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Enseñando la comprensión de

habilidades para hacer amistades al niño


con autismo
Tony Attwood
21 febrero, 2015
Técnicas
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Uno de los criterios diagnósticos centrales para el
Trastorno del Espectro del Autismo es el fracaso para desarrollar relaciones con iguales
y los especialistas examinan cómo el niño conceptualiza y demuestra sus habilidades
para hacer amigos. En los niños “normotípicos” el concepto de la amistad cambia con el
tiempo y es notorio que los niños con autismo y síndrome de Asperger tienen a menudo
una definición inmadura y poco usual de la amistad. La literatura de investigación sobre
el concepto de la amistad indica que hay cuatro niveles entre la primera infancia y la
adolescencia. Los cuatro niveles, resumidos, son:

Nivel 1: Aproximadamente de 3 a 6 años

El niño reconoce que los juegos y las actividades no pueden ocurrir a menos que se
tenga en cuenta el intercambio de turnos (que haya un elemento de intercambio) pero
hay una conceptualización simple y egocéntrica de la amistad en términos de definir a
un amigo como alguien que te da cosas o alguien con quien jugar. La amistad se basa en
la proximidad y en los atributos físicos y cuando se les pregunta ¿por qué _____ es tú
amigo? la respuesta típica es “es mi vecino”.

Nivel 2: Aproximadamente de 6 a 9 años

Hay una mejora en la comprensión de los conceptos de reciprocidad e intereses


comunes, mas que en el concepto de “ayuda”. Las simpatías y aversiones hacia otra
persona es más probable que se consideren basándose en cuánto encaja cada amigo con
los propios intereses, como por ejemplo en si les gusta el mismo tipo de juegos.
También aparece la novedad de ser consciente de los motivos, pensamientos y
sentimientos de los otros. Cuando se pregunta ¿por qué _____ es tú amigo? la respuesta
típica es “me deja jugar a los que quiero”, “porque viene a mis fiestas y yo voy a las
suyas”, “es simpática conmigo”.

Nivel 3: Aproximadamente de 9 a 13 años

El niño es más consciente de las opiniones que otras personas tienen sobre él y de cómo
sus palabras y acciones afectan a los sentimientos de los otros. Son más cuidadosos con
lo que hacen y dicen, ya que pueden hacer daño a los demás. La amistad ya se puede
basar en compartir experiencias e intereses comunes y el ayudarse se convierte en algo
más valioso que simplemente el jugar juntos. Se hacen más selectivos al escoger a los
amigos, hay una división del genero (masculino/femenino) y la relación se hace más
duradera. Hay un incremento en el valor de las cualidades personales, como la
confianza, la lealtad y la capacidad de mantener promesas. Cuando se les pregunta ¿por
qué _____ es tú amigo? la respuesta típica es “me defiende (saca la cara por mi) y me
ayuda con los deberes de matemáticas”, “le gusta hacer lo mismo que a mi” o “puedo
hablar con ellos y me escuchan”.

Nivel 4: De adolescente a adulto

Hay una aceptación del grupo, que se vuelve más importante que las opiniones de los
padres, hay una profunda y amplia “revelación” de uno mismo, un deseo de ser
comprendido por los amigos y un reconocimiento de que hay diferentes tipos de amistad
(desde los “conocidos” a los amigos íntimos con interdependencia autónoma). Cuando
se les preguntó ¿por qué _____ es tú amigo? la respuesta típica fue “porque pensamos lo
mismo sobre las cosas”.

Cuando se les pregunta a los niños con Trastorno del Espectro del Autismo ¿qué hace
un buen amigo?, la experiencia clínica sugiere que una respuesta común es casi
exclusivamente una lista de las cosas que un amigo no debe hacer, por ejemplo,
intimidarte o burlarse de ti, lo cual indica que el niño ha experimentado un nivel
desproporcionado de experiencias negativas en sus relaciones de grupo. Sabe lo que un
amigo no debe hacer, pero tiene poca idea de lo que un amigo debe hacer.

Juego Social con amigos

El juego social de niños con Trastorno del Espectro del Autismo es a menudo mas
inmaduro que el de sus iguales e incluye características poco usuales tales como tener
menos motivación para buscar amigos, cualidades autocráticas, y ser menos capaz de
demostrar la amplia gama de comportamientos que todos utilizamos con nuestras
habilidades para hacer amistad. La escuela tradicional presta poca atención al desarrollo
de estas habilidades para hacer amistades, ya que esta destreza es el fundamento de una
habilidad que está altamente valorada por los adultos en su vida profesional y laboral,
como por ejemplo tener habilidades para trabajar en equipo, para manejar situaciones
conflictivas y para tener relaciones personales exitosas. Un estudio reciente examinó la
calidad de vida percibida de adultos con autismo de alto funcionamiento y Síndrome de
Asperger y solo una variable, horas pasadas con los amigos, fue capaz de predecir
significativamente la puntuación en alguno de las cualidades sobre la calidad de vida.
Estos adultos valoraron y desearon la amistad más que cualquier otra cosa en su vida,
aunque pocos tuvieron la habilidad para mantener a los “conocidos”, manteniendo sólo
a los “amigos”. Si cuando éramos niños no nos enseñaron directamente habilidades para
la amistad de forma explícita.. ¿cómo podemos empezar a enseñar a alguien que carece
de esa habilidad intuitiva que nosotros damos por sentada?

El punto de partida es una valoración de las habilidades que el niño demuestra para
hacer amistad y de las habilidades de las que claramente carece. Hemos estandarizado
tests para medir habilidades cognitivas, lingüísticas y motrices, pero en este momento
no tenemos estandarizados instrumentos de valoración de las habilidades para hacer
amistad que puedan ser aplicados a niños con Trastorno del Espectro del Autismo. Sin
embargo, una revisión de la literatura de investigación sobre la gama de los
comportamientos sociales utilizadas como un índice de habilidades para la amistad en
niños “normales”, puede servirnos como lista básica para la verificación de las
habilidades para la amistad en niños con Síndrome de Asperger. La clave de los
comportamientos sociales se puede examinar como sigue:

Habilidades de Entrada: Cómo el niño se une a un grupo de niños y la bienvenida que


dispensa a los niños que quieren ser incluidos en sus actividades.

Ayuda: Reconocer cuándo y cómo prestar ayuda, así como buscar la ayuda de los
demás.

Elogios: Saber hacer cumplidos en los momentos oportunos y saber cómo responder al
elogio de un amigo.

Critica: Saber cuándo la crítica es apropiada o inapropiada, cuándo se ha de criticar y


tener habilidad para aceptar y tolerar la crítica.

Aceptar Sugerencias: Incorporar las ideas de los demás en la actividad.

Reciprocidad y Compartir: Un equitativo reparto de la conversación, la dirección y


los recursos.

Resolución de Conflictos: Manejarse con criterio en el desacuerdo y reconocer las


opiniones de los demás. Saber no responder con agresividad o mecanismos inmaduros.

Observación y Control: Observar con regularidad a la otra persona para controlar su


contribución a la actividad y el lenguaje corporal. Su propio lenguaje corporal indica el
interés hacia la otra persona.

Empatía: Reconocer cuando los comentarios son apropiados o qué acciones se


necesitan para responder a la otra persona y a los sentimientos positivos o negativos de
los demás.

Evitar y Terminar: El comportamiento y los comentarios apropiados para mantener o


finalizar la interacción.

El siguiente paso será usar estrategias cognitivas y comportamentales para mantener y


mejorar las habilidades para la amistad. Si las habilidades mencionadas aparecen,
entonces es esencial que tal conducta sea reconocida y recompensada. Los autores
añadirían que ese elogio debería ser también dirigido al otro niño, ya que ellos necesitan
ánimos para mantener esta amistad, especialmente con niños que no suelen estar entre
los más populares de la clase o del vecindario. También es esencial que el juego social
del niño sea observado por el adulto para identificar cuándo las señales específicas de
habilidades para hacer amistad aparecen, pero el niño no las ha reconocido o no está
seguro de cómo responder. Se centra la atención del niño en una señal u oportunidad
específica y se le dan instrucciones verbales con respecto a lo qué hay que hacer. Esta es
una aplicación de las técnicas tradicionales del análisis de conducta: prestando ayuda,
modelando y recompensando. Los niños con Trastorno del Espectro del Autismo son
peculiares, ya que se les puede enseñar qué hacer en una situación dada, pero ellos no
pueden comprender por qué la acción o el comentario son apropiados. Necesitan
aprender la teoría tan bien como la práctica. Los programas convencionales para
fomentar habilidades de hacer amistades con niños “normales” hacen presumir que no
podrían aplicarse a niños con Trastorno del Espectro del Autismo que tengan problemas
significativos con las habilidades de la Teoría de la Mente, Capacidad de Relatar
(describir experiencias), Coherencia Central y Función Ejecutiva. Sin embargo, las
Historias Sociales se pueden utilizar para ayudar al niño a adquirir los mecanismos
cognitivos necesarios. El siguiente es un ejemplo de una historia social para un niño de
primer grado que necesita aprender el concepto de Ayuda en la amistad. Está diseñada
para comprender qué es la “ayuda”:

Los niños a veces me ayudan

A veces los niños me ayudan. Lo hacen para ser amables.

Ayer, fallé tres problemas de matemáticas. Amy me rodeó con el brazo y dijo “Ok
Juanita”. Intentaba ayudarme a sentirme mejor.

El primer día de colegio, Billy me mostró mi pupitre. Eso sirvió de ayuda.

Los niños me han ayudado de otras formas. Aquí está mi lista:

Intentaré decir “Gracias” cuando los niños me ayuden

Como puedo ayudar a los niños de mi clase

Me llamo Juanita. A veces los niños me ayudan. Servir de ayuda es algo muy amable y
amistoso. A muchos niños les gusta que les ayuden. Yo puedo aprender a ayudar a otros
niños.

A veces, los niños piden ayuda. Alguien puede preguntar “¿Sabes qué día es hoy?” o
“¿En qué página estamos?” o quizás alguna otra cosa.

Contestar a la pregunta sirve de ayuda. Si yo sé la respuesta, puedo contestar a su


pregunta. Si no sé la respuesta, puedo intentar ayudar al niño a que encuentre la
respuesta.
A veces, un niño se mueve y mira alrededor, o debajo de su pupitre, o dentro del pupitre
o alrededor del pupitre. Puede que busque algo. Yo puedo ayudarle, puedo decir
“¿Puedo ayudarte a encontrar algo?”.

Hay otras formas en las que puedo ayudar. Esta es mi lista de maneras en las que
puedo ayudar a otros niños.

A los niños les gusta que les ayuden.

Otras técnicas que se pueden utilizar para alentar habilidades para la amistad es utilizar
un diario de amistad, personas similares y grupos de apoyo. Para los niños más
pequeños, se puede utilizar un diario de amistad para apuntar las ocasiones en las que el
niño demostró habilidades amistosas y en las que otros niños fueron particularmente
amigables con el niño. Es interesante que uno de los criterios que los niños “normales”
utilizan para definir lo que hace un buen amigo es que tenga intereses similares. Sin
embargo, los intereses especiales de un niño con Trastorno del Espectro del Autismo
pueden no resultar muy populares o interesantes para sus iguales. Una opción es
identificar a otro niño que tenga el mismo interés y presentar a los dos niños. Un
ejemplo es un niño con Síndrome de Asperger que tiene un interés especial por las
hormigas, una afición muy solitaria, pues ninguno de sus conocidos en la escuela
comparte su entusiasmo y sus conocimientos por este asunto. Sin embargo,
casualmente, otro chico de la zona que también tiene el síndrome, también estaba
interesado en las hormigas. Cuando los presentaron surgió una amistad genuina con
expediciones conjuntas para observar y coleccionar hormigas y para compartir
información y recursos sobre estos insectos. Fue notable que la habilidad amistosa con
otros niños aparecía vacilante e ingenua, y que cuando los dos se conocieron, sus
habilidades amistosas naturales fueron mucho más fluidas y espontáneas. Esta técnica
se puede facilitar en grupos locales de apoyo para padres, teniendo un registro de los
niños y sus aficiones, registros de compañeros de juegos, clubes de intereses especiales
y charlas en Internet. Una extensión del emparejamiento con personas similares es el
desarrollo de grupos locales de apoyo dirigidos por adolescentes y adultos con el
Síndrome de Asperger. Estos grupos celebran reuniones con regularidad y excursiones a
destinos que pueden no tener interés o valor para grupos corrientes, tales como museos
y servicios de transportes públicos. Estos grupos dan una vida social fuera de la escuela
y la oportunidad de conocer a alguien que comparte las mismas experiencias y valores,
la base de muchas amistades adultas.

Uno de los resultados que se desprende de los talleres para adolescentes y adultos con
Trastorno del Espectro del Autismo es reconocer cuándo alguien parece ser amistoso
pero que en realidad puede que se esté aprovechando de su ingenuidad social y cómo
identificar y responder a los diferentes tipos de personalidad. Puede que se necesite
instrucción para identificar motivos ocultos, buscar una segunda opinión y cómo
manejarse en situaciones potenciales de abuso. También puede ser necesario enseñar las
estrategias para el mantenimiento de una amistad, sobrellevar la pena cuando termina
una amistad y desistir cuando una amistad no es correspondida. Los autores también
señalan que los niños con Síndrome de Asperger parecen tener un déficit en la habilidad
de percibir y describir las características de la personalidad de los demás y de ellos
mismos. Cuando se les pregunta “¿Qué tipo de persona es………?” sus respuestas son
predominantemente descriptivas de las características físicas, como la estatura, o lo que
una persona hace, por ejemplo: “es profesor”. Lo que se echa en falta es un léxico
amplio para describir los distintos tipos de carácter. Cuando se nombran las
características personales, una respuesta muy común es “amable y agradable”, y
palabras sinónimas que expresan esta misma característica. Los niños parecen
considerar una única dimensión para aproximarse a las características personales de los
demás. Otros niños pueden “leer” rápidamente el carácter de una persona y adaptar su
comportamiento de acuerdo a él. Saben qué niños evitar y son más competentes en
escoger a quien se complementa con su propia personalidad. Para enseñar tales
habilidades en jóvenes con Síndrome de Asperger los autores son partidarios de utilizar
las populares historias de Mr. Men, de Roger Hargreaves. Describen una gama de tipos
de personalidad, como D. Gruñón, D. Fisgón y la pequeña Dª Charlatana. Otra actividad
es alentar al niño a escoger el animal que represente la personalidad de alguien. Los
chicos mayores pueden usar adaptaciones de estudios de literatura para identificar las
indicaciones del tipo de personalidad y cómo responder a ese tipo de gente. Es
importante ayudar al niño a comprender su personalidad y a reconocer el tipo de
persona con los que ellos probablemente se llevaran bien y a saber de quién deben de
hacerse amigo.

Tony Attwood y Carol Gray

By Tony Attwood, PhD author of Asperger Syndrome: A Guide for Parents and
Professionals and Carol Gray of Social Stories.

Traducción realizado por: Rosa Alguacil García

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La ira, la rabia o el enfado, son emociones muy comunes en todos los seres humanos y
los niños no escapan de ello. Algunos pueden experimentar episodios esporádicos por
algo que consideran injusto, otros tienen un temperamento explosivo constantemente o
lo manifiestan con mucha frecuencia… En este último caso, es recomendable canalizar
la ira con actividades como el deporte.

Lo importante es que el niño aprenda a canalizar la ira, para que la utilice a su favor y
comprenda que las decisiones deben tomarse después de que llegue la calma.

¿Cómo puedes ayudar como padre a que consiga esa


calma?
Existen algunas frases mágicas que te ayudarán. ¡Toma nota!

1. Enfadarse está bien, los adultos también lo hacemos, pero lo que nos
molesta debe solucionarse después de que nos calmemos.
Es importante que le hagas entender a tu hijo que la ira es una emoción normal y que no
está mal sentirla. La rabia o la molestia hacen que solucionemos lo que nos parece
injusto y decirlo o reclamarlo siempre nos hace sentir mejor. Pero hay que tener cuidado
con las palabras que se utilizan, ya que la calma y el sosiego siempre son los mejores
consejeros.

2. No te entiendo cuando gritas, si utilizas otro tono de voz podré ayudarte


mejor.

Jamás dejes que tu hijo te grite, no está bien, y debes dejárselo claro. Pero no se lo digas
con más gritos porque estarías haciendo exactamente lo mismo que tu hijo.

3. Puedes enfadarte con otro, pero no está bien que le hagas daño. Cuando te
calmes lo solucionaremos.

Nunca debes justificar que tu hijo le pegue a otros o que reaccione a la violencia con
más violencia. Deja que se calme y comprométete con él a solucionar el problema.
Invítalo a que vaya al rincón de la calma (o cualquier otra dinámica positiva) y cuando
salga de allí, buscad una solución juntos.

4. Tirar los juguetes hará que no tengas más y ellos no te han hecho nada.

Es necesario enseñarles a los niños que cuando se está enfadado se pueden destruir
relaciones y cosas que nos agradan y nos ayudan. No tiene sentido destruir nuestras
propias cosas, ni aquello que nos hace feliz todos los días.

Las palabras son mágicas, no solo por las frases que pensamos y decimos, sino también
por el tono de voz que utilizamos. Utiliza estas frases con un tono de voz dulce, no las
digas con más ira, con ironía o con un aire de superioridad.

También puedes probar con la medicina de los abrazos, principalmente cuando el niño/a
tenga motivos para estar enfadado o disgustado. Un abrazo, además de calmarlo,
transmite seguridad y mucho cariño. ¿Puede haber algo más positivo?

El juego de la rosa y la espina


El método de la rosa y la espina puede aplicarse de diversas formas, pero lo más
interesante para los niños pequeños es aplicarlo como un juego didáctico consistente en
relacionar la rosa con las emociones positivas y las cosas buenas, y la espina con las
emociones más desagradables o las situaciones más negativas que nos puedan suceder
en el día a día.

La mecánica puede establecerse con una periodicidad más breve o menos, es decir,
podemos aplicar el método cada noche o el último día de cada semana, para hacer
recuento de las rosas y las espinas que hayamos tenido al término del plazo que nos
hayamos puesto.

Esta mecánica, además de ser muy útil para mejorar la comunicación con la familia o
con los compañeros de clase, servirá para que los adultos puedan ser partícipes de los
problemas de sus hijos y guiarles en los procesos de reconocimiento, reflexión y
solución de los mismos.

Cada vez que se ponga en práctica el método, cada participante deberá describir cuáles
han sido las rosas y las espinas de su día, y cómo les han hecho sentir, sobre todo
cuando de hablar de las espinas se trate. ¿Qué nos ha producido esa espina? ¿Qué nos
ha hecho sentir? ¿Dolor? ¿Tristeza? ¿Angustia?

A base de hablar y de utilizar este método, los más pequeños irán sintiendo confianza y
se sentirán más cercanos a los sentimientos y a las emociones, aprendiendo a
distinguirlas y a enfrentarse a ellas con mayor nivel de inteligencia emocional.

Al final de la semana se pueden preparar jarrones en los que cada cual ponga las flores
con todas las espinas que haya contabilizado. Este símbolo servirá para comprender que
las espinas forman parte de la vida, y que no le restan ni un ápice de belleza a las flores,
si aprenden a convivir con ellas

Las rabietas incontrolables de los niños pueden tener una solución. Nada perdemos con
probarla así que presta atención…

Alrededor de los dos años el niño comienza a enfadarse con más intensidad y sin
atender a razones. Ese bebé adorable se convierte en un pequeño monstruito capaz de
hacernos perder la paciencia en unos minutos. Empecemos por explicar la situación y
así entender qué pasa: no controla sus emociones, se desespera y la única manera que
tiene de expresar su enojo o frustración es chillando, llorando, pataleando o incluso
tirándose al suelo.

Desde aquí hemos hablado de que en cuanto comience esta etapa debemos respirar
hondo, estar más tranquilos que nunca, que no nos importen las miradas de la gente (a
todos no ha tocado esto de cerca de una forma u otra), bajarnos hasta la altura del niño,
dirigirnos a él de la forma más pausada posible explicándole lo que pasa de forma clara,
permitiendo que poco a poco se calme. Y si no lo hace continuar tranquilos
atendiéndole pero ignorando su enfado mientras le hacemos saber que estamos ahí en
lo que se le pasa el berrinche.

No todos los niños son iguales ni todos van a reaccionar igual. Lo que sí es cierto es que
todos se desesperarán en algún momento. Mientras que unos poco a poco controlarán
este mal hábito con nuestra ayuda, canalizando su energía de otra forma más útil y
positiva; otros, bien por ser más nerviosos o porque les cuesta más controlar sus
sentimientos, lo tendrán más difícil y no avanzarán demasiado, sufriendo impotencia
ellos y haciéndonos sentir mal a nosotros, que nos quedamos frente a un muro cada vez
más perdidos. Un caos.
La caja de la rabia de Marina Martín
Pero resulta que, un buen día, la psicóloga española Marina Martín lee el cuento
infantil “Vaya Rabieta”, de la escritora francesa Mireille d´Allancé y se le ocurre una
técnica curiosa y divertida que puede hacer que los niños comiencen por fin a dirigir sus
emociones como ellos desean sin hacerse daño ni causarlo a los demás.

“Vaya rabieta” cuenta la historia de un niño que después del gran enfado ve lo que ha
destruído con su ira e intenta remediarlo, y mientras va recomponiendo su entorno va
haciendo que ese gran monstruo de la rabieta sea un ser cada vez más insignificante
hasta que es tan pequeñito que el protagonista, Roberto, lo guarda en una caja para no
dejarlo salir nunca más.

Este esperanzador cuento inspira a Marina para crear la “caja de la rabia”, que
consiste en que cuando el niño esté muy enojado dibuje, plasme en un papel lo que
quiera desfogando su rabia. Es posible que mientras lo haga se vaya diluyendo su
malestar gracias a la misma concentración. En cuanto acabe la idea, que lo observe y le
añada al garabato manos y pies, consiguiendo así tener un “monstruo de la rabia”. Esto
lo relajará, incluso puede que sonría, y le quitará importancia al problema por el que se
había enfadado. A continuación se arrugará el papel y se introducirá en la caja, no
permitiéndole nunca más la salida a ese “monstruo”.

Creemos que es una manera diferente y divertida de relativizar fácilmente la ira sin
control. No cuesta nada probar la técnica e intentar que ese gran enojo se transforme en
risa y emoción positiva. ¡Ya nos contaréis si funciona!

Y no olvidéis que la paciencia es imprescindible en esta situación y en cualquier otra en


la que haya niños de por medio J

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