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Crivaro, Guido.
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ENTRE GOCE Y DESEO
Crivaro, Guido
Universidad de Buenos Aires. Argentina
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mismo lugar) “esta es la posición ija de das Ding” […] “…versus deseo se plantea siempre necesariamente desde una perspectiva
el deseo que Lacan deinió siempre como metonimia y que por lo de condición absoluta” (Lacan, 1959-60. Pág. 223).
tanto corresponde a lo que Freud llamó energía ligada” (Rabinovich, Sin embargo, cosa llamativa, se recordará que el deseo, el “es-
D; Cosentino, J., 1992. Pág. 147). tado puro de deseo”, es en el contexto del Seminario 5 “algo que
El punto que nos interesa subrayar radica en que tal diferenciación, arrancado al terreno de las necesidades, toma forma de condición
-tal articulación también- parece complejizarse en los desarrollos absoluta con respecto al Otro” (Lacan, 1956-57. Pág. 390). Que sea
del propio Seminario 7, y abundan las referencias en las que el algo arrancado al terreno de las necesidades signiica que como
propio deseo parece asumir los caracteres, anclados en la pulsión deseo, y más allá de la demanda, recupera algo de lo más vital que
de muerte freudiana, del goce. Así, por tomar un ejemplo, en la pág. anidaba en el seno de la necesidad, esa necesidad que recibe el
268, al referirse a la barrera de la belleza, nos dice Lacan que “La golpe negador -en el sentido hegeliano- y mortiicante del signii-
verdadera barrera que detiene al sujeto ante el campo innombrable cante. Y por eso el falo, en tanto “signiicante del deseo”, es “algo
del deseo radical, en la medida en que es el campo de la destruc- tomado de una forma prevalente del impulso, del lujo vital…” (La-
ción absoluta, de la destrucción más allá de la putrefacción, es, can, 1956-57. Pág. 391).
hablando estrictamente, el fenómeno estético en la medida en que El deseo, entonces, ¿recupera y representa, algo de la turgencia
es identiicable con la experiencia de lo bello […]” (Lacan, 1959- vital de la necesidad perdida o, para parafrasearlo a Freud, hunde
60. Pág. 268). Las barreras del bien y lo bello detienen e indican sus raíces en la pulsión de muerte? ¿No hay allí un movimiento,
dicho campo de la destrucción. Mientras que en la página 257 es un corrimiento que Lacan produce en el modo en que maneja los
el propio deseo el que queda planteado en términos de transgre- conceptos?
sión, o al menos en una clara cercanía con ella: “Este punto de la
transgresión tiene una relación sensible con lo que está en juego Algunas referencias sobre la lectura de Antígona:
en nuestra interrogación ética, a saber, el sentido del deseo […]” Cuando Antígona se explica ante Creonte, Lacan se detiene en que
(Lacan, 1959-60. Pág. 257). Más allá de las citas que puedan acu- ella se airma en un “es así porque es así, como la presentiicación
mularse, se trata de algo que quedará evidenciado ampliamente de la individualidad absoluta” (Lacan, 1959-60. Pág. 333). Y en
con el análisis de Antígona. ese “es así porque es así” se actualiza el estatuto del deseo como
Entonces, ¿cuál es la estructura de la articulación entre goce y de- condición absoluta. Pero al mismo tiempo Antígona se presenta
seo en el contexto de “La ética del psicoanálisis”? ¿Da cuenta di- diciendo “estoy muerta y quiero la muerte. Se trata efectivamente
cha estructura de una pregunta teórica que merezca que se atienda de una ilustración del instinto de muerte” (Lacan, 1959-60. Pág.
al modo en que se desenvuelve en los años subsiguientes de la 337). Ella sabe, nos dice Lacan, que está condenada, y asume
enseñanza de Lacan? Allí radica el punto de partida del análisis que con decisión esa condena como su propia ley: “Se trata aquí de
me propongo realizar. La respuesta pareciera no admitir reduccio- la evocación de algo que en efecto es del orden de la ley, pero
nismos, ya que como sostiene la autora antes citada “El deseo en que no está desarrollado en ninguna cadena signiicante, en nada”
Lacan, pensado desde este ángulo, es un concepto límite, tiene dos (Lacan, 1959-60. Pág. 334).
caras, una mira hacia el goce y la otra hacia el placer. De modo tal En ese punto, en relación a esta última referencia, resulta muy difí-
que no es exacto suponer que la realización del deseo simplemente cil no evocar lo que ya en el Seminario 1 Lacan nos decía sobre el
se opone al goce. Hay un punto en que realización del deseo y goce superyó.” El superyó tiene relación con la ley, pero es a la vez una
o suplemento de goce conluyen en Lacan y hay un punto en que ley insensata, que llega a ser el desconocimiento de la ley” (Lacan,
se separan”. En ese caso nos interesará avanzar sobre la relación 1953. Pág. 75). Antígona ¿encarna entonces la radicalidad más ab-
entre tal “conluencia” y tal “separación”, con la incidencia de la soluta del sujeto del deseo o más bien la voluntad más oscura de
operación analítica. hacerse objeto del superyó? Antígona “se da a sí misma la ley de
La continuación del Seminario 7 parece conirmar la pertinencia de su idelidad a su familia” (Guyomard, P. 1997. Pág. 43), como air-
dicha estos interrogantes, y esto ya fue señalado por algunos auto- ma Patrck Guyomard. Sólo que su “unicidad incluye el incesto. Un
res, entre ellos Patrick Guyomard -sobre el que volveré en seguida-: incesto que la ha hecho nacer -sin metáfora- y que la hace morir”
me reiero a la lectura de la tragedia “Antígona”, de Sófocles, a la (Guyomard, P. 1997. Pág. 43). En efecto, si Antígona es quien por
que Lacan le dedica varias de las clases inales de “La ética…”. excelencia realiza su deseo, su deseo, de acuerdo con la deinición
En ellas el espacio de la distancia conceptual entre el deseo y el “canónica” dada por Lacan, es el deseo del Otro, y así ha de “co-
goce se enrarece notablemente. Acaso la referencia más contun- nectarse con el deseo de la madre”, deseo que Lacan no deja de
dente en ese sentido se encuentre en la página 339, cuando Lacan caracterizar como “criminal”. En este punto P. Guyomard subraya el
lance a su auditorio, sin más, que “Antígona lleva hasta el límite “riesgo de presentar al deseo incestuoso mortífero como el ejemplo
la realización de lo que se puede llamar el deseo puro, el puro y puro de la relación del ser humano con la castración” (Guyomard,
simple deseo de muerte como tal. Ella encarna ese deseo” (Lacan, P. 1997. Pág. 44).
1959-60. Pág. 339). En efecto, para este autor, “Se hace difícil evitar una confusión
Sin lugar a dudas, la posición de Antígona ilustra aquello que Lacan, entre un deseo indestructible (como todo deseo) y una posición
ya en el Seminario 5, había denominado “la condición absoluta del subjetiva irreductible” (Guyomard, P. 1997. Pág. 28). Pero no se tra-
deseo”, y sobre la cual vuelve más de una vez en “La ética…”, por ta sólo ni esencialmente de eso, sino de ese punto en el que “se
ejemplo cuando se pregunta “¿qué es el deseo? […] realizar su distingue mal el goce del deseo”. En la página 29 Guyomard se
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pregunta “¿En qué devienen el goce y la pulsión de muerte en esta así, entre goce y deseo, implica a mi entender un movimiento con-
deinición del deseo? ¿Cómo distinguir el deseo del goce?” (Guyo- ceptual -y por ende clínico- de gran importancia, si tomamos en
mard, P. 1997. Pág. 29). Los dardos del autor se dirigen -¿acaso consideración nuestro punto de partida. Y no es el único “concepto
con justeza?- a Lacan y a su fascinación por Antígona: “La sumisión tercero” que Lacan propondrá ubicar entre goce y deseo: la angus-
de Antígona a su destino recibe una suerte de bendición teórica” tia misma ocupará dicho lugar, por ejemplo en la segunda de las
(Guyomard, P. 1997. Pág. 55). Por nuestra parte no nos interesa la fórmulas de la división subjetiva: la angustia como el afecto –el úni-
crítica, al menos no en el sentido vulgar del término; sí acaso, en co que no engaña- aunque también un momento lógico –y no ne-
el sentido antiguo, como estudio o investigación del destino, del cesariamente fenomenológico- en la constitución del deseo. Goce,
derrotero teórico, de aquella ¿insuiciente? distinción entre goce y angustia y deseo constituirán así una triada conceptual insoslaya-
deseo que se desprendería de “La ética…”. ble; Diana Rabinovich realza su valor clínico cuando airma que el
análisis de Hamlet que lleva a cabo Lacan muestra claramente que
Hipótesis de trabajo y continuación: los Seminarios posteriores: “devenir objeto causa del deseo sólo puede sucederle al sujeto una
Resumamos nuestra propuesta: Se parte de la “estabilización” del vez que el Otro, con mayúscula, lo perdió” (Rabinovich, 1993. pág.
concepto y la deinición de goce en “La ética del psicoanálisis” 59). Se entiende, lo perdió como objeto de goce…
como “la satisfacción de una pulsión”, independientemente de al- En una línea congruente con lo anterior, si el acto permite arrancar-
gunas menciones o desarrollos anteriores a esa fecha. Me interesa le a la angustia su certeza, operando una suerte de “transferencia
poner en evidencia el problema que acaso atraviese “La ética...”, de angustia”, la transformación económica que conlleva el acto,
ya que si bien en las primeras clases el deseo, ligado a la cadena de inseparable en tanto tal de la angustia, suscita nuestro interés, que
representaciones, sede del principio del placer, bordea y gira en tor- es, reiteramos, estudiar los vínculos –los puentes, los pliegues, los
no al campo de la Cosa.; y el goce, solidario de la pulsión de muer- contrapuntos, las convergencias y divergencias entre- los concep-
te, conlleva la transgresión, el atravesamiento de las barreras que tos de goce y deseo en el tramo -señalado más arriba- de la obra
separan al sujeto de ese campo, a medida que el seminario avanza de Lacan, y su articulación con la operación analítica. A saber, si el
Lacan irá dando al deseo algunos de los caracteres que le otorga goce –según los desarrollos que comienzan en “La ética…” y se
al propio goce –su carácter “destructivo”, fundamentalmente-. Nos continúan por ejemplo en “Los cuatro conceptos…”- iniltra nece-
preguntamos si ello no se pone de maniiesto en el estudio de la sariamente a la cadena, anudándose así goce y deseo, me interesa
tragedia Antígona, para lo cual el trabajo de Patrick Guyomard “El explorar el modo en que ambos conceptos se tornan operativos, en
goce de lo trágico” será una referencia ineludible para pensar una su articulación, en la intervención analítica.
fusión problemática entre goce y deseo: Si Antígona es quien reali-
za su deseo, lo hace en el mismo punto en el que alcanza su propia BIBLIOGRAFÍA
aniquilación. Me interesará, entonces, partiendo de ahí, trabajar Freud, S. (1895). “Proyecto de psicología para neurólogos”. En Obras Com-
una serie de desarrollos de Lacan que quizás podrían leerse –esa pletas. Amorrortu Editores, Tomo I. 1996. Pág. 325-441.
es nuestra pregunta- como intentos sucesivos de resolver ese pro- Freud, S. (1920). Más allá del principio de placer. En Obras Completas,
tomo XVIII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
blema, y fundamentalmente su relación con la operación analítica.
Freud, S. (1924). “El problema económico del masoquismo”. En “Sigmund
En “Del trieb de Freud y el deseo del psicoanalista” Lacan nos ofre-
Freud, Obras Completas. Amorrortu Editores, Tomo XIX. Buenos Aires.
ce una deinición tajante, taxativa: “el deseo viene del Otro y el Guyomard, P. (1997). “El goce de lo trágico”. Ediciones de la lor, Bs. As.
goce está del lado de la cosa” (Lacan 1964, pág. 832). Es mucho lo Kahanoff, J. (1992). “Capítulo II de Más allá del principio del placer”. En
que allí se condensa, sin dudas. Por lo pronto nos preguntamos si Puntuaciones freudianas de Lacan: Acerca de Más allá del principio
semejante airmación, acuñada en 1964, se desprendería sin más del placer. J.C. Cosentino y Diana Rabinovich (compiladores). Buenos
de los desarrollos de “La ética…” (años 1959-1960). Nuestra hipó- Aires. Editorial Manantial. Pág. 50-61.
tesis es, más bien, que la misma resulta de un extenso y fructífero Lacan, J. (1953). El Seminario, Libro 1, “Los escritos técnicos de Freud”.
desarrollo, durante los cuatro o cinco años que separan el semi- Ed. Paidós. Buenos Aires, 1998.
nario del escrito, en cuyo centro se encuentra la formalización del Lacan, J. (1960). “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el incons-
objeto a como real, a lo largo del Seminario “La angustia”. ciente freudiano” en Escritos II. México, Siglo XXI. 1984, pp. 773-807.
Veamos: si bien la cuestión del amor, fundamentalmente bajo el Lacan, J. (1957). “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón
desde Freud”. En Escritos 1 . México. Editorial Siglo XXI. Pág. 473-509.
modo del amor cortés, ocupa un lugar no menor en los desarrollos
Lacan, J. (1956-57). El Seminario Libro V “Las formaciones del inconscien-
de “La ética…”, resulta sugerente que Lacan le dedique todo un
te”. Ed. Paidós, Bs. As., Argentina, 1999.
seminario, el siguiente, “La transferencia”, a dicho concepto, sobre Lacan, J. (1959-1960). El Seminario. Libro 7: La ética del psicoanálisis.
todo durante la extensa lectura de “El banquete”, de Platón, que allí Buenos Aires: Paidós. Lacan, J. (1962-1963). El seminario. Libro 10: La
lleva a cabo. Nos preguntamos si no se traza desde allí un camino Angustia. Buenos Aires: Paidós.
conceptual que “culmina” -no culmina- en el aforismo que forja Rabinovich, D. (1993). “La angustia y el deseo del Otro”. Ed. Manantial,
durante el seminario “La angustia” -es decir, alrededor de tres años BsAs. Rabinovich, D; Cosentino J. C. (compiladores): (1992) “Puntua-
más tarde- y que constituye un hito en el recorrido que propone- ciones freudianas de Lacan: Acerca de Más allá del principio del pla-
mos: “sólo el amor permite al goce condescender al deseo” (Lacan, cer”. Buenos Aires, Ed. Manantial.
1962-63. Pág. 194.)
La introducción del amor como aquello que mediaría, por decirlo
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