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Comentario al Evangelio del 7 de abril de 2019, V Domingo de Cuaresma

Texto: Jn 8,1-11

Las trampas de la justicia

Preguntas mal intencionadas. Revestidas con la hipócrita pretensión de buscar justicia. Cuando lo
último que en realidad importa es la justicia. Habilidad para corromper el orden y utilizarlo para
quebrantar al caído. La vida tiene sus propias complicaciones, para que a ellas les añadamos la
manipulación mañosa. Llamar a Jesús “maestro” y procurar despeñarlo una vez que se le ha orillado
al borde del precipicio.

La fe cristiana no se deja arrinconar. Cree en la justicia, por supuesto. La última expresión de Jesús
a la adúltera es una clara manifestación de su culpa: “No vuelvas a pecar”. El perdón que el Señor
ofrece no es la claudicación ante el orden. Ella ha pecado. El mal se reconoce como tal. Pero no se
le permite tener la última palabra. No se le otorga el privilegio de la sentencia final. Mientras hay
vida, la conversión es posible. Si se le apedreara, la oportunidad de remediar el error sería imposible.
Se asfixiaría en la condena. La mujer es llamada a irse, y ese camino es la ocasión efectiva de no
volver a pecar. De que el perdón redima.

En el perdón, la libertad alcanza una de sus más altas expresiones. Y es también creatividad, fuerza
de reconstrucción. Supera el agobio del castigo por el castigo, y desafía al culpable a iniciar un nuevo
camino. Descarta la contundente fatalidad del mal propia de los afanes justicieros. Porque, además,
cada acción maligna incluye su propia complejidad. Se quiere hacer pagar a uno cuando muchas
veces no es más que el representante de toda una red de corrupción en la que muy probablemente
quienes demandan airados la aplicación del castigo frecuentemente han estado enredados en el
mismo delito. “Es mejor que muera un solo hombre”, profetizará el sumo sacerdote en el proceso
de Cristo. Y en este caso, se trataba del único en verdad inocente. ¿Quién tiene la probidad total
para levantar el dedo acusador? El que sí la tenía, otorgó el perdón y abrió la esperanza.

Jesús se agacha dos veces, y otras dos se reincorpora. Agachado, escribe en el suelo. De pie,
pronuncia la sabiduría divina, que es simultáneamente justicia y misericordia. En el juicio de la mujer
adúltera se adelanta la postración de la pasión y su elevación en la cruz y en la resurrección. Sólo el
juicio de Dios es relevante.

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