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Colección Ciencias Humanas

Michel Maffesoli
Ensayos sobre la violencia
banal y fundadora

Traducción ele Ariel Sha.lon1

� Dedalus Editores
Maffcsnli, Michcl
Ens.1vo� sohrc l:i violcnri<l b;rn.11 v llandador.t. - l.1 cd. - Bw:noc; 1\irc1,,: Dcd.!111,., 2012.
Índice
216 p. ; 21x1 ·1 c111. (Ciencia" hum.� 11.1,)

ISBN 'J78-'J87-28200-0-�

1. Soriolog1;1 de Ll Cultura. 1. Tíwlo


e D n 101,

PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN �)


Cc1 OU\'f,l��c. ruhlic d.111.. le c,:;u,irl' du Pmg,1.1111111c cl'Aidc .lb l'uhlil";lt1tlfl \'11.:tori.l o�:Jmpn. h�rn:flrn.: ciu <;.Onticn ch1
i\lim,tCrl' (r.in\'.ll' de" 1\ff.1irl'" l·:rr.m�t·rc" c:t clu Scr,·11.:c ck CnnrCr.u1nn t·t cl"At-111111 Cuhurdlc de 1"1\mh.1•"':\r.c cit.· PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓ. 21
Fr.mn.: en t\rccnhuc.

E...1.1 ohr.1. ruhhl.'..nl.1 cn d nun·o cid Pr\l�r.11:1;1de1\yud.1 ,l l.1 Puhlil·�1l'ic1n \·1,rnr1.1 O\.UlljlO. lllt."Tlt.l l'Oll d :-tpti�\l dd INTRODUCCIÓN
i\ lini1:1cr10 de A..unto" E.xtr;111Jcro:; ele Fr.111t: 1;1 y dd Scnicio de Coopnadvn y 1\nuin Cuhur.11 dc l;1 Emh.q,1d.\ de
1 r.1 1 1,· 1.1 en l:t A1gc111in:1.
INVARIANCIA DE LA VIOLENCIA 25

CAPÍTULO l'IHMEHO

DINÁMICA DE LA VIOLENCIA 35
l . El fenómeno de disidencia 35
Tirulo original: EJ.llli.< .rur In 11iolmfl' hnnn/c elJimdatric<• 2. La destrucción útil 47
3. Algunos aspectos de la violencia 59
� 2009, CNllS 1::ditinns, P:1ris.
«) 2009, Michel M affcsnli 4. La palabra y la orgía 90
O de la tradltccicin: 1\ricl Shalom 5. El deseo de Jo colectivo 121

I" cdicit'ln en español: noviembre de 2012


CAPÍTULO Sí::GUNDO
De<lalu> Editores
EL DINAMISMO DIONISIACO 151
Felipe Valiese 855, llucnos Aire>, /\rgcntina.
infi>��dedaluscditores.com.ar, ckdalus.editores@grnail.com l . La forma dionisiaca,
www.dcdaluscditorcs.c<•m.ar expresión del cuerpo colectivo 151

Disciio de colección y n1bicrta: Crudek l{ihcirn Disei10


2. Figuras del exceso lGG
Diagra111a.:iún: Arid Shalnm

CAPÍTULO TEncrno
ISBN 978-987-28200-0-8
Hecho el tlepc.istito que marca la le)' 11.723 LA MASA: RESISTENCIA Y SOClALIDAD 17[)
l 111presn en /\rge11tina

CONC'LUSIÓt\
Ninguna parre de csra puhlirnn1\n, incluido el disciio de la cubierta. puede ser reprod11cid.1.
:tl111acc1rnch1 o tr:tnsmitida en mancr:t alguna ni por ningún medio, ya sea ck'ctrirn, químico, SOBRE EL NOMADISMO
111cdni.:o, c.iptko, digital, de grahacit'ln o de fotocopia. sin permiso previo del editor.
O LA ERRANCIA Y LA CONQUISTA DE LOS MUNDOS 197
·

Prefacio a La tercera edición

En una época fuertemente consagrada a la insignificancia


o, lo que viene a ser lo núsmo, a la búsqueda frenética de la
novedad, quizás no sea en vano record a r que hay constantes

�ntropológicas que, siempre y renovadamente, nos atraviesan


a todos y, desde lu eg o al ser social en su t o tal i d a d La violencia
, .

es una de ellas.
AJ releer estas páginas publicadas, por primera vez, en 1D78,
me doy cuenta ele que quizás n o sea posible decir alg o nuevo
sobre este eterno problema. Corno máximo, a la luz de una
actualidad que rebosa en ejemplos al respecto, podem os recor­
dar, en contra ele cierta bonachonería que muy frecuentemente
hace las veces de pensamiento, que no podemos conformarmos
con aullar, al unísono, pidiendo la paz universal. La irenelogía,
sin duela muy estimable, no debe impedirnos analizar esa pole­
mología que, volens nolens, caracteriza nuesLra naturaleza hu­
mana, esa hommerie1, retornando la expresión ele MouLaignc,

1 Montaígnc llama /io1111111'l'i1• al desl'O i1H'sc·n1pulnso dl' clo111i11<11·1u11 q11l' (':\r;1(·t1'r1z¡1

al hon1l>re (llo111,11w) (11. del t.).


l () ll

que es i nú t il C' i ng en uo reducir a la angeología. El que quiere energía que mantiene en movimiento la historia del mundo. Es
hacercleángcl. . . � ,
también esta tensión la que hace de cada uno de nosotros un
Df'.i('mos est.o a lo s moralistas ele todas las estirpes. Sobre ser vivo. Alguien que vive en su propia ambigüedad, alguien
C'I terna de la viokncia, he aprendido, de Julien Freund, que me que vive porque la alteridad lo constituye. Heráclito veía en el
psf"imuló a leer a GPorg Simmel, lo importante que era pensar a combate la fuente de toda existencia. Y como un eco lejano,
contrapelo. Poner las convicciones y las creencias entre parén­ Rimbaud recuerda justamente: "Yo es otro". Todo señala que
t.c'sis p; 1ra describir mejor Jo que está. ahi. El hecho, también, la armoriía es conflictual y que sólo hay equilibrio en la buena ·

ele que es lcmws ah:í enfrentados a Jo trágico en toda su ambi­ gestión ele la diferencia.
v al en c i a. La violencia cs, al mismo tiempo, 1?_ar�� y fundadora. � Dentro del moralismo imperante es frecuente privilegiar un
En l'st·e sc->nt.ido me-' conformaré con recordar lo que pode­ unanirnismo de principio. ¡Todos somos hermosos, todos so­
mos llam ar en Pl scnUdo griego, tres leornnias: cosas a con­
, mos amables! Muy diferente es la vicia real, que reposa sobre
t cmplar, objt·t os sobre los cuales meditar. Teorernas que, ele un un orden trágico estructural. Es lo que aparece precisamente
modo p unzan t c aparccC'n a lo largo ele las páginas que siguen.
,
en ese gran relato fundador que es el cristianismo, para el que

Teoremas que, como la leclio divina del n10naquismo medie­ la cruz, "escándalo para los sabios ele este mundo", va a servir

va.l, permiten rumiar cosas esenciales a fin ele consustanciarse de signo ele adhesión. Lo mismo sucede con el freudismo, que

con ellas y, a partir clt� ahí, poder pensar y actuar en consecuen­ ve en la "muerte del padre", individual y colectivo, el origen ele

cia, consecuente1nent.c'. la civilización. ¡Y qué decir del marxismo, para el que la "lucha
de clases" es el motor esencial ele la historia! La vicia cotidiana
no es la excepción. Desde las burlas familiares, ele las que nos
· Teorc·mn 1: rmri.r¡olenr>mi.qo
hablan los etnólogos y que pueden ser de una rara violencia,
El c l t'S t ino aparl'cc cuando la historia tiende a Lomar for­
a las escenas hogareñas y otras polernologías conyugales que
ma. Los arquetipos son su expresión. Arquetipos que subrayan
marcan la vida ele las parejas, hay un amplio espectro ele agresi­
que-> to da vida en socipclad es tributaria de figuras arraigadas
vidades que atraviesan la vida ele todos los días, y dan testimo­
' . Así sucPde con las figuras que inauguran la
profunclamerlte
nio ele que la vida no es "un largo y manso río". Su sabor debe
h istor i a dC' la humanidad en su versión semítica, fundamento
mucho a las especias que lo conclimentan:.--
dC' la tradición occidental: Adán y Eva tenían dos hijos, Caín y
También se ha observado que Ja iniciación era un modo efi­
Abt'l, hermanos y enemigos, como se sabe. El Hermano ene­
caz ele socializar a las jóvenes generaciones. Y dicha iniciación
núgo aparece-' como una a.rnbivalencia fundamental, una lucha
no estaba exenta de brutalidad, ni de novatadas, ni siquiera de
a muerte que podemos e ncontrar en numerosas mitologías.
ma.ldad pura. Es ilustrativo advertir que las sociedades tradi­
En swna, la tensión es la matriz de todas las cosas. Es la
cionales no despreciaban las pruebas iniciáticas en sus pro­
cedimientos de admisión. Y resulta pueril, incluso contrapro­

··1·:1 q111· q1ii1·n· lt;w1·1· d1 · ;111,1.(t'i ... ltaec d e bestia". l"rase ele Pascal que sef1<1la que nadie ductivo, si no peligroso, pretender erradicar las novatadas y
p111'<i<' <'S('apar ;1 s11 nat.11rall'z:i ani111al por m;is reglas morales qui• se impong;1 (n. ctcl l.). cualquier otro tipo ele manifestación estudiantil, todos modos
12 .)
1.-,

de ritualizar las sociabilidades juveniles. . Y el puli.etazo no está le­


Puede haber cariño en el combate
, se
Duelos caballerescos, capoeim brasileña, .fight club . . . ser amado. En todo caso
jos de la caricia. El enemigo puede
Cuentos y leyendas, tradiciones tribales, películas y otras co­ sangrienta. Pero puede
lo respeta. Claro que la riña puede ser
reografías muestran ampliamente que el combate es una es­ ser, también, lo que une a los her
manos de sangre. ¡Algo m
­ �
os! A este lazo de sangte
lructura antropológica que nos hace ver que en el animal hu-. cho más valioso que los falsos hernian
1
mano hay también animalidad. Con tocia la brutalidad que ésta encias festivas. La cruel­
lo encontramos en todas las efervesc
confiere. lizada. La "chusn�a" del
dad siempre está, en potencia y ritua
f Sin duda, la tradición occidental encerró a este ani?'nal hu­ cuyas raíces son profund
. �
suburbio tiene un código de honor
mano en el rol de sujeto racional. Sujeto pensante encerrado Desde los ladrones justicieros, con1
0 Robín Hood o landnn, �
en sí mismo. Desde Descartes hasta Max Stirner la singularidad eos, siempre hay cierta me-
hasta los "patateros" contemporán
del ego racional es la que tiende a prevalecer. Un ego puramen­ sura en la expresión de la violencia. .
te cognitivo, despojado de sus humores y múltiples secreciones Dije bien, expresió n: la violencia tien

e que exp ·esarse, salir.
el cuerpo social se p eden �
instintuales. Las emociones, las pasiones y otros afectos ya no De este modo el cuerpo individual y
tienen derecho ele ciudadania en lo que Carl Schmitt llama el riales, cuyas modula ione : s
purgar. Catarsis de tiempos inmemo .
. " oJ·a" e1eport1va en
e en Ul'\Gl
"encaparazonamiento del yo". contemporáneas pueden observars , .
"metaleros", en los varia­
Esto nos hace advertir que sólo hay vida en sociedad en la un headbanging o en los pagos de los
a un jugador clest cado,�
tensión mnigoleneniigo. El enemigo es el que me cuestiona. Y dos entusiasmos donde se lanz a al aire
asistente de un recital d :
así me permite ser. "Al reconocerlo como enemigo, reconozco a un músico idolatrado o a un simple _
que puede cuestionarme". Y lo propio del cuestionamiento es música tecno. Para cada uno de esto

s casos la lista es ext 1s1s1-
� de
despojar de las certezas y ele las quiet11cles, que, sin duda, son ma (te corresponde a vos, lector, com

pletarla), l expres1on
mortíferas. Ja animalidad humana ünpide que se
vuelva bestialidad.
_ ��1
ese

puede evitar ser car nos� • ?


Esta capacidad de cueslionamiento es jusi.amente lo q11e puñetazo que, pese a ser violento, no
_
icipante de una h1steua
funda la dependencia mutua. Amigo/enemigo están encadena­ en ese lanzamiento al aire de un part
deU.cacto monsl.ruo que
dos uno al otro en un desarrollo sin fin. O mejor dicho el "fin" colectiva, lo que se epifaniza es ese
llega cuando ya no hay enemigo. La muerte es, en efecto, el constituye nuestra naturaleza humana. . .
na, que repite tranqui-
aplacamiento absoluto. O en otros términos: el anonadamiento Recordemos aquí el coro de Ant·ígo
del terror", aunque "la más
del otro implica necesariamente el anonadamiento ele sí. Esa es lamente: "múltiples son las figw-as
es un animal monsLruoso!
la paradoja. Necesito el cuestionamient.o del enemigo para ser terrible es el hombre". Sí. ¡El hombre
struosidad puede expre­
yo mismo. Carl Schrnitt lo resume en una fórmula provocadora: Pero sólo cuando reconoce esta mon
"Pienso, luego tengo enemigos; tengo enemigos, luego soy yo sarse, ser verdaderamente él mismo.
Y no es un simple saber
do.
mismo". Este extravío subversivo d<'I "ubjetivismo cartesiano racional, es más bien w1 saber incorpora
resulta luminoso, ya que un Juga r en eso que somos.
uestra 0 en ci<' -; épo< el El cuerpo, en efecto, ocupa
u�ln.t.fonis uno Y otro caso hay
pri.mum es ju' 1enr<,· t 1e funcl<. lazo Sl al Cuerpo individual y cuerpo social. En
14 1 f)

ambigüedad. Una ambivalencia estructural. Nos amamos y nos


para lo que, por mi parte, he llamado la "parte diabólica". Tocio
detestamos al mismo tiempo, del mismo modo que amamos Y
esto traduce esa sabiduría arraigada que ha comprendido qu0
detestamos a ese "prójimo" al que se supone hay que "amar es mejor acordarle un lugar al mal irreprimible que constituye
como a sí mismo".
nuestra naturaleza humana antes que sucumbir por su irrup­
Sólo a1 rrnococer ('n sí mismo y en el otro esa mezcla inex­ ción descontrolada. El famoso retorno de lo reprimido. El mito
tTicablr qur es rl amigo-enemigo podemos acceder a ese orden cuenta que cuando le negaron al dios Pan la entrada a la ciudad
concrel o. Ese orden en que lo extraño, lo extranjero, la extra­ éste introdt0o allí el pán'ico. Mientras que su aceptación, ritua­
i"tcza, ocupan un lugar. Un lugar que no es menor. lizada, incluso diría homeopatizada, habría permitido reducir
los perjuicios, al menos circunscribirlos. Se trata sin duda de
una remota sabiduría que sabe, por saber incorporado, que no
'fro1·e111u 2: /RicS.(fO rao? hay nada mejor que el enemigo del bien.
La sobreprol'ección es lo que debilita. El niño educado entre Y fue este mejor, en particular a partir del siglo XIX, el que
algodones es incapaz de defenderse y resistir a los ataques que se empleó para esterilizar la vida social. Los historiadores de
vienen del exterior y del interior. Se trata de una constante de la este siglo, apogeo de la modernidad, muestran claramente
civilización el querer controlarlo todo, hasta los menores inci­ cómo, de forma subrepticia, el higienismo fue capilarizándose
dentes ele la existencia cotidiana. Evitar el riesgo, tanto a nivel en el conjunto del cuerpo social. Cómo, a través de diversas
individual corno colectivo, es, sin duda, una de las constantes instituciones, fue "formateando" al individuo y sus diversos
de la rspccie humana. Quizás incluso sea el motor esencial del modos de vida, y cómo tarnbién fue canalizando los ardores
progrrso, ese progr0so que mejora la calidad de vida material y y las energías constitutivas de lo que se consideraban "clases
permite un perfeccionamiento moral. peligrosas". Esta asevsia fue sin duda enervando poco a poco
Nuestrn sano juicio no podría estar más de acuerdo. Pero la el cuerpo domesticado. Stricto sensu le fue quitando los ner­
cosa sr complica cuando el progreso se convierte en_ progre­ vios. Es decir la capacidad de resistencia a los anticuerpos que
sismo. Es decir cuando se sistematiza corno doctrina, incluso podían alcanzarlo.
corno ideología. Mito único al cual todo y todos deben someter­ Esto ya se ha dicho de muchas formas. Pienso en particular
se. Fornrn profana de la divinidad a la que conviene sacrificar en Maquiavelo que, dentro de una lógica irrefutable, muestra
todo ideal, tocia intensidad ele ser. Sacrificio que converge en lo que la "vi?'tu da tranquilidad a los Estados; la tranquilidad
qur 1J11rkh0im llamaba "conformismo lógico". Lo que podría­ alumbra enseguida la apatía y la apatía consume a los países
mos llamar, en nuestros días, "correclness".' y a las casas". La gradación es plenamente mecánica. La de­
Sin l'mbargo muchos son los pensadores de envergadura cadencia es la ineluctable consecuencia de la asepsia que ha
qur han prrstado atc'nción a la necesaria pa1·te oscu1·a (C. G. operado. Esta domesticación es causa y efecto de esa vieja
Jung) para el hombre en particular, para la humanidad en ge­ tradición del judeocristianisrno obnubilado por la búsqueda de>
neral. Parle 11rnl<lila (I3ataille), 'i,ns/.a.nte oscu?'O (Ernst Bloch). salvación. Excepción cultural que dio en llamarse soteriología.
Podrían multiplicarsr ampliamente las expresiones utilizadas Para alcanzar la salvación, hay que curar a la vida de sus mu-
17

chas sanies, y esto desemboca en curarse ele la vida. Curarse


Perversio, se invie1te en su contrario. Y al hacer esto, se vuelve
de esta vida en lo que tiene de animal, ele malvado, ele sombrío.
sanguinaria, paroxística.
La famosa sombra. ¿Pero qué es un hombre sin sombra? La . ..
. Los serial killers se inscriben lógicamente en una c1vtl1za­
novela ele Chamisso lo exhibe muy bien: un hombre sin sombra
ción donde todo está controlado, donde los códigos morales se
no existe.
aplican rigurosamente. ggmo el mal no puede expresarse ele un .
Entonces, poco a poco, se pone en marcha, con la lejana re­
modo catártico, va a hacerlo de un modo paroxístico. Toda pro­
ferencia a la radiante ciudad celeste, un mecanismo ele protec­
hibición engendra el retorno, como fuerza, el(' lo que se niega.
ción. Protección contra los asaltos del malvado -lo que será
Y, en cualquiera de sus formas, el "riesgo cero" es el precursor
objeto de la teología-, contra los ataques del mal -y los sis­
de las peores perversiones.La última palabra (y aquí se trata de
t.ernas morales sacan provecho ele esto-, contra las múltiples
la última palabra del posmodernismo ante el moralismo moder­
clisfuncionaliclades sociales -y todas las grandes ideologías
no) será el retomo de los vampiros y otros bn�jos que se invitan
del siglo XIX van a dedicarse a ello permanentemente.
en "privacy". Por sólo tomar un ejemplo enLre miles: la difusión
Pero estas diversas teorías ele la emancipación, religiosa,
en el sitio comunitario Myspace de la serie fantástica Be1.Jond
moral, política, tienen una consecuencia temible: la sumisión.
the rave, que pone en escena a una Lribu ele ravers obnubilados
En efecto, el que protege espera que, a cambio, se sometan a
por la sangre.
sus conIT1inaciones, sus deside1·ata y otras prescripciones nor­

Sig iendo los pasos de las películas de Lerror, en las que
mativas. Vernos ahí, en el paso del paternalisrno específico al
Frankestein tiene el primer puesto, en las que Drácula hace
monoteísmo cristiano, el deseo de preservar a la humanidad en
temblar, esta serie difunde en Internet, en veinte episodios,
'

una perpetua infantilización.


.,

uno más sangriento que el otro, historias basadas en las fan-


Estas son las raíces antropológicas de la securización a ul­
tasías de los internautas, que reafirman así la comunidad que
tranza. Lo que va a culminar en la ideología del "riesgo cero" allí se reconoce. Claro que esta web-serie ele terror está lejos
y otros principios de precaución. Las múltiples prohibiciones
de destacarse, pero así y todo marca con clariclacl el can1bio de
que marcan la existencia dan testimonio de ello. Conducir, co­ paradigma al que hoy asistimos.
mer, vestirse, beber, ftunar, amar, habitar, y podríamos sustan­ El animal humano recuerda que al lado de la razón están
tivar infmitamente numerosas prácticas de la vida cotidiana. sus emociones, sus afectos, sus pasiones y que al contenerlas
Tocio será ornado con reglas precisas, rigurosas, imperativas,
o negarlas en exceso se llega a una sociedad en la que sin duela
sin dejar ya lugar a la expresión de la más simple vitalidad.
estamos protegidos, pero donde el aburrimienLo conduce a tma .
Justamente este rechazo del exceso puede, por más mínimo
muerte no menos asegmacla.
que sea, conducir a su contrario absoluto. En términos erncll­
El retorno de los vampiros, demonios y demás ilusiones
tos: helerolelia. Efectos perversos º"'°' hacen que lo obtenido
simbolizan el retorno ele la sombra. ¿Acaso no es otro modo ele
sea lo contra1io de lo que "(' espera
decir y de vivir la totalidad del ser no sólo rn lo que pos(,. ele
Así, la violencia se vur · pen·c ello en Sf'ntit 2S- inquietante, sino también de vivo"?
tricto: per ?Jia, toma cami 1� obli· i1posiblr. .r cont1
l9

?"hJ1·r'11u1. :J: 1>01· /(I m11e1·te


más cerca nuestro BaLaille, que mostraron la proximidad exis­
Este es justamente el leitmotiv de la vasta sinfonía heidegge­
tente entre el goce vital y la ritualización de la muerte.
riana: Zmn Tocll. P0ro no hay nada macabro en este llamamien­
Esto es precisamente lo que encontramos en las pruebas
to a la finitud humana. Ineluctablemente nos encaminamos ha­
características de las diversas formas de iniciación societal, es,
cia la muerte. Y el reconocimiento de este destino no deja de
Lan1bién, lo que se viene practicando a través de las épocas en
0star acompañado ele cierto júbilo. Las épocas trágicas -ha
las diferentes formas de bacanales. En cada uno de estos casos,
comenzado a advertirse- son aquellas en las que lo festivo, en
y retomando la fórmula de Goethe, se oye el eco inconsciente
clifcrc!11Les formas, juega un rol no despreciable.
del "Muere y deviene". Sólo hay que escuchar el barullo de las
Al contrario del simpático y un poco bobo mito progresista,
technoparacles, seguir el desfile ele una "gay pride", participar
que fue un el0rnento motor de la modernidad, l a sab iduría P ­ ?
ele una eucaristía pagana en una disco de moda, para darse
pular sabe biNl, por saber incorporado, que la irnperman encia
. cuenta de que el infierno y el paraíso no son sino las dos ca­
está C'n C'l corazón mismo de la naturaleza humana. Y haciendo
ras de una misma realidad. Vida y muerte fusionadas en una
ceo de esto algunos pensadores roborativos destacan el ir Y
mezcla sin fin. O mejor dicho homeopalización de l a muerte a
venir ele los ciclos que marcan el desarrollo histó1ico. Por ejem­
través ele una exacerbación ele la vida.3
plo, G. Vico n'cuerda el cm·s'i e ricorsi. con el que está an1asada
No nos cansaremos de hablar del ruido y la furia ele csLas
la cultura.
efe1vescencias musicales que encontramos desde Tokio hasta
81 curso de las cosas, el retorno ele otras, incluso el desvío,
Buenos Aires, pasando por Ibiza, Londres o Berlín. En todas
todo C'sto relativiza Ja rudimentaria linealidad temporal sobre
las ciuclaclades del mundo la parte del diablo Liene derecho ele
la quC' s<' r1111dó C'I optimismo característ'ico de la tradición
ciuclaclanía. Y en lodos estos Jugares, en Lodos esos momentos,
judeocristiana (semítica). Occidente va a heredarlo Y la mo­
puede observarse una íntima relación entre la posesión y la li­
drrnictad va a r('tnnt.ar sus efectos. El hilo conductor de este
berl ad ele ser. Claro que puede resultar paradójico. Se ha consi­
optimismo es la negación de la muerte. La encontramos en la
derado deITtasiado, en la tradición moderna, que la libertad tra­
exclamación el<' San Pablo: "Muerte, ¿,dónde está tu victoria?"
ducía el poder ser amo de si. Y aquí, en el Liempo acelerado ele
·8n nin<1'ún
1 b
lacto, puesto que Cristo resucitó! Vuelve a aparecer
. , una música ensordecedora, los cuerpos endiablados m uestn:rn,
('n el desarrollo científico del siglo XIX con su preocupac10n, su
a todas luces, que están poseídos al tiempo que expresan un in­
ambición, cte un progreso indefinido que debe resolver todas
negable "dejarse-ser". En un sentido escricto, "ek-sisten". Sal0n
las vicisituctes humanas. En primer lugar, la mue1te. Pero curio­
de sí mismos, y así crean un cuerpo colectivo que es, prácti­
samente la muerte, en uno de sus asombrosos ricu'l'�:ri, vuelve a
0nwrger en numerosos terrenos. Uno de ellos es el de la fi s a. � � camente, palpable para quienes se han purgado de las ideas
convencionales. En particular las relacionadas con el supuesto
Pueclc sorprender y resultar algo paradójico ver esta reVJvtS­
cencia en esas efe1vescencias dionisiacas en las que p revalece
1 1'1rn11E l.� Qn:,11, L'lio1111111' c11 1'111i1·
t'I placer de ser y C'I deseo de vida. Muchos fueron los pacientes u/Jsl'lu: l.l'l'fll/'I' (/1• illil'lll'I i\/q[/1·su/i, l.t•s
l'ress<•s de l'lJni1·ersiH' Lav;d, ()uc\bec, 2007. Tambit'n L. Po11rta11,
'/h·/11111, CNl�S
obseivactorrs de la exacerbación festiva, por ejemplo Sade, o
Éclitions, !\tris, 2008.

j
20 21

individualismo contemporáneo.
La tradición iniciática habla del egregor como la consecuen­
Prefacio a la segunda edición
cia de un fervor común. Y éste puede ser de cualqtúer orden:
religioso, musical, deportivo, consumista. En cualquier caso se
trata de "perderse". O, para decirlo en términos más elevados'
de existir sólo por y bajo l a rn.irada del otro. Así se crea u n espí-
ritu colectivo que, en un mismo movimiento, expresa la muerte
de sí y el nacimiento de Sí. Del Otro que me sobrepasa.
Esta muerte simbólica, que nos acostumbra a la mue1te real,
se pone justamente en juego en las fusiones, en las confusio­
nes que caracterizan a las boites nocturnas. El mismo término
es i lustrativo. ¿Ir a la baile no es lo que caracteriza l a "mise
en baile", expresión popular que designa el a.Laúd?·' Se t rata,
consciente o inconscientemente, ele un derrotero iniciático, el
del nómade que, al vivir la muerte de todos los días, se encami­ Dejando a otros el cuidado de resultar útiles, sin tener tam­

na abiertamente (zum Toclt) hacia la realidad última: Ja finitud poco un gusto pronunciado por el espíritu ele sistema, creo po­

que, ele hecho, le confiere toda su grandeza. sible considerar los problem.as sociales bajo una perspectiva
metafórica. ¡"Angola pm"licola.re" si los hay! Estamos l('jos de lo

París, 14 ele noviembre ele 2008. que ha convenido en llamarse demanda social y otras paparru­
cha.das p o r el estilo. Se trata rn.ás bien de est.etismo. Quizás haya
que aceptar el riesgo de esto, sabiendo que el procedimiento
"por evitación", inducido por la metáfora, es muy aprC'ciado por
muchos de los que saben prestar oídos a la socialidacl. Claro
que decir "muchos" no es algo para ilusionarse; sólo c�scribo
para unos pocos. Me dirijo, p o r así decirlo, a unos happy f ew.
De modo que fue el pedido de amigos, estudiantes o colegas
el que me impulsó a reeditar esta "Dinámica ele la violencia",
publicada precedentemente en un 1 rabajo ya agolado, rea­
lizado con mi colega A. Pessin: Lci ·violenc ia. jilnlladorn (éd.
Du Champ Urbain, Paris, 1978, con prefacio drl Profesor J.
Freund).

' llnire, ''discoteca", es lmnhién "recinto'·. "caja", .v dr allí la asociación con "cajón" o He reunido en torno a este texto otros ensayos escritos
"aw 1·1d" (11. d\'1 1 . ) . posteriormente, pero que fueron elaborados con una misma
. , I ]
pr0ocupac1on: a e le t .ra La r ele comprender la ambivalencia de
este modo publico dos textos escritos dentro de la perspecti­
la violencia, su asprclo polifónico, la fascinación que siempre
va "dionisiaca" u "orgiástica". Esta ültima, cuando publiqué La
ha provocado, su constancia también en las historias humanas. '
sombrn de D ioniso , hizo sonreír e irritar a los espíritus serios y
Mist rriosa violencia que nos obnubila, que ocupa nuestra
a los moralistas de todos Jos bandos. Al proponer el "dinamis­
vi c i a .Y nurst rns ckbat es, que atraviesa nuestras pasiones y
mo dionisiaco", soslengo que se trata ele una ritualización ele
nurst ras razo1ws. Y es normal, puesto que debemos recordar
la violencia que al mismo tiempo es prospectiva. El conocido
q u e l'I mist.erio es t.ambién un factor de unión: en su sentido
slogan ele "haz el amor y no la guerra" corre el riesgo ele tener
et irnológico es lo que une a los iniciados entre sí. Este es el hilo
en las próximas décadas derivaciones insospechadas; 1 desd0
conductor qur recorre tocios estos textos. El antiguo "Neikós"
luego aquí sólo trataremos la "forma" o el ideal tipo orgiásti­
qu0 s0gún Empi:'clocles es uno de los elementos estructurales
co, quedarán por explorar sus contornos.2 Por otro lado, en
ele lo dado mundano es a la vez una entidad proteiforme y tiene
"resistencia y sociabilidad", pretendo mostrar que en l a vicia
un rnonne futuro por dE'lante.
cotidiana la violencia puede sufrir una transmutación que In
RC'tnemoremos 01 mito bíblico del pecado original: gracias a
convierte en un escudo eficaz contra las imposiciones sociales
Sat. anás fuC' quP cmpC'zó l a historia de la humanidad, y periódi­
y naturales.
c a n H 'nt.e encontramos C'I mal, el crimen, la sangre en Ja inaugu­
Continúo de este modo la reflexión sobre la duplicidad
ración de todas las estructuraciones sociale.s. · La violencia en
en1prendida en un trabajo anterior, La conquista del presen te
t an t o "cmtraliclad subterránea" es siempre aquello a partir de
(Paris, PUF, 1 979). Otra vez aquí nos encontrarnos lejos de la
lo cual se determina la existencia. Así, en función de este pre­
obsesión política que parece ser para el sociólogo el nec plus
supuesto, podernos aprehender algunas de sus modulaciones,
ullrn ele tocia empresa teórica.
en 0st e c aso ! Tes.
Como conclusión, propongo un capítulo sobre el nomadis­
1 ) En primer lugar la violencia, muy frecuentemente ignora­
mo (introducción a una investigación en curso), que podría
da, ele los poderes instituidos; la ele los aparatos burocráticos,
ser o t ro modo de caracterizar contemporáneamente al hom­
la ele los Estados, la del seivicio público. Dediqué tm trabajo
bre carnívoro.
a este problema (La violencia t.olalita·ria., 1979, reedición en
c. Des¡ntfs de fo 1110</Pm id.ad?, CNRS Éditions, 2008). Aquí sólo Se podrá ver que no hay explicaciones, que no se pretende

incluyo un texto alusivo. Invariancia de la violencia (introduc­ encontrar causas, mucho menos soluciones. Nos contentare­

c i ó n ) , cuya única ambición es destacar los caracteres específi­ mos con mostrar lo que es "monstruoso". Es un estilo que aprP­

cos dp cio.

2) la violencia a nómica, que tiene una función fundadorn . .


Un libro notable como el del Profesor J . Freund se juega por

Se t rata ele la rcerlición propiamente dicha (capítul o I).


J) Por otra part C', me parece necesario hacer notar la violen­ ' lle mostrado l a climc11sio11 cpistc111ológic¡1 d e la perspec·t iva c l ioni si aca P n /·�/tl(¡t•
·
1¡,.
cia ba 11af, la C(ttl' se• pone en juego en l a pasión social o en l o /11 1'11iso11 s1•11si/1/e, t !J96.
" l 1 1ves1 igariones en curso en el Ceniro ele Estudio sohrP lo Ac111al y lo Co1idiano
qur y o l l amo la res isl.en.cfo. ele la masa (capítulos III y IV). De
(l'aris-Desc:artes) pretcnclc11 llevar a lluen 1érmino este· proyPclo.
24 25

lo opuesto, con e l éxito que ya conocernos. Sin embargo, con­


Introducción
trariamente a lo que él dice3, creo que la violencia está en todas
partes, es una fom1a englobante que tiene sus modulaciones
paroxísticas y sus manifestaciones minúsculas. Este aspecto
l nva r i a n c i a de la v i o le n c i a
expansivo es el que justamente pretende destacar este libro,
admitiendo que cada cual en su vicia profesional, afectiva, polí­
tica, o ante una búsqueda específica, elije tal o cual aspecto de
esta "fonna" para esclarecer el problema al que se ve enfrenta­
do. Es ésta justamente l a ambición esencial ele una socfología.
'j 'ormist:a"' cuyos contornos se precisan poco a poco y cuya
vüirna ratio podría ser brindar un marco de análisis que per­
mita a cada cual pensar por sí mismo. Es un objetivo tremen­
damente audaz o algo inactual si tenemos en cuenta el apetito
de nuestros contemporáneos por las ideologías simplistas y el
confom1ismo intelectual. Lo propio de l a violenc ia en tanto objeto social de cierta
o
Después de todo es hora de reconocer que la sociología es importancia es que resulta muy delicad o propon er al respect
w1 análisis teórico nuevo. Corno máximo se puede
acl'Ual'izar
capaz ele lanzarse a la aventura.
y
l o- que las diversas ciencia s sociales del hombre han dicho
París, febrero de 1984. vuelto a decir de diversas formas. Al hacerlo , de todos modos,
a
puede ser posible neutralizar, o a1 menos relativizar, la angusti
que oprime a cada época ante ese "h'ia.lillS i 'l 'a t'ional'i. s" al que

cotidiana mente nos vemos enfrentados.


Es necesario en efecto constatar de entrada que las matan­
Ja
zas, las masacres, los genocid ios, el ruido y la furia, en suma,
\ violenc ia bajo sus diversas modula ciones, son la suerte común
dé-c �ier conj �to civilizacional que se considere. Sin duda,
e
bajo el influjo de los medios audiovisuales, p odría pensars
que nuestro tiempo es particu larment e vulnera ble, pero si
' c r. l·'1<1TN 1 > (. J . ) . sw·ioloyi,. r/11 1·n 1 1//i1. l'mi�. l 'l JF. 1 ns:J. p. 10.J. se
1 S(• St' inspira
presta un poco ele atenció n a lo que nos cuentan las historia
t rata dt• 11na sensii>ilidarl que en la visión ('St(•t ica dP n . Si111111t'I.
s
l l1 • I H 1 a . l 1 ilir•n FrP1 1 l l f l t'I rl1·sr·11hri111i1•11to d•· Psi(' logo qIH' viví(\ �· hn.v rl1'sf':1nsa r·n
sentido ,
l·:st r;1sl111rgo. humanas, daría l a impres ión ele que no es así. En este
, óri­
la investig ación contem poránea, y más precisamente hi.
M u.v po<'o conocido c11 Fra11cin i:ltil!'; V('( rcpnll'lH 111 is1 .' Sll

\'llsa.\·is1110. D1•s(i<' mi primer Ir ( Cí I ' In · ' 11 p¡ 1 1. . , ··�


. ).

p . ¡ � ¡:¡. ¡ ,¡:¿), i!llf'llll' cil'Si <lf':t\' lo 1 qur• P" arsp \� L. 1�is. 1. �t () (! ca, ha hecho justicia a este preju i o . Así, má.<:; allá de < rt o

alarmism o periodístico y político que sin duda tiene su.


I'. \\'at i<'r. (;f'n1y¡ S111m1r•I, Cir<·¡', 2l1 ne-
E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y FUNDADORA
'.2(i I NTRODUCCIÓ N I N V A R I A l\ C l l\ D E LA V I O L E N C I A

rc'sidadC's puntuales, sería bueno que podamos comprender el D e nada sirve ocultar esta realidad, o cmnuftarla. Ya sea en
fenómeno con la mayor serenidad posible. Tal vez se trate de la el interior de una nación, o entre las naciones, lo que puede de­
"nrut ralidad axiológica" tan valorada por Max Weber, más que nominarse la lucha por la vida, o el enfrentamiento con el desti­
rwC"esaria cuando se ahorda un asunto candente. no, aím permanec e este compone nte esencial de lo dado social .
a
Así, no es cuestión ele pregunt rse de un modo quizás ocio­ M. Weber pudo analizar esta noción de fuerza o de potenc i a
so si C'n nuest.rns días hay más o menos violencia. Nos con­ con coraje y s i n a priori. Para él, s e trataba de comprend er l a
tentaremos más bien con reconocer en primera instancia que violencia, n o como un hecho anacrónico, u n a supervive ncia d e
se trata de una estructura constante del fenómeno human�; los períodos bárbaros o precivilizados, si�c;> más bien como l a
luego intPnt.arPmos mostrar que, de un modo paradójico, l a manifestación mayor del antagonistmo existente entre volun­
violencia n o deja e l e jugar cierto rol e n l a vida societal; por fin, tad y necesidad . Y aunque su análisis fuese en muchos aspectos
a tít u l o de hipótesis intentaremos indagar cuál puede ser l a tributario de su época y de diversos problemas contingen tc•s,
ract.ura contrrnporánea ele lo q u e podemos denominar el des- fue capaz de insislir sobre el carácter específico de la violencia
orden f('Cunclo. como articulació n lógica que se instaura en un enfrentamiento
Volcns noten.e; la violencia está siempre presente; más que ae valores (politeísmo o pluralidad de valores). Así pudo dar
condenarla c o n excesiva rapidez, o incluso negar su existencia, cuenta ele! juego de la diferencia que no puede ser reducido o
es rrn-'.ior ver de qnf' modo se puede negociar con ella. Con qué negado por un unanimism o de fachada, que regular y enfáti­
l.ipo dr argucias se le puede hacer frente. Sólo a partir de e t� camente contradic e una realidad empírica fundada en los en­

principio de realidad es posible apreciar la cualidad de equili­ frentamientos y en los conflictos de todo orden. Estos impiden
brio qu<' en mayor o nwnor medida caracteriza a toda sociedad. pensar que sea posible "eliminar la lucha en realidad"2 , pues '
DesdP l u rgo q11<' rstas proposici ones pueden parecer algo esta lucha es el fundamento de toda relación social. Ésta puede
ab strac tas. PC'ro ese es el desafío de la sociología especulativa modularse de maneras pacíficas, como la diplomac ia, la nego­

que pretendo desarrollar. Así corno . as "formas" de G. immel, � � ciación, la regulació n, etc., o incluso, bajo forma de competen­

el ideal-tip o ele M . Weber o el arquetipo de G. Durand que en cia en sus aspectos comerciales, culturales, científicos; pero no

tanto ta les no existen -trascie nden las realidade.s empíricas cabe duda de que remite siempre a la "selección" que opone a

0 constituy en polos clr agregación para los fenómenos socia­ individuos o grupos entre sí. Las consecue ncias sociológicas

les- las �ituacion es parn.1;ísticas que analizo tienen la única de esta realidad son inmensas , y por nuestra parte l a situarnos

ambición clE' pennit.irnos Gntrever y compren der mejor los ca­ como motor principal del dinamismo de las sociedad e1?.

sos p arti cu l ares a los que inevitabl emente nos enfrentarnos en Dentro de una tradición cultural cercana, G. Sirnmel ana­

nuestra vicia profesio nal, política o ecónom ica. liza del mismo modo lo que él l lanm la lucha, corno elemen­
to estructural del hecho social. Difícilme nte p'ueda refutarse,
, ., (; �lllMH . .\111·i11/1n¡ll' , . , ,.:·,¡¡s/1•1110/fJ!/ il'. Paris, rur. HJ81; G . D11R,\KD: /,1•s stm.r­
/ 1 1 1 ' ' '·' 1 1 1 1 1 f r m¡111/1u¡"I '""' r/1· /'iumyi1111i1r , 0cl. ílordas. Paris, 1069 ;
Y L'1\ 111e ll[!HW,
' CL los clesarrollos tic M. Weber sobre esta noción <'n f,·co111>111i<• 1'/ So1:ii•t1'. Pion,
t lt•111l('l·nwclial in11s. l'ari�. 1 �lHO. c·;1p. �. 1971, p. :38 y SS.
28 E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y FUNDADORA
INTRODUCCIÓN INVARIANCIA DE LA VIOLENCIA

escribe, "que ex.isla un a priori en l o que respecta al instinto


nuestra paradoja, intentar dar cuenta ele una constante que se
de combate". C�m ello muestra que el conflicto es el punto no­
expresa muy a menudo en la labilidad y la esponLaneidad, en la
cla! de una comprensión del hecho soci�l. Para él, la sociedad
multiplicidad de los desajustes y los rechazos.
implica "una cierta p roporción de armonía o de discordia, de De allí que no sea posible analizar la violencia de un modo
asociación y de competición, de tendencias favorables y de único, considerarla corno un fenómeno único. Su pluraliclacl
tendencias desfavorables", observación que se aproxima a la misma es_ el indicador privilegiado del poliLeísmo de valores, de
referencia que hemos hecho respecto del concepto ele fuerza la polisemia del hecho social que se considere. Propongo pues
en M. Weber y que se postula a contrapelo de una visión una­ considerar el ténni.no violencia como una manera cómoda ele
nimista ele la sociedad, incapaz de dar cuenta del proceso real agrupar todo lo que se relacione con la lucha, el conflicto, el
de la vida.3 combate,
- ----. en suma la parte oscura que aLraviesa permanente-
Desde una perspectiva "positiva" -esto es, si nos remitimos mente el cuerpo i n d ividual y el cuerpo social.
"a la cosa" misma, s i n apreciación normativa o judicativa- no La figura del "neilcós" se constituye justamenLe, según el
se puede, tal como señala C. Schmitt, "negar la realidad de una filósofo Empédocles, como el par necesario de la "phil'ia.". La
hostilidad entre los hombres'"'. Conviene más bien entrever las heterogeneidad engendra la violencia, pero al mismo tiempo es
modulaciones históricas y sociales de dicha hostilidad. O más fuente de vida; mientras que lo idéntico (o lo homogéneo), por
bien, en un primer momento, comprender que esas modula­ más pacífico que resulte, es potencialmente mortífero.
ciones se asientan sobre una constante. La inseguridad gene­
ral que cada historiador o cada anaJisLa social constata en su Recordemos que, corno señalaba Spi noza, un país "en que la

época\ las descripciones apocalípticas que se hacen clescle la paz es un efecto de la inercia ele los SL�jetos merece mucho más

Antigüedad hasta los diagnósticos contemporáneos, tocio ello el nombre de soledad que el de urbe". Dicha observación seña­

relativiza al menos la novedad clel fenómeno. Lo cierto es que la perfectamente la fuerza que puede acordarse a la violencia

aquí se trata ele una especificidad real, el carácter parcelado de como estructurante colectivo. Pero aJ mismo tiempo indica que

la violencia vuelve delicada su teorización. El hecho de que no es posible "alterar" una sociedad, quitarle lo que Maquiavelo
llamaría su "virtu" específica.
pueda ser, estiictamente hablando, definida aumenta todavía
Esto es particularmente claro cuando la viol<'ncia es m o no­
más su monstruosidad. J. Freund ya ha hecho notar la natu­
polizada por una estructura dominanl.f' (f'st·ado, partido, orga­
raleza convulsiva, i n forme, irregular y turbia de la violencia,
nización terrorista o criminal). Se trata aquí ele un proceso que
carácter que la hace resistente al análisis.'; Esta es justamente
podernos encontrar de w1 modo bien caracLerizado en la evolu­
ción sociopolítica de nuestra tradición cultural desde hace dos
1 cr. .'°il)l�IEI. ce: . ) , So.·i()/()!Jif', Hl08, <;¡1p. 4.
siglos. No tiene sentido entrar en detalle, numerosos trabajos
' < : r. C. S1 ·11.111rr. /,11 1wli1111 <111 l'oli1i1¡11f', Cal111n1111- L<'v�-, P;1ris, p. :, 1 .
('f. al l'l'SPP<'I n la dPs<-ripC'iún dl' ,J. H1 1z1;-11;,1, / 1 ., .¡ i 11 rl 11 1\/0¡¡1'11 1Íye, Pa.vot , 1 !) G 1 , han hecho notar con claridad cómo progresivame n te todo se
p . :¡¡; .1· :;s. puso en práctica para que las zonas oscuras ele lo social des­
,, c;r. .) . 1·'111-:1 N l l , /,'/;°s.W'llf'/' "" /HJ """ Sil't'.I' p. !) 1 1 .
aparezcan en provecho de una aséptica normaliclacl. Se df' l i rn i -
:l() ENSAYOS S O B R E LA VIOLENCIA BANAL Y F U N DADORA
INTRODUCCIÓN I NV A R IAN C I A D E LA V I O L E N C I A
:3 ¡

t a el desvío, lo disfuncional, a fin ele tratarlos mejor. Tal vez no


creativa de la efe1vescencia.
sea importante que este "tratamiento" triunfe, alcanza y sobra
Así la violencia es comprendida por la tecnoestructura
con que la anomia que fue marginada sirva de justificación a
como esa "parte maldita" de Ja que hablaba G. Bataille, a Ja que
toda una categoría ele especialistas (de "traba,jadores sociales"
conviene canalizar y utilizar, sabiendo claramente que produce
a tecnócratas internacionales) que van a constituir lo que ha
estremecimientos difíciles de dominar. El control de esta "par­
convenido en llasnarse la tecnoestnlclu'm contemporánea.
te maldita" fue desde siempre la preocupación de los diversos
La canalización generalizada, la regulación social llevada
colectivos históricos, la diferencia característica de la época
hasta sus consecuencias extremas no deja emerger nada de lo
moderna es que este control se aplica en el marco de un mono­
que no intente apropiarse. La disposición de los indicadores
polio administrativo productivo o utilitario que se sirve, en lo
sociales pern1ite una organización que no tolera la menor man­
que respecta a los países más avanzados en el plano industrial,
cha de sombra . Se asiste al achatamiento ele la sociedad don- '

de todos los recursos de la técnica y la ciencia. Esta violencia


de todo puede ser legible inmediata, totalmente; el "instante
monopolizada que se pretende negación de la violencia j uzga­
oscurn", del que hablaba E. Bloch para calificar la simboliza­
da demasiado natural conduce a Ma "existencia pacificada y
ción socictal, si bien no es suprimido, al menos es localizado
satisfecha"7 que funda la ideología de la securización 'de la vida
Y catalogado. Este etiquetamiento de lo disfuncional no debe
social.
ser entendido como un proceso moral, sino como una actitud
Sin embargo, el tedio que resulta de esto es lo que puede,
económica que no permite ninguna pérdida. En este sentido la
energía del desvío, así corno la energía del trabajo, convergen
�or �n lado, explicar con claridad la falta de interés real que
inspira Ma organización social esterilizada y banalizada en to­
en l a percturancia del sistema productivista cuya única meta
das sus ocurrencias. La conmutabilidad de "signos" sin atribu­
es su propio desarrollo. A título anecdótico, pero corno suele
tos que suprimen las diferencias remite a la monotonía de Ja
ocurrir Ja an&cdot·a aquí resulta paradigmática, diremos que la
equivalencia generalizada.
publicidad ilustra a la perfección este procedimiento. La bús­
En su ensayo "Sobre algunas categorías de la sociología
queda de la creatividad para calificar, para caracterizar o para
., comprensiva", M. Weber formaliza muy c laramente los diver­
"l anzar nn nuE'VO p roducto al mercado, ya no se hace única-
sos momentos del tema que nos ocupa; seguiremos en conse­
nwnt t' en las age>ncias, sino que surge de la agresividad de un
cuencia su análisis bien de cerca.8 La violencia tal corno fue
grupo particular al que se hace "ftmcionar" a partir de ciertas
ideas c i adas. Así, grupos de creativos trabajan para una marca dicho, se plantea en principio como elemento de base, por lo
que "la actividad societaria no constituye en absoluto el contra­
ele digestivos, detergente o electrodomésticos, únicamente al
rio excluyente del tipo ele actividad comunitaria que llamamos
cre ar in uilrn una situación conflictual que desbloquea las po­
t encialicladcs creativas de sus miembros, potencialidades que
c u l.J ren tocio 01 esp0ct ro de las motivaciones sobre las cuales ' Cf. sobrP Psla idPa 11 \llEl<.\11s (J.), l'mjils ¡1/1iloso¡il1i1¡1ll'S r'/ J)<J/i1i1¡111,s ' l':iris '
.
habrá que actuar para difundir ese producto. Esta observación L1all11narcl, 1 97-1, p. ::!:W.
''. �!. \\'1-:111-:11, f;'.> -:uis s11>· /a llworiu cil' lo sci1'·11('(' (l�ssai sur q11el4llt's ca1.éguril's dt· b
p(-'rmite iluslrar en qué sentido se pretende utilizar Ja fuerza . .
'oc1olog1e comprehens1ve), 1'101 1 , l·'aris, 1 fl(if), p. :327.
32 E N S A Y O S S O B R E L A V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R /\
I N T R O D U C C I Ó N , I N V A R I A N C I A O E LA V I O L E N C I A J�l

lucha (Kampj)"H. Esta lucha atraviesa profundamente "toda


parte de los poderosos y finalmente por parte de un poder que
actividad comunitaria en general". Tocia fo1111a de comunidad,
se otorga formalmente la apariencia ele la neutralidad " ' º · He
incluso aquella en Ja que el sentimiento ele abandono es lo más
aquí precisado de forma inmejorable el proceso que conduce a
fuerte ("por ejemplo una relación erótica o caritativa") encie­
la abstracción del poder en relación con la socialiclad: a saber,
rra la posibilidad de ejercer violencia hacia otro, incluso pochía
la violencia. Lo que subraya, o lo que marca esta descripción,
decirse que esta posibilidad es la condición sine qu.a non ele

es que el d minio de esta "amenaza organizada" desvinculada
cualquier estructuración social que se considere. Pero es jus­
de un arraigarniento social se convierte en t�I trofeo de un "Big
tamente esta potencialidad y sus realizaciones históricas las
Brother" anónimo, controlador y constructor de la realiclacl 1 ' ;
que reclaman " u n cierto grado de socialización y acuerdo". Nos
p o r ende, sin comunalización posible, la violencia abstracta Y
remitirnos aquí a lo que yo ll amaría la ritualización de la violen­
legalmente detentada por uno solo (individuo, grupo, aparato,
cia c l aramente perceptible en las sociedades primitivas o en
burocracia . . . ) se vuelve directamente amenazante, clelermina
la tragedia griega. Conscientes de la omnipresencia ele la vio­
la obediencia y en consecuencia afirma el poder. La sobrerra­
lencia, de su consustanciabilidacl con el hecho social, se hace
cionalización de esta estructura social culmina en un irraciona­
necesario negociar con ella, jugarle con astucia, "engatuzarla'',
lismo completo y terrorífico que conduce a los individuos a la
socializarla. En este sentido, el ritual es el coadyuvante ele la
más "primitiva" de las angustias. 12
simbolización social. De allí que para M. Weber la lucha des­
He aquí una astucia de la razón Slm1amenle paradójica, el deve­
provista de "todo tipo de cornunalización con el adversario" sea
nir racional de esta forma social que es la violencia viene acompa­
un caso límite. Las diversas reglamentaciones sobre armas y
ñado en efecto ele su potencialidad irracional. Puede decirse c¡ue
medios de combate, el precario "derecho de gentes", los ritua­
al quedarse sin centro de gravedad popular o social, ésta puede
les de duelos y de competencias deportivas, el consenso nece­ ·
virar hacia lma irracionalidad cada vez más creciente. La conjun-
sario en las ciudades griegas para desencadenar o finalizar una
aón de la violencia y de la idea hace potencialmente sislerna. Fue
guerra, reglamentos y reglas ele juego, son sólo algunos de los
justamente por esta conjunción que la violencia pudo convertirse
numerosos ejemplos ele ritualización y acuerdo que encontra­
en teITor. 13 A partir de aquí, entonces, comienza un desencadena­
mos e n el campo ele la violencia. En cambio, el devenir racio­
miento de la violencia que nada puede aminorar; a través de su
nal del ritual implica una monopolización ele la violencia. "A
racionalización se difunde, y e l aw11ento cada vez más desarro-
lo largo del desarrollo histórico, el uso de la fuerza física fue
monopolizado en fonna creciente por el aparato ele coacción
10 M. W1·:11rn , ib'irl., p. 284.
ele una especie determinada ele socialización y de comunidad
• 1 Cf. el novelesco mecanismo de esLc proceso dcs<.:ripl.o por (L OHwi-:1.1., t'll l.'!84.
por acuerdo, a saber, la organización política. De este modo se '" El falltasma ele Ja bolllba aLó111i<.:a colllu d<'s•'ll<"<lcil' 1 1 : 1 1 1 1 1 v 1 1 1 0 d1· la 1· i11l1•1w ia l'lll1-
la ha convertido en una amenaza orf°'' ni zada ele la coacción por centrada en un objeto. El "botón" que permite descm:adl'11ar u11a gu1'1Ta al ' llllk:a 110 l'S
.
sino Ja construcción de un hombre, pero ctú!llas 11m•l'ias dt• lirricin, dt' 1•s111•Hl<IJ<', (' t r . .
describen l a brusca locura ele este hon1brr, el error, l'I dt•spc·rf1•cto t t-• c·ni«P. 1•1c·1;\t'ra.
1 a Aunque haya que referirse a él cn11 pr uclc1wi: , t'i 1·í1w11lo 1•111 rP Lt'1Toris1110 .1 1·azo1 1
'' M W1m1·:11, ihirl. . p . '.)82 .1· ss.
ele Estado no carece ele funclamr111.o.
04
;35

liado ele la criminalidad, ele la inseguridad urbana, participa ele su


Capítulo primero
instrnrnentación. Además, al particularizar la violencia, es decir
\, '
al clesprenc Í erl; ele su sustrato ritual, lo que era la lucha de todos
con t ra otros tiend e a fracci onarse en l ucha de uno contra tocios; D i n á m i ca de La vi o le n c i a
pequei'ía gu<'rilla rumiada en la atomización que hace que la vio­
lencia se diluya en agresividad mezquina y cotidiana.
l . EL FENÓMENO DE DISIDENCIA
El espectác u lo ritual ele la violencia permitía que ésta fuese
en cic rl o rnoclo exte ri orizada. Su monopolización, su devenir
racional tiende al c ontrari o a interiorizarla. que tener uu caos dentro de
..llay

El meranismo ele esta interiorización puede compararse uno para engendrar una estrella qu<•
baile".
ron la m a nera en que Tocqueville descri b ía el funcionamiento N11·:'1"lS< 'llE
de ese t ip o ck t i ra nía anónima que "deja el cuerpo libre y va
d i re c t o al alma. El amo ya no d i ce usted pensará co m o yo o
uslrcl mori n1 . Dice: usted es libre de n o pensar como yo: su
vicia, sus bienes, to ci o le pertenece, pero desde hoy usted es un Ya es hora ele apreciar lo que por el rnomento puede deno­
t'xtrnnjNo C'nLrc' n osot . ros" 1 1 . Si cito este texto de Tocqu evi lle es minarse " l�- �1i ol cncia", o "la disidencia", como el emento estruc­
porque p ar<'C<' d Psrr i b i r claramente el desplazamiento del que _t ural del hecho so cial , y no como la reliquia anacrónica ele un
lw hablado. La violencia clara y precisa, coercitiva del poder, orden bárbaro en vías de desaparición . N uestro objetivo no es
se e.ierda con clurrza, pero sin ctrmandar adhesión, se podía lnvenlar una teoría de la violencia, sino más bien actualizar lo
obedecer y odiar. En c am b i o , en el j ue go ele la tecnoestntctura, mejor posible lo que respecta a su estructura. Se trata pues,
el pocl0r só l o pueci<' ej Prce rse si encuentra eco entre los domi­ en el senlielo fuerte del té rm i no , de rec on o cer los elementos
nados. Así, por lo qur lwmos anal iz ad o , debemos retener que que� componen este fenórneno. Así, n uevan1ente, no se trata ele
la pt�qu� fia violencia grneralizada caracteriza el ambiente ele la ape l a r a un orden "real" referencial, lenninus a, qua de nuestra
asepr i a sorial. La srguridacl, el progreso del que se vanagloria i nvestigaci ón, sino más bien ele apreciar el juego ele dupliciclael
la sorirdad, su aspecto civi li za d o hasta en sus rarnificaciones (de simulac ro, ele figuración, ele i magen) que, como para tocias
más d i versa s , son algu nas ele las n1áscaras que . l a realidad se las formas sociales, p e rmite c ornp rend er la disidencia (la vio­
l'nrarga ele arra ncar, lo que hac<:> pensar en aquella broma que len cia) . Volvarnos a señalar que el sistema de referencia que
' 'i enc df' la Al e man i a nazi: "Nadie debe tener ni hambre ni frío: otorgarn os pretende en este sentido indicar que las diversas
l odo c o n t ravent o r irú a un ca m p o de concentración"1 " .
producciones teóricas que analizamos son también disc urso s
ele lo social y no solamente sobre lo social .

' \ 111 T"n11 f:\11.U:, /!l· /11 /i 1 •111"r·1·11ti1• 1•11 1\111<;rir¡11r•, éd. 10/18, p. 15-1.
Para precisar brevernente el ce nt ro ele nuestro objetivo,
,. C'i1ado por l11111i,;11i-;1)11:11 ( M . ) . t\1• 1111-:11 (T.). /,o /Jio/cctir¡1w rl<' lo misv11, Gnllimard, podría decirse que la disidencia social se inscribe en un doble
1 'aris. 1 !lí - 1 . p 1 .-,H.
movimiento de dest ruc c i ón y fundación, o incluso que es revc-
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D I N Á M I C A DE LA V I O L E N C I A :17

!adora d e una desestructuración social más o menos pronuncia­ por nuestra cuenta, de toda civilización) es consecuencia ele un
da, y que conlleva a una nueva fundación. Así la disidencia (la lento mecanismo, cuya sociogénesi.s no podemos hacer aquí, pero
violencia) puede analizarse al mismo tiempo en relación con un que, desde el suicidio hasta la criminalidad, puede interpretai·sc
orden instituido del que da testimonio (contestare), y por sí mis­ de diversas maneras. Recordemos a LíLuJo i.ncUcativo que el
ma como una forma que tiene su propia dinámica. Desde luego, fundainentq de este mecanismo es el de la normalización. La
en pos de Ja claiiclacl de la investigación, habrá que encarar se­ adopción de la Norma crea un centro (o cenLros) y periferias.
paradainente el análisis de cada uno de estos aspectos, dacio El Joco, el anómalo, deja de estar integrado a una organiciclacl
que a su vez se diversifican en múltiples formas, sin olvidar ele social de la que es parte integrante, entra en la gran categoría ele
tocios modos su estrecha conexión, que es lo único que permite los excluidos que no pueden plegarse a la dominación absoluta
comprender la eficacia social del objeto que nos ocupa. de la razón. Esta dominación es insicUosa, se capila.riza en el
De tnoclo que nos enfrentainos, en primera instancia, a la conjunto del cuerpo social y engendra el reino de• la equivalencia
clesestructuración oculta del conjunto social . 1 Si bien las fisuras generalizada, lo que quiere deci.rque Ja adscripción a la normalidad
son más o menos importantes y más o menos aparentes, no dejan no puede soportar la diferencia respecto ele eso que siempre
de ser significativas y pueden servirnos a contrnrio para revelar posee de exceso e incluso de cruel***. Del hamo h iemJ"Chi.cus al
las especificidades de lo dado social en su conjtmto. Haciendo w1a Jwmo aequalis, vemos ese proceso de nivelación que, al denegar
aproxirnación biológica, que consideraremos tan sólo de modo el orden de lo cualitativo (es decir ele la diferencia), consigue
metafótico, se puede aclve1tir que, así como un estado orgánico deconstrui.r lo que justamente permitía la cohesión social, lo que,
deficiente a menudo se traduce en W1a astenia psicológica, del al modo de FoW'ier, pocl1ian1os llarnai· l a mquitectónica de las
mismo modo lo que DW'kheirn llaina "rela,jamiento de los lazos pasiones. Saint-Exupery, en Oita,delle, cuya clinHmsión simbólica
sociales" ai-rastraconientes ele depresión, por no ser más drásticos, permai1ece aún inexplorada, reconocía que lo que él llamaba fm
que no son solamente el resultado ele individuos o ele gnipos de del imperio no se debía al fracaso de Ja virtud, pues sabía muy
incUvicluos, si.no que remiten a una desagregación social'''. Corno bien que "el fracaso de Ja virtud lera] consecuencia del fu1 del
veremos, este fenómeno no es nuevo: reaparece petiódkarnentc, impe1io"2• Y al dar al término "virtud" toda su riqueza elimológica,
traduce un mecanismo ele crisis, sea cual sea el nombre que se le remitimos a todo ese ir y venir entre orden y desorden que flmcla
quiera ciar a esto, cuya manifestación es la anornia. Este estado ele la estruct1.u·ación social. Basta en consecuencia que Lmo ele los
crisis que, según Dmkheim en la conclusión a su estudio sobre el polos sea hipostasiado pai·a que el equilibrio se rompa, para que
suicidio, caracteriza el acmé el e una civilización** (agregaremos, la cenestesia que asegura la perdurancia social deje de Lcner
curso. -Es aqLú cuando el crin1en se convierte, en el sentido fuerte
del término, en índice de una reversibilidad que ya no puede
1 �l;ís ac ll'lanlc volven'mos sohrc !'Sle asunto. Hcmilimos por PI monwnlo al artículo
rle F. lt11 · 11M:1., "Foule solí1aín' el NostalAie de 1<1 comnnmaulé.. , !l1·111w rl'/list1i11 • ,., rif'
¡11i ilnsC1¡1ilil' rl'iigil'11s1's, PUF, 1 07fi, n" :_¡, p. 4 1:3.
*** Cf., par¡¡ CSle telll<l, la� OiJSCl"VaCÍ()l\('� dl' J. i:l..1l lll/ll.l.1Mlll, f,"f·,'c/1(1//!JI' ·'!flll/1u/ t(//U'
* Cí. 8. D1•H1<11E1.11, /,o S11icii/r', P l iF, l!)í:l. p. 229.
et la 11w1 ·1, Galllmard, 1 976, p . 24ll, 257.
** l/iirl., [J. 1- 2:J.
' A. IJI; SAIKT-GXlll'l.;!ll", Ci/(l{ll'/11', (];'111>/'l'S 1·0111 ¡ 1/l.,/1 "' , l .;1 l 'll;i;ll ll', JI . . i!
1í.
E N S A Y O S S O B R E L 1\ V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A
O I N A M I C A D E LA V I O L E N C I A

n'Jm'sl'nlars<'. Para los L'ourie1istas, según el diario la Phalange


fáb1ica, templo d e l a religiosidad contemporánea, está fw1dada
que' cita M. F'oucaull.", C'i crimen es sobre todo la manifestación
en el encierro. La división por zonas y la corunuta.Lividad de los
de una "incor nprrnsibilidad de la natmaleza hwmma"; más que
incUviduos tienden a funcionalizar las relaciones y las actividades,
tma ctrbi Ji dad 1 irn e en cuenta tma energía, a la que por otra parte
tienden a evitai· a cualquier precio la comunicación libre qur
hrmos llamado potc>ncia soci,ol, que también nos recuerda lo
es fundamentalmente peligrosa:• Puede seguirse este proceso,
que· ( ; . 13nlaillt' clcscrilw con e l término de soberaiúa. Cuando
n
i cluso, en el Lu1iverso carcelario, que, bajo esta perspectiva,
hay imposición absoluta, cuando el cortjw1to de la vida social
puede ser entendido como súnbolo de Lma sociedad perfecta,
qu(•da cuadriculado por l a norma, es cuando el ilegalismo en
pues el aislamiento, el encuad.ran1iento, que favorecen la relación
sus rliv<'t'Sas moclulacio1 1es puede considerarse la expresión de
desde arriba y prohiben aquello que es del orden de la lateralielacl,
un quNN-vivir irreprirnible. Es muy evidente que la conciencia
suprin1en ele este modo todo desorden y toda efervescencia. Es
no tiNH' nada qiw ver en este proceso, tampoco la justificación:
cvide nle que al presentaJ· sucintamente el telón de fondo del
estarnos en el orden de la energía pma y rebelde que intenta
fenómeno de disidencia, no pretendemos describir con minucia
romp0r la a tonía y la quietud de una organización aséptica de la
Lodo aquello que liga productivisrno y atomización: bastai·á, por
existencia, estamos en el orden de la resistencia, que siempre es
ahora, con señalar cómo este fenómeno da cuenta del estado ·

inquietante y que, a Lma moral estrecha y confom1ista (moral que,


cró11ico de anomia en los países industriales. Este primer aspecto
recorrlC'mos, no l i<'ne fronteras políticas), opone en el sentido
de nuestro astmLo es de gran in1portancia, porque muestra cómo
ruerle clrl término tma ética que se busca, es decir Lma manera
la tendencia a.nómica busca desarrollarse dentro de eso que
ele vivir y ele decir lo colectivo. En este sentid�, el rechazo de l a
Durkheirn llruna la "11ipercivilización"5. Parn ser más precisos,
atomización que representa esta energía, esta trasgresión, puede
habría que decir que con el relajamiento ele la trama social y ele
anal izarsr tal corno intenta.remos hacerlo, como reinsc1ipción de
,
los lazos orgánicos inherentes a ella, la violencia arquetípica (o
un o rden simbólico que busca su figuración. Así de este modo
residual, pill'a empleill' el lenguaje paretiano) ya no es objeto
puedrn lrrrsc los f'urores urbanos, los incendjos, las roturas de
ele una "negociación" y de un 11ivelan1iento, sino que tiende a
alambrados, las múlLiples formas del ilegalismo, Y otras tantas
especializruse o a funcionalizru·se. De allí que haya especialistas
rnanil'rstacionE'S e le un querer-vivir social que reitera el mito
ele la delincuencia y, por consiguiente, e>.rpertos "en delincuencia"
clr la t ransparencia, ele la comunión y de la inmediatez. Se ha
cuya f\mción sea trnlm· lo que se vuelve un problema social.
señalado con frecuencia que, en tma sociedad productivist:a., en
Una vez admitido el rol que corno índice juega la violencia,
una sociedad clonünacla por el mito prorneteico, el trabajo Y el
hay que analizarla en su doble aspecto, y ante todo en su fun­
aislamient·o part.icip:m ele tma misrna lógica. Foucaulten particular
cionamiento "positivo". Pues conviene reconocer con lucidez,
rnoslTó qu r a imagen del convento, del colegio o del cuartel, la
,
y sin eluda con pena para los estetas de la violencia, que encon-

( ' l . �l. ¡:. ,1 , " 1 1.r. s 1 1 n · , . i l l < ' r l'I ¡ 1 1 1 1 1 i 1: N11i.\ SC111r·r• rlr· /u ¡inso11, Galli1nard, 1 !! 7 -
:,,
' �l . l·' u1 1:11lll:r, i/Ji<I. , p. 1-12, 145; cf. wrnbién µ 240.
1 , �nr, )' ss . . d. las di1·r'rsas l ' i l a s !';>;\raídas i l f:' I diario /u l'lw/11 1ir;1•. " CL E. Drn�1 11m1 , /,u Snirnle. OJ!. r · i t . , p. ;365; cf. también p . 28:3.
40 ENSAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A BANAL Y FUNDADORA 41
DINÁM ICA D E LA VIOLENCIA

tramos e n ella un carácter utilitario. Este aspecto no ha esca­ a partir del excelente y erudito análisis elaborado por H.
pado a numerosos analistas sociales: así Gurvitch no dudaba Jeanmaire.' En esta obra, se muestra con claridad cómo este
en reconocer que la sociología era una puesta en perspectiva a daimon, si bien es el emisario del mundo subterráneo, es tam­
partir de la noción ele discontinuiclaclr;, lo que quiere decir que bién e l de la renovación. He aquí bien resumido tocio el aspecto
el rnido, la furia, el desorden tienen una función estructural en contradictorio de la violencia, a saber, que su aspecto infernal,
la sociedad y que deben ser estudiados en tanto tales. En efec­ demoníaco, remite a una simbiosis de fuerzas, ele energías que
to, la violencia "constructiva" no es una paradoja, es la expre­ crea o renueva la estructuración social. Así Jeanmaire mues­
sión ele la fundación social, así como, más adelante veremos, tra con pertinencia el paralelo que puede establecerse entre la
la violencia "destructiva" es la manifestación de la afinnación exuberancia de las prácticas orgiásticas del culto de Oioniso Y
individual. Hay un "doble juego de la anomia", una duplicidad el florecimiento de la civilización urbanav. Este paralelo mere­
ele la disidencia que remite a lo que J. Duvignaud llama la "dia­ ce atención, ya que destaca con agudeza la estrecha conexión
léctica" viva ele lo imaginario y ele lo instituiclo"7. En efecto, entre la expansión apolínea y la oscura destrucción de lo dio­
corno clUimos antes, hay a menudo en la oposición política al nisiaco. Vemos aquí la rica antinomia que servirá de base a la
orden establecido un llamado a una mayor racionalidad ele este reflexión de Nietzsche o de M. Weber sobre el aspecto c:ontra­
último, o incluso una remisión a sus orígenes: este hecho fue dictorial de la potencia, de la soberanía o ele la actitud afinnati­
advertido con frecuencia, y las reformas religiosas o las revo­ va. Sin hacer al respecto un análisis preciso, podemos señalar
luciones políticas dan innumerables ejemplos ele esta realidad. también Las bacantes de Eurípides. Esta obra pone en escena
Sin detenernos por ahora en este asunto, podemos remitir más a Cadrnos, fundador de Tebas, y a su nielo Penteo, el garan­
contemporáneamente a estudios hechos en comunidades mar­ te del gobierno de l a ciudad, un buen administrador, por así
ginales, organizaciones ele contracultura, por no hablar ele rea­ decirlo. Y podernos adelantar corno hipótesis que si Penteo es
grupamientos de militantes políticos, que ponen en evidencia descuartizado atrozmente por las bacantes, y esto por orden
que estarnos ante 1·épliccis opuestas pero totalmente conformes de su propia madre, es sin duda porque desaprueba la licencia
a la sociedad que se denuncia1', dado que lo que aquí nos ocupa desenfrenada y orgiástica de las mujeres y los hombres ele su
es la forma (el significante) y no el contenido. ciudad, porque es hostil al juego ritual de la violencia destruc­
Habría que remitirse a los fundamentos antropológicos ele tiva que conmemora la fundación de la ciudad, que recrea ele
esta función "positiva" ele la disidencia. Son múltiples. Nos que­ este modo su vitalidad. La muerte del administrador asegura
daremos, de una manera alusiva aquí, con el mito ele Dioniso, el triunfo ele Dioniso (quien, no olvidemos, es también nieto
ele Cadmo . . . y otra vez la ;rntinomia); pero, ironía df' la histo­
'· (:f. Y. J-11111-:1 .. /,11 1"<'/>1'111/11<'/ Í(l/t swiulr', r\ nt hropos. p. 2tl:3. l::st<1 ohm. 11n1;1hle en ria, este mismo triunfo asegura la consolidación ele la ciuelad
1 1 1 1 1l'hns aS J 1l'l"lns. anali1.� parl'i;il111e11lt' f'i rol » la rlkacia cll' In q11c purclr l l a m¡ 1 rse ¡tlu­
h;i1111t · 1 1 l t · l;1 disl"u11ci1i11 soci;il.
7 .l. J)1·111:N111 11. /,'1\ llOll/ÍI'. f¡,;rr;. I S/// ·iun. ,\nthropos, J ! •:- � . p. 1 7. '' Para t!sta referencia ac�·rca dP Dioniso, 110� i>as;1111os v
.
1 1 H . li-: 11')1.111�1·:. /J1<111 11·""'
< cr. 1:_ ll 11•11 11:1., "!' r·iJ . . p. 1 J J : , Liaccl11 1s. l , · P ! I :,,-, , Kfi. Kí · ' l I
·
11 isloirr• du r·11lle ¡{,• Pay o t , l \J;j t'11 p;irt w11l;u
[ N S /\ Y O S S O B R E L A V I O L E N C I /\ B /\ N ll l Y F U N D A D O R A
DlNAMICA OE LA V I O L E N C I A

y su dinamismo rc·novaclo. E l exceso y el frenesí, las prácticas


que " e l criminal rompe l a monotonía y l a seguridad cotidiana
su1rnum·n t.C' amablt's o summnente terroríficas que impulsan,
banal de la vida burguesa'', veía en él " l a parte mala que produ­
conmemoran Ja violencia original, pero al mismo tiempo la ex­
ce el n10vimiento de la histoda al comenzar la lucha". Sin llegar
pían, 3wgocian con ella; esta función catártica (en el sentido
. a esta forma extrema, es cierto que el tipo anómico es vector de
_
simple drl término: su función ele purgar) explica JUStan ente :
anticipación,, y que s u placer de destruir es siempre el garanle
su posit.iviclad, permite comprender lo que intentamos decir so­
de w1 deseo de construcción, pues lo que se cuestiona por un
bre su aspPcto constructivo. Las fiestas de los locos, carnavales
lado en Ja disidencia es la pasión por l a verdad, el pasaje de un
y otros ritos de inversión que recorren la historia son en este
desorden existente o de w1 orden bastardo a un orden nuevo o
sentido e j crnplares.

Convi n<" agregar también que la violencia constructiva es
regenerado, y hay que reconocer que todos los sistemas auto­
ritarios, que se pretenden sociedades p erfectas, más allá de los
también anLicipadora; de Sade a Artaud, de N ietzsche a Bataille,
sistemas de justificaciones que se dan para especificarse unos
ele• Lutf'ro a Marx o de Babeuf a Bakunin encontramos infinidad
con respecto a otros, están todos marcados en su inicio por un
de figuras anómicas, de personajes vilipendiados que se ha 1 '.
_ acto o una situación de violencia.
conYerl ido en modelo canónico en la sociedad Y l a umvers1-
Periódican1ente, en ese vasto movimiento cíclico que son las
clad. 1 1 1 8sl (' carácl pr ambiguo d0 la disidencia, su ambivalencia,
sucesiones de aristocracias, el individuo o el grupo expulsado,
se da porque Jo instituido se protege de la "pureza" del tipo rní­
anémico, es revestido de un nuevo brillo1:1 y se convierte en fun­
i·ico al mismo tiempo que la vive. Así como e l aire puro es irres­
dador o reformador de una estructuración social nueva. Es l o
pirable, la intensidad de la efervescencia social, Durkheim lo ha
que explica por otra parte l a importancia acordada al analista
sPñalado claramcntt-, no puede ser continua, y sin embargo no
clC'ja dC' ser cierl a su utilidad. Así, una vez conocida la func ón � social en períodos de cambio; es aquí cuando las más ínfimas
transgresiones a las normas establecidas, los excesos que avan­
de Ja revolución en la e7J'i.st;eme occidental, una vez conocida
zan "a paso de paloma" (Nietzsche) encuentran su consagración
su importancia y su eficacia en una perspectiva progresista Y
en nuevos valores hasta que luego son a su vez desvalorizados.
l i lwal de la historia 1 ' , no debe soq)rendernos la integración de
Pero el hecho de reconocer con cierto escepticismo, en esa
la violencia en sus diversas teorías. W. Weitling, que fue, como
bolsa de valores que es el cmnpo de las historias h umanas, Ja
se sabe, el iniciador de Marx en la causa comunista, soñaba con
función constructiva del fenómeno de disidencia no debe hacer
abrir Jas cárceles para que los presos participen de la destruc­
que olvidemos toda Ja carga afirmativa que ella encierra. E n
ción del viejo rnundo. 1 " El propio Marx, tras haber reconocido
efecto, para desarrollar l a hipótesis formulada al principio, hay
que desarrollar el segundo aspecto de la disidencia, aquel en
·" <T .1 1)1 ,·11 :'\\n•. 1;. 1 uo11111•. "I'· CJI. • pp. 2�. 58.
. t>l que la violencia destructiva remite a una actitud afirmativa.
¡ ·1 \1 �l 11y1:,_. •1.1. /.11 \ ·¡, ,¡, .,,, .,. 111/(1/ 1 / n i rl' ( l Dí8). p . íO. RPNlición c11 1\¡J1·c•s In 1110-

1 / 1 ·1·11 1/1' •• 1 ·;-ms 1::i 1 i 1 i 1 1 1 1 � . �on�


. . . , . . .
( · r 1t1-..: "'Jt't11p1os• ,• 111,, 11·1 ' 1 1 . i ) 1·s1·
.. 1 1 • ·111··•• •'iun1 1/oc
¡ w 111' I es1wm 11t<', Cahn,11111-Le\) .

,.. Cf. las referencias etnológicas que da J. St:11v1t:1� !.es Forges d'lf im 01, GrassN,
l !l7:l. p. L .!!l.
1915, p. 187.
44 E N S A Y O S S O B R E L f\ V I O L E N C l f\ B f\ N A L Y l' U N O A D O R A
O I N Á M I C A O E LA V I O L E N C I A

Nos vernos enfrentados a ese "instinto de rechazo"1•1 que ha­


podemos remitirnos a l o que l a tradición astrológica dice del
llarnos en los cátaros, los valdenses, los carnisards, los comrnu­
escorpión, que es en cierto modo la figura característica del
na?'ds, etc., quienes señalan la nobleza de los que se niegan a so­
belicoso. Así, Marcus Manilius en su extraordinario tratado:
meterse. Se trata naturalmente de formas paroxísticas que dan "Cuando el escorpión se eleva hacia lo alto de las estrellas con
sentido al más acá y que remiten a lo que ya hemos denominado la extremidad ele su cola, cuando alguien nace en ese momento,
como querer vivir soc'ial. Durkheim, en páginas estimulantes y si las estrellas le son propicias, fundará ciudades y, con los
ele su obra sobre la división social del trabajo, plantea dicho bueyes uncidos al yugo, el saco arremangado, trazará con el
problema y muestra que la "esperanza" y el "amor por la vida", arado inclinado los surcos ele los muros; o bien derribará ciu­
el hecho de que el organismo humano en su flexibilidad y re­ dades existentes y convertirá a esas ciudades en campos, y por
sistencia llegue a sostener un equilibrio social, arraigan en una él las espigas madurarán de nuevo en las casas " 17 • He aquí bien
energía social irreprimible. Ello justamente permite explicar la resumido el vínculo creación-destrucción, el vínculo entre el
conservación o la perclurancia sociales. 15 Del mismo modo, si belicoso y el creativo. Al seguir la exposición ele L. Aurigernrna, '
la disidencia está codificada, es decir incluso si se inscribe en que comenta este texto y lo compara con otros, es interesante
un devenir que la vuelve utilitaria, no deja al mismo tiempo ele notar que mientras en la tradición judeoárabe o en la tradición
ser necesaria; y si extendernos el terna, puede decirse que la grecolatina la ambivalencia del signo remite a la energía crea­
lucha es necesaria a riesgo ele caer en lo que Horkheirner lla­ dora, a la fecundidad y a la potencia, con la Edad Media cris­
ma "el desprecio secreto de su propia existencia''16• Esta lucha tiana este signo está cortado con la tijera ele la maleficencia, de
puede tener modulaciones muy diversas y, aunque no sea el la desesperanza; los bestiarios, las lapidarios y los textos doc­
terna que nos ocupa, puede decirse a título de hipótesis que trinales ele esos tiempos dan cuenta de este cambio. Hay una
hay sumisiones aparentes que son ele hecho resistencias reales acentuación ele la cualidad pestilente, venenosa, clegeneradora
desde el momento en que se considera que el enfrentamiento del signo que puede ponerse en paralelo con el aplazamiento ele
hícido al destino y a lo trágico es una expresión constantemen­ goce, la convicción ele realización en el más allá que caracteriza
te renovada de la pulsión de vicia. Extrapolando nuestro terna, la extensión de la dominación c ristiana. Con el Renacimiento,
nos veríamos llevados a decir que los bon-amientos puntuales en cambio, encontrarnos en el signo ele Escorpio su poLencial
ele la energía ele los que acabarnos de hablar son el signo de energético, su facultad de destrucción y ele creación que con­
una debilidad social; en este sentido, hacen1os nuestra la ex­ cuerda perfectamente con este Liernpo ele aventura. 18 Si hace­
presión ele Marinetti: "¿No es acaso la violencia la j uventud de mos una referencia alusiva a estos análisis, es para señalar que
un pueblo?" Para responder con precaución a esta pregunta, la relación social con la parte oscura econ la parte maldita), con
aquello que es la destrucción o la muerte, permite ele hecho cua-
" C :f. las obsC'rvacin11es d<• A. l 'f:utEFITrE, /,I' Mul.Jr1111{'111., , Pion. 1976. p. 18.
1 · Cf'. I·: 1)1 1 11�llEl\I, /)(' /11 1/i1•ÍSÍílll ¡ / 1 1 / 1 ·111•fli/ .Vlf'Ífli, f\lr al l . 1 92fi. Jl. 225 �·�S.
" M. M11N11.1, lls1.ro110111'ico, Lcipzig, 1 H 1 ;, , IV, 1·1·rsos :,¡-,; ¡_:,:,!), 1·11 adu por 1 .. ,\1 HlliEll,'.I 1 .
1 ''( ; f. <'11 csl.P sentido los p<'llC'l ra111 "s anú " · de �l. HnitK111·:1w:1. ;01·il' /1'111: :011111•-
Le Si,r¡ 11c• ::;odiarn / cl'll sr.or¡1io11 <111·11.� les lmrliliu11s 111 ., · i r /1 • 1 1 111/l's. fl- l rn 1 1 0 1 1 . l!l'fli. I ' �!)
l/1• t'/ '/'/11;on1• 1'!'il i1¡11r', ( ia l l i 1 1 1;1rd l. ¡
" L. Au1t1G��1�1A, Le Siynr> .:::utlian<i 1/ 1 1 s1·111·¡1i1111, o¡•. ci1 .. pp. (i 1, 70- /(i, 1 O�.
-lfi E NSAYOS 508RC LA V I O L E N C I A BANAL Y FUNDADORA
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A ti{

lificar l a relación con la vida. Más precisamente, y volviendo a


la disidencia social, l o que M . Foucault llan1a "la epopeya menor
nuestro asunto, la aceptación de la parte oscura (que se inscribe
y cotidiana de los ilegalismos"�1• Quiz á sea por medio de Lma ane­
en el orden ele la necesidad) conduce a vivirla socialmente. Esta
xión cualqlúera (y las anexiones son múltiples) de esta disiden­
observación no quiere decir que la violencia pierda su aspereza,
cia que alguien pueda vivir algo2�, pues, corno hemos tratado ele
lejos de esto. Y tal wz valga para el orden de la disidencia lo que decir, la cualidad social e individual está a l a altw-a de la relación
Baudrillard dice del orden simbólico: que es "ele una jerarquía que pueda establecerse entre el orden y el desorden. Así, dentro
r0rnz, pu0sto que la t ransparencia y la crueldad de los signos van de esta relación, y por un extraño fenómeno de inversión, lo que
a Ja par"w. Sin embargo, en términos estratégicos, puede decirse en apariencia es del orden de la desagregación (la violencia) vie­
que 05 más fékil afront a r a un adversario cuya fuerza se reconoce ne a fectmdar de un sacudón la rigidez mortífera de ®ª estructu­
que a un adversario a quien se la niega. A falta de semejante reco­ ración social perfectamente codificada y normalizada.
nocimiento, la violencia social, esa potencia poderosa, se vuelve En este sentido, podría decirse, alterando un poco el pensa­
en el sentido simple del ténnino perversa, va por caminos obli­ miento de Pierre Sansot, que lo que hemos llamado violencia,
cuos r inesperados. En 0ste sentido, el crimen es la expresión o disidencia, lo que encontramos en el desorden o en la fiesta,
d0 una relación simbólica abortada; así puede comprenderse la Liene el "don extraordinario de aminorar el asedio de las fuer­
dif0rencia que M. Foucault in troduce entre ilegalismo y delin­ zas de represión"23•
c11enC'ia. Mientras que el i legalisrno (que nosotros aquí hemos
llarnaclo viol0ncia social, disidencia), vivido en su ambivalencia
irrrprimibl0, es el t e rreno de. una socialidad viva, aventurada, di­ 2. LA DESTHUCCIÓN ÚTIL.
námica, la delincuencia está cercada, separada, es útil20, tiene,
como hemos vist·o, sus especialistas y sus expertos. En lm orden "Somos arrasLraclos por fuPrzas
invisibles a las cuale.s los <:ri111i nales
social fundado en la separación y la especialización, ya no hay
obedecen sin saberlo".
j0rarquía ni roles, sino funciones y tm funcionamiento; no hay
organicidades dP fact·ores que se eqlúlibran de w1 modo más o
mrnos armonioso (lo que jamás excluye la crueldad), sino do­
Pretendemos subrayar de entrada, aunque sea rápidamente,
mina11cia d0 un valor, con irrupción periódica y efímera de un
el estrecho vínculo que existe entre el orden establecido y la
r0t orno ele> lo rrprimido paiticularrnente violento.
violencia: es lo que hemos podido denominar "el aspecto cons-
¿. o queda nada, sin Prnbargo, de esa fuente creadora que es
1 : 1 disid('11cia? C'n'<'rnos, y est<' es el objeto del clesarrollo que aquí
introducimos, que bajo la forma de remanencias existe todavía ' 1 M. tUl'<:.·111.'I', il>itl. , p. 7'!..
" i(pmitirse a las sobrecogecloras cmrc1·istas rclatad;1s Pll O. A1 111wssr:A1 , l'um/1· fi,•
'"""' its, J::d . du St•uil. 1 !:líCi.

• .) 1 1 11 1>1:11.1.1111•. l."l·."1 ·/11111!/'" '.l/ 1tl/J11/11¡11i• ,., /11 1110/"/. ri¡>. ("!/ •. p. í8.
· Una 1·ers1011 dt• cslt' tap11 1 1l o apareció en el 11ú111ern !.J ele la revista 'h 11 11f'1s1•s: "\'illt•s
'' \I l'. n t"ll 1.T. S111·1•1 · 1/11 •1' 1 'f J>ll t1ir. 1 1 ¡ 1 1 · 1 / . • p. :!81 �· SS,
paniques"'.

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48 E N S A Y O S S O B R E L A V I O L E N C l l\ B A N A L Y = u N O A D O R A
H)
DINÁMICA D E LA VIOLENCIA ..

tructivo" ele esta forma social. Podríamos calificar a dicha for­


legración de la violencia en un mecanismo productivo del qu<'
ma como "codificada", en tanto se inserta en w1a programación
aparentemente es la negación. Vemos a través de esto que hay
ele la cual es un factor ele impo1tancia, lo que equivale a ver en
un doble movimiento que une anomia y orden. En primer lugar,
ella un coadyuvante del orden. Podemos partir, para ilustrar
algo que ya señalaba Durkheim, el desarrollo y la importancia
el tema, del análisis ele M. Foucault. Este autor no la en efecto, de las "funciones económicas" acarrean "trastornos profundos"
y con pertinencia, la íntima relación que une a la policía con y serán rápidamente "fuente ele desmoralización general"�ü; es
el delincuente, al verdugo con el condenado, en un juego de el vínculo más inmediato y más evidenLe, pero enseguida se
poder en el que los deseos se entrecruzan y se convocan mu­ establece una dialéctica sutil entre el f'uncionamiento y la dis­
tuamente: ele allí el aspecto inconfesable y necesario del verdu­ función. En este momento, volvemos a encontrar en acción
go que "comparte la infamia con su adversario"2•1• Recordemos el juego arquetípico del orden y de la destrucción, d e l ritual y
también a título indicativo la relación perversa que Dostoievski de la consumación. Vemos así que lo que llamamos "utilidad"
describe, en Cri.men y castigo, entre el juez y el criminal. No de la violencia se inscribe en una larga tradición, y que su for­
pretendernos p roceder aquí a un análisis minucioso de estos ma actual no es sino una modulación particular de ella. Si nos
ejemplos, basta con mencionarlos para activar nuestra re­ proponemos reconocer y analizar este hecho, este aspeclo ele
flexión sobre la "utilidad" de la violencia. la violencia (que, no lo olvidemos, no es sino un a.spPct.o ), es

Es cierto -y aquí señalamos desde ahora el corolario de para neutralizar la imagen angustianLc de la que esLá revestida
nuestra hipótesis- que la delincuencia permite el control, l a o, más exactamente, para mostrar que, desde siempre, este as­
partición generalizada d e l campo social. E n este sentido, corno pecto angustiante ha estado integrado en un mecanismo englo­
también señala Michel Foucault, la delincuencia funciona corno bante que la volvía útil. ¡Encontramos aquí la ambivalencia que
un "observatorio político" del que se nutren policías, especialis­ se pone en práctica en toda forma social!

tas en estadísticas y sociólogos.2;; Puede decirse en efect·o que La reflexión contemporánea sobre la reproducción social ha

la partición que permite constituye la base y el campo de prne­ mostrado con precisión que la destrucción, la consumación son

ba de un control social omnipresente y omnipotente. Así la de­ un momento de la reproducción; incluso puede decirse que, sin

lincuencia permitiría la sociedad panóptica, y esto, porque, en la destrucción, no habría reproducción. I n diquemos, al pasar,

tanto violencia especiji_ca, separada, justificaría y comportaría que este análisis reposa sobre el modelo de la reproducción

las otras instancias de un orden social fundado en la separa­ biológica cuyo interés metodológico ha mosLraclo claramcnLe

ción (aparato judicial, policía, trabajo social, etc.), otro modo Yves Barel. 27
En sun1a, se trata de convenir que al lado de las relaciones
de indicar el fundamento de la tecnoestrnctura.
Lo que queremos señalar con estas observaciones es la in-

'" Rcmilimos aquí ¡11 segundo prrfado dr E. 1 l1 11�m:1�1. 1>1· /11 ilirisi1111 r/11 lmm1l
suciul, u¡1. l ' i / . , p. IV.
" ' �l. Fu11c,11 '1.T, S11r11r:i/11 '1' 1•/ ¡J11 1 . . ¡ 1. p . iiG.
.,. cr. Y. BAHf:I., La Nl'J)l'()(l'll( ;/ io11 soci1tl<'. Ant hr<J\ •flS, 1 !)7:), pp . ..¡..J.1, -IG 1 , para la n•p1 ndll(' ·
" · 11"<1 , pp. :¿s1. :io8.
l'i<in marginal. Tambifln J. Do�1A1w1 11. f\./111 : r 1•/ l'/1isl11i ,..., 1:1 IPnw. 1 !ll�. l'Ílildo por \'. llarC'I
E N S A Y O S S O B R E L /\ V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A
DINÁMI CA D E LA VIOLENCIA 51

ele producción hay que considerar todos los aspectos de l o que


despojó d e todo", que vive en los bajofondos y que sin embargo
puede llamarse la C'ficacia social de la destrucción, incluso si
es apreciado por su perspícacia y la agudeza de su juicio, es con­
esta consideración relativiza un poco la estética romántica de
vocado a participar en el desarrollo de un imaginatio país del
la revuelta.
tercer mundo, Beninia. Y, mientras que la genial computadora
Para esclarecer nuestro asunLo, podemos hacer referencia a
"Shal.maneser" está bloqueada en su análisis porque le faltan da­
la rnarginalidad, problema que está en el corazón de numerosos
tos, el sociólogo mendigo Mulligan consigue hacerle almacenar
debates contemporáneos.
w1 dato esencial que va a permitirle el análisis, y por tanto el de­
En efect·o, siguiendo siempre a Yves Barel, podemos recono­
sarrollo, sin freno, de Beninia. Traemos brevemente esta ficción
cer que la '·reproducción marginal es [ .. . ) una forma de repro­
para mostrai· metafóricainente cómo el aislamienLo, la anomia,
ducción social"; lo que de entrada se presenta como desorden
se integran en el funcionatTliento global de un conjunto social.�!'
irr0primible y desorganizador consigue rápidamente proveerse
No hay que olviclai·, por oLra paite, que esta eficacia que inten­
de estructuras organizacionales muy sofisticadas y perfecta­
tamos delimitar aqtú por medio de rasgos sucesivos de1iva clC'
n w n l t' eficaces. En 0stc sentido, lo que se pretendía estaba "a
que encontramos, aproxirnadai11ente, en las diversas manifesLa­
un costado '', la parnsociedacl, se vuelve un elemento regenera­
ciones de la m1omia el mismo elemento de conformismo o ele
dor cif' 0so mismo qu0 s0 contestaba28.
conformidad que estructura el orden establecido. Esto nos hace
Actualmente, contamos con numerosos ejemplos que po­ recordar lo que V. Pai·eto llamaba "necesidad de aprobación de
drían ilust rar rn1est ro asunto: los circuitos ele abastecimiento en la comunidad", en la que él veía el fw1clamento de la sociedacl hu­
busca rte nuC'vas fu0nLes de energía, también las escuelas pa­ manaYº Múltiples Lrabajos de campo han sacado a la luz, por otra
ralC' las, sin olvidar las nuevas formas de hábitat o las organiza­ parle, esta constante, y un esLudio sobre la mafia como caricatu­
c i o 1 ws e le vida comunit aria. N o puede más que notarse (y esto ra ele este e lemento sería desde tocio punto ele vista insLrucLivo,
r0rnit0 a estudios precisos) su eficacia en el terreno ele la repro­ puesto que sin duela de su conformismo respecto del exterior y
ducción social. Est a <'ficacia ele la economía puede encontrarse de su confo1midad en el uso interno esta organización extrae
incluso entre los Pxcluiclos y los herejes de hoy que constituirán justamente la eficacia que le conocemos o le imaginamos.
la norma ele mafüma, un revolucionario exiliado que Lendrá el Así, podemos ver, a la manera de Marcuse, la salvación so­
poder dentro de poco, un pensador maldito que se vuelve refe­ cial en la acción de los parias, de los outsiders, del lumpenpro­
r<..'ncia obligada, un artista desprestigiado que impone una nue­ letariado, aunque no en el sentido romántico que éste le aLri­
v;1 moda. Para ilustrar mejor este asunto, podernos servirnos buía:ll , sino más bien en toda su positividad, en su pleno papel
de la mNáfora del "sociólogo mendigo" que describe J.Brunner
011 su novC'la Tous a Zcmziba.r. EsLe sociólogo mendigo que "se
"'" . J . B11rr-.NE1<, 7'ol/s <i /.1111�ilm r, LaíonL, J 9n. Este l'jcrnplo es c.;itado pur H. Lo1 1n1 .
l.1• G11i S11uoir des sucio/ugues, 10118, 1977, pero el :rn:ílisis q11r ilac·r cJp él PI a111or nos
pan•cc demasiado optimista.
.. 1 lt · llllt'\"<>. rC'11 1 i 1 i111os a ll1.1 " ·11 y \\" \1rnwm;, /Jil'I ICJll llCI in• <;t.11 mu/o!JÍl/lll' tic /11 l1111u111•
'' V. PAH�:n>, 'f'rrritr; rl<J socio/oyi<' 11c;11<imle. Drm�. l 9(i8, pürr. 1 1 üü, p. ü 1 ü.
(•1111ru1s1·. Pl iF. :," < ' < l . . 1 !17:\ para la Nimologia til' ('S i l' verbo lr:o111cstl'l"J.
" 1 1 . �L111c1 1 s1-:, /,'l/011n11e 1111icli ow11si<nnwl, f.:cJ. clt• Millllit, l !lGS, p. 280.
E N SAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A BANAL Y F U N DADORA
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A
5J

d e motor social.
historia ele las ideologías; así, en la Edad Media, que puede ver­
El tema de la circulación de las élites no es ajeno, desde
se dominada p o r e l aspecto lúdico y aventurero, el monaquis­
Pareto, al debate sociológico, y con relación a esto puede de­
mo, quintaesencia del espíritu religioso, introduce lo serio del
cirse que la gentuza ele hoy, los excluidos, etc., p repara, en todo
espíritu prometeico y la responsabilidad del sentido µolítico.:11
o en pm·te, el orden de mañana.
Unos siglos más tarde, en ese siglo XlX que representa el
Esta paradoja, si es que puede llamarse así a este p roceso
apogeo del espíritu productivista y progresista (y esto, tanto
cíclico, no escapó a la perspicacia de Durkheim, que veía una
en las teorías capitalistas corno en las teorías socialistas), ve­
"potencia ambigua" en el fenómeno ele anornia (lo que nosotros
mos surgir periódicamen te, con rnayor o menor importancia'
cornprendernos en su mayor extensión). . .
moVIm1entos lúdicos o religiosos que equilibran, relativizan la
No dudaba en destacar que sólo entre quienes él llamaba "de­
dominación económica o política.
generados" podían recluk'lrse "todos los grandes renovadores", y
También puede verse este proceso de compensación en l a
que por medio ele ellos Lambiél1 "los Estados se funclan·•:3�.
práctica d e l "intimismo" doméstico que encontrarnos e11 e l si­
Esta apreciación particularmente reveladora pone clara­
glo XIX, mientras el triunfo del machismo vive su mejor hora
rnente el acento sobre el punto nocla! de nueslo asunto: la
Y triunfa el mito prometeico;35 el romanticismo y sus diversas
violencia funda sobre esta ambigüedad a la vez su u t ilidad y su
manifestaciones, sus pasiones y sus revuellas son algunos dP
el cslru ctivid ad.
los tantos indicios que permiten comprender el mecanismo es­
Volveremos más adelante sobre este aspecto. Bastará, por
tudiado aquí a propósito de la violencia.
ahora, con señalar que la comprensión del l'actor ul ililario de la
Desde luego que, cuando en el equilibrio social hablamos
anomia es lo que permite entender lo que llamamos percluran­
cia social, a saber, que exjste una cenestesia, un sentido social de la "utiliclacl", de la integración dP la ano111ia, n o nos pronun­

fundado en el equilibrio. ciarnos sobre l a voluntad, la consciencia, las represenl aciones

El ejemplo ele la marginalidad que acabarnos ele seflalar es que tienen los actores sociales, nos limitamos por ahora a una

sintomático: lo que se pretende contrasocieclad no es de hecho estricta apreciación estructural de esta "forma" social, pero es

sino una parasocieclad que asegura en definitiva el buen funcio­ cierto también que este aspecto debe ser justamente matizado

namiento del conj u n t o social. por la irrupción ele la pasión en el seno ele est a "forma" misma,

Todo sucede como si hubiera un mecanismo que permitiera lo que le da por otra parte todo su espesor humano.

la neutralización ele los elementos perturbadores, su integra­ Hecho este matiz, debemos reconocer qu0 no p a n'cP ha­

ción final a eso mismo que niegan.3ª Estarnos aquí en presencia ber anclajes históricos para una subversión social, artística,

ele un proceso ele compensación cuyos ejemplos abundan en l a

" H�c?mos referencia aquí a L. �h>111.1N, /.1· MrJ//r/1• r•i1·11111 """ , , .¡¡!l¡,.11_1 , e 'almaun­
.
Le�., 19()4, quien.
ha desurrollaclo m11111c1osa111ent.1• 1•s1os prohl<'inas.
'' I� 1)1·111\11m1. /,r• Slíicidr•, ! 'Uf, l !lí'.l, p. 4(i.
. ·'·'__So_br? esta cuestión, remitirse al anic:ulo de• l i . 1l1 11.1�11. "h•s �lyllil'� <'I sl'lnlloii's
'" .l. BAF.<·111:1.EH. /,es /'l"'1m11,,>11r•., ,;no/111io1111 ' '· 11UF, l !líO, d: C'j<'mplos de este de l '. 11u1mté cL le .\IX' si{•cle", /'/ l / i111e, i11t.imi11;, 1111i1111s1111-, 1::<1. 1 1 1 1j\·l'rs i t ; 1 1 1 1.s . . Lilll' 1 1 1 .
¡ >l'O('C'SO (p. :") l :-· ss.). 197(), p . 8 1 y SS.
E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N O ll O O R A
O I N A l.l l C ll D E LA V I O L E N C I A

c rimin a l, C'I('., que l'Scapc toLalrncnte a este mecanismo ele


para vengar una afrenta, los nobles duelistas se baten hasLa
equilibrio.
la primera sangre, encontrarnos una versión eufemizada del
La noción dr "paradoja", que puede comprenderse como
equilibrio de los antagonistas. Asimismo, en la Grecia antigua,
determinación por antagonismos, o incluso lo que Lévi-Strauss
la guerra -que era, no lo olvidemos, la realidad cotidiana­
llama "disyunción sociocultural", son a nuestro entender los
jarnás se emprende para e x te rm i nar al adversario, hay regl as
rnl',jores ir�st n 1 1 1 1 c n t os de investigación ele la dinámica social.
de buena conducta que impiden acabarse mutuamente, así sea
Y e st os instrnmcntos nos permiten discernir siempre el equili­
para continuar esa socialidad agonal. Y la misma pespectiva
brio cl r u11a e st nrct ura. En este sentido, no estamos de acuerdo
reaparece en la teatraliclacl p o lítica, en los deportes y otros ju0-
ron .J. Duvignaud quien pretende, en su valioso trabajo sobre
gos sociales.
la a11omia, sacar todas las conclusiones posibles de este con­
Salvo momentos bien delimitados en el tiempo y el espacio,
cepto, en opos i c ión a u n Durkheirn que le tendría miedo, y es
no hay exterminio completo, y, corno señala muy acertadamen­
a h í cuando introduce una noción de subversión que no sería
te M. Elias en su libro sobre la génesis de Occidente, a propósi­
un elrnw11to complementario de un equilibrio global, sino que
to ele las relaciones entre nobleza y burguesía, "los órdenes son
pret enckría "la destrucción del sistema global"3ri.
hermanos enemigos o, más exactamente, ambivalentes, células
Por c lC'sg raci a , se dan pocos ejemplos para sustentar este
interdependientes de un mismo orden social. Si se destruyen
an á l i s is : sólo se sei1 a lan algunos nombres de revolucionarios,
las bases institucionales ele una, la otra se denumba ipso facto,
poetas o individualidades destacadas, y, si se puede reconocer
y todo el edificio social se desmorona"37.
que los herejes r i l a d os tuvieron una existencia trágica que cul­ Esta observación podría aplicarse perfectarnente a las rela­
minó C'n la locura, el suicidio o el asesinato, ello no impidió que
ciones entre proletariado y burguesía o incluso en relación con
ru11daran (o c o n t rib uyeran a fundar), con sus obras, su posteri­
la delincuencia (relación hampa-policía), etcétera.
dad o incluso s11 sacrificio, un nuevo orden.
No hay que olvidar además que, más allá de algunos mo­
Y cuanclo hablarnos aquí ele equilibrio estructural o de "utili­
mentos de efervescencia donde el mecanismo ele equilibrio no
dad" de la violencia, es evidente que siempre debe comprender­
puede actuar, esto es siempre algo de rigor. Si considerarnos
s0 al m0nos él meciiano plazo.
la Rusia de 1920, una vez consumada Ja exaltación revolucio­
De allí que nos parezca que las oposiciones, los antagonis­
naria, el principio de realidad lleva a convocar a los directores
mos, puC'cian vC'rSC' como "cómplices"; sin dar a este término
de empresas y otras personalidades altamente calificadas; del
una <.:onnotación ck c onsci en c i a, se inscriben en una lógica
mismo modo, con la revolución burguesa de 1789, una vez Ler­
que, a p0sar suyo, los hace contribuir a un equilibrio global.
minado el Terror, los b urócratas, los ingenieros, etc., colocados
Es i mp o rt rn1t e const a t ar esto. N o es por otra parte algo
por el Antiguo Régimen recuperan todos sus derechos.
ori g in él l, él mC'nuclo ha sido analizado e interpretado. Cuando, E n efecto, más allá de formas paroxísticas que escapan a

. l . 1 )¡ 1 11 ; ' 11 1 1 . /.'. \ 1 1 1 u1111'. i11 ' 1 • 'si1• 1'/ s11/11•1'1's 1 1 1 1 1 . A n l l i rnpos. ! D73, p. 22 Y ss.
'' M. E1.1..1s, Lo /!,1¡ 11w1111¡1w rle / 'Or:cirle11. 1 , Calmann-Lrvy, J!)7fí, p. 1 2 4 .
56 E N SAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A BANAL Y FUNDADORA
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A 5í

Lodo análisis, que sólo pueden ser sometidas a una apreciación


a las negociaciones o incluso a la adaptación.
estética -formas cuya importancia habrá que ver-, puede de­
Es por ello que, de l a inhibición a la satisfacción sustitutiva,
cirse que lo que llamamos violencia está claramente cletennina­
podernos decir que, como en todas las áreas humanas, la vio­
do por el principio de realidad.
lencia ingresa en parte -en parte solamente- en el orden de
Esto permitió decir a los psicoanalistas que sucedieron a
la adaptación: es lo que funda su aspecto "utilitario''.
Frcud que " l a esencia ele la sociedad es la inhibición del indivi­
Digamos, para resumir, que nada escapa al orden de la adap­
duo, y la esencia del individuo es la inhibición ele sí mismo":Js.
tación, y menos aún, contemporáneamente.
Considerando estos ténninos en su sentido más simple (no
Así, esta adaptación, cuya caricatura es l a smnisión, sena e l
tenemos ni la competencia ni el deseo de ir más allá), hay que
resultado de lo que Horkheimer llama " l a victoria de la civiliza­
reconocer que, metafóricamente, el proceso ele "contenerse'· ción"�9. No vamos aquí a pronunciarnos sobre la originalidad
es lo que permite el establecimiento y la perclurancia del equi­ y la profundidad de esta victoria, pero 110 hay duelas de que
librio social. en nuestros días, con la ayuda del cinismo, podemos consta­
Freud lo analizó con claridad en El malest.a r en la culturn tar una ampliación de la integración de la anomia, ya sea en el
y, e n lo que a nosotros respecta, puede decirse que un hecho control social directo, ya sea en los di l'erentes mecanismos que
semejante pern1ite comprender, a. cont.rm·io, lo que nosotros afirman este control.
l l amamos "utilidad ele la violencia". Una vez más, salvo en Se trata de la culminación de tm largo período ele domestica­
momentos paroxísticos, ésta jamás se desata absolutamente, ción, como solemos encontrar e n otros ciclos históricos: es l o
entra en un p roceso de negoci.aciones, entendido en el sentido que M. Foucault llan1a " l a historia de la racionalización utilitaria
fuerte del término, que hacen de ella un elemento del funciona­ del detalle en la contabilidad moral y el control político"·10; este
miento social. utilitarismo y esta contabilidad no son 11ecesariarne11tc nuevos;
En Freud (en paiticular en El porven i. , . de una il7.lSión ) , no fueron en absoluto inventados, sino sólo acelerados dentro
l a religión es denominada "satisfacción sustitutiva", así como de la episterne occidental.
en Marx se la califica de "opio ele Jos pueblos". Sin embargo, La cita que acabamos de hacer remile a un análisis ele la edu­
esta calificación se aplica para Frcucl no sólo a la religión, sino cación, pero puede servir de referencia a otras áreas ele la diná­
también a la poesía, a los sueños, etc.; podríamos continuar y mica social. Lo que sin duda se cuestiona es la racionalización
aplicarla a la violencia, a la revuelta, etc. Podríamos multiplicar de esta violencia fundadora, renovadora, de la que nos hablan
las áreas, podríamos decir incluso que toda actitud social se mitos e historias, en una violencia estrictamente utilitaria, lo
inscribe en este proceso de "sustitución" y que es resultado del que quiere decir que tma estructuración social va a organizarse
enfrentamiento con la necesidad. Creemos que este proceso de a partir de l a institucionalización de la violencia ( Estado), de'
sustitución y enfrentamiento con la necesidad es lo que obliga

'" M. HoHK111·:1w:n, /�"f'ii¡i.w 1/l' /u 1·111.w m , l'ayol, <"ni "Cri11q11t' dt• la poliliq11<'", lfJl-1.
p. 1 09.
" � l . O. 11111111", J>"s ,, , "/'11 1 1 1 1 1 1 1 k1101 ,, i ' 1 5, �7.
"' M. fot:r..1t:1.T, .�·111'1•eill<'r <'/ ¡) 1 ( 1 1 i1 ; u¡•. ,.¡¡_ . p. 1 ·1 1 .
E � $ /1 Y O S S O B R E L A V I O L E 'I C I A B A N A L Y F U N O A O O R A
D I N Á M I C A DE LA V I O L E N C I A

s u rrprrsión ( d rc el -j us t icia ) , d e s u uti lizac i ón (trabajo soc i al) ,


d e l a antigang que va y se mete e n u n asalto para atrapar tipos
de su p arc0 larn i c n t o (m0dio), etc., en suma, va a hacer de la
(. . .) siente cierto placer" , no se debe olvidar que "se trata al
v io len C' i a su rc' f'erent.e, y t.cndrá como corolario la actitud de
mismo tiempo de algo que no es para él mismo; el placer no es
rechazo y at.racc:ión que sr vincula con toda estructura sagrada.
para él, se lo vende a olro que está por arriba de él; lo hace para
Sr nos remi t e aquí al pas aj e ele la tragedia a la comedia, es quienes lo dirigen, a los que obedece y bajo cuyas órdenes está.
d ec i r a una si t uac i ón rn la que el honor y lo sagrado, aquí la Mientras que el placer del delincuente es para él mismo y para
d rs! rncción, la violencia, ya no se viven con miedo y estrerne­ nadie más. Desobedece arriesgando . . . "-13•
c i 11 1 il'11 t os ele un modo parnxistico, sino que se diluyen, se capi­ Hay una diferencia que funda lo que intentamos llamar disi­
larizan, son dC'negaclos y sin embargo están siempre presentes, dencia, que es también una manera de vivir el azar, de afrontar
y f'n consecuencia, a cu1 1 t.ra rio, determinan el conjunto de la el destino.
vida corrientr.
l l <'mos e xp l i c ado más arriba cómo uno de los elementos que
vol v ían "út.il" la c l es trn cc ión era ese principio ele conformidad
3. ALGUNOS ASPECTOS D E LA VJOLENClA
que di cha destrn c c i ón compartía con el orden establecido, esa
n e c Psi d acl <Ir ap ro bac i ó n que encontramos enseguida en la
adapt ación; est0 hecho nos parece innegable, pero al mismo "Inventa, y morirás perseguido como
1·irmpo señala rl f'enórnrno de exclusión (excluidos políticos, un criminal; copia, y vivirá<; feliz
co 110 un idiota".
herPjes, brujas, j ud íos , l'xcéntricos . . . ) fundado en el deseo im­ 1
13,\l.Zi\t'
placable ele perseguir lo que resiste a la presión generalizada y
! o l a] d t • la i rn i ! aC ' i ó n . 1 1
1 l emos mostra do l a inevitable sumisión a la adaptación que Es eviden te que la violencia no p uede reducirse a su estruc­

hace ele la violencia un modelo conforn1ista. Queda también tura utilitaria; hay en ella algo inaceptable que hace que la re­
por VE'!' todo el querer-vivir trágico que se manifiesta en el chacen moralistas ele d iferentes bandos, dacio que es inapren­
sobn'pa-sami l ' n l o 1:! clr los l í mites : esto parece también algo sible, excesiva, sin finalidad (al menos en su actualización), y
arqu0t ípico y abunda en figuraciones míLicas y sociales. Y si siempre inquietante. Y decimos en su actualización, ya que en
bien se ha c onsegu i do , después ele M. Foucault, destacar el pa­ efecto, en su estructura, siempre termina inaugurando un or­
re n t esco en! rr dc'linc11011tc y policía, si bien no se puede negar, den nuevo (revolucionario), una norma nueva (artística, l itera­
considerando una instructiva entrevista, que "el cana, el tipo ria), en defu1itiva, una canonicidad depurada.
Podemos además partir del orden para definir el efecto de

'' l 'I' r · 1 1 "'"' S<'lll itl11 l:is ohsc•1y;11·iom•s dc• M . Hn111<111-:1rn:11, /�'l'ii¡ise de lo. r11isr111. 071.
. 1 :_!.-,
, ,, . I ' '" D. AL·m11 s.�EAL y �l. L.1urnwr:, Pcu·ote <le uffwiils, Seuil, 1976, p. 4-l . Se
t rala de una
":--; 111>n·pa-sa111w1110" 1-:11 .. 1 11ngi11al. "1111/H'J>11s-s1•m1•11/". El autor dividr C'I 1crmino
serie ele ent revisLas a jóvenrs delincuentes que representa una fuent.c riquísima dt' <1h­
li'1 tli<«llllt'l1IP para formar ".s 1•11w111 " , derivado dr ".w•1111•r", "sembrar" (n. el. t.). se1vac:iones y "análisis".
GO ENSAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A
D I N Á M I C A D E LA V f O L E N C I A (j j

rnptura que puede percibirse en Ja actualización d e la anomia. ele destrucciones, de un modo que puede parecer indiferente
En efecto, sólo a partir de una nostalgia el conflicto, la trans­
a la supervivencia de las cornmüclades,'17 éstas se arraigan de
gresión o la anomia pueden determinarse. Esta planificación hecho en lo que podemos llamar una ética (clhos) entendida
social ha decepcionado, es combatida, pero sigue estando vi­ como una exigencia imperiosa y necesaria que, según Tomás
gente, a contrario , como referencia, corno modelo imperfec­ ele Aquino, es, no lo olvidemos, el fundamento de toda moral.
to a refonnar. Sin explayamos al respecto, podernos señalar Se trata ele una constatación extremadamente simple, que da
que muchos pensadores han destacado la determinación de gusto encontrar en la escolástica nieclieval y que permite com­
la transgresión a través de la norma. G. Durancl, en particular, .
prender mejor la atracción, la fascinación que pueden ejercer
mostró con claridad, a partir ele la liturgia ele lo temporal ele el bandido, el criminal en la mentalidad popular.
la Iglesia romana, que el exceso se especificaba como hipo o hasta el
Desde Mandrin, el bandido d e gran corazón,
como hiper:1·1 E l funcionamiento social que nos interesa pue­
Massenmorder de los años veinte, en Alemania*, pasando por
de analizarse de la siguiente manera. Se sabe, por tomar sólo ·
los múltiples ilegalismo s que atraviesan la vicia corriente, corre
un ej emplo entre muchos, que, en la sociedad medieval, a las
el hilo conductor ele la revuelta que siempre y renovaclamente
formas de ascesis, de gran mortificación, le sucedían o prece­
reitera la exigencia, el absoluto, y que sirve de contrapun to, ele
dían rápidamente los excesos orgiásticos o lúdicos:'" Las tran­
contrafueg o, a una "adaptación", que, como las malas grasas,
siciones eran brnscas y, del goce desen frenado a la continencia
hacen extremadamente pesada la cleambulación existencia l.
más dura, se ponía en juego la misma pasión. Considerando
Esta exigencia es la que encontramos, a nuestro juicio, en boca
también formas extremas, desde las Ménades dionisiacas hasta
de este joven criminal cuando declara: "Lo que vale la pena de
la secta rusa ele los Skoptsy e castrados por ascesis activa}IG,
ser ladrón es rebelarse. Después, el rol del ladrón es el con­
siempre hay determinación con respecto a un orden absoluto.
fonnismo, y tocio lo que había de verdad al comienzo puede o
Pretendernos así, una vez realizada esta observación, de­
termina siendo completamente eliminado" 18.
terminar la fuerza de lo simbólico que se pone en juego en la
Hay algo juvenil en esta observación, pero, más allá de su
destrucción. Por simbólico, entendernos esa traJna social, pro­
romanticismo lleno de ilusión, se manifiesta un gusto por la
funda y tenaz que sobrepasa y engloba las diversas estructura­
aventura, u n enfrentamiento a la muerte que sólo puede per­
ciones sociales cuyo cimiento es el moralisrno. Con esto quere­
mitir la vida.
rnos decir que, cuando actitudes anómicas incitan o participan
Habrá que ver cómo funciona esta acent1.1ación del presente,
pero es cierto que sólo a partir ele ella se inaugura el fenómeno de
1 1
Nos rríNi111os ¡¡ un C'nloquio rl" (;. Dur�111<1, SI /'llf'/ I/ l'I' r!'I ir¡ir•11sr• rf,. lo 1 n111sr;n•s­ exclusión. En efecto, es siempre en función del pasado o del i'utmo
sio11, en liio/r•111·,. t'l t1·011s.1¡r 1'.�sio11.
!�d. /\111l1rupos. l\lris. 10íD. Encontramos este pa-
1·r·1rl.í'sro ('n 1;1 rrlación <'111 n• la omof';1gia dioni�iaca ,. el ovobctovege1 arianismo órfico.
C :f. M. DETll·:NNE. 1>,1¡011 isos 111is ri 11111r1, Gérlli111urrl, HJ7í, p. IDS �· nota J l!l. Jl. ;¿ 1 ,j .
« Cf. aquí J. D11rn;N,1J'U, f,'¡\·1w 111i1', u¡1. 1·11., p. 22. . ..
'" U. por ej<;rnplo, M. l�1.i,1s, /,u IJy1101ni1¡111• rl<' / 'Or·r·iril'11/. Cahnnnn-Lévy, 1!JíG. p. 20fl. Srno111., f\llc111ag11l' des a1111L'L'S rn1g1 , 1·11
* Remitimos al articulo ele 1-1. "une ccrl.ainL'
''' Cf. 1.nmllic'11 la (':\l'f'lr11Ll' obra de \\'. Snrrn.111T, f�'rm; 1•/ ReliyirJ 1 1 , Fn\a1·r1. I D72.
Tmverse� nº 9, Minuil., 19713.
p. 274 .V 05. ·•• D. AcHoussEAU, M. L,1no1wr·:, Pwvlu <fu /iu 11rii1s, 11¡>. r:il . p. !\JU.
(" F N S /I Y O S S O B R E L /I V I O L E N C I A B /I N A L V F U N O ll D D R A
)�)
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A

que el orckn SC' p roteg<' d e la fuerza ele irrupción del presente.


Es difícil naturalmente prever o incluso anunciar los esta­
�e ha hecho notar qur cuando Platón pide expulsar de la ciudad
llidos futuros, basta saber que están siempre potencialmente
a quien agregue o sup ri.m a una cuerda al instrumento cuya "melo­
presentes y que expresan la irreprin-iible pasión de un querer­
día re i t rrada preside la ceremonia social'', cuando quiere que todo
vivir social, que su esencia mortal no impide renacer siempre y
'·poeta", todo innovador, sea excluido de la comwudad, está tradu­
renovada.mente. Corno el fabuloso fénix que, no Jo olvidemos,
ciendo la angusUa de tocio ronjLmto estrncturado frente a lo que es
"se" deja perecer en la hoguera para renacer de sus cenizas, la
e;q)erirnentado como peligro para el orden:w Este fenémeno no nos
revuelta latente de la que hablarnos es Ja fusión de algo demasia­
resulta extnüio: desde Durkheim se sabe que toda "efervescencia"
do lleno que, al derramarse, se agota. Encontrarnos aquí los sím­
social no puede ser sino eventual, provisoria, bien delinútada en el bolos del flujo y reflujo de la vida que expresan la inversión sin
tiempo, y que convirne protegerse de ella cuidadosamente. La vio­ fin ele la estructurn de la muerte y de la estructura de la vida.5�
lencia fundadora, la clestTucción constructiva, sólo pueden ser del En suma, Ja eclosión del mito de la "gran Aurora" es pre­
pasado o ci<'I rutmo; en definitiva, y empleando una rn.etáfora muy parada por la calma mortífera del "régimen" nocturno; si tras­
simple, la t rarna no puede estar continuarnente en tensión a con­ ladan1os esta imagen al nivel de la dinámica social de la que
rlición de romper los hilos que la constituyen; el relajamiento (la habíamos partido, bastará decir que lo que funda el fenómeno
adaptación) es juslam0nt e lo que permite su perdwancia. Pero al de exclusión es un procedimiento catártico por el cual el cuer­
mis1no tiempo este relajan1iento, esta adaptación, son experimen­ po social se protege contra el rumor subterráneo que lo hace
tados como carencias generadoras de ilusiones. Tal como señala vibrar continuamente y que, periódican1ente, estalla. Es la lu­
M. Horkheimer, "el ('Oncepto de eA.1:rartjero se vuelve sinónimo de cha eterna del administrador, del sabio Penteo y del bramador
prohibición peligrosa, rc'proba"��i. El resentimiento filisteo contra (bromios) Dioniso.
las orgías libertinas, contra los actos sanguinarios de los herejes, Pero si hablamos de catarsis y ele protección es porque l a
cont rn la comunidad dr sexo de los i.nrnoralistas, son cosas que el efervescencia, pese a ser agotadora e insoportable de u n modo
pequriio blll'gués imputa al fuera-de-la-ley, ese resentinuento viene corriente, traduce incesantemente Ja intensidad de una expe­
en línea recta ron una vi rt.11s (con Lma soberanía) que no se puede riencia colectiva de Ja cual la historia nos brinda numerosos
act ualizar, pero cuya hurlla mnémica "trabaja" incesantemente el ejemplos.
cuerpo social. Así, ya sea en acLo, ya sea en potencia, de un modo Al analizar la Cornw1a, J. Duvignaud habla de "comunicación
latent 0 o de un modo rfe1vescente, Ja puJsión de destrucción está de las conciencias"fi3. Se trata de Ja realización del mito de la
siempre prcsrntC' c'n la cst rncturación social. Se ha hablado, al res­ transparencia en el que, en un tiempo y espacio dados, vuelve
pecto, de "revuelta latrnt.e" que, periódicamente, explota.�1 a inteq)retarse la escena ele una existencia sin Mal, sin Poder,
Ja escena de la transparencia absoluta del hombre frente a sí

1 ( 'f. ,J J lt \ 1• ,, \1 1 ' . /,',. \ 1 1 1 1 1 1 1 1 1 ', 11/1. n/ , J l. J (i.


-.. � 1 l J1 1111;1u:1111·:1;, 'f'll"r 11'/I' I nu/ 1/ 111111u•l/1• t'I '/'lworit• l'O/ it¡1u ' . (iall11n;ml, 1974, p. �():).
·, C f. el nnúlisis qlll' hace (i. DnM�I>. /,<'S S/1'1((·/11/'r'S 1111/Ji1·11¡iulo,r¡ii¡1ws r/1 ·
¡ 'f J 'lll' l',)1'111pl11. S 1 lt:11111 1 . "(;l'l/lr' ' ' " 111 •,"'. ¡.;·,n11111· i111·r11111111' rlr• Cli. /-"1111rw1".
/'1 111uyi 1111 i ¡'(', 13orda�. l !J(j�J. p. ;J().J ; tamb1é11, p . IG7.
\ ! \ l l tf'tlJ>P'. l ! i';° J, ¡1 l i lÍ ) S�
" ' Cf. .J. Üi'\'lml.\1 IJ, /,'¡\ ltlJ//IÍ<'. 0/1 ci/. , p. J ..J5 y' SS.
------ -- --- ---

fi4 E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R l\
DINÁMICA D E LA V I O L E N C IA 6fi

mismo y d e los hombres entre ellos. Fuera d e tocio límite y toda


En este sentido, las manifestaciones anómicas son índices
detenninación, la circulación y el intercambio generalizados de
más o menos estruendosos de una socialidad que se busca,
sexo, ele palabra y de bien engendran este sentimiento absoluto
indicadores de una ética en gestación, factores ele innovación '
que marcará profundamente, corno una cicat1iz, el cuerpo so­ (o renovación) que expresan permanentemente su partida ele
cial, lo que permitirá en consecuencia a las diversas modalida­
nacimiento. En suma, hay en la revuelta en todas sus formas
des de expresión de la sociedad (ideología, mitos, etc.) decir de (incluso en su forma más instituida que es la revolución) l a
un modo más o menos coloreado las delicias ele la "tierra sin esperanza d e una estructuración social alternativa; l a ruptura
mal", del paraiso o ele los mañanas que cantan. sustenta en el seno de la sociedad lo que ha dado en llamarse
En tanto cristalización ele una experiencia colectiva, la re­ "el sueño despierto de una nueva socieclacl"5li. Este sueño, es
vuelta (la rebelión, la ruptura) es el paradigma ineludible de cierto, adquiere múltiples forn1as, es apremiante o latente se­
un mayor bienestar colectivo . Encontramos aquí esa misión de gún el caso o el momento, se viste ele colores atrayentes o tiene
creación propia de la violencia que tan finamente ha analizado el sabor amargo ele las epopeyas sanguinarias; pero también es
Georges Sorel. el receptáculo de las pasiones y emociones colectivas cuyas
Se conocen las tesis de este autor0 1, no p retendemos desa­ combinaciones y modulaciones aún no se han agotado, y que
rrollarlas aquí. Bastará decir que, para él, Ja "defensa" ele la vio­ para nosotros remiten a una antropología ele la disidencia que
lencia es la de una pasión vivida colectivamente. Al contrario permitiría comprender con el máximo ele agudeza los elemen­
de una indiferencia, entendida en su sentido más amplio, que tos motores de la dinámica social.
es correlato de lo que él llama "racionalización" y que no hace Cuando, con Sorel, destacarnos el rol fundador de la vio­
sino recordar el fin de una solidaridad orgánica, Sorel ve en la lencia, no es para hacer una apología sin matiz, tampoco para
violencia (que se convertirá en el mito ele la huelga general por abstraerla de un contexto histórico y social, es simplemente .,
ejemplo) lo que reúne, lo que quiebra la atomización, lo que para indicar que ella también es "significante" de lo ciado social
fw1da la creación colectiva. Sin embargo, es esto justamente lo y esto en el grado más alto. Empleando una metáfora un poco
que se cuestiona, y muchos observadores lo han señalado: el gastada, puede decirse que representa la parte oscura como la
-\ milenarismo, l a anornia, la rebelión, etc., nacen cuando lo que quilla lo es en el barco; está oculta, es importante, es el lugar
llamarnos trama social se ha distendido demasiado. donde se activa la sala ele máquinas; en una palabra, el eclificio57
Desde luego, en este movimiento poliforme, hay una tensión (social) se sostiene y navega gracias a ella.
hacia el futuro que es fácil ele aislar; sin embargo, creemos que Estas observaciones nos l levan a decir que no podernos
el acento está puesto en un "presente mejor" que ya no es tenido apreciar la violencia sino en el marco de su contexto social.
(o mal tenido) en cuenta por la estrn ·t uración social actual?°' La criminalidad sólo puede medirse en función del grado de /

:.i fi. Sn111·:1., !N/l1'.fi1J11 .,111· lo , , l1•11c1•. M . Hh1 · l'lí2 ; d. i<l1tlli1é11 G . S<ll!EI., /,11s '<; Cí. las pislaS de il!VCSLig<lCiÓll y la })ihliO.l(l'ilfÍ<I (Jlll' IJri11cJ;1 ;ti l'l'SjH'( ' \ ( ) ( ;, illl.l'lllEll.
///11sin11 s 1/11 ¡ > m¡¡n;s. � l . 11.ivi(• n• ;, p . :t lG y !\111hmµo-lugü¡11es, PUF, p. 224 y ss., 2J4, 2J8; t;1111bil'll p. 1 11).
·, cr. pqn �iC'mplo .J . S1:¡¡1·1i-:!I, l.1·s rl'l/im111 '///, 1 �J7(i. l. 171. '·' t:n el original "l1áli111e11/", que vale Wnlo para ..cclilicio" cu111u para "l>ar<'o" (1 ·I t.)
L NSAYOS S O B R E LA VIOLENCIA BANAL Y F U N DADORA
()() D I N A M I C I\ D E L A V I O L E N C I A
67

jus t ici a d e una s oci e dad ; �'8 sin embargo, como las historias
Es por ello que puede hablarse del carácter fundamental­
no nos brindan ejernplos de sociedades lolalrnente justas, es
mente ambivalente de Ja violencia. Esta ambivalencia resulta
imposible apreciar ele un modo normativo o judicativo lo que
tanto más acentuada c uan to que arrai ga en la i nestabilidad, la
criminalidad. Ningún criterio nos permite peyorar o
l l am a m os
irrupción, la sorpresa. N. Cohn, en su ya clásica obra, ha con­
mayorar t.al o c u a l fenómeno hum ano, sólo podemos -y es lo
seguido rnostrar que todos los movimientos milenaristas reco­
que intentarnos hacer- mostrar su grado de en e rgí a, su fun­
nocibles a partir del si glo XI se fundan en "la i nestabi lidad emo­
ción sobre la! o cual punto, en una p alab ra su eficacia en la or­
cional" de esa "población marginal" constitui d a por los siervos
ga n i c i c l ac l de lo soci a l Es por eso que , retomando de un modo-
.

emancipados.60 Las ciudades nacen de los desarraigos sucesi­


no crítico la posición desa rro l l ad a por Freucl en El rna.lestm· en
vos de una pob l ación campesina, y frente a Ja estabilidad, al
la cultura, podemos reconocer la tendencia a la destru·c ción, a
orden jerárquico que representa la sociedad rural '
la ciudad '
la a g res i ó n, a la c ru el dad como un dato fu nd ame ntal de Ja vida
que será el paradi gma del mañ ana , es el lugar de la desesta-
p s íq u i ca y. ¡rnra nosotros, de lo dado social.''n La psicología de
bilización absoluta; es aquí donde nacen, se desarroll an y se
las prof11ndidad0s se' une aquí con los análisis de los mitólo­
fortifican los fenómenos de revuel ta .
gos: estamos en presencia de un i ns li n lo eterno de destrucción
Lo que queremos señalar con esto es que la revuelta es, en
qlll' t's inút i l prctcnd0r negar o suprim i r, más vale admitirlo y
su inicio, an t ij erárqu ica, echa por tierra las situaciones estable­
,·0r cólllo participa de un modo conflictivo, paradój i co, en l a
cidas, ru11cio11a en la irrupción; en una palabra, a pesar de su
es1 ruc-1 u ración civilizacional. En l a obra citada, Freud expone
aspecto precari o es un "acontecimiento".
e s t o pro rusa y <.'locuentemente, l a lucha entre Eros y Tánatos es
Este p a p el "desestabilizador" que ha sabido jugar la pob l a ­
un c o m ba t e sin pit>dad qul' se inicia, se desarrol l a y se perpetúa
ción ele siervos emancipados puede observarse en el "inmi­
sil'tnpre y rc'novaclanwnte; las jusl i ficaciones i c l eol ógicas que
pu0dt'n darse para 0n1m1scarar este c onfl i c to ( lo que V. P a reto grante" de nuestras sociedades conten1poráneas: el proleta­

llama las "derivaciones") no d eben engañarnos, pues la revu e l - riado urbano ha e n trado , con Ja ayuda de Jos sindicatos y de
1 a, la dcstrncc:ión, el mi l en a ri sm o en todas sus formas son fenó­ los partidos, en el juego del prnductivismo dominante y en Ja

menos ambival0ntes (en tanto humanos) y es inútil pre tend er teatral i z ación política que es su corolario, y la i rrup c i ón pro­

enmascarar un aspect o ele ellos. vendrá de ese "desviado" que aún n o tiene a nadie que hable

Del Fénix u D i o ni so pasando por Osiris, todas las m i tologías en su nombre. Desde luego, se trata aquí de una si t uac i ón es­

muc·sl ran que la clcstrucción es fund amento ele la estructura­ porádica, pues la lógica de la representación se utilizará para

ción, aunque lo que p ue da dec irse a poste1·iori se ex p eri m ente reintegrar a esos "desviados" a lo que Baudrilla.rd llama Ja figu­
rn el rnomrnt o como una intolerable agresión . ración "ele pleno derecho en la escena de la lucha de clase"1;1. '

pero lo que es importante seflalar es que a partir de la precarie-

l ·r 1 1 1 1 d1•s; 1 rrnll<> c • 1 1 t·sit· sc•111 ido ('11 �l. Hn11i;111-:l\U-:ll, '/'/11;on1• 1rwti1 1011 1w/le el
"/'111'1>1'/I' 1 l'///lf//1', 11/'. ( 'I/ . p. Í8.
"' Cf. N. Co11�. Les Vi 1 1 w 1 ir¡ues de l'nporn/ypsu, Julliarrl, I DCi:J.
" ( 'f. � !�111·:1·1 1, 1\ /11/n1s1• r/1111s /11 1 · i 1 •i/1sulicJ11, P l W, Iní l , p. (i:") �· íO .1' ss.
'" .J. !3M:1>m1.1..11m, /:/�l"i11111y1• .\1J111/)(//i1¡1w 1•1 lo 1111¡¡·/, op. <:il., p. 44, G:2.
68 E NSAYOS SOBRE LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N DADORA
D I N Á M ICA D E LA VIOLENCIA 69

ciad, ele l a inutilidad surge Ja revuelta, a la cual considerarnos


de solitarios. Queda por ver cómo es que le da forma profunda
un elemento ele importancia ele la vi olencia social. Señalemos
a lo dado social, cómo es que más allá ele su aparente sumi­
además que este elemento se encuentra regularmente en las
sión Ja vemos desempeñarse en el arquetipo ele la resistencia
historias humanas, y ese fondo ele inutilidad, de precariedad
que atraviesa constantemente el cuerpo social y que, desde el
que engendra el espontaneísmo de la revuelta tiene profundas
mito de la huelga general tan apreciado por G. Sorel hasta los
raíces. Por tomar sólo un ejemplo, recordemos que el "cinismo"
diversos y minúsculos ilegalisrnos, sin olvidar las manifestacio­
griego constituye un cuestionamiento radical de la ciudad y de nes sanguinarias de la criminalidad, se pone en práctica en la
la civüización; está totalmente impregnado de una "corriente estructuración social.
antiprorneteica" aún más interesante en la medida en que está Si insistimos en esto, es para recordar una vez ntc.'ts lo que el
más próxima del origen del fuego técnico y civilizador.m ¡Los mito de Dioniso señala con fuerza: la especie htunana nace de los
hippies modernos o incluso ciertas corrientes ecológicas pue­ residuos ele un crimen, Jos titanes asesinos ele Dioniso son más
den aspirar a una larga historia! tarde calcinados por el furioso rayo de Zeus, y así, de sus ceni­
Desordenada, fragmentada, esporádica, multiforme, la re­ zas, surgirán los hombres. Si considerarnos (pasando por alto los
vuelta escapa al mecanismo ele representación, y es .iustamente diversos mitos dionisiacos) que el Brarnaclor poseía dentro ele sí
esa espontaneidad c¡ue se pone en práctica en el calor propio una in1portante parte oscura, podemos comprender la pesada he­
de la revolución¡;:¡ la que permite comprender la perclurancia rencia que el hombre debe soportar, y el mito judeocristiano del
ele la vida frente a todo tipo de pesadez. Queremos decir con / pecado oliginal desde entonces no es sino w1a versión euJemizada
esto que hay más vi.taliclacl en este comportamiento destructor ele esta constante hun1ana. Consideremos, por ejemplo, la figma
(caos, nada, muerte) que en la actitud que "representa" oficial­ del hmnanista burgués que representa el apogeo del proceso ele
mente la vida. Se puede decir incluso que no debe confundirse rechazo ele esta parte oscura a Ja que hacemos referencia. Dacio
la vicia social con cualquiera ele sus "formas", y si el orden, la que ha "abjurado [ . . . ] del caos ele los bajos fondos, ha �mu.lacio
distensión, etc., caracterizan una ele sus moclaliclacles más im­ toda sirnpatia con los abismos, ha reprobado lo reprensible . . . ",
portantes desde el punto ele vista ternporal, la pérdida, el gasto, Gustav Aschenbach, personaje ele Thomas Mann , se hunde en la
la muerte, etc., se inscriben del rnistTto modo en su dinámica, languidez y la mue1te desde que se enfrenta a ese elemento inacio­
incluso si son difícilmente admisibles en tanto tales. nal que perturba profundamente su proyecto ele vida.1" Ha.y irrup­
Por supuesto que es difícil comprender la revuelta: la espon­ ciones de la revuelta de Ja vicia que se visten con los colores de la
taneidad se define por su conelición parcelaria, por remitir a muerte apenas se la reduce o se la atrofia. Dioniso es a la vez el
casos excepcionales, por ser incluso y con frecuencia la acción dios ele la unidad, de la edad de oro, y el héroe de la bestialiclacl. En
este ir y venir debemos justamente comprender la antropogmúa."&

"' cr. M. IJl':Tli':NNI·:. !JiOl!iJSOS 111 is ¡'¡ ///())'/, ()/ /. 1'11 . p. 1 :,:¡, el aul or rila en 1101.i! e..¡ J) llll
<'SI uclio comparativo entre cínicos y hippir'"·
"1 T MANN, /,a !'vlorl ci Ve1rise, Payard, 1 ¡}7 I , p. 1 :_¡ 1 .
"' Cf. lo que dice Y. Srot:imz1·:, ( ¡1111is(l '1. 1. 01:r;(l11 isa11 \la111e, 1 · . p. 14�.
�" Este proceso estil m11y bien descripto P11 la obra dl' M . I Ji.:T11·:NN1-:, 0¡1 r·i1 . pm <'.Í<'rn­
�recrea ele la revolución nlemanc.
plo, p. 204.
E N !> A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y FUNDADORA
D I N A M I CA D E L A V I O L E N C I A íl

Lo quC' acabamos d e decir de l a espontaneidad, d e la irrup­


acento e n l a importancia d e l instante. D e este modo escapa­
ción ak a 1 o ria clC' la rev uel t a puede introducir otra característi­
mos al terrorismo del futuro, al proyecto de los mafianas que
ca de la violencia social, la del prnsrmte. AJ hablar de caracteres cantan, y reencontramos toda la gravedad de lo que se hac:e
cl0 la violencia, deb<'mos precisar una vez más que se trata de
o no se hace en el presente. Metafóricamente, podemos ver
de1·crminar algunas modulaciones y no ele limitar totalmente que este tiempo vertical marca con una muesca el desarrollo
0sta rorma social. La utopía, considerada corno una ele las rna­ horizontal, corno si reluviera con e l l o su carrera. G. Durancl
n i resl.acionf's clC'l querer-vivir social, es a menudo comparada puede decir así que los "significantes temporales [ . . . ] se hun­
ron la c re aci ó n, qut', por su estructura imaginaria, es un anti­ den verticalmente en la ternporalidad común y la atiborran
ci po de'! pn'ser11 e vi v i d o hacia lo que no se ha vivido todavía. 1;n de significaciones"';'·
PuC'cl<' cleC'i rsf' que esta anticipación es uno ele los aspectos de Creernos que esta fuerza, este peso del presente que da toda
la forma imaginaria (utopía, violencia, creación . . . ), y no por su concretud a la existencia, está presente en todas las o rga­
c iert o la rn;,1s int C'rC'sant0, pues esta forma -y ésta es nuestra nizaciones y representaciones de l a existencia. E l surgirniento
hipótrsis- pu e c l r remi t i r al presente. Cuando se dice que la de la problemática de la vida cotidiana, de la calidad de vicia
utop ía puede ser vivicla en el p resente, implica reconocer que frente a una ideología progresista dominante, es uno entre tan­
no pw=-de SC'r rC'clucicla a la prospectiva (a la planificación) dado tos ejemplos contemporáneos. Se trata de una sabiduría o ele
c¡11C' ésta se apoya fuert0mente en el futuro. En efecto, la labi­ un pesirnismo que forma parte de la "arquitectura del espíritu"
lidad ele! clC'vf'nir social no puede ajustarse a la necesidad de (Lévi-Slrauss) y que de un modo manifiesto se anuncia como
0t crniclacl que c o rrrs pon cle al estat ismo o a la identidad, o a tal, o asume de un modo latente la lógica y lo trágico del eterno
la conminación del d e b er-ser caracte1istica del progresismo. retorno de lo mismo. "Poco importa por dónde empiezo, puesto
Fuera de la cont.cmplación o de la prospección, está la acción que volveré aquí" (Parménides, f a g. 3). r

creadora cl<>l p re se n te , cuya riqueza plural y expansiva debe ex­ Como hemos dicho más arriba, no se trata de negar el de­
t raerse siempre y renovadamente. venir objetivo y con ello el pasado, sino de hacer uso de él de
Para esclarecer rápidament·e esta acentuación del pre­ modo diferente. Así, volviendo a hacer referencía al filósofo -
sen t e , podemos apoyarnos en las observaciones que hace de un modo no crítico, se entiende-, podemos sefialar que,
G. Durand respecto de la meditación musulmana. En efec­ para Platón, hay un uso del pasado que, a diferencia de l a repre­
t o , junto al "ti0mpo horizontal" que es " e l tiempo físico del sentación, se inscribe en el presente. Esto quiere decir que la
c om p u to histórico re gu la do por el movimiento ele los a s t ros , "
historia no existe por sí misma, sino que sólo encuentra sentido
0s1 <1 01 tiempo ascf'ndente, e l tiempo vertical. Así, no se nie­ en un intercambio, en una circulación social presente que le da
ga la historia lineal y objetiva que funda "lo imprevisto" de
Occidente, se la relat iviza con otra temporalidad que pone e l
..: Ci. Dt llMlli. Sriet1re <il' /'lw11111w <'/ 'l'mcli/1011. Le• N11111w/ l�'s¡wit wtll1mpu/of¡11¡1w.
Tl•t.r dr fcuilles, J 975, p. 1 OO. Pese <1 no estar cll' acuerdo c:o11 su c:onclusión, rc111i1 i 1 1 1os
al pxcelent e capillllo sobre el calenclario poi ular ele C. (.;,11c:N1·:111-:T, /,1• Gcu·11r111n/, Payo ! ,
· ( 'f. . ¡i11r t'Jt'111plo, . 1 1 ) 1 1 11 .� 1 1 1 • . ¡;, \ 110111i<'. 11¡1 r"il . . p . :21í.
l �J7-l , p. J 7 y ss.
72 ENSAYOS SOBRE L A V I O L E N C I A B ll N /\ L Y F U N D A D O R A
D I N Á M ICA D E LA V I O L E N C I A 73

senLido.u.<i Así y a n o hay historia, sino historias, mitos, leyendas analicemos como un elemento de la violencia es w1 acto delibe­
que constituyen un legado vivo, que ayudan a vivir y hacen que rado puesto que lo que caracteriza a todo poder, sea cual fuere,
podamos situarnos en la deambulación existencial. �
esju tamente conciliar esta energía inútil, orienLarla en funci ón
La acentuación del presente reposa en esta comprensión de _
de un futuro radiante, de mafianas que cantan y ele un para1so
la inva1iancia, muy fácil de acusar de naturalismo, y que, desde de transparencia. Pero, frente a esta propensión institucional,
el EclesiasLés a Maquiavelo (por considerar sólo representacio­ están las situaciones existenciales que asumen, consciente­
nes intelectuales), se ha fornrnlado de idéntica manera. mente o no, la circularidad, el déja-vu, lo ya-dicho [déja-dil], Y
En su capítulo intitulado: "Los mismos accidentes suceden se organizan en función de esto.iO En suma, la Lrágica cuesLi n �
a veces en pueblos muy distintos", Maquiavelo anota con preci­ del Eclesiastés, que por otra parte no espera respuesta, el q u ul
sión: "Quienquiera que compare el presente y el pasado, ve que novi sub sale, es un obstáculo extremadamente frágil, Y sin em­
todas las ciudades, tocios los pueblos han estado siempre y si­ bargo ineludible, de tocia dominación generalizada.
guen estando animados por los mismos deseos, por las mismas Reconocer la pregnancia del presente no remite a una doc­
pasiones". Prosigue diciendo que nunca se sacan lecciones del trina de Ja eterna naturaleza humana; tampoco es ignorar la
pasado, y que cuando un individuo las saca, no aportan nada en importancia del condicionanüento social en la formación �lel
pos de la conducción de los pueblos.60 Esta lucidez en el análi­ individuo. Quiere decir que encontrarnos la invaria.ncia ele cier­
sis político coincide con el pesimismo social al que hemos he­ tos grandes trazos surgidos de sedimenLaciones sucesivas que
cho referencia: más allá ele lasjustillcaciones y las construccio­ constituyen lo que Freucl llama los "arcaísmos .filogenét icos", Y
nes proyectivas o p rogresistas, el gasto, la pérdida, la muerte, que van impresionando los comporLarnientos cotidianos. Vivir
el azar, en tanto residuos mayores, determinan tan fuertemente el p resente remite así a la experiencia como coagulante social,
la existencia que ya no es seriamente posible "operar" sobre sin que esta experiencia exceda su rol pllntual, bien determi­
el futuro. Hay una salud irreprimible que no se debe sólo a lo nado, de proveedor de informaciones y no se vuelva "teoría" o
que se conoce como epicureísmo y que se determina en fun­ "filosofía de la historia".
ción del eterno prnsenle. Desde luego, conviene obse1var cómo Por supuesto, esta acentuación del presente encuentra su
es que se va modulando, cómo se afirma, cómo se oculLa, ciué forma paroxística o se expresa en tanto tal en los marginales
manifestaciones más o menos precisas comporta, pero pese a 0 en los herejes, pero éstos no hacen más que formular explí­
ello considerarnos que es uno de los arqueLipos esenciales que citamente la relación con el destino que expresa la 0xistenc:ia
estructuran lo ciado social. cotidiana. En su obra sobre el pueblilo ele Monlaillou, habitado
Que califiquemos aquí esta. actitud como "salud" social y la por cáta.ros, E. Leroy-Laclurie da cuenLa repetidas veces de esta

.,, C11an1os <1q11i la ohm d<· L. Hin 11isl111 /"!' r/t• ,.,, ,¡,, '" ·s
'1/ill Ir'. ( . ,l)I'
'" La relación entre la elernajuV1'1 1 1 1 1 d , la Pl1·n11· .1. 1 dl'I pn•s1•111" Y la <"11T11l:1rnl;11'
¡1/1
l !lí:I. p. lfi Uróhor" lo ;111•,1 igua. la S<'rpil'11ll' lia s1d .1'1 1
ce en el folklore y la mitología. El mito dL'
"'' M.1<11 1,1n;1.11, /J1.w·o111 ·.� s 1 1 1 · /11 1 I'.� ('()ffJ ,·
pre 5ímbolo de eternidacl y de n'j11veneci111i l•1110 <'t1;111dn ('acla ai'10 :1handona
.�11
\'lt''. ni<'I
lialli111:ml. ! ! ):>�. p .¡r;7 p. !\'. "La <"llr<i<' 11 1ag1q111• . Y 1
ltPmiLimos a C. C.L\li:l\EllET, /,1• G111"1u11•ul. 011. c i l
E N SAYOS S O B � E LA V I O L E N C I A BANAL Y F U N DADORA
í-1 D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A

relación con el tiempo que expresa claramente esa "salud" de parcelarias. Así recortado, el tiempo ingresa en el orden de la
la qm' hemos hab la do. Habría que señalar numerosos pasajes
separación, se vuelve útil y funcional. Una genealogía de la dis­
de los originales de este gran proceso inquisitorial; bástenos
ciplina en la educación muestra la importancia del recorte del
con decir que los clos caracteres esenciales de la temática del
tiempo, permite comprender de qué modo dicho recorte permite
presente están allí formulados. Primero que nada, Ja circula­
el dominio del cuerpo. La vida acompasada de los monasterios
ridad: "En todo Licrnpo ha sido, y en tocio tiempo será, que
ofrece un primer ejemplo de esta domesticación; más tarde, los
hombrr con nn\j e r ajena se acostará". Frente a la doctrina
sistemas de educación de las órdenes religiosas73 tonrnn la pos­
oficia l de la Iglesia acerca de l a linealidad catastrófica de la
ta; finalmente, la organización científica del trabajo, promovida
hisLoria, doctrina que le permite, en función del futuro para­
por Ford y por Taylor para el mundo occidental y aplicada con
disíaco, fundar su poder sobre Ja existencia del hoy, el cam­
entusiasmo por los dirigentes soviéticos, culmina este dominio
pesino heterodoxo afirma la eternidad del presente y de sus
del tiempo e intenta vaciar el presente de toda su intensidad
componentes. En este sentido, Jaguette den Carot, otro incul­
vivida. La eficacia de este recorte, al mismo tiempo que moldea
pado, declara que "el ünico siglo que hay es el nuestro", y más
al individuo como entidad eficaz, permite el desarrollo de una
adclantr: "¿.Rencontrar a nuestro padre y a nuestra madre en
organización progresista, de una tecnoestructura que hace in­
el otro mundo? ¿,Recuperar nuestros huesos y nuestra carne
gresar en un orden de la equivalencia. Este tiempo útil se vuelve
por l a resurrección? ¡Vamos!"í1 Este rechazo del más allá se
arraiga en l a preocupación de vivir a fondo el presente de este un tiempo homogéneo y vacío que pierde tocio su peso .
Sin embargo, este tiempo vacío y homogéneo, resultado de
mundo (scecuhtm significa aquí "mundo"), vivir este mundo
con todos sus componentes y sus diversas finitudes, pero vi­ una visión lineal del devenir, no ha triunfado del tocio ' como el
virlo en plenitud. esquerna que acabamos de esbozar pretendería exponer. Así,
Apn:' hensión ele l a circularidad y del rechazo del más allá
incluso si hay una posición dominante en las sociedades occi­
son sin eluda los caracteres subversivos del presente que refu­ dentales, el tiempo lineal no ha suplantado del todo al tiempo
tan real rn e nte, y sin "discutirlas", las construcciones político­ cíclico. A diferencia ele los análisis, en muchos aspectos fun­
religiosas. Encontrarnos aquí la diatriba de Nietzsche contra dados, de ciertos comentaristas,7·1 nos parece que en el interior
quienes invenLan "otro mundo para poder calumniar y ensuciar de grandes períodos históricos prevalecen tanto la concepción
éstc" í2 _ lineal como la concepción cíclica, y que el fenómeno de satu­
Así, j ustair1ente porque el presente vivido se reconoce corno ración, descripto claramente por P. Sorokin respecto de los fe­
subversivo, el prirner objetivo del poder es dominarlo, recor­ nómenos culLurales, permite comprender cómo es que dicha
tarlo, organizarlo, dividirlo en secuencias dominables en t;mto concepción por mucho tiempo ahogada o latente se exprese
nuevamente con fuerza. La larga historia ele Egipto nos brinda

( :f. !,. L1-: m • 1 - l..11 11'1111·: . ,\/u 1 1 t 1 1 i/ln11. ui/111.<fl' occi/u11, el!' !J!JJ¡ i1 1024,
G¡1Jlimard,
1 �¡-¡.-,, i ' · �,��). ;¡ Cf. M. Fm·c,1t1LT, Sui·uei/h!t' el p11'11 Í'1; O{J. dl., p. 152, 15!1.
7 I·'. N11:TZ�{ 'llE. /.11 \ i > / 1 1 1 1 / r ' ¡{,• ¡ 1 1 1 issuJ11'<'. l'aris. lQ-17, t.. 1, lib. !, p. 103. 7·• Así, por ejemplo, .J. Mo�NEHOT, Sociolr1.fJÚJ r/e In rénol11lüm, Payard, 1969, p. :¿4,1.

______________ ___.
..__
______________ _ _ -- - -
76 E N SAYOS S O B R E L A V I O L E N C I A B A N A L Y F U N DA D O R A
D I N Á M ICA D E LA VIOLE N C I A 77

ejemplos de tiempos p rometeicos que sucedieron a "tiempos


felicidad impuesta o del igualitarismo promulgadas, tropiezan
inmóviles" (J. Servier); asimismo, en el rnundo antiguo ele los
contra el simple querer-vivir que, ele un modo manifiesto o de
griegos y los romanos, podemos leer l a perpetua lucha que opo­
d
un mo o perverso, brota a través de las grietas ele las diversas
ne estas dos concepciones del tiempo. En la episterne clásica,
dominaciones.
todavía es difícil determinar las sucesiones, pero, sin pretender
No ha ele creerse que esta apología del azar es una visión
pasar por historiadores -lo cual no es nuestro propósito-,
estética propia de una situación ele decadencia o incluso una
podernos develar ciertas tendencias que permiten fundar los
cosa de privilegiados; nace en realidad ele la inseguridad ele l a
[enórnenos ele saturación.
vida, inseguridad que debe entenderse e n s u sentido más sim­
Si nos atenernos a l a Lraclición occidental, veremos que con
ple, la inseguridad económica por ejemplo, pero que también
l a idea del azar nace la negación de una visión progresista lineal,
debe comprenderse corno la inseguridad fundan1ental frente
idea que, en consecuencia, es corolario ele la idea de l o trágico
al destino. Así, u n buen conocedor ele la clase obrera, H. de
o de la violencia. Esta idea del azar implica la "insignificancia
Man, que fue un teórico de extrerna izquierda, un importante
radical" de tocia acción, de todo pensamiento prospectivo; en dirigente político (y tan1bién, ironía del desLino, ¡fundador del
este sentido, representa el antagonismo exacto del proceso ele planisrno!), H. de Man nota pues que "más que los miembros de
racionalización. Esta idea del azar, que también podernos en­ otras clases, el obrero vive el día a día, piensa poco en su pro­
tender como "suerte", se manifiesta por ejemplo en los poemas pio futuro . . . "76• Y es cierto que antes ele ser integrado por vía
ele Heráclito y ele Empéclocles, e indica que allí donde aparen­ de los sindicatos y los partidos al desarrollo y mantenimiento
temente hay p lanificación racional o natural , construcción que de la ideología productivista77, antes ele ser hipostasiado como
tiene la apariencia del orden, en realidad nos encontramos con proletariado y de ahí como "sujeto histórico" portador ele las
el artificio, el juego, la ilusión. " A rtificialismo" es el término esperanzas de un mundo progresista, el individuo popular hon­
que, retomando la expresión ele C. Rosset, mejor caracteriza el raba su presente y ésta era su nobleza. Sin ponernos a buscar
rechazo lineaJi\ el de lo previsto, el ele l o racional, el ele l o pro­ en nuestros días nuevos sujetos hisLóricos (el vago, el marginal,
gresivo. Vemos así -según lo dicho más arriba- que, por vía el artista, el disidente, etc.), puede decirse que siempre hay una
de lo aleatorio, l a circularidad de las cosas, el retorno de l o mis­ parle ele la existencia social que funciona en el presente; la im­
mo escapa al naturalismo que una lecLura apresurada le puede portancia de esta parte nos parece primordial y consLiLuye una
atribuir. Se nos remite a la simplicidad del caos inicial, al que ele las caracte1ísiticas ele lo que l l amamos " l a violencia social".
responde l a incoherencia social pensada hasta en sus límites Y es i nteresante notar que en el mito dionisiaco, que sigue

más extremos. La planificación (social, económica, cotidiana) siendo el paradigma de la forma social que describimos, vemos

que sirve de justificación o que se aplica y las ideol ogías de la también la repercusión ele esta preocupación por el presente.

·.•. lll.!111ili111os aquí al rxc1'i<�11tr l rabain rn H. DI' MA�,/\11-clél1L ll"ll ll'IUl":J'is1111', !)p11íl, IHl-1, p. 1:IG.
de C. Ho�s1:r. /,'1 1 1 1 / i-No111r1'. PUF, HJTl, ¡1os­
si 111, .\' p. 2i\ :):, , íi�. :: 11emitirnos aquí al capítulo dedicado a este problt•111a t'll M . MAFFl·:�uu. /,11yir¡111· r!f'
/u do111i·1111Uo11, PUF, 197G, cap. Vil, p. 127 .v ss . ( N 11\'va t'ciit·i(H1, 1 l ¡ 1 1 ·<•s /11 1111Jri1·1·1111i· ').
E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A 7!)

Así, e n Las baca n t es de Eurípides, puede leerse:


del Lérrnino, es expresar también la permanencia, la supervi­
vencia frente a las fuerzas destructivas ele Ja pérdida y el gasLo.
Hay u'/l a sa b iduría que es locura. Así, porque prevé y prepara el futuro, el mandatario se opone
Los pensadores q11C! e.rceden lo humano di,snii,nuyen la vida, a la dinámica del presente que tiende a comerse el trigo antes
Pues quien apu 11f(( rlenwsindo alto pierde elfruto del i,nstante. ele que madurew, y que por su lógica del exceso reinLerpreLa
Es, pien so, de!frio o error míticamente lo trágico de la muerte. Lo que el mandatario no
Att 11m· rlc> sr111 eja nl.e modo . . . puede cornprender es que este enfrentamiento con la muerte
Ma,nt,én al eja,do de los pensado res a:mbi,ciosos ' vivido ritualmenLe permite j ustamente el desarrollo de Ja vida.
Tu corazón prn<lcnle y t,11 espfrilu. De un modo más analítico, E . Durkheim describe muy bien
Lo q ue cree y pracl.ica la gen/,e niás vulgar los efectos psicológicos de esa huida hacia delante que son la
Yo lo acepto pa rn m í. 78 prospectiva y la preocupación por el fuLuro. En El suicidio,
declara: " E l sabio que sabe disfrutar del resultado adquirido
Est.a antisl rora es pronunciada por el coro en el momento en sin experimentar eternamente Ja necesidad de remplazarlo
que aparentemente Penteo t1iunfa, el prudente mandatario de por otros, encuentra en ello algo por lo que a.ferrarse a la vida
la ciudad de Tebas, que es, en contra del orgiasmo, e l guardián cuando la hora de las contrariedades empieza a sonar. Pero el

drl orden establecido. Pero su prudencia se orienta por comple­ hombre que siempre ha esperado todo del futuro, que ha vivido

to hacia un ordC'n que desplaza hacia el futuro los goces de l a con los ojos fijos en el futuro no tiene nada en su pasado que lo

vida; inaugura de esLr modo l a racionalización d e l a existencia, rcconforLe ante las amarguras del presente, puesto que el pa­

que es de hecho una protección contra el exceso bajo tocias sus sado no ha sido para él más que una serie de etapas impacien­

forrnas. El conjunto del drama ele Eurípides muestra con clari­ temente atravesadas, [ . . . ] puesto que siempre ha contado con

dad, antes de que Penteo sucumba ba_jo los golpes de su propia enconLrar más adelante la felicidad que no pudo alcanzar hasLa

madre ganada por el orgiasrno, cómo éste, tras sentir �¡ peligro el momento"80. La ceguera sobre sí mismo y sobre la gravedad

de ('S<' presente' aflrrnaclo, lucha con todas sus fuerzas contra su de su presente deja al individuo detenido en el futuro y com­
pletamente estupefacto cuando, por cansancio u otras razones,
fulminante irrupción. Incluso Cadmo, su abuelo, fundador de la
se ve confrontado a Ja inanidad de su existencia activista, que
ciuciad, se suma a lo que considera un factor regenerante de la
funciona a parLir del principio de utilidad y que, como hemos
organización social. E n efecto, la afirmación del presente y del
dicho, está enLerarnente orientada hacia el futuro; "el interés
p:-;c·pso i nlwrC'nL(' a (·I renuevan la violencia fundadora más allá
por el ahora" (W. Benjamín) ignorado se manifiesta a la inversa
d0I pan" n t C'sis dC'I dc>srn nso n0cesario que administra Penteo,
con violencia, y el rechazo de enfrentar la muerte de todos los
pero, en este senhcio, "hacer las bacantes", en el sentido fuerte

;,. ··<:0111l'rse C'I trigo al1lt'S dt· que 1 1 1adun'', C'xJ)rl'sión cakada clel fra11c<�s ( 1111111111•1
· ' 1·;1 u11·11•1:,. Tr¡ig1q111•s �n·<·�.
¡ L:i l'lc'i;1cll'. l ;a1Ji111anl, l !lü¿, /,es llutc/111>11r•s, p. 1:¿0:) y ss .
s1111 lilr; 1•11 /1et"lil') que signilic·a "cli lapiclar·· (11. dcl t .) .
' . �!J: � \. _¡:�o �· 1 � . 11111<1\111·:1.\l, /,1' S11ir·1<h'. 11¡1 ni . . p. �8G.
E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y ' U N O A D O R A
D I N Á M I CA D E L A V I O L E N C I A 81

días hace de la muerte, metafóricamente o n o (desencanto o reconocido corno tal adaptado, negado en parte o enteramente,
suicidio), la gran victoriosa . Cuando hablamos de interés por lo trágico, otro modo de decir presente, no reconoce otras
el ahora, nos referimos a una negociación que siempre y reno­ realidades más que ese tiempo que se da para vivir. Reconocer
vadamente debe llevarse adelante junto al tedio o la intensi­ el presente como lo "único" real no implica ce:monizar todas sus
dad de la vicia cotidiana. Esta negociación, a la que llamamos forrnas surgidas de Ja pesadez de lo instituido, implica ubicarse
a veces enfrentamiento o destino, se modula a través ele diver­ oblicuamente respecto de esas formas, con todas esas formas,
sos rituales cuya función es acentuar y dar sentido a todas las implica practicar el "aislamiento", el ilegalismo, implica a veces
minúsculas creaciones de la vida concreta. Así, la mayoría del incluso luchar -pero sin ilusiones. Es en efecto una lucha por
tiempo, sin que se rechace explícitamente un más allá político el presente, en el presente, que no se determina ('H l'lmción de' un
o religioso que justique el más acá, debemos enfrentamos, por mayor bienestar futuro; sin embargo, este hecho adquiere muy
vía de la duplicidad o de la disimulación, a una valorización a menudo la apariencia de la sunúsión, signo ele la duplicidad
del instante que, debido a su aspecto escurridizo, escapa a las subversiva. En este sentido, en oposición a la perspectiva
diversas formas de la imposición. historicista de M. Horkheimer, creemos que la utopía tal como
Hemos hablado más arriba de un "artificialismo" que se la hemos definido, la utopía que es sobre lodo "a-cronía'', es
opondría a una visión lineal de la historia y al presupuesto decir que no se ubica en función de la historia, sino que vive la
del "deber-ser" que la sustenta. A partir de esta noción, puede intensidad (o la monotonía) del presente, esta utopía, decimos,
decirse que el interés por el ahora, la gravedad de la vida no salta por encima del tiempo;8" salta por encima de la
cotidiana rehabilitan lo arti ficial, en oposición a lo que sería historia, por supuesto, de un salto que es danza alegre Y trágica,
la autenticidad, la verdad, etc. Lo que existe es lo que se salta por encima de la historia para establecerse mejor en el
hace (jacti¿m) y no lo que será o será hecho. Lo artificial está tiempo. En este sentido, las diversas proyecciones del País de
cargado de finitud, se inscribe en la precariedad, y por eso Jauja, o de las "Tierras sin mal", son unos de los tantos mitos,
mismo traduce la amargura y lo trágico ele lo que acontece. de las tantas historias relatadas, que permiten dar forma a las
Así, a través de la nobleza que representa, lo artificial permite diversas creaciones y discursos del p resente -y raros son los
comprender Ja soberanía de un conglomerado social sobre su momentos en los que estas proyecciones incitan la partida en
destino. Volvemos a encontrar aquí la feliz afirmación de la masa hacia un mayor bienestar espacial e histórico. De todos
que hablaba Nietzsche, la de un sí patético a lo que existe. Y si modos, estas partidas son objeto de otro tipo de análisis.
retomamos una observación de C. Rosset, puede decirse que Lo que queremos decir con esto es que no existe un orden
"el don del presente, que es el don propio del artificio, supone real objetivo y racionalizable -un orden real social que sería
una inevitable segunda intención t rágica"81. Por más que sea necesario comprender y modificar- que' se oponga a un ima-

,, c. ¡�,·��ET, /,'¡\ 11/ i-NUl ll !'f'. 1�·¡,;1111•11/s /IO/I r 1 1 1 1 1 ' ¡1/i i/l>SIJ/!11 ¡,. 1 m.11 il/lll', 11/!. r · i/ .. p. :J(J!J OJ cr. M . 1-!0llKIU-:IMrn, /,es {)¡i/m/s 1/1• lu ¡ilii/11sri¡1/1 1 1 ' /¡111/ITJl'UISr' 1/1• /"liis111il"I', l 'a�·ot .
. 1·ss.; sohr0 f'I ;1rt ifirio .1· lo artificial, nos rf'fcrimos ("011 frec11l'ncb ét las t esis de>I <l
J!)74, p. 1 y SS.
o�•)
Q E N S A Y O S S O B R E L A V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A O O R t,
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A

ginario hecho c t e sue11os y fantasías que sería Jecho de p oetas y


que a menudo sólo en e l exceso se fo1ja esa expresión.
sofiadores. No hay grandes hombres (en la tradición hegeliana)
El "gusto por lo excesivo", del que hablaba Huizinga en
que puedan, más allá de lo que es aparente, develar lo real de
Honw ludens, nos parece de hecho otro aspecto determinante
las cosas, de Jos personajes históricos que corresponden a su
de la violencia, íntimamente ligado al presente por otra parte,
época y la expresan de la IT1ejor manera. No, lo dado social es
dacio que el paroxismo del presente es el que condiciona las
una mezcla ele objetividad y fantasía, de estructuras domina­
manifestaciones de exceso.
bles y mitos huidizoss:i y esto es lo que constituye la "realidad",
Habrá que ver por supuesto cómo este exceso se adapta y da
lo que constituye ese gran teatro absurdo e incoherente que,
cuenta de algunas de estas expresiones (colectivo, orgía, por
iwí.s afü í. de las diversas j ustificaciones que se brinde, no hace
ejemplo), pero, para limitarnos, por lo pronto, a la forn1a, po­
sino reconctucir y rechazar (adaptándolas) algunas grandes fo1'­
demos decir que el exceso es u n intento puntual de protección
rnas dominadas por l a muerte y el sexo.
contra la angustia que nace de lo desconocido. Hemos visto
P a c t emos hablar entonces de este presente irreductible
que la aceptación de lo aleatorio era un componente mayor de
corno de' una ut·opía que, recordemos, "no es en absoluto la fan­
la acentuación del presente. Pero esta aceptación es difícil de
t asía de un orden perdido sino [que es] al contrario de tocios
los tópicos ele la discontinuidad y del retroceso, el pensamiento llevar, y es por eso que, periódicamente, ritualmente, asistimos

¡ . . . J dt' un orckn ck la reversibilidad, ele un orden simbólico"s.1• a una catarsis que expulsa toda la sedimentación de intensidad

En efecto, no existe 11i11gún "buen Lipo" al que debería esperar­ no utilizada en la vida coticliana.85 Corno ya hemos indicado

se. "Todo .va está acá'', con la pa1te oscura formando en con­ a propósito del mito de Dioniso en Tebas y corno sefiala R.
secuencia parte int t•grante de lo dado, y con la muerte deter­ Caillois en su libro Los juegos y los hombYes, el exceso es parte

minando en el punt·o mcí s alto la vida de t odos los días. Vivir la integrante de la estructuración colectiva, es "ese interregno d e

muerte ele t.odos los días. Quizás sea esto lo que mejor exprese vértigo, d e efervescencia y ele fluidez, donde tocio lo que hay
lo que entendemos por intensidad y monoLonía del presente. Y de orden en el mundo queda momentánem11ente aboliclo"s1;.
allí, en ese enfrc•n l.arnienl.o perpetuc:m1ente renovado, el honor Gracias a él, la defensa, el enfrentamiento a la muerte, que son
de la condición humana se expresa con una lucidez multi forme caracteres arquetípicos de lo humano, pese a ser contrapun­
(int t'IPctual, af0ctiva, artística, fáctica, etc.), y por ello j usta­ tos se jueganfo1·tissinw y recuerdan así su función en el milo
mente' ha n�p resentaclo siempre una alternativa a la domina­ cosmogónico. En efecto, en las manifestaciones ele exceso , la
ción. El presentP es entonces esa necesidad irreprimible que violencia fundadora de tocio el intercambio simbólico recuerda.
tiene el hombre ele decirse por completo aquí y ahora, esa "tota­
lidad", en la quP nada se deja de lado, que permite comprender
>;. En un trabajo a la vez erudito y variaclo, J. J . Wr:v�NBcm a·:H, fA¿ F1;11!, /e.fi'11 el 11' m­
rTé, Ecl. Universitaires, 1977, hace un exce l enl e análisis <le algunas manifcswc:iones dl'
lo que 11oso1 ros llamamos exceso .
' l 'od1·111ns l1:w<'r rl'l'n1 •11,.i;i :1 q 1 1 1 ;1 I;) pl'rÍPc<·iún dt• la "\·ida 111ix1a" desarrollada por
.,; !{. C,111.1.rns, Les Jeu.r el fes llu111111es, u!clees», Ga!limard, 1958, p. 170. Puede c·on­
l ' 1 . ff"'· '·11 / 'l1ili"/11•. l.;i l ' i < •iad<', tialli1nard. I Hf>O , l . 1 1 . µ. 56f>. 5ííl, 625.
sultarse también el 1 raba,10 citado ele C. GAl<:NEBET, L<' Ca.r1111 n11./, que da nunu�rosos
, , .1. l l \1 J ll,11.1. \111>. /,'/�'l '/11/ll.f/I' .\l/ l///Wlir¡1tr• l'I lo ///()/'/, UJ•. ('//. . JI. 220.
ejemplos al respecto.
84 EN SAYOS S O B R E LA VIOLE N C I A BANAL Y F U N DA D O R A
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A 85

s u derecho, recuerda l o que a éste se le debe. Conviene insistir


Nos encontrarnos aquí con el "derecho a la muerte'', podríamos
en esto, dado que la referencia al intercambio simbólico, o in­
decir el derecho de la muerte del que habla Blanchot en La
cluso al p aradigma de las sociedades primitivas, se hace siem­
parte del fuego. Este derecho (de) a la muerte que anima a los
pre corno una nostalgia respecto de una organización social
nihilistas de Dostoievski o a diversos personajes novelescos,,;�
transparente. Sin embargo, esto no es así: los antropólogos y
este derecho que, ya sea individual, ya sea colectivamente vi.vi­
los etnólogos han demostrado suficientemente que la crueldad,
cio, recuerda que la destruci ó n es un principio infranqueable d e
la muerte han estado siempre en el origen de lo social. Y todos
l a vida material.
los ejemplos, clásicos, modernos o contemporáneos, ele esta­
Sobre este principio, que los etnólogos y los biólogos con­
blecimiento de regímenes sociales nuevos, que interesan al his­
temporáneos han sabido actualizar adecuadamente, se funda lo
toriador o al sociólogo de la política, muestran holgadamente
que llamamos exceso o excesos. Estos recuerdé:U1 ritualmente
que siempre es un acto de violencia el que inaugura un nuevo
el lugar que ocupa la muerte en el intercambio orgánico, ya sea
sistema social.
social, ya sea biológico; con esto quieren decir -y vernos d e
En este sentido, el exceso es un recordatorio de la muer­ este m o d o l a relación c o n la temática d e l presente- que la vida
l e como estructurante orgánico ele lo simbólico. Durkheirn cla debe ser "afinnativa". En efecto, con referencia a la problemá­
numerosos ejemplos etnológicos de esta vinculación orgánica tica nietzscheana: "decir sí a la vida" es asumir esa mezcla de
entre muerte y vida. Así, "en Ceos, los hombres que habían su­ intensidad y de monotonía, de deseo y de falta, de pertección
perado cierta edad se reunían en un festín solemne en el que, y de finitud, de racionalidad y de misterio que la constituye,
con la cabeza coronada de flores, tomaban cicuta alegrernen­ es adentrarse en el camino del sentimiento trágico ele la vida,
te"87. Se sabe tarnbién de suicidios rituales de viudas o de ser­ que no solamente es, y lejos de eso, una actitud de élite. En
vidores ele graneles personajes. Pueden analizarse estos hechos efecto, creernos que, sobre el .fundamento de la aceptación de
de varias maneras; creemos ele cualquier fonna que lo que aquí la defensa, sobre la base de la muerte vivida cotidianamente,
se expresa es una obl igación contraída con la vida. En el marco la potencia afirmativa se inscribe en una práctica de la vida en
de la reversibilidad, del intercambio, es necesario responder de expansión, deseo de generosidad, dinamismo y virtud que da
algún modo al don que es la vida mediante un contra-don que sentido al exceso. De esto j ustamente da cuenta lo que pode­
perrn.ita el establecimiento del equilibrio. Se trata así de un in­ mos llan1ar el sentimiento anarqu'ista, que surge de los indivi­
tercambio orgánico que permite a la vi da ser algo más que una duos pese a que éstos tiendan a defenderse ele éLH!I Este senti­
imposición. El don por sí solo no puede dominarse, aplasta; miento hace de cada individuo alguien rico y aristócrata con
una vida que es irnpuesta, que únicamente se recibe, es invivi­ enormes deseos sociales, con un apetito muy refinado, lo que
ble, y la muerte ritual (o sus m o dulaciones sustitutivas) cons­ remite naturalmente a la pluralidad de sus refin amientos y de
tituye en este sentido un desafío que restablece el equilibrio.

"' Hemos extraído dichas referencias de J . D111"1t;N.11 1i, /,', \110111"" P/•. l'il., p . 1 0:1.
"' Cuando hablamos de "sentimiento anarquist<1", 1 1 0 prl'l.t'1tde111os 11a1.11ral111l' 1 1 t 1 • i l;t­
cer referencia a los dif0rcn1.es dogmas f!Ut' ila('l'11 al;1rd1• dt• t'�t1• 110111bn'.
8() E N S /\ Y 0 5 S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A 87

sus nioclos c t r aprrciación. En suma, a través del kitsch, de la


gute Ding uuf Erden, sich selusl avjhebend"). Al contrario de
planificación del espacio (casas, chalets de p l aya, quintas de
la superación hegeliana, el Aujhebung nietzscheano ha sido
fin dr semana)/"' de la organización de jardines o parcelas de
traducido como "resurgir" (Derrida) -así toda cosa excelente
tierra, a t ravps dE' la pnictica culinaria y alimenticia, a través
termina "resurgiendo" por sí misn1aY1 Queremos decir con esto
de la vpst irnenta y del valor que ésta otorga a quien la lleva, en
que el presente vivido y que no remite más que a sí mismo se
suma a t rav<' s dr to c i a una serie de creaciones minúsculas se
expresa y se renueva regularmente en su propio exceso. Así, la
rx prrsa, rn <'l S('ntido simple del término, una dimensión esté­
violencia, la crueldad, la fiesta, el desorden, la pérdida no son
tica (fa c u l t.ad sensil iva) que da testimonio de un sentido muy
más que aspectos de la vida cotidiana l levados hasta su extre­
clesanollado d e la vida, ele una expansión, dado que cada uno
mo, y este ténnino es la condición de un restablecimiento de
dr sus a c tos SL' vive en la finitud; el acto ele comer es quizás el
esta misma vic ia cotidiana. El "resurgimiento" al que acabamos
rnodelo génerico, pero también la "apariencia" ele la vestimen­
de aludir expresa a nuestros ojos ese proceso lógico, orgánico
ta; tocios estos artificios están ahí aparentemente para olvidar,
que une la monotonía con la intensidad, desde el momento en
y para rrcordar ele hecho con fuerza lo mucho que le debemos
que cada individuo es recibido como tal en tanto elemento de
a la finitud, y C'l conjunto de sentencias populares que acom­
un conjunto.
pailan, comentan, critican o valoran estos actos constituye un
Esta relación orgánica entre exceso y vida cotidiana en­
corpus inagotable que permite comprender una ética ennoble­
cuentra una buena formulación en la división que Bataille esta­
cida que sabe tocios los usos y abusos que importa operar para
blece para el consumo: "La primera, reductible, se representa
h a crr honor al desarrollo siempre tan precario de la vida. Así,
por el uso mínimo necesario, de los individuos de una sociedad
ese querer-vivir latente a veces paroxístico, que nosotros l lama­
determinada, para la conservación de la vida y la continuación
mos srntirnienl.o anarquista, es lo que quizás rnejor traduce, a
de la actividad productiva'', la segunda, por su parte, está re­
través ele sus diversas expresiones, todas las implicancias que
presentada "por los gastos l l amados improductivos: e l !ajo, los
t iene rl c x c rso socialmente vivido.
duelos , las guerras, los cultos, las construciones de monumen­
Existe en el pensamiento afirmativo el rechazo al trabajo
tos suntuosos, los juegos, los espectáculos, las artes, la activi­
de lo n<'gativo. En rsLc sentido, dicho pensamiento pudo, en dad sexual perversa"9�. Hay una estrecha conexión que une el
Nietzsche por ejemplo, oponerse a una visión científica de lo
gasto con lo que no lo es, y convendría observar cuáles son las
social, oponerse al "socialismo científico" que pretende dedu­ formas contemporáneas que asumen eso que l lamamos juego,
cir cte Jo negativo lo que debe ser el futuro. Siempre en la pers­
lujo, culto, actividades sexuales pe1versas, etc., para compren­
pectiva de Nietzsche, sólo hay una fuerza afirmativa, la vicia que
der que nos enfrentarnos a una estructura arquetípica del es­
va lrjos, muy lej os C'n su propia dirección ("Si.e endel wie jedes píritu hurnano que encuentra en el exceso, en los excesos, un

( ' f. ! '. S 1�" ' ' ( 1 1 . S1rnld, l l . Tnrglll', C. Vr'rdillon, c-olahs . ) , /,'/:,\¡Utr'I' el so11 !lu11/i/1•, ., , f{e1 1 1 i t i 1 1 1os al trabajo ele S. J<rw.11AI\, Niet:::sc/ie et la 1111;/11¡1iirn'I!, Payol, l !J7.. J , p. 7!J.
J·:d ( 'i l ; 1 1 1 1 p m i l a i 1 1 . ! ':iris. J �lí.'l. T<1111llil'11 n•co1 11\'11cla111os <'i c·xc:<'il'mc• t rnba,io ele L.
.,, G. B.1TA11.1.E, Lo f-J( / / 'f 111a'11 rlit1', precedida de U1 1111/i1111 r/I' 1lr'¡n:11sr', Mi1111it. , i!J(ií.
�¡.,, 1.1�. /. '/·:1 1m¡>r' 11 111/ih'. l·:Js1•1·i1'r-S6q11oia. ílruxl'li<'s, IDí!l.
p. 3:3,
88 E N SAYOS SOBRE L A V I O L E N C I A BANAL Y FUNDAOORA
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A 89

modo d e expresión necesario.


con nobleza suficiente "se matan con una tranquilidad irónica
Apoyándose en creaciones novelescas de Musset (Don
y una especie de simplicidad"9·1. Se puede, claro, ubicar estas
Juan) o Goethe (Fausto), Durkheirn, por su pa1te, pone de re­
muertes dentro de la forma paroxística de una actitud corrien­
lieve "ese mal del infinito" que es corrclahvo a la anomia o al
te· abandonarse a la muerte cuando ya no se espera nada del
'

desequilibrio personal. La aspiración desmesurada, Ja no-sa­


desarrol l o vital; en este sentido, el suicidio no sería más que u n
tisfacción periódica, l a sed de lo que no hay, la desmesura en
modo entre otros, u n poco más tipificado tal vez, d e acaba/' la
las experiencias sexuales o en la voluntad de saber, la carrera
muerte de tocios los días.
ele los p laceres, etc., tocio esto se funda en "la incertidumbre
Si, como A. Camus, consicleran10s que Ja peste es una metá­
por el futuro unida a la propia indeterminación"�ª. No se puede
fora ele la vicia, no hay que olvidar que ésta vive y se extingue
ele.finir mej o r la dinámica ele lo aleatorio ele la que hablamos dentro de leyes suspendidas, ele prohibiciones levantadas, de
a propósito del presente, y la influencia de esto -de lo alea­ cuerpos que se mezclan, en una palabra dentro del " frenesí
torio- en la práctica del exceso. No se puede negar que esta del tiempo que pasa"95. Y así justamente hemos intentado com­
actitud sea proclive al suicidio. ¡Pero hay que ver cuánto se lo prender el presente y el exceso dentro de la estructuración de
aprecia! Ya que en l a destrucción ele sí mismo, que es resultado la violencia. Por supuesto, este patetismo se modula de diver­
de una insatisfacción i ntrínseca, lo que se expresa es justamen­ sas maneras según las épocas, y si, con ciertos sociólogos!lli,
te una manera ele afrontar el destino, lo aleatorio, una manera vemos que el Renacimiento va llegando a su fin, no se puede
ele protestar contra lo que no es un eterno presente. La ligereza dejar de notar que el siglo XV que lo prepara está dominado
y la potencia triunfan en este exceso extremo surgido ele una por el paroxismo de la pasión y ele la muerte; desde las múlti­
cotidianeidacl vivida con seriedad. En la monotonía melancóli­ ples danzas macabras hasta los tratados del A l 's ·1noriend'i, sin
ca o en la exuberancia paroxística, actitudes que arraigan en un olvidar la creación pictórica (El jil'iC'io jinal, de .J. Bosch, por
más allá o en un mús acá ele las ilusiones, estamos en p resencia ejemplo), la acentuación de la angustia traduce l a exaspera­
de esa gran libertad (desencantamiento, falta de compromi­ ción de la vida.97 Las épocas que se terminan tienen figuracio­
so) que desemboca en la simplicidad de las cosas sin objetivo. nes y poses perfectamente idénticas; también acá, parece cla­
Podemos encontrar, tal como lo hace Durkheim, esta actitud en ro que sólo las sucesiones de ciclos nos permiten comprender
los epicúreos, pero hay otros modelos, otros tipos ele "vivido­ las historias humanas.
res" que, tras haber usado y abusado de los placeres mundanos,
ven llegar e l momento de acabar con esla existencia centrada
Pn el preseni·e, y desde el momento en que ya no pueden vivir '" E. Orni-;11r:1�1. iliir/. , p. 3 1 9 . Cf. l;.1s rl'l"Prt'l\l"Ías historiras q11t• s1· lian•11 n•sp1•1· t o dl'I
libro de !31m:RHE Dr: Bo1sMONT, IJu suici<k
con exceso -lo que por naturaleza sucede- llevan al límite "'' Sobre esta ficción li1eraria d1• la p<'SI<' rollln liPsla. d. �I Fn 1 1·.11 1.T . .\"111n·illl'r "'
la lógica de esta labilidad, y con frecuencia sin frases vanas y ¡11111i1; 0¡1 rtl., p. 199; el autor r i l a 1.a11d1ic11 1•1 as¡H•1·t1> poillil'I>. la ¡11•s11• <·011111 rd11l'rzo
clrl control y di' la discipli11;1.
'•' Pensarnos aquí en el t.rnl.iajo de .l. 1:1u-:1 Nn, 1 ·1ulr '111'1" /"/ 1 ''"'"''· ll1\wn•.
''' l'e11samos aquí en J. Hu1zlNliA, /,u 1-'i 11 rl 11 Mu,111 · 1 1 1\.'fl " . 1';ira 1 1 1 1 1 ral 1;1.i<> 111:1s d11 \;l('l lt"1>.
' 1 I·:. 1 ) 1 ' Hf;lll·:"1, /.,r' S11i · ir!f'. 11¡1. ni .-ap. i. 1 )4 �· ss.
d. J. H1·:1rns, L'Occicle1tl. (1.11.r X/V•' t'I XII' :>i<'l"il's, l 'I W, 1 !)70, p. �!i:-i.
00 E N S /\ V O S S O B R E L t. V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R /\
D I N A M I C A DE LA V I O L E N C l A !)1

podríamos decir incluso sobre el principio de identidad, que


reposa lo esencial ele! poder.
Para poder asentar su autoridad reguladora, su función pro­
Tras haber esbozado la función y la estructura que podía te­
tectora del conjunto social, el poder, cualquiera sea el ropaj e
ner la viol<'ncia social, podemos intentar dilucidar algunos me­
con que se vista (dictadura, monarquía, burocracia, etc.), debe
dios que ésta utiliza para expresarse. A partir de la palabra, de
instaurar o agravar la individuación que permite esta opacidad
la risa o de la flC'st. a , elegidas por su carácter ejemplar, preten­
en la relación y que es la fuente ele todo conflicto. Dividir para
demos dar algunos ejemplos de vehículos (vectores) emplea­
reinar no es una vana expresión de l a sabiduría popular, sino,
dos por esta forma social. Al hacerlo, pretendemos p l antear lo
del mismo modo que hay una tendencia ontológica a la separa­
que poclernos definir como sus condiciones de posibilidad: una
ción agravada por la pesadez institucional, puede decirse para­
vez más, no se trata ele apuntar de manera exhaustiva el cua­
dójicamente (¿y acaso l a paradoja no es un elemento constitu­
dro ele t. o clos los elementos que la componen, sino más bien de
tivo del hombre y ele la sociedad?) que hay una tensión en el in­
indicar a graneles rasgos algunos senderos que va tornando a lo
tercarnbio, en l a circulación. Circulación de l a palabra, del sexo
largo ele s u camino.
y de los bienes, esto es precisamente lo que los antropólogos
La palabra es entonces esa irrupción p e l igrosa que rompe
han reconocido corno polos esenciales ele las estructuraciones
la sc'guridacl ele lo instituido. Su dinámica incontrolable es
sociales; es lo que manifiesta notablemente el querer-existir ele
ternicla Pn cualquier tipo de régimen político, y la simbología
un rnundo vivo.
representaliva dt! la espada ele fuego, en particular dentro el e Los etnólogos y sociólogos que han estudiado la fiesta obser­
l a tradición emblemática cristiana, e s u n claro ejemplo d e esto. varon el importante rol que jugaba allí l a circulación paroxís­
La p a l a b ra es lo que zanja y esclarece, y ya sea en las reuniones tica: lenguaje desbocado, sexualidad desenfrenada, consumo
públicas o en las discusiones ociosas de café, ya sea en el par­ exasperado.99 Del mismo modo, pero desde otro ángulo, puede
loteo cotidiano o en el intenso diálogo del reencuentro, es el decirse que la forma violencia -que para nosotros engloba a
paraclignrn ele la socialidad, es, en el sentido simple del término, la fiesta- en su ritual de regeneración social e individual hace
el intercambio simbólico por excelencia, puesto que permite el gran uso de una palabra hasta allí contenida en límites estric­
acuerdo o el cnfrentarniento (la diferencia en este caso tiene tos. De ahí que la palabra resulte p eligrosa para lo instituido:
poca importancia) ele' subjetividades que se asumen corno tales al volver a poner en juego, al decir lo instituyente, lo pone en
y se superan, en un mismo movimiento, en una alteridad plural. peligro. La hornología entre la palabra y la fuerza ya no puede
C'o111 p r0nd0r la palabra corno elemento de la violencia social hacerse, es, no lo olvidemos, Lma facultad real nombrar correc­

implica cornprenclcrla como superación de l a atomización; tamente las cosas. Por otro lado l a palabra es luz, es el fuego,

sin embargo, es just·arnente sobre el principio de separación,

"' Pensarnos aquí en dos r.rabajos muy diferenLes, pero que clcsarrollan igualinP1111 ·
esta idea de circulación: C. C:..11c;NEBET, Le Canwvul, op. r:'il . , y J. J. W1:m:N1111¡¡c:1·:n, /,11
.. !·� 1 1 l'r; 1 1 1c·c•s "¡111n1/I'" . · · ¡ 1;ilai lra li;1blada", Pll oposición a palabra escriw (n. el. L. ) .
F'iile, /e fl'11 11 lu sa!:ni,
o¡;. cit
E N SAYOS S O B R E L/\ V I O L E N C I A B A N A L Y F U N O A D O R I\
D I N Á M I C A DE L A V I O L E N C I A

corno l o señala este fragmento del Upanishad citado por G. manera w1 tanto perentoria, G. Le Bon declaraba que "dentro
Durancl: "¿Cuál es la divinidad del Zenit? -¡Agni! -Y Agni, del cabaret [ . . . ] por repeticiones y por contagio se establecen
¿sobre qué reposa? -¡Sobre la palabra!". También es posible las concepciones actuales de los obreros"'º�, renacía la virtud
reconocer en la palabra una metáfora de la sexualidad, ele la si­ de una palabra, que puede ser anodina, pero que nada puede
miente; el "verbo" ele la tradición cristiana es un claro ejemplo controlar. Sólo dentro de la cadena sin fin de la palabra la co­
ele esto. 10° Con la palabra, estamos en presencia de una profun­ munidad humana se realiza concretan1ente; esta concatena­
da actividad comunicacional que, más allá ele sus signiilcaclos, ción es ciertamente el modelo ele lo que puede llamarse empla­
es importante por sí misma, porque está simbólicamente en el zamientos simbólicos; en efecto, ya sea en la palabrería o en la
origen de la vida y ele Ja soberanía sobre esta vicia. Monopolio efervescencia de la reunión popular, ya sea en la agitación del
del jefe, la mayoría del tiempo, es cada tanto reasumida colecti­ mercado de todos los días o en aquella, más discreta Y más se­
vamente, puesto que vivifica y siembra nuevamente el conjunto creta, de la vida del barrio, lo que se opera es el reconocimiento
del cuerpo social. En la circulación ele la palabra, lo clUimos de sí a través de los ritos, de las costumbres, de las palabras
más arriba, lo importante está menos en el contenido que en el colectivas. Es en este sentido que la palabra es un elemento
intercambio mismo. Por eso a partir ele este intercambio pode­ estructurante de la socialidad. Hay un placer al contar o al es­
mos comprenderla como medio ele la violencia, por el lacio ele cuchar a quien entabla solidaridades estrechas, complicidades
la revuelta, porque abre el campo, el intercambio sin fin, a la sin fallas; hay una comunión por intermedio de la leyenda, de
circulación de ideas y de infonnaciones; es mito, es decir punto lo heroico o de lo maravilloso, mucho más profunda que el seco
ele partida de múltiples pensamientos: "Como no trae la verdad, acuerdo que puede aportar un prograrna teórico o una demos­
no detiene las discusiones. Remite, por causa ele su opacidad, tración científica. Así, las teorías revolucionarias fundadas en
a otras discusiones, a otros discursos"'º'· Esta opacidad, que la Ja única aproximación de un análisis científico se dieron cuenta
filosofía criticará, es ele hecho la expresión misma del cuerpo de esto e introdujeron en su material de propaganda un corpus
social y, ele este modo, lo renueva y lo desarrolla. Esta es la de historias, de grandes hechos, de descripciones hagiográfi­
función dinámica que G. Sorel (fue el único teórico del movi­ cas, etc., que tendía directamente a alwnbrar la emoción ele las
miento obrero que lo hizo) atribuía al mito en Ja lucha social. masas. Este mismo proceso es el que por otra parte siguió la
El primado ele la palabra o del mito así entendido se debe a la joven Iglesia cristiana, que, al lado de la pureza ele su doctrina,
movilidad ele su contenido, a su función energética. Tal corno había dado forma a una multitud de santos para bautizar rápi­
las olas sobre un l itoral, una tradición oral se forja a través ele damente a todas las creaciones figurativas que la imaginación
afirmaciones, de repeticiones, ele sedimentaciones sucesivas, popular había suscitado.
mucho más flexibles que la transmisión libresca. Cuando, de Dijimos más arriba que la palabra era monopolio del jefe;

''" lh•11111 i111os aquí al a11;ílisis dC'I aliado l(lll' hace G. lJ rn.1N1 1 , /,l's s11 ·11c/ 11 1'f's r111//11v¡•o­ !!)(\:!, p. 'i·I. Ta 1 1 1 l>il.' l l n•mi
'"' G. LE BoN, /'.\IJClwluyie rl1•s . Ji111 l<•s ( 1 88f•), reéd. l ' l W,
lu1¡11¡111 •s r/1• / 'i11111.11i11111 /'I'. "'" cit. . p. 1 í4, 1 íG, l 9 S . timo� a nuestro trabajo: M . J'vL1FFl·:�rn .1, /,o,r¡it¡111• til' /u tl1u11 1 1wliw1. u¡>. 1·1 1 . p . l � l l . l ! i D .
"" l.. l \11 11·�. l/i.,tnirf' 1 / 1 • / '/1islnir1• r/1• / 1 1 ¡ 1 /1i/riso¡1/1/I'. n¡>. ('!/., p. 1 6 . 188, 192.
q_¡ [ N S A Y O S S O B R E L A V I O L E N C I A B A N A L Y F U N O ll O O R A
DINÁMICA O E LA V I O L E N C I A

podemos agregar, recordando l a excelente observación de


existía por medio del intercambio. 'º� Ahora bien, ya sea el in­
S! ourdzé, qur "C'I juego de la escritura es el espacio del silen-
. '"1 11:1 . , .
tercambio económico, el intercambio amoroso, el intercambio
c10 . A !.laves de esto se instaura l a función de archivista
intelectual, ya sea la práctica d e l juego o la del conflicto, ya
de la historia p ro pia del notario, y a través de sus funciones
sea la circulación de las emociones o la de los afectos, todo
se p e rfila la sornbra del Estado totalitario, de l a "religión del
intercambio generalizado, en definitiva, se mediatiza a través
Estado'". 81 silencio de la escritura hace pensar en un universo
de la palabra. Esta circulación sin fin, que es pérdida y renaci­
kafkiano clondr la e x is tenci a está determinada por un miste­
miento, es e l 1T1odelo del intercambio orgánico que se establece
ri os o e invisible libro de la fe; es también el mundo ele 1 984
dom i nad o por l a prrsenci a-ausencia del tutelaría big brnlher'. entre la muerte y la vida. Así como la destrucción es pérdida,
y gasto por nada, la palabra que circula, al insistir en el signifi­
qu e detrrmina el birn y e l mal e interpreta la doctrina que
cante, es lenguaje por nada, se pierde, y es ele esta pérdida que
funda la existencia del sistema. Lo propio de la palabra móvil
nace e l intercambio y la comunicación. Al hablar de lenguaje
.Y l á b i l es su c i rculación rápida, su no-monopolización intrín­
por nada, hacemos referencia a u n más allá poético que tal vez
seca; incluso si es desafío, diatriba, difícilmente pueda ser do­
sea la matriz de lo que se convertirá poco después en discurso
minada por alguien o por un grupo, m ientras que lo escrito es
científico, en discurso corriente o en discurso puramente in­
estructural mente una acumulación y necesita de este modo
formativo. En su estudio etnológico sobre los indios guayakí,
una ges!'ión, esto es, funcionarios patentados para asegurarla.
P. Clastres muestra rnuy bien todo lo que se relaciona con este
Al ca níct.cr cerrado de l o escrito se opone la abertura inde­
finida de una palabra trunca, modificada, corregida, que en más allá poético y cómo, en una sociedad feliz no dominada

definitiva se presta al dinamismo del conjunto social, que la por la actitud prometeica, el canto y el mito, la palabrería y el

crea o la utiliza. habla vacía del jefe impregnan el conjunto de l a vida social, l a

E n es!(' sen! ido, puede decirse que la actividad comunica­ estructuran como tal, a l tiempo que permiten a cada individuo

cional ele la que habla la escuela de FrankJurt es una práctica asumir sus sueños y sus deseos y afrontar l a angustia del des­

social si m ból ic a que rt'instala el honw loquax al lado del homo tino. Moclificanclo otra observación de Clastres, podemos decir

fnbN, .Y ele rs! r modo re l aLi vi za a este último, le quita ma su­ � que la palabra por nada, l a palabra primordial, cumple la doble

premacía moment árwa que e ra correlativa al desarrollo de la misión de "juntar a los hombres y de quebrar los lazos que los
ideología p ro ductivist a. . unen"'º�'. Vemos aquí con claridad esa metáfora que representa
M. Mauss mos! ró con claridad, en su ensayo sobre el don, el intercambio simbólico. Se trata de una tmión que expresa la
QUE' a partir de la circulación sin fin de los inlercan1bios se fun­ imperfección del deseo hurnano, es decir que no es fusiona!.
daba la vida colcct iva, más precisamente que esta vida sólo El intercambio no significa la transparencia de las conciencias,
incluso a veces se funda en la c1ueldad.

\ :-;'!'• " 111 • :1 . < 1n¡t 1 1 1 1.,u11u11. u 1 1 1 1 ur1¡u11 1sul1u11. 11¡1. c11. . p. J:lí. ¡.:¡ autor cita 1 a 1 1 1 -
l > 1 • ' 1 1 . :1 ¡ ir 1 1 1 > < 1s 1 1 < 1 d < ' I . 1·;11·at i < ' r i<'l'l"'rista d t • J o <'S<Tilu" � · d < • J a «l'<'iigii'1 1 1 r iC'I
. E:stacJ1¡ . . , a J I .
'"' 1;r. Jas oilst•1vacio11c� q11e l1<1tl' al rc�pcc;to .J. U11\'IUNAl'I•, /,'1\111111111•, u¡1. 1·11., p. J():J y ss
l.1:r1:1:11<1· . ( 'u11/r1· /1·s /1 •d1 11111·1·111i1•s. t : on1 lii1·r. ¡q¡:J.
''" P. Cl..\S'l'HES, La Socil'I<; C!Jt<ln' / 'f�/(I/, l� cl. ele Minuit, I �J7-I, p. J JU y ss.
DG E N SA Y O S SO B R E L I\ V I O L E N C I A B A N l\ L Y F U N O l\ O O R A
!:)7
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A

Más contemporáneamente, los graffitis surgidos en Nueva hablamos más arriba- explica que las palabras (en los ejem­
York en 1972 en las paredes, los colectivos, el subte, pueden plos que hemos ciado, y por supuesto en muchos otro�) puede n
ser analizados corno una palabra "por nada". Es aquí donde J. liberarse, y que ya n o se las pueda dominar. R. M. Rilke dec:ia ,
Bauclrillard ve, más allá ele la indiviclualiclad privada, más allá sustancialmente que el hombre liberaba la palabra que a su vez
del nombre propio, un "intercambio colectivo intenso" 1 ºfi . Este liberaba al hombre. Leemos esta observación como manifesta­
rasgo "colectivo" puede estar desprovisto de sentido y no te­ ción de l a fuerza "poética" del aparente sinsenLiclo. La µalabra
ner finalidad, se manifiesta espontáneamente y de un modo descontrolada remite a la fundación, de allí (tal como hemos
precario, surge y se pierde en el anonimato, no es pasible ele señalado) el Lernor que tienen los sistemas, cualquiera sean, de
interpretación alguna, sino de la que reconoce su "inutilidad". los lugares o situaciones donde la palabra es libre.
En el acto mismo se agota su significación, y, al modo ele los Podemos ilustrar este asunto citando un "entretenimiento
india.n,-1: rnetropolit.ani que, durante la efervescencia estudian­ literario" de Ch. Fourier, que juega con las palabras en una
til, se volcaron en la primavera de 1977 a las calles ilal ianas, respuesta ficticia a una invitación. S. Debout, que edita Y ana­
las violentas insurrecciones neoyorquinas nos recuerdan que, liza este texto, observa cómo este juego gratuito, cercano a
en la burla y el sinsentido, se puede vivir una solidaridad pa­ los jw.�gos de la infancia, escapa a toda construcción, cómo
roxística, solidaridad puesta en juego por excluidos, es decir al deconstruir el lenguaje (cf. lo que hemos dicho respecto <le
por individuos que tal vez experimentan más dolorosamente lo los graffitis), lo acerca a la más perfecta poesía. Pero este jue­
esencial de la desintegración de la trama social. Podemos pos­ go gratuito deja ele ser inocente (y conviene comprender que
tular que su sensibilidad es del orden de lo poético y, como un nada en la infancia o en el juego es inocente) cuando cons­
eco de sus actitudes hern1éticas, escuchamos la preocupación tatarnos que "basta con abrir el lenguaje para que hable por
de Mallarn1é: "devolver un sentido más puro a las palabras ele sí mismo contra el orden y el saber"'º'· Porque lo que se ma­
la tribu''. Es j ustamente esto lo que está detrás del canto gua­ nifiesta en este "entretenimiento" es el derrocamiento ele los
yakí, detrás de los graffitis del subte o en la burla ele los "indios pretiles que protegen el discmso y los cuerpos. Encontramos
metropolitanos", el sinsentido, la inutilidad, los antidiscursos. aquí nuevamente, frente al poder del orden y del saber, un
Son los garantes, entre otros tantos, ele lo que nosotros llama­ impulso primordial, violento, que instaura por un tiempo su
rnos fundación social y son de este modo testigos exacerbados imperio y regenera de este modo las pulsiones desbocadas Y
del intercambio estructural y original. Se trata nuevamente de los discursos que las expresan. Vernos a través de esto que es
una fonna del gasto, de la pérdida, que, pese a ser rechazada o posible relativizar, al menos momentáneamente, el monopolio
negada, consitituye sin embargo el sustrato ele tocia estructura­ de la palabra por parte de lo que nosotros llamamos el jefe Y
ción individual o social.
El origen mítico ele la palabra -el verbo primordial del que
. . 1·T, "(ii'(i/(' U//
"" cr.el admirable y por desgrada poco co110C'ido lihru dl' ::; , U1:11
111,--, .. . .
., VJJ. 1,.1· 1. , ¡) · ·n
' y ss. Hay c1m' ·s<•i1alar lo 111ucl10 q111• l'I \'Ofl\)('i111il• 111¡> solm· 1"ornwr
debe a s. Deboitt, q11icn dirigió la <•dición tic sus obras rn111pll'Las
,I' qlll', l'tl parl.lcu· 1 ar.
'"" .l. l 3 1 1 ·111111.1 ..111fl, 1;1,', ·f111 11r11 • s,, · ' 1/i1¡111• 1·1 /11 ,,,, !'l. 0¡1. 01 . . p. l �:.!.
editó Le ·1w11 V<'11.11 1v/o//(/e o 111011 1 ·r·11.1· l'l1 las edi('l\llll'S 1\111 lmipos.
E NSAYOS S O B R E LA VIOLENCIA BANAL Y FUNDADORA
98 O I N Á M I C l1 D E L A V I O L E N C I A 99

que conviene comprender como un "ideal tipo", u n "individuo


para una "puesta a nuevo" renueva la división d e l poder, que se
histórico", a la manera ele M. Weber. En efecto, toda victoria
vuelve a solidificar otra vez. En la racionalización ele la organi­
ele la p a l abra, tocla reactualización de l a palabra es también
zación social, en particular la que se instaura con la civilización
reactualización del poder.
occidental, cuando en particular el "rol" del jefe se vuelve una
Aquí vemos la acción ritual, cínicamente repetida, de la vio­
"función" intercambiable, pero más abstracta y por ende más
lencia insurrecciona], ya sea política, religiosa, poética, et.e.,
"dominante", estableciendo su control sobre el conjunto de la
que rPt.orna el "verbo" fundador de l o social y vuelve a decir de
vida social, en ese momento la "toma de la palabra" que se hace
este modo el mito cosmogónico. En este sentido, el entreteni­
de un modo paroxístico (por ejemplo, las revoluciones burgue­
miento de Fourier, los graffitis de Nueva York, las inscripciones
sas de 1789 y e.le 1 9 1 7) perrniLe la "circulación ele las élites" (V.
murales ele mayo d e l 68 o las huellas banales que m_arcan la
Pareto), l a repartición de las cartas en función de un nuevo es­
mono! onía de nuestras ciudades vuelven a representar el acon­
tado ele lo social.
tecimiento primordial, la génesis del mundo y a través ele eso
Así la circulación ele la palabra, por más p e ligrosa que sea,
mismo reestructuran la trama social.
tiene una función reguladora, y esto resume perfectamente
Volviendo a hacer referencia al análisis de P. Clastres sobre tocia la ambivalencia de las diversas formas sociales. Esta fun­
la jefatura, observamos "no que el jefe es un hombre que habla, ción reguladora no impide en consecuencia que, en el acto mis­
sino que el que habla es un j e fe" 1º·\ y justamente en esta inver­ mo, haya una cristalización ele emoción y de afectos que expre­
sión nos complacemos en ver el verdadero rol subversivo ele se el exceso de una vida vejada por el esLaclo actual de las cosas
la palal. m1. Es la palabra la que finalmente cletennina el rol. La
y que aspire a otra estructuración. Es decir la importancia ele
palabra PS efectivamente fuente ele poder; lo que perrnite decir
la palabra en los movimientos revolucionarios, por ejemplo.
quC' el prold.a clf' hoy, el tribuno revolucionario, el poeta exal­ En este sentido, podernos aplicar a l a palabra revolucionaria lo
Laclo y rl�belaclo prefiguran al déspota o al hombre ele Estado ele que S. Debout dice del escrito cleconstructor de Fourier: " Las
mafiana. Las historias acuerdan e fectivamente y con frecuen­ palabras se asemejan a movimientos sensibles d ispersos o con­
cia en este sentido. A la interrrogación final de P. C lastres: "El fusos. Su poder incontrolable está a la altura de esa densidad
comienzo del Est.aclo. ¿.[está] en el verbo?" podernos responder expandida de la vicia, y no se ejerce en vano"109. Aquí aparece
por la a f irmativa, y aquí hemos ciado un boceto de análisis en muy bien descripta la función mágica de la palabra, que parti­
esl 0 sentido. Pero al mismo tiempo la fundación d e l poder so­ cipa siempre y renovadamente ele la fundación, de la siembra
bre la palabra vuelve a la palabra bastante frágil: en efecto, en de lo social o de un orden social renovado. Recordemos que,
tanto 01 jefe es un "rol", un tipo figurativo que reúne y estruc­ en este caso, la eficacia de la palabra no se atiene forzosamen­
t u ra simból icament 0 el conjunto social, este rol también está te a su función demostrativa, sino a su facultad ele emocionar.
sometido al azar, y periódicamente la asunción de l a palabra Basta que el d iscurso revolucionario haga eco en los afectos,

"" J'. ('1 . i�Tw:s, /,11 S1Jl'id1; r·n111n· / '/�"1111, 11¡1. cil., p. 37; cf. l ;1mbié1 1 p . l8G.
'"" S . Dimu1rr, «GriJj'e rm 1wz . . . », 11¡1. ril., p. 45.
1 ()() E N SAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N DADORA
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A J 01

e n las emociones, e n las imágenes de una socialidad más firme


decir ritualmente e l mito social, es decir l a estrecha conexión
para que su eficacia quede asegurada. Respecto del movimien­
existente entre la antropología, la teogonía y la cosmogonía.
to obrero, H. de Man supo observar que "una palabra de me­
Estas palabras están llenas de sentido colectivo o simbólico y,
nos es menos peligrosa que una palabra ele más. Hay fuerzas de
en el seno de la "no-transparencia de las cosas y de la existen­
creencias y hábitos cuya eficacia resulta aün más notable en la cia", se nos aparecen "corno un claro entre las nubes, como
medida que resisten mejor la cristalización en fórrnulas" 1 IO. La algo entrevisto fugazmente " 1 1 1. Podemos agregar que estas pa­
adhesión se solicita menos a través de una formulación fuer­ labras, formuladas corno sentencias, máximas o proverbios,
lemenLe racionalizada que por las rernanencias del milo cos­ tienen la gravedad de la ligera sabiduría popular; yacen, corno
mogónico, que le recuerda al obrero sus esperanzas, sus de­ diría N ietzsche, en la profundidad ele la espLm1a de los mares,
seos, sus angustias, etc. Robespierre, Lenin, Hiller, eran en sus es decir que tienen menos importancia por sí m ismas que por
discursos mucho más "demagógicos", en el sentido simple del el brillo, la apariencia, lo artificial, en suma, por lo humano que
término, que didácticos. No hay que olvidar que raramente un ellas suscitan. Estas palabras permiten el intercambio, las ma­
sabio es un buen políLico; como máximo puede ser el consejero nifestaciones ele alegría, de pena o de angustia; traducen tarn­
del príncipe, pero aquí nuevamente (el modelo de Platón sigue bién, lo veremos más adelante, la rebelión ele los afectos en
siendo en esLe sentido el paradigma) sus consejos son muy a el trance y el orgiasmo. Esta palabra, cargada de símbolos y
menudo poco tenidos en cuenta, puesto que la tendencia del ligera a la vez, puede que fuera la de los sofistas, para quienes
"sabio" a formular el mundo (a reducirlo a fótrnulas) no presta hablar formaba parte del juego social y cuyo discurso a imagen
en definitiva demasiada atención a la pluraliclact ele opiniones, de este j uego era de hecho una mezcla de trágico y de burla.
a la d ispersión de Las pasiones, a la eficacia ele Las emociones, Paradój icamente, aunque Lal vez sólo fuese un simulacro para
en surna a Lo que hemos convenido en llamar la parte oscura Sócrates, encontrarnos esta concepción de la palabra en un
ele la que cada individuo y el conjunto social en su toLaliclacl pasaje del Gorgia,s de Platón: se trata de buscar un equilibrio
son portadores. En definitiva, la palabra eficaz que pa1ticipa en entre el don y el contradón, se trata de llegar a una conclusión
el cambio o en la renovación de lo social no funciona, o más que se establezca en condiciones tales que se haya "dacio al
exactamente, no funciona en absoluto, dentro de la división tiempo que se recibió una enseñanza". Vemos acájustmnentc el

existente entre lo que la Lradición occidental llama lo inteligible rechazo ele la dominación, de la unilateralidad; se Lrata menos

y lo sensible. Sucede con esta palabra o esta torna de palabra de "estar por arriba" que de participar colectiva mente Pn una

corno en los discursos ele los griegos que L. Braun denomina búsqueda comú n . 1 1 2 Esta actitud traduce con claridad, en <':' l ni­

"palabras notables", las cuales, en esos graneles momentos so­ vel de la palabra, la organicidad de la vida y ele la muerte, de

ciales que representan los juegos, tenían un estatuto de unifi­ las posesiones y las pérdidas, cuya circulación sin fin del don y

cación entre los hombres y los dioses, palabras que volvían a del contradón es el modelo más conocido y que, lo hemos visLo

1 1 1 L. Il11,1l1N, fhSIOil'U ill! / 'his/,Oi'l'I' d1• /11 ¡ 1/1i/11so¡i/ii1', u¡ >. c · i/ .. p. 1 �.


"" 1 1 . 111·: M.IN, 1\11-tll'/1/ 1/11 1/1(//°,l'iSllll', 0/1. f'il. ' p. 17:1. 1 " P1.xróN, a:11urcs co111¡J/i;ll's, Goryi(ls, -lr.7 '" La i'l<;iacl\', < lalli111ard. l \Jril l . 1 1 , p :¡•)11
lNS�YOS S O B R E LA V I O L E NCIA BANAL Y F U N OAOORA
DINÁMICA O E LA VIOLENCIA 1 0:3

respecto clf' ot .ros asprrt os, expresa perfectamente la ambiva­


Al lado ele la palabra, l a risa, en sus diversas formas, es tam­
lencia cil' la violenc ia e11 la economía social.
bién una de las manifestaciones del rompimiento del que he­
En esta arnbivalcncia, el valor desaparece, dado que ya no
mos hablado.
hay equivalencia o comparación entre lo que sería del orden
Pero, antes de precisar por qué la risa es un ciernento estruc­
del C't'l'Or y lo qu<' s<'ría clC'l orden de la verdad. Se trata de una
turante ele la violencia, conviene aislar, aunque sea brevemen­
pérdida cl0 valor radical, dado que sólo la palabra como signifi­
te, los análisis que hacen de ella un elemento del irracionalismo
canLl', como nwdio de simbolización, es lo que importa. De esta
reaccionario. En efecto, con fuertes precedentes hjstóricos, y
rnanC'l'a enl.endC'mos la ('rase ele Lévi-Strauss: "El sentido no se
justamente en función ele una concepción lineal de la historia, es
df'nc'ta, no C'St <1 t-n ninguna parte si no está en todos lacios".
común que hoy los cantores del progresismo etiqueten muy rápi­
Nuestra intención no es decir si está en alguna parte, sino, sin
damente o tiren al basurero de la historia todo lo que tiene visos
dudarlo, en !'unción ele lo que acabmnos de decir, que está en
ele violencia, ele potencia, de imaginario, de parte oscma, etc., y
t·odas partes: en ('[ discurso de los científicos, los trabajos de
que estructura también lo social. En este sentido M. Horkheimer
los eruditos, las novelas sentimentales, las actas históricas Y
(y nosotros criticamos a través ele él el p unto más fino de la ten­
las accio1ws col idianas ; en suma, está en tocios lados donde
dencia de la que acabamos de hablar), en dos ocasiones en sus
se expresan en rnayor o menor grado las creaciones siempre
escritos teóricos, ve en la risa un peligro o tma denuncia de la
clcst ructibks del hombre'.
civilización. Así, en 1946, en Eclipse de la rnzón, luego, en 1947,
l 'arn rc sum ir, podemos decir que la violencia es una de las
'

en Dialéctica de la ilustmción, muestra cómo la risa, la hilari­


e xp re siones de la oposición que existe entre el anthropos Y
dad de las masas está ligada a la locura, al furor o al rrúmetisrno.
el cos m os (oposición que permile comprender lo poético, la
Del mismo modo, observa, pero para criticarla, la relación que
violrncia es clC'cir lo social, el rito, etc.). La palabra es, en to­
,

puede establecerse entre la risa y la crueldad o la violencia. Y si


das las expresiones de esta oposición, la mediación necesaria.
reconoce que, en el siglo xvm por ejemplo, la risa de los filóso­
Como en el rnit.o cristiano en que el lagos es la mediación entre
fos y de los enciclopedistas tenía un poder emancipador, "en e l
Dios ( padrP ) y C'l hombre (Jesús), la palabra reinscribe al indi­
siglo XX , e l objeto de l a risa n o e s l a multitud conformista, sino
viduo en el cosmos y en l a socialidad, es decir en el vivir Y en
más bién el excéntrico que todavía se aventura a pensar de for­
la pc' n li c la, la disolución, y sólo manteniendo muy firmemente
ma autónoma". Est.a observación es totalmente justa respecto
estos dos ext rC'mos se puede evitar caer en las separaciones
del intelectual judío durante el período del nazismo, y fue justa­
que' son, en el srntic\o simple del término, el "sociologis1no" Y
mente en función de esta situación que Horkhein1er elaboró su
el "naturalismo". Hay una tensión permanente entre el querer­
análisis, pero resulta difícil, a nuestro entender, generalizar esta
vivir social y la dominación, entre l a expansión ele la virtu Y el
observación al conjunto del siglo XX.113 De este modo nos parece
enciC"rro dE' la imposición, y el modelo esencial de esta tensión
PS 5 ¡ 1 1 c l l 1 da la circularión de la p a labra que no hace más que
,

111 �'- Hou�111:1�1rn, t.\·lipsr· lle 111 m iso1r_ N11isv11 r'I 1·r111sr•rr>flltrJ11 rl<' soi, l'ayu1,
expresar la puC'sta en juego permanente de lo que siempre ten­
J\Jí-1. p_ 125 y ss.; cf. 1 ambién �'- Hrn<�llEl\IEH, T AllOl!MJ, Lo /Ji11/r•t1i<¡111· rlr• lr1 mis<JJt.
derú a f ijarse. Oalli111ard, 19í4, P- ¡ :¿ ¡ y ss.
1 04 E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y FUNDADORA
D I N A M I C A D E LA V I O L E N C I A 105

que, al apoyarse, consciente o inconscientemente, en una com­


energía, se trata de un orden de la pérdida, del gasto. Como
prensión lúcida del rol de la crneldad o de la violencia sobre la
observa con notable precisión J . Duvignaud, dicha actiLud pue­
escena de la historia, y en la teatralidad cotidiana, la risa o la
de cristalizarse en algunas figuras de artistas o de escritores,
sonrisa, la burla o la suspicacia constituyen una sana reacción
y puede pensarse en Chaplin, Picasso, Artaud o Musil, 1 1 5 pero,
frente a la grandilocuencia, la superficialidad, el melodrama
en nuestra opinión, se trata de una condensación en grande ele
que constituye la vicia pública contemporánea. Puesto que aho­
una serie de creaciones minúsculas que expresan la soberanía,
ra se ha hecho muy evidente que la vicia política y sus diversas
el origen y el fin de todas las cosas que es la vida cotidiana Y su
peripecias eelecciones, escisiones, acuerdos, declaraciones,
intenso "interés por el ahora".
agrupaciones, etc.) constituyen por vía de los medios masivos
En este sentido, la risa es irreprimible y, en cualquier situa­
el más apreciado espectáculo ele variedades y, en este sentido,
ción que se considere, manifiesta la reacción a la imposición
merecen además ser tomados en serio por los observadores del
mortífera del poder: así el humor judío en los campos ele con­
hecho social.
centración nazis o el de los prisione ros de los campos soviéti­
Hay un escepticismo social que se modula de diversas ma­
cos constituyen el último extremo de la resisLencia Y permi ten
neras, que puede tomar la forma exacerbada y violenta de una
soportar lo atroz. Asimismo, en la cuadrícula que establece el
burla en acción o que puede ocultarse tras la aparente adhe­
control racionalizado del conjw1to de l a vicia coLidiana, la ex­
sión a valores vividos bajo el modo ele la duplicidad, del doble
plosión de la risa marcará la distancia necesaria a la eclosión,
juego, escepticismo, en definitiva, por el cual la risa efímera o
al mantenimiento y al desarrollo de Ja facultad d<' res iste nc i a.
la sonrisa pennanenLe son la expresión ele un querer-vivir, de
En este sentido se ha constatado que la actividad lúdica se
una actitud afirmativa consciente a la vez ele la comedia que
halla siempre en todos los marginados, en Lodos los heréticos
se representa y ele su ineluctabiliclael trágica.1 1 ·1 Es por eso que
y en todos los revolucionarios. Es lo que constiLuye parte de su
nosotros interpretamos de un modo totalmente positivo esta
fuerza; y todavía más, lo que permite la consLitución de los grn­
observación de V. Hugo en El hombre que rie: "De tocias las
pos . 1 16 Porque al ser contagiosa, aglutinante, la risa presenta un
lavas que arroja ese cráter que es la boca humana la más corro­
carácter subversivo. La historia reciente de los surreal islas o ele
siva es la risa".
los situacionistas muestra la füerza que ha tenido este carácter
Lo que se manifiesLa en la risa es una subversión que no se
lúdico en la subversión literaria y radical, y si nos referimos a
propone corno l o contrario ele tal o cual orden, sino corno el
la historia ele las sociedades secretas y a sus rituales, se entien­
ensayo de otro lugar: como utopía. Se trata menos ele contes­
de perfectainente que esta tradición tiene ruerLes y poderosas
tar (contestare) un sistema, y por vía de esLo incluso ele reafü­
raíces. En la fiesta, cuya función a.nLropológica ele recreación
marlo, que ele abstenC'n'" Más que participar dE' una lógica de
es bien conocida, el b anque te, la burla, la el'ervcscencia, los

' " Sobre la d 1 1pli('idad, d. mi 1: M '. ·;.;.,rn.1. /.u 1 ·1 u11¡11


fl. ¡ :_!el. Ci'. /
l'al'ÍS, l!)/fl, <'<lfl. \' 1 1 . 1u IN1 /fi 1
· cr . J. 1J1·1·1,;:o1..11i11, 1;11110111ie, 011. c:11. , p. 2:¡
"'' Cf. PI Psph'1Hlido libro de .J. H1·1rn:l:,1. 1/01110 lw/r•11s. c :alli111anl. l \ lfi ¡ . I' :¡:¡
[ N S /\ Y O S S O B R E L /\ V I O L E N C I A B A N A L Y F U N O /\ D D R A
1 ()(i D I N f, M I C A D E L A V I O L E N C I A 1 07

juegos y los exn'sos ele lodo tipo tienen un lugar de privilegio.


como juego, incluso si es apreciado corno tal. Podemos efectiva­
Ahora bien, en estas fiestas, precisamente, se manifiesta la dis­
mente aplaudir cletenninaclo espectáculo, o bien encontrar que no
tancia con el orden establecido, y allí se expresa la oposición o
responde a las reglas del género; sin embargo, incluso dejándolo
se estructura el rechazo. De nuevo, encontrarnos al turbulento
como es, debemos decir que hay w1 escepticismo profundo sobre
y ruidoso Dioniso que, más allá de todos los valores, afuma la
lo que pretende ser. Retomando una feliz observación ele C. Rosset,
fuerza de la gaya ciencia e instaura, corno dice Nietzsche, "esa
la risa "equipara lo necesario a lo azaroso en instantes cómicos en
suprema irresponsabilidad" que permitirá a la risa ser "la aliada
los que el orden se pierde en el desorden, así como, según el análi­
ele la sabiduría''. Hay por cierto en la risa un estetismo profun­
sis bergsoniano, lo autónomo se pierde en lo automático y la vida
do, un estetisrno en el sentido simple del término, un placer ele
en la muerte" 1 18• Justamente en este sentido la risa aparece como
los sentidos que, al clcsdefiar el deber-ser o los valores que éste
e>..rpresión del gasto, de la pérdida que da cuenta de la ineluctable
permite, resulta una afirmación alegre (y trágica) de un pre­
inanidad ele las cosas; es justamente lo que vuelve tan con-osiva
sente que no t.enw al futuro. Una vez más, vernos en este este­
su presencia en Lma institución, en una situación, en una práctica,
Lisnw una actitud socialmente muy extendida: no es un asunto
etc., cada mm persuaclicla corno tal de dar cuent.a o de hacer en el
ele élite, incluso si depende de unos pocos que encuentre una
momento oport1mo lo que es justo y necesario hacer.
fotrnulación asegurada y redundante. En nuestra opinión, ciado
que el desafio que lanza Dioniso a los límites' ti es un desafio Este rol corrosivo de la risa es el que se convierte, como

socialmente asumido, el gasto, la pérdida, la consumición que sucede con Ja palabra, en un elemento ele irnpmtancia en la

éste representa permite j ustamente lo que nosotros llamamos dinámica ele la violencia; su facultad agregativa, de la que ya

pcrdurancia social. En suma, vernos que la muerte es asumida, hablamos, propaga en el acto mismo su eficacia subversiva, y

vivida, negociada, destilada de diversos modos por el conjunto por este acto (más allá del contenido propagado por la risa)

de la especir, qur permite a la vicia existir. La risa exuberante consigue clemistificar la engreída pretensión ele racionalidad y

ele lo dionisiaco (y de las formas modernas que reviste) es la universalidad ele la seriedad política.

expresión paroxística ele este lazo con la muerte. Podrían multiplicarse los ejemplos de esta demistificación,

En efecto, lo que nosotros llarnanos mue1te asmnida es el re­ las historias, el corpus legendario, las anécdotas sobre todo;
conocimiento ele lo artificial dentro ele lo que se presenta como los chismes de café, las frases ingeniosas son algunas ele sus
natural. Y, corno el deseo o la omnipresencia ele la muerte, la iisa expresiones. Por otro lado -los etnólogos lo han señalado a
es justarnentf' ese gusanito cotidiano que roe el andamiaje bien menudo- es a nivel ele la producción mítica donde se expresa
JT1ontado de la escena política. Muestra que el juego teatral, el lo que podemos llamar "función antropológica ele la risa". Así,
espectáculo, que se tomaba como real, es perfectamente sentido como constata P. Clastres, "los chulupís hacen a nivel del mito
lo que tienen prohibido a nivel ele lo real " 1 ni. Se trata en este

· · \ q 1 1 1 n·d 1 az;1111us l'I ; 1 1 1<1lisis <pi\' lta1·<' . J . Llrn 1 1 tlel dvsaf'lo tlio1 1 isiaco (cf. Lr· Rl'tu11r
r/1· J > 1 1 1 1 1 11s11s. ''"" !11·1·111·1�" l'I !1"' 111n,111·s. J fJíli . p. 220). La cita tic Nietzsche ha sido 1 " C. l(u>SET, f,'A 1 1 t i-Na1·11re, OfJ. cit. . p. 87.
1''-. 1 r; 1íd ; 1 t i < ' <'Si;I p;Ígl ll<I 1 1" P. C1.,1STHEs, La Sodeté rn111r·o /'l�t!lf, op ci1. p.127.

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1 08 ENSAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A
DINÁMICA DE LA VIOL E N C I A 109

caso d e una prndencia que exige la conservación d e sí mismo; res utilizados por la violencia social, podernos deternos un ins­
antes citarnos el humor judío en los campos de concentración, tante en esa forma de exceso que, en la tradición dionisiaca,
podemos también recordar lo que las diversas ocupaciones te­ se llama orgiasrno, esa efervescencia colectiva, elemento im­
rritoriales suscitan por su propio carácter trágico: frases inge­ portante de la fiesta121 que también remite a una intensa cir­
niosas, historias humorísticas. La última ocupación que tuvo culación de bienes, de sexo y de palabras. Es más, quizás el
lugar, la de Checoslovaquia, es un claro ejemplo de esto. Reír orgiasmo sea el lugar de lo simbólico por excelencia; es aquí
simbólicamente de lo peligroso, de lo inaceptable, o de la pesa­ donde, en la perspectiva de una violencia como modo de expre­
da seriedad, es preservar o reforzar la fuerza de la afirmación sión de l a esencial oposición de lo cosmológico y lo antropo­
vital, es permitir la sedimentación que puede eventualmente lógico, la palabra y la iisa se desatan y cobran todo su sentido.
pem1itir el pasa.je al acto. Así, en el ejemplo de los chulupfs, al Querernos decir con esto que la orgía resume técnicamente los
chamán o aljaguar que inspiran temor o respeto, y ele los que es fenómenos de efervescencia social; en cierto modo, canaliza,
posible reírse simbólicamente, incluso se los puede matar, y no expresa y limita lo sagrado, lo desconocido, la parte oscura con
sólo simbólicamente, si la ocasión se presenta; así, en el caso la que se moldea al individuo y a lo social. Al mismo tiempo,
presente, la dernistificación a través de la risa puede ir hasta un protege auténticamente contra todos esos elementos. La orgía
pasaj e al acto y cumplir con aquello que en la risa era sólo un pone en relación de manera paroxística el gasto, la pérdida, la
indicio. disolución. La relación orgánica que une la muerte con la vida
Metafóricamente o no, la risa logra romper el cerco, permite es vivida titualrnente, en la crueldad o en la serenidad, según el
el fluir torrencial de un querer-vivir al que se intenta frenar; no caso, y ese ritual permite que se establezca la soberanía sobre
es el signo ele una reacción brntal y falta de inteligencia, sino la existencia que tanto estimaba Bataille, lo que nosotros ! lama­
la expresión sutil de una conservación ele sí que se sabe ame­ mos perdurancia social.

nazada. Sin embargo, cuando hablarnos ele perdurancia social Esta muerte asumida se aproxima a la "muerte aceptada",

o conservación de sí, estamos integrando, y creemos haberlo que es la esencia del sacrificio, y fue el psicoanálisis quien

mostrado, la pérdida, la muerte, baj o tocias sus formas y en­ supo mostrar que era la muerte de la muerte: el sacrificio

frentadas con ironía y burla. Reír a carcajadas, ¿no es acaso anuncia y prepara un dominio del tiempo. Por otro lado,

partirse, despedazarse, perderse? Y sin embargo gracias a este cuando se conoce -y aquí nos apoyamos en los trabajos ele G .

acto existimos, y ahora puede comprenderse la observación Durand- l a estrecha relación d e l sacrificio con las prácticas

ele M. Tournier: "La aproximación a lo absoluto se señala por orgiásticas, se comprende el doble sentido de las mismas:

medio ele la risa"'2º. dominar el tiempo (dar muerte a la muerte) y conrncrnorar


ritualmente el diluvio, el "retorno de las cosas de donde debe

Para concluir este parn rama ele algunos vectores ejempla-

u Sobre la temática de la fJest.n, existe una í111por1a11t.L' lít.eratma. \{P111í1 í1111is al n•­

c:iente trabajo de J. J. WuNf:N11111i(;f:11, /,11 F1;te el le Sun·,., 11¡• 1·i1 y a \;i l>ih\ 1ugr;1f1<1 q l l t '
. .
i::o i'vl. T111 '11:-;11·:1c f,r• \!i ·111 l'ur11l'i<'I, r:a llí111arcl. H)íí. p. 1 ·19.
allí s e brinda.
110 E N S /I Y O S S O B R E L /I V I O L E N C I A O A N A L Y FUNDADORA
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A 1 1 1

salir el ser regenerado"122, lo cual es otra manera d e dominar ciada, precósmica, el hombre espera volver en sí restaurado y
el tiempo. La orgía se acerca a l a gran disolución, es el retorno regenerado"124. Se trata entonces ele un período efervescente en
al estado primordial que es el anuncio ele un orden renovado, el que todas las energías indivi duales y sociales se concentran,
es el esquema ele la resurrección próxima, y lo es a través se cristalizan para darles toda su pugnacidad. Es una situación
del dominio ele la muerte. Las licencias que por consiguiente que se h a detectado en la revolución, en la liturgia religiosa, en
encontramos en tocias las fiestas orgiásticas relevadas por la acción creadora, en el reencuentro amoroso, etc. Es un mo­
los antropólogos (kula, potlach, pilou, shalako, sigui . . . ),
mento de recolección de lo que ordinariamente se encuentra
así como las que nos resultan más conocidas en el mito disperso o diluido para hacer que sirva a la intensificación een
d i onisiaco, reactualizan los diferentes momentos de los mitos el sentido más fuerte del término) de la vida, y para realizarlo,
cosrnogónicos y antropológicos. Los excesos sexuales o "la el pasaje a través del juego de la muerte, de la disolución de sí,
invasión ele las palabras que anulan el tiempo", lo que nosotros no está de más.
llamarnos circulación ele la palabra y del sexo, reactualizan el En un análisis de la secta de los arioi polinesios, secta de ac­
caos e inauguran de este modo la creación . 123 tores, sacerdotes, artistas y sobre todo de estetas, B. Putigny125
La literatura nos d a una serie de ejemplos de la necesidad
muestra de qué modo esta intensificación podía ejercerse en
de una muerte para permitir un nacimiento. En la literatura
todos los terrenos en los que se reactualizaba el mito cósmico.
cont.c'mporánea, encontrarnos esta temática en la obra de E. Ya sea en el lirismo, en la declamación, en el drama represen­
Wiechert (Ln Vie d"un adolescenl, por ejemplo), pero aquí sólo tado ' en el canto ' en el erotismo o incluso en la simple obsceni-
se tTata ele una reconducción ele una de las modalidades que
dad, hay una aceleración, una transgresión ele los límites, mo-
G. Dunmcl llama el "régimen nocturno". En efecto, la violencia mentánea, pero profunda, que integra al individuo y lo agrupa
orgíaca no es sino la violencia ele la muerte, de la disolución, a fuerzas trascendentes. Éstas son sin duda, por su naturaleza,
que debe ineluctablcrnente ser enfrentada, iitualrnente, para
negación efectiva ele la existencia, pero es esta negación, esta
que la vicia pueda perdurar. En su tratado de historia de las re­
pérdida, la que renueva al individuo como tal y a la trama social
ligiones, M . Eliacle formaliza con claridad este procedil11iento:
de la que es parte interesada.
"La orgía, al reactualizar el caos místico anterior a la creación,
La transgresión sexual, por ejemplo, va a ser un medio para
hace posible la repetición de esta creación. El hombre retorna
superar la estrechez económica que la sabiduría social impo­
provisoriamente al estado amorfo, nocturno, del caos, para po­
ne en lo cotidiano. Está en efecto muy bien reconocido que la
der renacer con más vigor en su forma diurna. La orgía, igual
sexualidad es ocasión de todo tipo de sinsabores, ele desórde­
quP la inmersión en el agua, anula la creación, pero la regenera
nes permanentes, en cualquier co1T1w1idacl que se considere; el
al mismo tiPmpo; al icic"ntificarse con la totalidad no cliferen-
sexo provoca batallas, celos, chicanas, etc.1�G Simultáneamente,

' Hr·11111 i111ns ;1< p 11 a l11s dr• i al1;1< lns ; 1 11;ilisís dr' ( ; , 1 l 1 11 11<1 >. /,r•s SI n11·t u r"l'S 1111/hro¡>olo·
"' M . 1::1.L11JE, '/h1it<' 1/'ltisloin· iles 1dif¡11J11s, Payot, J \J(i.J, p. :l02.
,1;1¡111·, 1/1 1 ' 1 111n.t ¡ 1 1 1 r 1 1 n · . 1 1 ¡ 1 f'it . ¡ 1 :�:)�. :t_�:>. Ll. 1'1 '"nc;N\', /,1• ,\/111111 "" /, flu11 uoir su 1·11111111°1'/ !!ti f'o/.11111;sil', Laffo 1 1 t , 197;>, p. 1 :!!J.
1 ., ·, •

L· l : . l ll'H ·INll. S1n1rl11 1·1•., 1 1 1 1 //!rr i¡1olr1.11u11ws ,¡,. / ' 1 11111.11i1111 ire. u¡!. c'il,
"'' CL las observaciones de R (i11¡,1111J, Lo lli11/('ll(:I' I'/ /I' S11¡;1·ri, Gr;issC'l, 1 nn. p. f°)8,

J
1 12 E N S A Y O S S O B R E L A V I O L E 'J C I A B A N A L Y F U N D A D O R A
DINÁM ICA D E LA V I O L E N C I A

la transgresión d e las normas en este ámbito es l a práctica más tensificación exacerbada de las potencialidades humanas que
extendida; del incesto al adulterio, pasando por la pederastía y el se e nfrentan a lo desconocido, al exceso y permiten por medio
amor grupal, sin olvidar l a zoofilia y otras pasiones "mariposas", de este ritual fundar la relajación de la vida corriente.
no hay ámbito en que el afecto esté más investido de su perversi­ De los clionisiacos antiguos a los desbordes sexuales contem­
dad polimorfa. Este cor\junto, y la lista está lejos ele ser exhausti­ poráneos, volvemos a encontrar el mismo esquema arquetípico
va, que nosotros l l amamos circulación del sexo tiene una prácti­ que tiene finalmente como objetivo mostrar que el fin del indivi­
ca que podria calificarse de " natmalmente" desenfrenada. duo es sólo un avatar redimido por la vida eterna ele la especie,
Así, para conciliar las sabias normas de regulación que ase­ del colectivo. En este sentido, la orgía es la técrúca eficiente de l o
guran l a conservación de sí, de la vicia, con la exuberancia del simbólico. Para poder comprender que este orden simbólico pue­
querer-vivir, en sentido estricto con la disolución, que de he­ de asimismo p o nerse en juego en la crueldad, podemos formular
cho pem1ite a áquella existir, la circulación orgiástica estalla la hipótesis de que el orgiasmo erótico, cuando no se expresa en
ritual y periódicamente. En un análisis que da prueba de una la c irculación del afecto, puede tener otras manifestaciones. Así
gran agudeza y de tma moderación completamente clásica tan las pW"gas stalinistas tras el asesinato de Kirov en 1934 o incluso
natural en él, E. Dmkheim describe la excitación excepcional la masacre de las SA dmante la noche de los cuchillos largos
resultante de la aglomeración, de la promiscuidad que se es­ pueden ser consideradas como un gasto parox.ísLic:o que penniLe
tablece en una fiesta corroborie entre los australianos: allí se la supervivencia y el desarrollo ulterior de la especie entera, en
muestra muy bien esa "especie de elect1icidad que [transpo1ta] este caso el prutido comunista ruso y el prutido nacionalsocia­
rápido a un grado de extraord inaria exaltación". De ahí se sigue lista alemán: gracias al "desprendimiento" operado allí estos dos
la confluencia y la repercusión de unos sobre otros de los sen­ partidos podrán afrontar con éxito su destino ulterior.
timientos que ya no tienen freno y que van amplificándose. Y Consideremos otro ejemplo que entra en conjunción con la
es sobre la base de l a efe1vescencia producida, de las pasiones fiesta corroborie y las pmgas stalinistas o la masacre de las SA.
desencadenadas, que se producen ciertos "actos inauditos". La temática sadiana, centrada en el sexo y la crueldad, muestra
"Se siente una necesidad de ponerse por fuera y por encima clru·amente que no se puede escapar a la organicidad funcional
de la moral ordinaria. Los sexos se acoplan contrariamente a de la vida y el gasto. La sodomía, acto más allá ele l a ley de la
las reglas que presiden el comercio sexual"127. Más allá de la especie, un acto que no tiene sentido en sí mismo, o incluso
prudente formulación del análisis científico, puede imaginarse la crueldad de los 120 días de Sodoma -que muestra, como
el desenfreno que describe este sobrepasamiento de las reglas señala IGossowsky, que "la propiedad del yo responsable que­
"naturales" generalmente admitidas en la economía sexual y la da normal y físicamente abolida" 1:is_, son aquí practicadas por
sobreexitación física y psíquica que éste acarrea.
Estarnos en presencia de una explosión furiosa, ele una in-
'"" P. K1.ossowsK\', Sarlr' u1 1 Ir> Pil ilns111Jllf' sn;tr•mt, 1:;c1 r l 1 1 �1·11il, l!Hií, p. :l. ro 1 1·111os.
al resprcto, la molestia de Y. Stourctzé en 01'1¡1 1 1 1 iw11i1111. 1 1 1 1 1 i-111 1: 11 ( 1 / i.w1 / 1 1 1 11. n¡i. 1·1
1..

p. ¡ O 1, a quien no se le hace fácil concilinr s11 tt•ori;1 tlt•I gasto puro el<' t'1tt•1·g1a n 1 1 1 su
1.:-. I·:. 1 )1 ·111\111-:1)1, /,es f"pr111('S <:¡,:,,,, 11/0 i l'l'S (/r 1 1• 1 1• mi i11i1·11s1•, ,\ SS.
evidente 11/i/i<iad en el ejemplo que cita.
E N S A Y O S S O B R E Lll V I O L E N C I A B A N l\ L Y F U N D A D O R A D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A 1 1 ()

fer111 iel'S gé11érn1t.1:1�! 1. por notables, por hombres d e poder que, formas que representan, cubren el conjunto del mito, al que na­
dentro de esta práctica de la destrucción, renuevan, regeneran rran en una circularidad funcional perfecta.
su vida y su posibilidad de acción. Nos parece difícil decir, corno muchos comentaristas lo ha­
La ambivalencia estructural de las actitudes humanas y de cen, que en nuestros días la fiesta está desnaturalizada (J. J.
las formas sociales incita alegremente diversas moralidades Wunenburger), que su placer es objeto de manipulación (M.
y numerosos "debrr-ser'', y uno se ve obligado a observar de Horkheimer) o que su vulga1ización es Lma parodia del diálogo
frent.r la funcional circularidad de las cosas que determina de y del don (G. Debord): tocios estos análisis (podrían multipli­
h ec ho la inquebrm1t.ahle estabilidad de lo mismo. carse los ejemplos) dependen demasiado de una nostalgia de lo
Prro no es contradictorio decir que esta estabilidad se arcaico y testimonian una visión lineal y progresista de la histo­
C'j erce en un d i namismo circular, y de este modo justamente ria. De hecho, el goce colectivo que se expresa en el orgiasmo
nos gustaría hacer comprender cómo puede encararse el jan1ás puede ser comprendido a partir ele criterios normativos,
f'uncionalismo. porque siempre comprende, hemos intentado demostrarlo, una
Paractar por ten ninacto este punto, hay que destacar de he­ parte oscura o una parte de crueldad que son expresión de la
cho q11r Dioniso, las bacantes y el tíaso que éste inspira remiten esencial "alienación" (en el sentido simple del término: carác­
sirmpre a la image n dC' una divinidad móvil, en permanente cles­ ter de extrañeza) consecutiva al proceso de objetivación que

plazarni C' nt o. Los historiadores de las religiones han insistido constituye al individuo y al conjunto social. Y es a pesar de ( o

c-011 l'rl'cuC'11cia sobn' cst.e aspecto, y H. Jeanrnaire ve en él "el a causa ele) este proceso que el individuo, como Sísifo, intenta
rasgo t'scncial dC' la concepción que nos hacernos de Dioniso" 1'3º. todo el tiempo y en tocia ocasión hallar las migajas, incluso en

Cuando se está al tanto del inagotable tesoro que encierra el el seno de las situaciones rituales o institucionalizadas, que le

mil.o dionisiaco p a ra la comprensión de la efervescencia popu­ permitan colectivizar e l goce.

la r, sólo hay que estar atento a este paradigma de la circulación La actualidad nos da numerosos ejemplos de fiestas oficia­

q11r el orgiasmo , <:'n su sentido más profundo, resume perfecta­ les, bailes populares, reuniones públicas o manifestaciones

mente. Debe agregarse que esta movilidad perpetua se pone en ele masa que han sido "desviadas", en todo o en parte, de su

j uego siC' rn p n' C'n c l o s polaridades esenciales: la destrucción y la orientación prevista por grupos más o menos irnportantes. Del
mismo modo, en el mundo del trabajo dominado por la consa­
fecundiclad, el liad<'s o la explosión de vicia, el tipo del cazador
bida ideología procluctivista, desde las "sublimes" vituperadas
cruel o el seductor, C'l buen mozo viril o el afeminado andrógi­
por D. Poulot1:ii y el correspondiente festejo del Lunes Santo1'J:!,
no. etc. La historiaele la mitología pennite siempre destacar la
importancia clr los dobles que, en la complernentariedacl de las
"1 D. Pmurr, (:)11estio11 sul'i11/e, le s11li/i111is11u!, citado y analizado por A. Cotten·a11
Pll una co111unicaci<in, ll11u11�1w 11rlifl i111', ,/fl111il/1• "' 111cJ11P1'11w11/ u111•ri<·r c'r /'11ns
1 · 1\1·1 a11dad1 11·1•s if(' i111p111'�l<1s bajo <'I i\ntiguo Régime11 (11. del t . ) . 1867-1.'J /8, e11 l,t'<'111/1·e la 11il/I', A1111lropos, 1977.
' " 1 1 . 1 1., ,"'' \ttil·. . /!,1¡1111 i" " ' 11istuin• <i11 01/11• 1 Ir• llflffl111s. i>nyot , l !J5 l . p . n
: :r l'or sus 1 " 81 Lunes Santo es una práctica extenclicla en el mundo obrero. Cf., en Ale111ania:
dPl;lilado� a11;tlis1s .1· su ;tl11111d;111t<' hillliogra lfa. 110 11os ca11sare111os dr seiwlar la i mpo r- "Blauen Montag maclum", ltnc·0r el lunes azul, en �. von s,,1.(1)10:-1, /,rr Villl', Gallinwrd,
1;111c-ia q111' IÍt'll<' l'sia f111'11tl' d1' 1•rndicicí11 para el ronocimie11to clr lo dionisinco. lfJ3:.l.
J lG E N S A Y O S S O B R E L /\ V I O L E N C I A BAN AL Y F U N D A DORA
DINÁMICA DE LA VIOLENCIA 117

hasta e l "tentempié" d e las oficinas o fábricas modernas que de­ expresa perfectamente ese "calor" que, en el seno mismo de
generaron en alegres apropiaciones del espacio, sin olvidar las la fonna revolución, busca siempre alcanzar un intercambio
borracheras y sabotajes bien conocidos ele los países del Este simbólico hecho de exceso y locura. En tanto medio de la vio­
en particular, se expresa en e l seno mismo ele l a imposición la lencia, la orgía sobrepasa las programaciones de la revolución
búsqueda de una socialidad viva que, más allá de los límites o de paso acompasado, es esa fuerza ele agrupación que, de un
incluso gracias a los límites, llega a manifestarse con una par­ modo incansable y con la obstinación ciega ele una colonia de
ticular intensidad. hormigas, vuelve al punto que se había fijado, a pesar de los
En el mismo orden ele ideas, de sobrepasa.mientas de lími­ obstáculos que pongan en su ruta. Y es sorprendente, en los
tes, de desviación de manifestaciones ele masa (convendría tal ejemplos que acabarnos de citar, que la culminación de la efer­
vez decir: manifestaciones que l legan al extremo de su propia vescencia sea naturalmente la repartición del vino.
lógica), basta recordar que en el emplazamiento de la Bastilla, Aunque en el marco de nuestro análisis no sea posible dete­
en París, fue donde se organizó espontáneamente la invitación nerse en la carga emotiva que encontramos en la comicia hecha
al baile. Del mismo n1odo, Victor Serge relata que en contra en común, debemos señalar brevemente que ésta conslituye
del puntilloso y responsable puritanismo ele los bolcheviques la una culminación o un pasaje obligado del dinamismo ele la vio­
población ele Petrogrado se entregó, al otro día ele la revolución lencia. Hay algo sacramental en la comicia hecha en común, en
ele Octubre, a exuberantes orgías. "Había en Petrogrado ricas el banquete, algo que se designa corno un punLo cülmine de la
bodegas de vino; nació -o más p recisamente fue lanzada- la vida colectiva. Desde los ágapes secretos de la secta cristiana

idea ele saquearlas. Bandas furiosas se abalanzaron velozmentr hasta los banquetes políticos del siglo XIX, sin olvidar todos los

conLra las bodegas del palacio, ele los restaurantes, de los ho­ rituales ele solidaridad que se obse1vaban en las comicias de las

Leles. Fue una epidemia de locura. Hubo que formar grupos ele diferentes herejías, grupos de excluidos o simplemente diver­

élite de guardias rojos, ele marineros, ele revolucionarios para sas confraternidades u otras asociaciones, hay en la comida tal

paliar, por todos los medios, el peligro. La gente venía y sacaba carga simbólica que los lazos ele consanguinidad que crea (y

clirectamen te los respiraderos ele las bodegas; [ . . . ] los accesos cuyo paradigma en nuestra civilización sigue siendo la última

se defendieron con ametralladoras. Se dispersó a la masa con cena de Cristo y sus apóstoles) son fortalecidos por l o que L. y

autos bli ndados, sus equipos pronto tambalearon. Al caer la no­ R. Makarius l l aman una "parentela ele papilla"1:11.

che, era una bacanal. 'Bebamos lo que queda ele los Rornanov', Si la comida presenta semejante carga simbólica, es porque

se oía decir alegremente a Ja masa"133. marca j ustamente l a ruptura ele prohibiciones, porque permite
el reconocimiento más allá ele las reglas y ele las normas
Se ve aquí muy bien descripta Ja convulsión que desprecia
impuestas. Cuando Tácito decía ele los germanos: dimn
l a grave responsabilidad de vivir un momento h istórico y que

,;, Citado por L. Mou1.1N, /,'/;;1 1n11i<' 1i 111 /1/e, Elst•viPr-Sc'quoia, llrnxell1•s. l !lí:i, p, .S.
''" \l !:i1:11uic, /,'1 \ 1 1 I rlu /11 l'<i1 10/111icm r11sse: cit,;1<10 por Y. S·n .• i!<W:, 0 1 r: ;o111w1/icm.
Remitimos a este excelente trabajo para u11a aproxi111ac:i<i11 detallada y u1 1a h l l t ' llil hiblio
<1 11 l i-111:r¡c1 11iso liu 11, 0¡1, di, , ¡>, 1 ! ! .
grafía sobre el fcnóme110 social de la cocina.
l 18 ENSAYOS S O B R E L A V I O L E N C IA B A N A L Y F U N D A D O R A DI NÁMICA D E LA VIOLENCIA J Hl

nodemque con ti nvare ]Jotando nulli probrurn (podían beber sencia pregnante de lo social en cada espíritu particular. Este
día y noche sin ninguna vergüenza), se LraLaba j ustamente de "decir" convivial y desordenado pennite comprender la frase de
un sohrepasamiento cte las prohibiciones. Hay en la ebriedad Rimbaud: "Es falso decir: pienso. Debeiia decirse: me piensan".
esa fuerza dionisiaca que permite el olvido de la sabiduría de Hay en efecto un despojamiento cósmico que permite de este
aceptación y que funda las más grandes audacias. Retomando modo todas las desmesuras. Fuera de la ideología productivista,
la 1-prrninología de la filosofía medieval, el banquete, si es bien relativizada, las fiestas, las borracheras, entre otros casos,
tennhnis arl q11em , culminación, como hemos indicado, es pueden verse como puntos ele cristalización de la revuelta con­
tambi0n /ernú:rms a (]'l lO, punto de partida ele una nueva acción; tra las diversas imposiciones de la necesidad o del principio de
permil.t' Lodo t ipo cte creaciones minúsculas, es exuberancia realidad_
descontrolada que inaugura desbordes muy difíciles de prever. Para terminar, encontramos aquí, acentuado, el hilo conduc­
Es ese "amiguismo" esencial, ese sobrepasamiento ele la tor que atraviesa toda reflexión sobre la violencia y su efica­
atomización, lo que integra a la comida en el proceso orgiástico cia social, a saber, la acentuación que ésta representa de esa

y, de este modo, en la dinámica de la violencia, y es lo que lo constante antropológica que es el gasto, la consumición, la

vuelve sospechoso ante los ojos de los diversos poderes. destrucción. Desde luego, lo hemos indicado en varios lugares,

AJ describir en detalle la vida de los herejes del pueblo ele la destrucción es constructiva, el gasto pem1ite el desarrollo,

Montaillou, el historiador Leroy-Ladurie explica también la es­ y en este sentido nuestro análisis sería "economista" (¿y por

trecha relación que puede establecerse entre la abundancia de qué no, si entendemos con este término esa economía general,

comida y una vida más libre: así, en la comida se traba la verda­ a lo Bataille, que rechaza las separaciones y las hipóstasis?).
Pero, antes de llegar a conclusiones tan generales, reconozca­
dera solidaridad de los cátaros exiliados, en la comida el ardien­
mos que no hay goce sino en la destrucción, y en la violencia. A
te y av0nt.urero pastor P. Maury convida a sus amigos, complota
con camaradas y llega incluso a confiscar su tropa. 135 Más allá
través de la palabra, ele la risa y a forliori de la orgía, este goce
se inscribe en el gran drama orgánico de la vida y la muerte.
del lwc:ho de comer, lo que importa en esta convivialidad festiva
Por tomar un ejemplo ele nuestra tradición cultural, pode­
es la presencia sin obligaciones, la disponibilidad, el desapego
mos remitirnos a ese gran hombre d e Francia, arnigo de Juana
de la vida cotidiana, en una palabra la vacuidad que libera de la
de Arco y mariscal del reino, Gilles de Rais, quien materializa
picota de la personalidad, del personaje y de sus ocupaciones,
perfectamente lo mucho que une el infranqueable goce del
y de esle modo permite la integración en el vasto coajunto ele
gasto con el orden de las cosas de la vida social (aquí, la no­
lo colectivo. Habría c¡ue estudiar con precisión las charlas de
tabilidad, el poder). Gilles de Rais puede gozar impunemente
mesa populares, cuyo eco hallamos en aquellas redactadas por
y con intensidad ele la corrupción sexual ele jovencitos y ele
algunas personalidades (pensarnos aquí en Lutero), para com­
su asesinato ritual y, en contra de lo que se ha dicho, no es
prender en qué' medida el "decir" de la comida expresa la pre-
su status lo que lo protege de la justicia, dado que ésta en
cualquier caso terminará por ejercerse: lo que lo protege es
,- Cf. I·�. l.1:11nY-l.1111 1w:. :\/011/r¡i/1011 . . . O/ !. <'ÍI .• P- 180 .\' SS. que 1ograjas cina.r, que es, según la tradición local que rela-
1 20 E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A 121

t a Bataille136, e l ogro d e barba azul. D e este modo, como gran gran auge de lo dionisiaco en Egipto; este monarca, que ha sido
criminal que es, resume, condensa, toda la parte oscura, el de­ comparado con Nerón en el marco egipcio, se distingue por su
seo de destrucción que no puede vivi rse en lo cotidiano. Y esta gusto por las extravagancias y su entorno a la vez decadente y
fascinación no se deLiene con el proceso: toma otra forma ( cf. lleno de efervescencia. Es justamente él quien instituye 1ma fies­
los llantos y lamentaciones que marcan su muerte). Estas for­ ta (lagynopho1ia) caracterizada por una ebriedad generalizada.
mas paroxísticas de la desmesura, del gasto, que encontramos Asimismo bajo su reinado se evoca la función del mito dionisiaco,
regularmente merecerían más atención y menos juicios mora­ y el de Osiris, que tiene como doble función ser rey ele la rnuerle
les, puesto que indican o recuerdan con fuerza que es inútil y y garante de la fecunmdacl (del despedazamiento de Osiris nace

sin duela imposible refrenar la explosión ele la "parte maldita" la fecunmdad). La fascinación que ejerce la destrucción se debe

constitutiva ele lo dado socia1. 1:J7 precisamente a que es signo de un exceso de vida que liende a

La fascinación de esta parte maldita tiene tma vieja raigam­ expresarse, y es este exceso el que condiciona la vida misma.
Sea corno fuere, estos ejemplos que ctarnos aquí y que
bre antropológica: no debe olvidarse que, cuando los romanos
tranquilamente podríamos multiplicar son los índices, má.s
naturalizan a Dioniso o cuando lo unen a w1 viejo fondo folcló­
exactamente las figuraciones rníLicas del par vida-muerte,
rico, pasean un falo benéfico y destructor al que denominan
destrucción-expansión, etc., y de sus relaciones orgánicas que,
fascinuni; lo mismo con los etruscos, que asocian a este dios
corno indica Lévi-Strauss, se inscriben en " l a arquilcctura del
con las divinidades favorables y a la vez desfavorables. Dioniso
espíritu". Dioniso destructor y fecundador, Osiris que como el
es por ende el dios ambiguo que, por su doble función, atrae y
Fénix renace de sus cenizas. Todo esto nos remite a la ambiva­
rechaza. i:is Conviene también recordar, para destacar claramente
lencia orgánica ele la violencia que, por su doble función y por
su ambivalencia estn.1cti.rral, que, en la segunda versión del mito,
los medios adecuados (ambivalentes en sí mismos), pcnnilc la
cuando los Ti tanes van a matar, clestrLúr, lacerar al joven Dioniso
estabilidad y la perdurancia sociales.
(su cuerpo será desmembrado para ser hervido y luego asado), lo
atraen mediante "objetos fascinantes" (un trompo y sobre tocio
un espe,jo ).1�n Finalmente, y como último ejemplo, digan1os que
5. EL DESEO DE LO COLECTIVO
fue bajo el impulso ele Ptolomeo Filopator (221-203) que se dio el

"E:sa ful', oh i\ci eón, la lt•('1·i(111 111üs


f'eli7. de mi aVl'lllllrado dt•sbordP: el
1'· (;. Bsr,111.1.1-;. (iill<'s <if' N11is, .1.-.1. l'a11vl'rt, 19í0.
deseo :;e dPcidt' en el de:;\·;uwl'imil'nto
' " Cf. PI l'Xl'l'iPnl e ;111álisis realizado sohrr los Mosw•11 111iírrlr'r l'll ,\lemani<t por H.
de la forma a la cual l'Stal>a aferrado".
" l l1w l'!'rtainr Alit'111ag11c <iPs ;1111H'<'s \'ingt". Tn1 1•P1'.W'-'· 1 !)77, 11º 9.
S·1w •111.,
I'. 1\1.c>,sll\\Sld, /;'/ /u11iu 1/C' /Jiu110
' " Nos rl'fl'rimos ¡1qui r{1pida111P11tc a l;1s nu111c·ros;1s com paracionl's qll<' <·s1ahl1 •cl'
1 1 . . lf:.1..,11.11111·:, /iio11¡¡s1 1s. 11¡1. cit. . p. •l,11, -l-19, -l51l. -1::;:¡: par;1 un a11ahsis más prof mclo.
n·111il irs!' al t rnhajo C'iladn. Sobre• Osiris, d. 1 ambic'11 .l. B \1.T111 �" " c.. ,, '' is1s
/11/rw/!ff'/IUJI ri f't'fl_ll/ l/f////(} //11', i't'ITill. l!)f'i/.
, .., cr. aq11i M. lkTIENNI·:, /J¡¡Oll lSl)S /11/S ,·, 1110/'{, º'" r·i/. . p. l(.i!); sobre la St'Chl('CilÍll Hemos sugerido repetidas veces que la violencia significaba
crncl. t:f. 1:a11i111al d11 cliPu, l;1 "pamlien· parf11111cc''. p. · 18. el rechazo de la atomización. Los pocos elementos estrnctura-
E NSAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A BANAL V F U N DADORA O I NAM ICA D E L A V I O L E N C I A

les (]Uf' acabarnos dC' describir, los medios que utilizan, nos im­ orgánica hasta aqLú reprimidos comienzan a surgir e n el seno
pulsan a acentuar 0sta hipótesis. Así pretendemos demostrar, de diversas situaciones y representaciones múltiples. Y si es
romo conclusión de esta reflexión sobre Ja violencia social, cierLo, retomando un término marxista, que el desarrollo de las
que. parcialmente, rsta se acaba, se agota y culmina en lo que fuerzas productivas, el auge ele la ciencia y la técnica separaron
podemos llarnar lo colectivo o el intercambio simbólico, lo que al hombre de su entorno natural y perrnitieron como corolario
quiere decir que la violencia no es de hecho sino una expresión una furiosa atomización, no es menos cierto que un querer-vivir
paroxística del desf•o de comunión. colectivo siempre presente, en las fiestas, en las revueltas, en
El instinto adquisitivo del que habla la psicología social, e l las reuniones, etc., continúa atravesando con su exigencia el
i11sl i n l o que i m p ulsa al hom.bre a apropiarse ele los valores ma­ conj unto del cuerpo social.
l.eriales, n o agota para nada una socialidad donde el intercam­ Homologando esta exigencia, podemos retornar la hipótesis
bio adquiere formas múltiples y donde la consumición juega un ele ciertos psicoanalistas (en paiticular W. Reich) que postulan
rol no despreciablr. La actividad comunicacional que se media­ que una socialiclad posible existe, fundada en el deseo y no en
tiza a t ravés d0 la palabra, la risa y l a orgía se encuentra así y se la represión. Tornando este postulado de una manera acrítica y
desarrol l a en el delirio y lo colectivo. sin pretender llevarlo hasta sus consecuencias más extremas,
No hay que olvidar que la separación entre aspectos colecti­ podemos ver en él un indicio de la alternativa a una lógica de la
vos y asp0ct.os p ri va dos de la vida del hombre es una invención individualización que rnerece ser pensada como tal.
muy reciente; rl hombre era hombre porque era miembro de La literatura sociológica sobre l a temática d e l deseo ya
una t rihu, de una familia, de un clan, de una ciudad, y, tal como es demasiado abundante (nosotros mismos, en u n libro pre­
sefiala L. Durnonl, cuyos tan enriquecedores análisis todavía cedente, nos referimos brevemente a ella1•11), pero ahora n1ás
no lwrnos agotad o "por oposición a la sociedad moderna, las
, bien nos proponemos abordarla de un modo metafórico y poé­
sociedades tradici on a l es, que ignoran la igualdad y la libertad tico. En un libro que marcó una generación y que continúa es­
como valores, que ignoran en suma al individuo, tienen en el timulando l a reflexión, El amor loco, A. Breton declara: "Creo
fondo una idea colectiva del hornbre"1·'°. Pero creernos, y es haber logrado establecer que unos y otros admiten un común
lo que hemos intentado demostrar hasta aquí, que este senti­ denominador situado en el espíritu del hombre y que se trata
do de lo colectivo 0 xis t e tal vez tan sólo corno huella, más o
, justamente ele su deseo. Nada me interesó tanto corno mos­
rnenos acentuado según la situación, pero existe. Incluso se trar las precauciones y astucias que el deseo, en busca ele su
pueck d ec ir c¡uP, con <:'l proceso de saturación, tras l a domi­ objeto, aporta para navegar las aguas preconscientes y, descu­
nancia de tm ciclo centrado en la individuación, el trabajo, la bierto este objeto, los medios, asombrosos, de l o s que, llegado
salvación personal, ele., lo social, lo simbólico, la comunidad un nuevo orden, dispone para hacerlo conocer a través ele la

,, l . ! >1 \lil'lT, //011111 /111•mrr·/11('/IS. r�.�.w1i s11/'/1' S//Sl1'11w des rns/f'S, Gallimarct, 196G. '" M . MM'Fr:s01.1, Logir¡11e ele la r/0111inr1 t io11, op. rit., cap. 1 1 1 , "Bcsoins, clésirs",
p. :! l . p. 55-67. Cf. l\prás lu 11w<iemi1e
1 24 E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L V F U N O A O O R A DINÁMICA D E LA VIOLENCIA 125

conciencia"14<. S e trata ele ver ele qué modo e s posible aplicar lectivo", que e l consenso intuitivo no se hace, corno l a ideología

esta idea fecunda al deseo colectivo En efecto, es justamente . pregnante de la civilización occidental podría l levar a creer, en
e l deseo colectivo el que permite la solidaridad en los sufri­ el igualitarismo y en la indiferenciación. Tal como intentaremos
mientos y las resistencias, son los lazos creados en esos mo­ explicar, e l deseo de unificación se vive en la diferencia, "el de­

mentos múltiples y diversifi cados los que permiten compren­ seo sólo existe en definitiva cuando hay dos carnes, no una, Y

der la convergencia de intereses dispersos y a menudo anta­ en consecuencia la constatación de que formarán una sola es

gonistas en una acción común. Incluso el amor y la amistad en una absurdidad tranquilizadora"1.J.J. Esta absurdidad tranquili­

e l plano individual necesitan la apropiación y el sostén social zadora también se pone en práctica en el cuerpo social, Y es

para no marchitarse en el aislamiento. Ya que, en determinado esto justamente lo que funda las diversas fantasías de unidad

momento, e l aislamiento corno tal, el aislamiento de a dos o el que caracterizan al Estado. Al mismo tiempo , sin embargo, esta

aislamiento del grupo ven cómo va desagregándose la virtud absurdidad está minada por las fuerzas centrífugas que hacen

inicial que había presidido el intercambio fundador o la agru­ siempre caduca la estratificación de lo colectivo dinámico vol­

pación. E l deseo que se hace consciente y que da sentido a la viéndola en orden instituido e inmóvil. Estamos oLra vez en

estru cturación individual parti cipa de hecho de un deseo más presencia de esa tensión vital generadora ele la socialiclad. El

general que p reside, si le hacemos caso a los filósofos antiguos, deseo se presenta dentro de una estrucLura ambivalente, ya que

la asociación de todas las cosas. Y del mismo modo que tiene es a la vez tendencia hacia la unidad, con los consabidos coro­

arraigo en una englobación que lo sobrepasa, el deseo de amar larios sociales, y a la vez sobre pasa mie nto de esta Lendencia

es e l "lazo ideal ele unión, de fusión"H1, al tiempo que perm ite (o disparador de un sobrep a5 am iento) en un colectivo si e mpre

a trav és de las subjetividades desarrolladas que se unan la pro­ móvil. Nos encontran1os siempre en fren tados a esa paradoja
tan bien analizada por Ch. Fourier: la de una co rnp lejización
mesa y la garantía de las asociaciones sociales.
creciente de las relaciones sociales con las pesadeces inheren­
Por supuesto, ya lo hemos señalado, debemos considerar
tes a ellas, y al mismo tiempo las potenc ialidades enormes de l a
estas pocas observaciones tan sólo e le un modo metafórico.
concentración, a saber el intercambio, la circulación pasional,
Como sea, las mismas ponen el acento sobre una ele las parti­
etc. Así es ta tendencia sostenida, esta paradoja vivida, garanti­
cularidades que nos complacernos en obse1var en el intercam­
zan lo que puede l lam arse la armonía de las pasiones.
bio simbólico, esto es, el consenso. Hay en la socialiclad toda
El deseo y la paradoja inheren te a él nos conducen así al
una parte orgánica, un consenso intuitivo, que es por cierto el
centro de nuestro asunto, lo colectivo Se trata de una noción
.
resultado de una participación común en ese englobam iento
muy difícil de delimitar, dado que el ig ualitari s mo y el indivi­
trascendente del que hemos hablado. Sin embargo hay que se­
dualismo ele las sociedades modernas han hecho de la sociedad
ñalar, antes ele abordar con más precisión lo que llnmarnoc: "co-
un medio, y de cada individuo un fin en sí. La reacción dentro

"" 1\. l l 1 1t-:Tl lN, /,';\ 111011r.f1111, ( i ; i l l 1 1 1 1 a 1TI, 1n:lí, p. :2ü-'.l l , .J:2.
11" i\. 1 \ 1 1 1·:T1 1N, //¡ir/. . p. !) l . ' " T. MANN. Ductu11r Foust11s, Albin Michcl, 1 �):)(), p. 1 U!J.
J 26 E N S A Y O S S O B R E L I\ V I O L E N C I A B A N l\ L Y F U N D A D O R A
D I N A M I C I\ D E L I\ V I O L E N C I /\ 127

ele esr socia lismo aplicado que es


el comu nism o no es una al­
e l Beruf d e Lutero), s e trata d e acceder l o más rápido posible a
te rn ativa a nada, ya qu0, si la socie
dad parece ser el todo, lo es
una vicia sin sombras. En ambos casos, la Iglesia aparece corno
por indi f'0rrnciació n abso luta, lo que
en cierto momento vuelve
coadyuvante, aunque en realiclacl, igual que rnás tarde el Estado
a recrear una asoci ación de nóma
des que tienen corno princi­
hegeliano o el ele la tecnoestructura capitalista o socialista, no
pal p reocu pació n escapar a las
obliga cione s de la solidaridad.
es sino un urúversal abstracto cuya función es o regular o con­
Tocias las informaciones, ahora basta
nte numerosas, que tene­ trolar o reprimir. Así, la atomización, cuya extensión Y peligro
rnos sobrr Europa del Este, por ejemp
lo, corúirman la existen­ en la organización social reconocemos conLemporáneamente,
cia de ese parti cular individualismo que
allí se desarrolla. El está estrechamente imbricada en el desarrollo de la civilización
indiv idual ismo está tan impli cado en
los presupuestos ideoló­ judeocristiana.
gicos del mundo occid ental que const
ituye tm tabú, un objeto Pero, frente al fantasma de unidad y su consecuencia apa-
difíci l de analiz ar en la medi da que
lo encontrarnos, corno tal
rentemente paradójica -esto es, la atomización, el individua­
o diluid o, en situac iones y discursos
totalmente diferentes. Es lismo-, está la conciencia de lo c o lectivo, de la " amistad"
lo que perm ite comp rende r las eluda
s de M . Weber, que, en La (philia) que, según Empédocles, tiene una virtud cósmica de
ética prote st.anl e, utiliza esta noció n
y que, en los recodos de unificación que permite la armonía de los contrarios. Así, aun­
una nol.<1, obse1 va que "rl térmi no indiv
idual ismo abarca las no­ que insiste fuertemente en la noción de enemigo como consti­
cione s más heterogéneas que podam os
imagi nar, [y] un análisis tutivo importante, si no primordial, del hecho social, J. Freund,
radic al" de esta noción "sería hoy ele nuevo
muy aprec iado por cuya lucidez, podemos sospechar, es algo pesimista, nota, con
la cienc ia"1 1:'. En suma , el desa rrollo
del mono teísm o, de una Carl Schmitt, la primacía de la relación de ainistad percepti­
rC'ligión fundamentalmente soter iológi ca,
perm itió la eclos ión ble inclusive en el lenguaje: "el enemigo, inimicus, nemico,
de un indiv iduo que estab lece relac iones
perso nales con un es el no-amigo; al amigo en cambio no se lo llama no-enemi­
Dios único . La vida presente, que no
tiene sentido más que en go"1·w. Esta obse1vación puede apreciarse en el sentido de l o
fu nción dC' la vi c i a fut ura, no es de hech
. o sino una preparación colectivo. D e la concordia a la fraternidad, de l a alianza a l a
indi\r idual para ést.a, y si rn el "cam
ino" neces itamo s ayuda, es soliclari. dacl, e n e l interior del estado crónicamente polérnico
sólo clr mane ra srcun daria . N o hay que
olvid ar que e l paradig­ que constituye la sociedad, enconLramos siempre una fuerza
ma de la vida cristi ana fue d u rante much
o tiemp o el monje (que esLabilizadora que busca marcar su l ugar. Esta fuerza de unión
viene del griego monos) "hace dor" de
su salvación en soled ad, utiliza diversos medios, está hecha a menudo de exceso Y vio­
inri uso si ést a rs comp art ida en el marc
o de un monasterio. lencia, pero vuelve ritualmente, incluso en un contexto que l e
Con la R e forma , rl probl t'1m1 no cambia,
e inclu so si los medios resulta hostil, para agrupar J o que la const<mte disolución había
varían (en partic ular, acrnl ua<.:ión ele
la "ética ele la neces idad" dispersado. Así, en un mundo griego en que l a guerra formaba
'

1 .\ 1 \\ 1.1tu;. /,'/·:11r¡111· ¡•1"1>/1•, 11111/r• 1 • / /


'1 •s¡11·11 1/11 r11¡11/11 (1s111e. 1 ' 1011. J !)().J,
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p. l:.!:l. "" .J J·'l!ITNP, /. '/-,'.�sr•11n• r/u JH1/1/ 11¡111', Sirey, l\;Jü5, p. -1�\;). �50 y 8$ , d. u1111l>i1'11 C.
S<'ll\ll'IT, l.11 Nnt w 1 1 1/11 ¡ 1()/t t i1¡111·. '/'/1 1•()r'fl' (/11 ¡m rt'i.w111, Cal1 11a1111-Lévy, Hl72.
1 28 ENSAYOS S O B R E LA VIOLENCIA BANAL Y FUNDADORA D I N Á M ICA O E L A VIOLENCIA

parte de l a realidad cotidiana, la fiesta interrumpe las hostilida­ go se efectúe e n buenos términos, d e un modo ordenado, para
des y las destrucciones, "reconcilia pasajeramente a los peores evitar que su aceleración descontrolada convierta la puesta E'n
enemigos, a quienes invita a fraternizar en la misma eferves­ juego en una mera negación paroxística.
cencia"; así "los j uegos olímpicos suspenden los enfrentamien­ En este sentido, la violencia, aquí por medio ele la fiesLa, res­
tos y el mundo griego por entero comulga de este modo en un taura, al i m i tar una pequeña muerte, la solidaridad necesaria
júbilo temporario que los dioses protegen" 1H. Naturalmente, para el mantenimiento de la estructuración social. Así, al cabo
esta tregua sigue siendo agonal, pero allí la solidaridad sigue ele este proceso, que sobrepasa la pesadez del individualismo Y
ejerciendo su acción; a través de ella, la trama social que so­ unifica los elementos d isgregados de la solidaridad, será posi­
brepasa la organización de las ciudades particulares ha podido ble comprender toda la riqueza y la fecundidad ele lo colectivo.
estrecharse. En este intercambio, que es el elemento ele consti­ Lo colectivo, pues, se desarrolla en un intercambio orgánico
tución de lo social, los historiadores de la fiesta reconocen que que une lo particular con la totalidad, y así como el individuo
más allá de una función sagrada su función es reconstituir una completamente aislado es una ilusión (que encontramos pun­
comunidacl.1·18 Nosotros diremos incluso que esa es su función tualmente en l a literatura), l a sociedad hipostasiada es Lm fan­
esencial. Hasta podemos decir, apoyándonos en los análisis ele
tasma cuyas consecuencias ya conocemos. Aquí otra vez lo que
G. Durand, que l a fiesta (el carnaval es el ejemplo más acabado, prevalece es una tensión contradictoria que hace que un "indi­
los juegos olímpicos también) representa una eufemización del
viduo plenamente desarrollado [sea] la perfección realizada ele
sacrificio, que es, no lo olvidemos, una matanza de la muerte.
una sociedad plenamente desarrollada"; es lo que analiza con
Regularmente, en la violencia, en el paroxismo y el exceso, se
su acostumbrada fineza M. Horkheimer, quien a continuación
juega l a negación sacrificial ele tocio lo que niega la vida. Se
observa que la emancipación del individuo "no significa e1mu1-
queman brujas que representan las fuerzas del mal, las luchas
ciparse de la sociedad, sino liberar a la sociedad ele la atomi­
y enfrentamientos lúdicos pueden ser interpretados como una
zación, una atomización que puede llegar a su punto cúlmine
eufemización más de las luchas contra el mal. 140 En sLm1a, se
en los pe1iodos de la colectivización y la culLura ele masa"';;º.
t rata ele redistribuir en esos momentos privilegiados todo lo
Encontrarnos aquí el estrecho parentezco al que nos hemos re­
que progresivamente se había dispersado, monopolizado, olvi­
ferido más arriba entre el individualismo furioso y la colectivi­
dado, etc. De un modo homeopático y ordenado, una violencia
zación a ultranza, que es el achatamiento de todas las diferen­
dominada permite recrear lo que una violencia desenfrenada
cias y que conduce rápidamente a l a peor ele las tiranías. Sólo .
había dejado exacerbar. En deuda frente a la muerte, la vida
hay armonía en la tensión, diremos; es decir que en la medida
debe ponerse en juego regularmente, y así, la función de eso
en que lo social vivido en la diferencia siga siendo el elemento
que los griegos l lamaban phili.a es hacer que la puesta en jue-
determinante, la subjetividad podrá tendPr a su más completo
desarrollo. Esta tensión, que a veces se vive en la violencia y el
' " H.. e 111.1.1>1s, 1;11111111111· e1 11' sn " Id!'• r;�lfimard. 1 Híll. 1
"'' Cf., r 1 1 par1 ic11lar, .l . .J. W1 ·w· 1·: 1c /, I', /, ./ 1'11 1'/ "'" / . . p. ! i'.2.
1 1'' < : r. e;. 1)1 HANll. Lf's S1r111·1 111 . 1i1¡1ws fil' /'i 11111q11 cil .. · :JGG.
.1/lrn¡ '"' M . H011K11rn1rn, Eclivse de /u m iso11, 11¡1. 1 1 • p . 1 -1-1.
J :30 E N SAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N DADORA D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A 131

combate, e s otro modo ele expresar el intercarnbio simbólico o control , l a imposición, la norma), y sin embargo reguladores
lo colectivo. Vivir la diferencia no es postular ele modo abstrac­ de la vicia social, protectores contra el exceso de tensión y de
t o una idc'nt idad o una igualdad natural, es reconocer que exis­ violencia.
te una clesigualclacl esencial, así como existen pasiones plurales He aquí entonces lo que compone l a socialidad: no una
y no obslant.e complementarias u opuestas. Que se pretenda pura transparencia, una comunicación sin falla y sin mezcla,
ponderar los erectos de esta desigualdad esencial es un acto de un colectivo unanimista y sin confücto, sino al contrario una
justicia, es incluso la tarea principal de la organización social, mezcla de oscuridades vividas y de iluminaciones intuitivas,
pero esta ponderación no puede efectuarse si pretende realizar una mezcla hecha de aproximaciones groseras y de sofistica­
una unidad generalizada, lo que, bajo el atuendo de justicia, es ciones elaboradas -en surna, un sistema de ideas y de actitu­
de hecho la aplicación de una política del desprecio, ya- que, tan des, de concomitancias múltiples, que reposa sobre la imbri­
pronto qu0dan reducidos al estado de elementos intercambia­ cación absoluta de la subjetividad y lo colectivo, los cuales, en
bles, los individuos son defacto negados corno tales. un ir y venir incesante, se generan y se sostienen mutuamente.
La separación y la interclepenclencia que dan rienda libre Más allá de los aspectos más accesorios de su pensamiento,
a !odas las potencialidades inclivicluales, incluidos el enfren­ lo que consideramos el aporte más profundo, y c i e rtamente
tamiento y la violencia, parecen estar más cerca de lo que se para él el más esencial, del pensamiento de Ma.quiavelo -y
vprifica Pn lo social. Y desde el momento en que lo social no aquello que lo mantiene vigente- es la comprensión y el aná­
se analiza a partir de un "punto de vista", cualquiera sea, desde lisis, la apología tarnbién, ele esta "imbricación absoluta". Para
el m o m ent o 0n ciuc ni el sabio ni el reformador son ya quie­ él, sólo en función ele! desarrollo de las relaciones sociales,
nes d0crct.an lo que "debe ser" la sociedad, desde el momento lo que en varias ocasiones hemos llama.do circulación, un in­
l'n que nos conformamos c o n discern i r a través de corpus ele tercambio, puede medirse la prosperidad de una sociedad. E l
discmso (sa b i d u ría popular, tratados eruditos, literatura, pu­ manLenimiento y desarrollo d e una ciudad depende d e la in­
l.JliciclmlC's, dogmúticas, l'Lc.) que la gente pueda o crea, la an- Lensiclad del ir y venir del que acabamos de hablar, y poco im­
1 ropología social parece' comprender justamente la antinomia porta si este ir y venir se hace dentro de la transparencia, ele
pl ural de las relaciones interindividuales, por un lado, y de las la honesliclacl: puede incluso ser ambiguo y conflictivo, cruel
relaciones ele los individuos y del conjunto que componen, por o sanguinario, poco importa, basta que sea. El hecho de que
otro. Precisamenl e de esta antinomia nace lo que Durkheirn -y esto sobrepasa los elementos menores del "maquiavelis­
llamaba "la ideación colectiva" que, tal como puede observarse mo" que permiten Lornarlo siempre en su peor parte- este
empíricamente, C'S a la vez conflictiva ( lleva. los gérmenes de su intercambio sea incesante, constituye y fortifica la virtu (que
propia muerte') y sin embargo perclurante (se mantiene pese a puede designar la virtud, e l coraje, la fuerza, lo que debe ser,
los obstáculos). Y C'st·a ambivalencia, esta pluralidad que exis­ etc.), que es a la vez el atributo supremo de un individuo o
tP a nivC'l ele las representaciones, también l a observamos a de un conjunto social. A este punto llega la confluencia entre
nivc·l dC' lo que fu0 concebido para ser coadyuvante: el Estado, las v'i'r lules individ uales y colectivas, y no necesariamente a
las insliluciom's múltiples, que son a la vez mortíferos (por el un Estado fuerte, corno parecen indicar ciertos comentado-
1 32 E NSAYOS SOBRE LA VIOLENCIA BANAL Y F U N DADORA D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A 1 :3:3

res 1 5 1 : esta concepción n o tiene nada que ver con la situación la acentuación de los lazos de soliclariclacl. Es cierto que esta
histórica de las ciudades· italianas ni con el escepticismo del realidad comunitaria constituye el aspecto original de toda es­
humanismo florentino. Se trata más bien de una unión orgáni­ tructuración social. Y si bien, en la tradición occidental, como
ca que permita y favorezca el desarrollo más libre posible de resultado del proceso de racionalización, este sustrato de "cul­
los individuos en el interior de una socialidad ligera y durable, turas legítimas" se orienta hacia una "civilización legal " "''1, po­
que permita vivir el bienestar del tiempo que pasa. Creemos demos también reconocer aquí y allá, corno hemos sañalado
que esta concepción de la socialidad en Maquivelo, que aquí reiteradas veces, huellas, remanencias ele un orden arquetípi­
sólo hemos esbozado, se une al "consenso intuitivo", que sólo co fundado en una estrecha organicidad del individuo Y de lo
permite pensar al individuo de Lm modo social, y que impide, social basada en la trascendencia de estos últimos. Y con el
corno contrapartida, el totalitarismo de un conjunto que olvida f
inal del Renacimiento que se anuncia, con el agotamiento ele la
o niega a quienes lo constituyen. Horkheimer, nuevamente, en­ ideología prometeica, podemos vislumbrar múltiples indicios
f
rentado a un determinado tipo de totalitarismo, supo describir de un retorno del sistema comunitario.
muy bien esta situación: incluso si a menudo su herencia hege­ Ya con Hitler y Mussolini, hemos podido observar el retor­
liana o su arraigamiento en el Ai�fkldrwng lo l levan hacia una no lleno de fuerza del carácter carísmatico de lo social, del so­
valorización de la objetividad, o de la negatividad po1tadora del berano y del pueblo (rex· el populus). "' 1 Esta soberanía adqui­
orden futuro, observó muy bien que "la conservación de sí sólo rió las formas perversas que ya conocemos (aunque su éxito
puede ser realizada en un orden supraindividual, es decir por merecería un nuevo análisis que escape a los esquematismos
medio de la solidaridad social""'�. Esta solidaridad orgánica in­ catequísticos), pero al mismo tiempo traducía un dinamismo
tegra todos los elementos del hecho social, y hace que una co­ social que intentaba p e nsar y vivir en la violencia, y a veces en
munidad rica en peripecias y en potenciaJidacles, en corú1ictos la sinrazón, toda la fuerza de la cornmüdad y la exaltación indi­
dinámicos y en armonías reguladoras, no acabe en una socie­ vidual que resultaba de ello. En los ritos, las emociones colec­
dad anónima donde la securización o el confort se paguen con tivas, las celebraciones de la patria, ele la Lierra, se expresaba
una asepsia generalizada de la existencia. toda una voluntad de existir. El querer vivir social y la voluntad
Dicha concepción, que ha sido formalizada por Tonnies o, de poder buscaban confusamente sus figuraciones, buscaban
más recientemente, a paitir del principio de jerarquía, por L. mistocráticamente su "expresión ele sí" en formas por cierto
Dumont en su ensayo sobre el sistema de castas, se basa en miméticas y ciegas, pero que así y todo buscaban afrontar co­
el "carácter carismático" del lazo social; se relaciona estre­ lectivamente el destino. Es interesante observar por otra parte
chamente, corno observa con mucha precisión G. Durand, con que est � interiorización de la comunidad, esta colectivización
la sociopolítica islámica y se clefme fundamentalmente por

'"' G. ÜUIV\ND, Scúmce de l'hom111e e/. 'f'rwl:i.t.i.011, CJ/ l, l'il . . p. 1 1 � y ss. cr. ta1nliit'11 la
"'' i\si, por ejc111plo, M. l lo111<11E1i1rn, Les r 'h11ls ¡/(' tu ¡J/1 i/oso ,/ ,. /lli?l l '!Jl'Oise de bibliografía que aquí se brinda, p. 1 3 1 .

/'!1isloi/'I', 071. 1·i1. . p. 25. "' ' Rerniti111os aquí al buen análisis ele .J. Mo�¡o.1-:110'1'. Sod11/11y i < · 1/1' /11 n ·t>1J/ 1 1 / l u 1 1 .

'''' M. Ho11K11E1�1¡.;H, ¡:,'c/.i.pse rlu /·1 ./ 1/, () 11., j). 182. Fayarcl, 1968. p . 523, " l a Déniocratie incarnée'".
l :3-1 E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N O A O O R A
OINÁMICA D E LA VIOLENCIA 135

del destino, s e manifestó e n esLa época dentro del viejo mundo toria, en la constitución d e la comunidad.1r'5 E l jefe guayakí del
arquetípico ele la fiesl a, del delirio y del Lrance colectivo, del que habla P. Clastres, ese jefe que, con su discurso que nadie es­
es1·allido riel yo en la intensa comunión de la efervescencia co­ cucha, estructura a diario la comunidad, muestra claramente la
mún. La rcafirmación de la mitología nacional, por más abstrac­ importancia del verbo en el lazo social. 15u Nadie escucha al jefe
ta y a fE'ctada que sr viera desde el exterior, supo sin embargo
guayakí cada vez que reitera la historia mítica ele la tribu, y sin
encontrar ceo en cada conciencia y permitió de este modo la
embargo ese verbo cstructurante resulta indispensable: su im­
exprt'sión de u n a p ro fu nda emoción colectiva. Dejando ele lado
portancia está dacia por su significante, no por su significado, o
el fondo de est(" fenómeno político, debemos constatar, a nivel
sea por lo que dice. El discurso corno tal, en tanto significante,
fcnoml'11ológico, quf' la vio l encia juega ele lleno su rol fundador
tiene una función Lrascendenle, sünbólica, que sobrepasa am­
o regenerador de la comunidad, que restablece en tocio su vi­
pliamente lo dicho. Un análisis de los discursos ele los tribunos
gor, al n ' dcd o r de cierLos polos mayores, la textura de la trama
-

populares, que ha sido realizado muy recientemenLe, muestra


social y de los lazos el e solidaridad. Por supuesto, como pasa a
con claridad que su éxiLo, incomprensible para muchos intelec­
rncnudo l'n las h istorias humanas, esta polarización comunita­
tuales, se sustenta menos en su programa, en la racionalidad
ria se fo1:jó en torno a ciertos elementos cuya pe1versidad, en
ele sus proposiciones que en su estilo, en el eco que saben en­
el senlido simple del término, resulta deplorable, en la medida
contrar en la emoción, los sueños, las frustraciones y las es­
que acarreó las acciones residuales que ya conocernos y que
peranzas ele sus auditorios. La retórica y la palabra ordinaria
engrosó l a ya irnpresionante lista de matanzas que encontra­
intervienen así de lleno corno cristalizadores sociales, porque
mos n'it·eradament·e en el curso de la historia y que cristalizan
resurnen efectivamente (y fuera ele todo contenido) la palabra
con regularidad lo reprimido o el excedente no expresado de lo
primordial, el verbo f'undador, la actividad comunicacional, y
irracional, de la parte oscura social.
todas estas cosas son las que i n auguran lo social, es decir las
En este sentido, por no comprender la eficacia social de
que permiten al hombre existir. Frente a un conformismo in­
la er n oc ió n agitada por el nacionalsocialismo, Horkheimer, a
nuestro enLenclcr, no da en el foco del problema, lo que relati­ telectual que continúa reivindicando el monopolio de la pala­

viza su crítica. Por supuesto, en este caso particular, no resulta bra, haciendo de él un espacio cerrado y autónomo, la acción

fácil echárselo en cara: su condición de judío e intelectual ha­ del tribuno popular recuerda oportunamente que la palabra,

cía de él un blanco privilegiado del régimen. Pero es cierto que porque es factor ele unidad, resume tocias las potencialidades

al t e r H r corno postulado un "pensamiento crítico" que, siendo


'
sociales -a un mismo tiempo la emoción, la racionalización,

lógico con el Au:fl.:ldrn ng, tiene como referente absoluto al in­ el mito, l a esperanza, etc.- y brinda así testimonio ele la plura­
dividuo en relación con otros individuos o grupos, le resultaba lidad constitutiva ele toda forma social.
difícil comprrnclC'r la eficacia del mito populista de los nazis y Esta rápida divagación sobre un ejemplo parcial, y en mu-
ver a l l í ot ra cosa que no fuera una " ilusión ele armonía" o un
"nosotros retórico". Su racionalismo sin fisuras no puede com­
Cf. �l. l lo1<KllEL\t1·:11, '/'/11;01'i1' /1·111lilio111ll'lle el Thr'ui·il' n'il i1¡111', 11¡1.
ir.•,
ni., p. ·I:!, 7!J.
prender la importancia socia l ele la retórica, ele la palabra ora- ""' cr. P. Cl.·l�THl·:s, /.u Srir-i1>/il ('(1/1//"(' /"l�'IOI, OJ). ril.

_______________________ _;.:.
� ic.:::.
_ .. ____ _____ ____ _ _
l36 E N SAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A DO R A DI NÁMICA D E L A VIOLENCIA 137

chos aspectos alterado p o r l a soberanía social, tiene p o r fun­ l a forma d e violencia más extrema, cualquiera sea su objeto:
ción recordar que siempre y renovadamente se busca la fuerza el enemigo, el otro, un objeto inanimado o uno mismo, y en
de lo colectivo, incluso en las dinámicas histó1icas que tien­ este ejemplo, queda bien claro que esta violencia extrema, así
den a negarlo. Si decimos "siempre y renovaclamente" es por­ como la violencia de la guerra, la violencia ele la danza o la del
que nos parece que las formas paroxísticas que la historia nos mito orgíaco, sólo puede ser vivida socialmente. Pero desde
muestra, las formas serenas que el etnólogo pone al día o los el momento en que se l a admite, en que se la reconoce como
ensayos puntuales y a veces irrisorios de los que nos habla la posible, entra en una moderación, una adaptación que la prote­
actualidad, todo esto expresa a su modo l a eterna demanda de ge contra sí misma: la muerte aceptada y vivida colectivamen­
inserción del individuo en la comunidad, que es ele hecho la te no es sino una forma particular ele la protección contra la
expresión del miedo esencial frente a la soledad y frente al en­ angustia que se espera de lo colectivo. Es por supuesto muy
torno siempre inquietante. La agregación social es el indicio ele difícil comprender semejante manera de vivir hasLa el límite lo
una angustia que sólo puede ser vivida colectivamente. Esta so­ colectivo. Es porque, corno constata L. Dumont, hemos reem­
cialización de la angustia remite a la puesta en común de todo plazado en lo esencial "la referencia al tocio por la referencia a
lo que inquieta a un individuo, esencialmente l a relación con la lo simple, a lo independiente, a lo que se basta a sí mismo, es
vida, la muerte y el sexo. Esta socialización es tan fuerte que decir al individuo o a l a sustancia" 1'iS. Así, en función de esto,
en las ciudades griegas aquel que quería suicidarse tenía que y del mismo modo en que el sexo se convirtió, o en objeto de
pedir permiso a l a colectividad, si era necesario, exponiendo ciencia, o en privilegio ele alcoba, la muerte se convirtió, o en
los motivos ele su resolución: "Que aquel que ya no quiera vivir objeto tabú, o en objeto ele un discurso académico y de tesis
exponga sus razones al Senado y, una vez otorgado el permiso, universitarias. En efecto nos encontrarnos c l aramente enfren­
que se quite la vicia. Si la existencia te resulta odiosa, muere; si tados a la pérdida ele valores supremos o al menos al fmal ele
te ves agobiado por la fortuna, bébete la cicuta. Si estás aba­ su función ele cristalización social, y ello, como rnuy bien lo
tido por el dolor, abandona la vida. Que e l desdichado cuen­ ha señalado M. Weber, como consecuencia ele la intelectualiza­
te su infortunio, que el magislrado le otorgue el remedio, y su ción y del correlativo desencantamiento del mundo. Esto es lo
miseria tenninará"1''7. Encontramos la misma ley en Ceas, en que hace que la vicia social, unillcacla en la abstracción ele una
Marsella, la colonia griega, y en diversas ciudades ele Grecia, entidad superior (Estado, producción, consumo, etc.), haya ele
etc. Lo que importa ele estos ejemplos es que aquí se manifiesta hecho estallado en pequeños grupos rest ringidos, que son una
hasta el punto más extremo la fuerza ele la circulación de la manera de vivir el individualismo. Es lo que hace que encon­
palabra; el individuo vive hasta el lírnit e la puesta en común ele tremos "únicamente en los pequeños círculos comunitarios,
su angustia; se trata justamente del enfrentamiento colectivo en el contacto de hombres con hombres, en p'ianissinw, algo
con el destino del que h -rnos hablado. La muer \ se s<.. "', es que podría corresponder al pneicrna profético que abrasaba en

' 7 r:itadn por E . 1)1·1(�111·:1�.1. /,1• S111i 'irlr', 0¡1 1·11., p . :)74.
[ !>. S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A
D I N Á M I C A DE LA V I O L E N C I A 1 :l �J

olros tiempos las graneles c01mmidades y las fundía coajun­ espiritual"wº. De modo que ahora el individuo deberá aJronLar
Larncnle" 1:·!1. Pero la inlensidad de eslas relaciones persona a en soledad las necesidades de lo desconocido, las nuevas for­
persona no calma de hecho la irremediable soledad propia del mas de lo divino, las obligaciones d e lo social. Las contradic­
mundo contemporáneo. Las nociones de independencia y de ciones y los antagonismos constitutivos de lo dado mundano,
libt'rlad, ele igualitarisrno e individualismo, con los valores que que eran moduladas por el politeísmo antiguo y primitivo (que
ésLas representan, no safistacen el oscuro y arcaico deseo de encontrarnos en el culto de los santos de la Edad Media), ya no
comunión que promovía las monumentales realizaciones arqui­ se viven colectivamente. Así la angustia se vuelve derelicción.
LC'cLónicas que, desde los templos antiguos hasta las catedrales Enfrentado a asumir su abstracta libertad, es decir enfrentado a
mC'diC'vales, sin olvidar los palacios de los grandes o los teatros asumir la perfección, la completud con medios que no lo son, el
de Jos pueblos, dan t·eslimon io del grandioso dinamismo de la
individuo queda desgarrado, y la falta esencial que se apoyaba
creación colecLiva. Es este mismo deseo de comunión el que
sobre la falla del otro ya no se atenúa y devuelve al hombre la
permite comprenckr esos impulsos comunitarios que, desde la
conciencia desgarradora de su atomización fundarnental. Así,
cruzada en países bárbaros a la errancia loca pasando por la
entrarnos en contaclo con esa masa solitaria, con esa gregaria
flebrC' de la revuelta y el levantanliento contra la arbitra1iedad
soledad que se vive, o bien bajo el modo de la indiferenciación
que ya no recuerda sus deberes, indican que hay una fuerza y
absoluta, o bien bajo el de una agresividad sanguinaria que ma­
una eficacia ele "el eslar jtmtos" que surge ritualmente y funda
nifiesta de una manera pe1vcrsa, pero explicable, el retorno de
de nuevo l a legitimidad social. En su lugar, vernos surgir pro­
lo reprimido. Así, a partir de la pérdida de la solidaridad esen­
gresivanwnle en el pensamiento y la práctica de la civilización
cial, del consenso inluitivo, el individuo emerge como tal, y la
occickntal, fiel en esto a sus premisas grecocristianas, la figura
muerte, que es la forma extrema de la crueldad del destino,
ctrl individuo o, más exactamente, el concepto de individuo,
ahora es enfrentada en soledad. Mientras que, como vimos an­
dd que encontran1os una buena fornrnlación en Leibniz y que
tes la muerte vivida colectivamente era Lm elemento orgánico
'

es ese nudo metafórico ele fuerzas, concentrado en sí, bien de­


ele la vida ele la especie, en el orden de l a soledad, adquiere
limitado del resto del mundo, esa mónada que, por la acción
ese aspecto implacable y mucho más angustiante en la medi­
ele un Dios único, no Liene otro fundamento más que sí misma,
da que es conferida a una colectividad abstracta a la vez ete1�
mónada solitaria por construcción. Y es esta categoría la que
na y extrai'la. Es por ello que "Han1let, a quien a menudo se l o
la burguesía opone como un anna de choque a la Edad Media
denomina el primer individuo verdaderamente moderno, es l a
q11r se termina y a lo que ella representaba todavía de colectivo.
encarnación ele l a idea de individualidad, precisamente porque
La culminación es ese individuo que ya no es comprendido en •
teme la irrevocabilidad de la muerte, el terror del abisrno" 161
"su imbricación estrecha con la sociedad y la naturaleza" sino
Esta muerte aislada cobra sentido y lógica conclusión en lo que
que ha sido "el0vaclo abstractarnente al rango de ser puran1ente

'''" i\I HonK11m11m, '/'/((jorie 1mrlitio1melle et 1'l1r!urie r:rilil¡111', op_ c:il., p . 25�l. �5·1.
. ·· �l. \\'r:n1-:11• /,1• Sul'(l11/ 1•1 1!· /'n/11 i1¡1w, trad. franc. . J. Freund. Pion. 1959, p. lOG. "" M. Ho1<K11rn11m, J!:clipsu rle la m.i.so'/I, op. cil., p. 145.
140 E NSAYOS SOBRE LA V I O L E N C I A BANAL y F U N O f\ O O R A
DINÁM ICA D E L A VIOLENCIA 141

Durkheirn llama e l suicidio egoísta y que n o es más que l a ex­


nos enfrentemos a las consecuencias más sanguinarias.
presión de la desestructuración simbólica: en efecto, la pulsión
Se sabe que el poder es tma estructura invariante de la orga­
ele destruir, ele destruirse, no ingresa en una economía más ge­
nización social, pero, desde el momento en que este poder deja
neral Y protectora, y ele este modo, no puede ir sino hasta el
de representarse en un ritual en que se lo limita de diversas ma­
límite de su expresión . 1G2
neras (a través de la pluralidad de p oderes, religioso, profano,
Vernos aquí c o n clariclacl que este mismo fenómeno de la el azar, las inclemencias, las catástrofes históricas que suscitan
muerte puede tomar dimensiones diametralmente opuestas un cambio de rey), en una palabra, a través ele un sistema en
según l a importancia y la eficacia del simbolismo en el que se que los diversos componentes se contrabalancean, desde que
inserta. Puede vivirse, en el mejor de los casos, dentro de un todo esto deja ele existir, el poder se torna una dominación ge­
proceso mítico que lo integra en la relación contradictoria! neralizada que sólo tiene ante sí individuos parcelados. Así, la
de la cosmogonía y la antropogonía; puede al contrario ser el libertad, reivindicación progresista del mundo burgués, reto­
acontecimiento singular y particulam1ente angustiante de un mada en la problemática revolucionaria, termina de hecho en
acabamiento total que viene a terminar tma vicia de soledad. su contrario. La autonomía es el camino más seguro hacia la
De allí que sea en las forrnas extremas donde mejor se valore la imposición m o rtífera más profunda. Nos encontramos en pre- .
textura y la solidez ele una trama social, que al tomar dimensión senda ele lo que se denomina "proceso de civilización", el cual
de cómo se las vive pueda apreciarse el más acá ele l.a vicia. No funciona sobre el esquema del progreso histórico, y así como
puede sorprender en consecuencia, dentro de una agregación tenemos sujetos aislados que "toman decisiones" aparente­
social fundada en la desestructuración simbólica, ver cómo do­ mente durante toda su vida y son de hecho sometidos al po­
mina a l a vez la securización más acabada y el tedio más pro­ der absoluto ele los aparatos, encontramos sujetos h'is/,óricos
fundo, lo que acarrea una vicia totalmente esterilizada en tocios abstractos que son la caricatura ele la solidaridad comunitaria.
los sentidos del término, una vicia que exorciza todo lo que re­ La burguesía en la tradición de las luces o el proletariado para
mite a l a destrucción y a la muerte y que, al mismo tiempo, pue­ el socialismo son entidades abstractas que prentenden repre­
de permitir las matanzas más primitivas y sanguimuias. Unir el sentar la avanzada de una hurnaniclacl en vías de un bienestar,
k1,{fkldrung con los campos de concentración, el humanismo pero que de hecho permiten la realización de tocias las miserias

con las masacres mundiales no es expresión ele un ata.jo ocioso particulares. Porque si existe jurídicamente Llll proletariado,

Y falaz, es de hecho la culminación lógica ele un proceso ele sujeto histórico, cargado de todas las esperanzas de un mw1-

desestructuración simbólica que deja al individuo aislado cara do por venir, aparecerán "gerentes" ele esta entidad encargados

a cara con un aparato todopoderoso, ambos dominados cada de traducir, explicitar y de ser necesario imponer cuáles son

cual a su nivel por una tendencia paranoica; sin la regulación sus esperanzas. El revolucionario profesional, el apparnlcl1:U,:,

que representa el mecanismo de la socialidacl, es inevitable que que asume el lugar del gran inquisidor, obra por la felicidad del
Hombre, lo que le permite aplastar al hombre particular com­
p letamente aislado en una masa anónima. Este mecanismo ele
, ..., I·:. IJ1111�111:111, /,e ,\11 ú·1<ir'. 11¡1. ci l . , p. 1 7
las atomizaciones subsumidas por los aparatos, que son los pa-
1-U E N S A Y O S S O B R E L /I V I O L E N C I A B A N A L Y F U N O ll O O R A
OINAMICA D E LA VIOLENCIA

sajes obligados de la unificación y que forman de este modo una Es por esto que nos parece erróneo asimilar, como l o hace
comunidad abstracta, un pseudocolectivo, fue con frecuencia \1. Mathieu en un libro que por otra parte nos resulta pertinen-
descripto, en particular por la sociología de las organizaciones. te y preciso, lo colectivo con el "Todo"1Ü(i. De hecho hay que
En efecto, ya sc�a en su trabajo, en su habitación o durante el sefi.alar, como ya lo hemos hecho167, que no debe confundirse
ocio, ya sea a través del sindicato, del partido, de la asociación la forma revolución con las fuerzas que en parte pueden inves­
cult.ural o e l e otras agrupaciones burocratizadas que se repar­ tirse con ella. En efecto, hay en ese núcleo "caliente" que es la
ten Ja vida social, siempre es la división lo que predomina y lo revuelta una cristalización de la pulsión colectiva, pero ésta es
que permite ese "fantasma pirarniclal"w3 que es l a negación total luego rechazada en el realismo que representa la culminación
del poder o de la soberanía social. política de la revolución. Conviene establecer una d icotornía
Así como con la burguesía y la proclamación ele la libertad entre lo que la revolución vehicula corno esperanza, con el di­
Y la igualdad de la revolución de 1789 el individuo libre pero namismo inherente a ella, y su función utilitaria en el progresis­
aislado rra ab a nd on a do en la jungla ele w1 capitalismo naciente mo occidental. Es cieno que, e n el marco de este progresismo,
que utilizaba esa libertad formal para fortalecerse y extender­ las revoluciones burguesas que conocemos ( 1789, 1848, 19 17)
se, el proceso de autonomización libra al individuo cada vez permitieron a la vez una mayor circulación de las élites, un re­
más " liberado" al poder absoluto de las organizaciones que forzamiento del individualismo y, sobre esta base, el estableci­
son, se sabe, una de las formas del control social extendido miento progresivo de una burocracia totalitaria que funcionaba
al conjunto de la vida col idiana. H;.i Bajo la égida del consumo, sobre el fantasma de la unidad. En este sentido, podemos decir
dr la securización absoluta, ele la ('elicidad planificada, lo que que el totalitarismo (bajo formas más o menos pronunciadas)
q u ed a ba dr solidaridad, de consenso intuitivo en el mundo ru­ que sirve a menudo de conclusión a l a revolución no es más
ral, en la vida pueblerina o en los barrios de las graneles ciuda­ que el endurccimienLo del impulso colectivo, o incluso este
1'
d es 1 1 ' t irnde H t'C' C l u < " i rsc y a desaparecer. La uniformización de impulso colectivo vaciado de su vi1·tu. Existe en l a violencia
la vest imcnl a, de la act it.ucl festiva, de la prácLica culinaria, de colecliva esa preocupación por la fundación, por la regenera­
la ocupación del l iempo fuera del trabajo, en una palabra de la ción, esa búsqueda del caos primordial que encontramos en la
vida corricnt C', t iende a hacer de la existencia una sucesión de "mentalidad revolucionaria", pero, mientras que en Ja violencia
t iempos vados y homogéneos que resultan en consecuencia fá­ colecliva esta búsqueda se agota en su acto, siendo momentá­
ciles de d o m in n r canalizar, clasificar, para la inconmensurable
,
nea y conscienLe de que deberá volver a accionar ritualmente
alegrín dr un o rdr n i nmóv i l y mortífero. otras veces, en la revolución, esta búsqueda se integra en un
proyecto a largo plazo, se apoya en el eje de la racionalidad Y
. ' ('f y STnl'l/1•%1 . . U1u11111,11/11111 , 1 1 / / / 1 l ! l f/1 1 1 1 /.,(1//(JI/, O i. ('!/ . l. :> 1 .
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''" S\• PtH'dt• t·ot 1 s 1 1 l 1 ; i r <'I <"Sl 1 1 r l 1 0 n•;ilizaclo por A . l31ll'S'l'C IN, ( ; , �I lll'l'IN, ,J. ¡.' 1 1 1111.1, y,
''"' CI' V f\I 1T11t1T, /'/1 1• 1 1 0 1 1 1 1 ' 11C1fuyw di' l'l's¡11·il n;nri/ 1 1 1 10111111irl', Calina1111-L\•v
¡.>11!1111/11J11 1/1• /'111·/11111 'IH'1rt/1' 1 1 ( ,' 1 1 • 1 1 1 1/1/1', do(' i1 \'iC'JOS l i J , ( ; l'('llOhiC', J!)77.
l!J7·1, p. l fiO.
,.,., 1 : r PI a r 1 1 1 · 1 1 J o di' J·' l '1,:1.1.1:r11-:11. "t,h1;1r1 1t·r C'I C:n111 1 1 1 1 1 1 1 i C ' a l 1n11 soc-iah•", /;',,¡)(ll'l'S 1•1 11·' (;f, M . MN'F1·:so1.1, "l.t• l 'rol't'ss11s cl1• rt'l:lt1Tt'11t·c da11s h•s plié1101 11c1H's n"vo l t 1 1 i o 1 1 1 1 a i ­
.\'1 11'11'/r ' , 11'' 1 "" 1 ! J'ir1,
rt'S", c·n /.u V11i/1•111'1' /1J/11 / 1 1 1 1 1 1·1., 11¡1. 1·1 1 , p , 70 C f. 1\¡ n-1\� lo 1111Jril'r11 it1•:'
144 E N S A Y O S S O B R E L A V I O L E N C I A B l1 N A L Y F U N DADORA OINÁMICA DE LA VIOLENCIA l 45

del mito prorneteico, y sobre todo se efectúa para realizar de el futuro de un modo mítico, y es por otra parte lo que da tocia
una vez por todas la sociedad p e rfecta. Así, en función de un su intensidad a este colectivo. Esta estructuración precaria se
"deber-ser" la revolución se pretende "total", pretende realizar basa en la desigualdad y la jerarquía, pero las clesigualclades
la "totalidad" y tennina de hecho en el "totalitarismo". Hay, nos -y Jos estudios sobre el sistema de castas lo muestran clara­
parece, una diferencia entre la voluntad tetánica y paranoica mente- constituyen en el mej or ele los casos lo que podernos
ele realizar la felicidad del hombre creando la Unidad perfecta llamar "complernentariedacl" . 169 Lo que hace al consenso de una
y la pasión violenta de decir aquí y ahora el dinamisn10 de lo sociedad que perdura ecf. el ejemplo judío o el ejemplo hopi . . . )
trágico colectivo. es el hecho de mantener las contradicciones. Al contrario ele
Es cierto que lo que acabarnos de decir se asemeja en mu­ toda la tradición hegeliana, que tiene una numerosa descenden­
chos aspectos al modelo del funcionalismo que supo integrar cia, confesa u oculta, no se trata ele superar las contradiccio­
las luchas y conflictos en el funcionamiento global ele la vida nes, sino de mantenerlas, ele un modo dinámico, en su enfren­
social. De hecho, nos parece poco convincente oponer corno tamiento y su complementariedad. Lo propio ele la diferencia
dos unidades irreconciliables una "teoría de la integración" y es la integración de los antagonismos (G. Durand), es la actitud
una "teoría del c01úlicto". 1GS Y sin caer en una "teoría generali­ contradictoria! que se traduce en el politeísmo ele valores, cuya
zada" cuya función sería una taxonomía de las diferencias y de función esencial es neutralizar o relativizar a unos a través de
las regularidades, nos parece posible, en el marco de nuestra los otros.
reflexión sobre l a violencia, considerar el consenso -confiic­ Creernos que la perspectiva de la diferencia y de la preca­
tivarnente- dentro de la perspectiva antropológica de la dife­ riedad de las formas sociales permite escapar a los aspectos
rencia, pero reconociendo al mismo tieinpo que sólo se puede más marcados del funcionalismo que remitiría a una solidari­
comprender la diferencia en función del azar, en ausencia de dad mecánica, la ele una sociedad racionalizada donde tocio es
finalidad. En efecto, corno acabarnos de ver en relación con concebido en función de la noción ele utilidad, mientras que
la dicotomía entre violencia colectiva y revolución política, el la cornplernentariedad de las diferencias en el consenso pue­
conflicto, la diferencia, la heterogeneidad se agotan in aclit y de traducirse en una solidaridad orgánica, la de la comunidad.
no pueden ser finalizadas. En este sentido, el consenso intuiti­ En efecto, mientras que la primera se ftmcla en un atomismo
vo del que hablarnos más arriba, ya sea el consenso jerárquico natural que hace del conjunto tma adición de individuos, la se­
ele las sociedades tradicionales, ya sea el consenso profundo gunda, en una síntesis sui genmis, crea, en el sentido fuerte del
y poco aparente ele las sociedades contemporáneas, resulta ténnino, un grupo que actúa y piensa de una manera específica.
siempre precario y de poca confiabilidad. Sólo puede prevenir Es lo que permite decir a Durkheirn que "las representaciones
colectivas son exteriores a las conciencias individuales", Y esto

,,;, Gf. la buena pre�entación del problema que hact> Y. B..l nc1., /�(I f?.<J¡J1wl111·1 ir¡¡¡ so­ en tanto "no derivan de individuos tornados aisladamente, sino
r·iu/e. Anthropos. 1 97'.l, p. 208 >' ss. l'arn un r><:hozo ele crítica a la posición de Y. !3arel.
remiLi111os a nuestro articulo en M. M 1,-1·1·:sn1.• 1/yse de s.1¡s/(?1111· 1•1 f lif/á011cr· s "·io-
''" ¡•11 /'rr"11ri1r lo uil/f', A11tl1ropos. 1 , , • p '"" cr. L. ÜllMO:-JT, /lomo /1ie m rchic11s, o¡>. cil. . p. íX
14G E N S l\ V Q S S O B R E L I\ V I O L E N C l l\ BANAL Y F U N DADORA
D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A
147

ele su confluencia; lo cual es muy cliferente"17º. Esta concreción en sus prácticas y costumbres, e l clan Azerna, al apoyarse e n l a
que trasciende a los individuos p articulares no es el único lo­ institución del reciente consulado, profrancés y centralizador,
gro ele las representaciones: se encuentra también en la acción representará ese poder exterior que, en nombre de la norma
que finalmente excede, y con mucho, cada voluntad particular. común, permitirá la imposición de la regla general y el aplas­
La socialidacl, qu0 es un deseo de la violencia, no debe com­ tamiento de la diferencia.171 En el primer caso, el p oder, en un
prenderse de otro modo que como esa jerarquía movediza en mecanismo de interdependencia, queda limitado, englobado en
la que cada subjetividad puede comprenderse y puede actuar­ un conjw1to del que en cierta medida depende, queda incluso
se dentro ele un conjunto que la supera. Esta socialidad pue­ necrosado por ese conjunto que en cierta medida se ha vuelto
de pasar -y sucede con frecuencia- por formas violentas y ineficaz. En el segundo, estamos en presencia del germen que
poco conformes al progresismo, y ello sin embargo no implica está en el origen del poder moderno, poder que no es nuestra
que no se acerque toctavía más a una vida corriente y concre­ intención analizar aquí, pero que, es interesante c onstatar, a
ta, mientras que el "lcgalismo" de la sociedad se torna dema­ diferencia de la autoridad permite la desestructuración de lo
siado " a lienante", extrafio al conjunto social. Esta dicotomía, colectivo.
comunidad (socialidad)/sociedad (Genieinschajt/GeseUscha:fZ) En su acepción más amplia1 y según los ejemplos que hemos
se vuelve a encontrar en la división auto1idacl/poder; mientras dado, conviene comprender lo colectivo corno la sistematiza­

que la primera f"unciona sobre la clientela, sobre los lazos de ción de los individuos -a la manera de la teoría del Estado

parentezco y de sangre, et.e., el segundo es anónimo, centraliza­ de Hobbes. Si hacemos referencia a Ltno de sus comentadores
'

do e incorrnpt.iblc. Con la autoriclacl, que puede ser totalmente esta sistematización reposa en un orden, en una jerarquía en

cruel, es posible Lomar atajos, especular con favores ilícitos, la que, por un mecanismo de atracción y de repulsión, todos
con la ponckración y los casos particulares, mientras que con los aspectos tienen su importancia, a diferentes niveles, en el

el segundo estamos ante un universal que aplica, de derecho, movimiento global ele un organismo cualquiera (organización

la ley ele un modo idéntico para tocios. Si hacemos una breve corporal u organización social). Por nuestra parte, compren­

referencia histórica, podemos recordar con E . Leroy-Ladurie, a dernos este organicismo ele Lm modo metafórico, como lo que

propósito ele la herejía de los cátaros, el inicio de la oposición permite cliferencialmente sondear ele forma estrecha cada una

entre comunidad y sociedad. Lo que se señala con esto es la gé­ ele las partes entre sí. in Nos encontramos aquí con l a idea ele

nesis del Estado y ele la sociedad anónima. En efecto, mientras "sistema" desarrollada por L. Durnont respecto de las castas

que una parte cátara del pueblo se apoya en (o soporta a) la de la India, la cual explicita muy adecuadarnente, a través del

autoridad del clan Clergue que representa las estructuras tradi­ mecanismo de prestaciones y contraprestaciones, la solidez je­

cionales, que especula con el clientelismo, la parentela, etc., y rárquica de la interdependencia social. Lo que funda l a existen-

que a fin de cuentas deja a la población vivir su fe heterodoxa

"' 8. L1-:110Y-L\IJl'llll·:, 1\lu1111úllo11 . . . , 1111. cil., p. 4 Iü-418.


'" cr. M. Hu!(l(llEl)!f:H, Lus /)d/,111/s tle lo ¡;/1ilusu¡;hit' /Jo11.n¡11ise t/I' l '/1 isl uire, UJ). l"ÍI. •
,, 1·: . lk11i;111:1)1. S1 11 · 11 i /1 11¡ ir · r·/ / '/11/1N1Jil11e. l'llF, l!J(ií, p. 28. p. 5 4 y SS.
148 E N S A Y O S S O B R E L A V I O L E 'l C I A B A N A L Y F U N D A D O R A D I N Á M I C A D E LA V I O L E N C I A 1 -19

c i a simbólica que creemos e s la característica d e lo colectivo historia. De hecho, la agrupación humana, la superación de la
es el hecho de que la multitud ele estallidos, ele potencialicla­ atomización, es un proceso condicional que puede sorprender
cles que constituyen al individuo o a la comunidad pueda vivir­ muchísimo, y la desaparición de ciertas grandes civilizaciones,
se justamente en su pluralidad a través de un mecanismo ele que siguen siendo todavía hoy un enigma para los historiadores
cornplementariedad que resiste con energía la violencia de la (civilización minoica, maya . . . ), podría comprenderse no por el
unidad. Poder vivir lo plural colectivamente. De este modo G . efecto de una acción violenta exterior e cataclismo, invasión,
Sirnmel define l a existencia simbólica en el marco de la cultura etc.), sino por la falta d e una violencia interior que explique la
humanista. m disgregación, en e l sentido simple del término, de la potencia
Pero, corno acabamos ele sugerir con relación a Hobbes, social. No tiene mucho sentido emplear metáforas físicas, tan
esta movilización de todos los afectos que constituyen lo so­ evidente result a que un querer-vivir se cultiva, y sobre todo se
cial sólo puede comprenderse si se integra allí la acción. Al ejerce, incluso y paiticularrnente al int.��grar allí su contrario;
esbozar aqtú las grandes líneas ele Jo colectivo, pretendíamos si falta el primero, el que se impone es su contrario -con las

mostrar que éste se sitúa al término del proceso ele la violencia consabidas consecuencias.

o, m�1 s exactamente, que constituye la reivindicación esencial Es sencillo reconocer -basta partir de una observación

y siempre p resente ele esta última. En suma, lo colectivo no sensata- que todo se gasta, que todo pierde su intensidad ori­

es sino la concreción ele una violencia fundadora puesta en ginal; es lo que constatamos en el hecho social: lo que preside

acción siempre y renovaclamente, frente a todos los sopores la agrupación, la socialiclad, pierde su importancia, pierde su

mortíferos y anestesiantes. Puede decirse en efecto, retornan­ fuerza primordial. De este modo podemos decir que el exceso

do una expresión ele G. Balanclier a p ropósito de la clase, que que busca la intensidad permite el acceso a una forma renova­
da. Existe una relación entre la violencia originaria y rl orden
la socialidacl "no es solamente un ser-en-sí e objeto/representa­
de la coacción -otro modo de plai.1tear la relación oposicional
ción), sino también un ser-para-sí (voluntad). Sólo es grupo -
entre la antropogonía y la cosmogonía-, y esta relación resu­
es decir pra.ri:;is uni ficada- en ciertas circunstancias: en y por
me perfectamente la génesis y la perclurancia del hecho soc ial. .
la acción" 1Í·1. En e fecto, sólo en y por la acción -la cual puede
Creemos incluso que esta estructura contradictoria] es Lm ar­
ponerse en juego a nivel ele las pasiones o puede cristal izarse
quetipo infranqueable y que es difícil aplicar al hecho social
en los períodos d e efervescencia- un colectivo tiende a es­
una ley de entropía que viera "[aumentar] insensiblemente la
tructurarse. Así lo que llamamos colectivo es siempre precario,
cantidad de desorden inherente a los hechos sociales en toda
y siempre se Jo ve sometido al azar. No existen grupos, socie­
sociedád y [amenazarla] con una erosión lenta"1í\ lo que vuelve
dades, clases de derecho, no existen "st�etos históricos" que
a reinscribir la existencia en ese ilusorio rsquema lineal o pro-
sirvan ele referencia y que permitan determinar el sentido de la

m. J. J. WuNE:NBUHGEH, la Fele, leje11 1•1 lc s11cn;, 1111 1'11., p. 1 �- J·:11t·u111 ramos una iclt•a
"'' cr. ,J. 1 11\llEH�l.·IS, Prqfi/s ¡1!1i/11so¡i/1ir¡11es r•/ ¡1oli1iq11os, Gnllilllar<i, 197-1, p. 70. cercana en In noción ele «implo�ión., que inl rot!twt• . 1 . 1 l,1n •1rn . 1. 11a1, /,'/·,'/Jr'I 1!1•11 ,,¡,, •111:r1.
' " (;f. (i. l3,11.11ND1Ell, /\11 1/1.ro710-/ogir¡ues. 011. r·i/ . . p. J 57. Galilée, 1977.
1 50
151

grcsisla que, en nuestra oponión, pertenece a una .filosofía de la Capítulo segundo


historia muy tipificada y que conviene relativizar. De hecho, nos
parPCt', retomando ciertos aforismos estimulantes, que cuando
I l erácl i l o vC'Ía en el combate al "padre de todas las cosas" o
E L d i n a m i s m o d i o n i s i a co
cua1 1 c l o 8mp0doclcs afirmaba que dos principios rigen el mun­
do si0mpr0 y r0novaclanwnte, la amistad (phil'ia) y el conflicto
1. LA FORMA DIO�ISIACA,
( n eikos), no hélcían sino subrayar la relación antagónica de la
EXPlfüSIÓN DEL CUERPO COLECTIVO
que venimos hablando y cuyo paradigma cúlmine es la violen­
cia social. Ya sea de un modo paroxístico, de un modo lúdico o
de un modo totalmente cotidiano, nos vemos impulsados a una
explicación antitética de la existencia: se trata de comprender
el ord0t1 del mundo como la expresión de un eterno conflicto;
la violencia, quC' es su rC'sultado, y que podernos vincular a una
voluntad el(' poder, debe ser objeto de una perpetua negocia­
ción, ele be reingresar al juego social a riesgo de intervenir en lo Dentro de la pura lógica mística, el abandono ele lo indivi­

social bajo formas sanguinarias cuyo paroxismo y atrocidades dual implica el aumento ele la subjetividad. Al aceptar el vértigo

C'xhibcn las hist orias humanas. Al contrario, cuando la violen­ y la angustia de la muerte o ele la alte1idad, lo que ganarnos es

cia se asunw, mccliantC' el sacrificio, el ritual, el juego, la orgía, un "más-ser". Al integrarnos dentro de una globalidad orgáni­
la palabra, etc., participa ele un modo funcional en la restaura­ ca participamos de l a eternidad del mundo. Esta es a grandes
ción ele la armonía, en el desarrollo de lo colectivo. Vivir perió­ rasgos la disposición del marco formal de lo que yo llarno el
clicament.0 la clC'sl rucción, l a muerte y la crueldad, vivir la muer­ orgiasrno. Será conveniente apreciar ahora algunas de sus mo­
te de t ocios los días, afrontar con coraje el destino o, como dice dulaciones cotidianas. Por supuesto, no se trata ele analizar en
Heidegger, "lo inhabitual y lo incalculable", devuelve al gasto detalle las prácticas orgíacas contemporáneas e ése es el obje­
su lugar en el j uego arquetípico de la pérdida y el surgimiento, to de estudios puntuales que aún están por hacerse), sino más
C'S participar dr rsa r0nestesia inconsciente que pem1ite de un bien ele p l antear la "condición de posibilidad" de esos estudios.
modo simbólico C'I desa rrollo de l a perdurancia social. Si admitirnos que el exceso, la efervescencia, son constantes
antropológicas, si vemos en lo dionisiaco una figura arquetípica
propia ele toda socieclacl, resulta importante, si no delimitar, al
menos señalar sus configuraciones actuales. La prostitución sa­
grada, la orgía vulgar, el gasto sexual no deben ponerse bajo la
rúbrica de los "buenos viejos tiempos". A veces los sucesos clia­
rios o el "renombre" acucien para recordar su perclurancia, y la
fascinación que ejercen, se quiera o no, da testimonio de su efi-
l 52 ENSAYOS S O B R E LA V I O L E N C IA BANAL Y F U N DADORA EL DINAMISMO DIONISIACO 1 53

cacia. Así, w1a vez más eludiendo J a actitud normativa, debemos de La vida, está presente en la política, la economía, el conLrol
enfilamos serenamente tras el dinamismo dionisiaco. Debemos social. Lo encontramos especialmente desenmascarado en la
hacerlo, con tranquila seguridad. Si somos ciegos como el sabio banalidad cotidiana, en esa erótica del día a día que constituye
Penteo o demasiado reticentes como Cadmo o Tiresias, corre­ el irreprimible "querer vivir" coleclivo . 1
mos el riesgo de que nos devore el hecho desencadenado por la Hay un ir y venir constante entre e l arquetipo y el estereoti­
pasión colectiva o que nos abandonen en la orilla desierta. Lo po, es esto j ustamente lo que engendra "la espuma de los días".
que nos interesa, en definitiva, es la b analidad ele las prácticas
Tal vez haya que volver a darle sentido a la apmiencia de las co­
orgíacas. Recordémoslo, el señor del pueblo concedía su horno
sas. Toda una corriente puritana ha desacreditado sus diversas
a sus súbditos para uso personal ciertos días, el horno enton­
manifestaciones. Calvino, Housscau, herederos de la corrienLe
ces se volvía "banal''. Y sin embargo era un tiempo de la fiesta
"iconoclasta", negaron toda eficacia al mundo "imagina!'', e
colectiva, la fiesta del pan común. Así debernos entender el tér­
inmediatamente la moral procluctivista y su "testigo" revolucio­
mino "banalidad", fuera ele todo poder exterior, como aque llo
nario rechazaron o marginaron el simple d isfrute. Sin embargo
que funda y cimienta el placer ele estar juntos. Ahora que en­
el "espectáculo" está en el nivel sensual más alLo, es en cierto
Lrevemos la relatividad del orden económico o la de lo político,
modo el resumen técnico de las diversas potencialidades hu­
ahora que divisarnos los límites de un orden "social" corolario
manas. Cuando P. Klossowski quiere ciar cuenta del desorden y
del procluctivisrno rnaquínico, podemos apreciar nuevamente el
de la ambivalencia de las pasiones, hace en su ciclo de Roberle
alcance y la importancia ele Jo que podernos llamar, con Max
una puesta en escena barroca donde la vista, el olfaLo, el oído
Scheler, "la participación afectiva" (Das Mi lgefiih l). Previo a las
sirven ele base al sentido "genésico''. El decorado "pomp'ier"�
mani festaciones particulares de los sentimientos individuales
que suele montar a tal efecto funciona como un estuche para
o colectivos, la "participación afectiva" tiene un carácter eng­
lograr que su1ja de un mejor modo la sutileza ele los sentimien­
lobante que está hecho del entrecruzamiento ele las múltiples
tos y de las emociones eróticas. Podemos dar a esta ficción
y minúsculas pasiones que constituyen la socialiclacl. Lo que
novelesca todo su valor paradigmático. En efecto la exaltación
resulta más evidente es a menudo totalmente ignorado. La ten­
del espectáculo es a menudo corolario de la del cuerpo. Las
sión hacia los "trasmundos'', baj o sus diversas fornrns, hace ol­
grandiosas puestas en escena de las fiestas antiguas son causa
vidar demasiado rápido la riqueza y la fecundidad puntuales ele
y efecto del desenfreno orgíaco, señalan ele un modo paroxís­
las diversas situaciones de la vida corriente. La "profundidad" y
tico Ja preocupación por el parncer inherenLe a la socialiclad,
la "superficie" están siempre íntimamente ligadas, constituyen
preocupación que, frente a la precariedad de las cosas, acentúa
una "dualidad conjunta" imposible ele reducir. Es el fantasma
la importancia del presente.
escolástico el que establece distinciones (sustancia-accidente,
científico-ideológico, intraestructura-superestructura . . . ), el que
secciona la existencia, y 1 ' ida de este modo torta la efC' 'S­ ' Desarrollé esta cueslión en MA1··F�:s1 11.1 (M.). /,'<)111/111' "" """'.11-'"·' < 'p11/1·1/J111ir111 11
1 1 1 ;,qwioluyic•
1 de /'Ul'!Ji(! ( 1882), Le Livrl' dl' I '• '. l ' l!J I .
cencia de lo simbólico, e>. 'Sión · l rnisLcri le 1 ' ·onju1h. , m.
' Arte aradémic.;o que pese a emplear 1.t'c111< · as .141:-. Ll all's l'<''11l1a 11nwlias l'L'cc� 1abu
El afecto en su salva.je dil 1ctrnismr encarna en Lo •:> los a tos y vacío ele contenido (n. del 1.).
1 54 E N SAYOS S O B R E L A V I O L E N C I A B A N A L Y FUNDADORA E L D I NA M I S M O D I O N ISIACO 1 55

Comprendido así, el espectáculo es una reivindicación del sensual que se agota en su realización otra manera de expre­
"más-ser" colectivo. Éste es por naturaleza polimorfo y polifóni­ sar y ele vivir una situación intensa a través de su precariedad
co. A imag<:'n de las prncesiones, de los agrupamientos de todo misma? Hay una aventura banal que se vive día a día y que se
tipo, poco o 1T1al controlados, el espectáculo es una metáfora inviste en el presente. El "carpe diem", bajo diversas formas,
del estallido sensual. Tiene múltiples facetas que, en su debido tiene un profundo arraigamiento antropológico. Incluso, para
rnomento, atraen la mi rada, fuerzan la atención. El espectáculo el caso, "el entrecruzamiento del hecho y la idea" deja de ser
procesional como todavía podemos apreciarlo durante las fies­ una fórmula feliz para ocultar más bien una idea abstracta.3 Es
tas votivas del sur de Italia, en su desorden mismo, remite a la justamente esta mezcla lo que se intenta delimitar en las prác­
exalt ación riel cuerpo mientras que al mismo tiempo se venera
ticas cotidianas. Quizás esto sea justamente lo que asegura la
la santa contensión ele ese cuerpo. La celebración de un mártir
resistencia y la perdurancia de la socialidad; esa facultad de
santo, de una vi rgen casta, de un héroe ascético, pasa por una
vivir cuasiintencionalrnente situaciones cambiantes o monóto­
súplica dC'sordenacla de los sentidos. Los grandiosos fuegos ar­
nas y representaciones, mitos, ideologías. Como se ve, en dicha
tiAciales, la eflorescencia ele los colores, el derroche de flores,
perspectiva, Ja Historia humana, orientada y finalizada, deja lu­
el magnetismo de los olores, el ruido de los cantos y de los
crar a las historias humanas hechas de naderías y que, por repe-
b
clarnor0s, funciona corno un relicario de la macabra reliquia
tición, se asemejan al estilo poético, a la prosa, a la mitología.
venerada. Incluso, muchas veces, se l a viste y decora ostento­
Encontramos en esta perspectiva un querer-vivir pagano que
sanH'nl·.<:'. Un pueblo pobre en semejante espectáculo plantea
sirve de fundamento a la sabiduría popular. Se trata de una acti­
de este 1nodo su afirmación de la vida. Esta astucia popular
tud epicúrea que es otra manera de expresar lo que aquí llama­
muestra claramente la importancia del cuerpo en representa­
mos orgiasrno. "El culto del momento fue una sabiduría", dice
ción, ele la "superficie" del cuerpo que, dentro ele la sensualidad
Octavio Paz; ella ha permitido, sigue permitiendo, afrontar el
polimorfa, constituye su única riqueza. El cuerpo y su celebra­
destino, es decir vivir la muerte, la contradicción, la alteridad.
ción espectacular, en sus diversas manifestaciones culturales,
Siempre está lo trágico en la lógica del presente.
remiten a la antigua negociación entablada, cuasiintencional­
Una sociedad en la que por un tiempo dominan los adminjs­
rnente, con el tiempo que pasa. La acentuación de la apariencia,
traclores (el Penteo del mito o la tecnoestructura contemporá­
del parecer, nrnestra que la existencia no funciona (o funciona
nea: ¡retorno ele lo mismo!), una sociedad así deja para mañana
poco) sobro el p royecto, se agota más bien en su misma actua­
(o al menos está invitada a hacerlo) la búsqueda de disfrute. En
lización. El espectáculo no tiene otro sentido; a imagen ele los
fuegos artificiales, señala que los actos hun1ru1os se desvanecen tocios los niveles predomina la Economía, y parece un sacrilegio
en el momento mismo de sus estallidos más intensos. atreverse a emitir reservas respecto de esta deidad o de los ava­
De un modo tal vez algo pru·adójico para el lector atento, tmes del Progreso, del Productívismo, etc. Y sin embru·go esta
yo diría que esta espectacularidad en acto en la vida corriente legitimación tiene serías dificultades para ser admitida, o más
� st.á en estrecha relación con lo que podríamos llamar un "si-
1.uacionismo" popular. De hecho, ¿no es acaso el espectáculo 1 Cr. Gt:01(t;f: (P.), /,u /,0i et le p/1é11011dme, CllrisLian Bourgois, 1 !:l78. p. :J7.

"
'.,..
. -
1 5() ENSAYOS S O B R E LA V I O L E N C IA BANAL y FUNDADOR�
EL DINAMISMO DION ISIACO 15í

bien, si n o se l a impugna, se l a sigue muy poco. Al fantasma de


Una audaz exégesis d e las beatitudes evangélicas muestra que
la crisis o al de la catástrofe les cuesta acabar con la pulsión de éstas culminan en un tener, del mismo modo que Ja tradición al­
gasto. El consumo, por más fútil que sea, tal vez sólo sea la for­ química b usca encontrar el oro. Es cierto que la riqueza es la que
ma contemporánea revestida por el arquetipo de l a pérdida; la permite repartir, la que engendra la generosidad, la que fw1da el
preocupación por l a escisión de sí es quizás una nueva manera poder y la magnificencia. La hospitalidad, el lujo, el gasto sólo
de afrontar el problema crucial del tiempo que pasa. Sólo sobre pueden ser concebidos a partir del "tener", y, metafóricamente
este horizonte debe apreciarse l a temática del presente. No es hablando, puede decirse que este "tener" suscita la expansión
la convulsión tetánica de una actitud pue1il y desordenada, yo ele sí, es decir la relación con los otros, la alteridad. l lay pues en
prefiero ver aquí una fuerte y trágica seguridad, una rabia apaci­ el presente vivido y en su corolario, "el tener", una fuerza, en el
ble, surgidas de la conciencia del carácter ineluctable de la ne­ sentido estricto del tém1ino, una "vi1tud" que, al mismo tiempo,
cesidad. Frente al tiempo de la Historia, que funciona siempre ha surgido de la socialidad y la funda. La vida en expansión, en
sobre el aplazamiento del disfrute y por consiguiente sobre lo su propia generosidad, incluye el gasto, la destrucción, la muer­
que Max Weber llamaba el "deber-ser", el presente, tal como lo te, figuras de la alteridad.

esbozamos aquí, es un tiempo vivido; está hecho de alegría y de No hay que olvidar pues -muchos pensadores lo destacan

desamparo, reposa sobre la pasión y sobre sus diversas vicisitu­ con fuerza- que la comunicación no se funda únicamente en

des. Está así amasado con elementos mundanos, y eso es lo que la necesidad de la subsistencia material, surge a partir ele la

constituye su gravedad: está cargado con lo que hace a Ja vida necesidad de u n intercambio más vasto. Al lado de la circu­

de tocios los días. lación de bienes, está también la circulación de la palabra y

Es justamente esta. gravedad la que fw1da su riqueza. En efec­ la del sexo. Sin hacer de esto una nueva hipóstasis, podemos
recordar que el deseo también es un elemento de importancia
to, el presente vivido permite, como recomienda G . Durand, en­
en l a estructuración societal. La pasión y su arquitectónica,
tonar " e l himno y l a letanía del tener" contra "todos los pmitanis­
y lo que podemos llamar "orden imagina!", tienen una preg­
rnos, contra todas las ontologías . . . pauperistas de la existencia
nancia que es difícil e incluso inútil olvidar. " E l principio me­
o del ser". Si es cierto, en efecto, que el "pecado original" es "el
tafórico es el fundamento del lenguaje" (O. Paz), y el mundo
orgullo de ser", el hecho ele preservarse, de ingresar dentro ele
amoroso se construye ante todo sobre un sistema metafórico.
una visión económica (economista) de la existencia, es posible
E l l enguaje poético, ya sea en su modulación cotid iana, ya sea
por el contrario reconocer en la exuberancia del tener la huella
en su cristalización literaria, es un buen ejemplo ele esto, no
ele la salud colectiva, el signo del gasto, de la pérdida que paradó­
intenta delimitar, reducir eso mismo que nombra, lo deja en
jicamente funda el estar juntos. G. Durand precisa que "la ética
su indecisión, en su polifonía, en su polisemia. Así cada cual
del tener" silve de fundamento a la problemática del p luralismo:1
percibe, según las situaciones y las tonalidades afectivas que
le son propias, lo que puede o quiere percibir. Como se ve,
1 Ci'. SOi>J'(' l'Si l ' illl<Íiisis: 1)1·11\�ll (( i . ) . /•'i,r¡l l l '<'S l/IJ/lir¡111•s f'( 1•iSflf/('.' r/(' /0rf'lll'l"f'. Jlt'J'¡.( otra vez aquí se afirma el pluralismo expandido del mundo
lnl l'l'll;ll 1011al, 1 !J7!J, p. :27(i y SS.
imaginario. Me parece que los elementos de este m u m lo aquí
E N $ J\ Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y FUNDADORA
EL D I NA M I S M O D I O N I SIACO
l f'iD

esbozado (el presente, el espectáculo, l a situación) destacan


La "responsabilidad" que estas iglesias solicitan a sus creyentes
un resurgimiento de la sensualidad, de una nueva sexualidad. es indispensable para preparase para el "paraíso celeste" o para
·'NLH'va" no porque sea inédita, sino en tanto reinvestimien­
preparar los "mañanas que cantan". En el siglo pasado esta ca­
L o , reajuste de la ant igua gesta dionisiaca. Justamente a partir
nalización recibió el apoyo de la ciencia. A través de un análisis
ele aquí se precisa mi hipótesis: este resurgimiento -que los
del lenguaje psicológico, James Hillman muestra con claridad
hislmiadores por otra parte describen periódicamente en las
este proceso de sexualización del erotismo, es decir ese mo­
historias humanas- indica, a conlrarfo, la existencia de una
mento en que la carga mítica, imagina! del sexo, del eros, es
reserva oculta que asegura el mantenimiento del querer-vivir
evacuada en nombre de una aproximación rigurosa y científica.
cot0ct ivo. Hace algunos años ya, en un libro que acaba ele ser
Hablamos de la Sexualwissenschaft.6 Desde Herbart ( 1 8 16) o
t raducido al francés, D . L. Miller5, en referencia al politeísmo,
Esquirol (1817) hasta Freud a fin de siglo se instaló esta reduc­
hablaba de "agujeros negros" que, a imagen de lo que designa
ción de lo dionisiaco que hace del arte popular de l a conjuga­
bajo <'ste término la investigación científica, permitirían com­
ción una serie de categorías más o menos filosóficas que hay
prender para lo divino social el ciclo cósmico de la m uerte Y
que orientar, curar o hacer desaparecer. La postura peyorativa
del rcnacimienLo, de la pérdida y de la vida. Freud por su par­
de esta preocupación "científica" hace que las actitudes huma­
t e explica la libido a partir de una "rese1va narcisista" (el yo
nas, que se modulan según las situaciones y las figuras societa­
y el ello). Dejemos l a carga metafórica de estas expresiones,
les, ingresen dentro de la anormalidad. Lo que se integraba en
tornt'moslas corno indicios del desborde erótico o de la exu­
un equilibrio global y orgánico, lo que se admitía porque podía
berancia del amor fecundante que siempre y renovadamente,
ser mi actitud ele mañana o había sido mi actitud de ayer, l o
tanto en períodos de expansión como en situaciones depresi­
que e n definitiva era una expresión del p luralismo estructural
vas, aseguran la solidez del tejido societal. Su textura es más o
de lo colectivo, se vuelve "histeria", "angustia", "esquizofrenia",
menos grosera, el ent recruzamiento de hilos es más o menos
"neurastenia", sin contar todas las perversiones sexuales (la lis­
a.parcnl'e. Lo que importa, hablando vulgarmente, es constatar
ta sería demasiado larga) que marcan l a topología psicológica.
si "se la banca".
Todas las actitudes que se habían atribuido a los dioses o a los
Por supuesto, este sexo exuberante, causa y efecto de la
héroes para darles un estatuto simbólico, para protegerse de
pasión o ele lo imaginario, siernpre ha tenido que protegerse.
ellos en cierto rnodo, sin que sea sin embargo desconocido su
ConoC'crnos !'odas las advertencias de las iglesias instituidas;
lugar en la socialidad, son así designadas con el nombre infa­
cksdc el cristianismo oficial al bolchevismo revolucionario, hay
mante de unormalidacl. No es mi intención desarrollar aquí este
una larga lista ele purit anismos que predican un an1or orientado,
análisis, basta reconocer que dentro de dicho mecanismo se
un sexo util itario. El diferimiento del disfrute que prevalece en
instala la asepsia y el control social que pretenden, en nombre
todos C'Sl os casos es necesario para hacer olvidar el presenle.

•· \'11• haso aqu1 en PI análisis ele 1 111.1.)I·\/\


(J.), /,1• 111yll11• 111• la Jl.\IJt'fu11111/.11s1', li nagu
-. l ·r � lu.1.rn ( 1 l l. ) . /,, · ,\'t ¡¡11·1•u11 /'o/ 1¡1!11'is11w. !mago, 1 !l7U. p. 18. ( 1 977), p. J U;J y SS.
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1 60 E N S /\ Y O S S O B R E L A V I O L E N C I A B A N A L Y FU NDADORA
E L D I NA M I S M O D I O N I S IACO l(j l

del deber-ser, en nombre ele l a uniclimensionaliclacl1 refrenar la ciclad, resalta la pregnancia de lo sensual y lo imagina!. Así, el
exuberancia erótica ele la masa. pensan1iento crítico y analítico (Progreso, revolución . . . ), que
Tras hacer un balance de más de veinte afias de investiga­ funciona siempre sobre el futuro, se desmorona, o sólo juega
ción sobre el mito y el símbolo, tras analizar "el aparato simbó­ en segundo plano, para dejar lugar a un tiempo vivido, próximo
lico" y presentar ese "capital referencial" que constituyen los a la duración bergsoniana, que a través de la banalidad coti­
esquemas, Gilbert Durand declara que "el primer lenguaje, el diana y sin preocuparse por el mañana permite la expresión
verbo es expresión corporal"'. No tenemos ninguna intención armónica de todas las potencialidades corporales y afectivas.
de olvidarlo, de hecho conviene recordar con fuerza el carácter En este sentido, e l individuo y su hipóstasis abstracta ( cla­
principal d e la acción (el verbo es lo que marca la acción) en se, sociedad) deja de ser un sujeto histórico, sujeto de la histo­
la estructuración individual y colectiva. Esta acción conviene ria, para expresarse a través de una multiplicidad de historias,
comprenderla como una expansión, una expresión, un desplie­ para devenir "el h01no ludens". Esta observación un Lanto for­
gue, un desarrollo del cuerpo. Reconforta ver que el símbolo mal se verifica empíricamente con una obse1vación de la vida
se une a la materialidad, a la brutalidad de la materia. Y por mi de todos los días. Las calles de los barrios y de los pueblos
parte vería aquí la confluencia de los diversos sentidos de la no­ concretos se perciben a través de sus olores, de sus ruidos, a
ción de símbolo: a la vez lo que vuelve perceptible eso "imposi­ través d.e las deambulaciones, las repeticiones, los reconoci­
b l e de percibir", y ese signo ele reconocimiento (symbolon) que mientos cotidianos. Son las "pequefias cosas" de todos los días

une. Así la corporeidad del símbolo permite y funda lo que yo las que estructuran de cabo a rabo la congregación humana, e

denomino "socialidad " . Es cierto que este sefialarniento -que incluso l a fiesta, Ja efervescencia, no son, a fin de cuentas, sino

aquí sólo hacemos como una pista a explorar- puede permitir excrecencias que se integran orgánicamente en la textura ba­

comprender, a pesar de las diferentes canalizaciones a las que nal. Esta textura no está en absoluto orientada, encaminada;

dan lugar, por qué la expansión y la generosidad corporales por decirlo metafóricamente, su tiempo es más vertical que

resurjen siempre. Incluso la medicación psicologizante a la que horizontal. Una atención por lo m:inúsculo , que debe carac­
nos hemos referido no consigue refrenar Ja virtud del cuerpo. terizar a una sociología de lo cotidiano, permite comprender

Su arraigamiento antropológico es demasiado profundo, y, ya que lo que se percibe en un corte vertical es el cuerpo en sus
diversas modulaciones, la sensualidad en acción que juega con
sea en forma cíclica, ya sea en forma de explosión, resurge
todo, que se burla de todo. El tiempo vivido es un espectáculo
periódicamente y su eficacia hasta ese momento latente se
en el que se vuelve a representar lo mismo. Este juego, no lo
hace manifiesta. Existe, profundamente anclado en la trama
olvidemos, puede ser trágico; es muchas veces molesto. Pero
societal, lo que, a falta de un término mejor, podernos llamar un
hay grandeza en la burla. Tal vez sea esto lo que constituya la
paganismo estructural que, ya sea bajo la forma violenta de la
nobleza ele la masa. Lo que observamos en la diacronía se ex­
revuelta, ya sea por el sesgo más irónico ele la astucia y la dupli-
presa también en la sincronía, y los historiadores de la cultura
muestran perfectamente el mecanismo de intensificación del
7 i)l 'llANIJ (li.). f·'i_(Jll l '<'.� lll// ( /1if/ l «'8 1 • 1·isO.lfl'S 1/r• / '1;'/llTI'. 11/1. ('!/ .. ¡ . :¿() presente, de acentuación de los valores corporales. A veces a
1 ()2 E N S A Y O S S O B R E L A V I O L E N C I A 0 1\ N A L V F U N D A D O R A
E L DINAMISMO D I O NISIACO 163

esto s e l o llama decadencia. texto poco conocido y sin embargo clásico del sociólogo G.
Es cierto quC' cacla fin de civilización ve, de un modo cíclico, Simmel, "Estudio sobre Venecia"9• Este análisis de una actuali­
cómo sus propios valores se vuelven objeto de comedia. De dad sorprendente opone Florencia a Venecia. En nombre de su
no ser por su progresismo inveterado, Marx habría podido for­ concepción vitalista del arte, el autor ve en Venecia una "ciu­
malizar este proceso y extraer de él las consecuencias que se dad artificial", teatral, una "ciudad simulacro", y toda su sutil
imponen. ¿,Pero debernos despreciar un proceso, en definitiva, descripción tiende a mostrar de qué modo Ja arquitectura da
t.ot alrnent·e natural? Sorokin mostró con claridad que la "satu­ cuenta de esta superficialidad decadente.
ra ción " de las formas culturales podía ser muy dinámica. "Dies Pero al mismo tiempo, ironía o trampa del discurso, uno no
n o /a l is", el día de la muerte, puede ser un día de renac!rniento. puede más que sentirse impresionado ante una especie de pro­
En la Venec i a p 0s t.i len l C' de.l a novela ele Thomas Mann, la i rri so ­ cedimiento oximorónico que da una sorprendente profundidad
ria risa del cantor ambulante en el parque del palacio anuncia a la superficialidad condenada. Tras "el aspecto risueño" de la
sin duda la muNtC', destaca sin duela la decadencia, pero ésta ciudad, encuentra una "sombría pasión", el decorado grandioso
no impidr la lwl lrza de pC'rdurar: Taclzio vive. que se observa remite a Ja "belleza mentirosa de la máscara"
.JC'<lll St.a robinski14 VC' a Giandornenico Ti epolo ( 1 727-1 805) (p. 1 12). Venecia tiene un "carácter quimérico" debido a que
como C'l "mit ógrafo" del fin de Venecia. ¿Y qué es lo que pin­ "la existencia se ha consmnido bajo su máscara" (p. 1 13). Y
taba s i n o la vida fami liar, hasta el sarcasmo y la caricatura? muy felizmente, Simrnel arriba a una hipótesis de duplicidad.
El mod0lo dr est· a burla es Pulcinella, cuya "ociosidad pueril" "Y esa vida misma . . . ¿no es acaso también una vida doble?"
n'cuerda In rr lat.i v id ac l ck la Historia y el traba.jo. Si Pulcin e l l a Por mi parte, veo en esta decadencia, en ese rechazo del prin­
es o m n i p rC'se n t 0 C'll la tC'atraliclad pat1icia es quizás para mar­ cipio de realidad, una ensordecedora belleza, una astucia fe­
car i r risorianlC'nLe e l fin rle un mundo; pero en oposición a lo cunda que es tal vez dañiña para los sentidos. La pasión está
que d ice St.a ro l > i ns k i , est .e l larnaclo al caos es al mismo tiempo siempre enmascarada porque es siempre doble, e l lobo no está
un llamado a la f i C's t a un l l amado a la infancia. El final de un
, sino con traje ele comedia, es precisamente la expresión de una
valor dominant P no es el final ele tocio, el fin del mundo no es existencia a la que Shopenhauer calificaba como "totalmente
el fin cid mundo. Cada conjunto civilizacional tiene su pequeña equívoca".
Pulcinclla quC' anuncia con frecuencia un nuevo reparto. Esta Fo nnosa Ditplex. La vicia a imagen de la belleza es siempre
vicia teat ral e ilusio1ia es esencialmente común, corriente, la an1bigua, y estas reflexiones sobre Venecia, en su brevedad,
burla marca la irrealidad cte ctetem1inado valor, pero permite a tienen corno único objetivo recordar que lo que, a imagen de

l
fin d0 cuC'nlas la percturancia, Ja máscara permite vivir oculto. esta ciudad, no pertenece ni a la tierra ni al agua expresa la

Venecia, por ot ra parte, muere constantemente. Pienso en un potencia del caos inicial. La equivocidacl ele los períodos ele

l1
decadencia que se expresa, el resto del tiernpo, en las "pequeñas

' ( : f. ST1m •1<1'l�l\I (. l . ) . J 18.11. /,¡•s E:111/1/c�111 1 's dr• lo Naiso11, l'CL F'lamrnarion, 1 979,
p. J !) .r SS. " S1i1rn:1. (G.), Alélcmves (fe l'liilosophie rélotfoist<?, Alean, HJ 1 2 , e. VI. p. 1 1() y ss.
j
t1
1 64 E NSAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N OADO�A 1 1 ()f)
�1
E L DINAMISMO D I O N I SIACO

11
ediab lemen te nece­
cosas" cotidianas, permite, m ás allá el e las justificaciones y claramente: tanto uno como otro son irrem
e much a de su gracia.
de las diversas "derivaciones", que emerja la importancia y la sarios. El exceso sin la nonnalidacl pierd
libertino trasnocha do
eficacia de una gestualiclad polimorfa, de una gestualidad sin ¿Quién no conoce en su entorno a algún
sa meno s que el es­
dirección, que puede dar l a impresión de ser desordenada, pero a quien la in.fide lidad en sí mism a le intere
trar a su amante nece­
que paradójicamente es e l referencial "secreto" que asegura tremecimiento que la rodea ? Pare encon
tador es que pued an
el mantenimiento ele la organiciclad societal. En suma, las sita montar un espec tácul o, neces ita espec
la perversidad hasta
funciones macroscópicas, por más útiles que sean, no deben advertir su falta. Inclu so algun os llevan

1
hacer olvidar que existe una multiplicidad de intercambios, r (indicios varios, car­
dar con el medi o ele inforn1ar a su muje
tristezas, atracciones, conjugaciones, que tienen también uiera ele nosot ros
tas anónimas) ele su relac ión culpa ble. Cualq
su importancia; l a existencia de un cuerpo, cualquiera sea, estas �mécd otas. Del
1 podrí a conta r perfectamente varias de
depende de eso también. En medicina, además de los grandes que el exces o aver­
mismo modo podríamos segui r dicien do
órganos, también debe cuidarse el estado general. Sólo una
güenza al mund o ele la nom1aliclacl. El vivido
� � '.
r, e l n ct� rnbL l o,
,
atención a lo gestual, a lo corporal, a lo sensual puede dar utible fasc111ac 1on
el "fiestero" o el Don Juan, ejercen una indisc
cuenta ele este estado general. ele una mora l muy
sobre aquellos mism os que son guardianes
La sociología positivista, fiel en ese sentido al siglo XIX que urero está rodt>a clo
estricta. En tocias las institu cione s el avent
la vio nacer, sólo se interesó por las grandes categorías de la cautiv ante. ¡Los sue­
de un aura ele escándalo que no deja de ser
vida social. Sin admitirlo además, sólo aceptó la figura lumi­
ños y las fantasías encue ntran en este avent
urero cercano n 1 �
nosa cle Apolo o la laboriosa ele Prometeo. Pero olvidó, lo que �
mund o de la cnnu­
cristalización de calida d! En definitiva, en el
ya anunciaba Nietzsche en esos tiempos, que existe antagonis­ Mesri ne, much os
nalidad, desde Robín Hood o Mancl rin hasta
mo en toda estructuración social, que el dilema siempre está ón de las masas;
son los bandi dos que hicier on vibrar el coraz
obrando. E l politeísmo de los valores o la guerra de los dioses, los ele una efer­
clespieitan en cada uno de nosotros los destel
cuya importancia Max Weber nos hizo advertir, están siempre domesticada del
vescencia que duerm e, pero que nunca ha siclo
a la orden del día. Lo que esta metáfora nos hace presente -y resuenan siem­
todo. Las voces del noma dismo y del carnívoro
que tan bien ilustra la llíada- es que esos dioses son ruido­ y satisfacerse
pre en alguna parte del hombr e. Aspirar a todo
sos, sensuales, crueles, excesivos, y altamente sexualizados. o rnezzo voce,
con nada es todavía una actitud que, con fuerza
En la globalidad del Panteón sólo se pueden conservar ciertos eim con el clasi­
sigue atormentando al cuerpo societal. Durkh
aspectos o ciertas cualidades. Más precisamente, corno en la
del inJinit o, que
cismo que le conocernos observa que "ese mal
epopeya homérica, el triunfo ele un dios es siempre pasajero y
re a menud o
la anornia lleva a todas partes con ella . . . aclqLúe
precario y, gracias a un misterioso equilibrio, el que fue derro­
ina, en el
una forma sexual" 'º· Es un hecho . Si la anornia determ
tado siempre vuelve a resurgir y a triunfar en algún momento.
vicia corrie nte,
sentid o fuerte del témün o, lo que constituye la
La sabiduría antigua puede así ser un modelo; lo que por con­
vención llamarnos "virtud" o "vicio" se integra en una arquitf'C­
tónica pluralista en la que c¡i cla cual tiene su lugar. Digánv .o "' Dt11¡K11E1�1 (E.), Le Suú:irle, PUF, 1()73, p. :JU4.
J (i(i E N S A Y O S S ü B R E L i\ V I O L E N C I A B A N A L Y FUNDADORA
EL D I N A M I S M O D I O N I S IAC O 1 67

sPrá C'n e l exc0so dionisiaco donde encuentre su expresión más Remito al libro ele Dulaure para una completa exposición de los
acabada. El ril"tlé:ll orgíaco en sus diversas representaciones mí­ diversos cultos que las emplean. Lo cierto es que a diferencia
loicas y poéticas así corno en sus modulaciones prácticas, sigue ele una ideología. genital y procluctivista que vemos culminar en
siendo una astuta rPspuesta aportada por la socialidad a la irre­ el mundo burgués y en el psicoanálisis del siglo pasado, el sím­
primible nPcesidacl de vivir h'ic et. nunc la pasión, es decir ele bolo fálico remite a una sexualidad extendida. El falo aparece
afrontar en el día a rlía lo trágico del destino. en tocio momento de la vida cotidiana, ingresa en la iniciación
progresiva ele los individuos, en su socialización. Forma par­
te del misterio dionisiaco que los ritos y los mitos colectivos
2. FIGURAS DEL EXCESO destilan, distribuyen, difunden. Corno ante algo amenazante,
violento, se negocia, se urden astucias. Dioniso es constructor­

Durkheim v0 en el totemismo la forma elemental de la reli­ destructor y hay que tener cuidado con olvidarlo. Esta pers­

gión. Tal vez sea así. En lo que al orgiasrno respecta puede de­ pectiva es la que permite evitar "la obsesión por la sexualidad"

cirse que E'l culto del ralo es un elemento ele base. J. A. Dulaure reducida al pene que vemos en nuestros días. E l eros fálico es

en su trabajo sobre las "divinidades generadoras" destaca la causa y efecto de una gran salud popular cuyas huellas encon­

importancia adherida a este signo generador. Este libro, publi­ trarnos en los amores pueblerinos o en las prácticas, no nor­

cado en 1 805, fm• presentado en su reedición ele 1905 corno ma.das pero cuidadosamente enmascara.d as, de la "centralidad
subterránea" y ele la que dan cuenta una serie de indicios. Así,
honest·o pero sin gran originalidad. En efecto, con paciencia y
el falo debe ser entendido como la expresión, como la figura
modestia, protagonista de la Revolución Francesa, hombre de
ele una salud popular que silenciosamente asegura el mante­
acción y de pensamiento, Dulaure muestra con erudición todas
nimiento societal. Para echar luz sobre nuestro asunto, puede
las divinidades europeas que con más o rnenos fuerza remiten
ser interesante destacar las superviviencias de l o dionisiaco
a la figura fálica. Las procesiones específicas que encontrarnos
en la Iglesia cristiana: la "simbología del pescado y el vino'',
regularmente clan rnuestra de un arquetipo, de un "residuo"
la ornamentación de los cálices católicos, la emblemática que
irreductible que se modula enseguida de diversas rnane ras. 1 1
remite al "orfeo báquico", todo eso en definitiva muestra que la
Precisemos sin embargo -se hace necesario dentro de u n cli­
imposición eclesiástica, por más constante que sea, no ha podi­
ma intelectual fnert ernente influido por el modelo psicoanalí­
do impedir la manifestación, la perdura.ncia., la excrecencia del
tico- que estP falo no puede ser reducido a lo que l lamarnos
viejo fondo pagano. Rastrear estos indicios, preguntarse sobre
sexualidad. No es t ampoco una imagen obscena, es el signo
los desvíos, puede permitir comprender la base sobre la que se

1
estético ele una agrupación colectiva.
erige el regular retorno de Dioniso. El falo en la Iglesia. Esto
Las represmtaciones de Eros priápico son muy antiguas.
merecería ele por sí un prolongado estudio. Un poco más mo­
destamente, nos conformaremos aquí con hacer algunas obser­

1
' ! J1 1..11·111-: (.l. 1\.). fJl's <1 1 1 , 1 1 1 111•s 111;111;mlril'f's, r'd. Mercme de rrance, Paris. 19Wi. vaciones que recorren el análisis de Eros místico y que sirven
I ' l í/ .\' SS . de punto de partida a desarrollos ulteriores sobre la unión cós-

,
,
í

1 68 E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A E l D I NAMISMO DION ISIACO 169

mica del orgiasmo y e l exceso banal d e todos los días. E l bau­ jóvenes devotas. l 2 También debemos recordar e l carnaval
tismo de las fiestas paganas por parte de la Iglesia cristiana en y su estética dionisiaca. Conocida es la importancia del
expansión es hoy algo admitido. Es cierto que los grandes mo­ carnaval en la vida litúrgica; sin embargo ese carnaval
mentos romanoceltas o galorrornanos fueron oficializados por que florece esencialmente en las c i u dades católicas (Niza,
el calendario litúrgico. Una religión no aparece jamás en un Venecia, Munich, Colonia) tiene, en su aspecto abigarrado
desierto, y le es imposible hacer "tabula rasa " de todo lo que y efervescente, numerosas figuras fálicas, más o menos
la preexiste. Es por ello que personajes religiosos, fantásticos, eufemizaclas según la época y la coacción de J os poderes. La
héro€:� s, divinidades, creencias diversas, son poco a poco cano­ abstinencia que tendrá lugar durante la cuaresma es ahora
nizadas, canalizadas, integradas, por la religión invasora. Este
transformada e n burla a través de la veneración d e imágenes
procedimiento sin embargo no marca la acción exclusiva de la
y de la práctica d e raptos, violaciones, licencias d e tocio t i p o .
autoridad dominante, muchas veces no hace más que ratificar
Le R o y Ladurie en e l El Carnaval de Ronians da cuenta ele
la presión de la base. En este asunto, como en muchos otros,
una corporación, "la alegre abadía ele MaugouverL" (Mal
es importante tener en cuenta la vo:r: popul'i. Eluclfrla puede im­
Gobierno), formada p o r jóvenes "machos" casados o no,
plicar en algún momento una desconexión respecto de Ja base
y que tiene a su cargo la dirección del Carnaval. Organiza
social, cargada de amenazas. Maquiavelo lo observó muy bien
festividades, bailes, bataholas, farsas, desfiles, etc. "Los
en el terreno político. Y las historias humanas están llenas de
roles de Maugouvert son cristianos, rnúltiples, dionisiacos".
dominaciones que en la cima de su poder aparente son barridas
Para hacer esto retiene u n diezmo d e los matrimonios.
de inmediato. Sencillarnente olvidaron arraigarse integrando a
Vemos claramente todo el siinbolisrno de la p ráctica. Hay
su estructura elementos, cualquiera sean, del pueblo o del país
que volver a comp rar, pagar el establecimiento conyugal, la
dominado. Baj o esta perspectiva sin duela conviene apreciar la
estabilidad, para financiar actividades de errancia sexual.
supervivencia ele p rincipios arquetípicos; éstos persisten bajo
Esta misma abadía continúa su actividad e l resto del año, en
diversos nombres en las múltiples civilizaciones, y al mismo
particular durante e l mes d e mayo, cuando tiene Jugar t o d a
tiempo, aseguran polos ele resistencia, recursos secretos a Jos
que el individuo y la sociedad acuden para extraer su fuerza. una serie d e manifestaciones amorosas. E n la organización

Una ele las expresiones de la vo.17 populi, o de la resisLencia social claramente reglamentada de la pequeña ciudad de

a la que acabarnos de referirnos, es la persistencia de los Romans, "Maugouvert se erige como un yo fálico " ':\. Es

"santos fálicos" en la Iglesia católica. Habría que multip licar cierto q u e estas instituciones q u e calcan el modelo religioso

anécdotas para señalar, bajo lo que ha convenido en para invertirlo, representan la parte oscura ele lo social, el

llamarse restos de superstición, todos los pequeños hechos reverso ele la n o rrnalidacl. Lo que Le Roy Laclurie describe

que remiten a esta dominancia, desde "ü santo membrn" de muy bien para Romans puede encontrarse en diversos

la ciudad de Trani, los falos d e cera ele los santos Cosrne


y Darnián, hasta los diversos s;1 1t< ...: del t error : r�u iu :, .,
" CI. St"!!UIJEHT (\V.), tms ('/ Nl'li[JiOll, Paris, 1 \1 , _ , p r;!)
y tocias las devociones que , rae1 1 fC'cuncliclacl o a 1 nor a . 1s '" Cf. L1·: Rm· LADrnm:, {,e Cnn111n11/ <le /�01111111s. (i;1lli111anl. I!J7!J. p :\�lí .1· ss
1 Í() f: N � l\ Y O S S O B R E LI\ V I O L E \I C I A B A N A L Y F U N D A D O R A
E l DINAMISMO DIONISIACO
171

lugares. L a fu nc ió n e l e M a ugouverL puede ser generalizada a


rante tres cuaresrnas"1·1 • Este tipo ele penitencia se encuentra
t.ocla comunidad.
frecuentemente, e indica así que hay una persistenc i a del sím­
F'ue siempre en forma de cofradías y comunidades ( y para
bolo priápico, incluso si se han perdido las razones que lajus­
la comunidad) que rl culto fálico se ha expresado, y todavía
tifican. La atracción por elfascinu?n continúa a través de las
en nuestros días en los consabidos carnavales este culto
épocas corno un hilo conductor que corre imperceptible pero
consNva su preponclerancia. La seria Colonia, impregnada
sólido en la textura ele tocios los días. Entre la reglamentación
totalmente de m oral productivista, no puede impedirse
sintomática del siglo VIII que acabamos ele citar y los amule­
d u ra n 1 r l a sPmana del carnaval cerrar sus tiendas y oficinas.
tos que todavía hoy penden del cuello de los italianos del sur,
La erranc i a y el revoloteo están ahora permitidos. Y hubo un
resultaría demasiado extenso delimitar las múltiples m odula­
Liempo no muy lejano en el que, a falla ele popularización de
ciones y figuraciones que adquiere el "santo miembro".
mét odos anticoncept ivos (a menos que sea el rumor público el
Sin pretender, ni poder agotar este aspecto, podemos recor­
que dé crédito a est a idea), había que prever nueve meses rnás
dar de todos modos algunas de las santas figuras que ha investi­
t.ardP una mayor art.ivi dacl en las maternidades de la ciudad.
do esta deidad, y que los folkloristas franceses han conseguido
fncluso recientemente, en Estrasburgo, cuya población es, se
ubicar. En Provenza y en Lion, Photin, Pothin, Fotin, F outin
sabe, laboriosa y b i e n pensante, un carnaval de vagos (Wakes
remi ten a San Príapo. En Provenza encontrarnos una particular
Fnssenncht) suscitó numerosos desmanes y la intervensión
veneración por San Foulin de Varailles. En Embrun por ejem­
e l e la fuerza p ú b l ica. Mcis a l l á de l o anecdótico lo cierto es
plo en 1 585, los "protestantes tomaron (la) ciudad, [y] encon­
que las manifestaciones fálicas corno el carnaval son siempre
traron entre las reliquias de la iglesia principal el falo de San
inquiet antes puesto que simbolizan la irrupción social. Pero
al mismo tiempo esta interrupción es generadora, es factor
Foulin" (D ulaure, p. 205). ¡Imaginemos el estupor e i ncluso los
argumentos que pudi eron esgrimir en contra ele esa prostituta
ele soc ial i c lac l, es esencia lmente divina.
ele Ja Iglesia romana! Y es cierto que en esta región, tanto corno
Si nos remitimos al trabajo de D ulaure, podernos ver de
en Poligny, Auxerre, Le Puy en Velay, este emblema atraía a
qué modo " Príapo recibió el nombre y el atuendo ele santo".
Por desplazamirnto, clfasc-inum, romano (también él herede­ las masas p opulares a ceremonias seguramente religiosas pero
que debían tener, conociendo la efervescencia de estas concen­
ro ele la tradición oriental) se convierte en el ''.fesne" francés.
Las mandrágoras, los d iferentes amuletos del folklore campe­ traciones, pmrnenores poco confesables.

sino remiten a ese viejo sustrato antropológico que es el falo. En Brest, tenernos a san G uignolé, o G uingalais, que viene

Precisamrnte ésl r servía de base a los juramentos más sagra­ también en ayuda ele los estériles, y las prácticas utilizadas a tal

dos, para asegurar así la solidez del conjunto social. El clero fin no tenían nada de milagroso. En Bourges, otro nombre que

crist iano muchas veces se ha inquietado por esta in.fluencia recibe Príapo es san Guirlochon, o san Greluchon. Más tarde

f"álica, muchos son los reglamentos eclesiásticos que precisan este nombre designa al hombre que está vinculado a una pros-

q11r "si alguien ha e!"ectuaclo encantanüentos u otras incanta­


c i orws en torno a l fascinum, hará penitencia a pan Y agua du- 11 CiHl(!O por Dl'l.,\llllE (J. A), /)1!S dioi11 itr;s wi111i1ntrirns, UJI. cit., p. 190.
1 72 E N SAYOS S O B R E L A V I O L E N C I A BANAL Y F U N DADORA El DINAMISMO DIONISIACO 1 7:3

tituta. Y ello e n el marco d e l a hierodulía, e n tanto mediador del bargo esta expresión del cuerpo resurge periódicamente. En lo
éxtasis que asegura una función social divina. Jamás se podrá que una cierta teología llama "la iglesia subterránea", la sensua­
hacer callar completamente la pulsión festiva que impulsa a lidad y e l cuerpo vuelven a encontrar su lugar. No se trata de
la gente a juntarse alrededor de un símbolo que encuentra su atribuirle a esto más importancia ele la que tiene. Tomémoslo
poder aglutinante en lo más profundo de Ja memoria colecti­ como huella de ese "hilo conductor" del que hemos hablado Y
va. Acostumbrada a las astucias, la memoria colectiva puede que jan1ás se quiebra aunque sea poco evidente. "La erotización
vestirse con atuendos y motivaciones muy diferentes. Pero de la liturgia" no es un fenómeno nuevo, es una experiencia co­
lo esencial no es eso. Más exactamente, a través de diversas lectiva de la que los griegos nos han dado un modelo acabado,
ostentaciones, y son numerosas, lo que importa es destacar el y que a través de la efervescencia y el ruido, del trance Y de la
deseo mítico ele comulgar con la alteridad que es el fundamen­ soledad colectiva reitera lo trágico mundano de la finitud. El
to últirno ele toda socialidacl. El "santo Membro" de la ciudad cuerpo que baila y descubre sus límites, p o r ende su libertad,
de Trani que paseaban el día de carnaval por las calles ele la el cuerpo que se erige en Ja fiesta colectiva es al mismo tiempo
ciudad, esa estatua ele madera que representa a Príapo, permite expresión ele la dignidad hwnana que se yergue pese a recono­
la cristalización del exceso sagrado. Ni ésta ni otra figuración cer, explícita o cuasiintencionalmente, esta finitud. La erección
fálica es lo que aquí se adora. Son más bien los vectores ele una del falo extrae tal vez de allí su poder de fascinación. Subraya
fuerza orgíaca que se materializa según las épocas bajo fonnas perfectamente el dinamismo y la virtud irreprimibles ele la so­
particulares que expresan la trascendencia inmanente del lazo cialiclad. El dios Príapo en su turgencia es sin eluda el súnbolo
colectivo. Dejando de lado las fiestas "profanas" que marcan de la perdurancia y ele la unión del individuo colectivo.
la vida banal, de las que habrá que volver a hablar, teologías
contemporáneas tanto católicas corno protestantes (Novak, H.
Cox, W. Birmingharn) redescubren la carga carnal y sensual ele
las ceremonias religiosas que la racionalización invasora había
borrado un poco. No se puede reducir al entretenimienlo, a la
simple distracción, las diversas manifestaciones ele la concre­
tud corporal. La danza por ejemplo, que fornrnba parte del ho­
menaje a los dioses, y que, dejada de lado, tiende a retornar su
lugar, la danza es justamente, tal como declara P. Valéry, "una
cosa seri a y, en cierto modo, incluso una cosa sagrada". Desde
luego que cuando la religión se vuelve institución (lo que es
inevitable a la espera ele una nueva efervescencia que precipite
Lodo), todo exceso ele expresión, todo desorden es juzgado in­
tempestivo. Y durante mucho tiempo, por ejemplo, los obispos
se opusieron a la práctica de la dmr 1 r ' n las iglesias. Sin . n-
1 75

Capítulo tercero

La m a s a : res i st e n c i a y s o c i a li d a d

"Cual arbusto al que sus raícPs


revitalizan y que presiona sus rama5
heridas contra su resistente tronco,
descendería luego rec ulando e11 el
mut
ismo . . . "
R. Citar, El actolesc&n/.e r1/Jofelewlo

Así corno observamos una fuerza social que se sitúa fuera de


la política, y que extrae su fuerza de las minúsculas actitudes
de la vida cotidiana, podernos decir que existe una resistencia
que funciona de un modo pasivo e indirecto, y que no deja por
ello de ser eficaz. Hay una pasividad que no se deja integrar
a ninguna controversia o acción política, y que pese a ello se
subvierte ante las imposiciones de los poderes. Creemos que
esta resistencia pasiva, este Lalón de Aquiles de lo social, es un
elemento de importancia de la socialidad. 1

La acep lac'ión de la v'ida

Se sabe que por oposición a la gran temática de la libera­


ción, inaugurada por la Revolución francesa y que encuentra

· l�I\ f.u C11111¡111;/e <111 Vi·1'.W'11I ( l !J7�1), cf. .'\¡11h /11 111ruli'1 ·11i11•,' y subn• 1odu <·11
L'0111/""' rle fJicW/JS(1s ( 1 982), p. 1:3, Ilota 1, lle ciado una cxplicaci<>1 1 dt• este co11cept.o de·
socialiclad: expresió11 tangible P irreprimible de la soliclarirlad de base o del '"psrar juntos'".
l 7G E N S i\ Y O S S O B R E L A V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D ll D O R A L A MASA: R ES I S T E N C I A Y SOC IALIOAD 1 77

s u expresión cúlnline e n las teorías sociales del siglo XIX, o


puesta en j aque no es en absoluto conscie nte. Sólo la acción
vuelve a tenerse en cuenta la potencia afirmativa ele una masa la voluntad se inscribe n en el campo de la concien cia. Se trata
indeterminada que no se inscribe en el sentido de la historia y más bien d e una "habilid ad incorpo rada", ele una cuasiint encio­
d0
subraya con fuerza la incoherencia o el azar como elementos nalidad de una salud social que capta muy bien la marcha
'

ele la estructuración social. Se trata pues ele una aceptación que la vida. Esta actitud nos hace recordar al chico en sus p r imeros
relativiza en el acto mismo esta existencia, pero que no rechaza años, con sus pasos caóticos e inseguros, p l agados de caídas
el disfrute, por más mínimo que sea, en pos ele un hipotético e incertidumbres, y cuyos obstáculos sin embargo supera glo­
maíiana paradisíaco. En este sentido "la aceptación" ele la que balmente para alcanzar la meta, a no ser que aparezca algún
hablarnos remite a lo trágico del presente donde encarna tocio requerimiento que lo impulse más lejos.
cteseo y donde se agota tocia potencialidad. Podemos efectuar una comparación con el andar social. La
Ello no quiere decir que esta "aceptación" no pueda ser la ubicación se desconoce y e l camino está mal señalizado, los
ocasión y el indicio ele una resistencia más grande, más solapa­ requerimientos son múltiples y todos imperiosos, pero, mal
d a también. Eso es lo que podemos tratar ele analizar. Frente a que bien, a intervalos sucesivos, en una serie de estancanúen­
la identificación impuesta que adquiere formas múltiples e im­ tos y saltos inexplicables, cada Lmo de estos requerimientos se
perativas -ser trabajador proletario, ser hornbre, estar abona­ cumple y eso es lo esencial. Nos queda ver c:órno se realiza este
do al gas, a la seguridad social, ser de izquierda, ele derecha-, andar o al menos cuáles son sus elementos distintivos.
puede existir Lm reconocimiento ele sí, que sea más ligero, más
expandido, forzosamente contradictorio, que no diga "no",
pero que encuentre formas más astutas. En suma, los valores, La existencia de una solidaridad c)'l'gán ·i ca
cualquiera sean, pierden su dinamismo y su propia eficacia.
Vemos aquí a la vez la pregnancia y la debilidad ele una moral Una de las particularidades de la resistencia d e la que habla­
del "deber-ser" (M. Weber), a la que ya nos hemos referido en mos es el espíritu de cuerpo, la solidarid ad orgánica que cons­
otra parte2, y que tal vez sea necesaria como pantalla, corno tituye, stricto sensu, la masa. Muchos son los pensadores que
máscara tras la cual se despliega la discreta existencia social. han estado atentos a esta especificidad de las sociedad es pri­
La duplicidad se hace de este modo necesaria, a través de mitivas, especificidad que, en cierto modo, vuelve a encontrar­
los pequeños actos ele la vida cotidiana; permite una resisten­ se en las estructuraciones contemporáneas. Existe, tal como
c i a difusa y perfectamente anónima. La masa indeterminada observa Durkheim , una "rigidez del lazo social":i que no deja.
que hace temblar a los políticos bajo el nombre ele "mayoría ele sorprend er y que todavía podemos encontrar en la vida del
silenciosa" es así capaz ele poner en jaque proyectos de socie­ barrio o en las soliclaiidades pueblerina s. Esta rigidez es la que
dad p l anificada perfectamente te01·i7.aclos. Por supuesto, esta dificulta la integració n. La naturalización en Llil país puede ser

" M. íVL1VFl-:'"'l.I, /,11 Violr•111:t' /1Jlr1 /i/11 1 rl'. ri¡i. r '' 8. DL;m.:t1EIM, De /a diuis i1 111. <lu '/'miluil Suciul. l'ans, \·'1•lix :\h-<1 11. l !J�li. I' · ¡�:¡
E N S A Y O S S O B R E L ll V I O L E N C I A B A N A L V FUNDADORA
V
1 18 LA M A S A · R E S I S T E N C I A SOCIALIOA O
l 7!J

aclquiricla juríclicamrntc sin que sin embargo haya un contenido


imagen de la más perfecta desunión. Y no son obse1vaciones
concreto, y el problema de los extranjeros, de los metecos, es anecdóticas, la solidez de base está constituida de imitación y
un buen ejemplo de rsto. Esta rigidez es la que hace que los de violencia a l a vez asumida.
desplazamientos de población que vemos a lo largo de la histo­ Así la rigidez surgida de una confluencia de fuerzas antagó­
ria S(' hagan siempre en masa. Actualmente, por sólo citar un nicas ("juego de la diferencia") es justamente lo que permite
ejemplo, la emigración italiana hacia Europa o hacia Estados la resistencia más decidida. Así invirtiendo los términos que
Unidos se hace siempre en grupo. Así, en Grenoble, donde vive emplea Durkheirn, corno hemos explicado en un trabajo pre­
una amplia mayoría italiana, pueblos enteros del sur de Italia cedente, podernos decir que l a solidaridad orgánica, que con­
(por t�jemplo Corra to) o ele Sicilia se han afincado en-tal o cual sideramos caracteriza a las sociedades tradicionales, permite
barrio. Que lleguen en bloque o en tandas sucesivas no quita relativizar el poder. Dado que los elementos sociales dependen
su caráctrr gregario y por ende fuertemente estructurado. Las de un órgano central (un órgano exterior), "éste a su vez depen­
cost urnbn·s y las modos ele vicia se conservan, al menos provi­ de de ellos"6. Un poco antes en este análisis, Durkhcim también
soria mente, y constituyen una sólida protección contra todas
señala, citando a Spencer, y en referencia a los calmucos y los
las agresiones rxt E'riores. Se reparten los espacios, los clanes y mongoles, que ante un poder despótico asistían a secesiones
los subgrupos S(' const ituyen o se reconstituyen. Los conflictos ele grupos y clanes enteros. Esto quiere decir que el poder de­
ctr este• modo f"orman también parte del viaje, y los enfrenta­ pende de los inclivicluos asociados que extraen su fuerza de la
ntit'ntos entre> barrios o vecindaclE's que están socialmente·'
rigidez ele sus lazos sociales. Así en nuestro análisis de la resis­
int C'grados sigurn brindándonos pese a ello la coloración con­
tencia, podernos decir que la socialidad (incluso conflictual) es
! raclict o r i a l quE' constituye toda solidaridad orgánica.
la que atempera el poder. Frente a un totalitarismo unificador
Si a l u d i rnos a R. Girard, que en su último trabajo'' ve en el
que trasgrede las reglas de equilibrio ele todo conjunto social,
m ime! ismo y la violencia el origen de todo cof\junto social,
la socialiclacl juega un rol regulador casi inconsciente: que otros
podemos decir que nos enfrentarnos a un conjunto contlictual
jefes vengan, lo permite el "hecho ele estar juntos". Este hecho
en rl qur las diversas fuerzas que se oponen constituyen la más
es de suma importancia para nuestro asunto, la identidad que
sólida ele las resistrncias. Podemos recordar a título indicativo
funciona sobre la escisión y lo contradictoria! engendra la re­
qm' son los agrupamientos que más se atacan entre sí los que
sistencia cuando la función simbólica de la jefatura sobrepasa
más J'uE'rt0 St' aúnan contTa Lodo ataque exterior. L a familia es
su función; en suma, y retomando términos clásicos, cuando la
('[ r.iernplo más acabado ele esto, frente a lo exterior es w1 con­
autoridad deviene poder.
junto sin fisuras, mientras que un minuto antes proyectaba la
No es nuestro objetivo analizar aquí el poder y sus límites,
basta decir que hay tma potencia o una soberanía social hecha
' r:r 1 ·1 l'lilro an;ílisis dr 1111;1 n·lal'icin <i<' \'p¡·inrlarl rn 1111 b;trrio de Grrnoble. F. Pr:i.1.ETIEH. de fuerzas antagónicas y que mantiene el equilibrio, es decir
--lJtl;trl '"" l'I l ' f l l l l l l l l l l l H « l l in1 1 •., ¡.;s¡111n•s r•I sr>l'11'fr;s , Paris, A111 liropos, 11" 1 5 . 1 !Jí!'i.
" Jl e ;111 1111., / )1•s dir1sr ., 1·11d11'1 ·s t/1 •¡ 111 is /11 (011tl"I in11 1l11 m1111i/1•. Paris. GrnssC'l, 197R.
J> :.!:.! >° SS. • · E: . IJP11�11w1, Du /11 rfiuisiu11 c/11. Tm'l!11il Suí'ial, o¡J. 1·i1., p. 15, d. 1amliir1 1 p. I � 1 .
1 80 E NSAYOS S O B R E LA V I O L E N C IA BANAL Y FUNDADORA L A M A S A : R E S I S T E N C I ¡\ Y S O C I A L I D A D 181

que permite resistir a imposiciones demasiado fuertes que son energética. Encontramos en la mitología, tesoro en e l que l a in­
potencialmente mortíferas. Q uizás sea ésta la masa de resis­ vestigación antropológica puede bucear a discreción, múltip l s :
tencia, la resistencia de masa de la que habla J. Baudrillard.
_
figuras del "doble". Héroes y dioses que tienen w1a doble fw1c 1 n �
En la lucha contra el "papocesarismo, césaropapismo y clerica­ o un doble rostro, y a los que podernos entender como metá.lo­,

lismo", cierta tradición realista e integrista, al poner el acento ra de la duplicidad de la que estarnos hablando y que hace que
en la "comunión" y el "pueblo'', apunta justamente a esto;, y puedan ser a la vez esto y aquello, a Ja vez expresión de violencia
una sociología del conocimiento libre ele todo prejuicio debe y de pasividad con total discreción: Dioniso, dios bullicioso del
permanecer atenta a dicha perspectiva, a sus límites y también vino y apacible divinidad ele las fuerzas telú1icas.
a sus consecuencias históricas. Es cierto que lo que podernos La theandría de la socialidad es así a la vez "dunamis" Y re­
llamar de un modo acrítico "populismo" (que es una realidad tención, dos modos ele expresar una salud fundamental. La so­
polimorfa y totalmenle escindida) sigue siendo sin embargo ciología de la comunicación muestra que existe en el silencio Y
una constante más o menos explícita según los períodos, que la no-respuesta una resistencia a la comunicación oficial, exte­
asegura exitosamente la perdurancia social. rior. Por ejemplo, a la demanda de participación ele los medios,
La socialiclacl en su expresión soberana, en su autocletern1ina­ sólo responde el silencia8, pero al mismo tiempo la comunica­
ción, se aproxima a lo que la gran visión cósmica ele pensadores ción transversal funciona y los discursos coLidianos (mercado,
del fin de siglo pasado llamaba la "Thcandría" (W. SolO\¡jew), que bar, barrio, etc.) son una prueba de ello. El silencio Y la palabra
nosotros entendemos como el dios hornbre, como lo "di\ljno so­ pueden actuar conjuntamente según los Jugares y los monit•n­
cial" ( E. Durkheirn). Lo que implica que, en el sentido simple del tos. Así, la resistencia a la demanda exterior pucclP SE'r afásica
término, lo social es Cundamentalmente religioso (religio). En o chismosa, los educadores y los animadores lo salJen perfec­
cierto modo, la ultraizquierda del movimiento obrero supo ex­ tamente, dado que se disculpan según el caso ele una u olra
presar esta divinidad social a partir de la teoría ele la espontanei­ cosa. Y sólo si se comprende bien esta ambivalencia es posilJle
dad de las masas. En cie1tos períodos fundadores, períodos ele captar la estrecha conexión que puede establecerse entre la
efervescencia, encontrarnos, fuera ele Lodo agrupamiento orga­ identidad social y lo que nosotros llamamos resistencia.
nizado, la expresión espontánea del querer-vivir inep1imible. La
1

esµonl·aneidad permite alcanzar en masa la demanda entrevista.


Es la explosión dinámica. Habría que ver cómo es que esta espon­ El silencio y la astucia, rneclios ele e:rislenciu
taneidad no puede investirse enseguida con tma retirada subve1�
siva, una irónica rese1va de orgullo cuya carga social conviene Dicho esto, mientras que la efervescencia se reconoce como
apreciar. La implosión es lo que puer1 ·1 1enclerse como res1 iva el medio privilegiado de la resistencia, el silencio, en razón de

· Cf. a modo doc11mcntal PI Pxt.remismo rlc semc,1a 1 1 1 t fasci11ac iú11, ;n111q1 11• mas 110 sPa dl' 111od11
• perspectiva d0sarrollada por la • Lo que no impide que pueda gencrursr 1111a
C11111r1· f»(ó(rmt1(' r·o1/lolir¡11e m1 x.1" siilcle ( 1 02ü0 Si Parres l<'s Va11drs), por ejemplo n" puntual. Tal como en la política, se prac1ica
c·I pr0t:t"di 111k•111u clt•I "'rn1110 si"· st• 1'11 1.� 1·
1 : ¡ 1 , 1 078, p. 1 1 . ¡,q11t' es l o qtu• s<' rc'\.Íl'l ll''i
creer y escuchar. llespecLO a P$l0 i'1!1.i1110,
!: /\ S /\ V O S S O B ll E L i\ V I O L E N C I A B A N A L V F U N D A D O R A
LA M A S I'. R E S I S T E N C I /\ Y S O C l /\ L I D A D j 8:3

su C'st ruct u rn misma, ('S con frecuencia ignorado. Es mérito de co, la descripción penetrante ele una serie de actitudes, que en
J. Duvignaud haber revelado a partir de una amplia encuesta a la más absoluta discreción abren brechas necesarias en una si­
jóv<'nC's dP entre l �) y 24 años cuánta eficacia tiene este silencio. tuación de otro modo asfixiante. Esta descripción novelesca es
A lo largo de esta Pncuesta y del L ral.amiento que se hace de ella un rnuy buen ejemplo de la fuerza ele la astucia y del silencio,
n'mos aflorar Pi clisf'mso silencioso de una serie de act itudes los cuales ele un modo casi inconsciente constituyen una res­
y sit. uaC'iones que a pesar ele tocio son esclarecedoras. Así, "es puesta a la pesada necesidad ele la coerción social.
c>n l a t rama d e la vida donde quizá se representa una crítica co­ Podernos precisar aún más tornando el ejemplo ele lo que el
rrosin1 y s i knciosn, mt'nos explosiva sin duela que la del 68 . . . psicoanálisis llama "clouble bind" y que permite también discer­
pero quién sabe si no más eficaz"!'. El campo está bien delimi­ nir mejor el mecanismo ele l a duplicidad. Se trata ele una doble
tado, quizás se podría agregar, y esta es nuestra hipótesis, que conminación contradictoria; al niño se le exige adaptarse a la
Ja obsrrvación hecha sobre una población de jóvenes puede regla, ser sumiso y obediente, interiorizar Jos valores dominan­
exlrnpolars0 !'á cilrnent. c'. En efecto, las minúsculas actitudes y tes o domésticos, y por otro lacio, se le impone ser creador,
situaciones dP la vicia cotidiana encubren una extraordinaria fo1jar su personalidad, hacerse hombre, lo que es claramente
cargél d0 subversión, y ello se debe a que escapan o tienden antinómico. Así, ordinariamente, al niño se lo enfrenta a esta
incluso a esf'apar a la coerción del control social. En el terreno contradicción, y éste la vive como tal. Es a la vez sumiso y crea­
de lo tTanspolítico, los instrumentos tradicionales de lo político dor. Esta antinomia, que aquí tomamos de un modo totalmente
no t i0nen efecto y es 0st·o justamente lo que vuelve a las actitu­ acrítico, es una metáfora esclarecedora de la situación social y
des silenciosas perfectamente corrosivas. de sus perpetuos conflictos de valor. A través del control, ele la
Puede que uno ceda bajo el peso ele los valores impuestos, animación, del trabajo, del consumo, del esparcimiento, etc., el
siempre' hay un modo de recuperarse, de recuperar l o que hace elemento social debe a la vez responder (responsable), partici­
a la prnpia vida. En los países en los que el régimen totalitario par, j ugar el juego, pero dentro de límites muy precisos, de un
está pC'rfrctamente organizado, se mantiene la costumbre de
modo anodino, integrado. En suma, debe ser sumiso pero, al
C'ngañar y callarsr. La clisidencia no sólo es extrovertida, puede
quererlo, debe trabajar con alegría (A1·beil machl frei), l l evar
s0r pcrfcctarnent. 0 anónima e interior. Las últimas novelas de cadenas que debe llenar de flores.
Alcxandre Zinovipv sobre Ja Rusia socialista son esclarecedo­
Sin ir más lejos en el análisis intrínseco de esta doble con­
ras en 0st 0 s0ntido. La penetrante crítica que hace del control
minación, podemos formular la hipótesis de que una de sus
social g<:>nE'ralizado y dP su absurdidad, el universo kafkiano
consecuencias es el mecanismo de la astucia. 10 Para que no
que descril1C', mu0st ra cuán importante es la fuerza corrosiva
nos aplasten, para no ser expulsados, participarnos, nos some­
d0 Ja i ronía, del humor, y d0 Jos innumerables "sistemas D" que
ternos, pero al mismo tiempo esta participación es perversa,
hacen posibl<:> vivir. Encontramos aquí, ele un modo paroxísti-

'" Cf. al respe<.:lo el excclemc 11ú111ero de Cause Co1111r111111', dir. .J. D11vignaurl, L;1
··.1 ¡ )1 1 1, " 11 11. /.11 /'/11111·11· r/1"' ¡r•11111•s, l ';iris. Siock. 1975. p. l(i. Huse, 1 01 1 8 , 1978.
1 84 E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A 8 1\ N l\ L Y F U N O A O O R A LA M ASA: RESISTEN C I A Y SOCIALIOAD
1 85

l a astucia sea una for­


siempre aleatoria y peligrosa. Todos los "sistemas O " de los que Dich o esto no pued e sorpren der que
l a gente se jacta, todos los escepticismos que se actualizan en ma específica de l a resistencia, y
que ésta permi la onser­ � �
el hombre sm atributos,
las discusiones 1 1 , todos los virajes bruscos e imprevisibles que vación de sí. Bajo esta pers pectiva,
idad de cam aleón en una
recorren nuestra historia, todo esto surge directamente del me­ elemento de la masa, tiene una ident
canismo de duplicidad al que nos estamos refiriendo. Se dice jungla con obstáculos y pelig ros
múltiples, debe cam iar de �
.
que la masa está siempre del lado del más fuerte; esto no es politeísta para sat�siacer
piel para pode r sobrevivir, debe ser
necesariamente el indicio ele una abulia fundamental o ele una celos os y hace confrontar
a todos los dioses, a quienes pone
debilidad estructural, es quizás el signo ele una astucia cuasiin­
entre ellos (neu tralizarse); en suma,
debe saber sacar pr ve . l o � �:
consciente que permite resistir. Colaborar o aceptar la ocupa­ dond e reside el prmc 1p10
de l a sombra para sobrevivir; es ahí
ción alemana, después aclamar a los liberadores y magnificar de su fuerza.
la Resistencia, sufrir la dura ley del "padrecito de los pueblos'', que es ese traj e camu-
Lo cotidiano arraiga así en la astucia
después participar ele la destalinización, ser el país más fuer­ la vida corriente, la b ­ �
flado que permite existir; de allí que
temente marcado por l a socialdemocracia, después participar la encu entre n much o mas
nalidad no desestimen la somb ra y
con entusiasmo en las vastas aglomeraciones hitlerianas, para yado la impo rt ancia de
atractiva. Much os pensadores han subra
luego negarlas inmediatamente, todo esto, y los ejemplos po­ E. Bloc h), que estructura
la somb ra esa pa1te oscura (Bata ille,
drían multiplicarse, es quizás la única razón que tiene el hom­

al individ o·� ésta se constituye en cierto
modo como Llll frond o­
bre común para defenderse. leyes de l a nece sidad
so monte qLe pennite resistir a las duras
Hay en este relativismo una fuerza ele resistencia extraordi­ ar el enor me lugar que
socia l. En este sentido, no hay que olvid
naria que sabe que los poderes cambian, que las élites también los reyes ele las sombras,
ocupan en el imaginario o la mitología
c ircul an , pero que la estructura de la dominación sigue idéntica , o los héroes ele las
las cohortes de espectros, de fantasmas
a sí misma. Las revoluciones ele las que nos hablan las historias da cuen ta de ello al
ti n ieblas. En su análisis del cine, E. Morin
humanas se hacen en nombre de valores sublimes y siempre en lar ele los dorningos, de
referirse a la fotografía, ese arte popu
pos de la fel icidad ele los pueblos, pero inexorablemente cul­ "revela por su estéti c a
las vacaciones y los días de fiesta, que
minan en un poder más estructurado, y las playas de libertad ra" 1�. Remi timos a la
mism a el valor afectivo adherido a la sornb
que dejaba el antiguo poder decadente son en el mismo acto esta adhes ión afec­
descripción técnica que allí se brind a sobre
suprimidas. Se podrían multiplicar los ej empl os y mostrar am­ l a exist encia sr nutre al
tiva. Lo que nos interesa ele esto es que
pliamente que la demanda de participación sirve siempre para como el límite entre la
mismo tiempo ele luz y de somb ra. Así
reafinmu· una racionalización de la r,·ic:;tencia con la irnpu -;i­
así tamb ién la somb ra
vida y la muerte resulta siemp re difuso ,
ción creciente que ést:i acarrf'a.
es el lugar de la gene ració n.
ces como labo-
La camera obscu1'a debe enten derse enton
i': s l P 1'1•11011H'll" S(' si¡.(IH' 1 !;1� .., Íll\'I" l.''.-1 1 lit \ t l'' Ct'll'I )
<11· l�sludio sohn· lo r\c111<1l 1 . o C:c., , (So l 'ari'-; i 11·sc ,, , \'. \,.,,., ,· 1·

' " l '<ll'IS, � l 1 1 1 1 1 i l , l�l!'ili. p. ;¡!)


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E N S ll Y 0 5 5 0 13 R E L /\ V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A LA MASA R E S I S T E N C I A Y S O C I A L I D /\ D
1 8G 187

rat.orio alquímico d e las minúsculas creaciones que van mar­ d e l a cotidianeidad. Sólo en l a trama d e todos los días, más allá
cando la vida cotidiana, es el lugar de la "recreación" de sí, del de lo político, de sus consignas y sus d iversos juegos, puede
mantenimiento de la ictenticlad que permite l a resistencia. Este comprenderse l a soberanía social; tal vez habría que decir que
fenómeno es perceptible ele modo totalmente explícito en la toda su fuerza se basa en el hecho de que pe1manece oculta 1

investigación que hemos citado de J. Duvignaud. Al analizar lo es un poder oculto que sólo tiene que representar l a apariencia

que él llama "la emigración interior", muestra de qué modo se del poder cuando realmente lo tiene. Si se quieren analizar las
efectúa l a búsqueda de "nichos", l a introversión sobre las bases fuerzas presentes en cualquier estructuración social, es impor­

cot idianas. 1 1 Aquí t. arnbién habría que ampliar el análisis para tante también conocer todos los elementos que las componen,

mostrar que este fenómeno no es puntual, sino que manifiesta tal corno la socialidad y la perdurancia, es decir su fuerza de

una constante en todas las estructuraciones sociales. Desde el inercia que reposa en parte en el silencio y el refugio.

"s 111 urke dci 11 llC'i 111 " d e la tradición germánica al kitsch o los Una de las formas de este refugio puede ser la "cultura del

jardines obr<'' ros tan bien analizados, sin olvidar l a restauración pobre" de la que habla con tanta pertinencia R. Hoggart. No
vamos a analizar aquí las diversas expresiones de esta cultu­
de apriscos o casas de pueblo, encontramos siempre esta bús­
ra, corno máximo podemos limitarnos a señalar algún indicio.
queda de lo profundo, de lo matricial, del "régimen nocturno"
El inmenso corpus ele dichos i ngeniosos, sentencias1 refranes
.. ,
( G . Durancl) que perdura a pesar de o en contra de la m itología
expresiones ele la jerga, del teatro partisano o de las l i teraturas
progresista de un constante dinamismo energético. No analiza­
menores, h a sido a menudo presentado, con justicia, corno el
rernos aquí en detalle Pste fenómeno, basta recordar que tiene
lugar de una resistencia eficaz; 1 •1 podernos agregar que esta re­
corno función esencial permitir l a socialidad en vista de una
sistencia puede funcionar porque estas prácticas sólo pueden
n-'sistencia.
hacerse, en el sentido simple del término, simbólicamente; son
Este retiro generador, no Jo o lvidemos, se une a lo que pue­
factores ele socialidad. Constituyen en cierto modo contra.se­
dP denominarse "recurso a los bosques" (E. Jünger), que des­
nas que permiten el reconocimiento. Reconocimiento de sí a
de Robin Hood hasta los guerrilleros urbanos, pasando por
partir del reconocimiento del grnpo. Se trata de una vieja rea­
los variados maq11 is0 1·ds, ya tiene su título de nobleza. Corno
lidad antropológica, y los etnólogos han mostrado claran1ente
siempre en las forrnas sociales estarnos ante actitudes paroxís­
lo mucho que el "shalako" (zunis), el "candomblé" (Bahía), el
ticas, pero éstas permiten revelar de mejor modo l a verdad de
"Kula" (rnelanesios), etc., representan en las estructuraciones
diV('rsas !'orrnas intermedias. Así el repliegue de sí mismo, la
sociales correspondientes.
pasividad d e la masa, permiten "autodominarse", identificarse
En los "nichos" a los que acabarnos de hacer referencia se
para mejor afrontar colectivamente l a polimorfa imposición
expresan de nuevo los diversos elementos de este reconocí-
0x1Nior. V0mos c o n esto la enorme importancia ele un análisis

' ' A partir ele una invcsLigac 1ón sob1·e la culu1ra popular en Saint. étie1111e y en l.yo11

1 · .! ¡ l1 q,,,1 1 11. /.rr ¡1/111""'1' '""' jr•1111<>.�. cil. . p. 23:3. Sobre Pstr tema del nicho rf.
n¡1. en el siglo XI\, intentamos hacer una presentación ele rstt• problema, c:f. M. M,iffi·:�ou
'
/·'1!/11rr'' 111111/11t¡1w' 1·/ 1•isr1111•s ¡/¡• /'(l'/l/ll't'. l'aris. Berg, 1 !)79. Log11¡1H' de /11 d1J111i 11u1 i1m, op. cit. ( 1 976), cap. VI: "Práct i<;as de la s11percst ruci ura".
( ; l l1 11"11.
1 88 E N S A Y O S S O B R E L A V O L E N C I A B A N A L Y F U N O l\ G O R A LA M A S A RESISTENCIA Y SOCIALIOAO 1 8!)

miento. E l rol d e esta palabra silenciosa, e n tanto n o recono­ cuales un grupo ele indjviduos se reconoce como tal. Este re­
cida, para el exterior es sublimar o hacer aceptable la violen­ conocimiento, o esta identidad, no está unificado, lejos de eso,
cia de la disensión inherente a todo agrupamiento humano. Se es móvil y cambiante, pero constituye en el cruce mismo de la
trata otra vez de una modulación de la astucia que reafirma la pluralidad de sus expresiones una lrama sólida, a i m agen de
identidad del grupo para resistir mejor a la adversidad. En esa esos hilos diversos en su textura y coloración que constituyen

grandiosa epopeya que es la llíada, en la que Homero descri­ en sus entrecruzamientos múltiples los tejidos resistentes que

be con precisión y sutileza tocia una serie de dramas sociales conocernos. Lukacs, p ara dar cuenta de esta comunidad lábil
'

cuando l a disensión se instala en los campos ele los griegos, pa- pero intensa, habla de "socialidad interior que se manifiesta en

ralizando así los preparativos contra sus adversarios ele Troya, el lirismo de las relaciones humanas"11;.

el poeta hace decir al sabio conciliador: "Entonces, detente y El lirismo barato de las canciones, de Las novelitas, de la

no pongas t11 espada en mano, véngate con palabras, pase lo l iteratura para chlcas frívolas, es un buen ejemplo de esto.

que pase" (Ilíada, canto 1, trad. Leconte de Lisie). La Palabra Poco importa en ese momento el contenido ele este lirismo,

interna del grupo -canto, poesía, grito, danza- resulta de este es el significante lo que debe tenerse en cuenta. Lo que se dice
tiene poca importancia, basta que se diga algo que estructure
modo purgativa, restaura la unidad, y permite la expresión ulte­
la comunidad, y esta estructuración se ve favorecida p o r la dis­
rior de l a "clunarnis" social. Numerosas situaciones que pueden
creción, por el nido matricial del barrio o del pueblo.
observarse empíricamente en las disputas de barrio, las reyer­
tas pueblerinas o las vociferaciones ele los bailes populares son
un buen ejemplo de esto. Una vez rxpn�sados el encono y la
disputa interna, se unen fuerzas contra el interventor externo El doble fuego

(fuerzas del orden, extranjeros) que pretende interponerse . ' "


Será j ustamente al resguardo ele estos nidos, bien protegi­
Existe, en el sentido en que G. Bachelard emplea el ténnino,
dos por la solidaridad de base, que se dará lustre a ese arma
una "poética" de la vicia cotidiana que, pese a no ser recono­
de la resistencia que es el doble juego al que hemos aludido y
cida, ni ser oficial, ni estar canonizada resulta sin embargo ge­
que vuelve tan débiles los poderes aparenlemenle más sólidos.
neradora ele socialidacl. Se constituye de minúsculas actitudes
Encontramos aquí la tesis que establece entre la violencia y la
ele tocios los días, trayectos, discusiones, manualiclades, coci­
socialiclad una conexión muy estrecha, cuasiorgánica, esa lesis
na, paseos, búsqueclas ele indumentaria, etc., actitudes por las
que habla de la violencia fundadora y que muestra que una so­
ciedad puede ser equilibrada, que se identifica cuando asume y
•·· J.¡¡ prPnsa reporla CJll<' l<is 111aniícstacio11rs cri111i1 1alc's del país vasco enjulio ele lflíS controla su propia violencia. A través del doble juego, tan valo­
1·011H·rm1m11 c11anclo l;i políC'ia i 1 1lNvi110 a prop6si1 n ,1,.. 11nn rlisp111a f'n l;1 pbz<J de 1orns
rado por los analistas políticos del Renacimü�nlo, en particular
1 • 1 1 1 w 1 1 1 1 grupo qtH' aprovcd1;1ha el Pspr1·t;k1 1l11 p;1 • i'l 11ar r<'ivindic;1do11cs poli1icas
.'· 1 1 1 ro q111• 110 qul'rÍ'! . l . ' .llil'l'Vl'tlció11 I, ti rl<' . I' rrslaurn r;ípi d ; 1 1 1 1cme la 11 ·1d
dl' \•si.os dos grnpos 1�, 1 situat·r<in s, le 1•1wo 'l l,\' frv<'1 1e11 1 1 11<' (por 11-
plo, hail1!s de �ithaclo por la noc;lte). ''' G. L�K,1cs, L'IÍ 111e et /us For11u•s, Paris. llalli111anl. l\lí-1. p . 1 -1.
l Dll C N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N DA D O R A
LA M A S A RESISTENCIA Y S O C I A L I DA D 191

por Maquiavelo, e s posible a l a vez vivir una vida corriente, apa­ taclo ele una ética específica, que está lejos de ser elitista, que
rentemente normalizada y al mismo tiempo mantener intacta la es consciente ele la responsabilidad que cada individuo tiene
violencia, la vir/iu ,, que permiten que un conjunto, falta saber respecto ele sí mismo y respecto de la comunidad, de su red
de qué modo, practique los valores que son comúnmente acep­ ele base; es en cierto punto una ética de mafiosos cuya riqueza
tados. 1 7 Sin estar fuera del sistema, es indudable que hay mil y amplitud todavía no ha terminado ele estudiarse. Es también
modos ele utilizar, en el sentido más fuerte, los medios, el con­ una ética en la que domina la ley del silencio, condición sine
sumo, el Lrabaj o o la moral sexual. En este sentido las diversas qua non ele su eficacia. Este recurso a los fuertes, este retorno
"liberaciones" (sexual, radios libres, femeninas) son herencias al silencio, no es algo propio de una élite estoica o intelectual,
obsoletas de una vieja moral política. Es mucho más subversi­ es al contrario un lugar colectivo que encontrarnos recurrente­
va la relativización absoluta y cínica de los valores dominantes mente en las historias hmnanas y que es un terreno fértil para
que hace uso de la aparente sumisión cual si fuera un escudo. las c1istalizaciones puntuales e civilizaciones, costumbres, ins­
Es fácil observar que "la práctica se desliga de los valores prác­ tituciones, gobiernos) que sin esto serían inexistentes. Pero
ticos . . . que es posible a la vez . . . comportarse como un docente mientras que estas cristalizaciones dieron forma a la historio­
adaptado, un empleado equilibrado y estimado por sus supe­ grafía, para decirlas, el sustrato no tiene otro garante ele su
riores, un estudiante respetuoso del saber y, al mismo tiempo, existencia sino su perdurancia misma. Es una fuerza abisal, el
practicar otros valores que los que se pretende mostrar"18• Se reino de las sombras, la teología negativa, la noche mística, el
trata ele una distorsión que no recurre al ataque frontal, pero agujero negro de l a física. Cualquiera sea e l nombre con que se
pretende p racticar en lo más concreto de la existencia una la llame según los siglos y las mitologías, este sustrato sigue
apropiación efectiva que no por ser más discreta resulta menos interpelando al pensador exigente y lúcido, que corno un repri­
eficaz y peligrosa para un poder unificador y controlador. mido que renace, está siempre ahí con su presión constante.
Desde luego que globalmente dicha actitud escapa-al orden Kafka, con su consabida agudeza, supo definir muy bien la
ele lo político, y es interesante notar por otra parte que lo polí­ calidad y la carga del silencio. "Usted no sabe cuánta energía
tico mismo se dio cuenta ele esto. La atención cada vez mayor esconde el silencio. La agresividad no es más que fuegos artifi­
quC' otorga a la calidad <le vida, a la vida cotidiana es un buen ciales, es una maniobra que habitualmente sólo está destinada
ejemplo. Se puede prever sin ser un gran profeta que pronto a crumú1ar a los ojos del mundo y de uno mismo la debilidad
la vida cotidiana que era materia ele pensadores sin duela rna­ de quien recurre a ella. Sólo se da realmente prueba ele energía
yorc>s, pero ciertamente marginales, ¡pronto será blanco de las y ele constancia cuando se sufre. Sólo el débil pierde pacien­
solicit udc's dC' un ministro ele igual nombre! Sea corno sea, esta cia y se vuelve grosero"'º. Este pensamiento condensa sin duela

act itncl e sc ap a a los modos ele imposición política, es el resul- alguna la base ele la psicología más simple, o incluso el buen
criterio popular que desconfía ele las fanfarronadas y las de-

: . l . l l1 \'l<;'nl l •. /.11 / '/1 1 111'/1 ' 1 /i '.,.Jl'/ l //I '.'· O/> r · i/ . . ]l. 2/2 ,I' SS.
1 ' 1/111/ . p :l'.2!>. 1'• .J. JA�1rn:rn. 1�· 1 1 1 retw11s 1111t•1: F 1((1/lm, Paris. DcnuH, p . 49.
1 92 E N SAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A DORA LA M A S A ' R E S I S T E N C I A Y S O C I A L I D A D

claraciones estruendosas d e individuos abúlicos que esconden publicidad lo que la institucionalización ele l a sociedad había
así lo mejor que pueden su flaqueza para vivir o su ausencia logrado confiscar en su lógica ele racionalización o en su regu­
ele acción. En el marco de la comunidad, de sus producciones lación jurídica, y así esa parte de aventura que nos caracteriza
"culturales" y sus contraseñas, el silencio total, es decir lo que a tocios se ve i nvestida de un nuevo sentido. M. FoucaulL dio
no se escucha o no se oye, la no-respuesta a las clentandas ele cuenta ele estos ilegalismos y ele su carga subversiva, mostró
participación, todo esto es indicio ele potencia, de resistencia. con claridad cómo permitían escapar al control generalizado y
Hay que precisar que este silencio no es un fm en sí mismo, a la pérdida ele iclenticlacl.2º Es cierto que dentro del anonimato
como ya hemos dicho, es una fortaleza, un escudo que favorece y la gregaria soledad propia de nuestra estructuración social
el arraigarniento. Tal corno señala el poeta, "dentro del parque, nos encontrarnos con una respuesta discreta que restablece
el grillo sólo hace silencio para establecerse n1ejor" (R. Char, el equilibrio ele la socialidad. Sofocada por la imposición ele la
"Jouvance de Névons"). La imagen es ejemplar, el grillo está norma que tiende a devolver todo a la unidad, la vida social
fuertemenLe connotado en la tradición popular, es el animal del pierde en el proceso ele indiferenciación tocia cualidad y todo
hogar, de la continuidad, es la marca de la discreción y de la interés. Las resistencias anodinas y polimorfas permiten a cada
seguridad. Aquí otra vez resistencia e identidad están totalmen­ individuo provocar cortocircuitos en las funciones prestableci­
t.e ligadas, sus efectos se conjugan ele un modo i nextricable y clas y con ello mismo afirmar el control de la propia existencia.
permiten así al individuo social afrontar el destino y la muerte Cierta sociología crítica, demasiado centrada en (obnubila­
ba,jo sus diversas modulaciones. En este sentido el silencio de da por) las graneles formas institucionales y sus opresiones rea­
lo social o la discreción es p rácticamente una estrategia que les dejó ele lado el movimiento afirmativo que nosotros descri­
vive ele este modo la muerte ele Lodos los días. Los fenóme­ birnos y se condenó con ello a ser sólo el costado negativo de
nos paroxísticos (locura, mística, afasia, literatura del absurdo, eso mismo que criticaba, conformándose con diferir para más
etc.) acentúan claramente esta pulsión, se trata siempre, corno tarde la realización de una sociedad reformada y perfecta. De
señala un pensamiento cartu,jano, "ele entrar en el puerto del si­ hecho convendría admirar y sorprenderse en el senLido fuer­
lencio, lleno ele seguridad" (ad securne t,acit11rnilalis portmn te del término ele que todavía haya w1a vicia social rebosante
me transferre intendo, Denis le ChartretLx). de creaciones (modos ele vicia originales, lirismo, bricolage del
Las formas paroxísticas ele esta discreción eficaz permiten espacio, del tiempo, etc.21): la salud popular está llena de ocu­
además sus modulaciones más corrientes, y así rrneden anali­ rrencias y sus efectos todavía no se han agotado. Convendría
zarse los minúsculos "desvíos" ele la vida cotidiana corno prue­ afinnar pues que el querer vivir social resiste de múltiples ma­
ba de la vitalidad popular. Hay aquí todo un campo de investiga­ neras a la imposición del poder, y si prestáran1os atención nos
ciones que puede ser sumamente fecundo y que aún queda por veríamos desbordados por este entrelazamiento de prácticas
explorar. En efecto la discreción ele estas múltiples prácticas
permite una eficacia mayor y una real apropiación de la exis­
"1 1 M. FOLICAUl.T, Snrpeillcr C'I /)ll1/.ir, Paris, Galli111ard. 1 m:i.
tencia. Todos Los "sistemas D" y tocios los pequeños ilegalisrnos "' cr. en relación con la cultura de los elementos lo que en <.'sLe sc11Liclo propone ll. .
que marcan la vicia social Ct sigue1 traer sin escánclal<' ni Houu..11rr, L11 Cu/.1·1 11·e cl11 pw1111·1', l1aris, M i 1 1 1 1 i 1 , 1 !líll, r - 1 1 . V, La I H > 1 1 1 1 1 • 1·i1', p. :! 1 :l,
1 0-1 E N S /\ Y O S S O B R E L A V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A
LA M A S A · R E S I S T E N C I A Y S O C I A L I D A D
J 95

cot i d i anas. Esto es sin duda l o que constituye l a trama social, benéfico. El individuo circunscribe claramente las mentiras a
qtH' siempre y renovadamente demuestra su originalidad. las que decide creer, lo que implica al mismo tiempo su rela­
tivización. A fin de cuentas esta paradoja no es más que la ex­
presión de la reivindicación trágica de una identidad por parte
*
de un individuo o un grupo social que conoce oportunamente
:J: *
su naturaleza precaria y su ineluctable fin. Es para olvidar este
desenla.nce de evidente sinsentido que se pone en juego la her­
mosa aventura de lo colectivo.
Para resumir nuesLra tesis p o dernos decir que· frente a
un complejo inst.iLucional que tiende a igualar, a borrar las
c l i f0rc•ncias, a achatar y a planificar la vida social y su riqueza
concreta, cxistc tocia u n a serie ele actitudes que tienden, si no a
romper, al menos a t.orcer sus diversas imposiciones. A partir del
sil<:' nci o , del il egal is rno , ele la discreción, etc., nacen prácticas
que aseguran identidades de base y resistencias correlativas
a ( ' ! l as. Estas id en t idacles ele base y estas resistencias
neutralizan sin ruido y sin escándalo el mecanismo que hace
dP cada inctivicluo una ru n c ió n dentro de una maquinaria soc i al
bicn aceit acla y esteril iza da, conservan a través de ello esa
indct.crminación que para nosotros es jusLament.e la labor del
hercje, del fuera ele l a ley o del aventurero.22 Ser inclasificable
en cl organigrama de un funcionamiento social racionalizado
es lo que permite la resistencia difusa de la que hemos hablado,
dacio que al mismo t iempo ésta suscita una identidad de base
inherent«:' a la socia\iclacl.
Aceptación y resistencia: entre estos dos polos se organiza
sin eluda la socialidacl. Es un ir y venir constante que no permi­
te d 0 c i r ni quc la alienación es general ni que el sta.tu quo es

- · 1·:s 111as qtlt' 1tP1·<'sario c¡tt<' <'I sc)('iúlngo logr<' int<'rcsars<' por el hombre sin atributos.
por 1;1 1·1<l<1 t·111T1<'1lll': t•stos vah·11 por si 111isrnos >' nn son los síntomas de ot rn cosa. Lo
r ¡tH' <'I ittt l'ic·c·t 11al <'l'it irn. nh1111hilado por la alic11nción, no sicrnpre p11cde ver. Cf. al l'l'S­
pp1·t 11 1 1 L1·:1-T111 HE. < 'ni 11¡1u· ,¡, . /11 1'11' 1¡11111iil ii·11111', l'aris. L'Arche. 1981, p. 1 O.
1 97

Con clu si ón

S o b re e l n o m a d i s m o o
La e r ra n c i a y la co n q u i sta
de los m u n d os

Daría la impresión de que ésta es una verdadera constante


histórico-social: toda función de ci e rta importancia reposa en
la efervescencia, el crimen, la errancia o la anomia. Numerosos
sociólogos han destacado oportunamente esta particularidad.
No podemos hacer una lista exhaustiva, pero sin duda l a obra
de Durkheim no puede c o m p rend e rse si no se acuerda un l u­
gar destacado a l a efervescencia, que p res i d e las formas el e­
mentales de la vida religiosa. Asimismo V. Pareto supo señalar
cuánta atención había que p restar a la circulación de las élites. 1
Y no hay que olvidar que el devenir histórico analizado por K
Marx reposa, al menos en parte, en la tensión fundadora que
existe entre los pudientes y sus secuaces por un lado y los que
no tienen nada que perder por otro. "La libertad es el crimen
que contiene a todos los crímenes" recordaban con insist encia
los miembros del Doktor Club de la izquierda hegeliana, y es
cierto que el dinamismo entre lo i n st itu i d o y lo i nstituyente en-

1 Cf. Dum-:111m1 (8.), Lusjrn·11ws 1•/1;11w111oi1 1•s lle /u 1•11• 1 '1'/ 1.1¡ i1·11s1', l ' l lF. l1;1ris. J !)(iH:
PAHt::TO (V.), 'l'mité ele sodo/ogi11 ur;11r;mll', Droz. ( :1•1 1i•v1 ' . 1 � H iH.
] ! )8 E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N ll L Y F U N O ll O O R ll C O N C LU S I Ó N D E L NOMADISMO

cucntra r n cada rincón d e l mundo una modulación específica. búsqueda d e nuevos p laceres) s e funda e n " l a incertidumbre
lnc.:luso purdc drcirse que a parlir de ella se da la existencia del futuro, junto con su propia incleterminación"2. No se pue­
social. de definir mejor el aspecto dinámico que debe acordarse a la
Est a t ensión o rs t c conflicto no debe comprenderse como errancia.
un hrcho anarrónico, corno una supervivencia de períodos Así, a la luz de estas ciLas podemos comprender que la
b ár b a rn s o prc•civilizados, se trata vercladeran1ente de la ma­ "caballería" de Lodos los tiempos, en su faceta aventurera, no
nifes t ctción mayor del antagonismo existente entre voluntad y es algo de unos pocos, sino que remite a un genio colectivo
n r c<:' si d ad . 8stamos aquí antf' banalidades que siempre deben que puede naturalmente adquirir tal o cual forma específica.
rc•co r d a rsr, dado que es más fácil pensar la sociedad en fun­ La "caballería", cualquiera sea, no es sino l a "cristalización"
ción del drlwr-s<'r, o 0n l'unción ele un ideal, que en relación con particular de lo que yo llamo el "querer-vivir societal". Se trata
una real idad qttc' L'S dr lwcho insoslayable. No hay que olvidar en el sentido spengleriano del ténnino de una pseudomorfosis
qu<' la het·erogerwiclacl, incluso si es mucho más perturbadora, que no hace sino reacLualizar, a través de modulaciones parti­
incluso si t's 111ucllo más difícil de pensar, es fuente ele vida. De culares, la antigua necesidad de errancia, de efervescencia, ele
h0cho con lo "contraclictorial" (S. Lupasco, G. Durand) comien­
"agitación"ª que hace que exista l a vida en vez de nada.
za la existencia mi0ntras que lo idéntico o lo homogéneo aun­
Por oposición a lo instituido, lo instituyente es fuente de
CJt t<' nH1s pacífi co y acot aclo resulta potencialmente mortífero.
regeneración. Desde un punto de vista sociológico propuse de­
nominarlo dialéclica del poder y de la potencia. Se trata ele una
Sólo siguirnclo est.a perspectiva puede comprenderse la labilidad social que remite a una movilidad de todo lo que es en
dicacia de la c' tTa n ci a . Ya sea de un modo fantasioso -basta tanto tal. "Esta pulsión en el sentido simple del término se ma­
0 1 1 es t <' senLido apreciar la importancia del ladrón justiciero o
nifiesta en tocios los niveles de l a existencia individual y social.
del maAoso clr gran corazón-, ya sea en forma efectiva -por
Remite al desarrollo social y orgánico y expresa l a autoa1frma­
ejemplo el aura ele la que está rodeado el "ganador", cualquiera
ción de todo elemento del microcosmos y del macrocosmos . . . " · 1 •
s0an lo s nwclios que emplee-, el errante, el marginal, crista­
Esto nos recuerda, claro, "la voluntad ele poder" (Nietzsche)
liza t o c i a una serie de deseos más o menos verbalizados así
que si1ve ele fundamento a toda vida social e individual. Todo
como tantos otros elementos estructurales de la socialidad.
lo que puede decirse de la "caballería" en el sentido metafórico
No es para nada casual que al observar las historias humanas
del término no es sino la modulación de esta autoafirmación
l o anómico del prcs('llt e sea con frecuencia lo canónico del
social que es el punto nocla! que todo sociólogo, todo crítico
maii<ina. Tal como spfiala Durkheim, pese a ser muy positivis­
social intenta delimitar. AJ respecto puede ser útil obse1var que
ta ' basándose 0n las creaciones novelescas de Musset (Don
.hinn ) o dr GoPtlw (Fn 11sto), existe un "mal del infinito" inhe-
rNtt<' a todo conjun t o social. La aspiración desmesurada, la 1 D1·1<�11E1�1 ( 1:: . ) , Lu S11iciclo, l'UF, Pa ris ,
1973, p. !JO.J y ss.
' Dt ltANl l(G.), /,es St1·11c1tires 11111ilm¡1u/uy11¡11es lle l'h11ouiu111.1Y', l 'aris, Bordas, p. !J(i.
insat isfacción periódica, la sed de lo que no hay, l a desmesura ' l'vL\fYE�u1.1 ( M . ) . L11 1•1(1/111w1' lol11/ü11ire. /:,'ss11i 11'11:11//11vpo/oyie politü¡1m, 0¡1. f"if.,
en las experiencias de Lodo tipo (sexualidades, modos de vida, ( 1 979) .
200 E NSAYOS SOBRE LA VIOLENCIA B A N A L Y F U N DADORA C O N C LU S I Ó N . D E L N O M A D I S M O . . 201

ni e l propio pensamiento posit ivista puede escapar a l mito "ca­ da Gama, Cabral, Magallanes (el "rebelde") son manifestacio­
balleresco" cuando pretende metaforizar el devenir humano. nes del genio popular y naturalmente son un poco anémicos . .
En este sentido un discípulo brasileño de Comte en el marco Incluso Don Enrique, Enrique e l Navegante, para seguir su des­
ele un ensayo histórico sobre Luis de Camoens da cuenta ele tino se retira en l a soledad del pron1ontorio de Sagres y según
u n a alegoría que merece ser citada. "Estaba yo en el campo el cronista "pasa toda su vida en castidad y la tierra lo recibió
cuando . . . vi venir hacia mí a un caballero hem1oso como el virgen"7• Se trata nuevamente de una aventura, y ya he mostra­
día; el caballero, al que aún no conocía, tenía ojos dulces y tier­ do de qué modo la abstinencia podía ser un modo de vivir el
nos, nariz bien formada, dientes radiantes de pura plata, boca exceso "en hipo"8. El que su promontorio haya contribuido o
fresca y sonriente, talla esbelta y graciosa; su vestido estaba no al perfeccionamiento de la navegación de altura, el que haya
salpicado de flores, y l levaba en su cabeza una corona de rosas; inventado o no l a carta hidrográfica plana o astrolabio, poco
s11 palafrén, blanco como la nieve, estaba manchado de ébano importa. Más allá d e la veracidad de los hechos, lo cierto es que
y p ú rpura . . . Sepa usted, me dijo, que yo soy el Amor, que esta su figura un tanto marginal, anémica, da sentido a la epopeya
señora se llama Piedad, esta señorita Pudor y este escudero de una nación. A través de esto se acentúa l a función dinámica
Lealtad". Esta cita ele un trovador provenzal es especialmente y "virtuosa" de la aventura anómica, tanto la del espíritu corno
interesante porque sirve para ilustrar la convicción de que la la de la vida social, siendo que hay momentos en que esta dico­
Humanidad tras largas y dolorosas transiciones "por fin ha tomía no tiene mucho sentido.
encontrado la síntesis nueva que, al resum ir todas las demás,
permitirá el desarrollo normal y continuo de todos los aspec.t.os Se sabe bien que el antiguo provenzal ha influido en la len­
de nuestra naturaleza"·; . gua portuguesa;9 e incluso ahora eruditos brasileños señalan
¡Tenernos aquí lo "caballeresco" corno cristalización del con insistencia lo mucho que debe la lengua popular ele ReciJe
genio colectivo! La errancia y la belleza se conjugan para ima­ o de Bahia a esta influencia.10 Y es te hecho es particulannenLe
ginar una Humanidad reconciliada consigo misma; el mismo reconocible en el rol destacado que viene desempefi.ando la fi­
autor habla al respecto ele "imaginación lt�uriosa y antagonis­ gura anómica en el imaginario social. Adquiere todas las carac­
mo guerrero" que con.fluyen en una "incomparable caballería"(;. terísticas que moldean el arquetipo del caballero, tal como lo
Como sea, no cabe duda de que la figura del errante es una describe el trovador al que hemos hecho rererencia. Estos ras-
forma mayor del imaginario social. Es desestabil izador, y es al
mismo tiempo aquel que funda. Can1oens resume muy bien el ' J\zu11AHA, Cflrmlica <le G11i?ll;. Cité par Lemos (M ) , o¡i. cit , p. :¡.¡_
vínculo que une al poeta con el aven t u rero, y cómo esta mezcla • MAFFESOl.I (M.), L'0111/1n' r/!' /Jyu 11 1so.o;. <:011tn/¡¡1fln11 u 1 1 1 1 1 • s111·10 /111¡11· i/1· ! '"i/11·
( 1 982), p. (;:J. Le Livre ele Pochc, l\JU l .
es C'ausa y dedo del destino de s1 • 1' ··1. ria. Por su parte, Vasco
. , cr. al j'('$j)CCLQ 13,\l(f:'j' (8,), /,/',\ '/'1'(1 1//i(lr/(l{/ / ",, 1 ' { /1°1/ / 1/1// I / < ' / / l ' I ' 'l//" /I/ lJ /{1'o"l / / 1 1 n ' 1/11
111 ici'i ele l'Ewv¡il', l'aris, 1867, cap. V.
'" Pienso parlicularmen l e en lfobl'rLO Mo1.1.a, cli1n·1or dl'I < il'part;1ll1l'lllo dl'
·. L1·:.11n� ( M . ) . !.11is t!r' C11111111•11�. llin d!• .la11<'i1 -\H I . 1\ mropología ele la F11mlac;úo Jcn1q11i1n Nall1 1<'0, 1's111'!'i;1lis1;1 1 ; 11nhi1·11 1•11 sin• r1' l 1�1 1 1 > 1
·· 111111. rPligioso e11 Recife.
E N S A Y O S S O fl R E L A V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A D O R A
C O N C LU S I Ó N • D E L N O M A D I S M O

e.
O"OS d e nobleza, que encontrarnos tan c lararnenLe e n los ladro-
miento circulatorio (bienes, sexos, hablas), que pueden ser a la
nes justicieros y en los aventureros de tod ti o, nos recuerc1 an
� � vez inestables y equilibrados.
también los el<::' los co ndoUieri, del Renacumento o los de los
Este politeísmo y la "coincidenl'ia opposilorum" que pro­
variados
c:
héroes antiguos que pasaron a las leyendas popula-
, • mueve se expresan inmejorablemente en esta "invención" por­
res 0 a la literatura erudiLa. La consagración histórica o rn1t1ca
tuguesa que fue Brasil. Basta en este sentido remitirse al ma­
no hace más que ratificar un Lriunfo que es estructuralmente
gistral libro de G ilberto Freyre, Casa-Grande y Senzala, para
aleatorio. ¡La "nariz de Cleopatra" y su influencia en l a "faz del
apreciar lo mucho que, en su formación, la sociedad brasilefia
mundo" merecerían una reflexión en este sentido! Sea como
debe a los elementos estructurales a los que acabamos de refe­
sea, lo que aquí se pone en juego es sin duda la onquista del
� rir. Sin preLender ser exhaustivos, quizás sea útil demorarse un
mundo; y no deja de ser interesante notar 01 0 ejemplo ene­
� � �
instante en algunos aspectos del análisis del gran antropólogo
ral de este asunto que el desarrollo de Brasil, tierra de suen s Y

pernambucano.
aven t u ras corno pocas, está estrechamente ligado a la anom1 Y
.� Una primera comprobación se impone desde el comienzo
a la errancia. Su conjunción es la verdadera AcLa de Fundac10n
y sirve de fundamento a la argumentación: la doble polariclacl
ele <'SI.e país cuyo dinamismo no deja de sorprender.
. que constituye a Portugal. "La singular predisposición del por­
También habría que decir que Joaquirn Nabuco, qmen ? u­

pó un rol de no poca importancia en la vida cultural y pohtica tugués para la colonización . . . se explica en gran parte por su

de Brasil en el siglo XIX, publicó un libro sobre Cam en que propio pasado étnico, o mejor aún cultural, ele pueblo poco de­
� �
permite destacar muy bien toda la eficacia de as clescnpc1on s

� finido entre Europa y África. En rigor no forma parte ni d e uno

rníticas del poeta. 1 1 Lo maravilloso ele Los lusiadas, que fue sm ni ele otro, sino ele los clos"13• Estamos ante una "imprecisión"

eluda una rnotivación no despreciable en la acción avent ·era Y que es sin embargo dinámica, en la medida que favorece el con­
��
come1 cia
· 1 de p01·tl10"al , no puede no repercutir en el espmtu de tacto, que permite el pasaje; remite a la metáfora del "puente"
·
t:>

quienes participan en la gestión del nu vo


� .�
undo. s� h �l ho

� que según G. Simmel es una forma esencial de toda vida social.

del gran poeta portugués que su descnpc10n era pohte1sta, n Esta observación puede funcionar corno hilo conductor para la

tocio caso es cierto que este aspecLo ele su obra era el que mas comprensión de la errancia en el imaginario social. Hay desde

podía interesar a un país constituido de raza , culturas Y sen­ luego períodos en los que esta errancia se expresa en menor

. grado, lo instituido es lo que predomina; hay otros en los que
sibiliclacles provenientes de horizontes tan diversos. M1e�tr s

que el monoteísmo tiende a la unidimensionalidad, el pohte1s­ es esencial, donde funda la socialidad profunda de una entidad
.
mo ele valores 1 � se basa en el conflicto, en el antagomsmo, e1 específica. Sea como sea, es necesario remitirse a esto si se
� quieren comprender las lógicas que obran subterránemente en
otras maneras ele expresar el dinamismo societal, en el movi-
todas las sociedades.

1 N.iin , .0 ( . l . ) , c"1111"'''" 1· os /,11siull"s. l{io de .Ja1 1eiru, 1872.


, . .
, . l khl'mns rrmil irnos aquí ;1 In clefmid(111 de Max Weber, �� partic. ular a bssa .
1 sw lo 1 1 1�11r:mr:
(U.), Alait1'1'S el i'S('/ulJCS. La.furmaliv
n de /u société /Jn;silü.:1111<', tracl. rr.
111,;"' '" 11,. ¡11 ·" . 11•111 ., • • 1 r;1cl. fr. d1• t: FrP1111d. P;1ris, !'Ion, 1 !Jti:>. p. 427 Y ss.
. de R. 13aslide, Paris, Gallimard , 1974, p. 28. Cf. también p. 193.
204 E N SAYOS S O B R E LA V I O L E N C I A BANAL Y F U N DA D O R A
C O N C L U S I Ó N : D E L N O M A D I S M O... 205

Llevando más lejos esta " imprecisión", Gilberto Freyre ha­ base esta "tensión" que denominé fundadora, esa "co'inC'id enlia
bla incluso de una "especie de bicontinentalidad de una pobla­ oppositorum" que da prueba ele salud. En tocio caso podemos
ción difusa e indecisa que corresponde a Ja bisexualidad en el considerar legítimamente que estamos ante una modulación
terreno individual " 14• Podrían multiplicarse las observaciones que tiene tocias las características de un "lagos sperma tikos".
al respecto, basta señalar que esta policlimensionalidacl es la La endogainia, se sabe, empobrece y sólo a través del juego
que permite explicar el éxito de l a empresa colonial, notable de circulación o de intercainbio se restablece o se fortifica la
cuando se la compara con la dimensión del país. Estos nave­ estructuración ele un cuerpo social. Sólo en este sentido puede
gantes d e l siglo XV sacan fuerza de su adaptabilidad, del hecho comprenderse la paradoja señalada anteriormente: hay verda­
ele no estar adheridos a un estado. Advi1tamos ele paso que esta dero equilibrio cuando d i ferentes elementos pueden entrar en
característica nos remite a un problema a la vez sociológico y sinergia. Propuse denomjnar esto "armonía conflictual" o "ce­
epistemológico. E n efecto, baj o l a perspectiva de un politeísmo nestesia social"17• Se trata sin eluda de UJ1a situación que sólo es
de valores, el aspecto plástico de la "bicontinentaliclad", l a mix­ posible si se sabe integrar todos los elementos de Ja alteridad,
tura de las poblaciones que esto induce, permite alcanzar un incluso lo que resulte totalmente ajeno.
equilibrio tensional que es propio de toda socialiclacl viva. Así, bajo esta perspectiva, podernos unir en Casa-Grande y
Freyre habla en este sentido de "lujo de antagonismos" o Senzala la indefinición y la capacidad ele mezclarse del portu­
incluso ele "equilibrio entre antagonismos"15. Y es cierto que al gués errante, la "Bicontinentalidad" de este país y la facultad
contrario de lo que es de buen tono admitir, el pluralismo, el de integrar lo anómico. Cual si fuera un hilo conductor sólido
carácter giróvago ele las representaciones, ele las convicciones y rígido advertimos que la conjunción de estos dos elementos
o de las situaciones tienen una función estabilizadora. Esto
asegura el triunfo de esta particular aventura.
puede resultar sorprendente pero, como sefiala G. Durand, la El desterrado, el marginal, el héretico sobre todo, "ca­
fuerza del imaginario nos muestra con claridad lo mucho que
ballero" errante por excelencia, es el fundador arquetípico.
debemos a la "Tensión paraclójica"16. Muchos han sido los que, Encontran1os en é l las características que G. Freyre denomina
bajo diversos nombres, supieron mostrar la pregnancia ele la
"movilidad", "miscibilidad'', "actividad genésica" intensa que
"lógica contradictorial" (S. Lupasco, M. Beigbeder, G. Durand).
van a asegurar l a formación ele un pueblo específico. Con el
No nos ocuparnos aquí de esto. Pero hay que sefialar que esta­
tiempo y la eufemización que le es inherente, la figura del "c a­
mos ante un signo distintivo ele toda fundación. C ualquiera sea
ballero" tiende a ser idealizada, pero, junto al residuo del que
la agregación social que consideremos, relaciones ainorosas,
nos habla el trovador o que narra la canción ele gesta, está la
asociaciones, partidos, ciudad, país, etc., encontrarnos en su
ordinaria concretud de la cotidianeidad que no tiene nada de
sublime. Así, el antropólogo, al hablar ele "sementales dejados
i1 /1!11/ .. p. :JO.
1 " lhirl. , p. :31 .V !J:l.
1'' cr. DllHAN I > ( l i . ) , Scir•//('f' r/e l'/1()111 11/(' (!/ t m r/1tir111. 11Cl'g. 1 979. En Pé!l'Liculnr t'I 1 7 En particular MAFrnsot.1 (M.), /,11 Co11q11c;/<' r/11 ¡mis, .111. ¡ ¡ ¡ 1 1 1 1 · 1 1 1 1 1 • s11c·111iot¡if' 1/1• /u
(':tpil tilo « l ll'rmctiC";1 rat , PI srirncc de l'hommc». o'ie quol'iclitJ'll'I W , op. cit. (1979).
( /, S A Y O S S O B R E Lll V I O L E N C I A B A N A L Y F U N O /\ O O R A C O N C L U S I O N : D E L N OM A D I S M O 207

P n t ol al libertad", p rPcisa que es posible "que haya habido un Baudelaire en "Las letanías de Satán" no omite señalar que éste
Pxilio volunLario a Brasil, en vista del poblamiento de indivi­ es el dios de los rebeldes, ele los errantes y de los sublevados:
duos que sabernos vinieron aquí expatriados por irregularida­
des o excesos sexuales, por fornicar y coger, por emplear ma­ ''Tú, que das al proscripto esa mirada calma y elevada
Que condena todo un pueblo alrededor cll' un cadalso".
gia amorosa, por bestfalidad, afeminamiento o proxenetismo".
La actolescencia de un país reclama una desfachatez nueva y es
Estamos indudablemente ante una divinidad que unos ver­
cierto que lo anómico se constituye claramente para vivir del
sos más adelante es el "confesor de los ahorcados y los conspi­
mejor modo el sincretismo del misticismo cristiano, del animis­
radores''. Aunque en clave negra, tiene una función divina. En
mo y del paganismo.1H
Y es aquí cuando a la astucia de l a historia no l e faltan balbu­
el poema que introduce Las flores del mal, cuando Baudelaire

ceos y toma diferentes ata,jos, puesto que son j ustamente estas


inteq)ela "Al lector", hace referencia a "Satán Trimegist.o
que acuna largan1ente nuestro espíritu hechizado". Hay pues
"desfachateces cte adolescentes" las que aseguran el éxito de
una sabiduría demoníaca propia del exceso y que remite a un
la operación. Resultará i lustrativo advertir que con frecuencia
querer-vivir irrefrenable que es inútil negar o incluso reprimir.
sucede lo siguiente: lo que ele un modo insolente hace tamba­
Puesto que vuelve a surgir siempre y renovadarnente en las his­
lear el orden est.a blecido o contraviene las nom1as admitidas
torias humanas y en las situaciones cotidianas.
es portador ele ful.uro antes de quedar más tarde anquilosado.
W. Benjamín, al comentar algunas piezas de las Flores del
Esta es la gran lección que puede dar la metáfora de la caba­
l le ría a través de las épocas y que nos recuerda también lo que
mal, habla ele w1a "lit.mgia ophítica". Fue por cierto G. Scholem
quien llamó su atención sobre esta secta gnóstica. Así queda bien
según sociólogos corno P. Sorokin o V. Pareto denominarán
establecido, por intermedio de la serpiente, lo mucho que une
"rnovilidacl social" o "circulación de las elites''. Estamos frente
a Sat.án con la figura del Rebelde. 19 Y es precisamente a partir
a un devenir destinal que no tiene verdadera.rnente .fin, o más
de esta rebelión que comienza realmente la historia humana. Se
bien que se despliega en forma espiralada haciendo volver a lo
idéntico las figuras bien caracterizadas del theatrum mundi. trata justamente de una errancia: tras dejar e l paraíso, se funda
la ciudad de los hombres. Anornia, errancia, conquista. Habría
Y no es casual que nos refiramos al destino, porque más allá
que desarrollar aún más esto que aquí apenas mencionamos,
del ejemplo ele Brasil, es necesario recordar que la pulsión de
crrancia puede ser considerada como una "estructura antropoló­ pero bastará con señalar algunas polaiidades alrededor ele las

gica". En los mitos o en las religiones ha tenido diversos nombres, cuales se fue constituyendo el imaginario de la "caballería".

pcrn nw1ca ha podido ser evacuada. Ni siquiera en l a tradición ju­ Ésta se constituye en la rapidez: a través del movimient.o
'
deocristiana f'ue posib!C' evacuarla, y la actit.1.1d respecto de Satán ele la agitación, de la desestabilización, intenta en definitiva

sicrnpn' fue ambivalente. El paroxismo del que da cuenta Ch.


"' llEr-.J.1 \!IN ( \\'.), ('//(/ i'les 1111 11111'111 1 i'l'. l '11 ¡1CJéle l.1101¡1w ti /'u¡it1f¡1;t, 1/ ti l'<I ¡ 111111, 1 rad .
.J. La!'OSI e, Paris, Payol. 198:2, p. 38 y nota ele rraducror <'11 la C"ual aq11í me inspiro, p. 2!>(i,
' !·'¡¡1.;\1<1: u : . ) . M11i//'I'' 1•/ 1•.,1'1111•1•s, fl/I <"il . . p . !) ! .1· SS. y p. :¡:J y SS. no1;1 111. SC'llOLE'I (G.), f,f'S !f((/l/ r/S /'()l//'(lil/S ti!! /11 '/ll!JS/i1¡1 11'.f'l l i t lt'.
208 E N SA Y O S S O B R E L A VIO L E N C I A B A N A L Y F U N DA O O R A C O N C LUSIÓN: DEL NOMAOISMO. . 209

afrontar y vivir la muerte ineluctable que la institución preten­ destina!. Volviendo nuevamente a Carnoens: "Canto los comba­
de negar. La estática bajo sus diversas modulaciones pretende tes y los héroes famosos que, tras partir ele las costas occiden­
detener el tiempo, negar la fluidez. Lo instituido dice lo que tales de Ja Lusitania y, aventurándose a través ele mares hasta
según Marx la burguesía dice al proletariado: "Hubo h istoria, el momento inexplorados, dejaron atrás la Taprobana. . . Canto
ya se acabó", es decir "contra la nobleza nosotros representa­ los héroes que, en regiones lejanas, fundaron un nuevo reino al
rnos el devenir, pero con nosotros se detiene el proceso". Por el que muy alto supieron elevar. Canto también la gloriosa memo­
contrario, el dinamismo exaspera el ciclo del tiempo. La acele­ ria . . . de quienes por sus proezas se libernrnn de la ley de lo
ración es signo de salud. Se trata del conocido mecanismo de muerte"21• Desde Juego, es la fama la que permite, en un primer
la circulación ele bienes, de la palabra y del sexo que se acentúa sentido, esta liberación, pero en la perspectiva La.ti bien ilustra­
en los períodos ele fundación. da por Hegel, si sabemos afrontar la muerte es porque podemos
Ya ciue hemos hablado de la .figura de la serpiente, podemos dominarla. La soberanía, tal corno bien ha analizado G. Bataille,
vincularla de otro modo con la vivacidad existencial, "hija del es la recompensa de qwenes saben ponrr todo en juego, su se­
Océano la diosa Metis". Según Detienne y Vernant, "el hombre guridad, sus b ienes, su pasión, en una palabra, su vida. Se trata,
mestizo está permanentemente dispuesto a saltar; procede en claro está, de la imagen intemporal del "Caballero " .
el lapso de W1 relámpago"2º. Y es esta rapidez, la movilidad y Quizás sea útil hacer referencia a un libro de juventud ele
.
la ligereza que lo caracterizan, lo que le permite afrontar la di­ Hegel en el que se encuentra claran1ente expresada la idea del
mensión aventurera del futuro. El hombre mestizo, siempre vi­ enfrentan1iento con el destino. Pero antes este admirable pasa­
gilante, será siempre según nuestros historiadores el favorito je que Hegel incluye ele modo muy oportuno:
ele Hermes, "el dios de las oportun idades", que junto a Zeus es
la divinidad del panteón griego en alerta constante. Esta viva­ Abraham, nacido en Caldea, ya había en su juventud abandona­
do una patria en compafüa de su padre; aun así, en la llanura de la
cidad ele espíritu y ele vida no puede agradar a la inteligencia Mesopotamia, para conve1tirse en un hombre totaJnll'ntc inckprndicn·
establecida, a los "Trissotines" ele todo tipo, a los sabios gesto­ te y más uu-de en un jefe, rompió completamente con su familia sin
que ésta l o hubiese ofendido ni echado; no experimentó el dolor en el
res del pensamiento o de la ciudad; y ello porque contraviene a
que aparece, para un ser víctima de una i1\justicia u de una crueldad,
la lógica de lo Uno, a la conminación ele identidad, al hecho de la necesidad imperiosa de un amor que . . . busca una pal ria m1Pva para

estar aquí o allá. El hombre mestizo, cual una "gaya scienza" florecer y poder ser feliz. La primera acción por la que AbraJ1;u11 se
convie1te en padre de una nación es una escisión que quiebra los lazos
nietzscheana, revolotea y no se satisface con sus funciones. Así
de la vida común y del amor, todos éstos lazos t•n los qur había vivido
como todo lo que vive, él es varios. hasta entonces junto a los hombres y la naturalrza; a estos hermosos
Esta otra modulación de la errancia es tal como hemos dicho lazos de juventud los arroj ó bien lejos de él (.los., �4.2).�'

una manera de afrontar la ineluctabiliclacl ele la muerte. Devenir


"' CAMm:Ns, f,l!S /..,usiwle.�, canto l", cstr. 1 y ;¿, trad. l)( '1:11rv Fuurnit·r l'I l h·so1il1•s.
Paris, 184 1 .
'" J h:TIENNE ( i\1 . ) y V1·:1m,1NT (J.-P.), f,es N11s1!s ríe /'/111,,//iq1•11 r·1', lo 1111;/I.\ c/11.•z ''"' J:! l ! EG!-:1. (G. W. F.), /)/.:,'spri/. ri·u Cl1ri.<il'i<1:11is11w t'I \1J11 <il's l i 1 1 . I rad. fr . l . M;1rti. Vri11.
(;n ·1:s, 1�1a111111arion, Paris, p. 22 y ss. 1 9()7, p. 5 y SS.
ENSAYOS S O B R E LA VIOLENCIA BANAL Y FUNOADORA
2 10 CONCLUSIÓN. D E L NOMADISMO
21 1

Estas líneas resumen con gran claridad l a apuesta d e toda Pero una vez que la reversibilidad se hace posible, conocemos
errancia y p11eden prestarse p e rfectamente a una extrapolación al adversario; ya no se trata de pedir clemencia, de subyugarse,
social. La forma paroxística del desgarramiento es la muerte, sino al contrario, en la lucha, de "acercarse a w10 mismo". Aquí
y sólo cuando se la afronta corno tal es posible mantenerse en da inicio ese proceso que tiende a instalar el espíritu en todas
�I ser. Según el adagio popular "partir es morir un poco", Y l a paites dentro de sí ("bei sich").
partida está l le na de esta posibilidad. Recociéndola Y afrontán­ De un modo un tanto romántico -que nos recuerda las dis­
dola, ¡0 que se acepta bajo el término de destino es la historia cusiones primaverales que tenía con Holderlin en los jardines
(o las historias) en su proceso. Lo más originario de la unidad del castillo de Tübingen, o incluso los paseos vespertinos que
primera, la escisión del paraíso indiferenciado, es el comienzo debían hacer por l a orilla del Neckai· alrededor de l a colina­
ele la vicia en lo que tiene de azaroso, de caótico, de arriesgado. Hegel hace referencia a los "pereg1inos, descalzos, vestidos con
La fractura n ecesaria de la quietud inmediata introduce natu­ sus cilicios" que a través de sus dolores alcanzai·on " l a intuición
ralme n t e en el orden de la hostilidad. total de la vida . . . puesto que la oposición es la posibilidad de
En efecto el destino es "el enemigo, y el hombre se opone la reconciliación". Así pues el destino es la vida admitida en su
a rl . . . como a una fuerza de combate"23. Pero en este caso el Lotalidad, no únicamente la vida empíricamente aceptada, sino
hombre' y la naturaleza están frente a frente en una paridad beli­ la vida por la ciwl y contra la cual se combate. Está confronta­
cosa . Hablamos del "gegenspi.eler" tan apreciado por la Escuela ción es la que just ai11entc constituye lo trágico. La aceptación
ele F'rankJurt. . Al reconocer a un adversario como tal, se ingresa del destino acepta y desafía la extrañeza. Ese reconocimiento
s/:ricto sens11 en un vínculo dinámico ("dunamis"), en w1 vínculo más o menos consciente de lo que es es el que permite cornbalir
dC' fue rza 0 l 1 1cha ; deseo, pasión, trabajo son vectores de socia­ lo que es. Parafraseando una conocida expresión pod ríai110s
lid(ld. Mientras que en una existencia timorata y algo estática, decir que se trata en cierto modo de una conquista continua.
el pe ligro, lo extraño, el mal son factores ya sea de desestructu­
ración progresiva, ya sea de lo que se convino en llan1ar "mala La figlll'a del "caballero" o la del errante en sus aspectos estili­
conciencia", en e l enfrenta.miento con el destino, con el temor zados no debe hacer olvidar que se trata de hecho de una forma
que legítirnament e se experimenta ante él, l o que se afirma im­ populai·. Son "tensiones polai·es" que penniten a una sociología
periosamente es el querer-vivir. Mientras que al tapar e lo OJOS, � � .
comprensiva captar elementos dispersos por todas partes. O in­
al recluirse, el pel igro o l a muerte tienen tm poder m1stenoso Y cluso arquetipos como los referidos por G. Durand, que son "al
desconocido que envenena la existencia y engendra el resenti­ menos trascendentales respecto de toda situación empírica y
mipnto 0 la mezquindad, en el destino aceptado Y aswnido "la eque) jamás deben ser considerados corno caracteres fijos dentro
fuerza enemiga es la fuerza de la vida que se ha vuelto hostil"��. de w1 objeto empúico dado: son . . . líneas de fuerza de cohesión"2''.

' //JI(/,. p. 4!l. "' D1;1i.-1N1J (G.), L'JÍ 11w 'l'ignie. Les ¡1luri11/s clu ps¡¡tlui, OC'not•J-Gomhicr, París, 1!J80,
l /111¡/ • p. :)1 . p. ..¡3 y p. 62.
------- ---·- -

212 E N S A Y O S S O B R E LA V I O L E N C I A B A N A L Y F U N D A DORA CONCLUSIÓN: D E L N O M A D I S M O. .

En este sentido, nos permiten considerar la existencia social Lucifer, e l ángel caído, bajo una forma gnóstica.�8 Cabe pregun­
como una aventura, como un proceso de resultado incierto, y tarse si la errancia multifom1e a la que hoy asistimos no debe
que está sometido al azar y al peligro. ser comprendida como una gnosis moderna. La "caballería" ele
El sociólogo G. Sirnmel, cuyos análisis están volviendo a ser las próximas décadas podrá aparecer corno la actividad de Lo­
apreciados, observa que "pese a ser un cuerpo extraño a nues­ dos aquellos que como exploradores de nuevos mundos practi­
tra existencia, la aventura está Ligada al centro ele un modo u can lo que yo he llamado va,lores dionisiacos. Los encuentros
otro"2ti. Se trata de un proceso muy original que es importante festivos, las comunidades sexuales, las perversiones discretas
reconocer en toda vida social. Las metáforas religiosas, místi­ o exteriorizadas, las errancias profesionales, el "retorno a la
cas, las epopeyas o las canciones de gesta hacen de la vida un tierra" -y la lista está lejos de cerrarse- pueden ser las modu­
peregrinaje, una etapa hacia lo que sería l a "verdadera patria". laciones de nuevas conquistas.
No es el objetivo de nuestro trabajo pero podrían multiplicarse Éstas pueden obviamente ir en contra de nuestras convic­

los ejemplos dentro ele las diferentes tradiciones culturales ciones, o de nuestras certezas ostensibles, sin embargo no
que subrayan la estrecha relación que existe entre el afuera y podemos negar a la vez que se desarrollan, y que permiten el
el centro. Podemos encontrar esta deambulación existencial desarrollo de sus protagonistas. A imagen de los errantes que
bajo la forma del vagabundo, siempre un poco sagrado, del en el siglo XV salían, por tierra y por mar, en busca de aventu­
peregrino, del nómade, y por supuesto en la del "mochilero" ras, podernos imaginar que gracias a las nuevas tecnologías los
contemporáneo. También el aventurero, el bandido, el artista, modernos pioneros conseguirán romper los estrechos marcos
el bohemio, participan de este arquetipo. de la vida en sociedad moldeada en el trascurso de los siglos
Tal como he analizado anteriormente, "es cierto que la fic­ precedentes, y que ha dado en llamarse modernidad.
ción novelesca, desde la novela de educación . . . hasta la litera­ El comentador positivista de esa gran epopeya que es Los
L ura para chicas frívolas pasando por la novela ele iniciación . . . lusiada,s ve allí, a través ele lo que él llama "la influencia cató­
cristaliza o ennoblece la profunda convicción ele que la conti­ lico-feudal" y la influencia clásica, "el presentimiento confuso,
nuidad de la existencia está hecha ele numerosos desvíos . . . que pero real, del advenimiento de un régimen pacífico e industrial,
escapan por su p recariedad a una lógica cletem1inante"27. Nos para cuyo triunfo las grandes navegac iones po rtuguesas eran
hemos referido más arriba a la secta ophítica cuyo emblema una preparación necesaria, al instituir la exploración previa
es la serpiente, la primera Rebelde respecto del orden divino. del asentamiento humano y la extensión ele los lazos planeLa­
Periódicamente en las historias hwnanas esta rebelión vuelve a rios"29. La imagen no carece de elegancia y se inscribe sin eluda
emerger; y no es imposible que en nuestros días encuentre una en ese ?Jiito del progreso que de un rnodo más o menos triun­
actualidad recrudecida. Fue Vigny quien presentó en Eloa a falista ha marcado nuestro tiempo hasta el final del corriente

'' · SL11.11E1. (G.), 1\1d1111.rJUS dr• ¡1h.ilosop/1ie 1r/u1inis1e, Alean, París, 1 9 1 2, /Juudl'lui n'. 011. l"il. ,
p. 1 40. " cr. Ja referencia que hace al respecto BENJA�llN ( W ) , C/11 1 ! '/1•s
"' MAFFl·:so1.1 (M. ) , to. Cu11.q11<il<J clu ¡rrése11/. Pour 1111<' soriolo.qie de lo l"ie r¡11oli­ p. 39.
!li1•111u', up. cil. ( 1 !)79). p. 1 1 1 "' LicMos (M.), L u is <le Ca111uens, 0¡1. cü., p. 2 1 0.
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siglo XX. De hecho es posible que e l nomadismo contemporá­


neo sea una nueva manera de afrontar la rnuerte al tiempo que
expresa un innegable querer-vivir. Más allá del catastrofismo
irnperante, o incluso contra Jo que algunos llaman decadencia
o barbarie, estamos en presencia, como un retorno de lo mis­
rno, de la n('cesidad de i, nji,nilo eternamente aventurera. Desde

Juego, en muchos sentidos es algo inquietante. Pero tal como


dice el poeta: "Ahí donde hay peligro, ahí crece lo que salva"
( I J olderlin). Quizás sea ésta la lección de la "caballería" como
met áfora social.

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