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LA ECONOMIA CAMPESINA Y EL DESARROLLO RURAL

ASOCIACION NACIONAL DE USUARIOS CAMPESINOS DE COLOMBIA


CONSEJO DEPARTAMENTAL DE PLANEACION BOYACA

AUTORES:

ADRIANA AVILA BAEZ (adrianaavil@gmail.com)


LUIS ALEJANDRO JIMENEZ CASTELLANOS (luisalejimenez@yahoo.es)

PONENTE
ADRIANA AVILA BAEZ

RESUMEN: El desarrollo del campo colombiano debe concebirse no solo desde el


punto de vista material (desarrollismo) sino que implica una interpretación más
amplia e integral partiendo del reconocimiento del ser humano como actor
fundamental y primer objetivo de toda la estrategia para el manejo y
aprovechamiento de la ruralidad, el cual debe incluir dos elementos
fundamentales: calidad de vida y crecimiento social, económico, cultural y político
de los campesinos. El crecimiento del sector agropecuario y el desarrollo rural
están condicionados en gran medida a la disponibilidad en oportunidad, suficiencia
y calidad de los factores de producción que junto a la política pública sectorial
pertinente facilitan y estimulan su productividad, rentabilidad y sostenibilidad. Por
eso se requiere de total articulación y coherencia entre la política y los elementos
productivos.
LA ECONOMIA CAMPESINA Y EL DESARROLLO RURAL

El desarrollo del campo colombiano debe concebirse no solo desde el punto de


vista material (desarrollismo) sino que implica una interpretación más amplia e
integral partiendo del reconocimiento del ser humano como actor fundamental y
primer objetivo de toda la estrategia para el manejo y aprovechamiento de la
ruralidad, el cual debe incluir elementos fundamentales: calidad de vida y
crecimiento social, económico, cultural y político de los campesinos.
Lo rural no es solo el sector agropecuario, es mucho más que eso y en efecto
existen otros componentes que deben ser tenidos en cuenta a la hora de definir
las políticas públicas y las estrategias para el desarrollo, valga citar entre estas
actividades la pesca, las artesanías, el ecoturismo, el agroturismo, la
agroindustria, la comercialización, la industria forestal, la minería, la conservación
de los recursos naturales, la preservación del medio ambiente, la infraestructura,
la prestación de los servicios básicos y tantos otros elementos que por pequeños
que parezcan juegan un papel importante en el conjunto del desarrollo rural
integral, pues algunos se desarrollan por si solos y los demás son insumo o
complemento para otras actividades, el sustento de las familias campesinas y el
comportamiento general de la economía nacional.
En consideración de lo anterior, lo primero que debe hacerse es aceptar la
diversidad y ajustar la legislación, las políticas públicas y las estrategias de
desarrollo para que todos estos componentes interdependientes tengan su propio
desarrollo, pues no se trata de privilegiar a unos e ignorar o desaparecer a otros,
sino de buscar que todos de manera articulada tengamos ante la ley y ante la
política pública de desarrollo un trato igual en lo general, pero específico en medio
de la diferencia, por eso, el gobierno y el legislador deben reconocer la diferencia,
definir políticas y legislar para la diversidad.
No hay duda que en Colombia realmente existe la economía campesina, que es
verificable y medible. El campesinado colombiano no solo es un sector social cuya
característica mayor es el alto índice de necesidades básicas insatisfechas.
También es un sector económico con características culturales especiales; “los
campesinos individualmente somos pequeños empresarios; unidos somos
una economía” que no tiene reconocimiento y es invisibilizada, pero bastaría con
citar que aceptamos como ciertas las cifras del mismo ministerio de agricultura en
el sentido de que en Colombia hay 1.600.000 familias campesinas poseedoras de
tierra, podemos añadir que en cada parcela de estas se generan de manera
permanente en promedio 2 empleos (famiempleos, pero son empleos) que en total
representan al menos 3.000.000 de puestos de trabajo, pues de no existir, serían
3 millones más de desempleados. Pero adicionalmente la economía campesina
dinamiza o jalona a otros sectores económicos, pues ello ocurre cuando consume
los miles de toneladas anuales de fertilizantes, insecticidas, fungicidas, semillas y
otros insumos para la producción; cuando de la misma forma demanda crédito y
paga intereses para rentabilidad del sector financiero; cuando demanda, requiere y
paga servicios de transporte, usa servicios públicos, vende excedentes al
comercio regional, nacional y del exterior y paga impuestos; pero lo más
importante, produce la comida que con la que se alimenta y se nutre el pueblo
colombiano; es decir hace el mayor aporte a la seguridad alimentaria nacional. Por
eso no puede existir duda que los campesinos no solo somos un sector social,
desatendido, ignorado y hasta estigmatizado; vulnerable y todo; sino que también
es un sector económico muy importante que debe ser reconocido como tal por la
legislación, la normatividad, las políticas públicas y los planes de desarrollo, los
cuales deben interpretar la realidad de la producción a pequeña escala, de
carencia de capital, de asistencia técnica, de canales adecuados de
comercialización y lo fundamental, de la tierra incluida la disponibilidad de agua e
infraestructura predial, características que son propias de la economía campesina
y por tanto diferenciadoras de la llamada agricultura o ganadería comercial.
Cuando los campesinos quiebran, pierden la capacidad de pago de sus
obligaciones crediticias con el sistema financiero y sobrevienen los cobros
jurídicos que ponen en riesgo su frente de trabajo y su vivienda, incorporados en
sus parcelas, destacando que la mayoría de estos predios vienen desde tiempo
atrás con falsa tradición, siendo Boyacá uno de los departamentos con mas
cantidad de predios con falsa tradición, y lleno de minifundios, lo cual aun impide
mas a los campesinos acceder a crédito u oportunidades que les ayuden a ejercer
el derecho al trabajo y la soberanía alimentaria.
Los campesinos Boyacenses y de Colombia llamamos la atención del gobierno
nacional y del congreso de la república, para que sin recato o temor de ninguna
naturaleza, permitan que la ley de tierras y desarrollo rural, de una vez por todas
reconozca y haga visible la existencia de la economía campesina, valore sus
aportes al desarrollo nacional y fije los derroteros legislativos de una política
pública de reconocimiento e inclusión de este sector.
Un primer paso para el desarrollo rural con enfoque territorial debe ser reconocer
la “Economía campesina, se entiende por economía campesina el territorio, el
conjunto de los demás bienes materiales e inmateriales, los recursos humanos, los
valores culturales y demás elementos con asiento en áreas rurales, que teniendo
la condición de pequeños o medianos productores se dedican a actividades
agropecuarias, agroindustriales, pesqueras, forestales, agro turísticas, eco
turísticas, ambientales, artesanales, y otras afines o complementarias.”
La ANUC considera dos alternativas: 1. la primera que se construya un proyecto
de ley que contenga un capítulo denominado “De la Economía Campesina” donde
se recojan las diversas propuestas de reconocimiento e inclusión de este sector;
sin embargo, esta figura podría generar condiciones de exclusión de otros
sectores e incluso de los mismos campesinos en determinados programas. 2. La
otra alternativa, que finalmente proponemos y vemos más viable es que en la
construcción de este proyecto de ley, es agregar a lo largo del articulado algunos
principios y citas específicas que reconozcan e incluyan a la economía campesina
como sujeto de los alcances legislativos.
Contrario a las economías desarrolladas o conocidas como comerciales, la
economía campesina no maneja grandes volúmenes de producción de manera
individual, situación que le genera al productor grandes desventajas en el mercado
tanto por el volumen ofertado, la frecuencia y muchas veces calidad, condiciones
que el mercado castiga con precio, que para el campesino se traduce en una
larga cadena de intermediarios que captan para su beneficio alrededor del 58%
del precio pagado por el consumidor, lo cual equivale a decir que el campesino
productor solo recibe alrededor del 42% y de ahí las pérdidas grandes que deben
asumir los campesinos quienes ante la no rentabilidad de su trabajo, se ven
obligados a abandonar sus parcelas y migrar a las ciudades a asumir peores
dificultades que las originales del campo. Para contrarrestar el problema anotado
se debe entonces generar un mecanismo alternativo de comercialización de los
productos de la economía campesina que incluya sino la eliminación si la
reducción de la cadena de intermediación, con ventas lo más directamente posible
al consumidor y en procura de un precio justo para los dos, lo cual no es posible
dentro de los esquemas centrales de abastos e incluso de grandes superficies y
cadenas comerciales existentes. Por eso lo procedente es organizar un sistema
propio de los campesinos, que sin pasar por las centrales de abastos permita
llevar el producto al consumidor.
El logro del anterior propósito se alcanzará a través de la organización,
asociatividad y capacitación a los campesinos para que de manera integrada
encaren este flagelo de su economía y para ello se deben alinear todas las
instituciones tanto públicas como privadas, jugando un papel importante la
academia, que ayuden a los productores campesinos que hoy lo que buscan es
un integrador y un escenario para vender lo más directamente posible al
consumidor.
Desarrollo en paz con la naturaleza, el ambiente y la seguridad alimentaria –
(Inminente Choque de Locomotoras)
Una premisa fundamental de los expertos del gobierno y del sector privado en la
planeación del desarrollo es garantizar de una parte el desarrollo mismo y de otra
que este se haga en condiciones de sostenibilidad ambiental, en paz con la
naturaleza y con el derecho a la alimentación de los seres humanos.
El plan nacional de desarrollo “prosperidad para todos” definió cinco ejes
estratégicos denominados “Locomotoras”, dos de ellos tienen un amplio
predominio en el campo, pues corresponden a los sectores primario y extractivo
de la economía. Son: La locomotora Agropecuaria y la Locomotora minero
energética, que entre sí protagonizan una fuerte competencia por la ocupación
territorial, propiciada especialmente por deseo expansionista y sin control de la
segunda, pues la minera como producto de la masiva concesión registrada ha
venido desplazando amplias zonas que otrora estuvieron dedicadas a la
producción agropecuaria y de otras que hacen parte de las zonas protectoras
ambientales, zonas de páramo etc. Lo mismo viene ocurriendo con las grandes
plantaciones para agro combustibles. Sobre estos aspectos se deben definir
políticas claras que eviten se agudice un conflicto entre estas actividades y para
ello no puede ignorarse la prioridad que debe tener la producción de alimentos por
encima de los intereses monopolísticos de empresas mineras muchas de ellas
multinacionales que no solo no tienen compromiso económico con Colombia, sino
que no les importa el daño ambiental y el desplazamiento de sectores prioritarios
pues buscan únicamente su propio enriquecimiento. Se requiere entonces dejar de
ocultar y más bien actuar de manera inmediata y contundente para evitar ese
“choque de trenes” que está en la etapa de latencia.
El desarrollo rural integral como la economía campesina está ligado a la
estructura de la tenencia y propiedad de la tierra. Por eso, las políticas
públicas y las leyes no pueden ignorar tal situación o lo que es peor estimular
procesos inversos a la redistribución de la tierra. Bajo esta consideración que no
solo la ha sostenido asociaciones como la ANUC durante sus 42 años de
existencia, sino que hoy es una postura universal en la que coinciden estudios y
académicos de todo orden, entre los que solo citamos el más reciente informe de
desarrollo humano de las Naciones Unidas. Es por ello que necesariamente se
debe modificar la estructura de tenencia y propiedad de la tierra. Es decir hacer la
reforma agraria que históricamente se le ha negado, no solo a los campesinos,
sino al desarrollo del campo y la economía nacional.
Otro componente de la política tiene que ver con el saneamiento de la propiedad
rural como instrumento de reincorporación de las tierras de los campesinos al
mercado y a través de este, el acceso al capital vía crédito para el desarrollo de la
actividad productiva y el crecimiento económico.
Pero la tierra sola no garantiza desarrollo rural, sino que es necesario tener en
cuenta y planear a partir de los demás factores de producción como Agua,
Capital, Tecnología, Conocimiento y Recurso humano y adicionalmente los
servicios básicos de salud, educación, vivienda, temas sobre los cuales
asociaciones como la ANUC, ha venido haciendo propuestas y espera contar con
los espacios de discusión requeridos tanto con el gobierno como en las
respectivas comisiones y plenarias del congreso de la república.
Para finalizar quiero expresarle a ustedes como que nosotros somos más que una
ruana o un sombrero, no solo usamos las botas de caucho o alpargatas, si no que
nuestra imagen al igual que la de los campesinos Colombianos durante décadas
se ha desdibujado, que reconocemos que nuestra historia esta permeada de
discriminación y marginalización de nosotros los campesinos y campesinas de
Colombia, que han violado nuestros derechos humanos, y que en otras ocasiones
no hemos tenido respuesta oportuna del estado, y que a pesar que las
estadísticas reconocen que de los 8 millones de víctimas del conflicto registradas,
6 millones han sido desplazadas o despojadas de su territorio, causando una gran
afectación a nuestra identidad campesina, razón por la cual vemos como una
tarea imperiosa la protección de nuestros derechos, pues no queremos ser mas
estigmatizados, y no queremos que nuestros jóvenes en Colombia sigan
abandonando el campo, ya sea por despojo, reclutamiento por parte y parte de los
actores del conflicto armado o simplemente por falta de atención y respuesta por
parte del estado. Los campesinos solicitamos al gobierno una pronto solución al
conflicto armado y le decimos si a la paz, pero le decimos si a la paz, con
oportunidades, con equidad, con desarrollo para el campo y tecnología, y sobre
todo con leyes que nos devuelvan nuestro territorio, no queremos un estado
paternalista, pero tampoco queremos vivir más en medio de esta guerra. Nosotros
los campesinos queremos vivir en tierras propias y queremos tener la soberanía
alimentaria que tanto añoramos y que es un derecho de nosotros.
BIBLIOGRAFIA:
FAO (2011). El estado mundial de la agricultura y la alimentación. Washington: FAO. Forero, Jaime
(2002). “Campesinado, mercado y cambio técnico, a propósito de prejuicios”. Cuadernos Tierra y
Justicia, No. 2, Bogotá: ILSA Forero, Jaime (2010) “Economía Campesina, Pobreza y
Desplazamiento en Colombia”. En: Forero, Jaime (editor), El campesinado colombiano, Bogotá:
Universidad Javeriana. Forero, Jaime. La economía campesina colombiana 1990 – 2001. Bogotá.
ILSA. pp. 8.
Elcy Corrales Roa, Jaime Forero Alvarez. La Economia Campesina Y La Sociedad Rural En El Modelo
Neoliberal De Desarrollo
Importancia de la economía campesina en los contextos contemporáneos: una mirada al caso
colombiano* Luz Elena Santacoloma-Varón, SCIELO, Vol. 11 No. 2, 2015 (Julio - Diciembre)
Banco Mundial (2008), Agricultura para el desarrollo. Informe Sobre el Desarrollo Mundial,
Washington: BM.

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