Sie sind auf Seite 1von 41

See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.

net/publication/284869588

Integración en psicoterapia 2015: pasado, presente y futuro.

Working Paper · November 2015


DOI: 10.13140/RG.2.1.1351.3040

CITATIONS READS

4 3,152

5 authors, including:

Luis Botella Joana Maestra


Universitat Ramon Llull Fundacio Blanquerna
290 PUBLICATIONS   965 CITATIONS    5 PUBLICATIONS   5 CITATIONS   

SEE PROFILE SEE PROFILE

Guillem Feixas Sergi Corbella


University of Barcelona Fundacio Blanquerna
272 PUBLICATIONS   1,695 CITATIONS    75 PUBLICATIONS   565 CITATIONS   

SEE PROFILE SEE PROFILE

Some of the authors of this publication are also working on these related projects:

Research on couple treatment in intimate partner violence View project

Mindfulness View project

All content following this page was uploaded by Luis Botella on 29 November 2015.

The user has requested enhancement of the downloaded file.


Integración en Psicoterapia © 2015 Luis Botella, Guillem Feixas, Sergi Corbella,
Noviembre 2015 Joana Maestra y Berta Vall


Integración en Psicoterapia 2015:
Pasado, Presente y Futuro

Luis Botella1 Joana Maestra1 Guillem Feixas2 Sergi Corbella1 Berta Vall1

1Facultat de Psicologia, Ciències de l'Educació i l'Esport Blanquerna. Universitat Ramon Llull.
2Facultat de Psicologia. Universitat de Barcelona.


Este trabajo se centra en una revisión del estado de la cuestión en integración en psicote-
rapia en el momento en que se elabora: 2015. Se revisan los factores influyentes en la for-
mación del movimiento integrador: la proliferación de enfoques psicoterapéuticos, la
inadecuación de una forma única de psicoterapia para todos los casos, la ausencia de efica-
cia diferencial entre las psicoterapias, el reconocimiento de la existencia de factores comu-
nes a las distintas psicoterapias, el énfasis en las características del paciente y de la relación
terapéutica como principales ingredientes del cambio y los factores socio-políticos y eco-
nómicos. Se revisan también las principales aproximaciones a la integración: el eclecticis-
mo técnico, la integración teórica, los factores comunes (y especialmente la alianza tera-
péutica y los procesos discursivos narrativos). Finalmente se revisan las conexiones entre
integración e investigación en psicoterapia.

Palabras clave: integración en psicoterapia, eclecticismo técnico, integración teórica, facto-
res comunes, alianza terapéutica, procesos discursivos narrativos.

La psicoterapia se ha desarrollado desde De hecho esta había sido la visión que se
sus inicios históricos articulada como una serie transmitía de nuestro ámbito hasta hace bien
de propuestas conceptuales que abarcan desde poco, y en algunos contexto aún lo es: cada en-
lo más filosófico y epistemológico (el núcleo foque es fundamentalmente diferente de los de-
metateórico de cada orientación) a lo más con- más (y como corolario frecuente aunque no
creto y aplicado (sus propuestas de estrategias siempre explícito) y en el que yo me posiciono es
y técnicas), pasando por las diferentes teorías mejor que todos los demás y de hecho el único
formales y teorías clínicas. verdadero—o científico, o eficaz, o con funda-
Así, por ejemplo y tal como se detalla en mento empírico, o profundo, o coherente...
la Tabla 1, la terapia de conducta se concibe al Sin embargo, y como abordaremos con
menos inicialmente como un sistema basado en detalle más adelante, esta visión fragmentada y
una metateoría positivista y empirista, una teo- competitiva de las orientaciones terapéuticas
ría formal (con el tiempo más bien tres) basada choca, al menos desde los años 80, con serias
en lo determinante de los procesos asociativos evidencias empíricas que la echan por tierra.
en cuanto a la configuración de la conducta, una Ante la acumulación de anomalías de la visión
teoría clínica (de nuevo, tres) basada en el “des- de las teorías de la psicoterapia como compar-
aprendizaje” y “reaprendizaje” de las conductas timentos estancos empieza a emerger desde ha-
objeto de la intervención y decenas de estrate- ce décadas un interés creciente por la explora-
gias y técnicas coherentes con su teoría formal ción de la integración en psicoterapia 1 , por
al menos en principio. En la Tabla 1 se incluye aproximarse a los modelos que uno no conoce
un resumen sintético de las otras cuatro apro- tanto y aprender de ellos como si realmente va-
ximaciones teóricas clásicas de la psicoterapia liesen la pena en lugar de ignorarlos, menos-
contemporánea: el psicoanálisis, las terapias preciarlos o considerarlos competidores.
cognitivas, las humanistas y las sistémicas.
Esta visión de las diferentes orientacio-
nes psicoterapéuticas, que sin duda resulta útil
para distinguir unas de otras y a la vez tener
una visión de conjunto, fomenta sin embargo
inadvertidamente una concepción fragmentada
de todas ellas. Al estar centrada en lo que las di-
ferencia más que en lo que las une, da la sensa-
ción de que son todas y cada una de ellas uni-
dades autocontenidas con poco o ningún con- 1 La integración en psicoterapia ha sido definida como un
esfuerzo por “(a) integrar diferentes modelos y técnicas y
tacto mutuo ni factor en común. (b) entender mejor y hacer avanzar la psicoterapia median-
te la consideración de las perspectivas de diferentes enfo-
ques” (Castonguay & Goldfried, 1994, p. 160).

1
2 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015


BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 3



En el panorama internacional, cada vez nión y, aunque parcialmente en lo cierto,
son más (y en algún caso mayoría) los terapeu- estaban todos equivocados.
tas que se definen como integradores o eclécti- Enfocada desde esta parábola, la explo-
cos—véase Caspar (2008) para una descripción ración de la integración en psicoterapia consis-
del panorama en Alemania y Suiza; Kazantzis y tiría en “quitarse la venda” e interesarse por el
Deane (1998) en referencia a Nueva Zelanda; elefante entero. Esta pretensión tiene mucho de
Muller (2008) para Argentina; Norcross, Kar- discutible desde una epistemología constructi-
piak y Santoro (2005) en los Estados Unidos y vista: por ejemplo, ¿cómo se puede percibir la
Yin, Huang y Fu (2009) en China. En España en realidad al margen de cualquier construcción
concreto, en una encuesta realizada entre psi- personal (de cualquier “venda”)?, ¿dónde está el
quiatras y psicólogos que trabajaban en el sec- elefante que “tocamos” cuando no se trata de una
tor público en un área de Madrid en 1990 un realidad física externa a nosotros sino de una
76% de ellos declaraba que fundamentaban su construcción social? Sin embargo, explorar las
práctica en más de una orientación teórica y el posibilidades, promesas y posibles limitaciones
93% aseguraba utilizar o prescribir técnicas ba- de la integración en psicoterapia es un objetivo
sadas en diferentes concepciones teóricas en válido y relevante en sí mismo al menos por una
función de indicaciones terapéuticas (Desviat et cosa: porque puede contribuir a desarrollar
al., 1990). Si bien el estudio se limitaba a profe- nuevas formas de ayuda que permitan a mu-
sionales de Madrid y de la asistencia pública y chos más pacientes beneficiarse de los recursos
tiene ya más de 25 años, no deja de reflejar la que las psicoterapias ponen a su disposición.
situación de la época y, a todas luces, la combi- Entre otros elementos, el mencionado en
nación de enfoques y técnicas ha venido a ser el párrafo anterior es sin duda uno de los que
desde entonces más la regla que la excepción. llevó históricamente al surgimiento del movi-
Una de las metáforas más utilizadas para miento integrador en psicoterapia. En las pági-
explicar tanto el interés por la exploración de la nas que siguen nos centraremos brevemente y
integración como la propia coexistencia de mo- sin pretensiones de hacer historia de la explo-
delos diferentes y en ocasiones opuestos es la ración de la integración en los antecedentes y fa-
conocida historia de los ciegos y el elefante. Se cilitadores del movimiento integrador en psicote-
trata de una parábola de origen hindú utilizada, rapia así como los factores influyentes en su
curiosamente, para demostrar la imposibilidad desarrollo, sus principales enfoques, el estado ac-
de acceder a la verdad absoluta. En el caso de la tual de la investigación sobre factores comunes y
exploración de la integración en psicoterapia su las limitaciones de la integración en psicoterapia.
intención es diferente, se suele usar para ilus-
trar las limitaciones de cada orientación en su Factores Influyentes en la Formación del
visión particular y la necesidad de trascender- Movimiento Integrador
las. La parábola dice más o menos así:
Seis sabios, inclinados al estudio, quisieron Los primeros ejemplos aislados de pro-
saber qué era un elefante. Como eran cie- puestas eclécticas y/o integradoras se dan ya
gos, decidieron hacerlo mediante el tacto. desde los años treinta y cuarenta; por ejemplo,
El primero en llegar junto al elefante, cho- la equivalencia de resultados a las que nos refe-
có contra su ancho y duro lomo y dijo: “Ya riremos más adelante con detalle y que ha reci-
veo, es como una pared”. El segundo, pal- bido el nombre de “Veredicto del Pájaro Dodo2“
pando el colmillo, gritó: “Esto es tan agu- fue anticipada (cincuenta años antes de poder
do, redondo y liso que el elefante es como ser demostrada) por Saul Rosenzweig en 1936.
una lanza”. El tercero tocó la trompa re- A su vez, una de las primeras aproximaciones a
torcida y gritó: “¡Dios me libre! El elefante los factores comunes, que también describire-
es como una serpiente”. El cuarto extendió mos con más detalle, fue formulada en 1946 por
su mano hasta la rodilla, palpó en torno y Alexander y French, que equipararon todas las
dijo: “Está claro, el elefante, es como un psicoterapias a la provisión de una experiencia
árbol»”. El quinto, que casualmente tocó emocional correctiva. De hecho, el propio
una oreja, exclamó: “Aún el más ciego de French (1933) ya había publicado un artículo
los hombres se daría cuenta de que el ele- sobre las similitudes entre el psicoanálisis y el
fante es como un abanico”. El sexto, quien trabajo experimental de Pavlov. También es
tocó la oscilante cola acotó: “El elefante es
muy parecido a una soga”. Y así, los sabios
discutían largo y tendido, cada uno excesi- 2 En referencia al personaje de Alicia en el País de las Mara-
vamente terco y violento en su propia opi- villas de Lewis Carroll que organiza una carrera absurda
con reglas imposibles y al acabar declara, como era de pre-
ver, que “todos han ganado y todos merecen premio”.


4 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

ampliamente conocido el trabajo de Dollard y dicadas a la difusión de la psicoterapia—con al-


Miller (1950) en el que intentan traducir al len- gunas propuestas de clasificación que llegan in-
guaje del conductismo algunos conceptos bási- cluso a mencionar más de 400.
cos del psicoanálisis. El hecho de contar en la actualidad con
Sin embargo, el movimiento integrador tal variedad de formas de tratamiento da una
propiamente dicho no toma forma hasta los idea de la gran capacidad generativa de la psico-
ochenta, y su emergencia se debe muy proba- terapia como área de conocimiento para crear
blemente a una combinación de los factores que construcciones diferenciadas, pero también de
comentamos a continuación y que ya fueron la incapacidad para integrarlas que ha derivado
identificados en el trabajo clásico de Norcross en el actual panorama de fragmentación. De he-
(1986). cho viendo la lista que aparece en la Tabla 2 no
es difícil entender la dificultad (y a la vez la ne-
Proliferación de enfoques psicoterapéuticos cesidad imperiosa) de encontrar formas de in-
tegrar propuestas tan diferentes. Encontramos
Establecer el número de psicoterapias entre las terapias de la lista algunas tan diver-
con las que contamos actualmente no es tarea sas entre sí que parece como si prácticamente
fácil. Los cálculos dependen de los criterios es- cualquier aspecto del funcionamiento humano
tablecidos para distinguirlas y van desde las pudiese ser considerado un ingrediente activo
cinco clásicas ya sintetizadas en la Tabla 1 a las de alguna terapia, desde bailar hasta pensar con
150 que presentamos en la Tabla 2 y que apare- más racionalidad.
cen mencionadas en diferentes páginas web de-

Tabla 2
150 tipos de psicoterapia*
1. Análisis Bioenergético
2. Análisis Conductual Aplicado
3. Análisis de Sueños
4. Análisis Transaccional
5. Arte Terapia
6. Biblioterapia
7. Biofeedback/Neurofeedback
8. BodyTalk System
9. Brainspotting
10. Breathwork
11. Clean Language, Symbolic, Modeling and the Metaphor Therapy
12. Client-Directed Outcome-Informed Therapy
13. Comunicación No Violenta
14. Conductismo
15. Constelaciones Familiares
16. Constructivismo
17. Continuum Therapy
18. Control Mastery Theory
19. Core Energetics
20. Core Process Psychotherapy
21. Critical Incidence Stress Debriefing
22. Developmental Needs Meeting Strategy
23. Dramaterapia
24. Dreamwork
25. Ecoterapia/Terapia Natural
26. Enfoques Basados en Mindfulness
27. Entrenamiento Autógeno
28. Equinoterapia
29. Focalizing
30. Focusing
31. Hipnosis Profunda
32. Hipnoterapia
33. Human Givens
34. Imaginación Guiada Terapéutica
35. Imago Relationship Therapy
36. Integración del Ciclo Vital
37. InterPlay
38. Journal Therapy
39. Journey Therapy
40. Logoterapia
41. Manejo de la Ira
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 5


42. Medicina Complementaria y Alternativa
43. Método Feldenkrais
44. Método Gottman
45. Middendorf Breath Experience
46. Motivational Enhancement Therapy
47. Movimiento Auténtico
48. Musicoterapia
49. Neurobiología Interpersonal
50. Neurofeedback
51. Neuropsicología
52. Parent Work
53. Possibility Therapy
54. Programación Neurolingüística
55. Psicoanálisis/Psicoanálisis Moderno
56. Psicodrama
57. Psicología del Deporte/Fitness
58. Psicología Energética
59. Psicología Orientada al Proceso
60. Psicologia Positiva
61. Psicología/Psicoterapia Adleriana
62. Psicología/Psicoterapia Humanista
63. Psicosíntesis
64. Psicoterapia Contemplativa
65. Psicoterapia Corporal
66. Psicoterapia Cuerpo/Mente
67. Psicoterapia Diádica Evolutiva
68. Psicoterapia Existencial
69. Psicoterapia Experiencial Dinámica Acelerada
70. Psicoterapia Experiencial Hakomi
71. Psicoterapia Holística
72. Psicoterapia Integral
73. Psicoterapia Integrativa Corporal
74. Psicoterapia Intensiva Dinámica Breve
75. Psicoterapia Interpersonal
76. Psicoterapia Jungiana
77. Psicoterapia Positiva
78. Psicoterapia Relacional
79. Psicoterapia Sensoriomotora
80. Psicoterapia Somática
81. Psicoterapia Transpersonal
82. Psychomotor Therapy
83. Radiant Heart Therapy
84. Reichian Breathwork
85. Relaciones Objetales
86. Relational Recovery
87. Relationship Enhancement Therapy
88. Resolución de Memoria Holográfica
89. Respiración Holotrópica
90. Rubenfeld Synergy Method
91. Self Psychology
92. Self Relations
93. Self-Acceptance Training
94. Sistemas Familiares Internos
95. Somatic Experiencing
96. Soul-Centered Psychiatry
97. Técnica de Libertad Emocional
98. Teoría/Terapia de Sistemas
99. Terapia Asistida con Animales
100. Terapia Aversiva
101. Terapia Breve Centrada en Soluciones
102. Terapia Centrada en la Persona (Terapia Rogeriana)
103. Terapia Cognitiva Basada en Mindfulness
104. Terapia Cognitivo Conductual
105. Terapia Cognitivo Conductual Centrada en el Trauma
106. Terapia Colaborativa
107. Terapia Colaborativa de Pareja
108. Terapia de Aceptación y Compromiso
109. Terapia de Artes Expresivas
110. Terapia de Esquemas
111. Terapia de Estados del Ego


6 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

112. Terapia de Exposición


113. Terapia de Interacción Paterno-Filial (PCIT)
114. Terapia de la Caja de Arena
115. Terapia de la Coherencia/Terapia Breve Profunda
116. Terapia de la Poesía
117. Terapia de Pareja de Modelo Evolutivo
118. Terapia de Realidad
119. Terapia de Redecisión
120. Terapia de Regresión
121. Terapia de Reprocesamiento y Desensibilización del Movimiento del Ojo (EMDR)
122. Terapia de Resolución de Conflictos
123. Terapia de Transformación Emocional (ETT)
124. Terapia del Juego
125. Terapia Dialéctica Conductual
126. Terapia Familiar Sistémica
127. Terapia Feminista
128. Terapia Filial
129. Terapia Focalizada Emocionalmente
130. Terapia Focalizada en la Emoción
131. Terapia Gestalt
132. Terapia Narrativa
133. Terapia Narrativa Familiar Basada en el Apego
134. Terapia por la Danza/Movimiento
135. Terapia Profunda
136. Terapia Pragmático/Existencial Para Parejas
137. Terapia Psico-Física
138. Terapia Psicodinámica
139. Terapia Racional Emotiva Conductual (REBT)
140. Terapia Transformacional Sistémica de Satir
141. Theraplay
142. Thought Field Therapy
143. Time Line Therapy
144. Toque Curativo
145. Trauma Relief Unlimited (TRU)
146. Viaje Chamánico/PsicoChamanismo
147. Voice Dialogue
148. Voice Therapy
149. Wilderness Therapy
150. Yoga Terapia
*Nota: Se ha mantenido la nomenclatura original en inglés en algunas de las terapias de la
tabla dado que no han sido traducidas al español o lo han sido de diferentes formas, con
lo cual añadir una traducción propia aumentaría la confusión.


La excesiva diferenciación de los enfo- que puedan transformar la construcción de la
ques psicoterapéuticos actuales es comprensi- experiencia de los clientes mediante un diálogo
ble como un intento de maximizar la individua- colaborativo, y no necesariamente como una in-
lidad en detrimento de la comunalidad, ligado tervención medicalizada, es perfectamente pre-
sin duda a cuestiones económicas, socio- visible que ningún modelo único de psicoterapia
políticas y de divergencias ideológicas (episte- pueda responder al cambio de todos los clientes
mológicas, metodológicas) entre los proponen- o en todas las patologías.
tes de cada uno de ellos. Sin embargo es inne- De hecho hoy en día existe una amplia
gable que a cualquier mente curiosa e inquisiti- evidencia de que no existe un solo enfoque que
va se le ocurre, ante la diversidad de propuestas podamos considerar clínicamente adecuado pa-
de la Tabla 2, preguntarse qué deben tener en ra todos los problemas, clientes y situaciones. El
común enfoques tan aparentemente diferentes y motor que ha generado el surgimiento de tantos
dispersos como para resultar psicoterapéuticos nuevos enfoques es la insatisfacción con los
todos ellos. Precisamente esa es una de las pre- modelos existentes y la conciencia sobre su
guntas que hace avanzar la exploración de la in- inadecuación en determinados casos. Este es
tegración desde el conocimiento científico. también el motor que mueve los esfuerzos
eclécticos e integradores, aunque en una direc-
Inadecuación de una forma única de psicoterapia ción diferente. Si ninguna de las 150 propuestas
para todos los casos terapéuticas existentes ha conseguido demos-
trar su utilidad en todos los casos, quizá no se
Si se concibe la psicoterapia como la gé- trata de crear la 151 sino de plantearse la cues-
nesis intencional de significados y narrativas tión desde otra perspectiva: explorar la integra-
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 7


ción de los enfoques y técnicas disponibles que, metaanalíticos que incluían más de 25.000 pa-
aunque parciales y con valor limitado, pueden cientes. En general, como destacaba Lambert
ayudarnos a comprender de forma más amplia y (1986) la conclusión que se obtenía de tales es-
precisa el proceso psicoterapéutico. tudios era que la persona que seguía un trata-
Otra idea en el mismo sentido es la de miento psicológico mejoraba más que el 80%
fomentar la flexibilidad teórica y técnica para de la muestra no tratada. Así mismo, el porcen-
adaptarse a cada caso concreto en detrimento taje de clientes que mejoraban como resultado
de la adhesión rígida a un modelo. La flexibili- del tratamiento psicológico se cifró entre un
zación que conllevan los enfoques eclécticos e 65% y un 70% (Howard, et al., 1986; Lambert,
integradores aporta de por sí una mayor adap- Shapiro, & Bergin, 1986; Whiston & Sexton,
tación del proceder terapéutico a las particula- 1993), mientras que la remisión espontánea no
ridades del cliente. superaba el 40%. También se admitió como
demostrado que los clientes que seguían un
Ausencia de eficacia diferencial entre las psicote- proceso psicoterapéutico mejoraban en mayor
rapias (I): ¿La psicoterapia funciona? proporción (el doble) que los que se sometían a
tratamientos placebo (véase Lambert, 1991, pa-
En los años 80, los estudios que avalaban ra una revisión hasta ese momento).
la eficacia genérica de los tratamientos psicoló- Todo lo anterior llevó al consenso de que
gicos en comparación con los placebos o la au- la investigación científica rigurosa había de-
sencia de tratamiento eran ya cientos y reco- mostrado sobradamente, después de décadas
gían miles de datos de pacientes y terapeutas de de producir cuantiosa evidencia, que:
diversas procedencias nacionales. Entre las re- • los tratamientos psicológicos son efica-
visiones más importantes sobre el tema se con- ces (tanto o más que los farmacológi-
taban las de la Asociación Psiquiátrica Ameri- cos)4;
cana (1982), la Oficina de Evaluación Tecnoló-
gica del Congreso de los Estados Unidos (1980)

fórmula que sería la que hoy en día conocemos como d de
y la del Proyecto de Seguridad Cualitativa de Cohen, y llegó a un tamaño del efecto promedio de d = 0,68,
Australia y Nueva Zelanda (1983). Algunas de es decir, muy considerable (para visualizar ese efecto pen-
estas revisiones (como por ejemplo la de Smith, semos que equivaldría por ejemplo a un incremento de 10
puntos en una escala de coeficiente intelectual con una des-
Glass y Miller, 19803) se basaban en estudios
viación típica de 15). Además de demostrar la eficacia de la
psicoterapia, otro resultado interesante de su estudio fue
que, tal como se comenta en este trabajo, encontraron que
3 El trabajo de Glass y Miller merece un comentario más de-
no había eficacia diferencial clara: entre los estudios que
tallado por sus circunstancias históricas. Gene V. Glass, es-
analizaron había terapias centradas en el cliente, conduc-
tadístico e investigador en psicología de la educación nacido
tuales y racional-emotivas, y todas produjeron el mismo
en 1940, acuñó el término metaanálisis y lo ejemplificó
efecto en promedio. La respuesta de Eysenck no se hizo es-
cuando presentó sus resultados en un discurso presidencial
perar, y en el habitual tono provocador que le acabó cos-
de la American Educational Research Association en San
tando tantos problemas durante su vida, publicó en 1978
Francisco en 1976—discurso que hoy en día es famoso en-
una “respuesta” en American Psychologist que tituló: An
tre metodólogos y expertos en estadística justo por ser el
Exercise in Mega-Silliness (Un Ejercicio de Mega-Tontería),
origen del término. A pesar de que Glass temía que al ser
haciendo un peculiar juego de palabras al equiparar MetaA-
una metodología nueva y extraña para la época sería recha-
nalysis a Mega-Silliness. En su artículo decía literalmente
zada, se encontró con que era aceptada con entusiasmo.
que el metaanálisis de Gene Glass respondía al adagio de
Posteriormente publicó sus resultados junto con Mary Lee
garbage in-garbage out (entra basura, sale basura). Parece,
Smith y Thomas I. Miller en la obra que citamos en este tra-
como en muchos otros casos, que la historia ha colocado a
bajo. A pesar de que Glass no era un psicólogo clínico, había
cada uno en su sitio: Gene Glass es hoy en día reconocido
vivido como profundamente inadecuada la demoledora crí-
como el creador del metaanálisis y una figura de referencia
tica de Hans J. Eysenck a la psicoterapia en 1952 en la que,
en las ciencias sociales mientras que las continuas polémi-
según Eysenck, se demostraba la total ineficacia de esta. El
cas generadas por Eysenck contribuyeron a enturbiar su ca-
trabajo de Eysenck se considera hoy en día un excelente
rrera académica.
ejemplo de impostura, y en gran medida gracias a metaaná-

lisis como los que llevaron a cabo Glass y sus colegas. El he-
cho es que Gene Glass había estado en psicoterapia él mis- 4 El nivel de eficacia de la psicoterapia tal y como se deduce
mo, y conocía de primera mano los beneficios de esta, de ahí de los metaanálisis ha sido reconsiderado recientemente a
su malestar con el trabajo antedicho. A Gene Glass y Mary la baja por un estudio de Driessen et al. (2015) en el que
Lee Smith les llevó más de dos años y miles de horas locali- comprobaron que los sesgos de publicación podrían haber
zar en bibliotecas los cientos de artículos, tesis e informes inflado artificialmente los resultados. En esencia se trata de
que certificaban la eficacia de los tratamientos psicológicos lo que algunos metodólogos llaman el efecto de “cajón de
y que querían incluir en su metaanálisis. Tengamos presen- archivador”: cuando un estudio no obtiene resultados signi-
te que hablamos de antes de que hubiese ningún tipo de re- ficativos no se publica. Así, al publicarse sólo (o sobre todo)
gistro informatizado, con lo cual un estudio así representa- los éxitos, los metaanálisis obtienen tamaños del efecto con-
ba la búsqueda del material en fichas bibliográficas en pa- siderablemente sesgados hacia lo positivo. Los propios au-
pel, su ubicación física en bibliotecas y literalmente miles de tores reconocen que este problema es exactamente igual
horas frente a fotocopiadoras. Localizaron más de mil do- (de hecho bastante más acuciante) en los estudios con fár-
cumentos, de los cuales 375 cumplían los requisitos que los macos y que no desmerece en absoluto la eficacia de la psi-
hacían susceptibles de ser incluidos en su metaanálisis. coterapia. Más bien hace que debamos ser más modestos en
Glass calculó el tamaño del efecto para cada uno con una la valoración de su nivel de eficacia tal y como aparece en la


8 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

• su eficacia no responde a efectos place- El estudio demostró, mediante un


bo; ANOVA de medidas repetidas de los datos de la
• sus efectos positivos son relativamente mejora sintomática en las cuatro condiciones
rápidos y se mantienen en el tiempo una del estudio (terapia cognitiva, terapia interper-
vez acabado el tratamiento; sonal, medicación y placebo), entre otras mu-
• su eficacia redunda en un beneficio eco- chas cosas, que los tratamientos psicológicos
nómico general y para el sistema sanita- eran eficaces en un nivel comparable al de la
rio en particular; medicación.
• todo lo anterior no es producto de estu- En estudios más recientes sobre eficacia
dios llevados a cabo en condiciones arti- de los tratamientos psicológicos publicados en
ficiosas, sino que tales resultados se el Journal of the American Medical Association y
mantienen e incluso se refuerzan en es- el New England Journal of Medicine revisados
tudios realizados en situaciones de prác- por Barlow (2004) se demostraba algo más que
tica clínica “de primera línea”. la superioridad de tales tratamientos respecto
Respecto a este último punto, una de las al no-tratamiento o al placebo:
críticas tradicionales a los estudios de eficacia Estos estudios demuestran que hay una
de los tratamientos psicológicos iniciales había nueva generación de potentes interven-
sido que se llevaban a cabo en condiciones idea- ciones psicológicas tan eficaces, si no
les imposibles de replicar en la práctica clínica más, que los tratamientos farmacológicos
real: pacientes con formas “puras” de trastor- o psicoterapéuticos alternativos cuando
nos rigurosamente diagnosticados y escogidos se evalúan en el contexto de trastornos
en función de dicho diagnóstico, tratamientos específicos. (p. 871).
manualizados estrictamente llevados a cabo por La revisión de la evidencia de eficacia
terapeutas formados específicamente en tales acumulada llevó a la APA a emitir su dictamen
manuales, etc. en Agosto de 2012 declarando formalmente que
Sin embargo, los resultados de investiga- “como práctica de curación y servicio profesio-
ción sobre los tratamientos psicológicos en en- nal, la psicoterapia es eficaz y muy rentable. En
tornos de práctica clínica real demuestran una ensayos clínicos controlados y en la práctica
vez más su eficacia, e incluso con mayor con- clínica los resultados de la psicoterapia superan
tundencia. Parece que parte del problema de notablemente a los experimentados por las per-
que en ocasiones tales tratamientos hayan pa- sonas que necesitan servicios de salud mental
recido no funcionar en contextos reales es, sen- pero no reciben psicoterapia. En consecuencia,
cillamente, que se aplicaban mal—es decir, du- la psicoterapia debe ser incluida en el sistema
rante menos tiempo del requerido, en condicio- de salud como una práctica basada en la evi-
nes inadecuadas o por parte de terapeutas sin la dencia disponible.”
necesaria formación. Un resultado colateral in- Desde entonces disponemos de aún más
teresante de tales estudios es que, cuando se evidencias interesantes. Entre muchas otras, y
consulta a los pacientes, hay un gran porcentaje para no extender demasiado este apartado, a la
que muestran una clara preferencia por los tra- vez que se demuestra la eficacia de nuevas for-
tamientos psicológicos en lugar de los pura- mas de psicoterapia se comprueba cada vez
mente farmacológicos incluso en entornos es- más que las intervenciones exclusivamente
trictamente médicos/hospitalarios. farmacológicas conllevan inconvenientes signi-
Por ejemplo, el sofisticado y riguroso es- ficativos.
tudio Treatment of Depression Collaborative Re- Por ejemplo, investigaciones recientes
search Program (TDCRP) liderado por Irene El- (Read, Cartwright, & Gibson, 2014) demuestran
kin y sus colegas del National Institute of Mental que los efectos secundarios de la medicación
Health de Estados Unidos en los años 80 com- antidepresiva reportados por los pacientes son
paraba dos formas de psicoterapia y una de mayores de lo que se suele reconocer: en una
medicación antidepresiva en el tratamiento de muestra de más de 1.800 personas medicadas
la depresión grave y en condiciones de máximo el 62% informó de disfunción sexual, el 60% se
rigor empírico. Las dos psicoterapias compara- quejó de sentirse emocionalmente embotado,
das eran la terapia cognitiva y la terapia inter- un 41% dijo que se sentían menos positivos y
personal. un 39% dijeron haber tenido pensamientos sui-
cidas. De forma preocupante, un tercio de los
encuestados dijeron que no habían sido adver-
literatura científica—aunque en la práctica clínica la evi-
dencia de su eficacia sigue a veces otros derroteros y se tidos acerca de los posibles efectos emocionales
mantiene intacta a las vicisitudes de las metodologías de in- o interpersonales adversos de la medicación.
vestigación y sesgos de publicación; los testimonios de la Sin embargo, y al mismo tiempo, la evi-
eficacia de la psicoterapia son miles.
dencia clínica favorable a la eficacia de formatos

BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 9


de psicoterapia tales como la MBCT (Mindful- tan eficaces como los medicamentos para redu-
ness Based Cognitive Therapy) en la prevención cir los síntomas de la depresión clínica o tras-
de la depresión, el estrés y la ansiedad es cada tornos de ansiedad. También pueden producir
vez más sólida—véase, por ejemplo, Piet y mejores resultados a largo plazo para los pa-
Hougaard (2011). Después de analizar seis en- cientes y sus familiares, mejorando el funcio-
sayos clínicos que incluyeron 593 personas, los namiento en contextos sociales y laborales y
autores llegan a la conclusión de que la MBCT evitando la recaída más que los medicamentos.
redujo el riesgo de recaída en los pacientes con Probablemente todo esto y más factores
al menos tres incidentes previos de depresión aún (por ejemplo socio-económicos) sea lo que
en un 43% en comparación con el tratamiento está llevando a la situación de que, cuando se
habitual. consulta a los pacientes, haya un gran porcenta-
Otra revisión aún más reciente de la in- je que muestren una clara preferencia por los
vestigación sobre este tema (Khoury et al., tratamientos psicológicos en lugar de los far-
2013) examinó 209 estudios que incluyen macológicos incluso en entornos estrictamente
12.145 personas. Los autores demostraron que médico/hospitalarios.
la MBCT es un tratamiento eficaz para una va- Sin embargo, y paradójicamente, esta
riedad de problemas psicológicos, y “especial- preferencia no se traduce en un aumento de la
mente eficaz para reducir la ansiedad, la depre- demanda ni de la provisión de servicios psicote-
sión y el estrés”. Otros estudios han demostrado rapéuticos dado que una buena parte del públi-
que es eficaz para la prevención de los trastor- co (incluyendo médicos, aseguradoras, derivan-
nos de ansiedad y del estado de ánimo y puede tes e incluso muchos terapeutas) no está infor-
serlo para otras condiciones psiquiátricas, entre mado de lo comentado hasta este punto.
ellas el trastorno bipolar.
Volviendo a la terapia cognitiva, y como Ausencia de eficacia diferencial entre las psicote-
extensión de su eficacia más que demostrada en rapias (II): ¿Qué psicoterapia funciona mejor?
el tratamiento de la depresión, un estudio muy
reciente publicado en The Lancet (Morrison et A pesar de las diferencias teóricas entre
al., 2014) demuestra que reduce significativa- modelos psicoterapéuticos y el interés de sus
mente los síntomas psiquiátricos en personas proponentes por demostrar su superioridad re-
con trastornos del espectro esquizofrénico que lativa, la conclusión que se extrae de la revisión
han optado por no tomar fármacos antipsicóti- de la literatura hasta el momento es que ningu-
cos y parece ser una alternativa segura y acep- na de ellas sobresale claramente por encima de
table. todas las demás.
De hecho, más allá de la depresión o la En la década de los 80, tanto la investiga-
esquizofrenia, los estudios demostrando la efi- ción metaanalítica de Smith, Glass y Miller
cacia de las diferentes modalidades de psicote- (1980), que incluía 475 estudios con más de 78
rapia se cuentan por centenares y abarcan la formas de psicoterapia, como otras investiga-
mayoría de problemas psicológicos: sólo desde ciones más restrictivas incidían en la misma
el año 2013 se han publicado más de 500 ar- conclusión: no había un vencedor claro en la
tículos académicos sobre el tema. competición entre diferentes modelos psicote-
En este sentido, y tal como afirmaba re- rapéuticos.
cientemente Brandon A. Gaudiano en el New En 1997, Wampold et al. publican un
York Times (Gaudiano, 2013) para los pacientes nuevo metaanálisis de los 300 estudios de com-
con los trastornos más comunes, como la de- paración directa hasta la fecha que incide en la
presión y la ansiedad, las psicoterapias con misma conclusión. En el trabajo de Laska, Gur-
apoyo empírico, es decir, aquellas que han mos- man y Wampold (2014) se informa de una de-
trado ser seguras y eficaces en ensayos contro- cena de metaanálisis más ninguno de los cuales
lados aleatorios, son los mejores tratamientos permite rechazar la hipótesis nula de falta de
de primera elección. Los medicamentos, debido eficacia diferencial—Baardseth et al., 2013; Be-
a sus posibles efectos secundarios, deben con- nish et al., 2007; Cuijpers et al., 2012; Cuijpers,
siderarse en la mayoría de los casos sólo si la van Straten, Andersson, & van Oppen, 2008;
terapia no funciona bien o el paciente no está Imel, Wampold, Miller, & Fleming, 2008; Lei-
dispuesto a intentarla. chsenring & Leibing, 2003; Powers, Halpern,
Está claro que hay toda una serie de te- Ferenschak, Gillihan, & Foa, 2010; Shedler,
rapias que tienen un fuerte apoyo empírico, in- 2010; Tolin, 2010; Wampold, Minami, Baskin, &
cluyendo la cognitivo-conductual, basada en Tierney, 2002.
mindfulness, interpersonal, familiar y terapias En 2013 la APA dictamina una Resolu-
psicodinámicas incluso breves (por ejemplo, de ción sobre la Eficacia de la Psicoterapia que
20 sesiones). A corto plazo, estas terapias son concluye que, a la vista de la evidencia disponi-


10 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

ble, las comparaciones de diferentes formas de • Si el porcentaje anterior parece modesto,


psicoterapia dan lugar generalmente a diferen- debería tenerse en cuenta que el atribui-
cias relativamente insignificantes y los factores ble al modelo teórico o técnicas específi-
contextuales y relacionales median o moderan cas no supera en ningún caso el 1% o
casi siempre las escasas diferencias de resulta- 2%--frente al 15% que le atribuía Lam-
dos. bert (1986). Es decir, la alianza como fac-
En 2014, Markus et al. incluyen los 51 es- tor común explica entre 7 y 10 veces más
tudios de eficacia publicados en los 17 años porcentaje de cambio terapéutico que el
posteriores al de Wampold et al. (1997) y, si modelo teórico o las técnicas utilizadas.
bien emplean una forma de análisis más riguro- • El porcentaje de variancia atribuible a las
sa, vuelven a llegar al mismo resultado de equi- variables propias del terapeuta (por
valencia por lo que respecta a la eficacia de los ejemplo su estilo personal), explican en-
tratamientos comparados (aunque observan tre un 6% y un 9% del total (véase Dun-
una ligera ventaja de los modelos cognitivo- can, Miller y Sparks, 2007).
conductuales por lo que se refiere a la eficacia • En cuanto a la contribución al cambio de
en cuanto a objetivos primaros a corto plazo). los factores extraterapéuticos, la mayoría
Resulta paradójico que modelos terapéu- de autores (por ejemplo, Duncan, Miller y
ticos pretendidamente diferentes (e incluso Sparks, 2007) reconocen la dificultad de
opuestos) sean igualmente eficaces. La resolu- operacionalizarlos y evaluarlos teniendo
ción de esta paradoja pasa para muchos por la en cuenta la tendencia actual al estudio
cuestión de la integración, tanto en lo que res- de Tratamientos Empíricamente Valida-
pecta a la identificación de los factores comunes dos mediante Ensayos Clínicos Aleatori-
que afectan al éxito terapéutico como a la com- zados. Sin embargo, la actualización de
plementariedad de la validez de unos enfoques Miller et al. (1997) de los datos de Lam-
con la de otros en un esfuerzo de integración bert (1986) le seguía atribuyendo un
teórica y técnica. 40%. Resulta paradójico que siendo la
principal fuente de variancia sea la más
Reconocimiento de la existencia de factores co- difícil de estudiar debido a los rigores de
munes a las distintas psicoterapias las metodologías impuestas por el mode-
lo médico.
Así mismo, dicha paradoja reorientó la • Igualmente, al efecto placebo (o expecta-
investigación en psicoterapia al análisis de los tivas en términos de la reelaboración de
factores que contribuyen al cambio terapéutico. Miller et al., 1997) se le sigue atribuyen-
De entre estos, Lambert (1986) en su ya clásico do un 15% del porcentaje de la variancia
y mencionadísimo estudio, cifraba la contribu- total del cambio terapéutico.
ción de las técnicas terapéuticas específicas en En resumen, los factores comunes a las
sólo un 15% (véase Figura 1), mientras que la diferentes psicoterapias han demostrado en
contribución atribuible a factores comunes se- centenares de estudios empíricos rigurosos
ría el doble (30%). contribuir entre 7 y 10 veces más al total de
Más recientemente, Wampold (2001), cambio del cliente que los ingredientes específi-
basándose en estudios metaanalíticos, llega a cos diferenciales (teoría y/o técnicas). Y lo an-
las siguientes conclusiones a este respecto: tedicho es sin tener en cuenta la contribución
• Del total de la variancia que explica el propia del cliente (factores extraterapéuticos y
cambio terapéutico, los diferentes estu- expectativas), que en todos los estudios revisa-
dios revisados atribuyen desde un 7% a dos demuestra ser la mayor fuente de variancia
un 21% a la alianza terapéutica—en to- del cambio total (un 55% aproximadamente) es
das las orientaciones terapéuticas, con decir que más de la mitad del cambio terapéuti-
todos los grupos de edad de pacientes y co depende del cliente, que claramente es el hé-
para todas las modalidades de terapia roe de la terapia tal como lo definen Duncan,
(individual, de pareja, familiar y grupal). Miller y Sparks (2004).
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 11


El reconocimiento de la existencia de fac- del éxito terapéutico en su estimación más fa-
tores comunes que operan en la mayoría de las vorable (véase Figura 1).
psicoterapias, hayan sido o no explicitados por Resulta mucho más lógico que los esfuer-
sus proponentes, se hace cada vez más eviden- zos de sistematización permitan adaptar los re-
te. En este sentido, se va extendiendo cada vez cursos disponibles dentro del campo de las psi-
más la actitud de buscar los ingredientes comu- coterapias a las necesidades del cliente. En este
nes a los diferentes enfoques en lugar de cen- sentido, y tal como se resume en el detallado y
trarse exclusivamente en sus diferencias. Hace sistemático estudio de la segunda Task Force on
más de 50 años que Frank (1961) por ejemplo, Evidence-Based Therapy Relationships de la APA
planteó que los métodos de psicoterapia repre- (véase Norcross y Wampold, 2011 para una sín-
sentan, con algunas variaciones, actualizaciones tesis), está sobradamente demostrado que para
de procedimientos muy antiguos de curación que la terapia sea eficaz se debe adaptar te-
psicológica. Pero las psicoterapias contemporá- niendo en cuenta los siguientes factores del
neas enfatizan sus diferencias para hacerse más cliente: (i) nivel de reactancia/resistencia, (ii)
competitivas, de acuerdo con el contexto socio- preferencias sobre el tratamiento en general,
económico mercantilista y liberal de nuestra (iii) cultura de pertenencia y (iv) creencias reli-
sociedad occidental, por lo que estas diferencias giosas y espirituales.
se exageran. En consecuencia, si el foco de interés se

desplaza de las técnicas al cliente y del terapeu-


Énfasis en las características del paciente y de la ta a la relación, lo que pasa a cobrar mayor re-
relación terapéutica como principales ingredien- levancia son lógicamente los factores que el
tes del cambio cliente aporta a la terapia y a la relación, y no
los específicamente técnicos de cada orienta-
Los datos sobre la contribución de distin- ción. Este interés fomenta a su vez el interés por
tos factores al éxito terapéutico plantean el la exploración de la integración en psicoterapia.
quinto factor influyente en el auge del movi-
miento integrador. El reconocimiento de que la Factores socio-políticos y económicos
mayor proporción de variancia del éxito tera-
péutico se debe a factores del cliente o de la re- Finalmente, puede verse el movimiento
lación terapéutica obliga a un replanteamiento integrador como una respuesta a influencias so-
de la cuestión. ciales, políticas y económicas diversas. Espe-
En efecto, no parece muy productivo de- cialmente en países donde la psicoterapia es fi-
dicar la mayor parte de nuestros esfuerzos a en- nanciada en parte por entidades aseguradoras,
fatizar la diferencia entre las técnicas de cada existe una gran presión para mejorar la calidad
orientación cuando este factor explica un 15% y acortar la duración de los tratamientos psico-
lógicos. Este énfasis ha llevado tradicionalmen-


12 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

te a estudiar cuáles son las “mejores prácticas” la teoría que los ha originado. Se caracteriza,
de cada modelo teórico para poder hipotética- por tanto, por un fuerte énfasis en lo técnico en
mente combinarlos. detrimento de la teoría, despojando a las técni-
Por otro lado, el hecho de que un pro- cas de los supuestos teóricos que las han gene-
blema pueda tratarse de formas tan distintas rado. Según Norcross (2005), se trata de un en-
según qué psicoterapeuta lo atienda no aporta foque predominante en la práctica clínica ac-
ningún prestigio a nuestra profesión desde el tual.
punto de vista de un lego que no entienda la ba- Históricamente, entre las propuestas
se profunda del porqué se da esa equivalencia. eclécticas se encuentran algunos de las prime-
Si la diversidad existente en cuanto a en- ros trabajos sobre integración en psicoterapia.
foques y técnicas ya fomenta una imagen de Por ejemplo, la conocida “letanía de Paul” (Paul,
fragmentación entre los profesionales de la psi- 1967) centrada en la necesidad de investigar
coterapia, resulta aún más incomprensible para qué tratamiento es el más eficaz para qué pa-
el resto de la comunidad--incluyendo a los res- ciente y en qué condiciones.
ponsables de decisiones políticas en centros de El primer autor en formular esta posición
salud y de investigación y a la opinión pública fue Lazarus (1967; véase 2005, para una revi-
en general. La imagen de una profesión donde sión), sin embargo, a partir de los años setenta
impera la lucha de escuelas, las descalificaciones han sido varios los enfoques que han seguido
mutuas, y en la que sus practicantes no son ca- esta filosofía. Lazarus (véase el debate expuesto
paces ni tan sólo de dialogar, nos resta credibi- en Lazarus y Messer, 1991) defiende este tipo
lidad ante nuestros clientes y ante la sociedad de eclecticismo, entre otras cosas, porque ve en
en general. la integración teórica un esfuerzo inútil. Según
El espíritu integrador pretende sustituir él, entre dos enfoques cualesquiera se pueden
este clima de enfrentamiento por la coopera- encontrar similitudes, pero a costa de ignorar
ción entre escuelas y el esfuerzo común por ha- sus diferencias que a menudo son fundamenta-
cer madurar nuestro ámbito de conocimiento y les. Lazarus considera que se ha hecho un énfa-
práctica no necesariamente hacia una psicote- sis desorbitado en las teorías, lo que ha condu-
rapia unificada, pero sí hacia una coordinación cido a una proliferación caótica de enfoques, co-
más consensuada de los recursos disponibles y sa que la integración teórica aún empeora más,
de la experiencia acumulada durante décadas por lo que se necesitan “menos teorías y más
por los practicantes de las distintas orientacio- hechos”. Su propuesta enfatiza las técnicas co-
nes. mo expresión de lo que los terapeutas “real-
Desde un punto de vista asociativo y so- mente” hacen con sus clientes. Integrar técnicas
cial, la existencia de la Society for the Explorati- permite enriquecer la práctica empleando sin
on of Psychotherapy Integration (SEPI) y su filial ningún recelo los hallazgos de orientaciones
española Sociedad Española para la Integración teóricamente incompatibles. Para este autor
de la Psicoterapia (SEIP) constituye un fórum existe un nivel de observación básico en el que
periódico—mediante sus congresos anuales, enfoques muy distintos, después de haberlos
revista científica y plataformas de debate y par- despojado de su carga teórica, nos revelan fe-
ticipación en Internet—de fomento de esta nómenos a considerar5. Es a este nivel de ob-
cooperación y diálogo. servaciones de hechos clínicos donde se pueden
Hasta aquí nos hemos ocupado de los fac- integrar los recursos técnicos disponibles.
tores que han influido en la tendencia hacia el La estrategia ecléctica consiste en selec-
eclecticismo y la integración en los últimos cionar la técnica que se cree que funcionará me-
años. A continuación describiremos cada uno de jor con un cliente o paciente concreto. La cues-
los principales enfoques a los que ha dado lugar tión clave es saber cuáles son los criterios con
el movimiento integrador; es decir, el eclecti- los que decidir cuál es la técnica oportuna con
cismo técnico, la integración teórica, el estudio un cliente determinado. La postura del eclecti-
de los factores comunes, la integración asimila-
tiva y la integración metateórica).
5 El comentario crítico de Messer a la postura de Lazarus
Principales Enfoques del (véase Lazarus & Messer, 1991) rechaza la propuesta de La-
zarus por considerar que se basa en el realismo ingenuo y
Movimiento Integrador que pasa por alto la imposibilidad de la observación para
producir “hechos objetivos” por sí misma. Messer utiliza el
El Eclecticismo Técnico argumento de que la realidad es una creación del observa-
dor para sugerir a Lazarus que lo que éste denomina “caos”
se podría redefinir como “diversidad creativa” y dar la bien-
Esta tendencia del movimiento integra- venida a la fertilidad que conlleva, en lugar de intentar re-
dor se centra en la selección de técnicas y pro- ducirlo o anularlo mediante una llamada al antiintelectua-
cedimientos terapéuticos con independencia de lismo implícito en la renuncia a teorizar a favor de los “da-
tos objetivos”.
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 13


cismo intuitivo, prevalente hasta los años seten- Tratamientos tal como lo proponen Beutler y
ta, consistía en seleccionar técnicas de forma Clarkin (1990) se divide en siete fases secuen-
idiosincrásica, a juicio del terapeuta, de su in- ciales:
tuición o experiencia anterior, o quizás en fun- 1. Evaluación del paciente, su contexto
ción del último libro leído o taller de fin de se- cultural, diagnóstico, metas del trata-
mana al que ha asistido. No existe en esta forma miento, estrategias de afrontamiento y
de eclecticismo ninguna base o lógica concep- entorno (estresores y recursos ambien-
tual transmisible sino que la decisión de qué tales).
técnica emplear radica en la atracción subjetiva, 2. Evaluación de los posibles contextos,
la vivencia o la creatividad del terapeuta. modalidades y formatos de tratamien-
A pesar de que se han propuesto varias to, así como de la frecuencia y duración
formas de eclecticismo intuitivo, prácticamente de este.
ninguna de ellas ha generado suficiente investi- 3. Evaluación de la compatibilidad y “en-
gación empírica como para ser validada—cosa caje” entre terapeuta y paciente.
comprensible por su énfasis en lo práctico y ca- 4. Métodos de inducción de rol para fo-
suístico. mentar y mantener la alianza terapéu-
En el eclecticismo técnico sistemático se tica.
seleccionan las técnicas de acuerdo con una ló- 5. Selección de metas focales de cambio
gica sistemática o esquema básico que indica (tratamiento orientado al conflicto o al
cuáles emplear en función del tipo de clientes. síntoma).
Se trata de una integración de técnicas, pero 6. Selección del nivel de intervención y de
guiada por unos esquemas conceptuales de ca- las metas terapéuticas a medio plazo.
rácter general acerca de la naturaleza del cam- 7. Conducción de la terapia.
bio y de cómo producirlo terapéuticamente. La La aplicación de estos criterios supone,
elección de una técnica se hace en función del por ejemplo, proponer las terapias directivas
tipo de cliente, y la clasificación, tanto de técni- como las más indicadas para clientes con bajo
cas como de clientes, requiere una cierta elabo- potencial de resistencia. Una aproximación a es-
ración teórica. El resultado es un esquema con- ta propuesta combinatoria de enfoques tera-
ceptual que indica el tratamiento a elegir según péuticos con tipos de cliente se presenta en la
el caso. Tabla 3.
Uno de los ejemplos más destacados de A diferencia del eclecticismo intuitivo, en
este tipo de eclecticismo es el trabajo de Beutler este caso sí ha habido un enorme esfuerzo de
y colaboradores (por ejemplo, Beutler, 1983; investigación asociado a esta propuesta. Con-
Beutler y Clarkin, 1990). Su propuesta se basa cretamente los dos principios de prescripción
en tres ingredientes extraídos de la revisión de del enfoque de Beutler resumidos en la Tabla 3
las investigaciones disponibles sobre las varia- se reconocen hoy en día como empíricamente
bles influyentes en el éxito terapéutico. El pri- validados (Norcross, 2011).
mer ingrediente supone una sistematización de
los modelos existentes en términos de estilos La Integración Teórica
terapéuticos o dimensiones bipolares de inter-
vención: directiva/no-directiva, centrada en el En este enfoque se integran dos o más
síntoma/centrada en el conflicto, etc. El segun- psicoterapias con la esperanza de que el resul-
do implica una selección de variables del clien- tado de esta fusión resulte mejor que cada una
te, por ejemplo, severidad del síntoma, estilo de de las que se partió. Como su nombre indica, el
afrontamiento, potencial de resistencia o reac- énfasis se sitúa en la integración de los concep-
tancia (véase Beutler, 1992). El tercer compo- tos teóricos de las psicoterapias, aunque tam-
nente de este modelo propone un empareja- bién las técnicas quedan integradas en virtud de
miento de estilos terapéuticos con variables del esta síntesis teórica.
cliente. El modelo de Selección Sistemática de


14 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

Ya desde las primeras propuestas en los aparecieron en los 70, y muchas más a partir de
años treinta y cuarenta, los intentos de integra- los 80. A continuación comentamos un ejemplo
ción teórica se han centrado en gran medida en de las que integran dos teorías.
la combinación de los enfoques psicoanalítico y En la actualidad el enfoque que mejor re-
conductual. Como ya hemos comentado resu- presenta este planteamiento, quizás en parte
midamente, en la década de los cincuenta, en el por ser heredero de los clásicos esfuerzos cita-
contexto del acercamiento de algunos psicólo- dos más arriba por integrar el psicoanálisis con
gos académicos de Yale al psicoanálisis, se da la el conductismo, es la terapia psicodinámica cí-
primera aportación realmente significativa en clica de Wachtel (por ejemplo, 1977, 1992,
esta línea por parte de Dollard y Miller (1950). véase una revisión actual en 2014). Discípulo de
Estos autores presentan un ambicioso intento Dollard y Miller, Wachtel se formó como psi-
de sintetizar ambas teorías en cuanto a su con- coanalista y posteriormente tuvo la oportuni-
cepción de la neurosis y de la psicoterapia con dad de observar el trabajo de algunos de los te-
la meta de articular una teoría unificada. En su rapeutas de conducta más reconocidos. Consi-
elaborada propuesta, Dollard y Miller no sólo dera que la perspectiva psicodinámica y su én-
explican el principio del placer en términos de fasis en el insight como mecanismo de cambio
refuerzo y la represión en términos de inhibi- es insuficiente en la mayoría de casos, y que hay
ción de respuesta, sino que formulan una com- que prestar atención a los componentes actua-
pleja teoría acerca de la dinámica del conflicto y les que favorecen las fantasías y conflictos in-
la ansiedad en la neurosis. A su vez, proponen conscientes. En contraste con la visión psicodi-
formas de tratamiento integradas, que se avan- námica clásica respecto al papel causal de los
zaron a muchas de las propuestas posteriores conflictos infantiles, la de Wachtel es cíclica, en
más conocidas. el sentido de que los problemas y los síntomas
A pesar del enorme valor conceptual y son el resultado de círculos viciosos que se
terapéutico de esta primera gran propuesta in- mantienen en la situación actual. Si bien reco-
tegradora, el zeitgeist o clima de la época no noce que la experiencia temprana favorece de-
permitió que se le diera una buena acogida. Al terminada predisposición (y, por tanto, aumen-
inicio de los años cincuenta no soplaban vientos ta la posibilidad de aparición de determinadas
favorables a la integración (como sí lo harían conductas), se centra en los aspectos actuales
poco después) sino que, muy al contrario, la lu- del círculo vicioso.
cha de escuelas llegaba a su punto más álgido. Esta concepción integrada de los pro-
Hubo que esperar hasta los años setenta para blemas neuróticos conlleva notables implica-
un clima más propicio. En esa década el modelo ciones para la práctica de la psicoterapia. Desde
conductual tenía ya establecida firmemente su esta visión cíclica del problema resulta lógico
identidad y su relevancia dentro del campo te- pensar que hay que intervenir primero en los
rapéutico, y además empezaba a desarrollar factores actuales que lo mantienen para produ-
una apertura hacia los procesos cognitivo- cir el cambio y promover después la compren-
simbólicos (por ejemplo, Bandura, 1969). Por sión de la persona acerca de su conflicto y de su
otro lado aparecieron algunos formatos de te- participación en las condiciones actuales para
rapia psicoanalítica que enfatizaban la fijación su mantenimiento. Pero el mérito de la pro-
de metas, el trabajo sobre un foco terapéutico, puesta terapéutica de Wachtel no radica sólo en
así como sobre los acontecimientos y procesos el hecho de combinar técnicas de acción con
presentes. Además, los enfoques humanistas, técnicas de insight, sino en el hecho de postular
sistémicos y los propiamente cognitivos, que los procedimientos conductuales como fuente
entraron en la escena terapéutica en la segunda de nuevos insights a la vez que éstos pueden
mitad de este siglo, también propiciaron pro- generar nuevas conductas.
puestas integradoras. Fueron varias las que
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 15


También la propuesta de Héctor Fernán- permite diferenciar distintos tipos de abordaje
dez-Alvarez (1992) ilustra este tipo de integra- psicoterapéutico. Dependiendo, pues, de la de-
ción, no sólo por su originalidad sino por su co- manda y del tipo de problema Fernández-
nocimiento de algunos de los intentos más des- Alvarez aporta elementos para proponer una
tacados en este ámbito (Greenberg y Safran, tratamiento breve, intermedio o sin limite de
1987; Guidano y Liotti, 1985; Horowitz, 1991; tiempo, así como para seleccionar determinado
Mahoney, 1991). Fernández-Alvarez (1992) tipo de técnicas.
toma como punto de referencia la psicología Otras formas de integración teórica no
cognitiva atendiendo a su doble vertiente, la pretenden combinar teorías pre-existentes sino
que considera los procesos humanos como pro- trascenderlas al formular marcos de referencia
cesamiento de la información, y la constructi- elaborados a partir de conceptos más supra-
vista (o cognitivo-social) que concibe al ser hu- odenados. Por ejemplo, entre las mencionadas
mano como agente (pro)activo en la construc- por Castonguay et al. (2015) se encuentran:
ción del significado.
El planteamiento teórico de este autor • El modelo transteórico de las etapas de
articula las aportaciones constructivistas de cambio de Prochaska y DiClemente
Feixas y Villegas (1993), Guidano (1991) y (1984, 2005) basado en el desarrollo
Mahoney (1991) con el saber psicodinámico de la psicoterapia a través de cinco
sobre el inconsciente y con el procesamiento etapas de cambio: pre-contemplación,
emocional (Greenberg y Safran, 1987), a la vez contemplación, preparación, acción y
que contempla algunos aspectos interacciona- mantenimiento.
les. De esta forma, describe la experiencia en su • El modelo de Stiles (2011) que también
carácter constructivo, es decir, como proceso en presenta el cambio terapéutico a través
el que se elaboran una serie de estructuras de de diferentes fases de construcción de
significado. Particular interés merece la des- experiencias problemáticas que van
cripción de la evolución de estas estructuras de desde la negación hasta la asimilación
significado a través del tiempo, y las influencias de estas.
circunstanciales en esta evolución. Así, vemos • El modelo de tratamiento de la depre-
cómo el niño se inserta dentro de un guión pa- sión de Hayes et al. (2005) basado en
terno, y que sólo posteriormente se halla en- una combinación de conceptos de teo-
frascado en la tarea de construir su propio rías dinámicas y del caos.
guión personal, idea muy conectada al pensa- • El de Constantino y Westra (2012) ba-
miento de Adler y al de los existencialistas. Este sado en conceptos psicodinámicos,
guión personal constituye una trama en la que cognitivos y de psicología básica.
se forjan las estructuras de significado, y en
función de la cual se van organizando jerárqui- Los Factores Comunes
camente. Además de por la diferenciación je-
rárquica, las estructuras de significado se dis- La búsqueda de factores comunes supo-
tinguen por su rigidez o flexibilidad, y por su ne la identificación de aquellos ingredientes que
grado de desarrollo hacia la complejidad, aspec- comparten la mayoría de las Psicoterapias. En
tos todos ellos ya contemplados por Kelly. contraste con las otras formas de integración,
La cuestión del desarrollo es central en que trabajan en la combinación de las diferen-
la obra de Fernández-Alvarez, y, en consecuen- cias, el enfoque de los factores comunes se cen-
cia, presenta un esquema evolutivo de los nive- tra en las similitudes que aparecen entre distin-
les de complejidad del self de gran interés. Este tos modelos. Estas similitudes pueden ser tanto
esquema constituye una descripción de las fa- clínicas como teóricas. Los defensores de este
ses del ciclo vital en términos de la evolución de enfoque de integración sostienen que las apa-
las estructuras de significado. A su vez, el autor rentes diferencias entre los constructos teóricos
destaca el potencial teórico de este esquema o las técnicas de las distintas psicoterapias en-
para conceptualizar los problemas clínicos. sombrecen sus similitudes esenciales. La finali-
En la parte más práctica de su aporta- dad implícita de este enfoque es la identifica-
ción, Fernández-Alvarez (1992) describe distin- ción de los factores que operan en el cambio
tas modalidades de cambio, también desde una psicológico en las distintas terapias, lo que nos
óptica evolucionista. Todo ello le permite aden- permitiría construir una conceptualización más
trarse en la comprensión de la vivencia de su- amplia de la psicoterapia, más allá de posicio-
frimiento que tiene el paciente y en los meca- namientos dogmáticos y con mayor eficacia
nismos que le llevan a solicitar una psicotera- aplicada.
pia. En este terreno práctico, el análisis de la En efecto, la finalidad principal de este
demanda constituye un elemento esencial, que enfoque es identificar los factores, o combina-


16 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

ción de ingredientes, que resulten de mejor Pocos años antes, los estudios de Fiedler
pronóstico para el fomento del cambio terapéu- (por ejemplo, 1950) habían tenido una gran in-
tico. Una vez hallados estos componentes, po- fluencia reforzante para el argumento de los
drían servir como punto de partida para la ela- factores comunes. Fiedler pidió a terapeutas de
boración teórica. El resultado final, con todo, no distintas orientaciones y niveles de experiencia
sería una teoría unificada, sino un marco con- que describieran los componentes que conside-
ceptual supraordenado que permitiese dar sen- raban ideales para una relación terapéutica. Re-
tido a diferentes forma de práctica que, aun así, sultó que los terapeutas expertos de distintas
comparten procesos comunes subyacentes. orientaciones coincidieron más entre sí que con
Como destacan Castonguay et al. los principiantes de su propia escuela. En otro
(2015) durante mucho tiempo, hubo investiga- estudio en el que se utilizaron puntuaciones de
dores (especialmente los asociados con la tradi- sesiones terapéuticas Fiedler encontró resulta-
ción conductual) que se referían a los factores dos similares. La relación terapéutica estableci-
comunes como variables “no específicas”. En es- da por expertos de una orientación se asemeja-
te sentido, los definían como factores auxiliares ba más a la de los expertos de otras orientacio-
a técnicas generadas por las teorías y cuya na- nes que a la de los principiantes de la propia.
turaleza e impacto no se entendía bien. Sin em- Aunque las psicoterapias estudiadas fueron só-
bargo, hoy en día, los factores comunes no sólo lo la psicoanalítica, la adleriana y la no-
han sido reconocidos como procesos terapéuti- directiva, y a pesar de que no se tuviera en
cos legítimos sino que son, con mucho, las va- cuenta la eficacia, estos estudios contribuyeron
riables que han recibido la mayor atención em- a fomentar el desarrollo del enfoque de los fac-
pírica en la investigación del proceso de la psi- tores comunes.
coterapia. El trabajo de Bruce Wampold (por Carl Rogers contribuyó también, aunque
ejemplo, Laska, Gurman y Wampold, 2014; de forma indirecta, al argumento de los factores
Wampold e Imel, 2015) merece una mención comunes al defender que la psicoterapia era
especial tanto por como destaca la importancia efectiva no tanto por el empleo de técnicas sino
de los factores comunes en la explicación del por el tipo particular de relación humana que se
cambio terapéutico a través de orientaciones establece con el cliente. Su trabajo con las ca-
como por la cantidad de apoyo empírico que le racterísticas empáticas, la calidez y la conside-
proporciona. ración positiva incondicional de la relación ha
Sin duda, los hallazgos recientes de la in- tenido amplias repercusiones en la investiga-
vestigación de resultados han contribuido a jus- ción y conceptualización posterior. Hoy en día,
tificar y fomentar este enfoque. Nos referimos respecto a las condiciones facilitadoras rogeria-
concretamente a la conclusión (comentada con nas, la investigación indica una relación com-
anterioridad) de que no se ha podido demostrar pleja con los resultados de la terapia—como
eficacia diferencial entre las psicoterapias y a la discutiremos más adelante. Si bien parecen fo-
apreciación de que los factores comunes expli- mentar el seguimiento del tratamiento terapéu-
can el doble de varianza (30%) que las técnicas tico, no queda suficientemente demostrado que
terapéuticas (véase Figura 1). De hecho, el en- contribuyan unilateralmente a la mejora del
foque de los factores comunes inició su desarro- cliente. La evaluación de tales condiciones faci-
llo bastante antes de la eclosión de la investiga- litadoras se complica por el hecho de que de-
ción en psicoterapia. Al igual que en la integra- penden de la percepción del cliente y de que pa-
ción teórica, encontramos propuestas de facto- recen ser fenómenos más complejos de lo que
res comunes ya en los años treinta, tal como ya tradicionalmente se ha considerado.
se ha comentado, a las que siguieron algunas A partir de la década de los sesenta apa-
aportaciones muy notables. Pero no es sino has- recen varias obras que proponen la psicotera-
ta los años setenta y ochenta cuando aparecen pia como un proceso de influencia social y de
contribuciones más sistemáticas y numerosas, a persuasión genérica, en contraste con las creen-
la par de un creciente interés por parte de psi- cias más establecidas de la época que enfatiza-
coterapeutas e investigadores. ban los efectos técnicos específicos. El enfoque
Además de los trabajos pioneros ya co- de los factores comunes ha recibido mucha
mentados de Rosenzweig en 1936, Alexander y atención en las últimas dos décadas, pero el
French en 1946 y Dollard y Miller en 1950, ha- trabajo de Frank (1961) permanece como pun-
bría que recordar que George Kelly ya señaló en to de referencia fundamental hasta nuestros
1969 que las intervenciones terapéuticas efica- días. Otras aportaciones han venido a comple-
ces coincidían en (a) dar cuenta de lo que el mentar su trabajo, y entre ellas merece una
cliente considera crucial en su visión del pro- mención especial la obra editada por Goldfried
blema y (b) sugerir alternativas de acción facti- (1982) que recogía, además de su propia apor-
bles. tación, las de los autores más relevantes del
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 17


momento. En particular, la propuesta de De hecho, la profusión de factores comu-
Goldfried sugería que donde resultaba más nes es significativa: la documentada revisión de
prometedora la búsqueda de ingredientes co- Kleinke (1994) hace ya más de 20 años que re-
munes era a un nivel intermedio entre la teoría cogía nueve propuestas de factores comunes,
y la práctica: el de las estrategias utilizadas por con casi una cuarentena de tales factores, que
terapeutas de distintas orientaciones. hemos sintetizado en la Tabla 4.

Tabla 4
Propuestas de factores comunes (adaptado de Kleinke, 1994)
Autor/es de la propuesta Factores comunes propuestos
1. Relación de confianza emocionalmente significativa con una figura de ayuda
2. Marco de curación
Jerome Frank
3. Fundamento racional, esquema conceptual o mito
4. Ritual
5. Relación cliente-terapeuta
6. Confianza del cliente en el terapeuta y expresión de sentimientos
7. Aprendizaje cognitivo
8. Condicionamiento operante
Judd Marmor 9. Experiencia emocional correctiva
10. Modelado
11. Sugestión y persuasión
12. Ensayo y práctica de competencias
13. Atmósfera de apoyo
14. Relación terapéutica segura
15. Descondicionamiento de la ansiedad generada por otras figuras
Nicholas Hobbs 16. Transferencia
17. Internalización del locus de control
18. Desarrollo de un sentido aceptable de la vida
19. Experiencia correctiva
Marvin Goldfried
20. Feedback
21. Relación terapéutica segura
22. Expectativas de éxito del cliente
23. Estrategias de incremento de la sensación de control
John Paul Brady
24. Desarrollo de conductas adaptativas
25. Puesta en práctica de tales conductas
26. Autocontrol
27. Experiencia afectiva
Toksoz Karasu 28. Dominio cognitivo
29. Regulación conductual
30. Creación de un contexto interpersonal
Hans Strupp
31. Aprendizaje terapéutico
32. Factores del terapeuta
William Stiles, David Shapiro
33. Conductas de participación activa del cliente
y Robert Elliot
34. Alianza terapéutica
35. Características del cliente
36. Cualidades de los terapeutas
Lisa Greencavage y John Nor-
37. Procesos de cambio
cross
38. Estructura del tratamiento
39. Relación terapéutica

La Alianza Terapéutica como Factor Común6 La noción de alianza terapéutica (o alian-
za de trabajo) tiene su origen en la obra de
De entre todos los factores comunes pro- Freud desde el psicoanálisis, si bien la defini-
puestos, la alianza terapéutica merece un co- ción del término como tal se debe a Greenson
mentario más detallado por el gran interés que (1965). Tal como la definió este último autor,
despierta (véase Corbella y Botella, 2003). consiste en la capacidad y motivación del clien-
Prueba de este interés es que en una revisión te a trabajar en la resolución de su problema,
reciente mencionada por Castonguay et al. fomentada por el terapeuta y la interacción en-
(2015), Horvath, Del Re, Flückiger y Symonds tre ambos. Bordin (1976) amplió la definición
(2011) identificaron más de 200 estudios empí- de Greenson y sugirió tres componentes de la
ricos sobre la alianza terapéutica (y eso sólo pa- alianza de trabajo: (a) acuerdo respecto a las
ra terapia individual con adultos). metas, (b) acuerdo respecto a las tareas, y (c)
desarrollo de un vínculo emocional entre tera-
peuta y cliente. Más allá del marco psicoanalíti-
6 Dado que en este apartado se revisa una gran cantidad de co, la alianza de trabajo se ha reconocido como
evidencia empírica, hemos considerado útil incluir un re- factor importante en todas las modalidades te-
sumen sintético de toda ella en la Tabla 5.


18 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

rapéuticas; de hecho, hoy en día parece ser el facilitadoras y éstas correlacionaban con la con-
mejor predictor de cambio terapéutico identifi- fianza del paciente en su terapeuta.
cado en la investigación en psicoterapia. Como reacción a la importancia atribuida
La conceptualización del término alianza por Rogers al papel del terapeuta para mante-
terapéutica fue desarrollándose a lo largo del ner una buena relación y alianza con el pacien-
siglo XX. El propio Freud, en su trabajo de 1912 te, se realizaron estudios sobre la opinión de los
The Dynamics of Transference, planteó la impor- clientes respecto a las características del tera-
tancia de que el analista mantuviera un interés peuta (LaCrosse, 1980; Strong, 1968). Las in-
y una actitud comprensiva hacia el paciente pa- vestigaciones realizadas sobre variables de in-
ra permitir que la parte más saludable de este fluencia social, como la visión por parte del
estableciera una relación positiva con el analis- cliente de su terapeuta como experto, creíble
ta. Desde entonces, el concepto de alianza tera- (de confianza) y convincente, empezaron a ob-
péutica ha sido incorporado como factor común tener resultados que indicaban o sugerían la
por la mayoría de las escuelas psicoterapéuti- probabilidad de que existiese una relación entre
cas, pero distanciándose de la lectura transfe- estas variables y la mejoría del paciente (La-
rencial proporcionada por el contexto psicoana- Crosse, 1980). Sin embargo, estudios posterio-
lítico. res han encontrado poca relación entre las va-
Como es sobradamente conocido, el mo- riables de la influencia social y los resultados de
vimiento humanista prestó desde su inicio una la psicoterapia (Greenberg & Adler, 1989; Hor-
especial atención al papel de la alianza terapéu- vath, 1981, citados en Horvath y Luborsky,
tica en el proceso psicoterapéutico. Como ya se 1993).
ha comentado, ser empático, congruente y acep- Desde la modificación de conducta clási-
tar incondicionalmente al cliente eran las tres ca se planteaba la terapia como un proceso en el
características fundamentales que debía tener que el paciente aprende o modifica ciertas con-
el terapeuta según Rogers (1951, 1957) para ductas o hábitos, por lo que se postulaba que la
establecer una relación terapéutica efectiva con calidad técnica de las intervenciones del tera-
el cliente. Si bien hay diferencias entre estas peuta era el elemento esencial. Como hemos
tres características y la noción de alianza tera- comentado, los factores comunes se reducían a
péutica7, los resultados de algunas investigacio- ingredientes inespecíficos, por lo que no mere-
nes han mostrado una correlación entre la em- cían excesivo interés.
patía del terapeuta percibida por el paciente y Sin embargo, la llamada “revolución cog-
algunos aspectos de la alianza (Horvath, 1981; nitiva” significó la revitalización del interés por
Jones, 1988; Moseley, 1983, citados en Horvath la relación terapéutica. De hecho, las terapias
y Luborsky, 1993) así como una fuerte asocia- cognitivas (y más concretamente las perspecti-
ción entre las condiciones ofrecidas por el tera- vas constructivistas) han llegado a considerar la
peuta (Therapist-Offered Conditions) y los com- alianza terapéutica como un aspecto central del
ponentes de la alianza. proceso terapéutico (Arnkoff, 1995; Goldfried &
Duan y Kivlighan (2002) encontraron Davidson, 1994; Newman, 1998; Safran, 1998).
que la empatía intelectual, definida como el El hallazgo ya comentado de que la pro-
acierto del terapeuta en percibir las emociones porción explicada por la relación terapéutica
del cliente y la emoción empática o semejanza llega al 30% mientras que la explicada por las
entre las emociones del terapeuta y del pacien- técnicas empleadas es como máximo de un 15%
te, contribuían de forma significativa a que el (Lambert, 1992) junto con otros estudios como
cliente evaluara la sesión como profunda. Por el de Gaston, Marmar, Thompson y Gallagher
otro lado, por ejemplo, Peschken y Johnson (1991) o el de Barber, Crits-Cristoph y
(1997) contrastaron uno de los postulados ro- Luborsky (1992, citado en Horvath y Luborsky,
gerianos que afirmaba que la confianza del te- 1993) que encontraron que la alianza terapéu-
rapeuta hacia sus clientes reforzaba la empatía, tica explicaba entre un 36% y un 57% de la va-
la congruencia y la aceptación incondicional, así riancia del resultado final de la terapia guiaron
como que la demostración de estas “actitudes la atención hacia la investigación sobre la alian-
facilitadoras” hacía que los clientes confiasen za terapéutica.
más en su terapeuta. Los resultados demostra- La aportación de Bordin (1976, 1994)
ron que, efectivamente, la confianza de los tera- con su definición de alianza basada en el trabajo
peutas en sus clientes correlacionaba positiva- de Greenson (1965, 1967) ayudó a establecer
mente con las puntuaciones de las condiciones una conceptualización que aclaró hasta cierto
punto las dudas sobre el papel de la transferen-
cia y posibilitó la definición de la alianza de
7 Cosa que ha hecho que algunos estudios de revisión no in-

cluyan las condiciones rogerianas como parte de la alianza modo que las principales escuelas terapéuticas
terapéutica sino como factores comunes separados (Cas- se sintiesen cómodas con un concepto común a
tonguay & Beutler, 2006; Norcross 2002, 2011).
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 19


todas, tal como ya hemos visto--aunque la di- parece posible la complementariedad de ambos.
versidad de matices en la conceptualización de La alianza tipo 1 de Luborsky podría ser enten-
la alianza según cada perspectiva teórica conti- dida como la sensación de comodidad que ex-
núa siendo debatida. Por ejemplo, Orlinsky y perimentan los pacientes al sentirse acogidos y
Howard (1986) consideran que el vínculo tera- se puede relacionar con el componente de acep-
péutico está formado por tres componentes en- tación o vínculo positivo de Bordin. El acuerdo
tre los cuales está la alianza terapéutica, mien- en las tareas y en los objetivos por parte del te-
tras que según Bordin (1994), la alianza tera- rapeuta y del paciente acaba por constituir lo
péutica está constituida por tres componentes, que Luborsky describió como alianza de tipo 2.
uno de las cuales es el vínculo terapéutico. Sin Distintas aportaciones dan apoyo a la conside-
embargo podemos afirmar que la alianza tera- ración de la negociación entre terapeuta y pa-
péutica es el componente de la relación tera- ciente sobre las tareas y los objetivos como
péutica cuya importancia recibe más consenso punto importante para el establecimiento de la
en cuanto a la formación de la relación terapéu- alianza y para el proceso de cambio (Pizer,
tica. 1992; Safran & Muran, 2000), distanciándose de
En ese sentido, probablemente dos de los concepciones tradicionales que asumían la
autores más influyentes en la concepción actual alianza como responsabilidad del terapeuta que
de la alianza terapéutica sean Bordin y tenía que conseguir que el paciente se identifi-
Luborsky. El primero, como ya se ha comentado case con él y adoptase sus ideas sobre los obje-
(Bordin, 1976), definió la alianza como el encaje tivos y tareas a trabajar en la terapia.
y colaboración entre el cliente y el terapeuta e De este modo se considera que la alianza
identificó tres componentes que la configuran: terapéutica es una construcción conjunta entre
(a) acuerdo en las tareas, (b) vínculo positivo y paciente y terapeuta, de forma que las expecta-
(c) acuerdo en los objetivos. Las tareas se refie- tivas, opiniones y construcciones que ambos
ren a las acciones y pensamientos que forman van desarrollando respecto al trabajo que están
parte del trabajo en el proceso terapéutico, de realizando, la relación establecida y la visión del
modo que la percepción de estas acciones o ta- otro resultan relevantes para el establecimiento
reas como relevantes para la mejoría es una de la alianza terapéutica, así como la alianza
parte importante del establecimiento de la modula la relación.
alianza. También el acuerdo entre terapeuta y
paciente respecto a cuáles son los objetivos a Investigación sobre Alianza Terapéutica y Resul-
alcanzar con la psicoterapia, así como compartir tados de la Psicoterapia
mutuamente confianza y aceptación son ele-
mentos esenciales para una buena alianza. A Los estudios dedicados a buscar la rela-
pesar de la importancia atribuida a la alianza ción existente entre la alianza terapéutica y la
terapéutica, Bordin (1976) afirmó que una eficacia de la psicoterapia conforman un cuerpo
alianza positiva no es curativa por sí misma, creciente de publicaciones (por ejemplo, Bache-
sino que es un ingrediente que hace posible la lor, 1991; Barber, Connolly, Crits-Christoph,
aceptación y el seguimiento del trabajo terapéu- Gladis, & Siqueland, 2000; Horvath & Symonds,
tico (citado en Horvath y Luborsky, 1993). 1991; Horvath, 2001, junio; Stiles, Agnew-
Luborsky (1976) desarrolló una concep- Davies, Ardí, Barkham, & Shapiro, 1998; Weera-
tualización de la alianza más cercana a la visión sekera, Linder, Greenberg, & Watson, 2001). La
psicodinámica original sugiriendo que es una relación terapéutica, y especialmente la alianza,
entidad dinámica que evoluciona con los cam- ha demostrado ser un factor importante en di-
bios de las demandas de las diferentes fases de ferentes orientaciones teóricas como la psico-
la terapia (Horvath y Luborsky, 1993). El mis- dinámica, cognitiva, interpersonal, ecléctica,
mo autor describió dos tipos de alianza en fun- experiencial y conductual (Gaston, Marmar,
ción de la fase o etapa de la terapia de la que se Thompson, & Gallagher, 1988; Gaston, Piper,
trate. La alianza de tipo 1 se da sobre todo en el Debbane, & Bienvenu, 1994; Horvath, 1994;
inicio de la terapia y se caracteriza por la sensa- Krupnick et al., 1996; Raue, Goldfried, &
ción que experimenta el paciente “sobre el apo- Barkham, 1997; Watson & Greenberg, 1994) y
yo y la ayuda que proporciona el terapeuta co- en diferentes formatos de terapia tales como las
mo contenedor” (Luborsky, 1976, p. 94). La terapias individuales, las terapias de grupo y las
alianza de tipo 2 se da en fases posteriores del terapias familiares (Bourgeois, Saburin, &
proceso terapéutico y consiste en la sensación Wright, 1990; Marziali, Munroe-Blum, & McCle-
de trabajo conjunto hacia la superación de los ary, 1999; Pinsof, 1994; Sturm & Dawson,
impedimentos y el malestar del paciente. 1999).
A pesar de las diferencias existentes en- En la mayoría de estudios se encuentra
tre los planteamientos de Bordin y Luborsky, una relación significativa entre la alianza y el


20 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

resultado final de la psicoterapia (por ejemplo, terapéutica en terapia familiar se ha asociado


Barber, Connolly, Crits-Christoph, Gladis, & Si- con los resultados obtenidos con el tratamiento
queland, 2000; Luborsky, Crits-Christoph, Ale- (Lambert, Shapiro, & Bergin, 1986; Quinn,
xander, Morgolis & Cohen, 1983; Luborsky, Dotson, & Jordan, 1997). Uno de los datos in-
McLellan, Woody, O’Brien, & Auerbach, 1985; teresantes del estudio de la alianza en terapia
Luborsky, 1994; Horvath & Symonds, 1991; familiar de Quinn, Dotson y Jordan (1997) fue
Marmar, Horowitz, Weiss, & Marziali, 1986; que cuando la mujer obtenía una puntuación
Klee, Abeles, & Muller, 1990; Safran & Wallner, más elevada en la alianza terapéutica que el
1991; Weerasekera et al., 2001). Las revisiones hombre, el resultado de la terapia era mejor que
realizadas por Luborsky, Barber y Crits- cuando la puntuación de la alianza evaluada por
Christoph (1990), Horvath y Symond (1991), el marido era superior a la puntuación evaluada
Winston (1994) y Martin, Garske y Davies por la esposa.
(2000) sobre los estudios de la alianza terapéu- En las terapias de grupo también se ha
tica coinciden en destacar la significación de la demostrado la relación entre la puntuación de
relación entre la alianza terapéutica y el resul- la alianza terapéutica y las evaluaciones de se-
tado final de la psicoterapia. En este sentido, la guimiento durante los meses de psicoterapia o
alianza terapéutica resulta ser un buen predic- el resultado al finalizar la terapia (Marziali,
tor de los resultados conseguidos por diferentes Munroe-Blum, & McCleary, 1999).
modalidades terapéuticas (Horvath & Symond, Las diferencias en las visiones de la
1991; Luborsky, 1994, 2000). Por otro lado, Or- alianza terapéutica nos pueden ayudar a pro-
linsky, Grawe y Parks (1994) encontraron en su fundizar en los distintos ritmos del estableci-
revisión que el 66% de estudios mostraban una miento de la alianza en función de la conceptua-
correlación significativa entre el vínculo tera- lización teórica. Aun así, aportaciones como las
péutico/cohesión y los resultados de los trata- de Bordin (1976) o Luborsky (1976, 2000)
mientos. Henry y Strupp (1994) también encon- muestran los componentes de la alianza que re-
traron una relación significativa entre la alianza sultan ser aspectos de comunalidad en todas las
y los resultados en distintas terapias (psicodi- orientaciones. Uno de los aspectos cuestionados
námicas, eclécticas y cognitivas), siendo la tera- en los trabajos de alianza-resultados ha sido la
pia ecléctica y la cognitiva las que presentaban posibilidad de que los clientes tengan una bue-
mayor correlación entre resultado y alianza. na alianza terapéutica sólo cuando la terapia les
Hatcher (1999) realizó un análisis de los com- está resultando útil, pero hay datos que sugie-
ponentes de la alianza según el punto de vista ren que la alianza es una cualidad intrínseca de
del terapeuta e identificó un factor de colabora- la relación que contribuye al éxito de la terapia
ción confiada del terapeuta que registró la má- por encima de las ganancias terapéuticas alcan-
xima correlación con las evaluaciones de la me- zadas en el momento; por lo tanto, la alianza no
joría formuladas por el terapeuta y el paciente. es un reflejo de los resultados beneficiosos
Dentro de los componentes que constituyen la (Gaston, Marmar, Thompson, & Gallagher,
alianza terapéutica, el factor de colaboración y 1991; Lambert & Bergin, 1994; Weerasekera et
confianza es el que presenta una mayor correla- al., 2001). Safran y Muran (2000) comentan que
ción con los resultados de la terapia (Hatcher, el desarrollo y la resolución de problemas en el
1999; Stiles et al., 1998). establecimiento de la alianza terapéutica no es
Por lo que respecta a la terapia familiar, el prerrequisito del cambio, pero sí que se trata
durante los años ochenta fue cuando empezó el de una parte esencial del proceso de cambio.
interés y el desarrollo de teorías clínicas en las Una de las investigaciones del proceso de cam-
cuales aparecía la noción de alianza terapéutica bio sugiere que la negociación entre dos subje-
(Bozarth & Shanks, 1989; Pinsof, 1988; Rait, tividades distintas como son las del terapeuta y
1995, 2000). Pinsof y Catherall (1986) aplica- del paciente es el núcleo del mecanismo del
ron la definición de alianza terapéutica de Bor- cambio (Benjamin, 1990).
din (1976) a la terapia familiar sistémica y La investigación también demuestra que
desarrollaron la “IPAS”, escala de alianza psico- la relación entre alianza y resultado de la tera-
terapéutica interpersonal. El hecho de incorpo- pia obtiene más fuerza cuando la alianza se eva-
rar dos o más miembros de una familia en un lúa en la fase inicial del proceso (segunda a sex-
proceso psicoterapéutico añade complejidad a ta sesión), por lo que parece que la alianza me-
la relación entre la alianza y el resultado. La dida en las primeras sesiones es un mejor pre-
alianza en terapia de pareja o familiar difiere un dictor del resultado final de la terapia que la
poco de la alianza en psicoterapia individual ya alianza evaluada en la fase intermedia o cuando
que el terapeuta de pareja o de familia debe es- se han realizado muchas sesiones (DeRubeis &
tablecer y mantener alianzas múltiples (Rait, Feeley, 1990; Horvath & Luborsky, 1993; Hor-
2000). Como en la terapia individual, la alianza vath & Symonds, 1991; Piper, Azim, Joyce, &
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 21


McCallum, 1991; Saunders, Howard, & Orlinsky, coinciden en considerar relevantes (pero no su-
1989). Weerasekera et al. (2001) encontraron ficientes) para establecer una buena alianza te-
una correlación mayor entre la alianza terapéu- rapéutica (Bachelor & Horvath, 1999). Henry y
tica y el resultado de la terapia cuando la alian- Strupp (1994) encontraron que comportamien-
za se evaluaba en la 8ª sesión que en la 2ª/3ª o tos de exploración y valoración por parte del te-
en sesiones posteriores. Por lo tanto, parece ser rapeuta facilitaban la alianza con el paciente,
que las primeras ocho sesiones son especial- mientras que la baja valoración perjudicaba a la
mente importantes para el establecimiento de alianza.
una buena relación con el paciente o de lo con- Respecto a las variables de los clientes
trario el paciente abandona prematuramente la que influyen en la alianza terapéutica encon-
terapia (Mohl, Martinez, Ticknor, Huang, & Cor- tramos que variables interpersonales como el
dell, 1991; Plotnicov, 1990, citado en Horvath & índice de eventos estresantes (Luborsky, Crits-
Luborsky, 1993). Tryon y Kane (1995) estudia- Christoph, Alexander, Margolis, & Cohen, 1983),
ron la relación entre la alianza en la fase inicial las relaciones sociales y familiares del cliente
(evaluando en la tercera sesión) y el tipo de fi- (Kokotovic & Tracey, 1990; Mallinckrodt, 1991)
nalización de la terapia, encontrando que las fi- y las variables intrapersonales como la calidad
nalizaciones decididas unilateralmente por el de las relaciones de objeto (Bordin, 1994; Piper
paciente estaban relacionadas con puntuacio- et al., 1991), la motivación, expectativas (Gas-
nes bajas en las evaluaciones de la alianza tera- ton, Marmar, Gallagher, & Thompson, 1989) y
péutica. actitudes (Kokotovic & Tracey, 1990), entre
La influencia de la alianza en el resultado otras, tienen efectos significativos en la alianza
de la terapia se ha estudiado en tratamientos (Horvath & Luborsky, 1993). El índice de corre-
que van desde las cuatro a las cincuenta sesio- lación media entre estas variables y la alianza
nes y parece ser que la duración de la terapia no es de 0,31 (Horvath & Luborsky, 1993).
afecta a la relación entre alianza y resultado fi- Las expectativas del cliente de encontrar
nal. Pero también se ha encontrado que la rela- y establecer una relación igualitaria con el tera-
ción entre la alianza terapéutica y el cambio sin- peuta aumentan la probabilidad de establecer
tomático aumentaba con la duración de la tera- una buena alianza terapéutica (Al-Darmaki &
pia (Horvath & Symonds, 1991). Kivlighan, 1993). Luborsky (1994) afirmó que
La valoración de la alianza terapéutica las personas con una riqueza importante en sus
varía, en parte, según quién la evalúe. Es decir, relaciones interpersonales tienen mayor pro-
la puntuación de la alianza evaluada por el babilidad de desarrollar una buena alianza te-
cliente, el terapeuta o un observador externo di- rapéutica.
fieren entre sí (véase por ejemplo, Gurman & Eames y Roth (2000) estudiaron la rela-
Razin, 1977; Horvath & Greenberg, 1989; Hor- ción entre el tipo de apego de pacientes adultos
vath & Marx, 1990). Comparando la percepción y la alianza terapéutica en la fase inicial y en-
del terapeuta y la del cliente respecto a la rela- contraron que los pacientes con apego ansioso
ción terapéutica parece ser que la valoración puntuaban menos en alianza mientras que los
del cliente tiene más peso para la predicción del pacientes con apego confiado se asociaron con
resultado final de la psicoterapia (Bachelor, puntuaciones altas en la evaluación de la alian-
1991; Barber et al., 1999; Henry & Strupp, za. Estos resaltados coincidían con los presen-
1994; Horvath & Symonds, 1991; Lambert & tados por Mallinckrodt, Coble y Gantt (1995)
Bergin, 1994), aunque algunos estudios no ha- que obtuvieron una relación negativa entre la
yan encontrado una mayor correlación entre la vinculación ansiosa y la alianza. Dentro de los
percepción del paciente de la alianza y el resul- perfiles de relación, Satterfield y Lyddon (1998)
tado final que la ofrecida por la percepción del encontraron una relación significativa entre el
terapeuta con el resultado final (Stiles et al., patrón de vinculación dependiente y la alianza
1998). terapéutica.
En cuanto a las actitudes o características Por otro lado, la severidad de los sínto-
de los terapeutas y de los pacientes que ayudan mas del paciente tiene poco impacto en el desa-
al establecimiento de la alianza terapéutica, las rrollo del establecimiento de la alianza terapéu-
actitudes terapéuticas propuestas por Rogers tica (Crowley, 2001; Horvarth & Symonds,
(1957) despertaron gran interés en investiga- 1991) aunque algún estudio como el de Eaton,
ciones posteriores, que buscaron las caracterís- Abeles y Gutfreund (1988) encontró que la sin-
ticas y las conductas del terapeuta beneficiosas tomatología del paciente contribuía negativa-
para el resultado terapéutico (Orlinsky & Ho- mente a la alianza. En cuanto a la relación entre
ward, 1986; Patterson & Forgatch, 1985). La el diagnóstico y la alianza Hersoug, Monsen,
empatía y la calidez del terapeuta son dos de las Havik y Hoglend (2002) encontraron que las
cualidades que la mayoría de investigadores


22 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

variables diagnosticas del paciente no predicen del terapeuta (Tracey & Hays, 1989). La com-
la calidad de la alianza terapéutica. plementariedad entre ambos va facilitando o di-
La defensividad, la desgana, la hostilidad ficultando el proceso de establecimiento de la
y la dominancia del cliente se han relacionado alianza terapéutica. Kiesler y Watkins (1989) y
con su dificultad para crear una buena relación Reandeau y Wampold (1991) encontraron que
de trabajo terapéutico (Gaston et al., 1988; la complementariedad entre terapeuta y pa-
Kiesler & Watkins, 1989; Muran, Segal, Samstag, ciente estaba relacionada significativamente
& Crawford, 1994; Strupp & Hadley, 1979). No con la alianza. Del mismo modo que la alianza
todos los sentimientos negativos expresados se relaciona con los resultados de la psicotera-
durante la sesión tienen que interpretarse como pia, la compatibilidad entre terapeuta y pacien-
un indicador de mala relación sino que las res- te también muestra una relación positiva signi-
puestas afectivas negativas iniciales pueden ir ficativa con los resultados conseguidos por el
dando paso a sentimientos positivos (Orlinsky paciente al finalizar el tratamiento (Svartberg &
et al., 1994). El perfeccionismo del paciente se Stiles, 1992; Tracey, 1987).
ha relacionado negativamente con los resulta- Luborsky (1994) halló que las similitu-
dos de la terapia (Blatt, Quintlan, Pilkonis, & des entre terapeuta y paciente en ciertas carac-
Shea, 1995). Blatt et al. (1998) evaluó la mejoría terísticas demográficas como la edad y el sexo
durante el curso clínico de la terapia de pacien- podían favorecer la alianza. Por otro lado, tam-
tes con distintos niveles de perfeccionismo. En bién se ha encontrado que la congruencia entre
la primera fase del proceso terapéutico todos las expectativas y la perspectiva de terapeuta y
los pacientes obtuvieron mejorías, pero en una paciente influye en la formación de la alianza
segunda parte, los pacientes con bajos niveles terapéutica (Al-Darmaki & Kivlighan, 1993; Gel-
de perfeccionismo continuaron mostrando una so & Carter, 1985). Así mismo, Lupini (2001)
mejoría significativa mientras que los que te- encontró que la similitud entre los valores de
nían niveles medios y altos de perfeccionismo terapeuta y paciente influye significativamente
no mostraron dicha mejoría. La autocrítica está en la alianza terapéutica.
vinculada con el perfeccionismo y ha sido aso- Autores como Shonfeld-Ringel (2001),
ciada con esquemas relacionales negativos y Kung (2001) y Wong (2001) han estudiado la
con estilos evitativos (Mongrain, 1998; Zuroff & influencia de las diferencias entre los factores
Fitzpatrick, 1995). Blatt, Zuroff, Quinlan y Pil- culturales del terapeuta y del paciente sobre el
konis (1996) anticiparon que el nivel de perfec- establecimiento de la alianza terapéutica. Estos
cionismo del paciente podría estar relacionado autores ponen de manifiesto la importancia del
negativamente con la percepción de la calidad origen étnico y los factores culturales asociados
de la relación terapéutica. Estudios posteriores a este (tanto del terapeuta como del paciente)
dieron apoyo a dicha afirmación (Zuroff et al., en el proceso terapéutico.
2000). Kiesler y Watkins (1989) también en- Con todo lo comentado hasta el momento
contraron una relación negativa entre la rigidez resulta evidente la importancia del constructo
del cliente y la alianza terapéutica. de la alianza terapéutica en el desarrollo del
Si el funcionamiento interpersonal del proceso terapéutico y en los resultados finales
paciente influye en la puntuación de la alianza del tratamiento. A pesar de las diferencias exis-
terapéutica parece evidente la importancia del tentes en las visiones de la alianza entre las dis-
estilo del terapeuta y sus intervenciones para tintas orientaciones teóricas, la alianza terapéu-
entender cómo va desarrollándose la relación tica ha recibido atención y reconocimiento co-
entre el terapeuta y el paciente y cómo se va es- mo factor común esencial en la psicoterapia por
tableciendo la alianza entre ambos. parte de la gran mayoría de las escuelas tera-
La relación estadísticamente significativa péuticas. La conceptualización de Bordin ha
encontrada repetidamente entre la compatibili- proporcionado un marco general de referencia
dad terapeuta/paciente y la alianza terapéutica para la explicación de la alianza terapéutica y
lleva a plantearse la similitud entre ambos con- sus componentes. Entre la diversidad de ins-
ceptos. Por ejemplo, trabajos como el de Quin- trumentos de evaluación de la alianza terapéu-
tana y Meara (1990) y el de Henry, Schacht y tica encontramos factores comunes en las prin-
Strupp (1990) concluyeron que a partir de las cipales escalas o componentes de la alianza de
primeras sesiones se establece (o no) una com- los distintos instrumentos. La aportación de
plementariedad entre terapeuta y paciente. Bordin ha sido ampliamente aceptada por auto-
Existen diferentes niveles de complementarie- res de distintas orientaciones teóricas y ha ser-
dad entre los distintos psicoterapeutas (Kiesler vido de base para la construcción de diferentes
& Goldston, 1988) y esta complementariedad instrumentos de evaluación de la alianza.
depende tanto de variables del paciente (Kies- La importancia atribuida a la alianza te-
ler & Watkins, 1989) como de características rapéutica pone de manifiesto la relevancia de la
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 23


dimensión relacional entre terapeuta y pacien-
te. La relación, y más concretamente el enten-
dimiento, el encaje o la compatibilidad entre
ambos facilita o dificulta directamente la alian-
za terapéutica. Por lo tanto, las variables del te-
rapeuta y del paciente adquieren especial pro-
tagonismo en el establecimiento de la alianza
terapéutica y el desarrollo del proceso terapéu-
tico.
El estudio metaanalítico de Hovarth y
Symonds (1991) a partir de 24 investigaciones,
permite concluir que la alianza terapéutica está
significativamente relacionada con el resultado
de la psicoterapia. El más reciente de Flückiger,
Del Re, Wampold, Symonds y Horvath (2012)
sigue demostrando que la correlación entre la
alianza y el resultado es elevada a través de di-
ferentes tipos de terapia, incluyendo la cogniti-
vo-conductual y que sigue siendo así incluso
cuando se controlan moderadores como el di-
seño del estudio y la adscripción teórica de los
investigadores. Los factores del cliente que
afectan en mayor medida al establecimiento de
la alianza de trabajo son los vinculados a la cali-
dad de sus relaciones interpersonales. Así, los
clientes con relaciones personales más conflic-
tivas tienden a presentar dificultades en el es-
tablecimiento de una buena alianza.































24 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

Tabla 5
Resumen de la investigación sobre alianza terapéutica como factor común
Correlación entre empatía del terapeuta percibida
por el paciente y aspectos de la alianza.
Horvath (1981); Jones (1988);
Condiciones rogerianas y alianza

Fuerte asociación entre las condiciones ofrecidas Moseley (1983)


por el terapeuta (Therapist-Offered Conditions) y
los componentes de la alianza.
La empatía intelectual y la emoción empática con-
terapéutica

tribuyen a que el cliente evalúe la sesión como pro- Duan & Kivlighan (2002)
funda.
La confianza de los terapeutas en sus clientes co-
rrelaciona positivamente con las puntuaciones de
Peschken y Johnson (1997)
las condiciones facilitadoras y éstas correlaciona-
ban con la confianza del paciente en su terapeuta.
La empatía y la calidez del terapeuta son dos de las
cualidades que la mayoría de investigadores coin-
Bachelor & Horvath (1999)
ciden en considerar relevantes (pero no suficien-
tes) para establecer una buena alianza terapéutica.
Barber, Connolly, Crits-Christoph, Gladis, & Si-
queland (2000); Luborsky, Crits-Christoph,
Alexander, Morgolis & Cohen (1983);
En la mayoría de estudios se encuentra una rela- Luborsky, McLellan, Woody, O`Brien & Auer-
Contribución de la alianza al resultado

ción significativa entre la alianza y el resultado fi- bach (1985); Luborsky (1994); Horvath & Sy-
nal de la psicoterapia. monds (1991); Marmar, Horowitz, Weiss, &
Marziali (1986); Klee, Abeles, & Muller (1990);
Safran & Wallner (1991); Weerasekera et al.
(2001)
La alianza terapéutica explica entre un 36% y un
57% de la variancia del resultado final de la tera- Barber, Crits-Cristoph, & Luborsky (1992)
pia.
El 66% de estudios muestran una correlación sig-
nificativa entre el vínculo terapéutico/cohesión y Orlinky, Grawe, & Parks (1994)
los resultados de los tratamientos.
La correlación entre la alianza y el resultado es ele-
vada a través de diferentes tipos de terapia, inclu-
yendo la cognitivo-conductual, y sigue siendo así Flückiger, Del Re, Wampold, Symonds, & Hor-
incluso cuando se controlan moderadores como el vath (2012)
diseño del estudio y la adscripción teórica de los
investigadores.

Importancia de la alianza en diferentes enfoques

La relación terapéutica, y especialmente la alianza, Gaston, Marmar, Thompson, & Gallagher


(1988); Gaston, Piper, Debbane, & Bienvenu
ha demostrado ser un factor importante en dife-
(1994); Horvath (1994); Krupnick et al.
rentes orientaciones teóricas como la psicodinámi- (1996); Raue, Goldfried, & Barkham (1997);
ca, cognitiva, interpersonal, ecléctica, experiencial Watson & Greenberg (1994)
y comportamental.
La relación terapéutica, y especialmente la alianza,
y modalidades

ha demostrado ser un factor importante en dife- Bourgeois, Saburin, & Wright (1990); Marziali,
rentes formatos de terapia tales como las terapias Munroe-Blum & McCleary (1999); Pinsof
individuales, las terapias de grupo y las terapias (1994); Sturm & Dawson (1999)
familiares.
La alianza terapéutica en terapia familiar se ha
Lambert, Shapiro, & Bergin (1986); Quinn,
asociado con los resultados obtenidos con el tra- Dotson, & Jordan (1997)
tamiento.
En las terapias de grupo también se ha demostrado
la relación entre la puntuación de la alianza tera-
péutica y las evaluaciones de seguimiento durante Marziali, Munroe-Blum, & McCleary (1999)
los meses de psicoterapia o el resultado al finalizar
la terapia.
El factor de colaboración y confianza es el que pre-
za.
ón

de

de
ial

es

la
di-
fe-

po
ne

ali
an
nc

co

Hatcher (1999); Stiles et al., (1998)


re

nt
s

m
lo
ci

senta una mayor correlación con los resultados de


BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 25


la terapia.
En terapia familiar cuando la mujer obtiene una
puntuación más elevada en la alianza terapéutica
que el hombre, el resultado de la terapia es mejor
Quinn, Dotson, & Jordan (1997)
que cuando la puntuación de la alianza evaluada
por el marido es superior a la puntuación evaluada
por la esposa.
La relación entre alianza y resultado de la terapia
obtiene más fuerza cuando la alianza se evalúa en
la fase inicial del proceso (segunda a sexta sesión), DeRubeis & Feeley (1990); Horvath &
por lo que parece que la alianza medida en las pri- Luborsky (1993); Horvath & Symonds (1991);
meras sesiones es un mejor predictor del resultado Piper, Azim, Joyce, & McCallum (1991); Saun-
ders, Howard, & Orlinsky (1989)
final de la terapia que la alianza evaluada en la fase
Influencia temporal de la alianza

intermedia o cuando se han realizado muchas se-


siones.
Hay una correlación mayor entre la alianza tera-
péutica y el resultado de la terapia cuando la alian-
za se evaluaba en la 8ª sesión que en la 2ª/3ª se-
sión o en sesiones posteriores. Por lo tanto, parece Weerasekera et al. (2001); Mohl, Martinez, Ti-
cknor, Huang, & Cordell (1991); Plotnicov,
ser que las ocho primeras sesiones son especial- (1990)
mente importantes para el establecimiento de una
buena relación con el paciente o de lo contrario el
paciente abandona prematuramente la terapia.
La influencia de la alianza en el resultado de la te-
rapia se ha estudiado en tratamientos que van des-
de las cuatro a las cincuenta sesiones y parece ser
que la duración de la terapia no afecta a la relación
Horvath & Symonds (1991)
entre alianza y resultado final. Pero también se ha
encontrado que la relación entre la alianza tera-
péutica y el cambio sintomático aumentaba con la
duración de la terapia.
Las finalizaciones decididas unilateralmente por el
abandono
Alianza y

paciente están relacionadas con puntuaciones ba-


jas en las evaluaciones de la alianza terapéutica. Tryon & Kane (1995)

La puntuación de la alianza evaluada por el cliente, Golden & Robins (1990); Gurman & Razin
de la alianza
Evaluación

(1977); Horvath & Greenberg (1989); Horvath


el terapeuta o un observador externo difieren entre
& Marx (1990); Bachelor (1991); Barber et al.,
sí; la valoración del cliente tiene más peso para la (1999); Henry & Strupp (1994); Horvath &
predicción del resultado final de la psicoterapia. Symond (1991); Lambert & Bergin (1994)

• Índice de eventos estresantes


Variables del cliente que

• Relaciones sociales y familiares Luborsky, Crits-Christoph, Alexander, Margo-


afectan a la alianza

lis, & Cohen, (1983); Kokotovic & Tracey


• Calidad de las relaciones de objeto
(1990); Mallinckrodt (1991); Bordin (1994);
• Motivación Piper et al., (1991); Gaston, Marmar, Gallagher,
• Expectativas & Thompson (1989); Horvath & Luborsky
• Estilo de apego (1993); Eames & Roth (2000); Mallinckrodt,
Coble, & Gantt (1995); Gaston et al., (1988);
• Defensividad, desgana, hostilidad y dominan- Kiesler & Watkins (1989); Muran, Segal, Sams-
cia tag, & Crawford (1994); Strupp & Hadley
El índice de correlación media entre estas varia- (1979)
bles y la alianza es de 0,31
Quintana & Meara (1990); Henry, Schacht, &
que

nza
n a
rela

alia
de
Va-

ble

afe
cta
ció
la

la

Complementariedad y compatibilidad
ria

la-

Strupp (1990); Kiesler & Watkins (1989);


s

Reandeau & Wampold (1991)



En su revisión de 2015, Wampold resu- cluye 200 estudios sumando más de 14.000 pa-
me el estado de la cuestión en investigación so- cientes y en que se calculó que la correlación
bre alianza terapéutica refiriéndose al metaaná- agregada entre alianza y resultado fue de 0,27,
lisis más reciente (Horvath et al., 2011) que in-


26 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

lo que equivale a una d de Cohen de 0,57— Tal y como se aprecia en la Tabla 4, no


considerada entre media y alta. todos los factores comunes son necesariamente
Ante este resultado se plantean tres po- relacionales. Algunos de los autores incluidos
sibles críticas, todas las cuales parecen carentes en la tabla ya identificaron o propusieron en su
de apoyo empírico. momento factores comunes de naturaleza más
La primera es que la causalidad sea la técnica. A estas propuestas iniciales se les han
contraria a la asumida habitualmente, es decir, sumado en los últimos años la de Goldfried,
que una rápida mejoría sintomática en las pri- Raue y Castonguay (1998) que propusieron
meras sesiones lleve a una fuerte alianza en la como factor común el foco del terapeuta de las
tercera o cuarta sesión. Se han llevado a cabo intervenciones, la de Weinberger y Rasco
estudios que controlan la variable de progreso (2007) centrada en la terapia como exposición,
inicial rápido, así como estudios longitudinales, la de Castonguay y Hill (2007) basada en los
y en ambos tipos las conclusiones que se obtie- procedimientos que fomentan la adquisición del
nen convergen en que es la alianza la que predi- cliente de una nueva perspectiva de sí mismo y
ce el cambio sintomático cuando se controla la que facilitan experiencias correctivas (Caston-
mejoría que ya he tenido lugar. guay & Hill, 2012), así como la de Lambert
La segunda es que toda la contribución a (2013) que identifica un número considerable
la alianza podría deberse a características del de factores de aprendizaje (por ejemplo, el
cliente: es decir que podría haber un tipo de feedback) y acción (por ejemplo, el modelado)
clientes que acuden a terapia con unas caracte- como elementos comunes a diferentes formas
rísticas interpersonales óptimas que les permi- de tratamiento. A dichas propuestas añadimos
ten establecer vínculos también óptimos y tener la nuestra de considerar los procesos discursi-
en consecuencia un pronóstico especialmente vos narrativos como factor común, tal como
favorable. Separar la influencia del terapeuta de elaboraremos en el próximo apartado.
la del cliente requiere modelos estadísticos Por otra parte también se ha descrito
complejos, pero se han hecho estudios en esta cómo algunos de los supuestos ingredientes es-
línea (por ejemplo, Baldwin et al., 2007) y se ha pecíficos de una terapia pueden estar presentes
demostrado justo lo contrario, es decir que es la en mayor o menor medida en las otras, cosa que
contribución del terapeuta la que resulta esen- hace replantear hasta qué punto son tan especí-
cial. Los terapeutas más eficaces saben estable- ficos como se pretende. Por ejemplo, Caston-
cer alianzas sólidas con un amplio espectro de guay (2011) encontró evidencias de que la pro-
pacientes. Estos resultados se han corroborado fundización de la experiencia emocional se daba
en metaanálisis (Del Re et al., 2012). tanto en terapias cognitivo-conductuales como
La tercera es la posible influencia de una psicodinámicas, a pesar de ser supuestamente
especie de efecto halo si se le pide al paciente más prototípicas de estas últimas. De hecho hay
que evalúe tanto la alianza como el resultado: evidencia de que algunas intervenciones típicas
podría estar tan agradablemente influido por la de las terapias cognitivo-conductuales tienen
terapia que evaluase positivamente ambas co- como efecto fomentar la adquisición de insight
sas. Sin embargo, eso ha demostrado no ser así por parte del cliente (McAleavey & Castonguay,
dado que la asociación entre alianza y resultado 2014).
se mantiene incluso cuando esta es evaluada Precisamente uno de los factores comu-
por otras personas y no por el paciente. nes a diferentes terapias que va más allá de la
alianza terapéutica es el que centrará el siguien-
Pero… ¿Es la Alianza Terapéutica el te apartado de este trabajo: los procesos discur-
Único Factor Común? sivos narrativos y sus cambios como producto
de la terapia.
La relevancia de la alianza está clara, y la
revisión anterior así lo demuestra. Sin embargo, Los Procesos Discursivos Narrativos
en los últimos años algunos autores han comen- como Factor Común
tado que quizá se estaba sobrerrepresentado en
detrimento de otros factores comunes. Por La relevancia de los procesos narrativos
ejemplo, del trabajo de dos Task Forces recien- como factor común en psicoterapia ha sido cada
tes de la APA (Castonguay & Beutler, 2006; vez más reconocida en las últimas décadas. Tan-
Norcross 2002, 2011) se desprende la impor- to en términos de proponer formas específicas
tancia de factores de la relación terapéutica que de terapias narrativas (véase, por ejemplo, An-
podrían concebirse como no subsumidos por la gus & McLeod, 2004) como de estudiar las ca-
alianza: concretamente la empatía y la acepta- racterísticas de las narrativas generadas por los
ción positiva incondicional. clientes (Neimeyer, 1995), la narración de histo-
rias y la construcción de significado se han aña-
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 27


dido al repertorio de constructos que ayudan a El foco en la estructura narrativa de los
comprender y fomentar el resultado y el proce- trastornos psicopatológicos llevó a Dimaggio y
so psicoterapéutico desde una óptica de facto- Semerari (2001) a proponer una categorización
res comunes. Como resume Angus (2012, p. de las formas narrativas patológicas que com-
368) “tanto los clínicos como los investigadores bina estructura narrativa (por ejemplo, falta de
de la psicoterapia se han sentido cada vez más integración), proceso (por ejemplo, falta de
atraídos por el concepto de narrativa para iden- complejidad jerárquica) y contenido (por ejem-
tificar los procesos que conlleva la génesis de plo, falta de estados emocionales en la narra-
explicaciones de los acontecimientos cotidianos ción).
y la organización de estas experiencias en una Según estos autores (Dimaggio & Seme-
visión coherente de uno mismo como una histo- rari, 2001, p. 5) una narrativa empobrecida no
ria de vida en evolución”. permite al paciente disponer de un conjunto de
Específicamente en el ámbito de la inves- historias suficientes para lidiar con el mundo de
tigación en psicoterapia, los psicoterapeutas las relaciones. Una narrativa alexitímica no se
psicodinámicos interesados en las narrativas refiere a los estados emocionales y no contiene
relacionales conflictivas observaron que un descripciones comprensibles de problemas a
porcentaje muy alto de la sesión psicoterapéu- los que se debería estar haciendo frente en la
tica tenía una estructura discursiva narrativa terapia. El déficit de integración básico implica
(véase Luborsky, Barber, & Diguer, 1993). Estos una imposibilidad de “mezclar los elementos de
autores informaron de que los pacientes en psi- la actividad mental en una narrativa coherente”
coterapia psicodinámica breve narraban espon- (p. 10). El déficit en la integración entre múlti-
táneamente un promedio de entre cuatro y seis ples representaciones del self y el otro no permi-
historias personales por sesión. Este hallazgo te que el sujeto se de cuenta de que múltiples
ha sido confirmado en la Terapia Centrada en el representaciones son diferentes facetas del
Cliente (Angus, Lewin, Bouffard, & Rotondi- mismo fenómeno (p. 10). El déficit de jerarqui-
Trevisan, 2004) y en la Terapia Focalizada en zación resulta en la “falta de un tema dominante
las Emociones (EFT; Rotondi-Trevisan, 2002). que predomine sobre los demás en el discurso”
La presencia de procesos discursivos narrativos (p. 11). Finalmente, las narraciones pueden ser
en alto porcentaje y en terapias de diferente patológicas al no discriminar entre la realidad y
orientación teórica demuestra hasta qué punto la fantasía.
se pueden considerar factores comunes. En la La dimensión de factor común de los
EFT, por ejemplo, se estableció que un 74% de cambios narrativos en psicoterapia se demues-
todas las secuencias narrativas externas impli- tra en un estudio de Moreira, Beutler y Gonçal-
caban la narración de una historia personal, lo ves (2008) en el que abordaron los procesos
que llevó a Angus y McLeod (2004) a la conclu- narrativos de los clientes en psicoterapia como
sión de que “la psicoterapia puede ser caracte- una combinación de estructura, proceso y con-
rizada como una actividad interpersonal espe- tenido narrativo. Seleccionaron dos pacientes,
cializada que implica transformación emocional, uno con un buen resultado terapéutico y el otro
construcción de significado y restauración narra- con un mal resultado terapéutico, de tres mode-
tiva” (Angus, 2012, p. 368). los psicoterapéuticos diferentes (terapia cogni-
Por lo que respecta a los correlatos na- tiva, terapia narrativa y terapias prescriptivas).
rrativos como factores comunes a diferentes Para cada paciente evaluaron sesiones de las fa-
formas de psicopatología, Gonçalves y Machado ses inicial, media y final en términos de cohe-
(1999) llevaron a cabo un análisis mediante rencia narrativa estructural, complejidad del
Metodología de Teoría Fundamentada de entre- proceso y diversidad de contenidos. Encontra-
vistas sobre relatos significativos de la vida de ron algunas diferencias entre la producción na-
pacientes que cumplían los criterios del DSM-IV rrativa total de los pacientes al final del proceso
para la agorafobia (n = 24), dependencia de terapéutico: los casos con buen resultado pre-
opioides (n = 18), alcoholismo (n = 20), anore- sentaron un cambio narrativo total estadística-
xia (n = 11) y depresión (n = 20). Agruparon je- mente superior a los casos con mal resultado.
rárquicamente sus significados y derivaron una Estudios de nuestro grupo (Vall & Bote-
narrativa prototípica de cada grupo diagnóstico. lla, 2014) demostraron que hay diferencias en
Sus resultados indicaron que “la validez con- las narrativas de pacientes depresivos y ansio-
vergente de las narrativas prototípicas de este sos. Concretamente, los pacientes con depre-
tipo de trastornos da apoyo a la naturaleza es- sión parecen caracterizarse por una mayor
pecífica de la organización cognitiva en cada proporción de puntuaciones altas en (a) varie-
una de ellas, así como a la posibilidad de identi- dad de personajes, (b) objetivación y (c) inteli-
ficar esta especificidad en las narrativas proto- gibilidad/claridad. Esta combinación da una
típicas”(Pág. 1187). imagen de una forma de experimentar la vida


28 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

marcadamente específica en su grado de deta- ción anterior se deduce claramente que, si tiene
lle, pero privada de cualquier contenido o signi- sentido, cualquier tratamiento que cumpla lo
ficado emocional profundo (debido al alto nivel anterior debería ser eficaz (a pesar de que sus
de objetivación). Al mismo tiempo, las metas bases conceptuales y/o aplicadas sean diver-
narrativas aparecen bastante coherentes y cla- gentes de otro igual de eficaz).
ras--como indica el alto nivel de inteligibili- Un ejemplo de lo antedicho sería la histo-
dad/claridad. También hay una notable varie- ria que explicaba George Kelly (1964/1969) en
dad de personajes. Estas dos últimas caracterís- el contexto de las condiciones de libertad y falta
ticas podrían dar una impresión equivocada: la de supervisión de que gozaba en su práctica
de un mundo interpersonal muy rico y un pro- psicoterapéutica en el Medio Oeste americano
yecto existencial muy claro. Sin embargo en es- en los años 30. Esas condiciones le permitieron
te caso esto no es así debido a que el alto nivel dar un paso poco ortodoxo en el desarrollo de
de objetivación priva a la narrativa de cualquier su práctica clínica: empezó a ofrecer a sus clien-
sentido profundo de significado emocional. Por tes interpretaciones ficticias no basadas en la
lo tanto, las narrativas de este grupo son bas- teoría psicoanalítica predominante en ese mo-
tante objetivas y claras, pero también bastante mento (por ejemplo, que un trastorno gástrico
individuales, rígidas, y demasiado coherentes se debía a que el estómago se estaba rebelando
para ser existencialmente relevantes. contra todo tipo de nutrición—parental, educa-
En el caso de pacientes cuya demanda es- tiva y alimentaria). Para su sorpresa, esas inter-
tá relacionada con la ansiedad, parecen caracte- pretaciones ficticias funcionaban igual de bien,
rizarse por una mayor proporción de altas pun- y algunas incluso mejor, que las ortodoxas. Esta
tuaciones en (a) subjetivación cognitiva, (b) me- experiencia llevó a Kelly a una conclusión rele-
taforización y (c) inteligibilidad/estabilidad. Es- vante en su formulación teórica posterior; lo
ta combinación da una imagen de una forma de que contribuye al éxito de la terapia es la facili-
experimentar el mundo muy detallada en la di- tación de un marco de significado que dé a los
mensión de pensamiento y reflexión, bastante clientes un nuevo enfoque ante la vida.
explorada metaanalíticamente y estable. Sin embargo, esto no supone que toda la
terapia se reduzca a los aspectos relacionales
Controversias Actuales sobre Factores Comunes del proceso; ya hemos especificado que la alian-
za terapéutica (y por extensión la relación tera-
La tradición centrada en la terapia co- péutica) es sólo uno de los posibles factores
mo aplicación de técnicas específicas con efec- comunes—si bien la investigación demuestra
tos específicos para patologías específicas sigue que sumamente relevante.
llevando a una polémica poco fructífera con la La revisión de los principales resultados
investigación sobre factores comunes. En esen- de investigación en psicoterapia, de hecho, con-
cia, se trata de equiparar cualquier factor co- cuerda mucho más con una visión de factores
mún a un ingrediente inespecífico equivalente a comunes que de ingredientes específicos. La di-
un placebo e indigno de un tratamiento científi- ficultad para demostrar eficacia diferencial, la
camente fundado y basado en la evidencia. potencia de los factores de la relación, las dife-
Sin embargo, hay potentes argumentos rencias entre terapeutas atribuibles a variables
en contra de una visión tan reduccionista y tec- personales y no de orientación teórica… todo
nocrática de la psicoterapia. Wampold (2001) ello y muchísimas evidencias más cuya revisión
por ejemplo, parte de una visión de la psicote- excedería las limitaciones de este trabajo enca-
rapia diferente a la antedicha, que la equipara a jan con lo que sería esperable desde una visión
una combinación de (a) un vínculo emocional basada en factores comunes.
entre terapeuta y paciente, (b) un entorno de ¿De dónde proviene pues la resistencia
curación en el que la terapia se lleva a cabo, (c) a los argumentos a favor de los factores comu-
un terapeuta que ofrece una explicación psico- nes y de una visión de la psicoterapia como re-
lógica y culturalmente integrada para el males- lación de colaboración y de reconstrucción de
tar del paciente, (d) una explicación que es procesos de atribución de significado más que
adaptativa (es decir, aporta opciones viables y como tratamiento médico específico? Entre
creíbles para la superación de las dificultades otras cosas de algunos malentendidos que re-
específicas) y aceptada por el paciente y (e) un sumen Laska y Wampold (2014).
conjunto de procedimientos o rituales en los que En primer lugar se acusa a la perspectiva
el paciente y el terapeuta se implican activa- de factores comunes de ser anticientífica e in-
mente y que llevan al paciente a poner en prác- demostrable, pero vista la enorme cantidad de
tica algo que es positivo, útil o adaptativo. evidencia empírica que concuerda con ella ese
Mientras la visión basada en la especifi- argumento es difícilmente sostenible. Por otra
cidad se centra en las diferencias, de la defini- parte se ataca la idea de una posible terapia de
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 29


factores comunes sin estructura conceptual al- peuta técnicamente ecléctico y otro integrador
guna, cosa que es evidente que nadie defien- asimilativo podrían ser vistos combinando en
de—en la propia definición de Wampold (2001) una misma sesión, por ejemplo, visualización y
resumida en el primer párrafo de este apartado resolución de problemas. La clave es que, pre-
ya se contempla el hecho de que una terapia efi- guntados sobre el porqué de tal elección, el
caz debe incluir una explicación convincente y ecléctico diría que porque le ha parecido lo más
adaptativa—el marco de significado que dé a los conveniente en términos exclusivamente de su
clientes un nuevo enfoque ante la vida al que se experiencia e intuición clínica, mientras que el
refería Kelly (1964/1969). La superioridad de integrador podría dar una explicación teórica
todas las terapias respecto a los tratamientos de por qué y cómo ha combinado ambos proce-
placebo sin estructura conceptual demuestra dimientos.
precisamente este punto.
En último término, la principal fuente de La Integración Metateórica
tales críticas parece ser la actitud, ya comenta-
da con anterioridad, de convencimiento dogmá- Si bien el principal problema de los
tico de que la teoría y la terapia de preferencia eclecticismos técnicos es la posible falta de
es la mejor y la única posible. No sólo no hay coherencia entre las técnicas empleadas o las fi-
ninguna otra mejor, sino que no es ni siquiera losofías subyacentes a las mismas, el problema
admisible que haya alguna otra igual de válida. de la integración teórica es la dificultad de unir
teorías que parten de visiones del ser humano y
La Integración Asimilativa de sus problemas a veces radicalmente diferen-
tes.
Otra forma de integración, de hecho bas- La integración metateórica plantea la po-
tante frecuente en algunas orientaciones, con- sibilidad de articular diferentes teorías psicote-
siste en adaptar técnicas de diversas proceden- rapéuticas bajo un marco común. Se trata de
cias a la orientación de preferencia. Uno de los una modalidad integradora que se representa
ejemplos más claros de este tipo de integración claramente en la Integración Teóricamente
es la tendencia de las terapias cognitivas actua- Progresiva (ITP) de Neimeyer y Feixas (1990;
les a asimilar técnicas procedentes de prácti- Feixas & Neimeyer, 1991; Neimeyer, 1992). Es-
camente cualquier orientación y darles una lec- ta propuesta integradora propone limitar la sín-
tura cognitiva de forma que su uso resulte con- tesis teórica y técnica a aquellos enfoques que
ceptualmente coherente. sean epistemológicamente compatibles. De esta
Por ejemplo, Davis, McKay y Eshelman forma se restringe el intercambio y síntesis
(1985) incluían como técnicas cognitivas para conceptual a los sistemas que tienen axiomas fi-
el autocontrol emocional y el tratamiento del losóficos compatibles. Este intento de incorpo-
estrés algunas de tan variada procedencia como rar sólo los conceptos y las heurísticas que son
la meditación, la autohipnosis, el biofeedbak, la congruentes con su propio núcleo de presupo-
nutrición, el ejercicio físico, la visualización o la siciones responde a una de las más extendidas
intención paradójica. En los últimos años hemos objeciones hechas contra la práctica integrado-
asistido igualmente a un crecimiento importan- ra: la no explicitación de las bases epistemoló-
te de los enfoques cognitivos que integran téc- gicas sobre las cuales se deben integrar varias
nicas de toma de conciencia (mindfulness), co- teorías o terapias (Messer, 1986).
mo por ejemplo la Mindfulness Based Cognitive Los proponentes de la ITP sostienen que
Therapy, y que se basan en una perspectiva di- la epistemología constructivista puede ser un
ferente a la clásica cognitiva en cuanto al enfo- marco metateórico idóneo para realizar esta in-
que de los problemas emocionales. En este caso tegración por varios motivos. En primer lugar,
se trata no de combatir los pensamientos irra- se puede observar desde hace décadas una ten-
cionales a base de otros más racionales y co- dencia constructivista en el seno de distintos
rrectos, sino de dejarlos pasar con plena con- modelos (especialmente el cognitivo y el sisté-
ciencia pero sin juzgar, de forma que su poten- mico aunque también en otros). Por otro lado,
cial ansiógeno o depresógeno se desvanezca. su alto grado de abstracción y flexibilidad hizo
Los ejemplos de este tipo de terapias cognitivas que ya Mahoney (1988) anticipase que: "El len-
que integran asimilativamente técnicas de con- guaje y la estructura ofrecidos por la metateoría
ciencia plena han dado lugar al término de Te- constructivista pueden ser especialmente ade-
rapias Cognitivas de Tercera Ola. cuados para facilitar los esfuerzos hacia una
La integración asimilativa se puede con- convergencia transteórica" (pág. 307). Final-
fundir con eclecticismo técnico si no se tiene en mente, el carácter multidisciplinar de la episte-
cuenta que, en el caso del eclecticismo, carece mología constructivista, basada en aportaciones
de una teoría firme de base. Es decir, un tera- de lingüistas, filósofos, biólogos, físicos, ciber-


30 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

néticos y filósofos de la ciencia, además de psi- tratamientos—en Botella y Feixas (1998), por
cólogos, sitúa al constructivismo en una buena ejemplo, se proponía tal tipo de selección sis-
posición para realizar esta integración metateó- temática de técnicas terapéuticas en función de
rica. Los cambios de la psicología hacia una me- las ocho estrategias de cambio en el sistema de
tateoría constructivista en los últimos 40 años constructos del cliente propuestos por Kelly.
ofrecen condiciones favorables para el desarro- También en esta línea, en algunos de los
llo de un modelo más abarcador del cambio psi- trabajos de nuestro grupo (Botella, 2007) se ha
coterapéutico, que mantenga su coherencia filo- propuesto el uso de Mapas Cognitivos Borrosos
sófica y técnica. (MCBs) del proceso de formación y resolución
de problemas humanos como la posible base
Integración e Investigación en Psicoterapia para una integración conceptualmente coheren-
te de técnicas seleccionadas eclécticamente. La
Tal y como sintetizan acertadamente propia naturaleza matematizable de los MCBs
Castonguay et al. (2015), la conexión entre in- permite investigar los efectos y el proceso deri-
vestigació e integración en psicoterapia es a la vados del uso de dichas técnicas.
vez intrínseca y relevante. En el caso de la integración teórica, los
Intrínseca porque, tal y como hemos visto programas de tratamiento e intervenciones te-
a lo largo de esta exposición, la mayoría de ar- rapéuticas derivadas de modelos integradores
gumentos a favor de la integración provienen pueden ser investigados en cuanto a eficacia y
de las evidencias empíricas sobre la eficacia y el proceso de la misma manera que los clásicos, y
proceso de la psicoterapia. No redundaremos atendiendo a la llamada al pluralismo metodo-
en ello más aún dado que ha sido suficiente- lógico que caracteriza en los últimos años a la
mente abordado en los apartados anteriores. investigación en psicoterapia. Por ejemplo, en
Relevante porque el riesgo que corre la los trabajos de nuestro grupo hemos investiga-
integración en psicoterapia no parece afectar do la eficacia diferencial de un formato de tera-
tanto a su propia supervivencia (dada la com- pia constructivista relacional integradora para
plejidad del sufrimiento humano y su alivio, pa- la depresión postparto comparándolo con uno
rece poco probable que una sola teoría llegue a de terapia cognitiva de Beck en un ensayo clíni-
explicarlo por completo) sino a su madurez y co aleatorizado (véase Pinheiro et al., 2013).
aceptación social, académica y científica. Por lo que respecta a los factores comu-
Efectivamente, a menos que se funda- nes, y dado que se trata de una línea de integra-
menten empíricamente las propuestas integra- ción en psicoterapia que se basa ya en múltiples
doras y se articulen en programas objeto de in- datos procedentes de la investigación empírica,
vestigación y verificación, será complicado in- sería especialmente interesante seguir investi-
cluirlas en programas de formación y práctica, gando sobre cuáles son y cuál es su relación con
que siempre lo tendrán más fácil si se decantan el resultado y proceso psicoterapéutico. En los
por Tratamientos Empíricamente Validados y, trabajos de nuestro grupo, por ejemplo, hemos
sobre todo, manualizados y replicables como investigado repetidamente el papel de la alianza
puede ser, paradigmáticamente, la terapia cog- terapéutica en el resultado y proceso de la tera-
nitivo-conductual. pia (véase, por ejemplo, Botella y Corbella,
Relacionando lo anterior con los princi- 2011; Botella et al., 2008; Soares et al., 2010;
pales enfoques del movimiento integrador Soares et al., 2013) así como el de los procesos
mencionados antes, es posible que para cada narrativos como factor común a diferentes for-
uno de ellos se pueda establecer un orden de mas de tratamiento (véase, por ejemplo, Botella,
prioridades ligeramente diferente (aunque 1997; Botella y Feixas, 1990, 1992; Botella y
compatible) en cuanto a qué cabría esperar de Herrero, 2000 ; Botella et al., 2004; Vall & Bote-
las contribuciones de la investigación a la inte- lla, 2015).
gración. En cuanto a la integración asimilativa, la
Así, por ejemplo, en el caso del eclecti- investigación puede ayudar a esclarecer cuáles
cismo técnico, resulta sugerente pensar cómo se son los efectos distintivos, ventajas e inconve-
podría investigar la adecuación de diferentes nientes, de incorporar técnicas procedentes de
técnicas y procedimientos terapéuticos a dife- diversos marcos conceptuales al propio de pre-
rentes estilos de cliente con diferentes viven- ferencia.
cias de sus problemas y recursos. Sería posible Por último, la investigación sobre inte-
que a medio y largo plazo tal programa de in- gración metateórica puede hacer avanzar el
vestigación permitiese disponer de criterios de campo de la integración en psicoterapia dotán-
selección sistemática de técnicas, o de relacio- dolo de mayor claridad y coherencia conceptual
nes terapéuticas, que permitiesen complemen- y epistemológica—por ejemplo, en Botella
tar y enriquecer los de selección sistemática de (1999) se planteaban algunos aspectos relevan-
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 31


tes para la integración metateórica de las tera- escuelas que caracterizaron a las primeras dé-
pias sistémicas y constructivistas. cadas de nuestra disciplina.
Igualmente resulta muy encomiable el
En conclusión… esfuerzo deliberado y consiente por basar sus
propuestas y desarrollos en la investigación, co-
La integración en psicoterapia sigue sa que ha fomentado enormemente el avance de
siendo en 2015 un ámbito que despierta inte- conceptos tales como, por ejemplo, Alianza Te-
rés, investigación, innovación y controversias rapéutica o Factores Comunes.
fructíferas. Con todo, y como en muchos otros ámbi-
El contexto original sin duda ha cambia- tos de nuestra disciplina, se trata de un territo-
do, y las circunstancias que dieron lugar a su rio que está aún en fase de exploración, con una
surgimiento son ahora diferentes: algunas ya no complejidad enorme y que ofrece múltiples po-
tienen tanto sentido y a la vez han aparecido sibilidades. Esperamos que este trabajo haya
otras nuevas. contribuido a clarificar el panorama y a animar
Los logros del movimiento integrador futuras exploraciones.
son cuantiosos y destacables, y entre ellos se
cuenta el haber dado lugar a una actitud de diá-
logo y exploración de las comunalidades que
trasciende los enfrentamientos y lucha entre


32 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

Referencias

Al-Darmaki, F., & Kivlighan, D. M. (1993). Con- treatment change in symptoms. Journal of
gruence in client-counselor expectations for Consulting and Clinical Psychology, 68, 1027-
relationship and the working alliance. Jour- 1032.
nal of Counseling Psychology, 40(4), 379-384. Barber, J. P., Crits-Cristoph, P., & Luborsky, L.
Alexander, F., & French, T. M. (1946). Psychoan- (1992, June). "Purified" helping alliance, early
alytic therapy: Principles and application. symptomatic improvement and outcome in
New York: Ronald Press. dynamic psychotherapy for depression. Paper
American Psychiatric Association (1982). Psy- presented at the annual meeting of the
chotherapy research: Methodological and ef- Society for Psychotherapy Research,
ficacy issues. Washington, DC: Author. Berkeley, CA.
Angus, L. (2012). An integrative understanding Barber, J. P., Luborsky, L., Crits-Christoph, P.,
of narrative and emotion processes in Emo- Thase, M., Weiss, R., Onken, L., & Gallop. R.
tion Focused Therapy of depression: Impli- (1999). Therapeutic alliance as a predictor
cations for theory, research and practice. of outcome in treatment of cocaine depend-
Psychotherapy Research, 22(4), 367–380. ence. Psychotherapy Research, 1, 54-73.
Angus, L., Lewin, J., Boufard, B., & Rotondi- Barlow, D. H. (2004). Psychological treatments.
Trevisan, D. (2004). “What’s the story?”: American Psychologist, 59(9), 869-878.
Working with narrative in experiential psy- Benish, S., Imel, Z. E., & Wampold, B. E. (2007).
chotherapy. En L. Angus & J. McLeod (Eds.), The relative efficacy of bona fide psycho-
The handbook of narrative and psychothera- therapies of post-traumatic stress disorder:
py: Practice, theory, and research (pp. 87– A meta-analysis of direct comparisons. Clini-
101). Thousand Oaks, CA: Sage. cal Psychology Review, 28, 746–758.
Angus, L., & McLeod, J. (Eds.) (2004). The hand- Benjamin, L. S. (1994). SASB: A bridge between
book of narrative and psychotherapy: Prac- personality theory and clinical psychology.
tice, theory and research. Thousand Oaks, Psychological Inquiry, 2, 273–316.
CA: Sage. Beutler, L. E. (1983). Eclectic psychotherapy: A
Arnkoff, D. B. (1995). Two examples of strains systematic approach. New York: Pergamon
in the therapeutic alliance in an integrative Press.
cognitive therapy. In Session-Psychotherapy Beutler, L. E. (1992). La situación actual y las
in Practice, 1(1), 33-46. contribuciones de la investigación en
Baardseth, T., Goldberg, S., Pace, B., Wislocki, A. psicoterapia. Revista Argentina de Clínica
P., Frost, N. D., Siddiqui, J. R., & Wampold, B. Psicológica, 1, 203-228.
W. (2013). Cognitive-behavioral therapy Beutler, L. E., & Clarkin, J. F. (1990). Systematic
versus other therapies: Redux. Clinical Psy- Treatment Selection: toward targeted thera-
chology Review, 33, 395–405. peutic interventions. New York: Brun-
Bachelor, A. (1991). Comparison and relation- ner/Mazel.
ship to outcome of diverse dimensions of the Blatt, S. J., Quinlan, D. M., Pilkonis, P. A., & Shea,
helping alliance as seen by client and thera- M. T. (1995). Impact of perfectionism and
pist. Psychotherapy: Theory Research and need for approval on the brief treatment of
Practice, 28, 534-539. depression: The National Institute of Mental
Bachelor, A., & Horvath, A. (1999). The thera- Health Treatment of Depression Collabora-
peutic relationship. En M. Hubble, B. Duncan tive Research Program revisited: Correction.
& S. Miller (Eds.), The heart and soul of Journal of Consulting and Clinical Psychology,
change (pp. 133-178). Washington, DC: 63(3), 125-132.
American Psychological Association. Blatt, S. J., Zuroff, D. C., Bondi, C. M., Sanislow, C.
Baldwin S. A., Wampold B. E., & Imel Z. E., A., III, & Pilkonis, P. A. (1998). When and
(2007). Untangling the alliance-outcome co- how perfectionism impedes the brief treat-
rrelation: exploring the relative importance ment of depression: Further analyses of the
of therapist and patient variability in the National Institute of Mental Health Treat-
alliance. Journal of Consulting and Clinical ment of Depression Collaborative Research
Psychology, 75, 842-852. Program. Journal of Consulting and Clinical
Bandura, A. (1969). Principles of behavior Psychology, 66(2), 423-428.
modification. New York: Holt, Rinehart & Blatt, S. J., Zuroff, D. C., Quinlan, D. M., & Pilkonis,
Winston. P. A. (1996). Interpersonal factors in brief
Barber, J. P., Connolly, M. B., Crits-Christoph, P., treatment of depression: Further analyses of
Gladis, M., & Siqueland, L. (2000). Alliance the National Institute of Mental Health
predicts patients' outcome beyond in- Treatment of Depression Collaborative Re-
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 33


search Program. Journal of Consulting and Bourgeois, L., Sabourin, S., & Wright, J. (1990).
Clinical Psychology, 64, 162- 171. Predictive validity of therapeutic alliance in
Bordin, E. S. (1976). The generalization of the group marital therapy. Journal of Consulting
psychoanalytic concept of the working alli- and Clinical Psychology, 58(5), 608-613.
ance. Psychotherapy: Theory, Research, and Bozarth, J. D., & Shanks, A. (1989). Person-
Practice, 16, 252-260. centered family therapy with couples. Per-
Bordin, E. S. (1994). Theory and research on the son-Centered Review, 4(3), 280-294.
therapeutic working alliance: New direc- Caspar, F. (2008). The current status of psycho-
tions. En A. O. Horvath & L. S. Greenberg therapy integration in Germany and Switzer-
(Eds.). The working alliance: Theory, re- land. Journal of Psychotherapy Integration,
search, and practice (pp. 13-37). New York: 18, 7–78.
Wiley. Castonguay, L. G. (2011). Psychotherapy, psy-
Botella, L. (1997). Reconstrucción narrativa y chopathology, research and practice: Path-
ciclo vital: una aproximación desde la psico- ways of connections and integration. Psycho-
terapia constructivista. En J. García, M. Gar- therapy Research, 21, 125–140.
rido y L. Rodríguez (Comps.), Personalidad, Castonguay, L. G., & Beutler, L. E.
procesos cognitivos y psicoterapia (pp. 181- (2006). Principles of therapeutic change that
201). Madrid: Fundamentos. work. New York: Oxford University Press.
Botella, L. (1999). Constructivismo y construc- Castonguay, L. G., Eubanks, C. F., Goldfried, M. R.,
cionismo en terapia familiar: pragmática, Muran, J. C., & Lutz, W. (2015). Research on
semántica y retórica. Revista Argentina de psychotherapy integration: Building on the
Clínica Psicológica, 1, 23-35. past, looking to the future. Psychotherapy
Botella, L. (2007). Potential uses of fuzzy logic: Research, 25 (3), 1-18.
Applying Fuzzy Cognitive Maps (FCMs) in Castonguay, L. G., & Goldfried, M. R. (1994). Psy-
psychotherapy. Revista Argentina de Clínica chotherapy integration: An idea whose time
Psicológica, 16, 103-119. has come. Applied & Preventive Psychology, 3,
Botella, L. y Corbella, S. (2011). Alianza 159–172.
terapéutica evaluada por el paciente y mejo- Castonguay, L. G., & Hill, C. E. (Eds.). (2007). In-
ra sintomática a lo largo del proceso sight in psychotherapy. Washington, DC:
terapéutico. Boletín de Psicología, 101, 21- American Psychological Association.
33. Castonguay, L. G., & Hill, C. E. (Eds.). (2012).
Botella, L., Corbella, S., Belles, L. Pacheco, M., Transformation in psychotherapy: Corrective
Gómez A.M., Herrero, O. Ribas, E., & Pedro, experiences across cognitive behavioral, hu-
N. (2008). Predictors of therapeutic outcome manistic, and psychodynamic approaches.
and process. Psychotherapy Research, 18(5): Washington, DC: American Psychological
535-542. Association.
Botella, L., y Feixas, G. (1990). El grupo autobi- Constantino, M. J., & Westra, H. A. (2012). An
ográfico: un instrumento para la reconstruc- expectancy-based approach to facilitating
ción de la experiencia con personas de edad corrective experiences in psychotherapy. En
avanzada. Anuario de Psicologia, 44, 47-60. L. G. Castonguay & C. E. Hill (Eds.),
Botella, L., y Feixas, G. (1992). The autobio- Transformation in psychotherapy: Corrective
graphical group: A tool for the reconstruc- experiences across cognitive behavioral,
tion of past life experience with the aged. In- humanistic, and psychodynamic approaches
ternational Journal of Aging and Human De- (pp. 121–139). Washington, DC: American
velopment, 36(4), 303-319. Psychological Association.
Botella, L. y Feixas, G. (1998). Teoría de los Con- Corbella, S. y Botella, L. (2003). La alianza
structos Personales: Aplicaciones a la prácti- terapéutica: Historia, investigación y
ca psicológica. Barcelona: Laertes. evaluación. Anales de Psicología, 19, 205-221.
Botella, L. y Herrero, O. (2000): A relational Crowley, M. J. (2001). Patient and therapist pre-
constructivist approach to narrative thera- treatment characteristics as predictors of the
py. European Journal of Psychotherapy and therapeutic alliance. Tesis doctoral no publi-
Counselling, 3(3), 407-418. cada, Ohio University.
Botella, L., Herrero, O., Pachecho, M., & Corbella, Cuijpers, P., Driessen, E., Hollon, S. D., van Op-
S. (2004). Working with narrative in psycho- pen, P., Barth, J., & Andersson, G. (2012). The
therapy: a relational constructivist ap- efficacy of non-directive supportive therapy
proach. En L. E. Angus & J. McLeod, (Eds.). for adult depression: A meta-analysis. Clini-
The Handbook of Narrative and Psychothera- cal Psychology Review, 32, 280–291.
py: Practice, Theory, and Research. Califor- Cuijpers, P., van Straten, A., Andersson, G., & van
nia: Sage. Oppen, P. (2008). Psychotherapy for depres-


34 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

sion in adults: A meta-analysis of compara- Fiedler, F. E. (1950). A comparison of therapeu-


tive outcome studies. Journal of Consulting tic relationships in psychoanalytic, non-
and Clinical Psychology, 76, 909–922. directive, and Adlerian therapy. Journal of
Davis, M., McKay, M. y Eshelman, E. R. (1985). Consulting Psychology, 14, 436–445.
Técnicas de autocontrol emocional. Barcelo- Flückiger, C., Del Re, A. C., Wampold, B. E.,
na: Martínez Roca. Symonds, D., & Horvath, A. O. (2012). How
Del Re A. C., Flückiger C., Horvath A. O. et al. central is the alliance in psychotherapy? A
(2012). Therapist effects in the therapeutic multilevel longitudinal meta-analysis. Journal
alliance-outcome relationship: a restricted- of Counseling Psychology, 59(1), 10–17.
maximum likelihood meta-analysis. Clinical Frank, J. D. (1961). Persuasion and healing. Bal-
Psychology Review, 32, 642-649. timore, MD: Johns Hopkins University Press.
DeRubeis, R. J., & Feeley, M. (1991). Determi- French, T. M. (1933). Interrelations between
nants of change in cognitive therapy for de- psychoanalysis and the experimental work
pression. Cognitive Therapy and Research, of Pavlov. American Journal of Psychiatry, 89,
14(5), 469-482. 1165–1203.
Desviat, M., Fernández Liria, A., y Mas Hesse, J. Gaston, L., Marmar, C. R., Gallagher, D., &
(1990). Técnica y prácticas psiquiátricas. En Thompson, L. W. (1989). Impact of confirm-
M. Desviat (Comp.). Epistemología y práctica ing patient expectations of change processes
psiquiátrica. Madrid: AEN. in behavioral, cognitive, and brief dynamic
Dimaggio, G., & Semerari, A. (2001). Psycho- psychotherapy. Psychotherapy, 26(3), 296-
pathological narrative forms. Journal of Con- 302.
structivist Psychology, 14(1), 1–23. Gaston, L., Marmar, C. R., Thompson, L. W., &
Dollard, J., & Miller, N. E. (1950). Personality and Gallagher, D. (1988). Relation of patient pre-
Psychotherapy. New York: McGraw Hill. treatment characteristics to the therapeutic
Driessen, E., Hollon, S. D., Bockting, C. L. H., alliance in diverse psychotherapies. Journal
Cuijpers, P., Turner, E.H., (2015) Does of Consulting and Clinical Psychology, 56(4),
publication bias inflate the apparent efficacy 483-489.
of psychological treatment for major Gaston, L., Marmar, C. R. Thompson, L. W., &
depressive disorder? A systematic review and Gallagher, D. (1991). Alliance prediction of
meta-analysis of US National Institutes of outcome beyond in-treatment symptomatic
Health-funded trials. PLoS ONE, 10(9). change as psychotherapy progresses. Psy-
Duan, C., & Kivlighan, D. M., Jr. (2002). Relation- chotherapy Research, 1, 104-112.
ships among therapist pre-session mood, Gaston, L., Piper, W. E., Debbane, E. G., & Bien-
therapist empathy, and session evaluation. venu, J. P. (1994). Alliance and technique for
Psychotherapy Research, 12(1), 23-37. predicting outcome in short- and long-term
Duncan, B. L., Miller. S. D., & Sparks, J. (2004). analytic psychotherapy. Psychotherapy Re-
The Heroic Client: A revolutionary way to im- search, 4(2), 121-135.
prove effectiveness through client directed Gaudiano, B. A., (2013, September 30). Psycho-
outcome informed therapy. San Francisco: therapy’s Image Problem. The New York
Jossey-Bass. Times, p. A25.
Eames, V., & Roth, A. (2000). Patient attachment Gelso, C. J., & Carter, J. A. (1985). The Relation-
orientation and the early working alliance: A ship in counseling and psychotherapy: Com-
study of patient and therapist reports of alli- ponents, consequences and theoretical ante-
ance quality and ruptures. Psychotherapy cedents. The Counseling Psychologist, 13,
Research, 10, 421-434. 155-244.
Eaton, T. T., Abeles, N., & Gutfreund, M. J. Golden, B. R. y Robbins, S. B. (1990). The work-
(1988). Therapeutic alliance and outcome: ing alliance within time-limited therapy: A
Impact of treatment length and pretreat- case analysis. Professional Psychology-
ment symptomatology. Psychotherapy, Research and Practice, 21(6), 476-481.
25(4), 536-542. Goldfried, M. R. (1982). Converging themes in
Feixas, G. y Neimeyer, R. (1991). La perspectiva psychotherapy. New York: Springfield.
constructivista: Un marco integrador para la Goldfried, M. R., & Davison, G. C. (1994). Clinical
psicoterapia. Boletín de Psicología, 30, 7-33. behavior therapy. New York: John Wiley and
Feixas, G. y Villegas, M. (1993). Constructivismo Sons.
y psicoterapia (2nd ed.). Barcelona: PPU. Goldfried, M. R., Raue, P. J., & Castonguay, L. G.
Fernández-Alvarez, H. (1992). Fundamentos de (1998). The therapeutic focus in significant
un modelo integrativo en psicoterapia. Bue- sessions of master therapists: A comparison
nos Aires: Paidós. of cognitive-behavioral and psychodynamic
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 35


interpersonal interventions. Journal of Con- Journal of Psychotherapy Integration, 1, 85-
sulting and Clinical Psychology, 66, 803–810. 102.
Gonçalves, O., & Machado, P. (1999). Cognitive Horvath, A. O. (1981). An exploratory study of
narrative psychotherapy: Research founda- the working alliance: Its measurement and
tions. Journal of Clinical Psychology, 55, relationship to therapy outcome. Vancouver:
1179–1191. British Columbia University.
Greenberg, L. S., & Adler, J. (June 1989). The Horvath, A. O. (1994). Research on the alliance:
working alliance and outcome: A client report the Working Alliance Inventory perspective.
study. Paper presented at the annual meet- En A. O. Horvath & L. S. Greenberg (Eds.),
ing of the Society for Psychotherapy Re- The working alliance: theory, research, and
search. Toronto, Canada. practice (pp. 259-286). New York: Wiley.
Greenberg, L. y Safran, J. (1987). Emotion in Horvath, A. O. (2001, junio). Psychotherapy rela-
psychotherapy. New York: Guilford. tionships that work. Paper presented at the
Greenson, R. R. (1965). The working alliance 17 Annual Meeting of the Society for the ex-
and transference neurosis. Psychoanalytic ploration of psychotherapy integration. San-
Quarterly, 34, 158-181. tiago de Chile, Chile.
Greenson, R. R. (1967). Technique and practice Horvath, A. O., Del Re, A. C., Flückiger, C., & Sy-
of psychoanalysis. New York: International monds, D. (2011). Alliance in individual psy-
University Press. chotherapy. En J. C. Norcross (Ed.), Psycho-
Guidano, V.F. (1991). The self in process: Toward therapy relationships that work: Evidence-
a post-rationalist cognitive therapy. New based responsiveness (2nd ed.), pp. 25–69.
York: Guilford. New York: Oxford University Press.
Guidano, V. F. y Liotti, G. (1985). Una base cons- Horvath, A. O., & Greenberg, L. S. (1989). Devel-
tructivista para la terapia cognitiva. En M.J. opment and validation of the Working Alli-
Mahoney y A. Freeman (Comp.), Cognición y ance Inventory. Journal of Counseling Psy-
psicoterapia. Barcelona: Paidós, 1988. chology, 36, 223-233.
Gurman, A. S., & Razin, A. M. (1977). Handbook Horvath, A. O., & Luborsky, L. (1993). The role
of psychotherapy and behavior change: An of the therapeutic alliance in psychotherapy.
empirical analysis. New York: Wiley. Journal of Consulting and Clinical Psychology,
Hatcher, R. (1999). Therapists' views of treat- 61(4), 561-573.
ment alliance and collaboration in therapy. Horvath, A. O., & Marx, R. W. (1990): The devel-
Psychotherapy Research, 4, 405-423. opment and decay of the working alliance
Hayes, A. M., Beevers, C. G., Feldman, G. C., Lau- during time-limited counselling. Canadian
renceau, J. P., & Perlman, C. (2005). Avoid- Journal of Counselling, 24(4), 240-260.
ance and processing as predictors of symp- Horvath, A. O, & Symonds, B. D. (1991). Relation
tom change and positive growth in an inte- between working alliance and outcome in
grative therapy for depression. International psychotherapy: A meta-analysis. Journal of
Journal of Behavioral Medicine, 12(2), 111– Counseling Psychology, 38,139-149.
122. Howard, K. I., Kopta, S. M., Krause, M. S., & Orlin-
Henry, W. P., Schacht, T. E., & Strupp, H. H. sky, D. E. (1986). The dose-effect relation-
(1990). Patient and therapist introject, in- ship in psychotherapy. American Psycholo-
terpersonal process, and differential psycho- gist, 41(2), 159-164.
therapy outcome. Journal of Consulting and Imel, Z. E., Wampold, B. E., Miller, S. D., & Flem-
Clinical Psychology, 58, 768-774. ing, R. R. (2008). Distinctions without a dif-
Henry, W. P., & Strupp, H. H. (1994). The thera- ference: Direct comparisons of psychothera-
peutic alliance as interpersonal process. En pies for alcohol use disorders. Journal of Ad-
A. O. Horvath & L. S. Greenberg (Eds.), The dictive Behaviors, 22, 533–543.
working alliance: theory, research, and prac- Jones, S. S. (1988). An exploration of the rela-
tice (pp. 51-84). New York: John Wiley and tionship between client expectations and the
Sons. working alliance. Unpublished doctoral dis-
Hersoug, A. G., Monsen, J. T., Havik, O. E., & sertation, University of Mississippi.
Hoglend, P. (2002). Quality of early working Kazantzis, N., & Deane, F. P. (1998). Theoretical
alliance in psychotherapy: Diagnoses, rela- orientations of New Zealand psychologists:
tionship and intrapsychic variables as pre- An international comparison. Journal of Psy-
dictors. Psychotherapy and Psychosomatics, chotherapy Integration, 8, 97–113.
71(1), 18-27. Kelly, G. A. (1964/1969). The strategy of
Horowitz, M.J. (1991). States, schemas and con- psychological research. En B. Maher (Ed.),
trol: General theories for psychotherapy. Clinical psychology and personality: The


36 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

selected papers of George Kelly (pp. 114-132). cross & M. V. Goldfried (Eds.), Handbook of
New York: Wiley. Psychotherapy Integration. New York: Basic
Kelly, G. A. (1965/1969). The psychotherapeutic Books.
relationship. En B. Maher (Ed.), Clinical Lambert, M. J. (2013). Outcome in psychothera-
psychology and personality: The selected py: The past and important advances. Psy-
papers of George Kelly (pp. 216-223). New chotherapy, 50, 42–51.
York: Wiley. Lambert, M. J., & Bergin, A. E. (1994). The effec-
Khoury, B., Lecomte, T., Fortin, G., Masse, M., tiveness of psychotherapy. En A. E. Bergin
Therien, P., Bouchard, V., & Hofmann, S. G. and S. L. Garfield (Eds.), Handbook of psycho-
(2013). Mindfulness-based therapy: a therapy and behavior change. (pp. 143- 189).
comprehensive meta-analysis. Clinical New York: Wiley.
Psychology Review, 33, 763–771. Lambert, M. J., Shapiro, D. A., & Bergin, A. E.
Kiesler, D. J., & Goldston, C. S. (1988). Client- (1986). The effectiveness of psychotherapy.
therapist complementarity: An analysis of En S. L. Garfield & A. E. Bergin (Eds.), Hand-
the Gloria films. Journal of Counseling Psy- book of psychotherapy and behavior change.
chology, 35(2), 127-133. (pp. 157-212). New York: Wiley.
Kiesler, D. J., & Watkins, L. M. (1989). Interper- Laska, K. M., Gurman, A. S., & Wampold, B. E.
sonal complementarity and the therapeutic (2014). Expanding the lens of evidence-
alliance: A study of relationship in psycho- based practice in psychotherapy: A common
therapy. Psychotherapy, 26(2), 183-194. factors perspective. Psychotherapy, 51, 467–
Klee, M. R., Abeles, N., & Muller, R. T. (1990). 481.
Therapeutic alliance: Early indicators, Laska, K. M., & Wampold, B. E. (2014). Ten
course, and outcome. Psychotherapy, 27(2), things to remember about common factor
166-174. theory. Psychotherapy, 51(4), 519–524.
Kleinke, C. L. (1994). Common principles of psy- Lazarus, A. A. (1967). In support of technical
chotherapy. Belmont, CA: Wadsworth. eclecticism. Psychological Reports, 21, 415-
Kokotovic, A. M., & Tracey, T. J. (1990). Working 416.
alliance in the early phase of counseling. Lazarus, A. A. (2005). Multimodal therapy. En J. C.
Journal of Counseling Psychology, 37, 16-21. Norcross & M. R. Goldfried (Eds.), Handbook
Krupnick, J. L., Sotsky, S. M., Simmens, S., Moyer, of psychotherapy integration (2nd ed.), pp.
J., et al. (1996). The role of the therapeutic 105–120. New York, NY: Oxford University
alliance in psychotherapy and pharma- Press.
cotherapy outcome: Findings in the National Lazarus, A. A., & Messer, S. B. (1991). Does chaos
Institute of Mental Health Treatment of De- prevail? An exchange on technical eclecticism
pression Collaborative Research Program. and assimilative integration. Journal of
Journal of Consulting and Clinical Psychology, Psychotherapy Integration 1(2), 143-158.
64(3), 532-539. Leichsenring, F., & Leibing, E. (2003). The
Kung, W. W. (2001). Consideration of cultural effectiveness of psychodynamic therapy and
factors in working with Chinese American cognitive behavior therapy in the treatment
families with a mentally ill patient. Families of personality disorders: A meta-analysis.
in Society, 82(1), 97-107. American Journal of Psychiatry, 160, 1223–
LaCrosse, M. B. (1980). Perceived counselor so- 1231.
cial influence and counseling outcomes: Va- Luborsky, L. (1976). Helping alliances in psy-
lidity of the Counselor Rating Form. Journal chotherapy. En J. L. Cleghorn (Ed.), Success-
of Counseling Psychology, 27, 320-327. ful psychotherapy (pp. 92-116). New York:
Lambert, M. J. (1986). Implications on psycho- Brunner/Mazel.
therapy outcome research for eclectic psy- Luborsky, L. (1994). Therapeutic alliances as
chotherapy. En J. C. Norcross (Ed.), Hand- predictors of psychotherapy outcomes: Fac-
book of Eclectic Psychotherapy. New York: tors explaining the predictive success. En A.
Brunner- Mazel. O. Horvath & L. S. Greenberg (Eds.), The
Lambert, M. J. (1991). Introduction to psycho- working alliance: Theory, research, and prac-
therapy research. En L. E. Beutler & M. Crago tice (pp. 38-50). New York: Wiley.
(Eds.), Psychotherapy research: An interna- Luborsky, L. (2000). A pattern-setting therapeu-
tional review of programmatic studies (pp.1- tic alliance study revisited. Psychotherapy
11). Washington, DC: American Psychologi- research, 1, 17-29.
cal Association. Luborsky, L., Barber, J. P., & Crits-Christoph, P.
Lambert, M. J. (1992). Implications of psycho- (1990). Theory-based research for under-
therapy outcome research for eclectic and standing the process of dynamic psycho-
integrative psychotherapies. En J. C. Nor-
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 37


therapy. Journal of Consulting and Clinical outcome. Journal of Nervous and Mental Dis-
Psychology, 58(3), 281-287. ease, 172(7), 417-423.
Luborsky, L., Barber, J. P., & Diguer, L. (1993). Marziali, E., Munroe-Blum, H., & McCleary, L.
The meanings of the narratives told during (1999). The effects of the therapeutic alli-
psychotherapy: The fruits of a new opera- ance on the outcomes of individual and
tional unit. Psychotherapy Research, 2, 277– group psychotherapy with borderline per-
290 sonality disorder. Psychotherapy Research,
Luborsky, L., Crits-Cristoph, P., Alexander, L., 9(4), 424-436.
Margolis, M., & Cohen, M. (1983). Two help- McAleavey, A. A., & Castonguay, L. G. (2014). In-
ing alliance methods for predicting out- sight as a common and specific impact of
comes of psychotherapy: A counting signs psychotherapy: Therapist reported explora-
vs. a global rating method. Journal of Nerv- tory, directive, and common factor interven-
ous and Mental Disease, 171(8), 480-491. tions. Psychotherapy, 51, 283–294.
Luborsky, L., McLellan, A. T., Woody, G. E., Messer, S. B. (1986). Behavioral and
O’Brien, C. P., & Auerbach, A. (1985). Thera- psychoanalytic perspectives at therapeutic
pist success and its determinants. Archives of choice points. American Psychologist, 41,
General Psychiatry, 42, 602-611. 1261-1272.
Lupini, L. N. (2001), Counselor-client value simi- Miller, S. D., Duncan, B. L., & Hubble, M. A. (1997).
larity and dissimilarity, the working alliance, Escape from Babel: Toward a unifying
and counseling outcome. Dissertation Ab- language for psychotherapy practice. New
stracts International: Section B: The Scienc- York: W.W. Norton.
es & Engineering, 61(8-B), 4415. Mohl, P. C., Martinez, D., Ticknor, C., Huang, M.,
Mahoney, M. J. (1988). Constructive metatheory & Cordell, J. (1991). Early dropouts from
II: Implications for psychotherapy. psychotherapy. Journal of Nervous and Men-
International Journal of Personal Construct tal Disease, 179(8), 478-481.
Psychology, 1, 299-317. Mongrain, M. (1998). Parental representations
Mahoney, M.J. (1991). Human change processes: and support-seeking behaviors related to
The scientific foundations of psychotherapy. dependency and self-criticism. Journal of
New York: Basic Books. Personality, 66(2), 151-173.
Mallinckrodt, B. (1991). Clients' representations Moreira, P., Beutler, L. E., & Gonçalves, O. F.
of childhood emotional bonds with parents, (2008). Narrative change in psychotherapy:
social support, and formation of the working Differences between good and bad outcome
alliance. Journal of Counseling Psychology, cases in cognitive, narrative, and prescrip-
38(4), 401-409. tive therapies. Journal of Clinical Psychology,
Mallinckrodt, B. Coble, H. M., & Gantt, D. L. 64(10), 1181–1194.
(1995). Working alliance, attachment mem- Morrison, A. P., Turkington, D., Pyle, M., Spencer,
ories, and social competencies of women in H., Brabban, A., Dunn, G., Christodoulides, R.
brief therapy. Journal of Counseling Psychol- Dudley, N., Chapman, P., Callcott, T., Grace,
ogy, 42, 79-84. V., Lumley, L., Drage, S., Tully, K., Irving, A.,
Marcus, D. K., O’Connell, D., Norris, A. L., & Cummings, R., Byrne, L.M., Davies, P., & Hut-
Sawaqdeh, A. (2014). Is the Dodo bird en- ton (2014). Cognitive therapy for people
dangered in the 21st century? A meta- with schizophrenia spectrum disorders not
analysis of treatment comparison studies. taking antipsychotic drugs: a single-blind
Clinical Psychology Review, 34(7), 519–530. randomised controlled trial. The Lancet, 383,
Marmar, C. R., Horowitz, M. J., Weiss, D. S., & 1395–1403.
Marziali, E. (1986). The development of the Moseley, D. (1983). The therapeutic relationship
Therapeutic Alliance Rating System. En L. S. and its association with outcome. Un-
Greenberg & W. M. Pinsof (Eds.). The psycho- published master's thesis, University of Brit-
therapeutic process: A research handbook. ish Columbia, Vancouver, Canada.
(pp. 367-390). New York: The Guilford Muller, F. J. (2008). Psychotherapy in Argentina:
Press. Theoretical orientation and clinical practice.
Martin, D. J., Garske, J. P., Davis, M. K. (2000). Re- Journal of Psychotherapy Integration, 18,
lation of the therapeutic alliance with out- 410–420.
come and other variables: A meta-analytic Muran, J. C., Segal, Z. V., Samstag, L. W., & Craw-
review. Journal of Consulting and Clinical ford, C. E. (1994). Patient pretreatment in-
Psychology, 68, 438–450. terpersonal problems and therapeutic alli-
Marziali, E. (1984). Three viewpoints on the ance in short-term cognitive therapy. Journal
therapeutic alliance: Similarities, differ- of Consulting and Clinical Psychology, 62(1),
ences, and associations with psychotherapy 185-190.


38 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

Neimeyer, R. A. (1992). Hacia una integración therapy and behavior change (3rd ed.). New
teóricamente progresiva de la psicoterapia: York: Wiley.
Una contribución constructivista. Revista de Patterson, G. R., & Forgatch, M. S. (1985). Ther-
Psicoterapia, 3(9), 23-48. apist behavior as a determinant for client
Neimeyer, R. A. (1995). Constructivist noncompliance: A paradox for the behavior
psychotherapies: Features, foundations, and modifier. Journal of Consulting and Clinical
future directions. En R. A. Neimeyer & M. J. Psychology, 53(6), 846-851.
Mahoney (Eds.), Constructivism in Paul, G. (1967). Strategy of outcome research in
psychotherapy (pp. 11–38). Washington, DC: psychotherapy. Journal of Consulting Psy-
American Psychological Association. chology, 31, 109–118.
Neimeyer, R. A., & Feixas, G. (1990). Peschken, W. E., & Johnson, M. E. (1997). Thera-
Constructivist contributions to pist and client trust in the therapeutic rela-
psychotherapy integration. Journal of Eclectic tionship. Psychotherapy Research, 7(4), 439-
and Inlegrative Psychotherapy, 9, 4-20. 447.
Newman, C. F. (1998). The therapeutic relation- Piet, J., & Hougaard, E. (2011). The effect of
ship and alliance in short term cognitive Mindfulness-Based Cognitive Therapy for
therapy. En J. D. Safran & J. C. Muran (Eds.), prevention of relapse in recurrent major de-
The therapeutic alliance in brief psychother- pressive disorder: A systematic review and
apy (pp. 95-122). Washington: American meta-analysis. Clinical Psychology Review,
Psychiatric Association. 31(6), 1032-1040.
Norcross, J. C. (Ed.). (1986). Handbook of Eclectic Pinheiro, R. T., Botella, L., de Avila Quevedo, L.,
Psychotherapy. New York: Brunner Mazel. Pinheiro, K. A. T., Jansen, K., Osório, C. M.,
Norcross, J. C. (Ed.). (2002). Psychotherapy Farias, A., D., da Silva, R. A. (2013). Mainte-
relationships that work: Therapist nance of the effects of cognitive behavioral
contributions and responsiveness to patients. and relational constructivist psychothera-
New York: Oxford University Press. pies in the treatment of women with post-
Norcross, J. C. (2005). A primer on partum depression: A randomized clinical
psychotherapy integration. En J. C. Norcross trial. Journal of Constructivist Psychology,
& M. R. Goldfried (Eds.), Handbook of 27(1), 59-68.
psychotherapy integration (2nd ed.), pp. 3–23. Pinsof, W. M. (1988). The therapist-client rela-
New York: Oxford University Press. tionship: An integrative systems perspec-
Norcross, J. C. (Ed.). (2011). Psychotherapy tive. International Journal of Eclectic Psycho-
relationships that work: Evidence-based therapy, 7(3), 303-313.
responsiveness (2nd ed.). New York: Oxford Pinsof, W. B. (1994). An integrative systems
University Press. perspective on the therapeutic alliance:
Norcross, J. C., Karpiak, C. P., & Santoro, S. O. Theoretical, clinical, and research implica-
(2005). Clinical psychologists across the tions. En A. O. Horvath & L. S. Greenberg
years: The division of clinical psychology (Eds.), The working alliance: Theory, re-
from 1960 to 2003. Journal of Clinical search, and practice. (pp. 173-195). New
Psychology, 61, 1467–1483. York: Wiley & Sons
Norcross, J. C., & Wampold, B. E. (2011). Adapting Pinsof, W. M., & Catherall, D. R. (1986). The in-
psychotherapy to the individual tegrative psychotherapy alliance: Family,
patient. Journal of Clinical Psychology, 67(2). couple and individual therapy scales. Journal
Office of Technology Assessment, U.S. Congress. of Marital and Family Therapy, 12(2), 137-
(1980). The efficacy and cost-effectiveness of 151.
psychotherapy--Background paper number 3: Piper, W. E., Azim, H. F. A., Joyce, A. S., &
The implication of cost effectiveness analysis of McCallum, M. (1991). Transference Interpre-
medical technology. Washington, D.C.: U.S. tations, therapeutic alliance and outcome in
Government Printing Office. short-term individual psychotherapy. Ar-
Orlinky, D., Grawe, K., & Parks, B. (1994). Pro- chives of General Psychiatry, 28, 946-953.
cess and outcome in psychotherapy-Noch Pizer, S. A. (1992). The negotiation of paradox in
ein mal. En A. Bergin & J. S. Garfield, (Eds.). the analytic process. Psychoanalytic Dia-
Handbook of psychotherapy and behavior logues, 2(2), 76-80.
change (4th Edition) (pp. 270-378). New Plotnicov, K. H. (1990). Early termination from
York: Wiley and Sons. counseling: The client's perspective. Un-
Orlinsky, D., & Howard, K. (1986). Process and published doctoral dissertation, University
outcome in psychotherapy. En S. L. Garfield of Pittsburgh, PA.
& A. E. Bergin (Eds.), Handbook of psycho- Powers, M. B., Halpern, J. M., Ferenschak, M. P.,
Gillihan, S. J., & Foa, E. B. (2010). A meta-
BOTELLA, MAESTRA, FEIXAS, CORBELLA Y VALL 39


analytic review of prolonged exposure for for depression: An exploratory analysis. Un-
posttraumatic stress disorder. Clinical Psy- published master’s thesis, York University,
chology Review, 30, 635–641. Toronto, Ontario, Canada.
Prochaska, J. O., & DiClemente, C. C. (1984). The Safran, J. D. (1998). Widening the scope of cogni-
transtheoretical approach: Crossing the tra- tive therapy. New Jersey: Jason Aronson Inc.
ditional boundaries of therapy. Homewood, Safran, J. D., & Muran, J. C. (2000). Negotiating
IL: Dow Jones-Irwin. the therapeutic alliance: A relational treat-
Prochaska, J. O., & DiClemente, C. C. (2005). The ment guide. New York: The Guilford Press.
transtheoretical approach. En J. C. Norcross Safran, J. D., & Wallner, L. K. (1991). The relative
& M. R. Goldfried (Eds.), Handbook of psycho- predictive validity of two therapeutic alli-
therapy integration (2nd ed.), pp. 147–171. ance measures in cognitive therapy. Psycho-
New York, NY: Oxford University Press. logical Assessment, 3(2), 188-195.
Quality Assurance Project. (1983). A treatment Satterfield, W. A., & Lyddon, W. J. (1998). Client
outline for depressive disorders. Australian attachment and the working alliance. Coun-
and New Zealand Journal of Psychiatry, 17, selling Psychology Quarterly, 11(4), 407-415.
129-146. Saunders, S. M., Howard, K. I., & Orlinsky, D. E.
Quinn, W. H., Dotson, D., & Jordan, K. (1997). (1989). The Therapeutic Bond Scales: Psy-
Dimensions of therapeutic alliance and their chometric characteristics and relationship to
associations with outcome in family therapy. treatment effectiveness. Psychological As-
Psychotherapy Research, 7(4), 429-438. sessment, 1(4), 323-330.
Quintana, S. M., & Meara, N. M. (1990). Internal- Shedler, J. (2010). The efficacy of psychodynam-
ization of therapeutic relationships in short- ic psychotherapy. American Psychologist, 65,
term psychotherapy. Journal of Counseling 98–109.
Psychology, 37(2), 123-130. Shonfeld-Ringel, S. (2001). The effect of culture
Rait, D. S. (1995). The therapeutic alliance in on the working alliance between Asian Amer-
couples and family therapy: Theory in prac- ican clients and Western therapists. Tesis
tice. In Session-Psychotherapy in Practice, doctoral no publicada. Smith College School
1(1), 59-72. For Social Work, USA.
Rait, D. S. (2000). The therapeutic alliance in Smith, M. L., Glass, G. V., & Miller, T. (1980). The
couples and family therapy. Journal of Clini- benefits of psychotherapy. Baltimore: John
cal Psychology, 56(2), 211-224. Hopkins University Press.
Raue, P. J., Goldfried, M. R., & Barkham, M. Soares, L., Botella, L., & Corbella, S. (2010) The
(1997). The therapeutic alliance in psycho- co-constructed therapy alliance and the
dynamic-interpersonal and cognitive- technical and tactical quality of the therapist
behavioral therapy. Journal of Consulting and interventions in psychotherapy. European
Clinical Psychology, 65(4), 582-587. Journal of Psychotherapy & Counselling, 12
Read, J., Cartwright, C., & Gibson, K. (2014). Ad- (2), 173-187.
verse emotional and interpersonal effects Soares, L., Botella, L., Corbella, S., De Lemos, M.
reported by 1829 New Zealanders while tak- S., & Fernández, M. (2013). Diferentes estilos
ing antidepressants. Psychiatry Research, de clientes y construcción de la alianza con
216 (1), 67-73. un terapeuta. Revista Argentina de Clínica
Reandeu, S. G., & Wampold, B. E. (1991). Rela- Psicológica, 22(1), 27-36.
tionship of power and involvement of work- Stiles, W. B. (2011). Coming to terms. Psycho-
ing alliance: A multiple case sequential anal- therapy Research, 21, 367–384.
ysis of brief therapy. Journal of Counseling Stiles, W. B., Agnew-Davies, R., Hardy, G. E.,
Psychology, 38, 107-114. Barkham, M., & Shapiro, D. A. (1998). Rela-
Rogers, C. R. (1951). Client-centered therapy. tions of the alliance with psychotherapy out-
Cambridge, MA: Riverside Press. come: Findings in the second Sheffield Psy-
Rogers, C. R. (1957). The necessary and suffi- chotherapy Project. Journal of Consulting and
cient conditions of therapeutic personality Clinical Psychology, 66(5), 791-802.
change. Journal of Consulting Psychology, 21, Strong, S. R. (1968). Counseling: An interper-
95-103. sonal influence process. Journal of Counsel-
Rosenzweig, S. (1936). Some implicit common ing Psychology, 15, 215-224.
factors in diverse methods in psychothera- Strupp, H. H., & Hadley, S. W. (1979). Specific vs
py. American Journal of Ortopsychiatry, 6, nonspecific factors in psychotherapy: A con-
412-415. trolled study of outcome. Archives of General
Rotondi-Trevisan, D. L. (2002). Autobiograph- Psychiatry, 36(10), 1125-1136.
ical memory analysis and micro-narrative co- Sturm, L., & Dawson, P. (1999). Working with
herence in brief experiential psychotherapy families: An overview for providers. En D. B.


40 INTEGRACIÓN EN PSICOTERAPIA 2015

Kessler, P., & Dawson (Eds). Failure to thrive the effects of cognitive therapy versus “other
and pediatric undernutrition: A transdiscipli- therapies” for depression. Journal of Affective
nary approach. (pp. 65-76). Baltimore, MD: Disorders, 68, 159–165.
Paul H. Brookes Publishing Co. Wampold, B. E., Mondin, G. W., Moody, M., Stich,
Svartberg, D., & Stiles, W. B. (1992). Predicting F., Benson, K., & Ahn, H. (1997). A meta-
patient change from therapist competence analysis of outcome studies comparing bona
and patient-therapist complementary in fide psychotherapies: Empirically, “All must
short-term anxiety-provoking psychothera- have prizes”. Psychological Bulletin, 122, 203–
py. Journal of Consulting and Clinical Psy- 215.
chology, 60, 304-307. Watson, J. C., & Greenberg, L. S. (1994). The alli-
Tolin, D. F. (2010). Is cognitive–behavioral ther- ance in experiential therapy: Enacting the
apy more effective than other therapies?: A relationship conditions. En A. O. Horvath &
meta-analytic review. Clinical Psychology L. S. Greenberg (Eds.), The working alliance:
Review, 30, 710–720. Theory, research, and practice (pp. 153-172).
Tracey, T. J. (1987). Stage differences in the de- New York: Wiley.
pendence of topic initiation and topic follow- Weerasekera, P., Linder, B., Greenberg, L., &
ing behavior. Journal of Counseling Psycholo- Watson, J. (2001). The working alliance in
gy, 34, 123-131. client-centered and process-experiential
Tracey, T. J., & Hays, K. (1989). Therapist com- therapy of depression. Psychotherapy Re-
plementarity as a function of experience and search, 11(2), 221-233.
client stimuli. Psychotherapy, 26, 462-468. Weinberger, J., & Rasco, C. (2007). Empirically
Tryon, G.S., & Kane, A.S. (1995): Client involve- supported common factors. En S. G. Hof-
ment, working alliance, and type of therapy mann & J. Weinberger (Eds.), The art and
termination. Psychotherapy Research, 5(3), science of psychotherapy (pp. 103–129).
189-198. New York: Routledge.
Vall, B., & Botella, L. (2014). Narrative assess- Whiston, S. C., & Sexton, T. L. (1993). An over-
ment: Differences between anxious and de- view of psychotherapy outcome research:
pressed patients. Narrative Inquiry, 24(1), Implications for practice. Professional Psy-
132-152. chology: Research and Practice, 24(1), 43-51.
Wachtel, P. L. (1977). Psychoanalysis and Winston, B. G. (1994). Change in level of defense:
Behavior Therapy. Toward an Integration. Its relationship to therapist intervention and
New York: Basic Books. therapy outcome in short-term dynamic psy-
Wachtel, P.L. (1992). Therapeutic chotherapy. Tesis doctoral no publicada.
communication: Principles and effective New York University, US.
practice. New York: Guilford. Wong, P. S. (2001). Psychotherapy and ethnic
Wachtel, P. L. (2014). Cyclical psychodynamics diversity: Working with Americans of Asian
and the contextual self: The inner world, the ancestry. New York State Psychologist, 13(1),
intimate world, and the world of culture and 17-20.
society. New York: Routledge. Yin, K., Huang, X., & Fu, Y. (2009). The present
Wampold, B. E. (2001). The great psychotherapy situation of the research on psychotherapy
debate: Models, methods, and findings. and counseling methods in China: Through a
Mahwah, NJ: Erlbaum. content analysis of articles in Chinese psy-
Wampold, B. E. (2015), How important are the chological journals. Psychological Science
common factors in psychotherapy? An (China), 32, 783–787.
update. World Psychiatry, 14, 270–277. Zuroff, D. C., Blatt, S. J., Sotsky, S. M., Krupnick, J.
Wampold, B. E., & Imel, Z. E. (2015). The great L., Martin, D. J., Sanislow III, C. A., & Sim-
psychotherapy debate: The evidence for what mens, S. (2000). Relation of therapeutic alli-
makes psychotherapy work (2nd ed.). New ance and perfectionism to outcome in brief
York, NY: Routledge. outpatient treatment of depression. Journal
Wampold, B. E., Minami, T., Baskin, T. W., & of Consulting and Clinical Psychology, 68(1),
Tierney, S. C. (2002). A meta-(re)analysis of 114-124.


View publication stats

Das könnte Ihnen auch gefallen