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Rubén Pereda
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Rubén PEREDA
LA TEOLOGÍA NATURAL
DE BARRY MILLER
SU DEFENSA DEL
IPSUM ESSE SUBSISTENS
ROMÆ 2014
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 9
[5]
6 LA TEOLOGÍA NATURAL DE BARRY MILLER
CONCLUSIÓN 225
BIBLIOGRAFÍA 229
INTRODUCCIÓN
1
Cf. Miguel PÉREZ DE LABORDA, «Tomismo Analítico», en F. FERNÁNDEZ LABASTIDA y J.A. MERCADO
(eds.), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, http://www.philosophica.info/archivo/
2007/voces/ tomismo_analitico/Tomismo_Analitico.html
2
PÉREZ DE LABORDA, «Tomismo Analítico».
[9]
10 LA TEOLOGÍA NATURAL DE BARRY MILLER
[13]
14 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
tución educativa para adultos fundada por Fr. Austin Woodbury1 en 1945
con el propósito de ser un centro de estudio y difusión del tomismo 2. Des-
pués de su ordenación sacerdotal —20 de junio de 1957— Barry Miller se
trasladó a Roma para estudiar filosofía en la Pontificia Universidad de
Santo Tomás, donde obtuvo el doctorado en junio de 1959 con una tesis ti-
tulada Knowledge through affective connaturality y dirigida por Ambrose
McNicholl3. En esta investigación expone la teoría del conocimiento de To-
más de Aquino a la luz del pensamiento de Jacques Maritain, al mismo
tiempo que trata de incorporar algunas intuiciones de John Henry New-
man. Esta tesis fue el origen de su primera publicación: The Range of In-
tellect.
Miller invierte el curso 1960-1961 en obtener un Master of Arts por la
Universidad de Cambridge: aprovecha esta estancia en Inglaterra para
pasar algunas temporadas en Oxford, por un total de dos meses. Se puede
destacar que en 1961 aparece la primera edición de Three Philosophers4,
cuya importancia tanto en ámbito tomista como analítico se pone de relie-
ve en el comentario que le dedican los editores de Analytical Thomism:
ese capítulo [el que Geach dedica al Aquinate] representó un examen
selectivo de temas centrales en la filosofía del Aquinate y buscó clarifi-
car interpretaciones erróneas del pensamiento de Aquino con el mismo
1
Fr. Austin Woodbury (1899-1979), SM, discípulo de R. Garrigou-Lagrange en la Pontificia
Universidad de Santo Tomás en Roma, donde obtuvo el doctorado en filosofía y teología. Ocu-
pó diferentes puestos relacionados con la educación a lo largo de su vida: en la Aquinas Acad-
emy impartía sus lecciones centrándose en los textos originales de Santo Tomás, mediante un
análisis penetrante y accesible al mismo tiempo. Este modo de enseñar la filosofía tomista
gozó de cierto éxito entre los católicos de Sidney. Cf. John THORNHILL, «Woodbury, Austin Malo-
ney (1899–1979)», en Australian Dictionary of Biography, http://adb.anu.edu.au/biogra-
phy/woodbury-austin-maloney-12066/text 21645, 13 de septiembre de 2011. Barry Miller, en la
introducción de su tesis de doctorado, hace una referencia explícita a la influencia de Wood-
bury en su formación filosófica.
2
Actualmente la Aquinas Academy se presenta de este modo en su página web: «the Aqui-
nas Academy was set up under the auspices of the Australian Province of the Marist Fathers
by Fr Austin Woodbury SM in March 1945. The Academy began as a center for the study of
Philosophy and Theology in the Thomistic tradition». www.aquinas-academy.com, 13 de sep-
tiembre de 2011.
3
Fr. Ambrose McNicholl (1913-1982), OP, fue profesor del Angelicum y del Laterano desde
1946 hasta su muerte.
4
G.E.M. ANSCOMBE y P.T. GEACH, Three Philosophers, Blackwell, Oxford 1961.
1.1. Vida y obras 15
5
«Introduction to Analytical Thomism», en Craig PATERSON y Matthew PUGH (eds.), Analytical
Thomism. Traditions in Dialogue, Ashgate, Aldershot 2006, p. XIX. Añaden que «one of these
[themes], which would become a key focus for other Analytical Thomists, following Geach, is
the often overlooked distinction that Aquinas makes between esse, or being, and existence in
the an est sense». Ibídem.
6
Es una reacción a la aparición del libro de Dom Illtyd TRETHOWAN, The Basis of Belief. An Es-
say in the Philosophy of Religion. A su vez, Trethowan responde en «Father Miller on “The Ap-
prehension of God”», en Sophia 2/2 (1963), pp. 19-20.
7
Cf. A. BAXTER, «Illtyd Trethowan as Thinker: An Appreciation», Downside Review 112/387
(1994), pp. 75-87.
8
Cf. «Some Comments on “The Apprehension of God”», pp. 16 y 17.
9
TRETHOWAN, «Father Miller on “The Apprehension of God”», p. 20.
16 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
11
Cf. The Fullness of Being, p. X.
18 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
12
From Existence to God, p. X.
13
A Most Unlikely God, p. VII.
14
Ídem, p. VIII.
1.1. Vida y obras 19
17
Alvin PLANTINGA, voz «natural theology», en Jaegwon KIM, Ernest SOSA y Gary S. ROSENKRANTZ
(eds.), A Companion to Metaphysics, Blackwell, Oxford 2009, 2ª ed., p. 438.
18
William Lane CRAIG y J.P. MORELAND (eds.), The Blackwell Companion to Natural Theology,
Blackwell, Oxford 2009.
19
Michael MARTIN (ed.), The Cambridge Companion to Atheism, Cambridge University Press,
Nueva York 2007. En este volumen no sólo se tratan los argumentos en favor del ateísmo:
también se estudia la evolución del pensamiento ateo y su relación con la moral, la ciencia o la
sociología.
20
From Existence to God, p. IX.
1.2.1. El argumento de Barry Miller 21
21
«The Contingency Argument», p. 360. Cf. Joseph OWENS, «Aquinas and the Five Ways», en
J. CATAN (ed.), St. Thomas Aquinas on the Existence of God. The Collected Papers of Joseph
Owens, State University of New York Press, Albany 1980, pp. 132-144.
22
Aquinas, p. 112.
23
Cf. ídem, pp. 113 y ss. En esta línea de interpretación se mueve también el conocido como
kalam argument: cf. William Lane CRAIG y James D. SINCLAIR, «The Kalam Cosmological Argu-
ment», en CRAIG y MORELAND, The Blackwell Companion to Natural Theology, pp. 101-201.
24
Cf. C.F.J. MARTIN, Thomas Aquinas. God and Explanations, Edinburgh University Press,
Edimburgo 1997, p. 175.
25
«The Contingency Argument», p. 360.
26
Ídem, p. 371.
22 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
27
Cf., p.ej., Brian DAVIES, An Introduction to the Philosophy of Religion, Oxford University
Press, Oxford 1993, pp. 83-93.
28
Puede verse una completa presentación de esta forma de tratar las pruebas para la exis-
tencia de Dios en: Allen W. WOOD, «Rational theology, moral faith, and religion», en Paul GUYER
(ed.), The Cambridge Companion to Kant, Cambridge University Press, Cambridge 1992, pp.
394-416.
29
Cf. John F. WIPPEL, The Metaphysical Thought of Thomas Aquinas. From Finite Being to Un-
created Being, The Catholic University of America Press, Washington 2000, pp. 442 y ss.;
«Metaphysics», en Norman KRETZMANN y Eleonore STUMP (eds.), The Cambridge Companion to
Aquinas, Cambridge University Press, Cambridge 1993, pp. 113-116.
30
WIPPEL, The Metaphysical Thought of Thomas Aquinas, p. 497.
31
Reginald GARRIGOU-LAGRANGE, Dieu. Son Existence et sa Nature. Solution thomiste des anti-
nomies agnostiques, Beauchesne, París 1938, 5ª ed., pp. 764-765.
1.2.1. El argumento de Barry Miller 23
Hemos visto en las páginas anteriores una versión sintética del argumen-
to de la contingencia de Barry Miller: «hay de hecho una contradicción
oculta en admitir que […] Fido existe y Dios no» 32. Una forma más exten-
dida es:
1. Cuando afirmamos «Fido existe» estamos comprometidos con dos
elementos del discurso que son irreductibles —uno con tiempo y
otro sin tiempo.
2. Ambos elementos pertenecen al contenido de la afirmación, no
siendo ninguno de ellos puramente formal.
3. La relación entre los elementos es tal que ésta es expresada co-
rrectamente no por «existe Fido-mente» o alguno de sus consanguí-
neos, sino por «Fido existe».
4. Desde estos tres puntos se seguirá que afirmar «Fido existe» es es-
tar comprometido a decir que Fido es una entidad existencialmen-
te dependiente.
5. Pero es lógicamente incorrecto decir al mismo tiempo que Fido es
una entidad tal y que depende solamente de entidades que son
ellas mismas igualmente dependientes. Incluso una serie infinita
de estas entidades no podría ser una solución.
6. Fido por tanto debe depender en última instancia de una entidad
independiente, de las cuales sólo puede haber una33.
En primer lugar, Barry Miller toma como punto de partida la proposi-
ción «Fido existe», cuyo estudio analítico implica un alcance metafísico: la
importancia de este primer paso me ha llevado a dedicar el tercer epígrafe
de este capítulo a la filosofía del lenguaje que permite el análisis de «Fido
existe» que propone Miller. Lógicamente, me detendré únicamente en
aquellos aspectos que sean relevantes para el argumento de la contingen-
cia.
En segundo lugar, hay que advertir que la noción de existencia que en-
tra en juego no está, ni mucho menos, pacíficamente aceptada. Veremos
cómo Barry Miller se ve obligado a defender que «existe» es un predicado y
32
From Existence to God, p. IX.
33
«The Contingency Argument», p. 361.
24 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
la forma en que desarrolla las implicaciones que se pueden extraer del uso
de «existe».
En tercer lugar, el paso a la entidad que existe por sí misma —i.e. Dios
—, ha de poder tratarse en términos causales, ya que «a pesar de que no
todas las explicaciones son causales, cualquier cosa que puede explicarse
en cualquier modo puede explicarse causalmente»34. Y la noción de causa,
como sucede con la de existencia, también necesita ser explicada correcta-
mente: veremos esto a partir de la postura de Hume y los filósofos que se
inspiran en él.
Por último, hemos de detenernos en el fin de la demostración: una en-
tidad cuya existencia es independiente y que se identifica con Dios. Si este
Dios que se alcanza mediante el argumento de la contingencia se entronca
en la inspiración tomista, como sostiene Miller, ha de ser compatible con
la noción de ipsum esse subsistens. Esta noción tampoco ha permanecido
libre de críticas a lo largo del tiempo, como se podrá ver en el último capí -
tulo de esta investigación.
36
Se opone al tratamiento analítico de la existencia que tiene su origen en la línea que une a
Frege, Russell y Quine.
37
The Fullness of Being, p. IX.
38
From Existence to God, p. IX.
39
William Lane CRAIG y J.P. MORELAND, «Introduction», en CRAIG y MORELAND, The Blackwell
Companion to Natural Theology, p. IX.
26 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
God and Other Minds41, de Alvin Plantinga, refleja con precisión la actitud
con la que afronta su defensa de la existencia de Dios:
lo que el teólogo natural sostiene que está haciendo es mostrar que al-
gunas de las creencias centrales del teísmo se siguen deductiva o in-
ductivamente de proposiciones que son obviamente verdaderas y acep-
tadas por prácticamente todo hombre cuerdo (p.ej., Algunas cosas es-
tán en movimiento) junto con proposiciones que son autoevidentes o
necesariamente verdaderas42.
El estudio que emprende Plantinga afronta directamente el texto de la
tercera vía de santo Tomás de la Summa Theologiæ43. En primer lugar, se
centra en la difícil comprensión de los términos modales implicados, a la
que no encuentra solución:
hay una dificultad sustancial […] en glosar “necesario” como “lógica-
mente necesario” en la tercera vía de santo Tomás, […] no encontra-
mos un camino fácil para entender la distinción entre necesidad a se y
necesidad ab alio44.
40
Así, entre los autores contemporáneos que analiza en su estudio del teísmo Mackie (J.L.
MACKIE, The Miracle of Theism. Arguments for and against the existence of God, Oxford Univer-
sity Press, Nueva York 1982), el espacio dedicado a ambos es notablemente superior al que
se dedica a cualquier otro filósofo del siglo XX. Cf. Keith PARSONS, «Some Contemporary The-
istic Arguments», en MARTIN, The Cambridge Companion to Atheism, pp. 102-117.
41
Alvin PLANTINGA, God and Other Minds. A Study of the Rational Justification of Belief in God,
Cornell University Press, Ithaca 19902. Hace una acertada introducción a esta obra Graham
OPPY, «Natural Theology», en Deane-Peter BAKER (ed.), Alvin Plantinga, Cambridge University
Press, Nueva York 2007, pp. 15-20.
42
PLANTINGA, God and Other Minds, p. 4.
43
En el prefacio de 1990 indica: «perhaps it would have been wiser to consider the extended
version of the First Mover argument Aquinas offers in the Summa Contra Gentiles, rather than
the Third Way of the Summa Theologiæ». Ídem, p. IX.
44
Ídem, p. 10. En mi opinión, la necesidad tal y como se plantea en la demostración de la
existencia de Dios se corresponde con la distinción que argumenta Brock entre la necesidad
absoluta causada y la necesidad absoluta incausada (cf. Stephen L. BROCK, «Causality and
Necessity in Thomas Aquinas», en Quaestio 2 (2002), p. 230). Trataré esta cuestión con más
detenimiento en 3.3.3La vía de la necesidad y la contingencia. Por otro lado, la necesidad en-
tendida de esta forma se puede poner en relación con la articulada defensa que hace Kripke
1.2.2. El rechazo teísta del argumento de la contingencia 27
de las modalidades de re (cf. Saul KRIPKE, Naming and Necessity, Blackwell, Oxford 19906, p.
110).
45
PLANTINGA, God and Other Minds, p. 11. La referencia del Aquinate es Summa Theologiæ, I
q2 a3 co: «impossibile est autem omnia quæ sunt, talia esse, quia quod possibile est non
esse, quandoque non est. Si igitur omnia sunt possibilia non esse, aliquando nihil fuit in
rebus».
46
Cf. PLANTINGA, God and Other Minds, pp. 11-13.
47
Ídem, p. 14. Modifico la referencia de los diferentes pasos.
48
Ibídem.
28 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
49
PLANTINGA, God and Other Minds, p. 22.
50
«I think it must be conceded that the theist has no very good answer to the request that he
explain his reasons for believing in the existence of God; at any rate he has no answer that
need convince the skeptic». Ídem, p. 268.
51
Puede verse un interesante resumen de su propuesta, y su forma de entender el teísmo fi-
losófico en Richard SWINBURNE, «Philosophical Theism», en D.Z. PHILLIPS y Timothy TESSIN (eds.),
Philosophy of Religion in the 21st Century, Palgrave, Basingstoke 2001, pp. 3-20. Algunas crí-
ticas a su postura se encuentran en el mismo libro: William J. WAINWRIGHT, «Philosophical Theo-
logy at the End of the Century», ídem, pp. 21-30.
52
Richard SWINBURNE, The Existence of God, Clarendon Press, Oxford 20042.
53
«[The Existence of God] is concerned to assess the weight of arguments from experience
for and against this claim [que hay un Dios], and to reach a conclusion about whether on bal-
ance the arguments indicate that there is a God or that there is not». Ídem, p. 1.
54
Ibídem.
55
«A cosmological argument argues that the fact that there is a universe needs explaining and
that God’s having made it and kept it in being explains its existence». Ídem, pp. 9-10. No inclu-
ye las vías de santo Tomás en este estudio. Sí que incluye la quinta vía al tratar del argumento
teleológico. Cf. ídem, pp. 135-136, así como las razones aducidas ibídem, n. 4, que se refieren
únicamente a la primera de las vías tomistas.
1.2.2. El rechazo teísta del argumento de la contingencia 29
56
Ídem, p. 13.
57
Distingue argumentos inductivos que hacen una conclusión probable y los que «confirman»
la conclusión: «let us call an argument in which the premisses make the conclusion probable a
correct P-inductive argument. Let us call an argument in which the premisses add to the prob-
ability of the conclusion (that is, make the conclusion more likely or more probable than it
would otherwise be) a correct C-inductive argument. In this later case let us say that the
premisses “confirm” the conclusion». Ídem, p. 6. En este sentido, el argumento cosmológico es
un C-inductive argument.
58
G.W. LEIBNIZ, De rerum originatione radicali, en Die Philosophischen Schriften, C.I. GERHARDT
(ed.), Hildesheim (1965), vol. 7, pp. 302-308.
59
SWINBURNE, The Existence of God, p. 144.
60
Ídem, p. 148.
30 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
61
SWINBURNE, The Existence of God, p. 148.
62
Ídem, p. 149.
63
Cf. Ídem, p. 80 y ss.
64
Cf. 1.3.2Individuos e individualidad.
1.2.2. El rechazo teísta del argumento de la contingencia 31
65
Cf. 3.1.2Rechazo del principio de razón suficiente.
66
Summa Theologiæ, I q2 a3 arg1-2.
67
Brian DAVIES, Thomas Aquinas on God and Evil, Oxford University Press, Oxford 2011, p. 1.
32 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
76
Rudolf CARNAP, The Logical Structure of the World and Pseudoproblems in Philosophy, Open
Court, Peru 2005, p. 294.
77
Cf. Anthony FLEW y Roy Abraham VARGHESE, There is a God: how the world's most notorious
atheist changed his mind, HarperOne, Nueva York 2007.
78
«A theory is to be called “empirical” or “falsifiable” if it divides the class of all possible basic
statements unambiguously into the following two non-empty subclasses. First, the class of all
those basic statements with which it is inconsistent (or which it rules out, or prohibits): we call
this the class of the potential falsifiers of the theory; and secondly, the class of those basic
statements which it does not contradict (or which it “permits”). We can put this more briefly by
saying: a theory is falsifiable if the class of its potential falsifiers is not empty». Karl POPPER, The
Logic of Scientific Discovery, Routledge, Londres 20026, pp. 65-66.
1.2.3. Las razones del ateísmo 35
83
Rudi A. TE VELDE, Aquinas on God. The «Divine Science» of the Summa Theologiæ, Ash-
gate, Aldershot 2006, p. 171.
84
Cf. From Existence to God, p. 17.
85
«Logically Simple Propositions», p. 123.
1.3.1. Análisis de las proposiciones atómicas 37
Los motivos que acabo de indicar son suficientes para Barry Miller, quien
se decanta por la prioridad de la aprehensión lógica de las partes respecto
del todo. Para argumentar su postura se sirve de la distinción entre anal-
ysis y decomposition88, desarrollada por Michael Dummett. El analysis
86
Miller establece una distinción entre partes lógicas, verbales y gramaticales: únicamente
son de interés las primeras «cuyo número está determinado por el número de papeles lógicos
que han de distinguirse en una proposición». From Existence to God, p. 18.
87
Ídem, p. 22.
88
Esta distinción se encuentra en Michael DUMMETT, The Interpretation of Frege's Philosophy,
Duckworth, Londres 1981, pp. 271-277. Miller se servirá también de ella al tratar de las propo-
38 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
93
From Existence to God, p. 21.
40 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
97
Esta expresión, así como la argumentación de Barry Miller, está tomada de Peter Geach.
98
From Existence to God, p. 29.
99
Cuál sea este sentido se trata en el siguiente epígrafe.
42 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
que la forma es separable del vaso» 100. En este sentido, podemos decir que
en «Fido es negro», la propiedad que se predica es «negrura-de-Fido».
Miller considera que las proposiciones atómicas son las estructuras bási-
cas para analizar la articulación del lenguaje. Al mismo tiempo, mantiene
que «las proposiciones qua proposiciones no necesitan ser lógicamente
complejas: que se pueda asignar un valor de verdad a una expresión no
está impedido por su falta de componentes lógicos sub-proposicionales» 101.
Es decir, que se dan proposiciones lógicamente simples, formadas por un
único elemento lógico, como puede ser «llueve».
La clave del razonamiento de Miller para defender las proposiciones
lógicamente simples es suprimir el vínculo entre complejidad y proposi-
ción. Para eso, señala que la complejidad lógica se introduce en la proposi-
ción por uno —o ambos— de estos dos medios: 1) la estructura sujeto-pre-
dicado; 2) la flexión verbal. El primero se identifica claramente en la pro-
posición atómica «Fido es negro»: se compone de un sujeto con un predica-
do de primer nivel. También aparece complejidad en una proposición for-
mada por un predicado de primer nivel y uno de segundo nivel —como
«Todos los perros son mamíferos». El segundo —la flexión verbal— da lu-
gar a una proposición compleja al añadir al tema de presente alguna fle-
xión: así, «Fido era negro» es más compleja que «Fido es negro», pues se
introduce la flexión del pasado en el verbo. Una proposición lógicamente
simple, por tanto, «no empleará predicados en absoluto, ni siquiera de pri-
mer nivel, y, si está conjugada, será en presente»102.
Si tomamos «llueve» como paradigma, en primer lugar hay que descar-
tar que se trate de un predicado —es decir, una expresión incompleta—,
que esconda una estructura compleja, y que esconda una expresión que lo
complete —un objeto directo interno. Que no es un predicado nos lo mues-
tra su uso: así, aunque a la pregunta «¿cómo está el día?» podemos contes-
tar «llueve», «está gris» o «está húmedo» —estas dos últimas, indudable-
mente predicados—, no es aceptable decir «el día llueve», mientras que sí
100
From Existence to God, p. 31.
101
«Logically Simple Propositions», p. 123.
102
Ídem, p. 124.
1.3.1. Análisis de las proposiciones atómicas 43
lo es contestar «el día está gris» o «el día está húmedo». Es decir, «llueve»
no es una expresión incompleta, como «está gris» o «está húmedo», aunque
se puedan usar para responder a la misma pregunta103. Tampoco tiene una
estructura lógica que esconda una expresión compleja —p.ej., «la lluvia
cae», en la que se puede transformar sin perder ni añadir nada; Miller ad-
vierte que en 92=34, transformación totalmente correcta, 9 2 y 34 no tienen
la misma estructura lógica; y que en 1 2=1, igualmente correcta, la comple-
jidad de 12 no aparece en 1104. Igualmente, Miller sostiene que «llueve» no
reclama una expresión que lo complete —el objeto directo interno «lluvia»,
p.ej., para formar «llueve lluvia»—, ya que «llueve» es un «término siste-
máticamente ambiguo»105. Cabría añadir que esta ambigüedad se avala
porque el sentido principal de «llueve» es intransitivo, así como por el he-
cho de que lo que sería su objeto directo propio —«lluvia»— se define como
«acción de llover»106. Miller señala, también, que el sentido de «llueve» es
neutral, pues admite no sólo el objeto directo «lluvia», sino otros, con el
mismo sentido literal107.
La segunda condición —el empleo exclusivo del presente simple— a
primera vista no parece presentar problemas: «llueve», efectivamente,
está en presente simple. Para evitar la sospecha de que, a pesar de estar
en presente, no se evita la flexión temporal —que sería flexión temporal
de presente— Barry Miller remite a Arthur N. Prior 108, quien muestra que
toda afirmación remite en última instancia al presente 109, y no a una
atemporalidad ideal. La consecuencia que extrae Miller es que «la unidad
básica del discurso con tiempo no es una proposición sin tiempo, sino una
103
Cf. ídem, p 125.
104
Cf. Ídem, p. 126.
105
Ídem, p. 127
106
Cf. DRAE, «Llover» y «Lluvia».
107
«Support for this view might come from the fact that it has occasionally been literally true to
say “It is raining fish”». «Logically Simple Propositions», p. 127.
108
Cf. Arthur N. PRIOR, Papers on Time and Tense, Oxford University Press, Londres 1968, pp.
77 y ss. En su análisis, Prior identifica las flexiones temporales del discurso mediante inflec-
tors para cada uno de los tiempos, que modificarían la proposición inicial, expresada en pre-
sente simple.
109
Así, Prior dice que «“it is now the case that—” […] does not need to be expressed, but is
understood in all that we say». Ídem, p. 134.
44 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
Este excursus que acabamos de cerrar pone de relieve que, junto con las
proposiciones básicas del lenguaje —proposiciones atómicas como «Fido es
negro»— se pueden encontrar proposiciones lógicamente simples —como
«llueve»— de uso mucho más limitado y sujetas a severas condiciones.
Ambas forman parte del lenguaje ordinario: más adelante tendremos oca-
sión de comprobar que Miller hace que ambas desempeñen también un
papel en el discurso filosófico.
Hasta ahora nos hemos centrado en el estudio de los predicados que se
encuentran en las proposiciones atómicas. Como se recordará, el estudio
de las proposiciones atómicas como elementos primarios del lenguaje, nos
ha permitido concluir, en primer lugar, que su sentido depende de los com-
ponentes que la conforman. En segundo lugar, la relación entre estos com-
ponentes ha revelado que uno de ellos —el predicado— es una expresión
incompleta que se relaciona con el otro —el sujeto— como con una expre-
sión completa. El sujeto, en una proposición atómica, es un término singu-
lar que hace referencia a un individuo.
110
«Logically Simple Propositions», p. 128.
1.3.2. Individuos e individualidad 45
116
Es precisamente el problema que se plantea Saul Kripke y que desde su publicación en
1972 ha supuesto una apertura a la metafísica para amplios sectores de la filosofía analítica.
La crítica de Miller a las teorías de haz, como se verá en las páginas siguientes, se mueve en
la misma línea, aunque sin presentar la conclusión que señala Kripke: «what I do deny is that
a particular is nothing but a “bundle of qualities”, whatever that may mean. If a quality is an ab-
stract object, a bundle of qualities is an object of an even higher degree of abstraction, not a
particular». KRIPKE, Naming and Necessity, p. 52.
117
Barry Miller se enfrenta a cuatro desarrollos de las «teorías de haz» en «Individuals and In-
dividuality»: B. Russell, N. Goodman, H.-N. Castañeda y D.C. Williams.
118
Cf. Bertrand RUSSELL, «On Denoting». El texto publicado originalmente en 1905 en Mind ha
sido reproducido en numerosas ocasiones. Leo por A.P. MARTINICH y David SOSA (eds.), Analytic
Philosophy. An Anthology, Blackwell, Oxford, 2001, pp. 32-40. Para un análisis de esta teoría,
y su influencia en el tratamiento de los problemas metafísicos, cf. PÉREZ DE LABORDA,
Introduzione alla filosofia analitica, pp. 125 y ss.
119
Cf. W.V. QUINE, «Quantifiers and Propositional Attitudes» en Dale JACQUETTE (ed.), Philoso-
phy of Logic. An Anthology, Blackwell, Oxford 2002, pp. 285-291.
120
PÉREZ DE LABORDA, Introduzione alla filosofia analitica, p. 181.
1.3.2. Individuos e individualidad 47
121
«Individuals and Individuality», p. 77.
122
No debe olvidarse que el hecho de darse en un individuo no constituye un rasgo distintivo
del conjunto de propiedades.
123
N. Goodman propone una reforma de la propuesta de Russell, identificando el conjunto de
propiedades como una suma. Sin embargo, la propuesta de Goodman no añade nada al pro-
blema de la instanciabilidad. Cf. «Individuals and Individuality», p. 80.
124
La crítica de Miller a Castañeda aparece en «Whether any individual at all could have a
guise structure».
48 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
rasgo más peculiar de esta estructura. Cabe destacar que se puede dar un
número notablemente amplio de aspectos: de hecho, cualquier combina-
ción de propiedades que sea pensable forma un aspecto, y, por tanto, po-
dría dar lugar a un individuo. Sin embargo, hay un problema: ¿cómo ca-
racterizar lo que hace ser a un individuo, es decir, el elemento ontológico
que permite el paso de la abstracción al individuo concreto? Para Castañe-
da se trata de un operador —llamado c— que es resultado de una «emer-
gencia ontológica»125. Barry Miller critica precisamente este punto: a par-
tir de que el perro «Fido» y el gato «Félix» sean individuos no se concluye
que tienen un constituyente ontológico común. Para Miller, el punto débil
de la teoría de Castañeda es que se asume inadvertidamente que «un indi-
viduador (individuator) es algo que los individuales tienen en común, más
que algo peculiar a cada uno de ellos»126. Y, en consecuencia, no se logra la
individuación: el operador c es simplemente una propiedad que, desde la
perspectiva de Castañeda, podría formar parte de cualquier individuo.
Por último, la teoría trópica ( Trope Theory), de autores como G.F.
Stout, D.C. Williams o K. Campbell, procede de modo inverso: distingue
las instancias de una propiedad como lo que determina al individuo. La
propiedad, como universal, se formaría a partir de estas instancias: así,
«el individuo concreto Sócrates es la suma concurrente de tropos (a 1 + b1 +
c1 + … + w1). El universal Sabiduría es el conjunto similar de tropos {w 1,
w2, w3, …}»127. La crítica de la instanciabilidad, que ya se ha expuesto,
también se aplica a la teoría trópica: el individuo Sócrates podría instan-
ciarse en otro individuo que añada a (a 1 + b1 + c1 + … + w1) el tropo x1. Mi-
ller señala otra crítica: los universales estarían modificándose continua-
mente, ya que —siguiendo este mismo ejemplo— con la aparición de cada
nuevo individuo sabio, la Sabiduría amplía el conjunto de tropos.
Las «teorías de haz» trataban de explicar a qué nos referimos con «Fido»,
o, dicho de otro modo, qué quiere decir «Fido es un individuo». Hemos vis-
125
La expresión es de Castañeda: «Individuation and Non-Identity: a New Look», en American
Philosophical Quarterly, 12 (1975), p. 137.
126
«Whether any individual at all could have a guise structure», p. 286. La cursiva es del origi-
nal.
127
«Individuals and Individuality», p. 84.
1.3.2. Individuos e individualidad 49
128
Cf. Alvin PLANTINGA, The Nature of Necessity, Clarendon Press, Oxford 1974, pp. 44 y ss.
129
«An object x has a property P essentially, then, if and only if x has P in every world in which
x exists—equivalently (given that objects have no properties in worlds in which they do not ex -
ist) if and only if there is no world in which x has the complement of P». Ídem, p. 60.
130
Ídem, p. 62. No estaría muy lejana la propuesta de Quine, según la cual la descripción más
propia de Pegaso sería el verbo pegasear; cf. W.V. QUINE, From a Logical Point of View, Har-
vard University Press, Cambridge 1980, pp. 7-8.
131
«Future Individuals and Haecceistism», p. 19.
50 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
en que dicha propiedad «no puede ser una propiedad universal, ni siquiera
una que fuese restringida hasta ser ejemplificada exactamente sólo una
vez»132.
Lo que supone tanto como afirmar que debe ser singular. En concreto,
ha de ser un singular in se, pues si queremos que la propiedad ser Sócra-
tes dependa de algún elemento para ser una propiedad esencial de Sócra-
tes, sólo encontramos uno del que pueda hacerlo sin dar más problemas de
los que resuelve: el individuo Sócrates. Sin embargo, el argumento es cir-
cular, pues si algo caracteriza a Sócrates, es la propiedad ser Sócrates. El
problema que descubre Miller en esta propiedad tan específica, por tanto,
es hacerla compatible con el hecho de que «sea algo en virtud de lo cual
Sócrates es Sócrates y no ningún otro individuo» 133. Efectivamente, Miller
advierte que, en relación con el resto de propiedades de un individuo —
p.ej. «ser sabio»—, la haecceidad sólo puede darse en unión con ellas —y
con ninguna otra— y al mismo tiempo ha de ser indiferente respecto a ese
grupo de propiedades, ya que mutuamente no se añaden nada.
Miller considera, para cerrar su razonamiento, que la haecceidad que
sostiene Plantinga es, en última instancia, un modo de identificar los indi-
viduos convirtiendo su individualidad en una propiedad abstracta: se ha-
cer, por tanto, de la diferencia entre individuos diferencia entre propieda-
des. Así, la haecceidad simplemente convierte lo específico del individuo
concreto en lo específico de la propiedad individual concreta. Esta pro-
puesta de Plantinga da lugar a varios problemas: por un lado, la haeccei-
dad podría combinarse con cualquier otra propiedad ya que no está atado
por ninguna de ellas; dentro de una misma categoría —Sócrates es este
hombre o aquel— esta combinación no ofrece problemas, pero no así en el
cambio de categorías134. Por otro lado, se crea un proceso al infinito: si una
132
«Future Individuals and Haecceistism», p. 21.
133
Ídem, p. 22.
134
Los ejemplos presentados por Barry Miller rozan el absurdo: sin embargo, si ha de hacerse
caso a lo que señala, ese absurdo ha llegado a sostener que «Socrates (that is, the entity ex-
emplifying A) could well have been a poached egg». Ídem, p. 24. El propio Plantinga se plan-
tea un problema similar: «we might think of an alligator as a composite typically consisting in a
large, powerful body animated by an unimpressive mind with a nasty disposition. If we do, shall
we say that any mind-alligator-body composite is an alligator, or must the mind be of a special,
relatively dull sort? If the first alternative is correct, then I think Socrates could have been an al-
1.3.2. Individuos e individualidad 51
El interés del análisis y la crítica que hace Barry Miller tanto de las «teo-
rías de haz» como del haecceitismo es que le permite plantearse si un indi-
viduo puede concebirse con independencia de su existencia : es decir, ¿es
posible conocer alguna propiedad de Fido sin que exista este perro? Una
visión determinista del universo contestaría que sí: el estado futuro se
puede conocer a partir del estado presente, y, en consecuencia, nos pode-
mos referir a un individuo sin que exista. Miller rechaza el determinismo
aludiendo a tres razones: la interpretación dominante de la mecánica
cuántica, las leyes de la termodinámica136, y la posibilidad de una creación
discontinua137.
El determinismo físico no es la única forma de afirmar que un indivi-
duo puede concebirse antes de su existencia. Desde un punto de vista lógi-
co, cabe sostener que la existencia efectiva de un individuo permite dar un
valor de verdad a las afirmaciones hechas sobre él antes de su existencia:
ligator; for I think he could have had an alligator body. At least he could have had an alligator
body during part of his career». PLANTINGA, The Nature of Necessity, p. 65. Su propia respuesta,
no obstante, es más precisa: «Socrates, therefore, could have been an alligator only if it is
possible to be both an alligator and immaterial». Ídem, p. 69.
135
«Future Individuals and Haecceistism», p. 25.
136
Cf. Alberto STRUMIA, «Determinism/Indeterminism», en INTERS – Interdisciplinary Encyclo-
pedia of Religion and Science, G. TANZELLA-NITTI, P. LARREY y A. STRUMIA (eds.), http://www.inter-
s.org, 22 de octubre de 2011; así como, en la misma obra, John C. POLKINGHORNE, «Quantum
Mechanics».
137
Evidentemente, si aparece nueva materia o energía que no tiene origen en la actualmente
existente las tesis deterministas quedan invalidadas. Sin embargo, la aparición de nueva ma-
teria o energía no parece corresponder a los datos científicos. Aún así, Miller afirma que tam-
poco puede sostenerse que el universo esté limitado a la materia actualmente existente, ya
que si se toma como causa únicamente aquello que se encuentra dentro del universo -Miller
precisa esto cuidadosamente-, la posibilidad de nueva materia no se puede descartar desde
una consideración exclusivamente física, pues la aparición de la materia se sitúa fuera del ám-
bito de la física. Cf. «Future Individuals and Haecceistism», p. 9.
52 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
138
El ejemplo es de Barry Miller, en «Future Individuals and Haecceistism», p. 11.
139
Ibídem.
140
Miller concreta este razonamiento, señalando que «in the case of future individuals a nam-
ing need not be directed at any bearer at all». Ídem, p. 12.
141
«Why Ever Should any Existing Individual Exist?», p. 288, n. 2.
142
Ibídem.
1.3.2. Individuos e individualidad 53
El único criterio lógico que hay para distinguir una propiedad Cambri-
dge de una real se relaciona con la historia construccional explicada por
Dummett: el proceso de reconstrucción de la formación de una proposición
a partir de proposiciones atómicas. Los predicados que no intervienen en
dicha historia construccional están por propiedades Cambridge. Para
aquellos que sí intervienen en la historia construccional son necesarios
criterios externos a la lógica143: p. ej., sólo es real el individuo capaz de
cambios reales. En otro caso —propiedades, ejemplares, o intenciones que
se pueden atribuir a la mente divina 144— se trata más bien de individuos
Cambridge145 a los que se atribuyen una serie de propiedades Cambridge.
La distinción entre propiedades reales y propiedades Cambridge puede
generalizarse para distinguir entre lo descrito a partir de un conjunto de
propiedades —que serían, en este sentido, Cambridge— y el conocimiento
de un individuo con sus propiedades reales, de tal modo que «la tesis de
que los individuos concretos no pueden concebirse antes de que hayan
existido no ha de confundirse con la de que los individuos no puede descri-
birse antes de que hayan existido. Al contrario, ni siquiera niega la posibi-
lidad de que la descripción sea exhaustiva en el sentido de contener, per
impossibile, cada una de las propiedades universales y relaciones que po-
drían ejemplificarse en un individuo cuando hubiese existido. Niega, sin
embargo, que describir así un individuo deba ser considerado como conce-
bir a ese individuo»146.
143
Cf. «Negative Existential Propositions», pp. 184-185.
144
Se deja de lado la cuestión de si se dan realmente estos modos que Dios tiene de conocer
el mundo: «of course, this would be false if the doctrine of God's Middle Knowledge were true;
but, even for reasons unconnected with this paper, I take that doctrine to be untenable». «Fu-
ture Individuals and Haecceistism», p. 16, nota 16. Cf. 4.2.3Los atributos de Dios.
145
Me permito ampliar el uso filosófico del término Cambridge.
146
«Future Individuals and Haecceistism», p. 26.
54 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
151
Cf. John F.X. KNASAS, «Haldane's Analytic Thomism and Aquinas Actus Essendi», en
PATERSON y PUGH, Analytical Thomism, p. 239.
152
From Existence to God, p. 31. Este argumento coincide con un convencimiento común en-
tre los filósofos analíticos: «at least in practice most analytic philosophers not only concede
that the analysis of concepts and the paraphrase of propositions constitutes an important part
of philosophy (if only a propaedeutic one); they also accept the connection between concepts
and propositions on the one hand, and the meaning of words and sentences on the other».
Hans-Johan GLOCK, «The Development of Analytic Philosophy: Wittgenstein and After», en
MORAN, The Routledge Companion to Twentieth Century Philosophy, p. 105.
56 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
153
A.J. AYER, «The Elimination of Metaphysics», en MARTINICH y SOSA, Analytic Philosophy. An
Anthology, Blackwell, Oxford, 2001, p. 419.
154
Cf. «Individuals and Individuality», pp. 89-90.
155
Summa Theologiæ, I q29 a4.
1.3.3. Del lenguaje a la metafísica 57
156
From Existence to God, p. 62. Repite esta idea en numerosos lugares.
157
«Hoc quod dico esse est actualitas omnium actuum, et propter hoc est perfectio omnium
perfectionum. Nec intelligendum est, quod ei quod dico esse, aliquid addatur quod sit eo
formalius, ipsum determinans». De potentia, q7 a2 ad 9.
158
Cf. Enrico BERTI, «Il “tomismo analitico” e il dibattito sull'Esse Ipsum», en Giornale di
Metafisica XXXI (2009), pp. 8-11.
58 CAPÍTULO 1. LA FILOSOFÍA DE BARRY MILLER
importante con la lectura que se puede hacer de las pruebas tomistas si-
guiendo a Geach.
Otras cuestiones que han de aparecer tienen relación con las objecio-
nes tradicionales a la existencia de Dios. Ante todo, la existencia del mal
en el mundo: obviar este problema, así como el de la libertad de las criatu-
ras frente al creador, sería negar parte del núcleo de la cuestión que se
está planteando. Nuevamente, he de remitir al desarrollo de esta investi-
gación para dar una respuesta.
Esta tarea se complica si se tiene en cuenta el contexto en que preten-
de desenvolverse Miller: su argumento se elabora en diálogo de la tradi-
ción analítica. Esto implica tanto detectar presupuestos comunes como re-
batir las críticas que diferentes filósofos analíticos han dirigido contra los
argumentos que tratan de demostrar la existencia de Dios: la dificultad de
la tarea que se propone Miller, no obstante, no es una novedad en la histo-
ria de la filosofía,
quia veritas de Deo, per rationem investigata, a paucis, et per longum
tempus, et cum admixtione multorum errorum, homini proveniret159.
159
Summa Theologiæ, I q1 a1.
CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN
PREDICADO
ANÓMALO
El capítulo anterior ha dado las claves para entender qué significa «Fido
es negro». La expresión «Fido» está por un individuo; «es negro», por una
propiedad que se predica de dicho individuo. «Fido» se individua por pro-
pio derecho, mientras que «es negro» tiene que individuarse por él: en ri-
gor, la propiedad que se predica es «negrura-de-Fido».
Si nos preguntamos «¿Fido es negro?», la forma de responder es muy
diferente, según la situación que se presente. Si se trata de un perro real,
que puede pasear y morder, hay que buscarlo y ver su pelaje. Si se trata
de un perro de un cuento —un perro Cambridge— hay que preguntárselo
al autor del cuento. Pongamos que es un perro real: conocemos otras ca-
racterísticas suyas —p.ej., tiene tres años—, y, al comprobar que es negro,
[59]
60 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
1
Cf. The Fullness of Being, p. 10.
2
Se refiere a ella como «no-redundant views of existence».
3
Cf. Michael DUMMETT, Origins of Analytical Philosophy, Harvard University Press, Cambridge
19942, pp. 7-14.
2.1.1. Teorías sobre «existe» 61
4
Cf. The Fullness of Being, pp. 10-17.
5
Immanuel KANT, Crítica de la Razón Pura, (P. RIBAS, traducción), Alfaguara, Madrid 1978, p.
506. La cursiva es mía. Cf. Karl AMERIKS, «The Critique of Metaphysics: Kant and Traditional
Ontology», en GUYER, The Cambridge Companion to Kant, pp. 249-279.
6
Cf. The Fullness of Being, p. 13.
7
Der einzig mögliche Beweisgrund zu einer Demonstration des Daseins Gottes, en Kant
gesammelte Schriften, vol. II, W. DE GRUYTER (ed.), Academia de Ciencias de Berlín, Berlín 1902
62 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
Cuando mi amigo dice «Fido tiene tres años y existe» simplemente afir-
ma que está hablando de este perro, y que puede pasear y morder: lo pone
en relación con sucesos reales. Si comienza su descripción diciendo «Fido
tiene tres años y no existe», sabré que me está contando un cuento sobre
este perro, en el que lo pone en relación con otros conceptos. Lo importan-
te es que en ambos casos «Fido» es el mismo individuo.
y ss., p. 73. Sigo la traducción que ofrece Eusebi COLOMER, El pensamiento alemán de Kant a
Heidegger, vol. I, Herder, Barcelona 1986, p. 48.
8
The Fullness of Being, p. 10. Se reconoce deudor de G.E.L. Owen, cuya interpretación de
Aristóteles puede encontrarse en «Aristotle on the Snares of Ontology», en R. BAMBROUGH (ed.),
New Essays on Plato and Aristotle, Routledge & K. Paul, Londres 1965, pp. 69-96.
9
Metafísica, IV, 2, 1003b, 26-29. Cito por Metafísica de Aristóteles, Valentín GARCÍA YEBRA,
(ed., introducción, traducción y notas), Gredos, Madrid 19903. Cf. The Fullness of Being, p. 11.
10
«Existence»: 1. Earlier Views. Sustituyo «Sócrates» por «Fido».
2.1.1. Teorías sobre «existe» 63
16
Cf. «Existence»: 1. Earlier Views. Miller añade que la accidentalidad de la existencia, para
el Aquinate, simplemente indica que es una cuestión contingente que algo exista o no.
17
Cf. The Fullness of Being, p. 130, n. 21.
18
«Existence»: 1. Earlier Views. Esta distinción la encuentra Miller en el texto de Quodlibet IX
q2 a: «Dicendum, quod esse, dupliciter dicitur, ut patet per philosophum in V Metaph., et in
quadam Glossa Origenis super principium Ioan. Uno modo, secundum quod est copula
verbalis significans compositionem cuiuslibet enuntiationis quam anima facit: unde hoc esse
non est aliquid in rerum natura, sed tantum in actu animæ componentis et dividentis. Et sic
esse attribuitur omni ei de quo potest propositio formari, sive sit ens, sive privatio entis;
dicimus enim cæcitatem esse. Alio modo esse dicitur actus entis in quantum est ens, id est
quo denominatur aliquid ens actu in rerum natura. Et sic esse non attribuitur nisi rebus ipsis
quæ in decem generibus continentur».
19
Cf. «Existence»: 1. Earlier Views.
2.1.1. Teorías sobre «existe» 65
ca», fundada sobre «la suposición de que la verdad de lo que decimos está
basada en la existencia actual de aquello de lo que hablamos»20.
Es decir, si mi amigo afirma «Fido tiene tres años y existe», lo que hay
que hacer es preguntarle por el sentido en el que emplea «existe». Lo mis-
mo cuando afirma «Fido tiene tres años y no existe». Según el sentido que
adopte, estaremos en condiciones de saber si lo que dice es verdad.
Este breve recorrido histórico por las teorías sobre existe ha permitido dis-
tinguir cuatro explicaciones de la proposición «Fido existe»:
1. Redundancia: «existe» no añade nada a «Fido».
2. Redundancia moderada: «existe» es elíptico por un predicado esen-
cial de «Fido».
3. Originalidad moderada: «existe» añade algo a «Fido», dependiendo
de él.
4. Originalidad: «existe» añade algo a «Fido», y no depende de él.
Esta tabla es engañosa —aparte de ser una simplificación— ya que po-
dría hacer pensar que las posturas recogidas tienen igual peso en la histo-
ria de la filosofía. Y no es así: Barry Miller señala que la teoría de la re-
dundancia se ha llevado la parte del león al menos por lo que se refiere a
los filósofos analíticos, pues una «tesis comúnmente —si no universalmen-
te— sostenida por los filósofos analíticos puede ser resumida en el fami-
liar dicho “la existencia no es un predicado”»21.
Hay dos razones fundamentales para el triunfo de la redundancia: si
Kant formula la tesis, lo hace gracias al empirismo de Hume. Esto, que
por sí sólo constituye una buena razón, recibe todavía mayor impulso me-
diante la articulación lógica que hace Frege de la teoría de la redundancia.
20
Ibídem.
21
«Existence». Simon Blackburn lo dice prácticamente a la letra: «the modern treatment of
existence in the theory of quantification is sometimes put by saying that existence is not a
predicate […]. Existence is therefore treated as a second-order property, or property of proper-
ties». Simon BLACKBURN, The Oxford Dictionary of Philosophy, voz «Existence», p. 129.
66 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
22
Cf. David OWEN, «Hume and the Mechanics of Mind. Impressions, Ideas, and Association»,
en David Fate NORTON y Jacqueline TAYLOR (eds.), The Cambridge Companion to Hume, Cam-
bridge University Press, Cambridge 2009, pp. 70-104.
23
Treatise, 1.2.6.
2.1.2. El triunfo de la redundancia 67
24
Cf. Frederick C. BEISER, «Kant's Intellectual Development: 1746-1781», en GUYER, The Cam-
bridge Companion to Kant, pp. 54-55.
25
Cf. Étienne GILSON, Being and Some Philosophers, PIMS, Toronto 1954, pp. 123-124.
26
Cf. The Fullness of Being, pp. 2-9. En la exposición que realiza en esas páginas se pone
especialmente de relieve lo que ha sido señalado como un objetivo preciso de la crítica analíti-
ca: «el intento de demostrar que los múltiples sentidos de “ser” no pueden ser unificados».
Alejandro LLANO, Metafísica y lenguaje, Eunsa, Pamplona 19972, p. 96.
27
Mantengo el uso de «ser», aunque sea más forzado que «Hay perros» o «Los perros exis-
ten».
28
También me referiré a este uso de «existe» como sentido del cuantificador existencial.
68 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
4. Identidad: «Fido=Rover».
En la teoría fregeana, cada una de estos usos de «ser» responde a una
relación entre objetos —referentes de los nombres propios— y conceptos
—referentes de los predicados. Estas relaciones son las siguientes:
1. El uso predicativo corresponde a la relación entre un objeto y un
concepto de primer nivel —i.e., la proposición atómica.
2. El uso existencial expresa la relación entre conceptos de diferentes
niveles.
3. La implicación genérica se da entre conceptos del mismo nivel.
4. La identidad corresponde a la relación entre objetos.
De los cuatro usos, nos interesa el segundo: Barry Miller sitúa en él la
clave de la defensa fregeana de la teoría de la redundancia. Veamos más
detenidamente qué quiere decir que el uso existencial expresa la relación
entre conceptos de diferentes niveles. Un concepto de primer nivel está
por una propiedad que puede predicarse de un objeto: «Fido es negro» in-
cluye el concepto de primer nivel «ser negro». A su vez, estos conceptos de
primer nivel caen dentro de conceptos de segundo nivel: «la negrura es
rara» incluye el concepto de primer nivel «negrura» y el de segundo nivel
«ser raro». Esta relación entre conceptos de diferentes niveles es la única
en la que «es» admite un uso existencial.
El caso de «los perros son» presenta una estructura similar: una perí-
frasis adecuada sería «al menos una cosa es un perro». Esto, como se ha
señalado, puede representarse como «(∃x)(x es un perro)», en el que «ser
un perro» —propiedad de primer nivel— « cae dentro del concepto de se-
gundo nivel al que se refiere el predicado de segundo nivel “(∃x)(x___)”»29.
Esto se aplica también cuando el sujeto es «Fido». Aparentemente se
trata de un objeto —i.e., está por un individuo. No obstante esta aparien-
cia, la representación de «Fido existe» —(∃x)(x=Fido)— muestra que el
significado de la proposición es «al menos hay una cosa que es idéntica con
Fido». En consecuencia, decir «Fido existe» no predica nada sobre Fido: se
refiere exclusivamente a la propiedad «ser idéntico a Fido», y señala que
dicha propiedad tiene más de cero objetos cayendo dentro de ella.
29
The Fullness of Being, p. 4.
2.1.2. El triunfo de la redundancia 69
En consecuencia, para Frege «Fido tiene tres años y existe» emplea dos
usos de «ser»: predicación —«tiene tres años» como equivalente a «es de
tres años»— y existencial —al menos hay un individuo que reúne las pro-
piedades «ser idéntico a Fido» y «tener tres años». Del mismo modo, «Fido
tiene tres años y no existe» contempla dos usos: predicación y existencial
—ningún individuo reúne las propiedades «ser idéntico a Fido» y «tener
tres años».
30
LLANO, Metafísica y lenguaje, p. 147. Miller señala que «his [de Williams] distinguished work
What Is Existence? seeks to exorcize those who have been thus bewitched [se refiere a la afir-
mación de Wittgenstein, según la cual la metafísica sería uno de los hechizos del lenguaje]. In
it he offers readers an uncompromising apologia for the Frege-Russell view of existence, and
in particular its twin claims that existence is not a property of individuals and that the expres -
sion “exists” is not predicable of them». The Fullness of Being, p. 2.
31
C.J.F. WILLIAMS, What is Existence?, Clarendon Press, Oxford 1981.
32
Ídem, p. 79.
70 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
33
Cf. WILLIAMS, What is Existence?, p. 80.
34
The Fullness of Being, p. 19.
35
Anthony KENNY, The Five Ways. St. Thomas Aquinas' proofs of God's existence, Routledge
& K. Paul, Londres 1972, p. 92.
2.1.3. Las anomalías de «existe» 71
Hemos visto que «Fido existe» es un predicado anómalo que ha sido trata-
do de formas muy diferentes a lo largo de la historia: la teoría de la redun-
dancia, facilitada por Hume, formulada por Kant y articulada por Frege,
ha propuesto su interpretación como un predicado de segundo nivel. «Exis-
te» y existencia no harían referencia a una propiedad de Fido —no añade
nada a Fido: simplemente indican que la propiedad «ser idéntico a Fido»
se da al menos en un objeto.
Existe otra visión, la teoría de la originalidad, que defiende lo contra-
rio: «existe» añade algo a Fido. Está, por tanto, por una propiedad real. El
éxito histórico de esta postura es mucho menor: en su forma extrema, la
de Tomás de Aquino, a duras penas sobrevivió a su fautor, pues «la distin-
ción entre esencia y existencia no permaneció mucho tiempo intacta, sien-
do rechazada inmediatamente por Escoto y mucho después por Suárez» 37.
Y en el seno de la filosofía analítica actual apenas encuentra defensores,
sostiene Miller.
39
Cf. Form and Existence, pp. 42-43.
40
Aquinas, p. 75.
41
Cf. Form and Existence, p. 43.
42
Cf. ídem, p. 44.
2.2.1. There-is sense y actuality sense 73
43
Ibídem.
44
Ibídem.
45
Geach remite al Aquinate: «non enim potest nec in apprehensione cadere pluralitas huius
individui». Summa Theologiæ, I q13 a9.
46
Form and Existence, p. 46.
47
Cf. Aquinas, pp. 77-80.
74 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
48
Form and Existence, p. 51. Adapto la cita al ejemplo que he usado.
49
Cf. ídem, p. 53.
50
«An abstract noun (or noun-phrase) referring to the form can indeed occupy the place of the
subject, but cannot be the whole of the subject; the form being signified, in recto as Aquinas
would say, by an abstract noun, we must add a mention in obliquo of the individual whose form
it is». Ídem, p. 48.
51
Ídem, p. 53.
52
Evidentemente, añade existencia y otras propiedades.
2.2.1. There-is sense y actuality sense 75
53
Form and Existence, p. 55. El último ejemplo es una cita de Gn 42,36 según la King James
Version: Joseph is not and Simeon is not. Otras traducciones difieren notablemente.
54
Form and Existence, p. 58.
55
«Existence in the sense of actuality (Wirklichkeit) is several times over emphatically distin-
guished in Frege's works from the existence expressed by “there is a so-and-so” (es gibt ein
—). […] I shall in this paper take for granted that Frege was right». What Actually Exists, p. 65.
56
Cf. Aquinas, p. 90.
76 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
57
What Actually Exists, p. 65.
58
Ibídem. Geach explica cambio de la siguiente manera: «the thing called “x” has changed if
we have “F(x) at time t” true and “F(x) at time t1” false, for some interpretation of “F”, “t” and
“t1”». Ídem, pp. 71-72.
2.2.1. There-is sense y actuality sense 77
59
Cf. Form and Existence, p. 60.
60
Cf. ídem, p. 61.
78 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
Peter Geach ha mostrado que hay una distinción real entre la forma y la
existencia. Ahora bien, la respuesta a «¿qué añade “existe” en “Fido
existe”?» no se ha desarrollado todavía. El único criterio que nos ha pro-
porcionado para señalar el contenido de «existe» es, a la luz de lo expuesto,
el de actualidad: ¿Fido actúa o sufre cambios o ambos? Veamos que sucede
con cualquiera de las dos respuestas posibles.
Si la respuesta es que Fido ni actúa ni sufre cambios, los únicos cam-
bios que admite son Cambridge —p.ej., comienzo a pensar sobre él; en este
caso, la proposición «Fido existe» tiene un uso de «existe» con there-is
sense. Este uso de «existe», como se ha visto, no añade nada a «Fido»: el
nombre está por una propiedad.
61
Cf. Form and Existence, pp. 61-62; Aquinas, pp. 93-94.
62
Cf. Form and Existence, p. 62.
63
Cf. ídem, p. 63.
2.2.1. There-is sense y actuality sense 79
Si, por el contrario, la respuesta es que Fido sí que actúa, o sufre cam-
bios, o ambos, los cambios que admite son reales —p.ej. ladra; en este
caso, «Fido existe» presenta un uso de «existe» con actuality sense. De este
modo, podemos distinguir entre la forma de Fido —sus propiedades— y el
individuo actual que es sujeto de esas propiedades —Fido. Pero «existe»,
propiamente, no añade nada: es una marca de la actualidad de Fido.
Tanto si «existe» se usa con there-is sense como si se usa con actuality
sense, lo que se puede conocer acerca de Fido proviene de la forma, es de-
cir, de las propiedades que tiene el individuo Fido. En este sentido, Geach
afirma que «aparte de arrojar luz sobre algunos usos del verbo sustantivo
“ser”, la doctrina sobre el esse del Aquinate realmente no añade nada más
allá de su doctrina de la forma» 64. Esta afirmación es perfectamente cohe-
rente con el punto de partida: la interpretación de «Fido existe» se hace a
partir del sentido existencial de «ser», según los diferentes sentidos que
reconoció Frege. En el sentido existencial de «existe» se relacionan concep-
tos —i.e., propiedades— de diferentes niveles. Por definición, nunca se
añade nada al individuo: ésta es una tarea que compete al sentido de pre-
dicación.
«Fido» está por el nombre propio de un individuo real, sólo se hace verda-
dera si se da este individuo determinado. Si «Fido» se toma por «un perro
hijo de Rover, negro, de tres años, que pasea y que muerde», cualquier in-
dividuo que reúna esas características puede hacerlo verdadero. Incluso
en el caso de que las características se precisasen de tal modo que sólo un
individuo pudiese reunirlas, no dejaría de darse una diferencia entre el
Fido real y «Fido» como un conjunto de características66.
Esta diferencia consiste en que los individuos no pueden instanciarse:
es decir, Fido no puede darse como propiedad de otro individuo. Las pro-
piedades, por el contrario, se caracterizan precisamente por poder instan-
ciarse: esto se mantiene incluso si se ciñe el conjunto de propiedades de
tal forma que sólo un individuo las pueda cumplir. La descripción de un
individuo como un conjunto de propiedades sólo se puede hacer presupo-
niendo el individuo: sustituirlo por una propiedad o un conjunto de ellas
no impide que se dé en otro individuo67.
En consecuencia, el análisis de «Fido existe» como (∃x)(x es Fido) no es
correcto: el individuo Fido no permite su tratamiento como una propie-
dad68.
66
Cf. «In Defence of the Predicate “Exists”», p. 341.
67
Cf. «Existence»: 5. Arguments for the Two-Sense Use of “Exists”.
68
Cf. «In Defence of the Predicate “Exists”», p. 342.
2.2.2. Actuality sense de «existe» como un predicado real 81
69
Ídem, pp. 342-343.
70
Cf. ídem, p. 343.
71
Cf. ibídem.
82 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
de primer nivel, como en «Fido es un perro» y «los galgos son perros» 72.
También este ejemplo es engañoso, como se pone de relieve al considerar
que un predicado de primer nivel es una expresión incompleta. De este
modo, a partir de «Fido es P» y «Fido es G», se obtienen los predicados «—
es P» y «—es G». Cualquier combinación de estos predicados es una sen-
tencia abierta: «(—es P) es G» o «(—es G) es P», que necesita completarse
para tener sentido73.
Con el rechazo de las dos alternativas, la premisa mayor —«todo lo que
puede predicarse de una clase difiere absolutamente de lo que puede pre-
dicarse de un individuo»— se ve confirmada: de un individuo se predican
propiedades de primer nivel, y de una clase, propiedades de segundo nivel.
75
Ibídem.
76
Cf. ídem, p. 345.
77
Se puede prolongar el ejemplo de Miller con la proposición a' «los dinosaurios existen, pero
las sirenas no»: es verdadera si se toma en el sentido que tiene a; si se toma como b, no tiene
sentido.
78
«In Defence of the Predicate “Exists”», p. 345.
84 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
79
Véase pp. 69 y ss.
2.2.3. La existencia es una diferencia real 85
80
Cf. C.J.F. WILLIAMS, Being, Identity and Truth, Clarendon Press, Oxford 1992, p. 1.
81
Cf. «In Defence of the Predicate “Exists”», p. 352.
82
Cf. WILLIAMS, Being, Identity and Truth, p. 124.
83
Amoral se toma como «que de propósito prescinde del fin moral», DRAE, «Amoral», 2.
84
Cf. «Negative Existential Propositions», p. 183.
86 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
Veamos cómo se sostiene que «no existe» está por una propiedad Cam-
bridge. El primer paso para establecer la distinción entre una propiedad
real y una propiedad Cambridge es la historia construccional de la propo-
sición: como se recordará, Dummett se refiere con «historia construccio-
nal» a la recreación imaginativa de la formación de un predicado. Si una
propiedad no aparece en la historia construccional de una proposición, el
predicado correspondiente no está por una propiedad real —i.e., es una
propiedad Cambridge. Esta recreación, para «Fido no existe», es la si-
guiente:
1. remueve el nombre propio de una frase arbitraria, «César existe»
para obtener el predicado «—existe».
2. Niega este predicado para formar «—no existe».
3. Inserta «Fido» en el vacío en «—no existe» para formar «Fido no
existe»85.
Este paso no permite caracterizar «no existe» como una propiedad
Cambridge: el predicado correlativo «—no existe» forma parte de la histo-
ria construccional.
El segundo paso, se recordará, es acudir a criterios externos a la lógi-
ca. Williams, como hemos visto, ha ilustrado la incoherencia de considerar
el predicado «no existe» un predicado real. Ahora bien, la conclusión que
extrae —«existe» tampoco es un predicado real— se asienta sobre la asun-
ción de que a un individuo «le puede faltar alguna propiedad real sólo si
tiene otra propiedad correlativa a aquella que le falta» 86: así, tanto el
granjero que busca en sus rebaños las ovejas no existentes como el botáni-
co que analiza ranúnculos que no existen asumen que ovejas y plantas, si
no tienen la propiedad real de «existir», es porque tiene la propiedad co-
rrelativa de «no existir».
En numerosas ocasiones es así: cuando nos preguntamos «si el madero
no es rojo, ¿de qué color es?», la respuesta correcta es otro color —«verde»;
tanto «rojo» como «verde» están por propiedades reales. Sin embargo, en
otros casos la sustitución de una propiedad real por su correlativa no es
exigible: cuando preguntamos «si el vidrio no es rojo, ¿de qué color es?» la
85
Cf. «Negative Existential Propositions», p. 186.
86
Ídem, p. 187.
2.2.3. La existencia es una diferencia real 87
87
Cf. ibídem.
88
Ibídem.
89
Ibídem.
88 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
La defensa que hace Miller del actuality sense de «existe» como un predi-
cado real concluye, al tenor de lo visto, con una distinción entre la existen-
cia y la individualidad. En este sentido, es similar al resto de las propieda-
des que posee un individuo.
90
Cf. «“Exists” and Existence», p. 266. Hæccitas está en cursiva en el original. Miller precisa
más adelante que únicamente emplea el término escotista, sin asumir nada más. Ídem, p. 268.
2.2.3. La existencia es una diferencia real 89
Pero queda una cuestión pendiente: sabemos qué añade «es negro» a
Fido, pero de lo que añade «existe» todavía no hemos averiguado mucho:
hemos sabido que es una diferencia real para los individuos, y que si un
individuo no la ha poseído, no se puede concebir. Aun siendo bastante, no
es suficiente. Incluso, como señalaba Kenny, a pesar de ser una propiedad
real, es una propiedad sospechosa, ya que se aplica por igual a todos los
individuos actuales: no sirve, por tanto, para establecer diferencias entre
estos. Añade algo —a diferencia de lo que sostenía Geach— pero es algo
mínimo.
94
Cf. The Fullness of Being, pp. 82-83.
95
Ídem, p. 95.
96
«Ultimately [un nombre] can have been introduced only in an act of naming: such an act is a
necessary condition of a term's being a genuine proper name. But if one could know nothing
about the kind of thing to which one claimed to have given a proper name, one could not be
said to have named anything. Hence, as Geach has noted, there is a common noun corres -
ponding to every proper name. In the case of “Tom” I am taking that noun to be “man”, al-
though it could equally have been “cockatoo”, if I had named my pet cockatoo “Tom”». «Proper
Names and Suppositio Personalis», p. 136.
97
No se considera aquí la relación de las propiedades entre sí: entre ellas también hay nive-
les. Así, el color de Fido depende, en cierta medida, de que es un perro.
2.3.1. El paradigma del límite 91
101
Pasivo no ha de tomarse con un sentido peyorativo: simplemente se trata de enfocar el pro-
blema de la relación individuo-existencia desde el punto de vista de la actualidad.
102
Cf. The Fullness of Being, p. 99.
103
Ídem, p. 102.
2.3.1. El paradigma del límite 93
104
Un límite de este ejemplo es que el grabado quita masa de cristal.
105
The Fullness of Being, p. 100.
106
Cf. ibídem.
94 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
107
Cf. The Fullness of Being, p. 105.
108
Cf. ídem, pp. 119-120.
109
Cf. ídem, p. 120.
2.3.2. La propiedad «existencia» 95
110
Cf. ídem, p. 122.
111
Ídem, pp. 122-123.
96 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
112
Cf. The Fullness of Being, pp. 126 y ss.
113
Cf. ídem, p. 126.
2.3.2. La propiedad «existencia» 97
114
Cf. ídem, p. 127.
115
Cf. ídem, pp. 124-125.
116
Ídem, p. 125.
98 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
which Phosphorus was not visible in the morning. But that contingent truth shouldn't be identi-
fied with the statement that Hesperus is Phosphorus. It could only be so identified if you
thought that it was a necessary truth that Hesperus is visible over there in the evening or that
Phosphorus is visible over there in the morning. But neither of those are necessary truths even
if that's the way we pick out the planet. These are the contingent marks by which we identify a
certain planet and give it a name». KRIPKE, Naming and Necessity, p. 105.
100 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
119
The Fullness of Being, p. 143. Adapto la cita al ejemplo del perro Fido.
120
Ídem, p. 137.
121
Este uso de límite se puede encontrar en las matemáticas: «en una secuencia infinita de
magnitudes, magnitud fija a la que se aproximan cada vez más los términos de la secuencia».
DRAE, «Límite», 5.
122
The Fullness of Being, p. 140.
2.3.3. El alcance de la existencia 101
pero menos negro que-» es un predicado de primer nivel que admite una
variedad de individuos para completar la proposición 123. En concreto, son
necesarios tres: p.ej., Toby, Rover y Fido, para formar la proposición «Toby
es más negro que Rover pero menos negro que Fido». El límite simpliciter
inferior de este tipo de predicados es «___es negro», donde sólo hace falta
un individuo para completar la proposición: «Fido es negro»: no puede
construirse un predicable que exija menos individuos.
Ahora bien ¿qué es lo que hace de la expresión «___es negro» un predi-
cable? La presencia de un lugar vacío. Es decir, mientras haya lugares va-
cíos hay predicables: «Toby es más negro que Rover pero menos negro
que-» es todavía un predicable: no se puede dar un valor de verdad, ya que
es una expresión incompleta.
Podemos ver perfectamente bien lo que sucedería si el espacio en un
predicable de un lugar fuese eliminado. Al remover la última huella de
lo que hace de una expresión un predicable, el resultado sería una ex-
presión que no es un predicable en absoluto, sino una expresión con
un valor de verdad, es decir, una proposición. Esto [la proposición] es
un caso límite de predicable124.
Un ejemplo podría ser el verbo «helar». Con él se puede construir un
predicable: «___que hiela más que… pero menos que-», que permite la ex-
presión «un frío que hiela más que este frío pero menos que aquel frío».
Pero también se puede usar para construir una proposición que no exige
individuos para completarse: «hiela», que es lógicamente simple: este sería
el caso límite del uso de «helar».
El caso límite de una propiedad hace que esta adopte un sentido exclusivo:
así, veíamos que la velocidad de 0 km/s implica un sentido exclusivo de
«velocidad». Miller, en este caso, dice que el caso límite de una instancia
de un predicado hace de ésta un adjetivo alienans. Un adjetivo alienans es
«de juguete»: podemos salir de paseo cabalgando un caballo que puede ser
de muchos tipos —de silla, de carga o de carreras; si intentamos salir de
paseo cabalgando un caballo de juguete, no llegamos a ningún sitio. El ad-
123
Miller denomina a este tipo de predicado «un predicable de n-lugares».
124
The Fullness of Being, p. 140. La cursiva es mía.
102 CAPÍTULO 2. «EXISTE»: UN PREDICADO ANÓMALO
jetivo alienans indica una propiedad del individuo, pero una propiedad tal
que lo distingue de todos los individuos similares.
Miller señala que este rasgo de los adjetivos alienans también se apli-
ca al caso límite: «si hay un caso límite de una serie ordenada de instan-
cias de F, habrá una diferencia absoluta entre éste y los miembros de la
serie»125. En el caso de «de juguete», la diferencia absoluta está clara: entre
lo que es un caballo y lo que no lo es. En el caso de otras propiedades, hay
que señalar que esta diferencia absoluta se relaciona con su modo de iden-
tificación: la extinción de la propiedad; así, la velocidad de 0 km/s es un
caso límite precisamente porque no es una velocidad, y el predicable de
cero lugares es un caso límite precisamente porque no es un predicable.
Junto con esta diferencia absoluta, el adjetivo alienans también supo-
ne una relación entre los elementos de la serie: un caballo de juguete ha
de tener al menos la apariencia de un caballo. En los casos límite, esto se
traduce en que «hay al menos algún tipo de similitud, no importa lo remo-
ta que sea, entre un caso límite de una serie y los miembros de esa
serie»126. Esta afirmación se comprueba al advertir que no se pueden iden-
tificar los casos límite de dos series diferentes. Así, uno es el caso límite de
la velocidad y otro el de los predicables127: la velocidad de 0 km/s no es una
proposición. Es decir, la serie que da origen a un caso límite condiciona su
significado.
La noción de caso límite será la que emplee Miller para buscar el límite
que corresponde a la instancia de existencia con mayor riqueza. Una ven-
taja de este planteamiento es que, para alcanzar la noción de la instancia
de existencia más perfecta —el caso límite— no es necesario pasar por las
instancias intermedias. Es suficiente considerar la extinción de la propie-
dad en cuestión: la instancia de existencia. La pregunta que se formula,
por tanto, no es por el individuo más perfecto, o por una cadena de instan-
cias de existencia que ha de culminar, sino ¿qué instancia de existencia
permite un mayor número de perfecciones?
125
The Fullness of Being, p. 140.
126
Ibídem.
127
Cf. Ibídem.
2.3.3. El alcance de la existencia 103
[105]
106 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
1
David LEWIS, «Letters to Beall and Priest», en Graham PRIEST, J.C. BEALL y Bradley ARMOUR-
GRAB (eds.), The Law of Non-Contradiction. New Philosophical Essays, Clarendon Press, Ox-
ford 2004, p. 176.
2
Graham PRIEST, «What's So Bad About Contradictions?», en PRIEST, BEALL y ARMOUR-GRAB,
The Law of Non-Contradiction, p. 28.
3
Cf. Frederick KROON, «Realism and Dialetheism», en PRIEST, BEALL y ARMOUR-GRAB, The Law
of Non-Contradiction, pp. 245-263.
4
From Existence to God, pp. 172-174.
108 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
Un primer recurso aparece al tratar de explicar por qué Fido existe ac-
tualmente: por un lado, la actualidad de Fido no se puede explicar ni por
su contenido quidditativo ni por su instancia de existencia. Por otro lado,
tampoco lo explica que se tome como un hecho bruto: que Fido haya co-
menzado a existir en un momento dado, y que deje de existir en otro mo-
mento es, precisamente, lo que tratamos de explicar. Tomarlo como un he-
cho bruto simplemente elude la búsqueda.
La imposibilidad de explicar «Fido existe» a partir de su contenido qui-
dditativo o a partir de su instancia de existencia se puede resolver dicien-
do que Fido existe porque algún otro le hace existir: Rover es la causa de
que Fido exista. Más adelante5 veremos que esta explicación no es sufi-
ciente: Rover sólo explica el conjunto de propiedades —es un perro, es ne-
gro, ahora tiene tres años— de Fido, no su instancia de existencia. Miller
acude por segunda vez al PNC para decir que es necesaria una cadena
causal que se refiera igualmente a la instancia de existencia. Para cons-
truir esta cadena causal6 Barry Miller apela por tercera vez al principio de
no contradicción: tratará de mostrar que al menos se puede construir un
modelo de cadena causal que reclame cerrarse en virtud del PNC.
Por último, Miller señala que en la causa que cierra esta cadena tam-
bién es necesario apelar al PNC —por cuarta vez: Miller argumentará
que, dado que la diferencia entre el individuo y su existencia es lo que ha
motivado la necesidad de recurrir a una causa, ésta no ha de presentar la
distinción individuo-existencia, ya que de ser así, ella misma habría de ser
causada7.
8
From Existence to God, p. X.
9
P.ej., en el famoso debate radiofónico con Frederick Copleston.
10
Cf. FLEW, There is a God, p. 71.
11
Richard M. GALE, «The Failure of Classical Theistic Arguments», en MARTIN, The Cambridge
Companion to Atheism, p. 90.
12
Alexander R. PRUSS, The Principle of Sufficient Reason. A Reassessment, Cambridge Uni-
versity Press, Cambridge 2006, p. 4. Señala que la aplicación de este principio es mucho más
amplia.
110 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
La versión del PRS que sostiene Pruss dice que «necesariamente, toda
proposición verdadera contingente tiene una explicación»13. Explicación ha
de entenderse como una relación entre dos proposiciones verdaderas en la
que una funciona como explanans y la otra como explanandum. Si elabo-
ramos una cadena de explicaciones, en su cúspide se encuentra la explica-
ción última, «una en la que el explanans mismo no reclama una explica-
ción ulterior porque es en sí mismo auto-explicativo o necesario o
ambos»14. Estas explicaciones pueden ser completas: es decir, dar razón de
todos los aspectos contingentes del explanandum15.
El PRS, sostiene Pruss, se emplea de tres formas en las vías del Aqui-
nate: 1) la formulación de los diferentes principios de causalidad —«nada
se mueve sin ser movido, los seres contingentes tienen causas, etc.» 16— es
una versión del PRS; 2) los principios de causalidad que usa Tomás de
Aquino no impiden la regresión al infinito y por tanto es necesario apelar
al PRS17; y 3) el principio de causalidad no se puede aplicar a realidades
que surgen ex nihilo18, de tal modo que para dar razón de la existencia de
los seres contingentes hay que acudir al PRS.
Veamos en primer lugar cómo explica Pruss el recurso de Tomás de
Aquino a la causalidad. El punto de partida es la distinción essentia-esse
de un individuo: así, según Pruss, Fido tiene una esencia y un acto de
existir (esse). «Fido existe» es verdadero porque Fido tiene un acto de exis-
tir. A su vez, el esse no requiere la composición essentia-esse: «un esse es
un item de diferente clase»19.
13
PRUSS, The Principle of Sufficient Reason, p. 10.
14
Ídem, p. 17.
15
Cf. ibídem.
16
Cf. ídem, p. 26.
17
Cf. ibídem.
18
Cf. ídem, p. 27.
19
Ídem, p. 217.
3.1.2. Rechazo del principio de razón suficiente 111
20
Cf. ídem, p. 219.
21
Cf. ídem, pp. 220-221.
112 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
La defensa que hace Pruss del PRS como principio insustituible de las cin-
co vías de Santo Tomás nos permite desarrollar algunas consideraciones
que, en mi opinión, apoyan el rechazo de Miller del PRS. Ante todo, en la
exposición que hace Pruss hay una confusión entre la razón y la causa de
un hecho: la razón es la explicación que se puede dar de un hecho; la cau-
sa, el origen real de ese hecho. Ante la pregunta «¿cómo sostienes que Fido
camina, si estaba paralizado?» una respuesta según la razón es «ya no
está donde estaba antes, y nadie lo ha movido», y una respuesta según la
causa, «la medicina que le dio el veterinario le curó la parálisis». En la ex-
posición de Pruss, el principio de causalidad se toma como un modo de ex-
plicación —i.e., como una razón.
Otra consideración hace referencia al modo en que Pruss explica la
distinción essentia-esse. Como un detalle ilustrativo, Pruss considera que
su tratamiento de la distinción essentia-esse es muy similar a la postura
de Miller23. No obstante esta cercanía, el propio Pruss detecta una diferen-
cia: Barry Miller sostiene que no se puede hacer referencia a un individuo
22
Cf. PRUSS, The Principle of Sufficient Reason, pp. 47-48.
23
Cf. ídem, p. 229, n. 5. Pruss remite a «Why Ever Should any Existing Individual Exist?».
3.1.2. Rechazo del principio de razón suficiente 113
24
También se encuentra en la madre de Fido. Si el ejemplo causa problemas, se puede con-
siderar que en vez de perros, Rover y Fido son amebas que se reproducen por bipartición.
114 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
rrer porque está corriendo», e incluso puede emplearse para decir «Fido
puede correr porque le veo correr». En el segundo caso, se dice que la cau-
sa de que Fido tenga una habilidad es su ejercicio de esa habilidad: pero el
ejercicio de una habilidad no es la causa de esa habilidad; en todo caso,
será su resultado. De este modo, «Fido puede correr en virtud de que está
corriendo» no es una afirmación válida, mientras que sí lo es «Fido está co-
rriendo en virtud de que puede correr». Igualmente, no podemos decir
«Fido puede correr en virtud de que le veo correr», y sí «veo correr a Fido
en virtud de que puede correr».
Esta distinción entre por y en virtud de tiene su valor para entender la
causa de que Fido exista: en primer lugar, elimina los problemas de la
construcción conceptual de «Fido existe». Así, podemos tomar Fido como
punto de partida para comprender «Fido existe», simplemente advirtiendo
que nos basamos en un por. El razonamiento es el siguiente: porque Fido
existe, sabemos que puede completar su existencia —i.e., Fido tiene la ca-
pacidad de completar su existencia; y en virtud de que Fido tiene la capa-
cidad de completar su existencia, construimos conceptualmente «Fido
existe»27. El razonamiento, evidentemente, es circular. Por eso mismo, he-
mos de plantearnos cuál es la causa de que Fido exista. Y esta causa ha de
responder a dos preguntas diferentes: 1) en virtud de qué Fido está com-
pletando su existencia; y 2) en virtud de qué Fido es capaz de completar
su existencia.
27
Cf. ibídem.
28
Los esquemas 1 y 2 se encuentran en ídem, p. 85; el 3, en ídem, p. 86.
118 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
1 2 3
a a a
29
From Existence to God, p. 85.
30
Cf. ibídem.
3.1.3. La causa buscada 119
31
Cf. ídem, p. 85-86.
32
Ídem, p. 91.
120 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
33
Cf. From Existence to God, p. 92.
34
Cf. ibídem.
35
Cf. ídem, p. 93.
36
Ibídem.
3.1.3. La causa buscada 121
37
Ídem, p. 95.
122 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
38
SANFORD, «Causation», p. 3.
39
Cf. Dialogues, 42.
40
«Hume’s ideas about causation are not only challenging in themselves, but also lie at the
heart of much of the rest of his thought». Martin BELL, «Hume on Causation», en N ORTON y
TAYLOR, The Cambridge Companion to Hume, p. 147. Esta centralidad no implica un consenso
sobre el sentido de su propuesta: ya en su época hubo dudas acerca de el significado último
de la teoría humeana de la causalidad (cf. John P. WRIGHT, «The Scientific Reception of Hume's
Theory of Causation: Establishing the Positivist Interpretation in Early Nineteenth-Century
Scotland», en Peter JONES (ed.), The Reception of David Hume in Europe, Continuum, Londres
2005, pp. 327-347).
3.2.1. Causalidad y empirismo 123
41
Cf. Angela COVENTRY, Hume's Theory of Causation. A Quasi-Realist Interpretation, Con-
tinuum, Londres 2006, pp. 3-4.
42
«When we run over libraries, persuaded of these principles, what havoc must we make? If
we take in our hand any volume; of divinity or school metaphysics, for instance; let us ask,
Does it contain any abstract reasoning concerning quantity or number? No. Does it contain
any experimental reasoning concerning matter of fact and existence? No. Commit it then to the
flames: For it can contain nothing but sophistry and illusion». Enquiry, 12.34.
43
Enquiry, 7.27.
124 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
quier cosa que comienza a existir, debe tener una causa de existencia» 44.
Evidentemente, el uso de este axioma lleva a concluir que algo ha debido
provocar el ladrido que hemos oído: sostenemos que es Fido porque le he-
mos visto moverse y porque, normalmente, los ladridos provienen de los
perros.
Hume tratará de impugnar este axioma, sosteniendo que es concebible
la situación contraria, es decir, un no-existente que alcanza la existencia
sin una causa45. Así, del mismo modo que podemos concebir el ladrido sin
localizar su causa —p.ej., porque no vemos a Fido— también podemos con-
cebir el ladrido como no teniendo una causa. El hecho de poder imaginar
una situación contraria lleva también a sostener que la conexión no es ne-
cesaria: la relación causa-efecto no describe una regla de la realidad, sino
un modo de organizar nuestras ideas sobre la realidad. De hecho, Hume
afirma que «es posible para todos los objetos ser causas o efectos unos de
otros»46, de tal forma que tanto el ladrido puede ser efecto del movimiento
de Fido, como causa de este movimiento.
Dada esta posibilidad de asociar aleatoriamente dos objetos bajo las
nociones de causa y efecto, es recomendable fijar unas reglas para el uso
de «causa» y «efecto». Hume establece ocho:
1. Causa y efecto son contiguos en el espacio y el tiempo.
2. La causa es anterior al efecto.
3. Debe haber una unión constante entre la causa y el efecto.
4. Idéntica causa produce idéntico efecto; idéntico efecto proviene de
idéntica causa.
5. Si diferentes objetos producen el mismo efecto, lo hacen por una
cualidad común.
6. Diferencias en efectos de causas parecidas se debe al particular en
que difieren.
7. Un objeto que crece o disminuye con su causa es un efecto compues-
to derivado de la unión de efectos diferentes que surgen de las par-
tes de la causa.
44
Treatise, 1.3.3.
45
Cf. ibídem.
46
Ídem, 1.3.15.
3.2.1. Causalidad y empirismo 125
47
Cf. ibídem.
48
J.L. MACKIE, «Causes and Conditions», en Ernest SOSA y Michael TOOLEY (eds.), Causation,
Oxford University Press, Oxford 1993, p. 34.
49
Cf. Treatise, 1.3.15.
126 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
50
Como es sabido, Russell rechaza el empleo del término «causa» precisamente por la difi-
cultad de distinguir un tiempo y espacio inmediatos. Cf. Bertrand RUSSELL, «On the Notion of
Cause», Proceedings of the Aristotelian Society, 13 (1913), pp. 1-26.
51
Cf. MACKIE, «Causes and Conditions», pp. 50-52.
52
C.J. DUCASSE, «On the Nature and the Observability of the Causal Relation», en SOSA y
TOOLEY, Causation, pp. 125-136.
53
Ídem, p. 126.
54
Cf. ibídem.
3.2.1. Causalidad y empirismo 127
55
Cf. ídem, p. 127.
56
Cf. ídem, pp. 127-130.
57
Cf. ídem, p. 136.
58
«Causation and Necessary Connection», p. 76.
128 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
terio sólo nos proporciona una razón para llamar causa al movimiento del
pie: no permite afirmar que haya un vínculo real entre los sucesos.
Miller trata de distinguir entre efecto y causa en un caso concreto: el
de una causa con un efecto simultáneo, como es el encendido de la geligni-
ta y su explosión59. En la propuesta de Ducasse, el criterio para distinguir
entre causa y efecto es la prioridad temporal: de este modo, la causa de la
explosión fue un cambio concreto y único que ocurrió en el entorno inme-
diato de la explosión inmediatamente antes. Dado que nuestro ejemplo
presenta un cambio simultáneo, el encendido de la gelignita no puede to-
marse como causa. Para Ducasse el encendido de la mecha sí que permite
su caracterización como causa: es claramente anterior a la explosión.
El encendido de la gelignita, por su parte, sería causa en un sentido
secundario: al no haber prioridad temporal, no puede decirse propiamente
que el encendido de la gelignita sea la causa de su explosión. Miller, sin
embargo, advierte que, si el encendido de la mecha fuese el sentido propio
de causa, y el de la gelignita sólo un sentido derivado, la causalidad «po-
dría aplicarse al encendido de la mecha incluso si no se pudiese aplicar a
la de la gelignita. Pero es claro en este caso que si el encendido de la gelig-
nita no puede llamarse causa de la explosión, tampoco lo puede ser el en-
cendido de la mecha»60. El criterio de prioridad temporal, por sí solo, no
permite distinguir entre causa y efecto.
El recurso a la repetición de experiencias proporciona un criterio inde-
pendiente de la prioridad temporal: así, después de numerosas experien-
cias observamos que el encendido de la gelignita acompaña siempre a su
explosión. De este modo, podemos afirmar que el encendido es una condi-
ción necesaria y suficiente para la explosión. Sin embargo, esta solución
no pasa de ser un artificio: sin otro criterio, valdría lo mismo decir que la
explosión es condición necesaria y suficiente para el encendido de la gelig-
nita. Efectivamente, en todas las observaciones que se pueden hacer, ocu-
59
Cf. «Causation and Necessary Connection», p. 77. La gelignita es un «explosivo formado
por una mezcla de nitroglicerina, colodión, nitrato de potasio y serrín» que «pertenece al grupo
de las dinamitas de base activa». DRAE, «gelignita».
60
«Causation and Necessary Connection», p. 77.
3.2.1. Causalidad y empirismo 129
rre tanto que cuando la gelignita se enciende, explota, como que cuando la
gelignita explota, se enciende61.
La última posibilidad para distinguir entre la causa y el efecto, en el
seno del empirismo, es la combinación de ambos criterios; el desarrollo
que hace Mackie del pensamiento de Hume se dirige precisamente en esta
dirección62. Este modo de explicar la causalidad, sin embargo, no resuelve
el problema del encendido y la explosión de la gelignita: la relación causal
entre el encendido y la explosión se puede encontrar fácilmente según los
criterios de Mackie; así, el encendido forma parte de una condición sufi-
ciente para que explote la gelignita, siendo un elemento necesario de di-
cha condición. Sin embargo, al no haber prioridad temporal, no hay una
«dirección de explicación»: en consecuencia, se puede afirmar con idéntico
rigor que la explosión forma parte de una condición suficiente para el en-
cendido de la gelignita, siendo un elemento necesario de dicha condición 63.
61
Cf. ídem, p. 78.
62
Cf. ídem, p. 79.
63
Cf. ídem, pp. 80-81.
64
Cf. ídem, p. 82.
130 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
65
Cf. «Causation and Necessary Connection», p. 82.
66
Aquinas, 114.
67
Cf. «Causation and Necessary Connection», p. 83.
3.2.2. La causa de la existencia 131
El primer paso es ver las condiciones que tiene que cumplir una cadena
causal que se acaba necesariamente. En primer lugar, es causal: es decir,
explica la existencia de Fido mediante el recurso a la causalidad. Hemos
visto que la causalidad no tiene por qué entenderse exclusivamente como
68
Dialogues, 65. «It is evident, that existence in itself belongs only to unity, and is never ap-
plicable to number, but on account of the unities, of which the number is composed. Twenty
men may be said to exist; but it is only because one, two, three, four, etc. are existent; and if
you deny the existence of the latter, that of the former falls of course». Treatise, 1.2.2.
69
Dialogues, 42.
132 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
Los elementos con que contamos para formar esta cadena causal son tres:
Fido, su existir, y la causa de que Fido exista ( a). Miller analiza tres mode-
los de cadenas que combinan, de un modo u otro, estos elementos:
70
Cf. From Existence to God, p. 99.
71
Cf. ídem, p. 100.
72
Cf. ídem, p. 99.
73
Cf. ídem, p. 100.
3.2.2. La causa de la existencia 133
I. (a está causado por b) & (b está causado por c) & (c está causado por
d) &…
II. (a está causado a G por b) & (b está causado para que cause a a a G
por c) & (c está causado para que cause a b para que cause a a a G por
d) &…
III. (a está causado a G por b) pero sólo bajo la condición de que (b está
causado para que cause a a a G por c) pero sólo bajo la condición de
que (c está causado para que cause a b para que cause a a a G por d)…
Estos modelos, completados con Fido, su existir y a quedan así:
I'. (Fido que existe está causado por a) & (a está causado por b) & (b
está causado por c) &…
II'. (Fido está causado a existir por a) & (a está causado para que cau-
se a Fido a existir por b) & (b está causado para que cause a a para
que cause a Fido a existir por c) &…
III'. (Fido está causado a existir por a) pero sólo bajo la condición de
que (a está causado para que cause a Fido a existir por b) pero sólo
bajo la condición de que (b está causado para que cause a a para que
cause a Fido a existir por c)…74
En la serie I, la expresión «Fido que existe» se puede tomar como un
hecho bruto; en este sentido, se puede sustituir «Fido que existe» por «Fido
que es negro» o incluso por «Fido», si no señalamos con qué aspecto concre-
to queremos relacionar la causa a. Barry Miller descarta la serie I por no
ser suficientemente clara: la cadena causal que buscamos tiene que refe-
rirse sin posibilidad de duda a Fido completando su existencia. Las series
II y III tienen una ventaja en este sentido: hacen explícito que el existir de
Fido es el efecto de la causa a.
A pesar de esta ventaja de las series II y III, comparten un problema
con la I: veamos qué sucede si reducimos cada una de las cadenas a dos es-
labones.
I''. (Fido que existe está causado por a) & (a está causado por b)
II''. (Fido está causado a existir por a) & (a está causado para que cau-
se a Fido a existir por b)
III''. (Fido está causado a existir por a) pero sólo bajo la condición de
que (a está causado para que cause a Fido a existir por b)
74
Ídem, p. 101.
134 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
77
Ídem, p. 107.
78
I. (a está causado por b) & (b está causado por c) & (c está causado por d) & …
II. (a está causado a G por b) & (b está causado para que cause a a a G por c) & (c está
causado para que cause a b para que cause a a a G por d) & …
III. (a está causado a G por b) pero sólo bajo la condición de que (b está causado para que
cause a a a G por c) pero sólo bajo la condición de que (c está causado para que cause a b
para que cause a a a G por d) …
136 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
79
Cf. From Existence to God, p. 106.
80
También usa el presente simple en una primera versión de la cadena que propone; cf. ibí-
dem.
3.2.2. La causa de la existencia 137
mos plantear, por tanto, cómo es que existe a. Y, con esta pregunta, hemos
dado inicio a la cadena causal que se acaba necesariamente: a está siendo
causado a existir por [b en cuanto que está siendo causado a existir por { c
en cuanto que está siendo causado a existir por ( d en cuanto que está sien-
do causado a existir por (m))}]. Así pues, «Fido existe sólo en cuanto es
causado a ello por algo externo a él. Es más, lo mismo se aplica a b, a c, y
a cualquier otro individuo que haya de formar parte de la cadena causal
que causa que Fido existe. Siendo así, la cadena en cuestión tiene que ser
necesariamente una que acaba» 83. Efectivamente, si no fuese así, si la ca-
dena no se cerrase, no se obtendría el efecto causal y, por tanto, Fido no
existiría.
«Fido existe», por tanto, implica la existencia de un elemento que se ha
llamado m. Este elemento m forma parte de la cadena causal con la preci-
sa función de cerrar la cadena y, en consecuencia, ser la causa de todas las
relaciones causales que se han establecido en esta cadena. Al mismo tiem-
po, y sólo en función de este ser causa, explica todo lo que se encuentra en
la cadena. Ya se ha señalado que su papel es necesario. También se ha su-
brayado que es un elemento no reduplicativo. En el siguiente epígrafe se
plantea la última pregunta del argumento de la contingencia de Barry Mi-
ller: ¿cuáles son las características del elemento m? Y, más concretamente:
¿puede identificarse m con Dios?
83
From Existence to God, p. 112.
84
Anthony KENNY, The God of the Philosophers, Clarendon Press, Oxford 1979, p. 122.
3.2.3. El fin de la demostración 139
85
«The inquiry we have undertaken has been a very limited one. Only two of the traditional di-
vine attributes were singled out for detailed treatment […]. But other attributes —such as that
of being the creator of heaven and earth— may justly be regarded as being more essential
than omnipotence and omniscience to the traditional religious notion of God». Ídem, p. 121.
86
Cf. Richard DAWKINS, The God Delusion, p. 77.
140 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
87
J.J.C. SMART, en J.J.C. SMART y J.J. HALDANE, Atheism and Theism, Blackwell, Oxford 20032,
p. 32.
88
Martin GARDNER, «Proofs of God», en Nigel WARBURTON (ed.), Philosophy: Basic Readings,
Routledge, Londres 1999, p. 21.
3.2.3. El fin de la demostración 141
89
From Existence to God, p. 115.
142 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
92
Cf. «The Contingency Argument», p. 360.
93
«God-Talk and Creature-talk», p. 31.
144 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
mueve según lo que está en acto. Pues mover no es otra cosa que con-
ducir algo de la potencia al acto, y algo no puede ser conducido de la
potencia al acto, sino por algo que está en acto, como lo cálido en acto,
el fuego, hace que el leño, que es cálido en potencia, sea cálido en acto,
y por esto se mueve y altera éste mismo. No es posible que lo mismo
esté al mismo tiempo en acto y potencia según lo mismo, sino sólo se-
gún cosas diversas, como lo que es cálido en acto no puede al mismo
tiempo ser cálido en potencia, sino ser al mismo tiempo frío en poten-
cia. Por tanto es imposible que, según lo mismo y del mismo modo,
algo sea moviente y movido, o que se mueva a sí mismo. Por tanto todo
lo que se mueve, debe ser movido por otro. Si aquello por lo que se
mueve es movido, debe moverse por otro y éste por otro. Esto sin em-
bargo no ha de proceder al infinito, porque de este modo no habría
algo primer moviente; y en consecuencia tampoco algo que mueve por
otro, porque los movimientos segundos no se mueven sino por estos
que son movidos por el primer moviente, como el bastón no se mueve
sino por que es movido por la mano. Por tanto es necesario que deven-
ga de algún primer moviente, al que nada mueve, y esto todos entien-
den que es Dios97.
El movimiento que aparece en esta primera vía se entiende en térmi-
nos aristotélicos, es decir, como «la actualización de lo potencial en tanto
que potencial»98. En el argumento de Barry Miller, como se recordará, el
inicio de la prueba es la imposibilidad de conciliar un individuo-límite con
su existencia-limitada sin recurrir a un principio externo. Esta imposibili-
dad llevaba a desarrollar la afirmación «Fido existe» para formar «Fido
existe qua condicionado por a», de tal manera que se evitaba la ambigüe-
dad de «existe». En el estudio del movimiento, la tradición de corte aristo-
télico había planteado una cuestión similar: del mismo modo que un Fido
existente no puede provenir ni del individuo ni de la instancia de existen-
cia, el paso de la potencia al acto no puede provenir ni de la potencia ni del
acto99. La causa del movimiento no se encuentra, por tanto, en aquello que
se mueve; es decir, el punto de partida equivale a «Fido está siendo causa-
do a moverse por a».
97
Summa Theologiæ, I q2 a3.
98
ARISTÓTELES, Física, 201b, 4-5. Cito por Física, José Luis CALVO MARTÍNEZ (introducción, tra-
ducción, y notas), CSIC, Madrid 1996.
99
Cf. ARISTÓTELES, Física, 241b,24-242a,15.
146 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
100
«In causis efficientibus impossibile est procedere in infinitum per se; ut puta si causæ quæ
per se requiruntur ad aliquem effectum, multiplicarentur in infinitum; sicut si lapis moveretur a
baculo, et baculus a manu, et hoc in infinitum». Summa Theologiæ, I q46 a2 ad7.
101
En From Existence to God, pp. 110 y ss., Miller critica una forma de entender el ejemplo de
la mano que mueve el bastón que mueve la piedra: sería una comprensión de este movimien-
to como una suma de cambios independientes entre sí (la mano mueve el bastón y el bastón
mueve la piedra). Me parece que la crítica de Barry Miller no respeta el sentido de lo dicho por
el Aquinate, y más bien habría que dirigirla a formas erróneas de entender este ejemplo.
3.3.1. La vía del movimiento 147
102
Summa Theologiæ, I q2 a3.
148 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
el infinito no tuviesen orden, sin ser de una sola causa, sino que su
multiplicidad fuese por accidente; como el artesano que maneja mu-
chos martillos por accidente, ya que se rompen uno tras otro. Por tan-
to este martillo, que actúa después de la acción de otro martillo, ocu-
rre (accidit)103.
Sin embargo, Tomás de Aquino también mantiene que puede darse
una cadena causal que no puede remontarse al infinito:
proceder por accidente al infinito en las causas agentes […] sería im-
posible si la generación de este hombre dependiese de aquel hombre, y
de los cuerpos elementales, y del sol, y así hasta el infinito104.
La diferencia fundamental entre ambas cadenas, en mi opinión, se re-
laciona con la presencia del tiempo en la primera, y la simultaneidad de
las causas en la segunda. Es importante notar que el tiempo, en consonan-
cia con Aristóteles, «no es otra cosa que el número de lo anterior y lo poste-
rior en el movimiento»105: esta ordenación según anterioridad y posteriori-
dad se advierte claramente en el ejemplo del martillo. La sucesión de he-
rramientas puede ser eterna, si toda su relación causal —ya sea con la
mano que los empuña, ya sea con, p.ej., la herradura que se fabrica— se
plantea en términos temporales. En este sentido, acogerse a la existencia
de un artesano como origen de esa cadena —en la medida en que usa los
sucesivos martillos— supone conceder lo que el Aquinate pretende: una
causa eficiente simultánea independiente del número de martillos que
haya empleado106.
La segunda vía del Aquinate puede verse como una defensa de una cadena
causal eficiente cuya característica más pertinente, por lo que se refiere al
argumento para la existencia de Dios, es la imposibilidad de remontarse
al infinito en esta cadena causal. Una revisión más detallada de los ele-
103
Summa Theologiæ, I q46 a2 ad7.
104
Ídem, I q46 a2 ad7.
105
Ídem, I q10 a1.
106
En este ejemplo, el principio de razón suficiente requiere que el artesano además de em-
plear los martillos, los fabrique. Si bien esto sería válido para el caso de Dios en la perspectiva
tomista, se debe a una razón diferente: cualquier cadena causal —de herraduras o martillos—
remite a una misma causa incausada.
3.3.2. La vía de la causalidad eficiente 149
mentos que entran en juego en esta cadena pone de relieve que la clave
del éxito radica en la simultaneidad de las causas.
Puede advertirse, en este sentido, que la sospecha de que las causas
eficientes del universo son eficientes por sí mismas 107 no se refiere a la
cuestión que está en el origen de la prueba: no se trata de considerar las
causas a partir de los efectos que se observan —a partir de la herradura,
concluir que existe el artesano— sino de la propia relación causa-efecto —
a partir de la fabricación de la herradura, concluir que existe el artesano
que la está fabricando. De este modo, uno de los aspectos que hemos seña-
lado en el argumento de Barry Miller se encuentra destacado especial-
mente en esta vía: la formulación en presente continuo.
Por último, el término de la prueba tomista —la causa eficiente prime-
ra— puede vincularse directamente con la causa incausada que se en-
contraba al final de la vía de Barry Miller. En cierto sentido, es una rela-
ción lógica, ya que la cadena causal que propone el filósofo australiano es
muy cercana a la articulación de la vía de la causalidad eficiente.
que ofrece John R. GRIECO, An Analysis of St. Thomas Aquinas's «Third Way», pro-
manuscripto, Washington 2006.
150 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
guno debe ser necesario entre las cosas. Todo lo necesario o bien tiene
la causa de su necesidad en otro lugar, o bien no la tiene. Pero no es
posible que se proceda al infinito en los necesarios que tienen causa de
su necesidad, como tampoco en las causas eficientes, como se ha pro-
bado. Por tanto es necesario poner alguno que sea necesario por sí,
que no tenga causa de la necesidad en algún otro, sino que sea causa
de la necesidad de los otros, al cual todos llaman Dios109.
Ya he recogido110 que Alvin Plantinga encuentra una dificultad para
entender los términos modales —especialmente la necesidad— implicados
en esta prueba. Se apuntaba en ese momento que una solución para evitar
esta dificultad es la distinción entre necesidad absoluta sin causa y nece-
sidad absoluta causada. Ahora se tratará de estudiar, a la luz de las dis-
tinciones empleadas en la formulación del argumento de Miller, los ele-
mentos implicados en la tercera vía tomista.
109
Summa Theologiæ, I q2 a3.
110
En 1.2.2El rechazo teísta del argumento de la contingencia.
3.3.3. La vía de la necesidad y la contingencia 151
114
Aquinas, p. 116.
115
WIPPEL, «Metaphysics», p. 115.
3.3.4. La vía por los grados de ser 155
cias son menores que si rechaza la declaración. Y, desde luego, mucho me-
nores que si rechaza al embajador.
Que el comentario casual del embajador sea representativo puede ex-
plicarse mediante la cadena causal presentada por Barry Miller: así, «el
comentario casual representa en un grado determinado a la monarquía
por (el embajador en cuanto que representa en un grado determinado a la
monarquía por [el monarca en cuanto que representa a la monarquía por
sí mismo])». De este modo, el poseedor del máximo grado —el monarca—
es causa de lo que se encuentra en otro grado.
Antes de proseguir, he de señalar un límite de este parangón: para que
un embajador sea representativo de un monarca, la potencia ante la cual
lo representa ha de conocer al monarca que representa. En este sentido,
este parangón me sirve sólo para explicar la causalidad del grado máximo,
sin que pretenda usarse para explicar el razonamiento que sostiene la
cuarta vía del Aquinate.
Veamos ahora con detalle la primera parte de esta prueba. El primer paso
es la comprensión de los grados que se encuentran en las cosas. El ejemplo
que ofrece Barry Miller de diversas esferas de cristal, cada una de ellas
con un grabado en la superficie116, ilustra que se encuentran grados en los
individuos existentes. Así, la esfera con un grabado más complejo se sitúa
en un grado superior, la que tiene un grabado más simple, en uno inferior.
En este sentido, «Fido existe» puede entenderse como «Fido limita su ins-
tancia de existencia según un grado determinado». También hemos visto
que esta ordenación apunta hacia un individuo con el grado máximo de
perfección: aquel cuya instancia de existencia no tiene límites. Los dife-
rentes individuos se ordenan según su cercanía a este máximo: los que im-
ponen menos límites a su instancia de existencia son más prefectos que
aquellos que imponen más límites. Junto con esto, se señalaba que la es-
cala de perfección de los entes no demuestra que se dé el caso límite: éste
116
Cf. The Fullness of Being, p. 102.
156 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
que tener presente que, como las propiedades de un individuo son límites
de su instancia de existencia, «Fido tiene una propiedad según un grado
determinado» equivale a «Fido limita su instancia de existencia según un
grado determinado». Aunque sea una búsqueda más complicada que la de
las cartas credenciales del embajador, tiene una gran ventaja: no hay posi-
bilidad de falsificación. Sólo sirven si están garantizadas por el principio
de no contradicción.
En el caso de la serie de individuos ordenada según su perfección, po-
demos decir que cualquier individuo, en la medida en que posee una per-
fección, limita su instancia de existencia según un grado determinado.
Una consecuencia de esto es que la perfección —dentro de la serie— se da
siempre limitando una instancia de existencia. Y, en la medida en que se
da limitando una instancia de existencia, depende de otro para darse; en
último término, hay que apelar a una instancia de la propiedad que no se
de limitando una instancia de existencia: que es, precisamente, el posee-
dor del máximo grado —como caso límite— de la perfección. Es interesan-
te observar que en este caso, parece tratarse del ejemplo extremo —pero
no imposible— de una cadena de un solo eslabón.
119
Summa Theologiæ, I q2 a3. Para el análisis de esta vía me ha sido muy útil el estudio de
Alberto BARBÉS FERNÁNDEZ, El argumento teleológico del «Intelligent Design», Edusc, Roma
2011, pp. 159-211.
158 CAPÍTULO 3. DE LA EXISTENCIA A DIOS
120
«Hart's “Minimum Content of Natural Law”», pp. 428-429.
121
Cf. Summa Theologiæ, I q103 a1.
3.3.5. La vía del gobierno de las cosas 159
dar lugar a un roble (G) por m». El individuo m que cierra la cadena cau-
sal es inteligente. Y se identifica con Dios.
[161]
162 CAPÍTULO 4. DIOS
1
Cf. N.N. TRAKAKIS, «Does Univocity Entail Idolatry?», en Sophia 49 (2010), pp. 535-555.
4.1. Dios es la causa incausada 163
La cadena causal que comienza con «Fido está siendo causado a existir por
a», y que encadena diferentes individuos contingentes, tal y como ha mos-
trado Miller, es una cadena que se cierra necesariamente. Esta cadena,
con la forma «a está siendo causado a G por [b en cuanto que está siendo
causado a G por {c en cuanto que está siendo causado a G por (d en cuanto
que está siendo causado a G por (m))}]», culmina con m, que está por un
elemento no reduplicativo.
4.1.1. El caso límite de la causalidad 165
4
«God’s goodness, for example, is not an instance of goodness, but is that to which the
ordered series of goodness-instances points. But there is nothing, or nothing substantial, that
grounds the pointing relation». TRAKAKIS, «Does Univocity Entail Idolatry?», p. 555.
166 CAPÍTULO 4. DIOS
5
Cf. From Existence to God, p. 126.
4.1.1. El caso límite de la causalidad 167
6
Ibídem.
7
Cf. ídem, p. 127.
168 CAPÍTULO 4. DIOS
que la causa X actúe sobre Pedro. Podemos decir tanto «Juan provoca que
(Pedro mueve su reina)» como «Dios provoca que (Pedro mueve su reina)»;
así, el uso externo del operador causal se puede emplear para referirse
tanto a Juan como a Dios. Dado que a Dios sólo nos podemos referir ade-
cuadamente mediante el uso externo, Barry Miller propone llamar a la
causalidad de Dios «externa», mientras que la de las criaturas se llamará
«interna»13.
13
Cf. A Most Unlikely God, p. 132.
14
Ídem, p. 133.
4.1.2. Dos causas para un efecto 171
15
Cf. ibídem.
16
Ídem, p. 135.
17
Cf. ibídem.
18
Ibídem.
172 CAPÍTULO 4. DIOS
23
«Making Sense of “Necessary Existence”», p. 51.
24
Ídem, p. 52.
25
Ídem, p. 51.
4.1.3. La existencia de Dios y las criaturas 175
26
Cf. ídem, p. 52.
27
From Existence to God, p. 125.
28
Cf. ídem, p. 117.
176 CAPÍTULO 4. DIOS
tencia. De este modo, el acto creador de Dios: 1) causa al individuo que tie-
ne su propia existencia; y 2) se mantiene mientras el individuo tiene su
propia existencia.
La distinción-relación entre el ser de las criaturas y el ser de Dios, por
tanto, se basa en la causalidad. Se relacionan porque Dios es causa del ser
de las criaturas; esta causalidad hay que entenderla como una actualidad:
las criaturas dependen en todo momento de la actividad de Dios. Al mismo
tiempo, se distinguen porque Dios, si ha de ser causa de las criaturas, ha
de serlo como caso límite: la composición de los individuos contingentes
que Miller describe con el paradigma del límite, si se estudia como una se-
rie ordenada de instancias de existencia, apunta hacia una unidad que
ningún individuo puede tener. Esta unidad se encuentra sólo en Dios, don-
de individuo e instancia de existencia se identifican.
30
Cf. From Existence to God, pp. 117 y ss.
31
«Il “tomismo analitico” e il dibattito sull'esse ipsum», p. 22.
32
«On Whether Aquinas's Ipsum Esse is “Platonism”», en The Review of Metaphysics 60
(2006), pp. 269-303.
33
«Harmonizing Plato and Aristotle on Esse: Thomas Aquinas and the De hebdomadibus», en
Nova et Vetera, English Edition, 5/3 (2007), pp. 465-494.
182 CAPÍTULO 4. DIOS
34
Cf. KENNY, Aquinas on Being, p. VII.
35
Ídem, p. IX.
36
Ibídem.
37
Cf. ídem, pp. 189-190.
38
Cf. ídem, pp. 190-192.
39
Cf. ídem, p. 192.
40
Ibídem.
4.2.1. El debate sobre el Ipsum Esse Subsistens 183
41
Ídem, p. 193.
42
Ídem, p. 190.
43
Ídem, p. 191.
184 CAPÍTULO 4. DIOS
hay que interpretarlo con toda la radicalidad que se puede dar a «exclusi-
vo»: excluye cualquier otro tipo de uso de ser con relación a Dios. El pro-
blema es inmediato: si éste es el sentido que tiene «Dios es», no podemos
decir nada más sobre Dios, pues no disponemos de otro sentido de «ser»
que se le pueda aplicar.
La conclusión de Kenny es que Tomás de Aquino oscila entre ambos
sentidos de «ser» en la teoría de Dios como el ser subsistente: según las ob-
jeciones que enfrente, el Aquinate usará el sentido del ser común —plató-
nico— o el sentido del ser absoluto —exclusivo. Pero, mantiene Kenny, el
Aquinate nunca ofrece un sentido unificado44.
La postura de Kenny puede resumirse del siguiente modo:
1. Dios es Existencia Subsistente puede entenderse según el sentido del
ser común o según el sentido del ser absoluto.
2. Según el sentido del ser común cae en el platonismo.
3. Según el sentido del ser absoluto, no se puede decir nada sobre Dios,
excepto que existe.
Asumiendo la postura de Barry Miller se puede rechazar tanto el uso
que Kenny hace de ser común como la exclusividad con que Kenny inter-
preta ser absoluto. De momento, nos centraremos en el sentido de ser co-
mún.
respecto del ser común: «en cualquier sentido en el que un fénix es un pá-
jaro, es también un ser»47. Ahora bien, ¿qué sucede cuando la objeción de
que «lo que no existe no tiene ningún predicado verdadero sobre él» se
toma en cuenta? Caben dos opciones: o interpretar esta objeción radical-
mente, y por tanto decir que «un fénix es un pájaro» no tiene sentido, o
adoptar una postura más mitigada. La interpretación radical puede man-
tenerla, con muy buenas razones, un ornitólogo. La postura mitigada, sin
embargo, es la que interesa aquí: ver en qué condiciones podríamos decir
«un fénix es un pájaro» con sentido.
Evidentemente, «un fénix es un pájaro» no es una frase que se forme a
partir del conocimiento directo de un fénix: no se forma a partir del con-
cepto de este fénix. La frase «un fénix es un pájaro» se forma a partir de la
unión de una serie de rasgos que se reúnen en el concepto fénix: p.ej., «ser
un pájaro» y «renacer de sus cenizas». Y el ser que se le puede atribuir, en
consecuencia, es el ser de una construcción mental: la categoría a la que
pertenece es la del ser ficticio48. La diferencia entre el ser común y el ser
ficticio se puede explicar a partir de la actualidad: las entidades de las
cuales se predica el ser común49 dependen de un individuo actual, ya sea
porque se refieren a él —Sócrates—, ya sea porque se refieren a alguna de
sus propiedades —la humildad de Sócrates. Por su parte, las entidades de
las cuales se predica el ser ficticio dependen de una construcción mental;
cada una de estas entidades, dice Kenny, «se trata mentalmente como si
fuese un ser real»50. El ser ficticio tiene un vínculo remoto con la actuali-
dad de los individuos, vínculo que no es pertinente estudiar ahora: es sufi-
ciente, para mi propósito, subrayar que hay una diferencia entre el predi-
cado «existe» aplicado al ser ficticio y aplicado al ser común.
La diferencia entre estas dos predicaciones es la que hay entre el para-
digma de la inherencia y el paradigma del límite. Como se recordará, la
inherencia expresa el modo de darse una propiedad en un individuo. Así,
la negrura de Fido inhiere en el individuo Fido. El paradigma del límite,
47
Ibídem.
48
Cf. ídem, p. 191.
49
Cf. ídem, p. 190.
50
Ídem, p. 191.
186 CAPÍTULO 4. DIOS
51
A Most Unlikely God, p. 70.
4.2.1. El debate sobre el Ipsum Esse Subsistens 187
Hemos visto que Anthony Kenny encuentra dos modos diferentes de con-
cebir que Dios sea Existencia Subsistente. Una forma es mediante el ser
común, que, como hemos visto, Kenny interpreta como una propiedad
inherente. Dado que el paradigma del límite excluye esta interpretación,
la acusación de platonismo que acompaña a la Existencia Subsistente se-
gún el ser común se desvanece.
La otra forma que propone Kenny es interpretar la Existencia Subsis-
tente simplemente como ser absoluto: un modo exclusivo de predicar la
existencia de Dios. Tan exclusivo, dice Kenny, que impide cualquier otro
predicado sobre Dios: «Dios simplemente es, punto final»53. ¿Es éste el sen-
tido de Existencia Subsistente que mantiene Miller?, ¿o, por el contrario,
se puede predicar algo de la Existencia Subsistente?
52
Ídem, p. 66.
53
KENNY, Aquinas on God, p. 47.
188 CAPÍTULO 4. DIOS
55
A Most Unlikely God, pp. 146-147.
56
TRAKAKIS, «Does Univocity Entail Idolatry?», p. 555.
190 CAPÍTULO 4. DIOS
57
Cf. A Most Unlikely God, p. 144.
58
Cf. ibídem.
59
Cf. ídem, p. 150.
4.2.2. Cómo predicar algo de Dios 191
60
DAVIES, An Introduction to the Philosophy of Religion, p. 20.
192 CAPÍTULO 4. DIOS
61
Cf. A Most Unlikely God, p. 156.
62
Cf. ídem, p. 157.
63
Ibídem.
4.2.3. Los atributos de Dios 193
64
Cf. ídem, p. 86.
65
Cf. ídem, p. 87.
194 CAPÍTULO 4. DIOS
Barry Miller emplea esta estrategia para estudiar dos rasgos de Dios: po-
der y conocimiento66. En cada uno de ellos tratará de ver 1) si admiten
grados y, por tanto, una serie ordenada, 2) si tienen un caso límite y 3) si
este caso límite añade alguna influencia externa a la Existencia Subsis-
tente. El primer atributo que trata es la omnipotencia.
Miller propone ordenar la serie de instancias de poder según el origen
de los efectos producidos: así, la serie que propone es una en la que una
parte progresivamente mayor de los efectos producidos se debe al poder
empleado, y una parte progresivamente menor se debe a los materiales so-
bre los que se ejerce este poder 67. Esta serie apunta hacia un caso límite
en el que todo de los efectos producidos se debe al poder empleado. Ilustra
esta serie con el proceso de fabricación de un avión.
Un fabricante podría proceder de varios modos, dependiendo de cuán-
to permitiese que fuese prefabricado por otros. Obviamente, se em-
plearía menos poder por parte del constructor si todas las partes
fuesen prefabricadas, y el trabajo del constructor fuese sólo de ensam-
blaje. Cuanto más tuviese que producir el constructor mismo, mayor
esfuerzo tendría que derrochar. Mucho más esfuerzo se requeriría si
tuviese que fabricar todas las partes, aún más si tuviese también que
convertir materias primas en láminas de metal, cables, plástico y oros
materiales usados en las partes, y más todavía si tuviese también que
extraer las materias primas de la tierra68.
Esta serie apunta hacia un límite: un fabricante que no tuviese necesi-
dad de ningún material para construir su avión; es decir, no sólo es capaz
de construir, p.ej., el tren de aterrizaje y ensamblarlo, o conseguir el cau-
cho para las ruedas, sino que lo crea. Se trata, por tanto, de un poder de
crear, no sólo de construir. Este poder de crear es, además, un caso límite:
la serie está formada por poderes que requieren algún tipo de material —
ya sean piezas armadas, ya sea el metal de la mina; el límite hacia el que
apunta, no. Incluso aunque nuestro fabricante tuviese la capacidad de
construir un avión a partir de una cantidad mínima de materia —p.ej., un
quark— todavía necesitaría de materia. La diferencia es lo suficientemen-
66
Cf. A Most Unlikely God, p. 87.
67
Cf. ibídem.
68
Ibídem.
4.2.3. Los atributos de Dios 195
te radical como para decir que el caso límite —el poder de crear— no es
una instancia más de la serie de poderes que apunta hacia él.
El último paso es ver si este caso límite impone algún límite a la Exis-
tencia Subsistente: «ha de notarse que, precisamente porque la instancia
del caso límite de poder no requiere material alguno sobre el que obrar,
nada puede jamás frustrar o inhibir su ejercicio, ni tampoco modificar los
efectos de su ejercicio. En producir sus efectos es completamente indepen-
diente de cualquier otra cosa; y esto significa que el caso límite de la ins-
tancia de poder puede adscribirse a la Existencia Subsistente sin que le
imponga por tanto ningún límite»69.
Miller continúa su razonamiento explicando que la omnipotencia que
se atribuye a Dios se debe no tanto a la incontable cantidad y diversidad
de efectos de que es capaz, o a la magnitud de este poder, sino a que es el
origen de todo en el efecto que produce: en el ejemplo del avión, « todo de la
máquina hasta el último electrón o partícula subatómica habría sido pro-
ducido por tal poder»70.
69
Ídem, p. 88.
70
Ídem, p. 89.
71
Cf. Bruce LANGTRY, «Metaphysics and a Personal God», en Pacifica 14 (2001), pp. 17-30.
72
Langtry expone también la serie presentada por Miller: «one in which an increasingly
greater proportion of the effects produced is due to the power employed and increasingly less
to the materials on which the power is expended». Ídem, p. 26.
196 CAPÍTULO 4. DIOS
73
LANGTRY, «Metaphysics and a Personal God», p. 26. La identificación de estas series (con L
y el número en subíndice) es mía.
74
TRAKAKIS, «Does Univocity Entail Idolatry?», p. 553.
4.2.3. Los atributos de Dios 197
75
LANGTRY, «Metaphysics and a Personal God», p. 26.
198 CAPÍTULO 4. DIOS
79
Ibídem.
80
Cf. ídem, pp. 91-92.
81
Cf. ídem, p. 92.
200 CAPÍTULO 4. DIOS
si los fenómenos fuesen una respuesta a la teoría, más que la teoría una
respuesta a los fenómenos»82. Es decir, el caso límite de los cognoscentes es
uno cuya teoría determina los fenómenos. Una teoría así no depende de
los fenómenos: en cierto sentido, se anticipa a ellos. Igualmente, quien po-
sea esta teoría no estará limitado por los fenómenos: en este sentido, se
puede atribuir sin problema a la Existencia Subsistente.
Barry Miller considera una última objeción: una teoría puede elaborar-
se antes de que un fenómeno ocurra. Sólo cuando el fenómeno sucede, la
teoría se muestra falsa o verdadera. Del mismo modo, la Existencia Sub-
sistente tendría que esperar a que los fenómenos a los que se ha anticipa-
do sucedan: sólo entonces su teoría se conocerá como verdadera. En este
sentido, sería una teoría que no depende de los fenómenos para formular-
se, y que sí depende de ellos para ser verdadera: el problema, por tanto, es
que en la medida en que la teoría depende de algo externo a la Existencia
Subsistente, no podemos atribuirle este modo de conocimiento. La opción
que considera Miller elude este problema, al advertir «la posibilidad de
que los fenómenos no se conciban ni antes de que ocurran, ni como res-
puesta a que ocurran, sino precisamente en su ser causados para
ocurrir»83. Así, se trata de un conocimiento específico de un Dios creador
en cuanto creador: efectivamente, los individuos no se conciben antes de
su existencia, como hemos señalado repetidas veces; pero, como señala Mi-
ller, esto no implica que sólo se puedan concebir después de su existen-
cia84. Cabe un conocimiento de los individuos en el causar que existan, que
es el tipo de conocimiento que atribuimos a la Existencia Subsistente —a
la que, por otro lado, hemos atribuido la creación.
82
A Most Unlikely God, p. 92.
83
Ídem, pp. 92-93.
84
Cf. ídem, p. 93.
4.2.3. Los atributos de Dios 201
85
Cf. A Most Unlikely God, p. 86.
4.3.1. La creación del mundo 203
pecto del mundo como una causalidad «externa», i.e., «Dios causa (el mun-
do existe)». En «el mundo existe» se incluyen tanto los individuos que se
encuentran dentro del mundo como todas las relaciones causales que se
pueden establecer entre estos individuos. Así, Dios crea actualmente el ser
y el obrar de todo individuo, que no puede subsistir si no es por la activi-
dad creadora de Dios. Con el término «creación» nos podemos referir tanto
al mundo actualmente existente como al acto con que Dios causa este
mundo, así que para facilitar la exposición me referiré al efecto como
«mundo» y al acto como «creación»: es decir, la creación es el acto con el
que Dios da lugar al mundo.
Dios quiere crear este mundo. Desde el punto de vista del mundo, esto
se traduce en una dependencia causal actual: el hecho de que sea éste el
mundo creado por Dios es lo que nos hace existir. En este sentido, Dios es
la causa actual de una propiedad real en el mundo: la existencia, que, re-
cuerdo una vez más, es existencia qua causada. El efecto, claramente, su-
fre un cambio por la acción de la causa; es más, en el caso extremo de la
creación, la acción de la causa es tal que en sentido propio no se puede lla-
mar cambio del efecto: éste, de no existir, pasa a existir. En otros casos
menos extremos, como el de escribir un texto, sucede algo parecido: el tex-
to final se actualiza por la actividad del escritor. Y el escritor, debido a su
actividad, también sufre un cambio: no sólo se le puede llamar «escritor»,
sino que ha adquirido una serie de habilidades que hacen su tarea futura
más fácil. «Ser escritor» quiere decir que sabe organizar su texto, cuidar
su expresión, calcular el tiempo que le llevará redactar una página…
Traslademos el ejemplo a la creación: ¿«Dios es creador» implica que Dios
adquiere alguna habilidad?
Barry Miller plantea esta misma pregunta como un problema de rela-
ciones reales y relaciones Cambridge. Las relaciones reales son las que ha-
cen aparecer propiedades reales. Las relaciones Cambridge, las que hacen
aparecer propiedades Cambridge. El texto de nuestro escritor tiene una
serie de propiedades, fruto de la relación con su autor: es extenso, caótico
y pedante. Estas son propiedades reales a las que se enfrenta con mucho
esfuerzo un lector. Cuando éste acaba de leer —una relación—, el texto es
además un texto leído: esta propiedad, que no añade nada real al texto, es
204 CAPÍTULO 4. DIOS
86
Cf. A Most Unlikely God, p. 107.
4.3.1. La creación del mundo 205
Veamos primero qué pasa con el conocimiento del mundo. Hemos dicho
que Dios es omnisciente: «sabe todo lo que hay que saber sobre sí mismo y
todo lo demás»87. Esto lo hemos explicando diciendo que su conocimiento
es el del creador del mundo. Es decir, Dios no «estudia» el mundo para
aprender sobre él —y, siendo muy inteligente, aprende todo lo que se pue-
de aprender— sino que crea todo lo que puede saberse sobre el mundo:
Dios es un cognoscente que es, al mismo tiempo, la causa del contenido de
su conocimiento.
Este conocimiento no depende de una habilidad que Dios posee y le ca-
pacita para conocer88: la omnisciencia de Dios es un conocer actual sin que
tenga «una habilidad que ejercer o una potencialidad que actualizar» 89. Ya
hemos visto que las «posibilidades» divinas se expresan como posibilidades
externas: así, para el conocimiento divino hay que decir que «puede ser
(Dios conoce…)». La diferencia con las posibilidades del hombre es que és-
tas se expresan como posibilidades internas: «Pedro puede (conocer…)» 90.
Junto con esto, Miller señala que Dios no se encuentra en la situación de
un artesano que contempla su obra después de haberla creado91. Al contra-
rio, el conocimiento que Dios tiene de sí mismo es tan perfecto que conoce
el efecto de su creación a partir del conocimiento que tiene de sí mismo:
así, la posibilidad de que Dios conozca el mundo se ha de expresar dicien-
do que «Puede ser que (Dios se conoce creando el mundo)». En «creando el
mundo» se incluyen todos los detalles de éste, pues todos ellos son efecto
de la creación divina.
El conocimiento de Dios, por tanto, es un solo acto: por muchos objetos
que se introduzcan —Dios, el mundo, cada rasgo de éste— Dios conoce
todo en sí mismo. Afirmar otra cosa —i.e., decir que el mundo aumenta el
conocimiento divino— es imputar a Dios un conocimiento imperfecto de sí
mismo, o, lo que es lo mismo, atribuirle un límite 92. En cierto sentido, este
conocimiento que Dios tiene de sí mismo y del mundo se puede parango-
87
Ídem, p. 91.
88
Cf. ídem, p. 97.
89
Ibídem.
90
Cf. ídem, p. 101.
91
Cf. ídem, p. 97.
92
Cf. ibídem.
206 CAPÍTULO 4. DIOS
tente, cosa que es, por definición, incongruente 93. El punto clave del argu-
mento de Miller es la distinción entre el elegir y el querer. El hombre elige
para querer libremente: incluso cuando las alternativas se reducen a acep-
tar o no aceptar algo inevitable —p.ej., la muerte—, hacemos una elección.
Y esta elección supone una potencialidad en el individuo: mientras sopesa
diferentes alternativas, Pedro no quiere ninguna de ellas; sólo cuando se
decanta por una de ellas, actualiza su querer. Como hemos visto, Miller se
refiere a las potencialidades del individuo mediante la predicación interna
de la posibilidad: «Pedro puede (querer A) o (querer B)». Frente a esto,
«una entidad cuya existencia está privada de todo límite en ningún mo-
mento será meramente capaz de optar por una de las alternativas, un mo-
mento en que las sopese todas, antes de ser tan atraído por los méritos de
una de ellas como para actualmente elegirla»94.
Hemos señalado ya que Miller propone un discurso sobre Dios en el
que la posibilidad se predica externamente: para su querer, habría que de-
cir «puede ser (Dios quiere A) o (Dios quiere B)». Con esta expresión, lo
único que atribuimos a Dios es un querer actual; la forma en que construi-
mos la proposición no implica ni que Dios elija —pues no hay potenciali-
dad de querer en Dios— ni que cree necesariamente —pues admitimos di-
ferentes posibilidades para su querer95. En consecuencia, la libertad que
predicamos de Dios —libertad para querer este mundo u otro— no está
precedida por ninguna elección: no hay potencialidad para crear en Dios,
aun teniendo libertad.
Dios quiere crear el mundo libremente. Esta libertad no implica una
elección, como acabamos de ver: por este lado querer crear no altera a
Dios. Pero querer este mundo es querer que exista. O, lo que es lo mismo,
querer el bien de este mundo. Tenemos aquí, por tanto, un objeto del que-
rer divino: el bien del mundo. Este bien no es el único: Dios también quie-
re su propio bien. Así, el querer divino tiene dos objetos: el bien de Dios y
el bien del mundo. En este sentido, querer el bien del mundo supone un
cambio en Dios y, por tanto, «ser creador» no es una propiedad Cambridge.
93
Cf. A Most Unlikely God, p. 103.
94
Ídem, p. 104.
95
Cf. ídem, p. 105.
208 CAPÍTULO 4. DIOS
Barry Miller explica que Dios quiere su propio bien y el del mundo con
un solo acto de querer. Explica esto con un ejemplo: «Mary quiere el bien
de su hermano Tom, pero quiere el bien de Susan solamente en cuanto
hija de Tom»96. Miller destaca dos aspectos de su ejemplo: Mary no trata
de complacer a Tom queriendo el bien de Susan, ni tiene dos motivos para
querer el bien de Susan —por ella misma y por ser la hija de Tom. Hemos
de imaginar que Tom no conoce lo que Mary siente hacia Susan, y que ésta
es totalmente repugnante para Mary. Lo importante, subraya Miller, es
que Mary quiere el bien de Tom, bien que hubiese querido independiente-
mente del nacimiento de Susan: y el bien de ésta lo quiere únicamente
como «otro modo de expresar la misma buena voluntad» 97 que tiene hacia
Tom. Así, el querer de Mary tiene dos objetos —el bien de Tom y el bien de
Susan en cuanto hija de Tom— siendo un único querer: el que siente por
Tom, que no se vería afectado por muchas hijas que tenga éste.
Dios quiere el bien del mundo porque es su creador —del mismo modo
que conoce el mundo porque es su creador— y « solamente en cuanto que
es una manifestación de su propia bondad» 98: Dios quiere el bien de Dios,
esté creando el mundo o no, del mismo modo que Mary quiere el bien de
Tom, tenga hijas o no. El hecho es que Dios crea el mundo y Tom tiene una
hija: en consecuencia, Dios quiere el bien del mundo, como Mary quiere el
bien de Susan. Querer el bien del mundo no añade nada al querer el bien
de Dios: es decir, no hay un cambio en el querer divino por el hecho de ha -
ber creado el mundo.
96
A Most Unlikely God, p. 109.
97
Ídem, p. 110.
98
Ídem, p. 111.
4.3.1. La creación del mundo 209
ferimos —la creación— ni el efecto —el mundo— añaden nada a Dios. Evi-
dentemente, que Dios sea creador sí que supone un cambio para el mundo,
un cambio tal, recordemos, que supera el sentido de cambio: la existencia
actual de los individuos que se encuentran en el mundo, i.e., la existencia
actual del mundo, es consecuencia de que Dios sea creador. Para nosotros,
«ser creados» es una propiedad muy real que expresa una relación muy
real. Para Dios, «ser creador» es una propiedad Cambridge, que expresa
una relación Cambridge.
Podemos extraer un corolario del uso de las relaciones Cambridge en
el discurso sobre Dios: Barry Miller, como se recordará, ha propuesto una
estrategia para determinar si una propiedad se puede predicar de Dios.
Para poder hacerlo, hay que detectar un caso límite de la propiedad en
cuestión que no introduzca ninguna limitación en la Existencia Subsisten-
te. Hemos visto que el conocimiento y el poder permiten esta estrategia:
Dios es omnipotente y omnisciente. Las relaciones Cambridge dan pie a
otra forma de predicar propiedades —que serán Cambridge— de Dios: el
punto clave es determinar cómo es que la relación supone algo real para la
criatura sin que lo suponga para la Existencia Subsistente.
En estas relaciones entre las criaturas y el creador hay algunas que
son más problemáticas que otras: entre todas ellas, la relación de la liber-
tad del hombre con la omnisciencia divina ha sido objeto de especial aten-
ción por parte de Miller.
99
A Most Unlikely God, p. 122.
100
Ídem, p. 123.
4.3.2. Libertad del hombre y omnisciencia de Dios 211
101
Luis DE MOLINA, Concordia del libre arbitrio con los dones de la gracia y con la presciencia,
providencia, predestinación y reprobación divinas, (Juan Antonio HEVIA ECHEVARRÍA, traducción,
introducción y notas), Pentalfa, Oviedo 2007, p. 446.
102
A Most Unlikely God, p. 123.
103
Cf. ídem, pp. 123-126.
212 CAPÍTULO 4. DIOS
más pesimistas: como Dios conoce a Pedro, sabe lo que hará éste —y pro-
bablemente no será el movimiento más adecuado. En cualquier caso, a pe-
sar de que Dios tiene la iniciativa y sabe lo que hará su contrincante, de
tal modo que puede forzar los movimientos de Pedro, el actuar de éste
siempre es libre: sobre las piezas de Pedro sólo decide Pedro.
104
Cf. A Most Unlikely God, p. 126.
105
Si queremos parangonar el conocimiento de Juan a la ciencia media, habría que decir que
es el maestro de Pedro, y que sabe exactamente lo que hará porque Pedro hace exactamente
lo que Juan le ha enseñado para cada situación.
4.3.2. Libertad del hombre y omnisciencia de Dios 213
«Strictly speaking, it makes no sense to speak of divine foreknowledge if, as I should argue,
107
God is eternal in the sense of being atemporal rather than merely everlasting». Ibídem, n. 1.
214 CAPÍTULO 4. DIOS
individuos antes de que existan. El ajedrez también nos servirá para ilus-
trar la confusión que detecta Miller. En Novela de ajedrez108, Stefan Zweig
cuenta la historia de un hombre que aprende el juego encerrado en una
habitación con un manual de ajedrez: primero memoriza las reglas y las
jugadas más importantes. Más adelante comienza a jugar contra sí mismo
con la única ayuda de su imaginación. El personaje que describe Zweig po-
dría haber ido más lejos y haber concebido rivales con diferentes caracte-
rísticas: uno más agresivo, otro más conservador, otro muy impaciente…
Como se trata de un hombre no llega a más; si se hubiese tratado de Dios,
incluso podría crear alguno de los rivales que ha concebido. Según Miller,
esto es lo que asumen quienes explican la presciencia divina sin relación
con la causalidad de Dios: el ser divino primero concibe individuos —con
todas sus características, incluyendo lo que harán— y luego los crea.
El problema es no advertir que los contrincantes que imagina el prota-
gonista de Novela de ajedrez son individuos descritos con todo detalle,
pero que no han sido concebidos de ninguna manera. Como ya hemos ex-
plicado, la descripción puede ser todo lo precisa que se quiera, incluso has-
ta el punto de que sólo un individuo pueda cumplirla; sin embargo, siem-
pre está un paso por detrás del concebir el mismo individuo que responde
a esa descripción. La diferencia es que la descripción puede satisfacerla
cualquier individuo —aunque sea sólo uno— y la concepción se refiere a
exactamente este individuo.
El error de fondo de esta concepción es que se pretende establecer un
orden lógico entre las acciones que se dan en el mundo creado y la causali-
dad divina referida a esas mismas acciones109. Las acciones del mundo
creado —de Pedro, por ejemplo— serían lógicamente posteriores a la cau-
salidad divina; la causalidad divina, a su vez, sería lógicamente posterior
a la concepción divina de las acciones de Pedro. Pero, como hemos señala-
do repetidamente, no cabe una concepción de Pedro —ni de las acciones de
Pedro, en consecuencia— lógicamente anterior a su existencia.
108
Stefan ZWEIG, Novela de ajedrez, Acantilado, Barcelona 2006.
109
Cf. A Most Unlikely God, p. 127.
4.3.2. Libertad del hombre y omnisciencia de Dios 215
110
Ídem, p. 122.
216 CAPÍTULO 4. DIOS
causa; en último término hay una causa incausada de este individuo, que
llamamos Dios y coincide con la Existencia Subsistente. El problema del
mal, sin embargo, quedaba relegado para el final de nuestra investigación.
La razón que hemos aducido es que el problema del mal plantea «la cues-
tión decisiva del significado de la vida, del sentido y el sinsentido de la
realidad»115: es decir, no sólo es una objeción teórica a la existencia de
Dios, sino que tiene un aspecto concreto, práctico y evidente.
Con el argumento del mal se trata de cuestionar la existencia de Dios
a través de la incompatibilidad del mal con alguno de los atributos divi-
nos. Para quien sostiene que Dios existe, el problema es explicar cómo un
Dios presuntamente bueno, omnisciente y omnipotente es compatible con
la existencia del mal. En este sentido, Graham Oppy da con la clave al ad-
vertir que «si uno tiene títulos independientes para la creencia de que hay
un ser omnipotente, omnisciente, perfectamente bueno, entonces uno pue-
de tener buenas razones para pensar que hay bienes o males no detecta-
dos que justifican un ser perfecto que no previene ciertas instancias de in-
tenso sufrimiento»116. Hemos visto que Barry Miller tiene «títulos indepen-
dientes» para sostener que Dios existe, y que es omnipotente y omniscien-
te; también hemos visto que la creación del mundo supone una relación
Cambridge de Dios con el mundo. A partir de estos «títulos», trataremos
de elaborar una respuesta para el problema del mal que concuerde con la
postura de Miller.
El primer paso es aclarar cuál es el problema del mal: nos serviremos del
argumento lógico del mal de J.L. Mackie. Este autor parte de dos afirma-
ciones sobre Dios aceptables por los teístas para probar mediante el mal
que este Dios no existe: 1) Dios es omnipotente; 2) Dios es totalmente bue-
no. Mackie señala dos corolarios de estas afirmaciones: «el bien se opone
al mal de un modo tal que un ser que es totalmente bueno elimina el mal
tanto como puede», y «no hay límites a lo que un ser omnipotente puede
hacer»117. Mackie explica la omnipotencia como un «poder sobre las leyes
115
PETERSON, God and Evil, p. 10.
116
Graham OPPY, «The Evidential Problem of Evil», en TALIAFERRO, DRAPER y QUINN, A Companion
to Philosophy of Religion, p. 503.
117
MACKIE, The Miracle of Theism, p. 150.
218 CAPÍTULO 4. DIOS
Mackie señala que hay una forma de resolver el problema del mal, «si uno
abandona al menos una de las proposiciones que lo constituyen» 120: de este
modo, el teísta debería estar dispuesto a decir o bien que Dios no es omni-
potente, o bien que no es totalmente bueno. Respecto de la presencia del
mal en el mundo, dice que «alguien que sostiene que nada es realmente
malo, en el sentido en el cual el mal se opone al tipo de bondad que él ads-
cribe a su dios, no se enfrenta con este problema, aunque puede encontrar
dificultades para explicar el sentido de su uso de las palabras “bien” y
“mal”, y en decir cómo está relacionado con los usos más comunes» 121. Mi-
ller no negará que Dios es omnipotente: aun así, no es superfluo advertir
que la omnipotencia se entiende como el poder que tiene Dios de causar
todo del efecto, en un sentido totalmente actual. Veamos ahora qué senti-
do tiene la bondad divina.
Como se recordará, tenemos dos estrategias para predicar algo de
Dios: por un lado está la estrategia de tomar a Dios como caso límite de la
serie ordenada de instancias de una propiedad; hemos usado este sistema
para predicar la omnipotencia y la omnisciencia de Dios. Por otro lado,
está la estrategia de atribuir un predicado Cambridge a Dios: hemos visto
119
J.L. MACKIE, «Evil and Omnipotence», en MITCHELL (ed.), The Philosophy of Religion, p. 93.
120
MACKIE, The Miracle of Theism, p. 151.
121
Ibídem.
220 CAPÍTULO 4. DIOS
La única posibilidad que nos queda, por tanto, es negar la tercera premisa
del argumento lógico del mal: «hay mal en el mundo»; el problema de ne-
gar esta premisa es que los hechos muestran lo contrario: a nadie en su
sano juicio se le ocurre negar que haya mal. En este sentido, ya hemos re-
cogido lo que indica Mackie acerca de la negación del mal: «alguien que
sostiene que nada es realmente malo, en el sentido en el cual el mal se
opone al tipo de bondad que él adscribe a su dios, no se enfrenta con este
problema, aunque puede encontrar dificultades para explicar el sentido de
su uso de las palabras “bien” y “mal”, y en decir cómo está relacionado con
los usos más comunes»122.
Veamos, en primer lugar, si el mal que encontramos en el mundo se
opone realmente a la bondad divina. En la serie ordenada de instancias de
bondad que hemos presentado más atrás, el límite simpliciter del mal es
Lucifer, que se opone completamente al bien: la cuestión clave es si, ade-
más de Lucifer, hay un caso límite del mal. Sólo éste puede oponerse real-
mente al caso límite del bien, es decir, ser una negación de la bondad que
hemos atribuido a Dios. La razón de esto es que las instancias de mal que
se encuentran entre los límites simpliciter dependen de la existencia del
bien: al haberlos caracterizado por «oponerse al bien», si falta el bien, tam-
poco hay instancia de mal, pues no tienen a qué oponerse.
Este hipotético caso límite del mal, siguiendo la serie ordenada de ins-
tancias de mal —desde dios como aquel que no se opone al bien hasta Lu-
cifer como aquel que se opone totalmente al bien— será uno cuya maldad
no se relaciona con ningún bien: lo llamaremos Satanás.
La primera consecuencia de no relacionarse con el bien es que no reci-
be nada del caso límite del bien: por definición, Satanás rechaza todo lo
que venga de parte de Dios. Ahora bien, el caso límite del bien es, tam-
bién, el caso límite de las instancias de existencia, como hemos visto: Dios
es Existencia Subsistente. Además, es la causa de la existencia de todos
122
MACKIE, The Miracle of Theism, p. 151.
222 CAPÍTULO 4. DIOS
uso del término Cambridge— sólo una oposición Cambridge, pues por muy
intenso que sea no afecta realmente a Dios. Así, el lector cansado por su
lectura de un texto que lo describe diciendo «es agotador», no provoca —ni
con su lectura ni con su descripción— un cambio real en el texto: éste no
adquiere la propiedad «ser agotador» por haber cansado a un lector. Del
mismo modo, ningún mal creado tiene por sí mismo la capacidad de provo-
car un cambio en Dios.
La relación del bien creado con el mal creado, como hemos visto, es
una oposición: algo puede llamarse más o menos bueno en función de su
oposición al mal. Es una oposición que implica un cambio real: el aumento
del bien está siempre acompañado de una disminución del mal, como el
aumento en salud implica un retroceso de la enfermedad. Al tratar del
mal y el bien, ésta es la única oposición real: entre el mal creado y el bien
creado. Podemos ilustrar la diferencia entre esta oposición real y la oposi-
ción Cambridge del mal a Dios también mediante el ejemplo del texto. Su-
pongamos que nuestro lector tiene un defecto en la vista: este defecto pro-
voca que nuestro lector se canse al leer. En este caso, la descripción del
texto como «agotador» ha de entenderse como «mi lectura del texto es ago-
tadora»: el efecto es el mismo que antes —el lector cansado— sin que se
atribuya una propiedad Cambridge al texto. Ahora bien, en este caso, el
lector sí que puede cambiar la situación: con unas gafas, la lectura pasa de
ser agotadora a ser placentera. Y el texto sigue siendo el mismo.
El ejemplo del texto y el lector que nos ha servido para ilustrar la relación
entre Dios y el mundo tiene evidentes imperfecciones: toda la actividad co-
rresponde al lector —que es quien sufre los cambios reales— y el texto
simplemente «está». En la creación, el papel de Dios es totalmente activo,
pues crea actualmente todo lo existente, sin que esta creación suponga un
cambio en él: sólo en este sentido es similar al texto, que no ha cambiado
en ningún momento.
El mal, como hemos visto, se encuentra sólo en la creación: en este
sentido, no supone una oposición real a Dios. La oposición entre el mal
creado y Dios es una oposición Cambridge. En este sentido, el argumento
lógico del mal de Mackie falla porque interpreta la bondad divina como
224 CAPÍTULO 4. DIOS
[225]
226 LA TEOLOGÍA NATURAL DE BARRY MILLER
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