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Nativos digitales
sol?, ¿y qué es lo que une todo aquello entre sí?, ¿y a todos ellos
Alejandro Piscitelli
conmigo?, ¿y a usted conmigo?, ¿y a todos –nosotros y aquéllos–
con la ameba por un lado y con el esquizofrénico que encerramos,
por el otro?” ¿Cuál es la pauta que conecta a todas las criaturas
vivas entre sí?
Este libro recoge el guante y se pregunta qué tienen que ver los
nativos digitales con las formas tecnológicas de vida. Los videojue-
gos con el diseño de los modos de vida tecnológicos. Las series
televisivas de altísima calidad con el software libre y el car pooling. Dieta cognitiva, inteligencia
La notación de la física newtoniana con los libros light escritos por
ricos y famosos. Los clubes de fanáticos con el cerebro que antes
de pensar, siente. La innovación con quienes dicen quererla pero
colectiva y arquitecturas
en el fondo la detestan. Los sistemas vivientes con las multitudes
anónimas que etiquetan fotos y viven en la Web. Los sistemas de de la participación
Nativos digitales
escritura con los docentes que parecen más estrellas de rock, que
educadores sarmientinos. Los adolescentes que viven inmersos en
la tecnología con los adultos que la recelan y la desconocen. Las
enciclopedias librescas con la Wikipedia.
Alejandro Piscitelli
AULA
XXI
Nativos digitales.
Alejandro Piscitelli
Santillana
Nativos digitales
Dieta cognitiva, inteligencia colectiva y arquitecturas
de la participación
Alejandro Piscitelli
Nativos digitales : dieta cognitiva, inteligencia colectiva y arquitecturas de la
participación . - 1a ed. 1a reimp. - Buenos Aires : Santillana, 2009.
360 p. ; 21x14 cm. - (Aula XXI)
ISBN 978-950-46-2131-7
1. Alfabetización. I. Título
CDD 374
ISBN: 978-950-46-2131-7
Hecho el depósito que indica la ley 11.723
Impreso en Argentina. Printed in Argentina
Primera edición: abril de 2009
Primera reimpresión: junio de 2009
Jenkins, Scott Lash, Pierre Levy, Diego Leal Fonseca, Emiliano Martínez, Hugo
Martínez, Joan Mayans, Javier Nadal, Nicholas Negroponte, José Luis Orihue-
la, Alejandro Pisanty, Toni Puig, Genis Roca, Raúl Trejo Delarbre, Ernesto van
Peborgh, Max Senghes, Richard Senté, Jean Francois Vogel y Claudia Zea.
También el libro le debe a los amigos y seres que (nos) tallan para volvernos
mejores. En este listado figuran Nora Rabotnikoff, Marcelo de la Torre, Marina
Granica, Gustavo Peyrano, Juan Carlos Volnovich, Hugo Pardo, Mario Kietke,
Florencia Morado, Carlos Scolari, Marina Umaschi, Sharoon Cáceres, Horacio
Molina, Roberto Guareschi, Anaclara Dallavalle, Octavio Islas, George Yudice,
Heloísa Primavera, Germán Escorcia, Alfons Cornella; Derrick de Kerckhove,
Luis Alberto Quevedo, Raúl Drelichman, Alejandro Prince, Martín Varsavsky,
Saskia Sassen, Concepción Cascajosa Virino, Iván Adaime, Manuel Castells,
Cristóbal Cobo Romaní, José Manuel Perez Tornero y Francis Pisani, coautor del
llamativo Alquimia de las multitudes, quien me regaló el prólogo de este libro.
Todo lo anterior habría sido insuficiente sin la presencia cariñosa y enrique-
cedora de Miranda, una compañera que si no fuera real merecería ser inventa-
da; y de nuestros gatos Risto & Wiki y de Patán nuestro ovejero alemán que nos
visita cada fin de semana, otras fuentes para sentir y pensar mejor.
Vaya una reconocimiento final a David Delgado Robles y a Herminia
Mérega de la Editorial Santillana, quienes apostaron al libro cuando hace cua-
tro meses atrás apenas era una manejo de notas dispersas. Y a Virginia Piera,
quien contrarreloj colaboró para mejorar redacción, estilo, toleró neologismos y
notas a pie de página arborescentes y me dio indicaciones certeras, que aprove-
charemos mejor la próxima vez.
Mucha decenas de miles de personas me escucharon desde la publicación
de Internet. La Imprenta del siglo XXI, terminado de redactar en diciembre del
año 2004. Cifra nimia cuando de evangelización digital se trata. Cifra iniciática
que queremos multiplicar exponencialmente con esta publicación, entre otros
proyectos en curso.
Ahora, las páginas de Nativos digitales y cada nueva comunicación en
<http://www.nativos-digitales.com.ar/>
Au revoir.
Índice
Prólogo.......................................................................................... 15
Introducción.
Las generaciones digitales viven de/en la pantalla.............. 19
Parte i.
Los nativos digitales. Una nueva clase cognitiva............... 37
Capítulo 1.
Nativos digitales. La insuturable brecha cognitiva
y de esos polialfabetismos tan necesitados............................ 39
La migración digital, un proceso de larga data
. cuando estamos entrando en su segunda década.............. 39
. Cuando tener acento es algo de lo que no conviene
vanagloriarse........................................................................... 47
. Átomos de conocimiento ensamblados en
. tramas de sentido .................................................................. 49
Capítulo 2.
Nuevos medios, soportes, conexión y formatos ................... 53
. Las abejas están de moda. Y pican, pero
. de un modo harto imprevisto............................................... 53
. Una corta tradición que en tiempos interneteanos es
llamativamente larga.............................................................. 55
. Sindicación de contenidos, ¿segunda vuelta?................... 63
. Vaporware, papiroflexia y el papel electrónico
. convertido por fin en realidad.............................................. 69
Capítulo 3.
Los videojuegos y la simulación de la realidad.
Lo que viene después de la inducción y de la deducción... 73
. Orígenes de una práctica....................................................... 73
. La ludología y el pensar no sobre sino con los videojuegos.....87
. Los videojuegos como género. Un largo
. y sinuoso camino.................................................................... 93
Capítulo 4.
Video TV, ergo sum. Cuando la cultura audiovisual
también sirve para pensar......................................................... 97
. Bendición académicamente correcta de la cultura
audiovisual.............................................................................. 97
. La TV parasita la lectura...................................................... 103
. El mercado y el cerebro unidos jamás serán vencidos.... 109
. La estilística videográfica de 24. La idiosincracia
. de una serie sin par............................................................... 112
. ¿Por qué queremos tanto a Dr House?.................................. 118
Parte ii.
Educando a los nativos digitales en espacios de afinidad...... 127
Capítulo 5.
Los bárbaros de Google. Educando con sentido
a la Generación Einstein............................................................... 129
. De un orden cognitivo a otro............................................. 129
. La (a) simetría lectores/escritores...................................... 133
. La sabiduría de los bárbaros............................................... 138
. Convergencia mediática, cultura participativa
. e inteligencia colectiva......................................................... 141
.
Capítulo 6.
La alfabetización digital como nueva infraestructura
del conocimiento....................................................................... 151
. Las computadoras, el aprendizaje y la alfabetización..... 151
. La proliferación de inteligencias materiales..................... 154
. Entornos sociales y espacios de creación colaborativos....... 159
. La paradoja del aprendizaje profundo.............................. 163
. Alfabetización académica, ¿mero neologismo
. o killer application?................................................................. 166
Capítulo 7.
De los grandes maestros a los grandes mediadores.
Diseñando el paradigma de los docentes Web 2.0............. 175
. El desafío de entrenar a docentes....................................... 175
. De la mediación educativa a la mediación tecnológica
. y vuelta. Y de cómo repensar/rediseñar ambas.............. 180
Ideas versus emociones, un falso dilema........................... 186
.
Capítulo 8.
Alfabetización digital y portales educativos.
El caso emblemático de Educ.ar . .......................................... 199
. Educ.ar en la era de los nativos digitales............................ 200
. De la Web 1.0 a la Web 2.0, un proyecto pedagógico-
institucional. Educ.ar 2003-2008......................................... 205
. Rediseñando comunidades de información..................... 211
Parte iii.
Gestionando los contextos caóticos de cambio
en los que vivirán los nativos digitales................................ 217
Capítulo 9.
Software social y sabiduría de las multitudes....................... 219
. De diseñar luz a diseñar red, otra forma de luz............... 219
. Los tres grandes momentos de evolución puntuada de
Internet................................................................................... 222
. El poder de organizar sin organizaciones......................... 233
.
Capítulo 10.
Par a par. Prosumidores y post-producción............................ 241
. Producción entre iguales basada
. en el dominio público.......................................................... 241
. Variedad de estrategias tecnológicas y sociales............... 242
. El éxito de las comunidades de producción..................... 244
Prosumidores........................................................................ 253
. Post-producción. La cultura del rip, mix and burn............ 255
Capítulo 11.
Cambio masivo. Mutaciones cognitivas y diseño global... 265
. Cambio masivo e institutos sin fronteras.......................... 265
. Del cambio masivo al diseño proyectual de exquisita
complejidad........................................................................... 270
. En los márgenes de la complejidad.................................... 275
. Fabricadores personales. Llevando a los átomos la
. capacidad transformadora de los bits................................ 284
Capítulo 12.
Tecnología, mediaciones y generaciones interactivas......... 291
. Economía, política y tecnología en la era de
. los signos y el espacio.......................................................... 291
Formas tecnoculturales. De la epistemología
. a la ontología y a la tecnología, organizadores
. de la cotidianeidad............................................................... 301
. Tiempo tecnológico post-causal y
. sociedades del riesgo............................................................ 307
Bibliografía........................................................................................ 321
Prólogo
El hilo de Alejandro...
Ya no podemos oponer el mundo real al virtual como lo hacíamos
antaño. Lo virtual es parte de nuestra vida real. Emociones y accio-
nes reales afectan nuestro quehacer virtual. Pasamos tanto tiempo
en uno como en otro y resulta cada vez más difícil separarlos.
No son mundos opuestos. Son capas de una misma realidad –la
nuestra– vivida en múltiples niveles, tanto simultánea como alter-
nativamente.
Es más, lo que realmente cuenta en nuestras vidas se hace online
o pasa por momentos, datos, conexiones que se establecen electróni-
camente. Lo determinante y lo estratégico se trasladan poco a poco
a la capa virtual y conectada.
Y, sin embargo, esas dos capas –no mundos opuestos– que inte-
ractúan de manera cada vez más compleja, operan según lógicas
muy diferentes. No se desprenden una de la otra. Mientras más gente
usa la misma estación de ferrocarril, el mismo aeropuerto, la misma
autopista, peor resulta el servicio. Mejora, no obstante, en el caso del
correo electrónico, de los motores de búsqueda, de los sitios de inter-
cambio de fotos o de subastas online: a medida que pasamos de miles
de usuarios a millones, de decenas y ahora de centenas de millones,
la calidad se optimiza.
16 Nativos digitales
Un reto para todos. A los chicos les toca “pensar como grandes”,
entender lo que son las redes sociales y cómo funcionan, sus múl-
tiples complejidades. También tienen que descubrir cómo se rela-
ciona la capa física con la digital. Los grandes, por su parte, se ven
obligados a descubrir las sutilezas de las narrativas transmedias, a
multiplicar las preguntas, a suspender su creencia en los conceptos
y conocimientos dentro de los que se formaron y que tanto les ha
costado dominar. Tienen, sobre todo, que “enseñar lo viejo con ojos
nuevos”, entender que el contenido que quieren transmitir cuenta
menos hoy que la experiencia vivida que sólo se puede compartir.
Con referencias y ejemplos Piscitelli muestra el valor de los vi-
deojuegos (“lo bueno de lo malo”). Invita a pensar “con” y no “so-
bre ellos”. Muestra cómo la trama de Los Sopranos y de 24 solicita de
los jóvenes dimensiones cognitivas poco desarrolladas por sus pre-
decesores. Desmonta la rivalidad entre narrativa e interactividad.
Saluda debidamente a Henry Jenkins, autor de Convergence Culture,
pero me atrevería a afirmar que lo enriquece con una dimensión
histórica que no aparece en el libro del americano y lo sitúa en una
problemática de fondo.
Los maestros deben ser artistas de la comunicación, deben sedu-
cir, mediar, resolver conflictos pero también –provocación fértil del
siempre sesentayochero Piscitelli– crearlos.
“La educación debe convertirse en industria del deseo si quiere
ser industria del conocimiento.” “La disyunción es clara –nos expli-
ca–, o los inmigrantes digitales aprenden a enseñar distinto, o los
nativos digitales deberán retrotraer sus capacidades cognitivas e in-
telectuales a las que predominaban dos décadas o más atrás.”
Difícil. Pero no tenemos por qué desesperar. Me gusta la imagen
escogida por Alejandro, según la cual para nosotros equivale a una
segunda lengua aprendida algo tarde, mientras que para ellos es una
lengua materna aprendida desde la cuna. Por lo menos hay esperan-
za de una lengua común. Es cuestión de aprender, de practicar.
La divisoria existe, pero más que temerla, Piscitelli se esmera en
deconstruirla y hasta en rediseñarla. De la enseñanza de los chicos por
los grandes (¿y viceversa?) pasa al grave problema del analfabetismo
18 Nativos digitales
Francis Pisani
Introducción
Las generaciones
digitales viven
de/en la pantalla
1
Alfons Cornella recuperó la noción de dipolo, utilizada entre otros autores por Ge-
rard Holton (1988), bajo la denominación de Themata en Thematic Origins of Scientific
Thought: Kepler to Einstein. Según Holton, todas las grandes ideas de la ciencia mo-
derna están contenidas en veinticinco dipolos del tipo onda/corpúsculo, idealismo/
materialismo, etc. Su tesis buscaba apoyar las continuidades más que las disconti-
nuidades paradigmáticas. Para Cornella, dipolo es una palabra clave que sintetiza la
esencia de los procesos y coyunturas que provocan la chispa inicial y la rentabiliza-
ción ulterior de toda innovación. En sus escritos ha recorrido innumerables díadas
circulares de este tipo. En Alquimia de la innovación –junto con Antonio Flores (2006)
en diálogos de una riqueza poco común–, los conversadores examinan en detalle
diez dipolos entre los que se encuentran auténtico/honesto, que sirve para analizar
los oportunidades de mercado que se están generando en los productos y servicios
ligados a todo aquello “anterior” a la era industrial y consumista, como lo artesanal
y lo ecológico, territorio/frontera que remite al espacio de una organización o espacio
geográfico, mental o virtual (Internet), donde se desarrolla la innovación y donde
la frontera determina los nuevos “territorios” por conquistar. También recurren al
dipolo efímero/efervescente, entre otros, definido como aquellos productos o servicios
innovadores, que no tendrían visos de continuidad, concebidos para un uso fugaz y
enfocado a los hábitos del mercado consumista, etcétera.
20 Las generaciones digitales viven de/en la pantalla
2
Entre los pocos y osados autores que no temen hincarle el diente al siglo XXI y lejos
de toda nostalgia buscan entender la riqueza de lo nuevo y lo mucho que ganamos
conversando con los nativos digitales, está Vicente Verdú (2006), que en su obra más
reciente Yo y tú, objetos de lujo. El personismo; la primera revolución cultural del siglo XXI,
muestra de qué está hecha la sociedad del ahora mismo. El consumo es ahora lo que
posiciona a las personas en la sociedad. Consumir ya no es sólo darse el gusto y dis-
frutar de una posesión; es, al mismo tiempo, mudarse simbólicamente de situación o
clase social. Para Verdú, la cultura del consumo masivo se articula a través de los me-
dios de comunicación de masas. La visión del mundo de la mayoría de las personas
(especialmente en Occidente, Legendre, 2008) es la visión que contemplan a través
de la pantalla. De este modo, en la producción de la realidad mediática, el objeto es
siempre algo más que un objeto y tiende a confundirse con el sujeto. Es entonces
cuando aparece el “sobjeto”, término acuñado por Verdú para designar una “criatura
híbrida” en la cual se cruzan “la subjetividad del objeto y la objetividad del sujeto”.
El consumo, el marketing y la publicidad del capitalismo de ficción (Verdú, 2003) no se
centran ya en las ventas sino en las compras. Se centran, por tanto, en el consumidor,
en las personas y en sus emociones. Todo tiene adherencia emocional, y el consumo
se personaliza y transforma el discurso publicitario en el paradigma del discurso
moderno. Para bien y para mal (Sennett, 2006; Lash, 2005).
3
Para Jesper Juul (2005), todo es narrativa y los videojuegos las incluyen ya sea como
introducción, como soporte o como formato. Para Aaspen Aarseth (1997) y para Gon-
zalo Frasca (2003), en cambio, los videojuegos son primero y principalmente solo eso,
un juego, que debe ser entendido en términos de sus reglas, interfases y del concepto
de juego.
22 Las generaciones digitales viven de/en la pantalla
4
Sigue siendo indispensable la notable investigación de Byron Reeves & Clifford
Nass (1998), The media equation: how people treat computers, television, and new me-
dia like real people and places. Allí los autores muestran cómo las máquinas (desde
los automóviles hasta las computadoras, desde las interfases hasta los robots hu-
manoides) nos brindan claves que reconocemos inconscientemente como parte de
la interacción social. Según Reeves & Nass, casi todo el mundo en sus/nuestros
vínculos con las máquinas encaja en uno de cuatro tipos de personalidad: domi-
nante, sometido, amistoso o no amistoso. Tendemos a reaccionar favorablemente
a una interfaz que nos devuelve como espejo nuestra personalidad. Alguien con
una personalidad dominante tiende a preferir una interfaz que hace afirmaciones
fuertes y trabaja con órdenes directas. Nos identificamos con nuestras interfases,
como otrora lo hicimos, especialmente los hombres (Norman, 1992), con nuestros
automóviles, pero esta vez las interfases, y metáforas que usamos para pensarlas/
diseñarlas (Scolari, 2004), dicen mucho más de nuestros estados emocionales que
de nuestra pretensión social. Para visiones que replantean en forma radical la uti-
lidad de una divisoria sin resto entre objetos y sujetos, y postulan la existencia de
Introducción 23
terceras posiciones como los cuasi-objetos, véanse las obras de Latour (1999) y Lash
(2005) y sobre todo los aportes fundacionales de Simondon (2008).
5
Computación afectiva, de Rosalind Picard (1997), es una obra clave en esta dirección.
Para un trabajo reciente sobre el aprendizaje y la creatividad lingüística de los robots
(otra cara de esta aparición de los “sobjetos”), véase Oscar Vilarroya (2006), Palabra de
robot. Inteligencia artificial y comunicación.
6
Existe igualmente una contrarrevolución teórica muy fuerte que alcanza picos de
resistencia mucho más altos en el Tercer Mundo que en el primero. Como ejemplo
de estas prevenciones véase de Paula Sibilia (2005), El hombre postorgánico. Cuerpo,
subjetividad y tecnologías digitales, y la más reciente Sibilia (2008), La intimidad como
espectáculo. Allí la autora siguiendo las “iluminaciones” de la escuela de Frankfurt
pinta un panorama tecnofóbico, dantesco y fundamentalmente apocalíptico, acusan-
do a la tecnología (encarnación última de la maldición capitalista) de ser la madre de
la mayoría de los problemas que hoy asolan a la humanidad.
7
Las dos obras de referencia del autor son Digital game based learning (1999) y más
recientemente Don’t bother me mom. I am learning (2006).
24 Las generaciones digitales viven de/en la pantalla
8
Un aporte más que interesante en esta dirección es la obra de Sunstein (2006), Infoto-
pia. How many minds produce knowledge.
Introducción 25
9
“Zero to six: Eelectronic media in the lives of infants, toddlers and preschoolers”, 28/10/2003.
<http://www.kaisernetwork.org/health_cast/hcast_index.cfm?display=detail&hc=1006>
10
Véanse editoriales del Interlink Headline News nº 1312, “La net-generation prosu-
midores, culturas post-figurativas y cómo separar la paja del trigo”, y nº 1315, “La
net-generation. Educación, cultura y la d(e)uda tecnológica” de mediados de 1998.
Tapscott (2009) acaba de actualizar sus propuestas en Grownup digital. How the net
generation is changing your world. Obras que van en la misma dirección son, entre
otras: Joechen Boschma (2008), La Generación Einstein. Más rápidos, más listos y más
sociales; John Palfrey & Urs Gasser (2008), Born digital: understanding the first genera-
tion of digital natives; y el Informe de la Fundación Telefónica (2008), Las generaciones
interactivas.
26 Las generaciones digitales viven de/en la pantalla
Sobreexposición temprana
11
A fines de 2008 existían 1.463 millones de usuarios a nivel mundial. <http://www.
internetworldstats.com/stats.htm>
Introducción 27
12
La provocación desatada por Nicholas Carr, en Is Google making us stupid? The At-
lantic (July/August 2008), reforzada por las tesis de Mark Bauerlein (2008), en The
dumbest generation. How the digital age stupefies young americans and jeopardizes our
future (Or, Don’t trust anyone under 30), refuerza esas posiciones apocalípticas, con
un inocultable sesgo ideológico y una evidente defensa de intereses corporativos y
adultocéntricos.
13
Debemos avanzar en esa línea y no sólo no insistir más en reducir lo digital a una
asignatura, sino revisar en forma integral las competencias que un niño que se recibi-
rá en el 2020 debe contar como pasaporte, ya no sólo para el éxito y la socialización,
sino para la supervivencia cognitiva, y sobre todo para la plena expansión de sus po-
tencialidades. Para una introducción detallada a esta problemática, consultar Jenkins
(2006, 2008). La definición de un currículum mutante orientada hacia las competencias
digitales es uno de los desafíos docentes más interesantes que deberemos afrontar en
las décadas por venir.
Introducción 29
1
Para un estudio del despliegue de estas competencias, se sugiere consultar a Arizpe y
Styles (2005). Se trata de un estudio –realizado con niños de diversos entornos cultura-
les y económicos– basado en la obra de dos importantes autores infantiles: Anthony
Browne y Satoshi Kitamura, cuya premisa y punto focal es que los niños pequeños
son expertos lectores de imágenes, y que los álbumes ilustrados les permiten desarro-
llar su potencial de alfabetización visual. Los álbumes ilustrados, en particular los de
autores contemporáneos, presentan un reto a nivel visual y expresivo para los niños
de cuatro años en adelante, pues les permiten comprender imágenes complejas en
los niveles literal, visual y metafórico; además de impulsar su capacidad expresiva
y analítica. Sin embargo, muchas veces estos textos, como otros más sofisticados a
nivel de la escuela primaria y secundaria, que para los adultos, que no tuvimos la
suerte de frecuentarlos, nos parecen dinámicos y atractivos, son despreciados por
sus destinatarios. Hay por parte de los alumnos un rechazo visceral hacia prácticas
y experiencias multimediales y audiovisuales que fuera del aula son altamente valo-
rizadas y, sin embargo, en el marco escolar son desechadas. ¿Podrá resignificarse el
espacio áulico, pigmentándolo con dosis de motivación que permitan el aprendizaje?
¿O la escuela está definitivamente condenada como espacio de innovación y estímu-
lo? ¿Y en este caso –para muchos improbable e indeseable– qué otras alternativas de
arquitectura para el aprendizaje restan, y qué haremos para preservar la socialización
y la construcción de símbolos compartidos –comunidades imaginadas– que tradicio-
nalmente han sido forjados por el sistema escolar?
Capítulo 1 41
2
Gitelman (2006) sostiene que debemos disociar el medio como soporte del medio
como conjunto de protocolos asociados a prácticas sociales culturales. Jenkins (2008),
por su parte, denuncia la falacia de la caja negra según la cual en el futuro (hoy y
mañana) todos los dispositivos convergerán en una caja boba y única.
3
Aunque las tipologías son siempre arbitrarias, podemos dividir a las distintas gene-
raciones nacidas desde 1946 en cuatro segmentos: Baby Boomers, Generacion X, Ge-
neración Y y Milenaristas, usando la tipología elaborada por William Strauss y Neil
Howe en su tetralogía acerca de las generaciones (Generations, 13th Gen, The fourth
turning y millenials rising). Dos obras llamativas trataron la cuestión generacional en
relación con las competencias y habilidades emergentes: The rise of the creative class:
and how it’s transforming work, leisure, community and everyday life (Florida, 2003) –se-
42 Nativos digitales. La insuturable brecha cognitiva...
guida por tres obras más recientes– y sobre todo The cultural creatives. How 50 million
people are changing the world, de Ray & Anderson (2001), quienes apuntan a la creatividad
social, aunque todavía sin incluir los inmensos aportes del software social y de las redes
electrónicas de pares que se desarrollarían masivamente a partir del año 2003 –desde
Delicious hasta Youtube, desde Netvibes hasta Flickr, desde Googledocs hasta Twitter,
desde MySpace hasta Facebook–. La rapidez con que las neo-aplicaciones irrumpen en
el mercado, y la facilidad con que se dejan moldear para nuevos usos dictaminados por
los usuarios, dificultan una aprehensión cognitiva y epistemológica de las herramientas,
que sin embargo tienden a una diseminación virósica imparable. Una generación de nati-
vos digitales académicos con Danah Boyd <http://www.danah.org/>, y Michael Wesch
<http://www.mediatedcultures.org>, a la cabeza, expertos en etnografías de las redes,
está cambiando este panorama yermo hasta ayer nomás.
4
Al final de nuestro libro anterior, Internet. Imprenta del siglo XXI, dábamos unos pri-
meros guiños en dirección de esta noción de polialfabetismos (Piscitelli, 2005). Nues-
tra inmersión profunda en la gestión de un portal educativo como fue Educ.ar du-
rante un quinquenio, los aportes decisivos que el portal hizo a la Campaña Nacional
de Alfabetización Digital –véase capítulo 8–, y nuestra presencia continua en foros
internacionales en la última década han reafirmado nuestra intuición de entonces: la
escuela del futuro es impensable sin un desarrollo sistemático de las competencias
digitales (Jenkins, 2007), tanto en alumnos como docentes; yendo en dirección de la
alfabetización digital y de lo que actualmente se denomina e-maturity. Es decir, de
un aprovechamiento pleno de las redes de aprendizaje, y de todos los instrumentos
materiales y conceptuales asociados a la alfabetización mediática y digital en la con-
formación de los analistas simbólicos que serán todos los chicos el futuro.
5
Remitimos a los intentos desesperados de Harold Bloom (2005b), Giovanni Sartori
(2000), Karl Popper y los frankfurtianos de toda estopa, de mantener viva la antorcha
de la alta cultura, so pena de abandonar ese sacrosanto espacio regalándoselo a la
barbarie digital (una de cuyas manifestaciones sería la cultura popular tecnologiza-
da). El reciente ensayo de Alessandro Barico (2008) deja bien en claro cuáles son las
antinomias en juego, y por qué desestimar a Adorno & Horkheimer, rescatar parcial-
mente a Benjamin y a Marcuse, pero sobre todo revalorizar la cultura audiovisual en
clave tecnológica, propone un exquisito camino para la investigación y para la acción,
mucho más atractivo y osado que esa crítica eterna y tautológica.
Capítulo 1 43
Si Heinz von Foerster (1976) tiene razón cuando insiste en que el pe-
cado original de toda epistemología es que no vemos que no vemos, en
el caso escolar la cosa se agrava infinitamente, y la principal respon-
sabilidad es no ver que los estudiantes de hoy (los milenaristas, la ge-
neración Einstein, los nativos digitales, las generaciones interactivas o
44 Nativos digitales. La insuturable brecha cognitiva...
6
Para Vicent Verdú (2006), no hay sujetos y objetos simplemente relacionados, ni
tampoco separados por una cesura insalvable, sino sobjetos en los cuales la identidad
subjetiva ya se ha visto contaminada por la entidad objetiva y ésta exhibe la huella de
aquélla. Cada sobjeto es una reproducción en miniatura de la relación general que la
humanidad y los artefactos que produce y consume mantienen entre sí: “cruzándose
mentalidades y emociones, ha nacido un espacio general donde crece la subjetividad
del objeto y la objetividad del sujeto, ambos emitiendo y recibiendo partículas del
otro y, en el proceso, construyendo la criatura híbrida de los sobjetos”. La conectivi-
dad es el valor supremo de la jerarquía moral de los sobjetos porque reproduce su
esencia de forma abstracta; el sobjeto, en efecto, “no desea vivir en exclusividad, en
pertenencia autóctona, sino que encuentra la razón de vivir en expandirse, interferir-
se, inmiscuirse, ser amado y penetrado en la orgía de la conexión”.
7
Para Jenkins (2008), la cultura de la convergencia no menta primariamente una re-
volución tecnológica, sino una mutación cultural basada en la participación de los
consumidores/usuarios en una dinámica social. Ilustrando sus tesis con ejemplos
tomados de Survivor, The Matrix, American Idol, Harry Potter, La Guerra de las Galaxias o
The Sims, Jenkins muestra cómo esta nueva cultura participativa puede ir de la mano
con el éxito popular y una apropiación masiva.
Capítulo 1 45
Los chicos que hoy tienen entre 5 y 15 años son la primera gene-
ración mundial que ha crecido inmersa en estas nuevas tecnologías.
Han pasado toda su vida rodeados de computadoras, videojuegos,
teléfonos celulares y el resto de los gadgets digitales, pero especial-
mente respirando la atmósfera Internet (Castells, 2001; Prensky,
2006; Gee, 2003, 2007).
El promedio de graduados universitarios (en particular en los
EE.UU., pero crecientemente en todos los rincones del planeta) han
pasado cerca de 5.000 horas de su vida leyendo, pero han dedicado
cerca de 10.000 horas a jugar videojuegos (y han invertido cerca de
20.000 horas viendo TV).
Con las diferencias de acceso sociales del caso, nada marginales
–aun en los EE.UU. las diferencias entre el acceso a computadoras y
videojuegos difiere enormemente entre blancos, hispanos y negros–,
los videojuegos, el e-mail, Internet, los teléfonos celulares y la men-
sajería instantánea se han convertido en parte integral de nuestras
vidas y en el oxígeno tecnocultural que respiran los chicos del tercer
milenio, y conforman la base de una nueva elite tecnocognitiva que
exige atención y comprensión. Obviamente, en la periferia las dife-
rencias de acceso son todavía más duales y brutales.
Esta constatación sociológica es trivial. Lo que realmente interesa
es saber hasta qué punto las funciones intelectuales, las habilidades
cognitivas, las inteligencias múltiples –especialmente emocionales–
y las capacidades para volver inteligible el presente complejo, difie-
ren o no en la generación digital respecto de sus padres o abuelos
(Jenkins, 2006; Pink, 2007; Knobel & Lanshear, 2007; Krebs, 2003).
Aquí la diferencia mayor no es tanto en términos de cambios fí-
sicos del cerebro (aunque a lo mejor también los haya),8 sino en los
8
Cada tanto nos encontramos con visiones que insisten en que los nuevos hábitos de
lectura (o visionado) en la red mejoran, o empeoran, nuestras capacidades cognitivas.
Por ejemplo, Nicholas Carr se basó entre otras en la investigación Information behavior
of the researcher of the future <http://www.bl.uk/news/pdf/googlegen.pdf>, según
la cual los nativos digitales en vez de leer, browsean, en vez de profundizar, salpican,
en vez de entender, driblean y finalmente el cerebro se ve hasta anatómicamente de-
bilitado por esta falta de esfuerzo. Contradictoriamente, investigaciones mucho más
recientes recopiladas por Gary Small (2008), un neurocientífico de UCLA, en iBrain:
46 Nativos digitales. La insuturable brecha cognitiva...
surviving the technological alteration of the modern mind, muestran cómo las búsquedas
en Internet y la mensajería de texto han vuelto el cerebro mucho más adepto al filtra-
do de la información y a la mejora en la toma de decisiones. Por supuesto que no se
trata de una estrategia “esto versus lo otro”, sino de “esto más lo otro”. La formación
de los chicos del futuro exige una amplísima competencia en habilidades tecnológi-
cas con habilidades sociales.
Capítulo 1 47
9
En su magnífico ensayo El aula desierta, Concha Fernández Martorell (2008) muestra
cómo la escuela y sus docentes tradicionales han tirado la toalla, y cómo una re-
semantización de la escuela exige una reinvención docente prodigiosa, no imposible,
pero decididamente muy distinta de la imaginada tradicionalmente por las políticas
nacionales de Formación Docente.
48 Nativos digitales. La insuturable brecha cognitiva...
10
En La educación como industria del deseo. Un nuevo estilo comunicativo, Joan Ferres
(2008) revisa con sumo detenimiento y respeto los cinco elementos que definen la tec-
nología del conocimiento como símbolo: intensificación de la sensorialidad y la con-
creción, dinamización sin fin, despertar de las emociones primarias, fortalecimiento
del procesamiento intuitivo y fomento de la interactividad.
Capítulo 1 49
11
Joan Ferrés en la obra antes citada pone de manifiesto dos prerrequisitos fundamen-
tales para ser un docente confiable y eficiente en el siglo XXI: un altísimo despliegue
de inteligencia comunicacional, seductora y persuasiva, y una altísima competencia
en inteligencia emocional.
12
Clay Shirky (2008), en su excepcional Here comes everybody. The power of organizing
without organizations, examina en detalle ejemplos llamativos y tendencias no menos
establecidas de cuestionamiento de la cultura de los expertos, y de fortalecimiento de
las culturas basadas en la sabiduría de las multitudes.
50 Nativos digitales. La insuturable brecha cognitiva...
13
Steven Weinberger (2007), en su fabuloso Everything is miscellaneous, ha balizado
el terreno que va de una cultura de primer orden (taxonomy) a una cultura de tercer
orden (folksonomy).
14
Henry Jenkins (2006), en su informe para la Fundación MacArthur, enumera las
citadas competencias del siguiente modo: Juego, Performance, Simulación, Apropia-
ción, Multitasking, Cognición distribuida, Inteligencia colectiva, Juicio, Navegación
transmedial, Networking, Negociación.
Capítulo 1 51
15
Sherry Turkle (1984, 1998) fue una de las primeras en jerarquizar estas cuestiones al
inventar la antropología de las prácticas computacionales a principios de los años 80
en su libro pionero El segundo yo. Las computadoras y el espíritu humano. Volvió al ruedo
y desplegó una agenda que recién hoy vemos encarnarse masivamente en La vida en
la pantalla, que recogía testimonios logrados hasta mediados de 1995. En el ínterin
pasaron 14 años y lo que entonces eran intuiciones ahora son realidades hechas y tor-
cidas (para los inmigrantes digitales, y más que derechas para los nativos digitales).
Parte de esos nuevos caminos abiertos están inventariados en las tres recientes com-
pilaciones de Turkle: Evocative objects: things we think with (2007), Falling for science:
objects in mind (2008), así como en The inner history of devices (2008), como parte de los
seminarios de la Iniciativa en Tecnología y el Yo que esta pionera de la antropología
de la computación lidera en el MIT.
52 Nativos digitales. La insuturable brecha cognitiva...
una dieta de e-mails que puede consumir muchas horas diarias, y que
cambió en forma drástica nuestra concepción de lo que son las relacio-
nes sociales, trascendiendo las barreras del tiempo y del espacio.
No menos significativo es el poder de la alfabetización en el tra-
bajo. Si, como bien dice Fernando Flores (1988), nos pagan por conver-
sar, queda claro que nos pagan por pensar, por hacer distinciones,
y sobre todo por leer y escribir. Todas las actividades ligadas a la
ciencia y la tecnología, y más específicamente a la industria del co-
nocimiento -que van desde el entretenimiento hasta la alta cultura,
desde las infraestructuras más básicas hasta los consumos cogniti-
vos más conspicuos– (Olson, 1999; Kluger, 2008; Taylor, 2001) están
ligadas a nuestro devenir alfabetizados.
Por último, la alfabetización es absolutamente determinante cuando
de transmisión y de conservación de la continuidad cultural (Debray,
1997), se trata. Y aunque podamos discrepar acerca del valor universal
del texto como hilo conductor de la inteligibilidad, ya que seguramen-
te en Oriente tañen otras campanas1 (Legendre, 2008; Ortiz, 2003), no
queda duda de que, en nuestras tradiciones, ser es ser alfabetizado en
las culturas del texto.
1
La obra de Samuel Huntington –muerto a principios del año 2009–, el célebre autor acerca
del choque de las civilizaciones, recuerda que nuestras concepciones occidentales respecto
de la transmisión cultural, el entrenamiento, el valor de la ciencia, su apropiación y la in-
tersección entre tecnología y valores, no son omni-comprensivas y exigen una matización
histórica y contextual importantes. No podemos imaginar soluciones pedagógicas totales
–ignorantes de los sistemas de escritura existentes, de las modalidades de segregación so-
cial, de la disposición de los recursos colectivos–, tampoco podemos esperar una apropia-
ción de los dispositivos tecnoculturales, indiferentes a la herencia cultural y en particular a
la forma de indagar, pero sobre todo de imaginar, los formatos de las soluciones tal como
se experimentan en otras latitudes. Para tender analogías –no siempre exitosas– entre la
sedimentación del conocimiento y la definición de problemas en Oriente y Occidente –y
cómo puede resultar la articulación de modos de comprensión, ligados por un lado a la
alfabetización tradicional, y por el otro a la tecnológica, resultan útiles las obras de
Needhman; Jullien (1999, 2008) y Legendre (2008).
Capítulo 6 153
2
Contra quienes se desangran debiendo optar entre posiciones apocalípticas e inte-
gradas, somos los primeros en no creer que simplemente por atiborrar de más máqui-
nas las escuelas, algo importante y notable acaecerá en el mundo de la historia de la
alfabetización (Cuban, 1986, 2003; Roszak, 1986, Stoll, 2000). Al mismo tiempo, somos
los primeros convencidos de que máquinas muy baratas (los hindúes ya están pro-
mocionando dispositivos de almacenamiento a u$s 20) en un esquema de saturación
1 a 1, cambiarán para siempre la noción de aprendizaje. ¿Qué será de las escuelas,
de las aulas y de los docentes? Está fuera de nuestra capacidad imaginativa. Dada la
capacidad infinita que la escuela tiene de mantenerse fiel a sí misma, independien-
temente de cualquier tecnología, enfoque o propuesta de cambio, oscilamos entre el
escepticismo cauto y la premonición de un desencuentro reiterado.
154 La alfabetización digital como nueva infraestructura del conocimiento
Con ello alcanzaba para abrir las puertas hacia el nuevo mundo de
las maravillas y de los terrores virtuales. Grave error. Obrar así y
quedarnos contentos fue confundir el balbuceo con la expresión poéti-
ca y creer que deletrear supone ipso facto la conquista del sentido.
Porque una cosa es la alfabetización informática (conocimientos mí-
nimos de manejo de equipamiento), y algo muy distinto es la alfabeti-
zación digital, entendida como dominio de las competencias digitales.
La alfabetización digital será infraestructural o no será nada, y al-
canzarla supondrá tener el mismo grado de implicancia de los pode-
res cognitivos y de la socialización en mundos alternativos/afectivos,
como lo tuvo la pictografía, el alfabeto y la imprenta en sus respectivos
inicios, pero todos combinados y encima potenciados (Olson, 1989;
Hobart & Sayre Schiffman, 1998; Tuman, 1992; Bolter, 1991).
3
Las neo o polialfabetizaciones por las que abogamos necesitan también de la libera-
ción de la matemática y de los formalismos de su coto de caza y, sobre todo, de una
reapropiación de la matemática concreta –como quería Maurice Frechet (1955)– y de su
inscripción en lo cotidiano. Más aún, debemos tomarnos mucho más en serio la pro-
puesta que hiciera Wiener (1959) en los inicios de la cibernética para trabajar en las
ciencias de la forma, e incorporar una formación sistemática y de manejo del código
(de programación) en la alfabetización inicial. No alcanza, como creen muchos pe-
dagogos, con desplegar nociones muy brumosas de programación, apoyándose por
contraste en las inteligencias convencionales. Como bien demostró Umaschi (2007),
hay un punto de bifurcación en el entrenamiento de los chicos y chicas que se traduce
en un cierre de la ventana de oportunidad –lo mismo ocurre en el lenguaje natural
con el aprendizaje de las segundas lenguas– para el aprendizaje posterior del código
por parte de las mujeres. Siendo que el código es destino (Lessig, 2001), además de
sumar a las alfabetizaciones tradicionales, la científico-tecnológica (Cassany, 2006)
y las mediáticas (Buckingham, 2005), debemos incorporar las de programación tout
court.
156 La alfabetización digital como nueva infraestructura del conocimiento
4
A mediados de 1998 un grupo de analistas, diseñadores, evaluadores y usuarios
más que críticos de la tecnología, publicaron El manifiesto tecnorrealista (VV.AA, 1998).
La mayoría de los planteos, redactados por Steven Johnson, Andrew L. Shapiro y
David Shenk –teniendo entre los firmantes originales a luminarias como David S.
Bennahum y Douglas Rushkoff– anticipaban muchas de las críticas ingenuas y de
los elogios desmesurados que las tecnologías del conocimiento del quinto lenguaje
(Logan, 1995) han despertado urbi et orbi. Ya en ese entonces señalaban la rapidez y
la intensidad de los cambios tecnológicos, y la indecibilidad acerca de su bondad o
maldad para el común de la gente. Según el manifiesto –equidistante de la tecnofilia
y de la tecnofobia tan acendrada hoy en los medios y muy de manifiesto entre los
humanistas y los críticos desesperanzados de la cultura tecnológica (Stoll, 2000; Jean-
neney, 2005; Cassin, 2007; Sinay, 2008)– la respuesta es: ambas cosas. La tecnología
está haciendo nuestra vida más llevadera y, para muchos, incluso más saludable,
rica y llena de conocimientos. Pero también afecta el trabajo, la familia y la economía
erráticamente, creando nuevas formas de tensión y distracción, y suponiendo una
amenaza para la cohesión de nuestra comunidad física. A pesar de las complicadas
y contradictorias implicaciones de la tecnología, la opinión pública es tristemente
simplista en relación con este tema. Expertos, políticos y visionarios no nos hacen
precisamente un favor cuando tratan de reducir estos asuntos tan complejos a histo-
rias apasionantes, condenas hacia lo tecnológico o discursos exaltados en su defensa.
Formas de pensar tan polarizadas sólo conducen a falsas esperanzas y a estados de
Capítulo 6 157
5
La dinámica de las enormes comunidades virtuales en expansión sorprende e in-
quieta pero hasta ahora ha sido teóricamente desatendida. Aun cuando estos espa-
cios recién germinan, los tecnófobos y los críticos humanistas se apresuran a tirar al
bebé con el agua sucia de la bañadera. Así proliferan admoniciones como “Facebook es
el neopanóptico” (Sibilia, 2008), los usuarios de tecnología son esclavos que no saben
que lo son/somos, encima se solazan en su rendición a la voracidad de consumo del
capital, e infinitas monsergas por el estilo.
6
La incorporación exitosa de esta notación fundamentalmente pedagógica –algo pa-
recida, pero mucho más sofisticada, a lo que fue el pasaje de los comandos del DOS
al lenguaje icónico en Mac/Windows– obedeció a la baja de costo cognitivo a la que
ella invitaba. En la grafía de Leibniz, la tasa de cambio de una cantidad x, dado un
pequeño cambio en otra t, aparece exactamente como lo que es, como un cociente
dx/dt –la notación newtoniana totalmente opaca, entonces y ahora, es una x con un
circulito encima, imposible de transcribir aquí.
Capítulo 6 159
7
En las últimas décadas estamos viendo una peligrosa connivencia entre ingeniería,
patentamiento, derechos de propiedad intelectual y negocios, que no cierra brechas
sino que contribuye a ensancharlas. Mientras, hay dos tipos de objeciones macroeco-
nómicas a las supuestas ventajas de la masificación del uso de tecnología por parte
de la fuerza de trabajo y las empresas. Por un lado, se insiste en que hasta ayer nomás
no existían ganancias de productividad medibles en el terreno en relación con las in-
versiones recientes en IT (Landauer, 1995; Carr, 2005a). Por otro, ya en los comienzos
del Tercer Milenio, un célebre artículo de Michael Porter (2001), Internet y la estrategia,
revelaba los riesgos de la comoditización de su uso, y el hecho de que nadie ve más
lejos cuando todos se ponen de pie. Cuando todas las empresas tienen Internet, ésta
deja de ser ipso facto un diferencial. A ambas objeciones se les puede retrucar que los
indicadores tradicionales de productividad son inútiles para medir el aumento de
las economías inmateriales (Coyle, 1998), y casualmente, o no, el propio Carr (2008a)
en su obra más reciente The Big Switch. Rewriting the world, from Edison to Google, revé
alguna de sus posturas anteriores, mostrando el carácter revolucionario de la tec-
noeconomía interneteana. Un siglo atrás las empresas dejaron de generar su propia
electricidad con dínamos y máquinas de vapor locales, y se subieron a la red eléctri-
ca recientemente creada, cambiando no sólo los negocios sino el mundo. Hoy está
ocurriendo otro tanto con la computación en red, que al convertirse en un genérico,
transformará con no menor peso todas las actividades físicas y simbólicas humanas
en direcciones insospechadas y ante una curiosa ausencia de hermenéuticas, metáfo-
ras y modelos para pensar el fenómeno en su multideterminación y equivocidad.
8
Se puede hacer una analogía con el desarrollo de la ciencia en China, como estudió
en detalle Joseph Needhmam (1968). Son numerosos los investigadores que le adju-
dican al intrincado lenguaje ideográfico chino una demanda cognitiva altísima, que
habría conspirado en contra de una democratización al acceso de la ciencia, como
ocurriría finalmente en Europa en el siglo XVIII y XIX. La tesis es interesante pero
160 La alfabetización digital como nueva infraestructura del conocimiento
Bill Gates habrá sido el gran pedagogo 1.0, pero el gran mediador
2.0 fue Tim Berners-Lee10
11
La exclusión social se dice de muchos modos. Están tan excluidos socialmente –pero
también cognitiva y emocionalmente– quienes ganan menos de 1 ó 2 dólares diarios,
como quienes no ingieren 2.000 calorías diarias, como quienes viven atosigados como
refugiados en campamentos en la brutal franja de Gaza, como quienes no alcanzaron
los rudimentos de la alfabetización, como quienes nunca accedieron a un teléfono
–realidad vivida por al menos la mitad de la población mundial–. Lo que decimos de
la exclusión también vale para la inclusión, ésta se da de múltiples modos y muchas
veces recursivamente. Por eso, si bien debemos mejorar las condiciones de acceso en
todos los terrenos (económico, dietario, laboral, ciudadano, educativo, etc.), también
es cierto que puede haber cortocircuitos y atajos para la inclusión digital (Minc, 2001;
Barnes, 2006). La apropiación y el desarrollo de competencias digitales, sin ignorar la
necesidad de satisfacer todas las anteriores, también son vías por explorar.
12
El llamativo mediometraje Donald in Mathmagic Land dirigida por Hamilton Luske,
en 1959, muestra a un Donald aprendiendo la relación que hay entre las octavas y la
longitud de una cuerda, tocando en una orquesta en la propia Grecia. Este ejemplo de
visualización pedagógica abrió un camino que muy pocos osaron reiterar en términos
162 La alfabetización digital como nueva infraestructura del conocimiento
Planteos como los de Gee (2007), Prensky (2006), Snyder (2004), Knobel
& Lankshear (2007) parten de una crítica mortífera en contra del feti-
chismo del contenido, la idea de que todas las disciplinas académicas,
desde la física hasta la sociología o la historia, están compuestas por
una serie de hechos o cuerpos de información, y que el aprendizaje
consiste en enseñar y probar esos hechos e información.
Los pedagogos y los diseñadores curriculares ignoran –o fingen
ignorar– que conocer es siempre un verbo antes que un sustantivo (co-
nocimiento) (Gutiérrez Martín, 2005; Maldonado, 2005). Y que cual-
quier dominio de conocimiento, académico o no, es principalmente
un conjunto de actividades y experiencias.
Los dominios de conocimiento son formas especiales de actuar e
interactuar en modos que producen y usan el conocimiento del do-
minio. Son maneras específicas y precisas de ver, evaluar y de estar
en el mundo (Flores, 1988; Echeverría, 1995). Los físicos hacen física.
Hablan de física. Y cuando son físicos, ven y valoran el mundo de
un modo diferente a como lo hacen los no físicos. Cuando vuelven a
15
Gee encuentra los elementos para armar esta teoría en la idea de islas de experiencia
de Crowley & Jacobs, en las profundas intuiciones de Andrea di Sessa en Changing
minds: computers, learning and literacy, en las enseñanzas recientes de Beck & Wade
(2006) en Got game: How the game generation is reshaping business for ever, en las siempre
oportunas propuestas de Jane Lave acerca de la enseñanza como aprendizaje en la
práctica, y sobre todo la maravillosa referencia de remate al número uno en tantos
temas como es Bruno Latour.
Capítulo 6 165
la vida cotidiana (y dicen El sol sale por el Este), se vuelven tan taram-
banas como cualquiera de nosotros. Y así sucesivamente.
Cuando se trata el conocimiento como actividad y experiencia, y
no como hechos e información, los hechos empiezan a vivir. Aquello
que se resiste a la memorización y al aprendizaje automatizados, se
asimila más fácilmente si los alumnos están inmersos en activida-
des y en experiencias que usan estos hechos para planes, objetivos
y propósitos en “n” dominios coherentes de conocimiento (Eisner,
2002; Burbules, 1999; Jackson, 2002; Sarason, 2002).
No se trata del todo vale, del autoaprendizaje voluntarista o del
endoso de la muerte de los docentes. Todas esas propuestas silves-
tres y descabelladas forman parte de otras tantas pésimas teorías
del aprendizaje. Dejar a los estudiantes, cuando son novicios, que
naveguen libremente en medio de experiencias muy ricas sin tutoría
o guía sólo llevará a malas generalizaciones.
Alfabetización académica,
¿mero neologismo o killer application?
16
Resulta llamativa la necesidad de continuar discutiendo estas cosas. ¿Cómo es que
los gobiernos dedican toneladas de dinero a la capacitación docente, y seguimos
obteniendo los pobrísimos resultados que tenemos? Técnicos brillantes, con una ca-
pacidad analítica superlativa, sucumben constantemente a la doble tenaza de una
política (educativa) incapaz de innovar, y de un sistema educativo abroquelado sobre
sí mismo y resistente a todos los intentos de rediseño organizacional, salvo contadas
excepciones.
Capítulo 6 167
por un lado, y las frustraciones por el otro. Resulta aún más flagran-
te que, al operar de este modo, estamos invalidando el trabajo del
concepto. ¿Porque quién trabaja y, por tanto, quién se forma cuando
el profesor expone? En esta habitual configuración de la enseñanza,
¡el que más aprende en la materia es el docente!, ya que la mayor
actividad cognitiva queda de su parte.
Al revés, la organización de las clases de esta manera no asegura
que los estudiantes puedan hacer lo mismo que el profesor. En este
esquema, sólo el alumno que por su cuenta está ya capacitado y mo-
tivado para emprender una serie de acciones similares (ese 10 ó 15%
que sería muy buen alumno con nosotros o a pesar de nosotros) es
el que verdaderamente aprende.
Estas estrategias más que equivocadas ignoran –como dicen los
psicólogos cognitivos, los especialistas en aprendizaje y los diseña-
dores curriculares más avispados y abiertos– que lo que el alumno
hace es realmente más importante para determinar lo que aprende, que lo
que el profesor hace.
17
Tanto Cassany (2006) como Buckingham (2007) brindan interesantes reflexiones
acerca del rol crucial que las alfabetizaciones mediáticas deben tener en el desarrollo
de las competencias de los nativos digitales. En ambos casos, con lo interesante que
son sus aportes, las alfabetizaciones mediáticas siguen siendo, empero, un caso anci-
lar de las alfabetizaciones tradicionales. Sin postular discontinuidades peligrosas –y
probablemente inexistentes, entre las múltiples inteligencias, o los distintos módulos
de la inteligencia– no es menos cierto que las competencias digitales no son un mero
complemento de las tradicionales, sino capacidades y competencias muy específicas
generadoras de nuevas experiencias irreductibles a las tradicionales. Los trabajos de
Warschauer (2006), Knobel & Lankshear (2007), Gee (2007), brindan pistas interesantes
Capítulo 6 169
19
Cuando iniciábamos esta saga de los polialfabetismos, con una entusiasta promesa
del hipertexto a principios de los años 90 (Piscitelli, 2002a), ya nos fascinaban los tra-
bajos de la escuela de Toronto liderados por Ong (1987) y Olson (1999), no tanto por
sus investigaciones temáticas en sí, sino por el poder que éstas tenían como formas
de repensar/rediseñar el aprendizaje.
Capítulo 6 171
Con todo lo valioso que son los movimientos “Escribir y leer a tra-
vés del currículum” y “Escribir para enseñar”, faltan en estas propues-
tas señalamientos más específicos acerca de la documentación y la
interpretación, acerca de la escucha y de la imagen (Burnett, 1995;
Manovich, 2006), acerca de las representaciones visuales y la pun-
tuación audiovisual (Pro, 2003; Roncoroni, 2007) –características de
mucha de la mejor enseñanza actual en polialfabetismos–, y que
tienen su culminación en el tipo de clases impartidas por Michael
Wesch (2008, 2009) en el laboratorio de Etnografía Digital de la Uni-
versidad de Kansas.
Mejorando a muchos pedagogos, historiadores de la escuela,
historiadores del libro e historiadores de la cultura, Wesch muestra
cómo, además de requerir un tipo muy diferente de definición de
información, cuando de polialfabetismos se trata, al mismo tiempo
tenemos que estar atentos a los obstáculos físicos, sociales y cognitivos
Capítulo 6 173