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lCÓMO PUEDE SER JUSTA LA

GUERRA ALGUNA VEZ 7

POR
GILBERT MURRAY
Regius Profesor de Griego en la Universidad
de Cambriclae

10 CENT.

THOMAS NELSON & SONS


189 Rue St. Jacques, Paria
EDIMIIURCO NUEVA YORK LONDRES

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¿ Cómo puede ser Justa_la
Guerra alguna Vez ?

POR

GILBERT MURRA Y

de Cambridge

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Regius Profesor de Griego en la Universidad
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THOMAS NELSON & SONS


189 Rue St. Jacque,¡, Pario
EDIM8URCO NU EVA YORK LON DRES
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0155 Cí
¿ C6mo puede ser Justa la Guerra
alguna Vez?

-----=
DoRAXTP. totla mi vida he sido un dcfonsor de la. paz. Odio IR.
guerra, no sólo por au.:s crueldades y locu.ras, sino porque es II\
enemiga do toda.s l33 causas que mM me interesan : del progreso
socio), del buen gobic:rno y de todo sentimiento de amistad y duhmro
de la vida, ns( como también del arte, del c:onocimicnt.o y de In
Jiteraturo. He hablado y pre&idido mtis reuniones de lns que puedo
recordar en favor de la pa7-. del arbitráje y del fome nto de la itrnistAd
internacional. Combatí con todas mis energía.a lu política guerrero
en el Sm d e Africa y he sentido (ronca hostilidad ó interna a ntipath1
hncia. c.asi t,oda$ liu; guerras sostenidas por )a Gran l31·et.,ña durante
mi vida. Si se me permite hoblat m,ls personalmente, diré que
en ninguna de mi..s obras he puesto tan inten!IA emoción como en mi
traducción de la.ti !lfujerCtJ trt>yanas, de E udpides, donde pot primera.
vez en Ja. literatur:, europea se condtna vigorosamente la guerru.
No estoy arre~ntido de ninguna palabra. q ue haya dicho ó escrito
por la. causa de la paz, ni qua yo ~<'pa he modificado ninguna
do las opi.nione-s sostenida., antcrionunento sobre eate asunto.
Sin embargo, creo que hicimos bieu eu de.clarar la guerra á
Alemania e.1 ,1 de Agosto de l!>H y que hubie.m sido una
infracción del d eber público el haber permanecido neutrolos en
eso crisiJ!..
No hay duda : sobre La Gran Bretaña pese. una grao responsa-
bilidad. NuC$trus aliadas) 1-'ra.ncia y Rusia, Blilgica y Servia., no
tenían otra alternati,--a : en grado diverso, se les impuso la guerra.
Sólo 11osotros, después de examinar detenida mente la ait ua.eión,
4

c.1eclaramos la guerra por nuestra libre voluntad, en un tiempo en


qua Alemania hubiem preferido. por él momento, no luchar con
nosotros. E hicimos bieo.
i Cómo puede ser tal CM& 1 No CUC)til mucho ver que nuestra
CAWIA es justa y que la causa 3ileroaoa. juzgada por todas lns
corrientes normu hum,mas., es deses~rndarnente injusta. Es casi
impoeible examinar los documentos o6cinlea publicados por los
Gobiernoe de Inglaterra, Alemania y Rusia sin ver que Alemania-
ó una parte de ella.-habfa. prepamdo ei;t(l guerra de antemano;
que escogió el momento on que supuso, sus vecinos en desventaja ;
que impidió & Austria llegar $ un arreglo aun en los últimos
momentos; que violó el Tratado con Délgica para estar m,s
rtipidamente en Francia. Hay testimonio., irrebatibles que parecen
probar cómo la violación íué ae-compaiiada de una preconcebida
crueldad que no tiene equivalente en las guerras de las na.cionei;
modernas y civilizadas. Sin embargo, hay quien RCa.80 sienta
todavía graves dudas. Las malas accione& do Alemania no justifict,n
que, n0l50tros obremos de igual suerte. Hicimos cuanto pudimos
por mantener la paz general ¡ en eso obramos bieu. Fracasamos ;
el gobierno alemán declaró la guerra á des~ho do nosotros.
Tuvimoo esa de&grae.ia. Era ya una guerra de enormes propor·
ciones, unA vasta red de desdichas envolviendo ú cinco naciones, y
nosotros resolvimos extenderla aún miis. En eso hicimos mal.
¡ No pudimos haber permanecido aparte, como los E,tados Unid06,
dispuestos á ayudar á refugiados y menestcrosos.i ávidos de curar
heridas en ,·e.z de inferirlas, acechando la primera oportunidad
para poner término á esta época de horror 1
-" Esfuércense por un momento-podrfa decir un contrario de
nuestra política-en darse cuenta de los aulrimientos contenidos
en un rinconcito del campo de battalla. Ustedes ban visto alguna
,~ei u.u hombro mal herido en lW accidente; acaso hayan visto
mtedes un caballo con sus costillas rot.a.s y recorda.rún qué terribJc
les pareció. ]fo ese rincón, i cuántos hombre&, cu&ntos caballos
ya.ccr6n heridos mucho peor y esperando el momento de morir f
¡ HeridM indescriptibles., agudísimos tormento", y todo ello multi·
plicado y multiplicado mucho mols de lo que oleaozon á ver 1..
ojos! ¡ Y qu& hao hecho éstos, á pesar de lo justa indignación de
ustedes contra Alemania 1 Loa caballos no tienoo la culpa de la
polftica extranjera de nadie. Hao venido Adonde sus amos loe hao
6

traído. Y sus amos mismos. . . Admit.iendo quo ciertos


ale.manes de alta cat~gorfa, de cuyos nombres no estamos segu.r05i
son tan malvad()!! como ustedes quieran, hay que reconocer quo
estos soldados, labriegos y obreros, comerciantes y maestros de
e.scue1a, no han hecho realmente nada de partfoulnr; acaso ahora
sí, pero no antes del momento en quo u.&tedes., viendo que ellos
<'8t&ban ya complirndos en la guerra y la dcsdfohn, decidieron de·
clarar-les tambil-n la guerra y aumentar ,u.s sufrimientos. Dic('u
W5tedes quo hay que castigar 1i los coMpirodores y malhechore.,
públicos. Pero por lo que se refiere á la ju.stieia é injusticia de la
guerrn, ust«le1s s.implemento están condenondo, mue.rte, mut,.ilaeión
y tormento ú miHares y millares de hombrei, inocentes. ¡ Es eSG
el mejor medio de sati.sfocer su sentimiento de ju.sticia 1 Dirán
u.,tedes que eeta gente inocente combate parn proteger á loo delin·
cuentes que ustedes eS'tán resueltos 4 dar alcanoo. Perfectamente,
neos.o al finnl do In guerra, despul:s de haber hecho sufrir & millones
de serei; inocentes, puedttn ustedes 16 In postro, si todo favorece 1\
SU$ armas, apodernrSé de los• r~.· Abrirán ustedes una infonnu-
ei6n, con imperfectos testimonios y jueces parciales; decidirán
ustedes-lo má.s probable es que equivocadamente-que 108 r~
&on una docena de prusianos muy eatúpidoe y tC$tarudos. decorados
con largos títulos, y aun entonces no sabré.o ustedes qu6 hacer con
ellos. Probablemente tratnrAn ustedes-y ea casi cierto que fracasen
~e hacerles de algun modo sentirse avergonzados 6 humillados.
Pero ca baatanto probable que ustedes le& conviertan en héroes
nacionales.
"Y después de todo, t,quí estamos suponiendo la mejor do las
guerras : una guerra en la cual parte no tiene r11z6n y la otr& sf
y en que g.anl) la segunda.. Pero supóngase que ninguna de ellas
tiene razón ó que gtrna la, parte injusta. Ello es t..1n probable como
improbable1 pues si á la parte justo le ayuda au conciencia de obrar
bien, la injusta se ha esforzado p te en adquirir ventaj1,!I
de su lado aote.i de e~ipe,...u á re ¡/ : ) ~._ cnornH!
gasto en SAngrc y dinero, todo ~ mme . e to de
hombres inocentes y mudos anin toda~ lílgtimas ujeres
y niños en el fondo de la escena, l>'t Wof<\o lisg,,r, no pa · . ndlCar

mal c..i in6nit.o por la dudosa l'rdbobilidad de lograr

·- .=t.U,.'Qity~A~
j
<'l bien, sino paro establec,er el ,¿: Bien est& que se h m n poco
ele mol para que venga uu bie g ude 6 .seguro ; pe tiaoer un
que la

L~
-
6
mitad de ]a gente afe.cblda por ello puede ('reerlo bueno y la otra
mitad ma101 y lo cual en nin,gúo ca.'IQ concebiblo puede: obt<lltcrsc
en tod.l\ ,iu plenitud ó purer..l , no es ni bueoa moral ni buen sentido.
Cualquiera. que no esté dominado por la pasión debe ver que es una
locura."
Simpatizo coo todas las: fases del argumento anterior; sin
embargo, lo creo equivocado. Eso es juigar la guerra como tmn
cuestión de pérdida, y ganancias, y, por otro parte, es no tener en
cuent.a &ino Ja.s consccuencins materiales inmediatas. En él se
pierde de vista el hecho cardinal de que en a lgunas causas es mejor
luchar y quedar deshecho que ceder pncífieament.o; que algunas
veces el mero hecho de resistir á la muerte es en si mismo unn
victorio.
Tratemos de comprender esto. Los griegos que combatieron y
murieron en las Termópilas no tenfan duda alguna de que baefo.n
bien en luchar así y morir y la posteridad esta.\ de acuerdo con eJlo.s..
P robablemente sabfan que serian derrotados. Probablemente
suponían que después de su derrota, los persas avaninr-fon fácil meo tic
á conquistar el resto de Grecia. y que la trotarfan con mayor dureza
J>Or habersé resistido. Pero tales coMidemrione:s no inAuyeron sobre
ellos. No quisieron aooptar la deshonra do stt país.
Considérese uhora un Cl\$0 moderno muy claro : la hermosa
hi1Storin do un tUl'ista forncés á quien cogieron unos salteador~
moros junto con un eacerdote y algunos blancos má.s. Los moros
dieron ú sus prisioneros á escoger entre pisotear la Cruzó ser muertos.
El francés era librepensador y anticlerical Le desagradaba et
cristianismo. Pero no quiso pi.!Sotcar In Cruz por orden de un
bandido. Hfzose solidario de sus compaiieros y murió.
Este sentido del honor y el respeto por este 1:1ent ido del honor
son instintos muy profundos en el promedio de los hombres. J,~n
]os Estados Unidos existe un fuerte sentimiento contrario ü fa
mezcla de sangres, no sólo con los negros, sino con ei;.as grimdeJJ ma~s
human.as de piel morena denomirutda.s "dagoos" ó " hunldes."
Sin cmbBrgo, he observado que aquellas personas que lle,~an en
sus venM 1:13ugre de piel roja no se avergüenzan, sino mM bien
sienten orgullo. Si se busca un& razón, sospecho que se encontraría.
en la re¡>ut.aeión especial odquirida por cata clase de indio, 1í. saber,
<1ue jároaa quiso avenirse á ser esela,·o. Prefirió htchi.r hAsta
morlf.
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Indudablemente, se dicen muchas tont.e.rias .sobre ('I u honor" y


el "deshonor." lltn· emociones bMad:1s en ttl i;entimiento y no
en la ruón; frocue~temeote las norin:u1 por medio de IM C~1l.llf'H
!\O IM ju1.ga IKID coo\•encionales y ,·acias y á ,·eces extremadamente
falsas. Sin embargo, el honor y deshonor son co&1u1 reales. ~o
trataré de defi nirlas, pero indicaré únicamente que su caraeterbtica,
como lo. de la .religión, es no oclmitir regateos. Ca..,i podemos pensa,r
que el honor es ~entilltuuente n•1ucllo que un hombro libre estima
más que su ,·ido, y el deshonor aquello que t~quiva mns que d
suírimiento ó In muerte. Y lo importanlo para. noootro.s es que
existen tales COSfls.
Hay nlguni.& gentes, di9('ípulos de Tolst-Oy. que aceptan tv.la
actit ud por lo que se refiere 3 morir, pero que la rechaT..ao por lo
quo respecta ll matar. Esta bien-diccn- Ja resistencia pa.siva. ;
justo es el martirio; pero resistir 4 fa violencia es pecado.
Unn. vez paseaba yo con un amigo mío y discípulo do Tolstoy
por un:, senda C'amp,e!tina; dclnnt,e corr(a una niña <le pocos años.
Le hice la conocida pregunta :
-Supóngase un hombre, perverso1 borrtwho, ú loco, que viniese
corriendo y a tacasa ti esa 11iña. Usted que es un l1ombro ÍU4irte y
lleva consigo un bastón t no lo dctendrht y en caso necea.ario le
haría rodnr por el suelo t
- No- dijo-¿ por qué habria do cometer un pecado? Tratar-fo.
de persuadirJe, me pondría delirnte de él, dejaría que me mata.se;
pero no le pegarfa.
Siempm ,;o cncontrar(m algu1rn.1J gente&, :lUnquc meooe de una
entré mil, que opten por esta actitud. Dirlin : "Perezca la niñll
ó sea robada ; cometa el hombre perverso otra pen•ersidad ¡ de
todas suertes, yo no aumentaré la cant idad de ini1t il vfolencia que
veo 4 ini alrededor."
Con tales peri;onru; no i;e puede razonAr, aunque á menudo pueda
uno reApctarlíls. CMi todo hombre normal pensará que el verdadero
pecado, el ,·erdndero deshonor consiste en permitir que se cometa
un noto nbomim~bl<' onte nue:stroo oj0$ cuando se l ienu la fu er2:3
partt impedirlo. Y cuanto rnltS fuerte uno sea. cuanto mayor 111
probabilidad de éxito. tanto m,is e.st;t uno obligado ú inte.n•e1lir.
Si los bandolero-41 5on abrum11dornniente fuertes y no hay medio de
\'eneerJ~ ó de,;b:irat.ulos, entonce;:-;. sólo entonces, hay <Jne pen,iar
en el W()rtirio. El martirio no es la posibilidad mejor, Es casi la
8
peor. Eis una solución desesperada, el último recurso cuando ya
no queda esperanza de resistir victoriosamente. Lo mejor-
suponieudo que IOis 1-1alteadores estén nhí y que intenten cometer
un criroeo-lo mejor es int,imjdarlos inmediatamente; despuée, Jo
mejor es vencerlo!J tras una lucha áspero ; en tercer término, Jo
mejor es resistir en vano y sufrir martirio; lo peor de todo, el 6nieo
mal que nunca hay necesidad de aufrir, es permitirles que 1:1e salgan
con Ja suya sin protesta. (En cuanto a eon"encerles dé su maldad,
ere es un proceso que puedé tener lugar después.)
Se habrá observado que en todos estos C8.80S de honor no se
cuenta ó por lo menos parece no contarse el costo, que no hay
balance del bien y del mal. En nuestra conducta corriente, haeem.os
aiempro el ba)&uce do los reaultnd05 probables según se obre de esta
ó la otra manero; pero cuando el honor 6 la religión entran eu
escena, cesa todo balance. Digaselc al mú.rtir oris-tiano :
" -Supongamos que ustOO quema una dcdada de incienso.
t Qué mal hay en e11o 1 Todos sus amigos saben que usted ea un
verdadero cristiano ; no se dejarán engañar. Nada habr& ganado el
ídolo por el incienso ni habrá perdido nada el verdadero Dios de
uatcd. i Por qu~ atraer el infortunio aob,e usted y toda su (amilia 1"
O arg<ayase como un ateo fraods :- 11 t Por qué no pisote&r la
Cruz t 'l'iene usted repal'03 con el signo del elcriealismo. Aunque
el pisoWLrln desfigure un poco sus sentimientoe, el daiío es pequeño.
i Quién so.ldrA perdiendo nada por ese pisoteo 1 En cambio. ,,i\•irá
usted en vez de morir y toda au familia ae.r& feliz en vez de des·
~rraciada."
O digose al piel roj• :
11
-Amigo mio, ea 1.1$ted uno contra diez. Si se somete usted A
88tos hombres de rostros pálidos y es siempre eortée y servicial,
probablemente- le tratarán á usted muy bien. Si no le trAtan bien,
puede considerar la situación mtis tarde. No hay necesidad de que
se mate inmediatamente."
La gente á que nos hemos referido no condescendería á responder
á estas razones. Acaso puodnn reíSpooder6e, acaso no. }>ero la
oscncia de 111 religión ó dol honor os qua debe &Obreponerse ú todas
las consideraciones materiales. Se toca al honor e.n aquel punt()
4:'n que un hombre re.spoode & alguna proposición :
"-No lo haré. Prefiero morir."
Estas eoeu se ven más fáciJmeote cuando se tnta de un hombre
que cuando se trata do una nación entero. Poro también se les
prooont.an á. las naciones. En el caso de una nMióu, Jas eon&cc4encias
materiales son mucho mas grandes y en general el 1>unto do honor
suele ser menos cluro. Sin cruba.rgo. siempre que una nación, en
6u trat,o con otra, no cuente srno con la fuerz..'l ó el fraudu y niegue
t\ su vecino 1a con.sideración corriente que se debe á loíJ seres humanos,
tiene que surgir UM cuestión do honor.
Austria dico repentinnmentc ii, Scr\•ia :-u F.r('s un pequeño
Estado lleno de maldad. Yo he anexionado y gobornndo contrú-
su voluntad á ,~arios millon~ de compatriotas tuyos ¡ sfo cmbi\rgo,
aún esbí.s onlmado do sentimientos antinu.stria.cos, que no estoy
dispuosta á consentir. Dcspedir&s de tu servicio IÍ todos los
cmpleadoe, polítioos y soldados que no amen á Au.strio, y do tiempo
en t,iempo te enviaré füte.s de pctsoMs A quienes has de despedir
6 mD.tar. Y si no das tu consentimiento i\ esto en el término de
cuorenta y ocho horas, te obligaré yo, que ooy m11cho más fuerte
que t<1."
Sc:niA hizo cuanto pudo por sat.isfnoor las exigeneins de Aua:tria ¡
aceptó d0$ tereerns partes do ello., y pidió arbitraje &obre la tercera
re.istcante. Pero bien claro está que no pudo aceptnrla.s todas sin
quedar deshonrada. Esto es, Servia hubiera renunciado á su
libertnd ante lo amenata de la fuerza ; los &er\•ios hubieran dojado
de ser un pueblo libre y cada individuo servio hubiera quedodo
humillado. Hubiera tenido que confesar que el"J. un hombre dis·
puesto á ceder nnte lo intimidación de un austriaco. Y si se arguye
que bojo un Gobierno aw¡triaco Servia sería m:is rica y estada
m,ts se.gura y que loo labriegos servios obtendríon mejores mercados,
DO se puede pr~tar oidoo ,i tales rozona.m.ientoo. Son el precio
que ae ofrece por In escl:witud y u.o hombro libre no puede acej>far
Ja eselavitud á ningún precio.
Alemania clice á Bi!lgica (por el momento pre&cindimos de los
compromisos especiales que babia contraido Alemania e.o uo
Tratado):
0
-Ningún motivo do riña tenemos contigo, pero por ciertas
razones tenemos el propósito de atrovesar tu territorio y aCMo
librar en él una batalla 6 dos. Sab<mos que un Tratado te obliga
{L DO permitir tal cosa, pe.ro no podemos remodiarlo. Con.siente,
y luego te duremos alguna. compensación; rehusa 1 y te trataremos
de suerte que más te valiera no haber nacido.''
,,
10
En aquel JllOmento Bélgicl\ era un Estado libre, independiente.
Si hubiese cedido á la pretensión de Alemania hubiera dejado de
ser n.mb:'t.8 eosa.s. Si AlemtLnia hubiera triunfado completamente y
}'ranciti no hubiera podido tom!\r rcpttsalia.s, e.s posible que Bélgica
uo hubiese sufrido grnnd('l-1 dnñOil materin.l~; pero hubiera aceptado
órdenes de un c:ttraojero que no tcnhi drrec1"10 ú dArlas, por 111 sencilla
rozón de &t!r ~I fuerte y no atrc,·er.se Bélgica á encararse con él.
Rehuaó Bélgica. Hnn siJo destruidas i.lgunas de sus ciudades
¡>rincipalts ; mucrt-os l\lgunoo miles de sus soldados; ultrajados y
reducidos á mendicidad muchos miles más de sus mujeres, niños y
no combatientes; pero aí10 es Jibrc. 'fodnvfa tiene su honor.
Ex,lminemo-41 este t1sunto más detenid:.lmeotc. Dice nuestro tols-
toya.no :-'1 Jfobl!\mos del honor de Bélgica y del honor de Scr,·i~.
Poro i quifn os Scrvi:1 y <1uién es Bélgica ! Xo hay ninguna peniona
do tal nombre. Sólo hay grandes masas de fl:etts que .son servio-'il y
belgas y la mnyor ¡unte de los cuales nada tienen que ver con las
cuestiones en disputo. Algunos son honr;:idos, otr0$ no. El honor
de cada uno depende de que pllguc sus deudns y dign }¡1 verdad, pero
no depende lo más mínimo de que cierto n(iruero do extranjeros
ptlSCn por su paí$ 6 se entremets.n on &u gobierno. El rey Alberto y
sus ministros podrían sentirse llUmillndos si el gobierno alemán les
oblignse & ceder contra su voluntad; pero¡ se sentiríi. la pohlll-Ción
gener¡il 1 El 111.bricgo 6 el tendero ó el a rtesano de 1~ regiones do
Visé, Lieja y Lo,·ain.n, t se hubiera sentido di.f&mndo 6 ave.rgonudo f
Probablemente, hubiera ganado alg(ln dinero y se hubiera divertido
en grande con el espectáculo de ver pnsar Jas t,ropas. i Quién
pretende que lo que entonces hubiera sufrido .se puede comparnr
por un moro "'oto con lo que bt\ sufrido ahora, para que el Gobierno
se sienta orgull~o de sí mi'>mo 1 "
Dejnn! á un laclo la cuc,btión de q_ue el dcjiu vfa libre 1\ Alem1\nia
hubiera cquiv,1li<lo (• declarar fa guerra ,\ Franci11, de suerte que t
1
Bélgica, al renunciar :'1 MI independencia, no se hubiera ohorr&d.o el
peligro do una g-ucrr,\. Supondré que sólo estaOO implicado el honor. 1
De esa foriua, esta C\IC$tión toca In rair. de toda nuestra concepción
de J.L ciudadanfa y el lugar del hombre en la socie<lad. Y ro creo
que nuestro amigo el tolstoyano esM profundamente eqoiv~do.
En un Estado foerte y l>ieo gobern1u;lo, t e:; cierto que el ciudadano
medio ~ indiferente al honor do su J>Afo ! Sabemos que no lo cs.
Ciertamente, el dmhulano medio puede no con;iprender ¡\ menudo lo
11

quo estA pasando, pero t.an pronto como lo sabe, ic interesa por
ello. Supóngase que se descubriese que el rey, el pre~idente del
consejo de ministros ú el presidente de los EstJdos Unidos estuviese
paga.do por un país extranjero, como, por cjeoiplo, Jo estuvo
Carlos 11 por Luii XIV. ¡ Puede pretenderse quo los ciudadanos
do lt.- Grnn Bretaña. ó de América lo acephtrfan tranquilamente 1
Es absurda la idea de que un hombre normal pudiese decir:
" Perfectamente, el rey, ó el presidente de la República, ó el
presidente del Consejo de ministros i;e estai conduciendo de un modo
deshonroso; pero eso es cuestión suya y no mfa. Yo soy un hombro
decente y honra.do y mi gobierno puede hacer lo que le plazca."
El ciudadano ordinario sentll'á instant¿\ncamento y sin vacilación
que en el honor de su país estaba envuelto el suyo propio. ¡ Y
desgradado. la sociednd dondo sucediese otra coro ! En In historia
hallamos algunas sociedades de CMS. Son del g,nero de hu~ llnmodas
11
corrompidas" y generalmente viven poco. Bélgica ha dcmoatrado
que no es de ese género de sociedad.

Pero t qué. decir de In misma Gran Bretaña ? En el momento


actual ha s urgido un cruM> clarí~imo y en H podemos poner li prueba
ouestios seotimientoo. La Gran Bretaña se 1Mbfa comprometido,
mediante un aolcmne Tratado rcno,•o.do más de una ve,;, á mantener
la neutralidad do Thl-lgica. Bélgica es un Estado pequeño situado
entre dos fuerth1imos. Francia y Alemania, y amenazado del peligro
do que lo invada 6 maltrato uno de elloo, á men0$ que lo.s grandes
potencias garanticen su scgmidnd. El Tratado, que lo firmaron
Prusia, Rusia, Austria, Franda y la Gran Bretaña, obliga á estas
potencias ú no atacar ~í. B~lgica, ti no penetrar con tropas en ella y á
no anexionar ninguna parte de ella ; a.dcmií.s obliga. ú resistir por la
íuerM o.rmada ú cualquier potencia que iutenttltte hacer cunlquicra
de estali C0$8!. Por su parte, Bclgica estaba oLlignda tí. conserva.t su
propia neutrulidad por todos los medios disponibles y ;\ no uuirae
á ningun Estado que estu,·iese en gucrr~ con otro.
A 6nes del paSAdo Julio surgió ('xactamcnte e) caso en que nosotrOI'
nos habfnmos comprometido , obrar. Alemania invadió {L Bélgica
repentinamente y sin excusa, y mlgica apeló á oosot,roa y á. Francia
pa.ra defenderla. Entretanto combatió sol.,, desesperadamente,
contra abrumadoras fuerzas superiores. El problema estaba claro y
libre do toda complicación. El canciller alemán, Rethmann Hollweg,
]2

tn su discurso de) 6 de Agost-0, reconocío. que Alcmnnia no tenfa


a:9"avio alguno contra Bélgica y ningnnn excusa fuera de la
º nece&idnd." No pocHa ir bastante aprisa á .Frnncia. por el camino
directo. He aquí las razones que nos dió Alemania, en Une.as
geoer;,11(,-s :
11
Ciertamente, ,~osotros fi.rmasteis un Tratado, pero i qm\ es un
Tratado 1 No.-;otros firma.me>$ el mismo Tratado y ya veis lo que
estamos haciendo. De todas suertts, Tra.tado 6 no Tratado, tonemOl'l
á Bé!gica completamente en nuestro poder. Si hubiera hecho Jo que
nosotros qucrfamos, la hubifaamoe trotado con amabilidad ; despué:$
<le lo ocurrido, no habrá para ella misericordia. Si voootros hacNs
1
nhoro Jo que nosotroa que.romos y os estúis quietos, mM tarde, cuando
nsí 00$ COD\'Cnga, YC:rcmos el modo de hocer un arreglo nmistoso con
1
vosotros. Si os entremetéis, tendréis que suúi.r fa,s eoosecucncia.s..
Confiamos que no cataréis tan locos parA poner todo vuestro Imperio
e1) peligro por cuuaa de un u pedazo de papel."
Nuestra respuesto fué-:
" .Kvacuad Bélgica en e) término de doce horas ó lucluircmos contra
vosotros."
Yo creo quo esa respucstA fué justa. Examfue.se )a situación
detenidamente. Por nuestra parte no hubo precipitación ni falt,3 de
paciencia. Desde el primer momento de la crisis, trabajamos dia y
noche en todns 1::.s Cortes de Europa en busca de tualquicr medi~
posible de concilillci6n y p:u. Con todo cuidado, sinceramente,
habiamos explicado de antemano á Alemania cual tiería nuc-Stra
actitud. No enviarnos nuestro ultimatum hílStA que Bélgica estaba
ya invadida. He aquí la sencilla cuestión que se Ja presentaba al
gobierno británico y creo que á cualquiera que se sienta ciud11dono
británico :
" HA surgido el coso preciso previsto en \'Utst.ro Tratado : están
ex-terminnndo nl pueblo que jurasteis JJrotege.r. t ~fantendréi.s
vu88t.ra palabra aunque o:; cuesto un precio gigontesco 6 faltaréis 1i
ella por im·itación de Alemania t "
Por mi (Xltte, pesando toda lo cuestión scren.n y dCP,.¡~pa-sionada•
mente, creo quo en este c'MO hubiese p~ferido morir 11ntcs que ceder
y creo que el Gobierno, al resolverse á m11ntener su palobro. á coeta
de una guerra, ha interpretado exactamente el sentimiento del
promedio de los ciudadanos británicos.
Bute con lo dicho acerca de la cuestión de honor, puro y simple;
lS

del honor sin pensar en l;:is consecuencias.. Pero en la verdadera vida


politica )AS situaciones no son, naturalmente, tan sencillM como e.so,
sino que tienen muchos aspectoo y rnmificM:iones diferentes'.. Y en
el ca.so actual, aunque occurre que In cuestión de honor es completo..
mente clara, parece probable- que aun sin ello ho.1:tfa ra1.ones que
obligo.bao á la guerra. Clnro es <Jue ni ])Or un momento quiero decir
que la guerra ib:} & $tr u beneficiosa u p.irn In Gran Bretai1t1 ; tnl
eólculo sería infame. Quiero dooir que, terribles como tenfon que ser
las consooucncias de intervenir nosotros en In guerr:11 lo probable e.s
que- fuesen aun más profunda y ampliamente funestas las con·
aecue.ncias de no haber obrado osf.
Dejemos, puea, oparte el Trotado concreto que nos obligtsbn
respecto de Bélgica. Independientemente do ~. n0$ hollamos
ante un complicado problema de alta politica, de prudencia y de
patriotismo hacia nuestro propio ¡xiís y hacia )a humanidad.
Dumntea.iios Alemonia ha constituido un problema p:m'L EuroJ>n.
Desde que durrotó á Francia en 1870, Jo ha acompnñado extra·
ordinariamente el hito y paroco haberla cmbriagndo. Este es un
tema complicado que exige un conocimiento mucho mú.s hondo del
que yo p0&eo. Simplemente, trntan\ de fij:i.r, lo mejor que- pueda,
Ja impresión adquirida en una gran cantidad de lecturas y observa·
ciooee. Desde el punto de vista de un hombre que realmente creo
que las grandes naciones deben comportt\J'Sé las unas rcsp«to de
otras fon escrupulosa y honrad::1mente como los hómbre.s res¡Xltu0$0$
de la ley, ninguna potencia en E oropa. 6 fuero de elln, cst& sin culpn.
Todas ellas tienen ambiciones¡ todas ellM, hasta cierto ¡>unto,
<!tnplcan espfas ¡ todaa eHai, dentro de cierto$ Hmit~, trotAn de
superar ú IM demns en listcu ¡ en sus relaciones diplomáticais no sólo
cucnhrn con los títulos del buen sentido y de la justicia, sino en
último término, indudoblcmcntc, con la amenaza de la fuerza. Pero,
dentro de la relati\'idad, Alemon.io. ha.ce toda.s estas t«ias en mayor
escala que lt.1s demás potencias. En su dip1omocia) lo foerz..i aparece
en seguida en primera línea y apenos se menciona la justiei:t inter-
nacional. Gnsta cantidades inme.o.s.1.s en su" strvicio setJ'('to," hnsta
el punto que los e.spíus alemanes se han convertido en un lugor
com6n y en un ohjeto de broma. :Rn t-1 admitido dOJ>Orte de Ja
tr11iei6n internacional, quebranta con írceucncia ltts reglas doJ juego.
Su emperador, su eoncillcr imperial y otros gentes que ocupan loo
m!s elevados puestos de responsabilidad exponen aus ambiciones y
14
proyectos eo un lenguaje que eu Inglaterra ó Franela sólo emplearia
un periodi.t.ta irresponsable. DiS<:uteo, por ejemplo, si ha Uegado
1:, hora de conquistar una vez más A Francia y cu&I es el mejoi:
medio de dejarla sin una gota de sangre y de reducirla á impotencia.
Explican que Bi.smarok y su generación han hoo:ho de Alemania In
potencio mi\s fuerte del Continente. Eo Europa "se respeta ahoro
lt1 voluntad de Ale.mania " ; el uctual emperador se ha encargado do
ha.oo.r que análogamente se In respete en todo el mundo. "lil futuro
mundial de Alemania estó en el mar." Discuten si pueden construir
una )íarina bastante fuerte para luchar contra la inglesa y dc.rrotarln,
&in que se interponga la Gran Bretaña. Discuten eu público cuántas
colonias y culiles dejarán A la Gran Bretaña cuando llegue el gnn \
"Dfa." Se lamentan y al mismo tiempo-por lo que uno puede
inferir-se sorprenden sinceramente un poco de que " el egoismo
brutal de la Gro.o BretaW\ " presente objeciones á este plan, y
couUau-abierta y públicamente-que su notoria debilidad y
cobardfa harán que tenga ,niOO.o de obrar. Como la Gran Bretaña
tiene uu vasto número de 8úbditos mahometanos, que acaso pueden
ser movidos ti descontento, el emperador alemán anuncia á," los tres
cientos millones de mahometanos que viven esparcidos en le Globo u
que i-iempre que de él necesiten, el emperador alemán será su amigo.
¡ Y esto en 18'!18-, eo medio de una paz profunda ! Eu las univert1i·
dades a.lemanai; los profesores dan conferencias sobro lo. mejor
mnner-.1 de destruir c1 Imperio britún.ico, y en las comidús de b
Marina alemana los oficia)e,$ l,dndnn eonst-0ntemcnte por" El Día."
~o ha.y necesidad de explicar qué Diil. Lo curioso C$ que todo~
estos planes están expuestos en discur&oS pí1blicos y en JibroS-,
extraños libros donde parece no tenerse en cuenta el sentido
civilir..1.do de la justicia internacional y de Ja honradez común, as(
como tampoco e1 sc-ntido de una común prudencia polftic.a ; libros
doude so exponen J~ proyecto:, de un cons:umado ladrón con
el c:,ndor de un niño.
Y li través de este periodo, durante el cual conspim contra sus
vecioo.'i y les dice que está com1pirando, Alemania vive en un estado
''
do alarma. ¡ Sus vecinos l>On tan malos amigos ! Su aetitud puede
ser correcta., pero no es de confianza ni cordial. El canciller imperial
von Bülow decla.m en su libro que sólo una ,~ez pudo respirar libre.
mente. Fué- en 1909, cuando Austria, su aliada, a.e anexionó por la
violencia y contra su& compromisos las dos provincias eslavas do
Bosnia y Herzegovina. Toda Europa se indign6, especialmente
Rusia, Ja protectora natursJ de los eslavos,(• ln,sdaterra, la defensorn
h:,bitun1 de las pequeñas oa.cionalidade'-$. PC>ro Al("mania púso pit
en tierra. El Kaiser "se presentó en brillante c:ora7.a junto á su
alfod~ " y ninguna potencia se atre,•iú ,t intervenir. Alemania no
t<'nfJ razón. Todo el mundo sabía que no tenfa rozóu. Precisamente
ese hecho era tan consoldador. Su ejé-rcito ern bastante grande ;
su marina era bastaote grundc. Y por ti momento la temeroso
triRturn se sintió segura.
En fio, debemos recordár que fué Alemania 111 que inició
1-' c.ure.ra de los armamentos y que ,;e ha negado firn1ement.e
$ toml.lr en coo.sidcraci6n las repetidM pro1>osieiones de Rusia
para limitar los ejércitos y las de IngJaterro. para Jjmitar las
marinas.
Ahora bien, durante algún tiempo fué posible quitar importancia
á estas señales de peligro, y ro, por mi parte, siempre he intentado
.quihí.rse]a.. En todos los pa(ses hay miJita1i:.tas y jiogo-,; frecuente-
mente e1 nuestro los ha tenido de sobra. Los de la. 1.:~pede a1omsnA
eran extraordinariamente ,·ocing1er~, pero no se deducia dé a hf
que todo el p.1ís estuviese· con elfos.. El Kaiser, siempre impulsivo,
dijo en conjunto mA~ cosas am.i.stosas que hos1.iJes. ])e todos suertes,
parecía más prudente y m'-s poJitico responder á la pro,,oCRción con
buenas formas y tratar de alentar á los elementos más liberale, y
razonables de la vida pública alemana por medio de una persistente
actitud amistosa. Esta poHtica pareció posible hasta Julio dcl año
actual. Entonces se no!S impu.sicron ciertos hechos. Todoe cJJos
están detallados en el Libro Blanco y demás correspondencia diplo-
m:itiea.
Repontin&mente dcscubriu,o.-. que Alemania y Austria, 6 algunos
partes con.spiradonus de Alemania y Austria, hnbfan preparado un
gran golpe, como <'I ele l!lOO, en mayor proporción. Era de una
uo.turaler.a tan visiblemente agresiva, que su aliada, Italia, la ttrcern
potencia de la Triple Aliil.nza, &e ne,g,; solemnemente ó proceder con
elJa.q. La Alianza 1:1610 eru &plicable á una guerra defens.i\'a. Con
todo cuidado se habf,l escogido el momeo.to. Suponían que lngla-
term C'itaba al bordo do una guerra civil en Irlanda y de uo nuevo
motfo co In India. Francia acababa de pa-sar por un escándalo
milit.ar, en el cual se babi,\ "i~to que el ejército andaba fulto do
botas y muni<-ión. l{ulllia, ad('mtb de suíri.r una huelga. gcnt!ral y
16
otros tmstornos interiores, estobA equipando su.s tropas con un
arma nueva y solo se habfa operado Ji. mit-ad del cambio. Se
escogió ha.sta el día. Fué una semana en que Cllsi todos Jos embaja.
dores estab::in lejos de sus puestos, dlslrut.a.ndo de sus vacaciones
ve.ronicgas: el embajador inglés en Berlín y Viena, el ministro
de Estado austriaeo, el presidente del consejo de ministros francés,
el presidente del consejo de ministros scrvio1 el mismo Kaiser y otros
que podfon haOOr eje~ido una influencia modera.dora sobre los
planes del partido guerrero. Repentinamente-, sin una palabm
de aviso & ninguna potencia, Austria e.n,,i6 $U ultimatum á Servia.,
que debía contestarlo en cuarenta y ocho hor~ . Pasaron diez:
y siete horas de estas cuarenta antes de que se enterar;.ln las
clem(LS potencias y Austria declar6 la guerra ñ Servia antes
de que toclos lO!J emb:,j:1dorcs estuvieran do regreso en sus
pueatoe. r.oo principales estadisto.s do Europ11 so pns,uon toda
la noche buseondo un medio de-concili.aci601 de orbitraei6n y oun de
simple dilación. En e.l último momento, después de haber regresado ·
el ministro de Estado austriaco y acept.ado una base de negociación
con Rusfa, todo pareefa indicar que podría mt\nte.ner$0 la paz ; pero
en es.o momento, Afomanin lam~ó su ultimatum contra Rusia y
Fmnc·i1~ y Austria. estaba ya invadiendo á. Servio.. A las vointicuntro
boros seis potencias europeas estaban en guerra.
Ahora bien, todo.vfa no se conoce la historia secreta de esta
extraño intriga. Tardaremos unos cincuenta años en conocerla.
E$ imposible creer que la naci6n aJemana hubiera npoyado la con•
spirnci6n, de haberla comprendido. Difícil suponer que- el Kaiser
lo hubiera hecho> el ministro de Esto.do austriaco, una vez de
vuelta, trt\tÚ de de8h11cer la obrn de sus subordinados. Pero de
a)guno. manera los parlidos de la guerra do Alem11nin. y Austrin
fueron supremos durante una semana fatal y se arreglaron pam
a.rrastrar á sus países tras eJloe.
Nosotros ,·imos, como lo ,·ió ItaHa, que Alemania habfa pre·
parado fa guerra. Vimoa cómo rompfa sus Tratados y arrollaba 4
la pequeña ~ lgica. del mismo modo que su aliada pisoteaba á la
pequeño Servia. Recordamos sus tlmcnozas contra nosotros. Y en
este mismo momento, como pnr11 ahoodor nuestros sospochas, nos
hizo lo quo ha sido justamente ca1i6cado de una "proposición
infame," ti saber, que si condonábamos a hora su vio1nci6o de
Trotados, celebraría después con nosotros una II inteligencia..''
17
Supóngase que no hubiéramos catado comprometidos con Bélgica
por nuestro Trat-ado ó que ni eiquiera nos lipse A Francia una.
am.i.st.ad natural y sin ceremonia. t Qué hubiéramos podido hi,cer 1
Quiero examinar la cuestión desde el punto de vista de un estadista
que tiene deberes para con su paf.s y para. con Europa.
En mi opinión, Jo único que no pudimoo haber hecho fué repudiar
nuei:ltra r~ponsabiUdad. Somos uni, potencia muy fuerte, una de
las más fuertes del mundo. Aquf, ant~ nuestros ojos y al alcance
de nuestros cailonts, ae estaba haciendo uno. cosa que nmenazaba
á todas las criaturas de Europa. He aquí lo únioo c¡ue ningún
estadista podfa decir:
i, -Esto no es de nuestra incumbencia. Nosotros seguiremos
uue,;tro camino como de costumbre."
Era perfectamente posible quedaffle 6. un lado y proclamar nuestro
neutralidad. Pero-aparte de las cut!Stiones de hono.c-proolamar
la neutralidad era un acto f:lo grave como proclamAr In guerra.
Nadie se imagine quo con eatarae quieto mientras se oomete un
crimen ante loo ojos i¡e elude la responsabilidad del nseainato.
No discutiré aquf sobre cuál hubiera sido la dedsión justo. Al
contrario de una cuestión de honor, ello depende de un cuidadoso
balance que se haga de los testimouios y las cona.oouencias, y en esto
pafs apenas nadie, exceptuado el gobierno, tiene suficiente conoci-
miento para hacer el bttlancc. Por mi parte, hubiera empezado
mostrando una fuerte predilección por la paz., aUll por uDA paz.
fragmentaria, pero en último término me hubiera dejado guiar
principalmente por lo., hombres públicos en quienes mt\s confío.
Pero tal como ocurrieron las cosa&, nuestro gobierno no tuvo
neoesidad de decidir sobre este difícil problemn, pues Aleoumiu se
adelantó y dejó clara 1a. situación. La manera en que trató á
Bélgica no sólo provocó nuestra apMionada indignación, l'iino que
ll0f5 puso en el dilema de declarat la guerra 6 de faltará la palabra
empeñada. Sin embargo, mo inclioo (l creer: que nuestro bieoesta1·
depende tao vitalmente de respetar el Derecho público y Jos derechos
de las nociones y que correría tao terrible peligro si Alemania pudie.,c
establecerse en son de conquista en Dunquerque y Cala.is, que en
este caso nos hubiera forzado & Juchar el mismo instinto de conser·
\"ación. No me aventuraré , exagerar Jas espernu.zas que podew~
nbrigar respecto de la constitución de una Europa mejor al W:rmino
de la guerra, uo& Europa que 10Jucione aua viejas dis.eoaiooes é
18

invente un mecanismo especial para resolver lo.s nuevas di6cultndcs


conforme &urjan, tomando por base la justicia y Ja concordia, no la
intriga y I& fuerza. Perfoot.amente; es~remos esa reconstrucción,
trabajemos por ello i pero será, cuando se pres.ente, unn tatta
extremadamente diffcil, y sus mismos comienzos quedan Jej0S,
soparados del momento de o hora y de la tarea inmediata por muchos
rie1:1gos formidables. No tenemos derecho ll apaciguar nuestm
conciencia, respecto de lu guerra, declnrnndo fas cos:,s buena~ y
generosas que vamos & hacer despuéa de ella. Indudablemente,
Alema nia se proponía baceroos 4 todos buenos y felices una vez
tJUOnos hubiera reducido A obediencia. .Por el momento, no
podemos sino pen.&ar en nuestro deber y en la necesidad de nuestro
conservación. Y yo creo que en este problema ambos van juntos :
nuestro interés coincide con nuestro honor.
Es curioso cuún 1\ menudo ocurre- esto. Una de la& viejaa creencias
optimi.stoa del liberalismo del s iglo XIX, frteucntemente ridiculi.znda,
es que el deber do una nación coincide generalmente con su interés.
No hay dud:, que pueden \mconlrurae nbundunt,e.s excepciones, pero
yo creo que funda.menti,lmento, l~mto para lus t1.acionea como ¡mm
los individuos, In mala fe ó la maldad palpablemente consciente C8
e.o e.xtttmo de.sveutajosl.'. Este be<=ho es m4s inl<Cl'C'$Onte de- lo que
p8rece- A primem vista.
llay muchos ,·enenos t.ttrl de-sagradnblcs que no pueden tragnrso
sin disfraz. No hay 1>odcr que induzco ll un hombreó 11 un perro ll
ingerir una cuoharoda de nic-otina 6 ácido prúaic-o. Podéis tentar
al perro C.!On la prome:;a de huc&O:S íutorOfl., podéi!S pettiundir ni
hombre que precisamente era esa medicina la que su salud necessi·
taba; pero sus mi1sculos de deglución so negt1rán li obrar.
Tndudablemente. en los ¡>lanes de la 11Aturaleu In repugnancia Cif
una medida que Mh~a á Ja raz;,. Ahora hien, no puedo menos de
sospechar que-mucho m s débil y füliblcmentc-la negati~·a
rotunda é invenciblo con c¡uo un ltolnbré dotado de sentido del
honor 6 de sentimiento religioso acoge cierta clase de propooidon~,
quo poroccn ,•entajosas ¡>or fuera, es ('Xactamente otro ovi.so de l1~
nRturalcza contra el veneno. En todos los cas.mJ examinados m{,s
arriba, el del martirio cristiano, el del hombre honrado que se ne~<;
11 abandonnr 11 su~ compaiieros. no fué cierto decir, <'Omo J>,,<trett
que dijimos, que la ventaja talaba de un lado y el honor del otro.
.El deshonor le hubiera acarreado una desventaja más sutil y
19
duradera, mayor después de todo que la muerto inmediata. Si el
cristiano hubiera hecho sacrificios al ídolo, i qué hubicm sido de
su vida después 1 Aca.80 sus amigos hubiertin repudiado su ej~mplo
y hubierAn sufritlo martirio; sólo se hubiera quedado con su ver·
gücnza. .Acaso hubieran imitado su ejemplo y por causa de él toda
la partida de los" fieles '' hubiern traicionado á Cristo. Ni una cosa
ni o tra hubiera sido una solución muy envidiable. Sin h.iblar mucho
y sin ostentación, i no fué mucho mejor para la Iglesia entera y
¡>robablemente para el individuo mismo que desafiase & sus pc:rao·
guidottS y muriese ? i Y no puede sostenerse lo mismo ahora. en el
ca.so de cualquier patriota belga 6 s.ervio que haya tenido voz en el
acto de su ptlf.s ? La alternativa no era el honor y fa desdicha por
una p,ute, r el deshonor y la vida foliz por otrn. A un lado estaba
e1 honor y un gran sulrirnicuto físito; al otro, t i deshonor y una vida
sutilmenW afectada por ese deshonor en mil formas impre\'i.i;tas.
No menosprecio la tremenda importancia. del dolor !f.sieo; no
men~ preieio la ventaja de vivir todos lo., aií.os que seo con\·enieñte·
mente poeible. Pero los hombtes han de morir nlguna vez, y si nos
atrevemos á confesar la verdad, la cosa que In inmon.sa m11.yoríu de
nosotros desea en Jo hondo del oonuón, la co...~ <JUC 6 bien es Ja
fe.licidnd postrero ó bien es :í los hombres 1uál'I cara que In fe litidad,
es Ju. foculttld de cumplir con nuestro deber, y, al morir1 el haber lo
cumplido. Lo prueba Ja conducta do nuestros so)d1;1dos y marinos.
º TA ,illúna t:ez que lt ,.¡ Jué en el puente, en ,u 7meslo.'' FAtos
palabra& aon de un informe oficial ~rito por el ca.pitlln de uno de
n uc,atros cr-uceroo perdidos. Pero esa es 1~ clase de epitafio i}UC casi
todos loo hombres anhelan para sf, y supongo que 1~ hombre$ m1b
cuerdos para su misma nnci6n.

Si aceptamos esto, podremos dedutir m1ÚJ tOD$(X'UCncitl6. No


todo es malo en la guerra. & una tragedia verdader.l quf! debe ir
..u:ompailada de la ooble7.a y del t riumfo, lo mismo que del de.satstre.
. . . Este es \In terreno peligroso. El asunto se presta á uno nc-cia
ampulooid.ud, especialmente cuando se carece de verdadera imagiM·
c1on. No dcbem06 ponernOIS {1 ~ncomiar In guerra sin detenernos á
pensar en los centenareíS de miles de S<'ffS humanos mezclados en
t11les horrores de dolor y h~jCT..as. que si en rwestm vida corriente
\'iósemos á un hombre tratado ele esa minera, lo memoria clcl
cspect'-eulo nos angustiaría hasta eJ término de uuestn ez.ietenci.a ;
20

debemos acotdarnos de loo caballoa, acordarnos de las amables


criat.u.ras brutalizadas por la fatiga y la inmundicia, de las personas
en otro tiempo razonables transformadas ahora por la furia y al
miedo en demonios de crueldad. Pero un• vez que nos bay:1mos
dado cuenta de eso, podemos aventurarnos á busea.r en ~te de&iorto
dol maJ alg(1n oaais de extroordinnrio bien. Al parecer e-.stos hombres
que están occupados en lo que se asemeja. & un inmenso crimen,
debieran descender mái abajo del promedio humano, más abajo del
tipo corriente del hombre del pueblo. Pero i descienden 1 Día
tras dfo Uegan de fa primera línea ríoo de cartas, extmñns historia~.
fragmentos de diarios, etc., llenos de pequeños hechos íntimos que
delo.ton un carátter, y casi todos coinciden en demostrar que estot;
hombres no han descendido, sino que se han elev~o. H a habido,
sin duda, una selección de cartas; hasta cierto punto, :.ns autores
repiten lo que quisiera.o recordar y omiten lo que desearían olvidar.
l>ero concedido todo esto, no puede uno lte:r las carta& y los
de5pach06 sin un sentimiento de casi apasionada admiración por IOR
hombres de quienes hablan. Originariamente, no tra.11 bombN.'S
escogidoa por su" cualidades peculiares. Ernn precisamente nuestros
conciudadanos hnbitun108, los hombres que encontramos en UU!l
aeurá a,teatadn de gente. Nada. indicaba que su conducta en la vida
común fuese mejor que Jade sus vecinos. Ahora sin embargo, bajo
la presión de 11' guerr;,1, percibiendo ante sf un deber que es cl.uo é
incontest:~ble y terrible, r«1liz:1n , diario COMS mlis nobles de Ja!I que
fo, rnayor parto de nosotros ha tenido nunca oco.sión de realizar, cOSM
que apenas nos sentimos capaces de hacer. No me refiero & las
raraa hazañas que ganan UM cru.z Vict.ori&. 6 una cruz de la Le.gi6n
de Honor, sino al nooeMrio heroismo habitual de.l promedio de: loa
soldados: la larga resistencia, la obediencia ferviente, la vida
íntimamente JigadA un que el $l\crificio de sr mismo es la regla normn1
y en que se perdona ,í todos los hombres menos á aquel que se salvo.
á. expenSM de AU compaiiero. Pienso en los hombres que comparten
sus últimas galletas con un labriego medio muerto de hambre, en Joa
qua soooroon & camaradas heridos durante los dfas y la.s noches de
u.na horrible :retiro.dn, en los que dan sus vidas por salvar ú sus
compañeros 6 ú. $U9 oficiales.• O pienso en la expresión de las earM
• 'r1)meaao, por ejemplo, do,s r('1taciones entro \'Ointo.
l. El cabo do lanooN'.MI EdmondBOn, d& lot Ltmooroe Reale. Irlnnde«'"-,
re.feria , t.lD period.Llta ,us e:icpcri.eociN dol siguiente modo: "No hay
~l

que be visto 6 que otroe nos bon descrito : algo aler~ y alegre y
digno brillando en los ojos de aquellos que van á la primera Jinca
y aun de los heridos que regresan. u Ni una ver..-escribc un ·corre•
sponsal-ni una vez dé&de que estóy en Francia he visto entre los
soldados u.u rostro enojado ú oído una palabra de enojo. Siempre
est&n tranquilos, formales y admirable~ente animados.., Nadie
duda alguna (le qoe , oue.trot M>ldadoa Jea anima todavía el Cll:lplritu
antiguo. Mo (lncontró con doe eoldadoti do IOII MonlfU)<'tee de Argyll y
Sutherlancl q_ue eo hablan ext:r1wiado im Mon&. Uno eetaba muy mal
herido, pero eu 001npaJief'O no <J.uiao abendon.nrio en Lodo el tiempo y cu
un pal.$ quo beMn d~ t1k!ruaoet. Aum1ue sólo ooniao unH g$llttas enlre
loe doa, to ArRglaron pam ea1i.r a<Jelanto hMi. quo loa recogimos. Yo
foa:iat( en que el ileso me dijoao o6mo &o las habían compuO&to paM pAMr
cuatro días oon IK!ifl g0Uet<t1.11, })ero aicropro to enff\daba y me mandaba
callar. Mo imagino quo él eo po,Sll ein nada y dió 1.u gtillolalJ u] herido.
Varias vocet lot ll'bricgoi Crao~ loai oúeclerou all:,,ergue, pero tul miedo
teo,!an d& oca.sio1~r perjuicios á NStM bondOOoee.i, gtnt.ce, quo nu.ncn
quisieron aceptar. Unll nocbo la puaron teodidot lll nUIO dura.o.to un
tuerto aguaoero, 0.1.mque ali{ á. me.no btt.b!3 una ca&& dondo hubicr(M) podido
tenor albo.rguc. Por allí m0:rodoaban lo. hulanOfl y no quisieron eom-
pr<>me.ter 4. los froncei;c1, á pc$0r de q_ue ée.toe ee hubieran aJegrado de
ayudarles."
2. Un eabo dol R~eot.o del Yorkshiro del Ooeto. quo (l5t.á uhon,
herido en ol hoa¡,ít.a.l de Woolwich, refiere lo 1ig\liente de tm aoldado, no
identi.Ocado, del Re,giml~n«. Real Irlandés, quien dió dcliberadaroento i:tu
vidA para ¡,re,·enir á sus oomp,,ilcn:i. O()ntra una emboec&:la :
" La bat.Ua dondo roe hirieron W\'O luga.r en un.a. aldehuela 08.l"ffi de
. Rbei.ms. Luolúbomoa en contMto con los f111,n~ á la izquierdo. Ul'IA
tWt,Jjanl' ~mpra.no nos enviaron ll oe.ta a ldea, que aupoo.!a,:noa libre del
enemigo. En las afoor•• pregwitamoe á un mucha.cho íreno6.,. pero
parecía asustMo y eoh6 i\ ooner. Atravoeamo& una callo IA,ga y oetrechu,
y cuando ya vd'amoa e1 6:nol, un hombre salió procipit.u.damcot-o do unú
(lU{I de la dcrocba. ln.medi.atamento so oyó una deaoarga de fosilícrra y
ol pobre hombre eayó mu~to a.nt.,_ de llegar , nosotros.
Era uoo do nuoetroa 801dadoe, dcl l ~ t o Jloo,I lrlaodéf. Supimos
que e) d1a o.ntcrior una partido do oo.baUeria alemana, que merodeaba por
u,IU, Je eogi6 pritionera y le retuvo en ll\oo.&Q do l11bru.nza donde IOíl ale.manes
06taban cmboeetLdoa, 4.'Wpol';lndon~. Comprendió lo quo propllrAb6o y
aunque aabfa cqao le mata.ríe.o al menor ruido, decidi6 haaer una aalida
precipitad• para anunoilll'Doe lo que nos aguardaba. Tenía m,;s do una
dooon.a de balas en el cuerpo y oo hubo 1.a ~nor esperanx.a de sah•arle.
r,.. Uevamo, 11 una eASa bMwL el 6nal del encuentro y al d.Ja ISiguionto 1~
cntemu:nos C(Hl. honore. militares. J.''altab& au ohapa do identifioaoi6n y
todo otro dote.lle, de modo que eobre su tumba sólo pudimoe colocar ea.to
epitafio, tributo debido á 1,100 que era má.a g:ra.ndo: "Snlv6 á los dem.6.1:
él m.iuno no pudo sa.lvane." Cuando Jo dimos Aepultura en aquella
.aldehuela, ninguno de DO&Ol!t~ ten.la los ojoe &CCOíl."
22

que baya seguido con atención la guerra necesita que se le hable dol
heroi~mo de estos hombres. Xo olvido los miles que ge <_¡uedan en
el campo de batalJa para morir, ni cl gemir de los hMidoe que se oye
dura.oto todo el dfa entre el estrépito de los cañones. Pero también
hay en ello una extrañí, y profunda alegrfa. 11 Uno siente una
c:xtraordi.natia libertad-escribo un joven oficial rus~n medio de
In muerte, con las balas silbando olredGdor. Lo mismo ocuno ü
los ;;oldados. Todos los heridos desean curarSé pam volver á
combatir. Combaten con lágrimas de a legría en los ojos."
La naturalczo. humana e$ una cosa miste.rioea y el hombre no
llalla su bienestar y su infortunio donde sueJe creerse. rrener ante
los ojos algo c1uo se ve claramente, que hay que hacer, que se puede
hacer y que para l1acerlo hay que invertir toda la energía posible y
acaso In vida : ho ahí por lo menos una forina do Alta felicidad, una
forma que no sólo está al alcance-los hechos lo prueban-de los
.. otos y los héroes, sioo del promedio de los hombre,. Indudable-
mente, en la vida ordiwnia pueden hallar <x!Asi6n de esa misrui,
felieidad los pocos que han nacido con discreción é imaginación
su.ficitntes ; pero en la guerra. cualquier hombre Ja encuentra. E&te
eiJ el triumfo interior que reside co Ja entraña de la gran tragedia.

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