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1. Introducción
3. Perspectiva de Foucault
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Foucault, 1991a : 245
verticales, lo que hace ver que ellas en ningún caso provienen realmente de
una unidad lógica inscrita en la naturaleza del mundo exterior”. 9 Para trabajar
este punto, Foucault propone su método arqueológico, el que consiste en tomar
los discursos por lo que serían sus átomos básicos de composición, los
enunciados, que son distintos de las frases gramaticales o de las proposiciones
lógicas; he ahí ya una distancia fundamental respecto del estructuralismo
fundamentado en la idea saussureana de un sistema de la lengua cerrado sobre
sí mismo. Un enunciado consiste en cualquier acto de discurso, en su uso
concreto, por lo tanto está gobernado por las reglas de formación del discurso.
Foucault no pretende dar con el sentido del discurso, sólo considera
pertinente realizar observaciones acerca de cómo funcionan los enunciados
lingüísticos, averiguar qué realidades producen. “Así sea la declaración de los
derechos humanos, no supone en ella ni malas ni buenas intenciones (nada
más en eso radica su “positivismo”), sólo le interesa ver en qué va a parar, a
cuáles intereses va a servir, en qué circunstancias va a ser invocada, con qué
otros conjuntos de enunciados se va a acoplar, qué códigos o gramáticas
sociales va a afirmar o eventualmente a negar (nada más en esto radica su
funcionalismo)”.10 Por cierto este método no supone a un sujeto dando cuenta
del mundo asido por su conciencia; pero lejos de anular al sujeto, le indica su
desafío, el de hablar por sí mismo, hablar desde su forma de vida, o mejor aún,
dejar que sean las prácticas las que comuniquen significados, prácticas que por
ser la vida misma, jamás asimilarán al sujeto a la condición de una
individualidad parlante. En este sentido Foucault distingue prácticas discursivas
y prácticas no discursivas, o prácticas a secas. Dictar algo mediante palabras
orales o escritas es un acto tan práctico, como cualquier otro que implique una
ejecución inmediata sin la intermediación central de signos, por ejemplo, los
administradores de tiranías que hablan y escriben acerca de los “enemigos de la
nación”, y por otra parte, las policías que hacen desaparecer los cuerpos de
quienes así son nombrados, todos fundan y desarrollan prácticas; las primeras
de tipo discursivo y las segundas de tipo no discursivo. No necesariamente las
prácticas discursivas y no discursivas se encuentran signadas de un modo
éticamente negativo como en el ejemplo; del mismo modo que no
necesariamente hay correspondencias mecánicas entre unas y otras, antes bien
complementos y a veces hasta disfunciones.
3.3. Poder sobre los cuerpos más poder sobre las vidas
Desde este prisma Foucault puede trazar las líneas de cambio que
han llevado del poder de soberanía al biopoder, del derecho de vida y
muerte a la estatalización de lo biológico. El primero, el del soberano, es
un poder simbolizado por la espada y que sólo ejerce su derecho sobre la
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Foucault, 1992b :64
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Foucault, 1992b : 84
vida de los súbditos en tanto que es capaz de matar. Se trata, por lo
tanto, de un poder que sólo se manifiesta como sustracción o deducción,
como derecho de captación que culmina con el derecho de apropiarse de
la vida del súbdito, ya sea para aniquilarla, ya sea para arriesgarla en
una guerra. El segundo, en cambio, ya no tiene como función principal la
sustracción de fuerzas (hasta su muerte) sino la producción, aumento y
optimización de las mismas. Ya no es un poder negativo sino el ejercicio
de un poder positivo sobre la vida. (Garcés, Marina 2005: 88-89)
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Foucault, Michel 1989: 80
representantes, hasta la elaboración de mensajes paralelos o formas de
contracultura.
5. Conclusión
6. BIBLIOGRAFIA