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Sin embargo, pareciera que buena parte de los medios de información tanto tradicionales
como alternativos de la región siguen reproduciendo un patrón de poder informacional
moderno, el cual impide tener una mirada relacional en donde se vinculen procesos en
vez de separarlos por países. Es así como son escasos los medios regionales que intentan
ver los procesos socioambientales de manera crítica y plurinacionalmanente. Medios
alternativos como Pueblos en Camino, Indymedia, Aporrea, La Guarura, Rebelión,
Territorios en Resistencia, Desinformémonos, La Vaca, Brecha, Observatorio
Latinoamericano de Conflictos Ambientales, etc, son algunos ejemplos plurinacionales,
pero la agenda se termina imponiendo desde el dualismo moderno
nacional/internacional. En consecuencia, pareciera que el campo periodístico sigue
estando fuertemente colonizado por la lógica de los estados-nación del siglo XIX.
Por su parte, si bien existen iniciativas de medios regionales como Telesur por ejemplo,
para contrarrestar los discursos neoliberales de los medios hegemónicos globales tales
como CNN, El Mercurio, Clarín, O´Globo, El País, Televisa, Caracol, etc., ha terminado
siendo con el tiempo un medio completamente funcional a los gobiernos progresistas que
lo financian (Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Uruguay), por lo que su mirada no hace
más que invisibilizar procesos de luchas y resistencia en aquellos países. De ahí que su
postura política oficialista sea más bien predecible y alejada de una mirada desde los
territorios de manera plurinacional.
Además, hoy en día Telesur es un medio que ante la falta de apoyo y autoritarismo
extractivista de los gobiernos progresistas que lo financian en la actualidad, como también
ante la aparición de una nueva derecha nacionalneoliberal que cuestiona desde un
neofascismo a los grandes medios del establishment como CNN por ejemplo, su crítica se
ha terminado desvaneciendo finalmente, al no entender que estamos en presencia de un
nuevo ciclo político y ambiental en dónde está ganando cada vez más fuerza una nueva
derecha posliberal y negacionista de derechos humanos y de derechos de la naturaleza.
Por otra parte, el campo intelectual no está ajeno tampoco a este nacionalismo
metodológico, en donde múltiples investigadores y académicos no hacen más que
reforzar con sus cátedras, columnas y artículos escritos en medios, mayor fragmentación
territorial en vez articular procesos regionales. No es de extrañar entonces que buena
parte del pensamiento crítico regional le sea tan sencillo cuestionar el autoritarismo
extractivista de gobiernos conservadores y neoliberales como Chile, Perú, Colombia y
Argentina, mientras que con casos como Cuba, Bolivia, Nicaragua y Venezuela exista un
silencio y falta de crítica abrumadora.
Aunque parezca obvio, no así para las izquierdas y derechas gobernantes, las montañas,
ríos, bosques, mares, suelos, son preexistentes a los estados-nación y están
interconectados, por lo que su protección no puede venir de manera nacional ni tampoco
internacional desde organismos globales burocratizados. Hay que pasar de una visión
cosmopolita de carácter universal a una cosmopolítica de los territorios comunes de
carácter pluriversal que proteja la reproducción de la vida y sus condiciones de existencia
a través de una ética del cuidado del agua, la tierra y el aire.