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12 fallas capitales en los portavoces liberales

Por Alberto Mansueti

Si los liberales tenemos razón:

¿por qué somos tan poquitos y los colectivistas se imponen?

¿Es sólo por razones ajenas a nosotros? ¿o hay responsabilidades nuestras?

¿El problema es de comunicación? ¿Fracasamos al presentar el mensaje?

¿Tenemos errores, torpezas, omisiones, confusiones, contradicciones, etc....?

La opinión pública en América latina es cada vez más enemiga del mensaje liberal. Hay
para ello diversas razones. Dos de ellas, de muchísimo peso, son ajenas a nosotros:

una enorme y generalizada ignorancia en el medio;

y una enorme maraña de intereses creados en pro del estatismo, no sólo en las elites,
sino también en la inmensa mayoría del pueblo, que corre una y otra vez tras la
zanahoria de los almuerzos gratis: salud, educación, y un largo etcetera de regalos
prometidos.

Sin embargo hay otras razones de nuestra debilidad. En mi modesta opinión, también
hay enormes fallos estructurales en el discurso de los portavoces liberales, que
vulneran su eficacia y alcance.

Los fracasos deberían llevar a la reflexión; pero esta regla, ¿vale para socialistas y
populistas solamente? A quienes reeditan una y otra vez gobiernos estatistas, les
decimos que sus reiterados fracasos -al menos en cuanto a sus objetivos declarados-,
deberían moverles a la reflexión, y al reexamen crítico de todas o algunas de sus
suposiciones, principios y conceptos. Pero, ¿esa regla no vale para nosotros? Los
constantes fracasos en la transmisión del mensaje liberal, ¿no deberían llevarnos a
reflexionar, en lugar de seguir tan campantes haciendo exactamente lo mismo de
siempre ...?

Convengamos en llamar portavoces liberales -un tanto latamente- a quienes son


reputados o se reputan a sí mismos por tales en América latina. Que se declaran
partidarios de la economía de mercado (¿?), un pleonasmo en realidad, ya que toda
economía es de mercado, cabiendo al mercado ser o no libre, que es la sustancial
cuestión. Estos detalles ya revelan cierta superficialidad. Pero vamos más allá de las
precisiones conceptuales. ¿Cuáles son esos fallos capitales (que son causas de otros)?
Podrían describirse así:

1. PURAS CRÍTICAS. Las críticas al populismo y al estatismo -en ocasiones


demoledoras-, no son seguidas de propuestas alternativas claras y definidas para
reemplazarles. Esto cae muy mal, porque luce como puramente negativo o
negativismo. Y lo es en cierto modo. Tomemos por ej. los libros del perfecto idiota
latinoamericano y los fabricantes de miseria. Abundan en críticas al status quo, todas
justas, relevantes, oportunas, aplastantes. Pero, ¿y las propuestas sustitutivas?
Ausentes, insuficientes, poco claras o deficientes.

No basta la crítica. El colapso del sovietismo demostró que es preciso tumbar ciertas
estatuas, y también descuartizar instituciones; pero a estas hay que buscarles
reemplazantes: otras instituciones, que sean realmente distintas -y no lo mismo con
otra fachada-, justas y eficaces. Y para proponerlas hay que describirlas. De otro modo,
después ocurre lo que hoy en los países ex comunistas.

2. FASCINACIÓN POR LOS ATAJOS. Los portavoces liberales suelen obnubilarse con los
"atajos"; por ej. la dolarización decretada. O la privatización de algunas industrias
estatales emblemáticas.

-- Por empezar, es discutible el carácter liberal de estas medidas. Dolarización


decretada -obligatoria o forzosa- no es libertad monetaria; y la privatización que
convierte un monopolio estatal en un monopolio privado difícilmente califique como
liberalización. (Cosa distinta es la desregulación ...)

-- Pero más discutible es suponer que una sola medida económica de Gobierno
-cualquiera sea-, una vez decretada nos introducirá por arte de magia en el reino del
mercado, y que las demás se darán como por añadidura.

No hay atajos. No obstante, estos portavoces liberales se aferran a lo que les parecen
atajos para llegar a destino, cada cual a su favorito. Así no ven la salida, la única, que
necesariamente pasa por la creación de un partido liberal en cada país, para difundir,
explicar e impulsar la agenda liberal neta y completa, y no puntos aislados y además
muy discutibles.

3. POSMODERNISMO: IDEOFOBIA Y ANTIPARTIDISMO. Muchos portavoces liberales


caen en el fatal error posmodernista, con su hostilidad a los "grandes relatos de la
Modernidad", y toda esa jerga y parafernalia conceptual de tipo irracionalista. Algunos
no son conscientes de abrazar el Posmodernismo, otros lo proclaman orgullosos ... Y
todos se atragantan con nefastos corolarios del Posmodernismo, entre ellos:

-- la ideofobia o aversión al discurso ideológico (que Platón llamó misología: odio a las
ideas y conceptos abstractos) o en todo caso un profundo desprecio, mal disfrazado de
pragmatismo;

-- y el consecuente antipartidismo, asociado al acrítico entusiasmo por la sociedad civil,


las ONG y las acciones políticas espontáneas.

Pero, ¿cómo va a haber liberalismo sin doctrina y propaganda liberal, ni partidos


liberales ...?

4. "NEO" LIBERALISMO. Otro escollo es la tremenda confusión que representa el "neo"


liberalismo, responsable de las reformas económicas de los 90, unas medidas de
inspiración supuestamente libremercadista, encomendadas a un elenco de figuras y
fuerzas políticas de signo contrario. En el mejor de los casos fueron muy tímidas y
parciales, incompletas e insuficientes, contradictorias y vacilantes.

Y en el peor y más común de los casos, el mal llamado neo liberalismo, más allá de las
intenciones declaradas, es o termina siendo la continuación del estatismo por otros
medios. Sus medios son más refinados, menos bárbaros. Pero más arteros, porque
pretenden tomar en cuenta ciertos efectos o reacciones de mercado ante la
intervención estatal ... a fin de anticipar estas reacciones, combatirlas y neutralizarlas, e
incluso utilizarlas para consolidar la dominación y control de la economía por el Estado.
El neo liberalismo consiste en sofisticar los instrumentos de política económica -léase
intervención estatal-, para someter y esclavizar al mercado y a la empresa privada, y
ponerlos al servicio incondicional del Estado y sus compinches (crony capitalism), en
lugar de aniquilarlos y desaparecerlos, como era la antigua pretensión del sovietismo.

Muchos portavoces supuestamente liberales ni se plantean el tema. Otros defienden a


capa y espada el "neo" liberalismo, creyendo que es liberalismo.
5. EL PECADO ANGLOSAJÓN. Su cultura económica suele ser muy limitada. Se afecta de
una excesiva exposición a las Escuelas clásica y neoclásica anglosajonas -dependientes
directamente del utilitarismo benthamiano y otras tendencias iluministas (siglo XVIII)-,
y muy escasa a la línea francesa de los fisiócratas y la economía natural, procedentes
de la Escolástica a través de la hispánica escuela de Salamanca (s. XVII).

De este otro linaje proviene la Escuela austriana -que tal vez debiera llamarse
continental europea-, mucho más útil a la defensa de la economía libre que los
modelos macroeconómicos de inspiración marshalliana. Porque liga mejor con los
postulados extraeconómicos de Gobierno limitado y derechos naturales; y porque por
eso mismo se presta maravillosamente al género panfletario y popular, como
demostrara Frederic Bastiat. De hecho, la supply side economics -que cultiva mi buen
amigo Ricardo Valenzuela en México-, redescubre la Ley de la Oferta de J.-B. Say,
dentro de esa misma tradición. Y asimismo las otras recientes fundamentaciones
económicas del libremercadismo, que rompen los estrechos moldes intelectuales
neoclásicos para poder dar cabida y explicar fenómenos como los mercados
informales.

Pocos liberales saben que el gusto de los autores anglosajones por el socialismo y las
terceras vías no es nuevo. Ignoran que su adorado Adam Smith es el padre del Estado
educador, Malthus del ecologismo, Ricardo de la plusvalía marxista, y Stuart Mill de la
economía mixta.

6. ECONOMICISMO. Muchos se encierran en el terreno de la economía, especialmente


neoclásica. Experimentan una incurable incapacidad para trascender esos estrechos
límites de la prensa "especializada". Escriben artículos "técnicos", llenos de cifras, en
una jerga inentendible. Se enfrascan gozosos en agotadores e interminables debates
sobre diferentes instrumentos de intervención estatista, algunos hipotéticamente más
liberales (o menos estatistas) que otros. Pero muy hipotéticamente ...

Esta es una de las grandes y muy altas barreras que separan a estos supuestos liberales
de la gente común. Poco tienen de liberales, y mucho de "ingenieros sociales".

Pero, ¿a quiénes se dirigen estos artículos? ¿A quiénes pretenden convencer? ¿Quiénes


leen esta prensa? ¿Quiénes se supone que deben asistir a todos estos Seminarios y
Conferencias, organizados con frecuencia en torno a la presencia de uno o más
invitados extranjeros ...? Curiosamente, este mensaje liberal lo escriben profesionales
de la Economía, pretendiendo convencer a otros colegas, que supuestamente asesoran
a políticos y funcionarios estatales, y a estos mismos. Y a algún que otro empresario
formal no demasiado ocupado en gestionar favores del estatismo. Nada más.

Aparte lo delgado de la audicencia, hay otro rasgo común: este público tiene
compromisos muy firmes con el estatismo; es usufructuario de unos u otros de sus
favores especiales. El de los intereses es lazo muy fuerte y difícil de desatar. Por lo
menos tanto como el nudo del compromiso ideológico. El mensaje liberal necesita salir
de este pequeño círculo, y llegar al público general, que del estatismo recibe sólo las
promesas reiteradas. Pero ello requiere apelaciones más fuertes que los alegatos
meramente económicos, sean neoclásicos o aún fisiocráticos. Necesita acudir a valores,
políticos y morales. Eso implica cruzar las fronteras de la Economía con la Política y el
Derecho, la Psicología, Filosofía e incluso Religión e Historia. Pero no muchos
portavoces liberales están preparados.

7. INCONCIENCIA HISTÓRICA E INCOMPETENCIA POLÍTICA. Todos estos fallos se


relacionan entre sí, y se vinculan a una gran superficialidad y cierta incultura de
muchos sedicentes liberales. Que lo son en su mayoría de última data: hasta ayer eran
confesos comunistas o socialistas, y muchos lo siguen siendo, aunque ya no confesos.

-- Primeramente una incultura histórica: desconocen las más antiguas referencias.


Pocos liberales saben de la filiación hispánica del liberalismo, desde la maravillosa
experiencia de la España medieval, la de las 3 civilizaciones: cristiana, judaica e
islámica. Este florecimiento cultural, científico y económico -vinculado a la
recuperación del aristotelismo-, duró desde el siglo IX aproximadamente hasta fines del
XV. De hecho la tan calumniada escolástica no fue una excrecencia oscurantista, sino la
fructífera reunión del aristotelismo con la cultura bíblica. Pero muy pocos conocen la
filiación bíblica del liberalismo: la Biblia es fuente principalísima de la cual reyes
cristianos y moros tomaron la legislación que pone a los Gobiernos a cargo de
funciones muy restringidas, con atribuciones igualmente limitadas, así como
competencias y recursos limitados para cumplirlas. Al igual que después otro
gobernante medieval, Alfredo el Grande de Inglaterra.

Casi todos los liberales ignoran el Medioevo, y confunden la Modernidad (s. XVI) con la
Ilustración (s. XVIII). Víctimas de la ilusión del Progreso, y desconocedores de las
tendencia intelectuales y corrientes comerciales en la Edad Media, también creen que
la Modernidad fue una brusca y total ruptura con el pasado. Y que el liberalismo es un
invento anglosajón -de Adam Smith en particular-, que comenzó a aplicarse a fines del
siglo XVIII, con la Revolución Industrial en Manchester. Sufren del prejuicio
antiescolástico y antimedieval, y del prejuicio antibíblico, todos heredados del
Iluminismo, corriente que toman como origen del pensamiento liberal, cuando en
realidad representa una desconexión con sus fundamentos previos, difícilmente
contable como ganancia, como lo estamos viendo hoy ...

-- Relacionada a la anterior, hay una incultura específicamente política. Rasgo más


acusado: muchos liberales carecen del concepto de Gobierno limitado, creyendo que el
liberalismo es idea exlusivamente económica. Les falta el concepto de funciones
estatales propias: represivas, judiciales y de obras públicas, a cuyo ejercicio la función
estatal debe ser confinada; una bandera específicamente política, que requiere una
defensa de igual naturaleza. Requiere mostrar el desbordamiento estatal como la raíz
de las crisis económicas, recesión, desempleo y pobreza, que son sólo efectos de la
hipertrofia estatal, la cual a su vez resulta de atribuir a los Gobiernos funciones ajenas
a su naturaleza propia, como educar y medicar. Inflación, impuestos y deuda son de
este modo sólo inevitables secuelas; y no hay fórmula mágica en la Economía capaz de
financiar un Estado fuera de sus límites. Análogamente, la corrupción es omnipresente
porque es resultado de la manía regulatoria y supervisionista; y no hay fórmula mágica
-legislativa o judicial- capaz de prevenirla. Pero pocas veces se señalan claramente los
nexos causales directos a la raíz de los problemas, aunque la propaganda liberal en
buena parte consiste en mostrarlos repetidamente.

Para colmo, los portavoces liberales confunden a menudo libertad con democracia
-quiza alguna especie de democracia directa-; y libertad con "Estado de Derecho".
Afectados de un incurable positivismo jurídico, no comprenden que los mayores
atentados contra la libertad casi siempre son legal e impecablemente decretados por
una amplia mayoría. De ahí su confusión de metas y objetivos: la libertad individual y el
Gobierno limitado como fines de la acción liberal se extravían y se pierden,
desaparecen diluidas en extrañas alianzas y agendas de compromiso. Otro infeliz
resultado de la ingenua seducción por la democracia es la incapacidad de tantos
liberales para aceptar la responsabilidad de los pueblos en el entronizamiento de
jefezuelos y pandillas populistas, al menos por omisión, y desinterés por informarse y
documentarse. Todas las culpas se echan a hombros de los dirigentes, o en todo caso
del sistema, pero no del pueblo, cuya veneración por el sistema que lo hace
sicológicamente dependiente e infantil es el principal de sus pilares.
8. ATRACCIÓN FATAL POR EL ANARQUISMO. En algunos otros casos, y tal vez como
reacción frente a sindromes como los descritos, brota el anarquismo. En todo grupo
liberal siempre hay al menos un anarquista, que garantiza abrir otra interminable
discusión, en otro frente y con otros temas, contenidos y alusiones. En este enredo
caen no pocos inconsecuentes randistas, olvidados de las lecciones de su mentora
sobre este punto. Con frecuencia han leído las novelas de la Rand más que de su obra
filosófica. Lo cual nos lleva al siguiente fallo.

9. CONFUSIONES FILOSÓFICAS CARGADAS DE CONSECUENCIAS PRÁCTICAS. La


incomprensión de la naturaleza política del liberalismo, y de la necesaria naturaleza
represiva del Estado, derivan de una incomprensión del concepto de naturaleza en
general. Esto es muy propio del marco filosófico nominalista (convencionalista) y
antimetafísico del Iluminismo, en el cual muchos liberales se encierran
-concientemente o no-, incapaces de trascender. Olvidan que los Gobiernos, como
todas las cosas, tienen naturaleza, esencia, sustancia y accidentes, causas y efectos,
actualidad y potencias ... las tan calumniadas categorías metafísicas, ligadas al realismo
aristotélico, por cuya criminal pérdida Ayn Rand acusa certeramente a Kant. Pero Kant
es un filósofo del cual todos los liberales desgraciadamente aún dependen, y por eso
sus tropiezos en temas de filosofía: ética, ontología, teoría del conocimiento, valores,
derecho y política, psicología.

Confundidos en cuestiones filosóficas, la mayoría de los sedicentes liberales se abrazan


-no siempre de manera consciente- a posiciones relativistas, utilitaristas, idealistas
románticas, positivistas, empiricistas radicales, deterministas, etc., mucho más
adecuadas para prestar fundamento sólido a las ideas colectivistas que a las de libre
mercado.

Y todas las confusiones filosóficas tienen lamentables consecuencias prácticas.


Ejemplos:

-- el muy estéril posmodernismo, ya antes apuntado;

-- el utilitarismo, inevitablemente asociado a las escuelas anglosajonas de Economía. En


los pocos casos en que defienden la libertad individual y el Gobierno limitado, ya no es
en el marco de los derechos naturales humanos inalienables -como los americanos en
1776-, sino en términos de su utilidad benthamiana: para la mayor felicidad del mayor
número. Es decir: debe traducirse en crecimiento del PIB o algo así. Pero esto es muy
discutible, y discutido. Algunos pretenden demostrar que el mercado libre es una
especie de óptimo paretiano donde todos mejoran y nadie empeora. ¡Imposible,
porque los usufructuarios de los favores estatistas de hecho empeorarían con el libre
mercado! Los redactores de los documentos del 76 no emplearon argumentos
económicos de este tipo; ellos defendieron derechos naturales, como el de cada
persona a conservar íntegramente el fruto de su trabajo, y el concepto de Gobierno
limitado a la protección de los derechos naturales. El cálculo felicitario neoclásico es un
callejón sin salida para el liberalismo, como vemos hoy en día.

Y hay más:

-- Un extraño determinismo histórico -inexplicable en supuestos liberales- les lleva a


otros a creer en la victoria indetenible y fatal del liberalismo, asociado de alguna
manera a una globalización mal definida y peor explicada. Le dicen a la gente que es
inevitable, cuando a ésta lo que le interesa saber es si es algo bueno o no; con lo cual
en este punto el público demuestra más sentido común que estos liberales.

-- Ubicados en otro extremo, los cautivados de la Nueva Era confían en un puro


voluntarismo desgastante, fundado en un mal entendido optimismo. Atiborrados de
libros de autoayuda y crecimiento espiritual, parecen creer que la libertad está a la
vuelta de la esquina, con sólo visualizarla.

-- Los pocos randistas pueden ser avisados y consecuentes en Filosofía, pero son
fanáticos antirreligiosos, con lo cual espantan de los círculos liberales a muchos
cristianos y otros creyentes.

-- Las confusiones epistemológicas llevan a muchos iniciados liberales a creer que el


liberalismo es como un arcano inevitablemente esotérico. O en todo caso una ciencia,
con lo que vamos al siguiente fallo.
10. ELITISMO ACADÉMICO. Sólo el ignorante presume de sabio, reza un antiguo
proverbio. Desafortunadamente, la incultura convive en muchos casos con pomposos
credenciales académicos, profusamente exhibidos. Los más incultos suelen ser los más
presumidos y arrogantes.

El liberalismo debe ser abonado con razones, y para eso los partidos liberales necesitan
contar con Escuelas de Formación. Es imprescindible. Pero las explicaciones deben
servir para hacer al liberalismo más fácil y no más difícil de entender y asimilar. Sin
embargo, el academicismo se traduce en incapacidad de sintetizar y simplificar
argumentos, mostrando con claridad los eslabonamientos de los fines a los medios, y
resumiendo los conceptos esenciales. Los liberales académicos se pierden en largas y
tediosas discusiones ...

-- en el terreno de las puras consecuencias y resultados, muy distantes de las causas.


No muestran sino que ocultan la raíz de los problemas, que ni de pasada mencionan.

-- O buscan para el liberalismo sus fundamentos, que en realidad existen desde hace
muchos siglos.

Por eso no convencen. Algunos se parecen a los socialistas utópicos de los siglos XVIII y
XIX; de hecho beben filosofía de la misma fuente: utilitarismo.

Los colonos americanos del 76 que se independizaron de Inglaterra bebían su


liberalismo de la Biblia, como antes los campesinos holandeses que se rebelaron contra
España, y los montrañeses suizos celosos de sus libertades. La libertad no debe ser
entonces un concepto difícil de entender, si ha estado al alcance de agricultores,
pastores y ganaderos apenas alfabetizados. Ni debe ser idea ajena a las tradiciones
religiosas. Pero esto nos lleva al siguiente punto.

11. TENDENCIAS ANTIRRELIGIOSAS. Otra barrera que separan a los supuestos liberales
de la gente común: casi todos configuran selectos círculos de ateos, agnósticos,
"librepensadores" antirreligiosos o irreligiosos, incapaces de ver la "gran pintura", e
incapaces de conectar con la religión, y de entender lo que está pasando a ese nivel ...
y en general en el escenario ideológico del siglo XXI. Porque esto es muy poco feliz y
particularmente grave en los actuales días de la Nueva Era, de la redescubierta
espiritualidad, y de toda suerte de tendencias contrarias al materialismo.

Sin contar que la religión cristiana ha sido otra vez secuestrada y falsificada, para servir
como fundamento al socialismo en lugar del marxismo ateo. Como en tiempos del
Presbítero anglicano Charles Kingsley (siglo XIX), propagandista del socialismo cristiano
antes de que Marx y Engels le dieran al colectivismo su base científica materialista y
atea. (El randista argentino Ricardo Rojas -autor de la novela El amanecer- declara
enemigos a los tres K. Son Kant, Kelsen, y Keynes, respectivos propagadores del
criticismo filosófico, el positivismo jurídico y el intervencionismo económico. ¡Bien
dicho!, pero en realidad los sombríos personajes son cuatro. A Rojas le faltó apuntar al
socialista cristiano Ch. Kingsley.)

Muchos liberales que se encierran a discutir Economía parece que no ven TV, o no
saben descifrar los códigos de la pantalla chica. No entienden bien el tipo de valores,
conceptos y principios que se transmiten por medios aparentemente inocentes, como
la propaganda de los organismos mundiales, o los mensajes colectivistas de empresas
comerciales que escriben los creativos publicitarios, o los programas supuestamente
informativos o de entretenimiento. Casi toda doctrina colectivista viene ahora en
envoltorio religioso. Sin embargo, cada vez que un liberal habla de la Biblia, estos
economistas pretenden dejar la religión fuera del debate ... ¡como si no la hubiesen
traído al debate los colectivistas! Claro, en su mayoría los liberales no suelen concurrir
a los servicios religiosos, de manera que tampoco están al tanto del contenido de las
predicaciones.

Algunos liberales son tolerantes en materia religiosa; otros no. Pero casi todos
desconocen la filosofía realista de la Biblia, e ignoran que no condice con
espiritualismos mal entendidos, mucho menos con socialismos. Desafortunadamente,
muchos cristianos también lo ignoran. Muchas personas religiosas también
desconocen estos ángulos de sus credos, tal y como históricamente fueron formulados,
más allá de las deformaciones, antiguas o presentes. Con frecuencia, los creyentes
suelen ser tributarios de vertientes del judaísmo o del cristianismo muy teñidas de
interpretaciones gnósticas o neoplatonistas, y tampoco saben explicar
consistentemente sus creencias y posiciones. Pero como creyentes hay en todo grupo
liberal, su presencia garantiza otra interminable, estéril y paralizante discusión en otro
frente. Que como tantas otras discusiones internas, no es negativa porque se plantee y
desarrolle, sino porque se hace muy mal y desinformadamente.
12. UN TOQUE DE SECTARISMO. Por último, aunque no de menor importancia, y
relacionado con antedichas características, hay que decirlo: actitudes y estilos muy
grupalistas, con mucho rango, jerarquía y besamanos. Los cenáculos se hacen muy
cerrados y exclusivos, a lo que contribuye una feroz competencia por fondos externos,
garantizados en términos de excluyentes recaudos académicos, y no de incluyentes
requisitos políticos. Por eso tantos lauros universitarios, y tantos fracasos políticos.

Es de esperar que nadie se sienta ofendido por mencionar los fracasos; pero alguien
tiene que ensayarles explicaciones, para entender su origen. Eso mismo pretenden
estas explicaciones, cuya intención es ayudar a corregir los errores, y no ofender a
persona o institución alguna. En todo caso, si hay otras mejores explicaciones,
bienvenidas. Pero la pregunta es:

¿Reflexionamos, o seguimos haciendo lo de siempre ...?

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