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Este arte del psicoanálisis: soñar sueños inimaginables y gritos interrumpidos

Thomas H. Ogden

Es el arte del psicoanálisis en ciernes, un proceso que se está inventando a medida que avanza, que
es el tema de este trabajo. El autor articula sucintamente cómo concibe el psicoanálisis y ofrece una
ilustración clínica detallada. Sugiere que cada analizando inconscientemente (y ambivalentemente)
busca ayuda para soñar sus "terrores nocturnos" (sus sueños inmanejables e inimaginables) y sus
"pesadillas" (sus sueños que se interrumpen cuando el dolor de la experiencia emocional que se
está soñando excede su capacidad para soñar). Los sueños irremediables se entienden como
manifestaciones de aspectos psicóticos y psíquicamente excluidos de la personalidad; los sueños
interrumpidos se consideran reflejos de partes neuróticas y otras partes no psicóticas de la
personalidad. La tarea del analista es generar condiciones que le permitan al analizando -con la
participación del analista- soñar los sueños inmanejables e interrumpidos del paciente. Una parte
significativa de la participación del analista en el sueño del paciente toma la forma de la experiencia
de ensueño del analista. En el curso de este trabajo conjunto de soñar en el escenario analítico, el
analista puede llegar a conocer al analizando lo suficientemente bien como para que el analista
pueda decir algo que sea verdadero a lo que está ocurriendo en un nivel inconsciente en la relación
analítica. El uso del lenguaje por parte del analista contribuye significativamente a la posibilidad de
que el paciente pueda hacer uso de lo que el analista ha dicho para soñar con su propia experiencia,
soñándose a sí mismo más plenamente en la existencia.

I
El psicoanálisis es una experiencia emocional vivida. Como tal, no puede ser traducido, transcrito,
grabado, explicado, entendido o contado en palabras. Es lo que es. Sin embargo, creo que es posible
decir algo acerca de esa experiencia vivida que es útil para pensar sobre aspectos de lo que sucede
entre los analistas y sus pacientes cuando están involucrados en el trabajo del psicoanálisis.

En mi opinión, lo que a menudo ocurre en el acto de escribir, me resulta útil limitarme al principio
a utilizar el menor número posible de palabras para captar las esencias del significado. Según mi
experiencia, en la escritura psicoanalítica, como en la poesía, una concentración de palabras y
significado se basa en el poder del lenguaje para sugerir lo que no puede decir. En este trabajo,
comienzo ofreciendo un enunciado altamente condensado -el proceso analítico, tal como lo
concibo- y luego paso a analizar más ampliamente ese conjunto de ideas densamente enunciadas.
Como cada elemento de mi concepción del psicoanálisis es inseparable de los demás, hay muchos
casos en este documento en los que doblo de nuevo o salto por delante de la afirmación secuencial
inicial. (Quizás esto refleja algo de la naturaleza del movimiento de la experiencia analítica misma).
Concluyo presentando un relato detallado de una experiencia en la que el paciente y yo pudimos
pensar, hablar y soñar (anteriormente) soñar despierto e interrumpido. Sueños.

II
Una persona consulta a un psicoanalista porque tiene un dolor emocional que, sin él saberlo, es
incapaz de soñar (es decir, no puede hacer un trabajo psicológico inconsciente) o está tan perturbado
por lo que está soñando que su sueño se ve interrumpido. En la medida en que es incapaz de soñar
su experiencia emocional, el individuo no puede cambiar, o crecer, o convertirse en otra cosa que no
sea quien ha sido. El paciente y el analista participan en un experimento dentro de los términos de
la situación psicoanalítica que está diseñado para generar condiciones en las que el analizando (con
la participación del analista) puede llegar a ser más capaz de soñar sus sueños no soñados e
interrumpidos. Los sueños soñados por el paciente y el analista son al mismo tiempo sus propios
sueños (y ensueños) y los de un tercer sujeto que es ambos y ni paciente ni analista.

Al participar en soñar los sueños no soñados e interrumpidos del paciente, el analista llega a conocer
al paciente de una manera y en una profundidad que le permite decirle algo al paciente que sea fiel
a la experiencia emocional consciente e inconsciente que está ocurriendo en la relación analítica en
un momento dado. Lo que el analista dice debe ser utilizable por el paciente para fines de trabajo
psicológico consciente e inconsciente, es decir, para soñar su propia experiencia, soñándose a sí
mismo más plenamente en la existencia.1

III
Antes de intentar 'descomprimir' el enunciado anterior, se necesitan dos conjuntos de comentarios
introductorios: el primero aborda el contexto teórico para la discusión que sigue; el segundo aborda
un par de metáforas para los estados psíquicos en los que los pacientes llegan al análisis y con los
que luchan durante el análisis.

Una parte esencial de los antecedentes teóricos para la forma en que conceptualizo la práctica del
psicoanálisis proviene de (mi interpretación de) la teoría de Bion sobre el sueño y de no poder soñar.
He discutido previamente este aspecto del trabajo de Bion (Ogden, 2003a) y resumirá muy
brevemente los aspectos relevantes de esa discusión aquí.

-------------
1
Cualquier esfuerzo para describir el psicoanálisis se basa necesariamente en la experiencia del lector en el
psicoanálisis. Uno podría escribir volúmenes sobre el tema de los perros, pero, a menos que el lector haya
experimentado un perro vivo, no sabrá qué es un perro. Un perro es un perro; el psicoanálisis es psicoanálisis;
"El mundo, desafortunadamente, es real [inquebrantablemente en sí mismo]; Yo, desafortunadamente, soy
Borges (Borges, 1946, p.234).

Bion introdujo el término "función alfa" para referirse al conjunto aún desconocido de funciones
mentales que juntas transforman las "impresiones de los sentidos relacionadas con la experiencia
emocional" (1962, p.17), que él llama "elementos beta", en 'elementos alfa'. Los elementos beta-
impresiones sensoriales no procesadas-no se pueden enlazar entre sí y, en consecuencia, no se
pueden utilizar para pensar, soñar o almacenar como memoria. Por el contrario, los elementos alfa
son elementos de la experiencia que pueden vincularse entre sí en el proceso de pensamiento
consciente e inconsciente y de soñar (ambos mientras estamos despiertos y dormidos). Para Bion,

El fracaso de la función alfa significa que el paciente no puede soñar y, por lo tanto, no puede dormir.
[En la medida en que] la función alfa hace que las impresiones sensoriales de la experiencia
emocional estén disponibles para el pensamiento consciente y el pensamiento de los sueños, el
paciente que no puede soñar no puede dormirse y no puede despertar. De ahí, la condición peculiar
vista clínicamente cuando el paciente psicótico se comporta como si estuviera precisamente en este
estado (1962, pp. 6-7).
Hay una serie de pensamientos aquí que son esenciales para la concepción del psicoanálisis que
estoy presentando. Soñar es un proceso continuo que ocurre tanto en el sueño como en la vida
consciente. Si una persona es incapaz de transformar las impresiones de los sentidos crudos en
elementos inconscientes de la experiencia que pueden vincularse, no puede generar pensamientos
oníricos inconscientes y, en consecuencia, no puede soñar (ni en el sueño ni en la vida consciente).
La experiencia de las impresiones de los sentidos en bruto (elementos beta) en el sueño no es
diferente de la experiencia de los elementos beta en la vida de vigilia. Por lo tanto, el individuo "no
puede dormirse y no puede despertarse" (Bion, 1962, p.7), es decir, no puede diferenciar entre estar
dormido y estar despierto, percibiendo y alucinando, la realidad externa y la realidad interna.

Por el contrario, no todos los eventos psíquicos que ocurren durante el sueño (incluso los eventos
visuales imaginarios) justifican el nombre de sueño. Los eventos psicológicos ocurridos en el sueño
que se asemejan a soñar, pero que no son sueños, incluyen "sueños" para los cuales ni el paciente
ni el analista pueden generar asociaciones, las alucinaciones en el sueño, los sueños consistentes en
un único estado sin imagen, los sueños inmutables de pacientes traumáticos y (como se discutirá)
terrores nocturnos. Estos "sueños" que no son sueños no implican un trabajo psicológico
inconsciente, nada del trabajo de soñar.

IV
El segundo de los dos conjuntos de comentarios que se requieren antes de considerar mi concepción
del psicoanálisis se refiere al fenómeno de las pesadillas y los terrores nocturnos. Encuentro que
estas dos perturbaciones del sueño sirven como ejemplos y como metáforas de dos categorías muy
amplias de funcionamiento psicológico. Tomados en conjunto, los terrores nocturnos y las
pesadillas, como yo los entiendo, son emblemáticos de las cosas en las que se basa toda la gama de
la psicopatología humana.

Las pesadillas son "malos sueños"; los terrores nocturnos son "sueños" que no son sueños. Los
terrores nocturnos difieren de las pesadillas no solo en términos de fenomenología y función
psicológica, sino también en términos de su neurofisiología y la actividad de ondas cerebrales
asociada con ellos.2

El niño3 que tiene un terror nocturno "despierta" con gran temor, pero no reconoce al padre que
ha despertado con sus llantos y ha venido a consolarlo. El niño finalmente se calma y sin miedo
discernible 'vuelve a dormir'. Al "despertar" a la mañana siguiente, el niño tiene poco o ningún
recuerdo del terror nocturno o de haber sido consolado por su padre. En el raro caso de que un niño
sea capaz de recordar algo del terror nocturno, se trata de una sola imagen, como ser perseguido o
"algo sentado sobre mí" (Hartmann, 1984, p.18). El niño no muestra ningún temor al ir a dormir la
noche siguiente. Aparentemente no hay memoria consciente o inconsciente de la experiencia.
Tanto desde un punto de vista psicoanalítico como desde el punto de vista de la actividad de las
ondas cerebrales, la persona que tiene un terror nocturno no se despierta de la experiencia ni vuelve
a dormirse después de haber sido calmado (Daws, 1989). Una persona que tiene terrores nocturnos
no puede verlos desde la perspectiva de la vida de vigilia. En términos de Bion, los terrores nocturnos
están constituidos por impresiones de los sentidos brutos relacionadas con la experiencia emocional
(elementos beta) que no pueden vincularse en el proceso de soñar, pensar o almacenar como
memoria. El niño que tiene terrores nocturnos solo puede despertarse genuinamente cuando es
capaz de soñar su sueño inimaginable.

2 A diferencia de las pesadillas, que ocurren en el sueño REM (el estado de sueño en el que se produce la mayoría de los

sueños), los terrores nocturnos ocurren en el sueño profundo y lento (Hartmann, 1984). Aunque menciono en este trabajo
los datos neurofisiológicos asociados con los terrores nocturnos y las pesadillas (actividad de la onda cerebral registrada
en los estudios del sueño), estos datos tienen un valor puramente metafórico. El hecho de que la actividad de la onda
cerebral asociada con los terrores nocturnos y la actividad de las ondas cerebrales asociadas con las pesadillas sea
diferente no respalda la idea de que la concepción psicoanalítica de los terrores nocturnos y las pesadillas difiere de forma
análoga. Los hallazgos neurofisiológicos de los investigadores del sueño no ofrecen nada más (y nada menos) que
intrigantes paralelismos entre la actividad del cerebro y la experiencia de la mente, y metáforas potencialmente valiosas
para usar en el pensamiento psicoanalítico sobre los sueños, no poder soñar e interrumpir los sueños.

En contraste, una pesadilla es un sueño real (que ocurre en el sueño REM) que "despierta a la
persona con un sentimiento de miedo" (Hartmann, 1984, p.10, cursivas mías). Al despertar, el
soñador puede inmediatamente, o dentro de un período relativamente corto, diferenciar entre
estar despierto y estar dormido, percibiendo y soñando, realidad interna y realidad externa. En
consecuencia, el individuo a menudo puede recordar el contenido manifiesto de la pesadilla al
despertar y puede pensar y hablar sobre ello. El niño que ha sido despertado por una pesadilla
puede reconocer a la persona que lo está consolando y, debido a que puede recordar haber tenido
una pesadilla, tiene miedo de volver a dormir esa noche, y comúnmente durante semanas o meses
después.

En resumen, una pesadilla es bastante diferente de un terror nocturno. El primero es un sueño en


el que el dolor emocional del individuo está sujeto (en un grado significativo) al trabajo psicológico
inconsciente que genera un crecimiento psicológico. Sin embargo, ese sueño se interrumpe en un
punto donde la capacidad del individuo para generar pensamientos oníricos y soñarlos se ve
abrumado por los efectos perturbadores de la experiencia emocional que se está soñando. Un terror
nocturno no es un sueño; no se generan pensamientos oníricos; no se realiza trabajo psicológico;
nada cambia como consecuencia del evento psíquico.
3 Mientras que los adultos y los niños experimentan terrores nocturnos y pesadillas, estos fenómenos son más frecuentes
en los niños; por el bien de la claridad de la exposición, hablaré de estos fenómenos en términos de la experiencia de un
niño.

V
Con la concepción de Bion de soñar como contexto teórico y los fenómenos de pesadillas y terrores
nocturnos como metáforas de dos amplias categorías de funcionamiento psicológico, ahora es
posible comenzar sistemáticamente a examinar los elementos de la afirmación compacta que hice
anteriormente sobre mi concepción del psicoanálisis.

Comenzar por el principio: una persona consulta a un psicoanalista porque tiene dolor emocional
que, sin él saberlo, es incapaz de soñar (es decir, no puede hacer un trabajo psicológico inconsciente)
o está tan perturbado por lo que está soñando que su soñar está interrumpido. En la medida en que
es incapaz de soñar su experiencia emocional, el individuo no puede cambiar, o crecer, o convertirse
en otra cosa que no sea quien ha sido.
Se puede pensar que algunos pacientes que consultan a un analista sufren terrores nocturnos
(metafóricos). Sin darse cuenta, buscan ayuda para soñar su experiencia inimaginable e
inimaginable. Los sueños inimaginables de tales pacientes persisten sin cambios como bolsas
separadas (o amplios sectores) de la psicosis (Bion, 1962) o como aspectos de la personalidad en los
que la experiencia se excluye de la elaboración psicológica. Entre los trastornos caracterizados por
tal ejecución hipotecaria se encuentran los trastornos psicosomáticos y las perversiones graves (de
M'Uzan, 1984); encapsulación autista en la sensación corporal (Tustin, 1981); Estados "no
afectados" (McDougall, 1984) en los que los pacientes no pueden "leer" sus emociones y
sensaciones corporales; y el estado esquizofrénico de "no-experiencia" (Ogden, 1980) donde el
paciente esquizofrénico crónico ataca su propia capacidad de atribuir significado a la experiencia,
haciendo que las experiencias emocionales sean intercambiables entre sí. En los trastornos que
implican ejecución hipotecaria, el pensamiento del paciente es, en gran medida, de tipo operativo
(de M'Uzan, 1984).

Puede pensarse en otros pacientes que consultan a un analista como personas que sufren pesadillas
(metafóricas), es decir, que sueñan tanto que interrumpen el trabajo psicológico que conlleva soñar
mientras duermen y en sueños inconscientes. La frase de Frost (1928) "grito interrumpido" de su
poema "Familiarizado con la noche" parece particularmente apropiada para describir una pesadilla.4
El paciente que se despierta de una pesadilla ha alcanzado los límites de su capacidad para soñar
por su cuenta. Necesita la mente de otra persona, "alguien familiarizado con la noche", para
ayudarlo a soñar el aspecto de su pesadilla que aún no se ha soñado. (Un "sueño aún no soñado" es
un fenómeno neurótico u otro tipo de fenómeno no psicótico, un sueño indestructible es un
fenómeno psicótico o uno asociado a ejecución hipotecaria). Los síntomas neuróticos manifestados
por pacientes con sueños interrumpidos representan sustituciones estáticas por la experiencia
emocional que el paciente no puede soñar.
4 Frost escribe: "Me quedé quieto y detuve el sonido de los pies / Cuando estaba muy lejos, un grito interrumpido / Llegué

a las casas desde otra calle" (1928, p.234). (Ver Ogden, 1999a, para una discusión de este poema).

El analista al que cualquiera de estas amplias categorías de personas pide ayuda para soñar sus
terrores nocturnos y pesadillas metafóricas debe poseer la capacidad de ensoñación, es decir, la
capacidad de mantener durante largos períodos de tiempo un estado psicológico de receptividad al
sueño del paciente. e interrumpió los sueños tal como se viven en la transferencia-
contratransferencia. Las fantasías del analista son fundamentales para el proceso analítico, ya que
constituyen una vía crítica a través de la cual el analista participa soñando los sueños que el paciente
no puede soñar por su cuenta.5

VI
El paciente y el analista participan en un experimento dentro de los términos de la situación
psicoanalítica que está diseñado para generar condiciones en las que el analizando (con la
participación del analista) puede llegar a ser más capaz de soñar sus sueños no soñados e
interrumpidos. Los sueños soñados por el paciente y el analista son al mismo tiempo sus propios
sueños (y ensueños) y los de un tercer sujeto que es ambos y ni paciente ni analista.

El experimento que es el psicoanálisis se basa en una paradoja: el psicoanálisis es un conjunto


evolutivo de ideas y principios de la técnica, más un conjunto de palos que un todo sin costuras, que
se han desarrollado a lo largo del siglo pasado; y, sin embargo, al mismo tiempo, es responsabilidad
del analista reinventar el psicoanálisis para cada paciente y continuar reinventándolo en el
transcurso del análisis. Cualquier madre o padre que haya tenido más de un hijo ha aprendido (con
una combinación de conmoción y deleite) que cada nuevo bebé parece ser solo un pariente lejano
de su (s) hermano (s) mayor (es). Una madre y un padre deben reinventar qué es ser madre y padre
con cada niño y deben continuar haciéndolo en cada fase de la vida del niño y la familia. Del mismo
modo, el analista debe aprender de nuevo cómo ser un analista con cada paciente en cada sesión.

Si bien considero el psicoanálisis como un experimento, no estoy sugiriendo que el paciente y el


analista sean libres de hacer lo que quieran; más bien, son libres de hacer el trabajo psicoanalítico
de una manera que refleje quiénes son individualmente y en conjunto como analistas y analizados.
Es decir, no están inventando una relación de amor o una amistad o una experiencia religiosa; están
inventando una relación analítica que tiene sus propios objetivos psicoterapéuticos, definiciones de
roles, responsabilidades, sistema de valores, etc.
5 Incluyo en la noción de ensoñación todos los meandros del psiquismo del analista, incluidos los pensamientos y

sentimientos más cotidianos y discretos, las reflexiones y los sueños diurnos, las sensaciones corporales, etc., que por lo
general parecen completamente ajenos a lo que el paciente está diciendo y haciendo en ese momento. Las ensoñaciones
no son el producto del psiquismo del analista solo, sino del inconsciente combinado de paciente y analista (Ogden, 1994a,
1994b, 1996, 1997, 1998, 1999b, 2001). Como se mostrará en la parte clínica de este trabajo, las fantasías del analista
proporcionan una forma de acceso indirecto a la vida inconsciente de la relación analítica.

Aunque no podemos predecir la naturaleza de la experiencia emocional que se generará en el


trabajo con una persona que nos consulta, nuestra meta como analistas es casi la misma con cada
paciente: la creación de condiciones en las que el analizando (con el analista participación) puede
ser más capaz de soñar sus sueños no soñados e interrumpidos. Si bien puede parecer que el analista
es utilizado al principio por el paciente para soñar los sueños no soñados del paciente "por poder",
los sueños del analista (sus ensoñaciones en la situación analítica) no son desde el principio ni
propios ni del paciente, pero los sueños de un tercer sujeto inconsciente que es ambos y ni paciente
ni analista (Ogden, 2003b).

La situación analítica, tal como la concibo, está compuesta por tres sujetos en conversación
inconsciente entre sí: el paciente y el analista como sujetos separados y el intersubjetivo "tercero
analítico" (ver Ogden, 1994a, 1999b, para discusiones teóricas y clínicas de el concepto del tercero
analítico). El "tercer analítico" intersubjetivo inconsciente está en proceso de surgimiento para
siempre en el campo de fuerza emocional generado por la interacción del inconsciente del paciente
y el analista. El tercer "sujeto de análisis" es un tema en conjunto, pero construido asimétricamente
por el par analítico. Cuando el proceso analítico es "una empresa en marcha" (Winnicott, 1964,
p.27), ni el analista ni el analizando pueden pretender ser el único autor de sus "propios" sueños /
ensoñaciones.

La tarea del analista como sujeto separado (a lo largo del tiempo) es tomar conciencia y simbolizar
verbalmente por sí mismo sus experiencias en y del tercero analítico. El analista eventualmente
puede hablarle al paciente de esa experiencia acerca de sus pensamientos sobre lo que está
ocurriendo en un nivel inconsciente entre él y el paciente. Al hacerlo, el analista intenta involucrar
al paciente en una forma de pensamiento consciente que puede funcionar en concierto y puede
facilitar el trabajo inconsciente del paciente al soñar. Cuando, durante períodos de tiempo, la
experiencia emocional en el campo intersubjetivo es de naturaleza subyugadora, la pareja analítica
puede ser incapaz de pensar sobre lo que ocurre inconscientemente entre ellos o hacer un trabajo
psicológico con esa experiencia (véase Ogden, 1994b, en 'el tercero que subyuga').

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