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De generación en generación, los hombres han intentado dar respuesta a estas incesantes
y dolorosas interrogantes. El hecho que persistan hasta nuestros días es la prueba que
no las hemos podido contestar satisfactoriamente.
Al estudiar la naturaleza y el universo descubrimos que todo lo que nos rodea existe y
responde a leyes precisas y predeterminadas. Sin embargo, si examinamos a los
hombres que son la perla de la creación, nos parece que la humanidad existe fuera de
estas leyes racionales.
Por ejemplo, al observar la sabiduría con que la naturaleza ha creado nuestros cuerpos y
con cuánta precisión funciona cada célula con su intención determinada, somos
incapaces de responder a la pregunta siguiente: "¿Por qué existe este organismo?"
Todo lo que nos rodea está conectado por lazos de causa y efecto. Nada fue creado en
vano. El mundo físico está gobernado por las leyes precisas de movimiento, de
transformación y diseminación. No obstante, la pregunta principal "¿Por qué existe
todo esto?", (el universo entero y nosotros) permanece sin respuesta. ¿Existe un hombre
en este mundo que no se haya hecho, al menos una vez, esta pregunta?
Las teorías científicas en vigor afirman que al mundo lo gobiernan las leyes físicas
invariables que no somos capaces de influir. Nuestra única tarea es vivir bien,
utilizándolas correctamente y preparar el terreno para las futuras generaciones. Pero,
vivir bien no resuelve la cuestión de saber por qué estas futuras generaciones deberían
existir.
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¿Qué le ocurrió a nuestra sabia, coherente y omnisciente naturaleza que nunca actúa en
vano? Cada átomo y cada célula en el organismo humano tiene una causa y un
propósito; entonces, ¿cuál es el propósito del organismo en su totalidad? Existen tal
vez leyes y objetivos que no han sido descubiertos.
Podemos analizar cualquier cosa que se encuentre en un nivel menos evolucionado que
el nuestro. Percibimos y comprendemos el sentido de la existencia del mundo
inanimado, vegetal y animal, pero no podemos captar el sentido de la existencia del
hombre. Evidentemente, este entendimiento sólo puede adquirirse de un nivel
existencial más elevado.
Al mismo tiempo, no pensamos que nos falten órganos sensoriales, de la misma manera
que no extrañamos tener un sexto dedo en las manos. Así como es imposible explicar lo
que es la vista a un ciego de nacimiento, de igual manera nosotros no lograremos
descubrir las formas ocultas de la naturaleza con los métodos de investigación que
aplicamos hoy en día.
Nosotros no elegimos dónde, cuándo, con quién, con qué carácter o inclinación íbamos
a nacer. No elegimos con quien nos íbamos a encontrar, ni cuál sería el ambiente en el
que iríamos a crecer. Con todo, es este conjunto que determina todas nuestras acciones
y nuestras reacciones así como sus consecuencias. ¿En dónde se encuentra pues nuestro
libre albedrío?
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Según la Cabalá hay cuatro clases de conocimiento que es obligatorio adquirir:
La forma en que el Creador creó los mundos con sus criaturas por medio de
restricciones sucesivas.
Las leyes de interacción entre el mundo espiritual y el mundo físico y sus
consecuencias.
La meta de la creación del hombre es formar un sistema que le dé la ilusión de
tener libre albedrío al asociar el alma al cuerpo y controlarlos por medio de la
naturaleza y del aparente factor de la casualidad, todo esto con la ayuda de dos
sistemas equilibrados de fuerzas de luz y oscuridad.
¿Podemos resolver este rompecabezas fundamental que representa la vida humana, sin
abordar la interrogante de su origen? Cada ser humano se enfrenta a esta pregunta.
Investigar cuál es la meta y el sentido de la existencia es la clave de la vida espiritual de
la humanidad. No es sorprendente que después de la segunda mitad del Siglo XX
seamos testigos de un desarrollo de las aspiraciones espirituales de la humanidad.
Los progresos tecnológicos y las catástrofes a escala mundial que han propiciado la
aparición de un sin número de filosofías no han procurado satisfacción espiritual a la
humanidad. La Cabalá nos dice que de todos los placeres que existen, nuestro mundo
recibió tan sólo una chispa minúscula, que por estar presente en los objetos materiales
es la fuente de nuestros placeres terrestres.
Dicho de otra forma, todas las sensaciones placenteras que experimentamos, sea cual
fuere su origen, se deben a esta chispa y su presencia en ellas. A lo largo de toda
nuestra vida, nos vemos obligados a andar en busca de nuevos objetos de deleite con la
esperanza de recibir placeres más y más intensos; pero estamos lejos de sospechar que
no se trata más que de cascarones.
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objetivo contamos en este mundo con dos caminos, el camino de la ascensión espiritual
(la Cabalá) o el camino del sufrimiento.