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Instituto de Expansión de la Consciencia Humana

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Automaestría a los 84
¿Todo es posible?

Las hazañas de algunos seres longevos que mantienen una salud envidiable son
siempre fascinantes, pero aún más si están sustentadas por un discurso optimista y
afirmativo rayano en la omnipotencia. Aquí está el pensamiento completo de una de
esas criaturas: un ícono de la cultura norteamericana que fundamenta su longevidad
y bienestar en el grito de guerra “¡Tú puedes!”.

Andrew Cohen dialoga con Jack LaLanne

Gurú de la salud y el entrenamiento físico en los años ’50 y ’60, Jack LaLanne tiene
ahora 84 años y una vitalidad desbordante. Su esplendorosa salud, llamativa como
la de cualquier otro hombre de su edad, queda opacada al lado de la alegría más
pura que emana de cada fibra de su ser. Para hablar en términos espirituales, su
energía, su transmisión, está cargada de un positivismo implacable y abrumador.
“Todo en la vida es posible, si uno hace lo suyo para que así sea”, me dice, con una sonrisa
de oreja a oreja.

Este ícono de la cultura norteamericana, que asegura haber vuelto a nacer después
de oír una charla de un nutricionista cuando tenía 15 años, no ha hecho más que
mirar para adelante en su vida. Su entusiasmo contagioso por aquello que le cambió
la vida —dieta y ejercicio (un entrenamiento “sistemático, vigoroso y violento” de
dos horas de duración que arranca a las cinco de la mañana, y del que nunca, por
ninguna circunstancia, se aparta)— no muestra el menor signo de declinar. Jack no
sólo se adelantó varias décadas a su tiempo al predicar los beneficios del ejercicio
físico para la salud, sino que también es el creador de los gimnasios como los
conocemos hoy y el diseñador y hacedor de las primeras máquinas para levantar
peso que se construyeron. (Tiene un pequeño museo en su casa con los modelos
originales intactos. Su esposa, LaLa, tan llena de energía y gracia como él, comenta
que las usa en su propio entrenamiento.)

“¿Para qué hacía milagros Jesús? Para atraer la atención hacia su profesión. ¿Para qué hago
estas pruebas inverosímiles? ¡Para atraer la atención hacia mi profesión!” Desde que
cumplió cuarenta años, Jack vino realizando una serie de hazañas increíbles de
demostración de fuerza para cada uno de sus cumpleaños. Por ejemplo, para el de
los cuarenta y cinco, hizo mil flexiones “lagartija” y mil dominadas (colgado de una
barra, levantar el cuerpo con la fuerza de los brazos hasta pasar la cabeza por sobre
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ella) en una hora y veintidós minutos, y a los setenta, nadó esposado y encadenado
arrastrando setenta botes con setenta personas a bordo, a lo largo de dos kilómetros
y luchando contra fuertes corrientes.

Para mucha gente, una entrevista con este hombre puede parecer algo sin
demasiado sentido. Pero lo más destacable de este extraordinario hombre es que tal
vez él encarna muchas de las raras cualidades de aquellos a los que a lo largo de la
historia se vio como iluminados. Pese a que él mismo no tiene un concepto formado
sobre el uso convencional de la palabra “iluminación” y siempre redujo todos los
problemas humanos a algo solucionable con dieta y ejercicio, el poder de fijación de
que es capaz su mente, feroz e indeclinable ante cualquier circunstancia, parece
haber producido en él esa única cualidad humana que dice más que mil palabras:
¡alegría! Auténtico yogui en el sentido clásico de la palabra, Jack LaLanne podría
haber impresionado al mismo Pantajali como un ejemplo atípico de concentración,
autodisciplina e integridad. El renunciamiento y el autocontrol, los pilares de
cualquier práctica verdadera de yoga, son amigos íntimos de Jack, y aunque se lo ve
algo perdido cada vez que se le pregunta sobre la profundidad espiritual, la
ingravidez del ser parece ser su estado natural.

El yoga unidimensional de Jack es realmente unidimensional, pero su caso es digno


de destacar. La profundidad espiritual no suele ser una característica del
automaestro; sin embargo, la sencillez pura y el espíritu indomable que éste encarna
son un desafío tan grande para el ego como la iluminación en sí. ¿Cuántos de
nosotros podemos decir que conocemos la paz mental y la pureza de corazón como
sí las conoce Jack LaLanne?

Yo también fui un alfeñique

¿Qué es para usted la automaestría?

Es la posibilidad de controlar los pensamientos, las emociones y todos los aspectos


de la vida que uno pueda abarcar. Pero uno nunca, de ninguna manera, puede
alcanzar la automaestría absoluta, porque así es la naturaleza humana. Y así es como
todo se reduce a creer, uno necesita creer. Si algo te salvara la vida, ¿creerías en eso?

Sí, seguro.

A mi vida la salvó mi profesión. Yo era un chico débil y enfermo. Cuando tenía trece
años, adquirí el hábito devastador de comer azúcar; toda mi vida pasó a ser el
azúcar, con el daño que eso me traía a la salud. Tenía un carácter terrible,
incontrolable —traté de matar a mi hermano dos veces, en la escuela me sacaba
bajas notas y estaba todo el tiempo peleando—, y a los quince años, las autoridades
hicieron que los médicos me sacaran de la escuela durante seis meses. Estaba como
quince kilos debajo de mi peso y mi vida era un desastre en todos los aspectos. Así
que ahí estaba, confinado en casa, cuando un vecino le contó a mi madre que un
hombre iba a dar una charla en un club de mi ciudad, un nutricionista que le había
hecho un gran bien a mucha gente. Entonces mi madre me convenció de que fuera.
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En esa época yo usaba anteojos, como dije, era delgadísimo, tenía la cara llena de
granitos y tanta vergüenza que no quería que nadie me viera. Pero fui a la charla.

Llegamos un poco tarde con mi madre y no había asientos libres, así que
empezamos a irnos. El hombre —estaba de pie en medio de su charla— dijo: “¡La
señora con el muchacho, no se vayan, no queremos echar a nadie! ¡Que algún ayudante
traiga dos sillas y las ponga aquí arriba del escenario!”. Así fue como mi madre y yo
quedamos sentados frente a los cientos de personas que formaban el público. Fue el
momento de mayor humillación de toda mi vida. Transpiraba a mares, el corazón
me latía con una fuerza descomunal; sabía que toda esa gente me estaba mirando a
mí (lejos estaba en ese momento de darme cuenta de que todos tenían sus propios
problemas). ¡El asunto es que el tipo tenía una fuerza enorme! “Mis amigos, dijo, no
importa cuál sea su condición física ahora, no importa qué edad tengan, ¡si obedecen las leyes
de la naturaleza pueden nacer de vuelta a la vida!” Bueno, ¡borré todo lo anterior! Este
hombre decía que yo podía nacer de nuevo. ¡Eso era exactamente lo que yo quería!
Quería ser un atleta, quería gustarles a las chicas, sacarme buenas notas, y este
hombre decía que yo podía hacer todo eso. Ahora, ¿a qué se refería con “las leyes de
la naturaleza”? Hacer ejercicio y comer adecuadamente. Llegué a casa esa noche y
dije: “Querido Dios o quien sea, necesito ayuda”. No le dije: “Conviérteme en un campeón
de fisicoculturismo, conviérteme en el estudiante perfecto”. Le pedí: “Sólo dame la fuerza de
voluntad para alejarme de las comidas que me están matando, como el azúcar y los alimentos
procesados”. Esa misma noche me hice vegetariano estricto. A los pocos días entré en
el gimnasio de la Asociación Cristiana de Jóvenes. ¿Y sabes qué? En el plazo de una
semana, había vuelto a nacer. Era una persona completamente nueva. Por ejemplo,
solía tener unos dolores de cabeza insoportables. Me golpeaba la cabeza contra la
pared porque no podía aguantar el dolor, y tenía tan poca energía y veía todo
negativo —odiaba a mi hermano, a mi madre, a mi papá y a los demás chicos— y en
una semana todo había cambiado. ¡Nadie lo podía creer! ¡De verdad había vuelto a
nacer! Entonces, si algo te salva la vida, ¿no te entusiasmarías con eso que te salvó?

Sí señor.

Bueno, eso es exactamente lo que me pasó a mí. Si uno pone en práctica lo que sabe
sobre lo espiritual y sobre lo físico, el resultado es una gran vida. Eso es lo que trato
de transmitirle a la gente, que en la vida todo es posible.

Cuando era chico, por un accidente tonto me rompí un brazo. Cuando me sacaron el
yeso, no tenía un brazo, tenía un palito. Me puse a llorar. Estaba desesperado. ¿Eso
era por vejez? No, ¡por inactividad! Uno no envejece por la edad, envejece por la
inactividad, por no creer en algo.

¿Cuál piensa que es la diferencia entre lo que usted enseña —que es absolutamente
positivo y sin duda tiene el poder de revolucionar la vida de una persona— y lo que
siente alguien que vive una poderosa experiencia espiritual?

¡Yo tengo experiencias espirituales todo el tiempo! Cuando me levanto cada


mañana, lo vivo: tengo manos, pies, todo, y alabo al poder omnipotente que me lo
dio, lo que sea ese poder. No sabemos exactamente qué es, pero sí que es un poder
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que está más allá de nuestra comprensión. Aunque, como dije antes, lo que tomo en
cuenta, lo que trato de poner en práctica, es lo que sí conocemos —lo que conocemos
y sirve, lo positivo—. Hace poco estuve en un programa religioso por televisión y
mientras estaba allí me di cuenta de que ése es el lugar desde donde se debe enseñar
mi profesión, desde el púlpito. Católicos, judíos, musulmanes, todos con tanta
religión en sus vidas, y ¿qué hay con eso? Pobre gente, comen de más, toman de
más, no hacen ejercicio, no toman vitaminas, están gordos, fuera de estado y se
sienten miserables, tienen artritis y reumatismo, y van a la iglesia y piden: “Dios,
ayúdame, por favor”. Bueno, Dios no va a hacer nada por ellos; ¡Dios ayuda a los que
se ayudan a sí mismos! Todo lo que pasó en la vida de Jack LaLanne —bueno o
malo— es porque yo hice que pasara. Eso es lo que uno le tiene que decir a esta gente:
“Uno tiene que hacerse responsable de sus acciones”. No se puede controlar del todo los
pensamientos, pero sí se puede ser responsable de sí mismo y guiar la vida con un
rumbo positivo.

¿Qué piensa de la famosa declaración de la persona espiritual que dice: “No es mi


voluntad personal sino la de un poder superior la que hace todas las cosas”?

No creo que sea así, para nada. Creo que estamos en esta tierra para hacer las cosas
lo mejor que podemos con lo que tenemos. Hay tantas cosas que no conocemos...
Pero si dejara todo librado al destino, ¡no me quedaría nada para mí! No me estaría
conectando con la gente. Yo tengo que hacer que las cosas pasen. Y creo esto desde
la mente, el corazón y el alma: ¿Qué es lo que no podemos hacer? Todo es posible
en la vida si hacemos lo necesario para que pase.

Cuando se dedica de la manera en que relata y descubre esa tremenda energía,


¿siente en algún momento que hay algún poder en acción, un poder más grande que
usted?

Sí, pero ese poder está dentro de mí. Soy yo el que está usándolo. Y está dentro tuyo,
también. Depende de ti y de mí el usarlo en la vida.

“Yo puedo” debe tener un efecto en el espíritu humano, porque esta afirmación
libera a la persona de cualquier creencia limitadora y le revela, como usted dice,
que los milagros son posibles con sólo tener la voluntad de actuar.

Los milagros... ¿crees que los milagros sólo pasaban en la época de la Biblia? ¿Tienes
idea de lo que estamos haciendo ahora con la gente? ¿Por qué te parece que cada
vez hay más gente que llega a los cien años, más que nunca en la historia? Estamos
sacando a la gente mayor de sus sillas mecedoras, sacándolos de la cama,
haciéndolos comer sano, hacer ejercicio y creer en algo. Incluso a los 95 años, uno
puede doblar su fuerza y su resistencia en seis a ocho semanas; ¡a los 95! ¡Es la pura
verdad! Entonces si uno puede doblar su fuerza y su resistencia, ¿no sentiría que es
un milagro? Si uno está gordo y baja cincuenta o sesenta centímetros de la cintura y
siente tanta energía como cuando era chico, ése es un milagro. Pero el asunto es que
uno hace que ocurran los milagros.
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¿Alguna vez oyó decir que en la realización espiritual hay una identificación del
“Yo soy”?

Sí, lo oí.

Bueno, algunos de los grandes maestros espirituales que vivieron esa realización
dicen que en la identificación de ese “Yo soy”, la persona experimenta el puro ser;
puro ser en cuanto a que no hay hacer, sólo hay ser. Se dan cuenta de que no están
separados de todo lo que existe.

¡Yo siento eso todo el tiempo! Como te dije antes, ¡agradezco a Dios —o a lo que sea
— el estar aquí! Me gusta apreciar eso.

¿Ser?

¡Ser! Exactamente. Pero yo hice que eso pasara porque tomé el control de la
situación.

Algunos maestros espirituales se refieren a esta experiencia de ser, y al descansar en


ese ser, como “iluminación”. Y ellos creen que mientras que en el camino de la
automaestría debemos esforzarnos para alcanzar la transformación, en el camino
de la iluminación tenemos que luchar para llegar al fin de esa transformación. Esto
es algo de lo que habló Buda. Otros dicen que para alcanzar la plena realización
como seres humanos debemos luchar sin pausa para alcanzar la grandeza. La
pregunta es: ¿Quién tiene la razón en esto?

Todo eso son sólo palabras. Cosas de los religiosos. ¿Por qué crees que hay tantos
religiosos enfermos? Porque no usan lo que tienen, no lo hacen trabajar. Quieren
recibir algo sin dar nada a cambio. Como la mayoría de la gente de hoy: come de
más, toma de más, fuma y no hace ejercicio y después quiere ir al médico y que éste
le diga: “Tome una poción mágica, señor, para sentirse mejor y verse mejor”. Todos
querrían eso. Pero, como decía, hay un precio que pagar. La vida es dura, y la
mayoría de la gente, especialmente los religiosos, pierden demasiado tiempo en su
espiritualidad, esperando que lo espiritual haga algo por ellos. ¡No son así las cosas!
Se olvidaron por completo de la honestidad y la integridad y de ir a la esencia.

Lo que usted dice es que para ser auténticamente espiritual, uno tiene que actuar
-tiene que hacer algo- y estar dispuesto a dar todo.

¡Todo! Absolutamente; sin ninguna duda. No existen los almuerzos gratis. Todo el
plan gira en torno a que uno tiene la voluntad de hacer las cosas, pero hay que
asumir la responsabilidad. Soy un ser humano normal. Pero la razón de que sea
normal es que trabajé para eso. Hay un costado mental en todo y no lo podemos
separar de lo físico. Mucha gente se queda con otros aspectos. Pero yo entreno siete
días por semana y ésa es mi penitencia, ése es el precio que pago para mantener la
cabeza donde debe estar y no escapando por cualquier lado. Es una cuestión
psicológica. De esta manera uno se está castigando, se está disciplinando a sí mismo;
todo se reduce a la disciplina. Con mi personalidad, podría dedicarme a otras
actividades: salir con un mujer distinta todas las noches, emborracharme, comer
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cualquier cosa y hacer cosas que... tienes adentro, todos las tenemos adentro. ¡Pero
por eso es que tenemos que ejercer el control! Así que una vez que entrené por la
mañana, ya cumplí con mi obligación, pagué mi precio por tener lo que tengo. Nada
pasa por casualidad; siempre hay una razón detrás de todo.

Actos de gracia

¿Qué opina de la gracia?

¿Qué opino de qué?

La gracia, lo que desciende del espíritu. Se llama “gracia” a cuando sin razón
aparente el espíritu visita a alguien. Se dice entonces que hubo “un acto de gracia”.

Eso es algo de lo que no puedo hablar, porque nunca me pasó. Todo lo que me pasó
en la vida es por algo que yo hice que pasara. Nada bajó de las nubes. Pero la mente
nos puede jugar algunos trucos. Si uno piensa que algo va a pasar, no tiene que
olvidarse de la mente; ella controla todo: uno tiene la facultad de enfermarse o
sanarse a sí mismo. Hay tanto que no sabemos, y no creo que este Ser Supremo del
que hablábamos quiera que sepamos todo. Si supiéramos todo dejaríamos de ser
curiosos. Por eso, la gente que cree saber todo pierde la imaginación. Uno necesita
tener nuevos pensamientos, nuevos desafíos constantemente.

Para muchos miles de personas usted parece haber cumplido el rol de un gurú, que
los maestros espirituales cumplen en Oriente, y creo que lo más impresionante de
todo es su voluntad de ser un ejemplo para los demás. ¿Es usted un gurú?

Nunca me pienso como un gurú, especialmente con el tipo de formación que tuve en
mi casa; mi madre siempre hablaba de ser humilde, de valorar lo que uno tiene y de
no “creérsela”. Así que siempre tuve un sentimiento de inferioridad y de no
pensarme como un gurú. Es más, nunca me pongo a pensar en lo que hice. Todo el
mundo me dice: “Usted hizo esto, usted hizo lo otro”, y yo les digo: “Sí, como el tipo que
hace un año tenía un millón de dólares y hoy está en la ruina. ¿Qué le quedó de todo eso?
Nunca miro para atrás; siempre pienso en el presente y en el futuro, en mi trabajo y
en cómo puedo ayudar a la gente. ¿Pero cómo podría ser un ejemplo, y cómo podría
creer la gente en Jack LaLanne si yo mismo no practicara lo que predico? Así que
aquí estoy, con ochenta y cuatro años y, créeme, mis conferencias son cada vez
mejores, llenos totales y ovaciones de pie. Es increíble cómo llego al público. Los
hago llorar, los hago reír, hay que estar en forma para sobrellevar algo así. ¡Todo eso
toma mucha energía! Y cuando ando por la calle, me tomo mi tiempo para hablar
con la gente, para aconsejarla y motivarla. Porque ésa es mi misión en este planeta,
ayudar a la gente. Y la gente necesita ayuda.

Hay algo que usted emana, una especie de pasión que veo muy parecida, si no
idéntica, a la pasión espiritual o religiosa.

Así es. Esto es una religión para mí. Un modo de vida. Una religión es un modo de
vida, ¿no? Esa pobre gente que está enferma y pensando en el suicidio, que cree que
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todo se arregla con un par de plegarias. Hay que llegar a esa gente y hacer que se dé
cuenta de que el cambio tiene que venir de ellos. Que Dios les va a dar el poder,
pero que ellos tienen que asumir la responsabilidad.

De sus dichos se puede percibir que usted está seguro de que lo que enseña y su
modo de vida es lo que Dios quiere. ¿Es así?

Tiene que ser así, porque Dios seguramente me está cuidando. Tiene que estar
sonriéndome: no tuve ataques al corazón, no tengo cáncer, no tengo nada. Obedezco
todas las reglas, las leyes de la naturaleza; como sano, pienso sano y hago ejercicio.
¿Qué otras cosas hay?

Es obvio que vivimos en un mundo en el que mucha gente no tiene integridad ni se


maneja con honestidad como usted las entiende, pero la manera en que habla de
esas virtudes casi suena como si también fueran leyes naturales que deben ser
obedecidas.

Es exactamente lo que siento. Cómo tratamos a las personas y cómo actuamos es tan
importante, porque la persona más importante del mundo es uno. Piénsenlo. Mucha
gente se queja: “Mi esposo esto, mis chicos lo otro...”. Pero, ¿hasta dónde ese esposo
puede ser bueno, o esos chicos pueden ser buenos, si uno no lo es, si uno está mal
mental o físicamente, si está enfermo todo el tiempo y no hace lo que debe hacer? Si
uno no es un ejemplo, no está motivando a nadie. De hecho, está haciendo sufrir a
los demás por no cuidar a la persona más importante del mundo. Entonces si uno
no puede dedicar media hora tres o cuatro veces por semana para cuidar a la pieza
más invaluable que hay en este planeta, que es su cuerpo, es porque está mal de la
cabeza.

Mucha gente me dice: “No tengo tiempo”, o “No me gusta el ejercicio, Jack”. Pero yo
entro al gimnasio a las cinco de la mañana y entreno dos horas. Dejar una cama
calentita y una esposa calentita para meterse en un gimnasio frío; eso es dedicación.
Y jamás oí que golpearan el vidrio del gimnasio y dijeran: “Jack, soy yo, Jesús. Hoy
voy a entrenar por ti”. Ese es el mensaje que tenemos que darle a la gente: que
“estamos hechos de una manera cuidada y maravillosa”, y lo estropeamos. Si uno
está cansado y derrotado todo el tiempo, ¿va a tener amor y compasión para darle al
compañero? ¡Ni siquiera se quiere a sí mismo!

Es lo único por lo que me pongo de verdad triste. Veo un mar en donde se ahogan
millones de personas con sus pensamientos negativos, y se hunden por tercera vez
en ese mar de iniquidad y negatividad, y siento que yo tengo el salvavidas, y lo
único que puedo decir es: “Agárrense”.

Sin embargo, conocí a personas que comían sano y hacían ejercicio pero no
transmitían la dicha y la confianza que emanan de usted.

Porque no creían que hay algo que pone todas las piezas en su lugar. No se dan
cuenta de que existe un Ser Supremo; algo que está en nosotros y alrededor de
nosotros y que va a lograr todas las cosas. Pero es algo en lo que tenemos que creer.
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¿Está diciendo ahora que eso es lo más importante, el conocimiento y la confianza


en la presencia y la acción del Ser Supremo?

Seguro que es así; ¿quién te pensás que nos puso aquí si no? Pero no podemos andar
todo el tiempo pensando en eso, tenemos que hacernos cargo de nosotros, de
nuestras acciones.

Entonces en términos de la distinción entre automaestría e iluminación, ¿opina que


son lo mismo o no?

Están entrelazadas. No se puede separar automaestría de espiritualidad. Sin


espiritualidad no se puede alcanzar la automaestría, porque la automaestría es la
capacidad de controlar las emociones y la propia vida, y sin ese Ser Supremo —Dios
o como lo quieran llamar—, sin ese poder, no se la podría alcanzar. Yo uso el poder
que ese Ser me dio para controlar a Jack LaLanne; si no, sería un animal. Los
humanos somos los elegidos de este planeta. Estamos un escalón arriba. Es
sorprendente lo que tenemos; sólo rascamos la superficie de eso que tenemos, pero,
¿dónde está el límite? No hay límite. De cualquier manera, si nos ponemos a pensar,
ese poder puede ser usado en forma negativa, para causar guerras y otras cosas
terribles. Entonces, ¿es un poder para el bien o para el mal? Todo se reduce a las
elecciones que hagamos.

El autocontrol, entonces, es la clave de la liberación, de la libertad.

Así es. Como decía, es una totalidad, un círculo perfecto; sin uno no se puede tener
el otro.

Si usted enfermara, ¿su espíritu invencible y su positivismo podrían verse


amenazados de alguna manera?

No, para nada. ¡Haría más cosas! Me diría: “Jack, violaste alguna ley natural”. Me haría
cargo. Es culpa mía que pasara. Dios no es responsable, el diablo tampoco, tú
menos; ¡fue por mí! Yo hice algo mal.

¿Hay algo que todavía le falta conseguir?

¡Siento como si no hubiera hecho nada aún! De veras. Tengo tantas cosas dentro de
mí que nadie me creería si lo contara. Quiero llegar a más gente. Es más, estoy
pensando en volver a la televisión. ¿Sabés la fuerza que tendría lo mío en televisión
en este momento, a mi edad? ¿Con todas las cosas que puedo hacer ahora?

Publicado en What Is Enlightenment?


La traducción es de Gastón Rodríguez.

Frases
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“Nunca miro para atrás; siempre pienso en el presente y en el futuro, en mi trabajo y


en cómo puedo ayudar a la gente. ”

“Mucha gente me dice: ‘No tengo tiempo’, o ‘No me gusta el ejercicio, Jack’. Pero yo
entro al gimnasio a las cinco de la mañana y entreno dos horas. Dejar una cama
calentita y una esposa calentita para meterse en un gimnasio frío; eso es dedicación.
Y jamás oí que golpearan el vidrio del gimnasio y dijeran: ‘Jack, soy yo, Jesús. Hoy voy
a entrenar por ti’.”

Recuadro I

Oración, meditación y psicoanálisis

En su libro, usted habla del papel que juegan la plegaria y la meditación, ¿podría
comentar algo sobre eso?

Bueno, le doy gracias al Ser Supremo que nos puso en la tierra y que lo controla
todo.

¿Entonces quiere decir que la plegaria y la meditación son una expresión de


gratitud?

Sí, sin duda; y deberíamos estar agradecidos. Expreso mi gratitud todo el día, sin
pensarlo. Cuando estoy conduciendo, digo: “Mira, tenés un Corvette nuevo, Jack, y
mucha suerte de vivir en este país maravilloso, también las conferencias, vas a llegar a miles
de personas, y pensá en la esposa bárbara que tenés”; tenga esos pensamientos en la
mente. Es decir, trato de que las cosas negativas no ingresen a ella, porque lo negativo
es como un veneno; genera un estado de acidez en el cuerpo. Muchos de los que van
al psiquiatra están atrapados en esa red negativa.

Es difícil, pero hay que trabajar en vivir. La mayoría de la gente trabaja en morir,
pero cualquier puede morir; lo más fácil en esta vida es morir. En cambio vivir
requiere agallas, energía, vitalidad; requiere pensar y tener orgullo y disciplina.
Recibimos tanta influencia negativa que nos abate de todos lados. Pensar en las
guerras del mundo y en la gente que se muere de hambre y en temas por el estilo se
nos mete en la mente, y necesitamos ser fuertes para superar esas adversidades. Ese
es el motivo por el que hay que seguir; por eso yo nunca me detengo. La negatividad
es lo que nos mata. ¡Los pensamientos son cosas, son nada más que cosas!

Usted dijo que algunas personas que van al psiquiatra están atrapadas en una “red
de negatividad”. ¿Quiere decir que adentrarnos en los problemas, tratar de
resolverlos, es una pérdida de tiempo?

Si uno tiene un problema, es posible que necesite trabajar en él, pero lo que se debe
hacer es vencerlo. Uno puede controlar la mayoría de sus problemas, y muchos son
autoinfligidos; por ejemplo, la gente que se queja de las cosas que no tiene en vez de
tratar de conseguirlas. Como siempre digo, hay que trabajar en la vida. Es doloroso,
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pero hay que hacerlo, y para resolver esos problemas muchas veces basta con
cambiar unos pocos hábitos malos por unos pocos buenos.

Recuadro

“Todo es posible”

Crecer después de los 70—María Fux

María Fux, creadora de la danzaterapia, con 78 años, a pesar de alguna que otra
fractura, baila, dicta clases, escribe libros, hace coreografías y realiza actualmente el
espectáculo llamado Después de mis 70, comienzo.

Para llegar a mayor y seguir activo, lo primero es el pensamiento, segundo la


alimentación, tercero el movimiento. Se pueden cambiar los órdenes de estos
ingredientes, pero lo fundamental es tener un sentido de la vida, algo para hacer y
sentirse útil. Yo sabía que quería danzar a los siete años, a los quince, a los cuarenta,
a los sesenta... y también a los setenta y ocho. Espero poder seguir haciéndolo para
ayudar a otros a crecer.

No me gusta mucho la palabra “viejo”. Encontré viejos de cuarenta que no tienen


sentido en la vida. No es que me sienta una joven de veinte. Siento los años. Veo mi
rostro, que no es el mismo, mi piel ha cambiado, mi cuerpo también. Pero todavía
puedo moverme y expresarme, aunque tuve caídas. Envejecer es parte de la vida.
Cuando uno nace ya sabe que va a morir. Hay que aceptarlo y creer en el amor, que
también es parte fundamental de nuestra vida.

¿Cuál es la ventaja de ser mayor? Saber dar y saber que se sigue creciendo, que
nunca se termina de crecer, que lo que uno hace se transforma. Con los años uno
gana, porque aprende de lo que no hizo y de transformar lo que hace. Hoy soy una
mujer madura que sigue creciendo, dando y, sobre todo, que ama muchísimo lo que
hace: la danza.

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