Sie sind auf Seite 1von 200

Postura de la Iglesia

católica en el proceso
de emancipación de
Venezuela
JONÁS FLORES
Postura de la Iglesia
católica en el proceso
de emancipación de
Venezuela
© Jonás Flores
© Fundación Editorial el perro y la rana, 2007
Av. Panteón, Foro Libertador. Edif. Archivo General de la Nación, planta baja.
Caracas-Venezuela, 1010
Telfs.: (58-0212) 5642469 - 8084492 / 4986 / 4165
Telefax: 5641411

correos electrónicos:
elperroylaranaediciones@gmail.com
comunicaciones@elperroylarana.gob.ve
editorial@elperroylarana.gob.ve

Hecho el Depósito de Ley


N˚ lf 40220082003255
ISBN 978-980-14-0059-2
Presentación
Existe un encuentro que se hace golpe sobre papel, en todo lugar están las voces
de nuestra gente que retumban desde tiempos ancestrales y se precisan susurro
estridente, grito inevitable, respuesta urgente ante la convulsión de todos los mun-
dos que forman al ser humano. Se nos presenta entonces la palabra, ella que edifica
los tejidos del sueño, que da contundencia al puño que se defiende, porque recla-
ma, hurga, retumba contra las paredes de la realidad, ella que se manifiesta como
artefacto peligroso e incontrolable. Es por esta combustión creativa que surge la
Colección Cada Día un Libro, producto de la masiva participación a la convocatoria
del Certamen Mayor de las Artes y las Letras; esta colección es en estricto rigor un
merecido acto de reconocimiento a los escritores y artistas de nuestra tierra, es tren
y boleto que permite a los lectores viajar indefinidamente hacia los distintos planos
que refrescan el imaginario venezolano. Ante la fuerza que exige ese compromiso
la colección se bifurca en seis series: Poesía construye un amplio campo vibrante
a quienes decididamente se lanzaron al abismo de la imagen, de la hermosa locura
necesaria; Narrativa se abre al concierto de tintas que convergen en la lucha directa
contra el silencio, a los que tienen cosas por contar; Ensayo presta su espacio a la
mirada crítica de aquellos que cimientan diversas propuestas y debates inaplaza-
bles; Historia se hace eco de esas voces que guardan la memoria que nos perpetúa;
Encrucijadas reúne textos de múltiples naturalezas para el interés general de todo
lector; y finalmente Testigos convoca las miradas que han presenciado situaciones
que despiertan nuestra atención, desde crónicas, anecdotarios, entrevistas, hasta
testimonios, diarios y reportajes.
En tal sentido sirva este espacio a los hermanos que levaron anclas para adentrarse
en el picado mar de las publicaciones.

Fundación Editorial

elperroy larana
Agradecimientos 9

Les confieso a los lectores que soy un docente con forma-


ción teológica aficionado a la historia. Era mi meta personal
obtener un título como historiador. Al inscribirme en el curso
de postgrado recibí tamaña sorpresa. El coordinador del pro-
grama de la maestría de Historia de Venezuela de la Universi-
dad de Carabobo, profesor Luigi Frassato, al llegar a su oficina
me recibió con estas palabras: “Bienvenido Jonás. Estás aquí
para cumplir una misión”. Tales palabras me impresionaron,
porque sé lo que significa una vida con un sentido de misión.
Fue así como a lo largo del curso me propuse darme a co-
nocer como un cristiano misionero. Sin embargo, sentía temor
porque no sabía cómo iban a reaccionar las mentes seculares. Des-
cubrí que solo eran prejuicios de mi parte, porque siempre disfru-
té del buen trato y un ambiente cordial en el recinto universitario.
En la cátedra de Metodología de la Historia Documen-
tal, el profesor Luis Rafael García jugó un papel determinante.
Nos desafió a un trabajo de investigación alternativo, bien fue-
ra un estudio biográfico, morfológico o comparativo. Escogí
el morfológico, un camino aparentemente difícil de transitar.
Otra sorpresa: luego de la revisión del trabajo, el profesor Gar-
cía me sugiere que lo tome como un punto de partida para la
tesis de grado.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

¡Qué compromiso! ¡Un cristiano protestante realizando


una biografía social de la Iglesia católica! Esquivé el tema por
mucho tiempo. Mis prejuicios me decían: “¿Cómo vas a tra-
bajar este tema con un ‘monseñor’ coordinando la maestría?”
Aprendí la lección. El “monseñor”, como cariñosamente se le
llama a Luigi Frassato, se convirtió en un papá.
Él fue un motivador y escudriñador de mi trabajo de in-
vestigación que hoy, gracias a Dios, se convierte en un libro.
10 Mis palabras de afecto y reconocimiento igualmente se
las dirijo al Dr. Edgar Brito, director del Instituto Universitario
Adventista de Venezuela. El Dr. Brito, también fue un asiduo
revisor del texto que está en las manos del lector. No escatimó
su valioso tiempo para brindarme sus oportunas sugerencias.
Al gobierno nacional a través del Ministerio del Poder
Popular para la Cultura, que ha promovido mecanismos de
participación para aquellos escritos que han permanecido en el
anonimato por falta de recursos económicos. Mil gracias por la
publicación de la obra.
A Emilce Díaz, mi amante esposa, quien siempre me ha
brindado su apoyo incondicional al abrir nuevos caminos.
A mis dos hijos: Jonilce y Jonás Jeremías por soportar a
un papá prisionero en un cuarto de estudios. Gracias a todos
ellos por su comprensión solidaria.
Mi especial gratitud la reservo para el Dios Todopodero-
so, árbitro de la historia y dueño de mi vida, a quien debo todo
lo que soy, y por quien vivo en una fiel esperanza de eterna
redención.
Nota del autor 11

El contenido tratado en el texto Postura de la Iglesia católica


en la emancipación de Venezuela consiste en un nuevo enfoque
del tema de la ruptura colonial, proceso de emancipación y es-
tablecimiento definitivo del Estado venezolano independiente
desde una perspectiva religioso-política, mientras que la ma-
yor parte de nuestra historiografía se enfoca en el estudio de
esos años (1810-1834) desde los puntos de vista bélico-político,
jurídico-político, jurídico-territorial y socioeconómico.
Este enfoque religioso político, permite a su vez que el
lector incursione en el análisis de las ideas de algunos persona-
jes claves, que de alguna manera u otra inf luyeron en la gesta
emancipadora. Unos a favor y otros en contra.
A medida que el lector se compenetre con el contenido
de la obra, pudiera ocurrir en su mente las siguientes interro-
gantes: ¿por qué el uso frecuente de citas bíblicas?, o ¿es el au-
tor de este libro otro detractor más de la Iglesia católica?
En cuanto al primer interrogante la respuesta es obvia.
Se emplea la Biblia porque precisamente la interpretación de
su contenido sirvió como punto de referencia para el debate en
apoyo o no al régimen absolutista heredado de España.
Además, para una correcta hermenéutica de los escri-
tos de Juan Germán Roscio, William Burke, Tomas Lander,
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Ramón Ignacio Méndez y de otros personajes citados en este


libro, se requiere de una base filosófico-teológica que sólo en
este caso la Biblia la puede ofrecer, para de esta manera susten-
tar, con argumentos lógicos una determinada postura y ofrecer
una interpretación coherente de los hechos y del proceso his-
tórico en estudio.
En cuanto a la segunda pregunta, considera el autor que
la convivencia pacífica es fundamental, en un mundo donde
12 se manifiestan distintas maneras de pensar, y en el que la alta
dirigencia del catolicismo venezolano debe mirar con visión
retrospectiva cómo fue el comportamiento de la jerarquía
eclesiástica en el pasado ante el movimiento independentista a
fin de evitar la repetición de aquellos hechos, que tildaron a la
Iglesia como una institución anclada al viejo régimen colonial
absolutista, y reacia a las nuevas realidades del naciente Estado
venezolano como república libre e independiente.

Jonás Flores
Introducción 13

En sus orígenes, la religión cristiana no gozaba de popu-


laridad. Cristo mismo había manifestado a Pilato, cuando lo
juzgaba, que su reino no era de este mundo. Tampoco alentó a
sus seguidores a oponerse al gobierno de Roma, sino que, por
el contrario, declaraba dar “al César lo que es del César y a Dios
lo que es de Dios”. Después de su muerte, los cristianos estaban
más interesados en la proclamación del Evangelio que en los
asuntos políticos, ellos vivían tan oprimidos por el gobierno
romano que fueron víctimas de seguimiento propiciadas por
emperadores déspotas opuestos a las enseñanzas evangélicas.
No obstante el número de cristianos aumentaba a pesar de las
cruentas persecuciones.
Por otra parte, los cristianos no formaron facciones ni
movimientos políticos para desarticular las estructuras del go-
bierno, su meta era la propagación de las enseñanzas de Cristo
a fin de preparar a otros para su futuro reino. Sin embargo,
a medida que fueron transcurriendo los años, la mayoría de
los cristianos comenzaron a perder de vista su misión bajo la
inf luencia de dirigentes religiosos cuyas vidas no estaban
centradas en los asuntos espirituales. Estos líderes llegaron a
ocupar puestos de mucha inf luencia en la Iglesia, con fuertes
tendencias hacia la política. A ellos se les atribuyó el término
colección
CADA DÍA UN LIBRO

eclesiástico de Papa, título, que según González (1978: 79), en


la Antigüedad se le daba a cualquier obispo distinguido, sin
importar, para nada, si fuese o no obispo de Roma.
Finalmente, los emperadores y, por consiguiente, todo el
Imperio aceptó la fe cristiana; y, por ser Roma la capital, la
iglesia y el obispo de esa ciudad lograron alcanzar preeminen-
cia. Smith (1897: 92) señalaba que los obispos de las distintas
partes del Imperio rendían honor al obispo de Roma, siendo
14 esto una señal de deferencia y no un acto de dependencia. Pero
con el transcurrir de los años las admoniciones fraternales lle-
garon a convertirse en imperativo. Los obispos de Occidente
favorecieron este trato al obispo de Roma, que para oponerse a
los obispos orientales, preferían someterse al poder de un Papa
que al dominio de un poder temporal.
Esta actitud también fue motivada por la invasión al Im-
perio romano occidental por parte de las tribus bárbaras, lo que
trajo como consecuencia la fragmentación imperial, aunque la
parte oriental siguió existiendo con un cristianismo supedita-
do al poder político. Al desaparecer, el Imperio de Occidente,
la Iglesia llegó a ser guardián de la antigua civilización romana
y el Papa de Roma obtuvo gran prestigio y autoridad.
La doctrina del absolutismo e infalibilidad papal se fue
fraguando lentamente. Como se ha hecho notar, después del
cese de las persecuciones contra los cristianos, el cristianismo
penetró en la corte de los emperadores, donde los hombres me-
dio convertidos al cristianismo dejaron a un lado la sencillez de
Cristo, sustituyéndola por la pompa y el orgullo. De esta ma-
nera, como refiere White (1888: 54), el cristianismo romano
llegó a enseñar que el papa es la cabeza visible de la Iglesia, con
autoridad suprema sobre todos los obispos, además de otor-
gársele los títulos que sólo le corresponden a Dios, exigien-
do homenaje de todos los hombres, y declarándolo infalible.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Y fue así como la conciencia cristiana de los feligreses quedó


adormecida, ya que se les enseñaba que el máximo pontífice de
Roma era el único mediador entre Dios y los hombres.
En el siglo VI, el papado logró afirmarse a través del cé-
lebre decreto (533 d.C.) del emperador bizantino Justiniano I,
donde declaraba que el obispo de Roma era el jerarca supremo
de todas las iglesias, y cuya ejecución en el 538 d.C. señala el
comienzo de la supremacía política religiosa del papado. En-
fatiza Smith (1897: 100) que esto fue posible por la derrota de 15
tres pueblos bárbaros: los hérulos en el 493, los vándalos en el
534 y los ostrogodos finalmente en el 553, aunque fueron ex-
pulsados de Roma en el 538. Estos pueblos fueron acérrimos
enemigos de la supremacía papal por cuanto habían abrazado
la doctrina de Arrio, párroco de Alejandría que enseñaba que
Jesucristo era total y esencialmente distinto del Padre, por ha-
ber sido creado de la nada.
El poder político religioso de la jerarquía católica se ha
ido incrementando paulatinamente. El prócer e ideólogo ve-
nezolano Juan Germán Roscio (1817) ratifica que:

Condensadas las tinieblas de la ignorancia, subsecuentes a la


caída del Imperio Romano, creció el abuso de autoridad; se
multiplicaron los excesos de jurisdicción, fueron más nume-
rosos los abusos contra la libertad de los pueblos. Documentos
claros de esta aserción se presenta en la historia del siglo más
oscuro y tenebroso de la era cristiana: del siglo décimo, siglo
bárbaro e ignorante, siglo de ceguedad e incultura. (P. 285)

Evidencia White (1888: 61, 64, 65) que en el siglo XI el


papa Gregorio VII proclamó la perfección de la Iglesia romana,
al declarar que esta no había errado nunca ni errará jamás se-
gún las Santas Escrituras. Reclamaba este pontífice el derecho
colección
CADA DÍA UN LIBRO

de deponer emperadores y que las sentencias papales no podían


ser revocadas por hombre alguno, pero él sí podía revocar las
decisiones de los demás. Por muchos siglos no hubo progreso
en Europa en lo relacionado con las ciencias, las artes y la civi-
lización; y moral e intelectualmente el mundo cristiano estaba
paralizado, inf luyendo enormemente en este estancamiento el
apogeo del papado.
Roscio (1817: 286, 289) no se explica cómo pudo sos-
16 tenerse durante tanto tiempo la unión de un poder espiritual
con otro poder que despoja al hombre de su libertad civil. Con
un tono enérgico y elocuente señala que, favorecidos por las
tinieblas espirituales e intelectuales que mantenían sumergi-
da a Europa, pudieron los altos jerarcas del clero conseguir su
triunfo. Estos hombres, menos ignorantes que el vulgo, fue-
ron inventores del fraude religioso, fingiendo cosas extraor-
dinarias con fábulas compuestas de los textos más sencillos de
las Escrituras.
El dogma de la infalibilidad papal y el derecho divino de
los reyes son contrarios a los principios del Estado liberal y de
la libertad de conciencia. El fundamento de estos principios
se encuentra en las Sagradas Escrituras donde se enseña que
el hombre tiene libre albedrío para elegir entre el bien y el
mal. La Biblia no respalda la sumisión forzosa del hombre ha-
cia el hombre. Dios no fuerza la voluntad ni el juicio de nadie,
tampoco se complace en la obediencia ciega o servil. Roscio
(1817: 168) condena a la raza de intérpretes que hizo de la Bi-
blia un instrumento para justificar el uso del despotismo y del
perjuicio contra la libertad.
Otro antecedente del Estado Liberal se evidencia en la
constitución ateniense cuyo origen democrático se le debe a
Clístenes (508 a.C.), donde se especifica la separación de pode-
res. Además, la democracia ateniense promovía oportunidades
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

para que los ciudadanos pudiesen ejercer cargos en el gobier-


no. Durante el período que precedió a la Revolución Francesa
según Yépez (1986: 392-394), se destacaron hombres que abo-
garon por el Estado liberal, entre ellos se destacan John Locke
(1632-1704) quien escribió Ensayo sobre el entendimiento humano
y Ensayo sobre el gobierno civil; este autor asevera que la libertad
es un derecho natural que Dios le ha otorgado al hombre y
que el poder de los gobernantes está limitado ante la soberanía
popular. J. J. Rousseau (1712-1778) expuso en el Contrato So- 17
cial que el pueblo es soberano, dueño de sus derechos y el Es-
tado debe garantizar su libertad e igualdad. M. Montesquieu
(1689-1755) en su obra El espíritu de las leyes argumenta que
el rey es un representante del pueblo; que el poder debe estar
dividido en ejecutivo, legislativo y judicial.
En lo que respecta a la libertad de conciencia, juegan un
papel fundamental los precursores de la reforma del siglo XVI,
cuando hombres como Martín Lutero, Juan Calvino, Ulrico
Zuinglio y otros abogaron por el libre derecho de interpretar
la Biblia. De este escenario surgió el nombre de protestante,
cuando los príncipes cristianos de Alemania, ante la Dieta de
Espira en el año 1529, se opusieron a que la autoridad papal ri-
giese sus conciencias en el derecho de investigar e interpretar
libremente la Biblia.
Por último, el golpe más fuerte a la supremacía papal lo
constituyó la Revolución Francesa, al perder el clero católico
el rango de clase privilegiada, teniendo que renunciar a los
diezmos y a los derechos feudales. Esta revolución consagró
los principios de igualdad ante la ley. Es igualmente notable
destacar que la Constitución de los Estados Unidos de Nor-
teamérica consagra dos principios fundamentales del Estado
liberal que son: la libertad civil y la libertad religiosa.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

En los escenarios anteriormente descritos es apropiado


señalar que en el siglo XVI España se había convertido en una
potencia mundial y la corona española trataba de establecer
su absolutismo en política y religión. Tanto fue así que para
el momento de la conquista de América y ocupando el solio
papal Alejandro VI, España logró que este pontífice expidiese
bulas relacionadas (en total fueron cinco) con la posesión de
nuevas tierras. Apunta Felice Cardot (1959: 18) que de esta
18 manera se consagraron los derechos de España en las Indias,
actuando como máximo dispensador de privilegios el papa
Alejandro VI, con la condición de que la fe católica fuese dise-
minada en los nuevos territorios.
Finalizando el siglo de la conquista la reina Isabel, en el
codicilo de su testamento, recordó a sus sucesores la merced
que había otorgado el papa Alejandro VI a la Corona de Espa-
ña en relación con el Nuevo Mundo, con el firme propósito de
convertir a aquellos pueblos a la santa fe católica; por lo tanto
ruega la reina a sus sucesores cumplir con este mandato apos-
tólico. Entrado el siglo XVI, el papa Julio II, a través de la bula
Universalis Ecclesiae del 28 de julio de 1508, otorgó a la Corona
española una injerencia profunda en los asuntos eclesiásticos,
a tal punto que estaba facultada para nombrar y remover obis-
pos sin la anuencia del papa, e inclusive, no se podía construir
un templo sin la autorización del gobierno español.
Este documento de acuerdo a lo expresado por Da Cos-
ta Gómez (s/f ) es considerado por los historiadores católicos
como uno de los de mayor trascendencia en América por
cuanto “constituyó la base definitiva del Regio Patronato de
Indias” (P. 41). Esta disposición facilitó la difusión del catoli-
cismo en América porque la Iglesia y el Estado español estaban
consustanciados preservando al mismo tiempo la ortodoxia
católica en América.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Según Felice Cardot (1959: 26), el patronato comenzó


a regir en Venezuela al crearse el primer obispado en Coro,
en el año 1531. Éste luego fue trasladado a Caracas en el año
1638, posteriormente en 1777 y 1790 se crearon los obispados
de Mérida y Santo Tomás de Guayana en Angostura, cum-
pliéndose estrictamente con las normas y procedimientos es-
tablecidos, es decir, bajo la estricta supervisión de la Corona
española. Y aunque existía esta supremacía civil sobre lo ecle-
siástico, los obispos eran aliados naturales del rey, lo que signi- 19
fica que el matrimonio Iglesia-Estado se mantenía intacto en
la América española. Este fenómeno facilitó que, según José
Gregorio París García en El Diccionario de Historia de Venezuela
(1997: II, 952):

Durante el período de dominación hispánica en el territorio


de lo que luego sería Venezuela, no puede hablarse de que
existiera libertad de cultos, pues aunque vinieron muchos
extranjeros, es decir, personas provenientes de otras nacio-
nes de Europa y de otros continentes, no les estaba permitido
practicar otra religión que no fuera la católica.

Al gestarse el movimiento de emancipación hacia la for-


mación de un estado independiente, en el período 1810-1834,
el catolicismo en armonía con sus antiguos postulados, inci-
de negativamente en la consolidación del Estado venezolano.
En el análisis documental del período correspondiente es evi-
dente cómo la jerarquía eclesiástica tomando como bandera
la doctrina de la infalibilidad papal y el derecho divino de los
reyes, se inmiscuyó en los asuntos del Estado, apelando, si se
quiere, a su milenaria supremacía para suprimir la libertad de
conciencia en los distintos espacios de la vida nacional, con-
cepción opuesta al pensamiento liberal de la época, generando
colección
CADA DÍA UN LIBRO

contradicciones entre la Iglesia y el Estado e incidiendo en la


consolidación de este último que apenas estaba surgiendo.
Luego de este recorrido histórico a manera de introduc-
ción, el autor de este libro se propone en las partes subsiguien-
tes evidenciar cómo se originó por primera vez el debate de
la libertad de cultos en Venezuela, quiénes fueron los prota-
gonistas, qué intereses estaban de por medio y cuáles sucesos
llevaron a promulgar la primera ley de libertad de cultos en el
20 país.
La obra estará dividida en tres partes, con un primer ca-
pítulo titulado “Entre los límites de la religión y el Estado”,
donde se proporcionará información de cómo el fenómeno de
la independencia estuvo ligado a los asuntos religiosos.
El autor reconoce que el segundo capítulo titulado “la
Biblia y el concepto de la libertad”, en el cual se analiza la obra
de Roscio El triunfo de la libertad sobre el despotismo, se tuvo una
doble ventaja. La primera relacionada con el conocimiento
previo y directo de las historias bíblicas referidas por Roscio,
aún desde la época de niño, y la segunda tiene que ver con su
formación teológica adquirida en la Corporación Universita-
ria Adventista de Colombia, en cuya Facultad de Educación
aprendió principios de hermenéutica para la interpretación de
la Biblia. Uno de ellos dice: “la Biblia debe entenderse literal-
mente tal cual está escrita, al menos que el texto contenga un
elemento no literal”. Otro principio enuncia: “ha de tomarse
en cuenta el contexto, el cual posee elementos transitorios y
permanentes”. Roscio no los usa en estos términos pero se in-
fiere, cuando su objetivo es demostrar a través de la Biblia que
ésta no apoya el despotismo de reyes y papas.
El tercer capítulo se titula “Sucesos anteriores a la Ley de
libertad de cultos de 1834”, el cual, como su nombre lo sugiere,
constituye una síntesis pormenorizada de los sucesos históricos
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

significativos anteriores a la promulgación de la primera Ley


de libertad de cultos del 18 de febrero de 1834.
El cuarto capítulo y como resultado de sus indagaciones
documentales, el autor reúne una serie de esbozos biográficos,
relacionados con ciertos aspectos referentes a la vida y obra de
los principales personajes portadores de las posturas y discu-
siones de la Iglesia católica durante el período de la emancipa-
ción venezolana.
Se espera que el amable lector sea enriquecido, tanto in- 21
telectual como espiritualmente, en su recorrido a través de las
páginas de la presente obra, cuya escritura es el resultado de
mucho estudio y oración, con la intención de descubrir la re-
lación que existe entre el problema de la libertad de cultos en
la Historia de Venezuela y la profecía bíblica.
Capítulo I
Entre los límites de la religión y el Estado
Una cosa es tener autoridad y otra es abusar de la auto- 25
ridad. Al ser confrontado Cristo con las múltiples preguntas
de Pilato en el momento de su enjuiciamiento, hubo una que
motivó la reacción de Cristo. Al recriminarle el gobernan-
te acerca de su silencio arguyendo que tenía autoridad para
soltarle o no, Jesús le contestó que ninguna autoridad tendría
contra él “si no le fuese dada de arriba”.
En otras palabras, con este incidente Jesucristo estaba
demostrando que los poderes de los reyes o de los gobernantes
son por autoridad divina, sin embargo, esta autoridad tiene su
límite, y que la misma no es sólo prerrogativa de quien ejerce
el poder.
Ahora bien, este argumento no es solo válido en la polí-
tica sino también en la religión, razón por la cual más adelante
en este corto y profundo diálogo, Cristo disculpa la actitud de
Pilato agregando que “el que a ti me entregó, mayor pecado
tiene”; en este caso se refería al sumo sacerdote Caifás, quien
era responsable por el abuso de su investidura al condenar a un
hombre inocente.
Pues bien, a lo largo de la historia los límites entre la re-
ligión y el Estado se han hecho semejantes a nuestras fronteras
naturales entre Colombia y Venezuela, donde las crecidas de
un río o el secamiento de otro confunde hasta el observador
más experto en la ubicación real de las marcas fronterizas.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Apunta Duarte (1911, 274-280) que la emancipación de


Venezuela o la necesidad de ésta, resultó en el ánimo de la ma-
yoría como un hecho unido a la tolerancia religiosa, porque
de acuerdo al criterio de algunos, en especial del clero, la in-
dependencia era sinónimo de ir contra Dios y, especialmente
contra el rey.
Por supuesto, no es honesto juzgar a todo el clero, porque
existían entre ellos hombres con amplitud de pensamiento quie-
26 nes comprendían que la tolerancia era la máxima de Jesucristo, en
contraposición con una jerarquía eclesiástica apegada a las retró-
gradas ideas político-religiosas, que sostenían que oponerse al rey
era oponerse al Dios mismo.
Sin embargo, al analizar las causas externas de la inde-
pendencia, la emancipación de los Estados Unidos de Nortea-
mérica constituyó un duro golpe contra el dogma religioso de
la soberanía absoluta de los reyes y de la dependencia incon-
dicional de los vasallos. Esto se debe a la actitud y opinión de
los reyes de España, los cuales apoyaron la independencia de
Estados Unidos del yugo de Inglaterra. Entonces, si Estados
Unidos podía rebelarse contra el rey, ¿por qué las colonias es-
pañolas no podían hacer lo mismo?
Hasta ese entonces la idea que permeaba el pensamien-
to de los venezolanos, era que el rey podía hacer todo lo que
quería, por cuanto participaba del poder divino. No obstan-
te, la independencia de Estados Unidos fue una demostración
de que todos los hombres son iguales ante Dios, por lo tanto
no pueden existir vasallos sin derechos sujetos a la voluntad
de otro hombre. Estados Unidos estaba demostrando que una
nación puede vivir libre, sin papa y sin rey.
En este orden de ideas, es importante señalar que el
clero como institución es partidario de regímenes que coac-
cionan la libertad de conciencia y pensamiento, de allí que
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

históricamente éste no es afecto a los gobiernos liberales, quie-


nes con sus ideas de igualdad, fraternidad y libertad no favore-
cen el oscurantismo y la esclavitud de pensamiento.
Fue así, precisamente dentro de este marco, al debatirse
la declaración de la independencia de Venezuela del dominio
español, que saltan a la palestra los clérigos Manuel Vicente
Maya y Ramón Ignacio Méndez; el primero, diputado por
La Grita, doctor en derecho civil y en cánones y teología,
quien alegaba que su participación en el cuerpo de diputados 27
para la declaración de la independencia consistía en oponerse
a ésta y defender los derechos de Fernando VII. Este diputado
representaba a la Iglesia católica, institución milenaria que,
atada al trono de España, sujetaba la conciencia americana a la
Corona española.
Por otra parte, el presbítero Méndez representante de
Guasdualito declaraba su apego a Fernando VII, y éste al
igual que Maya, se negó a la declaración de la independencia.
Es de valor subrayar que dentro del cuerpo de hombres que
de alguna manera u otra debían declararse o no a favor de
la independencia, se encontraban siete representantes del cle-
ro, además de los dos mencionados anteriormente, que son:
Luis Ignacio Mendoza, vicepresidente, diputado por obispos;
Salvador Delgado, diputado por Nirgua; Juan Antonio Díaz
Argote por Villa de Cura; Ignacio Fernández por Barinas;
Juan Nepomuceno Quintana por Achaguas; José Vicente
Unda por Guanare y Luis J. de Cazorla por Valencia.
En cuanto al tema de la independencia señala Díaz
Sánchez (1973:, 93), la actitud negativa del padre Maya y el
comportamiento vacilante de Felipe Fermín Paúl, Ramón Ig-
nacio Méndez, Cazorla, Castro, Fernández, Bermúdez y Del-
gado, que en especial los clérigos o algún otro representante
arguyen motivos o pretextos opinando en sentido contrario al
colección
CADA DÍA UN LIBRO

movimiento independentista en la misma fecha del 5 de julio


de 1811. Si se quiere, el punto de partida para esta discusión
estaba en el hecho de la lealtad que se le debía a Fernando VII,
fidelidad política entretejida con la religión dogmática apega-
da a un derecho divino de los reyes.
Sin embargo, ¿es de cristiano sujetarse a tradiciones, sin
importar las consecuencias nefastas que pudiesen ocurrir a sus
semejantes? Es propicio recordar las enseñanzas del Evangelio,
28 que con elocuencia declara: “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”. ¿Es que solamente el rey es prójimo?; ¿se puede con-
cebir una Iglesia que practique la desigualdad social?
Lamentablemente, al estudiar el contexto social de los
movimientos emancipatorios, la desigualdad se muestra ex-
tremadamente marcada entre los distintos grupos étnicos, y
en este Congreso de 1811 no era la excepción, a pesar de que
se abogaba por la libertad e igualdad de todos los hombres.
Pero, ¿qué papel jugaban en este asunto la religión y el Estado?
Se propugnaba un Estado libre e independiente con una reli-
gión única; no obstante, ¿se puede hablar de independencia
de Estado con una religión única? Por supuesto, no se puede
hablar de independencia de Estado al estar éste esclavizado a
los dogmas de una religión que pregona sujeción al rey por
derecho divino. Es como cuando una mujer tiene un mari-
do, pero que al mismo tiempo declara que debe su lealtad a
otro hombre. Por ello el matrimonio Iglesia-Estado no es lo
más conveniente para una nación soberana e independiente
y como dice el adagio popular: “es mejor estar solo que mal
acompañado”. Aquí es propicia la pregunta, ¿cuándo comen-
zó la traición entre marido y mujer? Se usa la metáfora para
referirse al enfrentamiento Iglesia-Estado.
Apunta Díaz Sánchez (1973: 23) que los blancos criollos ca-
tólicos por tradición e inquietos por naturaleza debieron oír las
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

reflexiones de los protestantes traídas por los piratas a nuestros


puertos a través de libros cargados de ideas y reflexiones sobre te-
mas religiosos y sobre cuestiones filosóficas, políticas y sociales.
Recuérdese que en el Viejo Mundo se habían regado
como pólvora las ideas de heroicos denunciadores de los vi-
cios de Roma como Lutero, Calvino, Zuinglio y Erasmo de
Rotterdam entre otros. Además de estos religiosos, se desta-
can igualmente Descartes, Voltaire, Rousseau y muchos otros
quienes a manera de intromisión propagaban aquellas ideas de 29
libertad y libre examen de conciencia.
En Venezuela, a pesar de este f lujo de ideas, es notorio
señalar que la compenetración de estas sólo llegan al conoci-
miento de unos cuantos ilustrados. La ignorancia y la oscura
superstición a través de largos años de tiranía, mezclados con
las costumbres de una cultura católica enraizada en la mente
de hombres y mujeres sin importar su condición social, ge-
neró el conf licto entre el papel de la religión y el Estado en el
contexto de la independencia. Es por ello que vemos circuns-
tancias o posturas, como la adoptada por estos clérigos en el
Congreso de 1811 quienes con mucha autoridad propiciaron
el debate sobre la lealtad o no a Fernando VII.
Es significativo señalar que mientras estos ilustres ciu-
dadanos del Congreso de 1811 debatían sobre la autonomía
del Estado y el papel de la religión (por la lealtad a Fernando
VII), fuera del congreso también existía otro grupo de hom-
bres, en su mayoría pardos formados con las mismas creencias
y tradiciones, pero con experiencias distintas con relación a
privilegios económicos, que a la larga fueron utilizados por
aquellos adictos a la tradición religiosa, para que las cosas si-
guiesen permaneciendo en armonía con el dogma religioso y
la forma tradicional de gobierno.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

A pesar de este envoltorio de oscuridad y confusión,


donde unos son instrumentos de otros, los blancos criollos
fueron los primeros en sacudirse de este manto. Estos comien-
zan a entender que por su naturaleza u origen pertenecen a
una patria, nación o Estado de los cuales son hijos legítimos,
pero ¿cómo amar al prójimo como a sí mismo cuando están
de por medio los intereses políticos, económicos, sociales y
religiosos? La respuesta está en que el Estado es de todos y no
30 de ciertos grupos privilegiados, y esto fue lo que precisamen-
te aprendieron a través de la circulación de libros prohibidos,
cuyo principal enfoque consistía en la fraternidad, igualdad y
libertad de todos los hombres. Concepto utópico para las co-
lonias pero cristalizado en el movimiento de independencia a
pesar del pesado lastre de la tiranía.
Comerciantes, abogados, clérigos, hacendados y milita-
res se destacan entre los más inf luyentes y son los participantes
principales sobre este debate de dependencia o no de Fernan-
do VII, quien es la encarnación del Estado monárquico por
derecho divino. Evidentemente, el juramento de fidelidad a
Fernando VII versus el ideal de independencia pone sobre el
tapete con intención o no el problema de las limitaciones de
la religión sobre el Estado soberano, es decir, aquel Estado con
independencia política con una fuerza moral capaz de man-
tener los principios de igualdad, libertad y fraternidad entre
todos los hombres. En contraposición con aquella forma de
gobierno ilegítimo, que arrebata a los hombres el más sagrado
derecho de la libertad de pensamiento.
Lamentablemente la religión heredada en el Nuevo
Mundo bajo el imperialismo español no fue la religión de
Jesucristo; por cuanto no armoniza con su carácter las cos-
tumbres bélicas, la violencia política, ni mucho menos el
fanatismo y la inclinación a la intolerancia o la anarquía de
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

los terratenientes quienes despojaron a los aborígenes de sus


tierras, situación lamentable que empaña profundamente a
nuestra historia.
No obstante, es válido considerar que España por razo-
nes históricas se había convertido en defensora acérrima del
catolicismo. Una evidencia de ello la encontramos al final del
siglo XV cuando los turcos, quienes se habían apoderado de
Constantinopla desde el año 1453, amenazaban a la cristian-
dad. Fue entonces cuando los reyes católicos en el año 1480 31
fundaron el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición como
una respuesta drástica a la expansión turca. Desde ese momen-
to luego de la expulsión de los moros de Granada, la identi-
ficación e interacción entre la patria y la fe o Iglesia-Estado
se vuelve total, y por lo tanto, quien emita duda en cuanto al
papel de la religión y el clero sería considerado cómplice del
enemigo, llámese este moro, protestante, inglés o francés.
Este fanatismo contribuyó a que España cerrara sus
puertas a toda posibilidad de evolución renacentista o liberal
reformista, tal cual fue pregonada y abrazada por otros países
europeos como es el caso de Francia, Inglaterra y Holanda,
naciones que de manera indirecta propiciaron nuestro proceso
de independencia, a través de las incursiones piratas a nuestras
costas, quienes diseminaron ideas enciclopédicas, protestantes
y liberales, mientras que España se aferraba a su febril espíritu
de contrarreforma.
Finalmente la tendencia protestante se impuso, la herejía
contaminó a las colonias americanas. A España sólo le queda-
ba el camino de la intolerancia, la prédica de sus dogmas y lo
más ventajoso: una sociedad amoldada en conformidad con el
catolicismo medieval, la cual brindaba culto a lo dogmático, a
lo sobrenatural con el apego al autoritarismo y/o dictadura de
reyes y papas; así lo señala Liscano (1963: 61), que, inspirado en
colección
CADA DÍA UN LIBRO

el pensamiento de Herrera Luque, argumenta que la sociedad


venezolana estuvo permeada con marcadas tendencias hacia el
dogmatismo, la violencia, el fanatismo y el culto al caudillo.
Sus orígenes se encuentran precisamente en la religión
católica, que encontró en América el campo propicio para de-
sarrollar esos rasgos, dada la organización social de nuestros abo-
rígenes, quienes se caracterizaban por un apego personal al poder
del cacique, además de su naturaleza supersticiosa, elementos cla-
32 ves para formar una religión con apego al Estado y viceversa.
Este largo proceso favoreció que España desarrollase
principios teológicos políticos fundamentalmente centralistas
en sus colonias en donde sus objetivos se iban cumpliendo ca-
balmente, caracterizándose por un Estado con una alta buro-
cracia repartidora de títulos nobiliarios a la par de una pésima
administración pública y un clero con excesivos privilegios.
Como se ha venido señalando, esta nación había asumi-
do la gigantesca tarea de convertirse en la reaccionaria nú-
mero uno contra el Renacimiento y la Reforma. Ella tenía el
apoyo de la Iglesia, siendo uno de sus instrumentos la Inquisi-
ción. Prácticamente aquí se encuentra la ruina del imperio es-
pañol, que descansaba sobre el más impávido centralismo. Fue
prácticamente imposible acercar a España a la luz de las nuevas
ideas, porque con su dogmatismo radical cerraba las puertas a
la libre crítica y al análisis racionalista.
Este rasgo abundaba comúnmente en la sociedad colo-
nial, la cual era fundamentalmente católica y descansaba sobre
la desigualdad racial y el trabajo de esclavos. Además entre la
Corona y la Iglesia existía el patronato eclesiástico que con-
sistía en el derecho por parte del rey de España para designar
obispos, entre otras intromisiones del Estado en materia de le-
gislación eclesiástica. Pero, ¿hasta cuándo la sociedad colonial
resistiría este modelo ajeno a toda sociedad civilizada?
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Por supuesto, cabe señalar que la primera intención de


los grupos de poder representados por los blancos criollos, no
fue desbaratar este modelo, sino tener poder político que, a su
juicio, les correspondía.
Es igualmente válido señalar en este contexto, cómo era
el modus vivendi de esta sociedad, señalándose en primer lugar
que en torno a la fe católica fue organizada la existencia de la
colectividad, caracterizada por una cotidianidad en donde los
ciclos de siembra y cosecha encajaban dentro del calendario 33
de los santos. Por ejemplo, señala Liscano (1963: 167), que las
fiestas a la Virgen coincidían con el momento de dar inicio
a la siembra, y las de San Juan con la entrada de las lluvias.
Pero no solamente el catolicismo abarcaba estos asuntos, tam-
bién tenía que ver con el entorno familiar, en especial sobre
el papel de la mujer en el contexto matrimonial. Esta era edu-
cada bajo las prácticas católicas más estrictas: respetuosa a las
buenas costumbres aceptando la superioridad de los hombres.
Estos últimos tenían el permiso o la complacencia para tener
concubinas e hijos antes o después de su matrimonio.
Así era la vida en la sociedad católica para el mantua-
no privilegiado y para el pueblo servil, considerándose esta
situación como normal. Luego de estas consideraciones, vale
la pena el análisis crítico al capítulo en estudio a través de los
subtítulos siguientes, los cuales indicarán la línea divisoria o
no entre el papel de la religión y el Estado.

El papel del patronato eclesiástico en la conformación de un Estado


sin límites políticos religiosos

Al abordar este asunto o controversia, es obligatorio dilu-


cidar los orígenes del patronato eclesiástico en América, cuyo
comienzo data desde el 28 de julio de 1508 cuando el papa
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Julio II a través de la bula Universalis Eclesiae Regiminis otorgaba


a los reyes Fernando y Juana el derecho de patronato sobre las
iglesias, beneficios y lugares píos, y que ninguno pudiese cons-
truir iglesias sin el consentimiento de ambos reyes, además de
la facultad de designar obispos.
Prácticamente la autoridad papal estaba colocada en manos
de estos reyes; todo un conjunto de prerrogativas, las cuales, en la
praxis, son derechos absolutos de la Iglesia universal. Sin embar-
34 go, bajo este contexto es propicio preguntar: “¿Cuándo la Iglesia
adquirió autoridad o dominio sobre los territorios de América?
¿Dónde obtuvo el derecho de repartir tierra, hombres y anima-
les, los cuales en ningún momento de la historia estuvieron bajo
su jurisdicción? ¿No tenían los aborígenes libre albedrío para de-
cidir si ceder o no sus territorios conjuntamente con sus riquezas?
Si todas las tierras americanas le pertenecen al Papa, ¿cómo él se
dejó despojar a Estados Unidos por los herejes protestantes?”
Indudablemente el patronato eclesiástico fue un instru-
mento de despojo a los derechos de nuestros aborígenes, so
pretexto de evangelizarlos, lo que al mismo tiempo fue un re-
curso utilizado por el rey Fernando el Católico para conseguir
mayor dominio sobre las tierras descubiertas, que les fueron
donadas el 3 de mayo de 1493 por el papa Alejandro VI a través
de la bula Inter coetera.
Esta donación, señala Sánchez Espejo (1953: 51, 52), tuvo
su origen en un acto de gratitud hacia Fernando el Católico,
quien el 2 de enero de 1492 tomó Granada, culminando la ex-
pulsión de los moros de España. De esta manera el rey español
se convierte en hijo benemérito de la iglesia, haciéndose acree-
dor de la gratitud de la Iglesia y del pontífice. Además, como
acto de reconocimiento también se le otorgó el patronazgo so-
bre Granada, preparándose de esta manera el camino para la
adquisición de las tierras americanas.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

En lo que concierne al ejercicio del patronato, éste llegó


a convertirse en un instrumento de autoridad en manos del
poder civil sobre los asuntos eclesiásticos, previa autorización
de este último a pesar de la concepción teológica jurídica de la
Iglesia, la cual establece que no depende de autoridad humana
y por lo tanto el Estado no puede atribuirse ningún derecho a
aquellas funciones específicas de la Iglesia.
Sin embargo, con el correr del tiempo, una vez establecida
la Iglesia católica en América dependía más de la Corona espa- 35
ñola que de la misma Roma. No obstante, no se vio afectada por
esta dependencia de España, sino que por el contrario, se vio for-
talecida por el apoyo del imperio español, el cual con la espada
y la cruz propició la fundación de iglesias, escuelas, conventos,
monasterios y misiones para la propagación de la fe católica.
En este caso, el matrimonio Iglesia-Estado funcionaba
perfectamente. Rey y Papa eran uno solo y toda la América
española estaba en absoluta sumisión a la doctrina del derecho
divino de los reyes y a la autoridad papal. Pero al separarse las
colonias americanas de la madre patria, la estabilidad de este
matrimonio Iglesia-Estado fue afectada por cuanto las nuevas
naciones, y en el caso específico de Venezuela, cuestionarían la
vigencia del patronato eclesiástico, es decir, extinguida la au-
toridad española finalizaba el patronato eclesiástico concedido
por el papa Julio II a los reyes católicos.
El Congreso venezolano de 1811 declaró la inexistencia
del mismo, aunque creyendo y defendiendo la religión católica
al mismo tiempo que anunciaba su absolución de toda sumi-
sión y dependencia de la Corona española.
En los años sucesivos, luego de la consolidación de la Gran
Colombia, el Congreso de 1824, en Bogotá, aprobó la Ley de
patronato eclesiástico, donde la República adquiere los derechos
colección
CADA DÍA UN LIBRO

que tuvieron los reyes de España, que acentuó la injerencia del


poder civil en los asuntos de la Iglesia.
Sin embargo, para llegar a la aprobación de esta ley, vale
la pena señalar, aparte del pronunciamiento del Congreso de
Venezuela de 1811, otra serie de antecedentes. Predecesor de
esta Ley de patronato eclesiástico de 1824, según lo señala Ocan-
do Yamarte (1975: 63, 64), lo fue la República de Colombia
en 1819, que observaba una inclinación hacia el patronazgo en
36 los gobernantes, inclusive alentado por los sacerdotes mismos,
como el caso del presbítero Juan Nepomuceno Azuero, cuyo
cuestionamiento al poderío papal y al absolutismo de los reyes
animaba al gobierno a inclinarse hacia el patronato.
Es igualmente significativo el artículo 3 de la Ley Fun-
damental de la Unión de los Pueblos de Colombia del 12 de Julio de
1821, el cual reza de la siguiente manera:

La Nación Colombiana es para siempre irrevocablemente li-


bre e independiente de la monarquía española, y de cualquier
otra potencia o dominación extranjera. Tampoco es, ni será
nunca el patrimonio de ninguna familia ni persona (Cuerpo
de Leyes de la República de Colombia 1821-1827, 1961, 4).

Es interesante extraer la esencia del artículo anterior-


mente transcrito, si a ello vamos cuando se dice que “la Nación
Colombiana es para siempre e irrevocablemente libre de la mo-
narquía española”, sencillamente estaba señalando el rechazo al
absolutismo de la monarquía española que como se sabe era
una monarquía apegada y compenetrada con los dogmas del
catolicismo; papa y monarca eran uno solo, el matrimonio de
ambos bajo el patronato de Julio II así lo impuso.
Pues bien, para no dejar lugar a dudas en cuanto a la idea
que se quiere transmitir, agregaba el no sometimiento a otra
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

potencia o dominación extranjera. Esta potencia podía refe-


rirse a cualquier nación aparte de España, pero ¿se aplicaría
al Vaticano? Para no dar lugar a ambigüedades se menciona-
ba que tampoco sería cedido su patrimonio a ninguna familia
o persona (¿se tendría en mente la dádiva concedida por los
pontífices a los reyes católicos de cederle la América entera?).
Históricamente hablando, la primera ocasión cuando Colom-
bia, Venezuela y el resto de los territorios fueron entregados a
familias o personas, ocurrió cuando el pontífice romano Ale- 37
jandro VI donó a los reyes de España el territorio americano;
secundado más tarde con el otorgamiento del patronato ecle-
siástico por el papa Julio II.
La Constitución de Colombia sancionada el 30 de agosto
del año 1821 en la Villa del Rosario de Cúcuta, cuyo ejecúte-
se tuvo lugar el 6 de octubre de ese mismo año, no contenía
ningún artículo sobre religión. Al respecto, Martínez (1961:
17) señala que a Simón Bolívar le interesaba mantener buenas
relaciones diplomáticas con Estados Unidos e Inglaterra, y por
lo tanto si se imponía la religión católica como la religión del
Estado, esto traería trabas con las gestiones financieras que se
realizaban especialmente con Gran Bretaña. La razón era ob-
via: estos países habían formado estados totalmente indepen-
dientes del dominio papal.
En este contexto lleno de rencillas entre el poder civil
y el poder eclesiástico, finalmente el Congreso colombiano
aprobó la Ley de patronato eclesiástico el 22 de julio de 1824 y fue
sancionada luego por el poder ejecutivo el 28 de julio de ese
año, reconociendo que Colombia continuaba con el derecho
de patronato heredado de los reyes de España.
Separada Venezuela de la Gran Colombia, aspiraba el ar-
zobispo Ignacio Méndez que el patronato quedase excluido de la
legislación, no obstante el Congreso Legislativo del 15 de marzo
colección
CADA DÍA UN LIBRO

de 1833 declara para Venezuela la vigencia de la Ley de patronato


eclesiástico. Además, la Constitución de Venezuela, sancionada el
24 de agosto de 1830, ya anticipaba esta decisión por cuanto la
misma no albergaba la marca de la intolerancia religiosa.
Por otra parte, el Congreso del 7 de octubre de 1830 de-
claraba que los ministros de la religión debían crear el clima
propicio para recibir a los extranjeros sin importar su condi-
ción religiosa. Sin embargo, los hechos demuestran todo lo
38 contrario, en vista de que el arzobispo Ramón Ignacio Mén-
dez, quien debía ser ejemplo de gentileza y prudencia en el
manejo de los asuntos políticos y religiosos, se niega a jurar la
constitución de 1830, lo que trae como consecuencia su expul-
sión del territorio nacional.
Esta confrontación suscitada entre el poder civil y el po-
der religioso, tiene profundas implicaciones, especialmente
para un estado naciente con inclinaciones liberales, además de
su consolidación en el proceso de independencia, y devastado
por el horrible drama de la guerra.
¿Con qué autoridad Ramón Ignacio Méndez abogaba a
favor de la Iglesia católica unas prerrogativas ya desgastadas de
un modelo político religioso en decadencia? ¿Fue la intención
del arzobispo mantener un statu quo conforme al modelo im-
plantado por largos siglos de tiranía? Evidentemente la Iglesia, a
través de su representante el arzobispo Ramón Ignacio Méndez,
estaba reclamando una autonomía absoluta, es decir un “no” a
las intromisiones del Estado en el derecho de la Iglesia en dirigir
y decidir lo relacionado con los asuntos eclesiásticos. Pero, ¿tiene
la Iglesia derecho a esgrimir argumentos dentro de los gobiernos
a tal punto que las conciencias de los gobernantes queden some-
tidas a sus dictámenes? ¿Dónde queda entonces el libre albedrío
que Dios le ha otorgado a cada ser humano? La Iglesia apelaría a
su milenaria posición, de considerarse voz de Dios en la Tierra;
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

pero, ¿está en armonía con los principios divinos la sumisión de


la voluntad de los hombres a sus semejantes? ¿Es correcto prac-
ticar la intolerancia en nombre de Dios, cuando de acuerdo a las
Sagradas Escrituras el primer tolerante es Dios?
Un defensor convencido de la autoridad de la Iglesia res-
pondería que esta, por investidura divina, puede intervenir en
las decisiones de un Estado; pero, ¿puede o no un gobierno in-
tervenir en los asuntos de la Iglesia? ¿No enseña la escritura que
las autoridades civiles han sido puestas por Dios? Indudablemen- 39
te en dar una respuesta categórica a esta serie de preguntas, se
encuentra el meollo del asunto. Y mientras tanto en la Venezue-
la de 1810-1834 existía esta confrontación Iglesia-Estado.
La consolidación de la independencia de Venezuela se
convertiría en un proceso cuesta arriba por cuanto aceptar lo
que la Iglesia exigía, era volver al pasado a aquellos antiguos
desmanes de la supremacía del rey y el papa por derecho divi-
no. Y es aquí válido preguntar, ¿dónde está el derecho de los
pueblos para ejecutar su libre pensar para vivir en libertad? El
Evangelio proclama que “al César lo que es del César y a Dios
lo que es de Dios”. Pero una mente inquisitiva preguntaría:
¿cuáles son los límites de Dios y cuáles son los límites del Cé-
sar? Tratar de responder a esta pregunta equivaldría al uso de
argumentos teológicos, y esto es válido.
Juan Germán Roscio en su obra titulada El triunfo de la
libertad sobre el despotismo utiliza magistralmente argumentos
basados en las Sagradas Escrituras, con el fin de defender su
postura en pro de la independencia de América. Su obra cons-
tituye un legado para la Historia de Venezuela. Por consiguien-
te, valiéndose de este antecedente se argumenta que la religión
y el Estado deberían mantener un principio de separación, por
cuanto la historia evidencia que la amalgama Iglesia-Estado ha
sido perjudicial para la libertad de los pueblos.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Sucede que la misión de Cristo, según se expresa en los


evangelios consistía en anunciar la llegada de un reino espiri-
tual y celestial. Jesús enseñó que su reino no era de este mun-
do, pero al mezclarse lo religioso, en este caso, las enseñanzas
de Cristo con los asuntos políticos, se pierde de vista la misión
evangélica, es decir, una especie de evangelio socio-político
nubla la esencia de las enseñanzas del verdadero Evangelio, el
cual es sustituido por dogmas y especulaciones de hombres
40 cuyo objetivo es satisfacer sus intereses políticos y de ambición
de poder.
Con estas ideas, tampoco se está esgrimiendo que un
hombre religioso no pudiera ocupar un puesto de responsabi-
lidad en un determinado gobierno. Sin embargo, tal individuo
debiera tener una entereza de carácter y una enjundia moral
que le ayude a conservar el equilibrio para desenvolverse en un
asunto tan complejo, como lo son los asuntos de la religión y
el Estado. La Biblia ofrece el ejemplo del profeta Daniel, quien
ocupó un puesto político de gran responsabilidad en los impe-
rios de Babilonia y Medo-Persia, siendo un hombre fiel a sus
convicciones religiosas y hábil en el manejo político, sin detri-
mento de ninguna de las dos.
Esto, si se quiere, es un caso excepcional, digno de enco-
mio, pero no es la norma. Por lo tanto lo más apropiado es la
separación Iglesia-Estado; el matrimonio entre ambos no es lo
más conveniente para un Estado soberano, el cual debe dar ca-
bida a la tolerancia y no permitir que ninguna religión, bien sea
católica o protestante el árbitro de sus decisiones, por supuesto
que en el contexto del respeto de las libertades individuales,
por cuanto cada ser humano creado a la imagen de Dios tiene
la libertad para elegir que creer y no creer, sin que el Estado o
religión alguna se convierta en conciencia de éste.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Injerencia de la Iglesia en la caída del primer Estado venezolano

Se cayó la Primera República, y con ello vino el lamen-


to. Bolívar desde Cartagena de Indias en 1812 en su famoso
Manifiesto trata de buscar las causas de tan nefasto hecho. Las
inquietudes de Bolívar llegan hasta nuestros días: ¿no tendría
nada que ver la Santa Madre Iglesia? Le horroriza al Libertador
la posición de la Iglesia católica incluyendo en tan valioso do-
cumento las siguientes palabras: 41

Es muy probable que al expirar la Península, haya una pro-


digiosa emigración de hombres de todas clases, y particular-
mente de cardenales, arzobispos, obispos, canónigos y clérigos
revolucionarios capaces de subvertir, no sólo nuestros tiernos
y lánguidos Estados, sino de envolver al Nuevo Mundo entero
en una espantosa anarquía. La influencia religiosa, el imperio
de la dominación civil y militar, y cuantos prestigios puedan
obrar sobre el espíritu humano, serán otros tantos instrumen-
tos que se valdrán para someter estas regiones. (Documentos
que hicieron historia, 1962: 136)

Sería una falta de honestidad atribuirle sólo a la Iglesia


toda la responsabilidad en la caída de la Primera República;
sin embargo en el análisis de Bolívar en cuanto a las causas
probables de la caída de la Primera República en este famoso
manifiesto, explica en qué sentido el clero fue responsable de
este hecho. Además aparta un espacio para describir el inmen-
so poderío que posee la Iglesia, y a manera de probabilidad
Bolívar expresa que al expirar la península (España), situación
que Bolívar daba por sentado a finales del año 1812 dada la
condición de la madre patria, esta fue afectada por la guerra de
colección
CADA DÍA UN LIBRO

su independencia contra los franceses desde el año 1808, al ser


invadida por los ejércitos napoleónicos.
Esta larga guerra trajo como consecuencia que la pobla-
ción española fuese diezmada, a la par que su economía esta-
ba en ruina por las pérdidas en la agricultura, el colapso del
comercio y una hacienda en bancarrota; añadiéndose a esto,
el debilitamiento de la nobleza y del clero como clase privile-
giada. Políticamente el antiguo régimen estaba llegando a su
42 fin. Y España en el año 1812 contaba con una constitución de
corte liberal, sumándosele a todo ello el desmoronamiento del
imperio colonial por la emancipación y/o sublevación de las
colonias. En este contexto, sobre la probabilidad de que el im-
perio español quisiese resurgir, Bolívar hipotéticamente seña-
laba que si se trasladase el poder español a este continente, los
primeros que tomarían bandera serían el poder clerical. Lo que
ratifica una vez más el inmenso dominio de la Iglesia en todas
las esferas de la sociedad colonial.
Es por ello que al describir la sociedad colonial dentro de
sus memorias para contribuir a la historia de la revolución de la
Capitanía General de Caracas, Poudenx (1815: 108) señalaba
que la única religión que se toleraba en las posesiones españolas
del Nuevo Mundo era la católica. El Tribunal de la Inquisición
velaba para que fuera preservada su integridad y pureza. Igual-
mente Poudenx comentaba que la sede principal estaba en la
ciudad de Cartagena, adonde se enviaban a los reos por delitos
graves. En la capitanía general solo existían delegados especia-
les. En sí el contexto de la sociedad colonial estaba sumergido
dentro del dominio de la Iglesia católica.
Otro elemento ilustrativo de inf luencias católicas en la
sociedad colonial consistía en el profundo desprecio que esta
sentía hacia las artes manuales, lo cual no era otra cosa que
una herencia del sincretismo del pensamiento griego con el
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

católico. En efecto, los griegos consideraban que los trabajos


manuales eran para los esclavos o personas de condiciones in-
telectuales inferiores. El catolicismo abrazó esta corriente del
pensamiento griego y la llevó a los pueblos donde impuso su
hegemonía. Esto es solo un ejemplo aislado de cómo la Iglesia
católica dominaba todas las esferas de una sociedad. Por eso
no es extraño que Simón Bolívar expresase su admiración por
tan grande poderío. Y es que todo estaba a su favor, porque el
gobierno además de ser civil y militar, también era religioso 43
sin cuyo consentimiento no podía fundarse ningún estableci-
miento eclesiástico.
Señalaba Poudenx (1815: 112), que aunque el poder se
concentraba en el capitán general como parte del poder civil y
militar, el verdadero jefe de la provincia era el arzobispo, más
que todo porque las instituciones religiosas fueron en América
las promotoras de la dominación española.
Volviendo sobre el tema de la caída de la Primera Repú-
blica, y sobre la inquietud de Bolívar de averiguar las posibles
causas, no ha de pasarse por alto cómo el terremoto del 26 de
marzo de 1812 pudo producir una impresión desfavorable en
los espíritus supersticiosos e ignorantes, quienes, gracias a la
inf luencia del clero, aseveraban que dicho terremoto era un
castigo de Dios por haberse sublevado contra Fernando VII.
Para mayor estigma, la destitución del capitán general Vicente
Emparan había ocurrido un Jueves Santo del 19 de abril de
1810, y precisamente este terremoto ocurrió un Jueves Santo
de 1812.
Indica Rojas (1891: 184) que los fanáticos bajo el do-
minio del clero lanzaban sus consignas diciendo: “en Jueves
Santo lo hicieron, en Jueves Santo lo pagaron”. De una hoja
suelta, impresa en el taller caraqueño de Juan Baillío en abril
de 1812, titulada “El terremoto: ¿castigo de Dios?”, dirigida
colección
CADA DÍA UN LIBRO

a los militares de Caracas, se argumentan una serie de razones


para no creer en el fanatismo popular alentado por el clero y se
ref lexiona de la siguiente manera:

¿Qué rey había desconocido Caracas, cuando en el año 1641


fue destruida por otro terremoto en términos que se pen-
só trasladar la ciudad al sitio de Sabana Grande, y vinieron
de Canarias cuarenta familias lo que había despoblado aquel
44 meteoro? ¿Qué rey había desconocido ella misma cuan-
do el 21 de octubre de 1766 sufrió muchos estragos por la
misma causa? ¿No estaba Caracas en estas épocas humilla-
da a los monarcas de España? Lima, Acapulco, Guatemala y
otros pueblos de América, ¿no han sido también anonadados
y destruidos por los temblores de tierra bajo el imperio de
los reyes? ¿Lisboa no pereció con igual motivo adorando al
monarca de Portugal? Pues si han perecido tantos pueblos
que reconocían a los reyes, ¿cómo puede hacerse creer que
el desconocimiento de éstos ha sido la causa del terremoto
que hemos sufrido? (De una hoja suelta, impresa en el taller
caraqueño de Juan Baillío en abril de 1812. Se conserva en el
archivo del Libertador, volumen 68, folio 3).

Este extracto documental es otra evidencia de cómo el


poder político de religiosos a lo largo de los siglos, se había va-
lido de la superstición y el engaño para cauterizar las concien-
cias. El ser humano apegado por naturaleza a lo trascendente,
admirando lo inexplicable y lo que no se ve, ha sido víctima de
cuantas fábulas, especulaciones y tradiciones inventadas por los
maestros de la religión, sometiendo al ser humano a sus inte-
reses y teorías. Y es que el terremoto de 1812 es sólo un hecho
aislado en la historia venezolana de cómo el clero se ha vali-
do de estos instrumentos para preservar su infalible religión,
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

porque pareciera que el fin justificara los medios, aunque se


violen los preceptos más sagrados.
Por ello se infiere una vez más, la no conveniencia en
Venezuela de la libertad de cultos, especialmente la corriente
protestante cuyo origen está relacionado con la emancipación
de las ideas, la libertad de conciencia y pensamiento como do-
nes del Creador otorgados a cada ser humano para ejercer su
libre albedrío.
En el caso de la religión católica, esta facultad del libre al- 45
bedrío ha de estar sumisa a Fernando VII en obediencia ciega,
por lo que se proclamó a viva voz que el terremoto del 26 de
marzo de 1812 fue “¡un castigo de Dios!”, ¡cuánto provecho
se le sacó a esta superstición! Afortunadamente hubo hombres
con claro pensar y discernimiento que cuestionaron semejante
engaño apelando a la razón.

Alusión al tribunal de la Inquisición y su relación con los límites


entre la religión y el Estado

En el año 1483 fue establecida definitivamente en España


con el reconocimiento de los reyes Fernando e Isabel una de
las más terribles maquinaciones del papado, a saber, el Tribu-
nal de la Inquisición. Éste tuvo su origen bajo el pontificado
de Gregorio IX en el año 1229 era un instrumento de tortura
y persecución para todo aquel que se mostrase sospechoso de
obrar contrariamente a la fe católica, y a quien se encontrara
culpable se le juzgaba bajo los más viles procedimientos, para
ser castigado en prisión o para que muriera en la hoguera.
La Inquisición fue introducida en América para preservar
la raza aborigen de cualquier herejía que impidiese someter a
los indios a la religión católica. Felipe II fundó en 1570 y 1571
colección
CADA DÍA UN LIBRO

respectivamente los Tribunales del Perú y México. En el año


1610 se creó un tercer Tribunal en Cartagena de Indias.
La Inquisición se valía del poder civil para que este le sir-
viese de apoyo en el cumplimiento de sus objetivos, no obs-
tante la misión de juzgar a los procesados correspondía a la
Inquisición. También los inquisidores gozaban de inmunidad
legal, y además eran objeto de adulación parte de las autorida-
des de la colonia.
46 Refiere Brice (1970: 104) que por disposición del empe-
rador Carlos V de fecha 10 de marzo de 1553 se dictaminó que
ni el Consejo de Indias, audiencia y gobernadores u otro tipo
de autoridad, debía entrometerse en las disposiciones de este
tribunal, lo cual indica la completa autonomía y decisión en los
asuntos en los cuales tenía que legislar.
En un gobierno democrático, el goce de las libertades
ciudadanas está garantizado además de otros elementos por la
autonomía de los poderes, pero entiéndase que autonomía no
significa omnipotencia y si se analiza fríamente la actuación
del tribunal de la Inquisición, era su arbitrio, dictatorialmente
en lo concerniente a la libertad de conciencia de los hombres.
No se podía opinar lo contrario. Sus funciones eran extre-
mas en concordancia con las exigencias papales: preservar la
fe católica aun en contra de la libertad de pensamiento del ser
humano. De alguna manera había que intervenir para que la
herejía infernal de las ideas liberales protestantes no penetrasen
en determinada sociedad. Cuando llegaban buques a la Amé-
rica evangelizada por obra de la espada y la cruz era tanto su
terror por las nuevas ideas que estos santos inquisidores tenían
como función propia comisionar a sus ministros para inspec-
cionar el tipo de libro y recoger, si fuese necesario, aquellos
que tuviesen en contra de la verdadera y única religión. Por lo
tanto a la América no podían entrar libros que no estuviesen
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

aprobados por el Consejo. De igual manera, cualquier tipo de


libro antes de imprimirse debía ser supervisado por el mismo
Consejo de Indias. Además debía proveerse lo conducente para
que aquellos libros profanos y fabulosos no fuesen leídos por
ningún habitante de la América española.
No obstante, a pesar de todas estas restricciones, de algu-
na manera u otra los herejes piratas lograron hacer penetrar a
la América una cantidad de libros prohibidos, los cuales cons-
tituyeron un polvorín para despertar las conciencias de estos 47
americanos sumergidos en un oscurantismo medieval.
Sin lugar a dudas, el nombre de Santo Oficio les quedaba
demasiado grande, por cuanto los inquisidores eran hombres
comunes y corrientes, pero carentes de sensibilidad humana.
Prácticamente la Inquisición se convirtió en un terror para la
sociedad. Era una institución arropada con el manto del cris-
tianismo en nombre de la fe y la religión para cometer los crí-
menes más atroces, vendiendo la idea que el Dios del cielo
aprobaba sus procedimientos. Pero, ¿qué tipo de procedimien-
tos en nombre de la pureza de la religión podía utilizar el Tri-
bunal del Santo Oficio de la Inquisición?
Afirma Brice (1970: 100) que las sentencias se proclama-
ban después de una solemne procesión, la cual concluía en la
plaza principal; esto era denominado auto de fe. Los acusados
absueltos, iban montados en caballos blancos y llevaban palmas
en las manos, y los condenados marchaban con coroza, el cual
consistía en un capirote de papel, sambenito y soga al cuello.
Los condenados eran quemados vivos, y si algún condenado
había muerto, podían desenterrarlo y quemar sus huesos. Otra
alternativa para los acusados podía ser la cárcel o el destierro.
En lo que atañe a su actuación y su relación con el problema
de la libertad de cultos en el período 1810-1834 en Venezuela,
habría que remontarse a su origen en Cartagena de Indias, cuyo
colección
CADA DÍA UN LIBRO

establecimiento se debe al rey Felipe III por Cédula expedida el 8


de marzo de 1610. En su arribo a Cartagena el 21 de septiembre
de ese mismo año los inquisidores fueron recibidos con todos los
vítores y música como si se tratase de la presencia del mismo rey.
Hubo un Te Deum Laudamus. Su misión consistía en conservar la
pureza de la fe católica. Informa Brice (1970: 119) que para el 26
de julio de 1636 se habían realizado más de una docena de autos
de fe, entre ellos tres generales y como la mayoría de los castiga-
48 dos para el año 1638 eran personas del alto comercio, las rentas
del tribunal eran suntuosas por concepto de confiscaciones.
En cuanto a situaciones particulares y generales de los ca-
sos y juicios de la Inquisición en Venezuela, no es el objeto en
la presente obra enumerarlos; sin embargo es notorio en los
anales de la historia de Venezuela la actuación del Congreso de
1812, el cual sancionó el proyecto de ley para abolir el Tribu-
nal de la Inquisición en toda la Confederación de Venezuela.
Dicho Congreso consideraba un solemne deber (el cual se le
agradecería en la posteridad) actuar rápidamente para abolir
tan terrible tribunal. Los congresistas de aquella época argu-
mentaban que la conducta del Tribunal de la Inquisición, era
diametralmente opuesta a la dulzura y a la caridad cristiana, no
guardaba concordancia con la conducta del fiel y manso Jesús.
Además la Inquisición se tomó el lugar que sólo le corres-
ponde a Dios, quien es el único que puede ejecutar la vengan-
za. Además es muy llamativo el hecho de que aquellos hombres
de 1812 recordasen actuaciones pasadas de la Inquisición en la
historia, con el fin de hacer más vívida las razones para abolir
tan terrible monstruosidad, número uno para la época en ase-
sinatos y violación de los derechos humanos, tan cruel y san-
guinaria como no se conoce otra institución en la historia.
Argüían que la Inquisición había despedazado los víncu-
los más sagrados de la humanidad, por cuanto “había arrancado
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

a la esposa del brazo del esposo y a los hijos del regazo de sus
madres” (ley para abolir el Tribunal de la Inquisición, Caracas,
febrero 1812).
Explicaba también este Congreso, que otra razón válida
para abolir el terrible Tribunal de la Inquisición era la forma
como estos realizaban los procedimientos para juzgar y senten-
ciar a sus víctimas.
Establecen estos hombres de pensamiento liberal, que la
actuación de los inquisidores era análoga a los horrores y tinie- 49
blas que la cubren. Si esto es cierto, ¿por qué tanta descalifica-
ción hacia el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición? (Si
alguien aún se atreve a preguntar). Pues bien, uno de los gran-
des dones que el Creador le ha otorgado al hombre es el de la
libertad o libre albedrío, por lo tanto cada ser humano creado
a la imagen de Dios tiene el derecho inherente de ser libre para
tomar sus propias decisiones y responder por sus actos.
Por lo tanto ningún hombre o institución puede ser con-
ciencia de otro, lo que significa que nadie debe vender su con-
ciencia a otro hombre. Tal es la máxima del protestantismo cuyo
paladín Martín Lutero lo proclamó a viva voz al solicitársele que
se retractara de sus convicciones y esto lo aplaude el liberalismo.
¡Qué felicidad para un hombre!, ¡vivir en sociedad sin
rey y sin papa! En Venezuela estaba penetrando esta doctri-
na de libre pensamiento, sin embargo las cadenas medievales y
del oscurantismo papal, se negaban a romperse por los esbirros
de la Inquisición. Es así como este Congreso de 1812 de corte
liberal tuvo la osadía de desafiar y abolir este tribunal de las
tinieblas. Se tomó como base el bienestar del hombre, el de la
familia y su convivencia en sociedad. Se criticó arduamente
cómo era tratado el ser humano al caer en manos de esta justi-
cia divina.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Sustentando sus argumentos, el Congreso explicó a tra-


vés de esta ley cómo el delator o acusador era desconocido y
oculto. El reo permanecía sin comunicación durante toda la
causa, igualmente ignoraba quiénes eran los testigos. En fin,
los procedimientos eran los más sigilosos y oscuros. No exis-
tían otras instancias para apelar a la sentencia. El sentenciado
no podía nombrar un defensor, pues este era uno de los miem-
bros del Tribunal, y el Congreso de 1812 lo calificaba de mise-
50 rable asalariado del mismo.
Así juzgaba la Inquisición a los hombres. De esta manera
se violaban los derechos del hombre y del ciudadano fingién-
dose defender los derechos de Dios. Finalmente el Congreso
de 1812 señalaba “que al menos no se ha ofendido nuestra vista
con autos de fe, hogueras y cadalsos” (Ley para abolir el Tribu-
nal de la Inquisición en toda la Confederación de Venezuela.
Caracas, febrero de 1812). No obstante estos hombres reco-
nocían que por inf luencia de este tribunal se prohibía la cir-
culación de todo tipo de libros, buenos y malos, permitiendo
circular aquellos que sostenían la tiranía.
Finalmente por todas las razones expuestas, concluía este
Congreso de corte liberal: “Queda extinguido y para siempre
el Tribunal de la Inquisición en todas las provincias de Vene-
zuela, caducando igualmente todas las delegaciones y comi-
siones de este Tribunal, aboliéndose también las leyes que lo
protegían y regulaban”. Como punto final y para distinguir los
límites que deben existir entre la religión y las funciones del
Estado, el Congreso establecía que las autoridades eclesiásticas
no podrían imponer otro tipo de penas que las espirituales, y
que la única manera para proceder judicialmente sería en con-
formidad con lo establecido en la Constitución Federal.
De la aprobación de esta ley se desprende fácilmente cuál
podría ser la reacción del clero. Comenta Brice (1970: 134)
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

que el arzobispo Narciso Coll y Pratt emprendió acciones de


desobediencia proselitista. En circular del 28 de diciembre de
1812, el arzobispo instaba a los párrocos y sacerdotes para que
se recogieran y quemaran papeles y panf letos del gobierno
abolido.
Era tanto el celo de las autoridades eclesiásticas por impe-
dir cualquier literatura que estuviese en contra del absolutismo
de los reyes y la autoridad papal en las colonias, que en la Ga-
ceta de Caracas, primer periódico venezolano, se da al público 51
la seguridad de no publicar nada sin la previa inspección del
gobierno. Por lo tanto, “nada de cuanto se publique se hallará
la menor cosa ofensiva a la Santa Religión Católica” (De la Ga-
ceta de Caracas, Nro. 1 del 24 de octubre de 1808), arguyéndose
como punto fundamental el respeto a las leyes que gobiernan
al país, las cuales dependían de la Corona española. Notándo-
se a simple vista cómo cuidaban las autoridades eclesiásticas la
preservación del gobierno absolutista, por cuanto favorecían
sus pretensiones de autoridad y hegemonía sobre el libre pensar
de los ciudadanos.
No obstante, con mucha astucia y elegancia se argumen-
taba que el fin primordial en colocar estas restricciones, no
era otra cosa que el bien común de la sociedad. Por otra parte,
afirma Cordero (1983: 342), citando a Juan Vicente González,
(1865: 257), que luego de la Revolución de 1810, la prensa ad-
quiere nuevos vuelos debido a las nuevas publicaciones, las cua-
les desarrollarían el concepto de independencia. Estas nuevas
ideas, señala, entraron en controversia, especialmente las rela-
cionadas en la materia de tolerancia religiosa.
Por ejemplo, en la Gaceta de Caracas, el irlandés Willian
Burke, de quien se escribirá posteriormente de una manera
más amplia, prende el polvorín para la controversia en la que
intervienen los frailes de Valencia y la curia metropolitana. Allí
colección
CADA DÍA UN LIBRO

descuellan los doctores Quintana y Gómez en representación


de la Universidad de Caracas.
Muy a pesar de los esfuerzos por abolir para siempre el
Tribunal de la Inquisición, esto no fue tarea fácil. Es bien co-
nocido que la Primera República sucumbió ante Monteverde,
comandante general de los Ejércitos de su Majestad Católica,
derogándose de esta manera todas las leyes y disposiciones de
la Primera República. Por lo tanto las actividades inquisitoria-
52 les continuaban aunque su sede principal estaba en la ciudad
de Cartagena de Indias. Como se ha observado sus actividades
estaban dirigidas a evitar a toda costa la propagación de libros
con ideas contrarias a la monarquía.
En el año 1821, al iniciarse la época de la Gran Colombia,
el Congreso general de esa nación por efecto de la ley del 22 de
agosto del año antes citado abolió el Tribunal de la Inquisición.
El mencionado Congreso, a semejanza del Congreso venezo-
lano de 1812 expuso sus razones para abolir esta institución del
papado. En su parte introductoria alega que es su deber conser-
var la pureza de la religión católica y romana, motivo suficiente
para eliminar definitivamente dicho tribunal, además de que
sus rentas y bienes pasarían a los fondos públicos.
Por otra parte los obispos, reverendos y vicarios reasumi-
rían sus funciones espirituales, las cuales le habían sido privadas
por este tribunal. En cuestión de penas y sanciones por delitos
espirituales solo tendrá lugar para con los católicos romanos na-
cidos en Colombia, u otras personas que habiendo venido de
otro país se hayan inscrito en los registros parroquiales. Pero
aquellos extranjeros que vinieren a establecerse, bien sea tempo-
ral o perpetuamente, no deben ser molestados en lo relacionado
a sus creencias. Se debía respetar además la religión católica.
Con la aprobación de esta ley por parte del Congreso,
quedaba de una vez y suprimido para siempre el Tribunal de la
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Inquisición, institución contraria a la libertad y al libre pensa-


miento de los seres humanos. También se estableció un freno
al empeño que tenía la Iglesia católica en seguir conservando
en Venezuela su política religiosa a favor de la monarquía y de
la supremacía de la Iglesia como ente garante del antiguo statu
quo colonial.

Hacia una interpretación del escrito de William Burke y su relación


con el problema de la libertad de cultos 53

En el año 1811, el católico irlandés Willian Burke, a través


de un artículo publicado en la Gaceta de Caracas el 19 de febrero,
propició un candente debate sobre el tema de la tolerancia reli-
giosa. Su escrito titulado “Derechos de la América del Sur y de
México” produjo inmediata reacción de los opositores de la li-
bertad de cultos en Venezuela. En forma elocuente y magistral,
Burke inicia su exposición mencionando que la conquista o la
fatal casualidad llevó a que el imperio español, fragmentado por
varias monarquías, se uniese ahora en una sola.
Burke, sin especificarlos, está aludiendo a acontecimien-
tos históricos de relevancia, aunque sin entrar en detalles. Son
abundantes los escritos en donde se menciona que el matri-
monio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón en 1469,
herederos de los dos reinos más importantes del norte de Es-
paña, constituyó un viraje definitivo en la reunificación de la
Península Ibérica. Al mismo tiempo ocurre que tras la expul-
sión definitiva de los moros de Granada en 1492, se arraiga aún
más la unidad del imperio español. Burke comenta que a partir
de allí ocurre uno de los episodios más oscuros y tenebrosos
de la historia de España, que bajo una única corona y una sola
religión decide la expulsión de los judíos o musulmanes que no
quisieran convertirse a la religión católica.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Willian Burke defiende su postura de que bajo ese régimen


el pueblo español quedó sujeto a los caprichos de los monarcas. La
voluntad de éstos fue el único fundamento sobre el que se apoya-
ban las leyes; pero estos reyes con el fin de mantener su yugo de
hierro inventaron cubrir sus iniquidades y arbitrariedades bajo el
manto de la religión e hicieron creer a los incautos que la autori-
dad de los reyes provenía del cielo y no de la sociedad. Además,
era contrario al cristianismo hablar de los derechos del hombre.
54 Burke califica tales pretensiones como execrables máximas de los
déspotas. Igualmente estos apóstoles de la tiranía coaccionaron la
libertad de pensar, y fue así como fueron prohibiendo una canti-
dad de libros, calificándolos como heréticos por cuanto su conte-
nido instruía a los pueblos en sus derechos.
Argumenta también este irlandés que la inquisición se
introdujo en España so pretexto de defender la religión contra
los moros y judíos. Pero que en el fondo, su objetivo era impe-
dir la entrada de ciudadanos de claro pensar que contribuyesen
al progreso de España.
En tono inquisitivo, Burke plantea una serie de interro-
gantes con el fin de contrastar el espíritu de la intolerancia reli-
giosa con la mansedumbre de Jesucristo. Empieza dirigiéndose
al respetable clero preguntando: ¿de qué medios usaron Cristo
y sus apóstoles para propagar la religión?, ¿cuál fue la conducta
de nuestro divino maestro, aun para con el que le negó y el que
le vendió? Estas preguntas argumentativas de Burke tenían su
fundamento en las Sagradas Escrituras. Recuerda que al escu-
driñar las enseñanzas de Jesucristo sus procedimientos eran la
benevolencia y el amor y que por lo tanto el Evangelio no pue-
de aprobar la persecución y la violencia como métodos para
aumentar el número de discípulos de la verdad.
Este defensor de la tolerancia, con el fin de darle mayor
fuerza a sus razonamientos, increpa al clero con textos de La
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Biblia, citando incidentes y situaciones en donde se puede apre-


ciar la ética y la sencillez de Jesucristo al tratar a aquellos que
se oponían a sus doctrinas, como el caso narrado en San Lucas
(9: 51-56). Allí se describe el acontecimiento cuando Jesús y
sus discípulos iban rumbo a Jerusalén. Jesús envió mensajeros
delante de él, los cuales tenían la misión de entrar a un pueblo
samaritano con el fin de prepararle hospedaje y alojamiento al
maestro. Los samaritanos no quisieron recibirlos y dos discípu-
los suyos, Santiago y Juan indignados por el rechazo, le propu- 55
sieron a Cristo orar para que descendiera fuego del cielo y los
consumiera, sin embargo Jesús reprendió a sus discípulos por
esta actitud anticristiana.
Se fundamenta igualmente Burke en el ejemplo del
apóstol San Pablo, quien enseñaba a sus feligreses de Roma y
Corinto a no juzgarse unos a otros, a fin de no perder a aque-
llos por quienes Cristo había muerto (véase Romanos 14: 10,
12, 15; 1 Corintios 8: 11, 13).
Entre otros argumentos históricos de relevancia en apoyo
a la tolerancia religiosa, Burke cita el caso de los hugonotes en
Francia. Ellos fueron expulsados de aquel país por la intole-
rancia religiosa. Esto trajo como consecuencia la decadencia
de Francia y el f lorecimiento de Inglaterra por la impolítica
del Edicto de Nantes. Burke también agrega que los hugono-
tes cuando fueron tratados con tolerancia desaparecieron. No
obstante su pluma no presenta evidencias para apoyar tal decla-
ración. Otro argumento histórico a favor de la tolerancia reli-
giosa lo constituye el Estado de Pennsylvania en Norteamérica,
que de acuerdo a la prolífera pluma del irlandés, constituye un
modelo en materia de tolerancia por la no intromisión del Es-
tado en los asuntos de conciencia y adoración.
Tal máxima de Burke se calibra de mucho peso porque
de acuerdo a la información suministrada por Vila (1979: 496),
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Pennsylvania fue fundada con principios bíblicos bajo el lideraz-


go de William Penn. Era este de una familia aristocrática, que
había recibido del rey de Inglaterra tierras como pago de una
deuda que el rey Carlos II debía a su padre. Penn entonces fundó
la colonia bajo el principio de la libertad religiosa y respeto a los
indígenas de esas tierras. Al poco tiempo Pennsylvania llegó a
constituirse en un modelo de desarrollo y progreso, gracias a la
tolerancia y al claro pensar de sus habitantes quienes en sus vidas
56 trataron de practicar los principios de la religión de Jesucristo.
Estos fundadores de Pennsylvania pertenecían al grupo
religioso de los cuáqueros, quienes fueron víctimas de la in-
tolerancia en Inglaterra por no seguir los parámetros de la re-
ligión del Estado (la Iglesia anglicana). Aunque en el año 1691
se aprobó una ley de tolerancia, los cuáqueros no tenían acceso
a las universidades, por lo que se constituyeron en hábiles co-
merciantes. A causa de su integridad en los negocios elimi-
naron el trueque, formando de esta manera las bases para el
precio fijo de los productos.
Burke señala, además, que donde se derriban las barreras de
la intolerancia, la ilustración, la riqueza y la felicidad hermosean
al país que la practica. Recuerda Burke la situación de su queri-
da Irlanda, país caracterizado por tensiones religiosas, y cuyos
orígenes se remontan al siglo XVII. En ese tiempo se produjo la
gran inmigración de protestantes británicos, quienes impusieron
su predominio sobre los primeros habitantes. En el diario Aurora
de Chile, primer periódico chileno en su edición del jueves 13 de
agosto de 1812, reseñaba en el artículo titulado “Se presentan
demandas en Irlanda” que para el año indicado anteriormente,
ya eran conocidas las tensiones con relación a los problemas de
tolerancia. Específicamente un gran número de ciudadanos ca-
tólicos, que representa las cuatro partes del país, está despojado
del derecho de obtener empleos públicos, por cuanto antes de
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

solicitarlos, la ley precisa de recibir algún juramento de prueba o


examen, en donde se niega la obediencia al Papa, desconocién-
dole como cabeza suprema de la Iglesia. Sin embargo, en medio
de estas tensiones se había logrado cierto clima de tolerancia.
En el contexto de la Irlanda de aquella época, de la cual
Burke era contemporáneo, él reconoce cuánto le cuesta a un
irlandés ser católico. Por ello, con toda la diplomacia del mun-
do, Burke suplica al augusto clero de la América Meridional
que reciban a los extranjeros que vengan a vivir a esta her- 57
mosa tierra, que no sean intolerantes, porque a fin de cuenta
todos somos hijos de un mismo Dios. Su objetivo al venir a
este continente era para contribuir a la prosperidad de estas tie-
rras a través de sus labores industriosas. Si el respetable clero
se dignare a seguir este consejo, sería un ejemplo al mundo de
un verdadero cristianismo, cobijando a hombres de distintas
creencias y denominaciones.

Réplicas al escrito de Burke

Sería incompleto un análisis de los razonamientos de


Burke si dejáramos a un lado las reacciones que produjeron
en otros hombres de la época, con una formación político-re-
ligiosa bien definida en cuanto a este tema. Por ejemplo, los
primeros en reaccionar fueron los franciscanos de Valencia,
quienes redactaron un escrito titulado: “Apología de la intole-
rancia religiosa”, que iba acompañado con una misiva dirigida
al arzobispo Narciso Coll y Pratt, con fecha 2 de marzo de
1811 desde la ciudad de Valencia. Esta carta contenía las firmas
de los nombres de los frailes José María Almarza (guardián),
Juan Antonio Rabelo, Juan Manuel Rabelo, Pedro Hernán-
dez, Nicolás Díaz y José Francisco Arocha. Su intención, se-
gún se expresa, es la elaboración de un discurso apologético a
colección
CADA DÍA UN LIBRO

objeto de contradecir las erradas máximas de Willian Burke


publicadas en la Gaceta de Caracas.

El señor Burke ha cometido un abuso contra el gobierno


católico por emitir información de esa naturaleza —seguía
diciendo la carta—, haciendo cautiva a la Iglesia de las po-
testades seculares. La tolerancia —expresaban estos frailes—,
es un proyecto de Satanás, el cual para perturbar a los fieles
58 utiliza dos estrategias: la primera consiste en entrar a la co-
munidad de los fieles con todas sus fuerzas como león rugien-
te, y la segunda como serpiente astuta simulando sencillez e
inocencia, logrando de esta manera discípulos en todos los
Estados. Y por consiguiente, la artimaña de introducir la tole-
rancia religiosa en nuestra provincia tendrá como fin arruinar
el inexpugnable edificio de la Iglesia Católica. Por esta razón
—expresan estos franciscanos—, como católicos y con agudo
dolor no nos cruzaremos de brazos viendo lo que acontece.

Al analizar la carta con sus razonamientos previos a la


apología, llama la atención el celo de los franciscanos en la ma-
nera de plantearse la defensa de sus convicciones, aseverando
que la religión católica habría que preservarse a toda costa y la
intolerancia era el camino seguro. Hasta aquí lo relacionado
con la carta de los franciscanos; continuaremos con el análisis
al escrito apologético.
Al iniciarse en su discurso apologético, los franciscanos de
Valencia observan que su fundamento es el Evangelio, y que la
tolerancia de religiones es un problema de Estado. Consideran
en su apología que lo escrito por Burke estremece la sensibili-
dad de los vecinos de Valencia y otras localidades de la región.
Luego de criticar al gobierno por permitir la publicación
de semejante escrito, concluyen en primera instancia que a
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

través de la tolerancia religiosa, lo que se propagaría entre no-


sotros sería la disolución y el libertinaje, mereciéndose de esta
manera nuestro gobierno el desafecto de los pueblos. Esgri-
men estos religiosos, en la mencionada apología, que los tex-
tos citados por Burke lejos de apoyar la tolerancia más bien la
reprueban.
Este argumento citado por los franciscanos es común a
lo largo de la historia de la Iglesia cristiana. El mismo Cristo
cuando tuvo que hacer frente a Satanás en el monte de la ten- 59
tación, le tocó debatir con su archienemigo con los mismos
textos del Antiguo Testamento que el adversario le citaba. De
allí el principio protestante de que “un texto fuera de contexto
es un pretexto”.
Sin embargo, no es objetivo al comentar esta apología
decir si los textos están bien usados o no, sino resaltar que la
punta de lanza para la defensa de la posición de los franciscanos
a favor de la intolerancia son los escritos de la Sagrada Biblia.
Éstos aluden al relato bíblico cuando Salomón decidió tolerar
otros cultos, en especial los de sus esposas paganas, conducien-
do a Israel a una apostasía nacional.
Finalmente en la primera parte de este escrito apolo-
gético, que tiene como propósito en esta sección señalar los
males espirituales de la tolerancia religiosa, los franciscanos se
defienden de la postura de Burke en cuanto al progreso que
pudiera generarse en América, por permitir la entrada de per-
sonas de distintos credos religiosos. En forma magistral aplican
el texto del evangelio según San Mateo 16: 26 que expone:
“¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde
su alma? Y luego, desafiando a Burke, le preguntan: “¿De qué
le aprovechará a América progresar e incursionar en todas las
artes y ciencias del mundo si pierde la religión católica? Segui-
do a esto, añaden una crítica al catolicismo de Burke a quien se
colección
CADA DÍA UN LIBRO

le conmina a enmudecer por semejante desatino de proponer


para América la tolerancia religiosa.
Como punto final a la caridad cristiana, los francisca-
nos elocuentemente declaran su amor por todos los hombres,
inclusive por los herejes por cuanto son hechuras del mismo
Creador. Pero se procedería contra ellos si les tocase vivir en
estas tierras católicas profesando sus errores. ¡Qué contraste
con la religión de Jesucristo! No es así como deben conducirse
60 sus ministros. Sin embargo, era imprescindible conservar a la
única y verdadera Iglesia.
La segunda parte del discurso apologético tiene como
objetivo señalar los males materiales de la tolerancia religiosa
para los pueblos. Aquí sus razonamientos están sustentados con
los acontecimientos históricos, como una evidencia de que la
tolerancia no es necesariamente una forma de progreso para los
pueblos, citando en específico como primer ejemplo el caso de
Francia cuando su rey Francisco I (1515-1547), más que todo
por inf luencia de su hermana, permitía la tolerancia de los hu-
gonotes. Esta tolerancia trajo calamidades a aquel país (no se
mencionan cuáles calamidades), pero afortunadamente en lo
futuro se tomaron medidas para la expulsión de los hugonotes.
El argumento anteriormente citado por los frailes, ha de
considerarse que depende de la óptica del historiador. Para un
protestante la expulsión de los hugonotes de Francia fue la base
para la ruina de la nación por la fuga de gentes industriosas,
siendo favorecida Inglaterra por haberlos recibidos. Pero para
un historiador eclesiástico con acervo católico, los hugonotes
serían una calamidad para Francia por presumir que estos rea-
lizaron proselitismo en detrimento de la misa, hecho que jus-
tificó la matanza de San Bartolomé, en Francia cuando fueron
masacrados más de setenta mil hugonotes.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Seguidamente y con otros ejemplos detallados (no es ob-


jeto citarlos todos) mencionan que la paz de España e Italia se
debe a la intolerancia, por no permitir sentimientos públicos
contra la religión católica.
Respetando los argumentos de este grupo religioso aun-
que sin compartirlos, especifican que los imperios de Grecia,
Roma, Egipto, al igual que los gobiernos de Japón y China
deben su prosperidad por tener una religión única. Ella consti-
tuye una salvaguarda para la unidad nacional y el bien común 61
de la sociedad. Mencionan también en su discurso tres doctri-
nas fundamentales de la Iglesia católica que son: creer en un
solo Dios, el ser humano tiene un alma racional y la doctrina
del purgatorio e infierno. Así que es incompatible tolerar una
religión que no armonice con estas creencias. Al final de la
apología se encuentra un poema que exalta las bondades de
la Iglesia y el Vicario de Cristo (el Papa) con una sentencia de
muerte para todo aquel que se le oponga.

Otra reacción: Ensayo político contra las reflexiones de William


Burke

El autor de este ensayo político fue Antonio Gómez, con


fecha del 2 de marzo de 1811 desde la ciudad de Caracas. Se
evidencia en el escrito más argumentos históricos que pasajes
bíblicos. Su metodología para el debate consiste en citar pa-
labras textuales y hechos históricos del escrito de Burke para
luego pulverizar sus argumentos.
Sin embargo, como se ha citado anteriormente, debe di-
ferenciarse la interpretación de un mismo acontecimiento por
un protestante y por un católico (aunque Burke no era protes-
tante), y esto es muy notorio en el análisis e interpretación que
hace Antonio Gómez de los acontecimientos históricos. Una
colección
CADA DÍA UN LIBRO

evidencia de ello se encuentra al hacerse referencia a William


Penn quien fue fundador de la colonia de Pennsylvania. Burke
elogia a dicha colonia como modelo de prosperidad y ejemplo
de tolerancia para las otras colonias norteamericanas y para el
mundo. No obstante la percepción de Antonio Gómez parece
distinta, por cuanto asevera que esta colonia fue fundada por
delincuentes subversivos contra el pago de los diezmos a las
autoridades de la Iglesia, quienes fueron traídos por William
62 Penn a estas tierras para que viviesen de acuerdo a sus pasiones.
Aunque la apreciación histórica de un protestante sea dis-
tinta, es evidente que estos colonos, mejor conocidos como los
cuáqueros, formaban parte de un movimiento religioso ori-
ginado en Inglaterra. Allí se les restringían de sus derechos de
adorar a Dios libremente, por tal motivo buscaron otras tierras
para practicar sus creencias en una nación con un Estado sin
rey y una Iglesia sin Papa.
Con lo expresado anteriormente, no se está alegando a
favor de Burke, ni de los franciscanos, ni tampoco de Antonio
Gómez, sino, más bien se pretende resaltar las divergencias de
opiniones entre una posición y otra. ¿Señala Burke que la to-
lerancia extinguió a los hugonotes? Respuesta afirmativa que
no es demostrable, como lo señala Gómez al refutar a Burke.
Además, aquel añade el por qué no se extinguieron de Francia
los hugonotes después del decreto de tolerancia de parte de su
protector Enrique IV.
En el análisis de los argumentos de Gómez contra la po-
sición de Burke con respecto al tolerantismo religioso, el autor
de dicho análisis quiere demostrar que la diversidad de con-
ceptos u opiniones en materia religiosa causaría choque en los
diversos espíritus del cuerpo social, originando subversión en
todas partes.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

En otras palabras, la pluralidad es anarquía. Se hace im-


posible la subordinación social. El Estado y la religión única
tienen la potestad de desterrar a aquellos impíos insociables in-
capaces de amar y respetar las leyes.
Se sustenta que desde la llegada de Colón, en América se
conoce una sola religión, un culto, un templo y un rito ecle-
siástico. Un gobierno ilustrado debe dirigir hacia estos fines
sus conceptos religiosos. Aunque Gómez reconoce que las pa-
siones de los funcionarios públicos de este continente han pro- 63
ducido la disipación de los bienes, a la par de un corrompido
celibato. Estas cosas, entre otras, son causales de la despobla-
ción y miseria de los pueblos.
El autor de este ensayo político está esperanzado en que,
a pesar de todos estos males, a América le esperaba un brillan-
te porvenir. Declara con toda convicción que no eran colonia
ni colonos, sino parte integrante de la gran nación española.
Aspiraba que unidos bajo una misma creencia, los ciudadanos
americanos serían prósperos y felices. Con estos argumentos,
Gómez contrariaba a Burke, quien a través de su propuesta de
tolerancia perseguía el ingreso de extranjeros con otras creen-
cias religiosas al suelo americano para contribuir a la industria
y al comercio de estas tierras. Gómez, sin embargo, afirmaba
que la prosperidad de América vendría solo a través del libre
comercio sin restricciones, de la disminución del excesivo nú-
mero de empleados civiles, del arreglo de los diezmos según el
decoro correspondiente al ministro y a su santuario, conjun-
tamente con una reforma al sistema general de rentas como el
destierro del lujo excesivo y la justa distribución de la tierra.
Considerando seriamente las propuestas anteriores, se
puede dilucidar que las mismas son soluciones de Estado, por
lo cual se puede inferir que en la Venezuela de 1810-1834, en
su proceso de independencia y consolidación, el asunto de la
colección
CADA DÍA UN LIBRO

libertad de cultos sí era un problema de Estado. Este problema


que tocaba hasta los mismos fundamentos de todo el andamiaje
del Estado, hacía de Venezuela una provincia con una concep-
ción político-religiosa bien definida por el legado español.
El problema de la tolerancia religiosa o la libertad de
cultos guardaba relación con la estabilidad del cuerpo social.
Gómez creía que el pueblo sería trastornado, preguntán-
dose: “¿Qué padre católico daría su hija para casarse con un
64 protestante?
En la réplica de Gómez a Burke, sería deshonesto no re-
conocer que los protestantes en la historia también han sido
intolerantes. Cita como ejemplo, entre muchos otros, cómo en
el año 1535, una ley de Ginebra prohibía el ejercicio de la re-
ligión católica. Que Calvino también practicó la intolerancia.
Que el Congreso de los protestantes, reunido en Ausburgo en
agosto de 1536, decretó la abolición de los anabaptistas.
Estos ejemplos de contradicciones y choques por cuestio-
nes religiosas, como lo argumenta Burke y replica Gómez con
ejemplos históricos, no hacen otra cosa que confirmar que un
Estado serio y responsable garante de la libertad y prosperidad
de sus ciudadanos, no ha de parcializarse hacia ningún tipo de
religión bien sea católica o protestante. La religión, cuando ad-
quiere poder político, se corrompe por cuanto sus objetivos no
son precisamente la bondad y la tolerancia, sino la preservación
del poder. Utiliza para ello la coacción de las libertades, una de
las doctrinas más arraigadas del romanismo, de la cual los pro-
testantes también participan.
Uno de los evidentes errores del escrito de Gómez lo
constituyen sus predicciones en cuanto al futuro de los Estados
Unidos de Norteamérica. Él asevera que puede llegar un día
cuando los Estados Unidos, agitados por la cantidad de opinio-
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

nes diversas basadas en la tolerancia religiosa, experimenten


convulsiones destructoras de su libertad.
Han transcurrido casi doscientos años de estas declaracio-
nes de Gómez, y de hecho esto no ha sobrevenido. Muy por el
contrario, se está gestando en el mundo actual un movimien-
to en el ámbito religioso denominado “ecumenismo”, cuyo
objetivo es la unificación de las religiones en puntos comunes
de doctrinas. Estados Unidos en unión con el Vaticano, serán
protagonistas principales en este despertar religioso. ¿Será ésta 65
la ruina de Estados Unidos? Ya los Estados Unidos no será el
Estado plural religioso de la época de Gómez, sino el Estado
globalizado con una sola religión. ¿Volveremos a la época os-
cura de la barbarie dictatorial del Estado político religioso?

Otra réplica: La intolerancia política-religiosa vindicada

El autor de esta tercera réplica es el Dr. Juan Nepomuceno


Quintana, comisionado junto con el Dr. Felipe Paúl por el claus-
tro de la Universidad de Caracas el 23 de febrero de 1811 para
refutar la tesis de Burke a favor de la tolerancia. El trabajo pre-
sentado por Juan Nepomuceno Quintana es de admirar (el Dr.
Felipe Paúl no participó por sus innumerables ocupaciones), por
la extensión y argumentos manejados juiciosamente y con toda la
profundidad de un verdadero conocedor del tema en debate.
Este trabajo fue presentado casi cuatro meses después de
haber recibido tan gran responsabilidad. Sin embargo, el es-
crito fue publicado oficialmente en la segunda mitad del año
1812, luego del descalabro de la Primera República.
El escrito está dividido en sesenta y seis partes, que a ma-
nera de subtítulos constituyen el argumento a discutirse, sien-
do el último de ellos la conclusión.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

El objetivo principal del discurso es vindicar la intole-


rancia político-religiosa. Comienza argumentando que la to-
lerancia religiosa es un error capital que pretende apoyarse en
la caridad cristiana. De allí que la Universidad de Caracas vea
la necesidad de refutar dicho argumento, pese a la salvedad de
Burke en asegurar su origen católico irlandés. Los cristianos de
este continente no necesitan ser ilustrados acerca de sus dere-
chos. Por el contrario, Burke ha sido temerario al escribir sobre
66 la materia, a sabiendas de lo delicado que es tratar ese tema en
este país, por tener la religión católica como la predominante.
Se propone Quintana explicar en su discurso cuál es el
concepto de tolerancia con sus diversas acepciones, arguyendo
que esta palabra ha sido motivo de abuso por los filósofos en los
últimos siglos. La tolerancia puede ser civil y política, la cual
concede un gobierno civil a los sectarios de diferentes religiones.
Otras veces la tolerancia se ve como indiferencia absoluta con
respecto a todas las religiones. Alega que esta es la que reclaman
los filósofos de nuestros días (este argumento es muy parecido al
de Gómez, cuando menciona que la tolerancia de Estados Uni-
dos hacia las religiones parece más bien indiferencia).
Otro tipo de tolerancia es la teológica que consiste en la
posibilidad de salvarse en aquella o esta religión. Esta cadena de
razonamientos, prepara el título décimo en donde se concluye
que el catolicismo ha sido la más tolerante de todas las religiones
por ser más rígida en la caridad universal.
En tono enérgico, Quintana acusa a Burke de cometer el
abuso de no respetar la revelación, y de destruir el dogma de la
visibilidad y potestad de la iglesia de Jesucristo. Por otra parte,
muestra ignorancia en cuanto a la historia del pueblo español,
acusando injustamente a sus mejores reyes don Fernando y doña
Isabel de propiciar la pérdida de la libertad del pueblo español.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Otra supuesta calumnia de Burke es la de asociar las ini-


quidades y arbitrariedades de los reyes con la religión, aquella
religión que nos manda obedecer a Dios antes que a los hom-
bres, de acuerdo a lo expresado en la Biblia en el capítulo 5,
versículo 29 del libro de Los Hechos de los Apóstoles.
Sostiene igualmente que Burke denigra contra la religión
cristiana al declarar que ésta ha hecho creer al vulgo que la
autoridad de los reyes no era delegada de los hombres sino del
cielo. Sin embargo, se defiende Quintana, que el apóstol San 67
Pablo expresa claramente en la epístola a los Romanos capítulo
13, versículo 2 que “el que resiste a una potestad a la orden de
Dios resiste”. Por lo tanto, la religión fundada en los testimo-
nios de las Escrituras, ha enseñado que la autoridad de los reyes
se deriva del cielo.
Enseña también Quintana en su discurso apologético dán-
dole la razón a Burke hasta cierto límite, que el cristianismo no
está reñido con los derechos del hombre y la sociedad, pero que
una libertad sin ley sí riñe con la sociedad, cuando estos dere-
chos supongan al hombre absolutamente libre sin Dios y sin ley
(nótese que el autor está tratando de decir que las leyes vienen de
Dios y que la Iglesia católica es depositaria de esas leyes).
En la sección veinte se observa la reacción de Quintana
ante las duras declaraciones de Burke al llamar a la jerarquía ca-
tólica “apóstoles de la tiranía y ministros de los déspotas”. Más
adelante Quintana nuevamente insiste que la religión jamás ha
enseñado que la voluntad de los reyes es la misma de Dios, por
cuanto la voluntad de Dios está por encima de la voluntad de
los reyes. En su lógica argumentativa también defiende Quin-
tana el respeto y la fidelidad que se le debe a los soberanos, a
lo que Burke llama fanatismo. El autor defiende el deber que
tiene la Iglesia católica de condenar los libros verdaderamente
heréticos, como también el de España de negar la entrada en
colección
CADA DÍA UN LIBRO

América, a aquellos sabios extranjeros o nacionales contami-


nados de “doctrinas heréticas”. Y añade que España posee la
verdadera sabiduría para gobernarse.
Las secciones de la veinticuatro a la veintisiete tienen
como objetivo defender al Tribunal de la Inquisición de los ata-
ques despiadados de Burke. A la par de la defensa, Quintana se
enfrasca en cuestiones relacionadas con fechas históricas sobre
el verdadero origen de la Inquisición. También dice que Burke
68 es un ignorante en cuanto a dicho origen. Mientras que para
Burke la Inquisición era un tribunal que halagaba a los tiranos y
sancionaba el despotismo, para Quintana constituía un instru-
mento que conservaba la unidad de la fe y la paz de los reinos.
Las secciones veintiocho al treinta se pueden resumir en
las siguientes palabras: España nunca ha excluido extranjeros
por efectos de la intolerancia religiosa, por cuanto no ha de
confundirse la intolerancia con la exclusión, ya que la exclu-
sión viene dada por razones políticas. Cuando en las Américas
se prohibió el trato comercial con extranjeros y entre nosotros,
afirma Quintana, se hizo por la caridad “ya que el Evangelio
prohíbe vivir pacíficamente con hombres herejes”.
Las secciones treinta y uno al treinta y cinco tienen
como propósito justificar la intolerancia, como un principio
del Evangelio y una necesidad por la existencia de herejes. Las
secciones treinta y seis a la cuarenta persiguen demostrar que
Burke a través de sus razonamientos ha cometido las siguientes
herejías: niega la potestad de la Iglesia (la autoridad que Dios
le concedió), su visibilidad (el irrespeto al clero) y la revelación
(porque la religión católica ha sido revelada por Dios y por lo
tanto es la única y verdadera y no otra).
En la sección cuarenta y uno expresa que también es
triple herejía afirmar que cada hombre es responsable sólo a
su Creador. Los numerales cuarenta y dos al cuarenta y siete
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

tienen como propósito usar textos bíblicos de los Evangelios y


de las Cartas Paulinas para demostrar la tesis de la intolerancia
(no es propósito argüir en esta obra si están fuera de contex-
to o no). Allí se insiste que esta intolerancia está ajustada a la
caridad cristiana. Argumenta que cuando Pedro y Juan soli-
citaron a Jesús orar para que descendiera fuego del cielo sobre
los samaritanos, estos discípulos no estaban de acuerdo con la
caridad cristiana, de allí la reprensión de Cristo.
Continuando con los argumentos para sustentar la into- 69
lerancia, los capítulos que van desde el cuarenta y ocho hasta el
cincuenta y uno, tratan acerca del error de entablar comunica-
ción con los herejes, y que cuando esto ha ocurrido el error ha
prevalecido sobre la verdad.
En cuanto a la conversión de San Agustín según la sec-
ción cincuenta y dos, esto nada prueba a favor de la tolerancia,
según apunta Burke (muy a pesar de los treinta y tres años en
el error en que estuvo Agustín y la tolerancia de su madre), y
¿por qué atribuir a la tolerancia la conquista de esta alma y no
a la obra de la gracia de Jesucristo, por medio de la vehemente
elocuencia de San Ambrosio y el fuego divino de Pablo?
Seguidamente los puntos cincuenta y dos al cincuenta y cua-
tro justifican la persecución de los hugonotes y otros grupos pro-
testantes porque precisamente, no dieron ejemplo de tolerancia.
En la sección cincuenta y cinco se agrega que la intoleran-
cia es una medida de persecución contra la corrupción general.
En el capítulo cincuenta y seis se registra un poema cuyo autor
es el Dr. José Antonio Montenegro, cura de la parroquia La
Candelaria, que tiene por objeto exaltar la fortaleza de la Iglesia
asegurando su triunfo a pesar de los embates contra la misma.
Los párrafos correspondientes a los capítulos cincuenta
y siete al sesenta y dos constituyen comentarios adversos en
cuanto a la política en materia religiosa por parte de Inglaterra
colección
CADA DÍA UN LIBRO

y Estados Unidos. Inglaterra se mantiene tolerante por conve-


niencia con el sectarismo de anglicanos y puritanos, pero no
ha sido tan tolerante como aparenta, ya que un católico podía
ser castigado por no asistir a la Iglesia anglicana, además de
exigírsele juramento contra el papa, la transubstanciación y las
imágenes. Si los angloamericanos son tolerantes lo serían des-
pués de la independencia. Quintana menciona varios ejemplos
indubitables de la historia norteamericana, de cómo el fanatis-
70 mo de los puritanos ahogó con sus crueldades a todas las otras
sectas. El estado de Maryland, continúa, se pobló con católicos
expulsados de otros estados por los protestantes. Señala Quin-
tana que los angloamericanos no son realmente tolerantes, sino
indiferentes, por cuanto no existe en Estados Unidos una reli-
gión mayoritaria.
Una excepción a su crítica es la consideración al respe-
table clero católico de los Estados Unidos. El resto de la masa
del pueblo angloamericano, se presenta como la imagen de
una gran logia de francmasonería. Por lo tanto el sistema an-
gloamericano en materia de religión, no puede servir hasta
ahora de modelo a ningún pueblo.
En cuanto a la tolerancia de Roma según lo expuesto en
el numeral sesenta y tres, se basa en la diplomacia y en la rela-
ción política con otros estados; por consiguiente, no es válido el
argumento de Burke cuando se refiere a la tolerancia de Roma.
Quintana declara que la revocación del Edicto de Nantes
no fue impolítica sino que fue el resultado del menosprecio a
la autoridad civil por parte de los hugonotes. Este argumento
es largamente sustentado en el numeral sesenta y cuatro y en
el penúltimo aparte. En el sesenta y cinco agrega que es cier-
to que la tolerancia traería a este continente muchas personas,
pero que no interesa tanto la cantidad sino la calidad de la gen-
te que venga, porque se corromperían nuestras costumbres con
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

los mayores medios de sostener los vicios. En conclusión, ter-


mina diciendo que no ha de aceptarse a aquel que enseñe una
doctrina contraria a la recibida.
El estudio en este capítulo revela que la corona española
llegó a constituirse en defensora acérrima de los dogmas del
catolicismo. España junto con el papado, formó una amalgama
en la cual Estado e Iglesia eran uno solo. Llegando España a
adquirir como ningún otro país amplios poderes en materia
religiosa, lo que llegó a conocerse como patronato eclesiástico, 71
que en el momento de la independencia de Venezuela, espe-
cialmente durante el período 1810-1834, fue motivo de sucesi-
vos conf lictos entre los representantes del Estado naciente y el
poder eclesiástico previamente constituido.
Como una muestra del inmenso poderío de la Iglesia ca-
tólica y su inf luencia en la sociedad venezolana, el análisis de
los documentos titulados “El Manifiesto de Cartagena” y “El
terremoto de 1812 ¿castigo de Dios?”, logra percibir cómo la
religión católica había adoctrinado a los hombres para que ac-
tuasen de acuerdo a sus designios.
Finalmente estos documentos asoman la perspicacia de
los autores para conocer en su profundidad el impacto y mane-
jo psicológico que la Iglesia tenía para controlar la conciencia
de los hombres y mujeres de la época.
Se concluye igualmente que el Tribunal del Santo Ofi-
cio de la Inquisición fue una institución usada por la Igle-
sia en América para mantener el control en el pensar de los
ciudadanos.
En Venezuela su actividad fue mínima aunque notoria
a través del control de escritos que tuviesen ideas de corte li-
beral. A la postre, este tribunal fue abolido, enjuiciándolo la
historia como una terrible pesadilla.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

En relación con el problema de la libertad de cultos en


Venezuela en el período 1810-1834, este tuvo su punto de
partida cuando el irlandés Willian Burke propuso a través del
escrito “Derechos de la América del Sur y de México” la tole-
rancia religiosa como un nuevo estilo de vida para Venezuela y
el resto de las naciones americanas. Esto provocó la reacción de
los opositores a la tolerancia religiosa, entre ellos, los francisca-
nos de Valencia con su escrito titulado “Apología de la intole-
72 rancia religiosa”; Antonio Gómez, autor de “Ensayo político
contra las ref lexiones de William Burke”, y Juan Nepomuceno
Quintana en un trabajo que tituló “La intolerancia político re-
ligiosa vindicada”.
Los autores de estos ensayos coincidían en que en Vene-
zuela no debía permitirse la entrada a otros cultos contrarios a
la “verdadera religión de Jesucristo”. Agudizando de esta ma-
nera el debate sobre el tema de la libertad de cultos en Vene-
zuela, hasta convertirlo en problema de Estado.
Seguidamente, al analizarse los límites entre la religión y
el Estado como lo sugiere el capítulo en estudio, se percibe que
los asuntos son mínimos en materia de injerencia entre uno y
otro en un Estado monárquico. Pero cuando se cambia la con-
cepción de Estado, hecho ocurrido por la independencia, el
conf licto entre ambos se agudiza.
Capítulo II
La Biblia y el concepto de la libertad
Uno de los hombres más inf luyentes en la gesta emanci- 75
padora fue, sin lugar a dudas, Juan Germán Roscio, nacido en
San Francisco de Tiznado del estado Guárico, el 27 de mayo de
1763. Era hijo de José Cristóbal Roscio, natural del Ducado de
Milán, y de Paula María Nieves, natural de La Victoria, estado
Aragua. La vida de Juan Germán Roscio, durante los sucesos
que van desde el 19 de abril de 1810 hasta su muerte en la Villa
del Rosario de Cúcuta el 10 de marzo de 1821, está signada por
una serie de hechos significativos a favor de la independencia,
que a través de sus ideas expresadas en diversos escritos, hablan
por sí solos a favor de la libertad. Este ideal sin duda ha sido im-
portante en una época cuando todo lo que no armonizase con
el dogma de la infalibilidad del Papa o el derecho divino de los
reyes, era tachado como herético y subversivo.
Una de las grandes obras de Roscio, aunque ignorada en
muchos círculos del saber de la actualidad, es su libro titula-
do El triunfo de la libertad sobre el despotismo. Fue impreso por
primera vez en Filadelfia en el año 1817. En él se encuentra
plasmado el pensamiento de Roscio en cuanto al derecho que
tiene cada hombre de ser libre, como también la libertad que
tiene cada sociedad organizada de regir su destino, a través de
la elección o deposición de gobernantes que favorezcan o no el
bien común.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

La obra constituye un compendio teológico, jurídico y


filosófico fundamentado en las Sagradas Escrituras, cuyo fin
es demostrar que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento
no apoyan la tiranía. Tal concepto es revolucionario para la
época, porque las mayorías creían que todo el sistema políti-
co religioso impuesto desde España a las colonias americanas,
se fundamentaba en las enseñanzas de la Biblia. Sin embargo,
Juan Germán Roscio trata de demostrar lo contrario. Su retó-
76 rica está apoyada en diversos episodios de la historia del pue-
blo hebreo. Su argumento principal esboza que Dios no hizo
reyes ni reinos, sino hombres libres creados a su imagen y se-
mejanza, sin privilegios especiales para unos u otros. Si bien
Burke, de quien se ha hecho referencia en el capítulo anterior,
tuvo enemigos que le salieron al paso para debatir sus escritos,
no hay registro hasta el momento de que algún escritor aceptó
concienzudamente debatir la obra de Roscio. Y si lo hubiese
hecho, tendría que crear un volumen, por lo menos, del doble
del libro de Roscio.
Si bien es cierto que la intención de Roscio en su libro no
era la de pregonar la libertad de cultos, sino más bien presentar
argumentos a favor de la libertad política, porque la religiosa se
infiere por antonomasia, entonces el libro de Roscio constituía
una bomba de tiempo para el problema de la libertad de cultos,
ya que la religión y la política, conforme al modelo impuesto
por España, estaban íntimamente ligadas.
Es asombroso cómo este libro ha sido casi ignorado hasta
la actualidad, ¿será por el mucho agravio a la religión? Consti-
tuya o no un agravio a la religión, las ideas plasmadas por Ros-
cio en su obra, están muy por encima de los pensamientos de
cualquier teólogo jurista contemporáneo o de cualquier época.
No tiene Roscio nada que envidiar a un Calvino o un Lute-
ro, ya que sus ideas son propias, emanadas de la mente de un
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

hombre que usa las Sagradas Escrituras, para extraer de ellas las
más sublimes ideas a favor de la libertad. Si Lutero descubrió
en la Biblia que el justo sólo por la fe vivirá, Roscio descubrió
que todos los hombres son iguales ante Dios, sin excepción,
porque de un mismo linaje o tronco común proceden todos los
hombres. Es por ello que la falacia que atribuye a los reyes pri-
vilegios especiales por emanación divina, es puro artificio. Es
una obsesión que tuvo su origen en Nimrod, un experto caza-
dor, fundador de Babel de acuerdo a la Biblia. Este hombre con 77
toda la astucia y el engaño, supo combinar el sacerdocio ido-
látrico para que se formase una especie de culto, cuyo objeto
era la exaltación y alimentación del ego de este simple mortal.
Dicha fabulosa combinación dio como resultado la unión de la
religión con la política, un sistema perfecto para persuadir a los
espíritus crédulos, sometiendo fácilmente a hombres, mujeres
y niños bajo el dominio de su voluntad.
Las ideas expresadas por Roscio no se encuentran lite-
ralmente como un ABC en la Biblia; se requiere de mucha
inteligencia y perspicacia para llegar a las deducciones que él
obtiene a partir de los textos sagrados. Pero al analizarse con-
cienzudamente el relato de la Torre de Babel y sus posteriores
consecuencias, lo expresado por Roscio cobra lógica con bas-
tante fuerza.
Para el dogma católico, la interpretación que hace Ros-
cio pudiera ser una herejía, porque ¿cómo es posible que un
simple fiel se atreva a interpretar la Biblia? Si bien es cierto que
Roscio fue un doctor en teología, esto no lo facultaba para in-
terpretar la Biblia por sí mismo; su juicio y opinión no debían
pasar por encima de lo que enseñaba la Iglesia en las cátedras
de religión.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Hacia un comentario crítico del triunfo de la libertad sobre el


despotismo

Cuando un pecador está arrepentido, el siguiente paso es


la confesión, y esto lo da a entender Roscio en la aclaratoria
del título de su libro. Allí dice que él está arrepentido de sus
pecados, pero de sus pecados políticos, y así lo expresa sucesi-
vamente a lo largo de su obra.
78 Él atribuye sus errores a la educación que había recibido,
aquella educación que tenía como fundamento, la obediencia
y la fe ciega a los desmanes de los reyes. Si ellos se equivocaban
—apuntaba Roscio—, no le quedaba al vulgo otra salida que
la paciencia, la resignación, la humillación, la penitencia y el
ruego, para que a estos monarcas se les conmoviera el corazón
y corrigiesen su proceder. Sin embargo, Roscio descubrió que
esa telaraña era un agravio contra la religión, porque los dés-
potas desde los reyes, hasta los papas, se disfrazaron para sumir
en las cadenas de la ignorancia a sus semejantes, con el pretexto
de que estaban rindiendo servicio a Dios. Era tanta la oscu-
ridad que a las tinieblas se les llamaba libertad y a la libertad
tinieblas.
En forma extraordinaria y bien calculada, la obra titulada
El triunfo de la libertad sobre el despotismo está dividida en cin-
cuenta y un capítulos y un apéndice. Este libro constituye la
más extraordinaria defensa a favor de la libertad. Lo innovador
en esta obra es que Roscio fundamenta cada alegato a través de
los acontecimientos del registro bíblico, en una época cuando
se creía que la tiranía era expresamente apoyada por las Sagra-
das Escrituras. Ni los teólogos más deslumbrantes y encum-
brados del catolicismo, ni los defensores más acérrimos de la
libertad de la época de la independencia, concibieron la idea al
igual que Roscio, de escudriñar profundamente La Biblia para
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

sustentar o no la libertad político-religiosa. Al parecer, era tan


común aceptar un “así dice la Iglesia” en materia político-reli-
giosa, que a pocos se le venía en mente la idea de comprobar a
través de la Biblia, si lo relacionado con el tema tenía sustento
bíblico o no. Era tan aceptado un “así dice la Iglesia” o un “así
dice el papa”, que los textos bíblicos más sencillos eran reaco-
modados a las enseñanzas de la Iglesia, pese a que su contexto
no apoyaba determinada doctrina. Es por ello que Roscio, en
forma magistral y hasta supranormal en el capítulo uno de su 79
libro, se dedica a explicar el capítulo ocho del libro de los Pro-
verbios de Salomón, pero en particular el versículo 15. Allí se
expresa que: “Por mí reinan los reyes y sus ministros dictan
leyes justas”. Roscio declara que él se encontraba amarrado a
este versículo, conforme a la interpretación que se le daba en la
cátedra de Teología, pensando en que Dios impartía a cada rey
una autoridad irrevocable, pero estudiando el contexto, descu-
bre que la expresión “por mí reinan los reyes” es una figura del
lenguaje que da a entender que la sabiduría en la persona de un
rey, lo capacita para gobernar con equidad y justicia. Es decir,
la sabiduría está con los reyes cuando éstos practican la justicia,
pero ningún rey podrá ser ministro o escogido de Dios, cuan-
do procede con maligna sabiduría.
Roscio califica al clero de depravado, por usar un texto
tan sencillo de las Escrituras, para santificar a los enemigos de
la especie humana. En esta parte, manifiesta su dolor, por ha-
ber malentendido y aplicado aquellos textos, que en manos de
la ignorancia y la perversidad, han sido utilizados para privar al
hombre de la libertad.
A partir de este primer análisis, cobra nuevamente fuer-
za el decir que “un texto, fuera de contexto, es un pretexto”.
Jamás debe tomarse un texto de la Biblia, para sustentar los ca-
prichos e intereses de determinada persona o grupo. Con razón
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Karl Marx mencionó que “la religión es el opio de los pue-


blos”. Siendo válida su crítica cuando la religión se convierte
en un instrumento para adormecer la conciencia de hombres y
mujeres al servicio de la tiranía, sacrificando su libertad. Con
una inadecuada interpretación de la Biblia, se pueden come-
ter las más atroces brutalidades hacia la especie humana, pero
cualquier mente inteligente como la de Roscio puede pregun-
tarse: ¿En verdad es esto lo que está tratando de decir la Biblia?
80 Y grande será la sorpresa. La Biblia no es un libro para sostener
la tiranía, sino que al contrario, su lectura proporciona al estu-
diante disciplinado una independencia de pensamiento y una
firmeza en los propósitos, virtudes, raras veces encontradas en
cualquier mortal.
La interpretación tergiversada del versículo 15 del capítulo
8 de los Proverbios, es una muestra en miniatura de cómo la alta
jerarquía eclesiástica ha interpretado los textos sencillos de las Es-
crituras, para acomodarlos a su conveniencia; y de esta manera
mantener a los hombres en la ignorancia, basados en la idea de
que la Iglesia no ha errado ni errará jamás conforme a la Escritu-
ra. Pero Roscio pregunta: ¿cómo puede ser aquél (el papa) infali-
ble en la política cuando no ha sido infalible en lo religioso? Esta
pregunta inquisitiva corrobora una de las afirmaciones maneja-
das en la presente obra, en cuanto a la separación Iglesia-Estado,
como un principio para la libertad del hombre, donde ninguno
de estos dos entes, interfieran en el libre albedrío del ser huma-
no, en lo concerniente a la adoración de su Dios, manifestada en
cualquier forma de culto, bien sea católico o protestante. Y aun-
que parezca exagerado, cualquier intento de una determinada
religión para manejar los asuntos políticos de un Estado, a la larga
lo que genera es inestabilidad, según lo corroborado en el perío-
do 1810-1834, cuando la Iglesia católica interfirió en los asuntos
del naciente Estado, entorpeciendo su consolidación inmediata.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Juan Germán Roscio estaba claro en este particular, él sa-


bía que mientras los americanos no se desprendiesen de esa teo-
logía feudal, término que será aclarado luego, no podía lograrse
una verdadera emancipación. Por eso que su titánica lucha gira-
ba en el campo de las ideas. Demasiado osado fue para combatir
en esa lid, y nada más propicio que la pluma, en una materia tan
delicada y que no todos dominaban, como es el campo teológi-
co, al cual Roscio pertenecía por formación.
El capítulo 2 del libro de Roscio tiene como objetivo ex- 81
plicar el capítulo 6 del libro de la Sabiduría, el cual trata sobre
el origen y la autoridad del poder civil. Al revisar Roscio los
tres primeros versículos del capítulo 6 del libro de la Sabiduría,
saca a relucir dos verdades fundamentales, inherentes a los ver-
sículos mencionados, la primera de ella es que Dios le da a los
reyes el poder y la fuerza; pero, ¿cuál es entonces el interme-
diario o fuente, para medir objetivamente la fuerza de los re-
yes? Evidentemente, la fuerza o poderío de un rey depende de
la grandeza de su pueblo, un rey sin pueblo no es nadie, porque
así como Dios le da poder a los reyes para gobernar, también se
lo da al pueblo para sustento o no de ese gobierno. La segunda
verdad que se infiere, tiene que ver con la responsabilidad que
tiene un gobernante en rendir cuentas por su gestión.
En síntesis, si los reyes tienen derecho, el pueblo también
lo tiene, y tanto el uno como el otro tienen deberes que cum-
plir. Despojen a la Virgen María de su maternidad, sentencia
Roscio, por el mismo sendero por donde le quitan los derechos
al pueblo. ¿Qué quiere decir Roscio a través de esta sentencia?
Narra el capítulo 12 del Evangelio según San Mateo, que en
una oportunidad Jesucristo dirigía sus palabras a una multitud,
y alguien interrumpiéndole le dice que su madre y sus her-
manos quieren hablar con él, luego Jesús señalando a sus dis-
cípulos menciona que ellos son su madre y sus hermanos. Por
colección
CADA DÍA UN LIBRO

supuesto, Jesús en ningún momento estaba desconociendo a su


progenitora, simplemente él quiso transmitir una lección espi-
ritual en el momento, relacionada con su misión, en el sentido
que el que hiciera la voluntad de Dios, es su madre y su herma-
no. Luego Roscio señala que si se toma un texto o relato para
despojar al pueblo de sus derechos, por medio de este versículo
también se puede quitar a María su maternidad.
Debatir los argumentos de Roscio, no era tarea fácil, por
82 el manejo profundo y sistemático que tenía de los textos sagra-
dos. Podría señalarse que Roscio era el hombre indicado para
actuar de acuerdo a las características de la época, una época
caracterizada por una firme creencia a los dictámenes de los
prelados de la Iglesia, tanto en política como en religión. No
obstante, él demuestra con las mismas Escrituras, que el ori-
gen de la autoridad y el poder civil descansa en la soberanía
popular, concepto totalmente herético y revolucionario para
su tiempo, que sin lugar a dudas contrariaba los fundamentos
políticos y religiosos, en relación con el derecho divino de los
reyes y el desacato de su autoridad por parte de un pueblo.
Éste sin lugar a dudas, es uno de los temas favoritos de
Roscio y en el tercer capítulo de su obra, extrayendo la esencia
de Proverbios 14: 28, infiere que si no hay pueblo, tampoco
hay rey, por lo que depende la gloria del rey del número de sus
súbditos, por eso la pregunta, ¿es menos importante el pueblo?
En ninguna manera, por cuanto de este emanan todas las con-
tribuciones para la grandeza de un rey, no solo en lo material,
sino además en lo moral y espiritual. Es decir todas las faculta-
des intelectuales y corporales del hombre, reunido en sociedad,
contribuyen a la magnificencia y poder de los reyes. La caren-
cia de estas facultades conlleva a la ruina a un gobernante. Este
concepto, si se quiere revolucionario, tiene fundamento en el
texto bíblico antes mencionado.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Roscio reconoce en el capítulo cuatro de su escrito, lo


que fue su falsa concepción de soberanía, que en una época se
concibió como una emanación divina, que se adhería milagro-
samente a los reyes, una especie de gracia santificadora, que
cubría los crímenes que pudiese cometer el rey. Cuestión que
luego la calificó de fantasía.
Despojándose de esa antigua creencia, en el capítulo cin-
co, comienza a explicar en su nueva visión lo que es la verda-
dera soberanía. Catalogándola como el resultado del poder y 83
la fuerza moral y física de los hombres en sociedad. Aclara sin
embargo, que cada ser humano es soberano por su origen, des-
de el mismo momento cuando Dios dijo: “Hagamos al hom-
bre, a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Cada
ser humano, creado a la semejanza de Dios, tiene la capacidad
de pensar por sí mismo, facultad que le capacita para tomar
decisiones propias, por lo que la soberanía no le pertenece a
unos pocos, sino a todos los hombres por su origen noble. Pero
además de pensar por sí mismo, el hombre tiene la necesidad
de asociarse con otros hombres, para no vivir en soledad, y
esta asociación entre unos y otros, conlleva a la necesidad de
negociar entre ellos, para conformar una voluntad general que
contribuya al bien común de todos sus semejantes.
Al dilucidar Roscio estas ideas extraídas de las Sagradas
Escrituras, le pareció un sueño, por estar acostumbrado a ver la
soberanía concentrada en pocas familias y ciertas personas. No
solo apela a las Sagradas Escrituras para extraer estas ideas de la
verdadera soberanía, sino también a la naturaleza, y concluye
que en ella está impregnada la soberanía, y entre muchos ejem-
plos citados en su obra, destaca el ejemplo del león, el águila y
la ballena advirtiendo que ninguno de estos animales se hace
soberano dentro de su propia especie sino que viven en riguro-
sa democracia.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Señala además, que el hombre inventó falsos conceptos


de soberanía para adueñarse de sus semejantes, pero que la ver-
dadera soberanía es aquella donde los hombres se unen, para
escoger a alguien capaz de administrar el bien común. Pero
éste no queda facultado para adueñarse de lo perteneciente a la
sociedad. Al mencionar Roscio “hombres que se adueñan de
lo que le pertenece a sus semejantes en sociedad”, posiblemen-
te tuvo en mente a los monarcas, quienes a través de sus admi-
84 nistraciones, dilapidaban las riquezas del pueblo, obviando que
ellos son solamente administradores de bienes comunes.
Como un ejemplo más de la soberanía del pueblo, en el
capítulo seis de la obra en análisis, se menciona acerca de la
exploración de la tierra de Canaán por parte de los doce espías
enviados por Moisés. Indicando Roscio, que a través de esa
misión de espionaje, Moisés estaba a favor de la soberanía del
pueblo, puesto que el pueblo de Israel esclavizado en Egipto,
no conocía otra forma de gobierno que la férrea monarquía del
Faraón, por lo que una vez liberado de las cadenas de ese tira-
no, serían introducidos a una tierra, donde pudiesen vivir sin
el yugo de los reyes.
A partir de ese acontecimiento histórico, Roscio co-
mienza a tejer una trama, con el fin de demostrar que en los
planes de Dios para la nación hebrea, no estaban los reyes, lo
que constituye una evidencia a favor de un gobierno republi-
cano, sin el lastre monarca, que a la larga tiranizarían contra
sus semejantes.
Es de imaginar cómo los contemporáneos de Roscio,
tendrían que devanarse los sesos, con semejantes evidencias tan
contundentes, extraídas de la Santa Biblia. A sus opositores no
les quedaría otro camino que acusarlo de hereje y subversivo,
monstruo demoníaco, inspirado por las legiones del mal para
atropellar a la religión católica, en la persona de sus monarcas.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

A Roscio se le podría concebir como un positivista, y


como un crítico del documento original. Su dominio del latín
lo capacitaba para ahondar profundamente en el texto bíblico
extrayendo del mismo, como un auténtico exégeta, el verda-
dero significado de la enseñanza bíblica. Un practicante de las
enseñanzas de la Biblia señalaría que la iluminación del Espíri-
tu Santo estaba con él guiándolo progresivamente a la verdad,
en un contexto donde la oscuridad en materia religiosa por la
imposición de los dogmas era lo común y corriente en el sostén 85
de la tiranía.
El capítulo siete del libro constituye el punto de despegue
en el repaso de la historia del pueblo judío. Se toma a Abraham,
el padre de los judíos, como ejemplo, por tener a su cuidado un
grupo de personas no contaminado ni fascinado con el culto a
los reyes, bajo la falsa premisa de la unidad político religiosa.
A objeto de exaltar la conducta soberana de Abraham y
las personas a su cuidado, Roscio apelando al registro bíblico,
asegura que Abraham derrota a los reyes confederados al man-
do de Codorlaomer, gracias a la ventaja que tenía Abraham
de contar con la ayuda de un pueblo soberano, en este caso
los vecinos de Mambre. Este pueblo, los de Mambre, por sus
virtudes físicas y morales eran auténticos soberanos, no así los
pueblos confederados al mando de Codorlaomer, quienes eran
esclavos al servicio de un déspota. Mientras estos guerreaban
por ser esclavos, los de Mambre luchaban por su libertad, y lo-
graron salir victoriosos.
Esta narración, tomada del Génesis, primer libro de la Bi-
blia, es prácticamente una pedrada en la frente a aquellos de-
fensores de la soberanía de los reyes. Porque si los reyes son
soberanos de acuerdo al concepto popular, ¿cómo es posible que
estos reyes confederados, hayan sido derrotados por un pueblo
sin rey? Roscio en respuesta menciona que la victoria de ese
colección
CADA DÍA UN LIBRO

pueblo soberano obedece, no a un milagro divino, sino más bien


al sentido de dignidad de un pueblo que lucha por su libertad y
no por la servidumbre. Este argumento contiene raíces teoló-
gicas muy profundas, en particular porque sus enseñanzas son
extraídas en torno al origen histórico del pueblo hebreo, que de
acuerdo a la Biblia fue la nación escogida por Dios, para ser luz al
resto de las naciones. Pues bien, teniendo ese pueblo tan grandes
privilegios, Dios no tuvo en mente colocarlos bajo la servidum-
86 bre de los reyes. Por lo que Roscio añade que la nominación de
reyes con emanaciones divinas, son inventos fantasiosos de los
hombres para subyugar a sus semejantes. Roscio también quiere
demostrar a través de esta historia en donde se involucra a Abra-
ham, padre de los judíos, que Dios no estableció reinos, sino re-
públicas, gentes conglomeradas en sociedad, no para someterse
ciegamente a otro hombre, sino para vivir en soberanía, a fin de
que prevalezca la voluntad general del pueblo soberano.
En el capítulo ocho de la obra de Roscio, se analiza en
su profundidad la predicción de Jacob, referente a uno de sus
hijos llamado Judá, de cuya descendencia, según el patriarca,
vendría el Mesías prometido. Sin embargo la punta de lanza
del estudio de Roscio, no se centra precisamente en la venida
del Mesías, sino en la palabra “cetro”, que de acuerdo a la in-
terpretación de Roscio, se refiere a soberanía. Por ejemplo, la
profecía dice que “no se le quitará el cetro a Judá, ni el caudillo
de su prosapia, hasta que venga el que ha de ser enviado”. Este
enviado de acuerdo a la interpretación bíblica, punto en que
están de acuerdo tanto los teólogos católicos como protestan-
tes, no es otro que el Mesías. Pero Roscio conociendo y ob-
viando al mismo tiempo la predicción, dirige su atención a la
palabra cetro, y concluye que el cetro no es otra cosa que la so-
beranía del pueblo, porque Judá no tuvo reyes en el momento
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

del dictamen profético, evidencia suficiente para afirmar que


el cetro es la soberanía de la tribu de Judá.
Continuando con su análisis, afirma que el primer rey
de Judá fue David, pero antes de David, lo fue un benjamita
llamado Saúl. Y además, Judá perdió sucesivamente su línea
real, en el momento cuando sus habitantes fueron transporta-
dos a Babilonia por orden del rey Nabucodonosor. Por lo que
el cetro de Judá se perdió, aun en la época cuando fue sometida
por el Imperio Romano. Pero que en el momento del vaticinio 87
no había rey, sino un pueblo soberano, por lo que la predic-
ción giraba en torno a su soberanía. Y llegado Cristo, la pro-
fecía se cumple definitivamente porque Jesús representa al rey
soberano.
Seguidamente Roscio, en su intento por seguir probando
la soberanía del pueblo, refiere otro acontecimiento de la histo-
ria del pueblo hebreo, acaecido un poco antes de la proclama-
ción de los Diez Mandamientos en el monte Sinaí. Citando el
capítulo 19 del Éxodo, Roscio percibe un respeto de parte de
Dios a la soberanía del pueblo. Refiere este ideólogo que Dios se
le presenta al pueblo como un libertador, dispuesto a concertar
con ellos un pacto fundamentado en sus actos de liberación.
A raíz de este incidente, Roscio dirigiéndose a los reyes
en general, les pregunta que cuál de ellos ha procedido seme-
jante a Dios en condescender con sus súbditos para concertar
alianzas respetando su soberanía. Y en respuesta dice que Dios
lo hizo, pero los reyes usurpando el lugar de Dios, han pisotea-
do los derechos de sus semejantes.
En otra dura crítica, pero esta vez contra el pueblo hebreo,
Roscio señala a la idolatría como la razón principal que motivó
a los israelitas a solicitar un rey que los subyugase. Pero como
una alternativa a su elección, previéndose los peligros de su de-
cisión, recuerda que en el capítulo 17 del Deuteronomio, Dios
colección
CADA DÍA UN LIBRO

estipula los requisitos y condiciones que debe reunir un posible


rey de Israel, siendo la principal condición, entre otras, que el
rey debía ser un cuidadoso observador de la ley para que no se
enaltezca su corazón por encima de sus hermanos.
Con una armonía asombrosa y poco común en los es-
critores, Roscio en este capítulo recorre la historia del pueblo
hebreo desde la llegada a Egipto hasta la venida del Mesías, de-
mostrando que la verdadera soberanía reside en el pueblo, por
88 lo que sus escritos, son una verdadera exaltación de la libertad
por encima del despotismo. Sentimiento contrario a la creen-
cia popular, que consideraba la Biblia amiga de la tiranía.
¿Acaso no fue así durante los años de terror en la Revolu-
ción Francesa? Aparentemente Biblia y Clero eran uno solo, la
corrupción, el vicio y el despotismo eran identificados con la
Biblia, semejante secuela alcanzó a la América. Pero en la obra
de Roscio se descubre que la Biblia es un libro para exaltar
la libertad, y abajo los tiranos, que se arropan de sus páginas
para robar a sus semejantes el derecho de la libertad. Afortuna-
damente el movimiento de independencia venezolano, contó
con un hombre de la talla de Juan Germán Roscio, y aunque
su obra ha sido casi ignorada, el testimonio de la historia nos
enfrenta con sus escritos.
En el capítulo nueve, presenta otra evidencia a favor de
la soberanía, pero esta vez profundizando un poco más en el
capítulo 17 del libro Deuteronomio, al cual dedica una sec-
ción explicativa acerca de las características que debía poseer
un posible rey de Israel. Se utiliza la expresión posible “rey
de Israel”, porque el mismo Dios anticipándose al futuro, y
previendo el ejercicio soberano del pueblo, para solicitar un
gobierno monárquico a semejanza de las naciones vecinas,
aconseja a través de las palabras del escritor del Deuteronomio,
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

que un rey de Israel no debía poseer una extensa caballería, ni


tampoco alentar a su pueblo a volver a la esclavitud egipcia.
Este rey, a diferencia de otros monarcas, no tendría mu-
chas mujeres para que su corazón no se desviara de su misión,
tampoco debía acumular para sí enormes cantidades de oro y
plata. Además tenía que ser un fiel observador de los manda-
mientos, cuyos principios debía copiar en un libro y meditar
en ellos todos los días de su vida. Roscio especifica que estos
consejos son para reyes constitucionales y no para tiranos dic- 89
tatoriales. Por estos claros consejos, Roscio condena a aquellos
ministros de Satanás, hijos del infierno, que se valieron de tan-
tas tretas, para usurparle al pueblo sus más sagrados derechos,
robándoles su libertad.
Tomando estas crudas expresiones, no se puede catalogar
a Roscio como un hombre irreligioso, quien por el contrario,
declaraba y profesaba su fe en la religión de Jesucristo, pero
opuesto a la monarquía española.
El capítulo diez se muestra muy significativo. Allí apare-
cen dos ejemplos citados de la historia bíblica en defensa de la
soberanía. El primero se refiere a la historia de Gedeón, quien
con trescientos soldados, había liberado a Israel de la opresión
de sus vecinos los madianitas. Después de una victoria asom-
brosa, el pueblo le pidió a Gedeón ser su líder, pero Gedeón
rechazó tal solicitud, prefiriendo otro estilo de vida.
Roscio razona que en ese relato no se menciona otro po-
der sino el del pueblo. Dios no les impone un monarca, a pesar
de que Gedeón reuniera todas las características para enalte-
cerse sobre sus hermanos.
Refiriéndose a los detalles del relato anterior, y el plasma-
do a continuación, Roscio critica a los adoradores de la tiranía,
quienes pretenden quitar del medio al pueblo, fuente legíti-
ma del poder soberano de las naciones. Después de la muerte
colección
CADA DÍA UN LIBRO

de Gedeón, quien había engendrado setenta hijos, entre ellos


Abimelec, hijo de su concubina y habitante de Siquem, este tal
Abimelec, por astucia, llegó a ser gobernador sobre los sique-
mitas, no sin antes asesinar a sus hermanos, exceptuando uno
de ellos, llamado Jotam, quien salvó su vida.
Pero el punto principal que quiere destacar Roscio se
basa en la parábola narrada por Jotam desde una parte alta de
la ciudad a los habitantes de Siquem. En ella aprovecha decirles
90 que reunidos en sociedad todos los árboles deciden constituir
un rey, y entre ellos consideran a los más nobles en el siguien-
te orden: el olivo, la higuera y la vid. Pero estos rechazan el
nombramiento, finalmente se dirigieron a la zarza, quien ex-
clamando que si en verdad la habían elegido como rey, todos
los árboles debían cobijarse bajo su sombra, al no hacerlo, fue-
go saldría de ella para devorar a los cedros del Líbano. Esta zar-
za es Abimelec, pero si ustedes los de Siquem así lo eligieron,
gocen ustedes de Abimelec y viceversa, si no aténganse a las
consecuencias.
La historia evidencia que a pesar del mal proceder de
Abimelec por constituirse rey, recibió el apoyo de los habitan-
tes de Siquem, descansando su nominación bajo la soberanía
popular. A los tres años terminó su gobierno, con nefastas con-
secuencias para él y su pueblo. Roscio razona que si Abimelec
erró en sus decisiones, estas no se le pueden atribuir a la sobera-
nía divina, porque entonces todos los yerros y desmanes de los
malos gobernantes serían responsabilidad de Dios, quien no se
goza las injusticias. En otras palabras, el poder originario en la
elección de un gobernante reside en el pueblo, convirtiéndose
el gobernante en un siervo responsable o irresponsable de sus
acciones ante el pueblo que lo eligió.
Teniendo esto en mente, Roscio en el capítulo once, hace
alusión al discurso pronunciado por el profeta Samuel en su
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

ancianidad, cuando el pueblo le solicitó en los últimos días de


su vida que se le nombrase un rey en lugar de tenerlo a él como
juez. Y Samuel bajo inspiración divina, accede a la solicitud del
pueblo, no sin antes recordarles las estipulaciones del capítulo
17 de Deuteronomio.
Por este incidente, Roscio nuevamente insiste en que la
soberanía reside en el pueblo, y el rey es un igual a sus súbditos.
Por consiguiente, es una mentira de las más absurdas que el
poder de los reyes es absoluto. 91
En el capítulo 12 Roscio hace referencia a las palabras del
profeta Oseas, donde éste en tono de denuncia exclama en el
capítulo 8 versículo 4 de su libro, que los reyes que gobernaron
en Israel lo hicieron sin tomar en cuenta a Dios. Esto significa
que la mayoría de estos reyes fueron altaneros, egoístas e idóla-
tras. Por lo que Roscio señala que si la soberanía no les vino de
Dios, entonces les provino del pueblo. Esta deducción, es por
demás revolucionaria para la época cuando se escribió El triun-
fo de la libertad sobre el despotismo, siglo caracterizado por una
sujeción sumisa a la autoridad del rey, del Papa y de la Iglesia.
Pero a pesar del relativismo popular, Roscio apeló a la mayor
fuente de autoridad, es decir la Biblia, y si la Biblia no favore-
ce el absolutismo, ¿por qué ha de aceptarse la doctrina de los
hombres por encima de la Palabra de Dios? He aquí la razón
del arrepentimiento de Roscio por sus errores políticos, ex-
traídos de una falsa interpretación de La Biblia, pero al mismo
tiempo estupefacto por el agravio a la religión.
Continuando con el análisis del documento histórico en
cuestión, Roscio en el capítulo trece se refiere a la elección del
rey Saúl como un acto de la soberanía del pueblo, por la solici-
tud que el pueblo hizo al profeta Samuel en constituirle un rey,
muy a pesar de la advertencia del profeta sobre los peligros que
ellos corrían en concentrar el poder en una sola persona que
colección
CADA DÍA UN LIBRO

los gobernase. Pero Roscio va más allá del simple detalle de


la elección de Saúl, por referirse a dos aspectos fundamentales
de su gobierno, en los cuales el pueblo contraría las decisiones
del monarca. Y el rey, haciendo uso de su raciocinio acepta la
voluntad popular.
El primer acontecimiento tiene que ver cuando el rey
Saúl decide asesinar a su hijo, por violentar un juramento que
tenía que ver con no probar ningún tipo de alimento hasta la
92 puesta del sol, tiempo estipulado para la derrota de sus enemi-
gos los filisteos, con quienes libraban una batalla campal. Por
providencia divina, Jonathan fue el héroe de la batalla, pero
éste desconociendo el juramento con que su padre había com-
prometido al pueblo, probó un panal de miel en medio de la
guerra. Razón suficiente para que su padre Saúl lo sentenciara
a muerte, sin embargo el pueblo se le opuso y Saúl tuvo que
someterse a la voz de la mayoría.
El segundo acontecimiento mencionado por Roscio,
tiene que ver con la decisión de Saúl en perdonarle la vida a
Agag, un rey amalecita, acto que fue recriminado por el pro-
feta Samuel, arguyendo luego Saúl que tomó esa decisión por-
que le temía al pueblo. Argumento que es tomado por Roscio
en defensa de la soberanía popular, por lo que se puede afirmar
que la pluma de Roscio, a semejanza de una espada, buscaba la
emancipación del hombre en el campo de las ideas, por ser el
hombre el resultado de lo que piensa de sí mismo.
En el capítulo catorce, Roscio pone a un lado los ejem-
plos de la soberanía popular relacionados con el reinado de
Saúl, y concentra su atención en el rey David. Y como punto
de partida afirma que David fue rey después de que el pueblo
lo proclamó, porque a pesar de haber sido ungido como rey, el
ungimiento solo no bastaba. Entiéndase por ungimiento una
costumbre de los tiempos bíblicos que consistía en derramar
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

aceite sobre la cabeza de las personas que habían sido apartadas


para una misión especial, bien sea un profeta, un rey o un na-
zareo. Ahora bien, el acto voluntario de las tribus de reunirse
alrededor de David, después de la muerte de Isboset, hijo de
Saúl, es lo que Roscio denomina soberanía popular, acto que
está por encima de una ceremonia de ungimiento.
Con semejantes razonamientos, podría catalogarse a
Roscio como un auténtico exégeta, un intérprete nato del
documento original. Si hoy en día en las cátedras de historia 93
y teología se hace tanta gala con la hermenéutica, Roscio no
tiene nada que envidiar a estos espíritus ilustrados. He aquí la
grandeza de Roscio en el campo de las ideas.
También cita Roscio en este capítulo la rebelión de Absalón,
hijo de David, quien mediante la astucia y el engaño se robaba el
corazón del pueblo, perdiendo su padre ascendencia ante la nación
a tal punto que casi pierde su trono. Pero una vez develada abier-
tamente la rebelión, Absalón en batalla pierde la vida y el pueblo
retorna nuevamente a David. Este acto del pueblo de retornar a
David, Roscio lo califica como un acto de soberanía fundamenta-
do en la decisión de hombres libres.
En el capítulo quince, continúa con el tema de la soberanía
y esta vez se refiere a la aparición de Dios a Salomón en sue-
ños. Narra La Biblia que cuando Dios se le manifestó a Salomón
le dijo que pidiese lo que quisiera. Y Salomón le pide a Dios
sabiduría para poder gobernar a la nación. Entonces Roscio se
pregunta, ¿por qué Dios le consulta a Salomón? ¿Acaso no po-
día asignarle directamente todas las cualidades que él necesitaba
para gobernar? Roscio responde que siendo Dios el máximo so-
berano le consultó a Salomón, esto significa que había otro po-
der aparte de Dios y no es otro que el poder del pueblo, a quien
Salomón le temía según lo indica su respuesta.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Profundizando aún más en la historia de este rey, Roscio


aclara que Salomón durante toda su vida no fue un rey sabio. Su
corazón se desvió hacia la idolatría y la ostentación, convirtién-
dose en un déspota, quien sobrecargó a su pueblo de excesivos
impuestos. Al morir quedó en su lugar su hijo Roboam, quien
siguiendo la orientación de malos consejeros, no oyó el clamor
del pueblo para que se le redujesen los impuestos. Por el contra-
rio, les respondió que si su padre los había herido con azotes, él
94 los castigaría con escorpiones. Esto trajo como consecuencia la
división del reino: diez tribus eligieron a Jeroboam como rey, y
Judá y Benjamín, tribus restantes, se quedaron con Roboam.
Refiriéndose a este acontecimiento, Roscio asegura
enérgicamente que la Biblia no registra la desaprobación de
Dios por este acto de soberanía de las diez tribus, en separarse
de un gobernante déspota. Roscio con igual energía condena
a aquellos que valiéndose de ilusiones religiosas mezclan la es-
pada con el cordero, el trono con el altar y el cáliz con el cetro,
validando la causa del despotismo. Igualmente confiesa que él
una vez creyó que cuando el pueblo era tiranizado había una
ley que los vedaba de precaverse de su situación. ¡Suposición
monstruosa! Exclama Roscio, quien atribuyó su creencia a una
educación sistemática y afianzada en el transcurso de trescien-
tos años. Razón por la cual catalogaba la rebelión de las diez
tribus como una excepción, un caso especial por inspiración
privilegiada de Dios.
En el capítulo siguiente, el dieciséis, explica el autor el
significado de libertad, derecho y ley. Pero antes de ahondar
en los términos, Roscio aclara que la predicción del futuro por
parte de Dios, no coacciona la libertad humana, es decir, que
el conocimiento que Dios tiene de los acontecimientos futu-
ros, no vulnera ni en un ápice los derechos de la libertad. Este
concepto de Roscio es un duro golpe contra aquellos aferrados
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

a la idea de que existe un destino ineludible. Aquellos seres


humanos que se cruzan de brazos, esperando que las cosas
ocurran sin hacer uso de su libre albedrío. Según Roscio, el
desconocimiento que él tenía de este principio, le hacía pensar
que el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios era esclavo
por naturaleza, pero algunas veces libres por inspiraciones y
favores extraordinarios.
De esta manera, dice Roscio, me desagradaban las diez tri-
bus de Israel, considerándolas como un instrumento a semejanza 95
de un martillo en la mano de un herrero o un puñal en la mano
de un asesino. Esta creencia, apunta Roscio, lo llevó a tener un
concepto equivocado de los términos libertad, derecho y ley.
Llegando a pensar que la libertad no era otra cosa que hacer lo
que a cada uno se le antojase, concluyendo que el despotismo era
un derecho y los actos arbitrarios de la voluntad de un déspota
eran leyes inviolables y sagradas. Pero cuando el hombre común
(el que no era rey) pretendía ser independiente y libre, lo reputa-
ba de criminal. Y a la libertad, enemiga de la especie humana, la
identificaba como la raíz del pecado de Adán y Eva.
Ahora, admitiendo Roscio su ignorancia y errores pa-
sados, comprende que la libertad es un derecho del hombre
en someterse a una ley, la cual es resultado de la voluntad del
pueblo a quien él pertenece. Lo que le permite no depender de
ninguna autoridad que no se derive del mismo pueblo. Señala
igualmente que no es ley el acto de la voluntad de un indivi-
duo, siendo tiránica la autoridad que no proviene del pueblo;
esto significa que depender de la voluntad de un solo hombre
se considera esclavitud.
Reitera Roscio que en el pasado estimaba como derecho
cuanto dictaba el despotismo en tono legislativo, aun en contra
de los mismos derechos del hombre. No obstante, el Roscio
“iluminado” alega que lo que carece de justicia y equidad no
colección
CADA DÍA UN LIBRO

puede ser derecho ni ley. En resumen, se puede concluir a la luz


de este capítulo, que la libertad es tomar decisiones en armonía
con la ley, y esta ley, debe derivar de la voluntad del pueblo, en
donde toda acción impregnada de bondad y justicia, por parte
de todos los hombres, lleva la definición de derecho.
El capítulo diecisiete es en esencia una explicación de lo
que significa el derecho y la libertad en manos de los tiranos.
Estos al ejercer tanto el derecho como la libertad, se asemejan
96 a los piratas y bandidos para ejecutar sus depredaciones y latro-
cinios. ¡Qué ilustración tan viva! Por ser este el proceder de
aquellos que en nombre del derecho y la libertad han despoja-
do a sus semejantes de sus bienes y felicidad. Roscio los denun-
cia como forajidos que merecen ser reprimidos por la fuerza
nacional. Sus delitos no han de quedar impunes, pero mayor
es su responsabilidad si se trata de alguien a quien el derecho
público le confió su gobierno representativo.
La idea de un gobernante administrador de bienes co-
munes que ha de rendir cuentas, es un concepto opuesto al
pensamiento generalizado en las monarquías absolutistas, en
donde se creía que el rey podía hacer lo que bien le parecía con
los bienes nacionales, por ser este heredero de todas las rique-
zas de un país.
En su esfuerzo en seguir transmitiendo sus ideas, Roscio ca-
lifica a los que privan al hombre de su libertad como ladrones de
mar y tierra por convertir a sus semejantes en objetos de su pro-
piedad. También los llama usurpadores de la libertad, militantes
escudados de falsas doctrinas nacidas en los siglos de la oscuridad.
Posiblemente Roscio al hacerse portavoz de estas declaraciones,
tuvo en mente el proceso de conquista del continente americano,
cuando sus habitantes fueron despojados de sus bienes y esclavi-
zados en el nombre de la corona española y la religión.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Tomando nuevamente el modelo de la historia del pueblo


de Israel conforme a la narración bíblica, Roscio en el capítulo
dieciocho trata acerca del tema de la democracia y la anarquía
de los hebreos, para demostrar que el absolutismo de los reyes
no estaba dentro de los planes para el modelo político-religioso
de ese pueblo. Para sustentar su tesis, cita como ejemplo a las
asambleas populares del pueblo hebreo, en donde se resolvían
problemas relacionados con el gobierno, posesión de tierras y
aplicación de leyes. 97
En estos particulares, el registro bíblico sentencia que
luego de la asamblea, cada uno se retiraba en paz a su mora-
da. Ésta era una época cuando no había reyes en Israel, sólo
existían generales de renombre y un Consejo de Ancianos, lo
que constituye una evidencia suficiente de acuerdo a la Biblia,
sobre lo innecesario que son los reyes para vivir en felicidad. Es
el señalamiento de Roscio al repasar este período de la historia
del pueblo de Israel. Roscio con toda responsabilidad condena
a aquellos tiranos que se empeñan en calificar a los gobiernos
sin reyes como monstruos que devoran el orden social, incluso
llega a exaltar al imperio de la razón, afirmando que los hom-
bres pueden vivir mancomunados en sociedad sin ninguna
forma de gobierno. Por supuesto que este último concepto es
extremista y anárquico, pero era tan grande el celo de Roscio
por desprenderse del lastre de la tiranía que se le pudiera pasar
por alto esta exageración.
En cuanto a la anarquía hebrea, de la cual Roscio extrae
su defensa para favorecerla en lugar de la monarquía, la Biblia
sentencia en Jueces capítulo 21 versículo 25 que: “En estos días
no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”.
En el capítulo diecinueve Roscio derrumba uno de sus
antiguos conceptos heredados de su educación. Según esta he-
rencia, él pensaba que era imposible y hasta repugnante que un
colección
CADA DÍA UN LIBRO

pueblo fuese soberano sin súbditos. Porque, ¿cómo era posible


que un soberano ejerciese al mismo tiempo su función siendo
súbdito? Apelando al testimonio de las Sagradas Escrituras, en
específico a los escritos paulinos, Roscio de manera perspicaz
aplica el concepto bíblico de las dos leyes opuestas en la natu-
raleza del hombre, es decir, la contienda entre lo carnal y lo
espiritual, que al prevalecer una sobre la otra, una llega a ser
soberana y la otra esclava.
98 En el caso del apóstol San Pablo, afirma Roscio que la ra-
zón de éste imperó sobre lo carnal. Condición que lo ennoble-
ce porque el súbdito queda a nivel del soberano. A semejanza
del apóstol, un cuerpo social usando su libertad inherente, se
somete a un gobierno que sea de su beneplácito, y de esta ma-
nera una nación nunca es súbdita de los mandatarios que ella
misma elige y autoriza para la administración de sus derechos.
Esto se debe a que la misma ley divulgada por los magistrados,
debidamente elegidos, permite la subordinación voluntaria.
Pero si los magistrados son los más fieles observadores de su
letra, mayor será la complacencia y celeridad de los demás para
escucharla y obedecerla. Estos conceptos jurídicos teológicos
de Roscio tienen origen en su formación. Él era un hombre
aventajado en la teología y la jurisprudencia, a pesar de que el
hombre de su época, su manera de pensar estaba enajenada por
el concepto de soberano vasallo conforme al modelo feudal, lo
que le impedía considerarse como un individuo independiente
sin la figura del rey. Por eso el esfuerzo de Roscio en demos-
trar que “un pueblo sí puede ser soberano y súbdito al mismo
tiempo”, cuando voluntariamente decide serlo.
En defensa de su punto de vista, en el capítulo veinte, Ros-
cio asegura que el pueblo hebreo ejerció su potestad coercitiva
sobre los reyes de Israel y de Judá. Y para demostrar su argu-
mento, Roscio parte de la premisa de que los israelitas obraron
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

libremente cuando adoptaron la monarquía, pero desafortuna-


damente los reyes en su mayoría no siguieron los consejos del
capítulo 17 del Deuteronomio. Esto trajo como consecuencia la
muerte, el cautiverio y la desolación para el territorio.
En asombro por el desacierto de los reyes, Roscio se pre-
gunta ¿qué hubiese pasado si la nación judía no hubiese tenido
un tribunal como el Sanedrín para escarmentar la arbitrariedad
de sus gobernantes? Agrega que lamentablemente es poco no-
toria la actividad de este tribunal en la época de los reyes. No 99
obstante, a manera de ejemplo, cita el caso del rey Amasías,
quien fue el causante de una guerra sin motivo contra Israel,
razón suficiente para que el Sanedrín ordenase su ejecución en
la localidad de Laquis.
Estupefacto por este incidente, Roscio en el capítulo
veintiuno asegura que él piensa que Amasías había sido juz-
gado y sentenciado por comisión especial de Dios. Pero ahora
reconoce que tal alucinación la aprendió a través de la lectura
de aquellos libros, los cuales fueron escritos por hombres que
estaban bajo la inf luencia del poder arbitrario. Razón suficien-
te tenía Roscio para afirmar que los que se hicieron sabios en
la edad tenebrosa de los necios, fácilmente urdieron la fábula
del carácter divino de los reyes. El mismo Roscio por mucho
tiempo creyó en la fábula del carácter divino de los reyes, de
allí su asombro por el asesinato de Amasías. Porque, ¿cómo
era posible que un hombre arropado de un carácter divino
fuese asesinado? Roscio en este nueva conciencia afirma que
Amasías ya no era rey, en su ejecución perdió la dignidad por
sus delitos y fechorías. ¿Por qué calificar de regicidio la debida
aplicación del castigo?
A través de este incidente tomado del registro bíblico,
Roscio estaba asestando un duro golpe contra el statu quo tra-
dicional, el cual consideraba a los reyes personas inviolables a
colección
CADA DÍA UN LIBRO

pesar de sus delitos. Doctrina muy en boga en la época de los


movimientos de emancipación en América, razón suficiente
para que centenares abdicasen a la causa independentista.
Desde los capítulos veintidós al veinticuatro, Roscio refie-
re acontecimientos relacionados con la rebelión de los Macabeos,
hechos ocurridos luego del cautiverio babilonio. Con una síntesis
asombrosa repasa las actuaciones de esta familia en su lucha por
liberarse de sus opresores. El primer protagonista fue Matatías,
100 quien se juega por entero contra un poder totalitario siguiendo
sus convicciones religiosas y nacionales. Roscio expresa que en
el pasado se asombró por el hecho de que un hombre se opusiese
al totalitarismo del rey Antíoco Epífanes. Sin embargo concluye
que tal asombro fue el resultado de su ignorancia, fundado en sus
errores halagüeños a la tiranía monárquica, pero que afortunada-
mente para los Macabeos no existió en su tiempo, aquella maldita
raza de intérpretes que habían convertido las palabras del Antiguo
Testamento en usura del despotismo en perjuicio de la libertad.
Judas Macabeo sucede a su padre Matatías, quien murió sin
haber concluido su lucha. Por lo que su hijo libra las batallas su-
cesivas, obteniendo un gran número de victorias. No obstante,
el énfasis de Roscio se concentra en el pacto realizado entre ju-
díos y romanos, el cual consiste en un compromiso entre ambas
partes por la defensa de sus territorios, en caso de una invasión
por un ejército enemigo. Reconociendo las ventajas del pacto,
Roscio sin ingenuidad intencionalmente pregunta: ¿cómo pue-
de confederarse este caudillo con unos paganos y con una re-
pública que por ser popular, merece el odio de los que se dicen
ungidos, ministros e imágenes tuya? En respuesta defiende a los
romanos, expresando admiración por su soberanía, majestad y
grandeza a pesar de la inexistencia de reyes y purpurados. Y fe-
lices mil veces los Macabeos porque no tuvieron obstáculos en
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

asociarse con los romanos. No fueron ellos engañados con una


falsa felicidad bajo el yugo de la tiranía.
Roscio señala que personalmente él fue engañado por los
tiranos bajo la premisa de una falsa felicidad, porque ellos se
presentaban como una deidad benéfica, bajando del cielo a la
tierra con el único objeto de redimir de la servidumbre a los
mortales y colmarlos de prosperidad. Por tal motivo, su molle-
ra estaba impregnada de las falsas doctrinas del poder y la obe-
diencia ciega bajo el sistema de la teología feudal. Es posible 101
que al mencionar la expresión teología feudal, Roscio se refiera
a la relación soberano vasallo, característico en el feudalismo.
Otro pacto mencionado por Roscio para resaltar la liber-
tad del pueblo judío, consiste en la alianza de confederación
entre judíos y espartanos, cuyo origen se remonta desde los
tiempos del sacerdote Onías. Pero renovado por los macabeos
Jonathan y Simón. Este pacto, destaca Roscio, no era materia
de estudio en las aulas de teología y filosofía, a pesar de estar
aprobado en uno de los libros canónicos de la Iglesia, sino que
más bien se escuchaba que la mejor forma de gobierno era el
monárquico. Ahora bien, si los hebreos fueron soberanos, hay
razón suficiente para pensar que todos los pueblos tienen dere-
cho a ser soberanos.
Como un paréntesis a sus explicaciones del Antiguo Tes-
tamento, Roscio aclara que Jesucristo no tuvo una misión polí-
tica, lo que explica el porqué no mezcló los asuntos de fe con los
negocios del Estado. Y en el capítulo veinticinco especifica el
motivo que tuvieron los principales apóstoles para escribir sobre
política en sus cartas, a pesar de que su Maestro había declara-
do que “su reino no era de este mundo”. Explica Roscio que
una vez convertidos los nuevos creyentes al cristianismo, estos
razonaban que si Cristo los había independizado de la potestad
de las tinieblas, también los había independizado de cualquier
colección
CADA DÍA UN LIBRO

autoridad secular o gobierno que no abrazase la nueva fe. Y he


aquí, indica Roscio, la razón que obliga a los principales após-
toles a reproducir doctrinas de obediencia y de poder, sabidas y
practicadas desde que hay gobierno en las sociedades.
El capítulo veintiséis forma la base o plataforma para
explicar cuál es la relación correcta que debe existir entre los
hombres y sus funciones en sociedad con respecto al gobierno
civil. Apelando al testimonio de los apóstoles San Pedro y San
102 Pablo, Roscio asevera que de Dios viene el poder y la soberanía
de las repúblicas, siendo Dios la causa principal del talento y
las virtudes para la organización de los poderes y el gobierno,
además de complacerse en aprobar instituciones saludables que
hacen felices a los pueblos libres.
Tomando como fundamento a 1 Pedro 2: 13, 14, asegura
que el rey es una criatura de Dios, por lo tanto se le debe al
pueblo. Además, San Pedro en sus escritos usa la palabra rey
porque escribía en una monarquía universal, pero si lo hubiese
hecho durante la república romana, en lugar de rey hubiera
escrito las palabras cónsules o senado. Por otra parte, cuánto
hubiesen deseado los inventores de las fábulas sectarias que en
lugar de San Pedro escribir con respecto al rey “humana cria-
tura” hubiese escrito “divina criatura”.
En el capítulo veintisiete Roscio da las razones por las cuales
los apóstoles omiten en las cartas políticas el título de emperador,
mencionando como razón principal el hecho de que estos fueron
unos usurpadores desmoralizados. Y si San Pedro utiliza la pala-
bra rey, no es para denotar con ello a Calígula, Claudio o Nerón,
sino a la primera magistratura que establecían los hombres en so-
ciedad. Con igual cautela se vale San Pablo de la palabra prínci-
pe, término que tuvo su origen con el emperador romano César
Augusto quien gobernó desde el 31 a.C. al 14 d.C. Este personaje
acumuló sobre sí todas las magistraturas, según refiere Pérez (s/f:
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

243), aparentando como contrario en aceptarlos pero cargando


con los honores de tribuno, censor, cónsul, gran príncipe y prín-
cipe o presidente del Senado. Y bajo el disfraz de la democracia,
impuso en Roma un régimen monárquico con el poder absoluto
concentrado en su persona.
Roscio, aplicando el sentido de justicia, menciona que
aunque estas instituciones fueron inventadas para el bienestar
de los ciudadanos, sus administradores hicieron mal uso de
ellas. Por tal razón y con oportuna precaución, los apóstoles 103
evitaron recomendar la persona del monstruo que entonces
empuñaba las riendas del imperio. Indica igualmente que si la
misión de los apóstoles fuese semejante a la de Abraham, Moi-
sés o alguno de los jueces, sus procederes en política hubiesen
sido distintos. Merece consideración agregar que estas explica-
ciones de Roscio, constituían una auténtica revolución para su
tiempo, incluyendo una cátedra de teología en donde el rey era
centro de alabanza, donde muy fácilmente un opositor podría
decir en defensa del monarca, que el uso de la palabra rey en
lugar de emperador por parte de San Pedro es la adecuada, por
ser el rey la criatura más sublime de la potestad divina.
En el capítulo veintiocho Roscio hace una explicación
magistral del texto de San Pablo, registrado en Romanos 13:
1-4. Allí se enfatiza que las autoridades son puestas por Dios
para ministrar justicia e infundir temor a quien practica lo
malo. Roscio con su osadía característica aclara que el texto
no se aplica a los reyes y emperadores de su tiempo, por ser
estos enemigos de la virtud, terror para los buenos y aplauso
para los malos. Los mencionados gobernantes eran ministros
del demonio para utilidad de los inicuos y aplauso para los ma-
los. Reconoce Roscio que un tiempo interpretó siniestramen-
te este texto, aplicándolo a los reyes absolutos, ignorando que
el verdadero ministro o servidor de un pueblo es toda potestad
colección
CADA DÍA UN LIBRO

organizada en el orden social al servicio de la justicia. Porque


desde el principio de la creación, todos los hombres creados a
imagen y semejanza de Dios son ministros y vicarios del Crea-
dor. Pero si sólo los reyes están hechos a semejanza divina, to-
dos los demás hombres son un inmenso vacío.
En el capítulo veintinueve de su obra, el autor intenta una
explicación del significado de Romanos 13: 5, el cual mencio-
na sobre el deber que tiene todo ciudadano en someterse a una
104 potestad superior, no por temor al castigo sino por causa de la
conciencia. Sin embargo, advierte sobre el abuso con que el
despotismo maneja el nombre y nociones de la conciencia, por
lo que en las persecuciones aquellos que carecían de valor y
fortaleza para hacer frente a unas órdenes inicuas, sucumbían a
las violencias del tirano, por temor al castigo y no por el deber
de la conciencia. La tiranía, infatuando al hombre con una fal-
sa doctrina con el título de conciencia, hizo que los hombres se
creyeran libres cuando en realidad estaban encadenados, por lo
que el hombre llegó a tener una conciencia bastarda.
Roscio tenía autoridad suficiente para mencionar que el
hombre llegó a tener una conciencia bastarda, sólo le bastaba
mirar la condición en que se encontraba el continente ameri-
cano. Todos sus derechos fueron pisoteados por un gobierno
monárquico al servicio de sus propios intereses. Con unos ha-
bitantes sumisos a los desmanes de sus reyes, alentados por una
religión que enseñaba la obediencia servil so pena de castigo.
El capítulo treinta es una explicación del significado de
los términos obediencia activa, obediencia pasiva y obediencia
ciega. A manera de introducción, con fundamentos bíblicos y
personales hace un llamado a los pueblos para rebelarse contra
la obediencia ciega, la cual es definida como el resultado de
una conciencia ciega, por lo que los individuos no disciernen
ni lo bueno ni lo malo, sino que abrazan ciegamente lo que se
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

les propone, mirando simplemente a través del ojo de la tira-


nía. Por otra parte, la obediencia pasiva no es ciega, por ser ésta
la expresión del voto general de los demás individuos, quienes
se ajustan a la constitución y a las leyes.
Son de obediencia activa todos los funcionarios públicos,
obrando y mandando según la ley, sometiéndose a ésta por el
mismo hecho de encargarse de su cumplimiento y aplicación.
Luego de los conceptos anteriores, Roscio asegura que si
los pueblos permaneciesen sumidos en la obediencia ciega, la 105
esclavitud sería universal y el género humano estaría más de-
generado y menguado. Tampoco se leería en la Biblia tantos
hechos heroicos por la libertad contra el poder arbitrario. Se
observa en este capítulo la lógica de Roscio al argumentar que
si en la guerra, un soldado está autorizado para quitarle la liber-
tad o la vida del monarca del partido contrario, ¿por qué enton-
ces la nación a la que pertenece este soldado, ha de aguantar de
rodillas el azote que indignamente descargue sobre ella el rey a
quien se le ha confiado el poder civil? Los conceptos empleados
por Roscio para explicar los términos de obediencia activa, pa-
siva y ciega, guardan relación sobre lo que hoy se denomina en
el ambiente militar como obediencia ref lexiva o la prerrogativa
que tiene un subordinado de examinar una orden emitida por
un superior y si ésta es ilegal no está obligado a cumplirla.
En el ámbito civil, la Constitución de la República Bo-
livariana de Venezuela contempla en el artículo 25 que todo
funcionario (a) público que ordene o ejecute alguna orden que
viole o menoscabe los derechos garantizados en la Constitución
incurre en responsabilidad penal, civil y administrativa, según
los casos, “sin que se sirvan de excusa órdenes superiores”. El
artículo 45 agrega que se prohíbe a toda autoridad civil o mi-
litar, sin importar las circunstancias, permitir o tolerar la des-
aparición forzada de personas. Y que todo funcionario (a) que
colección
CADA DÍA UN LIBRO

reciba orden de practicarla “tiene la obligación de no obedecer-


la y denunciarla a las autoridades competentes”.
El capítulo treinta y uno justifica lo que Roscio denomi-
na la insurrección de David, aunque el contexto bíblico no fa-
vorece el concepto de insurrección, sino de la huida de David
para salvar su vida de un rey encolerizado. Pero Roscio le da
el calificativo de insurrección y añade que la misma era lícita
porque David estaba en su derecho como cualquier hombre
106 está en defenderse de uno o varios desalmados que conspiren
contra él.
Roscio insistiendo en lo que él llamaba época feudal,
describe cómo el hombre fue degradado para ser propiedad de
cierto número de sus semejantes, al punto de venerar como
inviolables y sagradas las bárbaras ordenanzas feudales. Y aquel
que tuviese la desgracia de nacer en la época feudal, no podía
dejar de ser siervo del señor feudal ni armarse contra él ni dejar
de reconocer el vasallaje natal. No obstante, David no era de
esta condición como ningún hombre tampoco debe serlo, por
lo tanto, estaba en su legítimo derecho de defenderse contra
Saúl y si David no le quitó la vida fue por pura magnanimidad.
En fin, cuando la injusticia es producto de una facción
o de personas que abusan del poder contra la voluntad general
de la patria; ésta exige que el ofendido se arme y se haga de los
auxilios para librarla de la iniquidad de los facciosos o del des-
potismo de su administración.
En el capítulo treinta y dos Roscio ilustra su concepto
contra la obediencia ciega a través de dos narraciones bíblicas,
no sin antes razonar que si Dios sólo puede hablar la verdad y
mandar lo que es justo y bueno, entonces todo hombre tiene
derecho a resistirse contra todo aquél que no esté en armonía
con los mandamientos y aprobaciones divinas.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Siguiendo su línea de razonamiento en contra de la obe-


diencia ciega, toma como primer ejemplo el caso de las diez
tribus de Israel, cuando estas se rebelaron contra Roboam, hijo
de Salomón y heredero al trono, quien exigía una obediencia
ciega. También cita el ejemplo del profeta Elías, quien perse-
guido por el rey Acab, se vio obligado a causar la muerte de
ciento dos militares una vez que él oró para que los consumiese
el fuego divino. Ahora bien, si estos soldados estaban obligados
a obedecer ciegamente al rey Acab, ¿por qué consumirlos en el 107
fuego de la venganza?
En el capítulo treinta y tres siguiendo con el tema de la
obediencia ciega, Roscio busca las razones del porqué Jesús
reprendió a Pedro por usar la espada en contra del siervo del
sumo sacerdote, en el momento de la aprehensión de Cristo
en el jardín del Getsemaní. El motivo de la reprensión, señala
Roscio, no está en el hecho de que él y su discípulo deban una
obediencia ciega a su arresto sino en que la misión de Cristo de
entregar su vida por otros debía cumplirse en su totalidad sin
interrupción. Además el uso de la espada por parte de Pedro
fue un impulso natural inherente en el hombre por defenderse
contra la tiranía.
Otro ejemplo bíblico a favor de la resistencia, tomado
por Roscio, es un incidente que tiene que ver también con el
arresto de Jesús, cuando al llegar la turba ante su presencia, es-
tos caen al suelo. Señalando Roscio que este es un modelo en
miniatura para que el hombre se defienda de la tiranía y no sea
sumiso a la obediencia ciega.
El capítulo treinta y cuatro de la obra de Roscio, muestra
otro incidente bíblico en contra de la obediencia ciega. Ejem-
plo también tomado de las escenas finales de la vida de Cris-
to cuando él compareció ante Herodes, quien interrogándolo
muchas veces al mismo tiempo que le solicitaba un milagro,
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Jesús lo ignoró. Y Roscio en tono irónico, dirigiéndose a los


apóstoles de la tiranía les increpa diciéndoles que si este insigne
galileo, firme en sus principios, contestaba a los fariseos, siendo
estos peores que Herodes, ¿por qué pues, así como contestaba a
unos prevaricadores sin unción, sin trono, sin vicaría ni carác-
ter real, no contestaba a un rey curioso? ¿Era acaso más digno
de atención Satanás para Jesús que el monarca de Galilea, distri-
to de su nacimiento y vecindario? ¿Por qué pues merece aquel
108 que le responda en las tres ocasiones que le tentó y para este en-
mudece y no contesta a ninguna de las muchas preguntas que
le hacía? Luego Roscio añade que Herodes era incompetente
para conocer y proceder en esta causa. Como tal no interroga-
ba legítimamente, ni el acusado estaba obligado a responder,
Jesús no obedeció ciegamente al capricho de este rey.
Continuando con el tema de la obediencia ciega en el ca-
pítulo treinta y cinco, Roscio indica que no es obediencia ciega
el hacer contribuciones cuando existe un contrato social, cuya
base es el bienestar general. Pero duro es el peso de las contribu-
ciones forzadas y más duro cuando son exigidas de aquel que no
es propietario. Esta situación se vivía en Palestina en tiempos de
Jesús, por lo que Cristo pagaba tributo a los romanos para no en-
trar en controversias, porque su misión no consistía en reformar
abusos políticos.
En relación con las palabras de Jesucristo en “dar al César
lo que es del César”, Roscio admite que él supuso en sus errores
pasados, que el Mesías había dictado una nueva ley, mediante
la cual quedaban autorizados todos los monarcas para imponer
y exigir contribuciones a su arbitrio y los súbditos obligados
perpetuamente a pagar sin réplicas en obediencia ciega. Pero
Roscio en su nueva visión concluye que “dar al César lo que
es del César”, vale tanto como decir “dar a cada uno lo que es
suyo” y al César no se le puede dar más allá de lo que es suyo.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Seguidamente en el capítulo treinta y seis del documen-


to histórico en análisis, Roscio también reconoce que él hacía
una mala interpretación del texto bíblico registrado en 1 Pedro
2: 18, donde se enseña que los esclavos deben obedecer a sus
amos con todo respeto, no solo a los que son buenos y com-
prensivos sino también a los que son duros o difíciles de sopor-
tar. Refiere Roscio que más por ignorancia que por malicia,
él acomodaba ese texto a las personas libres o al pueblo entero,
con el objetivo de que obedeciesen ciegamente a sus monarcas 109
aun siendo malos.
Aunque pareciera que los apóstoles aprobaran la obedien-
cia servil, en el capítulo treinta y siete, Roscio trata de indagar
las posibles razones que tuvieron los apóstoles para aconsejar a
los esclavos a fin de que ellos fuesen sumisos a sus amos. Muy a
pesar de la enseñanza bíblica de la no sumisión de la voluntad
de un hombre a la de otro. Señala Roscio que en el caso de
San Pedro y San Pablo, su misión no consistía en entrometerse
en asuntos políticos, por lo que se adaptaron a las circunstan-
cias del Imperio Romano, donde la esclavitud era un sistema de
vida normal. Roscio también aclara que los apóstoles no eran
ignorantes en cuanto a la manera en que la esclavitud degradaba
la dignidad humana, porque en el Antiguo Testamento se narra
cómo fue tratado el pueblo hebreo durante su período de escla-
vitud en Egipto. Indica además que los apóstoles conocían que
en el sistema hebreo era permitida la esclavitud, pero que en
el séptimo año los esclavos podían ser liberados, excepto aque-
llos que quisiesen seguir siendo esclavos. En este último punto,
Roscio con toda su energía condena a aquellos que prefieren el
camino de la esclavitud. Pero mayor condenación reciben los
tiranos, que colocaron sus cadenas entre las bienaventuranzas
y los artículos de fe, para que abundaran las almas enervadas. A
tal punto que estas adoraban los hierros de la servidumbre.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Continuando con su lógica férreamente racional, Roscio


agrega que los apóstoles no se pronunciaron en contra de la
esclavitud, a objeto de conseguir sosiego y reposo para allanar
el camino a la predicación del Evangelio, sin que esto signi-
ficara que ellos enseñaran la obediencia ciega. Porque, ¿qué
fruto sacarían los apóstoles si se hubiesen dedicado a predicar la
obediencia ciega a los oprimidos?
En el capítulo treinta y ocho Roscio realiza un recorrido
110 desde la época de la pureza apostólica, hasta el momento cuan-
do el cristianismo consintió en mezclarse con asuntos políti-
cos. Roscio reconoce nuevamente su ceguedad cuando en el
pasado creyó que la epístola de San Pablo a los Romanos, era
para todo el pueblo romano. Por lo que los consejos específicos
dirigidos particularmente a este pequeño grupo de creyentes,
en lo que respecta a la obediencia a las autoridades, él los apli-
caba a todos los habitantes del imperio. Además añade que si
a los apóstoles se les hubiese hecho una pregunta directa en
asuntos políticos, su respuesta hubiera sido evasiva siguiendo el
ejemplo de su Maestro.
Que si los apóstoles no escribieron una palabra a favor
del derecho de resistencia se debe a que ellos escribieron so-
bre cuestiones generales recomendadas al grupo de fieles. No
obstante, esto no significa que ellos estuvieran a favor de la
tiranía, porque todo hombre no enervado y embrutecido con
las falsas glosas de la teología feudal lleva dentro de sí un espí-
ritu de rebelión en contra de la tiranía. En lo sucesivo de este
capítulo, Roscio especifica que España, nación evangelizada
por el apóstol San Pablo, fue una de las primeras naciones en
sublevarse contra la tiranía de Roma. Por lo que Roscio tra-
ta de demostrar que una nación cristianizada, también tiene
el derecho a sublevarse contra cualquier poder que pisotee su
libertad. En continuación con su recorrido histórico alude la
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

sentencia de muerte a Nerón por parte del Senado. Señalando


que este déspota prefirió morir por manos de un esclavo. To-
mando este incidente, Roscio desafía a buscar en las Sagradas
Escrituras algún registro o relato donde los apóstoles condenen
cualquier insurrección en contra de los tiranos. Afortunada-
mente, agrega Roscio, no existía en ese tiempo los corrompi-
dos intérpretes de las Escrituras y los tiranos no tenían obispos
ni inquisidores que les ayudasen con ex comuniones o cen-
suras eclesiásticas. Pero al desaparecer la pureza de la Iglesia 111
cristiana primitiva, también desapareció la pobreza evangélica
y comenzó la siembra de la semilla del nuevo poder. Por lo que
monarcas absolutos no fueron conocidos en la iglesia hasta los
siglos de la feudalidad, desapareciendo la igualdad y la fraterni-
dad como virtudes tan recomendadas en el Evangelio, sustitu-
yéndose por la relación señorío-vasallaje.
Al referirse Roscio al hecho de que los monarcas absolu-
tos no fueron conocidos hasta los siglos de la feudalidad. Posi-
blemente está tratando de decir que el feudalismo fue el punto
de transición para las monarquías absolutas, por cuanto la his-
toria evidencia que las monarquías absolutistas, surgen después
del feudalismo. Es decir, de acuerdo a Pérez (s/f: 451), el adve-
nimiento de la Edad Moderna es la terminación del régimen
feudal y la aparición de las monarquías absolutas. Y los prime-
ros monarcas absolutos fueron: Enrique VII Tudor en Ingla-
terra, Fernando el Católico en España, Luis XI en Francia, y
Maximiliano I de Austria en Alemania. Estos cuatro monarcas
son considerados los iniciadores de la era absolutista.
En el capítulo treinta y nueve refiere cómo el poder ecle-
siástico fue obteniendo primacía sobre el poder civil, conclu-
yendo Roscio que si la codicia es la raíz de todos los males,
es ésta la razón para el desorden de los ministros del culto. Y
apenas desaparecida del gremio de la religión la pobreza del
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Evangelio, estos ministros inficionados del contagio feudal,


reunieron en su persona el poder del cielo y de la tierra. Luego
empuñando el cayado y la espada, confundían lo espiritual con
lo temporal. También añade Roscio apelando al testimonio de
la historia que al engrandecimiento de la potestad temporal del
Papa contribuyeron mucho las falsas decretales, nacidas en el
siglo octavo. A fines del siglo noveno, en todo el décimo y en
la primera mitad del undécimo, estos cánones apócrifos (los
112 falsos clérigos) se nutrieron del pasto de la ignorancia. Sobre
todo los príncipes y reyes cristianos, la curia romana ejerció un
despotismo carcelario.
Roscio muestra su asombro y no puede explicarse cómo
pudo sostenerse tanto tiempo la liga de un poder instituido
para la libertad espiritual del hombre, con otro poder arbitrario
y tiránico que despoja al hombre de su libertad civil. Después
de su asombro, enumera algunas exorbitancias del poder pon-
tificio. En especial de que al Papa le perteneciese el dominio
de toda la tierra, o a lo menos aquellas porciones habitadas por
idólatras, las cuales como señor universal podía donarlas a los
príncipes católicos de su devoción.
Otro complemento de la tiranía, según Roscio, fue la In-
quisición. Ésta, desviándose de su primitivo objetivo, metió la
mano en los negocios del gobierno para reagravar las cadenas de la
esclavitud. En resumen, favorecidos por las tinieblas en las que se
halló envuelta Europa, pudieron los Papas conseguir su triunfo.
En el capítulo cuarenta, Roscio presenta una explicación
detallada del verdadero significado de dos expresiones de Cris-
to, en relación con la autoridad que él le confirió a sus discípu-
los, que de acuerdo a Roscio han sido mal aplicadas a favor de
la tiranía. La primera tiene que ver con la registrada en Mateo
16: 19, cuando Jesús le dice a Pedro: “a ti daré las llaves del
reino”. Esta es una figura del lenguaje mal interpretada, que
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

en manos ambiciosas ha sido objeto de abuso. Por esta supuesta


autoridad se posesionan de ciudades y reinos para opulencia de
estos hombres y sus predilectos. Sería una ingenuidad aceptar
que mientras el apóstol Pedro sólo pensaba y se dedicaba a ne-
gocios puramente espirituales, que ahora a los obispos, luego
de largos siglos, hasta llegar a la época feudal, se les entregasen
las llaves para apropiarse de los tesoros ajenos.
En cuanto a la expresión registrada en Lucas 22: 36, que
enseña que: “el que no tiene espada, venda también su capa 113
y compre una”, Roscio afirma que hasta la época del feuda-
lismo la palabra espada había servido a los ascéticos para de-
notar la actividad de la Palabra de Dios, por lo que nunca ha
sido símbolo de potestad y jurisdicción contra la libertad de
los pueblos. Tampoco Jesús podía recomendar la espada para
despojar a los demás de sus bienes, cuando había pedido a los
discípulos desprenderse de los suyos. No obstante, luego de la
recomendación de Cristo los discípulos dijeron: “Señor, aquí
hay dos espadas”. Pero no se debe pasar por alto que el Señor
les respondió: “basta”. Esto indica que Jesús estaba preparando
a sus discípulos para sufrir con resignación lo que les esperaba
por su causa. Por lo que las dos espadas significan, de acuerdo
a Roscio, la resignación y la perseverancia, virtudes preferibles
al costo de sus túnicas.
En el capítulo cuarenta y uno Roscio aclara que si bien es
cierto que Jesús le dijo a Pilato que “ninguna potestad tendrías
contra mí, si de lo alto no se te hubiese dado” (Juan 19: 11), esto
no significa que ningún gobernante no deba rendir cuenta de
sus actos al pueblo por recibir de arriba una potestad, porque el
pueblo es un instrumento o causa segunda de Dios para otorgar
poder a una nación. Que si Pilato hubiese interpretado estas
palabras como lo hacen los teólogos feudatarios, aspiraría a la
independencia del emperador, alegando que su poder emanaba
colección
CADA DÍA UN LIBRO

del cielo. Pero Pilato estaba lejos de esta interpretación, porque


él sabía que su autoridad venía del César, autoridad que a su vez
César había obtenido en parte de los romanos.
Continuando su argumentación, Roscio recuerda que en
el Antiguo Testamento es común encontrar textos alusivos a la
venganza, donde Dios manifiesta que la venganza solo le perte-
nece a él. Roscio les pregunta a los intérpretes de La Biblia, que
si acaso por esto, ¿estará prohibida la vindicación de los críme-
114 nes ofensivos a la sociedad y a sus miembros? Por supuesto que
no; razón suficiente para condenar a los teólogos feudatarios de
inconsecuentes en la interpretación de los textos de La Biblia,
quienes toman literalmente el significado de los textos bíblicos
según su conveniencia.
Seguidamente en el capítulo cuarenta y dos Roscio pro-
sigue con sus argumentos a favor de la soberanía del pueblo,
tomando como ejemplo un acontecimiento registrado en el ca-
pítulo 6 del Evangelio según San Juan. En ese capítulo se narra
la huida de Jesús al enterarse que el pueblo quería hacerlo rey.
Incidente del cual se vale Roscio para preguntar: ¿Por qué Jesús
huyó y se escondió a solas en el monte, si la fábrica de reyes esta-
ba ya estancada en el cielo por una virtud retroactiva de los feu-
dos, siendo inútiles y vanos todos los esfuerzos de la multitud?
¿Por qué Jesús no sacó del error a aquella gente? ¿Por qué no les
predicó obediencia, tributo y sumisión a favor de César? Roscio
contesta que al portarse Jesús de esta manera, más bien estaba
demostrando que el pueblo tiene soberanía y no se equivocaba
en el uso de sus derechos. Sostener otra cosa, sería considerar a
Jesús ignorante de lo que enseña el sentido común o menos ins-
truido en política que los doctores de la época feudal.
En el capítulo cuarenta y tres Roscio tiene nuevamente
como propósito demostrar la soberanía del pueblo, pero esta vez
no con ejemplos bíblicos sino a través de la historia de España.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Esta nación, aclara él, sufre mucho bajo el yugo del poder arbitra-
rio. Pero con evidencias históricas de que en un tiempo disfrutó
de soberanía. Seguidamente Roscio manifiesta que los españoles
formaban sus leyes para otorgar poder y señorío a un gobernante,
no con el propósito de que se adueñaran de las cosas de cada uno,
sino para defender los derechos de todos. Y así fue en España du-
rante los trescientos años que duró el gobierno de los godos, y
mientras la conquista de América no proporcionó a los monarcas
austríacos en España, la usurpación de los derechos del pueblo. 115
A manera de ejemplo, Roscio señala que los concilios de
Toledo, las cortes de Castilla y Aragón fueron los tesoros más no-
tables de las funciones soberanas españolas. A ellas tocaba el nom-
bramiento de la persona que con el título de rey había de ejecutar
sus leyes. Pero acabado el gobierno de estos reyes por la irrupción
de los Moros, los españoles conservaron su independencia refu-
giándose en las montañas y con ella el derecho de constituir sus
conductores y destituirlos cuando les pareciese bien.
Roscio también enfatiza que la pérdida de la libertad del
pueblo español no fue obra de un momento. El incremento y
perfección del despotismo fueron iniciados por los reyes cató-
licos, con el apoyo de los teólogos de la tiranía. Estos teólogos
fueron inspirados por el maligno espíritu que animó a la ser-
piente en el paraíso, serpiente condenada por sentencia divina
a andar arrastrándose sobre su pecho. Conducta que imitan es-
tos teólogos, por cuanto se arrastran para halagar el despotis-
mo, pero que en lugar de avergonzarse, imitan a los reptiles,
vanagloriándose en ser como tales. “Obedecemos pecho por
tierra”, es la frase con que esta gente recibe y saluda las órdenes
del tirano a quien adoran.
Finalizando el capítulo, Roscio presenta evidencias para
demostrar que es una farsa la infalibilidad del Papa en lo po-
lítico y religioso, especificando que cuando el pontífice fue
colección
CADA DÍA UN LIBRO

consultado por Carlos II, el último rey de la casa de Austria,


acerca de quien sería su sucesor, por no tener hijo, el Papa sen-
tenció que el nieto de Luis XIV de Francia sería el sucesor. Esto
trajo como consecuencia que después de la muerte de Carlos II
hubo un enfrentamiento entre la casa de Austria y la de Ca-
peto, ensangrentándose los territorios de cada pretendiente, a
pesar del dictamen de la silla apostólica. “Abrid los ojos, pue-
blos”, dice Roscio, “para que no os dejéis engañar por aquellos
116 religiosos que meten su hoz en la mies ajena, pretendiendo ser
infalibles en lo político y religioso”.
En el capítulo cuarenta y cuatro Roscio presenta uno
de los temas más innovadores y contradictorios de su época,
al referirse que el rey es un igual a cualquier hombre, porque
tanto el uno como el otro proceden de un mismo tronco co-
mún, ambos son imagen y semejanza de Dios. Seguidamente,
Roscio se condena a sí mismo porque él en el pasado pensó
que cualquier déspota coronado aunque fuese facineroso, su
persona era sagrada e inviolable. No obstante reconoce que su
error fue consecuencia del sistema despótico en el que él había
nacido y educado. Continuando con su lógica argumentativa,
Roscio señala que todo hombre es inviolable y sagrado, mien-
tras sea justo y respetuoso, obediente al carácter inviolable de
la ley. En cuanto al carácter divino de los reyes añade que tal
creencia es producto de la mentira y la lisonja, carente de fun-
damento bíblico. Sin embargo la arquitectura del despotismo la
compuso a fuerza de ficciones y delirios. ¡Fuera de nosotros tal
absurdo! ¡Todos somos iguales delante de la ley! ¡Nadie puede
eximirse de ella! El hombre no necesita de ficciones para obrar
conforme a los principios del honor. Para ser héroe le basta su
verdadero origen divino. Por consiguiente, los inventores de la
fábula sacramental de la investidura del rey, temen y esperen el
castigo que en el cielo y en la tierra merecen tales ficciones.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

El capítulo cuarenta y cinco es candente, por cuanto


constituye una justificación con base bíblica para el regicidio y
para ello toma el ejemplo de Moisés, quien pasó a filo de espa-
da a los reyes Og de Basán y Sehón de los Amorreos, conforme
a lo narrado en el capítulo 21 del libro de Números. También
menciona que de acuerdo a los capítulos 10 y 12 del libro de
Josué, este general cuyo nombre lleva el libro, también practi-
có el regicidio por quitarle la vida a treinta y un monarcas, por
lo que en tono irónico Roscio pregunta: “¿ignoraría tal vez 117
Moisés y Josué el carácter sagrado de estas personas?” Roscio
responde que era necesario disipar cualquier idea favorable al
despotismo real y perjudicial a la soberanía de Israel. Había de
darse una lección objetiva a los subyugados para que estos no
volvieran al despotismo.
En el capítulo cuarenta y seis, Roscio explica las razones
y el porqué Dios permitió que los cananeos fuesen despojados
de sus tierras por los hebreos. Agrega Roscio que de acuerdo a
la Biblia, la tierra no les pertenecía a los cananeos, a causa de la
maldición de Noé contra su hijo Canaán, maldición que abar-
caba a sus descendientes cuya condena consistía en ser siervos
de los hijos de Sem, y, Abraham padre de los hebreos era se-
mita. Por consiguiente los cananeos más que propietarios eran
usufructuarios, arrendatarios o colonos de la tierra conquistada.
Pero, ¿por qué no fueron igualmente proscritos otros pueblos
idólatras? Roscio contesta que esos pueblos idólatras tales como
los samarios, cartagineses u otras naciones bárbaras eran propie-
tarios de sus tierras. Razón suficiente para deducir que el Papa
no tenía derecho para despojar de sus tierras a los americanos,
conforme lo justifica la obra titulada Derecho público de naciones,
libro que defiende el despojo hecho por España a los americanos
bajo la anuencia de los pontífices, arguyendo el despojo a los ca-
naneos por parte de los israelitas. He aquí reconoce Roscio: “el
colección
CADA DÍA UN LIBRO

primer libro que yo leí bajo la inf luencia del despotismo, pero
abrí mis ojos y ni aún quiero recordar el nombre de su autor”.
En el capítulo cuarenta y siete, Roscio trata nuevamente
el tema del regicidio, mencionando el asesinato de Tarquino
“El Soberbio” en manos de Julio Bruto y detallando el ase-
sinato del rey Eglón de los moabitas, en manos de Aod, un
hebreo que llegó a introducirse en su palacio bajo engaño pro-
pinándole una puñalada mortífera. Roscio, inspirado en el
118 pensamiento y obra de Santo Tomás de Aquino, escribe que es
un deber de los hombres fuertes y valientes como Aod y Julio
Bruto, librar de la tiranía a los pueblos, aunque sea en peli-
gro de su vida. Por lo que exigir un juramento de pacifismo a
esta doctrina, es exigir que el hombre en sociedad renuncie a
sus derechos imprescriptibles, en compromiso a una esclavitud
perpetua garantizando la impunidad de los malhechores. Sin
embargo, maquinar contra un monarca por opiniones religio-
sas es obra del fanatismo que tanto ha deshonrado la humani-
dad y vulnerado la moral del Evangelio.
En el capítulo cuarenta y ocho se citan otros ejemplos
bíblicos que favorecen el regicidio, como el de Abimelec, ya
detallado en el presente análisis en una sección anterior. Ade-
más de un elogio a Débora, Jahel y Judith, mujeres hebreas que
libraron a sus coterráneos asesinando a mandatarios opresores.
Colmado de ejemplos bíblicos, Roscio también pregunta que
si las personas de los déspotas coronados, debían ser para no-
sotros más inviolable y sagrada que la de nuestros padres, ¿por
qué no darles un lugar preferente en las tablas de la ley? O a lo
menos, ¿por qué no grabar en ella un precepto igual al del pa-
dre y de la madre? ¿Por qué pues privilegiar más a un déspota
de quien no recibimos bienes, sino males? En defensa de la di-
vinidad, Roscio explica que por no someter a un individuo a la
voluntad general de un pueblo, se presenta una imagen de Dios
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

como servidor de una sola persona o familia, constituyéndose


esto en una burla al derecho de las naciones.
El capítulo cuarenta y nueve presenta una defensa al de-
recho de propiedad y al derecho de resistencia, y para ello Ros-
cio se vale de una historia tomada del capítulo 21 del Primer
libro de los reyes. Allí se refiere el asesinato de Nabot por orden
de Jezabel, mujer del rey Acab, para despojarlo de su viña. Lue-
go el profeta Elías por mensaje divino, predice para el rey Acab
y su mujer una muerte ignominiosa por tan horrendo crimen 119
y despojo. A la luz de este incidente, Roscio se asombra, por-
que desde los primeros años de su vida, él creyó que el rey era
señor de vidas y haciendas, que tenía señorío desde la cocinera
de su casa, hasta el cura de su parroquia; siéndole tan trivial esa
creencia. Sólo se oía que “al rey y a la inquisición chitón”, un
adagio con que los más cautos, hacían callar a cualquiera que
hablase contra aquel axioma arbitrario.
En cuanto al derecho de resistencia, Roscio pregunta:
“¿acaso no nos enseñan las sagradas letras, que Dios se ha va-
lido de malos príncipes para castigar a los prevaricadores de su
pueblo?” En respuesta da entender que a pesar de que esto es
cierto, tampoco jamás prohibió Dios que el hombre se defen-
diese contra semejantes ministros. Luego continúa preguntán-
dose: “¿Esas mismas naciones, esos mismos príncipes y reyes de
los cuales Dios se sirvió para esclavizar a su pueblo, no fueron
batidos por el mismo pueblo esclavo para recobrar y sostener su
libertad? ¿Por qué sufrir pacientemente otra raza de ministros,
peores que muchos de los referidos?” Simplemente el derecho
de resistencia se considera legítimo, por lo tanto no hay ningu-
na sombra de razón para el sufrimiento.
El capítulo cincuenta constituye una defensa al derecho
de que cada individuo o pueblo es juez de su causa. En el caso
de los individuos, cada hombre tiene el derecho de decidir
colección
CADA DÍA UN LIBRO

sobre sus propios intereses. Roscio añade que si dentro o fue-


ra de la sociedad se siente af ligido de hambre, sed, trabajo,
frío o enfermedad, sería el colmo de la tontería decir que no
debe buscar comida, reposo, abrigo, medicamento o médico,
si siendo suya esta causa, no puede ser juez de ella. Por otra
parte, una nación soberana es el juez único y privativo de sus
funcionarios, de su elección, revocatoria, vacantes, caducidad,
incidencias y consecuencias de su oficio. Roscio indica como
120 razón para defender el asunto de juez en causa propia, el hecho
de que el fanático quiere que él renuncie al dictamen de su ra-
zón, y se sujete a la suya.
Arrogándose la facultad de juzgar en su propia causa, no
queriendo que Roscio use semejante derecho. El fanático se
toma la libertad de interpretar la Biblia a su modo, despojando
de su libertad a sus semejantes, cuando en realidad la libertad
debe ser ejercida a favor de los oprimidos.
En el último capítulo, el cincuenta y uno, Roscio argu-
menta que la religión y la política son asuntos que deben ma-
nejarse por separado. Pero sucede que a semejanza de la física,
los conocimientos matemáticos contribuyen a los arcanos de
la física, cosa que también se aplica a la política, a favor de la
cual la religión contribuye a su claro entendimiento. Pero la
religión desfigurada con la política se ha convertido en un ins-
trumento de la tiranía. De estos abusos resultó el rintintín del
trono y del altar, en que los teólogos de la tiranía han de tal
suerte identificado estas dos cosas, que declaran por destructor
de la religión y sus altares, a quien se arma contra el tirano y
la tiranía. Roscio nuevamente insiste en que es una obstina-
ción amalgamar la religión con la política, el despotismo con
el civismo, el reinado de Saturno con el abismo e insistir en
adocenar los tronos y los altares, poniéndolos a la par, y bajo un
mismo nivel. Sea entonces el mejor altar aquel que el hombre
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

erige y consagra en su corazón e identificado con la sobera-


nía del pueblo. Roscio también lamenta que en su país, la tira-
nía auxiliada del fanatismo y la superstición, tuvo el gusto de
convertir en máquinas pasivas a tantos seres sensibles por na-
turaleza. Lastimaba verlos jactarse de la libertad, bajo el yugo
ignominioso de su servidumbre.
Luego de esta crítica, Roscio anhela ardientemente la li-
bertad de su patria y de todos los habitantes, exclamando que
estos son los votos de su corazón, por lo que le rinde tribu- 121
to a Dios deseando la emancipación y felicidad de todos los
oprimidos.
Al final de su obra, se encuentra inserto un apéndice es-
crito por el mismo Roscio, que tiene como propósito desde-
ñar las declaraciones y procederes del clérigo Esteban Gómez,
obispo de Ceuta. Éste celebró con Te Deum la ejecución del
general Juan Díaz Porlier, por orden de Fernando VII quien
lo había condenado a diez años de reclusión en el Castillo de
San Antón de La Coruña por sus ideas liberales. Pero este ge-
neral, tomando parte principal en la insurrección de Galicia
para proclamar la Constitución, sufrió la pena de muerte el 3
de octubre de 1815.
Pues bien, con el objeto de hacer un análisis interpretativo
de las declaraciones del obispo de Ceuta, Roscio transcribe lite-
ralmente sus palabras, quien confesó en una homilía que la reli-
gión santa, fue estremecida al escuchar el grito de independencia
y arrojo, de parte de este genio desgraciado. Por lo que Roscio
dice que si la religión fue estremecida, entonces la religión es
un tirano que tiembla cuando oye el grito de libertad de los es-
clavos. Luego añade que este tipo de religión que se estremece
cuando sus hijos ejercen el derecho de la naturaleza, cumpliendo
los deberes del hombre en sociedad, solamente cabe en la mente
de un loco que haya perdido enteramente los sesos. Porque lejos
colección
CADA DÍA UN LIBRO

de estremecerse la religión, más bien se complacería de la heroi-


cidad de Porlier a favor de la libertad.
Otra declaración del obispo de Ceuta a la que Roscio le
saca partido, se da cuando este asegura que la religión consa-
gra del modo más sublime y celestial a las personas y derechos
de los soberanos de la tierra. A lo que Roscio responde que
todo hombre creado a imagen y semejanza de Dios tiene una
consagración sublime y celestial. Por lo que una consagración
122 sublime, celestial e invisible a favor de los reyes, es puro fin-
gimiento, porque en ninguna parte del Nuevo y Viejo Testa-
mento, hay siquiera vestigio de esta consagración a los reyes.
Sin ser exhaustivo en cuanto al análisis del presente apén-
dice, valdría la pena preguntarse, ¿cuál es el juicio de la his-
toria en cuanto a la ejecución del general Juan Díaz Porlier?
¿Favorece el juicio de la historia a Juan Germán Roscio por su
intromisión en un asunto de la política española? Según pá-
gina de internet: http://members.tripod.com./gie1808a1814/
meses/octubre.htm, citando al autor Barthemely Rodolfo (2
tomos. 859 pp.), al general Juan Díaz Porlier, por Real Orden
del 25 de marzo de 1820 se le restituyeron los honores, y por
otra del 25 de septiembre se le declaró benemérito de la patria
en grado heroico, y se mandó a inscribir su nombre en el Sa-
lón de Sesiones del Palacio de las Cortes, como también que
su viuda cobrase el sueldo entero del empleo que disfrutaba el
malogrado general.
Era conocido con el sobrenombre: El Marquesito. Su es-
pada se conserva en el Museo de Artillería con el número 1912.
Con semejantes honores, se puede afirmar que la historia fa-
vorece este apéndice de Juan Germán Roscio y si los recono-
cimientos tuviesen que continuar, al lado del nombre de este
general debería aparecer una inscripción que dijese: “punto y
coma; Juan Germán Roscio ilustre venezolano, mucho antes de
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

la Orden Real, honró la memoria del general Juan Díaz Porlier,


al defenderlo post mórten de las manos de la tiranía”.
El contenido de El triunfo de la libertad sobre el despotismo
podría catalogarse como la obra cumbre de Roscio. Sus ideas
extraídas de las Sagradas Escrituras, son por demás originales
y revelan que cualquier hombre puede desarrollar un pensa-
miento crítico y ref lexivo, por estar dotado de una mente ca-
paz de discernir entre el bien y el mal. Y en esta obra se percibe
que Roscio atreviéndose a ser diferente, rompiendo los para- 123
digmas de su época, desempolva ideas del Libro Sagrado que
constituyen un verdadero golpe al statu quo tradicional domi-
nado por un pensamiento católico sumiso a los delirios de las
clases dominantes, representados en las personas del rey y el
obispo de Roma.
En la lectura de El triunfo de la libertad sobre el despotismo se
aprende que todos los hombres son iguales, merecedores de los
mismos deberes y derechos de sus semejantes, sin distingo de
ningún tipo. Pero tal intento de Roscio por demostrarlo, signi-
ficó un esfuerzo descomunal porque sus ideas fueron extraídas
de la Biblia, libro también utilizado bajo el manto de la oscu-
ridad en manos del poder político religioso, para conservar el
dominio sobre la conciencia humana, a tal punto que para que
los hombres distinguiesen la diferencia entre la libertad y la
esclavitud, era un hecho casi imposible, por haber entregado su
voluntad al deseo de los reyes y papas.
El llamado que hace Roscio en su obra para que los hom-
bres se desprendan del yugo de la tiranía, sólo es demostrable a
través de textos, relatos e incidentes tomados de la Biblia. Libro
sagrado del cristianismo dado al hombre para una relación co-
rrecta entre Dios y sus semejantes. ¿Apoya la Biblia el poder ar-
bitrario de reyes y papas? Roscio demuestra que no, por lo que
puede calificarse a Roscio de herético y subversivo. Herético
colección
CADA DÍA UN LIBRO

por no enseñar la Biblia en conformidad con la interpretación


privada de la Iglesia y subversivo porque alentaba un gobierno
republicano y constitucionalista, elegido por soberanía popu-
lar. Además, la ideología de Roscio acerca de la libertad, según
el concepto bíblico, atentaba contra la monarquía española, la
cual durante centenares de años desde el proceso de conquista
se adueñó de las riquezas del continente americano.
Pero la hora de la libertad había llegado, no se podía ta-
124 par “el sol con un dedo” y Roscio a semejanza del astro rey en
todo su esplendor, irradiaba a través de su obra Rayos de luz
para contribuir al espíritu de libertad, que alentaba a los hom-
bres del movimiento de independencia.
Capítulo III
Sucesos anteriores a la Ley de libertad de cultos de 1834
La proclamación de la Ley de Libertad de Cultos del 18 de 127
febrero de 1834, podría calificarse como uno de los grandes
eventos significativos en la historia de Venezuela. Por primera
vez desde la conquista, aparece un instrumento jurídico que
favorece directamente el libre ejercicio de un culto diferente
al católico. Su proclamación es un hecho curioso por la ma-
nera como su único artículo se encuentra redactado, pues este
comienza con una negación para favorecer forzosamente una
afirmación, como si implícitamente se estuviese negando la
presión del clero católico para impedir el ejercicio de un culto
contrario a su religión.
He aquí su simple contenido: “No está prohibida en la
república la libertad de cultos”. (Documentos que hicieron historia,
1962: 390) Tomándose como fundamento la Constitución de
1830, no estaba prohibida la libertad de cultos, como tampoco
aparece un artículo que favorezca a la religión católica como
la única y exclusiva del Estado. Sin embargo, por tradición,
la religión católica era y es la de las mayorías, por lo que las
autoridades eclesiásticas, muy especialmente la persona del ar-
zobispo Ramón Ignacio Méndez, consideraban que no debía
existir otro culto contrario a la “religión de Jesucristo.” Pero
el gobierno de José Antonio Páez, para no dejar dudas sobre el
ejercicio de otros cultos por política inmigratoria y desprendi-
miento del pasado colonial, legisla en tan importante asunto.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Por constituir este hecho el clímax del presente capítulo,


se presentarán pormenores o sucesos que sirvieron como ante-
cedentes para que se legislara en esta materia. Sin asegurar que
sean los únicos, no obstante se señala su relevancia.

1) El polémico artículo 9º del proyecto de Constitución de 1830

Artículo 9: La religión de Venezuela es la Católica, Apostó-


128 lica y Romana. El gobierno la protegerá, y no permitirá otro
culto público (Anales de Venezuela, 1877: 403).

El artículo anteriormente citado fue parte del proyecto


de Constitución de 1830, sin embargo, luego de largas discu-
siones éste no fue registrado en la nueva constitución aprobada
por el Congreso de Valencia. Valdría la pena buscar el por qué.
Y en la búsqueda de una respuesta, para satisfacer la curiosidad,
se pretende en esta sección realizar un nuevo análisis docu-
mental, esta vez a un escrito de periódico titulado “Religión”,
publicado en El Venezolanito edición número uno del 26 de
agosto de 1830.
Se utiliza el término curiosidad, porque el descubri-
miento del mismo fue el resultado de la lectura de un co-
mentario de ciento cuarenta y cuatro palabras del historiador
Ocando Yamarte (1975: 195) con relación a la opinión de El
Venezolanito sobre el polémico artículo 9. Además fue posible
conseguir la edición original del periódico, la cual reposa en el
archivo de la Fundación Boulton bajo el número 20N54-804.
El Venezolanito, con un lenguaje ameno, capta de inme-
diato la atención del lector y en su titular introductorio deno-
minado “Prospecto”, lo persuade a ser indulgente y recibir los
comentarios de El Venezolanito con benevolencia, no sin antes
advertir que si el lector es ofendido, este no debe hacerle caso,
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

así como no se le hace caso a los muchachos. Pero si el lector es


aplaudido, tampoco debe alabarlo porque los encomios ni los
dicterios, hacen a un papel peor o mejor de lo que él sea.
Si el lector es buen ciudadano, amigo de la libertad de
imprenta y de su fomento, debe comprar El Venezolanito y ha-
cerlo comprar a mucha gente. Con esta llamativa introducción,
pareciera que El Venezolanito fuese un periódico imparcial,
aunque se demuestre lo contrario, sin negar la perspicacia de
sus editores para llegar al público. Un ejemplo de ello tiene que 129
ver con la exposición aparecida con el título de “Religión”,
donde se plantea que de acuerdo al artículo 9, conforme lo
indica el proyecto de Constitución, se presenta a la religión
Católica, Apostólica y Romana como la única y exclusiva del
Estado. Que este ya hubiera pasado a su tercera discusión en el
Congreso, impulsado por una mayoría relativamente simple a
pesar de ser una materia de tanta importancia, llama suprema-
mente la atención.
Predice también el escrito, que el artículo 9 sería recha-
zado en tercera discusión, sencillamente por existir un interés
en silenciarlo que por establecerlo como un principio funda-
mental en la Constitución.
Hasta aquí valdría la pena preguntarse cómo El Venezolanito,
un diario “imparcial”, puede predecir que el artículo 9 no será
aprobado en su tercera discusión, por lo que se puede deducir que
la tendencia de los editores de este periódico indica la no inclusión
del artículo 9 en la futura Constitución. Aunque El Venezolanito
quiere dar la apariencia de ser imparcial, es innegable que un gran
número de sus ideas es de tendencia liberal.
Inteligentemente El Venezolanito, creando expectativas en
el lector, tanto del que esté a favor como en contra del artículo
9, asegura que cualquiera sea la resolución, puede causar graves
males a Venezuela en su organización. Pero el periódico dedica
colección
CADA DÍA UN LIBRO

más tiempo asegurando que si triunfa el partido intolerante, la


población se haría estacionaria, por la sencilla razón de que los
extranjeros no se residenciarían en nuestro país, originando un
retardo en la civilización, haciendo imposible cubrir los gastos
del gobierno, no sin grandes sacrificios para los habitantes ac-
tuales. En tono apocalíptico predice la neutralización de todas
las ventajas que debe producir un sistema de libertad.
En forma persuasiva, valiéndose del amor al terruño que
130 debe embargar a todo venezolano, argumenta que dada la ex-
tensión del territorio nacional, existe la necesidad de que el
mismo requiere de gente que lo pueble y lo cultive. Y el enfo-
que es positivo por cuanto se venden ideas de grandeza y pros-
peridad como consecuencia de la actividad industrial y el f lujo
de capital generado por los extranjeros a quienes se les permite
practicar libremente su religión.
Otro beneficio de la libertad de cultos, agrega ElVenezolanito,
tiene que ver con la moral, por cuanto de los protestantes, gracias a
su vida ejemplar, no pueden aprender vicios y maldades, sino que
ellos nos ofrecen ejemplos perfectos de recogimiento religioso,
moral evangélica y santificación perfecta del día del Señor.
En cuanto al peligro que pudiera generar la no inclusión
del artículo 9 en la futura Constitución, El Venezolanito ad-
vierte que de impedirse la sanción de una religión exclusiva,
esto no estorbaría que los congresos constitucionales y el pro-
pio Constituyente, la estableciesen posteriormente a través de
leyes civiles. Pero a pesar del temor de los editores, la eviden-
cia histórica indica que esta posibilidad fue eliminada por dos
sucesos importantes. El primero de ellos está relacionado con
la no inclusión del artículo 9 en la Constitución sancionada
en Valencia el 24 de septiembre de 1830; y el segundo tiene
que ver con la Ley de Libertad de Cultos decretada el 18 de fe-
brero de 1834. Esta se encuentra fundamentada en la misma
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Constitución antes mencionada en su artículo 218, y llama a


vivir en Venezuela a todos los extranjeros de cualquier nación,
garantizándoles la libertad civil.
Por consiguiente a través de estas dos decisiones del go-
bierno, quedaba cerrada toda posibilidad para establecer a la
religión católica como única y exclusiva del Estado. Pero hasta
aquí no llegan los argumentos de El Venezolanito a favor de la
libertad de cultos, sino que con toda preocupación recomienda
al Congreso Constituyente de Venezuela a cuidarse de come- 131
ter un error al respecto, para no seguir la línea del Congreso de
Cúcuta, que guardó silencio sobre el asunto de religión.
Al referirse El Venezolanito al Congreso que guardó silen-
cio en materia de religión, está aludiendo a aquel que tuvo lu-
gar en la Villa del Rosario de Cúcuta el 30 de agosto de 1821.
Ese Congreso que sancionó la Constitución de la República de
Colombia, dejó a un lado cualquier artículo que favoreciese a
una religión única.
Tomando este hecho como referencia, El Venezolanito ex-
pone que si no hay un artículo que legisle en materia religiosa,
los diezmos y la jurisdicción eclesiástica deberían cesar. Tampo-
co se reconocería como un principio fundamental la existencia
de un culto, además, conduciría al clero a vivir como en la An-
tigüedad, dependiendo de las contribuciones de los fieles y sin
autoridad alguna para perseguir y ejercer actos de potestad.
Seguidamente, El Venezolanito agrega que no debe existir
una religión única por potestad legislativa, pero que sí debe exis-
tir en la Constitución un artículo que regule la actividad religio-
sa. Propone para esto, a objeto de buscar un punto de equilibrio
entre las dos posiciones, adoptar el medio entre los dos extremos,
es decir, la sanción de un culto dominante y nacional con el libre
y público ejercicio de todos los demás cultos. Continúan con sus
argumentos exponiendo lo que es justo y conveniente.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

En la búsqueda de una explicación favorable acerca del


por qué el Congreso de Cúcuta guardó silencio en torno a la
religión, El Venezolanito concluye que lo hizo con el propósito
de preparar y disponer el país para la adopción de la toleran-
cia religiosa. Pero ese mismo Congreso destruyó en parte sus
objetivos con la Ley de Libertad de Imprenta, sancionada el 14
de septiembre de 1821. Ella censura todo escrito contrario a
los dogmas de la religión católica calificándolos de subversivos.
132 También es notorio considerar que en su original, el verda-
dero nombre de la mencionada ley, no es Ley de Libertad de
Imprenta, sino Ley del 14 de septiembre sobre la extensión de la
libertad de imprenta, y sobre la calificación y castigo de sus
abusos (Cuerpo de Leyes de la República de Colombia 1821-
1827, 1961: 47). Su nombre completo se muestra como un in-
dicador de los límites de la libertad de imprenta y uno de esos
límites estipula lo concerniente al respeto que se le debe a los
dogmas de la religión católica.
Considera El Venezolanito que esta Ley de Imprenta fue
una inconsecuencia del Congreso. Sin embargo, la Ley del
22 de agosto de 1821 sobre el modo de conocer y proceder en
las causas de fe, estaba en armonía con sus primeras ideas, por
cuanto en su artículo 3 ofrece garantía a los heterodoxos y a sus
hijos. Ese artículo expresa, en esencia, que los extranjeros que
vengan a Colombia a establecerse temporal o perpetuamente,
ni ellos ni sus descendientes serán molestados de modo alguno
sobre sus creencias, debiendo sí respetar el culto y la religión
católica romana (Cuerpo de Leyes de la República de Colom-
bia 1821-1827, 1961: 40).
También lamenta El Venezolanito las actuaciones poste-
riores de los Congresos Constitucionales de Bogotá, los cuales
obraron en forma contraria a los lineamientos del Congreso
de Cúcuta. Aunque El Venezolanito no menciona un decreto
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

o ley específica de esos Congresos de Bogotá, es importante


enfatizar que el Congreso de Bogotá del 29 de abril de 1830
sancionó una nueva Constitución de la República de Colom-
bia, y esta en sus artículos 6 y 7 establece que la religión cató-
lica es la religión de la República por lo que no se tolerará el
culto público de ninguna otra (Cuerpo de Leyes de la Repú-
blica de Colombia 1821-1827, 1961: 536). Esta inf luencia del
Congreso de Bogotá, en cierta medida, según trata de explicar
El Venezolanito, ha impedido tener un campo más despejado 133
en relación al tema de la libertad de cultos en Venezuela, por
cuanto ha predispuesto el ánimo de los timoratos para que es-
tos obrasen la reforma más importante a los intereses políticos
del Estado. Luego de esta declaración, El Venezolanito dirige
una mordaz crítica al vicepresidente de Colombia, general
Francisco de Paula Santander, por considerarlo un hombre que
sólo buscaba el reconocimiento personal más que el bienestar
del pueblo colombiano. Pero, ¿cuál acontecimiento en la vida
de Santander en materia religiosa produce esta dura crítica? El
Venezolanito no ahonda en detalles, simplemente asegura que
Santander mendigaba reconocimiento pontificio; no obstante
Leturia (1984-243-247) narra que a Santander le correspondió
ejercer acciones diplomáticas en el terreno político religioso
como Jefe de Estado en ausencia de Simón Bolívar, por cuanto
el Libertador dirigía campañas militares en el sur.
Este historiador menciona acerca del contenido de una
carta de fecha 18 de julio de 1822 dirigida al papa Pío VII, a
quien Santander solicita la mediación para conservar intacta
y pura la religión católica, dada la intensa devoción y reveren-
cia del pueblo encomendado a su gobierno. Con el objeto de
alcanzar tal objetivo, Santander envía a José Echeverría como
diplomático ante la Santa Sede, y de esta manera preparar el
camino para celebrar un concordato perpetuo.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

La historia posteriormente evidencia el fracaso de esa mi-


sión, en vista de que Echeverría cuando marchaba de Inglaterra
a Roma falleció en Dieppe, en septiembre del año 1822.
Otra crítica de El Venezolanito que involucra a Santander,
tiene que ver con la Ley de Patronato Eclesiástico para Colombia,
cuya aprobación data del 22 de julio de 1824. Considera El
Venezolanito que esta ley propicia sobrecargar a Colombia de
una aristocracia eclesiástica, lo cual es incompatible con su ri-
134 queza y republicanismo.
Por estos comentarios podemos asegurar que El Venezolanito
se está constituyendo en un acérrimo defensor de las orientacio-
nes del Congreso de Cúcuta de 1821 a favor de un Estado laico.
¿Dónde está su imparcialidad? “Simón Bolívar es un hipócrita”,
asevera El Venezolanito. “De una manera oportunista se vale de
las circunstancias a fin de buscar la diadema; y aún contrariando
los principios consignados en la Constitución Boliviana, sancio-
na para Colombia en su Congreso Admirable la religión única y
exclusiva alejando la libertad”.
Ahora, ¿cuáles principios de la Constitución Boliviana
contraría Bolívar en su Congreso Admirable? D’Santiago (1999:
104, 105) refiere que en el año 1826 en el Proyecto Constitu-
cional de Bolivia, Bolívar dirigiéndose al Congreso les recuerda
que en una Constitución política no debe prescribirse profesión
religiosa.
Por otra parte, Fraga (1962: 106, 107) especifica que
Bolívar cree que el nuevo gobierno que se dé a la República
de Colombia, debe estar fundado en las costumbres, en la
religión católica y en el origen histórico del pueblo colom-
biano, ideas que expresó al general José Antonio Páez en una
misiva el 26 de agosto de 1828.
El Venezolanito asevera que el artículo de religión inser-
to en la Constitución Colombiana de 1830 es alarmante y no
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

congruente con la opinión pública del pueblo de Colombia y


Venezuela. Por supuesto que El Venezolanito no se valió de un
instrumento objetivo para emitir tal opinión. Sin embargo,
para sustentar su argumento, refiere un caso relacionado con
la publicación del folleto titulado La Serpiente de Moisés, escrito
que promueve la intolerancia en defensa de la religión católica.
Felice Cardot (1959: 113-123), con lujo de detalles, indica
que el folleto fue publicado en Bogotá, pero cuando llegó a Ca-
racas, fue reproducido por el presbítero Miguel Santana, quien 135
fue enjuiciado por considerarse que la publicación era sediciosa
de acuerdo con la Ley de Imprenta de 1821. Esta ley en su artículo
4, numeral 2, apunta que se abusa de la libertad de imprenta
cuando se publican escritos dirigidos a excitar la rebelión o a
la perturbación de la tranquilidad pública, lo que se califica-
rá con la nota de sediciosos (Cuerpo de Leyes de la República
de Colombia 1821-1827: 47), razón por la cual el 18 de marzo
de 1826 se ventiló un juicio al presbítero ante una multitud de
más de mil personas congregadas en el viejo Convento de San
Francisco.
Gracias a la prudencia y sabiduría del doctor José María Var-
gas, se evitó una consecuencia mayor por admitir que el folleto no
era sedicioso, por cuanto el escritor tiene derecho de criticar hasta
las leyes fundamentales de Colombia. Esta sentencia de Vargas se
muestra como una explicación tentativa del por qué El Venezo-
lanito afirma que la filosofía triunfó sobre el fanatismo, matando
una “Serpiente de Moisés”, restándole importancia a este escrito
intolerante. Luego, El Venezolanito indica que “estos actos repe-
tidos —¿cuáles actos? No los menciona— son razón suficiente
para no detenerse tanto en la discusión y sancionar un bien para
la felicidad pública”. También indica que por el solo hecho de que
una mitad del Congreso contradice a la otra mitad, ha llegado el
tiempo de adoptar otra medida sabia, que nos daría crédito ante
colección
CADA DÍA UN LIBRO

el mundo e impediría que retrocediéramos a la Edad Media. Y


pregunta a quién se le teme para tomar esa medida: si a un pueblo
manso y dócil como la cera o a un clero rico y numeroso.
Nuevamente valiéndose de preguntas cargadas de tauto-
logía, afirma que ni al pueblo ni al clero se le puede temer. El
pueblo no es fanático para ser movido de un modo anárquico,
tumultuoso ni sanguinario, y nadie por muy poderoso que sea
puede impelerlo a semejante proceder. En cuanto al clero en
136 resumidas cuentas, deben ellos someterse a las estipulaciones
y deliberaciones del soberano, en conformidad con lo que se
establezca, por lo que los extremos deben abandonarse y las
opiniones conciliarse.
El Venezolanito, en un nuevo intento por buscar un equi-
librio entre las dos posturas sobre la libertad de cultos o no,
propone que no haya libertad religiosa como en los Estados
Unidos de Norteamérica, donde el gobierno no costea ni pro-
tege ninguna creencia especial, conforme a su Constitución.
Pero que tampoco haya religión exclusiva con prohibición del
libre ejercicio de otros cultos como en la miserable España.
Pero sorprendentemente en el párrafo siguiente, contra-
diciendo la propuesta, El Venezolanito confundiendo al lector u
obligándolo a releer, añade que, a su modo de ver político, no
cree aceptable ni lo uno ni lo otro, aunque no sea esa su opi-
nión individual. Luego vocifera que no a la religión exclusiva,
porque su implantación violaría los principios constitucionales
y no a la libertad religiosa, porque sería consecuencia de ella, es
decir, los mismos principios constitucionales dejarían el cami-
no abierto a la libertad religiosa sin necesidad de que la misma
Constitución la pregone.
Esta interpretación indica tácitamente la inclinación del
periódico hacia la libertad religiosa, inclusive anticipa que
la Revolución Americana no parará sino a medida que los
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

principios liberales se vayan estableciendo de hecho y de de-


recho, por lo que puede vaticinarse que en la América toda
no puede existir religión exclusiva. Por lo tanto Venezuela no
puede postergar la oportunidad en bien del sentido filosófi-
co (posiblemente se refiere a la doctrina liberal), en otorgar a
los extranjeros el derecho de la libertad de cultos junto con la
concesión de derechos políticos a los inmigrantes de diversas
creencias.
En sus razonamientos, El Venezolanito establece una com- 137
paración entre la actitud asumida por muchos congresistas en la
Convención de Ocaña en el año 1828, los cuales eran opuestos
a un gobierno federativo, pero que ahora acogen los mismos
opositores para salvaguardar su integridad.
Ahora bien, en la religión sucede otra situación similar
cuando la historia y las circunstancias están exigiendo la liber-
tad de cultos. Esta no ha de detenerse, no sea que en el futuro
aparezcan hombres ambivalentes como los de Ocaña, que opo-
niéndose a un gobierno federativo, ahora reconozcan que esta
es la mejor forma de gobierno.
En su gran afán por demostrar la contradicción en la que
estaría la Constitución misma por declarar una religión exclu-
siva del Estado, El Venezolanito expresa que los derechos políti-
cos concedidos a los extranjeros se perderían por ser la religión
una limitación en el ejercicio de sus derechos. Igualmente ins-
ta El Venezolanito a no seguir esta estrecha y miserable política
que en cierto sentido es una herencia de España, nación que se
ha convertido en la mendiga de Europa en medio de un suelo
feraz. Recuerda igualmente que la Francia católica concede a
sus ciudadanos la más completa libertad de cultos con igualdad
de derechos políticos. Que inclusive, la Inglaterra protestante
admite del mismo modo a los católicos romanos que gocen de
todos sus derechos.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

El Venezolanito, insistiendo nuevamente por demostrar


los males de una religión exclusiva, reconoce que no solo no
hay libertad civil por la implantación de una religión exclusiva,
sino que tampoco hay igualdad legal, porque ella desaparece
desde que un ciudadano ortodoxo puede hacer públicamente
todo lo que se prohíbe a otro heterodoxo. Esto traería como
consecuencia que una nación compuesta de súbditos con di-
versos derechos y diversos goces, destruiría la homogeneidad
138 que debe existir en los deberes y los derechos que imponga y
conceda una Constitución.
De modo que declarar una religión exclusiva del Estado,
componiéndose este de ciudadanos de diversas creencias, es la
contradicción más notable que puede existir en la organización
de un país. Es abrir la puerta a la lucha entre la tolerancia y la in-
tolerancia, hasta que al fin triunfe una de ellas. Pero si triunfa la
intolerancia quedará sepultada para siempre la libertad civil.
Recuerda El Venezolanito que en el Congreso de Panamá
los diputados enviados por el gobierno de los Estados Unidos
de Norteamérica, asumían la posición de que era un absurdo
decir que la libertad civil y un culto dominante no podrían
existir en un mismo país. La historia no evidencia un ejemplo
de su unión en donde la religión haya sido exclusiva. Entonces,
¿seguirán insistiendo nuestros representantes en darnos una
religión exclusiva? En respuesta El Venezolanito expone que
Roma, siendo la capital del mundo cristiano y silla y residencia
del Papa, tiene capillas protestantes sin miedo de que en Roma
se perturbe la fe ortodoxa.
Finalizando el artículo, El Venezolanito observa que al im-
ponerse a todo venezolano la obligación de contribuir para to-
dos los gastos públicos con sacrificio de sus bienes y de su vida si
fuese necesario. Debe tenerse presente que estos venezolanos se
componen de criollos y extranjeros, de individuos de diversas
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

creencias, que no teniendo garantizada el ejercicio de la suya,


sería injusto que contribuyesen al sostenimiento y gastos del
culto de otros ciudadanos a quienes ampara la nación en el ejer-
cicio de su creencia.

2) Posición del arzobispo Ramón Ignacio Méndez con relación al


propuesto artículo 9

A objeto de contrastar las posiciones entre los que estuvie- 139


ron a favor o en contra de la libertad de cultos, es propicia la oca-
sión para un nuevo análisis documental. Esta vez se dará atención
a las observaciones que el arzobispo de Caracas hace al soberano
Congreso de Venezuela sobre el proyecto de Constitución.
El documento consta de treintaiún páginas, pero sólo se
limitará al análisis de las veintiuna primeras, en las cuales se
intenta demostrar las razones para la no inclusión del artícu-
lo 9 en el proyecto de Constitución. Se tratará igualmente de
rastrear el plan de trabajo trazado por el arzobispo al exponer
sus observaciones, y al mismo tiempo se descubrirá la manera
como hiló sus ideas en la producción del documento.
En este intento se capta que las observaciones del arzobispo
tienen dos enfoques: el primero trata sobre los males de la tole-
rancia en el campo religioso y el segundo en el campo civil. Es
notorio además el empleo frecuente de ejemplos o ilustraciones
muchas veces imaginarios pero no fantasiosos, a fin de darle fuer-
za a sus ideas. Además de recurrir al testimonio de la historia, con
el objeto de demostrar el porqué Venezuela no ha de acogerse a
la tolerancia religiosa. Es también frecuente en Méndez apelar al
sentir religioso de los congresistas como medida de persuasión, y
hacer valer de esta manera su posición.
Con este marco en mente, se puede afirmar que en la
introducción de las observaciones, se nota a un arzobispo lleno
colección
CADA DÍA UN LIBRO

de autoridad pero no de prepotencia, más bien a alguien que


siente una gran responsabilidad por el bien público. Alguien
que se debe a su conciencia y ministerio, razón suficiente para
no evitar exponer acerca de los peligros que a su juicio ence-
rraba la tolerancia.
Méndez, consciente del viacrucis que le aguardaba, supli-
ca al Congreso que se ocupase de la lectura del escrito, con el
propósito de que se pudiese tener claridad, madurez e impar-
140 cialidad en la interpretación del mismo.
Seguido a la introducción, el Arzobispo acota que la pre-
sencia del artículo 9 en el proyecto de Constitución, contem-
pla la existencia de dos cultos contrarios, lo que conllevaría al
detrimento del público que se profesa por tolerar otro privado.
Señala que tal situación es semejante a edificar y destruir al
mismo tiempo. Advierte que el gobierno está en la obligación
de mantener el culto público, por la sencilla razón de que si los
Estados son católicos, no se les debe perturbar la fe mezclando
el trigo con la cizaña. A continuación, el arzobispo comienza a
enumerar las consecuencias originadas por la introducción de
nuevos cultos, aseverando que estos dividirán los ánimos.
Aunque el arzobispo no se dedica en detallar cuáles son
los ánimos que se dividirán, no es descabellado suponer que se
refiera al rompimiento de la unidad de creencias religiosas del
cuerpo social venezolano supeditado a la religión católica. Por
lo que advierte el arzobispo que no quedará en pie ninguna re-
ligión, por causa del descuido de los deberes cívicos-religiosos.
Estos deberes podrían referirse al compromiso que tiene cada
católico con su religión, que una vez abandonada traería el rela-
jo de los vínculos sociales, originando la destrucción del sistema
civil con más facilidad que el sistema religioso.
Ref lexionando acerca de esta consideración del Arzobispo
con respecto a los vínculos sociales, debe tenerse presente que el
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

catolicismo ha logrado, a través de las ceremonias de bautismo,


matrimonio y comunión, estrechar entre los miembros de la fa-
milia nexos de confraternidad y compañerismo. Lazos vitales en
la conformación de una sociedad. Eso hizo que Méndez consi-
derara advertir acerca de los serios peligros que pudiera correr
la sociedad católica por las innovaciones protestantes en estos
particulares.
Luego de estas consideraciones, el arzobispo define lo
que para él consiste la tolerancia. No una tolerancia como se 141
conoce en el sentido lógico de la palabra, sino con un enfoque
negativo. Él asegura que ésta es el arma defensiva de la que se
valen los sectarios, para tomar fuerza y consolidarse, y luego
arremeter contra los católicos, vejándolos, destruyéndolos y
asesinándolos.
A simple vista parece fácil juzgar al arzobispo por estas
alarmantes declaraciones. Sin embargo, él utilizó este recurso
como una manera de crear expectativas en sus lectores. Si los
congresistas llegaron a ocuparse de la lectura de su escrito, po-
siblemente pudo haber entre ellos opiniones divididas, inclu-
yendo ref lexiones o preguntas. ¿Podría suceder esto en nuestro
suelo? ¿Qué tipo de inmigrantes recibiremos? Otros tal vez se
burlarían del argumento, y otras mentes alegarían que el tipo
de inmigrantes que se esperaban, no sería de esos procederes.
Con el fin de sustentar su argumentación, el arzobispo
menciona que tal fue el caso de Inglaterra al permitir otros cul-
tos. También añade que una vez consolidado estos sectarios, no
dejarían leer una página de libros católicos, porque impugnan sus
errores. Asegura además que una muestra de los fenómenos de
esta naturaleza se pueden observar en la Revolución Francesa,
cuando la sangre de las víctimas cristianas que aún humedecen
los patíbulos, argumenta una evidencia ventajosa a favor de su
franqueza.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Méndez, al referirse a este punto de la Revolución Francesa


al menos en el papel, no parece ser muy claro por cuanto aplica
un acontecimiento general en el contexto de la intolerancia. Es
posible que tenga en mente los padecimientos del clero católico
durante la Revolución, lo cual es cierto, pero no necesariamente
en manos de otras sectas religiosas. Como un paréntesis dentro
de sus observaciones, Méndez se detiene y llama al Congreso a
no permitir que la religión católica sea sacrificada. Cerrado el pa-
142 réntesis, advierte consecuencias funestas para Venezuela a seme-
janza de otras naciones por permitir la tolerancia.
Aunque Méndez menciona claramente las consecuencias,
se muestra inconsistente al no identificar las naciones a las que
él se refiere. Señala que la tolerancia religiosa se considera una
afrenta a los padres, y aunque no especifica la afrenta, es obvio
que se refiere al abandono de la herencia religiosa transmitida
de padres a hijos. Una vez que esto ocurra, la corrupción iría
en aumento.
En su empeño por convencer a los congresistas sobre las
posibilidades de una lucha armada, Méndez invita a los lecto-
res a una suposición. Si se calcula una población nativa de se-
tecientas mil almas, unida a dos mil inmigrantes heterodoxos
dispuestos a tomar las armas, añadiéndose otros tantos dispues-
tos a hacer lo mismo, entonces pondrían al país en combustión
por nuestra fatal imprevisión.
Para los que no creen en su argumento, el arzobispo es-
grime sus razones para aquellos que digan que las sectas son dis-
tintas y no podrán avenirse, él les asegura que el odio hacia la
religión católica se halla igual en todas ellas. Si otros le declaran
que la tolerancia extingue la antipatía por los diversos cultos, él
les responde que la antipatía se engendra a semejanza del ateís-
mo ya que ocho millones y medio de personas fueron sacrifica-
das en Francia por causa del ateísmo. La falsa paz se asemeja a un
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

fuego secreto lentamente devorador. Méndez explica el origen


de la tolerancia, que es el resultado del desorden al no existir la
posibilidad de corregirla. La guerra y la devastación la aconseja-
ron cuando los religionarios fueron más que los fieles.
A manera de reflexión, Méndez asevera que los venezolanos
no se encontraban en ese estado, sin embargo, aceptar la existen-
cia de los cultos públicos y privados, era invitar a la guerra y a la
desgracia del país. Méndez declara de nuevo que el artículo 9, tal
como está redactado, se contradice, se anula a sí mismo. 143
Valiéndose nuevamente del recurso de la imaginación, él
ve en su Iglesia metropolitana al orador predicando la presen-
cia real de Cristo en la eucaristía, y muy cerca del predicador
puede haber un calvinista contradiciendo el dogma. Apelando
a los sentimientos y a la religiosidad del Congreso, Méndez
asegura que lo expuesto por él, lo ha hecho con lágrimas en su
corazón. Cualquier fiel venezolano preferiría morir primero
antes que presenciar o recibir tan gran insulto.
Méndez reconoce que la primera parte del artículo 9 pro-
tege la religión católica. Sin embargo, para ser consecuente sería
necesario quitar la legalidad del culto privado, porque un culto
de las tinieblas reservado para nuestras casas y habitaciones rom-
pe el augusto carácter de la unidad de la religión. Méndez tam-
bién se enfrasca en enumerar largamente ejemplos históricos de
pueblos que no permitían otros cultos contrarios a su religión.
Él consideraba la necesidad de convencer a los congresistas con
datos del pasado para que su escrito no tuviese refutación algu-
na. De la misma manera sigue argumentando con las frecuentes
guerras en Egipto por la multitud de cultos, el odio mortal de los
griegos a la religión egipcia, el horror con el que los persas mi-
raban a los griegos por su religión y la manera cómo Jerjes des-
truyó todos los templos griegos, y cómo Roma pagana prohibía
el culto de los dioses extranjeros. Concluye esta parte diciendo
colección
CADA DÍA UN LIBRO

que estrechísimos eran los límites en los que estaba circunscrita


la tolerancia civil, aun entre romanos, egipcios y persas.
Seguidamente, Méndez, citando al apologista cristiano
del siglo II d.C. Justino Mártir, refiere que entre los paganos
se miraban unos a otros como impíos y supersticiosos, porque
miraban como sacrílegos y absurdos todos los otros cultos.
Méndez compara la idolatría de aquellos tiempos con la actitud
del protestantismo de su época, que de alguna manera se ha
144 distanciado del verdadero culto.
En su intento por demostrar que existe una sola verdad y
una sola religión, Méndez afirma que Dios es uno, y que ese
Dios no tiene leyes y dogmas que se destruyan y se opongan
entre ellas mismas. Por ser Dios inmutable, le ha dado al hombre
una naturaleza invariable, con relaciones permanentes entre él
y sus semejantes y porque la religión sustenta estas relaciones,
ella por lo tanto debe ser una sola. Pero el politeísmo destruye la
universalidad de la religión que Dios ha revelado al hombre.
Para ilustrar sus argumentos, Méndez menciona que la
uniformidad de la iglesia se demuestra en que los padres o an-
tepasados tenían una misma creencia, una misma moral y una
misma religión. Méndez hace un llamado para que no se ani-
quile “la perpetuidad de la verdadera religión”. Admitir diversos
cultos menoscaba esa perpetuidad, ya que toda división debilita
y destruye. La santidad brilla con luz propia en la iglesia cristia-
na, porque su autor es santo. Así que cuando aquellas divisiones
toman el sagrado nombre de Iglesia de Jesucristo, no pertenecen
a la verdadera iglesia, y son consideradas como usurpadoras y
sacrílegas.
El arzobispo termina esta sección dejando en claro cuán
mortal resulta ser la segunda parte del artículo 9 para la reli-
gión. Tampoco es menor el efecto letal que recibe el poder ci-
vil, porque la introducción de novedades religiosas desquician
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

y conmueven a los Estados. Él considera este argumento como


un axioma político. Para reforzarlo, cita como ejemplo los
trastornos de Europa por causa de los errores de Martín Lutero
y Juan Calvino. Eso obligó a sus mismos discípulos pedir la
extirpación de estas doctrinas por tornar naciones enteras en
depredaciones y guerras civiles, tanto internas como externas.
Inteligentemente, Méndez se vale de otro ejemplo para
ilustrar su discurso e invita a comparar la situación de Europa
de un siglo antes y de un siglo después de la pretendida refor- 145
ma. Esta, semejante a la furia con hacha en mano y venda sobre
los ojos, trastornó a varios gobiernos europeos.
Méndez apela a un crítico imparcial de nombre Berault
Bercastel, quien se refiere a Lutero como “corruptor de me-
dia Europa y perturbador de toda ella”. Otra autoridad que
Méndez cita es a Estanislao “El Benéfico”, quien asegura que
por doscientos años en España no hubo derramamiento de
sangre a semejanza de otras naciones europeas porque senci-
llamente excluyó las religiones extranjeras. Méndez, a través
de estos ejemplos quiere hacer ver que el que no respeta la
religión no respeta al gobierno, y asevera que muchos secta-
rios de diversos cultos quieren dirigir el gobierno, y los que
no lo consiguen, obedecen a la autoridad con dificultad y a la
fuerza.
Asegura que Inglaterra tuvo que doblar su ejército a cau-
sa de las innovaciones religiosas para conservar el orden. Pero
que Venezuela no estaba en condiciones semejantes, ya que sus
campos esperan prestos para la agricultura, siendo ésta la pri-
mera necesidad.
En otro punto de esta segunda división de la exposición,
Méndez dirige sus armas contra el argumento del crecimiento de
la población y la riqueza nacional. En cuanto a lo primero, acota
Méndez, el catolicismo lejos de oponerse a la multiplicación de
colección
CADA DÍA UN LIBRO

la especie humana, la fomenta de manera honesta, útil y pro-


gresiva. La ventaja de una nación no reside en la excesiva pobla-
ción, y para que ésta sea buena, no necesita de diversas creencias.
Continuando con su serie de ejemplos a lo largo de su escrito,
Méndez supone que si en el momento hubieren de inmigrar a
Venezuela cien mil extranjeros, sería inútil la Constitución que
se está procesando, ya que al cabo de diez años tendría que ha-
cerse otra contraria a los intereses nacionales.
146 En cuanto al argumento del aumento de la riqueza,
Méndez alega que la verdadera riqueza o prosperidad tempo-
ral no reside en una formidable escuadra, un numeroso ejér-
cito o una cantidad considerable de empleados, sino en las
virtudes como la paz, la concordia y la seguridad bajo un go-
bierno republicano. Completando su defensa, Méndez dice
que todo esto se puede conseguir sin la tolerancia, porque
nadie ignora que los extranjeros no han necesitado de ella
para venir y establecerse entre nosotros.
Considera sin embargo que sí puede existir inmigración,
pero moderada, porque si es excesiva, prevalecerían sus costum-
bres que son tantas y variadas, por lo que nos veríamos en la
necesidad de imitarlos. Pero si bien es cierto que el lujo aumen-
taría, no ocurriría con nuestras facultades, por lo que la ruina de
nuestras agonizantes fortunas serían inevitable. La riqueza no es
el primer objeto que debe proponerse una Constitución.
A título personal, Méndez dice que no es su intención
hacer de Venezuela una sociedad de anacoretas, sino que quie-
re colocar las cosas en su verdadero orden de importancia, para
que el hipo de las riquezas no nos vuelva dos veces miserables.
A objeto de agregarle más fuerza a sus razonamientos,
menciona los dichos de hombres ilustres del pasado, entre ellos
filósofos y legisladores. Ellos advirtieron sobre el peligro de
las riquezas como Séneca, Cicerón, Plinio y Salustio. Luego
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

razona que seguir enumerando sentencias de estos hombres


sería inútil, cuando un obispo católico tiene páginas más su-
blimes. El ejemplo de David ilustra perfectamente este punto,
pues él se indignaba de los que creían que en las riquezas estaba
la dicha de un pueblo, atributo que pertenece al impío, según
el salmo ciento cuarenta y tres.
A manera de conclusión en lo que concierne a su exposi-
ción sobre el artículo 9, Méndez advierte que no pretende que
la Constitución de Venezuela sea un conjunto de estipulacio- 147
nes religiosas. Él propone que la misma sea como un resorte
que promueva e incline a los hombres hacia la religión. Por
eso, insta a los congresistas a concebir el artículo de religión en
los mismos términos absolutos de la Constitución de 1811.
De igual manera, le hace ver al Congreso su posición fa-
vorable para fallar a favor de esta petición, porque, según él,
en Venezuela sólo existe una religión única y verdadera. Aun
hasta los publicistas protestantes coinciden en que los gobier-
nos tienen una consideración especial hacia ella. Finalmente
recuerda que la religión católica existe entre nosotros desde la
conquista por herencia española. Y esa herencia se realza por la
predicación de los santos apóstoles Pedro y Pablo en la madre
patria. En cuanto a la veracidad de la predicación de San Pedro
y San Pablo en España, puede demostrarse que San Pablo pre-
dicó en España, pero en cuanto a San Pedro, todavía no exis-
ten evidencias suficientes para asegurarlo.
Concluyendo los argumentos de Méndez en contra de la
tolerancia religiosa, se puede afirmar que los mismos han sido
el resultado de sus convicciones religiosas. De alguna mane-
ra u otra sentía la responsabilidad de pronunciarse en contra
de dicha tolerancia por defender lo que a su juicio constituye
“la única y verdadera iglesia”. Aunque sus métodos son cues-
tionables por los protestantes, y tal vez por un buen grupo de
colección
CADA DÍA UN LIBRO

intelectuales católicos, hay que tomar en cuenta el contexto so-


cial donde se desenvolvía el arzobispo. La Iglesia católica como
institución ha normado y estandarizado el comportamiento de
sus miembros, por lo que permitir otros cultos en el país signi-
fica para el catolicismo un cambio de paradigmas y una actitud
ilógica a la realidad social.
Definitivamente, el modelo colonial impuesto por la Co-
rona española se negaba a morir para darle paso a otra realidad.
148 Y al arzobispo por su alta investidura eclesiástica le correspon-
dió en América tomar la espada en defensa de lo añejo.

3) Posición de Tomás Lander con respecto a la libertad de cultos

Cuando Lander dirige su petición al Congreso relaciona-


da con la libertad de cultos, Venezuela estaba recién separada
de Colombia. Ya se había aprobado una Constitución con ten-
dencias liberales, además de que el tan discutido artículo 9 no
se había incluido en ella. Existía la urgente necesidad de orga-
nizar al país y levantar una economía diezmada por los efectos
de la guerra de independencia.
En el plano social, continuaba existiendo el inmen-
so abismo entre ricos y pobres. Los primeros tenían en sus
manos el gobierno, que en términos tan trillados por nues-
tra historiografía tradicional, no son otros que los oligarcas.
Geográficamente, nuestras fronteras eran vírgenes a la par de
un inmenso territorio despoblado.
En este contexto se tratará de dar una explicación de los
motivos que impulsaron a Tomás Lander a solicitar la libertad
de cultos. Esta formaba parte de un conjunto de peticiones di-
rigidas al Congreso de Venezuela el 13 de diciembre de 1833.
Al examinarse el escrito, es notorio observar que para Tomás
Lander, la libertad de cultos era la única esperanza de seguridad
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

y conservación de Venezuela. Constituía una base del edificio


social. En otras palabras, no fue la intención primaria de Lan-
der defender la libertad de conciencia. Se equivocan aquellos
que consideran a Lander como paladín de la libertad de cultos
en Venezuela. Dicha libertad ha sido consecuencia de una mo-
tivación distinta.
La motivación de Lander tiene como base la economía.
Cuando Lander presenta sus razones para justificar la libertad
de cultos, su primera apelación no se basa en el sentimiento re- 149
ligioso sino en la razón. A través de una metáfora, él menciona
los ojos de la razón como un instrumento para examinar la li-
bertad de cultos, lo que lo lleva a concluir que esta garantía está
en armonía con los impulsos de la naturaleza. Mientras que los
ciudadanos buscan la manera de adorar al ser supremo en con-
formidad con su educación recibida, intercambian de manera
recíproca sus productos a través de la industria y el comercio.
Esto es lo que conlleva a la armonía social.
Pero a pesar de que la libertad de cultos favorece el in-
tercambio comercial y fomenta el bienestar social, Lander se-
ñala que Venezuela todavía estaba sujeta a las leyes fanáticas
de España, impedimento que contradecía los principios fun-
damentales proclamados desde el 19 de abril de 1810. En este
caso, Lander no culpa del todo a Venezuela, sino a su anti-
gua dominadora, es decir, España, que astutamente implan-
tó un sistema intolerante. No obstante, reconoce Lander, que
en Venezuela existe la necesidad de cambios, en medio de las
continuas amenazas de luchas internas. Pero le es imposible en
sí misma, hallar los elementos que fomenten el progreso, y así
lo demuestra cuando intolerantemente impide a los extranje-
ros convivir en su suelo practicando sus ritos religiosos.
Lander considera esta situación como una bárbara interdic-
ción que aleja del país a hombres industriosos, de luces y fuerza
colección
CADA DÍA UN LIBRO

moral. Lo que le lleva a proponer una ley que garantice y tole-


re el culto de los extranjeros inmigrados. Es válido preguntar si
Lander era anticatólico o no. Él era un católico que simplemente
estaba en contra de la mezquina idea que el fanatismo pretendía
sostener: de que el culto católico sería perjudicado por la inmi-
gración de creyentes de otros credos. Seguidamente da a enten-
der que los venezolanos profesan su propia religión, que no es
necesario cambiar por otra que se ignora y sobre todo cuando la
150 católica es la “verdadera divina y celestial”, ya que contra ella no
prevalecen las puertas del infierno.
Luego Lander presenta ejemplos de países donde la reli-
gión católica se respeta a pesar de no ser la religión de las mayo-
rías. Inglaterra y Norteamérica son una evidencia de cómo la
civilización ha hecho progresos en un sano clima de libertad.
Lander usa una palabra que está estrechamente ligada a su
visión de progreso: esperanza. Él especifica que en la libertad
de cultos están cifradas “las esperanzas racionales” relativas a la
prosperidad de la patria. Por lo que este derecho viene a ser la
primera necesidad de Venezuela y un acto de justicia a favor de
todos los hombres.
En su exposición, Lander mezcla y diferencia a la vez liber-
tad de cultos con el casamiento civil. Indica que la libertad de cul-
tos debe preceder al casamiento civil porque la patria está desierta,
y necesita ser poblada. Extranjeros inmigrados se enamorarán de
nuestras bellas mujeres. Pero si por intolerancia no se permite el
casamiento entre ambos, se irá poblando al país de hijos bastardos,
con madres virtuosas, pero no adornadas con el título de esposas.
En cuanto a la propuesta de Lander en torno al matrimo-
nio civil, ésta fue materializada en el año 1872, durante el go-
bierno de Antonio Guzmán Blanco. Probablemente muchos
extranjeros antes de esa fecha tuvieron que abjurar de su fe para
poder unirse en matrimonio con venezolanas, o de otra forma,
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

tuvieron que acogerse al vínculo del concubinato con hijos


bastardos conforme al vaticinio de Lander.
Schumacher (1916: 139), en su obra Biografía del general
Agustín Codazzi, comenta que cuando un hombre, en este caso
un extranjero llega a un suelo extraño, por derecho universal
anhela la libertad civil y la libertad religiosa, la seguridad para su
persona y propiedad, además de trabajo, salud y fortuna. Refi-
riéndose a José María Vargas como fuente de autoridad, el autor
ya citado indica que este señala que a las tierras americanas hu- 151
yendo del despotismo, han llegado los forasteros como adorme-
cidos soñadores para despertar bajo el sol de la libertad, pero que
en Venezuela impera la intolerancia religiosa, y que la vida po-
lítica se halla todavía en la infancia. Existe la necesidad antes de
la llegada de los extranjeros al país, de reforzar las instituciones y
especialmente construir nuevos caminos.
Estas ideas están en concordancia con el sentir de Tomás
Lander, acérrimo defensor de una nueva orientación de la rea-
lidad venezolana. Y para aquellos que pregonan que la moral
queda comprometida con la libertad de cultos; Lander les res-
ponde que eso es una mentira ridícula, porque todas las reli-
giones coinciden en los deberes que se deben unos a otros los
miembros de la familia. Lejos de decir que la libertad de cultos
compromete la moral, pues es todo lo contrario. Más bien la
opresión religiosa favorece la inmoralidad, porque al dejarse
de practicar la religión, esto lleva a la indiferencia, situación
funesta para el cristianismo y su moral.
En el contexto social, político y económico de Venezuela
en tiempos de Lander, existía la urgente necesidad de la liber-
tad de cultos, no necesariamente por razones de la libertad de
conciencia, sino por la necesidad de poner en marcha el aparato
productivo, azotado y af ligido por la recién concluida guerra
de independencia.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

4) Polémica en torno al diezmo

El origen del diezmo se remonta a los tiempos bíblicos,


y está basado en el principio de que Dios es el dueño de todo.
Devolvérselo a él es como un acto de gratitud del hombre a
su Creador por las bendiciones recibidas. Pero, ¡oh, amor al
dinero! ¡Raíz de todos los males! ¿Cuándo será el día que el
hombre se desprenda definitivamente del egoísmo? El asunto
152 de devolver el diezmo conforme al plan de Dios, consiste en
un acto de fe que beneficia al sacerdote que lo recibe como a la
persona que lo está devolviendo.
De acuerdo a la Biblia, Dios invita al hombre a ponerlo
a prueba a través de la devolución del diezmo. Si el hombre
responde a ese reto, Dios se le retribuirá a través de bendicio-
nes materiales y espirituales. El registro bíblico lo señala de la
siguiente manera:

¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado.


Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En los diezmos y las
primicias. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la
nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al
alfolí, y halla alimento en mi casa; y probadme ahora en esto,
dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los
cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobrea-
bunde. Increparé también por vosotros al devorador, y no os
corromperá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo
abortará, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las gentes os
dirán bienaventurados, porque seréis tierra deseable, dice Je-
hová de los ejércitos. (Malaquías 3: 8-12).

En síntesis, de acuerdo a la cita anterior, en la devolución


del diezmo suceden dos cosas; primero, prosperidad en la nación,
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

y segundo, prosperidad en la Iglesia. En los tiempos del profe-


ta Malaquías esto no ocurría, por infidelidad tanto del pueblo
como de los sacerdotes. El asunto de devolver el diezmo se cons-
tituye un acto de fe, y todo acto de fe es un acto de la libertad de
conciencia. Pero en América, al igual que en Europa, la Iglesia lo
exigió como un impuesto y quienes lo daban no tenían una vi-
sión espiritual, por lo que su práctica se volvió una calamidad.
Comenta Sánchez (1949: 325) que a partir del año 1501,
la Iglesia en el Nuevo Mundo recibió autorización para cobrar 153
el diezmo de lo que producía cada particular, pero esta prác-
tica no fue un capítulo brillante en el continente americano.
En Venezuela existió esta costumbre, pero el nuevo gobierno
instaurado a partir de 1830, tuvo bien en reducirlo, y tres años
más tarde eliminarlo.
El arzobispo Ramón Ignacio Méndez, muy preocupado
por lo que se le avenía a la Iglesia en materia económica, diri-
ge al Congreso de Venezuela con fecha de 7 de septiembre de
1830 un documento titulado Exposición sobre diezmos, que hace
el arzobispo de Caracas al soberano Congreso de Venezuela.
En esta exposición Méndez utiliza la diplomacia, pudiera de-
cirse disfrazada de halagos, por cuanto Méndez tenía muy en
claro lo que él deseaba.
Con ojos de visionario percibía la tendencia liberal de
los nuevos gobernantes, y además no era ignorante a los duros
golpes que el liberalismo en Venezuela había propiciado al ca-
tolicismo. Refiere D’Santiago (1999: 111) que el 30 de enero
de 1830, los nuevos dirigentes del estado venezolano decreta-
ron una reducción del diezmo, cuyo porcentaje ahora oscilaría
entre un tres y un cinco por ciento.
En cuanto a la decisión de estos gobernantes se pue-
de afirmar que ya existían antecedentes en la historia de la
Gran Colombia. En la Ley del 19 de mayo de 1824, el Senado
colección
CADA DÍA UN LIBRO

y la Cámara de Representantes, con el objetivo de fomentar


y proteger la agricultura, declararon libre del pago de diez-
mo eclesiástico a todas las nuevas plantaciones de cacao, café
y añil. (Cuerpo de Leyes de la República de Colombia: 186 Ley del
19 de mayo).
Con amplio conocimiento de estos antecedentes, Méndez
trataría en este nuevo escrito detener lo inevitable. A semejan-
za de alguien que se siente entre la espada y la pared, presenta
154 en el documento a una iglesia llena de calamidades, huérfana
durante mucho tiempo a causa de la guerra de independencia.
En tono suplicante como máximo representante del cle-
ro, invita al Congreso a abrir sus oídos al clamor de la Iglesia.
Y en materia de diezmo, advierte que anteriormente el 21 de
septiembre de 1829 ya había dirigido una súplica semejante al
gobierno de Bogotá, pero que los asuntos políticos no dieron
lugar a una resolución, sin embargo ahora dirige una semejan-
te al Congreso de Venezuela.
Esta petición del arzobispo, en esencia, está cargada de una
lógica argumentativa, fundamentada en las leyes de la Iglesia y
en las leyes del derecho. Comienza diciendo que los diezmos no
han sido impuestos por los gobiernos, y aquí se le podría dar la
razón al arzobispo. El catolicismo se compenetró tanto con el
Estado que las mayorías de sus disposiciones eran avaladas por
los gobiernos. Un ejemplo de ello es el patronato eclesiástico
concedido a los reyes de España, del cual ya se ha hecho referen-
cia. También añade el arzobispo que los diezmos de América son
puramente eclesiásticos, y de hecho, no se podría negar la since-
ridad de este argumento. Si la Iglesia hubiese mantenido en alto
el verdadero motivo del diezmo, concientizando a sus feligreses
de que los mismos eran para una misión redentora, sin usar el
poder civil, tal vez los congresistas habrían quedado desarmados
ante este argumento tan contundente.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Agrega igualmente el arzobispo que los diezmos de


América, antes de su emancipación y después de ella, con-
servan la misma naturaleza. El arzobispo al referir este argu-
mento, quiere demostrar al Congreso que este no debe tener
injerencia sobre los diezmos, porque la Iglesia no está sujeta al
Estado, como tampoco los diezmos, los cuales son únicamen-
te de potestad eclesiástica. En consecuencia, los diezmos son
propiedad de la Iglesia por ley divina.
Luego Méndez apela a un derecho universal: el derecho 155
de propiedad. Según este derecho, apunta Méndez, toda legis-
lación tiene por objeto la conservación y seguridad de la pro-
piedad. La Iglesia espera que se le respete su propiedad.
Después de este razonamiento jurídico, Méndez dirige
una sátira a los congresistas de 1830. Él no entiende de qué
sirve declarar un hecho que no es verdadero, es decir, ¿qué
ley civil podrá destruir una ley eclesiástica? Al clero, continúa
Méndez, se le debe subsistencia por derecho natural, y es el
pueblo quien debe sostenerlo, no el gobernante. En función de
este comentario se agrega que si esto es así en el caso del clero
católico, el arzobispo se fue al extremo en preocuparse. Él de-
bió haber confiado más en la fe de su pueblo para sostener con
sus aportes económicos el culto católico, y encauzar este pro-
blema instruyendo a sus feligreses para que diesen el diezmo
voluntariamente, y no enfrascarse en una contienda inútil con
las autoridades civiles.
Otro aspecto enfocado por Ramón Ignacio Méndez en
defensa del diezmo eclesiástico, guarda relación con la parte
psicológica. Sacándole provecho al temor humano por lo tras-
cendente, él señala que Francia se llenó de sangre conducida por
los filósofos que se negaban pagar los diezmos. En cuanto a este
señalamiento del arzobispo, se hace muy discutible, por cuanto
un historiador pudiera preguntarle: ¿Acaso no fue el impuesto
colección
CADA DÍA UN LIBRO

decimal una de las causas que llevó a Francia a la ruina? No


obstante, el arzobispo muy perspicazmente invita al Congreso a
meditar y ref lexionar en el triste ejemplo de Francia.
Méndez, nuevamente apelando a la naturaleza humana,
en sí llena de egoísmo y “pensando en el bien del gobierno”,
argumenta que a este no le conviene en ningún modo cargar-
se con el peso de pagar del tesoro público los gastos del culto.
Obviamente, se supone que los congresistas no fueron tan in-
156 genuos para aceptar este argumento. Ellos posiblemente saca-
ron cuentas y al gobierno le convenía más cargar con esta renta
y eliminar el impuesto decimal, que a la larga se iba a revertir
en beneficio del mismo gobierno. A la par de este argumento,
Méndez señala las inmensas dificultades que tendría el gobier-
no para subvencionar el culto católico. Los gastos serían one-
rosos: reparar iglesias, costear ornamentos, proporcionar pan,
vino, cera y otras exigencias del culto. Entonces el pueblo se
quejaría porque el gobierno no atiende a la religión, y en lugar
de bendecirlo por quitarle el enorme peso de los diezmos, más
bien se llenará de mala voluntad contra él.
¿Creerían los congresistas en este argumento? Lo más
probable es que no, porque entre ellos y posiblemente entre
muchos de sus familiares y amigos había un clamor por la de-
rogación del impuesto decimal. Y más grave aún, el impuesto
decimal en lugar de ser una bendición, se había convertido en
una pesada carga para la economía del país, resquebrajada por
la guerra de independencia.
En otro infructuoso intento para salvaguardar el diezmo
eclesiástico, Méndez apela a la autoridad de la Iglesia, y a las
fuentes del Derecho Canónico. Indica que le corresponde al
papa y no al gobierno hacer cualquier alteración en materia de
diezmo, y recuerda finalmente que el diezmo no ha sido obs-
táculo para el progreso de las naciones. Toma como ejemplo a
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Inglaterra, nación modelo de las instituciones liberales, y seña-


la que hubo un tiempo cuando Enrique VIII los abolió, pero
luego triunfó la razón e Inglaterra los volvió adoptar. Los he-
breos también lo pagaban como lo hace la f loreciente isla de La
Habana.
Basado en su conocimiento de las Sagradas Escrituras
y con el propósito de darle consistencia a sus observaciones,
Méndez aplica un mensaje bíblico registrado en Hageo 1: 9-11.
Allí el profeta condena a aquellos judíos egoístas que alejaban la 157
bendición de Dios, por sólo pensar en su beneficio personal, ol-
vidando la obligación que ellos tenían en sostener el culto con
sus bienes materiales, motivo por el cual les vino la maldición
como un soplo. Y Méndez aferrándose al texto dice que por un
soplo Dios disipó los proyectos de la Convención de Francia,
las reformas anticlericales de España y la rapiña de Enrique VIII
cuando abolió los diezmos. Se observa nuevamente en este caso
el empeño de Méndez en aterrar a los congresistas, a fin de que
éstos no adopten medidas en contra de los diezmos.
Simpáticamente el Arzobispo concluye su exposición di-
ciendo que reciban su petición con benignidad. Él no recla-
maba sus intereses, sino los del pueblo y Jesucristo y les daba su
bendición. De acuerdo a la percepción del autor de este libro,
el arzobispo al presentar sus observaciones, su manera de ex-
poner y argumentar en la mayoría de los casos, se asemeja a un
clérigo de la Edad Media.
Como tal se dirige a un vulgo ignorante temeroso de la
justicia divina, quien desconociendo el lado de la misericordia
de Dios por ignorancia de la Biblia, aceptaban como borregos
la conducción de aquellos falsos ministros interesados en los
bienes materiales.
Pero el Congreso de 1830, lejos estaba de esa mentalidad,
no precisamente por su conocimiento de la Sagrada Biblia,
colección
CADA DÍA UN LIBRO

sino por las circunstancias históricas por las que el liberalismo


jugó un papel preponderante, dado su animadversión a todas
aquellas instituciones que obstaculizan la libertad de pensa-
miento, semilla que comenzó a germinar en el país a raíz del
movimiento de emancipación.
Ocando Yamarte (1975: 214, 215) refiere que las ex-
posiciones del arzobispo pasaron a una Comisión de Asuntos
Eclesiásticos, pero que las mismas fueron ignoradas. El 29 de
158 septiembre de 1830, fue sometido a discusión un decreto que
exceptuaba de diezmos a ciertas plantaciones, como la dismi-
nución de otros. No obstante, el referido decreto pasó a una
tercera discusión a petición de los diputados caraqueños Andrés
Narvarte y Ángel Quintero, con el objeto de promover una
concordia con el arzobispo de Caracas. Sin embargo, la idea de
concordia feneció porque el mismo Ángel Quintero abogaba
que se designase una comisión que se encargase de la materia
del diezmo, que presentara al próximo Congreso su recomen-
dación al respecto.
Se puede observar que la materia del diezmo fue un asun-
to sumamente delicado en el contexto del año 1830, hasta que
finalmente el 6 de abril de 1833 fue suprimido por afectar el
bienestar de los ciudadanos, y la propiedad pública en perjuicio
del interés nacional. Sin embargo valdría la pena preguntar-
se aparte de las razones expuestas, de qué manera el contexto
socioeconómico del año 1830 inf luyó sobre esta medida o si
tuvo algo que ver la posible proclama de la Ley de Libertad de
Cultos unos meses después. De antemano se puede decir que
desde la proclamación de la Ley de Supresión del Diezmo, dada el
6 de abril de 1833 hasta la proclama de la Ley de Libertad de Cul-
tos, el 18 de febrero de 1834, hubo un trayecto de apenas nueve
meses, y desde la puesta en vigencia de la Ley de la Abolición del
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Diezmo, de fecha 1 de enero de 1830 hasta la Ley de la Libertad


de Cultos, existió apenas una diferencia de cuarenta y siete días.
¿Cómo se sentiría el clero católico ante semejantes acon-
tecimientos? Pareciera que las circunstancias o “el soplo divi-
no” o la calamidad a la que Méndez hacía referencia, hubiese
venido en forma de un huracán hacia los cimientos del catoli-
cismo. Pero antes de achacar todos los males al catolicismo, ha
de tomarse en cuenta que en el año 1830, conforme lo expone
Brito (1993: 220-224), aún no se habían superado los daños 159
que la Guerra de Independencia había causado sobre las nume-
rosas haciendas y plantaciones. También habían disminuido las
exportaciones por los puertos de la Guaira y Puerto Cabello.
Por otra parte los comerciantes importadores y exportadores
eran los que poseían el dinero circulante y estos aprovecharon
la ocasión para hacer préstamos a los hacendados sobre altos
intereses, lo que conllevó a muchos terratenientes a perder sus
haciendas, rematadas en los centros urbanos.
También los ingresos del Estado habían descendido con-
siderablemente por la disminución de los impuestos, por lo tan-
to había que buscar una manera para levantar la economía y
generar ingresos para que el Estado cubriese sus compromisos
burocráticos. De allí la propuesta de inmigración, que de paso
ya existía como decreto en la Gran Colombia desde el 11 de
junio de 1823 (Cuerpo de leyes de la República de Colombia: 127)
con el propósito de que el Ejecutivo promoviese eficazmente la
inmigración de extranjeros en el territorio de la República. Así
se poblaría el territorio cuya extensión no corresponde a una
población disminuida por el bárbaro sistema que había adopta-
do el gobierno opresor, por el exterminio de la raza indígena,
el impedimento de la entrada a las naciones del mundo, además
de la Guerra de Independencia, la desolación había cubierto casi
todo el territorio nacional.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Pero, ¿qué tiene que ver la realidad socioeconómica de


Venezuela en el año 1830 con la abolición del diezmo, la li-
bertad de cultos y la política de inmigración? La respuesta es
sencilla, los pocos impuestos que pudiesen generar al gobierno
la actividad agrícola y comercial no estaba dispuesto a compar-
tirla con el clero. Por otro lado los comerciantes y hacendados
no hubiesen podido soportar una pesada carga satisfaciendo las
demandas del clero y del gobierno en materia fiscal. Al mismo
160 tiempo sus precarias economías apenas se estaban levantando
del duro drama de la guerra. Por otra parte, si estaban llaman-
do a los extranjeros a vivir en Venezuela, era totalmente ilógi-
co obligarlos a pagar diezmos a la Iglesia católica, debido a que
en muchos casos estos inmigrantes no eran católicos. ¿Cómo
obligarlos a sostener un culto del cual ellos no eran partíci-
pes? Por lo que se deduce que en cierta medida la abolición del
diezmo, a pesar de sus motivaciones económicas por parte del
Estado, sí guardaba un vínculo con la libertad de conciencia.
Al pueblo católico, se le podía obligar a devolver el
diezmo aunque a regañadientes, pero no así a un extranjero
protestante. Entonces le correspondió al gobierno sopesar se-
riamente con relación a la materia. La balanza se inclinaba en
contra de los intereses económicos y religiosos de la Iglesia.
Cuán distinto hubiese sido si la Iglesia católica en lugar de uti-
lizar la coacción para el pago del diezmo, hubiera enseñado a
su feligresía a devolverlo voluntariamente. La historia hubiese
sido distinta.

5) La reforma universitaria de 1827

La reforma universitaria de 1827 fue un golpe contra la uni-


versidad colonial. Moros (1983: 1) indica que la lucha anticolonial
no sólo era cuestión de armas, sino también una gran tarea para
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

erradicar tres siglos de manera de vivir en la dependencia y el so-


metimiento. Había que liquidar una conciencia impuesta y dar
paso a otra, a la luz de las mejores corrientes del pensamiento uni-
versal. Estas palabras describen el impacto de los Estatutos Repu-
blicanos de la Universidad Central de Venezuela en el año 1827.
Simón Bolívar no sólo pretendía reformar la educación
sino servirse de ella. Él la veía como un instrumento de refor-
ma social. Pero cuando la Universidad Central fue fundada el
22 de diciembre de 1721 por el rey Felipe V, solo tenían acceso 161
a ella las elites por cuanto se exigía la pureza de sangre. Además
para graduarse en los grados de licenciado, maestro y doctor,
los alumnos debían desembolsar grandes sumas de dinero.
La universidad estaba al servicio de la Corona, en con-
formidad a sus intereses políticos y religiosos. Los estudiantes
tenían la obligación bajo juramento de defender el dogma de la
Inmaculada Concepción de la Virgen María. No podían dudar
de los principios filosóficos expuestos por Aristóteles y Santo
Tomás. Pero gracias a los estatutos bolivarianos, la universidad
deja de ser pontificia. El cargo de cancelario o juez de estudio
fue eliminado, lo que significó una menor tutela a la universi-
dad de parte de los poderes eclesiásticos.
En cuanto al patrimonio económico, la reforma univer-
sitaria de 1827 pretendía la autonomía mediante la reducción
de los costos de los títulos académicos. Además mantenía la
asignación de un salario fijo para los docentes, tomándose
también en cuenta el tiempo de jubilación. Para alcanzar todo
esto, Simón Bolívar pretendía dotar a la universidad de un
fuerte patrimonio económico.
Para la elección del rector, según el artículo 34, bastaría
la pluralidad absoluta por medio de una “Junta General” en-
tre los doctores de la universidad, sean catedráticos o no, estén
en ejercicio o ya jubilados. Fue tan significativa esta reforma
colección
CADA DÍA UN LIBRO

universitaria que al realizarse las elecciones en diciembre de


1827, asumió el rectorado el doctor José María Vargas.
Se podría afirmar que la reforma universitaria de 1827
logró tres grandes objetivos relacionados con la libertad del
hombre en el manejo de las instituciones universitarias en
Venezuela: autonomía universitaria, adquisición de bie-
nes y rentas propias. También se obtuvo la proclamación de
una política de puertas abiertas sin obstáculos a la libertad de
162 pensamiento.
Al hacer referencia en este aparte a la reforma univer-
sitaria y su relación con la libertad de cultos valdría la pena
preguntarse: ¿Cuál es la fuente y el verdadero propósito de la
educación? Para la formulación de una filosofía de la educa-
ción, se tendría que tomar en cuenta el origen del hombre.
La Biblia enseña que éste es “imagen y semejanza de Dios”,
pero por causa del pecado, esa imagen y semejanza fue dete-
riorada. El propósito de la educación promueve la redención
del hombre para que vuelva a su estado original. La escritora
norteamericana Elena G. de White (1903: 13-22) en su obra
La educación, al referirse al hombre como imagen y semejanza
de Dios, afirma que cada ser humano ha sido dotado de una
facultad semejante a la de su Creador: la individualidad, la fa-
cultad de pensar y hacer. Esto indica que:

La obra de la verdadera educación consiste en desarrollar esta


facultad, en educar a los jóvenes para que sean pensadores, y no
meros reflectores de los pensamientos de otros hombres (…)
En vez de jóvenes educados, pero débiles las instituciones del
saber debieran producir hombres fuertes para pensar y obrar,
hombres que sean amos y no esclavos de las circunstancias,
hombres que posean amplitud de mente, claridad de pensa-
miento y valor para defender sus convicciones (Ibíd: 17-18).
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Creo que lamentablemente la educación impartida por la


Iglesia católica en los siglos de la ignorancia y durante la épo-
ca colonial, no tenía por objeto la redención del hombre, ni si-
quiera la libertad de pensamiento. Los latinoamericanos fueron
esclavizados a los dogmas, fábulas, teorías y especulaciones que
sustentaban el orden colonial establecido por la corona española.
No obstante, a raíz del movimiento de independencia,
estas cadenas debían ser rotas, y nada más adecuado para ha-
cerlo que la educación. De allí la preocupación de Bolívar en 163
el campo de la educación, quien la concebía como un deber
del Estado. Si bien es cierto que en la mente del Libertador no
se hallaba el concepto de la redención del hombre a la manera
propuesta, también es cierto que su pensamiento distaba mu-
cho de la filosofía católica. Bolívar creía que la educación era
la salida o solución para las bases de un gobierno republicano,
donde los ciudadanos desprendidos de la sumisión a los inte-
reses de la Corona española, formasen la sociedad ideal para la
felicidad de la patria.
Este capítulo indica hasta el momento que la proclamación
de la libertad de cultos en Venezuela en el año 1834, no fue un
hecho aislado. No fue la ocurrencia momentánea de un gru-
po religioso por pugnar con el culto católico. Simplemente en
el año 1834 estaban sentadas las bases que se venían formando
desde años atrás. Editores como los del periódico El Venezolanito
estaban conscientes de una nueva realidad. Venezuela no podía
estar al margen del mundo en el progreso de las ideas.
En cuanto a la posición del arzobispo Méndez en defensa
de la intolerancia y del diezmo eclesiástico, éste no podría ser
juzgado a la medida del hombre. Las circunstancias históricas
lo envolvieron a semejanza de un huracán, y ¿quién se escon-
de del ímpetu de la naturaleza? Méndez defendía un modelo
antiguo. Él no miraba otra cosa que el bienestar de su Iglesia
colección
CADA DÍA UN LIBRO

católica. Ésta se vio obligada a abrirle camino al alud liberal


que como lodo volcánico arrasaba todo lo que se le oponía a su
paso. En su ímpetu logró la abolición de los diezmos y la liber-
tad de cultos.
Con relación a las peticiones de Lander en defensa de la
libertad de cultos, se ratifica que sus motivaciones eran eco-
nómicas. El mismo Lander manifiesta que la esperanza para el
desarrollo económico del país radica en permitir la entrada de
164 extranjeros que contribuyan al progreso. Pero a estos han de
otorgárseles libertad religiosa para que puedan convivir con los
venezolanos.
En cuanto a la reforma universitaria propuesta por Simón
Bolívar en el año 1827 y su relación con la libertad de cultos, se
acota que la relación existe en el sentido de que no será el clero
católico quien controlará el conocimiento en esa casa de estu-
dios, sino que las puertas estaban siendo abiertas a las distintas
ideologías del pensamiento.
Capítulo IV
Protagonistas del debate, pequeñas biografías
William Burke: un modelo de tolerancia 167

Seguid la paz con todos, y la santidad,


sin la cual nadie verá al Señor
Hebreos 12:14

Antes de compartir el significado del título de esta reseña


biográfica, es propicio recordar que la mayoría de los católi-
cos y un significativo número de protestantes, son tolerantes.
Pero, como se ha indicando en páginas anteriores, la historia
ha evidenciado que tantos los unos como los otros en algún
momento, han dado muestra de intolerancia al desviarse de la
misión de Cristo.
Sin embargo, el aporte intelectual de William Burke al
tema de la libertad de cultos en Venezuela, demuestra que en
este país los católicos y los protestantes pueden vivir en un cli-
ma de tolerancia.
Burke era oriundo de Irlanda, país caracterizado por las
tensiones religiosas entre protestantes y católicos. Él, más que
otros, había sufrido en carne propia los rigores de la intole-
rancia. Pero, sin lugar a dudas, era el hombre indicado para
orientar a los líderes de la gesta independentista hacia un nue-
vo modelo político garante de la libertad civil y religiosa.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Su primer contacto (hasta donde se tenga noción) con


la “Patria de Bolívar”, lo obtuvo a través del Generalísimo
Francisco de Miranda en el año de 1807 en Londres. Ciudad
donde publicó su libro titulado: South American Independen-
ce or the Emancipation of South America, the Glory and Interest
of the England. Escrito que justificaba el derecho que tenía la
América española para independizarse y las ventajas que esto
traería a Inglaterra.
168 En 1808 publicó Additional Reasons for our immediately
emancipating Spanish America. Escrito que proponía a los britá-
nicos contribuir con la emancipación de Hispanoamérica. Esta
obra tuvo dos ediciones el mismo año.
En el año de 1810 llega a Venezuela proveniente de New
York, motivado por los acontecimientos del 19 de abril de ese
mismo año. Y a partir de noviembre comienza a publicar en la
Gaceta de Caracas una serie de artículos bajo el título: Derechos
de la América del Sur y de México. Entre ellos, el más polémico
fue el aparecido el martes 19 de febrero de 1811, porque instaba
al clero católico a favorecer la libertad de cultos.
El polémico artículo, más que un imperativo a la jerar-
quía eclesiástica, estaba cargado de un lenguaje suplicante. Pero
a la vez lleno de fervor y dignidad. Se exponía en él las razones
para propiciar la libertad de cultos en la América española.
La obra de Burke no sólo se limita a favor de la inde-
pendencia de Hispanoamérica. Por el año de 1806 publicó
en Londres un libro que trataba sobre la guerra de Napoleón
Bonaparte contra las potencias aliadas, incluyendo Inglaterra.
Se titula: History of the campaing of 1805 in Germany, Italy, the
Tyrol. Ese mismo año se imprimió la pieza teatral denomina-
da: The armed Briton, or the invaders vanquished, obra que alen-
taba a los habitantes de las islas británicas a defenderse de una
posible invasión francesa.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Burke es un personaje poco reseñado en la historiografía


tradicional venezolana, porque ésta ha tenido, más que todo,
una orientación político-militar al escribir sobre el tema de la
independencia. Sus escritos prendieron el polvorín para orien-
tar al naciente estado venezolano en cuanto al derecho que tie-
ne cada ser humano de adorar a Dios libremente.
Lamentablemente a raíz de la caída de la primera república
en julio de 1812 en manos de las tropas de Monteverde, Burke
parte a Curazao en la corbeta de guerra británica Shaphire, y de allí 169
se trasladó a Jamaica donde falleció el 12 de noviembre de 1812.

Antonio Gómez: un vigilante de la salud física y espiritual

Amado, yo deseo que tú seas prosperado


en todas las cosas, y que tengas salud,
así como prospera tu alma”.
3 Juan: 2

Antonio Gómez fue un médico guardián de la salud in-


tegral de sus semejantes. Como buen católico practicante lo
demuestra en la obra de su vida. Basta con analizar dos de sus
escritos que han quedado reservados para la posteridad. El pri-
mero: Observaciones sobre las epidemias de calenturas que reinaron en
los valles de Aragua en el año 1809, presentadas al gobernador y
capitán general, trabajo en el que Gómez presenta una expli-
cación de las posibles causas que originaron una epidemia de
paludismo en los sembradíos de tabaco en la cuenca del Lago
de Valencia.
Esta fiebre palúdica afectó específicamente a una localidad
actualmente desaparecida que llevaba por nombre Guaruto. Esta
pertenecía a la Parroquia de Turmero de los valles de Aragua. Era
igualmente conocida con el nombre aborigen de Pacayrigua.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Antonio Gómez es designado por el gobierno para visitar


esa región en la que se encontraba uno de los más grandes sem-
bradíos y depósitos importantes de tabaco, cuya comercializa-
ción era supervisada y controlada por la Real Hacienda. Desde
el mes de mayo de 1808 fue afectada por el paludismo, y Gómez
narra en su informe médico cómo esta epidemia produjo un
alto índice de fallecimientos en la población adulta e infantil.
Además indica el tratamiento profiláctico a seguir. Expresaba
170 en forma elocuente cómo la consternación y la tristeza, a con-
secuencia de la enfermedad, se apoderaba de los infortunados,
abandonando sus trabajos y las labores ordinarias.
Él, en su preocupación por el estilo de vida físico y es-
piritual de estos pobladores, describe cómo estas personas ex-
tenuadas por el trabajo excesivo, al terminar su faena diaria se
reúnen en chozas sin ventilación, y además, que en los días
consagrados al culto de la divinidad, desperdiciaban su tiempo
en la vida libertina, en el juego y los placeres del amor.
En cuanto a su Ensayo político contra las reflexiones de William
Burke, documento que ha sido ampliamente analizado, se puede
afirmar que su escritura es el resultado de su inquietud por la sa-
lud espiritual del territorio nacional, ya que Gómez aspiraba un
continente bajo una sola religión, sin la presencia de otros credos
que trastornaran el orden social establecido.
Antonio Gómez fue un acérrimo defensor de la políti-
ca española. Luego de la publicación de sus ref lexiones contra
Burke en el año de 1811, fue expulsado del país por su par-
ticipación en la revolución de los isleños, movimiento que
desconocía la autoridad de la Junta Suprema de Caracas. Esta
asonada tomó como bandera la adhesión al rey de España y a la
Virgen del Rosario.
A finales de 1812 regresó a Venezuela y fue nombrado por
Domingo de Monteverde como contador mayor y miembro de
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

la Junta de Proscripción. Por el año de 1813 acompañó al mismo


Monteverde en sus campañas militares por el Oriente del país. Es-
tuvo presente en el combate de Maturín, donde los realistas fueron
derrotados por el coronel Manuel Piar el 25 de marzo de 1813.
Antonio Gómez es oriundo de las islas Canarias. Hijo de
José Antonio Gómez y de Micaela de Silva Carrillo y Vetencourt.
Hoy se le puede recordar como médico, político y escritor. Un
hombre con sentimiento religioso y vigilante de la salud integral
de sus contemporáneos. 171

Juan Nepomuceno Quintana: un intelectual de postín

Hay camino que al hombre le parece derecho;


pero su fin es camino de muerte
Proverbios 14:12

Juan Nepomuceno Quintana nació en Caracas en el año


de 1778. Era hijo del abogado español Francisco Antonio García
de Quintana y de Josefa Antonia Vélez de Cosío.
El autor de esta biografía considera que Quintana fue uno
de los más grandes intelectuales del catolicismo en la Venezuela
del siglo XIX. Sólo basta con analizar la profundidad y la con-
sistencia de su réplica a William Burke titulada: La intolerancia
político-religiosa vindicada.
Refiere Grases (1956: 8) que el libro de Quintana fue
impreso a partir del mes de agosto en el año de 1812, a pe-
sar de haber sido concluido en junio de 1811. Tal aseveración
tiene su fundamento en un manuscrito que lleva por nombre
Exposición que al Rey nuestro Señor en su Real y Supremo Consejo
de las Indias, hace el Arzobispo de Caracas. Este documento cuyo
autor es el clérigo Narciso Coll y Pratt, deja constancia de la
historia del libro de Quintana.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

¿Qué razones expresaba el arzobispo Narciso Coll y Pratt


para la demora de la publicación del libro de Quintana? Él
refiere que el libro cayó en manos del poder ejecutivo de la
primera república, y cuando éste lo examinó detectó que el es-
crito, además de defender la intolerancia religiosa, también de-
fendía la “buena política de España” y “la intachable conducta
de sus soberanos”. De manera que la impresión del libro no se
efectuó hasta después de la llegada del ejército de Domingo de
172 Monteverde.
Quintana fue un brillante egresado de la Universidad de
Caracas y se destacó en varias disciplinas: bachiller en Filosofía,
grado que obtuvo en el año 1795, licenciado en Artes, título que
ostentaba para el mes de noviembre de 1797. En diciembre de
ese mismo año era todo un maestro de filosofía.
Pero su récord intelectual no se detiene allí, sino que ade-
más abraza la carrera eclesiástica donde obtuvo los siguientes
títulos: bachiller, licenciado y doctor en teología respectiva-
mente en los años 1798, 1800 y 1801.
A partir del año de 1802 se dedicó a la enseñanza univer-
sitaria como instructor de las cátedras “Lugares Teológicos” e
“Historia Eclesiástica”. Y a comienzos del año 1808 hasta 1811
se encargó de la cátedra de “Teología Moral”.
En su hoja de vida, Quintana sobresale como sacerdote,
político y escritor. Fue miembro del Congreso Constituyente
de 1811 y firmante del acta de la independencia. Pero contra-
dictoriamente, no estuvo de acuerdo con la emancipación de
Venezuela.
La historia evidencia que después de la llegada del arzobispo
Narciso Coll y Pratt, Quintana fue uno de sus hombres de con-
fianza para combatir secretamente el espíritu revolucionario.Al su-
cumbir la primera república, apoyó abiertamente la causa realista.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Este intelectual falleció en un naufragio en el Mar Cari-


be en el mes de octubre de 1812 en un buque que se dirigía a
España, donde también lo acompañaba el regidor José Joaquín
de Argos. Este junto con Quintana tenía la misión por parte
del ayuntamiento de Caracas (recién nombrado por las nue-
vas autoridades realistas) de solicitar medidas favorables para
la ciudad.
Sin lugar a dudas, se podría afirmar que la vida de Quintana
fue entregada por entero al servicio de lo que él creía que era “el 173
camino correcto”. Sin saber que el final le deparaba otro destino.
Como protagonista del primer Congreso Constituyente,
la rúbrica de Quintana también se registra en el acta que san-
ciona la Constitución de Venezuela el 21 de diciembre de 1811.
Esta, en su primer capítulo sobre la religión, en específico los
artículos 1 y 2 ratifica la “supremacía de la Iglesia católica como
religión única y exclusiva de los habitantes de Venezuela”. Pero
fue aprobada bajo protesta por los diputados sacerdotes, inclu-
yendo a Quintana debido a un desatino contra el poder eclesiás-
tico según lo expresaba el artículo 180.
El mencionado artículo eliminaba el fuero personal que
no era otra cosa que una restricción hacia la Iglesia católica,
para que sólo se limitase a deliberar asuntos eclesiásticos restán-
dole injerencia en lo civil. Era una práctica en el seno de la je-
rarquía católica de que esta junto con sus instituciones estaba al
margen de los tribunales civiles, por la sencilla razón de que la
Iglesia tenía sus propios códigos de enjuiciamiento, pero ahora
la Constitución de 1811 eliminaba esa antigua costumbre.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Juan Germán Roscio: un hombre con una estrella “rompeparadigmas”

Antes de formarte en el seno de tu madre,


ya te conocía, antes de que tú nacieras,
yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones
Jeremías 1:5

Un paradigma es un cristal a través del cual el ser humano


174 observa e interpreta el mundo que le rodea. Pero, ¿qué sucede
cuando el cristal se rompe? Imagínese en estos momentos el
lector, la manera como reaccionaría al verificar que el espejo en
el cual se mira todas las mañanas, aparece roto. Tiene que cam-
biar el espejo; y tamaña sorpresa, su nuevo espejo ref leja con
mayor intensidad su apariencia física.
Pareciera que la vida de Juan Germán Roscio estaba des-
tinada a lanzarle piedras a los cristales desde su nacimiento; por
ser hijo del milanés Cristóbal Roscio y de la mestiza criolla
Paula María Nieves. Mezcla inconcebible para el paradigma
elitista de la época colonial. Situación que se ref leja en 1798,
año en que Roscio solicitaba ingreso al Colegio de Abogados
de Caracas, petición negada por las autoridades bajo el argu-
mento de que era hijo de una mestiza. Roscio litigia por dos
años hasta lograr su incorporación el 18 de diciembre de 1800.
¡Piedra contra los cristales!
Tres años atrás, en 1797, difiere contra el Cabildo deValencia,
por cuanto a la mestiza Isabel María Páez, se le negaba el derecho
de usar alfombras para arrodillarse en el templo, ya que este era un
privilegio solo concedido a las mujeres mantuanas.
Considera el autor que estos sucesos, si se quiere un tanto
anecdóticos de la vida de Roscio, reflejan lo que será a gran esca-
la, el sentido de justicia y del deber que siempre le caracterizó, por
oponerse a todo aquello que no concordase con estas virtudes.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

¿Cuál es el mayor legado de Roscio? Sin lugar a dudas su


libro titulado El triunfo de la libertad sobre el despotismo. Libro que
atropella el paradigma de su época, por oponerse de manera
abierta a los gobiernos monárquicos y proponiendo a la vez un
gobierno republicano. En ese texto, Roscio apoya su manera
de pensar a través de La Biblia. Bajo este reconocimiento, no se
disminuyen los méritos a otros escritos de Roscio recopilados
gracias a los esfuerzos de muchas luminarias de la historiogra-
fía venezolana, entre ellos el maestro Pedro Grases. 175
¡Oh Dios! ¿Dónde estará el extraviado catecismo reli-
gioso político contra el real catecismo de Fernando VII? “Hay
pruebas indubitables de que fue impreso en Maracaibo, en
1821, por Andrés Roderick, el mismo impresor de El Correo
del Orinoco, pero no ha sido posible hasta ahora poder examinar
ejemplar alguno”. (Grases Pedro, Prólogo a Luis Ugalde, 1992:
14). Este desconocido catecismo fue escrito por Roscio mien-
tras residía en Filadelfia en 1817.
Curiosamente en Chile, existe un documento titulado
Catecismo político cristiano dispuesto para la instrucción de la juventud
de los pueblos libres de la América Meridional, de autor desconocido
bajo el seudónimo José Amor de la Patria. De hecho, este do-
cumento no es el extraviado catecismo de Roscio, sin embargo
llama la atención que las ideas expresadas por su autor, son muy
similares a las de Roscio. Es probable que haya existido una
relación chileno-venezolana, cuya fuente principal haya sido
Juan Germán Roscio en la redacción de este catecismo. ¿Es
esto posible? Roscio el hombre con la estrella “rompeparadig-
mas” secundó al canónigo José Cortés de Madariaga de origen
chileno en la destitución del capitán general Vicente Emparan
en los hechos ocurridos el 19 de abril de 1810. En 1812 luego
de la capitulación ante Monteverde, Roscio es encarcelado con
otro grupo de patriotas, entre los que se encontraba José Cortés
colección
CADA DÍA UN LIBRO

de Madariaga a quienes Monteverde los califica de monstruos,


origen y raíz primitiva de todos los males de América.
Por el año 1813, Roscio, junto con los otros monstruos,
son trasladados de la prisión de Cádiz a la de Ceuta, al norte de
África, y el 17 de febrero de 1814 huye del presidio acompañado
de José Cortés de Madariaga, Juan Pablo Ayala y Juan Paz del
Castillo. Al llegar a Gibraltar, son detenidos y enviados nueva-
mente al presidio de Ceuta el 20 de febrero del corriente año.
176 El 21 de noviembre de 1815, Roscio y sus compañeros
son liberados de la prisión, gracias a la intervención del liberal
británico Thomas Richards; y Roscio junto con el canónigo
José Cortés de Madariaga, embarcan hacia América. El 20 de
abril de 1816 acompañado de Madariaga llega a Jamaica y a
través de correspondencia manifiesta a Martín Tovar que el
canónigo y él, permanecen en Jamaica con el dolor por no
obrar más de cerca a favor de la santa causa de América.
El 26 de noviembre del mismo año 1816, Simón Bolívar es-
cribe desde Puerto Príncipe al canónigo José Cortés de Madariaga,
aludiendo que sus amigos Roscio y Castillo harían un fraude a la
república si permaneciesen en la inacción, no tributando sus talen-
tos a la causa pública. Más adelante Bolívar sentencia que en peti-
ción anterior, no recibió respuesta, silencio que no indica negativa a
juicio del Libertador.
San Francisco de Tiznado vio nacer a Roscio el 27 de mayo
de 1763. Hoy no lo recuerda. Probablemente un fragmento de
su estrella circula en Chile y nadie lo sabe, por fortuna el clérigo
chileno José Cortés de Madariaga le acompañó en su recorrido,
pero tampoco está hoy entre nosotros. En el Paraíso, Caracas, hay
una plaza en honor a su nombre. ¿Sería Cortés de Madariaga José
Amor de la Patria? La historia responde evasivamente: Roscio
murió el 10 de marzo de 1821 en el Rosario de Cúcuta, mientras
desempeñaba la vicepresidencia de Colombia.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Ramón Ignacio Méndez: un clérigo con convicciones

Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte;


y el que se enseñorea de su espíritu,
que el que toma una ciudad”
Proverbios 16:32

Históricamente, podría catalogarse a Ramón Ignacio


Méndez como “un clérigo con convicciones”. En su persona 177
reunía una cantidad de virtudes y/o cualidades que lo califica-
ba para desempeñar la responsabilidad histórica del momento
como clérigo, abogado y político.
En esta esfera se le observa firmando el acta de la inde-
pendencia en el año 1810 como diputado por Guasdualito, y
en el Congreso de 1811 aparece su rúbrica en el acta de la
independencia, circunstancias que armonizaban con sus con-
vicciones religiosas. Por cuanto los representantes de las Pro-
vincias Unidas de Venezuela, según lo manifestaba el acta de
independencia, en su exposición de motivos, ratificaba:

… el deseo de vivir libres, creyendo y defendiendo la Santa


Católica y Apostólica Religión de Jesucristo. […] Nosotros
pues… declaramos solemnemente al mundo que sus provin-
cias unidas son, y deben ser desde hoy… estados libres, sobe-
ranos e independientes y que están absueltos de toda sumisión
y dependencia de la Corona de España…

¿Son casuales sus convicciones? La respuesta es un “no” ro-


tundo, y en su haber curricular se registra que en la Universidad de
Caracas obtuvo dos doctorados: en cánones (1799), y en Derecho
Civil (1800). En esa casa de estudios Méndez internaliza a pro-
fundidad lo que serían aquellas convicciones que lo acompañarían
colección
CADA DÍA UN LIBRO

durante toda su vida. En vista de que la educación universitaria


recibida tenía como propósito defender los fueros y regalías del rey
y velar por la pureza de la religión católica.
La universidad se denominaba “Real y Pontificia”, es de-
cir, bajo la tutela del rey de españa y el sumo pontífice. En ella,
Méndez tuvo un desempeño extraordinario como catedrático
interino de Derecho Civil y Canónico, lo que lo conllevó, des-
pués de cuatro años de pasantía en Derecho Civil y práctico, a
178 obtener el título de abogado.
Además de ejercer diversos vicariatos y curatos, su perso-
nalidad también f luye en la historia de Venezuela por el hecho
de ser el tercer arzobispo de Caracas y de Venezuela, cargo para
el cual resultó electo el 21 de mayo de 1828. Su desempeño es
muy notorio, por defender hasta el último momento los “le-
sionados intereses de la Iglesia católica”.
Su arribo al arzobispado no fue producto de la casualidad.
En la persona de Méndez, se concentraban aquellas doctrinas
u ortodoxias propias del catolicismo, las cuales necesitaban ser
puestas en alto a objeto de resistir los embates del liberalismo.
Por ello, la vida de Méndez está caracterizada por la
polémica, y todo en torno a sus convicciones, pero fallido al
mismo tiempo por salirse muy fácilmente de sus cabales. En
el año 1826, asistiendo a un congreso de la Gran Colombia,
en calidad de Senador, fue expulsado de la Cámara por haber
abofeteado al Senador Diego Fernando Gómez, durante una
acalorada discusión donde se debatían asuntos relacionados
a la disciplina conventual; luego que un Senador de apellido
Soto había propuesto que ninguna persona sea del sexo que
fuere, podría ser admitida en calidad de novicia a un convento,
monasterio, hermandad o casa de recolección antes de haber
cumplido treinta años.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Además desde el año 1824, estuvo en desacuerdo con la


Ley de Patronato Eclesiástico, la cual fue aprobada por el Congreso
colombiano del 22 de julio de ese mismo año. También Méndez
se negó a jurar la Constitución de Valencia del año 1830, razón
por la cual fue desterrado. Méndez regresó a Caracas en el año
1832 pero fue expulsado nuevamente, y una de las razones se
debió al desconocimiento de la Ley de Patronato Eclesiástico, que
fue declarada vigente por el congreso venezolano el 15 de marzo
de 1833. 179
En sí, la vida de Méndez al parecer, fue una constante lu-
cha en defensa de sus convicciones católicas, contra las políticas
antieclesiásticas del naciente Estado venezolano. En todas ellas
salió derrotado, incluso en la lucha contra la libertad de cultos.
Pero queda en la historia el registro de un hombre aferrado a sus
ideas hasta su muerte, la cual ocurre en Villeta Colombia, el 6
de agosto de 1839. Sus restos reposan en el Panteón Nacional
de la ciudad de Caracas. Barinas, que lo vio nacer en mayo de
1773, le recuerda con un sitial de honor en la memoria de su
historia regional como un hijo ilustre.

Tomás Lander: el hombre del “yo”

El hombre interiormente dividido


será inconstante en todos sus caminos
Santiago 1:8

Al revisar los escritos de Tomás Lander, es frecuente en-


contrar al final de sus escritos la expresión “firma yo”. ¿Quién
es “yo”? Dar una respuesta acertada a esta pregunta, no es
cuestión de poca monta. Sin lugar a dudas habría que penetrar
en la intimidad de Tomás Lander, y ¿quién más cerca que el
colección
CADA DÍA UN LIBRO

“Gran yo soy”? A saber Dios, terreno de difícil acceso para el


historiador. Sin embargo, quien escribe hará el intento.
En la vida de Lander se evidencia que fue un hombre con
tres profesiones distintas: periodista, agricultor y político, áreas
en las que se desenvolvió con todo fervor. Es por ello que en
Lander, se encuentran una serie de acontecimientos que giran
en torno a esos tres oficios.
¿Revelaba la personalidad de Lander su yo periodista? En
180 esta profesión fueron imnumerables sus escritos en defensa de
la justicia social, amén de otros artículos ensayos y fragmentos
no incluidos en los periódicos de la época. Es de tal magnitud
su obra escrita, que la misma, hasta donde ha sido posible, se
ha recopilado en el tomo IV de la Colección Pensamiento político
venezolano del siglo XIX.
Entre sus escritos principales figuran: “Manual del
Colombiano, o explicación de la Ley Natural”. (1825), que
consiste en una traducción de Ley Natural. Principios físicos
de moral sacados de la organización del hombre y del universo, del
escritor francés Constantin Francois Chassebeuf, Conde de
Volnay y publicado originalmente en 1793. También escri-
bió un estudio denominado Reflexiones sobre el poder vitalicio
que establece en su presidente la Constitución de la República de
Bolivia (1826). Escribió además una serie de folletos titulados
Fragmentos (1833-1838), en donde se analiza la realidad so-
cial y política de Venezuela con sus respectivas soluciones.
¿Cosecharía algún éxito su yo agricultor? Lander como
miembro fundador de la Sociedad de Agricultores de 1838, fue
uno de los grandes luchadores para promover la creación de un
banco, a objeto de resolver el problema del crédito, empresa
en la que no tuvo éxito. Lander llega a pertenecer al grupo de
agricultores arruinados como resultado de la Ley del 10 de abril
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

de 1834. Ley que provocó el debate sobre el abuso del crédito,


la usura y la libertad de contratos.
¿Qué, en cuanto a su yo político? En cuanto a su activi-
dad política, Tomás Lander es uno de los principales funda-
dores del partido liberal. Aunque algunos entendidos afirman
que en realidad Lander fue su fundador. Los ideales doctri-
narios del partido liberal guardaban perfecta armonía, con el
calificativo “yo” de Tomás Lander. Este partido exigía en su
programa el fin del exclusivismo en el poder, además de la se- 181
paración de la Iglesia con el Estado, la autonomía de la univer-
sidad, y la abolición de la ley del 10 de abril de 1834 entre otras
reformas.
Como interrogante final acerca de la personalidad y el
carácter de Tomás Lander, es obligatorio preguntar: ¿Por qué
tanto empeño en Lander en oponerse a la Iglesia católica? An-
tes de responder esta pregunta, debe reconocerse que Lander
no era un hombre irreligioso ni ateo. Era católico. Simplemen-
te Lander estaba inclinado hacia el lado de la justicia social. Y
cuando el manifiesta su “yo”, este es de carácter humanitario.
Por lo que Lander no concordaba con la discriminación abierta
de la jerarquía católica hacia aquellas ideas que no armonizasen
con sus dogmas. Es por ello que en el tema de la libertad de cul-
tos, Lander se muestra opositor a la Iglesia. Era su razón prin-
cipal “el edificio social”, es decir, su esperanza por construir
una sociedad de progreso donde todos los hombres, extranjeros
y nacionales, pudiesen convivir bajo el esquema agrícola, pro-
duciendo e intercambiando productos en completa armonía en
aras del interés de la nación.
En este esquema, también se contempla a Lander como
uno de los acérrimos opositores al diezmo eclesiástico, por-
que el mismo era gravoso al interés de los agricultores y a la
economía nacional. Además mostraba su descontento por los
colección
CADA DÍA UN LIBRO

excesivos días festivos religiosos del santoral católico, porque


propiciaban el abandono del trabajo productivo.
Tomás Lander nació en Caracas el 29 de diciembre de 1787
y murió en la misma ciudad el 6 de diciembre de 1845. Su nom-
bre figura como secretario de Simón Bolívar durante la Campaña
Admirable (1813), y además unido a José Antonio Páez a partir
de 1826, abogando por la separación de Venezuela y Colombia.
Ciertamente, Tomás Lander es el hombre del “yo”, aunque acu-
182 sado de ambivalente… siempre “yo” en todas sus andanzas.
Conclusiones
Este libro, en el área de la historia de las ideas, revela que los 185
protagonistas del movimiento de independencia del año 1810,
eran personas con ideas liberales. Tan pronto ellos comenzaron
a publicarlas, especialmente aquellas relacionadas con la libertad
de cultos, no se hizo esperar la reacción de la Iglesia católica. En
el período comprendido entre 1810 y 1834, de acuerdo al análisis
documental realizado en esta obra, se evidencia el conf licto en-
tre la Iglesia y el Estado. Enfrentamiento que debilitó a la Iglesia,
pero no totalmente, aunque la misma entró en crisis. Ella ya no
continuó siendo aquella superestructura que hacía temblar a los
gobiernos, determinando a su arbitrio la manera cómo debían
conducirse los patrones de la sociedad.
Al introducirse el catolicismo en Hispanoamérica, tuvo
como particularidad muy especial ser una religión sólida, sin el
debilitamiento de sus fundamentos doctrinarios. La Iglesia no
fue afectada en la práctica por el movimiento de la Reforma
Protestante iniciado en Europa. Más bien esta situación le faci-
litó mantener en alto sus dogmas sin oposición.
Sin embargo no se debe pasar por alto que en el período
de la Revolución Francesa, la Iglesia recibió un fuerte golpe a
sus pretensiones de hegemonía. El impacto de ese golpe llegó
a sentirse en las colonias americanas. También se hizo sentir
en Venezuela, debido a que las ideas de los hombres de la gesta
emancipadora venezolana estaban muy a tono con esta nueva
colección
CADA DÍA UN LIBRO

mentalidad traída desde Europa. Pero la Iglesia católica no po-


día comulgar con la misma. La puesta en práctica de esta nueva
manera de pensar generó un conf licto, que inf luyó en los in-
tentos por formar un nuevo Estado independiente.
Este conflicto se agudiza debido al concepto del catolicismo
de que el Estado debe sujetarse a las estipulaciones de la Iglesia. En
el Dictatus Papae (dictámenes del papa), que consiste en una serie
de 23 artículos, se reafirma esta creencia. El artículo 9 reza así:
186 “Que solamente del papa todos los príncipes besarán los pies”. El
número 12 especifica que al papa “le es permitido deponer empe-
radores”. Y el número 19 sentencia acerca del papa: “Que él mis-
mo no puede ser juzgado por nadie” (Libro de Fuente Medieval:
Gregorio VII: Dictatus Papae: 366, 367).
Por supuesto que estos postulados son patrimonio de la
Iglesia Universal, pero por ser universales tienen aplicación lo-
cal. La historia registra cómo los papas se opusieron a los movi-
mientos independentistas. Así lo destaca Derios (1992: 411) al
referirse que en el año 1816, el papa Pío VII a través de la encí-
clica Etsi Longgisimo persuadía al clero de la América española
a colocar las congregaciones en actitud de obediencia al rey de
España, a objeto de preservar el principio de legitimidad.
Debido a esta concepción del máximo representante de
la Iglesia, las mentes de los principales líderes del movimiento
de emancipación, percibían a la Iglesia católica como una ins-
titución del pasado colonial. Por lo que el principio de separa-
ción entre la Iglesia y el Estado estuvo latente en los diversos
conf lictos suscitados entre ambos.
Observemos lo siguiente:
1) Desde los inicios de la Revolución de 1810, la Iglesia
católica intervino para entorpecer el proceso de independen-
cia, coaccionando la conciencia de los ciudadanos para impe-
dir de este modo la formación de un Estado independiente.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

2) La función interventora de la Iglesia para coaccionar la


libertad de conciencia, se observó a través de las limitaciones
que esta trató de establecer a las libertades de profesar una reli-
gión distinta a la católica.
3) Las bases de un Estado independiente son la libertad
civil y la libertad religiosa. Cualquier intento por impedir al-
guna de estas libertades, conlleva al entorpecimiento de la con-
solidación del Estado. Esto se evidenció en el caso venezolano
durante el período analizado, cuando es notorio un momento 187
de transición entre un Estado monárquico (por ser Venezuela
colonia de una monarquía) a un Estado liberal, donde el pro-
blema de la libertad de cultos fue un punto de ebullición.
4) Para salvaguardar la libertad y el libre pensar de sus
ciudadanos, el Estado no ha de mostrar favoritismo hacia al-
gún tipo de religión, sea esta católica, protestante o de cual-
quier otra tendencia u origen. Este hecho fue demostrado por
el nuevo Estado venezolano en cada reforma constitucional
y/o legislativa hasta llegar a la Ley de Libertad de Cultos de 1834.
5) No fue tarea fácil para los líderes políticos venezolanos
desprenderse de las imposiciones de la Iglesia católica en los
asuntos estatales, por ser una institución profundamente enrai-
zada en el entorno cultural desde la época de la conquista.
A pesar de los conf lictos suscitados con la Iglesia como
consecuencia de la emancipación de España, esto no significó
para el país un rompimiento de los patrones culturales hereda-
dos de la península. Pero sí enfatizó una incidencia en cuanto
a la tendencia del nuevo Estado por controlar los asuntos ecle-
siásticos. Además de que el clero intentó impedir la puesta en
práctica de las políticas antieclesiásticas del naciente Estado.
Esto conllevó a una lucha de poderes, hasta que finalmente
el antiguo Estado religioso terminó transformándose en un
Estado laico.
Fuentes consultadas 189

Bibliografía

Almarza, José María y otros. (1811). “Apología de la intolerancia religiosa,


contra las máximas del irlandés D. Guillermo Burke, insertos en la Gaceta
del martes 19 de febrero de 1811, nro. 20, fundada en la doctrina del
evangelio, y en la experiencia de lo perjudicial que es al Estado la tole-
rancia de religiones”, en: La libertad de cultos. Texto de Felice Cardot.
Ediciones de la Academia Nacional de la Historia. Sesquicentenario de la
Independencia. Caracas, 1959. Páginas 206-227.
-----------------------. (1811). “Carta dirigida al excelentísimo arzobispo Narciso
Coll y Prat”, en: La libertad de cultos. Texto de Carlos Felice Cardot. Edi-
ciones de la Academia Nacional de la Historia. Sesquicentenario de la
Independencia. Caracas, 1959. Páginas 203-205.
Azpúrua, Ramón. (1877). Anales de Venezuela. Documentos para la Historia de
Venezuela desde el año de 1830. Caracas.
Bolívar, Simón. (1811). “Manifiesto de Cartagena”, en: Documentos que hicieron
historia. Tomo I. Presidencia de la República. Ediciones conmemorativas
del sesquicentenario de la Independencia. Caracas 1962. Páginas 129-139.
Brice, Ángel Francisco. (1970). El Constituyente de Venezuela durante el año
1812. Ediciones de la Presidencia. Caracas.
Brito Figueroa, Federico. (1993). Historia económica y social de Venezuela. Tomo
I. Universidad Central de Venezuela. Ediciones de la Biblioteca. Caracas.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

Burke, William. (1811). “Derechos de la América del Sur y de México”, en:


Documentos que hicieron historia, Tomo I. Presidencia de la República.
Ediciones conmemorativas del sesquicentenario de la Independencia.
Caracas, 1962. Páginas 31-37.
Cordero G., Julio Febres. (1983). Historia del periodismo y de la imprenta en
Venezuela. Ediciones de la Academia Nacional de la Historia. Caracas.
D’ Santiago, Juan. (1830-1834). “Patronato y libertad de cultos en Venezuela”,
en: Ágora, Trujillo (Venezuela), año 2, nro. 2, junio 1999. Revista del
190 Centro Regional de Investigación Humanística, Económica y Social (CRI-
HES). Páginas 93-113.
Da Costa Gómez, Pedro. (s/f). El Espíritu Santo, protagonista y guía de la prime-
ra evangelización en Venezuela y de la América hispánica. Ediciones de
la Presidencia de la República. Caracas.
Deiros, Pablo Alberto. (1992). Historia del cristianismo en América Latina.
Publicado por la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Buenos Aires.
Díaz Sánchez, Ramón. (1973). La Independencia de Venezuela y sus perspecti-
vas. Monte Ávila Editores, C.A. Caracas.
Duarte Level, Lino. (1911). Historia patria. Tipografía Americana. Caracas.
Felice Cardot, Carlos. (1959). La libertad de cultos. Presidencia de la República. Edi-
ciones conmemorativas del sesquicentenario de la Independencia. Caracas.
Fraga Iribarne, Manuel. (1962). “La evolución de las ideas de Bolívar sobre los
poderes del estado, y sus relaciones”, en: El pensamiento Constitucional de
Latinoamérica 1810-1830. Tomo IV. Ediciones de la Academia Nacional de la
Historia. Sesquicentenario de la Independencia. Caracas. Páginas 65-120.
Gómez, Antonio. (1809). “Observaciones sobre las epidemias de calenturas que reina-
ron en los valles de Aragua en el año 1809 presentadas al gobernador y capitán
general”, en: Archivos de Historia Médica de Venezuela. Caracas, nro. 4, 1934.
--------------. (1811). “Ensayo político contra las reflexiones de William Burke”,
en: La libertad de cultos. Texto de Felice Cardot. Ediciones de la Aca-
demia Nacional de la Historia. Sesquicentenario de la Independencia.
Caracas, 1959. Páginas 233-271.
González, Juan Vicente. (1865). Revista literaria. Tipografía Vargas, S.A. Caracas, 1956.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

González, Justo L. (1978). La era de las tinieblas. Editorial Caribe. Miami,


Estados Unidos.
Grases, Pedro. (1992). (Prólogo), en: El pensamiento teológico-político de Juan Germán
Roscio. Luis Ugalde. Ediciones La Casa de Bello. Caracas, 1992. Páginas 7-20.
-----------. (1956). La fecha de impresión del libro de Quintana. Imprenta de la
Dirección de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación. Caracas.
-----------. (Prólogo). Luis Ugalde. El pensamiento teológico-político de Juan
Germán Roscio. Ediciones La Casa de Bello. Caracas, 1992. Páginas 7-20.
Lander, Tomás. (1833). “Peticiones al Congreso”, en: La doctrina liberal. Pensa- 191
miento político venezolano del siglo XIX. Ediciones conmemorativas del
sesquicentenario de la Independencia. Caracas, 1961. Páginas 216-229.
-------------. (1961). La doctrina liberal. Presidencia de la República. Ediciones
conmemorativas del sesquicentenario de la Independencia. Caracas.
-------------. (1997). Diccionario de Historia de Venezuela. Fundación Polar. Tomo
II. Caracas, 1997. Páginas 899, 900.
Leal, Ildefonso. (1983). “Comentarios introductorios”, en: Los estatutos republicanos
de la Universidad Central de Venezuela 1827. Edición facsímil del Rectorado en
el Bicentenario del Natalicio del Libertador. Segunda edición, Caracas.
-------------. (1998). “Educación: Siglo XVIII”, en: Gran enciclopedia de Venezuela.
Tomo III. Editorial Globe. Caracas. Páginas 195-218.
Leturia, Pedro. (1984). La acción diplomática de Bolívar ante Pío VII. Edición de
la Gran Pulpería de Libros Venezolanos, C.A. Caracas.
Liscano, Juan. (1963). “Aspectos de la vida social y política de Venezuela”, en:
Ciento cincuenta años de vida republicana 1811-1961. Volumen I. Biblio-
teca del sesquicentenario. Ediciones de la Presidencia de la República.
Caracas. Páginas 153-210.
Méndez, Ramón Ignacio. (1830). Observaciones que el arzobispo de Caracas hace
al soberano Congreso de Venezuela. Imprenta de G.F. Devisme. Caracas.
Miliani, Domingo. (1983). “Prólogo”, en: El triunfo de la libertad sobre el despo-
tismo. Juan Germán Roscio. Monte Ávila Editores, C.A.. Colección Simón
Bolívar, publicado bajo el convenio celebrado entre el Conac y Monte
Ávila Editores, C.A. Caracas, 1983. Páginas 9-41.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

--------------. (Prólogo, cronología y bibliografía). Juan Germán Roscio. El triunfo


de la libertad sobre el despotismo. Biblioteca Ayacucho. Caracas, 1996.
Páginas IX-XLVI.
Moros Ghersi, Carlos A. (1982). “Preámbulo”, en: Los estatutos republicanos.
Universidad Central de Venezuela, 1827. Edición facsímil del rectorado
en el Bicentenario del Natalicio del Libertador. Segunda Edición.Caracas.
Ocando Yamarte, Gustavo. (1975). Historia político eclesiástica de Venezuela 1830-
1847. Tomo I. Ediciones de la Academia Nacional de la Historia. Caracas.
192 París García, José G. (1997). “Libertad de cultos”, en: Diccionario de la Historia
de Venezuela. Tomo II. Fundación Polar. Caracas. Página 952.
Pérez Durán, Marino. (s/f). Historia general. Tercera edición mejorada. Impreso
por Cultural, S.A. Obispo 525-La Habana.
Perez Vila, Manuel. (1997). “Juan Germán Roscio”, en: Diccionario de la Historia
de Venezuela. Tomo III. Fundación Polar. Caracas. Páginas 1005, 1006.
----------------. (1997). “Juan Nepomuceno Quintana”, en: Diccionario de la His-
toria de Venezuela. Tomo III. Fundación Polar. Caracas. Páginas 791, 792.
----------------. (1997). “William Burke”, en: Diccionario de la Historia Venezuela.
Tomo I. Fundación Polar. Caracas. Páginas 552, 553.
Picón Parra, Roberto. (1997). “Ramón Ignacio Méndez”, en: Diccionario de His-
toria de Venezuela. Tomo III. Fundación Polar. Caracas. Páginas 114, 115.
Poudenx, H. (1815). “Memoria para contribuir a la historia de la revolución de la
Capitanía general de Caracas desde la abdicación de Carlos IV hasta el
mes de agosto de 1814”. Del texto: Tres testigos europeos de la Primera
República 1808-1814. Ediciones de la Presidencia de la República. Co-
lección viajeros y legionarios 1. Caracas, 1974. Páginas 97-154.
Primera Constitución de Venezuela. (1811), en: Documentos que hicieron
historia. Tomo I. Ediciones conmemorativas del sesquicentenario de la
Independencia. Caracas, 1962. Páginas 57-108.
Quintana, Juan Nepomuceno. (1811). “La intolerancia político religiosa vindi-
cada”, en: La libertad de cultos. Texto de Felice Cardot. Ediciones de la
Academia Nacional de la Historia. Sesquicentenario de la Independen-
cia. Caracas, 1959. Páginas 275-381.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

Rojas, Arístides. (1891). Leyendas históricas de Venezuela. Segunda serie.


Impresión y litografía del Gobierno Nacional. Caracas.
Roscio, Juan Germán. (1817). El triunfo de la libertad sobre el despotismo. Monte
Ávila Editores, C.A. Colección Simón Bolívar. Publicado bajo el convenio
celebrado entre el Conac y Monte Ávila Editores, C.A. Caracas, 1983.
Sánchez Espejo, Carlos. (1953). El patronato en Venezuela. Impreso en Talleres
CIVA, S.A. Caracas.
Sánchez, Luis Alberto. (1949). Historia general de América. Tomo I. Quinta
Edición. Ediciones Escila. Santiago de Chile. 193
Santa Biblia, antigua versión de Casiodoro de Reina (1569), revisada por
Cipriano de Valera (1602), y cotejada posteriormente con diversas tra-
ducciones y con los textos hebreo y griego. Edición 1979. Ortografía y
puntuación actualizadas y nombres castellanizados.
Schumacher, Hermann Albert. (1916). Biografía del general Agustín Codazzi.
Traducida del alemán por Francisco Manrique. Tipografía Augusta. San
Fernando de Apure, Venezuela.
Silva Álvarez, Alberto. (1997). “Antonio Gómez”, en: Diccionario de la historia
de Venezuela. Tomo II. Fundación Polar. Caracas. Página 509.
Siso Martínez, J. M. (1963). Ciento cincuenta años de vida republicana. Biblio-
teca del sesquicentenario. Volumen I. Ediciones de la Presidencia de la
República. Caracas, 1963. Página 65.
----------------. (1961). “Introducción”, en: Cuerpo de Leyes de la República de
Colombia. Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico. Universidad
Central de Venezuela. Caracas, 1961. Páginas 7-23.
Smith, Urías. (1897). Las profecías de Daniel y el Apocalipsis. Sexta Edición.
Tomo I. Publicaciones Interamericanas. Pacific Press Publishing Associa-
tion Mountain View, California, Estados Unidos. 1977.
Vila, Samuel y Darío Santamaría. (1979). Enciclopedia ilustrada de la historia de
la Iglesia. Impreso en los talleres gráficos de la M.C.E. Horeb, E.R. Nro.
265, S.G. Barcelona, España.
White, Elena de. (1888). El conflicto de los siglos. Asociación Publicadora Inte-
ramericana. Miami, Florida 1954, Estados Unidos.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

-------------. (1903). La educación. Editado por la Asociación Casa Editora Sura-


mericanaricana. Buenos Aires, 1965.
Yépez Castillo, Aureo. (1986). Historia universal. Editorial Larense. Caracas.

Testimoniales

“Acta de la independencia del 5 de julio de 1811”, en: Las Constituciones de


Venezuela. Segunda edición. Academia de Ciencias Políticas y Sociales.
194 Caracas 1997. Páginas 275-278.
“Apertura de la Imprenta”, de la Gaceta de Caracas, nro. 1, del 24 de octubre
de 1808, inserto en: Selección documental de la prensa contemporánea
1808-1813. En el texto: Tres testigos europeos de la Primera República
1808-1814. Ediciones: Presidencia de la República. Colección viajeros y
legendarios 1. Caracas, 1974. Páginas 221-223.
“Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”, Gaceta Oficial Nro.
36.860, Caracas, jueves 30 de diciembre de 1999.
“Constitución de la República de Colombia 1830”, en: Cuerpo de Leyes de la
República de Colombia. Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico.
Universidad Central de Venezuela. Caracas, 1961. Páginas 535-551.
“Constitución del Estado de Venezuela 1830”, en: Historia Constitucional de
Venezuela. Texto Gil Fortoul. Quinta Edición, tomo III. Caracas, 1967.
Páginas 353-391.
“Decreto del 11 de junio de 1823, autorizando al poder ejecutivo para que
promueva eficazmente la inmigración de extranjeros europeos y norte-
americanos en el territorio de la república” en: Cuerpo de Leyes de la
República de Colombia. Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico.
Universidad Central de Venezuela. Caracas, 1961. Páginas 127, 128.
“El terremoto: ¿castigo de Dios?”, de una hoja suelta, impresa en el taller caraqueño
de Juan Baillío en abril de 1812. Se conserva en el archivo del Libertador,
volumen 68, folio 3. Inserto en: Selección documental de la prensa contem-
poránea 1808-1813. En el texto: Tres testigos europeos de la Primera Repú-
blica. Colección viajeros y legionarios 1. Caracas, 1974. Páginas 224, 225.
Postura de la Iglesia católica en el proceso de emancipación de Venezuela
JONÁS FLORES

“La epidemia de paludismo de 1808 en los sembradíos de tabaco en la cuenca


del lago de Valencia” escrito por Germán Yépez Colmenares. [Disponible
en: http://www.revele.com.ve/pdf/ensayos–históricos/vol1-n17, pag 61
pdf. Consultado el 21 de febrero de 2006].
“Ley de 19 de mayo de 1824, declarando libres del pago de diezmos eclesiástico a
todas las nuevas plantaciones de cacao, café y añil, en los periodos de diez
años las primeras, siete las segunda y cuatro las terceras”, en: Cuerpo de
Leyes de la República de Colombia. Consejo de Desarrollo Científico y Hu-
manístico. Universidad Central de Venezuela. Caracas, 1961. Página 186. 195
“Ley de 22 de agosto de 1821 sobre el modo de proceder en las causas de fe”, en:
Cuerpo de Leyes de la República de Colombia. Consejo de Desarrollo Científico
y Humanístico. Universidad Central de Venezuela. Caracas, 1961. Página 40.
“Ley de Diezmos del 6 de abril 1833”, en: Documentos que hicieron Historia.
Tomo I. Presidencia de la República: Ediciones conmemorativas del
sesquicentenario de la Independencia. Caracas, 1962. Páginas 387-389.
“Ley de libertad de cultos de 1834”, en: Documentos que hicieron Historia.
Tomo I. Presidencia de la República: Ediciones conmemorativas del
sesquicentenario de la Independencia. Caracas, 1962. Páginas 390, 391.
“Ley Fundamental de la Unión de los pueblos de Colombia 1821”, en: Cuerpo de
Leyes de la República de Colombia. Consejo de Desarrollo Científico y Huma-
nístico de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, 1961. Páginas 4, 5.
“Ley para abolir el Tribunal de la Inquisición en toda la Confederación de Vene-
zuela”, de la Gaceta de Caracas, de los días 22 y 25 de febrero de 1812.
Inserta en: “Selección Documental de la Prensa Contemporánea 1808-
1813”, en el texto: Tres testigos europeos de la Primera República 1808-
1814. Ediciones de La Presidencia de la República. Colección viajeros y
legionarios 1. Caracas, 1974. Páginas 221-223.
“Los Estatutos Republicanos de la Universidad Central de Venezuela, 1827”,
Edición facsímil del Rectorado en el Bicentenario del Natalicio del Liber-
tador. Segunda Edición. Caracas, 1983.
“Prospecto”, artículo escrito en: El Venezolanito. Edición número 1 de 26 de
agosto de 1830. Caracas. Página 1.
colección
CADA DÍA UN LIBRO

“Religión”, artículo escrito en: El Venezolanito. Edición número 1 de 26 de


agosto de 1830. Caracas. Página 2-4.

Publicaciones electrónicas

Castaño, Gonzalo. (sf). Colombia y la historia de las ideas. [Disponible en: //


www.banrep.gov.col./bleavirtual/credencial/junio971-htm. Consultado
el 16 de diciembre de 2003].
196 “Biografía del general Juan Díaz Porlier” [Disponible en: http://members.tripod.
com.–gie 1808–1814/meses/octubre-htm citando a Barthemeley, Rodol-
fo 2 tomos 859 pp. Consultado el 19 de octubre de 2003].
“Dictatus Papae” (Documento original del papa Gregorio VII–siglo XI) Traducido
en: Documentos históricos de la Edad Media por Ernest Henderson (Lon-
dres: George Bell and Son 1910), páginas 366, 367. Enrique Chi, traducido
al castellano de la versión en inglés. [Disponible en: http://.Froham.Edu./
hasall/source/esg7.dicpap.html. Consultado el 15 de abril de 2000].
Lander, Tomás. En: [Bo1036] Fundación Polar/Diccionario de la Historia de Ve-
nezuela. Caracas. 1997 [Disponible: www.bolivar.ula.ve/cgiwin/bealex.e
xe?titulo=lander,+tom%E1s&Nombrebd=Bolivar&sesion=1025022402
0. Consultado el 12 de diciembre 2003].
Méndez, Ramón Ignacio. En: [Bo1036] Fundación Polar/Diccionario de la
Historia de Venezuela. Caracas. 1997. [Disponible: www.bolivar.ula.ve/
egiwin/bealex.exe?titulo=M%E9ndez,+Ram%f3+Ignacio&Nombrebd=
Bolivar&sesion=1025022402. Consultado el 12 de diciembre de 2003].
Miliani, Domingo. (Prólogo, cronología y bibliografía). Juan Germán Roscio. El
triunfo de la libertad sobre el despotismo. Colección Biblioteca Ayacucho
Vol 200, pp 264-271. [Disponible en: www.acadnachistoria.org/roscio.
htm. Consultado el 12 de diciembre de 2003].
“Se presentan demandas en Irlanda”, artículo publicado en el diario Aurora de Chi-
le, jueves 13 de agosto de 1812. [Disponible en: http://www.auroradechile.
cl/nowtemberg/681/article–3293.html. Consultado el 15 de junio de 2003].
Índice
Agradecimientos 9
Nota del autor 11
Introducción 13

Entre los límites de la religión y el Estado 23


El papel del patronato eclesiástico en la conformación de
un Estado sin límites políticos religiosos 33
Injerencia de la Iglesia en la caída del primer Estado venezolano 41
Alusión al tribunal de la Inquisición y su relación con los límites
entre la religión y el Estado 45
Hacia una interpretación del escrito de William Burke y su
relación con el problema de la libertad de cultos 53
Réplicas al escrito de Burke 57
Otra reacción: ensayo político contra las reflexiones de
William Burke 61
Otra réplica: la intolerancia política-religiosa vindicada 65

La Biblia y el concepto de la libertad 73


Hacia un comentario crítico del triunfo de la libertad sobre el
despotismo 78

Sucesos anteriores a la Ley de libertad de cultos de 1834 125


1) El polémico artículo 9º del proyecto de Constitución de 1830 128
2) Posición del arzobispo Ramón Ignacio Méndez con relación
al propuesto artículo 9 139
3) Posición de Tomás Lander con respecto a la libertad de cultos 148
4) Polémica en torno al diezmo 152
5) La reforma universitaria de 1827 160

Protagonistas del debate, pequeñas biografías 165


William Burke: un modelo de tolerancia 167
Antonio Gómez: un vigilante de la salud física y espiritual 169
Juan Nepomuceno Quintana: un intelectual de postín 171
Juan Germán Roscio: un hombre con una estrella
“rompeparadigmas” 174
Ramón Ignacio Méndez: un clérigo con convicciones 177
Tomás Lander: el hombre del “yo” 179

Bibliografía 189
Corrección Xoralis Alva
Diagramación Jairo Noriega
Diseño de colección Mónica Piscitelli

Los 3000 ejemplares de este título


se imprimieron durante el mes de diciembre de 2007
en Fundación Imprenta Ministerio de la Cultura

Caracas, Venezuela

Das könnte Ihnen auch gefallen