equipaje.
Mientras se encontraban en el aeropuerto, tuvieron la posibilidad de compartir con una
gran cantidad de fanáticos que pudieron reconocerlos. El éxito de la banda era abismal,
y no había un lugar del planeta en el cual no se hubiese escuchado la música de estos 5
chicos norteamericanos.
Mientras abordaban el avión, Dylan tuvo un mal presentimiento. Por primera vez
afrontaba un ataque de pánico antes de un vuelo.
— Quiero bajarme. No quiero volar. — Dijo el desesperado Dylan.
— Cálmate Dylan. ¿Qué te ocurre? — Preguntó Frank.
— No me siento bien, no quiero tomar este vuelo.
— No podemos perder más tiempo, estamos en el tiempo límite para poder cumplir con
los compromisos en Japón. Cálmate.
Cada minuto en el aire se había convertido en una eternidad para Dylan, no se sentía
cómodo en ese vuelo. La idea de estar tantas horas en el aire, le había generado una
gran ansiedad y tenía el presentimiento de que algo malo iba a ocurrir.
Era la primera vez que viajaban en primera clase, los chicos disfrutaban increíblemente
de las atenciones que recibían. Eran tratados como reyes, contaban con privilegios a los
que más nadie podía acceder en el avión, pero aun así Dylan se encontraba muy
estresado.
— Tienes que calmarte, todo estará bien. — Dijo Daniel.
— Sabes que no le temo a los aviones, pero tuve un sentimiento muy desagradable
cuando abordamos. — Respondió Dylan.
— Quizás fue algo que comiste. La comida del hotel estaba terrible. — Comentó Frank.
— Trataré de dormir un poco. — Dijo Dylan.
En cada uno de los pensamientos de los integrantes de la banda, había una gran cantidad
de expectativas ante la posibilidad de poder conquistar el continente asiático con su
música.
Se presentarían en los lugares más reconocidos de Japón, donde legendarias bandas se
habían presentado antes y habían marcado la historia de la música. Japón se había
convertido en el mercado más grande para los nuevos talentos, abría sus brazos para
darle su apoyo a los artistas más populares e impulsar sus carreras.
Daniel ya había dejado atrás los sueños traumáticos, su vida había pasado a ser lo que
esperaba, Las mujeres más bellas, grandes cantidades de licor y mucha música.
Pero la vida de Dylan se encontraba incompleta, necesitaba una compañera con la cual
disfrutar de todo su éxito, y Paula se había incrustado en su pensamiento como la
posible candidata a llenar los zapatos de esta mujer especial que necesitaba en su vida.
Se trataba de un vuelo sumamente largo, los chicos tenían suficiente tiempo para
descansar y relajarse.
Pero con cada minuto que pasaba, el destino traía la posibilidad de preparar una
situación que pondría a prueba las habilidades de cada uno para enfrentarse a la
adversidad.
Paula había despedido a Daniel y Dylan con una gran emotividad, a pesar de siempre
mantenerse lejos, era la primera vez que estarían tan lejos de casa. Pero se sentía
sumamente feliz de que después de tanto esfuerzo, los chicos al fin alcanzaban su
objetivo.
Dylan estaba bajo los efectos de los calmantes que le habían proporcionado en el
avión. Era muy frecuente que algunos de los pasajeros tuviesen ataques de pánico, así
que la situación podía ser controlada con facilidad.
Mientras algunos de los chicos escuchan algo de música en sus auriculares, otros
disfrutan de una película en los pequeños monitores que se despliegan frente a ellos.
Daniel observa a través de la ventana y puede analizar cuan diminutas se ven las
grandes montañas, recuerda a su padre e intenta contener las lágrimas de tristeza al
recordar su estado de depresión.
Un extraño movimiento entre el personal del avión, llama la atención de Daniel, quien
constantemente está alerta de cada situación.
— ¿Ocurre algo Frank? — Pregunta Daniel.
— No estoy seguro. Pero también he notado que hay algo de nerviosismo entre las
aeromozas. Iré a preguntar qué ocurre.
Frank caminó hacia la cabina del piloto, pero fue interceptado por el personal de
seguridad.
— Por su seguridad, le agradeceremos que tome asiento, señor. — Dijo un caballero de
1.9 metros de piel negra.
— Quisiera saber lo que ocurre. — Dijo Frank.
— Todo está bien. Cualquier irregularidad le informaremos a todos los pasajeros.
Vuelva a su lugar.
De pronto una gran turbulencia sacudió al avión. La violencia de la sacudida fue tal,
que ambos caballeros cayeron al suelo.
Los nervios se hicieron presentes en la totalidad del avión. Todos gritaron
desesperados ante la posible situación de emergencia. Pero el avión se estabilizó
rápidamente y no pasó de ser un susto muy desagradable.
Frank volvió a su lugar, estaba completamente pálido. Dylan no había notado la
turbulencia, estaba completamente dormido, para fortuna de sus compañeros.
Pero sólo pasarían unos 15 minutos, cuando nuevamente fueron embestidos por una
nueva sacudida, quizás con el doble de intensidad.
Esto desplegó automáticamente las máscaras de oxígeno que se ubicaban en la parte
superior de los asientos del avión. Nadie salió a proporcionar explicaciones o
indicaciones, pero Daniel pudo notar que estaban perdiendo altura. No era nada
anormal, quizás buscaban estabilizar el avión.
Una alarma aguda se escuchaba desde la parte interior de la cabina. Era la primera vez
que experimentaba tanto miedo durante un vuelo. Súbitamente el avión comenzó a
descender con una inclinación inusual.
Era evidente que algo no estaba bien, pero ninguno tenía el valor de dirigirse a hasta la
cabina a preguntar. Daniel intentó despertar a Dylan, pero este no respondía, estaba
completamente dopado bajo los efectos de los calmantes.
— Frank, esto no está bien. Algo anda muy mal. — Dijo Daniel.
El resto de los chicos estaban tan nerviosos como su compañero. Un sonido
característico de las turbinas de un avión, de pronto se detuvo.
Uno de los motores del avión había estado fallando y el piloto había tratado de
compensar la situación, pero se encontraban sobre el mar y no había manera de poder
aterrizar en ningún lugar. Tenía que continuar, pero el motor no resistió más y finalmente
se apagó.
Ya era inevitable, la caída del avión era inminente, y el pánico y la desesperación se
apoderaron del lugar, algunos de los pasajeros habían abandonado sus puestos y corrían
en contra de la inercia a través del pasillo.
La muerte se acercaba y los chicos estaban aterrorizados. Nadie está preparado para
afrontar una situación como esta. Los gritos y el caos aturdían a Daniel, quien intentaba
desesperadamente alertar a Dylan de la situación, pero eran inútiles todos sus
esfuerzos.
Todo se encuentran atentos a la espera de la embestida contra el mar. Finalmente llega
el momento, el avión se convierte rápidamente en una gran masa de acero deforme,
mientras una gran cantidad de pasajeros salen volando de sus asientos.
El agua comienza a entrar rápidamente y se hunde en cuestión de minutos. Hay algunos
sobrevivientes, pero los chicos se encuentran atrapados en sus asientos. Una burbuja de
aire los mantiene con vida, pero no les queda demasiado tiempo.
Luego del impacto, Daniel golpea fuertemente su cabeza, pero se mantiene consciente, a
diferencia de Frank, quien ha perdido el conociendo y se haya completamente
desmayado al lado de Daniel.
— ¡Frank! Despierta, tenemos que salir de aquí. — Dice Daniel, completamente
desesperado.
Pero es inútil, tanto Frank como Dylan se encuentran completamente dormidos. Daniel
tiene que hacer algo por ellos, pero primero debe garantizar la seguridad de los
compañeros que están conscientes.
Logra liberarse y acude en la ayuda de Matt, Evan y Robert, quienes logran abandonar
la cabina a través de una de las ventanas del gran monstruo de acero que amenaza con
llevarlos al fondo del océano.
Daniel no pierde las esperanzas y continúa intentando despertar a Dylan, pero solo
quedan segundos antes de que finalmente, el lugar esté completamente lleno de agua.
Frank no logra reaccionar y es un hombre muy pesado como para poder sacarlo de allí,
así que Daniel toma la difícil decisión de optar por Dylan y rescatarlo. Luego de un
esfuerzo sobrehumano, Daniel logra liberar a Dylan de su asiento, comparte el oxígeno
con este, pero aun no reacciona.
Logran abandonar la cabina del avión, el cual se hunde rápidamente. Al llegar a la
superficie, Daniel no puede ver absolutamente nada, tiene Dylan entre sus brazos, y
aunque aún está con vida, no ha recuperado el conocimiento.
Teme que los medicamentos hayan generado un efecto irreversible e intenta despertarlo
nuevamente, pero este no da respuestas. Dylan ha ingerido algunas drogas antes de
ingresar al avión, por esto, su estado de alerta.
Al combinar las drogas con los medicamentos, generaron un efecto catastrófico en el
organismo de Dylan, quien cayó en una especie de coma temporal del que no podía
escapar con facilidad. Los chicos se aferran a algunos de los escombros que han
quedado luego del accidente.
— ¡Permanezcan unidos! — Grita Evan Soares, el bajista de la banda.
— ¿Dónde está Frank? — Preguntó Matt.
— Ha muerto, chicos. No pude liberarlo. — Respondió Daniel
— Esto es horrible. Moriremos aquí. — Dijo Robert, el tecladista.
— No habrá más muertes, no podemos rendirnos ahora. — Respondió Daniel.
El liderazgo de la situación lo había asumido el joven baterista, quien no tenía las
fuerzas suficientes para seguir sosteniendo a Dylan, así que se dedicaron a mantenerlo a
flote por turnos.
Eran aproximadamente las 3:00 AM, y estaban en aguas infestadas de tiburones. Si
sobrevivían, tenían una gran historia que contar, pero las probabilidades estaban en
contra. Todos se mantenían aferrados a grandes piezas del fuselaje del avión, mientras a
la distancia, podían escuchar los gritos de algunos sobrevivientes.
— Tenemos que ayudarlos. — Dijo Matt.
— Por el momento debemos permanecer unidos. Es de noche y tenemos que garantizar
la seguridad de Dylan. — Respondió Daniel.
Las horas transcurrieron hasta la salida del sol, los chicos tenían una esperanza de vida,
se encontraban a un par de kilómetros de distancia de una pequeña isla. Tenían que
nadar hasta allá, pero no contaban con las fuerzas para lograrlo.
ACTO 6
Adaptación y supervivencia
Sus rostros reflejan el gran agotamiento que están experimentando, luego de haber
nadado por unos 25 minutos en contra de la marea, finalmente llegan a la orilla. Todos
se encuentran bien y pueden ver que otras personas también han llegado a la orilla.
Hay muy pocos sobrevivientes, cuentan la esperanza de que puedan localizarlos pronto.
La isla está desolada, ya llegará el momento de explorar, por el momento los chicos
necesitan recuperar el aliento, después del gran esfuerzo que han hecho.
Han sobrevivido a un siniestro en el que no contaban con las posibilidades mínimas de
salir caminando. Han tenido que internalizar la pérdida de su manager y la gira asiática
queda cancelada definitivamente.
Daniel intenta no derrumbarse ante tal tragedia, pero las lágrimas lo consumen, nada
puede ser peor en ese momento. Dylan no ha recobrado el sentido y el resto de los
chicos no tienen la voluntad para ponerse de pie.
Un grupo conformado por 5 sobrevivientes, se acerca al grupo de recién llegados con la
intención de auxiliarlos. Estos han logrado llegar a la orilla en horas de la noche y no
se encuentran tan deshidratados como los chicos.
Han logrado armar un pequeño campamento para resguardarse, e invitan a los chicos a
acompañarlos hasta allá. Estos hacen un gran esfuerzo, pero sus cuerpos no responden.
Daniel no puede aguantar más, todo comienza a dar vueltas y repentinamente, la
oscuridad se hace presente. Completamente desmayado, es el segundo en ser trasladado
al campamento improvisado, donde tienen algo de agua potable que han logrado
recuperar entre los escombros que continúan llegando a la orilla.
Daniel despierta bajo algunas piezas de fuselaje y hojas de palma, aún no puede creer
que realmente estén pasando por una situación como esa.
— ¿Dónde estoy? — Preguntó el confundido Daniel.
— Estamos en medio de la nada. — Contestó una chica de unos 23 años que colocaba
unas compresas de agua en su frente.
— ¿Podrías darme un poco de agua? Muero de sed.
— Tu temperatura está muy alta, has estado delirando por al menos tres horas.
— ¿He estado desmayado por tres horas?
— Sí, pero tu estado es estable.
— ¿Dónde están el resto de los chicos?
— Uno de ellos sigue inconsciente. El resto ha comenzado a ayudarnos con la
recolección de alimentos. No sabemos cuánto tiempo estaremos aquí. — Finalizó la
chica.
Daniel intentó ponerse de pie, pero el mundo parecía estar dando vueltas alrededor de
él, así que prefirió quedarse allí un tiempo más y recuperarse.
Al otro lado del océano, se encontraba Paula, quien no había tenido noticias del vuelo
de los chicos. Ya los principales noticieros habían dado la voz de alarma sobre la
desaparición de un vuelo, pero no había informado con exactitud de cuál se trataba.
No fue muy difícil para Paula, acceder a la información, tenía muchos contactos en los
medios, así que pronto daría con la nefasta realidad que involucraba a su hermano y al
amor de su vida.
— El vuelo 512 no ha llegado a su destino. Se presume que se precipitó al mar, pero
aun no encuentran señales de él. — Dijo Josh Peterson, un gran amigo de Paula que
trabajaba para el noticiero nocturno.
— Esto no puede estar pasado. Mi hermano estaba en ese vuelo. Avísame cualquier
detalle que obtengas sobre esto.
La noticia había devastado a Paula. Después de haber esperado tanto tiempo por este
hombre, una vez que lo consigue de vuelta, la vida se lo arrebata de nuevo. La chica
conocía todas las posibilidades existentes, así que no tenía demasiadas esperanzas en
obtener noticias positivas de esta extraña desaparición del vuelo 512.
Algunos de los noticieros especulaban sobre el secuestro de este vuelo por parte de
terroristas. Otros comentaban sobre una posible falla mecánica, mientras que algunas
versiones menos ortodoxas, comentaban sobre un secuestro alienígena.
Todo parecía ser absurdo para Paula, nunca había sentido tanto miedo en toda su vida,
perder a Daniel era muy duro, pero perder junto a Dylan no lo podría superar jamás.
Solo era cuestión de tiempo para la que las autoridades comenzaran la búsqueda del
lugar del siniestro, pero el océano había hecho su parte, había engullido las piezas más
notables del avión, mientras que los pequeños escombros, llegaban a una isla que se
encontraba absolutamente abandonada.
Con el pasar de los días, la pequeña comunidad que se había formado en la isla, perdía
las esperanzas de poder ser rescatados con vida.
Daniel había sufrido una fuerte contusión en la cabeza, la cual le generaba pérdidas
temporales de memoria. Solía estar muy confundido y adolorido, por lo que no era
demasiado útil para el resto.
Matt y Robert habían asumido el liderazgo de la situación, mientras que Dylan y Daniel
se encontraban en una etapa de recuperación. Ya Daniel había hecho su parte del
trabajo manteniendo unidos a los chicos e intentando salvar a Dylan, pero poco a poco
se desvanecía.
El recuerdo del rostro de Paula, llegaba regularmente a su cabeza y era lo único que le
daba fuerzas para continuar respirando. Sabía que había hecho una promesa y debía
cumplirla.
Pero no tenía el valor para poder volver a casa y tener que entregar a Dylan en ese
estado, luego de que Paula le hubiese pedido que lo cuidara. Sentía una gran
responsabilidad por lo que estaba sucediendo, la impotencia lo consumía al no poder
sentirse útil y apoyar al resto de sus compañeros.
Habían transcurrido 5 días después del accidente, y la organización había dado buenos
resultados, era la única manera de mantenerse con vida. Habían creado un sistema, una
pequeña sociedad en la que todos debían aportar el recurso humano para mantenerse a
salvo mientras había señales de algún equipo de rescate.
Julia Geller se hacía cargo del cuidado de los chicos, era una de las aeromozas que
había sobrevivido al accidente, sus dulces manos habían generado una gran mejoría en
ambos.
Dylan no respondía a ningún estímulo externo, pero se le veía fuerte aún. Daniel no
había podido incorporarse a las actividades, pero en un par de días estaría dispuesto
para ser parte del grupo de trabajo en el campamento.
— Debes recuperarte pronto. Te necesitamos. — Dijo Julia.
— Gracias por todo lo que has hecho por mí. — Respondió Daniel. — ¿Cómo podría
pagarte?
— Creo que sé cómo puedes ayudarme. — Dijo la chica.
— Haré lo que me pidas.
— ¿Hay alguien importante en la vida de Matt? Creo que me gusta.
— Veo que no pierdes el tiempo. Pero no, es un hombre libre. Creo que puedes tener
éxito con él. — Respondió Daniel.
A pesar de la situación difícil por la que estaban atravesando, Julia no había podido
evitar fijarse en Matt, quien podría decirse que era el más atractivo de la banda. Era un
chico Rubio y alto, el líder de la banda y el más popular con las chicas.
Matt invertía horas en el gimnasio y era un aficionado a la práctica del parkour, esto le
había proporcionado una figura delgada pero fuerte. No había una sola mujer que no se
sintiera atraída por él.
Pero Julia no quería perder la oportunidad de acercarse al chico, quien se había
mostrado muy colaborador y gentil durante aquellos días.
Tenía que buscar la oportunidad de acceder a él y después de la sugerencia de Daniel,
estaba segura de que podía conquistar al chico. Estaba completamente consciente de
que sería algo pasajero, pero tenía que demostrarle su interés a Matt.
Era evidente su atracción, su mirada siempre estaba sobre el rubio de 1.8 metros de
estatura, quien ya había notado la afinidad que sentía la chica por él. Una mañana, Matt
se dirigía a recolectar algo de leña para realizar una fogata, generalmente solía hacer
esta tarea completamente solo.
Le gustaba el silencio, y aprovechaba este tiempo para meditar y tratar de estabilizar su
mente, no era sencillo mantener la cordura en esa situación.
Pero aquel día, las cosas serían diferentes, la chica había decidido acompañarlo y
ayudar así a conseguir más leña. Esta había sido la excusa perfecta para quedarse a
solas con el líder de la banda.
— Gracias por ofrecerte a acompañarme, Julia. Eres muy amable. — Dijo Matt.
— Es todo un placer para mi poder ayudarte. Has sido un gran apoyo para el resto del
grupo. — Respondió la chica.
— Hago lo que puedo, Ustedes también han hecho mucho por mí.
— Quisiera hallar la manera de retribuirte todo el esfuerzo que haces a diario.
— No tienes que hacerlo. Es mi trabajo como parte del grupo.
— Pues no pienso igual que tú. Podría recompensarlo de una manera muy agradable.
Matt jamás se hubiese imaginado que se encontraría en una situación como esta dado el
contexto que los rodeaba. Se encontraban en medio de la nada, rodeados de la
naturaleza, mientras una chica intenta seducirlo para que se acueste con ella.
No importa cuán centrado pudiese estar en su tarea de conseguir leña, Matt no podía
resistirse ante una propuesta como esta.
— ¿Qué tienes en mente, Julia? — Preguntó Matt.
— ¿Qué te parece esto? — Dijo la chica mientras se quitaba la camiseta y mostraba sus
senos a Matt.
No había más nada que demostrar, era una invitación al sexo, y no había nadie cerca.
Era la oportunidad perfecta para que Matt consiguiera drenar tanta presión acumulada
durante los últimos días.
La chica era muy atractiva, tenía una piel bronceada, era de ascendencia latina
evidente. Su cabello castaño claro y sus ojos del mismo color, podían cautivar a
cualquiera. Una mirada con largas pestañas que la habían lucir espectacular.
Mientras Matt disfruta del espectáculo visual la chica comienza a quitarse la parte
inferior de su ropa. Lleva un short de mezclilla, le queda realmente ajustado y mientras
lo baja lentamente, deja al descubierto unos enormes glúteos que Matt no había notado.
Se ha sacado la lotería con esta chica, quien se ha ofrecido voluntariamente y ahora se
encuentra desnuda a la espera de que Matt haga algún movimiento hacia ella.
El chico comienza a desvestirse mientras camina en dirección a la chica. Una vez
desnudos, se encuentran parados uno frente al otro. Sus miradas pueden hablar por sí
solas.
Ambos se acuestan en el suelo, el cual se encuentra un poco frío y húmedo, pero hacen
caso omiso a este detalle. Matt comienza a pasearse por el cuerpo de la chica,
conociendo sus dimensiones y explorando los detalles.
Con un par de minutos de reconocimiento, ya Matt está listo para devorar a la chica,
quien no puede contenerse a besar los labios de su compañero. Ambos frotan sus
cuerpos y se entregan con locura ante la pasión del momento, es la primera vez que
tendrán sexo al aire libre, por lo que disfrutan de cada segundo.
Los sonidos de las olas a lo lejos y el cantar de las aves son la banda sonora que
acompaña a la pareja.
Ambos están muy excitados y dejan que sus cuerpos expresen cada una de las
sensaciones que experimentan. Los dedos de Matt se pierden en el cabello de la chica,
mientras sus dientes devoran su cuello como a una presa inocente.
Julia no se ha equivocado, desde el primer momento, sabía que Matt era un amante
excelente. Las manos de Matt se ubican en los glúteos de la chica, son firmes y
voluptuosos, un estímulo a la vista y al tacto.
La chica se aferra al cuello de Matt, mientras este la penetra con fuerza. Puede
escucharse el eco de los gemidos, pero no parece importarles, dejan que la pasión
corra por sus venas mientras con cada embestida de Matt, la chica se acerca más al
clímax del encuentro.
El caballero acaricia la suave piel de su compañera mientras no se detiene te ni un
segundo en el acto.
— Estoy muy cerca. Hazme llegar, Matt. — Dice la chica.
— Llegaré dentro de ti. ¡No aguanto más!
— Hazlo, quiero sentir tu semen caliente dentro de mi cuerpo.
Un gran gemido es liberado por Matt, quien complace de forma simultánea a la chica.
Cuerpos desnudos se encuentran en medio de la naturaleza, mientras los besos
comienzan a aflorar de forma natural.
ACTO 7
Todo o nada
El lugar estaba repleto de frutas y algunas pequeñas especies que habían servido de
sustento para los sobrevivientes. La actitud con la que habían enfrentado la situación
era admirable, muchos no habrían resistido más de un par de días en esas condiciones,
pero los chicos habían conseguido sobrevivir por dos semanas.
Matt y Julia habían logrado compenetrar lo suficiente como para iniciar una relación.
No era el lugar en el que te imaginas conseguir el amor, pero este suele encontrar a las
personas en cualquier parte.
La inflamación en la herida de Daniel había disminuido y se había convertido
nuevamente en una pieza clave para poder resistir algunos días más en la isla. Su
colaboración se volvió determinante, pero su estado de ánimo no mejoraba al ver como
Dylan continuaba sumido en un sueño profundo.
Pero el peor de sus miedos llegó el día en que finalmente, Dylan dejó de respirar. Una
extraña reacción se generó en su cuerpo, lo que le impedía respirar con normalidad.
Todos los sobrevivientes hacían las maniobras necesarias para poder estabilizarlo,
pero todos los esfuerzos fueron inútiles. Había pasado demasiado tiempo si la atención
médica necesaria y finalmente su cuerpo colapsó.
Una tarde antes del ocaso, la vida de Dylan se marchó con el sol para no volver jamás.
De nuevo la tristeza se adueñó de los chicos, las esperanzas de volver a ver al
irreverente Dylan de pie, se esfumaron con el último respiro del chico.
— Él lo sabía, no debimos tomar este maldito avión. — Dijo Daniel.
— Debes mantener la calma, Daniel. Aún no sabemos cuánto tiempo estaremos aquí. —
Dijo Robert.
— Esto no debió pasar, nunca debimos salir de Houston. Ahora estamos atrapados en
este lugar para siempre.
— Tienes que calmarte, estás alterando al resto del grupo. — Dijo Julia.
— ¡Todos van a morir! No me interesa si se alteran o creen que estamos de vacaciones.
Púdranse, me largo de aquí. — Dijo Daniel.
La frustración llevó a Daniel a lanzar al mar algunos escombros del fuselaje en el que
habían llegado, tomó una gran vara de madera y comenzó a remar mar adentro.
Algunos de los chicos intentaron detenerlo, pero los niveles de desesperación, habían
llevado al joven baterista al borde de la locura. Para Daniel, era imposible asumir que
todo estaba bien, debía hacer algo, no estaba acostumbrado a sentarse a esperar que las
cosas se resolvieran por sí solas.
Había escogido una hora terrible para tomar aquella decisión, ya que se hacía de noche
y no contaba con los implementos necesarios para sobrevivir. La desolación había
invadido a sus compañeros, quienes ya daban por muerto a su amigo.
Las bajas temperaturas de la noche, no le permitirán sobrevivir mucho tiempo.
Haciendo uso de todas sus fuerzas, Daniel remaba continuamente sin descanso,
logrando alejarse de la isla rápidamente.
En menos de una hora ya había perdido completamente la isla de vista, esto le daba una
idea de cuánto había logrado avanzar, así que no dejó de remar en ningún momento. El
espíritu incansable de Daniel lo impulsaba cada vez más hacia la salvación, ya que
aspiraba haber dado con algún barco cuando llegara la luz del sol.
El chico había seguido a su corazón y estaba entregando cada gota de energía para
poder conseguir la ayuda necesaria para él y sus compañeros, quienes seguramente
morirían si no hacía algo por ellos.
Tener que haber visto morir a Dylan era lo suficientemente doloroso como para tener
que afrontar otra muerte de los chicos.
Los brazos de Daniel comenzaban a entumecerse y las ampollas en sus dedos no le
permitían continuar. Daniel se desplomó sobre el gran trozo de acero después de 4
horas de remar continuamente. Perdió completamente el conocimiento hasta el día
siguiente.
Un gran barco puede verse en la distancia, la luz del día ha llegado y Daniel está siendo
carbonizado por el sol. Intenta retomar las fuerzas y comienza a remar desesperado en
dirección a la nave.
Pero ha perdido su vara, esta vez tendrá que hacer con las manos, pero esto no impide
que lo intente con todas sus fuerzas. Por suerte, el barco se encuentra detenido, así que
cuenta con tiempo suficiente para poder llegar hasta él.
Al no saber esto, Daniel no se detiene, rema con fuerza con la escasa energía que le
queda y comienza a acercarse progresivamente al barco. Luego de un par de horas,
finalmente llega a acercarse lo suficiente para ser percibido por algunos tripulantes.
Se trata de un barco pesquero, el cual logra auxiliar a Daniel, quien no tiene idea de
donde se encuentra y ha perdido completamente la orientación. No tiene fuerzas ni para
hablar, pero ha salvado su vida y espera poder salvar a sus compañeros.
Luego de la partida de Daniel, las cosas se pusieron realmente difíciles. Las palabras
de desesperación del chico, le dieron una dosis de realidad al grupo de sobrevivientes,
quienes no habían visto pasar un solo avión o helicóptero cerca.
Aparentemente, el mundo se había olvidado de ellos, pero desconocían que el avión
había perdido su ruta, realmente los estaban buscando en otra ubicación. Había muy
pocas probabilidades que los encontraran en aquel lugar.
Los grupos se dividieron e iniciaron una guerra por la supervivencia. El grupo honesto
y unido que había existido una vez, había desaparecido, por lo que la vida de los chicos
estaba peligrando con cada segundo que pasaba.
Una noche, el grupo adverso al grupo de Matt, intentó quemar el pequeño campamento
que estos habían tenido que construir al ser expulsados del campamento inicial. Habían
perdido completamente la cordura y amenazaban con asesinarlos y comer su carne.
La desesperación invadía a Matt, Robert, Julia y Evan, quienes conformaban el
pequeño grupo que apoyaba la idea de permanecer unidos.
Mientras que el otro grupo estaba conformado por 5 sobrevivientes que habían perdido
completamente la cordura y querían convertir aquel lugar en un campo de guerra en el
que solo quedarían los sobrevivientes de la batalla.
Después de un par de horas, Daniel despertaba completamente alterado en una pequeña
cama. El lugar estaba completamente oscuro, pero seco, así que Daniel sabía que se
encontraba seguro. Se puso de pie y caminó con dificultad hacia la puerta. Un hombre
obeso lo interceptó en la puerta.
— Al fin despiertas, chico. Soy Gus, el capitán de este barco. — Dijo el sujeto.
— Mi nombre es Daniel Sierra. Mis amigos aún están en una isla cercana. Tenemos que
ir por ellos.
— Me temo que eso no será posible mi querido amigo. Tenemos el tiempo en contra y
se aproxima una gran tormenta.
— Con más razón aún, tenemos que ayudarlos. Morirán. — Dijo Daniel.
— Enviaré un reporte indicando nuestra ubicación y alguien se encargará de ir por
ellos. Pero nosotros debemos irnos.
Las piernas de Daniel no pudieron mantenerlo de pie, así que este se desplomó
súbitamente al suelo. Gus lo tomó entre sus brazos y lo llevó nuevamente a la cama.
Cuando Daniel despertara nuevamente, se encontraría rodeado de luces blancas y
montón de personas con batas. Sentía que estaba alucinando, pero realmente se
encontraba en un hospital. Era todo un milagro lo que había ocurrido con su vida.
La gran tormenta había golpeado fuertemente la isla, los refugios de ambos grupos
habían quedado destrozados y un gran árbol había deshecho todo lo que había logrado
construir el grupo de Matt.
Finalmente se estaban dando por vencidos. No había posibilidades de que Daniel
hubiese sobrevivido a una tormenta como esa, mientras que ellos estaban condenados a
permanecer allí, sin fuego, con escasa comida y con un grupo de dementes.
Las condiciones eran patéticas, pero los oídos de Matt escucharon lo que, para él, era
muy similar a canto de los ángeles. Se trataba del primer helicóptero que había pasado
desde su llegada a la isla.
A pesar de la emoción, Matt no dejaba de pensar en Daniel y en su posible destino
fatal. Las lágrimas inundaron sus ojos cuando el helicóptero aterrizó en el lugar. El
grupo de Matt intentó acercarse, pero fueron amenazados por el grupo adverso, quienes
deseaban ser rescatados primero.
Solo podían transportar a 6 personas de la totalidad de sobrevivientes, pero aseguraban
que unas horas llegaría el próximo helicóptero.
Los chicos tenían que afrontar algunas horas adicionales en aquella isla, solo que no
tenían que encarar la amenaza de ser asesinados por un grupo de psicópatas. La fe y las
esperanzas habían vuelto a las vidas de los chicos, quienes no tenían idea de cómo
habían dado con ellos de una forma tan precisa.
— ¿Creen que Daniel tenga algo que ver con esto? — Preguntó Julia.
El resto de los chicos se quedaron mirando mutuamente con asombro, posiblemente lo
había logrado. Daniel había puesto en riesgo su vida para poder salvar la de los chicos,
pero no tenía el valor para afrontar la realidad de la muerte de Frank y Dylan.
Una de sus pesadillas más horribles tendría que afrontarla el día que tuviera que
encontrarse frente a frente con Paula y tener que darle la terrible noticia de lo que le
había ocurrido a su hermano.
A pesar de no tener nada que ver con él, Daniel sentía una gran responsabilidad en lo
ocurrido. Quizás si hubiese tomado la determinación de salir de la isla, días atrás,
pudiese estar compartiendo la fortuna de haber sobrevivido junto a su amigo.
Los chicos habían tomado la decisión de sepultar el cuerpo de Dylan en aquella isla,
así que sus familiares no contarían con el cuerpo para poder sepultarlo ellos mismos.
Sería un duro golpe para la familia de Paula y para la banda. Todo el éxito que habían
acumulado se lo debían, en gran medida, a todo el esfuerzo que habían impreso Dylan y
Daniel.
Sin ellos no hubiese sido posible alcanzar el éxito y la fama que un día los convirtió en
las estrellas de la música rock contemporánea. Pero a pesar de que habían acariciado el
éxito, esta misma búsqueda de la fama, había llevado a Dylan a la tumba.
El primero en llegar al hospital había sido Alex, por alguna extraña razón, había
decidido no acompañar a la banda en su gira por Asia.
Alex había preferido quedarse en los Estados unidos y cuidar de sus padres, ya que
Roberto no estaba capacitado para esto. Fue la mejor decisión que pudo haber tomado
el hermano mayor de Daniel, ya que posiblemente no habría sobrevivido al accidente.
Mientras sostiene su mano, Alex le brinda todo el apoyo a Daniel, quien aún se
encuentra bajo los efectos de los analgésicos y no puede hablar. Debe recuperarse antes
de poder dar cualquier declaración de lo ocurrido.
Aún no se han dado los detalles acerca de los nombres de los sobrevivientes. Pero Los
informes presentados por los rescatistas, arrojan una realidad que la coloca en una
situación de estrés.
Según los reportes, solo habían sido trasladados 5 personas, todavía faltaban algunas
personas por rescatar, tres de ellos eran hombres y una chica. Esto encendió las
alarmas, ya que se desencadenaron una serie de especulaciones acerca de quién era el
integrante de la banda que no había sobrevivido.
Muchos hablaban de que todos habían muerto, menos Daniel. Pero todo quedaría
descubierto una vez que Daniel se recupera, o revelaran los nombres de los
sobrevivientes.
Paula acude desesperada al hospital en busca de respuestas. Intenta ver a Daniel, está
tan preocupada por su estado de salud como del hecho de saber cómo está su hermano.
Tiene el corazón destrozado al ver el estado físico de su amado Daniel.
El ingreso de la chica es denegado, Daniel debe descansar y no está capacitado para
hablar aún. Debe esperar, pero los segundos parecen años, bajo una situación tan
desagradable como esta.
— Quiero ver a Paula. — Murmura Daniel al escuchar su voz a las afueras de la
habitación.
— No es adecuado que recibas visitas en este momento. — Respondió Alex.
— Necesito verla. Por favor. — Dijo Daniel con una voz muy débil.
ACTO 8
Perdidas irreversibles
El alivio volvió a la vida de los chicos cuando vieron acercarse un segundo helicóptero
que los sacaría finalmente de aquella terrible isla. La cantidad de experiencias que
habían vivido en aquel lugar, les había servido para compenetrarse como amigos, pero
sin duda alguna, había muchos traumas que superar.
Un día, abordaron un avión con la esperanza de poder conquistar un continente nuevo a
través de su música y su talento, pero a cambio, habían conseguido una tragedia
incomparable.
Frank había sido el pilar de la banda desde sus inicios. Los chicos tocaban en un bar de
la ciudad, trataban de ganar algunos dólares para poder comprar nuevos equipos y
seguir creciendo como banda.
Frank se había sentado en una mesa cercana a la banda, no tenía la menor idea de cómo
se desarrollaba la industria musical, se había dedicado los últimos años de su vida al
negocio de la construcción, pero las cosas no habían salido bien.
Una gran cantidad de deudas y una esposa embarazada, protagonizaban una vida que
estaba convirtiéndose en un completo desastre para Frank Navas. Sin querer había
llegado justo al lugar correcto en el momento indicado, pudo apreciar el talento de los
chicos desde el primer acorde que escuchó.
Su sonido era fresco e innovador, nada parecido a la basura que solían sonar en la
radio en aquellos días. Mientras Frank no puede controlar seguir el ritmo de la batería
con su pie golpeando el suelo, sabe que la banda tiene un potencial increíble que puede
explotar al máximo.
Conoce a un par de amigos que cuentan con estudios de grabación y algunas amistades
que trabajan en estaciones de radio, si logra ubicar a los chicos en los rankings locales,
podría conseguir algo de dinero extra.
Matt había dado una demostración de energía y técnica vocal aquel día, mientras que
Dylan y Daniel, eran unos ejecutantes formidables de cada uno de sus instrumentos.
Evan y Robert no eran resaltantes en la banda, eran demasiado tímidos como para ganar
reconocimiento, pero no era algo que perjudicara a la banda.
Al finalizar la presentación de los chicos, Frank se acercó a ellos. Mientras recogían
sus equipos, les hizo una propuesta que todo músico está esperando que llegue algún
día.
— Hola, chicos. Suenan increíble. ¿Les gustaría grabar un disco alguna vez? — Dijo
Frank.
Todos respondieron de forma afirmativa, no podían creer lo que les acaba de proponer
este completo extraño que simplemente había quedado encantado con su presentación.
— No puedes llegar de la anda y ofrecernos grabar un disco, así como así. ¿Cuál es el
trato? — Respondió Daniel.
— Por supuesto que hay un negocio detrás de todo esto. Pueden hacer mucho dinero con
mi ayuda y mis contactos. Evidentemente, yo ganaré un porcentaje de todo esto. — Dijo
Frank.
— A mí me parece increíble. ¿Qué tal si vas a mi casa mañana y nos escuchas de
nuevo? — Dijo Dylan.
— ¡Perfecto! Prepárense para hacer dinero, chicos. Ustedes son increíbles, el mundo
tiene que conocerlos cuanto antes.
La intuición de Frank no se había equivocado, los chicos tenían un talento increíble y se
convertirían rápidamente en la sensación de las emisoras de radio locales. Cuando los
fanáticos empezaron a hablar de esta banda, su fama comenzó a ascender como la
espuma.
Frank había dado en el clavo, y había conseguido dejar completamente su trabajo para
dedicarse al manejo de la banda. Era un negocio completamente rentable para él, y
mantenía a los chicos en constante movimiento por todo el país.
La intención de Frank, era que en cada rincón del planeta se escuchara la voz de Matt,
los solos de guitarra de Dylan y los impresionantes ritmos creados por Daniel. Y así
como se los había prometido, las cuentas de los chicos comenzaron a llenarse de dinero
con el pasar de los días. Con cada presentación, los talentosos miembros de la banda,
acumulaban más fanáticos que los seguían por todo el país.
Frank se convirtió en un padre para los cinco chicos, pero especialmente para Daniel,
quien se perfilaba como el líder de la banda. Era el más centrado y enfocado en los
objetivos que deseaban conseguir.
El sueño que tenía Daniel de convertirse en un baterista estrella, finalmente se estaba
materializando gracias al apoyo y la ayuda de Frank. Tener que dejarlo ir con aquella
gran masa de acero, no había sido nada fácil para él.
Frank dejaba a una desolada esposa viuda y a una pequeña niña que solo podría
escuchar las fantásticas aventuras de su padre junto a cinco músicos talentosos que
estaban dispuestos a comerse al mundo.
El éxito no había llegado solo, todo había sido por la intervención de Frank, así que
todos le debían gran parte de sus experiencias a la capacidad que tenía este sujeto para
poder conseguir contratos.
Mientras los chicos eran trasladados de nuevo a sus casas, no podían dejar de pensar en
la idea de que allí abajo, en el fondo del mar, se encontraba el creador de un sueño que
se había convertido en realidad.
No volverían a ver la sonrisa de el gran Frank y las giras no volverían a ser lo mismo
sin la constante supervisión en las habitaciones de hotel. A pesar de ser un gran
manager, Frank era un gran amigo de los chicos, perderlo, fue nefasto para el grupo de
rock y sus fanáticos.
Pero la noticia de la muerte de Frank no había sido la peor parte de la pesadilla. Quizás
existía una pequeña posibilidad de que la banda siguiera adelante sin Frank, pero era
imposible que continuaran sin Dylan.
Daniel se preparaba para darle la noticia a Paula, no quería que se enterara a través de
las noticias con palabras vacías agregadas que no tenían ningún tipo de empatía por los
familiares del fallecido.
— Dime la verdad, Daniel. ¿Dylan no sobrevivió? — Dijo la chica en medio de un mar
de lágrimas.
Daniel respondió con su cabeza, su negativa golpeó el corazón de Paula con una fuerza
impresionante, la chica había perdido a su hermano mayor. No tenía idea de que había
ocurrido, y quizás los detalles de lo ocurrido, podrían minimizar el dolor, pero Daniel
no tenía intenciones de distorsionar la imagen que tenía de Dylan.
El hecho de que el chico hubiese ingerido algunas drogas antes de subir al avión, había
sido determinante para que cayera en el estado de inconsciencia en el que se había
sumido.
Si las noticias revelaban esto, la imagen de Dylan quedaría completamente destrozada,
así que lo mejor que podía ocurrir, era que el cuerpo del joven guitarrista,
permaneciera en la isla.
— Gracias al cielo estas bien. Pero, ¿por qué Dylan no está aquí también? — Preguntó
la chica.
— Estaba muy débil y no resistió. — Respondió Daniel.
— Esto es una pesadilla. Aunque mi corazón me decía que posiblemente Dylan no
sobreviviría. Igualmente es duro aceptar esto.
La chica abrazó fuertemente a Daniel, y se quedaron unidos en un abrazo que perduró
durante el resto de la madrugada. Era el único lugar donde Daniel deseaba estar, en los
brazos de Paula.
Quien, a pesar de estar devastada por la pérdida de su hermano, había conseguido algo
de paz al recuperar al único hombre que había amado con tal intensidad.
— No quiero que vuelvas a marcharte jamás. Esto ha sido lo peor que me ha pasado en
la vida, Daniel. Casi te pierdo para siempre. — Murmuró la chica.
— No iré a ninguna parte. Me quedaré a tu lado para siempre.
Todo parece parte de una larga pesadilla que había transcurrido desde el momento en
que se informó la desaparición del avión. Paula había tenido que afrontar duros días de
desesperación.
Su familia estaba conformada únicamente por su padre, quien había decidido casarse
nuevamente con una vieja amiga, después de la muerte de la madre de Paula y Dylan.
Esta nueva mujer, mantenía a su padre lejos de la casa constantemente.
Vivían viajando por diferentes países, así que Dylan se encargaba de cuidar de Paula
mientras se encontraba en la casa. Pero era una chica muy independiente. Durante sus
años en Europa, había logrado crecer mucho como mujer. Ahora tenía que seguir
adelante sin la presencia del irreverente Dylan.
Una gran ceremonia se llevó a cabo luego de la recuperación de los chicos. Todos
habían sido reunidos nuevamente, pero la ausencia de Dylan y Frank creaba un vacío
muy grande.
Habían decidido rendir homenaje a los dos amigos que habían perdido la vida, reunido
a amigos y fanáticos para recordar algunos de los momentos más característicos
protagonizados por, los ahora ausentes compañeros de banda.
Entre lágrimas y risas, todos compartieron cada una de las anécdotas que fueron
acumulando a través de los años juntos. Era muy emotivo ver como cada uno de los
voluntarios que decidían tomar el micrófono para relatar su historia, siempre
terminaban con lágrimas en sus ojos.
Una de las intervenciones más fuertes había sido la de su esposa Emily, quien caminaba
hacia el escenario con la pequeña niña a su lado. Todos podían ver la tristeza en su
rostro.
Emily estaba completamente inconsolable. Entre sus manos llevaba una pequeña
fotografía de Frank. Se encontraba un poco arrugada, pues la frustración la obligaba
apretarla entre sus puños.
Estuvo parada algunos segundos frente el micrófono intentando recuperar la calma antes
de comenzar a hablar. Todos esperaban que dijera algunas palabras referentes a la
juventud juntos, o su noviazgo, inclusive alguna anécdota sobre su hija.
Pero fue muy sorpresivo para los chicos de la banda, escuchar como Emily contaba que
uno de los días en los que pudo ver una clara felicidad en el rostro de Frank, fue cuando
llegó aquella noche del bar.
Había llegado con una nueva idea en la cabeza, y por más que la mujer intentó
persuadirlo de que esto no funcionaria, Frank estaba convencido completamente de lo
contrario. Confiaba siempre en su instinto, y siempre que el corazón lo guiaba, no había
manera de hacerlo cambiar de parecer.
El brillo en sus ojos era característico, nunca había tenido la posibilidad de verlo tan
entusiasmado con una idea tan alocada como la que había gestado aquella noche con
una botella de cerveza en la mano.
A pesar de las fuertes preocupaciones que la familia tenía en aquel momento, Emily no
le dio la espalda y lo apoyó constantemente hasta el último día que pudo. Frank tenía
más fe en esos chicos que ellos mismo, les dio la posibilidad de conocer una parte del
mundo y acumular experiencias, esa era su misión en este mundo.
En raras ocasiones podía verse a Frank descansado, siempre se encontraba en su móvil
haciendo alguna llamando a una estación de radio, o buscando una nueva fecha para que
los muchachos realizaran una presentación.
El esfuerzo realizado por Frank no fue en vano, los chicos habían conseguido lo que
habían deseado siempre, pero sobre todas las cosas habían obtenido lo que pocos
consiguen en la vida, una amistad genuina por parte de Frank.
Todos los presentes se pusieron de pie y aplaudieron durante algunos minutos a la
esposa de Frank.
Aquel día quedaría grabado en el recuerdo de cada uno de los asistentes a aquel
homenaje, donde también se pudieron escuchar algunas palabras emotivas acerca de
Dylan. Muchas eran las anécdotas que podrían relatarse acerca de este chico, pero las
más irreverentes las solía compartir con Daniel.
Este caminó con la ayuda de unas muletas hacia el escenario. Estando parado allí frente
a todos, pudo entender la razón del porque habían llegado tan lejos.
Todo el esfuerzo y las horas de práctica que invertía Dylan en su instrumento, estaban
enfocadas en alcanzar el éxito. Posiblemente si Dylan no hubiese creído en ese
proyecto de la forma en que lo hizo, no habrían llegado al lugar en el que se
encontraban entonces.
— Gracias a Dylan pude evolucionar como músico y como persona, su recuerdo vivirá
en mi corazón el resto de mi vida. Lamentaré cada día no poder escuchar sus solos de
guitarra eléctrica de nuevo, más que en sus grabaciones. Hoy despedimos a una estrella.
— Finalizó Daniel.
ACTO 9
Todo vuelve
Han transcurrido 3 años desde la muerte de Dylan y Frank. Algunas puertas se han
cerrado en la vida de Daniel, quien ha conseguido todo el apoyo de Paula. Han
decidido formar una familia y la bella chica se encuentra en la espera de un bebé.
Con 6 meses de embarazo, tantas tristezas y tragedia comienzan a ser coloreadas con
otros matices de vida y alegría con la llegada de un nuevo miembro a la familia.
Ha sido un periodo duro para la pareja, ya que Paula ha caído en fuertes depresiones,
así que Daniel hace su mejor esfuerzo para mantenerla feliz.
No es nada difícil para él sacarle una sonrisa a la chica, se han compenetrado
fuertemente y su estabilidad emocional, ha mejorado significativamente con los años.
No hay forma de que alguien pueda separar a esta pareja, quienes han decidido
abandonar la ciudad y mudarse a Nueva York.
Tienen toda la intención dejar todo el dolor atrás e iniciar una nueva carrera juntos en
la que puedan ayudar a nuevos talentos a conseguir sus sueños. Houston siempre un
sinónimo de dolor para Daniel, ahora Paula experimentaba algo similar, así que no se
trataba de huir de los miedos y demonios, era más que todo un experimento a través del
cual, ambos descubrirán un nuevo potencial oculto.
Daniel siempre había tenido la intención de formar una academia, donde pudiese
recibir a niños con talento y darles la dirección adecuada para que estos crecieran
como músicos profesionales.
La experiencia que tenía Daniel, le daba los recursos necesarios para poder
proporcionarles la información adecuada para que se formaran como unos músicos
impecables. De alguna u otra forma, esto terminaría por llenar el vacío que generaba la
ausencia de los escenarios.
Daniel estaba dispuesto a invertir cada centavo en este nuevo proyecto y contaba con el
absoluto apoyo de su pareja.
Paula creía totalmente en este nuevo proyecto, y sabía que la carrera musical de Daniel,
debía continuar de alguna forma, había conseguido la gloria, pero la tragedia se la
había arrebatado. Posiblemente en el futuro tendrían la posibilidad de volver a
reunirse, pero habría que dejar que el tiempo actuara por sí solo.
Matt no había abandonado la música, había iniciado una carrera como solista y tenía
mucho éxito. Ser el rostro de una banda de rock lo había ayudado a conseguir
seguidores rápidamente.
Su relación con Julia no había funcionado, a pesar de ser una chica amorosa, era
realmente dominante como para estar con un espíritu libre como el de Matt. Las chicas
seguían pasando por su cama como en los viejos tiempos, a pesar de su éxito no era tan
avasallante como el que había conseguido junto a los chicos.
La imagen de Matt había cambiado significativamente, ya no era la típica estrella de
rock irreverente, había tomado un estilo mucho más reservado y las letras de sus
canciones solían ser mucho más reflexivas.
Pero a pesar de su modesto éxito, Matt seguía extrañando los días de Rock ‘n Roll. En
varias oportunidades había tenido que ser internado de emergencias por ingestas
descontroladas de licor, no superaba el descenso en su carrera y solía ahogar sus penas
en este fluido que suele adormecer el dolor.
Houston se había convertido en su prisión, mientras que Robert y Evan habían decidido
marcharse a Europa, dejando definitivamente la música. Siempre supieron que su
presencia en la banda no era indispensable, y tenían la percepción que la muerte de
alguno de ellos no habría afectado el destino de la banda.
No estaban muy lejos de la realidad, Frank siempre comentaba que no tenían suficiente
carisma y que el alma de la banda siempre habían sido Daniel, Dylan y Matt.
Cada uno había escogido el destino que la vida les había permitido, pero después de
saborear el éxito como lo habían hecho estos chicos, tener que volver a un estilo de
vida básico y rutinario era espantoso.
Paula podía leer en los ojos de Daniel la ausencia de esa felicidad que irradiaba en sus
tiempos como el baterista de una de las bandas más exitosas de los Estados Unidos.
Después del accidente, su nombre ya no figuraba en las revistas para jóvenes, y su
aspecto había desmejorado significativamente.
Había ganado algunas libras de mas, y había decidido cortar su larga cabellera negra.
Daniel estaba afrontando una etapa muy difícil, de la que debía salir con o sin la ayuda
de Paula.
Luego de terminar con los arreglos de la mudanza, la chica estaba dispuesta a dedicarle
todo el apoyo a Daniel, era necesario que, al llegar a Nueva York, este se convirtiera en
el antiguo Daniel y recuperar las ganas de perseguir sus sueños. El talento que poseía
no podía encapsularse, debía demostrarle al mundo nuevamente quien era el mejor.
No sería fácil volver a estar en el estado físico que solía tener. A solo tres meses de
convertirse en papá, sus responsabilidades se multiplicarían, y quedaría muy poco
tiempo para dedicarlo a sí mismo.
— Tienes que cambiar tu forma de pensar. A mí también me afecta la muerte de Dylan,
pero te quedaste anclado en el pasado. — Dijo Paula.
— Eso no es verdad. Sabes que he intentado seguir adelante. — Respondió Daniel.
— Te has convertido en una sombra de lo que eras. ¿Recuerdas a tu papá?
— ¿Qué tiene que ver mi padre en todo esto?
— Tu padre perdió las esperanzas de vivir cuando perdió la vista. ¿Acaso tú harás lo
mismo porque la banda ya no existe?
Daniel se quedó completamente sin palabras al analizar las palabras de su esposa, se
había convertido en un ser dependiente del pasado. Mientras el mundo avanzaba y el
tiempo seguía corriendo, Daniel se había detenido a lamentarse por sí mismo y su
destino miserable.
— El espíritu de la banda eras tú, Dylan solo seguía tu sueño. No puedes dejar que la
vida te consuma sin que puedas hacer nada al respecto.
— Siento que me he quedado estancado en el tiempo. Ayúdame.
— Si, es precisamente lo que haré. Sé que no podrás salir de esto tú solo. Así que
cuentas conmigo. — Dijo la mujer.
Dos años habían transcurrido desde su llegada a Nueva York. Una transformación
increíble había llegado a la vida de Daniel. Nunca se imaginó que abandonar la ciudad
representaría cambios tan positivos para su vida.
Luego del nacimiento del bebe, Daniel se había enfocado en la formación de su
academia, había conseguido obtener un viejo edificio en el centro de la ciudad. Con el
pasar de los días, pudo recuperar la estructura y acondicionarla para poder impartir
clases de batería.
Todo avanzaba a un ritmo lento pero constante, hasta que finalmente pudo conformar lo
que se convertiría en una de las academias más cotizadas de la ciudad. Cientos de niños
acudían a diario, donde podían estudiar diferentes instrumentos musicales.
Daniel había logrado reclutar a los profesores más capacitados para que su academia
se convirtiera en una fábrica de músicos virtuosos y con una excelencia musical
incomparable. El pasado de Daniel estaba siendo sustituido por un presente aún mejor.
Cada mañana, Daniel tomaba sus auriculares y salía a correr por el parque, era el
momento de comunión consigo mismo, podía pensar en sus nuevos proyectos y seguir
soñando en grande como siempre lo había hecho.
Inicialmente había conseguido materializar su primer proyecto con la ayuda de Dylan, y
como cosas del destino, su hermana fue quien se convirtió en esa segunda oportunidad
que te da la vida para hacer las cosas de una forma diferente.
Las pruebas que había puesto el destino en la vida de Daniel lo habían puesto bajo una
situación bastante compleja, pero simplemente los estaban tallando para convertirlo en
un diamante.
Luego de superar su crisis de sobrepeso y recuperar su estado físico, volviendo a ser el
mismo hombre atractivo que solía ser, Daniel quiso dar un paso adelante en sus metas.
Si una vez había conseguido convertirse en el afamado baterista y había acumulado
cientos de miles de dólares con su talento, era el momento de volver a producir esta
cantidad de dinero nuevamente volver a explotar su talento.
Su pequeña hija y no estaba no era tan dependiente de él como hacía un año atrás, así
que había decidido formar una nueva banda con la que pudiese girar nuevamente por
todos los estados unidos.
El principal requisito que tenía que tener esta banda, era que debían ser ex integrantes
de bandas reconocidas, esto les daría la posibilidad de atraer al público de cada una de
ellas y así podrían generar fama de una manera mucho más rápida. Daniel se dedicó los
días siguientes a realizar llamadas y a crear contactos con músicos reconocidos que
habían dejado la escena musical por diferentes motivos.
Los mejores volverían unidos para revolucionar el mundo de la música una vez más.
Con este proyecto en mente, Daniel se levantaba a diario y se iba a dormir.
Era natural para Paula, tener que lidiar con este tipo de personalidad, pero prefería
verlo en ese estado de dinamismo que ver a un Daniel encerrado y deprimido que había
surgido años atrás. Estaba completamente conocido de que este proyecto dejaría una
nueva marca en la historia de la música.
Nadie podía negar que Daniel contaba con el respeto de todos sus fanáticos, quienes lo
seguirían a donde fuese. Haber dejado la música, había sido la peor decisión que había
tomado, pero afortunadamente estaba a tiempo de volver, y esta vez lo haría con mucha
más fuerza.
Luego de convencer a los músicos necesarios, debía viajar a San Francisco para
realizar la primera reunión oficial de lo que se convertiría en su banda de cabecera.
Sería la primera vez que Daniel se separaría de Paula desde la muerte de Dylan, y a
pesar de que esto era muy duro para ella, lo apoyaba completamente.
Paula había dejado el mundo del periodismo para dedicarse a dirigir la academia de
Daniel, no tenía extensos conocimientos sobre la música, pero sí tenía la posibilidad de
dirigir una institución de prestigio como esta. Lo hacía de manera formidable, mientras
la pequeña Judith, quedaba bajo los cuidados de una chica de confianza.
Su vida había vuelto a ser estable y dinámica, como siempre había deseado que fuese.
Paula tenía tiempo para desarrollar nuevos proyectos en la academia, mientras Daniel
seguía adelante con un nuevo sueño que lo llevaría de vuelta a las portadas de las
revistas musicales más prestigiosas del mundo.
El primer ensayo había salido excelente, todos estaban encantados con la propuesta de
Daniel, pero necesitaban un manager de calidad, así que Daniel propuso cerrar el
círculo proponiendo a Emily, la esposa de Frank.
A pesar de que esta no contaba con la experiencia, contaría con el apoyo de Daniel para
convertirse en quien le diera vida nuevamente a su carrera musical.
Era la forma que tenía Daniel de agradarle a su viejo amigo, todas las lecciones
aprendidas que había acumulado durante los últimos años. Desde su ausencia, Frank
continuaban siendo una fuente de inspiración para nuevas estrategias que lo convertirían
en una celebridad nuevamente.
Una sorpresiva llamada telefónica, dejó sin palabras a Emily.
— Sé que posiblemente esto te tome por sorpresa. Pero, así como Frank confió en mí
una vez, yo confiaré en ti mi carrera musical. — Dijo Daniel a través del móvil.
— ¿De qué hablas, Daniel? — Respondió Emily.
— Quiero que te conviertas en el manager de mi nueva banda. Cuando escuches la
propuesta, no podrás creerlo. Necesito que viajes a San Francisco cuanto antes. Esta
noche si es posible.
— Estás loco, Daniel. Haré lo posible.
Tal y como lo esperaba, al día siguiente están reunidos los cinco ex integrantes de
algunas de las bandas más exitosas del país, con una carrera breve, junto a Emily. El
equipo estaba completo, sólo tenían que comenzar a publicitar la formación de esta
nueva banda y comenzar a componer.
En menos de un año, la banda estaba sonando en las estaciones y preparaban un
videoclip. El éxito volvía a la vida de Daniel, quien había decidido dedicar el resto de
su carrera a enaltecer la memoria de Dylan y Frank, sus dos grandes amigos.
NOTA DE LA AUTORA

Si has disfrutado del libro, por favor considera dejar una review del mismo (no tardas ni un minuto, lo sé yo). Eso
ayuda muchísimo, no sólo a que más gente lo lea y disfrute de él, sino a que yo siga escribiendo.
A continuación te dejo un enlace para entrar en mi lista de correo si quieres enterarte de obras gratuitas o nuevas que
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Otras Obras:

La Mujer Trofeo
Romance Amor Libre y Sexo con el Futbolista Millonario
— Comedia Erótica y Humor —

J*did@-mente Erótica
BDSM: Belén, Dominación, Sumisión y Marcos el Millonario
— Romance Oscuro y Erótica —

La Celda de Cristal
Secuestrada y Salvada por el Mafioso Millonario Ruso
— Romance Oscuro y Erótica —
“Bonus Track”
— Preview de “La Mujer Trofeo” —

Capítulo 1
Cuando era adolescente no me imaginé que mi vida sería así, eso por descontado.
Mi madre, que es una crack, me metió en la cabeza desde niña que tenía que ser independiente y hacer lo que
yo quisiera. “Estudia lo que quieras, aprende a valerte por ti misma y nunca mires atrás, Belén”, me decía.
Mis abuelos, a los que no llegué a conocer hasta que eran muy viejitos, fueron siempre muy estrictos con ella. En
estos casos, lo más normal es que la chavala salga por donde menos te lo esperas, así que siguiendo esa lógica mi
madre apareció a los dieciocho con un bombo de padre desconocido y la echaron de casa.
Del bombo, por si no te lo imaginabas, salí yo. Y así, durante la mayor parte de mi vida seguí el consejo de mi
madre para vivir igual que ella había vivido: libre, independiente… y pobre como una rata.
Aceleramos la película, nos saltamos unas cuantas escenas y aparezco en una tumbona blanca junto a una
piscina más grande que la casa en la que me crie. Llevo puestas gafas de sol de Dolce & Gabana, un bikini exclusivo
de Carolina Herrera y, a pesar de que no han sonado todavía las doce del mediodía, me estoy tomando el medio gin-
tonic que me ha preparado el servicio.
Pese al ligero regusto amargo que me deja en la boca, cada sorbo me sabe a triunfo. Un triunfo que no he
alcanzado gracias a mi trabajo (a ver cómo se hace una rica siendo psicóloga cuando el empleo mejor pagado que he
tenido ha sido en el Mercadona), pero que no por ello es menos meritorio.
Sí, he pegado un braguetazo.
Sí, soy una esposa trofeo.
Y no, no me arrepiento de ello. Ni lo más mínimo.
Mi madre no está demasiado orgullosa de mí. Supongo que habría preferido que siguiera escaldándome las
manos de lavaplatos en un restaurante, o las rodillas como fregona en una empresa de limpieza que hacía
malabarismos con mi contrato para pagarme lo menos posible y tener la capacidad de echarme sin que pudiese decir
esta boca es mía.
Si habéis escuchado lo primero que he dicho, sabréis por qué. Mi madre cree que una mujer no debería buscar
un esposo (o esposa, que es muy moderna) que la mantenga. A pesar de todo, mi infancia y adolescencia fueron
estupendas, y ella se dejó los cuernos para que yo fuese a la universidad. “¿Por qué has tenido que optar por el
camino fácil, Belén?”, me dijo desolada cuando le expliqué el arreglo.
Pues porque estaba hasta el moño, por eso. Hasta el moño de esforzarme y que no diera frutos, de pelearme con
el mundo para encontrar el pequeño espacio en el que se me permitiera ser feliz. Hasta el moño de seguir
convenciones sociales, buscar el amor, creer en el mérito del trabajo, ser una mujer diez y actuar siempre como si la
siguiente generación de chicas jóvenes fuese a tenerme a mí como ejemplo.
Porque la vida está para vivirla, y si encuentras un atajo… Bueno, pues habrá que ver a dónde conduce, ¿no?
Con todo, mi madre debería estar orgullosa de una cosa. Aunque el arreglo haya sido más bien decimonónico, he
llegado hasta aquí de la manera más racional, práctica y moderna posible.
Estoy bebiendo un trago del gin-tonic cuando veo aparecer a Vanessa Schumacher al otro lado de la piscina. Los
hielos tintinean cuando los dejo a la sombra de la tumbona. Viene con un vestido de noche largo y con los zapatos de
tacón en la mano. Al menos se ha dado una ducha y el pelo largo y rubio le gotea sobre los hombros. Parece como si
no se esperase encontrarme aquí.
Tímida, levanta la mirada y sonríe. Hace un gesto de saludo con la mano libre y yo la imito. No hemos hablado
mucho, pero me cae bien, así que le indico que se acerque. Si se acaba de despertar, seguro que tiene hambre.
Vanessa cruza el espacio que nos separa franqueando la piscina. Deja los zapatos en el suelo antes de sentarse
en la tumbona que le señalo. Está algo inquieta, pero siempre he sido cordial con ella, así que no tarda en obedecer y
relajarse.
—¿Quieres desayunar algo? –pregunto mientras se sienta en la tumbona con un crujido.
—Vale –dice con un leve acento alemán. Tiene unos ojos grises muy bonitos que hacen que su rostro
resplandezca. Es joven; debe de rondar los veintipocos y le ha sabido sacar todo el jugo a su tipazo germánico. La he
visto posando en portadas de revistas de moda y corazón desde antes de que yo misma apareciera. De cerca,
sorprende su aparente candidez. Cualquiera diría que es una mujer casada y curtida en este mundo de apariencias.
Le pido a una de las mujeres del servicio que le traiga el desayuno a Vanessa. Aparece con una bandeja de
platos variados mientras Vanessa y yo hablamos del tiempo, de la playa y de la fiesta en la que estuvo anoche. Cuando
le da el primer mordisco a una tostada con mantequilla light y mermelada de naranja amarga, aparece mi marido por la
misma puerta de la que ha salido ella.
¿Veis? Os había dicho que, pese a lo anticuado del planteamiento, lo habíamos llevado a cabo con estilo y
practicidad.
Javier ronda los treinta y cinco y lleva un año retirado, pero conserva la buena forma de un futbolista. Alto y
fibroso, con la piel bronceada por las horas de entrenamiento al aire libre, tiene unos pectorales bien formados y una
tableta de chocolate con sus ocho onzas y todo.
Aunque tiene el pecho y el abdomen cubiertos por una ligera mata de vello, parece suave al tacto y no se
extiende, como en otros hombres, por los hombros y la espalda. En este caso, mi maridito se ha encargado de
decorárselos con tatuajes tribales y nombres de gente que le importa. Ninguno es el mío. Y digo que su vello debe de
ser suave porque nunca se lo he tocado. A decir verdad, nuestro contacto se ha limitado a ponernos las alianzas, a
darnos algún que otro casto beso y a tomarnos de la mano frente a las cámaras.
El resto se lo dejo a Vanessa y a las decenas de chicas que se debe de tirar aquí y allá. Nuestro acuerdo no
precisaba ningún contacto más íntimo que ese, después de todo.
Así descrito suena de lo más atractivo, ¿verdad? Un macho alfa en todo su esplendor, de los que te ponen
mirando a Cuenca antes de que se te pase por la cabeza que no te ha dado ni los buenos días. Eso es porque todavía
no os he dicho cómo habla.
Pero esperad, que se nos acerca. Trae una sonrisa de suficiencia en los labios bajo la barba de varios días. Ni se
ha puesto pantalones, el tío, pero supongo que ni Vanessa, ni el servicio, ni yo nos vamos a escandalizar por verle en
calzoncillos.
Se aproxima a Vanessa, gruñe un saludo, le roba una tostada y le pega un mordisco. Y después de mirarnos a las
dos, que hasta hace un segundo estábamos charlando tan ricamente, dice con la boca llena:
—Qué bien que seáis amigas, qué bien. El próximo día te llamo y nos hacemos un trío, ¿eh, Belén?
Le falta una sobada de paquete para ganar el premio a machote bocazas del año, pero parece que está
demasiado ocupado echando mano del desayuno de Vanessa como para regalarnos un gesto tan español.
Vanessa sonríe con nerviosismo, como si no supiera qué decir. Yo le doy un trago al gin-tonic para ahorrarme
una lindeza. No es que el comentario me escandalice (después de todo, he tenido mi ración de desenfreno sexual y los
tríos no me disgustan precisamente), pero siempre me ha parecido curioso que haya hombres que crean que esa es la
mejor manera de proponer uno.
Como conozco a Javier, sé que está bastante seguro de que el universo gira en torno a su pene y que tanto
Vanessa como yo tenemos que usar toda nuestra voluntad para evitar arrojarnos sobre su cuerpo semidesnudo y
adorar su miembro como el motivo y fin de nuestra existencia.
A veces no puedo evitar dejarle caer que no es así, pero no quiero ridiculizarle delante de su amante. Ya lo hace
él solito.
—Qué cosas dices, Javier –responde ella, y le da un manotazo cuando trata de cogerle el vaso de zumo—. ¡Vale
ya, que es mi desayuno!
—¿Por qué no pides tú algo de comer? –pregunto mirándole por encima de las gafas de sol.
—Porque en la cocina no hay de lo que yo quiero –dice Javier.
Me guiña el ojo y se quita los calzoncillos sin ningún pudor. No tiene marca de bronceado; en el sótano tenemos
una cama de rayos UVA a la que suele darle uso semanal. Nos deleita con una muestra rápida de su culo esculpido en
piedra antes de saltar de cabeza a la piscina. Unas gotas me salpican en el tobillo y me obligan a encoger los pies.
Suspiro y me vuelvo hacia Vanessa. Ella aún le mira con cierta lujuria, pero niega con la cabeza con una sonrisa
secreta. A veces me pregunto por qué, de entre todos los tíos a los que podría tirarse, ha elegido al idiota de Javier.
—Debería irme ya –dice dejando a un lado la bandeja—. Gracias por el desayuno, Belén.
—No hay de qué, mujer. Ya que eres una invitada y este zopenco no se porta como un verdadero anfitrión, algo
tengo que hacer yo.
Vanessa se levanta y recoge sus zapatos.
—No seas mala. Tienes suerte de tenerle, ¿sabes?
Bufo una carcajada.
—Sí, no lo dudo.
—Lo digo en serio. Al menos le gustas. A veces me gustaría que Michel se sintiera atraído por mí.
No hay verdadera tristeza en su voz, sino quizá cierta curiosidad. Michel St. Dennis, jugador del Deportivo
Chamartín y antiguo compañero de Javier, es su marido. Al igual que Javier y yo, Vanessa y Michel tienen un arreglo
matrimonial muy moderno.
Vanessa, que es modelo profesional, cuenta con el apoyo económico y publicitario que necesita para continuar
con su carrera. Michel, que está dentro del armario, necesitaba una fachada heterosexual que le permita seguir
jugando en un equipo de Primera sin que los rumores le fastidien los contratos publicitarios ni los directivos del club se
le echen encima.
Como dicen los ingleses: una situación win-win.
—Michel es un cielo –le respondo. Alguna vez hemos quedado los cuatro a cenar en algún restaurante para que
nos saquen fotos juntos, y me cae bien—. Javier sólo me pretende porque sabe que no me interesa. Es así de
narcisista. No se puede creer que no haya caído rendida a sus encantos.
Vanessa sonríe y se encoge de hombros.
—No es tan malo como crees. Además, es sincero.
—Mira, en eso te doy la razón. Es raro encontrar hombres así. –Doy un sorbo a mi cubata—. ¿Quieres que le
diga a Pedro que te lleve a casa?
—No, gracias. Prefiero pedirme un taxi.
—Vale, pues hasta la próxima.
—Adiós, guapa.
Vanessa se va y me deja sola con mis gafas, mi bikini y mi gin-tonic. Y mi maridito, que está haciendo largos en
la piscina en modo Michael Phelps mientras bufa y ruge como un dragón. No tengo muy claro de si se está
pavoneando o sólo ejercitando, pero corta el agua con sus brazadas de nadador como si quisiera desbordarla.
A veces me pregunto si sería tan entusiasta en la cama, y me imagino debajo de él en medio de una follada
vikinga. ¿Vanessa grita tan alto por darle emoción, o porque Javier es así de bueno?
Y en todo caso, ¿qué más me da? Esto es un arreglo moderno y práctico, y yo tengo una varita Hitachi que vale
por cien machos ibéricos de medio pelo.
Una mujer con la cabeza bien amueblada no necesita mucho más que eso.

Javier
Disfruto de la atención de Belén durante unos largos. Después se levanta como si nada, recoge el gin-tonic y la
revista insulsa que debe de haber estado leyendo y se larga.
Se larga.
Me detengo en mitad de la piscina y me paso la mano por la cara para enjuagarme el agua. Apenas puedo creer
lo que veo. Estoy a cien, con el pulso como un tambor y los músculos hinchados por el ejercicio, y ella se va. ¡Se va!
A veces me pregunto si no me he casado con una lesbiana. O con una frígida. Pues anda que sería buena
puntería. Yo, que he ganado todos los títulos que se puedan ganar en un club europeo (la Liga, la Copa, la Súper Copa,
la Champions… Ya me entiendes) y que marqué el gol que nos dio la victoria en aquella final en Milán (bueno, en
realidad fue de penalti y Jáuregui ya había marcado uno antes, pero ese fue el que nos aseguró que ganábamos).

La Mujer Trofeo
Romance Amor Libre y Sexo con el Futbolista Millonario
— Comedia Erótica y Humor —

Ah, y…
¿Has dejado ya una Review de este libro?
Gracias.

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