18/3/2019 Manifiesto de autodefensa femenina: ¡Ya es tiempo!

| Elsa Dorlin – Reporte SP

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RECOMENDACIONES

Mani esto de autodefensa

es tiempo! | Elsa D
LECTURAS

BY EDITORIAL SP b SEPTIEMBRE 12, 2018 , 0 COMME

Usted es encantadora, señorita, ¿está casada? ¿Es soltera? Estás buena, eres guapa, ¿la chupas? Bonitas piernas
vestido, bonita sonrisa, lindo culo, antipática, repugnante, sucia zorra, sucia fulana, sucia puta, gorda, vieja… ¿Sab
dónde están mis calcetines? Eres como mi madre, cagante, tienes la regla, eres frígida, te descuidas, me das ve
estás vieja… ¿Pero, joder, ocúpate de los niños! Las africanas son pésimas para hacer la limpieza, pero con los ni
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buenas, las árabes son más duras, pero las lipinas son verdaderas hadas de la casa, y además discretas… ¿Con
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estabas? Ve a cambiarte, pareces una puta, quítate el velo, pareces terrorista, ¿no te das cuenta que le das lástim
madre? Pero quítate eso, el rosa no es para los muchachos… La cambian de puesto, la cambian de o cina. ¿Podr
tomarIGNOMINIA IGNACIA
una copa juntos? Ya RECOMENDACIONES
no estoy enamorado de mi mujer, pero con usted es diferente. ¡Oh, vamos, podemos
bromear! ¡Mierda, ésa está susceptible! Vamos, tírate un pedo, rel.jate… .Usted es la secretaria? Es mi nueva asist
buena, .verdad? .Puedo hablar con el jefe? No se olvide de mi café, de mis camisas… Desvístase, recuéstese, abr
piernas, ¿toma la píldora? ¿Fuma? Es otra vez la habitación 4 que llama, no puedo más con la de la habitación 4,
de gemir… ¡Porque tú lo vales! Una crema antiarrugas que detiene el tiempo (probado cientí camente). Tú tambi
puedes ser una verdadera princesa… Una muñeca con lágrimas verdaderas y que dice, mamá, tu karaoke puede
nueva estrella… Llama al 3600 y habla con moras calientes, con una cougar follada por todos los hoyos. ¿Quiere
caramelo? ¿No quieres ayudarme a encontrar a mi perro? ¿Sabes?, puedes hacerme mucho bien si tú quieres, y
haré un lindo regalo, pero es un secreto entre nosotros, no debes decírselo a tu mamá… No te muevas. Si gritas,
Te voy a follar, te voy a romper la cara contra un muro, te voy a matar… Te gusta, ¿verdad?, ¿quieres más? Te voy
gritar, vas a ver… ¿Qué le hizo después? ¿Cómo estaba vestida? ¿Llevaba una tanga? ¿Ya había tenido antes relac
con varios muchachos? ¿Dijo claramente que no? ¿Se defendió? ¿Son víctimas de violencia? ¡Rompan el silencio
Llamen al 911 antes de que sea demasiado tarde.

¿Están conmocionada (o) s? Durante el tiempo ocupado en leer este artículo, una mujer ser. violada. Hoy, ¿cuánt
mujeres habrán sido seguidas, molestadas verbalmente, insultadas, maltratadas, tocadas de forma invasiva, agr
golpeadas…? ¿Cuántas cercanas a ustedes, cuántas en su familia, entre sus amigas, entre sus conocidas? Si ning
esas expresiones les son familiares, entonces ustedes ignoran lo que ocurre cuando se es una mujer.

No se trata de una esencia, de una naturaleza, de una identidad —ni siquiera hablamos aquí de biología—, es m
un tipo de interpelaciones sociales, múltiples, variadas, in nitamente repetitivas y siempre a ladas como cuchill
transforman a los individuos en sujetos violentados. Experimentar esa violencia, velada o abierta, conlleva otra v
la que se ejerce directamente en la neutralización sistemática de esos mundos sociales vividos —la que se ocu
esas palabras que ponen en duda, que minimizan, que niegan o que simplemente culpabilizan (¡Pero, vamos, te
darle una bofetada a tu jefe cuando te arrinconó en el ascensor!). Y si son mujeres mediáticas quienes lo dicen,
todavía más e caz: qué mejor para neutralizar el sexismo como relación de poder que una mujer que dice a otra
conviertas en una víctima llorona! Entonces, ¿por qué no hay más cafés ardientes arrojados al rostro, golpes dev
mesas volteadas, dedos pisoteados, golpes de paraguas en las partes íntimas, rodillas rotas, insultos, escupitajo
denuncias públicas, gritos, denuncias ante la policía, llamadas de auxilio, de solidaridad, de revuelta, de huelgas
simples, de ocupaciones, de degradaciones de edi cios, habitaciones donde están inscritas sobre los muros es
palabras: «Aquí vive un gran puerco»? ¿Es violento? Sí, es violento; pero, ¿cómo decirlo? Lo que trabaja en el fon
nosotras no es tanto el miedo y la vergüenza, sino una rabia oculta de la que hablan todos esos fantasmas a los
entregamos cuando imaginamos lo que habríamos podido o debido hacer cuando ocurrió. Y la frustración de no
hecho no puede calmarse más que cuando tomamos conciencia de que esas experiencias de sexismo, esa hid
cabezas, no es más que el otro nombre de una sociedad atravesada por desigualdades sociales que precarizan
resistencias, nuestro poder de actuar, nuestras solidaridades. Defenderse tiene un precio —se pierde muchas ve
trabajo, se pierde dinero, se pierde a veces la casa, los hijos, se pierde siempre a los amigos, el amor, las prome
felicidad…

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Muchas de nosotras, entonces, estamos vigilantes, estamos con los ojos abiertos, en alerta: tenemos cuidado d
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nos vestimos, cómo hablamos, cómo respondemos, cómoCOLUMNAS
sonreímos, cómo CARTONES
caminamos, qué calle tomamos, q
actitud adoptamos, qué tono, qué gesto, qué mensaje enviamos… Acelerar el paso, no mirar a los ojos, ngir que
IGNOMINIA
hablamos IGNACIA
por teléfono, que no estamosRECOMENDACIONES
solas, encerrarse en casa, en el baño, pedir ayuda, no hacer ruido para
despertar a los niños, gritar, no gritar… ¿Quién puede razonablemente vivir una vida que puede transformarse en
cualquier momento y hacerse invivible al girar en una esquina, en una estación de metro, en una reunión de trab
correr, en la cita con el médico, en un concierto, en una cena, un domingo en familia o en una cita de amor? ¿Qu
Pensándolo bien, nadie. Y, sin embargo, es el destino común de muchas mujeres pero, sobre todo, es el destino
de todas las vidas menguadas que se agotan en esa forma de autodefensa en la que debemos extraerlo todo d
nosotros mismos: un desgaste de energía inde nida, una larga resistencia, una fuerza imperceptible destilada
continuamente y por la que pagamos el precio de un olvido de sí. Una técnica marcial para la que no hay cinturó
medalla, ni trofeo.

Es precisamente eso lo que hace que la vida continúe como si no ocurriera nada, porque en el fondo una situac
dominación se mide en la ignorancia en la que se complacen las vidas salvadas. Como si todo eso fuese norma
contara, no signi cara gran cosa, no fuera grave… y además no se hable de elogios, de coqueteo, de seducción,
donjuanismo, de bromas atrevidas, de equivocaciones, de crisis de masculinidad, de hombres perdidos, de ago
de administración de personal, de gestión agresiva, de ataque de ira, de disputa amorosa, de drama familiar, de
locura… Y no escuchemos que nalmente todo eso es muy exagerado, victimismo, puritanismo a la estadounide
mentiras, delación, instrumentalización, formas de castración, venganza, resentimiento, en una palabra: que eso
existe. O que al menos no existe como un fenómeno que concierna a todo el mundo, que sólo concierne a la ca
«víctimas de violencia» —una categoría al mismo tiempo vergonzosa, detestable, que marca a la persona con e
del desprecio de sí y de la impotencia, y que es un club muy cerrado; porque, para ser reconocida como «víctim
que pasar por una serie de pruebas, de exámenes, de juicios que, al nal, hacen de las víctimas heroínas selecc
muy cuidadosamente.

Entre la rabia, la resistencia y el viacrucis de la justicia, ¿no hay manera de abrir otra vía para terminar con esta v
para convertir la violencia que suscita en nosotras en un cuidado de sí? Algunos consideran que hay que tomar
boxeo o de krav maga; pero el reto no está en aprender técnicas de combate que, a pesar de su reputada e cac
siguen siendo técnicas deportivas, enseñadas por expertos.

No hay que alimentar el jugoso mercado de la autodefensa femenina: ¿qué otra cosa más real que la cotidianida
vivida? ¿No somos ya expertas en violencia por haber atravesado, bien o mal, tantas situaciones? Las mujeres n
que aprender a combatir, sino desaprender a no combatir. Eso implica una ética de la autodefensa, un feminism
pegado al cuerpo —a cuerpos que saben exactamente lo que signi ca recibir un golpe. Quizá ya es tiempo de h
forma diferente nuestros músculos, de convocarnos a nosotras, de hacer cuerpo con nosotras mismas.

Esa conciencia corporal en la que, cotidianamente, es posible trabajar esperando el gran nal es una forma del
de sí, de ética feminista donde la con anza restaurada de nuestros sentimientos, de nuestras emociones, permi
salvarnos, donde la conciencia de que el golpe que me permitirá protegerme no exige más fuerza que la energ
gastada en soportar el miedo de darlo. Es una forma de ejercicio corporal de sí lo que puede hacernos modular
cambiar la entonación de un «no», modi car la expresión del rostro, transformar una mirada, o aun emprender u
denuncia… En lugar de aferrarnos a una doble conciencia agotadora: «¿Entendí bien, interpreté bien, tengo razón
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el derecho, soy capaz, es posible, permitido, legítimo?». Volver a hacer cuerpo con nosotras mismas es un femin
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cotidiano en el que se puede trabajar, a escala de nuestra carne, esta rabia que nos de ende. Restaurar la viole
sexismo en toda su crudeza es la condición para transformar la rabia en política; pero, puesto que lo individual e
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política, sólo la rabia convertida en ética de sí, consciencia muscular, podrá liberarnos de una vida a la defensiva

Traducción de Ern

© Le Nouveau Magazine

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4 Anarcafeminismo | Chiara Bottici

El feminismo de la cúspide | Anita
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