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El espacio.
Estudio y organización

El espacio es, junto con la iluminación, el elemento más determinante


de la exposición y del museo. De la ubicación de los objetos, de la rela­
ción que guardan entre sí y con la realidad espacial, depende en gran
medida la percepción de los objetos por parte del visitante. Es más, el
espacio contribuye junto con el factor tiempo a la eficacia del sistema
experiencial que es la exposición para el público. El espacio condicio­
na, pero también define la realidad de la exposición y la experiencia del
visitante. Como dice Michael Belcher ([1991] 1994: 56):

Las exposiciones son composiciones tridimensionales que reconocen la


importancia de las formas sólidas y de los vacíos y luchan por unas rela­
ciones espaciales satisfactorias.

Además de la organización estructural del espacio en sí, que habilita o


impide la adecuada instalación de la muestra, entre los componentes
esenciales de la exposición está la organización espacial de las obras
como elemento determinante. Y también el tiempo, puesto que una
exposición es el resultado de una doble y simultánea actividad por par­
te del visitante: percibir visualmente las obras en el espacio y durante
un período determinado de tiempo, de acuerdo con el que cada visi­
tante necesita para comprenderlas.
El espacio como receptáculo es un concepto propio de la filosofía
de la Ilustración, que ha sido ya desbordado por el mayor conocimien­
to de la realidad del cosmos en nuestro tiempo. Los conceptos de espa­
cio y de tiempo, estudiados como problemas filosóficos constantes por
las más diversas corrientes y escuelas, se formularon en definiciones
que el siglo XVIlI utilizó para contribuir positivamente al afán cientifi­
cista y clasificador de la época. Hoy en día, al referirnos al espacio des-

En Diseño de exposiciones. Concepto, instalación y montaje


(Luis Alonso Fernández, Isabel García Fernández, 201 O)
90 DISEÑO DE EXPOSICIONES

de la perspectiva museográfica y expositiva, utilizamos mejor el térmi­


no en plural espacios, pero especialmente lugar, que es más concreto y
cercano, como ámbito contextualizador, y sitio para señalar una ubica­
ción física y puntual, una disposición espacial determinada.

La exposición como sistema expel'iencial

Las razones de espacio y tiempo se unen en el proyecto de una exposi­


ción a aquellas que la conciben en función del sentido, para obtener
como resultado un sistema experiencial. Pnina Rosenberg (1995: 6)
escribe al respecto:

Los museólogos saben que ver una exposición es, por lo menos, un
proceso dual: percepción visual y duración; las piezas expuestas siem­
pre son vistas con los ojos del visitante y se necesita algún tiempo para
comprenderlas. Los objetos artísticos pequeños y bidimensionales
podrían percibirse en un lapso relativamente breve, mientras que una
obra compleja y tridimensional exige más tiempo.

La articulación estructural del espacio y la organización espacial de las


obras no agotan los elementos determinantes en una exposición, ya
que sus diversos componentes y la relación espacial que establecen con
el visitante encuentran su necesario complemento en el entorno espe­
cífico o medio ambiente inmediato de los objetos.
El lugar debe considerarse, en consecuencia, además de un ámbito
contextualizador como un otro objeto museístico, al menos desde la
perspectiva de que la exposición no representa sino el valor que le es
atribuido al lugar. En el caso de los lugares-territorio de exposición (los
ecomuseos, o los parques naturales, por ejemplo) resulta muy clara la
atribución. Pero también en las demás situaciones, puesto que lo cier­
to es que el lugar está ligado a la experiencia vital. Y la exposición
implica siempre una puesta en escena de los objetos y un proyecto de
desarrollo en y por medio del lugar, que debe ser respetuoso con el
espíritu que lo habita. La exposición es interrogada (o debe ser) por el
espíritu que anima al lugar. El lugar es, sin duda, un medio de exalta­
ción y consagración de los objetos, pero también un enraizamiento de
la memoria.
Recordemos que todo objeto o bien cultural, al introducirlo en un
museo o insertarlo en una exposición, pierde su autonomía de objeto
en beneficio de una cualificación nueva: nada más presentada la obra,
EL ESPACIO. ESTUDIO Y ORGANIZACIÓN 91

ésta se convierte en un suceso, en un performance lingüístico. Entra a


formar parte de una trama, de una historia que se cuenta -en el espa­
cio y en el tiempo--, de un mensaje coparticipado por todas las obras
o piezas que integran conceptual y espacialmente esa exposición, supe­
ditando de algún modo su carácter denotativo y connotativo de obra
aislada.
¿Puede ser, por tanto, musealizado todo tipo de objetos, cualquier
bien materia de exposición? Teórica y prácticamente, sí, tanto objetos,
como territorios e ideas, de acuerdo con los presupuestos de la nueva
museología, para la que el patrimonio es material e inmaterial, natural
y cultural. Lo que hace falta es que se produzca la situación ya citada
que describeJean Davallon (1996: 165):

Las exposiciones tienen principalmente la función de mostrar (ofrecer


a la vista) objetos para los que se ha acordado a propósito su estatuto
de patrimonio y, por esta demostración (este gesto de ostentación), la
función de hacer visible esta comunidad de acuerdo (lo que es
común).

Una museología abierta y creativa entiende que los lugares son territo­
rios de experimentación e investigación museográficos y museológicos,
bien por los medios personalizados (animación, conversación, proyec­
ciones, conferencias... ), bien por los no personalizados (exposición,
publicaciones, medios audiovisuales, etc.). Pero, realmente, los bienes
patrimoniales -antropológico-etnológicos, histórico-artísticos, cientí­
fico-técnicos, naturales y culturales- interpelan todos al lugar. Lo que
el museólogo, el conservador o el diseñador tienen que tratar de con­
seguir con la traza de la exposición es reconstruir el espíritu del lugar,
y una nueva memoria de sedimentación que la amplíe como sistema
experiencial para el visitante.

El lugar y el espacio como elementos condicionantes

El lugar y el espacio son condicionantes y definidores de la experiencia


del visitante en la exposición, porque, en definitiva, la puesta en escena
es la mediatización tradicional del objeto. Y sin embargo la exposición,
caracterizada por la difusión y la comunt'cact'ón -una de las funciones
convencionales del museo junto a las de coleccionar, investigar y con­
servar-; el fenómeno expositivo, en sí mismo considerado, demanda
hoy más que nunca la investigación y encontrar sentido en el objeto
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mismo (su verdadera representatividad) en función de la comunicación


y la experiencia del visitante en el territorio físico y conceptual de su
propio contexto antropológico.
Lá vida tiene una relación estrecha con el tiempo y el lugar. Pero
no deja de ser un hecho fugitivo. La exposición, al revaluar aquello
que es adjudicado al lugar, resalta y consagra el poder evocador de los
lugares de la vida, el espíritu que los caracteriza, la aceptación y recrea­
ción vivencia!. Todos los elementos integrantes de la exposición ter­
minan por configurar (y son configurados por) el espacio. El espacio,
el lugar y el sitio donde se ubican los objetos producen de hecho al
visitante a veces inexplicables sensaciones (ambigüedad, duda, entu­
siasmo, perplejidad...). Resultan, junto con otros factores, elementos
mediatizadores de los objetos. De la organización espacial de los obje­
tos y de la articulación espacial de todos los demás componentes de la
exposición se derivan (deben derivarse) intencionalmente, tanto la
aceptación y recreación vivencia!, como el rechazo o cualquier otra
reacción de la sensibilidad del visitante.
Por otra parte, la exposición (en el museo, en el lugar y el espacio)
es un punto de encuentro entre lo tangible y lo intangible, entre la
memoria enraizada en su diseño y la historia que conocemos. La muse­
ografía (lugar físico reordenado, diseñado) abre la puerta a un nuevo
ritual de transmisión que reconoce la multimediación del espacio, el
lugar y el sitio como componentes actuales de la «puesta en escena» de
la exposición.

El espacio como definidor de la exposición


y del visitante
El espacio configura en la práctica todos los elementos, incluidos los
objetos. Al presentarlos en un lugar y en un sitio, y perder en parte su
autonomía en beneficio del conjunto, el suceso en que se convierte
dentro una determinada instalación y montaje produce el aconted­
miento lingüístico (performance) concreto de una comunicación, y defi­
ne el perfil y el nivel de su mensaje.
Los visitantes son invitados a reencontrar en el curso de esa media­
tización de los objetos y el lugar las diferentes facetas grabadas en la
memoria que de modo tan oficializado aparecen en los libros de His­
toria (cualquiera que sea su área de procedencia o clasificación: artísti­
ca, etnográfica, científico-técnica, natural...). El lugar convoca a la
reflexión y tiene el deber y la misión de conceptualizar, definir y cansa-
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grar el «acontecimiento» en él inscrito, tanto a nivel individual como


colectivo contextualizado.
La relación entre el espacio y la obra es una determinación que ha
tenido diferentes conformaciones o comportamientos en el transcurso
del tiempo y de la evolución de la presentación de los objetos en el
museo. Si tomamos como ejemplo la presentación de las obras artísti­
cas, comprobamos que el siglo XIX estableció -dentro de sus criterios
de clasificación estética- una relación adecuada entre el espacio y la
obra de arte, produciéndose en el XX una variación con relación al diá­
logo establecido en los siglos xvm y XIX, motivados por diversos facto­
res que analizaremos en el capítulo 9, «Instalación y montaje». Entre
otros, por la diferencia establecida entre el «espacio del sentido» y el
«espacio de la percepción»; y, sobre todo, por parte del público recep­
tor. De la estética del creador, propia del siglo XIX, pasando por la esté­
tica de la obra (gran parte del siglo XX participa de ésta), se ha llegado
a la estética del espectador: el público se ha convertido en el auténtico
protagonista, cuando no en el catalizador del consumo del espectáculo
expositivo actual.

El espacio y la circulación
Uno de los problemas del museo más estudiados por los arquitectos
del movimiento moderno en los comienzos y mediados de siglo, es el
de la circulación del visitante. Personalidades como Le Corbusier o
Mies van der Rohe se esforzaron en proporcionar en sus proyectos
soluciones a este importante asunto, paralelamente a las de dotar de
flexibilidad a los espacios interiores, y de modularidad y extensibilidad
a la arquitectura en general. Frank Lloyd Wright creyó encontrar, sin
embargo, un remedio perfecto al problema de la circulación del públi­
co en un museo, radicalizando su propuesta en el Museo Guggenheim
de Nueva York (construido en el trienio 1953-1956): una espiral des­
cendente, que apenas da posibilidades de parada o detenimiento al
visitante, y que le arroja materialmente al final del trayecto sin mediar
cualquier tipo de escala o ritmos que no sean los de la bajada en curva,
sin solución de continuidad.
La buena organización de espacios en el recorrido global de una
exposición permanente o temporal implica no solamente la facilidad y
claridad de circulación para el público, sino también, como escribe
Belcher ([1991] 1994: 136), el que aquélla
94 DISEÑO DE EXPOSICIONES

D
1

1 1

Figura 4. [...] está relacionada muy estrechamente con el concepto de ritmo, que
Circulación. Tres agru­ consiste en ofrecer al visitante una variedad de experiencias según
paciones de salas
(Coleman, 1950). avanza a través de un espacio determinado. Por tanto, es aplicable tan­
Organización de sala a to al museo en su conjunto como a una exposición concreta.
sala (izquierda), organi­
zación de pasillo a las
salas (centro) y organiza­ Antes de que M. Lehmbruck (1974) desarrollara una tipología de
ción de nave a las salas modelos de circulación y los concretase en cinco formulaciones bási­
(derecha), todas ellas uti­ cas de recorrido (arterial, peine, cadena, estrella y bloque) [Figura 7],
lizadas libremente en los
modernos edificios, así otros autores como Laurence Vail Coleman (1950: 145-147) [Figura
como asociadas a los 4] ya habían analizado con cierta solvencia la «circulación, o movi­
estilos históricos.
miento de los visitantes en el espacio de la exposición», afirmando que
aquélla

[. . .] toma su patrón del trazado del edificio; pero tal y como responde
el visitante a la organización del espacio1 puede verse afectada por las
exposiciones y está influida siempre por un complejo de hábitos huma­
nos llamado conducta o comportamiento del visitante.

Coleman expresa gráficamente su concepto sobre la organización del


espacio y la circulación del público en un museo o sala de exposiciones,
por medio de estos diagramas y pies de gráficos [Figuras 5 y 6].
En último término, y como también recalca Belcher (140):

En la mayoría de los casos la presentación de la exposición, con sus


sutilezas y énfasis especiales, puede, fácilmente, disfrazar la estructura
de circulación subyacente [Figura 8]. Sin embargo, el aspecto más sig­
nificativo en cualquier modelo es el hecho de que el espacio esté o no
esté cerrado (es decir, un fondo de saco) o por el contrario constituya
una ruta de tránsito. En el último caso, el problema estará siempre en
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conseguir que el visitante vea tanto como sea posible de la exposición y Figura 5.
esto implica superar el efecto de la proximidad de la salida y el rechazo Cinco diagramas de cir­
culación (Coleman,
natural del visitante a atravesar una salida para ver nuevos objetos cuan­ 1950). A y B, libre circu­
do sabe que habrá de volver sobre sus propios pasos para salir por esa lación pero probable­
misma puerta más tarde. mente poco recorrido;
C, recorrido a expensas
del movimiento; D, un
acomodo para circula­
La dimensión humana en el diseño de la exposición ción, recorrido y posibili­
dad de ver las exposicio­
y la organización espacial nes en un orden lógico;
E, desarrollo del esque­
ma D para exposición.
Resulta sorprendente cuánto y cómo se ignora el aspecto de la dimen­
sión humana en el diseño de la exposición. Los diseñadores, conserva­
dores y museólogos debemos ser conscientes de la magnitud del espa­
cio y conseguir emplazar los componentes de manera correcta desde el
punto de vista dimensional. Este aspecto es fundamental para el bien­
estar del público en las exposiciones y en el museo.
La gente se siente cómoda en espacios que permiten libertad de
movimientos y no se encuentra confinada ni expuesta a peligros o
96 DISEÑO DE EXPOSICIONES

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Figura 6_ angosturas_ El espacio mínimo confortable para una persona se define


Cuatro emplazamientos
de entrada (Coleman, por el espacio comprendido alrededor del individuo cuando éste
1950)_ Emplazamiento extiende los brazos a cada lado perpendicularmente al cuerpo_
de la entrada y efectos Las exposiciones deben ser diseñadas con el propósito de acomo­
sobre el itinerario: atrac­
ción de la salida ignorada dar una gran variedad de alturas_ Existen bases de datos sobre estas
(izquierda), la atracción medidas, producidas por el campo llamado de la antropometría física,
de la salida ayuda al
recorrido (centro), pro­ que en Estados Unidos surgió para uso del ejército. Estos datos han
mueve el recorrido sido utilizados también por una gran diversidad de profesionales que
(derecha)_ Tres salas, incluyen diseñadores industriales, ingenieros, arquitectos y otros. (Una
todas del último tipo, se
muestran abajo en una buena fuente de datos antropométricos para diseñadores de exposicio­
agrupación familiar_ nes son los libros de Henry Dreyfuss T, 1967; Diffrient, N_ y otros,
1981; de K. F. H. Murrel, 1965; de P. Tutt y D. Adler, 1981, Mercado
Segoviano, 1988)_
Adelantando conceptos que aparecerán al tratar de la instalación y
montaje de los objetos, ofrecemos las siguientes medidas aplicables a
las exposiciones que necesiten acomodar distintos tipos de público,
incluyendo niños, adultos y personas en sillas de ruedas:
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(a) Arterial
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(b) Peine
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(c) Cadena

(d) Estrella/ Abanico (e) Bloque

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Lineal Libre Pasillo Alcoba Mixto

Uno de los problemas más comunes que aparecen en el diseño Figura 7.


Ejemplos de modelos
de exposiciones es el de su adaptación para un público de distintas típicos de circulación
alturas, ya que en muchas ocasiones la solución talla única no es (Lehmbruck, 1974).
posible. Por ello, se deben buscar soluciones alternativas en el dise-
98 DISEÑO DE EXPOSICIONES

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Figura 8. ño, aunque casi todas las soluciones tienen sus aspectos positivos y
Tipos de circuitos.
1, dirigido; 2, libre o no
negativos:
estructurado; 3, sugerido
(Dean, 1998: 53).
l. Construcción de un pequeño escalón de unos 15 cm que per­
mita el acceso a los visitantes de distintas alturas. En su contra
está el que puede ser fuente de accidentes.
2. Unidades múltiples a distintas alturas. Este sistema puede
satisfacer a casi todo tipo de público, pero es más caro y desde
el punto de vista del diseño tiene un aspecto negativo, ya que
es un factor de repetición.
3. Exposiciones que se pueden adaptar mecánicamente: el incon­
veniente de este sistema es, obviamente, su costo.

DIMENSIONES HUMANAS

Hombre Mujer Niño 8 años


(cm) (cm) (cm)

Altura de pie....................................... 178 163 130


Altura de hombros ............................. 51 51 30
Brazos extendidos hacia delante ........ 91 84 65
Brazos extendidos hacia arriba ........... 227 204 160
Brazos extendidos a los lados ............. 183 168 152
Radio de torsión ................................. 122 122 91,5
Línea de visión horizontal .................. 170 150 120
Altura sentado .................................... 46 38 33
Anchura silla de ruedas ...................... 63,5 63,5 63,5
Longitud silla de ruedas ..................... 108 108 108
Línea de visión en silla de ruedas ....... 124 112 91

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